isla negra retratos(92)

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Isla Negra 2 /92 Casa de poesía y literaturas enero 2007- especial portaretratosretratos suscripción gratuita. Lanusei,Italia. Dirección: Gabriel Impaglione. Publicación inscripta en el Directorio Mundial de Revistas Literarias UNESCO [email protected] - http://isla_negra.zoomblog.com “Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, y un huerto claro donde madura el limonero” Antonio Machado Pablo Neruda Chile Autoretrato Por mi parte, soy o creo ser duro de nariz, mínimo de ojos, escaso de pelos en la cabeza creciente de abdomen, largo de piernas, ancho de suelas, amarillo de tez, generoso de amores, imposible de cálculos, confuso de palabras, tierno de manos, lento de andar, inoxidable de corazón, aficionado a las estrellas, mareas, maremotos, administrador de escarabajos, caminante de arenas, torpe de instituciones, chileno a perpetuidad, amigo de mis amigos, mudo de enemigos, entrometido entre pájaros, mal educado en casa, tímido en los salones, arrepentido sin objeto, horrendo administrador, navegante de boca, y yerbatero de la tinta, discreto entre los animales, afortunado de nubarrones, investigador en mercados, oscuro en las bibliotecas, melancólico en las cordilleras, incansable en los bosques, lentísimo de conversaciones, ocurrente años después, vulgar todo el año, resplandeciente con mi cuaderno, monumental de apetito, tigre para dormir, sosegado en la alegría, inspector del cielo nocturno, trabajador invisible y desordenado, persistente, valiente por necesidad, cobarde sin pecado, soñoliento de vocación, amable de mujeres, activo por padecimiento, poeta por maldición y tonto de capirote. Paulina Vinderman Ciudad de Buenos Aires, Argentina Verano de 1954 Lanzo un sombrero imaginario al aire y vivo otro día. Escondida en algún lugar entre el cansancio y el dolor, está la pasión. Cierro los ojos en la oscuridad

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Page 1: Isla Negra Retratos(92)

Isla Negra 2/92 Casa de poesía y literaturas

enero 2007- especialportaretratosretratos suscripción gratuita. Lanusei,Italia. Dirección: Gabriel Impaglione.

Publicación inscripta en el Directorio Mundial de Revistas Literarias UNESCO [email protected] - http://isla_negra.zoomblog.com

“Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, y un huerto claro donde madura el limonero”

Antonio Machado

Pablo Neruda Chile Autoretrato

Por mi parte, soy o creo ser duro de nariz, mínimo de ojos, escaso de pelos en la cabeza creciente de abdomen, largo de piernas, ancho de suelas, amarillo de tez, generoso de amores, imposible de cálculos, confuso de palabras, tierno de manos, lento de andar, inoxidable de corazón, aficionado a las estrellas, mareas, maremotos, administrador de escarabajos, caminante de arenas, torpe de instituciones, chileno a perpetuidad, amigo de mis amigos, mudo de enemigos, entrometido entre pájaros, mal educado en casa, tímido en los salones, arrepentido sin objeto, horrendo administrador, navegante de boca, y yerbatero de la tinta, discreto entre los animales, afortunado de nubarrones, investigador en mercados, oscuro en las bibliotecas, melancólico en las cordilleras, incansable en los bosques, lentísimo de conversaciones, ocurrente años después, vulgar todo el año, resplandeciente con mi cuaderno, monumental de apetito, tigre para dormir, sosegado en la alegría, inspector del cielo nocturno, trabajador invisible y desordenado, persistente, valiente por necesidad, cobarde sin pecado, soñoliento de vocación, amable de mujeres, activo por padecimiento, poeta por maldición y tonto de capirote. Paulina Vinderman Ciudad de Buenos Aires, Argentina Verano de 1954

Lanzo un sombrero imaginario al aire y vivo otro día. Escondida en algún lugar entre el cansancio y el dolor, está la pasión. Cierro los ojos en la oscuridad

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y muero otro día.

Está arrojando el sombrero desde una terraza: una chica flaca, de triste curiosidad. Enfundada en un vestido más grande que sus sueños (y en los sueños de otros.)

Qué era lo que cantaban todos alrededor, hay un gran marco para una letra excluyente,

qué fue lo que cantaban.

Escondida en algún lugar entre la baranda y el vacío, está la pasión. Enrique Barrero Rodríguez Sevilla, España Últimos versos

Estos días azules y este sol de la infancia. (Antonio Machado)

Estos días azules y este sol de la infancia. El sigilo del huerto. El limón florecido. La ribera del Duero. El olmo verdecido. Mi vida solitaria de eterna trashumancia.

Hago ahora recuento. Mi niñez fue fragancia de una dalia en el pecho y un jazmín encendido. Mi juventud, camino; camino sostenido en pos de un horizonte temblando en la distancia.

El tiempo es don escaso. El tiempo se me acaba y ya mi barca sueña cruzar otra ribera, surcar otra ensenada, varar en otra orilla.

Sé que viene la muerte, que toca ya la aldaba. Y ha acudido a mi mente aquella edad primera, aquel sol de la infancia y el huerto de Sevilla. Ulises Varsovia Chile Temprana edad

De la temprana edad sobre la tierra, ni retratos ni fotografías reteniendo en el tiempo los rasgos de aquél que, asomado hacia adentro, no sintió sobre sí la mano paterna, ni encontró las cartas del progenitor hurgando entre los restos del naufragio.

En algún cerro del gran anfiteatro, el bebé recién llegado al mundo ensayó sus primeros vagidos, y a través de la leche materna recibió las claves genéticas y la sintonía de sus ancestros.

Nunca sabrás el perfil aciago del sigiloso varón confundido en un nudo de amor con tu madre, para que tú y tu hermano aparecierais sobre la luz enceguecedora, nunca jamás conocerás su rostro.

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Ni sabrás jamás cómo miraban tus ojos en tu primera edad, ni qué conmoción nocturna marcó tu tierna infancia con su desgarro.

Irás por ti a la casa materna, regresarás al hogar premunido de lámpara, indicio y coordenada, y saldrás de allí como viniste, ciego de tu tierna edad, en tinieblas.

Ni retratos ni fotografías, ni cartas, reliquias ni amuletos, ni la casa natal, en algún cerro, vacía allí tu primera infancia, sepulta bajo un alud de silencio.

De: Por las calles de Valparaíso (inédito) Silvia Favaretto Italia Muerte de mi primer morada

Nací viva y furiosa mordiendo la leche envenenada de pezones que no quise nunca soltar

Nací feroz y manchada desalojada hiriendo sienes con ojitos de bebé que todavía no se saben cerrar

Y Vos me mandaste a nacer muerta y sin cobijo. Y era febrero, era febrero. Lina Zerón México Moradas mariposas

Fui semilla de sol plantada en la tierra parida por un tornado de agua entre polvo estelar y alarido de colores.

Yo quería nacer mariposa, águila y que me crecieran doradas plumas, pero nací higuera de enormes raíces y me salieron ramas y de las ramas hojas y me nacieron ojos en la corteza.

De las hojas brotaron palomas y acunaron suspiros mis rojos dedos, y mis manos abanicaron tinieblas y probé la manzana del Edén.

Supe del sabor de la sangre y me punzaron los huesos

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y aprendí a llorar con mi sombra y a cargar la cruz del fruto de María, pero también probé la miel sagrada de la rosa y la carne del cordero y tuve sangre virgen en las venas y entre mis piernas el jugo de Adán corrió.

Mi vientre parió moradas mariposas que alimenté con savia pura de abeja y me convertí en olmo para defender los frutos y ni sequías ni tempestades arrancaron mi tronco de la tierra.

Cantaron muchas primaveras con sus inviernos, maduraron los higos y a la vida cayeron y se olvidaron de este árbol y desnudas quedaron mis ramas.

Dejé de ser higuera y olmo, me crecieron alas y en las plumas colores y en los colores agua y me convertí en pez-golondrina.

Mis lágrimas humedecen las escamas y los suspiros hacen volar mis alas cuando veo las semillas que mis frutos dieron.

Soy feliz de haber nacido higuera, volverme olmo y ahora ser pez-golondrina sin nido fijo y sin cadenas. Nicanor Parra Chile Auto-retrato

Considerad, muchachos, Este gabán de fraile mendicante: Soy profesor de un liceo obscuro, He perdido la voz haciendo clases. (Después de todo o nada Hago cuarenta horas semanales). ¿Qué les dice mi cara abofeteada? ¿Verdad que inspira lástima mirarme! Y qué les sugieren estos zapatos de cura Que envejecieron sin arte ni parte. En materia de ojos, a tres metros No reconozco ni a mi propia madre. ¿Qué me sucede? ¡Nada! Me los he arruinado haciendo clases: La mala luz, el sol, La venenosa luna miserable. Y todo para qué! Para ganar un pan imperdonable Duro como la cara del burgués Y con olor y con sabor a sangre. ¡Para qué hemos nacido como hombres Si nos dan una muerte de animales! Por el exceso de trabajo, a veces Veo formas extrañas en el aire,

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Oigo carreras locas, Risas, conversaciones criminales. Observad estas manos Y estas mejillas blancas de cadáver, Estos escasos pelos que me quedan. ¡Estas negras arrugas infernales! Sin embargo yo fui tal como ustedes, joven lleno de bellos ideales, Soñé fundiendo el cobre Y limando las caras del diamante: Aquí me tienen hoy Detrás de este mesón inconfortable Embrutecido por el sonsonete De las quinientas horas semanales.

Víctor Jiménez España, 1957 El idioma de las nubes

Como buque en la niebla navego en el pasado y en sus sombras me hundo ahora, muy despacio, hasta encontrar al niño de apenas quince años que, sin darse ni cuenta, se va haciendo un muchacho que acaba de estrenar los besos, el encanto de la noche… Ya sabes, el tiempo entre los labios. Aquel joven sencillo y tímido, de barrio, que no sabe por qué le crece el desencanto y, a veces, se le llena la cabeza de pájaros. Ese alumno discreto y un poco desgarbado que, sin mucho interés, cursa bachillerato mientras aprende, solo, a esperar el verano para volver al río que pasa rodeando el Mirador, los cielos sin fin, los campanarios, el Convento, la Peña, el Castillo almenado, los molinos, la Plaza del Cabildo, los patios de luz, las azoteas, los mirlos, los tejados, las esquinas, las calles empinadas, los arcos -sí, los arcos-, la cal de aquel pueblo serrano de poemas tan hondos y de anhelos tan altos; mientras espera sólo lo mágico y lo blanco

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viendo llegar las nubes que van hacia el ocaso con los sueños abiertos y los ojos cerrados. Este muchacho a quien la vida va enseñando a contar las ausencias, a sumar los fracasos y a secarse las penas y salir de su cuarto cada vez que en su pecho llueve sobre mojado. Y que súbitamente, como por un milagro, una tarde de lluvia viniendo puente abajo, te ve subir alegre la calle de los álamos con un paraguas rojo, para darle esquinazo a la tristeza tonta de sus primeros daños. El mismo que esta tarde, a los cuarenta y tantos, en tus ojos naufraga para ponerse a salvo de tanta noche en vida y tanta vida en vano. Hasta llegar al fondo, donde el misterio es claro.

Invitá a un amigo a suscribirse a Isla Negra!!! Odette Alonso Cuba-México Onírica. Última función

Terminó la función y me he soñado arcángel cuando soy sólo un violinista dormido ante su atril. Vacía la taberna vacío el corazón como una plaza pública me encuentro frente a ti frente a mí misma. También yo fui una niña y luego fui un traidor y luego un marinero naufragando en el agua podrida de su charca. Y quise desnudarme echarme sobre ti como al abismo y después no ser yo sino tu piel el insalvable pozo de tus ojos o un violinista dormido ante su atril soñando que despierta y que te ama. Rolando Revagliatti Buenos Aires, Argentina digo de mí

digo de mí primero lo que no tengo lo que no

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[soy: que me ponga al frente: (... mal rayo...): los liderazgos me aprietan las vecinitas me [dan calor

no tengo (pero tengo) catadura de imberbe alterno entre fastidiosas inútiles incontrolables tumescencias por las noches aun después de ceder con gentileza y hondura a micciones libertarias y eyaculaciones

mitad de pecho corazón que late mitad de pecho corazón que duele y sin embargo disimulando

¡me cacho cada dispendiosidades! dispendiosamente arremeto contra la miseria (“piña seca” exageraba mi tío marcos) de las deyecciones mejor ni hablemos es la vileza confabulatoria y parental intestinal y financiera

húbeme infiltrado en inconexas esposas de [otros y supeditada la ternura a vanas beligerancias me enamoré una punta de veces de críos y [viejitas apenas sí prometí y desfloré con voluptuosidad [y perspicacia

advierto que me estoy rememorando en buenos aires buenas migas y camuflado [con palabras que no sangran ni siquiera exudan

“en una foto está conmigo en otra sola está no parece que supiera a dónde va”

digo punto para poner un basta cejijunto y cariacontecido exultante y excéntrico concluyo mi labor

ni tanto ni tan poco a los demás me sumo acaso unos cuantos acaso menos Santiago Bao Villa Gesell- Buenos Aires, Argentina Luz malva

¿Dónde luz malva de mis cinco años que la magia extendía a mi quietud?

¿Dónde luz malva en que el sol caía entre esas nubes nunca casuales?

¿Dónde resplandores del horizonte encantado de un mundo

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que me emocionaba no por inalcanzable sino porque de allí venía? Ausencias, lágrimas que se deslizan hacia dentro, siempre extranjero de haber venido, luz malva de la niñez, rastros que aún percibo que se pierden en la sospecha de estar cada vez más lejos, luz malva. Rubén Darío Metapa, Nicaragua, 1867-1916 XLVII

Soy sabio, soy ateo; no creo en diablo ni en Dios... (...pero, si me estoy muriendo, que traigan el confesor).

Norberto Palou Totoras, Argentina Cadena

Somos la sombra de otras voces que agitan los mismos dolores con otras palabras. Porque el dolor es antes que la voz y luego la palabra lo nombra. Porque el grito y la mirada eran lo mismo porque nube, cielo y estrella eran igual.

Primero fue la luz que miró las cosas y los ojos lanzados como insectos.

Pero el dolor seguía oscuro aguardó la palabra que trajo nombre y destino.

Por eso me llamo Norberto. Soy el dueño del no, de la noche, de la novela, de la noria (Condenado a repetir la nostalgia). De Nora y de Noelia de las nocturnas, de las noveles, y a veces de las ninfas.

-Aunque me especializo en las que principian con no-

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Debo cumplir mi propósito o dejar mi espacio al que viene.

O a los que esperan aún más atrás apretando las mismas señales Batallar para aliviar el camino a un hermano y entre todos hilvanar el destino Susana Cordisco San Nicolás, Bs As, Argentina En el corazón de la tarde desnudo mi alma para que me conozcas... Autorretrato

Sonido de ausencia indagando en la madrugada sobre mi piel el amarillo asombro me abisma o me salva. En un instante esquivo el naufragio por el contorno de la espuma en el otro bailo sobre los muros con un torbellino de campanas. En mis brazos se reflejan los espejos los abro para retenerte los cierro para que huyas. Puedo escribir mi nombre sobre el agua o esculpir en el viento mi cuerpo de barro y horizonte. Duermo de pie aferrada a la cintura del sol y camino con mi carga de sueños por el silencioso límite del miedo.

Enrique Lihn Chile, 1929-1988 A Roque Dalton

Soy un poco poeta del chambergo flotante, de los quevedos flotantes, de la melena y la capa española; un viejo actor de provincia bajo una tempestad artificial entre los truenos y relámpagos que chapucea el utilero. Si mal no recuerdo, monólogo, me esmero en llenar el vacío en que moldeo mi voz, y la palabra brilla por su ausencia y el drame me es impenetrable. Envejezco al margen de mi tiempo en el recuerdo de unos juegos florales porque no puedo comprender exactamente la historia.

De: La musiquilla de las pobres esferas.

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Nela Río Canadá Estudiantina

Luego aquellos años de poemas y pinturas y tarjetas postales figurando gentes y lugares, trayendo a mi mesa de estudiante el golpear de las olas en playas en que nacieron diosas para lienzos que las aman en palacios italianos. Las islas sagradas entre las que Lesbos no ya una isla sino una voz caminaba despacio ante mis ojos. Los ciruelos florecidos del Japón en cielos increíblemente azules y poetas siempre sabios y serenos apresando tangibles pensamientos en los pétalos del haiku. Los veinte poemas y la desolación de Marisol y Marisombra. Entre limones dorados en el río hubiera querido distraer al Camborio para que no fuera a Sevilla a ver los toros. Las ciudades en guerra, los aviones como cigarros sacudiendo las palmeras del cielo quemando todo hasta a aquel caballo de la boca enorme que alza las patas hacia un cielo negro. Los silencios de los nombres y detrás del nombre otro nombre las cosas prohibidas de Alejandra. La madre, suplicando a Dios que su niño no fuera mujer. La estatua de la monja, embeleso y éxtasis, estremeciéndome sin saber por qué. Y aquellas tremendas palabras, se irá contigo el mundo mago…

Tantas otras que pegaba a la pared como un mundo movedizo. Poemas, pinturas, paisajes, dominios de la sed irrumpiendo delicadamente en mi existencia y yo abrazándolos como antorchas de mi alba.

Jesús Hilario Tundidor Zamora, España, 1935 Pasiono

Vine a nacer con olas y tornado de sangre-españa fraternal y mía. Crecí en el miedo. Ahora, todavía recuerdo el mar aquél que yo he heredado. Toda mi suerte ha sido mi pecado mayor y noble: la melancolía, junto a una profesión, que no quería y cien poemas que os he entregado. Tuve a la tierra así de compañera, la hembra por varón, y porque sueño tengo la humilde sencillez del leño

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en llamas, que da todo y nada espera. Y amo la paz, y el viento, y la quimera de los hombres iguales, y es mi empeño la luz, la luz hermosa y perseguida y amo, tal como es, la puta vida.

Carmiña Candido Daverio Argentina Autorretrato

No soy las que he perdido en el camino por tomar la decisión equivocada. No soy la profesora, la modelo, no soy la madre de mis doce hijos. Perdí la belleza interior y la exterior se deteriora con los años. Perdí la oportunidad de conocerte y la de ser la consentida del magnate. No fui monja ni revolucionaria. No pude cambiar el mundo y llevo solamente en el bolsillo el poder cautivador de la palabra. Perdí a la amiga. Perdí la perfección, la inteligencia y el Protocolo me espera hace tres años en la esquina de "La Favorita". Perdí el juicio. La aguja de mi orientación no marca el norte. No fui Alfonsina ni Borges. Por favor que alguien me diga dónde encuentro a Marta. Liliana Escanes Argentina Hubo una última rayuela

Hubo una última rayuela... Hubo una última rayuela que salté sin saber que era la última... La última rayuela de la infancia... El final de una etapa... Hubo un último crepúsculo observando el agua mansa del estanque... El pequeño estanque de un enorme mundo... Un mundo en el que deseaba sumergirme... Ver qué diminutos seres

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lo habitaban debajo... Ese estanque era mágico... Y encerraba, para mí, un gran misterio... Las plantas bordeándolo... Malvones, geranios...

Me encantaba ver como fluía el agua de lluvia por el desagüe... Caía luego, al estanque... Sí: ese lugar era mágico...

Hubo un último crepúsculo observando el agua mansa y misteriosa del estanque... Y siempre ella ahí, con sus plantas...

Hubo una última rayuela que marcó el final de la infancia... Hubo un último mágico crepúsculo observando el agua mansa y misteriosa del estanque... Hubo un último juego en los escalones que conducían a la terraza... Hubo una delgadísima y pálida niña, triste, solitaria, callada y con una imaginación exacerbada, que subió los últimos escalones de la infancia... Un último juego, una última rayuela, un último crepúsculo y una última niña que deseaba crecer y ser libre... Que amaba el estanque, la azotea y las plantas... Que amaba dibujar la rayuela... y jugar y correr y observar el agua mansa y misteriosa del estanque... (“¿Qué habrá allá abajo?”...)

Una última y escuálida

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niña... Una última rayuela... Un último crepúsculo observando el agua mansa y misteriosa del estanque...

Una última niña... Una triste y solitaria mujer de 49 años... No ha cambiado mucho. Sigue siendo triste y solitaria... Callada y con una imaginación exacerbada…

Una última niña... Una tímida y solitaria mujer que busca busca busca el camino para crecer y ser libre... Fernando Vargas Valencia Bogotá, Colombia, 1984 XXIV

NOCHE LÚCIDA en la que recorro las agujereadas fijezas que deja escapar el olvido. En mi dispersión inaudita, me aguardo silencioso. Cuando me hablo a mí mismo, soy el otro que reclama una memoria metafórica. Cada ruptura me deshace En la esperanza de mi totalidad. Totalidad que se consuela con otras dispersiones que la reflejan. No llego aún al olvido ni puedo anticiparlo, yo que padecí la metamorfosis de profeta a escriba de sucesos inventados. Repito la lucidez de mis ancestros para redimirlos de su muerte. Me separo de mí mismo para buscar en memorias ajenas mi inmortalidad. Son los otros quienes abrirán paso a mi existencia con su testarudez perenne. Soy invento de mí mismo y en los otros, ficciones de mi imagen, fundo el incendio de mi ser.

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Nisa Forti Argentina Mujer Roca

Por qué me lo quitaron. Qué mal hicimos en querernos tanto. Hablo con los demás como si nada. Bebo, sonrío, me enojo. Finjo vivir. Es lo que de mí se espera. Mujer roca, me dicen. (Qué consuelo). Quizás piensen: “Al final, ¿lo siente tanto?” “Se te ve bien.” “Estoy engordando… ” ¿Quieres salir? Quiero. ¿Quieres morir? Quiero. Alejandro Campos Oliver México, Cuernavaca, 1983 Soy Déjalos que coman de mi/ que me pudra entre sus dientes/ que sirva de alimento a esta banda/ de gusanos que se adherirán a mi piel cuando por fin descanse. ¿Qué saben ellos de mí, salvo que soy un cuerpo? - Lina Zerón

Soy el mañana del destino que mi palma marca y en el cual creo

Soy el suspiro que ilumina la distancia pero no el olvido

Soy el recuerdo inconmensurable de los ayeres de mi abuela mis padres y mis maestros

Soy la evocación de mis hogares de mi patio/ mis llantos y júbilos de niño

Soy la fuerza/ la pasión y el silencio mismo que se erige como torre de agua guarecida de fuego y poblado de palabras de noble descendencia

Soy la historia que

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no puede ser encontrada/ la irrupción de un alma que se evapora sofocante

Soy la espera solitaria/ trasnochada/ que anda en el encuentro de sí misma

Soy el escalofrío que busca la ventana de un corazón sincero/ soy lo que en apariencia se encubre en la mente-enjambre de un corazón exiliado

Soy el invierno el verano/ el otoño y la primavera al mismo tiempo

mi nombre el epitafio en la lápida de un bosque Fransiles Gallardo Magdalena, Perú

RAMA DE MOLLE desgajada jabalina lanzada al azar

a su suerte impía

plantada en cualquier recodo en la travesía en el arenal

madero flotante sobre un enfurecido mar

De “Estremecido Gato Montés”, por publicar

Graciela Zolezzi Faure Argentina Espejos

Me reconozco en la inquietud de Oscar o la tozudez de Graciela y tantas cosas de Agustín también de Andrés también de Andrés hijos nietos y por supuesto para atrás soy casi espejo de papá y mamá pero es más grave más inesperado mucho más difícil y complejo

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cuando salto en travesuras de nuevas generaciones que me están enseñando a vivir de otra manera en otros mundos en posibles milagros de eternidad imprevistos espejos en que hasta los rasgos veo hermosos queridos espejos

que acepto sin juzgar reflejos sin culpa de mis culpas brillo nuevo en bronces que no descubrí en mí rojos sangre que trasvasé a sus cuerpos cristales azogados por sabias manos puntuando vidas y misterios y de pronto estás vos el otro instante infinito de encuentros sin palabras flechas de ciegos que aciertan siempre el blanco reflejos… ¿ yo en ellos? ¿ellos en mí? ¿ Quién en nosotros? Manuel Machado Sevilla, España- 1874-1947 Retrato

Esta es mi cara y ésta es mi alma. Leed: Unos ojos de hastío y una boca de sed… Lo demás… Nada… Vida… Cosas… Lo que se sabe… Calaveradas, amoríos… Nada grave. Un poco de locura, un algo de poesía, una gota del vino de la melancolía… ¿Vicios? Todos. Ninguno… Jugador, no lo he sido: no gozo lo ganado ni siento lo perdido. Bebo, por no negar mi tierra de Sevilla, media docena de cañas de manzanilla. Las mujeres… , sin ser un Tenorio — ¡eso, no!— , tengo una que me quiere y otra a quien quiero yo.

Me acuso de no amar sino muy vagamente una porción de cosas que encantan a la gente… La agilidad, el tino, la gracia, la destreza; más que la voluntad, la fuerza y la grandeza… Mi elegancia es buscada, rebuscada. Prefiero, a lo helénico y puro, lo chic y lo torero. Un destello de sol y una risa oportuna amo más que las languideces de la luna. Medio gitano y medio parisién — dice el vulgo— , con Montmartre y con la Macarena comulgo…

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Y, antes que un tal poeta, mi deseo primero hubiera sido ser un buen banderillero.

Es tarde… Voy de prisa por la vida. Y mi risa es alegre, aunque no niego que llevo prisa. Alicia Rey Olivos, Buenos Aires, Argentina Sigo buscando Sigo buscando ser nadie para ser el nuevo y resurgir capullo. Gustavo Tisocco

Me desconozco ante el espejo ante mi sombra sobre la luna en un mar desbordado de locura y fuego

trato de rescatarme entre difusos recuerdos

mientras se filtran rayos de sol hilando consuelo para la mujer que fui labios errantes buscan sedientos besos

despierto al borde de noche dormida

Busco, sigo buscando ser nadie

mi sigilosa imagen escapa por ventanas y puertas

Busco, sigo buscando ser de nuevo -pletórica alma-

me descubro en la tierra

germinada semilla de sangre elevo mi tallo mi desmembrada mano

Busco, sigo buscando el espíritu de la tierra resurge capullo

(aroma pétalo ofrenda)

Nos vemos en el

Festival Internacional de Poesía de La Habana?

Octubre 2007!!

Gloria Fuertes Madrid, España, 1917-1998 Isla ignorada

Soy como esa isla que ignorada, late acunada por árboles jugosos, en el centro de un mar que no me entiende, rodeada de nada, — sola sólo— . Hay aves en mi isla relucientes, y pintadas por ángeles pintores, hay fieras que me miran dulcemente, y venenosas flores.

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Hay arroyos poetas y voces interiores de volcanes dormidos. Quizá haya algún tesoro muy dentro de mi entraña. ¡Quién sabe si yo tengo diamante en mi montaña, o tan sólo un pequeño pedazo de carbón! Los árboles del bosque de mi isla, sois vosotros mis versos. ¡Qué bien sonáis a veces si el gran músico viento os toca cuando viene el mar que me rodea! A esta isla que soy, si alguien llega, que se encuentre con algo es mi deseo; — manantiales de versos encendidos y cascadas de paz es lo que tengo— . Un nombre que me sube por el alma y no quiere que llore mis secretos; y soy tierra feliz — que tengo el arte de ser dichosa y pobre al mismo tiempo— . Para mí es un placer ser ignorada, isla ignorada del océano eterno. En el centro del mundo sin un libro sé todo, porque vino un mensajero y me dejó una cruz para la vida — para la muerte me dejó un misterio. Jorge Nonini Buenos Aires, Argentina Vida cotidiana

Como esa lluvia tersa que aunque ingrávida no deja de caer así transcurre mi día. Me levanto casi al amanecer -mi departamento está en un segundo piso, interno-- así que mis auroras nada tienen que ver con la salida del sol. Conservo el hábito de la higiene y de esos ritos modernos que ya me molestaría no hacer. El mate cocido es obligado y solitario acompañante de mi despertar. A veces una llamada del teléfono, aun si es equivocada, me depeja y predispone. Aunque llamen para proponerme un negocio imposible -porque yo no hago ningún negocio- o para convencerme de la ventajas de comprar una parcela en un cementerio privado, con vista al bosque. Voy a pagar las cuentas obvias al banco a retirar la ropa de la lavandería a caminar las veinte cuadras para mostrarle a mi corazón que aún tengo ganas de vivir. Luego,

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a reanudar el diálogo con mis hijos. en mi memoria, cuando creía que los ayudaba a crecer, y hacía proyectos y me sobraban ilusiones y confianzas. Sin buscarlos aparecen los recuerdos réprobos de mi infancia, infancia que no quisiera repetir, pero donde había algo de aire fresco y la gente justa en el espacio adecuado. Ahora todo está lleno y me confunden las caras. Un solo rasgo, una nariz (pero sólo la nariz) o una mirada (pero sólo la mirada) o un perfil fugaz, me hace recordar a alguien que frecuenté en mi adolescencia, y lo saludo contento de recuperar algo. Su mirada indiferente y su saludo esquivo me indican que me equivoqué otra vez. Para evitar esta molestia opté por no saludar a quienes creía reconocer lo que valió que muchos vecinos me creyeran orgulloso y dejaran de considerarme. Así voy pasando los días que como esa lluvia tersa e ingrávida no deja de caer. Cecilia Meirelles Brasil

Eu não tinha este rosto de hoje, assim calmo, assim triste, assim magro, nem estes olhos tão vazios, nem o lábio amargo. Eu não tinha estas mãos sem força, tão paradas e frias e mortas; eu não tinha este coração que nem se mostra. Eu não dei por esta mudança, tão simples, tão certa, tão fácil. Em que espelho ficou perdida a minha face? Jorge Luis Borges Argentina, 1899-1986 Soy

Soy el que sabe que no es menos vano que el vano observador que en el espejo de silencio y cristal sigue el reflejo o el cuerpo (da lo mismo) del hermano. Soy, tácitos amigos, el que sabe que no hay otra venganza que el olvido ni otro perdón. Un dios ha concedido al odio humano esta curiosa llave. Soy el que pese a tan ilustres modos de errar, no ha descifrado el laberinto singular y plural, arduo y distinto, del tiempo, que es uno y es de todos. Soy el que es nadie, el que no fue una espada en la guerra. Soy eco, olvido, nada. Ángel Custodio González Chile

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Biografía

Ahí estás con tu rostro vulgar y tu sonrisa corta, con la misma cara en apariencia inexpresiva, tímida, parecida a millones de caras semejantes, y unos ridículos bigotes que nada agregan, pero que harían falta en tu retrato, ralos bigotes, ciertamente necesitados ya de tinte oscuro. Ahí estás, embutido en tu eterna fábrica de problemas, en un rincón modesto, esperando quizá inútilmente el "ascende superior", en un rincón del que podrías salir, si usaras mejor tus alas temerosas. Estás ahí, querido, tranquilo hombre lento, vestido de gris perla o de negro, aunque amas los colores. Ahí, con tu nombre comprometedor, con esas dos palabras que a veces te llenan de esperanzas o avergüenzan la manera de ser de tus sueños. Con ese bello nombre asediado de tantas sugerencias: son palabras celestes terribles para ser soportadas con dignidad completa o rojas y seguras, pues no alcanza ni basta la andadura terrestre. Ahí, amigo y enemigo de ti mismo, reconciliado con tu baja estatura, con tu cara de caballo de juguete o de arcángel cansado y con tus altos su sueños. Con la triste mirada que quiso ser azul, puesta sobre el amor y las cosas sencillas. Estás ahí, al lado de afuera, bordeando el círculo de contados amigos y en medio de innumerables enemigos cordiales, sonrientes. Te basta la unidad del recuerdo, la imagen de una infancia de álamos y estrellas, de verdor sin fatiga y de agua generosa. Te basta la ilusión de derrotar al tiempo y la seguridad de ser por lo menos sobrino de la muerte y aspirante capaz de la justicia, cuidando una verdad heredada y viviente, sintiéndote seguro entre los pobres y verdaderamente rebelde hacia la fuerza organizada, pálido entre los hermanos que levantan su fuego hacia dioses mediocres. Ahí, partido, dividido, hombre solo, mas lleno de confianza; surcado de propósitos de bien y de inconstancia, creyéndote vagamente portador de algo y sumido a veces en sombras que darían pavor si no tuvieran hendiduras. Bondadoso e ingenuo individuo, acostumbrado a las miradas profundas

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y a la soledad, habituado a este mundo y a ser, no un animal social, sino animal problema, una insignificante sonrisa verdadera. Estás ahí, con tu calma de niño grave y egoísta, avaro de alegrías simples, cometiendo errores a menudo, seguro, sin embargo, de que es muy breve el tiempo del decir, que es mucho sufrimiento el de ser libre, pero sabiendo siempre que el hombre busca y ama ese sufrir y la gran turbación de poseer caminos. Estás ahí con tu apariencia, soportando los sorprendidos: "Ah, pero si a usted lo conocía de nombre!", y rodeado de nostalgia, (cosa ésta tan pasada de moda), feliz en medio de la amada y de los hijos habidos según la carne y el espíritu. Manuel Altolaguirre España, 1905-1959

Sólo sé que estoy en mí y nunca sabré quién soy, tampoco sé adónde voy ni hasta cuándo estaré aquí. Vestido con vida o muerte o desnudo sin morir, en los muros de este fuerte castillo de mi vivir, o libre por los confines sepulcrales de los cielos, desgarrando grises velos, ignorante de mis fines, no sé qué cárcel espera ni la libertad que ansío, ni a qué sueño dará el río de mi vida cuando muera.

Alberto E. Gonzáles Alcántara Lima - Perú Autorretrato Siguieres saber tú de mi vida, andante a ver el mar. Martín Adán

Apago la luz y me cubro de sombra El sueño me permite un silencio prolongado… Una vez yo Un gordito que paseaba en su pequeño triciclo amarillo Tratando de circundar el mundo Un niño que poco a poco se dio cuenta que las heridas son Y que los caminos están… Por las mañanas repito mi nombre muchas veces Como hablándole al silencio o la nada

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Y no me recuerdo sino como ahora Con la raya de los pelos un poco más a la derecha La barba por afeitar el mismo gesto los mismos ojos Pero siempre con el alma más al centro de mi cuerpo Después de todo ya no seré Y todas las palabras dejaran de ser mías Todas las cosas irán a quedarse en la casa Mi cama mi almohada mi libros Y algún sueño redondo que otro hará por mí. Una pregunta cae entonces Cuando empieza otro bostezo ¿Por qué crecí? Acaso para ser un montón de trapos Que la gente usa para limpiarse la claridad de los ojos O la tenue luz que se enciende cuando alguien necesita de un poco de voz Canción o llanto Diluvio o sequía Qué se yo.

Lunes 28 de mayo, a las cinco de la tarde: Lectura simultánea de poesía en el mundo.

Palabra en el mundo Convocá a los poetas, a los amigos, a la gente, y reunite en tu ciudad a leer poesia!!

Antonio Plaza Llamas Apaseo el Grande, Guanajuato, México- 1833-1882 Abrojos I

Siempre desgraciado fui; Desde mi pequeña cuna, A la incansable fortuna de juguete le serví; La noche en que yo nací Tronaba la tempestad, Y alaridos de ansiedad La gente aturdida alzaba; Porque el cólera sembraba El terror y la orfandad.

II

¡La niñez ¡ – edad que vela el ángel de las sonrisas, y entre flores, juego y brisas sin sentir el tiempo vuela- Esa edad amarga estela Dejó sobre mar de llanto; Porqué sufrí tanto, tanto, En aquella edad de armiño, Que en mis recuerdos de niño Comienza mi desencanto.

III

Vino después otra edad, Y pasiones irritantes Se alzaron, como bramantes Olas, en la tempestad. Mas desbordé en la maldad, Cual se desborda un torrente, Y entre crápula indecente, Y en indecentes amores,

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Sequé del alma las flores, Cubrí de sombra la frente.

IV

En mi tormento prolijo, Al cielo a veces acudo; Pero ¡ay! El cielo está mudo Para el hombre a quien maldijo. En vano, en vano me aflijo Por la esperanza extinguida, Y aunque mi ya envejecida Frente, de pesar se abrasa, No vuelve la edad que pasa, Ni vuelve la fe perdida.

V

Tiene luto el corazón Como de noche el desierto, Y, como toque de muerto, Tristes mis cantares son. Es fúnebre panteón La fatigada memoria, Donde en ánfora mortuoria Vino el tiempo a recoger Las imágenes que ayer Fueron el sol de mi gloria.

VI

Nutre incisivo sarcasmo Mi sonrisa de amargura, Y es el pecho sepultura Donde yace el entusiasmo. Presa de horrible marasmo Desfallece el alma impía; Y en fatal melancolía, Y en estúpido quietismo, Parece que en mi ser mismo Hay un germen de agonía.

VII

Inclino con desaliento, Entre brumas de tristeza, La encanecida cabeza Que rasa el remordimiento. Y hostigado hasta el tormento, De la mundana balumba, Grito, con voz que retumba Cual rayo que lumbre vierte: ¡Ábreme tus brazos, muerte! ¡Trágate mi cuerpo, tumba! Gumasat Tuxtla Gutiérrez Chiapas, México La historia de mí

Mi infancia son llamaradas de verde sueño de selva, dorados atardeceres incendiados de aire puro, lluvia de lágrimas del dios Chaac Mol,

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domingos agónicos de sopor sentado sobre el último instante de la tarde devorando libros con ojos hambrientos.

La vida se vestía de falda, usaba trenzas que colgaban hasta los suspiros; el amor, una desordenada escaramuza que terminaba siempre en dulce derrota.

Los sueños yacían en la mano derecha; el tiempo se llevó la niñez entre sus alas. La historia de mí habla de ausencias, largas como una noche sin luna; los recuerdos son besos que aún besan: infancia, juventud, regreso, sol, marimba, espíritu de poeta. Manuel Bandeira Brasil Auto-Retrato

Provinciano que nunca soube Escolher bem uma gravata; Pernambucano a quem repugna A faca do pernambucano; Poeta ruim que na arte da prosa Envelheceu na infância da arte, E até mesmo escrevendo crônicas Ficou cronista de província; Arquiteto falhado, músico Falhado (engoliu um dia Um piano, mas o teclado Ficou de fora); sem família, Religião ou filosofia; Mal tendo a inquietação de espírito Que vem do sobrenatural, E em matéria de profissão Um tísico profissional. Octavio Paz México, 1914-1998 Hermandad

Soy hombre: duro poco y es enorme la noche. Pero miro hacia arriba: las estrellas escriben. Sin entender comprendo: también soy escritura y en este mismo instante alguien me deletrea. Pepe Sánchez Cuba Tengo la edad de este poema

Soy efusivo. Tengo la edad de este poema. Abro mi archipiélago de candorosas venas, mis hojas manuscritas en la quebrada del ojo. Tener una edad para firmar papeles

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donde gotean alrededor del pozo íntimo el acíbar exterior de los cargos. Una edad salvadora del ceño admonitorio.

Tengo la edad preludio de este poema, sus años de arcilla y río testimoniante, sus vísceras en que se gastan fechas y cuartos menguantes como oficinas de registro. La edad es también una foto de familia, un complot contra las excelencias del residente.

En este poema respiran como náufragos mis años queribles de Capitán Nemo, mi mejor irreverencia contra el falso tapiz del maitre. En el candelero seglar de sus posesiones naufraga la maleza de mis dudas. Su voluntad es cavernaria, aspirante al azote aleatorio del respeto y la estima. Soy el Alí Baba que dinamita su cueva con versos lesionados junto al crujir doliente de la vida.

Soy efusivo. Tengo la edad de este poema. Y nunca me alarma ni me duele almorzar en la terraza mirando la vejez verdosa de los puertos.

Si digo que tengo su edad de palabras poseídas en grave desgobierno, es porque alguna vez quise ser coherente y terminé apostando mi submarino amarillo en el naipe proceloso de la metáfora.

Soy efusivo y conozco mis transgresiones como todo hombre cordial conoce sus límites. Jorge Teillier Chile Cuando en la tarde desaparezco en los espejos

Cuando en la tarde aparezco en los espejos Cuando yo y la tarde queríamos unirnos Tristemente nos despedimos Tristemente nos hablamos en el espejo que disuelve las imágenes Quién soy entonces Quizás por un momento De verdad soy yo que me encuentro

Quién soy yo sino nadie Alguien que quisiera pasarse los días y los días Como un solo domingo Mirando los últimos reflejos del sol en los vidrios Mirando a un anciano que da de comer a las palomas Y a los evangélicos que predican el fin del mundo

Cuando en la tarde no soy nadie Entonces las cosas me reconocen Soy de nuevo pequeño Soy quien debiera ser Y la niebla borra la cara de los relojes en los campanarios. João Edison Salete Aguiar

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Rosário do Sul – RS, Brasil 1949 Cinquentenario

Hoje contei cento e dezoito vidas diferentes, todas possíveis em meu mesmo corpo. Todas vivi um pouco ou quase nada, e o que sobrou foi essa miscelânea de indecisões e dúvidas crescentes.

De: Exercício de telegrafia.- Tomado de Poesia.Net Claribel Alegría Nicaragua Autorretrato

Malogrados los ojos Oblicua la niña temerosa, deshechos los bucles. Los dientes, trizados. Cuerdas tensas subiéndome del cuello. Bruñidas las mejillas, sin facciones. Destrozada. Sólo me quedan los fragmentos. Se han gastado los trajes de entonces. Tengo otras uñas, otra piel, ¿Por qué siempre el recuerdo? Hubo un tiempo de paisajes cuadriculados, de gentes con ojos mal puestos, mal puestas las narices. Lenguas saliendo como espinas de acongojadas bocas. Tampoco me encontré. Seguí buscando en las conversaciones con los míos, en los salones de conferencia, en las bibliotecas. Todos como yo rodeando el hueco. Necesito un espejo. No hay nada que me cubra la oquedad. Solamente fragmentos y el marco. Aristados fragmentos que me hieren reflejando un ojo, un labio, una oreja, Como si no tuviese rostro, como si algo sintético, movedizo, oscilara en las cuatro dimensiones escurriéndose a veces en las otras aún desconocidas. He cambiado de formas y de danza. Voy a morirme un día y no sé de mi rostro y no puedo volverme. Oliverio Girondo

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Argentina, 1891-1967 Aridandantemente

Sigo solo me sigo y en otro absorto otro beodo lodo baldío por neuroyertos rumbos horas opio desfondes me persigo junto a tan tantas otras bellas concas corolas erolocas entre fugaces muertes sin memoria y a tantos otros otros grasos ceros costrudos que me opan mientras sigo y me sigo y me recontrasigo de un extremo a otro estero aridandantemente sin estar ya conmigo ni ser un otro otro

Antonio Machado Sevilla, España. 1875-1939. Retrato

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, y un huerto claro donde madura el limonero; mi juventud, veinte años en tierra de Castilla; mi historia, algunos casos que recordar no quiero. Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido -ya conocéis mi torpe aliño indumentario-, mas recibí la flecha que me asignó Cupido, y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario. Hay en mis venas gotas de sangre jacobina, pero mi verso brota de manantial sereno; y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina, soy, en el buen sentido de la palabra, bueno. Adoro la hermosura, y en la moderna estética corté las viejas rosas del huerto de Ronsard; mas no amo los afeites de la actual cosmética, ni soy un ave de esas de nuevo gay-trinar. Desdeño las romanzas de los tenores huecos y el coro de los grillos que cantan a la luna. A distinguir me paro las voces de los ecos, y escucho solamente entre las voces una. ¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera mi verso, como deja el capitán su espada: famosa por la mano viril que la blandiera, no por el docto oficio del forjador preciada. Converso con el hombre que siempre va conmigo -quien habla solo espera hablar a Dios un día-; mi soliloquio es plática con ese buen amigo que me enseño el secreto de la filantropía. Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito. A mi trabajo acudo, con mi dinero pago el traje que me cubre y la mansión que habito, el pan que me alimenta y el lecho en donde yago. Y cuando llegue el día del último viaje, y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, me encontraréis a bordo ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar.

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