función moral de la conciencia
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Moral, Ensayo a partir de López AspitarteTRANSCRIPT
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FUNCIN MORAL DE LA
CONCIENCIA
2014
Integrantes:
Victoria de Jess Prez Javier.
Silvia Elena Magaa Rodrguez
Universidad Centroamericana Jose Simeo n Can as
Facultad de Ciencias y Humanidades
Departamento de Teologa
Moral Fundamental
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INDICE
Contenido
INTRODUCCION _______________________________________________________________________________________ 1
1. SOMOS SERES MORALES, TENEMOS CONCIENCIA ___________________________________________ 2
2. SISTEMATIZACIO N HISTO RICA _________________________________________________________________ 4
3. FORMACIO N DE LA CONCIENCIA _______________________________________________________________ 6
CONCLUSIONES ________________________________________________________________________________________ 9
BIBLIOGRAFI A ________________________________________________________________________________________ 10
ANEXOS ________________________________________________________________________________________________ 1
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INTRODUCCION
No podemos olvidar que somos seres morales porque sabemos que tenemos la
capacidad de optar, porque que tenemos posibilidad de seguir distintos caminos en
nuestra vida al tomar decisiones, porque sabemos que nuestras acciones tienen
consecuencias. La conciencia de estas consecuencias es la base del aspecto interno de la
moral, en ella esta el origen de la valoracio n de nuestros actos, nuestros ha bitos o
nuestro modo de vida ya sea bueno o malo. Pero la conciencia moral es tambie n
conciencia de la libertad, conciencia de que no todas las posibilidades de eleccio n son
igualmente valiosas. Por eso es especialmente importante plantearnos que es y co mo
funciona, en este caso se desarrollara el tema de la Funcio n Moral de la Conciencia
segu n la postura del Teo logo Eduardo Lo pez Azpitarte
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1. SOMOS SERES MORALES, TENEMOS CONCIENCIA
Hemos de tener en cuenta que la funcio n moral conciencia es un feno meno universal
inmerso en todas las culturas y en toda e poca, propia de la persona humana, u nico ser
racional.
Podemos decir que la Conciencia es una llamada profunda que indica co mo actuar, es el
juicio interior sobre determinada accio n, antes o despue s de ser realizada; indica
opciones a seguir que pueden provocar despue s sentimientos de gozo y satisfaccio n
cuando se ha obedecido sus insinuaciones, o bien, remordimiento y culpabilidad.
El ser humano dentro de su propia interioridad esta capacitado para tomar las
decisiones que afectan su conducta, que afectan su interior, es decir se debe un respeto
a la autonom a personal. Y aunque esto pareciese que es sumamente subjetivo y que no
se toma en cuenta la buena o la mala fe del individuo, o au n ma s, que no hay ninguna
sen al de objetividad, no importa, pues la libertad no es inherente a la subjetividad de la
persona sino en su misma naturaleza, es por eso que tambie n aquellos que no han
conocido y que no buscan la verdad pueden tambie n conscientemente tomar sus
decisiones.
Sin embargo no hay que olvidar que la persona es un ser manipulable, condicionado por
todo el contexto donde se encuentra y se puede nublar su valoracio n interior, es por ello
que se encuentra la necesidad de que la valoracio n personal responda a normas
objetivas y se haga en funcio n de valores que son externos.
DOBLE DIMENSIN DE LA CONCIENCIA
Para no levantar sospechas de inclinarse a un subjetivismo exagerado, varios autores
han tratado de subrayar, que junto con la obligacio n de seguir los dicta menes de la
propia conciencia, se tiene el deber de ajustarla a las normas y principios objetivos que
expresan con exactitud los valores que deben orientar la conducta humana. Es decir que
se tiene que equilibrar la importancia de ambas dimensiones: la personal, como juicio
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interior que determina la moralidad de una accio n, y la objetiva, que busca la adecuacio n
de este juicio con las exigencias de la verdad; todo esto para evitar caer en una moral
despersonalizada, donde solo se imponga la norma por la fuerza, o en una e tica de
situacio n subjetiva donde no existen criterios para medir la objetividad de una decisio n.
Menciona el autor, que se trata de una doble visio n algo distinta, contemplativa y
creadora, sin radicalizarse en ningu n extremo; por un lado usar una o ptica pobre y
reductora que someta la conciencia al imperativo de la ley, con una obediencia legalista
que no permite la autonom a personal; o por el contrario, caer en una decisio n subjetiva
ma s de acuerdo con os gustos y sentimientos personales.
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2. SISTEMATIZACIO N HISTO RICA
EN LA SAGRADA ESCRITURA
-Dentro de la revelacio n, la conciencia so lo se menciona alguna vez en el Antiguo
Testamento y ninguna en los Evangelios; pero con los vocablos se llega a expresar la
riqueza y el significado que para nosotros encierra la conciencia. Cuando Dios llama al
hombre a la alianza en el AT, esta en una escucha constante de la Palabra de Salvacio n
que llega de Yahve . El Corazn aparece como lugar de excelencia, en el que Dios deja
caer su palabra, para ensen arle su camino y su voluntad: Con todo mi corazo n te busco
en mi corazo n guardo la consigna para no pecar contra ti (salmo 119, 10-11). Es decir
que el corazo n es el que posibilita el dia logo y el encuentro con Dios que lo sondea y
lo conoce. Sin embargo no podemos negar que en el A.T se habla de la misma manera
del empleo de la Sabidura y la Prudencia que indican un conocimiento pra ctico aplicado
a la realidad.
-En los Escritos de San Pablo, la conciencia (syneidesis) se define como ese dinamismo
interior por el cual, la persona se capacita y orienta su existencia, y que le hace valorar
su conducta: cuando los gentiles que no tienen ley, cumplen naturalmente las
prescripciones de la ley, sin tener ley para s mismos son ley; como tienes demuestran
tener la realidad de esa ley escrita en su corazn, atestigundolo su conciencia (Rm 2,
14-15).
Esa ley no escrita, anterior y superior a cualquier otro derecho, y a la que este mismo se
encuentra sometido, se revela en el interior de la propia conciencia. Su tarea es darle un
sentido y orientacin a toda la existencia.
En trminos actuales, podramos decir que constituye la toma de la conciencia, radical
por lo que una persona se compromete, y es ah donde la persona vislumbra su destino
temporal y su salvacin eterna.
Tambin, la conciencia aparece como un acto que aplica a las exigencias fundamentales
y los casos concretos y acciones determinadas.
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Se puede definir entonces la primera como conciencia habitual, por la actitud y
disposicin interior y permanente en la bsqueda del bien, y la segunda como
conciencia actual. Fue el mismo San Pablo quien desarrollo este segundo aspecto.
DESPUS DE LA SAGRADA ESCRITURA
-La interpretacin patrstica seguir por este mismo camino, la conciencia es ante todo
la voz de Dios que resuena en lo ntimo del corazn humano. Como buen maestro y
pedagogo, conduce al alma por el camino recto, hasta encontrar en ella, como una alcoba
interior, la fuente del bien. El gozo de la buena accin o el remordimiento de una
conducta perversa no son sino el testimonio aportado por la propia conciencia. Es como
un tribunal interior, el testigo el juez, y el acusado, son una misma realidad que siempre
nos acompaa.
- La reflexin Escolstica confirma esta doble concepcin, entre la sindresis como
capacidad originaria en la percepcin de valores (conciencia habitual) y la aplicacin de
estos valores a las situaciones (conciencia actual). En adelante el inters mayor de casi
todos los autores se centra principalmente en la Conciencia Actual, es decir que hay un
cambio de su sentido ms primordial al ms secundario.
- Las discusiones medievales entre San Bernardo y Abelardo entre la culpabilidad o no
de la Conciencia errnea. Para San Bernardo, si la conciencia es la Voz de Dios, ha de
estar siempre iluminada por la verdad objetiva, todo conocimiento errneo, aunque se
acte de buena voluntad, ser siempre pecaminoso; por el contrario para Abelardo, el
objetivismo resulta inaceptable, pues para l cualquier tipo de ignorancia o
equivocacin en los juicios de la conciencia exonera de toda culpa cuando se acta con
sinceridad. La obediencia a la Ley aparece entonces como remedio ms eficaz para
superar cualquier subjetivismo o equivocacin (Nominalismo). La conciencia se
convierte en instrumento que seala las fronteras de la libertad en funcin de la ley y el
grado de obligacin que esta le impone.
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3. FORMACIO N DE LA CONCIENCIA
-La conciencia es Recta cuando la conclusin del silogismo que determinan una
obligacin ha tenido en cuenta las leyes de la lgica. La conclusin se impone con
coherencia, a no ser que el individuo realice una deduccin incoherente, lo cual se
llamara conciencia viciada, por falta de rectitud.
- La conciencia es Verdadera si las condiciones en que se apoya su valoracin estn de
acuerdo con el orden objetivo, de lo contrario sera una conciencia errnea o falsa por
no responder a las exigencias de la verdad. Por tanto se puede dar que una conciencia
recta sea al mismo tiempo falsa, y una conciencia falsa llegue a ser verdadera. El vicio
lgico o la falsedad serian culpables, sino se han puesto los medios normales para
superar la precipitacin, la ignorancia o el conocimiento informativo. En caso de no
haber culpa, el juicio de conciencia sigue siendo la norma ltima de la moralidad.
-La conciencia es Cierta cuando los presupuestos en que se fundamenta son evidentes y
excluyen cualquier duda razonable pero no hay certeza absoluta. Actuar con una
conciencia dudosa es una opcin arriesgada, pues con ella se acepta implcitamente la
posibilidad de cometer un error. Estas condiciones son complejas, cuando no hay
unanimidad en las opiniones. Qu hacer pues, cuando las opiniones diferentes
impedan alcanzarla? , en este contexto resultan comprensibles las amplias discusiones
que existieron cuando una ley toma carcter obligatorio.
-El tuciorismo fue el sistema ms riguroso de todos, para que alguien se sintiera liberado
de una obligacin, las opiniones contrarias al ley tenan que ser prcticamente ciertas y
unnimes. Era el modo ms seguro de mantener la objetividad de una decisin.
-El laxismo, otro extremo, tambin condenado por la iglesia, bastaba una opinin
contraria a la ley, probablemente para quedar libre de toda obligacin, aunque la
opinin contraria fuera ms unnime y razonable.
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Entre ambas corrientes apareci otras varias corrientes de posturas intermedias que
evitaban los radicalismos anteriores, y cada una de ellas se inclinaba ms hacia un
extremo.
Algunos exponan a la Ley como centro del centro del orden moral, una concepcin
legalista que hace parecer que la ley y la libertad son trminos contrapuestos.
La conciencia no puede nunca quedar sometida a ninguna norma exterior pues
equivale a robarle su propia autonoma y dignidad.
Otros autores insistieron en la insuficiencia de la norma general y abstracta para
regular situaciones, no se negaba la existencia del valor objetivo, sino de su carcter
absoluto, aunque quedaba relativizado en sus aplicaciones.
La postura de la Iglesia era repetir que la funcin primordial de la conciencia era en
aplicar la ley a casos ms particularizados, por miedo a equivocaciones
LO PERSONAL Y LO OBJETIVO: UNA DOBLE EXIGENCIA
No se trata entonces de eliminar ninguna de las dos dimensiones que constituyen el
hecho tico. Entre el ser humano contemplator, que fomenta un objetivismo
extrinsecista y el ser humano creator, que conduce hacia una situacionismo peligroso.
La bondad de una accin no se descubre slo en su formulacin abstracta, por muy
objetiva y verdadera que sea, sino en el imperativo concreto y pormenorizado de cada
situacin donde entran adems otros valores que exigen tambin ser reconocidos y
aceptados. Y cuando diferentes valores entran en conflicto la conciencia debe y puede
discernir lo que le parece mejor. Si despus de una seria reflexin no se sabe qu
elegir, no existe obligacin determinada y la persona queda libre, por tanto no para
prescindir de la ley sino para hacer lo que se valore como el mayor bien posible, lo que
vea ms cercano con el Evangelio.
Ha de haber un camino intermedio entre el legalismo y el antinomismo, en una visin
que corresponde al bien moral, conocido despus de una confrontacin y anlisis
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sobre todos los datos que forman parte de la situacin, de optar por el valor
preferente, el de mayor urgencia o el ms necesario para cumplir con la obligacin
suprema de nuestro destino ltimo humano y sobrenatural.
La relacin ley-conciencia se puede vivir, pues, con tres estilos: Legalista (ley es
primordial), antinomista (solo dictmenes de la conciencia) y el situacionista (acepta
la ley pero la subordina a las exigencias ms altas de su conciencia cuando se enfrenta
a valores que demandan un cumplimiento prioritario)
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CONCLUSIONES
El ser humano no puede sentirse psicolo gicamente obligado por un cu mulo tan
enorme de leyes como pesan sobre su conciencia. Ser a imposible el
cumplimiento de todas ellas, pues terminar a rompiendo la paz interior debido
al agobio que producir a semejante tensio n.
La experiencia e tica revela una mutua complementariedad. En todo juicio moral
quedan implicados tanto el deber interior de una persona como su confrontacio n
trans-subjetividad.
Cualquier decisio n de la conciencia, cuando se toma ante diversas alternativas o
posibilidades, incluso en pequen as determinaciones, no excluye de la posibilidad
del error. Es un riesgo que pesa sobre toda opcio n humana. Se trata pues que
surja la conciencia prudente que discierne los datos que ofrece la realidad.
La Conciencia se puede definir entonces como Adhesio n Razonable a la
Subjetividad. Hay que formar la conciencia, sin negligencia o desintere s, se ha de
crear al mismo tiempo compromiso con la realidad.
Las leyes los principios y las normas, deben servir para orientar y confrontar la
conducta del ser humano, pero tambie n debe tener espacio, de Libertad de lo
contario se despersonaliza el ser humano.
Como cristianos y cristianas, lo ideal ser a actuar con los Criterios Evange licos
para no caer en el moralismo, asumir con responsabilidad el accionar, y estar en
un constante discernimiento. De esto dependera la acogida o el rechazo a la
moral.
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BIBLIOGRAFI A
Eduardo Lo pez Azpitarte. (2003). Hacia una nueva visin de la tica Cristiana.
Espan a: Editorial Sal Terrae. pp. 178-192
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ANEXOS