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    68Movimientos sociales, violencia política e izquierda revolucionaria en América Latina

    El proceso de “transición a la Democracia” como

    negociación y consolidación hegemónica en Chile:impacto sociocultural en la subalternidad y decaída delmovimiento social

    Eduardo Fierro Pezo99

    Yerko Aravena Constanzo100

    Resumen

    Se analiza en este artículo el período transicional entre Dictadura y Democracia,enfatizando sus elementos de continuidad hegemónica con respecto a ladictadura, expresados en las variaciones institucionales simbólicas del períodoen favor de la burguesía nacional, el capital transnacional y la mantención decondiciones socioculturales funcionales para el modelo post-transición. Se rescata

    también el valor de Gramsci para el análisis de los movimientos sociales y lasubjetividad subalterna, lo que adquiere significación para el hoy, donde ahí, enla superestructura, sin duda alguna ha (re)comenzado a ocurrir algo. Además, semuestran escuetamente los mecanismos ideológicos de imposición del consensomediante la represión a la oposición extra institucional y la cooptación delmovimiento social como estrategia de dominación y continuidad.

    ¿Por qué el uso de conceptos como subalternidad , hegemonía, contrahegemonía?

    La motivación en el uso de estos términos significa un intento de rescatarGramsci 101de la instrumentalización, ya que “al contrario de ciertas lecturassocialdemócratas y liberaldemócratas, Gramsci seguía pensando, hasta susúltimas notas, en la revolución”102.

    De forma tradicional la palabra subalterno se usa para referirse a alguien que“está por debajo de”, tanto en relaciones laborales, militares, y todo tipo deactividades jerarquizadas. El término fue apropiado por el italiano –valga recalcar

    99 Estudiante de Pedagogía en Historia y Geografía, Universidad de Concepción. Miembro del Consejo Editorial

    de la Revista Historia en Movimiento.100 Estudiante de Licenciatura en Historia, Universidad de Concepción. Miembro del Consejo Editorial de laRevista Historia en Movimiento.101 Filósofo, político y periodista italiano. Vivió entre 1891-1937 y constituye un aporte fundamental al marxismo.102 Modonesi, Massimo. Subalternidad, antagonismo, autonomía. Marxismo y subjetivación política. Buenos Aires,CLACSO-Prometeo libros, 2010, p. 33.

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    en qué condiciones extremadamente precarias– quien planteando la existenciade una relación entre “Estado” y “sociedad civil”, establece que las “clasessubalternas” se encuentran fuera de la atención del Estado, otorgando por primeravez, una sistematización teórica del concepto103.

    Las clases subalternas, por definición, no están unificadas y no pueden

    unificarse mientras no puedan convertirse en “Estado”: su historia, porlo tanto, está entrelazada con la de la sociedad civil, es una función“disgregada” y discontinua de la historia de la sociedad civil y, por estemedio, de la historia de los Estados o grupos de Estados104.

    La importancia del concepto de subalternidad, radica en que Gramsci, basándoseen Marx, amplía el concepto de proletario planteado por este último, ya que no es sólola clase la que determina la categoría de explotado o dominado, sino que tambiéncuestiones –por ejemplo– como la etnia, raza, género, proveniencia geográfica yreligión. En otras palabras, “Gramsci sirvió para escapar de las simplificacioneseconomicistas”105. Massimo Modonesi plantea que:

    …la preocupación del autor por la superestructura distinguiendometodológicamente dimensiones en su interior (sociedad política y sociedadcivil) y su interrelación con la base económica [incide en que] Gramscientiende la dominación como una relación de fuerzas en permanenteconflicto y define a los dominados como subalternos106.

    La subalternidad por lo mismo, es siempre la mayoría explotada, por ello “englobaríatanto los subalternos-proletarios  (‘clases instrumentales’ en Gramsci) como lossubalternos-subproletarios (los marginales, a los ‘márgenes de la historia’)”107.

    Apoyándonos en los conceptos gramscianos, decimos que si bien las condicionesde explotación se impulsan desde la infraestructura económica, la hegemoníasociocultural se enquista siempre en la supraestructrura ideológica, la cual inclusomantiene sus condiciones de dominación sociocultural luego de cambios económicosen favor de la subalternidad. Por lo tanto, inferimos que los movimientos socialestendrían más posibilidades de éxito si es que logran constituir una contrahegemonía,es decir, una construcción de proyecto de conciencia popular e identidad propiaque supere la particularidad y de paso al interés general, fomentando condiciones

    socioculturales antagónicas con los proyectos hegemónicos de las clases dominantes.Aquí adquiere su importancia el proceso de transición a la Democracia, dondeprecisamente se evitó lo anterior, asegurando la estabilidad de las clases dominantesen continuidad con los designios del autoritarismo, lo que ha preservado condicionesde hegemonía108 que aún persisten.

    103 Es importante la apropiación del término por el Grupo de Estudios Subalternos de la India. Véase: Guha,Ranajit, Las voces de la historia y otros estudios subalternos, Barcelona, Crítica, 2002.104 Gramsci, Antonio, Cuadernos de la cárcel , Volumen VI, México, Ediciones Era, 1999, p. 182.105 García Canclini, Néstor, “Gramsci y las culturas populares en América Latina”, En Dialéctica (n°18), México,pp. 13-33, año XI, septiembre de 1986.

    106 Modonesi, Op. Cit., pp. 31-32.107 Ibídem, p. 32. La cursiva es nuestra.108 “Una característica básica del concepto gramsciano de hegemonía es la afirmación de que, en una relaciónhegemónica, se expresa siempre una prioridad de la voluntad general sobre la voluntad singular o, en otraspalabras, del interés común sobre el interés privado”. Extraído de Coutinho, Carlos Nelson, Marxismo y política. Ladualidad de poderes y otros ensayos, Santiago, Lom Ediciones, 2012, p. 102.

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    Un mundo en cambio

    La década de los noventa fue problemática en términos históricos, tras la caídadel Muro de Berlín en Noviembre de 1989 y con ello la disolución de la Unión deRepúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), llegaba el fin de la Guerra Fría109 post-segundaguerra mundial y con ello una serie de consecuencias, entre ellas el reforzamiento de

    las clases dominantes nacionales e internacionales en sintonía con el neoliberalismo,el fortalecimiento del capitalismo y la globalización informacional110.

    El libre mercado se erigía como el modelo a seguir, tras largos años debatallas ideológicas, mediáticas, culturales y económicas en busca de demostrarla superioridad occidental.

    En Chile, todo esto constituía trabas externas para tomar caminos distintosa los que había impuesto Pinochet, más aún con una burguesía que habíaretomado el control de la producción con el régimen dictatorial, y una clasepolítica que no distaba tanto en el trasfondo de las medidas político-económicas

    pinochetistas, sino que más bien en la forma de imponerlas, las cuales en éstenuevo período, necesariamente debían suavizarse. Por otro lado, las izquierdasse adaptaban desesperadamente a los nuevos tiempos, abandonando inclusosus preceptos fundamentales para sobrevivir a los nuevos escenarios. En estecontexto ocurre la transición a la Democracia.

    Tradicionalmente se denomina transición a la Democracia al período quecomienza desde la salida del poder del dictador Augusto Pinochet Ugarte111 en elplebiscito de 1988 hasta el traspaso de mando al electo presidente Patricio Aylwin,quien comenzó su período como mandatario en 1990112.

    Decimos que es una denominación “tradicional” porque en la práctica el éxito

    de la transición no se completó, “la democracia completa no ha aparecido aúnluego de las numerosas curvas que trabajosamente se ha logrado recorrer”113. Noestá de más decir que el período de transición presenta mejorías totalmente visiblesque superan a la pasada dictadura militar, pero estas mejorías han mantenido unsistema político, económico y social, que perpetúa los designios dictatoriales,sólo que bajo otras formas. La transición relegó a la subalternidad a aceptar unasalida democrática como solución considerable en cuanto a garantías políticas,pero en el fondo, mantenía un sistema neoliberal que en la práctica significaríamarginalidad en cuanto a la redistribución del ingreso, por ello, “comparte las

    condiciones globales de las transiciones llamadas sistémicas, institucionales o

    109 En la práctica la Guerra Fría constituyó un escenario continuo de coexistencia donde la batalla por la hegemo-nía de un bloque u otro con respecto a sus esferas de influencia se libró en todos los ámbitos, aunque sin llegar alenfrentamiento armado directo.110 El informacionalismo generalizado permite la existencia de redes de información cuyo potencial es cada vezmayor. La información circula debido al incesante y explosivo desarrollo científico tecnológico. Véase Castells,Manuel, La era de la información. Vol.1 La sociedad red , México, Distrito Federal, Siglo XXI Editores, 2002.111 Pinochet se había mantenido en el poder pese al desplome de las principales dictaduras del cono sur. Estohabía tratado de ser contrarrestado por las distintas fuerzas políticas que en 1985 suscribieron al llamado “AcuerdoNacional”, en 1986 a la “Asamblea de la civilidad” y los “Comités por las elecciones libres” de 1987. En otras ver-tientes extraparlamentarias y fuera de la lógica política tradicional, destacan las oleadas de protestas popular que

    venían aumentando progresivamente desde 1983 y la violencia política ejercida desde organizaciones políticasextraparlamentarias, las cuales incluso habían desarrollado atentados para acabar con la vida de Pinochet, comotambién guerrillas en el sur chileno, sofocadas por los organismos represivos.112 Luego de que su partido pasara de las críticas rotundas al gobierno de la UP y la aprobación del régimen, a lacrítica de este último.113 Maira, Luis, Los tres Chile de la segunda mitad del siglo XX , Santiago, Lom Ediciones, 1998, p. 57.

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    ‘desde arriba’, cuyo desarrollo está determinado por las reglas y procedimientosestablecidos por los precedentes gobiernos autoritarios”114. Su debilidad, es queal ser “desde arriba”, sus instituciones políticas y económicas no aseguran unalegitimidad y reconocimiento estable por el resto de la sociedad.

    Un Chile de cambios estéticos

    El 2 de febrero de 1988 se formaba la “Concertación de Partidos por laDemocracia”115, en donde “los líderes de la coalición prometieron reinstalar unademocracia plena dentro de las reglas del orden constitucional impuesto por Pinochet;prometieron mantener el modelo económico-neoliberal con un énfasis mayor en la

     justicia social”116. Por lo mismo, ésta unión de partidos no ganaría sin que la Dictaduraasegurara de diversas formas la continuidad del modelo, ya que para ese entonces, re-sultaba ilógico que luego de más de quince años de autoritarismo se reestructurara un

    sistema totalmente democrático que no diera garantías de estabilidad y continuidad alos sectores anteriormente golpistas. En este sentido, Aylwin encarnaba la personalidadindicada para la transición, tanto para “las clases populares que, a pesar de todo,veían en su elección el mal menor (…); pero sobre todo, a las clases poderosas, enla medida que la moderación de Patricio Aylwin al lado de la presencia de AugustoPinochet representaban una sólida garantía de estabilidad”117.

    Por lo anterior, una de las primeras tareas del electo presidente fue impulsarla “reconciliación social”, entendida como el acto de reconocer, condenar, yprincipalmente obtener el perdón mutuo entre sociedad política y sociedad civil porlos crímenes y las violaciones a los derechos humanos ocurridos durante la Dictadura.Para esto crea una comisión conocida como “Comisión Rettig”118 y sus resultadosserían expuestos en cadena nacional en 1991 por el mismo Aylwin, donde fijaríaademás una serie de compensaciones económicas para los familiares afectados.

    Esta muestra de “honestidad” por parte del Estado sería estratégica parapropulsar un imaginario social119 de “nuevos tiempos”, a la vez que se traspasabala responsabilidad por las violaciones a los derechos humanos a los organismosrepresivos como entes ajenos al Estado.

    Retrotrayendo, Luis Vitale plantea que desde la pérdida en el plebiscito de 1988,Pinochet prepararía el terreno para el cambio de mando a través un pacto entre una:

    …élite conjunta de generales de las FF.AA., Derecha política y Concertación[la cual] se puso de acuerdo para aprobar, cupularmente, algunas Reformas ala Constitución de 1980, entre ellas, rebaja del mandato presidencial de 8 a 4

    114 Moulian, Tomás, Contradicciones del desarrollo político chileno 1920-1990. Santiago, Lom Ediciones, 2009, p.118.115 Coalición compuesta por la Democracia Cristiana (DC), Partido Socialista (PS), Partido Radical Social Demó-crata (PRSD) y el Partido por la Democracia (PPD), con el objetivo de ganar la candidatura a la derecha políticapost-plebiscito. Esta coalición, llamada “Concertación de Partidos por la Democracia”, gobernaría 20 años desdela salida del mando del dictador Pinochet hasta el 2010.

    116 Drake, Paul y Jaksic, Ivan (comp), El modelo chileno. Democracia y desarrollo en los noventa, Santiago, LomEdiciones, 1999, p. 16.117 Ibídem, p. 189.118 La Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación fue presidida a comienzos de los noventa por Raúl RettigGuissen (1909-2000), abogado y político chileno, cuyo informe final sería conocido como “Informe Rettig”.119 Término atribuido a Cornelius Castoriadis (1922-1997), filósofo griego.

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    esos privilegios ‘proteccionistas’”125. Se constituye de esta forma, un “proceso deamarre”126, que perpetuó las bases autoritarias en el orden político, económico ysociocultural mediante una “democracia restringida y vigilada”.

    Hegemonía sociocultural e impacto idiosincrático en la subalternidad de latransición

    No es casualidad que un pueblo con los niveles de conciencia y organizaciónalcanzados durante el gobierno de la Unidad Popular, se mantuviera conformea la institucionalidad vigente en la transición. A la par con los bruscos cambiospolítico-institucionales y económicos, se potenciaron nuevas formas culturales y derelaciones sociales y con ello, una construcción de un sujeto histórico funcional a esahegemonía sociocultural que erigía los valores de la Dictadura y el neoliberalismotras diversos mecanismos coercitivos:

    En el nuevo contexto se privilegian las estrategias individuales, elvolcamiento hacia lo privado, el posicionamiento como espectador de laacción, el desligamiento de lo público, la compulsión por la competencia yel éxito material, la transformación del consumo en una fuente de prestigio,desligado de la racionalidad de necesidades127 .

    Sin duda que el gran papel jugado por la violencia de Estado como mecanismorepresivo, como también la construcción discursiva de legitimidades128 precedente a la transición, ayudarían a lo anterior. Se perfecciona el reemplazo

    de las identidades nacionales por la identidad del mercado, el cual sirvió de “laideología de base, porque es la única que incluye a casi todos especialmentecuando, merced a las nuevas políticas económicas y redistribuitivas, extendió suvalor práctico a las clases populares”129.

    Las nuevas transformaciones socioculturales funcionales a la sociedad detransición, también serían potenciadas por los medios de comunicación de masas130,los cuales enraizados en la ideología dominante, potencian la globalización y elindividualismo, el consumismo exacerbado y las necesidades no elementales y

    125 Ídem.126 1) el sistema electoral binominal: enfocado a asegurar representación a la primera minoría opositora, la cualdebe ser doblada en votos para quedar relegada, por lo que casi siempre tras las elecciones se aseguran candida-tos, cuestión que favorece a las fuerzas de derecha que surgen del proceso Pinochetista, a saber, Renovación Na-cional (RN) y Unión Demócrata Independiente (UDI); 2) los senadores designados: se establece que nueve senado-res serán designados de forma directa en vez de ser elegidos, lo que consiste en un resquicio totalmente autoritariodentro de una democracia. Incluso el propio Pinochet sería en 1998 “senador vitalicio”, debido a su situaciónde ex Presidente de la República. Esto sumado al binominal, que justifica la existencia de dos grandes mayorías,produce empates que dificultan los proyectos votados en el Senado, principalmente las reformas a la Constitución;3) las normas rígidas para la reforma de la Constitución de 1980, entre otras; 4) La ley Rosende y la reorganizaciónde la Corte Suprema; 5) El afianzamiento de la Ley de Amnistía y las competencias de los Tribunales Militares; 6)La consolidación del Tribunal Constitucional; 7) La mantención del General Pinochet como Comandante en Jefedel Ejército para el período 1990-1998; 8) La inamovilidad administrativa de los funcionarios designados por la

    Dictadura; 9) Las prohibiciones de investigar; 10) La disolución anticipada de los cuerpos de seguridad; 11) Lamantención de los alcaldes designados. En Maira, Op. Cit., pp. 33-51.127 Ibídem, p.129.128 Ibídem, pp.128-129.129 Castells, Op. Cit., p.120.130 O bien llámese “cuarto poder”.

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    con esto “el futuro se hipoteca para lograr acceso al paraíso electrodoméstico,a la casa propia, a las vacaciones”131. La colectividad e identidades propias vanperdiendo su significación para la subalternidad.

    Las reformas económicas sin duda que fueron parte de esta consolidación,el crédito  se masifica, siendo una opción viable para las capas sociales queanteriormente debían necesariamente utilizar el efectivo. De esta forma, se propende

    una dependencia cada vez mayor con respecto al capital financiero, aumentando susutilidades a la vez que culturalmente se introducen otras necesidades y por lo tanto,otras perspectivas de vida. El papel regulador del Estado con respecto a lo anterior seve disminuido, porque se contradice con los mismos principios económicos en queéste se sustenta, favoreciendo la libre competencia y la desregulación.

    El alza de la productividad y el crecimiento económico sostenido de losprimeros años de la década de los noventa, significaron una considerable mejoríaque ayudó a legitimar el modelo a través de la atenuación de problemas socialesreferidos a la pobreza. Sin embargo, este crecimiento económico significó también

    gigantescas brechas en cuanto a desigualdad y redistribución de la riqueza entrelos altos y bajos sectores de la sociedad, “las transformaciones-mutaciones de laeconomía chilena (entre 1973-1990) terminaron por afectar a las propias clases,en particular a las capas populares que han conocido (…) un verdadero proceso demarginalización (atomización-fragmentación)”132.

    A pesar de esta transición, en el fondo, la nación “siguió dividida, con las clasesdominantes y las Fuerzas Armadas construyendo su propio sistema de legitimidad ycon escasas posibilidades de competir en el Estado democrático, precisamente porsu negativa a aceptar reglas del juego comunes, al menos hasta 1997”133.

    Entre el diálogo y la coerción: Tensión entre violencia y consenso en la transición

    Todo el proceso antes descrito fue íntimamente acompañado de dos puntosfundamentales: Por un lado, se vería una clara intención de desarticular a losgrupos subversivos y revolucionarios que, pese al fin de la Dictadura, se negaron aaceptar una salida negociada con el enemigo y, por otro lado, de descomponer elmovimiento social a través de la desmovilización y cooptación, lo que se tradujoen un retroceso de la acción subalterna.

    Con el inicio de los gobiernos democráticos en nuestro país, posterior a la Dictaduramilitar, todos los grupos que optaron por la violencia política como método de luchapara derrocar al régimen de Pinochet, no solo fueron aislados y criminalizados, sinoque fueron abiertamente perseguidos.

    1. En Chile no existen presos políticos. Es efectivo que existieron duranteel Régimen Militar que gobernó Chile entre 1973 y 1989, todos los cuálesfueron liberados al asumir las autoridades democráticas.

    131 Moulian, Op. Cit., p. 131.132 Guillaudat, Patrick y Mouterde, Pierre, Los movimientos sociales en Chile 1973-1993, Santiago, Lom Ediciones,1998, p. 231.133 Castells, Op. Cit ., pp. 119-120.

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    2. (…) Con posteridad al momento de asumir las nuevas autoridades seorganizaron otros grupos o personas aisladas, las que promovieron delitos

     graves contra las autoridades del nuevo gobierno y la ciudadanía en general(…) El mencionado recinto conocido públicamente como CAS,134 cumplecon garantizar el pleno acatamiento de los compromisos internacionales135.

    Lo que nos señala lo anterior es que, con la transición democrática, ya noexistía la lucha como reivindicación política dado a la imposición de un nuevomecanismo de participación despolitizada de las clases subalternas, mediante unaidentidad pertinente a acciones circunscritas a un entorno extra-laboral y fuera delmarco institucional. Esta nueva concepción del “ciudadano” lo enmarca alejadode los medios de producción y de los espacios de discusión política, es decir, en elbarrio, en la Iglesia, en el ocio, etc., pero siempre desintegrado como ser social ypolítico136. Al mismo tiempo que esto se llevaba a cabo, se configuraría un aparatajepor parte del Estado con tal de cooptar a los movimientos sociales y sus dirigentes

    para así mantener al margen todo tipo de movilización social. Los mismos que ensu momento habían asesorado las luchas contra la dictadura –principalmente desdeONG– fueron cooptados por los gobiernos de la Concertación, posicionándoloscomo ministros, subsecretarios, intendentes, etc., siendo grandes difusores de la con-ciliación social y pregoneros del repliegue de los movimientos sociales, internandoa las masas en sus hogares y puestos de trabajo137.

    Ante una estabilización social propia de un período “democrático”, los grupossubversivos ya no serían catalogados como revolucionarios o como extremistas, sino que pasarían ser, para la opinión pública, sinónimo de terroristas y bandidos,despolitizando su accionar y argumentando su contenido delictualmente, patologi-

    zando su actuar y convirtiéndolos públicamente en parias sociales. Por ello no sólose deslegitima el actuar de los grupos rebeldes, sino que, desvirtuando el contenidode sus actos, se puede justificar y legitimar todo tipo de acciones y castigos en sucontra y con ello el perfeccionamiento del aparato represivo.

    En el caso del uso de la coerción, esta posee un peso simbólico importante,ya que aparece en el momento preciso, bajo un contexto en el que su uso eslegítimo y defendido por el discurso dominante que justifica su actuar. Estosactos de violencia institucionalizada se validan bajo el argumento de la defensade un enemigo interno –que por cierto, en muchos casos puede ser sólo una

    apuesta discursiva– que atenta contra el orden y seguridad social o contra laintegridad de las personas. En otras palabras, no sólo se legitima el uso de laviolencia coercitiva, sino que también a quien la emplea; se ensalza la figura delvictimario como ejemplo y modelo a seguir138.

    134 Se refiere a la Cárcel de Alta Seguridad.135 María Soledad Alvear V., Ministra de Justicia del Presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle. Carta dirigida a la CUTpor el traslado y tortura de 56 presos políticos en la madrugada del 6 de febrero de 1999. En Rosas, Pedro, Rebel-día, subversión y prisión política. Crimen y castigo en la transición chilena 1990-2004, Santiago, Lom Ediciones,2004, p. 17.

    136 Samaniego, Augusto, “Neoliberalismo y trabajadores en Chile. Panorama desde la cumbre de la APEC.”,HAOL, Nº 13 (Primavera, 2007), pp. 48-49, disponible en: http://www.historia-actual.org/Publicaciones/index.php/ haol/article/viewFile/198/186.137 Corvalán Márquez, Luis, Del anticapitalismo al neoliberalismo en Chile. Izquierda, centro y derecha en lalucha entre los proyectos globales. 1950-2000, Santiago de Chile, Sudamericana, 2002, pp. 478-479.138 Scott, James, Los dominados y el arte de la resistencia, México, Txalaparta, 2003, p. 84.

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    Para la realización de esta verdadera “pacificación” de los rebeldes chilenos sellevaron dos actividades en conjunto. La más visible de éstas fue la construcciónde la Unidad Especial de alta seguridad, conocida comúnmente como CAS, lacual contaba con un alto grado de hermetismo, segregación, aislamiento, censuray asedio constante en las celdas139.

    Paralelo a ello, se llevaría a cabo la elaboración de una forma de control social

    ejecutada desde el primer gobierno de la concertación dirigido por el ministeriodel Interior a través de un “Consejo de Seguridad pública”, en donde se crearíala denominada “Oficina”, cuya función formal era la de “asesorar y coordinar” aCarabineros y a la Policía de Investigaciones, aunque en la práctica significó una cen-tral de inteligencia que pese a no poseer el mismo carácter que la Central Nacionalde Inteligencia (CNI) de la dictadura, cumplía funciones similares. Asesoradaprincipalmente por ex militantes de grupos de izquierda extraparlamentaria, cumplíalabores de seguimiento, escuchas telefónicas y recolección de información, ademásde su propia unidad comunicacional “en terreno”, formada por diversos periodistas

    inmersos en distintos medios de comunicación de masas, tanto en prensa, radio ytelevisión, con tal de difundir el trabajo coercitivo del gobierno, legitimándolo contal de que fuese aceptado y validado por la opinión pública140.

    El discurso hegemónico consignaba que las clases subalternas tenían que canalizarsu participación a través del mercado, ya que la política estaba en manos de expertos.Por ende, el bienestar social ya no se medía en la plenitud de la vida en sociedad, sino que se llevaba a cabo de acuerdo al poder adquisitivo y al acceso al consumo queel mercado otorgaba a los ciudadanos, sin dejar de lado el “deber cívico” de votar porquienes cumplían –en el papel– la tarea de representarlos mientras ellos, los ciudada-nos, sólo se dedicaban a gozar de los beneficios del nuevo sistema democrático141.

    Por su lado la derecha chilena –específicamente la Unión DemócrataIndependiente (UDI)– encabezada por Jaime Guzmán, aprovechando los espaciospropiciados por el autoritarismo de los años 80, desarrollaría una estrategia dedesarrollo político contando con el respaldo del régimen y el apoyo irrestricto delempresariado, que le permitiría establecer a lo largo y ancho del país ganando unacantidad considerable de militantes y simpatizantes en aquellos sectores dondesiempre había triunfado la izquierda chilena142.

    En resumidas cuentas, el trabajo político previo de la derecha, sumado al evidentedesgaste de los dos primeros gobiernos de la Concertación y a la exacerbada despolitización

    –que paradójicamente le restaría adeptos al oficialismo de la época– además de la ato-mización y dispersión de una población evidentemente desarticulada, sería un escenariopropicio para el desarrollo de una derecha más robusta y con un amplio apoyo social, ma-terializado en lo que podríamos definir como un “movimiento social conservador”, que ledaría legitimidad a la oposición de los gobiernos de la concertación, disminuyendo cadavez con más fuerza los márgenes de derrota en las elecciones presidenciales, asegurandoescaños en el parlamento y ganando posiciones importantes en el espacio público.

    139 Rosas, Op. Cit, p. 19.140 Navarrete, Aníbal, El Rostro Oscuro de la Transición, El Consejo de Seguridad Pública e Informaciones y su

    cuestionable funcionamiento, Seminario 2 del Magíster en Historia, Universidad de Santiago de Chile, Santiago, 9de Enero de 2012, pp. 20-23. Disponible en http://www.rebelion.org/docs/143010.pdf; Zapata, Victoria, Cárcel de

     Alta seguridad: inhumanidad, represión y rebeldía, Santiago, Mare Nostrum, pp. 27-28.141 Samaniego, Op. Cit. p. 48.142 Huneeus, Carlos, La Derecha en Chile después de Pinochet: El caso de la Unión Demócrata Independiente,pp. 9-10. Disponible en: http://www.archivochile.com/Partidos_burguesia/udi/sobre/PBsobreudi0018.pdf

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    Conclusión

    De acuerdo a lo planteado y sin la intención de elucubrar conclusiones excesivas alo aquí tratado, podemos decir que las condiciones socioculturales del sujeto subalternotransicional son profundamente funcionales al nuevo modelo de desarrollo político-económico de la post-transición, que mantiene las bases dictatoriales y las adecua a

    preceptos democráticos, lo que permitirá la continuidad de la Dictadura bajo otrasformas, donde será vital la sobreexplotación laboral y la alienación para permitir ungeneralizado avance del individualismo y destrucción identitaria mediante el mercadoerigido como cultura principal. No en vano “todavía existe en Chile una Constituciónhecha por una dictadura que en muchos campos y con diferentes expedientes impidela expresión real de la voluntad colectiva, aunque, sin duda, ha ampliado los márgenesde la libertad individual en el campo de la economía”143, irónicamente.

    No es casualidad, por lo tanto, que hubiera una baja del movimiento socialdurante la década de los noventa con respecto a los últimos tiempos en Chile. Por

    ello “es indudable que en la actividad histórica de estos grupos [subalternos] existela tendencia a la unificación, si bien según planes provisionales, pero esta tendenciaes continuamente rota por la iniciativa de los grupos dominantes”144.

    Pese a los intentos de despolitización y desmovilización llevados a cabo durantelos gobiernos de la concertación, podemos afirmar que –en contraposición a loshechos acaecidos en nuestro tiempo– esta no tuvo pleno éxito o al menos no ten-dría los efectos que se esperaban de ella. La internalización de la ideología no tienepor qué tener éxito en su totalidad –y en efecto no lo tiene– ya que siempre existealgún margen que escapa dentro de las capacidades de los aparatos del Estado, loque develaría la incapacidad de alienar y subvertir a la sociedad por completo. Ante

    esta imposibilidad del poder hegemónico de imponerse a la totalidad de las clasessubalternas dentro del plano cultural, siempre existe la posibilidad de que surjan encontraposición al supuesto carácter determinante del sistema político y el modo deproducción imperante, múltiples manifestaciones de resistencia y, desde éstos espa-cios «informales» de intersubjetividad, está la posibilidad de construir socioculturacontrahegemónica desde donde se piensa y a la vez recrea una sociedad distinta.

    143 Larraín, Jorge, ¿América latina moderna? Globalización e identidad, Santiago, Lom Ediciones, 2011, p. 85-86.144 Gramsci, Op Cit., p. 178.