el lado oscuro de nueva orleans

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Revista Interjet, marzo 2014. Por Jonás Alpízar. Editor: Marco Antonio Cuevas. Diseño: Daniela Garza, Pilar Fernández. Fotografías: Lidia R. Wah (algunas... las mejores)

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DE CERCA

Texto: JONÁS ALPÍZAR

Nueva Orleáns La luminosa oscuridad de

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C uando se dejen de escuchar los ecos

del Mardi Gras (el martes de carnaval

que este año se celebra el 4 de marzo) y

los últimos tragos de Sazerac –la bebida

típica de la región– se hayan servido, las

noches de esta musical y festiva ciudad

se poblarán de vampiros, reinas vudú

y fantasmas. De Marie Laveau a Lestat,

pasando por Benjamin Button, la cuna

de Truman Capote y Anne Rice es un

sitio tan fascinante como exótico.

T rueno los dedos, doy un golpe fuerte al piso con el pie y trazo tres equis sobre la pared de la fría lápida. Pido

un deseo. En ocasiones me pregunto si no estaré loco. Esta definitivamente es una de esas veces. Me encuentro en el St. Louis Cemetery, un cementerio situado en las afueras del French Quarter, y la tumba pertenece a Marie Laveau, la llamada reina del vudú, que vivió (1794) y murió (1881) en Nueva Orleáns. No sé qué siga ahora. Agudizo los oídos. ¿Debería Marie respon-der? Realmente espero que no. ¿O sí?

Nueva Orleáns no es la capital del estado de Luisiana, lo es Baton Rouge, pero sí es su ciudad más conocida. Varios factores han vuelto a la llamada “The Crescent City” un destino ineludible para los viajeros de todo el mundo: Mardi Gras, el carnaval, la fiesta más grande del sur de Estados Unidos (que este año se celebra justo este mes, el día 4); el jazz y los legendarios bares donde este nació;

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las cocinas cajún y criolla, con el “gumbo” (caldo de mariscos y arroz) y el “po’boy” (un sándwich de mariscos) como dos de sus máximos exponentes; William Faulkner, Truman Capote y John Kennedy Toole, los escritores de este región que dieron luz a obras maestras, y lo que ahora nos atañe, las leyendas de vampi-ros, fantasmas, vudú y hechicería.

Llegué a Nueva Orleáns con un bagaje literario muy amplio, tan grande como mis expectativas de vivir sobre estas calles algo de lo leído. La saga de los vampiros Lestat y Louis, de Anne Rice, la hija pródiga de esta ciudad, y Lost souls (traducida al castellano como La música de los vampiros o también El alma del vampiro), de Poppy Z. Britte, habían conformado la lectura previa al viaje.

El cine también había hecho una importante contribución: La llave maestra, aquella película acerca de brujería vudú, donde actúa Kate Hudson; la adaptación misma de Entrevista con el vampiro, con Tom Cruise, Brad Pitt, Antonio Banderas y Kirsten

Dunst, y la más reciente Abraham Lincoln: cazador de vampiros, todas nos han pintado una ciudad enigmática y tenebrosa, donde si no eres presa de un “no-muerto”, lo serás de un hechicero vudú o bien de un fantasma proveniente de alguna vieja plantación. De cualquier forma no habría escape. Vamos, que hasta la misma El curioso caso de Benjamin Button, con Pitt y Cate Blanchett, cinta ambientada también aquí mismo, tiene su buena dosis de oscuridad. I. El nacimiento de una ciudad sombría

Las mañanas en Nueva Orleáns, especial-mente en temporada de huracanes (princi-palmente de agosto a octubre), son húmedas

Me encuentro en el St. Louis Cemetery, situado en las afueras del French Quarter, y la tumba pertenece a Marie Laveau, la reina del vudú, que vivió y murió en Nueva Orleáns. No sé qué siga ahora. Agudizo los oídos. ¿Debería Marie responder? Realmente espero que no. ¿O sí?

Houmas House, una antigua plantación de algodón. Arriba, la tumba de Marie Laveau

en St. Louis Cemetery. Abajo, entrada a Lafayette Cemetery.

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LOS 5 LUGARES MÁS “EMBRUJADOS”

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y neblinosas. El sol, que siempre se despierta más temprano, ya recalienta el asfalto que no alcanzó a enfriarse en la madrugada. Los angostos callejones del French Quarter huelen al Mardi Gras de la noche anterior. Los grandes bloques de casas y pequeños negocios resguardan en su centro jardines privados que otorgan a estos cualidades misteriosas.

Se le conoce como French Quarter al pri-mer cuadro de la ciudad, delimitado al este por Esplanade Avenue, al oeste por Canal Street, al sur por el río Misisipi y al norte por Rampart Street, donde, como su nom-bre francés lo indica, se erigió un muro. En las inmediaciones de la calle Rampart se encuentra el St. Louis Cemetery.

Según especialistas en la materia, Nueva Orleáns es la ciudad más embrujada de Estados Unidos y esto se puede deber a que no solo es una de las más antiguas, sino es, quizá, donde convergieron muchos tipos de creencias y religiones.

Para comprender el cúmulo cultural, social y étnico tan peculiar reinante en todo el estado de Luisiana, que ha servido de caldo de cultivo de todas estas creencias, es necesario remontarnos a la primera mitad del siglo XVIII, cuando los barcos de los colo-nizadores franco-canadienses recorrieron el largo Misisipi desde lo que ahora es Ontario, Canadá, hasta el delta con el golfo de México. A la tierra pantanosa que encontra-ron ahí la llamaron Nouvelle-Orléans. Tras promocionarla en Europa como un paraíso en el Nuevo Mundo, comenzaron a venir los primeros colonizadores, más aventurados que precavidos… y más tardaron en desem-pacar que en darse cuenta de la realidad de la situación. El suelo pantanoso era poco útil para la agricultura, el clima casi tropical propiciaba enfermedades como la malaria y la constante batalla con las tribus indíge-nas que habitaban la región convirtieron a la “tierra prometida” en algo muy parecido al infierno. No ayudaba mucho tampoco que buena parte de los europeos embarca-dos fueran criminales y convictos a los que se les dio a elegir entre seguir en prisión o viajar a América. El gobierno francés pronto se deshizo de esta lejana provincia, misma

DE NUEVA ORLEÁNSPara buena fortuna de los viajeros con gustos por lo oculto, esta alegre ciudad tiene muchos rincones con supuesta presencia paranormal. Sea cierto o no, resulta interesante conocer los acontecimientos que hicieron de Nueva Orleáns la ciudad más fantasmagórica de Estados Unidos.

1. Mansión Lalaurie 1140 Royal StreetLa gran casa del matrimonio Lalaurie presenció las torturas más atroces perpetradas por los dueños hacia sus esclavos.

2. St. Louis Cemetery425 Basin Street

Hogar de los restos de, entre otros, Marie Laveau, la famosa

“reina del vudú”. También aquí el actor californiano

Nicolas Cage tiene una tumba reservada.

3. Hotel Le Pavillion833 Poydras StreetVarios huéspedes de este hotel en el corazón de Nueva Orleáns afirman haber visto una cadavérica adolescente con vestimenta del siglo XIX.

4. Restaurante Arnaud’s

813 Bienville AvenueSe dice que el fundador de este restaurante, el vende-

dor de vinos francés Arnaud Cazenave, sigue visitando

el lugar a pesar de llevar muchos años muerto.

5. Canal Street y City Park AvenueEn la esquina que forman estas calles solía haber un terreno con varios cementerios.

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que pasó a manos españolas en la segunda mitad del siglo XVIII.

Entonces, la rebautizada Nueva Orleáns prosperó como nunca. El imperio español, por medio de las plantaciones de algodón y caña de azúcar, hizo florecer el comer-cio. Para esto fue necesario traer mano de obra barata, y no había mano de obra más barata que la de los esclavos, tras fracasar en el intento de convertir a los indíge-nas en servidumbre. Los coloni-zadores europeos miraron hacia África. Los esclavos, a pesar de su condición, tenían algunos privile-gios: podían reunirse los domingos en lo que después fue conocido como Congo Square (ubicada en el Louis Armstrong Park, el nombre lo dice todo), a bailar, cantar y tocar sus tambores.

Los primeros esclavos africa-nos no representaron mucho pro-blema para las autoridades, pero cuando se comenzaron a comprar esclavos provenientes de islas caribeñas, como Haití, la comuni-dad se vio enfrentada a algo que los sobrepasó: el vudú.

Datos históricos por demás interesantes mencionan que en 1782 se decretó una ley que pro-hibía la adquisición de esclavos provenientes de Martinica, “pues son proclives a practicar el vudú y son un peligro para la sociedad”. Una década después, se prohi-bió también el ingreso de escla-vos de República Dominicana, por la misma razón. Sin embargo, las raíces del vudú ya estaban plantadas en el núcleo de Nueva Orleáns y, poco a poco, probaría ser una fuerza que no podría ser contenida.

II. Grisgrís para todas las maldiciones

Acostumbrado ya al calor y a la humedad, recorro las calles del

French Quarter. No tardo mucho en hallar alguna de las varias tiendas de parafernalia vudú que ofrecen al visitante remedios y amuletos con-tra todo tipo de males. De todos, el más potente es el llamado Grisgrís, mezcla de polvos mágicos y objetos personales, que pueden ser cabello, uñas o prendas de vestir.

La historia del vudú en Nueva Orleáns data de mucho antes que el nombramiento de la legendaria Marie Laveau como reina absoluta de esta religión, aunque con ella cobró, si no más fuerza, más noto-riedad. Tal fue el alcance que estas prácticas tuvieron que pronto deja-ron de ser exclusivas de los escla-vos, extendiéndose también a los criollos, las personas de raza negra libres e incluso los europeos blan-cos de clase media. Todos temían a la perdición que un maleficio vudú traería a sus vidas, y cuando esto pasaba, al parecer muy a menudo, los afectados corrían con los mis-mos doctores y magos que habían

fabricado el hechizo para obte-ner el remedio. Era un negocio redondo, y Laveau, al igual que el resto de los altos mandos vudú, vivían bastante bien de eso.

Se mencionan varias demostra-ciones públicas donde la hechicera evidenció el poder de su magia, la más importante sin duda fue cuando impidió la ejecución del hijo de uno de sus clientes más importantes. Cuando se disponían a colgarlo, la soga se rompió y, acto seguido, cayó una tormenta que obligó a suspender el acto.

Aún después de muerta, “la reina del vudú” sigue siendo objeto de peticiones y rezos. De hecho, se dice por estos rumbos que si visitas su tumba en el St. Louis Cemetery, dibujas tres equis sobre su lápida y pides un deseo, este su cumplirá. No obstante, creo estar lo suficientemente cuerdo como para no aceptar supercherías.

III. Vampiros S. A.

Nueva Orleáns, dejando a un lado fantasmas y hechiceros, ha tenido su buena cuota de criminales inven-tados. Aunque algunos de estos hayan sido reales, como “El asesino del hacha”, que a principios del siglo XX irrumpía en las casas de comer-ciantes italianos armado con un hacha y los atacaba brutalmente, matándolos a ellos y sus familias, la mayoría son meras leyendas urba-nas. El personaje ficticio más grande de estas cálidas tierras no precisaba de portar armas para atemorizar a los pobladores. Le bastaba con dos afilados colmillos.

No está claro cuándo fue que el mito del vampiro surgió en esta ciudad tan lejana de la Rumania de Vlad Tepes (el personaje histórico en el cual el escritor Bram Stoker se basó para su libro Drácula). Tal vez haya venido con los inmigran-tes de Europa del Este. Al menos así lo relata Anne Rice, autora de 72

El martes de carnaval es el 4 de marzo.

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años oriunda de Nueva Orleáns, en su Entrevista con el vampiro, texto que situó a Lestat y a Louis, icóni-cos chupasangres victorianos, a cargo de grandes plantaciones, con muchos esclavos con los que saciar su sed de sangre.

En su larga saga vampírica, que consta nada menos que de 10 tomos, Rice ubicó a sus persona-jes en varios puntos de la ciudad.

atención que cuentan con un pro-grama de cesión voluntaria de san-gre para ser bebida, obviamente, por los cofrades. Me encuentro interesado en dejarme convertir en un ser inmortal no para pertene-cer a dicha organización, sino por-que los “no-muertos”, enfundados en largas y gruesas capas de tercio-pelo, parecen no sufrir los estragos del clima subtropical que envuelve a la ciudad la mayoría del año.

Dejo que mis nuevos amigos vayan, como dicen hacerlo todas las noches, al bar de estética gótica Dungeon, muy cerca de Jackson Square. Yo prefiero cenar en un res-taurante “normal”. Arnaud’s, a unos cuantos pasos de la hedonista y casi artificial Bourbon Street (el centro neurálgico del Mardi Gras), suena tentador. Mientras espero que me sirvan la especialidad de la casa, sopa de tortuga, un manjar de la cocina criolla, y paladeo la bebida más tradicional de la región, el Sazerac –un coctel preparado con brandy, coñac o whisky, que nunca debe pedirse on the rocks–, pienso con tristeza que el deseo que pedí frente a la tumba de Marie Laveau no se ha cumplido. En cambio, cele-bro no haber sido mordido por nin-gún vampiro: no podría soportar subsistir únicamente a base de san-gre, sin probar el delicioso plato que ahora me es servido.

Antes de abandonar el local, saludo al señor que se mantuvo de pie en la entrada del local obser-vándome comer. Será la ilumina-ción a media luz del restaurante, o será que estoy cansado, pero bajo sus cejas, donde deberían estar los ojos, solo se observan un par de cuencas vacías. Se despide alzando lentamente la mano. Desaparece. Aunque no haya presenciado nin-gún fenómeno paranormal, mi viaje por Nueva Orleáns ha tenido un exótico final en este oscuro y festivo restaurante de casi un siglo de antigüedad.

Nueva Orleáns no es la capital del estado de Luisiana, pero sí es su ciudad más conocida.

Varios factores la han vuelto un destino

ineludible para los viajeros: Mardi Gras, el jazz, las cocinas cajún y criolla, y lo que ahora nos atañe, las leyendas de vampiros, fantasmas,

vudú y hechicería

Izquierda, French Quarter.

Abajo, figura en el St. Louis Cemetery.

Si tomáramos por cierto lo leído, tendríamos que encontrar a seres pálidos e inmortales rondando las tumbas del St. Louis Cemetery, o sentados al caer la tarde en la terraza del Café du Monde. Pero no, los únicos “vampiros” con los que uno se puede topar visten de negro riguroso, lucen una gran variedad de piercings en el cuerpo y escuchan música dark o gótica. Muchos de ellos pertenecen a la Asociación de Vampiros de Nueva Orleans (NOVA, por sus siglas en inglés).

Belfazaar Ashantison, “Zaar” para sus amigos y quizá tam-bién para sus víctimas, es uno de los líderes de este peculiar movi-miento, donde todos los miembros son autodenominados vampiros. Independientemente de los inima-ginables temas que han de tocar en sus reuniones nocturnas, llama la

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