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El Dios de Edith Stein CELSO PRIETO BERMEJO (Salamanca) SECRETUM MEUM MIHI N o resulta fácil hablar sobre otra persona, cuya perspecti- va histórica es aún reciente, y menos hacerlo sobre un tema tan íntimo como es la concepción de Dios en la propia vida o en el espacio que cada uno le deja para que actúe en la propia historia. Me remito a la confesión que su íntima amiga, una de las personas que más estrecha relación tuvo con ella, Hedwig Conrad-Martius, escribe en el estudio que hace en la colección de cartas que publica de Edith Stein: "No es ninguna tarea fácil el hablar sobre Edith Stein. Primeramente porque en último término es en realidad imposible hacer declaraciones precisas sobre una persona tan bien y exclusivamente determi- nada desde el punto de vista religioso. La vida íntima de semejantes personas pertenece al secreto de Dios. Además, Edith Stein, la más tarde Hermana Teresa Benedicta de la Cruz, era una naturaleza extraordinariamente concentrada, cerrada en misma. SECRETUM MEUM MIRI, mi secreto para mí, esta palabra que me dirigió en cierta ocasión ocupa con derecho un lugar en todas sus biografías" l. A pesar de esta dificultad inicial intentaré guiar al lector I E. STEIN, Cartas a Hedwig Conrad-Martius, Ed. Verbo Divino, Estella 1963, p. 61. REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 50 (1991), 397-418

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Page 1: El Dios de Edith SteinEn esta enumeración de experiencias religiosas habidas en la primera edad de Edith Stein no quiero pasar por alto otra, a la que ella se refiere, aunque sucedió

El Dios de Edith Stein

CELSO PRIETO BERMEJO (Salamanca)

SECRETUM MEUM MIHI

N o resulta fácil hablar sobre otra persona, cuya perspecti­va histórica es aún reciente, y menos hacerlo sobre un tema tan íntimo como es la concepción de Dios en la propia vida o en el espacio que cada uno le deja para que actúe en la propia historia.

Me remito a la confesión que su íntima amiga, una de las personas que más estrecha relación tuvo con ella, Hedwig Conrad-Martius, escribe en el estudio que hace en la colección de cartas que publica de Edith Stein: "No es ninguna tarea fácil el hablar sobre Edith Stein. Primeramente porque en último término es en realidad imposible hacer declaraciones precisas sobre una persona tan bien y exclusivamente determi­nada desde el punto de vista religioso. La vida íntima de semejantes personas pertenece al secreto de Dios. Además, Edith Stein, la más tarde Hermana Teresa Benedicta de la Cruz, era una naturaleza extraordinariamente concentrada, cerrada en sí misma. SECRETUM MEUM MIRI, mi secreto para mí, esta palabra que me dirigió en cierta ocasión ocupa con derecho un lugar en todas sus biografías" l.

A pesar de esta dificultad inicial intentaré guiar al lector

I E. STEIN, Cartas a Hedwig Conrad-Martius, Ed. Verbo Divino, Estella 1963, p. 61.

REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 50 (1991), 397-418

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entre los textos que disponemos de sus obras para realizar una aproximación a su idea sobre Dios.

ESCUCHA ISRAEL

Son frecuentes en el libro del Deuteronomio las llamadas de "Escucha Israel" (Dt 5,1; 6,4; 9,1) en las que Yahweh inter­pela al pueblo de Israel para que éste tenga en cuenta los mandatos, preceptos y mensajes que él le envía. Para todo judío es una continua llamada de atención.

Edith Stein nace dentro de una familia judía que había comenzado a sentir en su seno la crisis del judaísmo decimo­nónico y que había comenzado a partir de la revolución de 1789. Es una crisis de identidad, y durante el siglo XIX tiene lugar una búsqueda de principios que den sentido al ser judío.

Antes de la Revolución francesa no existía este problema, ya que el judío vivía prácticamente apartado en su "ghetto". Pero la emancipación civil que trae consigo la Revolución de 1789 abre las puertas del "ghetto" y los judíos entran en masa en la sociedad de los gentiles.

Los judíos entran en la sociedad como individuos iguales a los demás, pero como comunidad distinta, lo que hace que los gentiles se organicen en naciones-estados. Esta es una de las causas del antisemitismo. En esta lucha nace también el Sionismo preconizado por Theodor Herzl. En este contexto comienza la crisis en el seno del judaísmo: corrientes de refor­ma religiosa, monoteísmo ético de Klaumer, que niega toda revelación, asimilación cultural, con la consiguiente inserción en los movimientos ideológicos del siglo, se multiplican los matrimonio mixtos y llega una verdadera disolución comuni­taria 2.

En este contexto de crisis de identidad religiosa judía nace y vive su infancia Edith Stein. Su familia no se caracteriza precisamente por la religiosidad, y sólo de su madre se puede

2 ELlE DE LA REINE DU CARMEL, "Le probleme de l'identité juive devant la Theologie chretienne et ses incidences apostoliques", en Ephemerides Car­meliticae, XX, (1969), pp. 52-53.

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decir que era una judía ferviente. Muerto su padre en los primeros años de Edith Stein, es su madre quien asume la dirección de la familia no sólo en su aspecto material-econó­mico, sino también en su sentido religioso.

En la memoria de Edith Stein quedan los recuerdos de la celebración de los grandes acontecimientos familiares de la vida del hogar y junto a ellos la celebración de las grandes fiestas judías. Tres son las grandes fiestas que describe en su autobiografía y que ahora traigo a la memoria porque creo que ayudan a comprender su posterior experiencia de Dios 3.

l. La fiesta de la Pascua. Es la memoria y signo de la deportación que incluía como elementos el pan ácimo y las hierbas amargas que recordaban la congoja dcl destierro. A Edith Stein, como miembro más joven de la familia, le corres­pondía el papel de preguntar por el sentido de aquello que se celebraba. El cabeza de familia contestaba explicando el sig­nificado de todo ello basado en los textos del Deuteronomio 16,1-8; Exodo 23,14-16; Levítico 23.

Era la transferencia de la memoria conservada durante siglos de los hechos que habían dado origen y cohesión al pueblo. La familia lo continuaba siguiendo el mandato del Deuteronomio 6,6: "Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria y se las inculcarás a tus hijos y hablarás d~ ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado; las atarás a tu muñeca como un signo, serán en tu frente una señal; las escribirás en las jambas de tu casa y de tus portales".

Semejante insistencia bíblica de recordar y transferir estos hechos no fue ajena a la familia de Edith Stein. "Escucha Is­rael" será para ella también la forma de acercarse a lo divino, escuchar en los largos silencios de su vida y buscar el sentido de cuanto había adquirido en la memoria.

2. Fiesta del Año Nuevo. Era la fiesta de acción de gra­cias por las cosechas y estaba presidida por la bendición: "Alabado seas Dios, Señor del mundo, que haces dar fruto y alimento a la tierra". Característico de esta fiesta era el régi­men alimenticio donde aparecían la miel y las uvas.

J Cfr. E. STEIN, Estrellas amarillas, Editorial de Espiritualidad, Madrid 1973, pp. 57 ss.

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Es la fiesta de Números 29,1 ss.: "El primer día del séptimo mes tendréis asamblea litúrgica y no haréis trabajo alguno". Es el recuerdo de Dios Creador que ha puesto todo lo creado a disposición del hombre.

3. Fiesta de la Expiación o de la Reconciliación. Es la fiesta de Números 29,7 ss.: "El décimo día del mismo mes sép­timo tendréis asamblea litúrgica y haréis penitencia y no haréis trabajo alguno".

Aunque en este tiempo de finales del siglo XIX ya no se realizaban los sacrificios expresados de un novillo, un carnero y siete corderos, continuaba siendo ésta la fiesta judía más solemne y todos los que aún conservaban el espíritu judaico visitaban el templo. Para un judío significaba la fiesta del perdón y del encuentro. Para Edith Stein revestía un carácter especial ya que ella había nacido precisamente este día y, aunque la fiesta era movible, celebraba en ella su cumpleaños. Era también fiesta del recuerdo de los difuntos y en ella recor­daban la memoria del padre ya difunto. Viejas melodías acom­pañaban los ritos del día que atraían incluso a los pertenecien­tes a otras creencias.

En esta enumeración de experiencias religiosas habidas en la primera edad de Edith Stein no quiero pasar por alto otra, a la que ella se refiere, aunque sucedió tiempo después, cuando ya contaba 25 años y se hallaba en plena evolución hacia el encuentro con Dios y la conversión.

En su Autobiografía 4 describe el viaje desde Breslau a Freiburg donde encontrará a su profesor Husserl. Recorriendo la ciudad de Frankfurt con su amiga Pauline Reinach se acer­caron a la catedral. "Entramos unos minutos en la catedral y mientras estábamos allí en respetuoso silencio, entró una se­ñora con la cesta de la compra y se arrodilló profundamente en un banco, para hacer una breve oración. Esto fue para mí algo totalmente nuevo. En las sinagogas y en las iglesias pro­testantes a las que había ido, se iba solamente para los oficios religiosos. Pero aquí llegaba cualquiera en medio de los traba­jos diarios a la iglesia vacía como para un diálogo confiden­cial. Esto no lo he podido olvidar".

4 Cfr. Estrellas amarillas, p. 318.

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Para Edith Stein este recuerdo, que dejó una huella tan profunda como para no poder olvidarlo, significaba el recuer­do de la presencia continua de Dios en medio de los trabajos y avatares de cada día, no sólo en los momentos grandes. Era el recuerdo de la SHEKINAH, presencia de Dios en medio del pueblo.

EL SILENCIO DE DIOS

Si la infancia de Edith Stein transcurrió en un ambiente que, a pesar de sus crisis religiosas, no dejó de hablar de Dios por las fiestas, liturgias, textos y cultura hebreas, la segunda fase de su vida, la adolescencia, parece marcada por un pro­fundo silencio de lo religioso acompañado también de hechos dolorosos que hacen más espesa la comprensión de la exis­tencia.

Con diez años de edad vive la experiencia dolorosa de dos suicidios en el ámbito de su familia. Cuando lo relata en su autobiografía lo hace aún conmocionada e introduce refle­xiones sobre el significado de la muerte en los judíos yen los cristianos. Junto con momentos felices de su infancia narra también estos hechos dolorosos con crudo realismo y expe­riencia vital. Parece como si le quedara la nostalgia de la idea de resurrección que falta en el judaísmo. Después de todo, un suicidio es algo terrible, distinto por completo, a lo terrible que es la muerte como tal. Ella recuerda las razones de su madre que intenta explicar estos hechos por una perturbación del espíritu y que no podía darse en personas sanas.

Edith Stein hace esta consideración: "Más tarde he refle­xionado sobre esta posibilidad y sobre la frecuencia del suici­dio entre los judíos y encontré otra explicación. Y es que la lucha económica contra los judíos, que produjo en los pasados años tantas ruinas, ha sido también la causa de un espantoso número de suicidios. Creo que hay una relación entre la inca­pacidad de mirar con ojos serenos y aceptar el hecho de la ruina en la vida externa, con una concepción pobre sobre la vida eterna. La pervivencia personal tras la muerte no es nin­gún dogma de fe. Todo el impulso y esfuerzo vital se centra en

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el aquí, en el presente. Incluso la piedad de los devotos está dirigida hacia la salvación de esta vida. El judío es capaz de ser tenaz, esforzado, incansable, soportar privaciones año tras año, pero en tanto en cuanto tenga ante sus ojos la finalidad de sus esfuerzos; pero si se le quita esto, su capacidad de tensión se rompe. La vida se le aparece como carente de sen­tido y con gran facilidad llega al rechazo absoluto de todo. Sin embargo, para el verdadero creyente la sumisión ante la voluntad de Dios es algo que se mantiene como realidad"s.

EXILIO INTERIOR

Los años siguientes se caracterizan por el desasosiego inte­rior que muestra. Preocupaciones y desavenencias familiares hacen más difícil la paz interior y el interés por buscar aquellos estudios que respondan a sus preguntas y a la concepción de la existencia.

El aspecto que perdurará en este tiempo es el de la mora­lidad de la religión. La moralidad vivida en la familia Stein no era de aspecto laico; estaba más bien inspirada en la religión hebrea, de la que su madre era ferviente y escrupulosa obser­vante. Pero mientras el aspecto moral de la religión era absor­bido por Edith Stein de una forma indeleble, no sucede así con el aspecto positivo y dogmático de la religión que des­apareció pronto de su espíritu. Aunque en su familia continúa el sentimiento religioso, ella se deja llevar pronto por la co­rriente secularista, y para ella toda la educación religiosa re­dunda en el aspecto de la moralidad.

Como ella confesaría más tarde, fue atea desde los trece hasta los ventiún años, lo que parece difícil de creer en una joven educada en una familia tan piadosa. Esto es caracterís­tico de su naturaleza; no transigía con la verdad. Habiendo perdido la fe de su infancia y porque ella no podía llegar a creer en la existencia de un Dios por medio de un razonamien­to filosófico, o por medio de una experiencia religiosa, ella

5 E. STEIN, Estrellas amarillas, p. 69.

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rehusaba adherirse a una religión individual y declaraba fran­camente que le había sido imposible creer en Dios 6.

De esta forma, aunque ella nunca fuera una atea militante, perdió la fe judía apenas salida de la infancia, sin una creencia que guiara su espíritu en un mundo de caos intelectual. Esta pérdida de fe se realiza sin causa aparente ninguna. Su ateísmo parece basarse más bien en el hecho de no admitir la existencia de un Ser Supremo. La causa de su ateísmo no es sólo de tipo personal, sino que influyó decisivamente en ella el ambiente que venía envolviendo a los judíos del siglo XIX. El paso dado por el pueblo judío era demasiado grande para que se mantu­viera sin influencias, y donde incidió más decisivamente fue en los ambientes intelectuales, estudiantiles y universitarios.

De este primer período de experiencia de lo religioso le quedan como herencia el intelectualismo y la mística como factores de la autodefinición de la fe judía. Además queda marcada con un hondo sentido de la dimensión ética de la persona.

EN MEDIO DEL DOLOR ALGO SE MUEVE

Parece que la vida de Edith Stein hubiera sido marcada por la cercanía a las experiencias de dolor. Henry Bordeaux escribe en 1955 unas meditaciones sobre la vida y la obra de Edith Stein con el sugerente título de: "la vida patética de Edith Stein". Si entendemos el adjetivo "patético" en su justo significado de aquello que es capaz de conmover y agitar el ánimo, apasionador, que impresiona, habremos abierto una nueva posibilidad a la compresión de la vida y experiencia de esta gran mujer.

Su actitud vital ante el dolor, y muchas veces ante el horror histórico que presencia, podría ser definida como "compa­sión". Ningún dolor ajeno le pasó desapercibido, por lo menos no pasó sin dejarle una herida en el fondo de sus preguntas ante los misterios más transcendentales de la búsqueda del

6 VANNI-RoVIGHI, "La figura e l'opera de Edith Stein", en Studium, Ro­ma, 9-10 (1954), pp. 556-567.

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sentido. Compasión es padecer-con, y tiene su equivalente en el sym-pathos griego.

En 1915, en medio de la primera guerra mundial, Edith Stein presta sus servicios como enfermera en el hospital de Mahrish-Weisskirchen a medio camino de la línea Oderberg­Wiena. Era un centro que acogía heridos del frente y enfermos en estados terminales. Junto al dolor físico de la herida o la enfermedad ella veía al hombre que había detrás. Ellos que no sabían nada de guerras e intereses internacionales, ellos que habían sido arrancados de sus pacíficas aldeas de los más dispares orígenes. Eslovacos, rutenos, húngaros, polacos, che­cos, unidos todos bajo el dolor.

La segunda experiencia de la muerte de un ser humano le fue especialmente significativa. Lo narra así en su auto biogra­fía: "Era un hombre alto y fuerte ... cuando ordené las pocas cosas que poseía el muerto, reparé en una notita que había en su agenda. Era una oración para pedir que se le conservase la vida. Esta oración se la había dado su esposa. Esto me partió el alma. Comprendí, justo ahora, lo que humanamente signi­ficaba aquella muerte" 7.

Otra revelación del mundo religioso la tuvo Edith Stein en 1917 cuando visitó a la viuda de Adolf Reinach. "Fue mi primer encuentro con la cruz, mi primera experiencia de la fuerza divina que mana de la cruz y se comunica a los que la abrazan ... fue aquél el momento en el que mi incredulidad se derrumbó, se apagó el judaísmo y Cristo se elevó radiante en mi mirada; Cristo en el misterio de la Cruz" 8. Lo que le impresionó fue la entereza y dignidad con que la viuda aceptó la muerte del marido. Ellos eran una familia católica.

La experiencia humana del dolor, del abandono, del silen­cio de lo divino en momentos determinados de la vida la había ya descrito otro místico carmelita con dos símbolos que guardan relación y se han convertido en modelo de explicación universal de experiencias místicas: Cruz y Noche. San Juan de la Cruz es releído por Edith Stein y explica así estos momentos

7 Estrellas amarillas, p. 275. 8 TERESIA RENATA DE SPIRITU SANCTO, Lebensbild einer Philosophin

und Karmelitin; Freiburg 1954, p. 104.

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de hundimiento del mundo exterior: "la noche mística no debe entenderse cósmicamente. No tiene lugar fuera del alma de donde nace. Pero los efectos que opera en el interior son semejantes a los de la noche cósmica: implica un hundimiento del mundo exterior, aunque el exterior se encuentre en la plena luz del día. Establece al alma en la soledad, la aridez y el vacío, liga la actividad de sus fuerzas y la angustia con los terrores amenazadores que en ella se ocultan. Sin embargo, también hay una luz en la noche, que descubre un mundo nuevo en lo más hondo del alma y en cierto modo, ilumina desde dentro el mundo exterior que se nos devuelve comple­tamente transformado"9.

LA FILOSOFÍA APUNTA HACIA ADELANTE

Cuando Edith Stein entra en contacto con la filosofía lo hace a través de la fenomenología. No se puede afirmar que ésta peque de ateísta. N o tiene ninguna afirmación atea como tal y casi todos los autores buscaron en la religión cristiana explicación a sus interrogantes. Reinach y Max Scheler entra­ron en el catolicismo, aunque este último anduvo errante en diversas confesiones y su vida no fue precisamente un ejemplo. Hediwg Conrad-Martius pasó al protestantismo. La misma Edith Stein reconoce entre los valores de la fenomenología el haber descubierto al absoluto en el conocimiento y la evasión del relativismo.

El órgano del método fenomenológico es la mirada sobre el ser; una comprensión interna del objeto, según se le ha ofrecido en su contemplación espiritual, no como él existe fuera de la conciencia. Así descubre la conciencia "el ego", como una parte del mundo y se halla en relación con él. Entre estos dos polos construye la fenomenología su método. En un lado se halla el mundo, en el otro la conciencia.

La verdad no se halla sólo en el interior del hombre sino que surge en su relación con el mundo. N o hay pues nombre

9 E. STEIN, Ciencia de la Cruz, Editorial Monte Carmelo, Burgos 1989, pp. 52-53.

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que pueda ser entendido fuera de esta relación con el mundo. El hombre se halla en el mundo y se percibe dentro del mundo. Para comprender esta polaridad, sin dar primacía a ninguna de las dos, es necesaria una nueva visión de la realidad, cuyo instrumento es la endopatía (Einfühlung). Método y com­prensión de la realidad están íntimamente unidos, pues el mé­todo está constituido por una visión de la realidad y ésta es posible por el método.

La conciencia constituye el mundo material y lo hace de una manera ordenada, dándole unidad, o sea, racionalidad; pero este orden no depende de la conciencia misma, por lo que debe existir un principio o fundamento que no es el mun­do, ni la conciencia, sino el Absoluto, Dios.

En el ambiente fenomenológico abundan razones para el conocimiento de la transcendencia y la revelación de lo ab­soluto y por ello para decisiones personales hacia decisiones radi«ales de conversión.

A través del estudio constante sobre la constitución psí­quica del hombre va llegando poco a poco a la certeza del absoluto, ya que percibe que el misterio humano no ha de ser investigado sólo desde una perspectiva. "La problemática hu­mana y divina se entrecruzan y se suceden. Esto constituye un rasgo característico en Edith Stein ... la autorrevelación de Dios no se produce directamente, sino que se hace transparente a través del 'fenómeno' que irradia a Dios" 10.

En esta etapa de la filosofía descubre lo absoluto y el marco de la experiencia mística: el abandono a la voluntad divina que implica pasividad de la razón discursiva y de la voluntad, experiencia vivida de seguridad en Dios e influencia sentida de una fuerza misteriosa claramente distinta del "ego personal" que actúa sin el concurso de lo voluntario. La po­sibilidad de esta experiencia la encuentra en la estructura mis­ma de la persona. Por eso la teología mística juzga posible la unión con Dios, porque el alma está hecha a su imagen y se­meJanza.

10 THERESIA A MATRE DEI, Edith Stein, En busca de Dios, Ed. Verbo Divino, Estella 1984, p. 67.

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SANTA TERESA: VIVIR LA VERDAD

El largo camino recorrido por Edith Stein por los arrabales de la Verdad le hace encontrar la puerta por la que entrar en la Verdad definitiva. El encuentro definitivo con la verdad vivida y no sólo realizada en el mundo de las ideas tiene lugar en el verano de 1921 durante su estancia en la casa de su amiga Hedwig Conrad-Martius. Sucedió aparentemente de una forma casual, pero el recorrido espiritual precedente la había preparado para este encuentro definitivo.

Ojeando en la biblioteca y hojeando los libros de su amiga encuentra la Vida de Santa Teresa de Jesús. Comienza a leerla y queda tan embebida en ella que no cesa hasta acabarla. La impresión es tan fuerte que quiere confrontar de inmediato las vivencias que la Santa descubre con las ideas que deben ha­llarse en la base.

Ese mismo día marcha a comprar un catecismo y un misal católicos para estudiarlos a fondo. Se da cuenta de la forma en que la doctrina es transformada en la Iglesia católica en oración y en vida. Es la realización vital del frío mundo de las ideas, hecho ahora carne y corazón en el alma del creyente.

Santa Teresa significaba para ella la presencia actual de la historia de Cristo que atrae el alma a la oración y por la oración a la unión mística con él. Es la experiencia de comu­nión con Dios, meta final del amor y con él la presencia de la cruz con la fuerza que transfiere a quien se abraza a eÜa. La perfecta comunicación del amor se realiza en la unión con Cristo y Cristo crucificado.

Aquí acaba la larga noche de búsqueda desde que a los trece años se le había roto su fe judía. Había aprendido junto a su maestro Husserl que en el saber se halla la verdad. Ahora descubre, tras la lectura de la vida de la Santa, otra verdad y ella misma confiesa "esta es la Verdad".

La noche no había sido para ella sólo la metáfora del camino espiritural. En su Autobiografía se percibe la impor­tancia de la noche cósmica. Trabaja por lo general hasta altas horas de la noche. Durante la noche viajó a tantas ciudades para sus conferencias: Praga, Wiena, Salzburgo, Basilea, Pa­rís, Münster. En esta noche de Bergzabern pierde el miedo al

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encuentro con lo divino. En lo profundo de la noche de final del año pasará la frontera de Holanda dejando el convento de Colonia Lindenthal.

Lo que halló en la lectura de la Vida de Santa Teresa es la clave que da sentido a la vida. La Verdad no se halla sólo en el saber, sino en el abandono, la comunión, la unión de la creatura con el Creador. Que Dios no es en primer lugar Dios de la Sabiduría, sino Dios del Amor, que ilumina el corazón y no sólo la mente.

El nuevo hallazgo no es el final sino el punto de partida para una experiencia más profunda y desarrollo de lo hallado. A partir de este momento buscará la adhesión plena a la Iglesia por medio de los sacramentos de la vida cristiana como forma objetiva del camino de la gracia.

DESCUBRE TU PRESENCIA Y MÁTEME TU VISTA Y HERMOSURA

Los versos del Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz, estrofa 11, pueden servir para entender el posterior desarrollo de la experiencia hallada.

i Descubre tu presencia y máteme tu vista y hermosura; mira que la dolencia de amor, que no se cura sino con la presencia y lafigura!

ElIde enero de 1922 Edith Stein recibe el bautismo. La búsqueda de la Verdad ha llegado a su fin. Ahora sólo queda ampliar la experiencia de lo encontrado. El camino de la fe la llevará hasta abrazar la vida religiosa en las Carmelitas de Colonia. En el silencio del convento explicar:á por medio de sus obras lo hallado en "la interior bodega". Allí escribirá sus obras principales: "Ser infinito y Ser eterno" y "La ciencia de la Cruz".

En "Ser infinito y Ser eterno" intentará hacer una síntesis de dos métodos de búsqueda del misterio, la filosofía escolás­tica, filosofía perenne y la fenomenología. Para Edith Stein la

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diferencia fundamental entre uno y otro método consisten en la metafísica. Para ella una filosofía cristiana es la que considera como primer deber el preparar el camino de la fe. Ella ve en la filosofía de Husserl el problema metafísico en forma de "egocentrismo" (yo, mi conciencia, la epoché en mi conciencia, etcétera) mientras que en Santo Tomás todo se resuelve en un teocentrismo. O sea que la conciencia, que está en el origen de lo real, es para Husserl inmanente a la conciencia humana, mientras que para Santo Tomás es trascendente 11.

El Capítulo VII de Ser finito y Ser eterno es el rastreo de Dios en lo creado y el título bien elocuente "la Imagen de la Trinidad en la Creación". En la búsqueda del yo personal y del más profundo del alma encuentra ella el motivo de la mística. La experiencia del ser atraído al fondo de sí mismo por algo más fuerte que el mundo exterior. Vivir la transfor­mación de la vida nueva, completa, elevada. La gracia hace experimentar lo que la fe enseña, que Dios habita en el ser humano.

La imagen de la Trinidad la encuentra en la estructura psíquica del ser humano, aprovechando la consideración agus- . tiniana de memoria, entendimiento y voluntad. "La vida per­sonal-espiritual del alma se halla incorporada a un gran con­junto operante: todo sentido comprendido exige una conducta correspondiente y tiene la fuerza que mueve para estimular a la acción requerida" 12.

E! Amor es la síntesis suprema de la Trinidad, porque en el Amor se hallan los tres elementos, que en Dios son perso­nas, necesarios para que el Amor halle su plenitud: Amante, Amado y Amor. Pero al mismo tiempo para que se dé el Amor es necesario el Conocimiento. Por lo que Espíritu, Amor y Conocimiento, son tres, pero una misma realidad. Pero son uno porque Conocimiento y Amor se hallan en el Espíritu. Y tres porque Amor y Conocimiento son diversos entre sí y hacen referencia el uno al otro. Son como dos ele­mentos de un compuesto donde cada uno está en todas las

II VANNI-RoVIGHI, "La figura e /'opera de Edilh Slein': en Sludium, Roma, 9-10 (1954), p. 567.

12 E. STEIN, Endliches und Ewiges Sein, Versuch eines Aufsliegs zum Sinn des Seins, Verlag Herder, Freiburg i.B. 1986, p. 403.

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partes del compuesto y sin embargo es diverso del otro. Espí­ritu, Amor y Conocimiento son cada uno enteramente en sí y en los otros 13.

En la persona humana se da pues por excelencia la "ana­logía trinitaria". Edith Stein utiliza otras "tríadas" para expli­car este misterio trinitario en el hombre. Citando a Theodor Haecker utiliza "pensar, sentir y querer" como forma más adecuada. Poniendo el sentir junto al pensar y al querer por­que en él se hallaría la verdadera sede del amor 14.

CONÓCETE A TI MISMO

N o se trata en Edith Stein del conocimiento personal que uno puede adquirir de sí mismo, sino del acto por el que el ser vuelve sobre sí mismo y tiene conciencia de sí mismo. Es la autoconciencia, el orientarse sobre sí mismo. De esta forma sabe que es, existe y conoce. La memoria es entonces la forma originaria del conocer y del querer. Con el conocimiento y con la voluntad el espíritu sale de sí mismo recogiéndose en sí mismo como en su propio patrimonio.

Espíritu-amar-conocimiento son pues la clave para la aproximación al misterio trinitario. "Supongamos que se tra­ta de una imagen creada de la Trinidad increada, entonces se puede decir bien que la "expresión" del Verbo Eterno presu­pone un conocimiento originario de Dios de sí mismo (enten­dido no en el sentido temporal), de tal suerte que la forma originaria de la memoria habría de atribuirse al Padre. El Verbo Eterno, el conocimiento "engendrado", ha sido siempre atribuido al Hijo, y el Espíritu Santo es llamado la persona del Amor" 15.

Lógicamente la imagen no es perfecta porque lo que en la creatura se divide y es diverso, en la imagen originaria divina se halla unido y en Dios permanece siempre uno aunque en tres personas.

13 [bid., p. 412. 14 [bid., p. 413. 15 [bid., pp. 415-416.

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El amor presupone el conocimiento, pero también la liber­tad. Es el acto de libertad supremo porque no dispone de una parte de sí mismo, sino de su propia totalidad. El amor con­tiene también la característica de ser la donación de sí mismo. También afirma que el amor perfecto sólo puede hallarse en Dios: "El Amor en su perfección más alta sin embargo sólo se realiza en Dios: en el intercambio amoroso de las Perso­nas Divinas, en el que se donan recíprocamente el Ser Divino. El Amor es el Ser de Dios, la Vida de Dios, la Esencia de Dios. Corresponde a cada una de las Personas Divinas y a su Unidad" 16.

Considera Edith Stein lo que llama triple despliegue de la vida espiritual. Por una parte, hacia el exterior: el conocimiento intelectual, el sentimiento y la voluntad. Por otra, hacia el in­terior: un ser-dentro que conoce en cierta manera el propio ser en la forma originaria de la memoria, que al tiempo es forma originaria del conocimiento, un sentirse-a-sÍ-mismo y un ad­herirse voluntariamente al propio ser. "El ser íntimo del espí­ritu, el salir hacia el mundo externo y el intercambio recíproco entre interno y externo son las direcciones base de la vida espiritual. La memoria en su triple actividad es de por sí una unidad trinitaria, y hace posible la constitución del ser interior así como el salir hacia lo externo. El sentir como sentirse, sentir los valores y tomar postura ante los sentimientos es de nuevo una unidad trinitaria. Y lo mismo se puede mostrar examinando de cerca el conocer y el querer. Sin embargo el Amor es la gran unidad trinitaria que recapitula todo en sí y unifica mundo interno y mundo externo" 17.

Para que el alma sea imagen del eterno, recordando a San Agustín, tendrá que comprender a Dios por la fe, conservarlo en la memoria y acogerlo amando con la voluntad.

En "Caminos para el conocimiento de Dios" expone los maCias de conocer a Dios: el conocimiento natural de Dios, la fe como vía ordinaria para conocer sobrenaturalmente a Dios y la experiencia sobrenatural como vía extraordinaria del co­nocimiento sobrenatural de Dios. No se trata sólo de conocer,

16 [bid., p. 417. 17 [bid., pp. 418-419.

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descubrir al Absoluto o Transcendente. Es la experiencia de lo sobrenatural lo que hace posible el "encuentro personal" con Dios que sólo es posible por el toque interior de la gracia. Allí se halla el conocimiento más profundo que hace posible plasmar la imagen del original.

En esta experiencia de Dios eiltran en juego diversos com­ponentes: el esfuerzo personal del pensamiento que por medio de la fe y la revelación adquiere el conocimiento básico, el amor vivo de Cristo que vive en cada hombre capaz de expe­rimentar el realismo de la Encarnación y convertirlo en verda­dero hijo de Dios. Y todo ello es posible por el Verbo Divino que asumiendo nuestra misma naturaleza humana nos hace hijos de Dios.

LA INHABIT ACIÓN DE DIOS EN EL ALMA

Para conocer el misterio de Dios se ha servido Edith Stein de la analogía trinitaria con la estructura psíquica de persona. Pero no es sólo la semejanza la que dignifica al ser humano sino la presencia actuante de Dios en el alma. Dios habita dentro de ella. La acción combinada de la naturaleza, la liber­tad y la gracia hacen del alma el lugar donde Dios pone la morada.

El alma de esta forma se siente atraída hacia el interior para llegar a la verdadera unión con Dios. Esta unión es la que hace al hombre hijo de Dios. "El Salvador ha venido al mundo para realizar esta obra admirable. Dios se hizo hijo del Hombre para que los hombres llegaran a ser hijos de Dios" 18.

El Yo de la persona se constituye en algo mucho más importante que el mundo externo, y el íntimo ser del alma se siente atraído hacia esta experiencia. Citando a San Agustín en su comentario al Evangelio, cap. 15 y, la primera carta de San Juan, así como los Soliloquios, ella nos expone ladoctri­na de la Inhabitación: "Esto es lo que los conocedores de la vida interior han experimentado en todos los tiempos: ellos

18 E. STEIN, El Misterio de la Nochebuena, San Miguel de Tucumán, 1987, p. 13.

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han sido atraídos hacia la parte más profunda del propio yo por algo que atraía más que todo el mundo externo; experi­mentaron allí la aparición de una vida nueva, potente, supe­rior, la vida sobrenatural, divina ... Si quieres buscar un lugar alto, un lugar santo, ofrece tu interior como templo de Dios. Pues el templo de Dios es Santo y ése sois vosotros. ¿Quieres orar en el templo? Ora dentro de ti. Pero antes tiene que ser templo de Dios, porque él escucha al que ora en su templo. Sácame de mis errores: que tú seas mi guía, para que yo vuelva de nuevo a mí y a ti. La gracia mística ofrece como experiencia lo que enseña la fe: la inhabitación de Dios en el alma. Quien conducido por la verdad de la fe, busca a Dios, ése irá libremente hacia donde es atraído el místico por la gracia: a retraerse de los sentidos y de las imágenes de la memoria, de la actividad práctica del intelecto y de la volun­tad, para retirarse a la desierta soledad interior, y permanecer en la fe oscura, en una simple mirada amorosa del Espíritu hacia Dios escondido, que por el momento está velado, aun­que presente" 19.

Los frutos de este encuentro serán, en primer lugar, la paz y, al final, la transformación de la fe en visión. En el fondo es la síntesis de la Subida del Monte Carmelo de San Juan de la Cruz. La lnhabitación de Dios lleva a la unificación con Dios. N o debe entenderse como unión total donde cada uno pierde su ser en el otro, porque el espíritu finito no puede acoger totalmente al Espíritu Divino, pero Dios abraza totalmente al espíritu creado.

Encuentra Edith Stein en las letanías lauretanas la expre­sión adecuada para explicar esta presencia: "Porque el alma acoge en sí al Espíritu de Dios, puede ser llamada 'Vaso Espi­ritual'. Pero la palabra 'Vaso' ofrece, sin embargo, sólo una pequeña idea del tipo de acogida de la que se trata. Un vaso, entendido en sentido espacial, y lo que contiene, permanecen separados uno de otro; no se unen formando un nuevo ele­mento, y si fueran separados nuevamente cada elemento vol­vería a ser lo que antes era antes de la unión (puede suceder que haya materiales que se integran mutuamente, pero en este

19 E. STEIN, Endliches und ewiges Sein ... , pp. 407-408.

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caso sería porque el vaso es defectuoso y no podría ser utili­zado como vaso). Más Íntima es la unión de la materia con la propia forma, como sucede entre el alma y el cuerpo ... ; en la unión del alma con el Espíritu Divino, Dios y el alma no llegan a ser uno de esta forma: es decir, que no son partes de un único ser. El ser divino, uniéndose al humano, no crece ni disminuye, ni cambia de algún modo. El alma, y con ella todo el hombre, es transformada radicalmente por esta unión. Con­serva su propio ser y no se convierte en una parte del Ser Divino" 20.

El fruto de esta unificación con Dios es la unidad también con los demás hombres y la plenitud del amor. "Si me amáis guardaréis mis mandamientos" (Jn 14,15). "Ser hijo de Dios significa: caminar siempre de la mano de Dios, hacer su vo­luntad y no la propia, poner todas nuestras esperanzas y pre­ocupaciones en las manos de Dios y confiarle también nuestro futuro. Sobre estas bases descansan la libertad y la alegría de los hijos de Dios"21.

CRISTO CABEZA DEL CUERPO MíSTICO

Donde la reflexión de Edith Stein llega a su plenitud es al considerar la presencia trinitaria por medio de la segunda persona, el Verbo, en el tiempo y en la creación.

El principio de la humanidad encuentra su arquetipo en el Verbo divino. "No me parece sea atrevido decir que en un cierto sentido la creación del primer hombre debe considerarse ya como el principio de la Encarnación de Cristo. Ciertamente en el Hombre-Dios se halla no sólo toda la plenitud de la divinidad, sino también toda la plenitud de la humanidad" 22.

La asunción por parte de la Trinidad del género humano tiene una clara finalidad: "La gracia hace posible el alcanzar aquello para lo cual un ser natural humano ha sido creado: participar de la vida divina en el libre don personal. La huma-

20 [bid., pp. 421-422. 21 E. STEIN, El Misterio de la Nochebuena, p. 17. 22 E. STEIN, Endliches und ewiges Sein ... , p. 478.

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nidad redimida y unificada en y por Cristo es el templo en el cual habita la Trinidad 23,

Pero no es sólo la humanidad la que queda elevada en su rango, sino la creación entera la que adquiere una nueva di­mensión cósmico-teológica, ya que ella también se hace partí­cipe de la virtualidad redentora del Verbo de Dios. "Podemos ir más adelante y entender por Cuerpo Místico de Cristo toda la creación: según el orden natural, porque todo ha sido crea­do a imagen del Hijo de Dios y porque por la Encarnación ha entrado en la totalidad de la creación; según el orden de la gracia, porque la gracia de la cabeza fluye a todos los miem­bros, no sólo a los hombres, sino a todas las criaturas. Como toda la naturaleza infrahumana se hizo partícipe de la suerte de la caída del hombre, también ella debe ser ahora renovada con los hombres mediante la redención"24.

La doctrina del Cuerpo Místico comporta también la ca­lidad de relaciones entre sus miembros, que deben ahora estar fundadas en el amor que fluye de Cristo Cabeza: "Si Cristo es la Cabeza y nosotros los miembros del Cuerpo Místico, en­tonces nuestras relaciones mutuas son de miembro a miembro, y todos los hombres somos uno en Dios, una única vida divi­na. Si Dios es Amor y vive en cada uno de nosotros, no puede suceder de otra manera, sino que nos amemos con amor de hermanos. Por eso precisamente es nuestro amor al prójimo la medida de nuestro amor a Dios"25. \

No se debe entender esta profundidad teológica de Edith Stein como un escapar de las realidades y sufrimientos terre­nos donde tantas veces el silencio de Dios parece más presente. No olvida que éste es el fundamento de algo que la creación y la humanidad están ansiosamente esperando: es la salvación, la recuperación del orden en las relaciones del hombre con Dios y con toda la creación. Pero si el desorden original del pecado trajo la muerte, la superación de la muerte habrá sig­nificado la victoria final del Verbo: "Alcanzar con el Hijo del Hombre la gloria de la Resurrección a través del sufrimiento

23 [bid., p. 481. 24 [bid., p. 482. 25 E. STEIN, El Misterio de la Nochebuena, p. 15.

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y de la muerte es el camino para cada uno de nosotros y para toda la humanidad"26.

La salvación no es sólo liberación de culpa, sino recons­trucción de la primigenia unidad que representa el paraíso. La unidad final de todo parece el grito de toda la creación. El P. Teilhard de Chardin expresaba así este deseo de que todos seamos uno: "Recibe, Señor, esta Hostia total que la Creación, atraída por tus gracias, te presenta en esta nueva aurora. Sé que este pan, nuestro esfuerzo, no es en sí mismo más que una desagregación inmensa. Este vino, nuestro dolor, no es toda­vía, ¡ay!, más que un brebaje disolvente. Mas tú has puesto en el fondo de esta masa informe -estoy seguro de ello, porque lo siento- un irresistible y santificante deseo que nos hace gritar a todos, desde el impío hasta el fiel: ¡Señor, haz que todos seamos uno!"27.

Edith Stein ve este deseo de ser uno en la figura de Cristo, Cabeza de toda la Creación, y termina así su obra "Ser finito y Ser eterno": "De hecho la humanidad es la puerta a través de la cual el Verbo de Dios ha entrado en la creación, la naturaleza humana lo ha acogido, y sólo con los hombres, no con la naturaleza inferior, ni con los ángeles, ha concluido la unidad del conjunto originario. Como Cabeza de la humani­dad, que une en sí mismo lo superior y lo inferior, Cristo es la cabeza de toda la creación" 28.

A MODO DE CONCLUSIÓN

La idea de Dios que cada persona va madurando en su propia existencia está ciertamente influida y condicionada por su misma experiencia de Dios. Y la experiencia de Dios no se halla lejana de las experiencias parciales de la vida. El amor y el dolor condicionan, junto con la educación, las ideas que se van adquiriendo y desarrollando.

Edith Stein parte de la experiencia de las vivencias religio-

26 ¡bid., p. 25. 27 P. TEILHARD DE CHARDIN, Himno del universo. La misa sobre el mun­

do, Ed. Taurus, Madrid, 1967, pp. 18-19. 28 E. STEIN, Endliches und ewiges Sein ... , p. 482.

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sas de su infancia tenidas en el seno de su familia judía. En primer lugar, podemos afirmar que el Dios de Edith Stein es un Dios íntimamente ligado a la historia y a la cultura del pueblo judío. El Dios de la elección y de la liberación. El Dios de la creación y el Dios que se hace presente a su pueblo.

Posteriormente, ella va experimentando otra dimensión de oscuridad, de dolor, de noche y de Cruz. Busca un Dios que corresponda a la verdad que intenta descubrir en la filo­sofía. Pero lo encuentra, no tanto en la razón, cuanto en la forma de vivirlo. La idea desencarnada debe encontrar su equivalente a nivel de vivencias. Este es el gran don de la Encarnación, poder hacer vida la idea de Dios. Más adelante encontrará Edith Stein en la teología católica la cohesión in~ terna de todos los dogmas. Los misterios del cristianismo son una totalidad indivisible. Cuanto más se profundiza en uno de ellos más se encuentra la profundidad de todo el conjunto.

Otra de las claves para entender el Dios de Edith Stein es e! lenguaje simbólico y experiencial desarrollado a través de los siglos por la mística carmelitana. Ideas como la Subida del Monte Carme!o, Cruz, Noche, Presencia de Dios o la vida como Don y Obsequio a Jesucristo no son extrañas a la vida espiritual carmelita.

El Dios de Edith Stein es también un Dios cósmico. Abar­ca desde el principio de! tiempo hasta su consumación final y reúne en sí los orígenes más primitivos hasta los finales más escatológicos. Cristo es "Einheit eines Abstammungszusam­menhangs".

Dios es el misterio de la unidad. Unidad primera y unidad final a la que está llamado e! género humano. La tensión de la división se produce en la historia, pero la unidad existía en la "pro historia" y se consumará en la "metahistoria".

El centro de todo el misterio cristiano se halla en Cristo y, sobre todo, en e! misterio de Cristo Crucificado. Soteriología y estaurología (sic) se hallan íntimamente ligadas.

Finalmente, el espacio de la vida de fe no se halla tanto en el mundo de las ideas, cuanto en e! carácter dialógico de la misma fe y de la relación de la criatura con Dios. Donde el ser cristiano halla la expresión de esta condición de diálogo con Dios es en la oración y en la liturgia, especialmente en la Eu-

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caristía, presencia sacramental del misterio redentor de Jesús en la historia humana.

Quedaría, para acabar, una pregunta de no fácil respuesta. ¿En qué medida ha influido en Edith Stein su condición de mujer en el desarrollo de su idea de Dios? Ella se adentró tam­bién en el mundo de la mujer, su sentido, vocación y llamada. y escribió páginas maravillosas que aún hoy mantienen su actualidad. Y, si queremos, podemos proponer la pregunta desde otro punto de vista: ¿Cuál sería la concepción de Dios de una teología escrita desde la experiencia vital de ser mujer? Porque a la teología le ha faltado durante mucho tiempo esta perspectiva, ya que siempre ha sido escrita por hombres.

Aunque para algunos la trayectoria vital de Edith Stein pueda apuntar hacia un Dios riguroso, creo que el suyo es el Dios de la ternura y de la vida, que llama constantemente a la unión, comunión y amor, que ha sido posible por la revelación de Dios en Cristo Jesús.