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Isabel Oyarzábal Smith (Beatriz Galindo) El alma del niño Ensayos de psicología infantil Edición y prólogo de Concepción Bados Ciria

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Isabel Oyarzábal Smith(Beatriz Galindo)

El alma del niñoEnsayos de psicología infantil

Edición y prólogo de Concepción Bados Ciria

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El alma del niño. Ensayos de psicología infantil

Primera edición: diciembre de 2014

© Concepción Bados Ciria

© De esta edición:Ediciones OCTAEDRO, S.L.Bailèn, 5, pral. — 08010 BarcelonaTel.: 93 246 40 02 — Fax: 93 231 18 [email protected]

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

ISBN: 978-84-9921-598-3Depósito legal: B. 27.142-2014

Maquetación y producción: Ediciones OctaedroFoto de cubierta: Escuela pública de Aliud (Soria) en 1932.

Archivo personal de la editora.

Impresión: Press Line

Impreso en EspañaPrinted in Spain

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S U M A R IO

AGRADECIMIENTOS 7

PRÓLOGO 9

EL ALMA DEL NIÑO ENSAYOS DE PSICOLOGÍA INFANTIL ISABEL OYARZÁBAL SMITH (BEATRIZ GALINDO) 53

DEDICATORIA 55

SANTOS AVISOS 57

PRIMERA PARTE. DEFECTOS QUE SON FUERZAS EN POTENCIA 61

SEGUNDA PARTE. LAS FUENTES DE LA EMOCIÓN 119

EPÍLOGO 171

JUICIOS CRÍTICOS PARA EL LIBRO EL ALMA DEL NIÑO 173

ÍNDICE 181

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Agradecimientos

Este libro sale a la luz gracias a la generosidad y el apoyo in-condicional de numerosas personas. En México: Montserrat de Pablo Ciria, quien me ha abierto, a lo largo de treinta años, las puertas de su casa en Tepoztlán (Morelos); Bárbara Jacobs y Ele-na Urrutia, quienes me introdujeron en el Colegio de México, institución en la que llevé a cabo gran parte de mi investiga-ción; Leonor Sarmiento y Carmen Tagüeña Parga, presidentas del Ateneo Español de México, un lugar imprescindible para los estudiosos del exilio republicano en el país azteca; en su ex-celente biblioteca —tanto en la antigua sede de la calle Isabel La Católica, como en la actual de la calle Hamburgo— encon-tré preciados documentos y valiosos textos; Lucinda Urrusti, Nuria Parés, Carmen Parga, Mada Carreño, Leonor Tejada, María José de Chopitea, Angelina Muñiz-Huberman, Araceli Granados, Amapola Andrés, exiliadas republicanas —algunas ya fallecidas— con las que mantuve inestimables encuentros y conversaciones en distintas estancias en el Distrito Federal. En España: Pilar Rubiales en Alcalá de Henares; María José Porro Herrera y el grupo de investigación SOLHARA en la Univer-sidad de Córdoba; Carmen Servén en la Universidad Autónoma de Madrid; Margherita Bernad e Ivana Rota en la Universidad de Bérgamo; Celestino Bados Ciria, mi hermano, que revisó mi-nuciosamente esta edición durante el verano de 2012 en nuestra casa de Aliud (Soria). Por último, este libro es un homenaje a

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todos los españoles que vivieron y sufrieron la guerra civil, entre ellos, mis padres, mis abuelos, mis tíos. Las miles de historias y anécdotas que me contaron, siendo niña, me han acompañado en mis viajes al otro lado del Atlántico y me han guiado en la bús-queda de unos textos cuyo origen se remonta a los fundamentos pedagógicos de la Segunda República española.

Aliud (Soria), 2014

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Prólogo

Isabel Oyarzábal de Palencia es una de las grandes intelectuales de la Edad de Plata de las letras españolas. Editora y redactora de las revistas La dama y La dama y la vida ilustrada entre 1907 y 1911, destaca por su prolífica labor como colaboradora habi-tual en distintos periódicos madrileños (El Sol, Blanco y Negro) así como en otros tantos británicos (Standard, The Laffan News). Dramaturga y novelista avezada, sobresale por ser una de las pri-meras mujeres en ocupar un cargo diplomático en el gobierno de la II República, como embajadora en Estocolmo entre 1936 y 1939. Sin duda alguna, se trata de una intelectual de primera fila que merece ocupar el alto lugar que le corresponde en el panora-ma literario del siglo xx.

Es cierto que en los últimos años se viene trabajando intensa-mente en la recuperación de la polifacética obra literaria de una mujer que se vio obligada a sufrir, como tantos otros republica-nos españoles, un largo y penoso exilio en México tras el triunfo del régimen franquista en 1939.1 Una de las facetas realmente

1. Isabel Oyarzábal de Palencia, como así la llamaremos en este estudio, firmó sus escritos con diferentes pseudónimos —entre ellos, el de Beatriz Galindo— ade-más de usar su apellido de soltera. Tras su matrimonio con Ceferino Palencia, en 1909, firmó la mayor parte de sus escritos como Isabel de Palencia o bien combinado con el suyo. Una primera versión de este prólogo se publicó en Nuevos modelos: cul-tura, moda y literatura (España 1900-1939), Eds. Margherita Bernard e Ivana Rota, Bérgamo, University of Bergamo Press, 2012.

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sorprendente dentro de la labor intelectual de Isabel es su inno-vadora presencia en materia pedagógica y social en las convulsas primeras décadas del siglo xx en nuestro país, toda vez que, en mi opinión, sus propuestas son un antecedente de las progresistas prácticas educativas que se plasmarían a partir de 1931 con el advenimiento de la II República.

Con la intención de dar a conocer esta importante tarea de la intelectual malagueña, me propuse investigar acerca de la escri-tura, edición y publicación de la obra que lleva por título: El alma del niño. Ensayos de psicología infantil. Firmada con el seudónimo Beatriz Galindo, que utilizó Isabel de Oyarzábal por esos años en distintos escritos. La obra, impresa en la conocida editorial ma-drileña V. H. Sanz Calleja en 1921, contó con el aval y la apro-bación de reconocidos expertos del mundo de la educación, de la cultura y de la política, lo que contribuyó a una buena recepción entre la sociedad madrileña de esa década.2 Con mi investiga-ción, me propongo ilustrar cómo una mujer, autodidacta, aun-que con una brillante preparación y una extraordinaria capacidad para los idiomas, incursiona en la cultura del trabajo femenino para contribuir al sustento de su familia en una época en que los debates sobre el acceso al trabajo de las mujeres fuera del hogar era objeto de controversias, no solo desde el ámbito legislativo sino también desde el económico y el sociológico.

2. Existe una primera edición, de 1921, en la Biblioteca Nacional de Madrid, la cual cuenta con un prólogo de José Ortega Munilla y una sección titulada «Juicios críticos», añadida al final y tras el epílogo. Esta sección consta de tres reseñas firma-das por María de Maeztu, Benita Asas Manterola y José Francos Rodríguez, perso-nas muy reconocidas en el ámbito de la educación de la época. El original en el que se basa esta edición —de la que conservamos la ortografía y la acentuación— data de 1922 y se encuentra en el Arxiu Nacional de Catalunya. Fondo Isabel Oyarzábal, Inventario 687, Registro 1812. En el mismo fondo, enviado desde México por Luis F. Zubieta Estrada, se recopilan numerosos documentos gráficos y personales de Isabel Oyarzábal de Palencia, además de sus obras publicadas en inglés en la década de 1940 en Estados Unidos y varias obras inéditas.

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11 Prólogo

Para comenzar, me parece necesario esclarecer el contexto personal y profesional en que Isabel Oyarzábal de Palencia se inició como escritora, antes de analizar El alma del niño. Ensayos de psicología infantil, una obra que, en mi opinión, debe conside-rarse innovadora en cuanto a los contenidos y a la metodología propuesta en materia de educación para la época.3 Sin duda algu-na, un acercamiento al ámbito familiar nos ayudará a esclarecer los motivos que la indujeron a involucrarse en un proyecto tan valioso como innovador.

En el mismo orden, será preciso relacionar esta publicación con el contexto educativo que rodeaba a la autora por esas fechas, ya que nos ilustrará acerca de cuestiones relativas a los estudios de psicolo-gía, pedagogía y paidología que circulaban por Madrid en años tan decisivos como lo fueron los que precedieron a la dictadura de Mi-guel Primo de Rivera (1923-1930). Como se sabe, los ideales krau-sistas con los que comulgaba la autora obtendrían sus mejores logros a partir de 1931, con la proclamación de la II República.

Por último, el objeto principal de este estudio será la obra mencionada: El alma del niño. Ensayos de psicología infantil.

Isabel Oyarzábal Smith (Málaga, 1878-Ciudad de México, 1974)

En los últimos años se ha recuperado el apellido de familia para esta mujer extraordinaria, nacida en Málaga el 12 de junio de 1878, en una familia de clase acomodada y donde la madre, es-cocesa, influyó definitivamente en la trayectoria cosmopolita de

3. Isabel Oyarzábal fue una asidua colaboradora de distintos medios de prensa madrileños en los que escribía sobre asuntos femeninos, maternidad y educación infantil desde que en 1907 editara y redactara la revista La Dama. Algunos de los temas tratados en El alma del niño se publicaron como artículos en el periódico El Sol de Madrid, entre 1917 y 1920 en la sección titulada «Crónicas femeninas». Véase Quiles Faz, 2013.

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Isabel. En su obra I Must Have Liberty, escrita en México a poco de su llegada como exiliada política, Isabel confiesa la importan-cia de su madre en su vida, además de sugerir ciertas reticencias en la familia paterna respecto a ella, extranjera y protestante. La primera parte de estas memorias se titula «Una pequeña rebelde» y abarcan la infancia y adolescencia de la autora hasta su boda, en Madrid, con Ceferino Palencia. El párrafo que sigue ilustra la impresión causada por su madre en la conservadora sociedad malagueña de finales del siglo xix:

Un elemento de perturbadora influencia había entrado en el círculo sagrado de los Oyarzábal con la persona de mi ma-dre, escocesa y protestante, que se había casado con mi padre a la edad de diecisiete años, siendo él, veinte años mayor. Se habían conocido en Málaga cuando ella había ido a visitar a una de sus amigas de escuela, una tal Miss MacCulloch, cuyo padre había residido muchos años en España, pero ha-bía tenido buen cuidado de enviar a sus hijos a Escocia para que fueran educados de la manera que, según él, era la más conveniente… Parece ser que la satisfacción de mi padre en lo referente a su elección de esposa no fue compartida por toda la familia, especialmente por su propia madre. Un extranjero era entonces, y lo es todavía hoy, un objeto de preocupación para los españoles. Tienen razón, desde luego, teniendo en cuenta las veces que han sido invadidos y trai-cionados. ¡Pero un protestante! Un protestante era algo que superaba los límites de aceptación en una buena sociedad. La Inquisición no había existido para nada y, aún hoy día, en las clases sociales altas de España, se puede decir que apenas existen los matrimonios mixtos. Por lo menos yo no conozco a ninguno. Los protestantes son tolerados si son extranjeros, especialmente si son miembros del cuerpo diplomático. Pero que un español se casara con una protestante era considerado —entonces— como una especie de suicidio social. (I Must Have Liberty, 1940: 6)

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13 Prólogo

La admiración y el amor hacia sus progenitores se evidencia en esta obra en la que, además, Isabel cuenta con todo lujo de detalles cómo su apertura hacia las novedades intelectuales de principios de siglo le hacían seguir con absoluta curiosidad los eventos culturales que acontecían en su Málaga natal. En un ho-menaje a la actriz María Tubau conoció a Ceferino Palencia, hijo de la actriz y futuro marido suyo. Este hecho cambiaría el rumbo de una joven, en principio conservadora, influenciada por una estricta educación religiosa y unos códigos de comportamiento adecuados a su clase social de burguesa. En ese encuentro, Isabel contó sus deseos de debutar en el teatro a la reconocida actriz, quien decidió hacerle una prueba. A pesar del escándalo social que produjo esta decisión, Isabel marchó en compañía de su ma-dre a Madrid, donde debutó por primera vez en la obra Pepita Tudó. En su autobiografía, Isabel declara que comenzó a escribir «para pasar el tiempo» (1940: 79), mientras reconoce que sus pri-meros meses en Madrid le permitieron estar cerca de la familia real española y participar en los acontecimientos más notables de la vida social.

Sin embargo, sus inquietudes, sobre todo en lo concerniente a la escasa educación lectora en las mujeres la impulsó a crear junto a su hermana Anita la revista La dama, cuyo primer nú-mero salió en diciembre de 1908. Resulta interesante saber de los intereses, un tanto conservadores, que movieron a Isabel a sacar a la luz esta revista: «La dama, como decidimos llamar la revis-ta, debería ser suficientemente frívola como para ser atractiva, suficientemente profunda como para conseguir ciertos objetivos y suficientemente subordinada a las tradiciones para no provo-car las críticas» (1940: 81). Más adelante declara que este pri-mer trabajo periodístico le sirvió de gran ayuda en su labor como corresponsal y colaboradora de distintas revistas inglesas, como Laffan News Bureau y The Standard. Por esta época, además, se inició como conferenciante en el Ateneo madrileño hablando de la influencia de Sir Henry Irving en el teatro inglés y crecie-

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ron sus colaboraciones en las revistas españolas Blanco y Negro, El Heraldo, Nuevo Mundo y La Esfera. Se sintió particularmente feliz al colaborar en el periódico El Sol, entre cuyos colaborado-res menciona a Ramón Pérez de Ayala, Salvador de Madariaga, Gregorio Marañón, José Ortega y Gasset y Emilia Pardo Bazán (1940: 132-133). En definitiva, se convirtió en una mujer inde-pendiente económicamente gracias a sus trabajos intelectuales, pero, además, ello le permitió situarse a la altura de sus compa-ñeros varones, algo que ella misma reconoce en sus memorias como único y valioso en una época donde la misoginia brillaba por doquier en la sociedad española.

El día 8 de julio de 1909, según sus propias palabras «uno de los días más calurosos que se han conocido en Madrid (1940: 102)», se casó con Ceferino Palencia. Fue una ceremonia poco convencional, pues Isabel se negó a llevar el tradicional vestido blanco, propio de una novia de su clase, lo que disgustó a su madre. La segunda parte de su autobiografía, que se titula «En marcha», se inicia al regreso de la luna de miel pasada en París, y cuenta los episodios tanto personales como profesionales vividos por la pareja en Madrid hasta los comienzos de la guerra civil. La malagueña adoptó el apellido de su esposo y con él publicó, pri-mero, sus artículos periodísticos en España y, después, sus libros escritos en el exilio mexicano. En las ediciones españolas recien-tes, sin embargo, se recupera su apellido de familia, tanto en las de sus obras de teatro, Diálogos con el dolor, de Carlos Rodríguez Alonso (1999), como en la de En mi hambre mando yo, de Javier Martínez Reverte, editada por Mono Azul en 2005 y publicada por primera vez en México en 1959. No quiero detenerme de-masiado en esta insistencia por recuperar el apellido de familia para esta malagueña, hoy reconocida como actriz, periodista, dramaturga, traductora, folclorista, diplomática y novelista, pero sí quiero anotar que el encuentro con Ceferino Palencia fue un hecho que marcó su vida para siempre: con él vivió una larga vida de matrimonio, tuvo a sus dos hijos y con él compartió sus últi-

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15 Prólogo

mos años en el exilio mexicano hasta la muerte del primero, en 1963. Isabel murió en 1974 sin haber podido regresar a España como era su deseo. La escritora reconoce la importancia de su esposo en su vida en la dedicatoria del libro Diálogos con el dolor publicado en México, donde dice: «A Cefe, con el que tantos caminos de dicha y de dolor he recorrido».

Es cierto que Isabel, en su autobiografía, reconoce que en los primeros años de su matrimonio hubo dificultades económicas debido a la inestabilidad en el trabajo de su esposo (pintor inci-piente), algo que ella intentó subsanar de alguna manera con sus trabajos de periodismo y como traductora. Como ella misma de-clara en sus memorias, las traducciones de los volúmenes V y VI de Havelocck Ellis en materia de psicología sexual la ayudaron, además de en lo económico, a comprender las complejidades del sexo masculino y, en cierto modo, a perdonar los devaneos de su esposo. Porque Isabel confiesa que su esposo la engañó durante una temporada, aunque no duda en declarar que tras unos meses de mucho sufrimiento, ella y Ceferino lograron reanudar su vida matrimonial en común con mucha más fuerza que en el principio (1940: 141-142). Sin duda alguna, los acontecimientos sociales y políticos en los que se vio envuelta esta pareja —la gran guerra europea de 1914-1918, la dictadura de Primo de Rivera, la pro-clamación de la II República y el posterior golpe de estado fran-quista— fueron un acicate que contribuyó a reafirmar su unión.

Isabel firmaba esos días sus colaboraciones con el apellido de su esposo, cuando fue requerida, en 1915, para formar parte del grupo de mujeres intelectuales que lucharon por el derecho al sufragio en España. En ese momento se sentía presionada por sus problemas familiares y no aceptó, aunque más tarde, en 1926, se asoció en el Lyceum Club e incluso fue nombrada vicepresi-denta de esta asociación feminista. Isabel fue despertando poco a poco a las inquietudes sociales y políticas promovidas desde la izquierda republicana española y no podemos calibrar las actua-ciones personales de esta mujer con el rasero de hoy día, porque

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como queda demostrado, sus contradicciones —católica conven-cida y ferviente socialista, defensora del derecho al voto feme-nino— no le impidieron un compromiso social muy fuerte, que se hace visible tanto en su literatura como en su carrera política. Precisamente me interesa destacar el aparentemente contradic-torio binomio «catolicismo-compromiso social», muy evidente y palpable en los escritos de Isabel, que no actúan en detrimento, antes bien todo lo contrario, de su participación comprometida en el escenario de la política de izquierdas.

La labor periodística de Isabel durante la década de 1920 me-rece un comentario aparte a la hora de esclarecer su personali-dad. María Luisa Mateos Ruiz realiza un estudio detallado de los artículos publicados por Isabel de Palencia en la revista Blanco y Negro, entre los años de 1925 y 1928 (Mateos, 2005: 205-216). Escribió un total de 35 artículos, que son de interés por las ideas avanzadas, liberales y progresistas que contiene, acordes con la ideología de la autora, una feminista para su época, en el sentido que hoy se le da a este término. Todos ellos plantean situaciones y asuntos relacionados con el mundo de las mujeres, muy parti-cularmente, los que conciernen a su emancipación, a la educación y a lo que hoy se conoce como conciliación de la vida profesional y familiar. Algunos de estos artículos mencionan los temas que ella trata en sus obras dramáticas, que, por cierto se represen-tan en distintos teatros de Madrid en esos años. Voy a señalar algunos títulos de estos artículos para mostrar los intereses que movían a escribir a Isabel de Palencia, que solía firmar con el seudónimo de Beatriz Galindo en aquellos años. De 1925 son los titulados: «Junto a la estatua de la libertad. Impresiones de un viaje a América» y «La mujer en el arte: las esculturas de Laura Rodij»; de 1926 son «Evocación. Las mujeres en el evangelio», «El hogar español: la jornada de un ama de casa» y «El arte y el verano: el sombrero femenino visto por el pintor»; de 1927 son «Los problemas de la vida moderna: cooperativas maternales» y «La mujer y la novela: Emily Brönte»; de 1928 son «Feminismo

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17 Prólogo

mundial: la mujer sigue extendiendo su radio de acción»; y «La Florida: la Riviera norteamericana». Parece claro que Isabel se mostraba en la revista Blanco y Negro como correspondía a una periodista diletante, una intelectual ecléctica, interesada en miles de asuntos, todos ellos en relación con una evidente amplitud de miras en lo concerniente a la cultura de las mujeres.

Lo más notable de sus colaboraciones en la prensa es que in-forman del ambiente teatral que se vivió en Madrid en los años 20. Ella misma era la encargada de la sección teatral del diario El Sol y, como asegura en su autobiografía, los escenarios madri-leños gozaban de un ambiente extremadamente animado en esos años. En palabras de Isabel:

Como había gran cantidad de teatros y los productores es-taban renovando constantemente sus programas, mi trabajo era muy gratificante en todos los sentidos. Los teatros de Madrid ofrecían dos sesiones diarias. Lo que se llama ma-tinée comenzaba a las seis de la tarde. La segunda sesión, a las 10.45 de la noche y raramente concluía antes de la una de la madrugada. Los estrenos solían darse en la última sesión y como se suponía que las reseñas sobre las nuevas obras tenían que aparecer en la edición de la mañana, tenía que escribir mi comentario esa misma noche, después de asistir a la representación. (1940: 133)

Sin duda alguna, Isabel disfrutaba de un quehacer que la mantenía en contacto con los medios intelectuales y artísticos más notables de Madrid. De hecho, en 1926, Isabel de Palencia y su marido se implican de lleno en «El mirlo blanco», un teatro de cámara instalado en la casa de los Baroja y dirigido por Cipriano Rivas Sherif. Ella misma actuó como actriz en la representación de alguna de sus obras en este teatro de cámara y también en el teatro instalado en el Lyceum Club, fundado en 1926 por Carmen Baroja y del que Isabel fue vicepresidenta mientras Victoria Kent

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ocupaba la presidencia de esta asociación tan decisiva en la lucha de las mujeres por la igualdad social y el prestigio intelectual. Muchas de estas obras fueron traducidas al inglés, al sueco y al alemán por la propia autora y representadas en los años 30 en distintos teatros europeos de Londres y Estocolmo.

Antonina Rodrigo ha sido de las primeras en recuperar la tra-yectoria política de Isabel Oyarzábal, y de sus investigaciones se deduce que a finales de 1920 la participación en la vida políti-ca de Isabel se vuelve más intensa. A tenor de lo publicado por Rodrigo, Isabel preside en 1929 la Liga Femenina Española por la Paz y la Libertad y se especializa en Derecho Internacional. Fue la única mujer que formó parte de la Comisión Permanen-te de la Esclavitud en las Naciones Unidas. En 1930, consiguió entrar en la cárcel y fotografiar al Comité Revolucionario Re-publicano. Sus fotografías se publicaron en el Daily Herald de Londres. En 1931 su candidatura aparece en las listas del Partido Socialista y su implicación con la República es total: Consejera Gubernamental de la XV Conferencia Internacional del Trabajo (Ginebra, 1931), vocal del Consejo del Patronato del Instituto de Reeducación Profesional, delegada en la Sociedad de Naciones. En 1933 gana por concurso oposición una plaza de Inspectora Provincial y representa al gobierno de la República en la Socie-dad de Naciones. Actuó como ministra plenipotenciaria (hecho insólito para una mujer) en nombre de la República en el seno de las Naciones Unidas y, asimismo, se implica en el Comité Mundial de Mujeres contra la Guerra y el Fascismo. En 1935 asiste, en Ginebra, como representante de los trabajadores a la Conferencia Internacional del Trabajo. Declarada la guerra, en 1936, pasa a formar parte de la Comisión de Auxilio Femenino.

Sin duda alguna, el hecho de hablar perfectamente inglés le abrió las puertas de la política internacional a Isabel y uno de los días más amargos y complicados de su vida es el 18 de julio de 1936, cuando los acontecimientos la convierten en corresponsal de guerra en Europa, pero también en portavoz de la España re-

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19 Prólogo

publicana en diferentes foros internacionales. Antonina Rodrigo, además, ha recuperado en sendos estudios los avatares de Isabel desde que en octubre de 1936 el Gobierno la nombra ministra plenipotenciaria de segunda clase con destino en la legación de España en Estocolmo. Cuenta Rodrigo que Isabel sale de Espa-ña con su hija Marisa, Isabel García Lorca y Laura de los Ríos. Se encuentran en Ginebra con el ministro Fernando de los Ríos, con quien le unía una gran amistad y éste le propone a Oyarzá-bal que antes de incorporarse a su nuevo puesto en Estocolmo, forme parte de una expedición que recorrerá Norteamérica para difundir las razones de la España republicana, que en muchos lugares está siendo acusada de permitir el establecimiento del comunismo —argumento en el que se basaba la sublevación franquista. (Rodrigo, 1998: 347). Previamente, Isabel viviría un curioso episodio ya que fue enviada a mediados de octubre para informar de la situación en España a la Conferencia del Partido Laborista Británico, en Edimburgo, antes de que se firmase el Pacto de No-Intervención. Sin embargo, la avioneta en la que vuela es detenida en París durante cinco horas y cuando llega a Edimburgo, el pacto ya se ha firmado. Es en este acontecimiento donde he centrado la mayor parte de mi estudio, ya que da preci-sa cuenta del compromiso político de Isabel de Palencia para con la II República. Ella y el señor Jiménez de Asúa pronunciaron sendos discursos en la sede del Partido Laborista en Edimbur-go, los cuales se recogen en la publicación titulada: La agonía de España. Llamada socialista a la democracia británica.4 En primer lugar, cabe decir que se trata de un discurso político, destinado a informar de la situación y a pedir ayuda para la causa republi-

4. Esta publicación lleva por título La agonía de España. En la portada aparece una foto de los conferenciantes, Isabel de Palencia y el Señor de Asúa. Más abajo un subtítulo dice así: «Enviados españoles cuentan los hechos». Se publicó en las edi-ciones del partido laborista inglés con una foto del Daily Herald y la encontré en los archivos de la Fundación Pablo Iglesias, de Alcalá de Henares. Las citas extraídas de esta publicación han sido traducidas por la autora de este artículo.

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cana, de ahí que Isabel haga uso de una retórica subjetiva, llena de dramatismo y de intenciones propagandísticas. Comienza en estos términos:

Camaradas, estoy aquí en calidad de delegada española; aunque no soy únicamente española, también soy escocesa por parte de madre, y me siento orgullosa de ello. He regre-sado al Reino Unido después de muchos años de ausencia, y desde ayer por la mañana, cuando llegué, me parece que estoy viviendo un sueño. Los dos últimos meses han sido una pesadilla para todas las mujeres españolas. Pero esta pesadilla se confundió ayer con los recuerdos del pasado —los recuerdos de mi infancia, cuando recorría las calles de Edimburgo, pobladas en mi imaginación de niña, de los personajes de Walter Scott y de los ecos musicales de los poemas de Robert Burns. (1940:5)

Isabel insiste a lo largo de su soflama en el sufrimiento de las mujeres y en las condiciones horribles de las milicias republica-nas. Alude a un acontecimiento que tuvo resonancias polémicas, como fue el bombardeo del Alcázar de Toledo. Dice así:

Y hablando de valor, debo decir algunas palabras en torno a lo sucedido en el Alcázar de Toledo. Admito el valor de muchos rebeldes, pero niego el valor de aquellos que estaban en el Alcázar de Toledo. Mantengo y lo voy a explicar aquí, que el Alcázar no fue bombardeado, como se supone que, de acuerdo a principios estratégicos, debería haberlo sido, porque el Gobierno español y la milicia española no podían soportar la idea de bombardear este lugar con tantos niños y tantas mujeres adentro. ¿Y qué niños y mujeres había allí? La gente creía que eran las mujeres y los hijos de los oficia-les. Pero eso no es cierto. Había cientos de mujeres y niños, las mujeres de hombres que habían sido puestas allí por los

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21 Prólogo

rebeldes a la fuerza. Y como los rebeldes creyeron que el lugar no sería bombardeado en tanto que contuviera a tantas mujeres y niños, se negaron a dejarlos salir. (1940:7)

Evidentemente, la oradora defiende su postura y a los de su bando y justifica las acciones de las milicias republicanas. Es muy interesante conocer la versión de Isabel de Palencia, que contrasta con la difundida por las tropas franquistas:

El gobierno republicano llevó a cabo tres intentos para obte-ner que los dejaran salir. El primero lo hizo un profesor del colegio Militar que se encontraba en el Alcázar. Intentaron persuadirlo, pero sin éxito. Pidieron ver a un sacerdote. El gobierno invitó al padre Camras, uno de los predicadores más conocidos en Esaña, un canónigo de la Catedral de Ma-drid. Fue allí y permaneció tres horas dentro del Alcázar. Cuando salió de allí era un hombre destrozado. Había dicho una misa, había bautizado a dos niños que habían nacido en esa horrible cámara de terror y le había hablado al coman-dante, quien le dijo «Las mujeres y los niños se niegan a salir. Además, tengo miedo de que la milicia les haga daño si sa-len de aquí». El padre Camras intentó convencerle de que si salían no les pasaría nada, pero fue en vano. Un intento más se llevo a cabo a través del embajador de Chile, quien pidió al gobierno que fuera y hablara con los rebeldes para darles la certeza de que se trataría bien a las mujeres. Su oferta fue aceptada. Fue allí y les dijo: «Nosotros en la embajadas nos haremos cargo de las mujeres». La respuesta fue que no deseaban salir de allí. Nosotros sabíamos que sí querían, ya que el día anterior una mujer había escapado desnuda del Alcázar porque habían escondido sus vestidos para que no pudiera irse del lugar. (7)

Otro asunto preocupaba en extremo a Isabel de Palencia en aquellos momentos. Se trataba de la religión y de cómo se vivía,

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tanto en España como en Escocia, un país católico, el difundido y comentado expolio de las iglesias por parte de los republicanos. Dice así:

Se me educó en el catolicismo, así que sé muy bien lo que los católicos de este país y los de otros países deben de sentir después de leer la información que se ha publicado en parte de la prensa y después de ver las fotografías de las atrocida-des cometidas, de acuerdo a los rebeldes, por las fuerzas lea-les del gobierno legítimo de la República. Amigos católicos, camaradas católicos, les digo que esas fotografías son falsas. Por desgracia, una guerra civil divide de manera terrible la opinión en un país. No les voy a negar que, desgraciadamen-te, ha habido violencia. Hay violencia por ambos lados. Con las fuerzas rebeldes hay miembros de la Iglesia católica, pero ¿quién tiene derecho a afirmar que la totalidad de la Iglesia católica está con los rebeldes? Eso no es cierto. Yo solo puedo responder por los católicos que viven en las ciudades y en las regiones ocupadas por las fuerzas leales. Puedo informar de lo que he visto allí. He visto una lucha feroz entre los católicos y las fuerzas leales. He visto violencia en ambos lados. Los sacerdotes católicos han sido considerados como beligerantes, no voy a entrar ahora en una larga explicación de por qué, y dónde. Se han alineado al lado de los enemigos de las fuerzas leales y han sido considerados como enemigos. (1940:8)

Con el fin de tranquilizar a los católicos, Isabel no duda en hacer público un compromiso que, según sus palabras, se iba a cumplir:

Se me ha preguntado una y otra vez, «¿si las fuerzas leales ganan, prohibirán la religión católica?». De nuevo respon-do desde el fondo de mi corazón: «¡no!». Me dicen que las iglesias están ahora cerradas en Madrid, y les respondo, y esta es la verdad más absoluta, que si están cerradas, no es

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23 Prólogo

porque el gobierno quiera que estén cerradas. El gobierno ha preguntado a católicos muy conocidos cuál era su opinión acerca de si las iglesias deberían estar abiertas o no para los servicios religiosos. Como el gobierno ha confirmado, con el advenimiento de la República todas las iglesias, con to-dos sus tesoros, fueron abiertas para los servicios religiosos. ¿Por qué no se pueden mantener abiertas en este momento? Los miembros de las iglesias católicas de Madrid han creído aconsejable esperar un poco más, no porque tengan miedo de la gente sino porque temen que algunas personas puedan aprovechar para hacer manifestaciones políticas dentro de las iglesias, lo que podría acarrear consigo numerosos enfrenta-mientos que pueden ser fácilmente evitados. Pero cuando la lucha termine, cuando hayamos ganado, y miren que no digo «si ganamos»; digo «cuando hayamos ganado» habrá libertad absoluta para la religión católica en España. (6)

Otro de los apartados de la prédica de Isabel se centra en los estragos causados por los mercenarios marroquíes traídos a la península por el bando franquista. De nuevo Isabel acude a una retórica repleta de símbolos sangrientos y dramáticos:

No quisiera herir sus sentimientos esta mañana, pero pienso que es mi obligación hacerlo. Se ha dicho que ha habido terribles violaciones de mujeres de parte de las fuerzas leales españolas, y yo les digo, que no ha sido ni de parte de las fuerzas leales ni de parte de las fuerzas rebeldes. No puedo creer en este dato porque conozco a mi gente. Puede que haya habido incidentes criminales, algunos, no puedo negar este hecho. Pero que haya una sistemática y continuada vio-lación de mujeres en las poblaciones ocupadas por las fuer-zas leales, eso lo niego. Y niego, asimismo, que las fuerzas rebeldes españolas puedan cometer tales crímenes. Pero ¿y las tropas moras? Ellas tienen derecho, y así lo dice en su contrato, a actuar libremente cuando toman una ciudad o

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un pueblo —como han podido comprobar en The Times—, y eso es lo que están haciendo encarnizadamente, violenta-mente, y lo van a seguir haciendo. El saqueo de las iglesias en España se está llevando a cabo por los moros, y es contra estas tropas, que las fuerzas leales de España están luchan-do. Contra estas tropas estamos enviando a nuestros jóvenes, nuestra magnífica juventud, al frente. (6)

Para concluir, hace una llamada de atención a sus orígenes es-coceses utilizando el dialecto propio del país «Scostmen, ye ken noo», indicando a la audiencia que ahora ya tienen la verdadera y necesaria información para actuar en consecuencia. En este sen-tido, es interesante cómo la autora recoge las impresiones de esta arenga política en su autobiografía I Must Have Liberty:

El discurso de Jiménez de Asúa, en francés y con traducción simultánea, produjo sensaciones enormes entre el público y cuando llegó mi turno, los asistentes gritaban como locos. Lo expliqué todo otra vez. Di una impresión general de lo que estaba pasando en España y recordando lo que mi madre nos decía de niños terminé mi arenga diciendo: «¡tenían la excusa de que no sabían qué pasaba, pues ahora ya lo saben!». En mi vida he visto tanta emoción como en esa ocasión. La gente se levantó y gritó contra el pacto de no-intervención, y se lanzó a pedir armas a favor de los españoles. (1940:247)

Isabel sigue contando en sus memorias anécdotas relaciona-das con su familia escocesa, a quien apenas pudo visitar y pasa a continuación a detallar su viaje, en el Queen Mary a Estados Unidos. Allí permaneció tres meses dando conferencias a los dos lados del país y Canadá. En total fueron 42 conferencias en 53 días, en las cuales recolectó más de dos mil dólares para la causa republicana, lo que la hizo sentirse útil y feliz. Al final del capí-tulo se recogen las reflexiones de la autora sobre la opinión pú-

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blica en Estados Unidos, respecto a lo que ella llama «la cuestión española». Dice así:

La cantidad de regalos de comida y de dinero, así como la ingente ayuda médica que se recibió en España durante la guerra, no fueron simplemente la expresión de sentimien-tos de compasión por el sufrimiento humano; eran también una llamada a la conciencia indiferente del mundo —en re-paración por los pecados de omisión contra la democracia, una democracia por la que España estaba agonizando por apoyarla y defenderla. Las Brigadas Internacionales no eran sino una protesta contra la indiferencia oficial y el deseo de mostrar que hombres de más de cincuenta países eran leales a España y lo serían incluso hasta la muerte. (259)

A finales de diciembre de 1936, después de pasar por Bruse-las, llega con su hija Marisa a Estocolmo para ocuparse de la em-bajada, tal y como había previsto el gobierno. En su autobiogra-fía, Isabel cuenta numerosas anécdotas en relación a su estancia en el país nórdico, sus encuentros con diferentes diplomáticos, entre ellos, con Alexandra Kollontay, de la Unión Soviética, y con la familia real sueca. Sobre todo, dedica profundas reflexio-nes a la situación privilegiada de Suecia, tanto en lo económico como en las libertades individuales, para pasar a lamentar la falta de compromiso de este país en relación a la situación española. Los meses van pasando en Estocolmo, pero el partido franquista va ganando posiciones a los republicanos. Así lo cuenta Isabel en sus memorias, con un tono cada vez más triste y pesimista. Sus hijos se han casado, pero la Navidad de 1938 fue muy triste para Isabel, a pesar de tener a su primer nieto, de 4 meses, junto a ella. La resistencia del Ejército Popular republicano se debilitaba día a día. La caída de Barcelona, el 26 de enero de 1939, fue un duro golpe, y el 5 de febrero un telegrama le informa de que su yerno se encontraba en un campo de concentración francés. Días

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más tarde le notifican que su hijo, que había estado como médico en el frente de Aragón, también está internado en un campo de concentración del sur de Francia. El primero de abril de 1939 abandona la embajada y se dispone a reunirse con su familia, para salir hacia el exilio. De la incertidumbre y la angustia vivi-das por Isabel durante los primeros meses del año 39, tenemos noticia en sus memorias:

No podía saber lo que estaba pasando sólo por lo que leía en la prensa, pero sabía lo suficiente de los implicados en esta horrible tragedia como para adivinar lo que estaba su-cediendo. Era difícil saber lo que tenía que decir a las gentes de Suecia. Veía al ministro Sandler muy a menudo aquellos días y siempre le daba la misma respuesta a sus preguntas. «No tengo noticias oficiales todavía. Además, las comuni-caciones son muy contradictorias, pero estoy segura de que mañana o pasado recibiré informaciones precisas». Pasaron algunos días y, por fin, oímos que el gobierno había llegado a Madrid. La esperanza anidó de nuevo en nuestros cora-zones. No quería hablar de posibilidades. La única cosa que importaba era que la caída de Cataluña no fuera a desbaratar nuestra última oportunidad. La palabra «Madrid» se levan-tó, otra vez, ante la mirada asombrada del mundo entero. A lo mejor la gran hazaña de noviembre de 1936 volvía a repetirse. (1940: 452)

Finalmente, Isabel asume la derrota y toma, junto a su espo-so e hijos, el barco que la conducirá a Nueva York, primero, y, después, a México. Rememorando los momentos en que el barco sale de Europa hacia el nuevo continente, Isabel confiesa en sus memorias:

Aunque estábamos todos juntos, el barco nos llevaba lejos de España, de la España que habíamos amado, de nuestro

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pueblo, que ahora era prisionero de Franco o se hallaba en campos de concentración en Francia. Nosotros íbamos a encontrarnos con multitud de dificultades, pero, al menos, éramos libres. Sentí que no importara lo que el destino me tuviera preparado, nunca sería feliz mientras un solo español se hallara privado de libertad. (1940:463)

A pesar de la terrible situación, Isabel se sintió bien en Mé-xico. Ella misma declara repetidas veces en sus memorias que se sentía «instalada» desde que llegara a este país, ya que el bullicio y la música de las calles de la capital mexicana le recordaban su Málaga natal, cuando era niña. «Hasta el modo de hablar de los mexicanos —asegura— me trasladaba a casa, porque no usan la pronunciación castellana, de acento más fuerte. Ellos hablan muy suavemente, como los andaluces». (1940: 468)

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El alma del niño Ensayos de psicología infantil Isabel Oyarzábal Smith (Beatriz Galindo)

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Dedicatoria

A mis hijos, inconscientes reveladores de la suprema, univer-sal e inalterable Verdad; a las madres, que, con reverencioso temor, se han convertido en depositarias de un alma, y a todos los hombres y mujeres que han tomado sobre sí la tarea de encauzar espiritualmente a un nuevo ser.

Isabel de Oyarzábal (Beatriz Galindo)

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Santos avisos

Isabel de Palencia: una mujer de delicada mentalidad, de cul-tura varia y extensa y de singularísima perspicacia observadora: la que ha firmado algunos de sus trabajos con el castizo pseudó-nimo de Beatriz Galindo, con el que evoca la memoria de la insigne maestra de latín de Isabel la Católica, ha dado a la es-tampa este libro, en el que no hay ni una página que no responda agudamente a las esencias del más arduo de los problemas: la educación del niño.

Beatriz Galindo intenta, con fortuna, un análisis de psicología infantil. No creo que desde larga fecha haya aparecido una obra tan tierna, tan conmovedora ni tan trascendental. Descuidase al niño. El poeta germano dijo: «Los vemos, y no sabemos lo que vemos. Los amamos, y no parece que nos interesa su suerte».

Afirma la autora que el niño casi siempre tiene razón. Y se le educa como si careciese de raciocinio. A sus generosas impe-tuosidades oponemos la violencia. Las ingenuidades de su alma, que es lo mejor de la Humanidad, aspiramos a domeñarlas y destruirlas. Y el secreto de la puericultura espiritual se halla en que combinen diestramente la tutela y la libertad. Será la lección mejor la que se componga de consejos, excluyendo las órdenes. No se dirá al niño: «No hagas esto», sino «No te conviene hacer esto».

Maquinita complicada es el alma del niño. Para intervenir en sus funciones hay que proceder con exquisita suavidad. Ni

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un rayo de sol trocado en estilete sería bastante delicado para penetrar en esa compleja organización. Un golpe duro puede destruirla. Millones de criaturas adolecen a perpetuidad de una enseñanza conveniente.

Es frecuente que la pedagogía vaya acompañada de la sober-bia. Y al contemplar un maestro, que imagina que lo sabe todo, al muchachito que no sabe nada, le trata con altanería. Bien que en no pocos casos la natural finura del genio infantil es muy su-perior a la pretensa omnisciencia del domine.

Todo consiste en el desdén que a los hombres dados al libro inspira la Naturaleza. Suponen los tales depredadores de la in-fancia que mientras el discípulo no se ha saturado de fórmulas escritas, no es sino un animalito despreciable. Por eso, cuando un niño llega a la madurez sin que le hayan profanado las abusivas doctrinas del aula, puede asegurarse que se ha operado en él un milagro. Siempre que este tema me ocupa, recuerdo la frase de Bacon: «Más trabajo he tenido en olvidar lo que mal me enseña-ron que en aprender la verdadera ciencia».

Víctor Hugo refiere en una de sus novelas la cruel barbarie de los Compra-chicos, cierta horda de criminales chinos, que roba-ba o compraba niños recién nacidos y los encerraba en vasijas de barro para que allí se deformaran convirtiéndose en monstruos, con los que luego explotaban la curiosidad de feriantes y circen-ses. Así, esas víctimas se convertían en enanos de espina dorsal torcida, en seres sin brazos, en cabezudos horrendos… Espanta el caso… Pero aún debe espantar más el que se da en tantas es-cuelas donde se troca al ser normal en monstruosidad espiritual abominable. ¡Pobres muchachitos los que salen del templo del saber con el espíritu torcido, con el cráneo herido, con la sensi-bilidad perturbada!

Este libro de la notable escritora es, según yo entiendo, la Pro-clamación de los Derechos del Niño, no menos importante para la salud humana que aquella proclamación de los derechos del hombre de que se ufanaron los viejos revolucionarios de París.

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59 Santos avisos

Por eso debe andar en las manos de los maestros y en las de los educandos de los colegios, manera de que sean corregidos tantos yerros, rectificadas tantas enormidades, y asegurada la existencia mental de las nuevas generaciones. Su lectura ennoblece, su con-sejo destruye la vieja rutina… Beatriz Galindo ha prestado a la pedagogía un servicio eminente.

J. Ortega Munilla

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Í N DIC E

SUMARIO 5

AGRADECIMIENTOS 7

PRÓLOGO 9Isabel Oyarzábal Smith (Málaga, 1878-Ciudad de México, 1974) 11La educación en España hacia 1920 27El alma del niño. Ensayos de psicología infantil 37Bibliografía 50

EL ALMA DEL NIÑO ENSAYOS DE PSICOLOGÍA INFANTIL ISABEL OYARZÁBAL SMITH (BEATRIZ GALINDO) 53

DEDICATORIA 55

SANTOS AVISOS 57

PRIMERA PARTE. DEFECTOS QUE SON FUERZAS EN POTENCIA 61

Preámbulo 63I. La madre y el hombre de mañana 66II. La vanidad 74

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III. La terquedad 78IV. La curiosidad 82V. La envidia 86VI. La ira 90VII. El egoísmo 94VIII. La falta de probidad 97IX. La ingratitud 100X. La crueldad 104XI. La falta de generosidad 107XII. El miedo y la cobardía 110XIII. La mentira 114

SEGUNDA PARTE. LAS FUENTES DE LA EMOCIÓN 119

XIV. El sentimiento patriótico 121XV. Del sentimiento religioso 125XVI. El instinto de libertad 129XVII. El instinto del pudor 133XVIII. La individualidad 137XIX. El sentido de la lógica 141XX. El concepto del derecho 146XXI. El sentimiento estético 150XXII. De la propia conmiseración 154XXIII. El castigo 159XXIV. Los juegos 165XXV. De la risa y el llanto 169

EPÍLOGO 171

JUICIOS CRÍTICOS PARA EL LIBRO EL ALMA DEL NIÑO 173