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CREATIVIDAD Y SOLUCIÓNICA por
FRANCISCO CORVACHO
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NOTA SOBRE EL AUTOR
Francisco Corvacho ha impartido docencia en varias universidades de Colombia a nivel de
pregrado y posgrado y en eventos académicos organizados por diversos organismos nacionales e
internacionales, en temas relacionados con la creatividad y la innovación. Posee títulos de
Licenciatura en Filología, Licenciatura en Estudios Internacionales, Especialización en
Lingüística y Maestría en Administración Pública. Ha sido asesor en procesos de investigación
organizacional y reforma administrativa.
Además de este ensayo, ha producido diversos textos de carácter docente, entre los que se destaca
“La pulsión protagónica como factor de comportamientos individuales y grupales”.
El presente documento es una versión reducida y mejorada de los soportes pedagógicos que
preparó para los asistentes a los talleres de creatividad que orientó en la Escuela Superior de
Administración Pública, ESAP, publicados por esta universidad en un volumen titulado
“Problemática y Soluciónica”.
Este texto puede ser reenviado por vía electrónica por quien desee hacerlo sin ninguna restricción.
Si algún lector desea hacer comentarios, aclaraciones, rectificaciones o sugerencias, el correo del
autor es el siguiente: [email protected]
CONTENIDO
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1. PRESENTACIÓN DE LA SOLUCIÓNICA CREATIVA …..….. 3
Creatividad, insumo básico de la soluciónica................................... 5
Transformación, obsesión humana.……………….. ....................... 9
Obstáculos a la soluciónica creativa.……………………………… 13
2. LA INAGOTABLE CAJA DE PANDORA................................... 14
Alcance y magnitud de los problemas. …………………............... 18
Problematización de situaciones “normales”.…………….............. 19
El rechazo a los reveladores …………………………………........ 24
3. LOS MEDIOS.................................................................................... 25
La condicionante naturaleza............................................................... 25
El grupo, impulsor o represor............................................................. 26
Los objetos....................................................................................... 28
Información y tecnología.................................................................. 29
Los condicionantes financieros........................................................ 32
El condicionante temporal................................................................ 33
4. COMPORTAMIENTOS Y ACTITUDES...................................... 35
5. EL PROCESO. ................................................................................. 85
6. CONCLUSIÓN.................................................................................. 92
BIBLIOGRAFÍA. .................................................................................. 94
1 - PRESENTACIÓN DE LA SOLUCIÓNICA CREATIVA
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El medio circundante proporciona a los seres vivos elementos vitales para su existencia, pero, al
mismo tiempo, les crea problemas en interminable sucesión. Siempre, en todo tiempo y lugar,
están limitados por las circunstancias. Ni aún disponiendo del mayor poder que sea dable
imaginar, es posible alcanzar todo lo que la voluntad dicta o el deseo anhela. Las acciones de
unos seres condicionan las de otros. Entre los animales hay una cadena alimenticia que determina
que unos tengan que morir para que otros continúen viviendo. Y entre los vegetales, en una zona
densamente poblado, hay una ocupación de espacios que tiene iguales consecuencias.
La especie humana parece haberse colocado por encima de estas circunstancias. Mediante su
inmensa capacidad para descifrar las leyes de la naturaleza y acumular conocimientos,
experiencias y soluciones, ha alterado el orden primigenio y creado uno nuevo donde ha puesto a
su servicio gran parte del ambiente circundante. Para alcanzar este nivel, ha recorrido un largo
camino, sembrado de frustraciones, derrotas y aun hecatombes. El dios Cronos ha visto avanzar al
débil bípedo, con paso imperceptible unas veces, estridente otras, hacia las cimas más elevadas.
Las dificultades superadas son innumerables: muchas memorias electromagnéticas colmarían su
capacidad si les insertáramos una historia detallada de la evolución humana. Infortunadamente,
esto no podrá hacerse porque millones de años prehistóricos se hunden en la más espesa
penumbra.
La aplastante problemática generada por la naturaleza, también ha abrumado a las demás
especies. Pero sólo la nuestra ha logrado superarla en forma tal que las soluciones dadas en un
determinado nivel nos han abierto las puertas de un nivel evolutivo superior. Los animales y las
plantas también vencen dificultades, pero sus triunfos no son acumulativos. El medio les plantea,
generación tras generación, los mismos problemas. Y ellos dan las mismas soluciones. El ser
humano, resueltos los problemas inmediatos generados por sus necesidades primarias, enfrenta
otros, menos acuciantes; resueltos éstos, ataca los siguientes; y así sucesivamente en una serie
infinita. ¡Sin duda alguna, necesita las dificultades para degustar a cabalidad la vida! Una
insatisfacción constante lo lleva a señalarse metas más altas tan pronto ha alcanzado un picacho.
¡No importa cuántos esfuerzos y años requiera lograr la nueva conquista! Si la muerte lo
sorprende en el camino, algún sucesor tomará la antorcha.
La problemática humana sería repetitiva, y no creciente, si el conjunto de soluciones no se
acumulara a través de milenios, y se transmitiera en forma oral, escrita o digital, generación tras
generación. Sin esta acumulación y trasmisión, la humanidad habría tenido la ingrata suerte de los
demás animales y de los vegetales: recorrer siempre los mismos laberintos y encontrar siempre las
mismas salidas en un eterno círculo vicioso.
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El inmenso archivo de soluciones, constituido por un creciente número de ciencias y tecnologías,
es nuestro más valioso recurso. Sólo la naturaleza tiene uno más rico. Pero su ventaja no será
perpetua: algún día develaremos sus leyes más recónditas y las aplicaremos con propiedad. Y
algún otro día, crearemos leyes aún no aplicadas por la madre Natura.
Si contamos con el vocablo "problemática" para designar al conjunto de dificultades, problemas y
aspectos que afectan y condicionan una cuestión, un tema o una actividad, es lícito y factible crear
otro para hacer referencia a las metodologías que deben usarse en la búsqueda y formulación de
soluciones. Propongo, en consecuencia, la palabra "soluciónica".
¿Puede haber una metodología para buscar soluciones? Si analizamos los diversos procedimientos
que seguimos para enfrentar las dificultades, despejar incógnitas, dar explicaciones a los enigmas
y clarificar los misterios, encontraremos muchos factores comunes entre ellos. Podemos,
entonces, formar un cuerpo de conocimientos que pueda enseñarse y aprenderse.
La Soluciónica, como metodología, haría referencia a un conjunto de prácticas, actividades,
factores, postulados, principios y supuestos extraídos de lo que los investigadores del
pensamiento, la inteligencia y la creatividad han venido enunciando como resultado de los
estudios llevados a cabo con dinamismo, asiduidad y seriedad en las últimas décadas.
La soluciónica intentaría, además, analizar los métodos, procedimientos y hábitos investigativos
usados por las personas que más han influido en la evolución humana, darles coherencia y
agruparlos en un cuerpo congruente.
Además de ser una metodología, podría tener características de ciencia, pues contaría con un
conjunto de conocimientos que pueden ser sometidos a pruebas, comprobaciones y validaciones
repetidas veces; por otro lado, estudiaría principios, causas y efectos, y establecería relaciones
entre unos y otros.
Sería igualmente una técnica por cuanto los procedimientos que agruparía facilitarían el trabajo
de científicos, técnicos y artistas. Su fin sería esencialmente utilitario: ayudar a obtener las
mejores soluciones posibles. Al optimizar el uso de los recursos disponibles, considerando como
tales, no sólo los objetos y el dinero, sino también los conocimientos y la capacidad para hacer
uso de ellos, su aplicación podría ejercer una influencia benéfica en el avance de las ciencias y las
técnicas.
Por otro lado, la soluciónica también ostentaría cualidades artísticas. Cuando los principios,
premisas o postulados pueden sufrir cambios según la capacidad, la sensibilidad, el humor o las
circunstancias temporales, geográficas, sociales o sicológicas del usuario, y estas variaciones
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tienen efectos, nimios o trascendentales, en el producto que se elabora, o en la meta que se
persigue, nos internamos en el campo artístico.
Sus principales objetivos serían, en consecuencia, recoger los métodos y procedimientos que han
sido más eficaces en la búsqueda de soluciones, y ponerlos a disposición de científicos,
investigadores, técnicos, reformadores, estudiosos y gente común que, en una u otra forma, estén
tratando de ampliar las explicaciones que tenemos hoy, de transformar el medio ambiente que nos
rodea, o de transformarse ellos mismos.
CREATIVIDAD, INSUMO BÁSICO DE LA SOLUIÓNICA
La base de la soluciónica serían los problemas, entendiendo por tales no solo las dificultades
tangibles que abundan alrededor, como las carencias de salud, dinero, empleo, vivienda, o agua
potable, o los excesos de colesterol, vehículos, o contaminación, sino también los enigmas y
misterios aún no explicados, las hipótesis no comprobadas, las incógnitas no despejadas, las
preguntas no contestadas; o la búsqueda de Dios, de la propia identidad, del amor de pareja, del
sentido de la existencia…
Pero la sola existencia de un asunto que en abstracto pueda calificarse como problema, enigma, o
misterio no es suficiente para que la soluciónica desencadene su potencial. Solo cuando la
situación incomoda a una persona, o a varias, surge el vacío que solo puede llenar una solución,
explicación, o respuesta.
Por lo tanto, se requiere un protagonista que singularice el problema, lo identifique, lo plantee, y
luego lo afronte, desde el punto de vista teórico, o con acciones correctivas concretas.
Este protagonista, al que podemos llamar "problematizador", “revelador”, “cuestionador” o
“impugnador”, le da dimensión al asunto y atrae hacia él la atención de los demás. Si además de
hacer lo anterior, canaliza las fuerzas necesarias para formular soluciones, explicaciones o
respuestas, le podremos otorgar el apelativo de "soluciónico".
Tanto el problema como el problematizador actúan en un contexto determinado, con tiempo y
espacio condicionantes, donde actúan otras personas, que afrontan otras dificultades. Todos
disponen de recursos limitados que han de usar para enfrentar sus obstáculos particulares. Los
conocimientos y experiencias son dos de los recursos más valiosos. No obstante, cuando aquellos
tienen vacíos y éstas son mal interpretadas, o cuando conforman teorías dominantes y
absorbentes, o generan hábitos insuperables que impiden ver con objetividad la realidad, se
constituyen por sí mismos en obstáculos para la soluciónica.
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La teoría geocéntrica, por ejemplo, cuya validez muy pocos se atrevían a objetar, impidió durante
milenios el progreso científico. Sus impugnadores (Copérnico, Galileo, Kepler) requirieron
muchos esfuerzos científicos y valor personal para abrirle paso a la teoría heliocéntrica.
La soluciónica debe formar un acopio de procedimientos específicos que vayan desde la forma en
que debe observarse la realidad circundante con el objeto de percibir los problemas o enigmas en
su justa dimensión hasta la labor de seguimiento de las soluciones o explicaciones dadas a fin de
disminuir sus posibles consecuencias negativas o corregir sus errores. Estos procesos comprenden
los pasos que deben seguir las personas para convertirse, en primer lugar, en problematizadores y,
eventualmente, en soluciónicos.
Los conocimientos y experiencias que conformarían el sistema soluciónico provendrían de
diversas disciplinas; por ejemplo, psicología, sociología, matemática, historia, física, química,
informática... En realidad, todas las ciencias, por cuanto nos dan explicaciones del mundo
circundante en que están insertos los problemas y enigmas, aportarían algo.
A su vez, la soluciónica haría grandes aportes a las ciencias, técnicas y artes, especialmente
cuando develase nuevos problemas y les diese soluciones aún no registradas en el gran archivo
global de la humanidad.
En el proceso del conocimiento, introducimos en la conciencia algo que antes estaba fuera de ella.
Un gran número de conocimientos son adquiridos sin esfuerzo. Basta mirar, oler, palpar,
saborear… Otros exigen trabajo y aplicación de nuestra parte; por ejemplo, comprender el
sistema monetario, las convenciones sociales, las leyes de la física y la química, los idiomas
extranjeros... La mayoría de las veces no dudamos de la existencia de los objetos que conocemos:
podemos verlos y palparlos. Otras veces hay margen para la duda: hay cosas y hechos que no
hemos visto directamente y sólo por sus efectos, por analogía, o porque confiamos en los
informantes, aceptamos su existencia. Esto no es lo ideal, pero es absolutamente imprescindible:
no podemos estar comprobando todo lo que la sociedad nos proporciona como "verdades". Sin
embargo, una buena dosis de "metódica duda" no sobra. Muchos "conocimientos" que se tenían
como verdades absolutas en épocas pasadas, resultaron ser sólo "creencias". Por ejemplo, hace
unas décadas, los fumadores “sabían” que su adicción no producía efecto nocivo alguno.
¿Cuántos conocimientos y verdades actuales, por los cuales arriesgaríamos prestigio y haberes, y
hasta la vida, son solo creencias?
Para facilitar nuestra incesante búsqueda de conocimiento, formamos imágenes del mundo que
nos rodea. Esta facultad no sólo funciona con base en lo que tiene materialidad real fuera de la
conciencia, sino también con base en cosas inexistentes, cuyas imágenes estructuramos por
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analogía. Cuando la realidad no puede dar la materia prima para construir la imagen, la ima-
ginación, por sí sola, valiéndose de imágenes preconstruidas, aporta los elementos necesarios.
La imaginación es un patrimonio individual que está basado en las experiencias y los
conocimientos propios. Estos, a su vez, se basan en el contexto general en que se haya
desenvuelto la vida del individuo.
Cuando el conocimiento es científico, es decir, cuando cuenta con parámetros precisos, y ha sido
validado por la experiencia una y otra vez, tiene uniformidad, independientemente del gran
número de personas que lo compartan. Una creencia no científica puede tener tantas imágenes
como individuos conocedores haya. Si pedimos a mil pintores que dibujen una escena de una
supuesta civilización extra terrestre, cada uno pintará una versión diferente.
Cuando surgen problemas o enigmas complejos, de gran envergadura, ha de echarse mano a la
creatividad de los que están involucrados, o han sido encargados de resolverlo. El término
creatividad aún no aparece en todos los diccionarios. En muchas latitudes es considerado todavía
un neologismo. No obstante, es uno de los vocablos que más definiciones por fuera del
diccionario puede ostentar. Joachim Sikora afirma que en un simposio sobre el tema los presentes
asociaron el término con más de 400 significados.
Su raíz significa producir algo de la nada, introducir algo por primera vez, hacerlo nacer, darle
vida. Sin embargo, debemos convenir que la creación en sentido estricto no está a nuestro
alcance. Pero la parcial, la que hace referencia a la transformación, sí. Podemos, entonces,
intentar definir la creatividad como la facultad de producir algo nuevo, diferente de lo
anteriormente conocido, mediante procesos de transformación de elementos preexistentes, como
ideas, conocimientos, objetos, sustancias, situaciones, etc. La metodología creativa más común y
simple es combinar dos o más elementos para obtener uno nuevo, con características diferentes de
las que tienen los componentes originales separados. Por ejemplo, unir agua con zumo de limón,
azúcar y hielo para hacer una bebida refrescante.
Sin embargo, hay otros procesos creativos que, si bien tienen subyacente un factor combinatorio,
son más complejos que la simple combinación. Sobre ellos hablaremos mucho más adelante.
Para considerar algo como original, ¿basta que sea nuevo para quien lo ha creado o es necesario
que sea nuevo para un grupo? Algunos sostienen que basta que lo sea para el individuo. Otros
afirman que debe serlo para un grupo. Cabe preguntar a estos últimos ¿cuál grupo? ¿La familia,
los vecinos, los habitantes de una ciudad o de un país, o la humanidad?
Centrándonos en nuestro tema, la soluciónica, debemos afirmar que la creatividad es la facultad
que se pone en juego siempre que alguien afronta un problema o un enigma y no tiene una
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solución o explicación "ya sabida" para el mismo. Si la tiene, y responde al reto en forma auto-
mática, o en forma retardada por cuanto necesita tiempo para hacer aflorar a la conciencia lo que
tiene registrado, pero perdido en algún rincón de su cerebro, no hay creatividad. Esta se dio
anteriormente en la persona que propuso la solución o dio la explicación por primera vez en una
determinada forma. No obstante sí hay soluciónica, pues ésta se hace presente en cualquier lugar
donde se supera una dificultad mediante una solución, independientemente de que esta sea
"aprendida" u original.
La creatividad es una facultad natural que se manifiesta en infinitas formas en el extraordinario
mosaico universal. Todos los seres vivos la tienen en dosis diversas. La mayor dosis parece
tenerla el hombre. Obviamente es una opinión interesada. Quizá sea la naturaleza misma, y no
nuestra voluntad, la que nos impele a crear cosas nuevas mediante la combinación de diversos
elementos. Desde este punto de vista, el apareamiento sexual es una de las más fuertes
manifestaciones de la pulsión creativa. La gratificación resultante del apareamiento es solo el
señuelo; la finalidad es la creación de descendientes que garanticen la continuación de la especie.
Esta meta arrastra más que el imán más poderoso. Algunos animales desafían incluso a la muerte
por alcanzarla. Recuérdese al macho de la araña viuda negra que busca el apareamiento a pesar
del riesgo mortal de ser liquidado por su ocasional consorte.
La creación primaria es suficiente para todos los seres vivos, excepto para nosotros. Dejar una
descendencia para lograr alguna trascendencia en un mundo que debemos abandonar más pronto
que tarde, no es el único problema importante que nos planteamos. Muchos otros cruzan nuestro
camino, y a cada uno hemos de darle solución. La inteligencia, la imaginación, los conocimientos
y la creatividad no son sino instrumentos que se nos han proporcionado para este efecto.
TRANSFORMACION, OBSESION HUMANA
El principio de la conservación de la materia nos indica que todo lo que ocurre en la naturaleza
cae bajo el manto de la transformación: la energía existe desde siempre, bajo las formas que
conocemos hoy, o bajo otra forma cualquiera ya totalmente superada. Hace milenios, cuando los
hombres empezaron a preguntarse sobre el origen de la realidad que los rodeaba, los sacerdotes
proporcionaron la explicación de una creación consciente y planeada, surgida de la nada por
voluntad del Supremo Creador. Posteriormente, los científicos formularon hipótesis diferentes.
Posiblemente pasarán siglos antes de que tengamos una teoría que sea aceptada por unos y otros.
Un conocimiento cierto, que corroboramos y nos aterra diariamente, es que la vida corporal en
esta dimensión física comienza en un momento y termina en otro. Por analogía, el común de la
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gente cree, a pesar de que la ciencia predique lo contrario, que todo tiene un momento de creación
y otro de destrucción. Para la mayoría es casi imposible alcanzar el nivel de abstracción suficiente
para pensar de sí mismo como una insignificante partícula de materia que jamás ha sido creada y
jamás será destruida, sino sólo transformada. Muy pocos humanos son capaces de concebir la
muerte como un simple proceso natural mediante el cual las partes que componen su cuerpo se
transformarán en un gran cúmulo de gusanos y materia dispersa que nutrirá a los vegetales y, a
través de ellos, a otros animales. “Polvo eres y en polvo te convertirás”. El hombre siempre ha
deseado trascender la muerte, y las religiones y algunas doctrinas filosóficas lo han complacido al
afirmar que el alma es eterna. Tenemos entonces que antes de que se enunciara la eternidad de la
materia, se había enunciado y aceptado la eternidad del espíritu. Este trascendental asunto no será
objeto de disquisición aquí. Sólo queremos resaltar que la aseveración de que algo se "crea" es un
intento de explicar una serie de cambios que siempre nos han afectado o asombrado: el
nacimiento de un nuevo ser, la sucesión de las estaciones con la correspondiente variación en el
paisaje, las fluctuaciones en el estado de ánimo, la desazón del hambre seguida por el placer de
comer, la inquietud creada por el desarrollo hormonal, la sequía seguida de la lluvia torrencial y
miles de acontecimientos más.
Todo alrededor indujo a nuestros antecesores a creer en una continua creación. Algunos llegaron
a creer que cada día moría un sol, que era reemplazado al día siguiente por otro nuevo. Era lógico
que intentasen convertirse ellos mismos en protagonistas de los cambios. Para el efecto, en un
principio, crearon instrumentos simples, que les permitieron cazar y pescar; más tarde, refugios
para protegerse de los depredadores, vestimentas para combatir el frío, instrumentos de comuni-
cación, comportamientos asociativos, etc. Con el paso de los siglos, mejoraron sus creaciones.
Las primitivas lanzas dieron paso a las ballestas, luego a los proyectiles de armas de fuego y más
tarde a los misiles transcontinentales; y los rústicos refugios de palmas secas, a las torres de más
de cien plantas.
Poco a poco hemos venido comprendiendo las leyes de la transformación. O, dicho de otro modo,
las leyes de la creación parcial, o, si se prefiere, las leyes del cambio, las que permiten a la
materia adoptar diferentes formas sin morir en forma definitiva. Hemos aprendido a destruir una
forma para dar nacimiento a otra. En suma, hemos ido creando diversas tecnologías que
podríamos agrupar bajo la denominación común de “transformática”. Sus principios básicos,
desperdigados en muchas ciencias, técnicas y oficios, podrían agruparse en un inmenso texto que
contendría desde los principios básicos de siembras hasta los relacionados con la fabricación de
automóviles, aviones, satélites, o cualquier otro artefacto que use el hombre; desde los procesos
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de transformación de metales hasta las técnicas psíquicas que desarrollan la personalidad; desde
el apareamiento natural hasta la moderna clonación.
A nivel de naturaleza, la transformática ha existido siempre. El hombre empezó a apropiarse de
ella en el instante mismo en que, al usar una ayuda externa para conseguir algo, fue capaz de
analizar y comprender la importancia del hecho. Por ejemplo, tomar un palo para alcanzar un
fruto situado más allá del alcance de su extremidad más larga, o una piedra para abrir un fruto o
golpearlo para hacerlo caer. Los primitivos que comprendieron que al ejecutar esas acciones
estaban transformando un inútil palo y una inservible piedra en instrumentos útiles, más tarde
fueron capaces de usar pieles de animales para hacer vestidos y ramas secas para levantar
guaridas.
Posteriormente, en algún sublime momento, aprendieron a manejar uno de los grandes
transformadores, el fuego, y se sirvieron de él sin conocer su naturaleza íntima. Un transformador
errático y peligroso se convirtió, en sus frágiles manos, en un dócil servidor.
Nos hemos apegado tanto a los cambios provocados por nosotros mismos que hoy podríamos
afirmar que nuestro destino es transformar nuestro entorno. Permanentemente estamos
procurando cambios de todo tipo y significación, nimios o importantes, ridículos o
trascendentales. ¿Contradice esta afirmación la creencia de algunos sicólogos y sociólogos de que
el hombre le teme al cambio? No, en absoluto. Indudablemente teme al cambio cuyas
consecuencias no conoce aún, pero ama aquél cuyas consecuencias puede predecir y manipular.
Si se le propone a alguien que cambie su empleo por algún otro, dudará. Lo más probable es que
la mayoría de los que reciban la propuesta mostrará renuencia. Pero si a la propuesta se añade el
aumento salarial, la certidumbre de los beneficios minimizará el temor. El cambio prometedor, se
acepta con gusto; el incierto, no. Si la humanidad no amara el cambio, no habría triunfado, en la
dimensión aterradora en que lo ha hecho, la economía basada en la obsolescencia planeada.
Cualquier cosa que se compre hoy, no importa cuan alto sea su precio y cuan sólida su calidad,
habrá de desecharse en un tiempo breve; los industriales, apoyados por los comerciantes y los
publicistas, se encargarán de ofrecer pronto algo supuestamente mejor, o más vistoso; y nosotros,
adoradores de las novedades inocuas, la adquiriremos y desecharemos la anterior, aunque todavía
esté en perfecto estado. Y de paso, contribuiremos a contaminar aún más el planeta.
Por otro lado, el cambio es necesario para que la vida siga su curso. "Nadie se baña en el mismo
río dos veces": las aguas que nos humedecen hoy no serán las mismas de mañana. Si dejara de
correr, dejaría de ser río. Si suspendiéramos los innumerables cambios que a cada minuto tienen
lugar en nuestro cuerpo, moriríamos. Los cambios químicos, físicos y mentales nos permiten
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pasar de la infancia a la adolescencia y luego a la adultez. A nivel social sucede algo similar. Si
no hubiese habido cambios, la mayoría de nosotros no tendríamos ni siquiera derecho a votar. Las
transformaciones sociales llevan dentro de sí, aunque parezca paradójico, la clave de la
perpetuidad de la sociedad. Cuando las organizaciones no sufren cambios con la frecuencia y
dimensión necesarias, se estancan y en algún momento las fuerzas innovadoras las hacen estallar
en pedazos. A nivel personal, si no hay renovación, el individuo se expone a convertirse en el
hazmerreír de los demás, o a ser suprimido laboral, civil y aún físicamente. El médico que no se
actualiza, pronto se queda sin pacientes; el industrial que no innova, quiebra; los padres que no
asimilan los cambios que se producen de generación en generación, pierden a sus hijos a muy
temprana edad.
La transformación es continua en los diversos componentes del universo. Cuando algo nos parece
hermosamente estático, sólo tenemos que hurgar un poco bajo la superficie para encontrar los
profundos cambios que garantizan su supervivencia. Paradójicamente, el hecho de que la
supervivencia sea la principal preocupación del ser humano explica su resistencia a los cambios
que no le garantizan su continuidad. Cada individuo no solo desea la supervivencia de su ser
físico, sino también la de todo aquello con lo que en el curso de su vida ha llegado a identificarse:
hogar, parientes, amigos, empleo, posición social, grupos religiosos y políticos, conocimientos
científicos o filosóficos, comportamientos, lugares, habilidades, etc. Generalmente no está
dispuesto a renunciar fácilmente a las cosas y creencias que le han servido de asidero para vivir
en una relativa tranquilidad. Si alguna es amenazada seriamente, siente amenazada su misma
integridad. Si se quiere probar la validez de esta afirmación, sólo hay que decirle a un amigo que
su partido político está errado en una cuestión específica. La ira que seguirá en forma inmediata, o
su cambio de actitud, indicará claramente que se ha puesto un dedo candente en un lugar muy
sensible. La reacción se entenderá si se acepta que todo lo que se cree y se tiene, en una u otra
forma, constituye parte del ser ¡Y para cada individuo, su personalidad es inobjetable!
Podemos, entonces, concluir que cualquier cambio significativo que se proponga genera algún
grado de oposición, que será vencida en la medida en que sea efectiva la correspondiente labor de
persuasión. En este sentido, los transformadores deberían aprender un poco de los expertos en
publicidad. Si así lo hiciesen, los cambios integrales que reclama la humanidad se darían con más
facilidad y frecuencia.
Cabe preguntarse si las transformaciones son siempre beneficiosas para la humanidad. No
siempre. Pensemos en los estragos que causan diversos fenómenos naturales. El hombre se adapta
a ellos, y los sobrevive, pero desea domeñarlos. El problema más grande que enfrentamos es la
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muerte. Hasta los que están firmemente convencidos de que su espíritu sobrevivirá, la temen.
Cuando la sabemos inevitable, la aceptamos, incluso con dignidad, pero no la disfrutamos. La
muerte no constituye una solución. Aunque el finado se libera de toda problemática, los
problemas existentes en la sociedad le sobrevienen, y los que quedan con vida han de hacerles
frente. La muerte constituye otra transformación, pero no una solución.
Muchas otras transformaciones de la naturaleza tampoco conllevan soluciones para problema
humano alguno. Obviamente, no buscan beneficiar o perjudicar al hombre, sino mantener el
equilibrio de la realidad física o química. En la medida en que beneficien a la humanidad, en que
sean soluciones para sus problemas, la "transformática" se convierte, a los ojos de los humanos,
en instrumento de la soluciónica.
Para resumir, podemos afirmar que la soluciónica utiliza todos los conocimientos, procesos y
prácticas que le permiten al ser humano provocar transformaciones en teorías, concepciones,
ideas, situaciones, circunstancias, objetos, o en sí mismo, con el fin de solucionar los diversos
problemas que el medio le ocasiona, o explicar los enigmas y misterios que su mente inquisidora
le plantea.
OBSTÁCULOS A LA SOLUCIÓNICA CREATIVA
A pesar de lo agobiante que pueda ser un determinado problema, es muy difícil obtener consenso
alrededor de la solución que se formule. Generalmente, esta es aprobada y acogida por unos, y
rechazada por otros. Esto constituye un nuevo problema. Por lo tanto, la soluciónica también debe
indicarnos la metodología más apropiada para lograr respaldo a las soluciones y minimizar los
posibles efectos negativos de su aplicación.
Yendo más al detalle, los obstáculos a la soluciónica pueden surgir de diferentes fuentes: las
personas involucradas, como queda dicho; las dificultades para generalizar y luego especificar los
problemas, o sea, darle la formulación más real y apropiada; el contexto donde surge el problema;
los recursos que pueden lograrse en ese medio, o en otro al alcance de los soluciónicos; la
adecuación o inadecuación de los procesos soluciónicos que se pongan en marcha; la puesta en
práctica de las soluciones y las posibles consecuencias de su aplicación.
La dificultad mayor es la carencia de personas que puedan llevar a cabo con propiedad las fases
del proceso soluciónico. Un soluciónico debe tener un nivel adecuado de inteligencia, altas dosis
de ingenio, recursividad e imaginación, buenos conocimientos del comportamiento de sus
congéneres y habilidades para despertar aceptación hacia sus propuestas.
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La persona que reúna estas cualidades tendrá indudablemente un alto grado de creatividad que le
permitirá explorar las posibilidades que ofrezca cualquier problema, enigma, misterio o incógnita.
Aunque muchas veces no tendrá que hacer uso de todo su potencial creativo, su creatividad será
la fuente que nutrirá todas sus demás habilidades y capacidades.
En consecuencia, podemos afirmar que el ingrediente principal de la soluciónica es la creatividad.
Por otra parte, aunque todos poseemos esta facultad en mayor o menor grado, muy pocas
personas logran mantenerla despierta hasta la edad adulta y productiva.
Es la cualidad que más se necesita hoy. Cualquier esfuerzo que se haga para restituirla a quienes
la han perdido, o acrecentarla en quienes aún la conservan, constituirá un invaluable servicio a la
humanidad.
2 - LA INAGOTABLE CAJA DE PANDORA
La realidad, plagada de factores y circunstancias que no tenemos bajo absoluto control, pocas
veces colma nuestras necesidades y deseos. Nos señalamos objetivos y metas, y alimentamos
deseos que siempre están por encima de los niveles de mera subsistencia. Esta tendencia es una de
las diferencias básicas entre el homo sapiens y el resto de las especies. Los animales, satisfechas
sus necesidades primarias de alimentación y desasimilación, sueño, seguridad vital y
reproducción, no parecen preocuparse por nada más. El ser humano, por el contrario, está en
permanente búsqueda. La satisfacción que le produce un lugar, coexiste con el deseo de ir a otro.
Si tiene una buena herramienta de trabajo, desea otra que haga la labor más fácil y rápidamente.
Si forma parte de un grupo primario cuyas estrechas relaciones le satisfacen, no dejará por eso de
integrarse a otras comunidades. Siempre desea más. Y mientras más anhela, más problemas,
enigmas e incógnitas surgen en la trocha que trata de abrir.
Además del entorno natural, existe el conglomerado humano. Si cada hombre y mujer tiene su
universo de deseos, apetencias, aspiraciones, expectativas, necesidades, y reclama de la vida una
buena cuota de bienestar, hay que concluir que gran parte de las dificultades se originan en las
relaciones interpersonales. Para ejercer sus derechos, cada uno requiere un territorio. Por muy
pequeño que sea, el manejo adecuado de millones de micro feudos origina infinidad de roces. Y
en este caso, el vocablo feudo no solo hace referencia a un hogar, sino también a un trabajo, una
vida social, y un número de derechos políticos, sociales y económicos, que cada día se exigen con
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más vehemencia. Nuestros derechos llegan hasta donde comienzan los de los demás, pero como
esas fronteras no son debidamente respetadas, las controversias surgen con frecuencia.
Nuestro rutina diaria es solo una carrera de obstáculos: levantarnos demasiado temprano aunque
no hayamos dormido lo suficiente, bañarnos y afeitarnos apresuradamente, atravesar un tráfico
endemoniado o hacer uso de un congestionado transporte público, hacernos presentes en un sitio
de trabajo poco agradable, participar en reuniones de comités que no resuelven nada, soportar a
jefes mal humorados, sobrevivir con un sueldo exiguo, coexistir con ineptos compañeros de
oficina, inducir a los hijos a estudiar un poco más, resolver los asuntos que los jefes nos
delegan… Al lado de estos pequeños problemas, aparecen como montañas otros más graves: el
galopante desempleo, la asfixiante contaminación, el recalentamiento del planeta, las sustancias
cancerígenas en los alimentos, la aparición de nuevas e incurables enfermedades, la cascada de
impuestos, el creciente consumo de drogas alucinógenas, la amedrentante delincuencia callejera,
el deterioro del poder adquisitivo del dinero, el vacío dejado por la desaparición de algunos
valores, la incontenible insurgencia de los marginados, la acelerada extinción de especies, la
ineficiencia de los dirigentes públicos y privados, la propagación pandémica de la deshonestidad
y, por tanto, de la incredulidad y la desconfianza…!Un panorama apocalíptico! A pesar de que es
factible percibirlo desde el hogar, las aulas de clase, las oficinas, las fábricas, o las calles, muchas
personas solo ven algunos aspectos aislados.
No es conveniente minimizar los problemas, mucho menos ignorarlos. Ellos le dan sabor a la vida
como los condimentos a la comida. Si no existieran, nuestro tedio superaría al de Adán y Eva en
El Edén. Gracias a la necesidad de solucionarlos, iniciamos cada día con renovados bríos, le
hacemos frente al trabajo o al estudio, y soportamos al jefe y a todos los que luchan, como
nosotros, por un sitio bajo el sol. Los coordinadores de talleres de desarrollo de la creatividad
acostumbramos a presentar los problemas como retos u oportunidades. Es un giro eufemístico que
intenta suavizar la expresión bíblica del “valle de lágrimas”, que describió la realidad que rodeaba
a la humanidad hace miles de años. Hoy, a pesar de los avances que en todos los frentes hemos
logrado, la existencia sigue siendo un duro sendero salpicado de abrojos. En este texto no dismi-
nuiremos, ni mutilaremos, ni le restaremos trascendencia a la adversidad omnipresente. Sabemos
que hay millones de personas con valor suficiente para no rehuir las dificultades, dispuestas a
elevarse por encima del promedio de sus congéneres, y hacer un aporte significativo al bienestar
de la humanidad. A ellas van dirigidas estas reflexiones.
Tener problemas y enfrentarlos como tales, nos ha alejado de la animalidad. Nuestra debilidad,
nuestra insignificancia en relación con el medio y con los otros seres con los que hemos
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compartido el mundo por millones de años, nos ha forzado a exprimirnos el cerebro. Nuestros
toscos antepasados no rehuyeron sus problemas a pesar de que sus herramientas eran muy
deleznables. ¡Los enfrentaron y sobrevivieron mientras otras muchas especies se extinguieron! No
se pusieron a pensar en eufemismos para impulsarse hacia las soluciones. Hoy debemos enfrentar
los nuestros con esta misma decisión. Darles la espalda sería renunciar a nuestra condición de
humanos.
Lo anterior no significa que debamos enfrentarlos todos a la vez. Ni siquiera los más fuertes e
inteligentes resistirían la presión de tanto peso. Cada uno tiene su cuota. Si cada uno se ocupa de
la suya con valor, decisión, creatividad y responsabilidad, una oleada de soluciones cubrirá el
horizonte.
Es comprensible que el absorbente trabajo o estudio, el duro compromiso de levantar una familia,
o el agobiante proceso de superar con éxito cada una de las etapas de la vida, solo nos deje tiempo
y aliento para los problemas propios. Si tenemos colmada nuestra capacidad de enfrentar
problemas y alguien nos plantea otro que supuestamente no nos incumbe, tendemos a rechazarlo.
Es la reacción del cargador que, encorvado ya por el peso que lleva, se niega a recibir un enorme
paquete adicional. Actitud comprensible, pero inaceptable. Los problemas que no se resuelven
pueden convertirse en explosivos. Por tanto, es imperativo que se aumente la capacidad de las
personas que actualmente los afrontan con valor. Y también, que se aumente considerablemente
su número.
Como ya hemos dicho, lo básico para que algo adquiera la categoría de problema es que una
persona lo perciba como tal. Mientras una situación no haya causado molestias en la mente de
alguien, no puede hablarse de un problema concreto, aunque este exista en abstracto. El problema
es un estímulo a la acción humana, mental o física; si nadie percibe el problema, no hay acción. Y
lo que es peor aún, si no hay acción, el problema no tendrá su natural contraparte: una solución.
Para ilustrar esto, recordemos el caso de los microbios. Antes de Antonio van Leeuwenhoek
(1632 - 1723), comerciante holandés, nadie se había preocupado por ellos, sencillamente porque
no se conocía su existencia. Gracias al comerciante de Delft, que construyó, puliendo él mismo
las lentes necesarias, un aparato para examinar la calidad de las telas que compraba, la humanidad
conoció por primera vez a los microorganismos. Aunque no tenía habilidades literarias,
Leeuwenhoek rindió informes detallados de sus descubrimientos a la comunidad científica. Todo
aquel que tuviera alguna importancia en esa época quiso ver, a través de sus lentes, a los
increíbles "animalejos". El Rey y la Reina de Inglaterra, el Zar de Rusia y el Emperador de
Alemania, entre otros, contemplaron fascinados como los microbios se movían, como multitud
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espantada, de un lado a otro. Esos seres, que divertían a los que los observaban, mataban, y matan
aún, a millones de personas. No obstante, nadie los miró como un problema. Nadie se preguntó
que perjuicios podían causar. El conocimiento de que estas especies diminutas compartían el
mundo con nosotros quedó registrado en la memoria de la humanidad en forma fría, neutra, como
un dato interesante y divertido. Sólo un siglo después, Luis Pasteur (1822 - 1897), Roberto Koch
(1843 - 1910), y José Lister (1827 - 1912), problematizaron la relación hombre-microbios. Paul
de Kruif afirma en su libro "Cazadores de Microbios" que Koch fue "el hombre que realmente
probó que los microbios son nuestros enemigos más mortíferos..." La obsesión de Koch por mirar
a través del microscopio determinó, entre otras cosas, el naufragio de su matrimonio: su esposa
jamás comprendió por qué le dedicaba más tiempo a la investigación que a los pacientes. El
científico alemán trabajó con base en la hipótesis de que para cada enfermedad había siempre un
microbio, a la que llegó como resultado de su investigación sobre el ántrax, que diezmaba los
rebaños de ovejas y reses, y que luego confirmó con sus estudios sobre la tuberculosis y el cólera.
Luis Pasteur, por su parte, tratando de resolver un problema específico planteado por los
destiladores de Lille, que perdían, por causas indeterminadas entonces, parte del líquido, puso una
muestra en el microscopio y descubrió los microbios que convertían el alcohol en el ácido acético.
Encontrada la causa de que el proceso de convertir azúcar de remolacha en alcohol a veces echaba
a perder el líquido resultante, Pasteur empezó a buscar la solución. Después de algún tiempo llegó
a la conclusión de que bastaba un ligero calentamiento de los líquidos después de la fermentación
para matar a los perjudiciales microbios sin afectar el gusto. Apareció así la solución que se
denominó más tarde "pasteurización". Por su parte, José Lister, médico londinense, enterado de
que Pasteur había comprobado que la putrefacción era causada por microorganismos vivos,
empezó a problematizar una situación que sus colegas veían como normal: el altísimo índice de
defunciones en los hospitales. En todas las salas de cirugía se percibía un olor de muerte que
provenía de las heridas infectadas. Los médicos tenían nombre para cada una de las
enfermedades, pero no tenían curaciones. ¿Qué causaba las infecciones? Las hipótesis hablaban
de vapores nocivos del aire o de generación espontánea de microbios. Siguiendo la línea trazada
por el soluciónico francés, Lister razonó que los microorganismos podían ser destruidos en los
hospitales. Buscó entonces un agente químico para el efecto. En 1875 usó el ácido carbólico en
una fractura abierta. El ácido formó una gruesa costra con la sangre y, aunque sus propiedades
cáusticas produjeron irritación, la herida cerró sin ningún indicio de la fatídica gangrena.
Por ello, siempre que superemos intervenciones quirúrgicas, además de dar gracias a Dios y a los
médicos tratantes, debemos reverenciar la memoria de Koch, Pasteur, Lister y seguidores, que
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iniciaron la larga marcha que nos ha llevado a la casi absoluta seguridad con que hoy son
reparadas las averías de nuestros cuerpos en los hospitales modernos.
Los problemas que afrontaron estos preclaros soluciónicos eran de vida o muerte. Millones de
personas murieron a muy temprana edad por ignorarse que permanentemente estamos sometidos
al asedio de letales enemigos invisibles.
Otras situaciones no son tan dramáticas ni tienen proporciones tan grandes. A veces la dimensión
del problema es individual. Pensemos en Juan Pintor que, como cualquier otro hombre, ve la
realidad circundante. Con paciencia, adquirirá la habilidad para trasladarla a sus lienzos. Al
principio, copiará a los grandes maestros o seguirá los consejos de sus profesores. Pero a la larga,
sentirá la necesidad de dar a su arte un toque personal y único. Si no lo logra, crecerá en su
interior un vacío que lo molestará cada día más hasta robarle el sueño y la tranquilidad. Es posible
que para sobrevivir se convierta en imitador de algún predecesor exitoso. Talvez alcance un
bienestar relativo, pero su insatisfacción subsistirá. Para la sociedad, éste será un problema
insignificante. Aunque sea un conflicto subjetivo, no será menos real y lacerante para Juan Pintor
que el que tienen los médicos que no logran vencer las enfermedades aún incurables, o el
gobernante que ve marchar a su país hacia una crisis económica. Cuando Juan Pintor logre
encontrar su interpretación personal de la realidad y la traslade a sus lienzos, llenará su vacío. Su
satisfacción será entonces tan grande como la del científico que descubre una nueva ley, o la del
político que gana una elección, o la del deportista que se corona campeón.
ALCANCE Y MAGNITUD DE LOS PROBLEMAS
En concordancia con lo expuesto, podemos concluir que el ámbito de un problema puede ser muy
restringido, o muy amplio; puede involucrar a un sólo individuo o a toda la humanidad. Un
mismo problema puede incluso considerarse individual o ecuménico según el criterio con que se
analice. El nacimiento, el crecimiento, el desarrollo de sí mismo y la muerte son problemas
individuales que cada uno debe enfrentar en su decurso vital; sin embargo, como todos los demás
humanos tienen que afrontarlos también con infinidad de similitudes, pero también de diferencias,
debemos concluir que son problemas de toda la humanidad, Aunque todos transitamos la vida,
cada uno abre su propio sendero. Como afirmó el poeta español Antonio Machado: "no hay
camino/ se hace camino al andar/ Y al volver la vista atrás/ Se ve la senda que nunca más se
volverá a andar".
Cuando un investigador estudia una teoría aceptada por sus colegas, que no encuentran en ella la
más leve grieta, y descubre que la misma no responde muchas de las preguntas que él, en forma
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solitaria y callada, ha formulado, se le genera un conflicto de naturaleza estrictamente personal…
en principio. Cuando más tarde, venciendo su temor reverencial hacia quien formuló la teoría,
expone sus inquietudes y dudas, y la audiencia, en vez de compartirlas, lo critica por haberse
atrevido a dudar de la sapiencia del gran maestro (vivo o muerto), el embrollo se agranda. El
investigador podría adoptar una de dos actitudes: olvidarse del asunto y hacer un esfuerzo por
restablecer su perdida tranquilidad, o seguir investigando. Si decide lo primero, la dificultad
resulta superada para él por la vía más fácil, pero subsiste para la humanidad. Y tarde o temprano,
reaparecerá, agitado por algún otro investigador más valeroso.
En el otro extremo, entre los problemas que ya son aceptados como tales por la humanidad,
podemos citar el creciente y angustioso desempleo, determinado en parte por la incontenible
automatización de los procesos laborales.
Entre los dos extremos, se encuentran problemas intermedios que afectan a grupos y comunidades
pequeñas y grandes. Todas las familias enfrentan dificultades similares, pero con características
muy particulares en cada hogar. Lo mismo podemos decir de las comunidades, sea este concepto
aplicado a los moradores de un sector rural o citadino, o a los de una región. Por ejemplo, la
presencia de unos delincuentes, la falta de presión del agua que impide que el imprescindible
líquido llegue a los pisos altos de los edificios, o la congestión vehicular que obliga a la gente a
malgastar tiempo excesivo en el transporte urbano.
Dividir los problemas según las disciplinas que aporten datos a su cabal conocimiento puede
facilitar su tratamiento, pero no mucho. Resulta difícil encontrar alguno que sólo involucre
factores pertenecientes a una única disciplina humana. Mientras más complejo sea el problema,
más factores, procedentes de más disciplinas, entrarán en juego.
La consecución de los datos necesarios y la determinación de los factores y criterios que debe
tenerse en cuenta, toman un determinado tiempo. Aquí podría enfrentarse una de las siguientes
situaciones: a) los datos son conocidos por personas que podemos contactar sin mayor dificultad;
b) están consignados en archivos tradicionales o electrónicos, fácilmente accesibles; c) son
desconocidos en nuestro medio, pero conocidos en otros; d) son totalmente desconocidos en todas
las latitudes. Todas estas posibilidades plantean la necesidad de hacer investigaciones cuyos
niveles de complejidad variarán significativamente, En unos casos, allegar los datos tomará unos
breves minutos; en otros, horas o días; y en algunos, buena parte de la vida.
PROBLEMATIZACIÓN DE SITUACIONES “NORMALES”
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Tal como el pez no ve el agua, o nosotros el aire que respiramos, la mayoría de las personas no
tienen conciencia de la atmósfera problemática que las rodea. Permanecen indiferentes, por
ejemplo, ante el espectáculo de los niños o adolescentes que deambulan sin oficio, sin estudio, sin
norte alguno por las calles. Tienden a pensar que tal problema no los afecta directamente: sus
hijos no carecen de alimentos, ropas, estudios, o afecto. Si alguien en alguna conversación plantea
el asunto, aceptan que es un problema, pero terminada la tertulia, lo olvidan. En consecuencia, no
harán nada concreto para solucionarlo.
Como ya hemos dicho, una situación de nuestras vidas privadas, o del contexto social en que nos
desenvolvemos, adquiere carácter de problema cuando lo interiorizamos como factor perturbador
de nuestra vida actual o futura. De lo contrario, permanecerá en la penumbra hasta el momento en
que estalle estrepitosamente ante la indiferente sociedad. La historia está llena de ejemplos. Los
miembros de los grupos sociales que han sido desalojados de sus sitios de privilegios, casi
siempre han sido sorprendidos por el "brusco" cambio de la situación.
Saliéndonos del campo social y retornando al individual, intrascendente para la historia pero
trascendente para quien vive la situación, diariamente se ven millones de ejemplos de
insensibilidad. Aquí es el individuo que se muestra ciego ante el distanciamiento de la cónyuge y
no reacciona sino cuando ella le plantea la separación, allá es el estudiante que no advierte los
signos de su bajo rendimiento y culpa a los profesores cuando no logra los créditos a que aspira,
más allá el perezoso que a los 60 años trata de indagar las razones de su fracaso en la vida, o el
fumador empedernido que suelta las lágrimas cuando se entera de que aloja un cáncer en el
pulmón...
Si no deseamos encontrarnos en una situación similar, debemos hacernos más sensibles a las
señales iniciales, mirarlas de frente sin temor, y hacer el diagnóstico pertinente. Rehuir, negar, o
minimizar los problemas de nada servirá. Seguirán perturbándonos diariamente como atmósfera
contaminada. Si pensamos que realmente no hay ninguno en nuestro círculo más cercano, es
decir, la familia y el grupo laboral, debemos mirar más a fondo. Tal vez las circunstancias son
confusas y, como las aguas sucias, no permiten ver el fondo. O tal vez nuestros ojos están
empañados. Cuando analizamos una situación en que estamos personalmente involucrados, la
visión tiende a enturbiarse.
Si analizado el círculo donde tenemos alguna influencia, no hallamos nada, felicitémonos. Nos
encontramos entonces en una situación ideal para colaborar en la solución de los problemas de
nuestra comunidad, nuestro país o nuestra especie. Si observamos atentamente alrededor, como lo
hicimos antes en el círculo familiar o laboral, encontraremos situaciones que, a pesar de lucir
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"normales", esconden grandes conflictos. Formulémonos algunas preguntas. ¿Qué pasará si la
situación que observamos continúa indefinidamente? ¿Cómo será el mundo si continúan el
desempleo actual, la situación de marginalidad que soportan algunos sectores de la población, o el
cambio acelerado que observamos en las relaciones sexuales? ¿Cómo será si se mantienen sin
modificación los injustos términos de intercambio del comercio internacional? ¿Quién querrá ir a
las aulas si se sigue enseñando con la pedagogía tradicional? ¿Hasta dónde resistirá el planeta el
aumento indefinido del consumo?
Si las respuestas no nos permiten ver el tsunami en el horizonte, podemos considerarnos tan
felices como el despreocupado hombre sin camisa. Pero si prevemos que el tsunami llegará en
algún momento a la playa, estamos obligados a dar la voz de alarma.
Debemos, entonces, convertirnos en problematizadores. No personas conflictivas que
constantemente, por su comportamiento, estén causando problemas. El problematizador, o
develador, o cuestionador es el individuo que levanta su dedo índice y señala el problema. No lo
causa. Simplemente pide a la gente que analice una situación que, tras su apariencia inofensiva,
esconde un volcán que puede tener un poder perturbador considerable. La persona conflictiva
genera el problema él mismo. El problematizador simplemente le levanta el velo para que sus
contemporáneos vean su amedrentante rostro.
Cuando los amantes de la libertad empezaron a señalar las injusticias de la esclavitud, estaban
problematizando una situación que aparentemente no era conflictiva. Si se creó un problema, la
culpa no fue de los que divulgaron la doctrina libertaria sino de los que no veían la injusticia
subyacente en esa aberrante institución, a pesar de que la mayoría profesaba una religión que
ordena tratar a los demás como hermanos. Cuando Fray Bartolomé de las Casas denunció ante el
Rey de España el duro trato que recibían los aborígenes en América, no estaba creando un pro-
blema, sino tratando de solucionar uno que sus compatriotas pretendían "no ver".
El problematizador tiene una gran capacidad de observación que le permite descubrir corrientes
peligrosas debajo de aguas tranquilas. Es posible que su nivel de inteligencia no sea más elevado
que el promedio de sus congéneres contemporáneos. ¿Cómo explicar entonces que vea los
conflictos, los problemas, los errores y las posibilidades primero que los demás? Veamos algunas
de las características de su personalidad.
Generalmente dedica más tiempo que los demás a la reflexión. Cuando los otros se ocupan
permanentemente en actividades rutinarias, repetitivas, aceptadas como normales por la sociedad,
él no permite que tales labores copen toda su vida; por el contrario, en una u otra forma, consigue
tiempo para pensar, soñar y hacer cosas inusuales. Carlos von Linneo, por ejemplo, se divertía en
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su niñez con plantas y flores. Con el tiempo, se planteó el enigma de la reproducción vegetal, que
no había preocupado a nadie antes. ¿Qué atractivo había en ese asunto? Solo él lo sabía. Más
tarde, al aplicarle sus conocimientos, experiencia y creatividad a su juego infantil, logró explicar
la reproducción de la flora. La gente común, escandalizada porque la explicación involucraba el
sexo, lo acusó de corromper la moral pública.
El problematizador desea ver el mundo como nadie lo ha visto antes. No se conforma con ver lo
obvio. Además, le gusta mirar hacia el futuro. Así como no lo colma lo obvio, tampoco le
satisface el momento presente: si se le muestra un hecho o un fenómeno, querrá saber de dónde ha
surgido, y cómo evolucionará. Muchas veces llegará a olvidar el presente para imaginar el futuro.
El problematizador tiene temores como todos los humanos, pero no teme perturbar a los demás
señalándoles algo desagradable que no quieren ver. Siente fruición cuando vislumbra algo que los
demás ni siquiera han sospechado. Unas veces con timidez, otras con arrogancia, se apresura a
levantar el velo que muchos han temido descorrer. Entonces exclama: "la tierra es redonda, no
plana", "gira alrededor del sol, no lo contrario", "todos los hombres son iguales: la esclavitud es
una injusticia", "la sangre se mueve en las venas", "existen microorganismos que pueden cau-
sarnos la muerte", "los continentes se mueven", "el sobrepeso es un peligro para la salud", "hay
relación entre el cáncer y el cigarrillo".
Entre los problematizadores podemos distinguir varios tipos. En primer lugar mencionaremos al
innato. Tiene una sensibilidad aguda, a flor de piel, que le permite percibir injusticias sociales,
grietas en los sistemas, incongruencias en las teorías, ineficiencia en las prácticas, dilación
innecesaria en los trámites. Además, su recio carácter lo impulsa a levantar la voz cuando es
necesario explicitar una protesta. En la edad escolar hace, según sus maestros, preguntas "necias",
o impertinentes, o imposibles de contestar. Muchos fuimos así en esa época. Luego las
imposiciones de nuestros padres, maestros y compañeros mayores nos fue domeñando.
Finalmente terminamos guardando nuestra inclinación a indagar en un rincón de nuestro corazón
o nuestra mente. Aprendimos a convivir en paz con los demás, a no importunar, a pasar
desapercibidos.
También existe el problematizador incidental, que se eriza solo cuando alguien atropella los
derechos a los que no está dispuesto a renunciar, o cuando la situación que observa, por una u otra
razón, golpea excesivamente su adormecida sensibilidad. Por ejemplo, el jefe político que apenas
empieza a inquietarse por la inseguridad urbana cuando su hijo es herido en la calle por
atracadores nocturnos; entonces, aprovechando su influencia, presiona al cuerpo policial para que
diseñe una estrategia que frene a los delincuentes. En la vida de muchos grandes personajes figura
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un incidente que desencadenó su potencial creador hasta llevarlos a una solución científica,
política o técnica no vislumbrada antes.
Tenemos asimismo al problematizador ideológico. Impulsado por su ciega creencia en una
doctrina o teoría, problematiza las situaciones que no encajan dentro de ellas. Aunque puede
contribuir al logro de transformaciones sociales básicas, la formulación y el análisis de los
problemas que decide estudiar, y las soluciones mismas que diseña, están condicionadas por las
pautas impuestas por su ideología.
También existe el problematizador por encargo, que analiza solamente los problemas que se le
asignan. Generalmente está inserto en una organización que tiene entre sus objetivos adelantar
investigaciones en determinado campo. Realmente no "crea" el problema, sino que se lo dan ya
formulado, aunque frecuentemente mal planteado. Al estudiarlo, suele darle algunas
características que se le habían escapado a la autoridad que lo puso a cargo.
La convocatoria a un concurso literario, técnico o científico, impulsa a muchos, usualmente
pasivos, a pensar en diferentes realidades que, problematizadas, dan base para hacer un aporte
meritorio.
Finalmente nos referiremos al problematizador selectivo. Aunque es muy sensible ante los
problemas, no se deja arrastrar irreflexivamente por ellos, ni se deja encasillar y condicionar por
las ideologías que profesa, sino que, libre y cuidadosamente, escoge los asuntos que desea
analizar a fondo. Regula sus impulsos naturales, controla sus energías y se aplica, en forma
metódica, a asuntos que cree que merecen cuidadosa atención. Es posible que muchas veces
trabaje por encargo, pero tenderá a aceptar, o a buscar conscientemente, los problemas y enigmas
que más perturben su inquieto espíritu.
Cualquier problematizador con las características anteriormente enunciadas puede encontrarse en
una situación de soledad, o conformando un grupo de trabajo. Cuando trabaja individualmente,
asume riesgos y responsabilidades personales, aunque reciba recursos y ayudas externas. Sólo él
es responsable del éxito o fracaso de su trabajo. Por el contrario, el problematizador grupal
comparte riesgos y responsabilidades con los otros miembros del equipo y siente la fortaleza y
seguridad que éstos le dan.
Si bien el problematizador individual es cada día más escaso, siempre estará presente en la escena
social. Es, por ejemplo, el periodista que libra una lucha solitaria, o el investigador que trabaja
precariamente sin apoyo de nadie, o el escritor desconocido que tiene que editar él mismo sus
libros.
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Los más abundantes son los problematizadores grupales. La complejidad del mundo moderno
determina que cualquier situación, baladí o trascendental, tenga ingredientes que deben ser
estudiados a la luz de diferentes disciplinas.
EL RECHAZO A LOS REVELADORES
No basta cuestionar una situación para resolverla. Entre el momento en que se señala la existencia
de un problema antes inadvertido hasta el momento en que se formula una solución aceptable,
suele pasar mucho tiempo. Y aún pasa un lapso adicional desde la aceptación de la solución hasta
el inicio de su aplicación.
Muchas veces el problematizador ni siquiera vislumbra la solución cuando el problema hiere su
sensibilidad. Si es impulsivo, se apresura a arrojarlo al rostro de sus semejantes, que no se sienten
inclinados a prestarle atención. Admitir que se ha estado viviendo con un problema real y tangible
sin haberlo advertido, hiere el amor propio de la gente.
Cuando Copérnico resucita el heliocentrismo, la aprobación inmediata por parte de la gente culta
de la época hubiera implicado la aceptación de que habían estado tontamente aferrados a una
teoría falsa. El rechazo no sólo se basaba en que Aristóteles, Ptolomeo y muchos otros habían
avalado el geocentrismo, sino también en que ellos mismos lo habían hecho.
El impugnador generalmente no cuenta con el respaldo de la mayoría de la gente. Decir, como el
niño de la fábula, "el rey está desnudo" cuando todos han estado alabando la belleza de las
vestimentas reales, lo coloca en una situación antagónica. En consecuencia, durante un período,
estará solo en una orilla, mientras en la opuesta estará el resto de sus contemporáneos.
El problematizador insinúa, desde el inicio mismo de su acción, que algo anda mal, que hay un
vacío donde no debería haberlo, que existe una enojosa incongruencia, que algo debe ser
modificado. ¿Con qué derecho enturbia las aguas que lucían transparentes?, se pregunta la gente
con manifiesto enojo.
A fin de evitar resistencias excesivas, antes de empezar a cuestionar una situación, es conveniente
pensar en alguna alternativa. Así, en vez de decir "esto está mal", podría decir "esto sería mejor en
tal otra forma; podríamos introducir un cambio aquí, u otro allá".
Invitando al grupo a participar, el camino, si no se despeja totalmente de abrojos, por lo menos se
podrá transitar con alguna reconfortante y útil compañía.
3 - LOS MEDIOS DE LA SOLUCIÓNICA CREATIVA
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La soluciónica ha de valerse de todos los recursos que sea posible imaginar para alcanzar sus
objetivos, naturalmente sin violar ni uno solo de los derechos humanos.
Los recursos son los elementos que ayudan a alcanzar las metas. Como ya hemos dicho, además
de los objetos tangibles, debemos valernos de los intangibles como los conocimientos, las
experiencias, el ingenio, la creatividad, y las motivaciones morales o intelectuales. El mismo
ambiente, entendido como el conjunto de elementos o circunstancias que acompañan el discurrir
de la existencia de una persona, animal o cosa, puede considerarse como recurso. Los
componentes de la realidad están en una u otra forma, relacionados entre sí.
LA CONDICIONANTE NATURALEZA
Los que han tenido la fortuna de viajar a través de un país extenso han podido notar que sus
habitantes difieren en mayor o menor medida de una región a otra. Muchas veces las diferencias
son sutiles; sin embargo, no escapan a los ojos agudos de un buen observador. La persona que
siempre, o casi siempre ha vivido en la ciudad, adopta ante cualquier circunstancia una actitud
diferente de la del habitual habitante del campo.
Quien ha crecido en medio de imponentes montañas tiene una concepción específica de la
naturaleza diferente de la que tiene quien se ha criado en una gran llanura, o frente al inmenso
mar. Quien ha soportado las frías temperaturas por debajo de cero grado tiene una forma de ser
diferente de la de quien siempre ha estado sumido en un asfixiante calor. A pesar de los rápidos
medios de transporte, las constantes migraciones, el creciente influjo de las comunicaciones
electrónicas y la arrolladora globalización, subsisten algunas diferencias. Jamás podremos esperar
que un moscovita se comporte en todas sus facetas en la misma forma que un cairota, un
londinense o un fluminense.
El medio físico, en una u otra forma, condiciona nuestro cuerpo y nuestra mente; por lo tanto,
determina en gran medida los problemas que vislumbramos y las soluciones que formulamos. El
mismo ambiente que nos crea problemas, nos proporciona los medios para sobrevivir y
evolucionar. Desarrollando las capacidades de observar y dar nuevos usos a las cosas,
descubrimos que muchos de los objetos que nos rodean pueden sugerir, o constituir por sí
mismos, soluciones.
EL GRUPO, IMPULSOR O REPRESOR
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El ser humano es fundamentalmente asociativo. Como algunas otras especies, se organiza para
defenderse del medio y sobrevivir. Gracias al efecto docente del grupo, los infantes de las
especies socializadas inician su adaptación al medio y su lucha por la supervivencia con un
cúmulo de experiencias y conocimientos proporcionados por los mayores.
En el caso de la humanidad, gracias a un sofisticado sistema de archivo, a una estructura
educativa más o menos eficiente y a una fuerte pulsión protagónica, este acerbo cultural se
acrecienta incesantemente.
El grupo ejerce influencia sobre el individuo aun en los casos en que este actúa en el seno de otros
grupos a los que usualmente no pertenece, Así, quien ha sido formado en un hogar cristiano,
trasladado por razones de trabajo a un país musulmán, seguirá siendo cristiano. Cada persona
responde, durante su vida, a ciertos patrones de conducta enseñados o impuestos durante su niñez
en el grupo familiar. Además de este grupo primario, formamos parte también de otros: pequeños
como el escolar o el deportivo, y grandes como el político, el religioso, el comunitario o el
organizacional.
Tanto los unos como los otros nos imponen ciertos patrones de conducta que nos permiten, en un
principio, progresar rápidamente en nuestro medio. Lamentablemente, después se transforman en
freno. Cada grupo, grande o pequeño, ha tenido sus procesos de formación y consolidación
durante los cuales ha acumulado un gran número de experiencias exitosas. Sus miembros llegan a
creer que la continuada repetición de estas experiencias les garantiza la persistencia en el tiempo.
Por tanto, cualquier cambio que se proponga, cuya bondad no esté debidamente comprobada y
refrendada, contará con una abierta o disimulada oposición. La pertenencia a un determinado
grupo proporciona a sus miembros cierta sensación de seguridad. El hombre sólo, no identificado
con grupo alguno, tiende a ser un individuo inseguro. Es una isla pequeñísima y llana que
cualquier marejada social puede desaparecer. El grupo es la tierra firme. Al unir voluntades, el
grupo se transforma en fortaleza social. Mientras más cohesionado, más protección da; y cuanto
más amparo haya proporcionado en el pasado, más apegados estarán sus miembros a sus
principios, tradiciones y prácticas. Cada individuo cree que si se distancia del grupo, lo debilita y,
por consiguiente, pone en peligro su propia seguridad individual.
En consecuencia, los integrantes estarán interesados en que todo continúe igual a como fue en el
pasado. Como cada grupo tiene intereses que defender, y éstos no son coincidentes, entre los
grupos que conforman la sociedad surgen conflictos. Los problemas entre ellos son, entonces, la
norma, y no la excepción. Incluso, para algunos, la confrontación con los rivales es la esencia
misma de su existencia; por ejemplo, los partidos políticos o los equipos deportivos.
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Además de los conflictos externos, hay dificultades internas, intragrupales, originadas en causas
como la organización disfuncional, la financiación insuficiente, la desarmonía entre sus
miembros, la oposición a los necesarios cambios, la insuficiente capacidad de progreso frente a
otros grupos….
Cuando pasamos de los grupos pequeños (familia, amigos, equipos deportivos) a los macro
grupos, las dificultades a las que se ha de hacer frente aumentan. Mientras más grande es el
grupo, mayores son los problemas, así su naturaleza profunda sea básicamente la misma.
El grupo puede ser un gran estimulante de la capacidad soluciónica de sus integrantes, o puede ser
un gran inhibidor, según las circunstancias que ese grupo haya conformado para sí mismo.
Algunas asociaciones, pequeñas y grandes, son un excelente caldo de cultivo de la soluciónica
porque están siempre abiertas a las innovaciones. Ciertamente, no son muchas ni es probable que
un mismo grupo conserve esta actitud indefinidamente. Generalmente, los conglomerados que,
por estar abiertos al cambio en una feliz circunstancia histórica, logran una auto transformación
que los lleva al éxito, tarde o temprano se apegan a una misma fórmula de éxito y entonces se
estancan. Los que logran mantenerse en la vanguardia durante largo período son los que se
modifican periódicamente. Es posible que no cambien su fachada, pero sí su interior; o lo
contrario, modifican apenas su naturaleza intrínseca, pero sí notoriamente el resto de la estructura.
La perdurabilidad de las instituciones que existen desde hace muchos siglos se explica porque a
pesar de su inmovilismo aparente han removido los factores que le impedían seguir viviendo, y se
han adaptado a los cambios que el decurso histórico les ha impuesto. ¿Cuántas instituciones
pueden mostrar la perdurabilidad de las organizaciones religiosas? Naturalmente, la mayoría no
tiene el elemento psíquico con que cuentan las religiones, pero podrían tener algunos otros que,
aunque no las preservarían por milenios, sí lo harían por siglos. El principal de estos factores es la
capacidad soluciónica, es decir, la habilidad para conquistar un nivel superior mediante la
resolución de los problemas del nivel inferior. Lamentablemente las normas de la inmensa
mayoría de los grupos inhiben los procesos de la soluciónica.
Generalmente, los miembros del grupo consideran traidor a quien se aleja de las normas de
comportamiento preestablecidas y compartidas. Lo vemos claramente en la crítica que ejerce una
familia sobre el miembro que se distancia de las tradiciones familiares en su modo de pensar,
vestir o hablar. La inflexibilidad de las normas de comportamiento que creemos exclusivas de los
cuarteles, los conventos, los cuerpos policivos, o los partidos políticos totalitarios, se da también
en muchos otros ámbitos, supuestamente abiertos y democráticos.
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Cuando hay incertidumbre sobre el futuro, y el presente aún no da su fallo sobre las soluciones
contemporáneas que se están empezando a poner en uso, sólo queda con fuerza de certeza, de
cosa comprobada, las soluciones del pasado. Por ello, los amantes de la certidumbre se aferran a
ellas. Como las soluciones del pasado favorecen generalmente a unos en detrimento de otros,
mientras los desfavorecidos no busquen decididamente nuevas soluciones y presionen lo
suficiente para obtener su aplicación, los tradicionalmente beneficiados mantendrán las cosas tal
como están.
Consecuentemente, los grupos, pequeños o grandes, en la mayoría de los casos no ofrecen
circunstancias favorables a la soluciónica. Se requiere darles un vuelco, transformarlos en
conglomerados creativos donde, sin presiones indebidas, sin perjuicios paralizantes ni emotivas
identificaciones, se pueda analizar cualquier situación para orientar los esfuerzos hacia la
formulación de soluciones novedosas. Más adelante volveremos sobre este tópico.
LOS OBJETOS
El ingenio humano enriquece, año tras año, en forma acelerada, los medios físicos. La civilización
pone a nuestra disposición una asfixiante cantidad de artículos, equipos, máquinas, instrumentos y
vehículos. Tantos, que ni siquiera alcanzamos a tener noticias de todos los que se pueden adquirir
en el mercado global. Cada cosa existente nos abre inmensas posibilidades soluciónicas. Al
recordar a nuestros antepasados valiéndose de un burdo palo para alcanzar una fruta, o de una
piedra para ahuyentar a un animal, aflora a nuestros labios una sonrisa burlona y compasiva. Sin
embargo, esos burdos antecesores solucionaron problemas que a muchas personas de la era actual
dejarían paralizadas.
Hoy, con muchos instrumentos y medios físicos a nuestra disposición, frecuentemente no
logramos superar nuestras dificultades. Estamos, la mayoría de las veces, apegados a la función
específica adscrita a cada objeto. Adolecemos de "fijación funcional". Creemos que un cuchillo
sirve únicamente para cortar, o que las ruedas sirven sólo para trasladar un determinado volumen.
Consecuentemente, subutilizamos los recursos. Si hacemos un esfuerzo consciente por encontrar
muchos usos a cada uno de los objetos que tenemos alrededor, multiplicaremos sus funciones y
utilidad. Un ejemplo nos ilustrará al respecto: en algunos localidades, los buses inservibles para el
transporte urbano han sido adecuados por muchos mini empresarios como restaurantes móviles
que se estacionan cerca de los sitios de concentración de empleados a la hora del almuerzo para
prestar un excelente servicio de comida rápida a bajo precio; o han sido acondicionados por
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autoridades gubernativas como bibliotecas populares, o como oficinas policiales, o como casetas
de vigilancia.
El consumo masivo ha generado una amplia corriente de soluciones a nivel industrial. Ante la
creciente competencia entre diversas organizaciones industriales y entre naciones proveedoras de
alta tecnología, y la necesidad ineludible de mantenerse a la vanguardia, los innovadores de todas
las latitudes proveen cada día más recursos físicos a la sociedad. Cada nuevo artículo de consumo
implica un avance en el nivel de la soluciónica. Las nuevas tecnologías entran a formar parte del
arsenal de recursos que los soluciónicos tienen en sus manos para enfrentar los problemas nuevos
o viejos, sencillos o complejos.
INFORMACION Y TECNOLOGÍA
Los conocimientos, por su parte, pueden considerarse como una categoría especial de recursos.
Adquiridos a través de la educación formal, la experiencia, la lectura, las redes electrónicas, o la
transmisión oral, nos permiten comprender las características y cualidades de lo que existe en el
universo, incluidos nosotros mismos, y las relaciones que hay entre los diversos componentes. A
medida que crece el acervo de conocimientos aumenta la velocidad con que afloran datos nuevos
o complementarios. En las últimas décadas se han acumulado más que durante los milenios
anteriores. Para el futuro se prevé una avalancha aún más impresionante. Será imposible, sin la
ayuda de cerebros electrónicos más avanzados que los actuales, almacenar y manejar tales
montañas de datos. Hoy no hay ninguna especialidad del saber humano que parta de cero. No hay
tampoco problemas que no dispongan de algún cúmulo informativo que pueda ser aplicable a su
solución, así sea a través de la vía de la analogía o del replanteamiento y la ampliación.
Si afrontamos dificultades en las relaciones humanas, numerosos libros y sicólogos podrán darnos
una orientación; si nos preocupa la impresionante acumulación de basuras, algunas autoridades de
otras ciudades, que han tenido y solucionado ese asunto, nos pueden contar sus experiencias; si
nos preocupa la problemática educativa, en muchas latitudes se han hecho investigaciones y
aplicado soluciones, de las cuales algunas han resultado exitosas. En fin, se cuenta ya con
abundante bibliografía, precedentes ilustrativos y soluciones ensayadas. ¿Es, entonces, imposible
que surja un tema virgen? No, ciertamente. Siempre surgirán nuevas dificultades.
No es necesario que se tengan en el cerebro personal los conocimientos indispensables para
intentar encontrar una solución o despejar un enigma. Con seguridad, estarán disponibles en algún
otro cerebro, biológico o electrónico, o en libros o revistas, o en la misma naturaleza, a la vista de
todos, esperando que alguien lo agite ante los deficientes ojos humanos.
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Es posible que sobre el problema específico ya se hayan adelantado investigaciones con todo el
rigor científico y que existan informes sobre sus resultados. Igualmente, es posible que el
problema, por lo novedoso, no haya sobrepasado el nivel de planteamiento y de formulación de
hipótesis. Tal vez sólo haya una hipótesis, o quizá no haya ninguna. Puede darse también el caso
de que el problema sea antiguo en otras latitudes, que haya sido solucionado desde mucho tiempo
atrás y que, incluso, se cuente con una tecnología para hacerle frente. A pesar de que el mundo se
empequeñece cada día por efecto de la creciente velocidad de los medios de transporte e
información, aún es frecuente encontrar en todas partes, especialmente en los países de menor
desarrollo, problemas que ya han sido superados en los países de alto nivel tecnológico. Con
frecuencia, la dificultad real surge del excesivo costo de la tecnología de última generación.
El idioma es otro gran obstáculo. Mientras menos extendido sea una lengua, más dificultades
tendrán sus hablantes para apropiarse de la tecnología reciente. La relevancia de un idioma está
determinado por el número de hablantes, el poderío económico de la nación o naciones que se
sirven de él y la importancia cultural que tenga. Cuando se producen nuevos conocimientos, o se
diseñan y ponen a punto nuevas tecnologías y nuevas soluciones, generalmente se informa de los
mismos en el idioma materno de sus generadores, y pasa algún tiempo antes de que se hagan las
traducciones correspondientes. Las más rápidas se hacen a idiomas que ofrecen un amplio
mercado. Si hay que esperar esta traducción durante años, se está en desventaja. Por ello, es
sumamente importante aprender un segundo, y aún un tercer idioma. Si resulta difícil llegar a
dominarlos por falta de tiempo, oportunidad, o afición, por lo menos debe lograrse alguna
habilidad para leerlos.
Sobre la importancia de los idiomas como canales de información hay ejemplos históricos
interesantes. En la Segunda Guerra Mundial, algunos científicos de los países occidentales
manifestaron su preocupación al gobierno de Estados Unidos porque sus colegas al servicio del
III Reich habían alcanzado un alto nivel de conocimiento de la física nuclear, que podrían aplicar
a la fabricación de una arma devastadora. Muchos, que sabían alemán, habían podido constatar tal
situación leyendo los informes científicos escritos en alemán. Además, los científicos germanos
hablaban inglés o francés; por lo tanto, la comunicación fluía fácilmente. El resto de la historia es
suficientemente conocida. Algo totalmente diferente sucedió en el comienzo de la carrera
espacial. Cualquier científico que hubiese ojeado las revistas rusas especializadas en el tema
hubiera podido predecir que los soviéticos lanzarían, tarde o temprano, un satélite artificial. Pero
muy pocos en occidente se tomaban entonces el trabajo de aprender ruso. Cuando el Sputnik I fue
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lanzado al espacio el 4 de octubre de 1957, la sorpresa fue general y anonadante, mayor incluso
que la producida por las primeras bombas atómicas soviéticas.
Las personas que solo pueden comunicarse en una lengua diferente de las que dominan el
panorama científico, están perdiendo la mayoría de la información existente sobre su actividad
profesional. Los que ocupan cargos con influencia deben presionar a las editoriales – tradicionales
o virtuales - para que aceleren el proceso de traducción. Si lo logran, prestarán un gran servicio a
los miembros de su comunidad lingüística.
A lo dicho anteriormente hay que añadir que en muchas latitudes el porcentaje de penetración de
la red mundial electrónica es aún insatisfactorio.
La dificultad para obtener información no debe hacernos desistir. Si no podemos
adaptar la tecnología diseñada por los predecesores, tenemos que crear una nueva.
Naturalmente, esto exige más trabajo. En compensación, proporciona más
satisfacción. La máxima complacencia creativa la alcanza la persona que diseña una
solución surgida de las circunstancias que rodean un problema específico. Muchas
veces, incluso, es necesario desplegar más ingenio para logar que la gente acepte la
tecnología propia, vernácula, que para que adopte la procedente del exterior, que
cuenta con el halo misterioso y exótico de lo foráneo.
Para conseguir el desarrollo integral de un grupo es necesario que sus miembros se
sumerjan sin temor en su propia problemática y creen una soluciónica ajustada a sus
necesidades específicas. Aunque esta tenga que coexistir en situación de desventaja
con la procedente del exterior, más sofisticada, el proceso de su creación y puesta en
práctica es un poderoso factor de desarrollo. La copia o adaptación de soluciones
diseñadas en el exterior contribuye poco al desarrollo de las potencialidades creativas
de la población que la recibe.
En Colombia, técnicos nacionales de la Fundación La Gaviota han diseñado algunos
instrumentos que se adaptan perfectamente a las características imperantes en el
medio y a las posibilidades financieras de sus posibles usuarios. Entre ellas, se
destacan molinos de viento, bombas extractoras de aguas subterráneas, ralladores de
yuca, sistemas de conducción de aguas, trapiches y calentadores solares. Estos últimos se
están usando inclusive en grandes centros urbanos. Los instrumentos foráneos son más
sofisticados, pero los de Las Gaviotas los aventajan en costo, simplicidad, bajo peso y facilidad en
la instalación y el uso.
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Este ejemplo no debe inducirnos a descartar la posibilidad de acudir a la tecnología foránea, ni
siquiera en el caso de que lo nacional sea muy avanzado y ventajoso. Los japoneses copiaron en
los comienzos de su industrialización todo lo que valía la pena de la tecnología occidental. Sin
embargo, no se quedaron en esa etapa. Por el contrario, le dieron un desarrollo propio hasta lograr
pasar de imitadores a imitados. No han abandonado, sin embargo, la adaptación cuando ésta es
necesaria para acelerar sus procesos de desarrollo.
Debemos asimilar el ejemplo de los admirables soluciónicos orientales, y enfrentar con decisión
nuestros propios problemas, cualesquiera que sean, con la convicción de que en algún lugar se
habrán formulado ya soluciones para dificultades parecidas. Y si éstas no existen aún en forma
integral, siempre será factible encontrar atisbos, bases o elementos dispersos que esperan que
alguien con imaginación, voluntad, tiempo y motivación, los ensamble en una solución aceptable
y aplicable.
LOS CONDICIONANTES FINANCIEROS
Con frecuencia, los gastos sobrepasan los ingresos. Además, el consumo desenfrenado, la
competencia desleal, los subsidios encubiertos, el peso de los intereses de cada país en el diseño
de las políticas y en la toma de decisiones están complicando la problemática económica. A pesar
de la creciente interdependencia en todos los niveles, las personas, los organismos, las industrias
y los países siguen tratando de encontrar soluciones aisladamente sin importarles demasiado el
deterioro que estas puedan causar en sus pares más vulnerables.
Las soluciones que nos dan las actuales tecnologías se alejan progresivamente del alcance de los
países de insuficiente desarrollo. Si estos no hacen un decidido y acelerado esfuerzo para diseñar
tecnologías propias, o adaptar las ya disponibles, la brecha se ampliará.
Si los países desarrollados fabrican automóviles más lujosos cada año, ¿deben los países de
menos desarrollo seguir esta tendencia? En diferentes grados, muchos lo están haciendo. Cabe
preguntarse: ¿de qué sirve tener un automóvil de alto cilindraje si las características de las carre-
teras y la congestión vehicular no permiten aprovechar su potencial de velocidad? ¿Para qué
pagar un altísimo precio por algo que no se ha de disfrutar? ¿Por qué no colocar las diversas
tecnologías que proporcionan comodidad al hombre bajo una perspectiva más ajustada a las
necesidades específicas de los usuarios?
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El recurso financiero es, indudablemente, un determinante de la solución que hemos de buscar.
Muchas veces la solución barata es tan óptima como la costosa. Frecuentemente la diferencia es
sólo cuestión de enfoque, de gusto, de publicidad.
La solución óptima en Estados Unidos, Alemania, Italia o Japón no tiene que ser necesariamente
óptima en Colombia, Brasil, Nigeria o Indonesia. La solución óptima para un gerente general no
tiene que ser óptima para el jefe de una sección. Uno y otro afrontan algunos problemas comunes
que resuelven en óptima forma según sus posibilidades y circunstancias. La solución debe surgir
de cada país y de cada persona. Sea adoptada o inventada, debe ponerse en práctica por libre
iniciativa, con absoluta libertad de escogencia, y debe ser adecuada para necesidades específicas.
EL CONDICIONANTE TEMPORAL
Cuando se quiere encontrar soluciones de fondo que remedien un problema por un largo período
y con las mínimas consecuencias adversas, lo más aconsejable es disponer del tiempo necesario
para que el proceso soluciónico se lleve a cabo en todas sus etapas. Sin embargo, los frentes son
tantos que los que requieren atención inmediata no dejan margen para los importantes.
A nivel individual, conseguir el dinero para pagar las cuotas a punto de vencerse y luchar contra
el reloj para cumplir los múltiples compromisos sociales y laborales, nos impide dedicarle tiempo
a mejorar nuestras relaciones con nuestra cónyuge y nuestros hijos.
A nivel organizativo pasa algo similar. Las organizaciones tienden a permanecer enfrascadas en
problemas urgentes hasta que el peligro de ser desbordada por un competidor las sacude. Como
los individuos o las naciones, gastan excesivas energías en apagar incendios.
La solución que se formule debe incluir la previsión de las dificultades que su aplicación generará
y la formulación de un plan que las minimice. No debemos, por consiguiente, apresurarnos. No
permitamos que los problemas nos cojan por sorpresa. Si cada día enfrentamos un problema
sorpresivo, adelantémonos entonces. Tratemos de adivinar cual se presentará pasado mañana y
tratemos de prevenirlo mañana. Démosle tiempo a lo importante. Si para lograrlo necesitamos
desechar lo superfluo, hagámoslo. Disminuyamos la frecuencia de los compromisos sociales y las
horas perdidas en asuntos baladíes, y ocupémonos de lo trascendental.
Algunos recursos son recuperables: el dinero va y viene; los conocimientos adquiridos nunca se
pierden, y los que no se tienen están en alguna parte del registro de la humanidad; los recursos
físicos están cerca, y si no, son reemplazables por otros que sí están a la mano. En cambio, el
tiempo es intangible, escurridizo y silencioso. Los minutos transcurridos mientras decidimos
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actuar, nunca volverán. La vida es un camino sin retorno: cada minuto andado es minuto fugado e
irrecuperable..
La mejor forma de emplear el tiempo, la más sublime, la de más utilidad para la humanidad, es
analizar problemas cruciales y encontrarles soluciones que nos permitan avanzar con más
seguridad y equidad en la vía del perfeccionamiento y la superación. Cualquier inversión
temporal hecha en este renglón volverá a nosotros quintuplicada.
Quien persista en el empeño de convertirse en soluciónico innovador, obtendrá una inmensa
recompensa psicológica.
4 - COMPORTAMIENTOS Y ACTITUDES
El soluciónico creativo es problematizador en cuanto agita ante sus congéneres los problemas,
dificultades, misterios y enigmas que surgen en su vida, pero no todos los problematizadores
alcanzan el nivel del soluciónico. Muchos problematizadores alcanzan notoriedad agitando un
tema ante los demás, pero no se preocupan demasiado por formular soluciones o explicaciones.
En cambio, el soluciónico está siempre tras ellas porque las ama con delirio.
Para el soluciónico, el problema solo es la senda que le permite llegar a la tierra prometida. El
soluciónico busca su autorrealización dándole a la sociedad un aporte que nadie más parece ser
capaz de ofrecer en ese momento y lugar. Por el contrario, muchos problematizadores se
contentan con agitar las aguas.
Lo deseable es que los problematizadores evolucionen a soluciónicos. Cuando una persona revela
un problema, y a continuación formula alguna solución, no sufre el fuerte rechazo que
generalmente se prodiga a los que describen panoramas grises.
Sin embargo, en ocasiones el soluciónico no puede, debido a la complejidad del problema,
formular solución alguna en forma inmediata; otras veces, la que sugiere es débil, o increíble, o
inaceptable por lo novedosa; entonces, durante mucho tiempo será mirado como un simple
agitador, especialmente si es joven y su hoja de vida no cuenta con ejecutorias soluciónicas
notables.
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El soluciónico debe ser consciente de que una parte fundamental de su labor es obtener respaldo
para las soluciones que propone. Debe, por lo tanto, seguir una serie de principios y pautas y
adoptar una serie de actitudes que le permitan ganarse las simpatías de quienes pueden ayudarlo a
alcanzar sus propósitos. La actitud agresiva o despectiva hacia quienes son culpables de la
situación criticada o hacia quienes no respaldan su interpretación de la realidad es
contraproducente.
Aunque no es necesario apegarse a todas las sugerencias que se indican a continuación, sí es
aconsejable interiorizar el mayor número posible. Muchas han sido practicadas por hombres que
en el pasado han contribuido a solucionar problemas cruciales, explicar misterios enrevesados y
despejar enigmas e incógnitas complejas.
BUSQUEMOS SIEMPRE MEJORAR EL ENTORNO
Todo lo que nos rodea está en constante transformación. Los ladrillos de nuestros edificios se
ablandan lentamente, los hierros se corroen, las pinturas se malean. Las células de nuestro cuerpo
son reemplazadas continuamente.
Cada ser fluye constantemente como un río. Somos briznas movidas fácilmente por los vaivenes
de la naturaleza. No obstante, millones de personas aspiran a que algunas obras humanas sean
eternas. ¡Vano y soberbio sueño! Desean que su religión no modifique sus dogmas y ritos, que su
partido político no se remoce, que su país no evolucione, que la sociedad no se renueve, que la
educación no se adapte mejor a las nuevas circunstancias, que la familia no sufra cambios, que los
métodos y procedimientos de trabajo no varíen, que los valores permanezcan inmutables. . !
En cierta medida, todos tendemos a ser conservadores. Desearíamos vivir en el "Paraíso", donde
todo es inmutable porque todo marcha a la perfección bajo la mirada vigilante y bondadosa de
Dios. Afortunadamente, una parte de nuestro ser se rebela contra la inmovilidad y ama el cambio,
la transmutación, la transformación, la inestabilidad, el riesgo, la incertidumbre. Como la
electricidad con sus polos negativo y positivo, como la vida y la muerte, como el flujo y el
reflujo, como la alegría y el sufrimiento, como el amor y el odio, somos dos en uno. Amamos el
inmovilismo, pero también la acción. Somos revolucionarios y reaccionarios al mismo tiempo.
Hay días en que quisiéramos cambiarlo todo, y otros en que quisiéramos que el tiempo se
detuviese en un instante sublimemente gratificante. Quisiéramos tener por siempre a nuestro lado
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a los seres queridos; sin embargo, ocasionalmente desearíamos hacer desaparecer al cónyuge
conflictivo o al hijo desobediente. Un día, renegando, abandonamos nuestro pueblo natal; días o
años después, queremos regresar. Abjuramos a veces de nuestra religión, nuestro partido político,
nuestro equipo deportivo, nuestra cultura, pero cuando alguien trata de remozarlos, nos
oponemos.
Aunque Freud describió la doble naturaleza humana, pocos la reconocen en su interior. Como es
imposible deshacerse de una de nuestras dos tendencias, es necesario armonizarlas. La inclinación
a destruir debe equilibrarse con el impulso a construir. Debemos separar cuidadosamente lo que
debe derruirse de lo que debe conservarse.
Lo difícil aquí es lograr el consenso: cada persona está dispuesta a aceptar cambios en las cosas
con las que no está identificado, pero no en aquellas con las que sí lo está.
Si queremos ser creativos de alto vuelo, tenemos que empezar por admitir que todo lo que vemos
y creemos tiene un porcentaje de verdad y otro de falsedad, una parte sólida, que aún puede ser
beneficiosa, y otra que amenaza ruina y constituye un peligro real por su avanzado grado de
corrosión. Aún las ideas más valoradas, pueden ser mejoradas, remozadas, innovadas, o
cambiadas.
A modo de ejercicio, preguntemos qué cosas alrededor podrían necesitar cambios. Comencemos
por algo pequeño cuya modificación no asuste a la gente. Por ejemplo, una prenda de vestir.
¿Cómo podríamos hacerla más llamativa o funcional? O visitemos una vivienda construida hace
cien años y determinemos algunas de sus características; luego observemos una edificada
recientemente y hagamos una lista de las diferencias más notorias. A continuación,
preguntémonos cómo podrían ser los hogares dentro de cincuenta años. El mismo procedimiento
podríamos aplicarle a los vehículos, las herramientas de trabajo, la educación, la diversión, etc.
AFICIONËMONOS A LA SOLUCIÓN DE PROBLEMAS COMPLEJOS
De nuevo afirmamos que la mayoría de la gente rehuye, oculta, minimiza o pretende ignorar los
problemas. Tomemos la vía contraria: busquemos los problemas que los demás rehuyen.
Busquémoslos, pero no los creemos. Recordemos la diferencia entre problemático,
problematizador y soluciónico. Si hemos de focalizar alguna situación que nadie ve como una
dificultad, aclaremos que no la estamos generando. Solo corremos el velo que lo oculta a los ojos
pudibundos de los pusilánimes.
No temamos enterarnos de los problemas. El conocimiento amplio y profundo de la problemática
general de la sociedad nos da instrumentos de juicio y de actuación.
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A fin de desarrollar al máximo nuestro potencial, enfrentemos los problemas que más se acoplan
a nuestras fortalezas. Prioricémoslos y afrontémoslos de acuerdo con los instrumentos que
tenemos a nuestro alcance.
Arquímedes, hijo del astrónomo Fidias, nacido en Siracusa, Sicilia, quiso consagrarse a la
filosofía a fin de ampliar los conocimientos humanos. No obstante, su gran afición a los
problemas y su gran habilidad para solucionarlos lo convirtió en el soluciónico de Siracusa.
Hierón, rey local, una y otra vez solicitó su ayuda, y él nunca se la negó. Inventó cerca de
cuarenta aparatos diferentes que se usaron tanto en tiempos de paz como de guerra. Entre ellos se
recuerda mucho el llamado tornillo de Arquímedes, que fue muy útil, antes de que se inventara la
bomba, para sacar el agua de los barcos y de las tierras pantanosas y para irrigar campos áridos.
También vale la pena mencionar sus consejos sobre el uso de palancas y poleas a fin de mover
grandes pesos con poca fuerza. Cuando el general romano Marcelo puso sitio a Siracusa,
Arquímedes ideó aparatos que permitieron rechazar a los conquistadores en varias ocasiones. Se
ha afirmado que construyó unos enormes espejos cóncavos de metal que concentraron los rayos
del sol sobre las naves romanas y les prendieron fuego. El sitio se prolongó durante tres años
hasta que finalmente los romanos, una noche en que los habitantes dormían después de celebrar
una fiesta, tomaron la ciudad escalando las murallas. Para entonces, Arquímedes se había
convertido en una leyenda negra para los romanos: sabían que su ingenio era el causante de sus
repetidas derrotas. Un soldado lo encontró haciendo unos signos matemáticos en la arena; el
siracusano le dijo que le diera tiempo para encontrar la solución del problema que lo embargaba
en ese momento. El soldado, a pesar de la orden que Marcelo había dado para que se respetara su
vida, lo asesinó. Además de las soluciones prácticas que formuló en beneficio de su pueblo, dejó
un inmenso legado que dio amplísimas bases a innumerables desarrollos de la ciencia.
Todos los soluciónicos sienten, como él, una irrefrenable atracción por los problemas, pero pocos
llegan a formular tantas soluciones.
Podría pensarse que Arquímedes tenía la suerte de no tener que buscar los problemas: se los
planteaba el rey Hierón y él sólo se ocupaba de buscarle soluciones. Cabría, entonces, preguntar:
¿de dónde han de sacarse los problemas que permitan encontrar soluciones originales? ¡Basta
mirar alrededor! Los soluciónicos no se contentan con analizar los problemas que otros le llevan.
Por el contrario, agitan ante si mismos incógnitas de todo tipo. Dificultades nuevas y antiguas
desfilan sin cesar por su mente aguda. Cuando no se tiene miedo de mirar la realidad, se ve un
panorama de inmensa diversidad y colorido. Basta entonces detener la vista en algún punto para
tener material de estudio para un largo lapso.
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CONOZCÁMONOS A PROFUNDIDAD
Todo ser humano cree conocerse a sí mismo. Sin embargo, muy pocos logran este conocimiento.
Como somos conscientes de que hay un tipo ideal de persona en nuestra sociedad, y conocemos
más o menos sus características, cada uno se hace la ilusión de que ha alcanzado ese ideal, o de
que se acerca bastante. Cuando los hechos de la vida obligan a una persona a aceptar que no
responde al modelo, se conforma con responder a las características ideales de un grupo más
reducido, casi siempre aquel con el que mayormente actúa. Los delincuentes, por ejemplo, cuando
ya no pueden ocultar el hecho de que se han marginado de las normas sociales generales, se
aferran a las normas de su grupo delincuencia. Las mentiras que elaboramos sobre nosotros,
reforzadas a veces por frases dichas por nuestros padres, maestros, parientes y conocidos, van
formando una autoimagen que difícilmente podemos modificar después. Un individuo que haya
recibido constantes alabanzas sobre sus cualidades, tenderá a sobrevalorarse y, por ello mismo,
actuará siempre con mayor seguridad, lo que le dará ventaja en su lucha por la vida. Tal es el caso
de los hijos de personajes influyentes, que reciben generalmente un tratamiento especial por parte
de quienes los rodean. Lo contrario sucede con los desheredados de la fortuna. Con frecuencia los
profesores y parientes mayores los someten a trato vejatorio. Por cualquier pilatuna o error, son
castigados o ridiculizados severamente. A menos que tengan un carácter excepcional, se hunden
ante el peso de los menosprecios acumulados.
El conocimiento interior nos permite conocer nuestros puntos débiles. Si tenemos la firme
resolución de llegar a ser más creativos y mejores soluciónicos, lo primero que debemos hacer es
transformarnos a nosotros mismos. No es fácil, pero tampoco imposible. Ayuda mucho conocer
los aspectos que deben cambiarse, y la metodología apropiada.
RESISTAMOS LA PRESIÓN EXTERNA HACIA LA UNIFORMIDAD
El funcionamiento de la sociedad se logra gracias, en parte, a sus mecanismos de formación. Si no
aceptáramos los innumerables reglamentos que regulan nuestras vidas, las comunidades se
disolverían en corto tiempo, perspectiva bastante indeseable. Aunque muchos de los objetos que
nos rodean han sido productos de la creatividad individual, ésta ha partido siempre de una base
sólida: los conocimientos y recursos del conglomerado social.
En todas las latitudes, hay una notoria tendencia hacia la uniformidad. Cuando llegamos al
mundo, nuestra comunidad nos proporciona lo que se ha aceptado hasta ese momento como
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benéfico. Se nos repite que ha sido muy difícil alcanzar ese nivel, y que lo logrado debemos
conservarlo. Se nos va creando así la imagen de que vivimos en el mejor de los mundos posibles,
como decía Leinitz. Cuando hacemos intentos para cambiar algo de la estructura heredada, surge
el temor entre los que no han comprendido que, así como fue necesario hacer cambios en el
pasado para llegar a lo que tenemos actualmente, es necesario hacer cambios hoy para que
nuestros descendientes conformen una sociedad mejor. La civilización es una carrera de relevos
donde cada generación recibe una herencia que no solo debe disfrutar con responsabilidad, sino
también aumentar.
Paradójicamente se estimula a los creadores de modas efímeras y artículos fugaces a que
introduzcan novedades con alienante frecuencia mientras se bloquea en diferentes formas,
manifiestas unas, sutiles otras, a los que intentan reformar las estructuras sociales, políticas,
económicas, científicas y técnicas.
Introducidos los cambios baladíes, el aplastante sistema publicitario nos lleva a la adquisición
masiva de los artículos de consumo innovados. Así, el cambio y la uniformidad se alternan en
forma total, generalizada, en áreas como la vestimenta, la alimentación, los electrodomésticos, el
entretenimiento… Esto crea en la comunidad la inclinación a querer encontrar la misma cómoda,
segura y previsible alternancia en áreas más complejas.
Para alcanzar el nivel de los creativos de gran nivel y profundidad, debemos resistir la presión que
se ejerce en el hogar, la escuela, o el trabajo para que pensemos y actuemos como un
conglomerado uniforme. Naturalmente, no es posible ni deseable rebelarse contra todo. Para tener
alguna posibilidad de vencer es necesario saber escoger unos pocos objetivos. Aún los
soluciónicos gigantes resultan humillados más allá del nivel humanamente aceptable cuando
deciden luchar permanentemente a diestra y siniestra. Galileo tuvo muchas dificultades
innecesarias por no ponerse las ropas académicas que eran de uso obligatorio en la Universidad
de Pisa. Por no acatar esta norma, se le impusieron multas que disminuyeron su magro salario. Si
alguna vez tenemos que ceder un poco para mantenernos a flote para seguir luchando, no
temamos hacerlo. El mismo soberbio Galileo aprendió, con el paso de los años, esta lección.
Cuando la Inquisición le exigió que abjurara de sus soluciones científicas, no tuvo más remedio
que ceder para que le permitieran continuar investigando. Después de su retractación escribió su
último libro "Diálogos sobre dos nuevas ciencias", donde resumió sus estudios sobre el
movimiento y la mecánica, que fue publicado en Holanda. Cuando murió, la Inquisición se negó a
permitir la realización de un funeral público. Afortunadamente, su cuerpo ya no sentía las arteras
puñaladas de sus obtusos enemigos.
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SEAMOS DIFERENTES, PERO CON SAGACIDAD
Tenemos, entonces, el hecho incontrovertible de que la sociedad, a través de nuestros padres,
maestros, parientes, amigos, e instituciones, nos presiona constantemente para que nos adaptemos
a los moldes preestablecidos. Muy rara vez un comportamiento se ha impuesto con tanta rudeza
en tan breve lapso, que nos permita decir cuándo, dónde y cómo tuvo lugar tal imposición. Los
modos de pensar, vestir, trabajar, comer, jugar, relacionarse, etc., surgen de una serie de fuerzas
que ejercen su influencia durante décadas, siglos y aún milenios, Para alcanzar el nivel de
soluciónicos es menester ver la realidad sin los anteojos que nos coloca nuestro medio cultural, y
para lograrlo hay que ser, lógicamente, diferente. ¿Cuánto? Imposible decirlo con exactitud. Lo
que sí se puede afirmar es que no es necesario serlo tanto que se torne imposible convivir con los
demás. Ser diferente no implica el total alejamiento de los demás ni el insultante menosprecio de
sus normas. Rebelarse contra las normas de una sociedad y caer en la tiranía de los alucinógenos,
el cigarrillo o el alcohol, o en la marginalidad mendicante, o en las tenazas de una enfermedad
incurable, es una irracional forma de mostrar independencia.
Las diferencias que deben poseer los creativos y los soluciónicos hacen referencia a su mayor
capacidad de profundizar la aparente realidad, a su compromiso de ir más allá de los límites
señalados por las ideologías, conocimientos y técnicas de su época, a su capacidad para observar
lo que los demás no se han atrevido a mirar, a su tendencia a hacer preguntas que otros no se
atreven a formular, a su inclinación a problematizar situaciones que los demás aceptan como
normales, y a su apasionado amor por la búsqueda de soluciones. Ser diferente porque se aspira a
ser reconocido como soluciónico implica ir adelante de los demás, y estar dispuesto a hacer gran-
des esfuerzos sistemáticos y constructivos para encontrar soluciones, explicar misterios y
enigmas, y despejar incógnitas.
Una persona que se angustie por la asfixiante contaminación, podría ser diferente colocando una
bomba en alguna fábrica polucionante. Con este comportamiento, sólo conseguiría ir a la cárcel o
al cementerio. Podría, en cambio; organizar a los que estuviesen preocupados por el mismo
problema y, mediante diversas acciones que no pusiesen en peligro su vida o la de los demás,
obligar a las industrias a asumir los mayores costos que representan los procesos de producir
bienes o prestar servicios en forma limpia.
El soluciónico, por ser diferente, puede perder el empleo, el prestigio, la tranquilidad y el afecto
de muchos. Ciertamente, si pretendemos ser más creativos para alcanzar el nivel soluciónico, no
vamos a retroceder por estas vicisitudes. Entonces, adelante. Problematicemos situaciones,
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diseñemos metodologías, encontremos nuevas posibilidades, transformemos las circunstancias,
exploremos lo inexplorado. . .
Lo demás, vestir, hablar, comer, arreglarse como los demás, o en forma diferente, no tiene
importancia. Podemos ser como los demás en cosas secundarias si eso nos proporciona
aceptación, pero jamás sacrifiquemos nuestras diferencias fundamentales.
No permitamos que anulen nuestra capacidad de analizar nuestro medio con la mayor objetividad
posible, ni nuestra voluntad de intentar modificar lo que requiere cambio o mejoría.
Mantengamos siempre el espíritu independiente, sin llegar a ser impermeables, monotemáticos,
monocausales, o cualquier otra cosa que nos obligue a estar en permanente conflicto con los
demás. Si vamos por la misma senda que recorren nuestros contemporáneos, asegurémonos de
que lo hacemos porque pensamos que es lo más conveniente de acuerdo con las circunstancias
imperantes, pero no dudemos en abandonar ese camino cuando avizoremos otro mejor.
Igualmente, si decidimos ir contra la corriente, asegurémonos de que esta actitud responda a
razones objetivas y no a simple capricho, o al deseo de ser diferente en detalles nimios para hacer
protagonismo fácil y huero..
Para marchar en contravía es necesario tener mucha confianza en sí mismo. Al enfrentar
problemas y enigmas complejos, se deben soportar situaciones de tensión, de dudas, de
incertidumbre. Muchas veces se cae en la tentación de abandonar la lucha. Si se ha interiorizado
profundamente el asunto, estos períodos de desaliento serán cortos. Aprovechémoslos para
descansar o para hacer un replanteamiento, o un cambio de enfoque, o un reordenamiento de los
datos. Pero nunca perdamos la confianza en nuestra capacidad creativa. Tarde o temprano,
obtendremos una solución.
Es conveniente ganar cierta fama de original. Así, cuando propongamos soluciones inusuales, la
gente no se sorprenderá demasiado. Por lo tanto, atrevámonos a exponer ideas originales aunque
muy pocos las entienda. Sin embargo, procuremos explicarlas bien, y soltarlas en pequeñas dosis.
Recordemos que intentamos ganar la confianza de los demás, no asustarlos. Y para tener una
buena batería de ideas poco conocidas, debemos mantenernos al día en los progresos que se hacen
en los temas que manejamos.
ACOJAMOS SIN TEMOR A SOLEDAD
Aunque en las últimas décadas se ha estado resaltando la importancia de la creatividad grupal, no
se ha desconocido en ningún momento la importancia de la individual. Las dos son compatibles y
complementarias.
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En el pasado se hizo excesivo énfasis en el creador solitario, incomprendido y aislado. Se mitificó
al ser alejado del mundo, en supuesta comunicación con musas invisibles que le transmitían
energía e inspiración. Las modernas teorías de la creatividad han humanizado al creador. No es
necesario buscar un sitio alejado del mundanal ruido para recibir inspiración, puesto que ésta está
dentro de cada ser. No es necesario aislarse para tener contacto con ella. Sin embargo, la mente es
inquieta, y se distrae con cualquier cosa o asunto que caiga bajo su ámbito.
Aislamientos periódicos, planeados y programados, no perjudican en forma alguna la capacidad
de relacionarse socialmente con los que pueden ayudar a encontrar soluciones. Por otro lado,
como hemos afirmado antes, los planteamientos inusuales y las soluciones originales, nos ganarán
muchas veces el rechazo de los demás. Así, sin buscarla, encontraremos muchas veces a Soledad.
¡No le temamos! Acostumbrémonos a su compañía. No nos fallará como muchos amigos, cola-
boradores y parientes. Por el contrario, nos permitirá llegar a muchas soluciones que no
encontraríamos en los grupos soluciónicos; nos acompañará cuando algunos, desconcertados por
nuestra inquietud, nos rehuyan; nos reconfortará cuando otros, ante nuestra persistencia en llevar
adelante una solución que no comparten, nos abandonen; nos consolará cuando nuestros
contradictores nos llenen de vituperios. Será novia fiel, compañera dócil, confidente estimulante
dispuesta a escucharnos eternamente. Junto a ella, podremos reformular con serenidad los
anteriores planteamientos, reorientar la marcha, rediseñar las estrategias, cambiar los tácticas… O
simplemente, recargar baterías antes de reintegrarnos a la comunidad.
PROCUREMOS TENER MUCHAS INICIATIVAS
Para equilibrar la tendencia al inmovilismo con el afecto al dinamismo, hay que ejercitar este
último. Busquemos constantemente algún cambio que podamos proponer o iniciar. Formulemos
constantemente iniciativas que tiendan a mejorar las cosas que nos rodean. Al principio,
enfrentemos situaciones sobre las que tengamos algún poder de decisión. Por ejemplo, cambios
en las comidas, en la ubicación de los muebles del hogar u oficina, o en los medios de transporte
que usamos. Si hace tiempo que no vamos a museos, visitemos alguno; si no solemos leer libros,
intentemos devorar uno; si nunca hablamos en público, busquemos la oportunidad de hacerlo; si
nunca escribimos, establezcamos correspondencia electrónica con algún amigo….Luego,
empecemos a formular iniciativas que afecten a otras personas; por ejemplo, mejoramiento de un
método o procedimiento laboral, o embellecimiento de nuestro sector urbano.
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Si tenemos facilidad para escribir, arriesguémonos a proponer reformas de más fondo en cartas a
diarios que tengan secciones para los lectores. Cuando ya tengamos práctica, hagamos de la
formulación de iniciativas un hábito.
Linus Pauling afirma que para obtener una buena idea es necesario tener muchas. No creamos que
una iniciativa, por el solo hecho de ser novedosa, es buena. Para dar en un blanco lejano y móvil,
es necesario disparar muchas veces.
EXPLOREMOS DIVERSOS CAMPOS
Como la combinación es la base de la creatividad, mientras más intereses diversos tengamos, más
rica será nuestra capacidad soluciónica. Sin embargo, establezcamos prioridades: evitemos que la
inquieta mente nos lleve, como veleta movida por el viento, a cambiar de orientación
constantemente. Para poder observar todo lo que esconde la superficie, no basta una rápida
ojeada: es necesario retener la mirada sobre un determinado segmento, y observar una y otra vez.
Pongamos nuestros diversos intereses al servicio de nuestro proceso creativo. Mediante la
asociación, todos nuestros conocimientos y experiencias pueden sernos útiles a la hora de hacer
un aporte. Los grandes soluciónicos han contado, generalmente, con abundantes datos
procedentes de diferentes áreas, riqueza que les ha permitido establecer conexiones entre diversos
objetos, teorías y situaciones. Y a medida que crecen las posibilidades de combinación, surgen
más iniciativas.
Un director de hospital, tendrá más probabilidades de hallar soluciones a los problemas diarios
del manejo del establecimiento si a sus buenos conocimientos en medicina, añade otros
procedentes de la administración, la psicología y la sociología. El deportista que conoce los
aspectos médicos de su deporte está mejor equipado que el que solo sabe entrenar y competir. El
profesor que, además de la asignatura que dicta, maneja bien las relaciones humanas y posee una
excelente cultura general, tendrá mayor éxito docente que el que sólo acumula datos de su
especialización.
No nos encerremos, entonces, en una profesión. Sumerjámonos hasta el fondo en ella, pero, al
mismo tiempo, adicionémosle información de áreas colaterales.
No temamos adentrarte en zonas desconocidas. Si transitamos únicamente por vías iluminadas,
pavimentadas, señalizadas hasta el cansancio, nunca surgirá algo que nos sorprenda. Tampoco
lograremos sorprender a nadie. Si queremos ser sacudidos de vez en cuando, o queremos
sorprender, naveguemos por aguas aún no navegadas. Eso hizo Colón cuando zarpó hacia
Occidente, y Galileo cuando orientó sus rústicos telescopios hacia el cielo, y la familia Polo
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cuando avanzó hacia Oriente. Eso hacen los deportistas que intentan nuevas tácticas en su juego,
y los cantantes que entonan nuevos ritmos, y los líderes que señalan nuevas metas . . . Aún hay
muchas áreas por explorar, reformas sociales que hacer, medicinas que ensayar, hipótesis que
formular, técnicas que poner a punto, obras que escribir, pintar o componer, estilos arquitec-
tónicos que diseñar, túneles que abrir . . .
Tratemos de determinar, dentro de nuestro campo, las áreas aún no holladas, y pongamos nuestro
pie allí. Posiblemente, encontremos arena movediza. No tengamos miedo, pero sí cautela. No
quememos las naos como Cortés. Asegurémonos con una cuerda, o llevemos flotadores. El
objetivo fundamental no es ofrendar la vida, el prestigio, ni la subsistencia económica, sino
encontrar soluciones.
INDAGUEMOS CONSTANTEMENTE
Si en la búsqueda de soluciones nos encontramos con vacíos de conocimiento, acudamos a los
demás. No nos avergüence hacerlo. A la mayoría de los humanos les gusta contestar preguntas:
¡así tienen la oportunidad de demostrar su sapiencia! Más frecuente es la situación contraria:
mucha gente teme preguntar. Aunque ese temor es comprensible, no dejemos que nos impida
avanzar. El dato que necesitamos es más importante que nuestro amor propio; además, el
pundonor no está justificado en este caso. Indagar no es signo de idiotez, sino de inteligencia.
Sólo los que tienen ansias de aprender y superarse, los que desean ardientemente corregir sus
carencias y deficiencias, se mantienen en un plan permanente de interrogación. Siempre
pensamos que el niño que pregunta constantemente es inquieto e inteligente. Pues el adulto que
hace lo mismo es una persona que nunca perdió la curiosidad inquisidora ni la avidez insaciable
del niño inteligente y sano. Los que ya no preguntan son simplemente los que abandonaron, en
algún rincón de su injustificada timidez, el ansia de saber.
Talvez otros investigadores tengan los datos que estamos buscando. Por lo tanto, procuremos
estar atento a los avances que se logren fuera de nuestro medio laboral habitual. Pero no
busquemos únicamente datos impresos o grabados. Observemos alrededor: la realidad es una
excelente proveedora de soluciones y de inspiración. Ampliemos las fuentes lo más posible, y
nunca dejemos de sorber de ellas.
Juan Lamarck tuvo la buena fortuna de conocer en París a Juan Rousseau, que le contagió su
amor por la naturaleza. Lamarck concibió la idea de clasificar los vegetales en subespecies. Leyó
para el efecto todos los libros que había a su alcance sobre las flores y las plantas e interrogó en
forma incansable a los viajeros que llegaban a París sobre las plantas de otras partes de Francia.
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En diez años reunió datos suficientes para publicar "La flora francesa", que le dio un sitio
destacado entre los científicos.
Andrés Vesalio, anatomista belga, descendiente de una familia de médicos prácticos, después de
absorber todas las enseñanzas contenidas en los libros que reunía celosamente su madre, decidió
dejar la Universidad de Lovaina, donde se prohibía la disección de los cadáveres, y marchó a
París. Allí presenció como los profesores leían al pie de la letra textos de Galeno y señalaban con
un largo puntero las diferentes partes de un cadáver. ¡Lo sorprendente era que no había exacta
correspondencia entre lo leído y lo mostrado! Enardecido, se planteó el problema de cómo podría
darse una mejor enseñanza a los futuros médicos. Al impugnar la infabilidad de los escritos de
Galeno, tuvo dificultades con un eminente profesor, Jacobo Sylvius. Finalmente, desilusionado,
volvió a Lovaina sin haber recibido el título de médico. Con una asiduidad demencia, se entregó a
la labor nocturna de desenterrar cadáveres de criminales ejecutados, muchos de los cuales estaban
ya en avanzado estado de descomposición, con el fin de hacer disecciones. Con los datos tan
duramente obtenidos escribió el tratado "La estructura del cuerpo humano", que revolucionó la
enseñanza de la anatomía y lo llevó a ser considerado por la posteridad como el mayor anatomista
de la historia.
DIVERSIFIQUEMOS LAS VÍAS HACIA LA SOLUCIÓN
Para ampliar las posibilidades de alcanzar soluciones originales, debemos diversificar los
métodos. No nos apeguemos perennemente a ninguno: hay muchos, y cada uno, con sus virtudes
propias, puede producir buenos resultados.
Entre otros, podemos ensayar los siguientes: analogía, combinación, adición, fusión, reducción,
división, inversión, relación inusual, adaptación, sustitución, redisposición, multiplicación,
ampliación y modificación. Alex Osborn, pionero estadounidense de la creatividad grupal,
creador de la "tormenta de ideas", resaltó las innumerables posibilidades que puede abrir la
formulación de preguntas basadas en estos conceptos. Por ejemplo, si queremos mejorar un objeto
y deseamos probar si por la vía de la ampliación logramos avanzar algo, podríamos preguntar:
¿qué pasaría si se le aumentara el grosor, o la altura, o la anchura, o si se le agregase algún
componente?
Demos un breve vistazo a estas posibilidades.
ANALOGIA - Es la semejanza, así sea mínima, que hay entre cosas, personas o asuntos
diferentes. Si el universo está constituido por unos pocos elementos básicos, debemos concluir
que hay más analogías que las que usualmente percibimos. Una persona que tenga habilidad para
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descubrirlas, está en excelente posición de establecer conexiones entre objetos, fenómenos,
situaciones y explicaciones, y extraer, de la sorprendente y confusa variedad, factores comunes.
Usando la abstracción y la generalización podemos llegar a soluciones más rápidamente que
perdiéndonos en el inmensurable y aparente caos. Abstraer y generalizar equivale a cruzar la
inmensa selva amazónica en helicóptero en lugar de hacerlo abriéndonos paso a machete. Muchos
soluciónicos del pasado han encontrado sus soluciones basándose en una analogía que
establecieron en un momento de iluminación.
Cuando Carlos de Linneo se preguntó "si los animales tienen sexo, ¿por qué no han de tenerlo los
vegetales?", y se respondió afirmativamente después de largas investigaciones, amplió las
fronteras de las ciencias naturales.
La observación aguda de la naturaleza y el descubrimiento de sus misterios, nos da base para
construir procesos análogos. El hombre abrigó desde siempre el deseo de volar como las aves;
cuando reunió el valor suficiente, se aventuró a imitarlas. Alexander Mojaiski inició, en 1860,
estudios concienzudos sobre los pájaros, la evolución de las cometas y el funcionamiento de las
hélices, lo que le permitió construir los primeros modelos reducidos que lograron mantenerse en
el aire. Mucho antes, algunos ya se habían elevado en cometas y en globo, y otros habían
intentado volar batiendo alas artificiales con sus brazos. Desde el principio, Mojaiski usó alas
fijas, fuselajes, motor, sistema de propulsión, cola y tren de aterrizaje, que son, aún hoy, los
elementos básicos del avión. Algunos otros, que perseguían el mismo objetivo, contribuyeron a
abrir el camino. Hubo incluso accidentes: Otto Lilienthal murió en uno. Finalmente, llegó el paso
hacia el éxito de los hermanos Wright. Hoy, son los pájaros los que nos miran con envidia.
Tras descubrir que el hidrógeno se transformaba en helio en el sol gracias a la fusión y a las
altísimas temperaturas, el hombre concibió la horrorosa idea de establecer una situación análoga
en la tierra. Lustros más tarde, detonó la Bomba H, cuya energía se obtiene mediante la fusión del
deuterio y el tritio para formar el helio.
Cuando se comprendió el proceso natural que le permite a la planta fabricar sus frutos, se albergó
la esperanza de repetirlo a voluntad. Hoy se cuenta con la tecnología necesaria: no se aplica aún
porque el costo es sumamente alto. Después de darse cuenta de que la tierra no es sino una
gigantesca nave que nos transporta a través del espacio, algunos científicos han concebido la idea
de poner a punto, en algún momento futuro, un enorme vehículo que tome la energía directamente
del sol y que, como nuestro planeta, transporte plantas que produzcan alimentos y oxígeno, y
hombres y animales que generen desechos para los vegetales.
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COMBINACION - Es la herramienta más usada por la naturaleza. Antes se afirmaba que el áto-
mo era la unidad más sencilla, lo indivisible, la frontera con la nada. Ahora sabemos que es un
conjunto de elementos, o más propiamente, un "haz" de energías.
Los seres vivos están constituidos por átomos de hidrógeno, oxígeno, carbono y nitrógeno, que se
unen para constituir compuestos: por ejemplo, el hidrógeno y el oxígeno forman agua; el carbono
y el hidrógeno, metano; el nitrógeno y el hidrógeno, amoníaco. Los bloques constructores de los
seres vivos son los aminoácidos, los azúcares, algunos ácidos, purinas y pirinidinas. Los
aminoácidos se combinan en cadena y se convierten en proteínas. Las purinas y pirinidinas se
combinan con ciertos azúcares y dan ARN y ADN, organizadores del principio de la vida. Las
proteínas forman los músculos, la piel, los nervios… Hay millones de posibles combinaciones de
azúcares con purina. Parece que en la evolución, después de muchos intentos fallidos, hubo una
estructura (con ADN) que fue capaz de hacer duplicados de sí misma, que se movía entre la masa
líquida del océano en busca de aminoácidos, alimento que le permitía duplicarse. Algunas células
hallaron la forma de convertir el agua y el dióxido de carbono en alimento, utilizando la energía
solar (fotosíntesis). Con el tiempo, las plantas expelieron oxígeno en una cantidad tan
considerable que hizo posible la aparición de animales.
Si todo lo que vemos alrededor es producto de infinitas combinación, para convertirnos en
creadores y jugar a ser dioses, todo lo que tenemos que hacer es seguir el ejemplo de la
naturaleza.
Al combinar unas ramas secas puestas en posición horizontal con palos puestos en posición
vertical, el hombre primitivo hizo una vivienda diferente de las cuevas. Amplió así sus opciones
de protegerse de las inclemencias del medio ambiente.
En 1824, Joseph Aspdin, albañil de Leeds, sometiendo a una elevada temperatura una mezcla de
yeso y arena, obtuvo el Cemento Portland. Este, mezclado a su vez con agua y arena, se endurece.
Cuando la empresa Du Pont desarrolló la polimerización (unión química de dos o más moléculas
del mismo compuesto para dar moléculas mayores de un nuevo compuesto de peso molecular
mayor), creó en primera instancia el nylon, inexistente en la naturaleza.
Las posibilidades de la combinación son tan enormes que puede decirse que, habiendo los
componentes, puede producirse cualquier elemento. Después del 20 de julio de 1976 (llegada del
primer vehículo a Marte, el Vikingo I), resurgió la pregunta sobre la vida marciana (la llegada del
aparato no la había resuelto). El Dr. Michael McElroy, de la Universidad de Harvard y uno de los
cerebros de la operación, afirmó: "no veo nada que excluya la posibilidad de cierta evolución de
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la vida allí. El planeta tiene energía, agua, nitrógeno, carbón y fosfato. Y eso es todo lo nece-
sario".
La combinación de teorías, doctrinas o hipótesis es un excelente medio para crear nuevas y más
certeras explicaciones de los fenómenos de nuestro medio, y para darle salida a los conflictos de
toda índole que permanentemente se presentan en la sociedad. Un ejemplo clásico es la teoría de
la propagación de la luz. Cristian Huygens, nacido en La Haya y educado en las Universidades de
Breda y Leyden, tras estudiar la luz - trece años antes que Newton -, afirmó que ésta viajaba en
movimientos pulsatorios (ondas) que podían analizarse matemáticamente, lo que explicaba el
ochenta por ciento (80%) de los fenómenos relacionados con ella; Newton, en cambio, formuló
una explicación corpuscular: de la fuente de luz salen diminutas partículas en todas las
direcciones. Esta tesis triunfó y prevaleció durante un siglo. Actualmente, al profundizar en el
análisis de los fenómenos lumínicos, los científicos han tenido que hacer una combinación de las
dos teorías para explicar una gran cantidad de fenómenos.
Cuando se unen o combinan dos campos amplios de conocimientos, frecuentemente surge una
tercera disciplina, como la Electroquímica, la Fisicoquímica, la Biónica, la Biofísica, la
Bioquímica, la Radioastronomía, la Biología molecular…
ADICION - Variante de la combinatoria, consiste en agregar algo a un compuesto que se
consideraba completo antes de la agregación.
Nikolaus August Otto diseñó el motor de explosión interna de cuatro tiempos con un cilindro.
Casi inmediatamente, Dugald Clerk agregó una mejora: incorporó un segundo cilindro de tal
modo que un pistón trabajara mientras el otro estaba en período de recuperación. Luego se
añadieron otros cilindros.
Los parabrisas de los automóviles, hechos de vidrio, se convertían en una mortal metralla cuando
se rompían por causa de un accidente; para evitar este riesgo, se adicionó otra lámina de vidrio;
las dos se unieron por medio de una delgada capa adhesiva de un polímero transparente; así, al
romperse el vidrio, los pedacitos quedan adheridos.
Muchos campesinos bebieron por equivocación paraquat y otras sustancias análogas muy
nocivas; ahora, como medida preventiva, se añaden agentes pestilentes (aditivos de olor
nauseabundo) y eméticos (sustancias que inducen al vómito inmediato). A algunos se les añade
también un colorante intenso (azul o verde).
A muchos fármacos se les añade azúcar para hacerlos menos desagradables.
FUSION - Otra variedad de la combinatoria. Antes, los cilindros de los automóviles se fabricaban
separadamente y se juntaban después. Cuando Henry Ford ideó su modelo T, una de las
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innovaciones consistía en que los cuatro cilindros estaban unidos en una sola pieza de metal. Ac-
tualmente se está sacando un producto para reparaciones pequeñas de albañilería, que consiste en
una fusión de cemento con arena, que le soluciona el problema de preparar la mezcla adecuada a
los que no saben nada sobre el asunto. Son muy conocidas, por constituir noticia de prensa, las fu-
siones entre empresas, que tienden a solucionar problemas financieros, comerciales, o de
producción. En 1897, R. E. Olds construyó su primer Oldsmobile; seis años más tarde nacieron la
Cadillac Co. y la Buick Motor Co.; en 1907 se formó, en la ciudad de Pontiac, la Oakland Motor
Co.; y en 1908, bajo la batuta de William C. Durant, todas se unieron en una sola: la General
Motors.
SUPRESION Y REDUCCION- Es la remoción de elementos del asunto que se está analizando.
Antes, en los noticieros radiales, solían entrevistar a los personajes del momento, y analizar sus
declaraciones para entresacar las partes más interesantes y emitirlas luego por intermedio de un
locutor profesional; actualmente, para darle más dramatismo a las entrevistas, y reducir el trabajo
y los costos, la entrevista se difunde directamente. A fin de estimular el flujo de turistas de un país
a otro, se suele suprimir la visa. Por cambio en la moda y para disminuir los gastos en vestuario,
se ha suprimido el uso del sombrero; idéntica suerte está corriendo la corbata. Para solucionar
problemas de salud, se extirpan las amígdalas, el apéndice, el riñón, la próstata, los dientes, las
extremidades, los pólipos, etc.
A fines del siglo XVIII, reinaba gran confusión en la Química: los símbolos de los diferentes
elementos no eran uniformes, y la comunicación entre los químicos era, por lo tanto, difícil. Unos
símbolos existían desde la época de los griegos, otros habían sido introducidos por los egipcios, y
algunos por los alquimistas, que idearon unas señales misteriosas. En un momento dado hubo 35
nombres diferentes y 25 símbolos distintos para el mercurio. Jöns Berzelius, químico sueco, ideó
un sistema que redujo la caótica nomenclatura a algo fácilmente memorizable: de los nombres
latinos tomó las primeras letras como símbolos, así: Carbono, C; sulphur (azufre), S; argentum
(plata) Ag; Aurum (oro), Au. Para las partículas compuestas, propuso usar las iniciales de los
componentes: agua, HOH (hoy H2O), dióxido de carbono, OCO (hoy CO2).
Los biplanos de la I Guerra Mundial tenían dos alas paralelas sujetas precariamente por tubos y
alambres; Hugo Junkers, ingeniero alemán, diseñó, poco después de la guerra, un monoplano
cuya solitaria ala, sin puntal alguno, tuvo un éxito absoluto.
Los ladrillos macizos han dado paso a los ladrillos huecos; de las mesas de cuatro patas se ha
pasado a las de tres y aun a la de una sola; las largas faldas de las damas, por pequeñas
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reducciones progresivas, han desembocado en la minifalda; el pudoroso y enterizo vestido de
baño de antaño se convirtió, primero, en bikini; luego, en tanga.
Ante un espejo, afeitándose con una enorme barbera, King Camp Gillette, obsesionado desde
tiempo atrás por encontrar una idea que le dejase dinero, se preguntó: ¿por qué forjar y templar un
pedazo de acero tan grande si sólo se usa el filo? A continuación, el subconsciente le susurró la
idea dorada de la delgadísima cuchilla que lleva su nombre.
DIVISION - Cuando se enfrentó el problema de cómo salvar los monumentos egipcios que esta-
ban ubicados en lugares que iban a ser cubiertos por las aguas de la represa de Assuan, se
encontró la solución dividiendo estos monumentos y trasladándolos por pedazos a otra parte.
"Divide y reinarás", es una expresión que todos los políticos conocen y practican. Las
clasificaciones en todas las áreas del conocimiento o actividad del hombre tienen su base en la
división. Una casa o edificio que se ha tornado insostenible por el alto costo de su mantenimiento,
se divide en varias viviendas o locales, y se arrienda o vende por fracción. La división del globo
terráqueo mediante meridianos y paralelos soluciona el problema de cómo ubicar países, islas,
barcos, etc. Cuando se busca algo, un buen método de búsqueda es cuadricular el área de
búsqueda. Se suele dividir las ciudades para diversos fines: control policivo, realización de
censos, determinación del impuesto predial, etc.
INVERSION Y REORDENAMIENTO - Colocar lo que está adelante, atrás; o lo que está arriba,
abajo; o lo que está a la derecha, a la izquierda, es decir, reordenar o invertir el orden de los
componentes, puede sugerirnos algunas soluciones. Antiguamente todos los automóviles tenían la
tracción en las ruedas traseras; actualmente, un buen número de modelos la tiene en las ruedas
delanteras, lo que ha dado lugar al desarrollo de una tecnología específica. Cuando Werner von
Siemen, industrial e ingeniero alemán, construyó el primer tranvía eléctrico, envió la corriente por
debajo, a través de los rieles, lo que originaba graves riesgos para vehículos y transeúntes; más
tarde, se le ocurrió una mejor solución: el cable eléctrico elevado. La tecnología del ferrocarril
subterráneo fue durante décadas la única posible en esta clase de transportes; por su alto costo y
las incomodidades que ocasiona su construcción, se ha desarrollado la tecnología del tren
elevado. Poco después de que Juan Oersted, naturalista dinamarqués, y André Marie Ampere,
físico y matemático francés, descubren que la electricidad produce efectos magnéticos, Miguel
Faraday comienza a especular acerca del fenómeno inverso: la producción de electricidad a partir
del magnetismo. Los primeros automóviles solían usar los frenos en las ruedas traseras: se
consideraba que era peligroso usarlos en otra forma; en 1904, Renouf, culmina el desarrollo de la
idea inversa: patenta un freno para las ruedas delanteras; dos años después los perfecciona Alien,
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y en 1909 se le coloca a un coche Argyll. El primer molino de viento fue horizontal;
posteriormente se invirtió su posición: la verticalidad le permite recibir el viento en todas sus
partes a la vez. Todos los tableros de los salones de clase eran negros o verdes y sobre ellos se
escribía con tiza blanca, rara vez de colores; ahora se han introducido los tableros blancos sobre
los cuales se escribe con marcadores de diferentes colores.
RELACION INUSUAL - Establecer contactos entre cosas, teorías, asuntos, o situaciones que
aparentemente no tienen puntos en común, puede abrirnos algunos caminos. Por ejemplo, ¿qué
relación puede haber entre unos muebles gastados y las enfermedades cardíacas? Los cardiólogos
Meyer Friedman y R.C. Rosemann habían relacionado estas dolencias únicamente con los
factores ya conocidos: dieta, ejercicio, tipo sanguíneo, colesterol. Un afortunado día, un tapicero
que arreglaba los muebles de su consultorio les comentó que los sillones de la sala de espera esta-
ban gastados sólo en el borde delantero. Este comentario los indujo a establecer una relación
inusual. Después de investigar el asunto, concluyeron que sus pacientes solían sentarse en el
borde porque estaban tensionados, ansiosos, nerviosos; además, eran competitivos, agresivos,
ambiciosos: querían siempre estar adelante. A continuación, empezaron a considerar como factor
de los males cardíacos la personalidad y el trabajo de los pacientes. ¿Qué tienen que ver los jugos
gástricos con una campana, o un timbre, o unos signos gráficos? Experimentadores anteriores a
Juan Pavlov, Premio Nobel 1904, habían ya determinado que bastaba ver u oler el alimento para
que se produjese segregación de saliva. El médico ruso fue más lejos: logró que algunos perros
asociasen un estímulo no significativo para el caso, como el sonido de una campana, con un
estímulo significativo (ver u oler el alimento), creándoles así un reflejo condicionado. Pavlov
concluyó que el estímulo no significativo adquiría significado por una asociación fisiológica
realizada en el cerebro del animal, lo que lo indujo a adentrarse en problemas sicológicos que
creía podía explicar mediante la fisiología. Extirpó una parte del cerebro canino y la subsiguiente
falta de respuesta del perro al estímulo le confirmó su tesis. Las conclusiones de sus
investigaciones, realizadas durante veinticinco años de su vida, abrieron nuevas vías de
experimentación a la medicina y la psicología.
El costo se relaciona siempre con unidades monetarias. No obstante, en Colombia, en 1984,
dentro de una campaña radial y televisiva para promover la vacunación infantil, una voz tierna y
convincente decía: “vacúnate, no cuesta ni una lágrima.
ADAPTACION - Si las circunstancias no nos dan la posibilidad de alcanzar soluciones
originales, podemos adaptar las que ya han sido aplicadas en otros ámbitos. Naturalmente,
evitando la copia fiel y descarada. Si no lo hiciéramos, la solución generaría dificultades casi
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desde el momento mismo de su aplicación: los problemas no se repiten con el grado de similitud
que tienen los objetos fabricados en serie. Si nos valemos de soluciones creadas en otros medios,
necesariamente tenemos que adaptarlas a nuestras circunstancias. Eso han hecho la mayoría de los
países con sus constituciones y leyes. Si examinamos diez cartas magnas de países con tendencias
políticas similares, encontraremos que, en su esencia, son iguales; No obstante, difieren en
algunos detalles, determinados por las condiciones específicas de cada pueblo. Tomemos sin reato
las soluciones que necesitemos del Banco Soluciónico Universal, pero imprimámosles el sello de
nuestras personalidades y ajustémoslas a las características de nuestros problemas. Mediante la
adaptación podemos adecuar algo que ha funcionado bien bajo ciertas circunstancias para que
funcione igualmente bien en otras. Los animales y vegetales han logrado sobrevivir y medrar en
ambientes cambiantes y disímiles por la gran capacidad de adaptación que les ha otorgado la
naturaleza. Este fue el factor que tomó en consideración Carlos Darwin y que hizo que su teoría
fuese más completa y aceptable que la de anteriores evolucionistas ( Lamarck y Erasmo Darwin,
por ejemplo, que lo habían pasado por alto ).
La mayoría de las revoluciones políticas y sociales han cabalgado, en gran medida, sobre ideas foráneas
debidamente adaptadas. Un buen adaptador tiene el éxito asegurado; en cambio, uno malo solo tiene a
la vista el mismo problema que pensó dejar atrás, pero aumentado. Por lo tanto, tratemos de ser buenos
adaptadores. Cuando viajemos, agucemos la vista, observemos lo más que podamos, y siempre que
veamos algo que aun no se usa en nuestro medio, preguntémonos si es factible adaptarlo.
SUSTITUCIÓN - La imposibilidad de alumbrarse durante la noche fue uno de los problemas que
enfrentó la humanidad durante milenios. Se superó parcialmente quemando leña; luego, se reemplazó la
leña por velas; más tarde, las velas fueron sustituidas por lámparas de aceite.
Cuando se controló la electricidad, algunos pensaron en la posibilidad de darle uso lumínico. El
problema básico en la creación de una lámpara apropiada para el efecto fue encontrar un filamento
suficientemente fuerte. Durante algún tiempo los ensayados resultaron muy frágiles. Edison, teniendo
31 años, abordó el problema. Después de probar centenares de filamentos, encontró uno duradero: una
hebra de algodón chamuscado, que resistía hasta 40 horas. Joseph Swan, investigador ingles, mostró ante
la "Newcastle-on-Tyne Chemical Society", el 18 de diciembre de 1878, un filamento de carbón que era
igualmente apropiado. Así, siguiendo el método de "prueba y error", Edison y Swan inventaron, en
forma independiente, la bombilla eléctrica. Después, se ha ido mejorando y diversificando. William
Coolidge, de la General Electric, introdujo el filamento de tungsteno en 1910; e Irwing Langmuir, en
l913, el nitrógeno de atmósfera inerte, que evita la evaporación y la ruptura del filamento, frecuente en el
vacío; posteriormente, en 1920, empezó a usarse el argón y, mas tarde, el criptón, que permite mayores
temperaturas sin que se reduzca la duración de la lámpara. Y más recientemente se han comercializado
bombillas con gas neón, con vapor de mercurio, etc.
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La dinámica gubernativa utiliza mucho la sustitución. Cuando un dirigente que ha logrado su cargo por
nombramiento de autoridad superior, no mediante elección, ha cometido errores que tienen costo
político, se procede a sustituirlo por otro; el nuevo, aunque comienza su labor en medio de aplausos,
tiene coma destino final ser sustituido también a su debido tiempo. ADICION - Variante de la
combinatoria, consiste en agregar algo a un compuesto que se consideraba completo antes de la
agregación.
Nikolaus August Otto diseñó el motor de explosión interna de cuatro tiempos con un cilindro.
Casi inmediatamente, Dugald Clerk agregó una mejora: incorporó un segundo cilindro de tal
modo que un pistón trabajara mientras el otro estaba en período de recuperación. Luego se
añadieron otros cilindros.
Los parabrisas de los automóviles, hechos de vidrio, se convertían en una mortal metralla cuando
se rompían por causa de un accidente; para evitar este riesgo, se adicionó otra lámina de vidrio;
las dos se unieron por medio de una delgada capa adhesiva de un polímero transparente; así, al
romperse el vidrio, los pedacitos quedan adheridos.
Muchos campesinos bebieron por equivocación paraquat y otras sustancias análogas muy
nocivas; ahora, como medida preventiva, se añaden agentes pestilentes (aditivos de olor
nauseabundo) y eméticos (sustancias que inducen al vómito inmediato). A algunos se les añade
también un colorante intenso (azul o verde).
A muchos fármacos se les añade azúcar para hacerlos menos desagradables.
MULTIPLICACIÓN - Cuando en 1789, Eli Whitney obtuvo un contrato del Ejercito de los Estados
Unidos para fabricar un elevado número de armas, se vio abocado a una dificultad que podía llevarlo a
incumplir el término fijado: en esa época, cada pieza se fabricaba en forma individual. Concibió
entonces la idea de multiplicar uniformemente cada componente de tal modo que se pudiesen ensamblar
posteriormente. Inició así el estilo de producci6n que mas tarde Henry Ford aplicaría a la fabricación de
automóviles, que también se hacía en forma individual. La producci6n masiva en serie, base de la
industria actual, se basa en la multiplicaci6n de un objeto que sirve de insumo de otro producto más
complejo. Se ha generalizado tanto esta técnica que hoy el problema no es producir una crecida cantidad,
dificultad original de los inventores del sistema, sino encontrar suficientes compradores para las
millonarias cantidades que las fábricas pueden expeler cada día.
Como Estados Unidos asigna determinadas cuotas de importaci6n de productos procedentes de otros
países, y las empresas textileras de Hong Kong estaban interesadas en aumentar sus ventas allí,
multiplicaron sus fábricas, pero las ubicaron en estados que no habían copado aún sus cuotas en el
mercado norteamericano: Malasia, Singapur, Mauricio y Sri Lanka.
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AMPLIACION - Décadas atrás, la atenci6n en los hoteles estaba reservada a los forasteros.
Actualmente, para hacer más rentable el negocio, se ofrecen servicios a los residentes: clases de
nataci6n, veladas bailables juveniles en sus discotecas, platos internacionales en sus restaurantes, sauna,
canchas deportivas, salones de belleza, etc. Al principio, la exploraci6n petrolera se hizo sobre la
superficie seca únicamente; más tarde, algunos geóIogos ampliaron las posibilidades cuando se
preguntaron si podría haber petróleo también debajo de las superficies cubiertas por agua.
Cuando los países envían a sus deportistas a competencias internacionales y no logran el primer puesto,
pero si una buena figuración, los periodistas suelen ampliar el lapso en consideraci6n: en lugar de
presentar únicamente los resultados de la competencia reciente, hacen comparaciones entre el bueno
obtenido en esa oportunidad y los peores obtenidos en ocasiones anteriores; así, la frustraci6n no es tan
impactante. Los organizadores de las competencias también hacen su aporte en este sentido ampliando la
premiaci6n. En las vueltas ciclísticas, por ejemplo, no solo hay campeón absoluto, sino también
campeón de montaña, de metas volantes; de regularidad, etc. En esa forma se le confiere protagonismo a
un mayor número de competidores y patrocinadores.
Todas las fábricas de dentífrico basaban su publicidad en el predicamento de que su producto limpiaba
los dientes; una empresa amplió sagazmente su afirmación: "nuestro producto limpia su aliento al
tiempo que limpia sus dientes"; inmediatamente sus ventas aumentaron.
Caminar por la nieve es un problema: el pie se hunde demasiado; si se amplia la superficie del pie, el
hundimiento es menor.
En un taller en Milwaukee, EE. UU., Christopher Sholes y Charles Glidden construían una maquina para
la numeraci6n consecutiva de paginas. Un día Glidden preguntó: ¿por que no escribir letras y palabras
además de números?" Decidieron, entonces, ampliar el objetivo que perseguían y, ayudados por un
impresor, Samuel Soule, hicieron un horroroso artefacto de madera que hoy nos causaría risa, pero que
en ese entonces fue la mejor maquina de escribir.
MODIFICACIÓN - A veces, en la situaci6n u objeto-problema hay que introducir un cambio que, por
no ser fácilmente clasificable dentro de algunas de las denominaciones anteriores, hemos de agrupar
bajo el nombre genérico de modificaci6n.
Cuando el engendro de la maquina de escribir de Sholes y Glidden estuvo listo, la Remington Fire Arms
Company se hizo cargo de su industrialización debido a que el mercado para sus productos tradicionales
- las armas – se había reducido por la conclusión de la Guerra de Secesi6n en los Estados Unidos. La
maquina se presento al publico en 1876, en la Exposici6n del Centenario. La gente, asombrada por el
teléfono de Graham Bell, ignoró el poco estético artefacto. Entonces la Remington modificó la
comercializaci6n: en lugar de tratar de vender las maquinas, las ofreció en alquiler. Logró así atraer al
remiso público.
Luigi Galvani, profesor de medicina de Bolonia, daba clases a sus alumnos en su casa. Un día, la esposa
despellejaba ranas sobre una bandeja de zinc; de pronto, al dejar caer encima de una anca el bisturí que
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usaba como cuchillo, el cadáver de rana dio una violenta sacudida; la señora, asustada, gritó; Calvani,
dejando a sus alumnos, acudió a ver lo que pasaba; cuando "interpretó" el fenómeno, anunció
entusiasmado que había descubierto la "electricidad animal", fuente primaria de la vida. Esta
aseveraci6n fue aceptada - y comprobada una y otra vez - por todos los investigadores, menos por uno:
Alejandro Volta. Modificando el enfoque, él partió de la suposición de que la electricidad no procedía de
la rana sino del acero y del zinc. Diversos experimentos confirmaron su hipótesis: cuando un conductor
húmedo (en este caso la rana) separa dos metales distintos, se origina una corriente eléctrica. Este
conocimiento le dio base para inventar mas tarde la pila eléctrica.
Cuando Galileo comenzó a experimentar con la caída de los cuerpos, quiso medir las diferencias en los
tiempos de los descensos; enfrentó, entonces, el problema de que el desplazamiento vertical era tan
rápido que los relojes rudimentarios de la época no alcanzaban a registrar el tiempo. Probó con uno de
agua, pero la cantidad de líquido fue tan insignificante que no la pudo pesar; luego, usó el pulso;
finalmente, modific6 el sentido de la caída: en lugar de dejar que los cuerpos se trasladasen
verticalmente, hizo que se deslizaran en forma oblicua, a través de una tabla inc1inada. En esta forma
logró que las caídas durasen lo suficiente para ser medidas.
Como corolario, digamos que podremos vislumbrar muchas soluciones si nos acostumbramos a
preguntarnos que resultaría si al todo, o a una parte, o a la forma, o a la esencia de una situación u
objeto, enigma o incógnita, le aplicáramos los conceptos de dividir, sustituir, combinar, redisponer,
invertir, adaptar, restar o reducir, sumar, ampliar o multiplicar.
Dejemos que estos vocablos mágicos estimulen nuestras mentes. Usémoslos repetida y continuamente
hasta que los dejemos bien plantados en el subconsciente. Adquiramos el hábito de preguntarnos
siempre, ante cualquier reto, "¿que debe modificarse?". Si hecha la pregunta no surge el destello que
arroje luz sobre el oscuro inicio del camino, dividamos el asunto, y apliquemos a cada segmento la lista
de los conceptos modificatorios.
SEAMOS DINÁMICOS Y ENTUSIASTAS
Construir algo valioso que resista la embestida de los espíritus envidiosos, exige esfuerzo. Cuando se
desea ser soluciónico, hay que trabajar más que los que no están interesados en alcanzar este nivel. No se
sube una escarpada montaña sin verter muchas gotas de sudor y acumular muchas fatigas. Entonces,
movámonos, trabajemos las iniciativas, manipulémoslas una y otra vez, analicémoslas repetidas veces.
Imitemos a Thomas A. Edison: cuando tengamos una idea (producto de una inspiración), no dudemos en
aportar el 99 % de esfuerzo y sudor restante. No dejemos que la pereza nos aprisione con sus sensuales
brazos ni que el cansancio nos congele. Descansemos cuando sea necesario y luego volvamos a la carga.
¡Trabajo, trabajo, trabajo es uno de los ingredientes básicos del triunfo. Naturalmente, trabajo bien
orientado, planeado y organizado. Así como la tierra no niega el fruto a los campesinos que saben
sembrar1a con tesón y cariño, la vida no nos negara la retribuci6n a nuestros esfuerzos.
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Si queremos que la gente nos apoye, generemos entusiasmo alrededor. Si mostramos fogosidad,
tendremos seguidores. Pocos al principio. Eventualmente, si mantenemos la exaltaci6n, el grupo crecerá
y, finalmente, la iniciativa saldrá adelante. El entusiasmo comienza siendo una chispa. Manteniéndolo
encendido, puede alcanzar la dimensión de un sol.
SACUDAMOS LOS PROBLEMAS, NO A LA GENTE
Si deseamos obtener respaldo para analizar un determinado problema y conseguir soluciones, no es
conveniente adoptar una actitud de abierta pugnacidad con las personas que nos rodean. El enemigo real
es el problema. Si las circunstancias nos obligan a enfrentar a los que no comparten nuestras
interpretaciones de la realidad o nuestras propuestas de solución, no debemos transformar la
confrontación interpersonal en el objetivo básico de nuestros esfuerzos. ¡La meta es dar una solución
adecuada a un problema específico! En vez de sacudir a los demás, sacudamos los problemas, los
obstáculos, los enigmas, los misterios, las preguntas sin respuestas…
Cada problema superado debe ayudarnos a perfeccionar nuestra técnica soluciónica, hacernos más
rápido para sobreponernos a los fracasos, más abiertos a los diferentes enfoques, más dúctil a las
diversas alternativas, más agudo en las interpretaciones, mas comprensivo con los demás, más sagaz
para encontrar los mejores caminos, más acertado en el uso de palabras apropiadas y convincentes, más
equilibrado en los juicios. . .
A medida que aumentemos nuestra capacidad de observación analítica, vislumbraremos más situaciones
insatisfactorias. Nuestros sentidos, mente e inteligencia se aguzarán progresivamente. Muchas de las
explicaciones que se tejen alrededor de la realidad, no nos satisfarán. Tendremos, entonces, la tentación
de criticar duramente a las personas que nos parecen “ciegas”.
Algunos sistemas, procedimientos, métodos, técnicas, teorías, ideologías o costumbres nos parecerán
absurdas, ridículas, obsoletas…Pensaremos que lo único que las sustenta es la generalizada estulticia.
Nos acordaremos con frecuencia de un pensamiento de Albert Einstein: “solo hay dos cosas infinitas: el
universo y la estupidez humana; y del universo, no estoy tan seguro”.
A veces nos sentiremos iluminados y arremeteremos contra los mercaderes del templo como Jesucristo.
Cuidado. El mesianismo sigue aportando mártires a la historia. Pongamos los pies sobre la tierra.
Conozcamos primero los mecanismos y los puntos débiles de lo obsoleto y, cuando tengamos una
propuesta sólida de reemplazo, enunciémosla sin humillar a los que creen que su molino de viento es lo
mejor que pueden obtener. Argumentemos con razones técnicas, científicas, objetivas, sin ofender a las
personas. Si las humillamos, más tarde no solo tendríamos que luchar contra su afecto hacia lo ya
conocido, sino también contra su vapuleado orgullo. La crítica sobre algo que debe ser cambiado, debe
separarse de las personas que ayudan a perpetuarlo. Si tenemos que criticar ineludiblemente a alguien,
hagámoslo con altura, procurando no atacar su personalidad.
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Nunca rebajemos al adversario, no solo porque es mala estrategia, sino también porque no hay enemigo
pequeño: más tarde podríamos recibir una dosis mayor de las municiones que disparamos primero. Y si
hemos sido objeto de agravios de los opositores, diferenciémonos de ellos manteniendo una posici6n
digna, respetuosa, objetiva. Esta actitud nos ganara simpatizantes y, posiblemente, nos otorgará la
victoria.
Gracias a su intemperancia, nacida de su odio a la injusticia, Rodolfo Virchow, médico alemán, pudo
haber muerto a manos de Otto Bismarck. Siendo muy joven, lo atacó abierta y duramente por su política
de "sangre y hierro". El Canciller, irritado, lo retó a duelo. Bismarck era un experto espadachín; en
cambio, Virchow solo sabia manejar el bisturí. Afortunadamente para la humanidad, el joven doctor,
dándose cuenta de su tremenda desventaja, no aceptó el desafío. Años después descubriría la leucemia,
establecería los fundamentos de la patología celular, promovería la construcción de importantes obras de
higiene pública en las ciudades alemanas, que se convirtieron así en modelo para toda Europa, e
implantaría la práctica del examen microscópico de la sangre de los enfermos como procedimiento
básico de diagnóstico.
Otros creativos, como Teofrasto Bombast von Hohemheim, nunca aprenden a vadear los torrenciales
ríos del prejuicio ni a flanquear las sólidas fortalezas del poder. Hijo de un médico acomodado y de una
directora de un hospital en Suiza, se graduó en medicina en la Universidad de Basilea, donde adoptó el
nombre de Paracelso, formado del prefijo para (igual a) y Celso, celebre facultativo romano. Durante
diez años vagó por diversos países de Europa, por Egipto y Persia. "En todos los rincones interrogué a la
gente y busqué la verdad y experimenté la medicina", dijo después. Encontró parte de la verdad, pero,
arrogante y pendenciero, creyó que la había encontrado toda. Aprendió que los amuletos, las sangrías,
los hediondos brebajes y los hechizos eran remedios inútiles, y que la Química, en lugar de perseguir la
transformación de los metales, debía ocuparse de preparar remedios eficaces. Para demostrar su
desprecio por las creencias de sus colegas, quemó públicamente las obras de Avicena y Galeno, afirmó
que los profesores de medicina no merecían siquiera que un perro levantase la pata trasera en su contra y
que los médicos y boticarios eran charlatanes que se enriquecían sin desempeñar sus funciones propias.
Los atacados reunieron fuerzas y lo hicieron huir de Basilea. Luego, por temor a su sapiencia, pero más
a su lengua viperina, nadie le ofreció un empleo respetable. Además, no pudo publicar sus obras en vida.
Por fortuna, se conservaron sus manuscritos, que fueron editados años después de su muerte. A pesar de
sus innumerables conocimientos, murió en la pobreza, en una humilde posada de Salzburgo.
SEAMOS ABIERTOS EN NUESTRAS RELACIONES
No nos encerremos en un círculo estrecho de amigos. Combatamos la natural afición a formar grupos
cerrados. Permanezcamos abiertos a todo tipo de contacto. Para aproximarnos lo más posible a la
realidad, hemos de recibir informaci6n de diferentes fuentes. Un entrenador de fútbol afirma que habla
de este deporte con todo el mundo a fin de tratar de aprender algo nuevo. Indudablemente, es
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afortunado: todo el mundo cree poseer la sapiencia suficiente sobre este trabajo para dar consejos,
sugerencias y hasta órdenes. Pero aun tratándose de complejos problemas científicos, sociales,
matemáticos o filosóficos, muchas personas comunes pueden hacer aportes inesperados.
Permanezcamos siempre atentos a los destellos que puedan surgir de la mente de los demás.
Naturalmente, estar abiertos al pensamiento de los demás no significa que nos convirtamos en eco. En el
momento de juzgar y decidir, seamos independientes.
UBIQUÉMONOS POR ENCIMA DEL EXITO Y EL FRACASO
El soluciónico goza lanzando hipótesis, descifrando misterios, despejando incógnitas y formulando
medidas correctivas. Su primera y más profunda motivaci6n son las soluciones. Naturalmente, también
le atraen el prestigio, la fama y el dinero. ¡Es un ser humano! Pero no es conveniente para la calidad de
su obra que lo obnubilen las recompensas físicas. La gratificación que le proporciona su solución es, por
si misma, una gran recompensa.
Arquímedes sintió tanta dicha cuando vislumbró el método para determinar si la corona que le habían
hecho a Hierón, tirano de Sicilia, era de oro puro, que, abandonando la bañera donde se encontraba en
ese momento, salió a la calle desnudo gritando: ¡eureka! (lo encontré). Muchos otros han experimentado
esta misma euforia. La excesiva ambición, el desmedido afán de conseguir dinero, fama o prestigio para
ascender en la escala social puede convertirse en una presión paralizante cuando el éxito no llega en el
tiempo previsto.
Aunque el prestigio, el dinero y la fama son poderosos polos de atracción, nunca perdamos de vista que
el objetivo principal es la soluci6n; obtenida esta, lo demás vendrá por añadidura. La humanidad
generalmente recompensa bien a quienes la sirven. Si bien hay casos de indiferencia hacia los grandes
aportes hechos por algunos soluciónicos, hay otros muchos ejemplos en que el reconocimiento ha sido
generoso. Cuando no se ha dado, no debemos atribuir esta injusticia solo a la natural oposición inicial a
los cambios, explicada en otras secciones de este volumen, sino también a que los soluci6nicos
involucrados no han sabido encontrar la vía mas adecuada para proponer sus novedosas soluciones.
Algunos, como Paracelso, en lugar de intentar ganar amigos, hacen todo lo posible por cosechar
enemigos. Otros, si bien encontraron oposición al principio, terminaron cosechando el aplauso de sus
contemporáneos. Arquímedes, Leonardo da Vinci, Ticho Brahe, Antonio van Leeuwenhoek, Isaac
Newton, Alejandro Volta, Eduardo Jenner, Humpry Davy, Luis Pasteur, Demetrio Mendeleiev, Roberto
Koch, Juan Pavlov, Tomas Morgan, Henri Ford y miles más saborearon las mieles de la fama, el
agradecimiento y el acatamiento de sus congéneres. Actualmente, gracias a los modernos medios de
información, los soluciónicos originales pueden darse a conocer más rápidamente que sus antecesores.
No obstante, hay que reconocer que ha habido también soluciónicos que no han sido recompensados
debidamente, especialmente en el aspecto material. Veamos dos ejemplos.
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Charles Goodyear, con escasos conocimientos en química, utilizando el método de prueba y error,
intentaba, como muchos otros, quitarle al caucho natural las propiedades de ablandarse excesivamente
con el calor y endurecerse demasiado con el frío. Accidentalmente vertió una mezc1a de goma y azufre
sobre una estufa caliente; al intentar desprenderla rápidamente, notó que la mezc1a conservaba su dureza
aunque estuviese caliente. Se inició así el proceso llamado "vulcanizaci6n", que dio el impulso inicial a
la industria del caucho. Lamentablemente, tras malgastar su vida luchando por el respectivo
reconocimiento, Goodyear murió en una precaria situaci6n econ6mica.
Mary Phelps Jacob, descendiente de Robert Fulton, tenía un problema muy personal: no podía soportar
la tortura de llevar puesto un corsé, que más parecía una armadura que una prenda femenina. Una noche,
en un momento de inspiración antes de ir a una fiesta, tomó dos pañuelos, un poco de hilo y una cinta
rosa y fabricó, con ayuda de su doncella francesa, el primer brasier. Enteradas sus amigas, empezaron a
solicitarle que hiciese algunos para ellas. Vio las posibilidades económicas del objeto cuando recibió una
carta de una desconocida que, con la petici6n de que le elaborase uno, le enviaba un dólar. Tras pedirle a
un dibujante que le hiciese varios diseños, confeccionó centenares de muestras… que no logró vender.
Perdió entonces el interés. Más tarde conoció a John Field, que trabajaba para la fábrica de corsés
Warner Brothers. Cuando esta empresa le ofreció 15.000 dólares por su creación, Mary aceptó
inmediatamente. Pues bien, se ha ca1culado que esa patente valía mil veces más.
La moraleja es que en este aspecto, como en casi todos los demás, no es conveniente ubicarse en ningún
extremo: si bien no ha de buscarse el éxito social y económico como objetivo principal de la labor
soluciónica, tampoco debe descuidarse este aspecto. A veces, por excesiva modestia, por
desconocimiento de los aspectos legales involucrados, o por detenerse a mitad de camino, se pierde la
recompensa. Algo injusto desde cualquier punto de vista. Si se logra una solución que pueda generar
grandes beneficios económicos, es conveniente busca asesoría antes de ponerle precio a los derechos.
DERIVEMOS DEL TRABAJO LA MÁXIMA SATISFACCIÓN
El .trabajo debe divertirnos tanto coma nuestro pasatiempo favorito. Es mas, lo mejor es no hacer una
separaci6n tajante entre el trabajo y el juego. Si vemos al primero como la oportunidad que nos da la
sociedad para ser útiles y desarrollarnos, descubriremos que es una fuente de grandes e insustituibles
gratificaciones. Todos los que laboran honestamente desempeñan un valioso papel en la sociedad. Que
unos oficios sean considerados más importantes que otros no pasa de ser un prejuicio o una injustificada
tradición. Las personas que confeccionan calzado, recogen los frutos de la tierra, o limpian las ca1les
son tan fundamentales como las que diseñan grandes edificios, o litigan en los tribunales, o enseñan en
las universidades. Inc1uso, a veces echamos más de menos a los primeros que a los segundos. La
ausencia del profesor en el aula de clases no nos intranquiliza tanto como la tardanza del fontanero en
llegar a casa a reparar la ruptura de un tubo.
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Si por alguna causa reciente o antigua, el trabajo no produce satisfacciones, es conveniente cambiar los
anteojos con los cuales se le ve y aprecia. Todas las labores pueden estimular la capacidad soluciónica
de quienes las desempeñan porque todas ofrecen posibilidades de ser mejoradas. Tratemos de descubrir
las facetas amables de nuestro oficio o profesión. A veces se requiere un esfuerzo de imaginación, o una
labor colateral, para darle más colorido a la vida laboral.
Juan Gregorio Mendel, después de años de dificultades, incluida el hambre, logró ordenarse. Asignado a
una parroquia, su labor de visitar a los feligreses enfermos y agonizantes, le causó honda angustia e
insomnio. La poca satisfacción que obtenía de su trabajo, lo obligó a cavilar en la forma de enriquecer su
existencia. Con la ayuda de otro sacerdote, empezó a enseñar ciencias en el gimnasio de Brünn, donde se
ganó la simpatía de los estudiantes, que disfrutaban su buen humor y su metodología práctica. Pero
tampoco esta labor calmó su inquietud. Su mente ardorosa y persistente empezó a preguntarse por qué
los seres de una misma especie diferían en color, tamaño y forma. En ninguna parte halló la respuesta.
Decidido a develar el misterio, en l850 inició una investigación de ocho largos años con guisantes en un
pequeño jardín del monasterio de Altbrünn. Fue una época feliz para él. El 8 de febrero de 1865 leyó en
la sala de conferencias de la "Sociedad de Brünn para el Estudio de las Ciencias Naturales" una memoria
titulada "Hibridaci6n de las plantas", que contenía los principios básicos de la genética. Nadie, ni el
mismo, captó la importancia de su descubrimiento. Cuando murió siendo abad, quien lo sucedió quemó
sus papeles. Afortunadamente para la humanidad, en 1865 y 1869 había publicado dos artículos en las
Actas de la Sociedad de Ciencias Naturales de Brünn, donde permanecieron ignorados hasta 1900
cuando fueron redescubiertos por DeVries, Correns y Tschermak-Seysenegg, que buscaban salidas al
laberinto en que se encontraban por desconocer las leyes de la herencia.
IMAGINEMOS LAS SOLUCIONES Y AVANCEMOS CON PERSEVERANCIA A SU
ENCUENTRO
Un e1emento esencial de cualquier plan son las metas que pretendemos alcanzar. Los objetivos no deben
ser solo finales, sino también parciales, y estos deben ser tan claros y definidos como aquellos. Cada
pequeño triunfo nos llenará de entusiasmo, y nos ayudará a recargar las exhaustas baterías.
Las metas parciales deben hacer referencia a lo que lograremos cada día, semana, o mes: obtención de
datos, realizaci6n de experimentos, entrevistas con personas que pueden ayudarnos, diseño de hipótesis,
aclaraci6n de dudas, redacción de informes parciales. . .
Señalémonos una meta alta. Si queremos dar en el blanco, debemos apuntar más alto.
En el curso de las acciones encontraremos muchos obstáculos que nos impedirán alcanzar la solución en
el tiempo estimado. Preveamos, entonces, un margen de tiempo adicional. No es conveniente trabajar
bajo una presión constante. Más importante que llegar rápido, pero maltrecho, a una soluci6n dudosa, es
mantener viva siempre la posibilidad de alcanzar una realmente adecuada.
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No obstante, no nos durmamos. Otros podrían estar trabajando el mismo asunto y llegar a la meta antes.
La historia registra casos de grandes soluciónicos que pregonaron una magnifica soluci6n como inédita
cuando ya muchos otros la habían comunicado a su comunidad.
DESCONFIEMOS DE LOS SENTIDOS
No transmiten toda la información. Muchas veces, incluso, nos engañan. Los espejismos en los desiertos
y en las carreteras son ejemplos incontrovertibles. Tanto el ojo como el oído solo captan una franja
limitada de las ondas que cruzan nuestro medio. Nuestros sentidos del olfato y el gusto son
insignificantes si los comparamos con los que tienen la mayoría de los animales.
Las excesivas limitaciones de que adolecemos en estos frentes nos han planteado diferentes problemas
que hemos ido subsanando con la invención de diversos instrumentos. No obstante, aún nos queda
mucho por hacer. Por otro lado, la mayor limitación está en nuestra mente. El adagio de que la "belleza
esta en el ojo que mira" puede convertirse en otro mas rotundo: “la mente que conoce estructura su
realidad". La historia nos muestra que tal realidad está casi siempre matizada con errores garrafales,
generados por la teoría dominante de la época y por la excesiva confianza puesta en la información
transmitida por los sentidos. La afirmación de que la tierra era el centro del universo era "1ógica" dentro
del contexto en que surgió. Bastaba tener ojos para ver que todos los días el sol, la luna y las estrellas
“salían” por un lado y se “ocultaban” por el lado contrario. Copérnico, desempolvando las opiniones de
Aristarco, observó mas detenidamente la “vuelta" que los cuerpos celestes daban alrededor de la tierra y
se hizo una simple pregunta: "¿cuánta velocidad necesitan las estrellas mas lejanas para dar una vuelta
alrededor de la tierra cada día?" La imposibilidad de la hipotética respuesta lo puso sobre la pista de que
los movimientos de los astros no eran lo que parecían ser.
Para los antiguos griegos y romanos, el origen de la vida parecía evidente: surgía de la materia
inanimada cuando eran favorables las condiciones del ambiente; así, del cadáver de un animal que se
descomponía brotaba espontáneamente un enjambre de gusanos. En 1668, Francisco Redi refutó por fin
las ideas sobre la generaci6n espontánea; no obstante, durante mucho tiempo más siguió la discusi6n. En
1683, cuando Antonio van Leeuwenhoek descubrió los microorganismos, se insistió aun en que estos
respondían a la generaci6n espontánea. Solo cuando Pasteur abocó el asunto y presentó pruebas
irrefutables en contra de los hechos fáciles que se ofrecían a la simple observación, el mundo abandonó
la explicación obvia.
La observaci6n atenta y el análisis minucioso de las experiencias, no la repetición automática de las
“verdades”, generan la sabiduría. Lamentablemente, es factible tener innumerables experiencias
repetidas sin extraer de ellas enseñanza alguna, o ver miles de veces algo sin capturar su escondida
esencia.
La mente, sometida a los trucos de los sentidos, nos pinta una realidad que no es objetiva. Retiene, por
ejemplo, la imagen recibida durante un brevísimo lapso. Este hecho permitió la creación del cine, que
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produce la ilusión de movimiento real mediante la proyección de imágenes ligeramente diferentes cada
dieciseisavo de segundo. Igualmente, cuando vemos una fotografía en colores creemos que estamos
viendo una rica gama de matices; la realidad es que s6lo tiene los colores fundamentales (rojo, verde y
azul). Y según Land, uno de los tres es innecesario, pues para tener la impresión de colorido total solo se
necesitan dos grupos de longitudes de ondas, unas algo mas largas que las otras; por ejemplo, la blanca
(1arga) y la roja (corta), o verde y roja filtrada.
Aún los instrumentos más sofisticados no nos libran de errores. Por otro lado, parece que mientras más
cerca tenemos algo, menos lo observamos. En consecuencia, debemos adiestrarnos continuamente en la
observación profunda que va más allá de lo obvio. Escudriñemos cada cosa y asunto de cerca y de lejos,
y tratemos de encontrar detalles aún no vistos; analicemos la forma en que están ensamblados los
diversos componentes; descubramos las relaciones entre los diversos sistemas, encontremos facetas
insospechadas en todo lo que llegue a nuestro conocimiento. El que más observa, más recursos
soluciónicos descubre a su alrededor. Pero no basta ver más: hay que analizar y formularse, como
Copérnico, preguntas dubitativas sobre lo que los sentidos envían a nuestra mente, y luego volver a
observar. ¡Quién así procede, encontrará algo valioso que aportar a su comunidad!
ENCONTREMOS NUEVOS USOS Y FUNCIONES
Todas las cosas que vemos, creadas por la naturaleza o por la humanidad, parecen tener una finalidad,
una función, un uso determinado. Esto no debe limitar la exploración de nuevas posibilidades. No nos
apeguemos a una sola funci6n o finalidad. Si pensamos que una cosa sirve únicamente para lo que ha
sido hecha, por ejemplo, un calzado para cubrir el pie, nos negamos muchas otras vertientes de
pensamiento que pueden llevarnos a soluciones insospechadas.
En los talleres de creatividad solemos pedir a los asistentes que le encuentren a un objeto usos diferentes
del usual como ya hemos contado. Otro ejercicio consiste en plantearles un problema sencillo que hay
que solucionar sin salir de un recinto. Frecuentemente no logran el objetivo a pesar de tener al alcance
de la mano un objeto que, al darle un uso adicional, se constituye en un factor de soluci6n.
Procuremos, entonces, señalar usos inusuales a los objetos que nos rodean. Hagamos el ejercicio de vez
en cuando. Así nos libraremos de la tendencia a encasillar cada objeto en un solo uso.
En una ocasión, en un taller de creatividad que coordinamos y al que asistían algunos coroneles del
ejército, alguien propuso que, dadas la creciente inseguridad en las ciudades y la escasez del personal
policivo, las Fuerzas Armadas estudiasen la posibilidad de colaborar en el reforzamiento de la seguridad
interna. Los altos oficiales mostraron c1aramente su disgusto aduciendo que esa no era "función" de ese
cuerpo. Pues bien, cada día se registra con más frecuencia, en diversas latitudes, ejemplos de ejércitos
que desempeñan eventualmente tales labores sin perder su naturaleza prístina: la defensa nacional.
La industria química ha tenido un desarrollo pasmoso no solo porque sus investigadores han sabido
poner a punto nuevos productos, sino también porque les han encontrado a los ya conocidos nuevos
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usos. El nylon, por ejemplo, se usaba en un principio como una fibra de filamento múltiple para fabricar
géneros de punto y tejidos. Debido a que la producci6n superaba la demanda, se exploraron otras
posibilidades. Hoy, los químicos no tienen mayores dificultades en encontrar nuevos productos; el reto
real es encontrarles usos.
Muchas veces, la humanidad tarda mucho en encontrarles usos benéficos a objetos y conceptos
novedosos. El telescopio fue inventado por Hans Lippeshey, óptico holandés, quien lo usó para
distraerse viendo barcos a distancia desde la playa. Tras conocer la técnica, Galileo construyó uno por sí
mismo y le dio otro uso que lo llevó a ampliar las fronteras del conocimiento.
La primera maquina de vapor fue diseñada por Thomas Savery, ingeniero militar ingles, que la usó para
evacuar las aguas de las minas. Thomas Newcomen la mejoró poniéndole pistón y cilindro, y luego
James Watt la perfeccionó aún más. En 1782 se impuso en forma definitiva en su uso original.
Posteriormente, en 1787, John Fitch, ciudadano estadounidense, la aplicó a un barco, pero su intento
fa1ló. Más tarde, en 1807, Robert Fulton botó un barco de vapor que si tuvo éxito. George Stephenson,
aplicando el principio al transporte terrestre, construyó la primera locomotora funcional. Luego los
ingleses, al aplicar la fuerza del vapor a las maquinas de las fábricas, iniciaron la Revoluci6n Industrial,
que contribuyó a darle la supremacía indiscutible a Inglaterra en el concierto de las naciones durante
muchos años.
Al rayo láser se le encuentran frecuentemente nuevos usos. En medicina, por ejemplo, se usa como
bisturí, en tratamientos de cáncer de la piel, en hemorragias provocadas por úlceras gástricas, en
problemas estéticos menores, etc. El motor eléctrico no cesa de ganar nuevas aplicaciones. Ya ha
invadido hasta la más recóndita intimidad de algunas personas.
La publicidad, usada antes como medio para promover el consumo de bienes o servicios, se está
aplicando al campo político. En 1952, en Estados Unidos, Rosser Reeves, contratado para dirigir la
campaña televisiva de Dwight Eisenhower, estudió los discursos de su famoso cliente. Más tarde le
solicitó a George Gallup que determinase cuales eran los temas preferidos de la opinión pública. A
continuación escribió guiones de veintidós segundos de duraci6n sobre tales tópicos. Al final de cada
mensaje se ac1araba que se trataba de un anuncio político pagado. Hoy, la imagen de los candidatos se
promueve como cualquier producto de consumo masivo.
SUPEREMOS NUESTROS HÁBITOS
La personalidad es una esfera de varias capas cuyas diferencias están determinadas por el grado de
solidez que ha alcanzado cada una, siendo la nuc1ear la más sólida y la externa la más blanda. Si
intentamos introducir algo nuevo, encontraremos que la resistencia crece proporcionalmente a la
profundidad que vayamos alcanzando.
El nuc1eo básico de la personalidad se forma durante los primeros años de vida. Para cambiar algo allí,
se requerirá sacudir muy fuertemente la esfera, o hacer una operación de fina cirugía. Las siguientes
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capas tienen algunos intersticios que es posible rellenar con algo compatible. Las capas más externas son
más flexibles: como las de la atmósfera terrestre, es probable que contengan diversos cuerpos flotantes
que van y vienen sin dañar la estructura y sin sufrir rechazo. A medida que se van acumulando años, las
capas externas se van solidificando. Mientras más tiempo retengamos un determinado modo de hacer
nuestras actividades repetitivas, más rígido se torna el hábito.
Los hábitos facilitan la vida: no podemos malgastar tiempo cada mañana pensando de que lado debemos
levantarnos o que vía tomar para ir al trabajo. Lamentablemente, muchas veces los hábitos nos impiden
crecer y evolucionar. La persona que cree tener todas sus circunstancias vitales encerradas en una caja
mágica marcada con la leyenda “hábitos”, y alardea de que su camino está libre de sobresaltos, se ha
convertido en un desvergonzado conformista, prisionero de sus pequeñas costumbres. Es posible que sea
muy hábil en su profesión y que tenga mucho éxito. Sin embargo, tarde o temprano, se despertará
avergonzado, preguntándose si ha hecho algún aporte significativo a su comunidad.
¡Liberémonos del yugo de los hábitos! Preguntémonos si estamos haciendo nuestros oficios en la misma
forma en que los hacíamos lustros. ¿Habrá mejorado la técnica? Si la respuesta es negativa, ¿habrá
alguna posibilidad de que nosotros mismos la mejoremos?
No es necesario que de improviso intentemos revolucionar nuestro trabajo. En una primera fase basta
confeccionar una lista de nuestros hábitos, labor que posiblemente nos tomará varios días. Cuando la
hayamos finalizado, dividámosla en dos columnas: hábitos perjudiciales para el potencial creativo y
hábitos inocuos. Levantarse temprano todos los días no causa ningún mal, pero oír siempre la misma
música limita las posibilidades estéticas. Andar siempre de prisa y no tener nunca tiempo para echar una
segunda mirada de interés a algo que se cruza en nuestro camino, es fatal.
Analicemos los métodos que usan nuestros colegas para realizar su trabajo. Comparémoslos con los
nuestros. Talvez concluyamos que una, o varias fases de nuestro procedimiento, no tienen justificación
alguna. Incluso, todo el procedimiento puede ser obsoleto, o inútil, o inoperante o contraproducente. Si
hay lugar a una reforma, procedamos.
Cuando el médico húngaro Ignacio Semmelweis decidió investigar por que las muertes de las
parturientas en un hospital, donde las atendían facultativos, eran más frecuentes que las ocurridas en un
centro cercano donde las atendían parteras, no previó que un hábito fuertemente arraigado en la mente
de sus colegas le amargaría cruelmente su vida profesional. Días antes de tomar su decisi6n había
encontrado a una mujer a tres cuadras del hospital, a punto de dar a luz. Al instarla a inscribirse en la
entidad asistencial, la parturienta se negó afirmando que se sentía más segura en la calle. El joven galeno
quedó atónito y ofendido, pero, cuando más tarde se enteró de que la cuarta parte de las que ingresaban
al centro de salud morían de fiebre puerperal, comprendió la actitud de la mujer. Los síntomas de este
mal eran muy conocidos: escalofrío, rápido aumento de la temperatura, hinchazón del vientre. Cuando se
hacía la autopsia, se encontraba el cuerpo lleno de pus y señales de meningitis, flebitis, peritonitis y
linfangitis. Al preguntarles a sus colegas sobre las causas, encontró siempre las mismas respuestas: el
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miedo, la mala ventilaci6n, los cambios de tiempo, los vapores venenosos del aire ("miasmas"). Sin
tener aún una hipótesis aceptable, Semmelweis rechazó tales explicaciones. Su jefe, disgustado por sus
persistentes indagaciones, lo hizo despedir. Afortunadamente, algunos amigos lograron que lo
reintegraran. Al volver, encontró una infausta noticia: el doctor Felipe Kollestchka, apreciado colega,
había muerto a causa de una infecci6n adquirida al cortarse un dedo durante la realizaci6n de una
autopsia. A esta clase de deceso se le llamaba "envenenamiento cadavérico". El cuadro encontrado
durante la autopsia del cuerpo de Kollestchka reveló un panorama igual al presentado por las mujeres
muertas de fiebre puerperal. "Extraño", pensó Semmelweis. Profundizando sus razonamientos, llegó a la
conclusi6n de que sus colegas eran los culpables involuntarios de los fallecimientos de las parturientas:
después de sus labores en las salas de disecci6n, practicaban exámenes a las mujeres sin lavarse
previamente las manos. Las ponían así en grave peligro de recibir los gérmenes tomados de los
cadáveres. Consecuentemente, Semmelweis propuso cambiar el hábito de no lavarse las manos, por uno
nuevo: lavárselas con agua de cloro antes de ingresar a las salas de maternidad. Sufrió la burla y los
ataques despiadados de los galenos, pero logró imponer la nueva costumbre y bajar el índice de
mortalidad ocasionada por la fiebre puerperal al l.27%. Pero, aunque parezca increíble, su superior lo
hizo despedir por segunda vez del Hospital de Viena. Consigui6 entonces un empleo en el Hospital de
Pest, donde rebajó el índice de mortalidad aún mas, al 0.85%. Su obra posterior, "Causa, conceptos y
profilaxis de la fiebre puerperal", recibió poca atenci6n en la época. Hoy es considerada un hito en la
historia de la medicina. Irónicamente, murió en 1865, victima de la misma enfermedad que había
combatido, desarrollada en su caso a partir de una herida en la mano derecha.
¿Cuantos hábitos homicidas subsisten todavía? Si meditáramos seriamente en el asunto, la lista
resultante sería larga.
DESCONFIEMOS DE LAS TEORÍAS E IDEAS DOMINANTES
Nuestro ideario no es mejor que el que siguen otros grupos. Es posible que nuestros conocimientos y
experiencias correspondan más a la realidad, pero si somos contados los que lo sabemos, bien poco vale
eso. Si queremos convencer a los demás de la superioridad de nuestros conceptos, la actitud dogmática
es el mayor obstáculo para lograrlo. Acerquémonos a los que nos rodean y tratemos de conocer mejor
sus ideas. Tal vez descubramos que no vale la pena dogmatizar sobre ciertos temas. Si nos libramos del
dogmatismo, nos quedará más tiempo y energía para concentrarnos en lo que realmente importa: dar
soluciones a los problemas y explicaciones a los enigmas.
Procuremos no alborotar el dogmatismo de los que tienen el poder de paralizarnos. No sacudamos con
excesiva violencia la teoría errada, el concepto obsoleto, las soluciones trasnochadas. A veces, es mucho
más eficaz ir por los flancos. Ser tolerante con ciertos aspectos del dogma imperante puede librar a las
soluciones nuevas de obstáculos fortuitos. Roger Bacon, Pedro Claver, Francisco de Asís, Galileo,
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Copérnico, Kepler, Mendel, Juan XXIII, y muchos otros innovadores, pertenecieron a una instituci6n
dogmática; no obstante, sin renunciar a ella, propusieren soluciones originales.
Cuidémonos de no ejercer contra los demás el dogmatismo que no deseamos que ejerzan contra
nosotros. El hecho de ser creativos, innovadores, reformadores o revolucionarios no nos hace inmunes al
poderoso virus del dogmatismo. Lutero afirmó que Copérnico era un loco que pretendía enredar la
Astronomía; Calvino, por su parte, lo contradijo citando el Salmo 93: "también el mundo está afirmado:
no será movido". Cuando Carlos Linneo, naturalista sueco, hizo una c1asificaci6n de los animales e
inc1uyó al hombre en el mismo grupo de los monos y lémures e introdujo la palabra "primates" para los
mamíferos erectos, Buffón, el notable naturalista francés, lo acusó de idear un sistema que era
"humillante para el género humano".
Las ideas dominantes de cada época se constituyen frecuentemente en fortalezas tan inexpugnables
como un dogma religioso o político. Edgard de Bono afirma que, para la creatividad, una idea dominante
puede ser un obstáculo. Lamentablemente, teorías, doctrinas y prácticas dominantes hay muchas: cada
campo de actividad y pensamiento tiene las suyas.
Todo investigador requiere, para adelantar con relativa seguridad su labor intelectiva, un marco
conceptual; no obstante, este se torna contraproducente cuando le impide ver posibles vías de solución
situadas fuera de sus límites.
Las teorías y prácticas dominantes han impedido a algunas personas llegar a la solución buscada durante
años. Muchos murieron sin comprender lo que habían desarrollado por aferrarse a una errada concepci6n
anterior. Cristóbal Co1ón no tuvo conciencia de que había llegado a un mundo desconocido para los
europeos porque siempre se aferró a un cálculo errado sobre las dimensiones de la tierra.
En muchos textos de historia figura Lavoisier como el descubridor del oxígeno. Realmente, José
Priestley, filósofo y teólogo ingles, aficionado a la Química, lo descubrió primero pero, por estar
enredado en la teoría dominante que afirmaba que la combusti6n se debía a una sustancia llamada
flogisto, que se desprendía del objeto en combusti6n, no pudo entender nunca 1a naturaleza del oxígeno,
bautizado así por Lavoisier. Priestley llamó al elemento descubierto "aire desflogisticado", en
concordancia con la teoría del flogisto.
Tycho Brahe, astrónomo danés, trazó en la isla de Hven, tras observaciones largas, fatigosas y
detalladas, mapas de las estrellas y de los movimientos de los planetas, labor que aun hoy admiramos
porque jamás tuvo un telescopio. Lamentablemente, nunca pudo ensamblar sus datos en un todo
coherente que le permitiera dar una explicación real del movimiento de los diversos componentes del
sistema solar porque estaba dominado por la teoría geocéntrica. Incluso, siempre se opuso a la teoría de
Copérnico. En cambio Kepler, que trabajó a su lado, probó, con base en los datos que heredó, la validez
científica de la teoría heliocéntrica.
Newton consagró gran parte de su esfuerzo intelectual a tratar de encontrar el secreto de los
acontecimientos históricos en el Apocalipsis y el Génesis. Kepler, por su parte, tuvo otra obsesión en el
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mismo terreno. En el pró1ogo de "Mysterium Cosmographicum" dice: "mi búsqueda constante se dirigió
a tres problemas: el número, la dimensión y el movimiento de los planetas. ¿Por qué son como son y no
de otra manera? Me enardeció en mi audaz estudio esa bella analogía que se da entre los objetos fijos, a
saber, el sol, las estrellas fijas y el espacio que las separa, y Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Buscaré
esta analogía en mi futura obra astronómica".
Cuando empezaron a usarse los analgésicos, muchos afirmaron que era sacrilegio tratar de eliminar el
dolor impuesto por Dios a la humanidad. Por eso solo adquirieron respetabilidad cuando la reina
Victoria de Inglaterra pidió al médico escocés James Young Simpson que le aplicase anestesia. Galileo,
después de haber visto con su rudimentario telescopio las cuatro lunas más brillantes de Júpiter, las
manchas del sol y los cráteres de la luna, invitó a los profesores de Florencia a observar tan hermoso
espectáculo. La reacción de sus colegas fue sorprendente. El mismo contó afligido que no quisieron ver
los satélites porque creían que no podía hallarse ninguna verdad en la naturaleza, sino en el estudio de
los textos".
Carlos Gauss, matemático y astrónomo alemán, uno de los fundadores de la moderna teoría de los
números, no se preocupaba por publicar sus descubrimientos por exceso de modestia. En relación con
sus ideas sobre la geometría, influyó un factor adicional: a principios del siglo XIX esa ciencia solo
hacía referencia a la geometría del espacio y se aceptaba sin disputa la euclidiana. Quien se atreviera a
refutar a Euclides era considerado poco menos que loco. Gauss le escribió a Federico Bessel para
explicarle que no daba a conocer sus descubrimientos porque "temía el clamor de los beocios". .
En 1807, dos estudiantes de Connecticut informaron que habían visto caer un "meteorito". Thomas
Jefferson asegur6 que tal afirmación era una mentira puesto que era imposible que las piedras cayesen
del cielo.
A principios del siglo XX hubo una gran polémica entre quienes creían en la existencia del átomo y
quienes eran escépticos. Entre estos últimos estuvieron Ernst Mach, filósofo y físico austriaco, conocido
por haber hecho una crítica sistemática de los principios de la dinámica de Newton en su obra "Mecánica
del Progreso desde el punto de vista histórico-crítico", y Wilhe1m Ostwald, químico alemán, Nobel en
1909. Ambos afirmaron que el átomo era una ficción. Por su parte, Ernest Rutherford, físico inglés,
Nobel en 1908, que propuso un nuevo modelo para el átomo (un nuc1eo circundado por electrones como
un sistema planetario), afirmó categóricamente que del átomo jamás se sacaría energía.
Berzelius, científico sueco, uno de los fundadores de la Química moderna, instituyó la notación at6mica
por símbolos, teorizó sobre la estructura molecular orgánica, descubrió el selenio y el torio, aisló el
silicio, el circonio y el titanio, y fue Presidente de la Academia de Ciencias de Estocolmo. Tras haber
c1asificado las sustancias en inorgánicas y orgánicas, afirm6 que estas últimas sólo podrían ser creadas
por un tejido vivo. El mundo científico aceptó inmediatamente tal afirmaci6n. En 1828, Friedrich
Wohler, discípulo del gran Berzelius, obtuvo urea, compuesto orgánico, al calentar cianuro amónico.
Temeroso de haber cometido un error, repitió la experiencia una y otra vez antes de darla a conocer.
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Berzelius, y muchos otros científicos se negaron a admitir el nuevo hecho. La experiencia, seguida de
otras, ocasionó un cambio en la explicaci6n de la naturaleza de las sustancias orgánicas: no había en
ellas un "vitalismo"; sencillamente, tenían carbono; las que no tenían este elemento eran inorgánicas.
Ciertamente no es fácil abandonar una concepción, una practica, una doctrina, o una idea que nos ha
servido en el pasado para interpretar el mundo o para sortear las vicisitudes de la vida. Romper
relaciones con un amigo, un pariente, el esposo o la esposa causa temor antes de la decisión y dolor
después. Algo similar sucede cuando se rompe con una parte importante del acervo cultural o mental.
Mientras más intelectual o culta es la persona, más estrecha y pasional es su relación con los conceptos
que orientan su tránsito por la vida. Para un intelectual, sus ideas son verdaderas amantes. Separarse de
ellas equivale a abandonar un amor candente.
Si la separación es necesaria, debemos reunir valor y dar el doloroso paso. De lo contrario, podríamos
repetir el error de Tycho Brahe, José Priestley, Cristóbal Colón y muchos otros, que creyeron que el
maravilloso mundo que habían vislumbrado era solo un apéndice de algo ya conocido.
Aceptemos las teorías dominantes como instrumentos de trabajo, pero nunca nos identifiquemos con
ellas hasta el punto de no atrevernos a impugnarlas. Isaac Asimov afirma que, aunque innumerables
veces los hechos hayan confirmado una teoría, no puede asegurarse que la próxima experiencia no la
invalidará. En nuestros días nos reímos abiertamente de lo que creía la humanidad siglos atrás. Con base
en eso podemos afirmar que muchas de las verdades actuales, serán objetos de burla dentro de algunos
años.
No obstante, no nos apresuremos a reírnos de las falsas “verdades” aun vigentes: cada una tiene sus
seguidores y algunos poseen tanto poder como el que golpeó a Copérnico, Galileo, Giordano Bruno,
Koch o Semmelweis . . . Mejor que zaherir a los creyentes, es allegar pruebas y presentarlas con fría
objetividad y circunspecta cortesía.
Y cuidémonos nosotros mismos de abrazar nuestras ideas como si fuesen artículos de fe. Cualquier idea
que tengamos sobre cualquier asunto puede ser cierta o falsa. Y entre estos dos extremos hay diversos
matices.
Por lo tanto, es conveniente mantenerse alerta no solo a los hechos que reafirmen la validez de nuestras
ideas, sino también a los que pongan de manifiesto su falsedad. Si sucede esto ultimo, sin
descorazonarnos, reemplacemos la idea invalidada por otra que responda mejor a los nuevos
descubrimientos.
SUPEREMOS LAS BARRERAS DE NUESTRA CULTURA
Desde muy temprana edad, nuestros padres nos indujeron a practicar su religión. De paso, nos indicaron
que esa era la única verdadera. Más tarde nos dimos cuenta de que la mayoría de la gente con la que
entramos en contacto profesaba la misma fe. Al crecer, conocimos otras creencias, pero, si sentimos
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alguna vez la tentación de cambiar, neutralizamos el impulso: ya nuestro credo formaba parte de nuestro
acervo cultural, igual que la lengua materna, las ropas, la música, la comida y las diferentes costumbres
de nuestra región o país. Es indudable que nuestra cultura y nuestro entorno material nos proporcionan
innumerables satisfacciones. Disfrutemos ambos, pero no permitamos que nos limiten. Aun en el caso de
que estemos rodeado de todas las comodidades posibles, no creamos que nuestra cultura deba ser el
modelo de las demás.
Todas las sociedades pueden proporcionar felicidad al hombre, excepto aquellas donde no existen
adecuados niveles de subsistencia física y de respeto por los derechos humanos. Nuestra gran capacidad
de adaptación nos permite disfrutar la vida en cualquier clima, latitud geográfica, sistema político o
económico. Gocemos, entonces, sin complejos de inferioridad o superioridad, nuestra cultura. No
obstante, tratemos de mejorarla.
Dirijamos la mirada hacia otros ambientes para encontrar ideas que nos ayuden en ese empeño. Pero
antes, analicemos muy bien nuestro entorno. Conociendo a fondo lo nuestro y lo ajeno, podremos
armonizar lo mejor de las dos orillas.
Superemos los límites que impone la cultura, pero no nos liberemos totalmente de sus lazos. Si lo
hiciéramos, seríamos tránsfugas de ninguna parte, seres sin tierra que amar, árboles sin raíces, mentes
vacías de recuerdos… Cambiaríamos la dependencia cultural impuesta por nuestros padres, por la que
nos impusiesen otros que ni siquiera nos consideran miembros de su comunidad.
Vivamos lo mejor de nuestra cultura, miremos más allá de sus fronteras, aprovechemos lo mejor de
otras, y saquemos de esta combinaci6n la cultura del futuro. Y contribuyamos conscientemente a su
formaci6n. Tengamos la seguridad de que nuestras costumbres y creencias aportaran algo al todo.
Los pueblos que actualmente más influyen en el concierto mundial son los que han resultado de una
amalgama de diferentes sustratos. Si bien en toda combinaci6n de culturas hay una dominante, no se
puede desconocer que la dominada deja huellas indelebles en el producto final de la fusión.
Cuando los romanos se impusieron en Europa, los vencidos le imprimieron al idioma de los
conquistadores tan variadas características que, con el curso del tiempo, el latín se transformó en
italiano, castellano, catalán, gallego, francés, portugués, rumano… La lengua del Lacio no murió: solo
evolucionó en forma fragmentada.
Las culturas africanas han quedado inscritas en muchas manifestaciones sociales del Nuevo Mundo.
Algunos ritmos estadounidenses, caribeños y brasileros tienen su inconfundible sello.
EXPLOREMOS MÁS ALLA DE LAS SOLUCIONES OBVIAS Y DE LAS YA CONOCIDAS
Tan pronto se plantea un problema, enigma o incógnita, surge en la mente de las personas más
ingeniosas posibles soluciones, especialmente cuando el asunto estudiado es semejante a otro anterior ya
resuelto. Aunque la solución parezca óptima, debemos buscar otras opciones. Los problemas no son
tuercas hechas en serie que casan con tornillos hechos también en serie. Las similitudes son engañosas:
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en una u otra forma, en un detalle o en muchos, las situaciones difieren. Es mejor, entonces, que a cada
problema le dediquemos la máxima atención. Si nos acostumbramos a transitar vías pavimentadas, ya
conocidas, aduciendo que a problemas iguales, soluciones iguales, cuando encontremos situaciones
nuevas, complejas, de trascendencia, no tendremos suficiente habilidad para hacerles frente.
SI NO AVANZAMOS, CAMBIEMOS ENFOQUES, PERSPECTIVAS Y PLANTEAMIENTOS
Muchas veces, después de haber trabajado duro, nos sentimos empantanados, atascados, inmovilizados,
y nos tienta el deseo de abandonar los esfuerzos anteriores y tirar todo por la borda.
Tomémonos un descanso y dejemos que el subconsciente siga trabajando sin presión alguna. Luego
alimentémoslo con algunos enfoques nuevos. Veamos el asunto desde un punto de vista diferente. Por
ejemplo, si hemos estado estudiando un problema B, teniendo en cuenta apenas sus relaciones con el
factor Z, preguntémonos si no tendrá también relación con elementos que no habíamos tomado en
consideraci6n. ¿O que tal que Z no tenga nada que ver con el asunto?
Cuando nos aboquemos al fracaso, no culpemos a los demás. Averigüemos, en cambio, objetiva y
desapasionadamente, que nos impide acercarnos a la solución. Repasemos la lista de los obstáculos a la
creatividad y tratemos de determinar si alguno nos está bloqueando.
Examinemos también la formulación del problema. Y, naturalmente, recorramos minuciosamente el
camino ya andado: tal vez olvidamos algo en algún recodo. Cuando identifiquemos los factores
obstruccionistas, reiniciemos la labor con renovados bríos.
Procedente de Beaumont, Laplace llegó a París llevando consigo varias cartas de recomendaci6n para el
conocido matemático D' Alembert. No obstante, durante semanas no logró una audiencia con el.
Abandonando el lenguaje de las recomendaciones, pasó a usar el de la ciencia: escribió una disertaci6n
sobre los principios de la mecánica y la envi6 a D' Alembert con la solicitud de que lo recibiese. Tan
pronto la leyó, el científico lo recibió. "No necesitáis mas presentaci6n que vuestro trabajo", le dijo.
Gracias a su ayuda, Laplace obtuvo un nombramiento de profesor de matemáticas en la Escuela Militar
de Paris, y aseguró su ingreso al mundo de la ciencia, donde se destacó como matemático y astrónomo.
Thomas Morgan, primer estadounidense que recibió el Nobel de Medicina, inició un ciclo de
experimentos en la Universidad de Columbia sobre la evolución y adaptación de ratones y ratas. Aunque
estos roedores se reproducían con celeridad, los resultados de los análisis lo llevaron a un callejón sin
salida. En 1915, cuando estaba desesperado por su fracaso, recibió una botella que contenía algunas
moscas de fruta, drosófila, que había estado usando otro profesor. Le sorprendió que estos insectos
pudieran producir una nueva generaci6n en solo dos semanas y que cada pareja diera centenares de
descendientes. Pero, ¿qué podían decirle de los problemas de adaptación, evolución y herencia?, se
preguntó. A pesar de la incertidumbre inicial, decidió dejar a un lado a los ratones y ratas y
reemplazarlos por las moscas. Esta decisión le ayudó a establecer, con la ayuda de sus discípulos,
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algunos de los principios fundamentales de la genética. Así, la antorcha dejada por Mendel avanzó unos
cuantos pasos.
El cambio de perspectiva permitió a Carlos Lyell, geólogo inglés, ampliar la comprensión de las
transformaciones sufridas por el globo terráqueo. Se decía que las grandes catástrofes hacían desaparecer
civilizaciones enteras y especies de animales y vegetales. Entre uno y otro cataclismo, aparecían nuevas
especies y civilizaciones. Lyell se preguntó si las transformaciones podían deberse también a causas
menos dramáticas. Después de muchos años de observaciones y mediciones, consignó en su obra
"Principios de Geología" las pruebas de que la erosi6n, las tormentas de arena, los vientos, los glaciales,
las mareas y otros factores producen, poco a poco, grandes transformaciones.
Si nos acostumbramos a cambiar de enfoque y de punto de observaci6n, aumentaremos enormemente
nuestra capacidad de comprensi6n. Ocasionalmente, esta metodología nos permitirá ver cuan
incongruentes son las posiciones que adoptamos cuando nos apegamos a un solo punto de vista. Por
ejemplo, cuando libramos una guerra, si el bando contrario lanza bombas contra la población civil, lo
acusamos de crueldad, asesinato y terrorismo; si los nuestros hacen lo mismo, hablamos de operación
militar en defensa de la patria. Si los microorganismos estropean los alimentos, hablamos de
putrefacción; si este mismo proceso hace que se desprendan azúcares y se produzca alcohol, hablamos
de fermentación.
Cuando dos personas discuten sobre un asunto y no llegan a ningún acuerdo, la única posibilidad de salir
del estancamiento es lograr que alguno, o ambos, cambien sus enfoques: la realidad luce diferente según
el lugar donde se ubique el observador. Ritchie Calder aprendió muy bien esta lección según testimonio
que da en su obra "La herencia del Hombre". En una conferencia en la que trataba de probar la
malignidad de los mosquitos y moscas, un africano se levantó y comentó: "en mi país llamamos al
mosquito nuestro centinela porque aleja al hombre blanco".
A veces, el obstáculo surge de una desacertada formulación del problema. Einstein afirmaba que "a
menudo, el puro planteamiento de un problema es mucho más esencial que su solución, pues esta puede
ser solamente una cuestión de habilidad matemática y experimental. Plantear preguntas nuevas, suscitar
nuevas posibilidades, ver viejos problemas desde un ángulo nuevo, son cosas que exigen imaginación
creadora, y pueden originar verdaderos adelantos de la ciencia".
La formulaci6n del problema se deriva del punto de vista, o del enfoque que tiene el observador. El
planteamiento que se haga orientará, indudablemente, la búsqueda de soluciones. Un mal planteamiento
lleva a una búsqueda equivocada o infructuosa, que desemboca en una solución falsa o inaplicable, o en
un callejón sin salida. Examinar el planteamiento inicial para aclarar los objetivos que se persiguen
obliga a mirar el problema desde diversos puntos de vista. .
Veamos un ejemplo; En un taller de creatividad, un ejecutivo de una agencia gubernativa propuso que se
analizase el problema del transporte en la ciudad donde estábamos, cuya poblaci6n era entonces de
5.000.000 de habitantes aproximadamente. Después de algunos minutos de reflexi6n, hizo el siguiente
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planteamiento: ¿c6mo podemos estimular a la gente a que use más el transporte colectivo? Acordamos,
entonces, replantear el problema. Para el efecto, usamos el conocido método de preguntar “¿por qué o
¿para qué deseamos alcanzar esa meta? Entre las respuestas obtenidas, escogimos una: disminuir el
número de carros particulares en las calles. Esta respuesta nos llevó a. un nuevo planteamiento: "¿cómo
disminuir el numero de vehículos particulares en las calles? Después de varias preguntas y respuestas, el
planteamiento que finalmente se escogió fue: ¿cómo evitar que la ciudadanía gaste demasiado tiempo en
trasladarle de un sitio a otro de la ciudad? Analizado el problema, surgieron diferentes sugerencias:
estimular el uso de motocic1etas y bicicletas, presionar a las empresas a contratar personas que vivan
cerca de sus sedes, escalonar las jornadas de trabajo, estimular el uso compartido de carros particulares,
imponer el horario flexible en las empresas, permitir realizar parte del trabajo en casa usando las
modernas tecnologías de comunicación, reubicar algunas empresas en localidades pequeñas, habilitar los
sábados y domingos como días laborables en determinadas empresas o actividades. Como se ve, algunos
planteamientos hicieron referencia a asuntos diferentes del transporte colectivo.
Generalmente, el primer planteamiento nace de una visión estrecha que reduce las posibilidades de
solución. Las reformulaciones nos obligan a ampliar nuestra visión original, lo que nos permite atacar
por diferentes flancos y proponer soluciones parciales que contribuyan al logro de la solución global. Si
hechos los replanteamientos, el problema resulta excesivamente grande, podemos subdividir. Así se
afrontará cada subproblema a su tiempo, según las posibilidades. Este fraccionamiento ofrece la ventaja
de mostrar al creativo los vínculos causales y secuenciales que tiene el asunto con otras situaciones
coexistentes.
CONSERVEMOS SIEMPRE NUESTRA CAPACIDAD DE ASOMBRO
Los niños descubren un continente cada día. Lo que ven, tocan, huelen, o saborean les produce un placer
enorme y un asombro excitante, solo superable por el que ha de producirles el hallazgo siguiente. Con
gran curiosidad y júbilo se mueven de un lado a otro, explorando con vista, tacto, oído, olfato y gusto.
Parecen no querer dejar nada por fuera de su conocimiento. Sus inmensos ojos son las ventanas abiertas
de par en par de mentes ávidas de sensaciones. Lamentablemente, cuando crecen, su curiosidad, en vez
de aumentar, declina. ¿Por qué? Hay diversas causas. Aquí solo enfatizaremos una: el proceso se va
haciendo más complejo y difícil. Los nuevos conocimientos se ocultan detrás de enmarañadas
estructuras, o yacen en el fondo de aguas frías y oscuras cuya profundidad asusta a la mayoría
Alejémonos del inmenso ejército de perezosos pusilánimes. No temamos zambullirnos en los profundos
océanos y selvas que aun esperan ser explorados. No nos desanimemos si no tenemos los elementos
necesarios para hacer inmersiones profundas. Aun en la superficie podemos encontrar una perla. Hasta
lo obvio, si lo miramos por segunda o tercera vez, puede sorprendernos. Agucemos nuestro sentido de
observación, y seremos gratificados. Cuando caminemos por las calles, observemos atentamente a la
gente, estudiemos los diseños de los edificios, los contrastes entre los diferentes sectores, la forma en
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que se hace la comercialización, el demencial tráfico automotor. En todo lo que nos rodea,
encontraremos plasmado el ingenio del hombre, la inteligencia y creatividad de muchas generaciones
que nos precedieron, las facetas del alma del pueblo, y descubriremos posibilidades de dar riendas
sueltas a nuestra afición por las soluciones. En cualquier lugar encontraremos situaciones que todavía no
han sido explicadas a satisfacci6n, fenómenos no comprendidos cabalmente, bellezas no apreciadas en
su totalidad, relaciones no descubiertas. . .
Cada elemento puede ser parte de un problema, un enigma, una incógnita, o una solución. Cada cosa que
afecte alguno de nuestros sentidos puede iluminarnos el cerebro. Cada objeto tiene un mensaje
asombroso que debemos descifrar. Con un poco de entrenamiento, podemos volvernos expertos
observadores. Miremos con ojos de niño y analicemos con mente de adulto, relacionemos y
preguntémonos permanentemente que hay detrás de la fachada o bajo la superficie, o que posibilidades
ofrece este hecho o aquel objeto.
Desde tiempos inmemoriales la humanidad usaba palos para mover cosas. Nada extraordinario hay en
ello: los monos también suelen hacerlo. Arquímedes, aburrido porque su mente no tenia
algo'''importante'' en que pensar en ese momento, observó el hecho. . . y empezó a relacionar los pesos a
mover y las longitudes de las palancas. Tras hacer cálculos, enunció leyes que permitieron hacer
palancas más poderosas. "Dadme un punto de apoyo y levantaré el mundo", se ufanó.
Joseph y Etienne Montgolfier, inventores franceses, observaron en el fuego de su cocina que el humo
ascendía y las pavesas flotaban. Este hecho, insignificante para otros, los asombró. Decidiendo ir al
fondo del asunto, llenaron con aire caliente bolsas, cuyo tamaño aumentaron progresivamente.
Terminaron inventando el globo aerostático. Marcaron así un hito en el desarrollo del transporte aéreo.
La esposa del Reverendo William Lee hacía medias a mano para su propio consumo pasando los lazos
de una aguja a otra. Al verla concentrada en su labor, el cónyuge se preguntó por qué no podría haber
centenares de pequeñas agujas – en vez de una - y una serie de ganchos para alzar los lazos de lana y
lograr de una sola vez, una pasada completa de puntos. ¿Por que no intentar construir una tricotosa
automática?, siguió preguntándose. Tiempo después, desarro1ló una. Lamentablemente, murió
desconocido en Paris. Más tarde su hermano logró establecer la fábrica de tricotosas asociándose con un
comerciante de Nottingham.
Una lechera de Gloucestershire solía cantar una canción muy popular entre las mujeres que
desempeñaban este oficio: "nunca tendré la viruela, pues tuve el mal de las ubres de mis vacas, nunca
tendré una cara fea llena de hoyuelos". Edward Jenner, médico y naturalista ingles, además de disfrutar
estéticamente la tonada folclórica, la sometió a análisis científico. La gente creía que quien hubiese
contraído la vacuna, infección que se transmitía de la ubre de la vaca a las manos del ordeñador, y que se
manifestaba en una erupción pustular que sanaba rápidamente, no contraía la viruela, enfermedad que
mataba entonces a miles de personas. Después de diversos estudios, Jenner inocu1ó pus - tomada de la
pústula de una lechera - a un niño de ocho años; dos meses después, le inoculó pus tomada de un caso
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virulento de viruela. ¡El niño no se enfermó! Publicados los afortunados resultados, de muchas partes le
pidieron más detalles y suero, y poco a poco se convirtió en personaje. ¡Había encontrado una óptima
solución a un problema fatal, partiendo de una inocente y anónima canción, que muchos habían
escuchado sin prestarle atención! Le abrió así a la humanidad una mina de soluciones: la prevención de
enfermedades mortales mediante vacunas.
PRESERVEMOS EL ESPIRITU EXPLORADOR
En todo creador, descubridor o innovador se esconde un aventurero, lo que significa que su personalidad
conserva muchos componentes de la fase infantil exploratoria comentada en párrafos anteriores.
Cuando Hernán Cortés quemó sus naves para obligar a su grupo a adentrarse en el imperio azteca,
comprometió seriamente la seguridad de todos. Cuando José Priestley, el sacerdote ingles aficionado a la
química, adquirió la costumbre de visitar fábricas de cerveza con botellas en mano para recoger los
gases que salían de los toneles a fin de tener material de investigación, se expuso a que sus feligreses lo
creyesen loco, lo que en efecto sucedió. Cuando los Montgolfier subieron en un globo hecho por ellos, o
los Wright pilotaron su endeble avioncillo, o Charles Lindberg cruzó solitario el Océano Atlántico, o
Eduardo Jenner aplicó a un niño de ocho años la primera vacuna contra la viruela, o Louis Pasteur la
primera contra la hidrofobia a otro infante de nueve años, estaban corriendo peligrosas aventuras.
Cuando un adulto se adentra en territorio incierto y resbaladizo, vuelve a vivir la emoción infantil de
escaparse de las seguras manos de mamá para recorrer el “mundo”, es decir, su entorno.
Algunos riesgos son leves; otros, mortales. La diferencia dependerá no solo de las consecuencias reales,
sino también de la importancia que cada uno le dé a estas. Muchos individuos se sienten más seguros
probando un nuevo modelo de avión que pronunciando un discurso. Para millones de personas, la crítica,
el sarcasmo, o la burla de los demás adquiere dimensiones de tragedia. Por eso, la aventura que corre un
científico al proponer una novedosa hipótesis, o un político al recorrer auditorios implorando respaldo,
puede ser equiparable, en sus escalas valorativas individuales, a la que corrió Magallanes cuando
circunnavegó el mundo en un barco que hoy nadie abordaría, o Marco Polo cuando decidió acompañar a
su padre al Lejano Oriente, o Yuri Gagarin y Neil Amstrong cuando rebasaron las fronteras terrestres.
Los creativos que han ido jalonando la historia de la humanidad y aumentando el cúmulo de soluciones,
conocimientos y experiencias, han sido conscientes de los peligros implícitos en sus aventuras de
adultos. A muchos, el riesgo los hizo dudar, pero no les impidió cumplirle a la humanidad.
¡Imitémoslos! Aventurémonos en el océano de la inmensa problemática que se extiende ante nuestros
ojos. Aún hay muchas Américas que descubrir. El viento nos será favorable. Pero “si no sopla,
rememos”.
USEMOS LAS ALAS
74
Para encontrar soluciones origina1es, no sólo es necesario reunir datos y usar diversos recursos, sino
también hacer uso de la fantasía. Dejemos que la mente se remonte a gran altura para que pueda ver
desde arriba facetas veladas que pueden conducir a senderos aún no transitados. Volemos alto, pero no
perdamos de vista la latitud terrenal donde estamos actuando. La imaginaci6n puede ayudar tanto en el
inicio de la búsqueda como en las fases avanzadas. Con frecuencia, proporciona la chispa que inicia el
fuego. Pero es fundamental no quedarse en la sola construcción de imágenes. A éstas hay que darles
formas tangibles. George Bemard Shaw decía que otros se conformaban con preguntarse ¿por qué? Ël,
en cambio, preguntaba ¿por que no? Imitémoslo. Preguntemos por qué no hacer lo que todavía no ha
sido hecho. Y luego pasemos al trabajo juicioso, severo, disciplinado y continuo que le dé tangibilidad a
nuestra idea.
Cuando Co1ón leyó en la sección de matemática de "Opus Majus" de Roger Bacon una breve referencia
a la posibilidad de llegar a las Indias navegando al occidente de España, se impresionó. Este pasaje,
unido a otros estímulos, hicieron volar su imaginación. Luego investigó, dibujó mapas y rutas, trazó un
plan, y recorrió varios cortes de Europa implorando apoyo. Y por último, corrió un riesgo mortal
atravesando un océano desconocido.
Enrico Fermi, Nobel en 1938 "por su identificación de nuevos elementos radiactivos, producidos por el
bombardeo de electrones y su descubrimiento de las reacciones nucleares provocadas por los neutrones",
se enteró, estando en la Universidad de Columbia, de que la física alemana Lise Meitner había expuesto
la teoría de la fisión: cuando el uranio se divide en dos partes, se libera una cantidad tremenda de energía
nuclear. Este enunciado lo llevó a concebir una reacción en cadena que se sostenía por sí misma,
esencial en los ulteriores desarrollos de la tecnología nuclear.
Mucho antes de que los hermanos Wright lograran hacer volar su avión, innumerables hombres, desde
los orígenes mismos de nuestra civilización, se habían preguntado, al observar el vuelo de las aves, ¿por
que no nosotros? Y la imaginación voló muy alto. Tras muchos fracasos, una cometa se elevó con un
hombre a bordo; mucho más tarde, los Montgolfier se elevaron en su globo; y luego los Wright y
algunos otros precursores consiguieron dar un saltito con rudimentarios artefactos.
Así, poco a poco, imaginando cosas que no existen, barruntando teorías que nunca antes han sido
formuladas, la humanidad va estructurando la so1uciónica que le permite superar la problemática que
constantemente surge en el sendero ascendente de su increíble evolución. .
Abandonémonos a la imaginación y la fantasía, pero no nos olvidemos del 99% del trabajo subsiguiente.
Trabajo e imaginaci6n, imaginación y trabajo, nos desbrozarán el camino de las soluciones originales
que nos ganaran un puesto en los anales de la especie.
ESFORCÉMONOS POR TRANSFORMAR LA OPOSICIÓN EN ACEPTACIÓN
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Mientras menos conocidos sean los problemas que planteemos y más novedosas las soluciones que
propongamos, más tardarán los demás en comprender los primeros y en aceptar las segundas. Por lo
tanto, no contemos con la aprobación temprana de nuestros contemporáneos. Aunque uno de los
objetivos que nos llevan a esforzarnos y a superar dificultades es obtener dicha aprobación, debemos
pensar desde el comienzo mismo de los esfuerzos que esta tardará en llegar.
La gente demora en aprobar los cambios profundos y trascendentales: necesita tiempo para aceptar la
muerte de lo precedente y determinar el alcance de los beneficios de lo nuevo. Teniendo esto en mente,
podremos resistir mejor las heridas que nos causara la gente cuando nos vuelva la espalda, o nos
califique de orates, ambiciosos, o idiotas. . . Aprendamos a vivir, entonces, con la sola aprobaci6n de
nuestra conciencia. Si tenemos el convencimiento de que los resultados que obtengamos beneficiarán al
grupo o a la comunidad, sigamos adelante, sin preocuparnos por el encomio, el reconocimiento, o la
recompensa, que generalmente son tardíos, o por el insulto o la burla, que sí son tempraneros.
“No somos menos porque nos vituperen, ni más porque nos alaben”.
La pequeña reacción negativa ante cambios de relativa poca importancia se torna gigantesca ante
reformas sustanciales en las relaciones sociales, en los mecanismos económicos, en los sistemas
políticos, en las teorías científicas, en las creencias religiosas, en las técnicas en uso, en las maquinarias
o equipos que a costa de millones han adquirido las empresas…
Por lo tanto, en nuestras previsiones, inc1uyamos las dificultades que surgirán ante nosotros y
preparemos una estrategia para superarlas. Así eludiremos el lamentable destino de algunos grandes
soluciónicos que han sucumbido ante la oposición de sus contemporáneos.
Ludwig Boltzmann, físico austriaco, afirmó, basándose en principios teóricos fundamentales, que el
átomo existía realmente. Ernst Mach, Wilhelm Ostwald y muchos otros aseveraron que era solo una
ficción. En 1906, a los 72 años de edad, sintiéndose aislado y derrotado, BoItzmann se suicidó . . . Poco
tiempo después, la doctrina atómica triunfó en forma absoluta.
Alfredo Wegener, meteorólogo y geofísico alemán, expuso en su obra "Génesis de los mares y
continentes" su teoría sobre la formaci6n y el desplazamiento de las masas terrestres. Todos los
científicos ridiculizaron la hipótesis y prácticamente lo desterraron del gremio. Cuarenta años después,
durante el Año Geofísico, se admitió la validez del planteamiento.
Hay muchas formas de hostigar las iniciativas. La actitud seca, fría y distante de muchos dirigentes
indica c1aramente a sus subalternos que no deben intentar siquiera pensar en iniciativas. Otros tienen
diferente estilo: proyectan una imagen liberal y, permisiva. Ensalzan las iniciativas en público, pero
luego no proporcionan los medios para ponerlas en práctica, o las someten al análisis de un comité
inoperante, o anuncian que solo se ensayarán cuando las circunstancias sean propicias.
¡Qué tales actitudes no nos desanimen! Si estamos convencidos de la bondad de nuestras propuestas y no
logramos respaldo, no queda más camino que alejarnos de quienes se constituyan en obstáculo
insalvable, e intentar en otros ámbitos.
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Henry Ford, mientras trabajaba como ingeniero jefe de la "Detroit Automobile Co", que fabricaba
vehículos al gusto de cada cliente, pensaba en la producción en masa. Tuvo que dimitir en 1902 porque
sus conceptos no se adaptaban a la filosofía de la empresa. Siete años después lanzó al mercado su Ford
T, que empezó a fabricar en serie en 1913.
Josef Brewer, médico vienés, usó hacia 1880, como medio terapéutico, el hipnotismo ensayado antes por
Franz Mesmer, médico alemán, y por James Braid, cirujano británico, quien precisamente le dio tal
denominación. Brewer y otros empezaron a explicar los efectos de la hipnosis como prueba de la
existencia de un nivel inconsciente reprimido por el consciente. Con Brewer trabajaba, como discípulo,
Sigmund Freud. Durante años sometieron a los pacientes a leves hipnosis y los alentaron a hablar. Freud
llegó a la conclusión de que casi todos los recuerdos reprimidos, igual que las motivaciones, eran de
origen sexual. Al no acoger Brewer esta hipótesis, el discípulo tuvo que independizarse. Más tarde,
Freud suprimió el hipnotismo como medio de exploración del subconsciente y desarrolló un nuevo
método que denominó psicoanálisis.
Jorge Ohm, físico alemán, que elaboró la teoría de las corrientes eléctricas, enseñaba matemáticas y
ciencias en el colegio jesuita de Colonia. Como su sueldo era muy bajo, ambicionaba fervientemente
obtener un nombramiento como profesor universitario. Con la esperanza de lograrlo, escribió, después
de haber experimentado durante años y publicado los resultados parciales en breves memorias, un
tratado de 250 páginas titulado "Mediciones Matemáticas de las corrientes eléctricas", considerado hoy
como una de las grandes obras de la investigaci6n científica. A un crítico influyente, seguidor de la
escuela hegeliana de filosofía, que no creía en la experimentación como medio para obtener
conocimientos, le desagradó la base experimental del tratado, por lo que convenció a los funcionarios
del Ministerio de Educaci6n de que "un físico que profesaba tales herejías no merecía enseñar la
ciencia". Presionado, tuvo que renunciar a su puesto en el colegio. Tras sobrevivir seis sombríos años,
fue finalmente nombrado en la Escuela Politécnica de Nuremberg, en la Universidad de Erlangen (1833)
y en la Universidad de Munich (1849). Un cuarto de siglo después de su muerte, el Congreso
Internacional de Ingenieros Eléctricos, reunido en Paris en 1881, lo honró dándole el nombre de ohmio a
la. unidad de resistencia eléctrica.
CUIDEMONOS DE LOS ERRORES… SIN DEJAR DE ACTUAR
Los errores alejan las metas, nos hacen dudar y, a veces, provocan las burlas de los adversarios. ¡Pero no
dejemos de actuar por miedo al ridículo! Las equivocaciones son riesgos que deben correr las personas
creativas, máxime cuando intenta alcanzar soluciones originales.
Toda hipótesis conlleva la posibilidad del error. Las hipótesis se confirman o se invalidan. Si creemos
que las que enunciamos son necesariamente ciertas, estamos prejuzgando y, peor aún, renunciando a
nuestra capacidad de pensar en forma divergente. Si queremos formular soluciones originales, debemos
estar dispuesto a abandonar nuestros pensamientos cuando resulten invalidados por los hechos. Tan
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pronto sintamos que estamos caminando sobre un piso resbaladizo, no dudemos en cambiar de direcci6n.
No intentemos hacer creer, como el resto de la humanidad, que nunca nos equivocamos. Admitamos la
equivocaci6n con naturalidad, y sigamos adelante.
Ocasionalmente el extravío será tan notorio que adquirirá la magnitud del fracaso, y las criticas y burlas
arreciarán. Tomémonos un breve descanso, y luego regresemos a la labor con renovada energía.
Mantengámonos a flote contra viento y marea. Después de ese tornado, y posiblemente de otros,
encontraremos la solución. Entonces, la satisfacci6n de llegar a puerto será suficiente resarcimiento.
Miraremos atrás y todos los fracasos parecerán leves caídas sobre una gruesa alfombra.
En ocasiones, la cautela excesiva demora innecesariamente la divulgaci6n de muchos avances
científicos. Carlos Gauss era tan cauteloso y modesto – como hemos anotado ya - que parte de su obra
no fue conocida sino después de su muerte. Anotaba sus nuevas ideas en hojas sueltas que luego no
adecuaba para la publicación. A veces, sus amigos lo visitaban para plantearle diversos problemas que
ya él se había planteado con anterioridad; tras escucharlos, les mostraba las soluciones que había
hallado. En ocasiones dejó que otros afirmasen haber sido los primeros en encontrarlas. Estudió la
geometría no euc1idiana en la que se satisface el axioma de la paralela, al mismo tiempo que Wolgang y
Johan Bolyai, y Nikolai Lobachevski. Como entonces se consideraba que la geometría euclidiana era la
única posible, a Gauss le dio temor dar a conocer sus ideas y dejó que los honores de este importante
descubrimiento fueran compartidos exc1usivamente por Bolyai y Lobachevski. Afortunadamente para
el, su enorme capacidad creativa le permiti6 explorar muchos otros campos en los que dejó imborrable
huella.
Otros grandes soluciónicos, menos cautos que Gauss, echaron a andar sus errores sin aprensi6n alguna.
Por ejemplo, Arist6teles. Si hiciéramos una lista completa de sus afirmaciones erradas, algunos se
sentirían inc1inados a preguntar por qué se le ha dado tanto peso en la historia de la humanidad. Veamos
algunos ejemplos: es imposible el vacío, el estado natural de las cosas es el reposo, el mundo está
compuesto de los cuatro elementos observables a simple vista (agua, tierra, aire y fuego), la tierra está en
un punto fijo en el centro del universo, los planetas y la luna tienen órbitas circulares, nuestro satélite
emite su propia luz, el centro de la inteligencia está en el corazón ( pues la voz parece salir del pecho ),
el cerebro sirve para refrigerar la sangre cuando se calienta demasiado . . .
A pesar de estos errores, el gran filósofo erigió los fundamentos de la lógica, área en la que no tuvo
predecesor ni modelo, introdujo las bases de la ciencia experimental bio1ógica y, en contraposici6n al
idealismo de su maestro Platón, le dio realce al realismo. Lamentablemente, el apego de la humanidad a
todas sus conc1usiones determinó un estancamiento científico de incalculables alcances. Pero no se le
puede culpar por eso: él abogó por la observación como medio para llegar al conocimiento, método que
aplicó en sus estudios de biología.
Nicolás Copérnico, por su parte, después de invalidar la teoría geocéntrica de Ptolomeo, sigui6 creyendo
que las órbitas de los planetas eran perfectamente circulares.
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Lavoisier usaba la palabra "ca1órico" para referirse a una supuesta sustancia sin peso que inc1uia entre
los elementos químicos como el carbono, el nitrógeno y el oxigeno. El y sus contemporáneos creían que
cuando se taladraba algo, el calor era producido por el "ca1órico" que se desprendía de las virutas
durante el proceso de separarlas de las partes mayores del meta1.
Sigmund Freud, por su parte, trataba en 1884 su depresi6n con cocaína. En su informe consignó que
sentía un incremento en el autocontrol, más vitalidad y una hilarante y duradera euforia que no difería de
la euforia normal de la persona sana. Afortunadamente, más tarde abandonó este tratamiento.
En 1808, Juan Dalton, sabio inglés fundador de la teoría atómica, publicó una tabla de los pesos
atómicos de los elementos. Entre otros, daba los siguientes: plomo, 95; nitrógeno, 5; azufre, 13. Cuando
conoció la tabla elaborada par Dalton, Berzelius quedó impresionado por la amplitud de la obra, pero
comprendió que tenía graves inexactitudes. Tomó, entonces, la decisión de fijar pesos más exactos.
Analizó para el efecto más de 2.000 sustancias. Entre los pesos que fijó estaban los del plomo, el
nitrógeno y el azufre: 207.12, 14.05 y 32.18. Trabajó en un laboratorio primitivo, con sustancias
químicas imperfectas, improvisando casi cada paso. Por lo tanto, no es sorprendente que también se haya
equivocado. Lo asombroso es que el desacierto fue mínimo: actualmente se admiten como pesos
verdaderos los siguientes: plomo, 207.210; nitr6geno, 14.008; azufre, 32.066.
Así se corren las fronteras del conocimiento: poco a poco, con grandes esfuerzos y en medio de
pequeñas o garrafales equivocaciones. El ingenio, la recursividad y la creatividad de los soluciónicos
originales alcanzan niveles tan elevados que, aun con el oneroso peso de sus yerros, pueden elevarse
considerablemente sobre los soluciónicos normales y comunes, que se conforman con aplicar las
fórmulas encontradas por otros en el pasado.
Sus errores nacen precisamente de su gran capacidad creativa, que los lleva, en un impulso que ellos
mismos no pueden controlar, a tratar de describir, cambiar o explicar el mundo que los rodea. Cuando
formulan preguntas que nadie ha respondido antes, sienten la obligatoria necesidad de contestarlas ellos
mismos, aunque no estén seguros de la validez de sus hipótesis. ¡Detrás vendrán otros que las validarán
o invalidarán! Con su arrojo intelectual, recia personalidad e irrefrenable deseo de correr fronteras, han
ido fijando hitos en la historia. ¡Cada uno pone una piedra que sirve de base a otra que será colocada por
algún indefectible continuador!
¡Loor a Arist6teles, a Dalton, a Freud y a los miles de soluciónicos originales que se han equivocado en
su afán de dar nuevas soluciones a los múltiples problemas que surgen en los empinados senderos de la
evolución humana!
MINIMICEMOS LAS EMOCIONES NEGATIVAS.
La impaciencia, la desconfianza, la intolerancia, el resentimiento, la envidia, la ira, el desprecio, el
despecho, la frustración, los sentimientos de inferioridad o superioridad, pueden llevarnos a ejecutar
acciones que en lugar de ganarnos el respaldo de la gente, incrementan su rechazo. Tengamos siempre
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en cuenta que cuanto más original sea nuestra propuesta más sorpresa e incredulidad causará. No
perdamos la calma ni subvaloremos a nadie. Llenémonos de paciencia, y volvamos a explicar,
intentando llegar a la gente en forma diferente de la anterior.
De nuevo recordamos que las personas muy creativas tienden a menospreciar a los que no están a su
altura. Generalmente, esperan que todos veneren inmediatamente sus soluciones. Un ataque de ira, una
contienda con un colega, un dogmatismo excesivo, un exagerado egocentrismo nos fuerzan a trasladar
tiempo y energías del trabajo fructífero al combate interpersonal estéril. Tratemos de pensar menos en
los temporales adversarios y más en el producto final y en los objetivos a largo plazo. No demos
excesiva importancia a los adversarios, pero tampoco a nosotros mismos ¡Todos somos briznas leves y
secas que cualquier imprevista tormenta puede zarandear a su antojo!
Si después de intentar superar y dominar nuestras emociones negativas con simples razonamientos no
logramos la paz interior, probemos otros medios. Hay varias técnicas de control mental y emocional que
están al alcance de todos. Si no es posible encontrar un centro docente especializado en el tema, leamos
lo más que podamos sobre yoga, budismo, zen, sofrología, inteligencia emocional o cualquier otra
disciplina que enfatice la necesidad de alcanzar el sosiego mental y espiritual.
Al abordar el “Beagle”, donde desempeñaría funciones de naturalista – reunir ejemplares de animales y
plantas y hacer la correspondiente clasificación - , Charles Darwin se enteró de que su capitán era muy
conservador y religioso. Por el contrario, él era seguidor del partido liberal, que abogaba por la extensi6n
del sufragio, se oponía a la esclavitud y estimulaba las reformas sociales. Para colmo, su abuelo Erasmo
ya había insinuado la idea de la evolución basándose en la transmutación de las formas vivas. No
obstante, Darwin, dando muestras de gran paciencia y ecuanimidad, logró llevarse bien con el Capitán
Fitzroy. Tras publicar “Origen de las especies” y “Origen del Hombre”, no tomó parte en la furiosa
controversia subsecuente. Se limitó a aportar las pruebas. Fueron otras las personas que libraron la
batalla para que la teoría se abriera paso. Entre ellas, Tomas H. Huxley, científico y polemista de
grandes habilidades literarias.
PERMANEZCAMOS ATENTOS A LOS SUSURROS DEL SUBCONSCIENTE
Aunque el cerebro guarda celosamente los secretos de su funcionamiento, ya le hemos arrancado
algunos. Sabemos, por ejemplo, que nunca está en total reposo. Aunque estemos dormidos, sigue
desempeñando múltiples actividades.
Como el subconsciente no tiene muchos medios de hacernos saber su presencia, nos envía destellos muy
rápidos que, por su fugacidad, corren el riesgo de no quedar registrados correctamente en nuestra
memoria.
Muchos han tenido la experiencia de haber despertado de pronto y, con gran sorpresa, encontrar a la
mano la solución que habían estado buscando infructuosamente durante un largo período. Lo más
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probable es que no esté totalmente elaborada, lista para ser puesta en práctica, sino que sea solo el
extremo de un rico ovillo, que será necesario halar con mucho cuidado para ir tejiendo nuestra compleja
solución. Otras veces el destello surge cuando estamos en vigilia, ocupados en algo totalmente diferente
de nuestro problema.
En ambos casos debemos registrar por escrito la sugerencia. Destello no registrado, destello olvidado.
No podremos ordenarle después al subconsciente que nos lo proporcione por segunda vez. Nunca
obedece órdenes expresas.
Quizá un día lejano podremos dominarlo a voluntad. Mientras lo logramos, hay que mantenerse atento a
sus fugaces comunicados. Aunque es impredecible, es un amigo fiel que trabaja bien cuando le dan la
oportunidad.
Niel Bohr, físico danés, Nobel de Física en 1922 por su teoría sobre la constitución del átomo, soñó en
1922, cuando era estudiante de la Universidad de Cambridge, que estaba de pie sobre un sol, el cuerpo
envuelto en gases incandescentes; los planetas, unidos al sol por tenues filamentos, pasaban silbando
alrededor; de repente, el gas se enfrió, el sol se solidificó y los planetas se alejaron. Al despertar
emocionado, llegó a la conclusión de que había estado viendo un modelo de átomo. Este sueño le inspiró
el sistema de mecánica cuántica de la física actual.
Hermann Hilprecht, asiriólogo de la Universidad de Pensilvania, había estado tratando de descifrar las
inscripciones de dos fragmentos hallados en un templo babilónico. Una noche de 1893, cansado de
pensar en su insoluble problema, se fue a dormir. En sueño, vio a un sacerdote alto y delgado que le
explicaba que los fragmentos procedían de un mismo cilindro y que, si los estudiaba conjuntamente,
tendría una sola inscripción. Una posterior visita a Constantinopla y a un museo donde se guardaban los
fragmentos en vitrinas le confirmó la veracidad del mensaje del sacerdote.
Elías Howe soñó una noche que unos salvajes lo habían capturado y le habían dicho que si no les
conseguía en 24 horas una maquina que pudiera coser, lo matarían con sus lanzas. Llegado el momento
de la ejecuci6n, vio que las flechas cruzaban el aire hacia él; de pronto, notó que esas flechas tenían las
puntas perforadas. Al despertar sudoroso y angustiado, se dio cuenta de que el ojo de la aguja de la
maquina de coser que había estado tratando de perfeccionar debía estar en la punta, no en el centro ni en
la parte superior como había pensado antes.
E. Beecher-Stowe, autora de "La Cabaña del Tío Tom", confesó que durante un sueño había visto todas
las escenas de la historia. Goethe también manifest6 que había resuelto muchos problemas y había
compuesto varios poemas mientras estaba sumido en sueños. Guiseppe Tartini contaba que, para
componer la sonata "La canción del diablo", se había basado en una música que había oído mientras
dormía; lamentablemente, añadía, su obra era inferior a la escuchada en el sueño.
PRACTIQUEMOS TANTO COMO PODAMOS
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Si estamos dispuestos a desarrollar la creatividad y el ingenio y convertirnos en soluciónicos creativos,
lo fundamental es adquirir conciencia de que el camino, aunque lleno de abrojos, es transitable. Hay
medios y recursos, entre los que sobresalen los comportamientos y actitudes descritos, que no solo nos
ayudan a recorrerlo, sino también nos amplían las perspectivas de triunfo. No obstante, no sobra tener
presente que es casi imposible apropiarse de todas las cualidades mencionadas en las páginas
precedentes. Como la práctica constante hace al maestro, intentemos por lo menos desarrollar el mayor
número de ellas. Practiquemos con tranquilidad, pero con continuidad, como los deportistas que aspiran
a subir al podio. Escalón por escalón, alcanzaremos el máximo nivel soluciónico que sea posible
alcanzar según la personalidad y las condiciones del medio de cada uno.
5 - PROCESO
La solución puede buscarse individual o grupalmente La búsqueda individual ha sido constante a través
de la historia. No obstante, la imagen de los pensadores, artistas, científicos e investigadores trabajando
en soledad en sus estudios, talleres o laboratorios se ha ido desdibujando poco a poco. El gran número de
elementos que requiere la investigación de alto vuelo crece día a día. Esto obliga a los soluciónicos a
buscar apoyo e integrarse más con sus colegas, especialmente con los que analizan el mismo problema.
Por otro lado, la explosión de conocimientos, cuyas ondas se expanden con más vitalidad cada día,
reduce progresivamente las posibilidades de éxito de quienes actúan solos. Cualquier rama que se tome
en consideración sufre divisiones y subdivisiones, y los que se han vinculado a ellas se ven obligados a
escoger solo una estrecha franja para profundizarla a fin de adquirir un nivel de habilidad que los haga
competitivos. Surge, por lo tanto, como necesidad indiscutible y general, el grupo soluciónico
interdisciplinario.
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Los que por una u otra razón hemos tenido que asistir a reuniones de grupo convocadas con la finalidad
de superar dificultades de diversa índole, hemos sufrido el suplicio de interminables sesiones que no
conducen a nada significativo, que solo sirven para que el coordinador ejerza una autoridad mal
entendida, o algunos se luzcan acaparando la palabra. El resultado ha sido que muchos han perdido la fe
en la eficacia de los grupos interdisciplinarios como medio para encontrar soluciones.
¡El grupo conformado por soluciónicos debe ser diferente!
El número de sus miembros puede fluctuar entre tres y quince. Si resultare más numeroso por fuerza
mayor, debe fraccionarse en subgrupos.
El grupo soluciónico interdisciplinario permite reunir, en poco tiempo y en reducido espacio, un
increíble número de datos, experiencias y habilidades.
Puede invitarse a personas que conocen poco del problema en estudio: a veces los neófitos, por no tener
prejuicios arraigados sobre el asunto por la sencilla razón de no conocerlo, pueden aportar un enfoque
ingenuo, pero novedoso, al que los verdaderos expertos le agregaran los elementos técnicos adecuados.
La diversidad de los miembros del grupo dependerá de la complejidad del problema.
El grupo soluciónico proporciona un alto grado de seguridad, que es especialmente necesario cuando se
persiguen soluciones originales. Cuando una persona solitaria se entrega a esta búsqueda, el temor de
estar siguiendo un camino equivocado, o de provocar una reacción demasiado fuerte por parte de los
tradicionalistas, puede asaltarla con frecuencia, lo que le impedirá avanzar con más decisión y celeridad.
Algunos hasta podrían abandonar la lucha si oyen el inquietante rugido del inmovilismo institucional. En
el grupo soluciónico también surge el temor, pero nunca falta alguien que, con palabras o acciones
valerosas, devuelve pronto el coraje al resto del equipo transitoriamente asustado.
El grupo soluciónico proporciona una dinámica estimulante en las diversas etapas del proceso creativo.
La excitación, discusión y confrontación que provee facilita la producción de ideas directrices, o de
ideas confirmatorias o rectificatorias, que ayudan a llegar a feliz puerto, sea acelerando el
desplazamiento por el camino previamente elegido, sea reorientándolo parcial o totalmente. Igualmente
dinamiza las fases de evaluación, ejecución y seguimiento. Posibilita también el logro de un mayor
número de criterios evaluativos. En la fase de ejecución permite que el trabajo se subdivida de acuerdo
con las preferencias, el tiempo disponible y la fortaleza laboral de cada miembro, lo que alivia la onerosa
tarea de llevar la solución a feliz término.
El grupo soluciónico ofrece una atmósfera recreativa en la que sus miembros pueden sentirse a gusto
desde el momento mismo de su ingreso. Las sesiones de búsqueda de soluciones son especialmente
gratificantes. Allí se pueden producir, siguiendo la metodología de promoción de ideas, innumerables
soluciones y criterios evaluativos.
El grupo debe contar con un Coordinador General y un Secretario. El primero se encarga de dirigir las
sesiones, estimular la producción de ideas, moderar las discusiones y sacar conc1usiones; debe procurar
intervenir lo menos posible, pues su labor será más fructífera si, en lugar de acaparar la palabra, induce a
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los demás a hacer uso de ella. El segundo se encarga de citar a reunión y hacer una breve acta de lo
tratado allí.
Evaluadas las propuestas de solución, se escoge una. Para presentarla a la comunidad o llevarla a la
práctica, será necesario trazar un plan, que elaboraran unos pocos miembros. En él se asignaran
funciones y responsabilidades a cada uno de los integrantes.
Periódicamente debe haber sesiones de Presentaci6n de Informes de Avance, en las que cada miembro
exponga el estado del trabajo que se le ha asignado, se evalúe el desarrollo global del plan y se
confirmen o rectifiquen las rutas que se siguen.
Cualquier conjunto de personas que se reúna con periodicidad puede convertirse en un grupo
soluciónico. Lo fundamental para lograrlo es introducirle al grupo las normas del comportamiento
creador. Intentemos formar uno con los amigos que tengan algunas de las características y actitudes
descritas antes. Para comenzar, tres o cuatro personas serán suficientes. Los jubilados harían grandes
aportes a su comunidad si decidieran gastar el tiempo en algo más emocionante que evocar recuerdos.
Los adolescentes harían maravillas si se organizaran en grupos soluciónicos en vez de hacerlo en bandas
perturbadoras de vecindarios. Los grupos de trabajo en las empresas serían más productivos si sus
miembros aplicaran las normas de la promoción de ideas.
Las ventajas del grupo soluciónico no deben inducirnos a descartar la actividad individual. Por el
contrario, la actividad grupal exige la individual y viceversa. El soluciónico requiere, unas veces,
soledad; y otras, el ambiente que solo un grupo excitante y adiestrado puede ofrecer. Las soluciones que
surgen al calor de la dinámica grupal pueden ser analizadas y sopesadas por cada participante
separadamente. Este análisis genera ideas individuales adicionales, convergentes o divergentes, que
enriquecen la cinética grupal.
En consecuencia, si deseamos ser soluciónicos cabales, debemos sentirnos tan a gusto trabajando solos
como dentro de un grupo realmente productivo.
ETAPAS
No siempre se siguen todas las etapas que se señalan a continuaci6n. En la metodología soluciónica hay
margen para las variaciones. Por razones didácticas, enumeramos el mayor número de fases. Lo más
aconsejable es apegarse a todas. Si alguna no parece pertinente en un caso concreto, dediquémosle por lo
menos un lapso breve.
Las etapas son las siguientes:
1. Percepción e internalización del problema, enigma, incógnita o dificultad; 2. Planteamiento inicial
del asunto y replanteamientos alternativos; 3. Recolección de datos; 4. Ideación o propuestas de
soluciones; 5. Evaluación de las propuestas y escogencia de una o varias; 6. Puesta en práctica de las
soluciones escogidas; 7. Seguimiento y nuevas evaluaciones.
- Percepci6n e internalizaci6n
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Hemos dicho ya que la percepción del asunto requiere una aguda sensibilidad. La gran capacidad de
adaptación les permite a los humanos aceptar con resignación muchas situaciones aberrantes. Para que
alguien detecte las disfunciones existentes en su medio habitual necesita poseer más sensibilidad que la
mayoría de los que están inmersos en ellas. Y esto es válido en toda clase de actividad. Si nos han dicho
desde pequeños que nuestra comunidad es superior a las demás, requeriremos mucha perspicacia para
llegar a la conc1usi6n de que esta afirmación no tiene más asidero que las similares formuladas en su
propio beneficio por los miembros de las otras comunidades. Si todos los medios de comunicaci6n nos
están diciendo permanentemente que nuestro país tiene toda la razón en un determinado conflicto
internacional, nos será muy difícil percibir que hay algunos puntos del diferendo donde el contrario
parece estar más cerca de la verdad.
La percepción aguda permite a los soluciónicos descollar por encima de sus congéneres. Aunque no
solucionen ninguno de los problemas que captan, el solo hecho de percibirlos y resaltarlos ante los ojos
de sus semejantes los hace acreedores al reconocimiento de sus contemporáneos. Por ello no solamente
debemos gratitud a los que llevaron a feliz culminaci6n sus ideas, sino también a los frustrados, a los
que únicamente abrieron las primeras brechas en la búsqueda de soluciones a problemas sociales
complejos; a los precursores que señalaron el camino, pero que no pudieron recorrerlo; a los que
transitaron buen trecho, pero no alcanzaron a pisar la tierra prometida; a los luchadores por los derechos
humanos que murieron sin conocer la victoria; a los científicos que, tras una larga vida de esfuerzos, no
vieron la luz que intuían; a los técnicos que no lograron poner a punto su nuevo método o instrumento,
pero que dejaron las bases para que otros lo hicieran; a los artistas que nunca alcanzaron la fama, pero
que trazaron los primeros rasgos de nuevas tendencias . . .
- Formulación y replanteamientos
Percibido el problema, el enigma o la incógnita, surge la necesidad de plantearlo. Tanto Einstein como
Dewey resaltaron la importancia capital de esta fase. Y todos los que se han ocupado de la metodología
de la investigaci6n y de los procesos creativos han convenido en que la correcta formulaci6n facilita en
un alto porcentaje la obtención de la solución. La formulación correcta equivale a tener una excelente
mira telescópica en un arma de fuego. Cuando sabemos con exactitud que buscamos, por qué y para qué,
no hay duda de que, si disponemos de los medios adecuados, lo encontraremos tarde o temprano; por el
contrario, si iniciamos el recorrido sin suficiente c1aridad, corremos el riesgo de desperdiciar recursos y
esfuerzos.
Es básico ver el problema en su totalidad, tener c1aridad sobre sus ramificaciones y su real complejidad.
Si se parte de una formulaci6n estrecha, se recorrerá un camino angosto que puede llevar a un callejón
sin salida o a una solución restringida. En cambio, una gran avenida nos amplia las oportunidades de
encontrar soluciones. Si el asunto resulta demasiado amplio, subdividámoslo y concentrémonos en un
subproblema. Solucionado este, continuemos con otro. En esta forma tendremos la ventaja de saber que
cada arista es solo una parte de un todo. Ser consciente de una limitaci6n y trabajar consecuentemente es
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mucho más seguro que lanzarse a ciegas a navegar un mar proceloso con la creencia de que se va a
vadear un inofensivo río.
- Recolección de datos
Los datos relativos al asunto permitirán conocer sus verdaderas dimensiones. Al determinar su alcance,
sabremos si podemos enfrentarlo solos o si necesitamos el apoyo de un grupo, una comunidad, un
gremio, un partido político, el gobierno o un organismo internacional. Es fundamental determinar si el
apremio que se siente es individual o si cobija a otras personas. En una u otra forma, el soluciónico, por
muy introvertido que sea, adelanta su trabajo en un marco referencial que involucra a muchos
congéneres, a los que muchas veces ni siquiera conoce. Saber su número aproximado ayuda a situar el
problema en un terreno bastante objetivo. Determinado esto, se ha de analizar cuan dispuestas están las
personas afectadas a contribuir en la búsqueda de soluciones y cual es su amplitud geográfica. También
deben investigarse los intentos hechos anteriormente para solucionarlo. ¿Hasta dónde han llegado,
quiénes los han realizado, bajo qué circunstancias? Generalmente las grandes soluciones se han logrado
mediante pequeñas y continuas aproximaciones: el paso dado por un soluciónico le abre el camino a
otro, y este se lo allana al siguiente. Los fracasos del pasado, no importa cuan grandes sean, pueden dar
una base sólida a los triunfos del futuro. A veces, los predecesores se han comprometido obstinadamente
con una errada vía de solución y se han negado sistemáticamente a ver otras posibilidades y, por ello
mismo, no han podido llegar a buen puerto; los siguientes soluciónicos, por no estar identificados
emocionalmente con la tendencia anterior, ven rápidamente algo no vislumbrado antes, y llegan a tierra
firme a1 impulso de una suave brisa.
No nos acobardemos cuando algún envidioso agorero nos pronostique el fracaso diciéndonos que la
solución que buscamos la persiguieron, sin alcanzarla, hombres de mayor aliento. Si nos lo proponemos
seriamente, podremos ascender más alto sencillamente porque comenzaremos en el escalón donde ellos
terminaron su admirable ascenso. Ya lo dijo Newton: “pude ver más lejos porque me subí a los hombros
de grandes hombres".
- Ideación
Una condición básica para que las personas produzcan ideas es la existencia de un ambiente tranquilo y
cordial, donde no se sienta la ominosa presencia de la evaluación inmediata, de la critica burlona o
despiadada, del contra argumento prematuro. . . La mayoría de la gente tiene dentro de sí un freno
cultural que le impide dar rienda suelta a su imaginaci6n y a su deseo innato de aventurarse. Si
institucionalizamos la critica inmediata y la evaluación constante, la situación se agrava. Tenemos, por
el contrario, que hacer una separación tajante entre la producción de ideas y su evaluación. Estas dos
actividades son etapas diferentes y deben estar claramente delimitadas. Todos los estudiosos de la
creatividad, empezando por Alex Osborn, coinciden en que es necesario garantizar este distanciamiento
si se pretende obtener una buena cosecha de propuestas en las sesiones de ideaci6n. La gente que es
invitada a exponer ideas debe estar segura de que no va ser objeto de burla o de valoración temprana.
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Al sentirse libre de la presión psicológica inhibidora, la gente se abandona al du1ce placer de imaginar,
de idear, de fantasear, de soñar soluciones sin importar que muchas no tengan ninguna probabilidad de
ser aplicadas en un corto plazo. Aun en la fase evaluativa, la gente no debe sentirse presionada, criticada
en su personalidad, mucho menos ridiculizada. Siempre hay que recordar que lo que se evalúa son las
ideas, no los proponentes.
Debe imprimírsele al proceso una dinámica estimulante. Los soluciónicos deben sentirse sumergidos en
un ambiente que les exige ser creativos, donde se los acepta precisamente por serlo, y que sus propuestas
son valoradas en sí mismas, independientemente de su aplicabilidad inmediata. Durante el proceso de
búsqueda de soluciones deben contar con el apoyo de los que 1os rodean. En una atmósfera semejante,
las ideas surgen con facilidad.
- Evaluación de soluciones
Cuando se considere que hay un número suficiente de propuestas, es tiempo de proceder a evaluarlas, es
decir, a determinar su valor soluciónico.
Para hacerlo, debe disponerse de criterios que sean aceptados, en cuanto a su significado y su modo de
aplicación, por los que han de actuar como evaluadores. El mismo grupo soluciónico debe sugerir los
criterios en una sesión en la que se usará la misma metodología abierta y estimulante que se usó en la
etapa de la ideación.
Los siguientes son algunos de los criterios que con mas frecuencia son sugeridos: costo, aceptabilidad,
efectos sobre las personas, compatibilidad con las normas jurídicas, tiempo que requiere la aplicación,
cobertura de la solución… Cada uno de estos criterios puede subdividirse.
A fin de sistematizar un poco esta fase y no dejarla al libre juego de opiniones, argumentos y contra
argumentos, utilicemos un formulario de dos entradas donde se consignen las ideas por un lado y los
criterios por otro, y establezcamos un sistema numérico de calificación muy sencillo. Por ejemplo, 0
para la solución descartable, 1 para la pobre, 2 para la interesante y 3 para la muy buena. Con el
formulario en mano, evaluemos numéricamente cada idea. Si se trabaja en grupo, cada miembro debe
hacer su valoración individualmente y explicarla en sesión plenaria. Oídas las explicaciones, se abre la
discusi6n, y poco a poco se van descartando las ideas menos promisorias. En caso de que sea imposible
a1canzar un consenso, se toma la decisión por votación, o se somete a una autoridad externa.
- Puesta en práctica
Para implementar la propuesta, debemos elaborar un programa de acción que indique quienes serán los
responsables de la ejecución, que tiempo se les otorgará y que recursos se les proporcionará.
Igualmente, debemos prever las consecuencias inmediatas y a largo plazo. Para esto, es conveniente
identificarse a los eventuales opositores y conjeturar sobre las razones que aducirán y los medios que
usarán para paralizar la ejecuci6n. La gente no acoge los cambios sino cuando ve los beneficios
personales que estos conllevan. Y es difícil mostrarlos en forma inequívoca, no solamente porque unas
veces son aleatorios, sino también porque la enumeraci6n de las ventajas que un cambio traerá a un
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segmento de la poblaci6n suscita la reacci6n adversa de los que no se consideran igualmente
favorecidos.
En muchas ocasiones hay que desplegar más esfuerzos para poner en práctica las soluciones que para
formularlas. Lograr la aceptación y colaboración de la gente requiere una creatividad más móvil,
dinámica, fluida y flexible que la necesaria en las fases anteriores. Por eso hay menos realizadores que
soñadores, más descriptores de la realidad que transformadores, más defensores de las actuales
estructuras y circunstancias que innovadores.
Es conveniente tener en mente un plan alternativo para el caso de que la propuesta óptima se atasque en
forma definitiva. Es mejor solucionar un problema en forma parcial que dejar que crezca o que se torne
crónico.
- Seguimiento
Todo problema lleva implícita una soluci6n, y toda solución lleva implícitos problemas. Como dijimos
antes, cualquier solución implica, en una u otra forma, un problema actual para alguna persona y
problemas futuros para muchas otras.
La eficacia y perdurabilidad de cualquier solución dependen en gran medida de la naturaleza del
problema y de sus circunstancias. El cambio de contexto determina que el problema surja nuevamente
con sus respectivas modificaciones. A veces la solución misma crea un problema más complejo.
Cuando los biólogos y los médicos advirtieron que el agua contaminada que bebía la poblaci6n y las
corrientes callejeras de aguas ya servidas causaban enfermedades y epidemias, los gobiernos empezaron
a construir acueductos y alcantarillados en las principales ciudades. Disminuyó así la mortalidad entre
los pobladores de las localidades privilegiadas. Pero, como las redes de los alcantarillados no son más
que corrientes entubadas que desembocan en el río más cercano, las comunidades situadas kilómetros
abajo terminaron recibiendo el enorme caudal de las aguas servidas ajenas, lo que aumentó sus
problemas de salubridad. Aunque hoy se supone que las empresas de alcantarillado deben limpiar las
aguas antes de verterlas al río, un altísimo porcentaje aún no lo hace, o lo hace en forma inadecuada o
insuficiente.
La vida, la evolución y el progreso son largos caminos que la humanidad ha de recorrer con un inmenso
y oneroso fardo de problemas al hombro. Cada vez que algún visionario saca de ese recipiente un
problema y lo deja resuelto a la vera del camino, un ente cruel y burlón coloca en el bolso otro más
grande. Por lo tanto, el receptáculo jamás queda vacío; por el contrario, a medida que ascendemos la
imponente cordillera del desarrollo, su peso nos abruma más. En los albores de la civilizaci6n el homo
sapiens se enfrentaba al medio con muy pocos instrumentos. A cada paso que da, se rodea de mas
implementos que le ayudan a seguir, pero que, paradójicamente, le crean dificultades colaterales.
Afortunadamente nuestra capacidad soluciónica no tiene límites: mientras mas dificultades afronta, más
sutil y efectiva se torna. La clave para mantenernos en la ruta correcta es no perder de vista las
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soluciones del pasado ni las que formulemos en el presente. Siguiéndoles la pista, estando atentos a sus
efectos, los problemas del futuro no nos tomaran por sorpresa.
El acelerado avance de la tecnología, por ejemplo, deja prever sin lugar a dudas que los niveles actuales
de desempleo seguirán aumentando. Si reformamos adecuadamente las estructuras sociales, económicas
y políticas con la misma celeridad con que surgen y se imponen los cambios tecnológicos, no hay nada
que temer; si no lo hacemos, hay a la vista un enorme tifón social.
La certeza de que el éxito de hoy esconde el problema de mañana, no debe inhibir nuestra búsqueda.
Cuando de la solución exitosa surja, tarde o temprano, el nuevo problema, hagámosle frente y
superémoslo tal como hicimos con su predecesor.
Los problemas y las soluciones forman una interminable cadena que estamos obligados a eslabonar, sin
nunca acabar, a lo largo de nuestra existencia. Lo más importante en esta perenne y ardua labor es que a
cada eslabón-problema de color rojo, que detiene nuestro andar, logremos engarzarle un eslabón-
solución, de color verde, que nos permita seguir avanzando.
6 - CONCLUSION
Un mundo que parece zozobrar en un océano de problemas, dificultades, enigmas, incógnitas y zonas
oscuras, requiere con urgencia las soluciones, explicaciones y salidas que puedan aportar todas las
personas que tengan sensibilidad y creatividad.
La capacidad so1uciónica puede incrementarse bajo circunstancias adecuadas. En las últimas décadas,
no solo han surgido investigadores que han profundizado en el conocimiento de los mecanismos de la
inteligencia y la creatividad, sino también divulgadores y tratadistas que han puesto en manos del
público las correspondientes conc1usiones y resultados. Además, muchos docentes estamos tratando de
enseñar en forma directa y práctica los métodos y las técnicas de la creatividad.
Sin embargo, este movimiento no se está realizando por igual en todas las latitudes. Como en tantas
otras actividades, las zonas del planeta más desarrolladas han tomado una considerable ventaja.
El estudio de la creatividad y la soluciónica debe proveerse en todos los sectores del quehacer humano:
gobierno, industria, comercio, arte, medicina, investigaci6n científica, educaci6n, relaciones
interpersonales, etc. No hay una sola labor que no pueda mejorarse mediante el estímulo de la capacidad
creativa de las personas involucradas. Desde las rutinarias relaciones hogareñas hasta las complejas
relaciones internacionales, desde la simple tarea escolar hasta la búsqueda de energías alternativas no
contaminantes, pueden recibir los beneficios del enfoque soluciónico.
Si leídas las anteriores páginas, el lector ha llegado al convencimiento de que es posible y necesario
aumentar su actual nivel soluciónico, debe tratar de asistir a un taller de creatividad. Mientras, debe leer
la abundante literatura sobre el tema. Aunque la bibliografía que aparece al final es una buena guía, es
apenas la punta del témpano. Hay que informarse sobre el desarrollo de nuestra civilizaci6n y los
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cambios que ha sufrido nuestro medio. Una fructífera entretención es la lectura de las biografías de los
grandes transformadores, especialmente las que tienen detalles sobre la metodología que usaron.
Hay que mantenerse atento a lo que sucede alrededor, seguirles la pista a las dificultades que surgen y a
las soluciones que se ponen en práctica. Cada uno debe imaginar soluciones propias sin importar si se
aplican o no. Este ejercicio da oportunidad de dominar los principios expuestos en este volumen.
Abramos la mente, no nos identifiquemos demasiado con teorías, hipótesis, ideologías, técnicas o
métodos.
Cambiemos frecuentemente de enfoque a fin de ver la realidad más integralmente. Mantengamos los
sentidos siempre en estado de alerta: no olvidemos que son falibles.
Hagamos que la intuici6n y la imaginación acudan siempre en nuestra ayuda. Aficionémonos al trabajo
original: exploremos sendas aun no transitadas.
Laboremos duro, pero con alegría. Si nos agrada la acción, combinémosla con la reflexión. Si queremos
saborear la ambrosía de la creación personal y grupal, si anhelamos vibrar al unísono con la extasiante
dinámica de la evolución humana, unámonos a las huestes soluciónicas.
Superar problemas, aclarar enigmas y misterios, vencer dificultades, creando, recreando y adaptando
soluciones, es la vía que conduce al umbral de la misma divinidad.
BIBLIOGRAFIA
A continuación no aparece ni una mínima parte de los libros que se han editado sobre la creatividad,
ingrediente básico de la soluciónica. Solo mencionamos los que nos han ayudado más directamente a
encontrar nuestro camino.
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