crítica a la economía ecologica desde una perspectiva neoclásica
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La economía ambiental y la economía ecológica estudian la interacción entre el medio ambiente y las actividades económicas, pero difieren en sus fundamentos éticos. La literatura respecto a las críticas de los ecologistas hacia la ideología utilitarista de los economistas neoclásicos es amplia. Sin embargo, la respuesta de la economía ambiental y su propia crítica a la economía ecológica no ha sido estudiada y explicada con igual intensidad. Este artículo hace énfasis en las fallas de la economía ecológica como cuerpo teórico, lo cual es importante para la existencia de un debate con rigor científico.TRANSCRIPT
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Lic. César Zaletas Rivera Ener
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Crítica a la EconomíaEcológica desde una perspectiva
neoclásica
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La economía ambiental y la economía ecológica estudian la
interacción entre el medio ambiente y las actividades económicas,
pero difieren en sus fundamentos éticos. La literatura respecto a las
críticas de los ecologistas hacia la ideología utilitarista de los
economistas neoclásicos es amplia. Sin embargo, la respuesta de
la economía ambiental y su propia crítica a la economía ecológica
no ha sido estudiada y explicada con igual intensidad. Este artículo
hace énfasis en las fallas de la economía ecológica como cuerpo
teórico, lo cual es importante para la existencia de un debate con
rigor científico.
En los últimos años, los problemas ambientales han venido ocupando
terreno en el estudio de la Economía. Esto era de esperarse ya que los
efectos de las actividades económicas sobre el medio ambiente son
cada vez más evidentes (calentamiento global, deshielo de los polos,
extinción de especies, entre otros). Así surgen dos vertientes en la
Economía que se ocupan de estos asuntos: por un lado, la Economía
Ambiental (EA), que se sustenta principalmente en la economía
neoclásica y sus fuertes fundamentos microeconómicos, y la
Economía Ecológica (EE) cuyas bases tienen un carácter
multidisciplinario al incorporar elementos teóricos de otras ciencias
sociales como la sociología y de las ciencias exactas como la biología,
la ecología y la física.
Existen otros enfoques, principalmente los modelos puros de
desarrollo sustentable, la ecología política y la agroecología, pero
todas ellas realizan una crítica directa a la EA, y casi no se critica a la
EA. Es por eso que se realizará una crítica desde la EA, recalcando
primeramente sus principales coincidencias y diferencias y después,
mencionando las alternativas que brinda la EA.
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Para resaltar la diferencia entre ambas se necesita una comparación de
sus fundamentos. La coincidencia principal entre ellas es que ambas
toman el consenso científico de que la actividad económica puede
ocasionar daños en el medio ambiente (por medio de emisiones de
sustancias tóxicas y gases de efecto invernadero); ambas centran al ser
humano como el principal responsable de esos cambios y, en ese
sentido, son antropocéntricas. También coinciden en que la actividad
económica surge de la búsqueda del ser humano de satisfacer sus
necesidades y perseguir las opciones que más se adecuen a ellas, es
decir, el utilitarismo juega un papel esencial en las dos (Common 2005).
El punto de alejamiento entre ambas es una cuestión de ética de la cual
se basa la ideología subyacente de cada una. La EA mantiene que las
decisiones de consumo de los agentes económicos son totalmente
soberanas bajo condiciones de información adecuada. La satisfacción
de necesidades es fundamental y cualquier cosa que aumente su
utilidad significa un incremento en su placer dependiendo de sus gustos
y preferencias, mientras que si algo la disminuye significa una pérdida
de satisfacción o sufrimiento. Podría pensarse en este punto que es una
visión demasiado individualista, pero la EA considera a otros individuos
cuando retoma el concepto de eficiencia en el sentido de Pareto, el cual
afirma que una situación de actividad económica es eficiente si se logra
el máximo nivel de utilidad de todos los individuos y, por lo tanto, si todos
los individuos están satisfechos, el aumento de utilidad de un individuo
solo se logrará a costa de la disminución de la de otro. Así una actividad
será éticamente correcta si y sólo si mantiene la eficiencia o ayuda a
alcanzarla.
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Hasta el momento no se ha dicho nada acerca de otros seres vivos
que no sean seres humanos. Es así como surge la crítica de la EE
hacia la EA. Según los economistas ecológicos, esto no se puede
hacer de lado debido a que la economía es un subsistema de un
sistema global llamado medio ambiente (planeta Tierra). Además,
retomando las leyes de la termodinámica, el crecimiento económico
se realiza en detrimento del equilibrio ambiental y de la depredación y
degradación de los recursos ambientales. Entonces se debe
encontrar una forma de que se satisfagan las necesidades de los
seres humanos sin poner en peligro las necesidades de las próximas
generaciones, respetando al medio ambiente y su capacidad de carga
(Common, 2005). Esto último es lo que se conoce como desarrollo
sustentable, el cual es pieza fundamental en toda la teoría de la EE.
Por lo tanto, una actividad será éticamente correcta si, y sólo si, es
sustentable.
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Como se ha dicho arriba, la EE considera poco éticas o inmorales a
las actividades económicas que son resultado del continuo
crecimiento económico medido solo por flujos de mercancías y
capital y que en ningún momento previene los daños al medio
ambiente. Entonces, las personas contaminan porque carecen de la
entereza moral para abstenerse de practicar el tipo de
comportamiento que provoca el deterioro del medio ambiente. Si
esto fuese cierto, para lograra que la gente deje de contaminar la
gente tendría que volverse más sensible al problema (Field, 2002).
Confiar en el despertar moral como principal método para combatir
las emisiones (contaminación) puede tomar mucho tiempo y no se
tiene certeza de ello. El comportamiento se modifica solo si el nivel
cultural de las poblaciones admite las prácticas masivas para cuidar
al medio ambiente y, como sabemos, la cultura solo se consolida a
través de la transmisión de conocimiento entre generaciones.
Cuando se habla en términos generacionales, generalmente se
habla de muchos años y los problemas ambientales no pueden
esperar.
Pero supongamos que la gente logra alcanzar en poco tiempo la
consciencia moral para cuidar al medio ambiente. Entonces,
seguramente muchos individuos se encontrarían con el dilema de
seguir sus preceptos ecológicos, por un lado, y de satisfacer
enteramente sus preferencias y deseos. Entonces, el viejo conflicto
entre libertad y justicia entra en escena. Los nuevos valores éticos
con respecto al medio ambiente simplemente serían incompatibles
con la naturaleza del ser humano y dicha naturaleza le dicta a
satisfacer sus necesidades, de superarse aún a costa de otros
individuos y de su entorno.
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En la práctica, las personas solo cambiarán sus patrones de consumo
si se les incentiva a hacerlo y si su nivel de utilidad de ve favorecido.
Las personas contaminan porque es la forma más barata que tienen
de resolver un determinado problema. Lo que en realidad se tiene que
estudiar es cómo funciona el proceso de cambio de decisiones
basadas en incentivos e insertarlo en la economía para que las
diferentes actividades sean más amigables con el medio ambiente
(Field, 2002).
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Los incentivos son importantes, ya que así los agentes económicos
como las empresas estarán de acuerdo en realizar una acción o
decidir no hacerlo más. Para ello se debe tener una herramienta que
nos permita medir el impacto que tenga una actividad en el medio
ambiente y que influya en el bienestar de los demás. Así como se
tienen funciones de utilidad individuales para representar las
preferencias de una persona, también se pueden tener funciones de
utilidad social y funciones de costos sociales, las cuales se pueden
utilizar para saber si la economía se encuentra en el equilibrio general
o no. En este último caso, se dice que hay externalidades las cuales
pueden ser positivas (aumento del bienestar social) o negativas
(disminución del mismo).
Un ejemplo muy citado acerca de los incentivos a disminuir las
emisiones de CO son los impuestos a la contaminación que pueda 2
generar una empresa. Estos impuestos pueden hacer que las
empresas maximizadoras de beneficio busquen formas alternativas
de producción las cuales sean más amigables con el medio ambiente.
Este es un ejemplo de impuesto pigouviano (Maté, 2007), el cual
busca contrarrestar el aumento del costo social por las emisiones
contaminantes hacia el medio ambiente (reducir las externalidades).
Inevitablemente, la actividad económica producirá algún tipo de
emisión al medio ambiente. Así que la cantidad adecuada se
determina en el punto en que la curva de costos marginales del que
sufre por la externalidad (CME) se cruza con la curva de beneficio
marginal del agente económico que la genera (BMP). Los impuestos
pigouvianos (I) son una respuesta para lograr que esas dos curvas se
mantengan estables. Pero esto requiere la intervención del Estado.
Un punto intermedio puede ser también la negociación entre las
partes para lograr un acuerdo. Esto último fue argumentado por
Coase (1960).
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Lo anterior obliga a pensar que si las externalidades pueden
internalizarse en alguna ecuación, ya sea de costo o beneficio, debe
tener una expresión numérica y esto, a su vez, conlleva a pensar en
métodos para medir dichos efectos, los cuales son, según Ferrán
(2001) y Tetreault (2008): mercados convencionales, mercados
indirectos y mercados artificiales (valoración de contingencias). A
continuación se enlistan cada uno de ellos:
· Mercados convencionales. Cambios en la productividad,
costos de enfermedad, costo de oportunidad.
· Mercados indirectos. Costos de viaje, bienes comercializados
como sustitutos ambientales, precios hedónicos (valor de la
propiedad y diferencias salariales)
· Mercados artificiales. Valoración contingente con juegos de
ofertas, experimentos de tomar y dejar, transacciones,
elección sin costo, técnica Delphi.
Se podría pensar que asignarle un valor monetario a los efectos de las
externalidades puede ser difícil y muy subjetivo. Sin embargo, lo
importante es lograr el objetivo de incentivación al expresar las ideas
morales meramente subjetivas a una expresión monetaria y así lograr
que la gente deje de pensar que el medio ambiente siempre estará ahí
y que lo vea como un medio que brinda servicios que no son gratuitos.
Cuando se tiene esta visión, el análisis costo-beneficio será parte del
día a día y no le será tan fácil a alguien contaminar sin antes medir sus
consecuencias (Tetreault, 2008).
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Algunos autores de la EE como John Lovelock (1995) sostienen que el
planeta Tierra es un sistema cerrado, el cual solo comparte energía
con su ambiente (el Universo) pero no materia. En este sentido, el
sistema puede encontrarse en equilibrio gracias a la interacción de la
biósfera con los demás elementos del sistema, ya que los seres vivos,
siendo sistemas abiertos, provocan las condiciones idóneas para que
su entorno sea benéfico para su propia existencia. A este proceso se
le llama homeostasis, lo cual se puede considerar como un estado
estacionario.
Pero, como casi cualquier cosa, la homeostasis tiene una
contraparte: la transistasis. En biología se le puede identificar con el
nombre de evolución, el cual es un proceso en el cual las especies
mejoran sus cualidades físicas dando paso a las especies que viven
hoy en día tal y como las conocemos. Claro que esas cualidades de
adaptación constituyen transformaciones que solo se van dando en
periodos largos de tiempo. En el corto plazo, se puede identificar a la
transistasis como la búsqueda constante del bienestar y de las
situaciones más placenteras y así alcanzar un nuevo estado de
comodidad, como es el caso de las migraciones que diferentes
especies hacen durante el año.
Pero el ser humano es un tanto diferente, en el sentido de que su
naturaleza y sus impulsos lo llevan a un cambio constante a pesar de
no necesitarlo fisiológicamente. Es así como los procesos de cambio
en la vida de las personas es constante, transmitiéndose en los rasgos
culturales ya sea dentro o fuera de las fronteras de los países.
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Así, el ser humano no solamente modifica su entorno para que las
condiciones de vida sean mejores, sino que, además puede expandir
sus patrones de consumo que van más allá de sus necesidades en
cualquiera de los niveles de la pirámide de Maslow. Esto, por
supuesto, presiona y sobrepasa en algún punto la capacidad de carga
de la Tierra conforme la población humana aumente en el planeta,
pero es perfectamente congruente con el principio utilitarista de la
búsqueda de la satisfacción de las necesidades, es decir, es válido
éticamente hablando.
Esto refuerza el hecho de que las personas necesitan la plena
soberanía para satisfacer sus necesidades. El poner reglas de
conducta (moral) que sean compatibles con el cuidado del medio
ambiente, son incompatibles con el deseo constante del ser humano
de cambiar.
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La principales críticas hacia la Economía Ecológica provienen desde
la Economía Ambiental, que se constituye prácticamente como rama
de la Economía Neoclásica. En la búsqueda de diversas teorías que
se ocupan de los temas del medio ambiente, la mayoría hace frente a
las ideas de la EA y no hacia la EE.
Las diferencias que surgen entre los dos conceptos predominantes
que se citan en el presente ensayo son de naturaleza ética. Este es el
punto en donde ambos enfoques no pueden conciliar sus puntos de
vista ya que aquellos que pertenecen a la EA fomentan la libertad y el
crecimiento económico, mientras que en la EE se busca justicia y un
nuevo planteamiento que se capaz de prevenir y reducir los daños al
medio ambiente. En particular, se reconocen los esfuerzos de la EE
por buscar una mejor situación ambiental, sin embargo esto no es
compatible con los principios de libertad y de maximización de la
utilidad por parte de los agentes económicos.
La tecnología y los incentivos pueden formar parte de la respuesta
que el ser humano puede brindar ante su propia problemática, aunque
inevitablemente su actividad conlleve a un mayor grado de entropía
sin poder evitarlo.
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lusio
nes
Coase R. (1960) Problem of Social Cost. Journal of Law and Economics. I: 1-44
Common, M. y Stagle, S. (2005). Ecological Economics: an
introduction. Cambridge University Press, caps. 1-5.
Ferrán, A. M., & Balestri, L. A. (2001). Evaluación económica de
impactos ambientales. Bases teóricas y técnicas de valoración más
utilizadas. Ciencia Veterinaria, (3), 1-18.
Field, B. y Field, M. (2002) Economía Ambiental. McGraw Hill
Interamericana de España. Tercera edición, Madrid, 1-91.
Lovelock, J. et al (1995), Gaia. España: Kairas, pp. 127-140.
Maté J. y Pérez C. (2007). Microeconomía avanzada: Cuestiones y
ejercicios resueltos. Pearson educación, Madrid, 171-172.
Tetreault, D. (2008). Escuelas de pensamiento ecológico en las
Ciencias Sociales. Estudios Sociales: Revista de Investigación
Científica, 16(32), 227-263.
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