critic as a sacchi

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Centro de Estudios Paideia/Politeia RELEED TEXTOS FUNDAMENTALES Centro de Estudios Paideia/Politeia RELEED TEXTOS FUNDAMENTALES Facultad de Derecho y Ciencias Sociales Décimo Quinta Sesión: Sábado 1 de Agosto de 2009 - 9!0 a 1! horas "ectora: #atalia $ara Sacchi Fecha to%e %ara entregar cr&ticas'cuestiones' comentarios: martes 2( )ulio de 2009 Cuestión Disputada: Cr&ticas a la lectura de #atalia $ara Sacchi de Tratado de las lágrimas. Fragilidad de Dios, fragilidad del alma 1 de Catherine Chalier Este informe de lectura se inscribe en el Proyecto de InvestigaciónRepública, Escuela y Democracia del Centro de Estudios Paideia/Politeia, en el acápite “La cuestión fundamental: !oy" El misterio de nuestro ser# Invisible, Inefable, Evidente, o lo $ue no se puede ver, lo $ue no se puede decir y lo $ue se muestra%# (Pregunta/: Se trata de un in!or"e de le#tura o de una le##i$n "agistral% Por relato &ersonal'si"o (en el sentido de registro de e &erien#ias sus#itadas) su& *ue &or la le#tura del li+ro, resulta di!'#il reali-ar #uestiones . #o"e in"anentes . tras#endentes a la restitu#i$n de la o+ra de C alier,0 Apertura 10 Cuando este libro “Tratado de las lagrimas” i llega a mis manos, el nombre de l autora, Catherine Chalier, solo era un 'te" más ( Cr'ti#a se"2nti#a: re3isar el ad3er+io &ara re!erirse a una &ersona, junto al título de otro de sus l “La huella del Infinito” ii que residía en una lista de bibliografía obli "uriosidad ante el titulo que anun"iaba un pensamiento sobre tan # 1

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filosofia, tratado de las lagrimas

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Informe de lectura:

Centro de Estudios Paideia/Politeia

RELEED TEXTOS FUNDAMENTALES

Centro de Estudios Paideia/Politeia

RELEED TEXTOS FUNDAMENTALES

Facultad de Derecho y Ciencias Sociales

Dcimo Quinta Sesin: Sbado 1 de Agosto de 2009 - 9.30 a 13 horas.Lectora: Natalia Xara Sacchi.Fecha tope para entregar crticas/cuestiones/ comentarios: martes 28 de julio de 2009Cuestin Disputada:

Crticas a la lectura de Natalia Xara Sacchi de Tratado de las lgrimas. Fragilidad de Dios, fragilidad del alma de Catherine Chalier.

Este informe de lectura se inscribe en el Proyecto de Investigacin Repblica, Escuela y Democracia del Centro de Estudios Paideia/Politeia, en el acpite La cuestin fundamental: Soy? El misterio de nuestro ser. Invisible, Inefable, Evidente, o lo que no se puede ver, lo que no se puede decir y lo que se muestra.

(Pregunta/: Se trata de un informe de lectura o de una leccin magistral? Por el relato personalsimo (en el sentido de registro de experiencias suscitadas, supongo que por la lectura del libro) resulta difcil realizar cuestiones y comentarios inmanentes y trascendentes a la restitucin de la obra de Chalier).AperturaI. Cuando este libro Tratado de las lagrimas llega a mis manos, el nombre de la autora, Catherine Chalier, solo era un tem ms (Crtica semntica: revisar el adverbio para referirse a una persona) junto al ttulo de otro de sus libros La huella del Infinito que resida en una lista de bibliografa obligatoria. Mi curiosidad ante el titulo que anunciaba un pensamiento sobre un cuerpo tan efmero hizo que me abocara a su lectura casi de inmediato. Colectivos, salas de esperas, cocina, clases, aulas, bares, y con suerte pocas veces sentada en mi silln rojo en la calidez de mi casa. Comenc anotar en papelitos de todo tipo segn el lugar de estancia, con suerte en un documento en mi computadora lo que despertaban en mi pensamiento sus palabras, lejanas y traducidas, la palabras de una desconocida que me conmovan. (Crtica pragmtica: procure evitar en todo lo posible las autoreferencias para fortalecer la capacidad persuasiva de las ideas de la autora que quiere compartir).II. Que es lo que me conmova: crea escuchar una llamada, no de sirenas, una llamada a algo ms profundo que la ntida luz del pensamiento. Una llamado no en contra del concepto a favor de una emotividad esclarecedora o reivindicante de algn olvido. Un llamado no a dilucidar los oscuros caminos de la razn para convertirla en promesa. Un llamado no al ser, o a la nada, no a una promesa emancipatoria, no a un tiempo prometido, no a la autoconciencia para el reconocimiento de algo otro, aun menos al abandono y mucho menos aun a la insistencia en alguna irracionalidad ciega y determinista. No a alguna finalidad. Un llamado no a la resignacin y la pena por las lgrimas. No al llanto. O A la desesperacin. Todos nombres del apego del Mismo a la violencia. Nombres del Saber. III. Crea escuchar un llamado a escuchar el acontecimiento de las lgrimas. Pero tampoco es un llamado y eso signo mi suerte, y conmovi mi alma. El tratado de las lgrimas no es un llamado. El tratado de las lgrimas recorre la pregunta: Qu percibe el ojo anegado en lgrimas? Qu importancia tiene ese ojo baado de emotividad para la comprensin de la realidad? Nos dice algo sobre el mundo? Nos dice algo sobre los que transitamos este mundo? Nos dice algo sobre Dios? La ltima pregunta tomo la forma de un mutismo en m al primer momento. Porque El tratado de las lgrimas no es una reflexin sobre la sensibilidad o la afectacin de lo sensible, aunque resuenan algunas palabras del logos griego, como podran no hacerlo por supuesto, no es un tratado de filosofa de la materia, o la idea o del cuidado de si o de la sensacin. Resuenan otras voces. (Crtica pragmtica: en la apertura intente presentar-nos a la autora y su obra sin prembulos autorreferenciales).IV. Chalier hace resonar otras voces que me conmueven en el convencimiento de que si bien nuestro mundo actual a aceptado por accin u omisin el genocidio judo como una muerte mas (Crtica sintctica: distinguir entre una conjuncin adversativa mas que se usa sin acento para contraponer un concepto a otro; y, el adverbio de cantidad que s lleva acento para denotar idea de aumento, exceso, ampliacin o superioridad en comparacin expresa o sobreentendida) a partir de la cual en un acto de autoconciencia radical del mal la sociedad toda podra remontar la carga de cuerpos apilados y reconstruir una nueva vida con la promesa de un maana mejor, y aunque el esfuerzo del pensamiento se halla abocado al consuelo de las estructuras, los conceptos vacos, las mscaras performaticas de los no sujetos, el acontecimiento radical de la muerte de los muchos en la tierra misma de los herederos del logos occidental por excelencia no permite ya seguir pensando de la misma manera. No se puede seguir haciendo la misma filosofa. Una filosofa que solo ostenta el discurso del saber, cierra sus odos, da la espalda al riesgo de tomar la palabra. V. Deca, el Nombre de Dios produjo un mutismo en m como heredera de esa filosofa de la detentacin de la palabra. En mi cuerpo ese Nombre Inefable produca un eco sin sentido. Por qu recurrir a Dios para hacernos sus dobles? Y Quin o qu era este Dios? El Padre? El nombre del Otro? Una Imago de la relacin con la Ley? El ser? (Comentario: stas son preguntas retricas personales o de la autora del libro? Sugiero reformular el prrafo).VI. Haba cerrado el libro.

VII. Un da, otro da, un instante despus, un mes despus, o antes, no s, haba reparado en el subtitulo: La fragilidad de Dios. La fragilidad del alma. La fragilidad trajo a m la imagen de lo roto o sea de la posibilidad de una existencia rompible, la posibilidad de sobreponerme al imperio del Saber (Por qu con mayscula?) que demanda la insistencia de la verificacin, a la posibilidad del significado sin comprobacin cientfica. Haba un sentido en pensar en un Dios que llora. Haba algo en que pensar sobre la afirmacin de que una mujer, un hombre son criaturas a imagen de un Dios que llora. Arcilla y agua. Agua de tu vientre, la mujer, el hombre.VIII. Las estrofas (o prrafos?) que siguen son el fruto de esa conmocin. Cmo encarn en m el Tratado de las Lgrimas.

Decir

I. Salgo a caminar. Alrededor todo parece insistir en alguna forma constante pero una inquietud interna parece trastocar todo, hasta mi cuerpo, pienso: alrededor todos somos inconstante movimiento, tremulacin, ruptura, fractura. Las baldosas. Las lneas, la hoja, el rbol. Atravieso el aire, ando en el tiempo paso a paso. Me pregunto en un momento si realmente es tan difcil dar una interpretacin de la fsica cuntica, no ser que requiere otra ontologa? Un pensamiento rimbombante pienso para un domingo a la maana, y contino. Me detengo en un esquina y observo desplazarse las hojas en el asfalto, el viento las desparrama, pienso: es posible por supuesto calcular cada trayectoria, conocer como se mueve el interior de cada una de ellas, saber que nombres las constituyen, a esa la hoja que se revuelca y atraviesa el espacio al igual que mi cuerpo que camina arrastrando una bolsita que cuelga de mi mano, es posible conocerle su preciada intimidad. II. La opacidad desaparece por un momento y me deshago en asfalto, hoja, viento y ellos conmigo. Las ltimas lneas desaparecen y el movimiento mueve al movimiento. Hace un tiempo largo le un artculo de Carl Sagan, se viene a mi mente en ese momento, recuerdo que comparaba al mundo con una pecera con camarones en su interior, recuerdo adems su insistencia en la conexin, en la interdependencia de esos objetos gigantes que somos nosotros y nuestro mundo visible, en su insistencia sobre la responsabilidad que tiene elevar la mano y accionar en ese mundo, su insistencia en que ningn tipo de conciencia o supra conciencia exterior poda detener la mano que se eleva con violencia contra nosotros mismos. Lo le en mi cuarto de infancia, una luz tenue golpeaba sobre mis manos.III. Entonces vuelvo otra vez insistentemente a la descripcin cuntica del mundo y me pregunto porque si todo est aquejado de potencialidad, y por lo tanto nuestra experiencia se ve todo el tiempo desecha, y se nos impone frgil, porque no podemos pensar en lo otro sin localizarlo, sin una relatividad a un absoluto. Porque toda delgadez de ser, que en este caso sera esta no localizacin cuntica se debe entender como una ausencia de comprensin de la realidad? IV. Si bien mi apego al caminar para pensar siempre se ve atravesado por la reflexin del discurso cientfico sobre el mundo, no voy a nombrar aqu algn conocimiento cientfico que compruebe de forma irrefutable la importancia y la caracterstica nica de las lgrimas de llorar, su composicin qumica diferenciada, su origen en una parte particular del cerebro relacionada al lenguaje o algn otro dato observacional del estilo. Todo esto no sera ms que una treta de ocultamiento de un discurso, que es otro y solo para hacerlo ms decible, ms creble, mas pensable. Para darle Razn de Ser. Para que la ciencia impida la sonrisa o la sorna. [Para justificar que se puede pensar en algn estatus ontolgico de la fragilidad de la lgrima como acceso de comprensin de la realidad sin temor a lo que se nombra.]V. Aparece el discurso de la ciencia aqu porque es el Tratado de las Lagrimas el que conmueve al pensamiento a preguntarse sobre la comprensin de la realidad, conmueve por la fragilidad de su esfuerzo, y ah su vitalidad, su fuerza evocadora, su potencia filosfica, su atrevimiento. Quizs la pregunta sea Que el Logos ha dejado de nombrar, entonces el discurso del Nombre Inefable irrumpe en el pensamiento del Logos por excelencia? Y tambin, por mas inspiradora que sea la descripcin de un mundo no local, acaso la descripcin cuntica del mundo fsico no es el ultimo, en el sentido del ms novedoso, esfuerzo por apropiarse de la alteridad irreductible y retornarla a lo Uno?

VI. Pareciera muy difcil escribir sobre la lgrima en este momento incluso hasta parecera casi superfluo, porque no en cambio adentrarnos mejor en anlisis sobre el estado de las polticas actuales de normativizacin de los cuerpos, o elaborar alguna agenda poltica de colectivizacin de los individuos que son invisibilizados por los sistemas actuales de intercambio simblico. Parecera casi ingenuo hablar de las lagrimas en un mundo donde los rditos econmicos definen a quien se considera humano o humanizable, donde tantos cuerpos son adyectizados y condenados al abandono, al lmite del mundo, a la muerte civil, publica y fsica. Tomar la palabra para nombrar ese rastro inefable sobre el rostro parecera absurdo. Pero, y si importara pensar la fragilidad irreductible de un cuerpo, de todo cuerpo, si el significado de la belleza efmera de la fragilidad de un cuerpo, del cuerpo de la lagrima, belleza frgil del cuerpo cuntico, tambin, porque no; la belleza frgil de Dios, de las lagrimas de Dios, importara como comprensin de la realidad. Que podra aportarnos un pensamiento sobre la posibilidad de la ruptura a cada instante, un pensamiento sobre el esfuerzo de cuidar de la fragilidad de las cosas, del ser, del sujeto, del bien, del mal, del conocimiento, de la fragilidad de Dios, la fragilidad del alma.VII. Si la imposibilidad de retener la belleza fuera una buena descripcin del mundo visible, si todo rodara como las lgrimas en el rostro? La bsqueda del arte de la conmocin esttica sera entonces la bsqueda de esa lgrima para arar la apacible quietud de la impasible sonrisa del mundo, la inmovilidad del ojo seco ante las pantallas, el odo ensordecido por las imgenes, ese odo que no alcanza a escuchar el grito penetrante de la victima bajo la musicalizacin apaciguadora de la palabra guionada de la meloda que acuna, de la imagen que impone unos ojos ensangrentados sin habla, ya. La apacible quietud de una sociedad que silencia y denuncia toda fragilidad de la belleza. VIII. Me llama a estas pginas esa inquietud. La inquietud que reside en mis lgrimas. En las lgrimas derramadas. Una inquietud para la que no habr calma. Y no la espero. Cuando acontezca la calma habr muerto. Es la inquietud de residir bajo la sombra del Ser. Muchas veces pienso que vivimos el triunfo del hitlerismo que enarbola un concepto de belleza que es la hiper normatividad de la carne, algo mucho ms profundo que la biopoltica de la vida, que ha creado grandes campos de concentracin donde vctimas y victimarios comparten el trabajo mutuo de contemplar la vida con ojos impasibles, con carnes ordenadas. Que residen bajo la sombra del Ser y no estn inquietos. Sera que quizs el mundo no ha llorado aun?IX. Parece haberse destinado a la mujer y por ende a todos sus homnimos, los otros, los abyectos, al exilio del ser, y al suceder esto, este se habra quedado eternamente encerrado en s y fuera de s, disociado, girando sin poder alcanzarse nunca, escindido. Y acontece el problema: se puede vivir sin retornar a si? Quin es el mismo? Se podra pensar que el sujeto no es uno, ni nico ni el otro. Disolver la evidencia del mundo. Disolver la experiencia de s. Disolverse en lgrimas. Conjugarse en algo ms all o ms ac. Pensar un Dios que no necesita de nuestra fe. Un Dios que no nos necesita. Al que le vuelvo la espalda para tomar la lagrima del que est a mi lado, para llorar frente al que me pega, mirarlo al rostro, ver como no hay lgrimas en l. Como ha quedado prendado en el retiro de s mismo.

X. Algn otro, fiel a s mismo puede tomar mi cuerpo porque puede nombrarlo a mi cuerpo, lo nombra, le impone una sea, lo marca, lo apresa, le dice humano. Todos somos cuerpos, humanos, menos aquellos que nos permiten decir que lo somos. Esos, los abyectos son enumerados y clasificados, iluminados, testimoniados, humanizados quirrgicamente, legalmente en la transformacin de sus cuerpos o en la aniquilacin de los mismos. As podemos pensar a la guerra como la accin de cubrir el rostro del otro con un manto y tomar su vida como se toma una manzana de un rbol.

XI. En este estado de cosas solo la abyeccin parecera que permitira nombrar al humano, todo lo que el abyecto no es y debera llegar a ser. ltimamente he ledo bajo diferentes consignas en mi nombre no, quizs deberamos agregar una ms: en mi nombre no llame a amansar a nadie. Ni a instruir, ni a contener. Aunque mi nombre no es Humano, ni Humanidad, ni Humanismo, se nos llama, se nos llama la gente, l@s otr@s, los humanos, la humanidad. No quieras salvarme. Has como el Inefable, retrate a llorar por m.

XII. Pensar el sujeto como la experiencia extrema de la alteridad es pensar un sujeto aquejado de delgadez de sustancia. Pensar una alteridad que viene del cuerpo mismo, que es el cuerpo mismo: las lgrimas. Llorar por ti. Velar por ti. [Llorar por un Dios que sufre por el exilio de s mismo.] [Sufre de s mismo, sufre su propia excentricidad.] Ir en su ayuda, escuchar su llamada, tenderle la mano en auxilio, tomar la mano del hermano, llorar por ti, dejar abiertas todas las puertas de mis anhelos. Ayudar al Nombre Inefable, consolar su rostro baado en lgrimas. Ir hacia donde te ocultas. Hacia la intemperie. Las lgrimas. La fuente. El agua. La vida: Esa alteridad que viene de lo ms profundo, polvo de estrellas que se hace agua, lo mo, lo extranjero. El instante. El instante de la belleza. El instante de la vida. El instante del bien.

XIII. El bien ha venido a m por personas que difcilmente tienen fe en un Dios o en un Dios bueno o en el Bien a secas. Quin soy yo para adjudicar a sus actos de amor una premisa tal mas all de ellos mismos, anterior, una alianza previa a su nacimiento y a sus elecciones, a su ejercicio de la verdad sobre el mundo? No se podra hacer un giro? No tener puesta la fe en Dios, sino en el que me habla. Llorar por la fragilidad, por el sufrimiento de lo incomparable por la fragilidad del bien. Su huella en los rostros. La nica alianza no con la ley, ni la corporizacin de la ley, sino con la voz que balbucea en mis odos alguna palabra de consuelo.

XIV. El solitario esfuerzo de sobreponerse a lo que Levinas llama la cotideanidad del Hay indiferenciado, de tomar la mano, la palabra, no por referencia a un Bien Absoluto. Escapando a la vigilancia de lo Absoluto. Ese esfuerzo por poder desprenderse de la ligazn estrecha con el dolor y la muerte, que muchas veces se convierte en la propia identidad de la existencia, ese esfuerzo que requiere un instante de apertura extrema hacia la alteridad, eso es cuidar de la fragilidad del bien, eso es la responsabilidad con lo que puede romperse, la responsabilidad de la fragilidad mortal del otro ante m. Ese esfuerzo que no es evidente, que su retorica se asocia muchas veces despectivamente a la fe de los ordinarios, a una fe ordinaria, a una fe de entre casa, de postal rosa. Ese esfuerzo que requiere no extender la mano para acariciar el rostro, sino dejarse acariciar la mano con el rostro del otro. Esa simple accin del rostro acariciando a la mano puede conmover el dolor, alterarlo. Dejarme acariciar por el rostro del otro, por la alteridad indecible de su piel. Por qu invierto los trminos? Por qu digo que el rostro acaricie la mano?, porque la mano toma, prensa, el rostro est desnudo, dejarme acariciar por el rostro del otro es ser responsable por esa desnudes ante mi mano que puede daar. Acariciar el rostro del otro no con mi mano sino con su rostro. XV. Es con el rostro del sobreviviente que ha sobrevivido, que ahora continua, ms all del fin, con el que no queremos enfrentarnos. Soportamos el relato del dolor con el conocimiento de que ha acaecido una sobrevivencia, alguien se ha salvado, un hroe. Pero es ms difcil el relato no de los hroes sobrevivientes sino de los rostros que sobreviven a la sobrevivencia. La memoria debe recuperar no solo el relato del recuerdo del sobreviviente, sino el relato del que fue sobreviviente y hoy vive. La memoria de ese que dice: Yo he sido perro, he dormido asustado en el suelo. Con esa alteridad indecible tenemos la responsabilidad de la reparacin. XVI. Las lgrimas traen a la memoria que no nos podemos emancipar de la emocin, de esa agua en nuestro interior que golpea como el mar contra la arena. El agua recuerda la vida, la inquietud, la fragilidad, la desnudez: la intemperie bajo el agua de tus lgrimas, de la lluvia, las lgrimas dicen afuera, apelan a una exterioridad radicalmente otra, la lgrima llama, toma la palabra y la hace carne, extiende el cuerpo a la intemperie, aparece el surco de las aguas en tu rostro ante m. Aunque no me encuentres, aunque no te espere.

XVII. Quin soy yo? El cuerpo, que tambin se escapa de entre las manos. Con mayor precisin el rostro: que es cuerpo y a la vez mas que eso. Jean Amery le pregunta a su doble en el espejo, se pregunta en la soledad previa al suicidio donde ha acontecido la obnubilacin de todo significado, en un texto donde la geografa del desgarro del Hay, la imposibilidad de salida del s mismo se desgrana hacia un retorno predecible al encierro. Este testigo de s mismo, este testigo que se acalla por mano propia un tiempo despus de escribir ese texto, este testigo que eleva la mano contra s mismo y contra su rostro y su doble, este testigo no atestigua acaso sin quererlo la necesidad de la apertura hacia la alteridad. Amery, que ha soportado la esttica del hitlerismo en su cuerpo como tantos otros atestigua que lo que llamamos locura es el silencio del pensamiento que no siempre implica el silencio de la razn, quizs la locura sea un enceguecimiento de luz no una falta de la misma. El sujeto moderno esta bajo la luz de la razn, la locura del amor del sujeto a s mismo, a su propia idea, a la locura de un amor totalitario. El otro moderno es solo el doble, el pliegue del sujeto. Y su desaparicin, la del sujeto y su doble, la vanidad insoportable de los discursos de la promesa de un tiempo mejor. El consuelo de la Idea o la Filosofa, consuelos de resignacin que enmudecen al mundo.XVIII. Si pudiramos tomar la palabra, quizs hasta eludir el Nombre, ausentarse de la Soberana de ser dueos de si, estar con el otro o perder lquido, perder algo propio e inaugurar un lazo con el otro, deshacerse en lgrimas, correr como el agua hacia el otro, no el doble, no la imagen especular. Si pudiramos tomar la palabra y balbucear al odo, y escuchar ausentndonos del s mismo. Si pudiramos pensar en la intemperie, abdicando la lgrima. XIX. Pero nuestro mundo parece estar signado por la detentacin del discurso, se vive una vida donde no hay espacio para la indeterminacin. Una sociedad que espera el consuelo de que cada cuerpo este inscripto y determinado, que nada escape a la clasificacin so pena de la aniquilacin. Que vive el tiempo de la remuneracin, que insiste en conocer a la alteridad por el s mismo, que pareciera que lo nico que quiere es reducirse a una enciclopedia clasificatoria. Donde la negacin de la alteridad se ha vuelto la esttica de las cosas y del cuidado de s. XX. Tomar la palabra en este estado de cosas es una actitud tica, una actitud de responsabilidad con la alteridad indecible, la nica palabra que importa no es la que nombra un cuerpo cercano es la que hace un ejercicio tico de decir la indeterminacin. La palabra que dice alguien, y en ese acto se expone a la alteridad irreductible del @tr@, del no saber, ese no saber que est inscripto en mi cuerpo alterno tambin, en mi habla, poner a disposicin el no saber para pensar fuera del Ser, en la apertura del afuera, en la potencialidad de no hacer, no ser, no saber.

XXI. El consuelo del tiempo. El consuelo de la razn. El olvido de la pena. El hasto. La distancia. El estigma. Parecen un mal sueo del que podramos despertar llorando, y quizs, mas all de la banalidad de la metfora, y lo no onrico que esta dice al ausentarlo sea una posibilidad tica. Llorar para despertar a la endeble felicidad ante la vida. La fragilidad. Ante el abismo del mal, ese estertor humilde que subira desde nuestro interior nos elevara a la comprensin de la alteridad que en su indeterminacin, inconclusin, en su imposibilidad de consuelo total nos abrira a la fragilidad del amor, del deseo, de la caricia: a la fragilidad del Bien. Lo efmero, la lagrima, lo frgil vencera la muerte como dadora de todo sentido.

Catherine Chalier, Tratado de las Lgrimas. Fragilidad de Dios, Fragilidad del alma. Ediciones Sigueme. Salamanca. 2007.

Catherine Chalier, La Huella del Infinito. Emmanuel Levinas y la fuente hebrea. Herder Editorial. Barcelona. 2004.

Jean Amry, Levantar la mano sobre uno mismo. Discurso sobre la muerte voluntaria. pg. 4. Pre-textos. Valencia. 1999.

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