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CENTRO BASILEA DE INVESTIGACIÓN Y APOYO, A.C.
BOLETÍN INFORMATIVO NÚM. 5, ENERO-MARZO DE 2002
BOLETÍN INFORMATIVO
NÚM. 5, ENERO-MARZO DE 2002
CONTENIDO
1. Editorial
2. Sobre la actividad del 24 de enero
MUERTE SIN FIN, DE JOSÉ GOROSTIZA: SUS RAÍCES BÍBLICAS,
RELIGIOSAS Y FILOSÓFICAS
Mesa redonda con los doctores Evodio Escalante (UAM-Iztapalapa, autor del libro
José Gorostiza: entre la redención y la catástrofe) y José Ramón Alcántara (Ex-
director de la Facultad de Letras de la Universidad Iberoamericana)
3. Sobre la actividad del 30 de noviembre
HERMENÉUTICA ANALÓGICO-ICÓNICA Y EXÉGESIS BÍBLICA
4. Publicaciones del Centro Basilea
Entre la sumisión y la revolución: la influencia de Calvino en el desarrollo del
protestantismo francés, de Rubén J. Arjona Mejía
Introducción a la teología (2a. edición, aumentada), de José David Rodríguez.
Coedición con CLFT y Publicaciones El Faro
5. Documento
Mario Miegge, “Foedus y vocatio: la orientación reformada hacia la vida política”
6. Próxima actividad: 14 de marzo
Una crítica teológica del neoliberalismo económico
7. Nueva biografía de Calvino, de Denis Crouzet
8. Sugerencias para leer
9. Noticias
10. Conexiones en Internet
11. Textos adjuntos
El Centro Basilea de Investigación y Apoyo, A.C., organizado en
julio de 1999, es un organismo ecuménico, de inspiración
protestante y reformada, que busca contribuir al diálogo con
todas las tendencias ideológicas, la investigación sobre temas
teológicos y sociales, y la solidaridad con las causas sociales
encaminadas al mejoramiento humano.
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BOLETÍN INFORMATIVO NÚM. 5, ENERO-MARZO DE 2002
1. EDITORIAL
Comenzamos el 2002 con la intención de
enovar y diversificar nuestras actividades.
Muestra de ello es la mesa redonda que se
llevará a cabo el 24 de enero. Además,
abrimos el año con dos publicaciones, de las
que damos cuenta en estas páginas.
Además de desearle a nuestros amigos y
lectores un feliz año 2002, esperamos que
este año represente un verdadero desafío
para la fe y para la práctica de las
comunidades a las que pertenezcamos. Las
circunstancias que enfrentan el país y el
mundo, nada halagüeñas nos obligan no
solamente a pensar, sino también a
desarrollar estrategias de resistencia,
comunión y solidaridad que vehiculen
adecuadamente la esperanza en el Reino de
Dios. Ojalá que el contacto que podamos
lograr y las iniciativas que compartamos
como compañeros de fe contribuya a
estimularnos mutuamente en el
cumplimiento de nuestra vocación como
seguidores/as de Jesús de Nazaret.
Hablando de vocación, este boletín
incluye un texto de Mario Miegge sobre la
orientación reformada hacia la vida política.
Finalmente, y en el marco de los ya casi
¡cuatro sexenios! en que como país hemos
venido padeciendo el modelo económico
neoliberal, estamos lanzando la propuesta
de una mesa redonda sobre el tema, para el
14 de marzo. Cualquier sugerencia o
comentario al respecto será bien recibido.
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2. SOBRE LA ACTIVIDAD DEL 24 DE ENERO
MESA REDONDA: MUERTE SIN FIN, DE JOSÉ
GOROSTIZA: SUS RAÍCES BÍBLICAS,
RELIGIOSAS Y FILOSÓFICAS
José Gorostiza fue una de las mayores voces
poéticas en México durante el siglo XX. Muerte sin
fin ha sido reconocido de manera unánime como el
poema más alto y profundo escrito en nuestro país
durante el siglo que acaba de terminar.
El poeta y crítico Evodio Escalante nació en
Durango en 1946. Es profesor e investigador de
tiempo completo en la UAM-Iztapalapa. Ha
publicado los siguientes poemarios: Dominación de
Nefertiti (1977), La noche de Sun-Ra (UAM, 1979),
Todo signo es contrario (UAP, 1988), Cadencias de
amor y neciedumbre (UAM, 1994) y Relámpago a la
izquierda (Juan Pablos, 1998). En ensayo: José
Revueltas: una literatura del “lado moridor” (1979),
Tercero en discordia (1982), Francisco Monterde:
aspectos literarios de la cultura mexicana (1987), La
intervención literaria (1988), Homenaje a Margit
Frenk (1989), Figuras del jazz contemporáneo
(1990), Las metáforas de la crítica (1998) y La
espuma del cazador. Ensayos sobre literatura y
política (1998), así como las antologías Antología
del Segundo festival Internacional de Poesía (1984),
Poetas de una generación (1950-1959) (1988), César
Vallejo: la perspectiva ausente (1988), El dios en el
precipicio. Poesía escogida de Manuel José Othón
(1989) y, con Marco Antonio Campos, Alí
Chumacero: un retrato crítico (1995). Coordinó,
para la colección Archivos de la UNESCO, la
edición crítica de Los días terrenales, de José
Revueltas (1992). Se doctoró en la UNAM con una
tesis de título provocador: Los inaudibles gemidos
de Dios (2000), que el año pasado apareció con otro
título: José Gorostiza: entre la redención y la
catástrofe, del cual ofrecemos un fragmento.
HOLOCAUSTO Y APOCATÁSTASIS
Evodio Escalante
¿Qué garantiza que el Espíritu de Dios, como
pretende una lectura sesgada de estos versos [y solo
ya, sobre las grandeds aguas,/ flota el Espíritu de
Dios que gime/ con un llanto más llanto aún que el
llanto,/ como si herido —¡ay, Él también!— por un
cabello,/ por el ojo en almendra de esa muerte/ que
emana de su boca,/ hubiese alfin ahogado su palabra
sangrienta./ ¡ALELUYA, ALELUYA!], habría en efecto
ahogado, y además para siempre, su palabra
sangrienta? ¿Algo impide, dentro de la lógica del
poema, que este Espíritu que flota solitario sobre las
grandes aguas, vuelva a crear el universo, tal y como
podría sugerirlo el versículo del Génesis al que
remite el texto de Gorostiza?
Se me dirá que me equivoco. Que el sufrimiento
inenarrable de Dios es la mejor prueba de que lo que
aquí se dirime es el asunto de su muerte. Si no fuera
porque se está, en efecto, muriendo, ¿por qué tendría
que emitir el Espíritu de Dios ese gemido
incomprensible, ese gemido que está más allá de todo
lenguaje imaginable y por imaginar? El patetismo
hiperbólico del verso de Gorostiza así parece
demostrarlo. El Espíritu de Dios gime no por la
muerte del universo, que puede ser exterior a él, sino
por su propia, intransferible muerte, de la que nada
podrá salvarlo. Dios está inconsolable de su propia
aniquilación. Por eso llora, para insitir en el
patetismo, con un llanto más llanto aún que el
llanto. A lo que me gustaría replicar que este
patetismo puede ser engañoso, y que interpretarlo al
pie de la letra implica un desconocimiento de las
fuentes en las que abreva Gorostiza. Lo que yo
tendría que decir es que el verso en cuestión no es
sino la adaptación de unas palabras de Pablo en el
Nuevo Testamento, que hay que tener en mente para
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no dejarse llevar por un efecto emocional. La
afirmación de que el Espíritu de Dios gime con un
llanto más llanto aún que el llanto, traduce, en la
retórica del poeta, una expresión de Pablo: “el
Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos
indecibles” (Romanos 8.26, subrayado mío). Lo de
la intercesión, por ahora, puede dejarse de lado. Lo
que importa fijar son los gemidos indecibles, es
decir, inefables, que han sido puestos sobre el tapete
de la discusión. Es evidente que lo que Gorostiza
intenta traducir con su hipérbole es este carácter
“indecible” o “inefable” de los lamentos del Creador.
Pero todavía no he hecho nada para disipar el
patetismo que parece colonizar este trozo del
enunciado. Lo que falta es restituir el contexto en el
que aparecen las palabras de Pablo. De lo que se
trata en este pasaje de la Epístola a los Romanos, es
del anuncio de un nuevo mundo que está por venir.
Los cristianos de los primeros tiempos esperan con
ansiedad la segunda venida del Señor, de cuyo
retorno hay signos inminentes. Un aire de
consumación de los tiempos recorre estos pasajes
evangélicos. La segunda venida de Cristo es un
acontecimiento tan radical, transformará de tal modo
el universo existente, que éste gime con dolores de
parto, señal de que está próximo el alumbramiento.
De hecho, y por sorprendente que parezca, lo que se
discierne no es sólo la redención del género humano,
sino la del universo como tal. Según ciertos pasajes
del Nuevo Testamento, Cristo redime a la creación
entera, y no sólo a las almas que han incurrido en
pecado. De seguro esto aporta una nota inquietante
de panteísmo. Pero así lo dice la Epístola en
términos inequívocos: “también la creación misma
será libertada de la esclavitud de corrupción […]”
(Romanos 8.21). A lo que agrega Pablo: “Porque
sabemos que toda la creación gime a una, y a una
está con dolores de parto hasta ahora; y no sólo ella,
sino que también nosotros mismos, que tenemos las
primicias del Espíritu, nosotros también gemimos
dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la
redención de nuestro cuerpo” (Romanos 8.22-23).1
Apenas tres versículos más adelante, aparece la frase
que cité con anterioridad: “pero el Espíritu mismo
intercede por nosotros con gemidos indecibles”. De
aquí se desprende, no invento nada, que los gemidos
indecibles del Espíritu de Dios son, en realidad,
¡dolores de parto! Demuestran, además, lo mucho
que le importa a Dios el renacimiento de esas
criaturas por las que está intercediendo.
Estos gemidos anuncian que algo está por nacer.
No son, como se ha creído, los gemidos luctuosos de
un Dios que se prepara a cumplir con sus funerales.
Hay dolor, sí, y mucho más que esto: un dolor
inconmensurable, pero ninguna huella que conduzca
hacia el trillado asunto de la muerte de Dios. Todo lo
contrario: Dios sigue siendo tan Dios, que una vez
que concluyan las “vacaciones” de la muerte, parece
dispuesto a engendrar otra vez el universo que acaba
de destruir. Por eso sus gemidos indecibles no son
otra cosa que el preludio de un nuevo “¡Hágase la
luz!”. Mientras que estos gemidos anuncian en el
Evangelio la instauración del reino de Dios, habría
que entender que en el poema de Gorostiza indican la
inminencia de una nueva Creación, con lo que de
paso se muestra que, aunque apegado a sus fuentes,
Gorostiza deriva de los textos antiguos soluciones
originales.
La relación del autor de Muerte sin fin con el
texto de Pablo que habla de los gemidos del Espíritu
se torna evidente por sí misma. Basta comparar el
sentido para comprender que el verso que aquí se
comenta se limita a traducir el respectivo pasaje de la
1 José Ignacio Vicentini, al comentar este pasaje, anota al
pie de la página: “Muchos pasajes bíblicos testifican que la
venida de un mundo nuevo es como un doloroso
alumbramiento”. Véase, Profesores de la Compañía de
Jesús, La sagrada escritura. Texto y comentario. Madrid,
BAC, 1962, p. 250.
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Epístola a los Romanos. ¿Pero habría otro indicio,
extratextual, de que Gorostiza está parafraseando
este pasaje de Pablo? El otro probable indicio se
encuentra en un libro de Vasconcelos. En los últimos
párrafos de su Filosofía estética, en efecto,
Vasconcelos refiere estas palabras de Pablo, aunque
las atribuye, por equivocación o por descuido, al
teólogo católico F. Pratt. La cita dice así: “Porque
nosotros sabemos que hasta ahora, la creación entera
gime y sufre los dolores del alumbramiento”.2 Pienso
que no sería extraño que Vasconcelos hubiese
llamado la atención de Gorostiza hacia este pasaje,
que, como acabo de decir, se encuentra en el mismo
sitio de esos gemidos indecibles que presagian la
redención del universo.
Mostrar el vínculo de unos textos paulinos con el
poema de Gorostiza no equivale a postular una
identificación. La increíble tensión de los contrarios
que recorre el poema de Gorostiza impide el tono
reconfortante lo mismo que la visión unilateral. Si el
objetivo que se ha trazado Gorostiza es vencer a la
muerte, es decir, imaginar un escenario en el que ésta
deja de ser posible, hay que decir que, pese a
lograrlo, nunca aparece en el poema el menor tono de
triunfalismo. La victoria sobre la muerte, podría
decirse, está ella misma contaminada de muerte. Los
poderosos aleluyas con que concluye el segundo
gran movimiento del poema se resienten, y no lo
oculta Gorostiza, de la inmediata cercanía de esa
palabra sangrienta que se supone que el Espíritu de
Dios acaba de segar.
El asunto se torna inquietante si se repara en que
la expresión palabra sangrienta podría muy bien ser
2 José Vasconcelos, Filosofía estética. México, Espasa-
Calpe, 1951, p. 160. Vasconcelos tiene en tan alta estima
las enseñanzas de Pablo, que lo coloca por encima de los
grandes filósofos de Occidente. Transcribo sus palabras:
“Filosofía y escatología rematan entonces en verdad del
Evangelio. Pensamos hoy como San Pablo y no como
Aristóteles o Santo Tomás, menos aún como Platón”. Op.
cit., p. 157.
la traducción dentro del universo de Gorostiza, de la
palabra logos, central no sólo en la historia de la
filosofía, sino del pensamiento de la cristiandad. A
título de ejemplo, y para mostrar la potencia
disruptiva de la expresión, propongo una paráfrasis,
que no consiste sino en sustituir un término por el
equivalente aportado por Gorostiza. De tal suerte, al
empezar a leerel Evangelio de San Juan me
encontraría con lo siguiente: “En el principio era la
palabra sangrienta, y la palabra sangrienta era con
Dios, y la palabra sangrienta era Dios”. Hay que leer
de nuevo. ¿Verdad que suena fuerte? Esta
identificación de Dios con la palabra sangrienta, una
identificación inexcusable —por otra parte— dentro
de la lógica del poema, basta para comprender el
recelo con el que siempre se han aproximado a
Gorostiza los intelectuales cristianos. Pero Gorostiza,
bien visto, no está diciendo ninguna impertinencia: el
atosigante problema de la muerte no es sino una
consecuencia natural de la vida, de que hay vida.
Puesto que hay un logos creador, es decir, un logos
dador de vida, hay también su contrario, la muerte.
El logos creador es, como quiera que se lo vea, pero
siempre que se vea la otra cara de la moneda, un
logos asesino. La palabra instauradora, una palabra
aniquiladora. En este punto, y aunque pertenecen a
ámbitos muy distintos, la implacable dialéctica de
Gorostiza, a la que me gustaría llamar una dialéctica
sin ilusiones, se parece bastante a la de Walter
Benjamin, quien sostenía en sus “Tesis acerca de
filosofía de la historia”: “no hay documento de
cultura que no sea también un documento de
barbarie”.3
Ahora bien, el poema no concluye con la palabra
fatal, sino con su borradura, que de cualquier modo
3 Walter Benjamin, citado por Irving Wohlfarth, Hombres
del extranjero. Walter Benjamin y el Parnaso
judeoalemán, México, Taurus, 1999, p. 106. Hasta donde
sé, ni Gorostiza ni Benjamin vislumbran alguna manera de
acabar con esta desconcertante “fusión” de los contrarios.
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deja una mancha en el papel. El poema dice que el
Espíritu de Dios gime, como si él mismo… hubiese
al fin ahogado su palabra sangrienta. Tal palabra,
en efecto, ha quedado en suspenso. Es más, el poema
como un todo no se proponía otra cosa que conducir
a este instante portentoso de interdicción,
entendiendo el término no sólo en su habitual sentido
jurídico, sino en su más pura acepción gramatical: la
interdicción sería el espacio incalculable que separa
una palabra (una dicción) creadora de otra. Un tramo
insólito de vacío. Durante un lapso infinitesimal, que
puede ser también un milenio, o un ciclo de duración
indeterminada, no hay modo de saberlo, el aguijón de
la muerte se ha quedado sin potestad. Los gemidos
de Dios, circundados de nada, y acicateados acaso
por esta misma nada, revelan ser los gemidos
inconcebibles que preceden a un nuevo acto creador.
Esto quiere decir que no son sino el preludio de una
palabra sangrienta que está a punto de pronunciarse,
y que vendría a sustituir a la anterior palabra,
ahogada, como se vio en el poema, por Dios mismo.
¿Para engendrar de nuevo el universo? Sí, en
efecto, de esto se trata. Que habrá un nuevo universo
surgido de la nada lo sabemos no sólo por los
gemidos indecibles que aquejan al Creador, según la
expresión de Pablo,4 sino por ese fulgor de soles
emboscados con el que Gorostiza ha tenido el
cuidado de describir la oscuridad suprema del
cosmos en el momento de la aniquilación. El semen
ha regresado a la matriz originaria, a las
incognoscibles entrañas del Creador, entre un fulgor
de soles emboscados […] En la tiniebla
incomparable de este escenario vacío, momento
supremo del poema pues es el momento de su
culminación, de su perfección cumplida, se oculta, se
4 La pasividad absoluta del quejido puede vincularse a lso
momentos climáticos del acto sexual. A la luz de lo
anterior, los “gemidos indecibles” de Dios adquieren una
innegable connotación orgásmica.
disimula, tal como lo ve Gorostiza, el brillo
deslumbrante de los futuros soles que otra vez
brillarán. Estos soles emboscados, ocultos en la
tiniebla del fin del mundo, amenazan con regresar.
Cuando termine el momento de la interdicción, la
palabra creadora de Dios será pronunciada otra vez y
hará surgir un nuevo universo, con sus piedras, sus
plantas y sus criaturas vivas. Con el nuevo universo,
esto es inevitable, se reiniciará la execrable cadena
de la corrupción: la muerte regresará por sus fueros.
En este orden de ideas, habría que agregar que los
gemidos de parto emitidos por Dios, anunciadores de
un nuevo ciclo del universo, tendrían que ser, al
mismo tiempo, y aquí sí hay razones para la
melancolía, los gritos inconsolables por esa muerte
infinita, sin fin, fuera de toda medida, que el Creador
sabe, con su presciencia, que está a punto de desatar.
A mí me parece que el poema de Gorostiza se
mantiene en esta aterradora ambigüedad, a la que no
podemos sustraernos en tanto lectores. El instante de
la máxima alegría creadora tiene que confundirse así
con el de la tristeza más profunda, y no hay modo de
distinguir estos estados anímicos contrapuestos.
Están fundidos de antemano. De tal suerte, cuando
Gorostiza anota que el Espíritu de Dios gime con un
llanto más llanto aún que el llanto, no hace sino
refractar, por una parte, como he dicho antes, un
versículo de Pablo que contiene la promesa de una
redención inminente, tanto del hombre como del
universo material. Tal redención, por supuesto,
tendría que ser motivo de júbilo. Pero por otra parte,
y de modo simultáneo, este llanto inefable remite al
dolor anticipado que experimenta el Creador en tanto
que sabe que al engendrar otra vez al universo,
restablece su consecuencia: la sentencia del
sufrimiento y muerte que pesa sobre las criaturas.
Una lectura triunfalista deja de tener sentido.
También Dios tendría que saber que su palabra
creadora es, y él mismo no lo podría evitar, un
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“documento de barbarie”¨, como podría decir
Benjamin, o bien una palabra sangrienta como la
llama Gorostiza.
Incluso el triunfo sobre la muerte, que perseguía
el poema de Gorostiza, queda así en entredicho. Es
cierto: en un señalado pasaje del poema, en unos
versos muy específicos, que anteceden a los aleluyas
finales, la muerte deja de tener significado. Cuando
los seres del universo logran construir con sus
cuerpos transfigurados el escenario de la nada,
termina como por arte de encantamiento el terrible
embate de los contrarios. Es el momento justo, utilizo
de toda intención la frase de Gorostiza, en que el
poema neutraliza a la muerte. El ser deja de ser, nada
transcurre ya. Hemos llegado al tiempo cero, un
tiempo sin devenir y sin objetos, donde no hay nada.
A un espacio vacío, despojado de sombras. Si el
primer movimiento del poema había producido una
victoria especulativa, una victoria pensada, que por
lo mismo, no era real; la nueva vía intentada en el
segundo movimiento instaura por fin un escenario
donde nada es ni nada está, un lugar, en
consecuencia, donde nada ni nadie, nunca, está
muriendo. ¿Pero no es esta, de igual modo, podría
preguntarse, una victoria intelectual, quizás no
pensada pero sí imaginada, y apoyada en una
peculiar manera de entender la función del Creador?
(pp. 279-285)
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3. Sobre la actividad del 30 de noviembre
A continuación presentamos el texto de la conferencia
presentada por el doctor Mauricio Beuchot.
HERMENÉUTICA ANALÓGICO-
ICÓNICA Y EXÉGESIS BÍBLICA
Mauricio Beuchot
INTRODUCCIÓN
En esta conferencia deseo plantear algunas
aplicaciones de la hermenéutica a la exégesis bíblica.
Concretamente, hablaré de la hermenéutica analógico-
icónica,5 ya que creo que es la que puede evitar los
defectos de otras hermenéuticas que han surgido en la
filosofía y que se están usando para la teología; pero
que tienen defectos que desvían y desorientan a la
teología misma.
Pues bien, uno de los campos principales de la
teología, tal vez el más fundamental, porque es del
que beben todas las demás ramas de la misma, es la
exégesis. El estudio y la interpretación de la Palabra
de Dios es lo primero que se necesita para ir
construyendo nuestra reflexión sobre la revelación,
esto es, la estructuración de nuestra fe.6
Hablaré primero de la hermenéutica, para dar sus
líneas esenciales; pasaré luego a explicar en qué
consiste una hermenéutica analógica; y, finalmente,
trataré de plantear algunas líneas de su aplicación a la
exégesis bíblica. Ya de suyo la exégesis se llamó en
algunos momentos hermenéutica bíblica, y es uno de
los ejercicios hermenéuticos más preclaros de la
historia de la humanidad. Por eso creemos que es tan
5 Cf. M. Beuchot, Perfiles esenciales de la hermenéutica,
México: UNAM, 1999 (2a. ed.). El mismo, Tratado de
hermenéutica analógica, México: UNAM -Ítaca, 2000 (2a.
ed.). 6 Sobre esta aplicación de la hermenéutica a la retórica ha
hablado mucho Paul Ricoeur. Puede verse A. LaCocque - P.
Ricoeur, Pensar la Biblia. Estudios exegéticos y
hermenéuticos, Barcelona: Herder, 2001, pp. 275 ss.
importante para ella la hermenéutica, y, en concreto
una hermenéutica analógico-icónica. Comenzaremos,
pues, por delinear lo que es, en general, la
hermenéutica y la relación que ésta ha tenido con la
Biblia en la historia.
LA HERMENÉUTICA Y LA BIBLIA
La hermenéutica es la disciplina de la interpretación,
esto es, la ciencia y el arte de interpretar textos. La
noción de texto es muy amplia, y abarca desde
escritos hasta diálogos, acciones, películas, esculturas,
etc. La interpretación es el proceso por el que
alcanzamos una comprensión más profunda de algo;
no se trata, entonces, de un entendimiento inmediato y
simple, sino prolongado y complejo; por eso se ha
constituido como un método, al menos con algunas
líneas esenciales y reglas de procedimiento muy
amplias y abiertas.
De hecho, la hermenéutica tiene lugar en textos
que no son claros y sencillos. Un texto fácil no
necesita interpretación. Pero la experiencia nos ha
mostrado que los textos, cuando tienen incluso un
poco de dificultad y de complejidad, requieren
interpretación; mucho más la exigen cuando no se
puede uno quedar en un nivel superficial de
comprensión, sino que hay que pasar a un nivel
profundo, como es el caso de la Sagrada Escritura.
Eso nos enseña que la hermenéutica se da cuando hay
múltiple significado, polisemia o plurivocidad.
La hermenéutica fue usada desde la antigüedad
para interpretar los textos más importantes de la
historia. Fue usada para interpretar la Biblia, tanto por
el pueblo judío como por el cristianismo. Ya de suyo
conseguir el sentido literal de la misma es difícil, y,
dado que Dios se ha tenido que adaptar a nuestras
limitaciones, es imposible que podamos comprender
lo que Dios quiso decir en su perfecta literalidad y con
la riqueza completa de sus matices. Pero Él nos
concede penetrarla en una medida suficiente para
nuestra vida moral o espiritual.
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Ya desde los judíos, por ejemplo en Filón de
Alejandría, se establecieron varios sentidos para la
escritura.7 Por supuesto que establecieron un sentido
literal, pero también otros sentidos que fueron
llamados espirituales, simbólicos o alegóricos. Poco a
poco se fue complexificando la doctrina de los
sentidos, hasta que fue llegándose a la división de los
sentidos espirituales en alegórico, tropológico y
anagógico. El primero es en el que el Antiguo
Testamento es figura del Nuevo; el segundo es en el
que la realidad visible representa una invisible, sobre
todo de tipo moral; el tercero es en el que la realidad
visible representa la realidad celestial. Por ejemplo,
alegóricamente, las figuras de Agar y Sara son figura
de Martha y María; tropológicamente, también son
figura de la acción y la contemplación; y,
anagógicamente, son figura del ajetreo del alma
ascética y el reposo del alma mística o incluso del
alma bienaventurada en el cielo.
Hubo una pugna entre los que defendían la
literalidad y los que defendían la alegoricidad. En la
época patrística es un signo de ello la oposición entre
la escuela de Antioquía y la de Alejandría.8 Los
padres antioquenos, capitaneados por Luciano,
defendían la interpretación literal de la Escritura, y se
mostraban en una actitud de aridez y despojo. En
cambio, los padres alejandrinos, capitaneados por
Orígenes, se daban al deleite de la interpretación
alegórica, que proporcionaba mayor gozo, por el
vuelo creativo de la imaginación. Sin embargo, la
lectura alegórica condujo a numerosas herejías, o por
lo menos a ideas peregrinas y extrañas. Mas, por otra
parte, el quedarse en la sola lectura literal dejaba a los
espíritus secos y ayunos de esa refección interior que
brindaba. Por eso el genio de San Agustín supo
integrar ambas actitudes, engarzar ambos tipos de
lectura. Defendía el sentido literal, pero también
admitía que se lo enriqueciera con las interpretaciones
7 Cf. J. Danielou, Ensayo sobre Filón de Alejandría,
Madrid: Ed. Taurus, 1962. 8 Cf. el mismo, Orígenes, Buenos Aires: Ed. Sudamericana,
1958.
alegóricas. Sólo pedía que donde no cabía la lectura
alegórica, se mantuviera el literal, y, donde no cabía el
significado literal, se buscara el alegórico. Y esto se
encontraría al considerar que la lectura literal podría
llevar a un entendimiento irrisorio o hasta sacrílego u
ofensivo para Dios.9 Un ejemplo de pasaje donde no
cabe el sentido literal se veía en el salmo 136, donde
el pueblo de Israel estaba en la cautividad de
Babilonia, y se sentaba ante los ríos a cantar, y sus
captores les pedían que cantaran cánticos de Sión. Y
el salmista prorrumpe en maldiciones, y dice:
Capital de Babilonia, ¡criminal!
¡Quién pudiera pagarte los males
que nos has hecho!,
¡Quién pudiera agarrar y estrellar
tus niños contra las peñas! (Sal. 136, 8-9).
Allí indudablemente el sentido literal es ofensivo para
la bondad de Dios, que no podía inspirar el hacer esas
acciones a los israelitas, y entonces se buscaba el
sentido alegórico, que era el de estrellar contra las
piedras los vicios y los pecados, hijos de esa
Babilonia criminal, que es nuestra concupiscencia, y
que en muchos pasajes se ponía como la gran
pecadora. Pero, de igual manera, se pedía que, donde
no cabía un sentido alegórico, o resultaba ridículo, no
había que buscarlo, y había que contentarse con el
sentido literal, aceptando la enseñanza que con él Dios
nos diera.
Pasando el tiempo, en la Alta Edad Media, tiempo
en el que predominó el monacato, los monjes y
canónigos regulares prefirieron la lectura espiritual
sobre la literal. Era lo lógico, pues la vida de los
monjes estaba centrada en la búsqueda de la
contemplación, y ésta se favorecía con la
interpretación espiritual. Signo de ello es el gran
número que hubo de comentarios al libro espiritual
9 Cf. M. Beuchot, "La hermenéutica en San Agustín y en la
actualidad", en Revista Agustiniana (Madrid), 38 (1997),
pp. 139-156.
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por excelencia de la Biblia, a saber, el Cantar de los
cantares. Allí se veía cantado el amor del alma del
monje por Dios, y se expresaba con la letra de unos
enamorados, de unos esponsales y del éxtasis
amoroso. Pero el monje lo leía como el galanteo de
Dios hacia el alma, los esponsales de Dios con el alma
y el éxtasis de amor al que la conducía cuando ya
estaba muy aventajada en el camino del espíritu. Un
canónigo regular, Hugo de San Víctor, del siglo XII,
llegaba a usar la frase de San Pablo: "La letra mata, y
el espíritu da vida" (II Cor., 3, 6), para frenar la
lectura literal y privilegiar la lectura espiritual en la
exégesis.
En la madurez de la Edad Media, encontramos
autores que trataron de compaginar el sentido literal y
el sentido alegórico. Tal se ve en el siglo XIII en San
Buenaventura, el franciscano, que era gran teólogo
pero también todo un poeta, y en el que predominaba
el sentido alegórico; y en Santo Tomás, el dominico,
que también era un poeta, pero más bien teólogo, y en
él predominaba el sentido literal. Grandes santos los
dos, pero mostrando un talante distinto, por el
predominio de cosas diferentes. Tomás de Aquino
hacía ver que, sin el sentido literal, el sentido
alegórico hacía a la Escritura perder su amarre en la
realidad, y correr el peligro de perderse en la fantasía,
si no es que en la herejía.
Corriendo el tiempo, en la época barroca se
privilegió el sentido alegórico, en autores como el P.
Atanasio Kircher, pues se prefería lo simbólico,
mítico y metafórico, corriendo a veces el peligro de
ilusiones o alucinaciones. Tal se ve en la utilización
que hacía Kircher del arca de Noé o de la Torre de
Babel, para figurar cosas ocultas o herméticas, que no
siempre llevaban a un crecimiento interior.10
En
cambio, en la modernidad, se privilegió el sentido
literal por sobre todo, incluso con la pretensión de
ponerlo como único, y entonces hubo hasta
10 Cf. I. Gómez de Liaño, Athanasius Kircher. Itinerario del
éxtasis, o las imágenes de un saber universal, Madrid: Eds.
Siruela, 1990, p. 41.
investigadores que pretendieron encontrar las ruinas
de la Torre de Babel o los restos del arca de Noé.11
Algunos autores, adheridos sobre todo al
positivismo o cientificismo, han querido la muerte de
lo alegórico-simbólico, como Bultmann y su escuela
desmitificadora, pero dejando al creyente en una
soledad y frialdad que lo sume en la lejanía de Dios y
casi en la angustia. Otros, por el contrario, han
reaccionado contra ello y buscan una vuelta fuerte a la
interpretación ontológica y realista de los misterios de
Cristo y de la fe.
Y esta lucha entre el literalismo y el alegorismo
llega hasta la actualidad. Algunos autores,
descendientes del ala cientificista y objetivista, como
Umberto Eco, creen que se puede recuperar
perfectamente la intención del hablante, o del autor, y
defienden el sentido literal. Otros, que se colocan en
el ala posmoderna y subjetivista, como Richard Rorty,
dicen que no es posible de ninguna manera recuperar
el sentido del autor, o literal, y que sólo queda leer
todo con un sentido alegórico, que es el que cada uno
quiera concederle.12
Esto nos hace ver que
presenciamos la lucha de dos modelos extremos, el de
una hermenéutica demasiado cerrada o rígida y el de
una hermenéutica demasiado abierta o blanda. Hace
falta uno más, añadir a esos dos modelos un tercero,
que abra la puerta y destrabe la discusión.
LOS TRES MODELOS: UNÍVOCO, EQUÍVOCO,
ANALÓGICO
Ante esta lucha de extremos, creo que es muy
necesario llegar a una postura mediadora, intermedia,
que evite los defectos y peligros de las dos anteriores.
He creído ver en la lectura puramente literal una
actitud unívoca, que desea todo claro y distinto, algo
muy difícil de alcanzar, si no es que inalcanzable.
Asimismo, me parece que en la lectura puramente
11 Cf. W. Keller, Y la Biblia tenía razón, Barcelona: Omega,
1957 (5a. ed.), pp. 52-54. 12 Véase la polémica entre Eco y Rorty en U. Eco
Interpretación y sobreinterpretación, Cambridge:
Cambridge University Press, 1995.
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alegórica hay una actitud equívoca, que deja todo en
lo sbscuro y ambiguo, cosa con la que nos topamos a
menudo, pero que no ayuda en nada, sino que más
bien nos priva de alcanzar alguna claridad y nos
confunde.
En cambio, una actitud analógica es conciliadora.
Permite la lectura literal, aunque conscientes de que
no llegaremos nunca a la literalidad plena, es decir, a
captar con toda claridad la intencionalidad que puso el
autor a su discurso. Pensemos simplemente que, en el
caso de Dios, que es infinito, la riqueza de gamas, de
aspectos, de detalles, es infinita. De ninguna manera
podemos pretender agotarla o conocerla
exhaustivamente. Esta actitud analogista permite
también la lectura alegórica, pero sin perder la
advertencia de que no puede prolongarse demasiado,
pues, si no se tiene cuidado, puede hundirse en el
vacío o irse a un infinito malo de perdición de sentido.
Como se ve, la hermenéutica univocista es
reduccionista; cree que sólo es posible una sola
lectura o interpretación del texto, y no acepta convivir
con ninguna más; sólo uno puede tener la
interpretación literal, entender el texto al pie de la
letra, y por ello en esta postura sólo una interptetación
puede ser válida. En cambio, la hermenéutica
equivocista se despega de la realidad y se va al
infinito, se pierde en un infinito de sentidos que no
conduce a ninguna parte. Aquí todas las
interpretaciones son válidas, pero no pueden convivir
con las otras, pues todas dan lo mismo, no interactúan
ni se enriquecen, están como inconmensurables unas
con otras, solamente yuxtapuestas. Sin embargo, a
diferencia de las dos anteriores, la hermenéutica
analógica tiene la capacidad de permitir el libre juego
de la alegoricidad, pero sin perder la posibilidad de
amarrar el sentido literal. De esta manera hay varias
interpretaciones válidas, pero jerarquizadas, de modo
que se puede saber de alguna manera cuáles son las
que se acercan más a la verdad textual, y cuáles se
alejan de ella, y ya comienzan a ser falsas, o de plano
se anegan en la falsedad.
De esta manera, una hermenéutica analógica podrá
permitir la búsqueda de varias interpretaciones sin que
se pierdan en una sucesión sin fin, y sin que nos
quedemos sin criterios para evaluar cuándo una
interpretación es más válida que la otra, pues se tendrá
que argumentar mediante el diálogo. Asimismo, nos
permite dar cabida al sentido espiritual, además del
literal, sin que nos estraviemos en aplicaciones
caprochosas o arbitrarias de la Escritura a lo que se
nos antoje. Será abierta y abarcadora, pero también
rigurosa y científica en la medida de lo posible.
EL MODELO O ICONO DEL INTÉRPRETE BÍBLICO:
JESÚS
Jesús, que es el intérprete del Padre, nos instruye
cómo hacer para interpretar. Él, siendo la Palabra, el
contenido más excelso y rico de la revelación, se
abajó para hablarnos en nombre del Padre. Dejó su
condición divina, se encarnó, y habitó entre nosotros.
De esta manera, es ícono del intérprete, es el
paradigma del hermeneuta. El intérprete tiene que ser
humilde, obediente, saber escuchar a Dios, que habla
en la Escritura.
Así, hay una especie de deconstrucción en la
interpretación de la Escritura, es destruir las imágenes
con las que revestimos el mensaje, y no lo dejamos
hablar. Más bien, la deconstrucción es la que nos hace
la Palabra a nosotros, más que nosotros a ella. Hay
que dejarse deconstruir por la Palabra, para poder
captar algo de ella. Dejarse deconstruir por la Palabra
consiste en vaciarse de uno mismo, de las ideas e
imágenes recibidas, construidas, y tratar de ser
receptivo, pasivo, de obedecer.
Por eso la hermenéutica bíblica, más que ser
constructo, es receptáculo. Así se juntan el lado
hermenéutico y el lado ontológico.13
El lado
hermenéutico es constructivo, activo; por eso corre
más el peligro de ser engreído e impositivo, narciso.
13 Cf. R. Kerbs, "El problema de la referencia ontológica del
discurso bíblico en la hermenéutica de Paul Ricoeur", en
Anámnesis, XI/1 (2001), pp. 181-216.
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Por eso tiene que contrapesarse con el lado
ontológico, que no tiene más remedio que aceptar; es
la aceptación de la realidad, a veces dolorosa. Esta es
la analogicidad:integrar, reunir, unir por los extremos,
y llegar a un medio.
Jesús nos enseña que la interpretación tiene que
pasar por lo pasivo, por la pasión, para llegar a la
resurrección. Hay una transformación, una
transubstanciación. La Palabra de Dios nos cambia,
nos hace actuar de manera diferente. No es sólo
interpretación, sino también transformación. Es lo que
nos resulta más deseable para nuestra lectura e
interpretación de la Escritura: comprender para
cambiar, hacer que la palabra divina tenga un efecto
en nosotros, y éste no puede ser más que una
transformación.
LECTURA ICÓNICA
Para lograr lo anterior, tenemos que seleccionar una
manera conveniente de leer la Escritura. Hay una que
podríamos llamar icónica, de acuerdo con la
hermenéutica analógico-icónica que deseamos
desarrollar. De hecho, es una manera de leer la Biblia
que es muy tradicional, pero, igualmente, es muy poco
reflexionada actualmente. En esta lectura icónica se
trata de ver a los personajes bíblicos como figura de lo
que nos pasa a nosotros, espejearnos o reflejarnos en
ellos,14
encontrar un mensaje, un modelo o ícono. En
sí misma, esta lectura no es sino una aplicación del
sentido espiritual tropológico, o ético del que hemos
hablado. Es decir, en cada personaje que nos presenta
la Escritura hallamos una respuesta a situaciones
parecidas en las que nos hemos encontrado. Dios nos
habla a través de sus personajes: patriarcas, profetas,
reyes, etcétera, y, sobre todo, el mismo Jesús, que es
14 Trato de exponer aquí una idea de Ricardo Blanco,
psicólogo y psicoanalista cristiano, de usar los personajes
bíblicos para obtención de discernimiento e incluso para
fines terapéuticos. Cf. R. Blanco, "Imagen e icono en la
tradición judeocristiana. Una visión analógica-hermenéutica
desde el psicoanálisis", en M. N. Lapoujade (comp.),
Imagen, signo y símbolo, Puebla: Universidad Autónoma de
Puebla, 2000, pp. 261-274.
el personaje principal.
Como se ve, el principio es el mismo que en la
lectura alegórica y la anagógica, pues en la primera el
AT es figura del NT, y en la segunda las realidades
que se describen son figura de lo que ocurre en la vida
espiritual o en el cielo. En la lectura tropológica o
etiológica o moral, que también se roza con la
anagógica, pero que, como es mística y más elevada,
no queremos aquí mezclar ni confundir, se nos habla
para nuestra vida espiritual ascético-moral, aunque
bien podríamos conectar con la anagógica, o mística,
pues ambas forman parte del camino espiritual o vida
espiritual a la que Dios nos ha llamado.
Pongamos algunos ejemplos de esta lectura
espiritual, simbólica o icónica, que centramos en la
lectura moral de la Escritura. Cuando vemos las
situaciones en las que se encontró algún personaje
bíblico, nos percatamos de que son situaciones muy
similares a aquellas en las que muchas veces nos
encontramos. Situaciones de sufrimiento o de alegría,
de ansiedad o de exaltación. Sobre todo nos ayuda
para los momentos de angustia y depresión. Los
personajes bíblicos tuvieron muchos de esos
momentos, y, si vamos a leerlos de manera atenta y
profunda, nos hablan y nos dicen cosas acerca de
situaciones muy parecidas a las nuestras. Funciona
aquí, en primer lugar, la analogía, esto es, la
semejanza (guardadas todas las diferencias) de su
situación con la nuestra. Por eso bien podemos hablar
de una lectura analógica, o hermenéutica analógica.
Pero también opera aquí la iconicidad, pues el
personaje bíblico funciona como un espejo para
nosotros, como un modelo, paradigma o prototipo a
imitar. Es una causa ejemplar, que es la causalidad de
lo icónico. Esto es, en lo que dice o en lo que hace el
personaje bíblico en cuestión, nos vemos reflejados,
con lo cual Dios nos habla a través de ellos y nos
esclarece la situación, dándonos discernimiento y
pautas de acción. Tal es la iconicidad, nos sirven de
imagen o diagrama para poder comprender lo que nos
está pasando, y nos abren, con su misma experiencia,
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pistas de acción para superar el problema en el que
nos encontramos o la situación problemática que nos
aqueja.
Un ejemplo de esto puede ser el libro de Job.
Cuando lo leemos parece que empezamos a sentir que
Yahvé no fue del todo justo, que no tuvo en cuenta la
buena conducta de Job, y hasta nos enoja el cúmulo de
pruebas que le impuso. es más, hasta nos
identificamos con Job, porque nosotros también
hemos sufrido; tal vez en menor escala, pero también
nos hemos sentido víctimas y dejados de la mano de
Dios. Con todo, si leemos con cuidado, encontraremos
que Dios estaba pidiendo a Job un crecimiento
espiritual, le estaba dando una oportunidad de
profundizar en su fe y en su actitud religiosa. En
efecto, nos topamos, en el capítulo 30 o 40, con una
larga lista de méritos que alega Job frente a Dios, a
través de poner como jueces a sus amigos. Desfilan
muchas cosas en las que Job cree tener mérito, y se
nos manifiesta la soberbia espiritual o narcisismo
interior que tiene Job y que no lo deja madurar en una
actitud desposeída y entregada. Méritos y más
méritos, buen comportamiento, pretensiones de
justicia, que casi nos hacen recordar a los fariseos que
tanto criticó Jesús. Así da la impresión Job de estar
demasiado atado a su imagen buena ante Dios. Eso
nos hace ver que Dios lo estaba ayudando y le estaba
dando la ocasión de ser mejor. No es, pues, un Dios
injusto, ni que se goce en el dolor de sus fieles, sino
que es un Padre bondadoso que da a sus hijos la
oportunidad y los medios para ser mejores, para tener
ante Él una actitud mejor, de más abandono y pureza
de intención.
Hay, por así decir, una especie de universales
bíblicos, de tipo icónico, esto es, modelos,
paradigmas, protitipos o arquetipos, que nos reflejan,
en los que nos espejeamos y con los que nos
iconizamos. Algo así atribuía Aristóteles a la tragedia,
cuyos personajes reflejaban al público, y se producía
cierta mímesis o imitación, es decir, cierta semejanza
y asimilación, pues la asimilación es producir cierta
similitud o analogía con lo que se ve. Y los personajes
de la tragedia producían una catarsis en los
espectadores, que desahogaban por medio de ellos sus
pasiones, las que tuvieran excitadas y excedidas, o
estimulaban las que tuvieran decaídas. De esta manera
quedaba en paz el espectador. Pero en el caso de la
Sagrada Escritura creo que se da una relación todavía
más profunda. Los personajes bíblicos no solamente
nos ayudan a desahogar o a estimular sentimientos,
nos dan además pautas de acción. Nos ayudan a
introducir en nosotros la semejanza de la situación y
encontrar caminos. Y nosotros, como creyentes,
diremos que, asimismo, entra en nosotros la fuerza de
la palabra de Dios.
CONCLUSIÓN
Como resultado de estas reflexiones, podemos decir
que la hermenéutica ha estado muy presente en la
exégesis bíblica, a través de la historia y en diferentes
manifestaciones. La hermenéutica nos da los
instrumentos para interpretar, y lo que hacemos en la
exégesis bíblica es interpretar ese texto infinitamente
rico que es la Sagrada Escritura. Pero, como también
hemos visto, la hermenéutica se ha debatido, en su
historia, entre el univocismo de las interpretaciones
literalistas y el equivocismo de las interpretaciones
ale-goristas. Por eso hace falta algo que también
hemos visto a lo largo de su historia, a saber, una
hermenéutica analógica, esto es intermedia,
proporcional y con cierto equilibrio entre la literalidad
y la alegoricidad, que puede ser muy fructífera para
nuestros tiempos.
En efecto, en la primera mitad del siglo XX
predominó el univocismo de la exégesis cientificista,
que sólo permitía el sentido literal, sin nada de sentido
alegórico, y estaba vinculada a la semiología
estructuralista (utilización de Barthes, Greimas y
otros); y en la segunda parte proliferaron los
equivocismos de la exégesis post-estructuralista, en
realidad postmoderna, en la que parece ser que sólo se
encuentra el sentido alegórico, sin ningún sentido
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literal posible. Ante esos extremos, la mediación de
una hermenéutica analógica parece que proporcionará
un equilibrio complejo entre ambos sentidos en
nuestra interpretación del texto bíblico.
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4. Publicaciones del Centro Basilea
Entre la sumisión y la revolución: la
influencia de Calvino en el desarrollo
del protestantismo francés, de Rubén J.
Arjona Mejía
El 30 de noviembre apareció el primer
volumen publicado por el Centro Basilea. Ya
está disponible en librerías (El Faro, Abasolo
y Xicoténcatl; y Casa de Esperanza, Londres
221, ambas en Coyoacán) .
También puede solicitarse al Centro
Basilea, por correo electrónico, fax (722)
216-78-90, o por teléfono. El costo es de 50
pesos más gastos de envío, los cuales,
lamentablemente, acaban de aumentar al
doble, es decir a 20 pesos. Pueden depositar
los $70 en la cuenta 51500657943, del
Banco Santander Mexicano, Sucursal (0065)
Copilco Universidad, México, D.F., a
nombre del Centro Basilea de Investigación
y Apoyo, A.C. Por fax, recibiremos su talón
de depósito para enviarles el libro cuanto
antes. Para envíos internacionales, el envío
cuesta 30 pesos.
Introducción a la teología. 2a. edición,
aumentada, de José David
Rodríguez.Coedición con CLFT y
Publicaciones El Faro
Con mucho placer anunciamos la aparición
del segundo volumen del Centro Basilea, la
reedición de un libro agotado durante mucho
tiempo, publicado originalmente por el
Departamento Ecuménico de
Investigaciones, de Costa Rica. Se trata de
una excelente introducción a la reflexión
teológica con un enfoque ecuménico, aunque
fuertemente anclada en la tradición
protestante. Su autor, el pastor y profesor
puertorriqueño José David Rodríguez
(1924), ha logrado conjugar la profundidad
con la sencillez, de modo que el texto es
plenamente accesible para cualquier lector
interesado en el tema. Creemos que
especialmente los miembros de las iglesias
se beneficiarán ampliamente con su lectura.
He aquí algunos de los comentarios que
ha suscitado esta segunda edición ampliada
(reproducidos en la cuarta de forros).
El libro en mención, como el autor, teólogo,
pastor, lo indica, no pretende ser más que un
ensayo que trata de aportar elementos
metodológicos, herramientas y claves, desde
un entorno social, histórico y cultural donde
se hace teología. Definitivamente éste es un
significativo aporte a la teología, un
encomiable esfuerzo con sentido
latinoamericanista.
Violeta Rocha, teóloga y pastora de la
Iglesia Nazarena de Nicaragua
Introducción a la teología, de José David
Rodríguez, es una crítica a la teología de la
reforma protestante luterana, desde las raíces
mismas de esa teología, engarzando esa
crítica, de manera provocadora, con la
teología latinoamericana de liberación. Es
una manera de poner en práctica el principio
luterano de “iglesia reformada, siempre
reformándose” (ecclesia reformata, semper
reformanda), el cual conlleva, al menos de
acuerdo con la lectura de Rodríguez, la
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disposición continua al cambio en el ser, el
pensar y el hacer de la iglesia que se abre a
los desafíos que emanan de las angustias e
injusticias que padecen los seres humanos.
Luis Rivera Pagán, Seminario Teológico
de Princeton, Nueva Jersey, E.U.
A todo el mundo pro-humano, a todo el
mundo que está sujeto de la historia, a todas
las comunidades identificadas con este
mensaje; a todos los conscientes y
comprometidos con los proyectos de paz y
liberación, a todos llegará y en todos tocará y
fecundará esta voz del pastor, del teólogo
José David Rodríguez.
Medardo E. Gómez, obispo de la Iglesia
Luterana de El Salvador
Pronto les daremos a conocer el precio.
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5. Documento
FOEDUS Y VOCATIO: LA ORIENTACIÓN
REFORMADA HACIA LA VIDA POLÍTICA
El profesor Miegge pertenece a la Iglesia Valdense
italiana y ha sido una de las voces teológicas
reformadas más sólidas en ese país. Sus artículos y
libros (el más reciente, Capitalisme, lo publicó en
francés la editorial ginebrina Labor et Fides, es una
revisión de las viejas tesis weberianas sobre el
calvinismo) dan cuenta de una reflexión sólida
acerca de los temas sociopolíticos que aborda. El
documento que presentamos, presentado en una
reunión de estudio de la ARM en 1990, mantiene
toda su vigencia, a la luz de la dictadura actual del
neoliberalismo político y económico.
Mario Miegge
Universidad de Ferrara, Italia
H.S. Wilson, ed., Christian Community in a
changing society. Ginebra, Alianza
Reformada Mundial, 1991, pp. 29-35.
Versión castellana de L. Cervantes-Ortiz.
LA POLÍTICA FEDERAL EN LA HISTORIA DE LAS
COMUNIDADES REFORMADAS
Quiso el destino que la Alianza Reformada Mundial
designara como sitio para su consulta sobre “La
comunidad cristiana en una sociedad cambiante”
(1990) no muy lejos de la pequeña localidad de
Morat (Murten). Allí, en 1476, la infantería de las
Confederación Suiza derrotó a las tropas de Carlos,
El Temerario, Duque de Borgoña. Un año después el
duque perdió la vida en Nancy durante la última
batalla de la guerra. Aquellos eventos han sido
vistos, desde entonces, no sólo como la prueba de la
superioridad militar de los Confederados, sino como
una confrontación abierta entre dos diferentes
modelos de organización política y social: por un
lado, la sociedad jerárquica y tradicional de los
príncipes y los caballeros; por el otro, la nueva
ciudadanía de los sucesores de Gullermo Tell y sus
compañeros, ligados entre sí por pactos libres.
En su Reporte sobre Alemania (1508), Nicolás
Maquiavelo subrayó que los suizos fueron
“enemigos no sólo del Príncipe, sino también de los
caballeros, porque en su país no existen diferentes
clases de hombres. Ellos disfrutan, sin distinciones
de rango, de amplia libertad”. Maquiavelo
seguramente idealizó la libertad suiza. Se empeñó en
encontrar allí el valor permanente y la eficiencia del
orden republicano (al cual exaltó en sus obras, así
como en sus comentarios sobre el antiguo historiador
romano Livio, en los Discursos sobre la primera
década de Tito Livio, y en la narración de la historia
de su ciudad, la Historia florentina.
El ala reformada del protestantismo surgió y se
extendió en las ciudades-estado de Suiza y sus
fronteras. La teología reformada y el pensamiento
político fueron elaborados en el contexto de la vida
pública de Zürich y, más tarde, de Ginebra. Zwinglio
y su sucesor Bullinger, así como Calvino y beza,
fueron hombres del Renacimiento y su cultura
humanística los relacionó (como Maquiavelo) con
los modelos políticos de las antiguas polis griegas y
de la respublica romana. Estos ideales ya estaban
presentes en la rica historia política de las ciudades
suizas e italianas y en las comunas de la baja Edad
Media.
Por supuesto los reformadores de Zürich y
Ginebra no estuvieron de acuerdo con los puntos de
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vista estrictamente seculares de la política
elaborados por Maquiavelo. Su pensamiento político
formaba parte de una nueva doctrina teológica. El
núcleo central del pensamiento reformado, desde
Zürich al norte de Alemania y el calvinismo
holandés, hasta el puritanismo británico, era una
doctrina del Pacto entre Dios y su pueblo,
denominada “teología federal”, término procedente
del latín foedus, “alianza y acuerdo mutuo”. Esta
palabra designaba la fundación de nuevos órdenes
políticos e interacciones, como en las comunas de la
Edad media y en el semilegendario origen de la
libertad suiza. En toda la historia del protestantismo
reformado, esta práctica “federal” fue
constantemente llevada a cabo: en los juramentos de
los ciudadanos ginebrinos en 1541, en el Pacto
Escocés (1557), en el “Pacto de Mayflower” de los
Peregrinos (1620), y en muchos otros eventos de la
Inglaterra revolucionaria y las colonias de Nueva
Inglaterra, en el siglo XVII. Aunque esta práctica
pudo haberse convertido en un ritual, su significado
está suficientemente claro: el orden político debería
basarse en un acuerdo mutuo de socios y el poder
público debería ejercerse colegiadamente.
Con el fin de entender mejor la diferencia entre
la apología de Maquiavelo a la libertad republicana
y el concepto reformado de libertad, deberíamos
considerar lo que Zwinglio escribió a los
Confederados del Cantón de Schwytz en 1522. Eine
göttliche Vermahnung an die Eidgenossen zu
Schwytz es uno de los primeros y mejor conocidos
escritos de este reformador de Zürich, y se
encuentran en él algunos de los conceptos básicos de
lo que después se llamó “teología federal”. Después
de sus grandes victorias al final del siglo XV y del
reconocimiento oficial de su independencia
(mediante la Paz de Basilea, 1499), los
Confederados comenzaron a usar su fuerza militar
como una ventaja mediante el servicio mercenario en
el extranjero. Zwinglio había sido capellán de las
tropas suizas en las guerras italianas y se lanzó
pronto (cuando aún era sacerdote católico) contra el
militarismo mercenario. Pensaba que éste era la el
reverso y la pérdida de la libertad humana, no sólo
en términos de la ética cristiana, sino también de la
política. Sobre este último punto sus ideas eran
similares a las de Maquiavelo, quien criticó y
condenó duramente el servicio mercenario. Pero
mientras Maquiavelo consideraba a la libertad como
una virtud humana natural y como la consecuencia
del “buen orden político”, Zwinglio reinterpretó la
historia de la libertad suiza a la luz del libro del
Éxodo. Así, le recordó a sus conciudadanos que esta
libertad fue el resultado de una liberación dada por
Dios a sus antepasados, cuando ellos eran unos
campesinos pobres e inermes y estaban a merced de
la nobleza insolente. Afirmó: “Esta libertad es
aceptable a Dios y Él la proveyó al sacar a los hijos
de Israel de Egipto, donde fueron terriblemente
oprimidos por los egipcios y su rey”.
Dado que la libertad es un don de Dios, puede
perderse siempre que los seres humanos piensen que
son capaces de hacer lo que únicamente le
corresponde a Dios. Entonces la libertad puede
convertirse en sumisión a poderes externos, como en
el caso de los mercenarios suizos. Pero también
podría perderse mediante la sumisión al poder
personal de otro ciudadno. Aquí Zwinglio reafirma
claramente su convicción republicana, al citar el
primer libro de Samuel (cap. 8), donde, dice él,
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“Dios instruyó a los hijos de Israel acerca de los
abusos del poder real y los previno contra este tipo
de gobierno”.
Sorpresivamente, los mismos argumentos fueron
utilizados tres años después en la gran revuelta
campesina, un contexto mucho más revolucionario
relacionado trágicamente con el curso de la Reforma
en Alemania. Parece que el autor anónimo de uno de
los panfletos más articulados (An die Versammlung
gemayner Bauerschaft, impreso en mayo de 1525)
había recibido la influencia de la reforma de Zürich
y conoció los escritos de Zwinglio. Al final del texto,
exhortaba a los campesinoes del sur de Alemania a
considerar a “sus vecinos suizos, gente pobre y
pequeña”: si ellos habían sido capaces de derrotar a
reyes y emperadores, príncipes y señores, eso se
debió seguramente al poder y el favor de Dios, quien
está del lado de los pobres y oprimidos. Pero
después los suizos traicionaron a sus antepasados y
sirvieron a poderes extranjeros.
Los más recientes estudios sobre las guerras
campesinas en Alemania, y particularmente los de
Peter Blickle (Die Revolution von 1525, Münich,
1975), ofrecen una amplia visión de los movimientos
revolucionarios desarrollados en Europa durante las
primeras décadas del siglo XVI. En diferentes
regiones y países, el modelo federal de gobierno fue
propuesto como una posibilidad de reforma del
orden tradicional. De hecho, el llamado “estado
moderno” evolucionó en un sentido opuesto. Los
proyectos políticos basados en la idea de un foedus
público entre diferentes comunidades y grupos
sociales (pueblos libres, comunidades rurales,
etcétera) fueron derrotados por el crecimiento del
absolutismo monárquico.
En su ensayo Religion, the Reformation and
Social Change (Religión, Reforma y cambio social)
(1967), H.R. Trevor Roper subraya que, al final del
siglo XVI, la tradición y y la actividad del
autogobierno republicano y municipal estaban
limitados a un pequeño espacio en Europa. Con
excepción de los remanentes de las repúblicas
italianas (como Venecia), dicho espacio
correspondía, generalmente, a las áreas reformadas y
calvinistas, encerradas entre el conservadurismo de
los príncipes luteranos y la agresividad de los reinos
católicos, reorganizados a partir de la
Contrarreforma. Mientras la teoría secular del
republicanismo, elaborada por Maquiavelo, hundió
por más de dos siglos dentro de la crisis y la pérdida
de independencia a los estados italianos, aquellos
modelos y prácticas políticas fueron preservadas y
mejoradas dentro del marco religioso de las
comunidades reformadas de Suiza, el norte de
Europa y Gran Bretaña.
LA DIMENSIÓN PÚBLICA DE LA VOCATIO
A pesar de las notorias diferencias entre países y
regiones, la vida política en el mundo actual está
lejos de los modelos de autogobierno consensado
por el pueblo. Abundan los gobiernos dictatoriales,
los regímenes militares y los fundamentalismos
religiosos. El colapso de los estados socialistas
autoritarios en el este europeo ya ha revelado qué
formas políticas reemplazarán a tales gobiernos.
Pero “si Atenas llora, Esparta no sonríe”. Los
países que han hecho alarde de sus tradiciones y
constituciones democráticas han padecido la tan
mencionada “despolitización” de la gente común.
Por supuesto, tienen elecciones libres, pero las élites
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gubernamentales siguen siendo pequeñas, cerradas y
sin cambios durante décadas. Los programas y las
prácticas de los partidos políticos tienden a perder
cualquier diferencia significativa. En los Estados
Unidos casi la mitad de los ciudadanos no ejerce su
derecho a votar en los comicios nacionales y
presidenciales. La misma tendencia está presente,
aunque en menor medida, en algunos países
europeos.
La disminución de la actividad pública y la
limitada participación de la gente están ligados a
prácticas y conceptos de la vida política, algunos de
los cuales son antiguos y otros son propios de
nuestra época. En primer lugar aparece la idea de
que la política es un juego de poder. La racionalidad
estratégica del líder político utiliza a la gente como
instrumento para mantener y mejorar su posición de
poder. A pesar de su convicción republicana,
Maquiavelo es de alguna manera responsable de esta
modernización de su visión de la política. Mientras
que él concebía al “Príncipe” como un actor
emergente que debería restaurar la fortaleza y la
independencia de un estado corrupto, estaba
fascinado también por el “arte” de la política, en
términos de habilidad y eficiencia.
Otro concepto es el que considera a la política
como una tarea administrativa, una especie de
técnica de ingeniería humana. En este caso, el poder
político trata de legitimarse a sí mismo al referirse al
interés y al “bien común”. Pero existe un tremendo
abismo entre la gente común (sujetos o ciudadanos)
y el estatus y comportamiento de la élite política o
de la burocracia profesional. Esta tendencia se está
extendiendo en la actualidad, porque la maquinaria
del estado ha aumentado su articulación y
especialización, y abarca diferentes áreas cuyos
departamentos administrativos actúan sin relación
con las demás o con el todo. Ante ello, las
exigencias por un “servicio público” se vuelven
irrelevantes y banales.
En tercer lugar, el modelo de vida y conducta
que los países occidentales han podido exportar al
resto del mundo está dominado por objetivos y
valores económicos. La paradoja de la “economìa
moderna” consiste en que, mientras invade la
totalidad de la vida, no sólo individual sino también
social, aún está definida por su referencia a los
intereses y empresas “privados”. Consecuentemente,
la misma actividad política adquiere la forma del
regateo económico y de la competencia. Entre los
miembros de las élites y entre los grupos
corporativos se sigue, principalmente, la regla del do
ut des. Así, la dimensión pública de la vida
economía y, particularmente de la vida civil, tienden
a desaparecer. Esto es muy visible en la declinante
disponibilidad y del valor del espacio público en
nuestras comunidades.
Esta imposición de un modelo parcial y
unidimensional del valor económico ha tenido un
impacto devastador sobre los hombres y mujeres
que, en las últimas décadas, estuvieron activos
políticamente y consiguieron una nueva identidad
mediante las luchas de liberación en Asia, África y
América Latina. Ha impedido los esfuerzos por
construir sociedades más equitativas y órdenes
políticos más democráticos en esas regiones debido
a que ha obstaculizado y suprimido la conciencia y
la memoria histórica de los pueblos.
La tradición refomada ofrece un abierto desafío a
esta crisis de la política. Al parecer, mediante las
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ideas y prácticas federales, la vida política ha sido
mucho más relevante y permanente entre los
reformados que en cualquier otra tradición religiosa,
y seguramente más que en otros grupos o iglesias
protestantes. Por un lado, los luteranops y los
anglicanos se inclinaban a aceptar el orden político y
social tradicional. Por el otro, el radicalismo
evangélico de los anabaptistas continentales del siglo
XVI no se involucraron políticamente y la
persecución los obligó a retirarse. (El caso de los
bautistas del siglo XVII en Inglaterra y Nueva
Inglaterra es, por supuesto, distinto, porque fueron
uno de los grupos relevantes del movimiento
puritano y de la revolución inglesa.)
La nueva orientación religiosa para la vida
secular fue difundida en todas las alas del
protestantismo, pues adquirió forma en la idea de
Lutero de la vocación cristiana, la cual ya no fue
llevada a cabo mediante las “¨buenas obras”
(devociones y rituales) sino en las tareas
permanentes del gobierno familiar y las variadas
actividades profesionales. El ala reformada del
protestantismo, no obstante, relacionó más estrecha y
constantemente la doctrina de la vocación (que los
puritanos ingleses definieron como “el llamamiento
particular”) con el reino de la res publica o el
commonwealth (bienestar común). Calvino, en su
Institución de la religión cristiana (libro IV, cap.
13), dice que Dios reconoce más la vocación de los
sanctus paterfamilias (jefes de familia) que la de los
monjes o el alejamiento del mundo del “filósofo”.
Además, en la tradición de la ley romana (que seguía
Calvino), el “padre de familia” no era visto
solamente como un hombre privado (como se hace
ahora). Los páterfamilias eran los actores tanto de la
vida privada, como de la pública, con derechos y
obligaciones políticas y civiles.
En su Treatise of the Vocations or Callings
(Tratado de las vocaciones o llamamientos), William
perkins, el más renombrado teólogo calvinista de la
Iglesia de Inglaterra a finales del siglo XVI, subrayó
que, entre los varios llamamientos, los “más
excelentes” son aquellos “en los que mayormente
podemos glorificar a Dios y obtener mayores
beneficios para la iglesia y la comunidad”, esto es, el
llamamiento del ministro y del magistrado. En esta
misma línea, Perkins fue capaz de resolver la
controversial pregunta de “un cambio legal” del
llamamiento particular (o sea, lo que ahora llamamos
movilidad social) al decir que es bueno y permisible
que “un hombre privado pueda llegar a ser
magistrado”.
Afirmar que la tradición reformada relaciona
constantemente la idea de la vocación cristiana con
la dimensión pública de la vida no quiere decir que
nos ligue a los modelos políticos en boga. La política
federal no fue inventada por los pensadores
reformados y su interprtetación y ejecución por
consiguiente estuvo muy lejos de nuestros puntos de
vista actuales acerca de los derechos civiles y la
democracia. (Los anabaptistas de Zürich, el ala
radical de lam reforma en esa ciudad, ¡fueron
condenados a ser arrojados al lago!) En las últimas
ediciones de la Institución (IV, 20), Calvino se
mostró favorable hacia una constitución política
donde la libertad popular sea regida por la
“aristocracia”. Las repúblicas calvinistas, como
Ginebra, Holanda y las colonias inglesas en
América, no fueron nunca incisivas acerca del
gobierno popular o de los derechos para la opinión
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individual. No obstante, un acercamiento crítico a la
historia y a la tradición de la Reforma puede ofrecer
sugerencias para enfrentar los problemas de hoy.
Tres puntos merecen mayor reflexión:
1. Siguiendo las orientaciones de Hannah Arendt
(particularmente en su libro La condición humana,
1958), no deberíamos olvidar nunca que “lo
público” ha sido concebido, sobre todo, como un
espacio abierto a la libre comunicación y discusión
entre diferentes actores. Esta perspectiva de “lo
público” hunde sus raíces profundas en la tradición
reformada. En su comentario a Mateo 25.14-30,
Calvino estableció que “el fruto” de los talentos
dados por Dios a sus siervos depende del
intercambio mutuo de los dones, para “el avance de
toda la compañía de los fieles, quienes rinden gloria
a Dios”. Asimismo, la voluntad del Señor, quien
otorga talentos y vocaciones, es que “debe haber una
mutua comunicación entre la gente (mutua inter
homines communicatio)”.
2. La doctrina protestante de la vocación o del
“llamamiento particular” adolece de ambigüedades y
fallas. Seguramente fracasa siempre que pierda su
referencia a “lo público” y dondequiera que
desaparezca la temeridad para preguntarse qué es lo
que debería ser el “bien público”. Entonces,
“vocación” tiende a convertirse en un patrón de
conducta meramente privado y personal, organizado
según el modelo de la “ética profesional”. El
autocontrol protestante y la regla moral “haz tu labor
de la mejor manera”, con demasiada frecuencia
oculta el hecho de que nuestras tareas pueden ser
malas ya sea para la salud o seguridad del
trabajador, o más ampliamente, para la
sobrevivencia de la humanidad y de la sociedad. Esta
advertencia debe ser especialmente dirigida hoy, no
solamente a quien ejecuta una tarea profesional en
los complejos militares industriales, sino en buena
medida a nuestra “pacífica” economía de mercado.
3. La demanda de la tradición reformada en el
sentido de que las tareas profesionales y las
vocaciones deben ser orientadas hacia una
responsabilidad pública nos recuerda que “lo
público” es mucho más amplio que la actividad de
gobierno y que la actividad de políticos
profesionales. Como dijimos antes, esta última
actividad ha sido monopolizada y expulsada de la
vida cotidiana por las élites en el poder.
Todos estamos involucrados en la economía y en
algún tipo de actividad profesional. Por ello,
cuestionar los fines y el significado público de esta
participación cotidiana se vuelve algo político, así
como una tarea vocacional. Pero esta práctica
críticano es obvia ni fácil de llevar a cabo en nuestro
actual sistema laboral y profesional. ¿Qué le pasaría
a las enfermeras o a los profesores que comenzaran a
preguntarse a sí mismos y a sus colegas “qué clase
de servicio público se realiza en nuestro hospital o
en nuestra escuela”? ¿Qué le sucedería a los mandos
medios de las empresas que empezaran a preguntarse
acerca de los beneficios de sus empleadores
mediante las transacciones internacionales
inequitativas y préstamos a los países del Tercer
Mundo?
Las comunidades reformadas que han llegado a
estar más conscientes de que esta práctica debería
ser la consecuencia normal de su enseñanza acerca
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de la vocación cristiana, podrían hacer una
contribución sustancial a la nueva política y al
ejercicio de la democracia en la vida cotidiana.*
* Además de los autores citados en el texto, debe hacerse
referencia a los estudios de André Biéler (particularmente
al libro La pensée économique et sociale de Calvin,
Ginebra, 1959, el cual ha influido profundamente en mi
comprensión de Calvino) y a los de Michael Walzer (The
Revolution of the Saints, Nueva York, 1968, y Exodus and
Revolution, Nueva York, 1984). Otros buenos argumentos
sobre la dimensión pública del “llamamiento” o
“vocación” pueden encontrarse en Habits of the Heart
(University of California Press, 1985, pp. 287-300). Mi
punto de vista personal acerca de esta doctrina protestante
está ampliamente expresado en el libro Vocation et
Travail. Essai sur l’ethique puritaine, Ginebra, 1989.
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6. Próxima actividad: 14 de marzo
UNA CRÍTICA TEOLÓGICA DEL
NEOLIBERALISMO ECONÓMICO
Mucha gente habla y escribe negativamente
acerca del neoliberalismo, pero lo cierto es
que hace falta plantearse el asunto con
seriedad para no sumarse al coro de las
descalificaciones gratuitas y viscerales,
guiada más por la moda que por una
comprensión clara del asunto. Con este
propósito, el Centro Basilea organizará una
mesa redonda sobre el tema. Esperamos
contar con un par de especialistas y con una
aportación teológica que equilibre la
perspectiva del debate.
Por lo pronto, sugerimos la lectura de
Deseo, mercado y religión (México,
Ediciones Dabar, 2000), de Jung Mo Sung,
uno de los críticos más profundos del
neoliberalismo desde la trinchera teológica.
También se pueden consultar algunos
ensayos suyos (en portugués) en RELaT, la
Revista Electrónica Latinoamericana de
Teología: www.servicioskoinonia.org/relat.
Dentro de algunos días circularemos la
traducción castellana de uno de ellos.
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7. CALVINO, DE DENIS CROUZET
(BARCELONA, ARIEL, 2001. TRAD.
IGNACIO HIERRO. 396 pp.)
Denis Crouzet es profesor de historia moderna en la
Universidad de París-Sorbona. Se ha especializado
en la historia religiosa del siglo XVI. Se le deben,
entre otros libros, La noche de San Bartolomé
(Fayard, 1994), y una biografía de Michel de
l’Hospital (1999).
“Frente a la truculencia y la vitalidad de Martín
Lutero, Juan Calvino (1509-1564) parece una figura
sin brillo. A menudo, la historia ha visto en él a un
reformador frío y distante, desapasionado y poco
dado a hablar de sí mismo. No obstante, tuvo una
vida intensa y llena de contrastes, atravesado en
todo momento por la violencia de entregarse a una
humanidad que quería fraterna y solidaria. Fundó
una fe evangélica que trataba de romper con la
angustia que él mismo había sufrido antes de la
conversión, con las ilsuiones que adormecían, según
él, a los cristianos de su época. Sería, por tanto,
anacrónico considerarle inventor o incluso partero
de la “modernidad”, pues se halla inmerso en un
siglo XVI invadido de dudas y temores, atormentado
por la lacerante cuestión de la salvación, pero
abierto también a una profunda esperanza, al deseo
de convertir en sabiduría la vida cotidiana”.
Este texto aparece en la cuarta de forros de
Calvino, traducción de Jean Calvin: vies paralleles
(París, Librairie Arthème Fayard, 2000), la más
reciente biografía del reformador francés escrita en
su país. El autor advierte que es religiosamente
indiferente y que, por lo tanto, su libro representa
“una visión no confesional” sobre la vida y obra de
Calvino. La aparición de este libro en castellano es
una excelente oportunidad para volver a revisar los
episodios fundadores de la tradición reformada y
protestante en general. A continuación,
reproducimos un fragmento del primer capítulo.
AUSENCIAS
Parece como si Juan Calvino hubiera hecho todo lo
posible porque se contemple su figura provista de un
escudo situado entre su persona interior y la
imperiosa experiencia de fe, que una llamada divina
le exigía llevar a cabo por medio de un trabajo
entregado, de un discurso siempre activo y potente,
para conocimiento de los hombres que vivían en su
entorno. Esta voluntad de anonimato podría
participar de la profunda lógica teocéntrica de su
creencia, y, por tanto, no sería necesario romper,
desde una perspectiva anacrónica, la malla en que se
guardan sus secretos más recónditos. Por sí misma,
una biografía de Calvino sería algo casi absurdo o
imposible de realizar en el seno de un imaginario
dominado por la soberanía absoluta de Dios, por el
reencuentro de la persona creyente con la grandeza
incomensurable de un Dios insondable en los
secretos de su bondad. Siguiendo al pie de la letra la
literalidad del discurso calviniano, ser a todos los
efectos de Dios significa estar ausente de uno mismo,
separado del hombre viejo que ha reinado en uno,
como si se estuviera deseando aceptar la muerte de
manera definitiva. Y estar ausente de uno mismo no
quiere decir en absoluto dejar de mostrarse o evitar
la filtración de su historia personal, como tampoco
significa dejar pasar por alto aquello que pueda
ofender a la majestad divina. Por tanto, ser a todos
los efectos de Dios no es otra cosa que ser el actor de
una puesta en escena del apartamiento de uno mismo,
como un centinela de Dios situado en algún lugar del
gran teatro del mundo. Se trata de un juicio que
alcanza incluso al campo figurativo: el grado de
fiabilidad de los diferentes retratos pintados o
grabados de Calvino no deja de ser, en ocasiones,
muy cuestionable, lo que contribuye a hacer aún más
densa la zona de sombra del hombre que se consagró
con todas sus fuerzas a la obra de la reforma.
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Sería incluso posible llegar a afirmar, como han
indicado algunos analistas, que los apuntes
biográficos dejados por el reformador en su borrosa
cronología, en lugar de servir de guía, acaban
consiguiendo desorientar al historiador por su
constante escasez. Las referencias sueltas a su vida,
que Calvino ha ido relatando en los máregenes de
textos evocadores, como en los Comentarios al Libro
de los Salmos o en la Carta a Sadolet, o aquellas
otras que sus allegados (como Théodore de Bèze y
Nicolas Colladon), se dedicaron a recoger
minuciosamente poco después de su muerte, deberían
interpretarse no tanto como los momentos
fundamentales de una existencia real, sino como
expresiones de una retórica dirigida a mostrar la
posible y necesaria universalidad de la relación de
unión que mantienen el hombre de fe y Dios.
Y nada de sorprendente tiene el hecho de que sea
precisamente Nicolas Colladon quien se haya
interesado durante tanto tiempo por refutar las
acusaciones arrojadas por los adversarios de la
reforma ginebrina y que atacaban a Calvino
tildándole de comportarse como un ser henchido de
deseos mundanos, replegado egocéntricamente sobre
sí mismo, consagrado por entero a la satisfacción de
sus apetitos carnales. En el marco restrictivo que
suponía el uso de la denegación de un discurso
renaciente, que gustaba de utilizar el registro
negativo de las pasiones para descalificar al
adversario, su objetivo consistió en mantener a la
persona del reformador dentro de los límites de una
muerte de sí mismo que este último consideraba
como inherente a él. Desde esa perspectiva
justificadora, se representa a Calvino como un
hombre humilde que nunca deseó “gobernar”. Ni
ambicioso ni tampoco avaro, nunca vivió para sí
mismo; el dinero no contaba para él. En contra de lo
avanzado por sus detractores que hablan de manera
desconsiderada de su condición de “mujeriego”,
vivió siempree castamente, tanto durante el
matromonio como en los dieciséis años que siguieron
a la muerte de su esposa. En suma, era casi un ser
desprovisto de pasiones, que cultivaba la moderación
en todas las cosas y en todo momento; se
caracterizaba por una “mediocridad digna de
alabanza”: comía poco, dormía aún menos, pero
vivía “olvidándose de sí mismo para servir a Dios y
al prójimo en su cargo y por su vocación”.
Desde esta óptica, su propia persona no estaba
interesada en Calvino, pues le era como alguien
indiferente y ausente. Y si (según las propias
afirmaciones de este historiador biógrafo), Nicolas
Colladon se decidió a trazar los jalones de su
historia, al margen de la pena que le embargaba por
la muerte de un hombre cuya vida se había dedicado
por entero a acrecentar la gloria de Dios, fue, a un
tiempo, para oponerse a los falsos rumores y a otras
calumnias que se hallaban en circulación, para dotar
de respuestas a los fieles frente a esas habladurías y,
por encima de todo, para evocar indirectamente “la
memoria de su doctrina”, para que se le
comprendiera mejor en función de ese desprecio de
sí mismo. De hecho (y Nicolas Colladon lo decía
abiertamente), la biografía sucinta que proponía
constituía la narración de una vida ofrecida a Dios,
una narración erigida en testimonio y ceryificación
de la infinita misericordia de Dios que, en momentos
providenciales, había llamado a Calvino para que
edificase al pueblo de Ginebra.
La cronología de la historia calviniana,
desarrollada también poco después de la muerte del
reformador, poseía un actor único tras el cual
quedaba eclipsado el “personaje” de Calvino: Dios.
De esa manera, fueron estableciéndose o haciéndose
más densas las bases de una representación mítica
del reformador como personalidad glacial e
insensible, fría y lejana, enigmática y mecánica. (pp.
9-11)
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8. Sugerencias para leer
César Avendaño, ed., Psicología y religión. México-
Buenos Aires, UNAM/Iztacala-Kairós, 1999.
Obra colectiva donde confluyen la psicología y la
pastoral de una manera seria y comprometida,
tratando de ir más allá de la superficialidad que
preside la mayor parte de las obras sobre el tema.
Ante la escasez de títulos merece mayor difusión. A
la venta en Londres 221, Coyoacán.
Christus. Revista de teología y ciencias sociales,
mayo-junio de 2001.
Este número está dedicado a “Los derechos
humanos en las iglesias”, un tema poco trabajado
dentro y fuera de las mismas. Las colaboraciones
incluyen textos de Raúl Cervera (“Derechos
humanos-derechos divinos”), Luis G. del Valle
(“Derechos humanos. En la sociedad, en la familia y
en las sociedades religiosas”) y Enrique Maza
(“Libertad de expresión y opinión pública en la
iglesia”), entre otros. De candente actualidad. Se
consigue en el Centro de Reflexión Teológica,
Miguel Laurent 340-A, colonia del Valle, México,
D.F., C.P. 03100. La versión electrónica se
encuentra en www.sjsocial.org/crt/christus.html
Georgette Epiney-Burgard y Emilie Zum Brunn,
Mujeres trovadoras de Dios. Una tradición
silenciada de la Europa mediieval. Barcelona,
Paidós, 1998 (Paidós Orígenes, 4).
Notable esfuerzo por rescatar la memoria de cinco
mujeres (Hildegarda de Bingen, Matilde de
Magdeburgo, Beatriz de Nazaret, Hadewijch de
Amberes y Margarita Porete) que, en plena Edad
Media, se constituyeron en auténticas teólogas, con
propuestas originales y atrevidas. La espiritualidad,
la música y la poesía confluyeron en su vida y en su
obra, y hoy sus voces llegan hasta nosotros con una
frescura sorprendente y edificante. La selección de
sus textos es verdaderamente acertada.
Luce López-Baralt y Lorenzo Piera, eds., El sol a
medianoche. La experiencia mística: tradición y
actualidad. Madrid, Trotta, 1996.
La experiencia mística sigue siendo motivo de
análisis e investigación. En estos tiempos, cuando la
mentalidad dominante parece estar muy lejos de los
impulsos místicos, los textos recogidos en este
volumen dan cuenta de la vigencia de la
espiritualidad y de la búsqueda religiosa. López-
Baralt es profesora en la Universidad de Puerto
Rico. Lorenzo Piera es Director-gerente del centro
Internacional de Estudios Místicos de Ávila, España.
Carlos Monsiváis, Las tradiciones de la imagen:
notas sobre poesía mexicana. México, ITESM-
Ariel, 2001 (Cuadernos de la Cátedra Alfonso
Reyes del Tecnológico de Monterrey).
A propósito de Gorostiza, este libro “aborda temas
esenciales de la poesía mexicana: de la poesía de
fines de siglo XIX y el modernismo a la nueva
estética que corre paralela a la revolución de 1910
(la religiosidad, el erotismo, López Velarde,
Tablada); del estridentismo a los Contemporáneos
[…]; la obra poética de Carlos Pellicer; y, por
último, la relación compleja entre poesía y cultura
popular”. Un magnífico panorama de la poesía
mexicana.
Thomas Müntzer, Tratados y sermones. Ed. de Lluís
Duch. Madrid, Trotta, 2001.
Por fin en castellano y en una excelente edición de
Lluís Duch, aparece una selección que muestra el
vigor evangélico de un hombre catalogado como
“reformador sin iglesia”. Sólido representante del
“ala izquierda” de la Reforma, su solo nombre pone
a temblar hasta a la gente más extremista al
recordar las guerras campesinas en Alemania, las
mismas a las que se opuso tan vehementemente
Martín Lutero. Con esta publicación se viene a
llenar un gran vacío editorial y de divulgación.
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C. René Padilla, Discipulado y misión. Buenos Aires,
Kairós, 1998.
Recopilación de artículos y ensayos de uno de los
teólogos más atendibles de la FTL. La mayor parte
de los mismos aparecieron antes en la revista Misión
(hoy Iglesia y Misión). Padilla le toma el pulso al
devenir de la iesia latinoamericana desde una
perspectiva evangélica y contextual.
José Revueltas, El propósito ciego. Edición de José
Manuel Mateo. México, Aldus-Obranegra, 2001.
Este libro resultará extraño para muchos debido a
que su autor no fue reconocido como poeta. Sin
embargo, sus poemas no desmerecen al lado de su
notable trabajo como ensayista, novelista y
cuentista. Una verdadera sorpresa del año que se
fue.
John R.W. Stott, La predicación: puente entre dos
mundos. Grand Rapids, Libros Desafío, 2000.
Publicado originalmente en inglés con el título Creo
en la predicación (1981), este libro se agrega a la ya
vasta bibliografía de Stott en español. Dentro de la
escasez de materiales de calidad dedicados al tema
de la predicación, este libro viene a atender uno de
los campos más despreciados en las iglesias
actuales. Su visión preocupada y atenta a la
contextualización de la proclamación de la Palabra
de Dios hoy, hace muy pertinente su lectura, no sólo
para pastores.
Gianni Vattimo, Creer que se cree. Trad. Carmen
Revilla. Barcelona, Paidós, 1996 (Paidós Studio,
121).
Profesor en la Universidad de Turín, Vattimo es uno
de los principales teóricos de la hermenéutica y de
la posmodernidad. Católico “no militante”, en este
libro reflexiona sobre el horizonte posmetafísico, y
ve a la encarnación de Cristo como la
secularización del principio divino y la “ontología
débil” como la transcripción del mensaje cristiano.
Es notable también lo que dice acerca de la Biblia
en la sección “Desmitificar los dogmas”.
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8. NOTICIAS
Calvino en el programa Religiones del
mundo, de Bernardo Barranco
El martes 8 de enero a las 9 PM, en Radio Red
(1110 AM), el programa Religiones del mundo
estuvo dedicado a la figura de Juan Calvino a
propósito de la aparición del libro De la
sumisión a la revolución. La influencia de
Calvino en el desarrollo del protestantismo
francés.
Rubén Arjona, Gonzalo Balderas Vega y
Leopoldo Cervantes-Ortiz comentaron el libro
así como algunos aspectos de la vida y obra del
reformador francés. Hubo alrededor de 40
llamadas telefónicas al programa, y se dio
respuesta a algunos de los planteamientos de los
radioescuchas, como por ejemplo, la
responsabilidad de Calvino en la muerte de
Miguel Servet y la vigencia de las tesis de Max
Weber acerca de la ética protestante y el
surgimiento del capitalismo.
Debido al interés que despertó el asunto,
pues nunca se había hecho un programa así, se
propuso llevar a cabo otro con el tema “Calvino
y la teología de la liberación”, motivado por una
pregunta de nuestro amigo Miguel Jorge
Castillo. Además, el Centro Basilea obsequió
cinco ejemplares del libro.
Luis Rivera-Pagán, nuevo profesor del
Seminario Teológico de Princeton
El doctor Luis Rivera-Pagán, reconocido teólogo
bautista puertorriqueño se incorporará como profesor
al Seminario Presbiteriano de Princeton, Estados
Unidos, a partir de septiembre. Es una magnífica
noticia, puesto que el número de profesores hispanos
en los grandes seminarios estadounidenses no es muy
elevado.
Su obra se ha caracterizado por un fecundo
diálogo entre la fe cristiana evangélica y la cultura
latinoamericana, lo que seguramente enriquecerá a la
institución en cuestión. El doctor Rivera-Pagán cursó
sus estudios de posgrado en la Universidad de Yale y
en la de Tubinga (Alemania). Ha sido profesor de la
Universidad de Puerto Rico y del Seminario
Evangélico de ese país, además de participar como
profesor invitado en múltiples instituciones
universitarias y de educación teológica. Uno de sus
libros recientes es Mito, exilio y demonios: literatura
y teología en América Latina (1996), donde revisa
las resonancias religiosas de la obra de Gabriel
García Márquez, León Felipe y Alejo Carpentier.
El Centro Antonio de Montesinos (CAM) anuncia
la celebración de un congreso de teología
Para el mes de marzo, el CAM anuncia la
celebración de un congreso con el fin de revisar la
producción teológica actual en México y América
Latina dentro de las diferentes tradiciones
eclesiásticas. Pronto circularemos los datos exactos.
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9. CONEXIONES EN INTERNET
www.ccel.org
Se trata de la Christian Classics Ethereal
Library (algo así como Biblioteca Etérea de
Clásicos Cristianos), que reúne materiales
de difícil acceso para los interesados en leer
a los grandes autores en la historia del
pensamiento cristiano.
www.religion-online.org
En esta página es posible tener acceso a una
buena cantidad de artículos y ensayos
teológicos, e incluso libros completos, en
inglés, de diversos autores, tales como
Barth, Bonhoeffer, Jacques Ellul, Paul
Tillich y un larguísimo etcétera.
Próximamente presentaremos aquí la
traducción de un ensayo de la profesora
argentina Nancy Bedford sobre la teología
latinoamericana.
www.theolib.com
La revista teológica Theolib es una
publicación francesa de teología liberal, de
allí su nombre. La versión electrónica
incluye la mayor parte de los artículos
impresos, así como otros documentos de
interés. No apta para lectores
fundamentalistas.
10. TEXTOS DE DIVULGACIÓN