antonio caballero y góngora

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Antonio Caballero y Góngora (1723-1796), eclesiástico y administrador colonial español, virrey de Nueva Granada (1782-1789). Nació en la localidad de Priego de Córdoba en 1723. Entre 1753 y 1775, fue canónigo lectoral de Córdoba. De allí pasó a La Habana, donde fue consagrado obispo de Mérida de Yucatán, hasta que en 1777 fue designado arzobispo de Santafé de Bogotá. Fue él quien, al señalar nuevos límites de su diócesis, creó los obispados de Cuenca y Mérida de Maracaibo. Patrocinó la famosa expedición botánica que dirigió el científico José Celestino Mutis. En 1782, accedió a la más alta posición civil y militar de la Nueva Granada, al morir súbitamente el virrey Juan de Torrezar Díaz Pimienta. Ratificado al año siguiente por el rey, indultó a los comprometidos en la insurrección de los comuneros neogranadinos (que había tenido lugar en 1781). Caballero y Góngora renunció en 1789, regresó a España, donde fue arzobispo de Córdoba, y murió el 24 de marzo de 1796. En su libro Diccionario geográfico-histórico de las Indias occidentales o América, en la sección dedicada al Virreinato de la Nueva Granada, Antonio de Alcedo dice: GRANADA, Nuevo Reyno de) en la América Meridional, confina por el Oriente hasta el Mediodía con los dilatados Llanos de S. Juan, al Occidente por unas montañas y bosques espesísimos y de mucha longitud, y al Septentrión con otras asperísimas montañas que llegan hasta las Costas del mar: tiene 80 leguas de largo N S, y pocas menos de ancho E O: llamóse en tiempo de los Indios Cundinamarca: lo descubrió y conquistó Gonzalo Ximenez de Quesada, que le puso el nombre en memoria del Reyno que le tiene en Andalucía de donde era natural: contiene las Provincias de

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Page 1: Antonio Caballero y Góngora

Antonio Caballero y Góngora (1723-1796), eclesiástico y administrador colonial español, virrey de Nueva Granada (1782-1789). Nació en la localidad de Priego de Córdoba en 1723. Entre 1753 y 1775, fue canónigo lectoral de Córdoba. De allí pasó a La Habana, donde fue consagrado obispo de Mérida de Yucatán, hasta que en 1777 fue designado arzobispo de Santafé de Bogotá. Fue él quien, al señalar nuevos límites de su diócesis, creó los obispados de Cuenca y Mérida de Maracaibo. Patrocinó la famosa expedición botánica que dirigió el científico José Celestino Mutis. En 1782, accedió a la más alta posición civil y militar de la Nueva Granada, al morir súbitamente el virrey Juan de Torrezar Díaz Pimienta. Ratificado al año siguiente por el rey, indultó a los comprometidos en la insurrección de los comuneros neogranadinos (que había tenido lugar en 1781). Caballero y Góngora renunció en 1789, regresó a España, donde fue arzobispo de Córdoba, y murió el 24 de marzo de 1796.

En su libro Diccionario geográfico-histórico de las Indias occidentales o América, en la

sección dedicada al Virreinato de la Nueva Granada, Antonio de Alcedo dice:

GRANADA, Nuevo Reyno de) en la América Meridional, confina por el Oriente

hasta el Mediodía con los dilatados Llanos de S. Juan, al Occidente por unas

montañas y bosques espesísimos y de mucha longitud, y al Septentrión con otras

asperísimas montañas que llegan hasta las Costas del mar: tiene 80 leguas de

largo N S, y pocas menos de ancho E O: llamóse en tiempo de los Indios

Cundinamarca: lo descubrió y conquistó Gonzalo Ximenez de Quesada, que le

puso el nombre en memoria del Reyno que le tiene en Andalucía de donde era

natural: contiene las Provincias de Bogotá, Velez, Pamplona, La Grita, Mérida,

Muzo, Ebaté, Panches, Neiba, Marquetones, Sutagaos, Ubaqué, Tenza, Lengupa,

Sogamoso, Chita:

que están divididas para el mejor Gobierno en 51 Corregimientos en que hay 301

Pueblos, y en ellos 18359 Indios, y en cinco Gobiernos Militares, que son

Panamá, Portobelo, Cartagena, Santa Marta y Maracaibo, aunque los dos

primeros son del Reyno de Tierra-Firme, y siete Políticos, Antioquia, Chocó,

Mariquita, Girón, Neiba, Llanos de S. Juan y Veragua, que también corresponde

al Reyno dicho, antes era también de su jurisdicción la Comandancia general de

la Goayana, y el Gobierno de Caracas. Goza este Reyno de diferentes climas en

su extensión, porque hay en él páramos inhabitables por el rigor del frío en que

se crían con abundancia ciervos, osos, conejos, dantas y gatos monteses: llanos

templados de tierra fértil para toda especie de semillas y frutos, y otros para

dehesas de ganados con tanta abundancia que á veces ha servido de embarazo su

muchedumbre: los bosques son muchos y deleytosos por la variedad de árboles y

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de aves, entre las quales son muy celebradas por su canto el toche de color

gualdo y negro, el siote negro todo con visos de oro en las plumas, el azulejo de

color celeste, y el balagui amarillo y negro, los quales aventajan al gilguero, al

ruyseñor y al canario en la dulzura de la voz: gozan del clima frío Santa Fe,

Tunja, Pamplona y Mérida, y del cálido Cartagena, Santa Marta, Antioquia,

Muzo, Mariquita, Neiba, y S. Juan de los Llanos, donde casi todo el año es igual

en el calor al modo del Verano en España, y lo mismo el frío en las otras, aunque

menos rigoroso porque no se conocen aquí las quatro estaciones, y solo llaman

Verano cuando no llueve, aunque hiele y haga frío, y Invierno siempre que

sobrevienen las lluvias, y en estas no hay certidumbre ni seguridad, aunque por

lo común suelen empezar en Octubre y Febrero, y siendo estas mudanzas tan

contrarias al orden que guarda la naturaleza en otras partes, y estando el Nuevo

Reyno tan debajo de la línea, le bañan ayres muy saludables, y le hacen uno de

los países mas sanos: es riquísimo de minas, y las de oro que se cría en muchas

partes exceden á las descubiertas en el resto de la América, y en las Ciudades de

Antioquia, Zaragoza, Cáceres, Remedios, Anserma y Río del Oro, no corre

moneda de otro metal, y lo mismo sucede en la de Guamoco, como en las

celebradas betas de Pamplona, y de San Juan de los Llanos. Hay también plata

tan fina que se estima por la mejor de Indias, y las minas de Marquetones,

montuosas, alta y baja en la Provincia de Pamplona son tan ricas, que á no ser

por la escasez de naturales que hay para labrarlas excedieran á la del cerro del

Potosí tan famoso, pues dan ordinariamente á dos marcos de plata por quintal, y

á veces ocho; el cobre y el plomo son metales de que allí no hacen aprecio,

aunque hay mucho en varias partes, pero no lo trabajan; las esmeraldas exceden

á las de Oriente con muchas ventajas, y por ellas se ha hecho célebre la

Provincia de Muzo donde se crian las mejores, porque las de Somondoco en la

de Tenza aunque muy buenas no les igualan en lo finas, y lo mas singular de sus

minas es criarse también en ellas pantauras de varios colores con granos de oro

en lo interior: en los minerales de Antioquia y Guamoco hay diamantes entre las

puntas de oro aunque pequeños, jacintos, piedras de cruz de singular virtud para

calenturas y rehumas, granates finos que la abundancia hace estimar poco: el rio

del Hacha ha merecido siempre particular memoria por sus celebradas perlas, y

Timaná por los amatistas y pantauras, del mismo modo que han acreditado á

Pamplona, Sussa y Anserma las turquesas, girasoles, gallinazas y mapulas. Los

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montes de este Reyno son depósito de fieras y animales bravos, principalmente

en las tierras cálidas tigres de notable fiereza, leones aunque pequeños, chunzos,

erizos, zaynos, faras, arditas que son como los hurones voraces, y de la misma

calidad las comadrejas, coyas, escorpiones, víboras, culebras de muchas

diferencias y tamaños, entre las quales es mas temida la taya por su braveza y

agilidad, es de color pardo y de listas algo mas obscuras, y se diferencia de las

demas en que todas huyen del hombre cuando las sigue, y esta solo le acomete

sin ser perseguida: en las aguas de algunos ríos como el de la Magdalena y el de

Fusagasugá hay caimanes de 14 y 16 pies de largo semejantes á los cocodrilos, y

tambien se hallan en ellos como en otros ríos, y en las cienegas y lagunas, lobos

marinos, nutrias rayas y culebras tan grandes, que en la Provincia de San Juan de

los Llanos asegura el Sr. Piedrahita que se tragan á un hombre: riegan este país

muchísimos ríos, y algunos de ellos muy caudalosos, como á la Provincia de

Cartagena el grande la Magdalena que es el mayor, á la de Bogotá el Eunzha que

ha mudado el nombre llamándose como ella, á la de Tinija el Sogamoso, á la de

Tensa el Garagoa, y todos tres nacen de los páramos y cordillera de Gachaneque,

enfrente de Turmeque, distantes entre sí poco mas de una legua, por ser la gente

mas alta de todo el Reyno: á la Provincia de Velez el Sarabitá que hoy se llama

de Suarez, á la de Pamplona el río del oro, y el de Sulia muy caudaloso, que

desagua en la laguna de Maracaibo: á los Marquetones el Guali y el Guarinó, á

la de Neiba el referido de la Magdalena, los de Cuello, la Sabandija, Cabrera y

otros, á los Sutagaos el Fusagasugá, á los Panches el rio Negro y el Bogotá, y á

la Provincia de Ubaque otro río Negro distinto del anterior, sin otros infinitos

menores, en todos los quales abunda el pescado de excelente calidad, y sobre

todo el bagre que en algunas partes llaman chimbe, y por lo general capitán, y en

el del río Bogotá ha observado la curiosidad una cosa singular, y es que

divididos los huesos de la cabeza representa cada uno una de las insignias de la

Pasión de Christo, de modo que se ven con perfección la lanza, la cruz, los

clavos &c. No es menos rico este país de exquisitas maderas que merecen

particular estimación, como cedros, nogales, biomatas, évanos, granadillos, la

celebrada madera de Muzobeteada de colorado y negro, la de Guayana de pardo

y negro, el taray apetecido para hacer vasos, el brasil para tintes, el sasafrás para

medicinas, la grana que se cria en Sogamoso, el cacao en Mérida, Maracaibo,

Caracas y Santa Marta, el bálsamo rubio, el de Tolú, de Maria, el menjui,

Page 4: Antonio Caballero y Góngora

incienso, estoraquo y la baynilla. De flores y frutas apenas hay alguna que no se

conozca en este Reyno, que como goza de una continuada Primavera siempre se

ven los árboles verdes y floridos, pues no embaraza la flor á la madurez del

fruto, y entre estos merece hacer mencion de una especie de palma que hay en

las Provincias de Muzos y de los Marquetones tan alta que parece imposible

coger la fruta de sus copas, y solo sirve de pasto á las aves que dejan caer á tierra

el hueso que es noguerado y áspero, y quebrándole contiene un almendrón que

se estima mucho por su delicado gusto; y si hubiéramos de referir por menor las

particularidades de este país seria necesario exceder los límites de un artículo, y

hacer una historia dilatada, por lo qual nos remitimos á lo que han escrito el

Ilustrísimo Don Lucas de Piedrahita, Obispo de Santa Marta y Panamá, Fr.

Antonio Zamora, Don Francisco Antonio Moreno, Fiscal de la Audiencia de

Santa Fe, Don Basilio de Oviedo, el Cronista Antonio de Herrera, y otros varios

Historiadores. Cuando entraron los Españoles se gobernaba por dos Príncipes

electivos en Bogotá y Tunja, el primero de los quales se llamaba Zipa, que

dominaban otros varios Regulos, y estaba tan poblado de Indios que los

Conquistadores los llamaron moscas para significar la multitud; pero hoy se han

extinguido de modo que la falta de manos hace que no sea uno de los Reynos

mas opulentos del mundo, atendida su riqueza, fertilidad, clima, producciones y

demas qualidades: se gobierna por un Virrey establecido el año de 1718, que se

extinguió luego, y volvió á restablecerse el de 1739, habiéndolo estado desde su

conquista por un Presidente.

Fuente: Alcedo, Antonio de. Diccionario geográfico-histórico de las Indias

occidentales o América. 5 vols. Madrid: Imprenta de Benito Cano, 1786-1789.

Virreinato de Nueva Granada

1 INTRODUCCIÓN

Virreinato de Nueva Granada, entidad político-administrativa establecida por España en

1717, durante su dominio colonial sobre la mayoría del continente americano, cuya

jurisdicción abarcaba el Nuevo Reino de Granada, descubierto por Gonzalo Jiménez de

Quesada en 1538, las provincias de Santafé, Cartagena, Santa Marta, Maracaibo, Caracas,

Antioquia, Guayana y Popayán, así como las audiencias de Quito y Panamá (ésta fue incluida

años más tarde) —extensión aproximada de las actuales repúblicas de Colombia, Venezuela,

Ecuador y Panamá—, y cuya existencia dio a su fin en 1819, tras la independencia de esos

territorios respecto de la soberanía española. Su extensión cubrió unos 3.000.000 de km2,

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desde el confín de la capitanía general de Guatemala hasta los límites con el virreinato del Perú.

2 CREACIÓN DEL VIRREINATO

El rey español Felipe V creó el virreinato de Nueva Granada por Real Cédula de 27 de mayo

de 1717, para sacarle mayor provecho a la agricultura y a la gran riqueza minera, cuya

explotación se hacía sin orden ni concierto. Otra de las razones fue la de dar mayor autoridad

a un funcionario, en este caso el virrey, para combatir con éxito el contrabando y acabar con

los abusos de los funcionarios de la audiencia y de los gobernadores.

El fundador del virreinato de Nueva Granada —no como virrey propiamente dicho, ya que

sólo había sido designado para establecerlo— fue Antonio de la Pedrosa y Guerrero, quien fijó

la sede en Santafé de Bogotá. Su gobierno se extendió desde su llegada a la capital virreinal,

el 13 de junio de 1718, hasta el 27 de noviembre de 1719.

Su sucesor, Jorge de Villalonga, sí fue el primer virrey. Nombrado en 1717, recibió el cargo de manos de Pedrosa en 1719. Corta vida tuvo esta primera experiencia, pues diversos informes acusaban que en nada había cambiado la situación económica, social y política, en tanto se gravaba en extremo el tesoro real por el enorme gasto que implicaba sostener una corte virreinal, donde todo era lujo y boato mientras el hombre común se sumía en la mayor pobreza.

3 SUPRESIÓN DEL VIRREINATO Y NUEVA REFUNDACIÓN

El caso fue que, por insinuación del Consejo de Indias, Felipe V eliminó el virreinato de Nueva

Granada en octubre de 1723, volviéndose al anterior sistema de la presidencia del Nuevo

Reino. Pero los sucesivos presidentes se sintieron sin un sólido poder y así lo fueron

manifestando, lo que trajo como consecuencia que el Rey instaurara nuevamente y en forma

definitiva el virreinato, por Real Cédula de 20 de agosto de 1739.

El mariscal de campo Sebastián de Eslava se convirtió en el nuevo virrey. Llegó a Cartagena

el 21 de abril de 1740; y prácticamente al entrar tuvo que enfrentar los ataques de buques

británicos que habían fijado su objetivo en las posesiones españolas en América. Fijó la sede

en Cartagena, precisamente, porque una de las razones para restablecer el virreinato fue el

conflicto contra Gran Bretaña (guerra ‘del asiento’, también denominada guerra de la Oreja

de Jenkins, declarada en octubre de 1739). El gobierno de Eslava concluyó en noviembre de

1749.

Al territorio original de 1717 se agregaron los de las provincias de Panamá y Portobelo. Se

establecieron tres comandancias generales, las de Panamá, Cartagena y Caracas, pero sus

gobernadores eran “súbditos del virrey como los demás”. Poco después, el 12 de febrero de

1742, la gobernación de Venezuela o Caracas quedó segregada del virreinato de Nueva

Granada y pasó a depender de la audiencia de Santo Domingo, como lo había hecho antes de

1717. Y en 1777 se desprendieron también las provincias venezolanas de Cumaná,

Maracaibo, Guayana e islas de Margarita y Trinidad.

Page 6: Antonio Caballero y Góngora

La sucesión de virreyes de Nueva Granada, desde Sebastián de Eslava, fue la siguiente: José Alonso Pizarro (1749-1753); José Solís y Folch de Cardona (1753-1761); Pedro Messía de la Cerda (1761-1772), que ordenó la realización del primer censo y reorganizó la Hacienda virreinal; Manuel de Guirior (1772-1776); Manuel Antonio Flórez y Angulo (1776-1782); Juan de Torrezar Díaz Pimienta (1782), que desempeñó el cargo durante unas semanas; Antonio Caballero y Góngora (1782-1789); Francisco Gil de Taboada y Lemos (1789), designado virrey del Perú poco después de acceder al gobierno neogranadino; José de Ezpeleta (1789-1797); Pedro Mendinueta (1797-1803) y Antonio Amar y Borbón (1803-1810), con quien se rompía la secuencia, al producirse en Santafé el movimiento revolucionario del 20 de julio de 1810.

4 ASPECTOS CULTURALES

Casi todos estos virreyes estuvieron influidos por las ideas de la Ilustración, que ya

empezaban a difundirse en América. Específicamente, en el Nuevo Reino de Granada influyó

la presencia del sabio naturalista José Celestino Mutis, quien llegó en 1760. A él se debe la

creación de la primera cátedra de matemáticas (1762) y la realización de la Real Expedición

Botánica, una de las más importantes actividades científicas americanas del siglo XVIII (parte

destacada de las expediciones científicas de la época), favorecida económicamente por el

arzobispo y virrey Antonio Caballero y Góngora.

Este periodo fue fecundo en innovaciones y adelantos culturales. Los jesuitas, que llegaron a

regentar catorce colegios en Nueva Granada, introdujeron la imprenta (1738). Asimismo, se

instaló la primera biblioteca pública (1774) y los colegios del Rosario y San Bartolomé

recibieron los mismos privilegios de la Universidad de Salamanca. Se introdujo en las aulas el

estudio del científico británico Isaac Newton y del astrónomo polaco Nicolás Copérnico. Con

la aparición de la Gaceta de Santafé (1785) se inauguró el periodismo neogranadino. Estas y otras manifestaciones propias de la Ilustración condujeron al movimiento emancipador.

5 LA EMANCIPACIÓN

Durante el gobierno de Amar y Borbón estalló la revolución neogranadina, en 1810. Como

treta, se le ofreció al virrey la presidencia de la Junta Suprema, pero después se le apresó y

fue expulsado a España. Con la reconquista de Nueva Granada por parte de los realistas,

quedó restablecido el virreinato en 1816 en la persona del capitán general del Nuevo Reino

de Granada, Francisco Montalvo. A éste le sucedió, en 1817, Juan de Sámano, último virrey

(si bien sólo nominal) neogranadino, quien se vio precisado a huir de Santafé al conocer la

victoria de Simón Bolívar en Boyacá, el 7 de agosto de 1819.

Consejo de Indias

1 INTRODUCCIÓN

Page 7: Antonio Caballero y Góngora

Consejo de Indias, órgano consultivo perteneciente al sistema de consejos de la Monarquía Hispánica, creado en 1524 para atender los temas relacionados con el gobierno de los territorios españoles en América, cuyo funcionamiento duró hasta que, en 1834, resultó definitivamente suprimido.

2 CREACIÓN Y FUNCIONAMIENTO

Su origen estuvo en una sección especial del Consejo de Castilla, que comenzó a funcionar

por orden del emperador Carlos V (Carlos I de España) en 1519. En 1524, ya se organizó

como Consejo Real y Supremo de las Indias (su verdadero nombre) y, en 1542, se

proclamaron sus primeras ordenanzas. En 1568, una Junta Magna reunida para estudiar los

asuntos que habrían de ser competencia del Consejo de Indias puso de manifiesto la multitud

de cuestiones a que había de hacer frente, y que finalmente se concretaron dejando fuera los

relacionados con Inquisición, Guerra y Hacienda.

Inicialmente, estuvo formado por un presidente, un canciller y un número de consejeros que

varió a lo largo del tiempo entre cuatro y diez, además de secretarios y otros cargos

administrativos. En principio, los consejeros procedían del Consejo de Castilla, pero

posteriormente fueron nombrados directamente por el rey, quien en algunos casos tuvo en

cuenta la trayectoria americanista de los personajes. Una de las figuras más representativas

en este sentido fue Luis de Velasco, marqués de Salinas, nombrado presidente en 1611, tras

haber desempeñado los cargos de virrey de Nueva España y del Perú.

Las ordenanzas de 1571 establecían la necesidad de que sus miembros se reunieran

diariamente, elaborando sus propuestas, conocidas como ‘consultas’, que el presidente

elevaba al rey, a quien correspondía la decisión final. Su lugar de reunión habitual era el

alcázar de Madrid, aunque el presidente podía señalar el lugar específico en cada caso. A lo

largo de sus tres siglos de existencia, el Consejo adquirió y perdió numerosas competencias a

causa de las constantes reorganizaciones de la administración de los asuntos americanos.

Los temas relacionados con la guerra y la justicia militar, los nombramientos de cargos de

relieve en la política Indiana y la administración de pagos fueron competencia, durante largo

tiempo, de juntas en las que figuraban el presidente y varios miembros del Consejo, tales

como la Junta de Guerra de Indias, la Cámara de Indias o la Junta ordinaria de Hacienda, que

se formaron en función de las necesidades.

En la primera etapa se realizó por orden real una inspección, llevada a cabo por Juan de

Ovando, presidente del Consejo entre 1571 y 1575, en la que quedó de manifiesto la

extraordinaria complejidad del gobierno de las Indias, a causa de la diversidad y dispersión

de las fuentes de información. Para encauzar todo este material, se elaboraron unos

extensos cuestionarios oficiales que debían ser cumplimentados por las autoridades

regionales y locales de los virreinatos. Estas relaciones, que hoy conocemos como Relaciones

geográficas de Indias, se estuvieron recopilando entre 1577 y 1812 y afectaban

especialmente a temas referidos a la geografía, la sociología, la demografía, la historia civil y

eclesiástica y la economía. Sus originales debían permanecer en América y habían de ser

remitidos al Consejo de Indias copias certificadas. Con ello se pretendía tener los elementos

Page 8: Antonio Caballero y Góngora

básicos para ejercer un control efectivo del espacio americano. Sin embargo, las respuestas

fueron muy desiguales y su utilidad final no alcanzó los objetivos teóricos iniciales.

Otro de sus objetivos fue la permanente revisión del extenso cuerpo legislativo que se iba

acumulando desde el inicio de la política Indiana. La primera recopilación de una parte de

estas leyes la realizó Diego de Encinas formando un Cedulario Indiano a finales del siglo XVI,

pero hasta 1680 no se publicó una Recopilación completa de Leyes de Indias, realizada por

Antonio de León Pinelo y Juan de Solórzano Pereira. El Consejo creó también la figura del

cronista de Indias, a cuya disposición se puso toda la información reunida a través de las Relaciones a fin de que escribiera la historia oficial.

3 PAULATINA DESAPARICIÓN

A principios del siglo XVIII, con la reforma de la administración pública llevada a cabo por el

primer rey de la Casa de Borbón, Felipe V, el Consejo de Indias pasó a depender, en tanto

que órgano superior de justicia para las colonias americanas, de la Secretaría de Estado y de

Despacho de Marina e Indias. En medio de la guerra de la Independencia española, resultó

suprimido y restablecido sucesivamente en varias ocasiones desde 1809 hasta el final de la

misma, en 1814, para desaparecer de la estructura organizativa del Estado español, de

forma definitiva, en 1834.

Relaciones geográficas de IndiasRelaciones geográficas de Indias, documentos enviados a España por los administradores

coloniales, que contenían información sobre los territorios americanos. A lo largo del

siglo XVI, la Monarquía Hispánica emprendió una vasta operación científica orientada a

conseguir la más completa información sobre el espacio colonial americano, referida a

aspectos geográficos (relieve, clima y vegetación), antropológicos (costumbres y ritos) y

económicos (cultivos, yacimientos minerales, etcétera). El sistema para recoger información

fue el diseño y confección de unos cuestionarios comunes para los diversos territorios.

En 1563, Felipe II nombró cosmógrafo mayor del rey a Alonso de Santa Cruz, quien recibió el

encargo de diseñar dichos cuestionarios. Tras la muerte de este cosmógrafo en 1572, le

sucedió en el cargo Juan López de Velasco, que continuó los trabajos de su antecesor en la

redacción de los cuestionarios, cuyo modelo debía asegurar una información homogénea y

sistemática, dado el carácter pragmático de esta empresa científica, cuya finalidad era la

mejor organización de los territorios coloniales y su correcta administración. Se llegaron a

enviar más de 30 cuestionarios, con sus correspondientes instrucciones para la

cumplimentación de los mismos. El cuestionario de 1577 parece ser el más importante, ya

que circuló de forma impresa y pasó a ser el documento base para la redacción de las

encuestas posteriores. Fue elaborado por Juan López de Velasco y lleva el título de

Instrucción y memoria de las relaciones que se han de hazer para la descripción de la Indias

que Su Magestad manda hazer para el buen gobierno y ennoblecimiento dellas.

Page 9: Antonio Caballero y Góngora

La respuesta a estos cuestionarios fueron las Relaciones que enviaron a la metrópoli los

administradores coloniales. Las primeras llegaron al Consejo de Indias entre 1577 y 1588, y

las más rezagadas, diez años después. En el Archivo General de Indias (Sevilla) se conservan

varias de estas Relaciones, de entre las que destaca la de Cuzcatlán (Nueva España) de

1580, titulada Relación geográfica de Cuzcatlán, diócesis de Tlaxcala, hecha por Juan de

Castañeda León, su corregidor, en cumplimiento de Instrucción de Felipe II, de 1573, para

descripción de las Indias. Esta relación incluye información cartográfica, como el Mapa del

pueblo de San Juan Evangelista de Cuzcatlán y otros en él sujetos, en la diócesis de Tlaxcala.

También tiene gran interés la fechada en Tabasco en 1579 y titulada Relación geográfica de

la provincia de Tabasco hecha en virtud del mandamiento de Guillén de las Casas,

gobernador y capitán general de las provincias de Yucatán, Cozumel y Tabasco, y en

cumplimiento de Instrucción de Felipe II de 1573 para la descripción de las Indias. La

información contenida en las Relaciones y la que de forma dispersa se iba generando como

consecuencia de las exploraciones y la colonización, permitió la elaboración de obras de

síntesis, promovidas por el Consejo de Indias, cuyo presidente, Juan de Ovando, determinó

crear la institución del cosmógrafo y cronista de Indias, con el encargo de sistematizar la

información sobre América. Fruto de esta preocupación fue el trabajo de Juan López de

Velasco, autor de la Geografía y descripción universal de las Indias, que terminó de escribir

en 1574, aunque no se publicó hasta el siglo XIX, y para cuya redacción utilizó

documentación de Alonso de Santa Cruz y materiales de Bartolomé de Las Casas, Pedro

Cieza de León y otros autores. Otra obra de síntesis sobre los conocimientos adquiridos

respecto al espacio y las sociedades americanas fue publicada, en 1590 en Sevilla, por el

jesuita José de Acosta bajo el título de Historia natural y moral de las Indias.

Archivo General de IndiasArchivo General de Indias, archivo español situado en la ciudad de Sevilla, que reúne la

mayor parte de la documentación relacionada con América, generada por la burocracia

española durante el periodo colonial.

En 1778, el rey Carlos III ordenó la inspección detallada de toda la documentación referida a

los dominios españoles en América y Filipinas que se encontraba en los archivos del Consejo

de Indias de Madrid, Central de Simancas (Valladolid) y de la Casa de Contratación de Cádiz y

de Sevilla, y se estudiasen las posibilidades de su traslado a la antigua Casa Lonja de

Mercaderes de Sevilla. Tras múltiples peripecias, a partir del 1785, el sitio elegido para

albergar los documentos referentes a América fue la Casa Lonja de Sevilla que, convertiría su

planta alta en Archivo General de Indias. El edificio fue declarado en 1987 Patrimonio cultural

de la Humanidad.

Juan Bautista Muñoz, cosmógrafo mayor de Indias y comisionado para escribir una historia

del Nuevo Mundo, fue el encargado de elaborar los informes definitivos, que culminaron con

la creación del Archivo General de Indias tras numerosas consultas a diferentes eruditos y

archiveros. Los primeros documentos comenzaron a llegar en 1785, en 257 cajones, tras las

obras iniciales de acondicionamiento del edificio. A esta remesa se añadieron posteriormente

los documentos procedentes de las secretarías de Gracia y Justicia, Marina, Guerra,

Hacienda, Estado, Ultramar y la Capitanía General de Cuba.

Page 10: Antonio Caballero y Góngora

La documentación se organizó en 16 secciones, teniendo en cuenta su lugar de procedencia

como principio básico de ordenación, establecido desde la publicación de sus Ordenanzas en

1790 y llevado a cabo inicialmente por Juan Agustín Ceán Bermúdez. Estas mismas

Ordenanzas sirvieron de modelo a las elaboradas para el Archivo General del Castillo de

Chapultepec, en el virreinato de Nueva España, en 1793.

Inicialmente, el Archivo General de Indias estaba cerrado a la investigación, ya que su

función era la de servir a las necesidades de la Administración. Por esta razón estuvo

prohibido el facilitar copia de los documentos que custodiaba y cualquier tipo de información

procedente de ellos; solamente se podía acceder a aquellos datos que afectaban a asuntos

personales considerados útiles en las correspondientes autorizaciones. A partir de 1828

comenzaron a acceder los investigadores, y el Archivo se convirtió en la fuente documental

más importante para el americanismo.

Casa de Contratación de Indias

1 INTRODUCCIÓN

Casa de Contratación de Indias, organismo español de carácter colonial, su función era la de

controlar el comercio con los territorios bajo soberanía hispana en las Indias, y estuvo en vigor desde 1503 hasta 1790.

2 ORGANIZACIÓN DE LA CASA DE CONTRATACIÓN

Fundada por los Reyes Católicos el 20 de enero de 1503, su sede fue, hasta 1717 (en que se

trasladó a Cádiz), el Cuerpo de los Almirantes del Alcázar Viejo de Sevilla. Como antecedente,

cabe citar un organismo portugués destinado a centralizar el tráfico mercantil y la

administración ultramarina: la Casa da Índia, fundada en 1499 en Lisboa.

Las Capitulaciones de Santa Fe (firmadas el 17 de abril de 1492) establecieron un monopolio

compartido entre Cristóbal Colón y los Reyes Católicos que, al poco tiempo, dejó de

funcionar. Por esta razón, se hizo necesaria una institución que controlara y monopolizara

todo lo relativo a las Indias, al “trato” y “contrato”, se decía, con las nuevas tierras

descubiertas. La Casa de Contratación, que en principio intentó monopolizar el comercio con

las nuevas tierras, se vio desbordada por la rápida extensión del ámbito americano y pasó a

ser el órgano competente en la inspección y control del movimiento de personas y

mercancías, tanto en el aspecto fiscal (pago de impuestos), como en el técnico (cartas de

navegación o formación de pilotos). La reglamentación de la Casa de Contratación se hizo

mediante reales ordenanzas, dictándose las primeras en 1503 y rectificándose y ampliándose

en 1510, 1531 y 1571. En las ordenanzas de 1503 se estableció la dotación de tres oficiales

al servicio de la Casa: el factor, encargado de despachar y organizar; el tesorero, que recibía

mercancías y dineros; y el contador o escribano, cuyo cometido era llevar los libros para

asentar todo lo que el factor despachara y el tesorero recibiera.

En las ordenanzas de 1510 se detallaron los diversos libros que debían llevar los oficiales: el

de asiento de salidas y entradas de bienes reales, el de registro de material destinado a las

Page 11: Antonio Caballero y Góngora

flotas, el de compras de materiales, el destinado a consignar los bienes de difuntos habidos

en Indias o en las flotas, el de asiento de todas las cuentas que le remita el almirante y el de

registro de las licencias de pasajeros (que suponía una determinada regulación del proceso

de la emigración española a las Indias). Con el paso del tiempo, y a medida que el comercio

con América adquiría mayor complejidad, surgió la necesidad de nombrar nuevos

funcionarios, como el proveedor general de la Armada, el correo mayor, el artillero mayor y

los visitadores de navíos.

En 1557, se instituyó el cargo de presidente de la Casa de Contratación como autoridad

máxima de ese organismo, con la misión de organizar el trabajo de todos los funcionarios y

velar por su fiel cumplimiento. Los oficiales de la Casa tenían también un cometido jurídico,

aunque referido sólo a los asuntos comerciales relacionados con las Indias. En 1510, se

nombró un juez letrado. La administración de justicia dio origen a nuevos cargos: un fiscal

(1546) y un juez asesor (1553). Los asuntos de mayor entidad debía revisarlos y fallarlos el

Consejo de Indias, creado en 1524, y al que sucedió la Secretaría de Marina e Indias, a

principios del siglo XVIII, y posteriormente el Ministerio de Ultramar, ya en el siglo XIX. En

1583, se creó la Sala de Justicia dentro de la Casa de Contratación; se separaba así las

funciones administrativa y fiscal de la judicial. En 1529, se creó el Tribunal de la Avería,

fondo destinado a sufragar los gastos que originaba la protección armada de los buques

mercantes.

Otra de las funciones fundamentales de la Casa fue el control y apoyo técnico a la

navegación. Se creó el cargo de piloto mayor, que desempeñaron personajes tan insignes

como Américo Vespucio (el primer piloto mayor, designado en 1508), Juan Díaz de Solís o

Sebastiano Caboto. Además, se creó una oficina hidrográfica que puso en marcha la escuela

de navegación, responsable de la formación y examen de los pilotos, y que se ocupó también

de la construcción y reparación de los instrumentos náuticos y del registro de los nuevos

descubrimientos en un mapa, el Padrón Real. Cualquier nave que se dispusiera a cruzar los océanos debía solicitar la correspondiente licencia y comprar las cartas de navegación.

3 EL FINAL DE LA CASA DE CONTRATACIÓN

Durante más de dos siglos (hasta 1717), la sede de la Casa, que disponía del monopolio del

tráfico con América, permaneció en Sevilla. Sin embargo, el puerto fluvial sevillano sobre el

río Guadalquivir presentaba dificultades de calado para los buques de gran tonelaje que

justificaron que se autorizase la carga y descarga en Cádiz, lo que propició el contrabando.

Por ello, en 1535, se instituyó en Cádiz el Juzgado de Indias, integrado por un juez oficial y

tres delegados de la Casa de Contratación, que controlaban el tráfico mercantil. En 1717, y

por la aplicación de la política reformista de la dinastía de Borbón, se produjo un cambio de

ubicación de las sedes: la Casa de Contratación se establecía en Cádiz y el Juzgado de Indias

pasaba a Sevilla. La etapa gaditana de la Casa estuvo caracterizada por una continua

decadencia, a causa de la sustitución del régimen de monopolio por el de libre comercio. En

1790, se suprimió definitivamente la Casa de Contratación.

Casas de Borbón

Page 12: Antonio Caballero y Góngora

1 INTRODUCCIÓN

Casas de Borbón, dinastía ligada a varios tronos europeos, principalmente al español y al francés, originaria de la localidad francesa de Bourbon-l’Archambault, donde la familia tuvo su primer solar.

2 LOS BORBONES EN FRANCIA

Ligados primero por vasallaje a los condes de Bourges, en el siglo X pasaron a depender

directamente de la Corona francesa. Durante los siglos siguientes, la familia extendió su

dominio sobre Autunois y Niverais (Auvernia), Combraille y Berry. Al mismo tiempo, el tronco

común se dividió en tres grandes ramas: Borbón-Busset, que perdió la primogenitura al no

reconocer Luis XI el matrimonio de Luis de Borbón (1438-1482) con Catalina de Egmont;

Borbón-Montpensier, extinguida en el siglo XVII; y Borbón-La Marche, uno de cuyas

subdivisiones, la de La Marche-Vendôme, recibió en la persona de Carlos, duque de Vendôme

(1489-1537), el título ducal de Borbón de manos de Francisco I.

En 1548, el matrimonio de Antonio de Borbón con Juana de Albret permitió a la familia

acceder al trono de Navarra. En las postrimerías del siglo XVI, durante las guerras de Religión

que asolaron Francia, el tercer hijo de aquel matrimonio, Enrique III de Navarra (1553-1610),

casado con Margarita de Valois (1572), se convirtió en Enrique IV de Francia (1589) por ser el

pariente varón más cercano —como descendiente directo del séptimo hijo de Luis IX— de

Enrique III de Francia, que murió sin hijos. Superado por el momento el conflicto religioso con

el Edicto de Nantes (1598), a Enrique IV y sus sucesores les ocupó la tarea de consolidar la

dinastía. Luis XIV (1643-1715) fortaleció la unión entre Estado y familia real y llevó a Francia

a la hegemonía continental, aunque fracasó en su intento de reformar la Ley Sálica, que

imponía una sucesión lineal masculina excluyente para las mujeres en todos los casos.

Un bisnieto de Luis XIV ascendió al trono francés en 1715 como Luis XV. Su reinado, que duró

hasta su fallecimiento, ocurrido en 1774, marcó el inicio de la crisis de la monarquía

Borbónica francesa. Crisis que se acentuó y manifestó de forma definitiva durante el reinado

de su nieto, Luis XVI, quien le sucedió en ese último año. El inicio de la Revolución Francesa,

en 1789, marcó el principio del fin de la monarquía francesa. El propio Luis XVI murió

ejecutado por los revolucionarios en 1792, y su hijo (Luis XVII), fallecido en 1795, tan sólo fue

reconocido por los monárquicos.

La restauración de la monarquía francesa tuvo lugar en 1814, cuando un hermano de Luis

XVI ascendió al trono con el nombre de Luis XVIII, tras la caída de Napoleón I Bonaparte. El

propio Napoleón interrumpió el reinado de Luis XVIII cuando, un año después, volvió

brevemente al poder en el llamado gobierno de los Cien Días. Carlos X, hermano de

Luis XVIII, sucedió a éste en 1824 y hubo de abdicar con motivo de la Revolución de julio de

1830.

Una nueva rama de la Casa francesa de Borbón volvió a reinar ese mismo año de 1830, cuando un descendiente de Felipe I (duque de Orleans y hermano de Luis XIV), fue

Page 13: Antonio Caballero y Góngora

proclamado rey por la Asamblea Nacional tras la abdicación de Carlos X: Luis Felipe I de Orleans, hijo de Luis Felipe José de Orleans (Felipe Igualdad), fue el primer y único rey francés de la rama Borbón-Orleans. Resultó derrocado durante los acontecimientos revolucionarios de 1848. Los actuales pretendientes al trono francés, encabezados por el conde de París, pertenecen al linaje Borbón-orleanista.

3 LOS BORBONES EN ESPAÑA

En 1700, el testamento de Carlos II de España —sin descendencia— permitió el acceso al

trono de Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV y de la infanta española María Teresa de Austria

(hija del rey Felipe IV). Sin embargo, el temor a que los Borbones extendieran su dominio

sobre la herencia de los Habsburgo españoles movió a Gran Bretaña, las Provincias Unidas y

al Sacro Imperio a impugnar el testamento y declarar la guerra. La llamada guerra de

Sucesión española finalizó con el reconocimiento general de Felipe V, a cambio de la

renuncia de éste a sus derechos al trono de Francia y de la pérdida de los territorios italianos

y flamencos.

Los Borbones españoles del siglo XVIII —Felipe V (1700-1724 y 1724-1746), Luis I (1724),

Fernando VI (1746-1759), Carlos III (1759-1788) y Carlos IV (1788-1808)— se dedicaron a una

política de profundas reformas en todos los campos con la intención de devolver España a un

lugar destacado entre las potencias europeas. Felipe V fue ayudado primero por consejeros

franceses, relevados pronto por españoles pertenecientes a la primera generación de

ilustrados. La política dinástica sostenida por Felipe V y su segunda esposa, Isabel de

Farnesio, otorgó tronos en Italia a los hijos del matrimonio, dando origen a la rama Borbón-

Sicilia. Los reinados de Fernando VI y Carlos III significaron la plenitud del reformismo, al

mismo tiempo que se hicieron patentes los límites de la acción de gobierno. El desarrollo de

la América española, cuyas posibilidades económicas aún estaban por explotar en su mayor

parte, fue una de las tareas que recibieron más atención. El reinado de Carlos IV, que

coincidió con el estallido revolucionario en Francia, se vio determinado por las tensiones

interiores y la evolución de los acontecimientos exteriores. El agotamiento de los hombres y

los programas ilustrados reformistas y la implicación de España en los sucesos

internacionales ocasionaron una profunda crisis del Estado y de la dinastía, que llegó a su

punto álgido en el enfrentamiento entre el rey Carlos IV y su hijo, el príncipe de Asturias y

futuro Fernando VII. La conjura de El Escorial (1807) y el motín de Aranjuez (1808),

promovidos por el círculo de don Fernando contra el favorito de los reyes, Manuel Godoy,

provocaron el derrocamiento de Carlos IV y la proclamación de Fernando VII. Estas

alarmantes muestras de la descomposición de la dinastía sucedían en una España ocupada

por las tropas de Napoleón I Bonaparte, en cuyos planes figuraba ya el destronamiento de los

Borbones y la inserción de España en la órbita imperial. El desprestigio de la familia real

alcanzó su cima en las abdicaciones de Bayona, por las que Carlos IV y Fernando VII

entregaron a Bonaparte sus derechos a la Corona de España, quien a su vez los transfirió a

su hermano José (1808).

Con Felipe V se había introducido en España la Ley Sálica, establecida formalmente por Auto

Acordado (10 de mayo de 1713). En una reunión de Cortes de 1789 fue derogada y se volvió

al orden sucesorio tradicional de Castilla, regido por las Partidas (2,15,2). Pero como la ley no

Page 14: Antonio Caballero y Góngora

fue publicada, planteó graves problemas a Fernando VII (que verdaderamente reinó en

España en 1808 y desde 1814 hasta 1833), quien sólo contaba con descendencia femenina.

Durante el siglo XIX y el XX todos los reyes y reinas de España han pertenecido a la dinastía

Borbónica, excepto Amadeo I (1870-1873): Fernando VII (1808-1833), Isabel II (1833-1868),

Alfonso XII (1875-1885), Alfonso XIII (1886-1931) y el nieto de éste, Juan Carlos I, que en

1975 comenzó su reinado y fue uno de los artífices de la transición española a la democracia,

posterior al régimen dictatorial del general Francisco Franco.

Carlos III

1 INTRODUCCIÓN

Carlos III (1716-1788), rey de las Dos Sicilias (1734-1759) y rey de España (1759-1788), el

representante más genuino del despotismo ilustrado español.

Hijo del rey español Felipe V y de Isabel de Farnesio, nació el 20 de enero de 1716 en Madrid.

Heredó de su madre en 1731 el ducado italiano de Parma, el cual ejerció hasta 1735, junto al

de Plasencia (Piacenza), bajo la tutela de su abuela materna (Dorotea Sofía de Neoburgo).

Después de que su padre invadiera en 1734 Nápoles y Sicilia, al año siguiente, y por medio

de la firma del Tratado de Viena —que ponía fin a la guerra de Sucesión polaca—, fue

reconocido como rey de las Dos Sicilias (título que recogía los dos reinos italianos de Nápoles

y de Sicilia, que ya ejercía desde un año antes) con el nombre de Carlos VII. Como tal, adoptó

reformas administrativas considerables y llevó a cabo una política de obras públicas que

embellecieron la capital napolitana. En 1738, contrajo matrimonio con María Amalia de

Sajonia.

En 1759, accedió al trono español, tras producirse el fallecimiento de su hermanastro, Fernando VI. Hombre de carácter sencillo y austero, estuvo bien informado de los asuntos públicos. Fue consciente de su papel político y ejerció como un auténtico jefe de Estado. Su reinado español puede dividirse en dos etapas; el motín contra Leopoldo de Gregorio, marqués de Esquilache (1766), es la línea divisoria entre ambas.

2 PRIMERA FASE DE SU REINADO ESPAÑOL

En el primer periodo, los políticos más destacados fueron Ricardo Wall y Devreux, Jerónimo Grimaldi, el marqués del Campo del Villar y el marqués de Esquilache. El equipo de gobierno llevó a cabo una serie de reformas que provocaron un amplio descontento social. La aristocracia se vio afectada por la renovada Junta del Catastro, dirigida a estudiar la implantación de una contribución universal, o por la ruptura de su prepotencia en el Consejo de Castilla. Por su parte, el clero recibió continuos ataques a su inmunidad. Se limitó la autoridad de los jueces diocesanos, se logró el restablecimiento del pase regio (facultad regia de autorizar las normas eclesiásticas) y se redujeron las amortizaciones de bienes. A todo ello vino a unirse el descontento popular provocado por la política urbanística en Madrid (tasas de alumbrado o prohibición de arrojar basuras a la calle, por ejemplo), los intentos de modificación de las costumbres (bando de capas y sombreros) y algunas reformas administrativas y hacendísticas.

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3 SEGUNDO PERIODO

El Domingo de Ramos (23 de marzo) de 1766 estalló el motín en Madrid y en varias

provincias, de forma muchas veces simultánea. Los amotinados proferían vivas al Rey y

pedían la destitución del marqués de Esquilache y su camarilla de extranjeros. En las

provincias se gritaba además contra los especuladores, representantes del poder local.

Esquilache fue destituido y se tomaron una serie de medidas sobre el abastecimiento y el

precio del grano. Con el restablecimiento del orden social se inició la segunda etapa del

reinado. La política pasó a estar en manos de una serie de administradores e intelectuales

nuevos, como José Moñino, conde de Floridablanca, Pedro Rodríguez Campomanes, Pedro

Pablo Abarca, conde de Aranda, o Gaspar Melchor de Jovellanos, que aseguraron una

continuidad en las reformas. La primera medida del nuevo equipo fue la expulsión de los

jesuitas (febrero de 1767), a quienes el Dictamen Fiscal, elaborado por Campomanes,

acusaba de instigadores del motín y enemigos del Rey y del sistema político, a la vez que

denunciaba su afán de poder y de acumulación de riquezas y cuestionaba su postura

doctrinal.

Al margen de este hecho, el segundo periodo del reinado español de Carlos III se caracteriza

por una profunda renovación en la vida cultural y política. De la primera cabe destacar el

intento de extensión de la educación a todos los grupos de la sociedad, mediante el

establecimiento de centros dependientes de los municipios o de las Sociedades Económicas

de Amigos del País, la creación de escuelas de agricultura o el equivalente a las de comercio

en diversas ciudades, las propuestas de reforma de los estudios universitarios (1771 y 1786)

y, en fin, el estímulo de la actividad de la Real Academia Española, cuya Gramática

castellana (1771) se impuso como texto en las escuelas. De las innovaciones políticas

sobresalen: la reforma del poder municipal y las propuestas económicas, cuyas líneas más

significativas fueron la remodelación monetaria y fiscal, los intentos de modernización de la

agricultura y la liberalización de los sectores industrial y comercial.

El 26 de junio de 1766, un Real Decreto establecía que en todos los pueblos de más de dos

mil vecinos se nombraran cuatro diputados del común, que intervinieran con la justicia y los

regidores en los abastos del lugar. Tendrían además voto y asiento en el ayuntamiento. La

reforma, que fue perfilada con sucesivas órdenes, suponía sobre el papel una grave amenaza

para el monopolio de las oligarquías urbanas. Las gentes del común se inhibieron, en

general, y esto fue suficiente para que los grupos tradicionales mantuvieran el monopolio del

poder municipal.

Las medidas más significativas en política monetaria fueron: las remodelaciones de marzo de

1772; la emisión de vales reales, el primer papel moneda de España, iniciada en septiembre

de 1780; y la creación del Banco de San Carlos, en julio de 1782. En el terreno fiscal

sobresalió, sin duda, el intento de establecimiento de la contribución única. En el sector

agrario se favoreció la estabilidad del campesinado, se congelaron los arriendos y se abordó

la confección de una ley agraria, que no vería la luz hasta 1794. En cuanto a los ámbitos

industrial y comercial, la lucha contra la rigidez del sistema gremial, o el establecimiento del

libre comercio de España con las Indias (1778), son una muestra del acercamiento al

liberalismo económico.

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En 1787, Carlos III aprobó la creación de un nuevo órgano de gobierno, la Junta de Estado, a

instancias del marqués de Floridablanca. El monarca falleció el 14 de diciembre de 1788 en

Madrid, y fue sucedido por su hijo Carlos, que pasó a reinar como Carlos IV. De entre los otros

doce hijos que tuvo de su matrimonio con María Amalia de Sajonia, destaca Fernando I de

Borbón, rey de las Dos Sicilias, el cual, desde 1759, le había sustituido como rey de Nápoles.

El siguiente fragmento es un extracto del capítulo dedicado al estudio de las colonias hispanoamericanas durante el reinado de Carlos III (1759-1788), que forma parte de un ensayo en el cual el historiador español Antonio Domínguez Ortiz glosa la figura de ese monarca de la Casa de Borbón.

Fragmento de Carlos III y la España de la Ilustración.

De Antonio Domínguez Ortiz.

Capítulo IX.

El reformismo social carolino, que en España produjo algunos frutos, hubiera podido tener ancho campo de acción en las Indias, donde había tantas situaciones de injusticia y desigualdad; pero la misma amplitud de la tarea dificultaba su realización. Incluso en ocasiones la acción gubernamental fue contraproducente, como se vio durante la gestión del visitador Areche en Perú. Las visitas extraordinarias fueron un instrumento empleado por la Corona para asegurar su mejor y más directo control; pero también habían recibido el encargo de mejorar la recaudación tributaria, lo que, si por una parte exigía una mejor gestión de los subalternos, de otra daba lugar a más estrictos controles y mayor presión fiscal. A pesar de todo, mientras la gestión del visitador don José de Gálvez en Nueva España puede estimarse positiva, la de José A. Areche en el Perú originó, por la dureza de sus métodos, una reprobación general, y fue uno de los desencadenantes de la sublevación de los indios del Alto Perú, acaudillada por Tupac Amaru, responsable de terribles excesos, y reprimida con una ferocidad que testimoniaba el pánico de las autoridades y de toda la población blanca.En el haber de aquella política reformista hay que poner la supresión de las incomodidades, una institución ya en plena decadencia y que de haber continuado su desarrollo hasta el fin podía haber originado un verdadero feudalismo, motivo por el que la Corona siempre las miró con recelo y se negó a perpetuarlas. En cambio, prodigó los títulos nobiliarios, que satisfacían la vanidad de los criollos y robustecían el sentimiento monárquico. El apaciguamiento de las discordias entre peninsulares y criollos fue, con todo, un ideal que no llegó a plasmar en realidades concretas. El tratamiento de los problemas eclesiásticos se hizo partiendo de las mismas normas que en España; era política tradicional nombrar obispos de cuya fidelidad no cupiera la menor sospecha, adictos a las ideas realistas y antijesuíticas; la mayoría respondieron a las intenciones del gobierno. El ya mencionado arzobispo Lorenzana, cuya labor fue sin duda notable, recabó de los asistentes al IV concilio mejicano apoyo a las gestiones que realizaba el gobierno de Madrid para obtener la disolución de la Compañía. La real cédula de 21 de agosto de 1769 que estimulaba a los prelados a convocar concilios «para exterminar las doctrinas relajadas y nuevas restituyendo las antiguas y sanas» estaba concebida con este objeto. A veces los padres conciliares opusieron resistencia. El concilio VI de Lima, convocado por el arzobispo D. Diego A. Parada, no aceptó la condena del probabilismo a pesar de las presiones del virrey Amat. En otras ocasiones los prelados colmaron los deseos de los gobernantes españoles; el carmelita José A. de San Alberto,

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obispo de Córdoba de Tucumán, compuso un Catecismo real en el que podían leerse frases como éstas: «¿Por qué los reyes son llamados dioses? —Porque en su reino son una imagen visible de Dios—. ¿El rey está sujeto al pueblo? —No, pues que esto sería como estar sujeta la cabeza a los pies.»La labor de los misioneros atraía también la atención de los gobiernos españoles en varios sentidos: no sólo eran agentes de evangelización, sino de españolización; gracias a ellos, territorios muy extensos y tribus numerosas se incorporaron sin gastos ni violencias al conjunto imperial. La expulsión de los jesuitas causó sentimiento, porque la mayoría eran criollos, y también bastante desorganización en extensos territorios. Se procuró sustituirlos con miembros de otras órdenes, con escaso éxito, ya lo hemos visto, en Paraguay; con mejores resultados en las zonas septentrionales de la Nueva España. Figura señera que resume la labor de cientos de misioneros es la del franciscano mallorquín fray Junípero Serra, fundador de aldeas misionales en California que hoy se han transformado en urbes populosas.La solicitud de las altas autoridades españolas por los indios siempre se habían manifestado en leyes que recibían un escaso cumplimiento; en este punto no se registraron grandes progresos. Los miembros de las castas tuvieron más oportunidades, y muchos las aprovecharon. Los más desvalidos de los vasallos, los esclavos negros, fueron objeto de un trato contradictorio; de una parte se favorecía el infame tráfico negrero para proporcionar mano de obra barata a los blancos; de otra, se reclamaba para ellos un trato más humano, y así se recomendaba a las autoridades. La proyectada reedición de las Leyes de Indias no llegó a publicarse, pero algunas partes fueron promulgadas por separado, y una de ellas fue el Código Negro de 1784, que señalaba un progreso respecto a otros anteriores coetáneos; mientras el Código negro francés de 1685 calificaba al esclavo de bien mueble, el español lo definía como «miembro de una clase particular del género humano»; se ordenaba que fueran aposentados en casas o habitaciones propias, «cómodas y suficientes para que se liberten de las intemperies, con camas en alto y mantas». Debería haber un hospital en cada hacienda. Se prohibían destajos a las mujeres embarazadas, los menores de diecisiete años y los mayores de 60. Como en todos los regímenes esclavistas, la suerte del esclavo dependía en gran medida del carácter del amo, pero, en general, los viajeros sacaban la impresión de que en los dominios españoles eran mejor tratados (o menos maltratados) que en las colonias de otros países.Entre todas las disposiciones dictadas por la administración borbónica sobre la relación España-Indias la que suele considerarse más importante es el decreto de libre comercio de 1778, pero sólo recientemente está siendo objeto de un análisis profundo en cuanto a su origen, significado y consecuencias. El comercio entre la metrópoli y sus dominios se rigió siempre por el principio, no peculiar de España, sino universalmente admitido, del monopolio como medio de asegurar el beneficio de la potencia dominante; beneficio para su hacienda por los derechos de aduana percibidos y para los particulares que produjeran mercancías susceptibles de exportación. Con tal motivo se centralizó, desde 1503, el intercambio de hombres y mercancías en la Casa de Contratación de Sevilla; su traslado a Cádiz por razones técnicas en 1717 no modificó los términos de esta política. Desde un principio el monopolio funcionó mal, y su deterioro se fue agravando por una serie de razones que sería largo explicar: insuficiencia de la industria española para atender la demanda americana, imposibilidad de vigilar debidamente tan vastos espacios, corrupción administrativa, etc. El resultado fue que el estímulo para la producción española fue escaso y las sumas que la Real Hacienda percibía por derechos aduaneros muy inferiores a lo que habría podido esperarse. Es verdad que, a más de los derechos aduaneros, la Hacienda percibía el sobrante de los impuestos recaudados en

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América, entre los que tenía un puesto destacado el quinto percibido sobre los metales preciosos; en total, esas sumas constituían una cantidad importante; Carlos V y Felipe II costearon en buena parte sus expensas exteriores con la plata americana. Hay que guardarse, sin embargo, de exagerar; los tesoros de América nunca representaron más del 20 por 100 de los ingresos totales de la Monarquía, y ese porcentaje cayó a menos del 10 por 100 en el siglo XVII, en parte por la crisis económica generalizada, pero también (es importante subrayar este dato) porque las Indias absorbían una parte cada vez mayor de sus tributos para sus propios gastos, para su administración, para su defensa, lo que es indicio del peso cada vez mayor que en el conjunto imperial tenían los territorios ultramarinos.Los Borbones retomaron la cuestión que ya se habían planteado los Habsburgos y que no habían podido resolver: ¿Por qué sacaba España tan escaso provecho del imperio colonial más grande que había conocido la historia? La resolución tenían que atacarla desde dos frentes: mejorar la recaudación de los impuestos en América e incrementar el tráfico trasatlántico para que generase mayores derechos. No se cuestionaba el monopolio comercial, sino la manera de practicarlo; el sistema de flotas convoyadas por galeones que salían de Cádiz cada año aparecía en el siglo XVIII como arcaico; muchos pensaban que sería preferible un sistema de navíos sueltos con más puntos de salida y arribada. Los comerciantes gaditanos se aferraban al sistema de flotas no sólo porque centralizaba en Cádiz todo el comercio americano, sino porque permitía limitar el volumen de intercambios a unos niveles que mantuviera el mercado lejos de la saturación; a ellos no les interesaba vender más, sino vender caro.Los intereses de la Corona eran divergentes; cuantas más mercaderías se navegasen más derechos percibirían las aduanas. La guerra con Inglaterra durante los últimos años del reinado de Felipe V obligó a suspender la salida de las flotas. Se intentó más tarde restablecerlas, pero todos se convencieron de que el sistema ya no funcionaba; se autorizó la salida de navíos sueltos y se vio que el comercio aumentaba y las aduanas recaudaban más dinero. La gráfica elaborada por García Baquero muestra un considerable aumento de tonelaje a partir de 1746, aumento favorecido por la política de paz y neutralidad de Fernando VI. El comercio gaditano se acomodó al nuevo sistema de navíos sueltos, renunció a mantener en Indias una escasez artificial y se convenció de que aun así podía efectuar buenos negocios. Fueron los años brillantes de Cádiz. Pero la estructura comercial seguía siendo la misma: desde Cádiz salían para América un 10 por 100 de mercaderías españolas y un 90 por 100 de extranjeras. Los mercaderes gaditanos seguían siendo meros intermediarios y comisionistas.Dentro del plan de racionalización de los recursos globales de la Monarquía emprendido por los ministros de Carlos III, América ocupaba un lugar destacado. Las reformas tributarias emprendidas en aquellas tierras generaron muchos resquemores y aumentaron poco los envíos de numerario a la metrópoli, porque eran más elevados los gastos a que había que atender en las colonias. En cambio, ofrecía grandes perspectivas el incremento de las relaciones comerciales. En 1762 Campomanes, recogiendo ideas de Campillo, Ward y otros proyectistas, proponía una libertad de comercio compatible con un monopolio comercial según el modelo de pacto colonial del que tanto provecho sacaba Inglaterra: América española basaría su economía en productos agrícolas y mineros y España la abastecería en productos fabricados. Seguiría manteniéndose la exclusión de los extranjeros, pero a más de Cádiz, se autorizaría el comercio con otros puntos de la Península. Una serie de disposiciones inspiradas en estas ideas culminaron en el célebre reglamento de 1778, completado con otras disposiciones adicionales.El citado reglamento habilitaba para el comercio con Indias a trece puertos españoles. La misma autorización recibían 22 puertos americanos para comerciar con España. El

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complicado sistema tributario se simplificaba mediante la abolición de algunos derechos y la rebaja de otros. Las investigaciones recientes, concretadas en el volumen que recoge las actas del simposio celebrado en el Puerto de Santa María en 1985, matizan bastante las conclusiones triunfalistas que estaban vigentes; el incremento del comercio en ambos sentidos fue muy fuerte, pero su naturaleza no se modificó mucho; nuestras exportaciones fueron, sobre todo, agrarias, en cuanto a los productos industriales siguió predominando la reexportación de los procedentes del extranjero. De esta regla no se salvó ni siquiera Cataluña, que venía siendo considerada como la máxima beneficiaria de la nueva política comercial; parece que su industria textil se volcó en el interior de la propia España y que sus exportaciones a Indias incluían algo de producción propia, bastantes textiles extranjeros reelaborados y, siguiendo una tradición ya antigua, importantes partidas de vinos, aguardiente y otros frutos de la tierra. De todas maneras parece claro que fue la región más favorecida. La concesión del libre comercio a los puertos de Almería y Cartagena apenas influyó en la economía de sus respectivas regiones. En otros casos, como los de Málaga, Valencia y Mallorca, hubo un modesto progreso. El de Santander fue de carácter muy especial; ni su traspaís inmediato ni la pobre economía de Castilla la Vieja tenían mucho que ofrecer a América; pero la circunstancia de que en un principio se excluyó al País Vasco del comercio directo por su peculiar régimen aduanero motivó que algunas expediciones se hicieran a través del puerto santanderino hasta que se habilitó el de Pasajes para el comercio directo.Acerca de los efectos del Reglamento de 1778 en la economía americana también se han precisado cifras y revisado conceptos. Los grandes mercaderes de México y Lima sufrieron el contragolpe de la liberalización y se adaptaron a la nueva situación diversificando sus inversiones: tierras, minas, etc. La mayor abundancia de productos abarató los precios; éste fue un beneficio indudable, pero no se pudo eliminar el contrabando y algunas industrias tuvieron que cerrar sus talleres por efecto de la fuerte competencia. El saldo de la balanza comercial americana siguió siendo muy negativo, y la diferencia se cubrió, como era tradicional, con grandes envíos de plata. En resumen, hubo modificaciones interesantes, pero no un cambio profundo en las relaciones comerciales entre la metrópoli y los dominios de Ultramar.Fuente: Domínguez Ortiz, Antonio. Carlos III y la España de la Ilustración. Madrid: Alianza Editorial, 1990.

Carlos IV

1 INTRODUCCIÓN

Carlos IV (1748-1819), rey de España (1788-1808), sus gobiernos hubieron de hacer frente a

las consecuencias de la vecina Revolución Francesa.

Hijo de Carlos III y de María Amalia de Sajonia, nació el 11 de noviembre de 1748 en Portici (residencia real de su padre, entonces rey de Nápoles, y en la actualidad perteneciente al área suburbana de la ciudad italiana de Nápoles). En 1765, contrajo matrimonio con María Luisa de Parma. Llegó al trono con cuarenta años, tras el fallecimiento paterno, y, aunque no estaba exento de experiencia política, carecía del talento y la energía que las circunstancias en que iba a verse envuelto requerían.

2 PRIMEROS AÑOS DE SU REINADO

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El inicio del reinado de Carlos IV, con el gobierno en manos de José Moñino, conde de

Floridablanca, marcó un intento de continuidad, cada vez más controlada, del reformismo

ilustrado. Se trató de poner trabas a la acumulación de bienes en manos muertas civiles y

eclesiásticas, se tomaron medidas para impedir el acaparamiento y la especulación de grano,

derivados de las crisis agrícolas, y se fomentó la libertad industrial y comercial. El periodo

estuvo definido por la oposición radical a las ideas de la Revolución Francesa, razón por la

cual se adoptó la denominada política de ‘cordón sanitario’, destinada a impedir su

penetración en España.

El conde de Aranda, sucesor de Floridablanca desde febrero de 1792, tuvo como objetivo primordial el mantenimiento de una sólida neutralidad armada en los escasos meses de su gestión, la cual apenas duró hasta noviembre de ese año.

3 EL GOBIERNO DE GODOY

A partir de este momento y salvo un corto intervalo, Manuel Godoy dominó el panorama

político español; los acontecimientos precipitaron su encumbramiento desde la Secretaría de

Estado. Godoy era un asiduo en los ambientes de la corte, un hombre de ideas ilustradas que

se mostraba tradicional y antirrevolucionario en lo que afectaba a la estructura política del

Estado. No contaba, sin embargo, con la simpatía de los círculos de la ilustración española.

El progreso de las reformas, aunque con sobresaltos, continuó. Adquirió un gran desarrollo la

obra cultural emprendida durante el gobierno de Carlos III, y surgieron nuevas instituciones

de corte moderno como el Real Colegio de Medicina o el Observatorio Astronómico, junto con

no pocas escuelas de artes y oficios. La promoción de las manufacturas o el fomento de las

Sociedades Económicas de Amigos del País marcaron también una línea de continuidad de la

política ilustrada.

Pero el gobierno de Godoy tuvo una piedra de toque fundamental en sus relaciones con la

Francia revolucionaria, que determinaron la política interior y exterior, extraordinariamente

unidas. Esta circunstancia, agravada por el ajusticiamiento de Luis XVI en enero de 1793, dio

lugar a largos años de desastrosa guerra. En una primera fase, España emprendió la

denominada guerra de la Convención (o guerra de los Pirineos) que se saldó con la Paz de

Basilea de 1795. Posteriormente, entró en la órbita de Francia, lo que implicó, después de la

firma del Tratado de San Ildefonso (1796), la ruptura con Gran Bretaña. La lucha planteada

en el mar en los años siguientes le fue desfavorable. Además, Godoy se vio en la difícil

situación de mantener una alianza con Francia al tiempo que, en el interior, se llevaba a cabo

un verdadero combate frente a las ideas revolucionarias promovidas por aquélla. Todo ello

provocó, en 1798, su caída.

Vuelto al poder en 1801, Godoy intentó desvincularse de la política francesa, en manos ya de Napoleón Bonaparte, sin demasiado éxito, hasta que, en 1804, la aparición del partido fernandino, liderado por el príncipe de Asturias (el futuro rey Fernando VII), le orientó de nuevo a la colaboración con el país vecino. La alianza trajo la guerra, y ésta el desastre de Trafalgar (1805), que supuso un golpe durísimo para la Marina de guerra española.

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4 ABDICACIONES DE CARLOS IV

A partir de 1806, la situación política fue cada vez más difícil, y ello condujo a los sucesos de

marzo de 1808 (motín de Aranjuez), los cuales provocaron la primera abdicación de Carlos IV

en la persona de su hijo Fernando. Su segunda abdicación tuvo lugar el 6 de mayo de ese

año, en la localidad francesa de Bayona, y benefició al emperador Napoleón I Bonaparte, en

quien depositó la autoridad regia española, forzado tanto por la presencia de tropas

francesas en España, en tránsito teórico hacia Portugal, como por la posición de su hijo

Fernando, quien, a su vez, había abdicado en su propio padre en la misma fecha.

Desde entonces, comenzó para Carlos, y para su esposa, un verdadero exilio que habría de

comenzar en territorio francés (Compiègne y Marsella) y que finalizaría en Italia, en cuya

ciudad de Roma falleció el 20 de enero de 1819, sin que su hijo, el entonces rey español

Fernando VII (reinstaurado tras el triunfo de la guerra de la Independencia española), se

aviniera a poner fin al destierro de sus progenitores a causa del temor al uso que, en su

contra, pudieran hacer sus enemigos liberales de las personas de sus padres.

José de EzpeletaJosé de Ezpeleta (1739-1823), militar español, virrey de Nueva Granada (1789-1797). Nació

en Barcelona. Estuvo destinado en Cuba (1763 y 1779) y en Nueva España (1783) y fue

teniente general en 1785. Fue nombrado gobernador y capitán general de Luisiana en 1787 y

virrey de Nueva Granada en 1789, donde destacó como buen administrador. Como impulsor

de las artes y de la mineralogía, apoyó la Real Expedición Botánica de Celestino Mutis. Fue

relevado en 1797 y a su regreso a España ocupó diversos cargos políticos militares: fue

capitán general de Castilla la Nueva y, con la vuelta del rey Fernando VII en 1814, virrey de

Navarra, enfrentándose al primer pronunciamiento liberal del siglo XIX —el de Francisco

Espoz y su sobrino Francisco Xavier Mina— y capitán general de Valladolid. Recibió diversos

honores y títulos nobiliarios. Falleció en 1823 en Pamplona.