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CAPITULO IV : (Sudamérica) La Roma de América

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CAPITULO IV:

(Sudamérica)

La Roma

de

América

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Machu Picchu

“Soy bolita en Italia, soy colombo en Nueva York, soy sudaca por España, y paragua

de Asunción, español en Argentina, alemán en Salvador, un francés se fue para

Chiles, japoneses en Ecuador… el mundo está amueblado con madera del Brasil, y

hay grandes avugueros en la selva misionera… Europa no se acuerda de la barcos

que mandó, gentes heridas por la guerra esta tierra la salvó…”

León Gieco. Cantautor argentino “de igual a igual”.

Los Incas

Ubicación geografica

Al este, la selva; al oeste, el mar y en el medio, los valles y las

enormes montañas de Los Andes, sacudidas de vez en cuando por

temblores: tal fue el escenario donde construyó su historia la civilización

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precolombina más importante de América del Sur: los Incas.

Tan inmenso territorio (abarcaba los actuales países de Ecuador,

Perú, Bolivia, el norte de Chile y el noroeste de Argentina), sólo pudo ser

controlado con una férrea organización.

Marinos no: pese a la gran extensión de las costas, los incas no se

dedicaron a las actividades marineras. Sus centros de producción

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estaban ubicados en el interior y los unieron por medio de larguísimas

vías de comunicación terrestre que atravesaban el territorio, de norte a

sur. Cultivaban el maíz (su alimento primordial), la papa y la batata. En el

valle había más variedad: tomates, guayabas, chirimoyas, ananás,

paltas, la yuca (famosa por su harina) y el maní, del que también

extraían aceite.

Las terrazas: los incas ampliaron la superficie del terreno cultivable

por medio de la construcción de terrazas escalonadas o andenes,

tallada en las laderas de las montañas o en las pendientes más suaves.

La irrigación de estas áreas fue asegurada por medio de una red de

canalizaciones que aseguraba el abastecimiento de agua.

Todos los climas: la diversidad del marco geográfico incaico también se

manifestó en los climas: sol tropical y frío glacial en la puna peruana y el

páramo ecuatoriano; sequedad en las costas (húmeda y boscosa a al

norte, seca y arenosa al sur). La vida sólo era posible en los valles (la

sierra), de clima tibio y suelo fértil, sobre los aluviones de los ríos.

El poblamiento: los primitivos habitantes llegaron de Asia, hace unos

30.000 años, después de atravesar el estrecho de Bering (que une aquel

continente con América). Sin embargo, es probable que haya habido

algún contacto con los polinesios (sobre el Océano Pacífico), tal como lo

demostró en este siglo la expedición noruega Kan Tiki. Un inca, Túpac

Yupanqui envió una flota a la Polinesia con 20.000 hombres.

El legendario origen

Cuando habían logrado establecer un poderoso imperio los incas crearon

mitos destinados a propagar el origen divino de su pueblo y, con ello, justificar

la hegemonía impuesta sobre las poblaciones conquistadas.

La más difundida de estas leyendas señala que el dios Sol, apiadándose de

los hombres que vivían como animales, sin orden y en permanente lucha,

decidió enviar a sus hijos Manco Cápac y Mama Ocllo con d objeto de que los

civilizasen, los principios de la agricultura, textilería, cestería, alfarería y las

ciencias.

El sol colocó a sus hijos en la isla del lago Titicaca premuniéndoles de una

barra de oro, dónde ésta se introdujera en la tierra debían detenerse y fundar la

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ciudad que sería el centro del proceso civilizador que le había que les había

encomendado. Manco Cápac y Mama Ocllo salieron de la isla, siguiendo un

camino subterráneo que les llevó hasta Pararectampu, donde, tras pernoctar,

lograron introducir la barra de oro en las entrañas de la madre tierra. Recibida

la señal, construyeron su habitación en Huanacauri, valle del Cuzco. Allí Manco

Cápac contrajo matrimonio con su hermana creando así el linaje o familia inca,

cuyos miembros deberían llevar a cabo la misión divina sobre esa nueva

humanidad que comenzó a forjarse en el lago Titicaca, considerado, desde

entonces, como Pacarina o lugar de origen de los incas.

Otra versión señala que en Pecarectampu había una colina con tres

pequeñas cuevas; de la central emergieron cuatro hermanos: Manco Cápac,

Ayer Auca, Ayer Cachi y Ayer Lichu, acompañados de cuatro hermanas: Mama

Ocllo, Mama Huaco, Mama Cora y Mama Raua, mientras que de las cavernas

laterales salían los demás componentes de los diez ayllus incaicos.

Convertidos en jefes de estos grupos familiares, los hermanos Ayar iniciaron la

peregrinación hacia el Cuzco. Una serie de episodios sucedidos en la ruta

hicieron que Ayar Cachi quedase encerrado en la gruta de donde había partido

y que Ayar Uchu se convirtiese en huaca sitio sagrado, de la aldea Huanacairi.

Al llegar al Cuzco Ayar Auca se transformó en la huaca de piedra protectora de

esa ciudad. Así quedó solo Manco Cápac, quien en el camino había tenido un

hijo, de su esposa y hermana Mama Odio.

Manco Cápac con sus hermanas lograron expulsar a los primitivos

habitantes del Cuzco, echando las bases de lo que sería la futura capital

imperial.

La dudosa historia oral de los incas

Todas las leyendas se enlazan con la realidad. Sabemos que los incas

arribaron al Cuzco, alrededor del siglo XII d.C. probablemente procedían de

algún lugar cercano a la cuenca del Titicaca. El Cuzco, fértil valle, se

encontraba, en aquella época, ocupado por una serie de tribus, entre las que

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se destacaban los quechuas y los chancas. Se cree que quechuas e incas

hablaban un mismo idioma, lo que los transformó en aliados naturales para

enfrentar a los vecinos. Las luchas entre ellos parecen haber sido frecuentes

pero no originaron conquistas.

La tradición, conservada oralmente por los incas, indica que fueron

gobernados por trece monarcas. De éstos, los ocho primeros parecen ser

mitológico, inventados con posterioridad, para hacer más creíble las leyendas

acerca de su origen divino. Probablemente se trate de jefes tribales que

debieron sostener dura pelea para mantenerse en el Cuzco. Incluso la historia

incaica no imputa conquistas o guerras importantes a los tres reyes iníciales.

La primera expansión hacia territorios cercanos ni Cuzco es atribuida a

Viracocha, quien, sin embargo, huyó de la ciudad al ser atacada por los

chancas. Su hijo Pachacuti Inca Yupanqui se negó a obedecer sus Órdenes y

organizó la defensa del Cuzco, subyugando a los chancas. Ellos le valió ser

elegido soberano alrededor de 1438.

La corta historia incaica

Pachacuti Inca Yupunqui (1938-1471), noveno soberano en la Capacuna

lista de reyes incásicos, fue el primer monarca sobre el cual no se tiene dudas

de su existencia. Tras lograr la decisiva victoria sobre los chancas, pudo iniciar

la ocupación de nuevas tierras. Extendió el dominio de su pueblo hacia el norte,

sur y occidente del Cuzco. Sometió a los poderosos tupacas y collas que

habitaban la región aledaña al lago Titicaca.

Pachacuti es considerado como el verdadero creador del Cuzco, cuyo plano

habría sido delineado por su propia mano; él ordenó, además, la construcción

de enormes terrazas, la creación de la ciclópea fortaleza; organizó el invencible

ejército incé1sico; estructuró el imperio utilizando el antiguo orden de las

sociedades andinas; dictó leyes e impuso el tributo en trabajo para cultivar las

tierras estatales, trazar caminos, levantar puentes, labrar las minas y por sobre

todo, integrar los ejércitos.

Topa Inca Yupanqui (1471-1493), antes de suceder a su padre, había, en

nombre de éste, emprendido campañas de conquistas que le llevaron hasta

Quito; luego se apoderó del reino chimú y de los valles costeros hasta Nazca.

Una vez ungido emperador intentó penetrar en las selvas al oriente de sus

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dominios, esfuerzo que no tuvo éxito. Enfrentó un levantamiento de los lupacas

y los cuilas; al derrotarlos se apoderó, también, del norte de Argentina y Chile

hasta el río Choapa. Amplió, a consecuencia de la rebelión, la fortaleza. A él le

correspondió efectuar el primer censo del imperio, dividiendo la población en

unidades decimales agrupadas por edades.

Huayna Cápac (1493-1525) conquistó nuevos territorios dando forma al

imperio conocido por los españoles. Las fronteras de éste se extendían desde

Quito al río Maipo en Chile, y desde la costa a la cordillera de los Andes.

Comprendiendo que tan inmenso territorio no podía ser gobernado por una sula

persona propuso dividido entre su hijo legítimo. Falleció víctima de una

epidemia de viruelas que, anunciando la llegada de los españoles, provocó

grandes estragos en la población indígena.

Dos de sus hijos, Huáscar y Atahualpa se trenzaron en una fratricida lucha

por la sucesión; sus ejércitos estaban empañados en ella cuando se produjo el

desembarco de Francisco Pizarro y su hueste en Tumbes.

Culturas Anteriores

Numerosas culturas florecieron en el territorio que luego ocuparon los

incas, aunque ninguna de ellas llegó a alcanzar un dominio geográfico

tan extenso.

Aunque todas se dedicaron fundamentalmente a la agricultura y

emplearon ingeniosos sistemas de irrigación, fueron muy diferentes entre

sí. Sus logros no cayeron en el olvido y fueron aprovechados por sus

continuadores.

Los incas no eran un grupo étnico natural del Cuzco, región que después

será su área central, se trataba de una población que emigró hacia el año 1100

d.C., probablemente desde el Altiplano, hacia el valle de Cusco o Cuzco, donde

durante casi trescientos años llevaron a cabo incursiones y alianzas con los

pueblos de la zona. Con el paso del tiempo se convirtieron en un grupo muy

poderoso e importante, sin embargo permanecieron en la región hasta la

invasión chanca y el gobierno de Pachacutec Inca Yupanqui, cuando

empezaron a expandirse por otras regiones.

Tiahuanaco, la religiosa. Ubicado en el altiplano peruano, fue uno de los

centros culturales más importantes. Las ruinas de la ciudad se encuentran

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24 km al sur del lago Titicaca, en el actual territorio de Bolivia, 3.900 m de

altura. Se encuentran allí cuatro grupos de edificios y una fortaleza,

además de la famosa Puerta del Sol, un monumento notable. Tiahuanaco

fue un gran centro religioso.

Los chumúes esta cultura sucedió a. los mochicas en la costa norte,

alrededor del año 1100. Su centro político era Chan Chan, que fue una

considerable metrópoli en la cual muchos edificios estaban decorados

con motivos geométricos. Con los chimúes, la metalurgia alcanzó su

apogeo, ya que se destacaron en el trabajo del cobre, el bronce, el oro y

la plata. Su principal divinidad era la Luna, porque se la consideraba más

poderoso que el Sol al poder, érasela tanto durante el día como por la

noche.

Chavín está compuesto por una serie de plataformas y templos con arcos

saledizos en algunos corredores. Los ejemplos más sobresalientes de

escultura en piedra dentro del área central andina se encuentran en Chavín de

Huantar o en emplazamientos relacionados con la cultura chavín como Cerro

Blanco y Cerro Sechín. Sin embargo, a diferencia de la cultura olmeca y otras

culturas mesoamericanas, la chavín y otras civilizaciones peruanas posteriores

produjeron muy pocas esculturas exentas en piedra o figurillas de barro. El

relieve plano chavín alcanzó su apogeo en el estilizado diseño rectilíneo de la

estela conocida como Raimondi.

La vasija de asa de estribo, o caño estribo (un recipiente cerrado que tiene

un asa hueca en forma de U coronada por un pico tubular), se originó

probablemente en el norte del Perú y se convirtió en la vasija más

característica de la cerámica chavín. Al igual que la olmeca, la buena cerámica

chavín se hacía en enclaves alejados de los principales centros ceremoniales.

En Cupisnique, Chongoyape y Tembladera, situados en los valles costeros del

norte del Perú, se hacían vasijas de gran calidad en forma de efigie, con

diseños abstractos y realistas.

Con el desarrollo de la metalurgia, la civilización chavín destacó en la

elaboración de adornos corporales en oro repujado. Las piezas más

características son las placas decorativas para adornar la ropa y las altas

coronas cilíndricas con relieves de tema mitológico que usaba la nobleza

chavín.

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Entre el año 900 y el 400 a.C. floreció otra civilización en la costa sur del

Perú, la de Paracas. La cultura de Paracas es conocida sobre todo por sus

tejidos, que se han conservado en perfecto estado gracias a la extrema aridez

de la zona. Los muertos eran amortajados con telas y enterrados en tumbas,

en las que la sequedad del aire momificaba los cuerpos.

Dichas mortajas son de gran interés arqueológico ya que las telas están

bordadas, tejidas o pintadas de forma muy elaborada con motivos felinos

claramente relacionados con los de Chavín de Huantar, en el altiplano.

También se aprecia una clara influencia chavín, especialmente en lo

relacionado con la utilización de la iconografía felina, en las vasijas con forma

de efigie halladas en la necrópolis de Paracas.

El estilo general de los objetos producidos en la región costera del sur del

Perú se inclina más por los motivos sencillos y angulares que se aprecian en

los tejidos de Paracas, que por el detallado realismo y las formas redondeadas

de las esculturas de arcilla y de metal características del arte de la zona norte

peruana. Por lo tanto, la decoración de la cerámica de Paracas es muy

estilizada, con diseños realizados mediante incisiones, y policromada con

colores brillantes. Las vasijas suelen ser de doble pico y base redondeada, en

lugar de tener asa de estribo y fondo plano como las de la costa norte.

La sociedad militarista moche o mochica floreció entre los años 200 a.C. y

700 d.C. en la costa norte de Perú. El pueblo mochica fue un gran

constructor de pirámides a lo largo de la costa peruana entre los siglos 1 y

VIII después de Cristo. Las del Sipán ea la izquierda una reconstrucción

ideal y, más abajo, su estado actual), San José de Moro, La Mina, Moche,

Pañamarca y Loma Negra, son las que se han descubierto hasta ahora.

Los mochicas también fueron los autores de notables obras de arte y de

un larguísimo acueducto.

Toma el nombre del principal centro ceremonial y administrativo de esta

cultura, aunque también se la ha denominado mochica en referencia a su

lengua. La ciudad de Moche, una de las más antiguas y monumentales

concentraciones urbanas de Perú, se extendía alrededor de dos grandes

pirámides gemelas de adobe llamadas huaca del Sol y huaca de la Luna.

A pesar de que la cultura moche era una sociedad militar, poseía un gusto

artístico muy refinado. En sus tumbas se han hallado objetos de cerámica y

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orfebrería que superan en delicadeza y perfección a los de otras regiones del

área central andina.

La cerámica moche es una de las más populares de Perú por su realismo y

carácter escultórico que la sitúa entre las más refinadas del periodo

precolombino. Los llamados jarros retrato, son recipientes en los que el

ceramista ha modelado los rasgos faciales y psicológicos de una persona. En

otras piezas se representan escenas de la vida religiosa y militar, pintadas en

finos tonos siena y rojos sobre fondo amarillo. La cerámica erótica moche es

una de las más abundantes del periodo precolombino. Se cree que tenía una

finalidad ceremonial, y mediante ella se establecía un verdadero código moral.

Los trabajos en metal de los moches eran más elaborados y de una técnica

más avanzada que los de civilizaciones precolombinas anteriores. Los adornos

corporales realizados con oro, plata, cobre y aleaciones solían tener

incrustaciones de turquesas y lapislázuli. Los motivos eran geométricos y

mitológicos, especialmente de la deidad felina.

La cultura Nazca, del sur de la costa peruana, en el valle del río Nazca, era

casi coetánea de la de los moches. Como sus predecesores, los paracas, los

Nazca produjeron pocas obras arquitectónicas pero destacaron en los tejidos y

la cerámica de diseños estilizados y colores brillantes, totalmente diferente a la

del norte del Perú, de diseño realista y colores sobrios. La cerámica Nazca es

de exuberante policromía y con diseños y decoración audaces. Ya no utiliza

incisiones profundas como la de Paracas y el color se aplica antes de la

cocción y no después de ella. Aunque tanto los moches como los Nazca

hicieron vasijas en las que combinaban elementos modelados y dibujados, los

primeros preferían la cerámica escultural y los segundos la pintada.

Uno de los vestigios más enigmáticos del legado precolombino son las

líneas dibujadas en el desierto de Nazca. Conocidos como los dibujos

zoomorfos, fueron realizadas arrancando las piedras de la superficie oscura

para dejar al descubierto un sustrato más claro. Los dibujos representan, a una

escala enorme, formas geométricas, animales, pájaros y peces que sólo

pueden apreciarse en su totalidad desde el aire. Se asemejan a las imágenes

pintadas de la cerámica Nazca y se cree que probablemente tuvieran una

función ceremonial o astronómica.

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Tiahuanaco es un emplazamiento boliviano próximo al lago Titicaca, en el

sur del altiplano central andino, que data de fecha tan temprana como el año

200 a.C. Aproximadamente entre el 200 y el 600 d.C., este complejo

urbanístico se convirtió en el centro de otra importante civilización del periodo

preclásico.

Tanto las edificaciones como las esculturas se caracterizan por su aspecto

monolítico y monumental. La Puerta del Sol de Tiahuanaco, hecha de un solo

bloque de piedra y decorada con relieves de espléndida ejecución, tiene 3

metros de altura y 4 de ancho, y debe su monumentalidad a la grandiosidad del

diseño. Diseminadas por toda la zona de Tiahuanaco hay estatuas monolíticas

antropomórficas que alcanzan alturas de más de 6 metros y están decoradas

con bajorrelieves. Fue una de las pocas culturas del área central andina que

utilizó la piedra de forma masiva en arquitectura, escultura y objetos

ceremoniales.

El Tahuantinsuyo

Englobando todas las direcciones a que era posible llegar desde el Cuzco, el

imperio integró una contrastada geografía y culturas. A regiones áridas y

desérticas como las costeras se oponían frías sierras que culminaban a los

estériles páramos; entre ambas se desarrollaban fértiles valles templados,

verdaderos graneros del maíz andino; hacia el este, la selva conformaba una

frontera natural que los incas apenas pudieron explorar. Los cálidos valles

orientales proporcionaban la preciada coca.

La dispar ecología del imperio, con su diversificación productiva derivada de

diferencias, latitudinales y latitudinales, impulsó desde los inicios de la

ocupación humana, a unir la costa con la con la sierras y esta con las montañas

a fin de lograr acceso a bienes y productos complementarios en la economía

andina.

Este ideal subsistió en el Tahuantinsuyo. Los incas procuraron abarcar todo

el mosaico de regiones geográficas, dominando una multitud de pueblos que

poseían sus propias costumbres, lengua, religión o historia. El imperio, de tal

modo, se transformó en real sistema del pasado cultural de los Andes

Centrales, y los incas en herederos de tecnologías y conocimientos cuyos

orígenes se remontaban a las primeras aldeas surgidas unos 3.000 años que

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ellos arribaran al Cuzco. La acción civilizadora, solo se encontraban en los

relatos legendarios con lo que trataba de ensalzar su actuación.

El aporte cultural de los incas

Si bien los incas poco enriquecieron la cultura andina, tuvieron el mérito de

estructurar; políticamente el imperio y homogeneizarlo.

Los incas desarrollaron una avanzada técnica en la construcción de puentes colgantes.

Impusieron, como lengua universal, su idioma, el ruma-sima, llamado,

quichua; sin embargo, no impidieron que cada pueblo continuase hablando sus

lenguas vernáculas, adorar al sol sin prohibir el culto a las deidades locales;

mantuvieron en sus cargos a los jefes locales que les juraban fidelidad y no

rompieron las estructuras de parentesco y sociales imperantes en cada pueblo.

Utilizando las sendas y caminos existentes, crearon una extensa red vial que

unió todo el impero. Puentes colgantes permitían el acceso hasta las más

escarpadas regiones. Junto a ellos, cada cierto trecho, levantaron tambos o

posadas donde los viajeros podían descansar, proveerse de alimentos. Estos

caminos del inca eran recorridos por rápidos mensajeros, por medio de

quienes se enviaban órdenes o recibían informaciones acerca del estado y

sucesos de las provincias imperiales.

Los incas, al ejercer el dominio sobre muchas poblaciones antagónicas,

instituyeron una época de relativa paz dentro de una región caracterizada por el

estado de permanente belicosidad que requería las relaciones entre pueblos

vecinos. Quizás esa paz, beneficiosa para todos, explique la aceptación con

que se recibió, en muchos lugares, la incorporación al imperio.

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La expansión imperial: necesidad de los nuevos monarcas

Al morir el soberano, un consejo, encabezado por los gobernadores de los

cuatro suyus, se reunía para designar al sucesor entre sus hijos legítimos.

Como tales se consideraban solamente a los nacidos en la unión del difunto

con una hermana.

El elegido heredaba, sin embargo, sólo el cargo, permaneciendo en manos

de los otros descendientes, legítimos o no, los bienes y sirvientes que él había

acumulado en vida.

El emperador electo debía, localizar tierras, minas y servidores anteriores.

Por ese motivo una de sus preocupaciones era emprender conquista a fin de

forjarse las rentas indispensables para cumplir con todos los deberes que

encerraban el cargo y para dotar a su familia cuando falleciese. De ahí que la

expansión de las fronteras imperiales esté, la mayoría de las veces, asociada

con la asunción del mando de cada soberano.

El ejército imperial : basamento de las conquistas

Como los incas eran una minoría dentro del imperio, el ejército estaba

formado por guerreros pertenecientes a otros pueblos, quienes, sirviendo en él,

cumplían una de las obligaciones tributarias impuestas por el Estado. Los jefes

superiores eran de linaje incaico.

El ejército sobresalía por su organización y disciplina aunque los soldados

solían ser acompañados de sus mujeres; éstas se encargaban de cocinar los

alimentos obtenidos desde las bodegas que el Estado mantenía en todas las

provincias para tal efecto.

Como armas ofensivas utilizaban porras, compuestas por un mango de

madera en cuya parte superior se incrustaba una piedra o una estrella de

metal, generalmente con forma de lanza, con puntas de piedra o metal; o

dardos arrojadizos. Para la defensa portaban escudos de cuero, de madera y

petos de algodón.

Preferían combatir cuerpo a cuerpo, en espacios abiertos, animados por el

sonido de trompetas de concha. Durante la lucha proferían insultos; y

recordaban sus más comentadas hazañas. Otras veces debían asaltar las

fortalezas que servían de último baluarte a las poblaciones atacadas.

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A pesar de su creciente poderío militar, los incas empleaban primero la

persuasión, invitando a los pueblos a unirse al imperio, reconocer la sumisión al

monarca y aceptar el tributo que éste solicitaba. En caso de no obtener

respuesta afirmativa entraba a tallar la milicia. Una vez conquistados, se

seleccionaban prisioneros para conducidos al Cuzco donde eran pisoteados

por el emperador, atormentados o sacrificados. Similar castigo experimentaban

quienes osaban rebelarse contra el imperio.

La apropiación de las tierras base del dominio incásico

Como señal de conquista. Los incas se apoderaban de las tierras de sus

vencidos. Luego procedían a dividirla en tres sectores asignándolos al estado,

la iglesia, y la comunidad. El emperador solía reservarse, para sí y para legar a

su familia, valles o terrenos muy fértiles conjuntamente con los yacimientos

minerales y gente para su servicio.

La población derrotada recibía, sin embargo, el derecho a usufructuar parte de

sus antiguos territorios; en compensación se comprometía a laborar las tierras del

Estado y de la Iglesia, almacenando las cosechas en enormes bodegas o colcas.

De ellas se extraía lo necesario a fin de defender a quienes colaboraban para el

Estado, a la corte y los funcionarios civiles o religiosos; también proporcionaban

alimento a los soldados que pasaban por el sector y las deidades. En caso de sequías,

heladas o malas cosechas ellas nutrían a las poblaciones afectadas. Servían, además,

para sustentar a ancianos, inválidos, viudas y huérfanos.

Los jefes de cada comunidad distribuían, anualmente, entre las familias del pueblo,

proporcionalmente, entre las familias del pueblo, proporcionalmente al número y sexo

de sus integrantes, las tierras que les correspondían. A los varones se le otorgaba una

especie llamada tupu y a las mujeres la mitad de ella. La medida era variable, pues

dependía de la calidad de la tierra y los cultivos. La diferencia de tamaño se debía a

que los hombres tenían que alimentar a quienes los ayudaban en su trabajo.

En la sierra, los pastos y el ganado se transformaban en propiedad estatal. Cada

jefe de familia resabía algunas llamas para satisfacer sus necesidades de lana o

transporte. Las alpacas y vicuñas, en cambio, se reservan al uso de la nobleza incaica

en razón a la suavidad de sus lanas. Los rebaños, al cuidado de pastores locales,

deambulaban por los pastizales serranos. Su caza estaba prohibida, salvo para el inca

que organizaba, con sus amigos, una especie de safari o chaco.

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Los mitimaes: colonos y guardias fronterizos

Para introducir las costumbres incaicas en las regiones recién conquistadas,

se trasladaba hacia ellas a los mitimaes, verdaderos pedagogos compulsivos,

quienes se encargaban de enseñar el quechua y de propagar la religión solar y

los sistemas de trabajo imperiales. Además, actuaban como guardianes,

evitando sublevaciones en contra del Estado incásico.

En las zonas fronterizas los mitimaes eran soldados que, guarnecidos en

pucaras, impedían el acceso de poblaciones hostiles hacia territorios en

proceso de incorporación al imperio.

El Estado acostumbraba, además, conducir colonos hacia aquellas tierras

ricas aquellas tierras ricas para la agricultura que no se explotaban, por falta de

recursos humanos.

Varias medidas tendientes a precaver males y padecimientos favorecían a

los mitimaes. Se les enviaba a regiones ecológicamente similares a las de

origen; se les otorgaban tierras, semillas y herramientas; eventualmente se

dotaban de mujeres y por un tiempo, quedaban liberados del tributo.

Aunque los mitimaes podían pertenecer a cualquier pueblo identificado con

el imperio, sus jefes debían ser siempre incas de nacimiento.

La población fue organizada para controlar el trabajo

A objeto de regular la minka y la mita, base de la economía imperial, la

población fue dividida en 12 grupos de edades, separados por sexo,

asignándoles diferentes tareas. Las más importantes recaían sobre los casados

menores de 50 años, a su vez, estaban agrupados en unidades decimales al

mando de una jerarquía de jefes que debían dar cuenta de su misión al

superior inmediato. Así se originó una trama de controles mediante la cual el

inca, de modo indirecto, vigilaba el cumplimiento de sus órdenes.

Núcleo de dicha organización era el purej jefe de familia que tenía la tuición

sobre su grupo familiar.

Las unidades de hasta 100 familias estaban encabezadas por jefes locales

que se renovaban cada año, pretendiéndose, así, que todos los purej

ejerciesen mando y se responsabilizasen de él.

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Los grupos mayores eran regidos por funcionarios imperiales. A veces éstos

pertenecían a la propia nobleza local, habiendo sido elevados, por su lealtad, a

la categoría de dignatarios incaicos, pasando a formar parte de los incas por

privilegio.

Recayendo sobre los casados la mayoría de las tareas encomendadas por el

Estado, el inca, por intermedio de visitantes reales, obligándolos a que en cada

pueblo contrajese matrimonio quienes, siendo solteros, estaban en condición

de hacerlo según las costumbres locales. El hombre común sólo podía tener

una esposa; la nobleza y los jefes, en cambio, poseían varias, adquiriéndolas a

través de donativos del monarca, en compensación a los servidos

prestados.

El Ayllu: bese de la estructura social incaica

En el mundo andino, muchos antes de ser denominado por los incas, el

núcleo social y político de cada pueblo era el Ayllu.

Lo conformaban grupos de familias emparentadas entre sí por la común

descendencia de un antepasado mítico o la proveniencia de un mismo lugar. A

éste lo tenían como sitio sagrado. El fundador del ayllu era adorado para que

derramara protección y bendiciones sobre sus integrantes. Si el creador había

realmente existido, conservaban su cuerpo momificado, rindiéndole, cada cierto

tiempo, cultos ceremoniales.

El poseía tierras, ganados, pastos y bosques ejerciendo sobre ellos una

propiedad colectiva. Toda persona, por el solo hecho de nacer en él tenía

acceso a los bienes comunitarios, distribuidos por el jefe entre las diversas

familias, en forma proporcional él sus miembros. Este derecho implicaba, sin

embargo, asumir, también, obligaciones: participar en los trabajos comunales

cooperar a las festividades religiosas.

Sobre esta estructura tradicional, el imperio incaico colocó a un funcionario

estatal perteneciente al propio ayllu, quien ejercía el poder en nombre del

emperador.

Los ayllus estaban divididos en familias formados por la descendencia de un

destacado personaje. Los más importantes eran aquellos fundados por cada

monarca; recibían el nombre de panaca. El ayllu real, al momento de la

conquista española, estaba compuesto por once panacas.

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El trabajo de la tierra: una actividad comunitaria

Los incas heredaron una tradición agrícola que se remontaba a unos 3.000

años antes de la formación del imperio. Durante ese lapso se habían

desarrollado los sistemas de irrigación artificial en la costa y los cultivos en

andenes o terrazas en las laderas de los cerros. Los incas ampliaron aquellas

obras intensificando la producción agrícola.

Todavía se conservan las terrazas par cultivo construido pos los hábiles

incas

Para trabajar las tierras se empleaba especialmente la taclia, madera

endurecida al fuego que terminaba en una punta curva. Se introducía en la

tierra haciendo presión, con el pie, sobre un soporte colocado en la parte

inferior del mango. Una vez removido el terreno se desmenuzaba con la porra

estrellada y se abría, con palos aguzados, el surco donde depositaban las

semillas.

Aunque cada familia tenía asignada su superficie cultivable, todo el laboreo

agrícola se realizaba comunitariamente, cooperando y ayudándose

mutuamente. A tal sistema denominaban ayni.

Los hombres, en grupo de diez o más, se colocaban en fila horizontal

provistos de sus respectivas tacllas y, siguiendo el mismo ritmo, comenzaban a

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romper el campo, tras ellos iban las mujeres enterrando semillas que sacaban

de bolsas.

El cultivo de las tierras comunales se efectuaba después de haber cumplido con la

minka en las tierras estatales y de la iglesia. Alternaban el trabajo con cánticos y

danzas, siendo retribuidos con comidas y chicha.

Las especies sembradas variaban con la altura. La costa irrigada y los valles

bajos producían maíz, frijoles, calabaza, ajíes, etc. Abonaban el suelo con

estiércol de pájaros o cabezas de sardinas. Canales de gran magnitud regaban

los campos.

En las sierras, las papas y los cereales andinos, conformaban la principal

fuente de alimenticia. Las cosechas se frecuentemente por efecto de la bajas

temperaturas. Los cronistas señalan que de cinco solo obtenían dos. A pesar

de ello, la misma naturaleza les permitía conservar alimentos para los años de

escasez. Aprovechando aquellas grandes fluctuaciones diarias de

temperaturas lograron deshidratar papas y carnes, manteniéndolos, sin

descomponerse por largos periodos, en bodegas comunitarias.

La agricultura serrana se realizaba en andenes, terrazas levantadas en las

laderas de los cerros cuyos pétreos muros de contención impedían el

deslizamiento de la tierra, fertilizada con guano de llamas o alpacas.

En los valles tropicales, al oriente de la cordillera andina, cosechaban coca,

empleada como estimulante y narcótico por la nobleza y sacerdotes imperiales.

Del maíz y otros tubérculos obtenían una bebida alcohólica, la chicha,

consumida durante las festividades y ceremonias religiosas.

Los rebaños de auquénidos que pastaban en las vegas serranas

conformaban los principales animales domésticos andinos. Proporcionaban,

además de lana y víctimas religiosas, un eficaz medio de transporte, facilitando,

así, el activo trueque entre cordillera y costa.

Cuyes y perros en la sierra, palos y perros en la costa, los otros animales

domésticos, suministraban carne al igual que la caza de guanacos, ciervos y

animales marinos. Eran muy aficionados a los pescados y mariscos.

La administración del imperio

A la cabeza de la jerarquía administrativa se encontraba el inca. Llamado

Sapa Inca, hijo del sol, gobernaba como soberano absoluto y era venerado cual

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Dios. Debía contraer matrimonio con hermana para mantener la pureza

sanguínea en los descendientes.

Sus actividades estaban revestidas de gran ceremonial. Se le podía hablar

únicamente a través de un paño que le cubría el rostro; comía sin

acompañantes y los alimentos le eran servidos en platos de oro; nunca

utilizaba dos veces la misma vestimenta, lo que explica la gran cantidad de

tejedoras que estaban a su servicio. Viajaba sobre una litera cargada por

sirvientes, quienes, además, barrían el camino que debía pisar.

La jerarquía social del imperio

En la sociedad incaica se distinguen grupos privilegiados y hombres

comunes. Los primeros formaban la nobleza y disfrutaban de derechos

especiales como el poder comunicarse personalmente con el emperador recibir

regalos de éste, tener varias esposas, poseer tierras a título personal y

sirvientes perpetuos que se las trabajasen.

Los nobles de sangre descendían de Manco Cápac y Mama Ocllo, portando,

como símbolo, esos huesos pendientes que le valieron el mote de "orejones”

seguían a éstos en la jerarquía los incas por privilegio, miembros de aquella

tribus localizadas en las cercanías del Cuzco, a quienes los incas concedieron

algunos cargos ate la imposibilidad de administrar por sí mismo el vastísimo

imperio. A dicho grupo se agregaron, posteriormente, los jefes de tribus

conquistadas por el inca confirmado, tras recibir juramento de fidelidad, en sus

cargos. Sus hijos eran educados, como nobles cuzqueños, en la capital del

imperio.

A la nobleza le estaban reservados los altos puestos administrativos. Vestían

ropa de cumbi, tejida en lana de alpaca o vicuña, llevaban adornos de oro,

plata o cobre habitaban en casas de piedra canteada. Los hijos eran educados

en colegios, que estaban regidos por, hombres sabios encargado de enseñar

los conocimientos científicos, religiosos e históricos. Al contrario de las otras

civilizaciones hispanas, los incas desconocían la escritura.

El resto de los habitantes del imperio eran hombres comunes.

Estaban obligados a tributar en mano de obra. Vestían ropa menos fina,

confeccionada en lana de llama o algodón. Sólo podían tener una esposa. Sus

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casas eran de adobes, vegetales o piedras sin elaborar. Portan adornos de

cobre o estaño.

Los artífices conformaban un tercer estrato dentro de la sociedad inca.

Generalmente provenían de otros pueblos y habían sido trasladados a Cuzco

en razón de sus habilidades. Dependían del inca que les proporcionaba

alimentos, vestimentas y herramientas a cambio de su trabajo. En este grupo

se incluían, también, danzantes, músicos y guerreros seleccionados.

En el último tramo de la escala social se hallaban los yanas, o sirvientes

perpetuos. Desarraigados de sus comunidades originales, deben labrar para el

inca o la persona a quien éste los dona, ya que habían dejado de pertenecer a

algún ayllu por tanto, no tenían acceso a tierras. Probablemente la institución

del yanaconato fue establecida por Topa Inca Yupanqui como castigo a una

tribu rebelde. A ella se agregaron, prisioneros de guerra y delincuentes

comunes. La condición de yanas se traspasaba a los hijos.

Las acllas, mujeres escogidas, formaban una categoría especial de

sirvientas perpetuas. Enviados imperiales las seleccionaban, por su belleza, en

cada comunidad del imperio. En el Cuzco recibían adiestramiento, aprendiendo

a tejer y ha servir al emperador y a los sacerdotes. Se consideraba propiedad

del inca, quien podía regalarlas u otorgadas por esposas, a nobles y

funcionarios destacados.

Las mamacunas eran acllas destinadas enteramente al servicio religioso. Se

les llamó vírgenes del sol, pero, en realidad, no constituían una clase de

monjas. A ellas les competía tejer los elementos que luego serían destruidos en

honor de los dioses y regentar el Acllahuasi. Vivían en completo aislamiento y

les estaba prohibido tener contacto con los hombres.

Insignia real era la Mascapaicha, tocado de varios flecos, sujeto por un cordón

multicolor de varias vueltas, el amuleto. En el centro tenía una borla roja, enmarcada

en oro, que sostenía vistosas plumas de una rara ave.

En el gobierno del imperio el Inca estaba asistido por un consejo integrado por los

suyuyuc apu, gobernantes de los cuatro suyus. De ellos desprendían los tucriruc,

gobernantes de las provincias, quienes eran responsables del escalafón de

administradores que tenía a su cargo las diversas agrupaciones familiares.

El Estado ejercía una doble función sobre burócratas. Cada uno respondía ante el

superior inmediato hasta llegar al susuyuc apu, que informaba al inca. Funciones

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especiales, los tucuyrue, el que todo lo ve, recorría el imperio observando la conducta

de sus administradores.

El censo demográfico, tan necesario para establecer los servicios de la mita, era

llevado conjuntamente con el registro de las cantidades elementales almacenadas en

las bodegas. Mantenían los sistemas contables en conjunto de cuerdas de diversos

colores, anudada cada cierto trecho, que pendían de un control central. Los nudos

representaban unidades, desenas, centenas y millares.

Las deidades más poderosas

Entre los incas existía la creencia en la sucesión de cinco edades. La

primera, llamada Huari Viracocha Runa (o Pakarimok Runa, los habitantes de

la aurora de la humanidad), duró ochocientos años. Por ser la primera

generación, los pobladores no morían ni se mataban entre sí. Parían de dos en

dos, hombre y mujer. Eran nómadas, vivían en cuevas y se cubrían con hojas

de árboles y esteras de paja. Al llegar, destruyeron a los animales (jaguares y

osos) y a los monstruos que habitaban la tierra. Adoraban como dios a Runa

Camac Viracocha. Llamaban al diluvio Uno Yaco Pachacuti.

La segunda edad, llamada Huari Runa (gente autóctona), duró mil

trescientos años. Se caracteriza porque en ella se inició el trabajo de la tierra y

de los cultivos agrícolas, además del aprovechamiento del agua de ríos,

lagunas y pozos. Vivían en casas semejantes a hornos, llamadas pukullos, y se

cubrían con pieles de animales. Adoraban a un solo dios en tres personas,

soberanos del cielo y de la tierra, llamadas Yayan Illapa (rayo padre),

Chaupichurin Illapa (rayo hijo intermedio) y Sullca Churin Illapa (rayo hijo

menor).

La tercera edad, Purun Runa, duró mil ciento treinta y dos años y sus

contemporáneos “se multiplicaron como la arena del mar, tanto que ya no

cabían en la tierra”. Construyeron casas de piedra con tejados de paja y

formaron poblados. Mejoraron las técnicas de aprovechamiento del suelo y los

sistemas de riego. Criaron llamas y alpacas y desarrollaron los procedimientos

de teñido y tejeduría. Organizados bajo el mando de reyes, señores y

capitanes, su elevado número y sus posesiones despertaron la codicia y las

guerras. Adoraban al señor del cielo, Pachacamac. Dicen que la tercera edad

acabó con una epidemia que no dejó a nadie con vida y que eran tantos los

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muertos “que en seis meses los buitres y cóndores no pudieron terminar con

los cadáveres”.

Los indios de la cuarta edad, Auka Runa, vivieron y se multiplicaron durante

dos mil cien años. Hubo tres periodos, que se caracterizaron por las luchas de

expansión y conquista: el primero, de guerras para aumentar o consolidar el

dominio territorial; en el segundo, la nación Chincha sometió a las demás y las

confederó, asegurando su paz y su prosperidad; en el tercero, los incas

dominaron la confederación y extendieron el cultivo de distintas variedades de

maíz y de patata. La expansión del imperio inca, Tahuantinsuyu, define y da

nombre a la quinta edad, que incluye además el periodo de la conquista

española.

Fetichismo Inca

Muchos lugares naturales, como cursos de agua, montes, cuevas,

precipicios, se consideraban asiento de los antepasados. De carácter sagrado,

los incas creían que allí se encontraban los encargados de transmitir los

oráculos y proteger a los miembros del ayllu. Los llamaban pacariscas o

pacarinas, que significa lugar de origen.

Las piedras, concebidas como los huesos de la tierra, también merecían

veneración. Se les atribuía en algunos casos el carácter de testimonios de su

historia mítica: en la Roca de Titicaca se habría ocultado el Sol después del

gran diluvio; otras rocas eran representaciones antropomorfas de los gigantes

que, como castigo a su desobediencia, fueron convertidos en piedras.

También se daba el caso inverso, el de piedras que se habían convertido en

hombres, surgidos para prestar ayuda al Inca Pachacutic. Las huacas (lo

sagrado) en forma de muñecas estaban destinadas a proteger a los individuos,

las cosechas y a los propios muertos, costumbre similar a una práctica de los

egipcios. Las mamas (madres) eran espíritus destinados a alentar el

crecimiento de las plantas: saramama (maíz madre), cocamama (madre de la

planta de coca), y también encargados de regir a fuerzas naturales como el

mar (mamacocha), temido por los pueblos del interior y considerado benévolo

por los habitantes de la costa, pues los alimentaba con sus frutos.

Acontecimientos importantes en la vida de los incas

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Desde el momento de nacer el hombre estaba sometido a una serie de

ceremonias que marcaban el paso de una etapa, u grupo de edad, a otra. Su

llegada al mundo daba lugar a una fiesta de varios días; transcurridos éstos se

le daba un nombre provisorio.

A los cuatro años, cuando dejaba de mamar, se le cortaban el pelo y las

uñas por vez primera, ocasión que daba lugar a otra gran fiesta. Allí tomaba

otro nombre.

La ceremonia de la pubertad se efectuaba cuando las niñas cumplen 12

años y los niños 14. Estos eran dotados del taparrabo y horadados en el lóbulo

de las orejas, símbolos de su condición de hombre, durante la fiesta del

Capacraymi. La iniciación de la pubertad entre las mujeres era una fiesta

individual que comenzaba después de que ella había ayunado tres días.

Ambos recibían nuevos nombres.

El matrimonio otorgaba a los contrayentes la condición de adultos, entrando

en la categoría de tributarios. Los esponsales no recibían sanción religiosa,

constituyendo sólo una fiesta familiar. A la pareja el estado le entregaba dos

juegos complementos de ropa, una para el diario y otra para las fiestas.

Hasta la muerte la vida transcurría en la monotonía del trabajo de las tierras

y al servicio del estado y la iglesia.

Las enfermedades eran atribuidas a castigos personales debidos a los

pecados cometidos, se curaban, entonces, por medio de la magia o la religión.

En el primer caso, un curandero, a través de sueños o visiones, averiguaban la

causa del mal, aplicando tratamientos de acuerdo a su diagnostico. Esto incluía

hierbas medicinales consideradas mágicas, sustancia minerales, carne de

animales, sangre u orina, llegando a veces a trepanar los cráneos del paciente,

anestesiándolo con coca y chicha, para expulsar al espíritu maligno que se lo

había entronizado en su cuerpo.

Los sacerdotes recetaban ayunos, penitencias, sacrificios, confesión y baños

purificatorios.

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Los nobles eran enterrados en posición horizontal, y la gente común se le hacía juntar las rodillas con la barbilla.

Calendario Inca

Entre los incas, el tiempo se medía según las fases en el curso natural de la

Luna. El año, de trescientos sesenta días, estaba dividido en doce lunas de

treinta días cada una. Los cuatro hitos del recorrido del Sol, que coincidían con

los festivales más importantes consagrados al dios Inti, se indicaban por medio

del intihuatana, una gran roca, coronada por un cono que hacía sombra en

unas muescas de la piedra.

En Cuzco los solsticios se medían con pilares llamados pachacta unanchac

o indicadores de tiempo. La organización mítico-religiosa determinaba la

sucesión en el calendario a través de las doce lunas, correspondientes a

festividades y actividades cotidianas:

Capac Raimi Quilla (Luna de la Gran Fiesta del Sol), equivalente a

diciembre, mes de descanso.

Huchuy Pucuy Quilla (Pequeña Luna Creciente), enero, tiempo de ver el

maíz en crecimiento.

Hatun Pucuy Quilla (Gran Luna Creciente), febrero, tiempo de vestir

taparrabos.

Pacha Pucuy Quilla (Luna de la Flor Creciente), marzo, mes de maduración

de la tierra.

Ayrihua Quilla (Luna de las Espigas Gemelas), abril, mes de cosecha y

descanso.

Aymoray Quilla (Luna de la Cosecha), mayo, el maíz se seca para ser

almacenado.

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Haucai Cusqui Quilla (Luna de la Preparación), junio, cosecha de patata y

descanso, roturación del suelo.

Chacra Conaqui Quilla (Luna del Riego), julio, mes de redistribución de

tierras.

Chacra Yapuy Quilla (Luna de la Siembra), agosto, mes de sembrar las

tierras en medio de cantos de triunfo.

Coia Raymi Quilla (Luna de la Fiesta de la Luna), septiembre, mes de

plantar.

Uma Raymi Quilla (Luna de la Fiesta de la Provincia de Uma), octubre,

tiempo de espantar a los pájaros de los campos cultivados.

Ayamarca Raymi Quilla (Luna de la Fiesta de la Provincia de Ayamarca),

noviembre, tiempo de regar los campos.

Artesanía incaica

Los tejidos por su valor como ofrenda divina y diferenciación social, fueron el

producto artesanal más difundido en le imperio. Acllas y tejedores

especializados confeccionaban las telas finas empleadas en las vestimentas

del monarca y la nobleza, o inmoladas en los cientos de ceremonias religiosas.

Todo el reino con tributaba tejidos corrientes, almacenados en la colcas

estatales para diversos fines.

El algodón costero o la lana de auquénidos en la sierra conformaban materia

prima para la industria textil. Se apreciaban especialmente los tejidos de

vicuña. Solían además, hilar los pelos de vizcachas y con mucho esfuerzo, los

de murciélagos.

Teñían la lana con tintura de vegetales. Azul obtenían del fndigo y rojo del

achiote. Substancias minerales y algunos animales, como la cochinilla, les

proporcionaban otros tintes. Al mezclarlos disponían de una amplia gama de

colores. Formas geométricas eran las más comunes aunque, empleaban

estilizaciones de animales, dioses, hombres y otras figuras para decorar, en

guardas simétricas, las telas más finas.

La tradición textil, al igual que todas las artesanías incaicas, era muy antigua

en los Andes Centrales. Las más famosas telas se han encontrado en las

tumbas de Paracas.

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En cerámica confeccionaron vasijas policromas en cuyas paredes pintaban

figuras geométricas, animales, pájaros, vegetales, seres humanos y deidades.

Los colores más empleados eran negros, blancos, amarillos, rojos y

anaranjados. Las formas más características fueron el plato de bordes

extendido, simulando el cuerpo de un ave. Terminaba con una estilización de la

cabeza y la cola de aquélla. Líneas multicolores engalanaban el interior del

tiesto.

El arívato, sin embargo, se considera la típica forma incásica. Se trata de un

jarro con amplio cuerpo esférico, de base cónica, que culminaba en un

alargado cuello con bordes expandidos. Dos asas permitían pasar sobre la

vasija una cuerda que, el portador, ataba sobre su pecho. Posaban la vasija en

un hoyo del sudo, conservando, de tal modo, siempre fresca el agua. De origen

incaico parecen haber sido, también, los incensarios, vasos con pedestal.

Los mejores alfareros cuzqueños habían sido trasladados allí desde la costa en

calidad de mitimaes y yanas. Del mismo procedían los orfebres del oro y de la plata.

Extraían el oro de lavaderos; la plata y el cobre de minas subterráneas. Lo fundían en

hornos, prendidos en las laderas de los cerros a objeto de que el viento atizaba el

fuego. Los metales preciosos se empleaban en la confección de ídolos y adornos que

solo el inca podía distribuir entre sus fieles servidores.

Otros ornamentos apreciados eran hechos en madera, materia con la que también

manufacturaban unos vasos de paredes altas y base más angosta que la boca. Se les

denomina queros, derivando su forma de Tiahuanaco. Famosos talladores de maderas

eran los habitantes del valle de Chincha.

Importante era también la artesanía de la pluma. Tocados, gorras y mantas estaban

engalanadas con plumas de pájaros tropicales y aves acuáticas como el flamenco

andino.

Cestería, objetos elaborados en concha, huesos y piedras completaban la artesanía

imperial. Ellos el igual que las anteriores, conformaban especializaciones de otros

pueblos que habían heredado las técnicas desde muy antiguo. Contrariamente a lo

que pudiera creerse, los incas, en tal sentido, no aportaron mucho al desarrollo

artesanal de los Andes Centrales. Incluso sus principales exponentes había sido

llevado al Cuzco para que continuara desempeñando sus oficios a las órdenes del rey.

Machu Picchu, último bastión incásico

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En la margen izquierda del río Urubamba. En medio de la enmarañada selva

que cubre las montañas de Vilcabamba, y a 2.700 metros de altura, se levantó el

postrer refugio de los monarcas incaicos. Los investigadores señalan que su

construcción no es anterior a la segunda mitad del siglo XV d.C.

Machu Picchu, se localiza en la sima del cerro del mismo nombre, que en quechua

significa monte viejo. Solo puede llegarse a ella mediante un acceso cuya entrada

estaba celosamente resguardada. Su descubrimiento se le atribuye a Hiram Bingham,

profesor de la universidad de Yale, quien, el 24 de julio de 1911, contempló parte de la

ruina que refulgía bajo los brillantes rayos solares.

La piedra de Machu Picchu servía para precisar el solsticio de invierno

Aunque Machu Picchu no es exactamente tina ciudad, pueden distinguirse

en ella tres sectores: uno, residencial, residencial por las típicas casas de

piedra con techos a dos aguas; otro, ceremonial, constituido por estructuras

que parecen corresponder a templos, y un tercero, agrícola conformado por las

terrazas de cultivo que circundan las laderas vecinas. Las construcciones se

hicieron en bloques de granito blanco perfectamente tallados y pulidos. Todas

se ajustaban al desnivel del terreno.

El Intihuatana, o lugar donde se adora al sol conjuntamente con el muro de

las tres ventanas, son los monumentos más destacados del sector religioso. El

primero es un enorme bloque de piedra tallado en varios planos; en el superior,

y formando parte de la misma roca, se alza una columna rectangular que,

posiblemente, se empleaba para realizar observaciones astronómicas. El muro

de las ventanas, de forma trapezoidal, parece conectarse con la leyenda

acerca del origen del pueblo incaico.

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Otros pueblos de América del sur

Guajiro

Pueblo de la familia lingüística Arawak que habita en el departamento de La

Guajira en Colombia y en el estado de Zulia en Venezuela. Se autodenominan

wayúu, siendo alijuna los blancos y kusina los demás indígenas.

Su territorio es un desierto costeño en el que abundan los pulowi o sitios

inhóspitos y se dedican al pastoreo y a la pesca. El agua la obtienen de pozos

(casimbas) y aljibes (jagüeyes). Trabajan como peones en las salinas, en el

contrabando, en las minas de carbón, en los hatos ganaderos e incluso en las

administraciones de sus respectivos países.

Estaban divididos en clanes matrilineales no exogámicos; a pesar de haber

sido un claro ejemplo de sociedad matriarcal, la carne (eirruku) se transmitía

por vía materna pero la sangre lo era por vía paterna.

En la actualidad siguen siendo matriarcales pero los antiguos clanes han

perdido territorialidad y, en consecuencia, importancia social. Practican un

segundo enterramiento convertido en una de sus reuniones de más alto rango.

Las indemnizaciones por los delitos cometidos se negocian a través de los

pútchejeechi o ‘palabreros’. El piache o chamán es quien mejor entiende el

mundo de Maleiwa, Pulowi y Juyá, algunos de sus dioses.

Hoy son un factor importante en las relaciones fronterizas de su territorio, en

las organizaciones indígenas de sus respectivos países y en el movimiento

amerindio en general. Hay unos 150.000 guajiros en Colombia y 200.000 en

Venezuela.

Habitan en el Pueblo de Baronata dependientes de un Cacique que nombra

el Rey desde que se sublevaron, son belicosos y valientes, y de los que dieron

mas que hacer á los conquistadores, era entonces tan numerosa esta Nación

que pasaban de 70, pero hoy apenas llegan á 20; se emplean en sacar perlas

del rio del Hacha, y en hacer delicados tejidos de algodón; andan á caballo, y

tienen muchos de los que llaman aguilillas por su velocidad en andar.

A sí en que son laboriosos y comerciantes que los hace ricos, como en su

modo de vestir; las mujeres llevan una manta cosida á modo de basquiña, y los

hombres una camiseta corta y una manta terciada al hombro, y unos calzones

hasta media pierna; mascan continuamente la yerba hayo, que en el Perú

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llaman coca, que les da vigor y fuerza, y llevan consigo siempre una mochila;

son graves y pausados en el andar, y llevan delante la mujer cargada con sus

hijos, la leña y géneros que llevan para vender: cuando tienen guerra con otra

Nación marchan todos á caballo, y así que están al frente de los enemigos les

cortan las piernas para que todos queden á pié, y ninguno pueda huir.

Arawak

Pueblo amerindio cuyas numerosas tribus habitaban en sus orígenes una

zona comprendida entre la actual Florida y las Antillas, y la zona costera de

Sudamérica hasta el sur de Brasil. El grupo pertenece a la familia lingüística

arahuaca o arawaka. Los arawaks, también llamados arahuacos, fueron los

primeros indígenas del continente americano con los que se encontró Cristóbal

Colón.

Buena parte de los pueblos arahuacos desaparecieron hace varios siglos.

Los de las Antillas Menores fueron sometidos en la guerra contra los pueblos

caribes a finales del siglo XV. En los primeros años del siglo XVI la población

arahuaca de las Antillas disminuyó en millones y a finales de siglo se había

extinguido.

Esta catastrófica tasa de mortalidad se debió a la llegada de enfermedades

europeas (a las que los arahuacos no eran inmunes), a la desaparición de sus

fuentes de alimentación y a la crueldad y esclavitud impuestas por los

españoles.

Antes de la conquista española, los sistemas ecológicos de las grandes

islas, con sus copiosas cosechas y abundancia de peces, junto con las

poblaciones compactas y estables, favorecieron el desarrollo de una

evolucionada estructura política y social. Una casta de jefes hereditarios

gobernaba a otras tres castas, la más baja de las cuales estaba formada por

esclavos.

Los conflictos entre las castas parece ser que eran mínimos. En esta

sociedad matrilineal (en la que la sucesión se establece por línea materna), a

un jefe le sucedía el hijo mayor de su hermana mayor. La religión presentaba

una jerarquía de deidades paralela a la estructura social.

Aimaras

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Habita en la alta meseta del lago Titicaca, en el Alto Perú y Bolivia. Los

aimaras fueron conquistados por los incas en el año 1450, cuando formaban

unos 80 reinos dispersos en un amplio territorio y enfrentados entre sí.

Actualmente en el territorio que habitan los aimaras se encuentran los

centros arqueológicos de Tiahuanaco y Pucará. Basan su subsistencia en la

agricultura con la obtención de papa, maíz, cebada, quina y coca, el pastoreo

de la llama y la alpaca, y la pesca en el lago Titicaca. También son diestros

artesanos del metal, la cerámica, los tejidos y la cestería. La organización

social está basada en el ayllu, forma andina del clan, al que pertenecen todos

los parientes que tienen vínculos de sangre y que realizan en común las tareas

agrícolas y ganaderas.

La lengua aimara está muy difundida y la hablan diversos grupos indígenas

como los collas, lupacas, pacasés y otros. Hoy, numerosos grupos aimaras han

adoptado la lengua quechua. En la actualidad viven aproximadamente

1.250.000 aimaras en Bolivia y 300.000 en Perú. Suele usarse también la

forma oxítona para designar a este pueblo: aimarás o aymarás.

Piaroa

Pueblo de familia lingüística independiente (algunos autores lo incluyen en la

familia sáliva) que habita en la selva tropical lluviosa del estado de Amazonas

en Venezuela. Se autodenominan dearúa y wótuha.

Dedicado principalmente a la agricultura en la que la yuca ocupa hasta el

90% de su huerto. Las únicas jerarquías que reconocen son dos ‘capitanes’ por

cada aldea para decidir los trabajos colectivos y resolver cualquier tipo de

conflicto. Aunque fueron avistados en el siglo XVII, hasta la década de 1970

mantuvieron un grado considerable de aislamiento, pero a partir de esa fecha

descendieron a las orillas de sus ríos, se integraron en la economía envolvente

y hoy su juventud es bilingüe y sus cosechas se encuentran agrupadas en

empresas indígenas.

Entre 1972 y 1985 protagonizaron una encarnizada batalla para impedir que

su territorio del valle del Wanay fuera ocupado por un hacendado de la

oligarquía caraqueña. A partir de entonces su fama popular de ‘indios tímidos y

mansos’ fue sustituida por la de ‘indios taimados’. Actualmente conforman un

grupo que asciende a unas 10.000 personas.

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Chono

Pueblo que vivía entre las islas meridionales del archipiélago de Chiloé y el

golfo de Penas, entre los 43º y los 47º de latitud S, y ocupaba los actuales

archipiélagos de los Chonos y de las Guaitecas, los canales y el torrentoso

golfo de Penas. Tenían un idioma propio, distinto de las tribus vecinas.

Los chonos eran pescadores y recolectores de mariscos que crearon una

tradición marítima conservada actualmente por los chilotes o habitantes del

archipiélago de Chiloé. Practicaban la pesca y la caza de lobos marinos y

navegaban en dalcas o embarcaciones formadas por tres tablas curvadas a

fuego y agua, y cocidas con fibras vegetales. Algunos elementos marítimos

empleados podrían ser polinesios, como la pagaya o remo de ancha paleta y el

sácho o ancla de madera y piedra. Además, utilizaban anzuelos hechos de palo

y redes de hilo, extraídos de la corteza de unos árboles que también usaron

para confeccionar mantas.

Los chonos habitaban en sus canoas con sus hijos y mujeres, recorriendo el

archipiélago de una a otra isla. Se vestían con lana de ciertos perros lanudos

de pequeño tamaño que criaban. Eran además valientes guerreros y eran

temidos por sus vecinos. Utilizaban como arma las lanzas, macanas (palo corto

y grueso), puñales de hueso y piedras. Los chonos radicaron en sus territorios

en el 6000 a.C. aproximadamente y en sus conchales se encuentran

caparazones de moluscos que hoy han desaparecido de esta región.

Tupinambá

Término que designa al grupo étnico de lo tupí costeros, hoy desaparecidos

a causa del colonialismo, que pertenecían a la familia lingüística tupí-guaraní.

En el siglo XVI habitaban la costa atlántica, en una zona comprendida entre la

desembocadura del Amazonas y la región del Río de la Plata.

Los tupinambá en sentido estricto vivían en la región costera entre la actual

Río de Janeiro y la ciudad de Pernambuco. Sus recursos económicos se

basaban en el cultivo de la tierra y la pesca. Característicos eran los grandes

asentamientos de hasta 15.000 personas.

Fueron de los primeros grupos étnicos sudamericanos que entraron en

contacto con los conquistadores europeos, quienes a través de relatos y

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descripciones de viajes los dieron a conocer. Entre ellos sobresale el relato de

mediados del siglo XVI, escrito por Hans Staden, mercenario de los

portugueses, que alcanzó celebridad por su descripción de los ritos caníbales

de este pueblo; en este sentido, ha sido manejado con gran prudencia crítica

de las fuentes.

Nambikwara

Grupos indígenas del Brasil ubicados en las selvas del estado de Roraima,

en las márgenes del río Guaporé, que proceden de la sierra del Norte, en el

estado de Mato Grosso.

La primera vez que fueron avistados se encontraban en el Chapadão do Jati,

actual región del Juruena. Los hacendados dieron el nombre de cabixis,

denominación de un afluente del Guaporé, a las tribus que atacaron sus

haciendas. Conservan la costumbre de actuar por bandas y de dividirse en

grupos, que viven algunos en las selvas y otros en la arena de las márgenes de

los ríos.

Por ello, recibieron de los indios parecis el mote peyorativo de viacocorês,

gente que duerme en el suelo. Tienen el hábito de caminar leguas hasta

encontrar zonas limpias de arena blanca, donde puedan pasar la noche.

Desarrollan una pequeña agricultura itinerante, basada en el cultivo del

maíz, la mandioca, el ñame, las habas, las papas o patatas, y utilizan la miel de

abeja. Con la mandioca preparan una pasta de color amarillento y llena de

grumos con la que se alimentan durante las largas caminatas por la selva. Sus

instrumentos son rudimentarios, como el hacha, engastada con brea y formada

de piedra, que también utilizan para labrar la tierra.

Conservan algunos hábitos culturales como el canibalismo ritual y mantienen

la división sexual del trabajo. Les gusta adornarse con collares y cubrirse el

cuerpo con una tinta roja extraída de la ‘bija’, una planta autóctona. Su

cosmogonía admite la muerte y la existencia de otra vida. Su dios creador, muy

respetado, es Dàuãsunusu y al espíritu del mal lo denominan atasu. De

acuerdo con sus mitos, los nambikwara no morían, salvo cuando habían

desobedecido los presagios de la mujer más anciana de la tribu. Los

principales anuncios de la muerte o de otras desgracias son oír el canto del

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gavilán (uakau), encontrar un lagarto (iànahru) o cruzarse con un gran lobo

(hausu).

A los muertos les cierran la boca y los ojos, y atan las muñecas con un hilo

de algodón que extienden hasta los pies. Después, el cuerpo es envuelto con

paja de burí o seje y sepultado con la cabeza vuelta hacia el poniente y los pies

hacia el levante, para que el alma (uaunkidisu) siga el camino del Sol. Entierran

las pertenencias del muerto, como flechas, cuerda de chonta y calabazas,

queman su vivienda y tiran los restos fuera de la aldea. Para los parientes vivos

construyen otra choza. El alma del muerto aún permanece algún tiempo en la

aldea.

Posteriormente, sale del cuerpo y es alimentada por su dios creador hasta

alcanzar la ‘edad mediana’ y así poder retornar a la tierra a vivir a los lugares

propios de las almas. Muchas veces visitan a sus parientes y participan de las

fiestas y ceremonias. Para los nambikwara, su mundo es su propio cosmos,

donde las almas conviven con los vivos.

Tapuya

Designación colectiva de un grupo de tribus indígenas sudamericanas que

ocupan una amplia zona del este de Brasil y que pertenecen a la familia ge.

Parece ser que los tapuya llegaron a este territorio antes que los pueblos

vecinos. Llevan el labio superior deformado con labrets, unos adornos

especialmente diseñados para tal fin. Los portugueses designaron con este

nombre a todos los pueblos del actual territorio de Brasil que no pertenecían a

la familia tupí-guaraní.

Los tapuya apenas poseen organización formal. Son expertos cazadores de

arco y flecha, fabrican hachas de piedra pulimentada y tejen cestos de juncos.

Su matrimonio es monógamo.

Paez

Grupo que forma parte de la familia lingüística chibcha y que habita en la

región de Tierra dentro, ubicada en la vertiente oriental de la cordillera Central

del departamento del Cauca.

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Habitan tierras frías bañadas por el río Paez. Viven en ranchos dispersos y

practican la agricultura de policultivo, que incluye la coca, cuya hoja consumen

masticada para atenuar el cansancio de largas jornadas de trabajo. Se han

organizado en resguardos a cuya cabeza se coloca un hombre con autoridad al

que denominan cabildo gobernador.

Desde la época de la colonización española se han distinguido por su

espíritu guerrero. Han sido líderes en la organización de los indígenas

colombianos y del departamento del Cauca, en donde ha sido tradicional el

poder económico y político de los grandes terratenientes que los han explotado

durante siglos. Se calcula en 80.000 la población existente, de la cual sólo una

cuarta parte habla la lengua tradicional.

Ayoreo

Pueblo indígena americano de la familia lingüística zamuco que habita en la

región del Chaco paraguayo y boliviano. También conocido como corazo,

kursu, morotocó y moro, muchos de sus miembros tienen que migrar

frecuentemente a uno y otro lado de la frontera.

Son cazadores, recolectores y, en menor medida, agricultores por el extremo

clima chaqueño. Los ayoreo no tienen ninguna autoridad; sin embargo, aún

están orgullosos de que su pueblo continúe distinguiéndose de los cojñone

(blancos) y de los juutiodé (demás indígenas). En la década de 1940 era

rutinario recompensar con la baja en el servicio militar al soldado que

presentaba la cabeza de un ‘moro’, pero la invasión colonizadora y misionera

de salesianos, menonitas y baptistas fundamentalistas no comienza hasta

1958.

Los sobrevivientes cercanos a los núcleos colonizadores se han integrado

en la economía chaqueña como peonaje semiesclavo, siendo especialmente

penosa la situación de la aldea Montecito situada en el basurero de Filadelfia

(Paraguay). En el Chaco paraguayo y boliviano actualmente habitan unas

10.000 personas y algunos cientos de ellos todavía no han entrado en contacto

con la población envolvente.

Kayapó

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Etnia asentada en el noreste de Brasil con cerca de 2.000 componentes,

también denominada me-be-ngô-kre. Junto con los pueblos timbira y suyá,

pertenece a la familia lingüística ge. Por regla general se dividen en sureños y

norteños, y forman grupos de menos de 100 personas, de los cuales los más

conocidos son los gorotires y los kuben-kran-kegn.

La zona de asentamiento originaria de los kayapós es la región de sabana a

la orilla de la selva húmeda, aunque algunos grupos han sido expulsados hoy

al valle del río Xingu. Durante la época de lluvias, la base económica la

constituye la tala de árboles quemados y sus más importantes cultivos son la

mandioca dulce, la batata, el yame y el maíz; en la época de sequía domina la

caza, la pesca y la economía colectiva, así como la recolección de nuez del

Brasil.

La organización de tipo dual impregna todos los ámbitos de su estructura

social y su visión del mundo. Esta organización se muestra en el reparto del

espacio de las poblaciones, construidas en forma de círculo, que dividen según

los puntos cardinales y que reordenan cada medio año, con una capacidad

para unos 200 individuos.

Las personas de mayor edad en ambos sexos gozan de un gran prestigio

social. En el punto central de la vida ceremonial están las fiestas rituales, en las

que se representan, de forma teatral, acontecimientos relacionados con sus

propios mitos. En este contexto, la cuidadosa pintura corporal y los adornos

adquieren especial significado.

Desde finales de la década de 1980 los kayapós se han venido enfrentando

al gobierno brasileño, al protestar por la construcción de una gigantesca presa

en su zona de asentamiento.