alburquerque garcía, luis - el relato de viajes. hitos y formas en la evolución del género

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Artículo sobre el relato de viaje

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    ISSN: 0034-849X368 pgs. enero-junio 2011N 145Volumen LXXIII

    SumarioPresentacinAlburquerque-Garca, Luis.Teora e historia en los relatos de viaje.EstudiosAlburquerque-Garca, Luis.El Relato de Viajes: hitos y formas en la evolucin del gnero.Travel Narrative: Landmarks and Forms in the Evolution of the Genre.Garca Barrientos, Jos Luis.Teatro de viajes? Paradojas modales de un gnero literario.Travel theater? Modal paradoxes of a literary genre.Rubio Martn, Mara.En los lmites del libro de viajes: seduccin, canonicidad y transgresin de un gnero.Bordering on the travel book: seduction, canon and genre transgression.Carrizo Rueda, Sofa.Los viajes de los nios. Peligros, mitos y espectculo.Childrens travels. Dangers, myths and spectacle.Guzmn Rubio, Federico.Tipologa del relato de viajes en la literatura hispanoamericana: definiciones y desarro-

    llo.Latin american travel accounts typology: definitions and development.Prez Priego, Miguel ngel.Encuentro del viajero Pero Tafur con el humanismo florentino del primer cuatrocien-

    tos.Encounter between Pero Tafur traveler and the florentine humanism of xvth century.Rodrguez Temperley, Mara Mercedes.Imprenta y crtica textual: la iconografa del Libro de las maravillas del

    mundo de Juan de Mandevilla.Printing and textual criticism: the iconography in John Mandevilles Libro de las maravillas del mundo.Arellano, Ignacio.El motivo del viaje en los autos sacramentales de Caldern, I: los viajes mitolgicos.The travel motif in the sacramental plays of Caldern, I: the mytological travels.Madroal Durn, Abraham.A propsito de La doncella Teodor, una comedia de viaje de Lope de Vega.About La doncella Teodor, a travel comedy by Lope de Vega.Farr Vidal, Judith.Fiesta y poder en el Viaje del virrey marqus de Villena (Mxico, 1640).Celebration and power in The journey of the viceroy marquis of Villena (Mexico, 1640).Uzcanga Meinecke, Francisco.El relato de viaje en la prensa de la Ilustracin: entre el prodesse et delectare y la

    instrumentalizacin satrica.The travelogue on the press of the enlightenment: between prodesse et delectare and satiric instrumental use.Romero Tobar, Leonardo.Imgenes poticas en textos de viajes romnticos al Sur de Espaa.Poetic images in writings of romantic travels to Southern Spain.Peate Rivero, Julio.Viajeros espaoles por Europa en los aos cuarenta del siglo XIX: tres formas de entender

    el relato de viaje.Spanish travelers round Europe in the 1840s: three ways of understanding the travel literature.Carrin, Jorge.El viajero franquista.The pro-franco traveler.Almarcegui, Patricia.El otro y su desplazamiento en la ltima literatura de viaje.The other and its displacement in the latest travel literature.Champeau, Genevive.Texto e imagen en Espaa de sol a sol de Alfonso Armada.Text and image in Espaa de sol a sol by Alfonso Armada.BibliografaSimn Palmer, Mara del Carmen.Apuntes para una bibliografa del viaje literario (1990-2010).Notes for a bibliography of the literary journey (1990-2010).

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    R e v i s t a d eLiteratura

    http://revistadeliteratura.revistas.csic.es

    CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTFICAS

    R e v i s t a d e

    Madrid (Espaa) ISSN: 0034-849Xenero-junio 2011N.o 145Volumen LXXIII

    Literatura

    INSTITUTO DE LENGUA, LITERATURA Y ANTROPOLOGA

    Literatura-2011-01 12/9/11 10:24 Pgina 1

  • E S T U D I O S

  • Revista de Literatura, 2011, enero-junio, vol. LXXIII, n.o 145,pgs. 15-34, ISSN: 0034-849X

    EL RELATO DE VIAJES: HITOS Y FORMASEN LA EVOLUCIN DEL GNERO

    LUIS ALBURQUERQUE-GARCACCHS-CSIC

    RESUMEN

    El relato de viajes se perfila como un marbete caracterizador de un gnero con unosrasgos comunes a lo largo de la historia, a pesar de los diferentes moldes que asume segn losperodos y las corrientes en que se inserta. Se trata de mostrar cules han sido las obras quehan actuado como hitos en la evolucin del gnero. A su vez, se apunta la relacin dialcticaentre el gnero y algunos paradigmas culturales, cuyas huellas se pueden rastrear en aquel.Las crnicas de indias, por ejemplo, llevan el marchamo renacentista. Por su parte, el giroilustrado y el sesgo romntico graban su impronta en el gnero con un afianzamiento deldocere y una ampliacin de los moldes genricos en el primero (memorias, epistolarios, cr-nicas) y una conversin de la voz del autor en instancia decisiva, en el segundo. En suma, elrelato de viajes ha pervivido a travs del tiempo amoldndose a los numerosos avatareshistricos culturales. Quiz por eso se le ha calificado como hbrido, interdisciplinar y conuna notable capacidad para metamorfosearse.

    Palabras clave: literatura de viajes, relatos de viajes, gnero.

    TRAVEL NARRATIVE: LANDMARKS AND FORMSIN THE EVOLUTION OF THE GENRE

    ABSTRACT

    Travel narrative has become the characterizing label of a genre that has maintainedcertain common features throughout history, despite the different molds it has had to adaptto depending on the periods and movements it finds itself in. The idea is to show what workshave served as landmarks in its evolution, as well as to highlight the dialectic relationshipbetween the genre and several cultural paradigms whose tracks can be traced within it. Thechronicles of the Indies, for example, bear a Renaissance stamp. Additionally, the Enlightenedtwist and Romantic turn leave their mark on the genre in the establishment of the docere andan expansion of the genre molds in the case of the former (memoirs, collected letters, chronicles)and a conversion of the authors voice as a decisive moment in the latter. All in all, travelnarrative has survived over time by adapting to different historical and cultural changes.Perhaps that is why it has been deemed a hybrid, interdisciplinary and with a notable abilityto metamorphosize.

    Key words: travel literature, travel narrative, genre.

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    Hace ya unos aos publiqu el artculo Los libros de viajes comognero literario en el que reflexionaba sobre algunos aspectos tericos enrelacin con la literatura de viajes. Quisiera ahora hacer, teniendo en cuentalo escrito desde entonces sobre la materia apodmica, una segunda aproxi-macin al gnero tratando de ilustrar los aspectos tericos en su evolucina lo largo de la historia. Se trata, por una parte, de repensar y sistemati-zar lo ya dicho y, por otra, al contrastarlo con ejemplos procedentes denuestra tradicin literaria en diferentes perodos, de presentar una ms aqui-litada teora del gnero. De ah que aluda o vuelva en ocasiones a ideas otemas de trabajos previos pues, al tratarse de una visin de conjunto, escasi imposible no aprovecharlos integrndolos dentro de la exposicin.

    TEORA DEL GNERO

    No es una novedad afirmar que el viaje ha presidido los grandes rela-tos de la humanidad. Partes importantes de la Biblia o La Odisea, sin irms lejos, se vertebran en torno a un viaje. Pero an ms. El viaje y surelato no han dejado de tener una presencia constante a lo largo de la his-toria. Como ya he dicho en alguna otra ocasin, viaje y vida son, en cier-to sentido, sinnimos, ya que su fuente y raz se encuentra en el desplaza-miento mismo. Teniendo en cuenta estas dos premisas (su amplitud y susecular pervivencia) se podra empezar sugiriendo que la literatura de via-jes recorre toda la historia (o gran parte de la historia) y que el viaje formaparte de la condicin humana, pero no slo como producto de la curiosi-dad, sino como verdadera necesidad vital.

    Segn esto, sus lmites como gnero seran tan abarcadores que casi sesolaparan con la literatura misma. No soy el primero en sostener, por tanto,que la mayora de las grandes obras de la literatura universal son libros deviaje. La Eneida, la Divina Comedia, el Quijote... Se hace necesario dis-cernir el gnero relato de viajes, sintagma acuado con un sentido muypreciso por Carrizo Rueda (1997), de la literatura de viajes en general.

    Los relatos de viajes responden a mi entender a tres rasgos fundamenta-les que se complementan con algunos ms que luego veremos: (1) son relatosfactuales, en los que (2) la modalidad descriptiva se impone a la narrativa y(3) en cuyo balance entre lo objetivo y lo subjetivo tienden a decantarse dellado del primero, ms en consonancia, en principio, con su carcter testimonial.

    (1) Recordemos que la distincin de Genette (1993: 53-76) entre relatosfactuales y ficcionales facilitaba la consideracin de literarios a ciertos textoshasta entonces exiliados de aquel mbito. Relatos historiogrficos, biografas,diarios, memorias y, por supuesto, relatos de viaje (aunque no fueran expre-samente citados en aquella relacin), entre otros, componen un friso de tex-tos cuyo denominador comn es su factualidad. Se asientan en los hechos, en

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    la realidad, en los testimonios, en lo verificable. Lo ficcional no adquiereforma sustantiva en estos textos, sino ms bien adjetiva. No es lo mismo,pues, un relato anclado en un hecho real (en un viaje concreto, sin ir mslejos), aunque sometido a un cierto grado de ficcionalizacin, que un textoficticio que arranca de un hecho real o se nutre de experiencias personales.El relato factual nace, se desarrolla y termina siguiendo el hilo de unos hechosrealmente acaecidos que forman su columna vertebral. El relato de ficcin,por su parte, se toma siempre como una invencin del que lo cuenta o de al-gn otro de quien la hereda. Lo que no obsta para que como apunta Ge-nette un historiador invente un detalle u ordene una intriga o que unnovelista se inspire en un suceso; lo que cuenta en este caso es el estatutooficial del texto y su horizonte de lectura (1993: 55). La factualidad de estosrelatos, cuyo componente cronolgico y topogrfico remite a un tiempo y unespacio vividos por el viajero, no excluye su condicin de literarios. (Comovemos, el concepto de literariedad, a saber, qu hace que un texto sea o noliterario, nos sale al paso de una manera u otra en cualquier reflexin terica).

    (2) El predominio en estos relatos de la descripcin sobre la narra-cin supone que aqulla acta como configuradora de un discurso que noaboca hacia el desenlace propio de las narraciones. El discurso se represaen la travesa, en los lugares, y en todo lo circundante (personas, situacio-nes, costumbres, leyendas, mitos, etc.), que se convierten en el nervio mismodel relato. Aadiremos, parafraseando a Ral Dorra (1983), que el factorriesgo que caracteriza lo especficamente narrativo y que mira siemprehacia el desenlace, aparece en estos relatos de viajes engullido por el pro-pio recorrido y el mundo que le sirve de escenario. En definitiva, las re-presentaciones de objetos y personajes, que constituyen el ncleo de la des-cripcin, asumen el protagonismo del relato, desplazando por consiguientea la narracin de su secular lugar de privilegio1.

    Todo el cortejo de figuras retricas que determinan el gnero se arti-culan en torno a la descripcin o cfrasis, entendida como mecanismo quebusca poner ante los ojos la realidad representada. Aludiremos solo depasada a figuras como la prosografa (descripcin del fsico de las perso-nas), la etopeya (descripcin de las personas por su carcter y costumbres),la cronografa (descripcin de tiempos), la topografa (descripcin de lu-gares), la pragmatografa (descripcin de objetos, sucesos o acciones), lahipotiposis (descripcin de cosas abstractas mediante lo concreto y percep-tible), etc. Es claro que se podran seleccionar tambin figuras importan-tes como, por ejemplo, los tropos (metforas, metonimias, sincdoques, etc.)pero hemos referido solo aqullas que se decantan hacia lo descriptivo comoeje vertebrador del relato2.

    1 Vanse al respecto las reflexiones de Carrizo Rueda (1997: 13-34).2 Una de las ms completas clasificaciones de figuras retricas puede verse en Garca

    Barrientos (1998).

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    (3) El carcter testimonial, por ltimo, interviene como otro rasgo fun-damental del gnero relato de viajes. Por un lado, dice de la objetividadde lo que se ha vivido (y recorrido), por otro, dice de la cercana y delcompromiso con lo que se narra lo cual, inevitablemente, nos acerca alcarcter parcial de lo relatado, pese a la ecuanimidad de que se procurarevestir. El testimonio que, sin duda, apunta hacia la objetividad, en oca-siones se inclinar hacia lo subjetivo, como veremos en los relatos deviajes del siglo XIX, que supusieron un giro radical en la concepcin delgnero como consecuencia del cambio de paradigma cultural: la lmpara,metfora del romanticismo, sustituye al espejo (neoclasicismo), segn lafamosa acuacin de Abrams en su libro sobre teora del romanticismo.

    Recapitulando, el campo del relato de viajes restringe necesariamentesus lmites abrazando los relatos estrictamente factuales. Cabe decir que, sibien todo libro de viajes se enmarca dentro del mbito de la literatura deviajes, no toda literatura de viajes queda incluida dentro de los relatos deviajes. A la literatura de viajes se adscribiran obras en las que el viajeforma parte del tema o en las que acta como motivo literario. Como yahe advertido en otras ocasiones, una epopeya, una comedia, una novela oun relato breve, por ejemplo, en cuyo esquema narrativo intervenga un viaje(en forma de peregrinacin, de expedicin, de travesa, etc.), tiende a cla-sificarse en la categora general de libro o literatura de viajes. Pero, insis-to, corremos el peligro de confundir el contenido de un marbete tan am-plio con el de la literatura misma. Acaso el famoso Viaje alrededor demi habitacin que escribi Xavier de Maistre a finales del XVIII, no po-dra considerarse un libro de viajes con todo rigor?

    De estos tres aspectos configuradores del relato de viajes se derivanotros que apuntalan, me parece a m, la ndole del gnero. Me refiero a laparatextualidad y a la intertextualidad. La primera acta como ingredientenatural de estos relatos y no como mera excrecencia derivada de su condi-cin factual. Los propios ttulos de los libros, los encabezamientos e nci-pit de los captulos, los prlogos, o las mismas ilustraciones componen elmosaico de las manifestaciones ms conocidas del procedimiento que, comomarcas paratextuales, propician la asuncin, por parte del lector, de estarante un viaje realmente realizado que se presenta en forma de relato. Ensuma, estas marcas actan en cierta manera como el correlato de la fac-tualidad del texto, de las que se sirven los autores para hacer explcita laautenticidad de su contenido.

    La intertextualidad, por su parte, nos alerta sobre las diferentes y va-riadas familias de relatos que dialogan entre s, cuyas resonancias nos ha-blan de tradicin e influencias culturales. En muchos casos yo dira queen todas las pocas los relatos de viajes establecen un dilogo con obrasprevias que les sirven de gua o de referente literario. Romero Tobar (2005:132) lo expresa con acierto:

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    [...] los relatos de viaje se nutren tanto de la experiencia real del viajero como dela escritura de relatos anteriores. El relato personal de un viaje entrever un yohe visto con un yo he ledo de una forma inextricable que, en muchas ocasio-nes, hace muy difcil al lector el poder separar lo que ha sido experiencia directadel escritor y ecos de las lecturas de otros relatos de viajes anteriores, bien por-que stos han sido tomados como gua prctica para el nuevo viajero bienporque la memoria de ste no puede borrar las huellas que le han dejado los tex-tos ledos antes de la redaccin del suyo propio. El libro de viaje ofrece fuenteslatentes y fuentes patentes o, dicho de otras manera, secuencias de imitacin di-recta y secuencias de imitiacin compuesta.

    Dejemos apuntado que el solo hecho de dialogar con obras anterioresdel mismo tenor pertenecientes o no al mismo paradigma supone yauna cierta conciencia de gnero.

    Subrayamos, finalmente, el carcter fronterizo de estos relatos, comootra de las caractersticas que saltan a la vista segn las consideracionesprevias3. Habremos de tener en cuenta, no obstante, que las consideracionesen relacin con un gnero tan elusivo y fronterizo no son ntidas y, portanto, los deslizamientos hacia un terreno u otro se miden (valga el senti-do figurado) en trminos de grado o de intensidad, o sea, de predominioo, si se quiere, de imposicin: desde el punto de vista pragmtico, lo fac-tual predomina sobre lo ficcional; desde un punto de vista formal, lo des-criptivo se impone a lo narrativo y desde un punto de vista testimonial, loobjetivo prevalece sobre lo subjetivo, pero depender de las pocas y losparadigmas en que se inserten los relatos. En cualquier caso, el relato deviajes es siempre testimonial lo que implica que el narrador est com-prometido con el autor, pues su identidad es plena. Como vemos, las fron-teras son lbiles y movedizas. Adems, los relatos de viaje tambin, segnlos perodos histricos, han compartido fronteras con otras series literarias4.

    Quiero decir que estas caractersticas de los relatos de viajes que losacompaan en su larga trayectoria histrica con todos sus avatares hastael momento actual aluden a una cierta vocacin de perdurabilidad que lees intrnseca al gnero, segn trataremos de ver. Como tal, el relato deviajes atraviesa los siglos y sus diferentes perodos engullendo variadasformas literarias y metamorfoseando su condicin en moldes cambiantes.Una aproximacin a su potica requiere un rastreo de sus huellas en dife-rentes perodos de la historia si queremos delimitar, aunque sea a grandesrasgos, sus contornos que, en ltimo trmino, es el objeto que persegui-mos. Para ello, trataremos de ahora en adelante fijar la atencin en algu-nos momentos decisivos (hitos) de la evolucin del gnero que nos puedeniluminar sobre su trayectoria.

    3 Sobre el relato de viaje como gnero fronterizo, vase Champeau (2004).4 Para una delimitacin del gnero relato de viajes de otros gneros en el Siglo de Oro,

    puede verse Alburquerque (2005).

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    Revista de Literatura, 2011, enero-junio, vol. LXXIII, n.o 145, 15-34, ISSN: 0034-849X

    Suelen citarse al hablar de la literatura viajera obras como la Odiseade Homero, la Argonutica de Apolonio de Rodas, la Vida y hazaas deAlejandro de Macedonia o la misma Eneida, todas ellas emparentadas conla literatura de ficcin. Y tambin aquellos textos viajeros ms prximos alo que hoy denominamos ciencia ficcin, tales como Las maravillas de Tulede Antonio Digenes (a travs de los resmenes de Diodoro y Focio), losRelatos verdicos o la Verdadera historia de Luciano (siglo II), divulgadosen poca romana por Apuleyo.

    Ahora bien, en el caso de los relatos de viajes la fuente ms directahay que buscarla en la Historia (siglo V a.C.) de Herdoto y en la Anba-sis (siglo IV a.C.) de Jenofonte, en las que pesa el carcter histrico-docu-mental ms que cualquier otro. Herdoto y Jenofonte pertenecen a la es-tirpe de los viajeros reales, que nos hablan de los hechos memorables vistosy odos en sus viajes y relatados con espritu de historiador y de reporteroavant la lettre, respectivamente. En el caso de Herdoto los viajes discu-rren por la geografa de los pueblos brbaros cuya etnografa e historia senos transmiten con minuciosidad. No es ciertamente protagonista de losacontecimientos narrados aunque es muy preciso al sealar las fuentesen que se basa como s lo fue Jenofonte al transmitirnos su experienciacomo soldado mercenario griego reclutado por Ciro. De las tres fuentesreferidas (la literatura viajera de ficcin, la literatura de viaje de ciencia-ficcin y la literatura de viaje de base historiogrfica) los relatos de via-je encuentran su raz de este lado de la historiografa. Entroncan con unlinaje de textos cuyo marchamo literario es indudable. Hrodoto, de he-cho, fue siempre conocido en la antigedad con el epteto de gran imita-dor de Homero a quien Aristfanes parodi ya en una de sus comediastempranas, los Acarnienses.

    Una primera taxonoma se decanta ya en estas primeras manifestacio-nes del gnero. Por un lado, una literatura de viajes ficcional, por otro,una literatura de viajes arraigada en hechos cuyo testimonio nos es trans-mitido por el autor: son los relatos de viajes cuyo fundamento correspondeal viaje efectivamente llevado a cabo. Estamos fuera de los lmites de laficcin. Segn esto, los relatos de viajes no son ficcin pero s estn dentrode lo literario, del lado de la literatura, aunque en los mrgenes de la fic-cin. Quiz se puede extraer como corolario que la literatura no siemprees ficcin, o no solo. Se podra apelar a la autoridad de la Potica deAristteles en contra de esta postura, pero bastara recordar que el Estagi-rita tambin argumenta a favor de las obras (lanse tragedias) que recu-rren a nombres que han existido, ya que aduce Lo sucedido, est claroque es posible, pues no habra sucedido si fuera imposible5. Y tambin:Y si en algn caso trata cosas sucedidas, no es menos poeta6. Y ms

    5 Aristteles, Potica, 1451b.6 1451b.

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    avanzada la Potica podemos leer: Puesto que el poeta es imitador, lomismo que un pintor o cualquier otro imaginero, necesariamente imitarsiempre de una de las tres manetas posibles; pues o bien representar lascosas como eran o son, o bien como se dice o se cree que son, o biencomo deben ser7. Los relatos de viajes se mueven en los lmites entrelo literario y lo documental o historiogrfico, de ah que algunos crticosse refieran a su carcter bifronte8.

    La distincin pertinente, creo yo, no debiera ser la que discrimina entreviajes de ficcin y viajes no ficcionales; sino ms bien la que diferenciaentre relato de viajes (de modalidad factual) y novelas de viaje (de mo-dalidad ficcional) en las que tendran cabida novelas de aventuras, de cienciaficcin, utopas, etc. Ni mucho menos pertinente an nos parece aquelladistincin que, al diferenciar los viajes no ficcionales (a saber, los viajescientficos o naturalistas) de los ficcionales, divide estos ltimos en via-jes imaginarios ligados a una estructura ficticia y viajes realistas.Segn esta clasificacin, los relatos de viajes son considerados como li-bros de viajes de ficcin realista lo cual supone, desde nuestro punto devista, un enfoque poco clarificador que tiende, en ltimo trmino, a con-siderar el hecho literario exclusivamente del lado de la ficcin. El esque-ma que presentamos ms abajo ilustra la posicin del relato de viajes(factual/no ficcional/literario, que linda con la historia) en relacin con lasnovelas de viajes (ficcionales/literarias) y sus correspondientes fronteras(todo lo frgiles que se quiera) entre, por un lado, la historia/lo documen-tal y los relatos de viaje y, entre estos ltimos y las novelas de viaje,por otro.

    H I S T O R I A

    LITERATURA Factual Relatos de viajesDE

    VIAJES Ficcional Novelas de viajes

    EDAD MEDIA Y HUMANISMO

    Algunos estudiosos de la literatura viajera en Espaa recalaron en laEdad Media como perodo especialmente fecundo en obras de este gnero.A Lpez Estrada se deben trabajos pioneros que abrieron camino en un

    7 1460b.8 Carrizo Rueda (1997).

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    territorio an por explorar en los aos setenta9. El texto de la Embajada aTamorln (siglo XV) constituye, en la estela del Libro de las maravillasdel mundo de Marco Polo (siglo XIV), el relato de viajes por excelencia,que ha recibido solventes estudios y ediciones10. Misiones diplomticas, dereyes o de pastores de la Iglesia, viajes comerciales, peregrinaciones, sonlos motivos principales que empujan a los viajeros a sus desplazamientosy posteriores relatos.

    Estamos todava ante un gnero en formacin. Por eso encontramosalgunas crnicas de la baja Edad Media que contienen in nuce algo ascomo pequeos relatos de viaje que en alguna ocasin he calificado comode microrrelatos, tal es el caso de la Crnica abreviada de Espaa (1482)de Diego de Valera11. Deca all que estas crnicas medievales del siglo XV,de estirpe historiogrfica, sugeran ciertos rasgos de modernidad que cris-talizaran ms adelante en las crnicas de Indias. En primer lugar, la pre-sencia del yo como nuevo argumento de autoridad que se proyectaba en eluso de la primera persona y, en segundo, una voluntad clara de reflejar larealidad tal cual, actitud nada comn en los escritores medievales, paraquienes la observacin de la realidad se limitaba, por lo general, a un usoliterario. Estas particularidades (el relato de un viaje realmente efectuado,su testimonio y la descripcin objetiva del mismo) propias de los relatosde viajes medievales, tienen mucho que ver con esta tradicin de las cr-nicas de las que vengo hablando.

    En algunas partes de la Crnica abreviada de Espaa de Diego deValera se perciben estos rasgos, sobre todo cuando relata sus viajes enmisiones diplomticas en los que se refiere a pases y lugares que ha visi-tado y que conoce de primera mano. Como ocurrir tambin ms adelantecon las crnicas de Indias, el viajero/narrador se servir de los recursos dela retrica clsica que, al suministrar esquemas y tpicos compositivos,facilitarn la presentacin de las novedades recin descubiertas en las trave-sas. La relacin entre ambos gneros, las crnicas y los relatos de viajes,

    9 Vase Alburquerque (2006).10 Otros muchos libros de viajes de la poca se encuadran ms propiamente dentro del

    mbito de la ficcin. Tal es el caso de la Fazienda de Ultramar, de mediados del XII (cuyatraduccin castellana se sita en el primer tercio del XIII), una peculiar gua de peregrinos aTierra Santa con un sesgo claramente libresco; el Libro del conosimiento de todos losreinos e tierras e seorios que son por el mundo, escrito hacia 1350 por un franciscanoannimo; el Libro del Infante don Pedro de Portugal, atribuido a Gmez de Santisteban,del que se suele destacar el carcter fabuloso de sus aventuras, de redaccin cuatrocentista,cuyas versiones conocidas son del XVI, o las traducciones del Libro de las maravillas deJuan de Mandeville (segunda mitad del XIV). Un caso intermedio lo encontramos en el cita-do Andanas e viajes por diversas partes del mundo, de Pero Tafur, escrito hacia 1454,caracterizado como relato de aventuras con cierto parentesco con las novelas caballerescasde la poca.

    11 Alburquerque (2011).

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    Revista de Literatura, 2011, enero-junio, vol. LXXIII, n.o 145, 15-34, ISSN: 0034-849X

    se manifestar igualmente en que las tcnicas compositivas de aqullas ser-virn de inspiracin a estos12. Es claro que algunos relatos de viajes seapropian de ciertos procedimientos de las crnicas.

    Aunque en la crnica de Diego de Valera se trata tan solo de un arran-que testimonial, supone ya un nuevo modo de autoridad que rivaliza conla de los clsicos. A pesar de que prevalecen el peso de la tradicin y lasautoridades que legitiman la aparicin de lo maravilloso en la crnica, tam-bin el yo, insisto, despunta como autoridad que compite al mismo ni-vel que la de los clsicos. Esta parte de la crnica de Valera, en que re-fiere l mismo los lugares que ha conocido, funciona de la misma maneraque los relatos de viajes de la Edad Media, caracterizados por ir dejandopaso a una geografa ms ajustada a la realidad. En otras palabras, la geo-grafa erudita, con toda su carga de maravillas y fbulas, se empieza a veren cierta manera cuestionada por el peso de realidad que aportan losrelatos de viajes y las crnicas, como la de Valera, que la incluyen den-tro de s.

    Al hacer la descripcin geogrfica del mundo, por ejemplo, la narra-cin asume a veces la primera persona para hablar de los pases y regionesque el autor conoce directamente. A la intencin didctica de esta compo-sicin se superpone el afn de protagonismo del autor que proyecta el deseode ser reconocido por sus hechos, sus hazaas y sus andanzas. Este subra-yado testimonial provoca digresiones, desliza el relato hacia lo descriptivoy alienta el uso de figuras retricas como la evidentia (poner ante losojos).

    Otro ejemplo cronolgicamente anterior de crnica peninsular con in-crustaciones de relatos de viajes lo encontramos en la Crnica de RamnMuntaner (siglo XIV) en la que las vivencias personales se aduean de granparte de sus relatos. Habr que esperar a Lpez de Ayala o a Diego deValera para encontrar autnticos relatos en los que el yo adquiera unprotagonismo tan notable. Gran parte de la crnica se ordena en torno alos viajes que el cronista realiz a lo largo de su ajetreada vida: estanciaen Pars con el squito de Pedro el Grande, participacin activa con lastropas de los almogvares de Roger de Flor por tierras del Levante y, yaal mando de las mismas, recorrido por todo el mediterrneo, permanecien-do siete aos en Oriente. En todos sus relatos sobresale la intencin dever para contar. En esas partes que podemos considerar como autn-ticos relatos de viajes solo se cuenta lo que vio, la vera veritat:

    12 Lpez Estrada (1984: 134-135) seala la coincidencia, en la manera de ofrecer lositinerarios, entre la Embajada a Tamorln y la Crnica de Juan II. En concreto, el caminodel infante don Fernando desde Crdoba a Antequera de la crnica citada se utiliza comopatrn narrativo en el texto de la Embajada.

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    Muntaner intuye la eficacia persuasiva del yo con que avala su narracin y una yotra vez la hace servir. Todava ahora nos impresiona el efectismo del procedi-miento, aunque no veamos en l ms que un maoso ardid estilstico. Para elprimer pblico de la Crnica, el recurso hubo de tener una energa de convic-cin, un alcance incisivo, que ya no sabemos imaginar. De ordinario, la histo-ria no llegaba a las gentes por un cauce tan certificado: tan cierto. En la Crnicaencontraban la cancin ms firme que pudieran desear, porque toda ella venatramada con frases de confidencia (Fuster, 1970: XIV).

    Curiosamente, la parte de la crnica dedicada al periplo guerrero porOriente fue publicada de manera exenta por Blasco Ibez en la coleccinPrometeo bajo el ttulo Los almogvares en Bizancio y, ya en los aossesenta, en la editorial Feltrinelli se edit como libro de bolsillo con elttulo La spedizione di catalani in Oriente, lo que acredita la condicin derelato de viajes de algunos de sus pasajes ms memorables.

    Los dos procedimientos anotados, el subrayado del yo como nuevaautoridad frente a los clsicos y una voluntad cada vez ms acentuada dereflejar la realidad de un modo directo (el autor/narrador es un testigo deexcepcin), se potenciarn ms adelante en algunas de las crnicas de In-dias. Quiero fijar mi atencin de nuevo13 en algunas en concreto, que respon-den a unas caractersticas coincidentes con las del gnero en cuestin: Eldiario de los viajes de Coln, sus Cartas a los Reyes, Las cartas de Relacinde Hernn Corts, los Naufragios de Alvar Nez Cabeza de Vaca, La his-toria verdadera de la conquista de la Nueva Espaa de Bernal Daz del Cas-tillo o la primera parte de La crnica del Per de Pedro Cieza de Len.

    Estas crnicas, como recordaba entonces, informan sobre el viaje ytransmiten las impresiones recibidas por el descubrimiento del Nuevo Mundoen unos textos de indudable valor literario e incluidos en la mayora delas historias de la literatura dentro del apartado Historiadores de Indias.La identidad entre las instancias autor, narrador y personaje surge comouno de los pilares de estos textos. Recordemos cmo Coln en su Diarioutiliza reiteradamente la primera persona y se sirve del verbo ver paraafianzar la autora de lo relatado. Alvar Nez, en el proemio a los Naufra-gios, justifica la narracin de los hechos como testimonios tambin en pri-mera persona y cierra el proemio con una declaracin de autenticidad: Loqual yo escriu con tanta certinidad, que aunque en ella se lean algunascosas muy nueuas, y para algunos muy diffciles de creer, pueden sin dubdacreerlas; y creer por muy cierto, que antes soy en todo ms corto que lar-go, y bastar para esto auerlo offrescido a Vuestra Majestad por tal14.

    Anotemos tambin que la descripcin acta como elemento configura-dor del discurso, a lo que se une el hecho de que en estas crnicas deIndias lo descubierto responde a una novedad absoluta. Se podra decir que,

    13 Como ya hice en Alburquerque (2008a).14 Apud Alburquerque (2008: 14).

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    a travs de un anlisis detallado de las descripciones, nos asomamos a unadimensin que sobrepasa lo literario, estrictamente hablando, y de la quese ha de dar cuenta con las herramientas lingsticas entonces al alcance.Los cronistas se encuentran, como sabemos, con una realidad completa-mente nueva y con unos recursos lgicamente limitados a su formacincultural e intelectual.

    Parece evidente que los signos paratextuales, como apuntbamos alcomienzo, actan en estos textos en cierto modo como correlato de sufactualidad, hacen explcita la autenticidad de su contenido (as las expli-caciones y justificaciones de los prlogos) o se utilizan como marco delos relatos: las cronologas de los diarios de Coln, los epgrafes de loscaptulos de los Naufragios, los encabezamientos de las Relaciones de Cortso, finalmente, las enumeraciones y listas que acompaan a algunas de ellas,como la que se adjunta al final de la primera relacin.

    Tambin la intertextualidad se refleja en estos textos como rasgo pro-pio del gnero. As, los relatos bblicos, los romances y novelas que for-maban parte de la cultura tradicional, las novelas de caballeras o algunostextos jurdicos como Las siete partidas son lecturas que estn, conscienteo inconscientemente, presentes. La intertextualidad atraviesa las crnicas yconstituye uno de las particularidades textuales ms interesantes: dice de lamanera de ver al otro, de la cultura, de la tradicin y de la psicologa,que actuarn como filtro para el conocimiento de lo ajeno.

    Una exposicin ms detenida sobre la relacin entre las crnicas deIndias y los relatos de viajes nos llevara a ponderar el alcance formida-ble de la figura de la descripcin15. Aqu tan solo quiero recordar la tras-cendencia que realmente alcanza esta figura, que va ms all de una meraconsideracin estilstica y sugiere aspectos ms profundos.

    A pesar de la tradicin libresca que lastra los relatos de estos descu-bridores, se puede entrever un paulatino deseo de describir con cierta fi-delidad lo observado. Me arriesgara a afirmar al hilo de unas reflexio-nes a otro propsito del gran antroplogo John Howland Rowe (1965)que, gracias a estos viajeros y exploradores del Nuevo Mundo y a la cola-boracin de humanistas como Nebrija o Mrtir de Anglera, se acelera uncambio de paradigma que sintetizo de la siguiente manera: si la Antige-dad clsica consideraba que para comprendernos mejor era necesario estu-diarnos mejor a nosotros mismos, con estos relatos de viajes del descu-brimiento se inicia la consideracin de que para comprendernos mejor anosotros mismos es necesario estudiar mejor a los otros.

    Pasamos por alto ahora los nexos de los relatos de viajes (gnerofronterizo) con el resto de gneros lmitrofes en la poca urea (novela

    15 Ya elabor un anlisis en este sentido en el artculo, an en prensa, titulado Crnicasde Indias y relatos de viaje: un mestizaje genrico.

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    sentimental, novela bizantina, novela de caballeras y, sobre todo, novelapicaresca), lo que nos llevara muy lejos y a cuya consideracin, como yadije, dediqu un artculo16.

    DE LA ILUSTRACIN AL SIGLO XX

    Durante la primera mitad del siglo XVII tienen lugar dos hechos deenorme importancia para la consolidacin del gnero. En primer lugar sefraguan las condiciones necesarias en Inglaterra del fenmeno que conoce-mos como el Gran Tour, que alentaba los deseos de conomiento a travsde los viajes por Europa. En segundo lugar, la publicacin en 1625 delensayo De los viajes, de Francis Bacon, cuyas consideraciones ejercieronclara influencia en la literatura de viajes estimulada por el Grand Tour.Habr que esperar a la segunda mitad del siglo XVIII para descubrir otrareflexin sobre la literatura de viajes que contribuya nuevamente a la con-solidacin del gnero: el Emilio (1760) de Rousseau contena el ensayo Delos viajes, cuya influencia en Europa no fue menor que la de Bacon. Lasaportaciones tericas con respecto a los viajes (a los relatos de viajes enel sentido en que aqu lo tomamos) alcanzan su mxima consideracin enel artculo Voyage de la Enciclopdie de Diderot y DAlambert, que afianzael viaje como un hecho fundamental en la instruccin de los jvenes17.Seala Arbillaga la influencia de estos textos en la gestacin del ensayoque Cadalso incluy dentro de Los eruditos a la violeta, titulado Instruc-ciones dadas por un padre anciano a su hijo que va a emprender sus via-jes (1772), en el que el autor aconseja, entre otras cosas, anotar cadanoche lo observado durante el da y, lo ms importante, evitar los pre-juicios que el joven traiga de su nacin, lo que confirma algunas de laspremisas del gnero comentadas hasta el momento.

    El viaje durante la Ilustracin se convierte en elemento nuclear en laformacin de los jvenes. La curiosidad por el conocimiento de los otrosque se apuntaba en el Renacimiento se consolida ahora como un hechoasumido con absoluta naturalidad. Los viajes cientficos y los viajes deformacin se erigen en los cauces fundamentales por los que discurren estosrelatos. Los primeros, sirvieron para confeccionar grandes colecciones na-turalistas cuyo estudio sigue vigente con una gran cantidad de trabajos. Lossegundos, entran de lleno dentro de los relatos de viajes.

    Sobresalen en esta poca en la prctica del gnero autores como Anto-nio Ponz y su Viage de Espaa (172-1774), cuyo marcado desequilibriohacia de lo descriptivo en relacin con lo narrativo lo aproxima en cierto

    16 Alburquerque (2005).17 Vease, para esta cuestin y para todas las relacionadas con el Grand Tour y el Viaje

    a Italia en Espaa, el documentado trabajo de Arbillaga (2005).

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    sentido a las guas de viaje. Del mismo o parecido tenor son el Viaje li-terario a las iglesias de Espaa, de Jaime Villanueva o el resumen delViaje de Ponz realizado por Conca. Una vez ms salta a la vista el carc-ter fronterizo de estos relatos. Si el texto como el evocado de Ponz sedescompensa hasta casi anular el hilo narrativo mnimamente requeriblepara alcanzar la condicin de relato, se alejar, por exceso de descripcin,del gnero como tal. Habra que estudiar con ms detalle en qu punto dela frontera genrica se encuentra. El hilo narrativo no puede nunca des-aparecer. En tal caso, nos encontraramos con los relatos estampa, a losque aludiremos ms adelante, que eliminan cualquier atisbo de narracin.

    Jovellanos o Leandro Fernndez de Moratn sobresalen en la prcticadel gnero que, durante el siglo XVIII, alberga las formas de apuntes, dia-rios, memorias y cartas. Las Cartas de Jovellanos contienen autnticos te-soros en cuanto a los relatos de viajes. De las diez cartas a Antonio Ponzla primera, en concreto, relata un viaje de Madrid a Len; la segundacontiene una descripcin del convento de San Marcos; la tercera cuenta unviaje de Len a Oviedo; la octava parece un fresco de las costumbres ytradiciones folklricas del pueblo asturiano. Algunos estudiosos dieciochis-tas consideran que Las diez cartas a Don Antonio Ponz son de lo msvalioso de la obra de Jovellanos. Algo similar ocurre con el Diario, aun-que en este caso se puede considerar en conjunto como un autntico rela-to de viajes que Jovellanos realiz por distintas regiones espaolas a modode Itinerarios en los que anota las incidencias diarias, los lugares visitadosy de omni re scibili, segn lo aconsejaban las circunstancias. Destaca laminuciosidad de las descripciones, el rigor con que se sitan los hechos yla sensibilidad con que se dibuja la naturaleza. No en vano se ha destaca-do su condicin de precursor de los relatos de viajes del 98 al compararel detallismo de sus descripciones paisajsticas con las de maestros comoAzorn.

    Y lo mismo cabe decir de los relatos de viajes de Leandro Fernn-dez de Moratn, que se cobijan en sus Obras pstumas en forma de apun-tes y cartas. Julin Maras (1963: 107) comenta su importancia de maneraelocuente:

    Con l se fue si no me engao la posibilidad de que la literatura espaola delsiglo XIX hubiese sido plenamente autntica, no aquejada por una enfermedad ocultaque le impidi ser como la francesa o la inglesa, como haba sido en el Siglo deOro, como haba de volver a ser desde el 98 [...] el documento si vale la ex-presin que comprueba esto es precisamente la prosa de este Moratn de susviajes. Ah vemos lo que la prosa espaola pudo ser, lo que tena que haber sidoy no fue. Si hubiera pasado por esas formas, se hubiera ahorrado medio siglo deamaneramiento, de dengues, de tpicos, de afectacin, de insinceridad, en suma.

    Los relatos de viajes ms conocidos y difundidos de la poca son lasCartas familiares del padre Andrs. Dirigidas a su hermano Carlos en su

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    camino de regreso de Mantua fueron publicadas en primera instancia sinsu permiso, aunque el siguiente volumen ya apareci con su consentimien-to. En Alemania se hicieron inmediatamente dos traducciones y otra enItalia, lo que da cuenta de su proyeccin en la poca.

    Aparte las cartas, diarios, memorias, etc., abundan en el siglo XVIII losviajes a Italia que los intelectuales ilustrados nos han legado en forma decolecciones de relatos de viajes y que son dignos de atencin. Entre ellosdestacan El Viaje a Italia de Jos Viera y Clavijo, las propias Cartas fa-miliares desde Italia del padre Andrs o El Viage a Italia de Leandro Fer-nndez de Moratn, que encontrarn continuacin en la siguiente centuria.

    En suma, el relato de viajes ilustrado se halla inmerso dentro del con-texto de formacin e instruccin que apunta al docere como su objetivoprincipal. Se trata de conocer otras culturas, otras gentes, otros pueblos,otras naturalezas aconsejar Rousseau en el Emilio El viaje se hacenecesario dentro de la cultura ilustrada como medio de educacin indis-pensable y su relato ser el precipitado de los conocimientos acumulados atravs de la experiencia viajera. Las formas que asume el relato de via-jes ya no tienen que ver principalmente con las relaciones, crnicas oembajadas de los siglos anteriores, sino con las memorias, los apuntes, lascartas, los diarios, la prensa. El gnero se metamorfosea en otros moldesdistintos de los de la Edad Media y el Renacimiento, manteniendo susmecanismos bsicos: se trata de viajes reales posteriormente narrados conuna clara voluntad descriptiva y un arraigado sentido de la testimonialidadcomo argumento del yo que se instaura de modo natural en su maquina-ria narrativa.

    El sesgo romntico dejar su impronta en este gnero al convertir lavoz del autor/narrador en una instancia decisiva. Como ha sealado acer-tadamente Huenen (2008: 40), durante el siglo XIX la literatura de viajesexperiment importantes cambios de forma y contenido debido a una in-versin en su relacin con la literatura a secas: la narrativa pasa de seruna secuela del viaje a convertirse en su justificacin. El viaje se instalade pleno derecho dentro de los lmites de la literatura y los viajeros sevuelven cada vez ms intercambiables con la figura del escritor.

    Es claro insistimos que la literatura de viajes ficcional, tan abun-dante en el perodo romntico, no comparte el marco genrico del relatode viajes tal cual lo hemos propuesto. Bien es cierto que comparte pro-cedimientos como no poda ser de otra manera pero se enmarca dellado de la ficcin. No es infrecuente, en sentido contrario, el pseudo-rela-to de viaje o viaje artstico-literario, modalidad romntica donde la des-cripcin se impone de tal manera al componente narrativo que neutralizasu condicin misma de relato. La Historia de los Templos de Espaa (cuyoprimer y nico tomo es el referido a Toledo) de Bcquer o los escritosque Galds tambin dedic a la ciudad del Tajo, perteneceran a este tipo

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    de obras inmviles, ms prximas a los cuadros de costumbres o rela-tos-estampa que a otra cosa18.

    El relato de viajes, recordamos, contiene un sujeto de doble expe-riencia: el viaje y la escritura. Es un sujeto de doble instancia: sujeto via-jero, individual e irreemplazable que, adems, escribe esa experiencia. Suestatuto ficcional es ciertamente peculiar. Se trata del hombre de carne yhueso, sin mediacin de ningn otro tipo de voz imaginaria. El lectorsuspende su capacidad de incredulidad y acepta como no ficcional lo queel sujeto relata, aunque a veces recurra a lo ficcional (sin menoscabo de lacredibilidad), pero siempre con el fin de garantizar la verosimilitud. Laidentidad plena narrador/autor se proyecta en el lector en forma de uncompromiso similar al que se le exige mediante el pacto autobiogrfico.

    El caso es que el gnero goza de una vitalidad extraordinaria duranteel siglo XIX y afianza la figura del viajero que se identifica cada vez mscon la del escritor. As como en el siglo anterior el viaje formaba partede la formacin del individuo que se vea en cierto modo apremiado a surealizacin, ahora el relato mismo se convierte como recuerda Le Hue-nen en condicin primera del viaje, en vez de ser el resultado o una desus posibles consecuencias19.

    El relato de viajes se convierte adems, segn el mismo autor (2008:43), en un gnero al que se consagra una parte de los escritores, al menosen Francia: La entrada en la literatura del relato de viajes es as la oca-sin que tiene la literatura de reivindicar la autonoma de su espacio sig-nificante y la de sus prcticas, as como de los dispositivos que le sonpropios en la produccin del sentido.

    La tipologa, como vemos, es variada y los autores y obras tan nume-rosos en Espaa como en el resto de Europa. El gnero est plenamentearraigado en el siglo XIX y el inters por este tipo de obras es creciente.La lista es inmensa. Por aludir solo a los ms conocidos cito como botnde muestra los siguientes: el duque de Rivas (Viaje al Vesubio o el Viajea las ruinas de Pesto), Galds (Viaje a Italia, Recuerdos de Italia, Cua-renta leguas por Cantabria, etc.), Ams de Escalante (Del Ebro al Tiber),Pedro Antonio de Alarcn (De Madrid a Npoles, La Alpujarra), Mesone-ro Romanos (Recuerdos de viaje por Fancia y Blgica), Emilia Pardo Ba-zn (Por Francia y por Alemania), etc., etc. Vicente Blasco Ibez y Valerasobresalen por las crnicas periodsticas de los viajes agavilladas ms tardeen forma de relatos. As ocurre con el primero en Pars (Impresiones deun emigrado) 1890-1891 y En el pas del arte. (Tres meses en Italia),aunque no sea ste el caso de La vuelta al mundo de un novelista, una delas obras mejor valoradas del autor.

    18 Vase Rubio Jimnez (1992).19 Le Huenen (2008: 43).

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    Las Cartas de Rusia de Valera, por su parte, son un ejemplo memora-ble de relato de viajes en el que, aparte del molde epistolar en el quedestac su autor con verdadera maestra, se evidencia el proceso de inter-textualidad, una de las caractersticas citadas al comienzo como propias delgnero. Para Romero Tobar (2005: 150) las Cartas de Rusia de Valeraestn en relacin con las cartas escritas unos aos antes por el marqus deCustine: Pero el lector de ambos viajes no puede permanecer impasibleante lo que, legtimamente, ha de ser ledo como un caso ms del funcio-namiento de la reescritura en los libros de viaje.

    Muchos de estos relatos arriba citados abrirn el camino para la litera-tura viajera del 98, que encontrar en algunos de estos autores piensoen Alarcn, por ejemplo un autntico precursor. Arbillaga (2005: 375)recuerda cmo De Madrid a Npoles (1861) fue el libro viaje ms ledoen Espaa en el siglo XIX: Resulta primordial para este estudio que laobra de viaje ms leda en la Espaa del siglo XIX fuera un libro de viajespor Italia, lo que no dejar de sorprender a la poco informada crtica euro-pea que todava desconoce la aportacin espaola a esta tradicin, o queacaso la conoce y la excluye injustificadamente. Los artculos publicadosen la prensa peridica y recogidos luego de manera exenta fueron el ori-gen de muchos de los relatos de viajes de la poca. El periodismo y laliteratura tuvieron en el siglo XIX uno de sus puntos de encuentro precisa-mente en la literatura vitica y Alarcn no escapa a este hecho20.

    No es posible pasar al siglo XX sin reparar en la influencia de los re-latos de viajes de la generacin del 98. Est todava por hacer, que yosepa, un estudio de conjunto que analice el desarrollo y la importancia delgnero en la produccin noventayochista y posterior. Las notas de andary ver. Viajes, gentes y pases de Ortega y Gasset marcaron la pauta te-rica de gran parte de la escritura viajera de la primera mitad del siglo XXespaol.

    Para Ortega, la unin de hombre y naturaleza a travs del paisaje con-forma una manera de ver la realidad en la que ambas instancias (el hom-bre y el medio) actan metonmicamente. Los relatos de viajes de Una-muno, Baroja o Azorn no se entienden bien sin esta teora del paisajeapenas esbozada. Hablar del hombre implica referirse necesariamente almedio y viceversa21. El hombre es su paisaje y ste, sin aquel, es materiainerte, deshumanizada. El yo y la circunstancia orteguiana asumen unadimensin de un enorme calado en los relatos de viajes del 98 que sersingularmente incorporada por la brillante obra viajera de Cela. La figura

    20 Un repaso pormenorizado a travs de la modalidad del relato de viaje a Italia puedeconsultarse en la obra citada de Arbillaga (2005), lo que da cuenta del vigor que habaadquirido el gnero a lo largo del siglo XIX.

    21 El tema es abordado con ms detalle por Pozuelo Yvancos (1991: 22).

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    de Ciro Bayo destaca en este panorama al actuar de gozne, recordemos suPeregrino entretenido (viaje romancesco) publicado en 1910, entre el 98 yla obra recin aludida de Camilo Jos Cela.

    La gran contribucin de Ciro Bayo al gnero reside en la incorpora-cin de lo romancesco a un relato demasiado ceido a lo documental.Bayo, sin renunciar a los elementos esenciales del gnero, lo acerca a lasfronteras de lo novelesco al apropiarse de algunos de sus recursos y al habertransformado en ficticios determinados elementos de la narracin, sin me-noscabo de su modalidad factual. El gnero ha ensanchado sus lmites dis-ponindose para una renovacin que conocer su mximo aprovechamien-to en la literatura viajera de Cela y en toda la tradicin posterior22. Denuevo surge el carcte lbil de estos relatos al poder deslizarse hacia loficticio sin perder su condicin factual. A nadie le extraa que Bayo oCela sublimen personajes u objetos o que incluso en ocasiones los inven-ten. Seguimos en el plano factual (el viaje realmente llevado a cabo) queincorpora lo ficcional como un ingrediente ms.

    No podemos pasar por alto el gnero de los relatos de viajes socialesde la Espaa de postguerra. Juan Goytisolo (Campos de Njar), ArmandoLpez Salinas y Ferres (Caminando por las Urdes), Antonio Ferres (Tie-rra de Olivos) o Grosso y Lpez Salinas (Por el ro abajo), son algunosde los nombres imprescindibles dentro del gnero, que aport un signifi-cativo nmero de obras.

    El listado de autores contemporneos de relatos de viajes es inmen-so: Javier Reverte23, Manuel Leguineche, Julio Llamazares, Juan PedroAparicio, Jos Mara Merino, Manuel de Lope, Luis Mateo Dez, AntonioMuoz Molina, Lorenzo Silva, Alfonso Armada, Rafael Argullo, JordiCarrin, suponen tan solo una pequea parte de viajeros que nos han trans-mitido sus relatos24. Champeau (2004) ofrece una tipologa del gnero desdeprincipios del siglo XX hasta autores como Luis Mateo Dez o AlfonsoArmada basada en la diversidad con respecto al viaje nico consagrado porautores como Cela y mantenido a lo largo del siglo pasado. Al hilo de surastreo aporta unas conclusiones muy acordes con nuestro propsito: Unamirada panormica sobre ms de un siglo de literatura viajera compruebauna evolucin en el sentido de una mayor trabazn de las obras, de unamayor homogeneidad y depuracin, de una supeditacin de los componen-tes documentales y ensaysticos a la narracin y de la casi desaparicin delos rasgos de escritura propios de los discursos del saber.

    22 Vase Alburquerque (2008).23 Hay incluso un volumen editado por Julio Peate (2005) dedicado a la obra de viajes

    de este autor.24 Un interesante seguimiento de autores y relatos de viajes de las ltimas dcadas del

    siglo XX puede verse en Mara Rubio (2004).

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    La literatura viajera absorbe tambin en los ltimos aos aspectos vin-culados con la postmodernidad y el mundo globalizado. En este contexto,abundan los metarrelatos de viajes. Jordi Carrin (2007: 33) da las cla-ves de los derroteros por los que transita el gnero relato de viajes post-moderno:

    El metaviajero de nuestra postmodernidad ltima no va, regresa (as hay queentender los libros del cambio de siglo de W.G. Sebald, Juan Goytisolo o CeesNooteboom), o cuando va por primera vez, es tal la informacin previa acumula-da, que hay en su experiencia menos conocimiento que reconocimiento (los re-portajes de Martn Caparrs o de David Foster Wallace, por ejemplo). El viaje seda en paralelo al de los viajeros precedentes, como ha ocrurrido siempre; peropor vez primera el marco semitico est sobresaturado de textos y de lenguajes,de modo que la distancia irnica, tanto respecto a los precursores como a la mis-ma posibilidad de entender la realidad que se visita, se convierte en una premisainevitable de la inteligencia en movimiento. Los filtros se problematizan. Seexplicitan el testimonio, la lectura, el intrprete, la lengua franca (el ingls, por logeneral) o los factores del contexto. En el fondo, como horizonte de todo el artede viaje de nuestra poca, se muestra de un modo u otro la dificultad aadida porla globalizacin.

    CONCLUSIN

    Los tres rasgos nucleares sealados al inicio de la exposicin puedenesquematizarse en tres binomios a los que me he referido en trabajos ante-riores25: factual/ficcional, descriptivo/narrativo y objetivo/subjetivo. Segnlo dicho, y con respecto al primer binomio, si la balanza textual se inclinadel lado de lo ficcional (dependiendo del grado en que lo haga), nos ale-jamos del gnero propiamente dicho (es el caso de las novelas de viajesen forma de aventuras, de ciencia ficcin, utopas, etc.). Si en la parejadescriptivo/narrativo el segundo trmino del par domina sobre el primerotambin nos distanciamos de lo descriptivo, uno de los puntales de estosrelatos. Por el contrario, si lo descriptivo invade completamente la escena,nos encontramos con los casos ya evocados (Viajes de Ponz en el sigloXVIII, relatos estampa del siglo XIX) en que por exceso de lo descriptivonos apartamos del esquema genrico (las guas de viaje ejemplificaran estecaso extremo). En cuanto al tercer binomio, objetivo/subjetivo (vinculadomuchas veces a una determinada carga ideolgica), sucede algo parecido:si se potencia lo subjetivo por encima de lo objetivo nos alejamos paula-tinamente del modelo. En la medida en que el relato se convierte en purasubjetividad se sale del marco genrico. Otra cosa distinta es que lo sub-jetivo prevalezca sin merma de los elementos testimoniales (como sucede,por ejemplo, con los relatos de viaje ensaysticos de los escritores del 98).

    25 Vase Alburquerque (2009).

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    Es decir, la hipertrofia de los aspectos ficcionales a expensas de losfactuales, de lo subjetivo a expensas de lo objetivo y de lo descriptivo aexpensas de lo narrativo, enmarcaran por defecto (de lo factual y de loobjetivo) y por exceso (de lo descriptivo) las fronteras del gnero. Estosbinomios, junto con las precisiones hechas sobre la importancia de los as-pectos paratextuales e intertextuales, pueden facilitar la clasificacin delvariado arco de obras que caben dentro del gnero relato de viajes.

    Concluyo volviendo al principio. Sigo pensando que la definicin queexpuse en aquel artculo al que alud al comienzo puede bsicamente se-guir sirviendo con algunas precisiones que ahora van en cursiva (Albur-querque, 2006: 86):

    El gnero [de los relatos de viaje] consiste en un discurso factual que se modulacon motivo de un viaje (con sus correspondientes marcas de itinerario, cronolo-ga y lugares) y cuya narracin queda subordinada a la intencin descriptiva, quedota al gnero de una cierta dosis de realismo. Suele adoptar la primera persona(a veces, la tercera), que nos remite siempre a la figura del autor como testigo delos hechos y aparece acompaada de ciertas figuras literarias que, no siendo ex-clusivas del gnero, s al menos lo determinan. [...] Las marcas de paratextualidad(como correlato de la modalidad factual) y de intertextualidad son propias,aunque lgicamente tampoco exclusivas, de estos relatos de viajes. Est fuerade todo duda que los lmites de este gnero no cuentan con perfiles ntidos. Hayque sealar, sin embargo que, en sus manifestaciones sucesivas, las fronteras delgnero adquieren contornos ms definidos. O sea, aunque sus orgenes se nospresentan como ms evanescentes, se pueden proponer caractersticas que lo dis-tinguen de los otros gneros limtrofes y que lo fueron asentando con el paso deltiempo. Por lo dems, es lo habitual. Ningn gnero empez su andadura comotal. Solo al cabo del tiempo estamos en condiciones de poder bautizar algo que yatiene una slida trayectoria.

    REFERENCIAS BIBLIOGRFICAS

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    |2011

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    ISSN: 0034-849X368 pgs. enero-junio 2011N 145Volumen LXXIII

    SumarioPresentacinAlburquerque-Garca, Luis.Teora e historia en los relatos de viaje.EstudiosAlburquerque-Garca, Luis.El Relato de Viajes: hitos y formas en la evolucin del gnero.Travel Narrative: Landmarks and Forms in the Evolution of the Genre.Garca Barrientos, Jos Luis.Teatro de viajes? Paradojas modales de un gnero literario.Travel theater? Modal paradoxes of a literary genre.Rubio Martn, Mara.En los lmites del libro de viajes: seduccin, canonicidad y transgresin de un gnero.Bordering on the travel book: seduction, canon and genre transgression.Carrizo Rueda, Sofa.Los viajes de los nios. Peligros, mitos y espectculo.Childrens travels. Dangers, myths and spectacle.Guzmn Rubio, Federico.Tipologa del relato de viajes en la literatura hispanoamericana: definiciones y desarro-

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    Rev

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    R e v i s t a d eLiteratura

    http://revistadeliteratura.revistas.csic.es

    CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTFICAS

    R e v i s t a d e

    Madrid (Espaa) ISSN: 0034-849Xenero-junio 2011N.o 145Volumen LXXIII

    Literatura

    INSTITUTO DE LENGUA, LITERATURA Y ANTROPOLOGA

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