alas de cucaracha novela carcelaria - domingo plaza

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LAS DE CUCARACHA

La realidad sobre las cárceles de Venezuela

El día a de los presos venezolanos en las cárceles más peligrosas del

país y su afán por sobrevivir en medio de las dificultades con la libertad

como única esperanza

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LAS DE CUCARACHA

La realidad sobre las cárceles de Venezuela

El día a de los presos venezolanos en las cárceles más peligrosas del

país y su afán por sobrevivir en medio de las dificultades con la libertad

como única esperanza

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Domingo Plaza

INTRODUCCIÓN 

Esta obra no está basada en hechos fidedignos, sino en el retazo demuchas historias, algunas verdaderas, otras meras fantasías deseadas

ser vivida; recaudadas a lo largo de mi trabajo en los barrios

caraqueños. Por mi trabajo conozco un sin número de realidades

carcelarias, no solo relacionadas con la personas privadas de libertad,

sino también de la personas ligadas a ellos. He escuchados sublimes

relatos dignos de ser contados mil veces, y relatos miserables dignos

de no ser escuchados jamás. No obstante, para elaborar esta obra lo

bueno y lo malo lo he sopesado. He visitado, conteniendo el miedo y

mis fluidos, algunos penales, acompañado de muchos de los

inspiradores de esta historia. Al leer esta obra deberán tener presente

que muchas de las cosas más insólitas aquí narradas son reales, y

muchas de las cosas más sencillas y cotidianas son meras fantasías

inalcanzables para un preso.

También es importante tener en cuenta que para realizar esta obra se

recaudó mucha información, de la cual mucha, deliberadamente, se

dejó de refleja. No por consideración al lector, ni tampoco por 

consideración a los presos o a sus familiares. Sino por consideración alespecie humana. De haber estampado algunos de esos relatos,

muchos de mis lectores se considerarían en el punto más bajo en

cualquier escala de la vida, y se perdería el propósito de esta obra.

Por otro lado, quiero agradecer a las muchas personas, quienes de

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una manera desinteresadas cooperaron en la elaboración de la obra.

Gracias por sus historias en los escalones de cualquier escalera.

Gracias por la compañía y las cervezas, gracias por compartir el

cigarrillo mientras hablábamos, gracias por sus recomendaciones,

muchas gracias.

El rapto del cordero

Después de mucho vivir historias ajenas he decidido contarles unas,

mejor sea dicho, contar la historia de un hombre atada a la historia de

muchos más. Yo soy quien soy y aquí vivo, he vivido y viviré por siempre. Vivo de la desesperanza de los hombres y me fortalezco con

sus alegrías, nada es más fortificante que la alegría de los hombres sin

esperanzas. No sé quiénes han sido estos hombres, ni por que están

aquí, tampoco me interesa saberlo; solo quiero que vosotros viváis una

de las tantas historias vividas por mí. Estos seres, al llegar inician una

historia compuesta por un sin fin de pequeñas historias iniciadas al comenzar día; todas cargadas de emociones y de anhelos imposibles,

todas dignas de ser contadas; pero como no puedo contarlas todas, he

decidido contarles una que refleja mucha y les permitirá entender la

historia de cualquiera de estos hombres; por si acaso, algún día

consigue uno en su camino.

Comenzaremos esta historia aclarando algunos aspectos con la

esperanza de hacerlos entender, como yo entiendo, el porqué de las

situaciones. Aquí las cosas básicas y elementales son importantes: un

rayo de luz solar, un espacio de piso libre para descansar, una sonrisa.

Y aquí, como en casi todas partes, las cosas importantes son costosas;

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 pero, entre estos seres, la moneda de mayor circulación es la sangre.

Habiendo dicho esto comienzo pues con mi historia esperando sea de

su guste.

El coro hacia esfuerzos por opacar los alaridos del prisionero; en suafán había convertido una hermosa melodía de la ―Dimensión

Latinaǁ en una algarabía de sones desafinados. Súbitamente todos

callaron, el calor del ambiente enredado con el calor de los cuerpos

 provocaba el sudor de los hombres mojando el silencio de nuestro

mundo hasta lo desagradable. Las respiraciones se detuvieron al 

unísono, los hombres esperaban por el parto de un sonido en alguna parte del recinto; por ello, si uno respiraba todos lo hacían para evitar 

ruidos innecesarios. Ni yo me atrevía a moverme, de hacerlo, el ruido

generado por el rose de mis alas con la pared, podría impedir 

escuchar aquello que esperamos escuchar.

Lentamente me asomé a la orilla de mi agujero, animando por el absoluto silencio existente. El cuadro era casi cómico: muchos

hombres, sudorosos y estáticos mirando una descoloría puerta de

hierro, esperando una respuesta de ella. Algunos se peleaban en

silencio el derecho a estirar el cuello para mirar de mejor forma la

inmóvil puerta. Otros colocaban la cabeza de manera extraña para

tratar de oír el silencio.

En un rincón sus desechos contrastaban con el impecable limpio del 

 piso. No obstante, el enmohecido aspecto del estiércol y su aroma casi 

 picante al paladar, enredado con el olor a gente de los sudorosos

cuerpos, rociaban el ambiente con una cálida humedad solo existente

donde hay seres humanos.

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Quise colocarme en una mejor posición, pero tropecé con algo y perdí 

el control de mis cuidadosos movimientos. Algunos estiraron aún más

sus cuellos y otros colocaron sus cabezas de una forma aún más

ridícula, el silencio se hizo más húmedo y absoluto. El miedo paralizó

mis patas, pensé que todo se debía a mi torpe movimiento. De pronto

escuché el ruido del taconeo de unas botas. Alguien caminaba en el 

infinito, no era por mí por quien se estiraban los cuellos; era por los

 pasos.

Los pasos se oían cada vez más fuertes. El sonido de un bulto

arrastrado por el piso, acompañó los pasos. Este sonido se oyó por unbuen rato, creando el suspenso propio de la espera. Por fin, la

descolorida puerta de hierro se abrió. Era el mismísimo Bam-Bam

arrastrando el nuevo interno. El ayudante abrió la puerta, y éste arrojó

al recluso desde la reja hasta el umbral del rincón de los desechos,

solo su cabeza cruzó el límite. El ayudante murmuró algo y esperó la

retirada de Bam– Bam para cerrar la puerta con una sonrisa desatisfacción.

El recluso permaneció en el piso, en la misma posición en la cual 

había caído, por mucho tiempo. Un quejido bajo y profundo le salía del 

estómago. Su cara, oculta tras la sangre escapada de su sien, estaba

ligeramente salpicada por el estiércol proveniente de algunos de los paquetes de desechos tropezados cuando Bam-Bam lo arrojó. La

sangre, el sudor y el estiércol daban al rostro del recluso un aspecto

deliciosamente tentador.

Los reclusos se apretujaban contra las paredes para dar espacio al 

recién llegado. Después de todo, era un héroe por haber sido

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golpeado por el mismísimo Bam - Bam. Se acercaron lentamente con

cuidadoso respeto, lo revisaron, lo diagnosticaron y con esa

experiencia de prisioneros expertos, le recetaron un tabaco de

mariguana y unas palmadas en el hombro para animarlo. Otros, los

más inexpertos, alimentaban sus miedos con la imagen del hombre

caído.

 ─ Mueve la mano parroquia — le dijo un preso con un fuerte aroma a

 periódico impregnado en su ser, esto se debía a su dormir sobre dos

hojas de periódico grandes, cosa rara esta, pues normalmente los

 periódicos ingresados al penal son de hojas pequeñas; el precio pagado por semejante privilegio, era un penetrante olor a periódico

que apenas lo abandonaba cuando salía de la ducha, además de una

que otra pelea cuando trataban de robarle o pedirle una hoja de sus

 preciados periódicos.

 ─ Tranquilo―panitaǁ, las manos están bien— dijo el hombre con olor a periódico al ver al castigado mover los dedos lentamente.

Para un preso su vida depende de sus manos, por ello es importante

chequear su estado después de una paliza.

Una línea dibujada con sangre licuada en sudor bajaba de su oreja y 

se perdía bajo su cuello tentando mis miserias, la tentación de una

comida fácil ofrecida por un hombre indefenso despertó mi hambre y el hambre alimentaba mi osadía.

 ─ Date unos buenos pases de marihuana; drogado el dolor es más

suave— dijo el más sudoroso de todos.

El hombre con olor a periódico tomó el cigarro de marihuana y lo puso

cuidadosamente en la boca del recién llegado. Este chupó en dos

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ocasiones sin abandonar su posición en el piso.

El humo rodeándole la cara, la sangre, el estiércol y el sudor 

enmarcando su rostro quebró mi prudencia, y sin prudencia alguna

abrí mis alas y me abalancé sobre el delicioso manjar servido en su

rostro.

 ─ ¡Una cucaracha! — dijo alguien, pero de nada valió, logre evadir 

dos o tres zapatazos y algunos manotones y, antes que pudieran

lanzar un nuevo ataque para atraparme, me metí bajo la cara del 

recién llegado.

 ─ Déjala — dijo el hombre con olor a periódico — no muevas al 

chamo; no sea, que por moverlo, lo malogres. Si le molesta, él la

matará cuando pueda— todos estuvieron de acuerdo y no lo

molestaron.

Me acomode debajo de la cara del recién llegado y comencé el más

grande de los banquetes por mí recordado hasta hoy. El hombre tenía

la cara increíblemente dulce, según mi entender, esto se debía a la

mescla de los diferentes componentes orgánicos. Su sangre,

 particularmente, energizaba mi cuerpo y confortaba mi espíritu, nunca

me había sentido tan bien.

 A pesar de lo cómoda de mi estadía debajo del caliente y acogedor 

cachete y de lo delicioso del banquete, al pasar del tiempo

comenzaron a fastidiarme los constantes gemidos del maltrecho

hombre de cara dulce; pienso que mi pensar era compartido por los

 presos; pero, en honor a la paliza sufrida por el quejumbroso hombre,

ninguno se atrevía a moverlo.

Comenzaba la madrugada cuando las luces se encendieron, el 

bullicio de los presos anunció la llegada del número. También

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anunciaba que, sin importar su estado moverían al hombre de cara

dulce, para ser contado con los demás presos.

 ─ Uno— gritó un recluso comenzando el conteo.

 ─ Dos — siguió otro recluso. ─ Tres — continuó el otro y así uno tras otro iban gritando un número.

 ─ Cuatro.

 ─ Cinco.

 ─ Seis.

 ─ Siete.

 ─ Ochos.Debía regresar a mi agujero y abandonar el confort del hombre de la

cara dulce; en ese momento el riesgo era mínimo, todos los internos,

soñolientos y apiñados estaban pendientes del número. Subí por los

descoloridos pantalones de uno de los reclusos, por el aroma pudo

haber sido el hombre con olor a periódico, pero no lo puedo asegurar  porque a esa hora todos huelen igual, seguí por su camisa y llegué

hasta sus hombros; me vio con el rabo del ojo, pero como estaba en el 

número, ni se movió. Desde su hombro volé hasta el agujero donde

estaba mi morada.

 ─ Nueve.

 ─ Diez.

 ─ Once.

 ─ Doce.

En el aire pude ver al encargado de pasar número, era el ayudante de

Bam-Bam ―pobre Cara Dulceǁ pensé.

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 ─ Trece.

 ─ Catorce.

 ─ Quince.

 ─ Dieciséis.

El ayudante de Bam-Bam era un preso con algunos privilegios, su

familia tenía contactos policiales y estos intercedieron para conseguirle

el trabajo de ayudante de carcelero. Trabajo que, además de poder, le

daba la posibilidad de quedarse con las pertenencias de algunos

 presos recién llegados, también le permitía dispensar algunas

comodidades que cobraba a muy buen precio. Comodidades comoel ―aireǁ, la más importante y solicitada de todas, esta comodidad 

consistía en permitir al recluso salir al pasillo a respirar en un ambiente

menos cargado por el aroma del estiércol y otros desechos humanos.

También cobraba por ir al baño en ciertas horas, por una hoja de

 periódico para dormir, por recibir algunas pertenencias de aseo

 personal de los familiares y otras comodidades por el estilo. Habíaotras comodidades reservadas para ser explotadas al carcelero, como

asignar un mundo enrejado o proporcionar una colchoneta para

dormir, claro estas, eran más costosas. Y más costosas aún era,

aquellas comodidades en potestad de ser brindadas por el Director 

del penal. Pero nada es comparable a las comodidades que puede

brindar el líder de los presos.

 ─ Diecisiete.

 ─ Dieciocho.

 ─ Diecinueve.

La rencilla, entre el maltrecho hombre de la cara dulce y el ayudante

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de Bam-Bam, se había presentado por qué el primero se negó a

bajarse los pantalones para ser revisados por el segundo, como lo

dictaba la rutina. Esto fue interpretado por el ayudante de carcelero

como una insubordinación, y quiso golpear al hombre de cara dulce,

quien se defendió mordiéndolo en un dedo. Tan fuerte lo mordió que

le arranco el dedo. El ayudante de carcelero, como era de esperarse,

fue con el cuento a su jefe Bam-Bam; quien, al escuchar su historia,

vino con una viga de hierro y cinco Vigilantes armados a llevarse al 

hombre de cara dulce para darle una paliza que casi lo mata.

 ─ Diecinueve— repitió el recluso.

El ayudante de carcelero traía el dedo mocho envuelto en una gasa

blanca. Su mirada saltaba de un recluso a otro, buscaba a Cara Dulce.

 ─ Diecinueve— gritó el mismo recluso con angustia, previendo la

 paliza a tocarle al número veinte.

 ─ Veinte— dijo Cara Dulce en un murmullo, pensé que solo yo le habíaescuchado. Pero todos callaros apuntalando el susurro de Cara Dulce

en pro de permitir, al ayudante de Bam-Bam, oírlo.

 ─ Veinte — repitió Cara Dulce, levantando ligeramente la cabeza para

impulsar su vos y empinarla por encima de su debilidad.

El Ayudante se acercó hasta Cara Dulce.

 ─ Te llevaste mi dedo en un mordisco como una mami; pero ante deirte a pabellón sabremos si eres, o no, un caballero — dijo mientras lo

señalaba con la gasa blanca que ocupaba el lugar de su dedo — está

completo— gritó y salió de nuestro mundo.

 ─ Mire convive, vista y pendiente. Búsquese su―medio brazoǁ porque

esa culebra es peligrosa— dijo uno de los presos mientras se

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acomodaba en el piso. Un―medio brazoǁ es un chuzo, tan largo,

como el brazo de un hombre y afilado en ambos bordes.

Sin haber pasado mucho tiempo del número, la descolorida puerta del 

mundo se abrió de nuevo. Debo decirles, en virtud de hacer entender mi punto de vista que para mí: un agujero es un pueblo porque allí 

somos bastantes y nuestro hogar es nuestra conciencia, para mí una

 pared es una región y una celda es un mundo; un mundo con

gigantescos seres que suben y bajan que van y vienen. Más allá de las

rejas está el infinito, el pasillo inconmensurable, el espacio exterior, os

digo esto para no confundirles cuando hable de mundo refiriéndome ala celda o calabozo; o cuando hable de infinito refiriéndome al 

 pabellón o al pasillo inconmensurable. Volviendo a nuestra historia, el 

ayudante de Bam-Bam con tres hombres entró a nuestro mundo, uno

de los hombres vestido con bata blanca.

 ─ ¿Este es el tipo?— preguntó el de la bata blanca. ─ Si — contestó el Ayudante.

— Recógelo para llevarlo a la enfermería.

— ¿Quién dijo eso?—preguntó el recluso con olor a periódico. ─ Lo

digo yo— replicó el Ayudante de Bam-Bam—, o tú quieres verlo

morir ahí tirado.

Olor a Periódico se levantó trabajosamente del diminuto espacio de

 piso que le había tocado para dormir; los demás lo fueron imitando

uno a uno.

 ─ ¿Por qué no vinieron los Vigilantes?— Preguntó Olor a periódico.

— ¿Por qué ellos no son médicos?—contestó el de la bata blanca.

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— Él no saldrá de aquí sin los Vigilantes

 ─ ¡No compa!, a mí me duele hasta el pensamiento, Yo me voy a la

enfermería — dijo Cara Dulce desde el piso.

 ─ ¡¿Estás loco?! Te están trabajando con un caramelo de corazón

agrio, no te dejes engañar — argumentó Olor a Periódico.

El hombre de la bata blanco tomó a Cara Dulce del brazo y con la

ayuda de uno de sus compañeros casi se lo echó al hombro. Cara

Dulce era un guiñapo, parecía un saco de migajas. Sin embargo, se

veía complacido por la preocupación mostrada por los hombres.

Lo sacaron de la cerda ante la mirada impotente de sus compañeros.

Olor a Periódico acomodó sus papeles en el piso, pero en lugar de

acostarse se sentó sobre ellos.

 ─ ¡Que bobo!, ese chamo debe estar loco— dijo mientras metía las

manos bajo la camisa para protegerlas del frio y se recostaba de la

 pared. Muy poco tiempo pasó, y su pequeño espacio de piso fuera

ocupado por las piernas de algunos de sus compañeros.

Nuevamente las luces se apagaron y todo quedó en penumbras,

razón por la cual, aun cuando no tenía hambre, decidí salir de mi 

agujero. Todos los reclusos estaban echados en el piso, salvo Olor a

Periódico quien permanecía sentado en el pedacito restante del otrora

gigantesco pedazo donde cabía todo su cuerpo. Caminé por la pared 

hasta alcanzar la reja, salí del calabozo o, mejor dijo, salí del mundo y me asomé al pasillo infinito, muchos descoloridos barrotes lo

enmarcaban, son las rejas de los calabozos, mundos enrejados

repletos de hombres y de historias. La oscuridad y el silencio daban

una acogedora sensación de seguridad; aun cuando, una lucecita

lejana en alguna parte del pasillo estropeaba la oscuridad absoluta.

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Como todas las madrugadas muchas de mis vecinas salieron al 

infinito. Permítanme decirles en virtud de un mejor entendimiento que

mis vecinas son mis iguales, y ellas, como muchos, viven de los presos

y sus acciones. Regresando a nuestra historia, había muchas de mis

vecinas de todas partes: de otros mundos enrejado llenos presos, de

los retretes, de los techos y de la ropa de los reclusos. No conocía ni 

tenía el propósito de hacerlo, me dedique a alcanzar la lejana lucecita

en umbral de mi vista.

Es difícil caminar por las paredes cuando hay tantas vecinas en el 

camino, perdí mucho tiempo rodeándolas. El pasillo es un espacioextraño, es muy largo, tanto que desde algunos lugares no se puede

ver su final ni predecir su destino. Pero se hace más extraño cuando se

llega al final o al principio, según sea visto; siempre hay una puerta de

hierro, mitad láminas mitad barrotes, conduciendo a otro interminable

 pasillo con una tenue luz al final e igual de extraño, largo e

impredecible.

Casi todos los pasillos terminan en espacios húmedos a los cuales los

 presos llaman baño, son espacios sin puertas ni paredes donde los

 presos más valientes o más necesitado procuran acceder. Cada baño

tiene un, a lo sumo dos, minúsculos tubos en la pared de donde sale e

agua que ha de bañar a un reducido número de reclusos en espera.En el piso, donde debería haber pesetas o algo similar, se ven hoyos o

agujeros moldeados con la punta de los chuzos para permitir que los

desechos se escurran por ellos. No obstante, no sé si por la premura o

 por el miedo, los hoyos siempre están rodeados de estiércol y aquello

 presos que se atreven a usarlos deben pisar el estiércol para poder 

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hacerlo. Usar el baño requiere de disposición a enfrentar la muerte,

 por ello deben llevar el chuzo entre los dientes, así se tienen la mano

libres para apoyarse en sus quehaceres. No todo es húmedo, en

algunas partes del baño se ven barrotes que llevan a un espacio

enorme e inconmensurable; muy claro de día y con muchas lucecitas

de noche; allí están colgadas las esperanzas de los presos.

 A ambos lados del pasillo hay celdas, como le dicen los presos, o

mundo enrejados, como les digo yo, repletos todos de hombres

esperanzados en sus recuerdos. Los mundos enrejados, además de

tener un rincón para los desechos y uno para las imágenes de santosy seres queridos, tienen una reja de pared a pared separando los

 presos del pasillo. Algunos mundos tienen ventanales enrejados que

dan al espacio exterior, los barrotes de las ventanas son usados por 

los presos para divisar a las personas de la calle, sobre todo los días

de visita. Las ventanas también se usan para botar los excrementos de

los presos durante la noche.

Una celda tienen todo lo que yo o y mis vecinas necesitamos para vivir,

 por esa razón, la mayoría mis iguales jamás salen de su mundo. Mi 

mundo siempre ésta lleno de seres humanos y de la alimentación y los

 peligros generados por ellos, yo me acostumbre a los peligros y no

 puedo vivir sin la comida que me proporcionan.

Cuando por fin llegué al final del pasillo, encontré a Cara Dulce,

sentado en el piso; el de la bata blanca y los otros dos hombres le

hacían compañía. Los tres esperaban desoyendo los murmullos del 

 preso. En ese instante apareció el ayudante de Bam-Bam

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 ─ ¿Qué dijo el jefe? — preguntó el de la bata blanca.

— El hombre a dicho ―si no hay huellas, no hay problemaǁ. ─ 

Entonces hagámosle la maldad al hombre de la mejor manera─ 

comentó uno de los hombres.

Los cuatro reclusos se acercaron a Cara Dulce. Quien parecía no

entender su circunstancia.

— Mordiste la mano de quien te cuida y eso no lo hacen los hombre

serios, y aquí, si no eres un hombres serio, no eres hombre — le dijo el 

ayudante con ese aire de seguridad dado por la costumbre. Ahora sí, Cara Dulce, pareció entender la situación, le habían dado un

dulce; sus pies recobraron fuerzas, su cuerpo, que hasta ese momento

 parecía un saco de migajas, recibió energía del miedo de sus ojos y 

con la agilidad de un saltamontes se posó de pies.

Me acerque para ver mejor; pues la luz no me permitía ver los detalles,

y en las cárceles, como todo en la vida, las acciones son buenas omalas por sus detalles. El rostro de Cara Dulce estaba cubierto por una

máscara de estiércol, sudor y sangre. No había tenido oportunidad de

ver su rostro con detenimiento pues desde su llegada a nuestro

mundo enrejado no había despegado la cara del piso. Pero ahora,

cuando podía verlo con detenimiento, me impresionaba lo delicioso

que puede llegar a verse un ser humano con el rostro cubierto desangre y estiércol seco.

 ─ Ten voy a enseñar a comportarte como un varón; los hombres no

arañan, no muerden, los hombres pelean como caballeros, de pies y 

hasta el final. Pero como tú te comportaste como una ramera, como

una ramera te voy tratar — dijo esto para luego asestar un golpe al 

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rostro del preso de cara dulce.

Cara Dulce buscó inútilmente un espacio por donde escapar, pero los

hombres lo sujetaron de los brazos y las piernas, lo levantaron y lo

llevaron hasta un mesón. Lo amarraron inclinado boca abajo sobre el 

mesón y, aun amarrado, el hombre de la bata blanca lo sujetaba

fuertemente de los brazos.

 ─ Ahora vas a aprender a respetar a los hombres y a no morder la

mano que te cuida, aquí somos caballeros y lo que hacemos tiene un

 propósito, si tú no estás de acuerdo di lo que piensas y pon tu vida en

garantía de tu lengua, pero no muerdas la mano que te cuida porque

eso no lo hace los hombre, y aquí las zorras se tratan como zorras ─ 

dijo el Ayudante de Bam - Bam

Cara Dulce hizo un último esfuerzo por zafarse de las ataduras sin

lograrlo, quedo paralizado al sentir su ano abrirse lacerado por una

enorme barra de carne que le hacía pedazos los intestinos.

La sangre cayendo del ano del Cara Dulce me abrió el apetito. Para

saciarlo, volé y me acomode en donde caían las gotas más pequeñas,

Siempre cuidándome de alguna mirada asesina de alguien que viera

en mí el asco de sus acciones e intentara aliviar sus miserias

aplastándome. Pero la preocupación por mis temores no duró mucho

tiempo; pronto la sangre cubrió todo mi cuerpo disimulando mi 

 presencia.

Uno tras otro, fueron sacando su pene e introduciéndolo en el ano de

Cara Dulce quien ya no oponía resistencia. El de la bata blanca fue,

quizás, el más doloroso, pues mientras lo penetraba con su pene lo

golpeaba ordenándole dijera cosas que Cara Dulce no decía, esta

rebeldía irritaba al hombre y aumentaba la intensidad de los golpes.

Por otro lado, la sangre emanada de su ano estaba deliciosa, me daba

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ya les he señalado, la sangre me hace ver más claro y más lejos.

 ─ ¡Chuciao! — Gritaba el hombre, mientras agitaba su cuerpo contra la

reja, estremeciendo casi todo el infinito con sus gritos — ¡chuciao! 

¡chuciao! 

No tardo mucho tiempo para escuchar otra vos gritando ―chuciao,

chuciaoǁ. Y un instante después, de todas las rejas del infinito salía

voces gritando lo mismo, con un estruendo tan grande que las luces

comenzaron a encenderse.

Con las luces encendidas yo estaba en problemas. Por eso,

confiándome a mi suerte, me metí en el pantalón de Cara Dulce y no

me asomé más, ni si quiera cuando escuché la vos del mismísimo

Bam-Bam revisando el cuerpo del recluso.

El ojeo de los lobos

Con dificultad el enfermo trató de abrir los ojos, pero sus pestañas

estaban soldadas por lagañas, producto del mal aseo y la inmovilidad.

No obstante después del segundo o tercer intento logró abrirlos plenamente.

 ─ Parece que ahora si — dijo uno de los médicos mientras lo

examinaba. Otro médico se acercó para corroborar lo dicho por su

colega.

 ─ Parece que si — ratificó el otro médico.Cara Dulce miró a ambos lados de la habitación, parecía ausente y 

desubicado. Creo, por las expresiones de su rostro, que el dolor en el 

 pecho lo hizo entender su circunstancia.

 ─ No debe moverse — ordenó uno de los médicos, cuando vio al 

recluso intentar tocarse las vendas.

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 ─ ¿Cómo te sientes?— preguntó otro médico. Cara Dulce no contestó,

con dificultad intentó tocarse el ano, pero el dolor de su pecho lo hiso

desistir.

 ─ Un golpe más y te habrían matado; de haberlo hecho se habían

ahorrado las puñaladas— Continuó diciendo el médico, ahora, en son

de broma.

En ese momento entró un uniformado de la policía de inteligencia.

 ─ Interrogar un preso es perder el tiempo, ellos nunca saben nada, ni 

denuncian a nadie. Se creen valientes por no hablan, pero no hablan

 por miedo — comentó el médico.

 ─ Si, pero de todas maneras debemos hacer el trabajo. Por eso me

 pagan— replicó el policía.

Tanto a Cara Dulce como a mí, nos pareció denigrante el comentario

del médico, pero tenía razón.

 ─ ¿Entonces, dime quien fue?— dijo un agente con olor a pino. Cara

Dulce permaneció en silencio — mire mijo, ya usted rodó. De aquí en

adelante llevará chaparro del bueno— dijo esto mientras le hacía una

seña con las manos simulando una penetración sexual y pícaramente

le sonreía al médico quien en ese momento se disponía a salir —. Mire

mijo— dijo volviendo a Cara Dulce— dígame quien fue, así, por lo

menos nos ayuda a archivar el expediente con un nombre — esto lo

dijo de forma más condescendiente; aun así, Cara Duce permaneció

callado.

 ─ Mejor lo deja descansar por ahora, ya tendrá tiempo de hablar si lo

quiere hacer— dijo el médico mientras terminaba de salir de la

habitación.

 ─ No te preocupes — replicó el policía— esta mariposita me la llevo

mañana mismo para el retén.

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Cara Dulce cerró los ojos para evitar continuar con el interrogatorio. El 

 policía entendió y, en un raro acto de benevolencia, se retiró.

Pasado el incidente con los médicos y los policías, Yo me dedique a

merodear por la cesta de basura donde tiraban las gasas usadas de

Cara Dulce. Dado que la cesta de basura la vaciaban cada semana,

 podía permanecer en ella durante ese tiempo sin ser molestado. De

todas maneras, la sangre de Cara Dulce me mantenía fuerte y con

buenos reflejos para intentar cualquier maniobra. Precisamente este

día tocaba la recolección de basura y para evitarme problemas salí de

la cesta y me acomode debajo de la almohada del preso.

No fue necesaria permanecer mucho tiempo ocultándome, muy 

temprano apareció la mujer del aseo. Era una muchacha jovial, muy 

 parecida a las muchachas que visitan a los presos. Al ver al preso le

sonrió y este le contestó con una mueca de dolor.

 ─ Estoy tan flaco como un fideo— dijo Cara Dulce con el único

 propósito de iniciar una conversación con la muchacha— ¿Cuánto

tiempo llevo aquí?— preguntó a la mujer animado por la jovial sonrisa

 provocada por su primer comentario.

 ─ No sé, yo no trabajo para esta sala. Estoy haciéndole una suplencia

a alguien, que quien sabe por cual razón, no vino hoy. Pero debe ser 

como un mes porque yo vine el mes pasado ya estabas aquí.

Me hubiera gustado informarle a Cara Dulce que, según los médicos,

llevaba tres meses en terapia intensiva peleando por su vida. Pero

según mi entender, a pesar de la pregunta, esa información realmente

no le importaba.

 ─ El sinvergüenza del PTJ, dijo que me iba mañana— eso si parecía

 perturbarle.

 ─ Eso es mentira. Así le dicen a todos los muchachos para asustarlos y 

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hacerlos hablar— dijo la muchacha orgullosa de tener una respuesta

tan exacta y veras para el momento— has estado muy enfermo —

continuó— lo más probable, quizás sea, que pases aquí dos o tres

meses más.

La mujer recogió la basura y salió de la habitación con la misma

sonrisa de su llegada. Yo me deje caer en el cesto de la basura

esperando que alguien viniera a cambiar las vendas del paciente.

La muchacha de la limpieza tenía razón. Pasó mucho tiempo para que

Cara Dulce y yo regresáramos al penal. De regreso, yo viajé en la

bolsa de papel donde Cara Dulce traía su ropa. Pero, a diferencia decuando salimos del penal, esta vez me asomé al borde de la bolsa;

desde donde pude ver espacios mucho más extensos a lo

acostumbrado, con paredes muy distantes y un sinfín de espacios

eternos, sin paredes, ni dueños. No podía creerlo. Siempre pensé en

 paredes o rejas para todas las cosas; algunas pequeñas como las de

nuestras emociones, otras enormes, como las de nuestro pabellón, pero nunca pensé en espacios sin paredes ni rejas. Durante mi 

travesía a través del gran especio exterior comprendí que a eso era a

lo que los reclusos llaman libertad, a vivir sin límites ni dueños. Me

 prometí, desde ese día, no abandonar mis paredes, con ellas me

siento más fuerte y seguro; yo sé que muchos presos piensan como yo,

aunque hablen de libertad. También comprendí que no solo los presosestán privados de libertad muchos lo estamos con ellos y para muchos

la libertad sería una cárcel en la cual no sobreviviríamos. Llegamos al 

 penal en un carro-jaula, viejo y descolorido; acompañados de varios

 policías fastidiado por la faena. El carro entró por una calle polvorienta

con visos de haber tenido asfalto alguna vez, y se detuvo en la entrada

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que esos tipos ya están muertos.

 ─ Bueno, ya rodaste y nada tienes para perder, pórtate bien y vivirás;

ahora estas en un pabellón y aquí las cosas son diferentes.

Cara Dulce no contestó, le pareció inútil tratar de convencer de su

hombría al hombre de la franela.

El hombre de la franela se detuvo frente a dos puertas, abrió una e

invito a Cara dulce a entrar. La puerta se cerró detrás de nosotros y 

quedamos frente a un gran pasillo, ancho e infinito, lleno de hombres

luchando, sin decirlo, por un poco de privacidad. A ambos lados del 

 pasillo habían rejas abiertas, muchas rejas abiertas, por donde salíany entraban seres humanos.

Cara Dulce camino lentamente entre los hombres. Los calabozos o

mundos enrejados, como el pasillo, estaban repleto de hombres; en

ellos habían camas, televisores, radios, muchas colchonetas y sobre

todos muchos hombres. Cara Dulce se detuvo al encontrar un espaciovacío en un remanso de la pared. Ahí se acomodó, colocó sus cosas y 

se sentó sobre ellas esperando pasar desapercibido.

 ─ ¡Epa, Chamo! — gritó alguien en algún rincón del infinito. Tratamos

de distinguirlo, pero no lo logramos.

 ─ vista y pendiente convive— dijo alguien más cerca de nosotros—

¿Cómo está todo?

Era Olor a periódico quien salía del retrete todavía ajustándose los

 pantalones. En ese momento me di cuenta que había un retrete y mi 

refugio estaba seguro.

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Olor a periódico convenció a Cara Dulce de irse a vivir con él a su

mundo enredado, eso fue una suerte para Cara Dulce porque no es

fácil conseguir una celda en el primer día de pabellón, sobre todo si se

tiene en cuenta la cantidad de hombres que duermen en mitad del 

 pasillo con el miedo como almohada y la desesperanza como abrigo.

Yo por mi parte volé a la pared y de ahí caminé hasta el hoyo del 

retrete, estaba lleno de vecinas hasta la orilla y para evitarme

 problemas no fui más allá.

 A pesar de la cantidad de comida existente en el retrete, no podía

frenar mi apetito por la sangre y sabiendo que era la hora de CaraDulce cambiar sus vendas y limpiar sus heridas, me dirigí hasta su

mundo enrejado.

Los encontré caminando de un lugar a otro con la reja del mundo

cerrada con cadena y candado. Era la única reja cerrada en toda esta

 parte del infinito. De vez en cuando iba hasta un rincón y seacurrucaba pensativo, del otro lado de la reja un grupo de recluso lo

veía. Algunos pedían se les abriera la reja para hablar con él. Yo me

acomodé detrás de algunas imágenes ubicadas en uno de los

rincones.

 ─ Mira―panitaǁ, abre la reja y déjanos pasar. ¿Qué te pasa? ¿Cuál es

el miedo? — dijo uno de los presos en tono cordial.

Cara Dulce no contestó, solo caminaba de un lugar a otro. En ese

momento, Olor a Periódico entró al mundo enrejado usando su llave

 para abrir el candado.

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 ─ ¿Qué pasa―panitaǁ vas a cerrar la reja? Permítenos conocer al 

chamo y entablar una conversación con él — dijo uno de los presos

dirigiéndose al recién llegado.

Olor a Periódico hiso caso omiso a las pretensiones de suscompañeros. Cara Dulce, ignorando la presencia de su compañero,

continuó callado, caminado de un lugar a otro.

 ─ Vas a tener que pelear si no quieres rodar aquí también— dijo Olor a

Periódico preocupado ante el fututo de su compañero.

 ─ ¡El manto de la virgen me cubra! — Exclamó Cara Dulce, mientrasdecidido se plantaba frente a la reja careando su suerte— préstame

un chuzo para enseñarles a estos desgraciados a curucutean en

 penas ajenas — dijo ahora con resignación. .

 ─ No ha de ser ahora, espérate un tiempo, deja correr las aguas un

rato. — dijo Olor a Periódico excusando por los dicho y percibiendo el 

tufo de la muerte. ─ ¡Valla hombre por Dios!, dame un chuzo— casi suplicó.

Olor a Periódico viendo la persistencia de los presos del otro lado de la

reja y la decisión, de Cara Dulce de vivir o morir como hombre, de este

lado, se levantó de su puesto, vino a donde yo estaba, levantó una

imágenes de María Lianza y sacó una pieza de metal, tan largo como

el antebrazo de un hombre, con filo por ambos lados y una punta perfecta que se reía con la muerte.

— Toma el mío, y Dios te ayude.

Cara Dulce tomó la pieza de metal admirado por su perfección. Lo que

había sido alguna vez una cavilla era ahora un instrumento

 perfectamente plano con filo por ambos lados y una punta finísima

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capaz de penetrar cualquier parte del cuerpo. Su asombro ante la

 pieza de metal me hizo presumir su inexperiencia o quizás, ignorancia

absoluta de su uso.

 ─ Mejor espera un poco, esos tipos hoy no pasarán, hoy te están

trabajando. Quizás lo hagan mañana o pasado, pero hoy no. Mientras

tanto te voy a dar unas clases para enseñarte a mover con eso. — dijo

Olor a Periódico convencido, como yo, de la falta de destreza de Cara

Dulce.

 ─ ¡Abre la reja!— Ordenó Cara Dulce— sí esto tipos me quieren como

mujer, tendrán que pelear como machos y morir como hombres

 porque yo soy un varón.

 ─ ¿Qué te pasa chamo? ¿Estas obstinado?, mejor sería para ti,

aprender un poco y después…

 ─ ¡Abre la reja!, que me hormiguea el guereguere — ordenó cara

dulce interrumpiendo a Olor a Periódico.

 ─ Chamo, oye consejo, si vas a salí, mejor hazlo sin nada porque con

ese chuzo te van a zumbar durísimo.

Olor a Periódico vio en Cara Dulce la resignación de la muerte y sin

más argumentos, sacó la llave de su bolsillo y se la tiró al hombre.

 ─ ¿Qué pasó mamita?, si rodaste en el deposito aquí también has de

hacerlo, nosotros no somos menos— dijo alguien a quien no podía ver.

 ─ Nosotros no somos menos que ellos — repitió un hombre con una

enorme cadena de oro al cuello.

Cara Dulce no contestó, caminó con grosera arrogancia, hasta

colocarse en medio de los reclusos. Un recluso de figura atlética hizo

un gesto a uno con una la cadena de oro en el cuello y éste, a pesar 

de la agresividad reflejada, obedeció sumiso la disimulada orden. El 

recluso de la figura atlética sonrió maliciosamente a Cara Dulce

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mientras abría su bragueta y se manoseaba el bulto del pene.

En ese momento reconocí, en aquel hombre, al líder del pabellón; por 

sus gestos, Cara Dulce pensó lo mismo y apretando la mano armada;

aferrándose, no al chuzo sino a la viva misma mediante el chuzo, se

acercó al hombre del cuerpo atlético.

 ─ ¿Qué es lo que? ¿Qué tienes en el buche?— inquirió Cara Dulce

decidido.

 ─ ¿Qué pasó bruja? ¿Te vas a poner maluca ahora?— dijo el hombre

sin abandonar la sonrisa maliciosa.

Cara Dulce levantó su chuzo y se acercó desafiante al hombre. Pero

en ese momento Olor a Periódico apareció armado con su―medio

brazoǁ de afilado por ambos lados y de dos trancos se puso delante

de Cara Dulce retando al hombre del cuerpo atlético, cosa rara entre

los presos, un acto de solidaridad por alguien a quien apenas conocía.

 ─ ¿Qué pasó papá? ¿Tú quieres goza sólito?— dijo Cuerpo Atlético,

con aire paternal, a Olor a Periódico.

 ─ El chamo es mi convive, y yo cuido los míos. No permitiré que lo

malogres así como así, si tú quieres bailar, baila conmigo.

La sonrisa del hombre del cuerpo atlético se borró de los labios; en

ese momento el hombre de la cadena de oro se acercó.

 ─ Déjame este a mí — dijo el hombre de la cadena de oro para

congraciarse con Cuerpo Atlético, mientras en su mano apareció,

como por acto de magia, una enorme pieza de perfectamente

elaborado el cual sacudió metal, era un ―medio brazoǁ en el aire con

una maestría impresionante. Todos los reclusos retrocedieron para dar 

espacio a la confrontación. Pero en ese preciso instante, Cara Dulce

empujó a Olor a Periódico apartándolo de la pelea, al tiempo de

 ponerse en guardia para iniciar el ataque.

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El hombre de cuerpo atlético sonrió de nuevo. Cara Dulce tomó su

chuzo en la mano derecha y como sacudiendo la muerte dio un fuerte

zapatazo en el piso. El hombre de cuerpo atlético se puso en guardia

de ataque. Sacudió el chuzo en el aire con maestría y luego, con un

movimiento digno de un maestro, lanzó una estocada a Cara Dulce

que éste a duras penas logró eludir. El hombre de cuerpo atlético no

había recogido aun el brazo, después de su perfecta estocada,

cuando Cara Dulce de un certero machetazo le cortó el brazo derecho.

Con el mismo movimiento hundió la bien elaborada punta en el 

corazón del hombre que comprendió en ese momento que se había

enfrentado como un payaso a un maestro del chuzo y que ahora está

irremediablemente en los brazos de la muerte.

El chuzo salió del corazón del hombre de cuerpo atlético para alzarse

de nuevo en el aire. Ninguno de los presentes podía creer que el 

hombre de cuerpo atlético tuviera en manos de la muerte, algunos

alcanzaron a pedir un paño mojado para lánzalo en medio de los

contendores y detener la pelea. Pero todo fue demasiado tarde. El 

chuzo de Cara Dulce, aún en el aire, se dejó caer con angustiosa

fuerza sobre el cuello del hombre de cuerpo atlético destapando un

mar de sangre. En ese momento comprendí que era hora de comer y 

me deje caer desde donde me encontraba. La cabeza del hombre

cayó lentamente de su cuello, cuando llegó al piso ya yo la estaba

esperando. Fue un gran banquete.

Pocos días habían pasado desde la pelea con el hombre de cuerpo

atlético. Yo me había mantenido con algunos residuos de sangre

desperdigados en el piso y, una que otra vez, con la sangre

 proveniente de las vendas de las heridas de Cara Dulce, las cuales no

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terminaban de cerrar.

Cara Dulce, por su parte había ganado respeto con la pelea aun

cuando el único que hablaba con él abiertamente era Olor a Periódico.

 Ahora podía caminar libremente por el pasillo sin mayorescomplicaciones aunque con frecuencia desde algún rincón algún

recluso escondido en la multitud o las sombras le gritaban algo

mordaz relacionado con el sexo.

Una mañana Olor a Periódico, se le acercó a Cara Dulce con ganas de

entablar una conversación, pues no hablaban con frecuencia paraevitar remover aspectos relacionados con la violación.

 ─ Vista chamo— dijo como saludo— hay un―panaǁ que trabaja con

los tipos que te violaron— dijo con desgano esperando llamar la

atención de Cara Dulce.

Yo baje un poco hasta alcanzar el cesto de la basura donde CaraDulce echaba las vendas usadas, ellos me vieron, pero estaban tan

acostumbrados a verme a mí y a mis vecinas que no me hicieron caso.

 ─ ¿Dónde está ese pajarito cantador? — preguntó Cara Dulce

fingiendo indiferencia.

 ─ El trabajar en el pabellón dos.El pabellón dos, es donde se encuentran los reclusos encargados de

realizar las actividades laborales requeridas por el penal, ya sean

administrativas, de mantenimiento o educativas.

 ─ Él viene en la tarde; cuando venga, lo pongo a hablar contigo—

continuó Olor a Periódico.

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 ─ No mejor no jorungues más ese avisperos, déjalo así— dijo Cara

Dulce y volvió a concentrarse en el cuidado y revisión de su herida.

 ─ ¡Qué es lo que chamo! ¿Tú estás loco?— Dijo Olor a Periódico

decepcionado ante la actitud de su compañero.

 ─ No convive, sucede que ahora mismo no estoy como para caerme a

chuzo con nadie. ¿Tú ves esta vaina?— Dijo mientras le mostraba la

herida aun no cicatrizada recibida la noche de la violación— esto no

es pan con yuca, esto me está matando ¿tú crees que esto no duele?

Yo te viera a ti cayéndote a chuzo con una herida como esta. Tú que va

a saber, las heridas les duele a quien las lleva.

 ─ Convive yo sé cómo es eso. Pero si esos tipos siguen por ahí 

dándole mala fama, usted deberá voltear todos los días y tarde o

temprano va a perder una—, voltear para los presos es pelear con el 

chuzo— y ahí si lo van a violar hasta las animas. Y después de violado,

usted será la mujer del pabellón. Yo se lo digo por su bien; porque, si 

esos pasa, hasta yo lo voy a violar.

Cara Dulce miró a su compañero. La razón estaba de su lado, y él lo

sabía, pero tenía miedo de salir a buscar a sus victimarios en

semejantes condiciones de salud y, a decir verdad, en ese momento el 

miedo era su mejor amigo.

 ─ Tienes razón, tráete a ese hombre para hablar con él — cedió Cara

Dulce, quizás por miedo a las conjeturas de su compañero sobre su

valor. La conversación murió ahí, aunque quedaron muchas cosas por 

decir y por preguntar.

Cuando la luz del sol se despedía de los barrotes de las ventanas y los

bombillos comenzaban su reinado, entró Olor a Periódico a nuestro

mundo enrejado acompañado de un recluso, extremadamente

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 propio

 preso quienes deben presionar al tribunal, estimulándolo a continuar 

el 

 proceso de forma regular. Al tribunal solo se presiona con el estímulo

del 

dinero. Se han de pagar influyentes abogados capases de comprar

decisiones sin despertar desconfianzas. Y, una vez hecho esto, se debe

 pagar por el traslado. Cuando no se tiene dinero se debe buscar si se

quiere salir, y si no se quiere salir, es porque se tiene suficiente dinero

 para quedarse. Aquellos que no lo tienen ni lo buscan, viven poco.

Los traslados comienzan muy temprano en la mañana, y los reclusos a

ser trasladados se les permiten pasar primero al comedor y tomar la

comida de las ollas. No obstante, por ser días de traslado, siempre

había un número suficiente de Vigilantes en la cocina para evitar riñas

o cualquier otro problema, pues la mayoría de los reclusos han

 pagado por el traslado y 

después de todo no se quiere cobrar por un servicio no prestado.

Como el traslado es tan temprano, los reclusos que atienden el

comedor de los presos deben levantarse a media noche para tener 

comida

en la madrugada, razón por la cual deben turnarse. De este modo, un

grupo

atiende a los trasladados los martes y otro los jueves. A los

compañeros del 

ayudante de Bam– Bam, el día de la violación, les toca el turno de los

ueves. Los días martes se traslada los presos declarantes por primera

vez y 

quienes deben ser impuestos del auto de detención. Para cualquier 

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otra

diligencia, los traslados son los días jueves.

Como Cara Dulce estaba en el hospital cuando le dictaron auto de

detención debía ser trasladado para declarar y ser impuesto del auto.

No

obstante, los funcionarios y algunos presos influyentes, establecen

límites de

tiempos imaginarios para los traslados, exceptuando los traslados

 para ser 

impuesto del auto de detención, los presos adinerados o influyentes

 podrán

ser trasladados cuando lo deseen, incluso aun cuando no sean

requeridos

 por el juez. Pero cuando el preso no tiene dinero debe esperar los

límites de

tiempo establecidos por los funcionarios y los presos influyentes, aun

cuando

el juez lo requiera; pues siempre se encuentra una excusa para

impedir el 

traslado.

Sin embargo, es posible negociar un traslado a un límite de tiempo

menor si el preso tiene parte del dinero o si tiene una hermana, mujer 

o

madre bonita.

Cara Dulce no contaba con dinero ni con parientes femeninos

hermosos. Por tal razón debía esperar el tiempo límite establecido que,

según decía, era de cuatro meses; lo cual era muchas vistas, y este

traslado

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se realizaría un día martes.

El siguiente traslado era para oír cargos y este si se efectuaría un día

ueves, pero el límite imaginario era de nueve meses. Muchísimas más

visitas.

De éste modo, Cara Dulce debía esperar su traslado del día jueves,

después de muchísimas visitas para poder encontrase con los

compañeros

del ayudante de Bam - Bam.

 ─ Bueno convive, si el tipo está vivo y tú también, ese día va a ser el 

último día para uno de los dos. Pero no te preocupes, los días buenos

son

 para quienes se preparan para recibirlos, prepárate bien y ese será

un buen

día para ti; eso sí, mientras tanto, vista y pendiente— dijo Olor a

Periódico. Olor a Periódico salió del mundo acompañado de su amigo

el barbero

como si nada pasara, algunos lo vieron con picardía, pero ninguno

opino

nada. Cara Dulce quedo en su mundo enrejado revisándose las

vendas.

Pero a mí me preocupaba la idea de esperar tanto tiempo por el 

banquete

asociado a la venganza de Cara Dulce.

Cara Dulce se asomó al infinito, había algunos reclusos agachados

 pegados a la pared fumando piedra, uno al lado del otro. No pude

entender por qué estaban en esa posición tan reverencial, pero no me

 preocupo, me pegue del pantalón de Cara Dulce y me fui con él al 

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baño.

En el baño nada había cambiado, las vecinas nuevas ocupaban el 

lugar de las ausente y como el numero siempre es el mismo,

demasiadas para el espacio disponible, el baño nunca cambia suaspecto. No habiendo nada interesante en el baño, baje del pantalón

de Cara Dulce y me dispuse a dar un paseo. Me distraje en el paseo y 

Cara Dulce salió del baño. Una vecina comentó algo de la fumigación,

 pero no puse mucha atención. De pronto, todas las vecinas del baño

comenzaron a alejarse de la orilla para internarse en el fondo del 

retrete.

 ─ ¿Qué pasa?— Pregunté a una de lomo blanco.

 ─ Debemos alejarnos de las orillas. Rociaran veneno y, aunque ya no

nos hace daño, son desagradables y transforman nuestro organismo

— me dijo la vecina del retrete con conocimiento de causa— ¿Tú para

dónde vas? en el retrete no cabe nadie más. ─ No sé, iré a cualquier parte, si el veneno es mi destino no importa a

donde vaya, tratará de alcanzarme; sino, cualquier excusa será buena

 para alejarse de mi— contesté resignándome a mi suerte ante la

noticia — ¿y tú que harás?

 ─ Ya no me hace daño, he sobrevivido a muchos venenos y casi todos

andan conmigo, confiando en eso caminare a tu lado mientras pasatodo.

— ¿Y los presos? ¿Qué pasa con ellos?— pregunté ingenuamente.

 ─ Ellos son inmortales: duermen en el piso frio y a veces mojado,

cuando pueden comen y en ocasiones no lo hacen por días, beben

cosas que hasta yo repudio, los golpean hasta partirles los huesos, los

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rocían con gases tóxicos; ellos son inmortales. Ellos solo mueren de un

tiro o de un chuzazo, no te preocupes por ellos.

 ─ Entonces, vamos con Cara Dulce— lo invite pensando que no

aceptaría, pero aceptó.

Mientras regresábamos al mundo enrejado pasamos cerca de los

viciosos del pasillo, estaban sentados uno al lado del otro esperando

con reverencia su turno frente a la pipa y adorando con ansiosas

miradas el humo triunfante que los arropaba y los consumía. Mientras

unos fumaban los otros lo cuidaban; pues así corrían menos riesgo de

ser atacados estando drogados.

En el mundo enrejado encontramos a Cara Dulce dormido en su

cama, eso me sorprendió; pues un preso con tantos problemas no

 puede dormir tan despreocupadamente. También me sorprendió el 

haber tardado tanto desde el baño a la celda del preso. Descendimos

 por la pared hasta llegar al cesto de la basura, pero estaba vacío;

razón por la cual decidí, arriesgarme un poco y subir sobre Cara Dulce

 para comer un poco directamente de sus heridas. Convencí a mi 

acompañante de lomo blanco de seguirme en mis pretensiones.

Subimos por la pata de la cama hasta llegar a la almohada. Para

recortar camino escalamos sus cabellos dispuestos a caminar a través

de su cara. Con tan mala suerte que, debido a los movimientos de

nuestra travesía, Cara Dulce despertó.

Cara Dulce se levantó de la cama con su chuzo en la mano; él, casi 

siempre, dormía con el chuzo empuñado debajo de la almohada.

Todavía colgábamos, Lomo Blanco de su boca, yo de su nariz, cuando

de un salto Cara Dulce se pegó de la pared y enfrentó a un grupo de

reclusos que entraban, en ese preciso momento, a nuestro mundo.

 ─ ¿Qué es lo que?— dijo aún exaltado por el brusco despertar 

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 ─ No hay nada— dijo el recluso de la cadena de oro, líder del grupo.

 ─ ¿Y entonces? ¿Cuál es el payaseo por estos lares?— dijo Cara

Dulce moviendo el chuzo listo para la acción.

 ─ Entonces nada — dijo el de la cadena de oro mientras sus

acompañantes tomaban posición en la celda.

En ese momento pensé que Cara Dulce solo se salvaría si cedía a las

 pretensiones sexuales de los hombres.

Mi compañero de lomo blanco se desprendió de su boca al no

soportar los bruscos movimientos y el aire de su nariz. Yo peleaba por 

mantenerme colgado a su nariz, al ver libre su boca, bajé un poco y 

enrede mis patas en el pelambre de arriba de su labio superior. Sabía

que debía desprenderme de ese lugar, pero el miedo no me permitía

tomar decisiones. El hombre de la cadena de oro comenzó a

acercarse chuzo en mano, los demás imitaron sus movimientos.

 ─ Sabes migo, si usted rodo en el depósito aquí también a de rodar,

 porque nosotros no somos menos que nadie y si ellos pudieron

emboscarle el miedo, nosotros también podremos— dijo el recluso con

sabor a sudor el mismo del depósito y quien lo había apoyado

después del castigo de Bam Bam.

En el pasillo se escuchó la vos fuerte y desafinada de Olor a Periódico

tratando de entonar una canción; o, mejor sea dicho dado lo

desafinado de la melodía, tratando de hacer notar su presencia.

 ─ Vista chamo ¿Qué pasó?— dijo en son de saludo, al llegar a nuestro

mundo, con aire despreocupado pero seguro, haciendo caso omiso a

las intenciones de los hombres; se hiso paso entre ellos y se sentó en

su cama —. Esto no se hace, esto es una equivocación; todos están

equivocados. El chamo se equivocó y le arrancó el dedo, de un

mordisco, a un tipo, y eso no se hace. El tipo se equivocó al violar al 

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chamo, y eso tampoco se hace, ahora el chamo debe hacer lo que

debe hacer para terminar con las equivocaciones y los equivocados. Y 

lo hará porque es un varón.

 ─ Uno es quien es y se hace matar para serlo, no es de varones rodar 

ante un tipo y quedar vivo para contarlo, sobre todo si no se tiene la

excusa de la muerte del violador — dijo el hombre de la cadena de

oro.

 ─ No rodó, lo forzaron entre cuatro después de una paliza de Bam–

Bam quienlo dejo medio muerto ─ ripostó Olor a periódico.

 ─ Pero el tipo andan por ahí riéndose de su desgracia y haciendo

alarde de lo sucedido — dijo el de la cadena de oro al momento

bajaba el chuzo.

 ─ Si es un varón, debe darse su puesto, o se comporta como una

hembra, o se comporta como un varón. Porque nosotros somos lo que

somos y no queremos que nos confundan con lo que no somos — dijo

el hombre con sabor a sudor.

 ─ El chamo está esperando por una la oportunidad para terminar con

la equivocación─ dijo Olor a Periódico.

 ─ Mira chamo nosotros no podemos tener una mariposa aquí 

dándosela de varón— dijo el de la cadena de oro— porque dirán que

más de uno en este pabellón tiene las mismas debilidades y no quiero

 problema por una mariposa. Así que arregle su problema o nos sirve

de mujer a nosotros también.

 ─ El chamo está esperando una oportunidad — repitió Olor a

Periódico —, pero los tipos están enconchados en la cocina, y 

el―panaǁ no puede banderearse por ahí, porque muchos lobos

andan acechando y quieren violarlo. Pero el hombre es un varón, y él 

va a arreglar su rollo.

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 ─ ¿Y cómo lo va a arreglar sin salir de aquí? — preguntó alguien del 

grupo a quien no distinguí.

 ─ Ya le pasaron el pitazo. Por ahí dicen que los tipos están obligados a

dar la cara los jueves por ser día de traslado.

 ─ ¿Y cuándo te toca traslado un jueves?─ preguntó el mismo hombre.

 ─ El diez de octubre, eso es lo que hay — por fin habló cara duce.

Según mi pensar, Cara Dulce estaba más asustado de lo aparentado.

Sentía su sangre pasar bajo mis patas con mucha fuerza.

 ─ ¿Y mientras tanto qué? faltan más de nueve meses para eso— dijo

el hombre de la cadena de oro.

 ─ Buen ―panaǁ, no hay más, el chamo no se puede mudar — dijo

Olor a Periódico y los reclusos comenzaron a salir de la cerda

aceptando las palabras de hombre.

 ─ Arregla tu culebra chamo— dijo el hombre de la cadena de oro al 

momento de salir de nuestro mundo enrejado.

 ─ Gracias―panaǁ, me espantaste la pelona— dijo agradecido Cara

Dulce a Olor a periódico.

 ─ Quítate esa cucaracha de la boca será mejor — replicó Olor 

Periódico sin querer aceptar el agradecimiento de su compañero

Cara Dulce de un manotón me tiró al piso, camine rápidamente en

busca de mi compañero de lomo blanco que estaba en algún lugar de

 piso. Olor a Periódico quiso pisarme, pero Cara Dulce le obstruyó el 

 pisotón; quizás, en agradecimiento por haberlo despertado cuando

llegaron los reclusos.

El descenso de la mariposa

Mi vecina de lomo blanco era una experta, sabía todo lo que debía

saber, conocía sus límites y nunca iba más allá de ellos, pues a esa

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 prudencia debía su longeva vida. A mí me enseñó a existir según el 

deber ser, a existir digo, porque para vivir nada enseñó, pues cuando

se vive según los preceptos establecidos por otros, solo se espera el 

fin de la vida viviendo experiencias prestadas. Con mi vecina de lomo

blanco aprendí a ir desde el mundo enrejado de Cara Dulce hasta el 

agujero del retrete sin dificultad, aprendí, como todos, a buscar comida

en los lugares más inusitados, el hambre nos obligas a hacer cosas

impensadas. También aprendí a merodear por el baño en la

madrugada para distraer mis instintos. Pero una vez se saborea la vida

no se puede obviar fácilmente y yo quería vivir. Por otro lado, Cara

Dulce había mejorado su relación con sus compañeros, ya lo estaban

aceptando en el pabellón como un igual, algunos hasta conversaban

con él públicamente. Y eso había empobrecido mi alimentación, fueron

días muy difíciles.

En una madrugada, como cualquiera, salí a merodear en busca

buscar de comida, fui de mundo en mundo en busca de una vendausada y de hombre en hombre en busca de una herida nueva, pero

tanto las vendas como las heridas eran mezquinas en alimentos.

Súbitamente se prendieron las luces, cosa extraña, hacía pocos

instantes habían pasado el número y los Vigilantes no suelen prender 

las luces después del número, salvo por algo muy importante.

―Seguramente iban a castigar a alguienǁ, pesé yo. Si eso era, tendríacomida suficiente. Volé hasta una pared y vi dos Vigilantes escopeta en

mano y peinilla al cinto espetando pacientemente.

Olor a Periódico y el hombre de la cadena de oro aparecieron de los

confines de las sombras contando dinero y haciendo bromas entre

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tropel de personas se dejó escuchar entre las paredes, y el Vigilante

abrió las puestas permitiendo el paso a un río de personas; quienes,

en un llanto de murmullos, temores e incertidumbres, laceraron el 

nervioso silencio provocando la alegría de la mayoría presos.

Yo me puse a buen resguardo dentro del retrete, pues he visto, en

experiencias propias y ajenas, la falta de respeto de las personas por 

la vida zángana a sus intereses. No me había terminado de acomodar,

cuando un bullicio escalofriante evadió el agujero.

 ─ ¡Echaron veneno! — anunciaron unas vecinas de la superficiemientras hacían esfuerzos desesperados por escapar, hundiéndose

más en el abismo.

Yo, en el hoyo del retrete, maldecía mi suerte por no haber podido

alcanzar a tiempo el alimento producto de la desventura de los presos.

De pronto, vi a Lomo Blanco, acompañado de muchas vecinas, en

furiosa huida hundirse aún más en el abismo del retrete; mientras, con

señas, indicaba la inminencia del peligro. Apenas entendía sus

indicaciones; pero, ante su desesperación, también me puse en fuga.

Poco había andado en el interior del agujero del desagüe cuando

comencé a percibir el desagradable olor del veneno, me ardía el 

cuerpo, y me faltaba el aire. Poco a poco comenzaron a aparecer cadáveres de mis vecinas a lo largo del agujero. No son eternas, me

dije. El agujero era enorme, nunca lo imaginé tan extenso; de no

haber sido por Lomo Blanco, y de eso doy fe plenamente, me hubiese

echado boca arriba para dejarme morir. Pero Lomo Blanco me

empujaba constantemente, no sé si para hacerse paso o para

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ayudarme. Pero me alegra haber sido amable con un ser tan

insignificante; pues como se dice en la calcar ―uno nunca sabe a

quién ha de deber la vidaǁ. Por fin caímos en una corriente de agua,

me deje llevar sin pensar en consecuencias. El agua alivió el ardor de

mi cuerpo y la corriente me alejó del peligro.

Les quise contar esta parte de la historia, perteneciente a mis vecinas y 

a mí, para hacerles comprender la difícil existencia de quienes vivimos

de las cárceles cuando las desgracias de los presos no alimentan

nuestras vidas.

Ya la oscuridad se apoderaba del ambiente cuando llegue a la

 primera reja del pabellón. Desde donde estaba podía ver el bote de

basura lleno de cadáveres de mis otrora vecinas acompañando los

deshechos dejados por la visita. Subí hasta el techo arrastrando mi 

cansancio, para de allí dirigirme al mundo enrejado donde vivía Cara

Dulce.

Cuando me dirigía al único refugio, por mí considerado seguro, vi algo

maravilloso para quienes vivimos de las penas de los presos; un

enorme charco de sangre, significado de respeto para alguien, miedo

y necesidad de pagar por protección para otros; para mí, comida

abundante y nutritiva. Sin pensar, me desprendí del techo y caí en el 

 pozo. Muchos reclusos me vieron; pero estaban muy ocupados, en

resorber no sé qué asunto, para preocuparse por mí. El poder que

otorga la fuerza ajena, volvió a mi cuerpo y rápidamente recuperé mis

cualidades sensoriales. Desde ese día me prometí dejar atrás

cualquier cosa o ser, asumir cualquier riesgo y explorar cualquier 

rincón para conseguir el alimento alojado en las venas de los preso, y 

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demás presos. Pero en el pabellón hay otro grupo de preso quienes

también se han asociado y no lo reconocen, es más, compiten con él 

 por el respeto y la fidelidad de los nuevos internos. Con este propósito

y con el propósito de ganar dinero, ambos grupos, organizan eventos

dentro del penal: venden drogas, pasan prostitutas, protegen a los

 presos vulnerables con familia adinerada, organizan robos, timos y 

toda actividad ilícita rentable en poder o dinero, dentro o fuera del 

 penal. También el grupo sanciona a sus miembros en caso de faltas o

errores, la mayoría de las veces con la muerte. Éste es el caso Olor a

Periódico, quien por acercarse al grupo del hombre de la cadena de

oro, organizó un evento y se metió en un gran problema.

 ─ Ese tipo nos engañó, nos metió una pera entre las manzanas y 

ahora amenaza con chaparrearnos para reírse de nuestra inocencia—

dijo esto para explicar el cinismo del Vigilante al meter un homosexual 

entre las prostitutas y ahora pretender castigarlos—. Pero de nosotros

nadie se ríe sin meterse en problema. El Vigilante se está riendo y ese

es tu problema— concluyó, dirigiéndose a Olor a periódico.

 ─ Chamo, es muy poco lo que puede hacer una hormiga contra la

lluvia, pero buscaré una oportunidad y resolveré el problema─ 

respondió Olor a periódico.

 ─ Ese Vigilante no se puede reír de nosotros — sentenció el hombre

de la cadena de oro y se dispuso a salir de nuestro mundo.

 ─ Tranquilo, no se reirá— dijo Olor a Periódico con tono reflexivo para

despedirlo.

Por primera vez vi a Olor a Periódico preocupado por sí mismo.

 ─ Estas metido en tremendo lio: si te metes con el Vigilante te van a

matar los otros Vigilantes; y, si no, te van a guisar los presos — dijo

Cara Dulce tratando de enfocar el problema. Olor a Periódico no

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contestó; callado, continuó pensando en su circunstancia.

Había pasado poco tiempo cuando se escuchó un alboroto en el 

 pasillo. Muchos pasos y muchas voces, la mayoría no las había oído

antes.

 ─ ¡Todo el mundo desnudo y al patio!— Gritó uno de los recién

llegados.

Después todos los recién llegados gritaban ―desnudos y al patioǁ

Eran los Vigilantes acompañados por la Guardia Nacional. El Vigilante,

quien había estado dirigiendo las negociaciones en la noche anterior,

era quien más gritaba.

 ─ ¡Cuento, tres y no quiero ver a nadie aquí! — gritaba el líder 

mientras repartía golpes con su peinilla a cuanto recluso se le

acercaba.

 ─ ¡Cuento tres! — gritaba el resto del grupo.

Cara Dulce se despojó de su ropa con velocidad inusitada y con la

misma velocidad se puso en marcha rumbo al espacio exterior. Yo,

 pensando en la cantidad de comida a desperdiciarse en la reunión de

espacio exterior, volé a su cabeza y me aferre a su cabello. A pesar de

la velocidad de su desplazamiento, recibía un planazo al pasar al lado

de cualquiera de los Guardias o Vigilantes. Los planazos, como en

todos los presos, iban escribiendo el viacrucis en la piel desnuda de

Cara Dulce.

Por fin el espacio exterior se abrió ante nosotros. Era inmenso, un

 poste con una cesta de basquetbol indicaba una cancha escondida

entre promontorios de basura. Desde todas partes emanaba un

agradable olor a orine y estiércol. De momento no entendí porque

tanta basura en el espacio exterior, pero con el tiempo me entere que

los reclusos encargados de hacer el mantenimiento, no querían

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limpiarlo porque otros reclusos les disparan desde los pisos altos para

 practicar su puntería. El estiércol y el orine, se debía a que los reclusos

del depósito no siempre le daban permiso para ir al baño, por tal 

razón, estaban obligados a defecar en bolsas plásticas o papel 

 periódico y lanzarlo al espacio exterior a través de la reja de los

ventanales.

De todas maneras, no quise tocar el piso del espacio exterior, pues en

el piso corría el riesgo de motivar a alguien a matar su aburrimiento

aplastando mi cuerpo; para evitarlo salte del pelo de Cara Dulce y me

aferre a una pared desde donde podía ver los sucesos sin problema.

Uno de los Guardias Nacionales, muy sudoroso por cierto, tomó un

bate de beisbol y con un andar afeminado comenzó a pasear entre las

filas de hombres desnudos.

 ─ ¿Quién mató al homosexual? — preguntó el Guardia sabiendo, de

antemano, los estéril de la pregunta.

Se acercó a uno de los reclusos, lo golpeó con todas sus fuerzas y 

 preguntó de nuevo ―¿Quién mató el homosexual?ǁ Además, del bate

del oficial, aparecieron muchos más y cada uno se colocó frente a una

fila, uno tras otro los recluso eran interrogados mientras se le

 preguntaba ―¿Quién mató al homosexual?ǁ

Olor a Periódico, en su afán de ser aceptado por el grupo del hombre

de la cadena de oro, emprendió un negocio con uno de los Vigilantes,según el cual, el Vigilante traería un número determinado de

 prostitutas por cierta cantidad de dinero. El acuerdo fue certificado por 

varios reclusos quienes silenciosos vieron al Vigilante hablando con el 

 preso noches antes. Y Olor a Periódico entregó el dinero, pagando por 

anticipado el placer de sus compañeros y haciéndose responsable

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ante ellos, y el Vigilante recibió el dinero quedando responsable ante

Olor a periódico.

Uno tras otro fueron pasados los reclusos, cada uno recibía cinco

batazos y una pregunta. ―¿Quién mató al homosexual?ǁ. Cara Dulcerecibió sus cinco batazos sin quejarse, después le tocó el turno a Olor 

a periódico, en otra de las filas le tocó el turno al hombre de cadena de

oro y una fila más allá un hombre flaco y huesudo quien anticipaba las

lamentaciones a los golpes.

Todo estaba funcionando bien con las prostitutas, Olor a periódico, el hombre de la cadena de oro y el hombre flaco y huesudo, quienes

eran los coordinadores de la situación, estaban orgullosos de su

trabajo y hasta llegaron a felicitase mutuamente. Pero al final de la

tarde, entró una nueva chica en el juego, Olor a Periódico reclamó su

 privilegio de coordinador principal y se fue con la recién llegada a uno

de los mundo enrejados dispuesto a saciar su lujuria.

 A Olor a Periódico le tocó ser interrogado por el Vigilante con quien

había hecho el negocio; no era casualidad, y él lo sabía; sabían

también que ningunos de los inquisidores estaba interesado en oírlo

contestar la pregunta, pero todos esperaban verlo morir en el 

interrogatorio; y así, dejar constancia del peligro implícito en atacar a

una persona ingresada bajo su egida.

Efectivamente el primer batazo fue dirigido a la cabeza, Olor a

Periódico logró meter la mano y salvarse de una muerte premeditada,

aun cuando, el golpe, le malogró la mano. Sin embargo, por ser tan

evidente el intento de asesinato, el Vigilante no podía repetirlo.

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Cuando Olor a Periódico entró al mundo enrejado, la chica se despojó

de la ropa y se tiró boca abajo sobre la cama. Tenía una espalda tersa

y unas nalgas suaves, una cadena dorada le rodeaba la cintura, una

cadena plateada decoraba su cuello, el pelo caía sobre la cama

cubriendo su rostro y desnudando su espalda fuerte para una hembra,

 pero no tanto para un hombre. Olor a Periódico se montó sobre ella

con el ímpetu natural de un recluso, una vez enzima trato de voltearla,

 pero ella se lo impidió.

 ─ ¿Qué pasa?— dijo Olor a Periódico mientras se inclinaba sobre el 

cuerpo de la chica. Pero esta suavemente tomó su mano y sin cambiar de posición. La puso sobre sus senos. Olor a Periódico entusiasmado

con el volumen de sus tetas se dejó llevar a una relación anal.

El segundo batazo fue en las costillas, el tercero en el pecho, el cuarto

fue el más fuerte, se alojó en su espalda y lo derribo. Yo pensé con

cierta alegría que sólo quedaba uno y todo terminaría; después detodo eran solo cinco batazos por preso.

 ─ No te muevas papi — dijo la chica cuando Olor a Periódico quiso

levantarse para permitirle voltearse.

Olor a Periódico se molestó por la resistencia de la mujer a una

relación vaginal y de un empellón la volteó sobre la cama.

El batazo número cinco fue menos fuerte, quizás porque la potencia

del cuarto batazo había debilitado al castigador. Olor a Periódico quiso

levantarse, pero en ese momento sintió el batazo número seis, tan

fuerte como el cuarto, y luego el siete. En ese momento yo pensé que

lo mataría a batazos.

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hombres desnudos corrían en busca del pabellón al ritmo de nuevos

 planazos.

Unos reclusos terminaron de traer a Olor a periódico a nuestro mundo

enrejado. Yo llegué en los cabellos de otro recluso, pues no pude

distinguir entre tantas cabelleras, los cabellos de Cara Dulce.

Poco después llego el hombre de la cadena de oro a nuestro mundo

enrejado.

 ─ ¡Chamo, ese tipo no juega, ese tipo nos va a matar!— dijo Olor a

 periódico al recién llegado.

 ─ ¡Eso es culpa tuya!— dijo el hombre de la cadena de oro mientras sesentaba dificultosamente en una de las cama.

 ─ No importa de quién sea la culpa. Lo importante son los hechos, y el 

hecho es que, si lo dejamos, el Vigilante nos va a matar — repitió Olor 

a periódico.

Nuevamente el bullicio en el infinito. Inmediatamente me asomé para

saciar mi curiosidad. Eran unos veinte Vigilantes ingresando al  pabellón al pabellón, los mismos del espacio exterior. Llegaron

repartiendo planazos a quienes les pasaban por el lado, pero su

objetivo era nuestro mundo.

 ─ ¡Vengan acá pajaritos vamos a habla!— dijo uno de los Vigilantes a

los dos hombres desde la reja del mundo.

El hombre de la cadena de oro se puso de pies dificultosamente; peroOlor a Periódico se acurrucó en una esquina de la cama.

 ─ ¡Yo no voy a ninguna parte!— gritó Olor a Periódico a los hombres.

 ─ Esto no es un hotel mi amigo, aquí usted va para donde lo lleven,

¡entendió!— dijo, mal encarado, uno de los Vigilantes.

 ─ ¡Sea como sea, yo no voy!— repitió Olor a Periódico.

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Uno de los Vigilantes, impaciente, lo tomó del brazo e intentó halarlo,

 pero el hombre se aferró a la cama como una garrapata.

 ─ ¿Qué pasa chico, tú no eres un hombre?— dijo el Vigilante.

Pero Olor a Periódico, entendido su vida en la mesa de juego, se

aferró aún más a la cama. De un empellón lograron despegarlo de la

cama; pero se aferró a los barrotes de la reja, lograron despegarlo de

la reja, pero se aferró a otro recluso mientras lloraba como un niño

 pidiendo misericordia para su vida y perdón por sus acciones.

 ─ Te vamos a dejar por cobarde y chigüire, ojala tus compañeros te

violen y te hagan rodar como a una zorra — dijo uno de los Vigilantes

amedrentado por el escándalo, y aceptando su impotencia frente a los

gritos del hombre.

Muy por el contrario, el hombre de la cadena de oro caminó con los

Vigilantes con actitud gallarda y la cabeza erguida, enredado el valor y 

la resignación en la mirada de quien conoce su destino.

Después de esa noche nunca más se supo del hombre de la cadena

de oro. Una vez vinieron unos familiares buscándolo, algunos presos

les dijeron que fueran a la dirección a preguntar por él; pero tampoco

ellos regresaron al pabellón.

El lavandero de las ofensa

Después de la muerte del homosexual las cosas cambiaron para Cara

Dulce y Olor a periódico. Cara Dulce arrastraba el haber sido violado y no haber vengado su deshonra; Olor a Periódico, el haber sido

engañado por el Vigilante y, como si esto fuera poco, haber llorado

como un niño cuando el Vigilante lo vino a buscar; eso era muy mal 

visto por los reclusos. Sabiéndose responsable cada uno de su

circunstancia, casi no hablaban entre ellos, para evitarse la vergüenza

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de tocar temas relacionados con sus infortunios, uno por no haber 

tomado medidas y el otro por haberlas tomado de forma inapropiada.

Sin embargo, los dos se necesitaban, y lo sabían; pues era cuestión de

tiempo para que sus compañeros de reclusorio intentaran atacarlos y 

tomarlos como esclavos sexuales o laborales.

Cara Dulce tenía la reja cerrada para evitar visitas inesperadas, y los

codos apoyados en las rejas simulando distraerse con las

cotidianidades ajenas para evitar conversar sobre las propias.

 ─ Chamo, necesito una segunda tuya— dijo repentinamente Olor a

Periódico casi entre dientes.

 ─ ¿Qué dijiste?— preguntó Cara Dulce fingiendo no haber escuchado.

 ─ Debemos acabar con esta vaina; porque, si no, un día de estos nos

vamos a convertir en las damiselas de aquí o, si tenemos más suerte,

vamos a amanecer con el mosquero en la boca — Contestó Olor aPeriódico haciendo caso omiso a la pregunta de Cara Dulce.

 ─ ¿Qué segunda quieres?

 ─ Esta noche, sea para bien o para mal, pasearé con la pelona y con

ella como testigo resolveré mi royo. Necesito que tú, de alguna

manera, tapes mi ausencia durante el número.Cara Dulce permaneció en silencio un buen rato reflexionando lo

dicho por su compañero.

 ─ Tú sabrás lo que haces— dijo al final de su refección.

— ¿Cómo podría taparte? — siguió diciendo Cara Dulce buscando,

con esta excusa, hacer desistir a su compañero de sus riesgosas

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intenciones.

 ─ No sé, pero tú sabrás como— contestó Olor a Periódico con el 

aplomo de siempre, perdido desde la muerte del homosexual —. Voy a

salir — dijo, dando por terminada la conversación.

 ─ ¡Dios te ayude!— dijo entre dientes Cara dulce, no para negar al 

otro la posibilidad de escuchar, si no, pienso yo, para no ofender a

Dios con la paradoja se solicitar su ayuda para, seguramente, acabar 

con la vida de otro ser.

Olor a Periódico quitó el candado de la reja y salió con andar seguro y 

 pausado. Cara Dulce lo vio partir con admiración y respeto, pues

entendía el riesgo implícito en salir del mundo. Un rato más tarde lo vio

 pasar con el uniforme de trabajo, propio de los reclusos dedicados a

las labores de mantenimiento y limpieza. Llevaba botas de goma hasta

las rodillas y guantes hasta los codos, típico de quienes recogen la

basura y el estiércol de los demás presos. Además, llevaba un chuzo a

cinto mal disimulado bajo la camisa.

Particularmente a mí me sorprendió su valentía al entrar a nuestro

 pabellón así vestido y pasar frente a todos los reclusos de esa forma

vestido. Siempre se ha dicho entre los presos: ―los reclusos del 

 pabellón de mantenimiento y limpieza son los cobardes que se ponen

a recoger estiércol para no meterse en los pabellones guerrerosǁ

Pero Olor a Periódico había rodado ante los Guardias y eso justificaba

su salida de nuestro pabellón. Pero confuso era su regreso a nuestro

 pabellón, aunque fuera para recoger basura; eso era una provocación

o una locura; pues su imagen de guerrero estaba en el piso.

El hombre entró a su mundo enrejado, sacó su―medio brazoǁ y salió

del pabellón empujado el carro de la basura. Su andar era confiado y 

seguros, rallando en lo arrogante, quizás por eso, nadie osó dirigirle la

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 palabra, aun cuando muchos hicieron comentarios soeces sobre su

conducta ante el Vigilante.

Como pudo, Cara Dulce, cubrió la falta de Olor a Periódico durante el 

 pase de número. Era fácil hacerlo durante una noche por cuanto los

Vigilantes solo pedían a los reclusos enumerarse gritando un número;

Basado en ese proceder, para tapar una falta solo se requería gritar 

dos números diferentes.

 A la mañana siguiente, Cara Dulce, como toda las mañanas, fue al 

comedor; tomó su bandeja y pasó por la ventanilla del pan, donde le

tiraron dos panes, pasó por la ventanilla de las bebidas donde le

trataron de echar una escudilla de avena, pero la mitad de la misma

no cayó en la bandeja, por ultimo pasó por la ventanilla de los postres

y el preso encargado de esta ventanilla amago con tirarle un masa

amarillenta, pero debido a la rapidez de Cara Dulce perdió la

oportunidad de hacerlo y se preparó para el siguiente preso.

Yo iba sobre su cabeza, disimulado entre su cabello sin llamar su

atención. Me gusta ir al comedor con Cara Dulce porque

frecuentemente se generaban mucha comida para mí. Esto por ser un

sitio de reunión donde se ―matan muchas culebrasǁ o se resuelven,

con el chuzo, las diferencias. Sin embargo, ese día no se produjo

ningún incidente, por lo menos en el corto tiempo de nuestra estadía

en el lugar.

 Al salir del comedor pasamos por la escalera que va al pabellón

donde viven los reclusos dedicados a las labores de mantenimiento y 

limpieza. En un rincón, estaba Olor a Periódico añingotado con

su―medio brazoǁ abrazado y los ojos llenos de lágrimas. Para mi 

entender tenía una severa crisis de nervios.

 ─ ¿Qué te pasa? ¿Cuál es la mente? — preguntó Cara Dulce

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acercándose a él.

 ─ ¡Ninguna, mate al Vigilante!— contestó en un susurro.

 ─ ¡Dios nos guarde!— Exclamó Cara Dulce—. Estas sangrando;

camina conmigo— dijo, ahora más compresivo, al mirar la sangre en

las manos de Olor aperiódico.

 ─ No es nada me corte la mano de tan fuerte apretar el chuzo.

 ─ Ya lo más feo pasó, vamos al pabellón y esperemos por un buen

desenlace de este lio.

 ─ No me puedo mover, me entró el cague.

Su decir, era una expresión común, entre los presos, para describir el 

miedo.

Cara Dulce echó el brazo de su compañero sobre sus hombros y, casi 

cargándolo, lo ayudó a andar hasta nuestro mundo enrejado. Cuando

entramos al pabellón Cara Dulce estaba lleno de orgullo, hasta yo

estaba henchido de orgullo, caminábamos con un guerrero, y no

cualquier guerrero, sino aquel que, habiendo sido humillado por un

Vigilante semidiós, lavó la ofensa con la desgracia de la deidad. Los

 presos miraron asombrados como Cara Dulce apoyaba en su andar a

Olor a Periódico y, aunque algunos hicieron comentarios soeces por 

considerar esa una actitud propia de homosexuales, ninguno se

atrevió a ponerle acciones a los comentarios, quizás, amedrentados

 por el orgullo y la seguridad de Cara Dulce en su andar.

Cara duce acomodó a Olor a Periódico en la cama. Yo salté desde la

cabeza de Cara Dulce a la pared. No había pasado mucho tiempo,

cuando casi todo el pabellón se peleaba por entra al mundo enrejado

de los dos hombre.

 ─ ¡Ese chamo! ¡Bien hecho―panitaǁ!— gritó uno mientras se peleaba

con otros dos por darle la mano y felicitar a Olora periódico ─. Usted es

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un caballero ─ dijo cuándo lo logró.

 ─ ¿Qué pasó, dijeron quien fue?— preguntó Olor a periódico.

 ─ Tranquilo ―panaǁ, quien trabaja bien obtiene buenos resultados,

usted trabajó bien— dijo otro recluso a quien no pude identificar.

Nadie, como Olor a Periódico, sabía el significado de aquellas

 palabras, pues aquellos hombres eran seres totalmente insensibles,

solo impresionables por seres y acciones realmente superiores.

 ─ Bueno compañero, yo ya mate mi culebra, ahora le toca a usted—

dijo Olor a Periódico a Cara Dulce animado por los halagos.

 ─ Tranquilo―panaǁ, el día se acerca.

La muerte del lobo

Olor a Periódico, con un carrito de recoger basura, pasó directamente

a las oficinas de la dirección. Habían muchos escritorios, la mayoría

estaban ocupados por reclusos silenciosos llenando expedientes a

mano, otros, los menos, por reclusos llenando otros expedientes a

máquina, un recluso en uno de los rincones supervisaba a los demáshaciendo observaciones periódicas y recibiendo consultas. Olor a

Periódico fue hasta uno de los escritorios.

 ─ Un compañero me aconsejo venir a informarme sobre la faena de la

―mafafaǁ.

― La mafafaǁ es la droga.

 ─ Okey — comenzó diciendo el hombre con la confianza dada por la

costumbre —, yo no sé quién eres tú, ni tú sabes quién soy yo. Tu

trabajo será recoger la basura por la orilla de la cerca y toda la basura,

expuesta por ahí, te la traes y se la entregas a estos tipos — dijo

mientras le entregaba una lista de nombres — recuerda una cosa, no

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te puedes equivocar, cada bolsa tiene un nombre ¿entendiste?

 ─ Si.

Olor a Periódico se retiró de la oficina con sus botas y su bragaolorosas a estiércol. Salió al espacio exterior; los Guardias de las

garitas y los de la custodia externa lo miraron con ojos de complicidad.

El recluso hizo lo indicado, caminó limpiando la orilla de la cerca de

arbusto y recogiendo todas las bolsas encontradas a su paso. Luego

volvió a entrar al edificio, revisó la lista y continuó su trabajo. Fue a una

 puerta de alguna parte y entregó dos bolsas, fue a otra parte y entregócuatro bolsas, llegó hasta enfermería y entregó una bolsa. No entregó

más porque supuestamente enfermería tenía otro proveedor y hubo

un mal entendido.

Después se fue al mundo de los Vigilantes. El procedimiento con los

Vigilantes es diferente, no se les puede entregar la droga

directamente; pues eso acarrearía un castigo. Por tal razón, la entrega

requiere de cierta ceremonia. Era necesario lanzar una piedra, al 

interior de su mundo, envuelta en un papel con el nombre del Vigilante

solicitado. El Vigilante, cuyo nombre apareciera en el papel, debería

salir a atender la invitación del recluso. Generalmente los Vigilantes

salen poco prevenidos, confiados en la sumisión y dependencia de

esta categoría de recluso en particular.

Olor a Periódico lanzó su piedra envuelta en papel con el nombre del 

Vigilante, el mismo con quien había hecho el negocio con las

 prostitutas; esa era la última bolsa a entregar. Cuando el Vigilante se

acercó Olor a Periódico, éste se voltio de espalda y se cubrió el rostro

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con unas bolsas de basura; está terminantemente prohibido verle la

cara al Vigilante receptor de la droga. El hombre tomó la bolsa y 

entregó un fajo de billetes. Olor a Periódico contó exhaustivamente

 para comprobar la probidad del negocio.

Cuando el Vigilante se hubo retirado, Olor a Periódico echó a andar 

sin mirar atrás, al dobló el primer codo del pasillo se refugió en un

remanso y allí esperó por un rato. Luego, cuando lo considero

oportuno, regresó al mundo de los Vigilantes. Envolvió una piedra en

un papel con el nombre del mismo Vigilante y la lanzó. Se volteó de

espalda se cubrió la cara con una bolsa y esperó. Dos minutosdespués salió el Vigilante excusándose por un supuesto error de

cálculo. Olor a Periódico, con velocidad inesperada, sacó de la braga

su―medio brazoǁ y de un machetazo cortó el cuello del Vigilante sin

darle tiempo de clamar a Dios.

Olor a Periódico corrió como loco por el infinito hasta llegar a la oficinadonde lo esperaba el recluso escribiente de la oficina del Director 

encargado de la droga.

— ¿Qué pasa?— preguntó el escribiente.

— ¡Un Vigilante quiso quitarnos el dinero y lo mate!— dijo Olor a

Periódico entre temblores— ¡un Vigilante quiso robarme y lo mate! ─ 

repitió impulsado por el nerviosismo.

— ¡Has matado a un Vigilante! ─ exclamó.

— El tipo se puso bruto y nosotros no pudimos hacer nada— contestó

Olor a Periódico seguro de su decir.

— ¡No seas estúpido, preso no mata Vigilante! ¿Con quién andabas?

— preguntó intrigado por el ―nosotrosǁ

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— No puedo decirlo señor.

— Ven para acá.

— ¿Para qué señor?

— ¡Pasa bobo!— dijo esto mientras de un jalón lo hacía entrar en la

oficina.

Olor a Periódico sabía que mientras el hombre y sus jefes pensaran

que él no estaba solo, nada le pasaría; pues ningún otro recluso le

repartiría las bolsas de droga sabiéndolos capases de matar a uno de

sus repartidores por defenderles su dinero. Por otro lado, ellos

tampoco podían permitirse ser involucrados en este incidente. Por 

estas razones, momentáneamente, Olor a Periódico estaba a salvo.

No obstante, una buena paliza, para tratar de inducirlo a revelar la

identidad de su acompañante, era inevitable, y Olor a Periódico estaba

consciente de ello, aun mas estaba preparado para recibirla.

— ¿Quién estaba contigo? — preguntaba el escribiente antes de

golpearlo. ─ No puedo decirlo señor — contestaba Olor a Periódico al ritmo de

las preguntas; sabiendo, como sabía, que, aunque lo golpearan, no lo

matarían.

Temprano en la madrugada terminó el interrogatorio y Olor a Periódico

salió golpeado, pero vivo, de las oficinas de la dirección. Llegó hasta la

escalera que llevaban al pabellón de los reclusos de mantenimiento y limpieza, y se acurrucó a pasar el susto. Allí lo recogió Cara Dulce en la

mañana.

Los comentarios sobre las vicisitudes sufridas por los reclusos del 

 pabellón de mantenimiento y limpieza no cesaban de circular. Incluso,

de vez en cuando, se veían pasar algunos heridos. Se les suspendió la

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visita y se les impidió salir del pabellón hasta para ir a enfermería. Todo

esto motivado al asesinato del Vigilante, del cual era responsable Olor 

a periódico. El lobo de pelo blanco

Después de la perfecta y planificada muerte del Vigilante las presionessobre Cara Dulce y Olor a periódico bajaron. Olor a Periódico recobró

su liderazgo natural, todos lo veían con respeto, y nuevamente Cara

Dulce quedaba bajo su protección. No obstante, Olor a Periódico

aumentó la presión sobre Cara Dulce estimulándolo con

desconsiderados comentarios a concretar la venganza contra sus

violadores.

Una tarde cuando me disponía a descansar detrás de la imagen de

María Lianza, un bullicio repentino me hizo desistir de la idea. Los

gritos se expandieron por el pasillo y retumbaron en los calabozos,

―los tribunalesǁ, gritaban por todas partes mientras corrían a donde

se generaba el bullicio. Ante tal escandalo corrí con ellos, sabiendo, por los gritos, el motivo de los acontecimientos. Cuando llegué al 

 principio del pasillo ya un Vigilante había comenzado a leer la lista de

los reclusos a ser trasladados a los tribunales el día siguiente.

Cuando el Vigilante terminó de leer la lista, todas las miradas se

 posaban sobre Cara Dulce; quien, casi sin creerlo, preguntaba una y 

otra vez ―¿Qué día es hoy?ǁ; ―es miércolesǁ le contestaban algunos

reclusos en forma burlona. Conscientes de la responsabilidad 

creciente frente a él, según se acercaba el día siguiente.

Cara Dulce entró a su mundo enrejado con la preocupación

estampada en el rostro, hasta ese momento la oportunidad de

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enfrentar a sus violadores era remota, un extraño brillo de miedo y 

ansiedad jugueteaba en sus ojos. Yo volví a acomodarme en mi rincón

detrás de la imagen de María Lionza; desde ahí vi la agonía de sus

temores y el parto de un coraje sano y fuerte. No sé cuántas veces se

 paró de la cama, ni cuantos suspiros de resignación escaparon de su

garganta en la espera del día siguiente, el cual sabía que llegaría;

 pero no esperaba que él habría de verlo. Siempre pensó que algo

 pasaría antes. Sin embargo, era su destino y no podía evitarlo.

 ─ ¡Tribunales!— gritó alguien a la mitad de la madrugada, no mucho

tiempo después de número, pero mucho antes del llamado adesayunar.

Todos los hombres registrados en la lista de tribunales corrieron rumbo

al comedor, bueno todos quienes no tenían comida, pues aquellos con

comida almacenada para la semana, solo se levantaban y la

 preparaban, pues tenían cocina y todos los utensilios dentro de susmundos enrejados.

Cara Dulce saltó de la cama, sin más preámbulos se metió el ―medio

brazoǁ en el cinto y un pequeño chuzo en el bolsillo, y salió corriendo

rumbo al comedor, yo a duras penas logre asirme a su camisa.

Entramos al mundo donde comen los presos, era un mundo enorme,habían mesas y bancos de cemento por todas parte, no sé cuál era

finalidad porque nunca vi a nadie comiendo a una de esas mesas.

Había muchos Vigilantes, todos alerta y preparados para intervenir,

aunque eran tan pocos los reclusos que cualquier cantidad de

Vigilante era mucha.

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Como siempre, los presos entraron corriendo al mundo de cemento,

recogían sus bandejas y escudillas de una pila ubicada en la entrada y 

continuaban corriendo. Pues aunque eran pocos, nunca se

arriesgaban a quedarse demasiado en un mismo lugar, salvo aquellos

 presos obligados por las circunstancias o los compromisos a esperar a

alguien.

Cara Dulce como los demás. Entró corriendo, tomó su bandeja y 

escudilla y continuó corriendo hasta la ventanilla donde se reparten

los alimentos. Allí estaban los dos compañeros del ayudante de Bam -

Bam repartiendo alimento. Estaban alegres y hacían bromas a cada preso en su pasar. Allí debió haberlos conocido el ayudante de Bam -

Bam.

Cuando llegamos a la ventanilla, Cara Dulce entregó la escudilla, uno

de los hombres la metió en un barril y la sacó llena de jugo. En ese

momento se acercó tanto que todavía no me explico porque CaraDulce no lo atacó. El hombre se alejó de la ventanilla mientras

bromeaba con su compañero, pero sin dejar de mirar al hombre de la

ventanilla. De pronto pareció reconocer su destino y de manera

apresurada trató de armarse con un cuchillo de cocina para

enfrentarlo. Pero antes de poder concretarlo, Cara Dulce sacó su

―medio brazoǁ de debajo de la bandeja, salto a la ventanilla y dándose un estirón sorprendente logró atravesar el cuello del hombre.

El otro hombre al ver su compañero herido, casi instintivamente, trató

de halarlo hacia atrás para evitarle el insulto de la daga en el cuello.

Pero Cara Dulce, pese a su incómoda posición casi atascado en la

ventanilla, aprovechó para sujetarlo de la mano y tráelo hacia él. El 

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hombre forcejeo, pero Cara Dulce logró colocar el―medio brazoǁ en

el pecho. Muy pronto su brazo se llenó de sangre pues su

rudimentaria daga se hundía cada vez más en el pecho de quien fuera

compañero del ayudante de Bam– Bam el día de la violación. En ese

momento apareció un enorme cuchillo en la mano del moribundo,

Cara Dulce supo que su única esperanza de vida era alar con más

fuerza, pues estaba atascado en la ventanilla y tan cerca del hombre

que este solo había de empujar un poco para atravesarle el pecho con

el cuchillo, aparado en esa lógica, haló con todas su fuerzas hasta que

el hombre se resignó a la muerte. Empero, el moribundo, aún

continuaba con el cuchillo en la mano y con su último suspiro, antes de

caer, lo lanzó una puñalada atravesando la pierna de Cara Dulce

quien tenía como única preocupación buscar a siegas con su daga el 

corazón de su enemigo.

Dos fuertes golpes en la cabeza lo hicieron percatarse de su realidad,

muchas personas habían visto como había matado a los dos hombres.Uno de los Vigilantes lo sacó de la ventanilla, no sin propinarle unos

cuantos golpes en el proceso. En ese momento me percaté de la

gravedad de la herida en la pierna.

Momentos después Cara Dulce estaba frente al Director; y yo con él,

nadando en excitación oculto en la solapa de su camisa. Cara Dulcehabía recibido algunos golpes en el traslado desde el comedor a la

oficina del Director.

 ─ ¿Tu pretendes ser muy bravo por matar dos hombres?— dijo el 

Director, un hombre de elegante porte y actitud de jefe─. No, bravo has

de ser para soportar las consecuencias.

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 ─ Tómale la declaración y hazle un expediente para engordarle, aún

más, el de los tribunales— ordenó.

 ─ ¿Por qué lo mataste?— preguntó uno de los Vigilantes

 ─ Yo no mate a nadie — contestó Cara Dulce.

 ─ ¡Eres patrañero como ninguno, todos te vimos cuando lo mataste! 

¿Cómo diablos puedes decir que no? ¿Tú prefieres una camisa de

golpes hasta que digas que lo mataste?— dijo el Vigilante indignado.

 ─ Tráete dos testigos presenciales de los hechos y se acabó el 

 problema— ordenó el Director secamente dando por terminada la

entrevista.

 ─ ¿Usted como que también esta fumado? No señor, los presos nunca

ven nada— replicó uno de los Vigilantes con algo de sarcasmo.

 ─ Será para que los maten— dijo otro.

 ─ Bueno busca a alguien, alguien debió haber visto— dijo el Director 

en un tartamudeo. Luego pensó un poco para decir— ¿Y ustedes, no

vieron cuando lo mató?

 ─ Nosotros somos Vigilantes señor, nosotros no vemos ni oímos nada,

nosotros no nos metemos en eso.

Cara Dulce sonrió oyendo las palabras de los Vigilantes; pues dejaban

escapar su temor a los presos. Los Vigilante son capases de castigar a

cualquier preso hasta sus límites. Pero denunciarlos ante un juez 

requiere plantarse a la vista de familiares, amigos y conocidos, no solo

del preso denunciado, sino también de todos los presos presentes. Y 

quien hace eso, recibe el título de sapos, título asociado a los peores

destinos.

De pronto, uno de los Vigilantes recordó algo y se le iluminó el rostro.

 ─ Este hombre está respirando por la humillación, pues los muertos, y 

otros más, lo violaron en el depósito.

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 ─ ¿Quiénes eran los otros?

 ─ ¡El ayudante de Bam– Bam era uno! 

 ─ Bueno, de seguro ese hombre estará contento de continuar su

trabajo con este tipo. Él hará la acusación y saldremos de esto — dijo

el Director, entusiasmado por haber resuelto el problema de los

denunciantes.

Poco tiempo después se apareció uno de los Vigilantes con el hombre

vestido de bata blanca en momento de la violación.

 ─ Este fue uno de los violadores de ésta damisela— dijo haciendo un

gesto amanerado hacia Cara Dulce— ya hablé con él — continuó—y 

está dispuesto a hacer la acusación formal en los tribunales.

 ─ Él no estaba en el comedor cuando se prendió el lio— dijo Cara

Dulce.

 ─ ¡Tú cállate, si yo digo quien estaba y quien estaba no. Y usted se

calla la boca! — lo regañó el Director.

Cara Dulce bajó la cabeza sin hacer ningún comentario. Pero yo pude

ver cuando sigilosamente sacó un pequeño chuzo del bolsillo de su

 pantalón y con sorprendente calma se levantó por encima de los

 presentes y clavo el pequeño chuzo en el pecho del hombre quien

vistió la bata blanca el día de la violación, el hombre se desplomo casi 

inmediatamente.

 ─ Esto simplifica todo, ahora soy yo quien lo va acusar en el tribunal —

dijo el Director simulando indiferencia ante el hecho ocurrido. Quizás,

alentado por el chuzo de cara dulce clavado en el corazón del preso

quien vistió la bata blanca el día de la violación.

Un paseo por las sombras

Dos Vigilante, con el miedo en la sonrisa, arrastraban a Cara Dulce

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con la esperanza de no ser visto por los presos, pero si por sus

compañeros. Dos humildes trabajadores de prisiones, sin el 

anonimato brindado por el grupo, con esposa e hijos, además vecinos

de muchos de los presos, arrastrando a un interno lacerado a golpes,

casi desmallado no es bien visto por los presos y puede crearle, al 

Vigilante, la fama de verdugo o bruja, tan temida en los recintos

 penitenciarios. Por otro lado un Vigilante audaz y valiente, capaz de

arrastrar a un preso castigado, es admirado por sus compañeros de

trabajo y, quizás, lo conduzca a un reconocimiento por su valentía. En

este contexto los dos Vigilantes trasladaban al preso, ocultos tras su

sonrisa y protegidos con un saludo entusiasta y camaleónico según

quien se cruzara en su camino.

Después de un largo andar, llegamos a una puerta mitad láminas de

hierro, mitad barrotes, descolorida y sucia como todas las puertas del 

 penal. Un hombre con botas platicas hasta las rodillas apareció de

alguna parte, abrió la puerta y los dos Vigilante entraron arrastrando a preso. El lugar era sombrío, con pequeños mundos a cada lado. Un

 pequeño bombillo incandescente mal colocado en el techo,

guindando de sus cables, hacia precarios esfuerzos por alumbrar el 

recinto, un agradable olor a sudor, orine y estiércol humano se

confundía en la atmosfera. La oscuridad era casi absoluta, quizás,

 porque nuestros ojos no estaban acostumbrados. Uno de losVigilantes abrió un calabozo, o tigrito, como le dicen los presos,

ubicado en el fondo del pasillo insondable, allí nos lanzaron como un

saco de cosas.

Un tigrito es un mundo enrejado donde un hombre, si se acuesta,

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debe sacar sus pies al infinito. La oscuridad era agradable para mí, sin

embargo, al llegar supe que habría de tener mucha competencia pues

se podía oír sin mucho esfuerzo el bullicio de las vecinas. Apoyado en

mi experiencia no poca para el momento según he relatado, en aquel 

 paraíso mi única posibilidad de sobrevivir era continuar aferrado a

Cara Dulce y aprovechar el sangramiento constante de su pierna para

alimentarme.

Cara Dulce cayó al piso pesadamente, al caer trituro algunas de mis

nuevas vecinas; para mí pensar, sintió asco por los cadáveres

triturados porque estuvo un buen rato tratando de limpiar el sucio desus manos.

 ─ Epa ¿Qué es lo que?— dijo un hombre con vos profunda desde

alguna parte del recinto.

 ─ ¿Quién vive? cante para conocerlo— dijo Cara Dulce; dudando,

según mi entender, de la presencia de otro ser humanos en aquel lugar.

 ─  ¿Quién va a ser? otro preso gafo — replicó la vos profunda,

 permitiendo ahora precisar su origen. Venía del tigrito del lado.

 ─ Uff―panaǁ, esto huele a piso de cochinera — dijo Cara Dulce con el 

ánimo de hacer conversación.

 ─ ¿Qué hora es? —preguntó el recluso haciendo caso omiso al comentario de Cara Dulce.

 ─ No sé chamo, no tengo reloj. Encima solo traigo una camisa de

golpes y varios huesos rotos— contestó Cara Dulce molesto por la

omisión de su comentario.

 ─ Pero ¿es de día o es de noche?— insistió el recluso vecino.

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 ─ ¡Échale al rincón!— gritó Cara Dulce cuando le tocó su turno y la

sombra obedeció. — ¡¿Qué pasó diablo?! ¡Me estas mojando! — gritó,

molesto, Cara Dulce a la sombra. Quien para su asombro soltó una

estruendosa carcajada sacudiendo el recinto. Carcajada imitada por 

muchos de los misteriosos seres recluidos en el lugar.

Cara Dulce pareció sentirse como un estúpido ante las carcajadas

colectivas, pero mantuvo su posición de mantenerse seco, lo cual 

hacia más intensas las burlas y risas. Sin embargo, la sombra aceptó

no mojar a Cara Dulce y obedientemente apuntó el chorro hacia los

rincones por él señalados, con la finalidad de mover el sucio y algunos

cadáveres de mis nuevas vecinas trituradas por el cuerpo del recluso

al llegar.

La sombra se retiró justo cuando otro recluso grito las diez y otro lo

secundó diciendo ―numero veinticuatroǁ.

 ─ ¿A qué horas traen comida? — preguntó Cara Dulce rompiendo el 

nuevo silencio.

 ─ Ya repartieron comida hoy. La comida se reparte una sola vez al día

— contestó su vecino con vos calmada, perdonando la discusión

suscitada a la llegada de Cara Dulce.

 ─ Tengo panzón, no he comido hoy — quería decir que tenía hambre.

 ─ Tranquilo ―panaǁ, todos al llegar traemos el estómagos vacío y 

espalda llena de golpes. Pero lo peor viene después, Con el tiempo

hasta los golpes hacen falta. Aguanta la pela, la papa vendrá ─ dijo

esto último refiriéndose a la comida.

Después de un tiempo Cara Dulce rompió de nuevo el silencio para

buscar consuelo en su compañero.

 ─ El calor es duro y tengo sed.

 ─ ¿No mojaste la ropa?— preguntó el de la vos profunda sabiendo,

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como todos, que no lo había hecho.

 ─ ¿Qué son toca la ropa en este baile?

En el ambiente se sintió la sonrisa del vecino de la vos profunda.

 ─ ¿Qué pasó nuevo?— intervino otro recluso desde la reja del frente,

su vos sonaba infantil, pero muy segura.

 ─ No mojó la ropa— contestó el de la vos profunda.

 ─ Nuevo, si quieres no te mojes tú, pero necesitas mojar unos trapos,

si quieres vivir, así es como se guarda agua. Ahora te va a toca

espérate la manguera de mañana.

 ─ ¡mañana es mucho esperar! — exclamó Cara Dulce en un murmullo,

aceptando su estupidez al evitar ser mojado.

 ─ Chamo, ¿tienes mucha sed?─ Preguntó el de la vos profunda.

 ─ Si chamo, tengo tierra en la garganta ¿Tú tienes agua?

 ─ Pon un zapato ─ ordenó Vos Profunda

Me pareció muy noble el gesto del hombre, dada la actitud hostil del 

recién llegado. No obstante el gesto, el recelo de Cara Dulce

 prevaleció por algunos segundos, tiempo suficiente para imponerse el 

temor a una sed prolongada. Obligado por la sed, hecho el recelo a un

rincón y con humildad se quitó el zapato y lo sacó por la reja

 poniéndolo al alcance de la mano del hombre de la vos profunda.

Vos Profunda acercó el zapato, sacó su camisa mojada a través de las

rejas y la exprimió dejando caer un pequeño chorro de líquido dentro

del zapato. Cara Dulce tomó el zapato y bebió de un trago su

contenido. Cuando el líquido, con sabor a pies y a cuero añejo, hubo

 pasado por su garganta Cara Dulce entendió su situación. Estaba

encerrado donde los desechos humanos encierran sus desechos y de

allí no habría de salir vivo sin no aceptaba su circunstancia, los

hombres que lo acompañaban desde las sombras estaban resignados

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y él, tarde o temprano, se resignaría y mientras menos tiempo pasara

menos duro habría de ser.

 ─ Chamo— llamó Cara Dulce.

 ─ ¿Qué pasó?— preguntó el vecino de la vos profunda.

 ─ Toma, toma el zapato y disculpe el rebote— dijo esto y le ofreció el 

zapato francamente arrepentido por su actitud al llegar al recinto. Sin

embargo a mí me pareció estúpido, pues ya conocía la utilidad del 

zapato y quedarse con uno solo era un riesgo. Pero, quizás, quiso

hacer algo como ser humano antes de sumergirse en sus

circunstancias.

 ─ Muchas gracias―panaǁ — dijo el de la vos profunda agradecido—

¿Qué patín pelaste? ¿Por qué estás aquí?— dijo ahora tratando de

iniciar una conversación.

 ─ Mandé un tipo para el barrio de los acostados frente al Director—

dijo Cara Dulce con cierto orgullo— ¿Y usted que patín peló?

 ─ No sé―panaǁ, un tipo mató a un Vigilante y me echaron el ganso a

mí — dijo el hombre haciendo su vos aún más profunda — me dieron

tremenda pela, y me tiraron aquí, ―y de aquí me sacancuando me

mueraǁ así me dijeron los muy desgraciados— se mofó airado el de la

vos profunda.

Yo pensé en Olor a Periódico porque ese era su muerto; Y, sin

 proponérmelo, creí culpable a Cara dulce por el compañerismo

existente entre los dos. Pensando en eso, consideré justo el obsequio

del zapato al hombre.

 ─ Pero yo llegó a conocer a ese diablo, por quien estoy aquí, y lo hago

roda bien feo. Porque eso que él me está haciendo, no es de

caballero. Ni siquiera me ha mandado una bomba o un barco, para

disculparse

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Una bomba es algo de dinero y un barco es una bolsa de comida.

Cara Dulce permaneció callado mientras el hombre de la vos profunda

hablando descargando sus frustraciones. Según mi pensar, más allá

de las palabras, los dos hombres no guardaban esperanzas de salir 

vivo de allí.

 ─ ¡Once de la noche, once de la noche!— gritó uno de los reclusos.

 ─ ¡Veinticinco!— replicó otro.

 ─ ¿Qué significa esos gritos? — preguntó Cara Dulce a Vos Profunda.

 ─ Así es como sabemos qué hora es y en qué tiempo vivimos.

 ─ Pero entonces están bien pelado, porque cuando yo llegué

anunciaron las ocho y eran como las cuatro de la tarde— se burló

Cara Dulce.

La vos profunda del hombre dejó escapar una alegría inesperada.

 ─ ¡Epa, a las ocho eran la cuatro, corrijan!— gritó a todo pulmón.

Enseguida un conjunto de voces se echaron a la tarea de sacar cuenta

 para ajustar la hora. Me sorprendió la tardanza en conseguir la

respuesta matemática a un problema tan fácil. Después de una

afanosa labor mental y sucesivas rectificaciones, se pusieron de

acuerdo en la hora y en ese momento todos comenzaron a gritar 

―son las siete de la nocheǁ. Aprovechando el afán de los hombres por 

opinar sobre la hora, traté de calcular, por las voces, el número de

hombres en el recinto; pero el consenso volvió las voces algarabías, y 

esto no me permitió el cálculo, pero eran muchos.

Los gritos anunciando la hora irrumpían en el silencio según el ánimo

y la concertación del su voceado: unos tardaban más, otros menos.

Pero después de muchos gritos decidí dar un paseo. Aquello era un

 paraíso, había vecinas por todas partes a lo largo del recinto, olían a

estiércol y orine, había lágrimas, había presos muriendo, había

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todo como él esperaba, se acomodó en un lado del calabozo con la

esperanza de descansar. La pierna herida de Cara Dulce estaba

desnuda, aprovechando esta circunstancia, me acomodé en la herida

y comí hasta saciarme. Luego bajé por su pantalón y me acomodé

debajo de su cuerpo para aprovechar su calor. Algunas de mis vecinas

trataron de competir conmigo por el lugar, pero retrocedieron al ver mi 

voluntad por conservarlo. Cuando uno vive de un miserable debe

defenderlo.

Después de corregir la hora, esperaron a que el recluso

correspondiente anunciara las diez para procurar dormir. Pero antes

de acomodarse, en busca del escurridizo sueño, le asignaron a Cara

Dulce el número treinta y tres, de este modo cuando el número treinta

y dos terminara de contar sesenta veces sesenta le tocaría a él y según

sus cálculos eso sería a las ocho de la mañana.

Cara Dulce estaba a la espera de comenzar su conteo de la hora

cuando la vos de la sombra se dejó oír. ─ ¡La sambumbia!— gritó.

Todos los presos se pusieron en pies y se escucharon ruidos extraños

a lo largo del recinto.

 ─ ¡Nuevo, nuevo…!— lo llamó Vos Profunda.

 ─ ¿Qué pasa?— respondió Cara Dulce pretendiendo descoser los

acontecimientos. ─ ¡Es la papa!— dijo la vos, refiriéndose a la comida.

Cara Dulce no hizo comentario a la información del hombre de la vos

 profunda. Sin embargo, esperaba con ansiedad la llagada de la

sombra arrastrando algo parecido a una gran paila.

 ─ ¿Dónde te la echo?— preguntó la sombra a Cara Dulce mostrando

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sus manos llenas de algo. Cara Dulce confundido ante la oferta del 

hombre reaccionó según sus instintos y extendió la manos esperando

fuesen llenada con ―el algoǁ de las manos del hombre.

 ─ ¿No quieres más?— preguntó la sombra a Cara Dulce con una leve

carcajada de burla ante la novatada.

 ─ No quiero más — optó por decir Cara Dulce ante lo engorroso de

mantener tanta comida en las manos; pero tan poca para pasar el día.

La sombra continuó repartiendo comida entre chistes y burlas con

cada recluso; pero sin contestar a ninguna pregunta. Así se mantuvo

hasta salir del recinto.

 ─ ¿Por qué no quisiste más? — preguntó Vos Profunda.

 ─ No tenía donde echarla, se me acabaron las manos — contestó

Cara Dulce.

 ─ ¡Tú si eres pendejo! 

 ─ ¿Por qué?— preguntó Cara Dulce con real inocencia.

 ─ Con esa comida vas a pasar el día y la noche, cuando el tipo pasa

debes agarrar toda la comida posible.

 ─ No tenía donde echarla— repitió cara dulce

 ─ ¡Para eso son los zapatos! ¡Por Dios, échala en el zapato!— casi lo

regañó Vos Profunda.

En un primer momento Cara Dulce entendió las palabras de Vos

Profunda como una broma, pero la seriedad del hombre lo hiso

entender la cotidianidad en la manera de comer y almacenar comida.

 ─ La mitad de los tipos de aquí, la echa en el suelo ¿y tú te quejas por 

echarla en el zapato?— Continuó reprochando Vos Profunda— vamos

a ver dónde la vas a echar cuando se te rompa el zapato— Vos

Profunda hizo una pausa para luego continuar más reflexivo— los

zapatos no duran mucho cuando son útiles, las cosas útiles no duran

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mucho.

 ─ ¡Las siete!— gritó el recluso a quien le tocaba llevar la hora.

 ─ ¡Las siete!— repitió otro con más fuerza.

 ─ ¡Las siete!— grito casi la mitad de los reclusos del recinto.

 ─ ¡Número treinta y tres!— grito un recluso.

 ─ ¡Número treinta y tres!— repitió Cara Dulce percatándose de ser el 

causante de la algarabía. Dicho esto comenzó su conteo.

En el momento de comenzar su conteo, de sesenta veces sesenta, se

abrió la reja y la sombra entró de nuevo arrastrando la manguera, casi 

enseguida se hoyo el húmedo ruido del agua cayendo sobre los

 presos.

 ─…Dos, tres, cuatro, cinco, seis… — continuó contando Cara Dulce.

Por fin la sombra llegó a donde estaba Cara Dulce, quien sin dejar de

contar se atragantaba con el chorro de agua. Así mismo se sacó el 

 pantalón y lo empapo.

 ─ Cuarenta y cinco, cuarenta y seis, cuarenta y siete. ¡Échame en la

herida de la pierna, cuarenta y ocho! 

Cara Dulce hacia indicaciones a la sombra orientando donde dirigir el 

chorro de agua para limpiar la celda, para lava, a tientas, alguna ropa

sucia, para lavarse a él, lavar su herida y lavar su carácter.

 ─ Aprende rápido el nuevo— dijo la sombra

 ─ Ya aprendiste a coger el agua, ahora debes aprender a coger la

sambumbia —, así se despidió la sombra y continuó su camino

repartiendo agua con la manguera.

 ─ ¡Cincuenta y nueve, sesenta, las ocho!— gritó Cara Dulce, era la

última cuenta de sesenta.

El aprendiz de lobo

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En una ocasión iniciaba Cara Dulce el conteo de la hora, sesenta

veces sesenta como ya expliqué, y súbitamente comenzó a llorar y a

 pedir un milagro, no sé a quién. Andaba yo en esa ocasión

merodeando por el techo, justo encima de él, cuando levantó sus ojos

buscando, no sé qué, y pude verlo de frente; según mi pensar, a pesar 

de la oscuridad, él también me vio. Desde entonces tuvimos una

relación muy especial. Pues, a mi entender, de alguna manera, me

reconoce entre todas mis vecinas y me respeta.

En medio de las sombras llegaban muchas vecinas en busca de las

migajas de la sambumbia. Pero, para su desgracia, ya Cara Dulce laadivinaba en la oscuridad y sin misericordia las aplastaba con sus

manos. En algunas oportunidades estuve, también yo, a punto de

seguir ese destino. Pero, como les dije antes, Cara Dulce es un

hombre que reconoce y respeta su desgracia y en todas esas

oportunidades me dejo ir. Su respeto por mí me hizo perder mi respeto

 por él y con el tiempo me permití caminar por su piel sin tomar mayores precauciones, e incluso jugar en su herida mientras él resignado y 

sumiso me contemplaba.

Las rondas de conteo continuaron sucediéndose y entre ronda y 

ronda, unos presos se iban y otros llegaban, en ocasiones quienes se

iban regresaba, pero las rondas de conteo no se detenían. El tiempollevó de la mano a Cara Dulce y a Vos Profunda hasta ponerlos a

contar uno después del otro. En mitad de uno de esos conteos sucedió

el milagro, súbitamente el recinto se llenó de luces deshaciendo las

suposiciones de los lugares más oscuros. La sombra que nos atendía,

venía entre los chorros de luces sin permitir a ninguno iluminarlo, era

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 ─ Bueno señores hoy se acaba su castigo y se van a sus pabellones.

Los presos se regocijaron con la noticia, yo también me alegre por la

noticia pues hasta las cosas buenas, en exceso, se vuelven malas. Las

dos columnas de hombre echaron a andar rumbo a los pabellones.

Pero, cuando Vos Profunda pasaba frente al hombre gordo, ́ éste lo

detuvo poniéndole la mano en el pecho.

 ─ ¿Para dónde vas tu pajarito? – dijo el hombre gordo mientras

sacaba a Vos Profunda de la fila de hombres.

Cara Dulce continuó caminando a paso ligero con la fila. No obstante,

 pude ver cuando el hombre gordo golpeaba al de la vos profunda en

el estómago, un alarido de dolor siguió el golpe; casi inmediatamente

se escuchó otro alarido, pero en esta ocasión no pude ver cuando el 

hombre gordo propinó el golpe al de la vos profunda. Sin embargo, los

alaridos continuaron por un buen rato hasta diluirse entre las paredes.

Debido a las reiteradas muecas, de algunos reos para señalarle mi 

 presencia a Cara dulce sobre su cabeza, opte por dejarme caer sobre

los restos húmedos de sus otrora pantalones, los cuales llevaba en la

mano. Todos corrían desnudos y felices sujetando con fuerza sus

raídos trapos húmedos y secos.

Por fin llegamos a nuestro pabellón, de la fila de hombres desnudos se

desprendieron cuatro. Cara Dulce se sorprendió, y yo también, al ver 

los otros tres; no esperábamos compañía tan cercana. Uno de los

Vigilantes apostado cerca de la puerta tomó un llavero de su cinto y 

abrió la enorme puerta de hierro. Los cuatro hombres pasaron. Yo,

desde mi escondite en la ropa húmeda de Cara Dulce, volé hasta la

 pared.

No sé cuánto tiempo permanecimos en el pote, como le decían los

Vigilantes; pero en nuestro pabellón había muchas caras nuevas y 

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algo de sorna.

 ─ No―panaǁ, ese tipo se ha mantenido pagándole protección a todo

el mundo para no rodar. Pero el dinero en estos lares no dura mucho,

aunque el saco se esté rompiendo. Tarde o temprano lo van a poner a

lavar interiores.

 ─ Se ve muy chamo— dijo cara dulce para indicar la juventud extrema,

 para el lugar, del hombre de cabello rizado.

 ─ Está en la edad adversa

 ─ ¿A qué cosa llamas tú la edad adversa?— bromeó cara dulce con la

expresión de su compañero.

 ─ Es la época en la cual los hombres son queridos, respetado y 

admirado solo por su edad. Pero esa edad viene acompañada de la

envidia y la mezquindad de quienes no la tienen; en esa edad la

 policía te cree malo solo por ser joven, te golpea como a hombre y 

esperando respondas como niño. Es la edad en la cual viajas parado

en los autobuses porque debes ceder el puesto a los más adultos, la

edad en la cual debes llevar los paquetes más pesados, y lo más duro

es que en esa edad no tienes la experiencia suficiente para

defenderte. Es la edad de la adversidad 

 ─ Tienes razón, nunca había amarrado mi burro en ese tronco—

aceptó Cara Dulce— préstame tu paño, el mío hiede a viejo— dijo ya

dando por terminada la conversación y dispuesto a salir del mundo.

 ─ Agárralo para ti — dijo Olía a Periódico, no sé si se refirió al paño o

al hombre de cabello rizado.

Cara duce se colocó el paño de Olor a Predico en la cintura y salió de

la cerda rumbo al baño. La cicatriz de la pierna superaba en tamaño a

la herida iniciar, pero había sanado.

Cara dulce venía del baño cuando un grupo de recluso llamó su

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cusa de la pena si es la primera entrada en la cárcel.

 ─ Todos los problemas tienen solución; los que no, son parte de

nosotros y esos no son problemas, son poderes para transformar a los

demás — dijo esto con una sonrisa parecida a la de un político en

elecciones.

Un grupo de presos lascivos se asomó en la reja de nuestro mundo.

 ─ ¿Qué pasó?– Preguntó uno de ellos – si no lo vas a disfrutar 

 pásanoslo para acá.

En ese momento entró a nuestro mundo enrejado Olor a Periódico.

 ─ Vista chamo, esa gente está pendiente de someter al chamo, si lo

vas a agarrar para ti, debes hablar claro; sino, déjalo a su suerte para

que enseñe que trae en el pecho.

 ─ Tranquilo, yo velaré por él– replicó Cara Dulce

 ─ ¿Lo va a agarra de peluche?– Preguntó Olor a Periódico.

 ─ Tengo ganas – respondió Cara Dulce.

 ─ No te metas en problemas, ese chamo es un adicto y adicto no es

gente.

 ─ ¿Tú tienes plata?– preguntó Cara Dulce a Cabello Rizado.

 ─ Yo no quiero rollo por drogas ajenas; pero está escrito en la frente

de San Pedro que si proteges a un adicto los problemas te seguirán–

advirtió seriamente Olor a Periódico.

 ─ No, pero puedo conseguirla– respondió Cabello Rizado a Cara

Dulce, ignorando las palabras de Olía a Periódico.

 ─ Esta dicho, eso es todo– dijo Cara Dulce sorprendiéndonos a todos

con su seguridad.

Cara Dulce terminó de vestirse con su ropa hedionda ha guardado.

Luego esculcó en uno de los tubo de la cama, al no encontrar lo

buscado, interrogó con airada mirada a Olía a Periódico; quien, sin

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inmutarse, con un gesto le aconsejo orientar su búsqueda a otro tubo.

Cara Dulce revisó donde se le indicaba y sonrió al encontrar su medio

brazo, una enorme barra de hierro del tamaño del antebrazo humano,

con una punta bien elaborada y filo por los dos lados.

 ─ Vente, vamos a la cantina– ordenó Cara Dulce a Cabello Rizado

mientras se calzaba su―medio brazoǁ en el cinto.

Cabello Rizado lo siguió sumisamente. Los reos, a su paso, lo miraban

sorprendido; pero ninguno se atrevió, ni a dirigirle la palabra. Su

actitud desafiante y segura hablaba claramente de su apoyo a Cabello

Rizado, también dejaba ver su disposición a enfrentar a quien tocara a

su protegido. Caminé por las paredes y el techo tras la pareja

admirado por el respeto, ahora, irradiado por Cara Dulce; pues los

 presos comentaban en baja vos su estadía en el pote y hacían

conjeturas insólitas sobre las causas de su confinamiento, esa es una

condecoración solo para los más fieros, y a la que pocos sobreviven.

Cara Dulce y su acompañante se detuvieron en la cantina.

 ─ Epa chamo dame dos catalina y un refresco para matizar el hambre

mientras pido ─ comenzó diciendo Cara Dulce al cantinero ─. Ahora

dame, cuatro kilos de harina… – Cara Dulce pidió comida, pidió

dulces, pidió cigarrillos y todo en exceso– mañana éste te pagará en

 plena– dijo al final.

 ─ Bueno tú sabes cómo es eso. Tu boca sea la medida y tu pecho la

garantía– replicó el recluso encargado de la cantina.

 ─ No te preocupes mañana te pagaré. Si no te pago, te traigo la

cabeza de éste tipo.

 ─ Yo no voy a hacer nada con su cabeza, el negocio está en el dinero.

 ─ Tranquilo– sentenció Cara Dulce mientras se alejaba con todos los

 producto entre sus brazos.

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Cara Dulce se sentó en su cama con toda la comida, los dulces y 

golosinas obtenida en la cantina y se dedicó a comer sin recato y sin

decir palabra, Cabello Rizado en silencio lo miraba sorprendidos.

 ─ Quiero salir – dijo Cabello Rizado por fin, fastidiado de solo velar el 

apetito de Cara Dulce, sin hacer ni decir nada.

 ─ Anda y si te dicen o te hacen algo corre para acá.– dijo Cara Dulce.

Cabello Rizado sonrió confiado ante las palabras del hombre.

 ─ Espera un momento– dijo Cara Dulce interrumpiendo la salida del 

compañero - ¿Cuánto tiempo tiene viviendo aquí?– preguntó sin dejar 

de comer.

 ─ Uff más de un año– contestó Cabello Rizado con extraño orgullo.

La otra pregunta debió hacerse, yo la tenía preparada. Pero a Cara

Dulce se le congeló la comida en la boca y, lo nunca imaginado

sucedió, una lágrima rodó por su mejilla y se desperdició en su

 pantalón; pues aunque hubiese volado no la hubiera alcanzado.

Cabello Rizado no se percató de la circunstancia de Cara Dulce y sin

detener su impulso salió del mundo enrejado.

 ─ Tanto tiempo– susurro Cara Dulce para sí mismo– tanto tiempo–

repitió para mí.

Cara Dulce continuó comiendo, pero ahora sin el entusiasmo de antes;

a mi entender, solo comía con la sola intención de hacer algo mientras

dejaba caer las rapidísimas lágrimas escapadas de sus ojos.

 ─ El hambre, en el pote, estuvo ruda, ¿No? – comentó Olor a Periódico

cuando entró a nuestro mundo enrejado.

Olor a Periódico se quitó la camisa, se acomodó en su cama y se

acorrucó entre las sabanas.

 ─ Ya es hora de ir a los brazos de Morfeo dijo Olor a Periódico

bromeando.

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 ─ En el pote los días son más largos – replicó Cara Dulce.

 A lo dicho por Cara Dulce, Olor Periódico hizo caso omiso. Terminó de

acomodarse en la cama sacándose el chuzo del cinto y acomodándolo

debajo de la cabecera. Momentos después regresó Cabello Rizado.

Cara Dulce hizo caso omiso de su presencia. Tomó los restos de su

comilona y los acomodó debajo de la cama. Se revisó la herida de su

 pierna, estaba sana, pero por costumbre la limpió con un pedazo de

tela tomada de alguna parte. Luego, de forma automática, arrojo la

tela a un rincón del mundo.

 ─ Recoge esos trapos del piso, después hieden a mierda– dijo Olor a

Periódico desde donde estaba acurrucado.

 ─ Creí que estabas dormido. – dijo Cara Dulce mientras hacia un

gesto a Cabello Rizado ordenándole recoger la tela utilizada.

Me sorprendí por la repuesta de Olor a Periódico y supe, en el 

momento, que Cara Dulce debía reaprender a dormir con sueño

ligero. Pues ahora estaba obligado a mantenerse alerta.

 ─ Yo ¿Dónde duermo? - preguntó Cabello Rizado al ver a Cara Dulce

en su otrora cama.

 ─ ¿No tienes otra colchoneta?

 ─ No chamo.

 ─ Alquila una, para eso son los reales.

 ─ No tengo real.

 ─ ¿Mañana viene tu familia?

 ─ Si.

 ─ Entonces tienes real, busca un jibaro y alquílale una colchoneta.

Cabello Rizado salió de la cerda y diez minutos después apareció

abrasando una colchoneta. Cuando llegó, ya Cara Dulce estaba

acomodado para dormir.

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 ─ Ponla pegada de la reja, porque muchos hombres durmiendo juntos

se ven feos ─ dijo Cara Dulce a Cabello Rizado, quien llevaba

intenciones de colocar su colchoneta, en el piso, entre la cama de

Cara Dulce y la de Olor a Periódico.

El hombre obedeció y acomodó su cama junto a la reja, impidiendo el 

 paso. Olor a Periódico a quien todos dábamos por dormido, metió la

mano entre las imágenes, donde yo me encontraba, y sacó una

 pequeña cadena con un gran candado y se la tiró a Cabello Rizado,

quien puso cadena y candado a la reja.

Perros de colmillos largos

Muy temprano comenzó el movimiento de los presos preparándose

 para la visita. Cuando me asomé, de detrás de las imágenes, me

sorprendí al ver que ya no se encontraban, en el mundo enrejado,

ninguno de mis tres compañeros. Agobiado por la soledad, Salí a

caminar en busca de algo de entretenimiento. Los presos estaban

concentrados en sus labores; por ello, aun cuando el trabajo eraafanoso, las voces eran escasas. Y este extraño silencio, rodeado de

los sonidos productos de los vaivenes de los trastes engalanadores

del recinto, era un claro preludio del avenimiento de los seres

queridos para la mayoría de los presos. Súbitamente el extraño

silencio pario un enorme murmullo, y un impresionante rio humano

inundo el espacio. Por primera vez Cara Dulce parecía esperar aalguien, miraba los rostros con entusiasmo, respondía a las sonrisas y 

les brillaban los ojos, indudablemente estaba esperando a alguien.

Cuando la esperanza se diluía en la espera, en mitad de la gente,

Cabello Rizado comenzó a hacerle señas. Cara Dulce comprendió

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con algo de sarcasmo.

La mujer entregó el rollo de billetes a su hijo y sumisamente se quitó el 

 pequeño y barato reloj para entregarlo Cara Dulce. Era una forma sutil 

de medir cuanto estaba dispuesta la majestuosa señora a sacrificar 

 por la protección de Cabello Rizado. Y ella demostró con su gesto

impensado que nada le era sagrado por el cuidado de su hijo.

 ─ Cuídelo bien— dijo, ahora más secamente, pero igual de amable.

 ─ No se preocupe señora, yo tengo ojos en la espalda, estoy aquí y 

allá, y soy amigo de la pelona.

Cara Dulce extendió su mano y ella la tomó sin recelo. La mujer se

despidió de su hijo con un beso y un largo y fuerte abrazo.

Yo volví al mundo enrejado, no sin antes pasar por uno de los mundos

donde hubo una riña entre uno de los reclusos y su mujer quien vino a

visitarlo. Aparentemente él se enteró de la infidelidad de ella por boca

de un recluso recién llegado y en castigo la chuceó en una pierna, de

esta manera, obligó a otro recluso a defenderla y danzaron los chuzos

 por un buen rato. Lo importante de lo narrado, fue la comida

generada. Yo aproveche para darme un generoso banquete antes de

volver a mi mundo enrejado.

Estaba acomodándome en la imagen de María Lionza cuando entró

Cara Dulce con el rostro iluminado de esperanza. Poco tiempo

después de llegar Cara Dulce, entró Olor a Periódico con Cabello

Rizado.

 ─ ¿Qué es lo que?, ¿Recibiste visita?— Preguntó Cara Dulce a Olor a

Periódico.

 ─ De bomba que sí, mi mujer nunca falla— contestó Olor a Periódico

orgulloso de la fidelidad de su mujer.

 ─ ¿Entonces, comió el canario? — bromeó Cara Dulce refiriéndose al 

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acto sexual.

 ─ ¿No lo va saber tú?— replicó Olor a Periódico.

 ─ ¿Y tú? ¿Dónde está lo mío?— dijo Cara Dulce, dirigiéndose a

Cabello Rizado. Mientras veía una y otra vez, el reloj obsequiado por 

la impresionante dama.

 ─ ¿Lo mío de qué?, yo no tengo nada tuyo— contestó Cabello Rizado

sorprendido por la petición de Cara Dulce

 ─ ¡Cómo qué no tienes nada mío, Gafo! ¿Tú crees que yo soy tu Ángel 

de la guardia, o que te estoy protegiendo porque tú eres bello?— dijo

molesto.

 ─ No, pero mi mamá te regaló el reloj— dijo Cabello Rizado mientras,

sumisamente, sacaba de su bolsillo dos paquetes de dinero; de los

cuales, ofreció el más pequeño a Cara Dulce. Era el mismo paquete ya

ofertado por su mamá horas antes.

 ─ Tú eres bobo, o le tiras piedras a la luna— dijo Cara Dulce al 

momento de levantarse de la cama para arrebatarle a Cabello Rizado

los dos paquetes de dinero de las manos.

Cara Dulce tomó los dos paquetes de dinero y los deslió para contarlo,

después de contado procedió a dividirlo en dos montones, entregó

uno a Cabello Rizado y se metió el otro en el bolsillo. Cabello Rizado

tomó su montón de dinero casi agradecido por la gentileza de Cara

Dulce. Los tres hombres quedaron en silencio por un largo rato, al 

comprender que no tenían nada más por decir, se recostaron en sus

camas. Cabello Rizado buscó bajo la cama de Cara Dulce, sacó su

colchoneta y se acomodó como siempre a los pies de sus amigos,

 pegado a la reja.

No había pasado mucho tiempo cuando Cabello Rizado se levantó de

la colchoneta y se dispuso a salir del mundo enrejado.

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Por otra parte, Olor a Periódico parecía el más experto del trio y no se

cansaba de darle consejos de cómo deberían portarse para enfrentar 

cualquier acusación; les asesoraba legalmente para que las,

seguramente mal intencionadas, preguntas no los comprometieran.

Pero sobre todo repetía una y otra vez,―nunca se declararan

culpablesǁ. Les explicaba, paso por paso, los sucesos a suceder en los

tribunales y los sucesos a explicar al juez e incluso explicaba los

gestos y poses a adoptarse cuando le hicieran ciertas preguntas.

Pasada la media noche, todavía mis compañeros estaban arreglando

las ropas a vestir en el tribunal. Olor a Periódico le prestó una camisa aCara Dulce y Cabello Rizado un pantalón recién planchado traído por 

su mamá en la última vista. A ambos les puso objeciones; pues, según

él, no iba con su estampa, pero terminó aceptando ambas piezas de

vestir.

 A media madrugada llamó a comedor, el Vigilante designado, a losreclusos previamente seleccionados para ir a los tribunales. Antes de

darme cuenta ya Cara Dulce se había vestido y salido del mundo en

fugas carrera, sin darme tiempo de asirme a él para acompañarlo.

 Aceptando mi descuido me quedé merodeando por el mundo en

espera de mis compañeros.

En realidad, me entusiasmaba la idea de contemplar la libertad y ver,

con mis ojos, el más añorado anhelo de un preso. Sabiendo que uno,

de mis tres compañeros regresaría, me subí al techo a esperar su

entrada. No fue necesario esperar mucho, después de unos instantes

mis tres compañeros estaban de regreso buscando afanados las

ropas acomodadas con esmero la noche anterior. Cuando miré de

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nuevo ya estaban impecablemente vestidos, esperando para ir a los

tribunales. Yo continuaba en el techo sin saber cómo asirme a uno de

aquellos tres impecables hombres. Me estaba resignado a que su

 pulcritud me sacara del paseo cuando, súbitamente, Olor a Periódico

sacó de debajo de la cama un pequeño morral, algo descolorido por 

el tiempo, pero aun con rasgos verdosos, su color original; en el colocó

un paño, una camisa extra y algunos efectos personales como

desodorante y pasta dental. También sacó de debajo de su colchoneta

un pequeño chuzo y lo envolvió cuidadosamente en la empuñadura

de la agarradera del morral. Se veía extraño, el pequeño y descolorido

morral en un hombre tan impecablemente vestido.

 ─ ¿Para que llevas eso?— preguntó el Cara Dulce.

 ─ Dios dice: cuídate que yo te cuidaré. Vamos a tribunales y en esos

lares hay muchos equivocado.

Cara Dulce lamentó no haber sido el padre de tan genial idea, sobretodo porque se contaban muchas historias de los traslados a los

tribunales.

Sin embargo, aquella fue mi oportunidad de acompañar el trío. Y 

cuando salían me deje caer sobre el morral y me acomode al fondo.

Después de todo, las previsiones de Olor a Periódico, podía ser el 

origen de un suculento banquete.

Los reos llegaron a los tribunales esposados a los asientos de un viejo

autobús con los símbolos de la Guardia Nacional, al bajar nos

encontramos en la parte trasera de un moderno, pero descuidado

edificio. A Olor a Periódico le revisaron nuevamente el morral. A pesar 

haberle revisado, el morral en varias oportunidades, no le habían

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encontrado nada porque él nunca soltó la empuñadura del morral 

donde guardaba el chuzo.

Un Guardia ordenó formación en fila. Una vez formado comenzó a

subir una escalera mecánica descompuesta e hizo una señal a la fila para que lo siguiera. Al final de la escalera estaba una reja, la cual 

abrió, y colocándose a un lado fue abriendo las esposas de los presos

y haciéndolos pasar a un extraño mundo iluminado, escasamente, por 

un bombillo de poco amperaje.

 ─ Buenos días señores, hemos llegado al ―llegaderoǁ — dijo unrecluso, con escape de saliva al hablar, cuando entró el último recluso

y el Guardia cerró la puerta — aquí quien reciba dinero o papa deberá

compartirla con los ―panasǁ — continuó diciendo mientras extraía de

la suela de su zapato una pequeña y delgada hoja metálica, la cual 

envolvió con un trozo de tela en unos de sus extremos convirtiéndola

en un chuzo.

Olor a Periódico haciendo caso omiso al hombre de la saliva se fue

hasta un rincón del mundo y aló consigo a Cara Dulce y a Cabello

Rizado. El hombre, con escape de saliva, lo miró desafiante. Pero no

dijo nada porque en ese momento. Comenzaron a llamar los primeros

reclusos para comparecer ante el tribunal.

Según mi experiencia con estos hombres, el banquete habría de

 presentarse en cualquier momento. Pero, mientras el anunciado

banquete se presentaba, decidí caminar un poco en el ámbito de los

tribunales. Me escurrí del morral y volé a la pared desde donde inicie

mi recorrido. Había personas por todas partes, incluso en los rincones

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más escondidos. La mayoría estaba reunida en grupos pequeños,

donde unos se lamentaban y hasta lloraban, mientras otros los

consolaban. De vez en cuando, una persona de maletín se acercaba a

uno de estos grupos con una sonrisa en los labios.

Estaba recorriendo el techo cuando vi pasar a acompañado de un

Guardia Nacional, quien lo llevaba Cara Dulce esposado y 

firmemente sujeto por el cuello de la camisa. Me pareció cruel después

de haber arreglado su apariencia y vestido con tanto esmero.

Cara Dulce, aun esposado, se sentó ante el escribiente del tribunal,

quien después de preguntarle su nombre, edad, dirección y otras

cosas personales, comenzó con la interpelación.

 ─ Tu abogado salió a tomarse un cafecito a la esquina, cuando él 

llegue hablará contigo, si no lo hace no te preocupes, seguro lo hará

en tu sitio de reclusión— con estas palabras inicio el escribiente suinterpelación.

 ─ ¿Cómo puedo hace para hablar con el juez?— comenzó diciendo

Cara Dulce.

 ─ Debes hablar con tu abogado, él pedirá una audiencia y hablarascon el juez. Ahora cuéntame cómo sucedieron los hechos.

— ¿Cuáles?

 ─ ¿Porque estas preso?— preguntó el escribiente ignorando la

 pregunta del Cara Dulce

 ─ Yo no sé nada.

 ─ ¿No sabes nada y estás preso?— el escribiente sonrió disfrutando

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la vulnerabilidad de Cara Dulce, y tomando pose de funcionario

 público

comenzó a saborear su poder.

 ─ Mira―panaǁ, yo estaba tranquilo donde siempre estaba, haciendo

lo

que siempre hacia, sin meterme con nadie y se presentó el gobierno,

me

trajeron preso y dijeronque ―yo era el tipoǁ — el funcionario escribió

la corta

respuesta de Cara Dulce.

 ─ Esa gente nunca se equivoca; si te agarraron, tú eres. Las cosas

malas no suceden solas, y tú estabas cuando sucedieron y tienes cara

de

haberlas hecho, entonces tu eres–, hiso una pausa y volvió a

 preguntar - ¿Y 

qué pasó con los presos que mataste en la cárcel?

 ─ Yo no mate a nadie.

El escribiente dejó de escribir para acercarse a Cara Dulce. ─ Mire

compañero tenga cuidado con su decir, recuerde que la lengua

 puede cuidar mucho el cuerpo y muchos años de cárcel están en

uego. ─ Yo quiero hablar con el juez.

 ─ El juez en este momento se encuentra en una reunión— dijo el

escribiente acercándose de nuevo — ¿Qué pasó? ¿Quieres llegar a

un

acuerdo?

 ─ Qué acuerdo ni que nada, yo quiero hablar con el juez. ─ Habla

mejor con el portero, él te arregla tu problema.

El dialogo entre Cara Dulce y el escribiente se encontraba trancado y

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sin atractivo. Por tal razón, continué mi paseo en busca de mejores

situaciones.

En otro escritorio Olor a Periódico acompañado de su esposa y un

hombre a quien llamaba abogado; estaban hablando con otro

escribiente. — ¿Qué pasó con la libertad bajo fianza?— preguntó el 

abogado. ─ El juez está analizando el caso— contestó el escribiente.

 ─ ¿Hasta cuándo van a analizarlo?— interrumpió la esposa de Olor a

Periódico.

 ─ Mire señora, usted cree que este tribunal maneja sólo el caso de su

marido, toda esa ruma de carpeta de allá— y señaló un cerro de

 papeles

hasta el techo— son expedientes. Usted deberá esperar su turno, si 

quiere

ver atendido el caso de su marido.

 ─ ¿Puedo hablar con el Juez?— preguntó Olor a Periódico. ─ No, el 

uez está en una junta— contestó el abogado.

 ─ ¿Qué nos aconseja?– preguntó ingenuamente la mujer. ─ 

Depende, si tiene real, hable con el portero.

Deje la discusión de Olor a Periódico con el escribiente para

acercarme a donde estaba Cabello Rizado con su madre, dos

abogados y el 

 portero.

 ─ Su caso es feo— decía el portero —, esa vaina es droga y las

drogas son cosas serias. La gente es muy escamosa con cuestiones

de

drogas.

 ─ ¿Cuánto más quiere?— preguntó uno de los abogados. ─ Yo, ya no

quiero más nada— dijo el portero.

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 ─ ¿Qué dice el juez?

 ─ Yo estuve hablando con él ayer, y las cosas están feas, es droga y 

eso es difícil de cuadrar. No son muchas las opciones, solo puedo

desaparecer algunos cargo menores y quitarle algunos meses a la

 pena,

quizás un año — dijo el portero con la expresión de quien hace un

gran favor. ─ Para eso seguimos un juicio normal y corriente— replicó

el abogado. ─ Si, pero yo les puedo garantizar una buena cárcel.

 ─ ¿Que buena cárcel tú puedes conseguir en este país? —

interrumpió el otro abogado.

— Lo puedo enviar al junquito— se defendió el portero.

 ─ ¡No, al Junquito no! hay tengo problemas con los directivos de ese

 penal — respondió el abogado.

 ─ Bueno compa, yo no puedo hacer mucho más por ti. Tú peluche

tienes dos sometimientos a juicio y una fianza por lo mismo— dijo el 

 portero

volviéndose asía Cabello Rizado— si esos casos sale, te vas a podrir 

en la

cárcel.

 ─ ¿Y porque no desapareces esos documentos? ─ Preguntó el 

abogado.

 ─ No puedo, hay otras personas presas por esos expedientes— un

incómodo silencio envolvió al grupo— trataré de esconder las pruebas

que

se pueda esconder, retardaré las acciones que se puedan retardar y 

trataré

de conseguirte una fianza cuando lleve dos terceras partes de la pena,

es

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hice,

 porque inmediatamente después de llegar escuché las voces del 

 primer

grupo de preso regresando de la entrevista.

 Apenas entró el grupo, de un rincón, no se cual, surgió la figura del

hombre de la saliva al hablar. Esculcando los miedos con su pequeño

chuzo

se dirigió a Cabello Rizado.

 ─ Bueno chamo a ti te llegó familia, bájate de la mula.

 ─ Chamo, mi familia me dio poco y poco tengo para repartir — dijo

Cabello Rizado mientras buscaba algo en el bolsillo de su camisa para

entregarlo al hombre de la saliva.

 ─ ¿Tu eres gafo? ¡Ponle calzones al miedo y no te dejes someter!—

dijo Olor a Periódico mientras se atravesaba entre el hombre de la

saliva y 

Cabello Rizado desnudando el chuzo oculto en la empuñadura de su

bolso.

Preciso en ese momento, llegó Cara Dulce, venía acompañado de un

Guardia Nacional y, ante la presencia de éste, se detuvo la

 prometedora riña.

El Guardia le quitó las esposas a Cara Dulce y se retiró cerrando la

reja tras

sí, inocente de los hechos en desarrollo.

Olor a Periódico se hizo a un lado, para dar paso a Cara Dulce, y le

entregó el pequeño chuzo para equilibrar la disputa.

 ─ Este tipo pretende robarte lo tuyo ─ dijo a Cara Dulce. ─ ¿Qué pasó

chamo? Aquí hay un varón. ¿Usted no respetan?— dijo

Cara Dulce mientras se preparaba para un duelo que, a simple vista,

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no

deseaba. Pero, evidentemente, los deseos de Cara Dulce no eran

requeridos. El hombre de la saliva lanzó una contundente estocada, la

cual, a

dura penas Cara Dulce pudo esquivar. La pelea estaba casada; no

obstante

yo, aunque tenía hambre, no quería la muerte de nadie. Cara Dulce

dio un

fuerte zapatazo en el piso y al mismo tiempo, en un movimiento de

esgrima

de esos que solo se ven en las cárceles, dejó caer su mano armada de

arriba

asía abajo. El susto se congeló en sus ojos, cuando, en algún lugar del 

espacio, su chuzo se quedó incrustado. Entonces, con la

desesperación que

significaba quedar desarmado en mitad de una pelea, descubrió su

chuzo

sembrado en su adversario. Es increíble cómo cambian los hombres

cuando

están muriendo, ahora el hombre de la saliva al hablar era un niño de

ojos

claros asustado porque la muerte lo mecía en sus brazos.

Cara Dulce sacó el chuzo del cuello del hombre de la saliva, lo limpio

lentamente para borrar sus huellas y lo lanzó del lado de afuera del 

mundo

enrejado. Cuatro chuzo, en poder de otros presos, cayeron sobre el 

chuzo de

Cara Dulce. Después vino el grito típico decuando hay un herido

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―chuciao,

chuciaoǁ

Llegamos a nuestro pabellón muy temprano en la madrugada. El 

banquete de los tribunales, aunque rápido, fue extraordinario. Aunretumbaba en mi conciencia los gritos de los familiares, después la

riña en los calabozos, sobre todo cuando sacaron el herido. Entre ellos

quien más gritaba era la madre de Cabello Rizado, ella gritó por 

horas, incluso pude oírla cuando estábamos en el autobús listos para

regresar.

Terminada las preguntas en los tribunales, por la desafortunada

muerte del hombre con escape de saliva al hablar. Nos llevaron a los

calabozos de la policía judicial donde el interrogatorio se extendió

hasta pasada la media noche. Y aunque llegué a pensar que no

regresaríamos, lo hicimos en la madrugada.

 A media mañana se presentó el Vigilante encargado de hacer los

avisos de los tribunales.

 ─ ¡ Acá quienes fuero a los tribunales ayer! — gritó el hombre

blandiendo una lista de nombre, la cual no estaba interesado en leer.

Los presos aludidos corrieron hasta donde estaba el hombre, quien

los vio venir con una sonrisa de satisfacción por la obediencia

manifestada.

 ─ Bueno señores ustedes se metieron en tremendo problema con el 

uez y, motivado a eso, vamos a ver al Director del penal quien les tiene

un regalito.

Los presos siguieron obedientemente al hombre. Yo, como aún no

había entrado a mi refugio detrás de las imágenes desde mi regreso

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de los tribunales pues me quede merodeando aprovechando lo

agradable de la luz apagada, solo necesite correr por el techo

siguiendo al grupo de hombres; quienes se desplazaban raudos entre

 paredes y rejas. Por fin los hombres entraron a un elegante mundo,

era el impecable mundo del Director del penal, donde todo era

increíblemente limpio, donde todo estaba donde debía estar, donde no

había un recodo para esconderse porque todo estaba a la vista.

Indudablemente este no era lugar para mí, ni para mis vecinas. De

todas maneras, a mí solo me interesaba conocer el destino del grupo

de recién llegados y amparado por mí curiosidad, no me importó

arriesgarme un poco entre tanto espacio libre y limpio.

 ─ Buenos días señor — dijo el Vigilante con voz sumisa —, estos son

los tipos del problema en los tribunales el día de ayer.

 ─ Estos son los pajaritos — dijo el Director.

El Vigilante sonrió ante el aparente chiste del Director del penal

— ¿Quién de ustedes mató al recluso en los tribunales?─ Preguntó el 

Director 

El grupo de recluso se mantuvo en silencio. Todos conocían las

irremediables consecuencias de hablar. Por su parte Cara Dulce,

aunque trataba de aparentar la misma serenidad de sus compañeros,

un mar de sudor cubría su rostro.

El Director del penal se levantó de su silla y se acercó lentamente a

Cara Dulce a quien se quedó mirando por un momento, luego en un

susurro al oído escuchado por todos, dijo:

 ─ Yo sé que tú fuiste. Pero estos hombres, guerreros según se dicen,

tienen miedos de hablar. Son pobres diablos, brujas asustadas, sin

honor ni relig ión; por eso te salvas— después de decir esto volvió a su

asiento tras el escritorio con la misma lentitud con la cual había salido.

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El Director no se habría atrevido a pronunciar estas palabras si no

estuviera seguro de no ver más a aquellos hombres. Pero, aun así, su

valor era enorme, pues nadie llama a un grupo de recluso brujas y 

luego se sienta en su silla con el descaro mostrado por el Director.

 ─  Bueno, diga usted cual será nuestro destino y salgamos de la

cháchara — dijo uno de los reclusos denotando fastidio y dando por 

descubiertos el misterio de la reunión.

 ─ Su destino esta donde sea mi voluntad — contestó el Director con

una inusitada calma.

Hubo murmullos entre los reclusos comentando su suerte. Pero

ninguno dijo nada al Director. El sitio donde nos enviarían no habría de

ser muy lejano; pues, de haber sido así, el Director no tendría la

confianza y el desparpajo de pararse frente a ellos para llamarlos

brujas. Muy por el contrario, si el sitio era, relativamente, cercano

cualquier comentario inapropiado podía ser castigado con un cambio

de destino.

 ─ Preparen su maletas, se van para el Rodeo — dijo el Director 

drásticamente para terminar con la incertidumbre.

―El Rodeoǁ repitieron más de una vez los reclusos en vos baja, pero

ninguno hizo comentario en vos alta, a pesar de la visible intención del 

Director de contestar algunas pregunta.

 A mí me parecía una excelente decisión. Había escuchado muchos

comentarios sobre el Rodeo, se decían que todos los días había

sangre en los pasillos y las vecinas del lugar comían tanto que se

calculaban en siglos su periodo de vida. Por eso me alegró tanto la

noticia. No obstante, me daba un poco de pasar por Cara Dulce; él,

como todo el grupo, parecía preocupado. Pero las decisiones no

tienen el mismo significado para todos, a veces, las decisiones son

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buenas para unos a costas del mal causado a otros. Empero, a pesar 

de las penas o alegrías casado a uno o a otros, la situación planteada

significaba la vida para todos.

Los hombres salieron cabizbajos del mundo del Director, y aunque

seguramente muchos estaban resentidos con Cara Dulce, ninguno

hizo comentarios algunos sobre la disposición.

El Rodeo

Era muy avanzada la noche o, quizás, recién comenzada la

madrugada, cuando el viejo autobús de la penitenciaria viajaba por laautopista rumbo a nuestro nuevo hogar. El paisaje juguetón y esquivo

se asomaba por la ventanilla del viejo autobús para salpicar de

sueños o recuerdo la mirada de los presos. Algunos, en ciertos

recodos del paisaje, se emocionaban y contaban historias solapadas

en deseos, evocaciones y fantasías. La silueta de un grupo de edificios

en la distancia los llamó a la realidad, el Rodeo estaba llegando y senos venía encima, dos edificios incoloros y sombríos unidos por un

enorme puente de concreto, a un tercer edificio igual de sombrío e

incoloro. Paradójicamente, al llegar a la entrada principal, los edificios

se escondieron tras una enorme muralla vestida de matorrales; solo

un enorme protón al final de un bosque de jabillos se descubrió frente

a nosotros.

Después de un minucioso conteo y revisión, el Guardia quitó las

esposas a los reclusos y los encamino hasta la entrada, allí los entregó

a un grupo de Vigilantes internos, quienes sin más comentarios

echaron a andar delante de nosotros para llevarnos a nuestra nueva

morada. A pesar de la oscuridad los Vigilantes se desenvolvían con

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soltura, parecían conocer el lugar de memoria, en cada puerta a su

 paso se detenían para dejar uno, dos o tres presos. Por fin llegó

nuestro turno, los Vigilantes se detuvieron frente a una puerta y le

hicieron señas, a Cara Dulce y a otros dos, ordenándoles entrar.

 ─ Disculpe señor, pero nosotros somos dos y andamos en combo—

dijo Cara Dulce señalando a Caballo Rizado.

 ─ Somos tres — interrumpió Olor a Periódico.

 ─ Somos tres — rectificó Cara Dulce.

 ─ Adiós coroto, ¿Y ustedes creen que el Rodeo es un hotel cinco

estrella? ─ Tranquilo―panaǁ, yo te voy a pasa una bomba si tú nos dejas a los

tres juntos — dijo Cara Dulce.

 ─ ¿De dónde vas a sacar real tú? A ustedes ya los registraron y no les

consiguieron nada— dijo el Vigilante.

Cabello Rizado revisó en su cabello y sacó tres pequeños paquete

amarillos, los cuales deshizo obteniendo de cada uno un billete, y sinrecato ni garantía lo ofreció al quien consideró líder del grupo del 

Vigilante. El Vigilante tomó el dinero y se retiró a dialogar con sus

compañeros. Momentos después regresaron al pequeño grupo de

recluso que aguardaba por su destino y señaló a otro recluso en

sustitución de Cara Dulce. En la siguiente puerta nos quedamos los

cuatro.

La pesada puerta de hierro se cerró tras nosotros, y frente a nosotros

un pasillo, infinito, oscuro y solitario. El miedo y el frío se confundían en

unos temblores incontenibles. Los tres hombres caminaron unos

 pocos pasos; pero, consciente del riesgo implícito en buscar un mundo

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apropiado donde vivir a esas horas, decidieron sentarse en un rincón

del infinito y esperar a que la luz del día iluminara sus negociaciones

en pro de obtener el mejor mundo posible.

Esperé un momento mientras mi visión se acostumbrara a la oscuridad y luego salí a reconocer el lugar. Para mi decepción el lugar estaba

impecablemente limpio y, aunque camine un buen trecho, no pude ver 

ni oír, ni una sola de las vecinas eternas tan comentadas en los Flores;

muy por el contrario, el lugar olía a insecticida, no olía a sangre, no se

veía sucio, ni siquiera se podían ver los presos. Ante tanta decepción

corrí a esconderme entre los paquetes de mis tres acompañantes.Pues en tales condiciones de pulcritud, mi sobrevivencia estaba

seriamente comprometida.

 ─ ¡Epa! ¿Qué haces hay?— dijo una vos desde la sombra.

 Aunque la vos nos sorprendió a todos, no dejó de ser un aliciente

sabernos acompañados.

 ─ ¿Qué es lo que? Abrase para saber quién es. — dijo Olor a

Periódico derrochando un valor muy lejos de sentir.

Un grupo de hombre comenzó a salir de la sombra.

 ─ ¿De dónde vienen ustedes?— preguntó uno desde las sombras.

 ─ Nosotros venimos de los Flores — dijo Cara Dulce poniéndose de

 pies para recibirlos.

 ─ Yo soy el encargado del pabellón— continuó diciendo la sombra,

ahora, rodeado de otras sombras.

 ─ Mucho gusto— dijo Cara Dulce al momento de extender la mano

 para presentarse; pero este hizo caso omiso al gesto de Cara Dulce.

 ─ ¿Y qué? ¿Tienen real? Si tienen real les busco una buena celda.

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 ─ No, no tenemos real, lo que teníamos lo dejamos en el camino— dijo

Cabello Rizado ante el asombro de sus compañeros, confundidos ante

su inocencia.

Mostrar debilidad a quienes no conocen es, casi siempre, condenarse

a la sumisión o la muerte.

 ─ El hombre es mi peluche y camina conmigo, debí pagar para no

dejarlo en el camino— se defendió Cara Dulce.

 ─ Bueno, hablen claro, hay o no hay plata— dijo la sombra denotando

violencia.

 ─ Plata no hay, ni habrá en el futuro, sea tu boca la medida, como tú

quieras yo quiero— dijo Olor a Periódico acompañando sus palabras

con una temeraria guardia de ataque sin arma ni escudo.

 ─ Tranquilo chamo, aquí nadie quiere líos con nadie. Nosotros somos

unos caballeros y ustedes también. Les daré una celda mientras tanto

se hacen de cancha y buscan otra. Pero eso sí, aquí no queremos

mamitas ni formadores de líos. Este es un pabellón guerrero y quien se

meta aquí buscando líos, lo sacamos con los pies por delante.

Las sombras se echaron a caminar delante de los tres hombres, poco

a poco fuimos pasando por los diferentes mundo. En la mayoría se

adivinaba un hombre despierto por el brillo del tabaco de mariguana

en la oscuridad; era el hombre de guardia, cuidando el sueño de los

demás. Pues generalmente en estos ―pabellones guerrerosǁ los

asaltos se zumban en la noche y nunca se sabe quién es el enemigo.

Por fin nos detuvimos frente a un, de tantos, mundo enrejado. La

sombra sacó un juego de llaves de alguna parte de su cuerpo y 

 procedió a abrirlo.

 ─ Aquí vivirán ustedes— dijo.

 ─ Nos quedaremos aquí esta noche, pero cualquier cosa, mañana nos

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cámbianos— replicó Olor a Periódico.

 ─ Eso lo hablamos después — dijo una de las sombras mientras se

alejaba.

Los tres hombres entraron al mundo enrejado y envueltos enoscuridad se acomodaron como pudieron, no sin antes asegurar, lo

mejor posible, la reja del mundo. Dentro de la celda había varias

camas, ninguna tenía colchón, en las paredes se adivinaba cierta

humedad, pero debido a la oscuridad nada se pudo detectar. No sé

 porque los traslados se realizan de noche, algunos dicen que es para

evitar encuentro entre enemigos al llegar, otros dicen que es paraevitarlos al salir. Pero para mí, estas explicaciones no son razonables.

Esa noche no me atreví a realizar ningún recorrido de reconocimiento

 por temor a perderme, a ser visto por algunas de las sombras

merodeadoras o a ser sorprendido por el ser detrás de la lucecitas del 

tabaco de mariguana. En algunas ocasiones alguien irrumpíallamando a algún―alumbraoǁ para pedirle una porción de droga.

Pero todo era tan silencioso y tranquilo que me pareció prematuro

hacer un recorrido. Y sin pensarlo más me escondí en una pequeña

brecha del techo.

 A la mañana siguiente podía ver más claro y entonces fue mayor mi 

sorpresa. Salvando algunos residuos de sangre en los rincones, todo

estaba impecablemente limpio. Los mismos presos se veían

absolutamente pulcros. Sin embargo, en mitad de tanta decepción por 

la pulcritud del lugar, al observar los reclusos la alegría regresó a mí.

Pues cada uno de ellos, cargaba en su cintura, o en su mano al 

desnudo, un, y a ves dos, medios brazos afilados por ambos lados y 

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 ─ ¿Qué pasa?— preguntó Cabello Rizado increíblemente despistado

del lugar donde se encontraba.

 ─ ¡Bendito sea Dios! tú si eres fresco. Estamos metidos en tronco de

rollo por cuidarte el espinazo y tú todavía preguntas qué pasa. ¡Tú si las tienes bien puestas!— dijo molesto Olor a Periódico.

Cabellos Rizados no contestó a los reclamos de su compañero y casi 

instintivamente se escondió detrás de Cara Dulce simulando

arreglarse los zapatos.

 ─ No te hagas el tonto, tu mamá ha de pagar por esto y bien pago ha

de ser, porque yo no le hago favores a nadie— dijo Cara Dulce

ratificando las palabras Olor a Periódico —. El chamo consiguió dos

medio brazos y debemos pagarlo el sábado en plena visita — dijo

cambiando la conversación.

 ─ Acuérdate de pedirle eso reales a tu mamá — ratificó Olor a

Periódico, ante el silencio sumiso de Cabello Rizado.

 ─ Sal de aquí gafo— dijo Cara Dulce mientras lo empujaba por la

cabeza en un gesto cariñoso y protector, aunque burlón para quedar 

bien

con Olor a Periódico—. Ese tipo y la vieja me van a pagar el viaje—continuó diciendo Cara Dulce.

 ─ Deberás cobra bien y bastante; afiánzate en sus miedos para cobrar 

 por tu valor. Después de todo es por su hijo por quien estamos aquí. ─ 

El miedo es un mal aval a la hora de negociar por salvaguardar la

vida. De cualquier manera, por ahora, consigue lo necesario, con el 

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compromiso de pagarlo en plena visita. El miedo, si, la hará pagar 

cualquier 

deuda material, ¿Es o no es?

Los dos hombres continuaron calculando el monto y la forma más

apropiada de cobrar a la madre de Cabello Rizado el servicio

 prestado. No

obstante estos cálculos, en los días previos a la visita, Olor a Periódico

había

comprado, con el compromiso de pagar en plena visita, tres

colchonetas, una

cocina eléctrica, una pequeña mesa y se había endeudado en la

cantina por 

algunos alimentos como: pastas, harina de maíz, huevos y muchas

otras

cosas. Salvo las incomodidades del noviciado, todos se habían

adaptado

excelentemente a su nuevo hogar. Pues el sentido de sociabilidad de

Olor a

Periódico había causado buena impresión a, casi todos, los reclusos

del 

lugar.

Yo por mi parte, descubrí las vecinas eternas de las cuales tanto se

hablaba en los Flores, se encontraban en los hoyos del piso y no en

los de

las paredes como es costumbre. Además descubrí, que aunque eran

eternas

 porque nunca morían, realmente no estaban vivas porque nunca

salían de

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sus agujeros, y no se está vivo cuando nadie sabe de tu existencia

 porque la

vida se alimenta de la vida y solo se vive cuando se comparte la vida

con la vida. No obstante traté de establecer cierta relación con mis

vecinas del piso, pero el hecho de salir con frecuencia a observar los

reclusos, terminó por molestarlas y considerarme un peligro para ellas.

Por esta razón, tomaron la decisión de expulsarme. Esto no causó

efecto en mí, por cuanto prefería una vida excitante con de Cara Dulce

y sus compañeros a una existencia placida y tranquila con ellas.

 Además, podía llegar a la comida más rápido y conseguirla más fresca,

aunque el peligro fuese un poco mayor. El día de visita, la primera en

llegar fue, como siempre, la madre de Cabello Rizado acompañada de

su hija. No sé cómo lo hacía, pero siempre aprovechaba las

oportunidades de ver a su hijo al máximo. Ella era la primera en llegar 

y la ultima en retirarse. Alguien dijo alguna vez que en ocasiones

dormía a las puertas del penal para entrar entre las primeras, e incluso

se comentó que muchas veces los Vigilantes la correteaban para

espantarla de los rincones donde se quedaba a observar el ala del 

edificio donde, sabía, se encontraba Cabello Rizado.

La madre buscó entre todos los rostros el rostro de su hijo. Cuando lo

encontró la alegría iluminó sus ojos y corrió a él con inusitado

alborozo, lo revisó con la mirada, lo revisó con las manos, le hiso

muchas preguntas, sin sentido la mayoría, sin dar tiempo a contestar 

ninguna. Al final, cuando estuvo satisfecha de las respuestas no

recibidas, lo abrazó y lloró sobre su

 pecho.

 ─ Todo está bien mamá — dijo el hombre con cara de fastidio ante la

 preocupación de su madre.

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 ─ Escuché la pelea en el calabozo de los tribunales y vi pasar el 

cadáver del muchacho muerto. Hubo quien dijera que, de dónde

sacaron ese,

había muchos más; yo sé cómo exagera la gente cuando de muertes

ajenas

se trata, pero nunca pensé en la angustia de la incertidumbre cuando

son

 propias— dijo la mujer orgullosa de sus sentimientos.

 ─ No pasó nada, un tipo se puso bruto y me quiso quitar el dinero.

Pero el―panaǁ no lo dejó y le metió un chuzo en el pecho para que

fuera

cerio. — concluyó sus palabra con una sonrisa de satisfacción. ─ Dios

lo bendiga ¿Quién es esa―panaǁ tuyo?

 ─ Tú lo conoces, el chamo a quien te presente el otro día. Hizo una

 pausa para buscarlo entre la multitud, cuando lo encontró le

hiso señas invitándolo a acercarse. Cara Dulce se acercó lentamente,

no por 

desgano o flojera, sino, pienso yo, para pensar en el trayecto las

 palabras

más apropiadas a decir.

 ─ Hola mijo, estoy muy agradecida, Dios te bendiga. — dijo la madre

mientras intentaba abrazarlo.

Cara Dulce esquivó el abrazo dando un paso atrás para poner 

distancia entre él y la agradecida señora.

— Bueno mijo, dígame si necesitas algo, si quieres dinero o alguna

cosa a mi alcance, cualquier cosa a mi alcance será tuya.

 ─ No señora, usted no precisa darme dinero, ni ninguna cosa a su

alcance, los reales se lo da a su hijo y de lo demás me encargo yo—

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dijo el 

hombre hablando muy seriamente— por cierto, acuérdate del mono

que

tenemos por ahí, debemos pagarlo en plena — Cabello Rizado asintió

obedientemente con la cabeza.

La mama de Cabello Rizado, mujer de fácil entender, sacó, de entre

sus paquetes, un fajo de billetes y lo ofreció a su hijo. Luego,

volviéndose a

Cara Dulce lo encaró con orgullo considerando parcialmente pagado

sus

favores con el dinero entregado a su hijo; pues, a decir vedad, el 

dinero

entregado era más de lo normar y necesario para dos hombres en

cualquier 

 parte.

 ─ Bueno mijo, ¿Qué más puedo decirte? Muchas gracias por haber 

salvado a mi muchacho.

 ─ No señora, aquí no se hacen favores, somos muy pobres y los

 pobres no tienen para hacer favores, sacrifican sus necesidades por 

los

demás. Yo, no sacrifico nada por nadie, pago por mis malas acciones y 

cobro

 por mis acciones buenas, y su hijo me debe.

 ─ Dime entonces ¿Tú que quieres a cambio?— dijo la mujer intrigada

 por las palabras de quien ya había rechazado el dinero ofrecido. ─ La

quiero a usted Señora — dijo Cara Dulce haciendo su vos más

grave.

 ─ ¿Qué dijiste?— preguntó la mujer desconcertada.

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desnuda, mientras sus manos trataban, infructuosas, de cubrir, de una

vez,

todo el cuerpo de la dama, quien indecisa entre el placer y la

humillación,

solo obedecía las órdenes atropelladas del desesperado. Después de

cada

eyaculación venían los juegos sexuales y las caricias forzadas. La

mujer,

cada vez con más insistencia, trataba, calladamente, de zafarse del 

hombre

y levantarse de la cama. Pero solo bastaba un pequeño alón de

cabello de

Cara Dulce para obligarla a volver.

 ─ Quiero ver a mi hijo— dijo la mujer en un murmullo casi inaudible. ─ 

¿Qué dijiste? — preguntó irritado.

 ─ Vine a ver a mi hijo y quiero verlo— dijo esta vez más fuerte y,

aunque su cuerpo desnudo y mancillado no respaldaba su vos y 

temperamento, de alguna manera regresó la dignidad que siempre la

acompañaba.

 ─ ¡No seas grosera, Respeta el momento! 

 ─ Yo no bien a eso, quiero ver a mi hijo ─ Ahora su vos era potente y 

firme.

Cara Dulce, al ver la decisión de la mujer, pareció entender lo inútil de

las palabras y las amenazas.

 ─ Está bien.

Cara Dulce se levantó de encima de la mujer y fue hasta la reja donde

aún permanecía, callada y silenciosa, la hermana de Cabello Rizado.

Desde

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allí mando a buscar a Cabello Rizado con otros reclusos. Luego volvió

a la

cama para montarse de nuevo sobre la mujer. Quien, callada,

agradeció la

generosidad del hombre.

Poco después apareció en el mundo enrejado Cabello Rizado, tenía

los ojos enrojecidos, la mirada ida y aspecto estúpido. Se podía

adivinar a

simple vista que estaba drogado. Casi no podía estarse en pies. Dado

su

estado, se dejó caer sobre la cama de Olor a Periódico y desde allí 

sentado

miraba a su madre y a Cara Dulce como a dos extraños, perdido

absolutamente en los espejismos obsequiados por la droga.

La mujer mirando la condición de su hijo comprendió cuanto

necesitaba de la protección de quien abusaba de ella. Y entendió,

también,

que debía complacer al hombre para motivarlo a cuidar bien de su

hijo; en

 pro de ello comenzó a moverse como una apasionada amante. Cara

Dulce y la mujer tuvieron relaciones sexuales durante toda la

visita mientras Cabello Rizado permanecía a su lado drogándose sin

el 

menor recato frente a su madre, quien confundiendo lágrimas y sudor 

se

esmeraba en quedar bien con Cara Dulce.

Cuando los gritos del Vigilante voceador comenzaron a anunciar el fin

la visita, Cara Dulce, se levantó de la cama como impulsado por un

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resorte. ─ Se acabó el sarao, ¿Necesitas algo?— dijo Cara Dulce por 

 primera

vez amable desde la llegada de la mujer.

 ─ No gracias— contestó la mujer mientras se acercaba a su hijo para

darle un beso en la frente.

Cabello Rizado no pareció reaccionar al gesto de su madre, muy por 

el contrario se hundió, aún más, en la cama dominado por el efecto de

la

droga. La mujer salió del mundo enrejado acompañada de Cara

Dulce. Del 

lado de afuera de la reja, inmóvil, abrazando la cartera de su madre y 

su

 propio miedo, estaba la hija de la mujer esperándola. La madre la

miró y

comprendió el infortunio de su hija y, sin decirse nada, las dos se

abrazaron entendiendo lo que, cada una, había padecido. Cara Dulce

miró a la madre y a la hija y, con la frialdad obsequiada por la cárcel,

se puso adelante para guiarlas en el camino de salida. No pudo evitar 

las bromas de sus compañeros relacionadas con el reciente acto

sexual y su extensa duración. Sin embargo, él correspondió a las

bromas con sonrisas. La mujer y su hija desaparecieron en los

recodos del infinito y Cara Dulce volvió a su mundo a

esperar el número el cual siempre se realizaba después de la visita.

Cuando Cara Dulce regresó a nuestro mundo enrejado, todavía

Cabello Rizado dormía sobre la cama de Olor a periódico. Cara Dulce

sabía

que había incurrido en un error al extorsionar a la madre de Cabello

Rizado.

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Pues tarde o temprano este habría de adaptarse suficientemente a la

vida de

la cárcel y entonces él tendría un enemigo muy peligroso. En la cárcel 

se ha

de ser muy cuidadoso con los peluches, pues casi siempre terminan

enfrentado a su protector, lo cual lleva, irremediablemente, a la muerte

de

uno de los dos. Por ello, los caneros viejos, para evitarse problemas,

matan a

sus peluches antes que adquiera la experiencia necesaria para

enfrentarlos. Cara Dulce vivía un dilema, sabía cuánto le había

disgustado a

Cabello Rizado lo acontecido con su madre. Pero estaba feliz de

haberlo

hecho. Se había ganado un enemigo a quien tarde o temprano habría

de

enfrentar, había mancillado a una mujer, aparentemente, adinerada; y 

el 

dinero, es poder dentro de un penal. Pero él estaba feliz. No obstante,

Cabello Rizado estaba dormido y él debía aprovechar la circunstancia

 para

acabar con un enemigo potencial, desnudo su―medio brazoǁ y posó

la afilada

daga en el pecho del hombre dormido, me preparé para comer, así 

estuvo

 por mucho tiempo, mirándolo y pensando. Después de un buen rato,

guardo

de nuevo su medio brazo. Pensó, creo yo, que de hacerlo no vería más

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a su

madre. Y, a decir verdad, viene valía la pena arriesgar la vida para

hacerla

más agradables, después de todo la vida es un rato y él no sabía si 

habría

más después de la cárcel.

Estaba Cara Dulce en su dilema sobre la vida o la muerte de Cabello

Rizado cuando entró Olor a Periódico al mundo enrejado.

 ─ Vista ―panaǁ. Estas livianito, ¿No? — Bromeó Olor a Periódico

refiriéndose al acto sexual de Cara Dulce con la madre de Cabello

Rizado—.

Párate de mí cama — ordenó a Cabello Rizado mientras lo movía con

el pie

 para despertarlo.

 ─ ¿Qué es lo que?— dijo Cara Dulce en son de saludo. Mientras

extendía la mano con picardía por el saludo de su compañero.

 ─ Mira cuán grande son los santos venditos, te traigo tremenda noticia

— dijo Olor a Periódico revistiendo de misterio sus palabras, pero sin

dejar 

de empujar a Cabello Rizado con el pies.

 ─ ¿Qué noticia?— preguntó Cara Dulce sin perder de vista a Cabello

Rizado; quien, en ese momento, comenzaba a despertarse.

Olor a Periódico percibió la tensión causada al mover con el pies al

 peluche de Cara Dulce y sin hacer comentarios se hiso un poco hacia

la

cabecera de la cama para dar espacio a un posible ataque del 

 protector o del

 protegido. Pero como desistir es sinónimo de debilidad. Puso su pie

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ahora

sobre la cabeza de Cabello Rizado y empujo más fuerte. Cabello

Rizado

despertó y se sentó en el borde de la cama aun sin espantar el sueño.

Pero

necesitó poco para volver a la realidad y descubrir en los ojos de Cara

Dulce

la decisión y el arrojo asociado con la muerte en cualquier cárcel.

Cabello

Rizado no dijo nada, bajó la mirada y sumisamente salió del mundo

enrejado

aceptando la jerarquía de los otros dos.

 ─ Vi al ayudante de Bam– Bam— dijo Olor a Periódico rompiendo el 

denso y breve silencio creado por el despertar de Cabello Rizado—. El 

tipo

está en el pabellón dos — dijo, ahora, orgulloso del interés despertado

en

Cara Dulce —. Pero hay otro problema.

 ─ ¿Qué problema?

 ─ Bam-Bam es el jefe de investigaciones internas del Rodeo. ─ Ese

tipo tiene la suerte de tío conejo — exclamó Cara Dulce. ─ Tenemos un

rollo feo, si ese preso se entera de tu presencia en este

 penal ¡Dios nos sabe!, Va a echar a correr el chisme de tu violación en

los

Flores o tratará de darte un caramelo para matar la culebra.

 ─ Yo no le como caramelos a nadie.

 ─ Sea como sea, ese preso va a trata de matarte, vista y pendiente. ─ 

Qué problema— dijo Cara Dulce dejándose caer sobre la cama

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 para meditar sobre la situación. Su meditación fue interrumpida por el 

llamado a número desde el infinito.

Una madrugada, casi a la hora del número cuando la mayoría de los

 presos dormían, decidí salir de detrás de la imagen de María Lionza,en donde vivía desde la construcción el altar. Al salir de mi refugio me

encontré con la escena esperada por todos menos por mí. Parado a

un lado de la cama de Cara Dulce estaba Cabello Rizado con

su―medio brazoǁ en la mano, mirando en silencio a Cara Dulce

rendido plácidamente ante tres días de trasnocho y desvelo. Desde el 

día de la visita, cuando Cara Dulce extorsionó a la mamá de CabelloRizado, no había dormido bien previniendo un resplandor de coraje

de su protegido solapado en su descuido para vengar la ofensa. Pero

después de tres días y tres noches en vela, y de fingir dormir para

cazar las intenciones malsanas del ofendido; por fin realmente se

quedó profundamente dormido. No obstante, su instinto no dormía y,

en mitad de su profundo sueño, le hizo percatarse del peligroacechante o, quizás, haya sido la costumbre de despertarse a la

misma hora para el número.

 ─ ¿Qué es lo que, mijo?— Dijo confundiendo sorpresa con suplica al 

ver a su protegido con el chuzo en la mano y la intención en los ojos—

¿Qué pasó chamo, me vas a matar desarmado?

Yo, a pesar de tener hambre, no quería la sangre de Cara Dulce.

Desde el ángulo de Cabello Rizado solo podía dar un golpe y era

mortal. No obstante mis consideraciones, me apreste a comer cuando

esto sucediera.

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 ─ Qué pasa chamo, ¿te vas a meter en ese rollo precisamente cuando

vienen los Vigilantes para el número?— intervino Olor a Periódico

quien en ese momento como Cara Dulce terminaba de despertarse.

Pero Cabello Rizado permanecía parado al lado de la cama de CaraDulce con el―medio brazoǁ en la mano sin decir nada. Toda aquella

espera dio tiempo a Olor a Periódico de levantarse de la cama y 

colocarse a unos pasos de Cabello Rizado.

 ─ ¡Por los calzones de Cristo chamo! si tu mamá se acostó con él, fue

 porque le dio la gana, no te metas en eso— dijo Olor a Periódicotratando de disuadir a Cabello Rizado de sus intenciones.

Cabello Rizado no contestó, pero en mitad de la oscuridad de la

habitación se escuchó, levemente, un sollozo. Entonces todos supimos

que ese hombre ya no haría nada contra Cara Dulce, no por miedo o

 por falta valor para dar un certero golpe con su―medio brazoǁ o

 porque haya oído las palabras de Olor a Periódico, sino porque

necesitaba a Cara Dulce para sobrevivir a su desgracia. Además, sin

Cara Dulce nunca alcanzaría la habilidad suficiente para adaptarse al 

lugar, y con los sollozos se oyó caer el ―medio brazoǁ al piso.

De pronto, el miedo de Cabello Rizado sacudió el mundo, el terror de

sus ojos ilumino su rostro, pues Cara Dulce se levantó de la cama y lono previsto, por Cabello, se levantó con él ¿Qué haría Cara Dulce

después de verse liberado de la amenaza?

Pero Cara Dulce no hizo nada, lo miró comprendiendo lo necesario de

su protección para el hombre y despreocupado le dio la espalda para

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 ─ ¿Qué es lo que?— dijo Cara Dulce en son de saludo.

 ─ El hombre está en el pabellón cuatro — dijo el hombre sin rodeo,

 pero con una vos aún más lenta que su aspecto mismo.

 ─ ¿Y cómo puedo hacer para caerle?— preguntó Cara Dulce concierta ansiedad.

 ─ Ese es tu problema.

Cara Dulce comprendió lo comprometedor de la pregunta, la cual 

ningún preso contestaría sin aceptar involucrarse en el hecho o, peor 

aún, sin ser visto y calificado como un delator o diablo.

 ─ Yo solo no puedo. Necesito a alguien con motivos, sin miedo al chuzo, ni propio ni ajeno, resteado con la vida y respetuoso de la

 pelona, para ir por ese diablo.

 ─ Yo tengo el tipo que baila ese son.

 ─ Si tiene la motivación, sabe bailar y es un tipo resteado, tráemelo

 para conocerlo.

El hombre de aspecto tranquilo no dijo más y salió del pabellón con lamisma calma y tranquilidad de su llegada. Cara Dulce por su parte

volvió a su mundo enrejado callado y pensativo como no lo veía desde

los miserables tiempos de su estadía en el pote.

Cabello Rizado entró al mundo enrejado dando tumbos, sin poderse

estar en pie, nadando en las ilusiones obsequiadas por las drogas. Su

mirada se cruzó con la de Cara Dulce, pero ninguno de los dos dijonada.

El ambiente estaba tranquilo, demasiado tranquilo para quien vive de

los desbordes del espíritu ajeno y como nada diferente sucedía, salí 

del mundo enrejado en un paseo por el solitario techo. Pero la calma

reinante terminó por desesperarme; en un arranque aventurero llegué

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a la puerta de barrotes y láminas de acero y salí sin rumbo

 preconcebido. Bajé por el techo de la escalera y pronto estuvo frente a

mí la más larga de todas las distancias, esta parte del infinito también

tenía pisos impecablemente limpios, pero sus paredes estaban

ralladas y en algunos sitios se había desprendido el friso, en otros, el 

friso se mecía en el aire sin terminar de caer, quizás, cazando algún

recluso preocupado por la limpieza; por eso, a pesar del estado de

deterioro de las paredes, ni una pisca de friso había ensuciaba el piso.

En el encuentro de la pared con el piso se observaban algunas

ranuras y para mi sorpresa algunas vecinas asomaban sus antenas.

Pensé en hacer contacto, pero mi espíritu aventurero se impuso y 

continué mi andar.

Saciada mi sed de aventura me dispuse a regresar. Pero, cuando

iniciaba el camino de regreso, escuché la vos calmada del hombre de

aspecto tranquilo en alguna parte del infinito, y como siempre, por 

curiosidad, me dediqué a buscarlo. Después de varios intentos. Pude

 precisar de dónde venían las voces. Conseguí al hombre de aspecto

tranquilo en un mundo enrejado, tirado en una cama hablando con el 

ayudante de Bam– Bam, si hubiera podido, habría ido a contarle a

Cara Dulce la clase de bruja que era este hombre.

 ─ Cuál es tu rollo con ese tipo— decía el de aspecto tranquilo cuando

llegué.

 ─ Ese tipo me arrancó el dedo de un mordisco como una prostituta. Y 

yo lo traté como a una prostituta. Porque varón no muerde a otro varón

¿es o no es?

 ─ Yo no sé si es o no es, pero te diré una verdad, el chamo es un varón

y lo que quiere, es matarte.

 ─ me equivoqué antes, pero mañana vamos a matar esa culebra.

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 ─ Si el tipo se come el caramelo — dijo el hombre de aspecto tranquilo

mientras se disponía a salir del mundo enrejado.

Mi regreso al lado de Cara Dulce se hacía imperativo, no para contarle

lo visto, pues obviamente no podía, pero si para acompañarlo en su

suerte, desde la mía. Pues ya fuera de un lado o del otro se preveía un

gran banquete.

Nuestro mundo estaba vacío y tranquilo, como casi todos los mundos.

Los presos estaban casi todos compartiendo fuera de sus cerdas.

Después del cansancio producto del largo viaje opté por meterme tras

la imagen de María Lionza para descansar. Poco después entró Cara

Dulce acompañado del hombre de aspecto tranquilo.

 ─ Necesito la lana— dijo el hombre con su característica calma.

 ─ Tranquilo, los reales llegaran en la visita, te los daré en plena. — dijo

Cara Dulce restando importancia a los requerimientos del hombre.

 ─ El trato era decirte donde vivía el tipo, y te lo dije; conseguirte un

desventurado que te acompañara en el ataque, y te lo conseguí. Yo

trabajo para comer y como todos los días, ya trabaje, ahora quiero mis

reales— dijo al momento de retroceder para ponerse en guardia de

ataque.

 ─ ¿Cuál es la mente chamo? Los reales estarán el día de visita y tú

tienes mi palabra, con ella podrás comprar o vender, yo soy un

caballero— replicó Cara Dulce sin inmutarse, pero llevando su mano

al cinto donde sabía estaba su medio brazo.

 ─ Tu boca sea la medida.

 ─ En plena visita tendrás el dinero. Pero dile a ese desventurado que

venga pronto para hablar— sentencio Cara Dulce dando por 

terminada la conversación.

 A media tarde se presentó de nuevo el hombre de aspecto tranquilo en

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el mundo enrejado de Cara Dulce, esta vez acompañado de un

recluso extraordinariamente delgado, marcado por cicatrices en

cualquier pedazo de piel asomada fuera de la ropa, sin embargo

había algo familiar en el acompañante del hombre de aspecto

tranquilo.

 ─ Chamo, éste es el hombre— dijo el de aspecto tranquilo al entrar en

el mundo enrejado de Cara Dulce.

 ─ ¿Qué es lo que? — respondió Cara Dulce dirigiéndose al 

acompañante del hombre de aspecto tranquilo.

 ─ Bueno, ya he cumplido mi parte, ahora te toca a ti responder por la

lana.

 ─ Tranquilo compa, lo dicho, dicho esta y mi palabra es un documento

— ratificó Cara Dulce al hombre quien ya se retiraba para no ser 

testigo de la conversación.

 ─ ¿Y entonces?— dijo Cara Dulce al hombre frente a él.

 ─ Yo te conozco— dijo el hombre con vos profunda.

Cara Dulce casi salto de la cama.

 ─ ¡Tú ere el tipo del pote! — exclamo Cara dulce casi en un alarido. Yo

salí, totalmente de detrás de la pequeña imagen de María Lionza para

mirar por fin, con detenimiento al hombre de la vos profunda quien

durante tanto tiempo no había acompañado en el pote.

 ─ Viste―panaǁ, que pequeño es el mundo— dijo Cara Dulce todavía

emocionado por haber encontrado al hombre de la vos profunda.

 ─ Así es la vida, el mundo es un pañuelo— dijo Vos Profunda algo

emocionado por el encuentro—. Bueno chamo ¿Cuál es la mente con

el tipo ese?— continuó diciendo tratando de acortar la conversación y 

evitar las emociones.

 ─ Es una culebra vieja.

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 ─ Tú sabrás— dijo Vos Profunda dando la situación por discutida y la

conversación por terminada, acto seguido salió del mundo enrejado

de Cara Dulce.

Cara Dulce pareció desconcertado; pues él, hasta papel y lápiz había

dispuesto para hacer más detallada la planificación.

El día de visita llegó, los presos como siempre, en los días de visita,

estaban a la expectativa. Todos, de una manera u otra, abrasados a

sus esperanzas, algunos esperaban a sus familiares otros esperando

vender o negociar cualquiera de sus productos. Otros solo esperando

la oportunidad de robar a alguien para sobrevivir hasta la próximavisita y los demás solo anhelaban ver gente libre caminar entre sus

rejas sin perder su libertad.

Como siempre la primera en llegar fue la madre de Cabello Rizado y 

como siempre su silenciosa y espigada hija la acompañaba. La mujer 

y su hija se veían cansadas a pesar de lo temprano del día, pero esono limitó el afán de sus ojos para buscar, entre los presos, a Cabello

Rizado. No tardó mucho en encontrarlo, estaba sobrio, pero inquieto.

Sus ojos confiados en la presencia de su madre, se perdieron en ella

nadando entre lágrimas de culpa.

Madre e hijo se abrasaron sin decir nada, pidiendo perdón uno,

 perdonando la otra, a gritos y entre lágrimas, pero sin pronunciar 

 palabras. De pronto apareció Cara Dulce, estaba recién bañado,

rasurado y con ropa limpia, obviamente se había preparado para un

encuentro, no sé si era la mamá de Cabello Rizado el objetivo.

 ─ ¿Qué tal? — saludó Cara Dulce amparado en una sonrisa nerviosa.

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 ─ ¿Cómo estás?— saludo la mujer, no como se saluda a un amigo,

sino como saluda un patrono malcriado a su empleado. Esa actitud la

hacía ver más elegante.

 ─ Bien, señora— contestó Cara Dulce como un empleado haragánsorprendido en el mal quehacer.

 ─ Se ve muy mal — dijo la madre a Cara Dulce, refiriéndose a Cabello

Rizado, ahora con una actitud más conciliadora. Parecía extraño oír a

la mujer hablar con Cara Dulce cuando todavía no había dirigido una

 palabra a su hijo.

 ─ Eso por ―la mafafaǁ — dijo Cara Dulce despreocupado. ─ ¿Qué es―la mafafaǁ?— preguntó la madre.

 ─ La droga mamá — contestó la hija en son de reproche por la

ignorancia de su madre.

 ─ Usted prometió cuidarlo. ¿No es cierto?— encaró la madre a Cara

Dulce retomando su aptitud de patrona malcriada.

 ─ No es fácil señora,―la mafafaǁ es como una boa, si no se le corre atiempo te atrapa y después, mientras más te meneas más te aprieta

hasta desbaratarte. Su hijo es un drogadicto sin remedio, lo único que

se puede hacer es cuidarlo para esconderlo de los problemas durante

sus horas felices.

Su respuesta no pareció convencer a la mujer.

— Aquí, la droga es un negocio muy fuerte, es muy difícil que, quienquiera compra, no compre — continuó justificándose Cara Dulce.

— Pero haré lo posible para alejarlo de―la mafafaǁ — dijo por fin a

regañadientes.

 ─ Te lo agradezco— dijo la elegante dama satisfecha por la respuesta

obtenida de Cara Dulce.

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De pronto las posiciones cambiaron, la hora de pagar había llegado y 

Cara Dulce era el cobrador y la madre de Cabello Rizado la deudora.

 ─ Bueno vamos a la pieza— dijo Cara Dulce mientras se ponía

adelante, disfrutando el control ejercido, y por ejercer, sobre la mujer.

Esta vez la mujer echó a andar detrás de Cara Dulce con una altivez 

inusitada, parecía una heroína en pro de la gran hazaña. Yo no quise

seguirlos pues sabía que ocurriría, me quede en el techo sobre los dos

hermanos quienes sin decirse nada reprochaba una y suplicaba el 

 perdón el otro.

Para sorpresa de todos, poco tiempo después ya Cara Dulce estaba

de regreso arreglándose la bragueta del pantalón. A pesar de lo difícil 

de la situación, según mi pensar, los dos hermanos agradecieron en

silencio a Cara Dulce el detalle de no fornicar con su madre durante

toda la visita como lo había hecho la última vez. La madre de Cabello

Rizado salió del mundo enrejado un instante después con la

satisfacción de haber hecho lo que debía hacer.

La familia de Cabello Rizado permaneció unida en un incómodo

silencio ante la presencia de Cara Dulce quien, a su vez, se esmeraba

en ser visto como parte de ella.

 ─ Estamos listo mijo— dijo, de alguna parte, el hombre de la vos

 profunda sorprendiéndonos a todos, pero trayendo cierto alivio a la

tensa situación— ¿Qué paso tienes visita?— preguntó un poco

desconcertado al ver la familia de Cabello Rizado.

 ─ No―panaǁ — dijo Cara Dulce un poco triste— vamos a resolver 

nuestro lio — dijo, ahora, poniéndose en camino.

Los dos hombres se alejaron regalando, de esta forma, un poco de

intimidad a la convulsionada familia. Cara Dulce y Vos Profunda iban

en pos de provocar un gran banquete, yo lo presentía. Los seguí 

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desplazándome a través del techo. Sin embargo, debido a la velocidad 

de sus desplazamientos pronto se me perdieron entre paredes y rejas.

Pero como sabía cuáles eran las pretensiones de los dos hombres y 

donde vivía el ayudante Bam - Bam, me dirigí asía allá a toda la

velocidad.

Cuando llegue, a donde sabía se encontraba el mundo enrejado del 

ayudante de Bam-Bam, todavía Cara Dulce y su compañero no había

llegado. No obstante, esta parte del penal estaba repleta de personas,

había casi el doble de visitantes, comparado con nuestro pabellón. Los

hombres iban de chaqueta, los visitantes barones siempre usan

chaqueta para distinguirlos de los reclusos a quienes nunca se les

 permitía utilizar chaqueta o saco. Las mujeres, por su parte, iban de

vestido o faldas, esto para facilitar, a los Guardias de la entrada, la

revisión de sus partes íntimas; evitando, de esta manera, que personas

no autorizadas, puedan ingresar drogas u otras sustancias o utensilios

no autorizados. No obstante, con frecuencia se presentaba

excepciones; de rato en rato, destacaba alguna mujer de pantalones

siempre rodeada de dos o tres Vigilante, casi siempre repartiendo

 paquetes o dando instrucciones a un preso respetado por los

Vigilantes, quien a su vez también entregaba paquetes y recogía

dinero a diestra y siniestra.

De pronto, cuando menos lo esperaba, aparecieron en la entrada del 

infinito Cara Dulce y Vos Profunda cada uno con una chaqueta vieja de

casimir como las que se alquilan a los visitantes en la entrada del 

 penal. Los dos echaron a andar confundiéndose entre la visita. Como

le llevaba la delantera los pude mantener cerca. Por fin miré, en la

 puerta de uno de los mundos enrejados, al ayudante de Bam-Bam.

 Aunque Cara Dulce y Vos Profunda parecían visitantes, su actitud 

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llamaba la atención, pues buscaban entre los presentes con afán e

inquietud, normalmente los presos están prevenidos contra reclusos

de otros pabellones que incursionan en el suyo para robar a la visita.

Por ello, Cara Dulce y Vos Profunda, sin proponérselo, llamaban la

atención.

Los hombres se detuvieron frente al ayudante de Bam– Bam. Vos

Profunda tenía los ojos infectados de ansiedad, Cara Dulce, a su lado,

se veía inquieto e inseguro ante las incisivas miradas de un incontable

número de reclusos suspicaces y prevenidos. En la manga de su saco

se asomaba con disimulo parte del mango de tela de su medio brazo.

Súbitamente y sin ninguna precaución, Vos Profunda sacó su―medio

brazoǁ de alguna parte de su chaqueta acompañado del grito de los

visitante. Y sin dar tiempo a ninguna reacción, el mismo Vos Profunda

lanzó una estocada al ayudante de Bam-Bam; quien, con la rapidez 

dada por la experiencia, logró esquivarla a medias, sin poder evitar 

una herida en su brazo izquierdo. Cuando Vos Profunda quiso intentar 

un segundo ataque, el sonido de un bosque de chuzos saliendo de

sus fundas le paralizo el movimiento, y lo hizo mirar a su alrededor 

donde los chuzos desnudos danzaban entre las chaquetas y los

vestidos de los visitantes peleándose por acercarse.

El hombre de la vos profunda comenzó la retirada escudándose tras

cada vestido en su camino, en busca de la puerta del pabellón, sin

 poder evitar, cada cierto tiempo, el pinchazo trabajoso de algún chuzo

audaz, escapado de entre las faldas y las chaquetas, anunciado la

 presencia de la muerte. Cara Dulce, por su parte, retrocedía en pos de

la puerta; pero tratando siempre de no delatarse como el compañero

Vos Profunda; solo el ayudante de Bam- Bam gritaba a todo

 pulmón―ese tambiénǁ ―ese tambiénǁ. Pero todos los reclusos

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estaban concentrados en acabar con el intruso plenamente

identificado, quien se defendía con inenarrable valentía.

Por fin Vos Profunda logró alcanzar la puerta y Cara Dulce, sin dejar de

comportase como un visitante, salió con él. El hombre de la vos

 profunda, tan pronto pudo salir, corrió con todas sus fuerzas a lo largo

del pasillo infinito, en pos de su vida. Cara Dulce por su lado solo

caminó asustado como lo haría cualquier visitante.

Cuando llegué al mundo enrejado, encontré a Cara Dulce tirado en la

cama con la mirada perdida en el techo. Olor a Periódico y su familia

conversaban y compartían cordialmente con la familia del CabelloRizado ambas familias trataban de ignorar al solitario recluso de la

mirada perdida en el techo.

Como siempre me acomodé detrás de la imagen de María Lionza, sin

hacer mucho caso del bullicio de la visita, dedicándome a descansar y 

a disfrutar de la energía suministrada por un remanso de sangre deVos Profunda conseguido en un rincón de alguna parte.

El final de la vista llegó y por primera vez, desde que soy observador 

de la familia de Cabello Rizado, la veo retirarse con una sonrisa en los

labios, incluso la hermana, a quien nunca había visto reír. Nadie dijo

nada a Cara Dulce, nadie lo miró, nadie se despidió. Olor a Periódico

daba abrazos y besos a diestra y siniestra lleno de orgullo y alegría.

Cabello Rizado abrasaba a su hermana, y la niña respondió con risas

a su hermano y carisias a su madre. Cabello Rizado se veía tierno

cuando no estaba drogado y quizás esa era el principal motivo de

alegría de su madre y hermana.

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El Vigilante pasó por tercera vez anunciando el fin de la visita, con el 

 propósito firme de sacar a los rezagados. Las dos familias, una de las

 pocas rezagadas, salieron lentamente del mundo enrejado, Olor a

Periódico y Cabello Rizado salieron con ellas.

Cara Dulce continuaba perdido en sus pensamientos, sin hacer caso a

los familiares en retirada. El hecho de haber dejado, prácticamente,

solo a su acompañante lo tenía preocupado pues, aunque el error 

había sido de su acompañante al sacar el chuzo antes de acercarse lo

suficiente, Cara Dulce en vez de apoyarlo, en su escape a través de la

selva de chuzos, optó por confundirse con la visita y dejarlo solo frentea la circunstancia. Ahora, si Vos Profunda no aceptaba su estupidez al 

apresurar el ataque y no entendía las justificadas razones de Cara

Dulce al abandonarlo frente a su insensatez, entonces tenía una

―culebraǁ muy fea a la que hacer frente. Pero normalmente, cuando

hay buena voluntad, los reclusos perdona el abandono de sus

compañeros cuando se encuentran frente a situaciones sin salida,todo depende, ahora, del punto de vista de del hombre de la vos

 profunda.

Después de la visita y todas las tardes, cuando termina el día y 

comienza la noche, los pasillos quedan solos, la mayoría de los presos

escogen esa hora para bañarse. Y quienes no, prefieren quedarse ensus mundos enrejados para evitarse problemas con los presos que

 pasan desnudos rumbo al baño. Pues, cualquier mirada indiscreta o

cualquier expresión mal interpretada puede ser causar de muerte. En

los baños se debe ser igualmente discreto cualquier rose debe ir 

acompañado de una disculpa inmediata o el ―entrompeǁ a chuzo

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será inevitable. Esta situación hace a los reclusos verdaderos

caballeros en las duchas, amables y corteses, a pesar de enjabonarse

con un chuzo en la boca por si alguien los roza.

Cara Dulce se encontraba en su mundo enrejado esperando aCabello Rizado y a Olor a Periódico quienes se estaban bañando.

Generalmente siempre iban a bañarse juntos, pero después del fallido

ataque al ayudante de Bam-Bam y de su comportamiento para con Vos

Profunda, Cara Dulce había permanecido tirado en la cama mirando e

techo sin ningún otro hacer.

 ─ ¿No te vas a bañar?— Preguntó Olor a Periódico, cuando entró al 

mundo enrejado, con el solo ánimo de hacer conversación.

 ─ ¿Estoy muy hediondo?— respondió Cara Dulce secamente.

 ─ ¿Qué le pasa a este tipo? — dijo Olor a Periódico a Cabello Rizado.

Cabello Rizado sonrío tímidamente eludiendo cualquier repuesta

ofensiva a su protector. ─ Le zumbé un atentado, en su guarida, al ayudante de Bam– Bam.

Pero―el tiro salió por la culataǁ y el tipo se salvó — comentó Cara

Dulce sin despegar la mirada del techo.

 ─ ¡Hiciste ¿qué?!— exclamó alarmado Olor a Periódico. — a ese tipo

no se le puede zumba un atentado y dejarlo vivo, ese tipo es un

caballero, ese tipo tiene pueblo — Expuso Olor a Periódico, tratandocon sus palabras de reparar los hechos; y, ante la imposibilidad, se

sentó en su cama con los codos apoyados en la rodilla y la mirada fija

en Cara Dulce. Para mi entender, esperaba una repuesta, un plan de

defensa o una estrategia de ataque. Pero Cara Dulce permanecía

callado— ese tipo no se va a queda tranquilo, ese tipo nos va a matar 

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— continuó diciendo Olor a Periódico. Pero, ni siquiera, esta afirmación

hizo reaccionar a Cara Dulce —. Mi mujer me ha traído las fotos de los

muchachos, ellos me darán fuerza y me ayudarán a salir de aquí —

dijo a Cabello Rizado resignado ante la falta de respuesta de Cara

Dulce y tratando de escapar de la reflexión sobre las consecuencias

del ataque.

 ─ ¡Huele a algo raro!— exclamó Cabello Rizado, haciendo un gesto

repulsivo por el fastidio del olor.

 ─ ¿Qué dijiste?— preguntó Olor a Periódico.

 ─ ¡huele a gasolina!— dijo Cara Dulce mientras se ponía de pies de

un salto.

Casi inmediatamente un chorro de gasolina cayó dentro de nuestro

mundo enrejado, un fugaz hombre lo dejó caer sin tino alguno.

 ─ ¡Vista―panitaǁ, nos van a quemar vivos!— dijo Olor a Periódico casi 

en un alarido.

Pronto una enorme llama roja y amarilla, procedente de todas partes,

invadió nuestro mundo. Los tres hombres, haciendo caso omiso al 

 peligro de las llamas, corriendo en busca de la salida del pabellón, y 

yo con ellos. Al llega a la reja pudimos comprobar que el fuego no era

tan grande como se veía desde nuestro mundo. Pero los reclusos de

todos los mundos corrían como locos a lo largo del infinito.

Yo me eché a volar para ir a la par de mis compañeros, quienes como

los demás corrían a toda velocidad en busca de la salida al final del 

humo y las llamas. Súbitamente Cara Dulce se detuvo patinando en el 

 piso, por un buen trecho, mientras buscaba desesperado, pero

infructuosamente, el ―medio brazoǁ en su cinto. En la puerta del 

infinito estaba el ayudante de Bam - Bam acompañado por un grupo

de reclusos, cada uno con su―medio brazoǁ desnudo en mano. Cara

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Dulce, sabiéndose hombre muerto si continuaba corriendo asía la

salida, sin medir en las consecuencias, dio media vuelta y corrió de

regreso al infierno de fuego de donde venía. Yo corría con él en busca

de la salida, cuando se detuvo, me detuve; cuando regreso al infierno

de fuego regresé con él, aferrado a su liderazgo y a la esperanza de la

mejor decisión. Olor a Periódico y Cabello Rizado dudaron en seguirlo

de regreso a las llamas, pero dos reclusos herido al lado del ayudante

de Bam-Bam les recordaron la conexión con Cara Dulce y les

disolvieron las dudas obligándolos a seguir a Cara Dulces en su

regreso.

El intenso humo no permitía ver con claridad, pero se podía adivinar 

una considerable disminución de las llamas. Sin embargo, a pesar de

todo, el calor y el humo eran insoportables. Cara Dulce entró a su

mundo enrejado acosado por el humo; tomó una sábana y se cubrió

boca y nariz para minimizar su efecto. Tras él entraron sus

compañeros, cada uno se acurrucó tras una cama; no sé si para

cubrirse del humo o por temor a la muerte resplandeciente en

el―medio brazoǁ del ayudante de Bam-Bam y su gente.

El tiempo pasaba lentamente y la tención aumentaba al disiparse el 

humo, el crujiente ruido producido por las llamas, dejó de escucharse

y, a pesar de las paredes, el olor del fuego junto con el humo, también

se escapaba por los barrotes. Fue un gran alivio para todos,

 pensamos inocentemente que también el peligro se había ido. Pero de

 pronto, en alguna parte, se escucharon pasos. Sabíamos que era el 

ayudante de BamBam y sus compañeros quienes venían por Cara

Dulce. Ya no quedaban reclusos en el pabellón. Ni en ninguno de los

mundos enrejados, pues todos habían corrido para escapar de las

llamas. Cara Dulce empuñó su―medio brazoǁ y se plató frente a la

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reja del mundo a esperar la llegada del ayudante de Bam-Bam, quien

traía la muerte resplandeciendo en su medio brazo.

Cara Dulce apretaba su ―medio brazoǁ con todas sus fuerzas y 

esperaba con la mirada fija en la reja. Cabello Rizado, sabiéndose

 parte ineludible de la suerte de Cara Dulce, buscó su chuzo en un

hueco de la pared y se plantó un paso detrás de este. Cara Dulce

temblaba de pies a cabeza, aunque empuñaba su―medio brazoǁ con

firmeza, ―a todo el mundo se le afloja el barro antes de un asaltoǁ

dicen los presos.

Olor a Periódico permanecía acurrucado detrás de la cama, ahora

abrazando las sabanas y toda la ropa sobre ella, dicen que cuando se

está bien arropado el chuzo es menos frio. De pronto, entre el humo y 

las cenizas, con el más afilado de los medios brazos y cinco

compañeros rodeándolo, apreció el ayudante de Bam-Bam.

 ─ ¿Qué pasó mamita? ¿No te gustó como te tratéen ―Los Floresǁ? —

Dijo el ayudante de Bam - Bam lascivamente sabiéndose con el poder 

 para destruir a Cara Dulce.

 ─ Bueno, bruja si has de matarme échale pichón y no hables tanto—

dijo Cara Dulce mientras abría la reja de su mundo y como un león

salía con su―medio brazoǁ por delante.

Sus adversarios retrocedieron, casi instintivamente, al ver la decisión y 

el arrojo de Cara Dulce. Sin embargo, este retroceso no duro mucho y 

después de la primera impresión los seis hombres se prepararon para

acabar con el arrojo del recluso y su tembloroso acompañante.

Cabellado Rizado continuaba medio paso detrás de Cara Dulce,

temblaba como una paja y su miedo alimentaba el valor de los

atacantes. Cara Dulce estaba en guardia con el―medio brazoǁ

danzando de una mano a la otra, esperando el momento para atacar 

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o repeler el ataque. Cabello Rizado solo miraba y esperaba apretando

su chuzo con todas sus fuerzas. Dentro del mundo enrejado se

escuchaban los débiles sollozos de Olor a Periódico.

La muerte danzaba y Cara Dulce tenía las de perder. El ayudante de

Bam-Bam y sus compañeros animados por el llanto de Olor a Periódico

y los temblores de Cabello Rizado se disponían a dar muerte al 

valiente recluso que los enfrentaba.

 ─ ¡Bueno que es lo que! ¡¿Ustedes creen que el―panaǁ esta solo?!—

gritó alguien desde la distancia, era el hombre los vos profunda quien

venía desde un rincón del infinito, sudado y jadeante, con la camisa

abierta y el pecho al aire. Traía dos medios brazos uno en cada mano

y ambos los blandía amenazante.

 ─ Y ahora quien es la mami — dijo Cara Dulce al momento que daba

un zapatazo en el piso para anunciar su ataque, pero en el mismo

momento, dos golpes, o más bien un golpe, retumbaron en el coraje

de los presentes.

Era Vos Profunda, quien ya entre nosotros, le había propinado dos

tajos al recluso a él más cercano, uno en la cabeza y el otro en el 

 pecho. Dos enormes chorros de sangre invadieron el infinito y un grito,

casi una súplica, lacero las intenciones de los compañeros del 

ayudante de Bam-Bam. El recluso cayó pesadamente y su sangre

anunció el banquete.

 ─ Y entonces mijo ¿a qué viniste?— dijo Cara Dulce ahora con más

confianza ante la baja sufrida por el Ayudante de Bam-Bam.

 ─ Tranquilo, compa que la pelona aquí, va a gozar un puyero — dijo

Vos Profunda, amenazando con la muerte a todos y forzando aún más

la situación.

 ─ No compa, arreglen ustedes sus problemas porque este negro se va

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— dijo uno de los compañeros del ayudante de Bam– Bam y bajando

la guardia, mirando de frente a Vos Profunda. Con la espalda pegada

a la pared, caminó rumbo a la salida de pabellón y del infierno por el 

mismo ayudado a crear.

El retiro de uno de sus compañeros y la imagen de otro en el piso

había mermado la voluntad del Ayudante de Bam – Bam y sus

compañeros, aun cuando todavía tenía ventajas numéricas. Presumía

la dificultad de someter a dos guerreros de la talla de Cara Dulce y Vos

Profunda, porque Cabello Rizado no parecía ser contendor. De pronto,

cuando menos lo esperaban ambos bandos, apareció Olor a Periódico

con los ojos irritados por las lágrimas, su―medio brazoǁ en mano y 

una guardia de experto.

 ─ ¿Y esta es la mariposa que nos cortejaba con su llanto? — dijo el 

 Ayudante de Bam– Bam.

 ─ No migo, no lloraba, estaba pidiendo por tu alma, porque te voy a

sacar las tripas.

Las cosas se complicaban para el ayudante de Bam–Bam, la partida

se había nivelado. Ahora, sin ventajas de ninguno de los bandos, las

bajas eran seguras. Pero aún más segura, sería la deserción de sus

compañeros frente a una confrontación estéril para ellos.

 ─ Dejemos las cosas así por ahora. Pero estamos pendientes— dijo el 

 Ayudante, consiente de la conveniencia de buscar una retirada digna.

Mientras, al mismo tiempo, siempre en guardia, se alejaba de

nosotros.

Cara Dulce y Vos Profunda, sabiéndose en desventaja pues, aun

cuando numéricamente estaban parejos, Cabello Rizado no era un

verdadero combatiente y Olor a Periódico estaba en un estado de

shock tal, que no sería capaz de enfrentar un combate con éxito, por 

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ello ni Cara Dulce ni Vos Profunda se opusieron a la retirada de

ayudante de Bam-Bam.

 ─ Ustedes son unos chorreados — dijo Olor a Periódico entre dientes

sin querer causar mella en la decisión del grupo en retirada.

 ─ Y entonces ¿creías que te iba a dejar solo?— dijo Vos Profunda,

mientras daba una palmada en el hombro a Cara Dulce, y éste le

agradeció con una sonrisa.

Un rio humanos se derramó en el espacio anunciando la visita y 

destrozando el silencio reinante. El rio llegó a nosotros con una mirada

triste, un andar ligero, un rostro bañado en lágrimas y unos brazos

abiertos.

 ─ Mijo, mijo— gritó la mujer mucho ante de llegar al hombre, quien

también corría a su encuentro— La televisión dijo que se habían

quemado la cárcel y eran muchos los muertos — dijo la mujer 

abrazando a su hijo bajo la mirada serena y tranquila de su joven

acompañante.

Las paredes del pabellón mostraban huellas del fuego provocado por 

el ayudante de Bam-Bam. Aun cuando, los presos habían hecho un

excelente trabajo de limpieza tratando de eliminarlas.

 ─ Mamá, no creas los cuentos de la televisión, ellos solo dicen la parte

que pueden decir; pero las cosas por ellos dichas, aseguran que es la

verdad, aunque no lo sea.

 ─ ¿Que paso mijo?

 ─ Unos tipos equivocados vinieron a someternos, pero los páramos. Y 

fueron ellos los perdedores.

 ─ ¿Y el tipo ese, te cuidó?— peguntó la mujer.

La pregunta aunque predecible, era sumamente compleja. Pues si 

Cabello Rizado le decía a su madre que la situación se había

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generado como consecuencia de una vieja querella de Cara Dulce, su

madre le retiraría sus favores y él necesitaba de su protección sobro

todas las cosas.

 ─ Si mamá el me cuidó — contestó Cabello Rizado, después de

razonar la respuesta.

La mujer respiró orgullosa y satisfecha por haber logrado proteger a

su hijo desde la distancia, e instintivamente buscó el rostro de Cara

Dulce entre la multitud; lo descubrió en un rincón, mirando la escena

de madre e hijo. Y agradecida la mujer camino asía él, lenta y segura;

después de todo, era la mano en la distancia con la que cuidaba a su

hijo.

 ─ Te agradezco con el arma, el haber cuidado mi muchacho durante e

 problema— dijo la madre a Cara Dulce.

 ─ Ya su hijo no necesita de mis cuidados, él se puede cuidar solo—

contestó Cara Dulce rechazando la marrullería.

 ─ Si, pero las madres tenemos una bolsa, coma la de mamá canguro,

en nuestras mentes, y allí cargamos a nuestros hijos aunque estén

lejos — filosofó la madre.

 ─ Pero su hijo es un Caballero y no está para estar dando saltos, ni 

 para estar metido en la bolsa de mamá— la mujer sonrió ante la

rudeza de Cara Dulce y muy discretamente trató de encaminarlos al 

mundo enrejado.

 ─ Señora ya no necesita acostarse conmigo para proteger a su hijo, él 

se puede cuidar solo; ya no es mi peluche, ahora somos ―panasǁ. Él 

demostró ser un varón, y cuando se es hombre no se tiene protectores,

sino ―panasǁ — dijo Cara Dulce negándose a andar el camino rumbo

al mundo enrejado, sin embargo, la mujer continuó caminando ahora

sonrojada ante la negativa de hombre. Al final, ante la insistencia de la

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mujer, Cara Dulce cedió. Quizás lo hizo para evitarle la vergüenza del 

rechazo.

Cuando estuvieron en el mundo enrejado, la mujer se sentó en la

cama de Olor a Periódico y Cara Dulce se sentó en su cama.

 ─ Señora, el problema fue por mí — dijo Cara Dulce casi avergonzada

después de un incómodo silencio.

 ─ ¡¿Cómo es la cosa?!— exclamó la mujer parándose de la cama de

un salto.

 ─ La culebra es mía, los tipos vinieron por mí y quemaron el pabellón

 por mi culpa. Pero nosotros los entrompamos y los perdedores fueron

ellos. Su hijo se portó como un Varón— contó Cara Dulce rápidamente

 para evitar las explicaciones.

 ─ ¡Por tu culpa iban a matar a mi hijo!— dijo la madre alarmada

 ─ Estamos en la cárcel señora, aquí solo tienen posibilidad de vida

aquellos que renuncian a ella y demuestra su renuncia con acciones;

nuestra esperanza de vida está en la punta del chuzo y en el coraje de

los ―panasǁ — dijo esto mientras sacaba su―medio brazoǁ de su

cinto— aquí hemos de ser guerrero pa` lante, para evitar las

violaciones o la muerte— dijo con orgullo dándose una fuerte palmada

en el pecho, pero eludiendo la mirada de la mujer, quien reclamaba el 

servicio pagado con su cuerpo—. Pero su hijo se comportó como

un―panaǁ señora. Por tal razón no está obligada a pagarme para

cuidarlo, porque él ya no necesita los cuidados de nadie, ahora tiene

él ―panasǁ, ylos ―panasǁ nos cuidamos unos a otros.

La mujer caminó de un extremo a otro del mundo, pareció querer decir 

algo importante, pero no lo dijo. Luego sumisa se sentó al lado de

Cara Dulce.

 ─ ¿Cómo va a hacer para cuidarse cuando este drogado?— preguntó

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entre dientes tan bajo que no sé si fue eso realmente lo dicho.

Cara Dulce se encogió de hombro

— Es entonces es cuando quiero que lo protejas— dijo recobrando la

fuerza de su vos.

 ─ Trataré de protegerlo.

 ─ No quiero que trates de `protegerlo, quiero que lo cuides y te hagas

matar por él si es necesario— dijo la mujer con extraño tono de jefe

humilde.

 ─ Lo voy a hacer señora. Pero para mí, usted está buscando escusas

 para seguir con la guachafita conmigo— dijo Cara Dulce al momento

de pararse de la cama para salir del mundo enrejado.

 ─ ¡Haré lo que sea!— casi gritó la mujer al recluso en retirada.

La verdad nunca creí que Cara Dulce fuera a salir de su mundo

enrejado sin acostarse con la madre de Cabello Rizado, pero lo había

hecho. Eso me hizo pensar en lo profundamente agradecido que le

estaba al hombre de cabello rizado.

―La mafafaǁ

Después del ataque del ayudante de Bam-Bam, la relación de Cara

Dulce y Cabello Rizado cambió. Ahora, el primero trataba al segundo

como a un compañero y no como a un protegido. También había

cambiado la relación con Olor a Periódico. Éste no dejaba de adular a

Cabello Rizado en pro de evitar comentario sobre lo sucedido el díadel ataque. Sin embargo, los amigos del ayudante de Bam-Bam se

habían encargado de hacer correr los relatos de su desafortunada

conducta. No obstante, Olor a Periódico se las arreglaba para eludir 

las acusaciones y negar los hechos. Por otro lado, las visitas de Vos

Profunda eran cada vez más frecuentes, pero se cuidaba mucho de no

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hacer alusión de riñas o peleas capaces de extraer del rincón de los

recuerdos la lágrimas de Olor a Periódico durante el ataque del 

ayudante de Bam-Bam. Pero era cuestión de tiempo para que los

reclusos de nuestro pabellón comenzaran a presionarlo por su

conducta frente al ayudante de Bam-Bam.

Yo estaba reposando de mi último banquete detrás de la imagen de

María Lionza, cuando dos súbitas situaciones despertaron mi 

curiosidad: un brusco movimiento en la cama de Cara Dulce donde, yo

sabía, se encontraba descansando y una algarabía en el infinito. En

condiciones normales esto no me hubiera inquietado, pero laalgarabía se acercaba cada vez más a nuestro mundo.

Cara Dulce, ya de regreso, con el chuzo desnudo escoltaba a Cabello

Rizado quien también chuzo en mano y con la ropa bañada en sangre

entraba en nuestro mundo enrejado.

 ─ ¿Y por qué fue el lio?— preguntó Cara Dulce.

 ─ Un tipo, equivocado por culpa la droga, vio en mí un chigüire fácil de

someter y quiso cobrar, a la mala, una deuda de droga, a la buena,

adquirida.

 ─ Debemos buscar esos reales, no es bueno tener culebra con los

ibaros — dijo Cara Dulce con aires de preocupación. ─ Los jibaros no perdonan, ni dan tregua, nadie les fuma sus

―piedrasǁ y le mata sus hombres impunemente. Tenemos un

 problema— tercio Olor a Periódico con timidez.

Desde el día del asalto, del ayudante de Bam– Bam, Cara Dulce y 

Cabello Rizado, lo trataban como un cobarde.

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 ─ ¡Mejor te callas! — lo regañó Cabello Rizado.

 ─ Él tiene razón, ahora estamos metidos en tremendo problema ─ dijo

Cara Dulce.

Cabello Rizado comenzó a temblar de pies a cabeza, dejando ver su

miedo sin ningún recato.

— Pero no hay mente, ya veremos cómo solucionamos el problema —

continuó diciendo Cara Dulce tratando de animar a Cabello Rizado,

quien, viendo a Cara Dulce tomar el problema para sí, sonrió más

tranquilo.

 ─ Mate un hombre — dijo súbitamente Cabello Rizado terminando de

acostarse en la cama Olor a periódico.

 ─ ¿Es tu primer muerto?— preguntó Olor a Periódico.

— Si 

— Es arrecho cuando es el primero.

Cara Dulce y Olor a Periódico salieron del mundo enrejado

discutiendo entre ellos la forma de sacar a Cabello Rizado del 

 problema. Quizás, a Olor a periódico, en otras circunstancias, no le

hubiera importado la suerte de Cabello Rizado, pero ahora hacia

esfuerzos por escapar de la sombra de cobarde asignada por sus

compañeros desde el día del asalto. Por eso se ofreció para hablar 

con los jibaros de la droga y llegar a un acuerdo sobre la situación desu compañero.

Cara Dulce aprovechó un destello de soledad brindada por las

andanzas de sus compañeros para arrodillarse a orar frente a las

imágenes, como no lo hacía desde su estadía en ―el poteǁ o celda de

castigo. A penas terminaba de decir amén cuando, no sé si a

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consecuencia de sus rogatorias, entró Olor a Periódico con dos

reclusos mal encarados y de buen vestir.

 ─ Epa chamo, estos son los tipos que mueven la pasta— dijo Olor a

Periódico.Cara Dulce no contestó, miró a los hombres de pies a cabeza y les hizo

un gesto con la cabeza en señal de saludo y de permiso para iniciar la

conversación.

 ─ Lo hecho, hecho está y bueno o malo tiene su precio. Tu convive

mató a un―panaǁ y debe pagar por eso — dijo el jibaro con porte de

efe. Cara Dulce no hizo comentario. ─ Además, nos debe pasta y esos reales son sagrados— dijo el otro

con aire amenazador.

 ─ La pasta la pagaremos el sábado en plena y la muerte de

su―panaǁ fue un asunto personal entre ellos dos — acotó Cara Dulce

buscando concilio.

 ─ Los chamos son ―panasǁ. Estuvimos juntos en ―la Modeloǁcuando eso era atrinca ¿cierto chamo?— intervino Olor a Periódico,

tratando de suavizar la tensión del ambiente. Uno de los hombres

asintió con la cabeza.

 ─ Uno de ustedes mató y le quitó lo suyo a uno de nosotros. Nosotros

también queremos sangre y dinero, vamos a ver cómo nos arreglamos

— dijo el hombre con aspecto de jefe dando por terminada laconversación y saliendo del mundo enrejado.

Esta era una situación predecible, anunciada muchas veces por los

insensatos hábitos de Cabello Rizado, por esa razón, a nadie

sorprendió el conflicto decretado, más aun, siendo Cara Dulce y Olor a

Periódico expertos conocedores de adictos y consumidores, sabían de

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lo inevitable de la situación. No obstante, a simple vista se notaba la

falta de ganas de venganza, por lo menos, en los dos jibaros visitantes,

 pues si la organización de la droga hubiere tenido ganas de

venganza, ya habrían tratado de saciarla en Cabello Rizado.

 ─ ¡Qué problemón! — exclamó Cara Dulce mientras se dejaba caer en

su cama, con la mirada perdida en sus dudas.

 ─ ¿Los presos de este pabellón le zumbaron un atentado al ayudante

de Bam-Bam ayer? — informó Olor a Periódico a Cara Dulce, tratando

de dar por terminado el tema de los jibaros.

 ─ ¿Y cómo les fue?— preguntó Cara Dulce un tanto desconcertado,

 pues a pesar de los preparativos de un atentado de esa magnitud él 

no sabíamos nada de este.

 ─ El hombre se salvó — dijo con un gesto de frustración—. Ese tipo

masca su grano, seguramente tiene pacto con el diablo y por eso no lo

encontraron. Dicen que se escondió en el baño de Bam-Bam para

evadir la pelona; ese tipo no anda a suerte y verdad.

 ─ La muerte quiere que la vida nos reúna para, así, cada una agarrar 

el suyo — dijo Cara Dulce en un suspiro, sabíamos, sin querer decirlo,

que no habían sido invitados por los rumores circulantes sobre el 

comportamiento de Olor a Periódico el día del ataque de ayudante de

Bam– Bam.

 ─ La suerte dura mientras haya fuerza para no dejarla escapar. Algún

día perderá fuerza ylo agarraran ─ dijo Olor a periódico con el ánimo

de disuadir los pensamientos no divulgados de Cara Dulce.

 ─ Según el decir de sus compañeros, está más chorreado que palo de

gallinero, vive escondido en una celda especial y, cuando sale, se

esconde en el baño de Bam-Bam. También dicen que nadie lo ve

desde el atentado. Pobre hombre, se debe estar volviendo loco— dijo

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Cara Dulce eludiendo comentar sobre el hecho de no haber sido

invitado al asalto.

 ─ Pero él va a agarrar confianza y va a salir de su escondite. Y, cuando

eso pase, yo lo voy a estar esperando con mi―medio brazoǁ —

sentenció Cara Dulce mientras colocaba el―medio brazoǁ bajo su

almohada y se acomodaba a descansar.

El día de la visita llegó; rostros buscando rostros, la mujer de alguien,

el hijo de alguno. Todos con la misma angustia y deseo de conseguir 

sano y salvo a su ser querido, ―hola mamáǁ, ―bendición papáǁ,

―¿Cómo estas mi amor?ǁ siempre es igual; por eso, después de ver la primera ola humana entrar, me fui tranquilamente a mi lugar detrás de

la imagen de María Lionza.

 A media mañana entró Cara Dulce y la madre de Cabello Rizado.

Mucho habían tardado, las veces anteriores, entre las primeras

acciones de la mujer, estaba ir a la cama con Cara Dulce para pagar el cuidado de su hijo.

 ─ Su hijo se metió en tremendo problema, y necesitamos plata. — dijo

Cara Dulce sin ninguna sutileza

 ─ ¡¿Me lo van a matar?!— preguntó la mujer angustiada e impotente.

Cara Dulce guardó silencio

— No puedo darle más de lo que le doy, no hay más dinero— dijo la

mujer casi con vergüenza por su pobreza

— No los dejes que me lo maten— suplicó.

 ─ Como quisiera yo evitarle ese trago. Pero la culebra es fea,

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necesitamos dinero para comprar su furia y evitar un coliseo– un

coliseo es una pelea entre dos grupos ante la vista de todos.

 ─ Sé que hablas con sinceridad, pero no tengo el dinero — dijo la

mujer ahora sí con la vos quebrada— te juro por Dios que no tengo el 

dinero, hago cosas que no debería hacer para traer lo que traigo, pero

no puedo traer un centavo más.

 ─ Necesitamos los reales, pida prestados hable con un amigo, llame a

su madre, pero consiga el dinero — insistió Cara Dulce.

 ─ No puedo, les debo dinero a los abogados, también a los alguaciles,

a los escribientes y solo Dios sabe cuánto le debo al portero de los

tribunales, ese me preocupa sobre todos los demás. Pero te juro que si 

lo tuviera, aunque de eso dependiera mi vida, te lo daría, pero no

tengo más. ¡Dios mío! ¡Ya no aguantamos esta cárcel!— la mujer 

guardo silencio por uno instante como meditando las palabras a decir 

— mi esposo tiene problemas en la empresa donde trabaja— acentuó

con fuerza la palabra ―esposoǁ y esperó por la reacción de Cara

Dulce, pero este no se inmuto, la mujer continuó— se ha visto obligado

a tomar dinero de la empresa para pagar a los zamuros que nos

rodean, el presidente de la empresa se dio cuentay…

 ─ O sea, ahora podrías tener a tu marido preso también— interrumpió

Cara Dulce bruscamente, sin ningún respeto por las confecciones de

la mujer. ─ No tanto como eso— dijo la mujer haciendo caso omiso a la

ironía de Cara Dulce— la empresa es de la familia y el presidente es

mi hermano. Pero él no va a desaprovechar la oportunidad de

acusarnos para quedarse con toda la empresa. Hasta mi casa podría

ser embargada para cubrir el dinero de la empresa tomado por mi 

esposo.

 ─ ¿Y entonces?— dijo cara dulce sin cambiar su carácter burlón. Cara

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Dulce estaba acostumbrado a ver como familias esteras se quedaban

en la calle cuando uno de sus miembros era hecho preso. Sin

embargo, le parecía raro ver a una mujer profesar tanto amor por su

hijo y a su vez tanta preocupación por perder algunos bienes. Sobre

todo, estando en juego la vida del hijo amado.

 ─ No hay dinero, estamos a punto de quedar en la calle y no hay 

esperanzas de obtenerlo por ninguna parte — la vos de la mujer se

quebró de nuevo al decir estas palabras y una lagrima se escapó de

uno de sus ojos. — Necesitamos la plata— repitió Cara Dulce

— ¡No la tengo!— gritó entre lágrimas.

 ─ Está bien no se preocupe, ya hemos bailado con la muerte y 

siempre nos salimos riendo— dijo Cara Dulce, ahora sí, conmovido por 

la mujer —. Pero vamos a necesitar dinero, por lo menos, para pagar 

la droga consumidas por su hijo— la mujer asintió con la cabeza— ¿Su

hermano es el único conocedor de los robos? — preguntó Cara Dulce

intrigado por la historia de la mujer.

 ─ Él es el único con la capacidad para acusarnos, porque la empresa

es prácticamente de los dos — contestó la mujer más tranquila— mi 

esposo ha sufrido dos infartos y ni, si quiera, por eso, mi hermano, se

apiada de nosotros — continuó diciendo la mujer, ya con la única

intención de desahogarse — solo quiere la empresa, solo eso.

 ─ Qué los santos protejas a su hermanos. Pero ¿Si no fuera por su

hermano, usted no tuviera problemas?— La mujer solo dejó escapar 

el aire de sus pulmones haciendo ver lo ridículo de la pregunta— no

se preocupes yo protejo lo mío y mi brazo llega hasta donde ellos

están, ya se verá como se hace para conseguir la plata, pero tú estás

conmigo, no estás sola. La conversación se terminó y los dos seres con

timidez y vergüenza abrasaron sus miradas y sus manos, justificadas

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con temblores, deshonraban, cada uno, la piel del otro hasta lo

indecible. Habiendo visto ya aquellos torbellinos, salí del mundo en

busca de mejores opciones. Tenía hambre, y el hambre anula la razón

y orienta el valor. Salí del mundo enrejado y caminé por la pared en

busca de algún indicio de riña generadora de alimento fresco. Durante

los días de visita los reclusos visitados andan muy alerta, para proteger 

a sus familiares; por cualquier cosa sacan el chuzo. Aunque,

generalmente, otros reclusos intervienen evitando o postergando la

 pelea para después de la visita. Aun así, las confusiones son tan

frecuentes que es difícil evitar que algunas se resuelvan mediante el 

chuzo. Por eso los días de visita nunca me quedo sin comer. Poco

después, salió la madre de Cabello Rizado a reunirse con sus hijos. A

 pesar de mantener su porte de dama distinguida, en su rostro se

reflejaba picardía, en su sonrisa complicidad y en su cuerpo

satisfacción. Como de costumbre, ninguno de sus hijos hiso

comentarios.

Estaba merodeando sobre la visita cuando vi al jibaro con porte de jefe

con varios de sus compañeros entrar en nuestro pabellón. Pensando

egoístamente en mí y en la comida generada por un posible conflicto

entre Cara Dulce y el jibaro, volé a nuestro mundo. En la reja, estaba

Olor a Periódico y su mujer hablando con Cabello Rizado y su familia.

Dentro del mundo, enrejado estaba Cara Dulce, tirado en su cama,

mirando el techo. Cabello Rizado divisó a los hombres a cierta

distancia y de un salto se pegó a la pared mientras empuñaba

su―medio brazoǁ bajo su camisa, Olor a Periódico se retiró unos

 pasos para dar espacio a una posible pelea. Pero los hombres

 pasaron derecho al interior del mundo enrejado haciendo caso omiso

a la actitud de Cabello Rizado y Olor a Periódico. Obviamente solo

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querían hablar con Cara Dulce, y yo me fui tras ellos.

Tenemos un ligero problema — dijo Cara Dulce creando cierta

incertidumbre en el ambiente—, no tengo el dinero —dijo deshaciendo

su creación.

 ─ Tenemos un problema, no; ustedes tienen un problema— corrigió el 

ibaro con porte de jefe — estas no son deuda de papa — dijo papa

refiriéndose a la comida — ni de colchonetas, estas es una deuda de

droga y sangre; de alguna forma deben pagarla.

 ─ Y a su tiempo— ratificó su compañero y aparente lugarteniente. ─ Yo

sé eso, pero la lana, en este momento, esta dura — dijo refiriéndose al 

dinero —. O sea, si hay dinero, pero está destinado a pagar otras

cosas, por qué ¿De qué vamos a vivir si no? El chamo es un adicto, él 

seguirá consumiendo y cuando estén los reales libres, les juro por los

clavos de cristo que se les paga lo suyo— Cara Dulce se dejó caer 

sobre la cama dando confianza a los hombres, al ofrecerle un flanco

fácil —. Además, siempre hay otras formas de pagar ese tipo de deuda,

esas deudas no se pagan solo con real.

 ─ ¿Qué otras formas?— preguntó el jibaro con aspecto de jefe ─ No

sé, ustedes son quienes mueven―la mafafaǁ — contestó Cara Dulce

con seguridad.

Los hombres guardaron silencio por unos instantes mientras

intercambiaban cómplices miradas y delatoras sonrisas. Las deudas

de drogas suelen ser las más peligrosas por el tamaño de las

organizaciones jibaras y la rigurosidad en el cobro, esos lo sabía Cara

Dulce. Sabía también que los jibaros cobran y lo hacen de cualquier 

manera. Por esos, casi siempre, ofrecen alguna alternativa para

cancelar las deudas imposibles. Aunque, estas alternativas suelen ser 

más costosas, en riesgo y laboriosidad, que la deuda misma. En este

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caso las opciones eran nulas y el riesgo era la única oportunidad.

 ─ Tenemos un problema con la mercancía entrante— dijo el jibaro con

 porte de jefe, adoptando aires de ejecutivo — alguien la está

manipulando ante de llegar a su destino y eso nos está perjudicando.

Necesitamos una persona confiable para meter algunos paquetes sin

 pasar por los canales regulares. Son muy pocos viajes mientras

establecemos nuevas rutas para eliminar el problema— sentenció el 

hombre ─ ¿Y quién la va a pasar? — Preguntó Cara Dulce

convencido, ahora sí, de lo anticipada de la situación y de haber caído

inocentemente en una trampa preparada por aquellos reclusos desde

hacía mucho tiempo. ─ La mamá del chamo — dijo el lugarteniente

envolviendo sus palabras en una sonrisa y sabiendo descubierto el 

 plan en la conciencia de Cara Dulce.

La rabia y la impotencia de Cara Dulce se asomaron en una sonrisa.

Después de todo y a pesar de todas las realidades, la mamá de

Cabello Rizado era su mujer ¿Qué hombre no da la vida por su mujer?

¿Qué muerte puede ser más digna?, ¡cuán generosa era la vida al 

ofrecerle la oportunidad sublime de morir por su hembra! Pero estaba

amarrado por las circunstancia. Si trataba de protegerla, como era su

deber, la perdería; si no lo hacía, la maldad del vicio los tocaría a

ambos y los marcaría para siempre. Si en sus manos hubiese estado

entregar esa copa, a tan digna mujer, se las hubiese cortado hasta los

codos y se las hubiese entregado agradecido al jefe de los jibaros.

Pero las cosas estaban claras, Cabello Rizado había sido estudiado y 

calibrado; sus debilidades y las de la dama estaban sopesadas, todo

era parte del complot, aquellos hombres habían cedido la vida de uno

de sus hombres para garantizar el paso de la droga; y ahora la madre

de Cabello Rizado debía decidir si quería o no pasar la droga, eso lo

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sabía Cara Dulce y lo llenaba de rabia e impenitencia.

 ─ Muy bien, háblate con el chamo y su vieja— dijo el jefe de los jibaros

y sin esperas más repuestas salió de nuestro mundo enrejado. Cara

Dulce, sin levantarse de la cama, llamó a Cabello Rizado y le ordenó

llamar a su madre.

 ─ ¿Qué quieres de mí? - Preguntó la mujer sospechando la relación

entre su llamado y los dos hombres en retirada.

 ─ Es por el problema de su hijo— comenzó diciendo Cara Dulce—

consumió mucha―mafafaǁ y mató a un jibaro para no pagarla— dijo

Cara Dulce para darle sostén a la prepuesta por hacer— el problema

es que esa gente no da prologa, no perdona y no trabaja sola, ellos

saben muy bien quien tiene real y quién no. Y si le dan―mafafaǁ a

alguien sin real es porque quieren otra cosa.

 ─ ¿Qué quieren?— preguntó la mujer preocupada.

— No quieren real — respondió Cara Dulce.

— ¿Y qué quieren?— preguntó de nuevo la madre.

— Quieren que pase drogas — contestó Cara Dulce sin inmutarse. ─ 

¡Qué!— exclamó la mujer sorprendida ante la respuesta de Cara

Dulce.

 ─ Tú dices si lo haces o no, y te juro por mi madre que mantendré tu

 palabra y la haré respetar — dijo Cara Dulce levantando la vos. La

mujer guardo silencio por unos instantes, esperando alguna idea

milagrosa que la sacara de las negociaciones.

 ─ ¿Y entonces, que les digo? — Preguntó Cara Dulce presionando la

repuesta. La mujer no contestó con palabras, solo movió la cabeza

afirmativamente— ellos te van a avisar cuando y como será— dijo con

vos tierna, como tratando de consolarla—, ellos harán todo los

contactos para evitarte riesgos innecesarios, no te preocupes todo

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saldrá bien— le dio una palmada en el hombro y salió del mundo

enrejado dejado a la mujer sumida en sus preocupaciones.

Salí de mi estancia para seguir a Cara Dulce hasta la entrada del 

 pabellón, allí lo esperaba el jefe de los jibaros y su lugarteniente.Cuando llegué hasta ellos, ya la conversación estaba bastante

adelantada.

 ─ ¿Qué gano yo con esto?— Preguntaba Cara Dulce.

— La vida de tu peluche— contestó el jefe de los jibaros ─ Aquí la

única vida valiosa es la de uno, las demás van y vienen y 

solo valen lo que puedan dejar en el saco — replicó Cara Dulce. ─ 

Deja de darle vuelta al perol y dime qué quieres — dijo el jefe

aceptando pagar un precio por el trabajo a realizar por la madre de

Cabello Rizado.

 ─ Quiero hacer un trabajo allá afuera, y necesito los reales parahacerlo.

— ¿Qué tipo de trabajo?

 ─ Hay un tipo molestando a mi mujer y quiero pasarlo al mundo de los

acostados.

 ─ Tranquilo, nosotros mismos somos, ¿Quién es ese tipo?

Cara Dulce dudó ante la pregunta, remedó una sonrisa con unamueca y se rascó la cabeza para ganar tiempo. Más allá, Cabello

Rizado simulaba una conversación con su hermana, mientras con

disimulo vigilaba la de Cara Dulce y sus acompañantes, aumentado la

intensidad de las dudas de Cara dulce. No obstante, salvando las

dudas dijo:

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 ─ Es el hermano de la vieja.

 ─ Y ella, ¿está al tanto de eso? — preguntó el lugarteniente con

 picardía, convencido de la inocencia de la mujer y de la inexperiencia

de Cara Dulce al ponerse en sus manos, para una posible

manipulación futura, con una petición tan temeraria.

 ─ No le paren a eso, y si lo pueden hacer háganlo y si no me dan el 

billete para yo mandarlo a hacer. Ese es el precio— sentenció Cara

Dulce.

 ─ No te preocupes después del primer viaje de la señora, moveremos

los contactos para realizar tu trabajo, ¿si va?— concluyó el jefe de los

ibaros.

— Si va— ratificó Cara Dulce.

El túnel

Después de la visita, Cabello Rizado se dedicó a drogarse durante el 

resto de la tarde y hasta muy entrada la noche. Incluso tuvo problemascon el Vigilante cuando este vino a pasar lista, Cara Dulce debió

intervenir para evitarle una paliza. Según mi entender, todo se debía al 

sentimiento de culpa por haber involucrado a su madre en su

 problema de droga. No obstante, la situación, ahora vivida, había sido

 predicha mucho antes por Olor a Periódico y, de una manera u otra, la

estábamos esperando.

Olor a Periódico no había aparecido para el número de la madrugada

y Cara Dulce estaba particularmente preocupada por esta situación,

no porque le importara mucho Olor a Periódico, sino porque debido al 

conflicto con el ayudante de Bam—Bam el perder uno de sus

compañeros lo hacía más vulnerables. Por otro lado, los Vigilantes, a

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 pesar de percatarse de la falta de un recluso, no habían hecho su

acostumbrado escándalo ante estas situaciones. Indudablemente algo

estaba pasando.

 ─ ¿Qué es lo que?— dijo el hombre de la vos profunda, en son desaludo. No lo podía ver desde donde me encontraba, pero su vos es

inconfundible.

 Apenas comenzaba el día y Cara dulce no se había levantado. Razón

 por la cual Contestó, el saludo, extendiendo la mano desde la cama. ─ 

Todo bien. ─ ¿Y tú qué?— saludo, ahora, a Cabello Rizado mientras se sentaba

en la cama de Olor a Periódico. Cabello Rizado movió la cabeza para

responder al saludo—. Chamo, hay un cerebro extraño— dijo para

señalar rumores extraños en el penal. Diciendo esto, su vos se hiso

aún más profunda,

 ─ ¿Qué pasó?— preguntó Cara Dulce.

Me asomé para escuchar, pues según mi pensar, cualquier cosa a

decir por Vos Profunda debía tener alguna relación con Olor a

Periódico.

 ─ Dicen que encontraron un túnel en el pabellón uno — dijo VosProfunda frustrando mi esperanza de saber de Olor a Periódico.

 ─ Qué problema — exclamó Cara Dulce, ahora sí, con cara de

 preocupación.

 ─ Bueno y eso ¿Qué tiene que ver con nosotros?— replicó Cabello

Rizado con destemplanza y despreocupación.

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 ─ Cuando consiguen un túnel nos bajan al patio en cueros para

enseñarnos como pelan a quienes querían escaparse, y después nos

 pelan a todos para que nunca hagamos lo hecho por ellos.

 ─ ¿Y si los tipos se escapan?— preguntó Cabello Rizado asustado por 

la situación.

 ─ Entonces nos dan hasta cansarse, y a esa gente no se cansa con

facilidad, o hasta que alguno pobre obstinado diga, sabiendo o no

sabiendo, que él sabe algo para que lo maten a palo a él solo, y los

demás puedan irse a descansar tranquilos— comentó Cara Dulce.

 ─ ¿Y quién es tan pendejo para decir eso?

 ─ Allá abajo pasan muchas cosas, y se ofrecen muchas cosas, buenas

y malas, a quien sea capaz de zumbase ese ganso— dijo Vos

Profunda.

 ─ Eso no es juego— reflexionó casi para sus adentros Cara Dulce—.

Será por eso que el convive no aparece— inquirió Cara Dulce sin

abandonar su preocupación.

 ─ ¿El otro chamo de aquí está desaparecido? ¡Mal augurio! —

 preguntó y se contestó Vos Profunda.

— Anoche no vino— replicó Cabello Rizado.

 ─ ¿Qué dijeron los Vigilantes en el número?— preguntó Vos Profunda.

— Nada— contestó Cara Dulce.

 ─ No creo, si estuviera relacionado con túnel los hubieran jalado a

ustedes— contestó con seguridad Vos Profunda—. De pronto lo

dejaron pegado por ahí — dijo queriendo decir que lo habían matado

sus enemigos.

 ─ Puede ser — dijeron tanto Cara Dulce como Cabello Rizado al 

mismo tiempo. Todos pensamos en el ayudante de Bam-Bam.

 ─ De todas maneras, yo voy a averiguar lo sucedido con el chamo—

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dijo Vos Profunda para terminar la conversación y salió de nuestro

mundo enrejado.

No había pasado mucho tiempo de la salida del hombre de la vos

 profunda, cuando la algarabía se apoderó del pabellón, parecíaderramarse de mundo en mundo y no tardó en llegar al nuestro. Dos

hombres uniformados de verde, peinilla en mano y fusil al hombro,

llegaron a nuestro mundo enrejado.

 ─ Se quitan la ropa y se pegan de la pared—ordenó uno de los

hombres. ─ ¿No escuchaste?— dijo uno de los Guardias a Cabello Rizado,

quien intentó sentarse en la cama para desvestirse, mientras le

asentaba un fuerte planazo de peinilla en la espalda.

Cabello Rizado de un salto se levantó y, casi por arte de magia, ya traía

los pantalones en la mano.

 ─ Quítense todo— ordenó de nuevo el Guardia.Cara Dulce y Cabello Rizado obedecieron quitándose también los

interiores.

 ─ Para el patio— gritó el hombre y los dos reclusos salieron corriendo

en busca del espacio exterior.

Los Guardias Nacionales comenzaron a tirar todas las cosas proclives

a caer. Y a registrar en busca de cualquier cosa justificativa de susactos. Destrozos, destrozos, destrozos; de esas requisas solo quedan

los destrozos, eso lo sabía yo. Y, motivado por esa convicción, salí de

donde me encontraba. Subí al techo y entre caminatas y vuelos

ocasionales, me fui tras Cara Dulce pasando por encima de los

Guardias quienes golpeaban a los reclusos con sus peinillas para

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ayudarlos a apurar el paso mientras, con la mano libre, tiraban

cualquier cosa a su alcance.

Cuando llegue al espacio exterior, me sorprendí al ver la enorme

cantidad de mis vecinas con posiciones ya tomadas. La enormidad del 

espacio exterior, con su luz intensa, su cielo inalcanzable y su aire

errabundo a la disponibilidad de todos, sin precio alguno, todo eso se

concentraba en una cancha de basquetbol con montones de basura,

irracionalmente, dispersos por todas partes. La basura casi se

extendía de extremo a extremo, la mayoría de mis vecinas se

colocaban encima de la basura para aprovechar cualquier 

oportunidad de comida, pues así solo debían saltar en el momento

 propicio. Detrás de mí, procedente no sé de dónde, continuaban

saliendo más vecina hambrientas pero extraordinariamente bien

desarrolladas. En el centro del espacio, encima, al lado y alrededor de

la basura un incontable número de columna y en fila, rodeados de

recluso completamente desnudos, en Guardias Nacionales,

susurraban sus plegarias en espera de su suelte. En la cabecera de

cada fila de recluso había un pequeño montón, de diez Guardias

Nacionales, cada uno con su peinilla desnuda en mano. El jefe,

montado sobre un piquete de metal vacío, con un parlante en su mano

derecha, se dirigía a los reclusos.

 ─ Señores hemos conseguido, cerca del pabellón uno, un túnel de

casi cuatro metro de profundidad, esto nos hace pensar que apenas lo

estaban comenzando— decía el jefe militar con innegable pote marcia

— sin embargo, ya tenemos a los culpables quienes muy pronto nos

dirán quienes más están involucrados en este intento de fuga— el 

hombre sacó su pañuelo y se secó el sudor. Yo aproveche la pausa

 para volar hasta el otro poste y acomodarme en la maya de la cesta de

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básquetbol. Muchos reclusos me vieron, pues el poste está rodeado

de reclusos por todas partes. Pero nadie hizo nada, incluso algunos

escapaban a las palabras del oficial mirando mis torpes movimientos

— yo sé— continuó el oficial — que esos reclusos que intentaban

escaparse no estaban solos, por tal razón les voy a pedir a cualquiera

que tenga alguna información:―Por favor, hableǁ — el hombre hizo un

movimiento con la mano y los Guardias formaron filas de diez hombres

frente a cada fila de recluso. Luego la fila de Guardia naciones recorrió

la fila de preso y cada Guardia dio un planazo a cada recluso de la fila,

a ellos, correspondiente. De este modo, cada recluso recibió diez 

 planazos de peinilla— bueno señores yo quiero que me digan—

continuó el oficial después de la ronda de planazos— si van a salir los

cómplices o no — dijo mientras repetía el movimiento de su mano y los

Guardias repetían su recorrido dando planazos a cada recluso de su

fila.

Muchas veces repitió el movimiento de su mano. El piso poco a poco,

se fue tornando rojo producto de la sangre caída de los cuerpos

desnudos. El color cambio a marrón oscuro cuando mis vecinas y yo

bajamos a comer. Cobijamos el piso hasta los pies de los hombre, pero

nadie nos miraba, las mirada estaban fijas en la peinillas y en la mano

del oficial.

Descubrí a Cara Dulce y al de Cabello Rizado a unos diez cuerpo de

distancia, los pude distinguir por la fuerza de sus gritos, y el contoneo

de sus cuerpos frente a la peinilla, así gritó el día de la paliza de Bam—

Bam, Cabello Rizado por su parte al terminar su sección de diez 

 planazos hacia esfuerzos por comunicarse, sin moverse de su puesto,

con Vos Profunda quien estaba tres reos más adelante, en su misma

columna.

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 ─ No le pares — le dijo Cara Dulce en un susurro.

 ─ Chamo si vas, No te van a doler los planazos — dijo el jefe de los

ibaros, mientras le enseñaba las plantas de las manos completamente

blancas. En ese momento, de otra parte salían otros dos recluso

acusándose a sí mismo de ser cómplices — ¿Qué pasó chamo? ¿Si 

va?— insistió de nuevo el jefe de los jibaros.

 ─ Eso no va a alcanza— contestó indeciso, Cabello Rizado.

— ¡No le hagas caso! — repitió con cierta angustia Cara Dulce.

 ─ Tranquilo, aquí tengo más — dijo el jefe de los jibaros mientras le

enseñaba a Cabello Rizado un pequeño bulto platico asomándose

entre sus dientes.

— Ya hay mucha gente—susurró Cara Dulce

 ─ Ese tipo quiere reventarnos a planazos a todos, anda chamo, sino

esa bruja nos va a mata a todos.

 ─ ¿Sacarás a mamá de todos los rollo?— preguntó Cabello Rizado. El 

efe de los jibaros afirmó con su silencio — ¡si va!— dijo decididamente

y con el mismo impulso salió de la fila, tomó la mano del jefe de los

ibaros y de una sola vez aspiró toda la cocaína que la blanqueaba, es

extraño ver a un hombre desnudo oliendo la mono de otro hombre

desnudo, luego tomó el pequeño paquete plástico asomado entre los

labios del jibaro y se encaminó a ocupar un lugar, cual cordero, al lado

del oficial.

 ─ Mira ¿para dónde vas tú? ¿Tú eres loco?— dijo Cara Dulce,

mientras un con manotón desesperado hacia su último esfuerzo por 

detenerlo.

El cuerpo desnudo de Cabello Rizado se colocó al lado del jefe de los

Guardias como lo habían hecho otros cuerpos desnudos.

De pronto, cuando menos lo esperaba, Cara Dulce se salió de la fila y 

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con ese aire de gran protector que lo caracterizaba en algunas

ocasiones, se colocó al lado de Cabello Rizado.

 ─ Eso es, así se comportan los hombres cuando son hombres de

vedad— decía el oficial montado en el pipote, pero, aun así, permitió

dos paseos más de sus Guardias dentro de las columnas de recluso,

repartiendo planazos, Dos hombres más salieron revelándose como

cómplices de haber hecho el túnel y, por fin, el oficial pareció

satisfecho.

Muchos hombres desnudos, salieron como héroes a recibir los golpes

 por sus compañeros, mártires sin propósitos, mártires vedaros a

quienes nadie jamás les reconocerá su nobleza. Otros mártires van en

 pos del reconocimiento de sus causas y hazañas, pero estos hombres

no tienen seguidores que los recuerden ni mandatarios que los

condecoren, solo se sacrifican por sus compañeros y por una que otra

bagatela.

Cuando el oficial estuvo conforme, con el número de recluso

autoproclamados cómplice de los hacedores de los túneles, con un

elegante gesto de mando, permitió, como un acto de gracia, la retirada

de los presos a sus mundos enrejados. El grupo de hombre,

autoproclamados cómplices del intento de fuga, fueron rodeados por 

los Guardias y sus siluetas se perdieron entre el verde oliva de los

uniformes y el plateado de las peinillas. El piso del espacio exterior se

tornó aún más marrón al retirarse los reclusos, mis vecinas lo ocupado

todo. Ya se perdía el último cuerpo desnudo cuando decidí seguirlos;

 pues ya conocía el futuro inmediato de Cara Dulce y sus

acompañantes, y ya había escuchado demasiados gritos.

 Atrás quedaron los frágiles hombres, a simple vista, demasiados

frágiles para resistir la golpiza acechante. Pero la vista engaña y estos

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seres son indestructibles. Aun así, los seres humanos se ven frágiles

cuando están desnudos. Me aferré a la cabeza del último recluso

desnudo en retirada y con él me interné en las paredes del infinito en

busca de mi mundo enrejado.

 Al llegar al mundo enrejado me metí tras la imagen de María Lionza

esperando que lo que habría de suceder no sucediera. Pero los

alaridos no tardaron en escucharse, siempre escoltados de los insultos

y burlas de los Guardias. Y fastidiado por los gritos me acurruque aún

más tras la imagen rogando por el cese del castigo.

El día de la visita se aproximaba y nada se sabía de Cara Dulce y Cabello Rizado. Solo se comentaba que alguien había leído, en el 

algún periódico, sobre la muerte de tres reclusos en el intento de fuga

y, por experiencias anteriores, eso significaba que tres reclusos no

habían aguantado la paliza. También, se podía deducir que en alguna

 parte tenían al resto de los reclusos esperando por la recuperación de

castigo o por su muerte definitiva. Evitando, de esta manera, que losfamiliares se enterasen de su estado de salud y de la causa por las

cuales se encontraban en esa situación.

Por otro lado, Olor a Periódico tampoco había regresado al mundo

enrejado. De éste, sólo se sabía que: los habían emboscado en

alguna parte y, después de violarlo, le habían propinado una golpizamuy dura; gracias a la intervención de alguien pudo salvar su vida al 

ser llevado a la enfermería. Vos Profunda, cuando le planteaban el 

tema, acusaba como responsables a los compañeros del ayudante de

Bam-Bam. Pues ellos mismo se habían dado a la tarea de regar por 

todas partes la inapropiada conducta de Olor a Periódico el día del 

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asalto, claro está, exagerando los hechos para hacerlo parecer un

hombre afeminado y cobarde.

No obstante, a pesar de la ausencia de Cara Dulce, Cabello Rizado y 

Olor a Periódico, nuestro mundo enrejado se había conservado muy bien; pues, Vos Profunda y el jefe de los jibaros, cuidaban de nuestro

mundo y conservaban cada cosa en su lugar. Además, los reclusos de

nuestro pabellón consideraban el gesto de Cara Dulce y Cabello

Rizado como un acto de heroísmo y. por eso. Todos cuidarían sus

cosas.

Todos, Esperábamos corroborar si alguno de ellos había aparecido en

el periódico como muertos al tratar de escapar. Y la forma más

expedita para saberlo era durante la visita, pues si no recibían visita

eso significaba que los cadáveres habían sido llevados a sus

familiares. Si la recibían, los familiares se encargarían de averiguar e

informar.

Dada la situación, había mucho interés por la madre de Cabello

Rizado. Muchos se apilaban en la puerta de nuestra del pabellón a la

espera de la dignísima señora. Pero para desencanto de todos, la

señora no entró entre las primeras personas como era su costumbre.

El jefe de los Jibaros no cesaba de dar vueltas alrededor de nuestromundo enrejado y de preguntar a los visitantes si habían visto a una

mujer con las características de la madre de Cabello Rizado.

Ya la visita llegaba a su final cuando pude ver entrar a la mamá de

Cabello Rizado, se veía agotada y un tanto descompuesta en su

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aspecto personal. Su hija, como siempre la acompañaba, se veía

igualmente descompuesta y agotada, ambas mujeres caminaban de

manera extraña. Algunos reclusos fueron a su encuentro para tratar de

infórmala de lo sucedido con Cabello Rizado y Cara Dulce. Pero era

tanto el malestar reflejado en el rostro de la digna dama que ninguno

sabía cómo empezar.

 ─ Su hijo tuvo un problema— dijo un recluso con migas de pan en la

boca, tratando de iniciar el dialogo.

 ─ ¿Qué problema?— preguntó la mujer angustiada.

 ─ Ninguno problema— contestó el jefe de los Jibaros. Quien salió dealguna parte con una sonrisa nerviosa— vengan conmigo y hablemos

de lo mío — dijo mientras tomaba a la madre y a su hija del brazo para

llevarlas a nuestro mundo enrejado.

 ─ ¿Qué pasa con mi hijo?— preguntó la madre tan pronto entró.

 ─ Hubo un pequeño problema con un túnel. Pero si a usted no le han

dicho nada, nada ha sucedido; ellos están bien— contestó el hombreahora más seguro.

 ─ ¿Qué pasó con mi hijo?— preguntó de nuevo la mujer.

 ─ No lo sé— contestó el hombre reconquistando su sonrisa nerviosa

— ¿trajo―la mafafaǁ?

 ─ ¡Mira desgraciado, has aparecer a mi hijo o te vas a acordar del día

en que naciste!— replicó la mujer perdiendo, por primera desde que laconozco, su porte y estampa de dama para convertirse en una hembra

en defensa a su hijo.

 ─ Señora eso es otra cosa. Eso no nos involucra a con nosotros.

 ─ ¿Qué pasó con mi hijo?

El jefe de los jibaros temblaba de pies a cabeza. Por un lado debía

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recoger la droga en posesión de la mujer y su hija; por el otro lado,

sabía, por principios carcelarios, del manto de protección tendido

sobre cualquier visitante en una prisión. Razón por la cual, si él trataba

de quitarle la droga por la fuerza harían un colador con él. Además,

debido a la situación, todos los reclusos estaban muy pendientes de la

madre, pues todos querían dale consejos sobre las acciones a tomar 

 para recuperar a Cabello Rizado y a Cara Dulce.

 ─ Señora déjeme ver qué puedo hacer, oyó— dijo el hombre, ya como

último recurso, aceptando su situación: sin la presencia de los reclusos

solicitados no habría dogas.

 Algunos reclusos del pabellón aprovecharon la salida del jefe de los

ibaros para entran a nuestro mundo enrejado y ofrecer sus consejos y 

opiniones, a la mujer y a su hija, sobre la suerte de Cara Dulce y de

Cabello Rizado.

 ─ ¡Se acabó la visita!— gritó el Vigilante voceador mientras golpeaba

con un garrote las barras de las rejas. Sin embargo al pasar por 

nuestro mundo enrejado hizo señas a la madre de Cabello Rizado

instándola hiciera caso omiso de su advertencia. En ese momento

todos supimos que las cosas se estaban resolviendo.

Después de mucho rato de haber terminado la visita, todavía la madre

de Cabello Rizado continuaba esperando. Los presos esa noche no

fueron, como de costumbre, a sus mundos enrejados a comentar los

sucesos de la visita, ni fueron a bañarse. Casi todos estaban alrededor 

de nuestro mundo, esperando el desenlace. Algunos Vigilantes

 pasaban con frecuencia por nuestro mundo enrejado, matando su

curiosidad. Quizás sin entender los sucesos en torno a las dos mujeres

quienes, fuera de las horas de visita, aún permanecían en el lugar.

Pero ninguno se atrevía a hacer comentario.

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Los presos, por su parte, estaban muy nerviosos, todos andaban

chuzo en mano, sin hacer caso a la presencia de los Vigilantes

curiosos. Las mujeres les había trastocado sus rutinas y cabía la

 posibilidad de generarse situaciones violentas para impresionar a las

damas.

El tiempo pasaba y la madre del de cabello rizado aumentaba su

angustia, no por su situación según su decir, Pues por experiencia

sabia del respeto de los presos por los visitantes de su pabellón. Le

 preocupaba el desconocimiento de la realidad de su hijo, el rígido

silencio de su hija; pero, sobre todo, la angustiaban los imaginativos y 

escabrosos comentarios de los consejeros.

De pronto, cuando los nervios y la angustia ya se abrazaban con las

lágrimas. Se abrió con un fuerte golpe la reja de nuestro mundo y seis

hombres entraron, dos cargando a Cara Dulce y dos cargando al de

Cabello Rizado, los otros dirigían. La alegría fue tan grande que pude

volar entre todos los reclusos, sin que nadie se percatara de mi 

 presencia.

 ─ ¡Mi hijo!— gritó la madre al ver al hijo, y caminó graciosamente a su

encuentro.

Cara dulce fue echado en su cama sin un gesto amable de ninguno de

los presentes.

 ─ ¡Cuidado mamá! — dijo Cabello Rizado mientras soportaba el 

abrazo de su madre sin dejar de apoyarse en los dos hombres.

 ─ ¿Qué pasó muchacho? — preguntó la madre deteniendo sus

caricias para contemplar a su hijo.

 ─ Por poco nos matan a palo, mamá— contestó el hombre, quien tenía

las huellas del calvario en su cuerpo.

 ─ Bueno señora ya tiene a su hijo, ahora donde está―la mafafaǁ —

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interrumpió el jefe de los jibaros solicitando la droga.

Madre e hija se pusieron de pies con la magia de sus almas

iluminando su rostro. El jefe de los jibaros, con un gesto ordenó la

salida de los reos mirones; quedando, en nuestro mundo, solo los

involucrados en el negoció. He tratado, a lo largo de este relato, de

contaros los hechos tal como mis ojos los han visto y no como mi 

corazón los ha sentido. Pero no habría razón de este versar si no

recojo del poso de las miserias las nobles acciones dejadas caer por 

seres normales para nuestros ojos, pero casi mágicos para nuestros

corazones. La madre se plantó frente al jefe de los jibaros y su lugar 

teniente, siempre con el mágico resplandor de sacrificio y virtuosismo

en su rostro, levantó su vestido y sin el más mínimo pudor, más bien

con agresividad y orgullo, bajó su pataleta y sacó de su vagina un

 paquete de polvo blanco envuelto en un platico trasparente. Era un

gran paquete para una vagina, no sé cómo pudo entrar en ella. La

mujer exhibió el paquete cubierto de su flujo vaginal y, después de

limpiarlo ligeramente con su vestido, lo entregó al jefe de los jibaros.

 ─ ¿Esto es todo?— preguntó el hombre.

 ─ No — contestó la muchacha.

Y si mágico era el resplandor el resplandor irradiado por la madre,

milagrosa era la luz dispersada por la hija. La muchacha, con un

brusco movimiento levantó su falda de blues jean, bajo su ropa interior 

y sacó de su vagina otro paquete similar al de su madre. Sin embargo,

este paquete no era blanco, sino rojo, teñido con la sangre de la

muchacha producto del desgarre causado por el gigantesco paquete.

 Aun así, la muchacha, sin limpiarlo, entregó el paquete al hombre.

 ─ Está completo— dijo el hombre al tomar paquete, haciendo caso

omiso a la sangre que lo envolvía.

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 ─ El hombre salió de su concha pensando que tú todavía estas en la

máxima— dijo Vos Profunda refiriéndose al ayudante de Bam– Bam

quien aún suponía a Cara Dulce en custodia de máxima seguridad por 

los sucesos relacionados con el túnel —. Pero anda mosca porque el 

gobierno de su pabellón lo quieren eliminar para matar la culebra con

nosotros — dijo esto queriendo decir que los líderes de su pabellón lo

querían matar para terminar el conflicto entre los dos pabellones.

 ─ ¿Qué presa con los presos de este pabellón? ¿No lo han visto, o la

cautela le tapa la visión?— preguntó Cabello Rizado, algo molesto con

la pasividad de sus compañeros de pabellón.

 ─ Claro que lo han visto, pero el miedo es libre y se disfraza de

 precaución para esquivar las responsabilidades, además tirarle un

atentado a un pabellón no es tan fácil. Esos tipos están pendientes,

ellos conocen sus pecados y rezan por ellos, pecaron con nosotros y 

se protegen bien.— ripostó Vos Profunda

 ─ Este pabellón también se protege bien y ellos nos tiraron tremendo

atentado. — replicó Cabello Rizado.

 ─ Ese hombre no está solo, tiene pueblo aquí y allá, por eso va y bien

y siempre cae parado — Dijo el Vos Profunda refiriéndose al ayudante

de Bam– Bam.

 ─ Nada chamo, los tipos de aquí son uno gallinas ─ dijo Cabello

Rizado

 ─ Chamo, yo respondo por mí, si alguien está de acuerdo conmigo

que me siga, pero sino me siguen yo no voy a convencer a nadie — se

excusó Vos Profunda— yo mismo debo cuidarme del ayudante de

Bam– Bam; él tiene mucho pueblo y coraje no le falta— concluyó

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no es así, con mi vida lo garantizo— dijo Cara Dulce saliendo en su

defensa.

Yo, sabedor como era, de cómo había enfrentado y matado al 

Vigilante, pensaba como Cara Dulce. Olor a Periódico era un

caballero, porque según los presos, cualquier recluso capaz de

enfrentar a un Vigilante corrupto como lo hizo Olor a Periódico, es un

caballero.

 ─ De todas maneras, si te mudas con nosotros, será mejor para todos;

así tú te cuidas las espalda y estando unidos seremos más fuertes ¿si 

va?— sentenció Cara Dulce.

 ─ Si va— ratificó Vos Profunda, después de pensarlo por un momento.

Y dando por terminada la conversación salió de nuestro mundo

enrejado.

Dos Vigilantes trajeron casi cargado a Olor a Periódico, tenía en su

cuerpo las huellas de la paliza recibida, en su rostro se leía la historia

de su sufrimiento y una bolsa transparente, donde caían la orina,confirmaba su martirio. El recluso cayó pesadamente en la cama, Cara

Dulce y Cabello Rizado esperaron la salida de los Vigilantes para

asistir a su compañero quien estaba peor de lo vaticinado por los

comentarios socarrones.

 ─ Vista convive, con calma que estoy medio muerto — dijo Olor aPeriódico dejándose ayudar —. Si no me vengo, los enfermeros me

matan para congraciarse con los Vigilantes.

 ─ Esos bichos son unas brujas— dijo Cabello Rizado.

 ─ Tranquilo chamo, gracias a Dios, aquí estamos todos juntos y juntos

somos pueblo— dijo Cara Dulce mientras le acomodaba una

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almohada bajo la cabeza—. Hasta el―panaǁ del piso tres, se viene

 para acá.

 ─ No le contaste nada del Vigilante a ese tipo, ¿verdad?— dijo Olor a

Periódico levantando la cabeza con dificultad.

Se refería al Vigilante a quien él había matado y por el cual Vos

Profunda había ido al ―poteǁ o área de castigo.

 ─ Tranquilo mijo, yo soy un varón y no hablo sobre problemas ajenos

— ripostó Cara Dulce fingiendo disgusto.

 ─ Ahora no estoy en condiciones de entrompar con ese chamo— dijo

dejándose caer de nuevo en la cama.

Cara Dulce y Cabello Rizado se prepararon desde temprano para la

visita ante las miradas curiosas de Olor a Periódico y Vos Profunda. Ya

Cara Dulce y Cabello Rizado se veían bastante recuperados, incluso

Cabello Rizado hacía frecuentes paseos por el pabellón. Por otro lado,

a Olor a Periódico le habían quitado la bolsa plástica donde caía la

orina, pero no se levantaba de la cama por estricta prohibición médica,según él. Aunque en los últimos días se veía con mejor semblante y 

muy recuperado. En algunas ocasiones lo vi haciendo ejercicios

cuando estaba solo o cuando pensaba que nadie lo veía; en esos

momento no entendí por qué se negaba a levantarse de la cama. No

obstante, en ocasiones entraba en crisis y hasta vomitaba sangre, y 

eso justificaba todas sus precauciones.

Vos Profunda se mudó a nuestro mundo enrejado, lo cual creó cierta

tensión emocional entre él y Olor a Periódico, debido al secreto por 

todos conocido menos por Vos Profunda. En este entorno Cara Dulce y 

Vos Profunda competían en silencio por el liderazgo dentro de nuestro

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mundo enrejado. Sin embargo, Cabello Rizado, a pesar de ser el 

último en la escala de poder dentro del mundo enrejado, era quien

tenía la virtud de decir quién era el líder, quien estaba primero y quien

le seguía en la escala de poder. Y por ahora Cabello Rizado había

declarado como el líder a Cara Dulce.

La visita, como siempre, entró frenética cuando se abrió la puerta de

hierro de nuestro pabellón. Y, como siempre, la cabeza de la oleada

humana estaba liderada por madre de Cabello Rizado. Su rostro

brillaba con serena tranquilidad. La dignísima mujer y su hija venían

vestidas de negro. Las dos cruzaron el pabellón saludando con levesmovimientos de cabeza a aquellos reclusos quienes, a fuerza de

verlas todos los días de visita, crían conocerlas.

 ─ ¡Mijo!— dijo la madre al momento de abrazar a su hijo en mitad del 

mundo, ignorando a Cara Dulce quien sentado en su cama bajó la

cabeza tratando de pasar desapercibido.

 ─ Mamá ¿qué pasa? ¿Porque están vestidas así?— dijo Cabello

Rizado alejándose un poco para detallarla.

 ─ Hubo una desgracia mijo— dijo la mujer muy seria, pero sin tristeza

— mataron a tu tío en un atraco.

 ─ ¡a mi tío!— casi gritó Cabello Rizado. ─ Si, según dice la policía, unos melandros trataron de atracarlo, él 

opuso resistencia y uno de los tipos sacó una pistola y lo mató. Cabello

Rizado se dejó caer lentamente sobre la cama impactado por 

la noticia

— Bueno migo, sobre lo sucedido nada se puede hacer, ahora

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debemos

 pensar en el futuro y en el futuro está la manera de sacarte de aquí—

dijo la

mujer con el propósito de cambiar la conversación.

 ─ Pobre tío— dijo Cabello Rizado con la vos quebrada; y, sin decir 

más, se levantó de la cama y salió del mundo enrejado.

 ─ No te preocupes, las penas como las alegrías vienen, te saludan y 

se va; ya se le pasará— dijo Cara Dulce tratando de justificar la actitud 

de

Cabello Rizado.

La mujer sonrió pícaramente y la hija le regaló una mirada cómplice

que todos tomaron para sí, y sin hacer comentarios salieron del mundo

enrejado. Ni Cara Dulce ni la mujer hicieron comentarios sobre el 

hermano

muerto. Sin embargo, la mujer no cesó de hacer promesas de dinero a

Cara

Dulce mientras tenía relaciones sexuales. Promesas rechazadas por 

este

con la única expresión "el dinero dáselo a tu hijo y después yo me

arreglo

con él" 

La madre y la hermana de Cabello Rizado pasaron casi todo el día

hablando con Cara Dulce, pues Cabello Rizado solo aparecía cuando

venía

 por dinero, y en cada visita se veía más drogado. Aun cuando llegó la

hora

de despedirse, Cabello Rizado no apareció por ningún lado. No

obstaste, las

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dos mujeres y Cara Dulce no se cansaban de justificarlo entre sí.

Cuando se

retiraba la mujer extendió su mano agradecida a Cara Dulce por el 

favor 

recibido.

Cabello Rizado avanzaba por el centro del pasillo mirando de soslayo

el movimiento de los cuerpos a su derecha y a su izquierda, sus pasos

eran

lentos, pero decididos; en una mano llevaba su―medio brazoǁ

desnudo, en la

otra un paño enrollado como escudo, en la puerta de entrada al 

 pabellón,

estaba el jefe del jibaro y su lugarteniente, intercambiando ideas,

droga y 

dinero con algunos reclusos.

 ─ Epa ¿Qué es lo que?— dijo Cabello Rizado.

 ─ ¿Qué paso? habla claro ¿Cuánto quieres?—dijo el lugarteniente

refiriéndose a la droga expuesta en la mano.

 ─ No mijo, ahora no quiero droga— contestó Cabello Rizado mientras

mostraba su medio brazo.

 ─ ¿Qué es lo que? ¿Qué te pasa?— preguntó el jefe de los jibaros ya

inquieto por la aptitud de Cabello Rizado.

 ─ Ustedes se metieron con mi visita, y eso no se hace.

 ─ Nosotros no nos metimos con tu visita, tu nos debías una plata y tu

visita te ayudo a pagarla ¿Es o no es?

 ─ Tú te aprovechaste de las circunstancias para obligar a mamá a

traficar droga, eso es una falta de respeto. Yo soy un caballero y a los

caballeros se respetan. — dijo Cabello Rizado mientras se ponía en

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guardia

de ataque.

 ─ ¿Qué pasó papá? ¿Te vas a poner bruto?— dijo el jefe de los

ibaros mientras sacaba un revólver de su cinto.

El jefe de los jibaros utilizaría el arma solo si era estrictamente

necesario, y Cabello Rizado lo sabía. Pues, de usarla, llamaría la

atención

de los Vigilantes. Los reclusos relacionados con la droga

generalmente

tienen armas, pero por lo general la utilizan con discreción, dándole

así un

 pretexto a los Vigilantes para excluirlos de cualquier investigación. La

única

oportunidad de Cabello Rizado era la sorpresa, y eso, él también lo

sabía.

Basado en ese conocimiento intento darle un―carameloǁ. Un

―carameloǁ es

una especie de carnada para tratar de agarrar confiado al enemigo. ─ 

Está bien mijo, dame algo para calmar el panzón — esto dijo

Cabello Rizado, queriendo decir que necesitaba droga para calmar el 

hambre.

Pero, para mi entender, con el objetivo de distraer la atención del jefe

de los

ibaros.

 ─ No mijo, a mí no me cogen a lazo. No te vistas de payaso bueno

 para darme caramelos envenenados — dijo el jefe de los jibaros

mientras

levantaba su alma apuntando a Cabello Rizado convencido de la

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disposición

de éste a atacarlo.

 ─ Tranquilo―panaǁ, nada ganas con matarme, dejemos las cosas así.

Cabello Rizado dio la espalda el jefe de los jibaros y a su amenazante

arma. A mí me pareció extraña su actitud, pues, de ese momento en

adelanta, el jefe de los jibaros tendría todo a su favor para matarlo o

hacerlo

matar cuando quisiera.

Pero este acto, fue el más grande de los ―caramelosǁ. Cabello Rizado

dijo algo relacionado con droga a otro recluso y, cuando consideró

que el jefe

de los jibaros había bajado su arma, de un salto cayó sobre él 

sembrándole

su―medio brazoǁ en el cuello. Seguidamente, con toda la destreza

aprendida

de Cara Dulce, lo sacó y lo insertó en su pecho. El jefe de los jibaros no

tuvo

tiempo, sino, de llevarse la mano al pecho para tratar de detener la

vida

fugitiva. Su lugarteniente veía, todavía petrificado, como su líder rendía

indefenso la vida, cuando un certero machetazo cruzó su vientre. Ya

venía el 

segundo chuzazo, pero el hombre logró retroceder y velozmente

darse a la

fuga. Cabello Rizado trató de seguirlo. Pero ya venían los Vigilantes.

Solo le

dio tiempo de limpiar torpemente su―medio brazoǁ y arrogarlo lejos

de sí.

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Cuando los Vigilantes llegaron, el sitio estaba despejado. Solo el 

cadáver del 

efe de los jibaros y el largo chuzo de Cabello Rizado estaban en la

entrada

del pabellón para recibirlos.

Cuando llegue al mundo enrejado, me extrañó no encontrar a Cabello

Rizado. Olor a Periódico, Cara Dulce y Vos Profunda estaban sentados

en

sus camas, pensando en los sucesos recientes. Cabello Rizado entró

en ese

momento, estaba mojado de pies a cabeza; indudablemente, antes

había

 pasado por el baño para lavarse la sangre del jefe de los jibaros. ─ 

Pedazo de rollo en que nos has metido— gritó Olor a Periódico

hecho un manojo de nervios, casi fuera de sí.

 ─ Tranquilo ―panaǁ — dijo Vos Profunda —, aquí necesitamos

mantener la calma, escondan el miedo debajo de la cama y disfracen

lo

sucedido con una sonrisa, aquí nadie sabe nada.

 ─ Con una sonrisa puedes disuadir a los Vigilantes y a los Guardias,

ellos solo cumplen órdenes. Pero los jibaros, ellos trabajan por justo o

 por

miedo y cuando se trabaja bajo esos parámetros, siempre se

consiguen los

objetivos. Ellos no se van a quedar tranquilos hasta vengar al jíbaro

muerto

— ratificó Olor a Periódico.

 ─ No te preocupes, el chamo no tenía problema con la ―mafafaǁ, sino

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con los tipos, eso fue una cuestión personal. ¿Y si lo buscan qué?

somos

cuatro.— dijo Vos Profunda.

 ─ Nada va a pasar, Dios es grande y meterá su mano, no se

 preocupen— tercio Cara Dulce tratando de calmar la angustia de Olor 

a

Periódico.

 ─ ¡Tengo algo! — dijo Cabello Rizado y, metiendo su mano

temblorosa debajo de su franela, sacó el revólver del jefe de los

ibaros. Yo

mismo me sorprendí al ver el revólver; pues, aunque vi toda la pelea,

no vi 

cuando lo tomó.

 ─ ¡Ahora si estamos en lio!— dijo Cara Dulce entre dientes. Mientras

Olor a Periódico se ponía la mano en la cabeza y se hundía en la

cama. ─ ¡Qué problema! — exclamó Vos Profunda decretando un

ligero

silencio entre los cuatro hombres.

 ─ Ello se metieron con mi familia. Sería una basura si, por lo menos,

una vez no entrompo a la vida para hacer respetar a mi familia. Esos

tipos

debían pagar por sus acciones, la visita es sagrada, yo no me podía

quedar 

con eso… — se justificaba Cabello Rizado rompiendo el silencio

decretado. ─ Esa gente va a registrar hasta el último rincón para

conseguir su

revólver, y eso nos va a regalar algunos enemigos — dijo Cara Dulce

en vos

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muy baja.

 ─ Van a voltear todo patas arriba— dijo Vos Profunda.

 ─ Y cuando lo consiga, nos van a manda a la máxima, y allá nos van a

matar como a unos perros — dijo Olor a Periódico.

 ─ Ellos preguntaran y buscaran; pero no consigan nada, en una

semana se les va a olvidar. Tranquilo tengan fe, todo va a salir bien—

dijo

Cabello Rizado ya contagiado con la preocupación de sus

compañeros. ─ El dueño de ese revólver no era el tipo muerto,

¡no―panaǁ! El tipo

muerto era un chupa media. El dueño de ese revólver debe ser un

chivo

 pesado. — acotó Olor a Periódico.

 ─ Bueno, sea como sea, debemos esconder bien ese bicho y 

 prepararnos para cuando vengan a buscarlo— sentenció Cara Dulce.

 ─ ¿No lo vamos a entregar? — interrumpió Olor a Periódico. ─ Claro

que no— respondió Cabello Rizado— ese bicho te va a

servir a ti mismo cuando vayas por tus violadores.

 ─ Hagan lo que les dé la gana— dijo Olor a Periódico volteándose de

espalda sobre la cama.

 ─ No diremos nada a nadie sobre revólver. Lo esconderemos y, pase

lo que pase, mantendremos el secreto— dijo Vos Profunda ganando la

aprobación de todos.

 ─ De todas maneras, ellos, tarde o temprano, sabrán quien tiene el 

revolver; pero si estamos todos unidos no se van a meter con nosotros.

 Además, ahora estamos bien calzados y no se arriesgarán— dijo Cara

Dulce

— pero, sea como sea, necesitamos esconderlo por unos días hasta

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que

baje la marea. Tengan fe. Los santos están de nuestro lado.

La mariposa del rodeo

Estábamos sumidos en la espera, construyendo supuestos con pasadas experiencias, cuando se escucharon las peinillas chocando

contra las rejas y las botas de los Vigilantes retumbaron en nuestra

conciencia; la búsqueda del revólver había comenzado.

Escuchábamos el desastre de la búsqueda, objetos derrumbados,

algunas protestas y muchos planazos. Uno a uno eran registrados los

mundos y poco a poco se iban acercando al nuestro. Dos Vigilantesllegaron a la entrada de nuestro mundo miraron con curiosidad el 

interior y se apostaron frente a nosotros, del lado externo de la reja y 

 peinilla mano. Los otros Vigilantes continuaron su búsqueda obviando

nuestro mundo, conocíamos el futuro y permanecimos tranquilos

esperándolo. No obstante, la búsqueda era minuciosa, a pesar de

revolver todo a su paso. Después de revisar todos los mundos llegaronal nuestro, un planazo para Cara Dulce, otro para Vos Profunda, no sé

cuántos para Cabello Rizado y muchos más para Olor a Periódico, así 

iniciaron la búsqueda. En nuestro mundo la búsqueda fue más

intensa, rompieron todo lo que pudieron y cada cierto tiempo

golpeaban a los presos. A quien más golpeaban era a Olor a

Periódico, lo castigaron hasta hacer sangrar sus heridas. Pero losVigilantes no preguntaron por el revólver, ni los reclusos dijeron dónde

estaba.

 ─ ¿Dónde está el bicho?— preguntó Olor a Periódico retorciéndose de

dolor por los planazos y las heridas abiertas.

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Desde los Flores llegó la historia de Olor a Periódico y el Vigilante; y los

colegas del último, no desperdiciaban oportunidad de castigar al 

 primero para hacer sentir el poder del gremio. Esa fue unas de las

razones por las cuales Olor a Periódico debió dejar la enfermería de

forma prematura.

 ─ Lo metí en él toma corriente— dijo Vos Profunda.

Detrás del tomacorriente, oculto entre la pared, se encontraba un

hoyo. Uno de los pocos sitios no conocidos por los Guardias, ni por los

Vigilantes; en ese lugar se guardaban sólo cosas muy importantes y 

generalmente con el consentimiento de los líderes. Pues ese, es el sitio

más sagrado de todo el pabellón. En el caso del revólver, todos

estuvieron de acuerdo en la importancia de conservarlo. Y basados en

ese acuerdo, con cuidado milimétrico quitaron él toma corriente y 

escondieron el revólver.

 ─ ¿No va a haber problemas con esos chamos?— preguntó Cara

Dulce, refiriéndose a los líderes de nuestro pabellón.

 ─ No lo creo— contestó Vos Profunda.

 ─ ¡Ojala! no hayan encontrado el revólver, No aguanto otra paliza—

susurró en una súplica al viento Olor a Periódico, mientras trataba de

detener las hemorragias con las manos.

 ─ No te preocupes, estamos vivos, cuidaremos tus heridas y 

seguiremos vivos— dijo Cara Dulce en atención a la súplica de Olor a

Periódico.

Por un momento ninguno de los presente dijo más, la incertidumbre

 por la suerte del revólver impuso el silencio. No obstante la

investigación, sobre la suerte del revólver, se imponía.

 ─ Necesitamos saber si lo encontraron ─ dijo por fin Cara Dulce

aceptante la realidad.

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 ─ Estás loco, los Vigilantes están como lobos casando la impaciencia.

Molerán a palos al primero en asomarse a averiguar la suerte del 

revólver— se excusó Vos Profunda.

 ─ Necesitamos saber cómo andan las cosas y palpar el ambiente—

dijo Cara Dulce a Vos Profunda convirtiendo su comentario en una

orden.

 ─ Si me agarran los Vigilantes nos muelen a planazos a todos —

repitió su observación Vos Profunda—. A ti nadie te ha visto en meses,

anda tu— dijo a Olor a Periódico quien ya reflejaba en su rostro, con

muecas y gestos, la pérdida de sangre — además, ya es tiempo de

levantarte de la cama y comenzar a buscar a tus violadores —

concluyó diciendo Vos Profunda.

 ─ No―panaǁ, mira como estoy, tengo las tripas en las manos, no

 puedo andar por ahí buscándoles plumas al viento— dijo Olor a

Periódico mientras mostraba sus heridas.

 ─ ¡El chamo está mal, debemos llevarlo a la enfermería con urgencia! 

— casi gritó Cara Dulce al ver el estado de su compañero.

 ─ Los Vigilantes todavía están revisando, no van a dejar salir a nadie

— dijo Cabello Rizado renuente a ayudar a Olor a Periódico.

 ─ ¡No me dejes morir chamo! — suplicó Olor a Periódico, no sé si para

escapar de la realidad y de la golpiza implícita en un posible hallazgo

del revólver, o por un real malestar por la pérdida de sangre.

 ─ No morirás, estamos juntos y seguiremos juntos; hablaremos con los

Vigilantes y te llevaremos a la enfermería. Iremos todos. Juntos somos

más fuertes — sentenció Cara Dulce mientras encaminaba a sus

compañeros a cumplir sus órdenes.

La reja del pabellón estaba abierta, un grupo de Vigilante discutía

seriamente sobre algo relacionado con el revólver. Los cuatro presos

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decididos se acercaron al grupo.

 ─ Necesitamos un permiso para llevar al chamo a la enfermería — dijo

Cabello Rizado.

 ─ ―¿Tú eres gafo o le tiras piedra a la luna?ǁ Hemos prohibido el 

 paso para todo sin excepción — dijo uno de los Vigilantes molesto por 

el atrevimiento de los hombres.

 ─ El chamo se siente mal, está sangrando mucho y necesitamos

llevarlo a enfermería— dijo Vos Profunda

Olor a Periódico hacia muecas exageradas de dolor para apuntalar las

 palabras de su compañero.

 ─ Vete tú solo para la enfermería — dijo el Vigilante a Olor a Periódico.

 ─ Él no se puede ir solo, él tiene culebra — respondió Vos Profunda.

 ─ Ese no es mi problema. Y dale rápido, no sea que me arrepienta—

dijo el Vigilante, mientras lo sacaba del pabellón halándolo de un

brazo y cerrando la pesada puerta de hierro tras él.

 ─ ¡Dios santo! ¡Tenemos problemas,tenemos problemas…!— decía

Cara Dulce, una y otra vez. Tratando, impotente de cambiar la decisión

del grupo de Vigilante. Tocaron la puerta en repetidas ocasiones, pero

cuando los Vigilantes abrieron ya Olor a Periódico se había retirado.

 ─ Debo ir con el―panaǁ — dijo Vos Profunda encimándose al Vigilante

guardián de la puerta.

 ─ Tranquilo ¿Cuál es el problema?— dijo el Vigilante socarronamente

— ese tipo es un una mami. En estos días lo hicieron rodar bien feo. Si 

lo hacen de nuevo no le dolerá, ya está acostumbrado.

Todos los Vigilantes rieron.

 ─ Ese tipo es―panaǁ, ¡ábreme la puerta y déjame ir con él!— reiteró

Vos Profunda mientras se arrojaba nuevamente sobre el grupo de

Vigilante para abrirse paso en pos de su compañero.

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Periódico. Pero Vos Profunda no permitía intervenciones en su

monologo y mientras susurraba cuestionamientos, limpiaba su―medio

brazoǁ con la palma de su mano.

Una inexplicable sensación nos invadía a todos. La preocupación por la tardanza de Olor a Periódico y la angustia por su llegara. Todo, en

aquel momento, había pasado a un segundo plano, ninguno

 preguntaba por el revólver, ninguno le interesaba el ayudante de Bam-

Bam. En medio de las tensiones, el tiempo transcurría sin tregua y Olor 

a Periódico no terminaba de llegar.

 ─ Epa— dijo alguien desde la entrada de nuestro mundo enrejado. ─ 

¿Qué es lo que?— contestó Cara Dulce a la interjección de saludo. Era

un recluso impecablemente bien aseado a quien todavía le salía talco

 por el cuello.

 ─ Mira chamo, el convive de ustedes lo están violando por los lados

del comedor — dijo el hombre en tono lascivo y burlón. ─ ¿Cómo es la cosa?

 ─ Por allá lo están violando. Pero ya los Vigilantes lo fueron a rescatar.

— ¡Para completar! — exclamó Cabello Rizado.

 ─ Debemos tener una conversación sobre el tema, porque aquí no

queremos mariposas — dijo el hombre de talco en el cuello.

 ─ Tranquilo compadre, ese lio lo arreglamos ahorita — dijo CaraDulce.

Cara Dulce tomó su ―medio brazoǁ y se paró en mitad del mundo

enrejado, Cabello Rizado también tomó con su―medio brazoǁ y se

colocó al lado de Cara Dulce. Y así permanecieron hasta que Olor a

Periódico apareció en la puerta del mundo enrejado acompañado de

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dos Vigilantes y un grupo de, por lo menos, la mitad de los reclusos de

nuestro pabellón. Olor a Periódico se veía demacrado y sucio, pero no

se veía huellas de golpes o magulladuras. Aun cuando sus heridas

sangraban levemente.

 ─ ¿Tienes cadena?— preguntó uno de los Vigilantes a Cara Dulce,

quien aún permanecía plantado en el centro del mundo con

su―medio brazoǁ en la mano.

 ─ Si — contestó Cara Dulce y con un gesto ordeno al de Cabello

Rizado buscarla. ─ Métele cadena a la reja— dijo el Vigilante.

Los Vigilantes esperaron a que Cabello Rizada asegurara la puerta

con cadena y candado para retirarse.

Olor a Periódico se acomodó en su cama con dificultad. Cara Dulce y 

Cabello Rizado se colocaron entre él y Vos Profunda sin dejar de

cuidarse de la multitud creciente de recluso apilándose frente a

nuestro mundo enrejado.

 ─ ¿Qué pasó?— preguntó Cara Dulce sin dejar de prevenir un posible

ataque Vos Profunda, quien continuaba limpiando su―medio brazoǁ

con la palma de su mano.

 ─ Me obligaron―panitaǁ — dijo Olor a Periódico con vos entre

cortada.

 ─ ¿Cómo puedes decir eso? ¡Si estas tan fresco como una lechuga

recién cortada! — exclamó irónicamente Cabello Rizado.

 ─ ¡No pude hacer nada―panaǁ

, eran muchos!— grito Olor a Periódico

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 para justificarse.

 ─ Bueno chamo ¿Qué es lo que? O tiras la mariposa para fuera o

 pasamos a búscala para allá— dijo uno de quienes se amontonaban

en la reja.

Los reclusos estaban armados con chuzos y medios brazos de todo

tamaño, las oportunidades de Cara Dulce eran nulas, pero él seguía

allí plantado chuzo en mano.

 ─ ¿Si quieren una mujer? Les tocará pelear por ella — dijo Cara Dulce

ya en franca posición de guardia.

Visto como los reclusos estremecían las rejas, solo era cuestión de

tiempo para tumbarla. Cabello Rizado empuñaba con fuerza su medio

brazo, siempre parado al lado de Cara Dulce. A regañadientes Vos

Profunda se levantó de su cama empuñando su medio brazo, ya

reluciente de tanto limpiarlo con la planta de su mano; y con un

violento y brusco movimiento intentó clavarlo en la pared para

demostrar, a la multitud, cuáles eran los riegos si lograban entrar. Sin

embargo, Olor a Periódico continuaba en la cama temblando de pies a

cabeza como el día del ataque del ayudante de Bam– Bam.

 ─ ¿Qué pasa chamo? arrímese al fogón para que sople porque lo que

está en la paila es suyo— dijo Cabello Rizado a Olor a Periódico.

 ─ No podemos chamo, son muchos, si pasan nos van a matar — dijo

Olor a Periódico sin dejar de temblar.

 ─ No somos eternos, de algo vamos a morir, aprovecha tu turno y 

gózalo.— dijo Cara Dulce chanceándose con la muerte mientras daba

un fuerte zapatazo en el piso para hacerle sentir, a quienes intentaban

entrar, que él estaba listo para el combate y sus consecuencias.

 ─ Nos van a matar, nos van a matar, nos van a matar… — decía una y 

otra vez Olor a Periódico atrincherado con su miedo entre las sabanas

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de la cama.

 ─ Bueno chamo, ¿Qué es lo que? ¿O le echas pichón con nosotros o

sales a darle a complacer a los tipos? — dijo Cara Dulce molesto

consigo mismo al verse defendiendo a un compañero sin valor,

siquiera para animarlos a hacerlo.

 ─ Son muchos, nos van a matar… — continuó diciendo Olor a

Periódico mientras se levantaba de la cama para, a pesar de sus

temblores, colocarse al lado de sus compañeros.

Todos estaban listo para un apoteósico desperdició de sangre, Cara

Dulce paseaba su―medio brazoǁ de una mano a la otra mano y de

vez en cuando daba un zapatazo en el piso para impresionar. Vos

Profunda tenía la mirada fija en uno de los reclusos, apretaba

su―medio brazoǁ y sacaba la lengua para mojarse los labios, Cabello

Rizado con ojos asustados esperaba el ataque al lado de sus

compañeros, Olor a Periódico solo miraba el piso mientras temblaba

de pies a cabeza.

Una o dos pistolas se asomaron entre los exaltados interesados en

entrar a nuestro mundo. Pero, como ya hemos dicho, los reclusos

evitan disparar si tienen la posibilidad de ganar la pelea con los

chuzos y, aquí, la posibilidad era enorme. Cada vez la reja cedía más a

los empujones de los reclusos, no aguantaría mucho. La necesidad de

matar o morir había encontrado la excusa perfecta en el sexo, e

indudablemente muchos morirían.

 ─ Si tuviera aquí el revólver — susurro Cabello Rizado.

 ─ El primero en entrar, es mío— dijo Vos Profunda.

 ─ En el nombre de Dios — dijo Cara Dulce mientras daba otro

zapatazo en el piso.

 ─ Nos mataran a todos— repitió Olor a Periódico.

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De pronto, Olor a Periódico dejó caer su chuzo, recogió la llave del 

 piso donde la había tirado Cara Dulce y casi como un autómata hecho

a andar asía la entrada del mundo, todos callaron, cesaron de

estremecer las rejas, Olor a Periódico metió la llave en el candado,

quitó la cadena y salió del nuestro mundo enrejado.

Cabello Rizado bajo su chuzo y volvió a colocar el candado. Luego los

tres hombres se dejaron caer en sus respectivas camas mientras

miraban a Olor a periódico ser rodeado por una masa heterogénea de

hombres.

 ─ Tranquilo, no te va a pasar nada— dijo el hombre de talco en el 

cuello, mientras ponía sus mano tiernamente en el cuello de Olor a

Periódico, quien aún temblaba de pies a cabeza.

 ─ Vamos — dijo otro, también poniendo suavemente la mano sobre la

cadera de Olor a Periódico para retirarlo de las rejas de nuestro

mundo.

Vos Profunda, Cabello Rizado y Cara Dulce, pasaron toda la nochedespiertos, pero sin decir nada. El silencio, raramente compartido por 

los presos, se apoderó del infinito, a excepción de lo pujidos de Olor a

Periódico y la expresiones de placer de sus acompañantes, no era

mucho el ruido.

Pasada la media noche, llamaron para el rutinario número de todaslas madrugadas. Aunque últimamente yo no salía para observar el 

número, esa noche tenía especial interés en saber cómo se

encontraba Olor a Periódico. Cuando llegué a donde se realizaba el 

conteo, ya todos los reclusos estaban reunidos. Cabello Rizado, Vos

Profunda y Cara Dulce estaban apartados del resto. Los presos se

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agrupaban alrededor del Vigilante lo más cerca que, éste, les permitía.

Olor a Periódico se encontraba también retirado del grueso del grupo,

 pero en el lado contrario de donde se encontraba Cara Dulce, estaba

acompañado por un grupo de reclusos, de los cuales, dos le tenían el 

brazo echado sobre el hombro. El hombre estaba sin camisa, con una

sábana de colores sobre su espalda y sus pantalones, aunque

abrochados y con correa, los tenía por debajo de su cadera. Después

de terminar el número el Vigilante procedió a leer la lista de los

reclusos citados para asistir los días siguientes a los tribunales, Cara

Dulce y Cabello Rizado fueron nombrados.

Después de mirar a Olor a Periódico, me retiré más tranquilo a mi 

espacio dentro del mundo enrejado, habían sido tantos los pujidos

que había llegado a pensar que se encontraba en peores condiciones

y por tanto tendría comida segura para cuando terminaran con él. No

obstante, durante toda aquella noche no, los pujidos y expresiones

sexuales se repitieron muchas ves y sin descanso. Dentro de nuestromundo enrejado nadie durmió esa noche.

Los reclusos citados por los tribunales, se levantaron a las cuatro de la

mañana para preparar sus cosas, entre ellos Cara Dulce y Cabello

Rizado. Yo trate de meterme sigilosamente entre la ropa de Cara

Dulce. Pero él la sacudió muy bien antes de ponérsela. No quiseinsistir y me retire a mi espacio detrás de la figura de María Lionza.

Las luces del día comenzaban a sustituir las sombras de la noche

cuando apareció Olor a Periódico en la entrada de nuestro mundo.

Las rejas estaban cerradas con cadenas y candados y en el mundo

sólo se encontraba Vos Profunda quien, al sentir los movimientos de la

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cadena aseguradoras de las rejas, tomó su ―medio brazoǁ y se

incorporó violentamente en la cama.

Vos Profunda al identificar a Olor a Periódico en la entrada, se levantó

de la cama con su―medio brazoǁ en la mano y la rabia en los ojos.Pensé en la sangre que inundaría el mundo. Sin embargo, cuando Vos

Profunda llegó a la reja toda la rabia traída desde la cama se extinguió

al ver a Olor a Periódico.

Olor a Periódico venia sin pantalones, traía una camisa sucia y 

rasgada sobre la cintura, que apenas le tapaba el pene y una pierna,la otra pierna como el resto de su cuerpo, estaba desnuda. Vos

Profunda bajó su ―medio brazoǁ y le abrió las rejas del mundo. Luego

sin decir nada fue hasta su cama y se echó boca arriba. Olor a

Periódico termino de cerrar la puerta con el candado y se hecho boca

abajo, pues tenía su espalda y sus glúteos tan rojos que, según mi 

entender, no hubiera podido acostarse boca arriba. Los dos hombresno se dirigieron la palabra en toda la mañana, ni al medio día, cuando

Vos Profunda salió del mundo enrejado.

 Al atardecer salí a deambular por el pabellón en busca de comida.

Encontré algunas gotas de sangre en algunos rincones; pero era

sangre ya cuajada, por la cual no valía la pena bajar. En busca de

comida más fresca continúe mi deambular. Afortunadamente encontré

una riña en unos de los mundos al final del pabellón, donde sangre

caliente y fresca corría sin control a través de un cuerpo desafortunado

 para alfombrar deliciosamente el piso. Debido al bullicio, propio de las

riñas. No fue difícil bajar sin ser visto y comer sin llamar la atención.

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Era caída la noche cuando regrese a mi mundo enrejado. Cara Dulce

y Cabello Rizado estaban tirados en sus respectivas camas con las

manos entrelazadas detrás de la nuca, los dos estaban callados y 

 pensativos. Yo pase y me acomode detrás de la figura de María Lionza.

Poco después entró Vos Profunda, algo excitado, pero contento.

 ─ ¡Cambien esas caras malas que vienen noticias buenas! — dijo

entre sonrisa sin ocultar la alegría cobijada con la noticia.

 ─ ¿Qué pasó?— preguntó Cara Dulce con desdén.

 ─ Resulta, bueno, ruedan los rumores en los pabellones, según los

cuales, al ayudante de Bam-Bam le llegó las noticias de nuestrorevólver. Y eso lo tiene con los nervios de punta, al punto, de

esconderse en el baño y no querer salir para nada. Quienes viven en

su pabellón están obstinados de sus obsesiones y, según dicen las

malas lenguas, unos presos lo entromparon, como se entrompan a las

mariposas, para enseñarlo a ser hombre. — Vos Profunda hizo una

 pausa para esperar la reacción de sus compañeros. ─ ¿Cómo pudieron enterarse del revólver?— preguntó Cara Dulce

decepcionado a Vos Profunda quien esperaba preguntas sobre los

sucesos entre el ayudante de Bam - Bam y sus compañeros.

 ─ ¡Como voy a saberlo! Lo importante es como el miedo a nosotros lo

 pone a coquetear con espantos más feos— hizo una pausa

convencido de, ahora sí, haber llamado la atención de Cara Dulce. ─ ¿Y qué pasó?— preguntó Cabello Rizado. Decepcionado aún más a

Vos Profunda quien esperaba la pregunta de Cara Dulce.

 ─ El tipo mató a dos de sus compañeros. A él también lo hirieron,

según se dice, pero no se atreve a salir de su concha para ir a

enfermería por temor a nosotros.

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Yo ya estaba enterado del altercado con el ayudante de Bam-Bam; de

hecho, yo me alimente de la sangre generada y, a diferencia de Vos

Profunda, escuche los comentarios a penas terminados los hechos, y 

 puedo dar fe de la veracidad de lo dicho por él. Digo esto para evitar 

dudas, pues los rumores cuando se echan a rodar, casi siempre se

transforman en el camino, según los intereses de los trasmisores. Y 

como lo bueno y lo malo son solo puntos de vista, por lo general, el 

rumor recoge el punto de vista de una persona buena sobre una

 persona mala.

Estando mis compañeros en medio de los comentarios sobre los

sucesos, entró a nuestro mundo enrejado Olor a Periódico. Traía una

falda hecha con dos camisas burdamente unida con tiras de trapo,

unas cholas desgastadas, las cuales arrastraba al caminar, y una

camisa sin botones ajustada a su cadera por un nudo llano. Esta

vestimenta le regalaba un grotesco y raro aspecto afeminado. No

obstante, el hombre no parecía perturbado.

 ─ Mataron a dos de tus violadores— dijo Cabello Rizado sin ánimo de

 perturbarlo, pero sonó punzante.

 ─ Según dicen, el tipo cogió como cinco chuzazos, pero todavía desde

el piso pudo puyar a otro y lo mando a la enfermería — dijo Vos

Profunda tratando de opacar lo dicho por Cabello Rizado.

 ─ El tipo es bravo— exclamó Cabello Rizado.

 ─ Si, pero ahora está puyado y no quiere ir a enfermería por miedo a

nosotros— dijo Vos Profundad.

El tema del ayudante de Bam-Bam se agotó. En el ambiente flotaba el 

tema de la situación de Olor a Periódico, pero extrañamente nadie

 parecía estar interesado en iniciar la conversación. Lo cual me extraño

 porque los presos no tienen esas sensibilidades.

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 ─ ¿Qué vamos a hacer con este tipo? — dijo Cabello Rizado

rompiendo el celofán del embarazoso momento.

 ─ No sé— exclamó Cara Dulce con preocupación.

 ─ Aquí no se puede quedar — dijo Vos Profunda.

 ─ Si se queda, tarde o temprano, pagaremos las consecuencias por 

cuidar rabo ajeno— dijo Cabello Rizado.

 ─ ¿Por qué no te vas para el pabellón de los homosexuales, Chico?—

le preguntó Vos Profunda con vos suave.

 ─ No puedo ir para el pabellón de los homosexuales, porque si voy 

 para allá me van a matar. Acuérdate, yo maté a un homosexual y esas

cosas siempre se saben— dijo sin levantar la cabeza.

 ─ Cuando los Vigilantes te vean con esa faldita, seguro te mandan al 

 pabellón de las mariposas ¡Quítate eso por lo menos!— Dijo Cabello

Rizado.

 ─ No puedo, soy quien soy y como quien soy me defiendo, si pretendo

ser diferente estaré indefenso. Con esto puedo defenderme como una

hembra y disminuir las violaciones — Olor a Periódico hizo una pausa

 para luego dirigirse con timidez a Cara Dulce—. Vista―panaǁ, no me

saques de aquí— suplicó.

Muchas cosas hiso Olor a Periódico con esa suplica, no solo pidió

comprensión para su circunstancia. Sino también reconoció a Cara

Dulce como su líder y, sobre todo, lo nombro líder de nuestro mundo.

Pues ahora, sobre cualquier acción de Vos Profunda, Cara Dulce

siempre habría de ser jefe. Ya Cabello Rizado lo reconocía como jefe,

lo cual no era importante, después de todo, Cabello Rizado era su

 peluche. Pero Olor a Periódico, aunque estaba en una situación de

sumisión, era un tipo racional, y su opinión era importante para

nombrar el líder de nuestro mundo. Por estas razones todas las

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miradas se dirigieron a Cara Dulce.

Cara dulce guardo silencio por un instante; haciendo tiempo para

disfrutar en su alma y a solas el reconocimiento recibido. Pero los

reconocimientos arrastran responsabilidades y la respuesta, como el 

recién nombrado líder, se imponía.

 ─ Okey, vas a vivir aquí. Pero serás la mujer de nosotros— sentenció

Cara Dulce—, si alguien lo quiere violar deberá bailar con nosotros —

concluyó.

 ─ Yo no arriesgare mi pellejo por quien tiene miedo de arriesgar el 

suyo para hacerse respetar— dijo Cabello Rizado y Vos Profunda lo

apoyó con un movimiento de cabeza.

 ─ Bueno, bailaremos cuando la ventaja sea nuestra y la victoria franca

— dijo concluyendo su sentencia.

 ─ ¿Qué saben del revólver?— preguntó Cara Dulce a Vos Profunda,

después de un reflexivo silencio, cambiando de tema y regresando al 

 principio de la conversación.

 ─ Está a buen resguardo— dijo Vos Profunda.

 ─ Lo necesitaremos para disuadir. Quizás, no sea muy útil en un

ataque. Pero dejará claro nuestra disposición a cambiar la vida,

nuestra o ajena, por respeto ─ dijo Cara ´Dulce

 ─ Le diré a mamá que nos traiga balas— dijo Cabello Rizado casi 

 para sí.

Cara Dulce con una mirada, reprochó la oferta de Cabello Rizado,

 pero todos los presentes la aprobaron con una sonrisa. Entonces

susurró algo en vos baja.

 ─ ¿Que dijiste? ─ preguntó alguien.

 ─ ¡Gracias a Dios, ya me voy de aquí! — repitió, ahora casi en un grito.

 ─ ¿Qué pasó? ¿Qué te dijeron en los tribunales?— preguntó Vos

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Profunda.

 ─ Me van a trasladar.

— ¿Para dónde?

 ─ Para la Penitenciaría General de Venezuela, la P.G.V.

— ¿Te dictaron sentencia?

— No, pero voy para allá.

 ─ Hablaré con mi mamá para irme también, Ojalá pudiera irme contigo

— intervino Cabello Rizado.

La conversación se hacía aburrida y como en alguna parte del infinito

se escuchaban gritos de presos, salí de detrás de la imagen de María

Lionza en busca del banquete anunciado por los gritos.

La rebelión de la mariposa

Los avatares propios del día de visita comenzaron en la madrugada:

los reclusos corrían de un lugar a otro, unos con cajones y colchonetas

 para armar asientos, otros preparaban sus trabajos de artesanía paravenderlos a la visita, otros solo miraban a través de los barrotes las

largas colas de familiares tratando de descubrir los suyos. Por fin las

agujas de los relojes marcaron las ocho. Bueno es aclarar que todos

los relojes, los de los presos y los de los visitantes, se guían por el reloj 

colgado en la pared de la oficina del Director, aunque muchos dicen

que, ese reloj, está atrasado.

Como siempre, una de las primeras en entrar al pabellón fue la madre

de Cabello Rizado. Sus ojos buscaban con angustiosa celeridad, y en

dos parpadeos escudriñaron el pabellón en busca de su hijo. Lo

descubrió en la puerta de nuestro mundo, hablando con Olor a

Periódico. Toda su angustia se disipó y la seguridad serena de gran

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dama volvió a su rostro.

 ─ ¡Mijo!— dijo, extendiendo sus brazos, cuando estuvo cerca de él.

 ─ Hola mamá, — respondió a su madre, mientras con un movimientode cabeza saludaba a su hermana.

Ella respondió el saludo con otro movimiento de cabeza.

 ─ ¿Quién es el muchacho con quien hablabas?— preguntó la madre

intrigada por la forma de vestir de Olor a Periódico.

 ─ Ese es un compañero de cerda, tú lo conoces— dijo Cabello Rizado

burlándose de su madre por su falta de memoria.— ¿Y por qué anda así? ¿Su atuendo parece de mujer?

— Rodó.

— ¿Y?— Inquirió la madre aún más intrigada.

 ─ Tuvimos un problema y el no respondió come se espera de un

caballero, se mofaron de él y bajo la cabeza, unos tipos lo violaron y,

como no hizo nada, todo el mundo lo violó.— ¡Oh Dios! ¿Tú también?

— No, mamá, el tipo es―panaǁ, mejor lo estamos tratando de

defender.

— ¡Oh Jesús! Ten mucho cuidado.

 ─ No te preocupes, lo tendré.

Una conversación sobre un compañero de celda en semejantedesgracia, nunca es agradable para un preso. Por eso Cabello Rizado

trató de cambiar el tema.

 ─ ¿Qué te dijo el abogado?

 ─ Según él, los problemas de droga son muy difíciles. Dice que es

necesario sobornar mucha gente y al final no se sabe si van a cumplir.

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Me ha pedido real para todo el mundo y todavía no me ha dicho nada

en concreto.

 ─ ¡Ojala sea rápido!, al chamo lo van a trasladar — dijo refiriéndose a

Cara Dulce

— ¿Por qué?

 ─ No se mamá, pero, según su decir, lo van a manda para la

Penitenciaria General de Venezuela y yo no me puedo quedar solo

aquí, tengo muchos problemas.

Cabello Rizado pareció un niño haraganeando en sus miedos. Ella lo

entendió así, y lo abrazó con fuerza. Su abrazo lastraba su propósito

de hacer lo posible por mitigar sus temores. Y, en susurros

aterciopelados al oído, se lo hiso saber.

En ese momento apareció, desde alguna del pabellón, Cara Dulce.

Venía acompañado de la esposa, y otra visita, de Olor a Periódico.

 ─ ¿Qué más?— Saludó.

Cabello Rizado, sorprendido en la cacería de consuelo entre los

brazos de su madre, trató de borrar la imagen adoptando postura de

 preso agresivo. Pero esta actitud fue desarmada por una sonrisa

comprensiva de las recién llegadas, lo cual desato la ira en el rostro

lagrimoso del hombro.

— Es la visita del ―panaǁ, voy a buscarlo— dijo Cara Dulce ordenado,

a las visitantes con un gesto, aguardar hasta su regreso. Pero, dejando

ver la importancia de ir a buscarlo. Quizás, pienso yo, para prevenir a

Olor a periódico y evitarle la vergüenza de recibir a la familia en las

fachas ya mencionadas.

 ─ Necesito hablar contigo— interrumpió la madre de Cabello Rizado.

— No tardaré, regreso enseguida— insistió Cara Dulce.

— ¡Debe ser ahora!— ordenó la mujer.

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Cara Dulce aceptó resignado la orden de la mujer y sumiso caminó

tras sus caderas rumbo a nuestro mundo enrejado. No obstante, antes

de retirarse ordeno a Cabello Rizado, ir en pos de Olor a Periódico y 

 prevenirlo de la presencia de su visita.

Pronto comenzaron a poner las cobijas en las rejas para anunciar al 

resto del pabellón el inicio de la visita conyugal. Dada la situación me

 pareció más interesante seguir al de Cabello Rizado quien, aun sin

disipar la ira de su rostro producto de las compresivas sonrisas de las

visitantes al sorprenderlo en los brazos de su madre, salía en busca de

Olor a Periódico. Cuando llegamos con Olor a Periódico, éste se

encontraba rodeado por un grupo de reclusos liderado por el hombre

con talco en el cuello.

 ─ ¡Epa chamo! tienes visita— dijo a Olor a Periódico, mientras sacaba

su―medio brazoǁ y sembraba la mirada amenazante en el hombre

con talco en el cuello. No por solidaridad con el compañero asediado.

Si no, pienso yo, por descargar, de una vez por todas, la ira causada

 por la sonrisa de las mujeres al ser sorprendido en los brazos de su

madre.

 ─Tranquilo chamo todo está bien— dijo Olor a Periódico tratando de

calmar los ímpetus violentos del compañero recién llegado— ¿Quién

vino? — preguntó luego.

 ─ Tu mujer — dijo ya guardando su―medio brazoǁ e iniciando el 

retorno.

 ─ No quisiera presentarme en estas condiciones ante mi mujer. Dios

 perdone mis pensamiento, pero la familia en este momento es un peso

duro de cargar. Sin ese peso el destino sería un albur y la muerte uno

de sus premios. Pero mírame ahora, ahogándome en un conflicto por 

los pantalones, con miedo de presentarme ante mi mujer sin ellos, y 

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Olor a Periódico se echó a temblar, sus manos solo atinaban a sujetar 

su falda fabricada con dos camisas, para evitar la vergüenza de ser 

desnudado.

 ─ Como me vas a decir eso vale, somos compañeros — dijo Olor a

Periódico con vos llorosa.

 ─ No gafo, aquí las oportunidades son escasa y el compañerismo

 permanente. No hay compañerismo que aguante tanta escases, yo

deseo a tu mujer y tú me la darás, entendiste — ante la resistencia de

Olor a Periódico, Cabello Rizado le ajustó aún más la hoja de metal en

el cuello.

 ─ Está bien chamo, está bien, yo voy a hablar con ella— dijo ya

vencido.

Cabello Rizado y Olor a Periódico se detuvieron a unos pasos de

donde se encontraba la mujer y su acompañante. Desde allí, Olor a

Periódico le hizo señas para procurar su acercamiento mientras

Cabello Rizado se metía en un mundo donde vivía uno de sus

compañeros de droga. Pronto, los ocupantes del mundo enrejado,

salieron entre risas y bromas.

 ─ ¡Virgen santa! ¿Qué haces vestido así?— preguntó alarmada la

mujer a su marido.

 ─ Tengo problemas ―mijaǁ, las cosas están mal, yo rodé.

 ─ ¿Cómo puedes decir que rodaste? Tu no ruedas, tu eres un varón —

exclamó la mujer disgustada.

— Rodé―mijaǁ, rodé.

 ─ Mil veces hubiese preferido llevarme el cadáver de un hombre, a

visitar una mariposa, ¿Por qué no te dejaste matar?

 ─ Dios sabe con cuanta ira pensé en huir hacia la muerte cuando los

canallas me estaban violando. Pero pensar en ti y en mis hijos, medio

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el coraje para soportar la humillación y esperar por tiempos mejores—,

la vos del hombre se quebró e hizo una pausa para no echarse a

llorar — rodé mija, rodé— concluyó diciendo Olor a Periódico.

 ─ ¿Por qué vistes así?— dijo la mujer colocando su mano en el rostro

de su marido conmovida ante las palabras del hombres.

 ─ Soy la mujer de aquí— contestó con timidez.

 ─ ¡Dios mío! — Exclamó la mujer dejando ver que el tope de su

tolerancia había sido alcanzado e hiso el intento de retirarse, pero fue

sujetada por su marido.

 ─ Tengo un problema, mija — dijo Olor a Periódico con vos temblorosa,

esforzándose para hablar.

 ─ ¿Qué quieres?— preguntó la mujer ya molesta con su hombre.

 ─ Quiero Salir vivo de aquí, quiero mirar a mis hijos, no quiero morir 

 preso. — la mujer cedió en su intento de retirarse, perturbada por las

 palabras del hombre. — un tipo se quiere acostar contigo y… — Olor a

Periódico no conseguía las palabras — y… — intentó continuar de

nuevo, pero la mujer se lo impidió colocándole las manos en los

labios.

 ─ ¿Dónde está?— preguntó la mujer con decisión. Olor a Periódico le

enseño con un movimiento de cabeza el mundo enrejado donde se

encontraba Cabello Rizado.

La mujer entró en el mundo enrejado donde se encontraba Cabello

Rizado, ya las sabanas estaban colocadas en las rejas. Poco tiempo

después la mujer salió del mundo enrejado. Olor a Periódico la

esperaba en la entrada del mundo, trató de hablar con ella; pero ésta,

no se detuvo, con un gesto se hiso seguir de la compañera y se perdió

entre los visitantes y las paredes. Esa fue la última vez que Olor a

Periódico recibió visitas.

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Cuando terminó la visita, Cara Dulce se reunió con sus compañeros de

mundo. Aunque él y Vos Profunda, se habían enterado de lo sucedido

entre Cabello Rizado y Olor a Periódico, los dos evitaron hacer 

comentarios al respecto. Olor a Periódico estaba completamente

montado sobre la cama, con las piernas entrelazadas, hundido en sus

 pensamientos, limpiando un pequeño chuzo, Cara Dulce estaba

sentada a su lado, en otra cama estaba sentado Cabello Rizado y Vos

Profunda.

 ─ Le dije a mamá que trajera balas para el revólver — dijo Cabello

Rizado. Se veía alegre, altivo y de vez en cuando miraba con desdén aOlor a Periódico.

 ─ ¿Qué te dijo?— preguntó Cara Dulce.

 ─ ¡Epa chamo, Mándame la mariposita, tengo ganas de echar ―unoǁ! 

— gritó el hombre de talco en el cuello, desde alguna parte del 

 pabellón. Insinuando, así, su deseo de sexo. ─ ¿Qué pasó chamo?— respondió Cara Dulce en son de protesta.

 ─ No me vino visita y necesito una mujer.

 ─ Ese chamo es la mujer de aquí y no va a salir — sentenció Cara

Dulce— ¿Qué te dijo tu mamá?— preguntó al de Cabello Rizado

dando por terminada la conversación con el hombre de talco en el 

cuello. ─ Quiero a la mariposita un rato. Así que, échamela para acá— dijo

ahora con tono amenazador, el hombre de talco en cuello.

 ─ ¡El manto de María nos cubra! — Dijo Cara Dulce casi para sí, pero

todos escuchamos, los presos son muy religiosos cuando sienten la

cercanía de la muerte, luego agregó en vos alta y recia—Ya te dije

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que…

Cara Dulce no terminó de hablar, Olor a Periódico le tocó una pierna

 para indicándole su disposición a salir.

Olor a Periódico se levantó de la cama con su pequeño chuzo en

mano, abrió el candado de la reja y salió al pasillo.

 ─ ¡Pásame mi ―medio brazoǁ que la mariposa se me alzó! — se

escuchó, en alguna parte, gritar al hombre de talco en el cuello.

Hubo un fuerte pero corto alboroto en el pabellón. Cuando me decidí a

salir, ya Olor a Periódico venía de regreso. Me asomé a la reja de

nuestro mundo para descubrir al hombre de talco en cuello tirado en

mitad del pasillo con una herida en el pecho y otra en el estómago.

Olor a Periódico, con una calma solo vista en él cuando mató al 

Vigilante, cerró la puerta tras él y se montó en su cama en la misma

 posición en la cual se encontraba antes de ser molestado. En ese

momento Cabello Rizado supo que había insultado a un guerrero y su

única salvación era Cara Dulce o enfrentarse a este hombre quien

acababa de demostrar su destreza y coraje con el chuzo. El rostro de

Cabello Rizado se inundó de sudor y como un niño asustado se

refugió al lado de Cara Dulce.

Después de la muerte de hombre con talco en el cuello, muchas cosas

cambiaron. Olor a Periódico comenzó a pasear por el infinito chuzo en

mano, y a cualquier insinuación sexual giraba sobre sus talones y nodescansaba hasta no ver muerto a quien profería la insinuación. No

obstante, continuaba utilizando su falda hecha de dos camisas. Los

reclusos habían aprendido a temerle a tal punto que solo quienes

estaban dispuestos a enfréntalo se atrevían a ir al baño cuando él 

estaba allí. Incluso, sigilosamente, se hacían a un lado para permitirles

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el paso cuando lo veían venir. En más de una ocasión trataron de

atraparlo a traición o tenderle una emboscada; pero, generalmente,

fallaban por el oportuno auxilio de Cara Dulce o de cualquier otro de

sus compañeros, o por la advertencia oportuna de algún recluso

interesado en ganar su amistad.

Por otro lado, Cabello Rizado controlaba más sus necesidades de

adicto, tratando de disminuir las posibilidades de convertirse en un

blanco fácil para Olor a Periódico. Cuando su necesidad de droga lo

dominaba, trataba de asegurarse la cercana protección de Cara

Dulce. No obstante, su ―medio brazoǁ tampoco descansaba y aprovechaba cualquier excusa para iniciar una pelea.

Tanto Cabello Rizado como Olor a Periódico se habían convertido en

un foco de terror para los reclusos de nuestro pabellón, pues no

 pasaba una semana que, entre los dos, no mandaran un buen

número de muertos para la calle. Ya algunos reclusos hacían bromasdiciendo que la mejor forma de salir del Rodeo era mirando a los ojos

a uno de los dos.

Cara Dulce, única persona capaz de controlarlos, se veía como el líder 

del pabellón; pues los dos hombres más temidos, lo seguían y 

obedecían fielmente. Por su parte, Vos Profunda, aunque no tenía

enfrentamiento frecuentes, siempre andaba con, su chuzo desnudo y 

una actitud desafiante. Su valor estaba comprobado y con frecuencia

corría en ayuda de Cabello Rizado o de Olor a Periódico cuando estos

lo requerían. Su actitud de ―canero experimentadoǁ le daba un

aspecto por muchos imitados.

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Por otro lado, Cara Dulce, casi siempre callado, salvando a sus

compañeros, velando por su seguridad. Siempre pegado de los santos

en palabras y acciones, la mayor parte del tiempo encerrado en su

mundo, no parecía ser un líder natural. En ocasiones daba la

sensación de ser el más débil del grupo. Sin embargo, en dos

ocasiones cuando no vino la mamá de Cabello Rizado, supieron

 porque era el líder. Su humor cambió, de tal forma, que la muerte y las

riñas eran constantes, hasta Cabello Rizado y Olor a Periódico

trataban de pasa desapercibidos para evitar discrepar con él. Eso

fueron los días más terribles de nuestro pabellón, pues cada vez que

se oía un zapatazo en el piso sabíamos que había muerto un recluso.

Incluso los reos se abstenían de pisar muy fuerte para no asustar a sus

compañeros.

El día de visita cuando se presentó la mamá de Cabello Rizado, todos

los presos respiraron con tranquilidad e incluso algunos reclusos

llegaron a dar gracias a Dios por haberle permitido llegar, y a ella por haber llegado.

La madre de Cabello Rizado no faltaba a una visita, las dos faltas se

debieron a enfermedad de su esposo y no se cansó de darle excusas

a Cara Dulce y a su hijo durante las siguientes visitas. Ella cooperaba

con la supervivencia de su hijo acostándose con Cara Dulce y trayéndoles balas para el revólver en su parte íntimas. Los visitantes

sabedores de a quién visitaba, la respetaban y adulaban buscando su

gracia y la de su hijo.

La fama, de Cara Dulce y sus compañeros, crecía dentro y fuera del 

 penal. Se contaban historias fantásticas. Verdades exageradas

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soportadas por pequeñas mentiras, hazañas de otros les eran

atribuida a ellos. Se decía que la mariposas del Rodeo obligaba a los

hombres a acostarse con ella y después los mataba, que Cabello

Rizado era un drogadicto que envolvía los tabacos de mariguana con

las membrana del corazón de sus víctimas, que Cara Dulce y el de las

vos profundad tenían un arsenal de ametralladoras en su mundo

enrejado, que habían montado una carnicería en el baño para

abastecer la cocina del penal y muchas otras cosas que ahora no

recuerdo.

Por otro lado, en los tribunales se había dictado sentencia contra CaraDulce y Cabello Rizado. Y como parte complementaria de su sentencia

se había ordenado su traslado a la Penitenciaria General de

Venezuela en el Estado Guárico; el traslado los hacia esperanzarse en

un nuevo comienzo. Pero, el tiempo pasaba y el traslado no se termina

de cristalizar. Cabello Rizado, con el apoyo de su madre y de sus

abogados, había conseguido, no solo el traslado para él a la P.G.V.,sino también para Olor a Periódico y Vos profunda. Y eso lo

esperábamos con ansiedad.

La P.G.V 

El tiempo trae cosas buenas y cosas malas, a veces se lleva las cosas

malas, pero siempre no deja lo más valioso, la experiencia. Y en esellevar y traer del tiempo nos llegó la orden del traslado y con ella la

esperanza de cambiar la zozobra de la muerte en el Rodeo; cosa

buena, atrás quedarían las cosas malas ojala el tiempo nos ayude a

tolerarlas, afortunadamente nos quedó la experiencia, herramienta

invaluable para eludir o enfrentar las cosas malas del futuro. No quise

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entrar en el moral para no caer en la tentación de mirar por última vez 

las paredes, los rostros o las angustias del lugar. Quería echar todos

esos recuerdos malos en el saco del tiempo. Por eso me escondí en la

figura de María Lionza, sabiendo que iría a para al fondo del moral 

donde no llegaban las voces del recuerdo. Allí me estuve durante

mucho tiempo.

Oí los preparativos del traslado y a los Guardias dando Órdenes, sentí 

cuando estábamos en el vehículo y cuando este se puso en marcha,

después de un largo viaje llegamos a alguna parte. Los Guardias de

nuevo dando órdenes, los presos corriendo, luego caminando hastaque, por fin, nos detuvimos. Sabía que habíamos llegado.

 Al salir del morral vi a Cara Dulce y a sus compañeros hablando con

dos hombres. Por cierto, Olor a Periódico llevaba pantalones y no

faldas como en el rodeo. Se veía raro de pantalones, debió haber sido

 por el tiempo sin usarlos.

 ─ ¿De dónde vienes?— preguntó uno de los hombres a Cara Dulce. ─ 

Del Rodeo— contestó éste.

 ─ Eso es atrinca ¿no?— dijo el otro.

 ─ Sí, es duro. — contestó Cara Dulce.

Yo aproveché el entretenimiento causado por el recibimiento para salir 

del morral y tratar de alcanzar un refugio más seguro; pero la rigidez 

de mis alas, debido al largo viaje, me impidió volar como quería,

obligándome a caminar como podía para a la pared. Para lograrlo,

subí por el pantalón de uno de los hombres que hablaba con Cara

Dulce para ganar un poco de altura, por cierto, el hombre tenía

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Olor a Periódico compartir un mismo mundo con Cabello Rizado

 porque la herida abierta en el honor del primero reclamaba sangre

 para cerrarse. Tampoco podía dejar a Olor a Periódico con Vos

Profunda por que en cualquier momento este le reclamaría el tiempo

 pasado en el pote cuando estuvo en ―Los Floresǁ. Y, definitivamente,

él no quería quedarse en la misma celda con Cabello Rizado. Pues,

aunque este había demostrado su lealtad y sumisión, él no quería

arriesgarse. Después de hacer un rápido análisis, decidió quedarse

con Olor a Periódico en el mismo mundo y enviar al de Cabello Rizado

y a Vos Profunda a otro mundo.

El mundo enrejado escogido por Cara Dulce estaba desorganizado,

 pero limpio, se podía deducir a simple vista su reciente ocupación. Dos

ventanas abarrotadas dejaban ver las enmontadas inmediaciones y 

sobre ellas a lo lejos, pero muy lejos, se podía ver los destellos de la

ciudad. Un tenue, pero enorme rayo de luz, proveniente del otrora

 potente sol, hacía esfuerzos por iluminar el mundo. Cara Dulce y Olor a

Periódico procedieron a asear el lugar. Me felicite por haber salido con

tiempo de la figura de yeso, pues fue lo primero en buscársele

acomodo.

La primera semana fue más dura de lo esperado. La madre de

Cabello Rizado no vino a visitarlo y, esto, no nos sorprendió; pues,

según el rutinario, ella se dirigiría a la cárcel del Rodeo y allí seenteraría del traslado de su hijo. Por tal razón, y a pesar de nuestros

deseos, debíamos saltarnos un día de visita para encontrarnos con la

madre de Cabello Rizado y su generosidad. A consecuencia de eso,

hubo escases. Y la escasez de alimento obligó Cara Dulce y a sus

compañeros a ir al comedor. Como yo conocía los problemas que

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suelen presentarse allí. Y además tenía hambre, me fui tras ellos.

Esperando que, por cualquier razón, se generaran alimento para mí.

El comedor de los presos era extraordinariamente grande, tanto que

no podía ver de uno extremo a otro de un solo vistazo. Como en todoslos comederos de las cárceles, las mesas y los asientos eran de

cemento. A un lado había una pequeña ventana donde los reclusos

 pasaban con sus bandejas a recoger la comida. Una enorme cola de

reclusos alimentaba el trabajo de los repartidores de comida. Pero lo

más extraño de este gigantesco mundo, eran los mismos reclusos; no

eran como en los Flores o como en el Rodeo donde los reclusocomían caminando para evitar algún ataque. Aquí los presos comían

sentados. Ni una gota de sangre, ni una pelea, ni siquiera una palabra

fuera de tono. En el comedero todo era risas y armonía. En ese

momento pensé que me había equivocado en acompañar a Cara

Dulce y a sus compañeros.

Cara Dulce, seducido por el hombre con migas de madera, todas las

mañanas después del número se iba con él a la carpintería donde se

quedaba hasta el final de la tarde, sólo salía a la hora de la comida. La

carpintería no tenía nada especial, en ella solo había: madera, aserrín,

algunos instrumentos propios del oficio y muchos reclusos trabajando.

Por su parte Olor a Periódico andaba con el preso con aroma a tierra,quien le estaba enseñando a sembrar. En una ocasión, lo seguí hasta

los terrenos donde sembraban. Era un espacio enorme donde había

muchos árboles, casi todos del mismo tamaño, plantados uno detrás

del otro perfectamente alineados. Muchos hombres escarbando y 

 podando a mano limpia. Con una delicadeza tal; que parecía, que

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cada planta era un tesoro.

Cabello Rizado, por otro lado, caminaba de un lugar a otro

desesperado por la falta de droga; pues nadie le daba crédito por ser 

nuevo, aun cuando, en medio de su ansiedad, trató de negociar conlos jibaros del lugar de diferentes maneras.

Vos Profunda por su parte, se dedicaba a deambular por todo el 

recinto penitenciario saludando y conociendo reclusos, quizás para

evitar los tormentosos momentos atravesados por Cabello Rizado.

 Andando con él conocí muchas vecinas del lugar, me impresionó laenorme colonia, pero me decepcionó saber que solo consumían

sangre cuando no había otra cosa para comer y por lo tanto vivían muy 

 poco. Debo confesarles que, a pesar de mis esfuerzos, nunca pude

cambiar sus hábitos alimenticios. Por eso, hoy sé, que existen seres

que a pesar de las ofertas recibidas, ¿y cual oferta puede ser más

grande a la vida eterna?, nunca venden sus principios y convicciones.

Mis cuatro compañeros se reunían en el espacio exterior, al final de la

tarde, para tomar sol y disfrutar de un poco de esparcimiento. El 

espacio exterior era un lugar sin fronteras abarrotadas, ni puerta en

sus límites. En el centro había una plazoleta con piso de cemento

rodeada, por un lado, de una zona árida y polvorienta con algunos

destellos de haber sido un campo de gramas, en otros lados se podía

ver algunas canchas deportivas también polvorientas donde se

asomaban algunos fragmentos de piso de cemento. También

destacaban unos ruinosos bancos de cemento donde se recibía la

visita. Esta plaza lindaba, además, por un lado con las paredes del 

 penal en el norte y en el sur con dos cercas custodiadas por Guardias

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Nacionales encaramados en torres de vigilancia, muy cercanas una de

la otra.

El segundo domingo en la Penitenciaria General de Venezuela, día de

visita, llegó cargando de esperanzas, esta vez Cabello Rizado y CaraDulce estaban tejiendo deseos con la espera parados frente a la

 puerta por donde sabían entrarían los visitantes. En esta penitenciaría

los visitantes no entran directamente a los pabellones, aquí los

reclusos esperaban en el espacio exterior. Los muy seguros de recibir 

visitas se acomodan cerca de la puerta de entrada, los no tan seguros

en mitad de la plazoleta a la expectativa, pero sin acercarse mucho ala puerta para evitar el bochorno de una espera infructuosa, y aquellos

que no esperaban vistas, deambulan sin horizonte claro en busca de

un buen punto de observación. Los otros, quienes no estaban en

ninguna de las tres categorías anteriores, se dedicaban a dar las

últimas revisiones a los estantes donde exhibirían el trabajo de la

semana.

De pronto, casi de la nada, apareció en la entrada, la cabezada del rio

humano y, para alegría de Cabello Rizado y de Cara Dulce, quien

lideraba el grupo era la madre del primero. La mujer, siempre

acompañada de su hija, casi corrió hasta donde estaba su hijo para

fundirse en un furioso abrazo. Cabello Rizado, siempre anteponiendosus necesidades, después del segundo abrazo y antes de uno de los

tantos besos, pidió dinero a su madre para su carencia; cuando ésta

se lo dio, salió corriendo como loco perdiéndose entre reclusos y 

visitantes. El hombre con migas de madera, quien se encontraba

cerca, un tanto avergonzado por la actitud de su compañero, se acercó

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a la distinguida dama. Quien, disimulando la preocupación por su hijo,

orientó su atención asía el atento preso que se le acercaba.

 ─ Es La droga, no lo deja tranquilo— se disculpó la mujer con el 

hombre con migas de madera. ─ Aquí no hay problema con eso. Todo el mundo se mete―su notaǁ —

contestó Migas de Madera, amablemente.

 ─ Si, pero él es diferente, queda indefenso cuándo esta drogado.

 ─ Todos quedamos indefensos señora, por eso debemos cuidarnos

unos a otros en esos momentos. Aquí no tenemos problemas como en

otras partes, porque uno se encierra y no molesta a nadie y nadie lomolesta a uno.

 ─ Muchas veces el peligro está en los mismos compañeros. — replicó

la mujer en vos baja.

 ─ No señora, usted necesita darse una vuelta por los pabellones y ver 

como son las cosas aquí— hizo una pausa buscando las palabras

 para continuar explicando— aquí viven solamente dos presos en cadacelda. Razón por la cual, hay muy escasas riñas por espacio entre

compañeros. Mejor aún, cada quien cuida de su compañero para que

su compañero cuide de él. Por vivir de eso modo, vivimos más

tranquilos.

 ─ De todas maneras, yo tengo un trato con uno muchacho para que lo

cuide— dijo con cierto matiz de picardía, dejando entender el vínculosexual implícito para proteger a su hijo.

 ─ Señora, aquí su trato no es necesario. Si su hijo se porta bien, no

necesitará ser cuidada por nadie, aquí las cosas son diferentes — dijo

haciendo énfasis en cada oración para resaltar su significado.

 ─ ¿Usted cree?

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 ─ Claro, señora, su hijo es muy pila— dijo esto para destacar la

inteligencia y audacia de Cabello Rizado.

 ─ Hola mujer — saludó Cara Dulce en son de broma, cobijando las

 palabras en sonrisas, se veía tranquilo y relajado como nunca antes

recuerdo haberlo visto. Este penal no era parecido al Rodeo donde

una sonrisa tiene su precio en ira, sudor y sangre, acá la esperanza es

esquiva, pero de vez en cuando se refugia en una sonrisa para

iluminar una mirada. El entusiasmo por la promesa de paz del recinto

 potenciaba las acciones de Cara Dulce quien disculpándose con un

malhecho saludo militar con su compañero, tomó a la mujer del brazo

y se la llevó con él — venga para mostrarle donde vivimos — dijo ya

encaminándola a los pasillos internos del penal, la hija como siempre

echó a andar con su madre. El andar callado entre pacillos desiertos

transformó el entusiasmo en ansiedad y la ansiada en nerviosismo —

Pensé que no vendría — dijo tratando de espantar el silencio, pero la

mujer no contestó. Poco a poco, mientras los nervios de la mujer se

subordinaban a la voluntad de Cara dulce, el andar de la dama se

hacía más seguro y confiado, alentado, quizás, por la reflexión de sus

 pensamientos.

 ─ El señor con quien hablaba me dijo que esta cárcel no era tan

 peligrosas como otras — dijo la mujer súbitamente mientras seguía a

Cara Dulce.

 ─ Todas las cárceles son peligrosas — respondió Cara Dulce dejando

escapar su propio nerviosismo.

Las dos mujeres y el hombre continuaron su andar en silencio, todos

con mucho por decir, pero esperando a que otro lo dijera, presintiendo

que cualquier cosa a decir habría de ser muy sería. Yo por mi parte, les

seguía entre vuelos y caminatas a través del techo. Cuando llegamos a

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nuestro pabellón, encontramos a Cabello Rizado en su mundo

sentado en su cama, doblegado por las drogas, la madre trató de

acompañar a su hijo, pero Cara Dulce la tomó del brazo y la obligó a

seguirlo a su mundo enrejado.

 ─ Estoy trabajando en la carpintería, en algo muy especial. La voy a

sorprender, usted va a ver — comenzó diciendo Cara Dulce

atropellando las palabras para evitar las preguntas.

 ─ ¡Escúchame, escúchame!— Gritó la mujer — escúchame una cosa,

el señor con quien acabo de hablar me dijo que esta cárcel no era tan

 peligrosa. Si eso es así, y yo creo en él, no necesito seguir 

revolcándome con usted para proteger a mi hijo— dijo la mujer muy 

segura de sí.

 ─ Todas las cárceles son peligrosas — dijo Cara Dulce y haciendo

caso omiso de la actitud de la mujer y continuó con su conversación—.

Le voy a hacer un regalito de madera ¿Qué quiere que le haga?—

 preguntó Cara Dulce ignorando los gestos de la mujer.

 ─ No quiero nada de ti. Mejor dicho, quiero dejar claro hoy que nada

más pasará entre tú y yo. Y no quiero que a mi hijo le pase nada por 

eso ¡¿Entendiste?!— sentenció la mujer acentuado la pregunta.

 ─ Si te entendí — contestó traicionado por su tristeza, pero bajando la

cabeza para ocultarla.

La mujer escuchó la respuesta y sin tomar en cuenta el estado de

ánimo de Cara Dulce, dio media vuelta y salió de nuestro mundo a

encontrarse con su hijo.

Cara Dulce entró algo agitado al mundo enrejado de Migas de

Madera. Ya había terminado la visita y casi todos los reclusos

regresaban del espacio exterior.

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 ─ ¡Epa!— dijo Cara Dulce en son de saludo.

 ─ Epa — contestó Migas de Madera desde su cama donde estaba

tendido.

 ─ ¿Por qué le dijiste a la mamá del chamo que aquí no pasaba nada?— aunque la pregunta era un reclamo evidente, su vos era tranquila y 

 pausada.

 ─ Para la visita, no son sanas las preocupaciones innecesarias. Ya

bastante tienen con los avatares de la cárcel, para también nosotros

inventarles situaciones turbadoras.

 ─ Pero yo tengo un arreglo con ella para cuidarle el hijo— replicóCara Dulce ahora con más fuerza.

 ─ No sabía ―panitaǁ — dijo el hombre acusando el reclamo— ¿En

que quedaron?

 ─ ¿En qué íbamos a quedar? Se terminó el negocio.

 ─ Yo creo que es mejor así, a veces esos peluches traen problemas,

cuando cogen cancha y hacen pueblo, hay que andar cuidándose deellos.

 ─ Ese chamo no, ese chamo fuma mucha droga.

 ─ Todos nos metemos droga.

 ─ Si, pero él es más bravo.

 ─ ¿Cuánto te pagaba la vieja?

 ─ Teníamos un arreglo personal. ─ ¡Caramba chamo!, tú tienes problemas — dijo con cierto tono de

burla— cuando ese chamo haga cancha te va a mata como a un perro.

 A nadie le gusta que abusen de su mamá— se levantó sobre su

cuerpo para acercarse más a Cara Dulce —. Tú solo tienes por hacer 

una de dos cosas: ponte adelante y mándalo al mundo de los

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acostados o busca la forma de cambiarte a otra parte.

 ─ Yo estoy enamorado de esa tipa— dijo Cara Dulce entre dientes.

 ─ Cuando se está encanado, uno se enamora hasta de las fotos de los

 periódico — hizo una pausa para pensar las palabras a decir,

consiente como estaba de la seriedad de los asuntos del amor para

los presos—. Bueno, para vivir de fantasías es mejor una mujer segura

todas las visitas, aunque lo maten a uno por eso.

Cara Dulce abrió levemente la camisa dejado ver el revólver en su

cinto, Migas de Madera sonrió al ver el revólver comprendiendo las

intenciones de Cara Dulce.

 ─ Mira―panitaǁ, ¿Porque usted no habla con la vieja de nuevo y le

dice que las cosas son más peligros de lo dicho por mí? — Dijo

tratando de no vincular el revólver, asomado en el cinto, en la

conversación—. Chamo, yo no te conozco a ti, ni conozco al otro

chamo; pero aquí la visita se respeta. Porque si se trata mal a tu visita.

Ella se reúne con la mía, allá afuera, y le cuenta, entonces mi visita se

 preocupa y ya estamos bien fregados para también fregar a nuestros

familiares — al decir esto, dejó escapar su rabia — además, ―panitaǁ,

a mí no me sometes tú con tu bicho — dijo al final intentando dar por 

terminada la conversación.

 ─ Tranquilo chamo yo no quiero someterte, estoy preocupado y la

 preocupación me hace hablar feo— dijo excusándose por su error.

 ─ Vete de aquí vale, que me están haciendo molestar — sentenció por 

último Migas de Madera.

Cara Dulce se quedó unos momentos tratando de excusar su desliz 

con el revólver ante Migas de Madera. Yo aburrido por la conversación

salí de ese mundo enrejado y me dedique a pasear por los pasillos. Vi 

a Vos Profunda saliendo por la pesada puerta del hierro del pabellón y 

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como no tenía nada por hacer me fui tras él.

El arquitecto

Siguiendo al hombre de la vos profunda pasé por varios pabellones.

En uno de ellos, había una pelea; dos hombres batallaban, uno contrael otro, bajo el abrigo de la muerte; al final, la sangre cubrió el piso y el 

 poseedor de las heridas más generosas cayó, aterrado, del pedestal 

de la vida. Yo baje a comer de su desgracia para distanciar, aún más,

la mía; Mientras el hombre de la vos profunda exageraba sus saludos

hasta el ridículo en busca información sobre la pelea.

En otro de los pabellones, donde entramos, el ambiente era placido y 

tranquilo. La mayoría de los hombres charlaban entre sí y reían por 

cualquier cosa. Algunos miraban un pequeño televisor ubicado

estratégicamente en un rincón del espacio. Algo muy interesante

estaban viendo en la televisión; pues de vez en cuando, se

despegaban de ella para gritar y jugarse bromas los unos a los otros.un lado de la reja de entrada del pabellón, estaba sentado un recluso,

bastante famélico y algo cansado a simple vista; pero silencioso y 

tranquilo. El hombre estaba tratando de armando una especie de

castillo con pequeños trozos de madera; una hilera de gotas de sudor 

resbalaban de su frente y, después de recorrer algunas de las arrugas

de su rostro, casi siempre iba a para a la pequeña estructura demadera en construcción. Cada vez que el famélico hombre lograba

colocar un trozo de madera con éxito, una sonrisa nacía en su rostro,

lo cual, hacia más tortuoso el recorrido de las gotas de sudor. Les

confieso que en ninguna cárcel había visto tantas arrugas en el rostro

de un preso.

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De pronto, alguien llamó a Vos Profunda para mostrarle algo en el 

televisor y este fue casi corriendo. Después de mirar detenidamente

rompió en una carcajada al unísono con el resto del grupo. Alguien

dijo algo del hombre callado que hacia castillo de madera en la puerta

del pabellón.

 ─ ¡Epa viejo!, ven para que veas esto— dijo Vos Profunda al hacedor 

de castillos de madera.

El hombre no contestó y continuó sumido en sus labores.

 ─ Deja ese viejo tranquilo, él se lo pierde— dijo un preso que saltabade alegría frente al televisor.

 ─ Vente viejo para que veas esto— insistió Vos Profunda mientras iba

hasta él y lo tomaba del brazo.

Pero cuando Vos Profunda tomó al hombre del brazo accidentalmente,

se los puedo jurar, tropezó con el pequeño castillo de madera en

conducción y lo derribó. ─ ¡Virgen del valle! — exclamó el Hacedor de Castillos mientras se

 persignaba. De un brinco se levantó del piso, simultáneamente

recogió su ―medio brazoǁ y se puso en guardia para atacar a Vos

Profunda.

 ─ ¡Va a pelear el viejo! — gritó entre carcajadas el hombre que

momentos antes, saltaba frete al televisor.Casi todos los presos del pabellón rieron con el saltarín y, celebrando

el combate, rodearon a los dos presos; vitoreando cada uno de los

torpes y lentos movimientos del hombre viejo.

El Hacedor de Castillos empuñaba su―medio brazoǁ con firmeza.

Pero el resto de su cuerpo apenas se podía estar en pies. Sus piernas

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arqueadas temblaban sin cesar, no sé si por los nervios o por la

fragilidad de su cuerpo.

 ─ Vamos viejo— gritaban los presos al hacedor de castillos, haciendo

un jolgorio de mofas y burlas de su batallar. No obstante, su graciosa

fragilidad, su rostro era tan sobrio y amenazante como el de cualquier 

 preso en combate.

 ─ Tranquilo viejo, no te moleste, eso lo volvemos a armar de nuevo—

decía Vos Profunda mientras esquivaba los lentos y torpes zarpazos

del Hacedor de Castillos.

Sin embargo, en uno de esos zarpazos el ―medio brazoǁ del hombre

que armaba de castillos, alcanzó a Vos Profunda en una pierna, los

 presos hicieron algunas bromas más. E, incluso, alguien lanzó un

 paño indicando el final de la pelea. Pero el Hacedor de Castillo

continuó lanzando sus zarpazos, torpes y lentos, sin cesar. Vos

Profunda, herido en una pierna, ya no podía esquivarlos con la misma

facilidad. Atajaba los zarpazos en el aire, pero sin moverse del lugar 

donde se encontraba. Hasta que, por fin, casi por instinto, se llevó la

mano a su cinto y extrajo su pequeño y bien afilado chuzo que tan

temido había sido en el Rodeo.

 ─ Mosca chamo que matas al viejo— gritó el saltarín.

 ─ Tranquilo, no le voy a hace nada. Pero llévatelo para allá porque

estoy herido— dijo Vos Profunda sin dejar de pararse en guardia frente

a su rival.

 ─ Vamos viejo, quédate tranquilo— dijo alguien.

Pero el hombre viejo zumbaba zarpazos a quien se la acercaba. Uno,

dos, tres zarpazos consecutivos. Y Vos Profunda, se vio obligado a

retroceder hasta la pared. Ya no podía retroceder más, ni la pared ni 

su pierna herida se lo permitían. Sólo quedaba su pequeño chuzo. Así 

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que, cuando vino el siguiente ataque, Vos Profunda sólo necesitó

apartar con suavidad, casi con cariño, el brazo armado del hombre y 

con el mismo movimiento hundir su chuzo en el pecho del Hacedor de

Castillos, con una facilidad tan pasmosa que pareció que ambos

hombres estuviesen de acuerdo, uno para matar y el otro para dejarse

matar. El Hacedor de Castillo hizo un último intento por atacar a vos

 profunda; pero la sangre manando de su pecho. Le hizo entender que

estaba muriendo; y para disfrutarlo se dejó caer ante su rival.

Vos Profunda trató de ayudarlo cuando lo vio en el piso; pero una

mano sobre su hombro lo hizo desistir.

 ─ Corre―panitaǁ, ese ese viejo tiene pueblo — dijo el dueño de la

mano.

Vos Profunda comprendiendo la magnitud del problema, aprovechó la

confusión para retirarse sigilosamente. Yo, que aunque hubiese

querido no lo habría podido alcanzar, pues apenas alcanzó la puesta

echo a correr, me acerque al moribundo para mirar mejor su rostro.

Curiosamente la gota de sudor continuaba resbalando de su frente

haciendo el tortuoso recorrido a través de las arrugas de su cara. Su

 pecho bañado en sangre le daba un aspecto delicioso. Pero yo me

abstuve de bajar porque ya había comido y no valía la pena

arriesgarse si no tenía hambre. Además, por respeto a la fiesta del 

moribundo que rendía complacido su sinuosa vida a un acabar 

honroso. No obstante el recluso miró al techo y al verme sonrió. Yo

también lo salude; pero, para mi pensar, eso no lo vio porque ya

estaba muerto.

Cuando regresé al mundo enrejado, encontré a Cara Dulce, Olor a

Periódico y Cabello Rizado reunido con Vos Profunda hablando de lo

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sucedido con el Hacedor de Castillo.

 ─ Qué ironía, morir por una tontería hecha de palitos — dijo Cabello

Rizado a manera de reflexión. ─ Mire convive no fue mi culpa, yo le dije que se quedara tranquilo, yo

no quería pelear, pero el viejo quería matarme o que yo lo matara—

hizo

una pausa viendo la cara de desconcierto de sus compañeros —

miren lo

que me hizo — dijo como último extremo mostrando la herida paraconvencerlos.

 ─ Yo no quiero morir por una pendejada como esa, ese viejo tenía

mucho pueblo — dijo Cabello Rizado.

 ─ Los viejos no tienen pueblo y los muertos no dejan pueblo, los

 presos solo apoyan a quienes los apoyan a ellos cuando estén en la

chiquita.Esos tipos están molestos, no por el viejo muerto, están molestos

 porque yo

fui a su pabellón y maté a uno de ellos en su cara. Están molestos por 

mi 

abuso— así reflexionó Vos Profunda.

 ─ Si me llegan a matar por esa tontería y alguno de ustedes quedavivo, por favor díganle a mi mamá que me mataron por un tabaco de

mariguana o por una bolsa de cocaína, no quiero que mamá sepa que

me

mataron por unos palitos de madera o por el abuso de otro— dijo

Cabello

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Rizado.

 ─ ¡Por Dios! No seas negativo, nadie te va a matar — corrigió Cara

Dulce

 ─ No es ser negativo, somos nuevos aquí y la gente de este pabellón

no se va a arriesgar por nosotros— ratificó Olor a Periódico.

 ─ También éramos nuevos en el Rodeo cuando entrompamos con el 

ayudante de Bam - Bam— replicó Vos Profunda.

 ─ Si, pero el ayudante de Bam— Bam se metió con todo el pabellón

 pegándole candela. Y ahora fuiste tú quien fue a matar a un tipo en

otro

 pabellón— dijo Cabello Rizado.

 ─ Bueno chamo, si me dejan herido y ustedes ven que podría quedar 

invalido, termínenme de matar, por favor. No quiero ser un estorbo

 para

nadie— dijo Olor a Periódico.

 ─ Debe ser bravo quedar inválido en la cárcel – reflexionó Cabello

Rizado.

 ─ Si, pero lo apretado es que cuando te quedas a depender de otro

 para, generalmente, te dan algún beneficio de libertad para que te

valles a

morir a su casa. ¿Y tú sabes cosa brava? Llegar invalido a tu casa

después

de una ―canaǁ, es mejor morirse — dijo Vos Profunda— de todas

manera

— continuó— si me llegan a matar quiero pedirles un favor. No quiero

salir

alado por las patas como un animal, o metido en un saco para evitar 

ser 

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visto, o zumbado en un camión boteo como basura. Si me matan

búsquenme

un cajoncito y mándenme para fuera como a una persona. Así quienes

me

vean no van a pesar que soy un preso común y corriente, pensaran

que soy 

una persona– concluyó diciendo Vos Profunda.

 ─ Están hablando feo, la muerte no será nuestro destino. No teman, la

virgen de la candelaria tiene más rango que un General y ella va a

meter su

mano– sentenció Cara Dulce, dando por terminada la conversación.

En ese momento se escucharon ruidos en la puerta de entrada de

nuestro pabellón, me asomé para ver el origen de los ruidos; era el 

saltarín y

un grupo de presos de su pabellón, hablando con el hombre con

Migas de

Madera, el agricultor y con casi todos los presos del nuestro pabellón.

Después de hablar un largo rato con los visitantes, el Agricultor y Migas

de

Madera se acercaron hasta nuestro mundo enrejado.

 ─ Los chamos dicen que uno de ustedes fue a su pabellón y mató a un

 pobre viejo— dijo el Agricultor.

 ─ Yo fui— dijo Vos Profunda poniéndose al frente de sus compañeros

—. Pero no maté a nadie voluntariamente, solo me defendí para evitar 

una

mala muerte.

 ─ Este pabellón no tiene―culebraǁ con nadie y no queremos que se

―enculebreǁ, por eso te pedimos, de ―panaǁ, sal, habla con ellos y 

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arregla tus

asuntos — aconsejó Migas de Madera con vos paternal y melosa. ─ 

Chamo, nosotros venimos del Rodeo. No somos cogidos a lazo, si 

tú quieres que salga ven a buscarlo— dijo Cara Dulce poniéndose al 

frente

de sus compañeros mientras tomaba el revólver del cinco tiros en su

mano

derecha, su―medio brazoǁ en la mano izquierda.

Un nuevo grupo de reclusos se unió al Agricultor y a Migas de Madera;

estos hombres estaban armados con chopos rudimentarios hechos a

mano,

algunos de estos chopos están amarrados con trenzas de zapatos o

tiras de

telas procedente de retazos de sabanas. Cara Dulce levantó su

revólver y lo

apunto a la cabeza del Agricultor. Mientras Cabello Rizado tomaba las

llaves

y abría la reja a toda su capacidad. Fue entonces cuando me percaté

del 

candado de la reja.

Olor a Periódico y Cabello Rizado salieron al exterior del mundo

enrejado. Cara Dulce y Vos Profunda continuaron en el interior. Todos

con

sus medios brazos en mano, Vos Profunda tenía el mismo pequeño y 

afilado

chuzo por mil rezones temido en El Rodeo.

 ─ No quiero culebras, en el pabellón— dijo Migas de Madera, en tono

conciliador — ustedes no se preocupen, yo hablaré con los chamos y 

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todo se

arreglará. — dicho esto se retiró con su grupo rumbo a la entrada del 

 pabellón donde lo esperaba el preso saltarín.

Salí al pabellón para observar el desenlace de la situación, pero no

me

alejé mucho, por si acaso sucedía algo en nuestro mundo enrejado.

Migas

de Madera y Saltarín estuvieron discutiendo durante un buen rato en

ocasiones hasta se molestaron y levantaron la vos, pero al final 

 parecieron

llegar a un acuerdo y se despidieron dándose la mano.

 ─ Yo no sé por qué tanta mente por ese viejo — decía Vos Profunda

cuando entré, de nuevo, al mundo enrejado– si los viejos no tienen

 pueblo. ─ Si no tienen real — replicó Cabello Rizado– quien tiene real 

tiene

 pueblo – reflexionó.

 ─ Aquí no, aquí tú puedes comprar algunos protectores; pero ¿Y los

demás? Aquí debes defenderte y defender a tu pueblo; así tu pueblo te

defenderá a ti. Y si te pasa algo, tú reclamas o tu pueblo reclama por ti 

 –

replicó Cara Dulce.

 ─ ¡Los viejos no tienen pueblo!, todo ser tiene su doliente, mírense en

este espejo, semejante lio por un viejo — acotó Olor a Periódico. ─ Los

débiles no tienen pueblo. El rollo no es por la muerte del viejo

que se puso evitar si alguno hubiese intervenido, Ellos querían

someterme,

querían que yo me dejara malograr por respeto a ellos. Y como no lo

hice,

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ahora quieren castigarme para mostrar su poder a este y a todos los

 pabellones. Pero si bajamos la cabeza ahora por un hombre sin

 pueblo, va

ser muy difícil levantarla cuando entrompemos un problema serio. –

concluyó

Vos profunda.

 ─ Bueno el caso es que debemos tomar medidas para no acabar 

muertos por el pueblo de un hombre sin pueblo — decretó Cara Dulce

sabiéndose el centro de la conversación; pues, como sus compañeros

tenían

resentimientos ocultos entre sí, todos enfocaban sus opiniones hacia é

 – de

ahora enadelante ninguno sale solo ─ concluyó

 ─ ¿Ni para ir a la siembra?– preguntó Olor a Periódico. ─ Bueno

 podrás ir a la siembra un rato en la mañana y yo te

acompañare, después yo iré a la carpintería y tú me acompañarás –

luego

dirigiéndose a Vos Profunda y a Cabello Rizado - cuando no estemos,

ustedes deben quedarse encerrados y no deben abrirle la reja a

nadie–

luego dirigiéndose a Vos Profunda– tú no puedes salir solo para

ninguna

 parte. Si vas al baño deberás esperar por nuestra compañía.

 ─ ¿Y si tengo muchas gana?

 ─ Te haces encima como hacías cuando estábamos en el pote– los

dos hombre no pudieron evitar mirar a Olor a Periódico– y tú no valles

a salir 

sin compañía– dijo a Cabello Rizado.

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Vos Profunda miró a ambos lados del infinito, tomó impulso para correr;

 pero, decepcionándonos a todos, solo pegó un corto brinco, para

luego continuar caminando siempre buscando sus temores en los

recodos, con mucha cautela, parándose un instante cada vez que le

tocaba pasar frente a alguno de los mundos en su camino.

Por fin pudo alcanzar el baño, trató de dejar la puerta abierta, pero no

 pudo y casi inmediatamente se oyó la explosión de sus intestinos

vaciándose. Momentos después se abrió la puerta y Vos Profunda se

asomó, casi en cuclillas, como los pantalones hasta las rodillas y una

sonrisa en los labios. Saludando con su mano izquierda por tener a

otra ocupada.

Desde la muerte del Hacedor de Castillos había transcurrido muchos

días de visita. Las cosas, por lo general son poco cambiantes para los

 presos; pero habían cambiado mucho para mis compañeros y para mí.

Cuando Cara Dulce y Olor a Periódico debían salir, a la siembra o a la

carpintería, siempre lo hacían acompañándose uno al otro. Y le

dejaban el revólver al de Cabello Rizado o a Vos Profunda; quienes

debían permanecen juntos hasta su regreso. Lo más difícil era dormir,

 pues cada mundo debía tener un preso de guardia durante la noche y 

al ser solo dos presos por mundo era extenso el turno y reducido el 

reposo.

Vos Profunda abrió la puerta nuevamente y se asomó con los

 pantalones en las rodillas. Las dos mujeres lo saludaron tímidamente,

aun sin entender él porque de tantas precauciones.

 ─ Buenos días señora ¿Cómo está?– dijo Migas de Madera quien

salió no sé de dónde.

 ─ Hola, ¿Cómo esta señor?– dijeron las mujeres casi al unísono,

dejando escapar picaras sonrisas y miradas debeladoras del misterio

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 ─ Ese hombre los tiene enfermos – dijo la madre, refiriéndose a Cara

Dulce, mientras los seguía al interior del mundo enrejado.

Migas de Madera se separó de la mujer y salió del Pabellón. Según mi 

 pensar, para evitar encuentros innecesarios con Cabello Rizado.

 ─ Tú qué sabes mamá– reprochó Cabello Rizado a su madre.

 ─ Ese chamo es―panaǁ señora. Con él, nos hemos batidos en las

buenas y las malas, ahora yo estoy en la mala y él se bate por mí; pero

también se batió por su hijo y por el otro chamo. No hable feo señora,

el chamo es―panaǁ — dijo Vos Profunda mientras se acomodaba en

la cama.

La mujer no siguió discutiendo ante la superioridad de las opiniones, y 

un incómodo silencio se apoderó del mundo.

En alguna parte se escucharon las voces de Cara Dulce y de Olor a

Periódico.

 ─ Qué bueno— dijo Cabello Rizado– ya nos vamos al patio, termino mi 

guardia.

Cara Dulce se detuvo frente al mundo enrejado y sin poderlo evitar su

mirada se encontró con la de la madre de Cabello Rizado. Ella estaba

más digna y altiva que nunca, sus manos se cerraron, no sé si por 

rabia o por algún otro sentimiento comprimido. De todas maneras,

Cara Dulce bajó la cabeza y se hizo a un lado para permitir a Olor a

Periódico pasar a recoger el revólver que ya Vos Profunda le ofrecía.

Luego sin decir palabras los dos hombres se retiraron a sus mundos.

Olor a Periódico se acomodó en su cama con las manos en la nuca y la

mirada en el techo. Cara Dulce tomó un pequeño tronco de madera, al 

que ya se le adivinaba cierta forma humana, y con un pequeño chuzo

comenzó a tallarlo. La madre de Cabello Rizado se paró frente a

nuestro mundo enrejado siempre con sus aires de gran dama, como

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siempre su hija estaba con ella, las dos mujeres miraban en silencio a

Cara Dulce. Cara Dulce continúo trabajando sin levantar la cabeza;

aunque yo sé, que él sabía que ellas estaban allí y lo estaban mirando.

Sin embargo, también sé que estaba tan incómodo como yo ante la

mirada de las mujeres.

De pronto se escucharon dos enormes explosiones en el espacio

exterior, Cara Dulce y yo nos asomamos a los barrotes de la ventana.

Era la carrucha, una pequeña camioneta cava en donde se sacaban

los cadáveres de los presos y la basura, algunas veces se usaba

también para hacer mudanza a algún funcionario del penal. Dos

hombres echaron un cadáver en la parte trasera, otros dos hombres

recogieron unas bolsas negras de basura y también la echaron en la

 parte trasera del vehículo, cerraron la portezuela y dos de los hombres

se fueron adelante con el chofer, los otros dos se guindaron en la parte

trasera de la camioneta. Y, esta, salió haciendo explosiones a lo largo

de la amplia calle de tierra. Habíamos olvidado a la mamá de Cabello

Rizado, pero cuando volteamos ya se había retirado, Cara Dulce

respiró profundo y volvió a tallar su figura de madera.

 ─ Esa vieja te tiene rabia―panaǁ — exclamó Olor a Periódico.

Cara Dulce hizo caso omiso a sus palabras. A mí tampoco me pareció

oportuno su comentario.

 A Cara Dulce le tocaba el primer turno de guardia para prevenir cualquier ataque contra Vos Profunda. La visita apenas había

terminado, pero ya Olor a Periódico estaba dormido, agotado por los

ajetreos de la visita y las guardias anteriores. El segundo turno de

guardia es la difícil; porque, no habiendo dormido en la primera mitad 

de la noche, debía enfrentar el número o conteo de los presos en la

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segunda mitad de la noche, y este dura hasta cuando el Vigilante

quiera.

Por otro lado, en el mundo enrejado de Vos Profunda y Cabello Rizado

este último aún no había regresado del espacio exterior donde seencontraba durante la visita, razón por la cual Vos Profunda se

encontraba haciendo el primer turno. Cara Dulce de vez en cuando se

llegaba hasta el mundo enrejado de sus compañeros para

intercambiar criterios.

 ─ ¡Epa chamo, tenemos problemas, tenemos problemas…!– entrógritando Cabello Rizado.

Escuché cuando entró a su mundo enrejado para casi enseguida

aparecer en el nuestro arrastrando a Vos Profunda; quien, a

regañadientes, accedía a los alones de sus compañeros.

 ─ ¿Qué pasa? — preguntó Cara Dulce.

 ─ Chamo, tenemos problemas – repitió Cabello Rizado tratando decalmarse.

 ─ ¿Qué problemas?– preguntó Vos Profunda mientras se zafaba de

Cabello Rizado.

 ─ Nos echaron―pajaǁ – comenzó diciendo Cabello Rizado para

hablar de una posible delación – un ―panaǁ, de los pocos aun con

valor para hablarnos, me acaba de informar de una requisa para tratar de encontrar nuestro revolver. Al parecer una―brujaǁ fue con el 

chisme al Director y éste ordenó la requisa para tratar de dar con el 

tres ocho.

 ─ Pero si van a tirar una requisa, es porque no saben quién la tiene–

interrumpió Vos Profunda.

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 ─ Qué Problema– dijo Olor a Periódico aceptando como única opción

la recomendación de Cabello Rizado.

Maldiciendo, entre diente, su suerte y sin el mínimo recato por la

 presencia de sus compañeros, se bajó los pantalones y con mucho

cuidado introdujo, la enorme pieza de metal, en su ano. Sin embargo,

como era de suponerse, solo entró la parte del cañón. La parte

correspondiente al soporte de la masa quedó fuera de su ano, pero él 

se las arregló para disimularla con las nalgas. Al subirse el interior, era

casi imposible adivinar la pieza de metal escondida.

 ─ Bueno, ya estamos listos – dijo Cara Dulce dando por terminada la

reunión.

Cabello Rizado y Vos Profunda se retiraron a su mundo. Cara Dulce,

Olor a Periódico y yo, iniciamos la espera en el nuestro. Había un

silencio cómplice en todo el pabellón; obviamente, y a pesar de los

 principios de los presos contra la delación, muchos estaban

involucrados en el chisme del revólver. Olor a Periódico permanecía de

 pies por la incomodidad de la pieza de hierro en su ano. Para tratar de

bajar la angustiosa tensión, producto de la espera, fui a visitar el 

mundo enrejado de Cabello Rizado. Al llegar encontré a los dos

hombres sumidos en el mismo silencio reinante en nuestro mundo, Vos

Profunda estaba tirado sobre la cama con las manos entrelazadas tras

de la nuca y la mirada fija en el techo. Mientras Cabello Rizado estaba

 parado frente a la reja de la ventana que daban a la calle fumando un

tabaco de mariguana, con la mirada perdida en sus pensamientos.

El silencio y la incertidumbre agobiaban la tranquilidad y daban a ese

mundo un aspecto desesperado, no pudiendo resistirlo regresé a mi 

mundo y me acomodé en algún rincón a esperar la anunciada

requisa. No quise meterme tras la imagen de María Lionza porque

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seguramente sería una de los primeros objetos en ser revisado por el 

registrador. Pero el tiempo pasaba y, aunque los presos comenzaban a

recogerse, no se veía ninguna señal de requisa. Ya yo estaba

 pensando en regresar a mi lugar detrás de la imagen de María Lionza

cuando se escucharon los gritos.

 ─ En interiores y para fuera – gritaba alguien mientras el ruido de cien

mil peinillas violaba el silencio, hasta el momento, reinante.

 ─ ¡Llegaron ―panitaǁ! – exclamó Olor a Periódico mientras se

 persignaba con la señal de la cruz.

Los dos hombres se quitaron los pantalones con toda la prisa

 permitida por su excitación y corrieron al centro del pabellón, donde se

encontraron con presos provenientes de todos los mundos. Yo eche a

volar tras mis compañeros. Pero cuando llegué ya los presos se

encontraban agrupados en la parte más ancha del recinto cerca de la

 puerta de la puerta de salida. Detrás de nosotros se escuchaba el desorden causado por los Vigilantes requisando los mundos; delante

de nosotros estaba el jefe de los Vigilantes, acompañado de, no sé

cuántos subalternos. El hombre, mientras esperaba, se entretenía

doblando su peinilla hasta donde su flexibilidad lo permitía. Por fin dos

Vigilantes le plantaron un recluso al frente.

 ─ ¿Tú sabes quien tiene armamento? – preguntó el jefe de los

Vigilantes al recluso plantado frente a él.

 ─ No sé– contestó el hombre entre dientes.

 ─ Ah, no sabes – dijo el hombre cínicamente–, este pajarito no sabe–

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repitió para todos los presentes, algunos de los Vigilantes rieron ante

las palabras del hombre. Pero los presos callaron–, yo los voy a

ayudar a saber 

 – dijo el hombre blandiendo su peinilla. Y a una señal suya, cuatro

Vigilantes se acercaron, también penilla en mano.

 ─ ¿Dónde está el armamento?– preguntó uno de los Vigilantes al 

 preso, este no contestó y el Vigilante le acento tres planazos, con todas

sus fuerzas, en las nalgas. Después del castigo lo empujo a un rincón

del infinito.

 ─ ¿Dónde está el armamento?– preguntó otro Vigilante a otro recluso

y nuevamente tres planazos ante la falta de respuesta.

La pregunta se repetía, una y otra vez. Cada preso interrogado recibía

sus tres planazos y era pasado al rincón de los interrogados. Todos

fueron interrogados menos Cara Dulce y sus amigos quienes fueron

dejados para el final.

 ─ ¿Dónde está el armamento? – preguntó, a Cara Dulce, el 

comandante de los Vigilantes.

 ─ No sé– contestó Cara Dulce, tres planazos recibió del mismísimo

comandante quien, hasta ese momento, no le había pegado a nadie.

Pero no fue pasado al rincón de los interrogados. ─ ¿Dónde está el armamento?– preguntó de nuevo, esta vez Cara

Dulce no contestó, dos nuevos planazos.

La pregunta y los planazos se siguieron hasta tumbar de rodilla al 

 preso doblegado por el dolor; entonces el castigador cesó de castigar 

vencido por el silencio del castigado. De una patada lo empujo hasta

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el rincón de los interrogados. Tan pronto terminó con Cara Dulce, un

Vigilante le puso al frente a Cabello Rizado, la misma pregunta con

nuevos planazos ante el absoluto silencio del preso.

Sin embargo, Cabello Rizado, a mi entender, por rebeldía, respondía a

cada planazo con un potente alarido que estremecía el infinito y 

enardecía al comandante de los Vigilantes, quien para callarlo le

asestaba planazos más fuertes. Una pregunta, un planazo, un alarido,

otro planazo y así hasta secar de gritos la garganta del preso y 

manchar de rojo la peinilla. Cabello Rizado, ya sin fuerzas para gritar,

miró sorprendido la sangre corriendo por sus piernas y el pequeño

 poso a sus pies.

 ─ No me pegues más – dijo mirándose las manos y los pies.

 ─ Échalo para allá– dijo el hombre satisfecho por la paliza propinada.

 ─ ¿Dónde está el armamento?– preguntó el comandante a Olor a

Periódico quien acababa de ser parado frente a él.

Me llamó la atención el absoluto disimulo de la pieza de metal debajo

de su ropa interior. El primer planazo fue justamente a sus nalgas; pero

Olor a Periódico logró agacharse un poco y el planazo cayó a la altura

de sus riñones. El segundo planazo, como el primero logró desviarlo

hasta los riñones, el tercero sobre su espalda. Olor a Periódico sonrió,

a mi entender, aliviado, pues sus riñones descasaron. El cuarto

 planazo lo sorprendió y aunque trató de evitarlo cayó sobre sus nalgas

dejando escuchar el sonido de dos metales al chocar.

El silencio, la más ruidosa expresión de un preso, se apodero del 

infinito. Todos los presentes supieron que Olor a Periódico tenía un

metal en el ano. Sin embargo, ni siquiera el comandante de los

Vigilantes se atrevía a revisar el ano a un preso; pues eso obligaría al 

 preso a matarlo o a dejarse mata por él, de no hacerlo, someterse a

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los abusos de sus compañeros. A un preso se puede golpear, humillar 

o incluso matar; pero si se tiene algún tipo de relación con su ano se

corre el riesgo de morir.

 ─ Bájate los interiores – dijo por fin el comandante.

Conocía el riesgo. Pero hay momentos en la existencia de los seres

cuando las decisiones que comprometen la vida son el único camino

 para evitar una sonrisa burlona.

 ─ Que bríos– dijo Vos Profunda consiente de la excusa ofrecida al 

comandante para obviar la orden dada a Olor a Periódico.

 ─ Que pasó, tú eres duro– dijo el comandante a Vos Profunda–,

tráemelo para acá– ordenó a uno de sus comandados.

Este preso, como los otros, nada diría, eso lo sabían los Vigilantes, por 

eso no hicieron la pregunta de costumbre. Cuatro hombres rodearon a

Vos Profunda e iniciaron el castigo. Cuatro planazos al mismo tiempo y 

un solo lamento. Muy discretamente los hombres hicieron a un lado a

Olor a Periódico y continuaron la golpiza a planazos. Ya Vos Profunda

había caído el piso y no movía; pero los planazos siguieron por un

buen rato.

 ─ Esto fue lo encontrado, Señor— dijo uno de los Vigilantes quien

llegaba acompañado de otros, todos cargando de sabanas llenas de

chuzos, ―medios brazosǁ y algunos chopos rudimentarios, bien y mal,

elaborados.

 ─ Deja esa vaina hay — dijo el comandante envainando nuevamente

su peinilla y preparándose para salir.

 Antes de salir, echó un vistazo a Olor a Periódico. Obviamente tenía un

metal en el ano, pero nadie podía imaginar que era el cañón del 

revólver. Según mi suponer, el comandante y sus Vigilantes pensaron

en algún objeto valioso para Olor a Periódico, tanto como para

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 protegerlo en su anos de la posible avaricia de los Vigilantes.

Excusándose en este razonamiento, presumo, salieron los Guardias

dejando al grupo de hombres frente a una montaña de chuzos,

medios brazos y a Vos Profunda tirados en el piso.

Olor a Periódico fue el primero en correr al montón de chuzos y medios

brazos, y tomar uno para él, uno para Cara Dulce y otro para Cabello

Rizado. Cara Dulce tomó el―medio brazoǁ ofrecido por Olor a

Periódico y procedió a levantar a Vos Profunda quien aún se retorcía

de dolor en el piso. ─ Vamos ―panitaǁ — dijo mientras lo encaminaba

a su mundo enrejado. Cada recluso fue pasando a recoger su―medio

brazoǁ o su chuzo, hasta no quedar un chuzo en el piso ni un hombre

en el infinito. Yo aproveche para bajar a comer y beber de la sangre de

Cabello Rizado, Cara Dulce y del enorme pozo dejado por Voz 

Profunda.

 ─ Epa chamo, pásame una―bombaǁ hay — dijo un recluso, con una

bolsa en la mano a Cara Dulce:dijo ―bombaǁ refiriéndose al dinero. ─ No tengo horita chamo, después arreglamos cuenta— respondió

Cara Dulce.

 ─ ¿Tú le compras ―mafafaǁ a ese chamo?— preguntó Cabello Rizado

a Cara Dulce.

 ─ Si, ese chamo tiene buenos precios y resuelve bien, sobre todo a

quienes reciben visita ─ Ahora cuando venga mi mamá le voy a comprar a él para probar su

mercancía.

Les cuento este hecho sin relevancia aparente porque, todavía hoy, la

duda me asalta, y no sé si este simple hecho fue parte de una

estratagemas de Cara Dulce en pro de un bien mayor, o es un hecho

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sin importancia llevado por la casualidad a formar de acontecimiento

estructurales de esta historia.

Cara Dulce y sus compañeros estaban reunidos en el mundo de

Cabello Rizado preparándose para recibir la visita. Vos Profunda

 permanecía acostado, aún convaleciente por los planazos recibidos,

no había ido a enfermería previendo posibles ataques cuando

estuviera solo. Los demás estaban bastante recuperados del castigo

aunque Olor a Periódico sangraba cuando iba al baño; no sé si por los

 planazos recibidos en el riñón o por los recibidos en la estructura de

metal escondida en su ano; pero el ano lo tenía roto y orinaba sangre.

 ─ Ya va a entrar la visita— dijo Cabello Rizado.

 ─ Yo voy a salir primero al patio, para ver gente — dije Olor a Periódico

mientras se levantaba de la cama con cierta dificultad.

 ─ Yo también saldré a ver gente. Esta situación me está ahogando, no

sé cuándo va a terminar — dijo Cara Dulce denotando cansancio en

sus palabras.

 ─ Ojala nos cambiaran, ojalá, pasara algo, me duele el cuerpo, tengo

cuatro días sin dormir y esos diablos siempre a la expectativa, siempre

casando— dijo Cabello Rizado.

 ─ Tranquilo, algún día pasará— dijo Cara Dulce — vamos al patio—

ordenó a olor a Periódico— vista y pendiente— dijo a los que se

quedaron.

Los dos hombres salieron del mundo enrejado diciéndose algunas

bromas. Pronto retumbó en el ambiente el ruido de algunos de los

visitantes.

 ─ ¡Dios te bendiga mijo! — gritó la madre acelerando el paso para

abrazar Cabello Rizado.

Con la confianza dada por la costumbre entró a nuestro mundo y se

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fundió en un abrazo, no correspondido, con su hijo. El hijo se dejó

abrazar excusándose en una sonrisa de indefensión ante su hermana

quien, con movimientos de cabeza, desaprobaba la actitud de su

madre.

 ─ ¿Cómo esta señora?— dijo Vos Profunda desde la cama, mientras

trataba de inclinarse para darle más énfasis a sus palabras.

 ─ ¿Qué te pasó?— preguntó la mujer preocupada.

 ─ Nada mamá, nos pelaron por el revólver — dijo Cabello Rizado

restando importancia a lo sucedido.

 ─ Yo se los he dicho, cuantas veces no se los he dicho, ―ese revólver 

les va a traer problemasǁ, y no me hacen caso. Ya hace tiempo que

tuviste ese problema— dijo la mujer dirigiéndose a Vos Profunda— y 

nada ha pasado, ¿Por qué ha de pasar ahora? Déjense de eso

muchachos. Traten de llevar una vida tranquila y en armonía con los

otros presos. Aquí, aparentemente, las cosas son más calmadas, los

 presos de aquí quiere tranquilidad y paz— se hizo un silencio

inexplicable —. Tu papá te mandó saludos— dijo tratando de cambiar 

el tema ante la desaprobación de sus palabras por los dos hombres.

La conversación se desvió asía relatos de las actividades de amigos y 

vecinos, y como esos son temas aburridos para mí, decidí salir del 

mundo enrejado.

 ─ Necesito dinero mamá, — escuché decir a Cabello Rizado cuando

salía del mundo.

Yo sabía que saldría a comprar drogas, razón por la cual espere un

 poco para acompañarlo por si acaso había alguna actividad 

interesante.

 ─ Quédate con él mamá y no lo dejes solo, yo vengo ahorita mismo—

dijo Cabello Rizado. Conocía el peligro de dejar a su madre con Vos

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Profunda. Pero los presos, generalmente, no atacan cuando la visita

está presente. Sobre todo cuando la visita es ―paisaǁ o, lo que es lo

mismo, cuando los visitantes no parecen delincuentes, porque ello le

acarrearía problemas en el pabellón, para el atacante y para su visita.

 Además, a una visita asustada no le importa acusar al atacante ante

los Vigilantes o las autoridades del penal, más aún si son mujeres.

 ─ Déjame el revólver — dijo Vos Profunda al de Cabello Rizado

cuando salía.

 ─ Yo no lo tengo— respondió, regresando sobre sus pasos.

 ─ ¡Qué problema! – exclamó enojado, Vos Profunda.

 ─ No te preocupes mijo, aquí no pasa nada vete tranquilo— dijo la

madre conciliadora

 ─ Ven rápido―panitaǁ — dijo Vos Profunda a Cabello Rizado quien ya

se devolvía para compensar con su presencia el descuido de Cara

Dulce al llevarse el revólver. Cabello Rizado sonrió con alegría de niño

 por el permiso recibido de su compañero y salió con pasos ligeros,

casi corriendo, rumbo al espacio exterior. Yo para mantenerme cerca

debí volar de pared en pared.

Cabello Rizado salió al espacio exterior en busca de algún jibaro

abastecedor de drogas. Pero su sorpresa y disgusto se elevaron al 

máximo al ver solos los lugares donde regularmente se apostaban los

ibaros a los cuales él les compraba normalmente. Sin embargo, lacalma regresó cuando descubrió al jibaro quien Cara Dulce le había

 presentado esa misma mañana.

 ─ ¿Qué pasa? ¿Qué me tienes?– dijo Cabello Rizado al jibaro. ─ Aquí 

está la ―mafafaǁ — dijo el jibaro mostrándole una bolsa plástica

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— . Pruébala, verás que yo no vendo basura.

 ─ Está buena— dijo Cabello Rizado después de colocar un poco en la

 planta de su mano y pegarle la lengua.

 ─ Así no— dijo el jibaro — date un pase de verdad.

 Ante tal invitación, Cabello Rizado no la pensó dos veces para aspirar,

de una sola vez, todo el polvo colocado en su mano.

 ─ Date un pase de mariguana para pasar la nota ─ continuó

aconsejado el jibaro

Cabello Rizado tomó el tabaco de mariguana ofrecido y, olvidándose

del compañero en su mundo, se agacho a disfrutar el placer 

 proporcionado

 por la droga.

 ─ Toma, date otro pase — dijo de nuevo el jibaro mientras ofrecía otra

 porción de polvo blanco.

Cabello Rizado sin mediar palabras aspiró la segunda porción. Sin

embargo, esta vez pareció demasiado. Y en mitad de su alucinación

comenzó a llamar a su madre. Según mi pensar, estaba recordando su

compromiso de regresar pronto con ella, y se angustiaba porque sus

 piernas

no le respondían.

 ─ ¡Epa chamo! ¿Qué pasó? ¿Te cayó mal la nota?— dijo el jibaro

 preocupado por la actitud del cliente.

 ─ ¡Mamaaaa, mamaaaa, mamaaaa…! — gritaba el drogadicto. ─ Ya

voy chamo, voy a buscarla— dijo el jíbaro mientras salía a paso

veloz en busca de la madre de Cabello Rizado.

Yo viendo la preocupación del hombre, volé tras él para apoyarlo de

alguna manera en su búsqueda de la mujer.

 ─ ¡Señora!— gritó el jibaro cuando llegó al mundo enrejado donde

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estaba la madre del drogado.

 ─ ¿Qué pasa?– preguntó la madre sobresaltada.

— ¡Su hijo se metió una nota mala y está casi loco en el patio! ─ ¡Dios

mío, mi muchacho!– exclamó la mujer mientras de un salto se

 ponía en pies en busca de la salida para ir al encuentro de su hijo. ─ 

Un momento señora, usted no se puede ir y dejarme solo – dijo Vos

Profunda mientras hacía esfuerzos por levantarse de la cama. ─ No

señor, mi muchacho está primero – dijo la mujer sin hacer caso a

las palabras del recluso.

 ─ ¡Usted no me puede dejar solo! – gritó el recluso terminando de

levantarse, pero sus esfuerzos y protestas se perdieron cuando la hija

de la

mujer, quien se había rezagado en la salida, lo empujó con todas sus

fuerzas

de nuevo a la cama. El hombre cayó pesadamente en la cama

mientras la

muchacha aceleraba el paso para alcanzar a su madre ya fuera del 

mundo y 

encaminada en pos de su hijo.

Vos Profunda intentó levantarse de nuevo, pero no pudo y se rindió

ante los dolores de su cuerpo. No sin antes pegar unos cuantos gritos

 para

hacer regresar a la madre de Cabello Rizado.

Yo salí del mundo enrejado imaginado a las dos mujeres lejos en su

andar, pero me sorprendí al ver a la hermana de Cabello Rizado

caminar tan

lento que podía alcanzarla, incluso, sin necesidad de volar. El lento

andar de

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la muchacha obligaba a la desesperada madre, ansiosa de correr 

hasta el 

espacio exterior, a detenerse para esperarla; pero ésta, ni por los

reproches

de la madre trataba de apurar el paso. Cuando llegamos al espacio

exterior 

 pudimos ver a Cabello Rizado agachado en el centro de la plazoleta

con un

tabaco de mariguana entre los dedos y la mirada perdida en sus

fantasías.

Me extraño que estando en un sitio tan visible, desde cualquier parte

del 

espacio exterior, no estuviera con él Cara Dulce u Olor a periódico. La

madre terminó de llegar hasta su hijo casi corriendo, ya olvidándose

de su lenta hija. Lo abrazó tiernamente y con esa suavidad, solo

 presente en las madres humanas, lo llevó hasta un banco de la

 plazoleta. — Mamá - dijo bobamente Cabello Rizado.

— Si mijo.

 ─ ¿Qué haces aquí?– preguntó el hombre incrédulo, creo yo, ante el 

hecho de ser atendido por su madre.

 ─ Te cuido mijo– contestó la madre casi al oído. Dijo otra cosa, pero

no pude oírla, según mi pensar, fue una de esas frases hermosas

siempre

dichas por las madres.

 ─ ¿Y el chamo?– Preguntó, mientras con dificultad se ponía de pies–

¡el chamo! – Gritó, ahora poniéndose en camino rumbo a nuestro

mundo

enrejado.

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Sus pasos eran torpes y su orientación imprecisa. Mientras caminaba

echaba manotazos a diestra y siniestra como tratando de apartar los

obstáculos solo existentes en su drogado cerebro.

Sin embargo, según avanzaba sus movimientos se hacían más

coherentes y sus torpes pasos se transformaban en una veloz carrera,

dejando, a su madre, a su hermana y a mí, bien relegados en el 

espacio. Cuando llegué a nuestro pabellón, encontré a Cabello

Rizado parado

como una estatua frente a su mundo enrejado. Con su―medio brazoǁ

en

mano. Algo había pasado, lo presentía, y de un solo vuelo me paré

sobre su

cabeza.

Vos Profunda estaba tendido en la cama, su cuerpo estaba cubierto

en sangre, la cama destilaba sangre por los cuatro costados, su pecho

y su

vientre estaban abiertos, no sé si fue abierto intencionalmente o fueron

tantas las puñaladas que no hubo más piel donde sembrarlas. Un

enorme

 poso de sangre inundaba el mundo hasta alcanzaba los pies de

Cabello

Rizado. Sin embargo, en el pabellón no se escuchaba más sonidos

que el de

las gotas de sangre cayendo de la cama y la fuerte respiración de

Cabello

Rizado, ni siquiera el jadeo de las parejas en sus relaciones

conyugales,

ningún ser humano en ningún mundo. Convencido, Cabello Rizado de

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la

inutilidad de cualquier acción, dejó caer el―medio brazoǁ para

empuñar su

impotencia.

Me sumergí en la sangre espesa y caliente del hombre de la vos

 profunda, aprovechando esos primeros momentos de confusión en los

cuales

nadie interrumpe mis banquetes. Cuando levante la mirada, Cabello

Rizado

estaba acompañado de su madre temblorosa, pasmada ante la

situación.

Pronto llegó la hermana quien, sin ninguna consideración al silencio

reinante, comenzó a gritar con toda la fuerza de su garganta. Los

Vigilantes llegaron por lo gritos, los reclusos fueron llamados por lo

Vigilantes y la visita fue traída por los reclusos. No sé en qué momento,

 pero cuando volví a levantar la mirada, todo el pabellón estaba lleno

de seres humanos y el mundo comenzaba a llenarse de gente sin el 

más mínimo respeto por el 

hombre de la vos profunda caído en su cama.

Como el mundo enrejado comenzaba a llenarse de personas, me vi

forzado a subir por la pared hasta el techo para esperar una nueva

oportunidad. Porque, aunque las personas no estaban pendientes de

mí,

nunca ha de faltar alguien que consiga los ascos de sus miserias en

seres

como yo zumbe y un zapatazo para eliminarlos. Por fin se escucharon

las

voces de Cara Dulce y Olor a Periódico. Me asomé y los vi parados

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frente al 

mundo enrejado de Vos Profunda, estaban callados e inmóviles, uno o

dos

 pasos detrás de Cabello Rizado. Después de un rato continuaron su

camino

a nuestro mundo; yo los seguí pues sabía que, mientras no se retirara

el 

cadáver de Vos Profunda, no se retirarían las personas de su mundo.

Cara Dulce y Olor a Periódico se sentaron uno frente a otro como

quienes van a sostener una interesante conversación, pero ninguno

de los

dos dijo nada.

 ─ ¡Déjame!— gritó, la madre de Cabello Rizado a sus dos hijos

quienes hacían un último esfuerzo por impedir su entrada al mundo

enrejado

de Cara Dulce.

La mujer todavía temblaba, como si hiciera mucho frio. Entró a

nuestro mundo enrejado y se acurrucó a un costado de Cara Dulce sin

decir 

 palabras. Así estuvo por mucho tiempo, en silencio apretando su

cuerpo al 

de Cara Dulce a quien empujaba al otro extremo de la cama, haciendo

caso

omiso a la embarazosa situación reinante. Por fin Cara Dulce tendió su

brazo

sobre el hombro de la mujer.

 ─ Quiero que cuides a mi hijo— dijo la mujer con temblorosa vos. ─ Ya

el lio se acabó, de aquí en adelante las cosas serán mejores–

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dijo Cara Dulce.

 ─ Quiero que lo cuides— insistió la mujer.

 ─ Lo cuidaré– respondió Cara Dulce resignado.

 ─ Te pagare como siempre – Cara Dulce miró a los presentes tratando

de excusar con la mirada las palabras de la madre.

 ─ No es necesario– dijo Cara Dulce con timidez.

 ─ Te pagaré– repitió la mujer – sino no te pago, no lo cuidarás– dijo

esto mientras comenzaba a desvestirse sin importarle la presencia de

los

demás.

 ─ Voy a comprar una penca– dijo Cabello Rizado mientras salía, de

nuestro mundo, visiblemente molesto.

La hermana de Cabello Rizado salió del mundo enrejado para

apoyarse en la cara externa de la reja. Olor a Periódico se levantó de

la

cama trayéndose consigo la sabana que la cubría, la cual colocó en la

cara

interna de la reja para evitar miradas curiosas de personas

interesadas en

vivir experiencias ajenas y para indicar, además, que ese mundo

estaba en

visita conyugal; después de colocar la sabana salió del mundo sin

 pronunciar 

 palabra.

Una vez se encontraron solo, Cara Dulce ayudó a la mujer a

desvestirse, las manos le temblaban y sus movimientos eran torpes

haciendo

aún más difícil su tarea.

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 ─ Verdaderamente los caminos de Dios son extraños. Nunca pensé en

repetir esto — dijo la madre mientras obedientemente seguía los

movimientos de las manos de Cara Dulce en su cuerpo.

Cara Dulce no contestó. Pero sin que yo pudiera entender por qué,

sus ojos se llenaron de lágrimas.

La carrucha

Zanganeaba en el infinito cuando la visita comenzó a retirarse. Esperé

 por el primer recorrido del Vigilante, voceando del final de la visita a

los rezagados, para retirarme a mi refugio detrás de la imagen de

María Lionza. En el mundo enrejado encontré a Cara Dulce y suscompañeros cobijados en un frágil silencio. En ese momento se oyó el 

sonido, ya rutinario, de la carrucha en el espacio exterior. Los cuatro

nos asomamos a verla, pero una cortina de humo procedente de su

tubo de escape nos disimuló los detalles.

 ─ Ya vienen a buscar al chamo— dijo Cabello Rizado buscandoconversación—. Mira como son las cosas, tanto odiar la carrucha y allí 

está para llevárselo — continuó diciendo sin obtener respuesta.

El incómodo silencio volvió a reinar en el mundo. De vez en cuando

algún recluso pasaba por el infinito y saludaba con un golpe a la reja

o, si era sorprendido, con un ligero movimiento de cabeza; en

realidad, era un gesto de solidaridad por el compañero muerto.

Migas de Madera se detuvo frente a nuestro mundo en su ruta al baño.

Llevaba el paño en la cintura, un jabón en una mano y un pequeño

chuzo en la otra.

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 ─ Epa chamo, ¿Cómo estamos nosotros?— dijo después de unos

instantes de contemplar al callado grupo.

Cara Dulce lo miró por un momento, sin pronunciar palabra, creando

un suspenso nervioso. Yo, por conocer a Cara Dulce como lo conozco,

 pensé en una respuesta apuntalada por su chuzo, pero me

equivoqué, yo también tengo derecho a hacerlo.

 ─ No hay ―güiroǁ chamo. — contestó por fin, queriendo decir que no

alojaba propósito de venganza en su mente.

Migas de Madera ajustó su paño y continuó su camino.

 ─ ¿Cómo puedes decir que no hay ―güiroǁ? — preguntó Cabello

Rizado confundido por la respuesta de Cara Dulce.

 ─ Ya se acabó el lio chamo, ya el chamo murió.

 ─ El chamo era un―panaǁ – replicó Cabello Rizado, pero no obtuvo

respuesta.

Los hombres de la carrucha entraron a nuestra parte del infinito

acompañado por varios Vigilantes. El cadáver de Vos Profunda

 permanecía en su cama, pero ahora totalmente cubierto por una

sabana.

Cuando un recluso muere durante la visita, generalmente, se espera

hasta el final de la visita para sacar el cadáver; de esta manera, se

evita llamar la atención de los visitantes. Sobre todo cuando el recluso

no está recibiendo visita para el momento de su muerte. La P.G.V. tiene

característica particulares pues la visita generalmente no es recibida

en los pabellones aun cuando puede pasar a su interior si el preso lo

requiere.

Si un recluso muere cuando está recibiendo visita, lo envuelven en

una sábana y lo pasan a cualquier mundo enrejado donde la visita no

tenga acceso. Luego cubren la reja con una sábana para evitar las

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miradas curiosas. Cuando el recluso muerto no tiene visita, todo es

más fácil, lo dejan en el mundo enrejado más cercano a donde haya

caído, lo recubren con sábanas y luego cierran el mundo poniendo

sabanas a las rejas para evitar las miradas de los curiosos. Vos

Profunda tuvo suerte, pues quedó sobre su propia cama y solo

hubieron de tirarle una sábana encima y poner otra sabana en las

rejas.

Cara Dulce y sus compañeros salieron a despedir a Vos Profunda. En

sus rostros se reflejaba la pena, en su andar la resignación, solo

Cabello Rizado parecía molesto e impotente ante la situación.

 ─ Mira―panaǁ — llamó Cara Dulce a uno de los Vigilantes.

 ─ ¿Qué pasó?— preguntó el Vigilante.

 ─ El chamo le tenía rabia a la carrucha, ¿Por qué no se lo llevan en la

ambulancia de la Guardia?— dijo Cara Dulce

 ─ ¿Por qué no le pagas un cortejo fúnebre?– bromeó el Vigilante y 

todos sus compañeros rieron con él.

 ─ La ambulancia está libre, tú lo sabes. Por favor haznos el favor –

suplicó Cara Dulce.

 ─ ¡Deja de molestar, chico!– lo increpó el Vigilante ya molesto por la

insistencia.

 ─ Perdón señor – se excusó comprendiendo la extrema audacia de

sus palabras.

 ─ Anda y habla con el Director, ¡gafo! – dijo el hombre en tono de

regaño.

Cara Dulce corrió hasta su mundo enrejado y buscó afanosamente

hasta encontrar el revólver de cinco tiros. Por su actitud, pensé,

erróneamente, que lo iba a utilizar contra los Vigilantes. Y corrí tras él,

también Olor a Periódico y Cabello Rizado. Pero Cara Dulce volvió el 

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grupo de Vigilante y se plantó frente a él sin sacar el revólver de su

cinto.

 ─ Quiero hablar con el Director – dijo al Vigilante quien,

aparentemente, comandaba el grupo.

El hombre lo miró burlonamente.

 ─ Ábrele la puerta a este tipo, quiere hablar con el Director.

Normalmente después de la visita no se cierran las puertas del 

Pabellón, razón por la cual los presos pueden salir y entrar cuando

quieran. Pero cuando los Vigilantes se encuentran sacando un

cadáver, siempre queda uno en la puerta para evitar encerronas y éste

no permite a nadie entrar o salir. Mas por no dialogar con los presos

que por alguna medida de seguridad. Cuando Cara Dulce intentó salir 

el Vigilante lo detuvo en la puerta al ver que no era uno, sino tres,

quienes pretendían salir. Pero el jefe del grupo le hizo una señal 

autorizando su paso.

Llegamos a una enorme puerta de hierro después de caminar a través

de un intrincado laberinto de pasillos. Según mi experiencia, debía ser 

la puerta del Director porque solo él puede tener una puerta tan

grande y majestuosa. Cara Dulce tocó a la puerta con la palma de la

mano, casi enseguida la puesta se abrió dejando ver algunos

escritorios ocupados por hombres, a simple vista, reclusos en labores

especiales de oficina. Dos hombres aparecieron al abrirse la puerta,

uno de ellos sujetaba la puerta.

 ─ ¿Qué quieren?– preguntó el que sujetaba la puerta.

 ─ Quiero hablar con el Director– contestó Cara Dulce.

 ─ ¿Qué quieres hablar con el Director? – preguntó intrigado el 

hombre que sujetaba la puerta.

 ─ Es un asunto personal – replicó Cara Dulce.

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 ─ El Director no habla asuntos personales – dijo el hombre mientras

intentaba cerrar la puerta de nuevo.

 ─ ¡Espérate!– Gritó Cara Dulce, impidiendo con su cuerpo el cierre de

la puerta, a mi entender, estaba molesto por la actitud del hombre,

quien a simple vista, era un preso igual a él – dile al Director que

mataron al―panaǁ dueño del revólver tres ocho y…

El hombre no permitió a Cara Dulce terminar de hablar, abrió

totalmente la puerta, se fue a otra puerta de hierro igualmente grande

ubicada en el interior del mundo. Tocó la puerta y habló con alguien

quien lo dejó esperando por un momento, después del cual, la

 persona regresó y dijo algo al hombre. Éste regresó de nuevo hasta

donde estaba Cara Dulce.

 ─ ¿Tú tienes el revólver? – preguntó el hombre a Cara Dulce.

El otro recluso, aparecido al abrir la puerta, se retiró al percatarse del 

inicio de las negociaciones.

 ─ Dile al Director que yo sé dónde está. Pero es un negocio.

 ─ ¿Qué quieres?– preguntó el hombre que sujetaba la puerta.

 ─ El chamo asesinado no quería irse del penal alado por las patas y 

tirado en carrucha como un perro– dijo Cara Dulce.

 ─ ¿Tú qué quieres?─ preguntó el hombre aún más intrigado — Dile al 

Director que quiero hacer un trato con él 

 ─ ¿Qué trato?– preguntó el hombre.

 ─ Dile al Director – esta vez Cara Dulce fue más recio en sus palabrear 

y el hombre salió nuevamente rumbo a la otra puerta de hierro. Poco

tiempo después regresó

 ─ ¿Qué trato?– preguntó esta vez más confiado.

 ─ Dile al Director que si él no saca al chamo en la carrucha, yo le digo

donde está el revólver.

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 ─ ¿Dónde está?— preguntó el hombre impulsado por la costumbre,

 pues preguntas como esas no tienen respuestas. Y ante el esperado

silencio, el hombre nuevamente se dirigió a la puerta hierro; pero esta

vez, según mi parecer, no hablo con nadie porque regreso enseguida.

 ─ ¿Y en donde se lo van a llevar? – preguntó de regreso, a mi 

entender, sinceramente intrigado.

 ─ En la ambulancia de la Guardia, donde se llevan a los chivos.

Los chivos son los presos cuyos familiares tienen influencia con el 

Director o con la Guardia; pero quienes, como todos, pueden morir en

cualquier momento.

El hombre salió de nuevo rumbo a la otra puerta, esta vez sí estuvo un

buen rato hablando con alguien, cuando regresó traía una sonrisa

 pícara.

 ─ ¡Ojala!, no nos esté mintiendo, será mucho mejor para ti— dijo ya

cerrando la negociación—. Bueno, dando y dando, nosotros traemos

la ambulancia para tu cadáver y tú nos das el revólver, ¿estamos de

acuerdo?

 ─ Dios por delante tienes mi palabra, así será. — dijo Cara Dulce

mientras respiraba satisfecho.

El hombre regresó a la otra puerta nuevamente, después de esperar 

un rato, dos Vigilantes salieron del interior. Los tres hombres pasaron

 por el lado de Cara Dulce sin decir palabra, el hombre que sujetaba la

 puerta le hizo una seña invitándolo a seguirlo, Cara Dulce y sus

compañeros aceptaron la invitación.

Salimos a una pequeña calle de tierra por donde generalmente

sacaban la basura, los muertos y cualquier cosa buena de no dejar 

ver. Allí encontramos la carrucha estacionada y el cadáver de vos

Profunda colocado en el piso. Ninguno de los hombres dijo palabra

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alguna. Momentos después apareció la ambulancia; entró de

retroceso quedando ya lista para recibir el cadáver del guerrero. Es

usto mencionar el respeto y cuidado con el cual los hombres

colocaron el cadáver del hombre de la vos profunda en la ambulancia.

La ambulancia salió del pequeño callejón y la carrucha fue tras ella.

Inmediatamente uno de los Vigilantes extendió la mano y, casi por 

inercia, Cara Dulce metió la mano entre su camisa y extrajo el revólver 

de cinco tiros, ese fue el último homenaje a su compañero muerto.

Subí por la pared para ver la ambulancia, donde llevaban el cadáver 

de Vos Profunda, hasta donde fuera posible. Cuando cruzaron el 

 primer codo y se ocultaron de la vista de Cara Dulce, la ambulancia se

detuvo. Yo me acerque para ver lo hechos por mí mismo. Los hombres

de la carrucha se bajaron y abrieron la puerta trasera de la

ambulancia. Y entre tres hombres halaron a Vos Profunda por los pies,

y después de reír y hacer algunas bromas. Lo llevaron hasta la

carrucha y lo echaron en ella como echan las bolsas de basura.

Cuando regresé hasta donde había dejado a Cara Dulce, ya éste se

había retirado. En el recorrido hasta nuestro mundo enrejado,

escuchaba comentarios sobre como Cara Dulce había entregado el 

revólver de cinco tiros de forma tan inocente. Sin embargo, cuando

llegue a nuestro mundo, lo encontré lleno de reclusos de todo el 

 pabellón, pensé que algo sucedía. Pero, a pesar de Cara Dulce no

hablar con nadie, todos trataban de ser solidarios y amistosos con él y 

sus compañeros. Me asomé a la reja de la ventana que daba a la calle

y pude ver la ambulancia estacionada frente al comando de la

Guardia. Pensé que si Cara Dulce, o cualquiera de nuestro mundo, se

acercaba a la reja, se daría cuenta de haber sido burlado. Sin

embargo, esa tarde, ni Cara Dulce ni sus compañeros se acercaron a

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la reja que daba a la calle, incluso creo que la evitaron.

Los días felices

El Vigilante pasó frente a nuestro mundo enrejado blandiendo una

hoja de papel y escudriñando con desdén los rostros de los presos ensu camino. No se detuvo en nuestro mundo porque estaba vacío; pero

 poco después llegaron sus tres ocupantes.

El día de la muerte de Vos Profunda, Cabello Rizado se mudó con

nosotros. Y desde ese día las relaciones con los demás reclusos de

nuestro pabellón mejoraron, a tal punto, que los tres eran, ahora, parteesencial de la camaradería del pabellón.

Muchas visitas pasaron desde la muerte del hombre de la vos

 profunda. Cara Dulce nadaba en las mieles de sus sentimientos por la

mamá de Cabello Rizado y, aunque la mujer no parecía compartir la

intensidad de sus sentir, nunca faltaba un día de visita, ni fallaba a su

compromiso con el hombre; más aún, en ocasiones, solapada en

escusas doblegaba su dignidad para apurar el encuentro de sus

instintos con los instintos del hombre. Cara Dulce era un hombre feliz 

en su adversidad, los días laborales los pasaba en la carpintería, allí 

 ponía todo el amor y la pación generada por la mama de Cabello

Rizado en la elaboración de muebles y adornos. Tan hermosos eran

su trabajo, como grande el amor por su dama. Los días de visita, Cara

Dulce entregaba el fruto de su trabajo en concesión a algún preso

 para ser subastados entre los visitantes; así regateaba tiempo para

invertirlo en la mama de Cabello Rizado. Por cierto, el trabajo al cual 

más tiempo le dedicaba era al de dar forma a la pequeña figura de

madera que, ahora puedo decir con seguridad, era una imagen de la

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madre de Cabello Rizado. Por otro lado, Cara dulce había logrado

evitar controversias entre Cabello Rizado y Olor a Periódico y, aunque

no se dirigían la palabra, hacían esfuerzos por crear un ambiente de

 paz y sosiego.

Olor a Periódico dedicaba su tiempo disponible a la agricultura. Con

esmero atendía un pequeño huerto en el área agrícola. En un recodo

de su huerto, en un acto de rebeldía y protesta, plató una semilla de

mango en un área donde estaba prohibida la siembra de árboles

altos; el joven árbol le quitaba tiempo y le daba pretextos para alejarse

de nuestro mundo y de Cabello Rizado; pues, pues según él, debíamaniobrar muy fino para mantener fuera del conocimiento, de

Guardias y vigilantes, el crecimiento del árbol prohibido.

Cabello Rizado se dedicaba a deambular por los diferentes mundos,

se cuidaba mucho de no salir del pabellón, pero igualmente se

drogaba la mayor parte del tiempo. Sin embargo, en la última semanahabía racionado mucho el consumo de droga, pasando la mayor parte

de su tiempo encerrado en nuestro mundo. Además, su relación con

su madre había cambiado en los últimos días, pues cuando llegaba su

madre trataba, por todos los medios, de reunirse a solas con ella y se

esforzaba en hablar en vos baja o en secreto.

De regreso el Vigilante pasó nuevamente por nuestro mundo

enrejado.

 ─ ¿Aquí? – preguntó el Vigilante a un recluso, quien ahora le

acompañaba.

 ─ Si – contestó el hombre y el Vigilante entró a nuestro mundo

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enrejado.

 ─ ¿Cuál es?– preguntó el Vigilante al recluso acompañante.

 ─ Es él – contestó el recluso, señalando Cabello Rizado.

 ─ Prepárese compa, porque se va para la calle— le dijo el Vigilante

mientras le daba la hoja de papel, era una boleta de excarcelación.

Entendí en ese momento el porqué de las misteriosas y largas

conversaciones entre Cabello Rizado y su madre.

Cabello Rizado se levantó de la colchoneta, donde se encontraba

echado. Y sin decir palabra. Incluso sin mirar para atrás, tomó la hoja

de papel ofrecida por el hombre, salió del mundo enrejado y echó a

andar en busca de la salida del pabellón.

 ─ No vas a recoger tus cosas — dijo el Vigilante.

Cabello Rizado no contestó y continúo su camino.

Olor a Periódico intento levantarse para detenerlo, pero Cara Dulce se

lo impidió tomándolo del brazo. Cabello Rizado no se despidió, ni 

siquiera voltio a mirar a sus compañeros. Caminó delante del Vigilante

hasta llegar a las puertas del pabellón, donde otros dos Vigilantes lo

esperaban. Continuó caminando en medio de los dos hombres. Los

Vigilantes caminaban con lentitud, tanta que yo podía seguirlos sin

dificultad. Cabello Rizado iba en silencio, ignorando el saludo de

algunos de sus compañeros de drogas. Por fin llegamos a un mundo

lleno de Guardias Nacionales; era un mundo muy claro, donde los

rayos del sol entraba por los cuatro costados. El Vigilante dejó a de

Cabello Rizado frente a un sucio y descolorido escritorio detrás del 

cual estaba sentado un Guardia con apariencia de jefe.

 ─ Dame el brazo– dijo el hombre mirando la boleta de excarcelación

entregada por Cabello Rizado.

Una vez Cabello Rizado entendió el brazo, el Guardia sacó un sello, lo

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empapó en una almohadilla de tinta azul y lo colocó en el antebrazo

del hombre.

 ─ Vete de aquí — dijo el Guardia al hombre de cabello rizado.

 ─ ¡Salí, salí vivo, gracias Dios!— Gritó Cabello Rizado mientras corría

como loco asía el espacio exterior.

Desde donde estaba, pude ver un lujoso vehículo que ante sus gritos

 prendió las luces y toco corneta. Del interior del auto salió la madre y la

hermana. Él corrió asía las dos mujeres y, como no era frecuente en él,

las abrazó mientras se introducían en el auto. Convencido de no ver 

más al hombre de cabello rizado, regresé a mi mundo enrejado.

Contento por haber llegado a un sitio donde nunca había llegado.

 Al llegar a nuestro mundo enrejado me asombré al verlo lleno de

reclusos de todos los pabellones, entre ellos los más influentes y 

respetados. Pensé en el infortunio de alguno de mis compañeros y,

con vergüenza por mis miserias, me prepare para comer. Pero mi 

asombro fue todavía mayor al ver a Cara Dulce y a Olor a Periódicosentados, uno frente al otro sin decir palabras, rodeados de reclusos

que, igualmente silenciosos, trataban de apoyarlos, no sé porque.

Desde ese día las cosas cambiaron favorablemente para Cara Dulce y 

Olor a Periódico, ambos se concentraron más en sus trabajos; inclusos

comenzaron a ahorrar dinero producto de las ventas durante los días

de visita. Además, Cara Dulce dedicaba parte de su tiempo disponiblea trabajar en la figura de madera de la mamá de Cabello Rizado;

labor, ahora, muy delicada y tediosa, pues no usaba el chuzo como

herramienta, sino lija. Lo hacía con lija, en ocasiones llegué a pensar,

 para alejar, hasta el límite de lo posible, su finalización, quizás

esperando el regreso de su dama; No obstante, la perfección de su

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trabajo era absoluta. Olor a Periódico, por su parte, dedicaba parte de

su tiempo libre y mucho de sus emociones al cuidado de la joven mata

de mango sembrada en la zona prohibida, y junto con otros presos

 pasaba horas planificando como burlar a Guardias y Vigilantes para

atenderla. Esto lo divertía y lo ayudaba a establecer cierto liderazgo

entre sus compañeros.

Cara Dulce y Olor a Periódico, poco a poco, lograron ganarse la

confianza de los demás reclusos, especialmente Cara Dulce quien se

convirtió sin buscarlo, más aún sin darse cuenta, en el líder del 

 pabellón. A él llegaban todos los litigios o disputas entre presos; su permiso era solicitado, solapado en una consulta, para cualquier 

actividad, su palabra era respetada y hecha respetar por todos los

 presos del pabellón. Cara Dulce era el líder ideal, no abusaba de su

 poder, ni se jactaba de tenerlo. Con frecuencia eran los demás

reclusos quienes hacían respetar sus opiniones. No obstante, su brazo

 protector y solidario se extendió sobre todos sus compañeros.

Con el pasar del tiempo, Cara Dulce asumió su rol de líder y lo asumió

en serio; mediaba entre los reclusos para impedir riñas, incluso, en

enfrentamiento entre pabellones; imponía las reglas a seguir; servía

de juez en casos extremos, siempre con el apoyo de sus compañeros;

negociaba con los Vigilantes la selección de los reclusos que habríande vivir en el pabellón, quienes en un primer momento debían cubrir 

las expectativas de Cara Dulce, de no hacerlo, debían cambiarse a

otro pabellón o eran castigados duramente, a veces con la muerte.

Esto impedía a los nuevos reclusos alzarse o revelarse contra su

autoridad. Pero también garantizaba paz y tranquilidad en el pabellón.

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Los presos estaban contentos con el sistema impuesto por Cara Dulce.

Su liderazgo fue tan efectivo y respetado en su pabellón que poco a

 poco fue aceptado como líder de todo el penal y sus reglas eran

acatadas y hechas acatar por cada recluso de la Penitenciaria; pues

eran justas y había respeto. Algunos lo llamaban el gran ―Pramǁ de la

P.G.V.; por cierto,la palabra de ―Pramǁ fue traída por un grupo de

reclusos procedente del Rodeo, en la P.G.V. no se usaba.

 Así pasaban el tiempo y, aunque los presos se renovaban rítmicamente

y Cara Dulce se hacía más lento y pesado, su autoridad prevalecía

intacta. Su cabello se ponía blanco y su rostro se cubría de arruga, pero su sabiduría era la excusa necesaria para mantener la paz.

Nadie disputaba su liderazgo porque el miedo a un―después

desconocidoǁ y a los rumores sangrientos de otros penales, obligaba

a los presos, de todos los pabellones, a cerrar filas en su defensa. Por 

eso, aunque su brazo perdía fuerza, su espíritu se crecía cobijando a

todos los presos deseosos de paz y aliento.

 A media mañana, como se esperar de un preso de su estatus, el aroma

a café recién colado anunció a los privados de libertad el despertar de

líder del penal. Cara Dulce estaba presto a asumiré sus funciones,

cuando un recluso se asomó en nuestro mundo para informarle su

requerimiento en la sala de abogados. Cara Dulce agradeció lamolestia del hombre con una sonrisa, y le obsequió una taza de café

recién colado como recompensa.

 ─ ¿No iras?— preguntó Olor a Periódico.

 ─ Claro que no, esa gente viene por dinero, favores o sangre, yo ya no

estoy para eso.

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 ─ Yo iré por ti. Hemos de jorungar el saco de las esperanza y, quien

quita, quizás se caiga un grano.

 ─ Esa gente no tiene agua para nuestra sé. Son posos secos, amigo.

 ─ Quien sabe— dijo para concluir Olor a Periódico, terminó su café y 

salió del mundo en busca de su grano de esperanza.

Después de terminar su café, Cara dulce fue a dar u paseo por el 

 pabellón para saludar a sus compañero y reafirmar su liderazgo. No

habiendo nada que demandara su autoridad, regresó a nuestro

mundo y se sentó en su cama a resaltar con la lija una línea nueva en

la figura de la mamá de Cabello Rizado. En eso estaba cuando llegó

Olor a Periódico respirando entrecortado, no por el recorrido

realizado, sino, por el esfuerzo de llegar.

 ─ ¿Qué te pasa?– preguntó Cara Dulce un tanto intrigado por la

actitud de su compañero.

 ─ ¿Sabes quién te llama?— preguntó Olor a Periódico jadeante.

 ─ ¿Quién?

 ─ Tu hija– dijo burlonamente y entre risas.

 ─ ¿Qué hija? – preguntó Cara Dulce un tanto molesto con las burlas.

 ─ ¿Quién va a ser? La hermana del chamo…

 ─ ¡Virgen santísima! ¿Estás seguro? – interrumpió Cara Dulce

levantándose de la cama.

 ─ Si―panitaǁ, y la tipa es abogada– hizo una pausa esperando la

reacción de Cara Dulce; pero, éste, aún estaba asimilando la noticia–

quise hablar con ella a ver si me conseguía un beneficio; pero ella solo

quiere hablar contigo.

 ─ Que beneficio te va a salir a ti, tú no tienes familia– dijo tratando de

esconder su emociones.

 ─ Yo sé hermano; pero, como te dije, debemos jorungar el saco.

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 Además uno habla con los abogados y ellos buscan familia donde no

hay, para darle esperanza y cuadrar los reales, y así las familias se

enteran de donde está uno– dijo Olor a Periódico consiente del deseo

de Cara Dulce de cambiar la conversación. Respiró profundo para

regresar al tema– ella está muy interesada en hablar contigo.

 ─ ¿De verdad?– Dijo tímidamente Cara Dulce. Su compañero solo

movió la cabeza afirmativamente - ¿Y la mamá? – Preguntó Cara

Dulce más animado.

 ─ No sé―panaǁ, anda y pregúntale a ella— dijo mientras se levantaba

 para salir de nuevo del mundo.

Cara Dulce, con la pequeña figura de madera en la mano, entró a un

extraño y gigantesco mundo donde un grupo de presos sentados, uno

al lado del otro, hacían una ritual línea frente a un enorme maya

metálica. Del piso al techo y de un extremo al otro, iba la maya

metálica, detrás de ella, había un grupo de elegantes hombres y 

mujeres sentados tras una enorme tabla de madera que les servía de

escritorio e iba de un extremo al otro del mundo acompañando la

maya; indudablemente ellos eran los abogados. Detrás de los presos,

a unos pocos pasos, otro grupo de presos esperaba su turno haciendo

dos grupos perfectamente divididos por unos cuatro Vigilantes

encargados de cuidar la distancia entre los dos grupos, cuando uno

de los abogados daba por terminada la reunión, con su preso de

turno, se le ordenaba a otro preso tomar el lugar del preso

despachado.

Cara Dulce buscó con la mirada, entre abogados y reclusos, a la

hermana de Cabello Rizado. Su rostro se congeló al mirarla, y sin

darse cuenta, pienso yo, cruzó la franja imaginaria divisora de los

 presos en consulta de los presos en espera. Como un idiota se paró

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solitario en mitad de la gente del extraño mundo. Uno de los Vigilantes

trató de retirarlo; pero la hermana de Cabello Rizado tenía los ojos

sembrados en él. El Vigilante retrocedió al ver el excepcional interés

de la abogada en el recluso.

 ─ ¿Cómo está la cosa?– saludo Cara Dulce temblando de nervios.

La abogada, sin dejar de mirar a Cara Dulce, hizo un ademan, al 

recluso en turno, ordenando su retirada.

 ─ ¿Cómo está tu mamá?– preguntó nuevamente Cara Dulce.

 ─ Desgraciado, todavía está vivo – dijo la mujer tan bajo que, todavía

hoy, no sé si fueron sus palabras exactas, aunque esto fue lo único

dicho en vos baja.

 ─ Le estoy haciendo imagen a tu mamá, cuando esté terminado se lo

voy a manda– dijo Cara Dulce haciendo caso omiso a las palabras de

la hermana de Cabello Rizado.

 ─ No sé cómo te has salvado. Más de una vez te mande a matar, Dios

sabe que lo he intentado; pero lospobres diablos no han podido… ─ 

decía la mujer sin detenerse y obviando las palabras de Cara Dulce

quien por su lado también hablaba sin detenerse. Los presos y los

abogados quedaron en silencio para escuchar la absurda

conversación entre Cara Dulce y la hermana de Cabello Rizado–. A la

fuerza saciaste tus miserias con mi familia, por miedo nos doblegaste y 

te burlaste de nuestro infortunio – continuaba diciendo la mujer –, y no

te podía hacer nada porque tú aquí tienes pueblo. Pero Dios es

grande, y con su ayuda sentirás el miedo lo que sentimos. ¿Sabes

algo? Conseguí a quiente hizo rodar en ―los Floresǁ. Ahora si las

 palabras de la abogada hicieron mella en Cara Dulce petrificando sus

 palabras obligándolo a escuchar en silencio el discurso de la mujer.

 – Si, conseguí al hombre que te violó. Si tú tienes pueblo aquí, yo tengo

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 pueblo allá afuera…

 ─ Colega mejor nos vamos, no siga hablando– le dijo, casi al oído,

uno de sus colegas demostrando una relación de confianza con la

abogada.

Pero la mujer lo empujo sin mirarle a la cara y continuó hablando

consiente de haber impactado en Cara Dulce.

 ─ Y como aquí no te puedo hacer nada, te voy a saca de aquí– jadeo

un poco para tomar aire– mira esto, es una orden de traslado, ¿sabes

 para dónde vas? Vas para la planta a encontrarte con el ayudante de

Bam– Bam

 – la mujer hizo una pausa para mostrar media hoja de papel y ver la

expresión de Cara Dulce; pero éste permanecía inmóvil escuchando

las palabras de la abogada mientras apretaba con ambas manos la

 pequeña figura de madera, en mitad de la franja imaginaria diseñada

 por los Vigilantes — aquí tienes tu orden de traslado— ahora sí la

mujer dio por terminado su discurso, se levantó y se fue seguida por el 

abogado que había tratado de callarla.

Cara Dulce estaba sentado en su cama con los codos apoyados en los

mulos y la cabeza entre las manos reflexionando, creo yo, sobre lo

ocurrido con acostado en arrastrara consigo el silencio de su

compañero. En eso estaban cuando se escucharon gritos en alguna

 parte. Eran gritos de presos y Guardias Nacionales enredados en unabatalla por imponerse en el ambiente. Cuatro reclusos, armados con

sus medios brazos desnudos, entraron aparatosamente a nuestro

mundo y tomaron posición de salvaguarda al líder. Un instante

después aparecieron Astilla de Madera y Sabor a Tierra ambos

armados con pistolas. Es importante dejar claro que, en todo el penal,

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los únicos presos autorizados por Cara Dulce para portar armas de

fuego, eran ellos dos. Pues Cara dulce no quería que el uso

indiscriminado de armamento le embochinchara el penal como, se

comentaba, sucedía en otros penales. Ninguno de los hombres dijo

nada, todos guardaron silencio a la espera del advenimiento de los

gritos.

Los gritos cesaron y, en su lugar el sonido de unas botas en un andar 

firme, se dejó escuchar. Pronto apareció en la reja de nuestro mundo

el Teniente de la Guardia Nacional encargado de la seguridad externa

del la hermana de Cabello su cama esperado que Rizado. Olor a el  pasar de las

Periódico estaba primeras aguas penal. Estaba flanqueado por dos

sargentos y un cabo, los tres escoltas traían sus penillas al desnudo,

solo el teniente traía las manos libres y francas.

 ─ Haremos una revista general — dijo el Teniente

 ─ Buenos días Teniente— replicó Cara Dulce

 ─ Buenos días — contestó el teniente acusando el reproche —

necesitamos hacer una revista — dijo ahora con más humildad. ─ ¿Por 

qué?— preguntó Cara Dulce

 ─ Hubo un intento de fuga— dijo acentuando la palabra ―fugaǁ para

destacar la gravedad del asunto.

Pero la tonalidad de impresiona a los reclusos, respuesta.

las palabras del Teniente no parecieron

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quienes en silencio aguardaban una mejor

— En realidad, no se sabe si fue una fuga. Abrieron unos agujeros a la

maya de protección y eso es muy delicado.

Estas palabras tampoco vulneraron el silencio reinante y obligó al 

teniente a hacer un tercer intento

— Los jefes quieren un culpable por el hoyo en la cerca. Yo necesito

darles algo para tranquilizarlos y ustedes merecen que esto pase

rápido, y regrese la paz y el sosiego—, así concluyó el teniente y 

algunas voces se escucharon.

 ─ Teniente, ¿El hoyo era para entrar o para salir? — Preguntó Cara

Dulce.

 ─ No lo sé— contestó el Teniente.

 ─ Era para entrar, lo hicieron para pasar droga — replicó Olor a

Periódico. ─ Usted nos va a golpear por un hoyo hecho, para pasar droga, por 

unos tipos a quienes no he autorizado para hacerlo. Y nosotros nos

vamos a

dejar golpear para hacer felices a sus jefes. Pero quien hizo el hoyo

estará

observando y riendo, no es justo Teniente— Cara Dulce dijo esto y guardo

silencio en espera de una respuesta, pero esta vez el teniente no dijo

nada. ─ Quien lo hizo teniente— preguntó Cara Dulce.

— No lo sé— contestó de nuevo el Teniente.

 ─ Fue un Guardia Nacional — aseguró Olor a Periódico. ─ Teniente,

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usted nos va a castigar, y nosotros, para conservar 

nuestro respeto, estaremos obligados a buscar al Guardia causante

del 

agujero. Pero como no conocemos al culpable, ni tenemos pista

alguna. No

sabemos cuántos Guardias inocentes paguen por las acciones de un

tipo sin

nombre.

Uno de los Sargentos se acercó al Teniente y le dijo algo al oído, éste

metió la mano en uno de los bolcillos de su uniforme y saco un papel 

con un

nombre escrito. Cara Dulce tomó el papel y, para el asombro de los

 presentes, lo entregó a Olor Periódico. Y digo para el asombro de los

 presentes, porque las órdenes para enfrentar un enemigo solo las

 puede

impartir el líder del penal y al entregar el papel, con el nombre del 

Guardia, a

Olor a Periódico también estaba entregando el liderazgo del penal.

Después

de entregar el papel, Cara Dulce ordenó a los reclusos presentes,

quizás

como última orden, quitarse la ropa y acompañaran al Teniente al 

 patio. El 

Cabo, acompañante del Teniente, corrió hasta donde estaba el resto

de sus

compañeros a dar la noticia del acuerdo.

 ─ Se ha corrido la noticia de su traslado a Caracas— dijo el teniente a

Cara Dulce en tono más personal.

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 ─ Así son las cosas— dijo Cara dulce resignado.

 ─ Hablé con mis superiores para tratar de evitar el traslado; pero,

según me han dicho, las ordenes vienen de los chivos — dijo el 

Teniente

queriendo decir que la orden venia de los altos niveles de la

administración

carcelaria.

 ─ Así son las cosas— repitió cara dulce.

El Teniente salió con sus dos Sargentos. Detrás de ellos, iban los

reclusos desnudo rumbo al patio para recibir su golpiza, a plan de

 peinilla, de

rigor. Olía a Periódico, solo vestido con el reciente nombramiento de

líder del 

 penal, apuró el paso para alcanzar a Astillas de Madera y entregarle, a

la

vista de todos, pero sin solemnidad alguna, el papel con el nombre

escrito.

 Astillas de Madera tomó el papel y una sonrisa ilumino su rostro. Con

el

 papel, recibían también el liderazgo del penal. No obstante, de la

golpiza

 prometida, nadie lo salvaría; pero esa sería la paliza más feliz de su

vida.

Olor a Periódico por su parte regresó al lado de Cara Dulce y se vistió

de

nuevo.

Pronto se escucharon los Guardias Nacionales entrando en el 

 pabellón, el ruido de sus destrozos en los mundos, sus expresiones de

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agrado o de frustración ante el producto de sus acciones. No tardaron

en

llegar a nuestro mundo. El Guardia a quien le tocó revisar nuestro

mundo fue

uno de los acompañantes del Teniente momentos ante. El hombre

entró a

nuestro mundo con cierto cuidado para no molestar a los dos hombres

sentados en sus camas; comenzó a tirar cosas con poco riesgo de

 partirse o

quebrarse. Yo, para evitar accidente, salí de detrás de la figura de

María

Lionza y subí por la pared al techo. El Guardia revisó todo cuanto el 

respeto

 por los dos presos le permitió revisar, rompió algunas cosas de poco

valor para demostrar su coraje y dejar claro que no había nada de lo

buscado. Al final recogió uno o dos chuzos generosamente dejado en

el piso por Cara Dulce y Olor a Periódico para justificar su búsqueda;

después de eso, salió de nuestro mundo y poco después lo escuché

tirando y rompiendo cosas en otro mundo enrejado. Yo me quedé en

el techo a esperar el regreso de los

 presos.

Los Guardias Naciones terminaron la revisión y salieron del pabellón

cargando, cada uno, un pequeño paquete de chuzos y otros objetos

sin

importancia. Cara Dulce motivado por la soledad del pabellón y para

evadir 

los gritos impertinentes provenientes del patio, aprovechó para platicar 

con

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su compañero. Cara Dulce habló sobre lo ocurrido con la hermana de

Cabello Rizado y Olor a Periódico sobre su familia, Cara Dulce sobre

su

traslado y Olor a Periódico sobre su deseo de estar cerca de su familia,

Cara

Dulce sobre su posible encuentro con el ayudante de Bam - Bam y Olor 

a

Periódico de su deseo de acompañarlo. Pero a esta parte de la

conversación

Cara Dulce no pudo prestarle atención porque el bullicio de los presos

regresando del patio lo distrajo. Después de todo, esperaba que

muchos de

ellos se acercaran a nuestro mundo a comentar los sucesos en el patio

como

era usual. Sin embargo, el comentario de la transferencia de Cara

Dulce se

había difundido y había un nuevo líder.

 Algunos de los presos exhibían moretones producto de su reunión

con los Guardias Nacionales; pero ninguno como Migas de Madera,

éste era

el más golpeado, indudablemente había sido bautizado como nuevo

líder y 

 por tal razón esa sería su última paliza; pues los Guardia nunca tocan

al líder.

Migas de Madera dejó claro su liderazgo al pasar frente a nuestro

mundo sin

voltear a saludar a su antiguo cabecilla. Su andar era seguro y firme,

su

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golpeado rostro resplandecía con una sonrisa que, más que sonrisa,

era un

sentimiento de logro. Tras Migas de Madera caminaban los antiguos

luceros

o ayudantes de Cara Dulce, el poder encanta a los hombres aunque

los

subyugue, ninguno volteo a mirarlo. Uno que otro recluso, sin rango ni 

erarquía, le regalaba una sonrisa al antiguo líder, siempre cuidándose

de no

ofender al nuevo. Tanta indiferencia terminó por agobiar a Cara Dulce

e

invitó a Olor a periódico a dar un paseo por el patio antes de perder,

también,

ese privilegio.

La plazoleta del patio estaba despejada de Guardias y presos. En la

distancia, entre los campos de cultivos, un grupo de Guardia buscaba,

con

inesperada sutileza, justificativos para su trabajo. Al salir de los

sembradíos

la mayoría de los Guardia traía consigo pequeños arbustos de

mariguana o

de coca descubiertos escondidos entres matorrales más altos. Al final 

del grupo venia el comandante, el mismo Teniente quien horas antes

había solicitado permiso para hacer la requisa en el pabellón, traía

sobres su hombro el pequeño albor de mango sembrado en la zona

 prohibida, gesto de rebeldía de Olor a Periodo y fuente de mucha de la

admiración que algunos de sus compañeros le profesaban. Olor a

 periódico dedicó mucho tiempo al cuidado de ese árbol;

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 periódicamente lo podaba para impedir su crecimiento y aunque la

mayoría de los Vigilantes sabían de su existencia, nunca se mentían

con él. Sin embargo, esta vez el Teniente levantaba el árbol por encima

de cabeza para mostrarlo a todos. Sin duda estaba anunciando el fin

de la rebeldía del preso.

Olor a Periódico, en silencio, miró pasar al Teniente con el árbol sobre

sus hombros, cuando se perdió en el último codo, levantó sin

vergüenza su

rostro a Cara dulce, y estaba llorando.

 ─ ¡Quiero irme contigo a Caracas!— susurró casi en una súplica Olor 

a Periódico.

Cara Dulce lo tomó del brazo y lo hizo andar con él.

Cara Dulce y Olor a Periódico llegaron a las oficinas administrativas de

 penal. Como siempre una antesala repleta de hombres y algunas

mujeres; la mayoría, haciendo labores de oficina. La puerta era

resguardada por un pequeño grupo de Vigilantes armados con rolos y rociadores químicos, en el interior del recinto en un enorme y viejo

escritorio había un grupo de Guardia Nacionales armados con armas

automáticas.

 ─ Quiero hablar con el Director— dijo Cara Dulce.

Enseguida uno de los Vigilantes casi corrió a una puerta en el interior 

del recinto para anunciar la presencia del recluso. Desde la puerta el 

Vigilante hizo señas a Cara Dulce invitándolo a seguir.

 ─ Dicen que te vas — dijo el Director a Cara Dulce cuando este estuvo

frente a él, obviando la presencia del otro reclusos.

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 ─ Así son las cosas — contestó Cara Dulce.

 ─ Ya estás muy viejo para llegar como nuevo a un penal — replicó el 

Director con tono de preocupación.

 ─ Así son las cosas — repitió el recluso.

 ─ Si nos lo permites podemos evitarte esa copa— dijo el Director.

 ─ Eso viene de arriba, señor – contestó Cara Dulce.

 ─ Sabemos de dónde viene y porque. Mucha gente de allá arriba ha

ganado dinero por nuestro trabajo— dijo esto y con la planta de su

mano toco el pecho de Cara Dulce y el suyo—. En cualquier cárcel de

este país, cuando un Director y un líder de presos se sientan a

negociar, el líder de presos se sienta sobre un barril de muertos y el 

Director sobre un barril de dinero y el líder saca dinero de su barril de

muerto y el Director saca muertos de su barril de dinero, ¡aquí no! No

te puedo negar que hemos hecho dinero, pues yo también negocio

sentado sobre mi barril de dinero; pero tu estas sentado sobre un

barril de respeto, aunque hay uno que otro muerto flotando en tú

barril, el respeto nos ha hecho lo que somos — esto dijo el Director y 

fue a sentarse detrás de su escritorio— si lo pides puedo evitarte esa

copa — dijo esto último mientras posaba su mano sobre un teléfono

ubicado sobre su escritorio.

 ─ No señor, lo que está hecho, hecho está. Además tengo asuntos por 

resolver en la Planta— dijo Cara Dulce con firmeza.

El Director quitó la mano del teléfono abandonado la empresa de

convencer a Cara Dulce para que evitara el traslado. Y en venganza

 por la negativa, se reclinó en su sillón ejecutivo adoptando posición de

burócrata tercermundista. No era poco lo que perdía. Cara Dulce

había logrado crea un emporio comercial dentro del penal: venta de

alimentos, de ropa, Juegos, fiestas, Boulder, etc. Todo eso se traducía

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en dinero. Esto con el menor grado de violencia de todas las cárceles

conocidas. El dinero lo repartía en partes desiguales con el Director,

este tomaba la mayor parte. Además, el Director ganaba indulgencias

regalando dinero a sus superiores y relacionados.

 ─ ¿Qué quieres?— preguntó el Director sin abandonar su postura

tercermundista.

 ─ Él se quiere ir conmigo— dijo Cara Dulce señalando a Olor a

Periódico.

 ─ ¿Y que hay en la Planta? ¿Una fiesta?— Se burló el Director.

 ─ No señor, él es de Caracas y quiere estar cerca de su familia.

 ─ Yo no decido los traslado— dijo el Director haciendo un gesto con la

mano para dar por terminada la conversación.

 ─ Señor tenemos dineros — dijo Olor a Periódico quien no había

hablado.

 ─ No me interesa tu dinero — contestó el Director ofendido.

 ─ Hemos ahorrado durante mucho tiempo, no recibimos visita, no

tenemos quien nos ayude a sacar el dinero y si nos llevamos ese

dinero para la Planta nos lo van a quitar en la primera revista.

Consígale el traslado y el dinero es suyo— dijo Cara Dulce.

La cantidad de dinero acumulada porlos ―PRANESǁ, como llaman los

reclusos a los máximos líderes del penal, en ocasiones puede ser muy 

elevada, sobre todo cuando estos no reciben visitas. Sin embargo, al 

Director, en su disgusto, esto pareció no importarle. No obstante, se

levantó de su sillón ejecutivo y se plantó de nuevo frente a Cara Dulce.

 ─ Hablaré por él — dijo volviendo a adoptar su tono de preocupación

— y tú, prepárate para irte a Caracas — dijo a Olor a Periódico —

también preparen los reales — dijo a los dos dando la conversación

 por terminada.

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las dos cama tenían el dinero reservado para el Director. Fuera de

nuestro mundo también pasaban cosas, poco tiempo había pasado

desde que Cara Dulce abandonó el liderazgo y ya se corrían rumores,

según los cuales, varios presos se lo disputaban. Migas de Madera,

hombre favorecido por Cara Dulce y Olor a Periódico en primera

instancia, hacia esfuerzos por demostrar su capacidad, y para ello se

hizo acompañar de algunos reclusos con armas de fuego. Claro esto

solo estimuló a otros reclusos, quienes también pretendían el 

liderazgo, a conseguir alguna arma similar. Y antes de caer la noche

cada arma del penal, prohibida o permitida por Cara Dulce durante su

liderazgo, se exhibía en algún cinto de algún preso.

Ese día no vinieron a hacer efectiva la orden de traslado de Cara

Dulce, tampoco vinieron por el dinero y no llegó la orden de traslado

de Olor a Periodo. No llegó al siguiente día, ni el síguete. Fue al cuarto

día cuando llegaron los Vigilante a ejecutar el traslado de Cara Dulce,

con ellos trajeron también la orden de traslado de Olor a Periodice y venían acompañados de un preso, de los que trabajan en la oficina

del Director, quien exigió la bolsa con el dinero.

 Al salir, por última vez, del que hasta ahora, había sido nuestro mundo,

de donde no habíamos salidos en cuatro días, por cierto, nos

encontramos con un pabellón muy diferente. Por donde quiera había presos armados, ya no con chuzos, sino con pistolas y revólveres. Y en

cada hombre se percibía la sobra de su muerte dándose la mano con

la sombra de otro recluso, siempre a la expectativa ante el gran

bacanal anunciado por las armas de fuego.

La planta

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Desde una ranura de la carrucha veía el desfile de los postes del 

tendido eléctrico y el fugaz saludo de la vegetación a las orillas de la

autopista. ―Veinte presos y cuatro sacosǁ dijo el Guardia al salir de la

P.G.V, No sé de qué cosa estaban llenos los sacos y no podía llegar 

hasta ellos para revisarlos sin que me vieran. Pero, siendo tanto los

 presos y tan poco el espacio, todavía no entiendo la razón de los

sacos.

La brisa me molestaba, pero disfrutaba la vista. De pronto, la carrucha

se detuvo y de un de los vehículos escolta llenos de Guardias

Nacionales, tan llenos de Guardias como de preso nuestra carrucha,surgió uno y se acercó al chofer de la carrucha, dialogaron por unos

instantes y de nuevo nos pusimos en marcha. Pero esta vez, no

continuamos por la autopista, sino por una maltrecha avenida de

asfalto llena de huecos. Cada vez que la carrucha caía en un hueco,

 presos y sacos saltaban cayendo los unos sobre los otros, lo cual 

generaba bromas y risas entre los presos. Era gracioso ver a los presos eludir los sacos con las manos y los pies esposados.

La carrucha se detuvo y escuchamos el deslizamiento del pesado

 portón de la entrada principal, habíamos llegado. Cruzamos el portón

y, casi enseguida, se abrió la puerta trasera de la carrucha, todos

bajamos. Fue entonces cuando me percate que delante de la carruchaiba otro carro también lleno de Guardia Nacionales. Un Guardia

ordenó a los presos agacharse frente a otro grupo de Guardia

quienes, a decir de las bromas y comentarios, estaban esperando

desde hacía mucho tiempo. La carrucha, con los sacos y los dos

vehículos llenos de Guardias Nacionales, retrocedió y desapareció tras

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cerrarse de nuevo el enorme protón de hierro. Según mi suponer, la

carrucha ahora iba en pro de buscar destino a los sacos.

Uno de los Guardias, el mismo que les había ordenado agacharse,

sacó dos hojas de papel blanco de una carpeta amarilla, era la lista delos presos; el Guardia comenzó a leerla con la apatía propia de la

costumbre, cuando mencionó los nombres de Cara Dulce y de Olor a

Periódico se detuvo para decir algo a otro Guardia, no pude escuchar 

 por lo bajo de su hablar. El otro Guardia le ordenó, a Cara Dulce y a

Olor a Periódico, separarse del grupo y agacharse pegados a la

 pared. Cuando terminó de leer la lista, el Guardia ordenó, a otrosGuardias, llevarse los presos al interior del penal.

 ─ ¿Y qué hacemos con estos pajaritos? — preguntó un Guardia

refiriéndose a los dos reclusos separados del montón.

 ─ Estos son platos de otra mesa— contestó otro Guardia con aires de

burla.

 ─ Ellos van para un pabellón especial. Pero debo averiguar cuál es—

dijo el hombre que había leído la lista mientras marcaba un numero en

su teléfono celular — hemos de esperar un rato porque no logro

comunicarme — se justificó ante sus compañeros.

 ─ Esperemos pues — dijo el otro

La noche tenía mucho tiempo de haberse posesionado, cuando el 

Guardia salió de alguna parte con un pedazo de papel en la mano.

 ─ Ustedes van para el pabellón cinco— dijo a los dos hombres y, casi 

enseguida, otro Guardia los tomó por el cuello de la camisa y los

obligó a levantarse.

Cara Dulce y Olor a Periódico caminaron con dificultad, entumecidos

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 por el tiempo ñangotados en el patio, las esposas y los morrales

sumaban penas a su andar. El Guardia caminaba tras ellos y, de vez en

cuando, los empujaba para no recortar el paso. Por fin se detuvieron

frente a una enorme reja de gruesos barrotes. El Guardia de un brusco

movimiento pegó a Cara Dulce de frente contra la reja, acto seguido le

quitó las esposas e hizo lo mismo con Olor a Periódico. Un grupo de

Vigilantes, quienes se encontraban al otro lado de la reja, la abrieron

 para permitir el paso de los dos hombres.

La reja se cerró de nuevo. Cara Dulce y Olor nuevamente fueron

 puestos a andar, ahora, entre los vigilantes. Pero esta vez sin esposas.

El techo, a pesar de algunas telas de araña, se veía limpio; pero no me

quise arriesgar y decidí seguirlos caminado por la pared.

 ─ Este es — informó uno de los Vigilantes deteniéndose frente a una

 puerta, mitad laminas mitad barrotes, así son las puertas de todos los

 pabellones, en todos los penales. Otro Vigilante buscó una llave en su

manojo y abrió la puerta.

 ─ Bueno llegaron a su casa— dijo el Vigilante mientras otros dos

Vigilantes empujaban a Cara Dulce y a Olor a Periódico para

ayudarlos a entrar.

La puerta se cerró tras ellos. Yo necesite maniobrar para entra sin

delatar mi presencia; cuando logre entrar, conseguí a Cara Dulce y a

Olor a Periódico pegados de la pared mientras un recluso, el ayudante

de carcelero por su aspecto, trataba de convencerles de algo.

 ─ Vaya viejo, no haga un problema de una pendejada; no sea que

vengan los luceros a arreglar el lio. Ellos no son como nosotros, ellos

todo lo resuelven invocando a la muerte.

Cara Dulce y Olor a Periódico, rendidos ante la argumentación, tiraron

sus morrales a los pies del hombre y éste, aliviado por la rendición, los

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quienes, como a mí, les había llamado la atención la actitud de los dos

hombres. Olor a Periódico tomó a Cara Dulce del brazo y, con un suave

alón, lo hizo avanzar. A mi entender, lo hizo porque estábamos en

desventajas.

Continuamos avanzando. En ese momento todos queríamos, es mí 

consideración, que el mundo, a asignarnos, se encontrara lo más lejos

 posible del que acabábamos de dejar. De pronto, el ayudante del 

carcelero se echó a un lado del pasillo, pasando casi pegado a la

 pared. En el momento no pude entender ¿Por qué? Pero luego vi un

oven sentado en la mitad del pasillo concentrado en dar forma a un

 pequeño pedazo de madera con un chuzo, quizás era el único

hombre en silencio en todo el recinto. Tenía, además del chuzo

utilizado en dar forma a la madera, un―medio brazoǁ en el piso al 

lado de su pierna derecha y una pistola debajo de sus genitales. Sus

 piernas estorbaban al paso a quien intentara pasar. Cara Dulce debió

decidir entre saltar las piernas del muchacho silencioso o hacer lo

hecho por el ayudante de carcelero. Pero, Cara Dulce y Olor a

Periódico, siendo nuevos en ese penal, aunque, experimentados en

los menesteres carcelarios, sabían que no podían darse el lujo de

 parecer cobarde. Los ayudantes de carceleros pueden hacerlo, ellos

son brujas o caballeros, diablos o guerreros, cobardes o valientes, o

cualquier cosa que quieran ser en el momento que lo quieran ser. Los

 presos comprenden y aceptan cualquier cosa de ellos, pero los otros

reclusos no. Basado en estas razones, cara dulce decidió salvar la

 pierna de un salto, muy limitado por cierto, el muchacho silencioso no

dijo nada ante el gesto de Cara Dulce, Olor a Periódico imitó la acción

de Cara Dulce y nada pasó.

 ─ Ustedes vivirán aquí — dijo el ayudante de carcelero señalando un

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mundo enrejado donde ya había seis reclusos sentados, cada uno

sobre una colchoneta en el piso.

Cara Dulce y Olor a Periódico entraron al mundo ofertado por el 

ayudante de carcelero. Los dos hombres encontraron un espacio

entre las colchonetas y allí se agacharon para asegurar el lugar.

 ─ ¿Qué más viejo?— dijo uno de los presos, en son de saludo a Olor a

Periódico.

— ¿Qué pasó viejo? ¿Tu primera cana?─ dijo otro.

 ─ No — contestó secamente Cara dulce tomando para si la pregunta.

 ─ Son caneros viejos, se les ve por encima. ¡Sabrá Dios de donde

vienen rodando! ─intervino otro preso quien en ese momento

ordenaba las imágenes de un pequeño altar colocado en un rincón

del mundo— acomoda tus cosas por ahí, viejo — continuó diciendo el 

 preso a Cara Dulce enseñándole un rincón del mundo donde había

muchas cosas arrumadas.

Cara Dulce sacó su patrimonio del morral, lo acumulado durante la

etapa más productiva de su vida: un cepillo dental, un desodorante, la

imagen de la mama de Cabello Rizado, dos mudas de ropa, un paño,

una cobija nueva y la imagen de María Lionza. El patrimonio de Olor a

Periódico era más extenso, salvo por la imagen de la mamá de

Cabello Rizado y la de María Lionza, su patrimonio duplicaba en

bienes al de Cara Dulce. Cuando un preso es cambiado de penal 

 pierde todo, sus relaciones, sus afectos, sus bienes y su respeto, sobre

todo cuando no tienes familiares pendientes de visitarlo. Cada cambio

es un comienzo y los comienzos emociones, las emociones son la vida

y nadie vive más intensamente que un preso.

Un ruido procedente de todas partes entró irreverente a nuestro

mundo, salí del mundo a indagar sobre su origen y encontré al 

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muchacho silencioso, quien estaba sentado en medio del infinito

cuando llegamos, parado en la mitad de todos los mundos, con su

―medio brazoǁ ensangrentado. En el piso, un preso se retorcía,

aferrado con una mano al barrote una reja, mientras con la otra

trataba de detener el interior de su cuerpo que pugnaba por escapar 

 por su vientre. Ni siquiera me hiso falta bajar al piso, la sangre estaba

 por todas partes.

Cuando regresé al mundo enrejado, encontré a Cara Dulce ahogando

su curiosidad por los ruidos del pasillo en el oficio de acomodar la

figura de María Lionza en el pequeño altar de sus nuevos

compañeros. Algo grueso pasaba con estos hombres, el líder de todo

el penal, el ―PRAM ǁ, como le decían los presos, había muerto, con

muchos de sus hombres, en un sangriento combate por su

 permanencia como líder. Su contendor, y aspirante al lugar del líder,

también murió con casi todos sus acompañante; esto dejó al penal sin

un líder definido y con muchos pequeños grupos en cada pabellón

luchando por el respeto y el acompañamiento de los presos. En

nuestro pabellón, dos grupos pugnaban en silencio, solapando su

violencia en busca del liderato: por un lado el muchacho silencio,

quien resulto ser más cercano de lo imaginado y con una inesperada

historia que desarrollaré más adelante, por otro lado un ser misterioso

refugiado en el fondo del mundo del ayudante de Bam– Bam de

donde salían las ordenes de vida y muerte, solo frenadas por la

 presencia del muchacho silencioso y sus amigos. A ambos los

reconocían como líderes y les decían ―PRAN ǁ ambos tenían sus

sequitos de ayudantes o ―lucerosǁ y ambos se respetaban

mutuamente. Ni si quiera los Vigilantes osaban desafiar esa autoridad,

ellos mismos necesitaban de su permiso para trabajar y vivir. No

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obstante, era cuestión de tiempo para que estos dos trenes chocaran.

Yo por mi parte me alegré porque ya Cara Dulce había terminado de

arreglar las imágenes y estaba definido mi lugar en el mundo.

El número, como en anteriores penales, fue en la madrugada. Pero a

diferencia de otros penales, no vino un Vigilante serio y mal humorado

a hacer sarcásticas bromas con las miserias de los presos; quien vino

fue un preso con algunas hojas de papel viejo en las manos y una

sonrisa nerviosa en los labios, se paró en el centro del recinto y leyó

algunos nombres saltadamente, a mitad de la segunda hoja se hartó

de leer y entregó las viejas hojas a un Vigilante que lo esperaba en la

 puerta, este le preguntó si estaba completo, y él contestó que sí.

 Apenas llegaban los primeros rayos de luz, llamaron a comedor. Solo

Cara Dulce y Olor a Periódico se aprestaron a salir. Yo los esperaba en

la entrada del pabellón. Según mi entender, por ser nuevos y no tener 

esperanza de visita, no tenían otra opción de comida. Corrí con ellos al 

mundo donde comen los presos. Por cierto, había muy pocas personas

en ese mundo. Lo cual es extraño; pues aunque los presos no son

muy amantes de ira al comedor, cuando hay pocas fuentes de trabajo

como en este penal, el cuidado no abunda y el hambre se sobrepone

a los miedos. Después me enteré que por órdenes del Director y no

habían dejado bajar a algunos presos como castigo por no sé qué

causa.

Cara Dulce y Olor a Periódico entraron al mundo donde comen los

 presos, fueron hasta la ventanilla donde se reparten los alimentos,

recibieron uno o dos del despachado y sin detenerse, con la misma

 prisa de su llegada, comenzaron a buscar la salida mientras comía.

Cuando llegaron a la puerta, ya habían terminado de comer, tiraron la

bandeja donde caen todas las bandejas y regresamos por donde

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llegamos. Mientras regresábamos, encontramos en una escalera,

conducente a alguna parte del infinito, un hombre herido, en otra un

hombre muerto y en otra a dos hombres, chuzo en mano,

defendiéndose de la muerte.

Cuando llegamos al pabellón vimos al ayudante de Bam – Bam

 parado en la entrada de su mundo enrejado. Debíamos pasarle por 

un lado para alcanzar el nuestro; en el interior de su mundo un grupo

de hombres compartía experiencias pasadas.

 ─ ¿Qué pasó? ¿Cómo estamos nosotros?— preguntó el Ayudante aCara Dulce mientras se apartaba otros dos pasos de sus compañeros,

me pareció una temeridad, pues a dos pasos de sus compañeros un

 presos está solo.

 ─ Tu sabes cómo estamos— contestó Cara Dulce secamente. ─ 

Chamo, vamos a hablarlo, vamos a dejar esa culebra así, dime cuanto

quieres y dejamos las cosas como están — Olor a Periódico se separó

un paso para darle más intimidad a los dos presos —. Ya yo me había

despreocupado de esa vaina, si no hubiese sido por esa abogada,

mala sea la hora— exclamó con rabia —. Yo no quiero más líos.

Cuando mataste a los chamos, que me acompañaron a hacerte lo que

te hicimos, supe que eras un varón y que me había metido en

tremendo lio. Entonces me fui para el ―Rodeoǁ para evitar problema,

tú sabes cuan duro es el Rodeo, y cuando creí el problema terminado.

Te mandaron para allá, también, a ti.

 ─ El día cuando quemamos y asaltamos tu pabellón— eso lo dijo con

orgullo— creí que el problema se iba a acabar; pero guerreaste bien y 

el problema siguió. Y para completar,―los panasǁ se metieron con

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tu―conviveǁ. Bueno, a todos los mataron. Por suerte me pudieron

sacar para la P.G.V. Pero mi familia supo que te iban a mandar para allá

y me pasaron a la pica — respiró profundo y sonrió—. A la pica

compadre ¿tú sabes lo que es la ―Picaǁ? Esa una vaina peor que el 

―Rodeoǁ. Pero cuando ya estaba haciendo pueblo alguien le dijo a

mi familia que te iban a mandar para allá porque no te aguantaban en

la P.G.V y entonces me pasaron a Sabaneta y de ahí al Monstruo de

Tocuyito y otra vez al Rodeo. Hasta llegar aquí, siempre corriendo,

corriendo de aquí para allá y de allá para acá porque tú ibas a llegar.

 ─ Y ahora, cuando menos lo pensaba, cuando casi me había olvidado

de ese problema, llega esa abogada y te trae para acá. Pero ya

estamos viejos, ya no estamos para estarnos matando, mira el fruto de

tantas cárceles y tanta corredera— el hombre con brusca torpeza se

levantó la camisa y la abrió dejando ver una incontable cantidad de

cicatrices y tumores—. Pero vino la abogada a peguntarme―que si 

tenía puebloǁ, ―que si te conocíaǁ, mala sea la hora. Yo no quiero más

 problemas, ya me falta poco para salir. Quiero volver con mi familia —

el hombre hizo un pequeño silencio, como preparando lo que habría

de decir— perdóname chamo. Te puedo pagar, te puedo dar lo que tú

quieras, yo aquí tengo pueblo y mi familia ahora tiene real, podemos

llegar a un acuerdo. Perdóname por favor — esto último lo dijo casi en

una súplica.

 ─ Los viejos no tienen pueblo, y esta culebra no se mata con real —

dijo Cara Dulce secamente— tu sabes cómo estamos — concluyó

diciendo mientras sin esperar la reacción del ayudante de Bam– Bam

continuó su camino rundo a nuestro mundo enrejado.

Ese mismo día Cara Dulce y Olor a Periódico consiguieron sendos

―medios brazosǁ, según dicen se los facilitó el que acomodaba las

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imágenes.

―Comedor ǁ gritó alguien en el infinito, pocos presos acudieron al 

llamado. Casi todos estaban concentrados en construir asientos con

gaveras de refrescos, colchonetas y sabanas, para la visita. Cara Dulcey Olor a Periódico, como no esperaban visita, sí acudieron al llamado.

Por mi parte, como vi el pabellón tan dinámico decidí quedarme a ver 

los preparativos de la visita.

Como en todas las cárceles en la que he estado, y como han leído, ya

he vivido en cuatro incluyendo esta, después de terminada sus laboreslos preso entraron en la espera y la incertidumbre que generalmente

culminaba con la entrada del primer visitante. El pabellón entero

estaba sumido en el periodo de espera, los presos se asomaban

 periódicamente por las rejas frontales a la calle, para ver las largas

colas de visitantes en la acera. Después de mirar, unos y otros,se

daban ánimo asegurando ―ya vienenǁ

Cara Dulce y Olor a Periódico ya desayunados, permanecían tirados

en el piso sobre sus colchonetas. Las colchonetas las consiguió Cara

Dulce de un Vigilante a cambió de la promesa de hacerle algunos

objetos de madera.

Por fin los primeros visitantes de la cola comenzaron a pasar. Los presos corrieron a sus puestos a esperar para dar comienzo al más

 primitivos de los mercados, un asiento por unas monedas, o un asiento

 por algo de comida de la cantina o un asiento por unas caricias; un

 precio por sentarse en un mueble, hecho de gavera de refresco y 

colchoneta, durante un rato; un precio especiales si lo usaban durante

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toda la visita; si las cosas van demasiado bien o demasiado mal con

una sonrisa basta.

Pronto visitantes y presos se confundían en una compacta

aglomeración de seres humanos que va y viene. Entre tantos rostrosdesconocidos me pareció ver uno familiar, me pareció ver a la mujer 

de Olor a Periódico. Se movía como visitante veterana, siempre

andando a la mitad del pasillo. Caminaba con soltura, pero sin

separarse de los grupos de visitante, sabía que a más de dos pasos de

los demás visitantes estaba sola. No obstante, los presos permanecían

apartarse de ella con respeto, algunos parecían temerosos de sucercanía. La gran cantidad de seres humanos me impedía ver con

claridad el rostro de la mujer, me acerque a través del techo para

comprobar mis sospechas, y la comprobé; era ella, y buscaba con afán

en la multitud.

Crucé de nuevo el techo para regresar a nuestro mundo enrejado, noquería perderme la reacción de Olor a Periódico cuando se enterara

de su presencia. Pero antes de llegar lo encontré escudriñando con la

mirada en la multitud, separando los deseos de su corazón de la

realidad, comprobando espejismos. De pronto arrancó a correr asía

donde estaba abriéndose paso entre los presente, empujando

visitantes la mujer 

y presos, olvidándose de la regla de oro entre los presos, pedir 

disculpas cuando rozas otro cuerpo.

 ─ Hola– dijo plantándose frente a la mujer, sus manos temblaban y en

su rostro se adivinaba la confusión de sus pensamientos.

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 ─ Hola — contestó la mujer secamente, obviamente, todavía sin

reconocer a quien tenía al frente.

 ─ ¿Qué pasó mi amor, ya no me conoces? Qué bueno que viniste a

visitarme ¿cómo te enteraste de dondeestaba…?

 ─ ¡Dios mío! ¿Qué haces aquí? — Gritó la mujer impactada al 

reconocer a Olor a Periódico.

 ─ Cualquier cosa esperaba de Dios, menos tu visitar — dijo Olor a

Periódico, al tiempo de hacer nerviosos intentos por acercarse a su

mujer.

 ─ Yo no te vine a visitar…

 ─ Bendición mamá — dijo una vos detrás de Olía a Periódico,

interrumpiendo las palabras de la mujer. Intente volar a la pared para

obtener un mejor ángulo, pero casi inmediatamente el muchacho

silencioso salió de detrás de Olor a Periódico y se echó en los brazos

de la mujer.

 ─ Dios te ampare hijo— dijo respondiendo al abrazo del muchacho—

es nuestro hijo, lo dejaste gateando cuando caíste preso— dijo la

mujer volviéndose a Olor a periódico quien ahora era el impactado—

él es tu papá — dijo ahora dirigiéndose al muchacho.

 ─ ¡Mi papá!— Repitió el joven tan sorprendido como Olor a Periódico

quien absorto en la noticia no alcanzaba a pronunciar palabra

— ¿Tú eres la mariposa del rodeo?— profirió el muchacho silencioso

después de un instante de confusión. Olor a Periódico no contestó. Sus

mirada viajaba de sus hijo a su mujer sin parar, con tanta intensidad 

que sus ojos comenzaron a sudar lagrimas — eres un pobre hombre,

caíste en el barranco del miedo y rodaste como una mami – dijo el 

oven tratando de herir con sus palabras al veterano preso, pero

dejando escapar su dolor al pronunciarlas – tu desgracia se regó

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como pólvora en el barrio, hasta en la escuela se mofaban demí 

diciendo ―tú papá es la mariposa del rodeoǁ – el muchacho

silencioso hizo una pausa para sonreír irónicamente—. Pero lo más

bravo fue cuando yo fui al rodeo y me entere que un tipo violó a mamá

en tu cara y tú lo permitiste, eres un cobarde. Dejaste que sometieran a

mamá porque un tipo te tenía sometido, eres una bruja.— el muchacho

silencioso sacó el―medio brazoǁ de su cinto, pero en ese momento la

madre se paró entre los dos hombres evitando con su cuerpo el 

ataque a Olor a Periódico.

 ─ Vamos mijo, yo te vine a visitar, no a verte matar a tú papá — dijo la

mujer mientras tomaba a su hijo del brazo y suavemente lo apartaba

de Olor a Periódico para llevarlo a un rincón, dejando al veterano

 preso parado en la mitad del infinito, callado, mirando entre lágrimas

cómo se alejaban su mujer y su hijo.

Después del encuentro con su hijo y su mujer, Olor a Periódico se fue a

su mundo enrejado, se sentó en su colchoneta y allí se estuvo quieto

mirando el piso sin decir palabra; contestando con gesto las

exigencias de sus compañeros. Cara Dulce, quien no salió de su

mundo en ningún momento, ante la actitud de su compañero y en

respeto a su circunstancia evitó molestarlos con conversaciones no

relevante e, incluso, cuando alguien hacia una pregunta directa a Olía

a Periódico él la contestaba; así estuvieron durante toda la visita.

Llegó la hora del rutinario paseo de los Vigilantes voceando el fin de la

visita mientras amenazaban de gesto y palabras a los presos más

vulnerables y bromeaban, desechos en sonrisas, con los poderosos y 

con los no visitados; por cierto, estos últimos suelen ser los más

violento y callados. Pronto dejaron de oírse los ruidos de los visitantes

y comenzaron los murmullos de los visitados comentados sus horas

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felices. La rutina de los quehaceres se imponía. En alguna parte se

escuchó una pelea, mí comida está asegurada. Comenzó el transitar 

de presos al baño con sus paños a la cintura y su―medio brazoǁ

desnudo en la boca, sin duda habría más comida cuando se

estuvieran bañando. Pero me equivoque, porque hasta bien entrada

la noche no se escuchó ninguna pelea.

 ─ Epa viejo ven acá - dijo alguien desde la reja de entrada. Me asome

 para ver quién era. Me sorprendí al ver al muchacho silencioso. Tenía

su―medio brazoǁ en la mano derecha y una pistola se asomaba en su

cinto, en su hombro derecho se podía ver una herida reciente. En ese

momento supe que él había estado involucrado en el conflicto del final 

de la tarde.

 ─ ¿Qué quieres?— contestó Cara Dulce mientras tomaba su―medio

brazoǁ y lo exponía al viento, esto lo hizo solo para alardear su afecto

 por Olor a Periódico; pues no tenían ninguna oportunidad contra la

 pistola del muchacho silencioso. Olor a Periódico puso la mano sobre

el hombro de Cara Dulce y con un leve gesto de cabeza le indicó

sentarse.

Olor a Periódico se levantó de su colchoneta y fue hasta donde estaba

el muchacho silencioso. Éste se puso delante de él, todavía con el 

―medio brazoǁ desnudo en su mano, Olor a Periódico lo siguió

mansamente, algunos reclusos seguían a los dos hombres a distancia

 prudente.

 ─ ¿Qué te paso en el hombro?— preguntó con acento paternal.

 ─ Tuve un entrompe con un equivocado — contestó Silencioso

mientras limpiaba su―medio brazoǁ y se lo acomodaba en la cintura.

 ─ Debes ponerte una venda para evitar infecciones— dijo el hombre

tratando de alcanzar el hombro de su hijo.

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 ─ Eso no es nada— dijo el muchacho mientras esquivaba el gesto de

su padre—. Según mi mamá, a pesar de tu ausencia, eres un buen

hombre; eso no los dijo todos los días desde la mañana hasta la

noche.

Olor a Periódico no contestó.

— Cuando era chamo ─ continuó Silencioso ─, escuché hablar de la

mariposa del rodeo. Muy bonita, según se decía; pero ¡hay! De quien

la mirara a los ojos, porque lo mataba y le sacaba los de él, esos

decían. También decían que tenía tres maridos y ellos eran más malos

que ella; decían que andaba con una falda hecha con el pellejo de los

tipos que mataba; decían que guardaba el chuzo en un corazón para

mantenerlo húmedo y no se le oxidara con la sangre; decían que el 

gobierno mandaba para allá los tipos más malos para que la mariposa

del rodeo los matara. Eran pocos quienes veían a la mariposa del 

rodeo y quedaban vivos. Eso decían.

 ─ En el barrio, quienes se la daban de duros, decían haber estado en

el Rodeo y aseguraban haberla visto: otros, quienes aparentaban ser 

más malos que todo el mundo, decían haberla saludado y hasta un

tipo, más mentiroso que judas, dijo haberse acostado con ella. Pero

una vez, un chamo, que si conoció a la mariposa del rodeo, me dijo

que eras tú— Olor a Periódico bajó la cabeza avergonzado— le

 pregunte a mama y ella me dijo que habías rodado un tiempo, pero

mataste a todos tus violadores y más nunca volviste a rodar.

 ─ ¡Eso es verdad!— Interrumpió en un grito Olor a Periódico — solo fue

 por unos días — dijo ahora más reflexivo, arrepentido de su grito.

 ─ Me dio mucha rabia cuando me enteré de quien era. Pero después

me acostumbré y hasta me sentí orgulloso por el miedo que te tenían,

algunas personas cuando sus familiares caían presos venían a

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nuestra casa a rogar por la protección de la mariposa del rodeo—

sonrió con ironía—. Pero, cuando caí en el rodeo por primera vez, me

contaron toda la historia. Me dijeron que habías rodado feo, que uno

de tus convives violó a mamá y tú no le habías hecho nada por que

otro convive tuyo te tenía sometió— se detuvo un instante como

 pensando en las palabras a decir— ¿Por qué dejaste que ese perro

sometiera a mamá?— preguntó ahora enfurecido mientras sacaba de

nuevo su―medio brazoǁ y lo apretaba con fuerza.

 ─ Me entró el cague, mi único deseo era salir vivo, me daba miedo

morir aquí y dejarlos solos. Tu mamá consiguió un abogado y él me

decía que podía tener un beneficio, ese hijo de puerca, lo que hizo fue

comerme los centavitos, y pague igualito.

 ─ ¿Quién te tenía sometió? ¿El viejo que anda contigo?

 ─ Eso es pura paja, el viejo es ―panaǁ. ¿A ti que te pasó? ¿Qué haces

aquí?— preguntó cambiando la conversación, pero interesado en

saber de su hijo.

 ─ Mate a un tipo.

 ─ Eso es serio. El homicidio es un asunto serio— murmuró reflexivo —

gracias a Dios ya voy a salir, y te juro que voy a mover cielo y tierra

 para sacarte de aquí.

 ─ No es tan fácil, no soy un argelito, tengo muchas entradas.

 ─ No te preocupes mijo el billete hace todo y yo lo consigo de alguna

manera.

 ─ El tipo a quien maté, era de la policía de investigaciones y cuando

matas un policía, sin no te matan, buscan las maneras de ponerte

donde cualquier tipo obstinado te quite la vida.

 ─ A ti no te va pasar nada. Cuando salga de aquí, la voy a mover para

buscar tu traslado a la P.G.V. allá tengo pueblo y no te va a pasar nada.

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 ─ El tipo a quien maté, era un mala conducta que se la pasaba preso

 por sus malas mañas, por eso lo ponían, casi siempre, de carcelero en

los penales, por eso tenía pueblo en casi todas las cárceles. Fíjate, me

mandaron para acá porque aquí hay un amigo suyo, quien según

dicen tiene mucho pueblo. Me mandaron para acá para que ese

hombre me matara— respiró fuerte al decir esto último.

 ─ ¿Come se llama?

 ─ No sé.

 ─ Y como se llamaba el tipo a quien mataste.

 ─ No sé, era un tipo a quien le decían Bam– Bam.

 ─ Virgen santísima— dijo Olor a Periódico casi para sí.

 ─ ¿Lo conoces?

 ─ No hijo, pero nada te va a pasar — dijo Olor a Periódico asumiendo,

en sus gesto, su condición de padre.

 ─ Me mandaron para acá, para que, quien había sido su ayudante,

me matara; pero no lo he visto. — continuó diciendo el muchacho

silencioso.

Uno de los compañeros del muchacho silencioso hizo un gesto a este,

avisándole algo.

 ─ Debo irme — dijo Silencioso a Olor a Periódico.

 ─ Está bien mijo— dijo Olor a Periódico mientras su hijo se retiraba.

 ─ Papá, cuando pueda te hago chance para que te mudes con

nosotros— dijo Silencioso volteando cuando ya se había separado

uno cuantos pasos.

Olor a periódico sonrió, supongo yo, porque su hijo le dijo papá. El 

reencuentro

 ─ ¡Epa chamo! te llama tu hembra— dijo Olor a Periódico a Cara

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Dulce, quien estaba echado sobre su colchoneta como casi todos los

 presos de nuestro mundo enrejado.

 ─ ¿ Qué hembra?— preguntó Cara Dulce sin dar mucha importancia a

las palabras de su compañero ─ Quien va a ser. La mama del chamo— apenas terminó de hablar 

Olor a Periódico, Cara Dulce saltó de su colchoneta.

 ─ ¿Dónde está?— preguntó Cara Dulce, presa de los nervios.

 ─ Está en la sala de los abogados. Pero está con la diabla de su hija.

Cara Dulce buscó entre sus cosas y sacó la figura de madera de la

mama de Cabello Rizado, una esplendorosa sonrisa iluminaba susojos, dicho de una mejor manera, una sonrisa conjuntamente con sus

ojos iluminaba el mundo entero; ya la figura de madera estaba

totalmente terminada, su parecido con la madre de Cabello Rizado,

cuando la vi por primera vez, era impresionante.

Cara Dulce salió de nuestro mundo enrejado rumbo al mundo de los

abogados. Preguntó la dirección a varios reclusos y Vigilantes, un tantoavergonzado por su felicidad. Y después de atravesar un sinfín de

emociones llego a su destino. Este mundo no era muy diferente al de

otras cárceles: un enorme mesón de cemento iba de extremo a

extremo, una gigantesca maya metálica iba del mesón al techo y de un

extremo al otro, estableciendo límites e impidiendo el paso. De un lado

estaban los abogados y del otro los presos. Del lado de los presoshabía varios Vigilantes con sus escopetas listas para ser usadas en

caso necesario. Había varias colas de presos, una para cada

abogado, ninguna pasaba de tres reclusos.

Cara Dulce buscó entre los abogados hasta descubrir en uno de los

extremos del largo mesón a la madre y a la hermana de Cabello

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Rizado. En donde ellas estaban no había cola, aunque algunos

reclusos preguntaban con frecuencia si ellas estaban atendiendo; uno

de los Vigilantes contestaba por ella meneando la cabeza

negativamente. Cara Dulce fue hasta donde se encontraban las dos

mujeres y se sentó en la silla correspondiente.

 ─ Hola, mire lo que le traje— dijo mientras entregaba, a la madre, la

 pequeña figura de madera.

 ─ Déjame hablar a mí – dijo la madre a la hija, mientras ayudaba a su

hija a levantarse de la silla que le correspondía como abogada para

ocupar ella su lugar.

 ─ La terminé hace poco, gracias a Dios la termine precisamente

cuando me viniste a visitar – dijo Cara Dulce sin dejar de ofrecer la

 pequeña figura.

 ─ Gracias – dijo la mujer mientras tomaba la figura y se acomodaba en

la silla – los Vigilantes me dijeron que no podía hablar por mucho

tiempo– comenzó diciendo sin hacer mucho caso a la pequeña figura

de madera, e hizo una pausa para respirar – A mi muchacho lo

metieron en un problema y cayó preso de nuevo — de nuevo hiso una

 pausa para respirar — no tenemos dinero, desde la muerte de mi 

hermano, ¡Dios nos perdone por eso!, los negocios no andan bien;

ahora vivimos de ella y de su generosidad, y eso no alcanza para

mucho– se volteó un poco para mirar agradecida a su hija– y para

colmo, también murió mi esposo, en paz descanse. El pobre se alejó

tanto de sus desgracias que murió solo– de nuevo hizo una pausa

 para respirar –. Quiero que cuides a mi hijo como antes, no quiero que

le pase nada, yo te pagaré como siempre, si tú estás de acuerdo.

 ─ No necesita pagarme, el chamo es―panaǁ – contestó Cara Dulce

con seguridad - ¿Le gustó mi regalo? – preguntó mientras señalaba la

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 pequeña figura de madera.

 ─ Sí me gustó– contestó la mujer secamente–. Él ya no es un

muchacho y no tenemos dinero para comprar sus cosas como antes.

Pero hoy más que ayer necesita de tu protección. Tú tampoco tienes la

misma fuerza, pero tienes la experiencia y lo cuidaras bien, confío en

ti─ la mujer hizo una pausa para respirar –. Cuídalo, no vaya a ser que

me lo malogren por una tontería.

 ─ No se preocupe, lo cuidaré bien– contestó Cara Dulce— ¿Cuándo lo

traen?

 ─ Hoy o mañana– contestó la mujer.

 ─ Debe llegar de un momento a otro – interrumpió la hija.

Uno de los abogados le dijo algo al oído a la abogada y esta lo repitió

a su madre, también en el oído.

 ─ No puedo seguir hablando por ahora porque no soy abogada, pero

te veré en la visita— dijo la mujer mientras se levantaba de la silla,

también Cara Dulce se levantó de la suya y salió del mundo de los

abogados.

Cuando Cara Dulce llegó a nuestro mundo, Olor a Periódico lo abordo

ansioso de vivir un poco de la romántica historia de su compañero. ─ 

¿Qué pasó? ¿Qué te dijo?– preguntó Olor a Periódico a Cara Dulce. ─ 

Que el chamo regresa — contestó Cara Dulce mientras se acomodaba

en su colchoneta. ─ ¡Bendito sea Dios!– exclamó Olor a Periódico dejándose caer en su

colchoneta perturbado por la noticia.

Durante toda la tarde los dos reclusos no cruzaron más palabras. Sin

embargo, el muchacho silencioso en dos oportunidades llamó a su

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 padre para hacerle algunas consultas.

 A la mañana siguiente los dos hombres, cada cual a su manera y 

según su propósitos estaban, esperando a Cabello Rizado. Cara

Dulce, de vez en cuando, salía al infinito y llegaba hasta unos pasosantes del mundo del ayudante de Bam– Bam, estiraba la cabeza para

ver más allá y se regresaba a echarse de nuevo en su colchoneta. Olor 

a Periódico caminaba hasta más allá del mundo enrejado del 

ayudante de Bam– Bam y también se devolvía después de confirmar 

que Cabello Rizado no había llegado. Uno después de otro y nunca

sin una excusa para salir.

Por fin, ya caída la tarde, llegó un grupo de reclusos. Yo fui el primero

en salir, pues vi a un par de reclusos nuevos pasar frente a nuestro

mundo rumbo a las dos últimas celdas del pasillo. Cara Dulce y Olor a

Periódico, a pesar de saber que los reclusos eran nuevos, no se

levantaron de sus colchonetas, cuando llegué a la puerta de entradadel pabellón encontré un grupo de presos pegados de la pared, aun

con los pantalones abajo, mientras le hacían la revisión

correspondiente. Cabello Rizado estaba entre ellos, fue el primero en

subirse los pantalones sin esperar la orden del ayudante de carcelero.

El ayudante de carcelero hizo caso omiso a la ligera desobediencia y 

los demás presos siguieron su ejemplo.

Yo me puse delante de Cabello Rizado, quería ver la reacción de Cara

Dulce y de Olor a Periódico cuando lo vieran. El hombre iba buscando

con la mirada en todos los mundos, hasta que por fin los encontró.

 ─ ¿Ese qué?— Gritó desde la entrada del mundo - ¿Qué más

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―panitaǁ?

 – dijo a Cara Dulce mientras le daba un apretón de manos y dejaba

caer su moral.

 ─ ¿Qué más chamo? ¿Cómo estamos nosotros?– preguntó a Olor a periódico ya poniéndose a la defensiva.

 ─ Tu sabes cómo estamos – respondió Olor a Periódico mientras se

levantaba de la colchoneta y salía de nuestro mundo enrejado.

 ─ Mira ¿y tú qué? ¿Te vas a quedar? – preguntó el acomodador de

imágenes.

 ─ Bueno chamo, vamos a ver cómo nos cuadramos – contestó CaraDulce condescendiente.

 ─ No viejo, aquí no cavemos quienes estamos, y mucho menos más

gente. Para ti, es mejor buscar lugar en otra parte.

 ─ Tranquilo―panaǁ, déjalo por hoy, mañana cuadramos, ¿Si va?– dijo

Cara Dulce aceptando como definitiva la palabra del recluso.

 ─ Si viejo, ¿Pero dónde te lo va a acostar, en las piernas? ─ Tranquilo, yo lo acomodo.

 ─ Yo no quiero tener problemas contigo viejo, búscale solución al 

asunto– sentenció el hombre y también salió del mundo.

Cabello Rizado comenzó a sacar sus cosas de su bolso ignorando las

 palabras del recluso y confiado en la capacidad de Cara Dulce para

resolver el problema. Pero cuando casi terminaba, de escoger lascosas a necesitar con más urgencia, Olor a Periódico entró de nuevo.

 ─ Vista―panaǁ, me voy a muda con mi muchacho — dijo Olor a

Periódico mientras recogía su colchoneta y el resto de sus cosas.

 ─ Qué bien, así te vas a poder quedar aquí – dijo Cara Dulce a

Cabello Rizado - ¿Pero eso allá no estaba lleno? – preguntó Cara

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Dulce a Olor a Periódico en uno de esos, muy escasos, gestos de

ingenuidad.

 ─ Hubo una pelea y se hiso espacio. Unos se los llevó la pelona, otros

fueron al hospital – dijo Olor a Periódico mientras recogía su

 patrimonio y se ponía en camino rumbo al mundo enrejado de su hijo;

 pelona llaman los presos a la muerte. El muchacho silencioso salió de

alguna parte a ayudar a su padre con la mudanza, viéndose para ello,

en la necesidad de entrar en nuestro mundo.

 ─ ¿Y este tipo volvió a rodar después de viejo?– preguntó Cabello

Rizado después de comprobar la retirada de Olor a Periódico.

 ─ No – contestó secamente Cara Dulce – ese es su hijo.

 ─ Su hijo– repitió Cabello Rizado hundiéndose en un reflexivo silencio

- ¿tienes un chuzo?– dijo rompiendo, súbitamente el frágil silencio. ─ 

Te puedo prestar este pequeño, hasta que consigas un medio brazo.

 – dijo mientras le daba un chuzo más pequeño de lo normal.

 ─ Su hijo– repitió Cabello Rizado mientras se acomodaba en el piso

 pelado y ponía su bolso de cabecera. Los dos hombres no cruzaron

más palabras durante el resto de la tarde ni en toda la noche.

El capullo marchito

Como desde hacía mucho tiempo no pasaba, Cara Dulce iba una y 

otra vez a la reja con vista a la calle para ver si la visita había

comenzado a pasar y, como los demás presos en espera de visita,hacía cola por el derecho a mirar por la ventana. Por fin, la visita

comenzó a pasar y los presos a prepararse para recibirla. Cabello

Rizado no estaba en nuestro mundo; salí al infinito a ver si lo veía y lo

encontré cerca del baño hablando con otros reclusos y fumando

droga. Los días de visita son los mejores para los adictos, pues esos

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días los jibaros ofrecen crédito porque el pago se realiza al entrar la

visita o ―en plenaǁ, como dicen los presos. Volviendo a Cabello

Rizado lo encontré, donde esperaba, añingotado en la entrada del 

baño drogándose.

Cuando la visita entró no fue la madre de Cabello Rizado la primera

como en otrora, muy por el contrario, tardó un buen rato después de

iniciada la visita para aparecer, y como siempre lo hizo acompañada

de su hija. Su paso era lento y se apoyaba en su hija para mantener el 

ritmo de sus movimientos. Cara Dulce la esperaba a mitad del 

 pabellón.

 ─ ¿Dónde está mi hijo?– Preguntó la madre a Cara Dulce por todo

saludo.

 ─ Por ahí debe andar, voy a buscarlo– dijo Cara Dulce mientras salía

en pro de Cabello Rizado.

Cuando Cara Dulce regresó con Cabello Rizado todavía las dosmujeres permanecían de pies esperando.

 ─ Siéntense– casi ordenó Cara Dulce a las dos mujeres, mientras les

enseñaba unos de los asientos preparados con gaveras de refrescos y 

colchonetas obtenido por él, para ellas.

 ─ Dios te bendiga, mijo— dijo la madre a su hijo recién llegado,

haciendo caso omiso a la orden de Cara Dulce, pensé que no teníandinero para pagar por los asientos.

 ─ Ya regreso mamá– dijo la hija mientras se internaba en el infinito.

Poco tiempo después, regresó con el ayudante de Bam-Bam y un

asiento de colchoneta y gavera de refresco mal amarrado, pero

especialmente elaborado. Colocó el asiento en el único espacio libre

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disponible y debajo del asiento colocó una vasija plástica que sacó de

su bolso – el señor es mi cliente– dijo la abogada a los presentes

como excusa por no haber aceptado la invitación de Cara Dulce.

Después de lo cual hizo señas a su madre para que se sentara y ella

se sentó a su lado.

Cara Dulce se alejó del grupo, dando espacio a madre e hijo para

hablar con tranquilidad, confiando en el tiempo, su mejor aliado, para

tener una oportunidad con la mamá de Cabello Rizado. Yo me retiré

con él, los dos nos fuimos a nuestro mundo enrejado, allí Cara Dulce

se tiró sobre su colchoneta. Al fin y al cabo, eran muy pocos los presos,

de nuestro mundo, quienes recibían visitas conyugales.

Sin embargo, el tiempo pasaba y nada parecía suceder. Ya comenzaba

a fastidiarme cuando apareció en la entrada del mundo la madre de

Cabello Rizado acompañada de su hija quien la traía sujetada del 

brazo.

 ─ Vengo a pagar — dijo con vos temerosa.

 ─ Ten mucho cuidado mamá— dijo la hija dejándola a merced de los

deseos de Cara Dulce.

Cara Dulce se levantó de la colchoneta, cerró la reja y colocó una

sábana en ella para evitar miradas imprudentes. Las palabras

 parecían sobrar, ni Cara Dulce ni la mujer estaban interesados en

mancillar su orgullo con excusas o solicitudes. Cara Dulce la desvistió

con cuidado y respeto, un tanto exagerado si tomamos en cuenta

cuantas veces la había desnudado, eso lo pienso yo que nunca he

necesitado respetar a nadie. Cuando estuvo desvestida la acomodo

cuidadosamente sobre la colchoneta y se tendió a su lado para tratar 

de acariciarla, pero ella, a diferencia de otras ocasiones, insistió en

iniciar el acto sexual. Cara Dulce se montó sobre la mujer, pero apenas

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la había penetrado ella se crispó y emitió un ligero gemido apenas

audible, pero obligó a Cara Dulce a detenerse por un instante. El 

segundo gemido fue más fuerte.

 ─ ¡Mamá! – Grito la hija levantando la sábana que vestían la reja─ 

¿Qué te pasa?─ Preguntó ya abriendo la reja.

 ─ Nada– contestó la madre. Pero Cara Dulce, obligado por el pudor,

se levantó de encima de la madre de Cabello Rizado, dejando ver un

 pene ensangrentado.

 ─ ¡mamá, mamá! — Gritó al ver el pene del recluso y se apresuró a

entrar al mundo enrejado para auxiliar a su madre – vente mamá, ya

tú no estás para estas cosas.

 ─ No tengo nada— dijo la madre con recio orgullo.

Cara Dulce, al ver su pene ensangrentado, no dudo en levantarse,

vestirse y auxiliar a la hija en la ayuda de su madre.

 ─ Déjame tranquila. Y tú ven, acuéstate para pagarte el cuidado de mi 

hijo— dijo a Cara Dulce.

 ─ ¡Mamá no puedes! – casi suplicó la hija.

 ─ ¡Debo pagar!– ratificó la madre aun desnuda, negándose a levantar 

de la colchoneta

 ─ Mamá, yo pagaré – dijo la hija mientras trataba de vestir a su madre.

 ─ No necesitas pagar nada. Yo cuidare al chamo, tú sabes que el 

chamo es ―panaǁ. Y yo cuido a mis ―panasǁ – dijo Cara Dulce.

La abogada y Cara Dulce, con algo de dificultad ante su oposición,

lograron vestir a la madre y luego, las dos mujeres, salieron

lentamente del mundo enrejado, una apoyándose en la otra. Cara

Dulce por su parte se dejó caer con todo el peso de su cuerpo sobre la

colchoneta y allí se quedó paralizado mirando el techo y pensando en

su circunstancia. No había pasado mucho tiempo cuando de nuevo

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apareció la hermana de Cabello Rizado en nuestro mundo enrejado.

 ─ Mamá insiste en pagar, según lo acordado, por el cuidado de mi 

hermano.

 ─ Está enferma, llévala a su casa, esto no es para ella– dijo Cara

Dulce sin ocultar su frustración por no haber tenido como hombre a la

mujer de sus contingencias.

 ─ Le prometí pagarte en su lugar, y estoy aquí para pagarte — dijo la

abogada mientras se quitaba la ropa.

 ─ Mejor vete también, ve a tu casa a cuidar de tus hijos y tu marido–

dijo Cara Dulce secamente

 ─ No tengo marido, nunca he tenido uno. Mejor sea dicho, nunca me

he acostado con un hombre. Tú eres el único a quien, en los

momentos nefasto de las violaciones a mi madre durante las visitas a

mi hermano, he visto desnudo.

 ─ ¡Yo no la violé! – gritó Cara Dulce a la mujer, ya desnuda, ante él.

 ─ Es vedad, ella te pagaba voluntariamente por el cuidado de su hijo,

y para que no lo mataras si no lo hacía. Ahora yo te pagare.

Cara Dulce pareció no entender las palabras de la mujer, y se

concentró en la hembra ante sí.

 ─ ¿Eres virgen?

 ─ Sí, soy virgen, bueno casi virgen porque una vez me vi obligada a

cargar un paquete de cocaína en mi vagina para evitarle males

mayores a mi hermano. ¿Te acuerdas?– preguntó la abogada

mientras se arrodillaba frente a Cara Dulce quien permanecía en la

colchoneta.

 ─ Eres virgen– repitió de nuevo Cara Dulce omitiendo las palabras de

la mujer e iniciando su juego sexual.

Cara Dulce y la hermana de Cabello Rizado se revolcaron por todo el 

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mundo, uno arriba y el otro abajo. Ella estaba frenética, lo acariciaba y 

hasta lo besaba como nunca lo había hecho su madre. Cara Dulce

respondía a sus expresiones con la misma pasión. El tiempo pasaba y 

la visita comenzaba a retirarse; pero Cara Dulce y la hermana de

Cabello Rizado no cesaban de ir de un extremo al otro del mundo

 paseando sus instintos.

 ─ Terminó la visita– dijo Cara Dulce cuando oyó la vos, de quien

normalmente anunciaba el fin de la visita en el pabellón.

 ─ Si ya terminó– dijo la mujer mientras se ponía de pies para vestirse

 ─ Apúrate– dijo Cara Dulce a la mujer – ahora los chamos se van a

enjuicia conmigo– dijo para sí, pero en vos alta.

 ─ No te preocupes, mi cliente está afuera cuidando de mí, y cuidando

que nadie nos moleste– dijo la mujer con seguridad.

Cara Dulce se asomó para verificar, y efectivamente afuera estaba el 

ayudante de Bam– Bam con varios de sus compañeros, cuidando

nuestro mundo enrejado.

 ─ Las bromas de la vida— dijo para sí, pero en vos alta.

 ─ Mamá está muy enferma, no debería volver a un penal– dijo la

abogada.

 ─ Está obligada a venir, ¿cómo no hacerlo si aquí está su hijo?– dijo

Cara Dulce restando importancia a las palabras de la mujer.

 ─ Yo no me voy a acostar más contigo y mamá no puede hacerlo. Si 

vuelve para acá, y no te puede pagar, morirá de angustia.

 ─ ¡Terminó la visita!– gritó de nuevo el Vigilante.

 ─ Debes apurarte terminó la visita– dijo Cara Dulce preocupado.

 ─ No te preocupes, yo hable con los Vigilante y ellos saben que estoy 

aquí– Cara Dulce movió ligeramente la sábana que cubría la reja y se

encontró de frente con el Vigilante encargado de vocear el fin de la

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visita, este le sonrió pícaramente y Cara Dulce bajó de nuevo la

sábana.

 ─ Mamá tiene problemas en el útero y en el corazón, está muy 

enferma. Usa pañales desechables por sufrir de incontinencias. Al 

llegar me vi obligada a poner una vasija bajo de su asiento para que

tú supieras que se orinaba encima. No podrá aguantar más cárceles

con mi hermano. Si tú quieres un poco a mi mamá, permítele pasar esa

copa.

 ─ Yo la quiero mucho - aseguró Cara Dulce–. Es mi única mujer desde

hace mucho tiempo, es el único cuerpo que recuerdo, es lo único

bueno en mi vida. Pero, ¿Cómo hago para impedirle visitar a su hijo?

 ─ Mata a mi hermano– dijo la mujer secamente.

— ¡Estás loca!– se burló Cara Dulce.

 ─ ¡Mátalo!– ordenó la abogada.

 ─ El chamo es―panaǁ – se justificó Cara Dulce tímidamente.

 ─ ¿Qué quieres? Tú te vas en unos días; pues ya tú sentencia se

cumplió hace tiempo. Pero mamá, si no se muere tratando de pagarte

a ti, lo hará tratando de pagarle a otro. ¿Te imaginas a quien le pagará

después de tu partida?

 ─ ¡Ella no le va a pagar a nadie!– dijo Cara Dulce confundido.

 ─ Necesita pagarle a alguien para cuidar a su hijo, yo no voy a pagar 

 por ella.

 ─ Ella no puede acostarse con más nadie– dijo Cara Dulce con la

mirada en la rabia causada por las palabras de la abogada.

 ─ Claro que no. Ella está enferma y no puede hacer el amor con

nadie.

 ─ El chamo es―panaǁ. Él se fajó conmigo en el Rodeo y en la P.G.V.

 Además, ya yo voy a salir, ya yo no quiero más líos, ni más planazos, ni 

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más nada.

 ─ No te preocupes, ya hable con el Director del penal, le expliqué las

razones para matar a mi hermano y él las entendió. Si lo hace mi 

madre podrá vivir sus últimos años en paz. – Cara Dulce intentó

levantar la sábana para ver si el Director estaba allí, pero no fue

necesario él estaba en la estructura misma del recinto.

 ─ ¿Ella estará tranquila después de la muerte de su hijo? – preguntó

Cara Dulce mirando el rostro del Director en las sabanas que vestían

la reja.

 ─ Si, mamá estará tranquila, pasará sus últimos años triste por la

muerte de su hijo, pero tranquila. Y al final ella te lo va a agradecer. Tú

vas a ver.

 ─ Bueno– dijo Cara Dulce y bajó la cabeza.

Cuando por fin la hermana de Cabello Rizado quitó la sábana de la

reja y la abrió, estaban todos los presos de nuestro mundo, el 

ayudante de Bam– Bam con sus compañeros y los dos Vigilantes

voceadores del final de la visita, todos esperando la salida de Cara

Dulce y la abogada. Salí al pasillo y pude ver, más allá, en su asiento

especialmente preparado para ella por su hija, a la madre de Cabello

Rizado sola y también esperando. La despedida del compañero

 ─ Es hora de desayuno— dijo un recluso en mitad del silencio de la

madrugada. Y algunos presos quienes no habían recibido visita al díaanterior, comenzaron a levantarse perezosamente.

Cara Dulce fue uno de los primeros en levantarse, fue al baño y de

regresó se sentó de nuevo en su colchoneta.

 ─ ¡Epa chamo!– dijo llamando a Cabello Rizado.

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 ─ Vamos al comedor – invitó Cara Dulce

 ─ ¿A qué? Las vieja nos trajo papa ayer – replicó Cabello Rizado,

 papa es comida.

 ─ Si, pero debemos ir al comedor — insistió Cara Dulce.

 ─ ¿Qué pasó? ¿Tienes una culebra? – preguntó Cabello Rizado

mientras se ponía la camisa y se preparaba para acompañar a Cara

Dulce.

 ─ No preguntes, anda a lavarte y nos vamos – ordenó Cara Dulce.

— ¿Vamos a tardar mucho?

 ─ No―panaǁ, lo que se tarda siempre – contestó Cara Dulce con una

sonrisa.

En el comedor siempre hay posibilidades de un buen comer para mí,

animado por ello, me fui tras Cara Dulce y Cabello Rizado rumbo al 

mundo donde comen los presos.

 ─ ¿Te acuerdas de los Flores?– preguntó Cara Dulce sin detener su

andar tratando de plantear un tema de conversación.

 ─ Ese fue el principio– contestó Cabello Rizado sin dar importancia a

las palabras y mucho más preocupado por la ruta escogida por su

compañero. Además los presos no suelen darle importancia a los

recuerdos salvo cuando estos estén relacionados con una buena

 pelea, donde hayan sido los vencedores, o con la conquista de una

mujer.

 ─ La cárcel es un son extraño, donde nos han tocado unas cuantas

feas, pero hemos bailado bien ¿Te acuerdas de los traslados

inesperados y las paridera para mantenernos juntos? ¿De los

mortales entrompes sin propósito, o con el solo propósito de vengar 

algún despropósito? Y qué decir de los castigos, pelas atroces, casi 

siempre, por culpas ajenas. Pero, a pesar de la música, siempre

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hemos sido tremendos―panasǁ ¿Es o no Es?— dijo Cara Dulce, creo

yo, hablándose a sí mismo.

 ─ Si, chamo– replicó Cabello Rizado, a mi entender, con el único afán

de hacer notar su presencia; pues tampoco las palizas y las vicisitudes

son un buen tema de conversación para un preso. Salimos del área de

los pabellones y entramos a un área repleta de presos de todas

 partes, y la pasamos sin detenernos.

 ─ Y del asalto del ayudante de Bam– Bam— continuó recordando

Cara Dulce.

 ─ Eso sí fue tremendo, ¿Oíste? – Ese si era un buen tema de

conversación para un preso– le echamos pichón ese día, a mí me

entró el cague, pero no me rajé. Te acuerdas como, cuando la cosa

estaba más peluda, llegó―el panaǁ, ―el panaǁ, ese si era un varón, e

chamo era un guerrero — esta vez, ante el recuerdo de Vos Profundo,

sí lo invadió la nostalgia del recuerdo.

 ─ Y lo mataron feo ¿verdad?– dijo Cara Dulce mientras se internaba

en otra área del infinito para luego bajar unas escaleras cubiertas, casi 

en su totalidad, de estiércol, basura y sangre seca producto de los

innumerables problemas resueltos en ese rincón del penal.

 ─ ¿Qué pasó? ¿Para dónde vamos? – preguntó Cabello Rizado

intrigado por tanto misterio de Cara Dulce.

 ─ Vente, ¿Qué pasó? ¿Estasasustado? ─ Lo retó Cara Dulce.

 ─ No chamo tú sabes quién soy yo, yo soy un guerrero.– dijo Cabello

Rizado mientras bajaba con pisadas segura la escalera.

Yo también bajé las escaleras al ver la decisión de los dos hombres.

Sin embargo, a pesar de lo agradable del ambiente, me molestó ver la

enorme cantidad de vecina habitantes de ese rincón del penal. Me

desplace a través del techo para tratar de evitarlas; pero eran tantas

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que aun así me impedían desplazarme con soltura.

 ─ Epa chamo– dijo Cara Dulce mientras sacaba su―medio brazoǁ – tú

tienes tu chuzo.

 ─ Si―panaǁ – dijo Cabello Rizado quien, a mi entender, tampoco

entendía su presencia en aquel lugar solitario, medio oscuro y lleno de

desperdicios.

 ─ Sácalo―panaǁ – ordenó Cara Dulce.

— ¿Para qué?

 ─ Te voy a matar―panitaǁ – dijo Cara Dulce con vos paternal.

 ─ ¿Qué pasa chamo?– preguntó Cabello Rizado mientras sacaba su

chuzo, sabiendo, como yo, que los presos no se amenazan en lugares

solitarios si no están dispuestos a matar y a morir.

 ─ Nada―panaǁ, te voy a matar – repitió Cara Dulce mientras se ponía

en guardia de ataque y lazaba un débil zapatazo en el mugriento piso

mofa lastimera de los zapatazos de otros tiempos.

 ─ Es por mi hermana ¿verdad? ¿Qué pasó, la vieja no te pagó? –

 preguntó Cabello Rizado mientras se ponía, también, guardia.

 ─ Tú vieja está muy enferma, ya ella no te puede seguir visitando, es

mejor acabar con esto de una vez y así ahorrarle las penas – dijo Cara

Dulce mientras se preparaba para lanzar su ataque.

 ─ Me vas a matar por la vieja – dijo Cabello Rizado mientras

abandonaba la guardia y se enderezaba dejando caer su brazo

armado.

 ─ Si chamo, ella ha sufrido mucho por ti, por la muerte de su hermano,

 por la cobardía de tu padre, ha sufrido tus cárceles y mis deseos; todo

 para prolongar en ti su desgracia, regalémosle tu muerte y un poco de

sosiego en su vejez.

 ─ No era necesario darme caramelo para eso. Yo soy quien soy y no

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 puedo dejar de serlo, si tienes algo bueno para mi madre dáselo, sin

buscar excusas.

 ─ ¡Que Dios te bendiga!─ dijo Cara Dulce como despedida.

Cara Dulce, sin abandonar su posición de guardia, levantó su brazo

armado y sembró su chuzo en mitad del pecho del hombre de cabello

rizado quien después de sujetar por unos momentos la afilada hoja,

cayó al piso sangrando por el pecho y las manos.

Como lluvia cayeron mis vecinas sobre Cabello Rizado, intente tomar 

un poco de su sangre, pero me fue imposible porque no dejaron

espacio vacío. Cara Dulce recogió el pequeño chuzo escapado de

Cabello Rizado, el cual él mismo le había regalado, y salió de ese

rincón del infinito. Yo, en un principio trate de acompañarlo, pero decid 

quedarme a pelear por un espacio en el festín. Después de todo he

estado, como mucho otros, esperando por su sangre desde que entró

 por primera vez revestido de indefensión y cautivo de las drogas.

La despedida

Un día, después de algunos pocos transcurridos desde la muerte de

Cabello Rizado, llego Olor a Periódico a nuestro mundo enrejado. Se

veía preocupado y algo ansioso, una pistola se asomaba en su cinto y 

un chuzo resplandecía en su mano. Desde la partida de Olor a

Periódico para irse a vivir con el muchacho silencioso venía con muy 

 poca frecuencia a visitar a Cara Dulce; y éste, por cuidarse del ayudante de Bam– Bam, salía muy poco de nuestro mundo enrejado.

Por estas razones, se veían con muy poca frecuencia y solo cuando

debían decirse algo importante.

 ─ Epa chamo ¿Cómo está todo?– saludó Olor a Periódico a Cara

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Dulce al entrar en nuestro mundo.

 ─ ¿Qué pasó?– respondió Cara Dulce también en son de saludo

mientras hacía espacio para permitir al recién llegado sentarse a su

lado. ─ Vista chamo, no es mi intención estarte trayendo chisme, pues

el 

cuerpo avisa cuando el destino está cerca. Pero debes tener cuidado

 porque

el hombre está allá afuera preparándose para tirante un atentado–

dijo Olor

a Periódico mientras se sentaba al lado de Cara Dulce.

 ─ Tranquilo―panaǁ, Dios sabe lo que hace; y, aunque muchos crean

que sí, no somos eternos. Pero si quiere matarme, habrás de estar 

dispuesto a morir: y si titubea, va a perder el chivo y el mecate, siendo

el 

chivo mi vida y el mecate la de él– contestó Cara Dulce restando

importancia

a las palabras del preocupado Olor a Periódico.

 ─ Te digo esto, no para que mañana no digas que sabiéndolo no te

advertí, sino porque para pedirte que me hagas un espacio en la

 pelea si 

llegara a darse, pues yo también tengo cuentas con ese tipo– dijo Olor 

a

Periódico con franco tono de preocupación. Y no era para menos Cara

Dulce

estaba solo,

 ─ Epa viejo – dijo el muchacho silencioso a Cara Dulce desde las rejas

del mundo– te busca una tipa en la sala de abogados.

 ─ ¡Es abogada!– preguntó Cara Dulce.

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 ─ Debe serlo– contestó el muchacho silencioso–, te mando esto–

dijo mientras le ofrecía la pequeña figura de madera, hecha por él 

 para la

mamá de Cabello Rizado.

 ─ Vista y pendiente―panaǁ, no vayas a salir ahora porque el tipo te

está montando casería ─ advirtió Olor a Periódico – esos tipos se están

 preparando para matarte ─ repitió.

 ─ Tranquilo chamo, nadie es externo– ripostó Cara Dulce. ─ Mejor 

espérate, ella debe volver. Mientras tanto te vas a vivir con

nosotros hasta que hagas pueblo. Nosotros estamos apretados, pero

 podemos hacer un lugar para ti – insistió Olor a Periódico

 ─ Tranquilo―panaǁ, yo soy quien soy, nadie es por mí, voy y vengo. –

dijo Cara Dulce mientras se levantaba de su colchoneta y salía al 

infinito. Yo salí de mi agujero y me fui tras él. La sangre era una

 promesa

revoloteando en el ambiente. Efectivamente, frente al mundo enrejado

del 

ayudante de Bam– Bam había un grupo de presos, algunos con

 pistolas y 

escopetas, todos con chuzos desnudos meciéndose en el aire, de allá

 para

acá y de abajo y asía arriba. Cara Dulce palpó su―medio brazoǁ en su

cinto

bajo la camisa, sacó al aire el pequeño chuzo, días antes regalado a

Cabello

Rizado, y echó a andar por el centro del pasillo a un paso tan rápido

que a mí

me costaba seguirlo, necesité volar para mantenme cerca. Tan rápido

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era su

andar que apenas le dio tiempo al ayudante de Bam – Bam y a sus

compañeros de seguirlo con la mirada.

―Lo esperaremos cuando regreseǁ dijo uno de los reclusos. Otro

recluso dijo algo más, pero no pude escucharlo porque ya iba lejos,

me

movía muy rápido para mantenerme a la par de Cara Dulce.

Llagamos a la sala de los abogados sin que nada pasara. Como casi

siempre había varias colas de reclusos esperando su oportunidad 

 para

hablar con el abogado correspondiente a su cola. En un rincón estaba

la

hermana de Cabello Rizado. No tenía cola de preso esperando por 

ella,

estaba de pies aunque tenía una silla desocupada a su lado. Sin

embargo

esperaba recostada de la pared denotando cansancio.

— Hola– dijo Cara Dulce tímidamente.

— Mamá murió– dijo la mujer, se dio media vuelta y se fue. La angustia

y la desesperación se reflejaron en el rostro de Cara

Dulce, se lanzó sobre la maya metálica, divisora del área de los

abogados de

la de los reclusos, y la sacudió con fuerza, pero no dijo nada. Un

 planazo en

la espalda lo hizo desistir de sus acciones y sin decir palabras salió del 

mundo de los abogados.

 Al salir, Cara Dulce se sacó el―medio brazoǁ del cinto y el pequeño

chuzo del bolsillo del pantalón y, con uno en su mano derecha y el otro

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en su

mano izquierda, echó a andar por el infinito. Su paso eran rápidos y su

mirada estaba fija en su desesperación, su rostro era inmenso se

 podía ver 

desde cualquier parte, decía cosas a tan baja vos, que no podía

entenderlas. En la entrada del pabellón, no había Vigilante, la

cruzamos y nos

encontramos de frente con los compañeros del ayudante de Bam–

Bam,

algunos con pistolas todos con sus chuzos desnudos, eran tantos que

impedían el paso. Cara Dulce continuó caminando aun cuando para

 pasar debía chocar con la masa de hombre y chuzos que ocupaban el 

 pasillo. Cuando estábamos cerca, la masa humana expulsó de su

seno al ayudante de Bam– Bam, quien con su―medio brazoǁ en mano

se paró delante del 

grupo.

 ─ Te llegó la hora mamita– dijo el ayudante de Bam– Bam, mientras

blandía su medio brazo.

 ─ Nadie vive para siempre, tú tampoco– dijo mientras se ponía en

guardia de pelea.

 ─ Pero yo tengo pueblo– dijo el ayudante de Bam– Bam mientras con

su brazo extendido mostraba a sus seguidores.

 ─ Los viejos no tienen pueblo – dijo Cara Dulce mientras daba un

zapatazo en el piso. No fue tan fuerte como en otros tiempos, sino más

bien,

suave y agudo. Pero estremeció el infinito como un disparo a mitad de

la

noche.

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De pronto, los compañeros del ayudante de Bam– Bam comenzaron a

 pegarse de la pared y a bajar sus chuzos, pensé que venían los

Guardias,

 pero no vi a ninguno. Sin embargo, cuando la masa humana se

dispersó,

 pude ver al fondo más allá de donde una vez estuvo el grupo, a Olía a

Periódico, al muchacho silencioso y otros reclusos, todos con sus

 pistolas y 

―medios brazosǁ al aire. Más aun el―medio brazoǁ del muchacho

silencioso

ya estaba goteando sangre. Pensé egoístamente que si Cara Dulce no

me

generaba alimento ya el muchacho silencioso me lo había asegurado.

Los dos hombres quedaron solos en el infinito, uno frente al otro,

rodeados por los reclusos. Según mi pensar, el ayudante de Bam–

Bam

trató de retroceder, pero no había a donde; entonces apretó con fuerza

su

―medio brazoǁ y fijo sus ojos en Cara Dulce.

Un segundo zapatazo, ahora más fuerte y más sonoro, como en los

tiempos del Rodeo, estremeció la conciencia de los presos.

El ayudante de Bam– Bam intentó atacar, pero antes de concretar su

ataque, Cara Dulce le insertó su―medio brazoǁ en el pecho y el chuzo

en el

costado, después el―medio brazoǁ en el vientre y el chuzo en la

garganta,

otra vez el―medio brazoǁ en el pecho y el chuzo en un brazo. Por fin

el

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cuerpo del ayudante de Bam– Bam se desplomó. Pero, cuando caía

Cara

Dulce zumbó otro golpe con el chuzo y lo falló, su último golpe con

el―medio

brazoǁ lo asentó en la espalda de hombre ya caído; de este último

golpe

manó tanta sangre que salpicó al infinito entero, hasta a mí que estaba

en el 

techo me cayeron varias gotas que agradecí porque ya no haría falta

bajar a

buscarlas.

La pelea había terminado, Cara Dulce casi totalmente bañado de

sangre continuó su camino rumbo a su mundo enrejado sin decir 

 palabra. En

realidad, nadie dijo nada, un silencio, raramente encontrado en una

cárcel,

se apoderó del ambiente.

Cara Dulce, aun aturdido por los acontecimientos, se sentó en su

colchoneta. Había sangre del ayudante de Bam– Bam en casi todo su

cuerpo, aún continuaba con los dos chuzos en sus manos y de ambos

chuzos goteaba sangre fresca. La colchoneta ya había comenzado a

recibir 

la sangre desprendida de su cuerpo. De pronto las voces procedentes

del 

infinito comenzaron a aumentar de volumen y el sonido de pasos

apresurados de hombres yendo y viniendo inundó el ambiente. ─ 

Quien mató a este preso– gritó alguien.

 ─ ¡Todo el mundo!, ¡hacer una cola aquí!, ¡en cuero! – dijo otro ─ Van a

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tener que decir quién mató al preso o les vamos a reventar la

espalda a plan de peinilla – dijo una vos aún más recia. No había

dudas, la

Guardia Nacional habían Entrado. En ese momento me di cuenta de lo

influyente que era el ayudante de Bam– Bam, pues solo por un preso

influyente entra la Guardia, aun cuando, en esos casos, no lo hacen

 para

investigar sino para dejar sentado que lo hicieron.

Las peinillas comenzaron a escucharse, primeros contra los barrotes

de los mundos. Un Vigilante acompañado de un Guardia Nacional 

 pasó por 

nuestro mundo y aunque se detuvo un momento para mira a Cara

Dulce, no

dijo nada y continuó su camino. Otro Vigilante también acompañado

de un

Guardia pasó por nuestro mundo y después de dar un fuerte planazo

en los

barrotes, también continuó su camino rumbo a otros mundos, un tercer 

Vigilante se paró en la entrada de nuestro mundo, miro a Cara Dulce

detenidamente, según su actuar, no podía verlo bien por la sangre en

su

rostro.

 ─ Toma– dijo por fin, después de un rato, mientras le ofrecía un

 pequeño papel, Cara Dulce lo tomó sin decir palabras.

 ─ Es tu orden de excarcelación, estas libre. No sé por qué no te la

habían dado antes, estaba aquí desde hace tiempo – dijo el Vigilante

tratando de conseguir la alegría manifestada por todos los presos al 

recibir 

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ese pequeño papel – recoge tus cosas que te vas – dijo, ahora

seriamente, al 

ver la disposición de Cara dulce a mantenerse callado.

Cara Dulce se levantó de la colchoneta con su―medio brazoǁ en una

mano y el pequeño chuzo en la otra y, en silencio, se puso delante del 

Vigilante. Por su actuar entendí que se iría sin recoger nada y corrí a

través

del techo para alcanzarlo. Sin embargo, la sangre del ayudante de

Bam– Bam, salpicada en mi durante la pelea, hacía lento e incomodos

mis

movimientos.

Mientras caminaba, pude ver la larga cola de hombres en ropa interior.

Esperando por el planazo de un robusto Guardia Nacional plantado

en la

 punta de la cola, el hombre los castigaba para que dijeran ―quien

había

matado al reclusoǁ. Cara Dulce caminó lentamente mirando a todos

los

hombres de la cola, le agradecí su lento caminar porque me daba

oportunidad de alcanzarlo. Se detuvo al principio de la cola donde

Olor a

Periódico ya estaba preparado para recibir un planazo que, según el 

Guardia,

lo motivaría a decir ―quien había matado al ayudante de Bam-Bamǁ.

Los dos

hombres se miraron en silencio por un momento.

 ─ Tranquilo―panaǁ, yo también me voy para la calle– dijo Olor a

Periódico respondiendo al silencio de su compañero – ¡Nos vemos en

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la vía! 

 – gritó al recibir el planazo del Guardia.

 ─ ―¿Quién mato al preso?ǁ – Preguntó el Guardia.

Cara Dulce continuó su camino y el Guardia quien estaba castigando

a los presos, se hizo a un lado para que Cara Dulce, aún cubierto de

sangre

fresca y con los dos chuzos desnudos en su mano, no lo manchara de

sangre.

Cara Dulce caminaba por el infinito siempre con el Vigilante detrás, yo

hacía esfuerzos por alcanzarlos, pero cada vez se alejaba más de mí.

Por fin

salimos al espacio exterior, entonces me vi obligado a tirarme al piso

 porque

no había más pared para caminar. Mi persecución se hacía más difícil 

 por las

irregularidades de la superficie.

El Vigilante se adelantó a Cara Dulce para entrar a un recinto lleno

de Guardia Nacional, Cara Dulce se detuvo frete a la puerta por un

momento,

me alegré porque podría alcanzarlo y esconderme en cualquier 

 pliegue de su

ropa. Pero mi alegría duro poco, casi enseguida un Guardia lo llamó.

En ese

momento Cara Dulce dejó caer su―medio brazoǁ y el pequeño chuzo

días

antes regalados a Cabello Rizado.

Cuando por fin pude llegar al recinto donde estaban los Guardias;

 pude ver a uno, limpiando la sangre de la parte interior del antebrazo