aidan pov
TRANSCRIPT
Aiden POVs Traducidos por Luisa Fernanda
1
El primer cuerpo que encontramos en la estación de buses en Atlanta tenía
por lo menos 100 de los 208 huesos rotos en su cuerpo. El chico no podía ser
mucho mayor que mi hermano, y eso me enfermaba. Otra vida
desperdiciada, ¿y para qué? Los Mortales no tenían éter. Era solo la alegría
—la emoción de matar.
Arrodillado al lado del cuerpo del chico de la calle, le di un vistazo a la
forma descomunal emitida por los rayos de la luna plateada. El tipo estaba
construido como una apisonadora. — ¿Encontraste más cuerpos, Leon?
El centinela pura-sangre movió su cabeza, sus ojos estrechándose —No.
Leon era un hombre de pocas palabras, pero estaba acostumbrado a eso.
Girando el cuerpo, supe que tenía que hacer. Lo odiaba con cada fibra
de mí ser, pero esto era un desastre. Los centinelas simplemente no
cazaban daimons.
Limpiábamos después de ellos.
Lejos en la distancia, un rayo cayó y la tormenta de finales de primavera se
lanzó. Con la mandíbula apretada, perdí mi mano en el brazo del chico y
deje que uno de los elementos más poderosos lavara lo que debían ser los
últimos momentos más horroríficos de su vida. Chispas volaron de la punta
de mis dedos, alimentadas por los mimos dioses, y viajando al brazo sin
vida. Por segundos, el fuego antinatural consumió el cuerpo. Nada más
que cenizas se mantuvieron. Era como si el chico nunca hubiese existido. Y
no pude evitar preguntarme si tenía padres allí afuera que notaran, que
por lo menos les interesara.
Y pensé en Deacon otra vez.
— Hey, Aiden, mira lo que encontré —Llamo Kain, emocionado.
Poniéndome de pie, retire mis manos y me gire. Kain estaba sonriendo.
Dioses, Kain estaba siempre sonriendo. Él podía enfrentar una horda de
daimons y estar sonriendo.
— ¿Qué? —Leon demando, sus brazos plegados a través de su pecho.
Kain agito una hoja de papel —Un tiquete de autobús a Nashville además
hay dinero en todos lados aquí.
Leon hizo un sonido exasperado en la parte trasera de su garganta —Esta
es una estación de autobuses, Kain. Habrá tiquetes dispersos por todos
lados.
— Si, gracias por señalar eso —Kain puso sus ojos en blanco —Este
tiquete era de Miami a Nashville, con una detenida en Atlanta.
— Ella estuvo aquí —dijo Leon en una baja, grave voz.
Un tiquete. Dinero perdido. Mortales y daimons muertos. Ella
definitivamente estuvo aquí.
— Mierda —Kain puso el tiquete en el bolsillo y soltó el dinero para que
alguien más lo encontrara. —Ustedes chicos debieron escucharme
en Florida. Debimos haber estado mirando estaciones de bus y no
aeropuertos.
— Eso no es de ayuda ahora —Aceche por el callejón, escaneando
por algo- cualquier cosa que nos ponga en la dirección correcta.
Necesitaba volver al Covenant. Solo los dioses sabían lo que Deacon
estaba haciendo.
— Lo único que digo es…
— Cállate, Kain —Le advirtió Leon. Era asombroso que ya odiara a Kain
hasta la muerte.
Kain se quedó quieto.
Con una sonrisa siniestra me moví al borde del callejón. Había un campo y
un bosque separando el camión detenido de un parque industrial. Sentí a
Leon subiéndose detrás de mí y gire ligeramente. — ¿Crees que llegamos
demasiado tarde? —Le pregunte.
Él observo directamente al frente, sus ojos distantes —No lo creo. Ella ha
llegado hasta aquí después de…
Después de lo que habíamos visto y aprendido en Miami, la chica tuvo
que ser ingeniosa para seguir adelante. Pero allí había daimons en todas
partes. Ellos matan. Eso no se veía bien. Ella podía ser tal vez solo una
mestizo –una mestiza con muy buenas conexiones- pero la idea de ella
muriendo allí afuera sola rebanada a través de mí. La injusticia de eso no
estaba bien.
— Miren —dijo Leon —Alguien ha estado en este campo, corriendo.
Miren como hay secciones pisoteadas.
Él estaba en lo correcto. Los tres nos dirigimos hacia adelante, siguiendo el
pasto pisoteado del campo hasta que alcanzamos el bosque. No fue fácil
entonces. Nos separamos, cada uno de nosotros yendo en diferente
dirección. Yo me dirigí hacia el centro, observando la punta de los edificios
en la distancia. Otro pulso luminoso separando el cielo y seguido por un
rayo que sacudió mis huesos.
Tome unos pocos pasos más cuando escuche a Leon llamar. Siguiendo su
voz, lo encontré al lado de los restos carbonizados de otro mortal. Estaba
fresco. — ¿Daimon?
Él asintió —No sé qué más puede quemar a un mortal de esa manera sin
tomar el bosque entero.
— Ella tiene que estar alrededor de aquí, en alguna parte. —Viva… o
muerta, pero de cualquier manera, la encontraríamos. La llevaríamos
de regreso como fuimos ordenados hacer por el propio Ministro. Le
eche un vistazo a los edificios otra vez y una rara sensación rodo por
mi espina —Vamos a echarles un vistazo.
Enviando a Kain de regreso al Hummer con órdenes de encontrarnos en el
parque, Leo y yo nos encaminamos. No nos tomó tanto el cruzar el bosque
y caminar silenciosamente encima del agrietado pavimento. Kain
estaciono en el borde del lote, uniéndosenos tan rápidamente mientras
nos movíamos entre los edificios.
— Está bien, tengo que preguntar esto —Kain saco una cuchilla de
titanio. — ¿Por qué en el mundo los daimons sufrirían tantos
problemas para masticar a una mestiza?
Leon exhalo audiblemente.
— No me malentiendan. Siendo un mestizo y todo eso, me gusta pensar
que soy importante, ¿pero para un daimon? Algo está mal con esto.
Por mucho que odie admitirlo, porque Kain estaba en lo correcto, nunca
había escuchado el final de eso, pero tenía un punto. Los daimons no se
interesaban acerca de los mestizos en lo absoluto. No había suficiente éter
en ellos. — Lo sé— dije finalmente.
— Quiero decir. ¿Qué está pasando que nosotros no…?
Me detuve, escuchando el sonido de metal afilado. Sosteniendo en alto
una mano, silencie a Kain mientras me giraba al desproporcionadamente
bajo edificio en frente de nosotros. Haciendo señas hacia él, saque mi
cuchilla y me dirigí hacia adelante.
Una de las puertas oxidadas había sido pateada. La anticipación se
hincho y la adrenalina golpeo al mismo tiempo. Esto es. Lo sabía desde lo
más profundo de mis huesos. Después de meses de habernos acercado
tanto, este iba a ser el fin del camino de una manera u otra. Moviéndome
silenciosamente, aliviado abrí la puerta y deje que mis ojos se ajustaran a
la oscuridad de la fábrica abandonada.
Bancos dispersos y vigas rotas yacían por todos lados. El lugar olía a
podredumbre y decadencia. Mi corazón golpeando rápido ahora, me
deslice alrededor de las olvidadas mesas de trabajo.
Entonces lo escuche – La escuche.
— Bla, bla. Vas a matarme. Bla. Lo sé.
Una sonrisa de reluctante diversión apareció en mis labios. De todo lo que
he escuchado acerca de Alexandria Andros esa tenía que ser ella. Parte
de mí se sentía como si debiera haberla conocido cuando el Ministro había
votado las órdenes en mi regazo, pero la alejada memoria de quien ella
era, estaba distante e ilegible.
El grito de un daimon corto a través del aire y después un hombre grito
para que una mujer la detuviera. El sonido de pasos golpeteando me
propulsó a entrar en acción. Salte adelante, corriendo por la brecha en la
pared. Sin saber cuántos daimons tenían a la chica en la esquina,
necesitaba una distracción.
Lance mi mano libre y deje escapar un suspiro pequeño. Una ola de fuego
rodo sobre el piso de la fábrica, quemando todo a su camino. Hubo un
grito repentino del otro lado. Liberando la otra cuchilla con mi mano,
camine a través del fuego, intocable por el calor.
En un instante la vi. Ella lucia muy pequeña parada allí, agarrando… ¿una
espátula de jardín en su pequeña mano? Por debajo de su enredado
desastre de cabello, nuestras miradas se encontraron. Un parpadeo de
familiaridad pasó a través de mí.
La mujer detrás de ella lucia como cualquier pura-sangre para mí, pero no
tomaría el riesgo. La encontré. — Agáchate.
Gracias a los dioses ella golpeo el suelo mientras lanzaba otra corriente de
fuego elemental. Estallo contra el daimon, y ella cayo, gritando y
retorciéndose. Mis sentidos me estaban diciendo que había más, por lo
menos dos más.
Baje mi mano, escuchando el golpeteante sonido mientras las flamas
salían. Leon y Kain se apresuraron. Con su rodilla y a veces extraña
habilidad para extirpar los daimons, Leon se concentró en el otro daimon y
despareció. Kain fue a la mujer daimon derribada, conduciendo la cuchilla
de titanio profundamente en su pecho.
Por la esquina de mis ojos, vi a Alexandria luchando con sus pies. Irritación
quemo. Ella necesitaba estar agachada, fuera del camino hasta que
supiéramos en donde estaban el resto de los daimons. Me gire por un
segundo –un maldito segundo- y la escuche lloriquear.
Girando de nuevo hacia ella, un rubio la tenía atrapada, tirando hacia
atrás su cabello. En una fracción de segundo, el horror corrió a través de mí
mientras él se enredaba como una cobra enojada. Alexandria gritaba – el
sonido me arrastro de regreso a muchos años atrás. Había escuchado ese
chillido, el sonido adolorido demasiadas veces desde la primera vez que
desperté a este. Mi estómago se tambaleo.
El daimon levanto su boca ensangrentada — ¿Qué eres?
Disparando hacia adelante, agarre al daimon por su garganta y lo
arranque lejos de ella. Él golpeo el suelo, rodando sobre sus pies.
Sonriendo, salí y lo atrape en el estómago con mi bota. Entonces caí,
tomando inmediatamente sus piernas de debajo de él. Lo podría haber
matado entonces. Lo podría terminar rápidamente.
Con piedad.
Pero él la había marcado.
Y bueno, eso merecía un poquito de venganza. Sin piedad incluida.
El daimon se alzó en sus pies justo cuando lo atrapaba por la garganta,
golpeando a la creatura en la pared más cercana. Los huesos crujieron. Ni
me inmute. No mientras lo estampaba de nuevo… o cuando finalmente
conduje la cuchilla en su interior. El Damon colapso en sí mismo. Yo gire
lejos, antes de que él se hubiese ido si quiera, mi mirada yendo directo a la
chica.
Ella estaba en el suelo, encorvada en una pequeña bola, haciendo
sonidos que picoteaban en mi pecho. Nunca había sido marcado antes,
pero escuche que Hades no tenía nada comparado. Dejando las cuchillas
lejos, me acerque a ella.
Con mucho cuidado, me agache y la hice girar por su espalda. Sus manos
estaban agarrando el espacio entre su cuello y su hombro. Necesitando
ver el daño, apreté sus manos para alejarla. No lucia tan mal. Ninguna
arteria importante o grandes trozos de piel faltaban. Pero no hablaba. Ella
estaba solo mirándome a través de tiras de cabello, sus ojos agrandándose
y levantándose contra sus pálidas, sucias mejillas.
Era ella.
— ¿Estás bien? ¿Alexandria? Por favor di algo.
— Álex —se ahogó —Todo el mundo me llama Álex.
Di una corta, aliviada risa. —Está bien. Vale. Álex, ¿puedes ponerte de
pie?
Ella asintió. Cada pocos segundos un estremecimiento rodaba a través de
ella, pero se mantuvo junta. La chica era fuerte — Eso… ha sido una
autentica basura.
Pasando una mano alrededor de su cintura, la levante hasta ponerla de
pie. Ella se balanceo mientras yo peine su cabello hacia atrás para poder
ver su marca nuevamente, solo para asegurarme —Dale unos minutos. El
dolor desaparecerá.
Leon regreso, junto con Kain. Sus ojos estaban clavados en la chica, y tuve
la repentina urgencia de protegerla. Los pura-sangre no eran conocidos
por su amabilidad a los mestizos. Un hecho que odiaba acerca de los de
mi propia clase. No sabía en donde estaba parado Leo con eso. —Esto
deberían ser todos. —dijo.
Asentí. —Alex, tenemos que irnos. Ahora. De vuelta al Covenant.
Ella volvió a mirarme, pero no me veía como si fuera a retroceder, sus
delgados brazos temblando. Como un animal enjaulado que no veía la
forma de escapar. En el parpadeo de un segundo, supe que ella haría
algo de erupción, algo no completamente pensado y nacido del miedo
residual. Solo esperaba que fuera tras de mí, y no tras Leon. No haría nada
en contra de ella, pero si atacaba a un pura-sangre diferente, todo esto
sería para nada.
Di un paso hacia ella, levantando mis manos en lo que esperaba fuera
recibido como un gesto inofensivo.
Ella se estremeció, como una lámina de cristal estirada muy finamente.
Tome otro paso hacia ella, y ella se lanzó hacia mí en una masa de pies
pateándome y manos con garras. Había algún talento en ello –algo de
entrenamiento anterior, pero sus movimientos eran desiguales por el miedo
y el cansancio.
Atrapando una de sus manos, gire y sujete sus brazos a sus lados. Ella se
inclinó hacia adelante, tratando de patearme. Ninguna buena acción
queda impune... Me moví fuera de su camino. —No lo hagas —le advertí,
hablando directamente en su oído. —No quiero hacerte daño.
Su respiración era áspera, rota mientras ella se retorcía como si fuéramos
los chicos malos. La cadena de maldiciones que puso junta era
honestamente impresionante y hubiesen sido entretenidas si no fueran
directamente para mí.
— ¡Wow! —Kain gritó desde algún lado—. Álex, ¡nos conoces! ¿No me
recuerdas? No vamos a hacerte daño.
— ¡Callate! —Gritó, recogiendo lo último de su fuerza, liberándose de
mi agarre solo porque no la tenía tan apretada como para herirla.
Álex esquivo a Kain y Leon, quien se detuvo, luciendo igualmente
sorprendido y divertido. Su largo, fibroso cabello flotando tras ella mientras
aceleraba, dirigiéndose a la salida.
Kain sonrió. — Bueno, esto fue como lo esperábamos.
Suspire —Iré por ella.
— Asegúrate de no romperla o algo —dijo Leon —dudo que su
padrastro apreciase eso.
Sí. Sí. Fui tras ella, sabiendo que no iría a ninguna parte. No ahora.
Rodeando el lado del edificio, la vi bajo la luz de la luna, rayando a través
del campo. La chica podía correr cuando quería. ¿Fue así como se
mantuvo con vida? ¿Simplemente corriendo? Era algo un poco triste.
Atrapándola, envolví mis brazos alrededor de su cintura y la derribe,
girando para que yo golpeara el picoso césped. Por un latido de corazón,
ella estaba sobre mí, paralizada y en silencio, pero si los pocos momentos
estando a su alrededor me habían dejado algo, sabía que esto no duraría.
Inclinando mis caderas, la rodé debajo de mí, fijándola allí.
— ¿Ahora? —Ella grito, su voz rompiéndose. —¿Dónde estaban hace
una semana? ¿Dónde estaba el Covenant cuando estaban
asesinando a mi madre? ¿Dónde estaban ustedes?
Me eche hacia atrás, más afectado por esas palabras de lo que ella
alguna vez creería. —Lo siento. Nosotros no…
Ella se derrumbó como una bomba atómica. Gritando. Pateando.
Arañando. Alguien terminaría herido, y no iba a ser yo. Y la última cosa que
quería hacer era herir a alguien quien obviamente había pasado por
mucho, visto mucho. Deje que mi peso la presionara, manteniéndola
inmóvil.
Y finalmente, Álex dejo de pelear. Creo que dejo de respirar. O tal vez era
yo, porque podía sentir cada parte de ella. Suave donde yo era duro,
curvas en donde yo tenía líneas rectas. La mire, compartiendo el mismo
aire, nuestros labios solo a pulgadas de distancia.
En sus ojos, había una tormenta de emociones. Su mirada era
conmovedora, profunda. El suave marrón de sus irises revueltos en una
batalla con miedo, rabia… y algo mucho más. Casi no lo veo, pero sus
labios se separaron en una exhalación suave.
Suficientemente extraño, me encontré a mí mismo queriendo saber cómo
luciría bajo todo esa mugre. Como sonaría cuando no estuviese
maldiciéndome o gritándome. Como se movería con acciones que no
fuesen producto de su instinto o miedo.
Toda esa curiosidad era altamente inapropiada, un error incluso.
Ella era una mestiza.
Baje mi cabeza, y ella inhalo tan profundamente que su pecho se presionó
contra el mío. Un impulso primario pasó a través de mí, realmente fuerte
como para ignorarlo y empujarlo cuando ella me miraba de esa manera.
Como que si quisiera hacer algo, cualquier cosa loca, ella lo apoyaría.
Esto era demente.
Coloque mi mano en su frente, la culpa masticando a través de mí con
pequeños y afilados dientes. Esto tenía que hacerse. Si no lo hacía, ella
terminaría haciéndose daño. Encontrándome con su mirada, empaque un
puño mental del infierno por mis próximas palabras. —Vete a dormir. Ahora.
Vete a dormir y no despiertes hasta que te sientas segura. Ahora.
Álex se puso rígida y luego todo su cuerpo estuvo laxo, débil y obediente.
Tuve la clara impresión de que sería uno de los pocos momentos en los que
jamás estaría así. El remordimiento por usar una compulsión en su contra se
deslizó a través de mí mientras la acercaba a mis brazos y me levantaba.
Todo había terminado. Por lo menos, debería ser. Habíamos hecho lo que
habíamos sido enviados a hacer. Hemos encontrado a Alexandría Andros,
y, sin embargo, yo sabía en lo profundo de mi alma que esto era sólo el
comienzo.
2
A Álex le gusta acurrucarse. Eso se volvió aparente desde el momento en
que la deje en el asiento trasero del Hummer y me subí tras ella. No paso ni
un minuto antes de que ella se moviera más cerca, dejando su cabeza en
mi hombro. No podía ser una posición cómoda, y quería mover mi brazo
para darle más espacio, pero eso no terminaría bien. El hecho de que
usara mi hombro como almohada era lo suficientemente malo.
Debí empujarla lejos, pero no lo tenía en mí. Cada par de minutos, ella
hacia estos pequeños sonidos, un quejido o gemido. Mire hacia abajo a
ella, solamente capaz de ver la punta de su nariz asomándose de su
cabello. Me pregunte que estaría soñando.
Mis ojos se elevaron, encontrando a Leon observándome en el espejo
retrovisor. Él levanto sus cejas —Ojos en el camino —gruñí.
Leon resoplo.
Kain no me había dicho ni una palabra desde que aparecí con Álex en mis
brazos. Él estaba manteniéndose al borde por la compulsión. No lo podía
culpar. Las compulsiones eran un tema delicado para los mestizos.
Moviéndose más cerca, Álex suspiro profundamente, desviando mi
atención de nuevo a ella. El momento en el que se despertara y estuviera
consciente de lo que estaba haciendo, me rostizaría a mí mismo.
Álex se hecho hacia atrás rápidamente, golpeando su cabeza con la
ventana —¡Mierda!
Haciendo una mueca de dolor, me gire hacia ella —¿estás bien? —ella no
me respondió por unos cuantos minutos. — Alex. ¿Estás bien?
— Sí, estoy bien. —Ella fruncido el ceño mientras miraba alrededor del
Hummer —¿En dónde estamos?
— Estamos en la costa, justamente a fuera de Bald Head Island.
Estamos casi en Deity Island. — Ella salto un poco.
— ¿Qué?
— Estamos regresando al Covenant, Álex.
Frotando la parte de atrás de su cabeza, suspiró — ¿Los envió el Covenant
o mí… padrastro?
No estaba seguro de como contestar eso. Todo parecía complicado. — El
Covenant.
— ¿Ahora trabajas para el Covenant?
Sorprendido de que ella siquiera me recordara por su tiempo allí, negué
con mi cabeza. —No. Sólo soy un Centinela. Esto es solo temporal. Tu tío
nos mandó a buscarte. —Le eche un vistazo a fuera de la ventana —Han
cambiado muchas cosas desde que te fuiste.
Ella hizo unas cuantas preguntas mundanas mientras la observaba de
cerca. Estaba inquieta. Demasiado. No pasaba un momento en el que no
se moviera en su sitio. Una sonrisa tiro de mis labios hasta que recordé lo
que hice.
— Álex, perdona por la compulsión de antes. No quería que te hicieses
daño.
Sin ser una sorpresa, ella no me perdonó. Mire hacia adelante, aliviado de
no encontrar a Leon observándonos — Y… siento lo de tu madre. Las
buscamos por todas partes, pero nunca estaban lo suficiente en un sitio.
Llegamos demasiado tarde.
— Si, llegaron demasiado tarde. —Su voz vacilo.
El remordimiento golpeo en mi pecho. Parte de mi quería decirle que sabía
cómo se sentía, pero se supone que no debía relacionarme con ella.
Nunca. Busque en la distancia para cambiar de tema, hice una pregunta
que me había estado royendo — ¿Por qué se fue tu madre hace tres
años?
Ella me espió desde una cortina de cabello. ¿Cómo, por Hades, luciría su
cara? —No lo sé.
Inseguro de si podía confiar en ella, lo deje pasar. Nadie sabía de lo que su
madre, una pura-sangre, la había alejado del Covenant. Y si lo sabían, no
estaban hablando. No volvimos a hablar, no hasta que cruzamos los
puentes y Leon nos dejó en frente de uno de los dormitorios que se
levantaban entre la tierra y el océano.
Ella estuvo callada mientras la guiaba a través de los corredores, y debería
estar agradecido por eso. Pero al contrario tiraba de mí por alguna razón.
— Aséate. Volveré a por ti en un rato. —Comencé a girar pero me detuve
—Encontrare algo que ponerte y lo dejare sobre la mesa.
Sin esperar por su respuesta, la deje en el dormitorio y regrese a la isla
principal. Con cada paso que daba, me preparaba para lo que no
dudaba encontraría cuando abriera la puerta de la que solía ser la casa
de mis padres.
El hedor de alcohol eclipsaba el del mar, y casi me noquea. Enojo se
precipito dentro de mí como una bola de fuego. Acechando al bajo
pasillo, ni siquiera me moleste en estar quieto mientras observaba dentro
de la arreglada habitación.
Varios adolescentes pura-sangre estaban tirados en diferentes posiciones.
Algunos no tenía realmente ningunas ganas de ver. Mi irritación no
conocía límites mientras continuaba. Asegurándome que una habitación
estuviese todavía cerrada. Me encamine hacia la habitación de Deacon.
Empuje la puerta abierta, estampándola contra la pared.
Gracias a los dioses Deacon estaba solo. Si hubiese entrado allí una vez
más con él medio desnudo, iba a tener que dejar que una Furia me
quebrara los ojos.
Mi hermano menor estaba tendido a través de la cama, boca abajo, su
ropa arrugada y un frasco a su lado, filtrando solo los dioses saben lo que
había estado tomando en el colchón.
Sin más preámbulos, patee el poste de la cama. Fuerte.
— ¿Qué? —Mascullo Deacon en la sabana— el baño está bajando el
pasillo… o ve afuera. Como sea.
— Se en dónde está el baño, idiota. Ésta es mi casa.
Deacon se congelo y después dejo salir un sonoro suspiro mientras rodaba
por su espalda, entrecerrándome los ojos. Sonrió— En realidad, me sonrió a
mí. El único rasgo que realmente compartimos eran los ojos, pero sus grises
estaban confusos —Hey, hermano, bienvenido de regreso.
Quería llevarlo afuera y arrojarlo al océano. Sostenerlo hasta que Poseidón
nos sacara. —¿Es esto lo que has estado haciendo todo el tiempo que he
estado afuera? ¿Bebiendo? ¿Festejando?
— No. —Sentándose, se balanceo de lado a lado mientras hacia una
mueca. —Está bien. Tal vez solo un poquito.
Dando un paso adelante, me incline para que estuviésemos al mismo
nivel. — ¿Es así como vas a pasar el resto de tu vida? ¿Es esto lo que
encontrare cuando me vaya?
Inclino la cabeza, su sonrisa tambaleante. —No eres mi niñera,
hermano. No eres mi padre. Dioses… actúas como si tuvieras cincuenta.
Solo tienes veinte. Vive un poquito. Toma un trago. —Él me estiro el
frasco. —Relájate.
Golpee el frasco fuera de su mano cuando lo que realmente quería
hacer era golpearlo a él arriba de su cabeza.
— Whoa —murmuro— no fue genial.
Utilizando la paciencia que realmente no tenia, tome una respiración
profunda. —Sé que bebes porque extrañas a nuestros padres. Sé que es
algún trauma con raíces y dolor. Lo entiendo, pero esta no es la manera de
lidiar con ello.
El parpadeo. —¿No son todas sabias maneras?
Por los dioses, iba a dañarlo físicamente. —Acabo de recoger a una chica
que vio a su madre ser drenada por un daimon. Que tuvo que luchar todos
los días para sobrevivir, Deacon. Ella pudo haber hecho lo que tú haces.
Ella pudo simplemente rendirse.
— Tal vez lo debió haber hecho. —Se dejó caer en su espalda,
cerrando los ojos. — Es más fácil de esa manera.
Había tanto que quería decirle a él, pero probablemente me
arrepentiría de cada palabra en una hora. O no, pero no tenía tiempo
para esto. Marcus estaba esperando. —Tienes una hora para sacarlos.
— ¡Sí, señor! —Me dio un dedo como saludo.
Girando alrededor, deje la casa antes de que lo golpeara. De regreso a la
isla controlada del Covenant, tome las riendas de mi enojo y fui a
recuperar a Álex. Kain me intercepto justo mientras rodeaba el patio.
— ¿Qué crees que hagan con ella? — pregunto, dejando caer el
empeine al lado mío.
Buena pregunta. —No tengo idea.
— Ella perdió mucho tiempo como para ponerse al día —Paso una
mano por su cabello rubio, agitado. —La enviaran a que sirva. Le
pondrán el Elixir.
El frio me azoto. Servidumbre era igual a esclavitud, el temor de todos los
mestizos. Sin querer ahondar demasiado en porque la idea del pequeño
volcán siendo puesta en Elixir me molestaba, sacudí mi cabeza. —Dudo
que hayan pasado por todos estos problemas para hacer eso.
— Trabajare con ella si necesitan de alguien para que la ponga al día-
—sugirió. —Es todo lo que ella realmente necesita. La recuerdo,
Aiden. La chica puede pelear. Y es rápida. Dioses, huyo de ti.
Puse mis ojos en blanco. No dudaba en que Kain nuca me dejaría
olvidar eso. —Te graduaste hace menos de un año. No puedes entrenar
a alguien.
— ¿Entonces qué? ¿Tú lo harás? —La curiosidad coloreo su tono. — No
eres conocido por ser paciente.
Eso era cierto. Siempre que el Covenant me enviaba Centinelas frescos
recién graduados de la escuela, regresaba la mitad de ellos por las más
mínimas infracciones. Prefería ser conocido como un desplumador que ser
responsable de una manotada de pura-sangres muertos. —Esperemos que
no llegue a eso.
Realmente tenia suficientes cosas de que preocuparme sin añadir a una
medio entrenada mestiza a la mezcla. Deje a Kain fuera del dormitorio,
dirigiéndome directamente al cuarto en donde la deje. Golpee una vez y
después abrí la puerta. Brevemente pensé que debía esperar un momento.
La chica podría estar desnuda por todo lo que sabía.
Álex estaba de pie en el medio de la sala. Saltó cuando me vio, pero
estaba más sorprendido por realmente tener una buena vista de ella sin
estar cubierta de tierra.
La recuerdo.
Pero ya no era la pequeña marimacha que recuerdo de los tiempos en
que la vi. Algunos de sus rasgos eran los mismos. No había crecido mucho,
o ganado mucho peso, pero dioses, ella era…
Largo, delgado castaño coloraba el pelo que caía pasando un pecho que
había crecido en los últimos tres años. Su cara tenia forma de ovalo, labios
llenos como los de un pura-sangre. Pómulos altos y cejas delicadamente
arqueadas sobre dos grandes ojos marrones. Incluso con las débiles
magulladuras purpuras estropeando un cutis de otro modo impecable, ella
era… increíble.
Hermosa.
Mi cuerpo entero se tensó mientras nuestros ojos se quedaron trabados.
Algo que la mayoría de los mestizos nunca se atreverían a hacer, pero oh
no, ella lo hacía. Me miraba de regreso, la misma mirada apreciativa que
yo le estaba dando. Un sentimiento líquido, como cuando invoco al fuego,
hirviendo en mis venas.
Un sentimiento que no debería tener.
Alex inclino su cabeza. —¿Qué?
Me sacó de eso. ¿Qué en el nombre de Hades estaba pensando? —Nada.
¿Estas lista?
— Supongo.
Me siguió fuera del dormitorio, y estaba extremadamente consiente de sus
ojos sobre mí. Di un vistazo sobre mi hombro, preguntándome en que
estaba pensando ella. Tenía esta extraña mirada en su cara, como si
estuviera trabajando en un puzzle. — ¿Cuántos daimons has matado?
— Solo dos. —Ella arreglo su paso para caminar a mi lado.
— ¿Solo dos? —Asombrado, la mire. — ¿Te das cuenta de lo increíble
que es para un mestizo no entrenado completamente el matar a un
daimon, y más aún dos?
— Supongo —Su cara se arrugo con enojo y después cayó. —Habría
matado al otro en Miami… pero estaba —no sé. No podía pensar. Sé
que tenía que haber ido a por él, pero me entró el miedo.
Me detuve, enfrentándola — Álex, que hayas matado a un daimon sin
entrenamiento es algo extraordinario. Fue valiente, pero también
estúpido.
— Vaya, gracias.
— No estás entrenada. El daimon podía haberte matado fácilmente. ¿Y
al que mataste en la fábrica? Otro acto intrépido, pero estúpido.
Ella frunció el ceño. —Creí que habías dicho que fue asombroso y
extraordinario.
— Lo fue, pero te pudieron haber matado. —Camine para
adelantarme. ¿Asombroso? ¿extraordinario?
— ¿Por qué te iba a importar que me matasen? ¿Por qué le iba a
importar a Marcus?
Ni siquiera conozco a ese hombre y, de todas formas, si no me
permite volver a entrenar valgo lo mismo viva que muerta.
— Sería una pena —No sabía porque me importaba, pero lo hacía. —
Tienes todo el potencial del mundo.
Y supe allí, incluso cuando sus ojos se redujeron como si imaginariamente
estuviese plantando su pie en mi cara, no podía permitirles acarrearla en la
servidumbre. Mis dioses, tengo que ser el más estúpido sangre-pura con
vida, pero sabía que esto no iba a terminar cuando la depositara en la
oficina de su tío.
Al igual que lo note en el campo, estaba siendo golpeado nuevamente
por el sentido del conocimiento. Esto estaba lejos de ser el final.