acep día internacional de la democracia - 15 septiembre

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Al conmemorar el Día Internacional de la Democracia, el Secretario General de la ONU ha dicho que el mundo parece más turbulento que nunca. Según Ban Ki- moon, “cuando las sociedades no son inclusivas, y cuando los gobiernos no son responsables y receptivos, la paz, la igualdad y la prosperidad compartida no pueden prosperar. Debemos hacer más para empoderar a las personas, sobre todo a las miles de millones de personas desfavorecidas, marginadas, desempleadas, desesperadas y comprensiblemente frustradas. Debemos asegurar que sean escuchadas y puedan participar activamente en su futuro”. Personas empoderadas, sociedades inclusivas y gobiernos responsables y receptivos, esas son las tres claves para avanzar la paz, la igualdad y la prosperidad compartida. Ninguna de ellas es posible sin la democracia formal, es verdad. Pero también es verdad que ese es el reto de la democracia real. La democracia formal se limita a las elecciones competitivas. Nada más y nada menos. Donde hay sufragio universal, sin fraudes ni proscripciones, hay democracia formal. Pero esa es una condición tan necesaria como insuficiente. Hacen faltan políticas públicas de empoderamiento personal, de inclusión social y de responsabilidad y receptividad gubernamental. La democracia que supimos conseguir La democracia argentina se encamina al trigésimo primer aniversario de su recuperación. No es poco, sobre todo considerando la historia sufrida a partir de 1930. Entre 1930 y 1983 sufrimos seis golpes militares que tumbaron al Estado de derecho y 32 años de gobiernos de facto, ilegales e inconstitucionales, incluida la dictadura del 24 de marzo de 1976 al 10 de diciembre de 1983. La Argentina tuvo 22 presidentes en esos 53 años. Menos Juan Domingo Perón, todos surgieron de un fraude electoral o un golpe militar. Sin olvidar los que surgieron de la proscripción al peronismo como Arturo Frondizi en 1958 o Arturo Umberto Illia en 1963. Dr. J. Emilio Graglia Miembro del Consejo Académico de ACEP De la democracia formal a la democracia real Día Internacional de la Democracia 15 de septiembre ACEP Asociación Civil Estudios Populares www.acep.org.ar | [email protected]

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Asociación Civil Estudios Populares Efemérides - Acompañamiento institucional 15 de septiembre - Día Internacional de la Democracia "De la democracia formal a la democracia real", artículo de opinión del Dr. J. Emilio Graglia

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Page 1: Acep   día internacional de la democracia - 15 septiembre

Al conmemorar el Día Internacional de la Democracia, el Secretario General de la

ONU ha dicho que el mundo parece más turbulento que nunca. Según Ban Ki-

moon, “cuando las sociedades no son inclusivas, y cuando los gobiernos no son

responsables y receptivos, la paz, la igualdad y la prosperidad compartida no

pueden prosperar. Debemos hacer más para empoderar a las personas, sobre

todo a las miles de millones de personas desfavorecidas, marginadas,

desempleadas, desesperadas y comprensiblemente frustradas. Debemos

asegurar que sean escuchadas y puedan participar activamente en su futuro”.

Personas empoderadas, sociedades inclusivas y gobiernos responsables y

receptivos, esas son las tres claves para avanzar la paz, la igualdad y la

prosperidad compartida. Ninguna de ellas es posible sin la democracia formal, es

verdad. Pero también es verdad que ese es el reto de la democracia real. La

democracia formal se limita a las elecciones competitivas. Nada más y nada

menos. Donde hay sufragio universal, sin fraudes ni proscripciones, hay

democracia formal. Pero esa es una condición tan necesaria como insuficiente.

Hacen faltan políticas públicas de empoderamiento personal, de inclusión social y

de responsabilidad y receptividad gubernamental.

La democracia que supimos conseguir

La democracia argentina se encamina al trigésimo primer aniversario de su

recuperación. No es poco, sobre todo considerando la historia sufrida a partir de

1930. Entre 1930 y 1983 sufrimos seis golpes militares que tumbaron al Estado de

derecho y 32 años de gobiernos de facto, ilegales e inconstitucionales, incluida la

dictadura del 24 de marzo de 1976 al 10 de diciembre de 1983. La Argentina tuvo

22 presidentes en esos 53 años. Menos Juan Domingo Perón, todos surgieron de

un fraude electoral o un golpe militar. Sin olvidar los que surgieron de la

proscripción al peronismo como Arturo Frondizi en 1958 o Arturo Umberto Illia en

1963.

Dr. J. Emilio GragliaMiembro del ConsejoAcadémico de ACEP

De la democracia formal a la democracia real

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Durante estos 31 años sin golpes de Estado ni

gobiernos militares, sin fraudes ni proscripciones

como los que sufrimos entre 1930 y 1983, la República

Argentina tuvo siete presidentes: cuatro elegidos por

el pueblo (Alfonsín en 1983, Menen en 1989 y 1995,

De la Rúa en 1999, Kirchner en 2003 y Fernández de

Kirchner en 2007 y 2011) y dos elegidos por el

Congreso (Rodríguez Saá y Duhalde). Solamente

Menem, Kirchner y Fernández de Kirchner pudieron

concluir sus mandados. Solamente Menem y

Fernández de Kirchner pudieron ser reelegidos.

Solamente Menem pudo hacer una reforma

constitucional.

La democracia argentina ha mostrado debilidades

pero también fortalezas. Claramente, hubo una

continuidad de las instituciones de la democracia

formal. Las inst i tuciones representat ivas y

republicanas soportaron las crisis económicas,

sociales y políticas del año 1989 primero y del año

2001 después. Los presidentes radicales Raúl

Alfonsín y Fernando De la Rúa no fueron depuestos

por sendos golpes de Estado. Las circunstancias

fueron diferentes pero ambos renunciaron ante la

incapacidad o la imposibilidad de cumplir sus

respectivos mandatos y, sin embargo, las instituciones

siguieron funcionando.

La continuidad de la democracia formal ha sido la

mayor fortaleza durante estas tres décadas, a pesar de

las crisis. Sin embargo, la discontinuidad de las

políticas democráticas ha sido la mayor debilidad, más

allá del origen partidario de los presidentes de turno.

Los gobiernos de la democracia fueron incapaces de

diseñar y gestionar políticas de Estado. Cada uno de

los presidentes argentinos se hizo cargo de la

presidencia como un “fundador” o como un “salvador”

de la Patria. “Nada bueno hicieron los otros y nada

malo hacemos nosotros”. Esa parece ser la síntesis

(siniestra) de la política argentina.

Muchas críticas se justifican o se explican por el

entorno de crisis social, política y económica en el que

se hicieron. Pero alarma la incapacidad de autocrítica

de nuestros gobernantes y, sobre todo, de rescatar

e l e m e n t o s p o s i t i v o s e n o t r a s g e s t i o n e s

gubernamentales. Las coincidencias básicas siguen

ausentes. Solamente en 1994 hubo un acuerdo a los

fines de reformar la Constitución Nacional. Pero fue un

acuerdo entre dirigentes y no entre partidos. La falta de

diálogo y de acuerdos mínimos entre los oficialismos y

las oposic iones de turno, han impedido u

obstaculizado la puesta en marcha de políticas

democráticas de Estado.

Parafraseando al primer presidente de la democracia

recuperada, hoy sabemos que sin la democracia no se

come, no se cura ni se educa. Pero también sabemos

que los principios de la democracia son tan necesarios

como insuficientes a la hora de resolver los problemas

públicos y satisfacer las necesidades sociales. Hace

falta gobernar bien y administrar bien. Es decir, hace

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falta tomar decisiones representativas a partir de

diagnósticos participativos. Hace falta dirigir y difundir

lo que se decide y lo que se acciona con productividad

y con transparencia. Esa ha sido y sigue siendo, la

deuda impaga de la democracia argentina.

La participación de la juventud

El tema central de este año en relación con el Día

Internacional de la Democracia, es la participación de

la juventud. Los jóvenes argentinos de hoy son

nacidos y criados en esta democracia. No es verdad

que ellos no se interesan por la política y que no

participan. El interés político de miles de jóvenes

argentinos se manifiesta en diversas organizaciones

de la sociedad civil que luchan por la inclusión social y

la protección ambiental. En ese sentido, es

fundamental fortalecer a los partidos políticos, abrirlos

a la participación juvenil y hacerlos receptores de la

vocación de servicio que esos jóvenes demuestran. La

juventud argentina es una fortaleza y no una debilidad

de la democracia.

A los jóvenes no hay decirles lo que pueden hacer. A

los jóvenes hay que preguntarles lo que debemos

hacer. Los adultos que hoy gobiernan deben hablar

menos de la juventud y escuchar más a los jóvenes.

Escuchar a los jóvenes que estudian o trabajan y,

también, a los que ni estudian ni trabajan. Escuchar

sus problemas y sus soluciones. Ellos no son el objeto

sino los sujetos de cualquier política y, en particular, de

las políticas de juventud. La gran responsabilidad es la

formación y la capacitación de los jóvenes que

gobernarán cuando la democracia argentina cumpla

medio siglo. Formación en valores y capacitación en

herramientas de gestión. Como lo hace ACEP desde

hace muchos años.

«Hago un llamamiento a los miembros de la generación de jóvenes más numerosa de la historia para que enfrenten

desafíos y piensen qué pueden hacer para resolverlos. Para que tomen el control de su destino y traduzcan sus sueños en

un futuro mejor para todos.»

Mensaje del Secretario General, Ban Ki-moon, con motivo del Día Internacional de la Democracia

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