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LAS POLÍTICAS COMUNICATIVAS DE NUEVA GENERACIÓN Y SUS EFECTOS. Entre el pensamiento único y las posibilidades de diversidad. 1 Los años en que las políticas de comunicación formaban parte de la posibilidad de un gran acuerdo mundial han quedado atrás. El orden mediático que se quiso instaurar para lograr mayores simetrías y menores concentraciones, mayor democratización y menos discriminaciones en el escenario en ascenso de las comunicaciones, fue sobrepasado por el debilitamiento de lo público, los desbordamientos de las soberanías producidos por las transformaciones tecnológicas, el afianzamiento de los procesos de desregulación y el crecimiento de la importancia económica de las comunicaciones. Décadas después, las discusiones globales sobre la sociedad de la información se tropiezan nuevamente con la realidad de los grandes intereses, las enormes distancias entre los objetivos de los países pobres y las sociedades ricas y el camino avanzado por los innovadores y sus inversionistas en la microelectrónica y las telecomunicaciones, que ya conforma uno de los campos más activos y rentables del comercio mundial. Sea que se observe el panorama internacional o se explore más particularmente el paisaje regional latinoamericano, lo que se encuentran son grandes similitudes. La diversidad y la oferta de lo único 1 Foro Universidad Santiago de Compostela, 2010.

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LAS POLÍTICAS COMUNICATIVAS DE NUEVA GENERACIÓN Y SUS EFECTOS. Entre el

pensamiento único y las posibilidades de diversidad.1

Los años en que las políticas de comunicación formaban parte de la posibilidad de un gran

acuerdo mundial han quedado atrás. El orden mediático que se quiso instaurar para lograr

mayores simetrías y menores concentraciones, mayor democratización y menos

discriminaciones en el escenario en ascenso de las comunicaciones, fue sobrepasado por

el debilitamiento de lo público, los desbordamientos de las soberanías producidos por las

transformaciones tecnológicas, el afianzamiento de los procesos de desregulación y el

crecimiento de la importancia económica de las comunicaciones. Décadas después, las

discusiones globales sobre la sociedad de la información se tropiezan nuevamente con la

realidad de los grandes intereses, las enormes distancias entre los objetivos de los países

pobres y las sociedades ricas y el camino avanzado por los innovadores y sus inversionistas

en la microelectrónica y las telecomunicaciones, que ya conforma uno de los campos más

activos y rentables del comercio mundial. Sea que se observe el panorama internacional o

se explore más particularmente el paisaje regional latinoamericano, lo que se encuentran

son grandes similitudes.

La diversidad y la oferta de lo único

El paradigma del reforzamiento económico de las comunicaciones y su expansión global,

unido a la fragilidad de las propuestas públicas y los retrocesos de la intervención y la

capacidad de juego de los Estados nacionales, parece ser ya no sólo un “pensamiento

único”, sino una “realidad única”. Como lo han señalado hasta el cansancio los teóricos de

la globalización, la comunicación es a la vez estímulo pero también “lugar” de la

construcción de sociedades-mundo. Y este doble carácter se concreta en el rumbo de las

industrias culturales, las modalidades contemporáneas de los acuerdos internacionales,

especialmente de comercio, la institucionalidad económica y comunicativa mundial y los

procedimientos para tomar decisiones que afectan directamente a las realidades

comunicativas. Sin embargo, en esta marisma de lo único, se revelan espacios y motivos

1 Foro Universidad Santiago de Compostela, 2010.

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de diferencia. Por una parte, los efectos de las políticas de comunicación son diferentes

según se ubiquen en sociedades desarrolladas o en sociedades periféricas y con altos

índices de pobreza y desigualdad. Por otra parte, la historia de las políticas comunicativas

ha tenido desarrollos diversos que emparentan a los países del Sur, y que aún dentro de

ellos, perfilan modos diferentes de resolución y aplicación. Pero la trama de la diferencia

en torno a las políticas comunicativas es más densa y compleja que lo que se encuentra en

una observación superficial de la superficie de lo único. Hay procesos comunicativos

vinculados con las realidades de Asia, África o América Latina, que son expresiones

singulares de las maneras como los grupos sociales se manifiestan, intercambian y

generan sentidos colectivamente compartidos, actores comunicativos que solo serian

posibles en contextos específicos e inclusive experiencias de políticas que no se arredran

frente a la supuesta “realidad única” de las comunicaciones en el mundo.2 Los circuitos

informales de la champeta en el Caribe colombiano o del huayno en Perú, no son

estrictamente nada que se parezca a los modos de circulación formalizada de la música;

por el contrario, participan de flujos informales, vivenciales y hasta emocionales, que

conectan directamente la creación musical con las formas de festejo populares, pero

también con una economía que no se resuelve en las grandes superficies de los

hipermercados o en las lógicas industriales, sino en modos de circulación apegados a los

modos de vida y a la naturaleza de la fiesta, la religiosidad y el compadrazgo. Hay giras,

cd’s, presentaciones en espacios abiertos, como sucede en la industria de la música y

hasta uso de las tecnologías digitales para la producción de bienes culturales, pero son tan

solo guiños a las estrategias musicales globales, porque lo que hacen es entrelazarse con

las estrategias populares de la celebración y del consumo, con deconstrucciones-

reconstrucciones de los procedimientos globales. En América Latina son imprescindibles

las políticas comunicativas abiertas a actores como las radios ciudadanas, los colectivos de

creación teatral, los grupos de mujeres o las asociaciones de hip-hoppers que combinan

economía y cultura en sus pequeños emprendimientos y que todos juntos conforman uno

de los tejidos comunicativos más activos, creativos e influyentes en la vida social de la

2 Para una profundización en este tema se puede consultar, Varios autores, “Trends in audiovisual markets. Perspectives from the South”, UNESCO, París, 2008

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región.3 Y no es simplemente que la política se torne informalidad y simple particularidad

frente a las políticas comunicativas de lo macro, de lo global, sino que en las realidades

comunicativas de América latina convergen lo industrial con lo artesanal, lo formal con lo

informal, así como sucede con los tiempos en lo social o los consumos en la economía. En

una bella fotografía de Francisco Mata en “México-Tenochtitlan, un niño juega con una

pantalla interactiva mientras en el mismo plano de la visión, unos adultos llevan en andas

la estatua sufriente de un Cristo rodeado de flores de plástico y en otra, la Muerte, con un

hacha en la mano, asciende hacia el Zócalo por la boca de una salida de metro. Son

figuraciones preciosas de nuestras mezclas simbólicas, de nuestras políticas comunicativas

mestizas. Inclusive en el campo industrial hay tensiones muy interesantes y sobre todo

muy aleccionadoras del aporte de lo diverso frente a lo único en América Latina. Junto a

las grandes editoriales nacionales se sostienen editoriales independientes, cuya diferencia

no sólo está en el tamaño de su inversión y de su producción, sino en el enfoque de sus

catálogos, sus nichos de comercialización, sus conexiones con la creación y el pensamiento

locales y el sentido del libro y la lectura en la sociedad. Marcan mucho menos en los

cuadros de la rentabilidad que la industria formal de los libros –dominada en buena parte

por las empresas editoriales españolas- pero ascienden cuando se trata de rescatar a los

nuevos creadores o de facilitar la expresión del pensamiento social crítico frente a las

avalanchas de los best sellers y el éxito fugaz de los libros de auto superación. Junto a las

estrategias globales de la creación y la distribución musical tan en crisis, están los

festivales de salsa o de hip hop promovidos por el interés público en Bogotá, que hacen

que “Rock al parque” sea, después de 15 años de funcionamiento continuo, el festival al

aire libre más importante del continente, no sólo por las bandas nacionales e

internacionales que presenta, por los días que dura, sino por la ciudad que posibilita y el

encuentro que genera y por la animación que produce en la generación de música en

barrios pobres donde la protagonistas son, con lamentable frecuencia, la inseguridad o la

exclusión.4 El cine latinoamericano ha vivido en medio de la crisis, a diferencia del de

sociedades que logran estructurar una infraestructura de producción importante, como 3 Germán Rey, “La insistencia en la metáfora. Experiencias locales de cultura y desarrollo en Colombia” En: Alfons Martinell (compilador), Fundación Carolina, Madrid, 20104 Germán Rey. Los sentidos despiertos. La cultura en Bogotá, Bogotá: Orquesta Filarmónica de Bogotá, 2010.

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las de Hollywood o la de la India. Pero a pesar de sus vicisitudes y de que sus resultados

cuantitativos y comerciales no lo hagan tan relevante en el mapa mundial de la industria

cinematográfica, el cine latinoamericano ha sido clave como elemento de identidad social

y de reconocimiento cultural. Carlos Monsivais escribió en “Pedro Infante. Las leyes del

querer”, que “La obsesión primordial de la industria fílmica es unir las ganancias inmensas

con la garantía de la felicidad de su público. A los responsables de la época de oro les

satisface sin medida el viaje del habla popular de la pantalla a los cuartos de vecindad, a

los mercados, a las escuelas…El cine impulsa el conocimiento del país por inventarse, de

los ensueños o de los dramas con etiquetas nacionales y de las costumbres de algún modo

parecidas a las existentes…El cine mexicano empeña la vida (la taquilla) en el afán de

incorporar y retener a las masas, y para competir con el cine norteamericano sólo dispone

del método de los “espejos”: que los espectadores se reconozcan en estos diálogos y en

estos rostros, que se expresen como sus correspondientes en la pantalla, que caminen o

reaccionen como ellos”5 Y en este paisaje, América Latina cuenta con algunas políticas

comunicativas que resuenan diferente cuando se las compara con las políticas

predominantes hoy en el mundo, así también participe de las sintonías únicas. Las

políticas que entrelazan cultura con comunicación tienen un reconocimiento conceptual

que ha llevado a estructurar un pensamiento latinoamericano propio sobre esta relación,

en la obra de destacados investigadores de la región de diferentes generaciones y cada

vez se afianzan más aquellas políticas que unen comunicación, cultura y desarrollo en una

perspectiva crítica. En Guatemala se ha definido una política cultural que parte del

reconocimiento de la diversidad cultural y étnica, en El Salvador se promovió un

movimiento participativo para la construcción de un plan nacional de cultura, en Chile se

han construido cartografías relacionadas con informes del desarrollo humano

concentrados en la cultura como “representación e imaginación de la convivencia”, en

Colombia se habla de ciudadanía cultural y se definen políticas de comunicación y cultura

para la inclusión y en Brasil, los puntos de cultura son iniciativas desarrolladas por la

sociedad civil que se articulan a acciones que ya existen en la comunidad y que tienen en

común la transversalidad de la cultura y la gestión compartida entre el poder público y la 5 Carlos Monsivais, Pedro Infante. Las leyes del querer, México: Aguilar, 2008, páginas 74-79.

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comunidad. En síntesis: en la región no hay que ofrecer muchos argumentos para

confirmar la existencia de vínculos estrechos entre cultura y comunicación, para resaltar

el tejido cultural de muchas experiencias comunicativas, la confrontación entre los

diferentes niveles de la comunicación-desde el más formal e industrializado hasta el más

informal y popular-, para hacer evidentes las trabazones entre cultura, comunicación y

ciudad, las adaptaciones y fusiones realizados sobre medios tradicionales por actores

comunicativos emergentes y la existencia de movimientos que intentan lograr una

ciudadanía cultural y comunicativa. Es decir, hay una realidad móvil de la comunicación

que se interpreta desde los dinamismos siempre activos de la cultura.

El contexto de las políticas comunicativas de nueva generación.

Hay una nueva generación de políticas de comunicación que están asentadas en los

cambios de comprensión del significado de las políticas públicas, su articulación con las

políticas culturales, las variaciones de las comprensiones de los Estados y los gobiernos

sobre la comunicación y los medios, las transformaciones del escenario comunicativo, el

desplazamiento de los lugares de construcción y ejecución de las políticas comunicativas y

la redefinición de los actores que participan en el diseño, el funcionamiento, la legitimidad

y el seguimiento social de las políticas comunicativas.

El concepto de política pública ha evolucionado conceptual y operativamente desde que

se inició el debate sobre las políticas culturales en la segunda mitad del siglo pasado en la

UNESCO. Han perdido el mayor peso que residía en el Estado, han ablandado las fronteras

rígidas que las circunscribieron a una arquitectura institucional de carácter sectorial y han

sido rebasadas por actores que acrecentaron la importancia de su presencia en la

sociedad, como la comunidad internacional y los conglomerados empresariales. También

se identifican más con percepciones y lugares globales, transnacionales y se han des-

localizado de los arraigos más firmes en que estaban ancladas en el pasado. Es cierto que

las políticas se han convertido en guías de la gestión pública, sobre todo en Estados pero

también en regiones y ciudades, que aún mantienen su continuidad frente al rol

protagónico de los gobiernos, que en algunos temas apenas tienen espacio de maniobra y

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que hacen aparecer como muy similares las propuestas de partidos, ideológicamente

diferentes. El corrimiento de los lugares de decisión de las políticas ponen en vilo la

capacidad real de negociación de los estados nacionales frente a los procesos y los

ámbitos globales, sobre todo de decisión económica: algunas de las políticas culturales

más importantes se juegan hoy en los tratados de libre comercio que más que acuerdos

arancelarios son determinaciones disciplinares de hondo calado. La negociación de las

cuotas de pantalla, los sistemas de subsidio para la creación y los creadores, las

definiciones de los derechos de autor o las prerrogativas de los responsables de servicios

de internet, tienen un impacto inmediato sobre el funcionamiento de los medios y en

general el acceso de los ciudadanos a los bienes culturales.

Ramón Zallo afirma con razón que las políticas comunicativas son políticas culturales. En el

Diccionario herético de estudios culturales” (1987), Néstor García Canclini escribió:

“Entendemos por políticas culturales el conjunto de intervenciones realizadas por el

Estado, las instituciones civiles y los grupos comunitarios organizados a fin de orientar el

desarrollo simbólico, satisfacer las necesidades culturales de la población y obtener

consenso para un tipo de orden o transformación social”. Tres años después, en el 2000,

José Texeira Coelho señaló que “La política cultural constituye una ciencia de la

organización de las estructuras culturales y generalmente es entendida como un

programa de intervenciones realizadas por el Estado, instituciones civiles, entidades

privadas o grupos comunitarios con el objetivo de satisfacer las necesidades culturales de

la población y promover el desarrollo de sus representaciones simbólicas”. En general, las

distintas definiciones de política cultural giran alrededor de algunos aspectos

fundamentales: son intervenciones(movilizaciones), realizadas por el Estado, las regiones

o las ciudades, las instituciones civiles, entidades privadas y grupos comunitarios, a través

de acuerdos y consensos, que buscan satisfacer los requerimientos culturales de la

población, con el fin de promover el desarrollo simbólico (el desarrollo de sus

representaciones simbólicas)/ con propósitos de transformación estética, política,

organizacional, económica y social. Sin embargo, las políticas comunicativas más que

estar presididas por las políticas culturales, se han deslizado hacia su caracterización

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económica o tecnológica y la pérdida de su sentido cultural y público. En general, la

institucionalidad cultural tiene poca participación en la determinación de las políticas

comunicativas que son trazadas por ministerios especializados o en algunos pocos casos

por consejos autónomos. A la cultura se le han cedido algunas funciones muy específicas

que nada tienen que ver con asuntos centrales de la comunicación, como la asignación de

frecuencias, la regulación de los servicios, la introducción de innovaciones o el desarrollo

de las nuevas tecnologías.

La escisión de cultura y comunicación en el entorno de las políticas públicas, fue muy

temprana y se produjo por muchas razones. Una fue la comprensión de los gobernantes y

de los políticos sobre la cultura como un lujo o un gasto, dedicado fundamentalmente a lo

patrimonial y las artes. Pero también la propia comprensión de intelectuales y artistas,

muchos de los cuales se resisten a considerar como cultura a los medios, sobre todo a la

televisión y a productos como la telenovela, el videoclip o los programas de humor y aún

más recientemente a las nuevas tecnologías. En el fondo lo que sostenía esta apreciación

era la separación tajante entre cultura culta, culturas populares y culturas masivas. “Atrás

parecen quedar también –a veces más cerca de lo que parece- escribe Enrique

Bustamante, las visiones elitistas sobre la cultura legitimada y la cultura popular, la que

aparecía contaminada por la técnica o mancillada por la industria y el capital. Aunque

continúan en vigor ideas que consideran a los medios de comunicación, incluyendo ahora

a internet como simples plataformas de promoción (publicidad) de la cultura, y no como el

lugar central en el que se genera y re-produce la inmensa mayoría de los contenidos

simbólicos que circulan en nuestras sociedades, de nuestros valores sociales

compartidos”6 La sectorialización de la acción del Estado, colocó a un lado a la

comunicación comprendida como medios de comunicación, telecomunicaciones y nuevas

tecnologías y en otro, a la cultura concebida como bellas artes, patrimonio y difusión

cultural, muy al estilo de la arquitectura cultural francesa. La fragmentación institucional

de los medios en Colombia es un buen ejemplo de esta división territorial: aún hoy, la

6 Enrique Bustamante, “Industrias culturales y cooperación iberoamericana en la era digital” En: Pensamiento Iberoamericano, N° 4, 2ª época, El poder de la diversidad cultural, Néstor García Canclini y Alfons Martinell (coordinadores), Fundación Carolina, Madrid, 2009, página 75.

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prensa tiene que ver con el Ministerio del Interior-el ministerio de la política-, la radio con

el Ministerio de Comunicaciones, la televisión con la Comisión Nacional de Televisión y la

telefonía celular e internet con el recién denominado Ministerio de las Tecnologías de la

Información y la Comunicación y la Comisión de Regulación de las Telecomunicaciones. Es

una geografía comunicativa vinculada con una clara geografía política, que aún hoy

disputa los linderos de su poder. Por otra parte, parecería que la cultura conquista nuevos

ámbitos cuando se economiza, es decir, cuando se muestra como industria creativa,

adopta modelos industriales y genera rentabilidad económica y empleo. Como escribe

Enrique Bustamante, “La paradoja es que ahora, con tanta loa, a su peso económico, la

Cultura corre el riesgo de morir de éxito. Y especialmente a los fines de este artículo, que

si todo es Cultura, nada es cultura. Es decir que la cultura se diluye en la lucha económica

nacional y global, sin dejar hueco alguno a las auténticas políticas culturales:

mantenimiento y ensanchamiento del dominio, el servicio, el espacio público; derecho

colectivo de acceso a la cultura; intercambio equilibrado de bienes simbólicos entre las

culturas y los pueblos” 7

Los cambios en las comprensiones de los Estados y los gobiernos sobre la comunicación y

los medios, es otro aspecto importante del contexto de las políticas comunicativas, ya sea

porque la comunicación pasó a ser una dimensión estratégica del gobierno por sus usos

en el desarrollo de la imagen, el marketing político, la creación y el seguimiento de la

opinión pública y el fortalecimiento de la interacción directa y sin mediaciones entre los

gobernantes y los ciudadanos. Pero también, como se observará más adelante, por el

contraste conflictivo entre el poder fáctico de los medios y los poderes institucionales de

los legisladores, los jueces y el propio gobierno.

Las transformaciones del escenario comunicativo han sido decisivas para la

reconfiguración de las políticas comunicativas. La situación de los medios tradicionales ha

variado dramáticamente hasta asomarlos al abismo de la insolvencia, aunque uno de los

signos de las realidades comunicativas latinoamericanas es la gran concentración de su 7 Enrique Bustamante, “Industrias culturales y cooperación iberoamericana en la era digital” En: Pensamiento Iberoamericano, N° 4, 2ª época, El poder de la diversidad cultural, Néstor García Canclini y Alfons Martinell (coordinadores), Fundación Carolina, Madrid, 2009, página 78.

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propiedad y la alta convergencia y dominio de medios nacionales y regionales, lograda por

los grandes grupos multimediales. A ello se agrega el desarrollo de nuevos medios, otras

relaciones de los ciudadanos con la comunicación y la multiplicación de centros sociales

de producción de información. La transnacionalización de las empresas de comunicación,

el desarrollo de industrias mediáticas locales y la convergencia de empresas de

tecnologías y empresas de contenidos son, así mismo, elementos del contexto y campos

de atención de las políticas comunicativas de nueva generación.

Finalmente, se han cambiado los lugares de construcción y ejecución de las políticas

comunicativas. Las empresas tienen cada vez más poder como interlocutores de los

Estados, pero también como generadores de agenda. Si los primeros, por ejemplo, aún

tienen capacidad de tomar decisiones sobre la situación tributaria de la industria editorial,

las segundas definen lo que se lee movidos por los datos del mercado y las oportunidades

de rentabilidad. Si los Estados tienen aún la posibilidad de determinar la duración de las

frecuencias televisivas, las empresas diseñan los servicios que prestan y la programación

que transmiten. Algunos aspectos de la decisión económica aún residen en los Estados,

pero lo cultural de los contenidos es asunto fundamentalmente empresarial. A estos

cambios de lugar los acompaña la redefinición de los actores que participan en el diseño,

el funcionamiento, la legitimidad y el seguimiento social de las políticas comunicativas

Énfasis y efectos de las políticas comunicativas.

Cuando se suponía que la desregulación promovida por la privatización y la hegemonía

empresarial ya era una constante de las políticas comunicativas en América Latina, se

empezaron a producir signos de cambio ocasionados por el replanteamiento del paisaje

político de la región y por la necesidad de adecuar marcos regulativos anacrónicos a las

nuevas realidades comunicativas. En México se generó una gran polémica por lo que en

las calles se denominó la “Ley Televisa” que reafirmaba el poderío del grupo mediático y el

Colombia sucumbieron, uno tras otro, los intentos de reformar la Comisión Nacional de

Televisión, un ente autónomo del gobierno, que define las políticas de televisión, entrega

frecuencias e impone sanciones. En Argentina se aprobó una nueva ley de medios que,

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entre otros temas, busca la desconcentración y la desmonopolización, define el servicio de

comunicación como de interés público, crea la Autoridad Federal de Comunicación

Audiovisual como un órgano autárquico y descentralizado, busca un abono social que

permita el acceso de los ciudadanos, especialmente de los más pobres, a la televisión por

cable, apoya la circulación de productos y contenidos nacionales, facilita la participación

en el sector de cooperativas y otros actores sociales en los medios y busca garantizar el

pluralismo ante la incorporación de nuevas tecnologías a los servicios mediáticos. En Perú,

uno de los aspectos más destacados fue la participación de la Veeduría Ciudadana en el

debate de la ley de televisión. En medio de un agudo clima de polarización y crítica de los

medios, también se crea una ley de medios en Venezuela llamada por algunos la “ley

mordaza” y en Ecuador se está en proceso de elaboración de nuevas reglamentaciones

que algunos sectores de la sociedad consideran lesivas de las libertades civiles. En general,

esta oleada regulativa que atraviesa el continente enfrenta a los medios con gobiernos

que consideran que su poder es desmesurado, su estructura poco democrática y su acción

irrespetuosa de las libertades civiles. De parte de los medios se considera que se trata de

una intervención política interesada que vulnera la libertad de información, define límites

constrictivos para la actividad mediática e intenta intervenir en los medios para coartar la

crítica y la fiscalización de poderes que se consolidan y evitan toda forma de control. Los

temas a los que acercan las regulaciones son cruciales y se refieren a cuestiones como su

propiedad, la concentración y los monopolios, por una parte, pero por otra, con el diseño

de sistemas de autoridad para el sector mediático, la responsabilidad social de los

operadores, los ámbitos de ejercicio de los derechos civiles en la comunicación, el acceso

de otros actores sociales, el papel de las nuevas tecnologías y la naturaleza pública del

servicio.

Los efectos de estas modificaciones se manifiestan en las redefiniciones del campo

comunicativo, la modernización y adecuación de los marcos jurídicos de los medios, el

ingreso de otros actores a los espacios comunicativos, los cambios en las formas de

gestión pública de la comunicación como también en el aumento de la crispación política y

de la polarización, la ruptura de los pactos de lectura y el desarrollo de militancias

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mediáticas y el intento favorecido desde gobiernos por disminuir el poder fáctico de los

medios. Hay, en suma, una desestabilización de los órdenes de poder en que participan

medios, gobiernos y ciudadanos, una adecuación institucional y regulativa a los cambios

del contexto comunicativo y una reconsideración de la participación de lo público en un

sector cuya hegemonía estaba muy centrada en los mercados y las empresas. Sin

embargo, la valoración real de estas modificaciones jurídicas se puede hacer en el

recorrido de las reformas, en su viabilidad y en su eficiencia social. No siempre los efectos

de decisiones que parecen teóricamente destacadas lo son consecuentemente en la

práctica.

Un segundo énfasis es el de las políticas comunicativas asociadas a la gestión pública de la

ciudad y la participación de los ciudadanos. Se trata de políticas que escapan de la

asociación comunicación- medios, para resaltar los vínculos entre la comunicación y la

cultura urbana, la recuperación del espacio público y la reconstrucción de las ciudades

desde la superación de su fragmentación social. Los programas de Cultura Ciudadana de

Bogotá y de Ciudad Educadora de Medellín son dos buenos ejemplos. En el primero, la

cultura se convierte en el centro de un triángulo cuyos otros dos polos son la moral y la ley

y en que a través de estrategias de fuerte contenido simbólico, los ciudadanos interiorizan

reglas que les permiten construir convivencia. “Por cultura ciudadana se entiende –dice

Antanas Mockus, dos veces alcalde de Bogotá- el conjunto de actitudes, costumbres,

acciones y reglas mínimas compartidas por los individuos de una comunidad, que

permiten la convivencia y generan sentido de pertenencia”8 En el segundo, la ciudad se

piensa desde el encuentro y éste se hace posible creando espacialidad pública inclusiva,

en el que los ciudadanos recobran su sentido de ciudad por hechos concretos como

disfrutar de una megabiblioteca en barrios que se habían caracterizado por la violencia y

la inseguridad o el de recobrar la dignidad de la escuela pública con construcciones de

arquitectura bella incorporadas a la vida de la comunidad. “La palabra clave para nosotros

es volver a encontrarnos –dice Sergio Fajardo, ex alcalde de Medellín- porque la violencia

continuada encierra física, social y culturalmente. La gente se mueve en un espacio 8 Antanas Mockus, “La ciudad es un aula”, En: Aprendiendo de Colombia. Cultura y educación para transformar la ciudad, Roser Bertrán y Félix Manito (editores), Fundación Kreanta y CAB, Bogotá, 2008

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reducido en la ciudad, solamente habla con los que se le parecen y quedan físicamente

encerrados. Eso es fatal, porque todos somos ajenos a los otros. No hay ciudadanía, no

hay solidaridad. Por eso nosotros tenemos que ir tumbando todas esas paredes y donde

estaba la violencia cambiarle la piel a la ciudad. Por eso nosotros decimos que hay que

construir nuevos espacios públicos en Medellín para encontrarnos. Y en los espacios

donde estaba la desesperanza, donde estaban las condiciones mayores de pobreza, de

dificultades y de violencia estamos llevando a cabo una transformación urbana” 9. Desde

otra perspectiva, las políticas de comunicación también se proponen incentivar los canales

de comunicación de los ciudadanos con los gobiernos locales, de tal manera que se

inserten en los procesos de toma de decisión, rendición de cuenta y transparencia. De ese

modo, las políticas comunicativas se integran a la gobernabilidad de las ciudades como es

el caso del presupuesto participativo de Curitiba en Brasil.

Un tercer énfasis es el de las políticas comunicativas de la diversidad. Si bien se ha

diversificado la oferta comunicativa por el aumento de las posibilidades de acceso,

también es cierto que se ha reducido el pluralismo y se ha recortado la diferencia. La

hegemonía de la producción de bienes y servicios culturales está acompañada de una

circulación que está dominada por las “majors”. Comunicarse es imposible si todo se deja

al mercado y a sus supuestas racionalidades. Por eso lo público se hace cargo de la

promoción de la creación y la densificación de la oferta y apropiación sobre todo en

aquellos asuntos que no interesan a los mercados pero si a los ciudadanos. Si la diversidad

es pluralidad étnica, también es multiplicidad de regiones, de expresiones simbólicas, de

modos de vida; junto a las políticas del reconocimiento que Nancy Frazer califica como

políticas de la identidad están las políticas de la interculturalidad, es decir, de la

posibilidad de “diálogo entre culturas en contextos de poder”, como escribió Arturo

Escobar. Clasificados estadísticamente en sectores o en estratos en las estadísticas

culturales y comunicativas, aún faltan signos que nos permitan observar las redes de

relaciones y de reconocimiento de lo otro, de lo diferente, para lo que la comunicación es

9 Sergio Fajardo, “Cambiarle la piel a la ciudad” En: Aprendiendo de Colombia. Cultura y educación para transformar la ciudad, Roser Bertrán y Félix Manito (editores), Fundación Kreanta y CAB, Bogotá, 2008, página 172.

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fundamental. “Muchas de las políticas culturales siguen haciéndose de manera

esquizofrénica, como si hoy se pudieran hacer políticas culturales sin pensar en los

procesos de comunicación entre culturas”, escribe Jesús Martín Barbero.10 Las estadísticas

culturales nos siguen mostrando qué consumen los jóvenes o los adultos, las mujeres y los

hombres, las capitales y los centros provinciales, pero no como se entrecruzan los

consumos o cómo dialogan los mundos de preferencias unos con otros. Uno de los ejes de

la Convención sobre la protección y promoción de la diversidad de las expresiones

culturales de la UNESCO (2005), es precisamente el de las industrias culturales y la

comercialización de bienes y servicios simbólicos, ya que en ellos se pone a prueba hoy la

posibilidad real de diversidad. Con solo el 3% de participación en el mercado de las

industrias de la creación, América Latina y el Caribe, recibe abundantemente –no de todo

por cierto- pero intercambia muy poco. Y lo más lamentable es que este intercambio es

aún muy pobre y reducido dentro de la propia región, en la que se desconocen desde las

tendencias de la literatura hasta las propuestas de teatro, de artes visuales o de música.

Un cuarto énfasis es el surgimiento de nuevos modos, sujetos y lugares de expresión

comunicativa de la sociedad y por tanto de aquellas políticas culturales y comunicativas

que los reconocen y promueven. Existen a lo largo de toda América Latina, numerosas

experiencias locales, no siempre institucionalizadas y casi siempre pequeñas, que forman

realmente un tejido cultural de gran importancia. Cada una de ellas tiene una visibilidad

propia, que en algunos casos trasciende nacional e internacionalmente, pero que por lo

general, poseen una relevancia concentrada en sus barrios, municipios y regiones. La

aldea –como escribía Tolstoi- es el mundo. Allí se les reconoce familiarmente, con una

proximidad que nace de sus relaciones con la comunidad y su tarea persistente, pero

también porque son uno de los referentes de la identidad colectiva, de lo que es propio a

un grupo humano. La diversidad de estas experiencias es una de sus primeras

características. Son diversas en su origen, en algunos casos unido a tradiciones

ancestrales, como sucede, por ejemplo, con festivales populares y en otros, a

transformaciones radicales de la vida en la ciudad. Las estructuras organizacionales 10 Jesús Martín Barbero, Políticas de la comunicación y la cultura. Claves de la investigación, Documentos CIDOB, Barcelona, Diciembre de 2008.

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muestran una diversidad de modalidades de funcionamiento, es decir, de maneras de

comprenderse a sí mismas en la acción. Hay desde fundaciones y corporaciones, hasta

asociaciones o simplemente grupos culturales, sin una estructura expresa y formal. Pero

en su gran mayoría, son experiencias que buscan algún grado de estabilidad y de

autonomía, que les permita funcionar, tener acceso a recursos y superar la informalidad.

Se esfuerzan por construir condiciones para desarrollar la solidaridad y el reconocimiento

social y han generado unos comportamientos adaptativos que les garantizan no tanto la

supervivencia, como su respuesta creativa a las contingencias de su fragilidad. La fortaleza

organizacional es mucho más que su régimen jurídico o su formalización administrativa; es

la consolidación de sus lazos relacionales a través de redes, los vínculos con la ciudadanía,

la oferta de portafolios de servicios y el conocimiento del nicho social y de mercado en

que se desenvuelven. Casi todas son experiencias que demuestran lo que significa para las

organizaciones sociales mantenerse y promoverse creativamente en medio de contextos

de penurias. Tienen como centro la danza, la música, la lectura o la comunicación, pero

descubriendo en ellos otros usos sociales, otras formas de apropiación y de articulación

con las prácticas sociales En Comuníc@te, la Corporación para la Comunicación y la

Educación, Suba al aire, ubicada en Bogotá (Colombia), la formación en producción

radiofónica, video y fotografía, está unida a la generación de procesos de organización

juvenil en la localidad de Suba (una zona muy poblada de Bogotá), en torno al desarrollo

comunitario y la comunicación. El cine Club Borges de Pereira, se propone unir la creación

con la recepción, y La Rosa Púrpura de El Cairo, una experiencia de apropiación social del

cine en el Caribe colombiano, que anima el Colectivo de Montes de María en una de las

zonas más azotadas por la violencia, se propone reconstruir la memoria, formar públicos y

empoderar a quienes han sido excluidos del uso de la palabra. Los medios locales de

comunicación –radios comunitarias y televisiones locales- estructuran una parrilla de

programación que responde a las necesidades e intereses más cercanos de sus audiencias

y cuentan las noticias a través de relatos identificatorios.

Pero estas experiencias no son solamente experiencias artísticas, sino experiencias

culturales y comunicativas. Obedecen menos a la formación artística y mucho más a

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procesos culturales comunitarios, en que el arte cobra su verdadero sentido de impactar y

cambiar nuestras vidas, de hacernos ver otras opciones, de ganar en tolerancia y en

comprensión de lo diferente. La historia de estas experiencias es otro signo de su

diversidad. Provienen de pasiones personales, de necesidades barriales, de opciones

políticas, de trabajos sociales de ong’s. Ellas mismas son experiencias del tránsito, del

cambio, que testimonian las modificaciones que vive la sociedad. También hay en las

experiencias una diversidad de estrategias de acción. Muchas de ellas conectan la cultura

con la organización social, particularmente la de los jóvenes y las mujeres, que como se

observa más adelante, son grupos sociales predominantes. En el arte y la cultura, es

posible generar organización, cohesión social y compromisos compartidos. También son, a

la vez, experiencias participativas y experiencias culturales que promueven la

participación. Hay grados diversos de participación. Mientras se encuentran experiencias

más formales, en que la participación no es un dinamismo destacado, en la gran mayoría,

la participación es un componente central de la experiencia, ya sea pensada como

participación endógena, es decir, que sustenta los proyectos y programas, ya sea exógena,

es decir, que relaciona la actividad cultural con la participación en los asuntos más

generales de la comunidad.

Estas experiencias culturales son experiencias de encuentro, de comunicación. En

sociedades fragmentadas, simbólica y realmente, la cultura es por excelencia conexión y

puesta en común. También por supuesto, tensión y conflicto. Todo ello sucede en

ciudades cuya topología física y urbanística discrimina los barrios de clase alta y los barrios

pobres, las zonas seguras y las “inseguras”, los ghettos de minorías (desde los de los

afrocolombianos hasta los de los travestis), las áreas de la diversión y la distribución del

amoblamiento cultural, los espacios tomados por los jóvenes (calles, plazas, bares) o

comercializados por el mercado (centros comerciales). Y el encuentro es un paso adelante

para la convivencia, a la vez propósito y estrategia de las experiencias.

La generación de emprendimiento y capacidad de producción cultural, es también una

estrategia de estas experiencias locales de cultura y desarrollo. Lo que significa fortalecer

el entrenamiento para trabajos productivos, especialmente de los jóvenes. La cultura

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combina así, el goce y la creación. Las relaciones entre producción, creatividad, empleo y

rentabilidad, son difíciles de entender en contextos en que la cultura se resiste a ser

comercializada, como ha sucedido prácticamente con otros ámbitos de la vida cotidiana,

desde la salud hasta la alimentación. Sus manifestaciones culturales cuestionarían la

reducción de los sentidos al mercado, de la creación a su comercialización. Sin embargo,

está visión está siendo superada por una comprensión más integral de la cultura y el arte y

una mirada más crítica del comercio y lo rentable. Ideas referidas al comercio justo, la

unión de producción y consumo, el estímulo de pequeñas y medianas empresas

culturales, la incorporación de jóvenes a opciones de empleo cultural, la construcción de

nuevos públicos y circuitos de circulación de las creaciones o el ingreso a momentos de la

cadena productiva de las industrias creativas, son pasos que ya han dado las experiencias

locales de cultura y desarrollo. Solo que todas estas ideas están relacionadas con otras

como la solidaridad, el carácter asociativo y organizativo de estos emprendimientos o la

vinculación de la creación con luchas identitarias. Las políticas de comunicación desde la

cultura deben interesarse por estas manifestaciones locales, encontrar posibilidades de

sostenibilidad, formación y expresión, facilitar la conformación de redes y apoyar su

reconocimiento social. Frente a una política cinematográfica que ha sido exitosa,

Colombia ha generado desde el Ministerio de Cultura, un conjunto de políticas de los

sentidos, la comunicación y las imágenes, que reúne desde la política de lectura y

bibliotecas hasta las políticas de comunicación-cultura, la de cultura digital, la

cinematográfica, el Plan Audiovisual Nacional y la política para el emprendimiento y las

industrias culturales. La política de bibliotecas la generado o fortalecido las bibliotecas de

todos los municipios del país (más de mil), estimulado redes de bibliotecas públicas,

apoyado sus sostenibilidad y procurado su digitalización. La política de comunicación-

cultura se organiza alrededor de la inclusión, la diversidad y la creación y considera como

sus niveles la información, la opinión, la expresión, la construcción de saberes y la

movilización de la sociedad. Entre sus líneas de acción están el fomento de la cultura

digital (centrada en la creación de contenidos), el fortalecimiento de las emisoras

comunitarias y ciudadanas, el sistema de televisión pública y el sector de la comunicación

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comunitaria. La política cinematográfica colombiana ha sido un ejemplo de política

exitosa. Acrecentó el promedio y la calidad de los largometrajes, creó un fondo para la

promoción del cine con recursos fiscales, impulsó el desarrollo de una infraestructura con

mayor solidez y empieza a encontrar inversionistas y públicos. El Plan Audiovisual Nacional

está logrando incorporar particularmente a jóvenes de sectores populares y pobres a la

creación audiovisual como un mecanismo de pertenencia y diálogo con otros y la política

de emprendimiento e industrias culturales tiene tres grandes ejes: el de la gran industria

cultural, el de las empresas culturales y el del emprendimiento cultural.11Un ejemplo

sobresaliente de esta línea de políticas han sido los Laboratorios sociales de

emprendimiento (LASO) que le brinda herramientas de formación y gestión a jóvenes

creadores de estratos 1,2, y 3 (los más pobres) para fortalecer su trabajo creativo,

consolidar sus empresas culturales ypromover su reconocimiento social y comunitario.

Un quinto énfasis de las políticas comunicativas es su intersectorialidad, es decir, su

intersección con otras políticas públicas, desde las económicas y medio ambientales,

hasta las educativas y laborales.

Finalmente, las nuevas tecnologías están exigiendo la definición de políticas

comunicativas que desde los países de periferia, enfaticen su apropiación social, el

aumento de la conectividad, especialmente de los sectores que están desenganchados y

excluidos, la promoción de la creación de contenidos y la generación de oportunidades

expresivas de los sentidos colectivos a través de los nuevos soportes. Las previsiones que

se hicieron hace unos años sobre la brecha digital tienden a distanciarse de la realidad que

ha mostrado un crecimiento más rápido del acceso a internet y banda ancha, un uso

generalizado de telefonía móvil, un crecimiento de la presencia del ordenador en el

amoblamiento comunicativo y cultural doméstico, un aumento de las horas dedicadas a la

navegación y un paso acelerado hacia el uso de otras tecnologías digitales. Chile,

Argentina, Uruguay, México y Colombia son los cinco primeros países latinoamericanos en

penetración de suscriptores de internet dedicado. El total de usuarios residenciales de 11 Ministerio de Cultura de Colombia, Compendio de Políticas Culturales, Germán Rey (compilador), Bogotá, 2010. Existe versión electrónica en www.mincultura.gov.co

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internet fijo, conmutado y dedicado en Colombia, a septiembre de 2009, fue de

7.633.634. Entre el 2000 y el 2005, la única lectura que creció en Colombia fue la lectura

en internet: se duplicó en todo el país y se triplicó en Bogotá. Entre el 2003 y el 2008, la

tenencia de teléfonos móviles de los bogotanos pasó de 30% a 92%, lo que indica que en

solo cinco años se llegó a una cobertura casi universal mientras que la televisión necesitó

treinta años para lograr los mis datos. En la encuesta de consumo cultural del 2008, un

58% de los niños colombianos usan videojuegos y en la encuesta de bienal de culturas de

Bogotá el 54,98% de los bogotanos tiene computador en su hogar.

Las políticas comunicativas desde la cultura empiezan a interesarse por promover la

inclusión a través de las nuevas tecnologías, estimular la creación de contenidos, animar la

convergencia entre bienes culturales en el soporte electrónico, pero también acercar a las

minorías al dominio tecnológico para fortalecer su reconocimiento e intercambio,

conectar el consumo de nuevos medios con la circulación y apropiación de conocimientos

en la escuela y generar experiencia virtuales para la participación de los ciudadanos en la

vida pública. Indios on line en Brasil, se considera un portal de diálogo intercultural que

valoriza la diversidad, facilitando la información y la comunicación de siete pueblos

indígenas y la sociedad en general. Los mismos indígenas se conectan a internet en sus

aldeas, realizando una alianza de estudio y trabajo en beneficio de sus comunidades. El

faro.net en El Salvador ofrece otras posibilidades de información a las de los medios

tradicionales, caracterizándose por el análisis y el desarrollo de agendas informativas más

vinculadas con la sociedad. En las punas de Jujuy, en Argentina, un grupo de mujeres

desarrollan emprendimientos económicos desde la cultura de la llama y a la vez ofrecen

servicios de internet para la comunidad y la red de bibliotecas públicas de Medellín une

sus servicios a través de la web, aumentándose, de ese modo, las posibilidades de acceso

de los usuarios.

En medio de un contexto que cambia y de problemas nuevos que aparecen en el

horizonte cultural de la comunicación, también se está dando en América Latina una

nueva generación de políticas que buscan responder a los desafíos de tiempos en que la

comunicación es una de las grandes protagonistas de las sociedades.

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Continuidad y renovación de las políticas culturales en Colombia

Enfrentadas a un cambio de época las políticas culturales están transformándose. El

concepto de política pública ha evolucionado conceptual y operativamente desde que se

inició el debate sobre las políticas culturales en la segunda mitad del siglo pasado en la

UNESCO. Han perdido el mayor peso que residía en el Estado, han ablandado las fronteras

rígidas que las circunscribieron a una arquitectura institucional de carácter sectorial y han

sido rebasadas por actores que acrecentaron la importancia de su presencia en la

sociedad, como la comunidad internacional y los conglomerados empresariales. También

se identifican más con percepciones y lugares globales, transnacionales y se han des-

localizado de los arraigos más firmes en que estaban ancladas en el pasado. Es cierto que

las políticas se han convertido en guías de la gestión pública, sobre todo en Estados, pero

también en regiones y ciudades, que aún mantienen su continuidad frente al rol

protagónico de los gobiernos, que en algunos temas apenas tienen espacio de maniobra y

que convierten en muy similares las propuestas de partidos, ideológicamente diferentes.

El cambio de los lugares de decisión de las políticas pone en vilo la capacidad real de

negociación de los estados nacionales frente a los procesos y los ámbitos globales, sobre

todo de decisión económica: algunas de las políticas culturales más importantes se juegan

hoy en los tratados de libre comercio, que más que acuerdos arancelarios son

determinaciones disciplinares de hondo calado. La negociación de las cuotas de pantalla,

los sistemas de subsidio para la creación y los creadores, las definiciones de los derechos

de autor o las prerrogativas de los responsables de servicios de internet, tienen un

impacto inmediato sobre el funcionamiento de los medios y en general el acceso de los

ciudadanos a los bienes culturales.

Una de las más recientes definiciones de política cultural es la del Plan Decenal de cultura

de Medellín (2010-2020): “La política cultural puede entenderse como orientaciones para

la acción que se originan en la movilización de todos los actores de la sociedad. Su

realización compromete a todos: al estado, a las instituciones civiles, a los grupos sociales

y comunitarios, a la empresa privada y al ciudadano, a partir de un consenso establecido

sobre el orden que se debe obtener y el desarrollo de aspectos que se quieren

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transformar o continuar, a partir de la satisfacción de ciertas necesidades y demandas, y la

promoción del desarrollo de las pertenencias simbólicas”.

Cuando se revisa el recorrido de las políticas culturales colombianas, por lo menos desde

la creación del Instituto Colombiano de Cultura (COLCULTURA) en 1968 hasta hoy, se

observan emergencias, reconsideraciones de los campos y alcances de las políticas,

aparición de nuevos actores que se suman a un sistema nacional de cultura que se

densifica, junto a conceptualizaciones que se actualizan a medida que el debate nacional e

internacional sobre la cultura avanza y los cambios culturales y sociales le proponen a las

políticas nuevas demandas y rumbos. Entre esos cambios están la incorporación de otros

actores a la sostenibilidad de la cultura, su participación en las lógicas del mercado, la

comercialización y la globalización, la interrelación de las políticas culturales entre sí y con

otras políticas públicas, el desplazamiento de los lugares habituales donde se definían las

políticas, la importancia de una visión “ascendente” y cada vez menos centralizada y

estatista de las políticas, el significado de la participación regional y local en la

construcción de las políticas culturales y la creciente relevancia de los espacios privados,

convergentes y tecnológicos, en el consumo cultural de los ciudadanos.

El Compendio de Políticas culturales: un mapa para la acción

Haber construido un Compendio de Políticas culturales es, sin duda, una de las tareas más

importantes realizadas recientemente por el Ministerio de Cultura de Colombia. En el

contexto internacional las políticas culturales tienen una significación especial: han

ampliado el debate cultural abriéndolo a nuevos temas como las industrias culturales y

reinterpretando los habituales, como por ejemplo, el de las artes o el del patrimonio; han

permitido el contraste de los avances logrados en diferentes países, reforzando la

posibilidad comparativa y los aprendizajes mutuos y han facilitado el diálogo de la cultura

con la economía, el medio ambiente, el desarrollo o las relaciones internacionales. Pero el

Compendio de Políticas Culturales tiene además otros atributos: en primer lugar, sus

políticas son políticas de la diversidad. No solamente la étnica, sino la diversidad de los

territorios y las regiones, de sus pobladores, de las manifestaciones de la cultura. Las

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políticas culturales son políticas para la inclusión. En segundo lugar, es la reconstrucción

del acervo cultural que Colombia ha ido construyendo en estas últimas décadas, desde los

tiempos de Colcultura hasta los más recientes del Ministerio. No es la reivindicación de un

gobierno específico, sino de un camino transitado durante años por mucha gente. De esta

manera, se trata de una mirada más de proceso que de coyuntura, que une la memoria de

las políticas, con su capacidad de contribuir al diseño de futuros. Las políticas no son

manuales rígidos sino orientaciones abiertas al cambio y a las nuevas demandas de la

sociedad. Las políticas están hechas para ser miradas críticamente y no para convertirlas

en fetiches o en propuestas rígidas e invariables.

Pero el esfuerzo de tener todas las políticas culturales vigentes a la vista, es una

estimulante oportunidad para observar el mapa, la cartografía por donde han transcurrido

en estos años, los esfuerzos del estado y de la sociedad en materia de cultura. Ahí están

las políticas de las artes, diversas y distintas, que se han ido plasmando en planes

nacionales de música, artes visuales o danza y las políticas de memoria que consideran al

patrimonio en su perspectiva de conservación, como también de proyección de la

sociedad. El turismo cultural, la riqueza bibliográfica de la nación, los museos, archivos y

las lenguas, así como las fiestas y las celebraciones populares o las relaciones entre

poblaciones y diversidad, han entrado en estos años, a enriquecer la visión patrimonial

basada en lo monumental. Los estímulos a la creación, la concertación para apoyar las

instituciones culturales que responden en buena parte por el dinamismo cultural del país y

la infraestructura cultural tienen definiciones pero sobre todo reglas y procedimientos

claros. Finalmente están las políticas de gestión internacional de la cultura y las políticas

territoriales.

Un acento fundamental de estas políticas es que no son propuestas exclusivamente desde

el Estado o desde el gobierno, aunque aún falta que sean más consensuadas y

ascendentes. Han sido discutidas con consejos, grupos comunitarios, expertos,

organismos internacionales y creadores, confirmando que cada vez más las políticas

públicas de cultura deben surgir del diálogo entre el estado, las organizaciones sociales, la

empresa privada y los gestores y creadores culturales. Son acuerdos que buscan

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identificarnos como colectivo, enriquecidos por las diferencias y la competencia pública de

puntos de vista. No podría ser de otro modo: la cultura se crea en las comunidades más

invisibles, en los procesos menos publicitados, en los campos más variados. Michel de

Certeau escribió con razón, que la cultura se encuentra en los márgenes.

Las políticas no son efectivas porque estén publicadas sino porque se cumplan. El

Compendio que puede ser consultado física y virtualmente por cualquier ciudadano en la

página web del ministerio de Cultura, es una guía para la acción, pero sobre todo un

instrumento para la transparencia y la rendición de cuentas y una provocación para

encontrar nuevos caminos en la cultura.

Las políticas culturales como políticas de los sentidos

Dentro de los temas emergentes de estas políticas están precisamente los que se refieren

a las industrias culturales y la diversidad.12 Colombia ha generado un conjunto de políticas

de los sentidos, la comunicación y las imágenes, que reúne la política de lectura y

bibliotecas con las políticas de comunicación-cultura, la de cultura digital, la

cinematográfica, el Plan Audiovisual Nacional y la política para el emprendimiento y las

industrias culturales. En general, las políticas culturales colombianas como las de casi

todos los países de América latina son políticas sectoriales, que atienden temas específicos

que se han conformado a través del tiempo siguiendo estrictamente la estructura

institucional de la cultura. Frecuentemente desarticuladas entre sí, las políticas culturales

terminan convirtiéndose en la expresión de la organización y la burocracia cultural en un

régimen de representación en que la hegemonía la han tenido las artes y el patrimonio.

Además de las políticas sectoriales es posible encontrar políticas “transversales” que son

ejecutadas en diferentes lugares de la organización cultural y que en muchas ocasiones

generan distorsiones, ineficiencias y duplicación de esfuerzos. Ejemplos de estas políticas

transversales pueden ser la formación, la investigación cultural o la descentralización.

También están las políticas territoriales, que pueden ser entendidas de dos formas: o a

través de la aplicación de las políticas sectoriales en los territorios o a partir de políticas

12 Una mayor ampliación de este punto se encuentra en el Compendio de Políticas Culturales, Germán Rey (compilador), Bogotá: Ministerio de Cultura de Colombia, 2010.

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que se construyen desde los territorios. Hay una tendencia a fortalecer estas últimas como

una oposición a la exagerada centralización de las políticas culturales existentes.

Las políticas de los sentidos reúnen diversas expresiones de la comunicación, avanzan en

áreas nuevas como las nuevas tecnologías, combinan una gran diversidad de actores como

las industrias formales de la música de lo audiovisual y las radios ciudadanas, los grupos

de creación de contenidos virtuales o los productores de video independiente y se

mueven dentro de un rango de opciones que tienen que ver con el mercado, pero

también con las actividades de organizaciones sociales y los intereses públicos. La política

de bibliotecas de Colombia ha creado o fortalecido bibliotecas en todos los municipios del

país (más de mil), estimulado redes de bibliotecas públicas, apoyado sus sostenibilidad y

procurado su digitalización. Se enfrenta a retos como la vinculación de las bibliotecas y

más específicamente la lectura, las escrituras y el acceso a la información con los

dinamismos sociales y sobre todo con el ámbito de la escuela, la formación de los

bibliotecarios y la incorporación de la biblioteca a la gestión municipal. Uno de los

proyectos más destacados es el de las redes de bibliotecas públicas de Bogotá y Medellín

que se han insertado activamente en la gestión pública de las ciudades, sirven de enlace

social entre sectores diferenciados de la ciudad y conectan la lectura con la vida

comunitaria y barrial. La creación de megabibliotecas extendidas por las dos ciudades y su

conversión en centros culturales múltiples, van unidas a la exploración de modelos

interesantes de relación de la empresa privada con entidades públicas y a sistemas de

coordinación metropolitanos en que tienen relevancia las nuevas tecnologías.13

La política de comunicación-cultura, se organiza alrededor de la inclusión, la diversidad y

la creación y considera como sus niveles la información, la opinión, la expresión, la

construcción de saberes y la movilización de la sociedad. Entre sus líneas de acción están

el fomento de la cultura digital (centrada en la creación de contenidos), el fortalecimiento

de las emisoras comunitarias y ciudadanas, el sistema de televisión pública y el sector de

la comunicación comunitaria. La política cinematográfica colombiana ha sido un ejemplo

13 Germán Rey, “Las bibliotecas como emblema. Las redes de bibliotecas públicas de Bogotá y Medellín”, Sao Paulo: Ministerio de Cultura, 2010.

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de la incidencia de una política integral en el desarrollo de un sector. Acrecentó el

promedio de los largometrajes, creó un fondo para la promoción del cine con recursos

fiscales, impulsó el desarrollo de una infraestructura cinematográfica de mayor solidez, ha

generado empleo, comenzado a encontrar inversionistas y formar públicos. Se critica los

bajos índices de asistencia a las películas nacionales y la relación entre montos de

financiación y resultados. El Plan Audiovisual Nacional, está logrando incorporar a jóvenes

de sectores populares a la creación audiovisual como un mecanismo de pertenencia y

diálogo con otros y la política de emprendimiento e industrias culturales tiene tres

grandes ejes: el de la gran industria cultural, el de las empresas culturales y el del

emprendimiento cultural.14 Los estudios fluctúan la contribución de las industrias creativas

al PIB colombiano entre el 1.8% que se encontró en la investigación del Convenio Andrés

Bello, hasta el 3.3% que se propuso en el estudio coordinado por la OMPI y la Dirección

General de Derechos de Autor.15 La política de emprendimiento cultural combina la

creación del Consejo de Competitividad de las Industrias Culturales, que reúne a los

diferentes actores del sector, con la determinación de un CONPES de industrias culturales

que es una manera de definir líneas de acción concretas comprometidas con asignaciones

presupuestales del Estado. Se propone “visibilizar las industrias culturales como motor del

desarrollo, frente a la institucionalidad del Estado, el sector privado y los organismos de

cooperación internacional y la sociedad civil en general, para promover la inversión”. Pero

también busca promover la investigación y el conocimiento sobre las industrias culturales,

fortalecer el sistema de formación profesional para la creación artística y cultural,

fomentar la asociatividad entre creadores, productores, gestores e intermediarios,

impulsar canales alternativos de distribución y circulación que valoren la creación local

facilitando su acceso a mercados regionales e internacionales y construir un marco

14 Ministerio de Cultura de Colombia, Compendio de Políticas Culturales, Germán Rey (compilador), Bogotá, 2010. Existe versión electrónica en www.mincultura.gov.co 15 “Economía y cultura. Una aproximación al impacto económico de las industrias culturales en Colombia”, Bogotá: Convenio Andrés Bello y Ministerio de Cultura, 2001. “La contribución económica de las industrias del derecho de autor y los derechos conexos en Colombia”, Bogotá: Organización Mundial de la propiedad intelectual y Dirección Nacional de Derechos de autor, 2008.

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regulativo que impulse tanto los eslabones de la cadena productiva como las actividades

transversales que le dan sustento.16

Un ejemplo han sido los Laboratorios sociales de emprendimiento (LASO), que se han

extendido por todo el país y que brinda herramientas de formación y gestión a jóvenes

creadores de los sectores sociales más pobres, para fortalecer su trabajo creativo,

consolidar sus empresas culturales y promover su reconocimiento social y comunitario. La

generación de emprendimiento y capacidad de producción cultural, es también una

estrategia de estas experiencias locales de cultura y desarrollo. Lo que significa fortalecer

el entrenamiento para trabajos productivos, especialmente de los jóvenes. La cultura

combina así, el goce y la creación. Las relaciones entre producción, creatividad, empleo y

rentabilidad, son difíciles de entender en contextos en que la cultura se resiste a ser

comercializada, como ha sucedido prácticamente con otros ámbitos de la vida cotidiana,

desde la salud hasta la alimentación. Sus manifestaciones culturales cuestionarían la

reducción de los sentidos al mercado, de la creación a su comercialización. Sin embargo,

está visión está siendo superada por una comprensión más integral de la cultura y el arte y

una mirada más crítica del comercio y lo rentable. Ideas referidas al comercio justo, la

unión de producción y consumo, el estímulo de pequeñas y medianas empresas

culturales, la incorporación de jóvenes a opciones de empleo cultural, la construcción de

nuevos públicos y circuitos de circulación de las creaciones o el ingreso a momentos de la

cadena productiva de las industrias creativas, son pasos que ya han dado las experiencias

locales de cultura y desarrollo. Solo que todas estas ideas están relacionadas con otras

como la solidaridad, el carácter asociativo y organizativo de estos emprendimientos o la

vinculación de la creación con luchas identitarias. Las políticas de comunicación desde la

cultura deben interesarse por estas manifestaciones locales, encontrar posibilidades de

sostenibilidad, formación y expresión, facilitar la conformación de redes y apoyar su

reconocimiento.

Políticas culturales como políticas de ciudad

16 Compendio de Políticas Culturales, “Política de emprendimiento e industrias culturales”, Bogotá: Ministerio de Cultura, 2010, páginas 566 y 567.

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Si en algo se ha avanzado en Colombia es en el papel que han tenido las ciudades en la

definición de políticas culturales como parte de las políticas públicas de la ciudad.

Ciudades como Medellín y Bogotá se han pensado como proyectos de convivencia desde

la educación y la cultura. Se trata de políticas que resaltan los vínculos entre la

comunicación y la cultura urbana, la recuperación del espacio público y la reconstrucción

de las ciudades desde la superación de su fragmentación social. Pero también que

convocan a los habitantes de la ciudad a interactuar en la espacialidad pública, ya sea a

través de la construcción de grandes proyectos de renovación urbana que acercan

ciudades aisladas o claramente separadas, festivales públicos de salsa, hip hop o rock que

promueven la interacción de los jóvenes de las diferentes clases sociales, redes de

bibliotecas públicas en que la lectura o las nuevas tecnologías se asocian con las

comunidades y estrategias de movilidad que humanizan el transporte, convertido en una

tragedia urbana diaria. Los programas de Cultura Ciudadana de Bogotá y de Ciudad

Educadora de Medellín, son dos buenos ejemplos. En el primero, la cultura se convierte en

el centro de un triángulo cuyos otros dos polos son la moral y la ley y en que a través de

estrategias de fuerte contenido simbólico, los ciudadanos interiorizan reglas que les

permiten construir convivencia. “Por cultura ciudadana se entiende –dice Antanas

Mockus, dos veces alcalde de Bogotá- el conjunto de actitudes, costumbres, acciones y

reglas mínimas compartidas por los individuos de una comunidad, que permiten la

convivencia y generan sentido de pertenencia”17 En el segundo, la ciudad se piensa desde

el encuentro y éste se hace posible creando espacialidad pública inclusiva, en el que los

ciudadanos recobran su sentido de ciudad por hechos concretos como disfrutar de una

megabiblioteca en barrios que se habían caracterizado por la violencia y la inseguridad o

el de recobrar la dignidad de la escuela pública, con construcciones de arquitectura bella

incorporadas a la vida de la comunidad. “La palabra clave para nosotros es volver a

encontrarnos –dice Sergio Fajardo, ex alcalde de Medellín- porque la violencia continuada

encierra física, social y culturalmente. La gente se mueve en un espacio reducido en la

ciudad, solamente habla con los que se le parecen y quedan físicamente encerrados. Eso

17 Antanas Mockus, “La ciudad es un aula”, En: Aprendiendo de Colombia. Cultura y educación para transformar la ciudad, Roser Bertrán y Félix Manito (editores), Fundación Kreanta y CAB, Bogotá, 2008

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es fatal, porque todos somos ajenos a los otros. No hay ciudadanía, no hay solidaridad.

Por eso nosotros tenemos que ir tumbando todas esas paredes y donde estaba la

violencia cambiarle la piel a la ciudad. Por eso nosotros decimos que hay que construir

nuevos espacios públicos en Medellín para encontrarnos. Y en los espacios donde estaba

la desesperanza, donde estaban las condiciones mayores de pobreza, de dificultades y de

violencia estamos llevando a cabo una transformación urbana”. 18

Mientras que algunas industrias culturales se afianzan, la diversidad oscila entre la

reducción y la expresión; mientras que las políticas públicas buscan ir más allá del

mercado generando mecanismos de creación y circulación más pluralistas, las estrategias

comerciales se guían preferentemente por las oportunidades de rentabilidad y la captura

de las audiencias. En estos movimientos dobles surgen tensiones que convierten a la

cultura en uno de los espacios de concreción de los derechos civiles más importantes en

las sociedades contemporáneas, uno de ellos, la diversidad. Hallada en las industrias

creativas una vía hacia el desarrollo por el potencial económico que tienen pero también

por la fuerza identitaria, de participación y de reconocimiento que poseen, la gestión

pública tiene la misión de resaltar lo que siendo importante queda en el olvido, lo que se

resiste a involucrarse en las lógicas mercantiles movido por sus propias intenciones

creativas, lo que busca que la cultura más que distanciar incluya. Es en estas dinámicas en

donde se encontrarán de mejor manera las industrias culturales, con la diversidad, el

desarrollo y la gestión pública.

18 Sergio Fajardo, “Cambiarle la piel a la ciudad” En: Aprendiendo de Colombia. Cultura y educación para transformar la ciudad, Roser Bertrán y Félix Manito (editores), Fundación Kreanta y CAB, Bogotá, 2008, página 172.