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exlCO VOLUMEN ME XI C 0, XI _ N ENERO EJEMPL UMERO S DE 1957 A R: $1.00 PUBLICADA POR LA UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE MEXICO LOS CUIDADOS DEL· CUERPO* Por Johal1l1es BÜHLER E L HOMBRE MEDIEYAL era aficionado a C01'!'Lcr y beber bien y, sobre tQdo, a comer y beber mucho. Es signifi- cativo que en la imaginación popular de esta época el símil bíblico del "banquete celestial" cobre no pocas vece un relieve parecido al que presentan entre los maho- metanos otros placeres materiales. Los poeta y croni tas de la baja Edad Media detiénense a describir con especial delec- * JOHA I ES BÜHLER: '-ida}' cultura en la Edad Media, próximo a aparecer en la serie de Grandes Obra de Historia que edita el Fondo de Cultura Económica. tación las comilonas y francachelas que solían celebrarse con los más diversos mo- tivos, en las nume;·osas fiestas de la igle- sia, en los bautizos, las bodas, los entie- ITaS, etc. La alegría de la gente era más grande cuanto más duraban las fiestas y mayor muchedumbre de gente se reunía a celebrarlas. En las famosas bodas de J 01'- ge el Rico, duque de \Vittelsbach, celebra- das en Baviera en el año 1475, reuniéron- se el padre de la no,·ia con el novio y tres mil caballos, el cortejo de la novia con setecientos, el emperador con otros tantos, el margraye de Brandeburgo con mil cna- trocientos, y así sucesivamente: en total, la corte de Baviera tuv.Q que dar de comer a más de nueve mil caballos. Las personas no pudieron contarse, pues aparte de los invitados y de su séquito, todos los veci- nos de la ciudad en que se celebraron las bodas y ct)antos se hallaban de paso por ella comieron y bebieron durante ocho días a la salud de los novios; mientras duraron las fiestas nupciales se prohibió la venta de víveres dentro de la ciudad, pues a todos proveían las cocinas ducales, y en medio de la plaza había dos grandes barricas, una de vino blanco y otra de vino - Eduard "las comilol1as }' fmncachelas que solían cl'lebrarse con los más divel·sos 1IL0tivos" S MA RTO: Los cuidados del cuerpo, por Johannes Bühler e La feria de los días o J1i peqllciiu collstelul'iótl jaliscience, por Ellll11anuel Car!Ja- 110 _ La defunción de la rosa, por José Cárdenas Peña _ Primera dama, por Augusto Monte;Toso _ Psicología ferrovwna, por Carla: dés _ Tres poetas mexicanos, por F. Charry Lara _ Breve 110ta a GÓI1,gora, por Manuel Pedroso - El fes/lval de Shake.spea·re, por Malganta Quijano Terán _ Historia documental de 1I1Ü libros, por Alfomo Reyes l!l El pl"incitl' J.o;;:s de Broglie, por Elena POl1!atO\'¡sb _ o. obras de Cmllus, por To:nás Se:::ovia f) Artes Plást;·cas, por Pau! vVesthcim l!l El teatro, ror r:rancisco Monterde 8 LIbros, por Ennque on- , 7-ález Rojo o Dibujos de Andrée Burg, Juan Soriano >' Ricardo Marlím;z } L 2 i

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• •exlCO

VOLUMEN

M E XI C 0,

XI _ N

ENERO

EJEMPL

UMERO S

DE 1957

A R : $1.00

PUBLICADA POR LA UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE MEXICO

LOS CUIDADOS DEL· CUERPO*Por Johal1l1es BÜHLER

EL HOMBRE MEDIEYAL era aficionadoa C01'!'Lcr y beber bien y, sobre tQdo,a comer y beber mucho. Es signifi­

cativo que en la imaginación popular deesta época el símil bíblico del "banquetecelestial" cobre no pocas vece un relieveparecido al que presentan entre los maho­metanos otros placeres materiales. Lospoeta y croni tas de la baja Edad Mediadetiénense a describir con especial delec-

* JOHA I ES BÜHLER: '-ida}' cultura en laEdad Media, próximo a aparecer en la serie deGrandes Obra de Historia que edita el Fondode Cultura Económica.

tación las comilonas y francachelas quesolían celebrarse con los más diversos mo­tivos, en las nume;·osas fiestas de la igle­sia, en los bautizos, las bodas, los entie­ITaS, etc. La alegría de la gente era másgrande cuanto más duraban las fiestas ymayor muchedumbre de gente se reunía acelebrarlas. En las famosas bodas de J01'­

ge el Rico, duque de \Vittelsbach, celebra­das en Baviera en el año 1475, reuniéron­se el padre de la no,·ia con el novio y tresmil caballos, el cortejo de la novia consetecientos, el emperador con otros tantos,el margraye de Brandeburgo con mil cna-

trocientos, y así sucesivamente: en total,la corte de Baviera tuv.Q que dar de comera más de nueve mil caballos. Las personasno pudieron contarse, pues aparte de losinvitados y de su séquito, todos los veci­nos de la ciudad en que se celebraron lasbodas y ct)antos se hallaban de paso porella comieron y bebieron durante ochodías a la salud de los novios; mientrasduraron las fiestas nupciales se prohibióla venta de víveres dentro de la ciudad,pues a todos proveían las cocinas ducales,y en medio de la plaza había dos grandesbarricas, una de vino blanco y otra de vino

- Eduard"las comilol1as }' fmncachelas que solían cl'lebrarse con los más divel·sos 1IL0tivos"

S MA RTO: Los cuidados del cuerpo, por Johannes Bühler e La feria de los días o J1i peqllciiu collstelul'iótl jaliscience, por Ellll11anuel Car!Ja-110 _ La defunción de la rosa, por José Cárdenas Peña _ Primera dama, por Augusto Monte;Toso _ Psicología ferrovwna, por Carla: V~!.-dés _ Tres poetas mexicanos, por F. Charry Lara _ Breve 110ta a GÓI1,gora, por Manuel Pedroso - El fes/lval de Shake.spea·re, por MalgantaQuijano Terán _ Historia documental de 1I1Ü libros, por Alfomo Reyes l!l El pl"incitl' J.o;;:s de Broglie, por Elena POl1!atO\'¡sb _ o. NU~Jasobras de Cmllus, por To:nás Se:::ovia f) Artes Plást;·cas, por Pau! vVesthcim l!l El teatro, ror r:rancisco Monterde 8 LIbros, por Ennque on-

, 7-ález Rojo o Dibujos de Andrée Burg, Juan Soriano >' Ricardo Marlím;z

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2 UNIVERSIDAD DE MEXICO

REVISTA UNIVERSIDAD DE MEXICO

PATROCINADORES

Toda correspondencia debe dirigirse a:

"REVISTA UNIVERSIDAD DE MEXICO"

La Revista no se hace responsable de losoriginales que no hayan sido solicitados.

Las gentes de aquel tiempo daban másimportancia que las de nuestros días alacicalamiento en el vestido; hombres vmujeres rivalizan en presentarse lujosá­mente ataviados cuando tienen que apa­recer entre los demás. El consumo detelas caras)' de colores abigarrados esrelativamente grande. en esta época.Este afán de llamar la atención v de\'estirse con más lujo del que la situa­ción económica de cada cual consienteestá en contradicción con la tendenciade la Edad Media a caracterizar la pro­fesién y el valer social de cada personapor el traje que viste. Del mismo modoque el siervo, ei judío, el clérigo debendarse a conocer por su traje, el prínci­pe. el caballero, el mercader quieren te­ner privilegios en el vesti r para ellos ysus esposas, y las demás clases sociales,imitándolos, pugnan incesantemente porque les sea concedido el mismo honor.De aCJuí arrancan las ordenanzas sobreel vestido, que llegan hasta la Revolu­ción francesa. 4

vino se adobase fuertemente con ciertasespecias, costumbre que no obedecía sola­mente a los gustos reinantes en la época,sino también, con toda seguridad, a la ca­lidad de los vinos criados en las tierrasdel Isar, del Elba y del Oder o adultera­dos por el largo transporte. Los más di­versos testimonios concuerdan en que du­rante la baja Edad Media imperaban entodo el Occidente y principalmente enAlemania las peores costumbres en lo to­cante al beber y en que todas las 'clasessociales gastaban muchísimo en vino yotras bebidas alcohólicas.

Del vestido podría decirse. con ligerasvariantes, 10 que hace un momento decía­mos al hablar de la actitud del hombremedieval ante la comida. También en Joreferente al vestido era aficionado sobretodo a la ostentación, pero el espectáculode la vida cotidiana, de la que las fuenteshablan muy poco y sólo de pasada, di feríamucho del que ofrecían los días de fiestay las grandes solemnidades. 3 En los pri­meros siglos de la Edad Meclia, el campe­sino casi nunca llevaba pantalones y secubría todo el cuerpo con una especie delevitón que le llegah'l hasta los tobil1os;más tarde, se extendió el uso del pantalón,acortándose aquella prenda, hasta conver­tirse en una chaqueta, con las mangas muyceñidas. Para trabaiar en las faenas delcampo, los hombres 'se aligeraban de roDa,hasta quedar casi desnudos. En los domin­gos y días de fiesta y en las ocasiones so­lemnes. todas ¡as clases sociales procura­ban acicalarse y vestirse con el mayor lujoque sus medios les permitían. Como siem­pre. eran los de arriba los que daban eltono en las modas, siendo imitados luegoDar los ele abajo; el vestielo del pueblo, enla Edad Media, era también, casi siempre,la moela de los señores adaptada a las po­sibilidades y a los gustos de los campesi­nos y ele las gentes de las ciudades.

Gustavo Freytag ha caracterizaelo enpalabras certeras el motivo moral más im­portante elel lujo medieval en el vestrr:

A este afán de ganar prestigio y consi­deración social por medio del vestido seunía el de hacer resaltar los encantos se­xuales; incluso entre los hombres surgíanconstantemente, en la Edad Media, 1110-

(Pasa a la pág. 9)

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tlANCO NACIONAL DE COMERCIO EXTERIOR,

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DE AVIACIÓN,. S. A.-ELECTROMOTOR, S.

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DOS, S. A. (lCA) .-INSTITUTO MEXICANO

DEL SEGURO SOCIAL.-LoT1:Rh NACIONAL

PARA LA ASISTENCIA PÚBLICA.-NACIONAL

FiNANCIERA, ). A.-PETRÓLEOS MEXICANOS.

se utilizaba en· la cocina y p:1ra servir. Loslibros de urbanidad, los sermO:1es y lasobras satí ricas se quejan y se burlan cons­tantemente de las costumbres culinarias dela época, muchas de las cuales, a juzgarpor el modo como se las deSCrIbe, n.o ha­brían abierto precisamente el apetIto alhombre de hov.

En el caml;o, la gente bebía casi siem­pre, hasta muy entrado el siglo :<:III, agu~y leche. En el norte de Ale::1anla alcanzoluego gran predicamento la c~er~'eza, y al­gunas ciudades, sob:e todo Erturt, enca­recían la buena ca]¡dad de ·la fabncadadentro de sus dominios. Esta bebida se ex­tendió más tarde al sur de Alemania y aBaviera, donde hasta entonces habían pre­('o:'úndo el vino de la tierra y el mosto.La viticultura fue extendiéndose cada vezuás. En algunos gremios de artesan.os,. hs'ordenanzas prescribían que s~ slrvl~rd

normalmente incluso a los ofICIales, Vll10o cerveza en' la comida de mediodía. Loscrrandes señores y los altos jerarcas de lai:o'lesia mandaban traer el vino de Italia yle los demás países vinícolas, pel:o. casipuede asegurarse, dadas las condICIonesde transporte de la época, que. las remesasno serían grandes. Era corrIente que el

Coordinador:

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Director:

Jaime Garcia Tarés.

Secretario GeneDl:

Doctor E[rén C. del Pozo.

Rector:

Doctor Nabar Carrillo.

UNIVERSIDAD NACIONALDE MEXICO

Jefe de redacción:

Juan Martín.

tinto, llenando continuamente los cántarosde los que se escansiaba a los bebedores. 1

Las crentes de las ciudades no iban enesto, en

bla medida de sus yosibilidades, a

la zaga de los grandes senores; los InVI­tados a los bautizos y otras fIestas por tiestilo solían formar muchedumbre, puesno concurría a ella solamente l~ parenteb,muy numerosa. sino el gremIo ent~ro aque pertenecía el padre de la cnatuI~, elnovio, el padre de la nov.la, etc., sucon~en­

do que se tratase .. por ejemplo, del maes­tro de un gremIo de artesan~s .. Se hanconservado algunos datos estacbstlcos b~~­

tante minuciosos de las bodas de la hIJade un maestro panadero de Augsbur.g?,celebradas en el año 1496; fueron sacn f.l­cados para dar de comer a la concurre~lcla

veinte bueyes, cuarenta y nueve ca~nto.s,

quinientas.aves. de distintas clases, n~ll. sel:cransos VeIntlCl11CO pavos reales, cual entd~ seis 'terneras, noventa y sei.s, cerdos deceba y quince pavos. Cor~10 es loglco, est~s

comilonas resultaban rUIno~as has~a pal:Ilos burcrueses y los campeSl110S 111a.s aco­rnodadobs, y los príncipes y la~ autorIdadesurbanas no se cansaban de dIctar normasminuciosísimas para poner coto a estos ca­tastróficos excesos, prescribi,endo el. ní~­mero de comensales que podlan ser l.nvI­tados por una familia>: la clase. y cantIdadde rnan iares que podlan servirse en lasfiestas. ·Había. a veces, platos reservadoscon carácter de exclusivo a la nobleza; enGénova, por ejemplo, la carne de corderosólo podía servirse en las mesas de losnobles.

Sin embargo, la vida normal y cor.rien­te no era, ni mucho menos, tan oplparacomo pudiera creerse a juzgar por lasfiestas los relatos de los poetas y los cro­nistas,' las ordenanzas y prohibiciones .elelas autoridades y las interminables quelasv amonestaciones ele los predicadores. Las'fiestas de la iglesia eran 111uchas, cierta­mente. pero aún el-an más los días d~ ayu­no y de vigilia. en los que no se pocha co­mú carne y había que contentarse .conuna sobria colación. Además, la sencIlleze incluso la pobreza de las condiciones ,enque vivía la gran mayoría ele la poblaClon.lo mismo' en la ciudad que en el campo,no le permitían, por regla general. darseuna vida regalada ni siquiera placen teta.De nada serviría entra'r a dar detalles enapoyo de esta afirn1ación, y~ que se ad­vierten di ferencias muy consIderables se­gún las regiones y los recursos que cadafamilia podía invel-tir en comer.

Hacíanse, generalmente, tres comidas aldía, que correspondían, sobre poco más omenos, a las que suelen hacer hoy los cam­pesinos. Por lo mañana, una sopa; a me­diodía. gachas, o platos ~ base de harmarara vez, 2 y con frecuencIa otra sopa, car­ne y legumbres: la cena solía ser, a lo CJueparece, muy simple. lVfuchas vec~s se haintentado calcular el consumo (bariO decarne de distintas ciudades, pero sin ha­ber podido llegar nunca a resultados se­f'uros. El consumo de pescado, aun en el'¡;lterior del país y fuera de los dias de vi­gilia, era relativamente grande, más ql~e

en nuestros días, hallándose muy extench­do el empleo del pescado de mar y de río,salado y seco. En generaL la gente de laEdad Media era muy aficionada a las co­midas fuertemente sazonadas; si los me­dios lo permitían. empleábanse para ellolas especies extranjeras, especialmente lapimienta. El cubierto pI)ncipal empleado.par;¡ comer era la cuchara; el tenedor sólo

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UNIVERSIDAD DE MEXICO9

CUIDADOS

- Sinopsis

"cansas ajenas al conocimiento del hombre"

Eduard Fuchs. Illustrier Sittengeschichte

"no iban. a la zaga de los g1'Gndes selíores"

corresponden más al mundo de ideas delsiglo XVI. Los esfuerzos arquitectónicosde la Edad Media se encaminan, funda­mentalmente, al servicio público: la feviva de esta época y la absorción del in­dividuo por la corporación de qu~ formaparte ayudan a reunir abundantes recur­sos para construcciones puramente ecle­siásticas, caritativas y profanas. Las mis­mas murallas protectoras de la ciudad, consus numerosas puertas y torres, muestranno pocas veces una gran belleza arquitec­tónica; al lado de la catedral, surgen im­portantes iglesias, destinadas a las parro­quias y a las órdenes monásticas, quegustan de establecerse en las ciudades. Selevantan hospitales, asilos y hospicios, do­tados abundantemente por las fundacio­nes. Los consistorios, que se han conser­vado en gran parte, y las casas de losgremios, de las que aún quedan en piealgunas, atestiguan el orgullo y el espíritude sacrificio de los vecinos de las ciuda­des. Las lonjas y los mercados de granos,para citar sólo éstos, eran también cons­trucciones de utilidad común. Los distin­tos grupos de asalariados que, en compa­ración con los exiguos ingresos de la ma­yor parte de los vecinos de la ciudad, 1;0

puede decirse que ganasen poco, podíanpermitirse de vez en cuando sus expansio­nes en las tabernas y en las diversionesde las fiestas púbHcas. 7

Las residencias de la nobleza <.:n el caI'n­po ofrecen, según la fortuna de su posee­dor y la situación y finalidad de la resi­dencia, tüda la escala de matices que vadesde la gran casa rústica hasta el casti­llo palaciego. El pasaje que citábamos másar"riba, tomado de una carta de Ulrico deHutten, refleja probablemente las "condi­ciones de vida existentes en la mayoría delos castillos, que abundaban mucho, poraquel entonces. Las cortes señoriales delprimer período, el período aristocráticode la Edad Media, eran conjuntos de sen­cillos edificios, adaptados a las necesida­des de la vida agrícola, y las mismas resi­dencias de los grandes eclesiásticos y secu­lares en la ciudad revelan al principio elmismo carácter, aunque ya desde muypronto se ven descollar dentro de las mu­rallas urbanas, sobre todo en Italia, pero

'también en el norte, las torres de las ca­sas-fortalezas. A partir de la época de losemperadores sálicos, algunas de las resi­dencias imperiales se transforman paraconvertirse en grandiosos castillos o pala­cios, como ocurre con el de Goslar (re­construido hacia el año 1040) y Jos delperíodo de los Hohenstaufen; además, seamplían considerablemente :llgunas forta­lezas antiguas y se restauran los viejospalacios. Los príncipes no tardan en se­guir el ejemplo de los reyes y emperado­res; algunos de sus castillos rivalizan en

CUERPODEL'

se advierte, a comienzos de! siglo XlV.,

una gran pobreza en cuanto a la instala­ción de la vivienda, e! mobiliario y e!menaje domésticos; paredes desnudas,habitaciones inhóspitas y desoladas, ca­si sin muebles, en que la gente viveapretujada. Apenas ahora (a Cümienzosde este siglo) empiezan a instalarse unpoco mejor los comerciantes, sobre todoaquellos que tienen tratos con las ciu­dades -más confortables del sur. La pe­queña estufa, raro aditamento de la an­tigua casa burguesa, que en los viejostiempos aparecía cubierta, donde la ha­bía, de ladrillos o azulejos negruzcos yconstruída sin la menor pretensión ar­tística, en forma de cúpula, va aumen­tando de tamaño en las casas pudientes,cobra colores más alegres y apareceflanqueada por bancos para los visitan­tes distinguidos. La estufa y los rombosde cristal de colores chillones emploma­dos en las ventanas, reproduciendo pri­mero dibujos de tapices y más tarde es­cudos heráldicos bellamente ejecutados,constituyen ahora los principales ador­nos de una casa opulenta. Hacia finaldel siglo, las habitaciones empiezan aencolarse ya en distintos colores; losmuebles son todavía muy sencillos, me­sas, sillas de madera, bancas, los ar­marios escasean más que las arcas y loscajones, la' vaj illa es de barro esmaltadoy graciosamente pintado o de latón. Enel piso bajo está el taller o el cuarto detrabajo, un dormitorio y una sala paralas mujeres y para las reuniones de fa­milia; es también, en las casas pudien­tes, e! salón en que se recibe a las visi­tas. Los almacenes y las bodegas ocupangran parte de la casa.

de usar almohadas, edredones, mantas ycolchas: los demás, cubríanse por las no­ches con ropa o sacos.

Las murallas defensivas que ceñían lasciuda?es, al reducir el espacio habitable,contnbuían en buena parte al hacinamien­to en que vivía la población urbana. A suvez, el hecho de que la mayor parte de losvecinos de las ciudades sólo contasen conmedios económicos muy limitados y unaparte bastante considerable de ellos conninguno en absoluto, repercutía tambiéndesfavorablemente entre los habitantes delas aldeas. La idea que hoy nos formamosde lo que eran las ciudades medievales res­ponde casi siempre a l~ realidad de lasciudades importantes en su plaza centraly en las calles adyacentes a ella, pues enel resto de la ciudad apenas se veían másque casuchas misérrimas y casi siempreruinosas, y no pocas veces había dentrodel recinto amurallado, ya muy reducidode por sí, grandes terre,nos baldíos y sinedificar. Y la pobreza de la instalacióninterior correspondía en la mayor partede los casos al mísero aspecto de sus fa­chadas. Hasta en las casas de la gentemás acomodada

A partir del siglo xv, las familias másdistinguidas de las ciudades emplean unaparte de su riqueza en decora"r ostentosa­mente el exterior y el interior de sus vi­viendas.

Las fastuosas residencias privadas, aun­que sigan construyéndose en estilo gótico,

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LOS(Viene de la pág. '2)

das de una· desvergüenza asombrosa. Ylas autoridades seculares y eclesiásticascreíanse obligadas a intervenir para ponercoto a estos abusos, no sólo por prejuiciosde clase y las consideraciones de tipo eco­nómico, sino también por motivos de ca­rácter moral. 5

El lento, pero constante progreso de lacultura material y, al mismo tiempo, elabismo escandaloso entre el puñado de lospoderosos y las enormes masas del pue­blo, se revelan también en lo tocante a lavivienda medieval, más claramente toda­vía y con mayor fuerza que en 10 referen­te a la comida y al vestido. Un autor,Grupp, señala con razón que las cabañasde los vaqueros y los carboneros de las re­giones de los bosques y las chozas de ba­rro de las regiones del este, en nuestrosdías, sólo nos permiten formarnos unaidea remota de cómo vivían en la EdadMedia los campesinos pobres, es decir, lagran mayoría de la población. Durante to­da la Edad Media, ap~nas se conocieronen el campo más que las casuchas primi­tivas de madera, aunque en algunas aldeasse veían algunas construcciones a base detabiques combinados de madera y piedra,que consentían levantar segundos pisos. 6

Es cierto que en los países latinos abunda­ban más las casas de piedra, pero su in­terior presentaba, sobre poco más o me­nos, el mismo aspecto de pobreza que e!de las casas de madera de los países ger­mán icos. Generalmente, las casas no te­nían ventanas ni aberturas para la ventila­ción, hornos ni camas. La cocina, con elfuego al descubierto, era por lo generalmuy espaciosa y toda la familia se tendíaa dormir en ella, por la noche. Debajo dela cocina solía estar el corral de las aves.Como es natural, las casas estaban plaga­das ,de bichos e insectos. Un paso consi­derable de avance se dio cuando se empe­zó a cubrir con sacos de paja, para dormir,los bancos, los arcones y cuando se intro­dujeron los camastros de tablas. Sólo loscampesinos ricos podían permitirse el lujo

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grandiosidad y en esplendor con los deéstos. Y toman también gran incrementolas actividades arquitectónicas de la no­bleza y de las ciudades en tod~s !os J?aí­ses con las variantes y caractenstlcas 1m­pu~stas, como es lógic?, p~r el clima, elcarácter nacional y la hlstona de cada unode ellos.

En el campo de la higiene y la medic~na,

la Edad Media ofrece una mezcla cunosade las más burdas anomalías y las ideasmás necias y disparatadas con costU1~bresmuy racionales y prácticas. La SUCiedady la superstición eran, en este terr~n?, losgrandes azotes de la época. La vIviendade las gentes humildes de la ciudad y delcampo, tal como la dejamos esboz~da, nose prestaba precisamente para arralga.r ensus moradores el hábito de la limpieza.Las calles de las ciudades eran verdaderos"pozos de basura" ; 8 hasta el siglo xv nose empezó a pavimentar, en alguna queotra ciudad, "las calles más céntricas ydistinguidas", "cosa que respondía, indu­dablemente, a una gran necesidad, pues laciudad estaba llena de barro por todas par­tes y en todas las épocas del año habíaque atravesar las calles pisando sobre ta­blones y defender las casas con diques depiedra, y las rodadas se enterraban de talmodo en el barro del arroyo que, por an­cha que fuese la calle, los carros apenaspodían salirse de ellas para dejar paso alque viniese en dirección contra~ia". 9 V!­vían en las ciudades muchos vecmos dedI­cados a la labranza o que poseían y traba­jaban fuera de la ciudad, como ocupaciónaccesoria, una parcela más o menos gran­de; el estiércol se depositaba sin mira­miento alguno en la calle, ni más ni menosque las demás basuras. Cómo estaban lascosas en Nuremberg, todavía en la segun­da mitad del siglo xv -yeso que se trata­ba, tal vez, de una de las ciudades máslimpias de todo el Occidente-, podemosinferirlo de los siguientes preceptos toma­dos de las ordenanzas sobre la limpiezade las calles:

La víspera de Santa Catalina (23 denoviembre), el maestro de obras de laciudad debe ordenar que se barra y seretire el lodo y la basura del puente deSanta Catalina, de la puerta que se abredelante de las caballerizas y de la fuen­te y también de la otra puerta, dondeestá el lazo (de los pescadores de laciudad), para que la gente no se inco­mode si ve que no se ha barrido, a me­nos que esté todo helado. Asimismo de­berá velar el maestro de obras de la ciu­dad porque, por navidades, carnavales,cuando se exhiban las reliquias, en pas­cuas, en pentescostés, el día de San Se­baldo, cuando vengan muchos señoresy en cualquier época de! año en quefuere menester, se barra y se limpie e!lodo, y la basura desde la botica quehay junto a los Predicadores hasta elconsistorio y la Fuente Bonita, así comoen las artesas que están deiante de losvertederos del canal, sin que tenga porqué preocuparse de los demás sitios ...En la plaza no necesita hacer nada, pueses obligación del nuevo hospital tenerlalimpia ... , evitando que se amontoneallí la basura de un año para otro. Perosi no retirase la basura de vez en cuan­do, amontonándola para que la retirenlos carros, como es debido, el maestrode obras de la ciudad deberá hablar cond maestro de! hospital. 10

},,~uard rusch. l11ustner Sittengeschichte

"las más burdas a·no11'lalías"

El hacinamiento en que vivía la genteen las ciudades y la suciedad de éstas traíaconsigo espantosas 'consecuencias cuandoestallaba una epidemia. Las pestes erancasi constantes y azotaban tan pronto enunas partes como en otras del Occiden.te;la más furiosa de todas fue la conocida

. con e! nombre de la "Muerte negra", queen los años de 1346 a 1350 se extendiódesde Sieilia y algunos puntos de Italiapor Marsella, el sur de Francia, e! nortede Italia, España, Inglaterra y Alemania,hasta Rusia, 11 devorando innumerablesvidas. Pocos años después, Europa volvióa ser azotada por nuevas oleadas de pestey, tras un período de relativa calma, elazote descargó de nuevo, con redobladafuria, a partir de mediados del siglo xv.No es posible aclarar ya con entera segu­ridad cuáles fueron los orígenes y la ver­dadera naturaleza de aquellas epidemiasconocidas con los nombres de "Muerte ne­gra", la peste, etc.

Contribuía a aumentar la conmociónque estas espantosas catástrofes producíanen el alma del hombre occidental el hechode que se sintiera punto menos ql~e. impo­tente ante ellas, sin acertar a expltcarselasmás que como el azote de la cólera divina,como consecuencia de ciertos fenómenoscósmicos monstruosos o como resultado deotras causas sobrehumanas o ajenas al co­nocimiento del hombre. Los horrores vi­vidos en los períodos de peste 12 y el pe­ligro pestilencial que pendía a todas horassobre las cabezas de aquellos hombresprovocó aquel pesimismo, ambiente que serefleja en las "danzas macabras" de laépoca y que hoy se propende en dema~ía

a considerar como una de las caractens­ticas de la baja Edad Media. 13 Las "dan­zas de la muerte" son, como la mismapeste, el más patético memento mori ypertenecen al mundo religioso, aunql;le re­velen también, de vez en cuando, Ciertostintes de crítica social.

Pero estas pinturas ponen al descubier­to otro rasgo de la época, no menos acu­sado y característico: un desenfreno mo­ral sin precedente. Eran incontables lasgentes de aquellos tiempos que queríanalejar, danzando y divirtiéndose, la muer­te y la idea de la muerte, y se entregabansin freno a todos los placeres, sin retroce­der ante las mayores violencias. "La co­rrupción del alma -dice un escritor de laépoca- era mayor que la del cuerpo.Apenas los horrores de la peste negra ha­bían descargado su furia sobre los aterra­dos pueblos, desencadenábanse todas lasbajas pasiones con tanto más frenesí cuan­to mayor era el pasto de satisfacción queencontraban en el botín de las víctimasde la peste, cuyo recuerdo se desvaneda

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pronto. Parecía como si la espantosa pro­ximidad de la muerte no hiciese más queexacerbar el gusto de vivir y de gozar ...El crimen levantaba insolentemente la ca­beza, dándose cuenta de que no había na­die para cerrarle el paso con la ley ... yni siquiera el peligro manifiesto de muerteaplacaba la furia de la codicia desenfrena­da. ávida de apoderarse de los bienes delos muertos, que nadie se cuidaba de vigi­lar". Dábanse incluso.casos de fraile' quese trasladaban a la ciudad para comer ybeber a sus anchas, ahora que el patrimo­nio del monasterio enriquecía con sus ren­tas a los pocos supervivientes.

Como es lógico, el hombre no se cruza­ba de brazos ante el azote de las epidemiasni; en general, ante las enfermedades. Ha­bía una ciencia médica y muchos que sededicaban a ejercer la profesión de la me­dicina. Habíanse adquirido valiosos cono­cimientos mediante el estudio de las obrasmédicas de la antigüedad y la experienciade la práctica, pero las gentes de la épocaabrigaban, no pocas veces, las ideas másdisparatadas acerca de las virtudes cura­tivas de las piedras preciosas y de muchasplantas y acerca de las causas de las en­fermedades. Las panaceas eran fuentesde considerables daños; a la sangría, prin­cipalmente, se le atribuían virtudes mági­cas para todos los males habidos y por ha­ber. Y lo peor de todo era que el pueblo,en general, no se dirigía a los médicos,sino a los brujos y a los charlatanes, enlos que tenía una fe ciega. Reinaba unalibertad absoluta en el ejercicio de la me­dicina y de la curandería. En la práctica,no siempre era fácil distinguir la fe quese ponía en las reliquias de la que se de­positaba en los amuletos y en las bruje­rías sobre todo porque se tendía a creerque' las enfermedades cuya curación. St'

hallaba especialmente encomendada a Cier­tos santos habían sido enviadas precísa­mente por ellos para castigar los pecadosdel enfermo o por despecho, por no habersido lo bastante devoto para con ello. Y,como es natural, las ceremonias religio­sas, las peregrinaciones de desagravio ylas procesiones con que la iglesia preten­día combatir las pestes no hacían más queaumentar, con la di fusión del contagio en­tre tanta gente reunida, el peligro de quelas enfermedades se propagasen.

El baño fue durante' toda la Edad Me­dia una práctica muy extendida; sobretodo desde la época de las Cruzadas. Sinembargo, veíase en él, sobre todo en elbaño caliente, que era el más gustado, tan­to un motivo de placer como una prácticasanitaria e higiénica, aunque se tenían engran estima, en cuanto a su eficacia, losbaños medicinales y las aguas cu rativas.Es cierto que se habían dejado derrum­barse y habían caído en el olvido las gran­diosas termas romanas; en las míseras"casas de baños" de la Edad Media casino se veían más que grandes tinas, en lasque se metían juntos, no pocas veces, elhombre y la mujer; la gente jugaba enel bario, comía, bebía y cantaba. La EdadMedia tomó, además, de los eslavos losbaños de vapor. A fines de la era medie­val había tomado gran incremento la ins­titución del baño y los placeres con ellarelacionados -había casas de baño in­cluso en muchas aldeas-, hasta que, aconsecu~ncia de la sífilis, que las casas debaño contribuyeron a propagar en gran­des proporciones, y del excesivo consumode leña que llevaban aparejado; sobrevinoun súbito retroceso. Mucha gente se en-

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Page 5: XI N UMERO A R : $1.00 exlCO - Revista de la Universidad ... · tados por una familia>: la clase. y cantIdad de rnaniares que podlan servirse en las fiestas. ·Había. a veces, platos

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-Breughel. Editions d'histoire et d'art"en el campo, no le penllúí'an darse IIna vida 1'egllJl1da ni siquiera placentera" .

5 Acerca de las modas en el vestir ofreceabundantes datos, aparte de las historiás usualesdel vestido, la de H. Weis y A. Schultz, op. cit.,pp. 284-395.

6 Lo más importante acerca de los tipos deconstrucción de la vivienda en la alta y la bajaAlemania, durante la Edad Media, aparece re­cogido en J. Bühler, Ba¡lern, Bilrger und Hansa,p. 22.

-Sinopsis Foto

"lIab·ia ¡-tna ciencia médica"

7 Detalles más precisos en Janssen, op. cit.,tomo r, p. 427.

8 CL el informe sobre el estado de las callesde Nuremberg, en el año 1368, en· J. Bühler,Bauern, Bilrger und Hansa, pp. 153 ss.

9 Informe de Ausburgo, de 1416, op. cit.,p. 211.

10 J. Buhler, op. cit., p. 409.

11 Esta fue la trayectoria seguida por lapeste dentro de Europa, pero hay además infor­mes de los que se deduce que llegó hasta TierraSanta.

12 "El enfermo quedaba tirado en su casa.sin que nadie le atendiese. Ningún pariente séatrevía a acercarse a él, ningún médico osabapisar su casa; hasta el mismo sacerdote le alar­gaba con repugnancia y haciendo un gran es­fuerzo, los santos sacramentos. Los niños im­ploraban la ayuda de sus padres, los padres ylas madres las de sus hijos e hijas, un esposo ladel otro con súplicas desgarradoras. Era en va­no. Y si la gente se atrevía a tocar los cadáve­res de los suyos para enterrarlos, era porque nose enc,ontraba nadie que se prestase a cumplirpor dinero el último deber hacia los dituntos.Ni la voz del pregonero, ni los trompetazos de lacorneta fúnebre, ni las campanas repicando amuerte, ni los oficios mortuorios congregaban alos amigos y parientes de los difuntos en su en­tierro. Los cádaveres de las gentes más noblesy distinguidas eran llevados a la tumba por loshombres más humildes y más viles, pues un pá­nico indecible hacia que todos sus amigos y com­pañeros de clase se alejasen de su ataúd": estaslíneas están tomadas de un relato de la época,citado por Haeser, Geschichte del' Medizin, tomoIII, p. 143.

13 No queremos decir que la "danza maca­bra" sea un producto de estas experiencias vivi­das y de este ambiente, los cuales sólo explicanla gran difusión que esas estampas llegaron aadquirir. Sobre la historia de la "danza de lamuerte", d. Huizinga, Herbst des Mittelaters,pp. 203 ss.

14 La "Ordenanza sobre las Casas de Muje­res" de la ciudad de Nordlingen (1472) comien­za así: "Ya que la madre de la santa cristian­dad [es decir, la igiesia] tolera, para evitar ma­les mayorés, que e~ista en el municipio una casade mujeres y que haya en ella muchachas de vidalibre ..." Citado por Kriegk, op. cit., tomo n,p. 293.

15 Frases como la que dice que los venera­bles no deberán hacerlo para su placer, sino sim­plemente para eliminar los humores sobrantes(citada por Haqer, op. cit., p. 225) no est~ninspiradas siempre en el deseo de hacer un chIS­te de mal gusto, ~sino que envuelven, como d.e­muestra, por ejemplo, el texto Citado por G. Rlt­ter en sus Stlldienzur Spiitscholastik, tomo III,pp. 81 ss., un problema seriam~nte debatido porlos teólogos morales de aquel ttempo.

. 16 Hay, por ejemplo,. documentos de la épo­ca en que se fij a la cantldad que el prestamIstadebe gastar en suministrar rameras al deudormoroso constituído en prisión para responder desu deuda. Haeser, op. cit., p. 225.

NOTAS

En estas condiciones, no tiene nada deextraño que toda la Edad Media estuvie­se plagada de las enfermedades que vansiempre aparejadas a esta vida licenciosay que, a fines del siglo xv, hiciese ver­daderos estragos la sí filis.

El señor Wilwolt organizó un ban­quete, al que invitó al primer capitáninglés, a los mejores hombres de su no­bleza y a muchos otros grandes señoresy gente poderosa... Para ello, habíamandado que le enviasen de Brujas yde Flandes a las muchachas más boni­tas que allí pudieran encontrarse y a105 mejores músicos. Todo el mundp sepuso a bailar y estaba contentísimo, ypor la noche obsequió a cada uno de losseñores invitados con una de aquellashermosas mujeres para que durmiesecon eli.a, con arreglo a las costumbresdel país. A la mañana siguiente, le fue­ron devueltas todas en la mejor de lasformas, por lo que él dio las graciasmás rendidas. Le hizo un espléndido re­galo a cada una de ellas y las mandó asus casas, con todos los honores.

cumplir bien y para amenizar las grandesfiestas populares, las asambleas, los con­cilios y otras reuniones por el estilo. 16 Nodebió de ser nada excepcional, en aquellostiempos, el sucedido que se relata en unabiografía de Wilwolt de Schaumburgo, unrico burgués de Gante:

1 El relato de estas bodas se reproduce en J.Buhler, Fürsten und Ritter, pp. 155 ss.

2 En las comidas solemnes solían presentarsediversos platos de repostería, aderezados muchasveces con almendras.

3 Las fuentes casi no hablan más que delvestido de los días de fiesta 'y. por tanto, de lasgentes que podían permitirse el lujo de tenerlo,y ·las diversas historias de la cultura se refierentambién casi exclusivamente a esta clase de ves­tidos; esto hace que las conclusiones que se sa­can sobre el modo como vestían realmente lasgentes de la Edad Media sean casi siemprefalsas.

4 G. Freytag, op. cit., tomo r, p. 655.

tregó ahora a los baños de aguas minera­les en los manantiales vivos, a los que seatribuían sobre todo virtudes medicinales,aunque se quería seguir encontrando enellos, muchas veces, los mismos placeresque antes se gozaban en las casas debaños.

Ya en páginas anteriores hubimos dereferirnos a la libertad verdaderamentepasmosa con que en grandes capas de lasociedad medieval se contemplaban las re-olaciones sexuales. Estas ideas, al igual quemuchas de las costumbres licenciosas queiban asociadas al baño, la naturalidad conque las autoridades eclesiásticas -sinperjuicio de lamentar de vez en cuando delas flaquezas de la carne- se avenían alfuncionamiento de una o varias "casas demujeres" en cada ciudad importante 14 ysu falta de escrúpulos para percibir in­cluso tributos sobre ellas, se explican enbuena parte por aquella "patología ará­biga de los humores", según la cual la abs­tinencia sexual provocaba en el hombreuna corrupción infalible de los jugos vi­tales, que conducía a la muerte. Por esonos encontramos constantemente con elconsejo de que ni los clérigos ni los se­glares deben abusar de su castidad, y estoexplica también por qué, en las biografíasde santos o de sacerdotes piadosos, sepresenta la castidad, que en ellos no eramás que ei cumplimiento de un deber,como una especie de heroísmo inconcebi­ble, ensalzado con pasmo y admiración. ]5

La excesiva proporción numérica delsexo femenino con respecto al masculinoy la pobreza de las capas humildes de lapoblación hacían que no escaseasen lasmujeres explotadas con estos fines. Ade­más, "no era raro el caso de que los pa­dres entregasen a sus hijas, y los maridosa sus esposas, por dinero, a un tratante enmujeres". Había, por otra parte, legionesde mujeres que erraban, libres, de unoslugares a otros. Y así, vemos cómo en lacristianísima Edad Media, al igual o demodo semejante que en los pueblos primi­tivos, estaba a la orden del día el suminis­tro de mujeres de vida alegre para distraera los huéspedes con quienes se quería

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