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Misión de vida, tarea compleja.
Profesora Claudia Gutiérrez Salazar Doctorado en Educación IUIT.
Y así, los nuevos educadores en ningún momento tratarán de ser meros transmisores del
saber, ni siquiera habrán de conformarse con la mera relación instructiva, sino que en todo
momento será su ideal el formar hombres nuevos y esto significa atención a todas las
facultades del hombre, físicas y espirituales.
(Francisco Giner de los Ríos)
Definir una misión de vida es una tarea compleja, ya que requiere de tener claridad de
pensamiento en torno a las razones y fines de la propia existencia humana y además es
trascendental pues puede llegar a determinar el rumbo que el individuo emprenderá para
conquistar las metas que se ha propuesto, y cuando se llega la ocasión de elegir el oficio o
profesión a desempeñar se suma un conflicto cognitivo que demanda respuesta a veces casi
inmediata.
“Solamente los grandes hombres transforman sus sueños en la misión de su vida” (De San
Martín, 1970), es una frase que causa conflicto en aquellos que hacen un análisis profundo
de esta, sobre todo cuando se trata de una adolescente que recientemente concluyó su
educación media superior, etapa en la que se asumen responsabilidades, se toman
decisiones y ejecutan acciones que serán vitales en un futuro a corto, mediano y largo
plazo.
Era el año de 1990 cuando cursaba el final del sexto semestre de la preparatoria y la
orientadora educativa hizo entrega del resultado del test de capacidades cognitivas
identificadas a sus alumnos: - Claudia, eres apta para estudiar leyes o administración.
Palabras que provocaron confusión, angustia y desasosiego, ya que en realidad no me
identificaba con ninguna de las dos áreas del conocimiento propuestas, pero que a su vez
consideré, ya que llegado el día le dije a mis padres: -Quiero convertirme en una
empresaria, y es así que si ustedes me apoyan me gustaría estudiar Comercio en la Escuela
Bancaria y Comercial. La respuesta de mis padres fue positiva y entonces comenzamos a
diseñar un plan de acción, me trasladé al D.F a vivir con mi abuela materna e ingresé a la
institución anhelada.
Únicamente cursé un cuatrimestre de Comercio, invertía todo el día en mis estudios,
obtenía excelentes calificaciones y tuve que adaptarme rápidamente a un contexto distinto,
tanto en el plano educativo como familiar, esto era un imperativo, situación que me
generaba ansiedad en grados extremos, aunque mis padres hicieron lo propio para
infundirme seguridad desde pequeña, en aquel tiempo, diversas circunstancias me
orillaron a hacer un alto en el camino y aceptar que tenía aptitud para el campo de la
administración y el comercio, pero no actitud, ya que no disfrutaba de lo que hacía y
tampoco me identificaba con la carrera, así que di por concluido el asunto y regresé a
Toluca, es importante mencionar que en un ejercicio de retrospección concluí que fui
afortunada porque mis padres respetaron todas y cada una de las elecciones y decisiones de
vida que asumí.
El haber sido hija de una profesora de educación primaria me permitió tener un
acercamiento directo e indirecto al hecho educativo a edad temprana, ya que además de ser
estudiante, en múltiples ocasiones acudí al centro de trabajo de mi madre de quien aprendí
que la labor de un profesor es multidimensional, pero sobre todo que dicha profesión se
debe practicar con dignidad, orgullo, compromiso y responsabilidad.
Mi madre fue profesora por casi 30 años, y nunca le escuché decir que no tenía ganas de
trabajar o que estaba harta de su trabajo, sino por el contrario, pese a que las escuelas en
donde trabajo en su mayoría se distinguían por estar inmersas en contextos
socioeconómicos bajos, no fue impedimento para que las propias autoridades y padres de
familia reconocieran el esfuerzo que hacía por cumplir con sus distinguida labor.
Tengo presente que se aproximaban las Pascuas de 1995 y algunos alumnos de primer
grado de mi mamá aún no leían ni escribían, así que decidió convocar a junta de padres de
familia para explicarles que era necesario trabajar con sus hijos en vacaciones para
regularizarlos, se solicitó el apoyo y permiso de las autoridades educativas, y fue de este
modo que todo el grupo a finales del ciclo escolar habían logrado aprender a leer y a
escribir óptimamente, este evento quedaría plasmado en mi mente y de muchas formas
influiría en mi vida profesional.
Creo firmemente que las casualidades no existen, pero sí las causalidades, por alguna razón
poco común, un fin de semana mi hermana compró el periódico local en el que se
anunciaba un curso de entrenamiento para Guía Montessori, la verdad es que de inmediato
me sentí atraída por el mensaje, ya que estaba encaminado al desarrollo humano, tópico
que empataba con una necesidad personal que demandaba pronta atención, es así que por
muy exagerado que parezca acudí de inmediato a solicitar información del curso; cuando
decidí ingresar al Centro de Entrenamiento Montessori Mexiquense no alcancé a
vislumbrar la trascendencia que esto tendría en prácticamente todos los planos de mi
existencia; pues al concluir el curso después de dos años tenía la plena convicción de que
mi profesión estaba destinada a ejercer la docencia.
Esta primera formación profesional me permitió descubrir lo plenos que eran los niños que
acudían a colegios Montessori, en el año 2000 obtuve un diploma nacional y comencé a
ejercer en diferentes niveles de educación inicial y preescolar.
Laboré durante tres años como Guía de Comunidad Infantil, y más tarde en Casa de Niños,
que es equivalente a la educación preescolar o el jardín de niños, mis primeras experiencias
profesionales tuvieron lugar en una institución de educación preescolar particular, cuya
metodología estaba basada en la filosofía Montessori, al Colegio Oak Tree asistían niños y
niñas pertenecientes a un nivel socioeconómico alto, lo que de alguna forma garantizaba el
cumplimiento de materiales o de recursos solicitados por la escuela; de manera regular se
organizaban eventos artísticos y culturales en los que se invertía mucho dinero y esfuerzo
con el fin de promover los servicios que brindaba la escuela, estos actos también perseguían
propiciar la convivencia entre los diferentes miembros de la comunidad educativa, ya que la
mayoría de los padres y madres de familia estaban inmersos en sus actividades laborales y
dedicaban poco tiempo a cuestiones relacionadas directamente con la educación de sus
hijos, ya que dicho sea de paso, eran las empleadas domésticas, niñeras o choferes quienes
asumían el rol de padre o madre, recuerdo que más de una vez eran estas personas quienes
acudían al llamado de las maestras para tratar asuntos de naturaleza psicopedagógica.
Conocer diversas teorías de la educación, me ha ayudado a comprender mucho más a la
Dra. Montessori y sus múltiples aportaciones, considero que el docente tiene el reto de
preparar al ser humano para ser funcional en la vida y no únicamente para atiborrarlo de
información.
La propuesta de María Montessori gira en torno a respetar la integridad de los niños, y
tomar en cuenta que “La tarea del educador sólo puede tener como base la normalización
del niño y así conseguir la normalización del hombre y la renovación de la sociedad”
(Montessori, 1875), de ahí que no habría que perder de vista el fomentar el respeto hacia los
niños y considerar su capacidad de aprender, pero sobre todo no moldearlos como
reproducciones de sus padres o de su profesora; tomando en cuenta que en los festivales o
competencias deportivas se convertían en escenarios perfectos para aquellos que querían
dar muestra de sus pertenencias materiales o de sus triunfos laborales, dejando en un
segundo plano las necesidades afectivas de sus primogénitos.
Sofía (nombre ficticio), una pequeña de tres años, salió del salón de clases a media mañana
y se dirigió a los columpios ubicados en el jardín de la escuela, yo la observaba por la
ventana llamándome la atención su expresión, ya que su rostro estaba fruncido y se
columpiaba lentamente, habían transcurrido varios minutos y la niña continuaba ejecutando
la misma acción, entonces decidí salir para platicar con ella y cuestionarla sobre su actitud
procurando generarle confianza, fue sorprendente la respuesta que me dio: - Me siento
deprimida-, en ese momento no supe qué o cómo responder, sinceramente dudé del dicho
de Sofía, ya que su desarrollo cognitivo de acuerdo a las teorías científicas no la habilitaban
para comprender el significado del término depresión, entonces le propuse hacer un
recorrido por la escuela y aprovechar para indagar a profundidad sobre su comportamiento,
me platicó que estaba triste pero que no sabía porque, en un principio asumí que lo que
pretendía era evadir el trabajo y que estaba inventando pretextos para dejar inconclusos los
pendientes de clase, grande fue mi sorpresa al enterarme por su profesora titular que había
sido violentada sexualmente por uno de sus familiares, este hecho me conmovió
profundamente, pero principalmente me hizo reconsiderar que la misión de un docente no
es únicamente informativa, sino formativa, teniendo en consideración el generar espacios
dedicados a escuchar las inquietudes o afectaciones de los estudiantes.
Mi trayecto por el Oak Tree fue relativamente corto pero no por ello poco trascendental, tan
fue importante que muy pronto comenzaría a emprender un nuevo proyecto, tener mi propia
escuela y dar cumplimiento a las propuestas de María Montessori.
En 1995 nace “La misión Montessori”, nombre de la Comunidad Infantil que concebí con
ayuda de mi familia, mi primer alumno: Diego, un niño introvertido pero siempre sonriente.
Llegaba de manera puntual y a la expectativa de lo que le tenía preparado a lo largo de la
jornada, Diego entendió de manera pronta el sistema de trabajo logrando vencer los retos
que se le planteaban.
Max sería el segundo alumno, un pequeño inquieto y con un gran carisma, era la antítesis
de su compañero, con quien logró rápidamente entenderse sin mayor complicación; de poco
a poco se fueron sumando más niños y niñas, una de ellas con capacidades diferentes a
quien se le había pronosticado que jamás lograría comer por sí misma o ponerse de pie,
Ximena además de alimentarse de manera autónoma, logró caminar y asistir a una escuela
de educación regular después de concluir su educación inicial.
Por cuestiones económicas y personales decidí dar conclusión a la Misión y comenzar a
estudiar la Licenciatura en Ciencias de la Educación, creo firmemente en la capacidad que
tienen los niños y niñas para transformar la realidad a partir de su capacidad de aprendizaje,
por ello siempre busqué guiar mi formación profesional, hacia aquello que me facilitara el
poder apoyarlos en lograr tales tareas, además de que ello me permitiría obtener un título
profesional y mejorar mis condiciones laborales, por otra parte me dotaría de elementos
para fundamentar mi práctica educativa, es así que el año de 1997 fue testigo del comienzo
de nuevas experiencias, el Instituto Pedagógico y de Estudios Superiores de Toluca al que
considero mi alma mater, fue el espacio en donde logré profesionalizarme, me había
propuesto ser docente y después de 4 años cristalizaría tal propósito.
Parecería que lo referido sucedió en un abrir y cerrar de ojos, aunque cuando se echa una
mirada hacia el pasado parecería que los sucesos rebasan el límite temporal, sobre todo
porque además de las vivencias como estudiante en formación se agregan aquellas que
tuvieron lugar mientras cubría interinatos en una primaria semiurbana perteneciente al
sistema educativo federalizado.
Esos 4 años combinando los estudios y el trabajo merecen ser citados en este documento,
pues fueron muy significativos, en esa época aún no se hablaba del trabajo por
competencias y mucho menos del aprendizaje situado, sin embargo, el abordar la teoría y
aplicar las propuestas de los diferentes pedagogos de manera paralela propició obtener
experiencias enriquecedoras antes de graduarme como licenciada.
El contexto socioeconómico en el que estaba inmersa la escuela primaria “Juan Martínez
Salcedo” era totalmente contrario a lo que había vivido años atrás en mi primera
experiencia laboral, en esta ocasión las necesidades básicas de los niños y niñas no estaban
cubiertas, provenían de núcleos familiares disfuncionales, y es lamentable referir que en su
mayoría dedicaban parte del día a trabajar para poder sobrevivir, ocasionalmente asistía una
comisión de promoción de la salud, encargada de hacer chequeos médicos generales, cuyos
diagnósticos reportaban altos grados de desnutrición en la población estudiantil, por lo que
la dirección escolar gestionó por un par de meses desayunos escolares y de alguna manera
coadyuvar para que los pequeños ingirieran alimentos nutritivos, sin embargo, estos
recursos requerían de una cuota de recuperación interpretada por muchos como
insignificante, pero para muchos más imposible de pagar, por ello las profesoras y
profesoras recabamos fondos para garantizar el primer alimento del día, el desayuno.
Con base en lo anterior, se puede tener un acercamiento más cercano al escenario que
caracterizaba a la escuela, aunque sería injusto no hacer hincapié en que fue precisamente
en esta institución en donde realmente forje y templé mi carácter, ya que asumí
responsabilidades y tareas a las que no estaba acostumbrada como asear un espacio que no
era de mi propiedad, solo había un intendente al que no le daba tiempo de limpiar los
salones de clase y por ello el director solicitó el apoyo de los padres de familia y docentes
para dar mantenimiento a las aulas, aprendí a darle prioridad a cuestiones relevantes,
comprendí que los contenidos de aprendizaje son el medio, pero no el fin, y que antes de
alimentar el intelecto, habría que alimentar el alma; era común que los niños comentaran
que en su casa se sentían atemorizados o nerviosos, debido a que sus padres reñían,
gritaban y los amenazaban, por ello el acudir a la escuela les significaba escapar de un
ambiente caótico, fue así que sin temor a confesarlo decidí que por lo menos en el tiempo
en el que fuera su maestra, no me preocuparía por “agotar” el programa de estudio, sino mi
labor sería identificar e implementar estrategias encaminadas a generar un ambiente de
aprendizaje armónico.
Tengo una amiga que reside en Canadá y que en aquel entonces trabajaba para el gobierno
de esta nación instrumentando programas de desarrollo social, y quien al enterarse sobre la
situación por la que pasaban mis alumnos, no dudo en sumarse a la causa, contribuyendo en
especie y de manera monetaria a la dotación de vestido y comestibles para aquellos chicos
con mayores necesidades.
La niñez es una etapa crucial para el desarrollo de capacidades físicas e intelectuales, y sé
que lo ideal hubiese sido que esta ayuda fuera permanente, lo penoso es que por la
negligencia e ignorancia de algunas las autoridades educativas y compañeros no se pudo
seguir dando cauce a lo iniciado.
Recuerdo que cuando cubrí otro interinato me propusieron trabajar con un grupo de quinto
grado, en aquel tiempo se estaba implementando el programa de enciclomedia, y era un
requisito indispensable hacer uso de este, afortunadamente el inicio de este periodo
coincidió con la llegada a la zona escolar de un grupo de capacitadores enviados por Micro
Soft para entrenar a los docentes titulares de los quintos y sextos grados, cuestión que de
muchas maneras facilitó mi tarea, el problema surgió cuando varios de los directivos y
profesores que recibieron el curso se negaban a utilizar las herramientas propuestas, por
temor a “echar a perder el equipo”.
Incorporarse a un centro de trabajo cuya estructura y organización escolar está definida, es
complicado que las propuestas de un miembro nuevo sean consideradas, sobre todo cuando
se trata de una persona joven y de poca experiencia, pero ávida de participar y colaborar en
los proyectos institucionales, hago alusión a esto, porque si bien es cierto que mis
habilidades en relación al uso de la tecnología no son precisamente las más óptimas, soy
una convencida de que se aprende haciendo y de ahí fue que asumí el compromiso de
aplicar de manera pronta lo aprendido en relación a enciclomedia, todo iba por buen
camino, mis alumnos mostraban entusiasmo al trabajar con la computadora, sobre todo
considerando que eran pocos los alumnos que contaban con el recurso tecnológico en casa,
creo haber hecho uso racional del recurso, aunque la percepción de mis compañeros de
grado no fue la misma, pues criticaron mi práctica al mencionar que era preferible que no
usara esa herramienta tecnológica, porque además de inquietar y hacer flojos a los niños
propiciaba que el docente perdiera autoridad, por un momento pensé que mis compañeros
tenían razón, ellos tenían muchos años de servicio y probablemente tenían elementos
sólidos que fundamentaban su dicho, hoy tengo claro que el permanecer frente a un grupo
repitiendo de manera mecánica el mismo discurso por décadas no es sinónimo de
experiencia, ni mucho menos garantiza que los estudiantes aprendan.
Tal vez estas líneas puedan ser mal interpretadas, pero de una cosa estoy plenamente
segura, que a partir de haber visto a través de enciclomedia videos de distintos lugares y/o
países, permitieron a los chicos tener una visión global del mundo, ya que increíblemente
algunos de ellos nunca habían salido de su comunidad, a pesar de estar ubicada
prácticamente a pasos de la capital del Estado de México.
Concluida la licenciatura, decidí volver a incursionar al sistema educativo privado, quiero
acotar que esta elección fue en virtud de algunas experiencias poco agradables relacionadas
con cuestiones sindicales, que para estos fines prefiero omitir.
El Instituto Nicholas Roerich, ubicado en la ciudad típica de Metepec brindaba educación
básica, fui contratada para trabajar en primaria, teniendo a mi cargo un primer grado, el
grupo era relativamente pequeño, lo que facilitaba el proceso de enseñanza y de
aprendizaje, esto aunado a la filosofía de la escuela que promovía la educación para la paz,
de hecho la escuela era sede de ONU, el clima laboral era cordial, por lo menos así lo
percibía, y el trato entre los miembros de la comunidad escolar de manera general era
cordial.
Nunca he entendido porque se sugiere que las maestras “nuevas” sean las que se hagan
cargo de los primeros grados, como si se tratara de cumplir con un castigo, - en primer
grado se trabaja demasiado y se debe tener mucha paciencia-, es el sentir de varios
docentes.
La verdad es que si volviera a trabajar en educación primaria, pediría laborar en primer
grado, porque los progresos de los estudiantes son evidentes, la mayoría de los niños
muestran disposición para aprender, y además son sorprendentes las dudas o conflictos
cognitivos que estos individuos de 6 años de edad plantean y que obligan además al
docente a indagar sobre determinados tópicos, ya que es una realidad que a pesar de su
corta edad estos tienen la capacidad de contrastar ideas y sugerir formas de trabajo.
En el Instituto Nicholas Roerich se contemplaba que a lo largo del ciclo escolar cada grupo
emprendiera un proyecto de investigación vinculado a algún contenido programático, lo
que resultaba enriquecedor porque provocaba la participación de padres de familia y
fomentaba el espíritu de investigación a temprana edad; recuerdo que mi grupo sugirió
trabajar sobre hongos y bacterias, en un comienzo dude en darle cauce a esta sugerencia
porque pensaba que la temática rebasaba a los niños, menuda sorpresa me llevé cuando
ellos mismos invitaron a sus familiares químicos, biólogos, médicos para impartir
conferencias y trabajar en el laboratorio escolar para guiar una práctica que permitiera darle
seguimiento a los experimentos elaborados en el salón de clases.
Una de las sesiones abiertas a la que asistieron algunos padres de familia fue aprovechada
para que sus hijos compartieran sus experiencias y reportes del proyecto, hecho que causó
revuelo, debido a que se abrió un escenario aprovechado en gran medida y en varios casos
por niños y niñas que realmente se habían apropiado de su investigación, me viene a la
mente Lorenza a quien regularmente le angustiaba hablar en público y que además se
caracterizaba por tener problemas de socialización y demostraba poca tolerancia ante la
frustración pero que sin embargo aquella vez dio gala de las potencialidades que había
mantenido resguardadas hasta ese momento, ya que su fluidez verbal, el dominio del tema y
la seguridad mostrada cautivo al público, pero lo importante de resaltar es que de esto se
detonó un cambio radical en su existencia, ya que se revaloró y sus relaciones
interpersonales se mejoraron evidentemente.
A veces se piensa que el mejor alumno es aquel que tiene asentado un 10 en su boleta de
calificaciones y como docentes etiquetamos a los estudiantes como lumbreras o como
atrasados o retardados, y creo que mientras no se conciba al estudiante de manera holística
estaremos promoviendo lo exclusión.
En un inicio de este relato daba cuenta de que mi primera formación en docencia fue como
Guía Montessori, y ello me ayudó a conceptualizar a un estudiante como a un ente con
diferentes necesidades y que si bien es importante promover capacidades físicas y
cognitivas, para lograr el desarrollo integral no se puede dejar de lado la dimensión
valorativa y actitudinal, escribo esto porque después de unos años de laborar en primer
grado de primaria, el destino y las circunstancias me situarían en un futuro no lejano en el
nivel medio superior y del que a continuación hago referencia.
Regresar a la institución donde me formé como Licenciada en Ciencias de la Educación
después de 7 años fue muy gratificante, pero en esta ocasión mi papel sería como docente,
docente de formadores de docentes,- ¡qué compromiso tan grande!, dije en primera
instancia, y bueno la verdad es que así es, debo de confesar que tuvo que pasar un largo
tiempo para empezar a disfrutar de esta nueva función, ya que sentía una doble
responsabilidad porque los directivos tenían conocimiento de mi trayecto académico, pero
me atemorizaba pensar no cubrir con las expectativas que mis jefes y con las propias.
Tenía tres años de haber concluido la maestría en educación en la Universidad
Interamericana para el Desarrollo cuando comencé a trabajar en el nivel superior, la
asignatura que me correspondió impartir sería práctica educativa en primaria, para ello
tendría que retomar varios aspectos teóricos de los que no había echado mano en años, las
circunstancias volvían a colocarme en una posición compleja ya nunca había trabajado con
adultos, en un principio obvié que por encontrarse en una etapa de la vida “madura” estaba
por demás hacer hincapié en aspectos formativos, como reiterar la necesidad de llegar
puntualmente a clase, cumplir en tiempo y en forma con las consignas o procurar la
convivencia sana entre compañeros, pero habían transcurrido solo algunas semanas cuando
me percaté que lo que había asumido como hechos eran supuestos, ya que de forma
recurrente me vi orillada a reestructurar las normas de trabajo, cuestión que me causaba
conflicto debido a que lo que logré con mis alumnos de preescolar en relación a tomar
decisiones y asumir consecuencias parecía casi imposible lograrlo con futuros docentes.
Aquellos que estamos inmersos en el ámbito educativo conocemos que el enfoque actual de
enseñanza es por competencias, concepto que aún no es concebido apropiadamente ni por
docentes ni por alumnos, cito esto por la naturaleza de una de las asignaturas que
actualmente imparto y que consiste en capacitar a un grupo de jóvenes para que por un
periodo de tiempo realicen prácticas de observación y ejecución en escuelas particulares y
públicas, verdaderamente que dice un autor que en ocasiones resulta menos difícil aprender
que desaprender, lo referido es cierto ya que independientemente de sus debilidades, los
alumnos muestran interés por conocer y más tarde aplicar estrategias que les permitan
desempeñarse óptimamente frente a un grupo, la polémica radica en que cuando los chicos
se incorporan a los colegios a los que han sido designados manifiestan preocupación,
angustia e impotencia ya que se topan con directivos y titulares de grupo resistentes al
cambio y con poca o nula apertura de pensamiento para entender que los chicos
practicantes están en proceso de formación y que aún no dominan estrategias de enseñanza,
pero que contrario a sus superiores se dan tiempo de escuchar y atender las inquietudes de
los niños.
Hace poco una alumna me comentaba que una profesora incitó a una niña a golpear a otra
bajo la amenaza de que si no seguía su instrucción, sería la propia maestra quien violentaría
a la pequeña, en otro momento, una maestra de la tercera edad, aún en servicio, me
platicaba muy orgullosa que ella era respetada porque sus alumnos le temían por su estilo
de establecer disciplina y que esta costumbre le resultaba excelente ya que los pequeños,
que dicho sea de paso eran alumnos de primer grado, se alineaban, lo más preocupante es
que ninguna de las directoras se percata de lo ocurrido en el salón de clases, o en todo caso
prefieren pasarlo por alto.
Es eminente que la labor docente se ha convertido en una profesión que requiere ejecutar
funciones polivalentes, fungiendo como orientadores o psicólogos, sobre todo hoy que las
situaciones familiares, económicas, sociales influyen en el contexto escolar,
específicamente en lo que se relaciona con la juventud, he de decir que algunos estudiantes
han manifestado ser adictos a alguna droga, o aceptan prostituirse para conseguir dinero, en
estos casos cuando se han acercado a mí he optado por escucharlos y cuando directamente
solicitan ayuda profesional procuro canalizarlos con algún especialista, sin embargo, en los
últimos años es notorio que problemas como estos permean cada vez más en la realidad
educativa.
Este ciclo escolar hay dos chicas en promedio por cada semestre que se embarazaron sin
haberlo planeado, situación que ha afectado o trastocado sus proyectos de vida, si bien es
cierto que en ambos casos han recibido el apoyo tanto de sus familiares así como de la
misma institución, no deja de preocupar que pese a las campañas de prevención de
embarazos no deseados son altos los índices de mujeres que dan a luz a temprana edad,
pero además de lo descrito hay que agregar que el colegio al que asisten es particular y por
tanto habrán que cubrir una cuota mensual, lo que pone en riesgo su permanencia en la
escuela debido a que dependen económicamente de sus padres.
Una alumna embarazada, me dijo recientemente que está en el tercer mes de gestación pero
que de ninguna manera dejará de estudiar porque está consciente que de hacer lo contrario
sus condiciones personales empeorarían, cuestión que me parece un tanto contradictoria
porque esta joven había mostrado centrar sus intereses en formarse como licenciada
obteniendo calificaciones sobresalientes, y cuando se daba la oportunidad era ella misma
quien aconsejaba a sus compañeros para darle continuidad a sus estudios, este es uno de
tantos casos que muy posiblemente pondrán en riesgo la conclusión de sus estudios
profesionales.
Por supuesto que una licenciatura no garantiza el éxito profesional, aún más si tomamos en
consideración que se pinta un futuro incierto para las nuevas generaciones, especialmente
para aquellos cuya pretensión es convertirse en profesores, a diferencia de años atrás donde
el propio Estado garantizaba el ingreso y permanencia al servicio profesional docente, hoy
nada ni nadie puede asegurar cuál será el destino de un docente, quizá sea muy atrevido
decir que lo mejor es desprenderse de poco a poco de los aprendizajes esperados, las
competencias o de otros elementos emanados de las actuales políticas educativas, ya que
reflejan inconsistencias, contradicciones y no terminan de ser comprendidas por la sociedad
ni por los mismos profesores, así que para no desvirtuar el propósito de este ejercicio, me
gustaría concluir con la siguiente frase:
"Vamos a admitir que yo soy profesor en una escuela media, o primaria. La estructura del
poder es reaccionaria, es retrógrada, etc., autoritaria. Una primera pregunta que yo me haría
sería: ¿puedo hacer aquí algo que no sea, que no signifique un trabajo de negación de la
libertad? ¿Qué trabajo ser ‚se, hasta dónde yo puedo ir? Esto me parece que implica un
ejercicio que yo llamo mapear (de establecer, de ubicar sitios). La primera cosa que me
parece importante es hacer lo que yo llamo mapeamiento ideológico de la institución donde
estoy. ¿Qué significa el mapeo ideológico? No es geográfico, es ideológico, el relevamiento
ideológico. Por ejemplo, yo necesito saber con quiénes puedo contar y con quiénes tengo
que pelear, en otras palabras: yo tengo que saber quiénes son mis enemigos, potenciales o
actuales. Antes de intentar cualquier trabajo éste es el trabajo" (Freire, 1967).
No se debería caer en la neutralidad respecto a lo que se debe definir como docencia, es
necesario adoptar una posición respecto a las líneas señaladas anteriormente y en relación a
qué, cómo y para qué enseñar y aprender. Quizá no existan respuestas, pero creo que
finalmente lo valioso es la exposición de ideas, para que desde los inicios de la formación
docente se comiencen a construir criterios y juicios propios, con autonomía y libertad.