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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

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La integración en A m é r i c a

Latina

V I S I Ó N

I B E R O A M E R I C A N A

2 0 0 0

Colección Dimensión americana

E d i c i o n e s U N E S C O

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Publicado en 1995 por la Organización de las

Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura,

7, place de Fontenoy, 75352 Paris 07 SP

Compuesto por Éditions du Mouflon,

Le Kremlin-Bicêtre (Francia)

Impreso por la Imprimerie des Presses Universitaires de France,

Vendôme

ISBN 92-3-303181-0

© U N E S C O 1995

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P r e f a c i o

La idea de hacer preceder con foros de debate intelectual las cumbres

políticas de mandatarios iberoamericanos se va convirtiendo en una acer­

tada práctica.

Los foros auspiciados por la U N E S C O cumplen, en la realidad ver­

tiginosamente cambiante del m u n d o actual, con el obligado ejercicio de

reflexión y actualización del pensamiento. Además , crean el vínculo nece­

sario entre las esferas políticas y los sectores intelectuales de la región.

E n ese espíritu se celebró el II Foro "Visión Iberoamericana 2000",

del 16 al 18 de marzo de 1994, en Cartagena de Indias (Colombia), lugar

en el que se reuniría unos meses más tarde la IV C u m b r e Iberoamericana

de Jefes de Estado y de Gobierno.

La agenda de la reunión permitió a los intelectuales reunidos en el

Foro centrar sus debates en torno a la integración iberoamericana, tema

central de la IV C u m b r e política. Fueron así analizados aspectos tales

c o m o la convergencia de los diferentes procesos integradores y el papel

que la transferencia de conocimientos juega en ellos; la competitividad en

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el campo económico; la integración en un contexto pluriétnico y pluri-

cultural, y la integración política, vista c o m o utopía o c o m o posibilidad

real.

A la luz de acontecimientos regionales, c o m o la entonces recién

entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, y

de otros en el horizonte próximo c o m o la celebración de otra cumbre, esa

vez hemisférica, convocada por el Gobierno de Estados Unidos en Miami,

para diciembre de 1994, el interés por el Foro de Cartagena fue amplia­

mente compartido.

E n presencia del Presidente de Colombia, César Gaviria, y del Direc­

tor General de la U N E S C O , Federico Mayor, destacadas personalidades

de la política, la cultura y la ciencia participaron en los debates. Entre

otros, los ex-Presidentes Belisario Betancur y Miguel de la Madrid, y el

premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez.

El II Foro "Visión Iberoamericana 2000" dejó un resultado fecundo

de conclusiones y de propuestas concretas que apuntan al objetivo pri­

mordial de consolidar una comunidad basada en una historia y unos inter­

eses comunes; en la necesidad de construir paso a paso, día a día, una cohe­

sión indispensable para sobrevivir y desarrollarse en un m u n d o cada vez

más competitivo, alienante e insolidario.

Sea en la ciencia o en la cultura, en el pensamiento político o en el

campo económico, intelectuales c o m o Eduardo Portella, Jorge Allende,

Aldo Ferrer, Héctor Gros Espiell, Guadalupe Ruiz Giménez, Manuel

Elkin Patarrollo, Rafael Argullol, César Verduga, y tantos otros, aporta­

ron sus esclarecedoras y comprometidas opiniones, animados por la ins­

piración c o m ú n de contribuir a la construcción de una comunidad ibe­

roamericana. La presente edición da fe de ello.

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Indice

Introducciones

César Gaviria 9

Federico Mayor 17

Sección I

Convergencia de los diferentes procesos de integración

Antonio Mercader 35

La función del Estado: dimensiones de la cultura Belisario Betancur 42

Papel del mercado: el reto de la eficiencia César Verduga 51

Sección II

Papel del conocimiento en los procesos de integración

Eduardo Portella 63

El imperativo de la integración científica y tecnológica

Jorge E. Allende 70

Papel del conocimiento científico en el proceso de integración

Manuel Elkin Patarroyo 80

La educación de la modernidad Cristoväo Buarque 89

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Sección III

Los procesos de globalización: reflexiones sobre su concepción

y efectos sobre la evolución del sistema mundial

Carlos ]. Moneta 97

Crédito e inversión Salomón Kalmanovitz 124

Reconversión industrial Salvador Arrióla 134

La globalización de la economía: políticas sociales y laborales

Heinz Sonntag 156

América Latina y Europa como suburbios de Hollywood

Néstor Garda Canclini 172

La competitividad del sector agropecuario en el marco

de la integración regional Martín Piñeiro 188

Sección IV

La integración en un contexto pluriétnico y pluricultural

Néstor García Canclini 199

Axial, una estrategia cultural de desarrollo Guillermo Sequera 216

Sección V

Integración política ¿utopía o posibilidad real?

Héctor Gros Espiell 227

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Introducción (I)

César G av ir i a

A través del tiempo, los países hemos aprendido que nuestro recorrido

histórico se hace más fructífero —y que a su paso se aligeran las cargas—,

si c o m o grupo, esto es, unidos por la historia, la cultura y los intereses

compartidos asumimos posiciones comunes en el escenario internacional.

H o y enfrentamos una oportunidad en la que, a través de nuestra

reflexión, tendremos ocasión de plantear iniciativas que aspiren a una vida

mejor para los pueblos de Iberoamérica.

D e veras creo que corresponde a nuestros hombres de ciencia, a nues­

tros artistas, escritores, pensadores, y a todos nuestros trabajadores de la

educación, la ciencia y la cultura asumir la responsabilidad de vislumbrar

un nuevo milenio que se nos presenta c o m o un reto, pero por sobre todo,

c o m o un espacio de oportunidades.

Y hay una verdad de a puño: trabajando por separado, esto es, divi­

didos en parcelas de conocimiento o apartados por fronteras ideológicas

o nacionales poco prometedor sería nuestro futuro.

Los intelectuales iberoamericanos están llamados a ser contribuyentes

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principales a la solución de los más apremiantes problemas que enfrenta­

m o s . También, deben convertirse en partícipes de la alquimia que termi­

nará por convertir en realidad aquello de lo que están hechos los sueños

de nuestros pueblos.

Iberoamérica ha finalmente comprendido la necesidad de unirse bajo

el signo de un propósito verdaderamente común: el bienestar espiritual y

material de sus gentes. Por ello es que avanzamos hacia una mayor inte­

gración económica y política entre nuestros países.

La C u m b r e Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, c o m o

instancia ideal para la concertación política, es una buena muestra de esta

tendencia.

Los procesos de liberalización económica, comercial y de las inver­

siones que se surten en este hemisferio, unidos a nuestro expresado deseo

de practicar un regionalismo abierto que nos permita acercarnos más a

Europa y a otras regiones de la tierra, también son reflejo del mismo fenó­

m e n o .

Al decir esto y al pensar, por ejemplo, en nuestra relación con Europa,

recuerdo la vieja canción infantil que seguramente reconocen muchos de

los aquí presentes: "El puente está quebrado, con qué lo curaremos...".

Pues bien: los americanos debemos reconstruir ese puente que nos une al

origen mismo de nuestra lengua y de muchas de nuestras tradiciones y que,

tal vez por ello, representa la oportunidad de proyectarnos unidos al

futuro. E n ello, la función de enlace de España y Portugal es fundamen­

tal.

Y al hablar de integración no planteo, desde luego, dejar de compe­

tir entre nosotros. E n los campos de la economía y el comercio, así c o m o

en las ciencias y en las artes, una sana y leal competencia es motor crea-

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

dor fundamental. D e hecho, Iberoamérica debe hacer todo cuanto esté a

su alcance para hacerse más competitiva de cara al resto del m u n d o .

Para mencionar tan solo un ejemplo bien significativo de las exigen­

cias del m u n d o de hoy, debemos no sólo aceptar que la educación no es

un proceso que termina a cierta edad sino que ocupa toda la vida, así

c o m o el hecho de que no existe región ni país que pueda aspirar a ser c o m ­

petitivo desperdiciando las potencialidades del más valioso de sus capi­

tales: el humano . Al decir esto quiero evocar a Luis Carlos Galán, quien

siempre entendió la educación c o m o el camino para la liberación del ser

h u m a n o .

Gracias a la magia de la ciencia y la tecnología, el m u n d o que habita­

remos mañana será más pequeño e integrado pero, por otra parte, m u c h o

más exigente y complejo. A este respecto, nos haremos más competitivos

en la medida en que reconozcamos nuestra interdependencia c o m o una

realidad incuestionable. Paralelamente, sólo podremos sacarle ventaja a las

oportunidades que a manos llenas el destino nos ofrece, si unidos afron­

tamos los desafíos que plantea la globalidad.

Y a este respecto quiero mencionar un solo ejemplo. Estudios preli­

minares indican que con la culminación de la Ronda Uruguay y el surgi­

miento de la Organización Mundial de Comercio el intercambio global de

bienes y servicios se verá incrementado en unos 200.000 millones de

dólares anuales.

Los iberoamericanos debemos sacarle la mayor ventaja posible a

dicho incremento, de manera que nuestros países puedan obtener una

mayor participación. N o tengo que recalcar demasiado que cualquier

aumento de nuestra participación en el comercio global traerá beneficios

económicos y sociales para nuestros pueblos, traducidos en un mayor

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número de empleos mejor remunerados y, consecuentemente, en nuevas

oportunidades de realización personal.

La magnitud de los problemas que debemos resolver durante los

próximos años clama por nuestra integración. Para mencionar tan solo

algunos de los retos que tenemos por delante, debemos alimentar, brin­

dar salud, educar y dar techo a un número cada vez más grande de seres

humanos.

Tenemos que crear espacios democráticos en los que puedan desa­

rrollarse y convivir pacíficamente personas de diferentes grupos étnicos

y creencias.

Debemos preservar el equilibrio ecológico del planeta.

Tenemos que repartir bien la prosperidad.

Y algo es para mí ya suficientemente claro: hay que profundizar y, de

ser posible, extender las ambiciosas reformas a nuestros sistemas políticos,

económicos y sociales que ya hemos emprendido en muchos lugares de

Iberoamérica, de tal manera que particularmente Latinoamérica se adapte

mejor a un m u n d o movido por fuerzas que son nuevas y m u c h o más exi­

gentes que aquellas que hasta ahora hemos tenido que enfrentar. Ello pon­

drá a prueba, quizás c o m o nunca antes en la historia, no sólo toda nues­

tra capacidad creativa, sino fundamentalmente la seriedad de nuestra

voluntad integracionista.

C o m o he dicho en diferentes ocasiones, estamos ante un m u n d o en

donde las fuerzas de la democracia y sus libertades, así c o m o la integra­

ción, avanzan de manera aparentemente incontenible. Y digo "aparente­

mente" porque todos sabemos que sobre la democracia aún se cierne el

peligro del despotismo y sobre la integración el del egoísmo.

H o y se trata entonces de unir fuerzas para que, aprovechando las

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

complementariedades que nacen de la rica diversidad geográfica, cultural,

económica y social iberoamericanas, podamos defender lo que con tanto

trabajo hemos logrado, así c o m o maximizar, a través de la cooperación en

todos los frentes, los esfuerzos nacionales en busca del progreso y bie­

nestar de nuestras sociedades.

E n esta ocasión quiero brevemente referirme a dos aspectos en los

cuales este hemisferio ha avanzado notablemente.

E n primer término, hablaré de los procesos de liberalización econó­

mica. H a g o aquí un pequeño paréntesis para decir que éstos no pueden ser

vistos exclusivamente c o m o generadores de pactos comerciales sino como

verdaderas terapias contra la pobreza y el desempleo.

E n segundo lugar, aludiré a la reforma del Estado porque creo que

será el gran tema de la agenda política iberoamericana de los próximos

años.

E n diferentes foros he planteado la necesidad de hacer converger

todos los procesos de liberalización que se surten en las Americas hacia la

creación de una "Zona de Libre Comercio Hemisférica" que abarque los

inmensos territorios que unen a Alaska con la Patagonia.

Pienso que el T L C de América del Norte, el Mercado C o m ú n Cen­

troamericano, el C A R I C O M , el Pacto Andino, el Mercosur, y tantos

otros esfuerzos multilaterales y bilaterales que están ahora materializán­

dose, no tienen otra explicación que la de ser piezas de un rompecabezas

que reconvertirá a América en una sola.

Pero debemos tener una cosa suficientemente clara: las leyes del mer­

cado son incapaces de solucionar, por sí mismas, los muchos males que aún

aquejan a nuestras sociedades: la pobreza extrema, la marginalidad, la falta

de oportunidades.

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Nuestras gentes se preguntan con toda razón: ¿ Q u é podemos espe­

rar de los ajustes económicos? ¿Cuándo nos llegará el bienestar?

A ellos es preciso responderles, con sinceridad, que los ajustes por sí

mismos no producen bienestar. Q u e las reformas económicas hay que

acompañarlas de reformas políticas y de ambiciosos programas sociales.

Requerimos de un Estado que no sólo controle, en aras del interés

público, lo que ocurre en la arena del mercado, sino que dirija una vigo­

rosa iniciativa de inversión hacia la generación de capital h u m a n o , esto es,

que invierta focalizadamente en la gente. Se trata del desarrollo con ros­

tro h u m a n o por el que tanto se ha interesado la U N E S C O . Por eso vemos

con la mayor expectativa los resultados de la C u m b r e Mundial para el

Desarrollo Social convocada en Dinamarca de 1995 por las Naciones Uni ­

das.

Y es justo reconocerlo. A nuestros Estados les falta realizar su trán­

sito hacia k eficiencia y la competitividad. Para que las democracias se for­

talezcan y sean capaces de afrontar con éxito el reto de catalizar un pro­

ceso que genere desarrollo social igualitario, es necesario modernizar el

Estado y transformar la manera c ó m o , en algunos casos, aún se ejerce la

política.

Si queremos que la gente no pierda la esperanza y la confianza en

nuestras democracias, no podemos permitir que éstas se debiliten a causa

de las fallas del Estado o de las equivocaciones de los políticos.

Es preciso reconocerlo: en medio del gigantismo y la hipertrofia algu­

nos de nuestros aparatos estatales son pequeños y débiles. Por ello, los

tiempos que corren exigen de toda institución pública la plena justifica­

ción de su existencia y la eficaz ejecución de los recursos que recibe de los

ciudadanos. También, demandan mayor descentralización y mayores

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

oportunidades, pero, sobre todo, exigen robustecer las funciones de regu­

lación, vigilancia y control de participación ciudadana en la toma de deci­

siones frente a la creciente tarea de colocar en manos de particulares la

prestación de servicios públicos o el cumplimiento de fines públicos.

Y cuando hablo de participación ciudadana no pienso solamente en

el hecho de imprimirle mayor vitalidad a los procesos políticos, sino en

aumentar el eco de la voz de quienes se encuentran excluidos de los bene­

ficios del desarrollo,

Creo que estarán de acuerdo conmigo cuando afirmo que la pobreza

constituye el mal que más aqueja a nuestras sociedades y que, de manera

determinante, ha impedido que nuestras naciones alcancen todo su poten­

cial.

Hacia el final del siglo, los países del hemisferio debemos lograr la

cobertura completa de educación primaria y secundaria, así c o m o mejo­

rar su calidad. También, proveer salud y techo digno. Todos estos objeti­

vos son posibles siempre y cuando el Estado reoriente sus acciones hacia

lo realmente prioritario, esto es, además de una reforma económica, hacia

aquello que exclusivamente él debe hacer, y, a la vez, abra espacios a la

iniciativa privada para complementar la acción estatal.

Estoy seguro de que con acciones más ambiciosas e imaginativas en

el campo social podremos derrotar la miseria en el horizonte de unos

pocos años. Así, nuestros pueblos podrán dedicarse a alcanzar las metas

de progreso material asociadas al crecimiento económico acelerado que

parece abrirse paso en Latinoamérica, región del m u n d o que ocupará

durante los próximos años el segundo renglón en dinamismo económico

después de la región Asia-Pacífico.

Igualmente, debemos mantener en la agenda diaria de nuestro trabajo

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las transformaciones políticas que aportarán una mayor participación ciu­

dadana y el fortalecimiento y protección de los derechos humanos para dar

más profundidad y vigor a nuestras democracias.

N o puedo de ninguna manera terminar estas palabras sin resaltar que

los resultados de las deliberaciones que se inician hoy enriquecerán las dis­

cusiones que en el mes de junio tendremos los Jefes de Estado y de

Gobierno que participaremos en la IV C u m b r e Iberoamericana.

U n sólo vistazo a la agenda temática de la que se ocuparán tan desta­

cados participantes es suficiente para percibir el especial cuidado con el

que la U N E S C O ha preparado este foro, así c o m o a su innegable rele­

vancia.

Augurándoles el mayor de los éxitos en sus debates y reiterándoles

la cálida hospitalidad con la que los acogemos en esta ciudad heroica,

declaro oficialmente instalado el foro "Visión Iberoamericana 2000". Q u e

sobre la probada fortaleza de las murallas de Cartagena construyamos,

aquí y ahora, puentes de integración y lazos de imperecedera amistad.

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Introducción (II)

Federico Mayor

La voz de los intelectuales

Son los intelectuales los que mejor pueden ayudar a que el comporta­

miento cotidiano, que es la máxima expresión de la cultura, converja pro­

gresivamente en este fin de siglo hacia el objetivo común de desarrollo

h u m a n o duradero. El ritmo es cada vez mayor. El tiempo deviene el más

escaso de los recursos disponibles. Va más a prisa que nosotros. ¿Quién

iba a decir que, a un año escaso del Foro de Intelectuales que precedió a

la III C u m b r e Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno en Bahía,

tantos y tantos hechos en nuestros países iban a demostrarnos que es pre­

ciso correr más si queremos anticiparnos a la historia? Preocupa llegar al

siglo XXI en las actuales condiciones de desigualdad material, de precarie­

dad ética, de indigencia de valores. Y , para nuestro azoro, ya estamos

prácticamente en el tercer milenio. Mientras que en el ámbito conceptual

se han realizado avances, sobre todo en la definición de lo que debe ser el

desarrollo h u m a n o duradero, en la práctica, los objetivos económicos a

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corto plazo han seguido prevaleciendo, sea cual sea el precio social y

ecológico de esta miopía.

Y , sin embargo, contábamos ya con el clarividente preámbulo de la

Constitución de la U N E S C O . E n el mismo contexto en el que se redactó

la Declaración Universal de Derechos H u m a n o s , se creó el sistema de las

Naciones Unidas y se concibió el Plan Marshall, los fundadores de la

U N E S C O proclamaron que el crecimiento económico es indispensable

pero no suficiente; que el desarrollo político es indispensable también,

pero no suficiente; que es la solidaridad moral e intelectual de la humani­

dad el fundamento insustituible para la paz y la seguridad colectivas. El

conocimiento es la clave de toda riqueza y la disparidad en su acceso, pro­

ducción y disfrute constituye, por tanto, la más peligrosa asimetría. Bus­

caron El Dorado atraídos por el brillo y el valor del oro. El Dorado —hoy

ya hemos aprendido la lección— se halla en el interior de cada ciudadano.

Saber es poder. H a y que compartir mejor, empezando por el saber.

Disponemos, pues, desde hace casi cincuenta años, de las iluminadas

y luminosas sentencias del Preámbulo de la Constitución de la U N E S C O .

Tenemos también los textos del P N U D sobre desarrollo h u m a n o , la

Agenda 21 de la Conferencia de Río de Janeiro en 1992. Tenemos sobre

todo el clamor de una realidad que nos dice que el crecimiento económico

es necesario pero que debe, al mismo tiempo, incorporar ineludiblemente

la perspectiva social y el largo plazo. Los decisores tienen que saber mirar

hacia fuera y hacia adelante para conferir a su desarrollo interno el marco

de referencias apropiado.

El motor imprescindible para el logro de estas metas es la voluntad

política. D e ahí la importancia de la C u m b r e Iberoamericana de Jefes de

Estado y de Gobierno que habrá de reunirse por cuarta vez, ahora en

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

Colombia, gran país situado en el corazón m i s m o de las gestas bolivaria-

nas y que, por ello, lleva en su ser los ideales profundos de la integración

latinoamericana. Acelerar este proceso es un gran objetivo común.

¿ C ó m o podría interpretarse que la llama encendida en 1991 en G u a ­

dalajara, México, decayera y quedara un rescoldo susceptible de avivarse

sólo de vez en cuando? Conozco bien las urgencias que abruman a los

gobernantes. Pero los esfuerzos de integración no pueden abordarse con

falta de perspectiva ni dejarse llevar por momentáneos estados de ánimo.

D e b e n expresar la resuelta convicción de los líderes de Iberoamérica de

conseguir la coherencia que intuyeron los grandes visionarios de su his­

toria y que hoy exigen las circunstancias actuales. Habrá muchos obstá­

culos que superar para la integración económica y política. Pero ya existe

una base, hoy, para asegurar las ulteriores fases del proceso: la que otros

buscan desesperadamente, la más difícil, la cultural, a condición de que no

haya excluidos, de que ninguna voz falte en el concierto. Todos los pue­

blos y no unos cuantos deben constituir el sustento y estímulo de las

decisiones políticas expresadas en la cita anual de los mandatarios.

El interés de la comunidad intelectual y científica de la región debe

seguir el paso que, desde el inicio, ha mantenido en este esfuerzo integra-

dor, de m o d o que siga enviando sus mensajes a quienes tienen la respon­

sabilidad de la conducción política. La originalidad de este Foro consiste

en propiciar un flujo de reflexiones libres y comprometidas hacia los Jefes

de Estado y de Gobierno. Raramente sucede esto en otras regiones.

H a y que tener el coraje de la crítica y del asentimiento a la vez, hay

que ser perseverantes en la divergencia. Coraje y tenacidad c o m o exigen­

cia ética, no tan sólo para enunciar problemas sino para proponer solu­

ciones. Por otra parte, el que m a n d a debe tener el coraje de escuchar. Sim-

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biosis deseable, simbiosis que augura la forma de democracia que todos

anhelamos. " N o es c o m ú n que los Jefes de Estado quieran pedirle a la

gente de pensamiento que les proporcionen reflexiones para, sobre ellas,

poder hacer las propias", decía Enrique Iglesias en Antigua el año pasado.

Y añadía: " L o s problemas del m u n d o no se arreglan con fórmulas

matemáticas y, menos aún, con remedios uniformes. Nuestras raíces cul­

turales nos hacen diferentes aún si compartimos valores universales que

identifican a todos los habitantes del planeta."

N o s cuesta trabajo abstraemos de nuestro entorno inmediato y aper­

cibirnos de los segmentos de nuestras sociedades que, magnetizados por

lo inmediato, privilegian el individualismo, el consumo, el lujo... que les

separan de los grandes ideales y de la percepción del futuro c o m ú n c o m o

una responsabilidad moral de cada persona. Tampoco nos damos cuenta

con frecuencia de que, al lado de esos sectores favorecidos, existen masas

marginadas y desheredadas que no cuentan con los canales adecuados

para articularse con las sociedades dominantes y establecer con ellas los

cauces de participación democrática y de recíproco nutrimiento.

H e m o s de interrogarnos, escuchar a los filósofos, a los sociólogos, a

los científicos, a los economistas... para encontrar la fórmula que nos lleve

a entender c ó m o construir o c ó m o reconstruir una sociedad donde impe­

ren los ideales y las ideas, donde la sociedad civil recupere el liderazgo que

le corresponde, sabiendo que todo cambio empieza por uno mi smo . N o

esperemos a Godot: nunca llegará, porque está en nosotros mismos.

Entender todo esto en un debate abierto y constructivo, ir al fondo

de las cosas y observar c ó m o en un año escaso los acontecimientos nos

indican que no podemos cejar en este ejercicio, porque estamos prepara­

dos para las amenazas del pasado pero no lo estamos para las que hoy nos

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

agobian ni para los que nos acechan. H a y que decir sin embargo que, si

por un lado los sistemas desgastados entorpecen la capacidad de la acción

política, por otro lado se atisba un mayor discernimiento en la capacidad

analítica, en la aptitud para discrepar y proponer, pacífica pero insisten­

temente, las transformaciones sociales que son improrrogables. D e este

lado de tantos ríos, desde donde se disiente pero no se puede dialogar

todavía, desde donde ahora en muchos casos ya la voz alcanza, aunque

débilmente, a la otra ribera y se construyen puentes, reside la esperanza.

Para que esta esperanza se convierta en realidad hay que prestigiar a los

políticos, servidores del bien c o m ú n . El decaimiento de la credibilidad

política es una de las peores amenazas hoy en día. Su contrapeso está en

la verdadera apertura hacia un nuevo proyecto sustentado en valores uni­

versales, que no excluye a nadie y que puede ser compartido por todos sin

violentar las características de cada segmento social.

Es urgente e imperativo llegar a reforzar un sistema de partidos ver­

daderamente representativos y de actores sociales más fuertes y autóno­

m o s . Y es que, hoy más que nunca, las convulsiones internas de los países

y las veleidades económicas a escala internacional refuerzan la convicción

de que el Estado democrático, genuino representante de los ciudadanos,

debe reforzar su papel c o m o garante del cumplimiento de las leyes, c o m o

agente de unidad nacional y de desarrollo, acentuando su eficacia redis-

tributiva e integradora. El Estado c o m o atalaya, c o m o hilo conductor de

lo esencial, c o m o continuidad entre gobiernos que deben respetar los

acuerdos a largo plazo en aquellos grandes espacios de la vida nacional —

educación, salud, justicia— que no pueden exponerse a las fluctuaciones

de la vida local e internacional. Entre estos pactos de Estado debería figu­

rar la voluntad de acabar con estas vergüenzas colectivas que, por consti-

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

tuir espectáculo habitual, han dejado de provocar el rechazo que merecen.

Los niños de la calle, los niños forzados a trabajar antes de la edad labo­

ral, son un ejemplo de estos intolerables tolerados. ¿Es posible hablar de

justicia social, aun en los países más avanzados, cuando tantos niños,

mujeres y hombres viven en el mayor hacinamiento y pobreza, cuando

tantos hombres se ven obligados a trabajar en condiciones inhumanas?

Tenemos prisa. La construcción del futuro es nuestra responsabilidad.

La del presente fue tomada hace unos años. N o m e cansaré de repetir que

mañana es siempre tarde y que hemos empezado a escribir una nueva

página histórica: la de la cultura de la paz. Tendremos que saber pagar su

precio, c o m o durante siglos hemos satisfecho la factura de la guerra. La

voz de los intelectuales es primordial en esta transición crucial.

Propuesta para el nuevo si gl o

Hace poco, en la Universidad de Laguna, en Tenerife, redactamos "Los

Derechos H u m a n o s de las Generaciones Futuras". Sus derechos son nues­

tros deberes: es la mejor contribución que podemos hacer para celebrar el

50.a Aniversario de las Naciones Unidas. N o es imaginable hablar de la

defensa de nuestros derechos sin hacerlo, al mismo tiempo, y con mayor

énfasis si cabe, de los derechos de nuestros hijos. Para ello es indispensable

que cada uno se convierta en agente del cambio social. N o es aceptable

decir que nada tiene remedio y dejarse llevar por hechos supuestamente

inmutables. C o m o no se puede aceptar que se hable de normas de mer­

cado y de conducta global (en fuentes de energía, por ejemplo) c o m o si lo

que es obra del hombre se hubiera convertido ahora en ente ajeno que no

obedece a quienes lo crearon.

Aquí mismo, en Cartagena, esta maravilla de la naturaleza y de la

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

creatividad humana, este símbolo y aviso a la vez de un pasado que debe

conducir a un futuro más equitativo, el Presidente Gaviria dijo no hace

m u c h o tiempo en una reunión de la U N C T A D : " U n m u n d o con miles de

millones de seres humanos en la pobreza, sin esperanza alguna de una vida

mejor, no puede permitirse el lujo del egoísmo y del aislacionismo. Los

países de mayores ingresos —incluso algunas de las naciones en vías de

desarrollo— no pueden darle la espalda a esas multitudes, anunciando que

todos los problemas de la humanidad serán resueltos por una m a n o invi­

sible, por el simple juego de las fuerzas de mercado. Ahora, más que

nunca, es ineludible la solidaridad."

Y añadía más adelante: "La disminución en el nivel de gastos militares

anunciada por los países más grandes debería permitir la liberación de

recursos para las necesidades más apremiantes. Trabajemos para que parte

del dinero que antes se utilizó para infundirle temor al adversario, sea

usado ahora para sembrar el progreso y la esperanza". H a y que conser­

var pues, intacta la convicción machadiana de que "siempre es todavía."

Cambiar de rumbo, encontrar trayectorias inéditas, liberar, por fin, el

inmenso potencial de creatividad de nuestros pueblos. Y que su voz llegue

a los niveles en donde, con firmeza y visión, se establezcan nuevas prio­

ridades. Los grandes perfiles de los presupuestos nacionales demuestran

que con excesiva frecuencia las grandes partidas se destinan a perpetuar las

prioridades que no han tenido en cuenta al pueblo. ¡Tener en cuenta al

pueblo! M e gusta repetir que la democracia verdadera no consiste en

contar a los ciudadanos, sino en que los ciudadanos cuenten.

La transición es delicada y existe el temor fundado de que se genere

un vacío ahí donde identidades culturales fuertes, bien adaptadas y pre­

paradas para la vida en su medio, pueden ser avasalladas por otras tec-

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

nológicamente más invasivas. C o m o ya he mencionado, hay que evitar a

toda costa la pérdida de una ventaja comparativa que poseemos: la diver­

sidad y riqueza de nuestras culturas. Es comprensible que la desaparición

de los paradigmas tradicionales produzca desazón. América Latina, Ibe­

roamérica, debe cuidarse de no desdibujar los rasgos que definen su pro­

pia identidad en aras de una competitividad que, en la medida en que se

base m á s en la sagacidad que en la competencia y en la sabiduría, perderá

de todos m o d o s fuerza en breve plazo. Las equivalencias comerciales no

se aplican a los parámetros socioculturales. El trueque y la permuta pue­

den ser empleados en los intercambios de productos; no en los de princi­

pios sociales e identidades culturales, en los que la fragua es lenta y la inter­

acción larga. Iberoamérica cuenta con un bagaje envidiable para el nuevo

milenio: todo consiste en que sepamos reconocerlo y apreciarlo. Al mismo

tiempo, Occidente experimenta una profunda vacuidad de sentido en su

universo de significaciones y, así c o m o antes importó materias primas

para su desarrollo material, hoy necesita significados para su recuperación

espiritual y su papel de faro. Esta crucial circunstancia permite imaginar

que, tal vez, dejemos de ser eternos extranjeros en nuestro propio m u n d o

y reconozcamos, de una vez por todas, las raíces y fundamentos de la

fuerza expresada por nuestra singular capacidad creadora.

Esta reflexión no es fácil cuando se concreta al plano puramente

económico, pero podría realizarse desactivando algunos conceptos ya

superados para equilibrar el crecimiento económico con su contrapartida

social. Frente a la idea de "progreso", la de un "desarrollo" cuyo avance

económico se sitúe en una red abierta junto con otros parámetros igual­

mente importantes: el político, el ecológico, el espiritual, todos con el

m i s m o rango y teniendo en cuenta la compleja tensión que existe entre el

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

derecho a la igualdad y el derecho a la diferencia. Este enfoque multidi­

mensional debe permear, en el terreno político, toda discusión sobre

democracia. Parece lógico que, si el m u n d o debe cambiar tan radical­

mente, deban diseñarse los contornos de una "nueva democracia" basada

en el reconocimiento de la pluralidad cultural y de la dimensión moral

c o m o factores de cohesión. Aunque prefiero el optimismo, temo igual­

mente el pesimismo y el optimismo cuando no se basan en una serena y

objetiva consideración de la situación y proyecciones.

Las cosas parecen ir bien ahora en términos económicos en impor­

tantes países de América Latina y el Caribe. Pero debemos ser rigurosos

y analizar las tendencias. Si leemos los periódicos de Europa de hace tan

solo dos años, todo "iba bien". . . N o subestimo, quede bien claro, la

importancia de los acuerdos económicos, pero está claro que son insufi­

cientes para garantizar la solidaridad nacional y regional. N o les extrañe

que mi mensaje de futuro esté impregnado de reflexiones de índole social

cuando, en gran parte, sus deliberaciones tendrán que ver primordial-

mente con lo económico. M i convicción es que, bajo esta luz, el resultado

del mensaje transmitido por este distinguido grupo de pensadores llegará

a los mandatarios iberoamericanos con una aureola inobjetable de auten­

ticidad y autoridad moral.

Si creo que es necesario encender con mayor estridencia la señal de

alerta, es para no tener que actuar in extremis sobre cuestiones que, si se

hubieran atendido a tiempo, las tendencias no hubieran producido los

graves impactos que ahora deploramos. A menudo, tendemos a olvidar

que detrás de los indicadores económicos, detrás del control de la infla­

ción y la reducción del gasto público, detrás de los sacrificios impuestos

a los trabajadores y a los productores, detrás de medidas uniformes para

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

circunstancias con frecuencia bien distintas, existen seres humanos:

hombres, mujeres y niños que viven en condiciones de gran precariedad.

Son ellos la divisa humana con que ajustamos a veces las cuentas.

Vivimos una encrucijada histórica en la que las incertidumbres son

m u y superiores a las certezas, en la que la condición humana se halla, más

que nunca en el pasado, en la cornisa de las luces y las sombras para réin­

ventai su devenir c o m ú n . ¡Cuántos acontecimientos inesperados en los

últimos años! Gracias a ellos, el m u n d o avanza de forma no lineal, hacia

objetivos de paz que hace tan solo un lustro parecían inalcanzables. Las

ideologías, los anhelos, los sueños han sido poco a poco erosionados y nos

hemos visto confrontados de golpe con datos "sin alma". D e b e m o s resca­

tar la equidad del desplome del bloque soviético y recuperar la libertad y

la fraternidad del capitalismo a ultranza. N o s quedan los derechos h u m a ­

nos c o m o fundamento ético de la nueva democracia.

Para que los criterios estrictamente económicos se compensen ahora

con los más importantes de alcance social, es imprescindible lograr, c o m o

la U N E S C O ha propuesto a la C u m b r e del Desarrollo Social de Copen­

hague en 1995, que la práctica indiferenciada del ajuste estructural se sus­

tituya en lo sucesivo por la bien diferenciada del ajuste social. La propuesta

formulada por la U N E S C O consta en síntesis de los pilares siguientes:

1. Construcción de capacidad endógena, con contenidos y metodología

que permitan, a cualquier edad, proporcionar el acceso al conoci­

miento a todos los ciudadanos, en cualquier asentamiento humano ,

por disperso que sea, concentrando la atención en los jóvenes y las

mujeres, única forma de conseguir moderar el crecimiento demográ­

fico y promover los recursos humanos que requiere el desarrollo con

faz humana.

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

2. Promoción del desarrollo de las áreas rurales para prevenir en su

propia raíz las emigraciones, particularmente a través de facilidades

de educación formal e informal, promoción del artesanado y del

turismo cultural, desarrollo integral de las culturas indígenas, utili­

zación en tiempos de paz de las fuerzas armadas para facilitar los des­

plazamientos en situaciones de emergencia sanitaria, etc.

3. Combatir la marginalización y la exclusión, promocionando la par­

ticipación ciudadana — c o m o indicador clave del desarrollo social—

y forjando, desde edades tempranas, actitudes de no violencia y de

tolerancia, al tiempo que se asegura, c o m o requisitos para la instau­

ración de u n sistema democrático, el funcionamiento de la justicia, el

diálogo intercultural y la libertad de expresión.

4. El medio ambiente, con el seguimiento de la A g e n d a 21 de Río de

Janeiro, constituye el cuarto pilar fundamental de esta propuesta.

Y , por último, pero no en último lugar, la comunicación, facilitando con

las modernas teletecnologías, la disponibilidad de la información necesa­

ria en el m o m e n t o apropiado.

Esta propuesta se basa en algunas premisas: el cambio en el enfoque

del desarrollo social implica u n cambio sustantivo en el horario laboral,

naturaleza del empleo, mecanismos de transferencia de conocimiento,

relaciones comerciales, asistencia a los países en vías de desarrollo, m o d i ­

ficación radical en la enseñanza superior, etc.1

1. El desarrollo y las iniciativas industriales pueden esperarse de ciudadanos cuali­ficados —particularmente si existen los incentivos apropiados—, mientras que nada puede esperarse de ciudadanos no cualificados. En una sociedad abierta y en una eco­nomía de mercado, los graduados universitarios no pueden esperar que, además del pri-

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

Las máquinas deben reemplazar a la persona solamente cuando sea

indispensable y el trabajo no pueda ser realizado eficazmente por hombres

o mujeres. E n otro caso, teniendo en cuenta que la actualización o reci­

claje es m u y difícil en personas con limitada formación profesional y que

tienen ya m á s de 40 ó 45 años, el n ú m e r o de desempleados permanente

será u n alto precio social que deberá pagarse por esta excesiva sustitución

del h o m b r e por la máquina automática, constituyendo una de las princi­

pales raíces de radicalización y violencia.

L o anterior implica, a título de ejemplo: una redefinición del "tra­

bajo", compartiendo el tiempo de trabajo y las percepciones económicas

y concediendo una consideración progresiva al concepto de "vida activa";

preparación para las nuevas amenazas a la sociedad, con promoción de

nuevos empleos c o m o los "ecoempleos" (a escala municipal, en relación

con el agua, gases industriales, uso de fertilizantes y otros compuestos arti­

ficiales, etc.); u n nuevo papel para la educación superior en todos los

países: educación permanente, intensiva y desformalizada; el uso de las

redes de telecomunicación, especialmente "para alcanzar a los inalcan­

zables"; identificación de nuevas "locomotoras económicas", tales c o m o

la vivienda y el transporte urbano. . .

L a U N E S C O ha creado u n gran programa internacional denominado

M O S T (Gestión de las Transformaciones Sociales) con el fin de poder

vilegio de haber tenido acceso a la educación superior, deba la administración propor­cionarles empleo. La ecuación título = empleo no se aplica en un contexto altamente competitivo que requiere una actualización constante del conocimiento. Los gradua­dos deben ser empresarios y tanto la sociedad civil como el Estado deben facilitar la capacidad empresarial.

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

contribuir con una reflexión a escala internacional a las grandes transfor­

maciones de nuestros días. Habrá que invertir más en la prevención de la

guerra que en el mantenimiento de la paz. H o y las inversiones en "peace

keeping" representan una abrumadora proporción si se comparan con los

fondos dedicados a la construcción de la paz ("peace building"). Por otra

parte, todo lo que se previene no se valora: "ojos que no ven, corazón que

no siente". Crear una conciencia de lo intangible en las esferas de gobierno

es fundamental para, poco a poco, ir sustituyendo la razón de la fuerza por

la fuerza de la razón.

Contamos en nuestra comunidad indo-afro-iberoamericana con una

pléyade de intelectuales, escritores, maestros, periodistas que constituyen

una inmensa fuerza de movilización que nos ayuda a tomar conciencia y

que comparte con nosotros la idea de que tanto el crecimiento económico

c o m o la democracia tienen su cimiento en la formación de todos quienes

integran la sociedad. El conocimiento representa ese espacio c o m ú n en el

que todas las diferencias pueden coexistir no sólo pacíficamente sino sinér-

gicamente.

Sobre esta base, resulta menos difícil afianzar el sistema democrático

en cada uno, en cada minoría, en cada pueblo, de forma que todos pue­

dan expresar libremente y sin cortapisas los rasgos de su cultura y, al

m i s m o tiempo, conocer, respetar y, ¿por qué no? admirar e incorporar ras­

gos de las otras. El concepto de minoría no se reduce a las poblaciones

autóctonas que han vivido en los márgenes de las grandes corrientes de la

historia de las conquistas y de las influencias ajenas. Todos los países,

hasta los más poblados, hasta los más ricos tecnológicamente, son mino­

ritarios respecto a la referencia nacional, regional, cultural, tecnológica. Y

en todos los casos, no es por el repliegue c o m o se expande su perfil cul-

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

tural, ni tampoco por el proteccionismo o por la fragmentación territo­

rial. N o es creando fronteras de la más diversa índole c o m o podrán respe­

tarse los derechos de todos, sino eliminándolas. Cada persona es única y

universal, sabiendo, sin embargo, que el futuro de la humanidad —y en

buena medida el pretérito— pasa por el crisol, por la amalgama, por la fér­

til unión de las más diversas civilizaciones.

La aparición de nuevos actores tiene que ser vista y comprendida lejos

de las formas de representación tradicional. El Estado carece normal­

mente de los mecanismos que le permiten reconocer y conocer las expe­

riencias del poder popular real. H a y que lograr la institucionalidad d e m o ­

crática con objetivos políticos, es decir, con la participación con poder. La

herejía de lo informal adquiere jerarquía de modelo alternativo. H a y que

proclamarlo abiertamente.

Tenemos pues que proteger las diversidades en el seno de nuestra

comunidad iberoamericana. Por su especial significado quisiera aludir a un

párrafo de la declaración del seminario "Amerindia hacia el tercer mile­

nio", celebrado en San Cristóbal de las Casas en 1991, en el que partici­

paron destacados dirigentes indígenas: "Tenemos plena conciencia de que

vivimos u n destino c o m ú n y que el futuro de nuestros pueblos depende

de nuestra capacidad para crear una América solidaria."

D e b e m o s pues esforzarnos en incorporar a quienes tienen concien­

cia de ese insoslayable "destino común". El llamamiento de San Cristó­

bal adquiere con el tiempo todo su sentido: "podemos convertir la riqueza

contenida en la diversidad en garantía de nuestro desarrollo soberano".

"Superar las condiciones de pobreza extrema y marginalidad política que

confrontan la mayoría de los pueblos indígenas del continente es el desafío

más urgente para superar los retos del tercer milenio." Ese desafío sólo

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

podrá enfrentarse en el marco de reformas profundas de los Estados y de

las relaciones internacionales.

"Asistimos, —añade la Declaración en otro pasaje— a un tiempo

universal en que confluyen todos los tiempos del m u n d o . Bajo el signo de

la oportunidad, nuevas responsabilidades nos convocan a acciones conjun-

tas.

Y , en verdad, asistimos a un tiempo universal: ese es el signo que

marca estas postrimerías milenarias y la aurora del nuevo siglo. Aurora, a

condición de que sepamos legar a nuestros hijos un m u n d o vivible. U n a

Iberoamérica que saque de sus propias raíces el temple y la sabiduría para

encontrar sus soluciones, para preservar el inconmesurable patrimonio

heredado de sus culturas y la naturaleza privilegiada que las cobija y sus­

tenta.

El grave riesgo es que en lugar de esa herencia de la que hablo dejá­

semos un modelo degradado y despojado de sus grandes tensiones ideales.

Por el contrario, nuestros hijos han de aprender la historia del saber y no

la del poder. La historia de las culturas y no la de la guerra. Q u e las gene­

raciones venideras sepan conocer al otro, al diferente c o m o igual, y a

reconocer como única cultura, la cultura de la paz.

"Sí, se puede", señalaba el director de un gran diario mexicano en la

reunión de directores de periódicos que participan en el proyecto "Per-

iolibros". "Sí, se puede. . ." si se renueva cada mañana nuestro compro­

miso de mejor compartir a escala internacional y dentro de cada nación.

¿Sabremos mirar hacia adelante para que al doblar el siglo podamos

decir que aprendimos la lección? El tiempo lo dirá, y lo dirá para nuestra

satisfacción si sabemos reorientar la economía a corto plazo, para que se

derrumben los altos muros que separan a los ricos de los pobres. Quizás

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

el siglo XXI comenzará realmente para la humanidad cuando ese m u r o

caiga. Creo que la integración será uno de los arietes más poderosos para

derribarlo, siempre que la diseñemos c o m o la vislumbran, conjuntamente,

economistas, filósofos, poetas. . . "con la fuerza indomable del espíritu".

Leopoldo Zea, uno de nuestros más clarividentes filósofos, escribió: " U n

nuevo empeño prometeico deberá impulsar a nuestros pueblos para hacer

suyo el fuego de la libertad. U n empeño que alcanzará mayores posibili­

dades si se empieza por buscar otras relaciones, lo m i s m o entre pueblos

que entre hombres, que no sigan ya descansando en la situación vertical

de dependencia. Frente a cualquier forma de relación de dependencia,

oponer la relación horizontal de solidaridad. La solidaridad, c o m o la más

eficaz forma de integración dentro de la libertad. Solidaridad, c o m o lo

imaginaba también el Libertador."

Reflexionemos con coraje y libertad, y hagamos llegar a los gober­

nantes reunidos en la C u m b r e Iberoamericana —en vísperas de una reu­

nión panamericana convocada por el Presidente de los Estados Unidos de

América, lo que le confiere singular relieve— nuestra voz preocupada, sin­

cera y esperanzada.

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S e c c i ó n I

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C o n v e r g e n c i a

de los diferentes p r o c e s o s

de in tegración

Antonio Mercader

Está claro que la U N E S C O cumple fielmente sus fines al convocarnos a

meditar sobre la integración, un concepto constelado de paradojas: árido

y atractivo a la vez; popular pero distante de la gente; retórico y prome­

tedor de abundancias; tecnocrático a más no poder pero siempre politi­

zado; sueño de nuestros grandes hombres y tentación de los políticos de

paso. E n suma, una senda orillada por igual de frustraciones y esperanzas.

Apostemos por la esperanza, una vez más, y empecemos por recor­

dar que, para la integración, nada de lo humano le es ajeno.

Reducirla entonces al campo de lo económico es ignorar las lecciones

de la historia y es negarse a ver que, si estamos reunidos, es por razones

que exceden ampliamente los márgenes de la economía.

Creemos, con Samuel Huntington, que el 2000 realumbrará grandes

espacios geoculturales, espacios c o m o los representados en esta sala

donde nos une una lengua que para nosotros es la más completa noción

de patria, la patria grande donde hablamos en el mismo idioma, la patria

que hace cinco siglos España y Portugal no consiguieron unir y que

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

nosotros, los tataranietos de aquella dualidad ibérica, estamos intentando

amalgamar.

Iberoamérica c o m o uno de los grandes espacios geoculturales donde

la raíz ibérica, europea, se hundió y entrecruzó con nuevas razas y cultu­

ras: el continente mestizo, vibrante, creativo, multicolor, humillado, rei­

vindicado, sometido y renacido, prosigue su larga marcha hacia la unidad

en lo que hemos dado en llamar «la convergencia de los procesos de inte­

gración».

¿Existe, es posible dicha convergencia?

Y si es posible, ¿el modelo a seguir es el de un mercado común que

llamaremos la Comunidad Económica Latinoamericana?

Y aún, otro interrogante. Si ése es el modelo, ¿llegaremos a él tras

consolidar en primera instancia los esquemas subregionales c o m o ei

Grupo Andino, el Mercosur, el Mercado C o m ú n Centroamericano o la

Comunidad del Caribe, para después converger, definitivamente, desde las

subregiones hacia la Comunidad Económica Latinoamericana?

N o tenemos las respuestas, sino apenas algunas aproximaciones.

Entre ellas, la más importante es el ejemplo de la Comunidad Económica

Europea que no parece plenamente aplicable entre nosotros. Por su géne­

sis en una dolorosa postguerra, porque partió de los hechos hacia las soli­

daridades, porque caminó por otros tiempos y diferentes paisajes su expe­

riencia no resulta totalmente transferible.

Debemos recurrir entonces a la experiencia propia, que al fin y al cabo

es la única lección que los seres humanos aprendemos de verdad. ¿Qué nos

dice la experiencia integracionista latinoamericana? ¿ C o n qué piedras

hemos ido tropezando?

U n a de esas piedras, más que piedra un peñasco, fue el auge del

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

voluntarismo. Los años sesenta y setenta, donde se suscribieron acuerdos

a granel por parte de quienes vieron en la firma de un acuerdo interna­

cional sólo la ocasión para hacerse una foto de prensa. O peor aún, los

tecnócratas del autoritarismo que concibieron la integración dentro de una

ecuación universal, actuante en el vacío social y con exclusivos fines

comerciales.

E n Montevideo existió la A L A L C (Asociación Latinoamericana de

Libre Comercio), un programa comercial inflado de retórica donde no se

advirtió que lo humano es más complejo que lo económico, y así, año tras

año, la A L A L C evidenció que la integración es un proceso mas amplio que

una suma de pactos sectoriales.

Por cierto, ninguno de aquellos fracasos fue en vano. Aprendimos

con ellos. Asimismo, aprovechamos un contexto internacional más fértil

para la integración, lo que nos ha transportado a un presente distinto, con

ciertas características:

• H a y una revalorización del papel del mercado en la economía, lo que

se advierte en la mayoría de nuestros países.

• La integración se mira ahora c o m o medio de inserción en la economía

mundial y c o m o forma de ganar mercados, lo que favorece la crea­

ción de economías de escala.

• La apertura de la economía se aprecia c o m o un factor importante para

mejorar la competitividad y acelerar el crecimiento.

• Y , sobre todo, hemos aprendido a recurrir a la democracia c o m o el

sistema político que debe preservar y orientar los procesos de inte­

gración.

Este último punto es decisivo. La integración es claramente un proyecto

económico vertebrado por un proyecto político. Desde la presidencia de

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

la Comunidad Económica Europea, decía Jacques Delors: «nadie se

enamora de un mercado sino más bien de un proyecto político».

Nuestro proyecto político es democrático. Será más o menos ambi­

cioso; aspirará a dotar a la incipiente comunidad de instituciones supra-

nacionales c o m o ocurre con otros megabloques; habrá un Parlamento

latinoamericano legislante; habrá o no habrá instituciones capaces de m a n ­

dar por encima de los Estados soberanos, pero lo que evidentemente ten­

dremos es democracia. Sin ella, como denominador común, no habrá inte­

gración.

Recordemos pues: un proyecto político primero, un proyecto econó­

mico después.

Y en lo económico, observamos un auge de la integración. Brotan

agrupamientos subregionales como el Mercosur, al tiempo que se revita-

lizan esquemas preexistentes y se articulan redes de acuerdos bilaterales

y trilatérales de complementación o encaminados hacia zonas de libre

comercio. Subsiste la A L A D I c o m o espacio de consumación de acuerdos

bilaterales y trilatérales de complementación o encaminados hacia zonas

de libre comercio, mientras la llamada iniciativa de las Americas engen­

dra el N A F T A y eventuales acuerdos entre el N A F T A y otros países.

H a y un abandono de las estrategias multilaterales del pasado y un

método de aproximación múltiple y sucesivo hacia la integración. U n

método que dibujó una realidad algo confusa y desordenada que, con

piadoso acierto, se ha descrito c o m o «el perfil de geometría múltiple de la

integración latinoamericana».

Esta geometría múltiple de los pactos debería converger hacia una

integración final si logran superarse ciertos obstáculos tales c o m o : la hete­

rogeneidad estructural de los distintos países; la débil interconexión entre

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

los diferentes mercados; la precaria complementariedad de los perfiles

productivos, y la aún escasa densidad de los intercambios comerciales

intra-regionales.

E n resumen, vamos en tropel desordenado hacia la integración. Pero

el proyecto, c o m o proyecto económico, está vivo y en apogeo.

N o s resta analizar esta convergencia hacia la integración c o m o un

proyecto cultural.

Cuando hablamos de nuestro m u n d o como un espacio geocultural y

así lo proyectamos más allá del año 2000; cuando decimos que lo humano

es más amplio que lo económico, y aún más amplio que lo político; cuando

afirmamos que la lengua es como la patria de todos y que en esa patria grande

se funde lo español, lo portugués, lo americano y lo mestizo; cuando deci­

m o s esto en una ponencia que, quizás, debiera abundar en tecnicismos y

nomenclaturas arancelarias, lo que queremos, es poner en evidencia esta

dimensión cultural sin la que toda integración se volverá imposible.

E n esa dimensión la educación, o sea, la capacitación de nuestros

recursos humanos es fundamental para que abandonemos el rol de gene­

radores de materias primas y nos transformemos en dominadores de altas

tecnologías.

El conocimiento es el motor de la integración porque en su nombre

se realizan los intercambios de lo intangible. Uruguay ha lanzado un pro­

grama que ya es operativo a nivel de la O E A y que es el Mercado C o m ú n

del Conocimiento. Es una iniciativa del Presidente, Luis Alberto Lacalle,

que ha concitado apoyos masivos en la comunidad científica y académica

de América Latina.

La cooperación entre universidades, su coordinación, la realización

de investigaciones conjuntas, la creación de programas de postgrado en

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

América Latina que desalienten la fuga de cerebros, la consolidación de

centros regionales de excelencia, la transferencia de tecnología y una pers­

pectiva realista de cooperación Norte-Sur a nivel de centros de investiga­

ción y de pensamiento donde podamos recibir los excedentes de conoci­

miento disponibles en los países más desarrollados, son otras vertientes

culturales de la integración.

E n tal sentido, uno de los grandes objetivos sería articular una c o m u ­

nidad científica iberoamericana a través del desarrollo de redes telemáti­

cas que faciliten el intercambio. Esta sería, sin duda, una de las principales

avenidas hacia la integración.

Sería también una forma de canalizar mejor los recursos para activi­

dades de investigación y desarrollo (I+D). Al respecto, resulta alecciona­

dor un informe, recientemente publicado por U N E S C O , sobre el estado

de la ciencia en el m u n d o , en el que se observa que, mientras en América

Latina se invierten 10 dólares anuales per capita en I + D , en Europa se

invierten 300 y en Japón 700.

Habría que concentrarse en mejorar las cifras precedentes en los

próximos años para elevar la capacidad científico-tecnológica. Esta es la

nueva y determinante dimensión de la integración que es necesario bus­

car. C o n ella, no habría que seguir «galoneándonos de ceros a la izquierda»

c o m o decía el gran César Vallejo, y América Latina podría recuperar la

confianza en su capacidad de hacer historia.

U n a última reflexión.

Hacer la integración, sí, pero no a cualquier precio.

E n América Latina, a diferencia de otras regiones, la perspectiva de

guerras parece improbable. El militarismo, el sobreendeudamiento y la

inflación, aunque remolones, van desapareciendo lentamente. La región

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

tiene un nuevo dinamismo: cambió el estancamiento de los años ochenta

por el signo del crecimiento sostenido en los noventa.

Existe por delante el desafío de confluir hacia la integración. Pero no

al precio de la injusticia, de la insolidaridad y del crecimiento desigual que

hunda en la pobreza a millones de compatriotas. Acabamos de hablar de

la educación y a ella hay que apelar para enseñar unos valores sin los

cuales ningún proyecto, por fabuloso que sea, tiene sentido.

D e este sentimiento de justicia, de equidad, de respeto a los derechos

humanos y de cuidado por el medio ambiente debe nutrirse la integración

en un continente que sigue siendo el de las mayores desigualdades. U n

imperativo ético obliga a cambiar esta situación y le añade al proyecto inte-

gracionista otra dimensión imprescindible.

Así ha sido siempre la integración. U n proceso de varias dimensiones

y de geometría múltiple que no se agota en el modelo de la "unión adua­

nera", en un mercado c o m ú n , en la fijación de un arancel externo, en la

discusión sobre el Estado y el mercado, en las concesiones recíprocas de

soberanías nacionales, en la supervivencia de los particularismos étnicos

y culturales, entre otros muchos temas a dilucidar, para quienes creemos

que integrar es algo más que u n simple acto de agregación material.

E n tal sentido, la historia trae buenos ejemplos.

Los fenicios integraron el Mediterráneo casi exclusivamente sobre la

base de la dimensión económica y comercial. Los griegos comerciaron

tanto o más que los fenicios, pero sumaron, además, otras dimensiones,

entre ellas, la cultural, que aún hoy condiciona a todos los que, en buena

medida, somos y sentimos c o m o los griegos. Desde entonces, la idea de

helenizar la integración es una idea probada.

N o nos limitemos por tanto a una integración fenicia.

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La función del Es t ado :

d imens iones

de la cultura

Belisario Betancur

E l m e cenazgo

Para que la instancia de la cultura se mantenga en libertad, la inteligencia

ha de ser autónoma; y el saber, desinteresado. Por eso mismo, el intelec­

tual debe defender su conciencia de individuo escueto, sin sucumbir a los

sortilegios copiosos del poder que crean la pseudocultura estatal. A pesar

de sus vestigios insignes, mantengo bajo sospecha a los Médicis y a la

tiranía benévola de Julio II sobre Miguel Angel; miro con recelo a los prín­

cipes que solicitaban cuartetos a Beethoven, y con displicencia la amistad

entre Federico de Prusia y Voltaire. Pero admito que Velázquez y G o y a ,

pintores de la Corte, conservaron incólume su genio, acaso porque la

única limitación que admitían era la sombra pasiva del monarca.

Al asomarse al siglo XXI en el contexto de la cultura, situada entre los

mecenazgos estatales y la precariedad de los mecenazgos particulares,

América Latina percibe que necesita de sabiduría y de sabios para vivir en

conciencia de los derechos tanto c o m o de los deberes de sus vastas corau-

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

nidades, y para respirar un aire no enrarecido por los dogmas, ni menos­

cabado por los estatismos.

Puestos a obrar en pragmatismo, la comunidad y el Estado han de

actuar de consuno para alcanzar la plenitud de su quehacer. E n tal sentido,

el comportamiento del Estado frente a la cultura ha de diferenciarse según

los tiempos, pues una es la posición con respecto al pasado y otra frente

al futuro.

El Estado y el patrimonio cultural

El pasado es el ámbito del patrimonio cultural, campo privativo de acción

del Estado. Es decir que, si bien los particulares pueden colaborar en la

preservación del patrimonio, es el Estado, mediante el poder reglamenta­

rio y por virtud de su capacidad conservacionista y proteccionista, el que

debe definir cuáles son los bienes que lo constituyen y cuáles las medidas

para protegerlos, por ejemplo, estableciendo limitaciones al dominio c o m o

la prohibición de salida del país, en el caso de bienes muebles, o la inter­

vención arquitectónica para el caso de los inmuebles.

Algunos elementos característicos de la relación Estado-patrimonio

cultural podrían ser:

a. E n un campo mensurable, inmenso pero definido, es posible cono­

cer el número de monumentos nacionales o de centros históricos; los

proyectos son cuantificables y permiten un fácil seguimiento téc­

nico.

b. Si es cierto que los particulares pueden intervenir en la conservación,

es en el Estado en quien recae la m a y o r obligación conservacionista.

Algunas funciones son indelegables, por ejemplo, el control aduanero

a la salida de bienes culturales. E n algunos países, los particulares

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

gozan de beneficios tributarios cuando invierten en la conservación

de bienes culturales o cuando hacen donación de ellos al Estado.

c. Las inversiones en este campo son cuantiosas y casi ningún Estado

tiene la capacidad de asumir él sólo la preservación de los grandes

monumentos . Ello dio origen a la Convención Mundial del Patri­

monio Cultural, que aspira a proteger aquellos bienes de significado

universal.

d. La preservación del patrimonio está ligada a los avances científicos y,

por tanto, fuera del alcance de muchos países: la dotación de objetos

arqueológicos, la restauración de obras de arte o el rescate de espe­

cies náufragas exigen tecnologías que sólo la cooperación interna­

cional puede ofrecer.

e. La preservación del patrimonio cultural tiene sentido porque repre­

senta la memoria de la comunidad. Los archivos, las expresiones del

arte, los grandes monumentos o los pequeños testimonios del pasado

c o m ú n adquieren sentido en cuanto están cargados de significado

colectivo, porque recogen el eco de los poetas con su poder sobre­

natural para asumir la adversidad, según hermosa expresión de García

Márquez; o porque subliman la luz del m u n d o que irradian los artis­

tas, c o m o dijera Jack Lang ante el féretro de Melina Mercouri en

Atenas: "Tu eras, tu eres la luz de Grecia, mujer-llama, mujer-ori­

flama, mujer-emblema, mujer-faro".

f. La conservación por la conservación es solo nostalgia. El patrimonio

adquiere su verdadera estatura cuando sirve de sustento a la creación.

E n ese m o m e n t o se dice que una cultura tiene raíces. Pienso en obras

c o m o las de Rufino T a m a y o , Fernando D e Szyszlo o Juan Rulfo. E n

ellas están la magia y el misterio de las culturas precolombinas, con

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

un lenguaje contemporáneo. La conservación del patrimonio sirve de

referente para que una sociedad reciba las influencias externas, sin el

riesgo de ser arrasada, a fin de "continuar así el proceso de su propia

creación", c o m o dice una de las declaraciones de la U N E S C O .

El Estado frente a la creaci&n

Al llegar a este punto empezamos a dejar el pasado para enfrentar el

futuro, es decir el proceso de creación. E n este campo, la relación entre

Estado y cultura se torna conflictiva: si en el espectro del patrimonio

quizá hay unanimidad acerca del papel que debe jugar el Estado, en el

c a m p o de la creación, las posiciones son extremas.

Dividámoslas en tres:

1. Los que rechazan todo mecenazgo, apoyo, intervención, o cualquier

gesto o actitud estatal frente a la cultura sostienen que el "gran

Leviatán" debe mantenerse alejado del acto creativo pues lo coarta,

lo inhibe, lo oficializa, lo vuelve parasitario. El arte, agregan, debe

estar libre de cualquier atadura o ademán impositivo; la creación

surge c o m o acto de inconformidad ante lo establecido y por eso debe

ser contestatario o, al menos, displicente; las culturas crecen y se

desarrollan en la plena libertad.

2. E n el otro extremo están los que claman por un Estado paternal que

acoja y sostenga a los "trabajadores de la cultura", los cuales, aunque

no estén inmersos en los procesos productivos, contribuyen con su

creatividad a la formación de "la cultura nacional". E n este caso, la

libertad de expresión individual queda supeditada a los intereses del

Estado, el cual dicta las orientaciones de la cultura oficial. Cualquier

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

desvío es, así, disidencia. Es visible que, desde la caída del m u r o de

Berlín, son pocos los que aún defienden esta actitud.

3. Existe una tercera posición intermedia, ecléctica —que implica tole­

rancia y recursos—, fórmula aplicada por André Malraux en el Minis­

terio de la Cultura de Francia, según la cual el Estado debe apoyar sin

intervenir, es decir, generar las condiciones ideales para que el crea­

dor se exprese sin que el Estado determine los contenidos. El Estado

facilita el diálogo entre culturas; suministra los espacios para el

encuentro y la expresión; estimula el proceso creativo, con el impe­

rio de la tolerancia que proclamaba don Quijote: "Desengáñate,

amigo Sancho, cada uno es c o m o Dios lo hizo. . . y, con frecuencia,

un poquito peor".

E n síntesis, el Estado debe ser un atizador tolerante, el gran animador con

recursos. E n efecto, el diálogo entre las culturas se logra a través de festi­

vales, ferias, bienales, conciertos y exposiciones que demandan grandes

recursos. El fomento y el estímulo a la creación, a su vez, se alcanzan por

medio de becas, concursos y premios. Los primeros generan las condi­

ciones económicas que permiten al creador o al investigador de la cultura

desarrollar su proyecto en libertad tranquila. C o n los premios se busca

reconocer el trabajo de obras ya elaboradas.

Einsestein afirmaba que es costoso para un país hacer cine, pero que

es m á s costoso no hacerlo. C o n todo, tan importante c o m o los recursos

es el respeto al acto creativo: la tolerancia. El gobernante debe resistir a la

tentación de aplicar cualquier tipo de censura, aún a sabiendas de que se

están cuestionando los principios fundamentales de la sociedad.

E n resumen:

• E n no pocos países de América Latina se adopta la posición ecléctica.

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

• El campo de la creación es intangible: es difícilmente cuantificable

pues indicadores cuantitativos c o m o el número de espectadores o de

visitantes no están ligados necesariamente a conceptos c o m o el

impacto o la trascendencia.

• E n países c o m o Estados Unidos, el fomento a la creación por medio

de becas o premios es realizado por las fundaciones privadas. E n

países en donde la actividad de estas fundaciones es aún precaria, el

Estado debe asumir ese papel.

• El otorgamiento de estímulos ñscales a los empresarios relacionados

con el fomento cultural es decisión siempre mirada con temor por los

ministerios de hacienda, debido más a la posibilidad de que se

convierta en una vía de escape fiscal, que a los ingresos que se dejen

de percibir por tales beneficios. Por otro lado, en la mentalidad de

algunos empresarios todavía existe el concepto de que "debemos lle­

var cultura al pueblo". Por consiguiente, su aporte es considerado en

el renglón de beneficencia o en el rubro de relaciones públicas. Pocos

lo incluyen dentro del balance social de la empresa. Y el Estado, por

su parte, en vez de crear alicientes, desanima al empresario. Por ejem­

plo, en algunos países, un espectáculo cultural está gravado con el

52% de impuestos; un concierto aporta el 15% de su recaudación al

deporte, en tanto que un partido de fútbol está exento del I V A , lo cual

aleja a ese país de cualquier circuito artístico.

Los intermediarios culturales

El diálogo entre el creador y el receptor de la cultura requiere de inter­

mediarios que permitan el encuentro y socialicen el hecho creativo. Estos

intermediarios son las entidades y las industrias culturales. El editor per-

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

mite el diálogo entre el escritor, el pintor o el escultor con el lector o el

observador. El teatro es el lugar de encuentro entre el espectador, el actor,

el dramaturgo o el compositor.

La diferencia entre la entidad y la industria reside en que la primera

presta un servicio sin que su objeto final sea generar utilidades; la indus­

tria cultural, por el contrario, busca la rentabilidad del capital mediante la

producción y comercialización de bienes culturales. Generalmente las

políticas culturales en América Latina se han concentrado en las enti­

dades y no en las industrias.

Se debe hacer un gran esfuerzo en la capacitación de recursos h u m a ­

nos para la gestión cultural. Los conceptos modernos de eficiencia, cali­

dad y rentabilidad no tienen por qué ser ajenos a las entidades culturales,

sobre todo en este m o m e n t o en que América Latina busca la manera de

consolidar su cultura, corrigiendo los yerros de un sistema educativo que

le ha dejado una mezcla de mansedumbre y violencia porque se ha dete­

nido más en la confrontación que en el concierto.

La socialización del hecho creativo se logra principalmente por medio

de las industrias culturales. El concepto incluye a los editores de libros y

fonogramas, a la producción de cine y vídeo, a la reproducción de obras

gráficas. El Estado, por medio de leyes de fomento, debe crear las condi­

ciones para que estas industrias se desarrollen. E n Colombia, una reciente

Ley del Libro es el mejor ejemplo de c ó m o una norma permite el desa­

rrollo de un sector, lo que podría complementarse con institutos del libro,

a ejemplo del Uruguay, Brasil y Chile. E n otros países, la industria cine­

matográfica ha logrado sobresalir gracias a las normas que estimulan la

producción.

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

La financiación de la cultura

y las regiones

U n o de los vicios que ha traído el centralismo en América Latina es el de

los auxilios: son dádivas que el Estado central lanza a las instituciones al

borde del naufragio. El centralismo genera también la pasividad de las

regiones, las cuales pierden iniciativa por esperar la llegada del auxilio: es

el paternalismo por pasiva. A d e m á s , el concepto de nación, impuesto

desde el centro, establece que desde ese centro se dicta el d o g m a de lo

culto, con mengua, por tanto, de las manifestaciones locales dignas de ser

apoyadas por el Estado. Los funcionarios en "comisión" supervisan el

manejo de los auxilios, lo que hace que "auxilio" y "comisión" sean las

características del modelo.

E n Colombia, desde hace una década se trata de romper el modelo

centralista por medio del mecanismo de las juntas regionales de cultura

que buscan crear autonomía en las decisiones culturales, racionalizar los

recursos, promover los contenidos regionales de cultura y generar inter­

locutores entre entidades estatales y de la región.

El modelo mostró sus bondades pero también su punto débil: la

carencia de recursos. Mientras se creaba la autonomía administrativa, se

seguía centralizando el manejo fiscal.

Para subsanar el conflicto, en la actualidad se implementa el siguiente

esquema: con los recursos que para educación y cultura otorga la ley de

transferencias, se busca que el ente local asuma el sostenimiento de las enti­

dades culturales locales. Para el financiamiento de proyectos culturales se

han diseñado los Fondos Mixtos de Cultura, o sea que se pretende que con

los recursos generados por los Fondos se financien los proyectos contem-

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

piados en el Plan Regional de Cultura. Tales recursos provienen de la

nación, el departamento y el sector privado. Este último se ha mostrado

escéptico, pues considera insuficiente el beneficio tributario porque no ve

beneficios sociales inmediatos y, en fin, porque desconfía del manejo de

los Fondos, en los cuales la junta directiva es de mayoría gubernamental.

Dejo estas reflexiones culturales para el siglo XXI en la idea de que sir­

van al pensamiento iberoamericano en la búsqueda de la Comunidad Ibe­

roamericana de Naciones.

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Papel del m e r c a d o :

el reto

de la e f ic iencia

César V e r d u g a

E n la actual economía globalizada, el cambio tecnológico constante es la

base de sustentación de la productividad y la calidad es la garantía de la

capacidad competitiva. Las condiciones para una exitosa inserción de

América Latina y el Caribe en el mercado mundial son más complejas que

en otras épocas. El reto de la eficiencia es mayor y es múltiple. Supone

transformaciones en la conducción macroeconómica, el desarrollo de una

nueva cultura microeconómica y un entorno social e institucional dis­

tinto, con mayor equidad y estabilidad. Cumplir esas condiciones implica

modernizar el Estado, la empresa y el sistema político; reducir la pobreza

y mejorar la calidad de los sistemas educativos, de capacitación y de

innovación científico-técnica mediante la asociación estrecha entre los

entes públicos y privados. Bajo el c o m ú n denominador de la calidad, en

el mercado mundial de bienes y servicios compiten niveles nutricionales

y educacionales, diversos tipos de relaciones obrero-patronales, sistemas

de innovación y adaptación tecnológica, culturas cívicas e instituciones.

Por ello, nunca c o m o hoy en la región, la eficiencia y la eficacia econó-

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

micas han dependido tanto de la sabiduría en la conducción estatal, ni la

modernización de la empresa ha sido un tema tan importante en la agenda

política.

La empresa, microcosmos de la modernidad

La transformación de la empresa latinoamericana y caribeña tiene que

ocurrir en un nuevo marco competitivo. E n primer lugar, está la re­

estructuración del contexto macroeconómico que enmarca las condiciones

de concurrencia de las empresas en el continente. La apertura externa, la

privatización de empresas públicas, la desregulación y la disminución de

subsidios directos son procesos que avanzan en todos los países. La aper­

tura es un camino de doble vía. Por una parte, las empresas tienen menos

protecciones y subsidios, pero, por otra, acceden a nuevas oportunidades

de expansión, a mayores espacios de movilidad del capital y a mejores

posibilidades de uso flexible de la fuerza de trabajo. Otro aspecto del

problema es que el movimiento de capitales, las inversiones extranjeras y

el comercio exterior han crecido m u c h o más rápidamente que el pro­

ducto, c o m o resultado de la globalización. E n la actualidad, cada vez más

sectores se enfrentan a la competencia extranjera, los servicios tienden a

ser más transables y se involucran directa e indirectamente en el comer­

cio internacional. Asimismo, surgen nuevas redes empresariales de pro­

ducción y comercialización en el continente. Otra tendencia está marcada

por la volatilidad, celeridad y turbulencia en los procesos de reestructu­

ración y reorganización de la actividad económica actualmente en marcha.

Esto implica la combinación de dos fenómenos simultáneos. Algunas

ramas y regiones pierden competitividad y participación en los mercados.

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L A I N T E G R A C I Ó N E N ' A M É R I C A L A T I N A

Otras, en cambio, se expanden, generalmente vinculadas a exportaciones,

lo que da origen a nuevas empresas y cadenas productivas. Otro elemento

destacable es el impacto de los cambios tecnológicos en lo relativo a méto­

dos de producción y de gerencia. Está en marcha un proceso de transfor­

mación de la empresa en la región. N o obstante, no se ve con claridad que

ese curso de acción logre eficiencia al ritmo que se requiere, ni que surjan

empresas que efectivamente superan modelos tayloristas y autoritarios de

gestión. H a y evidencias de que la modernización de la empresa latinoa­

mericana y su transformación en una estructura flexible se construye cada

vez más sobre formas nuevas de precarización del empleo y el trabajo.

Las tendencias parecen apuntar hacia el desarrollo de un reducido

número de empresas que innovan en tecnologías "duras" y en tecnologías

"blandas", coexistiendo con otras que innovan en tecnologías "duras" y

mantienen viejos métodos de gestión empresarial, y por último, existe una

masa de empresas que no introducen innovaciones. E n su conjunto, la

empresa se está renovando tecnológicamente, pero no socialmente.

Si bien es cierto que los cambios macroeconómicos en curso han

contribuido a desatar el espíritu empresarial en la región, todavía no apa­

recen reglas de juego adicionales que fomenten relaciones más simétricas

entre empresarios y trabajadores o que favorezcan esquemas más coope­

rativos entre empresas.

N o existen determinismos estructurales para explicar este proceso de

modernización inacabado. L o que está ausente es la entrada en escena de

nuevos actores e instituciones públicas y sociales que abran paso a una

época favorable al surgimiento de un nuevo modelo de empresa compa­

tible con los requerimientos de la competitividad internacional y con las

tendencias de democratización que se consolidan en el continente. Sub-

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

sisten factores negativos en el entorno en que se mueven las empresas. Las

limitaciones tienen fundamentalmente que ver con las características de

algunos mercados y servicios claves para las empresas productivas: inci­

piente desarrollo de los mercados nacionales de capitales, insuficiente cali­

ficación de los trabajadores y cuadros técnicos intermedios, información

escasa y dispersa sobre las opciones tecnológicas disponibles, desarrollo

limitado de los servicios al productor. F o r m a n parte también de ese

entorno desfavorable la mala calidad de algunos servicios, c o m o la energía

eléctrica y las comunicaciones.

U n ambiente económico y político estable es indispensable para avan­

zar en la modernización de la empresa latinoamericana y caribeña, pero

no es suficiente. Se requiere una estrategia concreta, y deliberada, para

impulsar el cambio tecnológico y la competitividad, que no se agote en la

promoción de la investigación científica y el desarrollo de las tecnologías,

sino que preste atención también al fortalecimiento de la capacidad de las

empresas para incorporar la innovación. Se trata pues, de generar una

nueva cultura microeconómica, asentada en la introducción de innova­

ciones en las tecnologías de producción y en las tecnologías de gerencia,

y en una nueva relación obrero-patronal, que haga de la competitividad,

la calidad y la productividad objetivos compartidos por el colectivo de la

empresa. U n tema insoslayable respecto del entorno social y político para

la modernización de la empresa y su funcionamiento c o m o "microcosmos

de la modernidad" es el del límite de la eficiencia en relación con el empleo.

N o puede construirse una empresa moderna y competitiva que apueste

exclusivamente en la precarización y disminución del empleo. Esto es

socialmente inaceptable, políticamente peligroso y, en el largo plazo,

económicamente adverso. Desde luego que el asunto de armonizar tec-

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

nología y empleo escapa a las posibilidades de determinación en el ámbito

exclusivo de la región. Es parte de los problemas de la actual moderniza­

ción tecnológica y debe ser enfocado a nivel internacional.

Nueva cultura de trab a j o y gestión

La nueva conducta empresarial que requiere la modernidad debe ser c o m ­

plementada por una nueva conducta por parte del trabajador y su orga­

nización sindical. La modernidad requiere trabajadores polivalentes y

flexibles, comprometidos con las metas de la empresa, unidos a la geren­

cia en espíritu de cooperación para llevar adelante las metas de producti­

vidad y competitividad. El tema principal al respecto es la transformación

de las relaciones obrero-patronales, sobre la base de una atmósfera de

confianza entre ambos sectores. Esto requiere desarrollar un proceso de

capacitación que ni es sencillo ni de corta duración. Sólo nuevas formas

de capacitación conformarán la nueva cultura microeconómica, enten­

dida c o m o un conjunto renovado de actitudes, valores y normas que c o m ­

parte el colectivo de personas que conforman una empresa.

Los cambios tecnológicos que están revolucionando la empresa en el

m u n d o se caracterizan por algunas tendencias que se enumeran a conti­

nuación: crecimiento de la tasa de innovación en productos y procesos que

incrementan la rapidez de aparición de nuevos modelos y tipos de pro­

ductos; aplicación cada vez más genérica de nuevas tecnologías, especial­

mente las denominadas tecnologías de información y comunicación, pero

también de biotecnologías, automatización industrial y otras; calidad y

velocidad de entrega c o m o factores claves de competitividad, reducción

de los costos de producción c o m o porcentaje total de costos para desa­

rrollar y entregar productos, lo que guarda relación con el incremento de

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

la importancia de los servicios en las cadenas productivas; reducción y

substitución de insumos; cambios en los paradigmas organizativos de

producción y de incremento de productividad, destacándose la externa-

lización de ciertos procesos; aumento cada vez más relevante de los temas

ambientales para la producción.

Todos estos cambios representan grandes oportunidades para las

empresas del continente, pero también importantes desafíos. Original­

mente, el desarrollo de muchas empresas latinoamericanas se basó en el

aumento del uso de la capacidad instalada, en modernizaciones parciales

de la base técnica y en la introducción m u y limitada de nuevos métodos

de gestión productiva. H o y las empresas tienen que competir basándose

en nuevas habilidades de empresarios y trabajadores, pasando desde una

fase de crecimiento extensivo a otra de tipo intensivo, fundada en aumen­

tos de productividad y calidad. El principal desafío consiste en realizar un

gran esfuerzo de absorción y creación de tecnologías de punta, compatible

con la dotación de factores, para incorporar la mejor práctica mundial,

superando métodos atrasados de gestión de la producción y organización

del trabajo.

Al respecto, es importante señalar que las empresas pequeñas y

medianas no deben verse desconectadas de relación con las grandes empre­

sas. D e hecho gran parte de las posibilidades de aumento de la producti­

vidad en este segundo segmento depende fundamentalmente de una arti­

culación más simétrica y cooperativa con las grandes empresas, sean éstas

industriales o no. El Estado debe fomentar el desarrollo de redes y cade­

nas productivas e integrar masivamente a las pequeñas y medianas empre­

sas a estas nuevas formas del tejido industrial. Es imprescindible mejorar

el entorno para la innovación empresarial, impulsando el desarrollo de

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

mercados mejorados en varios aspectos: mercados en el área de fondos de

garantía y seguros para créditos de inversión; mercados de servicios tec­

nológicos; mejor oferta de capacitación en el mercado laboral. También es

esencial terminar con la falta de transparencia en las transacciones entre

grandes contratistas y los pequeños y medianos subcontratistas y reducir

la vulnerabilidad a la competencia desleal externa, debido a la insuficien­

cia de los mecanismos reguladores de distorsiones. Son obstáculos que

dificultan seriamente el desarrollo de la competitividad industrial sis­

temática. Su remoción debe formar parte de las prioridades políticas de la

región.

Compartir responsabilidades

El desarrollo desigual en la modernidad es un hecho. Habrá ramas y

regiones en el continente que avanzarán, en tanto que otras no podrán

enfrentar el reto de la inserción eficaz. El desafío de una política de c o m ­

petitividad moderna debe concebir instrumentos que disminuyan los efec­

tos económicamente destructivos y socialmente no deseables. Se trata de

lograr readecuaciones que conserven el núcleo básico empresarial y labo­

ral, permitiendo la modernización y desarrollo de la competitividad de las

empresas afectadas.

Las empresas en la región son en general contaminantes. La ciuda­

danía tiene una preocupación creciente por el cumplimiento de las normas

ambientales. Igualmente, las exigencias provenientes de los países desa­

rrollados son cada vez mayores en este aspecto. T o d o ello implica un

nuevo reto y una gran oportunidad para elevar la calidad de los produc­

tos y procesos industriales. La expansión y modernización productiva

debe avanzar por la senda de la reducción al mínimo de los residuos.

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

El modelo de empresa moderna debe ser privado; que funde su ges­

tión en la calidad, no sólo de producción, sino también en las condiciones

del trabajo; que fomente la participación de sus empleados, la calificación

y el reciclaje permanente de sus trabajadores y que cumpla con las legis­

laciones laborales y tributarias. Esta nueva empresa supone u n nuevo

trato laboral, u n nuevo compromiso entre el capital y el trabajo, basado

en el reparto equitativo de los aumentos de productividad y en la partici­

pación conjunta de empresarios y trabajadores para el mejoramiento de

la empresa. La competitividad tiene pocas perspectivas de avanzar en

empresas verticales, con gerencias autocráticas, con una organización que

fragmenta el trabajo, que separa la concepción de la ejecución, que desa­

lienta la participación, que se preocupa de la productividad sin conside­

rar la calidad, que basa su flexibilidad en la precarización del empleo, y que

no invierte en innovaciones de forma permanente.

La industria de fin de siglo debe ser flexible, para adaptarse a las c a m ­

biantes condiciones de la competitividad. La empresa, en economías abier­

tas c o m o la de América Latina y el Caribe, estará sometida a constantes

procesos de reconversión que afectarán, según las circunstancias, las dis­

tintas ramas del sector con costos sociales y económicos. Esta realidad ha

creado el riesgo de suponer una falsa antinomia entre los enfoques "popu­

listas", con proteccionismo y subsidios indiscriminados y los enfoques

"neoliberales". Los países del continente no pueden verse entrampados en

este conflicto estéril. La industria que se rezaga en su competitividad debe

ser inducida y apoyada en su readecuación productiva, no para protegerla

de la competencia, sino para ayudarle a volverse plenamente competitiva.

Esto implica que los procesos de reconversión sean encarados en forma

programada, recurriendo a la concertación de los sectores público, privado

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

y laboral. La dimensión espacial no puede estar ausente de la moderniza­

ción empresarial. El Estado debe fomentar la generación de igualdad de

oportunidades para el fomento productivo y descentralizado, lo que

requerirá el pleno uso del potencial existente en regiones y localidades. Al

respecto, cobra especial importancia el desarrollo de políticas industriales

regionales orientadas al establecimiento de cadenas productivas en los

sectores más significativos y con ventajas comparativas de la región, y tam­

bién a la conformación de conglomerados de empresas, a fin de fomentar

la especialización y la complementariedad.

L a transformación de la empresa es parte del circuito virtuoso de la

modernidad en la región. Sus protagonistas principales son los empresa­

rios y los trabajadores, pero la indispensable participación del Estado en

el proceso la convierte en otra asignatura pendiente también para las clases

políticas.

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S e c c i ó n II

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Pape l del c o n o c i m i e n t o

en los p r o c e s o s

de in tegrac ión

Eduardo Po rt ella

Para que el conocimiento consiga corresponder a su papel clave en los pro­

cesos de integración es necesario que, lejos de toda tentación personalista,

sepa llevar adelante la aventura interactiva. M á s que todo, se le pide que

sea capaz de abrirse a la vida del m u n d o y sepa demostrar su carácter

público.

El conocimiento insular es, por vocación y provocación, altamente

excluyente. N o tarda m u c h o en transformarse en argumento de autoridad.

Del especialista hiperespecializado al experto domesticado, el paso es

corto. El segundo es la degradación del primero, pero ambos pertenecen

a un mismo movimiento pendular. Los dos se encuentran al servicio del

poder, en su opción monodisciplinaria. Abrir el conocimiento, por lo

tanto, y dejarlo en contacto con el Estado, la economía, la sociedad, pero

también con el conjunto de intercambios simbólicos que vive en nosotros,

constituye la tarea simultánea de la reconstrucción que aspiramos. Es el

lugar donde incluso la divergencia alcanza a ser divergencia complemen­

taria, y el vigor moral está permeado de alteridad. Ya se ve que se trata de

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

una trayectoria plural, que moviliza un conocimiento disciplinado, sin ser

forzosamente disciplinario.

La separación del conocimiento en parcelas solitarias no se sostiene

nunca, aunque siga siendo defendida con ardor por los expertos del día,

en nombre de una estrecha política de resultados, o de las señas fluc­

tuantes del mercado de trabajo. Esta ambición declaradamente práctica fue

traducida, frecuentemente, c o m o recursos humanos. Pero lo grave es que

el ansia de objetividad de la racionalidad instrumental acaba por reducir

los recursos humanos a recursos profesionales, sin percibir que los pri­

meros incluyen a los segundos, y los sobrepasan. Esa espiral reduccionista

sigue siendo un factor de perturbación del programa teórico-práctico del

conocimiento.

Mientras la técnica se mantenga c o m o instancia legitimadora privile­

giada, en detrimento de la verdadera motivación societaria, y la ciencia

evite el pensamiento, con las consecuencias previsibles y visibles, no sal­

dremos jamás de este círculo vicioso.

N i la invención voluntarista de la conciencia, potenciada por el "uni­

versalismo abstracto", ni la producción laboral condicionada arbitraria­

mente; ni el puro descubrimiento de las esencias, ni la gestión invertebrada

de las jornadas de trabajo: el equilibrio entre la ciencia y el m u n d o vital,

entre la libertad y el sistema de fabricación de bienes y servicios puede

conducirnos al conocimiento ciudadano.

Los aportes cuantitativos no se muestran convenientemente interac­

tivos y, en este caso, hay que promover una compensación intersubjetiva.

El conocimiento ciudadano, necesariamente compartido, más que nunca

entre el cosmopolitismo y la hospitalidad, la ciudad y el individuo, lo

endógeno y lo exógeno, contiene una fuerza integradora que no debe ser

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

ignorada. Tenemos , esto sí, que elaborar indicadores cualitativos capaces

de superar las atrofias del Estado nacional clásico, pero sin desnacionali­

zar, y pensar m á s allá de los límites cerradamente metaf ísicos, pero sin caer

en las facilidades de la irracionalidad. Esto significa, de igual m o d o , saber

distinguir los intereses generales de las necesidades particulares.

Todo indica que Iberoamérica debería empezar su esfuerzo integrador por

la cultura, en contraste con los proyectos asociativos más conocidos hoy,

donde se puede observar, en el conjunto de las relaciones en curso, un défi­

cit cultural verdaderamente preocupante. Esta propuesta encuentra una

resistencia m u y fuerte en la disociación intelectual de los gobernantes, en

general asesorados por expertos unidireccionales, funcionarios del saber

tan solo funcional.

D e todas maneras, es válido insistir en que solamente la cultura dis­

pone de amplias virtualidades para crear situaciones legítimas de convi­

vencia, espacios de cohabitación, compromisos de paz. Quizás por esto se

habla, cada vez más , de cultura de la paz. E n realidad, no deberíamos

hablar de cultura de la paz. Porque la cultura o es de la paz o no lo es. Pero

si miramos la historia de siempre, o la historia m á s reciente, no será difí­

cil constatar que no ha sido y no es así. M e n o s aún con la progresiva

desintegración de la moralidad.

M e gusta suponer que integración y cultura son sinónimos. C o m o m e

gusta pensar lo m i s m o de lo cultural y lo intercultural. La cultura sin la

relación, que es su dinámico trazo de identidad, corre el riesgo de morir

temprano de tedio o de claustrofobia. Prácticas, acciones interculturales,

c o m o la "Colección Archivos" de nuestras literaturas, reuniones c o m o

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

"Amerindia" o "Memorial para el Tercer Milenio", realizadas por la

U N E S C O , iniciativas c o m o "Periolibros", merecen ser estimuladas. C o n

esto será posible levantar las bajas tasas de solidaridad que la retórica

humanitaria intenta esconder. Porque, si observamos un poco atenta­

mente, vamos a llegar a la conclusión de que el énfasis del discurso h u m a ­

nitario es directamente proporcional a la debilitación del quehacer

humano . C o n la experiencia reducida a lo que ocurre, la figura del hombre

pierde su antiguo vigor. Porque lo trivial es la versión puntual, el prêt-à-

porter, de lo que fuera la experiencia.

Iberoamérica, más que un límite recluso, o una cartografía inerte, es un

horizonte. Operando en velocidades distintas, de un lado la gran concen­

tración de renta y del otro poblaciones enteras marginadas por el sistema

económico, su avance externo dependerá de su cohesión interna. L o que

no quiere decir, de manera alguna, la producción de un ibero-centrismo,

o iberoamericano-centrismo, parodia invertida del eurocentrismo. La

reacción diferencialista, y sus desvíos extremistas, paralizaron, sin saber

y sin querer, los gestos diversificados y la acción fructífera de la movili­

dad identitaria. Y lo que ahora se nos presenta c o m o posible indicación

de camino es el "paraíso artificial", o nada más que ilusorio de la m u n -

dialización de sentido único. L a misma que alimenta, por detrás de la

vieja retórica universalista, o da la nueva ideología de la sociedad planeta­

ria, la exclusión científica y tecnológica y el bloqueo cultural, sin tener en

cuenta, deliberadamente, las enormes desigualdades que nos separan.

El proyecto iberoamericano, entre crítico y autocrítico, pasa por la

construcción de contenidos renovados, combinando, todo el tiempo, radi-

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

calidad —seres y cosas desde las raíces— y convivialidad —los unos y los

otros, solidariamente. Es una tarea para el conocimiento libre, especial­

mente compleja, en una época que hizo de la velocidad su propio

emblema. A nosotros ya no nos será permitido parar para pensar. Tene­

m o s que pensar andando. Estamos con los plazos comprometidos. Pre­

servar y desprovincianizar, releer la tradición y reprogramar la moderni­

dad, a la vez, son desafíos en régimen de urgencia. Sin embargo, la

consolidación de un arsenal argumentativo razonable no se hizo acom­

pañar de los avances normativos correspondientes.

Todo esto tiene m u c h o que ver con la diferencia, desde luego sustancial,

aunque no siempre opcional, entre integración e integrismo. La integra­

ción configura un m u n d o de coexistencia activa y generosa. Mientras el

integrismo no pasa de un conjunto de impulsos turbulentos y desintegra­

dores. L o primero encarna el verdadero espíritu del m u n d o . L o segundo

refleja las pulsiones de la secta. El sectarismo, antes de ser una insensatez

política, es una insuficiencia intelectual. Sólo es posible integrar, prote­

giendo la diversidad. Es uno de los trazos distintivos entre integración e

integrismo.

La verdad, infelizmente, es que los programas de integración, con vis­

tas a una sociedad emancipada, permanecen enredados entre las ambiciones

planetarias y las urgencias locales, sin que consiga disminuir, convenien­

temente, las desigualdades nacionales y transnacionales. Y lo amenazador

es que la ruina de la integración implica el triunfo del integrismo.

La integración es una empresa rigurosamente transitiva, y enlaza con

la idea de proceso. Todo lo contrario de una cosa hecha, redonda, acabada,

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

ella es el hacer haciéndose, la construcción muh'tudinaria, impulsada por

valores morales y culturales, y por intereses políticos y económicos. Sus

intenciones y sus motivaciones más ostensibles rechazan, decididamente,

el uso privado del conocimiento, buscando fortalecer la vitalidad social de

la acción. Por eso hay que estar atento para detectar oportunamente las

modalidades, sobre todo disimuladas, de manipulación del conocimiento;

atento para matizar el conocimiento c o m o teoría participativa del indivi­

duo social, inmunizado frente a las legitimaciones engañosas.

La vieja segregación entre ricos y pobres no solamente aumentó, sino

que adquirió nuevas formas no menos disfrazadas. La gente rural y el des­

bordamiento urbano, las minorías de todos los tipos, todos los colores y

todas las creencias multiplican el interminable cortejo de la disidencia. Para

ellos es imposible separar conocimiento y dominación, o subestimar la

voluntad de potencia de la técnica.

Si es verdad, c o m o supongo, que debemos recomenzar por la cultura,

también es cierto que tenemos que volver a pensar más allá de la herencia

conciencialista, autocentrada y autojustificada. U n o de los objetivos prin­

cipales consistiría en emancipar la identidad del vicio genético, o de la

trampa ancestral del absoluto identitario. Cuando los bloqueos ideológi­

cos, de fondo materialista o religioso, empiezan a ceder, la lógica apro-

piativa que los ampara se viene abajo. Es necesario que la identidad se

emancipe, ahora más que nunca, de una serie de "istmos": fundamenta-

lismo, racismo, proteccionismo, egoísmo, en fin.

Hasta aquí, con un poco de buena fe y m u c h o de ingenuidad —esa

vieja y siempre constante alianza—, hemos preferido imaginar que, cono-

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

ciendo la identidad, estábamos naturalmente emancipados. El saber era

apropiativo. Jamás nos detuvimos para mirar o evaluar el peligro que se

ocultaba detrás de los muros de la identidad. H o y , con el pasar de los tiem­

pos, ya podemos percibir que es necesario algo más: es necesario que la

identidad se encuentre movilizada, a cada minuto, por un movimiento

emancipatorio, arriesgado y complejo, que se desarrolla sobre este hilo de

alta tensión donde se encuentran y se desencuentran interioridad y exte­

rioridad.

El problema de la identidad suele ser pensado en función de una

divisa, un límite sedentario, una circunscripción. Muchas veces, olvidando

la simultaneidad del tiempo, en virtud de la cual una cultura sin memoria

es un quehacer sin futuro, del mismo m o d o en que una memoria inerte, o

paralizada, no pasa de ser una reliquia inútil.

Cuando ese conjunto de representaciones vitales, individuales y

colectivas, se transforma en proyectos libres, la identidad supera sus incli­

naciones exclusivistas, e inevitablemente excluyentes, y se abre solícita­

mente para la convivencia. E n esta hora, la cultura se enraiza democráti­

camente y la democracia se desarrolla culturalmente. La emancipación de

la identidad, animada por la labor del conocimiento legítimo, alimentará

incesantemente los procesos de integración.

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El i m p e r a t i v o

de la in tegrac ión científica

y t ecno lóg ica

Jorge E. Allende

H a y un proverbio chino que dice "Si no cambias de dirección, vas a lle­

gar hacia donde te diriges".

La angustia surge cuando se observa que América Latina no se dirige

hacia ninguna parte en el área de la ciencia y la tecnología y que sólo acu­

mulamos oportunidades perdidas. La falta de avance en un campo, en que

muchos corren, constituye un retroceso.

N o voy a insistir en datos cuantitativos ya conocidos; basta mirar las

estadísticas del Informe mundial sobre la ciencia, publicado por la

U N E S C O , sobre la inversión global en investigación y desarrollo y sobre

el número de científicos e ingenieros por millón de habitantes. América

Latina está diez veces por debajo de los países desarrollados.

La ciencia es el factor más dinámico de la cultura moderna. Actual­

mente el ritmo del avance científico va in crescendo y se puede afirmar que

en el próximo siglo seguirá aumentando notoriamente. Esto se explica por

el hecho de que el conocimiento crece con una cinética autocatalítica

—entre m á s conocimientos se adquieren más fácil se ganan nuevos cono-

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

cimientos. Otro elemento fundamental que incrementa y estimula el

desarrollo científico es la celeridad y avidez con que el sector productivo

busca y encuentra aplicaciones para convertir el nuevo conocimiento

científico en innovaciones de productos y procesos. El conocimiento

científico produce desarrollo económico, social y cultural.

U n hecho que se deriva de lo anterior, es que el conocimiento cientí­

fico y tecnológico es un factor clave de competitividad y, al m i s m o ritmo

que este factor crece, hace disminuir la importancia de otros factores y de

las llamadas ventajas comparativas. Nuestro continente está lleno de

esqueletos de lo que fueron las grandes ventajas comparativas de nuestros

países y que desaparecieron debido a los avances científicos —el salitre en

Chile, el caucho en el Amazonas , la industria azucarera en todos los países

tropicales, etc. Actualmente vemos c ó m o la fibra óptica reemplaza a los

alambres de cobre y c ó m o la acuicultura reemplaza a la pesquería.

América Latina no ha aprendido estas lecciones y todavía no toma la

decisión política de dar un impulso serio, pensado e integrado al desarrollo

científico y tecnológico. Nuestros políticos, reflejando el sentir de nues­

tras sociedades, consideran a la ciencia y a la tecnología c o m o un lujo que

nuestros países no se pueden permitir mientras se enfrentan problemas

más inmediatos tales c o m o la salud, la desnutrición y la falta de viviendas.

Esta visión sufre de una gravísima miopía, pues la ciencia y la tecnología

pueden precisamente ayudar a resolver estos dramáticos problemas y a

abrir mejores perspectivas de futuro.

Podríamos decir que, en la mayoría de los países, no se da apoyo a la

ciencia y la tecnología, sino que apenas se las tolera. U n a clara evidencia

de esta baja prioridad de la actividad científico-tecnológica, principal

generadora de conocimientos, es el hecho de que nuestro continente le

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

dedica alrededor de 0,5% del producto geográfico bruto (fluctúa entre el

0,3 y el 0,7%). Esta cantidad es proporcionalmente 5 veces menor de lo

que invierten los países asiáticos de reciente desarrollo. Evidentemente,

con este tipo de inversión no podemos competir y m u c h o menos ganar la

indispensable carrera del desarrollo.

Muchos indicadores nos muestran la falta de esfuerzo que, c o m o

región, ponemos en ciencia y tecnología: diez veces menos investigadores

en ciencia y tecnología por millón de habitantes que los países desarro­

llados; América Latina, con cerca del 10% de la población mundial,

publica alrededor del 1% de los trabajos científicos en revistas de circu­

lación internacional y genera un porcentaje ínfimo de las patentes.

Otra muestra de esta despreocupación por la ciencia y la tecnología

está en la inmensa y dolorosa pérdida de muchos de nuestros mejores

investigadores que han emigrado a los países industrializados en los que

se aprecia y valora su trabajo.

U n estudio realizado recientemente en la Academia Chilena de Cien­

cias nos dice que entre un 40 y un 60% de los investigadores chilenos acti­

vos viven y trabajan fuera del país. Cualquier esfuerzo serio para desa­

rrollar la ciencia y la tecnología debe partir de u n programa tendiente a

retener a nuestros mejores cerebros y aprovechar su creatividad y cono­

cimiento para beneficio de los países y de la región.

Otra gravísima deficiencia del sector científico-tecnológico de A m é ­

rica Latina está en el hecho de que la industria —el sector productivo que

genera gran parte de los recursos económicos— no invierte en investiga­

ción científica y tecnológica. E n Chile, y no debe ser diferente en otros

países de la región, el sector productivo sólo aporta el 10% de los exiguos

fondos que se gastan en ciencia y tecnología, el resto lo pone el Estado.

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

E n los países industriales el sector productivo aporta entre el 50 y el 60%

de estos gastos.

Otro ejemplo del bajísimo esfuerzo que realiza el sector productivo

en investigación y desarrollo es que de un total de 250 doctores en cien­

cia, que se han graduado en Chile, sólo 14 (menos del 6%) están actual­

mente trabajando en el sector productivo.

N o es necesario saber m u c h o de economía para darse cuenta que la

"globalización" significa más competencia y que, por lo tanto, la eficien­

cia y la innovación que son generadas por la investigación pasan a ser

requisitos esenciales para la viabilidad de las empresas en cualquier parte

del m u n d o .

Algunos de nuestros empresarios argumentan que no es necesaria la

investigación original, que sus industrias pueden adquirir los paquetes tec­

nológicos producidos en los países más avanzados ahorrando tiempo y

jugando una baza segura.

Es cierto que no podemos pretender ser autosuficientes en la genera­

ción de tecnologías y que vamos a tener que adquirir una fracción impor­

tante de estas tecnologías. Pero sobre este tema hay dos puntos importantes:

1. Para comprar bien un paquete tecnológico y adaptarlo a las condi­

ciones locales tiene que manejarse con profundidad el conocimiento

del contenido de dicho paquete (las premisas y las condiciones que

le dieron forma y los adelantos científicos que lo sustentan). N o se

puede comprar ciegamente, es necesario tener, por lo menos, la ase­

soría de científicos y tecnólogos que trabajen con el interés de la

empresa en mente.

2. Cuando un país es uno de los mayores productores del m u n d o en

algún rubro, no puede dedicarse sólo a importar tecnología. La tec-

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

nología que se vende está, por definición, obsoleta. Es necesario pagar

el precio del liderazgo, resignarse a ser rápidamente desplazado de ese

lugar expectante en el mercado internacional. El precio del liderazgo

tiene m u c h o que ver con la investigación y la generación de tecnología

propia.

Creo que vale la pena dar una breve mirada a lo que está ocurriendo en

ciencia y tecnología en el resto del m u n d o para poder comprender mejor

el problema. T o m a n d o a la biotecnología c o m o ejemplo, podemos ver que

los avances son cada vez m á s espectaculares y vertiginosos.

E n estanques de laboratorios están nadando peces transgénicos, modi­

ficados genéticamente para un alto crecimiento: especies c o m o el salmón

del Atlántico, la trucha, la carpa y la tilapia, que son excelentes fuentes de

alimento h u m a n o . Algunos de estos peces cultivados producen rendi­

mientos nunca antes alcanzados, resultando un kilo de pescado por sólo

un kilo y medio de comida (para las vacas se gastan 12 kilos de alimento/kilo

de carne). También están ya listas y estarán para salir al mercado antes del

año 2000, plantas transgénicas que son resistentes a insectos y a herbici­

das, plantas de tomates resistentes a virus y muchas otras especies y varie­

dades que tendrán grandes ventajas e inundarán el mercado.

Tenemos también plantas que producen anticuerpos humanos que

sirven para diagnosticar y combatir enfermedades y ovejas que secretan

en su leche un poderosísimo anticoagulante necesario para el tratamiento

de pacientes cardíacos.

Se están produciendo por ingeniería genética enzimas que hidrolizan

celulosa y lignina, lo que posibilita la conversión de residuos agrícolas en

alimentos. H a y bacterias que limpian las aguas de metales y deshechos

tóxicos.

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

E n el campo médico, la biotecnología ya ha tenido un importantísimo

impacto, generando hormonas: insulina —hormona de crecimiento—

interferon; vacunas mejores y más seguras —hepatitis B — la rabia. Todos

los latinoamericanos debemos felicitarnos por los grandes logros de

Manuel Elkin Patarroyo con la vacuna contra la malaria.

E n este último campo, sólo hemos visto la punta del iceberg, pues

c o m o ustedes saben, en este momento hay una febril actividad en un gran

proyecto mundial para descifrar la totalidad de la información genética

acumulada en el genoma humano. Este es un proyecto que está en plena

ejecución con fechas tentativas de término para el año 2005. Este proyecto

constituye, desde mi punto de vista, la más importante aventura científica

en la que se ha embarcado la humanidad en todos los tiempos y el que más

impacto tendrá. ¿Por qué? Porque nos permitirá dar un paso decisivo en

este mandato histórico de "conócete a tí mismo".

Conoceremos toda la información que genera a un hombre a partir

de un pequeño óvulo fecundado y conoceremos muchos de los c o m p o ­

nentes genéticos que afectan el funcionamiento del cuerpo h u m a n o , así

c o m o una parte que afecta nuestra capacidad de pensar y discernir.

Este conocimiento causará una revolución, no sólo en las ciencias

biológicas y médicas sino también en las ciencias sociales y humanas y en

la sociedad c o m o un todo. Ya existe gran preocupación por todos los pro­

blemas éticos que están surgiendo de las posibilidades de, no sólo cono­

cer la información genética, sino de las modificaciones que pueden reali­

zarse por medio de la llamada terapia génica.

Junto con el desciframiento del genoma humano , se están iniciando

proyectos para descifrar los genomas del trigo, del maíz, de las vacas y de

los pollos, especies todas de tremendo interés económico y social. C o n

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

esta información genética podremos calcular el rendimiento de una nueva

variedad o de un nuevo cruce sin tener que plantar la semilla. C o n esto

podríamos incrementar la producción agrícola, la pecuaria y la acuicultura.

H e dicho "podríamos", en condicional, porque para hacerlo ten­

dríamos que disponer de la tecnología y del conocimiento, y éstos no lle­

gan gratis.

Este diluvio de información genética y el poder que otorga al hombre

la posibilidad de manipular esta información, sólo la podrán aprovechar

los países que hayan tomado la decisión de darle importancia y prioridad

a la ciencia y a la tecnología y que tengan cuadros multidisciplinarios de

investigadores capaces de generar y adaptar conocimientos.

Los demás países, la mayoría del Tercer M u n d o , serán meros espec­

tadores que tendrán que pagar caro, a pesar de su pobreza, para adquirir

los deshechos y migajas tecnológicos que vayan quedando de este avance.

Esto será doblemente paradójico, pues son estos países los que tienen el

70 u 80% de la riqueza genética en su maravillosa y amenazada flora y

fauna, riqueza de donde las compañías de biotecnología sacarán la infor­

mación genética para lograr muchas de las transformaciones que se van a

generar.

Nuestra angustia, por lo tanto, surge de que los científicos vemos

claro el camino que debería seguir América Latina en este campo. C o n una

clara decisión política y una inversión adecuada que, ciertamente, no está

fuera de las actuales posibilidades económicas, podríamos aprovechar esta

explosiva revolución científica para mejorar m u c h o la situación de nues­

tros pueblos. V e m o s el camino claro, pero vemos también que, con hon­

rosas excepciones, nuestros países no toman ese camino y se juega con la

actividad científico-tecnológica, sin tomarla en serio.

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

Otro tema que nos angustia es el de las enormes ventajas y posibili­

dades de la integración científica. Las pequeñas comunidades científicas

latinoamericanas, en la mayoría de los casos, no tienen la masa crítica

suficiente para emprender los ambiciosos grandes proyectos que los pue­

blos necesitan. Tampoco existen los laboratorios, instrumentos e infrae­

structura suficientes para ser competitivos. Solamente, uniéndose, SI se

logrará alcanzar esa masa crítica para hacer grandes cosas. Esto es obvio

y ha sido repetidamente demostrado. La Comunidad Económica Euro­

pea, por ejemplo, ha dado un importantísimo énfasis al estímulo y finan-

ciamiento de la colaboración entre consorcios de laboratorios de diferentes

países. Los resultados han sido excelentes, otorgándole un importante

liderazgo, por ejemplo, en varias áreas de la biotecnología.

E n América Latina, los científicos hemos logrado también demostrar,

por medio de programas c o m o la Red Latinoamericana de Ciencias Bioló­

gicas, con el programa C Y T E D , con el Programa Latinoamericano de Bio­

tecnología de P N U D / U N E S C O y O N U D I , con el Centro Latinoame­

ricano de Física y con muchas otras iniciativas, que realmente la

integración funciona para potenciar esfuerzos en ciencia y tecnología.

La comunidad científica está convencida y ansiosa de la urgente nece­

sidad de la integración, pero faltan los recursos para hacerla realidad.

La R E L A B , por ejemplo, una red con 14 países miembros funciona

con 30.000 dólares al año que, con generosidad, otorgan la U N E S C O y

la I C S U . C o n esto, sorprendentemente, se hacen muchas cosas pero, sin

duda, son muchísimas más las que no se pueden hacer por falta de recur­

sos. Por ejemplo, los genetistas humanos de la región se han organizado

para generar un programa latinoamericano del genoma h u m a n o que se

dedique a estudiar la genética de las poblaciones autóctonas y las enfer-

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

medades genéticas prevalentes en las diferentes poblaciones. Se trata de un

programa que permitiría preparar a los jóvenes para esta revolución bioló­

gica. Este proyecto, sin embargo, se está estancando por falta de fondos.

También se ha planteado un programa de estudio de la biodiversidad

a nivel de la genética molecular, un proyecto que se dedicará a estudiar

genes de interés comercial presentes en la flora y la fauna. Existen tesoros

genéticos en la gran riqueza biológica de la región y para saber negociar,

tanto sobre su preservación c o m o sobre su explotación, es necesario cono­

cer profundamente su contenido, pero esta idea también duerme por falta

de fondos.

El programa regional de biotecnología (seis años de grandes logros

sobre la caña de azúcar y el maíz transgénico) y los sistemas de diagnós­

tico para enfermedades que aquejan a nuestros pueblos van a terminar. N o

hay fondos para continuarlos.

N o han faltado iniciativas oficiales c o m o el programa Bolívar y el

Mercado C o m ú n del Conocimiento, iniciativas ambas propiciadas por

presidentes latinoamericanos para actuar en el campo tecnológico y en el

campo científico respectivamente.

Desgraciadamente, estos proyectos han recibido aplausos pero no

han recibido fondos y la gran cantidad de programas que se podrían

apoyar y que traerían indudables beneficios se quedan en los papeles.

H a y múltiples ejemplos de actividades iniciadas por los científicos y

tecnólogos de la región, tales c o m o el Proyecto Regional de Biotecnología,

la Red Latinoamericana de Ciencias Biológicas ( R E L A B ) , el Programa

C Y T E D , el Centro Latinoamericano de Física ( C L A F ) y muchas otras que

con un poco de apoyo político y financiero podrían convertirse en impor­

tantes impulsos de la integración científica y tecnológica de la región.

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

Deseo referirme finalmente a tres ideas que considero importantes:

La primera es que deberíamos aprovechar mejor la exitosa experien­

cia de los científicos españoles que en los últimos veinticinco años han

dado un espectacular salto en su desarrollo científico y tecnológico. Nece­

sitamos que nos ayuden a hacer algo similar en nuestros países. Para esto

habría que aumentar y agilizar lo que ya existe. Por ejemplo, es lamentable

que el programa C Y T E D sólo incluya proyectos tecnológicos y no la cien­

cia básica. El Dr. Houssay, premio Nobel argentino y gran americanista,

decía que "para aplicar la ciencia, hay que tener ciencia" .

La segunda idea es que necesitamos un signo de que los jefes de

Estado nos escuchan y nos entienden. Necesitamos que se cree un fondo,

aunque sea modesto, u otro mecanismo que pueda ejecutar algunas de las

proposiciones expuestas.

Finalmente, sugiero que se recomiende a los presidentes latinoame­

ricanos que incluyan los temas de colaboración cultural y científica en la

agenda de la Cumbre Hemisférica que se reunirá en Miami en diciembre

de 1994. Las sociedades científicas norteamericanas junto con importantes

academias han propuesto la creación de una Fundación Panamericana

para la Ciencia; Miami sería una buena ocasión para concretar esa idea.

Es conveniente que no sólo intercambiemos productos y monedas,

sino que nos enriquezcamos mutuamente intercambiando ideas, conoci­

mientos, libros, canciones y pensadores.

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Pape l del c o n o c i m i e n t o

científico en el p r o c e s o

de in tegración

Manuel Elk in P a tarro y o

Vivimos en un m u n d o crecientemente globalizado y transnacionalizado,

donde los profundos cambios que se están presentando en el entorno

internacional están teniendo un impacto directo en las posibilidades de

nuestro desarrollo, y en el tipo de estrategia que debemos seguir. El alto

ritmo de cambio al que nos enfrentamos en los campos científico, tec­

nológico, geopolítico, comercial, etc., están llevando a una transformación

del m u n d o actual y de las relaciones sociales y económicas que lo carac­

terizan. La inserción de Iberoamérica en este contexto cambiante, así

c o m o nuestra capacidad de respuesta a los desafíos y posibilidades que de

estos cambios se derivan, tendrán un profundo impacto sobre el desarrollo

nacional y sobre el bienestar mismo de la población. Ya no se puede vivir

de espaldas a esta realidad. Existe una creciente literatura sobre el tema a

nivel mundial y regional que se puede aprovechar.

Pero tratemos de analizar y coloquemos a la ciencia y a la tecnología

dentro de los contextos en los cuales se mueven la economía y el desa­

rrollo.

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

Los economistas explican que, a fines de 1990, el producto interno

bruto por habitante de América Latina se había reducido en un 10% con

respecto a 1981, con un fuerte deterioro de las condiciones de vida de amplios

estratos de la población. La crisis planteada ha sido el resultado de tres fac­

tores principales: i) los choques externos y las modificaciones en los tér­

minos de intercambio; it) la crisis de la estructura de las economías inter­

nas, sobre todo la excesiva dependencia en ciertos productos básicos, que

ha contribuido a una debilidad fiscal y a la denominada inserción "pasiva"

de Latinoamérica en la economía internacional; y iii) los graves desaciertos

cometidos en la conducción de las políticas económicas domésticas, c o m o

señala Fuentes Jaramillo.

Existe entonces consenso en América Latina acerca de los principales

desafíos que deberá enfrentar el desarrollo económico y social de la región

durante los años noventa: volver a crecer y hacerlo con equidad; elevar los

niveles de ahorro interno y externo; reinsertarse en la economía mundial.

Dentro del esfuerzo de modernización para mejorar la competitivi-

dad latinoamericana en el concierto mundial, es fundamental preocuparse

por tener una base tecnológica que la respalde, rehuyendo la tendencia,

que con facilidad se impone, de presumir que la adecuación tecnológica

equivale a la simple adquisición de bienes de capital o de productos de la

tecnología extranjera. H o y más que nunca, América Latina tiene en cuenta

que la compra, transferencia, implantación, asimilación, desagregación y

creación de la tecnología requiere una base sólida de conocimientos, fun­

damentada en las disciplinas científicas sobre las cuales está construido el

saber tecnológico.

Si la modernización económica requiere de la tecnología, ésta a su vez

necesita del apoyo de una sólida base científica, de una capa social sufi-

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

cientemente fuerte en el manejo del conocimiento para poder apropiarse

rápidamente de las innovaciones científicas y recuperar la senda del cre­

cimiento y el desarrollo.

América Latina no es ajena a las profundas transformaciones que

están ocurriendo en el m u n d o tanto en el campo económico, c o m o en el

científico y tecnológico. Y así c o m o estamos haciendo ingentes esfuerzos

para transformar nuestra realidad económica y social para poder inser­

tarnos con equidad en las nuevas corrientes del comercio mundial, no

podemos dejar de participar en el nuevo mercado que se impone: el del

conocimiento, el del producto de la investigación. E n este nuevo mercado

internacional aparece, cada vez más, el saber, el conocimiento, c o m o el

recurso que define todas las ventajas en el nuevo ordenamiento de las

naciones. N o cabe duda que dada la manera en que se está conformando

el m u n d o , el principal recurso con que se contará en el futuro será el del

conocimiento. Las sociedades que lo posean tendrán todas las ventajas

comparativas y aquéllas que no lo tengan se rezagarán cada vez más en la

ardua competencia instaurada.

Para poder competir es necesario ser dueño del saber, es indispensable

que la ciencia se convierta en parte integrante de nuestro pensar y hacer,

de nuestra cultura.

La región ha ido perdiendo espacios internacionales atractivos para

el establecimiento de actividades productivas. Pero, en medio de las incer-

tidumbres generadas por la deuda externa y los ajustes estructurales, se ha

hecho evidente que, a medida que se avanza hacia la liberación de los

mercados regionales, se requieren también acciones concretas para pro­

mover políticas científicas y tecnológicas coherentes con los nuevos mar­

cos económicos que sustentan la industrialización y el desarrollo.

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

Es claro que el éxito ya no depende tanto de las ventajas fijas de

recursos naturales o costos bajos de la m a n o de obra, sino, más bien, de

la capacidad de crear, adoptar e introducir los cambios técnicos y cientí­

ficos necesarios.

Al repasar rápidamente la realidad latinoamericana se encuentra que

hasta ahora las actividades científicas y tecnológicas se caracterizan prin­

cipalmente por: i) una baja asignación de recursos por parte de la socie­

dad, lo que lleva a que su participación en el contexto mundial sea real­

mente marginal; ti) un financiamiento principalmente del Estado; iit) una

orientación hacia actividades de investigación básica y aplicada, que poco

involucran el proceso de innovación tecnológica y una falta de ambiente

favorable para que las empresas del sector productivo destinen recursos a

investigación y desarrollo.

Los gastos en actividades científicas y tecnológicas de los países de

la región representan un porcentaje pequeño con respecto al total m u n ­

dial. A comienzos de los años ochenta, los países desarrollados partici­

paban con el 72,7% de los gastos mundiales de investigación y desar­

rollo, mientras que los países en desarrollo únicamente lo hacían con un

3,1%.

También es m u y bajo el porcentaje del producto nacional bruto dedi­

cado a la ciencia y a la tecnología de los países de América Latina. C o m ­

parando con algunos países desarrollados (Estados Unidos, Japón, Israel,

Alemania, Holanda, Suecia y el Reino Unido) se encuentra que mientras

en estos países la participación de los gastos de investigación y desarrollo

c o m o porcentaje del producto nacional bruto fluctúa entre el 2,7% y el

2,3%, en la región este porcentaje se halla entre el 0,6% y el 0,1%. Las

anteriores cifras son más dramáticas si se considera el rezago que se está

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

configurando, debido al factor acumulativo que caracterizan las inver­

siones en infraestructura y la capacidad científica y tecnológica.

Adicionalmente, se pueden mencionar algunos indicadores que refle­

jan la marginación de la región del quehacer científico y tecnológico m u n ­

dial, producto de la baja inversión descrita. E n cuanto al número de cientí­

ficos e ingenieros cabe señalar que América Latina sólo cuenta con el 2 %

del total mundial. Nuestros investigadores originan apenas el 1% de los

trabajos científicos en las publicaciones indexadas y las citas a sus traba­

jos corresponden al 0,5%. Las patentes registradas en su gran mayoría per­

tenecen a empresas extranjeras, siendo m u y pocas las que corresponden a

invenciones e innovaciones endógenas.

Es un hecho que, ante los rápidos cambios de la economía mundial,

así c o m o de la ciencia y la tecnología, es cada vez más difícil lograr avances

significativos con los esfuerzos aislados de los países. Los nuevos desa­

rrollos del conocimiento y la tecnología exigen una masa crítica de inves­

tigadores (que la mayoría de los países sólo poseen en forma aislada),

mayores recursos para equipos e infraestructura y una capacidad de for­

mación de recursos humanos de alto nivel.

Por tanto, el desarrollo del capital h u m a n o debe entenderse c o m o una

inversión a largo plazo y, en el campo educativo, las posibilidades de éxito

en el nivel superior están profundamente correlacionadas con el desarrollo

en el nivel básico.

M á s aún, si el nuevo paradigma tecnológico ha transformado los

requisitos que debe cumplir la educación superior, también ha tenido

impacto sobre el tipo de educación básica que debe impartirse.

Partiendo de las consideraciones anteriores, América Latina tiene

que llevar a la ciencia a asumir su función en la sociedad. El papel de los

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

científicos es dominar el conocimiento, es conformar un núcleo capaz de

seguir el frenético ritmo moderno de la innovación científica. Para esto se

necesita un gran esfuerzo de investigación, un desarrollo continuo de la

capacidad de aprehender el conocimiento, una capacidad competitiva

adquirida y comprobada frente a la comunidad científica internacional.

Para poder aprehender el conocimiento requerido, para solucionar

los problemas específicos, para comprender rápidamente las bases teóri­

cas sobre las cuales descansan los nuevos instrumentos, para seguir de

cerca el desarrollo de las nuevas teorías, es imprescindible que haya gru­

pos de investigación trabajando sobre los problemas de "frontera", inter-

actuando de igual a igual con los investigadores del resto del m u n d o .

Y para ello no se está partiendo de cero. Si bien es cierto que el desa­

rrollo científico y tecnológico de América Latina es aún incipiente, y muchas

veces aislado, sí existen esfuerzos importantes en diferentes campos del

conocimiento que le pueden mostrar al m u n d o su enorme potencial.

La construcción de tradiciones

científicas en los países en desarrollo

El desarrollo de la ciencia obedece a tradiciones y el componente indivi­

dual juega un papel crítico. La ciencia, es el producto de una acumulación

prolongada de resultados de observación, experimentación y creación

analítica, es un construir y derribar incesante. N o sólo es acumulación de

resultados de conocimiento renovado sobre algún fenómeno o hecho. Es

también acumulación de procedimientos, actitudes y lenguajes. Es, en fin,

u n conjunto que conforma una manera específica de entender y vivir la

vida natural y social, distinta y peculiar frente a la forma artística o reli­

giosa. Es una tradición construida dentro de unos marcos culturales e

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

institucionales que la han hecho posible y le han imprimido el sello de sus

inquietudes y esperanzas.

C o n ello quiero decir que la ciencia es un producto que se gesta y

desarrolla a través de procesos relativamente prolongados. Precisa de un

cúmulo de actitudes y disposiciones, tanto en los individuos c o m o en las

instituciones y grupos, para que sea posible. Es un producto histórico.

E n países de América Latina c o m o Colombia, la creación de estas

condiciones para la conformación de tradiciones de conocimiento cientí­

fico ha sido tardía. Por una parte, la formación superior estaba restringida,

hasta las primeras décadas de este siglo, a una pequeña élite. Pero más aún,

tanto la formación universitaria c o m o el pensamiento de las élites y los

gobernantes eran herederos del pensamiento escolástico y dogmático que

había imperado en los tiempos coloniales. Pensamiento marcado por la

insularidad y el parroquialismo. Pocos y aislados fueron los seguidores de

los movimientos empiristas.

El espíritu de la Ilustración tuvo escasos oídos receptivos que se vol­

caran hacia la creación de tradiciones de investigación científica. La lite­

ratura, la poesía, la semántica, la gramática y las doctrinas jurídicas entre­

tenían más a nuestros dirigentes que los principios de la física, la química,

la biología o las matemáticas.

N o se dio tampoco en las políticas de Estado un interés persistente y

significativo en construir condiciones indispensables para la formación de

científicos: creación de centros de formación superior y de escuelas de pen­

samiento, apoyo a individuos o a grupos de investigación, dotación de labo­

ratorios, bibliotecas, seguimiento de los avances científicos en el m u n d o .

Es cierto que la creación de condiciones, tanto de actitudes y destre­

zas c o m o de elementos de apoyo básico, han avanzado en las últimas

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

décadas. Pero el salto cultural de una herencia semántica a una actitud

pragmática toma tiempo en asentarse y dar fruto. Y ha dado ya frutos,

aunque no en las magnitudes requeridas por la producción mundial. Pero

se incurre en un grave error de apreciación, dictado por el etnocentrismo

y no por las condiciones objetivas, si se menosprecia o peor aún si se deses­

timula la creación científica en los países en desarrollo. La ciencia, los

resultados de la ciencia, no pueden convertirse en privilegios de iniciados,

inalcanzables para quienes no pueden pagar su alto precio.

Si nuestra tradición es aún incipiente, persistamos en formar actitudes

sistemáticas, en crear escuelas de pensamiento y grupos de trabajo a largo

plazo. Es imprescindible apoyar la construcción de tradiciones científicas

en América Latina.

A m o d o de conclusión:

1. Creo que la ciencia no puede encerrarse en sus propios supuestos,

c o m o ejercicio de nuevas órdenes monacales, aislada de la sociedad.

2. L o mejor de la historia de la tradición científica es la historia de

quienes con desprendimiento, tolerancia y equidad, escogieron poner

sus resultados al servicio de mayorías y no de grupos o naciones

seleccionados por algún principio de supuesta superioridad.

3. El libre mercado no asigna necesariamente con eficiencia los recur­

sos necesarios para la investigación y la innovación tecnológica. Es

indispensable complementar los mecanismos del mercado con el

apoyo del Estado para estimular la investigación en aquellos sectores

de la sociedad que no pueden expresarse a través del mercado, o para

estimular sectores estratégicos vinculados a nuevas tecnologías.

4. Para poner en marcha estrategias de promoción de la ciencia y la tec­

nología se deben crear estímulos para la asignación de mayores recur-

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

sos, para la vinculación entre el sector productivo, las instituciones y

los núcleos de investigación y para la utilización del conocimiento por

parte de la sociedad.

5. El conocimiento es u n bien público: su generación y utilización por

cualquier agente económico no disminuye en principio su disponi­

bilidad para otros agentes. Si los resultados de la investigación en

algunos bienes es patentable, la generación del conocimiento es uni­

versal.

6. El tema de las patentes y de la propiedad intelectual es de gran sen­

sibilidad en las actuales negociaciones internacionales. H a y conside­

raciones éticas relativas a la apropiación individual de bienes. Estos,

por su naturaleza, están llamados a cumplir una evidente función

social. Existen bienes esenciales cuyo uso es de interés general y éste

debe primar sobre su apropiación particular.

7. N o podemos permitir que se nos excluya c o m o grupo h u m a n o del

derecho a proyectarnos al infinito. El futuro nos incumbe. Porque,

c o m o decía Pasteur, si la "ciencia no tiene patria, el investigador

científico sí".

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La educación

de la modernidad

Cristovâo B u ar q u e

E n su conjunto, América Latina ha realizado todos los proyectos de

modernidad previstos hace cincuenta años.

E n el continente y en cada país existen todos los tipos de industrias,

una población urbanizada, aeropuertos, presas hidroeléctricas, carreteras,

universidades, centros de investigación. Al inicio del llamado take off

hacia el desarrollo, todos los sueños fueron realizados. Sin embargo, al

final de este proceso de modernización descubrimos: primero, que a pesar

de haber realizado todos los proyectos de modernización, no somos

modernos porque las sociedades europeas y norteamericanas, que sirvie­

ron de modelo, siguieron avanzando. Después de hacer la revolución de

la modernidad, descubrimos que hubo otra revolución tecnológica y que

estamos tan atrasados c o m o antes. Segundo, porque a pesar de todo lo que

se hizo (aún peor, debido a lo que se hizo) se incrementó la desigualdad,

la violencia y la miseria.

Ante esta situación, el continente tiene por delante dos alternativas.

U n a de ellas es volver a realizar el mismo esfuerzo de los últimos cincuenta

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

años para repetir la modernidad e intentar nuevamente alcanzar el grado de

conocimiento técnico, el uso de los equipos industriales y el nivel de

consumo que tienen las sociedades de los países ricos. E n los próximos años

cambiaríamos los medios, pero el objetivo sería el mismo: repetir el modelo

de desarrollo de Europa y de Estados Unidos y, ahora también, el de Japón.

Pero lo que parece claro, si nos atrevemos a imaginar el futuro, es que

el éxito va a ser, otra vez, solamente económico; y, nuevamente, lo van a

alcanzar sólo unos pocos. Además , cuando logremos los resultados pre­

vistos gracias a la competitividad y a la integración, nuevamente los países

ricos estarán redefiniendo sus cambios.

Tal vez haya una cuarta revolución tecnológica, todavía imprevisible.

O , tal vez, ante la crisis del desempleo y del costo del "welfare state", sea

una nueva revolución social.

D e nuevo llegaremos atrasados. Mientras que Europa buscará pro­

teger su población, diseñará técnicas subordinadas a los valores éticos,

organizará el trabajo para mantener el nivel de empleo, el continente lati­

noamericano, gracias a su lucha por la competitividad, tendrá sus indus­

trias técnicamente modernas, pero rodeadas por cientos de millones de

excluidos.

La otra alternativa sería cambiar los objetivos y, en lugar de la c o m ­

petitividad, buscar la dignidad. Necesitamos de competitividad económica

pero, sobre todo, necesitamos de dignidad social, y nada asegura que la

primera lleva a la segunda.

C o n ese nuevo objetivo, cambia la manera de entender la educación:

su importancia y su papel.

E n lugar de ver la educación c o m o medio para la modernidad, y para

el progreso técnico y económico, hay que verla c o m o un objetivo en sí

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

m i s m o . E n vez de una educación para modernizar la economía y realizar

una nueva revolución tecnológica, habría que pensar en una economía y

una revolución tecnológica para hacer posible la educación. Eso no quiere

decir que la educación deje de ser u n medio para el avance tecnológico;

tampoco que ella no sea un elemento dinámico de la economía. Pero,

siendo en sí misma un objetivo, la educación va a crear las bases para el

desarrollo tecnológico; y siendo una prioridad, propiciará una demanda

para la economía, sirviendo c o m o elemento positivo.

D e cierta manera, se puede hacer con la educación en América Latina

lo que Estados Unidos y la Unión Soviética hicieron con la defensa nacio­

nal. La guerra se haría contra la falta de educación, contra la miseria, pero

los resultados beneficiarían, a plazo medio, la economía y el desarrollo tec­

nológico.

E n vez de la educación para la modernidad económica, sería ahora

una educación para la modernidad, modernizando la modernidad al incor­

porarle la dignidad social, la ética y los objetivos sociales.

L o que se vio en estas últimas décadas es que el continente definió sus

objetivos técnicos: acceso a las técnicas de los países ricos. Para eso, creó

una racionalidad económica especial, estudiada en universidades extran­

jeras e implantada en el continente, sin respeto a la realidad cultural (vista

c o m o freno al progreso), a la realidad natural (despreciada), a las necesi­

dades sociales (sustituidas por la demanda de los bienes y servicios usa­

dos en los países que servían de modelo). Esa racionalidad despreció los

objetivos sociales. Por lo tanto, la ciencia social y la práctica política tuvie­

ron que ignorar los valores éticos.

Seis objetivos pueden ser propuestos para el futuro de una moderni­

dad-ética:

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

• Democracia: incluyendo la libertad individual, los derechos humanos

y los de las "minorías".

• Eliminación de la exclusión social, que es parte de la democracia.

• Competitividad y eficiencia para ayudar a eliminar la exclusión y

para hacer posible la realización de los sueños del consumo.

• Equilibrio ecológico, sin el cual la modernidad no es permanente, ni

suficientemente rica.

• Diversidad y descentralización, para respetar las alternativas y dise­

minar los resultados de la modernidad.

• Apertura internacional, que es inevitable y necesaria, pero que no sea

solamente económica.

La eliminación de la exclusión exige que todos, gracias a sus propios

medios o a la función pública, tengan acceso a la alimentación, a la edu­

cación, a la salud, al transporte urbano, a la justicia, a la seguridad y a un

lugar donde vivir.

La buena educación para todos es, por lo tanto, un objetivo y no sola­

mente un medio.

Es necesario proponer para el debate no solamente palabras, sino

también medidas que permitan asegurar, desde ya, una radical elevación

del grado de educación y cultura de toda la población.

Las medidas deben asegurar, dentro de los límites posibles, la educa­

ción para todos y la calidad de la enseñanza, lo que exigiría una inversión

del 8% del PIB. Estos costos exigirían un cambio en las prioridades del

gasto público y del esfuerzo nacional.

E n el pasado, la prioridad fue la infraestructura económica y se dejó

de lado la educación y la salud. Ahora, hay que elegir las prioridades.

Puede ser económicamente caro atender a la educación de todo el

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

pueblo, pero es aún más caro éticamente no hacerlo. La opción no es

entre una u otra manera de crecer, sino entre una u otra ética del desarrollo:

la ética de la modernización técnica, sin considerar los resultados sociales,

o una modernidad ética definida por sus objetivos.

Es necesario proponer alternativas, sin la presión de lo inmediato. N o

se trata de proponer una revolución social, que no sabemos cuál, ni c ó m o ,

ni a dónde nos llevaría, sino una revolución en las prioridades, que des­

cubra la ética y sus objetivos sociales.

América Latina necesita perder su complejo de inferioridad. La

C u m b r e Hemisférica de M i a m i convocada por el Presidente de los Esta­

dos Unidos puede ser un buen m o m e n t o para ello. D e b e m o s ofrecer nues­

tras ideas al m u n d o , incluso para superar la crisis ética y social, el subde-

sarrollo ético que viven las sociedades a pesar del desarrollo técnico y

económico.

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S e c c i ó n III

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L o s p r o c e s o s

de g loba l i zac ión :

reflexiones sobre

su c o n c e p c i ó n y efectos

sobre la e v o l u c i ó n

del s is tema m u n d i a l

Carlos J. M o n e t a

U n o de los pocos elementos que surgen con nitidez en el presente pano­

rama internacional es, paradójicamente, la incertidumbre que se proyecta

sobre los rumbos futuros de evolución del m u n d o , en un período de pro­

fundos y, en ocasiones, dramáticos cambios político-estratégicos, econó­

micos, científico-tecnológicos y culturales. Los acontecimientos actuales

requieren una reflexión amplia y profunda sobre los diversos procesos,

actores y situaciones con respecto a los cuales los países de América Latina

y el Caribe deben adoptar decisiones y actuar. Todo análisis parte de cierta

percepción del m u n d o contemporáneo y, muchas veces, ésta ya no resulta

apta para captar los fenómenos actuales o es insuficiente para abarcar su

riqueza y complejidad.

Generalmente, los análisis que se realizan privilegian el marco tem­

poral de corto plazo y el enfoque económico e incluyen sólo algunos de

los factores presentes en el amplio universo de los cambios mundiales.

Se tiende, por ejemplo, a privilegiar aquéllos vinculados a las modifica­

ciones que se suceden en el ámbito económico sin incluir otros factores

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

de distinto orden, que inciden profundamente sobre la marcha de la

economía.

Ante transformaciones tan profundas c o m o las presentes, donde los

procesos carecen de regularidad y resulta difícil obtener los resultados per­

seguidos con las políticas aplicadas, adquiere mayor importancia el ubi­

car los fenómenos de corto plazo en un marco temporal más prolongado

y amplio en cuanto a los factores tomados en cuenta, que facilite la apre­

hensión de los rasgos y características principales del sistema mundial y

permita actuar adecuadamente frente a ellos.

Estas notas procuran contribuir al análisis del sistema global, de los

procesos que en él se desarrollan y de sus interacciones, objeto de la actual

reflexión latinoamericana y caribeña a partir de una reflexión sobre las dis­

tintas dimensiones del proceso de globalización y su posible incidencia en

el perfil de los escenarios futuros. N o pretende ejercer ninguna adivi­

nanza del futuro, sino esbozar escenarios de evolución plausible que, en

su condición de potenciales desarrollos, permitan incrementar la capaci­

dad de previsión ante lo inesperado.

El proceso de globalización:

probables de s ar rollos1

G l o b a l i z a c i ó n : h a c i a u n c a m b i o d e p a r a d i g m a s

El concepto de "globalización", pese a la popularidad y amplio uso del tér­

mino, ofrece múltiples y variadas definiciones. Comprende, en sus ele-

1. Esta presentación está basada en Carlos J. Moneta, El desafío del milenio.

América Latina en los escenarios de la próxima década (título provisional), capítulo 2 ,

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

m e m o s básicos, los procesos de creciente interacción e interdependencia

(que incluyen la ampliación del espacio geográfico y de los ámbitos de

acción) que se generan entre las distintas unidades constitutivas del sistema

mundial. Las actividades incluidas en ese proceso constituyen agregados

que requieren su consideración en carácter de conjuntos. Los procesos

adquieren dimensión multidimensional, abarcando, entre otros, las acti­

vidades y sus efectos de países, regiones, empresas transnacionales, orga­

nismos internacionales, organizaciones públicas y privadas y grupos y

movimientos sociales.

C o m ú n m e n t e se utiliza el concepto dando prioridad al enfoque

económico, refiriéndose a la "globalización de la economía". E n ese

contexto, se destacan algunos actores (empresas, agentes financieros trans­

nacionales) y procesos (por ejemplo la innovación tecnológica, la trans­

formación del sistema productivo, el establecimiento de redes de alcance

mundial en distintos campos). Normalmente , también se enfatiza la

importancia de los flujos financieros e inversiones, tecnológicos y de

comercio y se concibe a las empresas transnacionales ( E T N ) c o m o el prin­

cipal agente de la globalización.

El proceso de globalización obliga a modificar el paradigma de las rela­

ciones internacionales previamente vigente, que confería al Estado-nación

el carácter de actor principal y predominante del sistema. Este pasa ahora

a constituir sólo una parte de un sistema mayor: el sistema global. Las inter-

Buenos Aires, 1994 (en preparación) y, del mismo autor, "El proceso de la globaliza­

ción: percepciones y desarrollos", en Carlos Moneta y Carlos Quenan (compiladores),

Las reglas del juego. América Latina, globalización y regionalismo, Buenos Aires,

Corregidor, 1994.

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

acciones corresponden a dos tipos de actores y a sus respectivos sistemas:

el "Estado-céntrico", con el Estado-nación c o m o unidad principal y sus

interacciones y los organismos internacionales y, el sistema "multicén-

trico",2 constituido por actores subnacionales y transnacionales no guber­

namentales dotados de objetivos, autonomía y medios de acción propios.

El sistema global comprende a ambos , en un permanente juego de

interacciones de carácter conflictivo y cooperativo entre el Estado, las

sociedades nacionales o segmentos de éstas, los entes internacionales, las

E T N y otros actores transnacionales. Si bien el fenómeno no es nuevo, se

ha modificado profundamente: i) la distribución del poder en el sistema;

it) las reglas de su funcionamiento; iit) el carácter, frecuencia, complejidad

y dimensión de las interacciones (por ejemplo, un alto número de ellas se

realiza sin la participación y, muchas veces, a pesar de la voluntad contra­

ria de los Estados), y \v) la capacidad relativa de orientar los procesos (por

ejemplo, distintos E T N y actores transnacionales poseen mayor capaci­

dad que algunos Estados para orientar en su beneficio los resultados de

las acciones emprendidas).

Durante las dos décadas pasadas y los primeros años de la presente,

se sucedieron rápidos y profundos cambios, entre los que se destacan el

colapso del sistema socialista, la restructuración del sistema productivo, la

mayor movilidad de los factores (particularmente del capital), la revolu­

ción en las comunicaciones, la multiplicación de redes y de actores no

gubernamentales y el incremento del conflicto de intereses con las institu­

ciones estatales e internacionales existentes. E n ese contexto, el marco de

2. James N . Rosenau, Turbulence in World Politics. A Theory of Change and Conti­

nuity, capítulo 1, Princeton, Princeton Univ. Press, 1990.

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

referencia estratégico-militar bipolar de la "guerra fría" fue reemplazado

en lo económico por uno multipolar, mientras la mayor capacidad de acción

militar se concentra en un actor: los Estados Unidos de América.

El sistema global aún no ha alcanzado una configuración consistente

ni su estado de equilibrio. E n el futuro puede suceder que: i) predomine

el sistema multicéntrico, con crecientes grados de descentralización y ato­

mización social; ü) que el Estado-céntrico recupere la posición perdida,

reafirmando parte del control sobre los actores transnacionales; iii) que la

estructura actual adquiera cierta permanencia, o if) que se avance por la

vía de una gradual compatibilización de valores, percepciones, intereses y

prácticas entre los actores de ambos sistemas, allanando el camino hacia

una comunidad global más armónica.

E n los siguientes puntos se explorarán brevemente los elementos que

corresponden a los distintos procesos de globalización en desarrollo,

dando énfasis a los correspondientes a la globalización económica. U n

rápido pasaje por cada uno de ellos facilitará la elaboración de una visión

más articulada del conjunto.

G l o b a l i z a c i ó n :

los d i s t i n t o s p r o c e s o s e n m a r c h a

¿Cuáles son las concepciones predominantes sobre la globalización? E n

conjunto, parece que el m u n d o se encamina, en forma lenta y zigzagueante

pero aparentemente irreversible, hacia un estadio más uniforme o, en todo

caso, unificado,3 a partir de distintas combinaciones de estructuras de

3. Jean-Baptiste de Foucauld (director), La France et l'Europe d'ici 2010, capítulo 1, París, la Documentation Française, 1993.

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

economía de mercado y de democracia representativa de corte liberal

occidental.

Esos avances en pos de una creciente uniformidad se pueden obser­

var en los planos económico, político y cultural. N o obstante, coexisten

otros procesos interactuando en muchos casos en forma conflictiva con

ellos, en particular en el Tercer M u n d o , donde predominan otros valores

y estructuras económicas, socioculturales y políticas, con formas de orga­

nización y de gestión no incorporadas —o sólo parcialmente— a la lógica

del mercado y del discurso democrático.

L a g l o b a l i z a c i ó n e c o n ó m i c a : M r. p r o c e s o

q u e d e m a n d a n u e v o s e n f o q u e s y c a p a c i d a d

d e n e g o c i a c i ó n p o r p a r t e d e los E s t a d o s

La marcha hacia las "economías-mundo" se va profundizando, merced al

poderoso impacto de la innovación tecnológica, a los progresos en las c o m u ­

nicaciones, al establecimiento de un sistema financiero global y al liderazgo

de las empresas transnacionales en la producción, la inversión y los inter­

cambios comerciales. Las E T N están organizadas, cada vez en mayor grado,

en función del equipamiento técnico y de una concepción de "agregados"

mundiales4 —tales como la evolución de las monedas fuertes, las tasas ban­

cadas, los precios de materias primas y los márgenes comerciales—, deter­

minados según la lógica de un espacio económico mundial.

Este proceso genera nuevas situaciones e interacciones de índole

cooperativa y conflictiva entre las empresas y los Estados nacionales. Sur-

4. Jean Chesnaux, "Dix questions sur la mondialisation", en: Les frontières de l'éco­

nomie globale, Paris, Le M o n d e Éditions, mai 1993, p. 10.

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

gen aquí problemas vinculados al control fiscal, la fuga de capitales, el

desempleo, la disminución de los salarios reales, los regímenes de inver­

sión extranjera, la protección del medio ambiente y la orientación de las

estrategias económicas nacionales.

Se establece una interdependencia compleja, muchas veces asimé­

trica, e inclusive, contradictoria, que genera un amplio espectro de nego­

ciaciones empresa-empresa, Estado-Estado y empresa-Estado. Unas

veces, corresponde a la competencia entre los países y a sus negociaciones

con las empresas para atraer capitales y tecnología; otras, a la complejísima

red de acuerdos interempresarios entre grandes compañías de origen esta­

dounidense, europeo y nipón para el control de algunos mercados o sec­

tores, mientras compiten ferozmente en otros.

E n los escenarios de mediano plazo, se estima que el irregular creci­

miento de la economía de los países industrializados continuará (por lo

menos, durante los próximos dos o tres años); que habrá cierta estabili­

zación de los precios de los productos básicos; que continuarán las altas

tasas de interés real y la incertidumbre sobre las posibilidades de contar

en el futuro con flujos de financiamiento adecuado para América Latina

y el Caribe.

E n escenarios de bajo desarrollo o estancamiento de las economías

industrializadas, c o m o los que hoy prevalecen, es de esperar el incre­

mento y consolidación de las tendencias de "comercio administrado", en

la medida en que negociaciones de carácter multilateral (como la Ronda

Uruguay) sólo puedan cumplir parcialmente su objetivo de reducir los

obstáculos al comercio internacional.

E n este marco, se observa una importante modificación de las teorías

predominantes sobre comercio internacional, con el surgimiento de nue-

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

vos enfoques que favorecen una intervención más activa y directa de los

gobiernos en la generación de ventajas competitivas (como por ejemplo,

teorías estratégicas del comercio, etc.).

La orientación general que adoptará el comercio mundial presentará

un perfil m u y complejo, caracterizado por una paulatina y zigzagueante

ampliación de la aplicación de los regímenes del G A T T , coexistiendo e

interactuando con espacios económicos de intercambio regional, que ten­

drán distintos grados de cierre, apertura y vinculación externa.

Cabe contar con que tanto los Estados Unidos c o m o Japón y la

Unión Europea realicen grandes esfuerzos para dotarse de una base nacio­

nal o regional adecuada en aquellos sectores considerados estratégicos

(por ejemplo la informática), necesarios para asegurar su competitividad

internacional. Esos elementos de la estrategia incidirán en la elección

temática de los aspectos que varios países de la tríada tendrán en cuenta

para la configuración de nuevas "reglas" del comercio internacional.

También es dable esperar, por parte de los países industrializados, una

mayor presión para la obtención de convergencias en un amplio espectro

de políticas internas de regulación (microeconómicas), dada la mayor

interdependencia de la economía mundial y las innovaciones en los siste­

mas de información. E n este marco, es probable que una parte de ese pro­

ceso de intervenciones en pos de la armonización se concentre en los

temas relativos al capital, flujos financieros y gestión de los "bienes

comunes" de la humanidad.

Si se mantienen las actuales tendencias, los países en desarrollo no

lograrán alcanzar sus objetivos mínimos a partir de la Ronda Uruguay del

G A T T . El acceso a los mercados en sectores considerados sensibles, y en

donde América Latina y el Caribe poseen una mayor competitividad, no

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

contará con una solución satisfactoria en el corto y mediano plazo.

A d e m á s , puede fortalecerse la actual tendencia a la bilateralización en la

negociación de los problemas intra-tríada, al igual que un uso mayor, por

parte de los centros, del soporte que pueda prestar el fortalecimiento y

consolidación de espacios económicos de intercambio regional que les

están vinculados en forma subordinada.

Cabe también preguntarse si las condiciones actuales y las previsibles

en el mediano plazo (mayor proteccionismo) en el sistema económico glo­

bal permitirán durante la próxima década mantener una estrategia de cre­

cimiento "hacia afuera", por la vía de las exportaciones hacia los centros

c o m o estrategia masiva de crecimiento para los países en desarrollo. La

respuesta teórica es que esa estrategia sería viable si los países desarrolla­

dos restructuraran eficientemente sus economías y abrieran sus mercados;

si los actores transnacionales canalizaran inversiones productivas hacia los

países en desarrollo; si existiera una adecuada transferencia y generación

de tecnología. Estas condiciones probablemente no se presentarán en el

horizonte de los próximos años o lo harán sólo en grado limitado.

La multiplicación de espacios de intercambio económico regional va

a promover un incremento de la competición por el acceso a los merca­

dos principales y por la atracción de las corrientes de inversión. Sin

embargo, también va a ofrecer nuevas oportunidades de vinculación con

procesos de complementación intraindustrial externos a la región y al

hemisferio. Entre ellos, se destaca el potencial que ofrecería un esfuerzo

de integración intraindustrial con los grupos de países de Asia-Pacífico.

D e igual manera, nuevas estrategias de relación comercial, financiera y tec­

nológica con las regiones que componen el espacio económico de la

Comunidad Europea pueden ofrecer una perspectiva distinta sobre el

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

Mercado Único Europeo, ampliando las posibilidades de establecer bene­

ficiosos vínculos con las "ciudades-regiones" de Europa occidental.

Parece surgir un eje tendencial según el cual aumentaría de manera

importante la diferenciación entre los países en desarrollo en cuanto a la

forma y profundidad de su vinculación con los centros y con otros gru­

pos económicamente significativos de países. E n consecuencia, es posible

esperar que su interés y capacidad de articular posiciones concertadas en

negociaciones multilaterales varíe, pudiendo acudir en mayor grado a for­

talecer ejes de vinculación extrarregional y hemisférica y a las negocia­

ciones de grupos reducidos o bilaterales.

Los procesos y factores señalados indican que para alcanzar el desa­

rrollo de los países de América Latina y el Caribe no es suficiente haber

efectuado el ajuste y la apertura de sus economías y mejorado su c o m p e -

titividad, ya que permanentemente se crean formas más sofisticadas de

obstáculos al comercio y de competencia. Si las actuales tendencias

continúan vigentes, será necesario para la región elaborar un plantea­

miento estratégico complementario, de largo plazo, que se centre en: ¿) las

corrientes potenciales de comercio e inversiones que pueden desarrollarse

en la región y en distintos escenarios (par ejemplo, relaciones económicas

de América Latina y Caribe con la región Asia-Pacífico, parte de Medio

Oriente y África, particularmente con los países de nueva industrializa­

ción); ü) en el caso de los grandes países (como Brasil), el desarrollo del

enorme potencial de su mercado interno. Ese desarrollo tendría efectos

notoriamente positivos en los contextos geográficos vecinos, en los pro­

cesos de integración regional en los que esos países estuvieran incorpora­

dos y en la capacidad de negociación de esas regiones o áreas en el marco

del sistema económico global.

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

L a g 1 o b a 1 i z a c i ó n f i n a n c i e r a

Por su parte, la globalización financiera coincide con el aumento de los

desequilibrios de las corrientes internacionales del capital, a las que los sis­

temas de localización de recursos estaban adaptadas hasta donde les era

posible.5 El crecimiento, tan rápido y sin contrapartida en la producción

de flujos monetarios internacionales, erosiona la estabilidad del sistema y

genera situaciones de difícil control, incluso para la mayoría de los países

desarrollados, fomentando el desarrollo de la economía especulativa sobre

la productiva. Cabe destacar que los flujos netos diarios en los mercados

de cambio alcanzan hoy treinta veces el total del comercio internacional,

representando el doble de las reservas acumuladas en los principales ban­

cos centrales del m u n d o . 6 E n este contexto, es necesario observar c ó m o

pueden incidir sobre América Latina los cambios que registra el sistema

financiero mundial.

P o t e n c i a l q u e o f r e c e n

las i n v e r s i o n e s e x t r a n j e r a s d i r e c t a s

d e la r e g i ó n A s i a - P a c í f i c o

La concentración de capitales y altas tasas de ahorro en el sudeste asiático

y China van a favorecer —junto a las políticas de preparación de su fuerza

de trabajo y de eficiencia productiva— su crecimiento en las próximas

décadas, así c o m o una mayor capacidad competitiva. La universalización

5. Jean-Baptiste de Foucauld (director), La France et l'Europe... op. cit., capítulo l,

6. M . Aglietta, A . Brender y V . Coudert Globalisation financière: l'aventure obli­

gée, París, Económica, 1990.

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

de los mercados y la globalización conducirán a muchas de las empresas

internacionales basadas en esos países a localizar mayores corrientes de

inversión extranjera directa en otras regiones (este fenómeno se está ya

presentando en América Latina, si se observa el importante aumento de

las inversiones coreanas y taiwanesas en las áreas de influencia del T L C N ) .

Esto presenta una importante oportunidad para la región, si se la concibe

estratégicamente, en el marco de una política de vinculación intraindus-

trial con el área Asia-Pacífico.

L a d e u d a e x t e r n a d e A m é r i c a L a t i n a

El problema de la deuda externa de la región, si bien se ha aliviado tem­

poralmente, continúa vigente c o m o uno de los obstáculos principales en

los próximos años. Cabe preguntarse si los actuales flujos positivos de

entrada de capital y la disminución de las tasas de interés de' la deuda

externa van a continuar en el futuro, dado que puede tratarse de una fase

ascendente de un ciclo financiero que posteriormente se revierta, quizás

bruscamente c o m o a principios de los años ochenta.7 Dar respuesta ade­

cuada a este interrogante resulta esencial para América Latina y el Caribe,

ya que u n error de apreciación podría acarrear costos equivalentes a la

denominada "década perdida". E n un período de dos o tres años, se alcan­

zará una etapa durante la cual vencen importantes compromisos finan­

cieros de la región relacionados con los pagos de la deuda externa.

7. SELA, "Perspectivas de financiamiento externo de América Latina y el Caribe", capítulo 1, p. 9 y 10. (Doc. SP /SL /CL/XIX.O/DT. )

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

E l i n g r e s o d e c a p i t a l e s e n A m é r i c a L a t i n a

Se ha constituido una masa importante de inversión externa directa que

demanda utilidades; los cambios externos y la modificación de variables

económicas internas pueden llegar a provocar rápidas modificaciones en

la orientación de una parte importante de los flujos de capital que arriban

a la región.

Es de esperar que desde el punto de vista de los inversores potenciales,

los países latinoamericanos y caribeños serán ubicados en distintas cate­

gorías, algunas de las cuales contarán con mayores posibilidades de reci­

bir flujos importantes de financiamiento externo, mientras otras quedarán

marginadas de las corrientes internacionales de capital. A d e m á s , la dura

competencia por ofrecer condiciones más atrayentes a los inversores exter­

nos contribuye, de manera indirecta, a la reducción inadecuada de la segu­

ridad social, de la retribución de la fuerza de trabajo y del valor asignado

a los recursos naturales, entre otros elementos.

Por último, la región se ve expuesta a las potenciales consecuencias

negativas del juego especulativo, ya que la mayor parte de los capitales que

ingresaron durante los dos últimos años no se orientaron a las actividades

productivas, sino que obtuvieron provecho de las altas tasas de interés que

ofrecían las bolsas de varios países latinoamericanos. Es evidente que se

trata de capitales que pueden rápidamente emigrar a otras latitudes.8 El

desafío, por consiguiente, consiste en obtener financiamiento de largo

plazo que contribuya a la formación de capital productivo en la región.

8. Ibid.

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

L a g 1 o b a 1 i z a c i ó n d e las c o m u n i c a c i o n e s

y la g 1 o b a 1 izaci ó n c u l t u r a l

La concentración de recursos en manos de las compañías de informática

de dimensión transnacional acrecienta los riesgos de estructuración de

oligopolios globales de tecnologías de punta. D e igual manera, una

concentración de la misma naturaleza en las empresas de comunicaciones

(por ejemplo, C N N ) favorece la difusión y homogeneización en las dis­

tintas sociedades de un discurso favorable al perfil y a los valores susten­

tados en la ideología del neoliberalismo económico predominante en el

proceso globalizador.

Las innovaciones tecnológicas —particularmente aquéllas vinculadas

a las comunicaciones—, y el predominio de lo económico, han modificado

profundamente las condiciones de producción y de circulación de todas

las formas de expresión cultural y el sentido simbólico de los productos

culturales. Así, durante las últimas décadas se observa que la evolución y

el contenido de la cultura se halla crecientemente condicionado por la

industrialización de los sistemas de producción y de difusión de los m e n ­

sajes culturales.9 Estos productos están destinados a una rentabilidad

económica a corto plazo (la población c o m o mercado) o a fines de control

y/o movilización social y política (la población c o m o fuerza de opinión).

Este proceso afecta tanto a los países industrializados c o m o en desa­

rrollo, pero la incidencia es más alta en estos últimos, ya que las empresas

de los primeros controlan los circuitos de producción y difusión cultural

con alcance mundial. Esta situación conduce, en muchos casos, a la difu-

9. Anverre et al., Industrias culturales: el futuro de las culturas en juego,

París/México, U N E S C O / F . C . E . , 1982, p. 9 y 10.

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

sión masiva de mensajes culturales incompatibles con las situaciones de las

sociedades locales (conflicto que afecta la identidad cultural y genera ten­

siones sociales) y a la aceptación progresiva de elementos y valores de una

"cultura-mundo", basada fundamentalmente en la sociedad de consumo

occidental.

N o obstante, tanto el proceso de globalización política c o m o el cul­

tural encuentran resistencia. Las líneas de fractura coinciden, no por casua­

lidad, con fronteras religiosas y culturales. Éstas se desplazan entre países

territorios y etnias —por ejemplo, las que separan la civilización islámica

de la cristiana—, pero también actúan en el marco interno de las naciones

(minorías étnicas o religiosas, inmigrantes temporales).

E n las próximas décadas se presenta el desafío de compatibilizar el

cambio tecnológico y la globalización económica con estructuras políti­

cas tradicionales y pautas culturales dicotómicas, unas favorables y otras

contrarias a esos cambios. E n un m u n d o que presenta gran "ruido" y

confusión, a través de mensajes culturales masivos que incitan al consumo

y la creciente brecha fáctica entre situaciones de riqueza y pobreza, es

dable esperar que una parte de las sociedades en desarrollo se afirme en

valores tradicionales de carácter religioso e histórico-cultural. Existen y,

sin duda existirán, países que logren articular esos valores c o m o soportes

de su proceso de modernización (el Sudeste asiático). Otros, lo harán

c o m o último bastión defensivo frente a procesos que se perciben c o m o

una penetración cultural y económica de sus sociedades (África, Medio

Oriente).

A d e m á s , los factores culturales y socioeconómicos asumen una

enorme importancia en los contenidos y la configuración de las percep­

ciones del sistema global y de sus actores, así c o m o en la predisposición

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

u oposición a interactuar con otros actores (por ejemplo las negociaciones

entre actores asiáticos y europeos o estadounidenses; negociaciones de una

ex-potencia colonial con su colonia; negociaciones de sectores modernos

de los países entre sí o con actores transnacionales, etc.). L o señalado pre­

cedentemente enfatiza la importancia de los lazos históricos en la relación

—aun cuando éstos hayan sido conflictivos— y la necesidad de obtener

el mayor conocimiento posible de los nuevos actores con los cuales se va

a operar.

L a g 1 o b a 1 i z a c i ó n po l í t i c a

Bajo este título se incluyen los factores vinculados a los problemas de

seguridad político-militar y estratégica, los que corresponden al nuevo

papel que adquieren los actores no gubernamentales y las redes transna­

cionales en el marco subnacional, nacional, regional y global, al igual que

los cambios sufridos por esos actores en términos de sus percepciones,

intereses y m o d o s de acción. Por último, ocupan también un lugar cen­

tral las profundas modificaciones que se están operando en la estructura

de las instituciones de carácter internacional y regional, así c o m o sus fun­

ciones en el contexto de los procesos de regulación mundial.

P a z g l o b a l y c o n f l i c t o s l o c a l i z a d o s m ú l t i p l e s

El cese de la guerra fría y la rápida y amplia distensión lograda entre las

principales potencias de ambos grupos facilita la reaparición de múltiples

tensiones de carácter étnico, religioso, regional y nacional contenidas pre­

viamente por los requerimientos de un orden superior de conflicto entre

el Este y el Oeste.

Vinculadas a esas posibilidades de conflicto, subyacen situaciones

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

referidas al caso en que se imponga un escenario de globalización con rup­

turas y fraccionamientos. U n a creciente insatisfacción de las demandas de

vastos segmentos de población (ubicados en muchos casos m u y próximos

a las áreas del m u n d o industrializado) puede conducir a serios cuadros de

tensiones y desestabilización.

N u e v a s i n s t i t u c i o n e s

y r e g í m e n e s d e a l c a n c e g l o b a l

Los procesos de transnacionalización vinculados al terrorismo, delin­

cuencia y tráfico de drogas requerirán en el futuro que se incremente sus­

tantivamente la concertación y cooperación internacional. También será

preciso generar nuevas normas y criterios para atender fenómenos que

ahora comienzan a merecer medidas concretas de corrección o sanción

(por ejemplo la violación de regímenes no democráticos). E n consecuen­

cia, es de esperar la creación de instituciones de alcance global, interna­

cionales o supranacionales, con un creciente papel de "policía mundial"

en esas materias. Su acción traerá aparejadas importantes modificaciones

de los derechos de soberanía que actualmente detentan los Estados.

Por su parte, la búsqueda de una gestión concertada y eficiente

frente a los principales desafíos económicos, ecológicos, energéticos y de

infraestructura (medio ambiente, comercio, inversiones, moneda y finan­

zas, energía, transporte, etc.) requerirá igualmente una restructuración de

las instituciones regionales e internacionales con que se cuenta en esos

campos, así c o m o la creación de otras nuevas. Este proceso impondrá la

generación de normas y pautas de desregulación y armonización que

incorporarán el seguimiento y control en el plano global, regional y

nacional.

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

E l i n t e n t o d e h o m o g e n e i z a r

u n m o d e l o po l í t i co b á s i c o

Paralelamente, debe señalarse el intento de homogeneización política que

busca la paz y atenuar las diferencias existentes entre los distintos países

y regiones sobre las normas e instituciones que deben regir la vida colec­

tiva y su progresiva adaptación a un modelo básico compartido de d e m o ­

cracia liberal occidental y de derechos humanos. Este modelo registra una

expansión geográfica10 y estructural. La primera se refiere, por ejemplo,

a la gradual incorporación de los países de Europa oriental a ese esquema.

La segunda, a la restructuración—para que resulte funcional a esos propó­

sitos y a los de la globalización económica— de las instituciones regionales

e internacionales (como el sistema de las Naciones Unidas).

L o s a c t o r e s de l s i s t e m a E s t a d o - c é n t r i c o

f rente a los s i s t e m a s m u 11 i c é n t r i c o s

Las administraciones nacionales tienen cada vez mayor necesidad de inter-

actuar y negociar con actores no gubernamentales —ya sea con grupos,

movimientos y organizaciones transnacionales en el nivel superior, c o m o

con ciudadanos y sectores privados en la dimensión micro— sobre temas

que corresponden al ámbito mundial y sobre aquéllos de carácter interno

al Estado-nación que afectan o son afectados por los primeros. Esto genera

complejos problemas y cierta confusión, ya que los actores del sistema

multicéntrico no están sujetos a su autoridad (o en la práctica, sólo for­

malmente), poseen estructuras m u y flexibles y descentralizadas y una

10. Jean-Baptiste de Foucauld (director), La France et l'Europe... op. cit., capítulo l.

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

buena cantidad de recursos de poder a su disposición. La nueva estructura

del sistema global conduce gradualmente a los gobiernos a adoptar estra­

tegias complejas, en las cuales se participa con frente a múltiples actores

de ambos sistemas.

Las administraciones de América Latina y el Caribe se enfrentan a un

desafío, dada la complejidad de las relaciones que se establecen entre ambos

sistemas, las distintas características de sus actores y el perfil más difuso

del sistema multicéntrico (las nuevas formas de organización empresarial

constituyen un ejemplo al respecto). Esta situación fuerza a los gobiernos

de la región a modificar concepciones, criterios y modos de operar.

D i s t i n t a s conceptualizacion.es

de la g l o b a l i z a c i ó n

L a v i s i ó n t r iunfal is ta :

u n a i n t e r p r e t a c i ó n crítica

L o que está sucediendo en el m u n d o intenta ser aprehendido mediante

distintas interpretaciones que, en ciertos casos, presentan evaluaciones

opuestas. Por una parte, existe una "visión positiva" de los actuales pro­

cesos, apoyada fundamentalmente en el avance de la tecnología y en la

expansión del mercado. Señala que las empresas, con el capitalismo y la

ciencia, están transformando el m u n d o en forma sumamente benéfica.11

11. Entre los numerosos analistas que sostienen esta percepción puede citarse a Keni-chi O h m a e [director del área nipona de la Consultora M e Kinsey], El poder de la tríada, México, M e Graw Hill, 1990 y Ben Wattenber y George Gildes [American Enterprise Institute]. Entre los trabajos que disienten con ese enfoque ver Lester T h u -row, La guerra del siglo XXI, Buenos Aires, Vergara, 1992.

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

Presenta un " m u n d o sin fronteras", centrado en la tríada Estados Un i ­

dos, Unión Europea y Japón, en el cual las reglas del mercado global pre­

valecerán sobre las concepciones y conductas basadas en el sistema

Estado-céntrico, conduciendo a una sociedad en la cual los gobiernos ten­

drán un papel más reducido y, ademas, prevalecerán otra ética y otra

racionalidad.

L a v i s i ó n n e o l i b e r a l d e la g 1 o b a 1 i z a c i ó n :

u n a i n t e r p r e t a c i ó n crít ica

El análisis de este discurso político-económico —hasta ahora predomi­

nante, pero que ya es cuestionado y revisado en los países de la Unión

Europea y en los Estados Unidos ante las situaciones que esos países

industrializados enfrentan— permite examinar su tejido ideológico sub­

yacente. Ya otras veces en la historia se ha creido —frente a períodos de

inflexión y crisis c o m o el actual— haber alcanzado situaciones límites, que

fijaban para siempre la legitimidad de un modelo entonces vigente.

Conceptualizaciones c o m o las de Francis Fukuyama,1 2 que postula el

triunfo definitivo de la democracia y la economía liberal como último

escalón de evolución ideológica del pensamiento y las instituciones polí­

ticas, implica un intento de desconocer las lecciones de la historia. Por un

acto de voluntad se detienen los cambios. Se ha alcanzado la cúspide del

desarrollo y esos valores, instituciones y prácticas se mantendrán para

siempre. Igual creencia compartieron, equívocamente, los imperios chino,

romano y de Bizancio en su momento .

12. Francis Fukuyama, El fin de la historia y el último hombre, Buenos Aires,

Planeta, 1992.

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

E n contraste con esta visión triunfalista, existen numerosos elemen­

tos que señalan las limitaciones y las graves consecuencias que puede traer

aparejada para la "sociedad-mundo", la continuidad y profundización de

las presentes pautas de globalización.

Múltiples son los indicadores que pueden presentarse en este sentido

y todos apuntan a un perfil distinto a lo esperado en la utopía del mercado.

N o se observa una distribución armónica de la riqueza, de los progresos

científicos-tecnológicos y de la calidad de vida entre los países industria­

lizados y en desarrollo, incrementándose rápidamente las brechas entre

ambos grupos de países y en el interior de la propia área desarrollada del

m u n d o .

Así, c o m o señalara un informe del Fondo Monetario Internacional,13

se profundiza la pobreza endémica y una distribución de la riqueza cada

día más desigual ya sea entre las naciones c o m o en su propio seno (ver cua­

dros 1 y 2). Existe un elevado desempleo y un notable incremento de la

pobreza, tanto en los países industrializados c o m o en los países en desa­

rrollo, y aquéllos que se esfuerzan en transformar su sistema económico

según las fórmulas consideradas adecuadas por el pensamiento neoliberal

pagan un pesado tributo social.

Se trata de un modelo de desarrollo que si bien es, hasta cierto punto,

reproducible, no es generalizable. Sólo pueden acceder a él cierto número

de países en desarrollo, pero no todos. Los que no tienen acceso, quedarán

cada vez más marginados (África subsahariana, ver cuadros 1, 2 y 3). Es

u n modelo que alienta en sí m i s m o múltiples y peligrosas contradicciones:

13. Discurso de M . Candessus, Director General del FMI , ante la Junta de Gober­

nadores del Fondo, Washington, 22 de octubre de 1992.

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

las existentes al interior de la tríada Estados Unidos, Unión Europea

Japón y sus zonas de influencia, entre esos centros y el resto del m u n d o

y entre distintos sectores socioeconómicos de esas sociedades. Se incre­

mentan, por ejemplo, los impactos negativos sobre el sistema ecológico

(valor "máx ima tasa de ganancia" versus "crecimiento económico susten-

table") y el número e intensidad de los conflictos sociales y políticos.

Se generan así fuertes tendencias favorables a una fragmentación del

sistema mundial o, al menos, a la creación de profundas diferencias de carác­

ter estructural en la distribución del poder de decisión entre los distintos

actores del m i s m o , en la calidad de vida, en los niveles de riqueza y pobreza,

y en el acceso a los bienes culturales y de consumo (cuadros 1 y 2).

N o obstante, el impulso homogeneizador previsto por la incitación a

un consumo más allá de las posibilidades continuará vigente. Ese factor

contribuirá a profundizar frustraciones de varios segmentos de la población

de los países en desarrollo, aumentando el conflicto social, la violencia, la

inestabilidad de los sistemas políticos y los movimientos migratorios (sec­

tor rural-urbano y país económicamente atrasado-país industrializado).

E l s i s t e m a g l o b a l f r a g m e n t a d o

Los elementos expuestos en los párrafos precedentes son algunos de los

indicadores que orientan en la dirección de una configuración fragmentada

o segmentada del sistema mundial, sin alcanzar el escenario de "ruptura".

El marco de referencia de la "fragmentación-segmentación" corres­

ponde a una visión más compleja que la tradicional dicotomía entre el Norte

y el Sur. Esta percepción no llega a ofrecer un cuadro que refleje las actuales

circunstancias, dado que han aumentado sustantivamente las diferencias

intranorte y m u y particularmente, las intrasur, tanto en el plano de los Esta-

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

dos-naciones c o m o en el intrasocietal. N o incorpora, además la especifici­

dad de la situación del Este (CEI y Europa oriental). Ese fenómeno de dife­

renciación es observable en los países m á s desarrollados y, en m a y o r grado,

en las naciones en desarrollo. Se presenta, por consiguiente, u n m a p a diná­

mico y sumamente complejo de los niveles de desarrollo del conjunto m u n ­

dial, con líneas de separación entre grupos h u m a n o s que n o responden a las

fronteras políticas y socioeconómicas entre países de diferentes estándard

de crecimiento económico, sino que atraviesan las mismas , señalando por

doquier la existencia de bolsones y áreas de riqueza y de pobreza.

Subyacente en el m a r c o de referencia de la globalización por vía del

mercado, existe el supuesto de que distintos conjuntos políticos y sociales,

ubicados inicialmente en condiciones estructurales m u y distintas,

lograrían finalmente converger, con crecientes grados de uniformidad.14

Por el contrario, el m a r c o de referencia de la fragmentación supone que

la interacción de los factores previamente señalados conducirá a acentuar

las diferencias entre esos conjuntos. Se generarán simultáneamente zonas

de elevado desarrollo socioeconómico y de calidad de vida, que coexistirán

con amplios espacios de pobreza y marginalidad, tanto en el Norte c o m o

en el Sur, incrementándose los riesgos de conflicto y de desvinculación —

o de vinculación conflictiva— entre las mismas . El marco de referencia de

la fragmentación asume que las contradicciones intranorte, en términos de

diferenciación socioeconómica, podrían ser posiblemente compensadas

por el crecimiento de ese conjunto, n o siendo así (de n o mediar u n

esfuerzo global intenso y concertado por superarlas) las correspondientes

al Norte-Sur y las intrasur e intraeste.

14. Jean-Baptiste de Foucauld (director), La France et l'Europe... op. cit., capítulo l.

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

E n consecuencia, este marco de referencia supone la existencia de un

globalismo limitado, geográfica, económica, cultural y socialmente.

Incluye, en grandes líneas, al Norte desarrollado y a algunos países de Asia

(los "tigres" y "dragones" del sudeste asiático) y de América Latina. N o

obstante, desde el punto de vista socioeconómico, sólo comprende a una

parte de las poblaciones de los países citados.

E n las próximas décadas, según sea la evolución de numerosos fac­

tores, esta tendencia podría incorporar a otros países, o más correcta­

mente, a segmentos de ellos (países de Europa central, Rusia y un número

reducido de las repúblicas de la C E I , China Popular, zonas costeras y

meridionales, algunos países de la península de Indochina, parte de la

India y de América Latina y Caribe, Sudáfrica y Medio Oriente).

Estas situaciones ofrecerían mayores probabilidades de que pudiera

generarse un incremento importante de las tensiones Norte-Sur, de las

intrasur e intraeste, en escenarios que incorporan en lugar preferente vin­

culaciones transnacionales negativas (redes de producción y comerciali­

zación de drogas, transferencia y venta de armamentos, prostitución,

contrabando h u m a n o y de órganos, etc.) y el fortalecimiento de aquellas

tendencias conflictivas basadas en ideologías sincréticas y sobresimplifi-

cadoras, que intentan responder a graves situaciones políticas y socioe­

conómicas a partir de movimientos fundamentalistas de diferente signo

con base cultural, religiosa o étnica.

Existen otros paradigmas alternativos, en distinto grado de desa­

rrollo. Tal es el caso, por ejemplo, de las visiones humanistas del sistema

mundial (el Proyecto de Modelo de Orden Mundial P M O M ) y de los eco­

logistas. También se cuenta con elementos parciales de otros que comien­

zan a gestarse a la luz de las experiencias que se llevan a cabo en distintas

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

partes del globo (la "economía socialista de mercado" china15 y atisbos de

un pensamiento post y neomarxista en Europa oriental).

Junto a estos paradigmas se presenta un rico espectro de posibilidades

de reforma del capitalismo si se exploran las diferencias existentes entre

las tres formas principales en que éste se concreta: el capitalismo renano

(alemán-nórdico), el anglosajón y el nipón. Los tres se enfrentan actual­

mente a serios problemas y están modificando parte de sus enfoques, ins­

tituciones y m o d o s de operar. N o obstante, ofrecen diferentes concep­

ciones, papeles y prácticas con respecto al rol del Estado, a la política fiscal

y social, a la educación, a las relaciones entre las empresas, la fuerza de tra­

bajo y el Estado, a la importancia asignada al ahorro y al consumo, a la

competitividad y a la producción.16

Todos estos universos conceptuales y experiencias prácticas deberían

ser cuidadosamente analizadas por América Latina para la elaboración de

su propio proyecto de largo plazo. Se requiere superar la simple extrapo­

lación o proyección de lo que ya existe, para explorar con imaginación lo

que está naciendo. E n este contexto, las ideas y percepciones adquieren

gran relieve, ya que promoverán los cambios, los legitimarán o c o m b a ­

tirán. Todo pensamiento renovador presenta un período de lucha para afir­

marse, seguido de una etapa de consolidación y luego, de declinación. Tras

la "revolución neoliberal" surgirá m u y probablemente otro paradigma, es

decir, otro marco conceptual fundamental a través del cual se generarán

otras configuraciones de las unidades políticas y económicas de su arti-

15. Ver "Explicación de las autoridades chinas al Grupo de Trabajo del G A T T , que

analiza la reintegración de China", G A T T , 2 de diciembre de 1992.

16. Michel Albert, Capitalisme contre capitalisme, París, Seuil, 1991.

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

culación y rol, de la distribución del poder y reglas de juego en el sistema

mundial, de la participación y representación popular y de los valores

vigentes en la sociedad global.

C U A D R O 2 . Distribución del ingreso por región1-'

1960 1970 1980 1990

Ingreso por habitante en relación a la media de los países industrializados

América Latina

África

Asia

China

Países de reciente industrialización

Conjunto de países en desarrollo

0,41

0,17

0,25

0,14

0,31

0,25

0,38

0,14

0,26

0,12

0,40

0,24

0,40

0,14

0,31

0,13

0,59

0,24

0,29

0,11

0,35

0,20

0,83

0,20

Crecimiento medio del ingreso por habitante a lo largo de los diez años

América Latina

África

Asia

China

Países de reciente industrialización

Conjunto de países en desarrollo

3,0

2,2

3,5

2,2

6,3

2,9

3,1

2,0

3,4

3,5

6,7

2,4

-0,8

-0,3

2,7

6,9

5,6

-0,1

* Media anual ponderada por país.

Fuentes: R . Summers y A . Heston, «The Penn World Table (Mark 5): A n Expanded Set of International Comparisons. 1950-88», Quarterly Journal of Economies, 1991, p. 327-348, World Bank, World Tables; estadísticas financieras internacionales del F M I .

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C r é d i t o

e i n v e r s i ó n

Salomón K aim an o v it z

El crédito y la inversión son complementarios y definitorios de la c o m -

petitividad de las naciones. El crédito abundante y el tipo de interés con

que se entregue contribuirán a que la economía tenga una producción

dinámica, los artículos que produce obtengan una rentabilidad alta, mien­

tras que los costos financieros deben ser similares a los internacionales, con

un margen definido por los llamados costos de transacción o los que se

pagan por movilizar un capital entre países.

Estamos todavía en una era de dinero barato. La iniciativa tomada

por la Reserva Federal de los Estados Unidos de practicar una política

monetaria laxa desde hace 3 años indujo a que las tasas reales de interés

fueran levemente negativas y a que fueran buscadas en muchos otros

países. Alemania fue la opositora a esta política con el afán del Bundes-

Bank, usufructuando de su gran independencia del gobierno y del resto

de los gobiernos de Europa, de mantener altos tipos de interés para c o m ­

batir la inflación generada por los gastos de la unificación de ese país. Sin

embargo, poco a poco, las tasas de interés han venido cayendo en Europa,

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

tras la ruptura de las bandas de cambio que existían entre sus distintas

monedas.

Las virtudes de esta política monetaria son defendidas por varios

economistas neokeynesianos, entre ellos Paul Samuelson y es, de hecho,

la negación de la teoría monetaria friedmaniana que veía una relación

directa y causal entre oferta monetaria y nivel de precios, lo que en tér­

minos prácticos significaría que la laxitud monetaria norteamericana debió

haber producido inflación desde hace 3 años y, evidentemente, no es el

caso. Keynes habló en su tiempo de la "eutanasia del rentista", en la

medida en que el banco central y el gobierno optaban por políticas contra-

cíclicas, pero siempre tratando de crear un escenario favorable a la inver­

sión con tasas de interés m u y bajas.

La saturación de fondos prestables en los Estados Unidos, y reciente­

mente en Europa, han conducido a importantes flujos de capital portafo­

lio que se han dirigido a las bolsas de valores de los llamados "mercados

emergentes". Primero, los de los nuevos "dragones" asiáticos c o m o Tai­

landia, Malasia, China continental, después a las bolsas de Ciudad de México,

Buenos Aires y Santiago de Chile. Asimismo, fondos llevados a Estados

Unidos y a Europa por los empresarios y las clases medias latinoamerica­

nas han retornado, c o m o se verá, con efectos bastante paradójicos.

Los teóricos de la profundización de la intermediación financiera

(Shaw y M c K i n n o n ) han propugnado tasas altas de interés real en los

países en desarrollo por dos razones básicas: por el lado de las tasas pasi­

vas, se incentiva el incremento del ahorro financiero, que sustituye la emi­

sión monetaria c o m o fuente de financiamiento privado y, por lo tanto, des­

peja presiones inflacionarias; las tasas activas altas de interés inducirán sólo

el financiamiento de los proyectos verdaderamente rentables, dejando por

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

fuera los que requieran protección especial para sobrevivir, de tal m o d o

que quedarán las inversiones que mejor aprovechan las ventajas compa­

rativas locales. Esta posición se contrapone con los que ven en el crédito

una palanca para desarrollar proyectos por parte de sectores vulnerables

y a quienes se les ofrece subsidios, o al postulado keynesiano general de

que tasas de interés bajas llevan a una mayor inversión.

L o cierto es que las tasas de interés negativas castigan con tal magni­

tud a los ahorristas, que éstos se retiran de las instituciones financieras y

buscan intermediación extra-bancaria, ahorran menos o lo hacen en acti­

vos físicos. Eso es algo que la mayor parte de los países del continente han

evitado y cuentan hoy con sistemas financieros que tuvieron que vivir con

la "crisis de la deuda" y han sido o están siendo devueltos al sector pri­

vado en los casos en que fueron nacionalizados.

Los flujos de capital

La repatriación de capitales que caracteriza a la América Latina en los

momentos actuales es la contrapartida de la fuga de capitales de los años

ochenta. Es evidente que el monto de capital exportado se amplió con unos

niveles de tipo de interés bastante altos que predominaron internacional-

mente durante los ochenta. Aunque en el proceso de retorno fue impor­

tante la política monetaria norteamericana, que indujo la reducción de los

intereses reales a montos nulos o negativos,1 más importante fue la recu-

1. Guillermo Calvo, Leonardo Leiderman y Carmen Rheinhart, "Afluencia de capi­

tal y apreciación del tipo de cambio real en América Latina: el papel de los factores

externos", en: Mauricio Cárdenas, Luis Jorge Garay (comp.), Macroeconomía de los flu­

jos de capital en Colombia y América Latina, Bogotá, Tercer M u n d o Editores, 1993.

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

peración política del capitalismo en prácticamente todos los países lati­

noamericanos. Políticas de desestatización, libre mercado y flexibilización

de los mercados de trabajo, además de la obtención de equilibrios macroe-

conómicos sustanciales y reducción considerable de la inflación, han

garantizado el desarrollo a largo plazo del capital y han abierto nuevas ave­

nidas de inversión en un medio más competitivo que el propiciado por la

protección y la intervención estatal.

Las condiciones de libre mercado castigan las inversiones que pro­

ducen mercancías a precios superiores a los internacionales, induciendo

una modernización de la producción local, so pena de perder terreno

frente a las importaciones, al tiempo que se sientan condiciones para un

nivel mayor de exportaciones. Es natural que, con aranceles menores, la

tasa de cambio tenga que ser más elevada para compensar una mayor pro­

porción de importaciones dentro del producto, pero c o m o se verá esto no

es tan cierto si la apertura coincide con una cuantiosa entrada de capital.

La primera conclusión es que de haberse mantenido la alta protección, la

revaluación y la inflación hubieran sido mayores puesto que, al reprimir

institucionalmente las importaciones, crecerían más las reservas interna­

cionales, expandiendo la base monetaria y la demanda agregada, que en

una situación de mayor apertura.

La privatización de activos públicos, por su parte, abre grandes opor­

tunidades al capital privado, nacional e internacional en la prestación de

los servicios públicos, en la banca, en el transporte aéreo, en la construc­

ción de obras públicas y en las industrias antes estatales, incluyendo las de

hidrocarburos. Activos físicos del sector público, valorados por lo bajo

debido a problemas de administración y de sobreempleo, pasan a manos

privadas que los reorganizan en su favor. Es evidente que buena parte de

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

las grandes entradas de capital a las economías latinoamericanas son atraí­

das por la apertura de estos nuevos negocios. A nivel más general, una gran

cantidad de plantas y maquinaria, sobredepreciadas físicamente por anti­

cuadas, deben ser reemplazadas por capital más moderno. Bajo tales cir­

cunstancias, se eleva considerablemente la inversión privada y se reactiva

la demanda agregada, originando tasas de crecimiento elevadas.

Otro elemento básico de la apertura es la ampliación considerable de

la oferta de bienes que se produce no sólo mediante las importaciones, sino

también en la desregulación de los distintos mercados, facilitando la

entrada de nuevos participantes en cada uno, rompiendo en la práctica

acuerdos oligopolistas sobre la repartición de los mercados, que pasan a

ser feriados a un número mayor de agentes. Tales características se amplían

en los distintos acuerdos de integración entre países, incrementándose de

esta manera el grado de competencia existente en la economía nacional.

Esto, a su vez, conduce a una reducción de los márgenes de ganancia y a

que la mayor parte de las empresas obtengan tasas de ganancia también

menores. Se despiertan, asimismo, los "espíritus animales" entre los capi­

talistas que ven más indeleble su propia posición al tiempo que se amplían

las oportunidades de inversión. C o n la economía en expansión, quizás no

sea tan palpable la mencionada reducción de los márgenes de ganancia,

pero una vez cumplido el ciclo expansivo y producido su inverso, la quie­

bra de firmas se incrementará considerablemente.

E n lo que se refiere al empleo, la apertura tenderá a aumentar más

las oportunidades de trabajo en aquellas economías que exporten más de

lo que importen, porque las presiones para actualizar la tecnología de

producción y el retiro del Estado de muchos frentes eliminarán puestos

de trabajo que antes funcionaban, mal que bien, en firmas protegidas de

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

la competencia o bajo lógicas clientelistas de organización del Estado. E n

esta afirmación, se supone que las exportaciones son intensivas en trabajo

mientras que las importaciones son intensivas en capital. El resultado es,

de todas maneras, que se cambian los precios relativos en favor de la inten­

sificación de capital en la producción y que existen menos empleos, pero

más productivos. El empleo puede crecer también con la expansión de la

producción de bienes no transables, y es lo que se ha vivido en áreas c o m o

la construcción y los servicios al entrar las economías antes rezagadas en

recuperación. Si, además, los gobiernos practican políticas de alto gasto

público, con ajustes tributarios y venta de activos públicos, la expansión

económica se dará porque el multiplicador del gasto público es mayor que

el multiplicador negativo que tienen los impuestos.

Los problemas de la década perdida se invierten. Ya no es la deva­

luación hiperinflacionaria la que desvela a los encargados de la política

económica, c o m o lo fuera durante la década de los ochenta, sino la apre­

ciación de las monedas locales del lado de la cuenta de capitales y el

impacto inflacionario que puede tener el incremento de las reservas inter­

nacionales. El patrón de conducta general parece ser la apertura de cuan­

tiosos déficits de la cuenta corriente que reflejan el financiamiento externo

de un exceso de gasto, particularmente de inversión, pero también de

consumo en importables, acompañado de un flujo de capital m u y positivo

que consiste en la repatriación de capitales, la inversión extranjera y el

endeudamiento externo privado, que supera el déficit en cuenta corriente

y agrega reservas internacionales. Esto a su vez presiona la apreciación de

la moneda local.

Es más , la tasa de cambio es escogida c o m o ancla de la política anti­

inflacionaria y se mantiene fija (Argentina) o elevándose menos que el

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

índice de precios al consumidor (México, Colombia), de tal m o d o que se

hace necesario elevar el tipo de interés interno para garantizar un finan-

ciamiento adecuado del déficit en cuenta corriente, entrando en un círculo

maligno de apreciación de la moneda, menores exportaciones, más impor­

taciones, amenazas de recesión o de situaciones cambiarías que son insos­

tenibles en el mediano plazo. U n a vez que se llevan a cabo las inversiones

que dinamizan el mercado interno, la apreciación impedirá continuar el

proceso de acumulación con base en las exportaciones, a menos que se den

aumentos de productividad apreciables que neutralicen los ingresos

menores de las empresas que exportan.

La entrada de capital tiene otro importante efecto en las relaciones

macroeconómicas: mientras que la fuga de capital pudo ser compensada

con aumentos del gasto público durante los años ochenta (cuyos excesos

influyeron en el desborde inflacionario), ahora el gasto público tiene que

ser financiado adecuadamente con recursos reales provenientes de tribu­

tos o de las ventas de los activos estatales, que pasan a ser gastados en

rubros corrientes y debe, además, dejar espacio al desarrollo de la inver­

sión privada y producir superávit, que es la única forma que tiene de

mejorar o evadir las revaluaciones de las monedas locales y/o los altos

tipos de interés que garantizan que no habrá estampida de capitales.

El Estado, c o m o tal, abandona todas las áreas de fomento directo de

la acumulación de capital y se concentra en proveer la infraestructura ade­

cuada y en llevar a cabo un gasto social que compense las pérdidas de ingreso

y empleo que los violentos ajustes de los años ochenta y las políticas anti­

inflacionarias de la década presente significaron para el grueso de la pobla­

ción. Esto supuso una eliminación de los subsidios a la oferta y su reem­

plazo por partidas presupuestarias que pasan para el lado de la demanda.

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

Esta transformación en la concepción de una menor intervención del Estado

en la economía y en el seguimiento de las señales que surgen del mercado

fueron producto no sólo de las imposiciones de las agencias internacio­

nales, sino del fracaso latinoamericano evidenciado en los años ochenta con

el estallido del servicio de la deuda y de desequilibrios considerables en las

cuentas externas y las del gobierno. Esta situación, en algunos casos, arrasó

con instituciones tan claves c o m o las monetarias al no poder participar en

la ampliación considerable del comercio mundial después de la posguerra,

en contraste con Europa, Japón y los "tigres" asiáticos.2

El crédito y la inversión

E n los países iberoamericanos se ha registrado también una era de bajas

tasas relativas de interés frente al pasado, pero el legado inflacionario y el

oligopolio bancario se han conjugado para mantener tasas activas de

interés todavía m u y altas en términos reales, lo que induce al endeuda­

miento privado con el sistema financiero internacional. Este es uno de los

problemas más intensos que observan los países a los que ha llegado un

importante flujo de capital. Al perder sus clientes de primera, que pasan

a la banca internacional, los bancos ponen fin al racionamiento del crédito

a sus clientes menos solventes, de tal m o d o que explota el crédito para

consumo y vivienda, ayudando así al auge económico general que han

vivido países c o m o Chile, Argentina, México y Colombia.

La reducción de la regulación bancaria, en términos de los nuevos

entrantes al mercado, ha conducido a una mayor proliferación de bancos,

tanto nacionales de cada país c o m o de filiales entre países, intercomuni-

2. Jagdish Bhagwati, El proteccionismo, Barcelona, Alianza Editorial, 1991.

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

cando de mejor manera las oportunidades y necesidades de crédito en

espacios geográficos m á s amplios. La banca vive actualmente una compe­

tencia mayor que en toda su historia y, sin embargo, mantiene una fijación

de márgenes de intermediación y de tarifas de servicios que indican una

fijación de precios, por consenso, del sector.

El monto total del crédito también se ha incrementado con el desa­

rrollo de los cuasidineros, que constituyen la parte más importante de los

depósitos de los bancos, que se ven forzados a remunerar las cuentas co­

rrientes siguiendo de nuevo una innovación norteamericana, las "now

accounts". Esto a su vez hace descender la demanda de dinero que es

puesto a interés para que lo gasten los que invierten o consumen mediante

crédito bancario o tarjetas de crédito.

H e m o s hablado de un gran crecimiento del gasto, tanto público c o m o

privado, lo cual explica en lo fundamental los déficits en la cuenta corriente

(que mide exportaciones menos importaciones de bienes y servicios), que

informan que el ahorro interno es insuficiente para financiar los planes de

inversión. Mientras exista el ahorro llamado externo, que financia estas

inversiones, y que su flujo neto sea positivo, no hay ningún problema.

Simplemente, al país llega capital c o m o crédito, capital de inversión y

capital de portafolio. Sumados deben superar el saldo negativo de la cuenta

corriente. Se puede considerar incluso que si el flujo es de inversión extra­

njera, c o m o lo es en México, esa entrada de hoy va a producir entradas adi­

cionales mañana, en la medida en que se desarrolle el Tratado de Libre

Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá.

La cuestión se vuelve problemática si el T L C no funciona, o si un país

c o m o Argentina puede mantener su déficit en cuenta corriente mediante

altos tipos de interés que lo financien. O , c o m o en el caso colombiano, si

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

los ingresos futuros del yacimiento petrolífero de Cusiana podrán cubrir,

en su momento , el endeudamiento en que se ha metido el sector privado

para modernizar y ampliar la capacidad productiva. E n todos los casos, la

revaluación ha desincentivado la exportación, ha atraído importaciones

crecientes y comienzan a conocer problemas las industrias que producen

bienes transables internacionalmente.

El último elemento de este análisis tiene que ver precisamente con el

anuncio del fin de la era del dinero barato en el continente. La Banca de

la Reserva Federal de los Estados Unidos aumentó su tasa de descuento

de 3,0% a 3,25% y ese mínimo movimiento dio lugar a un freno en las

inversiones en bolsa de los fondos mutuales y de otros agentes en los

"mercados emergentes". La junta directiva de la Reserva anunciaba así que

la recuperación económica se había completado y que para mantenerla

sólida y sin inflación estaría acompañada de tasas de interés superiores.

Eso implica que a mediano plazo la oferta de crédito disminuirá y estará

más demandada por las propias inversiones en los Estados Unidos, algo

que también comienza a suceder en algunos países de Europa.

Si ese es el caso, la tarea económica de los gobiernos iberoamericanos

en el futuro será desarrollar sus propias fuentes de ahorro, en la medida en

que les corresponda lograr un equilibrio externo de sus cuentas, aunque

siempre se podrán obtener préstamos en los mercados internacionales, más

aún cuando casi todos los países han mostrado un manejo macroeconó-

mico consistente y relativamente equilibrado. Quizás en estos momentos

la tasa de cambio se vuelva una herramienta adecuada para fomentar las

exportaciones que, c o m o ya se indicó, en este tramo sufrieron los rigores

de la revaluación. C o n un mercado interior pujante y otro externo en cre­

cimiento se podría avanzar mucho en la senda del desarrollo económico.

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R e c o n v e r s i ó n

industrial

Salvador Arrióla

Al comienzo de 1994, aproximadamente el 30 por ciento de la fuerza

laboral del m u n d o , esto es 820 millones de personas, estaba desempleado

o subempleado en la peor crisis global de empleo desde la Gran Depre­

sión de los años treinta, según la Organización Internacional del Trabajo.

E n una declaración divulgada en Washington, Michel Hansenne,

Director General de la O I T , señalaba que: "Los trabajadores han tenido

que soportar de manera desproporcionada la carga, mientras muchas

naciones han avanzado hacia economías de mercado libre en los últimos

15 años, lo que se refleja en el alto número de personas desempleadas o

subempleadas".

"Estos datos demuestran por qué calificamos la situación del empleo

c o m o una crisis global, m u c h o más seria que los problemas económicos

de los años ochenta", afirma Hansenne. "Por primera vez desde la Gran

Depresión, los países industrializados al igual que los en desarrollo enfren­

tan un desempleo a largo plazo y persistente."

La O I T informa que hay por lo menos 120 millones de desemplea-

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

dos registrados en todo el m u n d o "aunque los números reales, incluidos

quienes jamás se registraron o quienes han abandonado la búsqueda de

nuevos trabajos, son ciertamente m u c h o más altos".

" E n total, cerca de 1.100 millones de personas en todo el m u n d o

viven por debajo de los niveles de pobreza de sus propios países debido a

la falta de una ocupación bien remunerada", agrega. " E n 1993, el ingreso

medio per capita cayó globalmente por cuarto año consecutivo, refle­

jando el estancamiento general de la producción mundial que ha impedido

el crecimiento del empleo."

"El grado y ritmo del cambio tecnológico en industrias, servicios,

computadoras, biotecnología, y especialmente en las comunicaciones ha

transformado drásticamente la forma en que está estructurado el trabajo,

y la forma en que éste se realiza", indica la O I T al identificar los factores

que causan estas tendencias de desempleo a largo plazo en países ricos y

pobres por igual.

El informe señala también que "uno de los resultados es la presión

extrema para aumentar la productividad sacando ventaja de los cambios

tecnológicos, para reducir la mano de obra empleada y recortar los costos".

La humanidad vive, en efecto, desde hace algunos años la gestación

de un nuevo "modelo civilizatorio". E n gran parte, se debe a los avances

recientes en el campo de la ciencia y la tecnología. Estos han de verse c o m o

causa y efecto del nuevo esquema de civilización.

C o m o consecuencia de tales avances, la actividad económica está

cambiando de manera radical. Se están creando nuevos espacios produc­

tivos al paso que desaparecen otros c o m o resultado de la aparición de mer­

cados distintos, configurados a partir de nuevas oportunidades tecnoló­

gicas; se está alterando la estructura productiva interna al surgir nuevas

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

formas de competencia; se están redefiniendo las relaciones interindus­

triales y variando el papel y la importancia de cada sector dentro de la eco­

nomía global; se está afectando la composición de la demanda agregada al

alterarse el patrón de distribución del ingreso; y se está transformando la

división internacional del trabajo al modificarse los patrones de inter­

cambio entre los países.

Asimismo, los nuevos desarrollos tecnológicos están modificando

de manera profunda los esquemas de organización y de desempeño de las

empresas. Estamos hoy en día ante un nuevo modelo organizativo y

gerencial, basado en conceptos de máxima flexibilidad y agilidad de

respuesta, mínimo inventario y cero defectos.

Estas dos líneas de cambio convergen y se complementan de tal manera

que han llegado a constituir un nuevo modelo de eficiencia productiva, apli­

cable en casi todas las ramas de la producción de bienes o servicios.

Los más recientes avances tecnológicos están modificando la natura­

leza de la actividad productiva. E n efecto, anteriormente el desarrollo

dependía de la cantidad de energía, recursos naturales, trabajo, capital; hoy

en día depende sobre todo de la capacidad de conocimiento y de la infor­

mación disponible para actuar sobre el proceso de trabajo. H a y pues, una

tendencia hacia la "desmaterialización" del proceso productivo, es decir,

hacia la menor utilización relativa de materias primas y la mayor incor­

poración de "intangibles". E n la actualidad, por ejemplo, se podrían pro­

ducir los mismos bienes que hace diez años con un tercio menos de las

materias primas.

E n el conocimiento reside, entonces, la clave del rendimiento econó­

mico. D e ahí, también, el celo puesto en reforzar todos los medios posibles

dirigidos a garantizar el control sobre el conocimiento y las tecnologías.

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

Así lo pone de manifiesto, entre otros datos, el crecimiento de la partici­

pación de los bienes intensivos en tecnología, es decir, de bienes para los

cuales la clave de su competitividad reside en el "valor tecnológico agre­

gado", dentro del flujo total de intercambios comerciales a nivel mundial.

Por otra parte, ya se advierte en algunos países que la inversión en Inves­

tigación y Desarrollo (y en general en los llamados "intangibles") se empa­

reja con la inversión en planta y equipos.

Asimismo, los cambios en el orden científico y tecnológico se están

produciendo a una gran velocidad, hecho que tiene, al menos, tres expre­

siones. Por un lado, se viene acortando de manera drástica el ciclo de

generación de la tecnología. E n otras palabras, se ha reducido considera­

blemente el tiempo que va desde la concepción de la idea a su utilización

comercial. Al contrario de lo que ocurrió con los inventos de Edison o

Bell, que fueron socialmente utilizados decenas de años después de que

fueran concebidos, hoy en día, en algunas ramas industriales el plazo de

aplicación es, literalmente hablando, cuestión de meses.

Por otro lado, hay una tasa m u y acelerada de obsolescencia tecnoló­

gica. Se afirma, en efecto, que dentro de no más de cinco años, el 40 por

ciento de los productos que hoy se encuentran en el mercado desapare­

cerán e, igualmente, que el 50 por ciento de los productos, que se venderán

en los próximos diez años todavía, no se conocen.

Los tiempos actuales se caracterizan, también, por una rápida obso­

lescencia del conocimiento. U n solo dato resulta más que elocuente a este

respecto: según un informe sobre el tema, se ha estimado que al cabo de

menos de diez años, un ingeniero que no haya vuelto a estudiar después

de graduado será absolutamente incapaz de desenvolverse dentro de su

profesión, tal es el cúmulo de novedades con que se enfrentará.

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

Esto parece constituir la principal diferencia entre los países es su

capacidad desigual de generar ahorro y transformarlo en inversión pro­

ductiva, así c o m o sus esfuerzos sustancialmente distintos en cuanto a la

capacitación de los recursos humanos .

Las concepciones tradicionales sobre las relaciones entre los factores

de producción, el peso de las escalas y tamaños de las unidades producti­

vas y la noción de ventajas nacionales están asi sufriendo transforma­

ciones.

Las economías de escala ya n o se apoyan en las dimensiones de las

plantas industriales, sino más bien en la capacidad de articular cadenas pro­

ductivas que respondan a demandas específicas, aglutinando diversas capa­

cidades tecnológicas, financieras y de gestión.

Por otra parte, las nuevas tecnologías organizacionales consisten en

la reformulación del proceso, vía el trabajo calificado, la multifuncionali-

dad y participación de la fuerza de trabajo c o m o condiciones de eficien­

cia, por una parte, y en la flexibilidad, adaptabilidad y modularidad c o m o

bases de la inserción internacional y mantenimiento de la competitividad,

por otra.

Sin embargo, hay escollos que resolver y dislocaciones sociales graves

que inevitablemente acompañarán el proceso de cambio.

A título ilustrativo, cabe examinar algunos ejemplos: la estabilidad de

las ventajas comparativas que sirvieron de sustento a la vieja división

internacional del trabajo se encuentra seriamente socavada, por cuanto

ahora depende de esfuerzos creadores deliberados. Se multiplican las

oportunidades innovativas, pero también los factores de incertidumbre

sobre los resultados empresariales y sobre la recuperabilidad de las inver­

siones en plazos cada vez más breves.

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

Del m i s m o m o d o , la competitividad manufacturera penosamente

ganada por el Tercer M u n d o podría disolverse frente a los progresos de la

robotización y la decisión de los países industriales líderes de reconvertir

instalaciones antes que promover el redespliegue y el intercambio a escala

mundial.

E n términos más generales, el cambio tecnológico produce disloca­

ciones en la estructura de las ventajas comparativas y de las corrientes del

intercambio, tanto más frecuentes y profundas cuanto mayor sea la tras­

cendencia y la velocidad de incorporación de las innovaciones técnicas.

Así, todos los países están sometidos a un proceso continuo de ajuste,

donde los beneficios quedan con las economías que inician el cambio tec­

nológico y el grueso de los costos en las sociedades que se acomodan de

m o d o pasivo. H e ahí surge una fuente de inestabilidad de las estrategias

de apertura externa de nuestros días.

El imperativo de adoptar políticas microeconómicas de fomento a la

formación de nichos modernos de exportación se manifiesta nítidamente

al observar c ó m o las actividades intensivas en conocimientos son las

impulsoras del comercio internacional del presente. Entre 1970 y 1990, las

exportaciones de bienes de alta tecnología casi duplicaron su participación

en el comercio mundial de manufacturas. Y , aunque la fabricación e inter­

cambio de esos productos están altamente concentrados, las naciones asiá­

ticas de industrialización reciente (Corea, H o n g Kong, Singapur y Taiwan)

ya aportan cerca del 10 por ciento de las ventas mundiales.

C o n todo, el riesgo mayor que implica abordar la economía de mer­

cado conjuntamente con el esfuerzo científico y tecnológico es el de rele­

gar a segundo término o abandonar los temas de investigación que más

importan en la corrección de graves desequilibrios universales: el desem-

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

pleo, la crisis demográfica global, la destrucción ecológica, el rezago acu­

mulativo del Tercer M u n d o , la limitación al consumismo desenfrenado.

Por eso, los frutos plenos del progreso científico n o podrán recogerse

hasta que sea factible establecer algún control social sobre la dirección y

el ritmo de las transformaciones tecnológicas.1

El llamado G r u p o de Lisboa2 en su informe reciente titulado "Límites

a la competitividad", señala que la competitividad, entendida c o m o una

"búsqueda conjunta", ha sido decisiva para la explotación de los recursos

naturales, la satisfacción de necesidades individuales y colectivas, y la

mejora sustancial de los niveles de riqueza y de la calidad de vida. N o obs­

tante, una nueva "era competitiva" ha surgido en los últimos 20 a 30 años,

en estrecha relación con la globalización del proceso económico.

Alejándose de la noción básica de "búsqueda conjunta", la competi­

tividad se ve cada vez m á s c o m o una "contienda entre rivales". H a apare­

cido u n imperativo de la competitividad que atraviesa y dirige la conducta

del sector universitario, educativo, sindical, parlamentario, de comunica-

dores y de planificadores. El informe citado sostiene, textualmente, que

"la competitividad ha dejado de ser una manera de funcionar del sistema

económico para convertirse en u n credo universal, en una ideología".

L o que preocupa al G r u p o de Lisboa n o es la competitividad per se,

sino el excesivo dominio de la ideología de la competitividad en la vida

1. Ver David Ibarra, "Interdependencia y desarrollo" (versión final preparada para

la Reunión de la Subcomisión de Asuntos Económicos de la Comisión de Asuntos

Internacionales del PRI), 15 de octubre de 1993.

2. Ver grupo de Lisboa, "Limites a la competividad", Lisboa, Fundación Gulben-

kian, 1993.

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

política y social, así c o m o los límites del concepto para satisfacer los inter­

eses de la población mundial.

E n este contexto, el informe señala que el exceso de competitividad

puede tener las siguientes consecuencias: a) mayores desigualdades socioe­

conómicas dentro y entre las naciones, y marginalización de extensas

áreas del m u n d o ; b) explotación y daño de la ecología —desertificación,

erosión del suelo, extinción de la vida animal y especies vegetales, polu­

ción de los ríos y los mares, etc.; c) concentración del poder en unidades

económicas de gran tamaño, c o m o empresas multiterritoriales y multina­

cionales, cadenas globales de información y comunicación; d) empobre­

cimiento del debate cultural y socioeconómico.

La razón es una sola. U n a palabra: el desempleo. Así se inicia la pre­

sentación del llamado Libro blanco sobre la estrategia a medio plazo

para el crecimiento, la competitividad y el empleo que el Consejo Euro­

peo solicitó en junio de 1993 a la Comisión Europea. La decisión res­

pondía a un debate entre los jefes de Estado y gobierno tras una inter­

vención del Presidente de la Comisión sobre las flaquezas de la economía

europea.

Tenemos "la inmensa responsabilidad", dice el Libro blanco, "de

encontrar, manteniéndonos fieles a los ideales que han hecho la persona­

lidad y la marca de Europa, una síntesis entre las metas perseguidas por la

sociedad. El trabajo c o m o factor de integración social; la igualdad de

oportunidades, y las exigencias de la economía: la competitividad y la

creación de empleo."

" E n un contexto de dura competencia en los mercados mundiales, la

industria comunitaria se encuentra en inferioridad de condiciones debido

al deterioro de su competitividad comercial, a una escasa presencia en los

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

mercados c o n futuro, a u n nivel de inversión en I + D m u y reducido y a una

producción inferior a la de sus competidores m á s importantes."3

A continuación se presentan algunos de los principales rasgos de la

estrategia presentada por el Comis ionado Jacques Delors y que merecen

ser destacados en el contexto del tema de esta presentación:

"Si la expresión política industrial sigue siendo discutida, nos dice el

Libro blanco,4 nadie d u d a de la responsabilidad de los gobiernos y de la

C o m u n i d a d en la creación de u n entorno lo m á s favorable posible para la

competitividad de las empresas. El respeto a las reglas de competencia es

u n o de sus importantes elementos. Contribuye a que el gran mercado sea

h o y una realidad absolutamente viva. N o obstante, desde el punto de

vista de las empresas, es preciso avanzar en tres direcciones:

• L a primera tiene que ver con el corpus de reglas (legislación, n o r m a s ,

estándares, procesos de certificación) que garantizan el b u e n funcio­

namiento del mercado . Este corpus debe completarse (por ejemplo,

en productos farmacéuticos, propiedad intelectual, derecho de socie­

dades). Pero, y sobre todo, su posterior evolución debe quedar ase­

gurada contra el riesgo de incoherencia entre las legislaciones nacio­

nales y comunitarias.

• L a segunda condición tiene que ver c o n las pequeñas y medianas

empresas. Los modelos de flexibilidad para las grandes sociedades,

son también, y cada vez m á s , u n factor de competitividad para éstas,

a través de la externalización y la subcontratación. D e ahí que las

3. Ver Comisión de las Comunidades Europeas, "Crecimiento, competitividad, empleo: retos y pistas para entrar en el siglo XXI", Libro blanco, p. 64. 4. Ibid., p. 14 a 16.

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

grandes empresas adopten iniciativas para dinamizar el tejido de sus

suministradores y clientes. Pero la demografía de las P y M E , es decir,

su nacimiento, crecimiento y regeneración incube también a las polí­

ticas nacionales. E n numerosos países sería preciso adaptar de manera

coherente la fiscalidad, la trasmisión patrimonial, el acceso a la finan­

ciación, la simplificación de la normativa y las prácticas del crédito

entre empresas. A u n q u e la parte fundamental debe hacerse a escala

nacional, la Comunidad debe, por su parte, facilitar la inserción de las

P y M E en la dinámica del gran mercado.

• La tercera condición se refiere a la aceleración del establecimiento de

las redes transeuropeas de infraestructuras."

" E n el cuadro de un crecimiento del esfuerzo global consagrado a la inves­

tigación, se fomentará la cooperación entre las políticas de investigación

de los diferentes países y entre las empresas. Esta cooperación se irá

convirtiendo progresivamente en un principio de animación, y no sólo un

aspecto de la política comunitaria de investigación y desarrollo. Este prin­

cipio conduce a definir grandes prioridades y propiciar encuentros entre

operadores, y, sobre todo, entre productores y usuarios, en torno a temas

importantes de interés común : es la única garantía de que se tengan en

cuenta las potencialidades de mercado para la definición de las prioridades

de investigación."

"La Comisión propondrá a los Estados miembros que se ponga en

marcha esta nueva forma de actuar sobre la base de un número limitado

de grandes proyectos comunes concebidos a partir de las posibilidades:

• de las nuevas tecnologías de la información, cuya importancia ya se

ha destacado;

• de las biotecnologías, campo en el que la pronta aplicación de los

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

recursos de investigación permitiría lograr una mayor sinergia entre

las industrias químicas y sus grandes usuarios potenciales en los sec­

tores sanitario y agroalimentario;

• de las ecotecnologías. Entendemos por ecotecnologías las innova­

ciones radicales que atacan las causas de las emisiones contaminantes

y persiguen la eficacia ambiental del ciclo de producción. E n efecto,

serán una ventaja competitiva de primera magnitud el día de mañana."

"Las pistas recién esbozadas muestran c ó m o el dinamismo del mercado

puede dar un mayor estímulo a nuestro crecimiento."

"Pero la experiencia demuestra también que el mercado no está

exento de fallas. Tiende a subestimar los retos de gran alcance, provoca

ajustes cuya rapidez golpea desigualmente a las distintas categorías

sociales, y propicia espontáneamente efectos de concentración que gene­

ran desigualdades entre las regiones y las ciudades.

La solidaridad, en primer lugar, entre los que tienen trabajo y los que

n o lo tienen es una idea fundamental que ha estado completamente

ausente, en los últimos diez años, de las conversaciones y de las negocia­

ciones colectivas. Proponemos, en consecuencia, una especie de pacto

social europeo basado en un principio simple, y cuyas modalidades se

adaptarían a las peculiaridades de cada país y de cada empresa. E n aras de

una economía descentralizada y de subsidiariedad, las nuevas ganancias de

productividad serían, en lo fundamental, destinadas a inversiones de

futuro y a la creación de nuevos puestos de trabajo."

La anterior, es la respuesta inicial de la Unión Europea al problema.

Igualmente, se acaba de hacer efectivo el llamado del Presidente Clinton de

los Estados Unidos a la Conferencia del Grupo de los Siete, en donde, con

la participación de los Ministros de Finanzas, Trabajo y Comercio, se esta-

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

blecerán las bases para desarrollar una estrategia coordinada que dé solu­

ciones a la interacción de desempleo crónico que caracteriza a dichas eco­

nomías. "Confío, señaló el Presidente Clinton, que dicha estrategia pueda

ser refinada en julio en Ñapóles, en la Reunión C u m b r e Anual del Grupo" . 5

Asimismo, señaló, "que la Conferencia debe buscar un consenso

entre naciones. . . que el desempleo en una nación afecta el empleo en las

otras, que los salarios deprimidos en un país afectan los salarios en los

otros, y que las naciones ricas tienen intereses comunes en seguir cre­

ciendo".6

Está claro que los niveles de desempleo y los flujos migratorios (100

millones de emigrantes hay actualmente en el m u n d o ) reflejan impor­

tantes desajustes en el sistema económico internacional, y que tal c o m o

sucede con el resto de los temas de la agenda internacional, las caracterís­

ticas de su negociación y contenido futuro serán marcadas esencialmente

por el interés del m u n d o industrializado.

La reunión de Detroit seguramente iniciará las tareas de definir los

elementos para conformar el programa futuro de la nueva Organización

Internacional de Comercio, a través de la inclusión del vínculo entre

comercio y normas laborales. E n el G A T T , los países en desarrollo han

sostenido que hablar de dumping social y de "mejoras" en las normas

laborales es una forma de disfrazar tanto la pérdida de competitividad de

los países industrializados c o m o su proteccionismo comercial.

Curiosamente, y por primera vez, el Comité de Desarrollo del F o n d o

Monetario y del Banco Mundial incluirá en su agenda para abril de 1994

5. Ver Associated Press, Detroit, Estados Unidos, 13 de marzo de 1994.

6. Ibid.

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

el tema "Población y migraciones", que marcará el inicio de diversas acti­

vidades de esos dos organismos en este campo —estimulados por la prio­

ridad que le otorga la Administración Clinton—, incluso en la asignación

de recursos de ayuda oficial.

Nuestros países deben estar atentos a la evolución de todos estos

acontecimientos, dado que una estrategia coordinada del m u n d o indus­

trializado podría caer en la tentación de erosionar los recientes compro­

misos multilaterales de libre comercio y adoptar medidas que hagan más

rígidos los acuerdos bilaterales en materia de empleo y de migraciones.

Los equipos negociadores que enfrenten estos temas a nivel bilateral

o multilateral deberán ser multidisciplinarios, y abarcar a la vez asuntos

laborales, comerciales, financieros, ambientales, migratorios y de pobla­

ción, entre otros. Frente a la tendencia de los países industrializados de

adoptar medidas a corto plazo y proteccionistas, los países en desarrollo

deberían insistir en un tratamiento integral, positivo y de largo plazo de

estos problemas: para responder al supuesto dumping social, al desempleo

y a las migraciones "salvajes" sólo son efectivos mecanismos de coopera­

ción internacional que generen empleo, comercio e inversión, y desarrollo

social, y que por ende ataquen esos desajustes internacionales en sus raíces.

Además de las instancias señaladas, el calendario futuro ofrece a los

países iberoamericanos la oportunidad de precisar y definir propuestas

concretas e integrales. Tal es el caso de la Conferencia de las Naciones Uni­

das sobre Población (El Cairo, octubre de 1994) y la C u m b r e sobre Desa­

rrollo Social (Copenhague, marzo de 1995).

La profunda apertura experimentada por las economías de los países

de América Latina y el Caribe en los años más recientes ha traído al pri­

mer plano el tema de la competitividad, cuya importancia y actualidad se

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

acrecienta, además, por cuanto el futuro económico de la región está ínti­

mamente vinculado a las características que adoptará su inserción en la

economía mundial.

E n este sentido, son enormes los esfuerzos que deberán realizarse en

nuestros países, tanto en el ámbito nacional c o m o regional, particular­

mente en el marco de los procesos de integración.

A título ilustrativo m e permito mencionar algunos de estos esfuer­

zos.

A nivel nacional, una de las tareas prioritarias que se plantean es la

revisión de las legislaciones actuales para adaptarlas a esquemas modernos

que garanticen y fomenten la competitividad, por ejemplo, en materia de

concentración económica, privatización y desregulación. Esta última

labor, que se lleva a cabo en la mayor parte de nuestros países, puede ser

un elemento determinante en la promoción de la competencia, a través de

la eliminación de barreras en sectores económicos previamente cerrados.

Sin embargo, en este orden de ideas, ni la desregulación ni la privatización

tendrán éxito en sus propósitos si no van acompañadas de una política

gubernamental que promueva una activa competencia interna que, a su

vez, sea acicate y plataforma para competir en los mercados externos.

Por otro lado, el esfuerzo nacional debe afianzarse a través de una

adecuada inversión en la investigación para el desarrollo, en la formación

y capacitación del personal y en la adopción de los más altos estándares

de calidad, lo cual sólo podrá lograrse mediante la mancomunidad de

esfuerzos entre gobierno, empresarios, trabajadores y científicos.

Sería apropiado que, c o m o complemento lógico del "Programa Bolí­

var de Integración Tecnológica Regional, Innovación y Competitividad

Industrial", pudiera reforzarse a nivel de cada país de la región la acción

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

del Banco Interamericano de Desarrollo y de otras entidades de financia-

miento, precisamente en el apoyo de este tipo de tareas prioritarias que no

sólo incorporan a los diversos actores sociales a una tarea c o m ú n , sino que

sientan las bases para un definitivo despegue basado en la innovación y la

calidad productiva y que tendría efectos inmediatos en el marco de la

cooperación regional. Así, al ampliarse el universo de proyectos a nivel

nacional, se daría mayor solidez y seguridad al cumplimiento de los obje­

tivos del propio Programa Bolívar.

Solidaridad para la comp et it iv i dad

La apertura de las economías de la región, así c o m o la eliminación de sub­

sidios a la producción y la reglamentación de incentivos sobre la base de

estrictas normas internacionales, están configurando un contexto econó­

mico de dura competencia en el que sobreviven y tienen éxito solamente

las empresas que logran incrementar significativamente sus niveles de pro­

ductividad, mejorar la calidad y presentación de sus productos y "posi-

cionarlos" adecuadamente en el mercado.

E n América Latina y el Caribe, donde el entorno de las empresas es

en general adverso, las dificultades que éstas deben vencer para sobrevi­

vir, modernizarse y crecer son particularmente severas. Las limitaciones

tienen que ver básicamente con las características de algunos mercados

claves para las empresas productivas, tales c o m o el del trabajo (calificación

insuficiente de la m a n o de obra), el financiero o de capital (altas tasas de

interés), o el tecnológico (insuficiente información sobre opciones dispo­

nibles). Adicionalmente, forman parte también del entorno desfavorable

la insuficiencia y mala calidad de los servicios (energía eléctrica, comuni­

caciones, consultoría, etc.).

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

E n tales circunstancias, la cultura de confrontación entre los princi­

pales actores económicos, característica de las relaciones capital-trabajo en

nuestros países, es disfuncional respecto a las necesidades del m o m e n t o y

conspira contra la consecución del crecimiento económico y la moderni­

zación del aparato productivo. Por otra parte, el imperativo de mejorar las

condiciones para la competitividad, tanto internas c o m o externas a la

empresa, no debe servir de pretexto para soslayar indefinidamente el mejo­

ramiento de las condiciones de trabajo y de vida de los trabajadores. El

desarrollo de un estilo autoritario y socialmente irresponsable de admi­

nistración empresarial, facilitado por las recientes tendencias a liberalizar

el mercado laboral, promueve la cultura de confrontación aludida, y

conspira contra el propio objetivo de incrementar los niveles de c o m p e ­

titividad de las empresas.

Si bien la incorporación de progreso técnico al proceso productivo a

través de la asimilación de nuevas tecnologías es condición necesaria para

alcanzar niveles adecuados de competitividad internacional, aquélla no

constituye condición suficiente, c o m o tampoco lo será mejorar la dispo­

nibilidad y calidad de los servicios de apoyo directo o indirecto a las acti­

vidades productivas. Aparece c o m o indispensable también el desarrollo de

una nueva cultura de gestión empresarial, que implique un enfoque no

confrontacional de las relaciones trabajo-capital, y nuevas modalidades de

organización del trabajo en la empresa acordes con este enfoque y con los

requerimientos de las nuevas tecnologías.

Es así c o m o la confluencia de factores y fenómenos externos e inter­

nos a la unidad productiva, o sea, la apertura y globalización económicas,

el imperativo de la competitividad para sobrevivir y crecer, y el desarrollo

de nuevas tecnologías y su impacto sobre la organización del trabajo,

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

están obligando a redéfinir el concepto de la empresa tradicional y a

replantear el carácter de las relaciones entre los principales gestores econó­

micos. El tipo de empresa que se requiere y que deberá ir perfilándose

durante los próximos años puede caracterizarse c o m o una empresa

"flexible", en la que la renovación de los métodos gerenciales se armoni­

zan con la gestión participativa.

La empresa "flexible" no es factible si no es producto de una acción

concertada entre trabajadores y gerencia. La solidaridad para la competi-

tividad se convierte así en un concepto central de la nueva cultura empre­

sarial, indispensable para avanzar con éxito en la modernización produc­

tiva de nuestras economías. Para que este concepto adquiera realidad

concreta, sin embargo, se requiere enfrentar y resolver varios problemas

e interrogantes legítimos, si éstos no han de constituir otros tantos obstá­

culos al logro de la transformación requerida.

Por parte de los trabajadores y sus organizaciones sindicales, se

requiere una actitud positiva ante la incorporación de nuevas tecnologías

y la flexibilización de la organización del trabajo que las mismas requie­

ren. Pero esta actitud positiva debe ser correspondida por la gerencia,

garantizando a los trabajadores que esa flexibilización no conllevará la

inestabilidad ocupacional, la reducción de sus salarios o el aumento del

tiempo de trabajo. Esta es una preocupación legítima de los trabajadores

latinoamericanos, que se sienten amenazados por un proceso de flexibili­

zación del mercado laboral, que se da en un contexto de desempleo y rece­

sión económica, del que además está ausente un sistema de segundad

social razonablemente eficiente y de amplia cobertura.

Las lecciones de varios países extrarregionales que recientemente han

tenido éxito en alcanzar una rápida modernización, el contenido de las

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

iniciativas del llamado Libro blanco, así c o m o las experiencias exitosas,

aunque todavía escasas, de empresas flexibles en algunos países latinoa­

mericanos, demuestran que es posible desarrollar una nueva cultura de

gestión empresarial basada en la solidaridad y acorde con los requeri­

mientos de las nuevas tecnologías. U n a constante se repite en la mayoría

de esas experiencias que es importante resaltar, no sólo porque ayudan a

explicar el éxito logrado, sino también porque son ejemplos de una posi­

tiva y altamente deseable humanización del trabajo. Esa constante ha sido

el papel central de la concertación entre gestores económicos al interior

de la empresa, así c o m o también entre éstos y el Estado (por ejemplo, para

combatir la inflación, o para diseñar estrategias de capacitación y forma­

ción).

A principios de marzo de 1994, tuvo lugar en San José, Costa Rica,

el Seminario-taller sobre la competitividad en centroamérica, organizado

por la Federación de Entidades Privadas de Centroamérica y Panamá

( F E D E P R I C A P ) , que tuvo c o m o objetivo general fomentar la capacidad

de las instituciones regionales, fundamentalmente privadas, para el análi­

sis y diseño de políticas que conduzcan a una estructura productiva más

eficiente, regionalmente integrada e internacionalmente competitiva.

El proyecto se concentró en un análisis exhaustivo de la competiti­

vidad a nivel centroamericano de los sectores de productos plásticos,

metálicos, maquinaria no eléctrica para la producción de café, conservas

(hortalizas y frutas), vestidos (textil y cuero), productos de papel y artes

gráficas. A tales efectos, se efectuó un intenso trabajo durante quince

meses, bajo la dirección de F E D E P R I C A P y con el apoyo de los gobier­

nos, que comprendió más de 400 entrevistas entre empresarios, organiza­

ciones de apoyo a la competitividad y expertos de la región.

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

C o m o balance general, se determinó que: a) las empresas de la región,

en general, no se encuentran en niveles de competitividad con las empre­

sas similares internacionales; y b) si bien las empresas líderes han iniciado

procesos de reconversión y modernización, las pequeñas y medianas, aun

siendo exportadoras, se encuentran m u y retrasadas económica y tecnoló­

gicamente.

Para desarrollar esta estrategia se propone una especie de pacto social

para lograr la mancomunidad de esfuerzos entre los sectores guberna­

mental, empresarial, laboral y académico, y se establecen una serie de

lincamientos estratégicos, prioridades y responsabilidades sectoriales.

La necesidad de la integración

E n ese contexto, los mecanismos de integración y cooperación regionales

están llamados a proporcionar las dimensiones necesarias para viabilizar

y facilitar el logro de tales objetivos, al tiempo que crean las condiciones

para la penetración y permanencia en los mercados internacionales. Sin

embargo, se deben promover e incentivar acciones y mecanismos a nivel

regional que permitan no sólo saltar de la negociación comercial a la

cooperación en el sector productivo, sino servir de eslabón entre los dis­

tintos procesos de integración. E n ese sentido, las iniciativas de coopera­

ción e integración, c o m o el Programa Bolívar, son de especial relevancia

por cuanto propician la cooperación entre empresas, centros de investi­

gación, organismos públicos y privados con miras a desarrollar las capa­

cidades productivas de América Latina y el Caribe y mejorar la competi­

tividad de sus bienes y servicios en los mercados internacionales.

U n a de las iniciativas previstas para el año 1994 lo constituye la rea­

lización de la I Reunión del Foro Regional sobre Política Industrial del

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

S E L A , en el que con el concurso de la C E P A L , la O N U D I y el B I D se

promoverá la concertación industrial y tecnológica entre los diferentes

actores sociales a nivel de América Latina y el Caribe.

Adicionalmente, el Foro abordará simultáneamente una multiplici­

dad de objetivos y permitirá contribuir a la participación del sector empre­

sarial y laboral: a impulsar acciones que afiancen la cooperación tecnoló­

gica y la complementación industrial; a examinar en forma colectiva las

experiencias regionales e internacionales en materia de transformación

industrial y tecnológica de productividad y de desarrollo social, de polí­

ticas de innovación y difusión, de políticas sectoriales, de propiedad inte­

lectual, de capacitación de recursos humanos; y contribuir a la concerta­

ción de acciones conjuntas ante terceros países y en los foros

internacionales pertinentes.

Otra iniciativa que viene adelantando el S E L A es la realización del IV

Foro Regional Latinoamericano y del Caribe en materia de Políticas sobre

Propiedad Intelectual, el cual está orientado a fortalecer el trabajo de las

oficinas nacionales de patentes para que tengan un papel más destacado en

la promoción de la innovación y difusión de nuevas tecnologías en el sec­

tor productivo. Para ello se requiere estimular la armonización de políti­

cas y ofrecer orientaciones generales a los gobiernos, propiciar la adop­

ción de posiciones conjuntas regionales en los foros donde se negocia el

nuevo sistema de propiedad intelectual, y continuar profundizando la

cooperación regional e internacional en este campo.

Ya se ha advertido que el principal tema de preocupación interna­

cional del m o m e n t o es el empleo. Así por ejemplo, a finales de 1994 habrá

36 millones de desempleados en los países de la O C D E , de los cuales

20 millones corresponderán a la Unión Europea. Se trata de un desempleo

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

eminentemente estructural y su solución presupone una revisión de las

concepciones socioeconómicas tradicionales.

Ciertamente, la realidad antes descrita tendrá consecuencias directas

en el devenir de cualquier estrategia de competitividad que nuestros países

establezcan, haciendo necesario un esfuerzo de mayor alcance y precisión

del que se había imaginado. El análisis regular de las políticas de empleo

y reconversión internacionales, el contacto de nuestros empresarios con

sus contrapartes para detectar las innovaciones a nivel de rama y producto

y, sobre todo, la acción estratégica para la búsqueda conjunta de merca­

dos es a la par de la acción nacional y regional una necesidad evidente y

fundamental.

Cooperación iberoamericana

E n abril de 1994 finaliza la primera fase del Proyecto Regionalización del

Espacio Productivo, entre la Unión Europea y la Secretaría Permanente

del S E L A , que tiene c o m o primordial objetivo identificar en las principales

regiones europeas las posibilidades que en materia tecnológica, financiera

y comercial estas regiones pueden brindar al desarrollo productivo de

América Latina y el Caribe.

Basados en la información que de ahí se desprenda, la segunda fase

del Proyecto consistirá en promover encuentros empresariales entre las

partes que permitan no sólo concertar negocios y distintas posibilidades,

sino intercambiar y establecer acciones de cooperación técnica, particu­

larmente en el ámbito de la pequeña y mediana industria.

Teniendo en cuenta lo anterior, y las conclusiones principales del

G r u p o de Lisboa, las características de la estrategia europea consignada en

el Libro blanco, la decisión política del G r u p o de los Siete, las preocupa-

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

ciones e iniciativas portuguesas y españolas sobre su mejor inserción en

el espacio productivo europeo y los hechos recientes que a nivel nacional

y regional se presentan en América Latina (en torno a encontrar soluciones

integrales a la competitividad a través de la coparticipación social) sería

oportuno que la próxima C u m b r e de Cartagena de Indias estableciera las

bases de un Programa Iberoamericano para la Competitividad, que fun­

damentalmente se concentrara en servir de vía para el intercambio de

experiencias en materia de reconversión industrial y productiva. Dicho

programa debería contener un capítulo especial destinado a la capacitación

de la pequeña y mediana industria.

El programa debería aprovechar la definición de un compromiso

específico entre las distintas agencias, proyectos y entidades que a nivel

iberoamericano operan en el ámbito de la cooperación industrial y de la

innovación tecnológica.

A la luz de las nuevas atribuciones que se le han otorgado a la Orga­

nización de Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial, sería indis­

pensable la contribución de este organismo al propósito señalado.

Está claro que la posibilidad de incorporar a los países de América

Latina y el Caribe a la dinámica económica internacional no será posible

sin el logro de estructuras sociales igualitarias. La competitividad en última

instancia se asienta en el factor h u m a n o . E n síntesis, el desafío está en

desarrollar iniciativas que a nivel nacional, regional e iberoamericano den

sentido práctico al lema "solidaridad para la competitividad".

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L a g l o b a l i z a c i ó n

de la e c o n o m í a :

pol í t icas soc ia les

y l a b o r a l e s

Heinz R. Sonntag

Pro legó menos

Se han escrito muchas páginas sobre el actual proceso de "globalización"

y sus consecuencias e implicaciones económicas, sociales, políticas y cul­

turales, tanto a escala mundial c o m o de las sociedades pertenecientes al

actual sistema histórico vigente: el capitalista. Sin poder ni querer entrar

en una discusión exhaustiva en torno a las particularidades de tal "globa­

lización", si es necesario subrayar que, en rigor, no es más que la conti­

nuación de tendencias que se vienen desarrollando desde que, hace

500 años, el capitalismo se instauró en el marco de la economía-mundo

europea y, en los siguientes siglos, se extendió al resto del m u n d o , absor­

biendo en su seno todas las demás economías-mundo, ya sea subor­

dinándolas o exterminándolas. Había surgido así el capitalismo con una

doble característica: por un lado, una economía mundial única y, por otro,

un sistema político conformado por numerosos Estados-nación, inde­

pendientes e interdependientes.

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

Las tensiones generadas por esta doble naturaleza del sistema histó-

rico-social engendraron numerosas contradicciones. U n a de las más dura­

deras y profundas fue aquélla entre el carácter global del proceso de acu­

mulación de capital y su realización por separado en los espacios nacionales.

C o n ello, estaba instalada la cuestión de las políticas nacionales (económicas,

sociales, culturales, etc.), destinadas a la regulación de dicho proceso en el

interior de cada sociedad para aumentar su capacidad de competir en la

repartición de sus frutos a nivel mundial, y la compatibilidad de tales polí­

ticas con el funcionamiento económico mundial del sistema.

Si se agrega a ello la intrínseca asimetría del capitalismo, esto es, su

división en zonas céntricas, periféricas y semiperiféricas, la cuestión seña­

lada se torna más compleja: ¿hasta qué punto las políticas nacionales de

los Estados ubicados en la periferia (e incluso en la semiperiferia) pueden

considerarse en algún grado "independientes" de las coerciones del sistema

a nivel mundial?

La tan mentada "globalización" ciertamente ha exacerbado los ras­

gos insinuados, especialmente el problema de la posibilidad y vigencia de

las políticas nacionales (y de las instituciones encargadas de formularlas y

ejecutarlas). Para algunos, los Estados tienen cada vez menos posibilidades

de ingerencia y regulación de la acumulación y tienden a desaparecer.

Para otros, los Estados siguen teniendo vigencia e importancia, no sólo

c o m o espacios de luchas políticas, sino también c o m o portadores y eje­

cutores de políticas económicas (sectoriales y globales) y sociales.

Las reflexiones que siguen se inscriben en la segunda postura teórica

e histórica. El hecho que los Estados continúan jugando un papel relevante

se manifiesta particularmente en los campos de lo social y lo laboral. N o

es que estos campos estén aislados de la "globalización". Constituyen

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

más bien espacios sobre los cuales se pueden ejercer acciones. Pero ello

implica que las políticas al respecto sean diseñadas y ejecutadas con plena

conciencia de las cambiantes situaciones y circunstancias producidas por

la fase actual del sistema mundial.

Políticas sociales y laborales:

una visión inicial

La temática de las políticas sociales está adquiriendo una creciente impor­

tancia en los últimos años, al punto de convertirse en un tópico principal

de las ciencias sociales latinoamericanas y caribeñas y de la discusión en

torno a las políticas públicas. La causa primaria está en que los modelos

de desarrollo practicados en la región hasta mediados de la década de los

setenta ("primario-exportador" primero y de "industrialización sustitu-

tiva de importaciones" después, o su mezcla en muchos casos) han pro­

ducido una serie de falencias y carencias sociales, ampliamente reconoci­

das por m u c h o s gobiernos y organismos regionales e internacionales y

denominadas, por ejemplo por Aníbal Pinto, en diversos escritos a finales

de los años sesenta, c o m o los efectos concentradores y excluyentes del cre­

cimiento económico.

A ellos se ha agregado el deterioro que ha producido la crisis en la

aplicación de políticas de "ajuste macroeconómico" a partir del inicio del

decenio pasado.

La referencia a la crisis, la mayoría de las veces, se remite y se mantiene

en un nivel estrictamente económico. Por tanto, las soluciones que se plan­

tean no rebasan este nivel. Esto ha llevado a dos resultados en el conjunto

de los países latinoamericanos y caribeños. Por un lado, se adopta una

concepción excluyeme de la situación de crisis, en la que no tienen cabida

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

muchos de sus componentes. Por el otro, se diseñan políticas que, al par­

tir de una visión fragmentada, son necesariamente parciales y llevan a resul­

tados no esperados, muchas veces antagónicos a los que se buscaban.

La situación final a la que se ha llegado muestra, c o m o rasgo central,

la agudización de los problemas que se identificaron inicialmente. Es decir,

las acciones emprendidas para enfrentar y combatir la crisis han terminado

por mantenerla, cuando no por agudizarla.

Esto es válido especialmente para las llamadas "políticas sociales

compensatorias" o "complementarias" que han acompañado las políticas

de "ajuste" en muchos países de la región. El problema radica no sola­

mente en el carácter parcial y fragmentario de tales políticas, ni tampoco

en la débil e inacabada aplicación de una bien intencionada estrategia,

sino que en la propia concepción no existen los componentes que permi­

tan esperar una reversión de las condiciones reinantes. Las políticas de

ajuste carecen de una valoración de los aspectos sociales del desarrollo.

Cuando se alude a ellos se lo hace señalando que su deterioro es

inevitable, y esperando un mañana, cada vez más lejano, para comenzar a

pensar en su solución. E n los casos más extremos de la ortodoxia neoli­

beral, se deja esta solución a las fuerzas del mercado, ya que se dice que,

una vez que ellas actúen libremente, los problemas sociales desaparecerán.

Es ésta una vía para obviarlos, para no considerarlos c o m o verdaderos pro­

blemas. Pero este mismo procedimiento está presente en la tan reiterada

alternativa entre estabilización y reactivación. N o se asume, en ningún

lado, que existe una real imposibilidad de superar la crisis si no se cuenta

con el diseño de políticas que reviertan la situación en la que viven los gru­

pos mayoritarios de las poblaciones de nuestros países, máxime cuando se

privilegia la estabilización sobre la reactivación.

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

Para nadie es u n secreto que los índices de inequidad en la distribu­

ción del ingreso, de pobreza extrema y crítica, de desnutrición y alimen­

tación desequilibrada, de deserción escolar y de aumento del analfabe­

tismo (funcional y real), de débil o nula incorporación de amplios

segmentos a la economía moderna y de crecimiento vertiginoso del sec­

tor informal, de deterioro de la salud, etc., muestran un incremento impre­

sionante durante el último decenio. E n esta situación ya no es posible pen­

sar en que privilegiar la reactivación sobre la estabilización resolverá los

problemas sociales, precisamente porque las políticas destinadas a la reac­

tivación también están marcadas por la creencia de que el manejo de las

variables macroeconómicas incidirá favorablemente en los problemas

sociales.

Adicionalmente, la aplicación de las políticas de "ajuste" no sólo ha

tendido a agudizar los problemas que se encontraban inicialmente, sino

que también ha influido en la fragmentación de la sociedad. Las brechas

entre los diversos sectores de la sociedad, que reflejan los índices recién

mencionados, son ahora más profundas que en los inicios de la crisis y que

antes de la aplicación de las políticas de "ajuste".

Incluso, tal fragmentación va aún más lejos. Se manifiesta sobre todo

en la pérdida de los valores que hacen referencia a una identidad colectiva,

a una pertenencia comunitaria. Cada vez son más débiles los lazos que

unen a grupos que, si bien económica y socialmente diferenciados, en

algún m o m e n t o pudieron mantener una cierta identidad colectiva. La

sociedad está hoy en día m u c h o más atomizada y la individualización es

la única característica general. Ello ha contribuido a su vez a que se pudie­

ran sustituir los objetivos del desarrollo por los de la estabilización.

Las políticas sociales complementarias o compensatorias profundizan

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

además un problema que es de relativamente larga data en la región.

Durante la vigencia del "Estado de bienestar" en los tiempos en los que

el modelo de modernización de la segunda postguerra fue dinámico, las

políticas sociales que constituían una acción estatal fueron vistas c o m o

asistencialistas y paternalistas. Se percibía la sociedad c o m o creciente­

mente compleja, pero a la vez pasiva, para la que la solución de sus pro­

blemas era un hecho técnico. Por ende, la iniciativa y la acción estaban cir­

cunscritas a los que pueden manejar los presupuestos y las variables

económicas, que pueden decir lo que hay que hacer y c ó m o se debe hacer.

Es evidente que esta visión verticalista, de profundo arraigo entre

importantes segmentos de los pueblos de la región, está siendo enfatizada

con el enfoque de las políticas sociales complementarias. Ocurre casi una

"despolitización" de la política: las reivindicaciones populares, las deman­

das de vivienda, salud, alimentación, espacio urbano, asistencia social,

control de precios, etc. son tratadas c o m o hechos que no se sitúan en el

campo de lo político, esto es, cuya respuesta mediante medidas políticas

o políticas concretas se atribuyen a los técnicos. Los efectos sobre la pro­

pia concepción de la forma democrática del régimen de Estado saltan a la

vista, ya que la despolitización implica una drástica reducción de la par­

ticipación de los actores sociales y con ello la negación de la capacidad

creadora de la sociedad. También a este respecto la separación arbitraria,

negativa y peligrosa entre políticas económicas y políticas sociales tiene

consecuencias nefastas.

Las políticas laborales propiamente dichas o han brillado por su

ausencia o se han limitado a programas de corto plazo de creación de

empleos, muchas veces en el sector público. Pocos han sido los intentos

por diseñar políticas laborales capaces de superar, o al menos contrarres-

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

tar, las limitaciones impuestas a los mercados laborales por la crisis y la

aplicación de las políticas de "ajuste". Y poco se ha reflexionado acerca del

carácter m i s m o de estas políticas. M á s que medidas "técnicas" para reor-

denar el mercado laboral, deben ser entendidas c o m o soportes de las polí­

ticas sociales e integralmente ligadas a ellas.

Se impone pues el intento de redéfinir las políticas sociales.

El Est ado y la democracia,

la sociedad civil y las políticas sociales

Curiosamente, la agudización prolongada de la crisis de América Latina

y el Caribe, desde comienzos de los ochenta, ha estado acompañada por

procesos de retorno a una u otra forma de constitucionalidad democrá­

tica en muchos países de la región y no ha desembocado en la implanta­

ción de regímenes autoritarios en ninguno de ellos. Sin poder establecer

relaciones causales entre estos hechos, no dejan de aparecer c o m o u n dato

interesante y paradójico, aun cuando el contenido propiamente d e m o ­

crático de esos procesos constitucionales sea muchas veces escaso o débil.

Podría pensarse entonces que las soluciones propuestas incluyen

necesariamente un mayor grado de participación política, económica y

social de la población en el ingreso y en la toma de decisiones o que, al

menos, las medidas de "ajuste" intentan consolidar, en el plano económico

(que es su campo preferido y casi exclusivo de acción), el sistema d e m o ­

crático, esto es: crear las condiciones materiales para su preservación.

Parecería existir una voluntad política para incluir al conjunto de la pobla­

ción en la construcción y consolidación del sistema democrático.

Dentro de estas suposiciones, el marco de los procesos políticos que

se viven en la región podría aparecer c o m o un imperativo adicional para

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

la solución de los problemas sociales. E n la medida en que tal solución

implica necesariamente integración y participación, es indudablemente

una condición indispensable para lograr la democratización, no c o m o

fenómeno pasajero y sujeto a la "ley del péndulo",1 sino c o m o forma de

régimen permanente del Estado. Sin embargo, no siempre han marchado

en conjunto esos dos procesos. Por el contrario, han seguido caminos

muchas veces divergentes: la solución de los problemas sociales no ha ido

necesariamente de la m a n o de la democracia. E n estos momentos, además,

buena parte de los esfuerzos que se hacen para preservarla se dedica aún

hoy a la administración de la crisis, en el sentido de lograr el control de

las variables macroeconómicas.

El afianzamiento de la democracia y su ampliación geográfica en la

región no están radicando, por ende, en su profundización en la sociedad.

Está dependiendo mucho más de su perfeccionamiento jurídico, de sus

elementos formales, por un lado, y del logro de la estabilidad económica,

por el otro, que de su enraizamiento en los grupos y sectores sociales que

podrían constituirse en sus principales agentes colectivos.

El modelo económico y social de desarrollo, vigente hasta la crisis

iniciada a mitad de los setenta y profundizada en los ochenta, ha dejado

importantes huellas en los aspectos anteriormente señalados. Por un lado,

suponía una suerte de automatismo. Es decir, creía que los procesos de

1. N o s referimos aquí al movimiento que, en muchos países latinoamericanos y cari­

beños durante largo tiempo de su historia, existe entre regímenes de facto y procesos

de democratización. Este movimiento ha llevado a algunos estudiosos a postular la

hipótesis que un proceso tendiente a la democratización estable y permanente se hace

estructuralmente poco menos que imposible en el largo plazo.

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

modernización económica (del sistema primario-exportador y de la

estructura industrial) iban a engendrar sucesivas modernizaciones del

mercado de trabajo, de la estructura social y con ello la solución de los pro­

blemas sociales, al igual que un paulatino proceso democratizador estable.

Por el otro, exigía del Estado una intervención permanente en los proce­

sos económico-sociales. Es decir, fortalecía aún más el rol del Estado, ya

tradicionalmente bastante importante en las sociedades de América Latina

y el Caribe.

Ello condujo a una separación del Estado y de la sociedad. Éste se dis­

tanciaba de aquélla en todo lo que se refiere a su papel de eje de la acción

política propiamente dicha. Cada vez se evidenciaba más la brecha entre

la sociedad y la política, entre las demandas sociales y la toma de deci­

siones. Para decirlo de otra manera, se imponía una racionalidad tecno-

económica y burocrática en el Estado, en detrimento de su racionalidad

política. Es ésta la esencia misma del planteamiento (y del hecho) del

"Estado de bienestar". Y a en los años setenta, tal situación llevó a que la

mi sma sociedad comenzara a desarrollar formas autónomas de solución

de sus problemas, hecho particularmente visible en los movimientos

sociales. Esto conformaba una circunstancia en la que el rasgo más sobre­

saliente fue la despolitización de la sociedad, ya que el planteamiento de

sus problemas y las soluciones que se proponían no accedían al nivel de

lo político.2 Por lo tanto, las políticas estatales han mostrado un andar errá-

2. Quizás sea por esta razón que muchos de los regímenes autoritarios de esa época

pudieron mantenerse sin una resistencia colectiva masiva. La pasividad de amplios sec­

tores sociales (o sea, de la sociedad) ante el Estado hacía que su forma autoritaria

tuviera una suerte de aceptación "automática".

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

tico que se originaba en la ausencia de un referente concreto y de una per­

manente interlocución con la sociedad, la cual, no obstante, seguía pre­

sionando sobre el Estado para obtener de él algunos beneficios.

E n las condiciones desatadas por la crisis, esta situación se agrava

constantemente porque se reduce el margen de acción del Estado, y en

consecuencia de las políticas de "ajuste" aplicadas y de la crisis fiscal. Sin

duda, el "Estado de bienestar" ha llegado a tocar fondo. Si, además, exis­

ten tendencias a la democratización, se encuentran con los obstáculos

arriba mencionados.

Obviamente, la superación de todo este embrollo no es asunto exclu­

sivo del Estado y de las políticas que se puedan impulsar desde él, pero

tampoco es tarea aislada de la sociedad, de sus componentes y de las prác­

ticas colectivas que se desarrollan. Es un movimiento conjunto que debe

fundamentarse en una constante interlocución entre esos dos niveles. N o

se trata solamente de proponer políticas que tienden a anticiparse a las

demandas de la sociedad. Es necesario partir de la premisa que es impres­

cindible una nueva concepción, tanto en la elaboración c o m o en la apli­

cación de políticas. Esto es, se trata de superar en lo concreto uno de estos

falsos dilemas que tanto pesan en la discusión sobre el destino de A m é ­

rica Latina y el Caribe, el dilema entre Estado y sociedad civil, expresiones

utilizadas sinónimamente con las de Estado y mercado.

Tal concepción debe partir del hecho de que, en lo que atañe tanto a

las condiciones materiales c o m o a las formas que ha ido desarrollando la

sociedad para dar solución a sus propios problemas, se está frente a una

nueva situación. Además , debe reconocerse el dilema de las políticas de

ajuste, no sólo en cuanto que ellas se han mostrado incapaces de plantearse

(para no hablar de cumplir) objetivos en el plano social, sino fundamen-

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

talmente en tanto que significan u n serio obstáculo para la construcción

permanente y activa de condiciones apropiadas a la democracia.

Se trata de recuperar u n Estado político. Para ello, es necesario resta­

blecer la comunicación entre el Estado y la sociedad, eliminar la concep­

ción paternalista-asistencialista y clientelista de las políticas sociales,

concebir los componentes sociales de las políticas estatales n o c o m o meros

añadidos de las políticas de "ajuste", sino c o m o elementos claves e inelu­

dibles de u n verdadero proceso de democratización.

E n consecuencia, la reconstitución de las políticas sociales3 debe basarse

en dos elementos claves: la participación y la integralidad. H a y que enten­

der que los problemas sociales son la síntesis de múltiples y heterogéneas

determinaciones. D e b e n abordarse en su totalidad, desde sus causas hasta

sus formas, incluyendo todos los elementos q u e le son consubstanciales.

Por ende, estos dos elementos definen el carácter m i s m o que las polí­

ticas sociales pueden tener. U n a estrategia q u e las incluya a ese nivel — y

n o solamente c o m o partes accesorias y aleatorias— será una opción de

desarrollo social y n o m á s — y nunca m á s — simplemente u n a "política de

bienestar". Será además, por fuerza de los efectos que tendrá su aplicación,

u n elemento de redefinición del quehacer político con u n a clara orienta­

ción del afianzamiento de la democracia. Tal política de desarrollo incidirá

n o solamente sobre los grupos y sectores sociales que directa y explícita­

mente aparecen c o m o beneficiarios, sino sobre el conjunto de la sociedad.

3. Dicho sea de paso, tal reconstitución no puede darse de la manera en que se diseñaron las políticas de "ajuste", sino que requiere construir un nuevo modelo de desarrollo y de su viabilidad sociopolítica en términos de actores colectivos, o sea, un nuevo "consenso" (Galbraith), como veremos enseguida.

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

Integralidad no puede ser entendida únicamente c o m o la suma de

acciones que se ejercen sobre determinados grupos sociales o en un área

geográfica específica. El concepto debe desplazarse hacia la concepción

general de la política, esto es: entendiendo c o m o integral a la acción que

busca la solución de los problemas económicos y sociales, a la vez que

intenta alcanzar un grado de participación política de todos los sectores y

grupos sociales. Por ello, integralidad y participación no pueden ser enten­

didas sino c o m o términos complementarios e indisolubles de una mi sma

ecuación.

Hacia la definición de políticas

sociales alternativas

H a y tres problemas centrales en la definición y el diseño de cualquier polí­

tica (económica, social, cultural, etc.). El primero es el establecimiento de

objetivos claros y precisos. El segundo es el de los beneficiarios, y el ter­

cero se refiere a la forma de implementarla. Para quién o quiénes se for­

mula tal o cual política, cuáles son sus objetivos en el corto, mediano y

largo plazo, y cuál es la modalidad de instrumentarla son todas preguntas

que necesariamente deben tener una respuesta en la misma concepción de

la política. N o son aspectos aislados o secundarios: forman parte consub­

stancial de ella, la definen y la caracterizan.

L o anterior, aunque parezca un lugar común , debe ser recordado por

varias razones. Primero, por el excesivo "tecnocratismo" en la formula­

ción y aplicación de políticas, que lleva a imputarles una "neutralidad" que

en realidad no tienen. E n segundo lugar, por la definición de grandes agre­

gados sociales (niños, mujeres, campesinos) que impide una selectividad

que permita definir objetivos claros, aplicación rigurosa de metodologías

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

y evaluaciones precisas. Tercero, por el clientelismo político que se

convierte a m e n u d o en el verdadero objetivo de las políticas y que, muchas

veces, lleva a privilegiar la acción de grupos sociales que no se encuentran

entre los más necesitados (pero si entre los más proclives a dar un sustento

electoral). E n cuarto lugar, por el excesivo formalismo en el quehacer

político, que impide un diálogo activo con la sociedad y que, por propia

definición, elude la participación social. Finalmente, por la adopción de

"paquetes" metodológicos que no se ajustan a la realidad a la que se van

a aplicar las políticas y que generalmente no permiten una readecuación

para su correcta aplicación.

E n este orden de ideas y reiterando el postulado de que las políticas

sociales no pueden ser diseñadas y aplicadas para atenuar solamente efec­

tos de las políticas económicas, es imprescindible precisar algunas carac­

terísticas de las nuevas políticas sociales.

Primero, deben estar inscritas dentro de un nuevo diseño global del

modelo de desarrollo (no solamente del crecimiento). Sobre ello parecen

coincidir los planteamientos de los analistas y organismos que han dedi­

cado múltiples esfuerzos a indagar acerca de la situación de crisis y de las

alternativas de políticas para enfrentarla ( S E L A , P N U D , C E P A L ,

P R E A L C , etc.).

Segundo, tienen que liberarse de los vicios del paternalismo estatal y

del clientelismo político (lo cual vale especialmente para aquellas políti­

cas que se ocupan de los aspectos laborales).4 E n el marco de las relaciones

4. N o cabe duda, por ejemplo, que las medidas a corto plazo para crear empleo, sobre todo en el sector público, están fuertemente impregnadas por este paternalismo y clientelismo.

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

novedosas, con distorsiones y todo, que surgieron en las últimas décadas

entre el Estado y la sociedad civil, las políticas sociales deben diseñarse de

m o d o tal que su realización implique la más amplia participación de todos

los sectores, grupos y clases sociales, especialmente de los que sufren su

ausencia o su mera complementariedad, y de todos los niveles del Estado

(regional, municipal, distrital, etc.)- E n otras palabras, las políticas sociales

deben tener un firme sustento en las propias bases del sistema democrá­

tico, de manera que refuercen permanentemente su legitimación.

Tercero, las instituciones estatales ejecutoras de las políticas sociales

deben adaptarse a procedimientos de eficiencia (lograr aun con medios

reducidos los mejores efectos) y de eficacia (sus acciones prácticas deben

guardar relación con sus resultados). E n este sentido, tales instituciones

deben tener u n elevado grado de prioridad en los esfuerzos por reformar

el Estado, emprendidos por muchos gobiernos de la región. U n requisito

indispensable para ello es la coordinación efectiva de las políticas, tanto

estatales c o m o de la sociedad civil, a través de mecanismos institucionali­

zados c o m o los frentes sociales o los gabinetes sociales con activa partici­

pación de los agentes extragubernamentales.

Cuarto, las políticas sociales deben ser diseñadas de manera tal que

se entrelacen entre sí, esto es, que la realización de alguna de ellas tenga

repercusión en la de otras y que no todas se dirijan solamente a sectores

específicos. Por ejemplo, la lucha contra el analfabetismo o contra el palu­

dismo no puede ser considerada aisladamente, ni en su realización ni en

su seguimiento ni en su evaluación, sino en su efecto de retroalimentación

con respecto a políticas destinadas a otros ámbitos de lo social y al logro

de una ampliación de la democracia.

Quinto, es imprescindible que las políticas sociales cuenten con un

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

alto grado de concertación nacional, de m o d o que los diferentes agentes

sociales participen consciente y activamente en su ejecución. Para ello,

podría ser útil establecer un código de conducta o compromiso político

que pueda ser el m a r c o permanente de la formulación de los c o m p r o m i ­

sos, deberes y derechos de los ciudadanos. Resulta obvio que semejante

compromiso adquiriría una legitimación m u c h o m a y o r si fuera postulado

y formalizado a nivel de la región o de alguna de sus subregiones.

Por último, en vista de las dificultades financieras de los Estados de

la región (lo que se ha llamado su "crisis fiscal"), sería altamente deseable

recurrir en forma m a n c o m u n a d a a la ayuda de organismos internacionales

para acometer la tarea de elaborar políticas sociales en este sentido. Ello

se vería posibilitado por el hecho que la mayoría de tales organismos,

incluyendo el F M I y el Banco Mundial , han reconocido la necesidad de

combatir la pobreza.5 Para su ejecución, además, podría pensarse igual­

mente en la incorporación de los organismos académicos nacionales y

regionales.

El desarrollo social implica, pues, redéfinir los términos en los que se

ha venido pensando la política, incluyendo la relación entre lo económico

y lo social y por ende entre las políticas destinadas a lo uno y a lo otro. El

divorcio al que h e m o s aludido m á s arriba no puede tener cabida en un

planteamiento de este tipo, ya que rebasa el c a m p o de las acciones aisla­

das o sectoriales para situarse en la visión global del ordenamiento econó­

mico y social de los países de la región. Si en la base de esta concepción

está la redefinición (no automática, sino conscientemente asumida por los

5. La pobreza se ha convertido hoy en la metáfora que resume la esencia misma de los problemas sociales; alguna vez lo fue el concepto de marginalidad.

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

actores colectivos) de la relación Estado-sociedad civil, no puede tener

cabida aquella brecha entre lo que se hace en el plano económico y lo que

se supone que son las políticas sociales, más aún si uno de los objetivos

que se persiguen con esto es de orden político general, en la medida en que

se busca un afianzamiento real y tangible de la democracia.

Nota final

Es altamente probable que semejantes políticas sociales, incluidas las labo­

rales, necesiten también de una concertación entre los diferentes Estados

de la región, o sea que deban estar inscritas en el proceso de integración,

para así poder contrarrestar los peores efectos de la "globalización". Ello

impedirá además, al menos tendencialmente y a mediano plazo, que entre

nuestros países se reproduzcan procesos de migración transfronteriza,

desde los espacios nacionales más pobres hacia los más ricos, lo cual a

m e n u d o da c o m o resultado un mayor empobrecimiento de los primeros

y mayores dificultades de los segundos.

Finalmente, políticas sociales c o m o las que aquí se proponen (en sus

rasgos más generales), también pueden contribuir al refortalecimiento del

Estado y por ende de su protagonismo en el marco del proceso de "glo­

balización".

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A m é r i c a Latina y E u r o p a

c o m o suburbios

de H o l l y w o o d

Néstor García C an c lin i

Diciembre de 1993, Bruselas: las divergencias sobre política cultural se vol­

vieron por primera vez u n asunto de primera importancia en un debate

económico internacional. La reunión del G A T T , en la que 117 países

aprobaron la mayor liberalización comercial de la historia, estuvo al borde

de fracasar por los desacuerdos en tres áreas: agrícola, textil y audiovisual.

Los conflictos en las dos primeras se resolvieron mediante concesiones

mutuas entre los Estados Unidos y los gobiernos europeos. Analizar

cuáles fueron las discrepancias que obligaron a dejar fuera de los acuer­

dos al cine y la televisión m e parece del mayor interés para comprender

las nuevas disyuntivas que confrontan las políticas culturales nacionales

en tiempos de globalización.

Cómo llegó la cultura al centro

de la agenda política

Los Estados Unidos exigieron libre circulación para los productos audio­

visuales, mientras los europeos buscaron proteger sus medios de c o m u -

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

nicación, sobre todo el cine. Las divergencias derivan de dos maneras de

concebir la cultura. Para los Estados Unidos los entretenimientos deben

ser tratados c o m o un negocio: no sólo porque lo son, sino porque consti­

tuyen para ese país la segunda fuente de ingresos entre todas sus exporta­

ciones, después de la industria aeroespacial. E n 1992, las productoras nor­

teamericanas enviaron a Europa programas de entretenimiento y películas

por un valor de más de 4.600 millones de dólares.1 E n el mismo período,

los europeos exportaron a Estados Unidos 250 millones de dólares.2

N o tenemos aún cifras totales del último año, pero es evidente que

las ganancias estadounidenses y su control de los cines y la televisión

europeos crecieron. Las distribuidoras norteamericanas manejaron el 80%

del mercado cinematográfico francés y el 91 % del español en 1993. La

pérdida consecuente del tiempo de pantalla para el cine de esos países

generó explosiones de los artistas y los productores locale. Las reacciones

más irritadas ocurrieron cuando Jurassic Park se estrenó en España

simultáneamente en 180 salas y en Francia en 400.

América Latina no está mal situada tampoco en la lista de países que

compran más entretenimiento en los Estados Unidos. Las cifras "mejo­

raron" en los últimos años porque no sólo recibimos películas para cine

y programas televisivos, sino vídeos con filmes, juegos y otros entreteni­

mientos. México, por ejemplo, que apenas ocupaba en 1990 el 16.° lugar

1. " U n negocio de más de 500.000 millones de pesetas", El País, p. 35, Madrid, 11

de diciembre de 1993.

2. "Entrevista a Edouard Balladur, primer ministro francés. ¿Qué es lo que quiere

Estados Unidos [. . .] la desaparición del cine europeo?", El Nacional, p. 27, México,

23 de octubre de 1993.

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

entre los importadores de películas norteamericanas, ascendió en 1993 al

10.° puesto, a nivel mundial, c o n u n a inversión de 36.9 millones de

dólares.3

E n los debates motivados por las negociaciones del G A T T , las aso­

ciaciones de trabajadores del cine europeo defienden su empleo, pero

también argumentan que las películas no son únicamente u n bien c o m e r ­

cial. Constituyen u n instrumento poderoso de registro y autoafirmación

de la lengua y la cultura propias, de su difusión m á s allá de las fronteras.

H a c e n notar la contradicción de que los Estados Unidos reclamen libre

circulación de sus mensajes en los países ajenos, mientras en el suyo el acta

301 de la L e y de Comerc io permite imponer restricciones a los produc­

tos culturales extranjeros. Las radios y televisiones norteamericanas n o

sólo dedican casi enteramente su espacio a lo hecho en el país, sino que

descalifican lo importado a través de anuncios: "¿Por qué compras música

que n o comprendes?" Varios especialistas se preguntan cuál es la ventaja

de que Europa abra sin restricción sus telecomunicaciones a dos países —

Estados Unidos y Japón— que las han desregulado cerrando sus merca­

dos a los mensajes europeos.4

3. Variety, 28 de junio de 1993. Citado por Deborah Holtz, "Los públicos de vídeo",

en: Néstor García Canclini (coord.), Los nuevos espectadores. Cine, televisión y vídeo

en México, I M C I N E , México, en prensa.

4. Pierre Musso, "Audiovisuel et télécommunications en Europe: quelles recom­

positions?", Quaderni. La revue de la communication, vol. 19, p. 13, París, invierno de

1993.

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

La crisis del cine no es sólo una cuestión

interna de cada país

Para sostener la cinematografía nacional, hasta hace pocos años se le asig­

naba una cuota mínima de pantalla (en varios países latinoamericanos era

de 50%). Así se intentaba limitar la expansión norteamericana. Sabemos

que la asistencia a las salas está disminuyendo en todo el m u n d o por cau­

sas más complejas. E n Francia, donde en 1957 se vendieron 411 millones

de entradas de cine, en 1990 no hubo más que 121.1 millones de especta­

dores.5 Los cines latinoamericanos cerraron masivamente sus puertas en

la década de los ochenta al disminuir la asistencia, c o m o promedio, en un

5 0 % . Los de México, que en 1984 tenían 410 millones de asistentes, aco­

gieron en 1991 sólo 170.6 E n rigor, este derrumbe de las salas no implica

que el cine desaparezca, sino que la televisión y el vídeo están trasladando

a la casa el lugar de acceso a las películas.7 Si las empresas norteamerica­

nas aprovechan mejor estos cambios tecnológicos y de hábitos culturales

es porque se adaptan más rápido que las de otros países, los impulsan con

entusiasmo y logran controlar en casi todo el m u n d o tanto la televisión y

el vídeo c o m o lo que queda de los circuitos de salas.

¿Qué pueden hacer los productores, cineastas y distribuidores que no

son estadounidenses? Sus reacciones no son iguales en todos los países, ni

en todos los sectores. Los ingleses y alemanes se desentienden de "lo que

5. Joëlle Farchy, Le cinema déchaîné. Mutation d'une industrie, p. 37-38, París,

Presses du C N R S , 1992.

6. Datos proporcionados por el Instituto Mexicano de Cinematografía.

7. Véase el estudio realizado sobre estos cambios en Néstor García Canclini

(coord.), Los nuevos espectadores. Cine televisión y vídeo en México, op. cit.

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

pase con la industria de la imagen: ellos hace ya años que renunciaron a

tener una cultura propia en ese sector".8 Francia, España e Italia tratan de

mantener cuotas para el cine nacional y el europeo, se busca mejorar la

producción y establecen nuevas subvenciones para apoyar las películas

propias —lo que Estados Unidos critica c o m o "competencia desleal".

A u n en los países latinos de Europa que defienden "la excepción cul­

tural" en el libre comercio, hay quienes conciben el cine y la televisión

c o m o simples mercados, donde la libre competencia debiera dejar que los

espectadores decidan qué vale la pena exhibir y qué no. "Se merecen esta

agonía", afirmaba u n comentarista radial, con el argumento de que el 9 0 %

del cine español es malo. Pero ¿por qué ensañarse con el cine?, le replicó

en u n artículo Eduardo H a r o Tecglen. " ¿ Q u é porcentaje hay en la litera­

tura escrita, en el teatro, en la pintura, o en la carpintería, la fontanería, el

sacerdocio o la calidad de las personas?" U n o de los impulsos fértiles del

debate es que ha llevado a profundizar la autocrítica sobre el cine español,

sobre la propia sociedad y sobre los criterios democráticos de valoración.

Considerar la masividad de la audiencia c o m o único índice de calidad, dice

Haro Tecglen, es c o m o guiarse sólo por los resultados electorales para opi­

nar sobre el gobierno. "Así está saliendo. Puede que el porcentaje del cine

americano malo sea u n poco inferior: el 8 0 % ; quizá en razón de que se ha

llevado a los mejores creadores del m u n d o , tiene una potencia económica

alta y, en fin, se ha quedado con nosotros".9 E n suma, la crisis del cine no

puede verse ya c o m o cuestión interna de cada país, ni aislada de la reor-

8. El País, p. 35, Madrid, 11 de diciembre de 1993.

9. Eduardo Haro Tecglen, "Cine agónico", El País, p. 57, Madrid, 11 de diciembre de 1993.

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

ganización transnacional de los mercados simbólicos. Es parte del debate

sobre las tensiones entre libertad de mercados, calidad cultural y m o d o s

de vida propios.

La identidad: de los caminos de tierra

a las autopistas

Si uno piensa c ó m o se están tratando tales tensiones en América Latina,

la discusión europea reciente puede ser enriquecedora. También en Europa

la reforma neoliberal del Estado llevó a privatizar radios, canales de tele­

visión y gran parte de los circuitos de informática y telemática. E n algu­

nos países, el poder público redujo su acción cultural a la protección del

patrimonio histórico (museos, sitios arqueológicos, etc.) y a la promoción

de las artes tradicionales (plástica, música, teatro, literatura). D a d o que

estas áreas de la cultura están perdiendo público, tienen serias dificul­

tades de sobrevivir si los gobiernos no les brindan respiración artificial.

Los medios de comunicación e información vinculados a las nuevas tec­

nologías, los que requieren mayores inversiones pero también alcanzan a

audiencias extensas, fueron cedidos a empresas privadas, en muchos casos

norteamericanas y japonesas.

Pero ahora se ve que lo que está en juego no son simplemente el cine,

la televisión y el vídeo, sino el conjunto de las "autopistas de la comunica­

ción". La transmisión por satélite y las nuevas redes de cable óptico trans­

forman la comunicación científica (correo electrónico, telemedicina), la

ofimática (informática en las oficinas), los servicios bancarios e interem­

presariales, y, por supuesto, la distribución de espectáculos culturales. Desde

Estados Unidos, la empresa Turner organiza la circulación de películas,

caricaturas y noticias en muchos países latinoamericanos y ahora comienza

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

en algunos europeos, c o m o en Francia. E n pocos años las películas esta­

dounidenses llegarán por satélite a las salas de exhibición de centenares de

ciudades en todos los continentes, sin las complicaciones aduaneras de los

films enlatados y los vídeos. También se generaliza el acceso desde la tele­

visión y la computadora hogareñas a los vídeojuegos, las telecompras, la

información nacional e internacional. Los europeos se preguntan quiénes

van a manejar estas redes: la producción audiovisual de información y

entretenimiento está mayoritariamente en m a n o s estadounidenses, mien­

tras el 70% de las ventas mundiales de aparatos electrónicos para el gran

público es controlado por firmas japonesas. Europa está casi tan mal pre­

parada c o m o América Latina para enfrentar la reorganización masmediá-

tica de la cultura. A su baja producción e innovación tecnológica en esta

área (con excepciones c o m o Philips), se agrega el hecho que el cable está

difundido sólo en algunas naciones pequeñas —Bélgica, Suiza, Irlanda, los

Países Bajos y los países escandinavos—, pero es casi inexistente en Fran­

cia, España, Portugal y Grecia, que prefieren las ondas hertzianas.10

La fragilidad europea ante las recientes negociaciones del G A T T

movilizó a cineastas líderes (Pedro Almodovar, W i m Wenders , Bernardo

Bertolucci), a asociaciones de actores y directores de cine y televisión, a

empresarios y políticos. Las próximas opciones de la comunicación audio­

visual exigen que las políticas culturales reformulen urgentemente sus

concepciones para interrogarse sobre lo que significa el interés público en

las nuevas interacciones entre culturas locales y globalización. Algunos

directores de cine, así c o m o escritores, sociólogos y antropólogos que par-

10. Bernard Miége, "Les mouvements de longue durée de la communication en Europe de l'ouest", Quaderni. La revue de la communication, op. cit., p. 47.

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

ticipan en el debate, han demostrado en sus obras ser m u y sensibles a las

tradiciones regionales: construyen películas y novelas que son induda­

blemente españolas y alemanas, o aun madrileñas, berlinesas o romanas.

Pero también comprenden que la posibilidad de seguir filmando, o difun­

diendo las películas, los vídeos y los libros que hablan de las culturas

locales, depende del grado de control que se mantenga en las redes más

avanzadas de comunicación transnacional.

E n términos latinoamericanos, diríamos que —si bien buena parte de

nuestras identidades sigue arraigada a culturas indígenas y campesinas,

artesanías y músicas tradicionales— es necesario tener en cuenta que el

7 0 % de los habitantes vive en ciudades y un número creciente está conec­

tado a las industrias culturales que distribuyen una cultura-mundo, un

conjunto de imágenes, sonidos y textos fabricados desde las metrópolis

para consumo indiscriminado por gentes de cualquier país, religión e

ideología. ¿Seguirán nuestras políticas culturales consagradas a los cami­

nos de tierra o entrarán a la cultura pavimentada, a las autopistas interna­

cionales de la comunicación?

Del cine a la cultura multimedia

Ante la negociación del G A T T , los países europeos fueron más flexibles

en las concesiones agrícolas e industriales que en el espacio audiovisual.

"Francia puede dejar de producir patatas y continuar siendo Francia, pero

si dejamos de hablar francés, de tener u n cine, un teatro y una narrativa

propia, nos convertimos en una barriada más de Chicago", dice un res­

ponsable de la televisión.11

11. El País, p. 35, Madrid, 11 de diciembre de 1993.

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

El Gobierno español aprobó cinco días antes de la firma del G A T T

un decreto ley que establece cuotas mínimas para el cine europeo: en las

ciudades de más de 125.000 habitantes deberá proyectarse una película de

un país de la Comunidad Europea cada dos de otros continentes. Otras

medidas establecen pagos más elevados de los canales de televisión para

proyectar filmes, y también se habla de que los empresarios y comerciantes

de vídeo contribuyan con una parte de sus ganancias al financiamiento del

cine. Se vuelve cada vez más claro que la sobrevivencia del cine no depende

sólo de su proyección en las salas, sino de su nuevo papel en el conjunto

del campo audiovisual. Las películas son hoy productos multimedia, que

deben ser financiados con aportes de los diversos circuitos que las exhiben.

N o obstante, la subsistencia del cine, con toda su importancia, es una

cuestión menor ante las presiones de los Estados Unidos para lograr una

libertad total en el conjunto de las comunicaciones. Las redes ópticas, la

numerización y comprensión de las imágenes harán que 500 canales "cai­

gan sobre Europa" antes de que termine el siglo. Juan Cueto, ex director

de Canal + España, dice que el cine es un "mcgu/fin* (escenas de Hitch­

cock que no aportan nada a la intriga, pero la hacen crecer). "El cine es una

locomotora, el mcguffin de Hitchcock, pero lo importante de esas redes

es todo lo que va detrás."

E n América Latina se prevé un futuro inmediato semejante. N o sólo

han cerrado cines tradicionales en Buenos Aires, Sao Paulo, Caracas,

Bogotá y México, sino que en algunas de esas ciudades más del 5 0 % de

los hogares poseen vídeos. La oferta de los vídeoclubes, el medio predo­

minante a través del cual se conocen las películas, está compuesta en un

70 a 90%, según los países, por cine estadounidense. Las culturas europeas

(con las que los latinoamericanos tenemos largos vínculos) y las de los

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

demás países de nuestra región, no llegan casi nunca ni a un 10% de los

títulos disponibles en televisión y vídeo.

Pero la hegemonía estadounidense es aún mayor en el control de la

informática y la telemática. E n ninguna nación de América Latina, salvo

en Brasil, existen políticas estatales sólidas de inversión para la investi­

gación, producción de equipo o capacitación de personal de alto nivel, a

fin de intervenir en la generación de estas innovaciones culturales liga­

das a las tecnologías de punta. La subordinación unilateral a la produc­

ción tecnológica y comunicacional estadounidense se está acentuando en

México desde la firma del Tratado de Libre Comercio, y se repetirá en

los países latinoamericanos que adhieran a este acuerdo, porque el T L C

limita la apertura de las economías nacionales a inversiones de países de

otras zonas, o al menos Estados Unidos y Canadá pueden pedir trato pre-

ferencial ante cualquier negociación latinoamericana con otras socie­

dades.

¿Otra vez el nacionalismo?

Los Estados Unidos han sido aventajados en muchos aspectos del desa­

rrollo industrial por Alemania y Japón. Sin embargo, controlan de forma

apabullante casi la totalidad del software postindustrial, o sea los progra­

mas de información y comunicación electrónica. Ante el desmorona­

miento del bloque soviético, el "american way" expande "jurásicamente"

sus espectáculos por el universo entero. La enérgica posición europea en

la negociación del G A T T y las medidas internas de algunos países desti­

nadas a proteger su producción audiovisual son unas de las pocas fuerzas

consistentes que permiten imaginar un m u n d o simbólico donde no todo

quede en manos de Hollywood y de la C N N . Al menos, escribió Regis

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

Debray, ayuda a pensar si lo que es bueno para la Columbia y la W a r n e r

Bross —que , ya sabemos, es bueno para Estados Unidos— también lo es

para la humanidad. 1 2

Algunos intelectuales se alarman ante lo que consideran un resurgi­

miento del nacionalismo, "el antinorteamericanismo, basado en mitos

ideológicos" y las intervenciones estatistas que favorecen el autoritarismo.

Mario Vargas Llosa dice: "cuando funciona libremente, el mercado per­

mite, por ejemplo, que películas producidas en "la periferia" se abran

camino de pronto desde allí hasta millones de salas de exhibición en todo

el m u n d o , c o m o les ha ocurrido a Como aguapara chocolate o El maria­

chi" P Estas excepciones se muestran c o m o eso —casos raros— en cuanto

u n o mira el lugar escueto que tienen las películas latinoamericanas y euro­

peas (también las asiáticas y africanas) en las carteleras de salas, televisión

y vídeoclubes de cualquier ciudad norteamericana, o de todos los países

en los que la programación está sujeta a las distribuidoras estadouni­

denses. E n ese país, sólo el 1 por ciento de todas las entradas que se ven­

den en los cines son para películas en idiomas distintos al inglés.14 N o exis­

ten datos para creer lo que sostiene Vargas Llosa, o sea q u e "el

desvanecimiento de las fronteras, la integración de los pueblos del m u n d o

dentro de u n sistema de intercambio que beneficie a todos y, sobre todo,

a los países que necesitan con urgencia salir del subdesarrollo y la

12. Régis Debray, "Respuesta a Mario Vargas Llosa", El País, Madrid, 4 de noviembre de 1993. 13. Mario Vargas Llosa, "La tribu y el mercado", El País, Madrid, 21 de noviembre de 1993. 14. Marco Vinicio González, "Cine mexicano en Nueva York", La Jomada Sema­nal, n.° 230, p. 46, 7 de noviembre de 1993.

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

pobreza", "aquellos ideales de nuestra juventud" que el socialismo no

logró, hayan sido concretados por "el capitalismo y el mercado".1 5 ¿Fic­

ción de novelista?

Para ir globalizando el suburbio

El debate europeo actual replantea las políticas de comunicación masiva

transnacional, al m e n o s en tres puntos:

a) Las relaciones entre lo nacional, lo continental y la globaliz ación

Si bien no faltan explosiones de chovinismo racista entre los propios euro­

peos, pocos políticos de la cultura enfrentan la reestructuración transna­

cional de los mercados proponiendo u n regreso al nacionalismo telúrico,

c o m o si en "las raíces nacionales" estuviera la única fuente del verdadero

arte. Esta "horticultura de la creación", c o m o la llama A n d r é Lange, fue

siempre una estética mezquina y una sociología inverificable. "¿Cuáles son

las raíces de Mozart? ¿Salzburgo que lo echó con una patada en el trasero

o la Europa entera que le proporcionó formas, temas, libretos?"

¿Debiera el polaco W a j d a haber evitado darnos un provocador D a n ­

ton?16 N o es difícil armar u n repertorio de equivalentes latinoamericanos,

desde las híbridas "raíces" multiculturales del tango o el teatro de revis­

tas hasta los escritores, músicos y pintores (Octavio Paz, Astor Piazzola,

César Paternosto, por citar sólo algunos cuyos apellidos empiezan con P ) ,

reconocidos c o m o artistas internacionales por la calidad de sus innova­

ciones y por su m o d o de hablar de lo propio sin quedarse en la aldea. L a

15. M . Vargas Llosa, "La tribu y el mercado", op. cit. 16. André Lange, "Descartes, c'est la Hollande. La communauté européenne: culture et audiovisuel", Quaderni. La revue de la communication, op. cit., p. 98.

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

cuestión es c ó m o lograr, en la actual industrialización y transnacionaliza­

ción de las comunicaciones, que los artistas mexicanos, argentinos o pana­

m e ñ o s puedan comunicarse no sólo con mil o diez mil compatriotas sino

insertarse en los circuitos de un espacio cultural latinoamericano, donde

dialoguen con las voces e imágenes que nos llegan de todo el planeta.

b) La articulación entre los servicios públicos y los intereses privados

Precisamente por ser tan vigorosa su influencia masiva, por requerir altas

inversiones y tanta eficacia, las nuevas tecnologías audiovisuales no deben

depender predominantemente de los aparatos burocráticos de los Estados;

por ser el espacio cultural donde más se acentúan las desigualdades y asi­

metrías entre sociedades, tampoco pueden quedar libradas sólo a la c o m ­

petencia internacional entre mercados. Después de la eufórica postcaída

del m u r o y de las complicaciones que eso trajo en toda Europa, pensa­

dores, c o m o Alain Touraine, escriben que el mercado es útil para d e m o ­

ler el "Estado centralizado, clientelista o totalitario", pero "no constituye

un principio de construcción ni de gestión de la vida social". Surgen

entonces nuevas preguntas: "cómo hacer intervenir al Estado .sin caer en

la trampa de la defensa de tradiciones nacionales ensimismadas"; c ó m o

combinar ayudas "a la creación y a la supervivencia de empresas capaces

de luchar en el mercado" con "una política de mecenazgo y de ayudas

indirectas mediante el apoyo a instituciones culturales, escuelas, museos,

universidades y asociaciones".17

Otros autores, desde Jürgen Habermas a Dominique Wolton, insis­

ten en la necesidad de profundizar la "construcción de un espacio público

17. Alain Touraine, "La excepción cultural", El País, Madrid, 11 de diciembre de 1993.

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

europeo", lugar de administración mixta de lo público y lo privado, que

va expandiéndose al multiplicarse las traducciones de libros, las copro­

ducciones de cine y televisión (por ejemplo, el canal franco-alemán Arte)

y la apertura de columnas cotidianas en diarios nacionales a autores extra­

njeros. U n o de los problemas pendientes es c ó m o ampliar esas interco­

municaciones de la alta cultura para que incluyan también un espacio

público popular, sobre todo, en medios c o m o la televisión, más dispues­

tos a las exaltaciones deportivas nacionalistas y a las miradas "pintorescas"

sobre otras sociedades que a las referencias históricas y las confrontaciones

interculturales de fondo.

Veo en las actuales polémicas europeas un intento por desfatalizar el

paradigma neoliberal y no confundir la globalización necesaria de la eco­

nomía y la cultura con la hegemonía estadounidense. También de este lado

del océano nos beneficiaríamos con este tipo de deslinde reequilibrando

lo público y lo privado, más allá de cada nación, a través de la construc­

ción de una cultura de la ciudadanía y un espacio comunicacional lati­

noamericanos. Esto requiere que los Estados, junto con organismos inter­

nacionales ( U N E S C O , O E A , etc.) y con empresas no monopolíticas y

O N G s impulsen programas de coproducción y distribución, cuyo alcance

latinoamericano sea respaldado por legislaciones nacionales que establez­

can tiempos mínimos de pantalla en salas y televisión, no para el cine del

propio país, c o m o en el pasado, sino—como se está haciendo en Europa,

con una visión más realista— para la producción latinoamericana.

c) El lugar de cada industria cultural en una política multimedia

Al mismo tiempo, se ha tornado necesario reubicar cada industria cultu­

ral —cine, televisión, vídeo— en una política multimedia que incluya

también la publicidad y otras derivaciones comerciales de las prácticas

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

simbólicas masivas. El cine europeo y estadounidense se sostiene actual­

mente combinando las salas con otros circuitos de exhibición: la televisión

nacional y extranjera, los servicios por cable, antena parabólica y vídeo.

E n Italia, Francia y España la crisis del cine se acentúa compensando sus

bajos ingresos en las salas con las proyecciones televisivas, donde se llega

a obtener hasta el 90% del financiamiento para las películas. E n Estados

Unidos, lo que se gana en 2 horas 40 minutos de publicidad alcanza para

financiar una hora de una serie, mientras la televisión francesa necesita 10

horas de anuncios comerciales para obtener los mismos fondos. E n

México, en cambio, la televisión privada puede exhibir una película todas

las veces que quiera durante un año y medio pagando apenas 20.000

dólares, aunque en el primer minuto de corte comercial que se hace, mien­

tras se transmite la película, el canal gana 200.000. U n proyecto de esta­

blecer en la Argentina impuestos al vídeo y a las películas emitidas por

televisión para buscar la recuperación industrial del cine fue impugnado

ante la justicia por los canales y los dueños de vídeoclubes. Para cambiar

esta situación es indispensable, una vez más, que los Estados latinoame­

ricanos asuman el interés público y regulen la acción empresarial.

Diciembre de 1994. Al terminar el año se habrán realizado elecciones

presidenciales y de renovación de parlamentarios en algunos de los países

latinoamericanos con mayor producción audiovisual: Venezuela, C o l o m ­

bia, México y Brasil. La Argentina tendrá una asamblea constituyente y,

en poco tiempo más, elecciones presidenciales. N o hay razones para pen­

sar que los gobiernos, que en los últimos años privatizaron radios y

canales de televisión, y que —con la excepción de México— desmantela­

ron la infraestructura de apoyo al cine, vayan a reconocer las consecuen­

cias funestas que ha tenido sobre la producción cultural endógena la des-

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

regulación neoliberal y la mercantilización a ultranza del espacio audio­

visual. La mayoría de los partidos de oposición tampoco parecen afligirse

porque produzcamos menos películas y libros, menos programas cultu­

rales de televisión, ni porque nuestros vídeoclubes sean apenas sucursales

de Hollywood.

Sólo es posible imaginar que los acuerdos de integración y libre

comercio que se gestionan por toda América sirvan para reactivar las

industrias culturales si incluyen una política de re-regulación y promoción

pública de la cultura latinoamericana. Para que estas cuestiones al menos

entren en la agenda electoral y de negociaciones internacionales sería nece­

saria la movilización coordinada de artistas, productores independientes

y algo así c o m o asociaciones de consumidores de cultura, por ejemplo de

cinófilos y televidentes, cuya inexistencia en América Latina es uno de los

síntomas y causas más alarmantes de nuestra desprotección c o m o espec­

tadores. Se trata de saber si aún es posible producir, crear, elegir c o m o ciu­

dadanos, o nos contentaremos con la modesta libertad del zapping.

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L a c o m p e t i t i v i d a d

del sector a g r o p e c u a r i o

en el m a r c o

de la integración regional 1

Martín Piñeiro

Introducción

Los procesos de integración política y económica se han desarrollado ace­

leradamente en el continente americano durante la última década. Si bien

no son un fenómeno nuevo en la región, adquieren una velocidad y pro­

fundidad extraordinaria en el contexto de los procesos de ajuste y ree­

structuración económica iniciados después de 1982.

El sector agropecuario ha tenido una gran importancia en los proce­

sos de integración, ya sea c o m o ámbito de interés común por la impor­

tancia económica y comercial de lo agrario en los países participantes de

los acuerdos de integración, o c o m o elemento de negociación compleja y

difícil, en donde los países han intentado proteger sectores pobres y des­

protegidos desde el punto de vista social y político. Es en este sentido que

1. Trabajo preparado para el Foro "Visión Iberoamericana 2000", Cartagena,

Colombia 16-18 de marzo de 1994.

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

la actividad agropecuaria ha pesado fuertemente en las agendas de los

protocolos de integración en forma similar a lo que ocurrió en las nego­

ciaciones del G A T T en un ámbito más global.

A partir de esta introducción quisiera desarrollar brevemente tres

temas:

• c ó m o está la agricultura de América Latina en términos de su c o m -

petitividad relativa a escala internacional;

• c ó m o están afectando los procesos de integración subregional la acti­

vidad agropecuaria; y

• cuáles son los principales desafíos que se presentan a partir de los pro­

cesos de integración y nuestra nueva inserción en el m u n d o .

La situación agropecuaria

en América Latina

La producción agropecuaria ha sido la base del desarrollo económico de

la mayoría de los países de América Latina. Esto es consecuencia de la

extraordinaria dotación de recursos naturales agrícolas de la región que le

han permitido producir, con considerable eficiencia económica, una

notable gama de productos agropecuarios de relevancia tanto nacional

c o m o internacional.

Sin embargo, lo que m e interesa resaltar es que contrariamente a lo

que con frecuencia se afirma, la agricultura de América Latina ha tenido

una extraordinaria transformación productiva en los últimos 20 ó 30 años.

Esta modernización se apoya en dos procesos principales.

El primero de ellos, está basado en el rápido incremento de la pro­

ductividad de algunos de los principales cultivos de la región c o m o el trigo,

el maíz, la soja, el arroz, algunas oleaginosas y algunos otros productos de

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

menor importancia cuantitativa. Este desarrollo tecnológico, comúnmente

identificado c o m o "la revolución verde", es la consecuencia del mejora­

miento genético de estas especies y de una mejor y mayor utilización de

fertilizantes y herbicidas.

El segundo proceso se refiere a la diversificación agropecuaria lograda

en algunos países c o m o Costa Rica, México y Colombia en los cuales la

incorporación de nuevos cultivos, generalmente de elevado valor unitario

y dirigidos al mercado internacional, permitió un proceso de crecimiento

y expansión productiva.

C o m o resultado de estos procesos, la producción del sector agrope­

cuario creció globalmente aun durante la década de los 80, cuando las eco­

nomías de América Latina se estancaron o retrocedieron c o m o conse­

cuencia de la crisis financiera de esos años.

La conjunción de los extraordinarios recursos naturales de la región

y la considerable modernización y expansión productiva experimentada

en los últimos años, vinculada también a importantes esfuerzos en inves­

tigación y desarrollo, le han dado a la producción agropecuaria una consi­

derable competitividad internacional en la mayoría de los productos de

importancia mundial. El trigo, la ganadería vacuna, el café, el banano, la

soja son productos que ejemplifican la posición competitiva internacio­

nal y la importancia de la producción agropecuaria de la región.

Sin embargo, el desarrollo agropecuario experimentado a lo largo de

las últimas tres décadas y la competitividad internacional lograda mues ­

tran tres puntos débiles de enorme importancia económica y social tanto

en el presente c o m o en el futuro inmediato.

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

La integración regional y la agricultura

Los recientes procesos de integración regional tienen c o m o denominador

c o m ú n la rebaja de barreras arancelarias entre los países participantes y un

esfuerzo para lograr una mayor armonización de las políticas comerciales

incluyendo normas de calidad y la progresiva eliminación de barreras no

arancelarias. E n estos procesos, el sector agropecuario ha sido un tema de

negociación sustantivo debido a la importancia y complejidad de las ba­

rreras no arancelarias existentes en muchos países en el área agropecuaria

y por la significación social y económica que la protección arancelaria tiene

en algunos productos seleccionados, especialmente aquellos vinculados

con regiones pobres y de menor desarrollo relativo.

La apertura económica que resulta de los procesos de integración

subregional esta teniendo dos efectos principales sobre la agricultura.

Primero, ha generado una mayor competencia en los mercados inter­

nos para los productos agropecuarios que tienen un mayor grado de pro­

tección. La creciente desprotección está generando procesos de reestruc­

turación económica, que llevan a una mayor especialización productiva y

la consecuente disminución de la actividad económica en rubros menos

competitivos. E n algunos casos, estos procesos comienzan a generar

desempleo regional y una mayor migración del campo a la ciudad.

Segundo, se está generando un mayor intercambio comercial resul­

tado tanto de una reorientación de los flujos del comercio internacional,

c o m o de una progresiva especialización productiva en aquellos produc­

tos en los cuales cada país tiene ventajas comparativas con respecto a sus

socios en los acuerdos de integración (por ejemplo, los lácteos en el M E R ­

C O S U R ) . Cabe señalar, sin embargo, que esta especialización no genera

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

una mayor eficiencia económica en el proceso productivo a través de eco­

nomías de escala, c o m o sería el caso de la mayoría de los sectores indus­

triales. Por lo tanto, no genera automáticamente una mayor competitivi-

dad internacional hacia terceros países, objetivo central de los procesos de

integración regional. N o obstante, los productos que generan mayores flu­

jos de exportación se convierten en fuentes de crecimiento económico y,

en algunos casos, pueden tener un impacto importante sobre el desarrollo

de regiones específicas.

Los desafíos del desarrollo

Los procesos de integración regional se han convertido durante la última

década en uno de los fenómenos económicos y políticos más importantes

del continente americano. H a n afectado de manera fundamental las polí­

ticas económicas y el modelo de desarrollo en cada uno de los países par­

ticipantes y han dado una nueva perspectiva a la inserción de la región en

la economía mundial.

El primero de ellos está vinculado a la heterogeneidad regional de la

modernización agrícola experimentada en las últimas décadas. Es indu­

dable que el desarrollo tecnológico estuvo concentrado en algunos pro­

ductos y regiones de gran importancia productiva para la región, pero que

de ninguna manera representan el universo de la producción agropecuaria.

Así, importantes regiones, generalmente vinculadas a pequeños productores

y economías campesinas que producen cultivos para el mercado nacional,

quedaron retrasadas y marginadas de la modernización productiva.

Las consecuencias de esto fue acentuar la marginalidad y pobreza de

sectores tradicionalmente pobres y ausentes de la vida nacional. Las ten­

siones sociales y políticas que surgen de estas situaciones han estado per-

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M E R I C A L A T I N A

manentemente presentes en la historia del continente c o m o lo atestiguan,

por ejemplo, los conflictos centroamericanos y, más recientemente y en

forma dramática, los hechos ocurridos en México.

El segundo punto débil está representado por la creciente dificultad

de la región y especialmente por parte de los países de menor dimensión

económica para mantener un adecuado ritmo de generación y adopción

tecnológica que mantenga la competitividad internacional en el largo

plazo. Esto es consecuencia de la creciente complejidad de la ciencia apli­

cada a la agricultura y su alto costo. Esta dificultad es particularmente

grave cuando se incluyen consideraciones vinculadas a la conservación del

medio ambiente y de los recursos naturales agrícolas, tema que cobra una

nueva dimensión política después de la U N C E D de 1992. Pocos países de

la región tienen la infraestructura científica y los recursos económicos

indispensables para mantener una actividad de investigación y desarrollo

suficientemente activa c o m o para asegurar la competitividad internacio­

nal en un marco de conservación de los recursos naturales.

Adicionalmente, la dificultad de acceso a la información científica y

la necesidad de los países de menor dimensión económica de mantener a

nivel mundial un mínimo de transparencia y accesibilidad al conocimiento

tecnológico se ha acentuado en años recientes por la creciente participa­

ción del sector privado, representado por las grandes empresas produc­

toras de insumos agropecuarios que incorporan tecnologías protegidas por

patentes u otros mecanismos legales o institucionales.

El tercer punto se refiere a la debilidad de los procesos de industria­

lización de la producción agropecuaria. A pesar de ciertos desarrollos

recientes, una parte m u y importante de la producción agropecuaria de la

región se exporta, c o m o bienes primarios (commodities), a mercados alta-

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

mente competitivos y con precios deprimidos c o m o consecuencia de la

política de protección y subsidios a la producción agropecuaria imple-

mentada por la mayoría de los países desarrollados.

Esta falta de industrialización de la producción agropecuaria limita

su capacidad para generar empleo y actividad económica y, por lo tanto,

debilita el impacto que una agricultura enciente y competitiva podría

tener en el desarrollo global de las economías de la región.

Desde la óptica del sector agropecuario es posible hacer algunas

reflexiones sobre las acciones necesarias y prioritarias que surgen de las

condiciones particulares de la producción primaria.

Primero. Los procesos de integración subregional son una fuente de cre­

cimiento económico a partir de una mayor especialización produc­

tiva y una expansión del comercio intraregional. E n función de ello,

es de fundamental importancia identificar tempranamente los sectores

con potencial de expansión y promover la inversión en infraestruc­

tura, investigación y crédito necesarios para que la inversión privada

pueda realizarse productivamente.

Segundo. Los efectos sociales de la reestructuración económica en el sec­

tor agropecuario pueden ser particularmente importantes debido a la

pobreza rural existente y a la falta de alternativas de empleo de la

población rural. Esta falta de alternativas genera pobreza y margina-

lidad, que pueden promover migraciones rurales con incidencias

económicas y políticas negativas. Es por esto que, en cuanto a los

acuerdos de eliminación de barreras arancelarias, especialmente para

productos con una significación regional, la velocidad y profundidad

de los procesos de integración deben ser cuidadosamente analizados

en cada caso particular.

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

Tercero. E n este nuevo contexto, los procesos de reestructuración econó­

mica son inevitables y, en muchos casos, deseables para lograr un

mayor nivel de eficiencia y competitividad global en los rubros en los

que se incrementa el comercio intraregional. Sin embargo, dado que

los costos sociales asociados a esta transformación pueden ser altos,

la puesta en marcha de programas sociales que atemperen las dificul­

tades económicas y sociales en el corto plazo tienen una justificación

ética pero también política. Las tensiones sociales no atendidas ade­

cuadamente pueden generar procesos políticos que tornen inviables

a los propios procesos de integración y consecuentemente dificulten

la búsqueda de una mayor competitividad internacional y la posibi­

lidad de una nueva inserción de América Latina en el comercio inter­

nacional.

Finalmente, en un sentido más general, la búsqueda de competitividad

internacional en el contexto de los procesos de integración subregional

requiere, por parte de los países de América Latina, u n enorme esfuerzo

de desarrollo tecnológico y de formación de recursos humanos. E n estos

dos elementos reside la clave de la competitividad y del desarrollo en el

largo plazo.

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Sección IV

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L a i n t e g r a c i ó n

en u n c o n t e x t o p l u r i é t n i c o

y p l u r i c u l t u r a l

Néstor García C an cl in i

La integración de America Latina es un proyecto fatigado. Ya hace 500

años se hizo el primer ensayo de incluir a este continente en una economía-

m u n d o . Al instaurar métodos homogéneos de control del trabajo para

diferentes regiones se logró unificar estilos locales de producción y

consumo. La cristianización de los indígenas, su alfabetización en español

y portugués, el diseño colonial y luego moderno del espacio urbano, la

uniformización de los sistemas políticos y educacionales fueron consi­

guiendo uno de los procesos homogeneizadores más eficaces del planeta.

Quizá con la excepción de los países árabes no existe otra zona donde un

número tan grande de Estados independientes compartan un mismo

idioma, una historia, una religión predominante y, además, hayan tenido

una posición más o menos conjunta en relación con las metrópolis durante

cinco siglos.

Sin embargo, esta integración histórica contribuyó poco a impulsar

un desarrollo económico consistente y a hacernos participar de forma

competitiva en el intercambio mundial. E n el área cultural, pese a la mul-

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tiplicación de organismos integradores desde los años cincuenta ( O E A ,

C E P A L , A L A L C , etc.), ni siquiera hemos logrado establecer entre los

países de América Latina formas de colaboración duradera y de conoci­

miento recíproco. Sigue siendo casi imposible encontrar libros centro­

americanos en Montevideo, Bogotá o México. N o s enteramos por las

agencias de noticias estadounidenses que películas argentinas, brasileñas

y mexicanas ganan premios en festivales internacionales, pero eso no

ayuda a que sus imágenes recorran el continente. Nuestras publicaciones,

películas y obras musicales entran tan poco y tan mal en Europa y Norte­

américa c o m o nuestro acero, nuestros cereales y nuestras artesanías.

Hace veinte años, el desarrollismo — c o m o otras tendencias de

modernización evolucionista— atribuían la desintegración y el atraso lati­

noamericanos a los "obstáculos culturales", esas tradiciones que diferen­

cian a cada región. Se confiaba que nuestras sociedades, al industriali­

zarse, se modernizarían de forma homogénea y se vincularían con más

fluidez. E n parte, esto ocurrió: es más fácil comunicarnos a través de las

redes televisivas que mediante los libros, por medio del fax que por correo.

D e cualquier m o d o , persisten marcadas diferencias étnicas, regio­

nales y nacionales entre los países latinoamericanos. H o y pensamos que

la modernización no va a suprimirlas. Las ciencias sociales tienden a admi­

tir más bien la heterogeneidad de América Latina y la coexistencia de

tiempos históricos diversos, que pueden articularse parcialmente pero no

diluirse en un estilo de globalización uniforme [Brunner, 1992; García

Canclini, 1990]. La heterogeneidad multitemporal y multicultural no es

u n obstáculo a eliminar, sino un dato básico en cualquier programa de

desarrollo e integración.

Por supuesto, esa diversidad suscita contradicciones y conflictos.

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

U n o de los más elocuentes es el que viene ocurriendo en México a partir

del 1.° de enero de 1994. El mismo día en que entró en vigencia el Tratado

de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá, se inició en

Chiapas una sublevación indígena que, además de cuestionar la explota­

ción y la injusticia sufridas por las etnias y los campesinos de esa región,

impugna el T L C . C o m o escribiera José Emilio Pacheco, "El día en que

íbamos a celebrar nuestra entrada en el primer m u n d o retrocedimos un

siglo [. . .] Creímos y quisimos ser norteamericanos y nos salió al paso

nuestro destino centroamericano."

Encuentros y des ene u entro s

de la modernidad con las tradiciones

Para entender mejor los desafíos actuales de la pluriculturalidad en el

desarrollo latinoamericano, conviene distinguir dos modalidades: por un

lado, existe la multietnicidad; por otro, la multiculturalidad surgida de las

formas modernas de segmentación y organización de la cultura en socie­

dades industrializadas.

La importancia de la multietnicidad se hace más visible en las rebe­

liones y movilizaciones indias. Pero su complejidad es insoslayable en la

vida diana; muchas ramas de nuestra economía no pueden desarrollarse

sin la participación de los 30 millones de indígenas que viven en América

Latina. Estos grupos poseen territorios diferenciados, lenguas propias

(cuyos hablantes aumentan en algunas regiones) y hábitos de trabajo y

consumo que los diferencian. La resistencia de cinco siglos de los aymara

con unos dos millones y medio de personas, los mapuches con unos

700.000, los mixtéeos con más de medio millón, los mayas, los nahuas y

quichés con casi dos millones cada etnia, y los aproximadamente diez

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

millones de quechuas los mantienen c o m o partes fundamentales de Chile,

Bolivia, Perú, Ecuador, Guatemala y México.

¿ Q u é representa esta multietnicidad en los procesos de moderniza­

ción e integración? Al volverse más problemática la noción misma de

modernidad y acumularse evidencias de que los modelos metropolitanos

de desarrollo no son mecánicamente aplicables en América Latina, pierde

fuerza la concepción de la historia que veía a las tecnologías modernas

c o m o antagónicas de las tradiciones no occidentales. D e ahí que se preste

más atención al papel a veces positivo de las diversidades culturales en el

crecimiento económico y en las estrategias populares de subsistencia; se

acepta que la solidaridad étnica y religiosa puede contribuir a la cohesión

social, y que las técnicas de producción y los hábitos de consumo tradi­

cionales sirvan c o m o base de formas alternativas de desarrollo [Arizpe,

1984].

Se va aceptando en algunas sociedades nacionales un cierto pluralismo

étnico y se construyen procedimientos de integración que admiten modos

diversos de organización económica y representación política. Por ejem­

plo, los programas de etnodesarrollo aplicados en varias sociedades lati­

noamericanas, la legislación que garantiza la autonomía de los indígenas

en la costa atlántica nicaragüense y las reformas jurídicas sobre cuestiones

étnicas que actualmente se gestionan en México son indicios de un pasaje

parcial del indigenismo paternalista a modalidades más autogestionarias.

Pero esos ensayos de reformulación no se cumplen sin resistencias de

élites racistas, que siguen viendo a las culturas indígenas c o m o residuos

anacrónicos o simples sobrevivencias de interés folklórico o turístico. Por

otra parte, muchos grupos indígenas se niegan a integrarse, ni siquiera en

sociedades pluralistas, porque consideran que las etnias son "naciones en

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

potencia", unidades políticas enteramente autónomas [Bonfil Batalla,

1993].

¿Qué posibilidades existen de que los indígenas y otras etnias sean

reconocidos de un m o d o más justo y democrático bajo la actual moder­

nización globalizada? La política económica neoliberal, al acentuar en la

última década la pobreza y la marginación de los indígenas y mestizos,

agrava la migración y el desarraigo, los enfrentamientos por tierras y por

el poder político. Los conflictos interculturales y el racismo se agudizan

en muchas fronteras nacionales (especialmente en la de México con Esta­

dos Unidos) y en todas las grandes ciudades del continente. Nunca ha sido

tan necesario c o m o ahora elaborar políticas educativas, comunicacionales

y de regulación de las relaciones laborales que fomenten la convivencia

democrática interétnica. E n algunos países, c o m o Perú y Colombia, el

deterioro de las condiciones económicas campesinas y urbanas es uno de

los principales soportes de los movimientos guerrilleros, de las alianzas

entre luchas campesinas y narcotraficantes, y de otras explosiones de

desintegración social. El fundamentalismo aislacionista de algunos movi­

mientos étnicos o paraétnicos, c o m o el Sendero Luminoso, exaspera las

dificultades de cualquier proyecto de integración [de Gregori, 1992].

Pero, pese a los estallidos sociales con que sigue presentándose la

interculturalidad, su problemática no puede entenderse sólo en términos

de antagonismo entre dominantes y subalternos. Así c o m o existen cam­

bios promisorios en las políticas de algunos gobiernos, están surgiendo

en grupos indígenas nuevos modos de relacionar críticamente sus tradi­

ciones con la modernización. Algunos movimientos actuales que recla­

m a n enérgicamente su autonomía cultural y política exigen a la vez que

se los integre de un m o d o pleno al desarrollo moderno. Así, por ejemplo,

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

el neozapatismo demanda que las lenguas indígenas se enseñen en las

escuelas y que la justicia sea administrada por los pueblos según sus cos­

tumbres y tradiciones; al m i s m o tiempo pide que la devolución de sus tie­

rras se haga dándoles "maquinaria agrícola, semillas mejoradas, fertili­

zantes, insecticidas y asesoría técnica, carreteras, transporte y sistemas de

riego, que se construyan hospitales con médicos especializados y servi­

cio de cirugía completa; reclaman "energía eléctrica y teléfono para sus

pueblos, y una radio indígena, manejada por indígenas, para tener infor­

mación veraz de lo que ocurre a nivel local, regional, estatal, nacional e

internacional".

Si bien hay grupos étnicos que resisten su occidentalización, muchos

se apropian de los conocimientos, los recursos tecnológicos y culturales

modernos. Combinan procedimientos curativos tradicionales con la medi­

cina alopática, siguen técnicas antiguas de producción artesanal y campe­

sina a la vez que usan créditos internacionales y computadoras, buscan

cambios democráticos autónomos en sus regiones y una integración igua­

litaria en las naciones modernas. Al menos en estos casos, las dificultades

de la integración socioeconómica no parecen deberse tanto a la incompa­

tibilidad entre lo tradicional y lo moderno, c o m o a la falta de flexibilidad

de los programas de modernización, a la incomprensión cultural con que

se aplican y, por supuesto, a la persistencia de hábitos discriminatorios en

instituciones y grupos hegemónicos [de Carvalho, R . Bartra, 1989].

¿Quiénes están interesados

en qué integración?

Los dilemas de la pluriculturalidad no se reducen en este fin de siglo a los

conflictos multiétnicos, ni a la convivencia de regiones diversas dentro de

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

cada nación. Las formas de pensamiento y de vida construidas en torno a

territorios locales o nacionales son sólo una parte del desarrollo cultural.

Por primera vez en la historia, la mayoría de los bienes y mensajes que se

reciben en cada nación no se han producido en su propio territorio, no

surgen de relaciones peculiares de producción, ni llevan en ellos, por lo

tanto, signos que los vinculen exclusivamente con regiones delimitadas.

Proceden, en cambio, de un sistema transnacional, desterritorializado, de

producción y difusión.

Desde los años cincuenta, la principal vía de acceso a los bienes cul­

turales, además de la escuela, son los medios electrónicos de comunicación.

E n las ciudades grandes y medias entre el 80 y el 95% de los habitantes

tienen radio y televisión. Según el Informe sobre la comunicación en el

mundo [ U N E S C O , 1990], los países latinoamericanos transmiten en pro­

medio más de 500.000 horas anuales de televisión, mientras las naciones

latinas de Europa sólo difunden 11.000. La proporción de videocaseteras

en Argentina, Perú, Colombia, Venezuela y México (más de 30 por ciento

de los hogares), es superior a la de Bélgica (26,3%) e Italia (16,9%) [Ron-

cagliolo, 1993; García Canclini, 1993].

E n el consumo audiovisual no somos países subdesarrollados, pero

sí en la producción endógena para los medios electrónicos. Aproximada­

mente el 70% de las películas difundidas por la televisión, las salas de cine

y los videoclubes en Argentina, Brasil, México y Venezuela provienen de

los Estados Unidos. E n los demás países, con menor industria comunica-

cional, la representación de las culturas nacionales en las propias panta­

llas es aún más baja, se ve m u y poco de otros países latinoamericanos, y

es mínima la capacidad de comunicar a los demás la propia cultura. Para

entender este desacuerdo entre nuestro exuberante consumo y la raquí-

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

tica producción audiovisual propia hay que analizar c ó m o se comportan

los principales responsables de la cultura.

1. Las políticas culturales de los Estados siguen centradas en la pre­

servación de patrimonios monumentales y folclóricos, y en promover las

artes cultas que están perdiendo espectadores (plástica, teatro, música clá­

sica). Las acciones públicas respecto de las industrias electrónicas se redu­

jeron al privatizar radios, canales de televisión y otros circuitos de difu­

sión masiva, en los cuales se había intentado apoyar —casi siempre con

poco éxito— acciones artísticas e informativas que representaran la diver­

sidad cultural.

2. E n cambio, las grandes empresas privadas transnacionales, (las

estadounidenses, pero también Televisa y Rede Globo), se dedican desde

hace décadas a los medios de comunicación más rentables y de mayor

influencia, se especializan en transmitir y adaptar los mensajes de la cul­

tura transnacional a los códigos de recepción nacionales y regionales.

Logran así una intensa penetración en la vida familiar y se convierten en

los principales organizadores del entretenimiento y de la información

masiva.

3. Las acciones culturales de los organismos internacionales y las

impulsadas por las reuniones de ministros de cultura reproducen a escala

latinoamericana la concepción de los Estados, que prioriza la alta cultura,

el patrimonio monumental y folclórico. D a n preferencia a una visión pre-

servacionista de la identidad y a u n enfoque de la integración basado en

los bienes de instituciones culturales tradicionales. U n ejemplo: de los 67

proyectos reconocidos por la U N E S C O c o m o actividades del "Decenio

Mundial para el Desarrollo Cultural" en América Latina en el bienio

1990-1991, 28 versaron sobre preservación del patrimonio cultural,

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17 sobre la participación en la vida cultural y el desarrollo, 10 sobre la

dimensión cultural del desarrollo, 8 sobre el estímulo a la creación y a la

actividad en el campo de las artes, 3 sobre la relación entre cultura, cien­

cia y tecnología, y sólo uno se refiere a los medios de comunicación masi­

vos [Calderón, Hopenhayn, 1994].

Algunos gobiernos latinoamericanos han firmado acuerdos recientes

para que las aduanas aligeren los intercambios de libros, obras de arte y

antigüedades. También se crearon programas de cooperación, entre los que

cabe destacar la Biblioteca Ayacucho y la Biblioteca Popular de Latino­

américa y el Caribe, la serie Periolibros de suplementos periodísticos con

obras de prominentes escritores y artistas plásticos, la decisión de crear un

Fondo Latinoamericano de las Artes y otro para el Desarrollo de la Cul­

tura, Cátedras Latinoamericanas y Casas de la Cultura Latinoamericana

y Caribeña en cada país. Todos estos son claros avances en el conocimiento

recíproco de las naciones del continente. Pero tales medidas se limitan al

campo de la alta cultura escrita y a las artes plásticas y musicales.

Mientras tanto, los estudios del consumo cultural en grandes ciudades

latinoamericanas realizados por el Grupo de Políticas Culturales de

C L A C S O revelan que el sector vinculado con estas manifestaciones consi­

deradas en las políticas oficiales no supera el 10% de la población [Catalán,

Sunkel, 1990; García Canclini, 1993; Landi y otros, 1990]. Sin duda, es

necesario expandir aún más el apoyo a la literatura y a las artes no indus­

trializadas, pero a fines del siglo X X no parece convincente decir que esta­

m o s promoviendo el desarrollo y la integración cultural si carecemos de

políticas públicas para los medios de comunicación de masas en que se

informa y se entretiene el 90% de los habitantes del continente.

4. Por otros circuitos, los de las O N G s y de artistas y comunica-

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dores independientes, también se movilizan recursos culturales, desde los

tradicionales saberes artesanales hasta los programas radiofónicos y de

vídeo. C o n escasos fondos locales y mucho trabajo gratuito, a veces con

subsidios de universidades y de fundaciones internacionales, se vienen

organizando festivales, exposiciones y talleres internacionales, redes de

programas audiovisuales alternativos, revistas y libros en los que se docu­

menta el desarrollo cultural. Según un registro del Instituto para América

Latina, hay más de cinco mil grupos de educación, producción cultural y

comunicación independiente en nuestra región. Valoramos sus aportes

para la formación y organización de sectores populares en defensa de sus

derechos, para documentar sus condiciones de vida y su producción cul­

tural. Pero, en general, sus acciones son de alcance local y no pueden

actuar c o m o sustitutos de lo que los Estados no hacen. Estos grupos inde­

pendientes casi nunca llegan a los escenarios masmediáticos para influir

sobre los hábitos culturales y el pensamiento de las mayorías.

La desarticulación existente entre los Estados, las empresas y los

organismos independientes tiene c o m o consecuencia que, en lugar de un

desarrollo multicultural representativo de los países latinoamericanos, se

acentúe la segmentación y la desigualdad en los consumos, se empobrezca

la producción endógena y su papel en la integración internacional. E n los

últimos años, la reducción de las inversiones públicas y el debilitamiento

de la acción privada nos colocan ante esta paradoja: se promueve mayor

comercio entre los países de América Latina y de éstos con las metrópo­

lis cuando producimos menos libros, menos películas y menos discos. O

sea, se impulsa la integración en el momen to en que tenemos menos para

intercambiar y el deterioro de los salarios disminuye el consumo de las

mayorías.

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

La radio sigue teniendo el papel protagónico que desempeña desde

hace décadas c o m o unificadora de las regiones de cada país, y a veces de

diferentes naciones. Pero en los circuitos de cine y televisión, donde la

"integración" continental queda a cargo de la programación estadouni­

dense y de Televisa, circula un imaginario internacional que admite sólo

escasas representaciones pintoresquistas de las culturas regionales. Las

políticas mercantiles de entretenimiento, guiadas sólo por la masividad del

rating, dejan cada vez menos espacio a la información pluricultural, al pen­

samiento crítico y a la representación diversificada de las artes latinoame­

ricanas.

La situación es aún más dramática en el campo de las tecnologías

avanzadas y de las autopistas de la comunicación: satélites, computado­

ras, fax y los demás medios que suministran la información, el know bow

y la cultura para tomar decisiones e innovar. La subordinación de los

países latinoamericanos se agudizará al eliminar los acuerdos de libre

comercio, los aranceles a la producción extranjera y los pocos subsidios

al desarrollo tecnológico local. U n a mayor dependencia cultural y cientí­

fica en las tecnologías comunicacionales de punta, que requieren altas

inversiones financieras, y a la vez generan innovaciones más rápidas, nos

volverá más vulnerables a los capitales transnacionales y a las orientaciones

culturales generadas fuera de la región. E n esta área, la multiculturalidad

procede no tanto de tradiciones históricas diversas sino de la estratifica­

ción engendrada por el desigual acceso de los países y de los sectores

internos de cada sociedad a los medios avanzados de comunicación.

¿Cuál puede ser en el futuro la presencia en el mercado internacio­

nal y la capacidad de autogestión de un continente c o m o el latinoameri­

cano, con una población que supera el 8% de la población mundial, mien-

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

tras sólo participa con el 6% del producto interno bruto del planeta, el

3,2% de la producción de bienes de capital, 2,5% de los ingenieros y

científicos que trabajan en I & D y 1% de los recursos gastados mundial-

mente en este m i s m o campo ?

Propuestas para la integración cultural

en tiempos de libre comercio

La integración pluricultural de América Latina y el Caribe en este fin de

siglo requiere reformas constitucionales y políticas que garanticen los

derechos de los diferentes grupos en las actuales condiciones de globali-

zación, y que promuevan la comprensión y el respeto de las diferencias en

la educación y en las interacciones tradicionales. Pero, es responsabilidad

de los organismos públicos desarrollar también programas que faciliten la

información y el conocimiento recíproco en las industrias culturales que

comunican a los diversos pueblos y a los diferentes sectores de cada pue­

blo: la radio, la televisión, el cine y el vídeo.

D e b e n encararse políticas tendientes a formar un espacio audiovisual

latinoamericano. E n una época en que las películas, el vídeo, los discos y

otras formas masivas de comunicación no pueden recuperar sus altos cos­

tos circulando sólo dentro del propio país, la integración latinoamericana

es un recurso indispensable para extender los mercados y hacer posible la

producción propia. Señalo tres propuestas que ejemplifican lo que podría

ser esta política:

a) Formar mercados comunes latinoamericanos de libros, revistas, cine,

televisión y vídeo, con medidas concretas que fomenten las produc­

ciones y favorezcan la libre circulación de los bienes culturales. (Los

pasos dados en este sentido, más declarativos que prácticos, eviden-

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

cian la necesidad de diagnósticos m á s ajustados sobre los hábitos d e

c o n s u m o de los países latinoamericanos y d e políticas públicas m á s

decididas.)

b) Fijar cuotas mínimas de tiempo de pantalla, de emisión de radio y de

otros bienes culturales latinoamericanos en cada país de la región.

(Nótese que no sugerimos reincidir en la estrecha política que fijaba

50% para la música y el cine nacionales; esta nueva sugerencia se ins­

pira en la ley establecida por España en diciembre de 1993 que,

tomando en cuenta las condiciones regionales de producción y cir­

culación, establece que los cines de ciudades con más de 125.000 habi­

tantes deben proyectar un 30% de cine europeo). La promoción de

un mercado latinoamericano de bienes culturales será ineficaz si no

se acompaña con medidas que protejan esa producción en la circula­

ción y el consumo.

c) Crear u n F o n d o Latinoamericano de Producción y Difusión A u d i o ­

visual. Su papel sería aportar financiamientos parciales para p r o d u c ­

ciones de cine, televisión y vídeo; coordinar ágilmente a los organis­

m o s estatales, empresariales y asociativos; imaginar nuevos canales de

distribución (circuitos de videotecas, programas culturales de alta cali­

dad y atracción masiva para las televisoras nacionales y regionales,

una señal de cable latinoamericano, etc.) [Garretón, 1994; Litín, 1994].

L o s acuerdos de libre comercio cultural n o deben realizar una apertura

indiscriminada, sino tomar en cuenta los desarrollos desiguales de los sis­

temas nacionales, así c o m o la protección de los derechos de producción,

comunicación y c o n s u m o de las etnias y los grupos minoritarios. E s nece­

sario regular la participación de capital extranjero, incluso de los países

latinoamericanos m á s poderosos, o de transnacionales con sede en la

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

región, a fin de evitar que las corporaciones monopolísticas ahoguen las

industrias culturales de los países más débiles. Pero más que restricciones,

es preciso buscar convenios de colaboración que equilibren las relaciones

entre "los países netamente exportadores (Brasil, México), incipiente­

mente exportadores (Argentina, Chile, Venezuela) y netamente importa­

dores (el resto)" [Roncagliolo, 1993].

Dentro de cada nación sólo puede esperarse un desarrollo multicul­

tural democrático si se establecen condiciones favorables para la expan­

sión de radios y televisiones regionales, de grupos étnicos y minorías o, al

menos, tiempos de programación en que las diferentes culturas puedan

expresarse, sujetándose más al interés público colectivo que a la rentabi­

lidad económica.

Para promover tales políticas hay que reformular el papel del Estado

y de la sociedad civil c o m o representantes del interés público. Se ha dicho

que es necesario acabar con los Estados populistas sobreprotectores para

reducir riesgos centralistas, clientelistas y de corrupción burocrática. Pero,

tras una década de privatizaciones, no vemos que las empresas privadas

hagan funcionar mejor los teléfonos, ni las aerolíneas, ni eleven la calidad

de los programas en las radios y televisiones. M á s que encerrarnos en el

dilema Estado/mercado, es necesario desarrollar políticas que coordinen

a los diversos actores participantes en la generación e intermediación cul­

tural. N o se trata de restaurar al Estado propietario, sino de repensar el

papel del Estado c o m o arbitro o garante de que las necesidades colectivas

de información, recreación e innovación no sean subordinadas siempre al

lucro. El mercado, c o m o dice Alain Touraine [Touraine, 1993] "no consti­

tuye un principio de construcción ni de gestión de la vida social". Para

superar los riesgos del intervencionismo estatal y la frivola homogenei-

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

zación del mercado sobre las culturas es necesario salir de la opción entre

uno y otro dando espacios para que surjan múltiples iniciativas de la socie­

dad civil: movimientos sociales, grupos artísticos, radios, televisiones inde­

pendientes, sindicatos, agrupaciones étnicas, asociaciones de consumi­

dores, de radioescuchas y televidentes. Sólo la multiplicación de actores

puede favorecer el desarrollo cultural democrático y la representación de

múltiples identidades. El nuevo papel de los Estados y de los organismos

internacionales ( U N E S C O , O E A , S E L A , A L A D I , etc.) consistiría en

reconstruir el espacio público, entendido c o m o colectivo y multicultural,

para que en él los diversos agentes culturales (los propios Estados, las

empresas y los grupos independientes) negocien acuerdos que desarrollen

los intereses públicos y la convivencia pluricultural.

Bib lio grafía

A L A D I . 1994. " L a dimensión cultural de la integración", 3.a reunión de

la Comisión Mundial de Cultural y Desarrollo, San José, Costa Rica,

22-26 de febrero.

—. "El mercado c o m ú n de bienes y servicios culturales", ibid.

A R I Z P E , L . 1984. "Pluralismo cultural y desarrollo social en América

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A x i a l ,

u n a es t ra teg ia cu l tu ra l

de d e s a r r o l l o

Guillermo Sequera

La destrucción alarmante de los bosques en Paraguay conduce inexora­

blemente a la desintegración de esquemas tradicionales de autosubsis-

tencia campesina e indígena, basados, en otros tiempos, en una gestión

sabia y equilibrada de la fauna y la flora. Sus consecuencias son elo­

cuentes:

• U n a dependencia cada vez m á s acentuada de las poblaciones locales

hacia una agricultura agroexportadora incontrolada (algodón, tabaco,

soja), donde los precios fluctuantes del mercado internacional endeu­

dan a los pequeños productores hasta la asñxia.

• Presión en las comunidades para convertirse en cómplices de la des­

trucción de su propio entorno.

• Rechazo por parte de jóvenes generaciones a sus principios de ética

tradicional ambiental, adhiriéndose a valores que denigran su propia

cultura.

• Tendencia acusada de indígenas a venderse c o m o m a n o de obra

barata.

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

Si añadimos a este primer diagnóstico, la inoperancia de instituciones del

Estado, que no asumen su responsabilidad de mejorar servicios vitales del

país (agua potable, sanidad, educación, caminos, electricidad, etc.), c o m ­

prendemos fácilmente que la degradación de las condiciones de existen­

cia de los sectores más desfavorecidos pueda engendrar conflictos sociales

de un impacto impredecible. Recordamos —hecho inimaginable para

muchos en Paraguay— que los pequeños productores campesinos de

algodón están paralizando las rutas del interior para reivindicar un mejor

precio de dicho rubro.

E n este contexto socioeconómico, los miembros fundadores de

Axial, etnólogos de profesión, convivieron durante m u c h o tiempo (desde

la década de los setenta) con comunidades autóctonas, iniciándose en el

aprendizaje de lenguas vernáculas. Testigos impotentes del drama vivido

por las poblaciones locales, los etnólogos de Axial pasaron a ser interlo­

cutores privilegiados de dichas comunidades, quienes apelaron a Axial de

manera insistente para encontrar —con y para ellas— soluciones a su

propia situación. Axial, constituida desde 1989 por etnólogos, trabaja­

dores sociales y técnicos agroforestales, busca encontrar remedios a esos

males.

Animados por una amistad real y confianza mutuas, Axial sugiere a

las comunidades campesinas e indígenas que sólo a partir de resultados de

trabajos cualitativos —tangibles e incontestables—, tendrían argumentos

valederos para comprometer a las instituciones estatales a responderles,

para llamar la atención y obtener el apoyo necesario de instancias y orga­

nismos internacionales.

Fortalecidos por ese gran capital de confianza de campesinos e indí­

genas, la propuesta de Axial debería no sólo fomentar la adhesión volun-

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

taria de las poblaciones desfavorecidas, sino también proyectar su propia

capacidad de movilización y dinamismo en la participación social.

Al poco tiempo, emergió la idea de que u n programa socioeconó­

mico, profundamente enraizado en la defensa del patrimonio natural y de

la identidad cultural de poblaciones locales, debería conjugar u n modelo

alternativo, suficientemente cualitativo e incitativo, para perdurar e iniciar

programas sin otros recursos que los fondos propios y limitados de Axial

y de las propias comunidades.

Por tanto, Axial y las poblaciones locales se vieron obligadas a bus­

car una vía de desarrollo que no sólo evoque teóricamente la dimensión

cultural, sino que haga de la cultura la fuerza motriz, la condición viable

de un desarrollo cualitativo y h u m a n o .

Axial propulsó así un programa económico representado en la justa

combinación de sabidurías y técnicas tradicionales campesinas e indíge­

nas, en la gestión del entorno natural. Se trataba de un programa síntesis

de prácticas de autosubsistencia y alternativas económicas prometedoras,

armonizando la rica y variada tradición autóctona con técnicas modernas

apropiadas: injertos, cultivos alternados con curvas de nivel, control y

manejo natural de plagas, conservación de germoplasma nativo, puesta en

marcha de programas policulturales y de agrosilvicultura (productos

biológicos de consumo, uso cosmético y medico de plantas y árboles, uti­

lización agroalimentaria —jaleas, conservas, harinas— de recursos sil­

vestres, etc.), ordenamiento sostenido y sustentable de los recursos fores­

tales no leñosos, gestión agroecológica (protegiendo el potencial biológico

del suelo) y creación de museos comunitarios.

D e esa manera, sobre la base de una experiencia piloto y de los resul­

tados obtenidos con cuarenta familias de Capi'ivary, cuidadosamente eva-

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

luados por una misión de expertos de la Administración Nacional de

Electricidad ( A N D E ) , esta institución estatal aceptó los términos de un

trueque original propuesto por Axial. Los términos eran los seguientes:

estensión de la red eléctrica, por parte de la A N D E y costeada por ella

(extensión reclamada hasta entonces en vano por falta de medios de la

comunidad de Capi'ivary), a cambio de lo cual 700 familias, en una pri­

mera etapa, se comprometían a rehabilitar y proteger el medio ambiente

y a asumir obligaciones en: a) toda acción de protección y recuperación

de los bosques nativos del Paraguay (situados en las fincas de campesinos

minifundistas); b) conformación de viveros comunitarios; c) reforesta­

ción con especies nativas en las fincas campesinas y con un mínimo de 300

árboles nativos plantados por cada familia; y d) arborización de áreas de

uso público: caminos, escuelas, parroquias, canchas de fútbol.

Desde entonces, miles de nuevas familias campesinas de Capi'ivary

adhirieron al prototipo de desarrollo Axial espontáneamente y entusias­

madas por la calidad de la propuesta. Las cifras hablan por sí solas: en la

actualidad, más de 3.000 familias participan activamente en los programas,

lo que constituye una cobertura de impacto sobre 30.000 hectáreas. Sin

embargo, a partir de un censo socioforestal realizado, se detectó un pro­

medio de una hectárea de bosque protegido por familia que, sumado a la

participación de 700 familias en una primera fase del convenio con la

A N D E , resulta en 700 hectáreas de bosques protegidos.

Mecanismos y funcionamiento

Axial promueve la organización de los Comités de Desarrollo Cultural

( C D C ) en comunidades campesinas e indígenas, donde se debaten, c o m ­

parten y orientan los objetivos y actividades. Cada Comité, cuyos diri-

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

gentes son elegidos por las familias que lo convocan (de 30 a 60 familias

por Comité), es la organización responsable de comunicar, informar y

capacitar a las familias que lo integran para la realización de los compro­

misos.

Axial lleva a cabo programas de investigación, capacitación y exten­

sión. El programa de investigación diagnostica las funciones de interacción

entre naturaleza y cultura que se estiman serán de valor. El programa de

capacitación pone énfasis en el intercambio de sabidurías tradicionales y

modernas entre indígenas-campesinos-técnicos. Se tiene en cuenta el

importante papel que juega la solidaridad intercomunitaria en la capaci­

tación y extensión de las experiencias. El programa de extensión busca

resultados prácticos a corto, mediano y largo plazo que permitan situar al

proyecto c o m o u n proyecto económicamente viable y ecológicamente

factible.

Actividades

Se realiza un censo socioforestal en las fincas campesinas y en terrenos

indígenas a fin de detectar la situación real de los bosques remanentes en

dichas áreas. Esto permite obtener información que determinará el grado

de impacto ambiental, y c ó m o realizar una campaña de educación a fin de

responsabilizar a dichos sectores en la puesta en marcha de toda acción de

protección de los bosques.

El impacto es inmediato y positivo en la desarticulación de presiones

referidas al carbón o la explotación irracional de maderas preciosas que se

ejercen sobre estas comunidades por parte de comerciantes inescrupulo­

sos. Otra actividad importante es el enriquecimiento de los bosques,

donde campesinos e indígenas comprenden que Jos árboles pueden c u m -

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

plir un papel alimentario y económico si producen en soto-bosque café,

papaya, pina, yerba mate, palmitos, etc.

V i v e r o s c o m u n i t a r i o s y f a m i l i a r e s

Estos viveros son creados en las escuelas rurales, o donde la comunidad

lo considere conveniente. Constituyen puntos de encuentro, capacitación

y relación afectivo-comunitaría. E n la gestión y administración de los

mismos participan adultos, niños y jóvenes. La comunidad debe aportar

m a n o de obra y cuidados culturales, así c o m o el perímetro y la carga de

plantíos necesarios definidos por Axial y las comunidades. Debe enten­

derse que la realización y mantenimiento de dichos viveros no demanda

u n presupuesto elevado: primeramente, la recolección de semillas de

árboles nativos es realizada colectivamente en el entorno del área del

proyecto, después, las comunidades colaboran en la perforación de pozos

de riego.

Cada familia miembro debe aportar una cierta cantidad de plantíos

para obtener una carga máxima de 20.000 plantas nativas en los viveros

comunitarios. Cada vivero posee plantas de uso medicinal, frutales, fores­

tales y ornamentales. L a selección de las especies depende exclusivamente

de la relación e importancia cultural que le asignan los indígenas y cam­

pesinos. Los viveros familiares son constituidos bajo decisión voluntaria

y por efecto multiplicador del rol social que los viveros comunitarios

cumplen.

La reforestación es llevada a cabo en las fincas campesinas y propie­

dades indígenas, bajo un compromiso mínimo de 300 árboles nativos por

cada finca entre 3 y 10 hectáreas.

La arborización es realizada en el entorno de escuelas, parroquias y

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

canchas de fútbol, así c o m o en caminos y áreas de uso público. El sector

educativo, religioso y deportivo cumple un papel protagónico en las socie­

dades latinoamericanas, por lo cual Axial estima importante asociar a

estos sectores en una ética ambiental, a nivel local, regional o nacional.

Las cortinas rompevientos y la reforestación en áreas de reservas

dependientes del Estado son establecidas de c o m ú n acuerdo con organis­

m o s gubernamentales (municipalidad, gobernación), y dependiendo de las

necesidades ambientales. Esta actividad se lleva acabo c o m o contrapartida

comunitaria en la negociación de canje de deuda social del Estado por eco­

logía comunitaria. Esto permite, a la vez, romper con el estereotipo de que

los campesinos e indígenas son los principales culpables de la deforesta­

ción de áreas boscosas, así c o m o realzar la estima de los sectores margi­

nados en un rol preponderante de recuperación y preservación del patri­

monio cultural y natural. Al fin de cuentas y en cualquier país son estos

sectores los que podrán realizar efectivamente programas de reforestación

y de recuperación, dado el alto nivel de conocimientos y técnicas que

poseen, así c o m o la valoración justa de los especies vegetales y animales.

Axial fomenta la responsabilidad individual, familiar y comunitaria

de los propios interesados en la puesta en marcha de los programas de

monitoreo y evaluación. Se establecen mecanismos de control a diversos

niveles para obtener resultados exitosos y fortalecer dichos programas.

Esto m i s m o ayuda al efecto multiplicador y a la adhesión voluntaria de

otras comunidades. Los promotores de base, formados por Axial, reali­

zan reuniones técnicas y monitoreo c o m o una forma de afirmar la res­

ponsabilidad de cada u n o en la proyección de la iniciativa y de los c o m ­

promisos.

N o está demás señalar que, para dar mayor realce y prestigio a la res-

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

ponsabilidad comunitaria, Axial propone la creación de una comisión fis-

calizadora, formada por representantes de las comunidades, Axial, orga­

nismos gubernamentales con los que se realizó el canje y representantes

de organismos internacionales. Esta comisión se forma de común acuerdo

entre las partes y con un acompañamiento e información a través de los

medios de comunicación.

E n conclusión, pensamos que esta experiencia, desarrollada en Para­

guay y basada en resultados concretos, merecería toda la atención c o m o

una contribución concreta para resolver los problemas que aquejan a los

países de América Latina y el Caribe.

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Secc ión V

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I n t e g r a c i ó n p o l í t i c a :

¿ u t o p í a

o p o s i b i l i d a d r e a l ?

Héctor Gros Espié II

Este informe no pretende, ni puede pretender, constituir un estudio gene­

ral y completo sobre la eventual integración política de Iberoamérica, su

realismo o irrealismo, su viabilidad o imposibilidad, su deseabilidad o su

inconveniencia.

Sólo puede ser un aporte, limitado y concreto, al tema en función de

la situación actual y de su previsible evolución, con una presentación enu­

merativa de cuestiones para desbrozar el camino y facilitar el análisis.

U n a primera aclaración se impone. Es necesario preguntarse si la

integración política de la que hablamos constituye un planteamiento

referido sólo a Iberoamérica o, por el contrario, incluye a España y a

Portugal.

Para intentar una respuesta hay que considerar que España y Portu­

gal pertenecen a un sistema de integración, la Unión Europea (desde la

entrada en vigencia del Tratado de Maastrich), que sucede a la C o m u n i ­

dad Europea a la que no pueden pertenecer los países iberoamericanos.

Del mismo m o d o que en los diferentes regímenes de integración existentes

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

en América ( A L A D I , M E R C O S U R , Pacto Andino, N A F T A ) no pueden

participar los países ibéricos.

¿Hay que extraer de esto que es imposible encarar la posibilidad de

toda forma o tipo de integración entre Iberoamérica, España y Portugal?

N o . Esa imposibilidad no existe. Pero esta respuesta hay que matizarla y

precisarla para que sea correcta y veraz.

N o pueden existir formas institucionales de integración económica,

pero pueden organizarse sistemas de cooperación y coordinación en la

materia entre Iberoamérica, España y Portugal.

N o pueden haber tipos institucionales de integración política incom­

patibles con los tratados vigentes. Pero, c o m o veremos, el concepto de

integración es amplísimo, y por su naturaleza misma, abierto a evolución.

Es por ello que nada impide la existencia de formas de cooperación y de

coordinación económica y política, calificadas c o m o de tipo integratorio,

siempre que no violen el derecho internacional y el derecho constitucio­

nal vigente en los países ibéricos y en América Latina.

La idea de una Comunidad Ibérica de Naciones, por ejemplo —ade­

lantada en varias ocasiones—, constituye una forma atípica y sai generis,

aún no precisada ni delimitada, de integración.

Hecha esta aclaración, que deja abierto un posible camino de

integración sobre el océano, volvamos al punto concreto que debe ser

encarado, es decir, la cuestión de la eventual integración política de

Iberoamérica.

El concepto de integración no es fácil de precisar. La integración, acción

y efecto de integrar, se da cuando las partes constituyen un todo, cuando

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

se produce la incorporación a un grupo para formar parte de él. Estas acep­

ciones del Diccionario de la Real Academia Española responden bien al

concepto técnico —económico, político, social y cultural— de integra­

ción, nacido y desarrollado m u c h o después en diversas corrientes del pen­

samiento internacional de fines de la segunda guerra mundial.

Cualquiera que sea la acepción que se tome, es evidente que la idea

de la integración no es concreta ni específica, ni se supone c o m o conte­

nida en una materia necesaria y excluyeme de otras, ni requiere una forma

o una estructura jurídica o institucional determinada.

La integración es una idea, originada en requerimientos y necesi­

dades surgidos en un determinado m o m e n t o del proceso histórico, que

puede cubrir diferentes materias y puede adoptar formas diversas, siempre

cambiantes, en función de los elementos condicionantes que resulten de

la historia, de la realidad presente y de los objetivos o fines, ellos mismos

cambiantes, que se quieren alcanzar.

Por eso hay que partir del hecho de que la integración económica no

es la única materia de integración posible. Si bien es cierto que es el fenó­

m e n o de la integración económica el que domina los procesos de integra­

ción que han surgido y se han desarrollado en los últimos años, no es

menos cierto que pueden concebirse y alcanzarse proyectos integracio-

nistas en otras áreas. Del mi smo m o d o , hay que tener en cuenta que la inte­

gración económica genera o provoca en ocasiones la integración social,

cultural o política, sin olvidar que, a su vez, la existencia de ciertas condi­

ciones o presupuestos sociales, culturales o políticos están en la base de los

procesos de integración económica.

La integración económica, intelectual y jurídicamente considerada

puede adoptar las más diversas formas. La Zona de Libre Comercio, la

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

Unión Aduanera, el Mercado C o m ú n y la U n i ó n Económica, son formas

conocidas, que el derecho y la práctica han ido modelando y precisando.

Pero han existido históricamente otras formas y en el futuro se diseñarán

aun otras, en función de los impredecibles caminos de la evolución

humana.

Toda integración económica supone y se fundamenta en un proyecto

político. Ir hacia la integración económica es, en sí m i s m o , un objetivo

político. Y los medios para lograr la integración económica son políticos

y jurídicos. Por eso no es posible contraponer, c o m o cosas opuestas y dis­

tintas, la integración económica y la integración política.

Por lo demás, todos los procesos de integración económica existentes

actualmente parten de la existencia de una ideología y de una institucio-

nalidad política c o m ú n en los Estados involucrados. Esto es así en Europa.

L o fue en el proceso que llevó a la formación de la Comunidad Europea

y lo es, de una manera igualmente clara y radical, en la Unión Europea del

Tratado de Maastrich. Y lo es, aunque de una manera menos formal, en

los procesos de integración económica existentes en Sudamérica. El tema,

en el M E R C O S U R por ejemplo, si bien no está incluido en el Tratado de

Asunción, ha sido objeto de pronunciamientos posteriores del Consejo,

reunido a nivel de Jefes de Estado. Y podrían citarse otros ejemplos.

Sin embargo, hecha esta precisión, es necesario reconocer que cuando

se habla de integración política no se está refiriendo a los elementos polí­

ticos de la integración económica, sino a u n tipo de integración cuya mate­

ria es la política, es decir la estructura institucional, en el marco de una idea

dirigida a superar la forma política tradicional del Estado, para llegar a un

sistema, a u n régimen supranacional en lo político.

Esta es la acepción generalmente aceptada del concepto de "integra-

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

ción política". Sin embargo, c o m o luego precisaré, creo que es posible

concebir formas más laxas de integración que, por lo menos inicialmente,

no impliquen la supranacionalidad, ni desdibujamiento de la idea del

Estado y la transferencia de la casi totalidad de las competencias de los

gobiernos nacionales

¿ Q u é significa, entonces, integración política? Partiendo de lo ante­

riormente dicho, la integración política se dirige a que varios Estados —

vinculados por presupuestos y elementos comunes, de carácter econó­

mico, social, histórico, tradicional o cultural— converjan hacia la

constitución de un "todo" formado por ellos. Pero, ni este "todo" debe

tener necesariamente una forma institucional predeterminada, en función

de los modelos que la evolución histórica nos muestra, ni el proceso inte-

gracionista está previamente fijado, ni el contenido, total o parcial, de la

integración política está predeterminado.

Es decir, que los procesos, las formas y los contenidos de la integra­

ción política no son fijos, invariables y precisos. Por el contrario, pueden

escogerse los más diversos caminos y encararse de diferentes maneras —

sin estar condicionado por los modelos existentes— y llenar las formas con

el contenido político adecuado a la realidad condicionante y al objetivo

deseable en un m o m e n t o determinado.

Integrarse políticamente no significa, necesariamente, pasar a consti­

tuir una unión real, una confederación o una federación, dentro de las for­

mas conocidas en la historia de los sistemas políticos y en el derecho

constitucional comparado.

Puede revestir estas formas, pero también otras. Por ejemplo, formas

atípicas de coordinación y armonización política, constituyen —y sobre

todo pueden llegar a constituir— posibles vías de integración política.

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

La obligación de la organización interna en base a la aceptación y

respeto de la democracia representativa, la garantía regional de los dere­

chos humanos, el control internacional regional de la libertad de los pro­

cesos electorales y de la pureza de las elecciones y la coordinación con vis­

tas a una política exterior c o m ú n , c o m o la que cierta forma ha venido

realizando el G r u p o de Río, son expresiones de un enfoque político inte-

gracionista, que supone la existencia de elementos de integración y que,

si se dan otras condiciones, puede conducir a formas más evolucionadas,

precisas y concretas de la misma.

Así encarada, con esa para mi necesaria latitud, creo que pueda afir­

marse que es deseable avanzar en el camino de la futura integración polí­

tica iberoamericana.

E n Iberoamérica, en los Estados y en los pueblos que la integran, hay

evidentes elementos de unidad y de comunión. La historia, las tradiciones,

la conciencia colectiva, la proximidad de las dos lenguas dominantes, el

español y el portugués, la idea del hombre, de sus derechos y deberes, son

algunos de estos elementos. A ellos se une el precedente de los procesos

de integración económica y de su deseable y futura convergencia. También

la convicción de que el m u n d o del mañana será un m u n d o de coexisten­

cia y confrontación de grandes espacios económicos y políticos.

Pero no pueden olvidarse los elementos de diversidad. Las diferen­

cias políticas, económicas y sociales son m u y grandes en el interior de Ibe­

roamérica. N o es el caso enumerar estos elementos, de todos conocidos y

de todos comprendidos, pero si hay que tener conciencia de ellos, c o m ­

prender su importancia y valorar su significación.

Pese a ello, sabiendo que hoy es imposible pensar en formas de inte­

gración política institucionalizada que supongan uniones políticas

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

construidas sobre la eliminación o supresión de los Estados existentes, rei­

tero que creo que es posible avanzar prudentemente en el camino de la

integración política de Iberoamérica adoptando inicialmente formas de

coordinación y armonización que vayan cubriendo espacios de la política

interna y de la política externa.

El desarrollo y el éxito de los procesos en curso de integración económica

en Iberoamérica, la integración física (puentes, caminos, vías navegables,

transportes terrestres, fluviales y marítimos), la defensa c o m ú n del sistema

ecológico, que no conoce fronteras, y los elementos jurídicos internacio­

nales ya enunciados, son presupuestos conceptuales y materiales, incluso

en una consideración histórico-cronológica, de la integración política.

Ciertas formas de coordinación y armonización política pueden tempo­

ralmente coexistir con el desarrollo de los procesos de integración econó­

mica, pero no es posible avanzar en lo político sin fundarse en la realidad

económica, aunque el objetivo político constituye, a su vez, el elemento

que impulsa y motiva a la integración económica.

La integración económica, cuando llega a sus etapas finales, implica nece­

sariamente la adopción de medidas que entran en el c a m p o político. La

coordinación de las políticas macroeconómicas de los Estados partes y la

política monetaria c o m ú n son un claro ejemplo de esto.

El límite entre la integración económica y la integración política es

impreciso, indefinido y cambiante. Toda integración económica, en un

determinado grado de su desarrollo, se proyecta e invade el campo polí­

tico. Y toda integración política supone y requiere la integración económica.

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

C u a n d o la integración económica adopta formas de supranacionali-

dad y cuando existe un derecho comunitario, distinto al derecho interno

y el derecho internacional, esa integración es política, aunque la materia

política cubierta por la integración sea limitada y parcial.

La existencia de instituciones de tipo parlamentario en los procesos

de integración (Parlamento Europeo en la Unión Europea; Parlamento

Andino en el Pacto Andino; Comisión Parlamentaria Conjunta en el

M E R C O S U R ) es ya, en sí misma, una prueba de la existencia de un

embrión de integración política.

Naturalmente este embrión está m u c h o más desarrollado cuando,

c o m o es el caso del Parlamento Europeo, los integrantes del Parlamento

son elegidos directamente por el cuerpo electoral. Pero aun en los casos

en que no existe esta elección directa y son designados por los respecti­

vos Parlamentos nacionales, la existencia de órganos parlamentarios en los

sistemas de integración económica constituye la inserción de un elemento

político, que además de lo que significa en sí mismo, casi seguramente pro­

vocará un proceso hacia formas más claramente tipificadas c o m o integra­

ciones de tipo político.

¿Es la integración política de Iberoamérica una utopía o constituye una

posible realidad futura?

Para contestar bien esta pregunta, para encarar la respuesta a este

dilema, hay que plantearse primero la cuestión de si utopía y realidad se

oponen de manera absoluta y total.

La utopía política — m á s que en su acepción original de lugar que no

existe— podría definirse hoy c o m o un plan, un proyecto, que aparece

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

c o m o irrealizable en el m o m e n t o de su formulación. Pero la utopía es tam­

bién, en sí misma, una realidad, en cuanto puede ser capaz, en ciertas

condiciones, de movilizar la voluntad individual y colectiva de alcanzar o

acercarse a un objetivo deseable, pero difícil, en virtud de su distancia-

miento de la realidad actual.

Q u e algo sea hoy una utopía no quiere decir que sea imposible

mañana e inalcanzable en el futuro. La utopía de hoy puede ser la reali­

dad del mañana. Por eso el dilema planteado puede llegar a ser, si se le toma

en términos absolutos, un falso dilema.

La integración política de Iberoamérica, en un sentido institucional

clásico, es hoy imposible de encarar. Es una utopía, en cuanto proyecto

inalcanzable en función de las realidades actuales.

Pero la integración política de Iberoamérica —en un sentido lato y

atípico, sobre la base de fórmulas de coordinación y armonización polí­

ticas en la búsqueda de un objetivo compartido con los procesos de inte­

gración económica— es posible.

N o es una utopía ni un sueño imposible. Es un camino que hay que

andar hacia una finalidad deseable, que es preciso lograr avanzando paso

a paso, con prudencia y realismo. Y en este camino, la utopía no se opone

a la realidad, sino que la motiva y promueve en la lucha para alcanzar la

meta deseada.

Este informe, aunque debe ser objetivo y general con el fin de servir de

base a la discusión, sería incompleto si no señalase la posición personal del

relator sobre el difícil, controvertido y apasionante tema que es la inte­

gración política de Iberoamérica.

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V I S I Ó N I B E R O A M E R I C A N A 2 0 0 0

D e lo dicho en las páginas precedentes resulta claro mi criterio de que

con las limitaciones y condicionantes especificadas —en especial teniendo

en cuenta que no es posible ir a una integración institucionalizada con la

adopción de fórmulas tipificadas c o m o Unión de Estados, Confederación

o Federación— puede, en cambio, emprenderse el camino hacia formas

flexibles y atípicas de coordinación y cooperación política en Iberoamé­

rica que, por su naturaleza, podrían calificarse c o m o tipos de integración

política. Esto no es utópico, si se emplea la expresión utopía en el sentido

peyorativo que tiene vulgarmente. Es, por el contrario, una posibilidad

real.

Pero es, asimismo, para mí, una posibilidad deseable. Iberoamérica,

con sus diferencias de todo orden, con sus diversidades innegables en lo

político, económico, social y cultural, con distintos niveles de desarrollo

en todos los campos, incluido lo referente a la ciencia y a la tecnología,

existe c o m o tal y tiene conciencia de lo que significa esta existencia. Es

deseable, por ende, partir de esta base para avanzar en la senda de la inte­

gración política, aun tomando este concepto en su acepción más elemen­

tal y modesta. Esta integración es necesaria para que Iberoamérica pese y

tenga un sentido internacional en el m u n d o que ya se avizora. Desunidos

m u y poco hemos de pesar. Unidos tenemos una significación en un

m u n d o en el que sólo tendrán real importancia los grandes espacios econó­

micos y políticos.

Estados Unidos es, en sí m i s m o , un gran sistema de integración

económica y política. Pese a ello no rehuye avanzar en la búsqueda de nue­

vas formas de integración económica, proyectándose hacia México y

Canadá, pero dentro de una perspectiva más amplia que pueda alcanzar a

toda América y el Caribe. Y a esto se agregan los avances para encontrar

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L A I N T E G R A C I Ó N E N A M É R I C A L A T I N A

fórmulas laxas de integración económica con los países de la Cuenca del

Pacífico.

Y Europa, superada ya la etapa de la Comunidad, ha entrado con

Maastrich en un tipo de unión —que incluye claros elementos políticos—

en donde los doce se ampliarán con la incorporación de Suecia, Finlandia,

Austria y Noruega y con la perspectiva, incierta, de lo que ha de pasar con

Suiza y los países de Europa oriental y central.

El otro gran espacio, que supone casi un cuarto de la población del

m u n d o , está constituido por China.

Y la Federación rusa, ejemplo también de integración, aunque en cri­

sis, pero de todas maneras necesariamente una gran potencia si alcanza su

estabilidad interna, volverá a ser un núcleo en torno al que se formarán

proyectos más amplios de integración económica y política, distintos a los

de la extinta Unión Soviética, pero encarados en función del enorme espa­

cio geográfico que ésta abarcaba.

El surgimiento y la expansión de los regionalismos y la casi univer­

sal explosión de las aspiraciones de independencia o autonomía de las

nacionalidades en el seno de los Estados nacionales —fenómeno actual que

no puede olvidarse— es paralelo con la renovación de los impulsos inte-

gracionistas para la creación de más amplios espacios que los que resultan

del marco estatal. Son dos procesos que no se contradicen ni oponen y

cuyo desarrollo y evolución puede provocar grandes mutaciones en el

escenario político nacional e internacional, en el acelerado y cada vez más

rápido torbellino de cambio en el que se sitúa nuestro tiempo histórico.

E n conclusión, estimo posible y deseable —y, es más , necesario ante

el mañana, con el sentido y con las limitaciones que he señalado— tomar

el camino para avanzar hacia la integración política de Iberoamérica.

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