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BIBLIA NT APOCALIPSIS /Ap JUAN TEMAS LA MUJER DEL APOCALIPSIS Y EL Apocalipsis - ComentariosAp 1,1-20Apocalipsis quiere decir "revelacin", "desvelamiento". Hay que distinguir entre escatologa y apocalipsis. Para el pensamiento escatolgico, el proceso histrico avanza hacia un punto de consumacin (la plenitud de los tiempos). En cambio las corrientes apocalpticas son pesimistas, ya que, ante la decadencia de los tiempos presentes, anuncian un final inminente y la aparicin inmediata de los nuevos cielos y la nueva tierra. El Apocalipsis de Juan debe ser situado en la lnea proftica del Antiguo Testamento: es una interpretacin de los acontecimientos con los ojos de la fe. Su especificidad estara en que tales acontecimientos son escatolgicos (y no simples postrimeras del hombre o de la historia). Ap 1,1-20 incluye el ttulo del libro (vv 1-3), el saludo a las siete Iglesias (4-8) y la visin inicial (9-20) El rasgo bsico es la posicin cntrica de Jesucristo, mediador entre Dios y el profeta, testigo de la palabra. La mediacin de su ngel har que el profeta reciba la revelacin del Seor. El encabezamiento es solemne, adecuado a un escrito epistolar importante. Encontramos en l una referencia trinitaria (Padre-Espritu septiforme-Hijo), encuadrada entre dos frmulas que evidencian el soberano dominio de Dios sobre los tiempos y la historia: alfa y omega -primera y ltima letra del alfabeto griego-, principio y fin de todas las cosas, y el que es, el que era, el que ser (exactamente, el que vendr), dueo del pasado, presente y futuro. Por otra parte, Jesucristo es presentado como el redentor victorioso que restaura definitivamente el reino de Dios: su amor no se apag y su testimonio, sellado con la sangre, no se marchita. La visin inicial amplifica el denso contenido de esa doxologa. Juan, el siervo, es arrebatado por el Espritu. La aparicin del Hijo del hombre se describe con gran nmero de simbolismos (que describen su aspecto) y con abundancia de metforas (como..., semejante a...). Esta forma de escribir, llamativa y sugerente, es propia del gnero apocalptico. Por tanto, hay que evitar cualquier especulacin intelectualista que pretenda interpretar el texto al pie de la letra o en una clave preestablecida. La presencia de Cristo glorioso, lleno de majestad y poder, provoca en Juan una reaccin de estupor y miedo. El Viviente, rodeado de sus ngeles guardianes (las siete estrellas) y de las siete Iglesias (los siete candelabros), es el Seor resucitado que ha vencido a la muerte. El creyente, consciente de que el tiempo actual es tiempo de espera y de urgencia, acoge las palabras escritas en el libro y las conserva. El Apocalipsis es profeca, es decir, llamada y conversin ante la proximidad de los ltimos tiempos. (PUIG-A._BI-DIA-DIA.Pg. 585 s.)..Ap 1, 5-81. /AP/LIBRO:El libro va dedicado a las siete iglesias de Asia, localizadas alrededor de feso. Probablemente, tambin a las iglesias cristianas de todos los tiempos, ya que la cifra siete es el smbolo de la plenitud. El saludo une dos deseos profundos: la gracia (griego) y la paz (hebreo). Los dos son dones de Dios, llamado aqu "el que es, era y viene". Los "siete espritus" designan al espritu perfecto, el Espritu Santo. Jesucristo es la tercera persona nombrada. Es presentado como "testigo fiel" de los misterios de Dios; el resucitado, el rey todopoderoso. Sigue una alabanza a la obra redentora de Cristo y una confesin de la venida en gloria del traspasado. Una proclamacin solemne cierra este saludo de parte de Dios Padre, del Espritu y de Cristo. Est puesta en boca de Dios mismo, que, por Cristo, en el Espritu, es el alfa y la omega, el principio y el fin de la historia, el que es, era y ha de venir, el soberano de todo.El Apocalipsis va dirigido a cristianos que empiezan a sufrir por su fe, y les muestra a Cristo como modelo que estn imitando. Cristo es "el servidor y el testigo de Dios y del Padre". No hay que olvidar que mrtir significa testigo.EUCARISTA 1988, 552. El Apocalipsis (o Revelacin) es una "epstola" o carta "encclica" (esto es, circular) dirigida a las cuatro iglesias de la provincia romana del Asia Menor. Comienza invocando sobre estas iglesias el nombre de Dios (el Padre), el Espritu y Jesucristo. Tres ttulos, que recuerdan la frmula del smbolo apostlico ("muri, resucit y est sentado a la diestra del Padre"), acompaan al nombre de Jesucristo: "Testigo fiel", pues Jesucristo sell con su sangre el evangelio que haba predicado; "primognito", o primer nacido de entre los muertos (1 Cor 15,20; Col 1,18), que resucita para no volver a morir (Rm 6,9), y "Prncipe" (Rey de reyes) que est sentado a la diestra del Padre y vendr a juzgar sobre las nubes.Este ltimo ttulo es equivalente a "Seor".El autor seala seguidamente, y en correlacin con los tres ttulos mencionados, otros tantos dones que nos vienen de Dios por Jesucristo: el amor que se ha manifestado en Jesucristo a todos los hombres (cfr. Gl 2,20), la redencin en la que el amor llega a su plenitud (5,9; Gl 3,13; #f 1,7; Tf 2,14; etc.) y la gran dignidad de reyes y sacerdotes que concede a los que ha redimido. Ya Israel haba sido llamado para constituir un pueblo de reyes y sacerdotes (Ex 19,6), pero es por obra y gracia de Jesucristo como se cumple esta vocacin en el nuevo pueblo de Dios (5,10; 20,6; 22,5; 1 Pe 2,5.9). Como todos estos dones vienen en definitiva de Dios, el autor concluye con una doxologa al Padre.La memoria de la obra salvadora de Dios en Jesucristo levanta la esperanza y abre los ojos hacia la venturosa venida del Seor al fin de los tiempos. De esta manera se introduce ya el autntico tema del Apocalipsis. El Vidente, que describe su visin con palabras tomadas de Daniel (7,13) y Zacaras (12,10), nos invita a contemplar la venida del Hijo del Hombre sobre las nubes y a observar la reaccin que produce en los pueblos este acontecimiento. Tambin el mismo Jess anunci su venida aludiendo a las palabras de Daniel (cfr. Mc 14,62). La alusin a Zacaras tiene, por su parte, esta significacin: El que fue asesinado por los hombres, Jess de Nazaret, se manifestar como Juez y Seor y sus propios enemigos lo vern y se lamentarn sin remedio (cfr. Mt 24,30). Para unos habr un juicio de condenacin, para otros de salvacin. Nadie condenar a la comunidad de los creyentes.Tenemos aqu dos afirmaciones consecutivas. La Primera confirma la promesa de Dios, la segunda es la respuesta confiada de la comunidad a esta promesa (cfr. 22,20). "Alfa" y "omega" son la primera y la ltima letra del alfabeto griego. Dios es el primero y el ltimo, "el que era" y "el que viene". Dios es, por lo tanto, el sentido de la historia. Cuando triunfe definitivamente el "Testigo fiel" y venga con poder y majestad, se manifestar en Jesucristo, Seor, el misterio de Dios y todo quedar patente y descifrado. Entonces veremos que Dios es todo en todos.EUCARISTA 1985, 543. Las races del Apocalipsis de Juan se hallan en el gnero apocalptico judo (cf. 1.lectura de hoy y la del domingo anterior) y su pretensin es la misma: a travs de visiones simblicas y cargadas de imaginera esotrica, quiere reforzar la fe de los lectores en medio de la persecucin, asegurndoles la victoria final. Pero a pesar de estas races y de esta pretensin similar, una cosa lo diferencia radicalmente: aqu no se trata de elucubrar con sueos de los que nunca se explica directamente el significado, sino que ya desde el principio aparece explcito el sentido final de todo, porque el objetivo de la historia se ha revelado ya con la muerte y resurreccin de JC. La victoria final ms all de cualquier persecucin es, por tanto, la victoria que ya ha conseguido JC, convertido en Seor de la historia por su misterio pascual.Este es, por tanto, el tema de estos primeros versculos del Apocalipsis que leemos hoy, la victoria final sobre la persecucin (tanto la de los judos que "le traspasaron" como la de "todos los pueblos de la tierra", las naciones paganas que ahora persiguen a la Iglesia) se fundamenta en JC, que es "el Prncipe de los reyes de la tierra" y aqul que cumple la profeca de Dan 7 (cf.1 lectura) y "viene en las nubes".Pero esta soberana no se ha obtenido por medio de exhibicin de poder, sino a travs del amor a los hombres y de la sangre de su cruz. JC, en efecto, se ha convertido en Seor de la historia porque ha sido fiel al proyecto de amor de Dios sobre la historia. Por eso es el "Testigo fiel", porque con su vida y con su muerte ha revelado totalmente quin es el Padre, convirtindose as en "el Primognito de entre los muertos, el Prncipe de los reyes de la tierra".J. LLIGADAS MISA DOMINICAL 1979, 214.BESTIA/Dn:La visin de Dn 7 encuentra su plena interpretacin cristiana en Ap 13: el Imperio romano es presentado bajo el simbolismo de una bestia que al propio tiempo recapitula las cuatro que viera Daniel. Ya desde el principio, el autor del Apocalipsis ha hecho alusin a la visin de Dn 7. El Apocalipsis no es ya la "Revelacin" (que eso significa "Apocalipsis") de Daniel, de Moiss, de Henoc o de cualquier otro personaje antiguo, sino del propio Hijo de Dios, Jesucristo, el cual, en estos versculos de la introduccin que hoy leemos, se presenta bajo diferentes ttulos; entre otros, el de que "viene en las nubes", como el Hijo del Hombre. Es "el Prncipe de los reyes de la tierra" (cf. el salmo de las promesas a David, 89,28: "Lo har mi primognito, el altsimo entre los reyes de la tierra"), pero eso no significa que tenga que ser como un emperador romano, ms o menos buena persona. Es soberano del universo, no por haber vencido militarmente, sino por haber sido atravesado (v.7).H. RAGUERMISA DOMINICAL 1976, 21http://www.mercaba.org/DIESDOMINI/T-O/34B/2lec-comentario.htm Ap 1, 4-6.10-18; 2,26-28; 3,5.12.20-21Para explicar el sentido de la fiesta de Cristo Rey ha reunido la liturgia unos versculos recogidos de los primeros captulos del Apocalipsis. Los del captulo primero describen la visin introductoria de Juan en Patmos. Los del captulo segundo y tercero forman parte de las cartas dirigidas a las siete Iglesias. Pero prcticamente todos describen la figura o las funciones del Como-Hijo-de- hombre. En 1,14 le vemos revestido como eI anciano de Dn 7,13: Su cabeza y las guedejas de la barba eran blancas como lana, como nieve y sus ojos como fuego llameante... de su seno sala una afilada espada de doble filo. Su aspecto era como el sol en plena fuerza (Ap 1,14-16). Dirase que el autor quiere infundir un respeto reverencial ante la figura del Rey del universo. Quiere deslumbrarnos con la fuerza de su luz? Quiere amedrentarnos con el poder de la espada de dos filos? La descripcin est en funcin, sobre todo, de las cartas que siguen. Ahora bien, los versculos de estas cartas, reunidos en la lectura de hoy, nos dicen precisamente que este poder del Como-Hijo-de-hombre es para ser compartido con los cristianos vencedores (2,26-28; 3,5-12): A quien venza le conceder sentarse conmigo en mi trono (3,21).Mas no es solamente el poder y la gloria lo que se comparte en el trono real de esta visin dominical (1,10). Hay todo un banquete para participar: Mira que estoy a la puerta llamando. Si uno me oye y me abre, entrar en su casa y cenaremos juntos (3,20). No cabe duda que este texto est plasmado no solamente con la experiencia cultual comunitaria (sobre todo de su momento culminante, la eucarista), sino tambin con la meditacin de Cant 5,2. De hecho, la traduccin juda de los Setenta usa los mismos trminos que Ap 3,20 en la traduccin al griego de Cant 5,2. Quiere, pues, decir que el texto de Ap 3,20 no puede ser ledo por ningn cristiano sin tener en cuenta la meloda presente en Cant 5,2. Leer en clave cristiana un texto bblico quiere decir sintonizar con l, dejarse llevar mentalmente por sus signos, hacer un esfuerzo de cambio, de acuerdo con el mensaje siempre renovador...; en fin, intentar reproducir vitalmente las actitudes que el texto demanda. Si se quiere sintonizar cristianamente hay que repetir su gesto. Aqu el gesto ordenado es de apertura: abrir la puerta es expresin tcnica en la literatura juda para indicar el esfuerzo de conversin. Se siente, pues, inclinado uno a decir: quien no abra no podr tampoco or la meloda implicada en Ap 3,20. Para probarlo nada ms fcil que coger otra vez el texto: ... convirtete. Mira que estoy a la puerta llamando... si uno me oye y me abre, entrar en su casa... (3,19b-20).Una exgesis sensata del texto sera as. Pero lo ms curioso del caso es que el autor de Ap 3,20 no se muestra muy "sensato".Constatmoslo. A quin se dirige l? A los cristianos de la Iglesia de Laodicea. Las Iglesias del Apocalipsis tienen vicios y virtudes. De alguna solamente se nombran virtudes (Esmirna y Filadelfia). De la de Laodicea no conocemos virtud alguna, el autor slo indica vicios: Dices: soy rico. Me he enriquecido y no tengo ninguna necesidad, no ves que eres t el desgraciado y el miserable, pobre, ciego y desnudo...? Estoy a punto de vomitarte de mi boca (3,17.16). Al alcance, pues, de la Iglesia de Laodicea, precisamente la nica comunidad sin nada positivo, llena de vicios, de una manera, pues, poco sensata, el autor pone la frase ms densa de afecto de todo el NT la voz del amado a la amada:Mira que estoy a la puerta llamando: si uno me oye y me abre entrar en su casa y cenaremos juntos (Ap 3,20). (CORTES-E._BI-DIA-DIA.Pg. 817 s.)Ap 1, 9-11a.12-13.17-19Estas lneas pertenecen a la introduccin al oscuro libro del Apocalipsis. La lectura litrgica ha dejado fuera los versos 14-16, lo cual la hace ms inteligible hasta cierto punto, pero la priva de su carcter original, fuertemente apocaltico -valga la redundancia-, al usar frases tomadas de otra obra apocalptica, el libro de Daniel.Conviene acostumbrarse a interpretar este libro, con sus imgenes tan lejanas a nuestra sensibilidad, si es que queremos sacar algn fruto. La frmula para ello es intentar traspasar la capa de fuera, no detenindose en los detalles, como probablemente hacan los primeros lectores. As, en este prrafo no interesan al tema de la lmpara de oro en plural, las vestiduras espectaculares, las muertes aparentes y ni siquiera el mismo xtasis.El mensaje central es simple: posicin central de Cristo resucitado y su influencia en la vida de los hombres. Se tiene en cuenta la vida terrestre del exaltado, pero se incide an ms en su condicin gloriosa eterna. Este Jess tiene relevancia definitiva para la vida de los hombres, de modo especial para quienes, como los destinatarios del Apocalipsis, se encuentran en situaciones de apuro. De hecho este libro tiene como finalidad la de confrontar a los cristianos perseguidos bajo Domiciano, a finales del siglo primero. El centro de esperanza es este Jesucristo del que se destacan los rasgos gloriosos y de poder total. Por eso se usan las imgenes que leemos. El mismo Jess sigue teniendo esa misin hoy en da, aunque no lo expresemos de forma tan espectacular.FEDERICO PASTORDABAR 1992, 262. El Apocalipsis es, probablemente, el libro ms comentado, de toda la Escritura. De un valor excepcional para la Iglesia, trata de fortalecer al pueblo de Dios de todos los tiempos. Es un mensaje de esperanza, consuelo y aliento en la prueba que suponen para los cristianos los halagos de este mundo o las amenazas de los perseguidores. Siempre es ledo en las celebraciones, principalmente en el tiempo de Pascua.Juan (con los sencillos ttulos de), vuestro hermano y vuestro compaero en la tribulacin, desterrado por ser fiel a Jess, se presenta con la autoridad que esa fidelidad le confiere. Lo hace un domingo, el primer da de la semana, el da del Seor, para transmitir un mensaje a las comunidades.A pesar de su majestad, Jesucristo no infunde temor, sino confianza: ha resucitado y da la vida, incluso a los muertos.Est presente en los acontecimientos del mundo. Ahora se manifiesta al profeta para que anuncie primero el presente y, despus, lo que va a suceder.El mismo Seor, pues, que pasa por en medio de sus comunidades, habla hoy a la fe de los creyentes. Slo l puede decir la verdad: "no temas nunca a nada, ni a la vida ni a la muerte". Porque yo estoy contigo.EUCARISTA 1992, 213. Tenemos aqu una enumeracin de los diversos aspectos de la condicin cristiana que se encuadra como escatolgica; la tribulacin o la persecucin, la prueba inaugurada por el conflicto escatolgico de la cruz; la realeza y asociacin a la soberana de Cristo, vencedor de la muerte y de las potencias; la perseverancia o fidelidad en medio de la prueba y de la tentacin. Junto a la tribulacin y prueba que supone la cruz y el creer en Jess, est la soberana, la gloria de saberse vencedores con el resucitado. Para creer esto, en medio de una sociedad no creyente, es preciso mantener viva la fe y la esperanza en el triunfo del Seor.Es una apelacin simblica que, bajo la influencia de Dn 7, 13-14, se ha utilizado en la apocalptica juda, muy en boga en tiempo de Jess y en el siglo I, para designar un ser misterioso que ejecutar el designio de Dios. En la descripcin que sigue, los smbolos se toman tambin del libro de Daniel, contribuyendo a subrayar la transcendencia, la majestad, los atributos de este Hijo del hombre en el que evidentemente hay que reconocer a Jesucristo. El, por su resurreccin, ha sido constituido juez de la muerte y ha asociado a los que creen a su mismo triunfo.Mensaje de esperanza y de confianza.La expresin "el primero y el ltimo" es atribuida a Dios mismo en Is 44, 6 y 48, 12. Aqu se le aplica a Cristo, lo mismo que en Ap 2, 8 y 22, 13. El ttulo de "el que vive" tiene la misma orientacin porque slo Dios es "el viviente" por oposicin a los dolos que no tienen vida (cf. 4, 9.10; 10, 6). Con estas expresiones se quiere patentizar la realeza de Jess, el dominio sobre la muerte, la veracidad de su programa. El que se afilia al grupo de Jess comprueba que lo ocurrido en el maestro se realiza tambin en el discpulo.J/VENCEDOR: La comunidad confiesa con estas expresiones su fe en la resurreccin. No solamente Jess est vivo, sino que, al tener las llaves del Infierno, est indicando que los poderes de los que no temen a Dios no podrn nunca desbaratar la fe del verdadero creyente. Ni el dinero, ni el poder, ni la opresin, ni la tortura podrn nunca hacer desaparecer del corazn del cristiano la seguridad de que Cristo es "el que vive'.EUCARISTA 1977, 204. Juan se presenta como hermano de aquellos a quienes enva su escrito. El hecho de que escriba sobre "lo que est sucediendo y lo que ha de suceder ms tarde", no le lleva a situarse en una posicin superior, porque no son palabras suyas lo que escribe, sino fruto de un "xtasis" que le ha sido concedido gratuitamente por Dios. Por otro lado, es hermano porque comparte el mismo destino de los dems cristianos: la realeza, pero tambin las penas y la paciencia para soportarlas. Incluso vive deportado a causa de su fe. Patmos es una isla desde la cual se pueden "intuir", colocadas en semicrculo, las siete ciudades a cuyas iglesias dirige el escrito.El da del Seor, el domingo, el da de la resurreccin, el Espritu se apodera de Juan. Al igual que ha sucedido con los profetas, su misin y su palabra no son fruto de la propia voluntad, sino de la de Dios. La "voz potente" simboliza esta voz que supera a la palabra puramente humana.La predicacin ya no es slo oral. Esta ser escrita, para enviarla a "las siete Iglesias" que simbolizan a toda la Iglesia y que son simbolizadas, a su vez, por los "siete candelabros de oro". El nuevo pueblo de Dios ya no es el que se rene en el templo de Jerusaln, sino la Iglesia, que tiene en su centro "una figura humana", es decir, Jesucristo. La imagen, sacada de Daniel, hace referencia al juez escatolgico que acta con el poder de Dios. La tnica hasta los pies y el cinturn de oro eran distintivos propios de los reyes y los sacerdotes.Ante la manifestacin de Dios, el hombre se siente anonadado. Slo la palabra amorosa del mismo Dios lo puede reincorporar. Jess se da a conocer con el mismo nombre de Dios. Pero es Jess: es el que "estaba muerto y, ya ves, vivo por los siglos de los siglos". El es el que vive. El, hombre como los dems, es Dios!J. M. GRANMISA DOMINICAL 1992, 6http://www.mercaba.org/DIESDOMINI/PASCUA/DO-02C/2lec-comentario.htm1. /Ap/LIBRO:Ap 2,12-29Las Iglesias de Prgamo, capital de la provincia de Asia y centro del culto imperial, y Tiatira, ciudad artesana, son las destinatarias de las cartas tercera y cuarta. Las dos cartas repiten en el marco de situaciones semejantes, el esquema explicado anteriormente. Los cristianos que habitan en Prgamo, ciudad de tradicin pagana, han permanecido fieles al Seor; uno de ellos ha dado testimonio de Cristo con su propia sangre. Los de Tiatira, por su parte, han dado abundantes pruebas de su caridad. No obstante, Juan pone en guardia a unos y otros frente a ciertas doctrinas laxas -en relacin con el sacrificio a los dolos y la fornicacin- que se han propagado abiertamente en el seno de las comunidades. Empleando los nombres simblicos de Balan y Jezabel (la reina que difundi el culto idoltrico a Baal), Juan rechaza enrgicamente cualquier contacto con el paganismo vigente en la sociedad de la poca. Aunque la praxis de las Iglesias no se ha relajado, tales doctrinas ejercen algn influjo. La reaccin debe ser inmediata. Los fieles al verdadero camino lo han de ser hasta la venida del Seor. Este har pasar a Jezabel y a sus seguidores por una gran tribulacin y por el lecho de la enfermedad y de la muerte -en contraste con el lecho en que hacan los banquetes idoltricos-, porque han rehusado abandonar la conducta libertina y las falsas doctrinas gnsticas ("las profundidades de Satans": v 24). Se trata de doctrinas que predican la redencin a travs de una pretendida "ciencia" revelada que permitira penetrar "dentro" del misterio de Dios. Notemos que el texto est plagado de referencias al Antiguo Testamento: los nombres de Balan y Jezabel empleados para indicar a los promotores de idolatra, la expresin de Jr 11, 20 ("yo soy el que escruta corazones y mentes"), el man, el nombre nuevo otorgado a los vencedores... La nueva vida reservada a los que perseveren se describe con gran riqueza de smbolos. Su victoria ser una participacin en la victoria del Seor resucitado y en la fuerza de la cruz. (PUIG-A._BI-DIA-DIA.Pg. 587 s.)Ap 3,20Mira, estoy de pie a la puerta y llamo, si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entrar en su casa y cenar con l y l conmigo. El verso ms enigmtico, el ms hermoso y el ms lleno de teologa de toda la Biblia. A quin no le ha impactado y sugerido tantas cosas este breve y denso pasaje? Es lo que Gabriel Celaya designaba un verso germinal, el que da origen y al mismo tiempo resume un poema. Este verso es el resumen del gran poema de la Biblia. Porque la Biblia entera representa la larga historia de una ininterrrumpida visita de Dios a la humanidad; y esta visita culmina con la llegada de Cristo, llamando a la puerta de cada uno y pidiendo entrar. Sorprende que esta escena del Ap 3,20 fue, hace algunos aos, inspiracin de innumerables representaciones pictricas. Algunos cuadros han decorado la escena: se poda contemplar al Seor, vestido de rey y portando un farol de luz, golpeando en vano a una puerta; y en la puerta crecan agrestes algunas zarzas, signos del desamor, de la no respuesta. Desde esta privilegiada atalaya de Ap 3,20 -as puede ser catalogado-, se puede contemplar el comportamiento del Seor en la historia de la salvacin. Este Mesas anhelado es Cristo, quien, de pie, es decir, resucitado, llama a la puerta de la Iglesia. Ap 3,20 es asimismo un reclamo al Cantar de los cantares (/Ct/05/02): breme, amada ma, mi paloma sin mancha; que tengo la cabeza cuajada de roco, mis rizos del relente de la noche. Quien llama ahora a la puerta no es Yahv que reclama a la asamblea del Israel, sino Cristo, el esposo, que despierta a la esposa que es la Iglesia. Pero no es un esposo, que se marcha -como sucede en el Cantar-, sino que permanece solcito y fiel, aguardando. Este tema nupcial tambin aparece en algunas parbolas y pasajes del nuevo testamento, que son estudiados. Existe adems una relacin con Cristo, Sabidura, la pedagoga de Dios. Igual que la Sabidura, Cristo espera paciente a la puerta, alza su voz y ofrece un banquete; es la gran condescendencia de Dios para la humanidad. Tambin aqu culminan algunas parbolas de los evangelios sinpticos, que haban acerca del amo que vuelve de noche a la casa. Y, sobre todo, la clebre promesa de Juan 14, 23, -incluso el lenguaje resulta parecido: Si alguno me ama, guardar mi palabra, y mi Padre le amar y vendremos a l, y haremos morada en l. Cristo viene ahora para plantar una casa dentro del discpulo, y vivir para siempre con l en una relacin ntima de fe y de amor. Y por fin, el premio que Cristo asegura, es una comida, en ambiente de alianza y de reciprocidad. No se diluyen las personas en un nosotros annimo, no dice cenaremos juntos sino que dice expresamente: cenar con l y l conmigo. Esta cena tiene un nombre propio en el NT: deipnon, es decir, la eucarista. Este es el gran y permanente regalo que Cristo hace a la Iglesia. En la eucarista, Cristo llama y dice su palabra, y se entrega plenamente a la Iglesia, para formar con ella una alianza de amor, que ya nada podr romper. Quisiera recordar las palabras de Evdokimov, al comentar este verso del Ap 3,20: El cristiano es un hombre miserable, pero sabe que hay Alguien an ms miserable, este mendigo de amor que est a la puerta del corazn... El hijo viene a la tierra para sentarse a la mesa con los pecadores. Es un encuentro entre la gracia del Seor y la libertad del hombre Quin prevalecer al final? Cristo con insistencia y amor llama a la puerta, aldabonea; pero la puerta slo se abre desde dentro.(MANUEL CARMONA-M._HORAS/95/11.Pg. 506)........................................................................Ap 5, 11-14En este texto no hallamos un "mensaje" ideolgico o de contenido conceptual muy claro. Lo cual est muy bien para compensar nuestra desmesurada tendencia a buscar en la Escritura siempre y en todo lugar un contenido de este tipo. Tenemos que habituarnos a leer la Biblia desde otras perspectivas no menos, sino ms cristianas. Tambin nos ensea a orar, alabar, expresar sentimientos..., no slo nos ensea sin ms. Para ello es muy bueno el texto presente.Se trata de una doxologa casi en estado puro. Presenta la alabanza a Dios como tal, reconocimiento y proclamacin de l mismo. Es una actitud de adoracin sin ms. Cualquier otra actitud posterior debe incluir esta primera actitud religiosa elemental que se da en toda religin pero que, a veces, precisamente en el cristianismo actual, ha quedado bastante olvidada.Es una actitud gratuita, sin pretender obtener nada a cambio directamente, sin pretensiones utilitaristas como a menudo tenemos cuando oramos o nos relacionamos con Dios. Reconocer que nada tenemos que no nos haya dado previamente el Seor y que, por tanto, no le damos realmente nada que El no tenga ya antes, que no le hacemos ningn favor siendo buenos, por as decirlo, sino le alabamos y le damos gloria, o sea, la reconocemos en nuestra vida, es algo muy importante para todo hombre y para todo cristiano.Hay movimientos, ms bien de tipo carismtico, que han entendido bien este sentido de la oracin de alabanza. Conviene que se extienda a otros sectores de la comunidad, porque es algo apropiada para todos. La Escritura nos ofrece otros ejemplos, como el presente.FEDERICO PASTORDABAR 1989, 222. El lenguaje humano, y el bblico por tanto, no siempre tiene funcin informativa, de transmisin de mensajes conceptuales. Estamos demasiado acostumbrados a buscar un "mensaje", un contenido de ideas en los textos bblicos. Pero en algunas ocasiones el lenguaje simplemente expresa actitudes internas, pasando a segundo plano el mensaje o contenido doctrinal.Esto ocurre con este texto en que ms bien se nos presentan actitudes imitables. El texto es casi puramente doxolgico o de alabanza. Lo de menos son los protagonistas concretos, los cuales, por otra parte, se quiere representar como la humanidad, el cosmos en su conjunto.Todo lo existente asume, o debe asumir, la actitud de reconocimiento y entrega que el texto presenta. Es la alabanza sin ms, algo que no es muy frecuente en nuestra actitud religiosa. Alabanza no tanto porque Dios la necesite o saque algo de ella para s, sino porque es la actitud humana coherente con nuestro ser de creaturas. El cristiano es ms que una simple creatura, porque tambin es hijo, pero no deja de ser lo primero y no est mal que imite esta actitud presentada aqu, por lo menos en algunas ocasiones. Se trata de la gratuidad en nuestras relaciones con Dios. No siempre se va a pedir algo de El, lo mismo que no nos relacionamos con otros seres humanos no slo para pedirles cosas, sino por la satisfaccin de la misma relacin. Por qu no hacerlo tambin con Dios?FEDERICO PASTORDABAR 1992, 273. Este texto es puramente doxolgico y no narrativo ni doctrinal.Sera errneo pretender encontrar un mensaje directo en todos los textos bblicos. Estamos demasiado habituados a hacer ese tipo de preguntas a los textos y quiz nos encontramos desorientados ante pasajes como ste que no lo tienen, o lo tienen muy secundariamente.Doxologa es alabanza, reconocimiento de adoracin por lo que Dios es o lo que Dios hace. Ni siquiera es, explcitamente, accin de gracias. Es una caracterstica de la autntica actitud religiosa, del hombre confrontando y percibiendo la realidad de Dios en su vida. Lo posterior proviene de aceptar este comienzo.Conviene insistir de vez en cuando en estos aspectos fundamentales, ms gratuitos, pero tremendamente importantes, en lugar de caer en relaciones pretenciosamente utilitaristas con Dios. No damos a Dios nada que no tenga, sino reconocemos lo que hay. Con ello nos colocamos conscientemente en nuestro lugar ontolgico, cosa no demasiado frecuente en nuestro mundo secular, ni siquiera en el ambiente eclesial, quiz demasiado preocupado de la efectividad, compromiso, etc.FEDERICO PASTORDABAR 1986, 244. En la visin, que explicbamos el domingo pasado, el autor del Apocalipsis no slo ve lo que est sucediendo (persecucin actual de la iglesia por un poder concreto), sino tambin lo que va a suceder en el futuro (1, 19; 4,2). La lucha actual entre imperio romano e Iglesia nos evoca y es slo reflejo de esa gran lucha entablada entre Dios y Satn a lo largo de toda la historia de la iglesia, historia erizada de dificultades, de luchas en las que las nuevas fieras y prostitutas parecen llevar la mejor parte. La Iglesia, segn las apariencias, est abocada al caos, a la destruccin. En realidad no es as. En la nueva visin inaugural, de 4, 1-5, 14, Juan contempla un rollo escrito y sellado con siete sellos, cuyo contenido va a ser conocido a lo largo de 6, 1-22, 5. La historia de la iglesia segn los designios de Dios, tiene una finalidad bien determinada. As, la desarmona, luchas, persecuciones y catstrofes csmicas que nos encontramos a lo largo de todo el libro del Apocalipsis y que son fruto del poder humano actual contrasta con la armona que reina en el cielo, expresada en esa accin litrgica del cap. 5, y que es fruto del poder divino (trono celeste: 5, 1). Este es el fin de la historia humana representada en los veinticuatro ancianos (5, 8) que evocan, quiz, a las doce tribus de Israel y a los doce apstoles. Es el nuevo pueblo de Dios triunfante que contrasta con el actual pueblo de Dios que sufre.Y esta armona existente en la esfera celeste se implantara en la tierra, no a travs de cualquier hombre (5, 4), sino slo a travs de un nuevo personaje que aparece en la visin: el "Cordero' (v.6). Ocupa un lugar privilegiado junto al trono para indicarnos su filiacin divina (cfr. Dn. 7, 13), pero adems posee atributos humanos: es el "len de la tribu de Jud" (cfr.v l.5, Gn 49.9), ttulo que se aplica al Mesas al igual que el de "retoo de David" (cfr. v. 5, Is. 11, 1. 10). El len es smbolo de poder y en este captulo se le asocia a la conquista, ya que puede abrir el rollo (5, 5) y destruir a las dos fieras y a Satn hasta implantar en la tierra el reinado de Dios, la nueva sociedad de salvados, representada por la Jerusaln celeste (21, 1-22, 5). Pero en este texto el len es a la vez cordero (vs. 5-6); no triunfa por su violencia, sino por su sufrimiento. Es degollado, matado con violencia (5, 9-12; 13, 8), y su sangre derramada nos ha redimido. Es la gran paradoja del N. T. en la que el redentor no expa la sangre derramada, la sangre de otro, sino la suya propia. Su muerte es victoria, y as ha formado un nuevo pueblo de hombres libres en la tierra (vs. 9-10) que forman su especial posesin.Ante este nuevo orden instaurado por Cristo (cfr. 14,3), la respuesta humana debe ser el agradecimiento, la alabanza al Seor, al igual que el pueblo de Israel alaba las intervenciones de Dios en su historia (cfr.Ex. 15). Por eso en este captulo nos encontramos con tres himnos (vs. 8-10; 11, 12; 13-14) en los que hay un "crescendo": a la alabanza de los veinticuatro ancianos y los vivientes de 8-10 se le juntan una multitud de millares de ngeles en los vs. 11-12 y toda la creacin en el ltimo himno.Toda la naturaleza (cielo, tierra, mar y....?) participa en esta alabanza ante la nueva creacin.DABAR 1977, 305. J/CORDEROJuan ve a Cristo junto a Dios en la figura de un cordero: su nombre recuerda, a la vez, al cordero pascual y al siervo de Dios, que toma sobre s los pecados del mundo. Parece degollado (muerte), pero est de pie (resurrecin), vivo y eternamente vivo.Jesucristo, el Cordero inmolado, es el nico en el cielo y en la tierra que merece recibir de Dios todo poder. Los coros de los ngeles entonan un cntico de alabanza, y a ellos se unen todas las criaturas del mundo visible. Toda la creacin tributa un mismo canto a Dios, que est sentado en el trono, y al Cordero.Creador y Salvador son alabados por igual en este himno csmico. De ah que el vidente presenta plsticamente las verdades recogidas en los dos primeros artculos del smbolo apostlico.La fe en Dios creador y en su Hijo salvador. La ltima palabra en esta alabanza csmica la pronuncian los cuatro vivientes. Con su "Amn" se cierra esta maravillosa liturgia, inmediata cercana de Dios, all donde haba comenzado; pero despus de haber sido asociadas a la misma fiesta todas las criaturas.EUCARISTA 1989, 176. /Ap/LIBRO:El Apocalipsis, segn su propio autor (1, 19), se divide en dos partes: "lo que est sucediendo" y "lo que va a suceder despus".Dentro de la segunda parte (4, 1-22,5) se inserta este pasaje de la visin inaugural (4, 1-5, 14). La Iglesia ve en la resurrecin de Cristo eso "que va a suceder despus", y lo que va a dar fundamento a la vida cristiana. El relato est lleno de imaginacin apocalptica (toma las imgenes iniciales de Dan 7,10) que da un marco literario al triunfo de Cristo. Lenguaje que llenaba de esperanza al primitivo creyente: el triunfo de Cristo prueba que la vida del cristiano, aun entre dificultades, tiene una salida airosa.Mientras la primera parte del captulo est dominada por el motivo de la investidura del que es el nico Seor, la segunda est construida sobre el modelo de entronizacin de un soberano de la antigedad. As es como los componentes de la corte celeste entonan este canto de la redencin escatolgica. La humillacin de Cristo en la cruz ha conducido a su exaltacin (cf. Fil 2, 10). Este gesto de adoracin es el reconocimiento de que el seoro de Dios se ha revelado en Jess dentro de una extrema humillacin. Esto es lo que hace que el cristiano espere con fe inquebrantable que a travs de su propia limitacin ha de encontrar el desarrollo de su ser cristiano. El triunfo de Cristo no es un vano soar en falsas liberaciones.Siguiendo la lnea del A. T. sta es una frmula de adhesin y de esperanza (Cf. Job 8,8; Jer 28,6) repetida para alabar a Dios (Neh 8,6) al final de una doxologa (salmos). El mismo Jess (J/AMEN) es el "amn" (Ap 3, 14). No es tanto una afirmacin de la verdad cuanto una splica, y una constatacin de que lo prometido por Dios se ha de cumplir. En la exaltacin de Jess el cristiano adquiere la certeza de que su fe no est abocada al fracaso. Creer tiene un sentido: hacer realidad el triunfo de Jess es la labor por excelencia.EUCARISTA 1977, 217. Se entrega el libro sellado al Cordero para que revele el contenido que nadie era digno de leer y toda la corte celestial prorrumpe en el himno de alabanza y adoracin. La atencin se centra en el Cordero. Al coro de los ancianos sigue el de los ngeles. Millares y millones era la frmula o nmero ms grande al que recurra la antigedad para hacer clculos. Aqu indica una multitud inmensa al igual que en Dn 7,10.Ante la corte celestial se proclama el poder, la dignidad y la plena soberana del vencedor que se extiende ms all del crculo celestial. La creacin en todos sus sectores, diferenciados por las criaturas que hay en el cielo, en la tierra, bajo la tierra y en el mar, participan en la alabanza a Dios, al que est sentado en el trono, al Cordero. La doxologa partiendo de la creacin penetra en la esfera celeste y llega al trono y la creacin incontaminada en los cielos responde "Amn".La liturgia celeste se ha iniciado en el crculo ms restringido y ha llegado al crculo ms amplio para retornar ahora al crculo restringido.PERE FRANQUESAMISA DOMINICAL 1986, 88. -"Digno es el Cordero degollado de recibir el poder...": La visin del Cordero va acompaada de unas aclamaciones doxolgicas. El Cordero ha recibido el libro con los siete sellos y se dispone a abrirlos: el proyecto salvador de Dios sobre la historia y la humanidad est en las manos de Cristo. El lo ir revelando y llevando a cabo. La Iglesia (significada por los ancianos) y toda la creacin (significada por los ngeles, los vivientes y las creaturas del cielo, de la tierra y bajo la tierra), manifiestan su admiracin hacia Cristo, el liberador.-"Al que se sienta en el trono y al Cordero..": La alabanza de los que esperan la salvacin, se da conjuntamente a Dios y a Cristo. Cristo por la resurreccin participa de la realeza de Dios Padre. La creacin manifiesta su alabanza con el asentimiento obediente del "Amn" litrgico, y la Iglesia, por la adoracin.JOAN NASPLEDAMISA DOMINICAL 1989, 89. El fragmento de hoy nos presenta una visin incomparable de la liturgia del cielo (Juan nos la describe en los cc. 4-5 del libro). Una alabanza sublime y eterna, con todas las creaturas: empezando por los seres anglicos, luego el universo entero simbolizado por los cuatro vivientes (cuatro elementos, cuatro estaciones, cuatro puntos cardinales: el universo sensible), y el universo humano creyente, representado por los veinticuatro ancianos: seguramente referencia a los doce patriarcas del Antiguo Testamento y a los doce apstoles del Nuevo. En el centro de este culto: Dios sentado en su trono, y el Cordero. El Cordero, Cristo, muerto y resucitado, es el nombre que tiene las connotaciones de la Pascua, del sacrificio, de la salvacin.Su gesto supuso la redencin del mundo, por ello es ahora digno de todas las alabanzas, merece toda la gloria y el poder. La liturgia del cielo es el gran eco de la fe y del sentimiento de la iglesia: la respuesta del cielo a la fe de la tierra.No es ms que una visin, descrita con palabras humanas, y por tanto pobres. Pero es una enseanza que nos muestra quin es Cristo, cul es su obra, qu ha merecido, qu esperamos, cul va a ser nuestro destino.J. M. VERNETMISA DOMINICAL 1983, 810. /Ap/05/01-14 J/CORDERODescritas ya la santidad (trascendencia) y la gloria (inmanencia) de Dios, asistimos ahora a la entronizacin solemne del Cordero, el nico que puede mirar de hito en hito al que est sentado en el trono y recibir de sus manos el libro.El tema del libro, tomado de Ezequiel, se emplea para significar los designios divinos sobre la historia y su realizacin. Por eso no interesa tanto averiguar el contenido del rollo cuanto resaltar el hecho de que ha llegado la hora de dar a conocer, de revelar, las cosas que van a suceder (4,1). En este sentido, pues, el ngel pregunta con fuerte voz: quin ser digno de interpretar y llevar a cabo la voluntad divina? Slo el que ya cumpli la voluntad del que lo envi puede ahora -como Seor de los tiempos y de la historia- conducir la historia a su meta.Juan lo presenta como el Cordero degollado, que, tras ser sacrificado, venci a la muerte y vive poderoso para siempre (de ah los siete cuernos y los siete ojos). La imagen del Cordero -el smbolo de Jesucristo que ms se repite en el Apocalipsis- aparece ya en el AT. Lo encontramos en conexin con el cordero pascual (Ex 12), inmolado para conmemorar la liberacin de manos de los egipcios; pero, sobre todo, hay que buscar la conexin con Isaas en la figura del Siervo de Yahv: Maltratado, se humillaba y no abra la boca: como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudeca... (Is 53,7).Este es el Cordero presentado por el Bautista como "el que quita el pecado del mundo" (Jn 1,29). De hecho, el triunfo del Mesas prometido (v 5) es el triunfo del Jess doliente, que se entreg para redimir (comprar, dice el v 9) a toda la humanidad. En otros trminos: entre el Seor crucificado y el glorificado hay una completa identificacin: el Cordero victorioso lleva las seales de su martirio testimonial.La liturgia csmica que se celebra consiste en un cntico nuevo. Es el canto de la Jerusaln del cielo, que volveremos a encontrar. La pieza, de tres partes, est escrita rtmicamente en forma de himno. Notemos cmo se va ampliando el crculo de los que rinden alabanza: los veinticuatro ancianos, la multitud de los ngeles y todo lo creado (que, segn los conocimientos cosmolgicos de la poca, se divide en cielo, tierra-mar y abismo). Finalmente, las plegarias son recogidas por los cuatro vivientes en un rotundo amn. La afliccin del profeta ha desaparecido. El que cree que Jess es el Seor no desfallece. El Espritu, enviado por Jess y presente en toda la tierra, es su firme garanta.A. PUIGLA BIBLIA DIA A DIAComentario exegtico a las lecturas de la Liturgia de las HorasEdiciones CRISTIANDAD. MADRID 1981.Pg. 590 s.http://www.mercaba.org/DIESDOMINI/PASCUA/DO-03C/2lec-comentario.htm#/Ap/05/01-141.Ap 6,1-17La visin del profeta contina con la apertura de los siete sellos por parte del Cordero. Es posible, pues, comenzar a precisar el significado del misterioso libro que el que est sentado en el trono tena en su mano derecha, se quiere mostrar que los designios de Dios sobre el mundo -ocultos y encerrados en este libro- slo son descubiertos y realizados por Cristo, el Cordero que abre los sellos. Resulta, pues, inminente el comienzo del fin fijado por Dios y que el Cordero, a travs de los cuatro vivientes y de los cuatro jinetes, empieza a llevar a trmino. Hay que examinar seriamente el sentido de estos acontecimientos. De hecho, si queremos explicarlos como acontecimientos histricos, resultan fantsticos y desconcertantes; si pretendemos encontrarles un paralelo en la historia de la humanidad, todo se reduce a una pura especulacin sin fundamento. Hay que interpretarlos, ms bien, como rfagas que un creyente, bajo el impulso proftico del Espritu, lanza sobre las ltimas horas del tiempo y de la historia. Por eso, porque se sitan en una perspectiva de fe en la intervencin definitiva de Dios y no en una adivinacin de un hipottico futuro, es intil querer encuadrarlos en un perodo histrico concreto. En cambio, el lenguaje y la teologa del Apocalipsis tienen una clara correspondencia en el Antiguo Testamento y en los llamados apocalipsis sinpticos de Mt, Mc y Lc. Efectivamente, en el texto de hoy comienzan las catstrofes precursoras del gran Da del Seor, cuya proximidad se afirma en el ltimo versculo: Ha llegado el gran da de su clera (del Dios todopoderoso y del Cordero), momento de castigo para los enemigos del Seor y momento de salvacin para los creyentes. El clamor de los perseguidos que estn ya en el cielo no debe entenderse, pues, como una exigencia de revancha contra los perseguidores, sino como el deseo ferviente del triunfo salvador del Rey de reyes.Calamidades mortferas (invasiones, guerra civil, hambre, peste) son las seales que preceden a su venida. Ante ellas, todo hombre, rico o pobre, fuerte o dbil, pide angustiosamente ser preservado de la ira del Seor. Como dice Isaas 2,17, ser doblegado el orgullo del mortal, ser humillada la arrogancia del hombre; slo Yahv ser ensalzado aquel da.(PUIG-A._BI-DIA-DIA.Pg. 591 s.)........................................................................Ap 7. 2-4. 9-141.PERSECUCIN/PACIENCIA/ESPERANZAJuan escribe el libro del Ap (que significa "revelacin") hacia los aos 94-96, en unas circunstancias particularmente adversas para las comunidades cristianas. La persecucin de Nern, iniciada con el incendio de Roma hacia el ao 64, se haba extendido por todas partes en tiempos de Domiciano. El Apocalipsis es, por la tanto, un libro de la clandestinidad, lo que explica en parte la dificultad de su interpretacin. Es tambin un libro en el que el autor exhorta a los cristianos y levanta el nimo de las iglesias, un libro de la resistencia cristiana o de la "paciencia", que es algo muy distinto de la simple resignacin. La paciencia vive de la esperanza, de una esperanza invencible. El Vidente de Patmos ve los acontecimientos e interpreta los signos o seales de los tiempos a la luz del Da del Seor, revelando as el verdadero sentido de las persecuciones de la iglesia en el decurso de la historia. De ah que la exhortacin del Apocalipsis tenga todava para nosotros vigente actualidad. En el captulo anterior, despus de anunciar las calamidades que se avecinan sobre la tierra, deja abierta una pregunta angustiosa: "Porque ha llegado el Da de su Clera (de Dios) y quin podr resistir?" (6.17). La respuesta se halla en las dos visiones de este captulo sptimo, de donde ha sido tomada la presente lectura. El autor, que no est interesado en saber qu forma tiene nuestro planeta, sino en descifrar el sentido de la historia, da por buena la visin que tenan sus contemporneos de la Tierra. Supone que sta es como una gran superficie cuadrada, de cuyos ngulos proceden los vientos que pueden daar la vida de los hombres. Pero, como l cree que Dios es el Seor y Creador de todas las cosas, supone que estos malos vientos no actan al margen de la voluntad divina y estn controlados por cuatro ngeles (v.1). Estos reciben rdenes precisas de un quinto ngel, que surge por el Oriente (de donde viene la luz y se supona que procede la vida y la salvacin de la vida), para que no suelten los malos vientos hasta que sean marcados con un sello todos los siervos de Dios. Sabemos que los hombres, desde antiguo, acostumbran a marcar con su nombre o con una seal personal aquello que es de su pertenencia; as se haca antes con los esclavos y con los soldados. El sello de Dios en la frente de los que le sirven es como una promesa: Dios proteger a los suyos en medio de la tribulacin. Todo esto lo ha visto el Vidente como si estuviera fuera del mundo y pudiera abarcarlo con una mirada. Desde su punto de vista puede or tambin el nmero de los marcados con el sello del Dios vivo. Desde una situacin concreta de opresin y de constante amenaza, este creyente supera la ancdota del momento para abrirse, movido por la esperanza, al profundo misterio de la historia y escuchar la palabra de Dios que lo interpreta. Para ver y or de esta manera hace falta esperar contra toda esperanza humana, superarlo todo en alas de la esperanza cristiana. Se trata de un nmero simblico. El nmero 12 significaba tanto como "totalidad", y el nmero 1.000 "muchedumbre". Israel es el pueblo de Dios. Suponiendo que cada tribu fuera una "muchedumbre" (=1.000), la "totalidad (=12) de cada tribu sera 12.000 miembros y la "totalidad" de Israel (con sus 12 tribus) sera 144.000 miembros. De ah que este nmero signifique simplemente la totalidad de los elegidos y no una cantidad numrica bien determinada y conocida por nosotros. El autor quiere decirnos que Dios protege a todos y a cada uno de sus elegidos. Y ahora el Vidente, situado ms all de la historia, ve lo que ser al fin y al cabo. En su visin ha dado un salto, dejando atrs todas las luchas y persecuciones, para mostrarnos el triunfo del pueblo de Dios. Una muchedumbre incontable, de todas las razas, lenguas y naciones, con palmas en las manos celebra la victoria. Esta hermosa utopa nos muestra que el ideal de la humanidad es la superacin de todas las fronteras y de todas las discriminaciones, una comunidad festiva en el reino de la paz y de la libertad. En este sentido podemos afirmar que una sociedad sin clases es tambin el sueo de todos los cristianos autnticos. La victoria y la salvacin que se celebra se debe al Cordero (J.C.) y a Dios, a quienes la muchedumbre incontable y los ngeles tributan "todo honor y toda gloria". Es como una gran doxologa y una liturgia celestial que la iglesia militante, todava en la tierra de la historia, anticipa en sus celebraciones eucarsticas. Aunque todos han sido salvados por Dios y por la sangre del Cordero, Dios no ha ahorrado a ninguno de sus elegidos el pasar por la lucha y las tribulaciones de la historia. Y esto es lo que hace mayor el gozo de la victoria final.EUCARISTA, 1976, n 592. H/IMAGEN-SEMEJANZA:"...llevando el sello del Dios vivo". Los pastores marcan las cabezas del ganado con la seal del propietario, la moneda del tributo llevaba marcada la imagen y la inscripcin del Cesar; todos nosotros que no somos de ninguna autoridad mundana, sino de Dios, llevamos grabada la imagen del Dios vivo. Los santos la han dejado resplandecer en su vida. Nosotros a menudo la empaamos. Y sin embargo, ste es nuestro gran ttulo de gloria y lo que tenemos en nosotros de ms hondamente constitutivo: somos hijos de Dios.J. TOTOSAUSMISA DOMINICAL 1987, 203. NU/144000.El leccionario, al saltar los vv. 5-8, nos ahorra la enumeracin de los doce mil marcados de cada una de las doce tribus. El hombre moderno ya no percibe el simbolismo de los nmeros: una cultura cuantitativa y el abuso de las estadsticas y presupuestos los han "deshechizado". Pero la cifra de 144000 no es un recuento de feligreses practicantes, sino la combinacin de dos nmeros perfectos, el 12 y el 1.000. Indica la salvacin universal, como dice la segunda parte del fragmento que leemos: una multitud incontable, de todos los pueblos, razas y lenguas (v. 9) (...).Los vv. 9-14 se refieren ya a la multitud de los mrtires que, vencidos a los ojos de los hombres, son en realidad vencedores. Ntese que, a diferencia de la simbologa tradicional, el color de los mrtires es el blanco, porque la sangre del Cordero, en la que por su martirio se han lavado, los ha purificado, y que las palmas no aluden primariamente al martirio (como en nuestra iconografa), sino a la fiesta de las Tiendas o Cabaas, celebrada gozosamente en el desierto tras haber salido triunfalmente de Egipto.HILARI RAGUERMISA DOMINICAL 1988, 214. Para el autor del Ap, la reunin de los siervos de Dios delante del trono divino (Ap 7.) constituye uno de los preliminares del "Gran Da" o Da del Juicio Final.a) Una idea muy acariciada en el Ap es el tema de la espera, del aplazamiento (v. 2; cf. Ap 6. 11; 11. 2/3/7; 12. 6/14; 20. 2-3). Juan ve los cuatro vientos dispuestos a lanzarse sobre la humanidad, de modo semejante a como aparece en la descripcin de Za 6. 1-7. Pero se produce un hecho nuevo que Zacaras no haba previsto: la orden de suspender la tempestad para que los elegidos pudieran reunirse en el lugar fijado. El fin no llegar inmediatamente despus, pues habr que esperar a que la Iglesia pueda cumplir su misin, cual es la de congregar a todos sus miembros. La reunin que, en la representacin juda, era simplemente un momento de la escatologa, se convierte en la ocupacin esencial del "aplazamiento" que constituye el tiempo de la Iglesia.b) La reunin concierne en primer lugar a las doce tribus (v. 4). Esta presencia de las tribus puede resultar sorprendente en un contexto cristiano. No se trata de los judos convertidos, sino del todo Israel espiritual que es la Iglesia: los 144.000 son, pues, cristianos sin ms, sean o no de origen judo. Los salvados no son una muchedumbre annima, sino un pueblo organizado y estructurado. Es preciso notar, adems, que las doce tribus no existan ya en el pueblo judo en el tiempo de san Juan, aun cuando la esperanza mesinica prevea su restablecimiento.Con esta multitud reunida delante del trono de Dios se designa tambin la totalidad de las naciones (v. 9). No hay que oponer esta muchedumbre innumerable a las doce tribus de los versculos precedentes. De hecho, Juan superpone dos visiones distintas de la misma realidad: la Iglesia, considerada ya como cumplimiento del Israel espiritual, ya representada como el cumplimiento de la salvacin del mundo entero. Las dos imgenes se superponen para elaborar una eclesiologa completa. El hecho de la multitud innumerable muestra que la Iglesia es verdaderamente universal y no una secta, un grupo, un "ghetto" de separados.Por el contrario, la nota de unidad se encuentra ms bien en la imagen de las doce tribus. La idea de la multitud procede muy probablemente de Dn 3. 4-7; 5. 19. Todos los siervos de Dios presentes en la reunin son marcados en la frente (v. 3) Esta marca (imagen que se halla en /Ez/09/03-06) evoca la proteccin, la salvacin, una proteccin que viene del mismo Dios. En este sello puede verse el smbolo de la economa sacramental (cf. 2 Co 1. 22; Ef 1, 13; 4. 30).El v. 14 parece dar una definicin precisa de los siervos reunidos ante el trono de Dios: "Estos son los que vienen de la gran tribulacin". Juan piensa ciertamente en la persecucin de Nern, que considera como el prototipo de todas las tribulaciones que habrn de afrontar los cristianos. No es preciso, por tanto, reducir la muchedumbre innumerable a los mrtires propiamente dichos.La liturgia de la Iglesia descrita como la celebracin de una nueva fiesta de los Tabernculos (vv. 9-10). Los motivos evocados (vestiduras blancas, palmas, aclamaciones, etc.) recuerdan, en efecto, el ritual de los Tabernculos. Ahora bien: esta fiesta era la de la recogida de las cosechas, la de la escatologa, del fin de los tiempos, del cumplimiento. Ya Za 14. 16-19 anunciaba el fin de los tiempos bajo la forma de una fiesta de los Tabernculos a la cual todas las naciones seran invitadas (cf. tambin Za 8. 20 ss.). En cuanto a la gran prosternacin (vv. 11-12), es un rito de la antigua liturgia del templo (Si 50. 17-21): la adoracin de Dios y del Cordero emparejada con la adoracin de la Bestia.MAERTENS-FRISQUENUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA IXMAROVA MADRID 1969Pg. 805. /AP/LIBROSlo el final de la historia (escatologa) nos permite comprender el sentido de las precedentes etapas histricas. Y como esta ltima etapa no puede ser descrita en su realidad histrica por ningn mortal, de ah que los autores que la describen deban echar mano de las visiones, imgenes simblicas, etc., (apocalptica). Esta literatura har mucho uso de la comparacin "como", "similar a"...MAR/BESTIA: La apocalptica juda trata de buscar un saber del pasado para interpretar el presente y escrutar el futuro; pero Juan, no. El apocalipsis del Nuevo Testamento describe los avatares de la historia de la salvacin desde la primera venida de Cristo hasta la segunda. En la lucha entablada entre Cristo y Satn, Cristo ya ha vencido; pero el poder del adversario sigue desplengndose sobre la Iglesia. La "bestia feroz" que sale del mar (=el Imperio) y la gran "prostituta" (=Roma) son el instrumento de Satn para desplegar su persecucin sobre la Iglesia. (Ntese la forma encubierta de narrar acontecimientos coetneos al autor. Tambin Juan estaba expuesto a la persecucin). Es la hora de la prueba. Junto a la amargura del presente, el autor va presentando cuadros apocalpticos del final de los tiempos, que traen paz y serenidad a los atribulados, a la vez que sirven de acicate para continuar luchando en este mundo en la batalla de la fe. Al final, Dios vencer por medio de Cristo, que debe actualizar el plan de salvacin contenido en el libro de los siete sellos (5, 7, 9). La Jerusaln celeste, la nueva sociedad de salvados, inaugura el reinado de Dios. Entre el sello sexto (6, 12-17) y el sptimo (8,1) se inserta la percopa de esta fiesta, dividida en dos escenas:1. Vs. 1-8: los elegidos de la tierra. La destruccin y el pnico del sexto sello se detienen. Los vientos que soplan de los cuatro ngulos de la tierra simbolizan las fuerzas destructoras de este mundo y el anuncio del ltimo da. Los cuatro ngeles (seres al servicio de Dios) detienen la destruccin. La salvacin viene de Oriente (v. 2). Por Oriente sale el sol y all est el Paraso.La marca o sello (v. 3) indica pertenencia, incluso hoy, y proteccin. A pesar de los vaivenes de la historia que sacuden a la Iglesia, ella ser protegida. El nmero de los marcados (vs.4-8) es simblico: 12 (=perfeccin) por 12 (tribus) por 1.000. Equivale a una muchedumbre innumerable. Cada tribu tiene el mismo nmero de elegidos. Para Dios no hay acepcin de personas.2. Vs 9-17: suerte de los elegidos en el cielo. Ya han alcanzado la gloria y la victoria simbolizadas por la tnica blanca y las palmas. Es una muchedumbre innumerable, sin distincin de razas, que prorrumpe en un himno de agradecimiento. Superadas las dificultades, viven ya sin ansiedad. La salvacin o victoria se debe a Dios y al Cordero; pero este don o gracia requiere una respuesta humana (v. 15). Todo esto ocurrir en un futuro. Esta visin de final debe suscitar inters y entusiasmo para la lucha del presente, donde se fragua la eternidad. La visin de una historia concreta hace que Juan nos presente una clave de interpretacin histrica vlida para todas las edades.DABAR 1980, 556. Quizs sea el Apocalipsis el libro del Nuevo Testamento ms ajeno a la mentalidad secular moderna (no a los brotes esotricos, milenaristas y apocalpticos que de vez en cuando aparecen a finales de milenio especialmente). Conviene no dejarse desorientar por la simbologa y escenografas barrocas de este gnero literario e ir al fondo de los temas.En trminos generales esta percopa habla de la comunidad cristiana en tribulacin -tema de todo escrito- protegida por Dios en este mundo y en el otro. Es como un parntesis en estas primeras partes del libro que hablan ms del futuro.Los vv. 7, 1-8 en conjunto hablan de esa proteccin divina a su comunidad en un mundo de malvados. Es de notar que la literatura apocalptica no matiza. Buenos y malos estn muy bien divididos. No hay que tomarlo como una descripcin de la realidad, sino como una simplificacin ms aclaratoria que otra cosa. En realidad se trata de una afirmacin de fe. Dios protege a su iglesia, a toda ella como muestra el nmero simblico de 144.000 (doce veces mil, nmero perfecto multiplicado por s mismo para indicar totalidad).Los vv. 9-14 se refieren a la comunidad celeste, continuacin de la actual. Lo principal es la glorificacin que esa comunidad hace de Dios y de Cristo, el Cordero en terminologa de muchas partes del Apocalipsis. Esta tarea, si as se pude llamar, es la actitud religiosa fundamental, reconocimiento de Dios de forma total. Que hacen no slo la iglesia, sino todo lo que no es Dios.Y ello ha de entenderse no como una descripcin de algo simplemente para que se sepa, sino para animar a asumir esa actitud que va a ser la eterna de quienes estn unidos con Dios.Todo ello gracias a la propia accin de Cristo, su Muerte (y Resurreccin). Blanquear y lavar no van a ser trminos exactos, sino metforas tambin de los efectos de esa accin de Cristo.Todos tenemos cabida en esa multitud, no importando nada, ni muerte ni vida, ni condicin, ni edad. Todos alabamos y adoramos al Seor por Cristo.FEDERICO PASTORDABAR 1990, 537. El autor del Apocalipsis escribe en tiempos de persecucin de la Iglesia hacia los aos 94 y 96. Ve y juzga los acontecimientos situndolos en el horizonte de la historia de la salvacin y a la luz del "gran da de la clera de Dios" (Ap 6, 17). En las tribulaciones de la Iglesia de su tiempo descubre un sentido universal y ltimo que est latente tambin en todas las persecuciones que habrn de padecer los discpulos de Jess a lo largo de la historia y hasta que llegue el da del juicio final.Despus de hacer una descripcin proftica de las calamidades que han de venir sobre los hombres, termina el captulo sexto con estas palabras: "Porque ha llegado el gran da de su clera, y quin podr resistir?" La respuesta a tan angustiosa pregunta se encuentra en las dos visiones que recoge nuestra lectura tomada del captulo siguiente.COSMOLOGIA/JUDIA: El autor no muestra ningn inters en ensearnos qu forma tiene la tierra y se conforma con la visin popular de su tiempo. Los antiguos pensaban que la Tierra era una gran superficie cuadrada de cuyos ngulos procedan los cuatro vientos que daaban a los hombres. Pero el Vidente cree que Dios es el Seor del Universo y que nada sucede sin su voluntad, por eso coloca un ngel en cada esquina de la tierra para controlar los vientos malficos segn su voluntad (7, 1). Y as, cuando todo est a punto para soltar los malos vientos sobre la faz de la tierra, otro ngel viene de Oriente (de donde nace el Sol, de donde se supona que viene para siempre la salvacin y la vida) y trae rdenes precisas para no desatarlos mientras no sean sellados los elegidos de Dios. El sello o marca sobre la frente de los elegidos los distinguir como propiedad del Seor y ser garanta de salvacin para cuantos la lleven.El Vidente se imagina estar fuera de la Tierra y abarcarla globalmente con una sola mirada. Desde su punto de vista no es posible ver los detalles, mucho menos contar con exactitud el nmero de los sellados. En cambio s puede recibir informacin sobre este extremo. Por eso dice el autor que "oye el nmero de los marcados con el sello".Este nmero es, sin embargo, un nmero simblico: 12 significa totalidad del "Israel de Dios" (las 12 tribus sin faltar una) y la totalidad (12) de cada muchedumbre o tribu (1000), esto es, todos y cada uno de los miembros del Pueblo de Dios.Ms all de este mundo, esto es, de la historia, el Vidente ve ahora en el cielo a los que ya han salido triunfantes de la gran tribulacin. Es una muchedumbre innumerable y heterognea, de todas las razas, pueblos y lenguas, es la comunidad futura con toda la riqueza de su pluralismo y toda la unidad en la participacin gozosa de una misma victoria.Todos los que la componen van vestidos de blanco, porque son los invitados a las bodas eternas del Cordero, y llevan palmas en las manos, porque han salido victoriosos de la gran tribulacin. Esta muchedumbre se encuentra ante el trono de Dios, esto es, en el cielo. No debe confundirse con la otra multitud de los sealados que an militan en este mundo que pasa.La salvacin se debe al Cordero, que es Jesucristo, y a Dios. Por eso los santos, juntamente con los ngeles, tributan a Dios "todo honor y toda gloria" en una solemne liturgia celestial que los cristianos, sealados por el bautismo, anticipan sacramentalmente en la liturgia de la Iglesia.El vidente es de nuevo informado sobre el significado de cuanto est viendo. La informacin le viene dada por uno de aquellos misteriosos "ancianos" que asisten al trono de Dios. Todos los santos han sido salvados por la sangre de Cristo, sin que esto suponga que Dios ahorre a nadie la gran tribulacin. Los santos vienen de la gran tribulacin, por eso su victoria es an ms gozosa.EUCARISTA 1986, 518. Este capitulo, entre dos series de juicios y castigos, es un mensaje de consuelo y esperanza. Quiere infundir confianza ante la catstrofe anunciada. Dios no abandonar a los suyos cuando llegue la hora de la prueba. Es un mensaje de esperanza y seguridad. El ngel pone a cada uno un distintivo.En el anuncio del castigo el autor supone que la tierra es cuadrada. Por eso presenta a los ngeles encargados de las fuerzas destructoras colocados en los cuatro ngulos que equivalen a nuestros cuatro puntos cardinales. Smbolos de salvacin:a) El ngel que sube de oriente. El oriente es el lado de donde proviene la luz. Corresponde al ngel portador de la salvacin.b)SELLO/BAU. El sello del Dios vivo. El sello indicaba pro- piedad. Por eso los preservados por el sello son considerados como patrimonio especial de Dios. En la antigedad se marcaba no slo a los animales, sino a los esclavos y a los soldados. As llevaban en su carne la seal de pertenencia a su dueo. Esta seal era al mismo tiempo signo de pertenencia y garanta de proteccin. Parece natural ver en el sello una alusin al bautismo. Los bautizados se llamaban "sellados". Pablo habla del sello del Espritu (cfr. 2 Co 1,22; Ef 1, 13; 4, 30). El nmero de los salvados es un nmero simblico. Indica la totalidad de los salvados, es toda la Iglesia. Est compuesta por gente de toda nacin, razas, pueblos y lenguas.Constituyen una asamblea litrgica. En pie, vestidos de largas tnicas, con palmas en las manos. La descripcin del Apocalipsis corresponde a la celebracin del triunfo imperial, pero parece ms obvio interpretar el captulo siete en relacin con la fiesta de los Tabernculos en uso en la liturgia juda. Esta fiesta era como una promesa y una anticipacin del Israel ideal que deba ser restaurado por Dios. As se prepara la gloria futura del pueblo de Dios. Es la visin de Israel que se rene, el Israel perfecto extendido por todo el universo. Juan ha superado la situacin de Pablo. Ya no hay dialctica judo-gentiles. Para Juan no hay dos pueblos. Es la Iglesia compuesta por hombres que vienen de todas las naciones.PERE FRANQUESAMISA DOMINICAL 1986, 209. /Ap/07/01-17La inclusin de este fragmento, antes de la apertura del sptimo sello, produce literariamente un efecto de suspense en el conjunto del relato. Adems, en su desarrollo hay una anttesis entre el grito desesperado de los habitantes de la tierra (final del captulo anterior) y la respuesta del enviado de Dios. Este, el ngel que sube del Oriente, marca la frente de los elegidos antes de las calamidades a fin de preservarlos de ellas. Los sellados con el sello del Dios vivo sern liberados de los males que azotarn toda la tierra. (En relacin con el sello en la frente se podra recordar que los beduinos suelen llevar una seal para indicar a qu tribu pertenecen).El texto incluye dos visiones paralelas. Los vv 1-8 presentan la Iglesia de la tierra, y los vv 9-17 aluden a la gran fiesta de la Iglesia celestial, en una descripcin majestuosa que evoca las visiones de la corte divina y del Cordero y anticipa la de la nueva Jerusaln.La enumeracin de las doce tribus -comenzando por la de Jud, de la que naci el Mesas- evoca la idea de la Iglesia como el Israel ideal, que est fundado sobre los doce apstoles y acoge en su seno a una muchedumbre venida de todos los puntos de la tierra (el nmero doce significa totalidad). Hay que desechar, pues, la interpretacin rgida de algunos que toman al pie de la letra el nmero de ciento cuarenta y cuatro mil salvados. Como si fuera posible reducir de antemano la misericordia de Dios a una cifra! El texto mismo, al hablarnos de una muchedumbre innumerable (v 9), nos muestra claramente qu valor hay que dar a esa cifra.La segunda visin describe la apotesica liturgia celestial (bien plasmada por los hermanos Van Eyck en La Adoracin del Cordero Mstico). La celebracin recoge elementos de la fiesta juda de las Tiendas: las palmas, la gran reunin... al amparo de la nica tienda del que est sentado en el trono. A travs de la explicacin final del anciano, Juan presenta lo que podramos llamar el estatuto del mrtir. El mrtir es aquel que, por haber dado testimonio de su fe durante la persecucin, vive ahora junto a Dios, alabndolo por siempre, liberado de cualquier angustia y consolado de toda tribulacin. El parlamento del anciano, emocionante y bellsimo, contiene unos contrastes maravillosos: los que han dado testimonio del Seor Jess blanquearn sus vestiduras con la sangre del Cordero; ste ser su pastor y los conducir a fuentes de agua viva.Todo cristiano es mrtir, testigo del Seor. Por eso, la cruz no est reservada a los hroes. Seguir a Jess quiere decir mantenerse fiel a l hasta donde sea preciso. Porque la muerte es siempre el camino de la vida.A. PUIGLA BIBLIA DIA A DIAComentario exegtico a las lecturas de la Liturgia de las HorasEdiciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pg. 592 s.10. /Ap/07/09-17Pocos libros de la Biblia han sido tan citados, tan ledos y tan mal interpretados a lo largo de los siglos como el Apocalipsis. Es una obra presentada como visin, profeca y testimonio. Como todos los apocalipsis, es un libro de visiones del juicio de Dios sobre el mundo. Una parte de esas visiones muestra las realidades que se manifestarn ms tarde y que en el futuro tambin entrarn en el destino de los hombres; algunas otras describen una escatologa ya cumplida, es decir, muestra el aspecto invisible, misterioso, pero real, del hecho salvfico: la Iglesia, el Mesas, el Espritu, como realidades ya presentes.Sin embargo, el Apocalipsis es principalmente testimonio. Cuando empieza la persecucin, los cristianos pueden ser tentados a replegarse en s mismos, a sufrir si convena, a aguardar el fin de la tempestad. Mas esta actitud significara no entender nada de lo que exige seguir a Cristo. La persecucin no es como una tempestad; es una lucha entre Dios y las fuerzas del mal en el terreno de la humanidad. En esta contienda no debe ocultarse el cristiano, sino que ha de dar testimonio de que slo Dios rige la historia por medio de Jesucristo; con este testimonio los cristianos han de demostrar que las divinidades introducidas por la idolatra humana no son sino simulacros impotentes.Este es el sentido que parece dar el autor a esta visin que tiene por escenario la Jerusaln celestial, en que los testigos toman parte en la liturgia que celebra la victoria del Cordero sobre las potencias hostiles. La Iglesia reemprende y repite el misterio del Siervo de Dios. La Iglesia, como el Siervo, renueva, siguiendo a Jess, las actas del misterio: da testimonio y profetiza, muere y resucita. En este punto se realiza en ella el misterio de Cristo. La Jerusaln celestial est ya presente entre los testigos que luchan aqu abajo el combate de su fe testimonial. Este pueblo testigo celebra una liturgia, unida a la celeste, en la cual Jesucristo es celebrado como inmolado, salvador y pastor del nuevo Israel.En la gloria de Cristo no se puede participar de otro modo que cargando la cruz aqu en la tierra. Solamente bajo la cruz crece la existencia cristiana. Dios y los hombres piden que bajo la cruz de Jess y en fuerza del primer mandamiento tengan aquellos dolores que acompaan el parto de la libertad plena y conducen a la Jerusaln celestial, madre de los seres libres, segn Gl 4,26: La Jerusaln de arriba es libre, y sa es nuestra madre.F. RAURELL-LA BIBLIA DIA A DIAComentario exegtico a las lecturas de la Liturgia de las HorasEdiciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pg. 858 s.11. El captulo 6 se cierra con la apertura del sptimo sello que inaugurar una serie de cataclismos sobre la historia de los hombres. Antes de los cataclismos, el captulo 7 nos ofrece una especie de intermedio que con sus compases anticipa el final de la sinfona divina: la victoria de Dios sobre las fuerzas destructivas del pecado y de la muerte.Dios se dispone a marcar, por medio de su ngel, a todos los que se han mantenido fieles a la Palabra de Dios. En el s. I los siervos estaban marcados con el distintivo de su seor, al igual que determinadas cofradas religiosas marcaban a sus adeptos como signo de pertenencia y fraternidad. Los cristianos llevan el sello de Dios, que es el Espritu recibido en el bautismo (cfr. Ef 1,13; 4,3O).NU/001000-2:Los marcados forman una muchedumbre inmensa que rene el entero pueblo de Dios del AT y NT (12x12x1000=144.000; siendo el 12 el nmero simblico del pueblo, y el 1000 el nmero de la divinidad). La mencin de "toda nacin, raza, pueblo y lengua" nos recuerda la fraseologa recargada del libro de Daniel (p. ejemplo Dan 6,26), tpica de la corte persa.Los elegidos llevan vestiduras talares blancas, llevan palmas en las manos, y cantan ante el trono y el cordero; elementos todos ellos que nos introducen en un clima sacerdotal. Una de las misiones de los levitas era la de cantar salmos ante el santuario durante la ofrenda de sacrificios, su vestido era blanco y en algunas fiestas -como la de los Tabernculos- portaban ramos en las manos.Con el bautismo los cristianos han quedado marcados por el Espritu y han sido constituidos pueblo sacerdotal. En la historia padecen la gran tribulacin de las fuerzas antievanglicas, pero ellos, en realidad, saben que tienen asegurada la victoria en la de Cristo, el Cordero degollado y resucitado.JORDI LATORREMISA DOMINICAL 1991, 15Ap 7, 9. 14b-171.TABERNACULOSEste pasaje describe la dicha celestial de los elegidos, y ms en particular la de los que han pasado por la persecucin, bajo la forma de una participacin general en una fiesta celeste de los Tabernculos.a) La fiesta de los Tabernculos era extremadamente rica en manifestaciones litrgicas diversas y en evocaciones doctrinales y simblicas.Inauguraba, en primer lugar, el Nuevo Ao (Lev 21, 23), pero la corriente proftica le ha atribuido una nueva significacin: abrir la era mesinica. Nada extrao desde el momento en que la vida celestial de los elegidos comienza por la celebracin de una solemne fiesta de los Tabernculos instaurando el reino de Yahv por los siglos de los siglos (v. 12).b) La fiesta de los Tabernculos era tambin un da de clamor (o "fiesta de las trompetas"). Despus del repique de trompetas, los judos lanzaban aclamaciones sin fin (Nm 29, 1; Lev 23, 23-24) para recibir el ao nuevo. Las trompetas resuenan tambin en la era definitiva (Ap 8, 6-13; 11, 15-19), y los santos "gritan con voz potente": v. 10) claman su entusiasmo y su fe en la realeza de Dios.c) La fiesta de los Tabernculos estaba, adems, precedida de una importante ceremonia de expiacin que consista, sobre todo, en una purificacin completa del Templo (Nm 29, 7-11; Lev 23, 26-32; Lev 16). La epstola a los hebreos revelar su caducidad desde la aparicin del sacerdocio de Cristo (Hb/09/11-14). En efecto, el culto cristiano no ha recurrido ms a purificaciones anuales, habiendo obtenido de una vez por todas en Jess la posibilidad de ser agradables a Dios.Se puede preguntar si la "gran prueba" a la que hace alusin el Apocalipsis y que precede a la liturgia celeste de los Tabernculos no es la rplica de la antigua expiacin (v. 14; las tnicas purificadas en la sangre del cordero): la prueba purificadora de la fe sera, pues, a los ojos del autor, el equivalente de la antigua expiacin y la garanta de la calidad del nuevo culto.c) Pero la fiesta de los Tabernculos era, sobre todo, una fiesta de fecundidad. Terminada la siega, los judos se cuidaban de asegurar el xito de las prximas agitando ramajes (las palmas "en la mano" del v. 9; cf. 2 Mac 10, 7; Neh 8, 14-16) y fecundando la tierra por medio de libaciones de agua (Zac 14, 6-10; Jn 7, 37-38). La fiesta celestial de los Tabernculos est an marcada por este tema de las aguas vivas (v. 17; cf. Is 49, 10) y por los hechizos que ponen a los participantes al abrigo de la sequa (v. 17; cf. Is 4, 5-6; 25, 4-5). La era escatolgica inaugurada por esta fiesta es, pues, una era de dicha y de xito caracterizada por una fecundidad jams esperada.e) Con ocasin de la fiesta de los Tabernculos, los judos revivan la experiencia del desierto y habitaban de nuevo bajo tiendas de campaa en recuerdo de la comunin con Dios que la alianza del Sina haba ofrecido al pueblo (Dt 16, 13-16; Lev 23, 41-43). Cuando los profetas han precisado los rasgos del futuro escatolgico, la imagen de una estancia bajo las tiendas ha caracterizado el aspecto de comunin con Dios que este futuro comportaba (Os 12, 10; Is 31, 18). El Apocalipsis toma de nuevo esta imagen y la idea de estancia con Dios se encuentra reforzada por el hecho de que Dios ofrece su propia tienda (v. 15b) a sus elegidos, mientras que otras tradiciones imaginaban que cada uno plantara su tienda alrededor de la suya (Mt 17, 4).f) La fiesta de los Tabernculos era, finalmente, la ocasin de la reunin general de las tribus, el momento en que la conciencia del pueblo revesta su expresin ms fuerte. Pero los profetas haban entrevisto ya una dimensin misionera de la fiesta: vendr un da en el que todas las naciones se unan all (Zac 14, 16-21).Este valor universalista se adquiere en el momento en que se abre la gran liturgia del cordero-pastor (v. 9). Fiesta principal del calendario judo, la fiesta de los Tabernculos es la nica manifestacin litrgica del Antiguo Testamento que no reaparece en el Nuevo: sin duda se trataba demasiado de recolecciones y siegas.Es por esto por lo que los primeros cristianos la suprimieron en favor de la fiesta de Pascua: la fuente de agua viva brota desde ahora del corazn de Cristo en la cruz (Jn 19, 34), los ramos se agitaban ahora para recibir al Siervo paciente (Mt 21, 1-9), y la alabanza que sube hacia el cielo no aclama solamente a Dios, sino al cordero cuya sangre ha lavado la tnica de los participantes (vv. 10, 14-17).La esperanza en la nueva era expresada por la fiesta de los Tabernculos pasa hoy por el misterio pascual. La Eucarista que lo conmemora y realiza ya las condiciones de la era celeste es entre nosotros una incesante fiesta de los Tabernculos.MAERTENS-FRISQUENUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA IVMAROVA MADRID 1969.Pg. 1162. Prescindiendo, como ha de hacerse siempre en el Apocalipsis, de los detalles y parafernalia que son slo el vehculo para llegar al ncleo, aunque a veces nos los dificultan, encontramos la universalidad de la salvacin como rasgo central de este prrafo.El Cordero/Cristo es el causante de la salvacin que consiste en la participacin en su destino. Se expresa en trminos de purificacin que no debe entenderse como legal o ritual, sino ir al fondo: unin de Cristo y del Cristiano. Unin que significa una participacin en el camino concreto que llev a Jess hasta la glorificacin, o sea, un camino de sufrimiento y muerte en no pocos casos. Sobre todo cuando lo piden las circunstancias del momento histrico.Los cristianos pueden afrontar estas situaciones, como las que vivan los destinatarios del Apocalipsis en la persecucin de Diocleciano, con esperanza de llegar a un destino como el de Jess glorificado.Todo el Apocalipsis respira este clima de infundir esperanza a gente atribulada por una historia presente llena de dificultades.No todos los momentos de cada grupo son as y, por tanto, no todos los textos bblicos como ste, se han de aplicar en todos los momentos. Pero por ejemplo, si aqu no sirve plenamente en la actualidad, no es lo contrario por ejemplo en Centroamrica en un pasado bien reciente y en algunas partes todava hoy? No toda la Biblia tiene idntica aplicacin a la vez ni en todas partes.FEDERICO PASTORDABAR 1992, 283. En el captulo sexto del Apocalipsis se hace una presentacin de las dificultades de la historia que son vencidas por Cristo resucitado y quien da sentido a todo ello. Se constituye as la muchedumbre de quienes a lo largo de esa historia y a pesar de esas dificultades, van constituyendo la comunidad de los salvados. Es evidentemente una dimensin universal. La salvacin no est limitada a nadie.Un matiz importante es que la purificacin de que se habla (v.14b) no es ritual o legal, sino una expresin de la unin establecida con la muerte (y resurreccin) de Cristo. Sin eliminar las dificultades, paralelas a las de Jess, se insiste especialmente en el destino final glorioso, tambin paralelo al del Resucitado. Es lo necesario para animar a las personas, destinatarias del Apocalipsis, que se encuentran en tribulaciones.Tambin los dems pueden extraer esa misma conclusin, aun cuando las condiciones negativas que sufren no sean persecuciones sociopolticas como las del tiempo de Domiciano. La fuerza de la Resurreccin (vs. 16-17) es vlida para todo tipo de opresin. El Apocalipsis es un libro de liberacin humana no condicionado slo a un campo determinado. Los oprimidos de todo tipo tienen su Liberador en Cristo.FEDERICO PASTORDABAR 1989, 234. El cap. 7 es un texto de transicin colocado entre la apertura del sexto y sptimo sello. Ante la injusticia infligida por el poder humano (6, 1ss), el Seor interviene y, como consecuencia, cunde el pnico entre los prepotentes (6, 12-17). Desesperados, preguntan, "quin podr resistirle?" (6, 17). A esta ansiosa pregunta da respuesta el autor del Apocalipsis asegurando que los fieles del Seor deben conservar intacta su esperanza (cap. 7). Para ello presenta ante nuestra vista un doble cuadro:a) TERRESTRE: (vs. I-8).-La destruccin del segundo, tercero, cuarto y sexto sello no alcanza a todos los cristianos. El viento, proveniente de las cuatro esquinas de la tierra que desola y destruye, no se desencadenar sobre toda la iglesia. De la ira divina (el viento puede ser su manifestacin) se salva un resto marcado por el ngel que viene de Oriente (por l sale el sol y es el lugar clsico de las teofanas divinas que traen la salvacin, cfr. Is. 41, 2; Ez. 43, 2 ss). El sello indica "pertenencia a...". Aqu el autor parece evocar Ez. 9, 4-6, donde los marcados con la letra "tau" son preservados del castigo divino, o quiz haga alusin a Ex. 12, 33: el dintel marcado hace que el ngel exterminador pase de largo. El nmero de estos preservados o elegidos es simblico (12 x 12 x 1.000: smbolo de perfeccin el 12, y de cantidad el 1000). Ellos constituyen el Israel ideal del Seor. NU/000012 NU/001000b) CELESTE: (vs. 9-17).- En este cuadro se contempla a los elegidos que han llegado ya a a la meta, a la salvacin definitiva (significado de la tnica blanca). Su nmero es incontable y en sus manos llevan palmas en seal de victoria (cfr. I Mc. 13, 51; II Mac. 10, 7). La salvacin se la deben al Cordero y, en ltima instancia, a Dios: por eso entonan un himno de alabanza los dos. Los que no se han dejado doblegar ante ningn poder humano, lo hacen ante Dios en seal de agradecimiento.Mediante el recurso literario del dilogo se va a especificar quines son los vestidos de blanco (vs. 13 ss). Son los que, con la ayuda del Seor, se han mantenido fieles a su Dios en el da de la persecucin. El Cordero, con su muerte, ha hecho posible uniendo su sangre (martirio) a la del Cordero. Su constancia al enfrentarse con las dificultades se ve compensada con esta visin "hambre, sed..." porque su prueba ya ha terminado (cfr. Is. 49, 10). La promesa de Jn. 10, 27 s. se ha cumplido; el Cordero contina las funciones de Dios como pastor (cfr. Salm. 23; Ez. 34), y sus ovejas poseen ya el pasto eterno. -La meta conseguida o por conseguir debe darnos fuerzas para seguir luchando en nuestro hoy. Y esto no es evasin, sino utopa, acicate para enfrentarnos con las dificultades de cada da que no son pocas.DABAR 1977, 315. Quines son los pertenecientes a la muchedumbre? Aunque aparecen (anteriormente) agrupados segn las doce tribus de Israel, ms bien debemos pensar que los ciento cuarenta y cuatro mil representan a la gran multitud de quienes, por el bautismo, se han incorporado a Cristo; el nmero simboliza la totalidad del pueblo de Dios que milita en la tierra.Al final de los tiempos, esta multitud representa la visin ampliada de Juan, que contempla en el cielo una grandiosa y triunfal celebracin de toda la Iglesia. Una muchedumbre de todas las naciones, pueblos, razas y lenguas del mundo se rene para alabar a Dios. Unidos a los ngeles, a los ancianos y a todo el universo, proclaman su victoria, simbolizada por la tnica blanca y palma en la mano, y obtenida gracias a la "sangre del Cordero", su pastor. Porque se unieron a su pasin, le glorifican ahora. Y gozan de los dones anunciados antes en las cartas a las iglesias; dones que sern detallados con ms precisin en la descripcin de la nueva Jerusaln.Queda sealada, esta vez con trminos del AT, la paradoja que envuelve constantemente la vida del cristiano, tribulacin que introduce en la vida eterna junto a Dios; sangre que blanquea los vestidos; Cordero que pastorea y conduce a las fuentes de agua viva.EUCARISTA 1992, 236. En esta visin se anticipa la sociedad deseada y se revela uno de los aspectos fundamentales de todo el libro. El Vidente "ve" una muchedumbre heterognea, de todas las razas, pueblos y lenguas, una comunidad enriquecida con todas las diferencias e ntimamente unida con la participacin de una misma victoria. No son unos pocos de un pequeo pueblo, sino una multitud innumerable de todos los pueblos. Todos llevan su tnica blanca, vestido de fiesta para celebrar juntos las bodas con el Cordero. Y en las manos, cada uno su palma para formar un bosque de aclamaciones. Todos han pasado por la gran tribulacin.El Vidente que se comporta como un espectador asombrado, recibe informacin precisa sobre el significado de lo que est viendo. El que le informa es uno de los ancianos que estn ante el trono de Dios. Le dice que esta muchedumbre ha sido salvada por el Cordero Y Pastor de la Vida, por Cristo. Pero esta salvacin no les ha ahorrado las penas de la gran tribulacin.PACIENCIA/ESPERANZA: La presente visin del Apocalipsis, intercalada entre otras visiones referentes a la persecucin y a los tiempos difciles de entonces, interpreta el profundo sentido de la historia en la que todo contribuye para el bien de los que se salvan. En la medida en que la vida cristiana comporta siempre una lucha, el mensaje de este libro escrito para resistir con esperanza en los tiempos de Nern es vlido para nosotros. Todas nuestras utopas acerca de la mejor sociedad o del mundo mejor, todas nuestras utopas de felicidad, de fraternidad, de paz... estn localizadas ahora en Cristo, en quien y por quien ha comenzado el futuro. La esperanza que esto despierta en el corazn de sus discpulos no es una esperanza para estar a la espera con los brazos cruzados hasta que el Seor vuelva. Tampoco es una evasin. Es resistencia y coraje, es paciencia en el ms serio de los sentidos. Lejos de ser la raz del conformismo, esta esperanza es el fundamento vlido y el mvil de una crtica de todo lo que nos detiene o se detiene como si no hubiera ningn futuro y cualquier tiempo pasado fuera mejor. Porque la salvacin est por venir, y lo que vemos est por ver.EUCARISTA 1983, 217. El Apocalipsis hay que leerlo como un libro que nos trae consuelo en los momentos difciles. Si entre nosotros no hay persecucin declarada, s existe mucho dolor silencioso, dolor que nadie conoce y que no reflejan las estadsticas. Este dolor no disminuye con la tcnica y el progreso, incluso a veces aumenta a causa de ellos. Quien sufre necesita consuelo. El Apocalipsis est ah para decir que el dolor no es un fin pero que tampoco es algo absurdo. Es participacin de la cruz de Cristo. Dios est presente en el dolor, Dios ama a quien sufre.PERE FRANQUESAMISA DOMINICAL 1986, 98. Durante estos domingos del ciclo C, leemos fragmentos del Apocalipsis. Todos los apocalipsis, tanto los bblicos como los no inspirados, eran escritos de rabiosa actualidad, porque siempre pretendan confrontar a comunidades atribuladas por unas persecuciones muy concretas, dar sentido a sus sufrimientos e infundirles la certeza de que Dios no los haba olvidado, sino que muy pronto los socorrera. Nuestro Apocalipsis, el del NT, tambin tena este sentido, pero la exgesis medieval, que todava predomina, lo ha desviado en sentido milenarista, como si se tratara de un mensaje cabalstico sobre acontecimientos muy lejanos, o bien en sentido mstico, como si slo valiera para almas privilegiadas.Cmo recuperaremos para el pueblo de Dios la actualidad de este libro? La lectura en tiempo pascual nos puede ayudar. El Cordero es Cristo resucitado, que es nuestro pastor (cf. 3 lectura), pero antes ha sido cordero llevado al sacrificio. La multitud de los bautizados de todo el mundo, especialmente en estas solemnidades pascuales, se han lavado en la sangre del Cordero. Ya pueden tomar parte plenamente en la asamblea eucarstica y adorar a Dios en espritu y en verdad. Son el verdadero pueblo de Dios, prefigurado en los israelitas que peregrinaban por el desierto y vivan en tiendas y cabaas (las palmas del v. 9, demasiado esterilizadas por la iconografa cristiana, son el ramaje de los Tabernculos), que cuenta con el propio Dios convertido en compaero de camino, porque l tambin tena su tienda en medio del campamento, figura del Dios-con-nosotros, que por la encarnacin ha acampado entre nosotros (el v. 15, "el que se sienta en el trono acampar entre ellos", utiliza el mismo verbo que Jn 1,14, nosei). Las vestiduras blancas (v. 9) sugieren tambin la liturgia bautismal, as como la frase final sobre las "fuentes de aguas vivas" (v. 17). Si los bautizados son fieles a sus compromisos y superan valientemente la prueba del desierto (hambre, sed, sol, calor), se les promete la consolacin final, que ya est presente, en el sentido de las bienaventuranzas.HILARI RAGUERMISA DOMINICAL 1977, 9http://www.mercaba.org/DIESDOMINI/PASCUA/DO-04C/2lec-comentario.htmAp 7,13VIRGINIDAD/MARTIRIONecesidad de participar de los dos carismas imprescindibles para ver a Dios: virginidad y martirio. Son los dos carismas representativos de la vida cristiana.Estos elegidos, son nicamente los mrtires? Para entrar en el cielo es necesario haber lavado sus vestidos en la sangre del Cordero, haber participado en la pasin y en la muerte de Cristo. Los primeros santos son unos mrtires. Ellos han sido los cristianos por antonomasia, al dar su testimonio hasta el fin. Y se describe a todos los cristianos por este patrn. Por lo dems, sa es la enseanza de Nuestro Seor: no se puede ser discpulo suyo sin llevar su cruz, palabra que hay que tomar en su sentido riguroso. Es preciso seguirle hasta la muerte.La trompeta del ltimo juicio habra debido sonar para la reunin de los elegidos, que de hecho se describe en la segunda visin del sexto sello. Ha sido guardada en reserva. Se la septuplicar, y proporcionar de esta manera el cuadro literario de una segunda descripcin de las calamidades escatolgicas. (CERFAUX-CAMBIEREL AP. DE S.JUAN LEDO A LOS CRISTIANOS/F