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TULIPE y la cultura yumbo Arqueología comprensiva del subtrópico quiteño

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CARLOS PALLARES SEVILLA Director Ejecutivo del Fondo de Salvamento del Patrimonio Cultural de Quito
TULIPE y la cultura yumbo Arqueología comprensiva del subtrópico quiteño
HÓLGUER JARA CHÁVEZ
RESUMEN DEL VOLUMEN 11 DE LA BIBLIOTECA BÁSICA DE QUITO
ISBN-978-9978-92-464-8
FONSAL Fondo de Salvamento del Patrimonio Cultural de Quito Venezuela 914 y Chile / Telfs.: (593-2) 2 584-961 / 2 584-962.
Coordinación editorial:Alfonso Ortiz Crespo
Cuidado de la edición: Sofía Luzuriaga Jaramillo
Resumen de la versión integral (tomos I y II): Sofía Luzuriaga Jaramillo Olga Fernández Valdez
Fotografías Christoph Hirtz, salvo otra referencia en el texto
Dirección de arte: Rómulo Moya Peralta
Gerencia de producción:  Juan Cruz Moya Peralta
Arte: Diego Enríquez
Diseño y realización: TRAMA DISEÑO Preimpresión: TRAMA Impresión: Imprenta Mariscal Impreso en Ecuador
TRAMA: Juan de Dios Martínez N34-367 y Portugal Quito- Ecuador Telfs.: (593 2) 2 246 315 / 2 255 024 Correo electrónico: [email protected]
http://www.trama.ec / www.libroecuador.com
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T U L I P E Y L A C U L T U R A Y U M B O
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1- La prospección como metodología básica
2- Descripción general del sitio
3- Estratigrafía del sitio
CAPITULO II: LAS TOLAS, ARQUITECTURA PIRAMIDAL Y MANEJO DEL TERRITORIO YUMBO...21
1-Tolas de doble rampa
3- Tolas de forma variada
CAPITULO III: LOS PETROGLIFOS. MENSAJES YUMBO ‘ESCRITOS’ EN PIEDRA...........29
1- Petroglifo Chirape 1
2- Petroglifo Chirape 2
3- Petroglifo Chirape 3
2- Importancia de los yumboñankuna y su estado de
conservación
ceremonial de los espacios
1- Ocupación inca de lugares estratégicos
2- El pucará de Chacapata
CAPITULO VII: MATERIALES CULTURALES.............. 53
1- Material cerámico
CAPITULO VIII: MAPA ARQUEOLÓGICO DEL NOROCCIDENTE DEL DISTRITO METROPOLITANO DE QUITO......................................63
SEGUNDA PARTE: EL CENTRO CEREMONIAL DE TULIPE
CAPITULO IX: EL VALLE SAGRADO DE TULIPE.......69
1- Escenario cultural de Tulipe
2- Espacios yumbos
CAPITULO XI: EXCAVACIONES  ARQUEOLÓGICAS Y ESTRATIGRAFÍA DE TULIPE...79
1- Excavaciones arqueológicas
CAPÍTULO XII: EL CONJUNTO MONUMENTAL DE LAS PISCINAS DE TULIPE.........83
1- Las cuatro primeras piscinas
CAPITULO XIII: ACUEDUCTOS Y DISTRIBUCION DEL AGUA.......................................... 97
CAPITULO XIV: ANDENES Y TERRACERÍAS.............99
1- Antecedentes
2- Ubicación
Tabla de contenido
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T A B L A D E C O N T E N I D O
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CAPITULO XV: CONSERVACIÓN  Y RESTAURACIÓN........................................................103
TERCERA PARTE: HACIA UNA INTERPRETACIÓN DE LA NACIÓN YUMBO Y SU CENTRO CEREMONIAL DE TULIPE
 ANTECEDENTES...........................................................109
1- Conceptos de nación y de nación yumbo
CAPITULO XVII: PATRONES DE ASENTAMIENTO.....115
1- Panorámica de la región
2- Promontorios y cementerios
CAPÍTULO XVIII: CONJUNTOS NUCLEADOS............121
3- Tolas Pérez, El Desobligo (Z2E1-013)
4- Tolas Mashpi 1 (Z2E1-117)
5- Tolas Nieto, Sahuangal (Z2E1-042)
6- Tolas Pérez, Paraguas (Z2E1-018)
7- Tolas Méndez, Cachillacta (Z2E-4-264)
8- Tolas Pérez, Santa Teresa (Z2E3-507)
9- Tolas Ruales, Ingapi (Z2E3-135)
CAPÍTULO XIX: EL PAÍS YUMBO: ¿UN GRAN CACICAZGO O UN CONJUNTO DE CACICAZGOS?..................................127
1- Características generales de los cacicazgos de la
nación yumbo
arqueológicos e históricos. El círculo: abstracción
simbólica y aplicación arquitectónica
3- La geometría de los yumbos y el trazado armónico
de Tulipe
CAPITULO XXI: CONQUISTAS FORÁNEAS, ERUPCIONES VOLCÁNICAS Y COLAPSO DEL MUNDO YUMBO...................................................143
1- Presencia inca, conquista española y decadencia de
la nación yumbo
yumbo. La erupción del Pichincha de 1660
3- Decadencia y colapso
4- Afectaciones antrópicas recientes
1- Clasificación del suelo en la zona metropolitana
suburbana noroccidental
3- Características poblacionales de Tulipe y del
subtrópico quiteño
CONCLUSIONES GENERALES....................................160
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Nota preliminar 
L a presente obra es una versión resumida de Tulipe y la cultura yumbo. Arqueologí a comprensiva del subtrópico quiteño, volumen 11 de la colección Biblioteca Básica de Quito, publicada por
el Fondo de Salvamento del Patrimonio Cultural de Quito, FONSAL.
La investigación realizada por el arqueólogo Hólguer Jara Chávez cuenta con dos décadas de estudio de la zona de Tulipe en el subtrópico quiteño, que avalan tanto sus aseveraciones de comprobación arqueológica, como sus interpretaciones de carácter etnohistórico.
Asimismo, este proyecto de largo aliento ha contado con el apoyo de un equipo de profesiona- les, de académicos, de pobladores del sector, entre otros, lo que ha permitido no solamente un enfoque interdisciplinario, sino también una relación directa con los habitantes del norocciden- te de Quito, partícipes en la salvaguarda del patrimonio cultural y natural.
En la presente edición, se han recogido las líneas principales del análisis realizado por el inves- tigador, con el afán de difundir los aspectos que caracterizaron a la cultura yumbo y a su espa- cio geográfico. El patrimonio cultural que se encuentra en Tulipe se descubre así para sus futu- ros visitantes, y se incorpora también en la vida diaria de los habitantes de este sector rural del Distrito Metropolitano de Quito.
A continuación, se anotan las ideas principales que el Alcalde Metropolitano de Quito, Paco Moncayo Gallegos, expresó en las páginas de apertura del libro en su versión integral.
Quito, con la participación de una mayoría abrumadora de sus instituciones, aprobó el Plan Equinoccio 21, su carta de navegación, su hoja de ruta, que contiene la visión de la ciudad que queremos y las guías estratégicas para su desarrollo hacia el 2025.
 Pero, como es lógico, mirar hacia el futuro y construirlo día a día con una administración planificada, seria y honesta, no significa olvidarse del pasado. Al contrario, el rescate de nuestro patrimonio y la reflexión sobre la ciu- dad que fue y la forma en que vivieron en el área de Quito las sociedades indígenas, ha sido una constante del tra- bajo en estos seis años que llevamos en la alcaldía.
 Nuestro afán es ampliar la mirada hacia un área de la que desde el punto de vista arqueológico se conocía poco, muy poco, el subtrópico quiteño. Esa zona de unos mil kilómetros cuadrados, que hoy en la división territorial moderna está ocupada por las parroquias de Nanegal, Nanegalito, Gualea y Pacto. Esa área es parte de lo que se considera “el noroccidente de Pichincha” pero que definimos con más precisión como el subtrópico quiteño, porque es la comar- ca concreta que en lo político-territorial pertenece a Quito, pero, además, porque es una zona de profundas vincula- ciones históricas y, como lo demuestra este libro, estas son muy tempranas.
Una filosofía integral
 El trabajo del Fondo de Salvamento y de la municipalidad responde a un criterio global: no se trata de proyectos puntuales para extraer vestigios prehispánicos y acumularlos en un museo, sino que se los ve con una mirada inte-  gral, en cuanto a lo espacial y en cuanto a lo cronológico. Lo que nos interesa es conocer los de asentamiento de los pueblos del pasado, de manejo del espacio, de sus entierros, de su arquitectura, de manera que logremos hacernos una idea más cabal de su devenir en el tiempo, de su modo de entender el mundo y de la evolución de la cultura.
 La Unidad de Arqueología del FONSAL ha ido construyendo una hipótesis: los horizontes culturales están relacio-  nados entre s í. En efecto, ese pasado remoto nos está diciendo que hay un sustento científico de la identidad quiteña, una historia que no por ancestral es incomprensible; que (aparte de los primeros pobladores del Paleoindio hace 11.000 años) hay al menos 3.500 años de ocupación continua de los valles de Quito con culturas que dominaron la agricultura, la cerámica, la metalurgia, la arquitectura, el intercambio y que evolucionaron haciéndose cada vez más complejas, con la aparición de artesanos especializados, sacerdotes y guerreros, y cuya estructura política fue
asimismo densificándose con la aparición de gobernantes, fueran estos señoríos étnicos o, sobre todo después del pri- mer milenio d.C., confederaciones.
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Una nueva perspectiva sobre los yumbos y Tulipe
 H ólguer Jara Chávez, su responsable, y jefe de la Unidad de Arqueología del FONSAL, tiene más de 25 años de estudiar la zona de Tulipe. Trabajos suyos publicados con anterioridad, dentro de los estudios que efectuó cuando, delegado por el Banco Central del Ecuador, formó equipo con Frank Salomon y John Isaacson de la Universidad de
Illinois, ya llamaron la atención sobre estos pueblos del subtrópico quiteño. Pero es sólo con la investigación siste-mática de los últimos años hecha al mando de un equipo de colaboradores, y organizada en su calidad de jefe de la Unidad de Arqueología del FONSAL y financiado por este, que ha podido realizar una memoria descriptiva exhaustiva de todos los elementos para poder entender lo que el arqueólogo llama “la nación yumbo”.
 En efecto, el l ibro incluye una descripción detallada de todas las tolas de la zona, estudiando una por una, si son de una o dos rampas, el sitio en el que se encuentran, su estado de conservación, los materiales culturales hallados  y su cronología. Luego se centra en los petrogli fos, a los que califica como “mensajes yumbos escritos en piedra”, describiendo también su ubicación, el tipo de roca y la técnica con que fueron grabados, la conservación actual  y la metodología de limpieza, para describir acto seguido los signos, valorarlos y presentar sendas propuestas de interpretación.
 Luego el autor y su equipo estudian la “red vial” de los yumbos, es decir, los culuncos o senderos que ellos trazaron
por todo su territorio. Igual trabajo se realiza para los centros ceremoniales, los cementerios, las cascadas, y las fuen-tes de agua o pogyos , también considerados sitios sagrados. Se pasa luego a los  pucarás incas, algunos de los cua- les fueron tolas yumbo reutilizadas y refuncionalizadas. Describe minuciosamente la cerámica encontrada, el mate- rial lítico, la concha Spondylus y la metalurgia rescatada.
Gracias al estudio del centro ceremonial de Tulipe, ahora sabemos que este fue construido según lineamientos religio- sos simbólicos, casi exactamente sobre la línea equinoccial, y no fue un simple balneario, y menos “de los incas” como se ha dicho tantas veces. También puede demostrarse, por la investigación aquí recogida, que los yumbos tuvieron otros centros ceremoniales menores como Ayapi y Guayabal, que tuvieron una serie de tolas y plataformas ceremo-  niales regadas por su territorio, y que su sociedad concluyó, probablemente, por una erupción volcánica de magni- tud hacia el año 1660, en plena época colonial.
 Este libro, lo dice su autor desde el inicio, “no pretende imponer conclusiones definitivas”, aunque dada la evidencia
científica, con la aplicación seria y sistemática de la arqueología y las disciplinas conexas, resultan ser hipótesismuy adecuadas, que deben, por supuesto, ahondarse en el futuro, pero que permiten ya, con cierta seguridad, extraer  una visión sobre ese pueblo que ocupó esas tierras durante ochocientos años, desde el 800 d.C. al 1660 d.C., y que  fue la conexión histórica de Quito, el mercado más importante durante todo ese período, y la Costa de lo que hoy es el Ecuador y aún más lejos, a través de los mindalaes o comerciantes aborígenes.
 La presente obra, la investigación que está detrás, y las propuestas de interpretación presentadas con solidez nos per- miten entender ahora que los yumbos fueron una cultura avanzada para su época, la cual cumplió, durante un mile-  nio, ese papel fundamental de nexo entre los dos mundos: el andino y el tropical.
Se trata, en consecuencia, de una obra monumental, que sólo ha sido posible por el decidido apoyo del FONSAL y de la Municipalidad del Distrito Metropolitano de Quito bajo esta nueva visión de rescatar no sólo lo hispánico, como se ha dicho, y que ha orientado su accionar durante cinco años para investigar, restaurar y poner en valor el
 gran complejo ceremonial de Tulipe, un conjunto monumental único en el Ecuador y en toda la región andina, y cuyomuseo de sitio y centro de visitantes están abiertos a todos, sean turistas o científicos, nacionales o extranjeros, para que sepan apreciar esta admirable obra de nuestros ancestros y entender una cultura que estaba escondida, malenten- dida e incluso menospreciada, pero que en las páginas siguientes y en la restauración realizada se revela con toda su  grandiosidad irrefutable.
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Introducción general
H asta la década de 1980, las investigaciones arqueológicas en el Ecuador se habían polarizado en la llanura de la Costa, a lo largo de la Sierra andina, y ocasionalmen-
te, en la Amazonía. Consideramos a priori que estos contextos ecológicos habían sido los espacios preferidos por nuestros antepasados y, por consiguiente, los mejores depo- sitarios de materiales culturales dejados por aquellos pueblos prehispánicos.
Mientras tanto, las extensas laderas que descienden desde las altas cordilleras permane- cían -la mayoría aún hasta ahora- inexploradas y al margen del quehacer arqueológico. Esto aunque todos los investigadores han defendido con insistencia la comunicación y contactos interregionales, que debieron darse entre la Costa y la Sierra, desde períodos muy tempranos a través de estos yungas y complicados pasos subtropicales.
Tal vacío en la investigación arqueológica incluía el amplio territorio de las estribacio-nes occidentales del Pichincha, de cuyos primeros pobladores la información era esca- sa y solía basarse en las crónicas de los siglos coloniales o de los albores de la repúbli- ca, en donde se los encontraban, incluso en algunas versiones históricas del siglo XX, caracterizados con frecuencia como primitivos o salvajes.
Hoy, luego de veinte años de recorrer esta zona y descubrir toda una variedad de ves- tigios relativamente bien conservados, se pone en duda la veracidad y objetividad de aquellas aseveraciones; desde el punto de vista arqueológico, las consideramos infunda- das, contradictorias y etnocentristas. Para rebatirlas y llegar a una nueva visión de los yumbos ha sido imprescindible adentrarse en los cientos de quebradas, piedemontes y sinuosidades propias de una topografía subtropical que ellos ocuparon entre los años
800 y 1660 d.C. El presente trabajo, desde su óptica arqueológica -y por tanto con evidencias in situ- rei- vindica la verdad del pueblo yumbo y deja constancia sobre la extraordinaria cantidad de vestigios arqueológicos que ellos nos han legado en un área que supera los 900 Km2, en el noroccidente de Pichincha.
Entre esa constelación de vestigios se destaca Tulipe, un sitio falsamente conocido como piscinas de los incas, y que nosotros calificamos como el gran centro ceremonial de la nación de los yumbos. Este cambio radical de denominación, filiación y funcio- nalidad, se debe a la peculiaridad de formas, tamaños y diseños de esas estructuras de las que surge un apriorístico cuestionamiento de la simple función utilitaria. Por el con- trario, de inmediato sugiere una función de tipo ritualista o religioso en este conjunto monumental, único en su género no sólo en Ecuador sino en toda el área andina.
La construcción de este templo tuvo lugar en el período de Integración, pues los yum- bos poblaron la zona durante las épocas preincaica, incaica y parte de la colonial. Sus últimas huellas étnicas desaparecen probablemente a finales del siglo XIX.
Si bien el término yumbo ha sido aplicado en la actualidad indistintamente a diver- sos grupos indígenas de la Amazonía ecuatoriana, originalmente se refería con exclu- sividad a los habitantes de nuestra selva occidental andina (Landázuri, 1990: 17-29; Caillavet, 2000: 47).
Su actividad mayor, como pueblo de mercaderes, consistía en llevar a Quito el tianguis
más importante del área septentrional andina, productos ‘exóticos’ -algodón, sal, coca, ají- de intercambio interregional (Salomon, 1997: 19). Esa difícil tarea la desarrollaban
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recorriendo largos y estrechos caminos, en medio de la selva y a través de peligrosos pasos naturales de la cordillera occidental, identificados como culuncos (Lippi, 1998: 182). Se conoce que su red vial de comercio estuvo en pleno funcionamiento y era con- siderada como la más estratégica durante los tiempos de las conquistas, primero por parte de los incas y luego de los españoles.
Con el propósito de contextualizar el sitio de Tulipe, la primera parte de este libro infor- ma sobre una extraordinaria cantidad de vestigios arqueológicos descubiertos en toda su área de influencia. Se trata de un aporte significativo para la comunidad científica, pues se ha logrado prospectar todo el bloque denominado Pacto, que incluye los territorios de las parroquias rurales del noroccidente: Nanegal, Nanegalito, Gualea y Pacto, área semi mon- tañosa en la que permanecen intactos los testimonios de la sociedad yumba.
Se ha realizado el reconocimiento de decenas de sitios arqueológicos y el inventario de cientos de monumentos piramidales truncos, geométricamente diseñados y construidos en las partes más altas o crestas de los piedemontes que caracterizan a esa zona. A estos monumentos piramidales a los que se accede a través de rampas, se suman las huellas
irrefutables de culuncos, petroglifos, centros ceremoniales, cementerios y materialesculturales en cerámica, lítica y metalurgia.
Todo este inventario será objeto de futuras publicaciones como producto final de un macro proyecto denominado “Mapa Arqueológico del Distrito Metropolitano de Quito”, que el Municipio realiza a través del FONSAL y con el apoyo técnico del Instituto Geográfico Militar. Este proyecto incluye todo el territorio rural del Distrito, para lo cual se lo ha dividido en seis grandes bloques: Pacto, San José de Minas, Guayllabamba, Lloa, Píntag y el área urbana de Quito. Esta vieja aspiración de los investigadores, desde Jijón y Caamaño, finalmente se ha iniciado y se está ejecutando en los 4.223 km2 del Distrito Metropolitano de Quito. Entre las ventajas de este mapa, estarán justamente las vinculaciones que el pueblo yumbo tuvo con otros grupos huma- nos vecinos, puesto que sus vestigios se proyectan con gran persistencia hacia la Sierra y particularmente hacia Quito.
Adicionalmente, en esta primera parte se habla también de la presencia de vestigios más tempranos que los yumbos y que se refieren a materiales culturales formativos, similares a los de Cotocollao (1.800 a.C.). En un área aproximada de 50 km. y a 3,40 m. de profundi- dad, se halla una capa cultural que guarda cerámica, lítica y obsidiana, del período Formativo. Estos materiales se extendieron desde Machalilla en la Costa hasta Cotocollao y la Chimba en la Sierra, pero con mayor cobertura y dispersión en esta zona de Tulipe.
La segunda parte se refiere exclusivamente al valle sagrado de Tulipe, escenario natural y cultural en el que nos detendremos para describir las estructuras hundidas con sus acueductos, accesos, formas y diseños geométricos que atestiguan de la religiosidad y ritualismo de ese pueblo.
Finalmente, en la tercera parte intentamos generar algunas hipótesis respecto del pen- samiento, simbolismo, patrones de asentamiento y cosmovisión que conformaron la ‘superestructura’ del pueblo yumbo. Si bien las evidencias por sí solas sugieren signifi- cados de trascendencia conceptual, nuestras propuestas e interpretaciones podrían ser confirmadas o replanteadas en el futuro.
Esta obra no pretende imponer conclusiones definitivas; trata únicamente de informar sobre los resultados de nuestro largo trabajo realizado en el subtrópico quiteño, a la vez que da a conocer a la comunidad científica nacional e internacional la existencia de esta reserva arqueológica que corre el riesgo de alterarse a causa de inescrupulosas activida-
des antrópicas contemporáneas. Estas últimas se han llevado a cabo por mineros y bus- cadores de oro que, contrariando la opinión mayoritaria de la población local, han ini-
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ciado sus agresivas perforaciones al más claro ‘estilo Nambija’, bajo el amparo de con- cesiones ministeriales y el desinterés de los organismos competentes.
Esta es una propuesta basada en evidencias y sólidos fundamentos que invitan a conti- nuar investigando. Es una formulación de variadas hipótesis que vislumbran ciertas
interpretaciones, por sí solas convincentes, aunque no absolutas. No deberá tomarse deotra manera, por ejemplo, la aplicación de la geometría sagrada en las piscinas, o la misma interpretación semiótica de los petroglifos, o el patrón de asentamiento plante- ado con relación a las tolas, plataformas y piedemontes de este extraordinario territo- rio de la nación yumbo. Son hipótesis que deberán ser sometidas a rigurosa comproba- ción en las futuras excavaciones arqueológicas que proyecta el FONSAL.
A raíz de la colonización que se inició agresivamente alrededor de 1874, y con ella el inmisericorde desbrozamiento de los bosques y posterior extracción maderera, queda- ron al descubierto innumerables testimonios arquitectónicos precolombinos que los colonos atribuyeron a los incas. Ahora, varios de estos vestigios finalmente inventaria- dos e identificados como yumbos, están descritos en este texto. Confiamos que su
publicación tenga efectos positivos para que, por una parte, ya no se los siga destruyen-do y, por otra, despierten el interés de arqueólogos, historiadores y otros tantos inves- tigadores, así como de aquellas instituciones encargadas de velar por la conservación de nuestro patrimonio cultural.
Aquí conviene hacer un reconocimiento imperecedero al Banco Central del Ecuador que, mediante sus museos se preocupó y abrió el proyecto Tulipe hace ya 25 años, y al Fondo de Salvamento del Patrimonio Cultural del Distrito Metropolitano de Quito, que desde finales del año 2000 retomó este proyecto y ahora lo ejecuta de manera inte- gral, tomando en cuenta especialmente a la comunidad.
Para llevar a cabo esta investigación entre 1979 y 1980, se conformó un equipo de traba-  jo integrado por Frank Salomon y John Isaacson de la Universidad de Illinois (Estados Unidos de Norteamérica) y Hólguer Jara, del Museo del Banco Central del Ecuador. Sus indagaciones, con resultados altamente positivos, quedaron inconclusas debido en gran parte al proceso de crisis económica que sumió al país; hoy, si bien dicha crisis no ha des- aparecido, la decisión de una política cultural de la actual administración del Municipio de Quito, presidido por el señor Alcalde, Paco Moncayo, ha permitido que el FONSAL incursione en la investigación, excavación, restauración y puesta en valor de Tulipe y el subtrópico quiteño en general. Incluso se encuentra en las etapas finales de la construc- ción del museo de sitio con toda la infraestructura necesaria para el funcionamiento de exposiciones, laboratorio y gestión comunitaria.
Previa autorización del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural, a partir del año 2001, con Tulipe y otros tantos proyectos, el FONSAL comienza a estar presente en la
investigación arqueológica. Es un reto histórico que tiene el respaldo total de la actual administración, y particularmente de su alcalde. Para él y para todos quienes estamos involucrados en la investigación, conservación, restauración y puesta en valor del patri- monio cultural, Tulipe constituye un proyecto emblemático de primer orden: allí está una de las auténticas y fidedignas raíces de nuestra identidad quiteña y ecuatoriana.
Es muy notoria la iniciativa y motivación que comienzan a mostrar otras instituciones por explotar racionalmente el recurso cultural de Tulipe. En esta línea están el Ministerio de Turismo, el Gobierno de la Provincia, la Administración Municipal La Delicia, el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural, la Universidad Central, las escue- las de turismo, y la misma comunidad local. De hecho, el actual asentamiento de Tulipe, gracias a su recurso arqueológico, es uno de los barrios rurales más desarrolla-
dos del Distrito Metropolitano; sus actuales habitantes están concientes de la herencia cultural recibida y están dispuestos a cuidar y a mantener cada uno de estos vestigios.
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Por tales legados hoy disponen de una extraordinaria alternativa de subsistencia, pues la actividad turística e interés investigativo se han incrementado, lo que pide servicios en la zona que puedan responder adecuadamente a la demanda.
De una manera especial, corresponde señalar que la presente publicación se sustenta en
tres fuentes muy importantes que, en cierto modo, han ido complementándose: la pri-mera, las investigaciones etnohistóricas de Frank Salomon; la segunda, los trabajos des- arrollados por el Banco Central entre 1979 y 1984; y la tercera, los resultados del equi- po arqueológico consultor del FONSAL (2001-2004) integrado por Rodrigo Erazo, Inés Mantilla, Rodrigo Andrade, Marco Vargas, Alfredo Santamaría y Hólguer Jara.1
La prospección, rescate y puesta en valor de la mayor cantidad de elementos asociados al centro ceremonial de Tulipe, mediante técnicas de reconocimiento in situ, excavación arqueológica, conservación y mantenimiento, han constituido las tareas más significati- vas del FONSAL. Pero quizá el mayor logro de esta institución se encuentra en haber influido en la toma de conciencia y autoestima que la actual población de Tulipe tiene res- pecto de su patrimonio e identidad. Gracias a este recurso cultural, hoy Tulipe disfruta de
teléfonos en cada domicilio, alcantarillado, agua potable, iluminación especial, su escue-la restaurada, una excelente vía de acceso y un moderno museo de sitio, que se inaugura- rá en los primeros meses de 2007.
I N T R O D U C C I Ó N G E N E R A L
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1 De acuerdo a las fases que ha tenido el proyecto, anotaremos a los profesionales involucrados. Durante el período 2001- 2003, participaron la doctora Inés Mantilla (contratista), los arqueólogos Rodrigo Erazo (arqueólogo responsable), Rodrigo Andrade (asistente de investigación) y el arquitecto Patricio Salazar (dibujante). Durante el período 2003-2004, los arqueólogos Rodrigo Erazo (contratista), Rodrigo Andrade (arqueólogo responsable) y el arquitecto Patricio Salazar (dibujante). Todas las fases han estado a cargo del licenciado Alfredo Santamaría (coordinador de proyectos) y del doctor Hólguer Jara Chávez (jefe del proyecto). Este último ha contado con la asistencia de Verónica León durante los años de 2005 y 2006 para labores relacionadas con el proyecto. Cabe señalar que el presente estudio ha contado con los oportu- nos comentarios que los doctores Segundo Moreno y Jorge Trujillo elaboraron en el año 2005. Finalmente, se señala que tanto en esta versión resumida como en la integral de Tulipe y la cultura yumbo. Arqueología comprensiva del subtrópico quiteño, par- ticipó Patricio Cando García, en calidad de dibujante.
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 Página anterior: vista aérea de la zona y poblado de Tulipe. Entre otros se observan las piscinas, y el museo de
sitio antes del término de su construcción.
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1- La prospección como metodología básica
Toda prospección arqueológica busca la evidencia de posibles poblados, patrones de asentamiento, tolas, pucarás, terrazas, caminos, petroglifos, túneles, minas, casca-
das, grutas, cuevas y otras evidencias asociadas que puedan establecer probables lími- tes culturales de un pueblo o nación.
En este caso, gracias a esa técnica arqueológica, se ha podido definir ciertos rasgos cul- turales que demuestran la existencia de una etnia que desarrolló estrategias de subsis- tencia muy avanzadas, aprovechando las características ecológicas que tienen Tulipe y toda su área de influencia.
Antes de centrarnos en la prospección como metodología básica para este análisis arqueológico, conviene anotar otra ‘herramienta’ que permitió el reconocimiento y registro de la zona de estudio: las fuentes orales mediante la investigación participati- va. Es decir, la selección de informantes de reconocida credibilidad, para la emisión de
datos confiables sobre posibles evidencias de tipo arqueológico. Ellos se han constitui- do en nuestros ‘socios estratégicos’; caso contrario, habría sido muy difícil llegar a determinar todo el potencial cultural de la región.
En cuanto a la prospección, esta se define como un método objetivo y sistemático que conduce a la ubicación de sitios o yacimientos arqueológicos de forma racional, para que pueda ser interpretado por el arqueólogo. Para intentar buscar los sitios, se ha teni- do en cuenta el relieve, la orografía y la hidrografía como los principales indicadores para la localización de posibles grupos humanos prehispánicos. Paralelamente a ese estudio, se ha hecho un seguimiento de los datos etnohistóricos, geológicos, toponími- cos y geográficos en general.
La prospección consistió en visitar, peinar y comprobar visualmente la existencia de ele- mentos arqueológicos: tolas, terraplenes, culuncos, petroglifos, sitios abiertos, etc., en cada uno de los conos de deyección. Además, de modo paralelo, se aplicaron pruebas de pala a base de pequeños sondeos de 40 x 40 cm. y 1 m. de profundidad. La incorporación de estas pruebas de pala en la metodología de prospección, en opinión de los expertos, produce mayor información sobre la distribución de asentamientos en un área muy amplia, pues se convierten en el “método más efectivo y seguro permitido para el descu- brimiento de remanentes culturales a escala regional” (Lightfoot, 1989: 413 en Drennan, 1991: 304). En el caso del subtrópico quiteño, se ha aplicado este método especialmente en lugares dudosos, mientras que en aquellos sitios donde la simple visibilidad señala la presencia de monumentos sobre la superficie, se ha prescindido de tal actividad.
Para la presente prospección arqueológica, se han definido unos límites provisionales parcialmente impuestos por los accidentes geográficos, los datos etnohistóricos e inclu-
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sive las actuales fronteras del Distrito Metropolitano. Se cubrió gran parte de los 900 km2 propuestos, quedando ciertas áreas -que por su espesa vegetación y accidentes topográficos- no facilitaban el acceso.
De manera aproximativa, se puede decir que el territorio del pueblo yumbo tiene los
siguientes límites:
Norte: cuenca del río Guayllabamba (margen sur). Noreste: Pucará de Chacapata, Meridiano, Curipogyo y Cariyacu. Noroeste: Paraguas, Saguangal, Guayabillas. Sureste: Tandayapa (Nono). Suroeste: Soloya (Mindo). Este: margen occidental del río Alambi. Oeste: Ingapi (Mashpi).
Los sitios más idóneos para la ocupación fueron los que estuvieron cerca al abastecimien- to de agua, defensas naturales, fuentes de materia prima, etc. La población de los yumbos ocupó estos espacios, los dominó y allí creció. Para aceptar la existencia de ese pueblo y determinar su nivel de desarrollo, este proyecto se planteó que, al menos, deberían con- siderarse en la prospección evidencias claras de cuatro variables fundamentales: territorio, poblamiento y organización social, superestructura y materiales culturales.
2- Descripción general del sitio
La ocupación yumbo abarca una extensión de 900 km2 de los territorios de las actua- les parroquias del subtrópico quiteño pertenecientes al cantón Quito: Nanegal,
Nanegalito, Gualea y Pacto. Su reconocimiento ha tenido como objeto contextualizar espacialmente el centro ceremonial de Tulipe, y definir el comportamiento socioeconó- mico, político cultural de los yumbos.
Se trata de una zona identificada con la faja selvosa sub-andina. A este tipo de escenarios, Acosta Solís los llama “bosque muy húmedo premontano” (bmhpm) (Acosta, 1982). En nuestro caso se halla ligeramente nublado en invierno, bastante húmedo a lo largo del año, y dotado de una exuberante vegetación en medio de la cual se precipitan riachuelos, los que forman entre algunos peñascos pequeños, pero espectaculares cascadas.
Frank Salomon (1979), Hólguer Jara (1980) y John Isaacson (1983) son los primeros en describir de manera general ese territorio. Salomon dice:
“Estos pocos pasos favorables –las ‘bocas de montaña’- se abren hacia paisajes de una aspereza intimidante, donde los viajeros deben primero penetrar las arduas espesu- ras de la alta ‘ceja de montaña’, para luego encontrar el camino hacia abajo por las escarpadas paredes de la cordillera andina occidental, a través de una selva tan densa, que uno solo puede ver algunos metros adelante”. (Salomon, 1979).
Con la prospección y el registro realizados se ha podido constatar que entre las cotas 1.300 a 1.700 (sur-norte), los conos de deyección o piedemontes presentan variados ali- neamientos, que no siempre se orientan de este a oeste como teóricamente debería ser, puesto que la cordillera occidental tiene dirección norte-sur, y de ella descienden las vertientes hídricas hacia la Costa. Por ejemplo, en el sector de La Armenia los piede- montes se orientan de sur a norte: La Armenia, Santa Elena y Tulipe, CT-ÑII-E4, 3894- II Calacalí.2 Esta orientación cambia en el sector occidental: San Miguel de los Bancos CT-ÑII-E3, 3894-III, que involucra a El Paraíso (Paraguas), La Delicia, Ingapi, Las
 Página anetrior: ubicación del país
 yumbo con relación al  Distrito Metropolitano de Quito, provincia de
 Pichincha, Ecuador,
 general.
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2 CT-ÑII-E4, 3894-II se refiere al nombre de la carta topográfica en cuestión, código de cita que se encontrará en esta y otras secciones del estudio.
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Tolas, en donde los piedemontes se orientan, en forma general, de oeste a este, for- mando así una especie de abanico abierto; luego bajan para converger todos en la cota 1.000 m.s.n.m., cauce del río Guayllabamba.
Es una región de colinas con cimas redondeadas, anchas o estrechas en sus entalladu-
ras nacientes pero que pueden ir separándose moderadamente con variadas direccionesy diferentes desniveles que nunca sobrepasan los 50 m. sobre los conos mayores. Sus características de uniformidad determinan el paisaje natural.
En este nivel ecológico predominaba hasta hace poco una flora muy rica y variada de la cual quedan pocos ejemplares, como el pambil, la tagua, el aliso, la guadúa, entre otros.
A estos hay que añadir plantíos y frutales, nativos unos e introducidos otros, que siguen siendo cultivados relativamente en poca escala para el consumo familiar como el ají, la guaba, la guayaba, la caña de azúcar, entre otros.
Comentario aparte merecen las orquídeas de la zona: constituyen uno de sus singula-
res atractivos, tanto por su variedad y belleza, como por su adaptación al medio en esta-do silvestre y en cultivo por parte de personas aficionadas a este tipo de plantas.
Los informantes señalan que en medio de aquella vegetación tan rica y frondosa, existía también una fauna muy variada que hasta hace poco, mediante la caza, constituía parte de la dieta alimenti- cia. Hoy cada vez se alejan más o van desapareciendo de entre los pocos bosques que quedan guantas, cusumbos, colibríes, armadi- llos, monos, entre otros.
De una manera especial conviene destacar la presencia de una de las aves más importantes por su significado toponímico que tiene nuestra área en estudio; se trata precisamente del Semnornis ramphastinus, el pájaro emblemático de los yumbos del cual toman su nombre. Es el llamado ‘pájaro yumbo’ o toucan barbet, que por su aspecto multicolor y forma de trinar se diferencia absolutamente de todos los demás de su especie; posee colores brillantes aunque se lo percibe naranjo amarillento durante su vuelo conspicuo. Sus ojos aparecen inscritos en un círculo rojo, su pico es pesado y su tamaño no rebasa al de una paloma mediana. Una de sus características es convivir y cantar en pare-  ja mientras recorre su hábitat natural en las estribaciones occi- dentales de Pichincha y Cotopaxi.
3- Estratigrafía del sitio
En términos generales la estratigrafía se presenta de la siguiente manera:
DEPÓSITO 1: Suelo o cubierta vegetal que no sobrepasa los 15 a 20 cm. de espesor; su textura y colo- ración nos indican que se trata de suelos vegetales negros, con poca presencia de are- nas. El material cultural de este depósito es utilizado por la población actual.
DEPÓSITO 2: Arena amarillenta rojiza, de origen volcánico con alto contenido de cuarzo. Este depó-
sito tiene diferentes espesores dependiendo de los sitios: en gradientes casi desaparece, pero en lugares planos o de pequeña declinación llega hasta los 25 y 40 cm. Creemos
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 Pájaro Yumbo (Semnornis ramphastinus), topónimo
del pueblo que habitó Tulipe y su área de influencia cultural.
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Históricamente, quien en primera instancia se ha referido al desarrollo de la arquitec- tura monumental en nuestro país fue el padre Juan de Velasco. Sus estudios involu-
cran también a la región noroccidental de Pichincha. En las aseveraciones de este ilustre  jesuita se basan posteriormente casi todos los investigadores calificados como clásicos:
Federico González Suárez, Bamps, Sttubel, Reiss, Koppel, Uhle, Seler, P. Rivet, Vernau,Buchwald, Dorsey, Saville, Jacinto Jijón y Caamaño, y Larrea. Ellos lo han complementa- do con otros componentes arqueológicos, etnohistóricos y lingüísticos.
Refiriéndose a la región que nos interesa, la yumbo, en 1789, el padre Juan de Velasco menciona la presencia de varios pueblos que se ubican en ese costado occidental. Los cita de la siguiente manera:
“[…] tras la cordillera de Pichincha, sobre cuyo inmediato descenso, tenía el Rey Quitu diversas poblaciones las cuales se conocen hoy con los nombres de Bolaniguas, Cocaniguas, Tambillo, Galea [por Gualea)], Nanegal, Mindo y Nono [...]” (Velasco [1789], 1946: 89).
En cuanto a la forma de los montículos o tolas, González Suárez señala que “así en la Sierra como en la Costa, las tolas no tienen todas uniformemente ni la misma altu- ra ni la misma forma circular […]” (González Suárez, 1969: 787).
El 1918, el Boletín de la Sociedad Ecuatoriana de Estudios Americanos publica algunos trabajos del investigador Otto Von Buchwald quien al referirse a las tolas ecuatorianas manifiesta que
“En resumidas cuentas parece que los Colorados y sus próximos vecinos los Cayapas, anteriormente ocupaban el gran espacio del Río Patía y el Río Esmeraldas y adelantaron de allá en el Norte hasta las fuentes de Atrato a lo largo del Océano Pacífico. Por el Oriente penetraron, siguiendo el curso de los Ríos Mira y Guayllabamba al valle interandino y talvez a las cabeceras del Amazonas”.
Citando a González Suárez añade que
“Las Tolas o túmulos artificiales no se encuentran en todas partes del Ecuador, sino exclusivamente en las provincias de Imbabura, Pichincha y Esmeraldas; quiere decir, en un espacio limitado en el oriente por la gran cordillera de los Andes, en el occiden- te por el Pacífico, en el norte el río Chota (afluente del Mira) y en el sur por el río Guayllabamba, afluente del Esmeraldas, desde la fuente hasta su desembocadura” (Buchwald, 1918: 242). Pero luego, rectifica y acota que “las tolas no están restringi- das en los lugares indicados y se encuentran en gran número en toda la zona del Guayas hasta su desembocadura y probablemente más al sur” (Buchwald, 1918: 242).
De la información precedente, abstraemos la referencia a la función de las tolas: asegu-ra que sirvieron para sepulturas o tumbas, criterio que desde entonces siempre se ha
 Página anterior: tola Andrade No. 1. Obsérvese la forma piramidal trunca y una de sus dos rampas de
acceso que parten desde el centro de su eje mayor.
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 Forma y diseño de las tolas ‘clásicas’ con doble rampa de filiación yumbo.
mantenido. De nuestras observaciones en tolas huaqueadas podemos decir que aquello no es enteramente acertado. Efectivamente, la mayoría, especialmente las de gran área constructiva, no evidencian claramente una utilización asociada a rituales funerarios. Si algo cabría afirmar es que, por su complejidad cualitativa y cuantitativa, las tolas cons- tituyen un elemento diagnóstico de una sociedad organizada capaz de levantar monu-
mentos, aplicando conocimientos, técnicas y sistemas avanzados.
Uno de los problemas más complejos que hemos afrontado, respecto de las tolas del subtrópico quiteño, ha sido delimitar y entender el uso del espacio geográfico en torno al monumento tola en sí mismo, luego relacionarlo con el piedemonte en donde por lo general se levanta y, finalmente integrarlo al contexto local y regional.Consideramos estos parámetros fundamentales para lograr la caracterización del ager o patrón de asen- tamiento, que está presente en todos y cada uno de los piedemontes de la región.
El diseño arquitectónico que predomina en estos monumentos de tierra incluye los siguientes detalles: las tolas son pirámides truncas; su plataforma trunca es geométrica, en su mayoría de forma rectangular, a veces cuadrada y en pocos casos ovoidal; de su eje
mayor salen las rampas o accesos; estas rampas se hallan en los extremos del eje mayor.
Las tolas que se hallan cerca al centro ceremonial de Tulipe tienen justamente su eje mayor orientado hacia este lugar; pero a medida que se alejan las restantes tolas guar- dan una orientación parcialmente similar a la del piedemonte sobre la que se levantan.
Adicionalmente, los caminos antiguos o culuncos siempre están vinculados a los sitios nucleados y cruzan por medio de las tolas. Si se prefiere interpretarlo de otra manera, el tránsito, intercambio y en general todas las actividades cotidianas se realizaban por los culuncos que atraviesan las áreas nucleadas, sugiriendo que la movilización se efec- tuaría por las zonas pobladas dentro de circuitos controlados.
Esta observación permite sustentar una comunicación existente entre las unidades ocu-pacionales asentadas en las cimas de los piedemontes propios de la geomorfología del país yumbo.
En cuanto a la forma de las tolas de los yumbos, se puede sostener que la predominan- te clásica es aquella de plataforma rectangular plana de cuyo eje mayor se desprenden equidistante y simétricamente las rampas laterales.
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1. Tolas de doble rampa: - Tolas Andrade, El Mirador. - Tolas Naranjo, El Porvenir.
- Tola Romero, Miraflores. - Tola El Morro, Miraflores.
- Tola Pozo, Tulipe. - Tola Santa Martha,
Gualea Cruz.
2. Tolas de una sola rampa: - Tola Coronel, barrio Las Tolas. - Tola Mora, El Paraíso.
- Tolas Franco, El Porvenir. - Tola Mena, Urcutambo.
- Tolas Albán, San Francisco.
3. Tolas de for ma variada: - Tola el Ladrillal 1, Salento. - Tolas Rodríguez, San Francisco.
- Tola Freire, San José de las Tolas. - Tola Saguangal, Iglesia.
- Tola Tanque de Agua, La Delicia. - Tolas Camacpi, Santa Elena.
- Tolas San Sebastián, Pachijal.
3 El concepto de nucleada o nucleado será trabajado más adelante, cuando se señalen los patrones de asentamiento anota- dos por John S. Athens.
 Diferentes tipos de tolas: sin rampa, con una rampa, con doble rampa. Los tamaños (áreas constructivas) son bas- tante variados, dependiendo del sitio con- creto donde estén ubicadas. Esa variabili- dad de tamaño y ubicación, en nuestro criterio, tiene significados jerárquicos: las
tolas mayores habrían pertenecido a per-sonajes de alto rango, mientras que las medianas y menores corresponderían a personajes dependientes de los anteriores, concluyéndose la presencia de al menos tres grupos jerárquicamente bien diferen- ciados: el jefe de la etnia, uno o más sub-  jefes intermedios y luego toda la pobla- ción subordinada.
En este contexto, llaman la atención cier- tos conjuntos formados por tres tolas
mayores que ocupan el espacio más eleva-do de una montaña, constituyendo entre sí una unidad nucleada.3
Cada tola mayor ubicada en la parte más alta, tiene la forma de pirámide trunca con dos rampas de acceso, tratamiento que sugiere una función especial probable- mente orientada a exaltar la autoridad  jerárquica del jefe, quien desde allí se mantendría cercano a los dioses tutelares, y controlaría los movimientos de los sec-
tores poblacionales en las partes bajas.
Con tales aseveraciones queremos decir que la funcionalidad de estos monumen- tos yumbos era múltiple y variada; simbó- licamente conllevaba significados de  jerarquía, religiosidad, observación astro- nómica, geometrismo, control del espa- cio, integración social y, en ciertos casos, ritualismo funerario.
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Tola Naranjo Nº 1 y rampa norte de acceso, vista desde la tola 2 en
un ocaso invernal.
Tolas Andrade, El Mirador (Z2E4 - 008)
Todo el complejo del piedemonte El Mirador se halla en predios de diferentes fin- queros, pero las tres tolas, que hemos denominado tolas Andrade, se encuentran
bien protegidas en la hacienda El Mirador. La densidad cerámica es moderada (tres acinco fragmentos cada metro cuadrado) y la ausencia de lítica es notoria.
Tolas Naranjo, El Porvenir (Z2E4 – 022) CT – ÑII – E4, 3894 – II - Calacalí 
Conforme ocurre en todos los otros complejos nucleados, en el piedemonte El Porvenir, situado entre la quebrada El Tigre y el río Chirapi, también intervienen los mismos factores característicos del patrón de asentamiento de la región: la monumen- talidad de las tolas, la ubicación estratégica, y el continuum que presentan; es decir, el complejo nucleado de las tolas sobre la elevaciones más destacadas; desde donde es posible apreciar otros complejos intermedios. En este caso, desde las tolas Naranjo se
domina a otras once tolas levantadas que pertenecen al mismo gran complejo nucleadode El Porvenir.
Asociadas a estas tolas se hallan dos túmulos pequeños, que según los pobladores del barrio El Porvenir, compiten con las tumbas del actual cementerio, asentado sobre la plataforma de la tercera tola ubicada al extremo norte del conjunto.
Tola Romero, Miraflores (Z2E4-211)
La tola Romero es una de las que conforman el complejo nucleado de Miraflores. A esta tola se vinculan tres estructuras más, formando un solo contexto: una plataforma amplia de 155 m2 que está adosada a la pirámide principal, una segunda plataforma rec- tangular de 108 m2, y la tercera también rectangular de 144 m2.
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Tola El Morro, Miraflores (Z2E4-192)
Su ubicación es estratégica. Domina en 360° todo el entorno inmediato y sirve de enla- ce entre las tolas de la parte baja que se asientan hacia la mitad de las laderas meridio- nales del piedemonte Cerro del Oso. Su eje mayor se orienta en sentido este-oeste.
Tola Pozo (Z2E4-001-5)
Esta pequeña tola es una de las cuatro que custodiaban el centro ceremonial de Tulipe. Se encuentra sobre una pequeña colina cerrando justamente el sector este del valle sagrado. Mide 19 m. de largo por 9 m. de ancho y 2 m. de alto, que le catalogan entre las tolas menores. Su área constructiva apenas alcanza a 171 m2.
En mi opinión -pues fui testigo de la excavación- esta pequeña tola fue levantada por sus constructores yumbos como un monumento post mortem del jefe de familia o de algún personaje que allí vivió. No se encontró material óseo que indique algún enterramien- to humano, pese a que tradicionalmente se aseguraba que toda tola era una tumba, pero
si se pudo comprobar que el nivel topográfico del terreno sobre el cual se edificó la tolacoincidía exactamente con la base de la misma y con un piso cultural con muestras de cerámica, carbón y esteras quemadas, por lo que hipotéticamente se podría pensar en la utilización del espacio para algún tipo de ritual funerario.
2- Tolas de una sola rampa
Estos monumentos son pirámides truncadas, cuyos cortes longitudinales o transversales dan una forma
trapezoidal, pues las paredes se configuran con rellenos inclinados que se levantan generalmente sobre una colina o en la cuesta de una montaña (piedemonte). La cima de la pirámide suele ser una plataforma muy plana y de forma rectangular. A este nuevo grupo que los constructores prefirieron edificarlo con una sola rampa que se prolongue desde un lado del eje mayor.
Aquí conviene destacar una diferencia fundamental entre las tolas de Tulipe, o de los yumbos, y las famo- sas tolas de Cochasquí en la Sierra, que también tie- nen una sola rampa. Estas son posteriores a las de Tulipe: se podría admitir a este componente geomé- trico como un signo de transformación estético-sim- bólica y religiosa, detalle que deberá analizarse cuan- do se conozca más acerca de la arquitectura prehispá- nica de las dos regiones.
Tola Coronel, Barrio Las Tolas (Z2E4-150). Tola Mora, El Paraíso (Z2E4-241)
La tola Coronel (1.892 m.s.n.m.), forma parte del conjunto arqueológico del barrio Las Tolas. Se asien- ta entre dos quebradas en sentido noreste-suroeste, y en medio de dos caminos que se bifurcan. Tanto por su ubicación como por su forma perfecta de una pirá-
mide trunca, esta tola es el típico monumento artifi- cial de la arquitectura yumbo.
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En cuanto a la tola Mora, esta se levanta sobre una loma de más de 15 m. De altura y a 1.504 m.s.n.m. Se accede a su plataforma superior plana por una rampa y por sus carac- terísticas constructivas se identifica con la tipología arquitectónica de los yumbos.
Tola Franco, El Porvenir (Z2E4-050). Tola Mena, Urcutambo (Z2E2-149). Tolas Albán, San Francisco (Z2E4-043).
La primera es fácilmente reconocible por las tres pirámides que se pueden observar desde diferentes ángulos del barrio El Porvenir. Estas tres tolas, junto con las tolas Naranjo, forman parte de un complejo de jerarquía mayor.
La segunda se caracteriza por su monumentalidad y por tener una sola rampa. Se levan- ta entre los conjuntos del piedemonte de Urcutambo.
La tercera, está formada por cuatro estructuras piramidales truncas, de ellas, la segun- da es de una sola rampa.
Las actividades que se realizan en las zonas donde se ubican todas las tolas descritas son variadas. Desde ganadería, cultivo de la caña de azúcar, cuidado de aves y de gana- do menor. Por esa razón, como sirven en su mayoría para el pastoreo del ganado vacu- no, a veces resulta difícil encontrar entre los pastizales, fragmentos de cerámica, líticos y otros materiales propios de las tolas.
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Tola Freire cubierta todavía de vegetación secundaria (parte central).
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3- Tolas de forma variada
Entre otras se destacan la tola El Ladrillal 1, Salento (Z2E4-024) y la tola Freire, San  José de las Tolas (Z2E4-016).
La primera carece de rampa y es una de las tantas que se suceden a lo largo del llama- do Filo de Salento.
Se identifica como Filo de Salento al piedemonte que se extiende desde La Armenia con dirección sur-norte, siguiendo las corrientes de los ríos que lo delimitan: el Alambi por el costado oriental y el Tulipe por el costado occidental, los cuales al unirse forman el San Lorenzo y tributan al Guayllabamba.
Entre dichas quebradas se levantan justamente los diferentes contextos arqueológicos de tolas, cuyo número dependerá de las extensiones de terreno inter-quebradas. A lo largo de la cresta se suceden al menos 40 tolas de variada altura, pero de similar diseño y factura, evidenciándose un patrón de asentamiento longitudinal.
La segunda llama la atención por su monumentalidad y su complejidad arquitectónica. Está emplazada en una de las ensenadas más altas y periféricas que custodian al centro ceremonial de Tulipe.
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Entre las quebradas principales -que en la zona de Pacto descienden hacia el Guayllabamba- se encuentra la del río Chirape que permanentemente fluye con
un volumen aproximado de 3 m3 de agua por segundo, pero que en temporadas inver- nales crece hasta el triple, arrastrando consigo todo tipo de rocas, troncos y sedimen-
tos humíferos. En esta quebrada del Chirape y en otras que circundan a Tulipe -aparentemente desvin- culados de las pirámides o tolas-, se encuentran varios monolitos, que claramente testi- monian un uso gráfico aplicado por los yumbos.
Se trata de grandes piedras semi sumergidas en el agua y en determinadas quebradas, bajo la protección de espesos follajes. En su cara superior, generalmente más plana que las otras, dejan ver una serie de grabados repetitivos que se distribuyen de manera racio- nal y equidistante.
Estos diseños sígnicos, prevalecientes en Tulipe y en muchas culturas antiguas, contie- nen mensajes probablemente de connotación cosmológica. Sin embargo, pese a tratar-
se de un tema interesante, no consta entre los más destacados de la arqueología ecua-toriana. En Uruguay, Perú y Centro América, los estudios sobre la semiótica y simbo- lismo plasmados en piedra han logrado interpretaciones muy importantes para enten- der la cosmovisión de sus pueblos antiguos; esto para no citar los estudios sobre las famosas pinturas lacustres de Lascaux, las rupestres de Altamira, o las señaladas por el arqueólogo cubano Antonio Núñez Jiménez en el Perú cuya obra fuera publicada últi- mamente por la UNESCO.
La presencia de las espirales y de los círculos concéntricos, tan evidente en los petro- glifos recientemente descubiertos en el río Chirape, también demuestra el manejo de la grafía simbólica por parte de los sabios y artistas de la nación yumbo.
Estos habitantes ancestrales -al igual que los pueblos de la Amazonía y en menor esca-
la los del callejón interandino- dejaron plasmada estéticamente en esos monolitos una serie de signos que traducían su cosmovisión, religiosidad y cultura intangible. Asignar una cronología a un vestigio de esta naturaleza en piedra, a partir de su mera constitu- ción física, resulta no confiable y bastante difícil.
El conjunto de signos, tallados con el martilleo de herramientas puntiagudas hasta lograr un acabado uniforme de incisiones, se manifiesta como un contexto de grabados aparentemente repetitivos. El contenido astronómico, cosmogónico y sagrado de este nivel de comunicación es incuestionable. Bajo ese criterio, y teniendo en cuenta la aso- ciación de tantos otros elementos ceremoniales dispersos en el territorio yumbo (estructuras hundidas, tolas, cementerios, cascadas, etc.), nuestra lectura semiótica y de valoración sígnica4 se inclina hacia una interpretación de tipo religioso que expresa una
 Página anterior: petroglifo Chirape 1. Obsérvese en el centro la
 figura antropomorfa rodeada de espirales y
círculos concéntricos.
Los petroglifos. Mensajes yumbo ‘escritos’ en piedra
4 Estos dos conceptos hacen referencia a la identificación de los signos y su interpretación.
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del centro ceremonial de Tulipe.
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comunicación ritual, pues sus signos plasmados en repetitivas figuras espirales y de cír- culos concéntricos, entre las cuales sobresale por dos oportunidades la figura antropo- morfa divinizada, guardan significantes propios de una cosmovisión astronómica, míti- ca y religiosa que concebía al hombre y al cosmos en permanente movimiento, renova- ción y retorno a su ser.
A continuación describimos los petroglifos hasta ahora descubiertos, a los que se los ha identificado con el nombre del lugar y numéricamente.
1- Petroglifo Chirape 1
El primer petroglifo, al que denomina- mos Chirape 1 se integra a todo el con-
texto cultural del piedemonte de Ingapi. Este último se extiende en la margen suro-
este del río Chirape, a no más de 2 km. enrelación a la población de Pacto. Se trata de una andesita de coloración negro-ver- dusca y textura granulométrica compacta.
Los signos fueron grabados o tallados con un ‘cincel’ de mayor dureza que la roca, probablemente metálico o lítico, forman- do surcos de un ancho promedio entre 1.05 a 2 cm. y una profundidad de 2 a 4 mm. que a menudo hace que, a simple vista y cuando la roca está seca, pasen esos deta- lles incisos. Una vez ubicada geo-espacialmente la piedra, y con el afán de descubrir los
mínimos detalles graficados, se procedió con cepillos plásticos muy ligeros a retirartoda la micro-vegetación que había crecido en la superficie.
La mayor parte de los signos (aproximadamente un 90%), de connotación simbólica trascendente, se encuentra en perfecto estado de conservación, quizá por la contextu- ra granulométrica de la piedra y la ausencia de actividades antrópicas cercanas. Este petroglifo tiene un total de veinticuatro signos, distribuidos indistintamente entre dise- ños de círculos concéntricos, círculos simples y espirales, destacándose entre ellos una figura antropomorfa que se compone de las mismas figuras geométricas ya citadas. Tanto los círculos concéntricos como la alargada espiral que gira sobre su periferia tie- nen una connotación simbólica trascendente.
Dentro de la simbología generalmente adscrita al círculo, este representa la “unidadindivisa del principio” (Burckhardt, 1976: 10), alude al cosmos como fuente de vida y esencia del ser. Asimismo, la periodicidad cíclica de las estaciones sugiere los ojos de Imaymana o el Gran Hacedor (Haro, 1974: 17)… “El que observa, el que todo lo ve”. El sol concebido como la divinidad más importante de los pueblos aborígenes, en la cos- movisión y religiosidad de los yumbos tiene forma de hombre, es el mismo hombre. Por otra parte, las culturas ancestrales andinas concebían al círculo o a los círculos concén- tricos como el símbolo de la figura perfecta, eterna, estelar y sobre todo solar. El dios sol estaba representado por cinco círculos concéntricos.
La lectura semiótica del diseño total del petroglifo determina que su mensaje es astronó- mico, religioso y creativo: soles en permanente crecimiento, luna o lunas biconcéntricas,
cosmos espirales en movimiento y tendiendo al infinito; y, en medio de todo este univer-so, el personaje antropomorfo, definiéndose como el ser estelar y procreador.
Signos resaltados con tiza del petroglifo Chirape 1.
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 Figura antropomorfa en la que la cabeza aparece  formada por los círculos
concéntricos que recuerdan al dios sol.
Se podría tratar de un
hombre de cuya mano izquierda se genera un
 nuevo sol y su extremo  fálico se orienta a un
signo vaginal, denotando así una
totalidad simbólica de  fertilidad, fecundidad
 y creación.
Por asociación y por encontrarse entre las evidencias del contexto yumbo, se asume que debió ser grabada y transmitió su mensaje simbólico, real y directo, durante el perío- do de Integración (500-1500 d. C) y, más concretamente entre 800 d.C. y 1660 d.C., período manejado en Tulipe en base a las dataciones cronológicas del análisis del C 14.
Estas piedras fueron talladas y probablemente consideradas sagradas, como una obra más que competía con las tolas, las cascadas, los cementerios y las piscinas de Tulipe, dentro de la cosmogonía y religiosidad de los yumbos. De hecho, los actuales pobla- dores de subtrópico quiteño las identifican con respeto e inclusive temor, como ‘piedra yumbo’, ‘la yumbo’, ‘la churona yumbo’, etc., concediéndoles así una filiación y unos atributos sobrenaturales.
2- Petroglifo Chirape 2
Se encuentra sobre la cuenca del río Chirape, en una cota aproximada de 1.200 m.s.n.m., cerca de la población de Pacto. Este monolito moldeado por milenarios
arrastres de cantos rodados a lo largo del Chirape tiene un perímetro ovalado y su ori- gen es probablemente ígneo, por lo que todavía conserva una coloración habano-ama- rillenta. Quienes intervinieron en la elaboración de los dos petroglifos conocieron y aplicaron la misma técnica de tallado, y que probablemente fue ejecutado por un mismo grupo.
El grado de conservación es regular, al menos comparándolo con el primero. Ha sido afectado por el clima, la micro-vegetación y la erosión causada por el agua que perma- nentemente corre sobre gran parte de la piedra. En el diseño general de este petrogli- fo, el signo predominante es la espiral (30 de 42) que cosmológicamente se vincula al retorno del mismo principio, crecimiento y decrecimiento; se presenta como la serpien- te que deviene en movimiento permanente (Milla, 1990). Aquí se plasma la mitología
andina del movimiento, agua, luna, renacer, retorno, vida, etc. que explicaba la unici- dad del gran Ser y su plurimanifestación en seres concretos.
0 5 10 cm.
 Figura antropomorfa en la que se resalta la descripción señalada en la fotografía ubicada en la página anterior arriba a la derecha.
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3- Petroglifo Chirape 3
Impresiona por su gran tamaño, cuya cara plana donde se hallan los signos alcanza una superficie de 15 m2 (5 m. por 3 m.), destacándose sobre ella una espiral de 30 cm. de
diámetro. El tallado y grabado lo realizaron de manera similar, pero a diferencia de los anteriores, la piedra se encuentra totalmente limpia y muy bien conservada. El diseño general está compuesto básicamente de dos espirales. Al igual que en la valoración de los signos de los diseños anteriores, diremos que las espirales incisas en este petroglifo se vinculan con el origen esencial, crecimiento y decrecimiento, retorno al principio, la serpiente en movimiento, etc. Pertenece al mismo horizonte cronológico del pueblo yumbo (800 d. C -1660 d. C), dentro del período de Integración.
4- Petroglifos de Santa Teresa y San José
La ubicación del primero se asocia a ciertos elementos naturales que lo vuelven especial- mente atractivo y de singular connotación simbólica, siempre vinculada con el agua: la
naciente del río Santana, la cercanía de la quebrada Palanzuro que baja hasta la cuenca del río Piripe y una pequeña cascada de 3 m. de caída. La base de la roca se introduce a modo de cuña hacia niveles geológicos naturales ocupados por el lecho del río, por lo que soste- nemos que su sitio original es el mismo desde la época de su construcción.
Al igual que anteriores, el trabajo de los pequeños canales que conforman los diseños es producto del martilleo, despostillado y pulido con la utilización de ‘cinceles’, aunque en esta roca tan dura muchos de tales instrumentos se habrán malogrado.
Son 14 signos en los que predominan las espirales concéntricas y excéntricas; simples y dobles.
Mención especial merece la presencia también en este petroglifo de otra figura huma- na: aquí se repite el signo antropomorfo del petroglifo Chirape 1, con la diferencia de que en aquel la cabeza estaba conformada por los círculos concéntricos, mientras en este es de forma espiral excéntrica cuyo movimiento o dirección sigue a las manecillas del reloj.
Se trata de un personaje que se vincula a otras espirales por la parte superior y poste- rior de su cabeza, obligándose a que su ‘mirada’ se dirija hacia arriba en donde los movi- mientos contrarios de las espirales se suceden en una infinita imbricación.
Curiosamente, en medio de ese contexto de espirales y movimientos, sobre la cabeza de ese posible hombre, aparece también de manera menos resaltada pero ocupando un
estratégico espacio central, el diseño de una figura zoomorfa, que se asemeja a unmono. Como se manifestaba en el anterior petroglifo, aquí resulta aplicable la interpre- tación del simbolismo de la serpiente bicéfala cuando las espirales se enrollan en senti- do contrario, pese a compartir un cuerpo común.
A diferencia de los cuatro anteriores, el petroglifo San José no se halla en el lecho de una quebrada o río, sino sobre una pequeña llanura, a 100 m. de la quebrada más cercana.
Su estado de conservación es por tanto calamitoso. De allí que, si bien queda registra- do, lo declaramos no diagnóstico para alguna interpretación simbólica o semiótica. En todo caso, la tendencia de las incisiones curvilíneas permite deducir que el signo de esta
piedra también se asocia con lo estelar, siguiendo el mismo patrón de todos los petro- glifos de la nación yumbo.
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El nivel de desarrollo de un pueblo está dado, en gran parte, por la cantidad y calidad de sus caminos que conectan los diferentes centros de producción, comercialización
y consumo; mejor todavía si esas rutas, además de integrar el propio territorio se extien- den hacia regiones de otros contextos geográficos y culturales. Se podría decir que los
caminos son las venas que irrigan la vida de los pueblos; sin ellos resultaría imposible con-cebir una interrelación. De allí que en los últimos años se esté rediseñando la metodolo- gía de análisis del proceso evolutivo de toda sociedad, siendo precisamente las vías de comunicación su mejor referente de desarrollo. En este sentido, se pronunció también el Primer Congreso Internacional sobre caminería, organizado por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE, sede Quito) a mediados del año 2003.
1- Los culuncos de la zona de Tulipe
La región yumbo, hasta ahora prospectada abarca aproximadamente 900 km2, y con- serva todavía sectores entrecortados de caminos que se orientan en diferentes direc-
ciones, siendo probablemente las rutas más significativas la Cotocollao-Pacto, la Cotocollao-Cachillacta, la Gualea-Alambi-Tambillo hasta la frontera étnica con los niguas, propuestas por Salomon (Salomon, 1997: 22). Además la Chacapata- Palmitopamba-Nanegal, la San Francisco-La Armenia, La Armenia-Santa Elena- Camacpi-Tulipe-Las Tolas-Santa Teresa-El Pachijal- Mashpi-Puerto Quito; y La Lloa - Saloya -Mindo que se halla más hacia el sur.
Las últimas investigaciones arqueológicas desarrolladas por el FONSAL (registro y pros- pección), demuestran que la propuesta de Salomon es valedera respecto de las orientacio- nes de los caminos o culuncos. Estos confluyen hacia las bocas de montaña para facilitar los vínculos interregionales. Tal es el caso del camino que en forma nítida aparece en San Francisco - La Armenia y continúa en sentido sureste-noroeste hasta cruzar transversal- mente los piedemontes de Salento a la altura de La Armenia, Santa Elena y San Vicente,
camino que aún es utilizado por campesinos y finqueros de la zona.
Entre todas las hipótesis sobre los yumbos surge la tentación de una nueva: este grupo étnico, proveniente de la Costa, desarrolló todo su proceso cultural como una comuni- dad costeña, mientras sus vínculos con la Sierra eran exclusivamente de corte comer- cial. Finalmente, sus características medioambientales (temperatura, pluviosidad, hume- dad, flora, fauna, etc.) se asocian más a la Costa que a la Sierra. Y, no sólo eso, la tra- dición de las tolas, técnicas constructivas de las casas (tipo rancho), el uso y valoración de la Spondylus, el sistema alimenticio, entre otros, son manifestaciones y representa- ciones culturales costeñas.
Sin embargo, quedaría por comprobar el grado de influencia de la Costa en los yumbos
o su mayor vinculación sociocultural. Por el momento, las evidencias descubiertas y expuestas aquí, indudablemente guardan una mayor conexión con los pueblos serranos.
 Página anterior: Vista de un tramo del culunco
 Loma-Camacpi-Los  Lotes, en San José de  Ingapi.
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Otro ejemplo muy claro es el llamado expresamente camino de los yumbos, que circun- da al Ruco Pichincha por el lado sur, y baja desde Chiriboga hasta La Victoria.
Para Ronald Lippi, estos caminos, comúnmente llamados culuncos, “son evidencia físi- ca de senderos, no se puede dudar”, están ubicados en la montaña “especialmente en las
laderas pendientes, a modo de trincheras” (Lippi, 1998: 182). En efecto, aunque seg-mentados, están en toda la región que hemos prospectado; muchos de ellos atraviesan precisamente las cimas de los piedemontes, con dirección este-oeste por donde se hallan los grandes complejos arquitectónicos de tolas. La destrucción de gran parte de estos caminos es relativamente reciente, debida a la actividad maderera, agrícola y ganadera de los actuales pobladores.
Vicente Echarte Lasa, en su disertación de grado para antropología consigna la siguien- te información:
“Los caminos de herradura son apenas practicables para los mismos animales (cami- nos de ‘culuncos’: el camino va entre paredes de tierra de cinco metros de alto en
algunos sitios y con lodo permanente en el piso). A mediados del siglo pasado Pactono existía, solamente algunos caseríos dentro de la montaña pertenecientes a la juris- dicción de la parroquia de Gualea.
En el área de Pacto no encontramos poblamiento indígena, aunque los restos arqueológicos hallados revelan que hubo asentamientos antiguos en el sector de Progreso y Buenos Aires” (Echarte, 1977: 23-24).
Esta es la versión más antigua y directa, que hemos encontrado sobre el estado de los culuncos en el área de Pacto, caminos que fueron recorridos por el autor a inicios de 1977. En la actualidad, de estos culuncos subsisten y están registrados los de Pachijal, El Pedregal, Santa Teresa, Ingapi, San José y San Juan, y los de Sanguangal y Guayabillas que bajan aproximadamente hasta los 500 m.s.n.m. donde confluyen los ríos Pachijal y San José del Mashpi.
El investigador Frank Salomon señala que para los “yumbos septentrionales”, la ruta más frecuentada fue el camino Cotocollao-Nono-Alambi-Nanegal-Llambo-Gualea Tambilla- Bola Niguas que conformaría gran parte de lo que él denomina  yumboñan, o camino yumbo en el quichua vernacular, el cual ascendía a la Sierra quiteña a través de las “bocas de montaña” (Salomon, 1985).
Disentimos ligeramente con Salomon cuando dice respecto de los  yumboñankuna que “el tránsito aborigen no parece haberse concentrado en rutas troncales” (Salomon, 1985: 185). La evidencia arqueológica sí hace ver una ruta principal a la que se unen otras menores, tal como se observa en el gráfico adjunto. Compartimos el criterio del
investigador en la segunda parte de su afirmación cuando señala “que pasaba por la multitud de pequeños senderos que conectaban las casas con sus respectivos lugares de sembríos, pesca, etc.” (Salomon, 1985: 186).
2- Importancia de los yumboñankuna y su estado de conservación
Los culuncos son elementos de comunicación omnipresentes en el territorio yumbo; una red de caminos que comunicaba conjuntos habitacionales, zonas de cultivo,
centros ceremoniales y que, además, hoy forma parte de momentos importantes de la historia de la región. Por ellos huyó hacia la selva yumbo por la amenaza española, la familia imperial de Atahualpa, bajo la custodia del general Rumiñahui (Estupiñán, 2003:
134). Por ellos se trasladaron los conquistadores en busca del oro, la plata y otras rique- zas. Por esa red de caminos circularon hasta hace poco, los cientos de muleros que
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