trabajo sobre verdad
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Verdad tradición judeocristiana
El amor y la verdad se darán cita, la paz y la justicia se besarán, la verdad brotará de la tierra
y la justicia mirará desde el cielo. Salmo 85 (84): 10-11
"Yo soy el camino, la verdad y la vida." Juan 14:6
Pilato le dijo:
¿Y qué es la verdad? Después de hacer esta pregunta, Pilato salió otra vez..." Juan 18:38
Introducción
Las reflexiones y discusiones a las que estamos habituados para considerar el tema de
la verdad, en el mundo-campo académico filosófico es heredero en línea directa de los
parámetros impuestos por el pensamiento grecolatino y su desarrollo en la cultura europea
hasta estos momentos. ¿Qué sucedería si articulásemos la investigación con otros parámetros
de pensamiento para plantear el problema de la verdad?
Conceptos actuales de verdad
Somos deudores de ciertos planteamientos de base tales como "desvelamiento de aquello
que estaba oculto" (alétheia), "adecuación del pensar al objeto pensado sea este conceptual o
factual" (veritas), etc.
"Verdad semántica (que corresponde hoy a la verdad "especular", adequatio rei et
intellectus), verdad pragmática (ya sea funcionalista o útil en el sentido del pragmatismo o del
funcionalismo de Pierce, Dewey, o James, ya en el sentido de la praxis de los marxistas, ya
finalmente en el sentido de la teoría concretizada en el instrumento de Bachelard) y
la verdad sintáctica (o coherencial, o de la lógica y el sistema), habría que añadir
la verdad consensual o social ( ya sea en el sentido marxista o en el de los usos comunitarios
del lenguaje de Wittgenstein o en el de la acción comunicativa ".
Antiguo Testamento
Conceptos de verdad en el pensamiento griego griego.
El pensamiento griego, se plantea la pregunta por la verdad en términos de ser verdadero
(ontos on) y a diferencia del pensamiento hebreo, no concibe la verdad como dimensión
histórico-temporal; en Grecia se concibe la verdad, prescindiendo del tiempo y la historia,
como existencia y ser determinado. La relación entre el ser y el conocimiento constituye el
problema fundamental de la cuestión de la verdad para los griegos; así en Aristóteles vemos
que la tarea de la filosofía es avanzar a través de la apariencia encubridora hacia
el verdadero ser de las cosas (Metafísica, 1003 a 21). La relación entre el ser y el conocimiento
constituye, por tanto, el problema fundamental de la cuestión de la verdad para los griegos
La verdad como exactitud de una afirmación
El termino griego alétheia se une a verbos de percepción (ver, oír, enterarse de, etc.) por eso
la verdad se puede mostrar, enseñar, decir, descubrir. En cambio en el Antiguo Testamento se
une a verbos de acción (poiein, hacer, construir).
La realidad verdadera (aletheia) es descubierta mediante el lógos ( palabra), que muestra, es
decir, deja ver, la aletheia de las cosas (cf. Platón, Crat 385b; Aristóteles). De ahí que una
afirmación sea verdadera en la medida en que está de acuerdo con el lógos y descubre una
realidad. En este sentido, aletheia designa la exactitud, es decir, la objetividad de una
afirmación. El contrario a alétheia es lo que se encubre u oculta, el engaño, la mentira
(pseudos) la afirmación falsa que esconde el verdadero carácter de la cosa. Se puede decir que
el concepto griego de verdad hace referencia a la realidad manifiesta de lo existente y válido,
sean cosas, afirmaciones, virtudes humanas o atributos divinos.
La verdad como veracidad o sinceridad
Un juicio o una conducta pueden proclamarse como partícipes de la verdad sólo cuando están
de acuerdo con la realidad (Aristóteles. Metaph. 993 b 30 s); esta concepción está además en
la base de la definición de verdad de Tomás de Aquino: veritas est adaequatio rei et intellectus,
«la verdad es la coincidencia entre lo que se piensa y la realidad», Summa theologica I q. 16 a.
1; cf. también q. 21 a. 2) De este modo recibe aletheia su significado de veracidad, sinceridad,
que juega un papel destacado en la doctrina moral de las virtudes: «El que honra la virtud debe
honrar, primero de todo, la sinceridad» (Aristóteles, Eth. Nic. II, 7.1108a; IV, 13, 1127a.b).
La Verdad Única
Al entenderse la verdad como el carácter no-oculto del ser de las cosas, se hace posible pensar
tantas verdades cuantas cosas y objetos hay (cf. Epicteto I, 28, 29: [tó katú ton tópon alethés],
lo verdadero en cada caso). Pero, en cuanto entra en crisis la natural confianza en lo dado,
surge la cuestión de la única verdad, que subyace a las innumerables verdades parciales.
Platón es, en buena parte, el que acomete y desarrolla el problema que de aquí se origina. Con
él nace el «gran celo por ver dónde se encuentra el terreno de la verdad» En su interpretación
de la alegoría de La Caverna declara que la liberación de la apariencia engañosa de lo visible
está en la ascensión del alma a la contemplación de las «cosas superiores». Platón representa
la concepción de diferentes peldaños en la verdad, por los que el alma ha de ir subiendo paso a
paso para contemplar al final del camino entre todo lo conocible y no sin esfuerzo, «la idea del
Bien» como origen de todo lo bueno y bello, de toda verdad e inteligencia. A diferencia de la
concepción de verdad en Aristóteles, en Platón, como en Parménides, no se atribuye
primariamente la verdad a las cosas visibles ni al juicio, sino a la idea invisible, que sólo se
revela a la facultad inteligible del alma. La realidad auténtica no está en, sino tras y sobre las
cosas; ella es «lo que permanece siempre simple o absolutamente en sí, para sí y consigo
mismo». Con ello adquiere aletheia la significación de ser-eterno,que puede ser equiparado
con la divinidad
La verdad como doctrina
En la medida en que el hombre posee el recto saber sobre la verdad, participa también, según
la concepción griega, en el único y verdadero ser. Hombre y mundo están mutuamente
ligados, gracias al lógos que habita en ambos. De ahí el imperativo deifico; «Conócete a tí
mismo» y la expresión «conocer la naturaleza. Uno y otra presentan la exigencia de seguir la
verdad. Epicteto se apropia la concepción socrática, según la cual el verdadero saber lleva a
obrar rectamente: «Si has aprendido la verdad, te es necesario ya ponerla en práctica» (Diss.
1,17,14). Aquí adquiere aletheia el carácter de una norma o doctrina que el hombre ha de
conocer para poder llegar al verdadero desarrollo de sí mismo (cf. Epicteto, Diss. 1, 4, 32).
Verdad divina y realidad humana
La distinción platónica entre realidad originaria y verdadera por un lado, y realidad derivada y
umbrátil por otro, se convierte en el helenismo en un dualismo cósmico-metafisico. La verdad
está ahora totalmente del lado de lo sobrenatural eterno y divino, y se descarta la antigua
suposición de que, gracias al lógos, la aletheia es accesible para el entendimiento humano
[noús]. «La alítheia está cerrada para el hombre en cuanto tal, que sólo viene a participar de
ella cuando se abaten las fronteras de lo humano, sea en el éxtasis, sea mediante una
revelación de la esfera divina». Esta concepción dualística de la verdad la desarrollan, sobre
todo, Filón, la gnosis y el neoplatonismo. Ya en las Odas de Salomón, que pertenecen
claramente a la tradición oriental, se contraponen verdad y luz de la esfera divina, por un lado,
y tinieblas y mentira del reino terrenal, por otro (18, 6; 18, 8-10; 25, 7; 31, 1 s; especialmente
la oda 38). Por vida verdadera Filón entiende la vida divina, eterna. Especialmente significativo
a este respecto es el tratado hermético «Sobre la verdad». En él se define la verdad como «el
Bien mismo sin mezcla, que ni está manchado de materia ni rodeado de cuerpo, la luz
manifiesta, lo fijo e inmutable. Todo lo mudable pertenece a la mentira, incluso el hombre,
que, en cuanto hombre, no es verdadero, sino una apariencia onírica (phantasía). Finalmente,
Plotino habla de la verdadera luz, que ilumina a aquél que accede a la visión de la divinidad
(Enn. VI, 9). Con ello se abandona la primitiva concepción griega de la verdad, que unía verdad
y realidad, y se la sustituye por la antítesis de verdad divina y realidad humana. El cambiante
concepto helenístico de verdad puede designar la sustancia [ousía] o el poder [dynamis])
divinos, pero también el conocimiento revelador [gnósis), la vida imperecedera [zóe] o la luz
inmutable (ipüs]). Surge así una peculiar sinonimia entre los conceptos de verdad,
Conocimiento, vida, y luz.
Síntesis del concepto griego de verdad
En resumen podemos decir: el concepto griego de verdad hace referencia a la realidad
manifiesta de lo existente y válido, sean cosas, afirmaciones, virtudes humanas o atributos
divinos. La cuestión de crítica del conocimiento «¿qué es la verdad?» apunta al conocimiento
del ser verdadero [óntos ón] en sentido absoluto [monoeidés aeí ón]. «Este concepto de
verdad surge, pues, sobre la base de una concepción del hombre, según la cual éste no recibe
su peculiaridad de lo histórico, sino de los [lógoi] inmutables e intemporales que constituyen
su ser y el ser de todas las cosas» (RBultmann, Exegetica, 153). Las respuestas que se van
produciendo a lo largo de la historia del pensamiento griego se van alejando progresivamente
de la realidad de las cosas visibles y desembocan en el enfrentamiento de un dualismo entre
verdad inmutable, sobrenatural, y realidad cambiante, terrena.
Conceptos de verdad en el pensamiento semita.
Veamos ahora otra posibilidad. Por caminos totalmente ajenos a esta tradición europea, el
pensamiento hebreo también ocupado en y por la verdad establece su sentido en torno a la
experiencia de confiabilidad, fidelidad. Verdadero, verdades aquello que es confiable - aman,
emet - algo que se construye en la historia, en la contingencia y que da garantía de la palabra
dada en una alianza, en un compromiso, en un vínculo interpersonal justo.
Concepto semita de la verdad
La concepción de la verdad en el AT queda especialmente marcada por este hecho: el término
hebrero para verdad,'emet, deriva de la misma raíz que el término que designa la fe, ^emünáh.
1. La raíz básica 'mn tiene la significación de ser seguro, firme, sólido.
a) 'aman, usado sólo como participio, significa un sostener y llevar activo, sobre todo
físico (2 Re 10. 1.5; 2 Sam 4, 4; Lam 4, 5).
b) El adjetivo verbal 'amen confirma solemnemente la verdad de una afirmación como
segura ahora y en el futuro, es decir, como válida (p. ej. 1 Re 1, 36; traducido en los LXX
casi siempre por yévono [génoito], que así ocurra).
c) ne'eman, usado rara vez en sentido pasivo (p. ej. Is 60,4), toma el sentido medio de
mostrarse firme, dicho tanto de cosas como de personas (p. ej. Is 22, 23: lugar seguro;
Is 8, 2: testigos fieles). Se trata menos de una propiedad que de una situación:
«Cuando las cosas o personas cumplen lo que se espera de ellas son ne'eman
d) El causativo ne'emln designa reconocer como seguro, es decir que expresa el
descansar, lleno de confianza, del hombre en una cosa, en un relato o en un derecho
(p. ej. Is 7, 9)
Por tanto, en el Antiguo Testamento, la verdad no es lo que se descubre del ser, sino lo que es
firme, seguro, sólido, sostiene y lleva activamente. Referida a una afirmación, su
ser verdadera (como adjetivo verbal, amen) remite a su confirmación solemne como segura y
confiable en el presente y en el futuro. También expresa el descansar del hombre, lleno de
confianza en una cosa, en un relato o en un derecho.
La verdad de Dios (emünáh)
2. A este contexto lingüístico y real pertenecen también los dos sustantivos 'emünáh y 'emet,
que los LXX traducen en general como mime, [pistis] y aletheia.
a) 'emünáh expresa originariamente lo firme, lo que se mantiene (p. ej. los brazos
alzados de Moisés: Ex 17,12).
b) Pero de ordinario 'emünáh designa no un objeto, sino la situación permanente
del hombre o de Dios respecto a otras personas. En el terreno de la relación
interhumana 'emünáh significa fidelidad, confianza, lealtad (2 Re 22, 7; 1 Cr 9, 22).
Cuando en una frase 'emünáh forma pareja con «justicia», entonces designa la
conducta que se ajusta a derecho, la rectitud o sinceridad (l Sam 26, 23; Is 11, 5; 26,
2). Los profetas acusan a Israel de haber abandonado la justicia y la rectitud (Is 59,
4,; Is 5,1.3; 7, 28; 9, 2; Sal 12, 2). Por el contrario, Yahvé busca en su pueblo la
auténtica fidelidad (Hab 2, 4). El hombre «es llamado a cooperar
responsablemente, a unirse a la vida de Dios, dicho a la manera hebrea: a "andar el
camino de Dios", y , con ello, a adoptar y realizar la verdad divina como propia»
(Koch, 55).
c) Cuando se habla de la 'emünáh de Yahvé, se designa con ello su lealtad a la
alianza, que se manifiesta en su actividad salvadora y justificante en la historia (p.
ej. Os 2,19 s). Es sobre todo en los salmos donde se yuxtaponen con más frecuencia
la fidelidad de Yahvé, su bondad (hesed) y su justicia (s'dáqáh) (Sal 36, 6; 89, 34;
96,13; 100, 5; 119, 75.90.137 s y passim; los LXX traducen en todos los casos
'emünáh por aletheia). Esta fidelidad a la alianza se apoya en su palabra: «Pues la
palabra de Yahvé es verdadera, y todo su obrar es fiel» (Sal 33, 4). «La 'emünáh es,
por tanto, la decisión y firmeza con la que el Dios de Israel mantiene su palabra y
hace que se cumpla lo anunciado por él en la historia» (Kraus, 36). Esta lealtad
pertenece de tal manera al ser de Yahvé que en el himno de Moisés (Dt 32, 4) se le
puede llamar, sin más, «Dios de la fidelidad» ('el 'emünáh).
En este contexto Veterotestamentario emunah expresa lo firme, lo que se mantiene, pero no
en el caso de un objeto sino la situación permanente del hombre o de Dios respecto a otras
personas. En este sentido emunah, verdad, significa fidelidad, confianza, lealtad, conducta
recta o sinceridad. Por su parte cuando se habla de la Verdad - emunah - de Yahvé, se designa
con ello su lealtad a la Alianza que se manifiesta en su actividad en la historia humana; por
esto es que se encuentran tan cercanas la verdad con la bondad - hesed - y la justicia -
tsedaka -, fidelidad que se apoya en la palabra. La verdad, emunah, es por tanto la decisión y
firmeza con la que Yahvé mantiene su palabra y hace que se cumpla lo anunciado por él en la
historia. La verdad de Yahvé no se manifiesta por abstracción, a un nivel de abstracción
(griegos) de la historia, se manifiesta siempre en la contingencia de los acontecimientos, en la
historia humana es que se reconoce a un Dios fiel, se reconoce su Verdad.
La verdad del hombre
Analicemos ahora el segundo término para designar verdad 'emet ( en el que la t de la
desinencia de femenino ha desplazado la n original de 'aman). La palabra aparece con especial
frecuencia en los libros históricos, en los profetas de la primera época y en los salmos.
a) En primer lugar, y al igual que 'emünáh, designa también 'emet, en sentido formal y
general, el elemento de lo firme y estable. Así se puede hablar de un «camino seguro»
(Gn 24,48), o de la «señal segura» que pide Rahab a los emisarios (Jos 2, 12). El sentido
amplio de 'emet como «expresión de un estado normal» aparece con especial claridad
cuando el término va unido al de «bienestar» (sálómi: Yahvé promete a Israel
bienestar y seguridad (Jer 33, 6; cf. Is 39, 8).
b) También las personas en las que se puede confiar son calificadas de 'emet: un
hombre fiel y temeroso de Dios obtiene la confianza del mando supremo de Jerusalén
(Neh 7, 2); Moisés busca hombres dignos de confianza, que «no se dejen sobornar»,
para que sean jueces sobre el pueblo (Ex 18, 21 s). «En cuanto seguridad 'emet implica
tanto la fidelidad como la rectitud, sin apenas distinción» (Bultmann, Exegetica, 125).
Esto vale también para las relaciones con Dios: Israel es llamado a volverse a Yahvé con
fidelidad y rectitud (Jos 24,14; 1 Sam 12, 24; 1 Re 2,4: Is 10, 20). Sin embargo, en
contraste con el pensamiento griego, no se entiende la segura rectitud o fidelidad de
las personas como una cualidad o una virtud en sí misma, sino como una conducta que
se realiza en la convivencia histórica con los otros hombres y puede ser aprendida de
éstos. Por ello, en el AT no se encuentra 'emet unido a verbos de percepción, sino a
verbos que expresan un obrar o experimentar. La verdad no es, sino que acontece.
«Verdad es aquella conducta que cumple determinada esperanza o exigencia, la cual
justifica una confianza dada».
La verdad del profeta
Es importante establecer que en esta concepción hebrea de la verdad no solamente se habla
de emet en relación al presente sino también en relación al futuro como en el caso de los
profetas; la verdad no es algo que se refiere a las cosas ocultas que se develan o descubren -
griegos - , sino que verdad es aquello que va a ocurrir en el futuro.
c) Al igual que 'emünáh, se acerca 'emet mucho al derecho. Como término del lenguaje
jurídico, designa 'emet una realidad efectiva (Dt 22, 20; 13, 14; 17, 4). Un ejemplo de
especial relieve está en la respuesta de José a las pretensiones de sus hermanos:
«probaréis que vuestras palabras son verdaderas» (Gn 42,16; cf. también 1 Re 10,6).
Un testigo fidedigno da información segura sobre una verdadera realidad (Prov 14, 25;
cf. Jer 42, 5). En contexto jurídico, significa, pues 'emet, al igual que aletheia la realidad
efectiva.
La conexión de derecho (mispát) y verdad queda especialmente de manifiesto en las
denuncias proféticas: «se tergiversa el derecho y la justicia se queda lejos, porque en la
plaza tropieza la lealtad y la sinceridad no encuentra acceso; la lealtad (verdad) está
ausente» (Is 59, 14 s). En lugar de esto, Israel debe «decir la verdad al prójimo, juzgar
con integridad» en sus puertas (Zac 8, 16; cf. 7, 9; Ez 18, 8). Aquí designa 'emet la
validez de una norma de derecho, mientras que 'emünah expresa su reconocimiento
mediante una conducta recta. Cuando Yahvé hace justicia, los pueblos deben decir: «es
verdad» ('emet, Is 43, 9).
d) Es característico de la concepción de verdad del AT el hecho de que no sólo se habla
de 'emet en relación al presente, sino también en relación al futuro. Esto vale ante
todo para la justa validez de una afirmación, que sólo es verdadera cuando queda
corroborada por la realidad o por un testimonio (cf. Gn 42, 20). Lo mismo sucede con
la verdad de la palabra profética (Jer 28, 9). Esto vale de Yahvé o de la palabra de
Yahvé: Sal 132,11 s; 117, 2. Aquí se muestra la peculiaridad de la concepción hebrea de
verdad, referida al futuro, frente a la griega: «La verdad no es algo que está bajo o tras
las cosas, y que habría de ser descubierto mediante incursiones en su profundidad, en
su interior, sino que verdad es aquello que va a surgir en el futuro»
La ‘emet de Yahvé
e) Cuando se habla de la 'emet de Yahvé, se alude con ello a su firme fidelidad a la
alianza: «Las obras de sus manos son fidelidad y justicia» (Sal 11, 7 s; 115,1-3).
También aquí (como en emünáh ), 'emet designa no una propiedad en sí de Yahvé, sino
su conducta, lo mismo que en el caso de los hombres. De ahí la frecuente
yuxtaposición de 'emet y hesed, de la fidelidad y de la misericordia o bondad de Yahvé:
«Mientras hesed añade a 'emet el matiz de bondad espontánea, 'emet acentúa el de
constancia». En los salmos que cantan la «bondad perseverante» de Yahvé (Sal 25, 10;
40, 12; cf. 26, 3), aparece con singular frecuencia la fórmula rimada «bondad y
fidelidad» (hesed w' 'emet), de uso normal en la liturgia. También se dice de la 'emet
de Yahvé que él la hace. Así reza Jacob a su vuelta a Canaán: «no merezco los favores
ni la lealtad con que has tratado a tu siervo» (Gn 32,11; cf. 24, 27; 2 Sam 2, 6; 15, 20).
En este contexto es importante notar que la verdad de Yahvé no se manifiesta, como ocurre
con la divinidad griega, a un nivel de abstracción de la realidad histórica, sino siempre en la
contingencia de los acontecimientos históricos: desde la creación, pasando por la liberación de
Israel del poder de Egipto, hasta llegar a la misericordia divina para con los individuos y al
anuncio de una nueva alianza. «La historia divina se realiza sobre esta tierra dentro de la
realidad empírica, no en un mundo mítico. Son pues, verdad aquellos hechos y movimientos
que no han pasado, sino que han sido, en el sentido de lo esencial y de lo abierto al futuro».
De este modo se comprende que Yahvé reciba el nombre de «Dios de la verdad» (Sal 31, 6; Jer
10, 10; 2 Cr 15, 3), esto es, un «Dios compasivo y clemente, paciente, misericordioso y fiel» (Ex
34, 6), un «Dios fiel» (Dt 7, 9), del que se puede estar seguro.
El concepto griego de verdad en la escritura
En los textos tardíos del AT se nota ya una tendencia racionalizadora y objetivizante en el uso
de la palabra 'emet. El salmo 119, influido por la Sabiduría, ya no entiende la palabra de verdad
de Yahvé como la promesa de realizaciones futuras, sino como el conjunto de instrucciones y
mandamientos divinos recogidos en la Tora (cf. vv. 41-48, espec. vv. 43.160). Neh 9,13 habla
de «juicios seguros», que, concebidos al parecer como seguras normas de vida, Yahvé dio a
Israel en el Sinaí (cf. Mal 2, 6). En este mismo sentido didáctico apunta la expresión «libro de la
verdad», aplicada a las visiones apocalípticas del libro de Daniel (10, 21a). En Dan 8,12 se toma
la palabra verdad, de un modo general y abstracto, como sinónimo de religión judía. Prov 11,
18; 12, 19 oponen verdad, reducida ahora al sentido de mera sinceridad subjetiva, a mentira. Y
en Prov 23, 23 se alaba la verdad como si fuera una mercancía que se puede comprar.
Resumen Antiguo Textamento
En síntesis ; para el Antiguo Testamento la verdad no es un concepto ontológico, sino de
relación. Verdad no afirma de un ser-en-y-para-si, sino un estar-firme o seguro en cosas,
objetos, personas o Yahvé mismo. La verdad no es abstracta, acontece más bien de modo
contingente. Lo característico del concepto hebreo de verdad es, ante todo, que la verdad no
es sólo, como para nosotros, algo sabido, dicho, oído o, en su caso, ignorado, ocultado o
negado, sino algo que se realiza. El Antiguo Testamento no conoce la cuestión epistemológica
de los griegos: ¿qué es la verdad? En lugar de esto, implícitamente se pregunta por lo seguro
que da estabilidad a la existencia". Citando a Koch: "Por lo que respecta a la cuestión de
la verdad, aquí (en el pensamiento griego) domina la physis, la naturaleza siempre igual a sí
misma; allí (en el Antiguo Testamento), en cambio el fluir contingente de la historia; aquí el
conocimiento absoluto, allí la acción basada en la confianza". Sólo en algunos textos tardíos
del AT se debilita algo la relación existente entre verdad e historia.
No obstante, el texto hebreo es vertido en griego, por la necesidad histórica de un pueblo en
la diáspora y ya helenizado, en un momento en que muchas comunidades judías no hablaban
el hebreo y sí el idioma del universo mediterráneo, el griego. En la traducción de los LXX , siglo
III a.C., en la cual se utilizan preferentemente los términos alétheia y pístis, para referirse
a emet y su variantes, se debilita en muchos casos la conexión entre verdad e historia, esencial
para el pensamiento hebreo, y se priva del carácter relacional del concepto para trasformarlo
en una dimensión absoluta de la divinidad.
La traducción de la pareja hesed w" 'emet (“ bondad y fidelidad”) por éleos kaí alétheia,(“
misericordia y verdad”), quita el acento de la bondadosa fidelidad de Dios a la alianza, y lo
pone en el don de la verdad divina, que se recibe por la fe (cf. LXX Sal 24,10; 25, 3; 39,11 s). Lo
importante es, ante todo, que la conexión lingüística entre verdad y confianza, entre 'emet y
'emünáh o 'eman no puede mantenerse en griego, y forzosamente se rompe, al traducir como
alétheia y pistis. Con ello, la verdad queda objetivizada y la fe subjetivizada.
De todos modos hay que hacer notar que por medio de esta misma traducción de los LXX se
introduce en el lenguaje griego un planteamiento totalmente ajeno a él; "hacer verdad -
alétheian poiein - algo desconocido en la tradición griega, ya que pasamos de los verbos
perceptuales a los de acción.
La verdad en el Nuevo Testamento
En el cristianismo la situación de nuestro tema es algo más compleja. Los textos que poseemos
del Nuevo Testamento están escritos en griego y las palabras relativas a la verdad aparecen en
183 pasajes, en los cuales más de la mitad (109) utilizan el termino alétheia. Mientras el
concepto de verdad falta casi totalmente en los sinópticos, tiene en Jn una importancia
numérica (55 veces) y real superior a la que recibe en cualquier otro escrito del NT.
Paralelamente, de las epístolas son las de Juan las que más lo contienen, aunque también en
las de Pablo (espec. Rom y 2 Cor) tiene dicho concepto una significación decisiva. Finalmente
hay que mencionar el uso especial de este grupo de palabras en Hebreos y en las cartas
pastorales.
1. La verdad en los sinópticos
a) Salvo en Lc 4, 25, los sinópticos no ponen nunca la palabra verdad en labios de Jesús.
Se puede interpretar este hecho como indicación de que el concepto de verdad no
desempeñó ningún papel, o al menos ningún papel importante, en la predicación de
Jesús. Pero Jesús reclamó para sí lo designado con la palabra verdad, como lo
demuestra el frecuente y peculiar empleo del término hebreo 'amen: «Al iniciar Jesús
sus palabras con la partícula 'amén, daba a entender que éstas eran seguras y dignas
de confianza, se hacía responsable de ellas, y las declaraba obligatorias para sus
oyentes y para sí mismo» (Bietenhard, cf. JJeremias, Las palabras de Jesús).
b) Las pocas veces que este grupo de palabras sale en los sinópticos (en total sólo 18)
se emplea en el sentido original griego. En Mc 5, 33 [pasa aletheia] significa «toda la
verdad», o sea, la verdad tal cual. La fórmula [ep'aletheías], unida a verbos de decir o
enterarse, indica una afirmación de acuerdo con la realidad (Mc 12, 14.32; Le 4, 25; 20,
21). Del mismo modo hay que entender el adverbio aléthós: Mt 26, 73; Mc 14, 70; 12,
44.
2. La verdad en San Pablo
El sentido universal de la teología paulina se evidencia, en relación con este concepto, en que
Pablo toma elementos, tanto de la concepción griega de verdad como de la del AT, de alguna
forma elabora con ellos un concepto nuevo de verdad, lo cual no resulta sorprendente en la
medida en que su formación la realizó tanto en Tarso como en Jerusalén, y desde siempre
participó de ambas culturas. El aporte paulino consiste en una tercera versión del sentido del
término verdad en referencia a la relación de verdad y persona de Jesúscristo,por una parte y
mensaje-revelación de Dios en Jesúscristo por otra.
a) Al uso lingüístico griego corresponden giros como: «de acuerdo con la verdad» (=
con razón [katá aletheian]: Rom 2, 2), «decir la verdad» [aletheian légein] en
contraposición a la insinceridad, a la mentira (Rom 9, 1; 2 Cor 12, 6; cf. también Ef 4,
25; 1 Tim 2, 7; Sant 3, 14) o «plasmación de la verdad» (mórphosis tes aletheías: Rom
2, 20). A este contexto pertenece también la concepción de la verdad como veracidad,
rectitud, tal como aparece, principalmente, en textos parenéticos (exhortativos) (2 Cor
7, 14; 1 Cor 5, 8; Flp 1, 18; cf. Ef 4, 15.24; 5, 9). En general, no son muy numerosos los
pasajes que denotan un influjo específicamente griego en Pablo.
b) Con más frecuencia podemos ver que Pablo integra el concepto hebreo de verdad.
En el sentido de fidelidad se toma aletheia en Rom 15, 8, donde aparece como
confirmación de las antiguas promesas a los patriarcas. Gal 2, 5 habla, igualmente, de
la segura permanencia de la verdad. Las afirmaciones de Rom 3, 3-7 se comprenden
sólo sobre el telón de fondo de la idea veterotestamentaria de 'emet. La verdad de
Dios (vv. 4.7) significa aquí su lealtad o fidelidad (v. 3: pistis) a sus palabras y a su recto
obrar (v. 5). La validez de la verdad queda acentuada cuando se habla de la rebeldía
contra la verdad (Rom 2, 8; Gal 2, 14). Ello implica la idea del AT de que la verdad ha de
ser realizada y, por tanto, exige obediencia (1 Cor 13, 6; 2 Cor 13, 8; Gal 5, 7; cf. 1 Pe 1,
22).
c) La singular aportación de Pablo está en haber establecido una relación entre verdad
y mensaje de Cristo, por un lado, y entre verdad y revelación de Dios, por otro. La
referencia al mensaje de Cristo se echa de ver, ante todo, en giros como «la verdad de
Cristo» (2 Cor 11,10), «la realidad de Jesús» (Ef 4, 21) o «la fragancia del conocimiento
de Cristo» (2 Cor 2, 1: aquí, no con aletheia, sino con gnósis). Además, Pablo califica el
mensaje del evangelio como «palabra de verdad» y como «evangelio de verdad» (2
Cor 6, 7; Gal 2, 5.14; Col 1, 5; cf. también 2 Tim 2, 15; Sant 1, 18; Gal 4, 16: alétheúó; Ef
1, 13) y puede así compendiar todo el contenido del evangelio en el término de verdad
usado absolutamente (2 Cor 13, 8; Gal 5, 7 y passim). Esta conexión queda bien clara
en 2 Cor 4, 2: «... no falseamos la palabra de Dios, sino que, manifestando la verdad,
nos recomendamos a la íntima conciencia que tiene todo hombre ante Dios». Con ello
aparece ya el concepto de revelación, con el que Pablo relaciona la verdad. La relación
entre verdad y revelación queda tematizada en el difícil fragmento de Rom 1,18-25. En
el v. 18 por verdad entendemos, ante todo, la realidad creadora de Dios, como lo
sugiere la explicación del v. 19: «lo que puede conocerse de Dios lo tienen a la vista».
Pero el contexto va más allá de esta concepción greco-hebrea, al establecer un
paralelo entre la revelación «natural» de la realidad de Dios (vv. 18 ss) y la revelación
cristológica de la justicia divina (v. 17) y al vincular con el conocimiento de la verdad de
Dios la exigencia de seguirla, lo que implica la inexcusabilidad de los rebeldes a esta
verdad (v. 20). Esta idea es ampliada en el v. 25, que, en su forma, recoge la
contraposición dualista del helenismo entre verdad y mentira. En cuanto al contenido,
echando mano de la terminología helenística, se entiende aquí por verdad de Dios «la
gloria de Dios inmortal» (v. 23), que no está, como para los griegos, en la línea de la
contemplación y del espectáculo, sino que, como para el AT, implica la exigencia del
Creador de ser obedecido y alabado por las criaturas (v. 25). Mentira significa entonces
la inversión de la verdad divina, puesta de manifiesto en la revelación por Cristo del
derecho divino, mediante el engaño del auto-endiosamiento y la idolatría.
.
3. La Verdad paulina en las cartas pastorales
En las cartas pastorales se introduce un concepto de verdad de marcada orientación
helenística. Esto se manifiesta especialmente en el frecuente empleo de la fórmula
«conocimiento de la verdad» ( [epígnósis aletheías]: 1 Tim 2, 4; 2 Tim 2, 25; 3, 7; Tit 1,1). En
esta expresión, perteneciente a una época pospaulina tardía, aletheia no comprende ya toda
la revelación y anuncio de la verdad de Cristo, sino que equivale a la fórmula [hygiaínousa
didaskalía] (1 Tim 1, 10; 2 Tim 4, 3 ss; Tit 1, 9; 2, 1) y significa, al igual que ésta, la recta
enseñanza del cristianismo, en contraposición a las falsas teorías de los adversarios. A esta
insistencia pedagógica en la comprensión de la verdad como recta doctrina, con el término
epígnósis viene a añadirse un elemento racional, que acentúa la inteligibilidad de la verdad y
deniega esa comprensión a los adversarios de la verdad (1 Tim 1, 7; 6, 5; 2 Tim 3, 8). En
resumen, “epígnósis aletheías” significa el conocimiento cristiano, que procede de la recta
doctrina y se traduce en la vida. La fórmula puede incluso describir la pertenencia o la
conversión al cristianismo (p. ej. 1 Tim 2, 4). A este contexto pertenece igualmente el «haber
recibido el conocimiento de la verdad», de Heb 10, 26, que designa el adoctrinamiento previo
al bautismo, o éste mismo. En 2 Pe 1, 12 aletheia tiene ya sólo el sentido más general de
«cristianismo».
4. la Verdad en la carta a los Hebreos
Aparte del pasaje de Heb 10, 26 y de la parénesis de Heb 10, 22, que exhorta a tener un
corazón verdadero, sincero, el adj. alethinós aparece, con singular relieve, en otros dos pasajes
de la carta a los Hebreos. En Heb 8, 2 se contrapone el «verdadero tabernáculo» celeste al
tabernáculo terreno de Moisés (v. 5), y en 9, 24 se presenta el santuario de la tierra, hecho por
hombres, como copia del verdadero, que se encuentra en los cielos. En ambos casos se
contraponen dos reinos: el divino, trascendente, celeste y verdadero, por un lado, y el
humano, terreno, umbrátil, por otro, siendo el primero el modelo y el segundo la copia. El
paralelismo con el pensamiento platónico-helenista es bien manifiesto. Sin embargo, no hay
que olvidar que el uso de categorías helenísticas de pensamiento está el servicio de la
interpretación del mensaje escatológico del cristianismo primitivo, y no al revés.
5. La verdad en el Apocalipsis
También en el Apocalipsis el adjetivo alethinós (10 veces) desempeña un papel significativo.
Aquí no se apoya en la concepción helenística de verdad, sino en la del AT. Ello vale, sin más,
para las citas del AT en Ap (15, 3 = Sal 145, 17; 16, 7 y 19, 2 = Sal 19 10 y 119,137). Pero
también en los demás pasajes el paralelismo con otros adjetivos deja entrever el trasfondo
veterotestamentario. Es frecuente, sobre todo, la unión de [pistos] y aléthinós; fiel y
verdadero, es decir, digno de confianza, válido, en el sentido del término veterotestamentario
'emet (3, 14; 19, 11; 21, 5; 22, 6). En el mismo sentido apunta la yuxtaposición de hágios y
aléthinós, santo y verdadero (3, 7; 6,10).
6. La verdad en San Juan
El concepto de verdad ha recibido su significación decisiva en el NT gracias al evangelio (y a las
cartas) de Juan. La pretensión de verdad, implícita en la actuación de Jesús, queda en Juan
explícita y profundamente subrayada. Desde el punto de vista de la historia de la tradición, en
él llega a su punto culminante el proceso, iniciado por Pablo, de reelaboración del concepto de
verdad a partir de las concepciones griega y veterotestamentaria, y sobre la base del
acontecimiento de Cristo. En la concepción joanea de verdad se conservan el concepto griego
de alétheia como realidad desvelada o patente del ser, y el concepto veterotestamentario de
'emeí como firme seguridad, y ambos son combinados para formar una nueva e inseparable
unidad. Y el carácter inconfundible de esta peculiar concepción de verdad está en que Juan ya
no sólo relaciona, como hiciera Pablo, el concepto de verdad con Cristo, sino que lo identifica
con él.
a) La mejor iniciación a la concepción joanea de verdad nos la ofrece la tercera parte
del prólogo, Jn 1, 14-18. El v. 14 nos habla de la encarnación del lógos en el unigénito
Hijo de Dios. A este Hijo hecho hombre le pertenece el señorío, que el v. 17 transcribe
como gracia y verdad: «El amor y la verdad (lealtad) se hicieron realidad en Jesucristo»
[egénetol]. Verdad no significa aquí, como para los griegos, lo-que-es-siempre-en-y-
para-sí, sino el descubrimiento de la realidad divina mediante un acontecimiento
histórico. Este acontecimiento queda transcrito con el nombre de Jesucristo, que
sintetiza la personas y la historia del Hijo de Dios hecho hombre. La verdad tiene pues,
en la concepción joanea, un carácter personal, histórico y de acontecimiento: «Yo soy
el camino, la verdad y la vida» (14, 6; cf. también 4, 24-26). Se puede hablar de un
concepto de verdad medularmente cristológico. Y esto vale también para los otros
aspectos del concepto joaneo de verdad.
b) La verdad que Jesús anuncia y encarna no procede de él mismo, sino que nos remite
a su origen en Dios (8,40). En el diálogo con Pilatos se presenta Jesús como testigo de
la verdad divina: «para eso naci yo y vine al mundo; todo el que está por la verdad me
escucha» (18, 37). La verdad que se encierra en Jesús significa, por consiguiente, la
automanifestación de la realidad divina, es decir, tiene calidad de revelación. Esto
mismo expresan también los adjetivos, muy frecuentes y prácticamente sinónimos en
Juan, aléthes y aléthinós, así como el adverbio aléthós (p. ej. 1, 9; 4, 42; 8, 26). El Dios
invisible se ha «pronunciado» en Jesús (1, 18). En él está presente la verdad divina, él
es el lugar histórico de la verdad. Con ello se toma el camino opuesto al concepto
platónico de verdad: mientras en aquél la verdad, a partir de la realidad concreta, se
volatiliza en el mundo de las ideas invisibles, la verdad entendida como revelación en
Jesús baja del reino de la divinidad invisible a la concreción de la vida inmanente e
histórica. «Pero ello significa que la encarnación, y por tanto la humanidad del Señor,
es la decisiva revelación de Dios»
La pregunta de Pilato «¿qué es verdad?» (Jn 18, 38) representa la concepción griega de
verdad, dirigida al conocimiento de objetos. En la confrontación con Jesús, Pilato
entiende la verdad como un «qué» objetivo, y «no cae en la cuenta de que está ante
la verdad en persona» .
c) Como revelador de la verdad divina en una concreción histórica, Jesús es la palabra
hecha carne (1, 14). Ello se puede entender, en primer lugar, en el sentido de que
Jesús, en su anuncio, dice la verdad (8, 40.45.46; 16, 7). Pero la verdad no sólo se
manifiesta en las palabras de Jesús, sino también en sus obras y en la entrega de su
vida. Esto queda claro en el discurso de despedida de Jesús 17, 17-19. La palabra de
Dios, que es la verdad (v. 17), es ejemplificada en el v. 19 con la autosantificación de
Jesús, que en este pasaje equivale a la donación de su vida (cf. Bultmann, ad locum).
«La palabra de verdad, que conduce a la verdad, se manifiesta incluso en la muerte de
Jesús por los suyos y por el mundo». Con ello, la vida histórica de Jesús, tanto al
anunciar como al obrar y al padecer, se presenta como la palabra comprometedora de
la verdad.
d) La verdad divina, manifiesta en Jesús, se opone al poder de la mentira. En 8, 44 ésta
es referida al dominio, que es un «asesino» y «nunca ha estado con la verdad». Verdad
y mentira aparecen como dos poderes enfrentados que dominan todo el campo del
ser. Verdad, luz y vida están de un lado; mentira, tinieblas y muerte, de otro. Pero no
actúan como potencias anónimas determinadoras del destino, sino como reinos
ligados a personas que nos llaman a una decisión: así como Jesús representa la verdad,
el demonio representa, mitológicamente hablando, la mentira. Esta antítesis no es
tampoco en Juan estática y eterna, sino histórica. Sólo con la aparición de Jesús se
presenta también el poder de la mentira en toda su maldad como oposición contra la
verdad de Dios, y entonces es juzgado (3, 19-21; 16, 8 ss). En su encuentro con Jesús
«los judíos» adoptan una actitud de rechazo que desenmascara su devoción por la ley
y la manifiesta como cautiverio en poder del pecado (8, 30-36). A los seguidores de
Jesús, por el contrario, se les promete una verdadera libertad, que consiste en
renunciar al egoísmo y seguir el camino de Jesús como definitiva realidad. «Vosotros,
para ser de verdad mis discípulos, tenéis que ateneros a ese mensaje mío; conoceréis
la verdad, y la verdad os hará libres» (8, 31).
e) Esta verdad, encarnada en Jesús, que descubre y vence a la mentira, se comunica
mediante el espíritu de verdad (4, 23 s; 14, 17; 15, 26). La acción del espíritu consiste
en mantener el recuerdo de Jesús (14, 26) y en abrir a la verdad futura (16, 13). «Lo
que viene es el futuro de la verdad, que estuvo en la persona, la vida y la obra de Jesús,
y ahora está presente de nuevo y plenamente en el espíritu». Así «reconforta» el
espíritu de verdad [parákletos] a la comunidad que vive en el mundo mediante la
actualización de la verdad puesta al descubierto por Jesús.
Al mismo tiempo, el espíritu actúa como el poder que llama a realizar la verdad en el
seguimiento de Jesús (3, 21). Las cartas de Juan insisten de un modo especial en esto
(1 Jn 1, 6; 2 Jn 1-3; 3 Jn 3). 3 Jn 12 invita a hacerse «colaborador de la verdad»; y 1 Jn 2,
5 resume: «en uno que hace caso de su mensaje, el amor de Dios queda realizado de
veras».
Resumen la verdad en San Juan
"En la concepción joanea de verdad se conservan el concepto griego de alétheia como realidad
desvelada o patente del ser, y el concepto veterotestamentario de emet como firme
seguridad, y ambos combinados para formar una nueva e inseparable unidad. Y el carácter
inconfundible de esta peculiar concepción de verdad está en que Juan ya no sólo relaciona,
como hiciera Pablo, el concepto de verdad con Cristo, sino que lo identifica con él".
La verdad tiene en Juan un carácter personal histórico y de acontecimiento; se descubre la
realidad divina mediante un acontecimiento histórico "Yo soy el camino
la verdad (manifestación-lealtad) y la vida" 14.6, "El amor y la verdad (lealtad) se hicieron
realidad en Jesús"1: 17.
Ante la pregunta platónica de Pilato "¿Qué es la verdad"18.38, la respuesta fue antedicha,
pero no comprendida: en Jesús-Cristo la divinidad se ha pronunciado, la presencia histórica de
Jesús tiene calidad de revelación, en él está presente la verdad divina, él es el lugar histórico
de la verdad. Camino inverso al platónico, en vez de volatilizarse la verdad en un mundo de
ideas invisibles, se concreta en la vida inmanente e histórica. Pilato preguntaba por un "que",
la respuesta de la tradición cristiana es que estaba ante la verdad en persona; la palabra hecha
carne. La verdad en esta tradición no se agota en un problema de proposiciones sino en un
problema de sentido; más que un "qué" es la verdad se remite a "quien" es la verdad; a un
vivir en la verdad como lealtad y firmeza en forma contingente e histórica. Por tanto el
problema de la verdad pasa por una ética de veracidad, la vida en la verdad; que implicaría el
seguimiento de ese hombre-dios en quien se realiza la verdad.
Conclusión
En este trabajo solamente presentamos la posibilidad de otra línea de reflexión; desde ese
amor a la verdad, se origina en la falta de ser de la verdad. Hoy agregamos que para la
tradición judeocristiana la verdad no remite al ser sino al existir, al quien, no al qué.
para demostrar que la palabra verdad no es un término unívoco. Y aportar otro punto de
vista, dejar alusiones, indicadores, para pensar desde otro lugar.
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[1] Dios Habla Hoy - La Biblia de Estudio, (Estados Unidos de América: Sociedades Bíblicas
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4 (Exegética, 153); citado por Link, H. G. "Verdad", en Coenen et alia. "Diccionario Teológico
del Nuevo Testamento", 1987.
[3] Eichrodt, pags. 219-228 y Von Rad, pags. 453-468
[4] Von Rad, pag. 454
[5] Idem pag. 458
[6] Cfr. Link H.G:, op. cit. pag. 334.
[7] Idem pag. 335.
[8] Ibídem pag. 335.
[9] Ibídem pag. 336.
[10] Op. cit. Pg, 339.