todo tiene un precio pide un deseo - el siglo de torreón · alguna vez deseó que su libro llegara...

1
Siglo nuevo Pide un deseo Cecilia Lavalle cuarzo rosa C uántas veces ha pedido un deseo y al cumplirse no ha sido en ab- soluto como lo imaginaba, o el ca- mino para alcanzarlo estuvo tan lleno de obstáculos que hasta se le olvidó que us- ted lo pidió. Lo mismo al caerse una pestaña, que en la vela del pastel de cumpleaños, que al mirar una estrella fugaz, la regla es: ¡pide un deseo! Y siempre hay algo que desear. Sin embargo, es posible que debamos tener mucho cuidado con lo que desea- mos, porque los deseos se cumplen. Re- cordemos la historia de la princesa Diana, cuyo décimo aniversario de fallecimiento se conmemoró este año. Yo estudiaba en la universidad cuan- do, como en los cuentos de hadas, una mu- jer común contraería matrimonio con un príncipe. ¡Es el sueño hecho realidad! ¡Sí es posible casarse con un príncipe! Se dijo por aquellos días. Tan la ilusión sedujo a medio mundo que, a partir del momento en que se dio a conocer la noticia, se siguieron de cerca to- dos los detalles de esa boda. Después, me- dio mundo también, siguió de cerca la in- fortunada vida de la princesa. Fuimos atestiguando la molestia de la princesa, su tristeza, su soledad. Y, aun- que también fuimos atestiguando su fa- ma, su carisma, su compromiso social, fue inevitable pensar que convertirse en prin- cesa no implicaba el “y fueron felices para siempre”. Cuando murió Lady Di, Princesa Dia- na –como se le siguió llamando aun cuan- do ya no pertenecía a la realeza- me pre- gunté si lamentablemente no se había cumplido su deseo. Porque imagino que en algún momento pidió: Quiero ser una mujer rica, famosa y querida por todos. ¡Y vaya que se le admiró y se le quiso! ¡Y vaya que hubiera cambiado gustosa todo eso por una vida más ordinaria y más feliz! J. K. Rowling, la autora de Harry Po- tter, declaró que se sentía abrumada por la fama y la fortuna que había adquirido gracias a sus novelas. Pero, seguramente, alguna vez deseó que su libro llegara a muchos niños y niñas. Concedido. Qui- zás el meollo, entonces, consista en pedir el deseo con tal precisión, con tal lujo de detalles, que no quede margen para que nos salga el tiro por la culata. Pero se me ocurre que, aun en ese caso, no tenemos la visión suficiente como para saber si nuestro deseo nos hará felices o será lo más conveniente o si, ya cumplido, resultará satisfactorio. Tampoco tenemos la visión para conocer de antemano el pre- cio que deberemos pagar. De modo que el deseo en sí no es el pro- blema. El problema es que no elegimos el camino para alcanzar nuestros deseos. El proceso no nos es consultado. El pre- cio no se pacta de antemano. Acaso por e- so, en los momentos difíciles, no debemos preguntarnos ¿por qué?, sino ¿para qué?, ¿qué debo aprender?, ¿qué gano? Y tal vez, en la respuesta, encontremos el deseo que alguna vez formulamos. Sí, debemos tener cuidado con lo que deseamos. Pero también debemos estar conscientes de que todo tiene un precio. Y debemos tener la apertura para recorrer el trayecto que nos permite alcanzar nues- tros deseos. A veces vale la pena. § Apreciaría sus comentarios. Correo-e: [email protected] TODO TIENE UN PRECIO No tenemos la visión suficiente como para saber si nuestro deseo nos hará felices o será lo más conveniente

Upload: others

Post on 19-Mar-2020

0 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: TODO TIENE UN PRECIO Pide un deseo - El Siglo de Torreón · alguna vez deseó que su libro llegara a ... Concedido. Qui-zás el meollo, entonces, consista en pedir el deseo con tal

Siglo nuevo

Pide un deseoCecilia Lavalle

cuarzo rosa

Cuántas veces ha pedido un deseo y al cumplirse no ha sido en ab-soluto como lo imaginaba, o el ca-

mino para alcanzarlo estuvo tan lleno de obstáculos que hasta se le olvidó que us-ted lo pidió.

Lo mismo al caerse una pestaña, que en la vela del pastel de cumpleaños, que al mirar una estrella fugaz, la regla es: ¡pide un deseo! Y siempre hay algo que desear.

Sin embargo, es posible que debamos tener mucho cuidado con lo que desea-mos, porque los deseos se cumplen. Re-cordemos la historia de la princesa Diana, cuyo décimo aniversario de fallecimiento se conmemoró este año.

Yo estudiaba en la universidad cuan-do, como en los cuentos de hadas, una mu-jer común contraería matrimonio con un príncipe. ¡Es el sueño hecho realidad! ¡Sí

es posible casarse con un príncipe! Se dijo por aquellos días.

Tan la ilusión sedujo a medio mundo que, a partir del momento en que se dio a conocer la noticia, se siguieron de cerca to- dos los detalles de esa boda. Después, me- dio mundo también, siguió de cerca la in-fortunada vida de la princesa.

Fuimos atestiguando la molestia de la princesa, su tristeza, su soledad. Y, aun- que también fuimos atestiguando su fa- ma, su carisma, su compromiso social, fueinevitable pensar que convertirse en prin-cesa no implicaba el “y fueron felices para siempre”.

Cuando murió Lady Di, Princesa Dia- na –como se le siguió llamando aun cuan-do ya no pertenecía a la realeza- me pre-gunté si lamentablemente no se había cumplido su deseo. Porque imagino que en algún momento pidió: Quiero ser una mujer rica, famosa y querida por todos. ¡Y vaya que se le admiró y se le quiso! ¡Y vaya que hubiera cambiado gustosa todo eso por una vida más ordinaria y más feliz!

J. K. Rowling, la autora de Harry Po-tter, declaró que se sentía abrumada por tter, declaró que se sentía abrumada por tterla fama y la fortuna que había adquirido gracias a sus novelas. Pero, seguramente,alguna vez deseó que su libro llegara a

muchos niños y niñas. Concedido. Qui-zás el meollo, entonces, consista en pedir el deseo con tal precisión, con tal lujo de detalles, que no quede margen para que nos salga el tiro por la culata.

Pero se me ocurre que, aun en ese caso, no tenemos la visión sufi ciente como para saber si nuestro deseo nos hará felices o será lo más conveniente o si, ya cumplido, resultará satisfactorio. Tampoco tenemos la visión para conocer de antemano el pre-cio que deberemos pagar.

De modo que el deseo en sí no es el pro-blema. El problema es que no elegimos el camino para alcanzar nuestros deseos. El proceso no nos es consultado. El pre-cio no se pacta de antemano. Acaso por e-so, en los momentos difíciles, no debemos preguntarnos ¿por qué?, sino ¿para qué?, ¿qué debo aprender?, ¿qué gano? Y tal vez, en la respuesta, encontremos el deseo que alguna vez formulamos.

Sí, debemos tener cuidado con lo que deseamos. Pero también debemos estar conscientes de que todo tiene un precio. Y debemos tener la apertura para recorrer el trayecto que nos permite alcanzar nues-tros deseos. A veces vale la pena. §

Apreciaría sus comentarios.Correo-e: [email protected]

TODO TIENE UN PRECIO

No tenemos la visión sufi ciente

como para saber si nuestro

deseo nos hará felices

o será lo más conveniente