teotihuacan: ofrendas de los templos

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TEOTIHUACAN: OFRENDAS DE LOS TEMPLOS DE QUETZALCOATL Por DANIEL F. HuuíN DE LA BouBOLLA Las ofrendas a que se refiere este estudio fueron descubiertas en 1939, durante las exploraciones realizadas por el doctor Alfonso Caso y el señor José Reyes, en el conjunto de edificios denominado La Ciudadela, de la Zona Arqueológica de Teotihuacán. En la exploración de la Ofrenda 2 del llamado templo de Quctzalcóatl Nuevo tomaron parte la doctora Ada D'Aloja y el autor. Las ilustraciones fueron ejecutadas en los laboratorios del Instituto Na- cional de Antropología e Historia, por el señor Luis Limón. Los objetos descubiertos se exhiben ahora en el Museo de la Zona Ar· queológica de Teotihuacán, y en la Sala de la Cultura TeoLihuacana, del Museo Nacional de Antropología. Teotihuacán ha sido explorado por numerosos investigador:es en distin- tas épocas. El arqueólogo casi nunca descubre, originalmente, una zona ar- queológica, porque ésta es conocida, cuando menos, por los vecinos de los pueblos cercanos a la localidad. Y cuando explora, casi nunca logra ago- tar las investigaciones, a veces por falta de recursos económicos, otras por la necesidad y conveniencia de conservar una parte para estudios futuros y, además, porque en muchos casos toda una vida de dedicación a una zona no sería suficiente para agotarla. Teotihuacán está muy lejos de haber sido el descubrimiento sensacio- nal de algún sabio del siglo pasado, porque era un lugar conocido desde 61

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Page 1: TEOTIHUACAN: OFRENDAS DE LOS TEMPLOS

TEOTIHUACAN: OFRENDAS DE LOS TEMPLOS DE QUETZALCOATL

Por DANIEL F. HuuíN DE LA BouBOLLA

Las ofrendas a que se refiere este estudio fueron descubiertas en 1939, durante las exploraciones realizadas por el doctor Alfonso Caso y el señor José Reyes, en el conjunto de edificios denominado La Ciudadela, de la Zona Arqueológica de Teotihuacán.

En la exploración de la Ofrenda 2 del llamado templo de Quctzalcóatl Nuevo tomaron parte la doctora Ada D'Aloja y el autor.

Las ilustraciones fueron ejecutadas en los laboratorios del Instituto Na­cional de Antropología e Historia, por el señor Luis Limón.

Los objetos descubiertos se exhiben ahora en el Museo de la Zona Ar· queológica de Teotihuacán, y en la Sala de la Cultura TeoLihuacana, del

Museo Nacional de Antropología. Teotihuacán ha sido explorado por numerosos investigador:es en distin­

tas épocas. El arqueólogo casi nunca descubre, originalmente, una zona ar­queológica, porque ésta es conocida, cuando menos, por los vecinos de los pueblos cercanos a la localidad. Y cuando explora, casi nunca logra ago­tar las investigaciones, a veces por falta de recursos económicos, otras por la necesidad y conveniencia de conservar una parte para estudios futuros y, además, porque en muchos casos toda una vida de dedicación a una zona

no sería suficiente para agotarla. Teotihuacán está muy lejos de haber sido el descubrimiento sensacio­

nal de algún sabio del siglo pasado, porque era un lugar conocido desde

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siglos atrás. Sin embargo, el interés fué siempre grande, y lo denota el hecho de que el primer trabajo serio se efectuó en 1864, cuando el inge­niero Ramón Almaraz, miembro de la Comisión Científica de Pachuca, le­

vantó el primer plano de la zona. En lB80 los Anales del Museo Nacional publicaron el primer trabajo

. .;;obre Tcotihuacún, escrito por Gumer:::indo Mendoza. Por la mi:"ma época Iluhert Howe Bancroft hizo un resumen de lo hasta entonces conocido, y dió una bibliografía bastante completa para su tiempo. En J 885 Désiré Char­nay efectuó una exploración en la llamada Calzada de los Muertos, mien­tras que, en 1887, William Holmes pulJlicó una descripción y un plano en perspectiva, tan exacto y brillantemente ejecutado corno los de Monte Al­hán, Milla y otros sitios arqueológicos visitados por él. El primer artículo de Leopoldo Batrcs apareció en 1889; el último, después de imprimir va­rios, en 1910. Antonio Peñafiel publicó, en el mismo alío, una obra en dos tornos. Es así como se han venido acumulando las descripciones y desarro­

llando las ideas acerca ele Teotihuacán. El trabajo de exploración realmente se debe a Lcopoldo Batres, Manuel

Gamio y, más tarde, a José Heygadas Vértiz. De los tres, Gamio hizo la obra más grande, y sus investigaciones abarcaron tanto el aspecto arqueoló­gico como el colonial y el actual. Reygadas continuó el trabajo de explora­ción de Gamio, y en su informe a una reunión del Congreso de America­nistas, hace una descripción detallada de la técnica de exploración del Templo de Quetzalcóatl. Los últimos exploradores han sido Sigvalcl Linné, de Estocolmo; George C. Vaillant, de Nueva York, y Alfonso Caso.

Fuera del hallazgo accidental de algunos entierros, descritos por Ales llrdlicka, y los que encontró Linné en Xolalpan, hasta hoy no se ha traba­jado en el cementerio. Se conocen objetos del débris de los templos y algu­nas ofrendas cuyo hallazgo también fué accidental.

LAS PRIMERAS OFRENDAS

En 1939 el doctor Caso 1 inició la exploración del Templo de Quetzal­cóatl, dentro del sistema llamado La Ciudadela, para estudiar las superpo­siciones y comprobar datos encontrados por él en Monte Albán. Al pie ele la escalera del Quetzalcóatl Viejo, edificio que ostenta grandes cabezas de serpientes y de dioses, se hizo ~n pozo para continuarlo más tarde en for­ma de túnel (planos 1 y 2). Debajo del piso de estuco, a una profundidad

1 Los estudios iniciados por el doctor Alfonso Caso, en 1939, ori¡;inaron una exploración per­manente del Instituto Nacional de Antropología e Historia.

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no mayor de un metro, se encontró una ofreJ d , , . , , Col . d (f' 4 "' . J a COII:<I:;ltnfe en cuatro c·¡¡·u-es crr an es 1 gs . o v 6) ( F · z · · · '

tl • ' J asczo ana !!U!'Wllca s··\\'lJv). * 1 d · d · ·d 11 u '" · ~ .1 , cucn as e p1e ra ver e, entre e as algunas de jade (fi" 12). ·1 . I ·n . . . o· ' puntas te flecha, nava-

JaS y cuc 11 os de obsHhana; conchas perforadas '' rno~'\l·c l l . · 1 ( s l ¡ · _ ; ·' o t e lllJsmo ma-

tena ~pon( y us lzmbatns Swby y Pcctf'n sp) (f',, 2). ¡· 1 'l · ' · · , ' 1

t'' ' ( ICllleS llllllHIIOS con mut1 acwn e mcrustacwn de pirita del ti¡1o "X·'" (f' . 11) • • . . ' · Ig .. · · , etc. J odos estos obJetos constituyen la ofrenda I del Quctzalcóatl Viejo.

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LA CIUDADELA. 1 y 2, ofrenda.

La exploración se interrumpió porque, al iniciar el túnel, se encontra­

ron los escalones de una estructura interior y no se contaba con elementos

suficientes para hacer una exploración en mayor escala.

Se procedió a hacer una exploración semejante en el edificio del Que­

tzalcóatl Nuevo, es decir, el que está situado precisamente enfrente del

Quetzalcóatl Viejo y que, al construirlo, cubrió las cabezas de serpiente

de este último. Se hizo un pozo central y se continuó hacia dentro de la pi­

rámide por medio de un túnel (planos 1 y 2). A poco más de un metro de la entrada se comenzaron .a encontrar frag­

mentos de huesos humanos y de animales y algunos objetos dispersos (fig.

7). Al continuar la exploración se notó que se trataba de una ofrenda de

"' La verificación de los nombres científicos se debe a la gentileza y valiosa colaboración de Manuel Maldonado K.

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innumerables piezas de diversa naturaleza, que ocupaba posiblemente un amplio trecho del relleno interior del templo. De hecho la ofrenda abarca­ba una superficie de más de tres metros de longitud por casi un metro de

ancho. En ambos casos se trata de las ofrendas de los templos respectivos. De­

be hacerse notar, sin embargo, que el hallazgo sólo representa una canti­dad pequeña que sobrevivió a la destrucción natural. Muchos de los objetos deben haber sido hechos de materia orgánica: figuras de papel, adornos de plumas, telas, objetos de madera y resinas, ele. Pero sólo se encontraron los de materia inorgánica: piedra, jade, obsidiana, arcilla, etc.

La ofrenda l corresponde a la época de construcción de la fachada con dioses y serpientes. Falta buscar la que está asociada con la estructura in­terior, cuyos escalones fueron descubiertos al hacer el pozo de la ofrenda l.

Los objetos están hechos de los siguientes materiales:

Arcilla (cabecitas humanas y de animal). Concha (conchas perforadas, cuentas, discos, mosaicos). Hueso (agujas). Jade (cuentas, esculturas humanas, orejeras y penachos). Mollusca (cortados, perforados y tallados). Obsidiana (cuchillos, figuras humanas y zoomorfas, navajas y puntas

de flecha). Pirita (espejos e incrustaciones dentarias circulares) . Diversa (pasta de pintura ( ?) amarilla y pizarras pintadas).

El inventario de los objetos también es interesante:

Agujas de hueso.

Cabecitas de animal, de barro.

Cabecitas humanas, de barro, tipo teotihuacano.

Caracoles pequeños (no se pudo hacer la identificación). Caracoles cortados (Oliva angulata Lamarclc). Caracoles perforados (Oliva porphyria Linnacus). Caracoles labrados (Fasciolaria gigantea Swby).

Conchas perforadas (S pondylus limbatus Swby). Cuchillos labrados de obsidiana. Cuentas cilíndricas de jade. Cuentas esféricas de jade.

Cuentas rectangulares de concha (Spondylus limbatus Swby). Discos de concha (Pecten sp.) /

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l~ien~es hum~n.os m u ti lados ( véan~e i ncru~taciones). J•,speJOS de p1nta.

Figurillas humanas de jade.

Figurillas humanas de obsidiana.

Figurillas zoomorfas de obsidiana (serpiente). Huesos humanos (fragmentos). Huesos de animal (fragmentos). Incrustaciones dentarias de pirita. J acle en piedra sin lahrar.

Mosaico de concha ( Spondylus lirn batns Swhy). Navajas de obsidiana. Penachos de jade.

Pintura (?) amarilla en pasta. Pizarras pintadas.

Puntas de flecha ele obsidiana.

Orejeras de jade con tapón rojo.

Orejeras de jade, pequeñas, desmontables.

ESTUDIO DE LAS OFRENDAS

Se destacan en primer término los materiales. La arcilla, hueso, obsi· diana, pintura amarilla y pizarra, pueden obtenerse en la región, es decir, forman parte de sus recursos naturales. Son famosos los depósitos de obsi· diana que, sin duda alguna, sirvieron a muchos grupos humanos antes y después de los teotihuacanos. Los otros materiales: concha, jade, Mollusca y pirita, no se encuentran en el Valle de México. La concha proviene de dos regiones distintas: la S pondylus limbatus Swby se encuentra desde Maza· tlán hacia el norte del Pacífico. Por lo que hace a los caracoles, Oliva an· gulata Lamarck, provienen del Golfo de California, lo mismo que Fascio· laria gigantea Swby. Las regiones del jade más cercanas son Guerrero y Oaxaca; la pirita existe más cerca del Valle de México, en la región de Pachuca. Todo lo dicho indica que los teotihuaeanos tenían relaciones, di­rectas o indirectas, con otros grupos fuera del Valle. También es proba­ble que hayan aprendido a hacer uso de esos materiales antes de su llegada a Teotihuacán. Las pinturas murales del templo de la Agricultura tienen escenas de vida acuática, con grandes caracoles ( Fasciolaria gigantea Swby,

sin duda alguna). La concha se utilizó como elemento decorativo en la

cerámica.

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De los objetos de la ofrenda se puede hacer la siguiente clasificación: utensilios, adornos, representaciones, materiales y diversa. Son escasos en variedad los utensilios de las ofrendas; éstos consisten en agujas de hueso con el ojo para ensartar; navajas de obsidiana, algunas de ellas de más de 35 cm. de longitud; puntas de flecha que varían en tamaño desde 7 cm. hasta S mm., estas últimas, indudablemente, no tuvieron utilidad práctica. Los cuchillos labrados podrían ser clasificados como tales, pero por ser tan pequeños, más bien parecen ser piezas simbólicas, aunque bien pudieran haber sido usados para la efusión de sangre en los sacrificios.

Los adornos son numerosos: caracoles cortados y perforados, cuentas de jade y concha usadas para sartales, discos de concha y espejos de pirita que, probablemente, formaban parte de la decoración de algún manto o vestido; orejeras de jade, con tapón rojo hecho de estuco que, seguramen­te; eran colocadas en figuras humanas o máscaras, aunque pueden haber tenido otro valor o papel en la ofrenda. Las pequeñas orejeras no pertene· cen a esta clase, aunque servían las mismas funciones.

Las figuras humanas hechas en jade pueden clasificarse en cuatro ti­pos: A: tipo plano de placa, sencillo, con resplandor desmontable (fig. 15) ; B: tipo de escultura más abultado, con resplandor desmontable y pivote pa· ra fijarlo o adherirlo por la parte posterior (fig. 15); C: tipo de escultura con banda en la frente, pelo cortado sobresaliente de la banda, resplandor y orejeras desmontables (figs. 1 y 18), y D: el tipo desorejado, forma na­tural, de tamaño mayor que los anteriores, sin banda ni pelo, con resplandor y orejeras desmontables ( fig. 17). Y a con anterioridad se conocían los ti­pos A y C. Este último ha aparecido en la tumba 29 de Monte Albán, época Ili, y en Tzintzuntzan, en una tumba que contenía, entre otras cosas, un bellísimo ejemplar de tipo olmeca y pequeños penates tarascas que bien pueden corresponder a una época anterior a la última de dicho lugar.

Los nuevos tipos se distinguen por el tallado, y por las orejeras y el resplandor desmontables, que completan los adornos de la pieza. Se ha lla­mado resplandor desmontable a una plancha de jade en forma de almena, que es m u y común en las representaciones indígenas (figs. 16 y 18). Esta pieza, generalmente, tiene dos agujeros en el centro. Abundan piezas idén­ticas, halladas en muchas regiones de México; pero, hasta ahora, no se ha­bía podido descubrir su verdadero uso. Al explorar la ofrenda, se encontra­ron varias figurillas de jade, colocadas sobre los llamados resplandores, lo que hizo suponer cuál era su uso. Este se confirma en otras representaciones, como en la famosa urna de la tumba 77 de Monte Alhán, período Il, que tic-

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Fig. 1.- Escultun de jade, con banda y pelo; orejeras y resplandor desmontahlcs. Ofrentla 1,

Quetzalcóatl nuevo.

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nen detrás de la cabeza un rcsl)Ltndor idénti•'<) l•'c;t·t for·m" 1. ¡ .·, • • c. • . " , .. te t ecoracton

es espectalrnentc abundante en las urnas zapoteca~. Probablenwntc se trate de la representación de un resplandor de papel 0 de cut·ro.

Son notables las diferencias que existm entre estas [1· "ttr·t'll·1 • 1 . · · · · · · · · n . ' s y as qtw prov1enen de otros luo-arcs (fig 19) M', t .. · 1 11 1 1 o · · ten 1 as que as ama< as o nH·cas y las mixt.ecas .ti_enen los brazos c~uzados, eon una expref'iún facial que la~ raractenza flSlcamente, las teottlmacanas impresionan por el tipo facial, por la realidad de la expresión humana, porque todas tienen las extremida­des superiores en posición natural y pegadas al cuerpo, las inferiores algo

separadas y el cuerpo bastante bien conformado. En algo se parecen, facial­mente, a las figurillas de barro llamadas retratos.

Son clásicas las representaciones humanas y de animales hechas en oh­sidiana y muy numerosas en las dos ofrendas. Se encontraron cuatro bellí­simas puntas en forma de serpiente (fig. 9). La ejecución de este trabajo

sobrepasa toda obra de labrado y pulimentado de piedra y sólo la igual a el tallado de los pequeños cuchillos.

La piedra de jade en bruto se presta a reflexiones ( fig. ll). Si se trata de la ofrenda del templo, ¿qué importancia tenía esta piedra sin labrar en­tre los objetos? Valdría la pena estudiar el papel que desempeiían, y el va­

lor in di vi dual que tienen los distintos componentes de estos tipos de of ren­

das, que son tan frecuentes en los edificios. El valor intrínseco del jade,

entre los indígenas, no es necesariamente la única razón por la que fué

colocado en la ofrenda.

Se encontraron unos discos de pasta de color amarillo vivo . .En un prin­

cipio se creyó que fuesen de copal. Uno de ellos tenía una cabecita, tipo re­

trato, pegada con barro sin cocer. Esto hace suponer que las otras pueden

haber estado colocadas en la misma forma. Los espejos de pirita de la of ren•

da son de dimensiones casi idénticas. Conviene hacer notar que los discos

amarillos pueden haber sido de pirita o de jade que con la humedad y el

tiempo se desintegraron adquiriendo ese color. Sin embargo, se conocen in­

crustaciones de pirita oxidada o desintegrada que adquirieron un color mo­

rado. Las pizarras de la ofrenda, pintadas de rojo, abundan en Teotihua­

cán. Colocadas adecuadamente, deben haber formado círculos decorativos

sobre algún fondo cuyo material se desintegró.

No faltaron, como era de esperarse, los fragmentos de huesos de anima­les: de venado, liebre, cacomiztle y un molar de coyote, además de f rag­

rnentos de huesos humanos. Por desgracia sólo se encontraron pedazos de

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un parietal derecho y dos dientes, uno de ellos mutilado y con una incrus­tación de pirita, tipo X. :z No es sorprendente el hecho de haber hallado só­lo un fragmento de cráneo en una ofrenda y dos clientes en la otra, corno únicos restos humanos. Los huesos de animal, por su abundancia y coloca­ción, indudablemente forman parle de la ofrenda, mientras que los restos humanos deben haber pasado a la pirámide juntamente con la tierra al re· llenar el hueco de las ofrendas. De todos modos, estos fragmentos corres­pondieron alguna vez a algún entierro teotihuacano.

Es de notar, por último, que el tipo de mutilación dentaria que se en­cuentra en el cliente de referencia, el de la ofrenda l, sólo es común al sur de M1~xico, especialmente favorito de los zapotecos y mayas, y es poco co­nocido en la altiplanicie, donde la mutilación dentaria más común era el afilamiento o aguzamiento del diente. 3 En una de las pinturas recientemen­te descubiertas en Teotihuacán se puede ver a un individuo que, con un instrumento en la mano, está efectuando algún trabajo u operación en la boca de otro, que está sentado. El señor Agustín Villagra, quien ha hecho una copia fiel de la pintura, cree que la escena muestra una operación de mutilación dentaria. Las mutilaciones dentarias en Tcotihuacán son raras, pero las incrustaciones lo so11 aún más, de modo que en este pequeño obje­to se encuentra, nuevamente, una relación ele los teotihuacanos con grupos <lcl Sur.

Como ya se hizo notar, la ofrenda ocupaba un espacio de más ele 3 metros y medio de longitud, comenzando a poco más de un metro dentro <le la pirámide misma. Los objetos estaban colocados en pequeños grupos de una o varias figuras humanas de jade con sus respectivos resplandores; uno o más pares de orejeras grandes con tapón rojo; dos o más caracoles perforados o cortados; una o dos conchas perforadas; un sartal de siete cuentas de jade; algunos cuchillos labrados, de obsidiana; dos o más espe­jos de pirita y discos de pintura (?) amarilla. Todo esto sobre una especie de lecho formado con navajas de obsidiana.

Los grandes caracoles fueron encontrados en la ofrenda 1 del templo

del Quetzalcóatl Viejo y constituyen, indudablemente, una ofrenda clásica a dicho dios; mientras que, en el caso de la ofrenda 2, sólo podemos guiar­nos por los pequeños caracoles cortados y los perforados, que eran adorno característico de su collar.

La ofrenda l, de aparente pobreza, se encontró toda formando un solo

2 Rubín de la Borbolla, 1940. 8 /bid.

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• Fi¡:. 2. e :un.-lm, ¡>cl"fornllub y tli~cm; y UlOS.tiru~ tic ··ou~hu C.'iJIUIIfl)llf.( limbutU.\ Swt.y y

/ 'ct:lc" bJI.) . Ofrenda 2 dd Quctrolwutl Nm:\U.

Fi¡.:. :1. (.onu·uk:- t•o• tntlos (0/iw ullgu/llút l .lllllllfl h). (:Oarat·ult·, pr·rfurado~ (Ufit., ¡HJrphyriu Liwwe1LS). CumuuL~ 1:11 umhu, ufrcnclu•.

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Fi¡;s. 4, 5 y 6. FuM:iolaria gí¡;rmtca Swb)'. Ofrendn J, Qu••t1.alcúu1l JII'BÚ1ti111u.

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Fig. 7. FrngzuoLrovs de cníneo lnnnauo y ,·¡!' how~os de aroízual (vPmulo, l io·bn·, cncomixtlc) . Ofrmodu 2.

Jli~. 8. Agujas y cspáLula t.lc louCllo. Of1·cndn 2.

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Page 15: TEOTIHUACAN: OFRENDAS DE LOS TEMPLOS

f ig. 10. Pasta de pintura (?) amarilla sobre la que se colocaron cabecitas de barro. Ofrenda 2.

fi¡;. 11. Pedazos de jade sin labrar. Ofrenda 2.

Fi¡;. 12. Sartales, cada uno de sielc l'UCUins. Ofrcndu 2. 1::1 so1tal grande r•ro•·ieoe de la of rendn l.

Page 16: TEOTIHUACAN: OFRENDAS DE LOS TEMPLOS

Fi¡;. 1:1. Fi¡;uríllos rle han-o, humana~ y de ur~ionalt·•. N6te<o· lu !'UUrt u cuiJ~cito uc Ju fi ln ~UIJCriu t UlUUlUifU Cll llll J j,;co Jo )JilSlU Ul' p iri[Ufll ( '!) UlllUfillu, Orn•uo)a [,

Fi¡:. 11. E.¡.,.jm. ole· ¡urotn en forma úe úisl'l)!', dt· 2.1 "'""' n l!l 111111, clo· oliliml'tru. Uu ~c­gundo indsi'o ~upcrior mutilado y con incru>Lorión d•· ¡oirilu. l::.ta deformación <.vrrcs¡oondc

al úpo X. Ofrendn 2.

Page 17: TEOTIHUACAN: OFRENDAS DE LOS TEMPLOS

Fi¡;. 15. V1stus autt"rior y po>trriur 11~< In~ fi¡;urillu~ de jnrh•, tipo~ J\ )' D, tlt• lu, ••fro·noln~ 1 y 2. Nótcnsc el tapón o pivote po~tcrior y el r~~¡¡lundor t.lc~moutuhle.

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Fijl. llí. Ht•;.plantlorcs dc;,montnhlcs y vi,ltt JlO!<Ieriur rlc fi¡:urillu, tic j ut¡,., ti¡lll ll, con Joi. \'Ole y restos de pegamento. Ül'(·jl'ra8 dt: jade tle 3 ClliS. n 13 mm. c.lc diámetro, con lapón

de estuco pintado de rojo. Ofrcnd11 l.

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Fi¡:. 17. Jlil!unh ,,,. ju,t.-, tipo n, tu~ "rll·"'"''jndu~". r·n11 ,.,.rfururion•·~ latnak~ p:oru lu;; un;jna;; ~CSIIIUII lulJJc~. Uf f CIJlJU 1.

Fi¡:. 111. Fi¡;rmo, ,,,. j~HI•·, til'u .-l!o~Íl'tlllll'lll<' t•·utilllllll'allu. 1'011 l•ondu y ¡oclu ; un· jera~

y rcOI'lundur lk'Wlvntul>lc;;, Ofrcncla :.!.

Page 20: TEOTIHUACAN: OFRENDAS DE LOS TEMPLOS

1 1 Vl¡.:. l \1. DiHr~us t i¡ou~ de fi ¡:ut·u~ " " jaclo: : u l ll lt'Ctt, mixt<'t:(l, zupoto·o:n y [u:~ 1'11\:fllllrtH.IUb

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Page 21: TEOTIHUACAN: OFRENDAS DE LOS TEMPLOS

núcleo de objetos, entre los que abundaban la~ figuras lnm1mws y de ser­piente, de obsidiana labrada, así como las punta¡;; de flecha y el (Íiente in­crustado con pirita. Caracoles con perforación, condw, cuchillos de ob~i­diana, navajas, cuentas de jade, etc. Es decir, las ofrendas son ca~i id(•nticas. La 1 es más pobre en contenido y calidad. No cxi~tt'll las magnífica~ figu­ras humanas de jade, mientras que en la 2 no ex istcn los grandes caracoles ni las figuras humanas de obsidiana ni las de serpiente en ~ran número. De las dos, la segunda es más rica por su contenido y por la destreza manual del trabajo.

La exploración del túnel 1 de la pirámide del Quctzaleóatl Viejo se in­terrumpió por haberse encontrado, como ya se dijo, una estructura interior. Este dato revela que, en La Ciudadela, existen más de dos épocas. Si el Quetzalcóatl Viejo fué contemporáneo de la estructura interior de adobes de la Pirámide del Sol, la construcción interior, recién descubierta, debe ser considerada como la estructura más antigua de Tcotihuacán. Sin ernhargo, Linné encontró en Xolalpan hasta seis superposiciones, lo que hace suponer que en todos los edificios de la Zona pueden existir más de dos épocas de construcción.

Haciendo un resumen puede decirse que, por primera vez, se cncucn· tran ofrendas in situ, correspondientes a la última y pcnzíltima épocas de construcción de los templos de Quetzalcóatl. Estas se componen de objetos antes desconocidos, como las esculturas de jade con resplandor, tipos B y D. Muchos de los materiales de que están fabricadas las piezas proceden de lugares de la costa distantes del Valle; en realidad, fuera de la obsidia­na y las figurillas de barro, todos los demás son de importación.

Este hecho sugiere dos consideraciones: (a), se trata de una ofrenda clásica a Quetzalcóatl, en la que tuvieron que emplearse materiales y obje­tos importados, o (b), se trata de una simple coincidencia, en la que se re­unieron los objetos más preciados que, por accidente, resultaron, la mayor

parte, de importación~ Me inclino a creer que, en este caso, se trata de ofren­

das clásicas a Quetzalcóatl en las que, necesariamente, se debió emplear

materiales y objetos procedentes de otros lugares, muchos de ellos muy leja­

nos. Esta opinión se apoya en la presencia de los grandes y pequeños caraco­

les, tan asociados con el adorno de este dios. Los teotihuacanos deben ha­

berse valido de todos los medios a su alcance a fin de obtener los materiales

y objetos adecuados para las ofrendas clásicas a Quetzalcóatl.

Por último, la exploración revela que existe una época arquitectónica

anterior a las dos ya conocidas en el templo de Quetzalcóatl de La Ciudade-

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la. Por consiguiente, al correlacionar épocas y edificios, localizaríamos la más reciente, en el templo frontero; la penúltima, en el de las cabezas ele serpiente; y, la más antigua, debajo de la escalera de este mismo templo.

Mientras Teotihuacán florecía en el Valle de México, en otros lugares, cercanos los unos, más lejanos los otros, florecían también o declinaban otras culturas que, directa o indirectamente, influyeron sobre Teotihuacán. No ca­be eluda ele que los zapotecos del Valle de Oaxaca, constructores de Monte Albán, ya declinaban cuando los teotihuacanos hacían con gran timidez los experimentos arquitectónicos con pirámides y templos de adobe que, más tarde, culminarían en los enormes edificios que hoy nos causan profunda ad­miración. Los mayas ya hacían anotaciones jeroglíficas cuando los teotihua­canos iniciaban apenas su marcha hacia la altiplanicie. Sin embargo, fuera de las construcciones del Templo Mayor no existe nada, en el Valle de Méxi­co, que rivalice con Teotihuacán. Los agricultores que les precedieron sólo dejaron Cuicuilco, y pasó tiempo, y se necesitó la creación de todo un impe­rio, para que pudiera igualarse la obra que, siglos antes, había levantado uno de los grupos humanos de más alta cultura de América.

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