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Page 1: Taller de Historia.Parcial domiciliario.Los Annales y la construcción de la historia social

Universidad Nacional de Luján

Taller de Introducción al Estudio de la Historia

Prof. Martín Martinelli

Parcial domiciliario:

“Los Annales y la construcción de la historia social”

Marcelo José Feely (Leg. 112.091)

15 de junio de 2010

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A la historia se le ha asignado la tarea de juz-gar el pasado, de instruir al presente en bene-ficio de las edades futuras. Mi trabajo no aspi-ra a cumplir tan altas funciones. Su objeto es sólo mostrar lo que de hecho ocurrió.

Leopoldo von Ranke

Es preciso que la historia deje de aparecer como una necrópolis dormida por la que sólo pasan sombras despojadas de sustancia.

Lucien Febvre

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Los Annales y la construcción de la historia social

“El nacimiento de los Annales marca, sin duda, un vuelco por parte de los historiadores hacia la reflexión en profundad en su disciplina y su oficio. El programa intelectual, del cual la revista es portadora, aparece entonces en toda su novedad y agresividad. Se organiza en torno a una proposición cen-tral: es urgente hacer salir la historia de su aislamiento disciplinario, hay que abrirla a los interrogantes y métodos de otros ciencias sociales”.1

Introducción

El presente trabajo tiene por objetivo historiar la génesis y el desarrollo del movimiento francés

de Annales y su importancia en la construcción de la historia social durante el siglo XX. Ade-

más, se propone dar cuenta del diálogo que dicho movimiento estableció con otras escuelas de

singular importancia como el marxismo británico y la microhistoria italiana, y con otras áreas del

conocimiento social como la Sociología, la Antropología, la Geografía, etc.

El derrotero teórico tendrá un ordenamiento cronológico, periodizando a Annales según la lógica

de las “generaciones”. En cada una de ellas se puntualizarán los siguientes aspectos: los autores

más representativos, las dimensiones que se privilegian en cada etapa y las disciplinas con las

cuales se entablan diálogos y debates interdisciplinarios. Es necesario destacar que se recurrirá a

las referencias contextuales sólo cuando posean valor explicativo y sean pertinentes para com-

prender como ciertos hechos y procesos han influido en las formas de construir la historia y la

historiografía.

A la hora de estructurar la organización conceptual del informe se ha elegido como eje vertebra-

dor la periodización por generaciones de Burke y el aporte de Revel, ya que ambos trabajos lo-

gran sintetizar y articular –en escasas líneas– al vasto, complejo y diverso movimiento intelec-

tual de Annales. Se incluirán, además, los desarrollos teóricos relacionados con la microhistoria

y el marxismo británico, entre otros.

La primera generación: los “fundadores” (Bloch y Febvre)

Las cronologías son cómodas y fácilmente nos seducen. Hablar de los “padres fundadores” y fi-

jar una fecha como el inicio de un movimiento puede hacernos caer involuntariamente en la ma-

nía historicista del “mito de los orígenes” y los “héroes de bronce”, en este caso, héroes de la his-

toria. Se podría decir ligeramente que “todo comenzó” cuando el medievalista Marc Bloch y Lu-

1 Revel, J, “Historia y Ciencias Sociales: los paradigmas de Annales”, en Pagano, N. y Buchbinder, P (comp.) en La historiografía francesa contemporánea, Bs. As. Biblos, 1993, pp. 105-106.

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cien Febvre, los historiadores centrales de la primera generación, crearon la Revista Annales

d'histoire économique et sociale en 1929. Paradójicamente, seguir esta línea implicaría abordar

el informe usando las herramientas que Annales se encargó de denunciar y contrarrestar durante

buena parte del siglo XX. Para evitar la “trampa historicista” debemos incorporar una mirada

más abarcativa, que analice los procesos y que posibilite superar la visión tradicional centrada en

acontecimientos aislados y episódicos.

Un punto ineludible –previo al desarrollo central del tema– es establecer si Annales fue (y es) un

movimiento o una escuela. El interrogante trae aparejado otro problema: si no se puede hallar

cierta continuidad a lo largo de tiempo, ¿es posible establecer una periodización (en “generacio-

nes”) cuando la diversidad de perspectivas, autores, disciplinas e intereses es tan amplia? Esta

pregunta no puede responderse aquí, dado la extensión que demandaría, pero concordamos con

Revel (2001, destacado nuestro) cuando expresa que “…existe una identidad historiográfica

francesa que permanece muy reconocible a pesar de la diversidad de las proposiciones y eleccio-

nes.” El autor defiende la tesis, que hacemos propia, según la cual Annales no es una escuela

sino un movimiento que mantiene cierta “identidad” a lo largo del tiempo. No una identidad fija

o inmutable sino que los programas de Annales fueron continuamente reformulados y ajustados a

las condiciones históricas.

Como sugeríamos más arriba, Annales no comenzó en 1929. Para comprender sus “raíces” hay

que remontarse a fines del XIX, principalmente a las transformaciones del mundo académico

francés, enmarcado en la derrota francesa en la Guerra Franco-Prusiana de 1870. Dicho conflicto

produjo una profunda crisis en Francia que generó una ofensiva en varios planos para superar a

Alemania. En esta coyuntura la historia tuvo un papel ideológico central, se convirtió así en “el

tesoro de la nació humillada, [cuya] enseñanza debía contribuir a rearmarla civilmente” (op. cit.).

Para lograrlo la historia se volvió “científica”. Alejándose de la literatura, pretendió “ser erudita

y metódica” (op. cit.) bajo el signo del positivismo, paradigma dominante del siglo XIX. Además

de la historia otras disciplinas aspiraron a conquistar el reconocimiento académico y legitimidad

científica, destacándose en esta lucha la sociología de Durkheim. Simiand –discípulo de Du-

rkheim– criticó el método de los historiadores, confrontando con Seignobos en un célebre deba-

te. Simiand propuso construir la unidad de las Ciencias Sociales alrededor de la sociología, asig-

nándole un rol secundario a la historia. A la sociología le adjudicaba la tarea de encontrar las “le-

yes” de la sociedad, mientras que la historia solo era un “banco de pruebas” para las hipótesis

elaboradas por la disciplina de Durkheim.

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Es central enfatizar en estos debates “fundacionales” dentro de las Ciencias Sociales, ya que dé-

cadas más tarde, los puntos fuertes del programa sociológico tendrán gran influencia en los pos-

tulados de Annales: “la historia-problema, la preocupación por la construcción del objeto, el es-

tudio comparativo, la búsqueda de modelos y la voluntad de unificar el campo de las ciencias del

hombre.” (op cit.). Sin embargo, rechazarán la epistemología de Simiand por considerarla pres-

criptiva. Similar crítica, aunque desde otra perspectiva, recibirá el marxismo al que verán con

desconfianza. Un recelo a toda sistematización que implicaría cierta rigidez y coerción. Sobre el

método comparativo es necesario realizar una aclaración dada su importancia. Bloch lo tomará

pero resignificándolo, en lugar de encontrar las semejanzas y regularidades con un afán nomoló-

gico, buscará las particularidades, las diferencias que posee cada sociedad.

Otro punto medular de Annales es su crítica a la escuela científica alemana, principalmente a la

formas de historiar planteadas por Ranke, representante emblemático en la profesionalización de

la disciplina. Una historia política-militar basada en los documentos oficiales, los cuales sola-

mente serán criticados en su aspecto externo para conocer su autenticidad. Durante el siglo XX

existieron varias reacciones contra la escuela rankeana que, sin embargo, siguió teniendo una

gran influencia que llega hasta nuestros días en las prácticas educativas (Hourcade, 1991). Tanto

Bloch como Febvre se formarán en la versión francesa de Ranke, la denominada escuela metódi-

ca.

Annales surge, entonces, como una respuesta critica a esta tradición tradicional, desarrollando

una historia social con una metodología opuesta. Plantean que para comprender los múltiples as-

pectos de la historia hay que abrirse a la multidisciplinariedad, una característica que será la mar-

ca distintiva del movimiento desde sus comienzos: el profundo y fructífero debate interdiscipli-

nario. Si bien en la primera generación las dimensiones privilegiadas serán la historia social y

económica, la historia política no estará ausente. Sin embargo, no tomará la forma del historicis-

mo alemán, sino que su abordaje será “novedoso”. No se enfatizará en la historia de los “grandes

hombres”, sino en una historia del poder desde una nueva perspectiva. Un ejemplo de ello lo po-

demos encontrar en la obra Los reyes taumaturgos. Bloch planteará allí la curación por medio de

la “imposición de manos”. Mediante un estudio de antropología histórica Bloch da cuenta no só-

lo del carácter “sagrado” de la monarquía, sino de la historia social de las creencias populares.

Otras obras del mismo autor evidencian las dimensiones históricas que se acentúan: La historia

rural francesa es un trabajo de historia económica, y La sociedad feudal, centra su interés en lo

político y social.

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En relación al contexto de entreguerras, que enmarca esta primera etapa de Annales, estará sig-

nado por la crisis y la turbulencia. En Europa los totalitarismos (fascismo y nazismo) están en as-

censo y la idea liberal del progreso indefinido es cuestionada. Más allá de las influencias genera-

les en el movimiento, el contexto golpeará –en el sentido literal del término– a uno de sus funda -

dores, Marc Bloch, quién participó en las dos guerras mundiales. En la Segunda Guerra Mundial,

luchando en la resistencia francesa, cayó prisionero y fue asesinado por los nazis. Sobre esta gue-

rra Bloch escribió un testimonio histórico y humano destacable que quedó plasmado en La extra-

ña derrota, donde analiza las causas de la victoria Alemana sobre Francia.

Desde mismo modo que Bloch dialogó con la Sociología, Lucien Febvre hizo lo propio con la

geografía posibilista de Vidal de la Blache, en contraposición al determinismo de Ratzel, el cual

planteaba que el medio determina las acciones humanas. Blache ponía en acento en las posibili-

dades humanas como agente transformador frente al medio. Entre las obras más conocidas de

Febvre se cuenta Felipe II y el Franco Condado, donde realiza un estudio político, social y cultu-

ral de las luchas entre la nobleza y la burguesía en ascenso a finales del siglo XVI.

La segunda generación: el período de Braudel

El represente más destacado de la segunda generación fue Fernand Braudel, quién realizó impor-

tantes aportes para el campo histórico al incorporar los conceptos de duración e historia total.

Con respecto a la duración podemos decir que la idea está ligada a los ritmos y las velocidades

con que se producen los cambios. Braudel no piensa el tiempo como algo homogéneo y único,

sino que conviven diferentes tiempos dentro de una misma sociedad. Dentro de este esquema

realiza una división tripartita del tiempo: “el tiempo corto (el de los hechos y el de la vida de las

personas), el tiempo medio (el de las coyunturas el de los procesos de cambio) y el tiempo largo

(el de las estructuras, las permanencias).” (Varela, 2009, destacado nuestro).

En la obra paradigmática de Braudel, El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de

Felipe II (1949) puede verse ejemplificada la superposición de tiempos: “La primera [parte] está

dedicada al tiempo casi inmóvil del medio geográfico del mar interior y a las condiciones casi

permanentes que ha propuesto a la actividad de los hombres; la segunda trata acerca del tiempo

social, en particular el de las fluctuaciones económicas que acompasan y orientan esta actividad

a la escala del siglo, pero también el de los estados y las sociedades; la última reubica los acon-

tecimientos y la acción consciente de los hombres y se propone comprenderla a partir de las tra-

mas precedentemente valorizadas.” (Revel, 2001, destacado nuestro)

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Con respecto a la noción de historia total, Braudel concibe a la realidad histórica como una tota-

lidad compleja, una trama donde se entrecruzan lo económico, lo político, lo social, las mentali-

dades, etc. Expresó esta preocupación en el programa de investigación que llevó adelante, donde

apostaba a la investigación colectiva y el acercamiento global a los fenómenos humanos. Consi-

deraba que la multiplicación de las investigaciones en distintos campos podría llevar a formular

nuevas teorías.

En esta generación se privilegia económico, “prima lo económico como nunca antes de la gue-

rra” (Revel, 2001) y se incorporan elementos de la demografía. Aunque Braudel no puede consi-

derarse de ninguna marxista hace una historia económica de corte estructuralista. Esta perspecti-

va permite algunos acercamientos con el marxismo y abre la posibilidad del diálogo, de compar-

tir un lenguaje común aunque con diferencias teóricas.

Aunque lo económico tiene importancia no llega a caer en un economicismo, tampoco el hecho

económico es estudiado por si mismo, siempre está cargado de una significación social. Esto im-

plica que la historia es económica pero también, y al mismo tiempo, política y social. Surgen

otros campos de estudio como la demografía, en el cual el historiador Ernest Labrousse realiza

importantes aportes en el estudio de las poblaciones. Labrousse plantea una construcción en tres

“niveles” de importancia desigual: la economía, la sociedad, la cultura. Este “orden” se expresa

también el título de la revista que muda su nombre en 1946 a Annales: économies, sociétés, civi-

lisations.

Finalmente en lo que se refiere al contexto, durante la postguerra la disciplina histórica volvió a

emerger con fuerza. No obstante en las universidades francesas, antes como después de la Se-

gunda Guerra Mundial, se seguía enseñando la historia política tradicional. La irrupción de la

historia económica y social en la enseñanza universitaria viene a través de Labrousse y Braudel.

Si bien al principio son una corriente minoritaria tendrán gran peso en la organización de la in -

vestigación y en la formación de nuevos investigadores. Las influencias se harán sentir más allá

del Atlántico. Por ejemplo, el historiador José Luis Romero, especialista en historia medieval, se-

rá el interlocutor de la segunda generación de Annales en Argentina.

La tercera generación: la historia en fragmentos

La característica central de este período, que no solo afectó a Annales sino a la disciplina históri -

ca en general, es la fragmentación del objeto de estudio. Podríamos decir que es diametralmente

opuesta a la historia total de Braudel. Se trata de una historia fragmentada, policéntrica, una

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“historia en migajas” como la ha denominado Fontana. Esta crisis de la historia cambia radical-

mente la configuración: de las totalidades y las visiones de conjunto se pasa a los estudios más

acotados, a una historia centrada en los actores más que en los procesos. Surgen así temas nue-

vos que no había recibido la atención de los macroparadigmas, como la microhistoria, la historia

de las mujeres, la historia del tiempo reciente, la vida cotidiana, la historia de la vida privada,

etc. Annales no escapó a la influencia del contexto. En 1968 irrumpe el Mayo Francés y genera

nuevos requerimientos, aparece la demanda pública por la historia: “proliferan los best sellers

históricos y la intervención de los historiadores en los debates públicos” (Revel, 2001).

El abandono de la historia total se relaciona con una crisis más amplia de las ideas fundantes de

la modernidad. Se desconfía de la idea de progreso universal, de los grandes relatos, del Ilumi-

nismo, de la objetividad, de las grandes certezas de la modernidad, que repercuten en los campos

disciplinares, por tanto, la historia no puede permanecer ajeno a ello.

Al interior de Annales hay un gran crecimiento y diversificación. Braudel entrega la dirección a

Le Goff, Le Roy Ladurie y Marc Ferro. La Revista transciende las fronteras y empieza a tener re-

conocimiento en el mundo anglosajón.

Otras perspectivas de la historia social: Marxismo británico y microhistoria

El marxismo británico es una corriente que surge con auge después de la Segunda Guerra Mun-

dial. No tuvo mayor repercusión hasta la década del ‘60 y el ‘70 porque la historia social estaba

hegemonizada por Annales, y los desarrollos marxistas estaban limitados por la política de los

partidos comunistas soviéticos que imponían condicionantes muy rígidos en las formas de hacer

historia. Cuando la historiografía marxista empezó a encontrar sus propios canales se convirtió

en una alternativa interesante y contemporánea a la tercera generación de Annales.

La historiografía marxista británica tuvo a Eric Hobsbawn, Edward Thompson, Rodney Hilton y

Perry Anderson entre sus autores más destacados, que abordaron principalmente la transición del

feudalismo al capitalismo, las consecuencias de la revolución industrial, los orígenes del capita-

lismo, etc.

A la hora de ver las singularidades con este movimiento se puede afirmar que a estos historiado-

res “no les interesaban las regularidades emergentes de la larga duración como a los braudelia-

nos, sino los procesos de cambio y conflicto social... tampoco les interesaba el estudio de las éli -

tes sociales... sino las clases trabajadoras, las organizaciones sindicales, para llegar al pueblo

‘desde abajo’ en su conjunto.” (Varela, 2009). En la metodología utilizada para hacer la “historia

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de los abajo” hay cierta concordancia metodológica con Annales. Por ejemplo, Hobsbawn plan-

tea que las fuentes responden a las preguntas que se hace el historiador: “La mayoría de las fuen-

tes correspondientes a la historia de los de abajo sólo han sido reconocidas como tales fuentes

porque alguien ha hecho una pregunta... no podemos ser positivistas y creer que las preguntas y

las respuestas surgen de un modo natural en el estudio del material.” (Hobsbawn, 1998). Vemos

aquí cierta similitud con la “historia-problema” y el “cuestionario” del que hablaba Marc Bloch.

Por último, haremos una breve referencia al movimiento conocido como “microhistoria”, que es

otra manera de hacer historia social.

Nada en el campo social e histórico comienza desde cero. Cornblit (1992) nos informa sobre an-

tecedentes de corte “microhistórico” en el siglo XVI y XVII, un estudio de los obispados a partir

de las historias locales. Sin embargo, la corriente a la que nos referimos empezó a tener auge a

partir de autores como Carlos Ginzburg que publicó una obra ya clásica, El queso y los gusanos

(Il formaggio e i vermi, 1976) y otros autores como Giovanni Levi.

La microhistoria consiste básicamente en reducir la escala de análisis, lo que permite observar

elementos que las miradas “macro” omiten. Para Revel (2001) la microhistoria “…no se trata

tanto de una escuela como de un conjunto de trabajos que se desarrollaron en Italia desde media-

dos de los años setenta […] a la aproximación macrohistórica bien representada por la tradición

de los Annales, propone reemplazarla por una aproximación intensiva de muestras limitadas de

la realidad social: una comunidad, una red de relaciones, un destino individual…” (p. 131)

Guinburg define a la microhistoria como un paradigma indiciario. Según el historiador italiano

la propuesta es un “método interpretativo enclavado sobre los descartes, sobre los datos margina-

les, considerados como reveladores” (Guinzburg, 1987).

Como decíamos anteriormente la fragmentación del campo en la década del ‘70 trajo aparejada

la emergencia de una diversidad rica en abordajes históricos. La microhistoria, a pesar de sus de -

tractores, es una valiosa herramienta para ver mundos que se escapan a la lente de los macropara-

digmas.

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A modo de cierre:

La construcción de la historia social durante el siglo XX significó un avance teórico y metodoló-

gico crucial para la disciplina. El aporte de Annales, principalmente los conceptos de “historia-

problema”, la crítica a las fuentes, la multidisciplinariedad y la multicausalidad, permitieron que

“ya nada fuera como antes” en el panorama historiográfico. ¿Quién puede plantear seriamente

hoy que la historia es “objetiva”? ¿Quién puede dejar de lado los procesos económicos, políticos

y sociales para comprender una época? ¿Qué disciplina puede avanzar en un campo de conoci-

miento aislada de las demás?

Para cerrar queremos plantear una problemática muy actual: ¿cómo resolver la tensión entre la

“historia en fragmentos” y las aspiraciones de “historia total” al estilo braudeliano? Tal vez una

salida se encuentra en pensar el debate modernidad/posmodernidad que también atraviesa el

campo histórico. No hay demasiadas respuestas, pero sí preguntas en abundancia: ¿Se pude pen-

sar en “totalidades”?, ¿No es un anhelo demasiado pretensioso? ¿La idea de “totalidad” no esca-

pa a las capacidades de la cognición humana? ¿Una historia fragmentada permite construir un

proyecto político transformador a largo plazo? ¿Cómo avanzar en la especialización disciplinaria

sin perder la visión de conjunto? ¿Es posible construir una filosofía de la historia partiendo de re-

tazos históricos?

Tal vez siempre el hombre sólo pudo conocer fragmentos pero creyó en la ilusión que abarcaba

totalidades.2

2 La aspiración a las totalidades ha sido abandonada incluso en el campo de la física. Dice al respecto el filósofo de la ciencia y colaborador de Piaget, Rolando García: “…hace tiempo que no se puede hablar de la física como un sis -tema explicativo de la naturaleza. Se puede explicar la naturaleza por así decir, por pedazos. Hay escalas tempora-les, escalas espaciales, se pueden seleccionar algunos fenómenos, y se puede explicar cómo, si uno está en tal o cual situación, tiene tal o cual consecuencia. Pero leyes que abarquen toda la naturaleza, o predicción que puedan decir-nos qué va a pasar en cualquier momento en el futuro, eso, ahora lo sabemos, es imposible. La naturaleza es mucho más complicada de lo que se imaginaba en los tiempos de Newton , en el tiempo de las grandes leyes de la naturale-za.” (García, R. en Conversaciones con Piaget. Mis trabajos y mis días. Bringuier, J.C., [1977], Barcelona, Gedisa, 2004, pp.173-174, destacado nuestro).

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Bibliografía

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1989, Barcelona, Gedisa, 1993, caps. 2, 3, 4.

CORNBLIT, O. “Introducción: Debates clásicos y actuales sobre la historia”, en Cornblit,

O. (comp.) Dilemas del conocimiento histórico: Argumentaciones y controversias. Bs.

As., Sudamericana, 1992.

HOBSBAWM, E. (1998) Sobre la historia. Barcelona, Crítica.

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