sobre los objetos y el consumo simbolico

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Sobre la relación oculta con los objetos: una relación sentimental y simbólica. La estilización del gusto. Por Javier Peña D. 25 de marzo de 2014. “Cada hora de nuestra vida, aun cuando muerta, encarna y se oculta en algún objeto material”. Marcel Proust. Contra Saint - Beuve. Resumen En el presente trabajo me propongo explicar las razones por las cuales un productor de objetos de consumo debe cultivar con profundidad su capacidad de juicio del gusto. Propongo para ello tres condiciones a desarrollar: (1) una relación simbólica con los objetos;(2) la construcción de esquemas de percepción que impliquen lo bello, lo singular y lo grandioso y finalmente, (3) una comprensión del juicio del gusto personal en términos de soberanía individual. Las disciplinas sociales que basan su acción en la observación y en la proposición social de consumos, necesariamente, proponen criterios de selección y clasificación de juicios de gusto. Ello conlleva dos consecuencias lógicas para los integrantes de estas disciplinas: (1) un constante trabajo de creación e innovación y (2) un esfuerzo por estar calificado como productor. Por calificación del productor entiendo, la habilidad en desarrollar su estilización del juicio del gusto. Cuando hablo de la estilización del gusto me refiero a la capacidad de hacer consciente el juicio del gusto y desarrollar el potencial que contiene. Este potencial consiste en desarrollar la promesa de desenvolver la subjetividad en dos planos. En primer lugar, produce la certeza de que ningún juicio personal es absoluto y que por ello la tarea que más conviene es cultivar las distintas perspectivas desde las cuales podemos llegar a un juicio equilibrado de nosotros mismos y de todo lo que entra en nuestra valoración. En segundo lugar, afinar y precisar los criterios

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Se ofrece una reflexion sobre los objetos y el valor simbolico de ellos.

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Page 1: Sobre Los Objetos y El Consumo Simbolico

Sobre la relación oculta con los objetos: una relación sentimental y simbólica.

La estilización del gusto.

Por Javier Peña D. 25 de marzo de 2014.

“Cada hora de nuestra vida, aun cuando muerta, encarna y se oculta en algún objeto material”. Marcel Proust. Contra Saint - Beuve.

Resumen

En el presente trabajo me propongo explicar las razones por las cuales un productor de objetos de consumo debe cultivar con profundidad su capacidad de juicio del gusto. Propongo para ello tres condiciones a desarrollar: (1) una relación simbólica con los objetos;(2) la construcción de esquemas de percepción que impliquen lo bello, lo singular y lo grandioso y finalmente, (3) una comprensión del juicio del gusto personal en términos de soberanía individual.

Las disciplinas sociales que basan su acción en la observación y en la proposición social de consumos, necesariamente, proponen criterios de selección y clasificación de juicios de gusto. Ello conlleva dos consecuencias lógicas para los integrantes de estas disciplinas: (1) un constante trabajo de creación e innovación y (2) un esfuerzo por estar calificado como productor. Por calificación del productor entiendo, la habilidad en desarrollar su estilización del juicio del gusto. Cuando hablo de la estilización del gusto me refiero a la capacidad de hacer consciente el juicio del gusto y desarrollar el potencial que contiene. Este potencial consiste en desarrollar la promesa de desenvolver la subjetividad en dos planos. En primer lugar, produce la certeza de que ningún juicio personal es absoluto y que por ello la tarea que más conviene es cultivar las distintas perspectivas desde las cuales podemos llegar a un juicio equilibrado de nosotros mismos y de todo lo que entra en nuestra valoración. En segundo lugar, afinar y precisar los criterios de selección y clasificación de lo que vale la pena defender como lo más valioso en el conjunto de las opciones del consumo de los objetos, de los bienes materiales y de las relaciones humanas.

Por ello, es de suma importancia cultivar el buen gusto o una “sensibilidad despierta” en los integrantes de éstos grupos académicos que tienen objetivo la producción de propuestas sociales del gusto.

En el siguiente artículo me propongo sustentar tres condiciones básicas para alcanzar la meta de cultivar el juicio del gusto. Primero, voy a sostener que para alcanzar el nivel de desarrollo del juicio del gusto es conveniente establecer una relación artística y simbólica - inductiva y sensitiva – con los objetos que nos rodean. Para argumentar ésta condición me apoyaré en la condición del arte propuesta por Sklovsky, en “Arte y artificio” (1978), y en la relación con los objetos que establece Marcel Proust, en su texto “Contra Saint- Beauve” (2013). En segundo lugar, voy a proponer que para desarrollar la capacidad de selección y clasificación de nuestro juicio del gusto es necesario utilizar criterios que amplifiquen y profundicen nuestras sensaciones y percepciones. Aquí, utilizaré los criterios señalados por la reflexión de J. Addison presentados en su libro “Los placeres de la imaginación” Y en tercer lugar, sostendré que la conformación del gusto implica mantener una tensión entre el consumo entendido como

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apropiación pero que tiene una fuerza social mecánica y estandarizada y la posición cultural de la defensa de la soberanía del sujeto. Estas tres condiciones potencian en el productor la capacidad de innovación y construcción de la realidad y permiten también romper con los patrones culturales de una sociedad estandarizada.

I

Con respecto al primer aspecto cabe mencionar que desde el siglo XVIII la conformación del mundo burgués implicó el desarrollo de una teoría estética que transformó el énfasis de la belleza en términos clásicos en un juicio sobre el gusto. La teoría del arte de finales del siglo XIX y los movimientos vanguardistas como el impresionismo así como figuras de primer orden del mundo literario francés – como Marcel Proust - coinciden en observar que la comprensión del valor del arte y con ello la capacidad del juicio del gusto de los individuos no se pueden seguir orientando desde la perspectiva clasicista. Aquí se entiende visión clasicista aquella que sostiene que la belleza es la contemplación de todo aquello que contiene armonía entre sus partes orgánicas. Heredada de la cultura griega esta comprensión no favorece la interpretación del sujeto que observa y juzga ni la variedad de emociones que se producen en el sujeto social. Mantiene al sujeto como un agente pasivo, ya que no aprecia la subjetividad como escenario de soberanía del sujeto. Frente a esa posición tradicional se yergue una distinta que sostiene el valor de la sensibilidad individual y la construcción del gusto como un espacio social de libertad. Joseph Addison y su proyecto editorial inglés (El Espectator) de principios del siglo XVIII nos muestra todas las consecuencias de este cambio de enfoque.

“El juicio estético entonces es indisociable de la toma de postura personal y social; el gusto, que desde

Addison ya no se “vincula con una belleza racional sino con la sensibilidad”, se torna símbolo de libertad

y, el arte, en campo fértil para la batalla ideológica. De la balbuciente y heterodoxa crítica de arte durante

el siglo XVIII pueden decirse muchas cosas, pero no que es aburrida”. (1)

Situados en éste contexto de influencias, Proust propone su relación con los objetos. Para él los objetos que conviven con los seres humanos no son sólo un instrumento de uso o tienen un exclusivo valor de cambio. Los objetos tienen una función social y por ello logran adquirir, con el paso del tiempo y del uso, un peso y un lugar en la vida anímica de los individuos. De manera que su permanencia en la historia individual confiere procesos de identidad a los individuos que lo usan. Es por ello que el objetivo final de los objetos no sólo apunta a resolver una necesidad práctica sino que se encamina a crear un objeto simbólico. Como consecuencia de esto, la valoración que él propone de los objetos debe incluir una recuperación simbólica y subjetiva. El contacto y el acercamiento a los objetos, que sugiere Proust, apunta a construir una relación de aprecio y de afecto. De aquí se puede inferir que la sensibilidad y la imaginación que deben cultivar los creadores de objetos de consumo es la de considerar los objetos como portadores de significado.

“Cada hora de nuestra vida, aun cuando muerta, encarna y se oculta en algún objeto material. Permanece allí cautiva, y nunca se deja aprisionar, a menos que encontremos el objeto. A través de él, la reconocemos, la invocamos y se libera. El objeto en el cual se oculta – o la sensación, ya que todo objeto, con relación a nosotros, es una sensación, - es posible que no lo encontremos jamás. Y de ésta manera hay horas de nuestra vida que jamás recobraremos. Me parece muy razonable la creencia céltica de que las almas de los que hemos perdido se hallan cautivas en algún ser inferior, en un animal, en un vegetal, en

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una cosa inanimada, perdidas en efecto para nosotros hasta el día, que para muchos nunca llega, en que – por ejemplo - nos vemos pasando junto al árbol, y entramos en posesión del objeto, que constituye su cárcel. Entonces ellas se estremecen, nos llaman y no bien las hemos reconocido el encanto se rompe. Liberadas por nosotros han vencido la muerte y vuelven a vivir con nosotros. Así ocurre con nuestro pasado. Es trabajo perdido el que intentemos evocarlo, son inútiles todos los esfuerzos de nuestra inteligencia. Está oculto fuera de su dominio y de su alcance, en algún objeto material, en la sensación que nos produciría éste objeto material que no sospechamos. Este objeto, depende del azar que lo encontramos antes de morir, o que no lo encontremos.” (2)

Invocar una relación de consumidores con los objetos es la propuesta proustiana. Naturalmente, no es el consumo instrumental. Es un consumo que busca extraer el contenido simbólico que puede estar generando para nosotros. Es una mirada más atenta al significado de lo que hacemos, de lo que tocamos, de lo que percibimos, es estar atentos a lo que revelan de nosotros los objetos que consumimos. El mercadológo es un productor de objetos culturales para el consumo por ello debe estar atento al hecho de que las personas experimentan un beneficio en el consumo y que ese beneficio suele ir más allá de la acción de intercambiar.

Con respecto a la actitud que debe tener un creador o un innovador en relación al valor de su producción, Proust señala que en última instancia el criterio que define el valor de la producción está en la subjetividad del productor: “Las cosas hermosas que escribiremos, si poseemos el talento, están en nosotros, difusas, como el recuerdo de una melodía que nos cautiva sin que podamos alcanzar sus contornos” (3). Es posible aquí retomar la tesis de Sklovsky en el sentido de que el afirma que el creador no debe valorar su creación en términos de la correspondencia con el peso de la realidad sino que, al revés, debe valorar la estructura de la realidad en función del peso de su producción, del significado de su propuesta. El creador debe preocuparse, esencialmente, por comunicar la sensación de las cosas tal como él las percibe, en comunicar o “revelar” adecuadamente el efecto de lo que propone. De ahí que en ésta perspectiva el creador antepone la sensibilidad y la imaginación como ejes de su creación.

“El carácter estético (…) esta creado conscientemente para liberar la percepción del automatismo. Su visión representa la finalidad del creador y está construida de manera artificial para que la percepción se detenga en ella y llegue al máximo de su fuerza y duración. El objeto no es percibido como una parte del espacio sino, por así decirlo en su continuidad.” (4)

Estas dos cualidades desarrolladas: la comprensión de la relación con los objetos y la ubicación dada a la interpretación desde la subjetividad enfocada en el valor de comunicar la sensación producida permitirán, a mi juicio, estilizar la capacidad de juicio del gusto del productor.

II

En torno a los criterios posibles para ampliar la construcción de nuestro juicio del gusto cabe decir que el universo de herramientas teóricas a utilizar es muy amplio y, que he decidido tomar algunos aspectos de la propuesta de J. Addison en virtud de que constituye, de acuerdo al consenso teórico, uno de los referentes teóricos que inauguran la comprensión estética burguesa. Es decir, aquella que toma como criterio del gusto ya no la búsqueda de las formas armoniosas clásicas para definir lo bello o la belleza, suprimiendo la posibilidad del sujeto de interpretar sino, la que precisamente otorga una legitimidad a la experiencia de la subjetividad humana como factor que puede y debe orientar la búsqueda de la capacidad crítica del juicio del gusto, entendido como un acto de soberanía del sujeto. Desde esta perspectiva – una perspectiva

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moderna - retomamos nuestro análisis. Sin embargo, es necesario advertir que siguiendo esa línea de análisis la bibliografía es extensa. Es consenso decir que la estética burguesa del gusto se inicia en la Inglaterra del siglo XVIII y que desde allí irradió un marco de influencia notable en toda Europa. La estética francesa, alemana y centroeuropea, incluyendo los aportes de la cultura norteamericana, de alguna manera están guiadas por la dirección británica. Por ello, la elección de Addison quiere representar la observación a un punto de referencia.

En la obra mencionada de Addison se recogen los artículos periodísticos que publicará el autor en el diario El Espectator en la primera década del siglo XVIII. El fin explícito de estos artículos era el de promover una formación a la sociedad en general para dar “vida a la moralidad con el ingenio, y moderar el ingenio con la moralidad… trayendo la filosofía fuera de cubículos y bibliotecas, escuelas y cátedras, para que morara en clubes y asambleas, en cafés y salones de té”. El propósito era cultural pero en ella se apreciaba la voluntad política de orientar las esferas de expresión social que se estaban formando en la Inglaterra de su tiempo: cafés, exposiciones y clubes de lectura en las calles del centro histórico de Londres. Estos escenarios sociales estaban compuestos por los sectores comerciales, industriales y financieros de la época. Sectores que estaban tratando de remodelar la sociedad desde la dinámica de la innovación y que necesitaban expresar su visión de la vida con un juicio sobre el gusto que fuera también dinámico e innovador.

“El origen de la crítica de arte debe situarse en el contexto de la nueva sensibilidad que impone

el ascenso de la esfera pública y liberal de la burguesía, la clase social determinante en el curso histórico

de la Modernidad. Entonces, el surgimiento del ciudadano como parte integrante y constructor de un

nuevo orden social se fundamenta en la convicción en la soberanía del individuo, cuyo acceso al

conocimiento respalda su posición en la esfera pública. Sin embargo, si este encuentro entre sujeto y

conocimiento amenaza ya de por sí el discurso oficial, cuestionándolo, será en el terreno de la

sensibilidad donde el individuo halle su garantía última, al experimentar de manera privada y cierta su

autonomía y libertad.” (5)

Este el contexto social en donde se puede comprender mejor el impulso teórico de Addison y su tesis básica: la construcción y desarrollo del juicio del gusto compromete la imaginación; compromete la educación de la imaginación y tiene su sello en la configuración de la sensibilidad. Entonces, nos propone tres categorías básicas de la educación de la sensibilidad. El juicio del gusto se expresa y se configura en la percepción de la grandeza, de lo singular y de la belleza. Por grandeza señala que:

“no entiendo solamente el tamaño de un objeto peculiar, sino la anchura de una perspectiva entera considerada como una sola pieza. A esta clase pertenecen las vistas de un campo abierto, un gran desierto inculto, y las grandes masas de montañas, riscos, y precipicios elevados, y una vasta extensión de aguas, en que no nos hace tanta sensación la novedad o la belleza de estos objetos, como aquella especie de magnificencia que se descubre en estos portentos de la naturaleza. La imaginación apetece llenarse de un objeto, y apoderarse de alguna cosa que sea demasiado gruesa para su capacidad. Caemos en un asombro agradable al ver tales cosas sin término; y sentimos interiormente una deliciosa inquietud y espanto cuando las aprehendemos". ( 6)

En cuanto al efecto y la necesidad de apreciar lo singular advierte que:

“Todo lo que es nuevo o singular da placer a la imaginación; porque llena el ánimo de una sorpresa agradable; lisonjea su curiosidad; y le da idea de cosas que antes no había poseído. Estamos en verdad tan familiarizados con cierta especie de objetos, y tan empalagados con la repetición de unas mismas cosas, que todo cuanto sea nuevo" o singular. contribuye no poco a diversificar la vida, y a

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divertir algún tanto el ánimo con su extrañeza: porque ésta sirva de alivio a aquel tedio de que nos quejamos continuamente en nuestras ordinarias y usuales ocupaciones. Esta misma extrañeza o novedad es la que presta encantos a un monstruo; y nos hace agradables las imperfecciones mismas de la naturaleza. Esta es la que recomienda la variedad, en que incesantemente es llamado el ánimo a alguna cosa nueva sin dejar que su atención se detenga largo tiempo en un objeto y se fastidie. Esta es igualmente la que perfecciona todo lo grande o hermoso, dando al mismo tiempo al ánimo, doblado entretenimiento.” (7)

Por último, con referencia a la belleza dice:

“No hay acaso una belleza o deformidad real más en una pieza de materia que en otra; porque pudiéramos haber sido formados de manera que lo que ahora no es molesto, pudiera habernos parecido agradable; pero la experiencia nos dice, que hay ciertas modificaciones de la materia, las cuales sin exámen alguno previo las pronunciamos a primera vista bellas o deformes. De esta manera, vemos que cada especie diferente de criaturas sensibles tiene nociones diferentes de la belleza, y que cada una de ellas se penetra más de las bellezas de su misma clase. En ninguna parte es esto más notable que en las aves de la misma forma y proporción. Entre ellas vemos el macho galanteando a la hembra por el sólo colorido de la pluma, y sin descubrir encanto alguno sino en el color de las de su especie.” ( 8)

Crear esquemas de percepción más amplios que nos permitan estar atentos a valorar lo grandioso, lo singular y lo bello en nuestras observaciones de la sociedad y de las necesidades que a diario encontramos en la comunicación de las personas ayudará a posesionar al individuo en su tiempo y en su historia; estimularán su imaginación creativa para ofrecer respuestas más concretas y fecundas y hará más necesario su juicio del gusto para la sociedad.

Muy frecuentemente ocurren cosas singulares a nuestro alrededor; con mucha frecuencia no sabemos apreciar acciones o situaciones de admirable belleza. La razón, quizá, se halle en que los esquemas de percepción del juicio del gusto que tenemos no nos permiten “verlo”. La tarea nuestra es “abrir los ojos” y ampliar la valoración.

Quizá, valga mencionar el aspecto más sobresaliente de esta posición a saber: la de que la definición de belleza en los humanos es relativa a su especie y la de que entre ellos se puede establecer definiciones distintas de acuerdo a las diferencias en su formación del gusto. Evidentemente aquí encontramos tres razones, tres vías, tres consideraciones a tener en cuenta para cultivar la sensibilidad y dotarla de esquemas de percepción más amplios de los que pueden existir a primera vista.

III

No podría este modesto examen del juicio del gusto terminar sin hacer referencia a la cualidad política del gusto. Esto es, recordar el origen político del juicio del gusto. Olvidar ese componente borraría la profunda naturaleza social de la formación del gusto. La clase social burguesa refrendó desde el siglo XVIII no sólo su horizonte histórico sino que preparó la sensibilidad de los individuos para lo que luego sería su proyecto de hegemonía social. En esa visión del gusto subyacen dos ideas básicas que se han presentado como elementos esenciales de la teoría del gusto moderno: (1) que el juicio estético transformado en juicio del gusto es dinámico e innovador y se moviliza en el contexto social donde se construye tomando como punto de partida la subjetividad del productor ,y (2) la segunda que a esa capacidad no debería renunciar ningún individuo en el seno de una sociedad democrática porque con ello perdería la posibilidad de experimentar en el seno de su libertad el sentimiento de soberanía

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personal que distingue a la sociedad burguesa, dando lugar a convivencias con dictaduras del gusto que no representarían necesariamente todas las posibilidades subjetivas de creación.

Ambos aspectos deben ser considerados, muy serenamente, por los miembros de aquellas comunidades de creadores del sentido del gusto porque desde allí se extienden hoy las bases subjetivas de su capacidad de producción.

NOTAS.

(1) GUASCH, Ana María. La crítica de arte. Historia y praxis. Ediciones del serbal. 2003.

(2) PROUST, Marcel, Contra Saint- Beuve. Recuerdos de una mañana. Editorial Tusquets, México, 2013.

(3) Ibíd.

(4) SKLOVSKY, V. El arte como artificio. En: TODOROV, Tzvetan. Teoría literaria de los formalistas rusos. Editorial Siglo XXI, México, 1978.

(5) GUASCH, Ana María. La crítica de arte. Historia y praxis. Ediciones del serbal. 2003

(6) ADDISON, J. Los placeres de la imaginación. Ed. Bolsa de medusa.

(7) Ibíd., pág.140

(8) Ibíd., pág. 1el42.

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