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    JHM 2012 / 2013 Issue 3 4

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    General Editor: Alberto Acereda Issue 3 4 (2012 / 2013)

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    JHM 2012 / 2013 Issue 3 4

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    Journal of

    Hispanic

    Modernism

    Issue 3 4 (2012 / 2013)

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    TABLE OF CONTENTS

    Imagen de portada: Ramn Casas. Au Moulin de la Galette. leo sobre lienzo (1892). Imagen de contraportada: Alfons Mucha. Felicitacin. Pintura decorativa (1897).

    General Editor: Alberto Acereda (Arizona State University). Associate Editors: Ricardo de la Fuente, (Universidad de Valladolid), Jos Mara Martnez (University of Texas Pan American). Consultant: Gorka Labarga. Copyright 20122013. Journal of Hispanic Modernism. All rights reserved. Unless otherwise indicated, all materials on these pages are copyrighted by the Journal of Hispanic Modernism. No part of these pages, either text or image may be used for any purpose other than personal use. Therefore, reproduction, modification, storage in a retrieval system or retransmission, in any form or by any means, electronic, mechanical or otherwise, for reasons other than personal use, is strictly prohibited without prior written permission. ISSN: 1945-2721.

    SCHOLARLY ARTICLES De una calle potica, un ao emblemtico y la cada de una estrella fugaz: Sobre los orgenes sevillanos de Alejandro Sawa, en el 150 aniversario de su nacimiento. Amelina Correa. Universidad de Granada. Pag. 5 Revisitando Iluminaciones en la sombra de Alejandro Sawa. Angela Ena Bordonada. Universidad Complutense de Madrid. Pag. 39 Ramn Lpez Velarde y la aristocracia del arte modernista. Carlomagno Sol Tachli. Universidad Veracruzana. Pag. 59 La persistencia del modernismo en la memoria decadente de Salvador Dal. Carmen Garca de la Rasilla. University of New Hampshire. Pag. 72 Exilio y cosmopolitismo: Jos Mart. Consuelo Trivio Anzola. Instituto Cervantes. Pag. 80 Irona y realidad en De sobremesa, de Jos Asuncin Silva. Flix Vzquez Rivera. Cornell University. Pag. 89 Antonio Machado poeta de trasmuro segn Juan Ramn Jimnez. Francisco Estvez. Universidad Carlos III. Pag. 97 Hacia "un porvenir azul". Proyectos modernistas de Santiago Rusiol y Gregorio Martnez Sierra. Inmaculada Rodrguez-Moranta. Universitat Rovira i Virgili. Pag. 105 Las inquietudes de Shanti Anda, de Po Baroja: Una relectura en clave modernista. Jos Ramn Gonzlez, Universidad de Valladolid. Pag. 125 Los Renacimientos: entre 1869 y 1894. Juan Pascual Gay. El Colegio de San Luis, Mxico. Pag. 135

    El espiritismo de Amalia Domingo Soler dentro de la cultura de fin de siglo. Justine Pdeflous. Universit Paris IV Sorbonne. Pag. 148 Sinestesia, colorismo y dilogo entre las artes en el Modernismo hispanoamericano. Roberto Campa Mada. Universidad de Sonora, Mxico. Pag. 157 MANUSCRIPTS, NOTES AND REVIEWS "Para mi familia y generacin futura": transcripcin y comentario del indito "Testamento del literato Don Rubn Daro". Jos Mara Martnez. University of Texas-Pan American. Pag. 170 Las primeras ediciones de la obra literaria de Enrique Gmez Carrillo (1892-1927). Juan Manuel Gonzlez Martel. Universidad Complutense de Madrid. Pag. 223 Entre el determinismo zolesco, la antropologa criminal y la disyuntiva ciencia/iglesia: Crimen legal de Alejandro Sawa. Amelina Correa. Universidad de Granada. Pag. 231 El teatro necesita poetas. Jacinto Benavente, maestro de Gregorio Martnez Sierra. Inmaculada Rodrguez-Moranta. Universitat Rovira i Virgili. Pag. 241 Carducci y Rubn Daro. Ricardo Llopesa. Instituto de Estudios Modernistas. Pag. 251 BOOKS RECEIVED ARTICLE SUBMISSIONS

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    SCHOLARLY ARTICLES

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    DE UNA CALLE POETICA, UN AO EMBLEMATICO Y LA CAIDA DE UNA ESTRELLA FUGAZ: SOBRE LOS ORIGENES SEVILLANOS DE

    ALEJANDRO SAWA, EN EL CIENTO CINCUENTA ANIVERSARIO DE SU NACIMIENTO

    Amelina Correa Ramn Universidad de Granada

    Comencemos este homenaje sobre la Leyenda y realidad de Alejandro Sawa que hemos celebrado recientemente en su localidad natal viajando atrs en el tiempo, hasta el ya lejano ao de 1862, del que se cumple ahora su ciento cincuenta aniversario. En ese momento temporal, dos ilustres viajeros llegarn a la ciudad de Sevilla, que es por aquellos entonces una ciudad que se debate entre el tradicionalismo y la innovacin, y que lucha -en ocasiones sin xito- por incorporarse a la modernidad sin renunciar no obstante a sus races. Se trata de una capital muy clericalizada, donde la aristocracia juega todava un papel preponderante que se resistir a abandonar durante largo tiempo, ayudada por una burguesa que carece mayoritariamente de concienciacin, y acompaada de una amplia capa de poblacin marginal. En los decenios centrales del siglo XIX tendrn lugar una serie de importantes cambios que van a modificar sustancialmente su fisonoma urbana. Uno de los principales ser el derribo de las antiguas murallas, que supuso una redistribucin del espacio de la ciudad, con la integracin de los viejos barrios de extramuros. Adems, se llevarn a cabo valiosos proyectos de infraestructuras, buen ejemplo de los cuales ser el primer puente fijo sobre el Guadalquivir, conocido como puente de Triana (1852), buen ejemplo de la arquitectura de hierro del XIX, que se concibi como sustituto del antiguo puente de barcas sobre el ro, o la iluminacin por gas, que comenzar a extenderse por las calles del centro a partir de 18451.

    Esta Sevilla, tradicionalmente dual y con vocacin de futuro, es la que contemplar el clebre escritor dans Hans Christian Andersen (1805-1875), quien realiza una larga ruta de casi cuatro meses por la Pennsula, cuyas impresiones recoger luego en su libro titulado Viaje por Espaa. El autor de cuentos inmortales, como La cerillera, El soldadito de plomo o Los zapatos rojos, arrib a Sevilla el 13 de noviembre de ese ao, permaneciendo hasta el da 22. Alojado en lo que l llama la Fonda de Londres, en realidad, Fonda Inglaterra, que tiene sus inicios en 1857, tras el derribo del antiguo convento Casa Grande de San Francisco, y que hoy, con ms de ciento cincuenta aos de historia, es el Hotel Inglaterra-, l mismo relata que su balcn daba a Plaza Nueva, cubierta en su mayor parte por hileras de naranjos. La ciudad le pareci una de las ms interesantes [] de Europa (Andersen, 1988, p. 170), y, desde su punto de vista, hubiera sido perfecta de haber tenido mar. Asocindola indisolublemente con el arte y la literatura, Sevilla -afirma Andersen-, Es rica en leyendas y romances, en memorias de nombres clebres. La ciudad entera constituye una sinfona, una pintura en cadencias (Andersen, 1988, p. 170). En una etapa anterior de su trayectoria espaola, Hans Christian Andersen haba tenido ocasin de coincidir con el otro ilustre en este caso, la otra ilustre- viajera a Sevilla en el ao de 1862. Se trataba en este caso de la reina Isabel II, con la que el escritor coincide, en efecto, en Granada, a comienzos de

    1 En ese sentido, resultar fundamental la actuacin del alcalde que detentaba el poder municipal hacia estas fechas, Juan Jos Garca de Vinuesa, activo regidor de la capital btica desde 1859 hasta 1865, que intentar, con un inusual dinamismo, el saneamiento de la precaria situacin econmica de las arcas municipales y la mejora de las condiciones de vida de la ciudad.

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    octubre, a donde la soberana y su squito arriban el da 92. Previamente, haba estado ya en la ciudad hispalense, donde se registr su llegada el 18 de septiembre3. Consista, en realidad, en un viaje mucho ms amplio, que abarc tambin, adems de Sevilla y Granada, las comarcas de Jan, Crdoba, Cdiz, Mlaga y Murcia, y que haba sido trazado con todo detalle por el entonces Presidente del Consejo de Ministros, Leopoldo ODonnell, como continuacin de recorridos anteriores por distintas ciudades de Espaa, persiguiendo elevar el nivel de popularidad de la reina y contrarrestar los graves momentos de inestabilidad atravesados por la monarqua. El periplo de Isabel II result, en efecto, apotesico4, siendo inmortalizado por el fotgrafo ingls Charles Clifford, cuyas instantneas tomadas en placas de cristal reproducen, entre otros detalles, los arcos de triunfo y muestras de arquitectura efmera que se levantaron en honor de la regia visita5. Afortunadamente, adems de estos fugaces resultados, la llegada real propici algunos ms duraderos, que tuvieron que ver con la adecuacin y adecentamiento de la ciudad, inicindose una serie de obras y reformas cuyo impulso se mantuvo durante varios aos, como fue el embaldosado y adoquinado de numerosas calles, el perfeccionado del sistema de riego de plazas y jardines, as como numerosas mejoras referentes a la higiene pblica. En esa Sevilla rica en leyendas y romances, que careca de mar pero cuyo fecundo ro haba sido durante tanto tiempo el puerto de las Indias Amricas, haba nacido pocos meses atrs el que luego ser considerado bohemio por excelencia, Alejandro Sawa Martnez, quien, en efecto, vino al mundo el da 15 de marzo de 1862, a las siete y media de la maana, en el nmero 26 de la calle de San Pedro Mrtir, en el antiguo y cntrico barrio de la Magdalena, en un lugar donde, segn reflejan los datos poblacionales, predomina durante el siglo XIX un nivel socioeconmico medio o medio-alto, abundando las profesiones liberales, como abogados, procuradores, militares, comerciantes, etc. Pareciera que nuestro futuro escritor hubiera visto la luz marcado ya por una predisposicin al arte y a la literatura, inclinado hacia un amor a la Belleza que mantendr durante toda su vida y que lo constituir como elemento esencial de su personalidad. No en vano, Rubn Daro recordar bastante tiempo despus que Sawa tena historia literaria y leyenda; as mismo, afirmar que Estaba impregnado de literatura. Hablaba en libro. Era gallardamente teatral (Daro, 1977, p. 70). Pero cmo no serlo, si se puede afirmar que haba venido al mundo en una calle destinada para el universo de las letras. De este modo, se puede recordar que su luego amigo Manuel Machado iba a nacer doce aos despus en el nmero 20 de la misma San Pedro Mrtir. El mayor de los hermanos Machado, como es bien sabido, dedicara un conmovedor poema de epitafio a la muerte del desgraciado bohemio en 1909:

    Jams hombre ms nacido para el placer fue al dolor ms derecho. [] Y es que l se daba a perder como muchos a ganar. Y su vida, por la falta de querer y sobra de regalar,

    2 Andersen, quien haba llegado el 6 de octubre, constata: La ciudad entera herva de agitacin y prisas, a los tres das llegara la reina con su consorte, sus hijos y su squito. Era la primera vez, desde el tiempo de Isabel la Catlica, que Granada iba a ver a su reina (Andersen, 1988, p. 97). Adems, cf. Reyes, y Cobos, 1994. 3 Cf. Fontanella, 1999, pp. 190-195. 4 Cf. Cos Gayn, 1863. 5 Cf. Clifford, 2007.

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    fue perdida (Machado, 1909, p. 113). Un ao antes de esa fecha, en 1908, ha tenido lugar otro natalicio vinculado con la literatura en la frtil calle que nos ocupa: el de Rafael de Len, husped privilegiado de un antiguo palacio que se hallaba en el nmero 14. En la actualidad, tres placas conmemorativas recuerdan el origen de estos escritores nacidos en un periodo de poco ms de cuatro dcadas y en el reducido espacio que separan apenas algunas decenas de metros. Pero, si el lugar de su natalicio parece consagrado por las Musas del Parnaso, casi otro tanto se pudiera decir del ao que lo vio nacer. En efecto, se puede recordar que 1862 vio venir a este mundo a la novelista norteamericana Edith Wharton, el 24 de enero; el 14 de julio nacer en Viena el maravilloso pintor simbolista Gustav Klimt; el 19 de agosto se inicia la vida del escritor francs Maurice Barrs, que andando el tiempo publicara el libro De la sangre, de la voluptuosidad y de la muerte, que Alejandro Sawa elogiar en Iluminaciones en la sombra, refirindose a su euritmia semejante al rtmico galopar de un escuadrn de centauros en las tinieblas (Sawa, 1977, p. 180). Tres das despus de Barrs, el 22 de agosto resultar una fecha especialmente fecunda, puesto que nacen simultneamente Emilio Salgari, autor italiano de novelas de aventuras que harn soar a generaciones enteras, y el compositor francs Claude Debussy culto y aficionado a los que seran luego dolos de Alejandro, como Charles Baudelaire, Paul Verlaine, o Thophile Gautier, al que musicar-; siete das despus, el 29 de ese mismo mes, ser Maurice Maeterlinck, escritor belga, que acabara recibiendo el premio Nobel de Literatura en 1911, y que tambin recibir su atencin en Iluminaciones en la sombra. Y ya que hablamos de iluminaciones, el 19 de octubre ser el da del nacimiento de Auguste Lumire, cuyo apellido significa precisamente luz, y que en compaa de su hermano Louis, tanta luz dar al mundo del arte y la cultura con su invencin del cinematgrafo, que ser patentado en 1894, mientras Alejandro Sawa se encuentra precisamente en su poca parisina, la etapa dorada de su existencia. Y en el momento de remitir a ese mbito francs que tan fundamental iba a ser en la formacin y en la trayectoria del inspirador de Luces de bohemia, cabra recordar el nombre de dos escritores que van a ver publicadas algunas de sus ms significativas obras en ese ao de 1862, y que, por si fuera poco, comparten el haber constituido un foco de atencin para el apasionado bohemio sevillano. As, el 24 de noviembre de ese fecundo ao Gustave Flaubert vea en las libreras su novela histrica titulada Salamb, sensual, orientalista y cuya trrida escena ritual entre la sacerdotisa cartaginesa que da nombre a la obra y una enorme serpiente pitn escandaliz a los buenos burgueses de la Francia decimonnica. Y es que, como explicara Sawa, Flaubert vivi en pugna ardiente con el vulgo (Sawa, 1903, p. 7). Pero, sobre todo, 1862 sera el ao de publicacin de una de las ms memorables obras de un autor que despertara la mayor y ms intensa admiracin de Alejandro Sawa desde su adolescencia hasta el ltimo da de su vida. Se trata del escritor romntico Victor Hugo, que dio a conocer en el ao de nacimiento de su discpulo su magna novela Los miserables, una impresionante historia coral sobre la injusticia, pero a la vez, sobre la bondad humana, y especialmente, sobre la posibilidad de redencin, empezada a escribir mucho tiempo antes y terminada durante su estancia en Blgica en 1861. Lo que Sawa sinti por Victor Hugo, va ms all de la admiracin y puede calificarse casi de veneracin. Su influencia se aprecia prcticamente en cada una de sus obras literarias, incluso en sus momentos de ms profunda adscripcin al naturalismo radical, hasta el punto de que en el Apndice que escribe para su tremendista novela Crimen legal el lder de dicho movimiento naturalista, Eduardo Lpez Bago, acusa

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    veladamente a Sawa de permanecer vinculado al romanticismo social que el escritor francs representa, como adorador del Sol-Hugo (Lpez Bago, 2012, p. 217) 6. Pero adems conviene mencionar que en su primera juventud Alejandro realiz un primer viaje a Pars, con anterioridad a mayo de 1885, con el solo propsito de conocer a su admiradsimo escritor. Tiempo despus, recordara as esta experiencia inicitica: Bonanzas harto breves de mi vida, trocadas poco despus de rabiosos equinoccios, me pusieron a presencia, apenas adolescente, del poeta que, como Carlomagno, mereci ser llamado Emperador de la barba florida. Su casa era como una catedral, la catedral del Arte, y su calle como una va sagrada, y Pars, por radicar en su seno tal templo y por alentar en l tal hombre, como una Meca, adonde, en largas y piadosas caravanas, iban los creyentes mondiales [sic] (Sawa, 1901). A raz de dicha vivencia surgira una conocida leyenda que iba a circular fatalmente, por mucho que Alejandro Sawa se empeara en desmentirla y negarla de manera insistente. Parece ser que fue iniciada a raz de un artculo que en fecha incierta publicara Luis Bonafoux, no en vano conocido como La vbora de Asnires, quien difundi el maledicente rumor de que Sawa, besado en la cara por su amado Hugo, no se haba vuelto a lavar nunca para no borrar la impronta de los admirados labios. Cuando pocos meses despus del final desgraciado de Alejandro, Luis Bonafoux publique en junio de 1909 su autobiogrfico De mi vida y milagros, reconocer con encomiable sinceridad el verdadero talento del bohemio sevillano, recordando, no obstante, la deuda que mantuvo siempre hacia Victor Hugo: Sawa Qu lstima! [] Hablaba con brillantez y escriba artculos luminosos, muy bellos, aunque adoleca su estilo de imitar servilmente a Victor Hugo (Bonafoux, 1909, s. p.). Por todo ello, no puede resultar ni mucho menos extrao que, cuando en la Escena Quinta de Luces de bohemia Serafn el Bonito ordene a los guardias que lleven a Max Estrella al calabozo por desorden pblico, Don Latino de Hispalis trate de apelar a su clemencia, exclamando: Seor Inspector, tenga usted alguna consideracin! Se trata de una gloria nacional! El Vctor Hugo de Espaa!. Pero volviendo a la profunda significacin literaria que, casi de manera emblemtica, parece presentar la fecha del nacimiento de Alejandro Sawa, se puede mencionar otro dato verdaderamente interesante. En efecto, nuestro autor nacer en el mes de marzo de 1862, justo en el momento en que un entonces adolescente Friedrich Nietzsche escribe, con tan slo diecisiete aos de edad, su primera obra, titulada Fatum e historia. No slo se puede recordar el hecho cierto de que Sawa dedicar luego en su obra al pensador alemn diversos fragmentos, alusiones y comentarios, como cuando expone con conviccin: No creo [yo tampoco] que la juventud espaola contempornea transcurra su vida interna iluminada por ese sol de medianoche que en nuestra constelacin intelectual se llama Federico Nietzsche7 Pero sobre todo conviene mencionar la importancia que el Victor Hugo de Espaa dar a una nocin tan propia de la filosofa nietzscheana y tan decisiva del ideario finisecular como es la de voluntad. En efecto, Sawa reflexionar con frecuencia acerca de una posible falta de voluntad ligada inexorablemente al carcter bohemio, claro- y a la que achaca gran parte de sus males. De hecho, el escritor iniciar su obra cumbre y pstuma- Iluminaciones en la sombra el 1 de enero de 1901 con la siguiente meditacin:

    Quiz sea ya tarde para lo que me propongo: quiero dar la batalla a la vida. 6 Aunque se trata de la segunda novela que publicar Alejandro Sawa dentro de su etapa naturalista, en concreto, en el ao 1886, se acaba de publicar recientemente, en 2012, una reedicin de la misma, con el objeto de acercarla al lector actual. 7 Sawa, Alejandro, Iluminaciones en la sombra, p. 198.

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    Como todos los desastres de mi existencia me parecen originados por una falta de orientacin y por un colapso constante de la voluntad, quiero rectificar ambas desgracias para tener mi puesto al sol como los dems hombres... Quiz lo segundo sea ms fcil de remediar que lo primero: hay indiscutiblemente una higiene, como hay tambin una teraputica para la voluntad; se curan los desmayos del querer y se aumentan las dimensiones de la voluntad como se acrecen las proporciones del msculo, con el ejercicio, por medio de una trabazn de ejercicios razonados y armnicos. Pero para orientarse... Porque, en primer trmino, dnde est mi Oriente? (Sawa, 1977, p. 77).

    La orientacin perdida para el Sawa de madurez pareca, sin duda, evidenciarse bien clara en el momento liminar de su venida a este mundo, que, adems de coincidir con todos estos simblicos hechos literarios, hay que decir que apuntaba ya al claro Oriente de las letras tambin en otro sentido. Y es que, en efecto, el ao de 1862 ser un ao frtil que, en la ciudad de Sevilla, contemplar el surgimiento de nada menos que cuatro publicaciones peridicas. De ellas, tres sern revistas total o parcialmente dedicadas a la literatura, y la cuarta, El Prisma, un peridico de intereses generales (Chaves Rey, 1995, p. 155). Llamativamente, se puede subrayar que la Revista mensual cientfica, literaria, artstica e industrial titulada La Btica alumbrar su primer nmero justo el da del nacimiento del nio Alejandro, es decir, el 15 de marzo. Dirigida por Federico Castro y con una vida efmera, pues durar tan slo ocho meses, en ella colaborarn firmas tan seeras como Fernn Caballero, Jos Amador de los Ros, Narciso Campillo o Antonio Machado Nez (Chaves Rey, pp. 155-156), el abuelo de su luego amigo Manuel Machado. Los otros dos ttulos que se fundan en ese ao sern El Protector. Revista quincenal de literatura y la sin duda ms importante, La Espaa Literaria8, subtitulada Revista cientfico-literaria y entre cuya extensa lista de colaboradores se encuentra un nombre ntimamente vinculado con nuestro bohemio: se trata nada ms y nada menos que de su primo segundo Federico Sawa, quien, bastante mayor que l, puesto que haba nacido en julio de 1839, lo iba a anteceder en el mundo de la literatura. Para conocer siquiera mnimamente a Federico Sawa hay que remontarse bastante atrs en el tiempo, hasta los primeros aos del siglo XIX, cuando dos hermanos oriundos de la antiqusima y venerable ciudad de Esmirna, Anastasio y Emmanul Sawa, guiados por un innegable espritu aventurero y en busca de nuevas oportunidades, viajan hasta el sur de Espaa donde se asentarn, formando all sus familias9. De este modo, Federico Sawa ser nieto de Anastasio, el mayor de los hermanos griegos, mientras que Alejandro lo ser de Emmanul, quien se haba establecido en la seorial localidad sevillana de Carmona, donde nacieron sus hijos, as como los primeros de sus nietos, los dos hermanos mayores de Alejandro: Manuel y Mara de la Esperanza. Pero retornando a Federico Sawa, se puede sealar que, aunque nacido en Mlaga, va a evidenciar una notable relacin con Sevilla, que se acenta, precisamente, en el ao de nacimiento de su primo, es decir, este 1862 que nos ocupa y del que se cumple ahora el ciento cincuenta aniversario. As pues, en ese ao se publica un curioso volumen colectivo titulado Prisiones de Europa. Su origen, personajes clebres que han gemido en ellas, vctimas del fanatismo poltico y religioso, en el que Federico se ocupa, entre otros captulos, del dedicado a La Inquisicin de Sevilla (Sawa, Federico, 1862), cuya sede principal radicaba en el temido Castillo de Triana o de San Jorge. En ese mismo ao se edita su novela histrica Aurelio el fratricida (Sawa, Federico, 1862b), ambientada, con claros tintes melodramticos tan del gusto de la poca- en la corte de los primeros reyes asturianos, sucesores de Don Pelayo, all por las tempranas

    8 De hecho, Manuel Chaves Rey, afirmar que Con la publicacin de La Espaa Literaria tuvo Sevilla uno de los mejores peridicos, no ya de la capital, sino del reino. Escribieron en l los mejores autores que florecan en 1863 a 64, y los trabajos que he ledo en sus columnas son casi todos notables por distintos conceptos (Chaves Rey, 1995, p. 158). Se puede destacar, adems, como dato curioso, que Chaves Rey destaca entre sus colaboraciones el estudio que public Federico Utrera sobre el gran libro de Vctor Hugo Los Miserables (Chaves Rey, 1995, p. 158). 9 Cf. Correa Ramn, 2008, pp. 17-28.

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    fechas del siglo VIII. La obra aparece dedicada a la pareja de poetas sevillanos Jos Lamarque de Novoa y Antonia Daz de Lamarque10, que haban contrado matrimonio el ao anterior, y a los que el autor ofrece su obra Como humilde prueba de sincera amistad. El dieciocho de marzo de ese ao de 1862, es decir, tan slo tres das despus de su nacimiento, tendra lugar el bautizo de Alejandro Sawa Martnez, celebrado en la Real Iglesia de Santa Mara Magdalena, templo cercano al domicilio familiar, que, aunque fundado inmediatamente despus de la conquista de Sevilla en 1248 por parte de Fernando III el Santo, haba sido demolido en 1811 durante la invasin napolenica. La sede de la parroquia tuvo que instalarse entonces, de modo provisional, en la hermosa iglesia del cercano Convento de San Pablo (de la Orden de Santo Domingo de Guzmn o de Predicadores), uno de los principales que los dominicos tenan en Andaluca. Durante el periodo de la desamortizacin, la Orden se vio obligada a abandonar el edificio, que pas a convertirse definitivamente en parroquia. As pues, el templo en el que fue bautizado el nio Alejandro constitua, sin duda, una obra principal del estilo barroco sevillano, diseado a finales del siglo XVII por el prestigioso arquitecto Leonardo de Figueroa, y construido sobre las ruinas demolidas del antiguo edificio gtico de San Pablo, cuyas cubiertas se hallaban vencidas. Es, adems, una iglesia riqusima en tesoros de arte, cuyo legado pictrico y escultrico sera prolijo enumerar, pero en el que resaltan, inevitablemente, dos magnficos cuadros firmados por Zurbarn titulados La curacin milagrosa del Beato Reginaldo de Orleans y La entrega milagrosa del verdadero retrato de Santo Domingo en el monasterio de Soriano. Continuando con una tradicin familiar, que responda a una costumbre bastante habitual en la poca, al nefito se le impuso una larga serie de nombres, que repeta algunos especialmente queridos para los Sawa-Martnez: Alejandro, Mara de los Dolores, de Gracia, Esperanza, del Gran Poder, Antonio Jos, Longinos, del Corazn de Jess, de la Santsima Trinidad. Evidentemente, el primero de los nombres que se le imponen es el de su padre, ya que al primognito de la familia se le haba llamado Manuel, como al abuelo griego Emmanul, castellanizado. La alusin a la Virgen de Gracia remite a Carmona, donde se inici la familia Sawa, puesto que se trata de su patrona, muy venerada en la localidad y procesionada en romera el primer domingo de septiembre. En cuanto a los nombres Antonio y Esperanza, que tambin le haban sido impuestos a su hermano mayor, como luego a Miguel, que nacera cuatro aos despus tambin en el domicilio familiar de San Pedro Mrtir, responden a los nombres de ambas abuelas, la paterna, Antonia Gutirrez, natural de Sevilla, y la materna, Esperanza Almorn, de Utrera. Del Corazn de Jess y De la Santsima Trinidad, que aparecen igualmente en la partida de bautismo de su hermano Manuel, constituan una coda final muy habitual en las frmulas con la que se intentaba solicitar la proteccin divina para el recin nacido, colocndolo bajo una advocacin superior. As mismo, al nio se le dispuso igualmente bajo la proteccin del santo del da, San Longinos, el soldado que, segn la tradicin, haba traspasado con su lanza el costado de Cristo en la cruz, convirtindose despus al cristianismo y siendo con posterioridad objeto de martirio. Por ltimo, nos podemos referir a una advocacin que aparecer en los nombres bautismales de Alejandro y sus hermanos, de arraigo y devocin secular en la capital hispalense, como es la del Cristo del Gran Poder, cuya antiqusima cofrada segua establecida por entonces en la Iglesia Parroquial de San Lorenzo, donde haba sido bautizada la madre de nuestro autor, Rosa Martnez Almorn, natural igualmente de Sevilla. Pero volviendo al momento en que se cristian a Alejandro, conviene sealar otro dato histrico que contribuira, de algn modo, a incardinarlo an ms en una poderosa genealoga de amor al arte y la

    10 Cf. Palenque y Romn Gutirrez, 2007.

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    belleza, como es que la pila bautismal de la iglesia de Santa Mara Magdalena es la misma que se haba usado dos siglos y medio antes, en concreto, el da 1 de enero de 1618, para bautizar al ilustre pintor sevillano Bartolom Esteban Murillo, tal y como recuerda una antigua lpida situada en su capilla. Precisamente, el clebre Hans Christian Andersen, que describe la magia de esa Sevilla literaria y artstica en su viaje de 1862, dedica una especial atencin a las obras del maestro barroco, al que saluda con fervoroso entusiasmo: Sevilla es la ciudad natal de Murillo; aqu iba a yo a contemplar su grandeza y poder, el rayo de sol meridional del mundo de los genios (Andersen, 1988, p. 173). En efecto, acompaado de un par de amigos, tuvo ocasin de visitar sus cuadros, cada uno de los cuales le parece un elixir de vida (Andersen, 1988, p. 173), tanto en la Academia de Bellas Artes, como en el Hospital de la Caridad, cuadros que describe con minuciosa emocin. Tras una visita artstica que le causa tan grata impresin, el mismo Andersen comenta brevemente la vida teatral de la ciudad y relata que asisti a una funcin en el teatro San Fernando, con la que parece haber disfrutado bastante. El espectculo que presenci fue la zarzuela titulada Llamada y tropa, con msica de Emilio Arrieta y libreto nada menos que del escritor romntico Antonio Garca Gutirrez, autor de El Trovador, que como es sabido- inspirara a Verdi su pera Il Trovatore. La ya mencionada zarzuela se haba estrenado el ao anterior, en concreto el 9 de marzo de 1861 en el madrileo Teatro del Circo. Al escritor dans le llama, claro est, la atencin el gnero, inusitado para l, que define para sus lectores de la siguiente manera: La zarzuela es una especie de vaudeville; bueno, es ms bien lo que nosotros llamaramos una opereta, pero de vez en cuando la inclusin de grandes arias, la acercan al gnero de la pera (Andersen, 1988, p. 182). No era este de San Fernando el nico teatro existente en Sevilla por aquellas fechas, puesto que la ciudad contaba con otros tres ms, llamados Principal, Anfiteatro y Hrcules, para entretener el ocio de sevillanos y forasteros. Un ocio que contrasta dolorosamente con los ndices de analfabetismo muy elevados, pese a algunos tibios intentos de combatirlos realizados a lo largo del siglo XIX11. Quizs eso contribuya a explicar el hecho de que la ciudad ostentara el dudoso honor de ser la capital de Espaa con mayor nmero de establecimientos alcohlicos de todo el pas, con sus cuatrocientos noventa y cinco tabernas, a las que habra que sumar, quizs, los catorce cafs y veinticuatro billares que se distribuyen por sus diversos barrios12. El nio que fue Alejandro Sawa, y que abandonar la ciudad a muy temprana edad, parece no haber conservado recuerdos de su primera infancia en las calles hispalenses. Tal vez por eso se encuentren pocas alusiones a la ciudad de su nacimiento y de sus races familiares en su obra literaria. De hecho, incluso las referencias a su origen andaluz parecen estar, en buena medida, bien tamizadas de un notable velo de tristeza, o bien marcadas por un apremiante anhelo de denuncia social. En efecto, Alejandro Sawa criticar las visiones tpicas que propagan una Andaluca como lugar folklrico, superficial y lleno de falso colorido de postal manida. Frente a eso, recuerda el profundo sentir, la primigenia esencia, que se manifiesta en los cantares populares andaluces, como los que recogera algunos aos atrs Antonio Machado lvarez, Demfilo, padre de los hermanos Machado. De este modo, Sawa recuerda diversos ejemplos especialmente conmovedores:

    La tierra que a m me cubra ni la mires ni la pises: no te acuerdes ms de m, que mi lengua te maldise.

    11 A Alejandro, que en Iluminaciones en la sombra deja constancia de que llega su hijita Elena del colegio, y de que all le ensean a leer Llega en este momento mi hija del colegio. La ensean [sic] a leer (Sawa, 1977, p. 91), no podan dejar de dolerle los elevados ndices de analfabetismo que predominaban en su tierra. 12 Los datos del nmero de tabernas, cafs y billares corresponden en realidad al ao 1867, cuando se formalizaron dichas estadsticas. Cf. Cuenca Toribio, 1986, pp. 242-243

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    Muerto reniego de ti. Cuando t est en la agona no llames al confes. Las cosas que t me has hecho que las sepa slo yo (Sawa, 1977, p. 182).

    Su conclusin resultar lapidaria: Yo quera decir que no conozco en Espaa pueblo tan triste como el de Andaluca (Sawa, 1977, p. 142). Ya en 1900 lo haba dejado escrito con la misma meridiana claridad Francisco Villaespesa: No; Andaluca no es el vergel floreciente de la alegra Es el jardn encantado de las tristezas atvicas (Villaespesa, 1996, p. 95). Pero en esas tristezas atvicas, adems de una supuesta alma andaluza, de un constitutivo ncleo esencial, acerca del cual debatirn diversos escritores y poetas en la etapa finisecular13, entre los que se cuenta el propio Juan Ramn Jimnez, hallar Alejandro Sawa una razn oculta que justificara cumplidamente el dolor de su tierra. Y aqu viene la denuncia social que llevar a cabo con la vehemencia que siempre lo caracteriz:

    De tiempo secular, por atavismo y por miseria, sobre ese mismo campo andaluz, oliente a azahares y verbena, se levanta, con qu menguado verticalismo!, la choza del labriego, oliente tambin, pero con el hedor que transciende de un malestar histrico que clama a Dios sin ser escuchado, y que si no lleva derecho a todas las reivindicaciones de la ira justa es porque, felizmente para muchos, aunque no para el santo Derecho, todava alientan en esos campos ms crneos que cerebros (Sawa, 1977, p. 142).

    Y es que, en efecto, Alejandro Sawa siempre se caracteriz por un talante insobornable en la denuncia, lo que le cerrara no pocas puertas a lo largo de su trayectoria. As, Francisco Macein, que habra de ser pocos aos ms tarde padre de Federica Montseny y que sera ms conocido por su seudnimo de Federico Urales, le dedicara en 1897 un artculo, titulado Bohemios espaoles. Alejandro Sawa, donde se refiere precisamente a ese carcter especialmente ntegro que distingue al autor, y cmo ese aspecto ha dificultado siempre su acceso a los medios pblicos:

    Valiente en la exposicin de teoras, fustiga con dureza cruel los vicios sociales y tiene cerradas por eso las columnas de los diarios. Si su pluma tuviese dientes, mordera. Si se dedicara a escribir para la poltica, su domicilio sera la crcel. Sus artculos son frecuentemente rechazados por la virilidad y energa que entraan (Macein, 1899, pp. 399-400).

    Los ltimos aos de Alejandro Sawa iban a ser difciles, sombros, llenos de momentos desalentadores: cada vez ms enfermo, perdida la visin, en una miseria atroz que le hace descender con su familia los diversos escalones que separan las viviendas modestas de las casas francamente precarias y humildes, y percibiendo cmo se le cierran, no ya las puertas esperables en virtud de su carcter justo y valeroso, sino incluso aquellas que el escritor supona fraternales. As, el 31 de mayo de 1908, el desafortunado bohemio escribe una carta estremecedora a su admiradsimo Rubn Daro, por quien tanto haba hecho, y de quien estaba llamado a sufrir tan profundos desengaos:

    T no sabes de esta postrera estacin de mi vida mortal, sino que me he quedado ciego. Parece que esto ya es bastante, pero no lo es, porque adems de ciego estoy, va ya para dos aos, tan enfermo, que la frase trapense de nuestro gran Villiers, mi cuerpo est ya maduro para la tumba, es una de las ms frecuentes letanas en que se diluye mi alma. Pues bien: tal como estoy, tal como

    13 Cf. Garca, 2012.

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    soy, vivo en pleno Madrid, ms desamparado an, menos socorrido, que si yo hubiera plantado mi tienda en mitad de los matorrales sin flor y sin fruto, a gran distancia de toda carretera. Creyendo en mi prestigio literario he llamado a las puertas de los peridicos y de las cavernas editoriales y no me han respondido; crdulo de mis condiciones sociales -yo no soy un ogro ni una fiera de los bosques- he llamado a la amistad, insistentemente, y sta no me ha respondido tampoco. Es que un hombre como yo puede morir as, sombramente, un poco asesinado por todo el mundo y sin que su muerte como su vida hayan tenido mayor trascendencia que la de una mera ancdota de soledad y rebelda en la sociedad de su tiempo?14

    Pero s, la pattica, la triste realidad es que un hombre como l, no slo poda, sino que muri as, abandonado prcticamente de todo el mundo, empeados incluso en el Monte de Piedad, no ya sus libros, sus pocos objetos de algn valor, sino incluso sus propias ropas, como testimoniar un joven Rafael Cansinos Assens que lo visita en su pobre morada. De ah que no resulten extraas sus palabras cuando escriba:

    Brutal, brutal el da. Escribo desde la cama. Hace fuera un fro siberiano, y tengo las entraas heladas, la temperatura de un muerto. No es la culpa del termmetro. Mi fro es -cmo decirlo?- un fro moral, el fro que debe acometer a los nios que se sientan de pronto abandonados, con nocturnidad, en medio de una calle (Sawa, 1977, p. 129).

    Uno de los ms famosos cuentos de Andersen nos narra la ltima noche de una pequea nia, que intenta desesperadamente vender sus fsforos en la fra noche de la vspera de Navidad, con la ciudad casi desierta y nevada, y abandonada en la soledad de la calle. Encendiendo sus cerillas para intentar vanamente entrar en calor, la pequea contempla la cada de una estrella fugaz. Entonces la inocente piensa que alguien debe de estar muriendo, al recordar las palabras que le contaba antao su abuela, la cual le deca: Cuando cae una estrella, es que un alma sube hasta el trono de Dios. Pero ser ella quien muera, pobre, aterida de fro y abandonada en medio de la calle. Sin embargo, la llama de un ltimo fsforo la envuelve en la visin consoladora y clida de su abuelita querida que parece haber venido a buscar a la pequea cerillera. Si lo pensramos bien, la estrella que desciende abruptamente del firmamento, anunciando una inminente muerte, podra no ser otra que la de Max Estrella, el personaje valleinclaniano trasunto de nuestro Alejandro Sawa, que agoniza en la calle, ante la indiferencia de su compaero Don Latino, y, en realidad, ante la indiferencia de todos, solo, ciego, y aterido de fro en la heladora madrugada, al igual que la nia del cuento. Si sta contempla en sus ltimos momentos el ensueo consolador de su cariosa abuela, el delirio final de ese hiperblico andaluz, poeta de odas y madrigales (Valle-Incln, 1984, p. 9), como lo describiera Valle, lo transportar al Pars de sus sueos, justamente a presenciar el apotesico entierro de Victor Hugo. Pero hasta esa ilusin ltima le quedar vedada, y as Don Latino echa por tierra su quimera al sugerirle que el muerto de ese entierro que presencia, no es otro que l mismo. El autor de La cerillera terminaba su Viaje por Espaa con una elocuente frase: La vida es el ms maravilloso de los cuentos (Andersen, 1988, p. 235). Sin embargo, para Alejandro Sawa, el ms maravilloso de los cuentos no fue, no pudo serlo en modo alguno, la vida, esa vida que le result mayoritariamente ingrata. Dotado de un indudable genio creador y signado desde su nacimiento sevillano por el amor a la Belleza y la literatura, sin embargo, careci del talento necesario para saber vivir. De ah la desolada conclusin que expresan sus palabras, con las que ponemos punto y final al presente artculo:

    14 Apud lvarez, 1963, p. 66.

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    Vino el duende que era embajador de la Dicha. Yo estaba ocupado en cosas intiles, pero que me placan momentneamente -Ven luego -le dije. Y mi vida, desde entonces, ha transcurrido aguardando desesperadamente al emisario, que no se ha vuelto a presentar jams (Sawa, 1977, p. 147).

    OBRAS CITADAS

    lvarez, Dictino. Cartas de Rubn Daro. Madrid: Taurus, 1963. Andersen, Hans Christian. Viaje por Espaa. Trad., eplogo y notas de Marisa Rey, Madrid: Alianza, 1988. Bonafoux, Luis. De mi vida y milagros, Los Contemporneos (Madrid), I, 26, 25 de junio, 1909, s. p. Chaves Rey, Manuel. Historia y bibliografa de la prensa sevillana (1896). Ed. facsmil, Sevilla: Ayuntamiento de Sevilla, 1995. Clifford, Charles. lbum de Andaluca y Murcia. Viaje de S. M. la reina Isabel II de Borbn y la Familia Real en 1862. Sevilla: Fundacin Jos Manuel Lara, 2007. Correa Ramn, Amelina. Alejandro Sawa, luces de bohemia. Sevilla: Fundacin Jos Manuel Lara, 2008 Cos Gayn, F. Crnica del viaje de sus Majestades y Altezas Reales a Andaluca y Murcia en septiembre y octubre de 1862. Madrid: Imp. Nacional, 1863. Cuenca Toribio, Jos Manuel. Historia de Sevilla. Del Antiguo al Nuevo Rgimen, Sevilla: Universidad de Sevilla, 1986. 3 ed. Daro, Rubn. Alejandro Sawa [Prlogo], en Sawa, Alejandro. Iluminaciones en la sombra. Ed de Iris Zavala. Madrid: Alhambra, 1977. Fontanella, Lee. Clifford en Espaa. Un fotgrafo en la Corte de Isabel II. Madrid: Ediciones El Viso, 1999. Garca, Miguel ngel. Melancola vertebrada. La tristeza andaluza del modernismo a la vanguardia, Barcelona: Anthropos, 2002. Lpez Bago, Eduardo. Apndice. Anlisis de la novela titulada Crimen legal, en Sawa, Alejandro. Crimen legal (Biblioteca del Renacimiento Literario, Madrid, Juan Muoz y Ca., 1886). Ed., estudio introductorio y notas de Amelina Correa. Sevilla: Renacimiento, 2012. 213-236. Macein, Francisco. Bohemios espaoles. Alejandro Sawa, La Revista Blanca (Madrid), 13, 1 de enero, 1899. 398-400. Machado, Manuel. A Alejandro Sawa (Epitafio). El Mal Poema. Madrid: Imp. Gutemberg, Castro y Ca., 1909. Palenque, Marta y Romn Gutirrez, Isabel. El silencio ser nuestra poesa: Antonia Daz de Lamarque, una escritora sevillana del ochocientos. Sevilla: Ayuntamiento de Sevilla, ICAS, 2007.

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    Reyes, Eduardo de los y Cobos, Francisco Javier. Crnica del viaje de Su majestades y Altezas Reales por Granada y su provincia en 1862. Ed. facsmil, prlogo de Juan Bustos. Granada: Ediciones Albaida, 1994. Sawa, Alejandro. A la juventud, Heraldo de Madrid, 18 de noviembre, 1901.

    Canalejas y la Academia. Alma Espaola (Madrid), n 7, 20 de diciembre de 1903, p. 7. Iluminaciones en la sombra (1910). Ed. Iris Zavala. Madrid: Alhambra, 1977. Crimen legal (1886). Ed., estudio introductorio y notas de Amelina Correa. Sevilla:

    Renacimiento, 2012. Sawa, Federico. La Abada. Los Plomos de Venecia. El Castillo de Spielberg. Santa Pelagia. La Inquisicin de Sevilla, en VV. AA, Prisiones de Europa. Su origen, personajes clebres que han gemido en ellas, vctimas del fanatismo poltico y religioso. Escrita en vista de obras, documento y datos fidedignos por Una Sociedad Literaria. Barcelona: I. Lpez Bernagosi, Imp. de Luis Tasso, 1862.

    Aurelio el fratricida. Barcelona: I. Lpez Bernagosi, 1862. Valle-Incln, Ramn del. Luces de bohemia (1924). Madrid: Espasa Calpe, 1984, 16 ed. Villaespesa, Francisco. Carta-prlogo, en Snchez Rodrguez, Jos, Alma andaluza (1900), Alma andaluza (Poesas completas). Estudio preliminar por Richard A. Cardwell, ed., introduccin, biografa y bibliografa por Antonio Snchez Trigueros, Granada: Universidad, 1996.

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    APENDICE DE IMGENES E ILUSTRACIONES:

    Alejandro Sawa, caricatura de Maximino Vizoso en la portada de El Nuevo Intermedio, 26 de mayo de

    1889

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    Alejandro Sawa, credencial de nombramiento como corresponsal de La Derecha en Pars, s.a. [ca. 1889-1896, fotocopia del original cedida por Carmen Calleja]

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    Alejandro Sawa, retrato en La Plume, 15 de junio de 1892

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    Manuscrito del poema dedicado por Rubn Daro a Helena Rosa, hija de Alejandro Sawa, s.a. [ca. 1893-1896, fotocopia del original cedida por Carmen Calleja]

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    Alejandro Sawa, retrato en lbum Lokner, 1898

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    Copia mecanoescrita firmada por Jos Ortiz de Pinedo del soneto dedicado a Alejandro Sawa, s.a. [fotocopia del original cedida por Carmen Calleja]

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    Alejandro Sawa, caricatura de Manuel Tovar en la portada de Don Quijote, 14 de febrero de 1902

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    Alejandro Sawa, artculo en Alma Espaola, 3 de enero de 1904, p. 10

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    Alejandro Sawa, artculo en Alma Espaola, 3 de enero de 1904, p. 11

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    Alejandro Sawa, retrato en artculo en Alma Espaola, 3 de enero de 1904, p. 10

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    Alejandro Sawa, exlibris de Juan Gris en Renacimiento Latino, mayo de 1905

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    Alejandro Sawa, artculo en La Montaa, 4 de agosto de 1906, s.n. [p. 1]

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    28

    Alejandro Sawa, artculo en La Montaa, 4 de agosto de 1906, s.n. [p. 2]

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    Alejandro Sawa, caricatura de Manuel Tovar en la portada de Historia de una reina, 3 de mayo de 1907

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    Alejandro Sawa, firma autgrafa impresa en Historia de una reina, 3 de mayo de 1907

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    Alejandro Sawa, copia de la ltima carta que dict y firm s.a. [18 de febrero de 1909, fotocopia del original cedida por Carmen Calleja]

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    Alejandro Sawa, portada de Iluminaciones en la sombra, 1910

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    Alejandro Sawa, retrato en la portada de Calvario, 29 de julio de 1910

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    Alejandro Sawa, retrato en la portada de Noche, 3 de agosto de 1918

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    Alejandro Sawa, retrato en artculo de Manuel Machado en El Espaol, 29 de mayo de 1943, p. 16

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    Alejandro Sawa, placa erigida en la calle de Conde Duque de Madrid, 23 de abril de 2003

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    Alejandro Sawa, luces de bohemia, de Amelina Correa, portada de la 2 edicin, febrero de 2009

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    Alejandro Sawa, placa erigida en la calle de San Pedro Mrtir de Sevilla, 3 de marzo de 2009

    Nota: Todas las imgenes proceden del Archivo de Amelina Correa

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    REVISITANDO ILUMINACIONES EN LA SOMBRA DE ALEJANDRO SAWA

    Angela Ena Bordonada Universidad Complutense de Madrid

    La conmemoracin del 150 aniversario del nacimiento de Sawa con la celebracin del ciclo Leyenda y realidad de Alejandro Sawa en Sevilla1 fue motivo de que su obra volviera a tener actualidad, por lo menos entre los asistentes a lo que se convirti en una fiesta literaria en torno al genial escritor. Motiv tambin que muchos de nosotros volviramos una vez ms a visitarlo en las obras de nuestra preferencia y a que su figura fuera centro de muchas reflexiones, entre las que tal vez destaca el constatar que existe ya una importante bibliografa crtica que intenta rescatar el valor de su literatura2, independientemente del mito del legendario bohemio y de sus literaturizaciones en obras de grandes maestros, aunque bien es cierto que el inmortal Max Estrella valleinclaniano ha evitado que el nombre de Alejandro Sawa permaneciese en un mayor desconocimiento.

    Por distintas razones, Iluminaciones en la sombra es la obra de Sawa a la que he vuelto en varias ocasiones y siempre, como sucede con la buena literatura, he obtenido nuevas lecturas de sus complejos contenidos. En esta ocasin, me he fijado con una especial atencin en, por un lado, el significado del prlogo escrito por Rubn Dario y, por otro, he contemplado Iluminaciones en la sombra como un producto de su tiempo -aquel fin de siglo del que su autor fue testigo, protagonista y vctima ejemplar-, en cuanto que la obra rene una variada serie de rasgos, formales y temticos, coincidentes con la literatura de otros escritores finiseculares espaoles y europeos. Son unos rasgos que, adems, descubren en Sawa al buen escritor que fue, cualidad tantas veces velada por la excesiva estela del brillante y- como dice Rubn Daro- desorbitado bohemio. Sern estos los dos puntos que voy a tener en cuenta en el presente estudio.

    I.- El prlogo de Rubn Daro a Iluminaciones en la sombra Tal vez convenga recordar que Iluminaciones en la sombra se public en la prestigiosa Biblioteca

    Renacimiento, en 1910, poco ms de un ao despus de la muerte de Sawa, con un prlogo de Rubn Daro y un bello y clido epitafio de Manuel Machado, que comienza por esos conocidos versos que definen bien a nuestro escritor: Jams hombre ms nacido para el placer, fue al dolor ms derecho.3

    Esta obra, recopilacin de escritos periodsticos, de entre 1901 (es el ao que inicia el libro), aunque los hay anteriores, y 1908, fue el ltimo gran deseo de Sawa, justo cuando se encuentra en el momento de

    1 Este ciclo tuvo lugar los das 27 y 28 de 2012 en la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, organizado por los Profs. Rogelio Reyes, Amelina Correa y Marta Palenque. 2 Desde los pioneros y esclarecedores estudios de Alonso Zamora Vicente, Allen Phillips, Iris M. Zavala, hoy tenemos importantes aportaciones de Pura Fernndez, Amelina Correa, Miguel ngel Lozano, Francisco Gutirrez Carbajo, y tantos otros; igualmente disponemos de ediciones actuales de sus ms importantes obras (Zavala, Mbarga, Correa, Gutirrez Carbajo). Pero, adems, en los ltimos aos han aparecido dos libros fundamentales para el conocimiento de Sawa y de su produccin: Alejandro Sawa, luces de bohemia, de Amelina Correa Ramn, biografa rigurosa y documentada del autor; y Alejandro Sawa, Crnicas de la bohemia, edicin e introduccin de Emilio Chavarra, con estudio de Iris Zavala, que rene las colaboraciones periodsticas de Sawa, incluidas las publicadas en La Nacin de Buenos Aires, en 1905, bajo la firma de Rubn Dario. 3 Est incluido en la edicin de El mal poema de 1909. Vase Manuel Machado, Alma, caprichos, El mal poema, edicin de Rafael Alarcn Sierra, Madrid: Castalia, 2000, p. 269.

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    mximo declive personal, social y literario, en una situacin que refleja certera y dramticamente el que fue su amigo, Prudencio Iglesias Hermida:

    Y como Alejandro Sawa, ciego, no inspira temor como antes, los que eran sus amigos le olvidan, y sus enemigos, ya que no pueden negarle, pretenden cobardemente borrar su nombre de la historia de la literatura espaola contempornea.4

    Es en su epistolario con Rubn Daro, que tantas miserias nos descubre del poeta nicaragense en su

    relacin con Sawa5, donde habla de sus gestiones para la publicacin de Iluminaciones en la sombra. En carta, sin fecha, de finales de junio de 1908, le cuenta a Rubn su decisin de publicar la obra con la ayuda de algunos amigos, por su fracaso ante algunas editoriales de Madrid y Barcelona:

    Yo tengo concluido y en disposicin de mandarlo a la imprenta un libro de crtica y de intimidades con el ttulo de Iluminaciones en la sombra; me he dirigido para su publicacin a las principales casas editoriales de Madrid y Barcelona con el resultado si no negativo, dudoso a lo sumo. Eso me ha determinado a publicar el libro por mi cuenta ayudado con la colaboracin de algunos amigos. Sin esa ayuda material yo no podra hacer nada. He sido un loco pensando en ti, mi fraternal Rubn, para salir de este estrecho y volver de nuevo y para siempre al ancho mar sin lmites y sin horizontes? [lvarez: 67]

    Ante la respuesta ambigua y dilatoria de Rubn -Como supongo que tu libro se publicar en el otoo, cuando yo vuelva a Madrid entonces tendr mucho gusto en contribuir junto con los dems amigos, a la edicin de tu libro [lvarez: 67]-, Sawa insiste en su deseo de publicarlo inmediatamente y le pide 400 pesetas para completar las 1000 que cuesta la edicin:

    Iluminaciones en la sombra se har casi con seguridad en la imprenta de los hijos de Mrquez, calle de la Madera; constituir un grueso volumen de ms de 300 pginas, y su presupuesto, para una edicin de 2.000 ejemplares, es de 1000 pesetas aproximadamente. Puedo contar con 600. Quieres t darme las 400 que me restan para completar el total? [lvarez: 68]

    Rubn nunca le dio esa ayuda y Sawa muri el 3 de marzo de 1909 sin ver publicado su libro. Fue Valle-Incln, en la conocida carta en la que informa a Rubn sobre la muerte de Sawa, mtica carta en la que nuestro bohemio queda elevado a la categora de quien ser el hroe del primer esperpento valleinclaniano -Tuvo el final de un rey de tragedia: loco, ciego y furioso-, donde, adems de ponerle al corriente de la ltima amargura sufrida por Sawa el cese como colaborador de El Liberal, episodio utilizado en Luces de bohemia- lo anima a colaborar en la edicin de Iluminaciones en la sombra, adems de emitir un acertado juicio sobre la obra como Lo mejor que ha escrito. Un diario de esperanzas y tribulaciones. Dice as la carta de Valle, tan importante en la gestin de la futura publicacin de Iluminaciones en la sombra:

    Querido Daro: Vengo a verle despus de haber estado en casa de nuestro pobre Alejandro Sawa. He llorado delante del muerto, por l, por m y por todos los pobres poetas. Yo no puedo hacer nada; usted tampoco, pero si nos juntamos unos cuantos algo podramos hacer. Alejandro deja un libro indito. Lo mejor que ha escrito. Un diario de esperanzas y tribulaciones.

    4 Prudencio Iglesias Hermida, De mi museo, apud. Luigi Motta, Il giornalismo vitalista di Alejandro Sawa. 5 Me refiero a la peticin de Sawa a Rubn Daro del dinero que le deba por los artculos publicados con la firma de Rubn en La Nacin de Buenos Aires, ente abril y julio de 1905, reflejada en carta escrita el 14 de julio de 1908, reproducida por Dictino lvarez (68-69).

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    El fracaso de todos sus intentos para publicarlo y una carta donde le retiraban una colaboracin de sesenta pesetas que tena en El Liberal, le volvieron loco en los ltimos das. Una locura desesperada. Quera matarse. Tuvo el final de un rey de tragedia: loco, ciego y furioso. [lvarez: 70-71]

    A principios de noviembre de 1910, Juana Poirier, viuda de Sawa, pide un prlogo para Iluminaciones en la sombra a Rubn Daro. Curiosamente, ser la actriz Josefina Blanco, esposa de Valle-Incln, quien le facilita la direccin del poeta en una carta escrita en un francs inseguro, destacando el apelativo poco positivo, c... triste [cochon triste, en espaol, cerdo triste], referido a Rubn :

    Sainte amie: Il faut attendre encore quelques jours. Tout va bien (...) maintenant. Ladresse du c... triste vien de la connatre. La voici : Claudio Coello, 60. Je vous embrasse tendrement. J. de Valle(Zamora Vicente: 385)6

    Rubn Daro acepta en una carta del 10 del mismo mes de noviembre, en la que, adems, le pide a Juana algunos artculos publicados sobre Sawa y su obra, donde, sin duda, -esto es significativo- buscara informacin antes de escribir el prlogo:

    Estimada Juana: Con gusto har el prlogo. Para esto necesito algunos artculos que se hayan publicado sobre Alejandro y su obra. Si los conserva, prstemelos. Quedo su afectsimo

    Rubn Daro No he visto an a Valle-Incln (Phillips:110)

    Parece que Valle-Incln tuvo un papel importante en el proceso de edicin de Iluminaciones en la sombra. Juan Manuel Gonzlez Martel7 recuerda, utilizando materiales del archivo de la familia Sawa, que las gestiones de publicacin del libro las llevaron a cabo Miguel Sawa, hermano de Alejandro, y Valle-Incln, con la colaboracin de Prudencio Iglesias Hermida y Fernando Lpez Martn -que se casara con Elena, hija del escritor, en 1912- e, incluso, seala que recae ms peso sobre Valle-Incln, cuando Miguel marcha a La Corua, donde era director de La voz de Galicia. En una carta del 12 de mayo de este a su cuada Juana, junto a diversos temas relacionados con la publicacin del libro, le aconseja que No dejen en paz a Valle, en cuya buena voluntad creo, pero de cuya actividad desconfo (Gonzlez Martel: 81). Finalmente, en la segunda quincena de junio de1910, apareci Iluminaciones en la sombra.

    No hay duda de que el libro Iluminaciones en la sombra, en su conjunto, queda enriquecido por el

    prlogo de Rubn Daro, una magnfica pieza literaria, propia de la magistral pluma de su autor, que ante sus contemporneos prestigiara la obra prologada, como muestra el hecho de que en la cubierta de la edicin de Renacimiento, bajo el nombre de Alejandro Sawa, figura Prlogo de Rubn Daro. El comienzo tiene un tono de justificacin: Juana Poirier de Sawa, la viuda de Alejandro Sawa, me ha 6 Obsrvese que este apelativo c triste referido a Daro, ser utilizado luego por Valle-Incln en Luces de bohemia, en boca de Don Latino:

    Max. Mira si est Rubn. Suele ponerse enfrente de los msicos. Don Latino.- All est como un cerdo triste. (Escena novena)

    7 Remito al estudio de J.M. Gonzlez Martel para el seguimiento de la amistad entre Sawa y el matrimonio Valle-Incln/Josefina Blanco, desde su conocimiento en 1896 a travs de Miguel Sawa, la actuacin de Josefina Blanco y de Valle en Los reyes en el destierro, versin de Sawa de la obra de Daudet, en 1899, hasta la atencin de Valle sobre la publicacin de Iluminaciones en la sombra y la situacin econmica de Juana Poirier tras la muerte de Sawa, quien sinti gran admiracin por Josefina Blanco como actriz, a la que dedica un artculo en Los Cmicos (12-II-1904), reproducido en Crnicas de la bohemia (271-272)

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    pedido un prlogo para el libro pstumo de su marido. Es una justificacin que resulta distanciadora cuando entre los motivos alegados, adems de en memoria de mi vieja amistad con el gran bohemio, insiste en por complacer a la buena, a la generosa compaera que por veinte aos suaviz la vida de aquel hombre brillante, ilusorio y desorbitado. Me pregunto si era preciso este prembulo justificatorio, sobre todo cuando podemos sospechar que la eleccin de Rubn Daro como autor del prlogo vendra, ms que de la viuda, de los amigos de Sawa ocupados en la publicacin del libro. Tal vez del mismo Valle-Incln? Recurdese que fue su esposa, Josefina Blanco, quien facilit a Juana Poirier la direccin de Daro. En todo caso, junto a la presentacin de Sawa como el gran bohemio aquel hombre brillante, ilusorio y desorbitado, se echa en falta pues se trata del prlogo a un libro suyo- una referencia de entrada al escritor. S habla, luego, de su obra anterior a su estancia en Pars Ya tena Sawa historia literaria y leyenda. Haba publicado Noche, Crimen legal y Declaracin de un vencido, obras que demostraban talento, fuerza, temperamento de artista (Sawa 1986: 70); en otra ocasin lo trata de excelente escritor (71)8.

    Rubn tiene certeros y geniales chispazos sobre la personalidad de Sawa, como Estaba impregnado de

    literatura. Hablaba en libro (70), que luego recoge Valle-Incln en la construccin de su Max Estrella, pero, sobre todo, hace una magnfica semblanza del hombre-artista-bohemio-dandy del pasado:

    Era a la sazn un hermoso tipo de caballero, airoso, con cierta afectacin en la mirada y en los ademanes. Deba tener mucha aceptacin entre las damas, aunque su bolsillo no estuviese boyante. En un palco de music-hall conoc una noche a su querida, marquesa autntica. (69)

    Su aspecto de levantino apareca en las revistas literarias cenaculares. Su cabellera negra se coronaba con el orgullo fantasioso de un sombrero de artista, de un rembrandt de ancha ala. Su sonrisa era semidulce, semiirnica. (70) Era un gran actor, aunque no s que haya pisado las tablas. Con su diccin y sus gestos pudo haber imperado por las mscaras; pero aquel romntico sonoro no represent sino la propia tragicomedia de su vida. Primero, galn joven, decorado de amor y ambiciones, rico de sus bellos ojos conquistadores, vigoroso de su voluntad de triunfar []. Luego, gris de aos a la entrada de la vejez, fue barba trgico, que como en el verso de Hugo que adoraba en su juventud fue ciego como Homero y como Belisario, engaado por el destino, pobre, pudiendo haber sido rico []. (70-71)

    Dandy agriado por los vinagres emponzoados de la pobreza [] (71)

    Recrea las vivencias de Sawa en la bohemia finisecular parisina -compartidas por el propio Daro- en la que, sobre Verlaine y otros simbolistas, se proyectan evocaciones baudelairianas:

    Recin llegado a Pars por la primera vez, conoc a Sawa. Ya l tena a todo Pars metido en el cerebro y en la sangre. An haba bohemia a la antigua. Era el tiempo del simbolismo activo. Verlaine, claudicante, imperaba. La Pluma era el rgano de los nuevos perseguidores del ideal, y su director, Lon Deschamps, organizaba ciertas comidas resonantes que eran uno de los atractivos del Barrio. A esas comidas asista Sawa, que era amigo de Verlaine, de Moras y de otros dioses y subdioses de la cofrada. (69) Recorramos el pas latino, calentando las imaginaciones con excitantes productores de parasos y de infiernos artificiales.El ngel-diablo del alcohol! Unos cayeron vctimas de l; otros pudimos

    8 Las citas de los textos de Iluminaciones en la sombra, incluido el prlogo de Rubn Daro, proceden de la edicin de Iris Zavala, Madrid: Alhambra, reimpr., 1986; aparecen solo las pginas entre parntesis.

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    amaestrarle y dominarle. Sawa fue de los que buscaron el refugio del falso azul nocturno contra las amarguras cotidianas y las psimas jugadas de la maligna suerte. (70)

    Insiste sin paliativos en el final msero de Sawa:

    Vio llegar la vejez triste y se encontr abandonado de todo y por todos, tan solamente con dos almas dolorosas a su lado, y enfermo, ciego y lamentable (73)

    Y termina, en un final de gran efectismo dramtico, aludiendo a la muerte de Sawa:

    Por fin se hundi en la eterna noche, en la noche de las noches. Ha tiempo descansa. Bonne nuit, pauvre et cher Alexandre(74)

    Es un texto literario de gran belleza formal que emite un mensaje emotivo y as lo reconocen varios estudiosos de la obra de Sawa: hermoso y sentido prlogo de Rubn Daro (Phillips:109), emocionado prlogo de Rubn Daro (Correa: 261), prlogo admirable de Daro (Trapiello, en Sawa 2009:19). Sin embargo, se nota una importante ausencia: en todo el prlogo Rubn no hace ni una sola referencia al libro prologado, es decir, a Iluminaciones en la sombra. El motivo de esta ausencia puede ser doble. Por una parte y en primer lugar, este prlogo, considerado como tal por la editorial y por el mismo Daro, tiene carcter de nota necrolgica, as se entiende el final efectista del texto y las expresiones conmiserativas referidas a Sawa como Poor Alex y el buen Sawa (70) o pauvre et cher Alexandre(74), trminos comunes en el estilo necrolgico, pero no apropiados en un prlogo literario. En todo caso, se puede interpretar como la nota necrolgica que, en su da, Rubn Daro no escribi. Recurdese que no figura entre los asistentes al velatorio ni al entierro de Sawa9, limitndose a enviar a su viuda una lacnica nota donde declaraba implcitamente su terror a la muerte: No voy a su casa, porque no quiero ir donde est Ella (Correa: 259). Sera este contenido de necrologa lo que animase a los responsables de la edicin de la obra a aadir a continuacin el Epitafio de Manuel Machado dedicado a Sawa?

    Por otra parte, la ausencia de cualquier alusin a la obra prologada, puede explicarse porque, con mucha probabilidad, cuando escribe el prlogo, Rubn Daro no haba ledo Iluminaciones en la sombra. Recurdese que en la respuesta a Juana aceptando hacer el prlogo, no le pide el texto que deba prologar como sera lo habitual- sino algunos artculos que se hayan publicado sobre Alejandro y su obra. En este sentido, hay un pasaje muy significativo que refuerza esta posibilidad, en el que Rubn se pregunta cmo un hombre del Mediterrneo como Sawa pudo amar tanto Pars con su clima brumoso:

    No poda ocultar la nostalgia del ambiente parisiense y se senta extranjero en su propio pas desarraigado en la tierra de sus races Por qu ese tipo solar, hijo de padre griego y de madre sevillana, y que pas sus primeros aos al amor de la luminosa Mlaga, amaba tanto a Pars, en donde el sol se muestra tan esquivo y una bruma del color del ajenjo opaliza los otoos? (72)

    Si Rubn hubiera ledo Iluminaciones en la sombra antes de escribir el prlogo, tal vez habra encontrado

    la respuesta en un bello pasaje donde, en una postura fatalista y con una premonicin casi mgica, Sawa se adelanta a responder la pregunta que tiempo despus se planteara Daro, a la vez que interpreta su ceguera como un castigo del Sol por haberlo traicionado (Ena Bordonada: 323-324):

    9 Esta ausencia fue reparada por Valle-Incln en Luces de bohemia presentando a Daro, en el cementerio, tras el entierro de Max Estrella, en un bello dilogo con el Marqus de Bradomn (Escena XIV).

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    Yo soy un hombre castigado por el Sol. [] Yo lo am de nio en mi pas solar de Mlaga. [] Luego lo desam por aficin a lo extranjero, a lo extico, a los paisajes brumosos, a los campos amortajados por la nieve; lo am de nuevo, vuelto de cara y de espritu a Oriente. Le volv la espalda despus. Y, pecador de tan mortales pecados, porque no se juega con las cosas sagradas [], hme aqu herido en ambos ojos y mirando incesantemente a lo alto en los das de sol con mis pupilas ateas que ya no le reconocen. (220)

    El prlogo de Rubn Daro contribuy, sin duda, a la difusin y prestigio de Iluminaciones en la sombra en su poca y aun en la nuestra; pero hoy, desde la distancia de 102 aos de su publicacin, en mi opinin, ha podido perjudicar al conocimiento objetivo de Sawa-escritor y de su produccin literaria, incluida la valoracin de Iluminaciones. Ha contribuido a acuar para la posteridad esa imagen tantas veces repetida sobre Sawa de que el hombre era ms importante que su obra, que varias dcadas despus plasmara con gran expresividad Eduardo Zamacois en su libro de memorias, Un hombre que se va, cuando al hablar de Sawa -solamos llamarle Alejandro el Magnfico, el Excelso- dice: En Sawa, lrico fastuoso, el hombre avasallaba al escritor (Zamacois: 168). Es esta una idea que prevalece hasta hoy, como ya se ha sealado antes, a pesar de las valiosas aportaciones crticas que, en las ltimas dcadas, han mostrado los valores literarios de Sawa, oscurecidos por la leyenda que l mismo y sus contemporneos construyeron. II.- Rasgos de Iluminaciones en la sombra, una obra del fin de siglo espaol. En este breve acercamiento a Iluminaciones en la sombra, como ya he adelantado, quiero fijarme ms en la obra que en el hombre que la escribi. Quiero ver Iluminaciones como lo que tantas veces se ha dicho que es: un exponente de la literatura de fin de siglo, paradigma de la prosa del modernismo espaol. Es la obra maestra del autor. Y como indica Emilio Chavarra, las crnicas periodsticas all recogidas nos dan una visin diferente a la de un Sawa tpico y apenas sin produccin. (Chavarra, en Sawa 2008: LII)

    Conviene sealar que Sawa demuestra en Iluminaciones, adems de un innato talento artstico y sensibilidad potica, cualidades siempre reconocidas, su oficio de buen escritor, que domina diversos registros que conviven en la rica y variada literatura finisecular: desde unas bellas prosas en el ms refinado estilo simbolista10, con abundantes elementos decadentes11, a la fuerza y la directez propia del lenguaje periodstico en la stira implacable, donde cabe el sarcasmo e incluso la irona, no carente de humor12; sin olvidar ocasionales concesiones a la truculencia y el tremendismo con elementos folletinescos y rasgos de un romanticismo retardado que evoca su obra narrativa anterior13.

    10 Vanse algunos de los muchos pasajes donde la prosa adquiere las cualidades rtmicas y musicales de la poesa, con una marcada belleza simbolista. Los temas son diversos. Sobre el carnaval madrileo: Vstense de hombres las mujeres, de mujeres los hombres. Andan sueltos los osos por las calles. La fauna interior se proclama emperatriz del mundo. Viejas esteras se muestran sobre hombros erguidos, con petulancias de clmides, y mscaras preadas amenazan con inslitos alumbramientos en medio del arroyo. Es el triunfo de la carcajada y de la mueca. Momo es hoy la divinidad del mundo. (137); sobre el mes de diciembre: Y blanca es la vestidura del mes de diciembre. Blanca como los nardos, como las nubes y como el mrmol. Blanca como la nieve. Pero dnde est el divino Tho que sepa gloriarla? (167); o el juego de los colores, tan del gusto del simbolismo francs, aqu atribuidos a clebres autores, franceses, naturalmente: Hugo es rojo; Lamartine, azul; de Vigney [sic ], polcromo como una bandera lejana flotando al viento; Baudelaire, crdeno y tambin verdoso, como los zumos de las plantas letales; Musset, sonrosado, al modo de las mallas de las bailarinas. Slo Verlaine es plural de tonos, porque su alma irreductible estaba formada slo de matices (185) 11 Los parasos artificiales tan frecuentados por el decadentismo finisecular, protagonizan el siguiente pasaje: Oh alcohol! Oh hastzchiz! Oh santa morfina! Por qu los desgraciados de todas las pocas han quemado ante vuestra ara sus mejores mirras, si no fuera porque sois clementes, porque sois piadosos, porque poseis secretos de fakir para curar las ms rebeldes heridas? (130) 12 Se vern abundantes muestras al tratar de la crtica social en Iluminaciones en la sombra. 13 En su Autorretrato, publicado inicialmente en Alma Espaola (3-I-1904) y recogido en Iluminaciones en la sombra (175-177), habla con desdn de sus novelas naturalistas, aunque no reniega de ellas. Miguel ngel Lozano recoge las

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    No es fcil clasificar objetivamente Iluminaciones en la sombra, a no ser como el repetido enunciado de recopilacin de crnicas periodsticas. Es una miscelnea de contenidos que admite diversas interpretaciones. Iris Zavala, en el estudio incluido en Crnicas de la bohemia (XLIX), ve a Sawa como un observador independiente que parte de una toma de partido, con sus desgarramientos, profundos en lo tocante a la esencia de las costumbres y al estatuto del individuo en la sociedad. En este sentido, destaca en Iluminaciones en la sombra un discurso de la libertad [] constante en el interior de cada texto, con sus contradicciones y sus discordancias, personales a la vez que comunes (Zavala, en Sawa 2008: XLIX).

    Ya Allen Phillips distingui en su prosa periodstica cinco tipos bsicos de prosas, que aplica a

    Iluminaciones en la sombra: 1- las prosas que tratan de escritores y artistas, extranjeros y espaoles, o de figuras eminentes de la poltica y la sociedad []; 2- prosas de tipo ideolgico, en las cuales Sawa expone un concepto de la vida o adopta una actitud ante el mundo []; 3- pginas que tienen factura de cuento[]; 4- prosas que parecen inspirarse directamente en los acontecimientos del da y que relatan ancdotas del autor. []; 5- fragmentos breves, de alto valor personal y subjetivo, en los que Sawa suele expresar su propia intimidad, concretando un estado de nimo o un simple sentimiento. (Phillips: 247-249)

    Los lectores conocedores de Iluminaciones en la sombra convendrn en que cualquier intento de

    clasificacin ofrece una visin parcial de la obra. En mi opinin, se trata de un libro de contenidos varios, de estructura fragmentaria es importante apreciar el fragmentarismo, pues coincide con el nuevo concepto del arte y la literatura desde el fin de siglo-, polidrica, con los efectos de un caleidoscopio que presenta con movimientos casi rtmicos el lector atento puede captar estas cadencias en la presentacin de temas y formas- unas prosas bellas, la mayora, que crean la impresin de pluralidad, de ambigedad, de caos tan del gusto del artista finisecular y que tienen su respuesta en la crisis de fin de siglo, en este caso, la del paso del XIX al XX.

    Pese a la diversidad de contenidos, hay un sentido unitario en la obra que nace, primero de la voluntad

    del autor al reunir y fundir materiales diversos, concibindolos como un libro y no como una antologa o coleccin de textos periodsticos: Yo tengo concluido y en disposicin de mandarlo a la imprenta un libro de crtica y de intimidades con el ttulo de Iluminaciones en la sombra [el nfasis es mo], dice Sawa en la carta dirigida a Rubn Daro.

    Pero, adems, el sentido unitario nace de la observacin de unos elementos que rigen la estructura de la

    obra en su conjunto. Aqu voy a destacar cinco puntos: 1.- La forma autobiogrfica y el tiempo de un dietario. Iluminaciones en la sombra es un dietario. As lo quiso su autor. Valle-Incln capt el sentido de la obra,

    cuando en la carta a Rubn Daro, tras la muerte de Sawa, calific Iluminaciones como Un diario de esperanzas y tribulaciones. Lo primero que encontramos al iniciar su lectura es una fecha convencional: 1 de enero de 1901, seguida de una reflexin propia de ese primer da del ao:

    1901-1 de enero

    declaraciones negativas que sobre sus novelas hace Sawa a Cansinos-Assens (Lozano Marco: 341). Los elementos truculentos con matices feistas y referencias fisiolgicas afloran con frecuencia en Iluminaciones: Y feos!... Jetas, panzas, ancas, y por dentro, en vez de almas, paquetes de intestinos y de vsceras inferiores (78); He ledo y he tosido mucho, hasta llegar al abotargamiento del cerebro y a sentir como desencajadas las tablas del pecho (84); Yo me desangrara y me hara descuartizar y vendera mi carne a pedazos, si en ello viera medicina para mis males (97)

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    Quiz sea ya tarde para lo que me propongo: quiero dar la batalla a la vida. [] Me he levantado temprano para reaccionar contra la costumbre espaola de comenzar a vivir tarde, y me he puesto a escribir estas pginas de mi dietario. Lo mismo me propongo hacer todos los das; luego repartir mis jornadas en zonas de accin paralelas, aunque heterogneas; y digo que paralelas, porque todas han de estar influidas por el mismo pensamiento que me llena por completo: la formacin de mi personalidad (77-78) [el nfasis es mo]

    Tratndose de Sawa, el lector puede esperar que no se cumpla el deseo inicial de lo mismo me propongo hacer todos los das. No hay regularidad, tampoco en la especificacin de las fechas. Incluso, si aparecen, se acompaan de matices de imprecisin. La segunda indicacin del da en el dietario queda as expresada: Da 3, a hora indeterminada de la maana (84). Puede sealar el da y mes, omitiendo el ao: 1 de mayo (108); 1 de enero (133), 11 de febrero (138), recuerda ms de una vez esta fecha, aun sin indicacin del ao, por ser el aniversario de la proclamacin de la Repblica; la fecha puede deducirse del contenido del texto: Mes de San Jos para los devotos. Mes de los equinocios para los navegantes. [] en un 15 de marzo nac (141-142); Mi padre acaba de morir, hoy 16 de junio de 1905, a las once y diez minutos de la maana; son las once y media (190)14; tambin sustituye la fecha por la alusin a alguna fiesta o acontecimiento: Maana, al decir de los almanaques, comienza la primavera (130); Carnestolendas (135), aparece como titulillo y sigue un comentario sobre los carnavales en Madrid; etc. El mismo Sawa es consciente de esta falta de regularidad: Este pobre dietario! Cuntos das sin manchar de negro una sola pgina! (158). A pesar de estas imprecisiones, la obra se inscribe en el gnero confesional, tan abundante en la literatura europea y espaola de la poca: diarios, dietarios, memorias, autobiografas, confesiones, vivencias, recuerdos, etc. Iris Zavala ya seal en el prlogo a la edicin de Iluminaciones en la sombra (1977), que reproduce, aumentado, en el estudio previo a Crnicas de la bohemia por el que cito, las posibles fuentes de Iluminaciones, todas de autores franceses o que Sawa conoci en su estancia parisina: Los Journaux intimes (1867), de Baudelaire; Les illumins, de Nerval, Les rfractaires, de Valls, Les potes maudits (1884-1888), de Verlaine; Thul des brumes (1892) de Rett; Los raros (1896), de Rubn Daro; Esquisses (1892), de Gmez Carrillo, entre otros. (Zavala, en Sawa 2008: XLII). Pero hay que recordar que este gnero es igualmente abundante en la literatura espaola de fin de siglo y las primeras dcadas del siglo XX.15 Como todo dietario, Iluminaciones en la sombra presenta dos elementos que van a regir su escritura, marcan su estructura y ofrecen, como ya he adelantado, sentido unitario a la obra. Estos elementos son la presencia del yo y un tiempo presente temporal o una actualizacin de los tiempos pasados. Evidentemente, todo escrito confesional exige la escritura en primera persona. En Iluminaciones encontramos un yo mltiple16, pero aqu quiero destacar dos. Por una parte, encontramos un yo subjetivo, ntimo, que enlaza con la tendencia del artista finisecular al subjetivismo, la introspeccin, las galeras del alma unamunianas. Hay que recordar que el propio Sawa titula Dietario de un alma cada uno de los cuatro artculos publicados en la revista Helios, entre enero y mayo de 1904, que luego integrar en

    14 Un texto aproximado le enva, en carta del mismo da, a Rubn Daro, comunicndole la muerte del padre (lvarez: 62-63). 15 Remito al amplio repertorio Autobiografas y memorias espaolas, de Anna Caball, en Narcisos de tinta: ensayos sobre la literatura autobiogrfica en lengua castellana: (Siglos XIX y XX), donde destaca la abundancia de diarios, memorias y autobiografas de autores espaoles coetneos de Sawa. 16 Hay una amplia bibliografa sobre la literatura del yo. Aqu, vuelvo a citar los estudios de Ana Caball (1991; 1995) por su enfoque sobre aspectos estrechamente relacionados con situaciones del yo en Iluminaciones en la sombra. Particular inters tiene el captulo El siglo XX, donde se detiene en el Autorretrato de Sawa, incluido en Iluminaciones, del que se tratar ms adelante.

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    Iluminaciones. Es un yo que, partiendo de los grandes pensadores del XIX, enlaza tambin con el pesimismo que tie la poca17, con el reconocimiento del dolor, la angustia, sin olvidar el desencanto y desconfianza ante la tcnica y el progreso. Aunque ya se adelanta en alguna de sus novelas (Gutirrez Carbajo: 390), aqu el pesimismo, la angustia, la tristeza, la abulia, el tedio son sensaciones que emanan de la obra por cualquiera de sus pginas. Es difcil seleccionar algn ejemplo, precisamente por su abundancia:

    Para qu seguir, para qu insistir! Ya no lucho; me dejo llevar y traer por los acontecimientos [] (148) No sal ayer de casa por miedo a que la gente echara de ver mi inopia cerebral. Me pas todo el da ante el balcn cerrado mirando a lo lejos, y me acost a las seis de la tarde. Las once de la maana son y estoy escribiendo en la cama. No es pereza, sino postracin. Estoy rendido de andar y de ver caras nuevas, como un caminante. Agorafobia llaman los mdicos a la sensacin de miedo que ataca a los atxicos en la calle, [] Agorafobia: horror de la ciudad, horror de la plaza pblica, h