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Novela juvenil

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Gañido Primero: Ellos

ELLOS ( Hombre)

Del latín "homo". Criatura del reino animal: Pylum, Chordate; clase, mamíferos; subclase, Eutheria: orden, primate;suborden, antropoide; familia, Hominidae; genes, homo; especie, sapiens.

(Del diccionario)

Me llamo Dama. Daamaa. Así me llamo, porque mellaman ELLOS así. ELLOS son ELLOS. Los que hablan.A la hembra mayor, cuyo olor es el mío, la llaman   Fea. Tiene cuatro patas, como yo. ELLOS sólo tienen dos. Nosé cómo pueden mantenerse sin caer al suelo con sólo dos

 patas, pero lo hacen. Yo lo he probado y he caído dehocico. ELLOS llaman  Fea  a la que dicen es mi madre.ELLOS hablan, nosotros gañimos y hacemos un ruidollamado ladrido. Fea, mi madre, me dice que ELLOS los

tenemos que gañir, y a los extraños, ladrar. Me gustaladrar. Me gusta asomar la cabeza por la valla y ladrar. Mimadre me regaña. Mi madre y yo nos entendemos congañidos. ELLOS casi no nos oyen. ELLOS no tienen elhocico que nosotros tenemos, ni nuestras orejas. Todo lovoy aprendiendo poco a poco. Los sonidos y los olores sonlo primero que aprendemos los  perros.  Este sonido,llamado palabra, se lo he oído a él. Soy un  perro.  Soydiferente a ELLOS. Estoy aprendiendo lo diferente quesoy. ELLOS, ya lo dije, van a dos patas; nosotros a cuatro.

Estoy aprendiendo, pero muchas cosas las ignoro, poreso tengo que dar tantas vueltas. Escribir, como hace EL,es muy difícil. EL escribe con signos, que son las palabras

mudas. Las palabras mudas están encerradas en unas cosasque llaman libros y ELLOS tienen muchos en esta casa. Séque sirven para guardar palabras mudas y que los hijos deELLOS las aprenden, porque el pequeño EL, con sonido 

Yuán, me enseña. Yo pongo mi hocico en sus rodillas ymiro su libro, blanco con signos negros. Un día, EL nosvio y preguntó.

 — ¿Qué haces, Yuán?Y el pequeño EL contestó. — Enseño a leer a Dama.

Grande EL se puso a hacer ese sonido llamado risa,que nosotros no tenemos.

 — Pues que aproveche.

Y yo sé que Yuán me repite, cien veces: P...A...P...A. Y

sé que está diciendo  Papá, que es el nombre de EL, miDios grande. Bueno, no es tan sencillo. EL es  Papá, para 

Yuán  y para  Loli,  pero no para mí, ni para ELLA. Lahembra, mujer en su raza, le dice a EL, según los casos,  

 Pepe  o  Yosé.  Y ELLA es M-A-M-A, para  Yuán  y  Loli, pero Mari para él.

Más adelante, cuando haya aprendido más a ordenarmis ideas, y no tenga tantas cosas que explicar, podréhacerme entender sin dar tantas vueltas.   Yuán  me ayuda

mucho. Primero, con su boca sin hocico, produce unsonido. Y luego, en el papel me enseña o escribe el sonidomudo. Acabo siempre mareada, porque ELLOS, los diosesgrandes y pequeños, hablan siempre a gritos. No saben, uolvidan, que nosotros, los perros, tenemos grandes orejas,que movemos siempre en dirección al sonido, y quetenemos el oído muy fino; tan fino, que oímos el vuelo delas moscas, el chasquido de las maderas, los pasos en lacalle. Tenemos el oído tan fino, que para vivir al lado delos hombres es un tormento continuo, un tormento quesólo el infinito amor que les profesamos puede amortiguar.Sí, el sonido AMOR también sé lo que es. Es lo que tiene  

 Fea, mi madre, cuando aguanta que yo le muerda en las

orejas, son sus ojos cuando me miran y su lengua cuandome lame. AMOR es mirarlos a ELLOS, nuestros dioses ysaber por sus gestos si nos llaman o nos echan, si están demal humor o de bueno; es conocer sus sonidos  — aún sincomprenderlos —   para adivinar sus deseos. AMOR esgañir de placer, muy bajito, cuando ellos, con sus zarpassuperiores, llamadas manos me rascan detrás de las orejas.AMOR es esperar las noches interminables que ellos bajende sus cuevas, arriba, en la casa, para acariciarnos yespantar nuestra soledad. AMOR es ver cómo se marchande la  casa  y no saber cuándo volverán, y vuelven, ysaltamos hacia ellos, para que nos den golpecitos en lacabeza y nos tranquilicen.

Sí, ELLOS son muy torpes en algunas cosas y muylistos en otras. No oyen, casi. Hacen sonidos muy altos, yademás, hacen sonidos con otras cosas, como lo quellaman  música, radio, tele, que son palabras que heaprendido porque todos los días las dicen muchas veces.ELLOS parecen muy felices viviendo rodeados de ruidos;hacen ruido ellos mismos al moverse, al andar  —  yo oigocrujir sus huesos  —  y no se dan cuenta de que nosotros,los perros, somos muchos más sensibles. Y lo mismo pasa

con el olor. ELLOS no tienen hocico. ELLOS, comonosotros, tienen una cabeza; pero con unas orejas pequeñas, una nariz chata, una boca hundida. No sé cómo podrían comer, a no ser que con las zarpas superiores se

llevaran la comida a la boca. ¿Se dice así? ELLOS nollevan la boca a la comida, sino al revés.   Nosotros  connuestro largo hocico, podemos primero olfatear si lo quetenemos delante es bueno o malo, y, luego agarrarle ymorderle. ELLOS, no pueden hacer eso. Si lo hicieran,tropezarían con la nariz en el suelo. ELLOS tienen las  

manos, que es algo maravilloso. Pero, de las  manos

hablaré en otra ocasión.Estaba diciendo que ELLOS no tienen olfato. Bueno;

no es verdad del todo; huelen, pero cuando los olores o perfumes son muy fuertes. ELLOS, los hombres, viven enun mundo de olores tremendamente fuertes que no parecenmolestarles. Para nosotros, los perros, entrar en la

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habitación donde fabrican sus alimentos, que llamancocina, es una tortura. Queman sus alimentos, los asan, losdejan mucho tiempo en agua que un fuego hace hervir.Los fríen, que es como hervir en un agua más espesa quellaman aceite. El olor a aceite quemado es espantoso. Mevoy acostumbrando, pero antes me hacía vomitar.También es espantoso el olor de unas cosas, blancas omarrones, que se ponen en la boca y a las que prendenfuego. Lo llaman fumar. ELLOS no lo saben, pero el olordel fumar se queda en toda la casa. La Fea, mi madre, que

es mucho más vieja que yo, y que AMA mucho más queyo a ELLOS, muchas veces busca la mano de EL, para quele acaricie y entra en el lugar donde EL trabaja. Pues bien,no puede resistir el olor pegado a los libros, a las paredes,a las ropas, y sale estornudando. A mi madre le gustaríatenderse a los pies de EL y estar allí muchas horas, pero no

 puede. Le mira con ojos tristes, le regaña con gañidos queEL apenas oye, y se va, y vuelve, y les busca, hasta queEL dice:

 — ¡Quieta, Fea, que me molestas!

Los dioses pequeños, Yuán y Loli no fuman, no huelentanto, aunque a veces, ELLA les echa encima otros

 perfumes, que a ELLOS les son agradables, y a nosotrostambién, pero cuando están muy apagados. Sí, es muycurioso esto de los olores. Nosotros, los perros, casi losvemos; flotan en capas, por el aire, unos más bajos y otrosmás alto. Podemos seguir a un hombre a lo lejos, sólo porel olor que van dejando a su paso. Y esto, quizá, es lo

 primero que aprendemos: el olor de ELLOS.Y aquí tengo un apuro que no sé si sabré explicar. Y es

que siendo muchos los ELLOS, los hombres, sólo ELLOS

 para nosotros los que hemos aprendido su olor, los queconocemos sus sonidos. Respetamos a todos los ELLOS, ya algunos los tememos; pero AMAR sólo amamos aELLOS, los nuestros, nuestros dioses. No sé en quéconsiste esto. Algún día, quizá, lo sabré explicar. Hoytodavía, no. Lo presiento vagamente. No es sólo gratitud

 porque nos dan de comer, o nos dejan estar en su casa. Es 

amor,  repito. Son nuestros amos  y no nos importa quetenga o no lo que ellos llaman  dinero, o sean de estamanera o de otra. Son ELLOS y basta.

Otra cosa extraña en ellos es que no tienen una sola piel, como nosotros, llena de pelos largos y espesos, quenos protegen del frío. ELLOS tienen una piel muy fina,

casi transparente. Pasan frío y calor, y para protegerse, se ponen otras pieles. Y tienen muchas, casi una para cadadía, en varias capas, de modo que sólo dejan al descubierto

la cabeza y las zarpas llamadas manos. EL tiene más pelosque ELLA en la cara, debajo de la nariz y la boca. Lollaman barba. ELLA y ELLOS pequeños no tienen barba,ignoro la razón. Mi madre tampoco lo sabe. Mi madre diceque las hembras humanas tienen el pelo más largo que losmachos, pero esto no es verdad del todo, porque yo hevisto a machos ELLOS, de fuera, que tienen el pelo comolas hembras. Lo que no tienen igual, es la voz, o sea, elsonido que hacen por la boca. Nosotros, los perros,sabemos mucho de ellos, porque los sonidos nos llegandiez veces más intensos. ELLOS, los hombres, tienen la

 palabra-sonido mucho más grave, honda; ELLAS, mássuave, cantarina, aguda. ELLOS-NIÑOS, tienen tambiénuna voz —  sonido muy suave. ELLOS, pequeños y grandeshacen maravillas con la voz-sonido. Con un solo sonido

 pueden demostrar que están alegres, enfadados, tiernos,dolidos, tristes, cansados. ELLOS, a veces, no se dancuenta, pero nosotros sí. A mí me ha costado buenos

 pescozones comprenderlo. ELLA se ha encargado deenseñarme. Cuando  —  ahora menos, aunque algunas veces —  hago mis aguas, ELLA me llama.

 — ¡ Dama! Ven aquí...A lo primero, iba, tan confiada. ELLA me agarraba de

las orejas, me acercaba al charco y me refregaba los

hocicos, al tiempo que me sacudía unos cachetes y megritaba, con esos sonidos suyos, cosas que no comprendía: cochina, marrana, sucia.  En realidad, muchos de sus

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sonidos no los comprendo todavía y los anoto. Con eltiempo, iba buscando sitios más alejados para ir haciendomis necesidades. Pero ELLOS tienen otra idea de lo queson las distancias y los sitios. Para nosotros, lo importantees no ensuciar el lugar donde dormimos. Por eso buscamosel lugar más alejado. ¿Pero, qué hacer en una CASA,encerrados? Y por no hacerlo en el lugar donde cocinanlos alimentos, o donde los comen, me iba a la puerta. Y merestregaban igual. Yo, sin comprender, gañía, me quejabae iba a esconderme debajo de uno de esos extraños lugaresdonde ELLOS se recuestan sobre sus lomos.

Mucho me ha refregado ELLA el hocico contra misaguas. Mucho he aprendido, como el esconderme cuandola oigo gritar mi nombre:

 — ¡ Dama! ¡Ven aquí!Me escondo, pero me busca, me arrastra y refregón.

Pero yo quiero mucho a ELLA. ELLA está mucho mástiempo con nosotros que EL y los ELLOS pequeños.ELLA es la primera que baja,

cuando las luces han alejado a las sombras. ELLA es la

que calienta la leche y luego nos la pone en el plato. ELLAes la que nos abre la puerta del patio. ELLA es la queenciende la cosa llamada  estufa y ELLA es la que en laslargas tardes cuando nos quedamos solos, nos llama a sulado.

Y a su lado, tumbadas mi madre y yo, dejamos pasar el

tiempo. Oímos sus menores movimientos, la cosa llamada papel que está leyendo, la ropa que cose, su respiración.Todo, todo lo notamos; levantamos ligeramente la cabeza,la miramos. ELLA nos mira, nos tranquiliza con un gestoy volvemos a dormitar tranquilas, porque ella está connosotras. Luego, cuando las sombras van apareciendo, selevanta y va a la cocina, haciendo un espantoso ruido, yasabemos que están a punto de llegar ELLOS, los

 pequeños. Y más tarde, ya con las sombras en la calle,llega EL. Siempre le esperamos a la puerta. EL aproximasu cara a la de ELLA, hace  muá con los labios y luego nosretuerce amistosamente las orejas, al tiempo que se ríe ygruñe porque saltamos a su derredor y le alborotamos la

 piel que se pone cuando está en la calle.Y, entonces, sabemos que esa medida de tiempo que

ELLOS llaman día, ha terminado. Sabemos que llegaránlargas horas de oscuridad, de frío, de sonidos extraños.Pero ELLOS están en casa. Lo sabemos. Y somos felices.Mientras, en la cocina, ELLA nos inunda con sus olores deaceite frito, EL se sienta a ver con los ojos los papeles que

trae en las manos. NOSOTRAS fluctuamos entre estar a sulado, o el ir a la cocina, a ver si se cae algo de lo que seestá haciendo.

 No sé si esto es la felicidad, palabra de ELLOS, pero sele parece mucho.

Gañido Segundo: Nosotros

 NOSOTROS ( Perro)

Palabra exclusivamente española, de origen desconocido. Mamífero carnicero, doméstico, del que hay infinidad de

razas muy distintas entre sí, por el tamaño, la forma y el pelaje. (Del diccionario)

Mi madre no me habla mucho. Nosotros no tenemos unlenguaje como ELLOS. Nosotros, los perros, tenemosaromas y sensaciones. Podemos gañir, aullar, ladrar,arrullar, hipar, resollar, rumbar, latir, zuzar y otras cosas,que ELLOS han ido comprendiendo con el tiempo. Notenemos palabras como ellos. Las palabras  —  sonidos  —  vocales  —  las vamos entendiendo poco a poco y siempreque nos vayan dirigidas a nosotros. Primero, nos ayudanlos ademanes. Si ELLA me pone un hueso en la boca ydice:

 — Patiosé que quiere decir que me vaya a la parte de fuera dela casa. Si EL se golpea una pierna y dice:

 —  Dama, venquiere decir que vaya junto a él. Y si dicen: —  NOmeneando la cabeza, quieren indicarnos que no debe

hacerse aquello, aunque sea muy divertido, como arrancarel papel de las paredes o jugar con una cosa, suave al tacto,leve como una bola, que ELLA va desenvolviendo conunos hierros largos. Sin la inflexión de su sonido-voz, y elgesto posterior, yo nunca hubiese aprendido algunas

 palabras del lenguaje de ellos. Mi madre, (sonido-voz que

es de ELLOS y significa que ella me trajo al mundo, no sécómo todavía) también vale para ELLOS pequeños, quetambién se la dicen a ELLA. Los cachorros-hombres, aEL, lo llaman Padre o Papá. Yo, a mi madre, la llamo con

un gañido muy suave, que ELLOS no oyen.Sé que nosotras somos  perros, porque es una palabra

que ELLOS repiten mucho, entre ellos mismos y otrosellos que vienen a la casa. No sé lo que somos perros,como no sé lo que es un árbol. Pero el árbol, esa cosa queno es hombre ni es perro, pero que está allí, en el patio.Yo, estoy, luego soy.  Perro  es una palabra nombre, quevale para todos, aunque también dicen, gozque, chucho y 

 gos. Bueno. Si tuviera palabras, se lo preguntaría a mimadre. Mi madre no me enseña palabras. Me enseña cosas

 prácticas o deja que las aprenda a fuerza de sustos. Mimadre sabe muchas más palabras que yo, aprendidas deellos. A veces, me asombra la cantidad de cosas que mimadre sabe.

Mi madre, Fea, es tranquila, reposada. He oído muchasveces a ELLOS que ha tenido cuatro camadas y que yosoy la última. Y que no volverá a tener más hijos porque laúltima vez le fue mal y le quitaron no sé que cosas que sonnecesarias para tener hijos. Mi madre tiene   años  y yo 

meses,  que no comprendo bien lo que es, aunque lo presiento, y que tiene algo que ver con ese pasar del día ala noche, de la luz a la oscuridad. Tengo, según dicenELLOS, cinco meses. ELLOS dicen también que soy  

tonta, traviesa, atolondrada  y locatis.  Me gusta saltar,correr, oler las cosas y jugar con ELLOS.Mi madre es mucho más grande que yo. Cuando

 jugamos, yo soy más atrevida y lista, pero cuando ella se

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enfada, me deja caer una pata encima y me hace daño.Dicen que mi madre tuvo ocho gozques como yo. Noacabo de comprender bien porque, ahora, estoy sola.Algunas veces, traído por otros ELLOS que no huelencomo los míos, viene a casa un perro grande y negro,como yo, al que llaman Clau. Es igualito a mí, pero muchomás grande y fuerte. Es macho. Y dicen que es mihermano. Yo, le adoro. Siempre que está en casa, correteoa su lado, le muerdo las orejas, el rabo, las patas. No mehace maldito el caso. Me tolera, como dicen ELLOS, salvocuando está comiendo y yo, como hago con mi madre, lequiero quitar la tajada. Entonces, me enseña los dientes,suelta un bufido y tengo tanto miedo que corro aesconderme. Mi madre no se molesta si le quito las cosas.El Clau, sí.

El  Clau  tampoco habla. Es muy tranquilo, muyreposado. Olisquea a mi madre y ella le deja hacer. Pero loque más le gusta a el Clau es meterse debajo de un sillón.Apenas cabe  —   ¡es tan grande!  —   y es de ver la demaniobras que tiene que hacer. Me divierto mucho

viéndole. Yo no tengo problemas de esa clase. Cuandoquiere salir, porque olisquea algo, o le llaman, se retuercey retuerce hasta salir, casi siempre con el rabo por delante.Aunque todavía no lo entiendo bien, veo que mi madretambién prefiere esconderse en un lugar estrecho. Tengoque pensar sobre ello. Es como si los perros tuviésemosmiedo a los espacios abiertos.

Viendo al Clau me doy cuenta de cómo soy yo misma,o como seré cuando pasen los meses, ELLOS dicen que mimadre es perra-loba y mi padre un pastor alemán. No sé loque son estas palabras, ni comprendo exactamente lo quees PADRE, salvo en el sentido de que las cosas grandesson mis padres y las pequeñas cachorros, como los hijos

de ELLOS. Así, pues, una silla pequeña es hija del sillón.Y nuestra casa, que es pequeña debe ser hija de la grandeque hay enfrente.

Tengo el pelo negro por el lomo, y canela por las patas,el borde de las orejas y el rabo. Tengo un hocico alargado,que me es muy útil para agarrar las cosas. Tengo dosorejas, una de ellas caída por la mitad, de lo cual se ríenELLOS, no sé por qué. Puedo mover las orejas endirección al sonido, para escuchar mejor y oigo muchas,muchas cosas, que voy aprendiendo a conocer. Algunas,

 propias de la casa, o de ellos, como lo que llaman 

televisión, que hace unos ruidos tremendos. Y despide luz.Y produce unas imágenes muy aburridas, que me marean

si las miro. Yuán y Mari, algunas veces, me ponen delantey me dicen, — Mira, Dama, uno como tú.Yo veo algo que es como un perro, pero que no lo es,

 porque le falta dimensión, sonido y sobre todo olor. Nosotros, los perros, por lo que veo, nos diferenciamos deELLOS porque nuestra dimensión incluye el olfato. Si unacosa no huele, no existe. Todo huele, todo es diferente porel aroma. Cuanto más huelen, más vivas. ELLOS misamos, hablan a veces de colores. No sé lo que es. Nosotrosno vemos más que lo blanco, lo negro y sus matices, queson muchos. Los colores, huelen. La carne es roja y huelea roja, el árbol es verde y huele a verde. Hay muchas cosas

que huelen a verde. Como esas hojitas, muy finas, que pisamos al correr y que mi madre come algunas veces, yque yo como, aunque no me gusta.

Si yo tuviera palabras-sonidos, preguntaría a mi madre,

a ELLOS, como es posible que los humanos y los perros  pueden vivir juntos, siendo tan diferentes. Creo que es unmisterio que se comprenderá algún día. O no locomprenderé, pero que siento dentro de mí. Es  amor , es 

instinto. A lo mejor, hace muchos soles y muchas lunas,otros perros vivían lejos de los hombres, al aire libre. Nosé cómo, no lo puedo imaginar siquiera. ¿Sin tener unaELLA preparando la comida? ¿Sin esperar a EL por lanoche? ¿Sin tener un pozal con agua? Incomprensible.Pero esto es demasiado para mí, y lo dejaremos.

Los perros, por lo que veo cuando asomo el hocico porlas verjas del patio, somos muchos y muy diferentes.Todos tenemos cuatro patas, un rabo y un hocico; pero loshay grandes, como el que llaman León, y pequeños comoese  Lulú  orgulloso que no tiene medio mordisco y medesprecia cuando me encuentra por la calle. Los hay demuchos colores, gordos, delgados. Casi todos tienen unosELLOS, como nosotros; pero otros se ve que no. Vansueltos, sin collar, sucios, hambrientos. Yo los ladrocuando pasan y ellos se acercan, me olisquean y se

marchan, sin hacerme caso. He visto, sin embargo, comoen determinados tiempos todos los perros van detrás deuna hembra, que es la misma, pero que no es la misma.Creo que huelen de forma diferente. Yo todavía soy muy

 pequeña para oler así.Voy aprendiendo que nosotros, los perros, aunque no

tenemos unas palabras-sonidos como los humanos, ni suscostumbres, tenemos otras leyes. Están escritas connuestros orines. Pasear por el barrio es ir de un punto aotro de los señalados antes por uno de los nuestros. Yo loaprendo por mi madre. A mí, todavía, los aromas nuestrosno me dicen nada. Pero veo que mi madre olisquea lasesquinas, las ruedas de eso que llaman coches, las piedras,

y que luego ella también suelta sus aguas encima. Yotambién lo hago, porque al imitarla aprendo. Por lo queobservo de mi madre, un perro puede saber si han pasado

 por allí todos los de la barriada, o forasteros, y dondeviven.

Cuando corremos, vamos siempre con el hocico muy pegado al suelo. Vemos más a distancia que desde cerca.Y por eso, con el hocico a ras de tierra, vemos por losolores. Si una cosa brilla, o me llama la atención, meacerco y con el hocico la conozco, y sé si es un cristal, que

 puede hacer daño, o un hueso viejo y sabroso. Yo tengo lacostumbre de llevarme todo lo que me gusta. Levanto lacabeza, muy contenta con mi tesoro y lo llevo hasta casa.

Y me gusta mucho menear el rabo. ELLOS no tienenrabo. El rabo es cosa muy útil, porque tapa la parte trasera.Además, el rabo nos sirve como... ¡ay, que no tengo

 palabras-sonidos! Nos sirve para... bueno, para demostrarcosas, a falta de palabras. Yo puedo mover el rabo en sieteformas diferentes. Mi Madre, muchas más. Alegría,tristeza, miedo, aviso, hambre, sed y rabieta. El  Clau tieneun rabo muy grande. Yo, también. De más pequeña,cuando lo movía sin precauciones, me arrastraba la cola yme hacía caer. Ahora, he aprendido que para mover el rabosin caerse hay que poner las patas abiertas y mover elcuerpo en contra. Mi madre mueve el rabo estando echadadebajo del sillón, para saludar sin moverse del sitio, o

cuando la llaman. — ¿Dónde está la Fea?

Y ella, sacude el rabo contra el suelo y es como sidijera: aquí.

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Algún día, seré como mi madre: grande y fuerte.Lameré a mis cachorros y les daré mi leche. Yo no tomoleche de mi madre, pero recuerdo cuando lo hacía, junto a

otras bolas de pelo negro, que ya no están conmigo. Estome pone triste. No hago más palabras por hoy.

Gañido Tercero: Los otros

OTROS

Del latín "álter"  — era-erum, del griego "héteres". De la misma naturaleza, pero diferentes, con relación dediversidad.

(Del diccionario)

Mi amo, EL, que escribe para mí estas palabras-sonido,cuando le pongo mi cabeza en las rodillas y le gañosuavemente mis cosas, me rasca detrás de la oreja y medice.

 — ¿Y qué dices de los otros?Pienso. OTROS. Debe hablar de los que no son

ELLOS ni NOSOTROS. Por ejemplo, de los gatos, deotros perros. La verdad es que los gatos y los otros-perros

me dan mucho miedo. Losgatos, por ejemplo, son cosas raras que no acabo deentender muy bien. El que más miedo me da de todos esuno, llamado Tigre. Es mi cruz, como dicen ELLOS.

Resulta que cuando EL nos saca a pasear por lasmañanas y por las noches, en torno a las otras-casas, aveces nos encontramos con los gatos. Son unos bichos

 bastante raros. Mucho más pequeños que nosotros, unacabeza redonda y mofletuda, con orejas pequeñas, y una

 piel que puede ser de varios colores. Huelen mucho ymenos mal que no suelen ir por los espacios abiertos. Heaprendido a no hacer caso de su rastro. Mi madre, unanoche de confianza, me dijo que en nuestra-casa, ELLOS

habían tenido un gato-hembra y que el gato-hembradormía con ella, como hago yo. No me lo puedo creer. No; porque mi madre, cuando ve uno, sale corriendo detrás deél. Y el gato, mucho más ligero, salta las tapias y se

esconde, o se mete debajo de una de esas cosas que huelena aceite quemado y que llaman coche. Pero hay uno que nocorre. Tigre.

Cuando mi madre, a lo lejos, ve un gato, salecorriendo. Pero si es Tigre, se para en seco. Yo, que llegodetrás, veo como ella se queda quieta, mirando al gato, que

 bufa, enseña los dientes y arquea el lomo. Mi madreentonces, hace como si no lo viera. Se hace la tonta, o da

un rodeo, o espera a que EL, que viene detrás nos alcance.EL cuando ve al gato con los pelos de punta, dice: — Déjalo, Fea, no vale la pena.Y mi madre da un rodeo y sigue hociqueando. Ahora,

me doy cuenta de que mi madre, la  Fea, corre detrás de losgatos que corren, pero que si los gatos se están quietos y sele plantan, se hace la loca. Yo, entonces, no lo sabía. Yuna noche, en que mi madre chaqueteó, me dio rabia y

 planté cara al gato, ladrándole y diciéndole a mi modo quesi no se marchaba lo mordía. El gato, arqueó más el lomo,

 puso los pelos de punta y bufó. Tonta de mí, me agachécomo si fuera a saltar, pero él se me anticipó; salto haciamí y menos mal que en el último instante me pude echar a

un lado. Aun así, me arañó en la parte tierna del hocico.Olvidé mi gallardía y gañando como una tonta, busqué las piernas de EL, que me alzó al aire, me miró y apretó untrapo blanco a mi hocico.

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 —  No te metas con los gatos, Dama.

Luego me enteré de que  Tigre  había sacado un ojo aotro cachorro, y que es mejor dejarlo en paz. Lo malo esque, desde entonces,  Tigre,  me trae por la calle de laamargura. Se da cuenta de que le tengo miedo y me busca.Hasta se mete en el patio y me quita las tajadas de carnedel arroz. Se lo digo a mi madre, que no me hace caso. Yyo creo que Tigre hasta se ríe, que yo lo oí, la otra noche.Estaba subido en el borde de una tapia y cuando yo pasé serió. Y hasta escupió. Cuando sea grande, me atreveré con 

Tigre.EL dice que si hay gatos en nuestro barrio es porque

una señora acostumbra a llevarles comida a cierto rincón.Debe ser verdad, porque, algunas veces nos la hemosencontrado y la mujer dice a EL que nos vayamos, que lacomida es para los gatos. Y nos vamos. Pero si ella, lamujer, no está, mi amo no dice nada y nosotras nosaprovechamos. Lo llamamos el rincón de la comida ysiempre hay dos o tres, que huyen cuando llegamos.Comienzo a pensar que los gatos huyen cuando tienen

tiempo de hacerlo y que sólo plantan cara cuando estánacorralados. Mi amo, EL, que me interpreta, está diciendo: — De acuerdo. Lo mejor es entrar tosiendo y haciendo

ruido.Aunque a lo mejor se refiere a otras cosas.Y me acuerdo de Blanquillo. Hace unos cuantos soles

y unas cuantas lunas, un cachorro de ELLOS, una hembraa la que llaman Miancha, que es el ama de Clan, me llevóa otra-casa, donde viven ellos y el  Clau.  Una casa conmucho patio, y árboles que están dentro del patio y nofuera, en la calle, como en ésta. Una casa con mucho sitio

 para correr, y muchas basuras para buscar tesoros. Y allí,en vez de estar en casa y salir de cuando en cuando al

 patio, estamos en el patio, que ELLOS llaman jardín, ysólo de cuando en cuando entramos en casa. Jugaba a placer, aunque el  Clau no es precisamente un compañerodivertido y acaba con la lengua fuera. Pues bien, un día,ELLA-pequeña trajo a casa un perrito blanco, conmanchas, que había encontrado en la calle, muerto de fríoy hambre. Bueno, muerto no, que es una forma de hablar.ELLA-pequeña es así, recoge por la calle a los perros y losgatos y luego no sabe qué hacer con ellos.

El Blanquillo era un cachorro como yo, pero no teníamadre, ni ELLOS, ni casa. Me contó que era de unosniños-cachorros, que jugaban con él de día, pero que denoche le dejaban, porque los padres-ELLOS no lo querían

en casa. Una vez, que estuvo dos días lloviendo y haciendofrío, los niños-cachorros no vinieron y él se marchó calleadelante, cayéndose de hambre hasta que  Miancha  loencontró. En dos días, a base de leche caliente y arroz concarne se puso bueno y pudimos jugar. ¡Lo bien que lo

 pasábamos! Por primera vez, supe lo que era tener unamigo de mi edad. El Blanquillo no era de mi raza loba-

 pastor, sino de raza indefinida, pero era muy alegre ydivertido. Sabía esconderse muy bien entre los árboles, mellamaba gañendo y cuando iba, no lo encontraba... ¡hastaque saltaba sobre mí, pegándome un susto tremendo! Y siyo me escondía, me encontraba enseguida. Yo creo queaunque tenía mis soles-lunas, era mayor que yo, porque notenía una madre, ni unos ELLOS, y en la calle se hace unoviejo enseguida.

 Blanquillo  y yo comíamos en el mismo plato, nosmordíamos, molestábamos al seriete  Clan,  ladrábamos alos niños-cachorros que nos tiraban piedras, seguíamos elrastro de esos animales pequeños y malolientes llamadosratas. Y él me contaba cosas. Yo observaba que Blanquillo 

 perdía fuerzas, que le lloraban los ojos y que del morro lesalían unos chorritos de agua, pero no lo entendía bien. Undía  — hace poco, que me acuerdo muy bien  —   mi ama, lahija de ELLOS, cogió en brazos al  Blanquillo, le miró ydio un grito. Y hablando con Mikel , el OTRO-EL que vive

con ella, dijo una palabra-sonido: — 

MOQUILLO. Que nosé lo que significa, pero que debe ser algo malo. Entonces,me separaron de  Blanquillo, trayéndome nuevamente acasa de ELLOS. Me martirizaron mucho, porque ELLA-PEQUEÑA me clavó en la tripa cuatro agujas, echándomedentro el líquido de unas cosas de cristal, que me doliómucho, y que me hizo pasar dos o tres días enferma, singanas de comer o saltar. Ahora, cuando el ama de  Clau

viene a casa, no la saludo siquiera; me escondo bajo unsillón y no voy ni siquiera cuando me llama. ¡Hala, mala,que me hiciste daño!

 No he vuelto a ver a  Blanquillo.  Mi madre, queentiende mejor los sonidos-voces de ELLOS, dice que les

ha oído comentar que  Blanquillo murió al día siguiente devolver yo a casa. No sé lo que es morir. Bueno, algunasveces, en nuestros paseos, vemos el cuerpo completamenteinmóvil y frío de un gato u otro perro, que ya no huelen. Sieso es la muerte, no es que me asuste, pero pienso en

 Blanquillo, tan bueno, tan desgraciado, que no pudo llegara mayor y se quedó en cachorro. Pienso que su cuerpoestará tirado en alguna parte  — luego supe que los amos-cachorros lo habían metido en un agujero del jardín, ytapado con tierra —   inmóvil y frío. Y me da muchatristeza, porque Blanquillo fue el primer amigo que tuve, yera muy bueno, y muy alegre y me decía cosas de la calle,esa calle que veo desde el patio, donde pasan cosas

terribles que no somos capaces de entender bien, donde nohay un pozal con agua para beber, donde los niños-cachorros te ponen latas en el rabo, donde llueve y hacefrío...

 

Hay otros perros en la barriada. Los voy conociendo,aunque todos son grandes y ninguno es como yo, para

 poder jugar. Está el  Lord , que es de color canela, con unasorejas muy largas y una cara muy triste como un perrotriste. Lord  mueve los remos con muy poca gracia, como silos huesos se le fueran a salir de sitio. Quiere jugar con mi

madre, que le echa a mordiscos y ladridos. Cuando seexcita el  Lord   echa baba o espuma por la boca, mucha,mucha. EL dice que parece "un esqueleto viviente". Perocuando corre mucho, adquiere una gracia tremenda.

Entonces, es muy hermoso de mirar, es suave. Es un perro para correr y sólo cuando se mueve despacio esdestartalado. Una palabra-sonido, que suena a algo asícomo "cocker" se la he oído a mi amo.

Otro es  Blas,  ya muy viejo, tanto que la tripa casi lellega al suelo. Todavía, cuando ve a mi madre, quiere ir

detrás. Mi madre le hace correr un poco y el pobre  Blas setiene que tumbar en el suelo, con la lengua fuera. Yo, lohuelo de cerca y me da pena. También anda por los solaresuna perra llamada  Morena, que cuando alguien se le

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acerca, sean ELLOS u otros perros, se tumba al suelo, panza arriba. El ama, dice algo que no entiendo:

 — Si fuera mujer, ya sé lo que sería la Morena.

Mi amo, EL, se ríe. La dueña de Morena es la que echala comida a los gatos y alguna vez ha guardado algo paramí. Me gusta la  Morena.  Es tonta perdida con esacostumbre de tirarse al suelo, de forma que no hay manerade jugar con ella. De todas formas, no está para jugar

 porque no es un cachorro y es más vieja que mi madre. Ladueña lleva a  Morena  atada con una cadena. Nosotrasnunca hemos ido atadas. EL no quiere, ni tampoco

 ponernos bozal, que es algo así como un tapa-hocicos, para que no muerdas a los niños-cachorros. Esto me pareceuna tontería, y que perdonen ELLOS, los humanos. Si unniño-cachorro y un perro se encuentran, de cada diezveces, nueve será el niño el que muerda al perro. Noto queEL se ríe cuando le transmito esto. Pero EL sabe muy bienque cuando paseamos y vemos niños jugando a dar

 patadas a una cosa redonda, o buscando caracoles, yo meescondo bajo sus piernas.

Y no es porque sea EL, pero las piernas de EL, cuandonos saca de paseo y se recuesta en una pared, al sol,echando humo con esos palitroques que se pone en la

 boca, son mi mejor refugio. Me meto tras ellas, cuando

aparecen niños-cachorros, o un perrazo desconocido, o mimadre se pone bestia jugando y me revuelca. EL está allí,mirando, sin decir nada, salvo silbar cuando nos pierde devista. Y yo, cuando me alejo mucho y me desoriento, lo

 busco con la mirada y el sólo ver que está allí, metranquiliza. Y si las cosas se ponen mal, siempre puedo ircorriendo a ponerme detrás de sus patas, perdón, piernas.EL se agacha y me tira de las orejas.

Sí, me acuerdo de todos ellos, de Tigre, el Blanquillo,de Lord y los otros. Pero siempre vuelvo a EL, a ELLOS.Y... bueno, estoy cansado de recordar. Escucho en lacocina como ELLA mueve los platos. ELLOS se llevaránla comida a la boca y nosotras esperaremos. Voy adormitar un poco. Estoy cansada.

Se oyen unos pasos. ELLA. Y su voz... — ¡Dama!¡Aayy! Ya lo ha descubierto. Me escondo detrás del

sillón grande de EL, que se ríe. — ¡ Dama! ¡Ven aquí! No voy, desde luego. Me acurruco. Entra ELLA. — 

¿Has visto a Dama? —  No. Aquí no está.Mi corazón palpita. LE AMO. A EL, desde luego. Y a

ELLA, pero más tarde. 

Gañido Cuarto: Las cosas 

COSAS

Del latín "causa". Nombre en lenguaje corriente del "ente" filosófico. Se aplica a todo aquello que puede verse, serobjeto de pensamiento o análisis.

(Del diccionario)

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He visto como  Yuán  se levanta después de laoscuridad, como ELLA le mira las orejas, le echa decomer y luego le pone el abrigo y unos libros en la mano.Creo que eso es IR AL COLEGIO. A Yuán  le gusta muy

 poco, a juzgar por la cara que pone y lo que gruñe.Siempre hace lo mismo. Cuando, a la hora de comer,regresa, viene muy contento y silbando, que es un sonidoque a nosotras nos duele mucho, porque es muy fuerte.Considero que ir al colegio es cosa mala. No entiendo porqué EL y ELLA se empeñan en que  Yuán vaya al colegio.Se lo pregunto a mi madre. Me dice que un colegio es unsitio horroroso, donde hay muchos cachorros-hombres, yque el pobre perro que pasa, si están ellos, los niños, lo

 pasa muy mal, porque lo llaman todos a la vez y pordistintos nombres. O sea, que debe ser cosa mala. Lo quele gusta a Yuán, y a mí, es correr y jugar. Yuán tira un paloy quiere que yo se lo traiga. Y tirar piedras con la mano,que es algo que no sé cómo hacen. Los ELLOS y suscachorros hacen cosas imposibles para nosotros, gracias aesas patas que tienen por la parte de arriba, y que no

necesitan para andar o correr. Además, tienen  dedos, queson como nuestras garras, pero más largos. Con ellos pueden coger cosas.

COSAS. El mundo está lleno de cosas y a mí megustaría saberlas todas. Ya sé que el agua que nosotras

 bebemos, ELLOS la ponen al fuego y entonces, si te caeencima, te hace daño y tienes que salir corriendo. Y lomismo pasa con otra agua, más olorosa, que llaman aceite.Salpica cuando está en el fuego. El otro día me cayó unachispa en el morro y tuve que salir corriendo. Todavía meduele.

También aprendo lo que son las patas de ELLOS.Llevan una segunda piel, llamada zapatos. Huelen a carne

vieja y son sabrosos de comer. Pero está prohibido. Meenteré cuando mordí unas pieles bajas, que usan para andar por casa. ELLA me sacudió con los restos. Pero las otras pieles llamadas  zapatos, son más duras. Y cuando se ponen encima de mi pata, o mi rabo, me hacen muchodaño. Aúllo y corro a esconderme debajo de una silla. A lo

 primero, me creía que estaba siendo castigada por algo quehacía. Pero he acabado por comprender que lo hacen sinintención. Ponen sus patas sin mirar que yo estoy debajo.Y como son tan grandes, ¡tan grandes!, me crujen loshuesos. Menos mal que se me pasa enseguida. Y heaprendido estas cosas porque cuando me castigan, mehablan con sonido de enfado. Y cuando lo hacen sin

querer, me buscan y me hacen mimos.Las COSAS que usan ELLOS son infinitas y no puedoaprender su nombre, o el sonido que les dan ELLOS.Algunas, huelen, y otras no. Por ejemplo, para comer usanunas cosas de metal, que se llevan a la boca, haciendomucho ruido. También tienen otras cosas, para hacer

 pedacitos la carne. Mi madre y yo, sabemos cuándo comencarne porque las COSAS que usan chirríandesagradablemente al cortar y rozar el plato. Y como losabemos, acudimos. EL nos da siempre los recortes, queson sabrosísimos. ELLA, le regaña, porque dice que nosacostumbra mal. EL dice que bueno, pero cuando ELLAno mira, nos lo ofrece por debajo de la mesa. Otra cosa

que nos gusta mucho es unos granitos blancos que sabenmuy dulce. Mi madre me cuenta que antes de que nacierala llevaban a unos sitios, donde ellos bebían algo y le

guardaban los pedazos de COSA blanca, que ella comíaallí mismo. A veces, encerrado en bolsitas de papel. A míme gustan los granos blancos, pero hay que tener cuidado,

 porque hay otros que queman la boca, y que ELLOS usan por encima de lo que comen.

ELLOS sólo comen dos veces al día, aunque  Yuán  loestá haciendo siempre. Nosotras siempre estamos conhambre. Bueno, hambre no tenemos, pero, ¿quién deja decomer sin saber si mañana comeremos? Los animales, diceEL, estamos siempre pendientes de la comida, y loshombres, no. No está muy claro eso. ELLOS tienen unacosa que llaman dinero. ELLA se lo pide a EL. Son como

 papeles, que huelen muy mal, o discos redondos, muyduros, que no se pueden morder. ELLA, a media mañana,sale con una bolsa y los papelitos; viene poco después,gruñendo siempre por lo bajo, con la bolsa llena. Saca lasCOSAS y las deposita en una mesa: carne, peces, cosasverdes que huelen a árbol, botellas de cristal, otras quehuelen a tierra, que va guardando en un mueble que dejaescapar frío cuando se abre. Me gusta estar presente

cuando se abre este mueble. Hay cosas muy ricas allíguardadas. Si supiera abrirlo, no pasaría hambre. Algunasveces, trae comida especial para nosotras, encerrada enuna lata; y PAN, que es una cosa que no nos gusta mucho,

 pero que nos dan cuando molestamos. Mi madre, que esmuy lista, lo coge con la boca, sale al patio y lo esconde.

Una vez me comí algo que me sentó bastante mal. Yque creo que armó bastante jaleo en casa. Eran dos cosas,de cristal y metal amarillo. ELLA se las pone en las orejas.Una noche, de esas noches que ELLOS salen con pielesnuevas, para volver algún tiempo más tarde, ELLA se losdejó olvidados. Yo los cogí con la boca, los sacudí de unsitio para otro con las patas delanteras y cuando me aburrí

del juego me los tragué.Al día siguiente, ELLA que busca los objetos. Y queno los encuentra. Y venga a buscar por todos los rincones,mientras yo metía el hocico. Se lo cuenta a EL, riñen un

 poco y enseguida me miran a mí. Corrí a esconderme, perome agarran, me sacuden, me abren la boca. EL, entonces,me lleva en lo que llaman coche, que es una casa pequeñaque anda sola, que huele a humo que marea, con cristales,y que va por las calles, mientras ELLOS van sentados. Nome gusta, porque me mareo y devuelvo todo lo que hecomido. Mi madre dice que me acostumbraré, como seacostumbró ella. Bueno, pues EL me llevó a casa deOTRO humano y me hicieron mil perrerías, con aparatos

incomprensibles, mientras yo, llena de miedo, gañía. Alfinal, me vuelven a casa... Y, ¡caramba!, que raros son loshumanos... Tardé en comprender lo que querían. Y lo quequerían era que me hiciese las necesidades allí mismo,delante de ELLOS, o donde ELLOS pudieran encontrarlo.Un juego muy divertido, durante el cual me aproveché

 bien, aunque me hacían tragar cosas de mal gustoabriéndome la boca y metiéndolas dentro. Y luego venga aexaminar lo que hacía. Y así por tres días, hasta que mecansé y las arrojé por la boca, porque ya me estabanmolestando. ELLA las encontró y después de llorar un

 poco, cosas que hacen las hembras, me sacudió con unaalpargata. Lo malo es cuando me hice las necesidades en

la alfombra me sacudió otra vez, muy fuerte. Se habíaacabado lo bueno.

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Otra cosa que debo recordar es la COSA de carne secaque me pusieron al cuello hace unas semanas. Me pareceque su voz-sonido es COLLAR. Tiene una cosa de metal,que cae justamente bajo mi hocico, que hace un sonido dechinchín cuando me muevo. A lo primero, yo creía que meestaban acariciando. Pero cuando me dejaron suelto y sentíaquella cosa en el pescuezo, y el sonido constante creí queme volvía loco. Ya me he acostumbrado, pero los primerosdías lo pasé muy mal. Iba a salir corriendo detrás de mimadre, cuando el sonido chinchín me molestaba. Metumbaba en el suelo y comenzaba a rascar. Y así, unmomento tras otro, días enteros. Mi amo, EL, me miraba ya veces me regañaba suavemente.

 — Es por tu bien, Dama.

 No acabo de comprender eso. No acabo de comprendersi es que me molestaba el chinchín del cascabel o el teneren el cuello una marca. Si nosotros nacemos con nuestra

 piel, nuestras orejas, nuestras patas y pezuñas sin zapatos,como ellos, ¿por qué nos ponen el COLLAR, que nonecesitamos? Mi madre, la  Fea, lo lleva. Tampoco lo

comprende, pero hace tanto tiempo que lo ha aceptado,que ni se acuerda de él. ¿Es la señal de nuestros años? ¿Es para que estemos más guapos, como hace ELLA cuando se pone en las orejas lo que yo me tragué? No lo sé, pero nome gusta. Parece que soy menos libre, menos perro. Yo hevisto que otros-perros, además de collar, llevan unacadena, cuyo extremo llevan los OTROS-ELLOS. Mi amonunca me ha puesto cadena. Me moriría de tristeza si me la

 pusiera. Si cuando estamos en la CASA estamos limitados,¿por qué no dejarnos libres siquiera cuando paseamos?

Mi madre me dice que hay unos  hombres-malos  queaprisionan a los perros que van por la calle, sin collar y sin

 bozal. Una vez, la cogieron a ella, y estuvo dos días en un

lugar muy sucio, medio loca de miedo, con otros muchos perros que ladraban de miedo todo el día, hasta queELLOS vinieron, la sacaron de allí y la volvieron a casa.Dice mi madre que esta es una sociedad  — muchoshumanos —  de hombres que viven a sus costumbres, y quelos perros valemos lo que valen nuestros amos. Y el que va

 por la calle, sin  amo,  no es nadie. Además, los hombrestienen mucho miedo a una enfermedad que tienen los

 perros, llamada  rabia, que por lo que me cuenta es producida por la sed, el hambre y la desesperanza. Si un perro enfermo muerde a otro perro, éste enferma también.Y si muerde a un hombre, también. Yo no quiero estarenferma, porque no quiero morder a nadie. Bueno, me

gustaría echar un bocado a la parte trasera de aquel chicogordo, que me tira piedras, y que me ofrece comida ycuando voy, me sacude un golpe en las narices. Pero deahora en adelante, ni eso. No quiero morder a nadie. Y esoque cuando juego con  Yuán,  que es más animal que yo,nos mordemos mutuamente y yo le he roto varias veces los

 pantalones.Meditando sobre todo esto, recuerdo también el día que

me perdí. Nos había sacado EL a pasear. A la vuelta, ibadistraído y se olvidó cerrar la puerta del patio. Algunasveces, sucede, que alguien llama, como el hombre que traeunos trocitos de papel blanco, y hasta que alguien de lacasa se da cuenta, la puerta está abierta. Mi madre, suele

escaparse a veces, pero sólo hasta la parte trasera de lacasa. A ELLA no le gusta, porque dice que luego huelemuy mal. Pero yo no lo había hecho nunca, porquedespués de un trozo pequeño de calle, que llaman acera,hay otro trozo más ancho, de color gris, que no es para irandando, porque pasan continuamente esas cosas llamadascoches, que si te pillan te pueden romper las patas.

Pero aquel día me dio por salir. Un poquito, volviendola cabeza para no perder de vista la casa. Y otro poco. Yallí que veo un cachorro, como yo, y voy corriendo yresulta que se meten en una otra-casa, y allí que veo unobjeto brillante. Y una sombra que parece la de EL, peroque no era EL. Y cuando quise darme cuenta, no sabíadónde estaba la casa de ELLOS, mi propia casa. Algunascosas las recordaba, otras no. Las OTRAS-CASAS se

 parecen mucho a nuestra CASA. Y los  hombres  a EL,hasta que el olor demuestra lo contrario. Creo que hasta

 pasé, sin darme cuenta, la cinta gris de la calle. Recuerdohaber oído un chirrido y como se paraba un coche. Y salícorriendo. Y un niño me quiso coger, pero salí corriendo.

Tenía sed, el corazón me palpitaba. Olía las señales de los perros, para encontrar las de mi madre y no las encontraba.Y gañía, y lloraba. ELLOS, venid, venid por mí, que no sévolver a casa, y tengo miedo. Y ¿dónde estás, madre? Yme acurrucaba en un rincón, para llorar; y venían mujeresy niños-cachorro y me querían llevar, pero yo no queríamarchar más lejos y me escapaba. Y estuve en un lugargrande, donde las OTRAS-ELLAS vienen a buscarcomida, que yo sabía estaba cerca de casa, porque las veía

 pasar con sus bolsas y por los olores. Y si la casa deELLOS estaba cerca, ELLOS me encontrarían. Y a vecesme olvidaba, porque estoy algo loca, y hasta jugaba; peroluego sentía ganas de volver, y pensaba que tenía que

cruzar la cinta gris y me daba miedo. Y fue pasando eltiempo, y allí arriba esa COSA que brilla y quema ibaandando, y ELLOS no venían. ¡Dios mío!, que es palabrade ELLOS, qué tristeza y qué miedo pasé.

Hasta que, de pronto, oí un silbido, ese sonido delgado,delgado, que tanto daño hace a nuestros oídos. Y loreconocí. Sólo Yuán silbaba de esa manera. Y ladré, ladré,corrí de un lado a otro, temiendo perderlo, hasta que mefui acercando al sonido. Y vi la figura borrosa de Yuán. Yme acerqué corriendo. Y él llenó mi hocico con el viejo yfamiliar olor. Y salté a sus brazos, y Yuán me cogió, meapretó muy fuerte, me dijo cosas incomprensibles y luegome sacudió unos azotes muy fuertes, que los cachorro-

hombres son así, tan pronto besan como pegan. Y, en sus brazos, volví a CASA. En la puerta, estaban ELLOS, y mimadre. ELLOS hicieron exactamente lo mismo que Yuán me abrazaron y me pegaron. Pero no me importó. Mimadre me lamió la cara y me mordió una pata.

Luego, en casa, me pusieron delante una taza de lechecálida y dulce, que me bebí sin respirar. Y me fui aesconder bajo el sillón, cansada, tan cansada, que casi no

 podía mantener los ojos abiertos. Mi último pensamientofue que amaba a ELLOS, que mi vida tenía un destino...

Me canso, me canso mucho recordando. Voy a dejarlo para otro día.

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Gañido Quinto: La eterna espera 

ETERNA ESPERA

Del latín "aeternus", sin edad o siempre. Se aplica a lo que no perece, o no ha de perecer; también, a lo que haexistido siempre o será siempre.

Creer que algo, bueno o conveniente, que está anunciado, o algo que se desea, ocurrirá realmente. Saber que algo vaa ocurrir y estar preparado para ello.

( Del diccionario)Resulta que me gusta este juego, este contar cosas. Pero

veo que se me va acabando la fuerza, o mejor dicho las cosas

que contar. ¿Qué puede contar un cachorro de cinco meses?Mi amo, al que transmito mis pensamientos, no puedecomunicarme los suyos. Me habla, con sonidos-voces, congestos, con los ojos; pero no puedo llegar a él, si no es porreflejo, por imitación. Y aún esto es contrario a la naturaleza.Si pienso en humano, no soy un perro. La suerte, creo, es queELLOS sí pueden bajar hasta nosotros. Nosotros les miramosa ELLOS mucho más que ELLOS a nosotros. De hecho,nosotros no hacemos otra cosa que estar todo el díamirándolos, escuchándolos, oliéndolos, tratando decomprenderlos. ELLOS, nos miran unos pocos instantes, peronos comprenden mejor. ELLOS tienen esa extraña cabeza;nosotros, sólo el INSTINTO. Yo les AMO a ELLOS porqueel instinto me lo dice. Hay cosas que son iguales desde hacemucho tiempo y el instinto las comprende. Pero ELLOS sontan diferentes, tienen tantas costumbres raras, que nunca lesentenderemos del todo.

 — Muy bien, Dama.

está diciendo EL, y no sé porque lo dice. Quizá porque me

obliga a volverme sobre mí misma. Pero, siempre, siempre, es para volver a ELLOS, como centro de nuestra existencia. Nuestra vida es... ¡oh Dios!... una larga espera.

 —  Así, Dama.Dice. Y pongo mi cabeza sobre sus rodillas, mientras miro

a sus ojos y siento como su mano rasca detrás de mis orejas.El gustirrín casi no me deja pensar, pero pienso que es tan bueno lo que hace, que cuando acabe estaré esperando que lohaga de nuevo. Y así es como descubro lo que significa la palabra-sonido  esperar.  Nosotros, los perros, hemosconvertido nuestra vida en una  larga espera.  Me gusta.Medito sobre ello.

 — Medita, Dama.Tenemos las  noches.  Las  noches  son terribles para

nosotras. Yo las aguanto porque mi madre está a mi lado; sinella, me volvería loca. Todo empieza cuando la COSA que brilla en el cielo se esconde y viene la oscuridad. En la  casa 

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hay otras luces, que están sobre el cielo-casa, muy altas. Lasencienden y apagan a voluntad, no sé cómo. Mi madre medice que tocando algo que hay en las paredes. Pero yo no puedo hacerlo. Me gustaría poder, para en las horas del frío yla oscuridad, ver lo que hay en torno mío.

Sin embargo, las horas anteriores son muy gratas, lasmejores de todo el día. Tenemos la luz interior, la estufacalentando  — la estufa es una COSA que despide calor  —   y 

Yuán ha llegado del colegio, y ELLA ha preparado la cena. YEL ha llegado de fuera, de lo que dice trabajo. Y también havenido la Loli, que se pasa el tiempo regañando con Yuán. Mimadre y yo, vamos y venimos, desde el sillón a la cocina,desde la cocina al sillón de EL, para que nos rasque; desdeallí, a Yuán, para ver si quiere jugar, que si que quiere, peroque ELLA no le deja, porque tiene que hacer los deberes.

Comen ELLOS y siempre nos toca algo. Luego, sesientan, a leer esos papeles grandes que EL trae todos losdías, o a ver la televisión. Una o dos horas, muy plácidas ytranquilas. Nosotras, mi madre y yo, dormitamos junto a laestufa, un ojo abierto y uno cerrado, esperando que nos llameEL, para el paseo nocturno, que es el mejor de todos.Paseamos. Bebemos agua y volvemos a la estufa. EL echahumo por la boca y los demás miran las COSAS de latelevisión.

Luego, todo se acaba bruscamente. La televisión-cosa seapaga. Nosotras nos sobresaltamos. Yuán y Loli, hacen muá asus padres y se marchan a sus cuevas en la parte de arriba. ELse marcha también, con un libro. ELLA se demora un pocomás, arreglando las cosas, que es apagar la estufa, amontonarlos sillones  —  porque dicen que yo los muerdo-, cerrar las puertas, recoger los papeles y cerrar, también, las luces. Ytambién se sube, al lugar prohibido, donde duermen. Yo hesubido dos veces al lugar prohibido. ELLOS y los ELLOS- pequeños están dormidos, tapados con otras pieles. Heescuchado su respiración y he tenido miedo, porque ELLOS,

durmiendo, son diferentes, están como un poco muertos y nisiquiera nos oyen cuando gañimos abajo. Mi madre me llamaenseguida desde abajo. Ella no sube, salvo que la llamen. Amí también me llamaron una vez. Estaban despiertos, pero enesa cosa que llaman cama. Mi madre meneaba el rabo y noestaba a gusto, pero yo me subí encima y les lamí, mientrasELLOS reían y me apartaban con sus zarpas.

Pero me estaba refiriendo a las largas horas de laoscuridad. Sí; son tremendas; nosotros no dormimos comoellos. Nosotros dormitamos, con las orejas tendidas acualquier rumor, con el olfato siempre preparado. Los cochesque pasan por la calle, el crujido de las maderas, el gotear delagua, las palabras-sonido de OTROS que pasan, el silbar delviento o el golpear de la lluvia, nos obligan a levantar la

cabeza, tratar de comprender y luego, si puede ser bueno omalo para nosotras. Poco a poco, la habitación antes calientese va enfriando. La alfombra que es nuestra cama es pequeñay nos duelen los huesos. Me rebujo en mi madre, que al pocose sobresalta y me sobresalta a mí. Ella busca una silla paratumbarse y yo no alcanzo. Me quedo sola, en el suelo. Tengosed y busco a tientas el cuenco del agua. Llegan más sonidos.Coches, que pasan todas las noches, silbidos, algún perro.Duermo un rato y otro escucho. Oigo, también, arriba, elsonido de ELLOS.

Más tarde, un infinito más tarde, la luz comienza a entrar por la ventana. Apenas un resplandor, que poco a poco se vahaciendo mayor. Es la hora de más frío. Y empiezan a subir

los ruidos. Muchos coches, aunque ninguno es el de EL, quemi madre me ha enseñado a conocer. Jugamos un poco, sinladrar. Vamos al pie de la escalera, para ver si bajan ELLOS.Algo más tarde, nos llega la  esperanza. ELLOS no tardarán

en bajar. Y escuchamos los ruidos de arriba, cuando ELLA selevanta y llama a los ELLOS-NIÑOS, y el rumor del agua. Ylos pasos. Hace tiempo ya que esperamos. Baja ELLA y lo primero que hace es comprobar si me he hecho aguas y lo 

otro dentro. Si lo hice, me refriega los hocicos y casi no meimporta, porque estoy contenta. Si no lo hice, nos abreenseguida la puerta del patio, para que lo hagamos. Planto mirío particular y vuelvo. Bajan Yuán y Loli, regañando, como

siempre entre sí, o jugando, como mi madre y yo. La casa sellena de aromas fuertes y los cachorros humanos se sientan acomer. Siempre nos cae algo, como pan untado con algoamarillo y dulce, que me gusta mucho.  Yuán se pega conmigohasta que ELLA grita:

 — ¡Basta! A la escuela, que es tarde...Yuán  se va, arrastrando los pies, y gruñendo. Le

acompañamos a la puerta, pero no nos deja salir y le vemoscomo se aleja. Estará afuera bastante tiempo. Le esperaremos. Se marcha la  Loli, sin tantas ceremonias. ELLA nos preparanuestro guiso; trozos de carne con arroz, que está demasiadocaliente para comer. Algo más tarde, baja EL. Le  esperamos  para ir de paseo. Yo creo que se burla de nosotros, porquevuelve para atrás, que si ha olvidado los palitroques queechan humo, que si la cosa que echa chispas, que si una carta para tirar a un chisme de la calle. No comprendo porque se pasa horas escribiendo aquí, para luego tirar los papeles.

Paseamos, corremos, husmeamos, olemos a otros perros.EL fuma, recostado en una pared. Cuando veo un perrazo ytengo miedo, me refugio bajo sus piernas. Cuando mi madreme incita a que la persiga, pero no la alcanzo y me canso, mevoy bajo sus piernas. Cuando mi madre me viene a sacar, yme provoca para que la muerda, y luego me revuelca, gaño yvoy bajo sus piernas. EL dice:

 — Ya está bien, Fea.Y mi madre se para. Volvemos a casa. EL se encierra a

leer o golpear estas cosas. Y vamos en torno a ELLA. Y esta

es la espera mayor, la de la noche al día. Pero hay otras,muchas, infinitas y eternas esperas, cuando ELLA se va a lacompra, cuando todos se van, de noche, a lo que llaman cine,que no comprendo, y nos quedamos solas, sin tener siquierael consuelo de saber que están arriba, durmiendo, y aunquequeremos dormir nosotras no podemos y pasamos el tiempoen la puerta, escuchando los coches, para adivinar si se van a parar o seguir adelante. Y algunos se paran, pero no son ellos,que son OTROS vecinos. Y llegan al fin, y saltamos, ymeneamos el rabo, y esperamos la caricia detrás de la oreja..

Sí, nuestra vida entera es  esperar , esperar siempre. Ytemer que algún día no vuelvan y nosotras no saber lo que pasa, y esperar la caricia, la comida, su olor familiar yentrañable.

Sí; es triste y gozosa nuestra vida, porque los  amamos, porque ELLOS son buenos, fuertes y nos acarician. Basta quedejen caer su mano en nuestra cabeza para que una inmensa placidez nos ahogue. A veces, quisiera morir así, con la manode EL sobre mi cabeza. No, no me importa esperar. Esperares necesario cuando se ama. Es como una libertad interior.Pasarán los días, y las noches, y yo esperaré; los esperaré ensus ritos y costumbres, que son las mías. Y aprenderé másgestos, más palabras-sonido, y crecerán mis dientes paramejor jugar. Y estaré esperando. El placer de un minuto conELLOS compensa siempre la larga espera.

Estoy cansada. Algo me pasa. Me lloran los ojos y tengoganas de tumbarme en un rincón, desde el cual les pueda oír,

oler, buscar con mis ojos turbios su silueta. Me cansatransmitir mis pensamientos, este adivinar palabras. Me voy adormir...

Page 13: Salvador, Tomas - Cachorro

7/17/2019 Salvador, Tomas - Cachorro

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Epílogo 

ADIÓS

Elipsis de la frase: "Con Dios seas".

Soy EL, el amo de Dama.

 Dama está durmiendo. No despertará nunca. Dama se contagió del moquillo del perrito vagabundo Blanquillo y aunqueluchó bravamente, cayó en la lucha. Sus últimas horas fueron dulcemente abreviadas por un veterinario. Yo tuve mi manosobre su cabeza hasta que se quedó fría. ELLA y los ELLOS-NIÑOS que decían Dama, lloraban. Yo, me he contenido a duras penas. 

Todo lo que ha contado Dama, lo conocía, porque no en vano la he observado, como lo hice con su madre, y la madre desu madre, todas nacidas en casa. Pero si era necesario que  Dama dejara a los humanos un mensaje, aquí lo tengo. No quieroañadir nada que desvirtúe sus palabras-sensaciones. 

Sólo una cosa. Me impresionó profundamente sus últimas sensaciones sobre la  eterna espera. Ahora lo comprendo mejor. Nosotros tenemos una noción del tiempo, incluso lo dominamos, lo sometemos a nuestros deseos y afanes. ELLOS (y perdónese que use las mayúsculas, devolviéndoselas a Dama) sólo tienen un tiempo: el de la  Espera, en las largas noches, enlas ausencias. Nosotros diríamos Fidelidad , pero Dama dijo eterna espera y prefiero esto. 

 Dama continuará su larga espera. Envolvimos su cuerpo frío en una manta, lo llevamos al coche y enterramos su cuerpo

en el campo, frente al mar, origen de la vida.  Dama esperará allí, aunque sus huesos se hagan polvo, el fin de los siglos, eneterna espera de fidelidad y amor. Porque los perros quizá no realicen esas grandes obras que les valen estatuas a los humanos,ni siquiera hacen la guerra. Los perros, lo único que hacen, es ser nuestros amigos. Y esperar , esperar siempre esa palabra, esacaricia que a veces le negamos. 

Si tú, lector amigo, lees estas cosas de  Dama, te agradecería meditases sobre ellas. Tener un perro no es un capricho, ni unacto de altruismo. Es una prolongación de nuestra humanidad. Es pagar una deuda permanente, porque ellos nos aman muchomás que nosotros a ellos. Ellos son todo amor; nosotros, un poco.

Adiós, Dama, cachorro que no llegaste a grande, a sentir el instinto de la especie. Te prometemos, si no una  larga espera,sí una larga memoria. Y si algún día resucitásemos a otra vida, estoy seguro que tú estarías allí, al final de la larga escala,meneando el rabo, esperando mi mano sobre tu cabeza.  

Y yo te diré:  — ¡Hola, Dama!