saga del pez, de alfredo rosenbaum
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Libro de poemas publicados en 1992.TRANSCRIPT
SAGA DEL PEZ
Alfredo Rosenbaum
SAGA DEL PEZ1989-1990
Ediciones Mar Blanco
Diseño de tapa: María de Cousandier
I.S.B.N. 987-99221-0-7Copyright 1992 por Ediciones Mar BlancoAv. Caseros 453 2º Bl152 - Buenos AiresRepública Argentina
Impreso en la ArgentinaQueda hecho el depósito que marcala ley 11.723
"Estas son las versiones que nos propone: días en que una pala-
bra lejana se apodera de mí, másallá de cualquier zona prohibida."
A. Pizarnik, Arbol de Diana.
Mujeres
La muda es la mujer que mira como yo las
máquinas descoloridas. Es un cuarto o lo que
queda en un cuarto después de la vitrina de la
noche lo que miramos.
Pequeñas manos desprendidas de su cabeza
anteceden la mañana.
Tal vez sea la mirada la que produce el cuarto o el
cuadro del cuarto o el recuerdo del cuadro donde
una mujer mira como una máquina muda.
Es esto lo que dejo de escribir: las ruinas de lo que
no podrá ser más un cuadro pintado en mi
recuerdo.
11
La máquina avanza hablando: todo el tiempo
dispone sus frases en la memoria de una piel áspera
en invierno.
El ruido es una máquina o la deriva de un barco: ya
no es posible atravesar el cuadro para instalarse
allá, en el rincón de las lilas posesivas.
12
La máquina es pequeña el barco la mujer la
segunda es pequeña: guiño en el ojo verde oliva del
coronel.
Una pequeña muda muerta la mujer que mira a la
segunda cuando se mira en el espejo como un
barco que me lleva a la deriva.
Un pequeño barco verde oliva desdibuja las manos
que la mujer la segunda esconde entre sus dientes:
el coronel es una vitrina azul como los ojos por los
que se mira en una máquina que circula por la
noche.
13
Palabras dulces las que no pronuncio: marco de
cuarto o espejo que deriva como un circo en medio
de la guerra.
Las mujeres la primera la segunda quedan
aguardando el agua triste o verde oliva.
Ellos han dejado las pequeñas manos o la máquina
que destella en mis ojos.
Una mujer mira a la otra la primera la segunda a
través de un cuadro en un espejo.
14
Paisaje
Está el pozo y la montaña.
Mi hermano me llama desde abajo y si empiezo a
caminar me llama desde arriba.
Arriba hay moscas y mujeres enormes zumbándole
sus oraciones.
Yo elijo el pozo donde todo es silencio porque está
más lejos.
En el pozo hay algo que se mueve se aproxima o se
aleja.
Bajo y ahora mi hermano ya no está y yo siempre
con mi ramo negro.
Mi hermano con su perro siempre arriba negro
aunque blanco estira los brazos hacia mí pero yo
apenas puedo volverme.
Entro al pozo que es una cueva donde el viento
parece emitir sonidos extraños.
Vuelvo a salir.
Estoy en casa.
Mi hermano está lejos bajando una montaña con
los brazos extendidos hacia mí que ya no estoy
como un espantapájaros.
17
Me abren la puerta si golpeo tres veces.
18
Me siento en la silla y mi hermano se llena de
humo.
Me mira.
La casa es negra como todas las casas de los
retratos.
Salgo y no cruzo la calle porque es roja.
Mi hermano me llama desde atrás pero apenas lo
escucho.
Hay explosiones y la gente grita.
19
Tomo otro tren.
20
Está el campo vacío.
Hay mucha gente que mastica o muge.
Desaparezco.
Vuelvo.
El suelo se cubre de basura y la voz de mi hermano
sigue tan atrás.
La voz que está cerca es la del monstruo con el que
bailo.
Tiene los sonidos negros y la ropa verde.
Baila.
Canta.
Reza.
Mi hermano sigue tan lejos como un espan-
tapájaros en una trinchera.
Me llama no puedo moverme y bajo en la estación
siguiente.
21
Mi hermano relincha en una iglesia negra.
Mi hermano trae una carta con olor a pólvora.
La carta es blanca y húmeda.
Yo respiro.
22
Me levanto de la silla como un soldadito de plomo
y la mujer me mira con sus pechos húmedos.
Estoy rojo.
No me muevo.
La mujer sonríe y no hablamos.
Sonríe como un dios hambriento en una calle roja.
Transpira.
Canta.
Reza.
Tomamos otro tren.
La locomotora crece como la cáscara de un río
verde.
23
Escribo una carta sólo por costumbre.
24
Mi hermano se viste de novia para recibirme.
Subo.
Estiro los brazos.
Toco una bandera negra.
Estoy rojo y entra la mujer hermosa que mira hacia
atrás.
Hacia adelante.
A los costados.
La mujer se apoya sobre el piso en cuatro patas.
Me siento sobre ella.
Mi hermano me mira.
25
Mi hermano vestido de soldado con tierra en las
manos.
Mi hermano con un guante verde tocando una
campana.
Mi hermano sobre el tren.
26
Subo.
27
Destierro en cruz
1
Está la plaza lila y la mujer que se sienta.
Mujer redonda que estira el brazo hacia el costado.
La plaza me ofrece gotas grises.
La habitación repleta de objetos.
Gota que cae sobre la mano abierta.
La mujer que se sienta sobre mí.
31
Los reyes tuertos de la noche. Los culpables.
El niño que se come su reloj.
Yo conozco ese perfume gris de su sombrero.
La mujer que no me mira recoge su mano de la
plaza y me la acerca a una pierna. Al pecho. A la
boca.
Los reyes destronados viajando en trenes.
Sobrios.
Un niño sale de un chalet en Buenos Aires.
En Auschwitz.
32
Bebo.
Estiro mi brazo como una mujer sentada en una
plaza.
Recojo las cenizas de mi cara y las despliego en
silencio.
Un puerto lleno de judíos con pañuelos y cruces en
los dedos.
- No soy yo- dice la mujer de capelina gris.
- No soy yo- contesto entre las hojas.
33
2
Delante de mí la muñeca azul.
No me alcanza.
Yo la miro entre los pliegues ásperos de su boa.
Ella me saluda con un pañuelo negro.
Corro y rodeamos la mesa.
La mesa es cuadrada y de madera negra.
35
Fumo entre el silencio de mis guantes ásperos un
cigarrillo rubio como la melena de viento de la
mujer áspera de lila.
Me acerco al tren que nunca tomo con mi pañuelo
sucio.
La mujer que no alcanzo me besa con su boca azul.
Corro hacia ella con un crisantemo sucio entre las
manos.
La mujer que no me mira entre las manos apenas
roza la flor con su mejilla y entramos a una iglesia.
La mujer toma mi mano entre sus manos como un
anillo roto entre los trenes.
El campo queda atrás pero no es verde.
Me siento y miro los ojos lila de la mujer.
36
No me escucha.
Cruza una pierna.
Cruza otra pierna.
Otra más.
Mantengo la respiración.
El tren se detiene sobre mí como una mujer.
Me llama.
Voy hacia ella con mi ramo negro.
Escucho su zumbido áspero recorriendo los paneles
de mi oreja tibia.
Lloro.
El monstruo con el que bailo tiene una pollera al
viento.
Sucia.
Despliega sus piernas entre el humo de mi cuello.
37
Tuerzo la cabeza y veo mis margaritas torpes en el
campo acompasado.
38
3
Los perros que no cabalgan. Perros tristes.
Pequeños gorros en la cabeza de la mujer que me
llama con su voz lila entretejiendo.
Mi lámpara oscura sobre el perro gris del día.
Alguien me nombra.
Hago la señal de la cruz en el cementerio de
estrellas judías.
Miro de reojo a la mujer que me llama como un
perro entre los árboles.
39
El atardecer no es rojizo ni se parece a mi
memoria.
Ladran. Llueve cuando apenas rozo a la mujer.
No me mira.
Me ofrece algunas gotas en uno de sus gorros.
Yo rezo.
El color es siempre otro.
Como una mujer o una boca de mujer o una sábana
rojiza que me llama.
40
4
Decimos la verdad sobre las vías mientras
retumban las locomotoras.
El mar está tan lejos que hasta podemos es-
cucharlo.
Es delgado.
Crepita entre los cuerpos.
La locomotora es un barco vacilante con forma de
mujer hermosa.
Sobre el barco la gente me saluda con sus pañuelos
sucios.
Yo no lloro.
41
La mujer vuelve a llamarme.
Me ofrede su anillo.
Está roto.
Yo no escucho y la fiebre de los trenes me tiñe de
violeta.
Tampoco veo a la mujer que sobre el barco señala
mi pañuelo entre las vías.
Está sucio.
Me doy vuelta y no hay trenes ni sonidos ni
estandartes.
Está mi cuerpo vacilante como un pañuelo
enfermo.
42
5
Huesos sucios alrededor de la casa.
La mujer roza mi frente.
No respiro.
Hay pliegues entre las manos turbias de la mujer
que se sienta.
Salgo de mi casa.
Golpeo.
Los ramos negros nunca se marchitan.
43
Espío a la mujer que me saluda.
Entre sus dedos la ceniza entreteje anillos ásperos.
Yo regreso sin mirar a los costados.
Voy hacia ella como un tren.
Alborotado.
Me paso de estación.
La mujer me saluda como el compás de un mar.
Los trenes son distintos de mi mano.
El mar no tiene ruido.
Nadie sonríe después de navidad.
44
6
Los culpables no tienen frío.
Ajusto mi sombrero.
Entre las hojas la mujer me sonríe.
Desaparezco y vuelvo como un perro entre la
lluvia.
Los reyes ladrones de relojes. Me llaman.
Infantiles.
Recorren la madrugada.
45
Los que habitan en la plaza. La mujer.
Un elenco desesperado en el refugio de mi
memoria.
Caminamos cansados.
Pidiendo permiso.
Aduzco mi muerte. La mujer no me escucha.
Estoy sucio después de la fiesta.
Me acomodo entre los huecos que los perros dejan
al dormir.
Tranquilo.
Toda palabra es un recuerdo no grato.
Una madriguera.
Un sombrero lila.
46
Saga del pez
Despiadados peces negros.
Mas allá la escena que transcurre entre mis piernas
se escurre como una familia a la hora de cenar.
La sombra del humo recóndito abigarrado del pez
vivo en el centro cuando se acerca el cuchillo.
La sonrisa de los niños hambrientos rojos al
acecho.
Y el mar tan lejos se escurre arrasa arrastra su
sombra de peces muertos negros en la escena vacía
de mis piernas.
Recemos antes de comer.
Los aplausos siempre son para los otros: es la ley
del mar.
Madre mar amartilla el primer ojo que siempre fue
después.
Ojo que espía por entre las crestas de las olas.
Ojo por ojo por ojo en la escena familiar.
Plumas para el disfraz de indiecito del nene que
sonríe ante el pez que muere que recuerda.
Papá y mamá sentados aplaudiendo el espectáculo.
Si supieran que sólo pensamos en las crestas.
Si supieran pensaran recapacitaran abrieran
atracaran encallaran hundieran el cuchillo en el
humo.
Aplausos.
Saludos.
A trabajar a revisar en cada tacho.
A rastrillar hasta encontrar las partes que nos
faltan.
En los escombros de las casas, en las caballerizas,
entre los pelos de los animales en celo.
Vamos a revisar hasta que se vacíe.
Hasta que encontremos el color: clasifiquemos, ya
sabemos que todo lo rojo no sirve lo negro no sirve
lo verde no sirve.
Hagamos una pila de escombros encendámosla
zambullámonos en los colores.
Qué olor qué frío extraño despiden mis piernas
entre los escombros entre la arena.
Los nuevos animalitos salen a corretear por la
playa.
La espuma negra los cubre cuando ellos cubren la
espuma negra.
Yo voy hacia ellos escupiendo paisajes.
Volvemos a construir la imagen cuando todos me
miran.
Contra quién escribo todo esto como flechas como
colores como caballos en celo cuando se acerca la
mañana.
En la casa el rezo es la masticación de los que no
nos miramos.
El humo que aprietan las mandíbulas es el olor del
pez que aletea reverencias finales.
Papá da la orden y todos levantamos los cuchillos.
Salimos a navegar.
Temblamos: las crestas de las olas sobre los techos
de las casas son los techos de las casas.
Se desarman temblando como los peces todavía
vivos en la fuente con forma de pez que muere.
No hay familia que resista el placer de ver morir
los peces en la tarde.
No hay quien resista el placer de vernos morir
cuando el cielo enrojece y la sombra de la espuma
desarma el compás del mar.
Temblamos, de verdad temblamos.
Entraba en cualquier parte: la marea.
Como una toalla enmohecida o una piedra.
Como una piedra.
Entraba el agua en el bote y nosotros no sabíamos
si era el agua o el reflejo del agua o el reflejo de la
piedra en el agua lo que brillaba.
Un pie de humo baila debajo detrás de la cortina.
En la mesa nuestros pies se inquietan aletean
conversan de política.
Papá dice basta y mamá trae la bandeja con el pez
que todavía se mueve.
El pez despide un humo tenue que llena nuestros
ojos como un pie que espía.
El pez cree estar en la playa nadando entre mis
piernas en una mañana de sol.
Yo creo estar en la mesa familiar aleteando mis
pies hambrientos.
La mesa redonda cuadrada rectangular de colores
negra roja incendiándose al acecho derritiéndose
aleteando como un pez como una ola como una
hora sombría de todo amanecer que destella que
estalla como yo entre las crestas de las olas los
techos las casas las iglesias donde alguna vez
rezamos antes de cenar.
Sin saber para qué escribo esto que se diluye.
Como escribir en el mar: en qué ola escapará
alguna parte de mis palabras.
Sobre qué pez hambriento que la devore o la arroje
a un basurero sobre un altar sobre una mesa
familiar.
Quiénes masticarán mis palabras con los ojos
vacíos quién gritará mi pez en la noche
descolocada apenas rojiza.
Quién mascullará en el viento mi oratorio
desvencijado.
Apenas asomando la nariz sobre la mesa para
alcanzar el olor, las manos de mamá zarandeando
la fuente para que deje de moverse.
Al contrario, el pez deja de humear por la cola,
vemos desaparecer el humo rojizo como la espuma
del mar, crestas que no duran para poder treparse,
siempre móvil la cresta de la ola como un pez en la
mesa siempre móvil: nunca podremos escapar si el
movimiento sigue.
Nunca podremos escapar del horizonte.
La línea dura tenue triste del horizonte que se
mueve.
Me quedo mirando cómo miran con ojos de pez en
bandeja con anguilas saliendo de sus bocas.
Van a seguir mirando hasta que el ciclo se cumpla.
Voy a seguir mirando los harapos como anguilas
mirando la línea hasta que se curve.
Recién entonces volveré.
No es un canto de despedida ni un cumpleaños lo
que escribo.
No es un mes negro ni inundado ni cruel ni loco lo
que escribo mientras desaparezco.
No es un fantasma ni un recuerdo ni memorias por
encontrar ni un manifiesto lo que escribo.
Lo que escribo es tropezar detenerse girar tirar
piedras atardecer como una boca de pez en una
boca de pez en una boca de pez en un teatro.
INDICE
Mujeres 9
Paisaje 15
Destierro en cruz 29
1. 312. 35
3. 39
4. 415. 436. 45
Saga del pez 47
Carlos Núñez nació en Buenos Aires en 1955.Publicó Casi la sombra (1985), En la colmena (1987).
Alfredo Rosenbaum nació en Rosario en 1964.Reside en Buenos Aires.Coordina talleres de escritura desde 1986.Es también actor, director y dramaturgo.publicó este año junto con Nicolás Bratosevich y Susana Rodríguez el libro Taller Literario.Su obra Mar en calma fue estrenada en mayo en el Teatro General San Martín.
Marcos Herrera nació en Buenos Aires en 1966.Publicó Modo de final (1986) y Pulgas (1987).Músicos de Frontera ganó el primer premio del concurso organizado por la Biblioteca Municipal de Poesía Raúl González Tuñón. El jurado estaba formado por Daniel Freidenberg, Diana Bellessi, Mónica Sifrim y Joaquín Gianuzzi.
María del Carmen Colombo nació en Buenos Aires en 1950.Es coordinadora de talleres de poesía.Colaboró en diarios y revistas de Buenos Aires e integra antologías de poesía argentina en el país y en el extranjero.Publicó La edad necesaria (1979) y Blues del amasijo (1985).
Obtuvo entre otros el premio Benito Lynch en 1981, y este año el primer premio en el concurso Quinto Centenario de Poesía organizado por el Honorable Concejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires.