royo marin el misterio del mas alla

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  • 7/30/2019 Royo Marin El Misterio Del Mas Alla

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    EL MISTERIO DEL MS ALL

    Antonio Royo Marn, O.P.

    AL LECTOR

    Las siguientes pginas contienen el texto ntegro de una serie de ConferenciasCuaresmales pronunciadas por el autor en la Real Baslica de Atocha, de Madrid, quefueron retransmitidas a toda Espaa por Radio Nacional en conexin con varias emisorasde provincias.

    La resonancia verdaderamente nacional que alcanzaron aquellas conferencias, nos haimpulsado a ofrecerlas en su texto taquigrfico, a fin de conservar en lo posible laespontaneidad y el ritmo oratorio con que fueron pronunciadas.

    I

    EXISTENCIA DEL MS ALL

    Comenzamos hoy, bajo el manto y la mirada maternal de la Santsima Virgen deAtocha, esta serie de conferencias cuaresmales, cuyo tema central lo constituye El misteriodel ms all.

    Y, ante todo, os voy a decir por qu he escogido este tema. Son tres las principalesrazones que me han movido a ello:

    En primer lugar, por su trascendencia soberana. Ante l, todos los dems problemas

    que se pueden plantear a un hombre sobre la tierra, no pasan de la categora de pequeosproblemas sin importancia. No voy a invocar una conversacin tenida con un altointelectual. Salid simplemente a la calle. Preguntadle a ese obrero que se dirige a su trabajo:

    Adnde vas?Os dir: Yo?, a trabajar.Y para qu quieres trabajar?Pues para ganar un jornal.Y el jornal, para qu lo quieres?Pues para comer.Y para qu quieres comer?Pues..., para vivir!Y para qu quieres vivir?Se quedar estupefacto creyendo que os estis burlando de l. Y en realidad, seores,

    esa ltima es la pregunta definitiva; para qu quieres vivir?, o sea, cul es la finalidad detu vida sobre la tierra?, qu haces en este mundo?, quin eres t? No me interesa tunombre y tu apellido como individuo particular: quin eres t como criatura humana,como ser racional?, por qu y para qu ests en este mundo?, de dnde vienes?, adndevas?, qu ser de ti despus de esta vida terrena?, qu encontrars ms all del sepulcro?

    Seores: stas son las preguntas ms trascendentales, el problema ms importante quese puede plantear un hombre sobre la tierra. Ante l, vuelvo a repetir, palidecen y seesfuman en absoluto esa infinita cantidad de pequeos problemas humanos que tantopreocupan a los hombres. El problema ms grande, el ms trascendental de nuestraexistencia, es el de nuestros destinos eternos.

    La segunda razn que me impuls a escoger este tema es su enorme eficaciasobrenatural para orientar a las almas en su camino hacia Dios. Este tema interesantsimono puede dejar indiferente a nadie, porque plantea los grandes problemas de la vidahumana. No se trata de una cosa fugaz y perecedera. Se trata de nuestros destinosinmortales, y esto, a cualquier hombre reflexivo tiene que llegarle forzosamente hasta loms hondo del alma. Para encogerse de hombros ante l es menester ser un loco o uninsensato irresponsable.

    La tercera razn, seores, es su palpitante actualidad. Porque si este tema no puedeenvejecer jams, por tratarse del problema fundamental de la vida humana, de una maneraespecialsima en estos tiempos que estamos atravesando adquiere caracteres de palpitanteactualidad. No hay ms que contemplar el mundo, seores, para ver de qu manera caminadesorientado en las tinieblas por haberse puesto voluntariamente de espaldas a la luz.

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    Es intil que se renan las cancilleras, que se organicen asambleas internacionales.No lograrn poner en orden y concierto al mundo hasta que lo arrodillen ante Cristo, ante

    Aqul que es la Luz del mundo; hasta que, plenamente convencidos todos de que porencima de todos los bienes terrenos y de todos los egosmos humanos es preciso salvar elalma, se pongan en vigor, en todas las naciones del mundo, los diez mandamientos de laLey de Dios.

    Con sola esta medida se resolveran automticamente todos los problemas nacionalese internacionales que tienen planteados los hombres de hoy; y sin ella ser absolutamenteintil todo cuanto se intente.

    Precisamente porque el mundo de hoy no se preocupa de sus destinos eternos, porqueno se habla sino del petrleo rabe, de la hegemona econmica mundial de sta o de la otranacin, o de cualquier otro problema terreno materialista, en el horizonte cercano aparecennegros nubarrones que, si Dios no lo remedia, acabarn en un desastre apocalptico bajo el

    siniestro resplandor y el estruendo horrsono de las bombas atmicas.

    Examinemos, seores, los datos fundamentales del problema.Desde la ms remota antigedad se enfrentan y luchan en el mundo dos fuerzas

    antagnicas, dos concepciones de la vida completamente distintas e irreductibles: laconcepcin materialista, irreligiosa y atea, que no se preocupa sino de esta vida terrena, y laconcepcin espiritualista, que piensa en el ms all.

    La primera podra tener como smbolo una sala de fiestas, un saln de baile, uncabaret, y sobre su frontispicio esta inscripcin, estas solas palabras:No hay ms all. Porconsiguiente, vamos a gozar, vamos a divertirnos, vamos a pasarlo bien en este mundo.Placeres, riquezas, aplausos, honores... A pasarlo bien en este mundo! Comamos ybebamos, que maana moriremos. Concepcin materialista de la vida, seores.

    Pero hay otra concepcin: la espiritualista, la que se enfrenta con los destinos eternos,la que podra tener como smbolo una grandiosa catedral en cuyo frontispicio se leyera estainscripcin: Hay un ms all! O si queris esta otra ms grfica y expresiva todava: Qule aprovecha al hombre ganar el mundo entero si al cabo pierde su alma para toda laeternidad?

    He aqu, seores, la disyuntiva formidable que tenemos planteada en este mundo. Nopodemos encogernos de hombros. No podemos permanecer indiferente ante este problemacolosal, porque, queramos o no, lo tenemos todos planteado por le mero hecho de habernacido: estamos ya embarcados y no es posible renunciar a la tremenda aventura.

    Yo comprendo perfectamente la risa y la carcajada volteriana del incrduloirreflexivo que se hunde totalmente en el cieno, que no vive ms que para sus placeres, susriquezas y sus comodidades temporales. Lo comprendo perfectamente, porque es uninsensato, un loco, que no se ha planteado nunca en serio el problema del ms all. Perouna persona que tenga un poquito de fe y otro poco de sentido comn, que sepa reflexionary que se plantee el problema del ms all, y se encoja de hombros ante l y diga: Laeternidad, qu me importa eso?, seores, eso no lo comprendo, eso no lo concibo. Ante elproblema pavoroso del ms all no podemos permanecer indiferentes, no podemosencogernos de hombros. Tenemos que tomar una actitud firme y decidida, si no queremosrenunciar, no ya a la fe cristiana, sino a la simple condicin de seres racionales.

    Precisamente estos das vengo a hablaros de este gran problema de nuestros destinoseternos: del misterio del ms all.

    Esta tarde, en las primeras de mis conferencias, voy a ceirme exclusivamente aponer en claro la existencia del ms all. Nada ms.

    No vengo en plan apologtico. Tengo muy poca fe en la apologtica, seores, comoinstrumento apto para convencer al que no est dispuesto a aceptar la verdad aunque brilleante l ms clara que el sol. Ya lo supo decir admirablemente uno de los genios msportentosos que ha conocido la humanidad, una de las inteligencias ms preclaras que hanbrillado jams en el mundo: San Agustn. Un hombre que conoca maravillosamente elproblema, que saba las angustias, la incertidumbre de un corazn que va en busca de la luzde la verdad sin poderla encontrar, porque vivi los primeros treinta aos de su vida en lastinieblas del paganismo. Conoca maravillosamente el problema y saba muy bien que nohay ni pueden haber argumentos vlidos contra la fe catlica. No los hay, ni los puedehaber, porque la verdad no es ms que una, y esa nica verdad no puede ser llamada altribunal del error, para ser juzgada y sentenciada por l. Es imposible, seores, que haya

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    incrdulos de cabeza, de argumentos, incrdulos que puedan decir con sinceridad: yo nopuedo creer porque tengo la demostracin aplastante, las pruebas concluyentes de la

    falsedad de la fe catlica. Imposible de todo punto!No hay incrdulos de cabeza, pero s muchsimos incrdulos de corazn. No tienenargumentos contra la fe, pero s un montn de cargas afectivas. No creen porque no lesconviene creer. Porque saben perfectamente que si creen tendrn que restituir sus riquezasmal adquiridas, renunciar a vengarse de sus enemigos, romper con su amiguita o su mediadocena de amiguitas, tendrn, en una palabra, que cumplir los diez mandamientos de la Leyde Dios. Y no estn dispuestos a ello. Prefieren vivir anchamente en este mundo,entregndose a toda clase de placeres y desrdenes. Y para poderlo hacer con relativatranquilidad se ciegan voluntariamente a s mismos; cierran sus ojos a la luz y sus odos a laverdad evanglica. No les da la gana de creer! No porque tengan argumentos, sino porqueles sobran demasiadas cargas afectivas.

    Seores: cuando el corazn est sano, cuando no tenemos absolutamente nada quetemer de Dios, no dudamos en lo ms mnimo de su existencia. Ah, pero cuando elcorazn est corrompido...! No os habis fijado que slo los malhechores y delincuentes jams las personas honradas atacan a la Polica o la Guardia Civil?

    San Agustn conoca maravillosamente esta psicologa del corazn humano y por esoescribi esta frase lapidaria y genial: Para el que quiere creer, tengo mil pruebas; para elque no quiere creer, no tengo ninguna.

    Maravillosa frase, seores. Para el que quiere creer, para el hombre honrado, para elhombre sensato, para el hombre que quiere discurrir con sinceridad, tengo mil pruebasenteramente demostrativas de la verdad de la fe catlica. Pero para el que no quiere creer,para el que cierra obstinadamente su inteligencia a la luz de la verdad, no tengoabsolutamente ninguna prueba.

    A ese incrdulo del corazn, a se que lanza su carcajada volteriana porque no leinteresan las cosas de los curas y de los frailes, a se no tengo que decirle absolutamentenada. Pero que no olvide, sin embargo, la frase magistral de San Agustn: Para el quequiere creer, tengo mil pruebas; para el que no quiere creer, no tengo ninguna.

    No me dirijo al incrdulo volteriano. Me dirijo, sencillamente, al hombre de la calle,que vive quiz olvidado de Dios, pero que posee un fondo honrado y un corazn recto; aese hombre bueno, honrado, de corazn sincero, de corazn naturalmente cristiano, peroirreflexivo y atolondrado, que no se ha planteado nunca en serio el problema del ms all.Con ste quiero hablar. Con ste quiero entablar dilogo, y le digo: amigo, escchame, queestoy completamente seguro de que llegaremos a un acuerdo, porque te voy a hablar a lainteligencia y al corazn y t tienes una inteligencia sana y un corazn noble y me vas aescuchar con sincera rectitud de intencin.

    Te voy a hablar de la existencia del ms all. Voy a proponerte tres argumentos.Sencillos, claros, al alcance de todas las fortunas intelectuales. En el primero, nosmoveremos en el plano de las merasposibilidades. En el segundo, llegaremos a la certezanatural, o sea, a la que corresponde al orden puramente humano, filosfico, de simple raznnatural. Y en tercero, llegaremos a la certeza sobrenatural, en torno a la existencia del msall.

    Primer argumento, seores. Nos vamos a mover en el plano de las merasposibilidades.

    Las personas cultas que me escuchan saben muy bien que Renato Descartes quisoencontrar el principio fundamental de la filosofa planteando su famosa duda metdica.Se propuso dudar de todo, incluso de las cosas ms elementales y sencillas, para ver siencontraba alguna verdad de evidencia tan clara y palmaria que fuera absolutamenteimposible dudar de ella, con el fin de tomarla como punto de partida para construir sobreella toda la filosofa. Y al intentar tamaa duda, escepticismo tan absoluto y universal, sedio cuenta de que estabapensando, y al punto, lanz su famoso entimema, que, en realidad,no admite vuelta de hoja, aunque no constituye, ni mucho menos, el principio fundamentalde la filosofa: Pienso, luego existo.

    Seores, una duda real, absoluta y universal, que no excluya verdad alguna, ademsde absurda e insensata, es hertica y blasfema. El mismo Descartes, que era y actu siemprecomo catlico, se encarg de aclarar despus que no haba tratado en ningn momento de

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    extender su duda universal a las verdades sobrenaturales de la fe, sino nicamente a las deorden puramente natural y humano.

    Nosotros no vamos a dudar un solo instante de las verdades de la fe catlica. Perovamos afingir, vamos a imaginarnos por un momento, que la fe catlica no nos dijeraabsolutamente nada sobre la existencia del ms all. Es absurda tal suposicin, puesto queesa existencia constituye la verdad primera y fundamental del catolicismo; pero vamos aimaginarnos, por un momento, ese disparate. Y amontonando nuevos absurdos ydespropsitos, vamos a suponer, por un momento, que la razn humana no nos ofrecieratampoco ningn argumento enteramente demostrativo de la existencia del ms all, sino,nicamente, de su meraposibilidad.

    Cul debera ser nuestra actitud en semejante suposicin? Qu debera hacercualquier hombre razonable, no ante la certeza, pero s ante la posibilidadde la existenciade un ms all con premios y castigos eternos?

    Es indudable, seores, que an en este caso, an cuando no tuviramos la certezasobrenatural de la fe sobre la existencia del ms all, y an cuando la simple razn naturalno nos pudiera demostrar plenamente su existencia y tuviramos que movernos nicamenteen el plano de las simples probabilidades y hasta de las meras posibilidades, todava,entonces la prudencia ms elemental debera empujarnos a adoptar la postura creyente, porlo que pudiera ser. Nos jugamos demasiadas cosas tras esa posibilidad: no podramostomarla a broma.

    Reflexionad un momento. Ved lo que ocurre con las cosas e intereses humanos.Existen infinidad de Compaas de Seguros para asegurar un sin fin de cosas inseguras,sobre todo cuando se trata de cosas que, humanamente hablando, vale la pena asegurar. Elmendigo harapiento que vive en una miserable chabola del suburbio de una gran ciudad, notiene por qu preocuparse de asegurar aquella miserable vivienda; pero el que posee unmagnfico palacio que vale millones de pesetas, hace muy bien en asegurarlo contra unposible incendio, porque para l, un incendio podra representar una catstrofe irreparable.Ahora bien, al hacer el seguro contra incendios, est convencido el que lo firma de que elincendio sobrevendr efectivamente? Qu va a estar convencido! Est casi seguro de queno se producir, porque no solamente no es infalible que se produzca, sino que ni siquieraesprobable. Es, simplemente,posible, nada ms. No es cosa cierta, ni infalible, ni siquieraprobable, pero esposible. Y como tiene mucho que perder, lo asegura y hace muy bien.

    Otros hacen seguro contra el pedrisco, otros contra el robo. Es que estnconvencidos de que sobre sus tierras vendr el pedrisco y las arrasar, o de que vendr elladrn y se apoderar de los bienes de su casa? No. Estn completamente convencidos de locontrario. No habr pedrisco y, si lo hay, quedar muy localizado y no les arruinar todassus tierras, ni muchsimo menos. Pero para evitarse el posible perjuicio parcial, firman lapliza del seguro. No vendr el ladrn, peropor si acaso, aseguran sus bienes de fortuna.Esta conducta, seores, es muy sensata y razonable. No se le puede poner reparo alguno.

    Pues, seores, traslademos esto del orden puramente natural y humano, a las cosas delalma, al tremendo problema de nuestros destinos eternos, y saquemos la consecuencia.

    Seores, aunque no tuviramos la seguridad absoluta, ciertsima que tenemos ahora;aunque no fuera ni siquiera probable, sino meramente posible la existencia de un ms allcon premios y castigos eternos (fijaos bien: con premios y castigos eternos), la prudenciams elemental debera impulsarnos a tomar toda clase de precauciones para asegurar lasalvacin de nuestra alma. Porque, si efectivamente hubiera infierno y nos condenramospara toda la eternidad, lo habramos perdido absolutamente todo para siempre. No se tratade la fortuna material, no se trata de las tierras o del magnfico edificio, sino nada menos,que del alma, y el que pierde el alma lo perdi todo, y lo perdi para siempre.

    Aunque no tuviramos certeza absoluta, sino slo meras conjeturas y probabilidades,valdra la pena tomar toda clase de precauciones para salvar el alma. Esto es del todo claroe indiscutible. Escuchad una ancdota muy grfica y aleccionadora:

    Dos frailes descalzos, a las seis de la maana, en pleno invierno y nevandocopiosamente, salan de una iglesia de Pars. Haban pasado la noche en adoracin ante elSantsimo sacramento. Descalzos, en pleno invierno, nevando... Y he aqu que, en aquelmismo momento, de un cabaret situado en la acera de enfrente, salan dos muchachospervertidos, que haban pasado all una noche de crpula y de lujuria. Salan medio muertosde sueo, enfundados en sus magnficos abrigos, y al cruzarse con los dos frailes descalzosque salan de la iglesia, encarndose uno de los muchachos con uno de ellos, le dijo en sonde burla: Hermanito, menudo chasco te vas a llevar si resulta que no hay cielo! Y el

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    fraile que tena una gran agilidad mental, le contest al punto: Pero qu terrible chasco tevas a llevar t si resulta que hay infierno!.

    El argumento, seores, no tiene vuelta de hoja. Si resulta que hay infierno, quterrible chasco se van a llevar los que no piensan ahora en el ms all, los que gozan y sedivierten revolcndose en toda clase de placeres pecaminosos! Si resulta que hay infierno,qu terrible chasco se van a llevar!

    En cambio, nosotros, no. Los que estamos convencidos de que lo hay, los quevivimos cristianamente no podemos desembocar en un fracaso eterno. Aun suponiendo, queno lo supongo; aun imaginando, que no lo imagino, que no existe un ms all despus deesta pobre vida, qu habramos perdido, seores, con vivir honradamente? Porque lo nicoque nos prohbe la religin, lo nico que nos prohbe la Ley de Dios, es lo que degrada, loque envilece, lo que rebaja al hombre al nivel de las bestias y animales. Nos exige,nicamente, la prctica de cosas limpias, nobles, sublimes, elevadas, dignas de la grandeza

    del hombre: S honrado, no hagas dao a nadie, no quieras para ti lo que no quieras paralos dems, respeta el derecho de todos, no te revuelques en los placeres inmundos, practicala caridad, las obras de misericordia, apidate del prjimo desvalido, s fiel y honrado entus negocios, s diligente en tus deberes familiares, educa cristianamente a tus hijos...

    Qu cosas ms limpias, ms nobles, ms elevadas! Qu habramos perdido convivir honradamente, aun suponiendo que no hubiera cielo? Y, en cambio, qu habramosganado con aquella conducta inmoral si hay infierno y perdiramos el alma o haberhecho caso de nuestros destinos eternos?

    Seores, aun movindonos en el plano de las meras posibilidades, les hemos ganadola partida a los incrdulos. Nuestra conducta es incomparablemente ms sensata que lasuya.

    Ah!, pero tenemos argumentos mucho ms fuertes y decisivos. Podemos avanzarmucho ms y hasta rebasar en absoluto las meras probabilidades y entrar de lleno en elterreno de la certeza plena. Primero en un plano natural, meramente filosfico, y despus,en un plano sobrenatural, en el plano teolgico de la verdad revelada por Dios.

    Primero la filosofa, seores. En el plano de la simple razn natural se puedendemostrar como dos y dos son cuatro, dos verdades fundamentales: la existencia de Dios yla inmortalidad del alma. Estas son verdades de tipo filosfico, demostrables por la simplerazn natural. Hay otras verdades que rebasan el marco de la simple filosofa y entran delleno en el terreno de la fe. Por ejemplo, si el mismo Dios no se hubiese dignado revelarnosque es uno en esencia y trino en personas, no lo hubiramos sabido ni sospechado jams eneste mundo. La razn natural no puede descubrir, ni sospechar siquiera, el misterio de laSantsima Trinidad. Pero la simple razn natural, repito, puede demostrar de una maneraapodctica, ciertsima, la existencia de Dios y la inmortalidad del alma. Ahora bien, si Diosexiste, si el alma es inmortal, empezad vosotros mismos a sacar las consecuencias prcticasen torno a nuestra conducta sobre la tierra.

    Seores, la existencia de Dios y la inmortalidad del alma se pueden demostrar conargumentos apodcticos. No tengo tiempo para hacer ahora una demostracin a fondo deambas cosas; pero, al menos, voy a exponer los rasgos fundamentales de la demostracin dela inmortalidad del alma, ya que, para negar la existencia de Dios, hace falta estarenteramente desprovisto de sentido comn.

    En primer lugar, existe nuestra alma? Es del todo seguro e indiscutible que tenemosun alma?

    En absoluto, seores. Estamos tan seguros, y ms, de la existencia del alma que la denuestro propio cuerpo. En absoluto, el cuerpo podra ser una ilusin del alma, pero el almano puede ser, de ninguna manera, una ilusin del cuerpo. Vamos a demostrarlo con untriple argumento: ontolgico, histrico y de teologa natural.

    1.Argumento ontolgico. Es un hecho indiscutible, de evidencia inmediata, quepensamos cosas de tipo espiritual, inmaterial. Tenemos ideas clarsimas de cosas abstractas,universales, que escapan en absoluto al conocimiento de los sentidos corporales internos osexternos. Tenemos idea clarsima de lo que es la bondad, la verdad, la belleza, la honradez,la hombra de bien; lo mismo que de la maldad, la mentira, la fealdad, la villana, ladelincuencia. Tenemos infinidad de ideas abstractas, enteramente ajenas a las cosasmateriales. Esas ideas no son grandes ni pequeas, redondas ni cuadradas, dulces niamargas, azules ni verdes. Trascienden, en absoluto, todo el mundo de los sentidos. Son

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    ideas abstractas, seores. Las ha visto alguien con los ojos? Las ha captado con susodos? Las ha percibido con su olfato? Las ha tocado con sus manos? Las ha saboreado

    con su gusto? Los sentidos no nos dicen absolutamente nada de esto, y, sin embargo, ahest el hecho indiscutible, clarsimo: tenemos ideas abstractas y universales. Luego, sinosotros tenemos ideas abstractas, universales, irreductibles a la materia, o sea,absolutamente espirituales, queda fuera de toda duda que hay en nosotros un principioespiritualcapaz de producir esas ideas espirituales. Porque, seores, es evidentsimo quenadie da lo que no tiene y nadie puede ir ms all de lo que sus fuerzas le permiten. Lossentidos corporales no pueden producir ideas espirituales porque lo espiritual trasciendeinfinitamente al mundo de la materia y es absolutamente irreductible a ella. Luego, esindiscutible que tenemos un principio espiritual capaz de producir ideas espirituales; y eseprincipio espiritual es, precisamente, lo que llamamos alma.

    Seores, el alma existe, es evidentsimo para el que sepa reflexionar un poco. Y es

    evidentsimo que el alma es espiritual, porque de ella proceden operaciones espirituales, yla filosofa ms elemental ensea que la operacin sigue siempre al ser y es de su mismanaturaleza: luego, si el alma produce operaciones espirituales, es porque ella misma esespiritual.

    Tenemos un alma espiritual. Pero esto equivale a decir que nuestra alma esabsolutamente simple, en el sentido profundo y filosfico de la palabra, porque todo loespiritual es absolutamente simple, aunque no todo lo simple sea espiritual. Todo espaoles europeo, aunque no todo europeo es espaol. Lo espiritual es simple porque carece departes, ya que stas afectan nicamente al mundo de la materia cuantitativa. Pero no todo losimple es espiritual, porque pueden los cuerpos compuestos descomponerse en suselementos simples sin rebasar los lmites de la materia.

    El alma es espiritual porque es independiente de la materia; y es absolutamentesimple, porque carece de partes. Pero un ser absolutamente simple es necesariamenteindestructible, porque lo absolutamente simple no se puede descomponer.

    Examinad, seores, la palabra descomposicin. Qu significa esa palabra?Sencillamente, desintegrar en sus elementos simples una cosa compuesta.

    Luego, si llegamos a un elemento absolutamente simple, si llegamos a lo quepodramos denominar tomo absoluto, habramos llegado a lo absolutamenteindestructible. El tomo absoluto es indestructible, seores. No me refiero al tomofsico. Dentro del tomo fsico, la moderna qumica ha descubierto todo un sistemaplanetario. Son los electrones. La qumica moderna ha logrado desintegrar el tomo fsicoen sus elementos ms simples. Pero cuando se llega al tomo absoluto que quiz nopueda darse en lo puramente corporal, se ha llegado a lo absolutamente indestructible.Sencillamente, porque no se puede descomponer en elementos ms simples. Slo cabe laaniquilacin en virtud del poder infinito de Dios.

    Ahora bien, ste es el caso del alma humana, seores. El alma humana, por el hechomismo de serespiritual, es absolutamentesimple, es como un tomo absoluto del todoindescomponible, y, por consiguiente, es intrnsecamente inmortal.

    El principio de nuestra vida espiritual, el alma, es por su propia naturaleza,absolutamente,simple, indestructible, indescomponible: luego, es intrnsecamenteinmortal. Solamente Dios, que la ha creado, sacndola de la nada, podra destruirlaaniquilndola. Dios podra hacerlo, hablando en absoluto, pero sabemos con toda certeza,porque lo ha revelado el mismo Dios, que no la destruir jams. Porque habiendo creado elalma intrnsecamente inmortal, Dios respetar la obra de sus manos. La ha hecho Dios as yla respetar eternamente tal como la ha hecho, no la destruir jams. Nuestra alma es, puesintrnseca y extrnsecamente inmortal.

    Adems de este argumento ontolgico profundsimo que deja por s solo plenamentedemostrada la inmortalidad del alma, pueden invocarse todava dos nuevos argumentos enel plano meramente filosfico y puramente racional: uno de tipo histrico y otro de teologanatural. Vemoslo brevemente.

    2.Argumento histrico. Echad una ojead al mapa-mundi. Asomaos a todas las razas,a todas las civilizaciones, a todas las pocas, a todos los climas del mundo. A loscivilizados y a los salvajes; a los cultos y a los incultos; a los pueblos modernos y a los deexistencia prehistrica. Recorred el mundo entero y veris cmo en todas partes loshombres colectivamente considerados reconocen la existencia de un principio superior.

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    Estn totalmente convencidos de ello. Con aberraciones tremendas, desde luego, pero conun convencimiento firme e inquebrantable.

    Hay quienes ponen un principio del bien y otro del mal; ciertos salvajes adoran al sol;otros, a los rboles; otros, a las piedras; otros, a los objetos ms absurdos y extravagantes.Pero todos se ponen de rodillas ante un misterioso ms all.

    Seores, se ha podido decir con la historia de las religiones en las manos, que serams fcil encontrar un pueblo sin calles, sin plazas, sin casas, sin habitantes (o sea, unpueblo quimrico y absurdo, porque un pueblo con tales caractersticas no ha existido niexistir jams), que un pueblo sin religin, sin una firme creencia en la supervivencia de lasalmas ms all de la muerte.

    Os dais cuenta de la fuerza probativa de este argumento histrico? Ah, seores!Cuando la humanidad entera, de todas las razas, de todas las civilizaciones, de todos losclimas, de todas las pocas,sin haberse puesto previamente de acuerdo coincide, sin

    embargo, de una manera tan absoluta y unnime en ese hecho colosal, hay que reconocer,sin gnero alguno de duda, que esa creencia es un grito que sale de lo ms ntimo de lanaturaleza racional del hombre; esa exigencia de la propia inmortalidad en un ms all,procede del mismo Dios, que la ha puesto, naturalmente, en el corazn del hombre. Y esono puede fallar, eso es absolutamente infrustrable. Todo deseo natural y comn a todo elgnero humano, procede directamente del Autor mismo de la naturaleza, y ese deseo nopuede recaer sobre un objeto falso y quimrico, porque esto argira imperfeccin ocrueldad en Dios, lo cual es del todo imposible. El deseo natural de la inmortalidadpruebaapodcticamente, en efecto, que el alma es inmortal.

    3.Argumento de teologa natural. No me refiero todava a la fe. Estoy movindometodava en un plano puramente natural, puramente filosfico. Me refiero a la teologanatural, a eso que llamamos teodicea, o sea, a lo que puede descubrir la simple raznnatural en torno a Dios y a sus divinos atributos. Qu nos dice esta rama de la filosofa conrelacin a la existencia de un ms all? Que tiene que haberlo forzosamente, porque loexigen as, sin la menor duda, tres atributos divinos: la sabidura, la bondad y la justicia deDios.

    a)Lo exige la sabidura, que no puede poner una contradiccin en la naturalezahumana. Como os acabo de decir, el deseo de la inmortalidad es un grito incontenible de lanaturaleza. Y Dios, que es infinitamente sabio, no puede contradecirse; no puede poner unatendencia ciega en la naturaleza humana que tenga por resultado y por objeto final el vacoy la nada. No puede ser. Sera una contradiccin de tipo metafsico, absolutamenteimposible. Dios no se puede contradecir.

    b)Lo exige tambin la bondad de Dios. Porque Dios ha puesto en nuestros propioscorazones el deseo de la inmortalidad. Examinad, seores, vuestros propios corazones!Nadie quiere morir; todo el mundo quiere sobrevivirse. El artista, por ejemplo, est soandoen su obra de arte, para dejarla en este mundo despus de su muerte, sobrevivindose atravs de ella. Todo el mundo quiere sobrevivirse en sus hijos, en sus produccionesnaturales o espirituales. Pero esto es todava demasiado poco. Queremos sobrevivirnospersonalmente, tenemos el ansia incontenible de la inmortalidad. La nada, la destruccintotal del propio ser, nadie la quiere ni apetece. No puede descansar un deseo natural sobrela nada, porque la nada es la negacin total del ser, es la no existencia, y eso no es ni puedeser apetecible. El deseo, o sea la tendencia afectiva de la voluntad, recae siempre sobre elser, sobre la existencia, jams sobre la nada o el vaco. Todos tenemos este deseo natural dela inmortalidad. Y la bondad de Dios exige que, puesto que ha sido l quien ha depositadoen el corazn del hombre este deseo natural de inmortalidad, lo satisfaga plenamente. De locontrario, no habra ms remedio que decir que Dios se haba complacido en ejercitar sobreel corazn del hombre una inexplicable crueldad, una especie de suplicio de Tntalo. Peroesto sera impo, hertico y blasfemo. Luego hay que concluir que Dios ha puesto ennuestros corazones el deseo incoercible de la inmortalidad, porque, efectivamente, somosinmortales.

    c)Lo exige, finalmente, la justicia de Dios. Seores, muchas gentes se preguntanasombradas: Por qu Dios permite el mal? Por qu permite que haya tanta genteperversa en el mundo? Por qu permite, sobre todo, que triunfen con tanta frecuencia losmalvados y sean oprimidos los justos?

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    La contestacin a esta pregunta es muy sencilla. Sabis por qu permite Dios tamaoescndalo, injusticias tan irritantes? Pues porque hay un ms all en donde la virtud recibir

    su premio y el crimen su castigo merecido.Un hombre tan poco sospechoso de clericalismo como Juan Jacobo Rousseau, en unmomento de sinceridad, lleg a escribir su famosa frase: Si yo no tuviera otra prueba de lainmortalidad del alma, de la existencia de premios y castigos en el otro mundo, que ver eltriunfo del malvado y la opresin del justo ac en la tierra, esto slo me impedira ponerloen duda. Tan estridente disonancia en la armona universal me empujara a buscarle unasolucin, y me dira:Para nosotros no acaba todo con la vida; todo vuelve al orden con lamuerte.

    Vaya si volver, seores! Vaya si volver todo al orden ms all de esta vida! En elplano individual, en el familiar, en el social, en el internacional...!, todo volver al ordendespus de la muerte.

    El vulgar estafador que, escudndose en un cargo poltico o en el prestigio de unagran empresa o de un comercio en gran escala, se ha enriquecido rpidamente contra todajusticia, acaso abusando del hambre y de la miseria ajena..., que se apresure a disfrutar sinfrenos ni cortapisas de esas riquezas inicuamente adquiridas! Le queda ya poco tiempo,porque no acaba todo con la vida; todo vuelve al orden con la muerte .

    Y el joven pervertido, estudiante coleccionista de suspensos que se pasa las maanasen la cama, la tarde en el cine o en el ftbol y la noche en el cabaret o en el lupanar... Y lamuchacha frvola, la que vive nicamente para la diversin, para el baile, el teatro y lanovela; la que escandaliza a todo el mundo con sus desnudeces provocativas, con eldesenfado en el hablar, con su despreocupacin ante el problema religioso, con..., queran ahora, que gocen, que se diviertan, que beban hasta las heces la dorada copa del placer!Ya les queda poco tiempo, porque no acaba todo con la vida; todo vuelve al orden con lamuerte.

    Y el casado que pone a su capricho limitacin y tasa a la natalidad, contradiciendogravemente los planes del Creador. Y el marido infiel que le ha puesto un piso a una mujerperversa que no es la suya. Y el padre que no se preocupa de la cristiana educacin de sushijos y se hace responsable de sus futuros extravos y, acaso, de la perdicin eterna de susalmas. Y tantos y tantos otros como viven completamente de espaldas a Dios, olvidados enabsoluto de sus deberes ms elementales para con l..., pobrecitos!, qu pena me dan!Porque, por desgracia para ellos, no acaba todo con la vida; todo vuelve al orden con lamuerte.

    Y al revs. El obrero tuberculoso que siente que se le acaban las fuerzas pormomentos y se ve obligado, a pesar de todo, a seguir trabajando para prolongar un poco suagona con el msero jornal que, al final de la semana, deposita en sus manos la injusticia deuna sociedad paganizada; la pobre viuda madre de ocho hijos, que no tiene un pedazo depan para calmarles el hambre..., que no se desesperen! Si saben elevar sus ojos al cielopara contemplarlo a travs del cristal de sus lgrimas, pronto terminar su martirio:porqueno acaba todo con la vida; todo vuelve al orden con la muerte.

    Y la joven obrera, llena de privaciones y miserias, y quiz calumniada y perseguidaporque no se dobleg ante la bestialidad ajena y prefiere morirse de hambre antes demancillar el lirio inmaculado de su pureza..., que tenga nimo y fortaleza para seguirluchando hasta la muerte!, porque, para dicha y ventura suya, no acaba todo con la vida;todo vuelve al orden con la muerte.

    Todo vuelve al orden con la muerte. Lo exige as la justicia de Dios, que no puededejar impunes los enormes crmenes que se cometen en el mundo sin que reciban sancin nicastigo alguno ac en la tierra, ni puede dejar sin recompensa las virtudes heroicas que sepractican en la oscuridad y el silencio sin que hayan obtenido jams una mirada decomprensin o de gratitud por parte de los hombres.

    Pero adems de estos argumentos de tipo meramente natural o filosfico tenemos,seores, en la divina revelacin la prueba definitiva o infalible de la existencia del ms all.Lo ha revelado Dios! Y la tierra y el cielo, con todos sus astros y planetas, pasarn, pero lapalabra de Dios no pasar jams.

    La certeza sobrenatural de la fe es incomparablemente superior a todas las certezasnaturales, incluso a la misma certeza metafsica en la que no es posible el error. La certezametafsica es absoluta e infalible. Dios mismo, con toda su omnipotencia infinita, no podra

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    destruir una verdad metafsica. Dios mismo, por ejemplo, no puede hacer que dos y dos nosean cuatro, o que el todo no sea mayor que una de sus partes. Tenemos de ello certeza

    absoluta, metafsica, infalible; porque lo contrario envuelve contradiccin, y locontradictorio no existe ni puede existir: es una pura quimera de nuestra imaginacin. Lacerteza metafsica es una certeza absolutamente infalible.

    Pues bien: La certeza de fe supera todava a la certeza metafsica. No porque lacerteza metafsica pueda fallar jams, sino porque la certeza de fe nos da a beber el agualimpia y cristalina de la verdad en la fuente o manantial mismo de donde brota el mismoDios, Verdad Primera y Eterna, que no puede engaarse ni engaarnos, mientras que lacerteza metafsica nos la ofrece en el riachuelo del discurso y de la razn humanas.

    Las dos certezas nos traen la verdad absoluta, natural o sobrenaturalmente; pero la fevale ms que la metafsica, porque su objeto es mucho ms noble y porque est ms cercade Dios.

    Dios ha hablado, seores. Ha querido hacerse hombre, como uno cualquiera denosotros, para ponerse a nuestro alcance, hablar nuestro mismo idioma y ensearnos connuestro lenguaje articulado el camino del cielo. Y ved lo que nos ha dicho:

    Yo soy la resurreccin y la vida: el que cree en M, aunque muera, vivir. (Jn 11,25)

    Estad, pues, prontos, porque a la hora que menos pensis vendr el Hijo delHombre. (Lc 12, 40)

    No tengis miedo a los que matan el cuerpo, que al alma no pueden matarla; temedms bien a Aquel que puede perder el alma y el cuerpo en el infierno. (Mt 10, 28)

    Qu le aprovecha al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma? (Mt 16, 26)Porque el Hijo del Hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ngeles, y

    entonces dar a cada uno segn sus obras. (Mt 16, 27)E irn al suplicio eterno, y los justos, a la vida eterna. (Mt 25, 46)Lo ha dicho Cristo, seores, el Hijo de Dios vivo. Lo ha dicho la Verdad por esencia,

    Aqul que afirm de S mismo: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. (Jn 16, 6) Qugozo y qu satisfaccin tan ntima para el pobre corazn humano que siente ansia y sedinextinguible de inmortalidad! Nos lo asegura el mismo Dios: somos inmortales! Llegarun da en que nuestros cuerpos, rendidos de cansancio por las luchas de la vida, seinclinarn hacia la tierra y descendern al sepulcro, mientras el alma volar a lainmortalidad. Cuando el leador abate con su hacha el viejo rbol carcomido, el pjaro queanidaba en sus ramas levanta el vuelo y se marcha jubiloso a cantar en otra parte. Qu bienlo sabe decir la liturgia catlica en el maravilloso prefacio de difuntos! Con esa visin depaz y de esperanza quiero terminar esta mi primera conferencia cuaresmal:

    Para tus fieles, Seor, la vida se cambia, pero no se quita; y al disolverse la casa deesta morada terrena, se nos prepara en el cielo una mansin eterna.

    Que as sea.

    II

    EL TRNSITO AL MS ALL

    Plantebamos ayer, en el primer da de esta serie de conferencias cuaresmales, elproblema de los destinos eternos del hombre y demostrbamos la existencia del ms all ala luz de la simple razn natural, y, sobre todo, a la luz sobrenatural de la fe apoyadadirectamente en la palabra de Dios, que no puede engaarse ni engaarnos. Hay un ms alldespus de esta vida.

    Esta tarde vamos a dar un paso ms. Y vamos a hablar del momento de transicin, delsalto al ms all, de la hora decisiva de la muerte. S muy bien que este tema resulta muyantiptico a la inmensa mayora de la gente. Por Dios!, padre: hblenos usted de lo quequiera menos de la muerte. La muerte es una cosa muy triste y desagradable. Hblenos decualquier otra cosa, pero deje ese asunto tan trgico.

    Esta es una actitud insensata, seores, una actitud suicida y anticristiana. Si dejandode pensar en la muerte pudiramos alejarla de nosotros...! Pero vendr, sin falta, en elmomento que Dios nuestro Seor ha fijado para nosotros desde toda la eternidad: tanto sipensamos en ella como si dejamos de pensar. Y como resulta que ese momento es el msimportante de nuestra existencia, porque es el momento decisivo del que depende nada

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    menos que nuestra eternidad, vale la pena dejar a un lado sentimentalismos absurdos yplantearse con seriedad este tremendo problema de la transicin al ms all.

    Ayer os deca que se disputaban el mundo dos concepciones antagnicas de la vida:la concepcin materialista, que niega la existencia del ms all y no piensa sino en rer,gozar y divertirse, y la concepcin espiritualista, que, proclamando la realidad de un msall, se preocupa de vivir cristianamente, teniendo siempre a la vista la divina sentencia deNuestro Seor Jesucristo: Qu le aprovecha al hombre ganar el mundo entero si al cabopierde su alma para toda la eternidad?.

    Pues as como hay dos concepciones de la vida, tambin hay dos concepciones de lamuerte. La concepcin pagana, la concepcin materialista, que ve en ella el trmino de lavida, la destruccin de la existencia humana, la que, por boca de un gran orador pagano,Cicern, ha podido decir: La muerte es la cosa ms terrible entre las cosas terribles(omnium terribilium, terribilissima mors); y la concepcin cristiana, que considera a la

    muerte como un simple trnsito a la inmortalidad.Porque, seores, a despecho de la propia palabra, aunque parezca una paradoja y unacontradiccin, la muerte no es ms que el trnsito a la inmortalidad.

    Qu bien lo supo comprender nuestra incomparable Santa Teresa de Jess cuandodeca:

    Ven, muerte, tan escondidaque no te sienta venir,porque el gozo de morirno me vuelva a dar la vida.

    Tengo la pretensin, seores, de presentaros esta tarde una visin simptica yatractiva de la muerte. La muerte, para el pagano, es la cosa ms terrible entre todas lascosas terribles, tena razn el gran orador romano. Pero para el cristiano es el trnsito a lainmortalidad, la entrada en la vida verdadera. Contemplada con ojos cristianos, la muerteno es una cosa trgica, no es una cosa terrible, sino al contrario, algo muy dulce y atractivo,puesto que representa el fin del destierro y la entrada en la patria verdadera.

    Vamos a ver, en primer lugar, seores, las caractersticas generales de este granfenmeno de la muerte. Son tres, principalmente: ciertsima en su venida, insegura en suscircunstancias y nica en la vida. Vamos a comentarlas un poquito.

    Ante todo es ciertsima en su venida.Seores, la historia de la filosofa coincide con la historia de las aberraciones

    humanas. Cuntos absurdos se han llegado a decir en el mundo en nombre de la ciencia yde la filosofa! Y, sin embargo, est todava acer un hombre tan insensato que se hayaforjado la ilusin de que l no va a morir. No ha habido ningn hombre tan estpido quehaya lanzado la siguiente afirmacin: Yo vivir eternamente sobre la tierra; yo no morirjams.

    Pero si lo estamos viendo todos los das...! La muerte es un fenmeno quediariamente contemplamos con los ojos y tocamos con las manos. Cuando vamos alcementerio, estamos plenamente convencidos de la verdad de aquella inscripcin queleemos en cualquiera de las losas funerarias:Hodie mihi, cras tibi (hoy me ha tocado a m,pero maana te tocar a ti.) Lo estamos viendo todos los das. No solamente los ancianos olos enfermos decrpitos, hasta los jvenes se mueren con frecuencia en la plenitud de sujuventud en la primavera de su vida. Nadie puede hacerse ilusiones, nadie se escapar de lamuerte. No vale alegar argumentos, es intil invocar el cargo o la posicin social. No lesaprovech para nada la tiara a los Papas, ni el cetro a los reyes o emperadores, ni el poder aNapolen o a Alejandro Magno, ni las riquezas a Creso, ni la sabidura a Salomn. Todosrindieron su tributo a la muerte:

    San Pablo deca: Quotidie morior(todos los das muero un poco). l se refera aldesgaste que experimentaba por el celo y solicitud de las Iglesias encomendadas a sucuidado; pero esto mismo podremos repetir nosotros en cualquier momento de nuestra vida:todos los das morimos un poco. Los sufrimientos, las enfermedades, el aire querespiramos, los alimentos que ingerimos, el fro, el calor, el desgaste de la vida diaria nosvan matando poco a poco. Todos los das morimos un poquito: quotidie morior, hasta quellegar un momento en que moriremos del todo.

    No hace falta insistir en este hecho tan claro. La certeza de la muerte es tan absoluta,que nadie se ha forjado jams la menor ilusin. Moriremos todos, irremediablemente todos.

    Dios no hizo la muerte, seores. La muerte entr en el mundo por el pecado.

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    Qu maravilloso el plan de Dios sobre nuestros primeros padres en el Parasoterrenal! Adems de elevarlos al orden sobrenatural de la gracia, les enriqueci con tres

    donespreternaturales verdaderamente magnficos: el de inmortalidad, en virtud del cual nodeban morir jams; el de impasibilidad, que les haca invulnerables al dolor y alsufrimiento, y el de integridad, que les daba el control absoluto de sus propias pasiones,perfectamente dominadas y gobernadas por la razn. Ah!, pero cometieron el crimen delpecado original, y, en castigo del mismo, Dios les retir esos tres dones preternaturalesjuntamente con la gracia y las virtudes infusas. Y, al desaparecer el privilegio gratuito de lainmortalidad, el cuerpo, que es de suyo corruptible, qued ipso facto condenado a lamuerte. He aqu, seores, de qu manera la muerte es un castigo del pecado; y como todossomos pecadores, nadie absolutamente se escapar de esta ley inexorable: ciertamentemoriremos todos.

    Pero si la muerte es ciertsima en su venida, es muy incierta e insegura en su hora yen sus circunstancias.

    Podemos catalogar y dividir las distintas clases de muerte en cuatro fundamentales:muerte natural, prematura, violenta y repentina.

    A qu llamamos muerte natural? A la que sobreviene por mera consuncin ydesgaste, sin enfermedad alguna que la produzca directamente. Se pregunta, a veces, lagente: De qu ha muerto fulano de tal? No lo sabe nadie, ni siquiera el mdico. Cuntosaos tena? Noventa y dos.

    Seores, est claro: ha muerto de muerte natural, de senectud, de vejez. No senecesita nada ms.

    Pero, a veces, ocurre todo lo contrario. Es una muerte prematura. En la flor de lajuventud, en la primavera de la vida... Cuntos jvenes se mueren! No ya por accidentesimprevistos por un disparo casual, por un atropello de automvil, etc., sino por simpleenfermedad, en su cama, se mueren tambin los jvenes. No con tanta frecuencia, pero semueren tambin. En el Evangelio tenemos algunos casos: el hijo de la viuda de Nam y elde la hija de Jairo. En plena juventud, en la primavera de la vida, se les cort el hilo de laexistencia: muerte prematura. Las familias que hayan tenido que sufrir este rudo golpe, quellega a lo ms ntimo del alma, levanten sus ojos al cielo y adoren los designiosinescrutables de la providencia de Dios. l sabe por qu lo llev all. Acaso para que supureza y su candor no se agostaran algn da en el clima abrasador del mundo. Dios lesreclam para S, y all arriba nos esperan llenos de radiante felicidad.

    Otras veces sobreviene la muerte de una manera violenta. Un agente extrnseco,completamente imprevisto, nos arrebata la vida en el momento menos pensado. Y unosperecen atropellados por un camin; otros, ahogados en el mar; otros, fulminados por unrayo; otros, en un choque de trenes; otros, al estrellarse el avin en que viajaban; otros... Noes posible enumerar todas las clases de muertes violentas que pueden arrebatarnos laexistencia en el momento menos pensado. Un momento antes, llenos de salud y de vida, unmomento despus, cadver. A cuntos les ha ocurrido as!

    La cuarta clase de muerte es la repentina. No es lo mismo muerte violenta que muerterepentina. Muerte violenta, como hemos dicho, es la producida por un agente extrnseco anosotros, como cualquiera de esos que acabo de enumerar. Muerte repentina, por elcontrario, es la que sobreviene por una causa intrnseca que llevamos ya dentro de nosotrosmismos. Por ejemplo, una hemorragia cerebral, un aneurisma, un colapso cardaco, unaangina de pecho pueden producirnos una muerte inesperada e instantnea. Cuando menoslo esperamos: hablando, comiendo, paseando, podemos caer como fulminados por un rayo,He ah la muerte repentina.

    Cul ser la nuestra? Nadie puede contestar a esta pregunta. Para muchos denosotros ya no es posible una muerte prematura. Ya no moriremos en plena juventud. Perocul de las otras tres, la violenta, la repentina o la natural en plena vejez, ser la nuestra?Nadie en absoluto nos lo podra decir, sino nicamente Dios. Estemos siempre preparados,porque aunque es ciertsimo que hemos de morir, es insegura la hora y las circunstancias denuestra muerte.

    Pero lo ms serio del caso, seores, es que moriremos una sola vez. Lo dice laSagrada Escritura y lo estamos viendo todos los das con nuestros ojos. Nadie muere ms

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    que una sola vez. Es cierto que ha habido alguna excepcin en el mundo. Ha habidoquienes han muerto dos veces. En el Evangelio, por ejemplo, tenemos tres casos,

    correspondientes a los tres muertos que resucit Nuestro Seor Jesucristo. Santo Domingode Guzmn, el glorioso fundador de la Orden a la que tengo la dicha de pertenecer, resucittambin tres muertos. San Vicente Ferrer y otros muchos Santos hicieron tambin estemilagro estupendo. Pero estas excepciones milagrosas son tan raras, que no pueden tenerseen consideracin ante la ley universal de la muerte nica. Moriremos una sola vez. Y en esamuerte nica se decidirn, irrevocablemente, nuestros destinos eternos. Nos lo jugamostodo a una sola carta. El que acierte esa sola vez, acert para siempre; pero el que seequivoque esa sola vez, est perdido para toda la eternidad. Vale la pena pensarlo bien ytomar toda clase de medidas y precauciones para asegurarnos el acierto en esa nica ysuprema ocasin. Yo quisiera, seores, haceros reflexionar un poco en torno a lapreparacin para la muerte.

    Podemos distinguir dos clases de preparacin: una, remota,y otra,prxima.Llamo yo preparacin remota la de aquel que vive siempre en gracia de Dios. Al quetiene sus cuentas arregladas ante Dios, al que vive habitualmente en gracia, puedeimportarle muy poco cules sean las circunstancias y la hora de su muerte, porque encualquier forma que se produzca tiene completamente asegurada la salvacin eterna de sualma. Esta es la preparacin remota.

    Preparacinprxima es la de aquel que tiene la dicha de recibir en los ltimosmomentos de su vida los Santos Sacramentos de la Iglesia: Penitencia, Eucarista porVitico. Extremauncin, e, incluso, los dems auxilios espirituales: la bendicin Papal, laindulgencia plenaria y la recomendacin del alma. Esta es la preparacin prxima.

    Combinando y barajando estas dos clases de preparacin podemos encontrar hastacuatro tipos distintos de muerte: sin preparacin prxima ni remota; con preparacinremota, pero no prxima; con preparacin prxima, pero no remota, y con las dospreparaciones.

    Vamos a examinarlas una por una.

    Primer tipo de muerte. Sin preparacin prxima ni remota, o sea, ausencia total depreparacin. Es la muerte de los grandes impos, de los grandes incrdulos, de los grandesenemigos de la Iglesia; la muerte de los que no se han contentado con ser malos, sino queadems han sido apstoles del mal, han sembrado semillas de pecado, han procuradoarrastrar a la condenacin al mayor nmero posible de almas.

    Estos no han tenido preparacin remota: han vivido siempre en pecado mortal. Y, poruna consecuencia lgica y casi inevitable, suelen morir tambin sin preparacin prxima,obstinados en su maldad. Porque, por lo general, seores, salvo raras excepciones, lamuerte no es ms que un eco de la vida. Tal como es la vida, as suele ser la muerte. Si elrbol est francamente inclinado hacia la derecha, o francamente inclinado hacia laizquierda, lo corriente y normal es que, al caer tronchado por el hacha, caiga, naturalmente,del lado a que est inclinado. Esta es la muerte sin preparacin prxima ni remota. La delos grandes impos, la de los grandes herejes, la de los grandes enemigos de la Iglesia.

    Esta fue la muerte de Voltaire, el de las grandes carcajadas: Ya estoy cansado de orque a Cristo le bastaron doce hombres para fundar su Iglesia y conquistar el mundo. Voy ademostrar que basta uno solo para destruir la Iglesia de Cristo.

    Pobrecito! l s que qued destruido.Escuchad. Os voy a leer la declaracin del mdico Mr. Tronchin, protestante, que

    asisti en su ltima enfermedad al patriarca de los incrdulos. Va a decirnos l,personalmente, lo que vio:

    Poco tiempo antes de su muerte, Mr. Voltaire, en medio de furiosas agitaciones,gritaba furibundamente: Estoy abandonado de Dios y de los hombres. Se morda los dedos,y echando mano a su vaso de noche, se lo bebi. Hubiera querido yo que todos los que hansido seducidos por sus libros hubieran sido testigos de aquella muerte. No era posiblepresenciar semejante espectculo.

    La Marquesa de la Villete, en cuya casa muri Voltaire y que presenci sus ltimosmomentos, escribe textualmente:

    Nada ms verdadero que cuanto Mr. Tronchin el mdico, cuya declaracin acabode leer afirma sobre los ltimos instantes de Voltaire. Lanzaba gritos desaforados, serevolva, se le crispaban las manos, se laceraba con las uas. Pocos minutos antes de

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    expirar llam al abate Gaultier. Varias veces quiso hicieran venir a un ministro deJesucristo. Los amigos de Voltaire, que estaban en casa, se opusieron bajo el temor de que

    la presencia de un sacerdote que recibiera el postrer suspiro de su patriarca derrumbara laobra de su filosofa y disminuyera sus adeptos. Al acercarse el fatal momento, unaredoblada desesperacin se apoder del moribundo. Gritaba que senta una mano invisibleque le arrastraba ante el tribunal de Dios. Invocaba con gritos espantosos a aquel Cristo quel haba combatido durante toda su vida; maldeca a sus compaeros de impiedad; despus,deprecaba o injuriaba al cielo una vez tras otra; finalmente, para calmar la ardiente sed quele devoraba, llevse su vaso de noche a la boca. Lanz un ltimo grito y expir entre lainmundicia y la sangre que le sala de la boca y de la nariz.

    Esta es la muerte sin preparacin prxima ni remota. Y conste, seores, que yo noafirmo la condenacin de Voltaire; yo no digo que est en el infierno. La Iglesia no lo hadicho jams. No sabemos lo que pudo ocurrir un segundo antes de separarse el alma del

    cuerpo, cuando se haba producido ya el fenmeno de la muerte aparente. Pero sabemos loque pas en los ltimos momentos visibles de su vida, puesto que lo presenciaron lostestigos que acabo de citar. Si est en el infierno o no, eso no lo podemos asegurar, puestoque la Iglesia no lo ha dicho jams. Pero, qu terrible manera de comparecer ante Dios:sin preparacin prxima ni remota!

    Segunda manera de morir: con preparacin prxima, pero no remota. Qu significaesto? El que vive habitualmente en pecado mortal, no tiene preparacin remota; pero, por lainfinita misericordia de Dios, a veces ocurre que muere con preparacin prxima. Uno queha vivido en la impiedad, incluso que ha combatido a la Iglesia, puede ocurrir y ocurre aveces, porque la misericordia de Dios es infinita que a la hora de la muerte, cuando veante sus ojos el espantoso abismo en que se va a sumergir para toda la eternidad, movidopor la divina gracia, se vuelve a Dios con un sincero y autntico arrepentimiento que le valela salvacin eterna de su alma. Puede ocurrir y ha ocurrido de hecho muchas veces, por lainfinita misericordia de Dios.

    Pero pobre del que confe en eso para vivir mientras tanto tranquilamente en pecado!Pobre de l! Ese tal trata de burlarse de Dios, y el apstol San Pablo nos advierteexpresamente queDeus non irridetur: de Dios nadie se re. El que ha vivido mal porirreflexin, atolondramiento o ligereza, puede ser que a la hora de la muerte Dios tengacompasin de l y le d la gracia del arrepentimiento. Pero el que ha vivido mal,precisamente confiado y apoyado en la misericordia de Dios, confiado y apoyado en que ala hora de la muerte tendr tiempo de arrepentirse y salvarse, y, mientras tanto, siguepecando tranquilamente, ese trata de burlarse de Dios, y pagar bien cara su loca temeridady su incalificable osada.

    Sean pocos o muchos los que se salvan, ese que trata de robar el cielo despus dehaberse redo de Dios, es indudable que ser uno de los pocos o muchos que se condenen.Ese se pierde para toda la eternidad!

    Tercera manera de morir: con preparacin remota, pero no prxima. No juguemoscon fuego. Tengamos al menos la preparacin remota, por si acaso Dios no nos concede lapreparacin prxima. Con la preparacin remota, tenemos asegurada la salvacin del alma;y para eso basta con que vivamos sencillamente en gracia de Dios. Si vivimos siempre engracia de Dios, si en cualquier momento de nuestra vida tenemos bien ajustadas nuestrascuentas con Dios, si tenemos ese tesoro infinito que se llama la gracia santificante, nospuede importar muy poco la manera, el modo y las circunstancias de nuestra muerte. Esmuy de desear y hay que pedrselo con toda el alma a Dios que nos conceda tambin lapreparacin prxima; pero, al menos, si tenemos la remota, lo tenemos asegurado todo.

    Tomemos esta determinacin, seores, en estos das de conferencias cuaresmales. Espreciso formar algn propsito concreto para toda nuestra vida, porque, de lo contrario,estas luces que ahora nos da Dios, no seran ms que un castillo de fuegos artificiales, unallamada fugaz y transitoria. Es preciso que tomemos determinaciones para toda nuestravida, seores. Y una de las ms fundamentales tiene que ser sta: en adelante no voy acometer jams la tremenda imprudencia de acostarme una sola noche en pecado mortal,porque puedo amanecer en el infierno.

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    Reflexionad un instante: quin de vosotros se atrevera a acostarse una noche conuna vbora venenosa en la cama? Hasta que no le aplastaseis la cabeza no podrais conciliar

    el sueo: es cosa clara y evidente. Y son legin los que tienen una vbora venenosa en sualma, los que viven habitualmente en pecado mortal con gravsimo peligro de hundirse parasiempre en el abismo eterno, y ren, y gozan, y se divierten! Y por la noche se acuestantranquilamente en pecado mortal y logran conciliar el sueo como si no les amenazara daoalguno. Seores, es que son malos? Tal vez no. Puede que no lo sean en el fondo. Pero esindudable que son atolondrados, irreflexivos, inconscientes; es indudable que no piensan,que no se dan cuenta del tremendo peligro que pende sobre sus cabezas a manera de espadade Damocles. En el momento menos pensado puede romprsele el hilo de la vida y sehunden para siempre en el abismo. Vivamos siempre en gracia de Dios y pidmosle alSeor nos conceda tambin la preparacin prxima para la muerte.

    Porque sa es la cuarta manera de moriry la que hemos de procurar con todos los

    medios a nuestro alcance: con la doble preparacin. Con la preparacin remota del que havivido cristianamente, siempre en gracia de Dios, y con la preparacin prxima del que a lahora de la muerte corona aquella vida cristiana con la recepcin de los Santos Sacramentosy de los auxilios espirituales de la Iglesia: Penitencia, Eucarista por Vitico,Extremauncin, recomendacin del alma, bendicin papal.

    Preparacin prxima y preparacin remota. Es la muere envidiable de los Santos, dela que dice la Sagrada Escritura que es preciosa delante del Seor: Pretiosa in conspectuDomini mors sanctorum ejus.

    Los Santos que han vivido intensamente estas ideas, no solamente no teman lamuerte, sino que la llamaban y deseaban con toda su alma para volar al cielo. Porque lamuerte cristiana, seores, tiene las siguientes sublimes caractersticas que la haceninfinitamente deseable y atractiva: morir en Cristo, morir con Cristo y morir como Cristo.

    En primer lugar, morir en Cristo. Qu significa morir en Cristo? Significa morircristianamente, con la gracia santificante en nuestra alma, que nos da derecho a la herenciainfinita del cielo.

    Qu burla y qu sarcasmo, seores, cuando en los grandes cementerios de lasmodernas ciudades se ponen sobre las tumbas de los grandes impos aquellos epitafiosrimbombantes: Aqu yace un gran guerrero, un gran artista, un gran literato, un granemperador! Pero los ngeles de la guarda que estn velando el sueo de los justos son losnicos que pueden leer el verdadero y autntico epitafio de muchas de aquellas tumbas queel mundo venera: Aqu yace un condenado para toda la eternidad!

    Ojal que a cada uno de nosotros se nos pueda poner este sencillo epitafio, peroautntico, que refleje la verdad: Muri cristianamente, con la gracia de Dios en sucorazn. Y que se lleven los mundanos los mausoleos esplndidos, las flores que paranada sirven, los homenajes pstumos que nada remedian, las sesiones necrolgicas, losridculos minutos de silencio..., que se lo lleven todo los mundanos! A nosotros nosbasta con morir cristianamente: nada ms.

    Morir cristianamente! Sabis lo que eso significa?En primer lugar, es el trmino del combate. En este mundo estamos librando todos

    una tremenda batalla lo dice la Sagrada Escritura contra los tres enemigos del alma:mundo, demonio y carne. Estamos librando un combate. Pero llega la hora de la muerte, ysi tenemos la dicha de morir cristianamente, nos convertimos en el soldado que terminavictorioso la batalla y se cie para siempre el laurel de la victoria. En el labrador, quedespus de haber regado tantas veces la tierra con el sudor de su frente, recoge los frutos dela esplndida y ubrrima cosecha. En el enfermo, que ve terminados para siempre sussufrimientos y entra para siempre en la regin de la salud y de la vida. Qu bien lo sabedecir la Iglesia Catlica cuando pronuncia sobre el cristiano que acaba de expirar aquellafrmula sublime:Requiescat in pace: Descansa en paz!

    En segundo lugar, la muerte cristiana es la arribada al puerto de seguridad.En este mundo no podemos estar seguros. Absolutamente nadie. Ni el Soberano

    Pontfice, ni los mismos Santos mientras vivan ac en la tierra: nadie puede estar seguro deque morir cristianamente. Dice el Concilio de Trento que, a menos de una revelacinespecial de Dios, nadie puede saber con seguridad si se salvar o si se condenar; si recibir

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    de Dios el don sublime de la perseverancia final, o si lo dejar de recibir. No lo podemossaber. Es un interrogante angustioso que est suspendido sobre nuestras cabezas. Ni los

    Santos estaban seguros de s mismos. Porque, aunque ahora seamos buenos, aunqueestemos ahora en gracia de Dios, qu ser de nosotros dentro de diez aos, dentro deveinte, y, sobre todo, a la hora de nuestra muerte? Es un misterio, no lo podemos saber.

    Ah!, pero cuando se muere cristianamente, es el ruiseor que rompe para siempre loshierros de su jaula y vuela jubiloso a la enramada. Es el nufrago, que despus de haberluchado contra las olas embravecidas que amenazaban tragarle hasta el fondo del ocano,salta por fin a las playas eternas. Es la caravana, que despus de haber atravesado las arenasabrasadoras del desierto, llega por fin al risueo y fresco oasis. Es la nave que llega alpuerto despus de peligrosa travesa. Es emerger de la penumbra del valle y baarse parasiempre en ocanos de clarsima luz en lo alto de la montaa. El alma del que muerecristianamente queda confirmada en gracia, ya no puede perder a Dios, ya tiene asegurada

    para siempre la felicidad eterna.Por eso la muerte cristiana es la entrada en la vida verdadera. Cunta pobre genteequivocada, que ha vivido y respirado el ambiente del mundo y est completamenteconvencida de que esta vida es la vida verdadera, la que hay que conservar a todo trance!Qu tremenda equivocacin!

    Esta vida no es la vida! Un filsofo pagano exclamaba con angustia: Ningn sabiosatisface esta duda que me hiere: es el que muere el que nace o es el que nace el quemuere?

    No saba contestar esa pregunta porque careca de las luces de la fe. Pero a su brillodeslumbrante, qu fcil es contestar a ella!

    Que se lo pregunten a San Pablo y les dir: Estoy deseando morir para unirme conCristo.

    Pregntenlo a Santa Teresa de Jess y les contestar con sublime inspiracin:Aquella vida de arriba, que es la vida verdaderahasta que esta vida muera, no sealcanza estando viva... O quiz de esta otra forma: Vivo sin vivir en m y tan alta vidaespero que muero porque no muero.

    Que se lo digan a Santa Teresita de Lisieux, la Santa ms grande de los tiemposmodernos, en frase del inmortal Pontfice San Po X. Cuando la angelical florecilla delCarmelo estaba para exhalar su ltimo suspiro, el mdico que la asista le pregunt: Estvuestra caridad resignada para morir? Y la santita, abriendo desmesuradamente sus ojos,llena de asombro, le contest: Resignada para morir? Resignacin se necesita para vivir,pero para morir! Lo que tengo es una alegra inmensa.

    Los Santos, seores, tenan razn. No estaban locos. Vean, sencillamente, las cosastal como son en realidad. La inmensa mayora de los hombres no las ven as. No se dancuenta de que estn haciendo un viaje en ferrocarril y no se preocupan ms que del vagnen el que estn haciendo la travesa: el negocio, el porvenir humano, el aumento del capital.Todo eso que tendrn que dejar dentro de unos aos, acaso dentro de unos cuantos dasnada ms. No se dan cuenta de que el ferrocarril de la vida va devorando kilmetros y mskilmetros, y en el momento en que menos lo esperen, el silbato estridente de la locomotorales dar la terrible noticia: estacin de llegada. Y al instante, sin un momento de tregua,tendrn que apearse del ferrocarril de la vida y comparecer delante de Dios. Entoncescaern en la cuenta de que esta vida no es la vida. Ojal lo adviertan antes de que su errorno tenga ya remedio para toda la eternidad.

    La segunda caracterstica de la muerte cristiana es morir con Cristo. Qu significaesto? Significa exhalar el ltimo suspiro despus de haber tenido la dicha inefable de recibira Jesucristo Sacramentado en el corazn.

    El Vitico! Qu consuelo tan inefable produce en el alma cristiana el simplerecuerdo del Vitico! La Eucarista es un milagro de amor, de sublime belleza y poesa encualquier momento de la vida. Pero la Eucarista por Vitico es el colmo de la dulzura, dela suavidad y de la misericordia de Dios. Poder recibir en el corazn a JesucristoSacramentado en calidad de Amigo y de Buen Pastor momentos antes de comparecer antel como Juez Supremo de vivos y muertos, es de una belleza y de una emocinindescriptibles. Qu paz, qu dulzura tan inefable se apodera del pobre enfermo al abrazaren su corazn a su gran Amigo, que viene a darle la comida para el camino que esosignifica la palabra Vitico y ayudarle amorosamente en el supremo trnsito a la

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    eternidad! Cuando desde lo ntimo de su alma, el pobre pecador le pide perdn a su Diospor ltima vez, antes de comparecer ante l, sin duda alguna que Nuestro Seor Jesucristo,

    que vino a la tierra precisamente a salvar lo que haba perecido (Mt, 18, 11) y en busca delos pobres pecadores (Mt 9, 13) le dar al agonizante la seguridad firmsima de que lasentencia que instantes despus pronunciar sobre l ser de salvacin y de paz.

    Y que una cosa tan bella y sublime como el Vitico estremezca de espanto a lainmensa mayora de los hombres, incluso entre los cristianos y devotos! Son innumerableslos crmenes a que ha dado lugar tamaa insensatez y locura. Cuntos desgraciadospecadores se han precipitado para siempre en el infierno porque su familia cometi elgravsimo crimen de dejarles morir sin Sacramentos por el estpido y anticristiano pretextode no asustarles! Este verdadero crimen es uno de los mayores pecados que se puedencometer en este mundo, uno de los que con mayor fuerza claman venganza al cielo. Ay dela familia que tenga sobre su conciencia este crimen monstruoso! El Vitico no empeora al

    enfermo, sino, al contrario, le reanima y conforta, hasta fsicamente, por redundancianatural de la paz inefable que proporciona a su alma. Pero, an suponiendo que por elambiente anticristiano que se respira por todas partes en el mundo de hoy, asustara un pocoal enfermo la noticia de que tiene que recibir el Vitico, y qu? No es mil veces preferibleque vaya al cielo despus de un pequeo o de un gran susto, antes que, sin susto alguno,descienda tranquilamente al infierno para toda la eternidad? Y qu cosa tan evidente ysencilla no la vean tantsimos malos cristianos que cometen la increble insensatez y elenorme crimen de dejar morir como un perro a uno de sus seres queridos! Gravsimaresponsabilidad la suya, y terrible la cuenta que tendrn que dar a Dios por la condenacineterna de aquella desventurada alma a la que no quisieron asustar.

    Escarmentad todos en cabeza ajena. Advertid a vuestros familiares que os aviseninmediatamente al caer enfermos de gravedad. La recepcin del Vitico por los enfermosgraves es un mandamiento de la Santa Madre Iglesia, que obliga a todos bajo pecadomortal, lo mismo que el de or Misa los domingos o cumplir el precepto pascual. Y como lamejor providencia y precaucin es la que uno toma sobre s mismo, procurad vivir siempreen gracia de Dios y llamad a un sacerdote por vuestra propia cuenta sin esperar el aviso devuestros familiares cuando caigis enfermos de alguna consideracin.

    La tercera caracterstica de la muerte cristiana es morir como Cristo. Cmo muriNuestro Seor Jesucristo? Mrtir del cumplimiento de su deber. Haba recibido de suEterno Padre la misin de predicar el Evangelio a toda criatura y de morir en lo alto de unacruz para salvar a todo el gnero humano, y lo cumpli perfectamente, con maravillosaexactitud. Precisamente, cuando momentos antes de morir contempl en sinttica miradaretrospectiva el conjunto de profecas del Antiguo Testamento que haban hablado de l,vio que se haban cumplido todas al pie de la letra, hasta en sus ms mnimos detalles. Yfue entonces cuando lanz un grito de triunfo: Consumatum est, todo est cumplido!

    Qu dicha la nuestra, seores, si a la hora de la muerte podemos exclamar tambin:He cumplido mi misin en este mundo, he cumplido la voluntad adorable de Dios!

    Cierto que no podremos decirlo del mismo modo que Nuestro Seor Jesucristo.Cierto que todos somos pecadores y hemos tenido, a lo largo de la vida, muchos momentosde debilidad y cobarda. Cierto que hemos ofendido a Dios y nos hemos apartado de susdivinos preceptos por seguir los antojos del mundo o el mpetu de nuestras pasiones. Perotodo puede repararse por el arrepentimiento y la penitencia. Estamos a tiempo todava.

    Muchacho que me escuchas! Feliz de ti si a la hora de la muerte, acordndote de tusaos mozos, puedes decir ante tu propia conciencia: Lo cumpl. Cunto me cost resolverel problema de la pureza! Mi sangre joven me herva en las venas, pero fui valiente yresist. Invoqu a la Virgen, hu de los peligros, comulgu diariamente, ejercit mivoluntad, se lo ped ardientemente a Dios... Y ahora muero tranquilo, ofrecindole a Dios ellirio de mi pureza juvenil.

    Padre de familia! Me hago cargo perfectamente. Cuesta mucho el cumplimientoexacto de los deberes matrimoniales: aceptar todos los hijos que Dios mande, educarlescristianamente, guardar fidelidad inviolable al otro cnyuge, cumplir exactamente lasobligaciones del propio estado. Pero recuerda que estamos en este mundo como huspedesy peregrinos, que no tenemos aqu ciudad permanente, sino que vamos en busca de la queest por venir (Hebr 13, 14) Levanta tus ojos al cielo! Y, aunque te cueste ahora un

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    sacrificio, cumple ntegramente con tu deber, para poder morir tranquilo cuando te llegue lahora suprema.

    Comerciante, financiero, industrial, hombre de negocios! El dinero es una terribletentacin para la mayora de los hombres. Pero acurdate de que no podrs llevarte ms alldel sepulcro un solo cntimo: lo tendrs que dejar todo del lado de ac. Gana, si es preciso,la mitad o la tercera parte de lo que ganas ahora, pero gnalo honradamente! Que no tengasque lamentarlo a la hora de la muerte cuando es tan difcil reparar el dao causado yrestituir el dinero mal adquirido y puedas decir, por el contrario: me cost mucho, perohice ese sacrificio; muero tranquilo; he cumplido con mi deber.

    Permitidme que os refiera un recuerdo personal, y termino. Tengo actualmente miresidencia habitual en el glorioso convento de San Esteban, de Salamanca. En la actualidadsomos ms de doscientos religiosos, la mayora de ellos jvenes estudiantes en nuestraFacultad de Teologa que all funciona. Pero en l est instalada tambin la enfermera

    general de la provincia dominicana de Espaa. All vienen los padres ancianitos a esperartranquilamente el fin de sus das, despus de una vida consagrada enteramente al serviciode Dios y salvacin de las almas. He visto morir a muchos de ellos. He presenciado,tambin, la muerte de religiosos jvenes, que moran alegres en plena primavera de la vidaporque se iban al cielo para siempre. Y os confieso, seores, que las emociones ms hondase intensas de mi vida religiosa son las que he experimentado junto al lecho de nuestrosmoribundos. Cmo mueren los religiosos dominicos, seores! Supongo que en las otrasrdenes religiosas ocurrir lo mismo, pero yo cuento lo que he visto y presenciado por mmismo. Escuchad:

    El religioso enfermo ha recibido ya, muy despacio, los Santos Sacramentos y demsauxilios de la Iglesia. Es impresionante, por su belleza y emocin, el espectculo de toda lacomunidad acompaando al Seor hasta la habitacin del enfermo cuando se lo llevan porVitico. Pero llega mucho ms al alma todava la escena de sus ltimos momentos. Cuandose acerca el momento supremo, la campana del convento llama a toda la comunidad con untoque a rebato caracterstico, inconfundible. Acudimos todos a la enfermera, y el PadrePrior, revestido de sobrepelliz y estola, comienza a rezarle al enfermo la recomendacin delalma, alternando con toda la comunidad. Y cuando se acerca por momentos el instantesupremo, el cantor principal del convento entona la Salve Regina, que tiene en nuestraOrden una meloda suavsima. Y arrullado por las notas de la bellsima plegaria marianaque canta toda la comunidad..., con la paz de su alma pura reflejada en su rostro tranquilo,con una dulce sonrisa en sus labios, serenamente, plcidamente, como el que se entrega connaturalidad al sueo cotidiano, el religioso dominico se duerme ante nosotros a las cosas dela tierra para despertar en los brazos de la Virgen del Rosario entre los coros de losngeles...

    Pretiosa in conspectu Domini mors sanctorum ejus: es preciosa delante del Seor lamuerte de sus Santos.

    Queris morir todos as? Os acabo de dar las normas para conseguirlo. Preparacinremota, viviendo siempre, siempre, en gracia de Dios, cumpliendo perfectamente losdeberes de vuestro propio estado; y oracin ferviente a Dios, por intercesin de Mara, ladulce Mediadora de todas las gracias, para que nos conceda tambin la preparacinprxima: la dicha de recibir en nuestros ltimos momentos los Santos Sacramentos de laIglesia y de morir con serenidad y paz en el sculo suavsimo del Seor. Que as sea.

    III

    EL JUICIO DE DIOS

    Hablbamos ayer del problema formidable de la muerte, y decamos que, siconsiderada con ojos paganos, es la cosa ms terrible entre todas las cosas terribles, a la luzde la fe catlica, contemplada con ojos cristianos, es simptica y deseable, diga el mundo loque quiera. Porque para el cristiano, seores, la muerte es comenzar a vivir, es el trnsito ala inmortalidad, la entrada en la vida verdadera.

    La muerte es un fenmeno mucho ms aparente que real. Afecta al cuerponicamente, pero no al alma. El alma es inmortal, y el mismo cuerpo muereprovisionalmente, porque un gran dogma de la fe catlica nos dice que sobrevendr en su

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    da la resurreccin de la carne. De manera que, en fin de cuentas, la muerte en s misma notiene importancia ninguna: es un simple trnsito a la inmortalidad.

    Pero ahora nos sale al paso otro problema formidable. Y se s que es serio, seores,se s que es terrible: el problema del juicio de Dios.Est revelado por Dios. Consta en las fuentes mismas de la revelacin. El apstol San

    Pablo dice que est establecido por Dios que los hombres mueran una sola vez, y despusde la muerte, el juicio. (Hebr 9, 27). Lo ha revelado Dios por medio del apstol San Pablo,y se cumplir inexorablemente.

    Hace unos aos muri en Madrid un religioso ejemplar. Muri como haba vivido:santamente. Pero pocas horas antes de morir, le preguntaron: Padre: est preocupado antela muerte, tiene miedo a la muerte? Y el Padre contest: La muerte no me preocupa nada,ni poco ni mucho. Lo que me preocupa muchsimo es la aduana. Despus de morir tendrque pasar por la aduana de Dios y me registrarn el equipaje. Eso s que me preocupa.

    Habr dos juicios, seores. Eljuicio particular, al que alude San Pablo en laspalabras que acabo de citar, y eljuicio universal, que, con todo lujo de detalles, describipersonalmente en el Evangelio Nuestro Seor Jesucristo, que actuar en l de Juez Supremode vivos y muertos.

    Habr dos juicios: el juicio particular y el juicio final o universal.Santo Toms de Aquino, el Prncipe de la Teologa catlica, explica admirablemente

    el porqu de estos juicios. No pueden ser ms razonables. Porque el individuo es unapersona humana particular, pero, adems, un miembro de la sociedad. En cuanto individuo,en cuanto persona particular, le corresponde un juicio personalque le afecte nica yexclusivamente a l: y ste es el juicio particular. Pero en cuanto miembro de la sociedad, ala que posiblemente ha escandalizado con sus pecados, o sobre la que ha influidoprovechosamente con su accin bienhechora, tiene que sufrir tambin un juicio universal,pblico, solemne, para recibir, ante la faz del mundo, el premio o castigo merecidos. Estesegundo juicio, el universal, ser mucho ms solemne, mucho ms aparatoso; pero, desdeluego, tiene muchsima menos importancia que el puramente privado y particular. Porqueen el juicio particular, seores, es donde se van a decidir nuestros destinos eternos. El juiciouniversal no har ms que confirmar, ratificar definitivamente la sentencia que se nos hayadado a cada uno en nuestro propio juicio particular. Por consiguiente, como individuos,como personas humanas, nos interesa mucho ms el juicio particular que el juicio universal.Y de l vengo a hablaros esta tarde. Os voy a hacer un resumen de la teologa del juicioparticular, procediendo ordenadamente a base de una serie de preguntas y respuestas.

    1. Cundo se celebrar el juicio particular? Inmediatamente despus de la muertereal. Despus de la muerte real, digo, no de la muerte aparente. Porque, seores, estamosen un error si creemos que en el momento de expirar el enfermo, cuando exhala su ltimosuspiro, ha muerto realmente. No es as.

    Contemplad los ltimos instantes de un moribundo. Su respiracin fatigosa,anhelante; su mirada de asombro a los que le rodean, porque l se est ahogando, no puederespirar y ve que los dems respiran tranquilamente. Parece que est diciendo: Pero nonotis que falta el aire? No notis que nos estamos ahogando? Es l, pobrecillo, el nicoque se ahoga. Y llega un momento en que es tanta la falta de oxgeno que experimentan suspobres clulas, que hace una respiracin profunda, profundsima, hacia dentro, y, de pronto,la expiracin: lanza hacia fuera aquel aire y queda inmvil, completamente paralizado. Ylos que estn rodeando su lecho exclaman: Ha muerto, acaba de expirar.

    Pero, en realidad, no es as. Han desaparecido sin duda, las seales o manifestacionesexternas de vida: ya no respira; ya no oye, ya no ve, ya no siente, pero la muerte realno seha producido an. El alma est all todava; el cuerpo ha entrado en el perodo de muerteaparente, que se prolongar ms o menos tiempo, segn los casos: ms largo en las muertesviolentas o repentinas, ms corto en las que siguen el agotamiento de la vejez o de una largaenfermedad. El hecho de la muerte aparente est cientficamente demostrado, puesto que seha logrado volver a la vidapor procedimientos puramente naturales y sin milagro alguno, acentenares de muertos aparentes; tantos, que ha podido inducirse una ley universal, vlidapara todos.

    Ved lo que ocurre cuando apagis una vela, un cirio. La llama ya no existe, pero elpabilo est todava encendido, est humeante todava, y poco a poco se va extinguiendo,hasta que, por fin, se apaga del todo. Algo parecido ocurre con la muerte. Cuando el

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    enfermo exhala el ltimo suspiro parece que la llama de la vida se apag definitivamente,pero no es as. El alma est all todava. Hay un espacio ms o menos largo entre la muerte

    real y la muerte aparente, que puede ser decisivo para la salvacin eterna del presuntomuerto, puesto que durante l se le pueden administrar todava los Sacramentos de laPenitencia y Extremauncin.

    Cuntas veces ocurre, seores, la desgracia de una muerte repentina en el seno delhogar! Y cuando ya no hay nada que hacer para devolverle la salud corporal, cuando elmdico ya no tiene nada que hacer all porque se ha producido ya la muerte aparente queacabar muy pronto en muerte real, todava tenis tiempo de correr a la Parroquia. Llamadurgentemente al sacerdote para que le d la absolucin sacramental, y, sobre todo, leadministre el sacramento de la Extremauncin, del que acaso dependa la salvacin eternade esa alma. Corred a la Parroquia, llamad al sacerdote! Ya lloraris despus, no perdistiempo intilmente, acaso depende de eso la salvacin eterna de ese ser querido. Claro est

    que esto es un recurso de extrema urgencia que slo debe emplearse en caso de muerterepentina. Porque cuando se trata de una enfermedad normal, la familia tiene el gravsimodeber de avisar al sacerdote con la suficiente anticipacin para que el enfermo reciba contoda lucidez, y dndose perfecta cuenta, los ltimos Sacramentos y se prepare en la formaque os expona ayer al hablaros de la muerte cristiana.

    Pero cuando sobreviene la desgracia de una muerte violenta o repentina, hay queintentar la salvacin de esa alma por todos los medios a nuestro alcance, y no tenemos otrosque la administracinsub conditione de la absolucin sacramental, y, mejor an, delsacramento de la Extremauncin, que resulta ms eficaz todava en casos de muerterepentina, puesto que no requiere ningn acto del presunto muerto, con tal que de hechotenga, al menos, atricin interna de sus pecados.

    El espacio entre la muerte aparente y la real, en caso de muerte violenta o repentina,suele extenderse a unas dos horas, y a veces, ms. Pero en el momento en que se produce lamuerte real, o sea, en el momento en que el alma se arranca o desconecta del cuerpo, en esemismo instante, comparece delante de Dios para ser juzgada. De manera, que a la primerapregunta, cundo se realiza el juicio particular?, contestamos: en el momento mismo deproducirse la muerte real.

    2. Quines sern juzgados? La humanidad en pleno, absolutamente todos loshombres del mundo, sin excepcin. Desde Abel, que fue el primer muerto que conoci lahumanidad, hasta los que mueran en la catstrofe final del mundo. Todos: los buenos y losmalos. Lo dice la Sagrada Escritura:Al justo y al impo los juzgar el Seor (Ecl. 3, 17),incluso al indiferente que no piensa en estas cosas, incluso al incrdulo que lanza lacarcajada volteriana: Yo no creo eso! Ser juzgado por Dios, tanto si lo cree como si lodeja de creer. Porque las cosas que Dios ha establecido no dependen de nuestro capricho ode nuestro antojo, de que nosotros estemos conformes o lo dejemos de estar. Lo haestablecido Dios, y el justo y el impo sern juzgados por l en el momento mismo deproducirse la muerte real. Todos, sin excepcin!

    3. Dnde y cmo se celebrar el juicio particular? En el lugar mismo donde seproduzca la muerte real: en la cama de nuestra habitacin, bajo las ruedas de un automvil,entre los restos del avin destrozado, en el fondo del mar si morimos ahogados en l..., encualquier lugar donde nos haya sorprendido la muerte real. All mismo, en el acto, seremosjuzgados.

    Y la razn es muy sencilla, seores. El juicio consiste en comparecer el alma delantede Dios, y Dios est absolutamente en todas partes. No tiene el alma que emprender ningnviaje. Hay mucha gente que cree o se imagina que cuando muere un enfermo el alma salepor la ventana o por el balcn y emprende un largusimo vuelo por encima de las nubes yde las estrellas. No hay nada de esto. El alma, en el momento en que se desconecta delcuerpo, entra en otra regin; pierde el contacto con las cosas de este mundo y se pone encontacto con las del ms all. Adquiere otro modo de vivir, y entonces, se da cuenta de queDios la est mirando. Dice al apstol San Pablo que Dios no est lejos de nosotros, porqueen l vivimos y nos movemos y existimos (Hech. 17, 28). As como el pez existe y vive yse mueve en las aguas del ocano, as, nosotros, existimos y vivimos y nos movemos dentrode Dios, en el ocano inmenso de la divinidad. Ahora no nos damos cuenta, pero en cuanto

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    nuestra alma se desconecte de las cosas de este mundo y entre en contacto con las cosas delms all, inmediatamente lo veremos con toda claridad y nos daremos cuenta de que

    estamos bajo la mirada de Dios.Pero me diris: El alma comparece realmente delante de Dios? Ve al mismo Dios?Contempla la esencia divina?

    Claro est que no. En el momento de su juicio particular, el alma no ve la esencia deDios, porque si la viera, quedara ipso facto beatificada, entrara automticamente en elcielo, y esto no puede ser al menos, en la inmensa mayora de los casos porque puedetratarse del alma de un pecador condenado o de la de un justo imperfecto que necesitapurificaciones ultraterrenas antes de pasar a la visin beatfica.

    Cmo se produce entonces el juicio particular? Escuchad:El desconectarse del cuerpo y ponerse en contacto con el ms all, el alma contempla

    claramente su propia sustancia. Se ve a s misma con toda claridad, como nos vemos en este

    mundo la cara reflejada en un espejo. Y al mismo tiempo contempla claramente en smisma, con todo lujo de detalles, el conjunto de toda su vida, todo cuanto ha hecho ac enla tierra. Veremos con toda claridad y detalle lo que hicimos cuando ramos nios, cuandoramos jvenes, en la edad madura, en plena ancianidad o decrepitud: absolutamente todo.Lo veremos reflejado en nuestra propia alma. Y veremos tambin, clarsimamente, queDios lo est mirando. Nos sentiremos prisioneros de Dios, bajo la mirada de Dios, a la quenada absolutamente se escapa. Y ese sentirse el alma como prisionera de Dios, como cogidapor la mirada de Dios, eso es lo que significa comparecer delante de l. No le veremos a l,ni tampoco a Nuestro Seor Jesucristo, ni al ngel de la guarda, ni al demonio. No habrdesfile de testigos, ni acusador, ni abogado defensor, ni ningn otro elemento de los queintegran los juicios humanos. No veremos a nadie ms que a nosotros mismos, o sea, anuestra propia alma, y, reflejada en ella, nuestra vida entera con todos sus detalles. Y alinstante recibiremos la sentencia del Juez, de una manera intelectual, de modo parecido acomo se comunican entre s los ngeles.

    Los ngeles, seores, se comunican por una simple mirada intelectual. No a base deun lenguaje articulado como el nuestro imposible en los espritus puros, sino de un modomucho ms claro y sencillo: simplemente contemplndose mutuamente el entendimiento yviendo en l las ideas que se quieren comunicar. A esto llamamos en teologa locucinintelectual.

    Pues de una manera parecida recibiremos nosotros, en nuestro juicio particular, unalocucin intelectual transmitida por Cristo Juez; una especie de radiograma intelectualfirmado por Cristo, que nos dar la sentencia: A tal sitio! Y el alma ver clarsimamenteque aquella sentencia que acaba de recibir de Cristo es precisamente la que le corresponde,la que merece realmente con toda justicia. Y en esto consiste esencialmente el juicioparticular.

    4. Cunto tiempo durar? El juicio particular ser instantneo. En un abrir y cerrarde ojos se realizar el juicio y recibiremos la sentencia. Y esto no es obstculo para suclaridad y nitidez. Aunque el juicio durase un siglo, no veramos ms cosas, ni con msdetalle, ni con ms precisin que las veremos en ese abrir y cerrar de ojos. Porque alsepararse del cuerpo, el entendimiento humano no funciona de la manera lenta y torpe a quele obliga en este mundo su unin con la pesadez de la materia. As en la tierra, nuestroentendimiento funciona de una manera discursiva, razonada, lentsima, por lo queconocemos las cosas poco a poco, por parcelas, y as y todo, no vemos ms que losuperficial, lo que aparece por fuera; no calamos, no penetramos en la esencia misma de lascosas. Pero el entendimiento, separado del cuerpo, ya no se siente encadenado por lapesadez de la materia, y entiende perfectamente a la manera de los ngeles, de una maneraintuitiva, de un solo golpe de vista, sin necesidad de discursos ni razonamientos.

    Santa Teresa de Jess, la incomparable doctora mstica, tuvo visiones intelectualesaltsimas, como pued