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viernes_entrevista 14 viernes_entrevista 15 Romina Contreras y Rodrigo Guzmán QUÍMICA EN EL MUNICIPAL Él es el primer bailarín estrella de la Compañía de Ballet de Santiago. Ella, solista y la gran promesa para los próximos años. Uno disfruta el mayor momento de gloria de su carrera; mientras que la otra comienza a forjar una profesión marcada por la pasión por la danza. Esto último es lo que los une como pareja abajo y arriba del escenario, donde se reencontrarán este mes en una de las funciones de Cascanueces. Aunque bailarán juntos sólo en una de las fechas del clásico de Navidad, saben que les será inevitable transmitir esa química que los mantiene juntos. Por Daniela Pérez G. Foto: Sebastián Utreras - Producción: Territorio Comunicación - Maquillaje: Fernanda Villarroel R odrigo (37) lleva dos décadas bailando en el Teatro Municipal. Pero para el estreno de La Bella Durmiente, en mayo de este año, los nervios eran de novato. Acostumbrado a hacer el rol de la malvada hada Carabosse, esta vez le tocó convertirse en el príncipe y bailar un gran dúo final con Aurora, interpretada por Romina (20). “Le tenía pánico a ese momento, porque, a pesar de estar en un punto avanzado de mi carrera, sentí que era como rendir un examen. Es un pas de deux de ballet puro, lleno de técnica”, asegura. Parado en una esquina del escenario, en ese último centímetro que lo mantenía oculto del público, sólo pensaba en que no podía fallar; mientras, en la esquina opuesta, Romina esperaba tranquila. “Aunque sé que hay que tener la mente fría, estaba súper nervioso. Pero vi a la Romi, hicimos contacto visual y fue como que todo lo que estaba alrededor desapareciera. Nos miramos y me dio una calma increíble. Es esa química que hay entre nosotros que hace que nada más importe”, confiesa Rodrigo. Amigos hace cinco años y pareja hace un poco más de tres, los bailarines aseguran que esa paz que son capaces de entregarse es una de las bases de su relación. Si bien la admiración mutua fue lo que los acercó en primer lugar –él recuerda cómo se sorprendió cuando la vio bailando Cenicienta en la escuela y ella lo emocionada que estaba con que un gran referente como él tuviese la humildad de acercarse a felicitarla–, es la profundidad de sus conversaciones y el amor por la danza lo que los hace inseparables. Tanto, que no sólo ensayan juntos ocho horas al día, sino que comparten casa y su tiempo libre. “Para muchas parejas eso puede ser un conflicto, porque necesitan extrañarse. Pero para nosotros no”, dice Romina. Hoy, Romina es la gran apuesta del ballet y Rodrigo, por su parte, la estrella. ¿De qué manera se complementan? ¿Es Rodrigo como un maestro? Rodrigo: Más allá de un guía o maestro, nos aconsejamos constantemente. Y no en términos de técnica, no es que nos estemos corrigiendo las posturas ni los pasos, es en temas más profundos. Romina: Claro, temas sobre la danza, decisiones de vida o la familia. Rodrigo ha vivido cosas diferentes en términos profesionales y, en ese sentido, me puede dar su opinión, pero no es que me diga lo que tengo que hacer. Como trabajamos con el cuerpo, ni siquiera necesitamos decirnos qué nos pasa, lo leemos en el otro. Yo puedo distinguir cuando Rodrigo está frustrado y él puede mirarme y saber que estoy nerviosa. Tienen casi 20 años de diferencia, ¿nunca ha sido un conflicto? RC: Para nosotros no. Quizás en cosas de la vida se puede notar, pero Rodrigo igual es una persona súper juvenil. Tiene una parte propia de su edad, pero también un lado súper inmaduro (se ríe). Y pasa, al mismo tiempo, que a mí siempre me han dicho que no parezco de la edad que tengo. Soy como más vieja chica, y yo creo que nos complementamos en ese sentido. RG: Es loco igual. Yo nunca tuve parejas con una diferencia de edad así ni tampoco amistades. Pero con la Romi pasó que empezamos a hablar y cada vez era por más tiempo y conversaciones más profundas. Salíamos del teatro, la acompañaba al paradero y nos quedábamos pegados una hora hablando. O si había un parque al frente, nos sentábamos ahí un rato. Así nos fuimos dando cuenta de que las cosas estaban encajando. La admiración mutua dicen que es algo que determina su cercanía. ¿Qué les cautiva del otro? RC: Como bailarín, Rodrigo es como un gato (se ríe). Tiene una calidad de movimiento que es difícil de encontrar. No cualquiera puede transformarse en tantos personajes ni manejarse en el escenario como él: con dinámica, rapidez, saltar por los aires y, al mismo tiempo, ser sensual, interpretar a una mujer. Rodrigo puede hacer lo que quiera. Y como persona, yo creo que uno siempre sabe que quiere estar con alguien que te hace bien. Es súper alegre, bromista… Está loco. Pero los dos lo estamos y en un buen sentido. RG: Cuando la escucho hablar, reafirmo eso de que me sorprende cómo nos complementamos. A mí me pasa lo mismo con ella cuando pienso en su calidad como bailarina. Y por cómo ha hecho su carrera, enfocada y alcanzando tanto, tan joven. La veo bailar, veo su manera de pensar, su dulzura, su tranquilidad y encajan todas las piezas. ¿Fue muy difícil compartir con la compañía que eran pareja? RC: Al principio no queríamos que fuera tan público, porque es una lata que la gente tenga espacio para opinar de la vida personal de uno. Pero después nos dimos cuenta de que había harta gente que quería que estuviéramos juntos. No hablo de todos, pero sí de maestros o de Marcia (Haydeé, directora del ballet). RG: Claro, por eso no es como que llegamos un día al teatro y publicamos que estábamos juntos. Y eso, a pesar de que en el ballet no hay problema con que seas pareja de un compañero. Pero igual tuvimos cuidado. Y cuando se enteraron, fue tan natural la reacción que nos relajamos. RC: En general, la gente nos apoya harto. Quizás la diferencia de edad llama la atención, pero como el ballet es una carrera corta, entras a la compañía joven, a trabajar con gente de tu misma edad, otros quizás con cinco o diez años más e incluso veinte. Si tuvieran que elegir una obra para bailar juntos, ¿cuál sería? RG: Si no hubiésemos hecho Romeo y Julieta, te habría dicho ese ballet. Pero ahora que lo hicimos y que veo cómo la Romi ha crecido estos años, pienso en otro que la compañía hizo esta temporada. Es del mismo coreógrafo, John Cranko, y lo creó para nuestra directora, cuando estaba en el Ballet de Stuttgart. Se llama Eugenio Oneguin, y es la historia de una pareja que se conoce cuando son muy jóvenes y ella, muy ingenua, se enamora de él. Pero él la ve como una niña de campo y la rechaza. Luego, pasa el tiempo, ambos crecen y se reencuentran. Entonces, es ella quien lo rechaza, a pesar del amor que le tiene. Y ese último dúo, que cierra el tercer acto, con él rogándole de rodillas que lo acepte y ella llorando diciéndole que es tarde, es desgarrador. RC: Ese es un ballet maravilloso, profundo, de esos que si te metes mucho en la historia te afectan. Creo que es lindo bailar obras como Cascanueces o El Lago de los Cisnes, donde haces personajes etéreos y de ensueño, pero también es lindo hacer personajes de la vida real. Gente que puede haber vivido en una época y que puede haber sentido este amor de verdad.

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Romina Contreras y Rodrigo Guzmán

químiCa EN El muNiCipalÉl es el primer bailarín estrella de la Compañía de Ballet de Santiago. Ella, solista y la gran promesa

para los próximos años. Uno disfruta el mayor momento de gloria de su carrera; mientras que la otra comienza a forjar una profesión marcada por la pasión por la danza. Esto último es lo que los une

como pareja abajo y arriba del escenario, donde se reencontrarán este mes en una de las funciones de Cascanueces. Aunque bailarán juntos sólo en una de las fechas del clásico de Navidad, saben que les

será inevitable transmitir esa química que los mantiene juntos.

Por Daniela Pérez G.Foto: Sebastián Utreras - Producción: Territorio Comunicación - Maquillaje: Fernanda Villarroel

R odrigo (37) lleva dos décadas bailando en el Teatro Municipal. Pero para el estreno de La Bella Durmiente, en mayo de este año, los nervios eran de novato. Acostumbrado a hacer el rol de la malvada hada Carabosse, esta vez le tocó convertirse en

el príncipe y bailar un gran dúo final con Aurora, interpretada por Romina (20). “Le tenía pánico a ese momento, porque, a pesar de estar en un punto avanzado de mi carrera, sentí que era como rendir un examen. Es un pas de deux de ballet puro, lleno de técnica”, asegura. Parado en una esquina del escenario, en ese último centímetro que lo mantenía oculto del público, sólo pensaba en que no podía fallar; mientras, en la esquina opuesta, Romina esperaba tranquila. “Aunque sé que hay que tener la mente fría, estaba súper nervioso. Pero vi a la Romi, hicimos contacto visual y fue como que todo lo que estaba alrededor desapareciera. Nos miramos y me dio una calma increíble. Es esa química que hay entre nosotros que hace que nada más importe”, confiesa Rodrigo.

Amigos hace cinco años y pareja hace un poco más de tres, los bailarines aseguran que esa paz que son capaces de entregarse es una de las bases de su relación. Si bien la admiración mutua fue lo que los acercó en primer lugar –él recuerda cómo se sorprendió cuando la vio bailando Cenicienta en la escuela y ella lo emocionada que estaba con que un gran referente como él tuviese la humildad de acercarse a felicitarla–, es la profundidad de sus conversaciones y el amor por la danza lo que los hace inseparables. Tanto, que no sólo ensayan juntos ocho horas al día, sino que comparten casa y su tiempo libre. “Para muchas parejas eso puede ser un conflicto, porque necesitan extrañarse. Pero para nosotros no”, dice Romina. Hoy, Romina es la gran apuesta del ballet y Rodrigo, por su parte, la estrella. ¿De qué manera se complementan? ¿Es Rodrigo como un maestro?Rodrigo: Más allá de un guía o maestro, nos aconsejamos constantemente. Y no en términos de técnica, no es que nos estemos corrigiendo las posturas ni los pasos, es en temas más profundos.Romina: Claro, temas sobre la danza, decisiones de vida o la familia. Rodrigo ha vivido cosas diferentes en términos profesionales y, en ese sentido, me puede dar su opinión, pero no es que me diga lo que tengo que hacer. Como trabajamos con el cuerpo, ni siquiera necesitamos decirnos qué nos pasa, lo leemos en el otro. Yo puedo distinguir cuando Rodrigo está frustrado y él puede mirarme y saber que estoy nerviosa.Tienen casi 20 años de diferencia, ¿nunca ha sido un conflicto?RC: Para nosotros no. Quizás en cosas de la vida se puede notar, pero Rodrigo igual es una persona súper juvenil. Tiene una parte propia de su edad, pero también un lado súper inmaduro (se ríe). Y pasa, al mismo tiempo, que a mí siempre me han dicho que no parezco de la edad que tengo. Soy como más vieja chica, y yo creo que nos complementamos en ese sentido.RG: Es loco igual. Yo nunca tuve parejas con una diferencia de edad así ni tampoco amistades. Pero con la Romi pasó que empezamos a hablar y cada vez era por más tiempo y conversaciones más profundas. Salíamos

del teatro, la acompañaba al paradero y nos quedábamos pegados una hora hablando. O si había un parque al frente, nos sentábamos ahí un rato. Así nos fuimos dando cuenta de que las cosas estaban encajando.La admiración mutua dicen que es algo que determina su cercanía. ¿Qué les cautiva del otro? RC: Como bailarín, Rodrigo es como un gato (se ríe). Tiene una calidad de movimiento que es difícil de encontrar. No cualquiera puede transformarse en tantos personajes ni manejarse en el escenario como él: con dinámica, rapidez, saltar por los aires y, al mismo tiempo, ser sensual, interpretar a una mujer. Rodrigo puede hacer lo que quiera. Y como persona, yo creo que uno siempre sabe que quiere estar con alguien que te hace bien. Es súper alegre, bromista… Está loco. Pero los dos lo estamos y en un buen sentido.RG: Cuando la escucho hablar, reafirmo eso de que me sorprende cómo nos complementamos. A mí me pasa lo mismo con ella cuando pienso en su calidad como bailarina. Y por cómo ha hecho su carrera, enfocada y alcanzando tanto, tan joven. La veo bailar, veo su manera de pensar, su dulzura, su tranquilidad y encajan todas las piezas. ¿Fue muy difícil compartir con la compañía que eran pareja?RC: Al principio no queríamos que fuera tan público, porque es una lata que la gente tenga espacio para opinar de la vida personal de uno. Pero después nos dimos cuenta de que había harta gente que quería que estuviéramos juntos. No hablo de todos, pero sí de maestros o de Marcia (Haydeé, directora del ballet). RG: Claro, por eso no es como que llegamos un día al teatro y publicamos que estábamos juntos. Y eso, a pesar de que en el ballet no hay problema con que seas pareja de un compañero. Pero igual tuvimos cuidado. Y cuando se enteraron, fue tan natural la reacción que nos relajamos. RC: En general, la gente nos apoya harto. Quizás la diferencia de edad llama la atención, pero como el ballet es una carrera corta, entras a la compañía joven, a trabajar con gente de tu misma edad, otros quizás con cinco o diez años más e incluso veinte. Si tuvieran que elegir una obra para bailar juntos, ¿cuál sería? RG: Si no hubiésemos hecho Romeo y Julieta, te habría dicho ese ballet. Pero ahora que lo hicimos y que veo cómo la Romi ha crecido estos años, pienso en otro que la compañía hizo esta temporada. Es del mismo coreógrafo, John Cranko, y lo creó para nuestra directora, cuando estaba en el Ballet de Stuttgart. Se llama Eugenio Oneguin, y es la historia de una pareja que se conoce cuando son muy jóvenes y ella, muy ingenua, se enamora de él. Pero él la ve como una niña de campo y la rechaza. Luego, pasa el tiempo, ambos crecen y se reencuentran. Entonces, es ella quien lo rechaza, a pesar del amor que le tiene. Y ese último dúo, que cierra el tercer acto, con él rogándole de rodillas que lo acepte y ella llorando diciéndole que es tarde, es desgarrador.RC: Ese es un ballet maravilloso, profundo, de esos que si te metes mucho en la historia te afectan. Creo que es lindo bailar obras como Cascanueces o El Lago de los Cisnes, donde haces personajes etéreos y de ensueño, pero también es lindo hacer personajes de la vida real. Gente que puede haber vivido en una época y que puede haber sentido este amor de verdad.