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REVISTA EUROPEA. NÚM. 41 6 DE DICIEMBRE DE 1 8 7 4 . AÑO I. EXAMEN DEL MATERIALISMO MODERNO. I.* ANTECEDENTES DEL MODERNO MATERIALISMO. El moderno positivismo y los demás sistemas que se han desarrollado á su sombra y por su influencia, aunque bajo nombres sonoros y pretendiendo pasar por cosa peregrina y nueva, son en verdad antiguos, tan antiguos como el error, achaque á que está some- tido el entendimiento; y puede decirse, que el princi- pio en que se funda desde la cuna de la filosofía esta especie de doctrinas, es una délas formas más comu- nes del error mismo, considerado en general, ócomo lo opuesto á la verdad; esta es quizá su principal discul- pa, tal vez su justificación, la cual no debe considerar- se, sin embargo, como motivo suficiente para que se admitan y se coloquen tales doctrinas en el lugar que sólo á la verdad pertenece. El error es, sin duda, en muchos casos condición ó antecedente de la verdad, y la sabiduría vulgar lo ha sentido así hace siglos, formulando el conocido adagio latino Errando, errando deponüur error; pero aunque el error sea una verdad incompleta, debe ne- garse y destruirse por el término superior que ha.do reemplazarle, y en ningún caso ha de gozar de las prerogativas que son inherentes á la verdad y peculia- res y exclusivas de ella. Cuando la filosofía era meramente una explicación más ó monos satisfactoria del universo, es decir, cuando revestía un carácter esencialmente ontológico, lo cual sucedió en Grecia hasta que Sócrates abrió el período que tan propiamente se llama psicológico, era natural que hubiese escuelas que admitieran como base única de sus sistemas lo material y tangible, y así lo hicieron los físicos de Elea, de que se conserva poca noticia: la escuela jónica tuvo también su mate- rialismo, representado por Heráclito, llamado el os- curo por su espíritu profundo y verdaderamente espe- culativo, quien dejó por virtud de estas condiciones hondas huellas en la filosofía helénica hasta los últi- mos períodos de su existencia, no obstante sus tras- cendentales evoluciones. Muchas ideas de los moder- nos materialistas, y especialmente las que forman la base y fundamento de las doctrinas de Darwing y de Haeckel, fueron claramente expuestas por Heráclito y pueden todavía estudiarse en los fragmentos que se conservan de su libro Sobre la Naturaleza. Véanse e! número anterior, página 129. TOMO III. Conforme al sistema de Heráclito, todas las cosas proceden de un principio sutilísimo, á que unas veces llamó fuego y otras hálito caliente, que hace el papel del éter ó de los fluidos imponderables de la física moderna, cuya unidad es hoy generalmente admitida. Este éter llena la infinidad del espacio, y según He- ráclito, cuanto existe de él procede, y á él vuelve des- pués de varias metamorfosis. Como se ve, esta es, ni más ni menos, la moderna doctrina de la evolución universal ó del trasformismo. El sistema atómico, cuyo principal representante en el período anterior á Sócrates fue Demócrito, se da la mano con el de Heráclito, pues para el filósofo de Abdera todo lo que existe no son más que combi- naciones de átomos que se forman y se deshacen suce- sivamente; la muerte no los destruye, que son eternos y están sometidos á el hado, ley general que rige todas las cosas: aquí tenemos la eternidad de la mate- ria y de la fuerza que va á ella unida, produciendo necesariamente cuanto existe, que es la conclusión necesaria del positivismo reinante. El punto de vista del materialismo tenía que persis- tir, y persistió en efecto después del triunfo del sub- jetivismo socrático, y Epicuro fue en este segundo período el que lo abrazó con mayor claridad, de una manera más absoluta, y por lo tanto más lógica, que los actúales trasformistas; sólo admite la sustancia material dividida en partículas levísimas, como los atomi^is del período anterior, partículas que, agitán- dose en el caos, chocan enlre sí y se mezclan formando infinitas combinaciones meramente accidentales que son los cuerpos que constituyen el universo. Esta mis- ma aseveración es la esencia del Darwinismo, pues si no hay en el mundo orgánico ni en el inorgánico tipos específicos determinados yreales, todo cuanto existe no son más que combinaciones accidentales y hasta arbitrarias de la materia. En la civilización romana, la filosofía no tuvo exis- tencia y desarrollo peculiares de aquel período, en el cual se propagó por el universo, á la sazón conocido, el saber de la Grecia, preparando por este medio y en virtud de la unidad política, que fue su consecuencia, el triunfo de la religión verdadera, déla religión abso- luta que Dios había prometido revelar al mundo en la plenitud de los tiempos. Desde que ocurrió este hecho trascendental, la filosofía se empleó en la explicación y desarrollo de los dogmas; esto no impidió su pro- greso,-pues la escolástica no es, como algunos creen, una época de estancamiento y de atraso y las dóc- il

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Page 1: REVISTA EUROPEA.€¦ · en el período anterior á Sócrates fue Demócrito, se da la mano con el de Heráclito, pues para el filósofo de Abdera todo lo que existe no son más que

REVISTA EUROPEA.NÚM. 41 6 DE DICIEMBRE DE 1 8 7 4 . AÑO I.

EXAMEN DEL MATERIALISMO MODERNO.

I.*ANTECEDENTES DEL MODERNO MATERIALISMO.

El moderno positivismo y los demás sistemas quese han desarrollado á su sombra y por su influencia,aunque bajo nombres sonoros y pretendiendo pasarpor cosa peregrina y nueva, son en verdad antiguos,tan antiguos como el error, achaque á que está some-tido el entendimiento; y puede decirse, que el princi-pio en que se funda desde la cuna de la filosofía estaespecie de doctrinas, es una délas formas más comu-nes del error mismo, considerado en general, ócomo loopuesto á la verdad; esta es quizá su principal discul-pa, tal vez su justificación, la cual no debe considerar-se, sin embargo, como motivo suficiente para que seadmitan y se coloquen tales doctrinas en el lugar quesólo á la verdad pertenece.

El error es, sin duda, en muchos casos condiciónó antecedente de la verdad, y la sabiduría vulgar loha sentido así hace siglos, formulando el conocidoadagio latino Errando, errando deponüur error; peroaunque el error sea una verdad incompleta, debe ne-garse y destruirse por el término superior que ha.doreemplazarle, y en ningún caso ha de gozar de lasprerogativas que son inherentes á la verdad y peculia-res y exclusivas de ella.

Cuando la filosofía era meramente una explicaciónmás ó monos satisfactoria del universo, es decir,cuando revestía un carácter esencialmente ontológico,lo cual sucedió en Grecia hasta que Sócrates abrió elperíodo que tan propiamente se llama psicológico, eranatural que hubiese escuelas que admitieran comobase única de sus sistemas lo material y tangible, yasí lo hicieron los físicos de Elea, de que se conservapoca noticia: la escuela jónica tuvo también su mate-rialismo, representado por Heráclito, llamado el os-curo por su espíritu profundo y verdaderamente espe-culativo, quien dejó por virtud de estas condicioneshondas huellas en la filosofía helénica hasta los últi-mos períodos de su existencia, no obstante sus tras-cendentales evoluciones. Muchas ideas de los moder-nos materialistas, y especialmente las que forman labase y fundamento de las doctrinas de Darwing y deHaeckel, fueron claramente expuestas por Heráclito ypueden todavía estudiarse en los fragmentos que seconservan de su libro Sobre la Naturaleza.

Véanse e! número anterior, página 129.

TOMO I I I .

Conforme al sistema de Heráclito, todas las cosasproceden de un principio sutilísimo, á que unas vecesllamó fuego y otras hálito caliente, que hace el papeldel éter ó de los fluidos imponderables de la físicamoderna, cuya unidad es hoy generalmente admitida.Este éter llena la infinidad del espacio, y según He-ráclito, cuanto existe de él procede, y á él vuelve des-pués de varias metamorfosis. Como se ve, esta es, nimás ni menos, la moderna doctrina de la evoluciónuniversal ó del trasformismo.

El sistema atómico, cuyo principal representanteen el período anterior á Sócrates fue Demócrito, seda la mano con el de Heráclito, pues para el filósofode Abdera todo lo que existe no son más que combi-naciones de átomos que se forman y se deshacen suce-sivamente; la muerte no los destruye, que son eternosy están sometidos á el hado, ley general que rigetodas las cosas: aquí tenemos la eternidad de la mate-ria y de la fuerza que va á ella unida, produciendonecesariamente cuanto existe, que es la conclusiónnecesaria del positivismo reinante.

El punto de vista del materialismo tenía que persis-tir, y persistió en efecto después del triunfo del sub-jetivismo socrático, y Epicuro fue en este segundoperíodo el que lo abrazó con mayor claridad, de unamanera más absoluta, y por lo tanto más lógica, quelos actúales trasformistas; sólo admite la sustanciamaterial dividida en partículas levísimas, como losatomi^is del período anterior, partículas que, agitán-dose en el caos, chocan enlre sí y se mezclan formandoinfinitas combinaciones meramente accidentales queson los cuerpos que constituyen el universo. Esta mis-ma aseveración es la esencia del Darwinismo, pues sino hay en el mundo orgánico ni en el inorgánico tiposespecíficos determinados yreales, todo cuanto existeno son más que combinaciones accidentales y hastaarbitrarias de la materia.

En la civilización romana, la filosofía no tuvo exis-tencia y desarrollo peculiares de aquel período, en elcual se propagó por el universo, á la sazón conocido,el saber de la Grecia, preparando por este medio y envirtud de la unidad política, que fue su consecuencia,el triunfo de la religión verdadera, déla religión abso-luta que Dios había prometido revelar al mundo en laplenitud de los tiempos. Desde que ocurrió este hechotrascendental, la filosofía se empleó en la explicacióny desarrollo de los dogmas; esto no impidió su pro-greso,-pues la escolástica no es, como algunos creen,una época de estancamiento y de atraso y las dóc-

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trinas de Platón y de Aristóteles, en manos de losteólogos, sirvieron de base á notables adelantos enlas ciencias del espíritu; mas dentro de la escolásticano podían tener la importancia que en periodos ante-riores tuvieron ciertos problemas que se presentan denuevo en la época del renacimiento; pero si entoncesEpicuro tuvo algunos partidarios atraídos, más quepor otras cosas, por las bellezas literarias del famosopoema de su fiel discípulo Lucrecio, se tardó algúntiempo en que la especulación filosófica se aplicara ála naturaleza, y los libros de La Física de Aristótelescontinuaron por de pronto sirviendo de fundamento álo que se pensaba en este orden de fenómenos.

La observación directa de la naturaleza renovó, alcabo, la constitución de las ciencias físicas abriendocaminos desusados al conocimiento y produciendoresultados notables; pero no se creyó que empleandoese método podría abandonarse el estudio de la meta-física, y mucho monos que bastase la sensación paraconstruir el armónico y majestuoso edificio do la cien-cia. Las leyes descubiertas por Keplero, relativas almovimiento de los planetas, sólo nos enseñan sus re-laciones cuantitativas, pero no la causa que lo deter-mina; y ni los torbellinos de Descartes, hoy general-mente abandonados por ser en efecto una hipótesismecánica é insuficiente para explicar el sistema pla-netario; ni la gravitación universal, teoría dinámicamás racional y más verosímil, pero al cabo verdaderahipótesis, aunque su autor afirmó que no las fingía,son ni pueden ser resultado de la observación y de laexperiencia, sino determinaciones lógicas de la idea,aplicadas á la esfera más simple de la naturaleza, quees el mundo astronómico.

Aunque el movimiento sensualista que siguió al re-nacimiento y la escuela física, que fue su consecuen-cia, aparecieron antes que en otra parte en Italia, elhaber sistematizado Bacon los procedimientos segui-dos por los físicos italianos, le ha dado una importan-cia y un nombre superiores á lo que merecen susobras, que tuvieron la circunstancia feliz de produ-cirse en el momento en que la filosofía, reivindicandosu independencia, mostraba en este escritor su aspectosensualista, y el espiritualista en Descartes; por esolos positivistas modernos que hablan con sinceridadreconocen como su antecesor al famoso autor delNuevo órgano de las ciencias.

Algunos puntos de vista propios de una de las doc-trinas engendradas por el materialismo, el de la evo-lución universal entre otros, se descubren en los natu-ralistas que ya pertenecen á la época moderna. CarlosLinneo, el más eminente de todos, contemplando elorden y la armonía que se observan en el mundo orgá-nico, afirmó que la naturaleza no procedía á saltos,Natitra non fecit saltum; y estudiando más especial-mente el reino animal, dijo que todo procedía del ger-men, omnia es ovo, que casi equivale á decir que todo

organismo procede de la célula ó del protoplasma;pero con una intuición superior á la pretendida cienciade sus sucesores, afirmó dos cosas: la primera, y másimportante, que la naturaleza es un sistema, y la se-gunda, la permanencia de las especies.

Dos hombres quo ocupan lugar preeminente en losanales de la ciencia contribuyeron con gran eficacia aldesarrollo ulterior de las teorías materialistas deltransformismo, aunque el uno de ellos os en filosofíael creador del idealismo subjetivo, y el otro uno delos restauradores del arte romántico: el primero esKant y el segundo el famoso Goathe. El filósofo deKenisberg escribió poco después de mediado elsiglo XVIII, su Historia general de la Naturaleza yla teoría del cielo según los principios de New ton,por consiguiente aún no había concebido la Críticade la razón pura, que es su obra fundamental en laciencia filosófica, y el punto de partida del gran mo-vimiento alemán que produjo, además de este insignepensador, á Fichte á Schelling y á Ilegel.

Kant, en el primer período de su actividad intelec-tual, se consagró a! estudio de las matemáticas y de lafísica, y estaba bajo la influencia de las doctrinassensualistas que popularizaron Locke y Condillac, nohabiendo todavía descubierto su insuficiencia, que fue!o que más tarde le condujo al estudio profundo de larazón, á la determinación de los conceptos de espacioy de tiempo, condiciones de la sensación, y á la delas categorías que lo son del conocimiento.

Fue ocasión deque Kant publicara sus primeras ideassobre cosmología un tema propuesto por la Academiade Berlín, creada como se sabe por el gran Federico, ydominada por- el ultramaterialista francés Lametrie;consistíanse tema en averiguar si la tierra había expe-rimentado algún cambio en su rotación desde el princi-pio del mundo, qué causa lo había producido, y cómopodría demostrarse. En la memoria que escribió sobreesta cuestión, anunció Kant una cosmogenia ó ensayosobre la derivación del origen del mundo, la formacióndélos cuerpos celestes, las causas de su movimiento ylas leyes generales de la materia, conforme á los prin-cipios de Newton, y esta obra fue la que publicó en1785, siendo todavía estudiante, bajo el título queantes he copiado. La hipótesis de Kant fue aceptadaen 1761 por el famoso Lambert, y'más tarde porLaplace como luego veremos.

En este tratado, el filósofo de Kenisberg se lanzó ávelas desplegadas por los espacios imaginarios, adop-tando una explicación del universo muy análoga á lade Heráclito, en la oual se presupone la eternidaddel mundo. Como se sabe, más tarde, el mismo Kantcomprendió entre las antimonias de la razón pura lacreación y la eternidad del universo. Pero en esteensayo cosmológico se parte de la existencia sin prin-cipio de todos los cuerpos celestes, y especialmentede los que constituyen el sistema solar de que la tierra

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forma parte, y se supone, que en un momento dadoque se habrá repetido infinitas veces en la eternidaddel tiempo, cansados los planetas de girar en susórbitas, cayeron sobre el sol que los abrasó, redu-ciéndolos á átomos impalpables, los cuales, difundidospor la fuerza expansiva del calor, se extendieron porla inmensidad del espacio, es decir, que se formó unagran nebulosa, en la que obrando la atracción y elmovimiento se determinaron nuevos astros que recor-rieron sus órbitas, hasta que al cabo de un tiempo in-calculable desfallecerán de nuevo, caerán otra vez enel sol y se reproducirán los fenómenos que he des-crito.

Gcethe profesó siempre un naturalismo inspirado,sin duda por el materialismo poético de Lucrecio; yadmitiendo, como todos los queadoptan esta doctrina,la virtud evolutiva de la materia, expuso esta teoría,en su tratado de la metamorfosis de las plantas, aun-que sin llegar por falta de conocimientos his'ológicosá las conclusiones que hoy son el fundamento de labiología positivista, tal como la exponen Virchow yDu-Bois Reymond y más sistemáticamente Ekeekel,quien reconoce al gran poeta como uno de los fun-dadores del trasformismo, no sin ser contradichopor algunos jefes de la secta, y principalmente porO. Schmidt, que alega, en apoyo de su opinión, ra-zones muy poderosas.

Goethe concibió la primera idea de su teoría me-tamórfica hacia el año de 1780, y la completó y des-arrolló durante su viaje por Italia; según él mismodeclara, esto ocurrió en 1787, en vista de que cier-tos órganos que tienen de ordinario en las plantasformas especiales, adquieren en algunos casos elaspecto de hojas; lo cual se ve con frecuencia en elcáliz y en la corola de las flores; y como por otraparte las yemas ó brotes de las plantas, sin que nadadetermine su ulterior desarrollo, ó á lo menos nos loindique con señales visibles, producen á las vecesflores y á las veces sólo hojas, infirió de aquí la teoríade que un sólo órgano constituye todas las partes delas plantas, la cual formuló en los siguientes términos.«El mismo órgano que se extiende en el tallo for-«mando hojas de tan vario aspecto, se contrae para«constituir el cáliz, se extiende de nuevo para formar»el pétalo, vuelve á encogerse para formar los órganos^genitales, extendiéndose por último ai convertirse en»fruto.» Generalizando este concepto y aplicándoloal reino animal, afirmó también que el cráneo y lacolumna vertebral estaban formados por un solo ele-mento que es la vértebra modificada de diferentesmaneras.

Como ya he indicado, los adelantos de la anatomía yfisiología comparadas, han facilitado el trabajo de lostrasformistas que apoyan hoy sus opiniones en loselementos orgánicos, ó mejor dicho, en el elementoorgánico universal y único que es, según ellos, la

sélula, ó más propiamente el protoplasma; pero si laevolución del protoplasma puede explicar en ciertamanera el desarrollo de la parte material de los órga-nos, como en estos es más importante todavía laforma, de aquí que'los evolucionistas no deban negar áGoethe la gloria de haber sido, si no el primero, uno dede los que más han contribuido á fundar y propagar lateoría del cambio y modificación gradual de las formasorgánieas, que sirve de base á la ciencia que, aun antesque Híeckel lo expusiera, y desde el siglo pasado, lla-man morfología los naturalistas alemanes.

Pero O. Schmidt tiene razón en no contar á Goethe:ntre los partidarios del actual trasformismo, porque

el poeta alemán suponía la existencia de tipos orgá-nicos-determinados, no admitiendo las variaciones deforma, sino dentro de los límites de aquellos, lo cuales lo mismo que afirmar la permanencia de las espe-cies, pues esos tipos son la idea real y concreta que, alaparecer en la naturaleza, se determina por medio delo particular y aun de lo accidental, que es propio de •esta esfera del ser; y en tales determinaciones esdonde tienen lugar los cambios de forma que: no pue-den llegar, según Goethe, hasta el extremo de alterarla esencia de los órganos. Sin duda Gcethe no aceptabalas últimas consecuencias de su doctrina por ser con-trarias á sus convicciones sensualistas, pero ya se lashizo notar Sohiller cuando al exponerle su teoría (porcierto la primera vez que se vieron y se hablaron losdos grandes poetas), dijo el autor de la Intriga y elamor al del Fausto, «Todo eso no es observación, esuna idea.»

Ya he dicho que la teoría cosmológica de Laplace essustancialmente idéntica á la de Kant. Cuéntase quehabiéndosela expuesto aquel sabio al Emperador Na-poleón I, le preguntó.ésto qué papel representabaDios en ella, á lo que contestó el famoso físico, queno habT'a necesitado esa hipótesis para constituir susistema. Verdadera ó falsa, esta anécdota da idea delcarácter esencial de todas las doctrinas materialistas;pero si se examinan con atención, se descubre que, noobstante la soberbia de sus autores, si omiten ó re-chazan las causas ó principios superiores á los fenó-menos sensibles, admiten ciertos fantasmas, como losllamaría Bacon, que sie.ndo inmateriales, tienen e l .inconveniente de no explicar nada aunque pretendenque lo explican todo, tal es la condición del caos deEpicuro; del acaso, que es la categoría universal de ¡asteorías cosmológicas empíricas; y del todo principioabsoluto que el tristemente célebre Strauss, autor dela Vida de Jesús, ha pretendido sacar triunfante da lasruinas de la religión y de la metafísica.

Los partidarios entusiastas de Laplace, afirmanque éste no conocía la teoría cosmológica de Kantcuando concibió y expuso su mecánica celeste, ob-jeto de su admiración y de sus alabanzas, pero si enefecto no había llegado á su noticia la concepción* no

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menos grandiosa que fantástica del filósofo alemán,difícilmente dejaría de tener conocimiento de las obrasdo Lambert, y de seguro no ignoraba las ideas deHerschel sobre las nebulosas, y estos escritores su-ministraron á Laplace el fundamento de su teoría,aceptada hoy por casi todos los astrónomos, físicos ynaturalistas.

En efecto, según Herschel, la nebulosa es unamasa indeterminada y difusa de materia cósmica que.mantiene en ese estado el calor producido por ladestrucción de un sistema planetario, explicada en lostérminos y de la manera que Rant supone; y esamateria cósmica, obedeciendo á la acción de las fuer-zas que le son inherentes, ha de formar en la su-cesión del tiempo un nuevo sistema planetario. Elmodo supuesto de verificarse este fenómeno y su apli-cación al sistema solar, es lo que ha pretendido ex-plicar Laplace sirviéndole de punto de partida unaopinión del mismo Herschel, quien afirma que en lasactuales nebulosas se nota cierto movimiento interiorque á su parecer es debido á la concentración de sumateria, que producirá astros y sistemas planetariosanálogos á los demás que pueblan el espacio.

Laplace, siguiendo al gran astrónomo, supone queel sistema de que la tierra forma parte ha sido antesuna masa de materia gaseiforme y difusa, esto es, unanebulosa dotada de cierto movimiento de rotación, yque por virtud de su enfriamiento las partes lejanasdel centro se fueron precipitando hacia este punto; y,a medida que aumentaba la densidad de la sustancia,se aceleraba de rotación y con ella la fuerza centrífu-ga; de suerte que no pudiendo equilibrarse con lafuerza centrípeta, se desprendían de la masa generalde la nebulosa anillos de materia en diversos estadosde condensación, determinándose en cada uno un cen-tro particular de atracción que agrupaba toda la masadel anillo, conviniéndole en un cuerpo independiente,en un planeta, que, una vez formado, recorre su órbitasiguiendo la dirección que tenía el anillo de que pro-cede: el sol es el resultado de la materia precipitadaal principio del enfriamiento hacia el centro de la ne-bulosa.

" En esta hipótesis se pretende explicar nuestro sis-tema planetario como simple resultado de la evolu-ción ó trasformaeion de una sustancia, á que los as-trónomos y físicos han dado el nombre de materiacósmica, en virtud de dos fuerzas que dicen que leson inherentes, el movimiento y el frió; y generali-zando este conjunto de suposiciones gratuitas, sequiere demostrar que el origen de todos los cuerposcelestes son nebulosas, que en la actualidad se hallanen diferentes momentos de su evolución, desde el es-tado de difusión completa hasta el de sistemas plane-tarios análogos al nuestro.

Aunque los físicos y astrónomos afirman que lateoría de Laplace explica satisfactoriamente el origen

de todos los astros, y especialmente el de aquellosque constituyen el sistema solar, convienen sin em-bargo en que es uua mera hipótesis, sin duda porqueno es susceptible de demostración experimental y di-reqta; pero aun sin ella, debiera tenerse por verdadcientífica, si diese razón cumplida de todos los fenó-menos astronómicos; mas no la da ni aun de los quese observan en nuestro sistema planetario: á él perte-necen ciertos cometas, y los que no tienen órbitas de-terminadas por la ciencia, por más que les sirva elsol de centro ó de foco, no sólo no se puede explicarsu existencia y movimiento con la hipótesis de Lapla-ce, sino que la contradicen y destruyen.

Bastaría este reparo para aniquilar la ambiciosa yal par arbitraria teoría del sabio francés; pero la exa-minaré más á fondo para descubrir en ella otroserrores sustanciales; preguntaré en primer lugar: ¿elmovimiento de la nebulosa de que el sistema plane-tario procede, le era, en efecto, inherente ó procedíade alguna fuerza extraña á ella? Si lo primero, ¿quéexperiencia directa nos autoriza á afirmarlo? Si lo se-gundo, ¿de quién y dé dónde procede la fuerza quedetermina este movimiento? Como se ve, la famosahipótesis empieza por suposiciones, ó cuando más poranalogías que nada demuestran.

El frió, que es factor tan importante como el movi-miento en esta hipótesis, no tiene explicación satisfac-toria; no se comprende la causa que determina su ac-ción, ni cuáles son sus límites; y esto sucede porqueambas cosas se presentan en esta teoría como circuns-tancias fortuitas y completamente accidentales, que lomismo pueden existir que no existir, y lo que es peor,se las supone obrando de un modo contrario á su na-turaleza y á lo que la observación nos da á conocer enellas. El movimiento, que tiene sus leyes propias y de-terminadas, porque es un momento esencial de la na-turaleza, aparece aquí de una manera anormal y quese puede llamar anárquica, agitando primero en unsólo sentido la masa general de la nebulosa, y obrandodespués en distintas direcciones para dar origen almovimiento de traslación, y al propio tiempo al derotación de cada planeta. Por otra parte, consideradasya en su ejercicio las fuerzas centrífuga y centrípetaque determinan el movimiento, se rompe el equilibrioque debe existir entre ambas para colocar los planetasá distancias desiguales del sol, lo cual sólo una vezocurre en el período de formación del sistema, puesluego cada uno de los cuerpos que lo forman recorresu órbita particular de un modo invariable.

Lo mismo que con el movimiento ocurre en estateoría con el frió, que como los físicos enseñan noexiste por sí sino con relación al calor; sus combina-ciones constituyen la temperatura y todos los fenó-menos que en elía se originan; pues bien, Laplace ad-mite en su teoría la existencia aislada del frió comouna fuerza, aunque sólo por el tiempo que la há me-

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N.° 44 J . MORENO NIETO. LA SOCIOLOGÍA. 165

nester para la formación de los planetas, y aunque elsol pertenece al sistema planetario, no se sabe por quéconserva su naturaleza ígnea sin que influya el frióen su creación.

No se diga que la tierra y los demás planetas estánsujetos desde su origen á un enfriamiento constan-te, y que en lo futuro tendrán absoluta falta de calor,y que tal vez esta sea la causa de que, en un periodode tiempo que ni la imaginación puede alcanzar, severifique aquel cansancio que supone Kant en su Teo-ría del cielo, aquella especie de muerte que los pre-cipita y hace caer en el sol, para volatilizarse y for-mar de nuevo la nebulosa; esto sería contradictorio,toda vez que para llegar á la difusión de la materiacósmica es menester que dentro del sistema se con-serve el calor, y que lejos de disminuir aumente.

Además esa hipótesis del enfriamiento constanteestá en contra de hechos experimentales que sirvende apoyo á una teoría de que se muestran satisfechoslos geólogos modernos, según la cual la tierra ha pa-sado ya cuando menos por dos períodos glaciarios,durante los cuales han reinado en nuestro planetatemperaturas tan bajas, que las neveras, que hoysólo existen en los barrancos de las montañas máselevadas, llegaban á los llanos de Europa y cubríanen ellos muchas leguas; después de esto la tierra harecobrado el calor, lo cual no hubiera sucedido á sercierta la hipótesis del enfriamiento constante y progre-sivo de todos los planetas.

Tales son algunas, no todas, las dificultades que, sinsalir del terreno de la observación y de la inducción,demuestran lo inexacto de la teoría cosmológica deLaplace, y la poca razón que le asistía para afirmarque no necesitaba á Dios para explicar el mundo;en efecto, sin admitir una razón, una idea superior,causa y fin de cuanto existe, nada tiene verdadera ex-plicación y todo so reduce á mero accidente, á fenó-meno fortuito, que lo mismo puede ser que dejar deser, lo cual sería el mayor de los absurdos; pues ánadie que tenga el entendimiento sano, se le podrápersuadir de que el universo que le rodea, y con elque está en relación, es producto del acaso, que hapodido no existir nunca; y que e! acaso lo destruirátambién, no se sabe cuándo ni cómo.

Las combinaciones de la materia cósmica que pue-den suponerse producidas por la selección natural,no explican de modo alguno la formación del univer-so, y ya veremos que lo que se designa con esa frasetan repetida hoy, y que tanta fama ha dado á Darwing,no basta para explicar la creación de los cuerpos or-gánicos ó inorgánicos que forman la tierra; y si nobastan para eso, si es menester admitir la idea y susdiferentes determinaciones para explicar la creación;si como dice el Génesis cada cosa se formó según suespecie, es delirio suponer como lo hace Herbert-Spen-cer, que baste la selección natural para comprender los

fenómenos psicológicos, y que con ella sola se ex-plique el curso de la historia como afirma Bagheot. Enla evolución de los sistemas filosóficos sometidos áuna ley de sucesión, que indicó Coussin, ha tocado elturno en estos momentos al materialismo que se dis-fraza con nombres nuevos; pero la verdad prevaleceráal fin, y pasará el reinado del positivismo y del tras-formismo, como ha pasado el de todos los sistemasque no admiten el valor absoluto de la idea.

ANTONIO MARÍA FABIÉ.

LA SOCIOLOGÍA.

Los principales discursos que se han pronunciadoúltimamente en las grandes solemnidades científicas, ósino los que han recorrido toda la Europa, siendo pu-blicados por numerosas revistas y recibido grandesaplausos, han sido discursos en que el materialismo seha presentado á hacer, con singular confianza, osten-tación y ruidoso alarde de sus doctrinas: así los deTyndall (1), de Wurtz (2), de Du-Bois Reimond (3).Para mí serían desconsoladoras estas señales deltiempo, si no tuviese inquebrantable fe en el triunfodefinitivo de aquellas doctrinas que ven en el mundoalgo más que la materia y la fuerza, esos dioses de losnuevos apóstoles que no tienen sino desdenes para elDios augusto de la conciencia universal y reservan susadoraciones y entusiasmos para esos otros, á los cua-les yo no sé aplicar sino aquella frase de Pascai: ¡Ohridicolissimo héroe!—Pero en medio del sentimientoque produce en todo espíritu generoso el aspecto deesas corrientes materialistas, preciso es reconocerque ateo debe haber de importante en tales doc-trinas, ó digamos mejor, en tales direcciones, cuan-

.do han logrado interesar á la mayoría de cuantos sededican hoy á escrutar los arcanos de la ciencia, yese algo no es, en mi sentir, otra cosa sino el estudiopaciente que tales pensadores vienen haciendo de larealidad cósmica, estudiándola en sí misma y desapa-sionadamente, que no en esferas puramente ideales yde fantasía.

Es menester reconocerlo de una vez: la cienciaeuropea ha entrado hace ya años en el camino dela investigación experimental, y en vez de encer-rarse en la esfera de la razón subjetiva, quiere, colo-cándose en el centro de la pura y viva realidad, reco-nocerla en su interior y en todas sus fases, y en losvarios momentos de su vida. En las ciencias socialesque durante las edades pasadas se han movido, puededecirse, fuera de su objeto, y que tomando tal ó cual

(1) Núm. 35, p¡Sg. 469 y 500, lomo n de la RtviSTA EBROPÍA. .

(2) Núm. 29, pág. 540, lomo 11 de idem, ¡d.

(3) Núm. 36, pag. 16, tomo m de idem, id.

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aspecto de la sociedad, ó esta ó aquella parte del pro-blema total que están encargadas de resolver, no ha-bían sabido penetrar en la esencia íntima del espíritu,para reconocer su naturaleza y descubrir las leyessegún las cuales vive y se desenvuelve en la historia,va prevaleciendo más y más la indagación positiva yse ha creado una nueva ciencia, no bien determinada,es verdad, ni completa todavía, pero que tiene ya susmétodos, su plan, sus doctrinas, y que es llamada porunos sociología, por otros física, por algunos fisiologíadel Estado.

De esta nueva ciencia, que cuando se determine ensu verdadero concepto y se aclare y precise su conte-nido habrá de trasformar las ciencias morales y polí-ticas, voy á decir dos palabras al propósito de des-cribrir su actual significación y de indicar mis opinio-nes sobre esta importantísima dirección del pensa-miento europeo.

Y nótese, porque es necesario empezar por aquíla consideración sobre las cuestiones relativas á esaciencia, nótese el estado de confusión, ó mejor di-cho, de falta de organización en que han estado losllamados estudios morales y políticos, hasta los noví-simos tiempos en que, merced al espíritu derivado deciertos sistemas alemanes, se ha constituido la cien-cia social una, y bajo de ella, como divisiones interio-res y ramas diferentes, todas las demás que tienen porasunto la esencia del espíritu, ó las leyes que gobier-nan su vida, las cuales vivían antes separadas entresí, y no regidas y subordinadas á un principio supe-rior y unidad que las sirviera de punto central y deenlace.

La manera de considerar ya esta rama de los sabe-res, bajo el punto de vista de la unidad, constituyendola ciencia llamada ciencia del espíritu, ha permitidoplantear problemas que no estaban antes determina-dos, y en lo tocante al plan, concepto y método haocasionado grandes novedades que debemos conocery fijar bien, si no queremos continuar rezagados delmovimiento de los pueblos cultos.

Las dos preguntas principales relativas á la organi-zación de esta ciencia del espíritu, y de cuya soluciónpende, podemos decir, su porvenir, son, la una relativaá la división de la misma por razón de su contenido,la otra su división por el modo del conocimiento. Todoslos grandes progresos que se han obrado en esta es-fera se refieren á una de estas dos preguntas, cuyacumplida contestacion-viene ya preparada por los no-tabilísimos trabajos que ha visto el presente siglo.

Dejemos á un lado, por ahora, lo relativo á la divi-sión de la ciencia social por razón del modo del cono-cimiento, y fijémonos en su división por razón delasunto de ella, Y atendiendo á este último concepto,debemos decir que son dos los problemas fundamen-tates que la ciencia social ha de resolver, y según loscuales debe ella ordenarse y clasificarse, es á saber,

el problema jurídico y el problema que, á falta deotro nombre, llamaré sustantivo, porque se encaminaá averiguar cuál es la sustancia ó si decimos la esenciade ese ser. El primero da como la forma, y el segundocomo la materia del mismo, y se advierte bien su dis-tinto carácter y la diferencia que separa á entrambos,considerando al espíritu, no sólo en su estado ideal ytomado en sí, sino visto en su desarrollo. Porque, re-parando en esto, se advierte al punto que hay unafuerza, una energía que se manifiesta realizando he-chos, y que esta energía, produciéndose por multitudde individuos, toma una forma determinada. Ahorabien: todo lo que loca á \a forma de la sociedad, ó dí-gase al espíritu que llamamos colectivo, pertenece alproblema jurídico, que es en realidad el único tra-tado hasta hace poco por los escritores cuando hanhablado de ciencias morales y políticas: cuanto miraá esa energía, en tanto que fuerza que produce lahistoria, y que es como la materia en que esa formase encarna y á la cual determina, toca al otro pro-blema.

La ciencia antigua y la de la Edad Media y tiemposposteriores hasta el período novísimo, desconocieroncasi completamente lo relativo á lo que yo llamo elproblema positivo. En todos esos tiempos las cuestio-nes sociales se presentan principalmente como cuestio-nes de forma y organización, es decir, como cuestio-nes jurídicas, y en éstas predomina la tendencia áconstituirse como doctrina del ideal, cuyo principalobjeto era mostrar según qué formas y moldes debíanorganizarse los pueblos para realizar el derecho, con-cebido sólo como regla y precepto.

La sociedad y la vida toda del espíritu era colocadaen cierto modo fuera de las leyes naturales, fuera dela causalidad exterior, y lejos de estimarla como en-gendrada por fuerzas vivas y como resultado de unmovimiento histórico, se la hacía nacer de un hechoreflexivo y libre, es decir, del contrato.

Esta concepción puramente formal y subjetiva de laciencia social que se conservó, como hemos indicadopoco há, durante todo el periodo que empieza en elrenacimiento y llega hasta el último tercio de la pasa-da centuria, proclamada y extendida en las variasobras publicadas en la Europa, bajo el título de Dere-cho natural, fue continuada y formulada de nuevo ycon más grandeza y espíritu sistemático por Kant yFichto. El primero de estos grandes escritores estudiasólo la forma de la sociedad, y lejos de enlazarla á tavida exterior y mundo objetivo, la considera en síy con cierta abstracción de todo elemento positivo y =real. Por su parte, Fichte proclama, es verdad, hastacon rara exageración, la realidad del espíritu; pero lecontempla principalmente en la relación individual yle considera como constituyéndose y produciendo lavida por un acto puro, por determinaciones libres, yle coloca en un mundo trascendental que es distinto de

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este en que vivimos. Por donde la vida general con sumovimiento dramático y sus relaciones variadas y su3desenvolvimientos sucesivos, y en parto necesarios, que-daba en ambos sistemas suprimida ó sólo parcialmen-te reconocida, y la ciencia social mutilada y falseada.

Abundando en este sentido las escuelas y partidospolíticos que han llevado la voz en este período de lasgrandes revoluciones, han considerado la obra socialy la labor histórica como obra sólo de reflexión ylibertad, con cuyas ideas, y ganosas de realizar el idealque concebían, metieron á la Europa en esa serie deviolentos trastornos que constituyen nuestra turbaday revuelta historia.

Entre tanto que prevalecían tales doctrinas en eldominio de la razón y de la vida, aparecían las llama-das históricas, denunciando los yerros y las violenciasde esas otras idealistas y subjetivas, bien que por des-conocer las necesidades del progreso general, y porno dar intervención en la historia al espíritu reflexivoy libre, se privaban de ejercer profunda y provechosainfluencia en los espíritus y en la marcha general delpensamiento.

El sistema que había de cambiar la dirección de laciencia y preparar su construcción sobre bases másamplias y con más levantado espíritu era el de Sche-lling. Este escritor abandonó de una vez la posición dela ciencia que se movía dentro del sujeto, y se colocóen el centro de la realidad, con lo cual, y haciendo deesta realidad unas como potencias ó fuerzas reales,que iban en su desarrollo engendrando ti mundo consus diferentes seres y grados diversos, logró elevar elpensamiento al estudio del mundo objetivo, y produjoel resultado de estimar la historia como forma nece-saria de la vida, y como elemento, por tanto, de todaconstrucción social.

La naturaleza, en este sistema, no apareció yacomo algo separado enteramente del espíritu, antesbien era como un colaborador suyo en la obra univer-sal; ni el espíritu venía concebido, en su doctrina,como un ser de pura reflexión que causaba la vida conentera libertad, sino que, en su desenvolvimiento, entanto que espíritu activo, iba explicando y actuandosu contenido, de una manera análoga á como lo hacíanlas demás fuerzas y seres del mundo, es decir, fatal ynecesariamente.

Semejante concepción, en cuanto daba por base dela ciencia del espíritu la realidad, y además en cuantoponía áese ser en medio del mundo, presentando su-vida como una parte de la vida universal, sujeta áidénticas leyes, y á la principal de ellas, ó sea la de lanecesidad, abrió nuevos horizontes á las ciencias so-ciales, que recibieron no pocos adelantos de muchosy muy distinguidos pensadores, entre los cuales, porno hablar de otros, citaré, como los más señalados, áSehleietmacher, Hegel, Krause, Stahl, Weisse y Her-mán Fichte. Mas, aparte de graves defectos, nacidos

los principales de ser un panteísmo este sistema deSchelling, por su carador de escuela filosófica, ó di-,gamos mejor, especulativa, que no daba á la experien-cia la importancia que dobla de tener, y por su empeñoen construir la ciencia, asi la de la naturaleza como ladel espíritu, sólo por conceptos racionales, no pudodar nacimiento á una ciencia social verdaderamentepositiva, ya quo ofreciera cuadros, ideas, formas y mé-todos muy adecuados para ordenar y encerrar las doc-trinas que la indagación pudiera encontrar al hacer elestudio serio y directo del espíritu y de su vida toda.

Con sentido distinto y en dirección por todo extre-mo diferente do la expresada por Schelling, se haocupado de la ciencia social la escuela positivista,procurando llevar á ella su criterio, sus métodos y susaspiraciones. El positivismo no es, como todos sabéis,sino un naturalismo que desconoce y niega, no splolo sobrenatural, sino lo racional y suprasensible; y enlo quo constituye el cosmos ó la llamada naturale-za, no ve sino la materia y la fuerza que en'sucesivastrasformaciones llegan á producir el espíritu. Contales doctrinas, era natural que sólo pudieran los po-sitivistas estudiar los hechos y las causas que losengendran, y las relaciones que, como efecto natural,llegan á formarse en el curso de la historia, cosastodas quo en realidad pertenecen á eso que he llamadoel problema positivo. Por esto son muchos los ele-mentos y materiales que pueden utilizarse de los quepresenta esa escuela en la ciencia llamada cabalmentepor ella sociología; pero como, por otra parte, desco-noce ella la verdadera ciencia del espíritu, y su espon-taneidad y sus más nobles y levantadas aspiraciones,como su teoría acerca de la ciencia en general es tanincompleta y tan erradas sus doctrinas sobre el prin-cipio de las cosas y sus fines últimos, y desconoce, porotra plrte, lo ideal y trascendental y cuanto en esteorden se refiere á la moral y al derecho, sería equivo-.cado pedir á tal escuela el secreto de las cuestionesque el ponsamienlo ha do resolver aun en esla parteque tiene por objeto dar á conocer lo sustancial y po-sitivo de la cieifcia del espíritu.

Para construir de una vez esa ciencia en las dospartes que las constituyen, es menester proceder conmiras más altas y más comprensivas: es menester, yaque ellas no son la ciencia primera, sino ciencias su-bordinadas, fundarlas en una concepción filosóficaquo, además de sus métodos, las dé sus primerosprincipios. No es lícito en el actual estado de los co-nocimientos estudiar cada una de las ciencias que serefieren á los seres del mundo finito, sino como partesinteriores de la ciencia universal, ni construirlas sinoen el momento y lugar que dentro de ésta les corres-pondo. Ahora bien, esa concepción filosófica debe sertal que explique el mundo por un ser que, siendo es-píritu absoluto é infinito, y como espíritu, inteligenciay fuerza, sea su razón suficiente y su principio y causa

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real y viva; una concepción que sepa reconocer y ex-plicar aquella región de lo racional puro, en que resi-den los tipos, las formas y ejemplares según los cua-les ha de expresarse la verdad, el orden y la bellezaen el mundo. Y descendiendo desde estas regiones delas primeras esencias y de los primeros principios Aesta otra, regida también, no lo olvidemos, por loabsoluto, pero donde viven los seres finitos y contin-gentes que forman juntos cada clase de ellos, los unoslo que llamamos naturaleza, y los otros el ser que lla-mamos humanidad; descendiendo, repito, á esta re-gión que constituye el mundo, debe presentar á éstecomo obra do pensamiento, lo cual quiere decir queél debe ser un sistema y un conjunto de seres unidosentre sí y todos creados y ordenados á realizar fines,los cuales, concebidos y puestos por la inteligenciacreadora como supremo motivo, y regla y explicaciónde todo acto, de toda aspiración, de todo movimiento,han de engendrar, al cabo y remate de la vida univer-sa!, y como solución de todas sus oposiciones, unagrande y esplendorosa armonía. Y en el curso de iavida que se dirige á realizar esos fines, ha de mostrarcómo los seres que contiene el mundo van desarro-llándose en orden sucesivo y gerárquieo, y hacer verque la vida, la de cada uno tomada aisladamente, yla de todos, considerados en su relación á los demásy cual miembros de una totalidad, es una evolución enque cada grado no engendra, pero prepara al que lesigue, el Cual además resume y amplía e) grado infe-rior y á la vez le explica y es como su razón suficiente.

Bajo tales principios, y después de determinada enla ciencia universal la de la naturaleza, que es ante-rior é inferior á la del espíritu, llega el momento pro-pio de esta última, el momento de la ciencia social,la cual, en-tanto que miembro de la ciencia una, es de-rivada de los principios puestos poco há, y, en tantoque ciencia propia y sustantiva, debe desenvolver sucontenido con doctrina peculiar y en su interior yparticular esfera. Y aquí debe enseñar cuál es la esen-cia del espíritu y cuál su origen y su destino, y decirqué leyes gobiernan su vida y qué fo'rmas toma ensu desenvolvimiento histórico, y cuáles debe tomarpora acomodarse á las prescripciones de la justicia yde la moral y para qua reine en este nuestro planetala mayor suma de cultura y de posible bienestar.

Al llegar á este punto, y después de haber manifes-tado con la precisión y claridad que consienten estasoscurísimas y hasta ahora mal deslindadas regiones,las doctrinas y soluciones que debe ofrecer la con-cepción filosófica, que ha de dar fundamento á laciencia social y los problemas que toca á ésta resol-ver, digamos ahora en brevísimos rasgos, que con loexpuesto antes bastarán para el intento, cuál de lossistemas filosóficos principales puede dar la verdaderadoctrina y en qué dirección, de las hasta hoy cono-cidas en el terreno de las ciencias morales y políticas,

podremos encontrar la solución de sus dos capitalesproblemas.

Pues, cuanto á lo primero, paróceme que el pan-teísmo no puede darnos lo que buscamos, porquesobre suprimir el ser absoluto, al quitarle la persona-lidad y hacer de él sólo el sor indeterminado y neu-tro ó la sustancia universal, con lo cual se incapacitapara dar un efectivo y absoluto principio de ser y devida, suprime el derecho, toda vez que le considerasólo como una relación inmanente, confundiéndolo conla forma que históricamente toman los pueblos en sudesarrollo, en medio del espacio y del tiempo, sin dis-tinguir lo que es de lo que debe de ser, según el or-den marcado en la idea eterna del bien y de la justi-cia. Por otro lado, si habla de finalidad la consideratambién inmanente en el mundo y se niega á recono-cer todo ideal puesto más allá y fuera de toda situa-ción histórica, ó digámoslo de una vez, todo idealtrascendente que sirva como de ejemplar y regla á lahumanidad y como de reclamo que la llame hacia lasalturas que confinan con lo absoluto.

Menos pueden ofrecernos las anheladas soluciones,los sistemas materialistas ó positivistas, tan en bogahoy, como que parecen los únicos que reinan en laEuropa, los cuales, en vez de explicar las cuestionesque entraña el problema jurídico, las niegan y supri-men, ofreciéndonos sólo ellos un mundo.sin cielo,una humanidad sin ideal, y una sociedad sin con-ciencia.

Sólo el esplritualismo, el grande y elevado esplri-tualismo, refiriéndose y enlazando sus trabajosa losque ofrece la larga tradición de la filosofía europeaque, al través del cristianismo y sus grandes docto-res, llega hasta Platón, es el que puede darnos lagran revelación y la gran doctrina, así como para lametafísica, también para las ciencias sociales. A fa-vor de ese sistema y de sus nobilísimas aspiracionesy de sus levantadas enseñanzas, reconociendo el Diospersonal, que es creador del mundo y su providencia,legislador y jugz del humano linaje, reconociendo yenseñando la existencia de ese mundo trascendentalde lo bueno, de lo justo y de lo santo, y diciendo áun tiempo mismo cuáles son los fines y el destinode los seres racionales, nos da los principios genera-dores del orden y la armonía que deben resplandeceren la historia humana: lo cual tanto vale como darlos elementos y doctrinas esenciales para la cienciade la filosofía del Derecho, encargada, dirólo ya paraen adelante, de resolver el problema jurídico.

Pero me apresaro á advertirlo: el otro problema, ósea el positivo, que considero subordinado al jurídicoy que debe ser resuelto por otra ciencia, que llamaréya sociología, encargada de todo lo que no comprendela filosofía del Derecho, ya dije al principio de esteestudio que los trabajos publicados hasta la épocamoderna, inspirados todos por el espiritualismo y que

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representan cuanto al calor de esas ideas había veni:

do á esta parte de la ciencia social, son por demás in-completos. Y no porque no pueda componerse con lasenseñanzas del espiritualismo y hasta derivarse deellas la verdadera doctrina de la misma sociología, sinoporque el carácter formal y abstracto con que habíavenido cultivándose ese sistema, le había impedidohacer aquí los progresos que ha realizado el pensa-miento contemporáneo, empujado y conducido porsistemas diferentes. A estos hay que pedir los princi-pales materiales y elementos que, reformados y trasfí-gurados por un espiritualismo más vasto y positivo queel del pasado, llegarán al cabo á producir esa ciencia so-cial que buscamos anhelosos en medio de las congojasy angustias de la turbada hora presente. Sí, lo dirémuy alto, pese á ciertos espíritus despreciadores de lostiempos actuales: á los sistemas modernos es fuerzapedir los principales elementos para la sociología; álos positivistas, pero á éstos solo materiales: á otros,es decir-í á los que han trabajado en la dirección abier-ta en parte por Savigny y más por Schelling, reforma-da y completada, por modo no poco diverso, por StahlyKrause, y en la indicada, entre otros varios, por Zac-earías y agrandada y precisada por Held, Stein yFranz, además de abundantes materiales, el plan, elconcepto y algunas de las principales de esa ciencia.

En cuanto al concepto y al plan de la sociología yá su organización interior, los sistemas indicados ofre-cen grandes novedades y excelencias, debidas á suprocedimiento sintético y punto de vista objetivo, alcarácter orgánico de sus doctrinas y á sus miras máscabales y más exactas sobre las condiciones críticasy las arquitectónicas de la ciencia en general y decada una de las ciencias. Nada hay, en cuanto ú formay organización, en los escritores de los siglos pasados,que sea comparable á las grandes construcciones delos sistemas novísimos, á su poderosa unidad y á labella y profunda ordenación de sus partes interiores.

Tocante á las ideas, entre las que más pueden ser-vir para el adelantamiento de la sociología, señalarécomo una de las principales la que consiste en con-siderar la sociedad, no como mero agregado, sinocomo un ser, el llamado por unos espíritu colectivo, ypor otros espíritu nacional y espíritu universal, serque tiene variedad interior, expresada por individua-lidades con fin y destino propios, pero que existe conesta variedad y sobre ella como un ser con vida dife-rente, sí, en más de un punto de la de cada individuo,pero idéntica á ella en su cualidad general de ser undesenvolvimiento, y desenvolvimiento según leyes de-terminadas y para fines racionales. Otra de las que sedeben á esos sistemas modernos, es la manera do con-cebir la vida como un desarrollo de la esencia del sery como una evolución hecha en momentos y períodossucesivos y graduales y según ley de continuidad yaún de fatalidad en el conjunto de ella.

Semejantes ideas viniendo, en la mayoría de esossistemas, derivadasde conceptos panteistas, tienen sen-tido falso y pernicioso; pero recibidas libremente poruna metafísica espiritualista y reformadas á su in-flujo, servirán de valiosos elementos en la obra de laconstitución definitiva de la ciencia. Tal sucederá, enmi sentir, con la idea de la necesidad dada como leyde la vida de los pueblos, idea que se enlaza, si no esidéntica, á las que han agitado y resuelto, en opuestosentido, las escuelas históricas ó idealistas y que voy átratar aquí, poniéndola por remate del discurso, nosólo por su soberana importancia, sino porque ella*nos ha de decir en parte, cómo se unen entre sí,siendo tan diferentes esos problemas que forman jun-tos la ciencia social, y cómo pueden enlazarse la so-ciología y la filosofía del Derecho. ¡Lástima grandeque la angustia del tiempo nos veds entrar despacioen estas oscurísimas cuestiones! No esperéis que vayaá traer aquí todas las que se refieren á la libertad, so-bre todo cuando se la considera en la vida del indivi-duo; voy tan sólo á rasguear algunas consideraciones,en lo que mira á ese principio traido á la vida social.

La libertad es !a esencia misma de! espíritu, sunota característica, aquello sin lo cual no puede existir,ni puede ser concebido. La libertad dice de una vez,que el espíritu es un ser en si y para sí, propio de símismo, y que es además una causa eficiente verda-dera, que, interrumpiendo la cadena de las causas na-turales, comienza una serie de actos que se refierená él como su causa inicial.

Esos nuevos doctores que andan por el inundoproclamando con tanta osadía y hasta insolencia, queel espíritu no es más que una nueva forma, una par-ticular manera de ser de la materia ó, como prefierendecir hoy los más, de la fuerza cósmica, que en su de-lirio no*ven que es sólo un resultado de la acción delespíritu absoluto, el cual está más allá y muy por en-cuna de la naturaleza, y que siguiendo esas premisas,no ven en la vida del espíritu humana, sino una seriede fenómenos y efectos determinados fatalmente poresa fuerza que circula por el muñólo. ¡Ah! esos docto-res ignoran, con ignorancia absoluta, qué cosa es elespíritu; ignoran cuál es la esencia interior de ese serque produce el mundo de la historia, más rico, másprofundo que el de la naturaleza exterior, mundo tanelevado, tan augusto, que Dios baja hasta él y el hom-bre sube desde él hasta Dios, en esa comunión mis-teriosa que se cumple en las regiones de la concienciay de la fe.

Sí; digámoslo muy alto: el reino del espíritu es elreino de la libertad, pero entiéndase bien, no la li-bertad absoluta. El hombre vive en medio de la na-turaleza íntimamente unido á ella, y sujeto, por tan-to, á sus influencias. Desde que aparece la vida, oraen las oscuras profundidades del Océano, ora en latranquila superficie de nuestro planeta, á la luz del sol

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y en medio de su vivificadora influencia, ese principiointerrior que viene animando todo organismo, se des-envuelve y manifiesta en una unión tan íntima con loque es material, ó lo que se fija en la materia, que nopuede determinarse bien esa unión de otra manera,sino diciendo que ese principio anímico es inmanenteen el organismo, ó si quisiéramos valemos de unafórmula gráfica y expresiva usada por el escolasticis-mo, diciendo que él es la forma sustancial de ese or-ganismo. Ahora bien, en todo el curso de la evoluciónen que vemos ese principio inmaterial, que llamamosalma, ir ascendiendo por grados en correspondenciacon las formas orgánicas que le expresan y sirvenhasta la aparición del espíritu en el hombre, las fuer-zas de la naturaleza vienen constituyéndose primero,como energías que mueven ese principio, que sonagentes suyos y sus elementos activos primordiales,y sólo después, cuando el hombre adquiere la concien-cia de sí mismo, cuando pone su yo como centro de suvida, es cuando se apropia verdaderamente esas fuer-zas y las convierte en instrumentos más ó menos dó-ciles de su potente libertad.

Con el sentido que deben formar estos principios,podemos resolver el problema de la libertad en la his-toria y en la vida social, no en cuanto relación jurí-dica, que de eso no tratamos ahora, sino en cuantopor ella queremos expresar e! modo de esa vida y dola acción del espíritu colectivo.

Casi todos las escuelas políticas y sociales que he-mos estudiado y conocido los que vivimos en estostiempos, casi todas las que han inspirado á los parti-dos en esta época revolucionaria, han venido conside-rando, según lo apunté antes, la obra social como obrade libertad; y desconociendo las leyes de la historia,se dieron á construir las sociedades con arreglo á unsistema y plan determinado. Para tales escuelas y par-tidos, y entre aquellas, es extraño hallar las sensua-listas y materialistas, nada había de elemento fatal ynecesario, nada de desenvolvimientos graduales, nadade leyes positivas de vida: la razón descubriendoejemplares y formas de organización, y la libertadrealizándolas, tales eran sus afirmaciones, sus dog-mas, sus creencias. ¡Y cuan caro han pagado lospueblos tan erradas doctrinas! Grandes trastornos, es-pantosas ruinas, y la libertad, esa reina tari ensalzaday llena de adorac:ones, postrada y rendida ante lasmás oprobiosas y estúpidas dictaduras.

No: esa entidad que llamamos sociedad, productode muchedumbre de individuos asociados para finescomunes y en unidad de vida, no es un ser que causesus actos todos como efecto de razón reflexiva y delibertad: las fuerzas que entraña van por siglos comoem secreta y lenta vegetación, desenvolviéndose y en-getndrando las mil formas y hechos y situaciones yesttados que forman su historia, y la razón va poco ápooeo creciendo y tomando posesión de esa vida, re-

conociéndose cada vez con más claridad, anunciando,aconsejando, luchando, hasta que al cabo de siglos yde edades llenas de ensayos sin cuento,, de titubeos,de errores y de aciertos, llega en nuestros dias á to-mar la dirección de los hechos y se esfuerza en traerá la vida aquellos ideales que ha visto lucir en los ho-rizontes de la conciencia. Todo esto quiero decir, quela historia es una mezcla de necesidad y de libertad,de necesidad, que es la forma principal de esas fuer-zas positivas que debe, estudiar la sociología; y de li-bertad, que es la forma con que obra la razón cuandollega á grados elevados de desenvolvimiento. El ór-gano más importante de esa razón y á la vez el ins-trumento más poderoso, mediante el cual puede la li-bertad triunfar de la necesidad y hacer que la obrasocial sea principalmente obra de libertad y se cumplasegún razón, es el Estado.

El Estado, creado él mismo por la necesidad y porel conjunto de causas que han levantado las razas ylos pueblos desde la barbarie á la civilización, sin cesarinfluido y condicionado por todos los elementos histó-ricos, es el punto central donde se recogen las aspi-raciones y las fuerzas principales de la sociedad, y asíreunidas y organizadas y creado por tal modo uncomo espíritu nacional dotado de soberanos impulsos,provoca y facilita el movimiento, dirige las corrientesgenerales y lleva á los pueblos, como por la mano, porlas grandes vías de la historia. Ya os lo decía en otraocasión: el Estado no podemos mirarle, según preten-den muchos escritores, como una institución pasivacolocada en la cima de la Nación para contemplardesde allí, en mudo silencio y sin mezclarse á él, elespectáculo de la vida: ese Estado impotente y ri-dículo, sería parecido á aquel dios solitario ó inmóvilde que habla Cousin en un pasaje célebre, dios esté-ril, colocado más allá de la creación y del tiempo, enel trono desierto de una eternidad fria y silenciosa. ElEstado fue, en las edades que pasaron, la fuerza másactiva y poderosa; hoy es todavía y será aún por mu-cho tiempo uno de los principales resortes de la vidageneral y del progreso.

Entre sus grandes tareas y capitales empeños, es elprincipal el de realizar el Derecho, haciendo que, alcompás que va agrandándose la vida, vengan nuevosmoldes y formas más amplias á permitir una nueva la-bor y más altos y valiosos crecimientos. Y en estepunto, se ve enlazarse también, mediante el Estado,los dos mundos, el de la realidad y el de lo ideal;pero de suerte que el que expresa el ideal se so-breponga y triunfe. Porque, bien lo sabeis, el Dere-cho, en cuanto él marca la forma y la relación me-diante la cual se ordenan en el organismo social susvarias partes, ó llamémoslos sus miembros vivos, seengendra en los primeros períodos déla historia, yaun ha venido engendrándose hasta épocas muy pos-teriores, no siempre con arreglo al ideal ni aun el re-

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lativo, es decir, ni á lo que la justicia exige como aco-modado á sus prescripciones en cada momento deldesarrollo del espíritu; y aun en este período en quela humanidad ha llegado á una conciencia más clarade sus destinos, y en que ha hecho esfuerzos genero-sos y sobrehumanos para arreglar la sociedad por losavisos de la razón, no ha logrado todavía realizar elideal. Pues á esa tarea debe consagrarse el Estado, nosólo ya hoy, ni por su propia inspiración y bajo formaautocrática, sino por el impulso de la conciencia gene-ral, de acuerdo con sus consejos y bajo las formasque expresen mejor el ejercicio de la libertad.

He dicho de la conciencia general, y esto es menes-ter no olvidarlo. Pudo en tiempos el Estado bastarseá si propio, para aquella laboriosa pero no tan difíciltarea de crear la unidad nacional fundiendo en uno to-dos los elementos, y afianzar la autoridad, sin cesarcombatida por una turbulenta aristocracia y aun porotros varios poderes que habían nacido y crecido enmedio de la general anarquía y á la sombra de su pro-pia flaqueza; pudo entonces y aun después para másafirmar las fuerzas del poder y darle eficacia y pres-tigio, colocarse, digámoslo así, por cima de la socie-dad y dictar desde aquella altura sus disposiciones ysus leyes: hoy fuera locura intentar se hiciese lomismo, ni lograríamos en tal caso sino llevarle pri-mero á la tiranía y la violencia, y á la postre á su des-trucción y ruina. No puede ahora, viviendo aislado delpaís, hallar las soluciones á los oscuros y tremendosproblemas que nos acosan y atormentan en este mo-mento de dudas, de lucha y de fatiga, ni serían sushombros bastante robustos para-llevar sobre sí laobra de la humanidad. Tócale mucha parte <1e ésta,pero no acaso la principal, ó por lo menos no toda:ella va haciéndose unas veces en medio de audacesalteraciones, otras en medio de esfuerzos sosegados ytranquilos, ora en asociaciones científicas, ora en po-líticas reuniones, unas veces en la prensa, otras enla tribuna, ahora en la cátedra, en la Academia y elAteneo, ahora en el Parlamento. De este trabajo uni-versal, en que todos somos colaboradores; de estehervor de afanes, de aspiraciones y de ideas que bro-tan como en tropel del seno del espíritu general y desus oscuros limbos, van poco á poco desprendiéndoselas ideas portadoras del germen de las cosas futuras,y tomando después cuerpo y voz se realizan, sirvién-dolas el Estado de valedor y medianero.

Pero me olvidaba que venía tratando de la necesidady la libertad, y que había prometido dedicar á éstasmis últimas palabras. He presentado la necesidadcomo interviniendo en el teatro de la historia, indi-cando además que ella es, por una parte, resultadode la unión en que vive el espíritu con la naturalezaexterior en este nuestro planeta, y de otra, de lascondiciones según que se desenvuelve la vida, las cua-les son de tal índole, que el espíritu nacido para la

libertad, como que es su esencia, está sometido du-rante largos períodos á la ley de la fatalidad. Si quere-mos apreciar bien el papel que hace la necesidad, ycuáles son su alcance y límites y á un tiempo mismosu significación en el mundo, es menester que con-templemos los grandes conjuntos, y que busquemoslas grandes perspectivas desde las altur.as de la me-tafísica.

Toda la filosofía alemana, desde Schelling, considerael universo como un sólo ser, que se desenvuelve endos momentos y bajo dos formas diferentes: el mo-mento y la forma do lo inconsciente, y el momento yla forma de lo consciente. El ser atraviesa esos mo-mentos y cada uno de sus grados interiores lenta-mente y en penosa ascensión, y durante los primerossigue su carrera sin saber de dónde viene, ni dóndeva, ni qué poder le empuja; y va suspirando anhelosohasta afirmarse en su interior, pronunciando aquellapalabra soberana yo, qus es el punto donde naae otromundo, desde el cual eleva el hombre su razón al co-nocimiento de las esencias de las cosas, de las leyesque las rigen y del pensamiento que forma la trama yel fondo de toda vida.

Esta concepción gigantesca que flota hoy por la at-mósfera y reina más ó menos en las regiones del pen-samiento europeo, nos da una revelación parcial de laverdad. No es ciertamente el mundo un solo ser, sinoque debajo de su unidad total hoy dos seres funda-mentales diferentes, la naturaleza y el espíritu; ni estodo el ser esto que llamamos mundo, pues hay másallá y antes otro ser que es cabalmente su principioy fundamento; pero es cierto que la vida se presentaen el cosmos como evolución continua, dividida endos momentos principales, el que expresa la vida dola naturaleza, y el que representa la del espíritu: queen aquella el desarrollo se cumple sin conciencia, locual tanto vale como decir con absoluta fatalidad: queen éste se anuncia desde luego el pensamiento, el cualtarda largos siglos en hacer su completa aparición, ydurante este gradual y lento desarrollo, las leyes his-tóricas se realizan con cierta manera de necesidad.Pero en el espíritu el desarrollo fatal es lo preliminar;lo primero, no lo definitivo ni lo último: su movi-miento va á un fin, y ese fin soberano es el llegar altriunfo de la razón y du la libertad.

Dos son los grandes acontecimientos que han pre-parado en la historia el reinado de la razón y la liber-tad: el primero es el cristianismo. No es posible enca-recer bastante las excelencias de esta religión augustay sublime, ni decir la grandeza de la obra que hallevado á cabo. Las religiones antiguas, aun las másexcelentes, eran puro naturalismo, sin sentido verda-deramente ético, y no tenían poder para mover yregir los sentimientos morales, ni servían grande-mente para elevar y purificar los hombres. Mostrá-banse, sí, en ellas alguna vez ideas y sentimientos que

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prefiguraban y como que presentían la idea cristiana;pero ellos venían desfigurados por representacionesmateriales y tendencias sensibles, que les quitabantodo valor verdadero. Ni era su Dios sino una especiede fuerza cósmica, ó un poder ciego siempre mezclado•á la naturaleza y envuelto en ella, y que agitándoseen los revueltos giros de los elementos, regía elmundo con voluntad tiránica y caprichosa.

Pues el cristianismo elevó lo divino muy por encimade todo lo material y terreno, haciendo de Diog el seromnipotente, augusto ó inenarrable, espíritu puro,que vive en la cima del sor y de la existencia, repar-tiendo la vida á todo_ lo creado; y á la vez elevó alhombre, al cual arrancó, podemos decirlo así, de lanaturaleza, para ponerle en comunión con ese Dios,que es el verdadero Dios de la moral y de la concien-cia. La religión cristiana es, en todo el rigor de lapalabra, la religión del espíritu absoluto. Y si la nece-sidad es en la vida humana una representación de¡poder que tiene en ella la naturaleza, comprenderásequé influencia no ha ejercido y ha de ejsrcer la ideacristiana en el triunfo de la libertad, al dar al hombreque pueda librarse de esta naturaleza que le encadenay esclaviza, y que pueda vivir en ese mundo de laconciencia, á solas con Dios, rindiendo culto al idealy preparando sus inmortales destinos, por una vidaconsagrada á luchar con las pasiones y rendirlas. Yono sé si se repara bastante en la incesante elevaciónque produce la presencia en la historia de esta reli-gión, que mueve y lleva al hombre hacia las alturas;de esta religión, que predica la humildad y la abnega-ción y el amor, triunfando así de los impulsos egoístasy de las pasiones ciegas; de esta voz que nunca seapaga, de este grito que siempre resuena, pronun-ciando ante la humanidad el sursum corda. ¡Ah! Poresa religión ha empezado en la tierra el reinado delespíritu, y preparádose los grandes destinos de lalibertad. Suprimidla y veréis eclipsarse esa libertad yvenir sobre el mundo la esclavitud y las sombras yel silencio y la noche fria.

No diré yo que el cristianismo haya traido inme-diatamente y de una manera directa la libertad deque venimos hablando, aquí en que principalmentenos referimos al terreno de la sociedad y vida exte-rior; no: ella ha influido en su aparición y ¿recimientomás bien como influjo ó inspiración, que ha trascen-dido al cabo aun á la vida exterior. La libertad eneste orden y al propósito de dominar la fatalidad enla marcha de la historia, débese más aún á ese otroacontecimiento á que aludía poco há, es decir, á loque llamo la razón moderna, la ciencia, la filosofía, elespíritu contemporáneo.

Condenad ó aprobad si queréis las modernas revo-luiciones, no importa esto al caso: lo que es fuerzaconfesar, es que el espíritu humano se ha levantadoya en todas partes, llamándose soberano, y que, con-

fiado en sus fuerzas y burlándose de la realidad, as-pira á renovar la Europa y el mundo según aquellaregla de justicia y de Derecho, que ha visto lucir en ,los horizontes de la conciencia. Enamorado de lo ab-soluto y como tomado de vértigo, se ha querido, esverdad, imponer á la historia, á veces con brutal vio-lencia, y la historia se ha vengado de un modo cruely sangriento; pero el espíritu ha seguido su camino,y todo anuncia que se acerca el dia de su definitivotriunfo. Aquel momento que los modernos filósofosseñalan como el término del proceso cósmico y comola plenitud de los tiempos en que llega el sor, segúnellos, á la conciencia de sí; aquel mundo que señalaFichte para el yo, soberano sin rival que reina en do-minios no disputados por otro ser, antes todos for-mados por la libertad y para ella; esas doctrinas quehan sido á la vez una promesa y una profecía, cual-quiera diría que están á punto de cumplirse. Y esverdad que hoy la razón va recorriendo el universomundo; es verdad que ella se reconoce como la formamás alta del ser y como órgano y como reveladorade la eterna bondad y de la eterna justicia; es verdad,en fin, que á la hora presente todo se rinde y pos-tra ante su soberano poder, y que ha tomado el go-bierno de la sociedad y de la historia.

Pues donde la razón triunfa, domina la libertad y lanecesidad se retira. El espíritu humano ha conquistadola libertad, tras larga y fatigosa carrera, al través delos siglos. Aún existe la necesidad, pero en las regio-nes inferiores y en parte para el servicio del mismoespíritu. También existe en parte en los dominios enque vive el hombre, ¿y cómo no? ¿No es él un serfinito condenado á no igualar en esta tierra A lo abso-luto? Todos los dias va, empero, retirándose la fatali-dad de la región de lo social y humano, y va la li-bertad alejando sus fronteras.

¡Época dichosa, dias venturosos! ¿Qué importa quela humanidad sufra aún y que lleve con fatiga el pesode la labor presente? El espiritu es libre y con estoha ganado su principal grandeza. Sólo quedará ya enadelante como necesidad la de la ley moral y la delDerecho. Pero, ¡cuan sublime es esta necesidad! Elcristianismo ha despertado en las almas el amor, ypor el amor ha hecho fácil la tarea de la libertad: elespíritu moderno ha reconocido la justicia, como elprincipio de la armonía y bienestar, y ha engendradoademás en los pueblos la pasión del Derecho. ¡Horabendita aquella en que la libertad venga á fundirseamorosamente con esa necesidad sublime que señalanlas reglas de lo bueno, de lo santo y de lo justo!Cuando suene, so habrán cumplido las promesas de lacivilización y empezará plenamente el reinado de Diosen la tierra.

JOSÉ MORENO NIETO.

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LA EMANCIPACIÓN POLÍTICA DÉLAS MUJERES.

IV. *En Inglaterra, cuando una cuestión se presenta

al Parlamento con cierta autoridad, hay seguri-dad de que la opinión pública está bien interesadaen ella, puesto que la acción de las Cámaras no esmás que la expresión de la voluntad del país.

En efecto, sigamos fuera del Parlamento lamarcha de la cuestión que nos ocupa, y veremoscon qué sorprendente rapidez se extiende en lanación y echa hondas raíces. Su pronto éxitopuede ser atribuido, según nosotros, á dos cau-sas principales:

La primera procede de que nunca ha sido plan-teada ante el público de una manera que afecte ála religión y á las costumbres.

La segunda consiste en la numerosísima claseque existe de mujeres no casadas y directamenteinteresadas en sostenerla.

En efecto, mientras que en el Continente estacuestión está ligada á los intereses de las escue-las "socialistas, opuestas al cristianismo y á lamonarquía, en Inglaterra conserva un carácterexclusivamente civil y político. Sus defensores selimitan con prudencia á los puntos de derechopositivo y la preservan así de toda interpretacióndesfavorable (1). También bajo el punto de vistareligioso se esfuerzan en mantenerla fuera deldogmatismo, y la unen al progreso hacia la liber-tad y la justicia que, según Stuart Mili, «nacedel espíritu cristiano.»

Gracias á esta prudente conducta, no solamentese evitan muchas objeciones, sino que se recavala buena voluntad, y hasta el concurso, de los queen otros países eran tenidos por adversarios: loscristianos creyentes.

Es preciso observar que en Inglaterra la Re-forma ha producido un fruto de emancipaciónmoral que coloca á los partidos religiosos en unasituación particular.

Las iglesias disidentes ó separadas del Estadorepresentan una verdadera democracia cristianaal lado de la Iglesia anglicana, muy aristocrática,y se organizan por todas partes por sí mismas ycon entera independencia. El sufragio universalse practica para el nombramiento de jefes y se ex-tiende á los dos sexos. Los cuákeros van máslejos, pues llaman á las mujeres á ejercer todaslas funciones del apostolado.

Con semejantes precedentes los adeptos de la

* VéaSe el número anterior, pág. 145.

(1) Rehusan hasta unirse á los que piden una reforma en la ley del

divorcio, ley cuyas condiciones son muy desiguales para los dos sexos, y

muy desfavorables para la mujer.

nueva causa debían ser numerosos, y lo fueronen efecto.. La segunda razón de éxito no ha sido ménoapoderosa que la primera.

Por el hecho de la colonización el número demujeres en Inglaterra excede del de hombres en unmillón próximamente. El matrimonio no es comoen otras partes, Francia por ejemplo, la ley co-mún; y en efecto, hay de dos á tres millones demujeres no casadas ó viudas. Esta población fe-menina, que vive de una manera independiente,sea por la fortuna, sea por el trabajo, representaen el país derechos é intereses considerables, y lamisma situación que ocupa ejerce .grande in-fluencia sobre la educación y las costumbres delsexo fuerte.

En todas las clases sociales, en las más afortu-nadas y altas, como en las más humildes, no es-tando seguras las jóvenes de antemano de ca-sarse á cierta edad, experimentan la necesidadde crearse recursos psrsonales de existencia. Envez de creer terminada su educación á la edadclásica de diez y ocho años, y esperar, yendo álosbailes, al dichoso mortal que ha de ser su esposo,trabajan en adquirir una instrucción sólida* y seentregan á ocupaciones serias. Se interesan enlas cuestiones generales y en todos los asuntosdel país; entran en las asociaciones, viajan, es-criben y se acostumbran, en una palabra, á pen-sar y á obrar en algo de provecho para sí mismas.

Por otra parte, existe la gran superioridad dela educación protestante sobre la educación cató-lica para el desarrollo del carácter. En los gruposmás religiosos el uso . de leer y analizar la Biblia,uso que da una fe personal ó una duda motivada,eu vez^e la costumbre de creer y de negar segúnla opinión de otros, produce en edad temprana elhábito de la reflexión y de la independencia. Laconciencia tiene necesidad de ejercicio, como to-das las demás facultades, y no hay mejor culturaque esa interrogación íntima que la pone incesan-temente en acción. Las mujeres formadas por esterégimen se casan tarde ó no se casan, y adquierencualidades especiales, conocimientos positivos, eluso de la observación y del razonamiento, una vo-luntad firme y consecuente, la independencia re-gulada por el espíritu de conducta y á veces unaoriginalidad verdadera.

Pero en un estado social en que las mujeres noejercen casi ninguna funcionactiva.de tales fa.cultades, exceptuando el matrimonio, no tienenobjeto directo y son una carga pesada para lasque las poseen.

Las mujeres pobres, entregadas á una existenciadifícil y precaria, inundan los pocos oficios queles están reservados. Las ricas sufren en su inac-

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cion y en su impotencia. Todas tienen el senti-miento de una vida incompleta.

Una reforma que tiene por objeto llenar estosvacíos, abrir nuevas vías de actividad á las muje-res no casadas, debía encontrar entre ellas susadectos más ardientes, sus defensores más re-sueltos, sus soldados, sus apóstoles. Si hombrespopulares como Stuart Mili han hecho muchoplanteando públicamente la cuestión, cubriéndolacon el crédito de su nombre y de su persona, laextensión que ha adquirido después, penetrandoen todas partes, en- las aldeas, en los campos, enlas grandes ciudades, en el seno de las familias,en el corazón mismo de la nación, se debe á la co-operación tenaz y perseverante, á la infatigableactividad de las mujeres.

En efecto, solamente mujeres, y mujeres per-tenecientes á las condiciones más diversas, po-dían por la intimidad y multiplicidad de sus re-laciones sociales, llamar á todas las puertas, di-rigirse á todos los corazones, interesar todoslos ánimos, conmover todas las conciencias. So-lamente ellas podían excitar la opinión, romperese lazo de hierro que se llama las conveniencias,que tan estrechamente aprieta las costumbres in-glesas, y gracias al cual encontramos á cada pasoen ese curioso país el contraste de la convenciónmás fria y formal con la libertad más amplia y laoriginalidad más verdadera.

Sí; esa era. la obra de las mujeres.En todas las situaciones y en todos los casos

han tomado parte en la acción sin temor de com-prometerse, y las simpatías que la causa ha en-contrado en las clases altas han contribuido mu-cho á recavar los favores populares. Entre las se-ñoras que han sostenido la causa con más afán,se citan: la vizcondesa Amberley, hija de lordStanley y esposa del hijo mayor de lord John Ru-sell; su hermana, mistress Drummond; lady AnaGore Langton, hermana del duque de Buckin-gham; lady Browring; lady Kane; la condesa deMar; la condesa de Mount Cashel; lady Jane Mo-ore; lady Emerson Tennent; lady Wield, de Du-blin; mistress St'uart Mili y su hija, miss Taylorjmistress Favrcet, esposa del diputado de este nom-bre; sus hermanas, miss Garett y mistress Ander-son, ésta última doctora-médica de la Universidadde Londres y de la Facultad de París; miss HariettMartineau, miss Francefower Cobbe, mistress Bo-dichor, bien conocidas por sus escritos; missFlorencia Nightingale, no menos conocida en laguerra de Crimea; mistress Mac Laren, de Edim-burgo; mistress Dale y miss Sturge, de Birmin-gham; miss Ashworfh hermanas, ricas propie-tarias de Bath, sobrinas de M. Bright; mistressJacob Bright, miss Becker, de Manchester; miss

Finch, de Liverpool; miss Carolina Binggs; mis-tress John Hullah; miss Kirkpatrick; missBeldy;miss Downing; mistress Mark Pattison, y otrasmuchas que podríamos citar, todas pertenecien-á las primeras familias de la nobleza y de la bur-guesía.

La propaganda toma toda clase de formas, em-plea toda especie de medios. Se forman socieda-des libres, se hacen suscriciones, se escribe enlos periódicos, se habla en los meetings. Las da-mas de la nobleza se van al campo, hablan á loscolonos de sus tierras, reúnen á las mujeres, lesexplican las injusticias del Código con respecto ásu sexo, las reformas que deben plantearse, yles hacen firmar peticiones al Parlamento, en lascuales los maridos y sus padres no temen añadirsus nombres. La misma propaganda se hace enlas ciudades entre los obreros y con éxito nomenos favorable. Las mujeres pobres acuden átodas partes con afán, escuchando como una re-velación la palabra que les hace esperar un me-joramiento de posición. Ya es un alivio para ellasel ver que se ocupan de sus males. Estas prome-sas, por'otra parte, no son ilusorias. Sise pideel sufragio para ciertas mujeres que se encuentranen la situación privilegiada de electores, no essolamente por darles el ejercicio de un derecho deque están privadas injustamente, sino tambiéncon un objeto positivo. Una vez en posesión delvoto, las mujeres harán uso de su nuevo poderpara obtener leyes máa justas y más iguales acercade los dos sexos. La causa es, pues, verdadera-mente de interés general, y la solidaridad ligaá todas las mujeres entre sí.

Los hombres más ligados á esta causa perte-necen, como las mujeres, á todas las clases de lasociedad. Además de los personajes políticos, haypastores, profesores, sabios, industriales, oficia-les del ejército, dignatarios de la Iglesia, y mu-chos miembros de la nobleza. En éstos últimos secitan el hijo del duque Argyll y el marqués deLorne, esposo de la princesa Luisa, tercera hijade la reina Victoria. Al presentarse como can-didato en las elecciones de la pequeña ciudadde Dunoon en 1868, el marqués de Lorne declarópúblicamente que votaría en favor del bilí. Lainfluencia de la princesa Luisa no ha sido extrañaá este compromiso. También defienden ardiente-mente la cuestión el vizconde de Amberly, hijomayor de lord John Bussell; lord Haughton, lordJohn Manners, el coronel Taylor, sir C. Adderly,sir Selwyn Ibbestson, sir Robert Kane, el lordobispo de Exeter, el diácono de Waterford, el doc-tor Davidson, el reverendo Dale, el celebré profe-sor Maurice, el doctor Lyon Playfair, el profesorNewmaa, el filósofo Herbert-Spencer, sir Jorge

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Jenkinson, Mr. Muntz, el reverendo canónigoKingsley, el abogado general Coleridge, sir ^ i l -frid Lawson, Mr. Peter Rylands, el honorableJ. Henley, etc., etc.

Uno de los grandes medios de propaganda sonlos meetings. En Francia no tenemos idea de loque aon estas reuniones y de la influencia queejercen en la vida pública. Cuando se presenta unacuestión política, cualquiera que sea su natura-leza, el meeting es el primer procedimiento paraextenderla. Así vemos reunir meetings conside-rables en favor de las mujeres, no solamente enlas grandes ciudades populares, Londres, Edim-burgo, Manchester, Birmingham, sino en las ciu-dades de segundo orden y aun en las pequeñas lo-calidades, casi aldeas (I). En 1870 se celebraroncuarenta y tres meetings con dicho objeto en elReino Unido; enl871, ciento treinta y seis, y en1372 más de dos cientos.

Nada es tan interesante para un extranjero ha-bituado á la lengua y costumbres de Inglaterra,como esas reuniones que tienen un carácter tancompletamente nacional.

El local es una sala grande, conteniendo algu-nas veces millares de espectadores, con un estra-do y bancos; y en los mayores anfiteatro y tribu-nas. La sala, abierta al público que paga y alque no paga, se llena rápidamente. A la hora de-signada llegan los oradores de ambos sexos;se agrupan en el estrado alrededor del presidente,que les da la palabra sucesivamente. Todo se hacecon el mayor orden, entusiasmo y alegría. Se ha-bla de la flema anglo-sajona, pero ningún públicoes más entusiasta y brillante en estas ocasiones.Aplaude con vigor los períodos que le gustan, ysilba,hue (gruñe), no menos ardientemente, lo queprovoca su indignación.

Los discursos que se oyen en los meetings in-gleses no. tienen el carácter general y vago quenuestros oradores consideran la mejor elocuencia.Están, por el contrario, llenos de hechos, de alu-siones á los personajes políticos, á los aconteci-mientos del dia, á los usos locales. Al inglés me-lancólico le gusta reir, y rie francamente.

Yo he asistido frecuentemente á los meetings, yme ha llamado la atención el respeto y la cortesíaque se guarda á las oradoras, y hasta el favorcon que el público las recibe. Algunas veces, aun-

(1) Estas reuniones que en Francia nos parecen una especie de acon-

tecimiento, se hacen en Inglaterra de la manera más sencilla. Ui:a per-

sona llega á una ciudad y pide al alcalde una sala de la municipalidad

para reunir un meeting. Si esa persona va acompañada de un habitante

f!e la localidad, obtiene de derecho lo que pide; y si va sola, el alcalde

puede negarlo. En este caso debe alquilar otro local; y hace poner por

las esquinas grandes carteles sin necesidad de autorización de ninguna

clase. Por poco que interese al público el objeto de* la reunión, es bien

seguro que el dia y á la hora fijados, el local estará completamente lleno •

que pocas, son jóvenes y bellas. La sencillez desu traje, la dignidad de su actitud y de sus moda-les, y la seriedad de sus palabras imponen alauditorio. La lengua inglesa es ciertamente paraal orador más fácil de manejar que la francesa;ofrece más recursos en las expresiones, más liber-tad en los giros de las frases. Pero es preciso quelas mujeres tengan cierta disposición á la elo-cuencia para atreverse á subir á la tribuna tanfácilmente y para mantenerse en ella con tantamesura. Su palabra no tiene los caracteres habi-tuales de la inexperiencia; no es ni prolija ni con-fusa; no revela ningún lirismo fuera de propósito,ninguna exageración, ningún sentimiento irrita-do ó amargo.

Podría hacerse un estudio muy interesante so-bre las mujeres oradoras en Inglaterra. MistressFawcett, por ejemplo, es un verdadero econo-mista de la escuela de Stuart Mili. He oído unode sus discursos sobre el trabajo de las mujeresy su influencia en la producción y circulación delas riquezas, y no puede imaginarse un talentomás metódico y más firme, una palabra más lím-pida y más clara, expresiones mejor apropiadasy un conocimiento más profundo del asunto. LadyAmberley es notable por su facilidad y su elegan-cia. La elocuencia de Lady Annagore Langtonprocede de la imaginación y del corazón, y revelaun gran entusiasmo. Miss Beedy y miss Sturgeabundan en arranques de ingenio, etc.

Algunas veces las escenas más cómicas se mez-clan á la propaganda más seria.

«Acabo de ir, me escribía hace algunos mesesuna de esas señoras, á la ciudad de *** para orga-nizar un meeting. Me dirigí al alcalde á fin dedispone%de un salón de la municipalidad; perocuando supo la causa que queríamos defender,se incomodó, y me dijo que yo debía volver ámi casa para buscar un marido y dar hijos almundo.»

En la última elección parcial de Taunton, ha-biéndose declarado el candidato contra las muje-res, todas las fuerzas del partido se declararoncontra él hasta en la intimidad del hogar. La có-lera le dominó y dijo á sus adversarios: «Empleáiscontra mí armas desleales. Lleváis la guerra á lasfamilias levantando á las mujeres contra los ma-ridos; sois fallidos sociales» (social failiires)—ha-ciendo alusión á la situación de las mujeres nocasadas.—Y al mismo tiempo añadió, rasgo muy .característico del espíritu inglés: «Yo estoy con-tra ese pretendido derecho, pero si la mitad másuna de las mujeres de mi distrito firma una peti-ción para obtenerlo, yo votaré el bilí (1).

(1) Es una manera de entender el mandato, imperativo de que en

Francia estamos bastante léjo».

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176 REVISTA EÜKOPEA. 6 DE DICIEMBRE DE 1 8 7 4 . N.° 41

Otra vez, miss A***, de edad de veintitrés años,muy bella, huérfana y dueña de una fortunaterritorial considerable, fue á hacer una visita alrepresentante de su condado. Éste era un miem-bro del partido tory, anciano respetable y cortés,pero imbuido de las antiguas costumbres, y queno ha podido tomar todavía en serio las preten-siones de las mujeres. Cuando le anunciaron elnombre bien conocido de Miss A***, se apresuró ásalir á recibirla, ignorando el objeto de su visita.

—Caballero—le dijo la joven con dulzura,—yasabéis que mi familia posee hace tiempo grandespropiedades territoriales en vuestro distrito. Esastierras hoy me pertenecen; y siendo el principiode nuestra Constitución que todas las tierras de-ben estar representadas, vengo á preguntaros ávos, como legista y como nuestro mandatario enla Cámara, si yo debería tener justa y legalmenteel voto representativo de mis propiedades mien-tras yo sea una femé solé.

El grave diputado, cogido de improviso, no tuvonada que oponer á tal argumento, y después deun instante de silencio, inclinándose ante su bellainterlocutora, le contestó:

—Creo que vuestro derecho es incontestable, yme siento dispuesto á reconocerlo.

Desde aquel dia votó con Mr. Disraeli.La prensa es un medio de propaganda no menos

extendido ni menos eficaz que los meetings. Algu-nas Revistas se han adherido desde el principioá la causa, y el número se ha aumentado después.Motamos, entre otras, la Revista de Wesíminsíer,largo tiempo dirigida por los discípulos de Ben-thatn, á la cabeza de los cuales estaba el padrede Stuard Mili, después el mismo Stuard MUÍ,que quedó como su colaborador más activo cuan-do dejó de dirigirla. Cuéntanse también el Exa-miner, el Macmillan's Magazine, la FornigMty re-mero, etc.

Ya el reverendo Canónigo Kimley, tan popularpor sus escritos, reclama para las mujeres elvoto, como el derecho común del país y conse-cuencia de los principios constitucionales y de lajusticia. Ya el célebre doctor Maurice pide la ad-misión de las mujeres á los actos políticos comoun medio de aumentar la vida moral de la nación.«Excluyéndolas de la política, dice, hacemos deellas políticas de la peor especie, y justificamostodos los abusos de las intrigas que emplean fre-.cuentemente. Admitiéndolas al ejercicio regulardel derecho del sufragio, el legislador elevarágradualmente el nivel del país, elevando á las quefrecuentemente, y á su costa, gobiernan á sus se-ñores (1).

(1) Macmillan's Magazine, 1%H9.—Speclator del 5 Marzo, 1870.

Por otra parte, numerosas Revistas y periódi-:os no menos importantes, combaten el derc-:ho de las mujeres en nombre de la desigualdad

y del privilegio. Son diatribas apasionadas, ata-ques violentos, caricaturas injustas. Es natural;mientras más terreno gana la causa, más se ani-man sus adversarios. Pero la lucha es favorableá las mujeres que cada dia conquistan nuevos de-fensores.

Según las costumbres inglesas, la propagandase constituye primero en las localidades. En todaciudad de alguna importancia se fundan asocia-ciones en favor de la nueva causa. Estas asocia-ciones se componen de miembros suscritores y deun comité de iniciativa y de acción. Pero á medi-da que las asociaciones se multiplican, sienten lanecesidad de reunirse y de combinar sus esfuer-zos. En 1871 se entendieron para organizar enLondres un comité representativo general, en.quecada sociedad particular tiene un delegado. Estecomité tiene su domicilio en la parte más centralde Londres. En la última legislatura estaba com-puesto de ochenta personas de ambos sexos, entrelos cuales había cuarenta miembros del Parla-mento.

Dicho comité tiene por órgano La Revista de lamujer inglesa (ílie English woman's Revicm), pu-blicada por Miss Carolina Biggs, y el periódico ElSufragio de las mujeres (Women sufrage Journal),publicado por Miss Becker de Manchester. La pri-mera de estas Revistas data de 1856; la segundade 1870. Ambas salen llenas de estudios muy in-teresantes y completos, y á ellas nos referimospara los lectores que quieran estudiar más esteasunto.

V.

Esta intervención tan nueva de las mujeres enla vida pública en Inglaterra ha producido ciertotrastorno en las antiguas costumbres del país.

Se habla, es verdad, muy alto de tradiciones yde derecho feudal; se demuestra cómo los hechosde hoy se enlazan á los hechos de ayer en la ca-dena de los tiempos. La tradición ¿no existe másen la letra que en el espíritu de la reforma ? Esverdad que uno de los principios más antiguos dela Constitución inglesa es la representación de lapropiedad, principio que persistía bajo otro régi-men, aun cuando el propietario titular fuese unamujer. Pero en realidad ese principio político te-nía menos por objeto el derecho del individuo queel interés de la propiedad. Que en tiempos aris-tocráticos señoras de manejo y abadesas hayanejercido el derecho de representación, eran casosmuy raros, limitados á una clase privilegiada, yperdidos en el conjunto de una civilización muy

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dura bajo el punto de vista de las mujeres. La le-gislación inglesa ha sometido siempre á la esposaal yugo del esposo de la manera más tiránica, yateniéndose á la letra de la ley, Stuart Mili hapodido decir que en Inglaterra la mujer es esclavadel marido, como en la antigüedad los esclavos loeran de sus amos (1).

Las costumbres, es verdad, dulcifican muchola barbarie de la ley, pero reconocen el principio.En ninguna parte es más profunda la distinciónmoral entre los dos sexos, ni están más separadassus funciones respectivas. Lo que ha salvado á lamujer en Inglaterra no es la ley ni la opinión,sino un sentimiento profundo y característico dela raza: el respeto. El inglés puede considerar ála mujer de naturaleza pasiva y destinada á lasumisión; pero tiene de su cometido una granidea moral y creería rebajarse él mismo tratán-dola como un juguete. En ninguna parte haymenos igualdad en el matrimonio, pero en nin-guna parte hay más respeto. El respeto da á lafamilia inglesa un gran carácter de nobleza y deausteridad. El poder es fuerte, pero es digno; esamplio, pero benévolo y verdaderamente pro-tector. Si el esposo se atiene á su derecho , nodeja de tener presente su deber; no retrocede anteninguna responsabilidad. Sin duda es un amo enla más amplia acepción de la palabra; es el queposee los bienes y el que dispone de ellos de unamanera soberana. El nombre, la fortuna, el ho-gar, hasta los hijos le pertenecen (2). Su mujerestá" en su poder; es un ser débil, delicado, á ve-ces enfermizo, incapaz de soportar fatigas pesa-das, poco accesible á las cosas de la razón, muydominado por el sentimiento; pero es su esposaante Dios, dotada como él de un alma inmortal.Es la madre desús hijos, el complemento necesa-rio de su existencia. Debe sostenerla, guiarla enel camino de la vida, crearle una existencia dulce,fácil y honrada, darle un hogar, rodearla de cui-dados y comodidades. Ella le dará en cambio lasumisión, la ternura, la dulzura, la fidelidad, laadhesión.

Así es que cada cual tiene su papel bien defini-do; el hombre, ocupado fuera de casa, gobierna susnegocios y los de su país; la mujer, retirada en suhogar, oscura, dependiente, exclusivamente dedi-cada á la vigilancia de la casa y á los cuidadosde los niños, ignora voluntariamente todo lo que

(1) Según la ley inglesa, la personalidad de la mujer desaparece en-

teramente en el matrimonio, bajo la potestad del marido. No goza de nin-

guna propiedad personal; no tiene ningún poder sobre sus hijos, y no

puede testar sin el consentimiento de su marido.

(2) Según la ley inglesa, un marido puede disponer por testamento

de la tutela de sus hijos y quitárselos á su madre, que no tiene sobre ellos

ningún derecho personal.

TOMO I I I .

se sale de esta esfera, y pone su gloria y su di-cha en ignorarlo.

Tal ha sido durante mucho tiempo el ideal dela familia inglesa.

Léanse los historiadores, los novelistas, lospoetas que han penetrado en el interior de la vidaíntima, y se verán por todas partes las hue-llas de lo que dejamos dicho. Hoy este ideal estáamenazado de desaparecer para dar lugar á unanueva concepción del papel de la mujer en elmundo, y cada dia la trasformacion se determinacon más fuerza. Cuando se recuerda, en efecto,la esposa délos antiguos días, tímida, Velada,silenciosa é ignorante de todo, y se ve la mismamujer entregarse hoy á los más altos estudios,llamar á la puerta de las Universidades, concurrirá ellas con los estudiantes, ganar muchas veces áéstos en los concursos: cuando se les oye recla-mar la entrada en todas las carreras, el ejercicio entodas las profesiones, el uso de todos los derechos;todavía más, cuando se la ve, votando para losconsejos municipales, presentarse como candida-to, tomar asiento en los school-boards, organizarmeetings, presentarse sobre el estrado al lado delos miembros del Parlamento y pronunciar dis-cursos , aplaudidos por millares de personas,¿cómo no sentir que un soplo nuevo ha pasadosobre el país, sembrando otras ideas, haciendonacer otros sentimientos y preparando otras cos-tumbres? ¿Cómo sorprenderse de que los verda-deros partidarios de la tradición levanten con es-panto los brazos al cielo? Muchas familias, enefecto, se han dividido, tomando parte cada indi-viduo en pro ó en contra de la nueva doctrina.Aquí son las jóvenes que se oponen á las mujerescasadas^llí los hombres se muestran más libe-rales que las mujeres y los padres que los hijos.Se ve entusiasmo y ardor juvenil, al lado dedesesperaciones que rayan en lo cómico. Las ma-tronas, sobre todo, recuerdan su juventud y mue-ven la cabeza; no reconocen la nueva generación.«¡Que pueda yo morir cuanto antes á fin de no sertestigo de lo que se prepara,» oí decir un dia áuna señorita respetable, amenazada de adquirirderechos electorales.

Si hubiese seguridad de que la reforma se limi-tase á lo que se pide hoy , al voto de las mujerescontribuyentes, la transacion sería posible. Perono hay medio de hacerse esa ilusión. Limitandoestricta y prudentemente la reclamación oficial,el partido, sin embargo, no disimula lo que piensani á lo que está resuelto. Cuando las mujeres nocasadas hayan obtenido voto, pesarán en las elec-ciones de manera conveniente á modificar la leycivil del matrimonio; pedirán, por ejemplo, quela esposa conserve la posesión personal de sus

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bienes. Si la esposa permanece propietaria titu-lar, ¿por qué no ha de obtener voto como la mu-jer no casada? Todavía la tradición suministraríaconsideraciones y ejemplos. Después se procura-ría restringir la autoridad marital, se reconoce-ría la autoridad de la madre, se establecería laigualdad de la ley del divorcio, se abrirían á lasmujeres todas las carreras y se las declararía ap-tas para todos los empleos. ¿Qué quedaría enton-ces de la vieja Inglaterra?

El hant (1) es muy poderoso en ese país, ydurante mucho tiempo ha sido de mal gusto enlas mujeres reclamar el ejercicio de sus derechos.Hoy que personalidades aristocráticas, miembrosde la familia real se han pronunciado en favor deesta causa, hay menos inconveniente en defen-derla; pero envuelve todavía algo que repugna álos espíritus delicados. Seres verdaderamentefinos y elegantes, no pueden dispensarse de son-reír desdeñosamente cuando se les habla de arran-car la mujer del divino pedestal en que ha estadoenvuelta durante muchos siglos por la aureola dela poesía. Pero ¡ ah! esta tesis es imposible desostener ante las vulgares necesidades de la exis-tencia cuotidiana. «Yo me cuido muy poco de losderechos políticos, escribía últimamente una mu-jer pobre á un diputado que había hecho contrala causa un discurso lleno de flores literarias;pero tened la bondad de decirme cómo podré ga-nar mi subsistencia sin descender de ese empí-reo.»—«Todavía no he reflexionado en esa cues-tión,» contestó sencillamente el diputado.

Es cosa curiosísima para el observador el dis-tinto sentimiento que obra en cada uno de los dossexos, para impulsarlos á la defensa de la mismaCausa.

Hace doce años me encontraba yo en Inglaterraen el seno de una familia amiga, modelo de unióndoméstica. El marido, muy ligado á los negociospúblicos, gozaba en la ciudad (extensa poblaciónmanufacturera de provincia) gran representaciónpolítica. Su mujer, distinguida al mismo tiempopor el corazón y por el talento, tomaba una partemás activa en su vida que la mayor parte de lasmujeres inglesas. Ambos se habían casado poramor, algunos años antes, y el amor no había de-sertado de su hogar.

Una noche, reunidos en familia, la conversaciónrecayó sobre la emancipación política y social delas mujeres, cuestión que empezaba entonces ápreocupar al público.

—Nunca he comprendido,—dije á Mr. X"*, —cómo, colocándola en un punto de vista puramente

(1) El Kanl puede traducirse por la moda; pero reúne además una

idea"de austeridad y de conveniencia que no expresa nuostra palabra.

filosófico y partiendo de la igualdad humana, sellega á deducir que es justo que un sexo ejerza so-bre el otro un poder legal.

Mr. X*** pareció sorprendido de tal duda, y mecontestó extensamente. Invocó la ley de la natu-raleza que había establecido entre los sexos dife-rencias profundas que correspondían precisamenteá la misión del mando y al deber de la sumisión,y concluyó por citar, como sanción de sus pala-bras, la dicha, la unión que reina en una familiainglesa sometida á esas leyes. Su mujer le habíaescuchado con atención y con los ojos fijos en elhogar, y como él se volviera hacia ella, haciendoal parecer un llamamiento á su testimonio, ellalevantó de pronto la cabeza, y mirándole con in-definible mezcla de ternura y de rebeldía, le dijo:

—Mi querido Roberto, nunca he creído una pa-labra de todo eso. Pienso en este punto absoluta-mente como nuestra amiga.

No puedo describir 1». expresión de sorpresa quese pintó en la leal fisonomía de Mr. X***. Hacíadiez años era el más feliz de los esposos y de lospadres, pero creía que su dicha estaba fundada entodo un sistema de disciplina familiar de.origendivino... Y hé aquí que su misma mujer, tierna ydulce esposa, que le hacía tan hermoso y tan hon-rado el hogar, derriba sonriendo la base de la auto-ridad... M. X*** miró largo tiempo á su mujer, quese hallaba delante de él contemplándole á su vezcon la misma ternura de siempre, pero sin des-mentir una sola sílaba. ¡Qué extraña anomalía!

Muchos padres y muchos maridos en Ingla-terra han experimentado lo que Mr. X*** sentía enaquel momento, una profunda sorpresa. ¿Qué lesfalta, dicen ellos, á nuestras esposas y á nuestrashijas? Ningún respeto, ningún júbilo, ningúnbienestar les escaseamos en estas moradas cómo-das y lujosas en que procuramos reunirlo todopara su placer. ¿Hay para ellas alguna suerte me-jor que la de vivir bajo nuestras leyes?

Volví á ver á Mr. X*** algunos años después.Se había convertido en el más caluroso partidariode la causa de las mujeres, y le cumplimentópor tal cambio.

—Yo no he cambiado como creéis,—me con-testó.

—Pues, ¿cómo?—le pregunté sorprendida.—Las mujeres reclaman la libertad y la igual-

dad, como nosotros las hemos reclamado en otrostiempos. Cada uno es juez de sí mismo, y no te-nemos el derecho de negarles lo que hemos en-contrado bueno para nosotros; pero las cosas noiban tan mal antes.

La previsión es raramente la cualidad de losque gobiernan; no pueden sustraerse á una ciertafatuidad sencilla, al contemplar su propio poder;

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¡es tan dulce, cuando se manda, persuadirse deque los demás son felices al obedecer!

En la diferencia de sus situaciones respectivasreside la diferencia del sentimiento que impele álos dos sexos á la defensa de la misma causa.

Mientras las mujeres abrazan la causa con ar-dor y experimentan un gran orgullo con la ideadel éxito, los hombres, aunque tan resueltos, sonmenos entusiastas. Fuera de los filósofos afer-rados á la realización de una teoría, la mayorparte obran más por espíritu de justicia que porsimpática convicción. Pero admiramos tanto másel triunfo de este espíritu liberal, cuanto que loseleva por encima de sus propios instintos y de susmás caras preocupaciones. «Cada cual es sobe-rano de su propia conciencia, y debemos respetarel derecho en los demás, aun cuando no aprobe-mos todo el uso.que de él hagan.» El anglo-sajonno se contenta con repetir esta máxima, sino quela pone en práctica. Los hombres concederán,pues, á las mujeres el derecho de votar, aunqueguarden en el fondo de su corazón más de unareticencia. El porvenir les parece oscuro, y repi-ten de buena gana moviendo la cabeza: «Las co-sas no iban tan mal antes.» Aun esta misma frasedemuestra que las cosas pueden ir mejor después.

VI.

Después de haber expuesto la parte histórica dela cuestión del derecho de las mujeres en Inglater-ra; después de haber señalado el desarrollo delasunto en el pasado, y las probabilidades de éxitoen el porvenir, nos resta hacer el juicio de lacuestión en sí misma é independientemente delas circunstancias en que se ha manifestado.

En el terreno filosófico nos atenemos entera-mente al principio de libertad y de igualdad invo-cado por Stuart Mili, y no vemos, si se acepta supunto de partida, que se pueda oponer nada serioá su argumentación.

En una sociedad laica y libre, fundada en el de-recho individual y la igualdad de las personas,¿en nombre de qué justicia se pueden negar susderechos á ciertos miembros, sin que lo hayanmerecido por su conducta? Y ¿cómo las categoríaslegales fundadas en el sexo pueden tener más ra-zón de ser que las fundadas en el color de la pieló en la forma de la cabeza?

Si, abandonando el principio, se invocan aquírazones de utilidad y conveniencia, contestaremoscon Stuart Mili: que razones de utilidad y de con-veniencia no pueden prevalecer contra el derecho.Por otra parte, todas esas razones, sin exceptuarninguna, han sido invocadas con ,1a misma fuerzaen favor de la esclavitud y de la servidumbre, quehan sido destruidas y que sin duda nadie quiere

restablecer. Haremos observar en seguida quesólo la experiencia permite reconocer la utilidad.La experiencia en este punto no se ha hechonunca. No puede compararse un estado social enque la mujer goza de libertad y de igualdad, áun estado en que no las goza, porque el pri-mero no ha existido nunca. Deducimos, pues, conel mismo autor, que la razón de la subordinaciónde la mujer, por ser mujer, se funda únicamente >por uua parte, en su debilidad física en un tiempoen que la fuerza era la única ley social, y por otra,en el instinto de despotismo natural en el corazónhumano. Las leyes y las religiones positivas, lascostumbres, las preocupaciones, la opinión, hanvenido en seguida á confirmar estos abusos pri-mitivos que habían tenido por resultado exaltarel orgullo de los amos, y rebajar, aniquilar á lossubordinados. El derecho de la mujer as idénticoal derecho del hombre, y toda reforma que con-tribuya á desatar los lazos que le inutilizan ólas preocupaciones que le disminuyen, será unprogreso hacia la justicia.

Pero una cosa es el principio, y otras los pro-cedimientos de realización. No vivimos en unmundo racional y abstracto; vivimos en un mun-do práctico, enfrente del pasado, enfrente del de-recho positivo y de los hechos adquiridos, y seríapuerilidad no reconocer la fuerza. Stuart Milimismo, al dirigirse á la Cámara de los Comunesen Inglaterra, tiene en cuenta el medio en quevive; busca la medida de lo posible, y no pide loque no puede obtenerse.

Así, la reforma política puede parecemos opor-tuna en un país de sufragio restringido como In-glaterra, y puede ser menos oportuna en un paísde sufragio universal. Si en Francia nunca estábastante asegurado el derecho de los hombrespara que pueda ocuparse del derecho de las mu-jeres, creemos que es preferible empezar de otramanera. Hay grandes reformas que hacer ennuestra ley Civil, y más todavía en la educación;las primeras serían inmediatamente realizables,y no presentarían las mismas dificultades ni lasmismas oposiciones. Establecer más igualdad enlas condiciones del matrimonio y en la forma dslos contratos de que es objeto; reservar los dere-chos de la mujer sobre la administración y el gocede sus bienes personales, y sobre los productosde su trabajo; crear casas de educación en que losdos sexos reciban una enseñanza análoga, queestablezca entre ambos verdaderas relaciones inte-lectuales; hé aquí reformas que serían un progre-so inmenso. La última, sobre todo, tendría con-secuencias incalculables, No se llegará á la fuerzay á la unidad nacional, sino por el concurso delos dos sexos. Bebiendo,en lajuventud, en las mis-

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mas fuentes morales el hombre y la mujer, po-drán unirse en los mismos pensamientos, losmismos deseos, las mismas obras.

Sería no menos justo y no menos útil abrir álas mujeres todas las carreras que ellas puedanejercer, y prepararlas de antemano, de maneraque el matrimonio, viniendo libremente á sutiempo, no tenga el carácter de una profesión ofi-cial ó de un establecimiento.

¡Cuántas ocupaciones podrían desempeñar lasmujeres fácilmente, y á veces mejor que los hom-bres! ¡Cuántos vacíos podrían llenarse felizmentepor su intervención!

Tomemos la enseñanza por ejemplo. ¿No haconseguido América, con el concurso de las muje-res, llenar de escuelas su inmenso territorio1? Delmismo modo en Francia no se llegará á generali-zar la enseñanza popular, "á hacerla fructuosa yextenderla por todas partes, sino se dá á la mu-jer gran participación en ello. De un lado delOcéano como del otro, la influencia de la institu-triz en los jóvenes, sobre todo en las clases incul-tas, será eminentemente favorable al progreso delas buenas costumbres, al desarrollo del espíritude familia y de todos los sentimientos de delica-deza y de respeto.

Ciertas funciones administrativas, ciertas pro-fesiones liberales, podrían ser también felizmenteejercidas por mujeres para mayor beneficio de lasociedad misma. Con mejor distribución de tra-bajos, no faltarían el espacio y los recursos.

Supongamos ahora, como simple hipótesis, queel objeto hoy fuera llegar á toda la plenitud delos derechos. Supongamos, como pide StuartMili, un estado social en que cada individuo go-zara de todos sus derechos sin diferencias de se-xos, en que la legislación no exceptuara á nadie;¿cuáles serían las consecuencias? ¿Veríamos, comocreen algunos apostóles entusiastas, un trastornocompleto en las relaciones sociales y en las rela-ciones de familia? ¿Veríamos el matrimonio aban-donado y los dos sexos confundidos en todos lostrabajos, en todas las funciones, de suerte que noquedara huella de esa división que asigna hoy ála mujer la actividad en el interior del hogar y alhombre la do fuera? Pensamos de otra manera.

Cuando se hayan suprimido todas las leyes deexcepción, los obstáculos, las barreras, las inca-pacidades convencionales; cuando se hayan dadoá la mujer todas las libertades, abriendo anteella todas las carreras, no por eso se habrá tras-formado su naturaleza. Mientras esa gran funciónque consiste en perpetuar nuestra especie le per-tenezca como su obra más propia, las reformasde la legislación, dándole el ejercicio del derecho,no cambiarán el orden de su vida. La función

maternal implica en ella, y por consecuencia enel medio en que vive, un conjunto de cosas in-destructibles.

La mujer, destinada á dar hijos al mundo, tie-ne menos vigor que el hombre para realizar lamayor parte de los trabajos exteriores, y tienetambién menos actividad. Las disposiciones físi-cas la hacen sedentaria, así como su humor y susgustos, y si ciertos trabajos le convienen ¡cuán-tos otros, y de los que tienen más valor social, delos que dan más fuerza, poder é influencia, le es-tán vedados!

Cuando se trate de apoderarse del globo, deexplotarlo, de servirse de él; cuando se necesiteconducir buques por mares lejanos y desconoci-dos, mandar ejércitos de soldados ó de trabajado-res, explorar tierras vírgenes, organizar y soste-ner grandes establecimientos industriales, ¿podrála mujer oponer al hombre una concurrencia for-mal? A pesar de todas las libertades legales, ¿noserá su cuerpo más débil, meaos apto para losgrandes trabajos y para las grandes resistencias,sus gustos menos aventureros, su voluntad menosatrevida, su corazón más tímido y más delicado?

La mujer, muy apta para realizar ciertos tra-bajos que bastan para sostenerla y para darladignidad é independencia, no será nunca igualal hombre en la lucha que debe poner la natura-leza al servicio de la humanidad, y cuando ellaquiera medirse en este terreno con su poderosocompañero, éste la dominará siempre. Así, si po-demos pedir á la ley que no aumente las des-igualdades naturales erigiéndolas en dogmas, nopodemos pedirle que las destruya. El régimen dela libertad no hará más que dar luz sobre estasdesigualdades, y demostrará hasta la última evi-dencia que la mujer no sabría tomar en el ordendel trabajo su verdadero lugar sino por la realiza-ción de la tarea que especialmente le está enco-mendada: la maternidad. Esta función, en efecto,es la primera en dignidad y en valor; compensatodas las demás con ventaja, pero tiene tambiénsus condiciones especiales. Mientras las funcionesexteriores pueden dar al hombre la riqueza, elpoderío y la gloria, el rudo trabajo de la materni-dad no asegura 4 la mujer la independencia. Elnacimiento de los hijos, los primeros cuidadosque hay que tributarles , la solicitud y el desvelode la educación bastan á absorber los mejoresaños de su vida sin ningún provecho positivo.Una mujer puede hacer poca cosa al lado dela cuna de su hijo, y menos podrá hacer enedad avanzada. Esta situación produce forzo-samente • entre los esposos una nueva especiede lazos. Sus vidas no podrían estar solamenteen justaposicion corno en las asociaciones ordina-

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N.° 41 EL PASO DE VENUS POR DELANTE DEL SOL. 4 81

rías, sino en una verdadera unión; el principiosocial del matrimonio es la comunidad de intere-ses y la división de las funciones. El hombre go-bierna la vida de fuera, la mujer la-de dentro, ygozan en com%n del fruto de sus comunes esfuer-zos. La mujer recibe, es verdad, de su esposo elapoyo material de la existencia; pero ella le da eldel corazón, que no es menos grande, y por loscuidados de la familia le asegura como padre laconfianza y la tranquilidad. No hay humillaciónen su condición dependiente, porque si él trabajapara ella, ella trabaja para él, y moralmente ha-blando , tienen igual necesidad uno de otro. Tales á nuestros ojos la ley moral del matrimonio, yasí, esta ley es la ley de la humanidad. ¿No seríapueril temer que uno de los dos sexos pudieranunca renunciar á ella de un modo voluntario'

Los hombres dan pruebas, en nuestro concepto,de una gran modestia pensando que necesitanlas dificultades de la vida y los rigores da la leypara unir la mujer á su hogar, y dan tambiénpruebas de una gran humildad aceptando los be-neficios de estos rigores. Dudan demasiado de símismos y dudan igualmente de la naturaleza delas cosas. La plena posesión de la libertad y delderecho servirá, sobretodo, para aumentar el pre-cio de! don que la mujer está dispuesta á hacerde sí misma. Sin duda habrá excepciones; habrámujeres dotadas de facultades raras que aspiraráná salir de la vía común, otras que carecerán delas cualidades del corazón y retrocederán ante lamisión de la maternidad, y otras heridas en lajuventud por algún insondable dolor. ¿Por quééstas no han de poder pedir al trabajo, bajo supropia responsabilidad, la gloria y la indepen-dencia, ó la fuerza y el olvido? Si ellas despreciansu poder, si se entregan al ridículo ó á exagera-das pretensiones, ellas sufrirán las consecuenciasde su locura; ellas se desengañarán. El desengañoes la gran lección de la vida, y la virtud el frutode la libertad.

Que los hombres se tranquilicen: las excepcio-nes serán raras. La naturaleza ha querido que lamujer prefiriese, á una independencia orgullosa yá una ambición solitaria, el amor y la materni-dad; la naturaleza vencerá fácilmente á las falsasteorías, y las mujeres serán las primeras en re-conocer que la solución del problema de la igual-dad no está ni en la servidumbre ni en la separa-ción y concurrencia, sino en la división, libre-mente realizada, de la actividad social, del cariñoy déla felicidad.

C. COIGNET.

(Revue politique et Kteraire.)

EL PASO DE VENUS POR DELANTE DEL SOLEL 9 DE DICIEMBRE DE 1874.

Si pudiera contemplarse desde lejos el globoterrestre el dia 9 de Diciembre, de tres á cuatro dela mañana, veríase extraño espectáculo. En elhemisferio Norte, desde Persia hasta el lago Bai-kal, en plena Siberia, y desde el lago Balkal á lacosta oriental de Asia, en las extremidades de laChina y del Japón, veríase una larga fila de es-taciones astronómicas improvisadas para obser-var en todos los puntos á la vez un mismo fenó-meno. Rusia sólo, cuenta veintisiete, y Francia,Inglaterra. Alemania y los Estados-Onidos doce óquince más.

Volviendo la vista al hemisferio austral, veríaseallí al mismo tiempo y para igual objeto otrafila semejante de observatorios distribuidos enextensa línea, casi paralela á la primera, desdeel cabo de Buena Esperanza hasta Nueva-Zelanda.En aquella región no hay continentes y los obser-vadores franceses, ingleses, alemanes y america-nos se ven obligados á situarse con sus instru-mentos en las desiertas islas del hemisferio aus-tral, en la isla Kerguelen, en la isla San Pablo, enHobart-Town, en el interior déla tierra de VanDiemen, en las islas Maquaria, Auckland, Camp-bell, en Nueva-Zelanda, etc.

En el Norte se encuentran en pleno invierno; enmedio de las nieves y délos hieloá de Siberia: enel Sud en el verano; pero casi todas las islas dondeacampan merecen el nombre que lleva una deellas, de isla de la Desolación.

Evidentemente se trata de un gran fenómenoque interesa al mundo civilizado, de un problemaque ha de ser resuelto, cueste lo que cueste.

Examinando una de estas estaciones astronómi-cas es fácil comprender el grande esfuerzo que lasnaciones civilizadas se imponen. Veamos la queen la isla de San Pablo dirige el capitán de navioMouchez, conocido por sus excelentes trabajoshidrográficos de las costas del Brasil y de Argelia.La isla de San Pablo es un volcan apagado cuyo,cráter han invadido las aguas del mar. Los nave-gantes que doblan el cabo de Buena Esperanzapara dirigirse á la Indo-China ó á Australia reco-nocen esta isla, siendo imposible tomar en ellaagua, víveres ó combustible, porque en ella no hayni una gota de agua, ni un animal que puedaservir de alimento, ni un árbol; además es inabor-dable. El navegante la reconoce ó señala su posi-ción desde lejos con la brújula á fin de deducir laposición del buque y de rectificar la ruta si lojuzga oportuno.

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El yolcan no está completamente apagado, ycuiando la marea baja, aparecen en todos los bor-dies del cráter fuentes de agua hirviendo. El agua,al entrar en el cráter, penetra en las hendidurassubterráneas que llegan hasta el fuego interior.Calentada allí á altísima temperatura, se convierteen parte en vapor, y el resto asciende en forma deagua hirviendo. No hay, sin embargo, emanacio-nes acidas ó sulfurosas, como en los demás volca-nes imperfectamente apagados.

Tampoco está la isla completamente desierta.Inaccesible á los grandes buques, ofrece á los pe-queños que pueden atravesar durante el buentiempo el estrecho paso que la mar se ha abierto,un asilo seguro en su cráter, rodeado por todaspartes de una muralla de rocas ó picos de 250 me-tros de altura. Los pescadores de bacalao de laisla de la Reunión y los de ballenas ó focas de losEstados Unidos, son quienes más frecuentan estosmares. Cuando hacen la pesca vuelven á San Pa-blo para secar el pescado, salarlo, empaquetarloy llevar la carga á San Dionisio.

He aquí lo que han tenido que hacer los fran-ceses destinados á la estación astronómica de laisla de San Pablo, Salieron de París en el mes deAgosto dirigiéndose á la isla de la Reunión, dondeles esperaba un buque para embarcarse con susinstrumentos y provisiones. Desde allí han idoá San Pablo, trasbordando á pequeñas embarca-ciones, por Ja imposibilidad de acercarse el granbuque á la costa, sus víveres, provisiones y hastacasas hechas en París y llevadas en piezas. Allíhabrán tenido que construir un grande edificiopara quince personas á lo menos, un almacénpara un año de víveres, agua y combustible.Además un verdadero edificio de madera con cú-pula esférica giradora para el grande anteojo, consu pilar de piedra, su montaje ecuatorial dehierro y su movimiento de reloj; otro edificio paralos instrumentos meridianos y el péndulo side-ral, y finalmente, otro para las observaciones ymanipulaciones fotográficas.

Los expedicionarios quedarán allí con una tri-pulación de buques de pesca para proporcionarsealgún alimento fresco durante los cinco mesesque han de vivir en la isla de San Pablo, porquela observación allí hecha no ha de quedar aislada,sino que debe combinarse después con las que sehagan en las estaciones del Norte, cosa imposiblesi no se calcula con precisión la distancia de SanPablo á cada una de dichas estaciones, lo mismoá las de la China, que á las del lago Baikal, que álas del territorio persa. Para determinar su po-sición geográfica, los astrónomos de San Pablonecesitan llevar un observatorio completo. Si setratara sólo de la latitud, bastaría la observación

durante algunas noches, pero la longitud no seobtiene tan pronto, y necesitarán tres meses deobservaciones de la luna á su paso por el meri-diano de aquel sitio.

Todos estos trabajos y sacrificios, repetidos encasi todas las estaciones astronómicas, tienen porobjeto medir la distancia de la tierra al sol concompleta exactitud.

Dos de los planetas que acompañan á la tierraen su movimiento alrededor del sol, están menosalejados que ella del astro central. Estos plane-tas son Mercurio y Venus, cuyas distancias alsol, comparadas con las de la tierra, son aproxi-madamente de 0,4 y de 0,7. En ciertos momen-tos, cuando se verifica su conjunción, estos dosplanetas pasan por delante del disco solar, y alparecer describen sobre él, de Este á Oeste, unalínea recta con una velocidad casi uniforme. Estoes lo que constituye un paso dé Mercurio ó deVenus.

La forma geométrica de la marcha y la rapidezde su paso por delante del sol, son las únicas di-ferencias entre este fenómeno y los que diaria-mente se observan en la superficie de dicho astro.Por ello, durante largo tiempo, los astrónomos nole dieron importancia. El primero en demostrarque la observación de estos pasos podía conducirá la determinación de la distancia entre el sol yla tierra fue Halley. Esta distancia es unidad fun-damental de longitud en el estudio del cielo,como el metro es base de todas las medidas efec-tuadas en la superficie de la tierra.

Para comprenderlo, imaginémonos dos observa-dores colocados'en la tierra-en las dos extremida-des del diámetro perpendicular al plano que pasapor la recta que describe Venus en el espacio ylos centros de este planeta y de la tierra. Siendola distancia de Venus á la tierra de unos 7.000radios terrestres, las direcciones según las cualesambos observadores ven el centro de Venus, for-man entre sí un ángulo próximamente de 2r7000.

Venus describirá por tanto para ambos obser-vadores cuerdas distintas para un disco solar, ycomo está alejado del-sol unos 16.000 radios ter-restres, la distancia que separa á ambos observa-dores se encontrará proyectada ó representada so-bre el sol por una recta (la distancia de ambascuerdas) igual á 16.000 3¡7000, ó sean unos cuatroradios terrestres. De tal suerte, si podemos obte-ner por un medio cualquiera el valor angular dela distancia de estas dos cuerdas, vista desde elcentro de la tierra, tendremos la relación entre lasdistancias de' la tierra al sol, y cuatro veces el ra-dio de la tierra; es decir, la cuarta parte de ladistancia de la tierra al sol, expresada en funcio-nes del radio de la tierra.

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N.° 41 EL PASO DE VENUS POR DELANTE DEL SOL. 183

de los nudos de Venus al rayo vector de la órbitaterrestre referente á los meses de Diciembre yJunio, los pasos de Venus se verifican siempreen uno de loa dos citados meses.

Los pasos de Venus más próximos son, segúnDelambre, los siguientes:

Anos. Tiempo medio de la conjunción.

Siendo el diámetro real del sol unas 108 ve-ces más grande que el de la tierra, la cantidadquf debe medirse es aproximadamente de 1x54del diámetro aparente del sol, siendo por tantouna cantidad apreciable.

Con Mercurio el método sería menos ventajoso.En efecto: la distancia entre este planeta y latierra es de 13,980 radios terrestres, mientras quesu distancia al sol es aproximadamente de 16,300veces esta unidad. De tal suerte la distancia delas dos cuerdas, que el planeta parecería descri-bir sobre la superficie del sol para los dos obser-vadores de que antes hemos hablado, sería eldoble del radio terrestre, es decir, la ciento diezparte del diámetro aparente del sol. Por ello ja-más se han empleado los pasos de Mercurio parala determinación de la distancia del sol á la tierra.

Comprenderáse, pues, la importancia que danlos astrónomos á la observación de los pasos deVenus; importancia que acrece por la rareza deeste fenómeno.

Si la tierra y Venus se movieran en un mismoplano alrededor del sol, á cada revolución sinódicadel planeta, es decir, cada quinientos ochenta ycuatro dias, habría un paso. Pera como el planode la órbita de Venus forma con el plano de la ór-bita terrestre un ángulo de 3° 23' 30, no puedehaber paso sino cuando el planeta está en su con-junción inferior (entre el sol y la tierra), bas-tante cerca de la eclíptica, ó, como se dice, enuno de sus nudos. Resulta, pues, que se verificangran número de revoluciones del planeta sin quehaya paso. En efecto, imaginemos que en un mo-mento dado, estando Venus en su nudo ascenden-te, es decir, pasando del Sur al Nordeste de laeclíptica, hay paso de este astro por delante delsol; después de una revolución, el planeta quegira alrededor del sol en tiempo mucho menorque lá tierra á causa de una velocidad angular,mucho más grande que la tierra, habrá llegado ásu nudo ascendente cuando la tierra se encuentreaún muy alejada, y sólo al cabo de ocho años severificará un nuevo paso.

A partir de esa época, todo paso por el mismonudo será evidentemente imposible antes de unalarga sucesión de años. En efecto, el planeta nose encontrará en conjunción inferior y en su nudoascendente, sino doscientos treinta y cinco añosdespués; pero sí en el nudo descendente álos cientoveintiún años; y ocho años después habrá otropaso en el mismo nudo.

En resumen, los pasos de Venus se verificanpor grupos de dos, con ocho años de distancia se-parados por un intervalo de más de un siglo(ciento.trece años).

Además, correspondiendo la posición de la línea

1874 . .1882 . .20042012 . .2117 . .2125 . .

8 de Diciembre.6 de Diciembre.7 de Junio.5 de Junio.

10 de Diciembre.8 de Diciembre.

Fáltanos decir cuáles son los métodos para me-dir con precisión las dos cuerdas de que al prin-cipio hemos hablado.

Uno de ellos consiste en tomar .una serie de foto-grafías del fenómeno del paso en todas las estacio-nes de observación á fin de que se tracen por pun-tos en el disco solar la cuerda que parece descri-bir el planeta para el observador colocado en cadauna de ellas. Con un aparato cualquiera que en-grandezca la imagen se mide en seguida la dis-tancia de todas estas cuerdas, y de la combina-ción de estos diferentes resultados se deducirá elvalor más probable de la distancia del sol á latierra. Este método tiene en Francia, en Ingla-terra y en América ardientes partidarios, y secree que dé excelentes resultados sí en todas par-tes se realiza con instrumentos idénticos.

El método debido á Halley, que emplean losastrónomos, se distingue por su originalidad y susencillez.

En vez de medir la distancia al centro del solde cada una de las cuerdas, cada observador midelá longitud de la cuerda que ve recorrer á Venussobre el disco del sol. Siendo conocido el radio delsol, se sabe inmediatamente á qué distancia seencuentra esta cuerda angular del centro, y puestoque el movimiento angular relativo de Venus lodan con mucha precisión las tablas del movi-miento dé este planeta, basta para apreciar lalongitud de la cuerda observar el tiempo en queel planeta está en contacto con los dos bordes delsol. La diferencia del tiempo de los contactosdará la duración del paso, y por tanto la distanciade la cuerda al centro del sol.

Mídense así las longitudes de las cuerdas, yademás esta medida angular so sustituye conmedidas de tiempo, que son más precisas, y queademás reproducen el fenómeno en una escalamuy grande. Por ejemplo , en Port Imperatowski(Siberia) el paso del 9 de Diciembre próximodurará 3h 57m4, en las islas Kerguelen durará3h 25n>7. Supongamos que se ha cometido en ladiferencia de los momentos de contacto un error

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de diez segundos; el error relativo será de l|320aproximadamente, lo que es poco importante.

Siendo muy difícil la observación directa de loscontactos, algunos sabios han propuesto suplirlacon la observación espectroscópica. Dirigiendo laabertura del espectróscopo al punto del bordedel sol por donde ha de verificarse el contacto,cuando Venus se acerque cada vez más al bordedel astro radiante deben verse en efecto desapa-recer poco á poco las líneas espectrales de lasprotuberancias solares. Hechas en dos estacionesastronómicas distintas, con instrumentos idénti-cos y por medio de un procedimiento análogo,observaciones de este género pueden dar á conocerla distancia del sol á la tierra con gran precisión.También podrán darnos acerca do la atmósferade Venus datos curiosos, difíciles de adquirir porotro medio.

En fin, durante el paso, cuando,la mancha ne-gra formada por la proyección de Venus sobre eldisco solar esté casi en medio de este disco, po-drán ejecutarse una serie de medidas del diáme-tro del planeta; medidas que se harán entoncesen excelentes condiciones, y cuyos resultados rec-tificarán los valores no poco inciertos adoptadoshasta ahora.

En resumen, para obtener de la observacióndel paso de Venus por delante del sol las mejo-res consecuencias, es preciso que los observadoresestén colocados en ambos hemisferios, en puntostan distantes entre si cuanto sea posible, y queestudien cuidadosamente todas las circunstan-cias del fenómeno.

(Revue Scientiftque.).

SAKÜNTALA,DRAMA EN SIETE ACTOS

DEL POETA INDIO KALIDASA.

ACTO SEGUNDO. *

Entra el Bufón, haciendo ademanes de-pesadumbrey de cansancio.

BUFÓN. ¡Qué desgraciada suerte la mia! En sufuerte pasión por las diversiones de la caza, elRey mi amigo, me desprecia y me deja en elmás cruel abandono. ¿Y qué distracciones nosofrece? Aquí salta una gacela; allí corre un ja-balí furioso; de este lado sale un tigre, y asípasa uno los días, semejante á las fieras, entreárboles, plantas y.malezas, que en la estaciónpresente dan escasa sombra, corriendo desalen-tado y sin término fijo por la selVa. Y paraapagar la sed devoradora sólo se encuentran

* Véase el número anterior, pág. 153.

aguas torrenciales que bajan de la montaña,amargas y enturbiadas por las hojas secas queles sirven de manto. Por alimento apenas si seobtiene otra cosa que carne asada en parrillas,y esto fuera de las horas ordinarias. A mi cuer-po lastimado por el constante correr en pos delos caballos, no puedo concederle siquiera eltiempo preciso para el descanso durante lashoras de la noche. Porque no bien la auroraanuncia la llegada del divino Sürya, cuandoestos hijos de esclavas con un estrépito y gri-tería que conmueven los espacios.de las selvas,me arrancan de los brazos del dulcísimo sueño.Pero no acaban aquí mis penas; antes bien so-bre la antigua llaga se ha levantado una nuevaampolla. Ayer mismo, en un momento en queel príncipe se adelantó á la servidumbre persi-guiendo á una gacela, penetró en el recinto delas Lauras y vio, para desgracia mia, á unahermosísima niña, llamada Sakúntalá, hija deun solitario santo y de regia estirpe. Cautivadopor esta belleza, ni remotamente hace inten-ción de. volver á la ciudad, su corte. Esta ma-ñana, cuando la aurora alumbró sus regiosojos, pensando estaba en ella. ¿Qué resolucióntomaré1?... Voy á ver si ha hecho ya la purifica-ción Sagrada. (Da algunoi pasos mirando como receloso.)¿Pero qué'veo? Allí viene el augusto amigorodeado de lindas jóvenes que llevan el arco,aljaba y flechas, sus sienes ceñidas con guir-naldas de hermosas flores de las selvas. Bienpues; aguardaré en este lado y haré como siestuviese cojo por la fractura de una pierna:tal vez alcanzaré con esta estratagema algúnrepOSO. (Entra el Rey con el acompañamiento indicado.)

REY. NO es empresa fácil lograr la posesión delcorazón amado: pero no retrocedo en la deman-da. Mi espíritu se siente impulsado hacia ellacon vigor creciente, cada vez que mis ojos lacontemplan. El amor no ha llegado aún á sutermine, pero ya nuestros corazones se gozancon placer inagotable en su cariño... (Con sonrisa.)¡Mísero de mí! Así entretiene sus propias ilusio-nes el amante, suponiendo que los pensamien-tos del ser amado son la reproducción de losdeseos de su corazón impaciente... Mas yo pue-do seguramente pensar de esta manera: su mi-rada, en mi presencia, era dulce y amorosa, ,aunque el decoro la obligase á volver de mí suslindos ojos; en su andar lento y mesurado mo-vía con infinita gracia su talle esbelto, comosi ya estuviese instruida en juegos de amor;cuando su amiga la detuvo para evitar su sa-lida, se revuelve contra ella y la reprende confinura inimitable. Todo esto por mí lo hacía...¡Oh! ¡ilusión terrible! Siempre el amante secree causa y término de todos los actos de laamada.

BUFÓN. (E>ta como ha dicho.) ¡Amigo y señor mió! Im-posibilitado de pies y manos, sin poder accio-nar ni dar un paso, perdona si únicamente de»palabra te saludo.

REY. ¿De qué procede esa rigidez que te impideejecutar los más precisos movimientos?

BUFÓN. ¿Cómo preguntas por el origen de las lá-grimas, tú, que has perturbado el reposo delos ojos?

REY. NO entiendo tus palabras.BUFO». ¿Cuando la caña Véiapa imita, por su posi-

ción, las formas del jorobado, lo hace por virtud

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propia ó por ceder al empuje violento de lasaguas?

REY. La corriente del rio produce semejante daño.BUFÓN. Exactamente; lo mismo haces tú con-

migo.REY. Explícate; no entiendo lo que dices.BUFÓN. Has abandonado los deberes de Rey para

vivir en este sitio agreste, haciéndote semejantealas ñeras que pueblan las selvas. Y en tanto,yo, obligado á seguir sin descanso la pista deanimales silvestres, sufro las consecuencias yme encuentro en tan lastimoso estado, que yano soy dueño de mi cuerpo. Atendidas estasrazones, me atrevo á suplicaros permiso pararetirarme un solo dia á descansarde mis fatigas.

REY. (Apañe.) Precisamente me pides lo que yo de-seaba concederte. Desde que la hermosa hija deKácyapa cautivó mi alma, no ha quedado enella resto de mi primera inclinación á los pla-ceres de la caza. ¿Cómo se ha producido en mítal cambio de costumbres?... Mi brazo, poco hárobusto y vigoroso, es impotente para mover elarco de tensa cuerda; he olvidado el arte de t i -rar flechas contra las gacelas que moran en latienda de mi amada; con ella viveo, saltan yalegres juegan, y la han enseñado ios juegosamorosos de los ojos.

BUFÓN, (girando ai Rey.) Aquí habla mi augusto amo,pero su corazón vive en otra parte. Yo tambiénhe sufrido en esta selva, y lágrimas brotaronalguna vez de mis ojos.

REY. ¡Con »onr¡sa.) No hasjuzgado rectamente. Es-taba pensando que no debía desechar la peti-ción de un fiel amigo.

BÜFON. Que los dioses te guarden muchos años.(Se pone en disposición de salir.)

REY. Quédate un instante, amigo; tengo que ha-blarte de un asunto.

BUFÓN. A tus órdenes estoy, dueño mió.REY. En cuanto hayas descansado, utilizaré tus

servicios en un negocio importante; la comisiónserá para tí cómoda y ventajosa.

BUFÓN. ¿Acaso me vas á ocupar en la confecciónde golosinas? Buen pensamiento; ya me estoysaboreando con ellas.

REY. Llegado el momento oportuno sabrás el se-creto. ¡Hola! ¡Raivataka! (Entra el)

PORTERO. (Hace una reverencia.) A las órdenes de S. M.Augusta.

REY. Llama al jefe de las tropas.PORTERO. S e r é i s o b e d e c i d o . (Sale y entra de nuevo con el

jefe.) Allí tenéis al príncipe augusto que deseacomunicaros sus órdenes. Acercaos, pues, va-liente guerrero.

JEFE. (Se detiene y se va acercando lentamente.) C o n d e n a n laSgentes como un delito las diversiones de lacaza en los príncipes y reyes; yo, en verdad,veo en este ejercicio más bien una virtud per-fecta. En nuestro Rey y señor ha producido uncambio notable; el esfuerzo frecuente ejecutadoen el tiro de flechas, ha duplicado el vigor de subrazo; su cuerpo se ha hecho insensible á los ar-dores de los rayos solares, impenetrable al su-dor frió, y exento del dolor de la fatiga; es, enverdad, más delgado, pero no menos bello y es-belto, y su inmensa fuerza es sólo comparableá la del gran elefante, rey de las selvas. (Acer-cándose.) ¡Viva el Rey, mi Señor! Algunas ñerashan caído en poder de vuestros valientes y fie-

les servidores. Esperamos las órdenes de vues-tra voluntad soberana.

REY. Mi sabio consejero Máthavya desaprueba lacontinuación de la cacería; también yo me sientocansado de las fatigas que me impone.

JEFE. (Aparteai Bufón.) Apruebo tus consejos, Brah-mán amigo. Prosigue con valor la guerra quehas emprendido contra la caza; yo entre tanto,halagaré las nuevas ideas del príncipe. (Alto.) NoImgais caso de los consejos de este necio. Vos,Señor, podéis servir de norma y ejemplo al so-berano más perfecto. Vos mismo tocáis las ven-tajas de la caza; ya lo veis. El cuerpo ligero, es-belto y libre de los humores que produce lagrosura, está siempre ágil y dispuesto á empren-der las más difíciles hazañas.Hecho es de todosconocido, que el miedo y la cobardía, como elfuror insano, ofuscan la inteligencia del hom-bre y trastornan el sentido de las bestias. Losque con destreza manejan el arco en la caza,llevan gran ventaja sobre otros tiradores; por-que sus flechas van dirigidas á un blanco siem-pre en movimiento. Sin razón, pues, se condenala caza como un crimen.

BUFÓN. El Rey nuestro señor obra con verdaderoy recto juicio; pero tú, al contrario, vagando,desalentado, acá y allá en la selva, vendrás se-guramente á caer en las mandíbulas ó garrasde algún oso viejo y codicioso de las narices deun hombre temerario.

REY. Mi apreciado general: encontrándonos tancerca de una hermosa Laura, que convida aldescanso, no debo, por esta vez, seguir tu con-sejo. Dejaremos hoy á los búfalos zambullirsealegres en las aguas del estanque y lanzar al airetorrentes de líquido; no se inquiete más álosre-baños de lindas gacelas que pastan á la sombrade tupidos Kadambas; haga en paz completa eljabalí sus vuelcos y revuelcos sobre el juncosoMustá de los pantanos; entre tanto el arco,flojo, descansará también con las flechas y laaljaba.

JEFE. LOS mandatos del Rey soberano serán pun-tualícente ejecutados.

REY. Manda retroceder á los que se han adelan-tado y vagan por la selva; hez de modo que missoldados no cometan el más leve atropello enesta Laura de virtud y penitencia. Advierteque en estos sagrados recintos de la contem-plación en que la esencia d" la virtud y de lavida está en el reposo nunca perturbado, hayuna ráfaga luminosa oculta, pero siempre ar-diendo, semejante á la que de sí despiden los plá-cidos Súryakántás (1).

BUFÓN. Vanos han salido tus esfuerzos por con-vencer al Rey. (Saleel Jefe.)

REY. (A la comitiva.) Retiraos á cambiar los vestidosdo caza. Tú, Raivataka, sal á desempeñar tucargo.

COMIT. Seréis al punto obedecido. (Salen todos.)BUFÓN. Ahora que te ves libre de estas moscas,

puedes tomar asiento en ese banco á la sombrade un árbol frondoso, bajo el dosel ameno queforman esas trepadoras y lianas. También yobuscaré para mí un asiento cómodo.

REY. Anda y vé delante.

( i ) Suryajcarítas, el que despide rayos como del sol: es una piedrafabulosa, que expuesta al influjo de los rayos solares, recibe un calor

extraordinario.

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BUFOM. Siga el Rey augusto mis paSOS. (Después dedar unos pasos se sientan.)

REY. Máthavya; tus ojos no te habrán dado unplacer verdadero, en tanto que no vean el sermás bello de la tierra.

BUFÓN. Señor, no olvides que estás delante de tuBrahmán-consejero.

REY. Todo mortal se cree asimismo el más her-moso de loa seres; pero mi corazón vive sólopara Sakúntalá, ornamento y joya preciosa deesta solitaria Laura*

BUFÓN. (Aparte.) (Está bien! En verdad, no es con-veniente evocar la memoria de ésta bella que letiene robado el corazón y cautivados los senti-dos. Pero... ¿qué oigo? ¿Aspirasacaso á la manode la hija de un penitente?

REY. Amigo mió:-el corazón de un Páurava noaspira á obtener nada de lo que las tradicionesdivinas prohiben. Esta hermosa joven tuvo pormadre á una mujer divina, y por padre á unvarón santo y de regia estirpe. Llámanla hijadel sabio Rishí porque la recogió huérfana yabandonada en sus primeros años, semejante ála flor Navamálika, cuando cae agostada sobrela Calotropis.

BUFOK. (Sonriendo.) Tu proceder, al despreciar losadornos, joyas y esplendoren la mujer amada,me parece semejante al de aquellos que des-echan el fruto de la palma y devoran el del ta-marindo.

REY. Bien se ve que no conoces sus incompara-bles dotes cuando así te atreves á rebajar sumérito.

BUFÓN. Indudablemente debe ser encantadora ysin par la belleza que así cautiva tu alma.

REY. Todo cuanto de ella se diga es inferior á sumérito. El Creador, al formarla, trazó primeroen diseño celeste su bellísima figura, a la queinfundió, después, un espíritu perfecto; esco-gióla, en su mente divina, cual modelo sin ta-cha, la más bella entre una colección de lindasformas. Cuando contemplo su hermoso cuerpo,admiro el infinito poder del Creador supremo,y no la encuentro inferior sino á la perla de lasmujeres, Zakshmí (1).

BUFÓN. A ser verdad lo que dices , no Hay bellezacomparable á su belleza.

REY. Mi limitada inteligencia no alcanza á ha-certe el retrato de sus cualidades. Su perfectí-

(1) LAKSHHI.—Prosperidad , riqueza, dicha, signo especialmente

bueno. Personificado después este concepto en la diosa de la fortuna y

de la belleza. Se la nombra con «Qrid como esposa de Prachápati ó señor

de los seres y padre de los dioses en el primer periodo de la literatura

india, el Vedico ó Teológico propiamente dicho, pero desde los tiempos

heroicos la es de Narayana ó Vishnu. Lakshmi elige esposo libremente

y sin ningún género de imposiciones, como explícitameate lo indica el

poeta. Tómese este dato de Kálidása como una prueba, entre otras mu-

chas que tenemos, de la libertad que gozaba la mujer india y distincio-

nes sinceras de que era objeto en la sociedad de este por tantos conceptos

celebrado pueblo, algunos siglos antes de Jesucristo. Podemos comparar

a Ltkshmt con Céres, maduradora de los frutos de la tierra, y en este

concepto madre de su riqueza, Dido, Anna Perenna (Sanskr. i Apna-

purna) y otras diosas de las antiguas mitologías. Algunos la identifican

con el griego Core, otros con el latin Garantís ó Recaranus. M. Müller

deriva estas palabras de la raiz Sanskrita prt madurar, de donde pro-

cedo también el S. Sarai, otoño. Gomo Afrodite se levanta «Cri» *

LakBbrai del mar, pero con cuatro brazos. Su morada la tiene en la pre-

ciosa flor Lotos,

simo cuerpo es semejante á una flor á la que noha tocado aliento humano; es como un delicadocapullo sin la más leve señal de acción externa;como'perla sin mancilla ó semejante á mielpura cuyas dulzuras nadie ha probado... Pero...¿á qué decir más? ¡ Quién será el dichoso mor-tal señalado por el destino para gozar la pose-sión de este tesoro!

BUFÓN. Tú serás, si, pronto y con delicadeza, laconquistas antes que sea destinada por esposade algún devoto anacoreta, corpulento y en-gruesado con las mezclas de Ingudl (1) y aceiteSésamo.

REY. Pero te olvidas de que su voluntad y pensa-miento no la pertenecen. Y para desgracia mia,el maestro que dispone de su destino está hoyausente de la Laura.

BUFÓN. ¿Y conoces acaso los sentimientos de sucorazón en este punto? ¿Has penetrado lo quesus miradas significan?

REY. Las hijas de sabios Rishís son por natura-leza tímidas, y ésta lo es sobremanera. Cuandosus ojos encuentran de frente á los mios, desvíade mí su rostro; la sonrisa de sus labios me en-cantaba sin conocer la causa. La profunda mo-destia que revela en todas sus acciones encubrecon velo impenetrable los secretos de su cora-zón , aunque no trata de ocultar el amor quearde en su pecho.

BUFÓN. Todo lo encuentro muy natural. ¿Queríasacaso que no bien tuvieran sus ojos se lanzasederretida á tus brazos?

REY. En la forma que te he dieho me demostróya su amor en la primera entrevista que tuvecon ella y sus amigas. Su corazón me parecióhermoso como de un ser divino, cuando, altiempo de retirarse, andados algunos pasos, sedetuvo hermosísima y sin par graciosa, dicien-do: «Amiga mia, la punta de una rama deDarbha me ha lastimado un pié;» y volviendo ámí el rostro, se puso con gran calma á desem-barazar de las ramas su vestido, que nunca es-tuvo en ellas enredado.

BUFÓN. A lo que voy viendo, harás bien en man-dar traer provisiones de viaje para muchos dias,porque me temo que vas á trasformar estaLaura de penitencia en jardín de placeres y de-licias.

REY. Necesito de tu consejo: algunos anacoretasme han conocido á pesar mió, y es de necesidadque discurras un pretexto por el que una vezsiquiera podamos penetrar en la Laura.

BUÍON. ¿Pretexto? Ninguno necesitas; como Reysoberano, puedes mandar que te presenten eltributo del sexto del arroz, y está hecho todo.

REY. Siempre tus pensamientos son mezquinos.Dones más preciosos y más dignos de estimaque montones de perlas recibimos por la pro-tección que dispensamos á los santos varones.Los productos que las castas sociales dan á lossoberanos , perecen; mas los frutos de abnega-ción y penitencia que por nosotros ofrecen losRishiS de las Selvas, nunca mueren. (Detrás del es-cenario gritan)

VOCES. Hemos felizmente llegado al término delviaje.

(1) Ingudi es una planta medicinal. Tal vez el llamado Terminalie

Catappa, que produce muy sabrosas nueces, de que se saca aceite.

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N.° 41 F . GARCÍA ATUSO. SAKÚNTALA, DRAMA INDIO. 187

REY. (Escucha.) ¡Oh! estos sonidos graves y tran-quilos son indudablemente de anacoretas. (En-tra el)

PORTERO. ¡ Viva el Rey mi señor ! A la puerta es-peran dos jóvenes anacoretas.

REY. Introdúcelos á mi presencia.PORTERO. V o y á e l lo . (Sale y vuelve con los dichos; éstos se

detienen al ver al Rey.)

JOVEN I." ¡OhI Su augusta persona me inspiracompleta confianza. Verdaderamente, no podíaser de otro modo en un Rey poderoso que seconfunde con los sabios de las selvas. Gran mé-rito ha contraído a] fijar su residencia entre losRishis, y premio sin igual le está reservado porla protección que nos dispensa. Dos poderososGandharvas cantan sus glorias y llevan hastalos cielos la fama de su nombre, como sabio ycomo Rey al propio tiempo.

JOVEN 2.° Gáutama, ¿es acaso este Dushyanta elamigo del invencible Indra.

JOVEN 1.° El mismo.JOVEN 2." Ahora comprendo cómo su brazo tuerte

y poderoso, semejante al hierro que sujeta laspuertas de una ciudad, es salvaguardia de latierra toda hasta los límites del mar azulado;las ninfas celestes al verse acometidas de losDaityas, sus mortales enemigos, esperan lavictoria y salvación del arco invencible y siem-pre armado de este príncipe, no menos que delpoderoso Indra.

JÓVENES. (Acercándose.) La victoria sea contigo, prín-cipe augusto.

KEY. (Levántase del asiento.) Decid lo que «s trae á mipresencia.

JÓVENES. La salud y la dicha te acompañen.(Le ofrecen frutos.)

B E Y . (Tomándolos con una reverencia.) H a b l a d ; y a OS e S -

cucno.JOVEN 1.* Sabiendo que te habias dignado visitar

nuestra Laura, venimos' de parte de sus jefes ápedir de tí una gracia...

REY. Pedid, que nada os será negado.JOVEN 1." Ausente el noble jefe nuestro, Kanvas,

Rishi valeroso, tememos que los malignos ge-nios Rakshasas logren impedir con sus torcidosartificios la celebración de sagradas ceremonias;esto nos ha movido á demandar el auxilio detu brazo durante tu estancia en nuestra Laura.

REY. Grande es el honor que me dispensan losamigos de los dioses.

BUFÓN. (AiRey.) Esta petición llena la medida detus deseos.

BEY. (Sonriendo.) jEh! ¡Ráivataka! Di al auriga, deorden mia, que acerque más la carroza, con elarco y flechas.

PORTERO. Seréis puntualmente obedecido. (Sale.)JOVEN 1.° (Con júbilo.) Con tan nobles acciones imi-

tas dignamente á tus mayores. Los ilustresPáuravas se aprestaron siempre gustosos á ladefensa de los débiles en fiestas religiosas.

REY. Andad vosotros delante, que yo os sigo decerca.

JÓVENES. Máthavya, hé aquí la ocasión de ver á labella Sukúntalá, si lo deseas.

BUFÓN. Ardiendo estaba, hace un momento, endeseos de verla; pero el nombre sólo de losRakshasas ha disipado en mí tales deseos: notengo valor para moverme.

REY. NO hayas miedo: al lado de tu Rey siempreestás salvo.

BUFÓN. Decís bien: ya me siento libre de tan in-cómodos huéspedes. (Entra el)

PORTERO. La carroza del Rey augusto está dis-puesta para correr en pos de la victoria. Masen este momento llega Karabhaka con un men-saje de la Reina.

REY. ¿Viene de parte déla Reina madre?PORTERO. ASÍ es.REV. Que pase inmediatamente.PORTERO. Voy á darle la orden. (Saiey vu«ive con Kara-

hhaka.) Allí está el Rey: acércate á S. M.KAKABH. La victoria sea con el Rey soberano. E 1

mensaje de la Reina madre es como sigue: «elcuarto dia después de recibir este mensaje, es eltérmino de mi ayuno; y espero que eí Reyaugusto se encuentre para el caso á mi lado.»

REY. ¡Trance apurado! Aquí me llaman los asun-tos de los anacoretas venerables; en la ciudadpide mi presencia el mensaje de la madre que-rida; deberes ambos justos y sagrados. Di,Brahmán amigo, ¿qué deberé hacer en estecaso 1

BUFÓN. Quedarte en medio, como Tripanku.REY. El caso es difícil de resolver. Deberes sagra-

dos reclaman mi presencia en lugares diferen-tes y apartados. Sentimientos contrarios lu-chan en mi pecho, como las olas al chocarimpetuosas Contra las rocas. (Después de un momentode pausa.) Amigo mió, una idea me ocurre. LaReina madre te quiere y honra como á uno desus hijos. Corre tú á su lado. Dila que mi cora-zón y mi honor están empeñados en este graví-simo asunto de los sabios Rishis, y haz con lanobilísima princesa los deberes de un hijo, cualconviene á mi honor-y á su decoro.

BUFÓN. Si juzgas que tengo miedo de los Rakaha-sas, estás en un error deplorable.

REY. (sonriendo.) Nunca supuse en tí tal cobardía.BUFÓN. Entonces iré y cumpliré cual conviene al

hermano de un Rey tan poderoso.REY. Para evitar nuevas perturbaciones y tumul-

tos daptro de la Laura, irás en mi carroza y teguardará mi séquito.

BUFÓN. Y en un momento me veré convertido enpríncipe heredero.

REY. (Aparte.) Este loco es ligero de cascos, y pu-diera divulgar en la corte mis amores: tratarétambién de evitar esto. (Toma al Bufón de la mano.)Amigo mío; no ignoras que únicamente por ladefensa de los sabios Rishis consiento en per-manecer algún tiempo en esta Laura. Lo demis relaciones amorosas con la bella Sakúntaláfue un juego y nada más. En tal sentido debestomar todo lo que con ella y sus amigas ha pa-sado. Eres de recto juicio y comprendes queno podría un Rey pretender la mano de unadama; criada entre gacelas, plantas y flores dela selva, para quien los secretos y deberes delamor son un misterio, (safen todos.)

FIN DEL ACTO SEGUNDO.

FRANCISCO GARCÍA AÍÜSO.

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BOLETÍN DE LAS ASOCIACIONES CIENTÍFICAS

Sociedad Antropológica Española.El gran incremento que ha tomado esta Socie-

dad y la importancia de sus tareas, nos induce áhacer á grandes rasgos una reseña retrospectivade las principales vicisitudes porque ha pasado,como preliminar de los próximos trabajos de lamisma de que hemos de dar cuenta.

Causas extrañas á la voluntad de los miembrosde esta corporación, originadas mayormente enla crisis social y política porque atraviesa nuestropaís, impidieron durante varios años que persis-tiera en sus útiles tareas: la natural excitaciónproducida por el recio sacudimiento revoluciona-rio que experimentó España en 1868, las hondaspreocupaciones de la política, las necesidades dela nueva vida engendrada por las mudanzas in-troducidas en las instituciones, asociándose ycompenetrándose, llevando las inteligencias porsenderos apartados de las serenas esferas de lacontroversia científica, ocasionando conmocionesque á deshora perturbaban el orden, trayendofunestas y enojosas dudas al ánimo, hubieron deoponerse á que la Sociedad Antropológica Españolacontinuara en sus nobles anhelos, prósperos yfructuosos á la sombra de la paz pública, inefica-ces cuando no imposibles de todo punto, si con-turbaban las entrañas de la patria los acerbos,dolores de la maldad, del odio y de la ambición.

Aun continuando en parte este estado de cosas,ha creído la sociedad llegado el caso de reanudarsus trabajos, .si la patria no ha de carecer deaquellos conocimientos indispensables para novivir apartada del movimiento científico quecunde en el centro de la Europa culta.

Consiguientemente hubo de reorganizarse du-rante Jos últimos dias del año 1872, celebrandola primer sesión el 29 de Diciembre del mismo,y acordándose que cuanto antes se reanudaranlas tareas científicas.

En la sesión del 5 de Enero de 1873 manifestóel secretario, Sr. Delgado Jugo, que el estado desu salud no le permitía desempeñar su cargo, yen seguida dio cuenta del próspero estado de lasociedad, que tenía en su seno miembros y ele-mentos más que suficientes para el gran desar-rollo que debía adquirir. Acordóse un voto degracias al Sr. Delgado, y nombróse secretariohasta las próximas elecciones al Sr. Tubino.

El Dr. Velasco se ocupó de la conveniencia deque previamente se señalaran y aprobaran lostemas que deberían discutirse en las sesiones deReglamento, indicando como uno muy fructuosoel relativo al estudio de las cavernas, bajo el tri-ple punto de vista geológico, paleontológico yprehistórico, ó sea de sus relaciones con Fa apari-ción del hombre sobre la tierra; la sociedadacordó, á propuesta del Sr. Delgado Jugo, auto-rizar plenamente á los señores Vilanova, Galdo yTubino, á fin de que, ocupándose de este punto,propusieran los temas que debían ventilarse.

El Sr. Galdo discurrió con el Sr. Tubino acercadlel carácter que debían tener los debates, con-viniéndose en que las sesiones se dividieran endios clases: unas reservadas solamente á losmiembros de la sociedad, y otras en que se admi-tiera la asistencia del público.

En la sesión del 26 de Octubre se eligió la juntadirectiva y la comisión de publicaciones en estaforma:

Junta directiva: Presidente, D. Joaquín Hysern;vicepresidente, D. Rafael Ariza; tesorero, D. Pe-dro G. de Velasco; secretario general y archivero,D. Francisco María Tubino; vicesscretario, donManuel Calderón Herce.

Comisión de publicaciones: D. Juan Vilanova,D. Manuel M. J. de Galdo, y D. Ángel Calderón.

Tomáronse algunos acuerdos relativos á inven-tarios, listas de socios y cuotas, y además se re-solvió la publicación de una Revista, órgano de laSociedad, y cuya organización correría á cargode la secretaría.

Con efecto, desde 1.° de Enero de este año do1874, la Sociedad ha entrado en el período de or-den normal en que promete sostenerse. En losprimeros dias de cada mes, sin excusa, celebrauna sesión científico-práctica, y además publicasu Boletin-Revista con selectos trabajos origi-nales.

En la sesión del 1.° de Febrero se acordó el cam-bio de cráneos italianos y etruscos ofrecidos porel doctor Mantegazza, director del Museo antro-pológico de Italia, por otros españoles antiguosy modernos; y resolvióse igualmente el estudiode las momias procedentes del Perú, que se con-servan en el Jardin Botánico.

El Sr. Ariza expuso que, según noticias, en untalud del ferro-carril del Norte y en el punto de-nominado Torrelodones, se habían encontradoalgunos restos de animales fósiles. Manifestótambién que había adquirido de un magistrado,residente bastante tiempo en las islas Filipinas,noticias muy curiosas sobre la raza de los negri-tos. Con este motivo se hicieron diferentes obser-vaciones sobre la necesidad de que se estudie laetnografía de aquellas islas, afirmando el Sr. Vi-lanova que, en cuanto á la historia natural deellas, estábamos en un deplorable atraso, pues nofiguran en nuestros museos ni aun ejemplares delreino mineral. El Sr. Galdo añadió que, habién-dose nombrado recientemente seis médicos ins-pectores con destino á aquel archipiélago, podíanutilizarse sus servicios, y así se acordó.

Tomáronse algunos acuerdos respecto al estu-dio de la talla media en Madrid, y el Sr. Userapropuso que se ampliase el estudio á toda Espa-ña, y. que al efecto podían utilizarse los datosacumulados en la Dirección de sanidad militar.Entendiendo la Sociedad que este estudio es delmayor interés, acordó se dirigiese uña comunica-ción á dicho centro en el sentido propuesto porel Sr. Usera.

Propuso el Sr. Galdo que se publicaran las ins-trucciones antropológicas que ha redactado laSociedad que se ocupa de estos estudios en Paris.Así se acordó.

La Sociedad designó al Sr. Taboada para que,teniendo en cuenta los muchos restos que de laantigua población indígena se conservan en Ga-licia, fomentase la investigación científica deellos, designando personas competentes que laacometiesen.

En la sesión de 28 de Mayo se dio cuenta deuna comunicación de la sociedad italiana de An-tropología de Florencia, manifestando que habíasido nombrado nuestro presidente miembro hono-rario de aquella. La Sociedad vio con satisfacción

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este acuerdo, resolvió que se dieran las gracias,y en justa correspondencia eligió miembro hono-rario al doctor Mantegazza.

También se leyó una comunicación del presi-dente y secretario de la Sociedad Antropológicade Munich felicitando á la nuestra por haber re-anudado sus trabajos, y anunciando el envío de losextractos de sus sesiones.

Dióse cuenta de que el señor marqués de Gua-dalcázar se ofrecía á prestar á nuestra sociedadsus servicios en Paris, donde reside. Visto esteofrecimiento, la Sociedad acordó se le escribiese,suplicándole se avistara con el doctor Brocea, se-cretario* general de la Antropológica de Paris, á finde obtener lista de loa instrumentos que la mismaemplea en sus estudios, con el precio de cada unode ellos.

El Sr. Vilanova leyó una nota sobre un hachade dioritina descubierta en Andalucía.

En vista de las comunicaciones del socio donVicente Vieites que reside en Barbastro, se acordóel establecimiento de una sección de la Sociedaden aquel distrito, y se tomó el mismo acuerdorespecto á las Islas Canarias, donde el Sr. D. Fran-cisco Guerra Castellanos se encargaba de cum-plirlo.

Por último se acordó suspender los trabajosde la sociedad durante los meses de verano.

Hasta aquí el extracto de los asuntos principa-les discutidos y acordados durante el primer ejer-cicio de este año.

Hace pocos dias que la Sociedad ha reanudadosus trabajos* que ya no se interrumpirán duranteel año académico. Muchos son los socios que haningresado desde la-reinstalación, continuando laadmisión de ellos regularmente. La Revista con-tinúa publicándose, y acaba de ver la luz el eua-derno 6.".

Academia de Jurisprudencia y legislación.

La primera reunión que ha celebrado esta so-ciedad en el presente año académico se ha desti-nado, como de costumbre, á la lectura del discursoinaugural de su presidente, el Sr. Moreno Nieto,y de las Memorias del secretario Sr. Ugarte y delbibliotecario Sr. Torres. El discurso presidenciales un magnífico estudio sobre la nueva cienciallamada Sociología, estudio que publicamos enotro lugar de este número (exceptuando ei pár-rafo de exordio), porque es como una contesta-ción á las ideas emitidas por los eminentes sabiosextranjeros Tyndall, Wurtz y Du Bois-Reimonden artículos que hemos dado á luz en númerosanteriores de la REVISTA EUROPEA.

La Memoria del Sr. Ugarte da cuenta detalladade los trabajos de la Academia en el último curso,enumerando, en primer lugar, las discusiones, quefueron sobre los temas: La federación ante el De-recho, y Estudio jurídico, filosófico ó histórico delas Ordenes monásticas y religiosas.

En las sesiones públicas prácticas dilucidáronsetambién importantes asuntos, como: La capaci-dad jurídica de la mujer casada; Vista pública deun recurso de casación, y La ley del matrimoniocivil; temas que promovieron extensos y lumino-sos debates.

La Memoria del bibliotecario da cuenta de to-das las obras adquiridas por la Academia, por

compra y por donación de los socios, corporacio-nes y otras personas, haciendo de paso un rápidojuicio crítico de algunos libros.

Ateneo científico y literario.

CIENCIA PREHISTÓRICA.1." DICIEMBRE.

Continuando la exposición de los principalesresultados en favor de la Arqueología prehistóricaen el Congreso de Stokholmo obtenidos, debemosconsignar primeramente la discusión promovidapor Worsae acerca de.la clasificación de las eda-des de piedra, según que ésta sea simplementetallada (paleolítica) ó pulimentada (neolítica). Elcélebre inglés John Evans, cree preferible tomarcomo base para la determinación de dichas eda-des el yacimiento de los objetos de la primitivaindustria y la índole de la fauna y flora que losacompaña: en otros términos, lo que para facili-tar el estudio de materia tan importante llama-mos así en esta Cátedra, como en el libro Sobre elorigen y antigüedad del hombre, caracteres geoló-gico y paleontológico, y i cuya altísima significa-ción señalaremos más adelante. En Inglaterra yFrancia, dice el inglés, y añadimos nosotros, enEspaña también, los instrumentos del periodopaleolítico yacen en el diluvo, ó en los aluvionesantiguos, asociados á restos de elefantes, osos delas cavernas, rinocerontes y otros animales yplantas cuaternarias, y como quiera que durantedicha época la Escandinavia hallábase invadidapor las nieves, claro es que no podía estar habi-tada por el hombre y sí sólo por algunos rarosanimales árticos. Esto, que confirma la Memoriade Thorel acerca de la estructura geológica delsuelo de aquella parte de Europa durante ei ter-reno cuaternario, invalida, sin género ningunode duda, la antigüedad que á la ligera se concedióá la cabana de Sodertelge, que es post y no an-teglacial y parece demostrar la no existencia deinstrumentos paleolíticos en Escandinavia, pormás q."fte algunos ofrezcan la forma y aspecto delos de dicha edad.

A tan atinadas y justas observaciones replicaWorsae, que su clasificación no se funda tanto enhallarse tallada ó pulimentada la piedra, é seanlos objetos con ella labrados, sino más propia-mente en la forma típica que ofrecen los instru-mentos. En su sentir, los más antiguos de Dina-marca reproducen los tipos de la Europa occiden-tal, al paso que los neolíticos, así de Dinamarcacomo de toda Eacandinavia, son propios de aque-lla región y distintos por su aspecto de los delresto del continente, de donde parece deducirse,que si aquellos los recibieron del S. ó del O., éstosresponden á una industria especial característicade los países escandinavos, cuyos habitantes al-canzaron en dicho período un grado de perfecciónverdaderamente admirable: la abundancia deutensilios en esta segunda edad de piedra fue talen Suecia, que sólo en el Museo de Stokholmo sepueden admirar hasta 35.000, colocados por se-ries y según el grado de belleza y perfección conque fueron labrándose, y conforme alas diverjasnecesidades á que respondían. En los Museos deCopenhague no existe menor número, y si á ellosse agregan los de otras poblaciones importantes

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y los que encierran las colecciones particulares,podrá formarse idea aproximada del grado decultura de aquel pueblo durante la edad neo-lítica.

En Madrid, los primeros instrumentos de pie-dra de Escandinavia que se conocieron, figura-ron en la colección de antigüedades que existíaen el gabinete de Historia Natural, y que á lacreación del Museo Arqueológico, debida á la po-derosa iniciativa del malogrado cuanto eminenteSevero Catalina, siendo Director de instrucciónpública en el ministerio Orovio, pasaron al lo-cal que en la actualidad ocupa, en lo que se llamóCasino de la Reina Dichos objetos, entre los cua-les figuran algunos muy bellos y notables entodos conceptos, fueron regalados por el ilustradomarqués de la Rivera, enviado ó representante deEspaña en Suecia y Dinamarca. El viaje realizadopor el Sr. Tubino y por mí á los países del Nortecon motivo del Congreso celebrado en Copenhagueen 1869, dio por resultado completar con más de300 ejemplares aquella .colección.

A propósito de los isstrumentos de piedra másantiguos de Dinamarca, conviene recordar que,según Steenstrup, los encontrados en los hori-zontes inferiores de la turba, ó sean los que con-tienen en su seno troncos del pino marítimo, per-tenecen al período de los cuchillos ó' del Reno,siquiera sea aún muy dudoso que existan en ellosrestos de dicho mamífero, y que los cascos yotros utensilios encontrados en los Kiokenmodin-gos, son los únicos que se parecen algo á lospaleolíticos del O. de Europa; pero indudable-mente la época á que pertenecen es mucho másmoderna que la de los aluviones cuaternarios deEspaña, Francia y otros países del S. y del O. In-clinóme, pues, á opinar como Evans, en lo refe-rente al valor que en la clasificación de estas eda-des antiguas deba darse al yacimiento y asocia-ción de los objetos de arte con restos fósiles, depreferencia á la forma típica de los utensilios depiedra.

A. propósito del comercio del ámbar y de la edadá que deba referirse el uso de esta sustancia-como objeto de lujo, no puedo menos de citar elhallazgo hecho, cerca de Orihuela de Murcia, porel diligente geólogo Sr. Botella, amigo que honracon su presencia esta cátedra, de algún objeto la-brado de dicha sustancia, y cuyo yacimiento yasociación con otros objetos pertenecientes á lapiedra pulimentada, acreditan una antigüedadmayor que la que se le señala en el Norte, don-de corresponde á la edad del bronce, y en Italiaque empezó á servirse de esta sustancia en el pe-ríodo del hierro. Y por cierto que, siendo como escosa averiguada que el ámbar amarillo, impropia-mente así llamado, pues de Sicilia traje una co-lección de treinta y siete colores distintos, verde,encarnado, azul oscuro, etc., es una resina fósilprocedente de varias especies de pinos, cuya fosi-lización dio por resultado el lignito, no debe esca-sear en nuestro suelo, donde tanto abundan lasminas de dicho combustible. El mismo Sr. Bote-lla le conoce de las de Chovar, en la provincia deCastellón, de donde también lo poseo; tampoco esraro en el lignito de Utrillas. De todo lo cual fáciles inferir, que el ámbar empleado por nuestros an-tepasados más bien es indígena que importado delas costas del Báltico ó de Sicilia.

Con el fin de esclarecer la importante cuestión

de los aborígenes de Suecia, y de su procedencia,el venerable Nilsson, el autor de Los primitivoshabitantes de Escandinavia, dice que los docu-mentos más antiguos se encuentran entre Trelle-borg y Falsterbo, en la corlina, dicha jaravalla,donde en el fondo de una turbera á 4 y 5 pies deprofundidad aparecieron varios útiles de piedra,los más antiguos de la Escania. No lejos de Fals-terbo obsérvase dentro del mar una turbera la-custre, lo cual en su sentir significa que durantesu formación existía en aquel sitio una tierra quedebía poner á Escania en comunicación con Ale-mania, por cuyo istmo, digámoslo así, hubo depasar el Reno, que á la sazón, mejoradas'las con-diciones climatológicas del continente, emigrabaen busca de latitudes más altas; y tal vez el hom-bre, acompañando al rengífero, pobló entonces porprimera vez la Suecia, empezando por la Escania,que es la provincia situada más al SO., cortandocuchillos y otros utensilios en piedra al finalizarel período paleolítico, y otros instrumentos enastas y hueso de aquél y de otros mamíferos emi-grantes.

El doctor Montelius presentó al Congreso la cartaarqueológica de Suecia, en la cual aparecen divi-didos en cuatro grandes grupos los monumen-tos sepulcrales de tan remotas edades: el primergrupo lo constituye el Dolmen; el segundo lassepulturas con galenas; el tercero las grandes se-pulturas de piedra, y el cuarto los túmulos. De-duce este eminente arqueólogo de sus pacientes yprofundas investigaciones: 1.° que la poblaciónde Suecia procede del O., y 2." que en tiemposposteriores hubo otro movimiento de la poblaciónen sentido contrario, esto es, del E. y del N. ha-cia el O. y S.

En confirmación de lo mismo, el Sr. Rygh ase-gura que la mayor parte de los objetos encontra-dos más al N., tales como puntas y láminas depizarra negra, útiles en asta y hueso de reno, per-tenece á otro pueblo, probablemente lapon. Ellímite entre las civilizaciones escandinava y la-pona es el grado 65, sin que se encuentren dichosobjetos mezclados ó confundidos en el mismo ya-cimiento.

Este hecho, muy singular, parece venir enapoyo déla opinión de Worsae, de que nunca loslapones y finneses han ocupado la Europa, reti-rándose delante de una raza superior, sino que,procediendo del E. y N., se encontraron con elque remontaba del O. y S. hacia las altas regio-nes boreales.

Mister Hovoort opina que en el Cáucaso, pordonde pasaron los primitivos pobladores de Eu-ropa, deben hallarse documentos que esclarezcanestas tan arduas cuestiones. A esta invitacióncontesta el conde Zawisza con los resultados ob-tenidos en las exploraciones de las cavernas de losCárpatos, punto algo más avanzado hacia Occi-dente, y en especial en la gruta llamada del Ma-muth, por el gran número de restos fósiles de di-cho elefante en ella encontrados , siquiera abun-den más los del oso, caballo, reno, alce y otrosmamíferos cuaternarios. Entre los objetos de artefiguran como novedad, dos amuletos en marfil deMamuth, los instrumentos en pedernal y huesoson enteramente iguales á los del resto de Europa;aquellos antiguos pobladores de la estación másoriental de nuestro continente, ni conocían la ce-rámica, ni habían domesticado aún animal al-

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N.° 41 BOLETÍN DI CIENCIAS Y ARTES.—NOTICIAS. 191

guno. La cueva explorada se encuentra á tres le-guas de Cracovia, en el valle principal de Wiers-chow. •

Proponiéndose el distinguido Quatrefages re-solver, ó por lo menos ilustrar la cuestión de losaborígenes europeos por medio de la craneologíacomparada, empieza haciendo una declaraciónformal y de gran trascendencia, que consiste enasegurar que después de los últimos descubri-mientos de Bourgeois no puede dudarse de laexistencia del hombre en el horizonte mioceno enEuropa.

Wirchow replica que no admite esto como he-cho inconcuso, y asegurando que, en su sentir,faltan aún muchos datos para juzgar, con aciertoy menos para establcer la genealogía y cronologíahumana europea; también opina que las razas noson todas primitivas, sino que, arrancando de untronco común, han ido diversificándose y luegoconstituyéndose con ayuda del tiempo; las for-mas antiguas fueron reemplazadas por otras másrecientes, siempre progresando; en su consecuen-cia, no cabe establecer la comparación entre lasformas más antiguas y las actuales más degrada-das, sino estudiar las modificaciones que aque-llas experimentaron y las relaciones que unascon otras conservan.

JUAN VIL AMO VA.

BOLETÍN DE CIENCIAS Y ARTES.

La Academia de Bellas Artes ha acordadoabrir un concurso para premiar los mejores pía -nos que se presenten para la construcción de unaEscuela de Bellas Artes.

El certamen anunciado hace mucho tiempopara premiar un buen libreto de ópera, no ha te-nido resultado alguno, á pesar de haberse presen-tado veinte obras, y la Academia lo anuncia denuevo, dando el plazo de seis meses para la pre-sentación de los libros.

Al hacer una escavacion en el ex-convento deSanto Domingo, de Zaragoza, se han descubiertovarios sepulcros antiguos, de los cuales se hanextraído las momias de 18 religiosos. Sóbrelossarcófagos se han encontrado también varias lám-paras de barro cocido, notables por su especialestructura y remota antigüedad, y de no excasovalor arqueológico.

El cerro de los Santos, en las inmediaciones deYecla, provincia de Murcia, tiene hoy todo el in-terés del mundo arqueológico, y allí están fijaslas miradas y el estudio délos sabios de Europa,queriendo descubrir cuál fuera el origen de aque-llas ruinas, quiénes los que edificaron el temploque allí existió, qué significan aquellas estatuas,que, así unas semejan á los ídolos de la barbarie,como en otras se descubre toda la belleza.plásticade los Helenos, y en éstas la riqueza y los bor-dados y la pedrería del arte cristiano bizantino.El cerro de los Santos es , pues, un enigma; esuna incógnita que se afanan en despejar los aman-

tes del saber y de lo pasado, sin que hasta hoyhayamos podido obtener una solución que satis-faga á la ciencia, ni al arte, ni á la historia.

¿Quiénes fuisteis, vosotros, los moradores delcerro de los Santos, y cuándo hicisteis allí vues-tro templo y vuestras innumerables estatuas1?...He aquí la X. Ni los de más allá, ni los de másacá del Pirineo que se ocupan de este asunto, y áél dedican su preferente atención y sus estudios,han podido encontrar la clave de este misterio, latraducción de tales caracteres incisos, la explica-ción de los gerpglíficos y emblemas que allí sedescubren.

Todo esto es sabido de cuantos se consagran alestudio de la ciencia arqueológica; pero lo que noes sabido de todos, y acaso apenas lo es de algu-no, es que existe un apasionado del cerro de losSantos, modesto y desconocido, ignorado tal vezde las academias y de los académicos, que haconsagrado sus dias y sus noches al estudio delas ruinas que nos ocupan, y que ha escrito unabrillante Memoria, que por casualidad hemos oidoleer á su autor, acompañada de numerosos dibu-jos hechos por el mismo, que son copia exacta dela mayor parte de las estatuas, vasos y demásobjetos encontrados ,en el cerro de los Santos.Esta Memoria, que deberá ver la luz pública muypronto, si logramos vencer la modestia de su au-tor, está llamada, por muchos conceptos, á ocuparla atención de los aficionados á estos estudios, yen nuestra opinión, presenta gran novedad; y sino resuelve el problema y no despeja la X, lo cualno nos atrevemos á declarar, la verdad es que es-clarece mucho el asunto y da perfecta idea de losprofundos estudios y conocimientos de su autor.

Esperamos y deseamos verla pronto publicada,y que se abra discusión entre los amantes de lasriquezas arqueológicas de España.

La Academia de Ciencias de Paris ha elegidosecretario perpetuo á su actual presidente, mon-sieur Bertrand, por 33 votos, contra J3 que ob-tuvo M^%Faye, habiendo obtenido también un su-fragio M. Jamin.

El profesor Silvestri ha observado en la últimaerupción del Etna, que los ruidos subterráneos pa-recidos á descargas de formidable artillería, sesucedían de dos en dos minutos, precedidos deresplandores y llamas en el orificio del cráter. Aestos ruidos y estas llamas acompañan siempremovimientos del suelo. Las detonaciones siguenun crescendo que concluye por una erupción delava, atravesada de humos espesos y vapores áci-dos que tienen una tensión suficiente para cau-sar explosiones de materia inflamada, bajo laforma de escorias que el viento arroja á largasdistancias. El intervalo del sonido á las llamashace creer que la materia en fusión puede encon-trarse á una profundidad de 600 metros. A cadaexplosión se experimenta una perturbación de lapresión atmosférica. Todo hace suponer que enla actualidad el volcan está en una gran actividadinterior..

Una carta de Cayena (Guyana francesa) habladel descubrimiento de nuevos yacimientos de oro,

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cuya explotación es fácil y poco costosa. «Ugunoade estos placeres han producido 4.000 gramos deoro, ó 8ea más de 100.000 francos al mes. Con estemotivo se ha despertado tal sed de oro entre loscolonos franceses, que hasta un alto funcionariode la colonia ha enviado á Paris su dimisión, paradedicarse por completo á la extracción del pre-cioso metal.

Los artilleros rusos, celosos de la superioridadde los cañones Krupp, han construido en su fun-dición de Obuchowski una pieza de 11 pulgadas,destinada ala artillería de marina,piezaque reúnecondiciones verdaderamente excepcionales. En losensayos ha hecho 500 disparos con proyectiles de550 libras y 100 de pólvora, sin sufrir la menoralteración ni desperfecto. ¿Qué buques ó qué bas-tiones serán los primeros en recibir el choque deestas balas rusas de 550 libras?

En Francia se lian empezado á aprovechar lospedazos de los recortes de las pieles para fabricarcuero artificial. Córtanse los residuos en peque-ños cuadros, péganse con cola, superponiendounos á otros, y se les da consistencia por mediode la prensa hidráulica. El cuero obtenido de estasencilla madera sólo puede servir para trabajosligeros, y no puede aplicarse á objetos que hayande mojarse; pero así y todo, constituye un granaprovechamiento, que ha llegado á la categoríade industria en gran escala. En Copenhague, lafabricación del cuero artificial está mucho másadelantada, y sus productos rivalizan en solidezcon el cuero natural, siendo el 50 por 100 más ba-rato.

La producción del algodón excede de las nece-sidades de la industria. El consumo anual por lasfábricas de todo ej mundo manufacturero, es hoy,en números redondos, de 2.5üO millones de libras.De esta cantidad manufacturan los Estados-Uni-dos 500 millones, el Keino-Unido 1.200 millones,y la Europa continental 800 millones. La primeramateria se suministra á los países que trabajan elalgodón por los siguientes: Estados-Unidos (cose-cha total), 1.450 millones; Indias Orientales 620millones; Brasil 50 millones; Egipto 210 millones;y los demás países 70 millones; total 2.500 millo-nes de libras. Este número debe ser consideradocomo la satisfacción de la demanda actual de al-godón. Respecto á las previsiones de un porve-nir inmediato, las cantidades que se pueden su-ministrar á las comarcas manufactureras son,según las mejores noticias, las siguientes: Esta-dos-Unidos 1.800 millones; las demás comarcas1.050 millones; total 2.850 millones de libras, ci-fra basada en el aumento natural de la cosechaamericana, y en la producción normal de las de-mas comarcas. Para el próximo año calcúlase lademanda en 550 millones en los Estados-Unidos,y 2.150 en Europa; total 2.700 millones, que re-presenta un aumento de consumo sobre el año an-terior de un 10 por 100 en los Estados-Unidos, y5 por 100 en Europa. Si este cálculo es exacto,en 1874 habrá un excedente en la producción, de150 millones de libras de algodón. (United StatesBconomist.)

El gobierno de los Estados-Unidos ha publicadoun reglamento indicando los requisitos que hande cumplirse para que los.objetos destinados á laExposición universal de Filadelfia no tengan quepagar derechos de importación. En los consuladosde la Union americana encontrarán los exposito-res todas las noticias y datos que puedan intere-sarles acerca de este asunto y de los demás que serelacionan con el expresado gran dictamen de laindustria y de las artes.

La biblioteca de San Petersburgo.Es una de las tres más grandes del globo y se

empezó á formar en 1714. Su fondo principal pro-cede del conde Zaluski, cuya rica biblioteca méabierta al público en 1747; después de su muertepasó á los jesuítas, de éstos, al suprimirse laOrden, pasó al Comité de educación, y Souvarowse apoderó de ella en 1795, llevándola á San Pe-tersburgo. Comprendía en la citada época 262.640libros impresos y 24.573 estampas. Los ramosdel saber que están representados con más abun-dancia son: la literatura, la historia, y sobretodo, la teología. En 1852 se aumentó con lacolección Pogodin que costó 600.000 francos. To-dos los años publica la administración un catá-logo de las nuevas adquisiciones. En 1849, había600.000 volúmenes; en 1859 se aumentó á 840.853volúmenes impresos, sin contar los duplicados,29.045 manuscritos y 66.162 grabados, mapas ymúsica. En. 1867 , se elevaron estas cifras á1.044.405 libros impresos, 34.178 manuscritos y85.691 grabados. Hoy debe tener más de 1.100.000volúmenes. La Biblioteca tiene un gran salón detrabajo que puede contener 400 personas. Estáabierta desde las diez de la mañana hasta lasnueve de la noche; el servicio del público es es-meradísimo. (Edinburg Revien).

Las escuelas normales en Alemania.El imperio alemán posee^en la actualidad 152

escuelas normales (Lkrer Seminare). La pobla-ción del imperio es, según Behm y Wagner, de41.060.695 almas. El número de niños en estadode aprender debe calcularse sobre la base del 16por 100 de la población total; así pues, Alemaniacontiene 6.569.711 niños susceptibles de ir á laescuela. Suponiendo 60 niños por cada maestro,el número de maestros deberá ser de 109*495.Para reponer las faltas que haya por fallecimientoó abandono de la profesión, se necesita un 5 por100, y por lo tanto, las escuelas normales de Ale-mania deben producir anualmente 5.474 maes-tros. El máximum de maestros que produce cadaescuela normal es de 30, y con arreglo á este datolas escuelas normales alemanas deberían ser 182,ó sea 30 más de las que existen.

Hay comarcas más adelantadas que otras eneste concepto. Así, por ejemplo, Sajonia no debe-ría tener, según los cálculos indicados, más que11 escuelas normales, y tiene ya 15; mientrasPrusia debería tener 145, y no posee más que 101.

(Journal OJflciel.)

Imprenta de la Biblioteca de Instrucción y Recreo, Rubio,25.