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    BREVE ESTUDIO DEL DESARROLLO DE LA LIBIDO

    A LA LUZ DE LOS TRASTORNOS MENTALES

     por Karl Abraham

    ESTADOS MANIACODEPRESIVOS   y NIVELES

    PREGENIT ALES DE LA LIBIDO

    INTRODUCCION

    Han transcurrido más de diez años desde que hice mi primera tentativa

    de establecer la etiología de los trastornos maníacodepresivos sobre bases

     psicoanalíticas. Estaba compenetrado de las deficiencias de tal tentativa que

    traté de dejar bien esclarecida en el título de la misma. Sin embargo, de-

     bemos recordar cuán pocos trabajos e investigaciones de índole psicoana-

    lítica sobre la demencia circular se habían realizado para esa fecha'. La

     práctica psicoterapéutica privada nos ofrece pocas oportunidades de analizar 

    casos de esta naturaleza y es, por lo tanto, difícil que un solo analista pueda

    coleccionar    y   comparar suficientes observaciones sobre la materia.

    A pesar de las deficiencias de esa primera tentativa sus resultados pro-

     baron ser correctos en algunos aspectos importantes. El trabajo de Freud 

    sobre   Duelo   y   melancolía   confirmó mis puntos de vista de que la melan-

    colía guardaba con respecto al duelo normal por una pérdida de objeto, la

    misma relación que se plantea entre la ansiedad mórbida   y  el temor ordi-

    nario. Además, ahora ya podemos considerar, como definitivamente esta-

     blecida, la afinidad psicológica existente entre la melancolía   y   la neurosis

    obsesiva. Más aún, estas dos enfermedades muestran similitudes respecto

    al proceso de desligamiento de la libido del mundo exterior, y por otro

    lado hasta ahora no ha sido posible descubrir nada respecto al punto de

    divergencia entre ambos estados ni se ha proyectado luz alguna sobre el

     problema de las causas específicas de la demencia circular.

    Después de que Freud estableciera la teoría de los niveles pregenitales

    de la organización de la libido, hice una tentativa de descubrir esta causa

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    en forma más -definida   e)   y el avance que sus teorías representan sobre mi

    incierta tentativa de   1911  se   hará evidente en el curso de este artículo.

    En   1920 fuí invitado a leer un trabajo sobre la psicosis maníacodepre-

    siva en el XVI Congreso Psicoanalítico y me vi obligado a rechazar la invi-

    tación por no poseer nuevas informaciones al respecto. Desde entonces tuve

    la oportunidad de realizar el análisis casi completo de dos casos indudables

    de locura circular y obtener, además, una ligera visión de la estructura de

    algunos otros casos pertenecientes a este tipo de enfermedad. Los resultados

    . de tales análisis confirmaron en forma sorprendente los puntos de vista de

    Freud referentes a la estructura de los trastornos melancólicos y maníacos,

    y ofrecieron además una serie de nuevos elementos que suplementan su

    teoría en uno o dos aspectos importantes.

    Motivos de   discreción   profesional me imponen tratar con gran reserva

    la publicación del material psicoanalítico impidiéndome hacer especialmente

    una historia consecutiva de los dos casos que analicé con profundidad y

    sólo puedo adelantar al respecto pequeños extractos de cada uno de   ellos,

    A fin de excluir la posibilidad de un error de diagnóstico, debo decir de

    entrada, que ambos pacientes habían estado internados en reiteradas ocasio-nes en hospitales y sanatorios bajo la observación de psiquiatras capaces

    y además habían sido examinados por eminentes especialistas en enfermeda-

    des mentales. Tanto el cuadro clínico como el curso circular de la enferme-

    dad eran absolutamente típicos y completamente característicos en ambos

    casos, por lo que de hecho no cabía duda alguna sobre el diagnóstico.

    Bajo un aspecto, mi información es insuficiente y me apresuro a con-

    signar el hecho con toda intención a pesar de que yo mismo no le atribuyo

    mayor importancia. Todos los enfermos maníacodepresivos que he tratado,incluyendo los dos casos a que anteriormente me referí, eran del sexo mas-

    culino. Sólo he tenido oportunidad de haces observaciones psicoanalíticas

    superficiales en mujeres con este tipo de enfermedad con excepción de un

    reciente caso en cuyo análisis aún estoy trabajando. No creo que el análisis

    de pacientes femeninos nos conduzca a conclusiones fundamentalmente di-

    ferentes si tenemos en consideración que los enfermos de ambos sexos ex-

    hiben una marcada bisexualidad en sus síntomas, por lo que sin duda alguna

    deben de tener muchos puntos de similitud.

    (1)   Psicología de las masas   y   análisis del yo.

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     LA LlBllJO A LA LUZ    DE   LOS TlVISTORNOS MENTALES 277  

    Mientras leía parte de esta publicación ante el VII Congreso Psicoana-

    lítico ('), el interés demostrado por el tema se puso claramente de manifiesto

     por el hecho de que muchos de los trabajos presentados se relacionaban con

    el mismo tema y arribaban a conclusiones sorprendentemente similares a las

    mías aunque abordándolo desde un punto de vista completamente diferente.

    Debo mencionar especialmente la importante colaboración de Roheim (2),

    quien contribuyó en gran parte a nuestros conocimientos de la psicología

     ____del ..canibalismo.

    En esta primera parte examinaré brevemente algunos problemas con":

    cernientes a los estados maníacodepresivos y particularmente al de la rela-

    ción existente entre el enfermo y el objeto amado, durante sus estados de

    depresión y de manía, como así durante los intervalos libres. En la segunda

     parte, consideraré estos problemas en una forma más amplia como así tam-

     bién la cuestión del desarrollo de la libido en su totalidad.

    1MELANCoLíA y NEUROSIS OBSESIVAS

    Dos ETAPASDE LA FASE ANALSÁDICADE   L < \   LIBmo

    Al disponernos a examinar el trastorno mental denominado melancolía

    convendrá compararlo con las neurosis obsesivas, ya que esta afección, es-

    trechamente relacionada con la melancolía en sus mecanismos psicológicos,

    ha sido en cierta medid  á   despojada de sus misterios por la labor psico-

    analítica.

    Ya en   191 1,   al mencionar las similitudes de sus cuadros clínicos y de

    sus estructuras, expresé que en los casos de melancolía se observaban fre-

    cuentemente síntomas obsesivos   y   que las neurosis obsesivas estaban sujetasa estados de depresión.   A   continuación sostuve que en ambas enfermedadesdebía encontrarse en la vida instintiva del paciente un alto grado de ambi-

    valencia que se manifestaba con mayor claridad en la necesidad de una

    adaptación entre sus emociones de amor y odio y entre sus tendencias he-

    . tero y homosexuales. Investigaciones más recientes me han llevado a con-

    siderar que la neurosis obsesiva v la melancolía no sólo se pare::en en sus

    (1)   Reunido en Berlín en 1922.

    (2 )   Nach dem Tode des Uruaters', 1923.

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    manifestaciones sintomáticas agudas, sino que tienen importantes puntos de

    coincidencia durante sus períodos de quiescencia. Por consiguiente, en el

     presente estudio sobre la melancolía me propongo tomar como punto de

     partida el llamado intervalo libre que se interpone entre dos períodos de la

    enfermedad   y no el cuadro clínico completo.

    Desde el punto de vista del observador clínico los estados maníacodepre-

    sivos siguen un curso intermitente, mientras que los estados obsesivos son en su

    conjunto de carácter crónico, no obstante que estos últimos muestran una cla-

    ra tendencia a remisiones considerables. Si bien es exacto que en algunos casos

    obsesivos la enfermedad transcurre en ataques agudos muy similares a los bro-

    tes periódicos de la melancolía, las observaciones cuidadosas extendidas a un

    largo período de tiempo nos muestran en muchos otros casas la existencia de

    una transición gradual entre ambas enfermedades, mientras que con anterio-

    ridad sólo podíamos considerarlas como dos entidades nítidamente separadas.

    Esta actual concepción recibe nuevas confirmaciones a medida que

     profundizamos en nuestra investigación psicológica, permitiéndonos descu-

     brir que el enfermo expuesto a ataques periódicos dé depresión y exaltación

    no está en realidad perfectamente bien durante sus intervalos libres. Con

    sólo interrogar a tales enfermos podremos convencernos de que durante

    largos períodos atraviesan de vez en cuando, por estados mentales depre-

    sivos o hipomaníacos. Pero lo que interesa especialmente al analista es el

    hecho de que en todos los enfermos cicloides se descubre durante sus inter-

    valos libres una formación anormal del carácter y que esta formación carac-

    terológica coincide   e .p   forma inequívoca con la del neurótico obsesivo.

    Hasta donde mi experiencia lo permite, no me parece posible poder 

    establecer una distinción firme e inflexible entre el carácter melancólico y

    el llamado carácter- obsesivo. Los enfermos que padecen de demencia cir-

    cular exhiben durante sus intervalos libres las mismas características que el

     psicoanálisis nos ha hecho familiar para las neurosis obsesivas, las mismas

     peculiaridades frente a la limpieza y el orden, la misma tendencia a mantener 

    una actitud obstinada y desafiante, alternando con una docilidad exagerada

    y un exceso de bondad, la misma conducta anormal en relación al dinero

    y las ~posesiones. Estos rasgos de. carácter .nos suministran importantes

    evidencias de que las dos condiciones patológicas tienen un estrecho pa-1

    rentesco psicológico con la misma fase.pregenital de la libido. Si suponemos

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    ,

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    la existencia de una coincidencia tan extensa en la constitución cáractero-

    lógica de las personas que se inclinan hacia la. melancolía y la de aquellas

    que se inclinan a la neurosis obsesiva, nos es totalmente incomprensible por 

    qué una enfermedad que se origina en una misma fuente de formaciones

    caracterológicas pueda adoptar ya uno u otro tipo.

    Es verdad que hemos llegado a la conclusión de que en la melancolía

    el enfermo abandona sus relaciones psicosexuales con el objeto, mientras

    que. el neurótico obsesivo puede, en definitiva, escapar a tal destino. Pero

    nos enfrentamos entonces con el problema de por qué la relación objetal

    es mucho más lábil en una clase de enfermos que en la otra. De acuerdo

    con   el   psicoanálisis, los puntos de fijación formados en   el   curso del des-

    arrollo de la libido determinarán a qué nivel de la organización puede avanzar 

    la libido de un individuo y a cuál puede regresar en el caso de una en-

    fermedad neurótica y lo mismo es valedero para las relaciones del individuo

    con el mundo exterior. Las inhibiciones en el desarrollo y los procesos

    regresivos están siempre determinados por las primeras fijaciones en la es-

    fera de la libido. A pesar de su común relación con la organización anal-

    sádica de la misma, la melancolía y la neurosis obsesiva muestran ciertas

    diferencias fundamentales no sólo con respecto a la fase a la que regresa

    la libido, al comienzo de la enfermedad sino también con respecto a la

    actitud que observa el individuo hacia el objeto ya que el melancólico lo

    abandona mientras que el neurótico obsesivo lo retiene. Si una divergencia

    tan amplia de procesos patológicos puede tener su origen en la misma

    etapa analsádica, se desprende por lógica consecuencia que esta etapa con-

    tiene elementos heterogéneos que no hemos podido separar hasta el presente.

    En otras palabras nuestro conocimiento de esta fase del desarrollo libidinal

    debe ser insuficiente existiendo además consideraciones de otra índole que

    nos ofrecen buenas pruebas de esta deficiencia.

    Hasta ahora conocíamos tres etapas en el desarrollo de la libido en

    cada una de las cuales podíamos observar la importancia preponderante de una

    zona erógena particular. Estas zonas erógenas son en orden cronológico de

    aparición: la oral, la anal y la genital. Descubrimos que las excitaciones libidi-

    nosas correspondientes al erotismo anal tienen durante esta etapa conexiones

    estrechas y múltiples con los impulsos sádicos. En un escrito anterior ex-

     presé que desde los descubrimientos de Freud, nuestras observaciones clínicas

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    han confirmado cada vez más la estrecha relación existente entre estas dos

    esferas instintivas y no obstante nunca hemos investigado el origen de esta

    relación tan especial. Hemos aprendido del análisis de enfermos neuróticos

    .que los procesos excretorios son empleados con propósitos sádicos y el hecho

    ha sido confirmado por la observación de la psicología del niño. También

    hemos visto que un rasgo del carácter, la obstinación, por ejemplo, procede

    tanto de fuentes sádicas como anales. Pero estas observaciones, como asi-

    mismo otras semejantes, no nos han capacitado para comprender la razón de

    esta combinación de actividades sádicas y anales.

    Podemos aproximarnos a la solución del problema si consideramos otro

    conocimiento bien consolidado de la ciencia psicoanalítica del que me he

    ocupado en el trabajo antes mencionado o sea que una completa capacidad de

    amar sólo es lograda cuando la libido ha alcanzado su nivel genital. Tenemos

     por un lado procesos anales eróticos combinados con conducta sádica, espe-

    cialmente con emociones crueles y hostiles, destructivas para el objeto, y por 

    el otro un erotismo genital combinado con tendencias amistosas para el mismo.

    Pero tal comparación sólo nos sirve para aproximarnos a nuestro pro-

     blema, que permanecerá sin solución, hasta tanto no conozcamos por qué

    en cierto nivel del desarrollo los impulsos sádicos exhiben una especial afi-

    nidad para el erotismo anal precisamente, y no para el oral o el genital. Con

    tal finalidad nu~vamente podemos hacer uso de los datos empíricos del psi-

    coanálisis, pues ellos nos pueden ser de utilidad ya que nos demuestran:

    1) Que el erotismo anal contiene dos tendencias placenteras opuestas.

    2)   Que similarmente existen dos tendencias opuestas en el campo de

    los impulsos sádicos.

    La evacuación del intestino procura una excitación placentera de la

    zona anal y a esta primera forma de experiencia placentera se agrega otra,

     basada en un proceso opuesto, la retención de las heces.

    La experiencia psicoanalítica ha mostrado sin duda alguna que en la

    segunda etapa del período de su desarrollo libidinal el individuo considera

    a la persona que es objeto de su deseo como algo de su propiedad y la trata

    consecuentemente en la misma forma como lo hizo con su primer objeto de

     propiedad privada es decir al contenido de su cuerpo, las heces. Mien-

    tras que   .en  el nivel genital "amar" significa la transferencia de sentimientos

     positivos sobre el objeto y lleva implícita una adaptación psicosexual hacia

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    tal objeto, en' el nivel precedente significa en cambio que el individuo trata

    al objeto como a algo de su pertenencia, puesto que la ambivalencia de sen-

    timientos aun existente en este nivel inferior, expresa su actitud positiva

    hacia el objeto en forma de retener su propiedad y la actitud negativa en

    forma de rechazarla. La amenaza de pérdida del objeto en el neurótico obsesi-

    vo y la pérdida en el melancólico, significan para el inconsciente de cada uno

    . de ellos la expulsión   del objeto en el sentido de una   expulsión   física de heces.

    Supongo que todo psicoanalista es capaz, por sus propias observaciones,

    de confirmar este paralelo. En el trabajo anteriormente señalado he trata-

    do el tema con mayores detalles y sólo deseo llamar la atención aquí sobre

    el hecho de que muchos neuróticos reaccionan en una forma anal a toda

     pérdida, ya sea ésta ocasionada por la muerte de una persona o la experi-

    mentada por la pérdida de un objeto material. Pueden reaccionar a la pér-

    dida ya sea con constipación o diarrea de acuerdo con la forma en que la

     pérdida sea considerada por el inccnsciente, cuya actitud es naturalmente

    variable por la ambivalencia de su vida emocional. El inconsciente de estos

    neuróticos niega o afirma la pérdida por medio del lenguaje orgánico con

    el cual estamos tan familiarizados.

    La noticia ~ la muerte de un pariente cercano puede a menudo pro-

    ducir en una persona una violenta presión en sus intestinos como si la tota-

    lidad de su contenido fuese expulsado o como si se le hubiera arrancado de

    su interior algo que habría de salir a través del ano. No debemos olvidar 

    que a pesar de que una tal reacción puede estar sobre determinada, sólo

    intentamos poner en evidencia aquí la causa que más nos interesa.

    Debemos considerar esta reacción como una forma arcaica del duelo,

    forma que ha sido' conservada en el inconsciente y colocarla al lado del pri-mitivo ritual descrito pOF Roheim   (1)   en el cual los parientes del muerto

    defecaban sobre su tumba.

    Es importante señalar que ciertas formas del lenguaje, aun mantienen

    los indicios de este paralelo entre perder algo y evacuar. En alemán, por 

    ejemplo, el excremento de animal es llamado   losung   (2 )   y la conexión

    entre esta palabra y   los   e),   y la palabra inglesa   lose   es evidente.

    (1 )   Nach dem Tode des Urvaters', 1923.

    (2)   Lo desprendido.

    (3)   Sufijo equivalente a "sin", "ab",

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    Con un fin ilustrativo relataré el siguiente curioso ceremonial ejecutado

     por una neurótica ya citado en mi trabajo anterior. Esta mujer que presen-

    taba intensos rasgos de carácter anal, era por regla general incapaz de des-

     prenderse de los objetos usados. Sin embargo se sentía de vez en cuando

    impulsada a librarse de ellos y para hacerlo había inventado la forma de

    engañarse   a   sí misma. Con tal finalidad solía dirigirse a un bosque cercano

    y antes de abandonar la casa se colocaba debajo de su vestido y en forma

    de que colgara por detrás, el objeto del que deseaba desprenderse, general-

    mente una vieja prenda de vestir. Durante su paseo por el bosque "perdía

    el objeto" y al regresar al hogar lo hacía por otro camino a fin de no

    volverlo a encontrar. Para poder desprenderse de un objeto tenía que de-

     jarlo caer de la parte posterior de su cuerpo. Nada es tan elocuente, para

    confirmar nuestros puntos de vista como las propias expresiones infantiles.

    Un pequeño muchacho húngaro cuya familia vivía en Budapest, cierta vez

    amenazó a su niñera con las siguientes palabras: "Si me haces enojar te voy

    a cagar al otro lado. del río." De acuerdo con la concepción del hiño, la

    forma de liberarse de una persona no muy amada consistía en defecarla.

    Esta primitiva idea de que la remoción, o la pérdida de un objeto es

    equivalente a la defecación, se ha vuelto remota para nosotros los adultos,

    tan remota que sólo a través de un laborioso proceso de investigación psico-

    analítica podemos recuperar las huellas de este. primitivo pensamiento y a

     pesar de ello tal descubrimiento es aún recibido por muchas personas con

    un incrédulo movimiento de cabeza a pesar de que ciertos productos psico-

    lógicos tales como los mitos, el folklore y los usos del lenguaje nos demues-

    tran que tal forma de pensar es patrimonio común del inconsciente. Perrní-

    taserne sólo mencionar una expresión generalmente usada por los estudiantes

    de.las universidades -alemanas. Si un estudiante es excluído por sus cama-

    radas de todos los acontecimientos oficiales en razón de alguna fechoría,

    es decir si ha sido más o menos excomulgado, Se dice comúnmente que

    er gerait in uerscbiss   "Se fué a la mierda". Es evidente que la expulsión de una

     persona es totalmente comparada con la expulsión física de materias fecales.

    La componente instintiva del sadismo existente en la libido infantil

    nos muestra también dos tendencias placenteras en acción. Una de ellas

    tiende a destruir el objeto -o el mundo exterior- y la otra tiende a con-

    trolarlo. Posteriormente trataré de demostrar en detalle que la tendencia

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    a preservar    y   a resguardar el objeto ha surgido de la más primitiva   y   des-

    tructiva tendencia, por un proceso de represión. Por ahora hablaré de este

     proceso en general pero sólo desearía decir en principio, que el psicoanálisis

    nos ha dado un conocimiento perfectamente cabal de estas etapas evolutivas

    del amor objetal   y   de las siguientes. Por el momento, limitaremos nuestro

    . interés hacia el instinto sádico que amenaza la existencia del objeto. La

    . remoción o pérdida puede ser percibida por el inconsciente. como un pro-

    ceso sádico de destrucción o como un acto de expulsión anal.

    En conexión con ello es interesante notar que en diferentes idiomas la

    idea de perder algo se expresa en dos formas diferentes de acuerdo con los

    conceptos   psicoanalíticos,   La palabra alemana   oerlieren   (perder), la expre-

    sión inglesa   to lose   y   la latina   amittere   corresponden a la idea anal de des-

     prenderse de algo; mientras que   cl7ro},).lrYaL   en griego,   perdere   en latín   y

     perdre   en francés significan destruir o arruinar una cosa, un objeto. Debe-

    mos recordar también la interpretación analítica que hizo Freud de la

     pérdida de objetos como una tendencia de librarse de ellos por motivos

    inconscientes. Su interpretación está bien confirmada por aquellas expresio-

    nes idiomáticas que directamente identifican el acto de perder un objeto

    con la destrucción del mismo. Además, ciertas formas   idiomáticas   demues-

    tran cuán Íntima es la unidad inconsciente entre las pulsiones anales   y

    sádicas tendientes a eliminar un objeto. Las lenguas más distantes tienden

    a expresar tan sólo por alusiones o metáforas indirectas los rasgos de con-

    ducta basados en impulsos sádicos, pero esas metáforas se derivan de activi-

    dades que la experiencia psicoanalítica nos ha enseñado a reducir a instintos

    anales eróticos   y   coprofílicos. Un buen ejemplo de esto lo encontramos

    en los informes   y  comunicados militares que aparecieron por ambas partes

    durante la guerra de   191"4.   En ellos los lugares eran   gesdubert    (limpiados)

    de enemigos, las trincheras eran   aufgeraumt (clearet out,   evacuadas). En

    los relatos franceses la palabra usada era   nettoy er    (limpiar)   y   en inglés

    cleaning up   o   mopping up   (limpiar).

    El análisis de los neuróticos nos ha demostrado que el segundo grupo

    de tendencias -tendencias conservadoras que surgen de fuentes anales   y. • . .

    sádicas persiguiendo la retención   y   el control del   objeto-s-   se combinan   y

    refuerzan mutuamente de múltiples manera. Existe análogamente una

    estrecha vinculación entre las tendencias destructivas -dirigidas a la expul-

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    sion   y   destrucción del objeto-, tendencias que también se derivan de

    aquellas dos fuentes; la anal   y la sádica.

    La forma de cooperación entre estas tendencias se hará especialmente

    clara en la psicología de los estados de melancolía sobre los que entraremos

    en mayores detalles más adelante.

    Deseo referirme brevemente a la acción convergente de los instintos ana-

    les  y sádicos en el carácter obsesivo. Hasta ahora hemos considerado el excesi-

    vo amor a la limpieza que muestran tales caracteres, como una formación reac-

    tiva contra tendencias coprofílicás, y su marcado amor al orden como un re-

     primido   O  sublimado instinto erótico anal. Esta concepción, aunque correcta y

     basada en un gran conjunto de datos empíricos, es en parte unilateral y n.9 con-

    sidera suficientemente la sobredeterrninación de los fenómenos psicológicos.

    En el compulsivo amor al orden y a la limpieza, que observamos en

    nuestros enfermos, podemos descubrir la cooperación de sublimados ins-

    tintos sádicos. En el ensayo anteriormente mencionado he aducido algunos

    ejemplos para demostrar que el orden compulsivo es al mismo tiempo una

    expresión del deseo de dominación del enfermo, con el cual ejercita .poder 

    sobre las cosas y las fuerzas dentro de un sistema pedante y rígido, no siendo

    raro que haga entrar en un tal sistema a la gente misma. Recordemos sola-

    mente la compulsión de limpieza de la que padecen algunas amas de casa,

    quienes muy a menudo se conducen en forma tal que privan a todo el mundo

    de su tranquilidad, revolviendo la casa de arriba abajo y obligando alas demás

     personas a someterse a sus patológicos impulsos. En los casos extremos de

    carácter obsesivo, como solemos ver en la neurosis del ama de casa y en las

    exageraciones neuróticas de la mente burócrata, este deseo vehemente de do-

    minación se hace inequívoco. Necesitamos pensar solamente en los elementossádicos que integran el bien conocido rasgo anal de la obstinación para darnos

    cuenta de cómo las fuerzas instintivas anales y sádicas actúan simultáneamente.

    A fin de comprender mejor lo que tiene lugar al comienzo de una

    neurosis obsesiva o de una melancolía, debemos volver de nuevo nuestra

    atención a aquellos períodos de la vida del paciente en los que se muestran

    relativamente libres de síntomas. La remisión en el enfermo obsesivo y el

    intervalo libre en el maníaco depresivo aparecen como períodos en los cuales

    sus instintos analesy sádicos han sido exitosamente sublimados. Tan prontocomo algo especial amenaza con la pérdida del objeto en el sentido ya em-

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     pleado, ambos tipos de neuróticos reaccionan con gran violencia. El enfermo

    despliega toda la energía de sus fijaciones libidinosas positivas para combatir el peligro de que sus sentimientos hostiles hacia el objeto se tornen dema-

    siado fuertes. Si las tendencias conservadoras, las de retener y controlar'

    el ~bjeto, son las más poderosas, el conflicto alrededor del objeto amado

     provocará fenómenos. de compulsión psicológica, pero si triunfan las ten':'

    dencias sádicoanales opuestas, aquellas que buscan destruir y expeler al ob-

     jeto, entonces el enfermo caerá en un estado de depresión melancólica.

     No debemos sorprendernos de encontrar síntomas obsesivos en una me-

    lancolía, ni tampoco que en una neurosis obsesiva se presenten estados dedepresión. En tales casos, las tendencias destructivas o las conservadoras

    según sea el caso, no han sido capaces de triunfar por completo. Como regla

    general, sin embargo, unas u otras -la tendencia a los síntomas manÍaco-

    depresivos o la tendencia a mostrar signos de una conducta obsesiva-

    ocupan el primer plano del cuadro clínico. Pero aun no estamos en situa-

    ción de poder visualizar más profundamente la causa de esta interrelación

    entre las dos series de síntomas.

    La experiencia psicoanalítica y la directa observación de los niños hanestablecido que la serie de instintos que buscan la destrucción y expulsión

    del objeto es onto'~énicamente la más antigua de las dos. En el individuo

    normal, el desarrollo de su vida psicosexual termina con una capacidad de

    amar al objeto, perQ el camino que debe recorrer comenzando por el auto ero-

    tismo de su infancia y finalizando con un completo amor objetal, aun

    necesita ser estudiado con más exactitud. Sin embargo, puede admitirse

    como perfectamente establecido lo siguiente: al principio, la libido del niño

    carece de objeto -es autoerótica-, después toma a su yo como su primer objeto, y no es sino posteriormente que se dirige hacia los obietos del mundo

    exterior. Pero aun entonces mantiene por algún tiempo su calidad ambi-

    valente y. sólo en un período relativamente tardío de la infancia el individuo

    es capaz de tener una actitud completamente amistosa hacia su objeto.

    Si comparamos el curso seguido por la libido en lá neurosis obsesiva y

    en la melancolía, en el momento de su aparición, podemos ver que en la

    neurosis obsesiva a pesar de la inseguridad de sus relaciones con el objeto

    l á   libido nunca se ha desviado muy lejos del fin normal en la dirección regre-siva de su desarrollo, como lo hace en el caso de la melancolía, en donde todas

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    286   REVISTA DE PSICOANALlSIS  

    las relaciones de objeto son en su comienzo completamente abandonadas.

    La experiencia psicoanalítica ya nos ha obligado a aceptar la existencia

    de una etapa pregenital del desarrollo libidinal, la etapa analsádica, y ahora

    nos vemos inducidos a suponer que esta etapa contiene en sí misma dos dife-

    rentes niveles. En el último nivel predominan las tendencias conservadoras

    de retener y controlar el objeto, mientras que en el nivel anterior prevale-

    cen las tendencias hostiles, las de destrucción y pérdida.

    El neurótico obsesivo regresa al más tardío de estos dos niveles y es

    capaz, por lo tanto, de mantener contacto con el objeto. Durante sus tran-

    quilos períodos de remisión puede sublimar, en gran proporción, sus im-

     pulsos agresivos y anales en forma tal que sus relaciones con el mundo

    exterior pueden hasta parecer normales a simple vista y lo mismo puede

    acontecer en la melancolía. Los mismos psiquiatras clínicos admiten que

    un melancólico puede andar bien, es decir que puede recobrar su salud 

    ya que el maníacodepresivo, durante el período asintomático, puede trans-

    formar sus instintos en la misma forma que el neurótico obsesivo. Pero tan

     pronto como el yo entra en conflicto agudo con el objeto, abandona su

    relación con el mismo haciéndose de nuevo evidente que la totalidad de sus

    sublimaciones y formaciones reactivas tan similares a las del carácter obsesivo

    derivan del más bajo nivel de la etapa analsádica de su'desarrollo libidinal.

    Esta diferenciación de la etapa analsádica en dos fases parece ser de

    fundamental importancia, por cuanto el límite entre ambas indica un cambio

    decisivo en la actitud del individuo hacia el mundo exterior. Podemos

    decir que en esta línea divisoria se inicia, en el más amplio   y estricto sentido,

    el amor objetal, ya que en este punto comienzan a predominar las tendencias

    a la preservacióndel objeto.

    Esta diferenciación no tiene solamente un interés teórico, ella no sólo

    sirve para darnos un cuadro claro de un período particular del desarrollo

     psicosexual del niño, sino que nos permite una visión más profunda del

    movimiento regresivo de la libido en las psiconeurosis. Posteriormente ve-

    remos que el proceso de regresión en la melancolía no se detiene en el primer 

    nivel de la etapa analsádica sino que retrocede constantemente hacia organi-

    zaciones de la libido aun más primitivas. Parece que cuando la libido alcanza

    en dirección regresiva la línea divisoria entre las dos fases analsádicas, los efec-

    tos son especialmente desfavorables. Una vez que ella abandona sus relaciones

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     LA LIBIDO A LA LUZ DE LOS TRASTORNOS MENT ALE5 287 

    objetales, parece deslizarse rápidamente hacia abajo, desde un nivel hacia el

    otro.

    Teniendo en cuenta la extrema. importancia de esta línea divisoria,

    nos encontraremos de acuerdo con los puntos de vista de la medicina clínica

    corriente. La división que fundada en datos empíricos,   hemos hecho nosotros)

    los psicoanalistas,   coincide con la clasificación en neurosis y psicosis realizada

     por la clínica médica. Por supuesto que los psicoanalistas no tienden a hacer 

    una rígida separación entre afecciones neuróticas y psicóticas sino que por 

    el contrario están bien enterados de que la libido de todo individuo puede re-

    gresar hasta más allá de esta línea divisoria entre las dos fases analsádicas, cuan-

    do además de una causa suficiente de enfermedad existen ciertos puntos de

    fijación del desarrollo libidinal que facilitan una regresión de esta naturaleza.

    11

    LA PÉRDIDA DEL OBJETO Y LA INTROYECCIÓN EN EL DUELO NORMAL Y EN LOS

    ESTADOS MENTALES ANORMALES.

    Habiendo tomado como punto de partida de nuestras investigaciones el"intervalo libre" de los estados maníaco depresivos, podemos ahora adentrar-

    nos en la investigación del suceso que inicia la enfermedad en la melancolía,

    suceso al que Freud denominó la "pérdida de objeto" como así también en el

     proceso de la introyección del objeto tan estrechamente ligado a él.

    En su trabajo   Duelo   y   Melancolía   Freud describió en líneas generales

    los procesos psicosexuales que tienen lugar en la melancolía. Del tratamiento

    ocasional de pacientes deprimidos pudo obtener una idea intuitiva de los

    mismos, aunque el material clínico publicado en la literatura psicoanalíticahasta la fecha, en apoyo. de esta teoría, no ha sido muy abundante. El ma-

    terial que con tal fin presentaré, intenta no sólo ilustrar esta teoría sino

    también preparar el camino para una sistemática investigación de los proce-

    sos patológicos de la melancolía y del fenómeno   del duelo, ya que, como

    luego veremos, la psicología de estos dos estados no ha sido hasta ahora

    suficientemente comprendida   e).

    De vez en cuando nos encontramos con casos de marcada depresión

    (1)   Razones de discrección profesional me impiden comunicar el material analíticocompleto de los casos y debo concretarme con reproducir breves extractos de los mis-

    mos. Este método tiene la ventaja de hacer menos difícil el estudio del material.

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    288   REVISTA   DE   PSICOANALISIS 

    melancólica en donde los procesos de pérdida del objeto e introyección

    del mismo pueden ser reconocidos prescindiendo de una labor psicoanalítica,

     pero no debemos olvidar que esto no hubiera sido posible si Freud no hubiera

    llamado nuestra atención sobre el aspecto general de la situación psicológica.

    El doctor Elekes de Klausenburg me comunicó el siguiente caso de su

     práctica psiquiátrica sanatorial particularmente instructivo. Una mujer fué

    internada en el sanatorio, debido a una depresión melancólica. Se acusaba

    repentinamente' de ser una ladrona, pero en realidad nunca había robado

    nada. Su padre, con quien convivía y a quien estaba adherida con todo elamor de una hija soltera, había sido arrestado poco tiempo antes acusado

    de robo. Este suceso no sólo la separó del padre en el significado literal de

    la palabra sino que provocó en ella una profunda reacción psicológica en el

    sentido de un extrañamiento del padre que dió origen a su ataque de melanco-

    lía. La pérdida de la persona amada fué seguida inmediatamente por un acto

    de introyección y ahora era la paciente misma la que había cometido el robo.

    Esto comprueba una vez más lo sostenido por Freud de que los autorreproches

    de la melancolía son en realidad reproches dirigidos contra la persona amada.

    En algunos casos' puede verse con bastante facilidad cómo han tenido

    lugar la pérdida del objeto y la introyección del mismo, pero debemos

    recordar que nuestro conocimiento de tales hechos es puramente superficial

    y por lo tanto no podemos dar una explicación cualquiera sobre los mismos.

    Solamente por medio de un psicoanálisis regular podremos percibir la exis-

    tencia de un parentesco entre la pérdida del objeto y las tendencias basadas

    en la primera fase de la etapa   analsádica,   con su significado de perder y

    destruir objetos como así también observar que el proceso de introyección

    tiene el carácter de una incorporación física por vía oral. Además, esa

    forma de visión superficial impide apreciar el conjunto del conflicto de

    ambivalencia que es inherente a la melancolía. Espero que el material que

    en estas páginas presentaré, nos ayudará en alguna forma a llenar esta laguna

    de nuestro conocimiento. Deseo expresar al mismo tiempo que nuestros

    conocimientos de lo que sucede en el duelo normal es igualmente superficial,

    ya que el psicoanálisis no ha podido arrojar mayores luces sobre tal estado

    en los individuos sanos ni en los casos de neurosis de transferencia. Si bien

    Freud hizo la observación muy significativa de que el serio conflicto de

    sentimientos de ambivalencia del que padecen los melancólicos no se observa

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     LA LIBIDO A LA LUZ DE LOS TRASTORNOS MENTALES 289

    en el individuo normal, la exactitud con que se realiza el proceso de duelo

    en la mente sana nos es hasta el presente desconocida. No obstante, he

    tenido recientemente un caso que me ha permitido obtener algún conoci-

    miento en esta materia aun oscura, que nos demuestra que en el proceso

    del duelo normal el individuo reacciona frente a una pérdida real del objeto

    realizando una temporaria introyección de la persona amada. El caso era

    el siguiente ('): La esposa de uno de mis analizados se enfermó seriamente

    mientras él estaba aún bajo tratamiento analítico. Esperaba su primer hijo

    y se hizo necesario poner fin a su embarazo por medio de una cesárea. Mi

    enfermo fué llamado urgentemente a su lado y llegó después que la opera-

    ción se había realizado, pero ni la esposa ni el prematuro niño pudieron ser 

    salvados.   !  Después de algún tiempo, reemprendió el tratamiento. Su análisis

    y especialmente un sueño que tuvo poco después de reanudar el tratamiento,

    evidenciaban que había reaccionado a su dolorosa pérdida con un acto de

    introyección de carácter oral-canibalístico.

    U no de los fenómenos mentales más sorprendentes que nuestro enfermo

    mostraba en el transcurso de esa época, fué un desagrado por las comidas,

    que duró unas semanas, en contraste con sus hábitos ordinarios, fenómeno

    que nos recuerda el rechazo de la alimentación que observamos frecuente-

    mente en los melancólicos. Un día su desagrado por la comida desapareció

    y al atardecer comió una buena porción de carne. Esa noche tuvo un sueño

    en el cual se encontraba presenciando la necropsia de su finada esposa.

    El sueño estaba dividido en dos escenas contrastantes, en una de ellas las

     partes separadas del cuerpo se reunían de nuevo y la muerta comenzaba a

    dar señales de vida y él la abrazaba con los más vivos sentimientos de alegría.

    En la otra escena, la sala de disección cambiaba su aspecto por la de una car-nicería que recordaba al  soñante   una escena de matanza de animales.

    La escena de la disección dos veces presente en el sueño, fué asociada

    con la operación de su esposa   (sectio Caesaris ),   Una parte del sueño giraba

    alrededor de la reanimación del cuerpo muerto y la otra estaba conectada

    con ideas canibalísticas. Las asociaciones durante el análisis remarcaban el

    hecho de que la visión del cuerpo disecado le recordaba la comida de la

    tarde anterior especialmente el plato .de carne.

    (1)   El intererado me ha autorizado a hacer uso de esta observación, en vista de su

    valor científico.

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    290  REVISTA DE PSICOANALlSIS 

    Vemos por lo tanto que un solo suceso ha tenido dos secuelas dife-

    rentes colocadas una al lado de la otra como frecuentemente ocurre en elsueño cuando debe expresarse un paralelo. Ingerir la carne de la esposa

    muerta se hace un equivalente de restaurarla a la vida. Freud recientemente

    ha demostrado que mediante la introyección del objeto perdido el melancó-

    lico lo vuelve verdaderamente a la vida, erigiéndolo en su propio Yo. En el

     presente caso, el viudo se abandonó a su aflicción durante un período de

    tiempo como si no fuera posible escapar a ella. Su desagrado por la comida

    constituía en parte un juego con su propia muerte, y parecía manifestar 

    implícitamente que ya que el objeto de su amor había muerto, la vida notenía más atractivos para   é l,   Entonces comenzó a elaborar el efecto trau-

    mático de su pérdida por medio de un proceso inconsciente de introyección

    de su objeto amado. Mientras transcurría este proceso, fué paulatinamente

    recuperando su capacidad de tomar alimentos   y   su sueño le anunciaba al

    mismo tiempo que el trabajo de duelo había tenido éxito. El proceso del

    duelo nos trae así el consuelo siguiente. "Mi objeto amado no me ha aban-

    donado ya que ahora lo llevo en mí y no puedo jamás perderlo."

    Como vemos este proceso psicológico es idéntico al que ocurre en lamelancolía. Más adelante trataré de esclarecer cómo la melancolía es una

    forma arcaica de duelo. Pero el ejemplo antes citado nos lleva a la conclusión

    de que el trabajo del duelo en el individuo sano, adquiere también una forma

    arcaica en los estratos más inferiores de la mente. Mientras escribía lo ante-

    riormente expuesto encontré que la introyección que tiene lugar en el duelo

    normal casi había estado próxima a ser descubierta desde otro ángulo de

    enfoque. Groodeck (1) cita el caso de un paciente que encaneció en el

    momento de la muerte de su padre y lo atribuye a una tendencia incons-ciente por parte del, enfermo de volverse igual al padre como si quisiera

    absorberlo en sí mismo y ocupar su lugar con la madre.

    Me veo obligado, a contribuir, al respecto, con una experiencia de mi

     propia vida. Cuando Freud publicó su trabajo sobre   Duelo   y   Melancolía

    tan frecuentemente citado en estas páginas, sentí en mí una dificultad inacos-

    tumbrada en seguir el curso de sus pensamientos. Me daba cuenta de una

    inclinación a rechazar la idea de una introyección del objeto amado y com-

     batía tal sentimiento pensando que si el genio de Freud hizo un tal descu-

    (1)   En su libro   Das Bucb von Es,   1923, pág. 24.

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     LA LIBIDO A LA LUZ DE LOS TRASTORNOS MENTALES 291

     brimiento en un campo de la investigación que tanto me interesaba, sería

    suficiente para crear en mí una fuerte oposición. Sólo posteriormente com- prendí que este motivo obvio era sólo de importancia secundaria comparado

    con el siguiente: Hacia fines del año anterior falleció mi padre. Durante

    el período de duelo por el que atravesé, ocurrieron ciertos hechos que para

    entonces no fui capaz de reconocer como consecuencias de un proceso de

    introyección. El más sorprendente de ellos fué que mi cabello encaneció

    rápidamente y volvió a ennegrecerse en pocos meses. Lo atribuí a la crisis

    emocional por la que había atravesado, pero ahora me veo obligado a aceptar 

    las ideas de Groodeck, ya citadas, concernientes a una conexión más pro-funda entre mi canicie y mi estado de duelo. Había visto a mi padre por 

    última vez en el hogar, pocos meses antes de su deceso, al regresar de la

    guerra durante una corta licencia. Lo encontré muy envejecido y no del

    todo fuerte y observé especialmente que su cabello y su barba eran casi blan-

    cos y más largos de lo habitual debido a su confinamiento en cama. El

    recuerdo de mi última visita estaba estrechamente asociado con esta impre-

    sión. Algunos otros aspectos de la situación que infortunadamente no soy

    capaz de describir aquí me llevan a atribuir mi temporario síntoma de cani-cie a un proceso de introyección. Parece que el principal motivo de mi

    aversión a la teoría de Freud sobre el proceso patológico de la melancolía

    fué mi propia tendencia a emplear el mismo mecanismo durante el duelo.

     No obstante que la introyección ocurre en el duelo de las personas nor-

    males y neuróticas tanto como en el melancólico, no debemos desestimar 

    las importantes diferencias existentes entre un proceso y otro. En el sujeto

    normal el proceso es puesto en acción por una pérdida real (muerte) y su

     propósito mayor es preservar las relaciones del individuo con el objetomuerto o, lo que es lo mismo, compensarle por la pérdida sufrida. Más   .aún,

    la persona normal nunca pierde el conocimiento consciente de su pérdida,

    cosa que ocurre en el melancólico.

    El proceso de introyección en el melancólico está basado en un distur-

     bio radical de las relaciones libidinosas conel objeto, manifestándose en un se-

    vero conflicto de sentimientos ambivalentes de los que sólo puede escapar vol-

    viendo contra sí mismo la hostilidad que originalmente sentía hacia el objeto.

    Observaciones recientes y en primer término las de Freud, han de-mostrado que la introyección es un proceso psicológico mucho más común

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    292   REVISTA DE PSICOANALlSIS  

    que lo supuesto hasta ahora. Deseo referirme en particular a una observa-

    ción del mismo Freud    (1)   concerniente al psicoanálisis de la homosexualidad en la que expresa la opinión, aunque no la apoya en ningún material clínico,

    de que podemos basar ciertos casos de homosexualidad en el hecho de que el

    sujeto ha introyectado al padre de sexo opuesto. Así, un hombre joven

     puede sentir una inclinación hacia el· sexo masculino debido a que por un

     proceso psicológico de incorporación ha asimilado a la madre y consecuen-

    temente reacciona hacia los objetos masculinos en la misma forma que ella

    lo hubiera hecho. Hasta ahora hemos tenido en cuenta principalmente otra

    etiología de la homosexualidad. El análisis de tales casos ha demostrado quees una regla que la persona que ha sufrido un desengaño en su amor por la

    madre y la ha abandonado, dirige su amor hacia el padre ante quien adopta

    desde entonces la "actitud habitualmente tomada por la hija, identificándose

    él mismo con la madre como comúnmente lo hace la hija. Hace poco tiempo

    traté un caso en el que pude establecer la. presencia de estas dos posibles lí-

    neas del desarrollo mental. El enfermo tenía una posición libidinosa bi-

    sexual, pero cuando inició el análisis estaba en una fase homosexual. En dos

    oportunidades anteriores, una durante la temprana infancia y otra durante la pubertad, había pasado por una fase similar pero sólo en la segunda de éstas,

    tuvo lugar lo que puede ser descrito como un proceso de introyección total.

    En esa ocasión, el yo del paciente fué realmente sumergido por el objeto

    introyectado. Haré un breve resumen de su análisis por considerar que el

    material no sólo es importante para comprender el proceso de introyección

    sino porque el mismo nos esclarece algunos fenómenos de la manía y de

    la melancolía.

    El paciente era el menor de dos hijos y durante su infancia había sidoun niño mimado en-el verdadero sentido de la palabra. Su madre lo había

    amamantado hasta los dos años, aun en el transcurso del tercero solía

    satisfacer ocasionalmente sus vehementes deseos de ser puesto al pecho,

    y el destete definitivo se realizó recién al cumplir los tres años de edad.

    Durante el destete, proceso que fué alcanzado con grandes dificultades, tu-

    vieron lugar una serie de acontecimientos que sustrajeron al mimado niño

    del paraíso en que había vivido.

    (1)   Ver   Psicología de las masas.

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     LA LIBIDO A LA LUZ    DE   LOS TRASTORNOS MENTALES 293

    Hasta entonces había sido el preferido de sus padres, de su hermana,

    tres años mayor, y de su niñera.   Aesa edad falleció la hermana y la madre

    cayó en un severo, largo y anormal período de duelo que la apartó aún

    más del niño que el mismo. destete ya realizado. La niñera se ausentó y los

     padres, que no podían soportar seguir habitando en la casa que constante-

    mente les recordaba la muerte de la hija, se trasladaron a un hotel y después

    auna nueva vivienda. Esta serie de sucesos le privaron de todas las cosas

    hasta entonces gozadas en forma de maternal solicitud. La madre primero le

    retiró el pecho, después se excluyó de él psicológicamente durante el duelo

     por su otra niña y su hermana mayor y la niñera ya no existían, finalmente

    la casa, importante símbolo de la madre, también fué abandonada. No es

    de sorprender que en este momento el pequeño niño se hubiera dirigido

    al padre en demanda de amor. Además de esto, fijó sus inclinaciones en una

    amistosa vecina que vivía cerca de su nuevo hogar y hacia quien demostró

    una preferencia superior a la demostrada por la madre. La división de su

    libido en dos partes, una de las cuales dirigió al padre y otra hacia una

    mujer subrogado materno, se hizo completamente evidente. En los años

    subsiguientes a este período se relacionó con fuerte interés erótico conmuchachos mayores que le recordaban ras características físicas del padre.

    En su posterior infancia, debido a que SI padre comenzó a entregarse a la

     bebida con frecuencia creciente, el muchacho le retiró su libido y la dirigió

    una vez más hacia la madre, posición en la que se mantuvo por unos años.

    Cuando falleció el padre, convivió solo con la madre, a quien se consagró por 

    completo pero ésta después de  u n   breve período de viudez, volvió a casarsey   emprendió un largo viaje con su nuevo esposo. Al hacerlo, había repu-

    diado una vez más el amor de su hijo. Al mismo tiempo, surgieron en el

    niño sentimientos de odio contra su padrastro y una nueva ola de sentimien-

    tos homosexuales cruzó por el adolescente. Fué atraído por diferentes tipos

    de hombres jóvenes, uno de los cuales le recordaba a su madre en algunas

    de sus cualidades físicas. El tipo de joven que había amado en la primera

    ocasión y el que ahora amaba, representaban exactamente el contraste entre

    el padre y la madre respecto a determinadas características físicas. Debo

    . mencionar que el mismo paciente era enteramente de tipo materno y su ac-

    titud hacia los jóvenes del segundo tipo, por los que ahora tenía preferen-

    cias, era, según sus propias palabras, amorosa y llena de solicitud maternal.

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    294   REVISTA   DE   PSICOANALlSIS 

    Algunos años después falleció la madre. Permaneció con ella durante

    su última enfermedad y ésta murió en sus brazos. El gran efecto que causó

    esta experiencia se debió al hecho de que en estratos profundos de su mente

    ella representaba la inversión total de una situación no olvidada, en la cual

    él, siendo un niño, se había tendido sobre el seno y en los brazos de la madre.

    Apenas fallecida la madre, volvió a la vecina ciudad en donde había

    vivido. Su estado afectivo, sin embargo, no era el de un hijo afligido, por 

    el contrario se sentía exaltado y dichoso y me describía su situación diciendo

    que se sentía inundado con la sensación de que ahora llevaba a la madre

    dentro de sí mismo, a salvo y segura para él solo   y'  para siempre. Lo único

    que le causaba inquietud era pensar en su entierro. Era como si estuviera

     perturbado por el conocimiento de que su cuerpo era aún visible y  permanecía

    en la casa donde había fallecido. Sólo cuando el funeral terminó, pudo entre-

    garse a la idea de que poseía a su madre total y exclusivamente para siempre.

    Si me fuera posible publicar más detalles del análisis de este enfermo,

     podría hacer aún más evidente elfproces~ de incorporación de la madre. Pero

    lo dicho ha sido suficiente para hacerlo completamente claro.

    En este caso, el proceso de introyectar el objeto amado comenzó cuan-

    do el sujeto perdió a su madre a causa de su segundo matrimonio. No pudo

    movilizar su libido hacia el padre en la forma en que lo hizo a los cuatro años,

    y su padrastro no estaba calificado para atraer dicha libido. El único objeto

    de su amor infantil que le quedaba, la madre, fué también el primero, y se es-

    forzaba contra esta pérdida fatal empleando el mecanismo de la introyección.

    Es asombroso encontrar que el proceso de introyección pueda haberse

    resuelto en un tal sentimiento de felicidad ya que ello está en abierta con-

    tradicción con los efectos que el mismo produce en el melancólico, sobre

    quien pesa tan dolorosamente. Pero nuestra sorpresa será menor si tenemos

     presente las explicaciones dadas por Freud referentes a los mecanismos de

    la melancolía. Sólo debemos invertir sus afirmaciones de que "la sombra

    del objeto perdido cae sobre el yo" y decir, por lo tanto, que en este caso

    no fué la sombra sino;el radiante brillo de la amada madre el que se derramó

    sobre su hijo. También en el individuo normal, los sentimientos de afecto

    desalojan fácilmente a Jos sentimientos hostiles al enfrentarse a una pérdida

    de objeto en la realidad, pero en el caso del melancólico, esto acontece en

    forma distinta. Debido al fuerte conflicto de ambivalencia, todo sentimiento

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     LA LIBIDO A LA LUZ DE LOS TRASTORNOS MENTALES 295

    de amor es amenazado en seguida por su emoción opuesta, el odio. Una

    frustración, un desengaño de parte del objeto amado, pueden en cualquier 

    momento permitir la aparición de una potente ola de odio que puede arra-

    sar con todos los débiles sentimientos de amor. Tal remoción de las cargas

    libidinosas positivas tendrá un efecto más profundo y conducirá a la pérdi-

    da del objeto .. En el caso citado, que no corresponde a un proceso melancó-

    lico, la pérdida real del objetofué el primer acontecimiento y la alteración de

    la organización libidinosa sólo constituyó una consecuencia necesaria de ello,

    nI

    EL PROCESO DE INTROYECCIÚN EN LA MELANcoLíA

    Dos   ETAPAS DE LA FASE ORAL DE LA LIBIDO

    El siguiente ejemplo, particularmente instructivo, puede servirnos co-

    mo punto de partida para posteriores investigaciones en el proceso de la

    introyección.

    El paciente a quien nos referiremos había padecido de vanos ataques

    típicos de melancolía cuando me consultó y comencé su análisis inmediata-

    mente después de haberse recobrado de uno de ellos, ataque que se había

    caracterizado por su severidad y por las curiosas circunstancias que motiva-

    ron su aparición. El enfermo hacía tiempo que estaba enamorado de una jo-

    ven y se había comprometido en matrimonio. Determinadas circunstancias,

    en las que no considero necesario entrar, determinaron que sus afectuosas

    inclinaciones dieran lugar a una violenta resistencia que terminaron con un

    completo retiro de la libido dirigida a tal objeto, objeto cuya identificación

    con la madre se hizo evidente en el curso del análisis. Tal retiro le sumió

    en un profundo estado depresivo, acompañado de intensas delusiones. Du-

    rante la convalecencia tuvo lugar una reconciliación con la prometida, que

    le había permanecido fiel a pesar de su abandono, pero después de cierto

    tiempo sufrió una breve recaída cuya iniciación y terminación pude obser-

    var en detalle en el transcurso de su análisis.

    La resistencia hacia la prometida reapareció con entera claridad duran-

    te su recaída y una de las formas que adoptó fué la del siguiente síntoma

    transitorio: cuando su estado' depresivo empeoraba más de lo habitual, sen-

    tía una contracción compulsiva del esfínter anal, síntoma que mostró estar 

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    296   REVISTA DE PSICOANALlSIS  

    sobredeterminado. Lo que más nos interesa aquí es poner en evidencia uno

    de sus significados: la necesidad convulsiva de mantener el contenido intes-

    tinal. Sabemos que tal retención simboliza posesión, yes prototípica para

    el inconsciente. El síntoma transitorio significaba pues la retención en sen-

    tido físico del objeto, que corría el riesgo de perder de nuevo y además te-

    nía otra determinante que brevemente indicaré. Consistía ésta en una acti-

    tud homosexual pasiva frente al padre. Toda vez que debía alejarse de la

    madre o de un sustituto materno, corría el peligro de adoptar tal actitud. Su

    síntoma, por consiguiente, era una defensa no sólo contra la pérdida del

    objeto sino contra una movilizada tendencia hacia la homosexualidad.

    Siguiendo a Freud hemos supuesto que el melancólico, después de haber 

     perdido su objeto, intenta recuperarlo en alguna forma. En la paranoia esta

    restitución es alcanzada por el mecanismo específico de la proyección. En

    la melancolía el mecanismo adsptado es el de la introyección y sus resul-

    tados son diferentes. En el caso del enfermo, anteriormente citado el sín-

    toma transitorio establecido al comienzo de una breve remisión de su enfer-

    medad, no constituía todo el proceso. Pocos días después, me comunicó por 

     propia iniciativa que tenía un nuevo síntoma sustitutivo, pero calcado del

    anterior. Mientras caminaba por la calle tenía la fantasía compulsiva de co-

    mer los excrementos que yacían sobre la misma, lo que constituía la expre-

    sión del deseo de reincorporar dentro de su cuerpo el amado objeto que

    había expelido en forma de excremento. He aqui, por consiguiente, una con-

    firmación literal de nuestra teoría de que el inconsciente contempla la pér-

    dida de un objeto como un proceso de expulsión excrementicia y su intro-

    yección como un proceso de incorporación oral.

    Me parece que la tendencia a la coprofagia contiene un simbolismo que

    es típico para la melancolía. Mis propias observaciones, basadas en una can-

    tidad de casos, siempre me demostraron que el enfermo hace de su objeto

    de amor el blanco hacia quien dirige ciertos impulsos correspondientes al

    más bajo nivel de su desarrollo libidinal analsádico. Tales impulsos son el

    de expeler "en un sentido anal" y el de destruir "matar".

    El producto de un tal asesinato, el cadáver, es identificado con el pro-

    ducto de la expulsión, es decir con los excrementos. Podemos ahora com-

     prender por qué los deseos del enfermo de comer excrementos constituyen

    un impulso canibalístico, tendiente a devorar el objeto de amor que había

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     LA LIBIDO A LA LUZ DE LOS TRASTORNOS MENTALES 297 

    matado. En uno de mis pacientes, la idea de comer excrementos estaba co-

    nectada con la idea de ser castigado por haber cometido un gran pecado y

    hablando en lenguaje psicoanalista tenía: razón, ya que en esta forma debía

    compensar por cierto crimen cuya identidad con la proeza de Edipo trata-

    remos luego de comprender    e).I?eseo mencionar al respecto las interesantes observaciones de Ro-

    heim   (2),   de las que se desprende con mucha probabilidad que los ritos de

    duelo en su forma arcaica consistían en la devoración del cadáver.

    El ejemplo antes mencionado es una forma poco comúri, fácil y simple

    de la manera como se encubre el significado de los síntomas melancólicos

    como expresión de una expulsión yreincorporación del objeto amado. Para

    mostrar hasta qué grado estos impulsos pueden hacerse irreconocibles daré

    otro ejemplo, tomado del análisis de o'tro caso.

    Este enfermo me comunicó cierto día que durante sus estados depresi-

    vos había advertido que presentaba la siguiente curiosa tendencia. Al co-

    mienzo de tales estados acostumbraba a caminar cabizbajo fijándose más en

    el suelo que en la gente que le rodeaba, y luego comenzaba a buscar con in-

    terés compulsivo, tratando de encontrar botones de nácar   (mother of pearl,

    madreperla). Si encontraba alguno lo levantaba guardándolo en el bolsillo.

    Racionalizaba tal hábito, diciendo que al comienzo de su estado de depre-

    sión tenía tal sentimiento de inferioridad que se sentía feliz de poder encon-

    trar aunque más no fuera un botón, ya que no sabía si en lo sucesivo podría

    ser capaz de ganar el dinero suficiente para comprarse la cosa más insignifi-

    cante. Era tan pésima la condición en que se encontraba, que aun aquellos

    objetos que otras personas descuidaban y perdían sin mayor preocupación,

    tenían para él un valor considerable.

    Esta explicación estaba en contradicción con el hecho de que pasaba

    frente a otros objetos, especialmente botones confeccionados con otros ma-

    teriales, con cierto sentimiento de desprecio. Sus libres asociaciones nos

    llevaron gradualmente al conocimiento de los motivos más profundos de su

    extraña actitud. Ellas mostraban que había conectado la idea del nácar -ma-

    (1)   Harnik    sefialó   que en Egipto se suele inscribir en las lápidas una rogativa en la cual

    el muerto pide que se le exima del castigo de tener que comer excrementos. Véase   Enuim

     Religion der Aegypter.

    (2)   Comunicación al Congreso PsicoanaIíticc, 1922.

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    dreperla- con que los botones estaban confeccionados, con ideas de brillan-

    tez y limpieza, de un valor especial, que nos condujeron a sus reprimidos

    intereses coprofílicos. Al respecto debo recordar a mis lectores el excelente

    trabajo de Ferenczi   (1)   en el cual el autor muestra cómo el niño obtiene

     placer en sus comienzos, jugando con sustancias suaves y plásticas, luego

    con material duro y granuloso, y finalmente con objetos pequeños y sólidos

    de superficie lisa y brillante. En el inconsciente, todos estos objetos man-

    tienen el significado equivalente del excremento. Los botones de nácar re-

     presentaban por consiguiente lo mismo. La necesidad de levantarlos del

    suelo nos recuerda el impulso obsesivo del caso anteriormente deserito, en

    el que existía una compulsión directa de levantar los excrementos existen-

    tes en la calle y comerlos. Otro punto de similitud entre ambos casos puede,observarse en el hecho de que las personas pierden los botones en la misma

    forma que dejan caer las heces   (2).   Sin embargo en ambas instancias la

    acción se refería al hecho de levantar y guardar un objeto perdido.

    En una de las siguientes sesiones del análisis, el enfermo retomó el tema

    y' dijo que lo relatado en las veces anteriores no constituía el único impulso

    de carácter extraño que presentaba durante sus estados depresivos. Durante

    su primer ataque se había internado en el sanatorio del profesor Y. en X.

    Cierto día dos de sus parientes vinieron a buscarlo con el fin de sacarlo a

    dar un paseo. Le habían mostrado los jardines públicos, los edificios y otras

    cosas más, pero se había mostrado totalmente desinteresado en todo. Al

    regresar, se paró frente a una vidriera en la que vió unos "panes de Johan-

    nis"   es),   sintiendo fuertes deseos de comprar uno, como así lo hizo.

    A este relato, el enfermo asoció lo siguiente: en la pequeña ciudad en

    la que vivió cuando era niño, existía frente a su casa un pequeño negocioatendido por una viuda cuyo hijo era uno de sus compañeros. Recordó que

    esta mujer acostumbraba a darle pan de Johannis. Para esa epoca, sufrió la

    fatal experiencia que, constituyó el origen de su ulterior enfermedad, un pro-

    fundo desengaño en las relaciones amorosas por parte de su madre. En sus re-

    cuerdos infantiles, la vecina fue colocada como modeloyen contraste con su .

    (1)   On the Ontogenesis of an lnterest in Money, 1914.

    (2)   Para observar esta asociación de ideas, véase el caso descrito en la Sección   1   de estecapítulo.

    (3)   Un pan dulce.

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    "malvada" madre. Su automático impulso a adquirir el pan de Johannis en un

    negocio y comerlo tenía el inmediato significado de sus deseos de amor y cui-

    dado maternal. El haber seleccionado precisamente dicho pan, como símbo-

    lo de tales deseos, se debía a que por su forma y color le recordaban las heces.

     Nqs encontramos de nuevo con el deseo de ingerir excrementos como

    expresión de un deseo hacia un objeto de amor perdido.

    El enfermo tuvo atta asociación que nos hizo retornara sus días de la

    infancia. En su ciudad natal se construía un camino y los obreros habían

    desenterrado algunas conchas. U no de los lados de las conchas estaba sucio

    y cubierto de tierra, mientras que el otro brillaba como el nácar -madre-

     perla-o Nuevamente sus asociaciones le conducían a su lugar de nacimien-

    to que indudablemente identificaba con la madre. Estas   Iconchas constituían

    las precursoras de los botones de nácar a cuyo alrededor se había constituí-

    do su obsesión. Más aún, el análisis mostró que la idea del nácar o madre-

     perla era la representación de su ambivalente actitud frente a la madre. La

     palabra madreperla'   -mother of pearl-,   expresaba su alta estimación por 

    la madre como si fuera una perla. Pero su pulida y brillante superficie era

    decepcionante, ya que el otro lado no se mostraba tan hermoso .. Al compa-

    rar este lado cubierto de suciedad (excremento) con su malvada madre, de

    quien tuvo que retirar su libido, lo hacía para mortificarla y despreciarla (1).

    Los ejemplos anteriormente mencionados son suficientes por ahora, ya

    que ellos nos ayudan a comprender psicoanalíticamente el camino recorrido

     por la melancolía en sus dos fases, la de pérdida del objeto y la de recupe-

    ración del mismo. Cada fase exige sin embargo un examen más amplio.

    Hemos dicho que la tendencia a la pérdida del objeto tiene sus fuentes

    (1)   Antes de abandonar. el tema debo agregar que la concha es un símbolo femeninouniversal.

    Roheim nos ha enseñado que en muchos lugares las conchas son empleadas corno di-

    nero. Esta aplicación también está vinculada al hecho de que simbolizan los genitales ferne-

    "ninos. Es notable que nunca hayan sido utilizados con este sentido en el lugar donde se

    las encuentran, sólo las conchas de un lugar distante pueden ser usadas como dinero. Este

    hecho parece ser la expresión de un amplio y extendido temor al incesto y paralelo a la

    ley de la exogamia. Una mujer perteneciente a la misma tribu o una concha encontrada

    en la ribera vecina parecen representar ambas los genitales prohibidos de la madre. Ade-

    más las conchas también son equiparadas a' los excrementos dado que el mar las arrojade su seno igual que el ámbar y otras substancias. (Estas observaciones proceden en par-

    te de una discusión realizada en la Sociedad Psicoanalítica de   Berlín.)

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    dos, especialmente en aquellos casos en que vuelven la agresión contra el

     propio yo en forma de una tendencia a la autopunición.Es de notar que esta situación contrasta con algunas otras condiciones

    neuróticas en las cuales los síntomas pueden ser apreciados como formas sus-

    titutivas de gratificación de la zona oral. En mi trabajo sobre el primer nivel

     pregenital de la libido he descrito casos de este tipo, existiendo además de

    ellos algunas perversiones en las cuales el erotismo oral procura una consi-

    derable cantidad de placer. Sin embargo, y aun teniendo en cuenta el valor 

    del placer masoquístico de sus síntomas, debemos insistir en que la melan-

    colía transcurre con un grado muy elevado de displacer comparado conotras enfermedades mentales. Si observamos atentamente las cadenas de aso-

    ciaciones de un enfermo depresivo, descubriremos que la excesiva cantidad

    de displacer que siente está relacionada con la etapa del desarrollo libidinal

    al que ha regresado después de haber perdido el objeto, y con un anhelo

     peculiar de utilizar la boca en forma completamente distinta a la fantasía de

    morder y comer anteriormente mencionada. Daré un ejemplo .. Mientras se

    recobraba de su depresión, un enfermo me habló de sus sueños diurnos. En

    ellos se veía a veces impulsado a imaginarse que tenía un cuerpo femeninoy empleaba toda suerte de artificios para crearse la ilusión de que tenía pe-

    chos   COl1)O   una mujer, pudiendo obtener un placer especial con la fantasía

    de que estaba amamantando un niño. Aunque en esta fantasía desempeñaba el

     papel de la madre, algunas veces la cambiaba identificándose con el niño que

    succionaba el pecho. Su fijación al pecho materno encontraba expresión en

    dos formas; en un gran número de síntomas conectados con la zona oral   y en

    un marcado deseo de reposar su cabeza contra algo suave que le recordase el

    seno de una mujer. Durante el análisis por ejemplo, se comportaba de una ma-nera curiosa con los almohadones del sofá. En vez de dejarlos donde, estaban

    y apoyar su cabeza sobre ellos, los levantaba y se los colocaba sobre la cara.

    Sus asociaciones demostraron que el almohadón representaba el pecho mater-

    no que desde arriba había sido aproximado hacia su cabeza. La escena repetía

    una placentera situación de su infancia. Más aún, había visto a su hermano me-

    nor en esta posición y había conectado con ella intensos sentimientos' de celo.

    Otro melancólico que tuve en tratamiento, manifestaba que durante sus

    ataques más profundos de depresión, tenía la sensación de que podría li-

     brarse de sus intensos sufrimientos si una mujer le suministrase una especial

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    solicitud y amor maternal. El mismo tipo de idea connotativa se presenta

    de nuevo aquí. Repetidas veces he podido analizar el significado de tales

    ideas y al respecto puedo recordar un caso descrito en uno de mis primeros

    trabajos. Un hombre joven que sufría de estados depresivos no melancóli-

    cos, se sentía milagrosamente aliviado al tomar un vaso de leche que la ma-

    dre le alcanzaba. La leche le daba una sensación de calor, ternura, y dulzura

    que le recordaba algo que había conocido desde hacía mucho tiempo atrás.

    En este enfermo el anhelo por el pecho materno era inequívoco.

    Hasta ahora todas mis observaciones psicoanalíticas me llevan a la con-

    clusión de que ef melancólico trata de escapar a sus impulsos oralsádicos.

    Debajo de estos impulsos, cuya manifestaciones colorean el cuadro clínico,

    se esconde el deseo de una placentera actividad de succión.

    Estamos obligados a suponer que existe una diferenciación dentro de

    la fase oral de la libido similar a la existente dentro de la fase anal sádica. En

    el nivel primario de esta fase, la libido del niño se adhiere al acto de mamar,

    que es un acto de incorporación pero mediante el cual no se pone fin a la

    existencia del objeto. El niño aun no es capaz de distinguir entre su propio

    yo y el objeto exterior. El yo y el objeto son conceptos incompatibles con

    este nivel de desarrollo; todavía no se ha hecho la diferenciación entre niño

    que mama y pecho que amamanta. Más aún, el niño todavía no tiene senti-

    mientos de odio ni de amor, por consiguiente, su estado mental en esta etapa

    está libre de toda manifestación de ambivalencia.

    El nivel secundario de esta fase difiere del primario en que el niño

    cambia la actividad de succión por la de morder. Es éste el momento opor-

    tuno para citar una comunicación privada que me hizo van Ophuijsen, la

    que nos suministra un importante agregado a nuestro conocimiento del me-

    canismo de la melancolía   e ).   Observaciones psicoanalíticas le llevaron a lacreencia de que ciertos fenómenos neuróticos eran debidos a una regresión

    de la libido a la edad en la que los dientes empiezan a formarse y que el

    acto de morder representa, además, la forma más original con que se mani-

    fiestan los impulsos sádicos. Indudablemente los dientes son los primeros

    instrumentos con los cuales el niño puede dañar el mundo exterior, ya que

    han adquirido en esa temprana edad una eficiencia completa para tal fin,

    (1)   En su trabajo   On the Origen of feeling of Persecution,   1920, van Ophuijrcn ha

     puesto en claro las relaciones de la paranoia con la fase analsádica.

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    mientras que las manos a lo sumo sólo pueden ayudar a esta actividad den-

    taria por medio del, acto de asir y sostener el objeto.Federn   (1)   ha derivado el sadismo de sensaciones genitales y las obser-

    vaciones sobre las que basó su punto de vista deben sin duda alguna ser   co-

    rrectas. No obstante, los fenómenos conectados con la zona genital no pueden

    ser tan primarios como los relacionados con la zona oral. El hecho es que

    los impulsos que denominamos sádicos surgen de una cantidad de fuentes

    distintas entre las cuales podemos mencionar especialmente la fuente excre-

    menticia. También debemos tener presente la estrecha relación existente

    entre el sadismo y el sistema muscular pues no cabe duda alguna que en losniños pequeños los músculos más poderosos del cuerpo son los maseteros y

    que al mismo tiempo los dientes son los únicos órganos que poseen la sufi-

    ciente dureza como para permitirles injuriar los objetos que les rodean.

    En la etapa canibalística de la fase oral, el individuo incorpora el objeto

    y al hacerlo lo destruye. Solamente es necesario observar a los niños para

    ver cuán intenso es su impulso a morder, impulso en el cual el instinto de

    comer y la libído todavía cooperan estrechamente.

    Es ésta la etapa en la cual los impulsos canibalísticos predominan, Tan pronto como el niño es atraído por un objeto, éste se halla realmente ex-

     puesto a sus intentos de destrucción. En esta etapa comienza a surgir la

    actitud ambivalente del yo hacia el objeto. Podemos decir que en el des-

    arrollo libidinoso del niño, la segunda etapa de la fase oralsádica marca el

    comienzo de sus conflictos de ambivalencia, mientras que la primera etapa,

    la de succión, debe ser considerada todavía como preambivalente.

    El nivel libidinoso al que regresa el melancólico después de la pérdida del

    .objeto contiene en sí mismo un conflicto de ambivalencia en su forma más primitiva y menos modifieada. En este nivel el individuo amenaza destruir 

    su objeto libidinoso devorándolo. Sólo gradualmente el conflicto de ambi-

    valencia adquiere un aspecto más moderado y la libido adopta en consecuen-

    cia mía actitud menos violenta hacia sus objetos. No obstante, esta actitud 

    ambivalente permanece inmanente a las tendencias de la libido, ami durante

    las subsiguientes fases de su desarrollo, como ya lo hemos visto al tratar 

    sobre la importancia de su significado en la fase sádicoanal. Aun en las

    (1)   Beitrdge zur Analyse des Sadismus und ntasocblsmus.

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    304   REVISTA DE PSICOANALlSIS  

    neurosis cuyas estructuras están basadas en un nivel genital, encontramos

    esta ambivalencia en la vida emocional de los enfermos. Sólo el individuo

    normal con una libido relativamente alejada de las formas infantiles de la

    sexualidad permanece mayormente libre de ambivalencia, pues su libido ha

    alcanzado una etapa postambivalente que le permite una completa capa-

    cidad de adaptación al mundo exterior.

    Se hace ahora evidente que también debemos distinguir dos etapas dentro

    de la fase genital de la libido, como lo hemos hecho con las dos fases prege-

    nitales, lo que nos conduce a un resultado al parecer de perfecta coinciden-

    cia con los puntos de vista recientemente publicados por Freud   e )   sobrela existencia de una temprana etapa de la fase genital a la que denomina

    fálica. Pareciera así que la libido en su desarrollo total pasa a través de seis

    etapas. Sin embargo deseo poner explícitamente de manifiesto que no con-

    sidero esta clasificación como un resultado final ni exhaustivo. Ella sólo

     presenta un cuadro general de la continua evolución de la libido en tanto

    nos lo permite apreciar nuestros actuales conocimientos psicoanalíticos de

    este lento y laborioso proceso. A pesar de ello, opino que la transición

    desde las primeras etapas a las siguientes, en cada una de las tres principales

    fases del desarrollo de la libido, no significa un proceso de escasa importancia.

    Desde hace tiempo conocemos el significado que tiene para el desarrollo psi-

    cosexual del individuo y para la formación de su carácter el cambio desde una

    zona erógena preponderante a otra. Ahora podemos apreciar cómo dentro de

    cada uno de estos tres períodos principales tiene lugar un proceso de gran im-

     portancia individual para la consecución gradual de un amor objetal completo.

    Dentro del primer período, el oral, el niño cambia su actitud libidinosa

     preambivalente, que está libre de conflictos, por otra que es ambivalentey predominantemente hostil hacia el objeto. Dentro del segundo período,

    el   analsádico,   la transición desde la primera hasta la segunda etapa, signi-

    fica que el sujeto ha comenzado a preservar al objeto de la destrucción, y

    finalmente; dentro del tercer período, el genital, supera sus actitudes am-

     bivalentes y su libido logra su completa capacidad, tanto desde el punto

    de vista sexual como social.

    La anterior explicación no significa en forma alguna que ella pretenda

    (1 )   La organización genital infantil de la libido, 1923.

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     LA LIBlDO A LA LUZ DE LOS TRASTORNOS MENTALES 305

    abarcar todos los cambios que tienen lugar en las relaciones del individuo

    con el mundo exterior. Estos cambios constituirán materia de una inves-tigación más completa en la última parte de mi estudio.

    IV

     NOTAS SOBRE PSICOGÉNESIS DE LA MELANCOLÍA

    Estamos ahora en situación de comprender por qué la ambivalencia de

    la vida instintiva del melancólico le conduce a complicados conflictos de

    una gravedad tan especial, conflictos que atacan a fondo las raíces de su

    relación con el objeto amado.

    El acto de desprenderse de este objeto original alrededor del cual gira

    toda su vida emocional, no termina allí, sino que se extiende a otras per-

    sonas: primero a los de su inmediata vecindad, después a un círculo mayor 

    y finalmente a todo ser humano. La retirada de su libido puede ir aún más

    allá en el melancólico y afectar a todo lo que antes le interesaba, su pro-

    fesión, sus entretenimientos, sus actividades científicas o de otro orden, des-

    interesándose de todo, no preocupándose por nada; como si la vida misma

     perdiera toda atracción para él.

    En otras enfermedades, especialmente en la demencia precoz o esquizo-

    frenia, encontramos igualmente un extenso desligamiento de la libido del

    mundo exterior, pero en estos casos el individuo acepta su completa pérdida

    de interés con una insensible indiferencia, mientras que el melancólico se

    queja de tal pérdida y tiende verdaderamente a conectar con ella su sen-

    timiento de inferioridad.

    Penetrando más profundamente en la vida mental del melancólico, en-

    contramos sin embargo qué -el individuo que en sus estados de depresión se

    lamenta de la pérdida de todos sus intereses, ya estaba predispuesto a una

    tal pérdida por el elevado grado de ambivalencia de su vida emocional.

    Comprobamos que mucho antes del comienzo de su enfermedad ejerce

    su profesión o cuida de sus intereses tanto mentales como materiales, de una

    manera forzada y espasmódica que lleva implícito, por consiguiente, el pe-

    ligro de un repentino abandono de los mismos.

    Pero éstos no son los únicos efectos de la ambivalencia en la melancolía.

    Cuando las cargas libidinosas son retiradas del objeto, son dirigidas al yo,

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    al mismo tiempo que el objeto es introyectado en el yo. El yo debe so-

     portar ahora todas las consecuencias de este proceso. Y desde entoncesestá expuesto en forma despiadada a la ambivalencia de los impulsos! libidi-

    nosos. Sólo una observación superficial nos lleva a suponer que el melan-

    cólico está inundado exclusivamente de un torturante autodesprecio y un

    anhelo de empequeñecimiento. Un examen atento nos demostrará que po-

    demos ser igualmente exactos diciendo todo lo contrario. Como luego ve-

    remos, la intercambiabilidad de los estados depresivos y maníacos que se

    observa en el melancólico, gira alrededor de esta ambivalente actitud de su

    libido hacia su yo. Por el momento, sin embargo, nuestra tarea es establecer la existencia de una tal ambivalencia hacia el yo y demostrar cómo se ma-

    nifiesta ésta durante la fase depresiva. Sólo en esta forma tenemos la es-

     peranza de obtener una mejor comprensión de los síntomas de la melancolía.

    Por lo que conozco, considero que la clínica psiquiátrica ortodoxa ha

    fracasado al no advertir esta importante característica de la melancolía.

    Freud sin embargo la reconoció (1). Hablando de estos enfermos dice:

    "Además están lejos de mostrar hacia los que   10   rodean la actitud de humil-

    dad y sumisión que sólo corresponde a personas tan indignas; por el   cop-trario, constantemente ocasionan trastornos y molestias, se ofenden conti-

    . nuamente y se conducen como si hubieran sido tratados con gran injusticia."

    Pero como luego veremos, los hechos nos justifican para poder ir aun más

    lejos en nuestras apreciaciones.

    Es natural que las características que discutimos sean más notables en al-

    gunos casos que en otros, pero considerando el problema en general pode-

    mos decir que el melancólico tiene un sentimiento de superioridad que puede

    observarse aún durante sus intervalos libres. Tal sentimiento lo pone demanifiesto frente   a -  sus familiares, a sus amigos y compañeros de trabajo y

    frente a todo el mundo. Y el mismo analista que lo trata participa en buena

     parte de tal sentimiento.

    Uno de mis enfermos acostumbraba a pasearse por mi habitación con un

    aire de majestuosa condescendencia en su porte y semblante y como éste

    otros enfermos manifiestan una especial afición a desplegar un escepticismo

    superior respecto a los descubrimientos psicoanalíticos, En otro enfermo

    (1)   Duelo   y   melancolía, 1917.

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    esta actitud alternaba con una exagerada humildad .: Durante este segundo

    aspecto de su estado mental solía tener la fantasía de caer frente a mí, deabrazar mis rodillas e implorar que le ayudase.

    Todos conocemos cuán inaccesibles son los melancólicos a toda crítica

    del analista respecto a sus formas de pensar, y es natural que sus ideas deli-

    rantes sean especialmente resistentes a toda interferencia de esta índole.

    En cierta oportunidad un enfermo me dijo que cada vez que su médico

    trataba de hacerle comprender cuán infundados eran sus autorreproches,

    él "ni le oía". El carácter puramente narcisista de esta forma de pensar es

    lo que transforma una fantasía en idea delirante e impide que la delución

    sea corregida. Junto a este factor existe otro que determina la conducta del

    melancólico consistente en el desprecio que siente por aquellas personas que

    tratan de aplicar a sus ideas