progreso, desarrollo, modernización. tres mitos latinoamericanos

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Artículo de Guillermo Gutiérrez aparecido en la revista Alternativa Latinoamericana Nº 4 (Mendoza)

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    Progreso, Desarrollo, Modernizacin

    Tres mitos latinoamericanos

    GUILLERMO GUTIERREZRo Negro / Argentina L a modernizacin aparece hoy en da enmarcando la accin de muchos gobiernos

    latinoamericanos. Y decimos enmarcando porque no se trata de simples polticas: la idea de la modernizacin, su filosofa, cubre la totalidad de los discursos gubernamentales y desde los despachos oficiales se expande hacia el conjunto social, planteando la eterna disyuntiva del ser o no ser. Segn nos dicen, o nos modernizamos o desaparecemos como sociedades.

    La oleada modernizante est recorriendo Amrica Latina con ciertos desfasajes cronolgicos; hay pases en los que la cuestin se plantea hace ms tiempo que en otros. Pero en conjunto puede entreverse una nueva etapa de integracin imperialista en nuestros pases, que pivotea sobre el par: democracias restringidas-modernizacin.

    Desde la ptica imperialista es un avance con respecto a las viejas formas de control militar, que ha quedado ampliamente demostrado en Ve

    nezuela, Ecuador, etc. Esto explica en parte la extincin pacfica de tres dictaduras en el cono sur y el difcil futuro de Pinochet y Stroesnner. Todas ellas surgieron y se justificaron como reordenadoras y constructoras de democracias modernas y estables ; pese a su torpeza y brutalidad, sera muy voluntarista afirmar que las que cayeron lo hicieron por la lucha popular. Simplemente dejaron de ser eficaces en el desarrollo de este nuevo proyecto de integracin imperialista, que justamente se lleva a cabo bajo las banderas de la modernizacin. Fueron (o sern, en Chile y Paraguay) sucedidas por gobiernos civiles cuyo cometido es llevar adelante formas democrticas restringidas, segn los reclamos del frente interno de los pases centrales y tambin en prevencin de nuevas torpezas militares que endurezcan definitivamente a los sectores populares. Como contrapartida, debe permitirse y adelantarse el famoso proceso modernizador, que no es otra cosa que una nueva especializacin internacional, y el

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    desarrollo de mecanismos ms eficaces de acumulacin por parte de los monopolios.

    Aclaremos que esto no implica suponer que los nuevos gobiernos civiles son meros tteres ni mucho menos. Hablamos de un cuadro determinante, objetivo, que fija sus polticas. La experiencia nos est demostrando que el arco de respuestas a ese cuadro de determinaciones es muy variado: encontramos la frrea voluntad de Alan Garca, dispuesto a no dejarse anonadar por las fuertes presiones imperialistas, el resignado posibilismo de Alfonsn, o la conflictiva autosuficiencia de Brasil.

    Consideramos que justamente la Argentina es el pas latinoamericano donde con mayor claridad el cuadro de determinaciones se est desarrollando como proyecto y experimento. La punta del iceberg de dicho experimento es la relacin con el FMI y el Plan Baker, pero el conjunto de situaciones demuestran que la cosa va ms all, que se orienta hacia la consolidacin de una experiencia totalmente distinta, en la que se juntan piolines tan diferentes como un gobiern o civil de raz liberal, y un movimiento de masas con una fuerte organizacin sindical capaz de controlar las desprolijidades populares y la insercin de grupos revolucionarios. A la vez, constituir un polo de reserva de recursos, especializacin productiva agropecuaria y de industria tecnotrnica, etc., dentro de una economa que garantice una alta tasa de ganancia a los monopolios.

    Dentro de esta estrategia, una deimperiosas necesidades es neutra

    lizar ideolgicamente a la oposicin. Desarticulado el peronismo como opcin revolucionaria, y desgastado el marxismo como modelo totalizador, el nuevo proyecto imperialista debe impedir a toda costa el surgimiento - cuanto menos- de una propuesta ideolgica alternativa que, tal como vienen las cosas, aparecera inevita

    blemente como ideologa nacionalista-revolucionaria.

    Para lograrlo se estn utilizando dos mecanismos: el liderazgo de Alfonsn, convenientemente asesorado en su argumentacin por ciertos ide- logos de la izquierda (que saben bien

    donde aprieta el zapato intelectual),en segundo lugar la desvaloriza

    cin y ridiculizacin del discurso impuesto, que es caracterizado como de una Argentina vieja . Este dis- curso oficial tiene un solo eje, la modernizacin

    (que es el barril en el que est colocado todo lo que habamos dicho antes sobre el proyecto impe

    rial) y un modo de presentacin, que es la racionalidad. Expresamente se ha dicho que el gobierno est proponiendo un discurso racional, y se lo propone frente a otro, que es, por lo tanto, irracional. Hemos vuelto, entonces, a la vieja dicotoma: civilizacin o barbarie.

    Estamos nuevamente frente al esquema de identificar la racionalidad con las propuestas de las clases dominantes, y transformar en categoras polticas y propuestas ideolgicas las palabras que el sentido comn rescata como positivas: Modernizacin es hoy lo que ayer fue desarrollo ; civilizacin ; progreso . Todo el mundo se considera a s mismo racional, y nadie rechazar ser moderno , del mismo modo que antes todos quisieron ser desarrollados, progresistas y civilizados.

    Las clases dominantes argentinas han tenido gran claridad en la distincin de lo racional . O mejor dicho contaron desde siempre con lenguaraces y tambin por qu no reconocerlo- con intelectuales orgnicos que supieron expresar la racionalidad del propio discurso como excluyente de toda otra racionalidad. El mtodo es, por cierto, sencillo: homologar lo popular con lo irracional. Ya el gaucho marc la mala senda pasando para los escribas del siglo XVIII como ladronicio, robador de mujeres o amancebado. El primer protagonismo popular (1811) llevado a cabo por gente que era orillera fue descripta por Berutti como nfima plebe del campo que actuaba en desdoro del vecindario ilustrado y sensato . A los hombres de Artigas, Vicente F. Lpez los llam turba vocinglera de quinteros, peones y compadritos , brbaros desorganizadores , hombres desaliados , etc. Para Miguel Can los inmigrantes (es decir, uno de los vrtices de nuestra clase trabajadora) eran la invasin del mundo heterogneo , turba , ola roja . Para Mir: confuso tropel . Laferrre calific a los partidarios de Irigoyen como mulataje delirante . Y no volveremos ahora sobre los oscuros orgenes del trmino aluvin zoolgico con que fueron premiados los partidarios de Pern.

    Detrs de todos estos motes est la clara definicin de lo popular como irracional. Quien define se sita, por propia voluntad, en el campo de los operadores racionales, e inmediatamente su discurso, adems de racional, aparece como portador de la verdad revelada, universal. Esta es la operacin que hoy se lleva a cabo desde los sectores modernizantes: re

    ciclaje de la antinomia civilizacin o barbarie, apropiacin por parte de los sectores dominantes (o sus gerentes) del campo racional . Como todo discurso que proclama su universalidad escudado exclusivamente en el poder, su argumentacin debe prescindir de la historicidad de los procesos, ya que la misma necesariamente remitira al museo mtico del pensamiento colonizado.

    Pero los malabarismos lingsticos y el juego con los grandes mitos no pueden encubrir las consecuencias que palabras y mitos tuvieron para nuestros pueblos una vez que se tradujeron en polticas y sistemas de dominacin. Unos pocos casos latinoamericanos pueden ilustrarnos sobre los resultados de los mitos latinoamericanos cuando entran en accin de la mano de nuestras clases dominantes, y esos resultados son ejemplos en s mismos de la irracionalidad del discurso racional , tanto como del atraso global que para el pueblo representan, siempre, las polticas modernizantes , cuando la modernizacin no es otra cosa que profundizar la dominacin.

    Claro que no vamos a irnos hasta los primeros aos de la colonizacin, cuando en nombre de una racionalidad econmica diferente los espaoles lograron que las culturas andinas abandonaran el sistema de cultivo en andeneras. Aquel manejo racional que destruy el equilibrio demogrfico y ecolgico tiene, despus de todo, su utilidad hoy en da: permite que los nuevos portadores de la racionalidad, los cientficos del agro, procuren interesantes negocios a las multinacionales de la agroqumica.

    Vamos en cambio a los mitos fuertes , aqullos que nacen cuando la burguesa criolla se visti de seda (que quiere decir casimir ingls) y empez a plantearse en serio que su error estaba en haber surgido en estos arrabales del mundo y no en el centro del mismo. Y bueno, ah comenz su cruzada por el progreso y la modernizacin, siempre luchando con la contumaz resistencia de las turbas vocingleras de turno.

    PROGRESO CONTRA ESTANCAMIENTO

    El ascenso al poder de las burguesas criollas, luego de la Independencia, no tuvo resultados positivos para las masas populares. En la mayora de los nacientes estados nacionales, la nueva ideologa imperante se confront con un tipo de sociedad cuyo movimiento real era antagnico a las teoras liberales. Esto no se debi a

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    un enfrentamiento de ideas, sino de intereses claramente delimitados. La derogacin de las Leyes de Indias anul una serie de protecciones con que contaban los trabajadores de la colonia, entre los que se destacan la jornada de ocho horas, el descanso dominical, la prohibicin de trabajo de la mujer embarazada y la obligacin de pago en dinero, efectuado ste en la tarde del sbado. Todas estas prevenciones fueron dejadas de lado en beneficio de la progresista teora de la libre concurrencia, que abandonaba al trabajador inerme entre la fuerza del patrn.

    Claro que antes los abusos eran mltiples, aunque ilegales; de ellos nos habla la cantidad de pleitos que caracterizan la documentacin colonial. Pero ms importante para medir la confrontacin entre la nueva libertad y la sociedad atrasada es el ejemplo del manejo de las tierras comunales en los pases andinos, desde el ascenso de las burguesas criollas al gobierno. La legislacin colonial previo una serie de amparos a los indgenas, cuya base era el mantenimiento de las tierras comunales. Esto se debi a que en los comienzos de la colonizacin el tributo impuesto a los indios era en especies, y a que para los espaoles la tierra no revisti mayor importancia como bien econmico hasta el siglo XVII.

    Los aborgenes necesitaban las tierras no slo para obtener su subsistencia. La posesin de tierras comunales garantizaba los lazos solidarios de las comunidades; rotos los vnculos de reciprocidad y redistribucin que caracterizan a la sociedad incaica, la nica garanta de mantener unidas a las mismas era la continuidad de la posesin de tierras en diversos lugares (1).

    El mismo Bolvar cay en la trampa: su decreto de 1824 inici la serie de medidas legales tendientes a poner en prctica las modernas ideas de libre concurrencia a la propiedad de la tierra. En 1825 el Libertador dicta otro decreto que incluye un reparto de tierras a los denominados indgenas , que les asigna tierras en forma particular no pasibles de enajenacin por cincuenta aos (2). Estas medidas causaron la fragmentacin de muchas tierras comunales, que a su vez dio por resultado la estructura minifundista por un lado, y el reforzamiento de la propiedad y el poder de antiguos y nuevos gamonales, por otro (3).

    Un ejemplo relevante sobre el efecto desestructurador de las ideas de progreso lo aportan las investiga

    ciones realizadas en el norte de Potos, en una regin de incidencia fundamental en nuestra historia colonial. Como en todo el mbito de la sociedad incaica, los pueblos de esa zona estaban organizados segn un patrn de alta dispersin espacial, lo que les permita acceder a las mximas posibilidades ecolgicas disponibles. Cada ayllu aseguraba de este modo su aprovisionamiento gracias a una produccin que incluia las frutas de la selva, la coca de los yungas, la lana de las alturas, etc. Los espaoles no entendieron bien este esquema pero lo respetaron en lo esencial. Apegados a lo formal, se tranquilizaron otorgando a los ayllus una legalidad de doble domicilio que permita a stos al usufructo de tierras mltiples en diversas regiones. Los ayllus que ocupaban el norte de Potos consolidaron una economa triguera y una estructura mercantil muy fuerte, alentados por el desarrollo minero de la regin. Pese a los altibajos regionales, podemos simplificar un par de siglos hablando de una cierta prosperidad dentro del cuadro colonial, basada en la adaptacin del viejo patrn incaico a esta nueva realidad.

    La burguesa librecambista que asumi el poder en Bolivia encontr a este patrn como smbolo del atraso , como un estigma que impeda el desarrollo productivo y la insercin moderna de Bolivia en el mundo de la poca. A partir de 1874, los diferentes gobiernos iniciaron polticas tendientes a reformar el sistema agrario, en vistas a crear un capitalismo agrario moderno, sustitutivo de un sistema que consideraban anacrnico. La famosa ley de exvinculacin , que persegua la eliminacin de las comunidades y la consiguiente creacin de un mercado de tierras, produjo uno de los ms agitados perodos de la historia de Bolivia, cuyas consecuencias se han prolongado hasta el presente.

    Las razones de la burguesa progresista se exponan en su discurso racional : los requerimientos modernos imponan eliminar . . .este hbrido y pernicioso sistema de las comunidades. . . (4), . . .este elemento extico de nuestro organismo poltico se mantiene an extrao al movimiento econmico del pas (5), . . .la reforma.. .se propone sustraer del estancamiento grandes valores territoriales y arrancar toda una raza del estado semisalvaje para cultivarla y convertirla en elemento de prosperidad nacional (6). La justificacin de esta poltica fue hecha por el mismo Ministerio de Hacienda en

    un despliegue de la ideologa positivista-progresista de la poca: La comunidad en la clase indgena ha venido sacrificando a un principio abstracto lo que hay de ms esencial en el espritu humano. Absorbe la iniciativa individual, sin la concurrencia del esfuerzo mutuo, y restringe las espontaneidades de la personalidad, anulando los estmulos del inters privado (7).

    Progreso e iniciativa individual, pilares del discurso racional librecambista, se enfrentaban a atraso-comunitarismo. En realidad, la imposicin de la supuesta racionalidad librecambista ignoraba la fuerte racionalidad implcita en un sistema econmico y social que permiti la supervivencia material y el sostenimiento de slidos lazos comunitarios y culturales a travs de los siglos.

    Los efectos de esta poltica se manifestaron en muy pocos aos. El levantamiento del proteccionismo a la produccin triguera determin la inmediata introduccin en el mercado de cereales importados de Chile. Esto descalabr el conjunto del comercio interregional y determin el desmoronamiento de las relaciones de produccin y mercantiles. A la, vez, la resistencia de los ayllus inici una etapa de luchas cuyo resultado fue un vaco jurdico en cuanto a la tenencia de la tierra, prolongado hasta hoy: en efecto, la legitimidad que aseguraba el trabajo y la prosperidad de los ayllus no pudo ya ser reemplazada por otra legislacin. La impostacin del progreso trunc un proceso asentado histricamente, y al sustituir una racionalidad surgida de la experiencia popular por otra artificial, produjo resultados catastrficos.PETROLEO Y D ESA R R O LLO

    La concepcin dualista de civilizacin o barbarie en nuestra historia tuvo una nueva versin a partir de fines de la dcada del 50, con la aparicin del desarrollismo. Tecnocracia e intelectualidad conjugaron esfuerzos para superar las estructuras del atraso . Muchos sectores de la izquierda se sintieron atrados por el nuevo mito latinoamericano; una verborragia contestataria y explosiva abri el espacio a la nueva poltica de los monopolios, que era el desarrollo integrado de los mercados continentales.

    El proclamado desarrollo de los sectores bsicos fue representado en la fantasa popular por la expansin del automvil y del confort urbano.

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    Una versin directa de este nuevo sueo americano lo constituy Venezuela y su modelo automovilista-petrolero, que se fue amortizando en sucesivas generaciones hasta hacer eclosin en el boom de los petrodlares en 1974.

    El empleado pblico, el hombre de clase media, los campesinos que cejaron el campo, los pocos obreros industriales, todos fueron cifrando, desde dos generaciones atrs, sus esperanzas y sus anhelos a la suerte de este recurso fabuloso llamado petrleo

    , envidiados por sus parientes porres de Amrica Latina y puestos como ejemplo por las desarrollistas. En 1974, con la crisis de la OPEP, el precio del barril asciende su precio histrico de doce dlares a 33: la fortuna golpea la puerta de cada uno; con

    dlar barato y un pas inundado ce petrleo cualquiera tiene el mundo en sus manos. Los campesinos invaden las ciudades, la produccin agrcola y artesanal se deja de lado po r el empleo pblico (una forma de aprovechar las migajas del festn) o la especulacin. Para qu producir? Es ms fcil importar, y todo se importa, desde zapatos hasta maquinarias.

    El sbito enriquecimiento venezolano sirve a los desarrollistas de todas las latitudes latinoamericanas ya en declinacin) para demostrar la

    eficacia del modelo petrleo ms inversin extranjera . La propaganda p or supuesto evita mencionar que las inversiones extranjeras no han sido otra cosa que el control yanqui de la

    inversin, los insumos, el equipamientos marcas, patentes, etc.

    Tambin se soslaya que el supuesto desarrollo venezolano es acompa

    ado por la penetracin de una ideologa y un modelo de vida altamente

    co lonizados, puestos en funcin del beneficio inmediato. Esto se evidencia en fenmenos que van desde la explotacin irracional de los recursos y la depredacin del paisaje hasta la induccin de pautas de vida y consu

    mo, y su aceptacin acrtica.Esta ideologa se traduce en un

    desaprovechamiento de la ingente masa de recursos generada por el pe

    trleo que en cambio se invirti en un gasto suntuario sobredimensiona

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    desde whisky y agua escocesa hasta autopistas fastuosas). Ni la calidad de vida de los venezolanos crecio, ni se gener un modelo econmico verdaderamente desarrollado, capaz de enfrentar la sustitucin del petrleo como fuente de recursos.

    La cada posterior de los precios internacionales y la subsiguiente cri

    sis de la importacin, consecuencia del brusco encarecimiento del dlar, gener un crisis de grandes proporciones, de la cual podemos cuantificar su peso econmico pero no podemos comprender en trminos globales: con una exportacin anual de 14.000 millones de dlares, es difcil entender cmo un pas con 17 millones de habitantes se debate entre la pobreza y las formas ms alienadas del consumo moderno.

    Slo si repensamos todo el proceso de desarrollo como causal de una fuerte perversin de la conciencia colectiva podemos hacer algo de luz sobre el asunto. La panacea de los hidrocarburos, despus de sesenta aos de explotacin, ha dejado secuelas que por s demuestran la falacia desarrollista: segn datos oficiales, dos millones de venezolanos estn mal nutridos, hay 500.000 casos registrados de retardo mental, cada da mueren diez nios a causa de la diarrea.

    El modelo automovilista petrolero ha determinado una degradacin biolgica comprobable adems de las famosas enfermedades de la civilizacin: sordera, gran cantidad de enfermos cardiovasculares y broncopulmonares, tensiones sociales e individuales traducibles en la creciente violencia urbana. Mientras el campo se sigue despoblando (en un pas que debe importar ms de la mitad de sus alimentos), las urbes son un mbito agobiante: dos millones de autos queman combustible alegremente en autopistas que han roto la armona de las viejas ciudades.

    En la atmsfera agresiva de Caracas, los ltimos rastros de humanidad se han confinado en las barriadas pobres de los cerros. Entremezcladas con las urbanizaciones supermodernas, parecen nufragos irreverentes en medio de la hostilidad del cemento, vidrio y acero. Son las poblaciones nuevas, solucin para los sin techo, los marginales, pero tambin parte indivisible del deterioro del paisaje urbano, tan reales como la contaminacin del lago Maracaibo o las costas del Caribe. Las lenguas serpenteantes de estos barrios, que se desprenden de las alturas para caer en el seno mismo de las urbanizaciones supermodernas, son tambin producto del modelo automovilista-petrolero: el smbolo definitivo de un par de dcadas de aplicacin del desarrollismo .

    EFICIENTISMO Y DESOBRERIZACION

    La dcada de los setenta nos ven

    di una nueva panacea: eficientismo y modernizacin. Segn los pases, estos trminos aparecen juntos o separados, no por puro capricho o azar sino por el tipo de integracin monoplica y las formas polticas particulares.

    En la Argentina, por ejemplo, aparecen desagregados como dos procesos. La dictadura militar fue la encargada de poner en marcha una poltica eficientista , consistente en la eliminacin de las formas productivas obsoletas . Para una formacin capitalista perifrica, esto quiere decir la desestructuracin de zonas econmicas autnomas con respecto a la integracin monoplica, representadas por la industria nacional y las economas regionales. La famosa destruccin del aparato productivo nacional de que se acusa a Martnez de Hoz no significa que en la Argentina no se producir ms, sino que no se producir fuera de la estructuracin monoplica. El eficientismo no implica producir con eficiencia dentro de una economa de escala, sino evitar la competencia nacional a la produccin transnacional.

    Implica tambin la desestructuracin de la clase trabajadora, porque la experiencia histrica demuestra que sta, en un pas como la Argentina no slo defiende sus intereses de clase sino tambin la consolidacin de una industria nacional. No hay estudios sobre el tema, pero debemos plantearnos la hiptesis cierta de que los trabajadores argentinos han ubicado la defensa de la industria nacional dentro de sus procesos de conciencia. Esta realidad, que supera la esquemtica antinomia burguesa-proletariado, pone sobre la mesa el hecho de que los trabajadores han sido protagonistas en la creacin de una industria flor de ceibo , y que cuando la defienden no slo defienden la fuente de trabajo, sino tambin una realizacin de su cultura laboral. Por eso en la Argentina el eficientismo busc no slo la liquidacin econmica de la industria nacional; la operacin requera la desobrerizacin, de modo que la fase siguiente - la modernizacin- no encontrara obstculos para su desarrollo.

    En cambio, en los pases sin fuerte desenvolvimiento industrial, el proceso se plante directamente como modernizante , sobre todo porque la poltica se aplic al agro.

    Un caso concreto es Ecuador. All el proceso de industrializacin de bienes de consumo duradero, ocurrido en la dcada de los sesenta, se hizo en gran medida ya bajo el control

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    monoplico. La modernizacin fue una poltica que se dirigi hacia el agro, guiada principalmente por el Estado y las grandes transnacionales de la agroindustria y la agroqumica. Carlos Jara ha definido este proceso como de modernizacin conservadora . .que se promueve para dinamizar un capitalismo monoplista. . (8). Aplicado al agro, este modelo favoreci a la gran empresa, basndose tanto en la aplicacin de grandes masas de capital como en la desestructuracin de la sociedad campesina pre-existente. La modernizacin conservadora -dice Jara- llev a la consolidacin de unidades productivas empresariales, en detrimento de las economas campesinas, que juegan papeles diversos frente al capital. Se ha profundizado la divisin entre campesinos, empobrecindose aquella fraccin que se empobrece y no puede reproducirse al margen del salario .

    El esquema modernizador, en efecto, no parte de la necesidad de los mismos campesinos, sino de la nueva insercin de la produccin agropecuaria en el marco internacional. Los modernizadores no se preocupan de cmo ha de alimentarse el pueblo de cada pas, sino de la produccin en trminos de los mercados internacionales, y stos a su vez tienen un hilo rector: las necesidades de las poblaciones de los pases centrales.

    Modernizacin del campo quiere decir control de la produccin a partir de los negocios de la agroindustria; en este contexto puede explicarse lo aparentamente inexplicable, que es la carencia de alimentos en un continente cuya inmensa poblacin es campesina.

    El ao pasado alrededor de ochenta millones de latinoamericanos pasaron -lisa y llanamente- hambre, mientras unos 150 millones estn subalimentados. Esto no tiene que ver con desastres naturales ni impericia de los campesinos, sino con una poltica que en los ltimos diez aos ha profundizado orientaciones productivas que no tienen en cuenta las necesidades populares. Los pases andinos, por ejemplo, han sido con

    denados a ser productores de postre (banano, caf, tabaco, t, azcar), y han cado en el absurdo de tener que importar los alimentos de consumo masivo. En algunos casos (Per, Ecuador, Venezuela), el impulso modernizante alcanz la induccin de nuevos hbitos de consumo, modificando las dietas bsicas. El maz local para alimentacin humana fue reemplazado por el trigo, que es un gran negocio para las multinacionales como Bunge, mientras que se introducen en la produccin de esos pases maces hbridos destinados a la exportacin para el consumo forrajero de las vacas, criadas en fbricas de carne de Europa y Canad. La Argentina, pese a su agro diversificado y complejo, tambin se ha inscripto en esa tendencia. El desastre de las economas regionales causado por el eficientismo puso ingentes cantidades de tierras en manos de las multinacionales, mediante la expropiacin llevada a cabo por los bancos. Y ahora esto se vincula con la prometida modernizacin , que no es otra cosa que meter la estructura productiva del campo dentro del control de la agroindustria transnacional. As, mientras en las estadsticas seguimos como exportadores de alimentos, para adentro se reforzar la legin de hambrientos, que hoy ya llega a dos millones.

    Volviendo al caso del Ecuador, como ejemplo de lo que es en realidad la pretendida modernizacin, se ha demostrado que dicho proceso ha producido dos efectos que inciden directamente sobre la alimentacin popular: 1o) la produccin para el autoconsumo tiende a estancarse; esto tiene que ver tanto con la involucin productiva por hectrea como por la modificacin inducida del consumo (por ejemplo la sustitucin de la quinua por el fideo, que es menos nutritivo); 2o) no se aumentan las superficies sembradas para alimentacin bsica de los sectores urbanos y rurales pobres (arroz, papa, cebada, maz suave, habas) ni mejoran los rendimientos de los actuales cultivos. Esto se debe a que la produccin bsica es abandonada por las empresas agrcolas, y asumida en

    forma casi exclusiva por las unidades familiares, que no disponen de tierra, insumos ni crditos. Toda esta situacin deriva en que los pobres del campo producen para los pobres de las ciudades; las unidades agrcolas medianas y grandes para los sectores de ingresos altos y medios y para la exportacin. . ( 9 ) .

    Tales son las consecuencias del modelo modernizante en el campo ecuatoriano. Y all, al igual que en el conjunto de Amrica Latina, esto significa un crecimiento anual mximo de productos alimenticios bsicos del 1,9%, en tanto la poblacin crece a un ritmo del 3,5%. De este modo, segn seala la Federacin Campesina Latinoamericana, . . .la poltica de modernizacin de la agricultura no ha logrado la autosuficiencia alimentaria. Antes bien, ha agudizado la dependencia y vulnerabilidad de estos pases del Tercer Mundo. El actual patrn de produccin agrcola, de comercio de sus productos y de procesamiento e investigacin tecnolgica, ha llevado a una seudo autosuficiencia. . . La agricultura modernizada ha convertido en un verdadero campo la obtencin de ganancias de unas cuantas empresas que controlan la investigacin tcnica, la produccin de semillas, de los fertilizantes y su distribucin, constituyndose en fichas de un verdadero agropoder que amenaza a los pases tercermundistas (10).LA ILUSION DE LA CAPITAL

    Los alimentos faltan, los campesinos -e s decir, los brazos y las almas que se dedican a producirlos- sobran. Ya no hay lugar en el campo para ellos. El espacio agrario parece destinado a ser llenado por la tecnologa de los robots, no por los hombres. En estas condiciones lo asombroso no es que la gente se vaya a las ciudades, sino que consiga aferrarse a su pedacito de tierra y sobrevivir. Cunto tiempo?

    Mientras tanto, las urbes se desbordan, los monstruos ciudadanos crecen. Hasta ayer noms la ciudad, en la conciencia occidental, fue sinnimo de progreso. Aparece histri-

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    camente como el lugar donde sucumbi el oscurantismo feudal, elescenario en que la sumatoria de espritus resulta en la creacin fecunda, el espacio proletario en que el fuego de la organizacin revolucionaria encuentra su mbito. Pero hoy esa sumatoria de espritus ha sido doblegada por la superposicin te culturas, por el agobiante peso de las multitudes desbordadas.

    En las dcadas pasadas, en la etapa de la ilusoria industrializacin, las masas migrantes convergan hacia las ciudades para engrosar la naciente clase obrera industrial. Las villas mi seria eran apenas la antesala, el paradero transitorio desde el cual se acceda a la casita propia, modesta pero digna, a la motocicleta y el automvil. El paradero transitorio se convirti en aguantadero permanente. Los migrantes no buscan ya el trabajo calificado que tos haga

    mejorar su calidad de vida y sus esperanzas. Simplemente huyen del cam po llegan a las periferias gigantescas y misrrimas con la ilusin apenas de encontrar un rebusque .

    En la ciudad, tos que estaban de antes tambin se han multiplicado. Hasta dnde es tolerable tanta gente? En el ao 2.000 la ciudad de Mxico tendr 25 millones de habitantes. H oy, el 60% de tos habitantes de Lima se apian en lo s pueblos jvenes que rodean la ciudad. El periodista Ted Cordova Claure llam a este fenmeno la calcutizacin de las ciudades latinoamericanas , recordando como Calcuta, en 1947, fue invadida por millones de refugiados pakistanes (12). La terrible imagen de aquel memento, con las cloacas desbordadas y los mendigos muriendo de hambre en las calles, es la pesadilla que planea sobre Caracas, San Pablo, Ro, Lima o Buenos Aires. Hasta ahora,

    dos capitales escapan al fenmeno de la explosin de villas miseria: La Habana y San Jos de Costa Rica. E todas las dems el cinturn de mise r ia bordea las urbes: las penetra como metstasis de pronstico incierto.

    Mientras la imagen del progreso , el "desarrollo y la modernizacin campean en la avenida Amazonas en Quito, la calle Florida en Buenos Ai

    res o Sabana Grande en Caracas, las entraas urbanas acumulan tos descalabros del subdesarrollo. El deterioro no es un aspecto, es una condicin estructural: la red obsoleta de caeras y cables es slo una parte de la fatiga. Tambin se han deteriorado las salvaguardas, las precauciones. Cuando en el suburbio de Tlalnepantla, Mxico, estallaron en noviembre del 84 varios tanques de propano, hubo 500 muertos y 100.000 damnificados. Los camiones con cidos, gases txicos, explosivos, que circulan a diario por el centro de Buenos Aires suman sus riesgos a tos alimentos en mal estado, el agua y el aire contaminados.

    En medio de este panorama abrumador, la corrupcin hace estragos y las fuerzas del orden estn situadas exactamente en el epicentro de esa corrupcin. Una de las primeras medidas de Alan Garca fue exonerar a 40 generales de la PIP (Polica de Investigaciones del Per) que estaban complicados en el narcotrfico. En Caracas el cuerpo policial est formado por ex delincuentes o bien delincuentes potenciales. Al igual que en la Argentina, la corrupcin est enmascarada tras una poltica de gatillo alegre que les permite cubrir una cuota razonable de delincuentes abatidos , en la mayora de tos casos inocentes o simples rateros. En Caracas tos abusos son tan grandes que se ha formado una organizacin llamada Luto Activo , integrada por familiares de personas asesinadas por la polica. Los policas mismos son vctimas de esta situacin, como deca el diario caraqueo El Nacional (4/ 11/84): todo conspira para hacerlos criminales furiosos o ladrones impenitentes.DARWINISMO SOCIAL Y MODERNIZACION

    Las realidades determinadas por tos idelogos y tos polticos del progreso, el desarrollo y la modernizacin no han resultado, entonces, 1o que sus panegiristas proclamaban. No slo han sucumbido las ilusiones; se trata de un siglo de profundizacin de nuestra condicin dependiente. Hasta hace un par de dcadas las con

    secuencias de esta situacin de dominados pareca quedar ms en la esfera de la retrica que en la de la realidad cotidiana. A 1o sumo, fuera de tos libros, el monstruo imperialista eran tos marines de Santo Domingo o las compaas bananeras. Hoy se ha colado por todos tos resquicios de nuestra sociedad. Los dos millones de ricos que han florecido en Buenos Aires gracias a tos militares estn construyendo su cultura de bunker porque la situacin explosiva de tos hambrientos ya se huele hasta aqu, pas de las vacas gordas.

    Como con el aprendiz de hechicero, algo ha fallado. La conciencia alienada de nuestras clases dominantes, y de todos tos estpidos que acrticamente aceptaron su proyecto de colonizacin pedaggica, slo tienen como respuesta seguir mirando hacia afuera. Una nueva modernizacin, ms moderno que la otra, nos est siendo prometida. Ahora son la magia de la electrnica, el fulgor de al guna industria que interesa al imperialismo y la agroindustria. Sin embargo debemos prevenirnos: tos grupos dominantes latinoamericanos no estn dispuestos a emerger de la nueva modernizacin con otro fracaso. Esta vez se preparan para el triunfo. Qu triunfo?

    Ante todo una consideracin tica, tenemos que acostumbramos a asumir que todo este proceso histrico que hemos vivido no ha sido en vano para tos grupos dominantes: la falsa conciencia de antao ha sido reemplazada por un nueva tica, antihumanista y profundamente clasista. Quienes defendemos una concepcin humanista podemos resistirnos a creerlo, pero es as: la lgica de tos militares de que un obrero pasaba hambre porque era estpido, y por tos estpidos no vale la pena preocuparse, ha prendido muy profundamente en nuestro cuerpo social.

    El mayor triunfo de las clases dominantes en este ltimo perodo ha sido inficionar en muchos escalones sociales el darwinismo social. La idea de la supervivencia del ms fuerte ha desarrollado hasta su propio elemento estructural (la masa cuentapropista donde se destaca el ms piola) y

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    TRES MITOS LA TINO AMERICAN OS

    ha destruido la conciencia hasta en los aspectos ms desgarrantes (en la Argentina es evidente que la tendencia de la opinin pblica es que el problema de los desaparecidos es ya algo incmodo para todos).

    Decimos entonces que el afloramiento de dos ticas enfrentadas es un factor esencial en cualquier anlisis actual sobre la sociedad latinoamericana. Si antes nos reducamos a las variables polticas como determinantes, hoy ello es insuficiente porque corremos el riesgo de desconocer que esta tica emerge de una penetracin profunda de la ideologa imperialista.

    En esta tica el progreso ha sido asimilado al control elitista -p o r parte de las clases dominantes o sus gerentes del discurso racional; el desarrollo, al crecimiento como mera expansin del producto bruto interno (independientemente de su aplicacin social), y la modernizacin es slo un medio para aumentar la tasa de acumulacin monoplica, mediante mecanismos despiadados de extraccin de la plusvala a nuestros trabajadores.

    La desestructuracin de las relaciones de produccin en el campo y la industria a lo largo de la ltima dcada ha producido una masa gigantesca de desocupados. A esta altura no podemos pensar que esto es un subproducto indeseable del esquema, sino una buscada variable estructural: crear, por un lado, una masa de mano de obra en oferta que disputa entre s y rompe las formas solidarias y organizativas populares; por otro, un enorme sector informal , desobrerizado y con expectativas de clase media, que ha demostrado ser una masa votante que apuntala las nuevas experiencias electoralistas de Amrica Latina.

    En el plano militante, el desarrollo de esta anti-tica constituye un verdadero desafo. El hecho de que la misma tenga un soporte estructural en sectores sociales en crecimiento plantea cuestiones que van mucho ms all de los problemas de la prctica inmediata.

    No basta atribuir el avance de la reaccin a la despolitizacin y sta a

    su vez al efecto-terror heredado de la dictadura. Hay que reconocer que el proyecto modernizacin-darwinismo social encuentra receptividad en muchos sectores sociales (no es ste el lugar para analizar las causas) y que ese movimiento negativo no puede enfrentarse con la afirmacin voluntarista de que los pueblos al final vencern .

    El evolucionismo iluminista y el voluntarismo han causado ya demasiados desastres en el campo popular como para que desistamos de las tareas histricas que se nos imponen, uno de cuyos ejes es la desmitificacin del fatalismo revolucionario.

    La realidad es descarnada: el imperialismo pondr en juego todos los recursos econmicos, militares, polticos e ideolgicos a su alcance para consolidar el proceso de integracin monoplica. Por qu? Porque ante la realidad crtica de la decreciente tasa de ganancia a nivel internacional, la compensacin se hace mediante un proceso continuo, profundizado y despiadado de acumulacin con base en los pases dependientes.

    Este es el eje en torno al cual pivotean mecanismos ideolgicos de encubrimiento como lo son la ideologa de la modernizacin, acompaada de la descalificacin despiadada del ncleo de pensamiento que, a lo largo de estos aos, ha demostrado ser consecuente con un pensamiento autnomo, popular y latinoamericanista: el nacionalismo revolucionario.

    En el pasado hubo una tendencia a relegar las cuestiones ideolgicas en beneficio o privilegio de la militancia concreta y de base; pero el actual proyecto de integracin imperialista se vale de instrumentos inditos (uno de los cuales es el manejo permanente de un doble discurso: consolidacin y aceptacin de la dependencia por un lado, expresin democrtica y populista por el otro). Ante ese desafo, la tarea de lucha ideolgica y de elaboracin de respuesta asume un plano jerrquico dentro del conjunto de las tareas histricas que deben asumir las fuerzas populares y sus militantes.

    La imposicin del marco referencial propuesto por el imperialismo

    debe ser respondido mediante una labor de desmitificacin de ese doble discurso, sealando con claridad los mecanismos de colonizacin mental que se estn inficionando a travs del argumento posibilista.

    En este sentido, el nacionalismo revolucionario est llamado a cumplir un papel central, tanto por su capacidad de recuperar la historia popular como de encontrar una va autnoma de creacin de pensamiento. Los mitos latinoamericanos sustentados por el imperialismo slo pueden enraizar si ese espacio de creacin queda vaco.

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    Si se en tien d e racionalidad social co m o adecuacin de fines y m edios, no h ay duda de que la organizacin incaica fue u n o de los p u n to s de o rganizacin rac ional m is a lto s logrados p o r la h um an idad . N athan W achtel ha d em ostrado (Sociedad e Ideo log a , In s titu to de E stud ios Pe- ru a os 1 9 7 3 ) la eficacia de lo s m ecanism os de rec ip roc idad en tre es ta d o y pueblo , y de red istricucin social del exceden te , a s co m o la relacin e s tru c tu ra l entre estos m ecan ism os y la o rganizacin del ay llu . M anuel Burga. De la encom ienda a la hacienda cap ita lista . pp. 1 4 9 .1.E. P. 1976Segn dice M anuel Burga, Bolvar su p o n a de buena fe que al cabo de c incuen ta a o s la educac in h ab ra o b rad o sobre los ind genas perm itindo les o p era r en paridad de cond iciones en las situac iones de m ercado.C itado p o r T ris tan P la tt. E stado Boliviano y ayllu and ino , pp . 74 I. E.P. 1982 .Ib id an t.Ib id an t. pp. 75 Ib id an t. pp. 75Carlos Jara , El m odelo de m odern izacin y la crisis del agro. En E cuad o r ag rario . E d . E l C onejo/ILD IS , Q u ito 1984.M anuel C hiroboga. La pobreza rural. E n E cuador: el m ito del desarro llo . E d . El C onejo /IL D IS Q u ito 1 9 8 2 . E n L uchem os , rgano de la F.C. L. Caracas sep tiem bre 1985 El ag ropoder n o slo co n tro la la p roduccin y la com ercializacin . La provisin de insum os tam bin esta en sus m anos. E n E stados U nidos (y de a ll expand indose a los pa ses perifricos, el 79 /o de la sem illa de frijo l es p ro d u c id o p o r Sand oz, U nin C arbide y U p jo h n l 66 % de lechuga lo co n tro la ITT, U nion Carbide, Celanesse y U p john , el 50 /o de la d e m az , P ionner y D ekalb.T ed C rdoba C laure. La calcutiza- c i n ' de las c iudades am ericanas. En N ueva S ociedad N 75. Caracas, F eb rero de 1 985 .