programa de mano de otello
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TEMPORADA ÓPERA DE OVIEDO 2014-2015
23mona un “Ave Maria” sanadora. De hecho, se contraponen el “Ave Maria” de Desdemona y el “Credo in un Dio crudel” de Jago como exponentes, respectivamente, del bien y del mal en estado puro, lo que dejaría a Otello perdido entre dos polos opuestos. Por tanto, Otello y Desdemona comparten, sin ser conscientes de ello, “un terrible desamparo” (Wain: 143).
Se dice a veces de Othello que es un drama familiar, una trage-dia doméstica, pues Othello, un hombre curtido en mil batallas navales, pierde su magnificencia cuando pone pie a tierra y se convierte en ciudadano. Nuttall dice de esta obra que es la histo-ria de un héroe que entra en su casa y se transforma en un mero mortal (134). No es que le falten las palabras, pues se trata de un héroe literario en una obra de Shakespeare, sino que su va-lor social depende de la existencia de enemigos tan extranjeros como él; sin turcos que vencer, Othello se desvanece en el con-texto veneciano. Paralelamente, Desdemona sólo se desenvuelve bien en su casa, entre mujeres, y su valor social depende úni-camente de que no se la vea ni se la oiga. Cuando Desdemona transgrede esta frontera invisible, cuando intercede por Cassio, se condena inopinadamente.
El pañuelo que Othello regala a Desdemona, como símbolo de transmisión de valores genealógicos, se convierte, casi por defi-nición, en un amuleto de perdición. Es un objeto pequeño, de tocador, que Othello, en su papel heroico, no sabe manejar, y el propio Othello le confiere un significado que va más allá de lo
El pañuelo que Othello regala a Desdemona, como símbolo de transmisión de valores genea-lógicos, se convierte, casi por definición, en un amuleto de perdición
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24 racional. John Wain lo advierte: “la reacción de Desdemona es propia de una mujer occidental. Si hay tanto fetichismo unido al pañuelo, habría sido mejor no regalarlo. La laguna entre el trasfon-do antropológico de ella y el de Othello se manifiesta enseguida de manera cruel” (152).
Es esta crueldad, indudable, junto con la exaltación romántica de los celos de Othello, lo que ha convertido hoy esta obra en texto de análisis desde la perspectiva de la violencia de género. La ex-trapolación más ingeniosa es la de la escritora alemana Christine Brückner, quien confiere a Desdemona el poder de la palabra en su último cuarto de hora de vida, a pesar de su queja: “Nadie me ha enseñado a expresar mis sentimientos. Ya que una mujer tiene que ser recatada y guardar silencio. ¡Qué estupidez! ¡Qué letal pue-de ser!” (25). En su monólogo, Desdemona interpela a Othello con sus mismas armas absurdas:
No tengo aquí un pañuelo para secar mis lágrimas, déja-me el tuyo, como has hecho a menudo. ¿Que no llevas un pañuelo en el bolsillo? ¿Y eso, Othello? ¿Acaso no he co-sido y bordado pañuelos para ti? He escogido la seda y, en ocasiones, la batista, he pasado tanto tiempo pensando en ti cuando estabas embarcado. ¿Dónde están ahora esos pañuelos? Eran pruebas de mi amor. ¡Dime! ¿Acaso los has perdido? (28)
La historia, a través de sus manifestaciones artísticas, va tejiendo un intertexto de interpretaciones que avanzan nuestro entendi-miento de los temas, a la vez que adaptan éstos a los cambios so-ciales y culturales. Que un pañuelo haya desarrollado su potencial simbólico desde aquel “trasfondo antropológico” hasta expresar un sentimiento absolutamente contemporáneo, supone una finta dialógica digna de reseñar, ya que nos sitúa en una isobara crono/tópica que fija la universalidad del arte.
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26 Si el pañuelo es el desencadenante último de la tragedia, Emilia, mujer de Iago y doncella de Desdemona, es quien tiene la capaci-dad de desentrañar el ovillo de maledicencias, lo que no la exime de morir apuñalada por su marido. Emilia, como parte de la ser-vidumbre, tiene más espacio verbal que su señora, y lo utiliza. Su discurso está cuajado del campo semántico del habla: “¡Lo diré! ¡Lo diré! ¿Callarme, Señor? ¡no! Hablaré con tanta libertad como el viento del norte. Que el cielo, los hombres y los demonios gri-
ten vergüenza contra mí ¡pero hablaré!” (V, II). Ante tal avalancha, los hombres sólo pueden contestar con las espadas; Iago mata a Emilia, Othello hiere a Iago, a quien condena a vivir, y, finalmente, se quita la vida.
En su monólogo último, Othello, devastado su crédito como amante y marido, vuelve los ojos a su pasado heroico y pide que le recuerden como el aniquilador del enemigo turco y el salvador de la República de Venecia. Pero ya habíamos visto que Othello no es un drama de estado, sino personal, por lo que sus celos irra-cionales y el asesinato de Desdemona lo acom-pañarán a través de la historia. Como lo prue-ba la interpretación de Verdi y Boito, que casi tres siglos después olvidan al héroe guerrero y terminan la ópera con un Otello trágicamente enamorado:
Antes de matarte... esposa mía... te besé.Ahora, antes de morir... en la sombra don-do yazgo...
Otro beso... otro beso ¡ah!... un último beso...
OBRAS CITADAS
Brückner, Christine (1983):
Wenn du geredet hättest, Desdemona. Hoffmann und
Campe Verlags, Hamburg.
Hidalgo, Pilar (1997):
Shakespeare Posmoderno.
Secretariado de
Publicaciones, Universidad de
Sevilla, Sevilla.
Nuttall, A.D. (1983): A New Mimesis. Shakespeare and
the representation of reality.
Methuen, London and New
York.
Wain, John (1964): The Living World of Shakespeare. St.
Martin´s Press, London.
NB: la traducción de las citas es de la autora del artículo.