pasado y presente indígena en el mollar

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PASADO Y PRESENTE del Pueblo Indígena Diaguita de El Mollar Nuestro pueblo es uno de los más antiguos de estas regiones montañosas que hoy conforman el noroeste de la Argentina. Los testimonios aún se observan en todo el cerro Ñuñorco y el Alto. Sus faldas, mesadas y su parte más baja, sobre el río, llevan en su seno las evidencias de nuestros ancestros. Son más de dos mil años de historia, ya que se puede hablar de los tiempos en los que aún nuestros pueblos no se centraban en la vida agropecuaria que, después, se constituyó en el anclaje de nuestras prácticas y de nuestro modo de ver las cosas y el mundo.

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Referencia cultural e histórica breve de la Comunidad Indígena Diaguita de El Mollar. Argentina, Tucumán

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Page 1: Pasado y Presente Indígena en El Mollar

PASADO Y PRESENTE

del

Pueblo Indígena Diaguita de El Mollar

Nuestro pueblo es uno de los más antiguos de estas regiones montañosas que hoy conforman el

noroeste de la Argentina. Los testimonios aún se observan en todo el cerro Ñuñorco y el Alto. Sus

faldas, mesadas y su parte más baja, sobre el río, llevan en su seno las evidencias de nuestros

ancestros.

Son más de dos mil años de historia, ya que se puede hablar de los tiempos en los que aún

nuestros pueblos no se centraban en la vida agropecuaria que, después, se constituyó en el anclaje

de nuestras prácticas y de nuestro modo de ver las cosas y el mundo.

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Somos un pueblo pastoril y agricultor. Los cerros, especialmente el Ñuñorco - o Panaqchao,

como es su nombre cacán -, y el Pelao o Ampuqcatao, y este Valle, son nuestra cuna, nuestro origen.

Somos el pueblo de este gran cerro con forma de pecho de mujer: “ñuñu”, “orco” como lo

denominaron los quichuas, cuyo imperio se extendió hasta estas regiones poco antes de la invasión

española de nuestro territorio.

Nuestros primeros abuelos habitaron cerros y un valle distintos a los actuales.

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Otros animales, otras plantas formaban parte de su vida. Las vertientes eran abundantes. Los

ríos y arroyos, limpios y puros, regaban suelos muy ricos. Los queñoales daban sombra, madera y

tinturas, y el algarrobo (“arbolito”, para nosotros) era madera, sombra, fruto y COMUNIDAD. Las

piedras, esas rocas que cubren nuestros suelos, eran y siguen siendo el nexo con la madre tierra,

son símbolo de los ancestros vueltos piedra para protegernos, para orientarnos... Cada piedra larga

o piedra parada representa la gente que ya no está con nosotros, que con su sabiduría nos indica el

camino a seguir. La tierra misma encierra, contiene nuestros ancestros, tan cuidadosamente

dispuestos por los abuelos.

Nuestros abuelos cultivaban - como aún lo hacemos varios hoy en día - en distintas partes del

Valle, y cuidaban sus animales en todo el cerro. Es conocido que sus familias se extendían por todo

Tafí, pero también, por el monte del Rincón, La Casita, el Cerro Grande o Muñoz, Cerro La

Cumbrecita… Nuestra gente estuvo íntimamente vinculada con la del Valle de Yocavil. La lengua

cacana da cuenta de una identidad común, aunque nuestro emplazamiento, que se articula

fuertemente con las selvas y los bosques del oriente, siempre ha generado diferencias.

Los documentos de la época de la colonia española, hablan de nosotros como los “TAFÍES”.

Fuimos de los primeros pueblos exiliados bajo el sistema de trabajo forzado de la encomienda .

Nuestra historia de los últimos 500 años es muy tumultuosa y compleja. Nuestra memoria se vio

quebrada y tergiversada por la historia que construyeron los vencedores.

Esta parte de nuestra historia, la más oscura, comenzó en 1552, apenas unos diez años

después que los españoles pisaran nuestras tierras por primera vez. Nuestros abuelos fueron

llevados al llano para allí hacerlos trabajar para el conquistador, aunque lograban escaparse y

volver al Valle toda vez que podían. Posiblemente por eso, un descendiente del primer encomendero,

decidió pedirle al rey de España la posesión del Valle de los tafíes, aunque sostiene (miente...),

diciendo que en él ya no vivía ningún poblador originario. Así, creyéndose dueño y señor, el rey le

entrega estas tierras a Melián de Leguisamo y Guevara en 1617, quien parece haber elegido El

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Mollar para levantar su residencia. Ahora los españoles exigen tener “propiedad” de nuestras

tierras y de nuestra gente. Y ésta no era poca, se trataba de uno de los grupos más numerosos.

Nuestros abuelos se han rebelado permanentemente al dominio español, ofreciendo resistencia y

participando de las guerras en contra del mismo. Pero, inevitablemente perdieron la posibilidad de

continuar muchas de nuestras tradiciones, de aplicar nuestros conocimientos, incluso sostener

nuestros lazos comunitarios.

Ello, unido a la presión de la iglesia católica, que fue exigiendo la destrucción de nuestra

cosmovisión, pretendiendo reemplazar ideales, concepciones y creencias.

Hoy muchos somos cristianos, pero procuramos reconstruir las bases de nuestra forma de ver

la vida y el mundo, que siempre nos hizo sentir diferentes y que se arraiga en nuestro origen, en

nuestra historia y nuestra cultura.

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En el siglo XVIII el Valle fue comprado por la Compañía de Jesús, la que reordenó las tierras,

dando forma a lo que, una vez que ellos fueron expulsados, conformarían las Estancias en el Valle.

Con este cambio, mucha de nuestra gente se escapó con sus animales a los cerros, montes y

quebradas.

Ya en la primera mitad del siglo XX nuestra agricultura había cambiado, integrando al trigo

como un cereal de gran importancia, aunque nunca hemos dejado de cultivar nuestra chacra, las

angolas, zapallos y legumbres. Nuestras familias intercambiaban sus productos en distintos puntos

del Valle y fuera del mismo, para poder obtener, por ejemplo, las misturas o la sal. Las familias de

antaño pasaban mucho más tiempo en sus puestos en los cerros y quebradas que hoy

…pero, igualmente solían tener una vivienda en la villa de El Mollar.

Era aquí donde se hacían los rodeos de los animales, reunidos luego de corridas de una semana

de duración, que se hacían desde la localidad de Santa Lucía hacia arriba. Gente como don Rosario

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Cruz da cuenta, junto con apellidos como Romano, Chavarría, Mamaní o Moya, de la antigua

ascendencia de los integrantes actuales de nuestra comunidad.

Las mujeres se especializaron en la elaboración de frazadas y finos ponchos (a diferencia de

las de Tafí, por ejemplo, que se dedicaron más a piezas como las jergas o abajeros de montura).

Nuestras viviendas, de paredes de adobe y techo de paja, se emplazaban en medio de los

pedregales que encubren los espacios ocupados por nuestros ancestros.

Desperdigados entre ellos, estaban nuestras huancas (los hoy denominados menhires),

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… que bajo la dictadura militar de los 70, nos obligaron a arrancar de nuestras entrañas y

llevarlos a otro lado sin sentido alguno.

El siglo XX - con la apertura de la ruta nº 307 - hizo mayor nuestra participación de la

economía provincial con la zafra azucarera. Nuestra gente ha sido obrera en los ingenios San José

y Santa Lucía, principalmente.

Aún hoy, habitan en la localidad de San José un gran número de familias mollaristas.

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Desde 1971 las tierras de la estancia de El Mollar pasaron a manos del Estado provincial.

Nuestra gente, con ello, pudo disponer de sus tierras para hacer sus viviendas donde lo necesitaba.

Ya no respondían a los requerimientos de una estancia, como lo siguió siendo en gran parte del Valle

de Tafí.

Se desarrolló un espíritu más independiente.

Aunque nuestras escuelas se multiplicaron, la educación de los nuestros sigue teniendo un

fuerte componente de oralidad.

Es en nuestras conversaciones en donde nos actualizamos, nos informamos, y crecemos a

partir del relato de nuestros mayores.

Continuamos confiando en nuestros médicos, en su sabiduría ancestral. Nuestros carnavales,

nuestros casamientos, se renuevan en la pachamama y el manejo de los animales.

Page 9: Pasado y Presente Indígena en El Mollar

Continuamos confiando en nuestros vecinos, colaborando en sus tareas como lo hacen ellos, con

las nuestras.

Con nuevas perspectivas de construir un futuro más justo para los nuestros, abordamos

recientemente el relevamiento territorial que la legislación nacional ha previsto con tal objetivo.

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Hemos mostrado nuestra gente, nuestros lugares y forma de vivirlos…, nuestra historia, que

es pasado y presente.

Estamos luchando en contra de aquellos que, aún hoy, creen que pueden seguir avasallando los

derechos de los pobladores nativos de la región.

Trabajamos en la defensa de nuestros derechos sociales, culturales y, por supuesto,

territoriales;

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…porque nosotros somos UNO con nuestra tierra, seguimos siendo “pueblo” mollaristo, pueblo

del Panaqchao.

Bárbara Manasse

Comunidad Indígena Diaguita de El Mollar. Personería Jurídica 24/2006 INAI

Enero 2011