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MONAR EN

PABLO FERN.~NDEZ ALBALADEJO

Coordinador

.QU~A, IMPERIO Y PUEBLOS LA ESPARA MODERNA

Actas de la IV Reunión Científica de la Asociación Española

de Historia Moderna

Alicante, 27-30 de mayo de 1996

CAJA DE AHORROS DEL MEDITERRÁNEO UNIVERSIDAD DE ALICANTE

A. E. H. M. 1997

O Caja de Ahorros del Mediterráneo Publicaciones de la Universidad de Alicante A. E. H. M.

ISBN Obra Completa: 84-7908-370-0 Tomo 1: 84-7908-371-9 Depósito Legal: A-1679-1997

Fotocomposición: B ~ s ~ a g m a f i c Aries, 7 . 0 511 47 58 - 51 1 47 94 Fax 511 50 13

Imprime: INGRA Impresores. Avda. del Zodíaco, 15. O 528 25 44

Encuadernaciones Alicante. Políg. Ind. Pla de la Vallonga, C 4, nave 11

a comunicación constituye un pequeño anticipo de una investigación de mayor alcance, elite en curso, sobre el patriotismo en las sociedades europeas del Antiguo Régimen y, en as, eri la Cataluña de los Austrias. En este apunte, sin embargo, nos limitarnos a plantear

ola (aunque ciertamente crucial) cuestión, a saber: si en la Cataluña de la llamada Guei-i-a de istir, en realidad, un auténtico patriotismo popiilar o si, por el contrario, el

ismo fue -y era, en general- exclusivo de las élites o las clases dirigentes del Principado. ilucidar este interrogante hemos llevado a cabo un análisis de la cróriica y testimonio de

61), u11 zurrador o menestral barceloriés que escribió uria prolija nari-ación e crónica, diario y memorias familiares- de los aconteci~nientos más sobresalieiites

dos en Barcelona y Cataluña durante el período 1626.1660, En dicho análisis hemos pres- una atención especial al vocabulario de la fuente y del narrador, pues presuponemos que la

cia o ausencia de determinados vocablos, así corno su polivalencia o connotaciones al uso, facilitar la resolución de Lü cuestión planteada: jexistió un patriotismo popular en la Guerra

srrcsesor qire hnii sricsej't diiis Boi-seloiin g cii iiiolrr ( i l i i rs Iloclis de Currilriirj'fi r1igile.s rlc ersitíiria de Barcelona, ms. 224 (146 ff.) y 225 (180 ir.). Se Ihnn piiblicado los c;ipiiulos de-

icados a la peste de 1651 en PARETS, Miquel, Dietrrrz díiri < I I ~ J ~ ~ ~ I > c s I < ~ , en edición y estudio de AMELANC, James S. oaRes, Xavier, Vic, 1989. Sobre el autor, véase asiinismo AMELANC, James S., «La visió del món d'llii assaoiia-

dor del s. XVII. Yartesh coin a Icarn, L'Avcnc, núm. 87, 1985. pp. 20-25.

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1. PLANTEAMIENTO na iiivestigación sobre las posibilidades de existencia de un genuiiio patriotismo popular en La abundante publicística catalana de la Guerra de Separacióii, de cariz instituciolia~ o uña de 1640 no debiera obviar otra facetaoderivación del mismo, a saber: si u ~ i patriotis-

institucional en general, remachaba una y otra vez que los catalanes se había11 alzado colitra F este género podía resquebrajar o incluso suplantar el aparentemente acendrado y eiiraizado IV a fin de salvaguardar su patria y, particularineiite, aquellas coiistiiuciones o nlibei.tcidesx 'cisino de los medios populares, tanto rurales coino urbanos. Ante la disyuntiva de rey opa-

vinciales que hacían del Principado una entidad política si~igular eii el sello de ]a M~~~~ i có~no y por qué se optaba por uno u otra? Desde luego, semejante alternativa no era exclii- de las capas populares: nobles, obispos, «cilidridcii~os hoiirridos» se hallaron en idéntica tesi- Hispánica de los Austrias. No era otra la razón que habría llevado a los catalanes, sin distin Pero aquí-ya lo hemos advertido- nos ocuparemos únicamente del análisis de las reacciones clases o estarneiitos, a buscar la protección del monarca francés: egrciiu )) xichs, h&iizeizs y lares: las menos dociirnentadas y las más complejas a uii tiempo. Las págiiias de la extensa pobres riclfs, nnt~lrn1.r p fornsters ... tots iiirilniiizes y coizcordes . . hnrz rlc~idit n /as port,s , 'ca del zurrador barcelonés Miquel Parets (1610-1661), muchas de ellas dedicadas a la Guerra

Clzristianíssinz Lkiys XIII, Rey de Frciizcci, )t.. lo han señnleit pei- son Señoi:.. y por señor 0s Segadores, pueden ser u n buen punto de partida. Exainiiieinos, en primer lugar, la fuente. Ccltcilliñn» (2). . ,

Y es que las constitucioiies eran el fundamento a l decir de estos panegiristas- taiito de 1 bertad com; de la identidad de los catalanes: el «grniz blossó dels crrfciloi~s», coino se [ee chos textos del período. Por esta razón, la obligación de todo bon ccitcilil iio podía ser otra qi

((proaireir crb totns veros la gacirdci B observcmccr de sns cui~stitiicions (...) estiiizriizt-las B ~ , ~ ~ ~ i ~ ~ ~ ~ las coiiz la iibzn de sos propis iills». Y llegado el caso, «per&erper lo defei~cn de ellas seis ,,id corzsiderailt que teiieiz gloriosa rnort q~iaizper defeizscir-Iris los ve, 3' ril contrflri, que gi-aiz iilfiriizin y ignonziiziosn rzofa de iizols pcitrícios si periizeten 11ur iizobservcii~cn~. O bien, <, Ienr y arrisccir sas vidas eii. defenscr de son Déii, de sci propio hoilrrci y de sci piltrin [abaijs] ( vilírei- slibjectes )> esclaiis (...) coi~z si Izogitessiiz estnt coi~q~iistcits y estiguessiiz destitiri%, de ijl

legis, Ilibei-tcits y exeiizpcioi~su (3).

Hasta aquí los iextos, cuyo carácter entusiástico y propagandístico, no admite <liscusióil. siil embargo, esta versión de los hechos obliga a preguntarse, por supuesto, si un patrioiisino catc~láil fundado exclusivainente o primordialmente en la defensa de unas constitucioiies o <<lihertridcs,, que no aprovechaban a todos por igual podía suscitar, efectivamente, la adhesión y moviliració~t de la mayoría de la población catalana; es decir, de las masas rurales, tan activas en 1640 y el1 ; - posteriores, y del pueblo Ila~io de las ciudades. En otras palabras, si ;Visen In Pilti-iii!, divisa titucional acogida y difundida por la publicística impresa, significaba lo mismo que ;Visen I( rra!, el conocido grito de guerra de los segadores y campesinos alzados contra los tercios de Fe IV en la primavera del año 1640. Comparación, dicho sea de aso, taiito o más pertinente Ior to la publicística catalana de la Guerra de los Segadores e incluso la q ~ r e i ~ s n » que le era i

ta o favorable parecen evitar cuidadosamente el térmiiio de «tierrri», que sólo comparece, p ra decirse, por lapsus o error. Así, se localiza uiia sola vez eii el copioso coiijunto de gacetas laciones de sucesos compilada por H. Ettinghauseii (y no por casualidad, seguramente, eii lleto de formato y lengua más popular). Pero su rareza es mayor todavía en el caso de los ti., y alegatos políticos en favor de la causa catalana, cuyos autores sólo conocen, al parecer, el s ficado de patria (4).

L MANUSCRITO DE UN MENESTRAL BARCELONES Docuinentos de esta naturaleza, como es sabido, no son abuii<lantes. La crónica de Parets, tuye, hoy por hoy, uno de los escasos testi~iioiiios populares tanto de la Guerra de los

res coino de la Cataluña o de la Barceloiia de los Auslrias. Ahora bieii, su visión de la so- catalana del período e incluso su percepción del conflicto con la inoiiarquía, no son forzo- e las rnás espontáneas o populares. De una parte, porque puede deinostrarse (aunque aquí ayamos a hacer) que la narración de Parets (especialmente para todo aquello que sucedía á del término o veguerío de Barcelona) se nutría en buena parte de los folletos y gacetillas

circulaban impresos por la ciudad. Lo cual, desde luego, podía modificar (o incluso distorsio- no sólo su ~~coizcepcióiz del in~ciido» siiio, además, el vocabulario mismo de su manuscrito, al rporar o Iiacer suyas expresiones o giros ajenos pero que le parecieran -a nuestro novel e in- so escritor- más apropiadas o elegantes que sus propias y descastadas palabras. Trata~.emos (le oportunamente, hasta qué punto el contacto de este autor popular coii la literatura culta u ofi- alteró el vocabulario o espontaneísino de su obra.

Por otra parte, Parets iio es la voz del pueblo llano sin rnás. Lo que Ilainainos por conveii- o comodidad tpiiehlo Iloizo» o «clasespopi~lciresu era, en aquel tieinpo, un elaborado y coin- sistema de clasificación y discriininació~i social, con sus tópicos o lugares comunes, y sus iio s inevitables aiitagonisinos y exclusiones. Nuestro zurrador no sólo compartía (según se de- de siis notas y inanuscritos) los criterios básicos de dicho sistema de ordeiiación social, siiio demás, ocupaba u11 lugar relativamente privilegiado dentro del inisino (razón de más para

r suyos los valores y comportainientos que lo definíaii). Maestro gremial, soldado de la coro- urbana, miembro del Cuiisell de Ceiit, nuestro menestral constituía uii exponente de la «so- id ordeiinda~ y rígidamente corporativade su tieinpo.

Porque Parets, antes que catalán, o iiicluso barcelonés, era, por encima de todo, un menestral ii16 ineilor de la ciudad de Barcelona. El significado de una adscripció~i semejante fue ya ta- mente enunciado por los tratadistas catalaties de los siglos XIV y XV; todos ellos fervorosos idores de aauella doctrina nristotílicn y antropomórfica según la cual <<tots los hYiizei~s ... iio .

eii ~ S S E I . igli(ils», así como talnpoco lo eran los diferentes mieinbros del cuerpo huinano.

C<iiii~iliir! M... I > C ~ /OS ó~)i!~mx <le ros rii,lel~ossrils, Barcelon;,, 1641 , sil. ecueiiteineiite, autores como Francesc Eixiineiiis dividía11 los habitantes (le uiia ciudad eii tres

3.-Citas extraídas deBAsIL1 UE RuBí [ed.], Lcs Coirspciieia1.s (le Pmi Cliiiis, Barcelona, PSVC, 1976. ]'p. 346-347 es o iiinils. Eli la cima, la inil iiic~or o principal, es decir, la de l~oizrnts ci~itcrdriris, qiie «S ?¡/e- 275 en diverses iizcii~eres 1' privilejiis (...) iiiviilr de Iliirs reildes y hoiior~ilileirzei~t segoi~sfiri~zci de . . .

4.-Esperalnos poder cuantificar en breve este aserto. Para cl aiiilisis dc las giicctillas y «relaciones dc sucesos. 110s cillers~. A contiiiuació~i, la i i z i nzitjoiza, que podía encuadrar tanto juristas y notarios coino iner- mos servido de la iiiil com~~ilacióii de E ~ I N G H A U S E N , Hei~ry [ed.], Lii Giici-iii cleleh Scg<idois <i iiai.i.7 (le Ifi eres y paBeros poder os os^^, pero especial y significativainente atots riquells qui seiise geizeia- I';l~ucíi. Bai'cclona, 1993,4 vols. t [o izoblesa] tenen grciils riqaeses eiz In ci~itcit». Finalmente, la ii16 iizeilor o de iizeifesrrfi~s, quc

comprendía todos aquellos oficios «comlins i necessnris, ai.ri conz són paraires, snstres, aria del populoso barrio de la Ribera, sobreviviendo mal que bien merced a faenas teinliora- teixidors ... flequers, ccanissers, pescadors ... g tenders de totes cosesfi~iniliars en ocasioiiales que no precisaban -según los cánones doininantes- de ningún «arte>>; y que, a iia, e11 cellei; o eiz q~mlsevol fi ltra coi~zlrna izecessitnt de casas. En suma, unos se defiliía capaz de sobreponerse a la adversidad continuada, se veía obligado a abandonar esta- utilidad; y otros, por la riqueza acumulada. Frente al ideal rentista de la iizri mrijor, los iiit o defiiiitivainente la capital catalana (aunque otra corriente migratoria de signo inverso re- de la i112 ineizor se definían, ante todo, como iin estamento de trabajadores. a inmediatamente tales vacíos). Eran los ganapanes y mozos de cordel; los estibado~.es, ina-

Por si quedara alguna duda, Eiximenis y otros tratadistas posteriores lo subrayaran ores; los criados domésticos y jornaleros; las lavanderas, revendedoras del mer- inente. Pues cada «inaizo» o estamento urbano exigía y se definía por unas deter tichas viudas sin recursos, tan nuinerosas en el Raval; los inendigos e iiidigentes que y conociinientos. Así, mientras los miembros de la iizri innjor, el orden civil y político nos puñados de grano de las gavillas descargadas y apiladas en la playa ... (8). lencia, necesitaban saber «lleis, fiirs, corzsells p cosf~rnzs de l a terrn», tener cp,iicticci d Eran, en una palabra, el poble rneiiut de Barcelona: una iiutsida capa de población urbana que llar», y poseer conociinieiitos de gramática («pero sctberparlara) o de histori lnpos de falta de trabajo o de carestía se engrosaba sensiblemente y tendía a confundirse con oportuiias lecciones de los regímenes y gobiernos antiguos), los coml~onentes

stratos inás débiles de la 1116 iizenor, pero que en épocas de «iiori~irrlidrrdu (tan escasas, cier- teiiían, a su vez, sino una sola y bastante elemeiital obligación: «saber crrscli

nte, por aquel entonces) constituía un grupo social específico, iiicoiifuiidible, coii u n territo- r [ i i z~~, es decir, ejercer tan bien como supieran sci oficio particlilas (5).

itado (en toriio al puerto y el Rec Coinial, y hacia poniente, en el Raval), uiias tra- Coino orden subalterno pero socialinente reconocido, pues se trataba tle s peculiares de revuelta y aquiescencia, y una concepcióii del orden social y de la ciodad

cesscrris», la i ~ i d inenor barcelonesa tenía voz y represe~itacióii en el gobierno lita, en suira, de los componentes de la iiiri iizeiior. El propio Parets presenta siempre así Coiisell de Ceizt; especialinente desde aquella auténtica revolucióii inunic

1111 grupo aparte y distinto- a los Iiabitantes pobres del barrio de la Ribera, esos iibereiics Barcelona de mediados del siglo XV, cuando los seguidores de la denominada Busc los Ila~iia- siempre prestos a encolerizarse por cualquier razón -especialmente, pero iio de los Tres Estarnentos (inercaderes, (<artistas» y menestrales) coiisiguieroii el precio de la subsistencia-, proclives a la acción diiecta sin tapujos iii forinali- cinco coizsellei?es de la ciudad, inonopolizadas hasta entonces, aíio trás año, por los holirflts anentemente e11 guerra, al grito de jvisccl In term!, con los soldados genoveses dc fridaiu de la inri iiirrjor (6). En los tiempos que Parets iniciaba la redacción o elaboración de sii I rey (aunque también hacían y gritaban lo mismo en sus reyertas de la calle nica, los municipios de Barcelona y otras ciudades catalanas llamaban la aten

llers con algunos marineros inallorquines recién desembamdos), el notable grado de representación subsistente de los eslamentos populares (7). Desde coinie del siglo XVI menestrales y «artistos,j (un grupo de profesiones como notasios, cirujanos y go, este no era el inedio social de Miquel Parets: u11 menestral amante del orcleii y beros, especieros y boticarios, y candeleros de cera, que habían decaído recientemente a la iiz? I grito de jviscn ((1 rerrn!, por lo menos en boca de ribereilcs, no dudaba en encerrarse izor) retenían 64 de los 144 escaños tebricos del Consel! de Ceiir (un 44%), m pia casa; y así se lo recoineiidaba, además, a sus lectoi-es u oyentes (pues el cro- dndrmos hoiirridos», los caballeros (ahora incluídos en la nzri inajor) y los gnir ás de una vez a los nltdieizs), ya que einoi i io eiz ix iiiiigllii(l persoii(1 bé, coin scs

derecho y medicina) sumaban 48 (un 33%), y los mercaderes o iizd initjrinri, los 32 res cin iiioltes vegndes (...) lo inil lor -coiicl~iín- é.s a/~rirfcir-se, que si no h i nizcili i io

Se trataba, ciertaineiite, de una mayoría fictícia, pues la ma inajor se reservaba perpetua1 miz ei~crllpar». Otra cosa fuera que se tratara -aclara Parets- de teilei~zigosa, «qlle (des-

primera magistratura de la ciudad (la conse!leriri eiz cap), y aún la segunda y la ter s sa de desar tof, tiles a6 forestes ni geizt de l i ferro [es decir; riberencs], cipartrr~se, q ~ i e iizcii

que los mei.caderes ocupaban la cuarta, y los «arfistns» y menestrales, a su vez, de yx niizgrliin pec~o i ia bé, ccoz se.s vist per esperieiisiri nzoltes vegcidesx [1, 251. Acababan de altertiativarnente la quinta y última coiuellerin. El orgaiiigraina municipal, pues, refleja gar-todo liay que decirlo- dos jóvenes riberencs, inculpados eii una de tantas refriegas con los simulo quién inatidaba verdaderamente en la urbe. Pero la participación y experiencia p dados de las galeras reales. Pero la aversión de nuestro zurrador ante los motines del pohle iiie- la i~zri iizeizoren el seno del Coizsellde Cent no eran desdeñables. Y coiitribuían, desde luego r el género de «co~zservnd~iri.<i~lo» y equidistancia que caracierizaba la tercera fiiiir la naturaleza de esa tercera «iizrrno>>, equidistante por igual tanto de los «mili Barcelona y de otras ciudades catalanas del pesíodo. Se trataba, en soma, de un medio cratas corno del pohle ineiiltt o arrabalero. lar específico, alejado por igual taiito de la aristocracia urbana corno del poble iizei~lit; pero

Porque la «mnizo iIzenorJJ no se confundía, en ningún [nodo, con aquel segmento d iite de éste último, pues, a fin de cuentas, los inenestrales eran tambiéii personas ((con ción urbana sin oficio ni beneficio, que se amontonaba en el Raval de la ciudad o o» o estatuto corporativo reconocido. Así, la frontera que separaba a la inri i~zeiior de las geii-

el arrabal era, en realidad, la frontera entre el orden establecido y el desorden social.Y auii- 5.-EiXIMENIS, Prancesc, Lo Cresiiii. lib. l?", caps. XIV, CXV, CCX. CCCLVII; véalise las nntol la carestía o las calalnidades (tan frecuentes) pudieran reblandecer algo, o mis bien episódi-

i m n/ regle XIV, de Wcns~c~, J., Barcelona, 2" cd., 1980, 1111. 11-14, y LO Ciestiii, a cargo dc H~ur, nte, una demarcación tan taxativa, la separacióii y el contraste entre onos y otros existía11 e 1983, ~JIJ . 183 y 193. o se cultivaban a conciencia.

6.-BATLI.E. Carme, LA crisis socio1 1, cco~i<j,íi,iicn de Borccloiin ri iiierlirirlos 11~1 sir10 XV. B;ircelona. 1973. 2 las caraclerísticns y evolución general del municipiu ciitalán dcl Antigua ~églincli, TonRAs RioÉ, Josep h iiicil~is cnrolniis de I'Aiiric Resiiii (1453-l808j, Barcelona, 1983. ELANG, Jilcnes S.. « ~ c o G e of thc Ribera: Popular Poliiics 2nd Neiglihoiliuod ldentity in Early Modern Baicclona».

VV. AA., C~iIiiirc oiid ItlenriQ i i i Eiidy ModeiTi &rn-opc (1500-1800j. E,Y,Y~IJ~ ii, Hoiioiri. o/N. Z Dotlis, Aiiii Albor, 7.-AklELANG, JillneS S., «Coligariluia ciutiidana a la Barcelona moderna: una aproaimació cornparaiivl>,, 93.1111. 119-137. Sobre la toi1oaralía urbana barcelonesa, GARC~,~ ESPUCHE, Albcrt y GUARDIA, Maiiiiel, E.~l~iii i so- . . . . - núin. 13, 1983, pp. 7-25, rnt ri lii tlorccloirii /]re-iiidiisiiiol, Barccloiia. 1986.

Y era natural o inevitable que fuera así. El universo de Parets se componía de rostro PATRIA Y REY EN LA CIUDAD sonas coiiocidos, que uno podía esperar encontrar siempre en el lugar indicado, ya fuera en e Parets, desde luego, se sentía profundamente identificado con su ciudad. y, de hecho, «lapo. Ilei; en familia o en la milicia gremial de la ciudad. Un mundo reconocido y recoiiocible de otros menestrales de Barcelona, era, ante todo, un asunto urbalio o conexo coll gas y maestros gremiales coino él inismo, que poseían un peculio variable, e dad: con su abastecimiento, sus actividades e intercainbios, sus dineros y sus privilegios. a menudo, pero que compartían al fin y al cabo, y i n h allá de los contrastes económicos in a de Parets se abre e inicia con la venida de Felipe IV a la capital catalana, en 1626, para ce. duales, una visión semejante del lugar que ocupaban en la sociedad estamental del período y rincipado en ella. Coino es sabido, estas co~iflictivas e inacabadas cortes cons. trama urbana barcelonesa. Ciertamente, algunos de estos artesanos podían acabar sus días, vi ntecedentes de la ruptura de 1640. Adeinás de rechazar 10s proyectos de re- y menesterosos, en el hospital de la Santa Creu, coino le sucedió al zurrador Joan Duxer, qu cal del conde-duque Olivares -la llamada Unió11 de Armas-, los brazos otros tiempos «s.era vist iizolt bé n soiz plerx; o bien, a Jaume Pujades, otro vez, una modificación de la constitución llamada tie la ObservtlnG[r, piedra all. 17zitja ednt y trist de coizdició», y que al morir «dei,rd ii~oltes crinturetes» desainparadas; y a Ant utóctono y de las relaciones entre la Coroiia y el Principado, que diera mayor Colomei; zurrador corno los anteriores, el cual ( feia feincl lo deinls teillps p 11 a la Diputación en sus contenciosos con la monarquía (9). Sin embargo, pe- bién «deisd crintlires, )I eiz ser mort plegc~ren la botigau. odo lujo de detalles tanto la entrada y coinitiva real coino las inúltiples cereliio-

Si11 einbargo, los más afortunados (como el propio Parets, por lo inenos antes de la festejos que la acompañaron, Parets se muestra exlremadamente parco eii cuanto al desa- de los Segadores) gozaban de una posición reconocida en el seno del gremio, exa de las cortes y las subsiguientes desavenencias parlamentarias (<<di~~en que [h]y [Iz]avin u i z ~

üestiós), limitándose a reseñar el encontronazo entre el duque de Cardona y el conde de postulantes, y elegían o llegaban a ser sus cónsules o representaiites (tal coino le su , «que diilen que viizg~ieren a les i~mizs», el enfado del rey ante tantas dilaciories, y su pai. una vez al padre de nuestro cronista, también zurrador). Ilesde el greiiiio, además, partic al: rse.n nnd sa i7zagestat nzolt fc~lld ... sense donor-i~e rahó o ningli ni cils graizdes tanz- la vida de la ciudad (cuando no en el misino Co~ve l l de Cent), y contribuí de sus inurallas y al maiiteriiiniento del orden público interno, siempre debi e11 la coronela o somatén urbaiio. Menestrales de este géiiero podíati dotar a sus arnpoco resulta mucho más explícito e11 el caso de las también iriconclusas cortes de 1632,

ue en esta ocasión nuestro cronista haga alusión a algunos conflictos precisos. Sin embargo, cientas o cuatrocieiitas libras, a coinienzos del siglo XVII; y hacerse apadrinar s stante sintoinático que los pocos litigios mencionados por Parets sean, en realidad, litigios en- señorones o ci~itridnizs Izuilruts e incliiso por algún caballero de la ciudad, tal corno a Corona y la ciudad de Barcelona, algunos de los cuales venían ciertaineiite de lejos. Así, en lejos, el propio Miquel Parets (aunque después de la Guerra de los Segadores los ras de las cortes, el virrey del Principado -un duque de Cardona- estaba ya eencontmt [ciinb] nuevos hijos serán personas de condición mucho inás similar a la suya: un pellic ~ ta tp[er l lo izegossi dcls q~iiii.[tls, que de q~irrlsevol inaizerc~ los volirr ferpngcii; y In sil~tat seiiz- cola, un candelero de cera, un botig~ier de teles, un zurrados...). .iz defensaves. Era por esta razón que Barcelona había interpuesto rgrn~i.s deseiitirizei~ts~ eii

En todo caso, si las notas personales intercaladas en el manoscrito de este menestral -tes. Pero lo que soliviaiitó a Parets fue la deinostración de prepotencia y inenosprecio del lonés pueden considerarse representativas de su medio, la jerarquía de valores otario real, que hizo destocar a los consellers de Barcelona en presencia del rey, vulneran- gente coino él no ofrece demasiadas dudas. Ante todo, la fainilia y sus vicisitudes, pu~itu;ilin no de los privilegios más queridos de los barceloneses. Cedes, afirma Parets, fue «a11 grarz

consig~iadas: iiaciinieiitos y defunciones, casamientos y trajíii de dotes, padi.inos y relacio izolt a Barc[eloiza] abnns no./ torna6 a cobrai:.. 1, los ccrstelltns bnllnreiz o6 ciales trabadas a su alrededoi: A contiiiuacióii, el trabajo u oficio, así coino el universo gr , dieilt que jn [lz]civitii? glinnyat, que los conselles no podirr~z estar cliberts devaiit

ta más formal: la elección periódica de cónsules y bcmdemdo~, los examenes y admisioiies i perso~zc~ reycrl ... >> [I, 40-4Iv.l.

vos colegas, los decesos de cofrades, con el añadido de la situación familiar y e vilegio de cobertura, reclainación de «q~iii7tus», he aquí los verdaderos pro- estro y su familia, así coino el futuro del taller o botign. Parets no olvida de rrador, de las apenas, iniciadas cortes de 1612. Sin embargo, el «barcelo- priiliern teJzyida de b l a ~ i > ~ de un tal Jauine Carrei-es, e j l l de Jonn C a r r e ~ s , cissci era confundirse con localisino o estrechez de horizontes. El vocabulario

vingllé de Valencia, y preng~il lo tint de C[~stillo». Ni tampoco los habituale ítico de su crónica, alimentado presumiblemente por la lectura de folletos y gacetillas iin-

cios reiididos pol la «escaodrc~u gremial a la ciudad, rondando por calles y pl , es sorprendentemente rico y variado, con alusiones exactas a Cataluña, Aragóii, Castilla,

peste o bien escoltando solemiieme~ite hasta las afueras personajes de tanto relulnbróli a, Fuenterrahía, Francia, Italia, Génova, Miláii, Flandes, Alemaiiia, el Tirol, a, Viena, la capital de la Casa de Austria, Suecia, «los holnndeses~~, las Indias e iiicluso -en

reina de Hungría. Pero, sigiiificativainente, nuestro zurrador tampoco olvida nunca de coli. asión- Europa. Por otra parte, aun cuando este caudal geogrlífico fuera sugerido por la li- religiosaInente, en medio de estas anotaciones más persoiiales, la renovación impresa del período, Parets no se limita a reproducir ineminente palabras y lugares de una trados del muiiicipio barceloi~és, y la identidad de los agraciados. Y es que ParetS Y 10s de neiite maravillosa. Contrariainente, puede describir con fluidez y buen sentido rf ldoj~ -a diferencia del poble 17ze111it y de los ribererzcs- formaban parte del « itinerario de la reina María de Hungría, hermana dc Felipe IV, desde Barcelona la cilldad. La política local, en consecuencia, no les era indiferente. Pero, ¿c des de la ind nzci~or? Una vez más, se pueden entresacar algulias conclusioi

1, f. 7v. (de ahora en adelante se rlsrin las rcfcrencias correspondientes en el propio texto). Coiiflictos nuscrito de este zurrador barcelonés. J . H., La rebeliói~ (le los cot<il<iiies (1598-1640), Madrid, 1977, lip. 193 y SS.

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hasta Vieiia: «.. . eii. G2izovcr la estave agliardaizt la duqueso de Florenso, tic1 s ~ i a ... y ylil es RIA Y REY EN LA GUERRA DE LOS SEGADORES bona estoizcr per enlisa de les guerres que.y [Iilavicr, y de G211ovcr se.11 [Ii]nvin de a ~ i o i . ~ [ ~ ~ l Hasta 1640 la crónica de Parets nos muestra un dinastismo sin fisuras, que apenas deja cs- fins en sci casei, a l l i en Alefiiaizya ... [i algiiizs cortescrrzs] 1.eivioiz de coiiipcirz)iar,fins 0 la e patriotismo, ni siquiera -como pudiera esperarse- barcelonés. La esforza- Treiito, qlie es e11 lo coiiiptat cle Tirol, qrie és c11 cap de Itilicr, als priiize[r]s llochs de hlen ración de Salses ha sido un servicio al rey; y no a la patria o al Principado de Cataluña. A Allí l.crvin de rebre suiz iiinrit ... y eicoiizpeiña,:lafiizs erz sn cosci, qrie é.s n In ciritrrt de vienci, los catalanes que han perdido la vida en el campo de batalla han muerto por el rey; en lu- la Casa de Austrinu [1, 33v.I.E~ la Europa de la Guerra de los Treinta Aíios la que desfila, por la patria, como quisiera la conocida máxima ciceroniana. Ciertamente, el aiiticastella-

\mo, en la narración de un accideiitado viaje del cardenal-infante Fernando (que Pa ha asomado en Salses, donde ha habido que separar soldados castellanos y somatenes cata- farit Carlos), Iierinaiio de Felipe IV, a los Países Bajos en el aiio 1633: «... se.iz rrizil r~ desel, pero este anticastellanismo elemental (del ctial se hace eco nuestro cronista:nab yricil.sevol

car cr Gt?i~ova p[erl crncir a Mili, )l en Gt?iiovrr estigaé iai qricriit teiiis ... y en Mi l i taiizb,j.. y , se avenicrn los [soldatsl ctitalaiis sinó crb ellsu [I, 46v.l) no puede considerarse todavía una

gué ri~oltcr soldadesca )' se eiicaiizind p[er] Flaizdes, y per lo conií li teiiieiz pcrrrides [trciiilpris < de antimonarquismo o de patriotismo catalán. En enero de 1640, después de la reconquista

boscndcrs] fetes, 11 tcipats tots los pasos p[er] 1osfi.onsesos y los de Suecici y orla a más que nunca «nostron gran iizonai-chris [I,49v.], según Parets. Si había patriotismo, una y otro se confundían en la persona del rey y el diiiastis-

iziiiglirza iiiciiiem lo voliar~ dexcir prisar:..» [1, 40v.I. Imente, todo eso cambió en los meses ininediatos, tal como refleja cabal-

Su «bri,reloizisiiio», adeinás, era perfectamente compatible con el diiiastis ocabulario de este zurrador barcelonés, que experimenta sensibles varia- y, en particular, una auténtica veneración -a lo que parece- por la Casa de Aust y adquiere nuevos e insospechados matices. mienzo a su crónica barcelonesa bajo el fuerte impacto emocional de ~1ripresi.iicici atención es el abandono espontáneo de la elaborada jerga estarnen- inajor Moiieircliri del iiiói?, don Phelip 111 f...) que visccr iizil niiysu. El séquito 1-ea1 debía n adelante Parets sólo distinguiri entre gmssos i iiieizrits, entre geiit forzosamente fascinante a los ojos de un muchacho de apenas dieciséis afios, que era la e simplemente entre ricos y pobres. E incluso acabará alabando y reivin- nuestro cronista en 1626. Felipe IV hizo su entrada en Barcelona un 26 de marzo. Le prec o -como veremos- la valentía y el patriotismo del antes más bien de~iostadopoble niennt o 1111 buen número de carruajes, lujosamente adornados, así como muchos rutilantes gran alero. Simultáneamente, la terminología patriótica experimenta imos cambios de significado España, a caballo, principescainente ataviados, y con su comitiva particular de paje o más acusados. Así, antes de 1640, cuando Parets hablaba de «~~cit,?ciu (cosa que raramente dos ellos con la librea de su seííor respectivo. A la cabeza de ellos se hallaba «~iii. hoiize que pues sólo se han contabilizado tres casos eii total) quería decir siinpleineiite «/rigeir de ori-

tava riiza bellrr barbri y era iiiolt gross: el conde-duque de Olivares en persona. Mientras tant ,como en el caso de ese bajel musulmán de procedencia ignorada que merodeaba por el lito-

carroza real, tirada por un tren de seis mulas, se acercaba a las puertas de la ciudad al son d atalán «ab esperanses de torncir n lkirpdtria ab iizés riqriesa que si fornils de lci fiidicr» [I, 261. a ocasión, «patria» deviene atributo moral -en la mejor tradición clásica o ciceroniana- del trompetas y escoltada por una nube de lanceros iiiinac~iladaine~ite blnncos. El rey vestía «io ido diputado militar Francesc Tainarit, que es descrito, en su ida a Salses, como «onza pru-

potillo de i,elllrt negre aiizb la iiziiiegcr de hroccrt blaiic, aiiib liii pitrnl de or hro de boizesprrrts y aniador de la pir,in 11 del bé coiizli» [I,48]. A partir de 1640, por el con- leses ... un soiizbrero lleo~irit aiizb luz crrpet de ploiiicr Ileoiiod(c ainb riiici hellci pe el vocablo no sólo es más frecuente en el texto, sino que adquiere un significado distinto. lip~ijcri,a ~ i n a perlci groscr coi71 unct iioli. ..». Antes de cruzar el urnbral de la puerta total de medio centenar de menciones, cinco como máximo piieden aludir al lugar de ori- el monarca se apeó y montó en un corcel ~~blarzclz coni loicr nerta. Luego, por las teresados (generalmente, una ciudad coi110 Barcelona o Peiginyi), pero dad, veinte Iioinbres (cuatro por cada uno de los estainentos de caballeros, ciirtcidrriis horzr cuarenta y cinco se refieren sin duda a Catalufia: Ia <<patrici» ya no es una localidad de- caderes, «orti,stcrs~~ y inenestrales) tirarían humildemente de su ronzal, mientras la mil origen, sino una comunidad política en el mejor sentido clásico. En agolpaba de tal modo que parecía a punto de rebentar; o para decirlo coi1 palabra entos Parets Iia incorporado otro vocablo: el de epatriciou o «defensor nista, «[lz]i [li]avin tanto gerit que era luz jlrdici, que griirebé s[71]i esclcitcivei?» sma celeridad ha descubierto que había mucha rgent que deiiiostrciveiz

Su devoción por la Casa de Austria, sin embargo, se rnaiiteiidrá iricóluiiie hasta la s la traiirns; se trata, de los ~fci lsos~~atri t ios y defeiiso[r]s de la p i -

los Segadores. Así, Felipe N y el cardenal-infante Fernando eran el «sol y r-espI«iirlor de lo ting~iib1e.s [sic] ¿le la Ccrfholiccr, Cesnrea, liiiperial, Recrl seinpre Artgrista Ccisa de Alistiifi Una transformación semejante se produce en el significado de la palabra «tierrcr», que tanto

5v.I. A la reina María de Hungría, a su vez, «los crrtrilciiis desijnii. seri~ii:la, cr ellcr y n sos geriii como después de 1640 Parets emplea con mucha mayor frecuencia. En el período 1626-1 639 oporción entre <«patria» y «tierra» sería, aproximadamente, de uno a diez; una prueba de has-

), a tots los que viiidrnii. cle /« Casn de A~istrirr» [1, 33v.l. No se trata únicamente de é punto rpatriau no formaba parte del vocabulario popular más genuiiio o espontáiieo (aun- gados. A finales de 1639, en la dura y costosísiriia campana que consiguió fiiialineii

el vocabulario culto o de la élite, a tenor de los escritos y meinorias los franceses de la fortaleza de Salses, Barcelo~ia y los catalanes hicieroii como en tantas 0 alleros y eci~idadanos Iionrados»). Esta desproporcióii se reduce de siones anteriores: secundar al rey y dar (muchos) su vida por él. La ciudad, «coi11 cr tciii Icci no a algo más de dos, si se contabilizan los derivados) en el período 1640- pre servidor-cr del senyor re): féu lo que tocnva a e l l n ~ , ni iiiás tii ine~ios. Y los inucl . Pero los cambios no son únicamente de orden cuantitativo. Hasta 1640 el término de d e - abatidos en Salses rgozaii de [Iz]uber seriiit a son re)) ab la vida y sriiig}) [I, 49v.l. , descontando su acepción neutra o meramente geográfica, raramente aparece como siiióiiimo

esta y eii otras ocasiones, las bajas tanto de los soldados del rey como «de nostra prrrt» o de , er dels castellrins» [1, 881; o bien, para convencerse que uii día u otro Cataluña izostrass [1, 51v.-52v., 56v.l. En las irrupciones de los segadores a la capital, el cro la esclavit~it dels ccrstellnns» [1, 1181, como escribía Parets en el aíío 1643. tra algo alarirado: «lo iizillor -queriendo decir, en realidad, lo peor- erci que ningli ~zllt no .1~ clnava q~iant,a» [I, 531. Pero los segadores y ainotinados que perseguían a del menestral-cronista con los supuestos políticos e incluso la retórica patrióti-

las instituciones catala~ias parece, pues, absoluta de buen comienzo. Sin embargo, el aiiáli- dos de la Real Audiencia (coino represalia por los alojainientos recientes, así coino por algunos fragmentos de la crónica de Parets, concernientes a ciertos episodios del conflic- vas levas de la campaña de Salses) teníaii, de hecho, la razón de su parte: así, a pesar este artesano como otros catalanes de su género tenían una concepción bas- mamientos en contra de los conse1ler.r de Barcelona, «la gent de silrtat venicm eiz favor triotismo; y que, a fin de cuentas, «pritria» y «tierra», a pesar de sus inne- segndo[rls ilingli no .1~ feya coot,arip[er]qa2 ells fe)urz lo que deiiiaiz ferp[er] p as, no siempre significaban lo mismo. Una de las priineras maiiifestaciones rras [I, 541. a es la relación que hace Parets de la caída de Reus en manos del ejército de Los

Mientras tanto ,qué es lo que hacía el rey? Parets se esfuerza en eximir al monarca ', k . Esta población, «que es viln grasa>) y que, en consecuencia, <<es podio iizolt beiz defeizsnr»,

responsabilidad en los sucesos con el consabido argumento de los malos consej a, se perdió estrepitosamente porque eln gent rica de Relis* la desguariieció de- licos. Se trata del conocido jVisccl el rei i iiiori el ~izcrl goveriz! Así, la decisióii de invadir in etamente, enviando «ri tots los pobres de Ici riza iizciizrirlc~ per (1 socorre[r] inente el Principado habría sido u n producto de las argucias de los eii~iiiistres del Re)?.. [qll gaiido a continuación la villa a Los Vélez [I, 651. Es decir, que la «111~1110 lile- [Iz]nvian donnt enteizent que si slibjngave Critrd~iiz)~n, que.rz trrrririci ii!ol[t]s i~zilioiis oble iizeilut tenían, a los ojos de Parets, un papel decisivo en la defensa de la tar iizolta gent ), ne trnurici nzoltes arnzes [niizh] que poricl c o ~ ~ a i s t c i r iizit,~ I I I ~ I T » [1, dores a la misma, por el coiitrario, se encontraban casi por defiiiicióii eii las les de 1640, con el ejército del marqués de Los Vélez en tierras ya del Principddo, e los estamentos pudientes, pues «si izo fos estat lo poble rizanut ja seria c~solrida oqaestn cronista parece algo dubitativo: «...teni~zt lo rey ho sos iizinistres Iri eilterzsió [sic] ton innlri de sin» [1, 841. El patriotisino popular, pues, no sólo existia, sino que, además, en la óptica de ler postrar g asolar aqliesfa terra 1, s~ibj-jligni:ln con?fornze ha fer en Aragó y Vrilieiisii g nl ronista menestral era, de hecho, el úiiico posible o concebible: el único «desinterescido» o pnrts.. .~ [I, 63v.l. En todo caso, el cambio de lealtad dinástica habría sido inevitable, pues «riqi~ t(i terra taiz soloi~zent [es d e c i ~ Cotolliña] no podia sustentrlr la gl~err(l q~rcintra lo poder de iiiz Esta no es la única ocasióii en que Parets asocia el patriotismo con las clases bajas del país qlle tanbé se [/z]a posat eiz iiostron~ivor» [1, 61v.l. La defensa del Prilicipado pasab . La célebre batalla de Montjuic, a coinieiizos del año 1641, y tan decisiva para la cima de la inveterada fidelidad a la Casa de Austria. cucióii de la causa catalana, contó coi1 el respaldo de las tropas francesas. Pero para este cro-

5. PATRIOTISMO CON UN TOQUE DE CLASE menestral la victoria inilitar en Moiitjuic ha sido ante todo una proeza popular; que coiitras- a vez más. con la nusilaniinidad o incluso abierta defección de las clases dominailtes. Ésta

Inicialmeiite, el patriotismo de Parets y del poble iizefzlit puede explicarse como una reacc en el ambiente d i mucho tiempo atrás. Así, eii plenas Navidades del afio 1640 «la gent iii(1- eleinental ante el escándalo de los alojamientos, la quema de iglesias o la carnicería de las t tuve inolt rilertti, recelrmt.se dels trc~ydolrls, perqae iz.i [Izlr~vicl fo~z[t]s en Brirc[eloiin] que del inarqués de Los Vélez en lugares como Cambrils [I, 75v.l. Sabido es que en casos de oc 'en de que glmrdai:seu [1, 67v.l. El colino llegó en vísperas de la batalla, cuando el gober- ción lnilitar 10s campesinos y 10s paisanos son los primeros en experimentar la violencia de I r militar de la fortaleza de Mo~itju'ic entró eii tratos con Los Vélez para vender a los deienso- dadesca, lo cual les predispone más que a otros a resistir y a e~npuííar las arinas en defensa d e la capital catalana: «se sabéper cosa serta que lo traiüor de Moii[t]jui'ch, dit don J~ueplz de tierrax, el «priís» o « I I patria» (10). Pero si damos crédito a su crónica, cabe coiicluir que Pe 3 Rocaberti.. dona t r q a de coin [lilnviniz de envestir la iiz~iiitoizyci. Y los diglié que la en.ves- compartía las razones de fondo -y no sólo las ~ r i s immediatas o evidentes de la iebeiión cat~il detizatí, de ser a vliyt, per ri que los deiizés iiznnestrals de les coiizpanyes se.n baxrlveiz ri siri- tia, a saber: sacarse de encima el denominado ngligo costellnrzoa. Pues, según nuestro cro esmorsnr. y a d i n a ~ 1' que dalt hi restave inolt poclla gentx [1, 71v.-721, Pero con lo que no existía un truculeiito proyecto para <<conqiiistrir C(rtrilaña» y «poblnrla de otrzi ~ioció~i» [I, ban ni Los Vélez ni el gobernador traidor era con la determinación de las escuadras de me- 581. Prueba de ello era que los habitantes de Perpinyi, mientras permanecieron a inei-ced 'les apostadas en la fortaleza: estevens (uiia cofradía que reunía albardineros, freneros, gua- tercios del rey, estuvieron «t(~iz slibj~igcits, nzés que si fosen esclcilis del Ger [por Argel]» [I, ileros y batihojas, entre otros oficios), julicins o inercaderes, padrés o picapedi-esos, sastres, ese proyecto no triunfó en 1640 ni en los aííos iminediataineiite posteriores fue, segúii Par os, pasamaneros, veleros, tejedores de lino y otros plaiitaron cara bravamente a los sitiado- el apoyo francésy, en particular del arzobispo de Burdeos, almirante de la armada fr el momento decisivo, además, llegaron los ribereizcs, con cuya actuación se rediinieron a «aqliell n qiri Catrrhaz),a del1 la llibcrtrit que fins vli)~ gosn ... rrjlidoizt-izos y aiizporrint-nos de Parets: «de proiiipte sobrevingué gran. socorro (1 Moii[t]jliich, ci qlii los de la Ribera dels llobs cnri~ise[r]s [o castellanos], que a6 sri rabiosa e~~l i t ja pretenic~iz acabar-nos yde liar nb llauts, y los de terru per la pnrt de Snnt Bei?rniz ~izoltísiiim gent (10 iizosquets, qiie foil

nos y pcrssar-izas tots ofoclz 1' n smzclz ... rib les iizsolensias y yn./lz]~irizai~itc~ts [qiid [/ilcli q~iarztrri c~qae~,tci proviizsici, 1, rixíse pot dir que [(i] nqueix borzprivrit li deveiiz lo Iliberf(it» f ora bien, defender la term o incluso la patria, jera defender, a su vez o al unísono, las El auxilio de los franceses era la principal esperatiza, ya fuera c<per ri deslli~imr-110s (16 tof(i( iones o privilegios provinciales? je incluso las instituciones o los diputados que decían

nicos garantes?. Parets iio desconoce ni la existencia ni el valor de lo que eii una ocasión 10.-VILAR, Pierre, ~Ociipantes y ociipados: algunos aspectos de la ocul~aciiiii y resistencia cn España en 17g4 osprivilegis de Cntnllirz)a», la defensa o integridad de los cuales asume coi1 bastante tia-

pos de Napoleóii~, en Hidídps, niiioriiindos y giicirllleios, Biircelona. 1982, 1111. 169-210. ad cualido refiere una embajada de la ciudad de Barcelona y de la Diputación «per (i tiiic-

tar ab lo re)!.. que no.ns [XTSl volgiiesen. rainpre en fanta iiicinerci los privilegis de Corc i l i i~~)~ 82v.J. Las «coizstitiiciones», como sinónimo de privilegios catalanes, son citadas, cuaiido m inedia docena de veces a lo largo de la cróiiica, aunque siempre eii el período 1640- Pero aunque «pcitria» no pasara de ser una traducción o ennoblecimiento humanista del con-

~Pr iv i leg iosn, a su vez, bastantes más: un total de 34 veces en id6ntico período, aunqu inás popular e interclasista de ((tierras, la Cataluña de la Guerra de los Segadores iio era,

designan, eii realidad, privilegios barceloneses o de otras localidades del Principado. Eii vísp luego, tan unánime como querían dar a entender tantos textos y panegiristas catalanes del

de la caída de Barcelona, el cronista menestral se suma a la retórica oficial, justificando el cam odo. No se trata sólo del hecho suficientemente conocido y probado- que en uno u otro pe.

de lealtades diiiásticas como una consecuencia inevitable de las obligaciones de todo «biien ce s de diversos estamentos partidarios de Felipe IV o cualido menos su.

lán» para con sus privilegios: alos cntcilflizs ... seinpre són estclts iizo/l llenls (1 so11 Re): de q es por convicción o por experiencia para acabar saludando uiia restau-

vol que sien esfnts, qiie si prert.guei.cn les cinizes qriontra Espcirz)ln los f o i i , f o rp [Izlnver-Izo habsbúrgica. En el propio bando catalán las tensiones internas no eran menos perceptibles

per voler-los vacsar roiizprer los privilegis, los que ells taizt estiiiiciiz per [hluver-los-ho g~ raba~i particularmente - c o m no podía ser de otra manera- en inomeiitos de apuro, ya fuera

sos nnlepriss~zts (1 costa de tciiita sniiclz, gpe r l o taizt ho defeiisai? iizolt 1' 110 voI~Irieit coiiserv z de la carestia o bien de los avatares de la guerra, adquiriendo una inequívoca coloracióii so-

los qiie veneiz ... y ax i scib molt de g r r ~ i cils cntnlciizs qi ie.1~ digaeii iiiizgunes pcircriiles de re , Y es que los estragos de la guerra y la carga inás pesada del patriotisino recaían más y más

do[r]s perqu2 los qui.1~ diueiz y izo sabeiz les Isthries vaiz nzolt eiigciizycifs ... >) [II, 13 de baja condicióii que en los otros. Y era por esta razón por lo que es-

Sala, en su Proclaiiznción Católica del año 1640, y otros panegiristas catalanes, llevaban añ tas acababan a menudo desengañados y deseosos, a su vez, de una cieiido lo mismo. Se hace difícil, por lo mismo, deslindar cuánto hay de coiivicción s no es uiia excepción.

mimetismo literario eii las palabras de Parets. a de Barcelona, nuestro cronista menestral no puede evitar el abando- Por otra parte, aunque el croiiista meiiestral alude reiteradamente a las inslitucio laciones: «tot lo múiz es ple de eizbalecos y de iizei~tidcrs, qi1e.y Izci presoncis

gistraturas catalanas (137 veces en el caso de la Diputacióri; 126, en el de los diputados, y q1ie.s fan grciiis patritios )I zelado[rls de la piitriri, ciqiieos sóiz los que l i tirniz iizé.7 clret y

pi.e para el período 1640-1660; 20 y 18, respectivamente, en el lapso aiiterior), raraineiite lo iran f e d a caiim, )' ciss6 coin iizés cipretcidci estii. Coiiz se ve11 en ciqiiexci ocnsió en la siirtnf de

en términos deinasiado severos. Las únicas críticas explícitas son inás bieii tardías (de los ar elonn], que ve)~eiit.se tan opretridfi de ~aanteniiizenr.r de blrrts ... i io se. 11 trcigué inés del que e.7-

1654.1655) y se dirigen especialmente contra algunos de sus colegas del Coiisell de Cerit de e deiiiiiztiat ... ». Los que denegaban su ayuda y ocultaban su grano iio erati sino epresoizes [sic]

Barcelona, inculpados de un inonumental fraude de 360.000 libras: e)' ~1x6 ei-o tot per oiizi.rfrit,s y les iizés greiizadcis )' de algiiiis del govern. q1ie.s fe)leii iizolt pcitritios y defeizso[r]s de lci piitrict»

corizplnse~zties, )J tot lo diner que entrave n I i siiitat se foiziaper nqiií, que lo poble izo11 pudiri trciir- rcelona e n cuyos tratos de capitulación participó el propio Miquel rer nizgiiiz diizei; y 105 que.)] teizicm les iiinizs ize treyen lo que volierz» [11, Il6v.; también, 11, 1141. ro del Corisell de Ceiit? el cronista menestral subraya la moraleja: «Y Contrariamente, Pau Claris concita todas sus siinpatías y estimación: (féri teiiit ciqiies boii soigor de teizir en iizenz6ria les cnieltcits [hlciiz iisndes en lo tenz[p]s pnssat, piis per nquestci terro que iizay izo rizoririi per los ccitalaizs ... que serici iizeiiesfer alsur riiiri estiihici de ernave siizó per parsinlifnts )I per enbitió )l inter2s y eiibídies g veiijanses, tcirzt per par t broizze per iizeiizbrici sevci, pus ab tcintu fervor )' i ioluiitcitfe~n les coses que bF deiiiosfiii lo rriiioi- nsesos coiiz per pnr t deis ccite/aiis, pus no.)' [lz]ovia rtiiigiin cotcilii que servís fi la pi i tr ia qae.n.7 teiziu ... que nxd l i cost i lci vida, piis era inposible que liiz cos Iiiiiiid piigaés ii.sistir lo ~i-e- sosp ro [~k interesas ho per lo que ells se seibian., )) desdiclzodci Ici tema que ball grciiz qiie ell teriici». El carácter nlnborioso)) de Claris, ¿le acercaba quizás a la «iiiaii [kj'tciiz iiziseizible e.rtot». La restauración habsbúsgica, pues, era cosa hecha, y contaba, ade- ulia «mano» de trabajadores? Parets, en todo caso, parece buscar la forina de hacer suyo de los patriotas más sufsidos: «Crdcicis n Nostiv Senyor -coiitinuaba de los grupos no nobles) el personaje, resaltando sus virtudes inorales. Así, sabemos que t reslitair )I turizar a rzostron priiizer estar, que es hci) i~ del Goveriz del só «nzol[t]s iizals ratos, a í d e nits coin de dies, teizint 11zci1.7 iizeitjfi[r].~ y i iza l~ dorii i i[ i [sic] Rey de Espnrín Feliplz 1111, que déu glinrt ... a [11, 891. «aportave lo tbnó de tot, ... que feyci inés cib snpres2i~cici y boiin doctrino qae ciltros e16 d' a o el patriotismo no eran la únicafuente de pesadumbres y retraiinie~ito nAb iizolta mhó se pot d i r -concliiíri el croiiistci- que lo diplifcit Priu Clriris, clipiitrit eclc irina del Tratado delos Pirineos, con la coiisiguieiite partición de los an- foii la Redeiizsió )I Aiizpain de Cata1iin)n ... » [I, 771. IIb y Cerdanya, Parets escribe: «[lz])z [lzleigiié nzoltci geiit i i ial coiiteiitci

A tenor de lo expuesto, pues, es posible que las discrepancias de vocabulario entre s de coiztento p [e r l [hlriver de restnrper Fraizca, pei-2 los re)'s no iiiireiz tont solciiizeizt Ici co- publicística institucionales y memorialistas «privados» de extracción l~opular no debati ex itnt dels vn.ssalls sinó lci sila persnpciu y qiiietat» [II, 1801. Ni patriotismo iii dinastismo, pues. se en demasía; ni tomarse, inecánicameiite, como un reflejo de ndos revoliícioitesu iiiltagóii mejor era iio «r#cificioi~arse>> tüinpoco por ningún rey, tal coiiio encarecía a los siiyos, tiempo la Cataluña de 1640. Incluso es probable que la sisteinática ausencia del vocdblo «tierrci» el as, un payés empobrecido del lugar de Palau-Saverdera (Al1 Einpordi), mes género de testimonios no deba interpretarse de inanera excesivainente perversa. O lo de campesinos austriacistas o partidarios del archiduque Carlos en la Guerra de Sucesióii, que lo mismo: la suplantacióii de «tierra» por «patriri» en este tipo de fuentes puede ser l a eron de exiliai-se eii el Rossell6: «Ai,xí, cidvertesc n tots iizos desceizdeiits que, en ccis eit niiz- cuencia siinpleinente de una coiivención literaria o de la retórica huinaiiista y ciceroilia mes glierres, qiie en ningiiiin de les incineres izo s í!fecci»niii nii ih iai rei pregiiaba en todas partes tanto la literatura patriótica culta como la tratadística política el1 ciiz coiiz les iimtes qiie sóiz per los r i lu , qiie qimiz vé iiioltci nigila s 'ciclci- El hecho de que el término de «pcitria» tampoco aparezca o no sea demasiado fecueiit deiien pnsscir; i després se torrzeiz a alcar qiiaiz 1 'aigiici es possadri; i ciixi, u b e i ~ l o s tots, critos particulares de la élite refuerza esta hipótesis o impresión. no cifecciorzaiose ciiiib ccip [rei], qiie eiltraiizent los siicceirici rizolf iiinl,

i se posnrien erz contingencia de perdre 'S ells i fofs sos béns ... u ( 1 1 ) . Ni patria, ni rey. pero es bien sabido muchos campesinos no hicieron el menor caso de los consejos de sus inayore

En otras palabras, estos campesinos y artesanos, de cuya devoción dinástica en tielnpo males no cabe dudar, tenían, a su vez, otros posibles focos de lealtad, que formaban parte experiencia cotidiana, y que podían ser enfatizados en épocas de excepción: el país, la te privilegios o constituciones. Esto es lo que ocurrió en 1640. Fue entonces cuando rnuchos nos y campesinos llegaron a la conclusión de que la lealtad a la monarquía habsbúrgica y tad a la patria eran incompatibles. La conciencia de esta incompatibilidad puede haber sido tivada o difundida por los excesos de los soldados y por la machacoiia propaganda iiistituc pero también por el hecho de que muchos campesinos o incluso menestrales veían en las tuciones y su escrupulosa observancia el único o el mejor modo de resistir a las exacciones les de la monarquía. Muchos rsegndores» de 1640 no reclamaban otra cosa, en el fondo: la cación estricta de las constituciones que regulaban y restringían sus obligaciones para con los dados del rey. Y cuando la Real Audiencia no satisfizo tales exigencias, los campesinos sus reivindicaciones a la Diputación catalana. Todo ello no tenía nada de excepcional. Ya e los payeses del lugar de Garriguella (Alt Empordh) no habían dudado en ampararse en las ~01,s tuciones -siguielido una estrategia diseñada según parece por las autoridades locales- a fiii chazar los alojamientos; y así lo declaraban ante notario (12).

Pero si campesinos y menestrales de villas y pueblos recurrían a la legalidad catalana, el significa, a su vez, que las constituciones o «liberfc~desz del Principado, así como las institucioil que debían salvaguardalas, constituían, a pesar de todas sus imperfecciones o escáiidalos, la ci tusa política no sólo de las clases dirigentes sino, a su vez, de lo que podríamos denominar las «cl ses medias» del período; una denominación algo arbitraria, pero que define con suficieiite pr sión la verdadera condición de Parets y otros menestrales en el inarco de la sociedad estain de la época. Contrariamente, los campesinos sin tierra ni peculio y el poble merzlif de las ciu no sacaban grandes ventajas de iin ordenamiento legal e institucional que sancionaba su ina ción política y económica. Es decir, no tenían apenas motivos para sentirse patriotas y actu mo tales. La valerosa y valiosa intervención de los riberencs en la batalla de Montjuic presentarse como una excepción; pero quizás no fuera sino una reacción bastante natu eventualidad de un saqueo militar de la ciudad. En general, el proletariado de las ciud Antiguo Régimen, en Cataluña como en otras partes, parece haber sido más bien «infer-ilc listcr». La razón -si nuestra hipótesis es correcta es que no podía haber patriotismo ni eccrt dad» sin constituciones o privilegios diferenciadores. Dicho de otro modo: porque el patriot incluso cuando se oponía al dinastismo tradicional, formaba parte del entrarnado corporativo sociedad europea del Antiguo Régimen.

edición de GELI, J. y ANCLADA, M" A,, Figiieres, 1986, pp. 54-55.

12.-La anécdota en GIFRE, Pe~e , «Universitats, fiscalitat de guerra i privilegials», en Actas del 111 Congreso Moderna de Catalunya, Pedinllies, núm. 13-1. 1993, pp. 561-562.

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