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GITANOSDELSIGLOXXIIdentidad, valores y sentido de

pertenencia a un grupo. Más allá

de eso, muchos echan abajo

estereotipos y han dejado de aislarse.

Esta es la historia de quienes

reclaman con naturalidad su

integración en la sociedad espaflola.

Por VÍCTOR NÚÑEZ JAIMEFotografía de ALFREDO CALIZ

PODEROSA JUVENTUD.Amanda y Carmen del Toro son hermanas gemelas¯Y"muy gitanas". Estudian juntas un curso deauxiliar administrativo, "Queremos trabajar ya’~

PLANTAR CARA,Jesús Soriano, de 17 actos. Cuando sus amigosle preguntan cómo es "la vida gitano ", él responde:

"Igual que la de ustedes".

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EN FAMILIA.Ramón Giro~hez y Asun Rodriguez(en la página siguiente) son padres

de Triana, de 12 ar~os: Anais, de 7:Jackeline, de 9, y Carlos. de 8 meses,

Ramón es"doble de acciónen el cine",

ORGULLOSOS, SIN PANCARTAS.Belén Palacios y Antonio Maya,

ambos de 33 años, tienen tres hijas."La mayoria de los gitanos somos

comunes y corrientes, Nosrelacionamos con todo el mundo.aunque.., hay algunos payos a los

que no les gusta", dice Antonio.

ay una frase que apa-rece con frecuencia en

la vida de Sara Gimé-hez: "es que no pareces

gitana". Sara tiene 35años y en el año 2000 seconvirti6 en "la prime-

ra abogada gitana de Aragón". Sus padressiempre se han dedicado a la venta ambu-lante y, a diferencia de sus tres hermanos,

esta mujer de pelo largo, ojos grandes ydiscurso bien estructurado se propusoterminar una carrera universitaria. Tieneen Huesca su propio despacho, donde seencarga de casos relacionados con el de-recho civil, penal y administrativo. Perodesde que se dio cuenta de que uno desus primos tenía problemas para alquilarun piso o para encontrar trabajo, "por sergitano", comenzó a enfocarse en casossimilares para "luchar a favor de la igual-dad". Fue Sara Giménez quien, en diciem-bre de 2009, después de casi una décadade agotar las lentas instancias juridicasnacionales, consiguió que el Tribunal Eu-ropeo de Derechos Humanos dictaminaraque a María Luisa Muñoz, una mujer que

se casó únicamente por el rito gitano y noante el Registro Civil, le concedieran la

pensión de viudedad. "Al habérsela ne-gado, el Estado español comeñó un actode discriminación", sentenció el tribunal.Ha sido ella, también, quien ha tenido quedefender a jóvenes gitanos a los que lesniegan la entrada a una discoteca o a mu-jeres a las que, "por su condición &nica",

no les permiten estar en una piscina. "Veoque todavía sigue existiendo un rechazobastante grande hacia la comunidad gita-na. La imagen que tiene ante los demás sesigue basando en prejuicios y estereofipos.Pero somos muchos los que llevamos unavida cotidiana muy normalizada y pare-ce que somos invisibles", dice antes decontar que no le gusta oír aquello de "esque no eres gitana" porque lo es y sigueconservando los valores y tradiciones de

su cultura. "iYa está bien de tanto sesgar yestigmatizar!".

UNA TARDE SOFOCANTE, la pequeña Eli-zabeth corretea por el salón de su casa,decorado con una serie de cuadros de unchico con un caballo negociando un trato,buscando la atención de sus padres. To-davía no tiene los dos años y cuando susdos hermanas mayores quisieron llevár-sela a su habitación para jugar, la nena

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chillaba como si le hubieran quitado uncaramelo. "Luego vienes, hija", le dijo sumadre con media sonrisa y a continua-ción cerró la puerta. Las voces de AntonioMaya y Belén Palacios comienzan a armarsu propia historia sobre el ligero ruido delaire acondicionado. Cada tanto, los dossubrayan que, por ser gitanos, han tenidoque esforzarse el doble en sus vidas. "Yasabes", dice Antonio, "la palabra gitanoposee una connotación negativa y cuestatrabajo echarla abajo. Hemos avanzadomucho, hay quien se ha dado cuenta y lascosas han cambiado un poco, pero soloun poco".

Antonio y Belén eran unos muchachosde 20 años cuando se conocieron en elcentro de Madrid. Ella vivia ("siempre muyprotegida") con sus padres en la capital,adonde él había llegado desde Iaén y es-taba en primero de Bellas Artes. "Nos pe- +

dimos y luego ya, pues.., inos escapamos!",cuentaAntonio con una sonora carcajada

como remate, sentado, junto a Belén, enunos sillones color marrón mientras be-ben agua fresca para aplacar el calor. Am-

bos reconocieron que al principio algunosmiembros de su familia no estuvieron deacuerdo con "la escapada", pero, comoen el fondo ese acto implicaba "casarse",pronto dejaron de darle importancia.

HABLAR DE LAS COSTUMBRES gitanas es

hablar de identidad, de valores y de sen-tido de pertenencia a un grupo. Así lohabía especificado d/as antes ValentínSuárez, a quien muchos llaman con res-peto "Tío Valentin". Este señor de 65 años,canas y gafas gruesas, ha dedicado buenaparte de su vida a promover la cultura desu comunidad. Vive en Mérida (Badajoz),es "un adicto" a la lectura y ha estadovinculado a diversas asociaciones espa-

ñolas y europeas "trabajando a favor delos gitanos". Con frecuencia acuden a élpersonas que tienen algún conflicto entre

ellas. Tío Valentín escucha a las dos par-

tes, reflexiona y les propone una solución."Pero no creas que soy un patriarca, ¿eh?",se apresura a aclarar, "simplemente hayquien se acerca a mí porque confia enmi experiencia y considera que le puedoayudar".

Suárez matiza que hay una serie dehábitos que los gitanos poco a poco hanido cambiando. "Conservamos el respe-to a los ancianos y las creencias religiosas,por ejemplo. Pero ahora nuestra sociedadestá inmersa en un proceso de mutación,algo que representa un dilema: progresardejando de ser gitanos o no progresar paracontinuar siéndolo. Yo creo que hay queadaptarse a los cambios sin dejar de ser gi-tanos", resume con voz pausada.

Para muchos, serio es aferrarse a la re-ligión, sobre todo a la evangélica, y acudircomo mínimo una vez a la semana paracelebrar lo que llaman +el culto": una se-rie de oraciones encabezadas por un pas- >

SARA GIMÉNEZ: "¡YA ESTÁ BIEN DE TANTOSESGAR Y ESTIGMATIZAR A LOS GITANOS!"

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> tor y varios cantos alegres y festivos parahacer agradecimientos o peticiones.

Nacido en Santa Marta de los Barros(Badajoz), Valentín Suárez ha dirigido,además, campamentos para jóvenes gi-tanos en ciudades como León, Pamplonay Barcelona. Quizá por eso durante unacharla agrega que "con el aumento denuestros jóvenes universitarios está apa-reciendo un nuevo perfil a favor de la con-vivencia. Ahora hay, digamos, una nuevamanera de ser gitano".

Después de unir su vida a la de Anto-nio, Belén decidió romper el "esquematradicional" de su familia y comenzó atrabajar. "Es que esto es como las payasantiguamente, que estaban siempre encasa hasta que una se lanzó. Pues así tam-bién pasa con las gitanas", asevera. Hoyes vendedora en el área de perfumería deun almacén y confiesa que no le contó alinstante a sus compañeros de trabajo quees gitana. ~Pero un día algunos de ellos es-taban hablando sobre los gitanos: ’Ay, esque los gitanos traen la droga. Ay, es quelos gitanos roban. Ay, es que los gitanosno saben conducir. Ay, hoy traigo las uñascomo una gitana’. Escuché eso y defendí loque es ser gitano y les dije: Yo soy gitana".Antonio añade que serio no es llevar unapancarta que lo diga, que no es ser "otraespecie". "La mayoria somos comunes ycorrientes, como los demás. Cada quiencon su forma de ser, eso si. Es verdad quealgunos son muy cerrados, pero cada vezmás nos relacionamos con todo mundo.Aunque... hay algunos payos a los que noles gusta". Antonio lo dijo por su hija pri-mogénita, una niña de nueve años a la que

"sus compañeros de clase molestaban porser gitana". Belén lo recuerda con ciertapesadumbre, sobre todo porque la niñalo pasaba muy mal y llegó a tener pesadi-llas. "La cambiamos a un colegio públicobilingüe, donde aprende inglés, y ahoraestá muy a gusto. Es una pena que todavíahoy ser gitano te perjudique, ¿no?, que tejuzguen sin antes conocerte’.

VAGANCIAp PELEAS, DROGAS, MACHISMO,

estafa... Las palabras que han acompa-ñado la cobertura mediática acerca de lacomunidad gitana no forman parte de unavisión falsa. Pero sí incompleta. Los este-reotipos y los prejuicios que, durante si- >

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"ESTÁ APARECIENDO UN NUEVO PERFIL A FAVOR DE LACONVIVENCIA, UNA NUEVA MANERA DE SER GITANO"

"NO PARECES GITANA, SARA’~Sara Giménez, de 35 anos (a la derecha en la imagen superior), camina por una calte de Huesca. En el año 2000se convirtió en la "primera abogada gitana de Aragón’~ Está cansada de que le digan: "Es que no pareces gitana’LEn su propio despacho se encarga de casos de gitanos discriminados"por su condición étnica".

APRENDER PARA TRABAJAR.Rafael Báez Silva tiene 17 ases. vive en Villaverde (Madrid) y es uno de los alumnos de los programas de cualificaciónprofesional inicial de la Fundación Secretariado Gitano "Quiero aprender para trabajar y salir adelante’; exp/ica

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DE LOS 750.000 GITANOS DE ESPAÑA, UN 12°/o AÚNVIVE EN INFRAVIVIENDAS, Y UN 4%, EN CHABOLAS

DIVORCIADA. Maria Luisa Cortés, de 45 años, se divorció de su marido, con el que se casó "ante losgitanos y ante el Registro Civil", sin importarle el"qué diran’~ Trabaja haciendo limpieza industriaI y afirmacategórica: "A mis hilas les he inculcado que estudien, trabajen y convivan con todo el mundo’~

COMO CUALQUIER JOVEN. Juan Antonio Bermúdez, de 18 al~os, vive en Va]lecas (Madrid) seniega conrotundidad a"cometer delitos, como podfla pensarse’~ Estudia operaciones auxiliares en administración ygestión. "Soy gitano, pero ¿notas que soy diferente al resto de la sociedad? Para nada*’.

¯ glos, la sociedad ha atribuido a los gitanoshan mermado su derecho a la igualdad, elrespeto a la diversidad y han dificultado suinclusión en el trabajo, Ja vivienda, la edu-cación y el ocio. Cuando el Centro de In-vestigaciones Sociológicas (CIS) quiso ave-

riguar en 2005 la "percepción social de lacomunidad gitana", descubrió que a másdel 40% de los españoles les molestaria

"mucho" o "bastante" tener como vecinosa gitanos. A uno de cada cuatro españolesno le gustaria que sus hijos estuviesen enla misma clase que niños de familias gi-tanas. En consecuencia, concluyó el CIS,esta comunidad continúa siendo el gruposocial más rechazado, por encima de losexpresidiarios, los alcohólicos, los de ex-trema derecha y los inmigrantes.

Una visión panorámica desde la Fun-dación Secretariado Gitano (FSG) sobrelos 750.000 gitanos que hay en España

mostraría que casi la mitad de ellos sonjóvenes (con una edad media de 28 años).Que el 70% de los mayores de 16 años sonanalfabetos absolutos o funcionales. Queel 36% está en paro. Que un 12% todavía

vive en infraviviendas y un 4% en chabo-las. Que la mayorta no están obstinados enformar guetos, ni se niegan a convivir conel resto de la sociedad, ni son folclóricosflamencos, ni se desplazan en carromatoso mulas, ni se limitan a ofrecer ajos y rome-ro, ni bailan a diario, ni se pelean a diario.Es verdad, sin embargo, que para muchasfamilias Ja venta ambulante sigue siendosu principal sostén. El 24% de los gitanosque trabajan son autónomos. Es decir: tie-nen sus propios negocios en un local o enalgn.ín mercadillo.

lsidro Rodríguez no es gitano, perodesde hace dos décadas trabaja en la FSG.Desde 2005 la dirige y ha promovido una

red europea para procurar que los fondossociales de la Unión tengan impacto en lainclusión de los gitanos. En todo el conti-nente, dice, hay unos 12 millones de gita-nos. "Pero si comparamos la situación delos nuestros con el resto de los paises de

Europa, vemos que los de aqtú están mejor.Porque el sistema español tiene protec-ción social y programas para disminuir lasdesigualdades. Es mejor en términos de si-tuación social, acceso a derechos e, inclu-so, en términos de imagen social, discrimi-nación y racismo. La situación es muchopeor en los patses del este de Europa. Perotambién en paises como Italia y Francia".

RODRÍGUEZ SE ]REFIIBRE a hechos como Ja

serie de crímenes contra gitanos que en-tre 2008 y 2009 conmocionaron a Hungria,donde el 8% de sus 10 millones de habitan-tes son gitanos y donde Iobbik, un partidolocal de extrema derecha, con 43 diputa-

dos en una Cámara de 386, concibe a losgitanos como "un grupo de vagos que vi-ven de subsidios, entregados a tener hijosy a cometer hurtos". Y a los desalojos y ex-pulsiones sistemáticas a los que se enfren-ta la población gitana de Francia e Italia,países que, además, en varias ocasionesles han negado el acceso a la vivienda, lasanidad, ei trabajo yla escuela.

Al ser preguntado sobre si el Estado es-pañol y el propio organismo que él dirigeactúan esencialmente de forma paterna-lista, Rodriguez responde que "el pater-nalismo está en algunas administracio-nes públicas que no tratan a las personascomo ciudadanos. No debería ser así por-que de lo que se trata es de que avancen en

sus derechos, pero también en sus debe-res. Lo que necesita la gente para cambiarson oportunidades. La comunidad gitanaha avanzado mucho, pero parece que lasociedad española todavia n’o se ha dadocuenta. Hoy los gitanos son parte de la co-tidianidad".

]uan de Dios Ramirez Heredia es pre-sidente de la Unión Romard, una ONG queen España y otros países persigue el rece-nocimiento de la cultura gitana, y sostieneque el principal avance histórico que hantenido es en materia de educación, "aun-que hoy la gran batalla es contra el absten-cionismo escolar.", puntualizó. "Ademáshemos tenido grandes avances en nues-

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tras libertades püblicas y en el bienestarsocial. Pero tenemos que seguir luchandocontra los estereotipos que refuerzan unaimageu nefasta de nosotros."

Buscando las oportunidades que brin-da el "modelo español" y buscando serparte de la cotidianidad, unos 40.000 gi-tanos de Europa del Este, según estima laFSG, han llegado a la Península. Hace ochoaños, Hristo Stoichkovvino desde Bulgatiay comenzó a trabajar en un restaurante deMadrid. Hristo es un hombre grueso, mo-reno, de baja estatura y frente amplia quehoy tiene 38 años y "un español muy flui-do", dice, "porque antes no hablaba nada,nada". Conversamos un mediod/a en elbarrio de Pan Bendito, al sur de la capital,mientras Suati, su hijo de nueve años y mi-rada traviesa, hacía un dibujo.

POCO DESPUÉS DE QUE HlilSTO se instala-

ra en España, su esposa y su hijo llegaronpara vivir con él. Las cosas se torcieron eldía que ella empezó una relación con otrochico. "El niño se quedó conmigo y al pocotiempo los dos volvimos a Sofia, ta capitalde mi país, y comencé trabajar como taxis-ta", cuenta cruzándose de brazos.

Un dia, en ese taxi, conoció a su actualpareja. Mariya y Hristo están juntos desdeentonces. "La verdad es que mis padres noaprueban nuestra relación. Yo soy blancay no soy gitana. Y él es moreno y gitano.Es que en Bulgaria hay mucha discrimi-nación", acotó Mariya Tsvetanova, de 27años, también presente en la charla.

Hoy, Hristo, Mariya y Suati viven enEspaña porque, para este exminero, "aquiser gitano es menos malo que en Bulgaria.Nunca he seguido completamente las tra-diciones gitanas, pero soy gitano y soy nor-mal y ya está. Nos gusta la ciudad, los dostrabajamos en una pizzerfa y pasamos los

dias con tranquilidad".Los que no tienen trabajo y pasan los

d/as muy angustiados son Gheorghe y Ali-

na, una pareja de gitanos rumanos, condos hijos, que ahora viven en un edificiogestionado por Cáritas. Gheorghe está enel paro desde hace cuatro años, y Alinadesde hace año y medio. El dia que fui avisitarlos, Gheorghe dijo que no ha deja-do de echar curriculos y ya estaba deses-perado porque no ha conseguido nada.

"Vivimos de la renta mínima que nos da >

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"SOMOS GITANOS, PERO NO COMO LOS DE LA TELE.NO TODOS ROBAMOS, NI PEDIMOS LIMOSNAS"

RESPETO A LOS ANCIANOS. > el Gobierno", aclaró en el comedor de suA Valentin Suárez (en el centro de

la imagen) le dicen, con respeto,"T[o Valentin" Bueno parte de suvida la ha dedicado a difundir la

cultura gitana, Sus vecinos recurrena él para resolver conflictos.

DE BULGARIA A ESPA~A.Hristo Stoichkov: su hijo, Suati, y sunovia, Mariya Tsvetanova, abandona-

ron "la discriminación de Bulgaria"para pasar "dias tranquilos y hacer

una vida normaV en Espafla.

austero apartamento.Gheorghe y Alina se conocieron en

una discoteca cuando ambos tenían 16años. Pronto se casaronypronto, también,fueron padres de una niña que ahora tie-ne 14 años. Gheorghe trabajaba como al-

bafiil en Rumanía y ganaba elequivalente a unos 300 eu tos almes. Uno de sus colegas se ha-bía venido a España, siemprele contaba que le iba muy bieny Gheorghe no lo pensó dosveces: hizo una pequeña ma-leta y viajó a Lleida. "Mi amigodesapareció. Lo pasé muy mal,pero afortunadamente cono-cí a un señor que me ayudó aencontrar trabajo. Volví a por

mi mujer y mi hija a Rumanía,vivimos seis meses en Lleida yluego nos vinimos a Madrid".

Gheorghe cuenta que enRumania él y su familia "ha-blaban gitano", pero no prac-ticaban "costumbres antiguas"como, por ejemplo, compraruna mujer para casarse conella. "Mi familia siempre hasido pobre. Y la de Alina tam-bién, porque ella se crío sin pa-dre, con su madre y su abuela.Nuestra boda fue muy mo-desta. No duró tres días, comomuchos podrían pensar. Esosolo lo hacen algunos, los quetienen mucho dinero".

En España, esta familiaha pasado ratos felices y mo-

mentos amargos. Gheorghe ha tenido quetrabajar durante 12 horas, sin contrato ycon constantes retrasos de su sueldo. Eldía que Alina se puso de parto, la señorade la casa donde trabajaba limpiando ledijo: "Vete al metro y ahí llamarán a unaambulancia". Su hijo nació sietemesino yella y su esposo quedaron indignados parasiempre. "¿Esa señora no tiene corazón?¡Pero si es que uno ayuda a un animal, conmás razón a una persona!", dice Gheorgheen voz alta. "Aunque eso es lo peor quenos ha pasado. Ahora no tenemos trabajo,pero en España nos hemos sentido bien.A la niña le gusta el cole, el bebé está bienatendido por la Seguridad Social. De vez

en cuando vamos a la iglesia y al parque ynos hemos integrado bien en todo. Somosgitanos, pero no como los de la tele. Notodos robamos, ni matamos, ni pedimoslimosnas".

A MARíA LUISA tOnTOS también le suena lamisma frase que a Sara Giménez, la "pri-mera abogada gitana de Aragón". MariaLuisa es gitana y, además, divorciada. Yeso, dentro de su propia comunidad, noestá muy bien visto. Pero a ella le importómás su tranquilidad y la de sus tres hijasque guardar las apariencias. Tiene 45 años,el cuerpo delgado, la sonrisa fácil y el re-trato de su nieto de dos años colgado en lapared. Nació en la~n, pero llegó a Madrida los seis años y se casó a los 22 con el úni-co novio que había tenido hasta entonces.Fueron 17 años de matrimonio, "como gi-tanos y ante el Registro Civil", hasta quedecidieron separarse porque él tenía unasideas y ella otras, se limita a decir.

En torno a un vaso de té frlo, sus pa-labras rompian el extremo silencio de sucasa. "Me apetecía muchísimo indepen-dizarme. Yo ya trabajaba vendiendo ropaen un mercadillo. Me saqué el graduado.Ahora hago limpieza industrial. A mis hi-jas les he inculcado que estudien y traba-jen, que salgan adelante, que convivan contodo el mundo, que se pueden conservarnuestros valores y tradiciones sin aislarse.Así lo he hecho yo. Y así lo hacen muchosotros gitanos".

Supe de Maria Luisa gracias a BeatrizGurdiel, que trabaja con Isidro Rodríguezen la Fundación Secretariado Gitano.Ella me llevó a casa de María Luisa y enel camino la conversación se centró en lapersecución histórica del pueblo gitanoy en el porqué de su cerrazón en ciertosmomentos. Beatñz Gurdiol hizo una ana-logía: "Es como si tú vas varias veces a unadiscoteca y el grandullón de la entradano te deja pasar. Siempre te dice que nopor uno u otro motivo. Pues llega un mo-mento en el que dices: ’¿para qué vuelvo?,¿para qué me acerco con la intención deentrar a ese sitio si el de la puerta me loniega y los que están alrededor no dicen

nada?’. Pues hay gitanos que intentaninsertarse en el día a día de la sociedad,pero no se lo permiten y acaban aislán-dose. Es algo así... ¿0 tú qué piensas?" ̄

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