número 20 de la hoja azul en blanco (otoño-invierno 2015)

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Ayuntamiento de Alcorcón Concejalía de Cultura otoño-invierno 15/16 revista de creación literaria n20 la hoja en blanc azul Asociación Literaria Verbo Azul otoño-invierno 15/16 revista de creación literaria n20 la hoja azul en blanco

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Page 1: Número 20 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2015)

Ayuntamientode AlcorcónConcejalía de Cultura

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la hoja azul en blancoAsociación Literaria Verbo Azul

EDITA:Asociación Literaria Verbo AzulAvda. de los Castillos s/nCastillo Pequeño 28925 Alcorcón (Madrid)

DIRECCIÓN:Ana GarridoJuan José Alcolea

EVALUACIÓN Y COORDINACIÓN:José Bárcena, Hortensia Higuero, Ángel Muñoz, Isidro Sánchez Brun, Isabel Miguel, Ana Bella López Biedma, Antonio del Arco, Fernando Fiestas, Cristina Cocca, José Tomás Romero, Marisa González, Mary Santos Caballero y Alejandro Cernuda.

PORTADA: Puerta I, Cati Lanza.

DIBUJOS: Fernando Fiestas, Jesús Contero, Mariana Feride, Pilar del Campo, Manolo Oyonarte.

FOTOGRAFÍAS: Cristina F. Zambrano, Juan José Alcolea

DISEÑO Y MAQUETACIÓN:HabitacionDesdoblada.com

COLABORA:Concejalía de CulturaAyuntamiento de Alcorcón

Depósito Legal: M-01703-03Imprime: Gráfi cas Pedraza S.L.

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revista decreaciónl i te rar ia

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[email protected]@[email protected]

La Hoja Azul en Blanco no se responsabiliza de las ideas expresadas por los autores

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Desde la playa de Las Horcas Coloradas. Acuarela sobre papel Fernando Fiestas

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ANA GARRIDOPresidenta de Verbo Azul

Desde la luz y el sueño

Cuando de nuevo el agua se pinta de oquedades, cuando el aire se oscurece y se dilata al fondo de las cosas, esta Hoja azul nuestra vuelve al tiempo en blanco de los versos, a la herida sin ruido, al corazón del sauce.

“Estoy soñando la existencia y es un jardín torturado” - escribió Antonio Gamoneda al límite de la transparencia. Y es que no es fácil acumular distancias y orfandades al fi lo de los labios, no es fácil escribirse al otro lado en sombra de los ecos. Quizá por ello, cuando se cumplen cuatrocientos años de la pues-ta en circulación de la segunda parte del Quijote, queremos hacer aquí nuestro particular homenaje al triste caballero y su locura, a ese temblor que ardía - y aún arde, lo sabemos - por dentro de sus ojos. Homenaje y tributo en una doble vertiente, ya que, ade-más de los textos especialmente dedicados a su recuerdo, hemos ido un poco más allá reuniendo para la ocasión algunas de las más importantes fi rmas castellano - manchegas de la literatura actual.

Queremos expresar desde aquí nuestro agradecimiento a todos los poetas, narradores, ilustradores y fotógrafos que han querido compartir su trabajo con nosotros, a todos los que, una vez más, nos han prestado su calor, su confi anza, y señalar muy especialmente la participación de Pilar del Campo Puerta, que nos ha cedido alguno de los números de su serie “El Quijote en naipes” para ilustrar las páginas dedicadas al de la triste fi gura.

Baste ya de consejas y silencios, paremos mientes en este bien decir de las palabras. Ya sabemos, buen Sancho, que están los tiempos recios, rigurosos. Pues vivimos, vivamos, que no es loco quien sabe de la duda y sale a batallar con los gigantes.

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Bodegón. Juan José Alcolea

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JORGE JUSTO PADRÓN

De no morir me iría conformandocon seguir mereciendo la alegría,la música fraterna, la dicha de lo humilde.

Oír el cotidiano sonar de las cucharas.Ver el rojo destello del vino en el mantel,el pan en la panera, la ensoñación más tibiadurmiendo en el cajón de las especias,el encanto discreto que el afecto a las cosasva poniendo en las cálidas costumbres de la casa.

Sentir las claras voces, a madre en la cocina,a Kleo, con la dulce sorpresa de sus labios,el trasiego de padre en el jardín,las hermanas, la risa en la merienda,ese olor de la infancia que del biscocho asciendecuando se abre de golpe la puertilla del horno.

Improvisadas charlas junto al rumor del fuego,las confi dencias últimas, los recuerdos de siempresurgiendo en el chasquido que se funde en las brasas.Fuera brillan los sauces, oscilan en el viento.El sueño de la noche, el sueño de la vidacubriéndonos, cantando desde su vieja rama.

Lar de lo cotidiano

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MARÍA LUISA MORA

Era la plaza enormecomo el mundo. En ellacabíamos todos los muchachos,las antiguas canciones que nos cantabanlas abuelas, esa tierna esperanzade las madres. Cuánta ilusión, entonces.Cuánto tiempo para hacerlo todo. No sabíamos lo que era la tristezani nos dolía nunca el blanco de los ojos. Vivir era lo único que teníamosque hacer, respirarcada momento, medir la elevada luzde la estatura,ponernos las pestañasque habíamos robado a nuestras madrescomo niños que aún no habían abiertola terrible caja de Pandora. Era entonces:cuando las rosasperfumaban el cuerpo de diciembrey la noche no había llegado,todavía.

Caja de Pandora

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Sólo un error cambióun pedazo de vida:sentirla vejez al mirarme las manosy el miedo a aprender el abecedariodel silencio.

Hoy escribí secretos de mi vidabebiéndome, tal vez, la última copacon claridad nocturna.Puedo afi rmar con qué temor estoy viviendo,morir en la distancia,soñar con mis paisajescuando mi humanidadtiembla en un equilibrio que, despacio,se hunde como una historiacarente de días.

Por detrás de las horas que ya han muertodeja el pasado fechas que envejecen de un amanecer arañado de sueños mal vividos,un mundo descreídoque no comprende el beso y el abrazo,que no sabe sentir la intimidadque nos deja un ayer,para hablar con los ojos y llorarcon la mirada.

I

Existió un error

II

Morir en la distancia

JOSÉ MANUEL FERNÁNDEZ FEBLESVerbo Azul

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ANGELINA GATELL

Me miro en el espejo, me escudriñoen esa imagen confusa que ante mí comparecesolicitada aún por la memoria.

Pero ya nada en ella es como fue.El tiempoha ido trabajando sobre su piel el frío,la extinción de la luz, la afrentainopinada de los días. Por sus manos gastadas cruzanprominentes arroyos por donde va la sangreen busca de la muerte. En sus ojospersisten las imágenesque habitaron el llanto de dos siglos,las guerras, el derrumbe de los sueños,el nunca ya posible claror de lo olvidado.

Y sin embargo, cuánta vidaqueda detrás, fl uyendo hacia el mañana,atestiguando que ella también estuvo aquíy a fuerza de dolor fue construyendosu pálida fi gura, todavíalaboriosamente absorta ante los vientos.

Imagen

...laboriosamente absorta ante los vientos…León Felipe

A Luis Fernando Muñoz

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CELIA BAUTISTADe “Diario del Norte” Verbo Azul

1Señorita de compañíaHe vivido mi vida en tantas vidas que no podría deciros cómo soy.

2Se busca técnico en energía solarSe me ha caído el sol sin darme cuentay aún recojo los restos de sus rayos.

3Se buscaPoema con la esencia de una célula madrecapaz de dar de sí lo que requierael trauma que la vida nos infl ige.

4Se vendeTengo un pozo profundode silencio.Y qué clara es su agua.

5Necrológica de una muerte paulatinaHe muerto tantas veces sin saberlo,que espero no enterarmeel día en que, por fi n,hasta la misma muerte se me muera.

Anuncios por palabras

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Jesús Contero

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FRANCISCO CAROVerbo Azul

I

Guárdate de la herida que no sangrey desconozca el grito:es preciso sangrar, vivir no es sólo contemplar cómo el tiempo palidece. II

Nombrar es subvertir, sajar azules,ser vándalo y sus armas: nombrar es demoler, izar enigmas,invadir lo que es otro, lacerarlo. III

Qué voz no es el insomnio, largas nochesrecorriendo los frisos:tu voz es un aroma sinuoso,lo que se cree canción, lo que perece. IV

Te escribirá el poema cuando ignoreel perfi l de tu rostro:turbio reloj, fugacidad de rosaque tallará a cincel un tiempo helado.

La vida no da más, seguramente

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“Figuras imbricadas”, acuarela sobre papel. Manolo Oyonarte.

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NIEVES ÁLVAREZ MARTÍNVerbo Azul

Comienza a nacer el día, una rendija de luz se cuela por la ventana. Me siento a tomar café mientras el trabajo quemay me rapta y me devora y me deja hipnotizada.

¿Dónde ha quedado la noche? ¿Dónde la sabiduría teme morir desangrada?¿En qué reloj resucitan los poemas?¿De qué muerte se muere al llegar el alba?

Inventario de difuntos, interiores del engaño, que en el engaño se engarzan, prácticas de economía, de inviernos perecederos,estadísticas sumisas e infructuosas palabras.

¿Desde que silencio naces? ¿Desde qué duda te creces? ¿Desde qué verdad sagrada te inviertes y te recreas, te inicias y te haces fuerte, desesperas y degustas, te humillas y te levantas?

En los armarios del tiempo, desde ese lugar desnudo en el que la vida me habla, le imploro al Dios de los pobres -desde la fe de los ricos- que deje pan en la mesa y fuerza en cada mirada.

¿Dónde se puede encontrar las respuestas que nos buscan y las preguntas que callan?¿En qué lugar de la casa los platos tienen razón y en qué secreto del vino la verdad se vuelve agua?

Las moradas del otoño siembran nuevas primaveras en los veranos del alma.Están tocando arrebato los versos en la cocinay entre mis manos que tiemblan se acurruca la esperanza.

Moradas de la luz

¡Pues pensar que se puede resistir!, no más que si, metida en un fuego, quisiese hacer a la llama que no

tuviese calor para quemarle.Santa Teresa de Jesús. (M6.11.8)

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RAFAEL ESCOBAR

¿Qué pensarás, como reaccionarás, amor,cuando, pasado el tiempo sufi ciente para confi rmar nuestra [derrota,por efecto de esa intuición lúgubre que guía el errory un rumbo de azar que no podemos califi car sino de [fastidiosotropieces con las líneas de amor que me dictó tu anhelo?

Si estoy vivo, ¿me agredirás,prenderá tu odio legítimo contra mí o tu doble,me vendrán pleitos, querellas legales por apropiación de tu nombrepara el ejercicio de mis ocios siniestros?,si he muerto, ¿los invertirás en crear algún tipo de mito,los recitarás con una cadencia de gravedad solemneque delate un rastro de nostalgiay hasta cierta culpa por el agravio de la redención que no [fuiste?. Pero ante todo, ¿serás capaz de reconocerte,te sabrás entre una visceralidad tan obvia que no precisa [nombrarte?,¿algún capricho de la letra como ser vivoo traición de la sangre ciega en su euforianos revela el secreto importuno de que nos escriben?.

¿Qué instinto con hambre de verdad querrá decirnosque nuestra ceguera prende en otra vida,que incluso cuando sufrimosy vivir nos es aplicada previsión de la muerteestamos siendo el aliento de un manuscrito que crece en otro pechoy rara vez tendremos la dignidad de merecer?

Ausencias después

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RUBÉN MARTÍN DÍAZDel libro “Fracturas”.

El vuelo de un insecto,desordenado y pertinaz, describela música invisible de la vida,la frecuencia alterada que me induce a pensaren todas esas cosas que ignoramospero que están presentes,como una realidad que complementala pobre realidad de nuestros ojos.

De tal manera que amanece en míun mundo puro y nuevode olores y sonidos y objetos intangiblesque muestransu no presenciadesde el envés fl oreado del jardín,

y que deslumbran todavía máseste momento de vitaly extraña y reservada inspiracióndonde cuerpo y vacío comulgan de la manopara formar un símbolo perfectodel suceder profundo de esta niebladonde, sin ser, estamos.

Insecto

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TERESA DE JESÚS RODRÍGUEZ LARAVerbo Azul

De “En nombre del Amor”. Finalista, Premio XXV Aniversario Revista “Sala de Togas”. Colegio Provincial de Abogados de Almería 2013.

Amamos sin saber cuánto es el peso del amor, sin captar el prodigio que nos salva ni el remanso imprevisto de su anhelo que enciende la sangre a borbotones.

Amamos sin saber que amar es el peso del amor que nos signa y nos une en el túnel del tiempo, y con mágica llama nos abrasa la vida.

Amamos y tal vez, ignoramos que amar es mucho más que abrazo y mucho más que júbilo y beso…

Es alcanzar a tientas el fervor de otros labios, aspirarlo, sorberlo por entero y sentirlo bullir en nuestra sangre entre luces y sombras hasta que amar no sea solo amar, sino la misma entrega convertida en amor.

Y nos basta su hallazgo en el túnel del tiempo.

Amamos sin saber

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ANTONIO RODRÍGUEZDe “Las hojas imprevistas”.

Cuántas veces habrá muerto la rosapara nacer de nuevo. Cuántas veceshabrá visto sus pétalos vencidospor el peso del tiempo, y su perfumeentregarse otra vez al aire puro.

Prisionera, sin más, de su bellezaa los ojos del hombre, lamentamossolo su brevedad, no su vacíopor la muerte constante, por la eternasucesión de sí misma y no ser únicapresencia recordada, irrepetibledestello que perdimos para siempre.

Sin voz, sin gesto alguno,¿qué será sino vida que no cesa,y que no sabrá nunca que ha existido?

Única

triste de no morir aún más, la rosaJ.R.J.

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CECILIA ORTEGAVerbo Azul

Tarda uno en aprender el ofi cio de vivir y cuando casi lo tienes asimilado resulta que tu mundo es un recuerdo, una eternidad desatenta con una versión del tiempo ya caducada y varias sobredosis de nostalgias.

Entonces viene la terapia de los sueños, un marcapasos para encontrar las palabras elementales,curso intensivo de realidad y un posgrado de la muerte.

Jamás imaginé que nos vendiesen la inmortalidad a plazos.

Curso intensivo de realidad

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CASPER DE JONG

Spanje regent zachtjes op mijn letters. Rustig blijven zitten op mijn hoek van de wereld. Ander woord zoeken voor verlangen, iets met water, iets dat klinkt als fresco, zoals het klinkt als het er nog niet is.

De geur van paard is bijna uit Europa verdwenen. Een hommage schrijven aan de ruiters van Cordoba. In galop langs de oevers van de Guadalquivir. Met een roos tussen je tanden een zigeunerin ontvoeren en de rest van je leven wachten op de messen van haar geestelijk gestoorde broers.

Tijdens reizen altijd welgemoed de dag beginnen en vertrouwen op de bus-chauffeur, zijn vakmanschap en levensstijl. De bus rijdt als een camera door over-belichte heuvels. Klaprozen en olijven. En achter deze dove ramen de stem van Federico Garcia Lorca. Zoals iets klinkt als het er niet meer is. Ergens tussen deze heuvels hebben ze hem doodgeschoten. Arme jongen met je huid van papier. Iede-re man die ze doodmaken is toch eigenlijk nog maar een jongen?

Ik word een derde persoon, de man die is neergedaald op een terras. Hij heeft mededogen met de dieren. Iemand moet toch toezien op de duiven, met hun lan-dingsproblemen en slechte eetgewoonten?

Slapen en niet vergeten uit nachtmerries te ontwaken. Van een kat die over het water liep om de ogen uit een eend te bijten. Ze waren even groot, de eend en de kat, als broers die niet op elkaar lijken.

Het regent zachtjes op mijn letters. Ander woord zoeken voor afwezigheid, voor niet meer weten hoe het was.

Ik ben de eerste mens op aarde. Ik leg de nieuwe wereld vast in soortenlijsten. Overvloed en schaarste. Geluk en gebrek. De mensen die ik overal ontdek, zijn onder te verdelen in twee soorten. De mensen die zullen sterven, dat is de grootste groep, en de soort die dit alles zal overleven, omdat zij vertrouwen hadden. In een boek, of in een buschauffeur.

Rustig blijven zitten op mijn hoek van de wereld. De stad beschrijven als de

verloofde van de rivier die naar haar opkijkt en zacht haar voeten streelt, met op de achtergrond de eeuwige sneeuw van de Nevada en de gitaren van Spanje, die eeuwige gitaren, en dit beeld dan met hulp van het onderbewustzijn, de rivier die aan haar voeten likt, langzaam laten ontaarden.

Alles kan schaars worden. Alles kan gaan klinken als een woord dat we nog niet kennen.

Het regent zachtjes op mijn letters. De wereld wordt inwisselbaar. Besluiten om naar huis te gaan. Ander woord zoeken voor vliegtuig.

Diario andaluz (Lied voor Lorca)

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CASPER DE JONG (Haffelt, Holanda)

España llueve suavemente sobre mis letras. Sentarme en mi esquina del mundo. Buscar otra palabra para deseo, algo sonoro y fresco, como agua, algo que suena sin existir aún.

El olor del caballo casi se fue de Europa. Escribir un homenaje a los jinetes de Córdoba. A galope al lado del Guadalquivir. Con una rosa entre los dientes se-cuestrar a una gitana y esperar después toda la vida los cuchillos de sus hermanos perturbados.

Durante los viajes siempre empezar el día con buen humor y confi ar en el chófer del autobús, su habilidad y su estilo de vida. El autobús va como una cáma-ra entre colinas quemadas por la luz. Amapolas y olivos. Y detrás de estas ventanas mudas la voz de Federico García Lorca. Cómo suena algo que ya no existe. En estas colinas lo mataron. Pobre niño con su piel de papel. Cada hombre que matan en el fondo es un niño, ¿verdad?

Me convierto en una tercera persona. El hombre que descendió en una terra-za. Tiene compasión por los animales. Alguien tiene que cuidar a las palomas, con sus problemas de aterrizaje y sus malas costumbres de alimentación.

Dormir y no olvidar despertarse de las pesadillas. De un gato que anduvo sobre el agua para morder los ojos de un pato. Eran tan grandes, el pato y el gato, como hermanos nada semejantes.

Llueve suavemente sobre mis letras. Buscar otra palabra para ausencia, para olvidar cómo fue.

Soy el primer hombre de la tierra. Estipulo el nuevo mundo en listas de es-pecies. Abundancia y escasez. Felicidad y carencia. Las gentes que descubro en todas partes se pueden dividir en dos clases. Los que van a morir, la mayor parte, y un género que va a sobrevivir todo, porque tenían confi anza, en un libro o en un chófer.

Quedarme tranquilo en mi esquina del mundo. Describir la ciudad como la novia del río, que mira hacia ella, acariciando sus pies, vestidos con la nieve eterna de la Sierra Nevada y las guitarras de España, esas guitarras eternas, y dejar dege-nerar poco a poco esa imagen con la ayuda de la subconsciencia, el río lamiendo sus pies, como un perrito obsceno.

Todo puede hacerse escaso. Todo puede sonar como una palabra que no co-nocemos.

Llueve suavemente sobre mis letras. El mundo se vuelve cambiable. Decidir volver a casa. Buscar otra palabra para avión.

Diario andaluz (Canto a Federico)

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FERNANDO FIESTASVerbo Azul

El silencio varado

Se suavizan las horasdurante las esperas;más tiernos los minutos,en plena redención de los relojes;es el estigma de los troncosrecién mojadospor orden del ayuntamiento.

En tardes solitarias sin iglesiade los tiempos de ahorase desvisten las callesdel disfraz de domingo,al encuentro de un lunesaún más interior.

La mirada viajera del impulsode quien contemplaperfi la las agujas del instante,se ofrece al acto irrepetible de esperar,apenas disidentes del espaciolos signos, las distancias.

Y como de costumbre,nuevas fugacidades duermenpor los torsos del parque.

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“El Quijote en naipes”. Pilar del Campo Puerta

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Hemos leído a menudo que nuestro genial escritor perdió en Lepanto la mano izquierda para gloria de la derecha, ya que con ésta habría de escribir su obra más inmortal, ésa de la que tanto se habla y que, sin embargo, continúa leyéndose tan poco.

A estas alturas tal vez no sea necesario recordar que El Quijote de 1605, el de la primera parte, contiene descuidos y torpezas que ya han sido minuciosa-mente glosadas por los estudiosos. Hay en la novela, y justo es reconocerlo, mo-mentos en los que decae excesivamente la tensión narrativa, y que, pese a haber sido escritos también con la diestra, parecen escritos con la izquierda, que era (ya lo era para sus coetáneos) la mano prescindible del Cervantes dramaturgo y poeta. Me estoy refi riendo a aquellos capítulos que aún hoy, para cualquier lector no es-pecializado del siglo XXI, resultan de lectura más bien enojosa, como ya lo fueron también para los propios lectores del tiempo de Cervantes.

Se trata, por un lado, de algunos capítulos que, en un sentido estricto, son verdaderos tratados de teoría literaria, ya sea sobre el género de caballerías (cap. 32 y 47) o sobre el teatro (cap. 48). Pero se trata, fundamentalmente, de los rela-tos intercalados, prolijos en exceso, y que interrumpen el desarrollo de la acción principal de la obra: la historia pastoril de Marcela y Grisóstomo (cap. 12, 13 y 14), la novela sentimental de Cardenio y Dorotea, que se prolonga a lo largo de varios capítulos entrecruzándose con episodios de la trama principal; o los largos relatos de El curioso impertinente (cap. 33, 34 y 35) y del Cautivo (cap. 38, 39, 40 y 41). En algunas de estas historias intercaladas, en un esfuerzo por integrarlas en la ac-ción principal, Cervantes ingenia desenlaces retardados, con soluciones forzadas, azarosas e inverosímiles, o con truculentas anagnórisis, todo ello muy propio del género bizantino del que Cervantes fue tan devoto y del que su casi desconocido Persiles da buena fe.

Esas tramas secundarias que se van entrecruzando, todos esos personajes que casualmente van a confl uir en la venta, crean una estructura laberíntica y se superponen en una artifi ciosa construcción narrativa. No en vano El Quijote es la novela por antonomasia, es la novela de novelas. Como en un borgiano “jardín de senderos que se bifurcan”, hallamos relatos dentro de otros relatos, historias que se entrelazan en una dispersión que el propio Cervantes criticaría en otra de sus mayores creaciones laberínticas, El coloquio de los perros, donde, por boca del perro Cipión, el autor satiriza la tendencia a las “impertinentes digresiones” porque perjudican el desarrollo de la narración.

Pues bien, esa tendencia digresiva, tan propia de la primera parte de El Quijote, distrae al lector del principal foco de atención de la novela, y condena a sus dos protagonistas a un discreto segundo plano, de meros espectadores, para el que no estaban en principio concebidos. Consciente de ello, Cervantes corrigió este defecto diez años más tarde, en la segunda parte de su obra. Tal es la razón por la que autores como Andrés Trapiello o Arturo Pérez Reverte se han atrevido a publicar recientemente dos versiones de la novela, bien modernizando su len-

La mano izquierda de Cervantes

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guaje, o bien aligerándola de todo ese material prescindible, siempre con la sana intención de hacerla más digerible para los lectores de nuestro tiempo.

Hechas tales observaciones sobre este Quijote en el que a Cervantes se le fue un poco la mano digresiva, es decir la izquierda, siempre quedará a salvo la indiscutible genialidad del más universal de nuestros autores, y el tiempo y los crí-ticos (e incluso los lectores) se han encargado de situar la novela en el lugar que se merece. Poco o nada podríamos añadir al torrente bibliográfi co que nuestra más inmortal novela ha generado a lo largo de cuatro siglos, por eso sólo esbozaremos ahora uno de los más interesantes aspectos de la obra, que está presente además en buena parte de la producción cervantina: el confl icto entre el ser y el parecer, y, en defi nitiva, el cuestionamiento de eso que llamamos “la realidad”, que Cervantes aborda siempre desde la lúcida actitud de un amplio perspectivismo crítico.

En este sentido, la primera parte de El Quijote ofrece el mundo como una “representación” de la fantasía del protagonista, por cuanto la realidad es contem-plada desde la visión delirante de un loco que transforma el mundo a su antojo, transmutándolo a impulsos de su fantasía aventurera. Arrieros y gañanes, criadas y pastores, ovejas y molinos son el soporte sobre el que don Quijote construye, in-fatigablemente, sus quimeras. En consecuencia, el héroe de esta primera parte es un personaje ilusionado e ilusionante, activo y batallador, inventor de quimeras, desfacedor de entuertos, aunque refl ejado en el espejo cruel de la parodia resulte continuamente humillado, injuriado, apedreado, apaleado, enjaulado y fi nalmen-te derrotado.

La segunda parte, en cambio, presenta una visión de la realidad como “si-mulacro”; el mundo no es ya una representación de la fantasía del protagonista, sino una representación de la voluntad de los demás personajes que le rodean. La realidad no se presenta como la proyección de unos delirios sino como la esceni-fi cación de una farsa. El mundo y sus potenciales enemigos, los de don Quijote, no provienen ahora de la facultad fabuladora del héroe, sino de la intención, más o menos aviesa, de otros personajes que despliegan a su alrededor un escenario fi ngido y fabricado a la medida de la fantasía quijotesca.

Por eso el héroe se convierte en víctima y espectador de una farsa. Los dis-fraces del Bachiller Sansón Carrasco o el montaje escenográfi co desplegado por los duques de Barcelona son dos ilustrativos ejemplos de esta mecánica singular, que en la segunda parte revela la actitud cervantina de representar el mundo ca-balleresco como una pantomima. De ahí que don Quijote, en el centro de ese es-cenario bufo, pase a ser una criatura cada vez más desilusionada y desilusionante, más aún por cuanto es incapaz de reconocer lo que esa realidad tiene de farsa y fi ngimiento.

La ejemplarizante buena muerte de don Quijote, su “vivir loco y morir cuerdo” supone, más que su derrota fi nal a manos del Caballero de la Blanca Luna, el verdadero fracaso del héroe. Cervantes triunfó matando a su criatura y, en un impulso de piedad por ella, le hizo recuperar la razón y renegar de su extraña y antigua locura; para mayor escarnio de los libros de caballerías, quiso que el hidalgo manchego fuese consciente de su sinrazón. Pero el verdadero fracaso de don Quijote, si es que fracasa de algún modo, es ése: apelar fi nalmente a la razón y renegar de la locura que le había dado sentido a su existencia.

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En cualquier caso, la condena de don Quijote y su razón misma de ser, más allá del triunfo o del fracaso, consiste en esa permanente lucha contra una realidad que aparece siempre como representación y quimera, ya sea porque don Quijote se inventa el mundo o ya porque es el mundo quien le inventa a él. Recordemos que la aventura de los leones, en la segunda parte, es la única en que el héroe está a punto de entablar batalla con un enemigo real, no imaginado por él ni simulado por otros; y recuérdese también que, ante esta clase de enemigos “reales” (como ya observó Francisco Rico) don Quijote es incapaz de actuar. Por eso en la citada aventura, la realidad - aquí simbolizada por el león - le vuelve sarcásticamente la espalda al héroe, negándose a luchar contra él.

Cervantes, desde su sabiduría de narrador moderno, establece diferentes planos desde los que abordar una realidad que es subjetiva y fl uctuante, y muchas veces engañosa: en primer lugar, el plano delirante de don Quijote, que es el más fascinante de todos porque convierte el mundo en aventura y nos sitúa ante un universo sólo regido por las leyes de la imaginación y el encantamiento. En segun-do término, el plano de Sancho Panza, que es inestable y ecléctico, que ve molinos y ventas donde su señor ve gigantes y castillos, pero que, por necedad o por con-tagio, creerá también en los encantamientos, verá gigantes donde sólo hay cueros de vino, o estará dispuesto a aceptar que es “baciyelmo” la famosa bacía robada al barbero. Hay, en tercer lugar, otro plano que es el de la realidad contemplada por los demás personajes de la novela, que obedece al punto de vista de la sensatez, del pragmatismo, de la razón o del puro sentido común.

Pero en este juego de espejos laberínticos, aparece un punto de vista funda-mental: el del lector, donde todos los anteriores confl uyen y sobre el que proyecta siempre Cervantes la responsabilidad crítica de discernir, con su buen juicio, cuál es el concepto de realidad que debe prevalecer.

Y en ese acto de someter al lector a un esfuerzo de análisis y discernimiento, proyectando sobre él todas las claves y toda la responsabilidad crítica, Cervantes está inventando la literatura moderna.

Un concepto de literatura, nuevo y distinto, que ya formuló también Cer-vantes en El coloquio de los perros cuando, ante la duda del Alférez Campu-zano de “si hablaron los perros o no”, el Licenciado Peralta, fi gura que representa al lector, responde muy sensata y signifi cativamente: “No volvamos más a esa disputa. Yo alcanzo el artifi cio del Coloquio y la invención, y basta”.

¿Qué importa si los perros hablaron o no? O lo que es lo mismo, trasladado el problema al Quijote: ¿Qué importa si fueron gigantes o molinos, ventas o cas-tillos, ejércitos o rebaños, y si se trataba de yelmo o de bacía; qué importa si voló o no Clavileño? Lo que importa, para Cervantes, es que el lector atento enjuicie críticamente el artifi cio narrativo, la invención novelesca, en defi nitiva, el valor literario de la obra más allá de su anécdota, de su intención o su mensaje.

Y eso y no otra cosa es la Literatura con mayúsculas. Y Cervantes su inven-tor. Y basta.

PEDRO A. GONZÁLEZ MORENO

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Rememoro, en el curso de la historia,al heroico soldado en la Marquesaque, galera en los mares de turquesa,contra Uluch dirigiera Andrea Doria.

De arcabuz, importuna trayectoria,un impacto su mano hiciera presa,y al tullir la siniestra deja ilesae ingeniosa su diestra, ¡para gloria!

Era un siete de octubre y mil quinientos…mil quinientos setenta y noble unocuando al Turco infl igieron su quebranto.

De doscientos millares de irredentos,treinta y tres fueran muertos de infortuno;sólo un manco: Cervantes. Y un Lepanto.

Lepanto

TANO GARCÍA-PAGE Verbo Azul

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Guarda el Ebro lo azul de una quimera,tan grande correría disparadaen el agua que llega tan sangrada, queriendo ya la mar, la mar entera.

Estrenaba pasaje la maderadel barco aquel que supo de la nada a cuenta de Quijote y su alocada tropelía, que Sancho así la viera.

Confía el uno en lo que el otro incideun disparate más, que tanto midecuanto más abre el párpado a lo cierto.

Y el tiempo que aún está, para más señas,muele luz cervantina en las aceñas,toda la luz de lo que no se ha muerto.

El poeta recuerda la aventura de Don Quijote y Sancho en el barco encantado

(Capítulo XXIX, segunda parte de “El Quijote”)

MANUEL CORTIJO RODRÍGUEZVerbo Azul

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Qué gran caballero era,jineteando la noche,Don Quixote en un caballode madera.

Y qué soberbio escuderoun Sancho que gobernócomo Salomón su reinomarinero.

Barataria y Clavileñomás que escarnio fueron honrapara quien cambió su vidapor su sueño.

Si yo supiera, LeónFelipe, dónde encontrarosa los tres,también me haría pastor.

Espejismo cervantino

“Por la manchega llanura se vuelve a ver la fi gura….

León Felipe

JOSÉ LUÍS MORALES

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ENCARNA MARTÍNEZ OLIVERASVerbo Azul

Estuvo toda la noche cavilando. Al llegar el alba se durmió abrazada a su propio cuerpo. Soñó. Fueron sueños turbios colmados de interrogantes, de fechas perdidas entre amores quemados, de calendarios sin más estaciones que el frío invierno en el que pegatinas de hastío ocultaban antiguas ilusiones, de agendas cuyas citas -efusivamente subrayadas en su día- aparecían tachadas, de años enterrados bajo la tortura implacable del dolor.

Cuando despertó se sentía muy fatigada; sin embargo, por más que hurgaba en la noche, no conseguía recordar la pesadilla que la abrumaba. Apenas lograba asir una sombra, el sueño se esfumaba dejando en su lugar el peso de una pérdida intangible: “Otra más…” se decía, con el gesto contraído por el sufrimiento crónico que la habitaba. Entonces, su memoria traicionó la conspiración de silencio ins-taurada tácitamente tiempo atrás por su inconsciente y representó las imágenes de una larga lista de ilusiones frustradas y de proyectos demolidos en cuya cons-trucción había empleado años de anhelo y esfuerzo cementados con un profundo amor. Cayó en la tentación y las repasó una a una abandonándose a su suerte: era demasiado tarde para lamerse aquellas heridas. Resignada, se levantó y, tras asearse, se dirigió a la cocina, como cada día.

Sus hijos llegaron a mediodía y saludaron desde la entrada con un desgastado “hola” que meses atrás había ido poco a poco sustituyendo a ese beso que ella es-peraba ansiosa cuando la hora se acercaba; pero ya ni siquiera se asomaban don-de ella estuviera y, seguramente, tampoco les importaba la respuesta. Así pues, como de costumbre, se dirigió cada uno a su habitación para conducir media hora más tarde sus hambrientos estómagos hacia la cocina en busca de su madre con el único fi n de interesarse -ahora sí- por la comida del día y zamparse lo que aquella hubiera guisado, sin encomendarse ni a Dios ni al diablo.

Cuando llegó el médico, le indicaron el camino a esa cocina en la que ella ha-bía desgastado, uno a uno, todos los sueños de su vida: Allí estaba, rendida -como siempre- por el peso de su propio cuerpo; pero en esta ocasión éste se hallaba su-jeto por una soga que se descolgaba desde los tubos del techo para abrazar, tensa, su cuello. La piel de la mujer, cerúlea y fría, contrastaba con la plácida sonrisa de sus labios.

Lo que queda de los sueños

“… ya en los nidos de antaño no hay pájaros hogaño.” Enfermedad y muerte de Don Quijote.

Don Quijote de la Mancha.

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HORTENSIA HIGUEROVerbo Azul

Desde ti hasta mí,hay un impertinente inviernoescrito en nuestros ojosque no teme a la estepa de la Mancha,pues va incendiando hogueraspor todos los caminos.

Hoy toca repasar tristezas y dolorescon un puñado de palabras de amor que viven en mi pecho.Míralas, que ellas llevan a tus manos sus letras y debes hilvanarlascon tus primeras sílabas.No temas y sólo procura al escribirlas,colocarlas correctamente en su lugar en el libro.

No quisiera,que en el aprendizaje de escribienteme arrojases de sus páginasantes de levantar mi espada de justiciacontra la iniquidad de la memoria que hace que olvidemos cómo fuimos.

De tus primeras sílabas

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MISIVA POR LA QUE DON QUIJOTE URGE A SANCHO PANZA PARA HACERSE DE NUEVO A LA AVENTURA.

TE escribo, amigo Sancho, con premuradesde el mismo lugar donde te espero.El mundo, bien parece un avisperoy urge retomar nuestra andadura.

Hay tanto por hacer en la llanura:trocar odio en amor -acto primero-, allanar los escollos del sendero,desfacer los entuertos con cordura,

romper por Dulcinea escudo y lanza,devolver a la gente la esperanza,…tantas cosas al pie de los caminos.

Ya ves, amigo Sancho, que aún me afanoen caminar contigo, de la mano,y luchar contra vientos y molinos.

1.

Epistolario quijotesco

Conozco tu andadura paso a paso y me sé tus caminos de memoria…

Ismael Belmonte

FRANCISCO JIMÉNEZ CARRETERO

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ISIDRO SÁNCHEZ BRUNVerbo Azul

Volver hasta sí mismopara encontrar la luz en la sorpresacomo si todo fuera azul, azul converso, y hallarse de una vez.

Pudiera ser que todo se iniciaraal comienzo de la única locura,en los dedos de un vértice, en las avesque rayan el silenciopara no sumergirse en su vacío.

Recurrir al lugar de las memorias,destruirse del todo y hacia afuera,y hallar dónde la muerte nos enseña a vivir.

Amigo Sancho, no sé cómo consiguescreer lo que yo creo de esta vida,sentado en ese rucio cabezón y torpe.

Gente de pueblo, su Merced; de pueblo.Que no leemos libros ni ceñimos espada.Gente inculta de aldea que no quiererendirse a la tragedia de un olvido.

Las dos manos del dios

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MARY-SANTOS CABALLERO MURILLOVerbo Azul

Tu voz es tan antigua como el hombreque sabe de la inhóspita llanura,que sufre del camino la andadurasin árbol que le acoja y que le asombre. Lleva tu adarga el sol de cada nombrey tu yelmo espejismos y locura.No cabe más valor en tu armadurani sueño que tu afán no desescombre. Renueva tus impulsos caminantesya caballo del tiempo aquí llegadoimplanta tu justicia, exacta cota, y arrostra con arrojo a estos gigantesque en la extensa planicie se han alzadoy nadie apuesta ya por su derrota.

Quijote

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Este es el título con el que apareció en Madrid en el año 1615 una segunda parte del Quijote y de cuya publicación se cumplen ahora nada menos que 400 años. Se conmemora pues a lo largo de este año la aparición de una de las obras cumbres de la literatura española. Según palabras de uno de sus protagonistas, el bachiller Sansón Carrasco, “nunca segundas partes fueron buenas”. Pero este no es el caso. Esta segunda parte es hermosísima, plena de aventuras y andanzas y según algunos críticos muy superior a la primera, que se había editado 10 años antes.

En esta segunda parte la narración es más rectilínea, no hay interrupcio-nes literarias con la intercalación de novelas cortas (pastoriles, realistas, autobio-gráfi cas) como sí ocurría en la otra. Cervantes ha cambiado ahora el estilo literario ganando en expresividad y seriedad narrativas.

Las diferencias más notables entre ambas pueden resumirse así: Los tí-tulos son diferentes, en la primera Cervantes titula “El ingenioso hidalgo”, en la segunda lo varía por “El ingenioso caballero” puesto que el protagonista ya ha-bía sido armado caballero en el capítulo III de la parte primera. A diferencia de esta Cervantes no incluye en la segunda ningún poema inicial o fi nal. Se suprimen además los episodios literarios (pequeñas novelas) que habían sido muy critica-das por otros autores. En la primera parte predomina como entorno geográfi co lo rural, en la segunda lo urbano. En cuanto a las aventuras de los protagonistas la primera son todo desdichas y derrotas, en la segunda ya hay alguna victoria y abundan los episodios burlescos. La segunda parte es más reposada, con más diálogos Quijote y Sancho y sus aventuras son menos numerosas. Si en la primera parte es Don Quijote quien confunde y trasforma la realidad, en la segunda son otros los personajes quienes le confunden y engañan a él.

Pese a estas grandes diferencias literarias conviene destacar que ambas partes, por ser obra del mismo autor, contienen importantes semejanzas. Así la segunda parte se deriva incuestionablemente de la primera en cuanto que se abor-dan los mismos temas y artifi cios y tienen ambas un carácter itinerante en su ar-gumento (Don Quijote y Sancho están permanentemente de camino).

Pero un hecho importante acaeció en 1614: la aparición de una segunda parte apócrifa de un Quijote falso fi rmada por un tal Alonso Fernández de Ave-llaneda, nombre supuesto del autor y que precipitó sin duda la aparición un año después la de Cervantes.

Ante este hecho podemos hacernos algunas preguntas: ¿Fue clave este Quijote de Avellaneda en el de Cervantes? ¿Cervantes escribió su segunda parte en desagravio a aquel falso Quijote? ¿Cuándo conoció Cervantes la aparición del Quijote de Avellaneda que le suplantaba a él y a sus protagonistas? y por último ¿Cómo trató Avellaneda a los protagonistas y al propio Cervantes?

400 años de venturosas andanzas“Segunda parte del ingenioso cavallero Don Quixote de la Mancha”

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Para responder a estas cuestiones basta sólo con acudir a la segunda parte del Quijote en la que el propio autor nos aclara bastantes dudas. Ya en el capítulo LIX y en el prólogo Cervantes nos avisa a través de los propios protagonistas de la aparición de otro Quijote falso y también en el prólogo habló sin miramientos y sin rodeos sobre el fi cticio autor de aquella segunda parte apócrifa y de los insultos que le había proferido su falso autor. Cervantes se defi ende de todo ello diciendo que él había sido un valeroso soldado y que sus personajes no eran tan estúpidos como Avellaneda los había presentado.

Constatamos, pues, que Cervantes conoció inmediatamente, ya en el mis-mo 1614, la existencia de esta segunda parte falsa, que por supuesto él no había escrito y que además llevaba ya escritos en este mismo año 58 capítulos de los 74 totales de los que consta su segunda parte y que este hecho le impulsó a terminar de escribir y dar por terminada su obra mucho más rápidamente, quizá precipita-damente.

La aparición de ese otro falso Quijote produjo importantes cambios de ar-gumento en el del mismo Cervantes, siendo así que, tal y como lo tenía planifi cado, porque lo había anunciado previamente, llevaría a su protagonista a unas Justas (premios) a Zaragoza, sin embargo como Avellaneda llevó el suyo a esta ciudad, Cervantes cambió el itinerario a Don Quijote y lo desvió a Barcelona (ciudad en la que fi nalmente fue derrotado y devuelto ya vencido a su pueblo manchego) y aquí introduce Cervantes otro cambio más haciendo que su personaje muera para que nunca más pudiera ser imitado ni hubiera ya terceras partes con él

Podemos concluir que la lectura detallada del capítulo LIX y del prólogo de este Quijote de 1615 así como las disputas literarias entre los autores Cervantes- Avellaneda signifi caron profundos cambios en una obra cumbre de la literatura española de todos los tiempos y que a veces la aparición de obras apócrifas ayuda a engrandecer al original. Es una refl exión que debemos hacer en esta conmemora-ción del IV centenario de “la segunda parte del ingenioso cavallero Don Quixote de la Mancha” por Miguel de Cervantes Saavedra, autor de su primera parte, como así consta en la portada de la edición hecha en Madrid en 1615 por el impresor Juan de la Cuesta y que se vendía en “casa de Francisco de Robles, librero del Rey N.S”

ANTONIO DEL ARCO MARTÍNEZ

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Todo era luz en su andadura,preciada luz con que la mente sueñael desencantamiento de la amaday la esencia impoluta de los seres.

Porque de la verdad la luz persigue,al ser tal el deseo que teníade sacar mentirosoa aquel que, en Aragón, Avellaneda,apócrifo, una segunda partede otro falso Quijote le naciera,no quiso el Caballeropasar por Zaragoza.

Era una luz mayor la que buscabapor el amor, su esencia y la ternura.Ramilletes de mar para el encantoque desde su cerebro pretendía.

Entregado al poder de su noblezacamina, y el encuentrocasual con el que más es para “frade”que para bandolero,Roque Guinart, le sobrestima;el humanismo emprende alasen la acción solidaria del hallazgo.

Se hace más luz la entrega.

Estaba convencido que el remediose hallaba junto al mar,mar que hasta entonces nunca conocieran.

Pasan, desde los llanos y las cumbres,a la playa tan larga y espaciosa,que parecióle harto más grandeque las lagunas de Ruideraque allá en La Mancha habían visto.

Parábola del viaje de Don Quijote aBarcelona

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El mar alegre y la jocunda tierra,el aire claro y omnímoda la playa,le agigantan su fe. Ya no le importasi la brisa quebranta primaveraso se acerca un invierno por su sangre.

Don Antonio Moreno adviertela locura genial de Don Quijote.

El encanto,por desencanto, irrazonado:zahorí, la cabeza, vaticinaempresas no del todo luminosas.

La luz estaba en Barcelona.Pero también la sombra. Aquí se creael fi n de la utopía. Sobre esta playa,el falso Caballero de la BlancaLuna destruye con su lanzalas dunas de los sueños.

La palabra empeñada y el Hidalgovencido, cumplirá su promesa:será su casa el claustro y espera su sentido;dolor será la senda, ya mordidapor punzantes y tórridas aulagas.

“Dios perdone el agravio que habéis hecho,señor Sansón Carrasco-sentencia el anfi trión- , aunque fuérades,como decís, del lugar mesmodel loco más genial que dio la historia.Y si no fuese contra caridad,ojalá nunca sane Don Quijote,porque con su saludno solamente perderemossus gracias sino las de Sancho,su escudero, y cualquiera dellaspuede volver a alegrar hastael mismo desconsuelo”.

Que Dios perdone su victoria. Vale.

NICOLÁS DEL HIERRO

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“El Quijote en naipes”. Pilar del Campo Puerta

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JAVIER LOSTALÉ

Qué bello amanecer sin disputael de quien nombra el mundovelado en su propia sabiduría para así toda música escuchar con su oído siempre nuevo,pues posee la inocenciadel total encendimiento.Como alba acude siempre a levantar lo desposeídohasta que crezca un sueñoque en alguien se multiplique.Callado se apaga a la puerta de su jardínpara que brille intacta la rosa de todos,y canta luego la dicha plenade ser en lo que no le pertenece.En sombra despierta cuanto ama,y cuanto recibe lo convierte en pulso.Claridad se le torna siemprela lenta compañía de unos pasos.Qué bello amanecer de sumaspara arder en un corazón solo.

Humildad

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Escucha este lamento de lobo malherido,esta dormida lluvia encima de los bosques, la abreviación del aire en tu garganta.Así podrás sentirel principio del miedo al fi nal de las ruinas. Habla con esa voz que sabe a humoy a la bruma tangible que emerge cada tarde en que te quedasa solas con tu nombre.Ya verás que la vozse crece ante la nadacuando se expande y templa entre los dientesel árido temblor de cada grito.Descubre cómo lloran los caimanes, cómo la luna incendia la quietud de sus ojosy la noche te dejauna huella de sangre en los pantanos.Mira cómo se vuelven tus palabrasde golpe hacia el abismoy desde abajo surgeel último estertor de los cuadernos.Encadena a tus sílabas la tinta más oscura de las lágrimas, deja que tu cabezaencuentre ese lugarpropicio entre los brazos: alguien dirá que es hora de escribirle epitafi os a los sueños.Escucha atentamente los ruidos de la calle,ese sordo rumor de la intemperiey del viento que huye tras las ramas. Así podrás notarel otoño absoluto que amarillea el cielo de tu árbol, aquel que ha resistido tantas vecesla tala de su tronco.

Consejos para sobrellevar tristezas

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Sabes que aún hay tiempo para hacer de tu pielorigen de la piedra,para dejar monedas oxidadasa cambio del café que estaba heladoy coserle al bolsillola manera que tienes de esconder tus pañuelos.Quizás como Penélopedeshagas tus telares,pero los nuevos hilos tejerán otra vezel funeral dolor de la memoria.Observa cómo el fríodesmorona la luz en la tormenta,cómo convoca el lodo en tus zapatosy arrebata el azufre quemado de tu antorcha.Y no temas mirar al hermoso cadáver de la infancia.Será mejor que piensesque no has perdido el fuego en tus rescoldos,que no habitas del todo la tristeza.No la dejes de lado, no la ignores: por ella encontrarásel camino más breve para explicar la vida.

CRISTINA COCCAVerbo Azul Premio Círculo de Bellas Artes 2014

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JUAN DE MOLINA

Te miro, río Grande, espejo de los días,y me llega el amigo de los años primeros:la barca encadenada al fresno de la orilla,la tentadora barca sin remos ni barquero.

Dos jóvenes ardientes, émulos de Caronte,que convierten en remos el temblor de sus manos,sueñan con las muchachas, las prematuras noviasque, anhelando el verano, en el pueblo quedaron.

Entre la fronda umbría por la vencida tarde,bajaba de Alcolea un murmullo cansadode pretérito tiempo, de lejanas revueltas,de ideas liberales, de sables oxidados.

Por restos de la oliva, sus aguas eran tintasy, a la vez, transparentes, ¡qué misterioso arcano!Fue inevitable, entonces, evocar la victoria–las aguas ya bermejas- del general Serrano.

Era en la primavera, ya próximo el estío,atados a la orilla por barca sin remero,ganados por el río, en lírico silencio,sueñan, adolescentes, dos muchachos inquietos.

El agua los acuna con su cadencia blanda;de la ciudad omeya apenas llega el ecode un patio de naranjos y un templo de oraciones,de suras y casidas el rumor de unos versos.

Presagiando el saludo de la dorada torre,fl uye el río sin prisas, lejos de sus comienzos,buscando va el abrazo de la ciudad costeradonde madura el vino y el mar es ancho sueño.

Guadalquivir eterno, ¡qué tarde en la memoria!:el discurrir del río con su caudal sereno,dos jóvenes amigos y una barca cautiva,¡qué gozo ya indeleble prendido del recuerdo!

Córdoba adolescente

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GRACIELA ZÁRATE CARRIÓ

Como si se tratase de la dagamás fi losa de óxido,se me inserta el país que elegí estando ciega.Se ensaña con la fuerza que arrebataen cada poro y fécula de pueblo.No les es sufi ciente con quitárnoslo todo,ahora quieren que enferme y me tumbe rendida,que los niños no coman, los jóvenes no estudien.

Yo sé que valgo fl or y valgo espumay hasta el mar les reclama que se haga justiciay sé que somos muchos, que no ardo solitariade rencor y temblores mal nacidos.

No saben lo que hacen cuando avanzancargándose a la masa que acuartela al único tesoro, nuestro pueblo.

Quedará sólo tierra:un páramo desértico de audacia que abortaron,mientras se hicieron ricos.

Capital

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Caminos perdidos. Mariana Feride

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JOSÉ MARÍA HERRANZ CONTRERASPremio Certamen de Poesía Círculo de Bellas Artes de Madrid, 2012

Somos los eternos olvidados de las cunetas,un disparo triste recuerda nuestro origen.Los espectadores aplauden con desgana,no tuvieron sufi ciente sangre ni tortura.El espectro de Lorca amordazado se levanta, Luis Cernuda intenta inútilmente fundir deseo y realidadmientras Aleixandre languidece sin poder besar el pecho [desnudo de su amor.Los espectadores tapan sus oídos con cerapara no escuchar el dolor de los poetas.

Nadie se interesa por nosotros,nuestros asesinos nos gobiernan y bendicen.Aburridos los espectadores quieren una revolución,pero una revolución bancaria.Sin palabras para describirnos, no interesamos a nadie.El vicio burgués decolora nuestras manos,nuestra anomalía no es revolucionaria, sólo queremos amary nos dicen que ya tenemos prostíbulos y cines clandestinos.

La sociedad no está preparada para reconocernos,ni siquiera las bombas explotan por nosotros.Nadie reconoce el cadáver semidesnudohallado en el parque, no saldrá en los periódicos.Nadie quiere hablar porque no existimos,sin víctimas no hay violencia.Me avergüenza este país de muertos, crucifi jos y silencio.

La amnesia nos hermana con los eternos olvidados de las [cunetas.Eufóricos espectadores celebran su libertad de expresiónborrando el pasado, mirando con esperanza su futuro,pero mi expresión se reduce al anonimato y al silencioporque nuestro amor y nuestros cuerpos son invisibles.Somos los protagonistas invisibles,los eternos olvidados de las tapias de los cementerios.Y ahora comprendo que nunca podré amar,nadie soñará nunca con mi cuerpo.

El dolor de los poetas(1936-1977)

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Sin título. Cristina F. Zambrano

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LOLA FRANCO Enero 2011

La soledad deaquellos versos que no escribome arañan sin piedadel alma y la memoria

En la quietud del aireme hiere el susurrodel pétalo dormidoque lentamenteofrece al sol la pielinmaculada de una rosa

La luz de los recuerdosme hunde en el olvidodel beso que palpita, insurgenteen los labiosque buscan otra boca

En la noche,el oscuro clamor del cielome reclamaalgún jirón de plataque acune entre sus brazosel fulgor palpitante de la aurora

Y el corazónungido en lágrimasde un mar abiertoen mil caminosle otorga al viento-caprichoso y fugaz-las más bellas palabrasdel verso que no escribo…

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MARIANA FERIDEVerbo Azul

Cosas efímeras me rodean.Las aparto con bondad y fi rmeza,con un gesto limpio y asumido.

La gloria pertenece al héroe.La fama, a las estrellas.

Las madrugadas me encuentran buscandotierras para sembrar amor: la semilla de dios.

Ser esponja, almacén temporal, no me interesa. Tierra fértil es lo que pretendo de mi mente.

La pira me espera,feliz y preparada para este tormento.

Arder

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ANA BELLA LÓPEZ BIEDMAVerbo Azul

Amanecí sin credo y sin espinas.

Los lunes no son días para escribir poemasaunque suene la música al otro lado de las puertas rotasy siga siendo sábado.

Sobrevivo en los charcoscomo un refl ejo huraño que ya no se pareceal rumor de las hojas, al estío,que ya no se parece al pan o al hambre.

Se me ha roto París tan mansamenteque debo de haber muerto antes de ahora.

Llevo la noche de Madrid adentro,con ese olor a vómitos y orinesy tantos vasos solos.

Ya ves, amor, alguna vez me tumboen la chaise longue de tu melancolíay entono la canción de los borrachosal borde de tu copa.

Soy el último hielo de tus labios.

Y sé que tú me ves.Se está rompiendo el sol entre mis ojos.

Pretérito aperfecto

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Sin título. Cristina F. Zambrano

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ANA GARRIDO PADILLAVerbo Azul

Una lámpara inmóvil, su costumbre,la semilla de un árbol,una sombra cualquiera en las inmediacionesdel cielo de la tarde.

Y luego esta tristeza que se queda,como un fuego extinguido,dibujada en las cosas,

visible todavía contra su transparencia.

Sobre la mesa, a oscuras,el vino de la ofrenda y esta luz sosegada.

Ya lo sabemos todo de la sed.

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JUAN JOSÉ ALCOLEA JIMÉNEZ Verbo Azul

Eran las cuatro. El sol acuchillaba cada sombracon terca precisión de cirujanoy el aire, como un muerto transparente, gemía en el tizón del pavimento. La vi llegar. Iba despacio. Con ese deambular con que se muevenaquellos que no buscan techo algunoo tienen ya sus muertes ocupadas. El lacio pelo tapaba las heridas de su rostroy un viejo trajecolgaba del armario de sus huesos.Hay siempre un signoque indica en qué parada nos quedamos,o el hambre en qué llegar a donde nunca. No me miró. Barría lentamente con los ojoslos huecos que dejaban en la aceralas caras aburridas de los coches. Como si hubiera perdido el testimonio de la vidaen ese arcén que muerden los bordilloso el lienzo capicúa de las losas. De pronto se inclinó; fueron sus dedos voraces comisuras que buscaban los restos de un cigarro muerdecido. Pude ofrecerlelimosna de guardar, o cien paquetes que fueran acabándola a diario. Pero no quise.Hubiera heridola vieja dignidad que aún le quedaba.

Encuesta para un cobarde

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El día del fi n del mundo

La segunda rutina de la jornada era mirar por la ventana. Se quedaba en el salón hasta que su vecina salía a recoger el periódico. El repartidor de la prensa, un chico en bicicleta, sonaba el timbre al embocar la calle San Carlos y la vecina salía. Antes de desaparecer ella se demoraba en algún titular, ahí, entre la verja y la puerta entreabierta. Luego no la veía más hasta la mañana siguiente. No se puede decir que la extrañara o algo por el estilo. No recordaba haber conocido una chica tan bella, aunque desde la altura que la contemplaba no podría dar el fi el de sus rasgos. Su observación solo era una rutina y la belleza que suponía era más en la sutileza de sus movimientos que en la certeza de conocer su rostro.

Nuestro hombre, con un vaso de agua entre las manos, miraba por esa mis-ma ventana la noche en que vio caer un meteorito. Algo sucedió en casa de la chica, un chasquido, una luz encendida de repente, y él, al pasar la vista del meteorito a la casa de su vecina, se le antojó un deseo estúpido. Fue solo un pensamiento sua-ve y dulzón; y en fi n, un deseo cualquiera porque estaba cansado y no tenía ganas de levantarse temprano al otro día para verla de nuevo salir a recoger el periódico y ese gesto de saludar al chico que a él se le antojaba para sí. Fue un deseo, casi un segundo y luego lo olvidó.

Es probable que su aspiración haya sido malinterpretada, ya sea por la rapi-dez con que lo expuso o por no estar él plenamente decidido. Lo primero a la ma-ñana siguiente fue sentirse un poco mareado, y aunque nunca lo supo, fue a causa de la ausencia de testosteronas. Él se había convertido en su vecina. Al principio vio que había ciertas ventajas estéticas, pero después sintió nostalgia de la forma de orinar, lo cual era su primera y más vieja rutina; o la difi cultad para arreglarse el copioso cabello que ahora tenía. Así, por las nostalgias, se preguntó qué había sido de él. Es la duda esperada cuando se recuerdan los cuerpos desaparecidos. Y como en todos estos pensamientos se le hizo un poco tarde, tuvo que correr para llegar a la ventana cuando sonó el timbre de la bicicleta del chico que repartía el periódico. Al asomarse vio que era el jardinero de su edifi cio quien pedaleaba por San Carlos y nada certero distribuía la prensa. En lugar de ella, el chico de los pe-riódicos salió en paños menores de la casona y en el jardinero que esperaba tras la verja de su edifi cio se reconocía la calvicie que antes había sido suya.

Vaya embrollo en el que me he metido, pensó momentos después, mientras leía el periódico. Según las noticias había enfriamiento global. Luego de la escena de la chica y el periódico, rara vez volvía a mirar por la ventana si no era de noche y estaba aburrido, pero aquella mañana lo hizo a eso de las diez. Vio entonces que las colegialas de San Lorenzo piropeaban las deformidades de su cuerpo, ahora vertidas en el jardinero. Por cosas como esta muere la gente y se acaba el mundo, se le ocurrió pensar, aunque con algo de alegría, pues siempre le gustaron estas consideraciones fi losófi cas. A las diez y veintiuno de ese día ya estaba muerto. Al principio se subió despacio al alfeizar, casi con solemnidad, se podría decir. Se sui-cidó, igual que todos los que se creían tan culpables como él. Se lanzó desnuda por la misma ventana desde donde por algunos meses había observado a esa chica, y tres galaxias arriba el dios que lanza las piedras para ver cómo se encienden contra la atmósfera, al verlo caer, pidió un deseo estúpido.

ALEJANDRO CERNUDA Verbo Azul

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PILAR DEL CAMPO PUERTA

Cuando Lucía salió del despacho del Director de Gestión tenía el rostro muy tenso.

- ¿Qué te pasa? – pregunté.- Acabo de hacer lo que jamás hubiera pensado.Me asusté. Lucía era mi compañera. Mi amiga. Podría decir que hasta mi amor

secreto, pero eso es tan secreto que casi ni me atrevo a mencionarlo.- ¿No habrá sido una locura? –volví a preguntar.- No lo sé. He defendido mi igualdad y punto.- ¿Quieres que hablemos? –me ofrecí- Ahora no –contestó Lucía dejando perder la vista en la pantalla del ordenador.Estuve esperando sus palabras, o mejor dicho las consecuencias. Pasaban los

minutos, mudo el teléfono, los únicos sonidos eran alguna tos inquieta y el golpear de los dedos en los teclados, y por movimiento, solo el aire de la respiración conteni-da de las cinco personas que ocupábamos nuestros puestos y que dependíamos del Departamento de Gestión con su Director al frente.

Por fi n éste salió de su guarida, se dirigió a Lucía y al parecer dijo: “Lo siento”. Pero fue un arrepentimiento tan sordo, que solo ella lo percibió. Sin embargo, los demás quedamos más en suspenso todavía cuando oímos la contestación de ella: “Desnuditos todos somos iguales”.

Después supimos que en un arrebato de superioridad, en vez de dar en la mano una documentación a Lucía se la tiró a la cara y al suelo; ella muy digna salió del despacho dejando todo donde había caído.

La frase y la decisión de Lucía hicieron que la apreciara más porque había sabi-do cómo poner fi n a la superioridad desorbitada del tirano, había dado luz verde a la igualdad de manera justa, sencilla y digna.

No ha hecho falta mucho más para que el superior se dé cuenta que la desigual-dad no conduce a nada, porque como bien dijo Lucía, salvo las diferencias lógicas y evidentes, todo el que se crea superior por “el disfraz” tal vez esconda grandes complejos de inferioridad en: inteligencia, humanidad, capacidad creativa, amabili-dad, belleza interna o externa, resolución, decisión, bondad… y quiera hacerse notar “dando la nota”.

Desnuditos todos somos iguales, menos Lucía que es única; además tiene una hermosa historia de superación de la que puede estar muy orgullosa, aunque no alardea de ella porque es prudente y sencilla. Me tiene encandilado. A ver si tengo valor y le digo cuánto me gusta.

Desnuditos todos somos iguales

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JOSETO ROMERO, 2015Verbo Azul

Abrazo en Múnich

Nos conocimos mucho antes del abrazo, en la Universidad. Terminamos los estudios y Roberto se fue a Alemania. Le tenía entre mis contactos pero con el tiempo ya sólo nos felicitábamos cumpleaños y Navidades.

Fue una sorpresa encontrarnos en el hackathon de Múnich. Competíamos

por un premio en aquel maratón de programación, pero igualmente corrimos a abrazarnos nada más vernos. Antes de separarnos de nuevo, nuestros teléfonos comenzaron a vibrar.

Ambos llevábamos Open T-shirts, las camisetas inteligentes con infi nidad de

funcionalidades. Entonces no eran tan comunes. “#OpenT-shirts - @AnaCR y @RobertoAC se han abrazado en Múnich” Y, a continuación, un nuevo mensaje:

“@AnaCR y @RobertoAC - ABRAZO UN MILLÓN de #OpenT-shirts,¡enhorabuena!”

Salimos de Múnich con un premio. No precisamente el del hackathon, sino

un fabuloso viaje. Visitamos veinte ciudades con el compromiso de abrazarnos en cada una de ellas con nuestras camisetas inteligentes. Gracias a un palo selfi e dejamos constancia de todos los abrazos viajeros en la red, siempre con algún monumento emblemático de fondo.

Por eso en la boda no nos dimos el típico beso.

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ÁNGEL MUÑOZVerbo Azul

Mientras la cigarra disfrutaba de la plácida tarde estival cantando soleares y fandanguillos, la hormiga se afanaba en almacenar todo lo que podía, y odiaba la alegría de su vecina. Fingiendo naturalidad le dijo:

– Ya podrías trabajar un poco más y ahorrar para el día de mañana, me pare-ces un poco irresponsable.

– No hay problema, si tú y otros como tú no acabáis expoliando a la naturale-za, ella es mi despensa. No me creo necesidades superfl uas y lo que necesito para vivir el campo me lo da con generosidad cada día.

–Tendrías tu propio granero bien lleno y solo para ti, eso te daría seguridad. Entonces la cigarra le contestó:–¿Y para que quiero tener más de lo que necesito? Poner mi seguridad en

manos de lo que poseo me haría depender de ello y me generaría ansiedad y miedo a perderlo.

–Yo guardo mis ahorros en paraísos bien defendidos y que nadie tenía acceso a ellos.

– Cuanto más tienes, más energía gastas para mantenerlo –respondió la ci-garra desde su rama – cuando no tienes nada, cuando no estás apegado a nada, la tranquilidad y la libertad corre por tus venas. Yo soy feliz con lo que soy y tú con lo que tienes, esa es la diferencia.

– Pero mientras tenga riqueza, tendré poder y seré importante; a mí me te-men y me admiran, en cambio tú apenas cuentas para la sociedad.

– Como no me tienen en cuenta, nadie me odia, ni me utiliza, ni me persigue. No sentirse importante es lo primero para poder encontrar la paz.

La hormiga, a la que habían educado para trabajar y acumular riqueza, no entendió a la cigarra y pensó que no dejaba de ponerle pegas a todo, posiblemente para justifi car su vagancia. Contrariada, se fue a cuidar a los pulgones, con los únicos que era solidaria porque sacaba de ellos un jugoso néctar del que se ali-mentaba.

Aparte de a los pulgones, a nadie más ayudaba.

La cigarra y la hormiga

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Ella no tenía ninguna fe en el futuro, había pasado las sufi cientes decepciones como para no confi ar en ningún hombre, pero él se había portado tan amablemen-te que podría ser una excepción, aunque Évin sabía que estas cosas no pasaban a menudo.

Cuando él la cedió el paso y la rogó que pasara delante, en la caja del super-mercado, fue de una cortesía extrema.

Aunque él tendría como diez años menos que Évin, y no sabía que su verdade-ro nombre era Evarista, a ella no le importó a la hora de hacerse ilusiones, porque contaba con su buena apariencia, y ésta, según la opinión de muchos y muchas, era excelente. Él era un hombre de un atractivo espectacular.

El día que se vieron en el gimnasio fue como una confi rmación del destino o así le pareció a Évin. Desde aquel momento se saludaban amigablemente, tanto que Evin le invitó a tomar un café en su casa, al domingo siguiente de su encuen-tro. A partir de ahí comenzaron a verse con cierta asiduidad. Las amistades de Évin la increpaban con curiosidad, sobre todo su amiga más íntima, ya que las dos se contaban casi todo lo que les ocurría. Évin, le esbozó a Lola lo acontecido y cómo él y ella habían llegado a intimar tanto.

Lola se mostraba recelosa sobre las intenciones de él, hasta que Évin les pre-sentó en una ocasión y desde aquél momento Lola animaba a Évin a que continua-ra con la relación, basándose en la máxima de que “lo que dure ha durado”.Évin, a veces, llamaba a Lola para que se reuniera con ellos a tomar una copa y poder charlar, al mismo tiempo que la satisfacción y enamoramiento de ambos quedara bien latente. Évin notó que Lola empezaba a rechazar las proposiciones de salir los tres, hasta que él un día propuso a Évin traer a un amigo para que hiciera pareja con Lola. A Évin le pareció una idea genial. Hubo varios encuentros los cuatro juntos, hasta que un día Évin tuvo una llamada del amigo de él, hablándola de su preferencia total por ella, no podía remediar la atracción que sentía y quería tener una conversación. Évin no pudo contener su sorpresa, pues le había visto muy entusiasmado con Lola, en las diferentes tardes y noches que coincidieron, y así se lo manifestó.

A raíz de esta conversación las citas con él se fueron distanciando, no porque Évin lo pretendiera, sino porque él tenía un nuevo trabajo y viajaba con frecuen-cia. En ocasiones Évin le acompañaba según el lugar al que se desplazara. Él tenía que ausentarse, según Évin le dijo a Lola, una semana o quizás diez días. El amigo de él llamo a Évin pidiéndola salir, ya que estaba fuera su enamorado. A Évin no le pareció mala idea, ella estaba segura de su postura acerca del amigo de él. Queda-ron en ir a cenar y después a una discoteca en las afueras, para tomar algo.

No tan triste, pero sí un “fi gura”

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La noche transcurrió sin incidentes ni malos rollos sino todo lo contrario, él se mostró amable y muy educado. Al salir de la discoteca y sentados ya en el coche, el amigo de él fue a encender un cigarrillo y comprobó que no tenía el mechero, valioso por lo que representaba según él, de oro y con sus iniciales grabadas, por tanto, tenía que volver a ver si lo encontraba.

Mientras Évin esperaba en el coche sentada, vio salir a una pareja muy aca-ramelados, se dirigían hacia un vehículo descapotable aparcado a unos metros de distancia de donde se encontraba Évin. En la oscuridad no se podía distinguir absolutamente nada, solamente lo abrazados que caminaban besándose. Estaba ensimismada contemplando la escena, cuando se abrió la puerta del coche y en-tró el amigo de él, venía contento, había encontrado el encendedor. Introdujo la llave de contacto y arrancó el coche, al encenderse las luces fueron a parar hacia la pareja de amantes, en aquél momento apoyados en el lateral del coche, en posi-ción delicada, las caras de ambos podían distinguirse con difi cultad, pero cuando conoces bien a alguien esto facilita reconocerle. Se trataba de dos hombres y uno de ellos muy familiar y querido de Évin y de su acompañante. Ella se llevó la mano a la boca para que su grito no demostrara el estupor que sintió, notó que el coche se ponía en marcha a toda velocidad dirigiéndose directamente hacia la pareja. Évin miró al amigo de él y comprobó cómo sus dientes apretados componían una mueca mortal en su cara.

MARISA GONZÁLEZ

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CONCHA GARCÍA DE LOS ARCOSVerbo azul

No creo que esto me pase sólo a mí, pero me estoy empezando a cansar. La paciencia tiene un límite y la mía, que creo es mucha, pues también.

Yo sé que ellos están aquí, que viven entre nosotros y que tienen derecho, como todos, a sus ideas y costumbres, pero en mi opinión, o al menos en lo que a mí me afecta, se están pasando. A lo mejor no todos, pero sí el que me ha tocado en suerte.

Es que me esconde las cosas. He hecho ensayos, hasta mapas de donde guar-do los objetos, pero no hay manera, se los lleva y luego aparecen en cualquier parte, si es que aparecen: desde hace años busco unos pendientes, que le debieron de gustar, y que, a lo mejor, todavía lleva colgados de las orejas.

Se come los calcetines: cuando lleno la lavadora tengo buen cuidado en in-troducirlos bien emparejados, bueno pues no hay forma, siempre falta alguno.

Desde niña sé que los mengues, los duendes andaluces descendientes de los yiins que trajeron los árabes, viven en nuestras casas y que solo hacen pequeñas travesuras como: agriar la leche, apagar el fuego, cortar el agua caliente cuando te duchas, y eso: esconder cosas. Y también sé que es peor enfrentarse a ellos y que no conviene enfurecerlos.

Pero es que ahora al mío le ha dado por quitar la señal de la tele, justo cuando mejor está la serie, y además mi marido dice que no está seguro de que no hayan tenido algo que ver con los resultados de los últimos partidos entre El Barsa y El Real Madrid…

Y claro, yo me pregunto: ¿No se les podría aplicar la ley de extranjería alegan-do que sus antepasados vinieron de África?

Lo consulté a un amigo policía y me miró como si estuviera mal de la cabeza.Pero, de verdad, ¿a ustedes no les pasa lo mismo?Es que si nos juntáramos y pudiéramos crear una asociación de damnifi ca-

dos, quizá aprovechando la xenofobia imperante…

¡Ya está bien!

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EVA BARRO GARCÍAVerbo Azul

– ¿Cómo puedes aceptar a ese chico, sin ofi cio ni benefi cio? La abuela preguntaba, entre enojada y sorprendida. Dijo la niña, entonces,

entre dolida y desafi ante: – ¿Fuiste feliz tú, con el abuelo?Se quedaron mudas ambas. La joven recordaba las atrevidas caricias del gua-

po y atlético novio, tras la sutil conversación con la que se habían entendido:– ¡Uff! – ¡Qué fuerte! –– había contestado ella; las mujeres, ya se sabe, tienen más

capacidad lingüística.La anciana rememoraba cómo se había dejado engañar muchos años atrás:– Mira que es feo. Si por lo menos fuera alto… – Pues ahí donde le ves, va a ser ingeniero. Su familia tiene minas. La señora desvió su atención hacia el lujo que la rodeaba, y sonrió recordando

los esfuerzos del abuelo, capaz de aprenderse a Rubén Darío, a Gustavo Adolfo y a Neruda para conquistarla, que también habían infl uido, no todo fueron las minas de carbón. La muchacha consultó en su móvil la llegada de un críptico mensaje.

– ¡Ayyyy! Por lo menos dominaba el castellano… y era todo más bonito.Rugió una moto en la acera. La nieta echó una ojeada a través del visillo y

soltó un “uaaaaauuuuu” antes de lanzarse a la puerta. La abuela atisbó también tras el encaje y reconoció que el motorista tenía planta, pero se expresaba a fuerza de impacientes acelerones.

– Eh, abuela, que en el Caribe también hablan español.– Ya, como aquí. Pero entre él y tú os estáis cargando el idioma.– Y el abuelo de su padre, o algo así, era de Asturias, como el tuyo.– Sí, pero entonces la gente… las palabras… Las dos comprendieron que la felicidad es tan sólo una idea. La anciana se

preguntaba si aquel cuerpazo mulato provendría de un verso en boca del histórico emígrate asturiano; la niña empezó a valorar, mientras se acomodaba a la cintura del novio, la posibilidad de que él hilvanara algo más que un ok.

Generaciones

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Antes era abogado. Tenía un buen trabajo en una fi rma prestigiosa con dele-gación en Málaga y se barajaba mi nombre para ser nuevo socio. Mi último asunto era de mucho dinero, una demanda millonaria contra una fi rma de automóviles en la que nuestro cliente reclamaba la titularidad de una patente.

Sería por abril, un sábado por la mañana después de una semana de mucho trabajo, cuando decidí darme una vuelta por un mercadillo de libros que habían puesto en la Plaza de la Merced. Me gustan los libros y las sorpresas que a veces puedes encontrarte en los mercadillos y las librerías de libros antiguos o descata-logados. No era un mercadillo especializado, había lo típico de estos puestos: co-lecciones incompletas de las que han anunciado por televisión, clásicos en formato barato, revistas de pasatiempos y poco más.

Algo apartado, haciendo esquina, separado de los demás, había una caseta peculiar, pequeña y de madera barnizada. Una joven delgada, bajita, elegante, de media melena rubia perfectamente recortada y alisada, se alejaba del puesto des-pués de cruzar algunas palabras con el librero. “Es de las que confundirías con un playmobil en una noche gamberra” pensé mientras me acercaba a echar un vistazo. Eran libros antiguos, muchos de encuadernación holandesa, otros de piel decorada en oro, alguno con estampado en tela, había varias Biblias, una edición de Los miserables de 1890 en cinco volúmenes grabados, cosas así. El dueño es-taba agachado, calentándose las manos en una estufa de gas, no tenía muy buen aspecto.

– ¿Puedo? – Dije señalando un pequeño libro de cuero negro que me había llamado la atención.

– Sí, todo se puede tocar, teniendo cuidado todo se puede tocar.- Dijo incor-porándose.

Era un tomo en cuarto menor, encuadernado en plena piel, con el lomo liso y unos extraños símbolos en la tapa estampados en seco.

– Es cabra.- Dijo el vendedor.– ¿Cómo?– Es piel de cabra.– Ah -dije- No pone el título.– No es necesario, es el libro de su futuro- Dijo, mirando al suelo fi jamente.– ¿En serio?- Dije sonriendo mientras lo ojeaba. Faltaban, como arrancadas

al azar, algunas hojas- pues está en blanco.– Claro, no es suyo aún.– ¿Quiere decir que si adquiero el libro se escribirá sólo? – Bromeé.– No lo sé, es su futuro.– ¿Cuánto vale? – La broma empezaba a gustarme.– Bueno, en un primer trato le cobraré un euro, el precio vendrá después.– ¿Después? ¿En un segundo trato?– Sí, lo que diga el libro.– ¿Intenta decirme que el libro va decir cuánto vale?

Libro antiguo

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– Puede.– ¿Y si no lo dice? ¿Y si no dice absolutamente nada?– Pues entonces tendrá un bonito libro por un euro. ¿No es un buen negocio?– Tenga – Saqué una moneda y se la di.El vendedor me dio una bolsa de papel marrón para guardarlo.– Trato hecho, señor – Me dijo.– Gracias, que le vayan bien el día- Le respondí.– Hasta la vista- Escuché que me decía cuando ya estaba vuelto de espaldas.Las semanas siguientes fueron intensas, viajes, reuniones, comidas de tra-

bajo. El libro descansaba olvidado en una de las estanterías del salón. En el ama-necer del 20 de mayo comenzó todo. Un ruido seco me sacó de la cama, venía del salón. La luz estaba encendida. En el suelo estaba el libro, abierto por la mitad. En la página derecha una sola palabra:

PregúntameJusto en ese momento me desperté. Fui directo a la estantería del salón, todo

estaba en orden. Cogí el libro y volví a ojearlo. Hacia el fi nal, en una de las páginas había unos extraños símbolos, alguna escritura antigua, algo que no aprecié el día del mercadillo. Se me fue toda la mañana buscando por Internet. Parecía un juego de palabras con una especie de escritura abjad de origen fenicio, una escritura ca-rente de vocales donde a cada símbolo le corresponde una consonante. Hacia las cinco de la tarde, aún en pijama y sin haber comido, saqué esto:

prdrs l trbj mntrs dscfrs st crtjDecidí descansar un rato, fui al baño, luego entré en el dormitorio. Allí estaba

mi móvil con varias llamadas perdidas y un montón de mensajes. Corrí al ordena-dor y abrí el correo, varios mails entraron, todos del trabajo. Había estado ausen-te, aislado de todo, obsesionado en aquellos símbolos. No había ido a trabajar, ni a la vista del juicio de la patente que justo ese día se celebraba. Habían tenido que mandar a un compañero a sustituirme de urgencia. El asunto había ido mal y el cliente pedía mi cabeza. Entonces entendí la frase.

Perderás el trabajo mientras descifras este acertijoNo podía ser cierto lo que me estaba ocurriendo. Me quedé mirando el libro.

Después de un buen rato lo cogí y me lo puse en las rodillas. Decidí examinarlo a fondo e intentar encontrar una explicación. Pasé varias páginas de aquel fi no pa-pel. Una gota de sangre reventó contra la página en blanco, después otra. Estaba sangrando por la nariz. Me pareció ver unas letras debajo del rojo y extendí con el dedo la sangre sobre el papel. Allí estaba la frase, no hacía falta descifrarla:

Perderás la saludEl maldito libro no predecía mi futuro, lo dictaba. Me llevé las manos a la

cabeza y dejé caer el libro al suelo mientras la sangre seguía saliendo y su goteo golpeaba el pantalón de mi pijama.

– Dime, como puedo librarme de ti – Le estaba hablando al libro, era algo que no podía creer. Me sentí ridículo. Puede que esa no fuera la forma apropiada. Busque un lápiz, en la cocina encontré el que uso para anotar las compras. Me tiré al suelo y escribí en la misma hoja manchada de sangre:

¿Qué puedo hacer para cambiar mi futuro?Tiré el lápiz y me tapé la nariz con un pañuelo de papel, tumbado en el suelo

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JOSÉ LUÍS HINOJOSAVerbo Azul

mirando los libros y los discos de mis estanterías. Entonces me vino a la cabeza el librero, él ya sabía todo esto y sabía que volveríamos a vernos. No tenía que pre-guntar nada, la respuesta siempre había estado en el libro. Lo cogí y busqué. Allí estaba, en la guarda de la contracubierta, escrito a lápiz con letra muy pequeña:

Cuesta de MoyanoAlguien dijo que el futuro no es lo que va a pasar sino lo que vamos a hacer.

Lo que yo hice fue coger el libro, subirme al coche e irme a Madrid.No me fue difícil encontrarlo en la cuesta de los libreros, volvía a ser el último

puesto.– Es complicado hacerse un hueco aquí.- Le dije.– Tengo mis contactos- Respondió- Llevo tiempo esperándole.– He estado ocupado- Dije, conteniéndome las ganas de partirle la cara.– ¿Trae el libro? Tenemos que hacer el segundo trato.– Sí, dígame cómo puedo acabar con esto.– Tendrás que hacer lo mismo que he hecho yo, lo mismo que otros muchos

han hecho antes que nosotros durante muchos años. Tienes que comprarme la caseta y vender el libro.

– Dime cuánto quieres.Me dijo una cifra muy elevada, pero no imposible.– Es mucho dinero, tendré que vender mi casa, puede que el coche también.– Nada que los demás no hayamos hecho antes. Elige bien a quien se lo pasas,

yo me fi jé en tus zapatos, eran zapatos de rico.Malvendí mis propiedades, a la semana tenía el dinero, se lo entregué metido

en un sobre.– No lo ofrezcas, tienen que elegirlo. Arranca las páginas que has usado y

borra lo que yo escribí a lápiz, el próximo lugar debes escogerlo tú- Me dijo des-pués de unos cuantos consejos- ¡Suerte con tu nuevo trabajo!- Me gritó de lejos mientras se iba.

Ahora soy vendedor de libros antiguos, tengo uno muy especial esperando comprador.

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ELENA NAVARROVerbo Azul

Te miraba mientras mantenías tus ojos frente a los míos. Me acercaba mien-tras caminabas hacia mí. Te observaba como repetías mis gestos. Pero al intentar acariciarte, la frialdad de un espejo abofeteó mi presente.

Relato corto

Rincón de Ámsterdam. Juan José Alcolea

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Aquella a la que amo es tímida y silenciosa, pero me observa con una mirada profunda e interminable en la que me he sentido varias veces atrapado con la mis-ma grata impotencia que experimentaría quien culmina con éxito un ambicioso proyecto y está obligado a explicarlo una y otra vez o quien adquiere un cuadro fascinante y se queda encerrado con él durante días. El sentimiento que predomi-na en mí cuando estoy a su lado o cada vez que pienso en ella es el de haber conse-guido algo grande. Antes de conocerla, me sentía a menudo como una carga para mí mismo y, aún con más frecuencia, un obstáculo para mis propias necesidades y deseos. Lo que me defi nía principalmente era mi capacidad para un hundimien-to contenido, no excesivo, pero hundimiento al fi n y al cabo, y lamentablemente cuando uno está cayendo se pierde la capacidad para otras tareas mejores y, sobre todo, para una experiencia como la que estoy relatando. De ahí mi sorpresa y mi fascinación ante la situación que surgió después de conocerla: de pronto, dejé de caer sin que afortunadamente eso signifi cara que hubiera dejado de vivir. Sigo desde luego sufriendo a causa de mi complejidad, pero mi mirada se mezcla a dia-rio con una tendencia distinta que me separa del suelo y del vértigo para hacerme considerar otras cosas, como la existencia misma de mis sentimientos de amor y las preguntas llenas de fascinación que me hago acerca de lo que, en la mujer que amo, causa en mí un impacto tan grande.

Cuando me sonríe, tiemblo suavemente dentro de mí sin dejar de son-reírla yo también y en el momento en que la deseo, se me pasa por la cabeza la loca idea de que la intensidad de ese deseo tiene un auténtico poder de transformación. Hace unos días, al ver que ella se quedaba dormida a mi lado, no tardé en caer yo también en el sueño, algo completamente natural y que ocurre tantas veces en tantas parejas, pero en mi caso esa experiencia tan simple devino algo imprevisi-ble ya que durante el sueño me llegaban uno a uno todos los gestos y movimientos de su cuerpo y el sonido de su respiración y todo sucedía prácticamente como si yo la estuviera mirando despierto. Tumbado de lado y con la cabeza incorporada para apoyarla sobre mi mano, la observaba al igual que lo haría en la vigilia y por tanto como si tuviera los ojos abiertos. Creo que la conciencia de estar viviendo una circunstancia tan especial y el desdoblamiento que sugería hacía que perci-biera su cuerpo con un interés aún mayor del habitual y que la originalidad que mi sentimiento amoroso había aportado ya a mi vida se incrementara hasta devenir una transformación radical de toda mi experiencia, incluido el sueño, la vigilia, su cuerpo, mi capacidad de percepción.

Fue ella quien se despertó primero y yo lo hice momentos después, aun-que no fue eso lo que ella me dijo. Abrí los ojos y me encontré con los suyos y de nuevo quedé embrujado por su mirada. Fue una gran sorpresa oírla decir: «¿por qué me miras así?» «Te miro como siempre, le dije. Ya sabes que hay algo en tu mirada que me llega muy hondo. Es solo eso». «¿Por qué entonces te has pasado mirándome toda la noche?», me preguntó. Me quedé tan sorprendido que enmu-decí durante unos momentos. Su expresión refl ejaba la extrañeza que habían ex-

Amor en la complejidad del sueño

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RAMÓN DE LA VEGAVerbo Azul Bélgica

presado sus palabras. Finalmente dije: «pero ¿cómo lo sabes si tú estabas dormi-da?». «Yo no dormía, te estaba espiando a ti». Con perplejidad le dije. «¿Y no has visto que yo estaba dormido?». Esperó unos momentos y dijo: «no he visto nada, tenía los ojos cerrados, pero me basta con oírte. Cuando dormimos o estamos despiertos, nuestros movimientos y los ruidos que hacemos son completamente distintos y yo sé que no estabas dormido». Ante esas palabras, no sé bien por qué, empecé a sentir una inquietud profunda. Todo era sumamente extraño empezan-do por el hecho de que, como ella decía, hubiera estado toda la noche espiándome aunque con los ojos cerrados mientras que yo supuestamente estaba despierto y la observaba, a pesar de que yo estaba seguro de haber estado dormido. Reconozco sin embargo que en el sueño imaginaba que la observaba.

Me sorprendió comprobar que una simple noche como aquella hubie-se dado lugar a algo tan complejo entre dos personas. Traté de explicarle que lo que yo le decía era verdad, pero se mostraba desconfi ada cuando en realidad era yo quien debía estarlo. Al fi n y al cabo, ¿qué certeza podía tener yo de que había estado toda la noche despierta y pendiente de mí? Y si era tal como ella afi rmaba, ¿por qué lo había hecho? Creo que si alguna defi nición es necesaria para el amor, debe ser esta: el sentimiento que engrandece lo que habitualmente se estima pe-queño y, al mismo tiempo, resta, reduce o empequeñece el impacto de hechos que la vanidad o el orgullo hacen concebir como demasiado grandes. Cuando uno está enamorado, tiende a agrandar cada instante compartido con la persona que ama y sin embargo empequeñece las contrariedades que pueda implicar su carácter.

Desde aquel día me esfuerzo en disimular los momentos en que la ob-servo, que son muchos, e intento que ella no note nada, así que tiendo mucho más a recrearla en mis pensamientos y retomo una y otra vez mis recuerdos de ella y les doy muchas vueltas esforzándome por detenerme sobre todo en los pequeños detalles.

Siento que es una manera de estar presente a través de la imaginación de lo que vivo y sólo me queda la duda de si eso pudiera perjudicarme, pero si yo amo la realidad es por ella, así que también aprenderé a amar la imaginación a través de ella.

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Camina lento por el tiempo catalán. Entre los callejones del barrio Gótico el clarinete del músico callejero sopla con la nostalgia del hambre un aire antiguo. Del muro de catedral, justo en la Plaza San Iu, surge un asiento para dar descanso a su alma desesperada por la extrema velocidad cibernética.

Se pone a contemplar la pesada puerta y las gárgolas del edifi cio frontero. La música, el aire, el sol que desciende resbalando por entre las piedras pardas de un lado del callejón, para entregarle el rostro blanco como el corazón de la almendra de una bella mujer, imagen de la Virgen descendida en el monte Carmelo, de mi-rada evocadora con el color de la miel.

Ya no hay ruido de motores, el humo de los vehículos se ha desvanecido, todo permanece en santa paz, sabiéndose acompañado por ese mirar castaño virginal. El empedrado lo lleva por entre los callejones, empujado por el viento del clari-nete que se va desvaneciendo para dar paso al Romance Anónimo surgido de las maderas de una guitarra, en su rasgueo cadencioso frente al Palacio de los Virre-yes, mientras el reloj campanea la una, en medio de la locura de amor que vive de espaldas al mundo real.

Pero ¿qué es lo real sino aquello que anida en el corazón?

El corazón, la vida, el amor.

No hay nada de mayor realidad como eso que la amada inspira, el casto mirar del fruto del castaño, bajo dos arcos de azabache perfectamente delineados en un vitral que deja pasar la luz para fi jar la imagen venerada en el fondo del recinto sagrado, a pesar del paso del tiempo, eterno como el ser y la esencia de la vida, donde ambos se unen en un baile perpetuo que los eleva a Dios.

El Romance Anónimo surge del conocimiento entre los dos, pues de otra forma es imposible vivirlo con el ritmo que une las almas.

Camina con el tiempo, el viento le lleva dentro del espíritu de la reconquista al cristalino correr de la fontana de Aranjuez el cual, lejos de aquí, los moros se encargaron de embellecer para el futuro goce de los cristianos.

Atrás han quedado el acueducto y el muro romano por el callejón del Obis-po; las tapias del jardín de la catedral. Allá arriba, en el puente sostenido por los ángeles entre esbeltas columnas y claros ojivales, soportan su presencia amada, engalanado con una rosa purpúrea su oscuro y austero peinado catalán, entre el cielo y la tierra.

Concierto renaciente

A Carmen, mi querida Princesita.

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PHILLIP BRUBECK GAMBOAVerbo AzulMéjico

Se detiene, no quiere seguir adelante, sabe que si avanza por allá, a la Rambla, todo se desvanece, no hay opción, debe guardarlo detrás, con celo, donde nadie se percate, ahí, en su interior permanecen las notas del clarinete y la guitarra en un concierto renaciente que lo une con Dios y con su amada.

Debe seguir con el ritmo del ruido global, sus pasos lo llevan al hotel, atrás deja el Mediterráneo y a Colón señalando hacia su tierra natal; pero el hechizo de Barcelona permanece en su corazón, y allá en la otra dirección, al otro lado del Atlántico, se mantiene perfectamente unido al de su amada en aquella tierra la cual el genovés vislumbró y el extremeño conquistó para la gloria de Dios, para el amor de ambos, al rasgueo de la guitarra de sones moriscos, sonidos mestizos de los hispanos, mestizos como el alma de su raza de bronce y, en fi n, de los nuevos tiempos donde las sangres se mezclan y desaparecen las naciones en el orbe uni-fi cado, que es uno conforme a la voluntad divina, en un renacimiento del amor, en un renacimiento de la humanidad, la fe, acompañado eternamente por la divina, etérea y siempre real presencia de su querida princesita.

Barcelona, 28 de noviembre de 2006.

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Como salido de “Las mil y una noches”, el poe-ta palestino-¬español Mahmud Sohb, escribe poesía inspirada por las musas de las dunas de arena, por lo que acabó por convertirse en jardinero poético del desierto, con sus poemas sinfonías, de palabras escritas en los penta-gramas de la arena del desierto, dibujadas en la propia arena. Mahmud Sohb ajardina los co-razones desérticos con semillas de plantas y fl ores poéticas. Cuando el jardinero poético del desierto re-cita, el eco de su voz atraviesa los mares de arena, entonces los genios liberados de las lámparas maravillosas, acuden a los desiertos para regocijarse escuchando los poemas en el eco que transporta la voz de Mahmud Sohb. Mahmud Sohb catedrático emérito de Cul-tura Árabe en la Universidad Complutense de Madrid, sin haber ido a la escuela... es su mayor mérito, llegar a lo máximo sin pasar por ninguna escuela. Todos los estudios los hizo de modo autodidacta. Nació en Nazaret en 1936, por lo que es más nazareno que Jesús,

ya que Jesús nació en Belén. Su nacimiento lo cuenta así: “Nací en Galilea, en Safad, el pue-blo más alto de toda Palestina. Mi padre era árabe beduino, un gran jinete, tenía caballos y ganado. Mi madre era Kurda, descendiente de Saladino (...) de niño, me quedé ciego por mucho tiempo, y, en el desierto, me convertí en poeta escuchando los cantos de los pas-tores...”. Está claro que hasta su prosa es poética. Su familia se tuvo que trasladar de Palestina a Damasco, Siria, en 1948, cuando se creó en el territorio palestino el Estado de Israel. Dotado para la poesía, es uno de los poetas más admirado en su lengua. En el año 1965 vino a Madrid, tras haber pasado como pro-fesor por distintas Universidades Árabes. En Madrid logró el doctorado con la califi cación de Sobresaliente, nada mal para un estudiante autodidacta. En el año 1976 fue homenajeado en el Palacio de Congresos y Exposiciones de Madrid, por los Embajadores de Naciones Árabes acreditadas en España. Ya entonces

“Jardinero poético del desierto”

Jardineros del lenguaje.Mahmud Sohb

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proclamaba: “La lengua árabe es como la no-che, la castellana como la amada. Con ésta me atrevo a cometer amorosas locuras...”. Mahmud Sohb, pertenece a esa casta casi extinguida de humanos que viven a golpes de sensibilidad, valorando más el color de las fl o-res que el de los billetes. El espiritual Palespa-ñol acariciando las cuentas de uno de sus masbaha con los que nombra los 99 nombres de Alá, hace ejercicios con los dedos que le mueven su sangre de poeta. Lo que le mantie-ne siempre con aspecto saludable y de artista. En las tertulias literarias a veces hablan to-dos a la vez menos Mahmud Sohb. Gerardo Diego le preguntó una vez: –¿Usted por qué no habla como los demás? –Yo, como soy musulmán, allí me enseñaron a escuchar. Gerardo Diego le dijo, que fuera a su casa a escuchar y le dio, en su domicilio, un concierto de piano. Mahmud Sohb, fue a la presentación de un li-bro de Carlos Bousoño al Pub Oliver. Cuando llegó Mahmud, el acto estaba empezado y se encontró con todos los presentes identifi cán-dose sexualmente, unos diciendo que eran ho-mosexuales, otros bisexuales, los que asegu-raban ser heteros. A Mahmud le preguntaron, y él contestó: – Yo soy moral. Pero, no le creyeron, argumentando que sien-do poeta árabe, eso no era posible. Entonces Mahmud argumentó:

– Bueno, soy bisexual, pero sólo con mi mujer. Luego le preguntaron a Claudio Rodríguez que contestó: – Yo soy impotente. En la recepción que le dio Franco Sadan Hu-seín, el traductor fue Mahmud. Teniendo al Generalísimo enfrente, se le acercó y le dijo al oído: Generalísimo, yo soy palestino. Franco entonces le dio un abrazo. Una vez terminada la recepción, la entrevista con el Caudillo, Sadan le preguntó al poeta: – Mahmud, ¿por qué Franco te ha abrazado a ti y a mi no?... Éste árabe, ya madrileño, es el hipócrita más reclamado en los foros culturales. Sería capaz de hacerle la pelota a su verdugo en el cadal-so. Eso sí, la sensibilidad le caracteriza en cada acto, en cada poema, en cada manifi es-to. Sentenciando, por ejemplo: “Parece una simpleza decirlo como principio, pero es así; el hombre está ante las cosas y las mira, y puede mirarlas de una manera pasiva o negativa; de la primera forma puede surgir el amor, de la segunda el odio. Y el amor se sublima cuando el objetivo del amor es el hombre mismo”... Invito a cualquiera, para que disfrute, que cuando vaya a un desierto, como hacen los genios liberados de las lámparas maravillosas, se deleite escuchando a través del eco, los poemas ajardinados de belleza, del jardinero poético del desierto Mahmud Sohb.

JOSÉ BÁRCENAVerbo Azul

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Libros recibidos

Casi como un favor, un amigo hace llegar a mis manos este libro de poemas, versos de agua y candiles limpios, entrañables y se-renos a golpes de corazón, con el que Hortensia inicia sus caminos ofi ciales en los que unas y otros se confi rman como poetas. Nada más cierto, en poesía, que poder sorprenderte con facilidad cuando menos lo esperas. Y este es el caso. No podía ser de otra forma viniendo de mi amigo.

Evidente es para mí que éstos no son los primeros poemas

VERSÍCULOS DEL AGUA.Hortensia Higuero Peinado.Premio Pedro Marcelino Quintana.

de Hortensia. Con este libro, y desde la intimidad de sus silencios, la poeta transita los mares del alma con un detenimiento inteligente, alumbrados por los viejos candiles que llenan de luz sus días y noches. Magnífi ca su confesión vital en el primer poema (He aquí los versos negros...) que descifra todo el devenir poético que acontece a partir de él.

Apoyada generalmente en poemas breves y ágiles, hundiendo hasta el fondo de sus dioses las manos y desmenuzándolos con los dedos, la palabra vivifi ca momentos de gloria y anocheceres sin lunas. No busca desordenar la intimidad en sus dos ciudades básicas, la urbana, tan reconocible y lugareña, y la íntima, insinuada e insinuante. Y no son duendes de jardín los que mueven los hilos tejedores de su versión lírica. Aguas, soledad y amor son sus dioses, compañeros que conforman el tiempo y las horas de Hortensia junto a los espejos de la palabra para encontrarse frente al amor y junto a él. Yo estoy convencido de que son versos de amor, amor enamorado y enamorador, a pesar de los disfraces técnicos con los que lo viste para resguardar el secreto de su privacidad. Solo en su nombre va enumerando todas las ramas del bosque de la vida. Y se disfraza agua. Agua que se sabe y agua que se entrega. Toda de agua para el mar de sus poemas.”Tomame con ese noventa por ciento de agua que soy” es una declaración de amor que surge desde el más profundo y verdadero de los manantiales hasta los labios mismos de a quien van dirigidos. Y no tengo muy claro si la razón primigenia es el agua o el candil. Pueden ser coincidentes.

Pero si uno presta atención, no podrá sustraerse al encanto de los aciertos poéticos que la poeta desmiga entre los versos. Se asiste, sin esfuerzo, a una plácida lectura, no exenta de sorpresas líricas. Las dos páginas fi nales, “Morir no es sufi ciente” y “He dejado escrito” son un ejemplo perfecto y generoso de cómo redondear y cerrar un libro de poemas. Me encanta, Hortensia.

El libro está escrito en versos libres, de métrica dispar, pero mantiene un ritmo sonoro y musical muy agradable. La desigualdad de su medida no desdice y tienen la comodidad de una elaboración pensada en los lectores.

Un magnífi co libro. Uniforme y abierto. Las opciones para una correcta interpretación, sin perder el argumento central, son abundantes. Con su lectura yo he recordado la dulzura poé-tica, el sabor de los pájaros y esa chispa inicial que incendia el recorrido de los libros de poemas. Gracias, poeta, por hacérmelo así y por este regalo gratifi cante y delicioso.

Isidro Sánchez Brun

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“La luz como esperanza”Para su autor el pasado es lo que nutre la vida, “... palabras

donde solo va quedando/la ceniza que canta lo que ha ardido”… Hay palabra, hay fuego, hay rescoldos. Entonces nos habla de esperanza. Y nos ofrece un futuro con la certeza de que siempre vivirá la luz. Esta

LOS DONES DE LA LUZ.Manuel Cortijo.Prólogo de Rocío Alarcón. Colección Alcalima. Edita Lastura.

luz como sonido, como tacto, como el sabor ácido y dulce del sentimiento, toda la luz también como ceguera aunque los ojos estén muy abiertos para recibir el don. Y me pregunto si ese don tiene carácter espiritual, religioso o mental, pero yo creo que nos habla de ese don que es la vida. “Si se hiere la luz, si se abandona,/si llegara a apagarse,/ya no será posible/volver a respirarla.”.Y si no se puede respirar la luz, no existiría la vida.

Este libro te atrapa como si fuera una sutil tela de araña, sutiles y sin embargo, fuertes sus hilos, porque habla del ser humano, del mismo poeta creador de la palabra, de nosotros mis-mos, de todos. Nos salva pero a la vez nos encadena. Nos cierra alguna puerta pero abre de par en par las ventanas. Susurra y otras veces grita para aclarar que existimos. Habla de pérdidas y hallazgos y de ese corazón que se instala en la punta de los dedos para escribir lo que vivimos.

En la primera parte, “INSTANTE DE LA LUZ”, hay una poesía liberadora pero que a la vez esclaviza porque, a través de ella o por sus medios, el poeta intenta buscarse a sí mismo y quizás busca a la vez negarse como si no quisiera enfrentarse a una realidad que no desea, porque tampoco desea modifi car su identidad y quiere hablar, hablar hasta que la palabra tenga razón de ser, ser la única palabra que signifi que algo tangible, algo que forme parte corporal del pensamiento. Y así llegamos a la segunda parte que se llama “PALABRAS PARA SER” y utiliza al lector como cómplice para que le ayude a sujetar el tiempo, para evitar que pase, para lograr detenerlo. Y quiere que el lector comprenda que pueda ser este poeta el mismo o alguien diferente, que lo vea tanto por fuera como por dentro. ¿O quizás le pide que interiorice la luz o la haga inmensa? ¿Quizás le aconseja creer que está inacabada o que solo manifi esta su resplan-dor o le asegura por fi n que la luz está ya hecha para siempre?

El poeta habla en una rotunda primera persona, esa rotundidad del “yo” para afi rmar que existe la persona como también existe la luz sin tener que dar explicaciones de su existencia, sin dilemas, sin interrogantes. Simplemente encontrarla, fusionarla con el poema, hacerla viva y car-nal, escrita y pronunciada. Que sea solo una carne, una voz, una mirada. Un solo pensamiento y dos manos que la escriben: esa mano corporal del mecanismo que coge la pluma y la mano que ilumina la poesía que la alienta.

Poesía hecha con el alma, con una técnica que raya en la perfección y que le otorga esa cualidad de hacerla nuestra, de identifi carnos, de iniciar también nuestras propias búsquedas, nuestros encuentros. Y entonces comprobar que, por este libro, el poeta, Manuel Cortijo, nos ha enseñado a comprender que la palabra, el hombre y la luz son la misma cosa.

Cristina Cocca

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La joven y emergente editorial Lastura nos ofrece una cuida-dísima selección de la obra poética de Elvira Daudet. Antología poé-tica (1959-2012) (Lastura, 2014) es el título del volumen que abarca, como decimos, poemas de los libros El primer mensaje, Crónicas de una tristeza, El don desapacible, Terrenal y marina, Laberinto carnal y Cuaderno del delirio. Contra lo que pudiera pensarse, este carácter compilatorio no resta un ápice de unidad al libro. A pesar de no haber sido revisitada - los poemas no han sufrido ofi cio de reescritura - y de

la evidente evolución cronológica, se trata de una obra coherente, certera, unívoca; la voz de Elvira Daudet llega alta, poderosa, absolutamente cercana y reconocible.

Precedido por unas palabras previas, de acompañamiento, en las que la propia autora nos sitúa en el tiempo y en la intención de cada obra, el poemario (permítaseme la licencia, ya he hablado de la impresión unitaria del conjunto) crece, camina por sí mismo en un ejercicio cuasi heroico de suicida sinceridad. Y es que Elvira Daudet no sabe escribir de otra manera, no quiere escribir de otra manera; todo en su manera de enfrentarse a la palabra respira honestidad y certeza. A través de sus ojos, de su mano, asistimos a una realidad íntima y convulsa - la suya - que se nos muestra tal y como es, desnuda, sin artifi cios, con todo lo que de suyo tiene el ser humano. “Si me vais a juzgar, tened en cuenta / que mi vida nunca fue cosa mía” - escribe, y es nuestro el privilegio de su sombra, la herida de la luz que descompone su luz como del rayo.

Esta antología poética es casi un viaje iniciático, un itinerario vital desde el desgarro en el que somos, de alguna forma, a un tiempo espectadores y protagonistas. Es el dolor del hombre el que nos grita desde todos los versos, el dolor hecho espejo, cauterio, vida, pero tam-bién esa misma vida que sigue latiendo y celebrándose en cada soledad y en cada sueño, en cada abandono y cada permanencia. “Y al grito de libertad me hice mujer, a golpes / siguiendo la costumbre de mi casta”.

Poesía desgarrada y en arraigo, en pie contra el temblor y la injusticia; poesía, al cabo, de la desolación y la inocencia, de la sed y las esperas. Heredera de su vocación periodística, es la de Elvira Daudet una voz testimonial, combativa, de denuncia. Sus poemas, a menudo “un arma cargada de futuro”, se formulan a modo de revulsivo, de acicate. “El tiempo que vivimos no es fácil de entender ni se parece / al futuro soñado; es un caos que avanza a la hecatombe / con las velas al viento desplegadas”.

Es este, pues, un libro imprescindible, una apuesta por una poética cabal y compro-metida que nos busca “con el aire limpísimo a la espalda”, que crece así, como el silencio, “hasta ocuparlo todo”.

Ana Garrido

ANTOLOGÍA POÉTICA (1959-2012)

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Cristina Cocca obtuvo con Claroscuro para escribir un cuadro (Huerga y Fierro, 2014) el XII Premio Nacional de Poesía “Ciega de Manzanares”. Libro de absoluto recogimiento, el poemario viene a ra-tifi car a su autora entre lo más granado de la poesía contemporánea.

Dividido en tres partes, con un poema prólogo y otro fi nal a modo de corolario, Claroscuro para escribir un cuadro es fundamen-talmente un canto al amor. El amor, entendido como motor y desen-cadenante de la palabra poética, como supremo hacedor de todas las

cosas, es fermento y deseo, consumación y esperanza, “ingobernable pájaro de otoño” al fondo de la lluvia. Y es que nada escapa al vuelo de sus hojas, a la sombra cautiva de su desesperan-za.

Imágenes brillantes, poderosas, junto a un lenguaje intencionadamente próximo, cer-cano, delimitan un conjunto de desbordante lirismo, un prisma poliédrico en verso blanco en el que de nuevo la luz, esa luz tan cara a la poética de la autora, pone voz y sentidos en las cosas. “Y se derrumbará / la luz sobre tu cuerpo, calladamente oscura / la noche entre mis lámparas”. Pero no nos engañemos, Claroscuro para escribir un cuadro parte de una revelación, de un des-cubrimiento íntimo del color, de sus matices, de la última certeza de la noche. Pintura y poesía se dan la mano en una amalgama cuasi mística alrededor de la memoria, detrás de las esperas, al otro lado de todos los espejos. “Pero un día llegó / la luz a mi pintura / sentí su olor candente entre mis manos / dejé que me abrazara por dentro de los ojos / y logró despoblar todas las sombras”.

Garante del silencio, la palabra de Cristina Cocca participa, en un riesgo meditado, de una suerte de desbordamiento que se da y se precipita en sí mismo, que acaricia y desgarra en recreación constante, absoluta. La palabra como unidad, como asidero, como medida última de todos los abrazos; palabra río, caudal, transparencia, indagación y escorzo. Pese a todo, pese a su reiterada propensión al exceso, este Claroscuro para escribir un cuadro es también, de alguna manera, un ejercicio de contención, un juego de atisbos y sugerencias en metáforas vibrantes, sutilísimas. “Hay crespones de luna / al fondo de los lagos”.

Estamos, pues, ante un universo de contrarios, un vértigo de luces y de sombras que se quiebra en su manera de darse, de ofrecerse. Deslumbramiento, sí, pero también oscuridad y mansedumbre. “Es esta luz tangible y rumorosa / que agavilla los sueños en un haz de violetas / y deshoja el otoño”, este dolor dulcísimo de acantos que por momentos recuerda a Juan de Ye-pes o a Degas en la mejor tradición poética del 27. Luego vendrá el asombro con su abismo, con sus ojos cerrados, “el trazo ingobernable de la espuma” “y aquel deshielo azul de cada lágrima”.

Ana Garrido

CLAROSCURO PARA ESCRIBIR UN CUADRO.

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En Zaguán de paso, Antología poética 1980 - 1990 y uno (Las-tura, 2014) Isidro Sánchez Brun recoge una amplia selección de su obra poética publicada. Junto a un último bloque de inéditos, Los tiem-pos náufragos, el volumen reúne poemas de los títulos De siempre la esperanza, Ese cercano tacto tan distante, Mujer de otoño en rojo y Toda mi posesión del alba.

La palabra de Isidro Sánchez llega con vocación de ama-necida, con una clara intención de permanencia. Nada sobra ni falta;

los poemas son siempre edifi cios perfectos que arrastran de principio a fi n con una musicalidad absoluta fruto del minucioso trabajo de construcción métrica y de la aparente facilidad de sus metáforas. Desde una primerísima poesía social - inolvidable el poema Soñando a Gladis - su poética llega a la soledad y al abandono, al amor como materia perdurable pero también efímera, a la luminosidad de los cuartos cerrados. Y es que nada escapa a su mirada de poeta, todo es, en él, susceptible de convertirse en poema, en belleza. “Te encontrarás cansado, pero el verso / nos llevará en sus brazos / hasta el rincón remoto / donde dibuja el humo sus azules” - escribe - y el mar se pone en pie para mirarlo. Y es que el verso es en él cauce y caudal, donación y perte-nencia, palabra salvífi ca que derriba el silencio con toda la infi nitud de su paisaje.

El poeta parte de una tradición clásica, que conoce de primera mano, para revisitarla, para recrearla con mimbres nuevos en un hermosísimo ejercicio de transparencia. Verso blanco, cadencioso, elegante junto a arriesgados giros lingüísticos; “la desnudez gramatical de la espe-ranza” para una poesía cincelada con precisión de orfebre en la esquiva quietud de los espejos.

Mención aparte merece la última sección del libro, donde Sánchez Brun nos ofrece una visión particularísima de la poesía en la que actualmente se ocupa. Los poemas participan de nuevo de la misma perfección formal que nunca han abandonado, de la misma coherencia estética y formal, pero advertimos en ellos, si cabe, una mayor preocupación por la cadencia y la metáfora desnuda, absoluta. El yo poético se trasciende, se descifra para universalizarse - e pluribus unum - en todos los senderos de la sangre.

Libro esencial, pues, aunque también difícil en lo que tiene de muestrario de un corpus mucho más amplio, este Zaguán de paso para devolvernos la voz, no sufi cientemente reconoci-da, de un poeta “rabiosamente humano”, necesario, de un hombre veraz que no se esconde para herirse de vida y de palabra. Luego vendrá la noche con sus lluvias y sus diez mandamientos, “esa ruta hacia el norte” al fondo del rescate. “Y el último poema nuestro abrazo”.

Ana Garrido

ZAGUÁN DE PASO.

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Con el subtítulo de Suite para dos llega a las librerías el último libro de Francisco Caro, Plural de sed (Lastura, 2015). Ya desde el título encontramos una intencionada búsqueda de complicidad con el lector, un juego metapoético que ilumina y deslumbra, que acaricia y desgarra a partes iguales.

Algo alejado de la desnudez y la esencialidad a las que nos tiene acostumbrados, Plural de sed es una obra atípica dentro de la

producción de su autor; heredera directa y coetánea en sus primeras pinceladas de Salvo de ti, recupera una poética mucho más intimista, mucho más cercana al tacto de las cosas, a su que-hacer, a su riesgo. Una poética, empero, universal e inmanente. El poeta se entrega, se escribe, se desangra de frente hacia la luz o hacia el olvido. Y es que este es, sobre todo, un viaje alrede-dor del amor, un tránsito vibrante a través de su misterio. Amor y deseo, personifi cados ambos, caminan juntos hacia su consumación, hacia su absoluto. Estructurado en cinco partes, cinco estancias musicales, habitables, precedidas por un poema prólogo, toda una declaración de intenciones, el poemario se abre paso, certifi ca una historia de encuentros y desencuentros, una piel manuscrita al otro lado de todos las hogueras. “Quise arena la noche / huella, lecho, / que de nosotros hable / la hermosura”.

Versos ágiles, breves, metáforas arriesgadas, físicamente reconocibles, cierto tono sutil recorrido por una fértil sensualidad; todo en este libro sobrecoge por lo que tiene de cierto, de tangible. No importa si lo que describe es veraz o imaginado, si hay en él más de realidad o de fi ngimiento. Sea como fuere, lo cierto es que es, que crece y arrastra como una letanía, que sacude de golpe todos nuestros cimientos.

Con todo, pese a todas esas diferencias de las que hemos hablado y que le confi eren su identidad última, se advierte también en este Plural de sed, como no podía ser de otra ma-nera, un exquisito cuidado del lenguaje, seña de identidad del poeta. La palabra encuentra en él su mayor valedor, su lugar exacto e insustituible en el poema. Nada falta, nada estorba a la emoción, al signifi cado. Música, cadencia e imagen se dan la mano para lograr un corpus poético gozosamente humano, vital, necesario.

Consecuencia perfecta de su mismo regreso, este Plural de sed se perfi la como una de las obras más lúcidas de Francisco Caro dentro de su sobradamente reconocida carrera, uno de sus títulos más sugestivos y sugerentes que por sí mismo podría asegurarle - si no lo tuviese per se - un lugar preeminente en la poesía contemporánea. Desde Verbo Azul saludamos con gozo esta nueva entrega poética de nuestro compañero Francisco Caro, este nuevo temblor de la memoria al fondo del paisaje. Fuera queda la noche y su epitafi o, la herida de las horas, el sol en su equilibrio. “Nadie sabe que estamos / aquí, salvo la vida”.

Ana Garrido

PLURAL DE SED.Francisco Caro.

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A estas alturas no se puede poner en duda la Poesía de Eladio Cabañero, como tampoco se puede pasar por alto la importancia de la misma a nivel nacional ni regional. Lo que sí era necesario y a todas luces urgente era rescatarla del olvido en que por diversas circunstan-

cias –muy bien explicadas en la presentación– se encontraba en la actualidad. A esta labor se han aplicado tanto la B.A.M. en una rigurosa edición en su Colección General, como la minu-ciosa e impagable labor de investigación y selección de Pedro A. González Moreno, manchego también de pro y que estuvo ungido por la amistad del antologado poeta.

En su labor de selección de poemas ha seguido la secuencia temporal de la primitiva aparición de los pocos pero acendrados libros que nos dejó Eladio; en este aspecto creemos que su acierto ha sido total. Pero donde queda refl ejado de manera evidente la fi nura y encaje de su trabajo de acercamiento al poeta es en el método elegido para adentrarse en la personalidad humana y poética a través de su completa geografía vital.

Empieza Pedro por adentrarnos en la voz del poeta como primera instancia en este primer acercamiento haciendo hincapié sobre todo en tres facetas: Su autenticidad, su enorme cálida humanidad y su compromiso de trascender el yo y vincularlo a una salvadora solidaridad salvadora.

Más tarde hace un estudio pormenorizado sobre la ubicación de Eladio en una posible generación poética a través de un pormenorizado estudio de las opiniones y ensayos antológicos en los que está incluido, y en los que por otro lados, extrañamente, no lo está; incide en su estu-dio en que, en gran medida, “el lugar en donde” nació y sobre el que mucho escribió el poeta, La Mancha, es la muy posible causa del desapego de algunas de la antologías al uso.

En un tercer paso, se acerca el introductor al poeta a través de un repaso de todas y cada una de sus obras, en donde la nostalgia del niño que no pudo ser y la experiencia de la soledad son dos de los motivos sobre los que gira este capítulo.

De la importancia del paisaje en su manera de intuir lo poético es el siguiente paso. En esta parte nos apunta Pedro que en la poética de Eladio más que utilizar él al paisaje, el paisaje se sirve de él para mostrar su esplendor. También la importancia del otoño como manera de manejar el tiempo y la vivencia.

Por último habla del hombre, aquel que conoció en su infancia por un libro antes de conocerlo personalmente que eso suele pasar muy a menudo entre los poetas. Por resaltar una frase de entre todas las posibles dice Pedro que “hay hombres tan grandes que no caben dentro de su propio pellejo”. Ese es el caso y con esto acabamos.

Nuestra enhorabuena a la B.A.M. por su enorme labor de rescate y al antólogo por su enorme dedicación y acierto.

Juan José Alcolea.

PALABRA COMPARTIDA. (Antología Poética de Eladio Cabañero).Biblioteca de autores manchegos. Diputación provin-cial. Introducción y selección Pedro Antonio González Moreno.

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La Universidad de La Laguna ha editado en una edición unifi -cada los premios literarios de 2014. Entre dichos premios el obtenido por nuestra compañera de Verbo Azul, Ana Garrido Padilla. Es una pena que por el ya endémico problema de la crisis, la citada entidad no haya podido hacer, como hasta ahora se ha venido haciendo, en una específi ca edición el poemario que tratamos. Digo esto por el agravio comparativo para nuestra autora con los anteriores premiados, y por-

que “De la consumación y otros itinerarios” es sin lugar a dudas uno de los títulos de ese certa-men que más calidad y elucidación poética ha aportado a su ya apretada historia.

En mi anterior acercamiento a la obra de Ana Garrido, yo me había permitido la libertad de poner en duda la posibilidad de que está poeta pudiera superar el listón marcado por el libro que entonces reseñaba, “Noticia del asombro”. Craso error por mi parte para deleite de los que esta singularidad literaria amamos. En esta nueva entrega poética, la palabra, que antes era casi el motivo en sí misma en un ejercicio metapoético de altísimo vuelo, aquí, sin perder un ápice de su transmutadora capacidad lírica, se abaja más a los límites de lo puramente humano, de lo dentramente sentido en su terrenal clausura.

El libro está, en un principio, secuenciado en dos motivos diferentes, que, aunque a veces se pueden intercambiar, rigen dos lecturas y casi dos formas de manejo formal distintos. La primera parte es un homenaje al tantas veces denostado poeta granadino Luis Rosales, y los poemas están elaborados en casi todos los casos a partir de una cita del mismo y tratan de recuperar su sombra “Aquí, mientras la noche recupera de pronto/el tacto de los días,/…Me parece distinta esta ternura/que se instala en las cosas,/esta dulce erosión que se detiene/al fondo del paisaje.” También la fragilidad del tiempo y del azar “Porque todo es azar/y nadie sabe el día exacto de la siega,/y, tal vez, nunca más serán imprescindibles/las voces /que describan nuestros nombres/ni el tacto /en nuestros charcos de la lluvia.” pero sobre todo es la búsqueda de la razón del poema, su pulsación íntima ”Y es en esa búsqueda, /en ese magisterio/de su in-capacidad de razón última,/de infi delidad a su propio lenguaje, /en donde el poeta encuentra las claves/de su unívoca forma/de enfrentarse al misterio.” y la esperanza siempre como alternativa “Y siempre arder de sed/porque aunque el tiempo /es siempre realidad y lo sabemos,/hay ecos de esperanza en los escombros/y restos de algún Dios en las encinas//furtivo /a las denuncias de la noche”.

La segunda parte, intitulada “Del animal que huye” elabora, tomando como símbolo el dolor de Penélope –en tantas mujeres irredento–, ante la inasistencia, inexistencia de su amado, su destino y la soledad “NUNCA SUPE a qué huelen los mares clandestinos,/ni el sabor de la luz en las tormentas./Nunca tuve noticia de la sombra,/ni memoria del agua/más allá de sus lími-tes” o “ESTA CIUDAD es parte de su propia tristeza,…/Por más que la miremos,/el agua queda siempre al otro lado/como un balcón tendido/al norte de las islas.” o también en “(Por encima del agua,/el dolor se ha acostado sobre un muro)”.

Y todo el poemario transitado de imágenes y personifi caciones: ”LA TARDE DUELE a veces como un /hombre, /como un amanecer vuelto de espaldas/…Duele a solas, despacio/en los rincones,/con esa esclavitud con que los niños/aprenden de memoria las mentiras”, enume-raciones “Era noviembre / y el grito de los cisnes/y la casa./Era la piel/y la palabra sola” y todo un lujo de recursos poéticos susceptibles de ser utilizados como paradigma en un manual de lenguaje poético.

Para terminar, nuestro agradecimiento a la autora por este nuevo acercamiento a nues-tra terrenal hechura, y nuestro deseo de que “ De la consumación y otros itinerarios” pueda ser recogido en un futuro libro unitario que pueda facilitar su lectura y delectación entre los amantes de la poesía.

Juan José Alcolea

DE LA CONSUMACIÓN Y OTROSITINERARIOS.Ana Garrido Padilla.XVI Premio internacional de poesía “Luís Feria”.

Page 80: Número 20 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2015)

· Cocina casera ·· Desayunos ·· Tapas ·· Menús diarios ·· Meriendas ·· Comidas de grupo ·· Celebraciones ·

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Indice de autores y textos publicados

JORGE JUSTO PADRÓN. Lar de lo cotidiano ..................................................5MARÍA LUISA MORA. Caja de Pandora .......................................................... 6JOSE MANUEL FERNÁNDEZ FEBLES .. .........................................................7ANGELINA GATELL. Imagen .......................................................................... 8CELIA BAUTISTA. Anuncios por palabras ....................................................... 9FRANCISCO CARO. La vida no da más, seguramente ................................... 11NIEVES ÁLVAREZ MARTÍN. Moradas de luz ................................................13RAFAEL ESCOBAR. Ausencias después .........................................................14RUBÉN MARTÍN DÍAZ. Insecto .....................................................................15TERESA DE JESÚS RODRÍGUEZ LARA. Amamos sin saber ........................16ANTONIO RODRÍGUEZ. Única ...................................................................... 17CECILIA ORTEGA. Curso intensivo de realidad .............................................18CASPER DE JONG. Diario andaluz (Lied voor Lorca) ...................................19CASPER DE JONG. Diario andaluz (Canto a Federico) ................................ 20FERNANDO FIESTAS. El silencio varado .......................................................21PEDRO A. GONZÁLEZ MORENO. La mano izquierda de Cervantes ........... 23TANO GARCÍA-PAGE. Lepanto...................................................................... 26MANUEL CORTIJO. El poeta recuerda la aventura de Don Quijote ..............27JOSÉ LUÍS MORALES. Espejismo cervantino ............................................... 28ENCARNA MARTÍNEZ OLIVERAS. Lo que queda de los sueños ................. 29HORTENSIA HIGUERO. De tus primeras sílabas ......................................... 30FRANCISCO JIMÉNEZ CARRETERO. Epistolario quijotesco ......................31ISIDRO SÁNCHEZ BRUN. Las dos manos del dios ....................................... 32MARY-SANTOS CABALLERO MURILLO. Quijote ....................................... 33ANTONIO DEL ARCO MARTÍNEZ. 400 años de venturosas andanzas ....... 34NICOLÁS DEL HIERRO. Parábola del viaje de Don Quijote a Barcelona..... 36JAVIER LOSTALÉ. Humildad ........................................................................ 39CRISTINA COCCA. Consejos para sobrellevar tristezas ................................ 40JUAN DE MOLINA. Córdoba adolescente ..................................................... 42GRACIELA ZÁRATE CARRIÓ. Capital ........................................................... 43JOSÉ MARÍA HERRAMZ CONTRERAS. El dolor de los poetas ................... 45LOLA FRANCO. La soledad .............................................................................47MARIANA FERIDE. Arder ............................................................................. 48ANA BELLA LÓPEZ BIEDMA. Pretérito aperfecto ........................................ 49ANA GARRIDO PADILLA. Una lámpara inmóvil ...........................................51JUAN JOSÉ ALCOLEA JIMÉNEZ. Encuesta para un cobarde...................... 52ALEJANDRO CERNUDA. El día del fi n del mundo ...................................... 53PILAR DEL CAMPO PUERTA. Desnuditos todos somos iguales .................. 54JOSETO ROMERO. Abrazo en Múnich ...........................................................55ÁNGEL MUÑÓZ. La cigarra y la hormiga ..................................................... 56MARISA GONZÁLEZ. No tan triste, pero sí una “fi gura” .............................. 56CONCHA GARCÍA DE LOS ARCOS. ¡Ya está bien! ....................................... 59EVA BARRO GARCÍA. Generaciones ............................................................. 60JOSÉ LUÍS HINOJOSA. Libro antiguo ...........................................................61ELENA NAVARRO. Relato corto ................................................................... 64RAMÓN DE LA VEGA. Amor en la complejidad del sueño .......................... 65PHILLIP BRUBECK GAMBOA. Concierto renaciente ....................................67JOSÉ BÁRCENA. Jardineros del lenguaje ...................................................... 69Libros recibidos ................................................................................................ 71