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Sumario4 8 9 18 Hungra. Las ltimas vctimas de Hitler Prof. Abraham Huberman La carta de Edith Stein al Papa Po XI El derecho penal frente a la Sho Dr. Daniel Eduardo Rafecas Berln, de cara al futuro. Tras el eco de Cristales Rotos Dr. Pedro Germn Cavallero

Nuestra Memoria

Ao X N 23 Julio 2004

FUNDACIN MEMORIA DEL HOLOCAUSTO MUSEO DE LA SHO Buenos Aires - Argentina

Consejo de Administracin 2004/2005Presidente Sr. Daniel Vernik Vice Presidentes Dr. Enrique Ovsejevich Ing. Ricardo Popovsky Dr. Csar Siculer Lic. Mario Silberstein Dr. Mario Feferbaum Secretaria General Lic. Sima Weingarten Pro Secretarios Sr. Daniel Banet Sra. Susana Rochwerger Tesorero Dr. Manuel Kobryniec Pro Tesorero Dr. Sixto Stolovitzky Vocales Sr. Moises Borowicz Sra. Raquel Dawidowicz Dr. Alejandro Dosoretz Lic. Susana Luterstein Sra. Eva Rosenthal Sra. Monica Silberstein Sra. Dora Surasky Lic. Susana Zang Vocales Suplentes Srta. Sabrina Ajmechet Sr. Gregorio Fridman Dr. Pablo Goldman Sra. Danuta Gotlieb Lic. Tobas Holc Ing. Alberto Neuburger Dr. Norberto Selinger Revisores de Cuentas Sr. Enrique Dychter Sr. Luis Grinspun Presidente Fundador Dr. Gilbert Lewi Directora Ejecutiva Prof. Graciela N. de Jinich Comite de honor Arq. Ralph Appelbaum Prof. Haim Avni Prof. Yehuda Bauer Dr. Michael Berenbaum Dra. Griselda Pollock Rab. Israel Singer Sra. Simone Veil Sr. Elie Wiesel

20 En torno a la arquitectura de la Sho en Berln. Alcances del trmino contramonumento Mara Jos Melendo 24 Los judeoespaoles. Los caminos de una comunidad Prof. Richard Ayoun Traduccin del francs al djudeo-espanyol: Prof. Ham-Vidal Sephiha 28 Al ultimo sovrebiviente. Derasha darsada el 30 de avril de 1992 Yom haShoa 5752 por el haham Daniel Farhi 31 37 La destruccin de los judos de Salnica Rena Molho Rodas, Auschwitz, Bergen Belsen, Dachau, Theresienstadt R. A. Testimonio.

39 Las enseanzas catlicas sobre los judos en Espaa en comparacin con la Argentina durante el perodo del Holocausto (1933-1945) Prof. Graciela Ben Dror 50 Las mujeres y el nacionalsocialismo Lic. Mara Gabriela Vasquez 53 Auschwitz, modernidad y el siglo xx Prof. Enzo Traverso

60 El uso del eufemismo en la jerga poltica nazi: de la exclusin de la lengua al exterminio de los sujetos Lic. Patricio A. Brodsky 65 Auschwitz y la cuestin del otro Hctor Valle 69 El impacto del nazismo y el fascismo en la Argentina Lic. Adrin Jmelnizky 71 73 75 77 Permanecer juntos siempre Elie Wiesel El Museo Judo de Paraguay Pablo Dreizik El patrimonio del Museo de la Sho. En torno de una cuchara Pablo Dreizik Catlicos, nazis y judos de Graciela Ben-Dror por Prof. Leonardo Senkman. Resea bibliogrfica

Revista Nuestra MemoriaCoordinacin Editorial Lic. Sima Weingarten Prof. Abraham Zylberman Consejo Editorial Lic. Patricio Brodsky Lic. Pablo Dreizik Dr. Mario Feferbaum Prof. Abraham Huberman Prof. Graciela Jinich Lic. Sima Weingarten Prof. Abraham Zylberman Produccin Diseo e impresin Lic. Claudio G. Goldman Prof. Lior Zylberman Marcelo Kohan

78 El Holocausto. Una lectura psicoanaltica de Jos Milmaniene por Lic. Patricio Brodsky. Resea bibliogrfica 81 Desplegado de ttulos de la Biblioteca y Centro de Documentacin Pablo Dreizik

84 Actividades 86 Revista Nuestra Memoria Nmeros 1 - 22Tapa: Hungra 1944. Imgenes de judos hngaros, ltimas vctimas de Hitler

Nuestra Memoria es una publicacin de la Fundacin Memoria del Holocausto. Las colaboraciones firmadas expresan la opinin de sus autores, declinando la institucin, toda responsabilidad sobre los conceptos y/o cintenidos de los mismos. Asimismo, se reserva el derecho de publicar los trabajos recibidos. Publicacin de divulgacin y distribucin gratuita. Permitida su reproduccin citando la fuente.

IN MEMORIAM

Dr. Abraham Boczkowski zl

EditorialSr. Daniel VernikPresidente

La actual situacin mundial, inmersa en la violencia, desigualdad social, hambre, terrorismo, nos retrotrae a situaciones similares que constituyeron en su momento, el inicio del perodo ms oscuro de la humanidad. La Fundacin Memoria del Holocausto - Museo de la Sho, atendiendo al rol que ha asumido en la sociedad, se constituye, de manera permanente como un faro de divulgacin contra los peligros que entraan la xenofobia, la discriminacin y el racismo. Por ello, nos comprometemos a diario con el desarrollo de actividades educativas destinadas a la capacitacin de docentes, destacando el testimonio de los sobrevivientes. Nuestro Museo es visitado por escuelas, universidades, instituciones del tiempo libre y pblico en general, que transmiten su emocin y sensibilidad ante las imgenes que marcaron una historia de horror y profunda tristeza. Dentro de un sinnmero de actividades, es dable destacar nuestra participacin en el Festival de Cine Judo de Punta del Este. Tambin, junto con la Shoah Foundation, proyectamos en el Centro Cultural San Martn, el film de Pavel Chukjrak, Nios del abismo. En ese mbito, conjuntamente con las escuelas ORT, presentamos, del realizador Bernardo Kononovich, el film Me queda la palabra. Gracias al aporte del Fondo Austraco, pudimos inaugurar una sala de computacin donde se dictan cursos a sobrevivientes, para que puedan descubrir este nuevo mundo virtual. Participamos en la Feria del Libro con una mesa redonda acerca de la Resistencia cultural bajo el nazismo. Conjuntamente con la Polica Federal y a cargo de la directora ejecutiva Prof. Graciela Jinich, se inici una serie de conferencias sobre derechos humanos y Holocausto. En esta primera ocasin 616 cadetes de esa institucin participaron de la actividad. Con autoridades de la Escuela Militar del Ejrcito Argentino, se estn ultimando los detalles para que, anualmente, distintas camadas de oficiales visiten el Museo de la Sho y se dicten charlas sobre esta temtica. Merced a un convenio con Tzedak, se realizan activi-

dades para sobrevivientes magnficamente organizadas dentro del Help Center. Durante el prximo mes de noviembre, se llevar a cabo, el Primer Congreso de habla hispana:De Cara al Futuro. Dicho evento ha sido declarado de inters nacional y provincial por distintos organismos. Continuamos con la edicin de libros y revistas; trabajamos en el crecimiento de la biblioteca as como en la clasificacin y guarda de la documentacin que hace a la esencia misma del Museo. Conmemoramos este ao, el 75 aniversario del natalicio de Ana Frank, quien con su legado es hoy y siempre, una luz de esperanza ante la injusticia y la persecucin. Por esta razn realizamos el 4 de agosto, da de su deportacin, un evento especial abierto a toda la sociedad como homenaje a Ana Frank y a todas las vctimas. Hemos sido honrados en los ltimos meses con las visitas de acadmicos como Griselda Pollock, Yosi Goldstein, Mario Sznajder, Leonardo Senkman, el Rab. Daniel Goldman, Haim Avni, Graciela Ben Dror, Maurice Preter y otros. Gracias a Claims Conference y al Joint, comenzaremos este ao, una nueva etapa en la construccin del Museo de la Sho. Lo descripto, es slo una parte de las innumerables actividades que desarrollamos. Esta tarea sera imposible sin el compromiso incondicional de la comisin directiva, funcionarios y empleados de la institucin a quienes agradezco profundamente, por su sensibilidad y entrega desinteresada. Por ltimo, apelo a usted lector. Nuestro futuro, el de nuestros hijos y nietos, dependen de lo que hoy forjemos, de nuestros valores y tradiciones, pero tambin de nuestra Memoria; no podemos ni debemos permitir que nuevamente el pasado nos alcance. Fundacin Memoria del Holocausto - Museo de la Sho, se yerguen como una trinchera infranqueable para la defensa de nuestros derechos. Necesitamos de usted, requerimos de su colaboracin y adhesin, que nos permitir continuar y engrandecer la tarea. Su apoyo es imprescindible. Muchas gracias y hasta el prximo nmero s

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HungraLas ltimas vctimas de Hitler

Prof. Abraham HubermanHistoriador.

Este es el ttulo de la obra de Randolph Braham, que trata acerca del Holocausto de los judos de Hungra, que se realiz en pocos meses durante 1944. En ese pas vivan ms de 800.000 judos. Como puede verse, era una de las mayores comunidades judas de Europa. A raz de diversas anexiones que realiz Hungra, con la ayuda de la Alemania nazi, creci su territorio, as como el nmero de judos. No era una comunidad homognea. Profundas diferencias separaban a ortodoxos de neologistas (reformistas), pero estaban unidos por un profundo sentimiento de patriotismo respecto de Hungra. En esa situacin es fcil entender que el movimiento sionista tena muy poco arraigo. Hungra, especficamente Budapest, fue el lugar de nacimiento de Theodor Herzl, el fundador del sionismo poltico. Conviene recordar que su principal actividad se desarroll en la Viena de fin del siglo XIX, que era tambin la capital del Imperio Austro-hngaro. Se viva una poca de esplendor, de fe en el liberalismo, pero tambin de sombras amenazas, que tenan su origen en los diversos movimientos antisemitas. Budapest no era la excepcin. Sin embargo, en 1903, Herzl le escribi a un amigo de Budapest sealando que cuanto ms tarde el antisemitismo en entrar en accin en Hungra, las consecuencias seran ms terribles. As, como en muchos otros temas, las palabras de Herzl resultaron profticas. Los judos de Hungra vivieron una poca de oro entre l867 (ao en que recibieron la plena emancipacin civil y religiosa) y 1914, cuando comenz la Primera Guerra Mundial. La asimilacin en el terreno cultural y lingstico fue completa y relativamente fcil. Su contribucin al ascenso de la atrasada economa del pas fue decisiva. Tenan la certeza que ellos y los magyares (hngaros) estaban formando una nueva nacin. Adems, en los diversos censos que se realizaban en ese pas multitnico, los judos se definan como hngaros; en realidad, eran slo una minora frente a las otras nacionalidades.

Despus de la derrota sufrida en la Primera Guerra, Hungra perdi la mayora de los territorios habitados por minoras tnicas, y se produjo un movimiento revolucionario de tinte comunista, encabezado por el judo Bela Kun, pero contando tambin con mucho apoyo de elementos no judos. En esa situacin, los judos perdieron toda su importancia poltica. Hungra fue el primer pas europeo que impuso un cupo que limitaba la admisin de estudiantes judos en sus universidades. Entre las dos guerras mundiales, dos obsesiones ocupaban las mentes de los hngaros: recuperar los territorios perdidos y acabar con la cuestin juda y los judos. Para ello, Hungra comenz un acercamiento a Alemania, que haba tenido una situacin y experiencias semejantes al final la Primera Guerra Mundial. Aun antes de llegar al poder, destacados polticos hngaros se entrevistaron con Hitler. Esos contactos se hicieron cada vez ms estrechos en el campo poltico e ideolgico. En 1938, cuando comenz el desmembramiento de Checoslovaquia, Hungra recibi una porcin del territorio eslovaco. No fue casualidad que en ese mismo ao se aprobara la primera ley antijuda, que reduca al 20% su participacin en la economa del pas. Los judos fueron definidos por su religin. Muchos judos adoptaron, pues, la religin cristiana. Al ao siguiente se redujo an ms la participacin de los judos en la economa, las profesiones liberales y la cultura, a slo un 5%. Esta vez, el criterio empleado no fue religioso, sino racial, como en Alemania. La pertenencia religiosa ya no importaba. Aquellos que se haban convertido al cristianismo o eran hijos de matrimonios entre judos y cristianos tambin fueron considerados judos. Era suficiente haber tenido dos abuelos judos para ser objeto de todas las medidas antijudas. El acercamiento a la Alemania nazi en lo poltico se tradujo tambin en una afinidad ideolgica. Sin embargo, hubo marcadas diferencias. Mientras que en el res-

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to de los pases bajo dominio nazi se erigan guetos como una etapa preparatoria para el exterminio, en Hungra que era un activo aliado de Alemania la situacin de los judos era relativamente buena. Los jvenes en edad militar fueron integrados a batallones de trabajo forzado, llevados a los frentes de batalla en Rusia y obligados a realizar tareas sumamente peligrosas, como por ejemplo limpiar los campos de minas. Reciban un trato inhumano por parte de sus oficiales, y miles de ellos murieron all. Mientras que en el resto de Europa se puso en marcha el plan de la Solucin Final de la cuestin juda, las autoridades hngaras, con el regente Horthy al frente, se negaban firmemente a entregar a sus judos. Los motivos esgrimidos decan que eran imprescindibles para la economa del pas, que entrara en una situacin de caos y a Alemania podra perjudicarla. Los lderes judos explicaban a sus correligionarios que deban aceptar todas las dificultades resultantes de las leyes discriminatorias porque el mismo Horthy les haba asegurado que nada malo les sucedera mientras l est al frente del pas. De no ser as poda ser reemplazado por elementos ms extremistas y pro alemanes. En 1943, despus de haber sufrido las consecuencias de la derrota militar alemana en Rusia, el gobierno hngaro comenz a buscar la manera de librarse de su compromiso con la Alemania nazi. Se establecieron contactos con los representantes del bando aliado en las capitales de pases neutrales. Esto no pas desapercibido para los ojos vigilantes de los nazis, que llegaron a la conclusin de que la presencia de casi un milln de judos en ese pas era la causa. La prueba estaba a la vista: Hungra se negaba a entregar a sus judos y quera salir de la alianza con Alemania. En ese mismo ao cay Mussolini, y meses despus, al intentar despegarse del compromiso con Alemania, Italia fue ocupada militarmente por los nazis, y para los judos italianos recin entonces comenz el Holocausto. Ese era el espejo en el cual poda reflejarse Hungra.

El 19 de marzo de 1944, Hungra fue ocupada militarmente por los alemanes, sin ofrecer resistencia. Dos das despus lleg Eichmann, con su comando de especialistas, para organizar la deportacin hacia Auschwitz. A partir de ese momento, todos los asuntos judos dejaron de depender del gobierno hngaro. Pero en este punto es importante destacar que el comando de Eichmann slo contaba con 200-300 hombres. Quin realizara las tareas previas a la deportacin: identificacin de los judos, expropiacin, encierro en guetos y, el paso final, la deportacin a Auschwitz? Saban los judos hngaros lo que les esperaba? Conocan el destino que haban corrido sus pares de otros pases europeos? La respuesta no es unvoca. Haban llegado varios miles de refugiados huyendo de Polonia y otros pases. Seguramente contaron, y las noticias corrieron de boca en boca. Pero tener mera informacin no significaba que ella penetrara y tomaran conciencia de que estaban ante un peligro inminente. Adems, hasta ese momento Hungra haba sido una isla de paz en medio del ocano de aniquilacin nazi. Por qu no poda ser siendo as? Por una razn elemental: para los nazis, la aniquilacin de judos era una tarea prioritaria. Incluso si Alemania perdiera la guerra, lo que a esa altura de los acontecimientos era seguro, haba una tarea que no poda dejar de realizarse: la matanza, la aniquilacin de todos los judos que pudieran alcanzar. Lo que sucedi a continuacin fue realmente pasmoso. No fueron nazis alemanes los que pusieron en marcha todos los pasos previos. Contaron con la colaboracin entusiasta de dos secretarios de Estado hngaros, Baki y Endre, que pusieron en marcha la mquina de las fuerzas de seguridad del Estado hngaro (Polica y Gendarmera), contando adems con el apoyo activo o tcito de grandes sectores de la poblacin, que se beneficiaban al ver que desaparecan sus competidores y que sus bienes y viviendas podan ser saqueados impunemente.

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Qu posicin adopt el gobierno hngaro? Hay que tener en cuenta que su autoridad estaba bastante limitada. Oficialmente creyeron en la versin dada por los alemanes: los judos seran llevados a Alemania, donde por razones obvias haba una gran necesidad de mano de obra. Eran tan considerados al punto de llevar tambin a las familias de los deportados, porque los judos eran muy apegados a sus familias y eso les ayudara en el cambio. Haba que ser realmente muy ingenuo para creerlo. Esa fue la versin que dieron los lderes hngaros despus de la guerra. Horthy pensaba, adems, que slo los judos indeseables originarios de Galitzia y Rusia y sospechosos de simpatizar con el comunismo seran deportados, pero no los buenos y tiles judos, asociados con los altos crculos del poder y con Horthy mismo. Eso sucedi, efectivamente, en algunos casos. Pero la inmensa mayora estaba condenada, y absolutamente nada se poda hacer para evitarlo. Qu sucedi con el liderazgo judo, que posea tan buenas relaciones con el poder? Despus de la guerra, eso dio lugar a amargas controversias, acusaciones e incluso juicios. Lo ms fcil fue decir que vendieron a sus hermanos para salvarse: guardaron silencio y no les advirtieron acerca de lo que se aproximaba. Por qu habran actuado as? Seguramente por su propia seguridad ocultaron lo que saban. Es muy fcil sealar culpas y sugerir conductas que debieron ser adoptadas entonces, bajo la ocupacin militar de Alemania, que cont con el apoyo entusiasta de importantes sectores del pas. El historiador britnico Conway es un ejemplo a ser tomado en cuenta. Dice: Los judos tenan que haber recibido con una lluvia de piedras a los que venan a sacarlos de sus casas, a los que los encerraron en guetos y luego los subieron a los trenes que viajaban hacia Auschwitz. Luego debieron huir, huir como lo hacen los ciervos en el bosque, por lo cual se hace muy difcil a los cazadores alcanzarlos. El consejo es realmente pasmoso, al menos. Incluso se equivoca cuando se refiere a los ciervos y los cazadores. Estos tienen armas de fuego muy eficaces, y los cier-

vos por supuesto carecen de ese vital elemento. Hacia dnde huir? Dnde encontrar refugio? Estas angustiantes preguntas quedan sin respuesta. Los lderes judos de Hungra, al igual que los de todos los otros pases bajo el imperio nazi, tenan ante s una tarea imposible. Trataron de negociar, de lograr una postergacin. Tal vez, mientras tanto finalice la guerra. Eran meros deseos o ilusiones? Cul era la situacin en los frentes? Los ejrcitos de Rusia ya haban logrado expulsar totalmente de sus territorios a los invasores alemanes, penetrando en los pases vecinos. Su objetivo declarado era llegar lo ms rpido posible a Berln. El 4 de junio, los aliados liberaron Roma. Dos das despus se produjo el desembarco aliado en Normanda. No eran acaso esos hechos signos promisorios que anunciaban la rpida derrota de Alemania? La respuesta es ambigua. Si se piensa en el resultado final, no cabe duda. Pero mirando las cosas a breve plazo, la situacin era muy diferente. A los anglo-norteamericanos les tom casi un ao recorrer el camino desde Sicilia a Roma. El exitoso desembarco en Normanda fue slo el comienzo de una larga y penosa lucha que concluy casi un ao despus, el 8 de mayo de 1945, cuando Alemania o lo quedaba de ella se rindi. Los rusos llegaron a Berln apenas unos das antes. De tal modo que la maquinaria nazi de destruccin de los judos poda seguir funcionando hasta prcticamente el ltimo minuto de la guerra, con una ferocidad y empeo crecientes. Es cierto que se hizo necesario acelerar el ritmo de aniquilacin: del 15 de mayo al 20 de junio de 1944 fueron deportados 420.000 judos de Hungra hacia Auschwitz. Fue una operacin sin antecedentes. Todos los das partan trenes repletos con miles de judos desde distintos lugares de Hungra. Haba una perfecta coordinacin en los servicios ferroviarios. Los trenes partan a la hora prevista y llegaban a destino en el tiempo fijado. Auschwitz funcion a pleno ritmo, las 24 horas del da. Cuando ya toda la verdad sobre Auschwitz lleg a co-

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nocimiento de todos los gobiernos interesados, por publicaciones de la prensa suiza, se realizaron febriles reuniones, pidiendo a los gobiernos de Gran Bretaa y los Estados Unidos que utilizaran parte de sus poderosas fuerzas areas para destruir las instalaciones de Auschwitz, o por lo menos, los puntos ferroviarios clave, o las vas de acceso a ese lugar. Todos los argumentos o pretextos se hicieron presentes para no hacerlo. Era muy lejos, los aviones tendran que realizar una tarea muy riesgosa como si nunca antes hubieran sido enviados a realizar operaciones cuyo riesgo era muy grande y los resultados, dudosos, pero en este caso especial hubo un argumento ms que result ser decisivo: Auschwitz no era un objetivo militar y las fuerzas areas eran limitadas y tenan otras tareas urgentes que realizar. Lo curioso es que alrededor de ese campo de muerte existan grandes complejos industriales que s fueron bombardeados. Muchas veces, los aviones sobrevolaron el campo, y una vez por error o casualidad cayeron algunas bombas. Tampoco obtuvo resultado la misin de Joel Brand en Estambul, quien trajo una propuesta alemana: entregar un milln de judos a cambio de 10.000 camiones, que seran utilizados en el frente ruso. No se poda, bajo circunstancia alguna, negociar con los nazis porque ello podra suscitar problemas y desconfianza entre las potencias occidentales y la Unin Sovitica. Se haban comprometido a no hacerlo, sin tomar ya en cuenta si la satnica propuesta nazi era o no sincera. Adems, los lderes de Inglaterra y los Estados Unidos se preguntaron quin se llevara a ese milln de judos y dnde los alojaran. Entonces, la nica alternativa era terminar victoriosamente la guerra lo antes posible. Salvar a los judos no era prioritario. Para Hitler, asesinarlos s lo era. Si su principal objetivo era destruir a los judos, impedrselo era tambin derrotarlo. Si naciones tan poderosas no pudieron o no qui-

sieron salvar a los judos por no considerarlo prioritario, qu se esperaba que hicieran los lderes judos de Hungra o los propios judos, rodeados por una muralla de odio e indiferencia por parte de sus conciudadanos? Sin embargo existieron algunos individuos valientes muy pocos, por cierto que lo intentaron. Fueron los representantes de las pocas naciones neutrales que todava quedaban. El ms conocido y famoso fue Raoul Wallenberg, de Suecia, quien lleg a Budapest con esa expresa misin. Tambin estuvieron los representantes de Espaa, Portugal, Suiza y el Nuncio Apostlico del Vaticano. Hubo incluso un impostor, el italiano Giorgio Perlasca, quien se hizo pasar por representante de Espaa cuando su embajador recibi la orden de abandonar Hungra. Ellos otorgaron cartas de proteccin, que sirvieron en muchos casos. Tambin la Repblica de El Salvador emiti documentos de ese tipo. Las personas que fueron a Budapest, como Wallenberg u otros diplomticos acreditados all, no se consideraron hroes, aunque en realidad lo fueron. Cuando se le pregunt a Giorgio Perlasca, muchos aos despus de finalizada la guerra, por qu lo haba hecho, ya que no tena obligacin alguna, contest con una tpica picarda italiana: Y Ud., qu hubiera hecho en mi lugar?. Deaglio, quien escribi la biografa de Perlasca, le puso como ttulo La banalidad del bien, frente a la Banalidad del mal, el libro que Hannah Arendt escribi sobre Eichmann. La tragedia de los judos hngaros fue inmensa. Sobre casi 825.000 judos y conversos que vivan en ese pas al comienzo de la guerra quedaron con vida 194.000. Unos 564.505 judos hngaros fueron asesinados en el ltimo ao de la guerra; es decir, el 68.4% de la poblacin juda que amaba a ese pas como slo una patria puede ser amada. Pero evidentemente, ese amor no fue correspondido s

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La carta de Edith Stein al Papa Po XI*Edith Stein, destacada filsofa alemana discpula de Husserl, naci en 1891 en el seno de una familia juda ortodoxa, aunque dej de profesar esa fe en la adolescencia. En 1922 pidi el bautismo en la Iglesia Catlica. En los albores del nazismo fue despedida de su ctedra en el Instituto de Pedagoga Cientfica de Mnster por su condicin de juda. Poco despus ingres en el Convento de las Carmelitas de Colonia y adopt el nombre Teresa Benedicta de la Cruz. En 1938, tras la Noche de los Cristales, se la transfiri al Carmelo de Echt, en Holanda, pero aos despus fue arrestada por oficiales de las SS y deportada a Auschwitz, donde muri en 1942. En 1998 fue canonizada por el Papa Juan Pablo II. Esta carta, en la que Edith Stein solicita al Papa Po XI (1922-1939) su urgente intervencin en favor de los judos perseguidos en la Alemania nazi, se public por primera vez el 15 de febrero de 2003. 12 de abril de 1933 Santo Padre! Como hija del pueblo judo que -por la gracia de Diosdurante los ltimos once aos tambin ha sido hija de la Iglesia Catlica me atrevo a hablarle al Padre de la Cristiandad sobre lo que oprime a millones de alemanes. Desde hace semanas vemos que suceden en Alemania hechos que constituyen una burla a todo sentido de justicia y humanidad, por no hablar del amor al prjimo. Durante aos, los lderes del nacionalsocialismo han estado predicando el odio a los judos. Ahora que tomaron el poder gubernamental en sus manos y armaron a sus partidarios entre los cuales hay elementos probadamente criminales, esta semilla de odio ha germinado. Slo hace poco tiempo el gobierno admiti que se haban producido algunos incidentes. No podemos conocer exactamente su alcance porque la opinin pblica est amordazada. Sin embargo y a juzgar por lo que he sabido a travs de contactos personales, no se trata de manera alguna de unos pocos casos excepcionales. Bajo la presin de reacciones del exterior, el gobierno adopt mtodos ms benignos. Ha difundido la consigna:No tocar ni un pelo a los judos. Pero sus medidas de boicot que despojan a la gente de su sustento econmico, su honor civil y su patria arrojan a muchos a la desesperacin: en la ltima semana he sabido por informes privados de cinco casos de suicidio como consecuencia de ese hostigamiento. Estoy convencida de que ste es un fenmeno general que todava producir muchas ms vctimas. Podemos deplorar que esos desdichados no hayan tenido una mayor fuerza interior para sobrellevar su infortunio, pero gran parte de la responsabilidad recae sobre aquellos que los llevaron a ese punto. Y tambin recae sobre aquellos que permanecen en silencio frente a esos hechos. Todo lo que ocurri y sigue ocurriendo da tras da es producido por un gobierno que se autodenomina cristiano. Desde hace semanas, no slo los judos, sino tambin miles de fieles catlicos de Alemania y creo de todo el mundo, esperan y confan en que la Iglesia de Cristo alce su voz para poner fin a este abuso del nombre de Cristo. No es esta idolatra de la raza y la autoridad del Estado que se impone diariamente a la conciencia pblica a travs de la radio una verdadera hereja? No es este intento de aniquilar la sangre juda una afrenta a la sagrada humanidad de nuestro Salvador, a la santsima Virgen y a los apstoles? No se opone diametralmente todo esto a la conducta de nuestro Seor y Salvador, quien incluso en la cruz or por sus perseguidores? Y no es una mancha negra en la crnica de este Ao Santo, que se supona deba ser un ao de paz y reconciliacin? Todos nosotros, que somos fieles hijos de la Iglesia y observamos las condiciones imperantes en Alemania con los ojos abiertos, tememos lo peor para el prestigio de la Iglesia si el silencio se prolonga por ms tiempo. Estamos convencidos de que, a la larga, este silencio no lograr comprar la paz con el actual gobierno alemn. Por ahora, la lucha contra el catolicismo se har en forma silenciosa y menos brutal que contra los judos, pero no menos sistemtica. No pasar mucho tiempo hasta que ningn catlico pueda ocupar un cargo en Alemania, a menos que se ponga incondicionalmente al servicio del nuevo rumbo de los acontecimientos. A los pies de Su Santidad, rogando su bendicin apostlica s (Firmado) Dra. Edith Stein* Publicado en la revista Criterio. Ao LXXVI, N 2283, junio de 2003, pp. 309-310. Traduccin del alemn: Silvia Kot.

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El Derecho penal frente a la ShoDr. Daniel Eduardo RafecasProfesor de Derecho Penal de la Universidad de Buenos Aires y del Master de la Universidad de Palermo.

Whether they were in command or lowly placed, in an office or outdoors, they all did their part, when the time came, with all the efficiency they could muster. Ral Hilberg

Poco ms de medio siglo ha transcurrido desde la Sho, ese trgico suceso perpetrado por la Alemana nazi que signific la aniquilacin fsica de las dos terceras partes de la comunidad juda europea, radicada all por ms de dos mil aos. En trminos histricos, la Sho se encuentra a un paso de nuestro presente. Ello explica que superada la parlisis emocional que semejante acontecimiento produce en el pensamiento cientfico recin en estas ltimas dcadas hayan aparecido trabajos que comienzan a ensayar explicaciones acerca del cmo y el porqu de semejante macrofenmeno. En un trabajo reciente, Traverso lo caracteriza como un suceso emergido de lo que Norbert Elias denominara el proceso de la civilizacin,1 que conjug antisemitismo e imperialismo con las ms perversas potencialidades de varios artefactos culturales enmarcados en la modernidad (la produccin en serie de las fbricas, el modelo burocrtico de administracin y el universo carcelario) y una ideologa tributaria de la razn iluminista: el racismo neodarwinista. Todo ello dio a luz una sntesis nica,radical y terriblemente nueva: Auschwitz.2 Desde la perspectiva del Derecho penal, la cuestin de la vigencia del nacionalsocialismo durante doce aos en Alemania (1933-1945) y la de su ms perverso producto, Auschwitz, nos obliga a realizar una retrospectiva histrica para intentar comprender cul fue su papel en aquellos aos y extraer las conclusiones necesarias para intentar cumplir con el nuevo imperativo categrico formulado por Adorno, en 1944, a propsito de aquel horror: de ahora en ms, nuestros trabajos intelectuales deben construirse de modo de asegurarnos a todos que Auschwitz no se repita.3

Somos conscientes, en nuestra ciencia, de este imperativo moral? Examinemos la cuestin desde sus cimientos.El concepto de Derecho

Para la poca en que comenz el ascenso del nacionalsocialismo al poder, la batalla entre iusnaturalistas y positivistas estaba entrando en el ocaso en favor de esta ltima doctrina, de la mano de la estrella de un jurista de la talla de Hans Kelsen, quien desde la usina de pensamiento conocida como el crculo de Viena impuso su Teora Pura del Derecho como un producto moderno y superador de aquella otra vieja teora justificante del absolutismo y la mezcla entre religin y derecho. Aunque bien sabemos el espritu democrtico que impulsaba al gran jurista viens, la historia se encargara de demostrar que tampoco el positivismo jurdico de Kelsen contena los anticuerpos necesarios para evitar que el terror se adueara del poder estatal, sin poder deslegitimarlo desde la teora normativa. La cspide de la pirmide jurdica diseada por Kelsen sentenciaba lacnicamente, bajo la frmula vaca de una norma fundamental abstracta, que se deba obedecer al legislador originario del ordenamiento jurdico de que se trate, sin cerrarle el camino pues a la posibilidad de que ese legislador originario propiciara no ya una democracia, no ya una constitucin como supona Kelsen sino lisa y llanamente un Estado totalitario. (Como en toda tragedia, el desenlace lo alcanz al propio protagonista, perseguido en varias universidades europeas hasta su expulsin definitiva en 1936, dada su ascendencia juda, hacia los Estados Unidos, desde donde particip activamente contra el Rgimen nazi.)4

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En efecto, Hitler no hizo ms que tomar el poder (a travs del voto del pueblo alemn), en enero de 1933, y rellenar perversamente el molde del positivismo jurdico a travs de una refundacin de la Nacin alemana, en la cual como nuevo legislador originario fue demoliendo paso a paso todo vestigio del Estado de Derecho y comenz a pocos das de asumir con la prohibicin de todo peridico o acto pblico que atacara al nuevo Estado (4 de febrero de 1933), la disolucin del Poder Legislativo (28 de febrero de 1933), el establecimiento de un sistema de partido nico (14 de julio de 1933), la supresin de toda autonoma de los estados federados (enero de 1934) y la virtual anulacin del Poder Judicial a lo largo de todo ese tiempo. (Demoledor para el sistema de justicia heredado de Weimar fue la creacin del Tribunal del Pueblo, una especie de Justicia paralela que se rega con total arbitrariedad y que en pocos aos desplaz a los juzgados penales de casi toda su esfera de actuacin. Estos tribunales del pueblo se diseminaron por todas las ciudades alemanas y se convirtieron en otro rgano estatal por medio del cual el nazismo proclamaba sus consignas y multiplicaba el terror en la poblacin.) De modo que a los pocos aos de haber asumido el control del pas, la nica fuente de poder estatal emanaba de la persona del Fhrer. Hans Frank, el principal jurista del Tercer Reich de la preguerra, sostena que la ley constitucional no era ms que la formulacin jurdica de la voluntad histrica del Fhrer, por lo que ste era el nuevo legislador originario al cual se deba obedecer sin cuestionamientos, segn el esquema positivista. Segn uno de los bigrafos ms importantes de Hitler, Ian Kershaw,no slo un alto representante nazi como Hans Frank formul esta idea, tambin las autoridades ms destacadas de la Teora del Derecho en Alemania intentaron con gran esfuerzo cuadrar el crculo mediante la fundamentacin lgica en trminos legales de la autoridad de Hitler. El principal experto en Derecho Constitucional, Ernst Rudolf Huber por ejemplo, se refiri a la ley como nada ms que la expresin del orden comunal en que vive el pueblo y que proviene del Fhrer. () Estas interpretaciones de tericos del derecho de reconocido prestigio fueron de un valor incalculable para legitimar una forma de dominacin que socavaba el Estado de derecho a favor de un ejercicio arbitrario de la voluntad poltica.5 En el mismo sentido, otro prestigioso constitucionalista del Tercer Reich, Theodor Maunz, afirmaba en 1943 que las rdenes del Fhrer son el centro indiscutible del presente sistema jurdico.6 A pesar de tales esfuerzos, Hitler desde siempre odi a los juristas. Ya en 1933 se dirigi a stos advirtindo-

les que el Estado total no debe conocer diferencia alguna entre la ley y la tica, y que llegara el da en que esta identidad iba a convertir en innecesaria a la primera,7 con lo que va de suyo que tornara tambin obsoletos a sus principales operadores. Lleg a decir que se acercaba el da en que Alemania se vera librada de ellos de una vez por todas, y as la ley, encarnada en la palabra del Fhrer, fluira sin interferencias hacia su pueblo. En otra oportunidad, sostuvo que todo jurista era retrasado por naturaleza. Sostena que el derecho era un concepto artificial que estableca categoras y reglas, y por lo tanto, representaba una restriccin inaceptable. Por muy severo que fuera, nunca sera capaz de reflejar totalmente el sano sentimiento del pueblo.8La tensin entre Derecho penal y poder punitivo durante la era nacionalsocialista

Ahora bien, al mismo tiempo, el Rgimen nazi emita una tras otra leyes de contenido penal, que fueron utilizadas por la enorme burocracia estatal, pero especialmente por las agencias policiales, para llevar adelante aquel incesante proceso de compresin de libertades y dems derechos que deriv en la Sho, en sus seis etapas: definicin, expropiacin, concentracin (o guetoizacin), explotacin, deportacin y aniquilacin, y que apuntaron tambin a mantener un rgido control sobre la poblacin en general. Estas y otras medidas ampliaban una y otra vez el poder de los aparatos represivos como la Gestapo o la Kripo y asfixiaban los espacios de libertades no slo de las minoras perseguidas (que en 1943, casi desaparecieron fsicamente del territorio alemn), sino de todos los habitantes: por ejemplo, en Alemania, el nmero de delitos punibles con la muerte ascendi de tres a cuarenta entre 1939 y 1945, lapso en el cual slo los tribunales civiles alemanes impusieron alrededor de 15.000 penas de muerte.9-10-11 Entonces, por un lado se denostaba la labor de los tcnicos jurdicos, pero al mismo tiempo su aporte a la maquinaria de sometimiento y destruccin era imprescindible. Dicho de otro modo, slo fueron desplazados los juristas que intentaron limitar el avance del totalitarismo, no as aquellos otros que como el jurista penal ms grande de la poca, Edmund Mezger, de la Universidad de Mnich se acomodaron a los nuevos vientos que soplaban desde el poder y se dedicaron a legitimar con discursos legalistas todo lo que se le ocurra a la dirigencia nazi: stos fueron mantenidos en sus crculos de actuacin y hasta promovidos de acuerdo al grado de fanatismo puesto de manifiesto en su quehacer. Para entender esta aparente contradiccin debemos

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apelar a la distincin entre Derecho penal y poder punitivo como conceptos antitticos y en permanente tensin en cualquier sistema social:12 los primeros eran los defensores del Derecho penal en su acepcin moderna; los segundos, burcratas impulsores del avance del poder punitivo estatal. Por eso, cuando nos preguntamos por el papel cumplido por el Derecho penal durante esta poca nos referimos a todos aquellos operadores del sistema penal que intentaron poner lmites al Rgimen y no a aquellos otros que le facilitaron las cosas a Hitler, allanndose a todas sus pretensiones, o bien, prestndole un discurso y una tcnica legislativa vinculada con el mbito de la penalidad.El sistema penal nazi

En primer lugar debe aclararse que, durante la dictadura nacionalsocialista, es muy poco lo que se puede decir respecto del papel cumplido por parte de un Derecho penal en tanto discurso contentor del ejercicio ilimitado del poder punitivo, ya que prcticamente toda la actividad encarada por la totalidad de las agencias del sistema penal nazi incluyendo las judiciales y las de reproduccin ideolgica estuvo encaminada desde un principio a aumentar de modo incesante los espacios del Estado policial. En efecto, tan temprano como en 1933 merced a los juristas del Rgimen favorables a la expansin del poder estatal se sancion la Ley sobre el delincuente habitual, la primera importante reforma del Cdigo Penal,13 que proporcion la primera poblacin para los recin instalados campos de concentracin. Ese mismo ao, la clusula aria de la Ley del Servicio Civil oblig a la expulsin de jueces, abogados y profesores universitarios judos de sus actividades.14 A ellas le sigui, en junio de 1935, la reforma del Cdigo Penal alemn en la que trabaj el profesor Mezger,15 que introdujo la analoga en perjuicio del acusado, cuando el sano sentimiento del pueblo alemn as lo exigiese, o la castracin como posible respuesta punitiva a algunos delitos sexuales (Mezger, aos despus, sera de la opinin de ampliar este tipo de medida a las personas con tendencias a la deshonestidad homosexual).16 Y meses despus se dieron a conocer las tristemente clebres leyes racistas de Nremberg, elaboradas por abogados del Ministerio del Interior, que apuntaban a marginar a los judos de la sociedad a travs de la prohibicin, bajo severas penas, de por ejemplo matrimonios mixtos o relaciones sexuales entre personas judas y alemanas,17 normas que al ser pasadas por la lente de la analoga llevaron a que (traduzco a conti-

nuacin) las cortes juzgaran que el intercambio sexual no tena por qu llegar a consumarse para desatar las previsiones criminales de la ley: bastaba la gratificacin sexual de una de las personas en presencia de la otra. Tocando, o hasta mirando poda ser suficiente. El razonamiento en estos casos era que la ley protega no slo la sangre, sino tambin el honor, y un alemn especficamente, una mujer alemana era deshonrada si un judo se le aproximaba o la provocaba sexualmente de cualquier manera.18 En aquel entonces, adems, se elabor un proyecto de Cdigo Penal basado en la mera intencin de cometer un delito, pero finalmente no prosper, pues hasta ese esquema pareca restringir las exigencias del Rgimen.19 Otro avance en ese sentido fue la entrada en vigor de un Cdigo Penal Especial de Guerra, en septiembre de 1939, aplicable tambin a civiles, por el cual entre otras cosas se decretaba la pena de muerte para cualquiera que intentase desmoralizar a las fuerzas armadas, asimilable a quien pona en duda la eficiencia de los lderes o de alguna de sus medidas.20 Recordemos aqu que es con la entrada de Alemania en la guerra que el Rgimen se volvi abiertamente totalitario y abiertamente criminal.21 Hubo crticas frente a este incesante avance del Estado dictatorial en aquellos aos? La respuesta es que ello era imposible. Para aquel entonces ya se haban desmantelado todos los controles a los resortes del poder estatal que quedaban de la Repblica de Weimar, y ms especficamente en lo que haca al sistema penal, los juristas liberales haban sido expulsados de sus ctedras; los abogados progresistas, perseguidos y recluidos en los Lager como si fueran opositores ideolgicos al Rgimen; por fin, los jueces penales, sometidos cada vez ms a una creciente presin desde el poder poltico, a tal punto que lleg un momento en que no existan magistrados que no fueran al mismo tiempo fanticos nazis;22 los otros a los que hoy en da se les asignara el mote de garantistas, los que de vez en cuando absolvan a un vecino o conocido que os mostrar simpata con un judo o imponan penas consideradas leves por corrupcin racial que movieron a protestas del partido nazi y la Gestapo en 1936,23 fueron paulatinamente desplazados de sus cargos. Finalmente no quedaron voces de disenso en los distintos mbitos del sistema penal. Agrega al respecto el catedrtico en Derecho Penal de Sevilla, Francisco Muoz Conde,24 con relacin a las sentencias impartidas en aquel contexto, que lo que impresiona no es ya su dureza o crueldad, con ser tanta, sino la fundamentacin que dan a las mismas jueces profesionales que aplican todo el rigor dogmtico y las reglas hermenuticas tra-

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dicionales para determinar conceptos como el de accin deshonesta, ultraje a la raza o la pena adecuada a la culpabilidad. (Zaffaroni seala al respecto que la demanda de discurso tcnico para la judicatura nazi no fue provista por la Escuela de Kiel, de escaso nivel, sino por la faceta dogmtica previa al nazismo de Edmund Mezger, cuyo sistema estaba dotado de un meticuloso aislamiento de la realidad () que le permiti presentarse como una elaboracin envasada con la etiqueta que anunciaba su carcter puramente tcnico y polticamente no contaminado.)25 Es ms, las investigaciones demuestran que en algunos casos en que se adverta que una condena no era lo suficientemente severa, o bien, que un tribunal penal demoraba ms de la cuenta en ajusticiar a un acusado porque distraa su labor en un rito procesal considerado estril la Gestapo, merced a un decreto secreto de 1937, tomaba el caso en sus manos: retiraba al sujeto de su celda, convocaba al pblico y lo pasaba por las armas, o en el mejor de los casos, lo reclua por tiempo indeterminado en los campos destinados al efecto: Dachau, Buchenwald, Ravensbruck, Flossenburg, etc., donde eran empleados como mano de obra esclava hasta su muerte.26-27 Quedaron registradas las quejas de los jueces, no por la barbarie de la agencia policial o por la imposicin de la pena de muerte de un sujeto sin juicio previo, sino simplemente preocupados por la prdida de imagen de la corporacin judicial frente a la comunidad. Por ejemplo, un magistrado del tribunal de Hesse, a raz de un caso acaecido en 1942, se lament de que la Gestapo, con su linchamiento, se dedicaba a socavar lo poco que quedaba del sistema judicial. Himmler le contest que seguramente el tribunal habra absuelto a la acusada (polaca) por padecer indicios de locura y que la comunidad del pueblo exige la eliminacin de ese tipo de parsitos, independientemente de que exista o no una culpabilidad subjetiva desde el punto de vista jurdico. No puedo admitir que esas criaturas inferiores que son los polacos se libren del castigo gracias a cualquier sofistera jurdica.28 Este nuevo modelo se asent ya avanzada la guerra y en el marco de lo que se conoci como el estado de guerra total tanto contra los enemigos externos como los

internos del pueblo alemn: Hans Frank, prominente miembro del partido, presidente de la Asociacin de Abogados Nazis de Alemania y a cargo de la Gobernacin General en Polonia, escribi en su diario, el 1 de septiembre de 1942, que Hitler haba decidido adoptar un nuevo rumbo conducente a la total destruccin de la seguridad jurdica y a la ms absoluta arbitrariedad policial.29-30 En este contexto ni siquiera se salv de la exigencia de total fidelidad al Rgimen totalitario el ministro de Justicia, Franz Schlegelberger, relevado en agosto de 1942 por no ser lo suficientemente fantico en la persecucin de los jueces de mano blanda (que llegaron a ser todos aquellos que simplemente no imponan en todos los casos la pena de muerte) y en la presin permanente que se le exiga hacia un Poder Judicial que de poder ya nada tena. En efecto, fue reemplazado por el burcrata nazi Georg Thierack, quien haba dado sobradas muestras de ciego fanatismo hacia las directivas de Hitler.31 Un ministro de Justicia que como primera medida les entreg a las SS a los detenidos no alemanes en prisin preventiva que hasta ese momento estaban a disposicin de los tribunales penales en todo el Reich, para que sean enviados a los campos de concentracin como mano de obra esclava. As, ms de 20.000 presos de ambos sexos pasaron a manos policiales. Dos tercios de ellos, como mnimo, estaban muertos al ao siguiente.32 Un ministro de Justicia que, en una reunin con las mximas autoridades judiciales un mes despus de asumir, las inst a que se esforzaran por dictar sentencias ms severas y pronunciar ms condenas a muerte.33 Un ministro de Justicia que, en enero de 1943, fue en visita oficial a Auschwitz. A su trmino, el comandante del campo, Rudolf Hss, le obsequi un lbum de fotografas y una esquela en la cual le expresaba su anhelo de que hubiese disfrutado la visita.34 As, el destino final imaginado por Hitler iba an ms all. El desprecio de los jerarcas nazis por los procedimientos y las sutilezas jurdicas era tal que no vean la hora de eliminar todo vestigio de tribunales penales y liberar de modo definitivo las manos de las

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agencias policiales para dar curso a una represin total contra todo tipo de enemigos del Reich, entre ellas las razas inferiores que ponan en peligro la pureza de la raza aria, poltica a la que el propio Himmler denomin demogrfica negativa, en cuyo proceso de seleccin nunca puede haber una pausa.35 Recordemos en este sentido que en Alemania, a partir de 1940, en las crecientes esferas propias de actuacin de la polica secreta comenzaron a ser masivas las ejecuciones sumarias realizadas en el mismo lugar de los hechos por parte de miembros de la Gestapo, a esa altura incorporada a las SS como una de las columnas de la RSHA (Oficina Principal de Seguridad del Reich), que diriga el abogado austraco ahorcado en Nremberg, Ernst Kaltenbrunner. El clamor popular, la delacin o el simple rumor eran suficientes para el fusilamiento o la horca de cualquier persona en forma inmediata. Est claro, entonces, que la cuestin termin en una capitulacin total de los elementos del sistema judicial en favor de las exigencias del Poder Ejecutivo policaco36 y que, en definitiva, alrededor de 1942 se impuso tambin en la propia Alemania lo que desde varios aos antes imperaba en el resto del Tercer Reich: la sustitucin de la ley por la fuerza.37 Esta situacin de justicia policial, como le gustaba definirla al Reichsfhrer Heinrich Himmler, lder de las SS, era la reivindicacin y el destino final del deseo de Hitler de borrar todo vestigio de Derecho penal; esto es, de garantas procesales o penales; en definitiva, de diques de contencin a su pretensin de poder omnmodo. Esta poca, cuando promediaba la guerra y las cmaras de gas funcionaban a pleno (slo en 1942 fueron asesinados 2.700.000 judos),38 fue un momento de gran aproximacin al modelo totalitario como concepto ideal, por supuesto inalcanzable dado que presupone el control social total y absoluto y la eliminacin de toda la sociedad civil, al crear uno tras otro nuevos estereotipos de enemigos del Estado que mantengan activos los resortes del monstruo totalitario.39 Dicho de otro modo, fue un momento de gran expansin del poder punitivo, que se destac por su necesaria contrapartida: la virtual desaparicin del Derecho penal limitador y lo que ste presupone, el Estado de Derecho.El legado de Edmund Mezger

Qu nos muestra Muoz Conde sobre la vida de Edmund Mezger en aquellos aos? Pues la de un prominente acadmico del Derecho penal que de buenas a primeras para la poca de la llegada del nacionalsocialismo al poder abandona el discurso jurdico-penal que defendi en sus obras hasta 1932 con su repertorio

ineludible de garantas penales (legalidad, culpabilidad, etc.) y por decirlo de algn modo cruza el campus de la Universidad de Mnich que separa su gabinete de jurista del Laboratorio de Biologa Criminal, abrazando ardorosamente, as, un discurso pseudocientfico basado en el neodarwinismo y en el positivismo criminolgico, que resultar la piedra fundamental para la construccin del discurso racial que legitimar la eliminacin fsica de millones de personas en las cmaras de gas, en homenaje a la preservacin de la raza superior y su derecho a un espacio vital (lebensraum) para su pleno desarrollo.40 Afiliado al partido nazi,41 designado asesor oficial del Ministerio de Justicia42 y decano de la Universidad de Mnich hacia fines de la guerra,43 Mezger junto con otro jurista penal igualmente devenido en bilogo criminal, Franz Exner se convertirn en proveedores del discurso criminolgico del Rgimen, y as se mantendran hasta el amargo final (inclusive despus, Exner sera el abogado defensor de Alfred Jodl en el juicio de Nremberg). La asombrosa capacidad de adaptacin de Mezger frente a las nuevas demandas del poder fueron seguramente fomentadas por la prensa nazi de aquellos aos, especialmente en Mnich, donde los medios masivos de comunicacin estaban enormemente influidos por la polica local, cuyos mximos jerarcas (Himmler, Heydrich, Mller) se convirtieron poco tiempo despus en los dueos a nivel nacional de las SS, la RSHA (Agencia Central de Seguridad) y la Gestapo, respectivamente. Pues bien, en una investigacin reciente se da cuenta acerca de que la polica nazi (especialmente la Gestapo y la Kripo) empezaron a tomarse muy en serio su misin de limpieza de la ciudadana de todos los elementos nocivos o degenerados. En ese sentido, asumi una serie de tareas de contenido racista, absolutamente desconocidas hasta entonces, pasndose al campo de la biologa social, exactamente lo que hizo Mezger.Ese cambio de planteamiento no slo no se llev a cabo entre bastidores ni se puso en prctica en secreto, sino que fue explicado hasta la saciedad en la prensa alemana con el fin de ganar apoyos para la dictadura.44 Muoz Conde nos trae los documentos que prueban la participacin central de Mezger en la puesta a punto, durante 1943 y 1944, del conocido proyecto de ley de extraos a la comunidad, una denominacin tan amplia que prcticamente toda la poblacin pasaba a ser considerada potencialmente enemiga del Rgimen y susceptible de ser enviada sin ms a un campo de concentracin, del cual a esa altura de los acontecimientos era muy difcil salir con vida.

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Se trataba de darle an ms poder a la Gestapo y a las SS, que ya se estaban quedando sin enemigos evidentes y necesitaban por ende ampliar la definicin de enemigo a todo aquel que por cualquier razn poda ser considerado extrao al sentir y actuar de la comunidad alemana: entre los que clasifica Mezger estn el refractario al trabajo, el perdedor, el poseedor de un mal carcter, etc.45 Seala Gellately que la agencia policial invadi cada vez ms aspectos de la vida social y privada, y el nuevo sistema se dedic con todas sus fuerzas a erradicar o marginar a una serie de colectivos de la poblacin cada vez ms amplios, que no queran o no podan adaptarse. () Una propuesta de ley sobre los individuos extraos a la comunidad colocaba en el punto de mira a todos aquellos que mostraran (entre otras cosas) defectos anormales de inteligencia o carcter y que, en consecuencia, se viera que eran incapaces de cumplir con los requisitos mnimos de la comunidad del pueblo (). En un momento determinado de la guerra, dos profesores universitarios46 calcularon que sera preciso eliminar al menos a un milln de ciudadanos alemanes envindolos a campos de concentracin o ejecutndolos directamente para librar al Estado de todas las formas de desviacin social.47 Todos los autores coinciden en que slo el virtual derrumbe de los circuitos burocrticos, producto de los incesantes bombardeos sobre Berln, impidieron que la iniciativa se concretase. Para aquel entonces era imposible que Mezger no supiese lo que estaba pasando. Por el contrario, recientes investigaciones demuestran que todos los medios de prensa alemanes, y especialmente los rganos del partido (por ejemplo, el diario oficial de las SS, de amplia circulacin), mostraban a la opinin pblica con lujo de detalles todas las condenas y ejecuciones sumarias decididas y ejecutadas por la polica, con la intencin de desalentar a los potenciales imitadores y para demostrar que aunque ms no sea a travs del terror el Estado mantena el control absoluto en el frente interno.48 Adems, los medios de prensa revelaban como hazaas las andanzas de Hitler como juez supremo del Reich (cargo en el que se design en 1942), que de tanto en tanto se enteraba por los diarios de algn caso indignante u oprobioso a los ojos de la comunidad y daba la orden directa al ministro de Justicia de ejecutar al pobre sujeto en el acto, sin esperar la actuacin del Tribunal del Pueblo o de la propia polica que lo mantena en reclusin.49 Por otra parte, en aquellos aos eran masivos los rumores y testimonios presenciales que diseminaron especialmente en los crculos nazis de las grandes ciudades la certeza de lo que estaba pasando con los judos

en el Este: como muy tarde a comienzos de 1943 ya eran conocidas no slo las ms tempranas atrocidades de los Einsatzgruppen (quienes durante 1941 y 1942 fusilaron a un milln y medio de hombres, mujeres y nios judos en Polonia, Ucrania, Rusia y los pases blticos),50 sino tambin la existencia de las cmaras de gas, que funcionaron a pleno desde 1942 hasta su desmantelamiento en 1944.51 Reveladoras de este estado de cosas han sido las anotaciones que un sobreviviente de origen judo residente en Dresden, Victor Klemperer, asent en su diario. A pesar de las enormes restricciones informativas de las que deba padecer dada su condicin, se enter de la existencia de Auschwitz como el ms terrible campo de concentracin en marzo de 1942, en abril de ese ao oy relatos de la masacre de Kiev (33.000 judos asesinados), y a comienzos de 1943, del empleo de las cmaras de gas.52-53 Este era el contexto de las ltimas actividades comprobadas de Mezger. Su correspondencia con un alto jerarca de las SS pidiendo permiso para analizar ciertos tipos de delincuente en el cercano campo de concentracin de Dachau (por cierto, el ms antiguo, ya que fue creado en 1933), obviamente concedido, y especialmente su afn de ser aceptado en los crculos del poder nazi que trasunta del detalle de obsequiarle un ejemplar de la ltima edicin de su Kriminalpolitik recientemente editada, muestra a un nazi convencido y decidido a seguir en el camino de la destruccin hasta el final.54 La actuacin de Mezger a favor del Rgimen nazi trascendi el mbito propio de la penalidad, y varios historiadores, que desconocen los pormenores acerca de cul fue su rol antes y despus de la guerra, lo mencionan entre los penalistas que ayudaron a Hitler a lograr sus propsitos55 o hacen referencia a algunos de sus aportes fundamentales.56 Qu fue de Mezger una vez terminada la guerra? En esencia, volvi a su antigua calidad de acadmico y reedit como si nada hubiese pasado sus viejas obras de Derecho penal. Y como si su regreso no estuviese completo se ensalz en una desapasionada y escolstica discusin en torno del finalismo con otro ascendente jurista penal, Hans Welzel de la Universidad de Bonn, que dur aos y que lo llev nuevamente al centro de la escena de la dogmtica penal, a punto tal que en 1948 recuper su ctedra en Mnich (para lo cual volvi sobre sus pasos en aquel trayecto que haba efectuado doce aos antes por el campus universitario...) y en 1950 se retir, con el clsico libro homenaje al que contribuyeron muchos de sus colegas.

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Conclusiones

La primera conclusin que podemos extraer es que, si queremos contribuir desde el Derecho para que Auschwitz no vuelva a suceder, debemos sintetizar lo mejor del iusnaturalismo y el positivismo57 y, en un giro dialctico, superar ambos para alcanzar una nueva sntesis que d a luz un nuevo concepto de Derecho inmunizado frente a las tentaciones autoritarias del poder, un concepto de Derecho que se revele como limitador del poder y que slo admita como posible su desenvolvimiento en un esquema democrtico de gobierno. Gran avance en este sentido ha sido la incorporacin, luego de la Segunda Guerra Mundial, de los tratados internacionales de Derechos Humanos, que redujo enormemente la importancia de aquella vieja discusin y predispuso el estado de cosas hacia el siguiente paso: llevar al plano del ser lo que ahora estaba consagrado en el deber ser, tarea que en la Teora del Derecho se adscribe al Garantismo, esa moderna corriente de la filosofa jurdica a la que se le atribuye ser la heredera de esta evolucin. Ya en el plano ms estricto del Derecho penal (y dejando de lado la lgica aspiracin a conocer todas las caras de los grandes penalistas que nos sirven de fuente, modelo o gua, para as tener al menos la posibilidad de prescindir de sus obras por cuestiones morales, cuestin que no es objeto de este trabajo) deberamos exigir que los sistemas normativos sobre los que reposen los conceptos relativos al delito y a la pena exijan para su desenvolvimiento el modelo excluyente del Estado democrtico de derecho. Y aqu sigo a Muoz Conde: Por eso, hoy ms que nunca, hay que acentuar el carcter crtico de la dogmtica jurdico-penal que, como toda actividad intelectual que merezca ese nombre, no slo debe interpretar y sistematizar una determinada realidad en este caso, el Derecho penal positivo, sino tambin tematizar las expectativas que se le dirigen desde su entorno y valorarla crticamente de acuerdo con sus posibilidades y funciones en el Estado de Derecho. En este contexto no deja por ello de ser extrao y en cierto modo, a la vista de la influencia que va ganando entre los penalistas ms jvenes y preparados de algunos pases con graves problemas de violaciones de derechos humanos preocupante, una nueva corriente de la dogmtica jurdico-penal alemana, la sistemtica (sic) funcionalista, cuyo principal representante es el profesor de la Universidad de Bonn Gnther Jakobs, que propugna una concepcin de la misma que, en principio, parece compatible con cualquier sistema poltico-social.58 Por otra parte, creo que deberamos pensar nuestra ciencia llevando siempre en mente esa tensin perenne entre Derecho penal y poder punitivo, de modo de co-

rrerle el velo al despotismo y deslegitimarlo cuando usa la tcnica jurdica y la herramienta punitiva como estrategia para consolidar su poder en desmedro de nuestras libertades. Adems, los acontecimientos que tuvieron lugar en Alemania entre 1933 y 1945 nos deben llamar a la reflexin sobre las concesiones parciales que se van realizando al Estado policial, como sacrificios aparentemente menores frente a reclamos muy bien orquestados desde los mass media y los sectores reaccionarios. El Rgimen hitleriano fue avanzando de este modo: manipul a la opinin pblica a partir de casos resonantes, apel a la emocin y a los instintos atvicos de venganza para eliminar a los que ellos consideraban irrecuperables, a las razas enemigas, a los portadores de una vida que no merece ser vivida, para finalmente apuntar prcticamente a toda la poblacin. Creo que obras tales como las aqu citadas de Traverso y Muoz Conde son indispensables, adems, para comprender mejor el presente. La primera de ella seala que el discurso penal, en especial la criminologa positivista (en tanto ciencia auxiliar del Derecho Penal), fue sin dudas tributaria del colapso moral de Occidente, cristalizado en las cmaras de gas. Un discurso penal que no ha hecho una autocrtica seria y profunda al respecto, pues de otro modo no se explica cmo en casi todo el mundo tales discursos han sobrevivido en programas de estudio de escuelas de formacin de abogados, mdicos, policas y penitenciarios hasta nuestros das. La Argentina no es la excepcin, ni cabe esperar que as sea de un pas que se mantuvo neutral en aquella guerra mundial hasta que Berln estuvo rodeada; que sirvi de refugio para los peores criminales de guerra nazis, como Eichmann (quien viv a la Argentina frente a la horca en Jerusaln) o Mengele (a quien la Polica Federal Argentina le expidi una cdula de identidad a su nombre); que vivi en los 90 los peores atentados contra la comunidad juda fuera de Israel; y que recibe a los extranjeros en un aeropuerto que lleva el nombre de un militar pro nazi.59 En efecto, las obras criminolgicas del perodo nacionalsocialista de Mezger y Exner fueron traducidas en Espaa y difundidas aqu hasta la actualidad. Leo del primero, ya en la introduccin, una invocacin apologtica al nuevo Estado totalitario (que) se eleva apoyndose en los principios bsicos de pueblo y raza como valores supremos.60 En cuanto al segundo, me han impresionado las conclusiones acerca de la predisposicin criminal de la raza juda61 y sus comentarios harto favorables acerca de la imposicin a todos los jvenes alemanes por parte del Rgimen nazi de pasar su adolescen-

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cia en las Juventudes Hitlerianas, instituciones totales que aseguran nos dice Exner62 una notoria baja en el ndice de delitos juveniles... El estudio de la era nacionalsocialista revela que haban desaparecido todos los vestigios del Derecho penal, arrasado por un ejercicio del poder punitivo estatal que termin operando sin lmites ni restricciones de cualquier tipo y que aun as, en los estertores de su acometida, iba por ms, como lo demuestra la pretensin de sancionar la ley de extraos a la comunidad en la que trabaj Edmund Mezger. Revela hasta qu punto la consolidacin del Estado

de Derecho como modelo de organizacin poltica depende de un sistema no slo vlido sino adems eficaz de garantas penales y procesales, sustradas a los designios de la mayora de turno, y viceversa. Revela que si lo que se quiere es ser partidario del Estado policial, hay que abandonar el Derecho penal (como lo hicieron Mezger y Exner) y enrolarse en otro complejo discursivo que sea ms funcional para lograr ese cometido, ya que el Derecho penal correctamente entendido slo es concebible como un freno a las pretensiones de un poder estatal potencialmente supresor de todas las libertades y de todos los derechos s30 31

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Traverso, Enzo. La violencia nazi. Una genealoga europea. Buenos Aires, Fondo de Cultura Econmica, 2003, pg. 171. Traduccin de Beatriz Horrac y Martn Dupaus. Traverso, Enzo, op. cit., pp. 38, 87, 139 y 168-170. Martyniuk, Claudio. ESMA. Fenomenologa de la desaparicin. Buenos Aires, Prometeo, 2004, pg. 18. Hilberg, Ral. Perpetrators, Victims, Bystanders. The jewish catastrophe 1933-1945. Nueva York, Harper Perennial, 1993, pg. 234. Kershaw, Ian. Hitler. Madrid, Biblioteca Nueva, 2000, pg. 105. Traduccin de Luca Blasco Mayor. Arendt, Hannah. Eichmann en Jerusaln. Un estudio sobre la banalidad del mal. Cuarta Edicin. Barcelona, Lumen, 2001, pg. 44. Traduccin de Carlos Ribalta. Arendt, Hannah. Los orgenes del totalitarismo. Tomo III. Editorial Alianza, 2002, pg. 596. Traduccin de Guillermo Solana. Kershaw, Ian, op. cit., pg. 105. Kershaw, Ian, op. cit., pg. 101. Gellately, Robert. No slo Hitler. La Alemania nazi entre la coaccin y el consenso. Barcelona, Crtica, 2002, pg. 124. Traduccin de Tefilo de Lozoya. Muoz Conde, Francisco. Edmund Mezger y el Derecho penal de su tiempo. Segunda Edicin. Valencia, Tirant lo Blanch, 2001, pg. 18. (Hay tercera y cuarta edicin, ampliadas.) Ver al respecto Zaffaroni, Eugenio Ral; Alagia, Alejandro y Slokar, Alejandro. Tratado de Derecho Penal. 1 ed. Buenos Aires, Edias, 2000, cap. I y II. Muoz Conde, Francisco, op. cit., pg. 18. Johnson, Eric A. El Terror Nazi. La Gestapo, los judos y el pueblo alemn. Buenos Aires, Paids, 2003, pg. 121. Traduccin de Marta Pino Moreno. Muoz Conde, Francisco, op. cit., pg. 32. Cfr. Muoz Conde, Francisco, op. cit., pg. 122. Johnson, Eric A., op. cit., pg. 135. Hilberg, Ral, op. cit., pg. 72. Kershaw, Ian, op. cit., pp. 102-103. Gellately, Robert, op. cit., pg. 251. Arendt, Hannah. Eichmann en Jerusaln, op. cit., pg. 107. Muoz Conde, Francisco, op. cit., pp. 16-18. Johnson, Eric A., op. cit., pg. 142. Muoz Conde, Francisco, op. cit., pg. 17. Zaffaroni, Eugenio Ral. Comentario bibliogrfico sobre la citada obra de Muoz Conde, en la revista Nueva Doctrina Penal. N 2003-B. Buenos Aires. Del Puerto, 2003. Muoz Conde, Francisco, op. cit., pg. 18. Johnson, Eric A., op. cit., pp. 142 y 246. Gellately, Robert, op. cit., pg. 242. Ibid, pg. 37.

Hilberg, Ral, op. cit., pg. 49. Gellately, Robert, op. cit., pg. 243. 32 Idem, pg. 168 33 Ibd., pg. 243. 34 Hilberg, Ral. The destruction of the european jews. Nueva York, Holmes & Meier, 1985, pg. 241. 35 Arendt, Hannah. Los orgenes del totalitarismo, op. cit., pg. 489. 36 Kershaw, Ian, op. cit., pg. 103. 37 Idem, pg. 179. 38 Hilberg, Ral. The destruction of the european jews, op. cit., pg. 338. 39 Arendt, Hannah. Los orgenes del totalitarismo, op. cit., pp. 687-688. 40 Traverso, Enzo, op. cit., pg. 141. 41 Muoz Conde, Francisco, op. cit., pg. 34. 42 Idem, pg. 29. 43 Ibd., pg. 35. 44 Gellately, Robert, op. cit., pg. 75. 45 Muoz Conde, Francisco, op. cit., pg. 118. 46 La cita del autor corresponde a la obra de Norbert Frei Der Fhrerstaat, a la cual tambin hace profusa referencia Muoz Conde, aunque no de este pasaje. La consulta directa a la fuente no permite proporcionar los nombres de estos dos profesores universitarios, aunque el vocablo empleado parece denotar a mdicos (agradezco a Gabriela y Fernando Crdoba la ayuda y traduccin sobre este particular). 47 Gellately, Robert, op. cit., pg. 346. 48 Idem, pp. 74-75. 49 Idem. 50 Hilberg, Ral. The destruction of the european jews, op. cit., pg. 338. 51 Johnson, Eric A., op. cit., pg. 481. 52 Idem, pp. 482-483. 53 Gellately, Robert, op. cit., pp. 206-207. 54 Muoz Conde, Francisco.Las visitas de Edmund Mezger al campo de concentracin de Dachau en 1944, en Revista Penal N 11. Barcelona, Praxis, enero de 2003 55 Muoz Conde, Francisco, Edmund Mezger y el Derecho Penal de su tiempo, op. cit., pp. 20 y 113-114. 56 Gellately, Robert, op. cit., pg. 346. 57 Bobbio, Norberto. El problema del positivismo jurdico. Buenos Aires, Eudeba, 1965, pg. 87. Traduccin de Ernesto Garzn Valds. 58 Muoz Conde, Francisco, op. cit., pp. 71-72. 59 Goi, Uki. La autntica Odessa. La fuga nazi a la Argentina de Pern. Buenos Aires, Paids, 2002, pg. 68. 60 Mezger, Edmund. Criminologa. Segunda Edicin. Madrid, Revista de Derecho Privado, 1950, pg. 3. Traduccin de Jos A. Rodrguez Muoz. 61 Exner, Franz. Biologa Criminal en sus rasgos fundamentales. Barcelona, Bosch, 1946, pp. 107-108. Traduccin de Juan del Rosal. 62 Idem, pg. 377.

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L E Y E S

D E

N R E M B E R G

Ley de Defensa de la Sangre y el Honor Alemn1Plenamente consciente de que la pureza de la sangre alemana constituye una condicin previa para la continuacin de la existencia del pueblo alemn y con una voluntad plena e invencible de asegurar la nacionalidad alemana para la eternidad, el Reichstag decide proclamar la siguiente ley: 1. a) Se prohben los matrimonios entre judos y sbditos del Estado que tengan sangre alemana o semejante. Los matrimonios realizados en oposicin (a la ley) sern anulados, incluyendo los realizados en el extranjero para soslayar esta ley; b) El fiscal general est autorizado a presentar una solicitud de anulacin (de matrimonios). 2. Se prohben las relaciones extramaritales entre judos y sbditos del Estado que tengan sangre alemana o semejante. 3. Los judos no podrn emplear para trabajos del hogar a sbditos del Estado que tengan sangre alemana o semejante, menores de 45 aos de edad. 4. a) Se prohbe a los judos enarbolar las banderas del Reich y del Estado y portar los colores del Reich; b) Por el contrario, les est permitido usar los colores judos. El otorgamiento de este permiso se encuentra bajo la proteccin del Estado. 5. a) El transgresor de la previsin del prrafo 1 ser penado con encarcelamiento; b) La persona que transgreda la prohibicin del prrafo 2 ser penada con detencin o encarcelamiento; c) El transgresor de las instrucciones impartidas en los prrafos 3 y 4 ser penado con encarcelamiento de hasta un ao y una multa monetaria, o uno de estos dos castigos. Nremberg, 15 de septiembre de 1935 Fhrer y Canciller del Reich, Adolf Hitler. Ministro del Interior, Wilhelm Frick. Ministro de Justicia, Franz Grtner. Lugarteniente del Fhrer, Rudolf Hess.

Ley de Ciudadana del Reich 2

El Reich decide en forma unnime la siguiente ley, promulgada aqu: a) Miembro del Estado es todo aquel que se encuentra bajo la proteccin del Reich Alemn, y por eso tiene obligaciones hacia l. b) El carcter de miembro del Estado se concede de acuerdo con las indicaciones de la Ley de Pertenencia al Estado y al Reich. c) Ciudadano del Reich es solamente el sbdito del Estado que tiene sangre alemana o afinidad con ella y demuestra, por su conducta, ser una persona apta para servir con lealtad al pueblo alemn y al Reich. d)El derecho a obtener la ciudadana del Reich se otorgar por medio de un certificado de Ciudadana del Reich. e) Solamente el ciudadano del Reich posee derechos polticos ntegros, de acuerdo con las leyes. El Ministro del Interior promulga, de acuerdo con el lugarteniente del Fhrer, las instrucciones legislativas y administrativas necesarias para promulgar y aplicar esta ley. Nremberg, 15 de septiembre de 1935 Fhrer y Canciller del Reich, Adolf Hitler. Ministro del Interior, Wilhelm Frick. Ministro de Justicia, Franz Grtner. Lugarteniente del Fhrer, Rudolf Hess.

Notas 1 Reichsgesetzblatt. I, 1935, pp. 1146-1147. En Arad, Yitzhak y otros. El Holocausto en documentos. Jerusaln, 1996. 2 Reichsgesetzblatt. I, 1935, pp. 1146. En Arad, Yitzhak y otros. El Holocausto en documentos. Jerusaln, 1996.

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Berln, de cara al futuro

Tras el eco de Cristales RotosDr. Pedro Germn CavalleroAbogado. Coordinador del National Council of La Raza (NCLR), Washington

De una forma particular, en Berln convergen distintas eras temporales como capas de historia superpuestas. Esto queda en evidencia en las mltiples cicatrices arquitectnicas que impone a la ciudad tanto el pasado reciente como un futuro todava en ciernes. En las calles, paseos pblicos y barrios, la transformacin avanza a un ritmo acelerado. Desde la cada del muro (1989), los berlineses se entregan con furia a la tarea de demoler, redisear y expandir una topografa que conjuga al mismo tiempo imgenes notables y traumticas. El empuje constructor esconde la necesidad de escapar de la agobiante inmediatez histrica. Al mismo tiempo, la proliferacin de enormes ministerios, agencias del gobierno y fastuosas representaciones diplomticas revela un inconfundible aunque silencioso despliegue de poder. Segn Michael Wise, autor del libro Capital Dilemma: Germanys Search for a New Architecture of Democracy (El dilema capital: Alemania y la bsqueda de una nueva arquitectura de la democracia), las capitales son escenarios para la clara visualizacin del poder. Sin dudas, Berln se ajusta a esta mxima. Para comprobarlo basta recorrer la avenida Unter der Linden, testigo privilegiado de sus encarnaciones pasadas. Berln fue la ciudad elegida del nazismo y, desde el principio, su reconversin constituy una de las prioridades del rgimen. Para Hitler, las ciudades alemanas no lograban trasmitir las verdaderas aspiraciones nacionales. Recin instalado en el poder (1933), decidi transformar la capital en Germania, desde la cual el Tercer Reich habra de durar mil aos. A su arquitecto y colaborador cercano, Albert Speer, le encomend la responsabilidad principal de esa empresa. A travs de una gran devocin personal al Fhrer y ambicin personal, Speer adapt la ciudad a la megalomana hitleriana. Medio siglo despus, al redefinir su perfil urbanstico, Berln reclama el carcter de eterno eje de la vida nacional. En el proceso parece evaporarse de una manera conveniente una parte importante del

legado arquitectnico de aquella poca. No obstante, pocos confiesan lamentar la desaparicin progresiva de espacios contaminados por un siglo atroz. En Postdamer Platz, las torres de oficinas y complejos residenciales compiten en fastuosidad. Ese despliegue no permite advertir que en las inmediaciones se encuentra el legendario bunker de Adolf Hitler. Desde el mismo, ubicado en una de las zonas ms sofisticadas de Berln, el Tercer Reich fue conducido con rigidez prusiana hacia su colapso final. Reabierto y vuelto a cerrar definitivamente (segn afirman, para evitar la congregacin de neonazis y otros nostlgicos del rgimen), el bunker duerme un sueo eterno, vctima de la dosis de amnesia que reclama el presente.Pilares de la discordia A escasos minutos del Reichstag (Parlamento alemn), en una ubicacin central, se encuentra el Memorial del Holocausto. Impulsado por Leah Rosh, una reconocida periodista local, el memorial tom quince aos en concretarse. Como emprendimiento controvertido, debi superar las marchas y contramarchas que sembraron todo su desarrollo. En la actualidad, sus 2.000 m2 de superficie, cubiertos por otros tantos pilares de todos los tamaos, convierten al memorial en un verdadero hito arquitectnico. La idea del proyecto, elaborada por el diseador norteamericano Peter Eisenmann, sugiere unos trigales ondulantes (tal la expresin utilizada por Eisenmann), que aspiran a generar una sensacin de atemporalidad y amplitud que invita a reflexionar. A esta altura, la obra podra ser llamada los pilares de la discordia, dadas las interminables polmicas desatadas sobre cada uno de sus aspectos. Algunos sobrevivientes de la Sho consideran el diseo como demasiado abstracto, cuando su experiencia fue cruelmente concreta y tangible. Tambin se ha criticado su elevado costo, los materiales utilizados y las compaas contratadas para llevar adelante la obra.

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Por otra parte, se ha alegado que no era oportuno asignar un espacio tan prominente a una obra con fines conmemorativos. En palabras de Eberhard Diepgen, ex alcalde socialdemcrata berlins y declarado detractor del memorial, la ciudad no necesita acumular ms recuerdos. Sin embargo, la crtica ms lapidaria apunt a cuestionar esa innecesaria insistencia por recordar el Holocausto. Afortunadamente, estos obstculos, crticas y argumentos en contra no pudieron frustrar la iniciativa. En ltima instancia, la conviccin de sus impulsores pudo concretarla. Con sus casi 30 millones de dlares invertidos, el memorial es el emprendimiento sobre el Holocausto ms ambicioso de Alemania. Mientras tanto, el pndulo contina oscilando. Por un lado, la Alemania oficial expresa un genuino arrepentimiento, profundamente compartido por un sector de su sociedad. Al mismo tiempo, cada vez resulta ms evidente la necesidad latente en ciertos mbitos de liberarse de esa enorme carga histrica. Con alguna frecuencia, figuras pblicas expresan opiniones que retrotraen el debate a pocas pasadas. En noviembre ltimo, cuando Alemania se preparaba para la conmemoracin de la Kristallnacht (Noche de los Cristales Rotos), se produjo un incidente de alto contenido antisemita: en un clima acorde con una de las fechas ms tristes para el judasmo alemn, un parlamentario de la bancada democristiana aludi a los judos como un pueblo de perpetradores. A pesar de que las expresiones fueron descalificadas por su bloque poltico (y elogiadas por un alto militar en actividad), las mismas exponen con claridad las tensiones alojadas en el tejido social. Al provenir los con-

ceptos antisemitas de un miembro del Parlamento que representa a la segunda fuerza poltica del pas, la gravedad de la situacin se torna an ms evidente.Con prisa hacia el futuro

Al ingresar al nuevo milenio, Berln contina siendo una enorme caja de resonancia en la cual se impulsa un examen constante, sin concesiones y agudo del propio pasado. Quienes se enrolan en esta corriente buscan sensibilizar a las jvenes generaciones, aspirando a fortalecer su apego a valores tales como el respeto a la vida humana, la diversidad y tolerancia. Por eso, argumentan, la preservacin de la memoria del Holocausto es imperativa. Al mismo tiempo, Berln no es inmune al argumento de quienes buscan tomar distancia del pasado, prefiriendo archivarlo para siempre. Sienten que al desprenderse del bagaje de la Segunda Guerra Mundial podrn dar un salto hacia adelante, alejndose para siempre de los horrores del nazismo. Para ellos, la capital de la nueva Alemania debe ser un terreno frtil para conjugar diseos novedosos que exploren tendencias y rumbos. De esta forma, Berln debe acercarse ms al maana, en lugar de permanecer apegada a las imgenes del ayer. Siguiendo este razonamiento, la ciudad debe evitar convertirse en una plataforma inerte desde la cual slo sea posible contemplar inmviles sucesos pasados. Esa visin subyace al esfuerzo renovador que la invade, salpicndola de nuevos edificios y lugares que inmunicen contra los recuerdos. Mientras tanto, Berln sigue recorriendo lentamente los sinuosos pliegues de un difcil dilema s

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En torno a la arquitectura de la Sho en BerlnAlcances del trmino contramonumento *Mara Jos MelendoFilsofa. Universidad de Buenos Aires.

I. En el presente trabajo abordaremos las implicancias estticas de la intensa discusin que gener la propuesta de construir en Berln el monumento a los judos europeos asesinados en la Segunda Guerra Mundial. Dicha propuesta fue concebida en 1988. Despus de quince aos de controversia, comenz a construirse en agosto de 2003 el proyecto seleccionado del arquitecto Peter Eisenman. Intentaremos mostrar cmo el monumento de Eisenman puede hacer memoria favoreciendo el desarrollo de una conciencia crtica indispensable, toda vez que se persiga entender ciertas representaciones estticas en trminos de acontecimientos de memoria o contramonumentos. II. Actualmente se multiplican los debates sobre la me-

moria, que conciernen a un trauma histrico. No obstante, estas explosiones de memoria encuentran resistencias respecto del modo de representacin pues, cmo contrarrestar la tendencia, inherente a todo monumento, de automatizar la memoria?, cmo encontrar medios persuasivos de recuerdo pblico? En este sentido, los debates sobre museos y memoriales configuran la dimensin esttica de las polticas de la memoria. Aquellos proyectos ms convincentes, destinados a fortalecer y asegurar la memoria pblica, suponen intervenciones en el espacio urbano, pues las ciudades son el campo de confrontacin donde las sociedades articulan su sentido del pasado y el presente, son palimpsestos de historia,sitios de memoria. Segn James Young especialista en memoriales de la Sho, el monumento ha sufrido una radical transformacin en el siglo XX. Ubicado en la interseccin entre el arte pblico y la memoria poltica, colaps con las crisis de representacin subsiguientes a los grandes cataclismos del siglo.

En efecto, las formas monumentales han sido severamente atacadas para disolver en muchos casos la necesidad de recordar. Desde esta perspectiva, los monumentos son concebidos como estriles mausoleos de la memoria que reifican el pasado. Para los crticos y artistas contemporneos, tanto la rigidez como sus pretensiones grandilocuentes de permanencia condenan al monumento a un estado arcaico. Despus de la cada del rgimen nazi, estos artistas todava encuentran dificultades para desvincular el monumento de su pasado, pues experimentan una profunda desconfianza hacia las formas monumentales y un profundo deseo de separar su generacin de la de los asesinos, a travs de la memoria.1 No obstante, creemos que esta reificacin del pasado en formas inertes puede evitarse, erigiendo lo que Young denomina contramonumentos; esto es, artefactos que se inscriben en lugares pblicos, enfatizando la dimensin dialgica a la que stos dan lugar. Provocativos y complejos como pueden llegar a ser estos contramonumentos, incorporan en sus formas tanto el dilema memorial alemn como las limitaciones del monumento tradicional. Segn expresa Young, con este objetivo han intentado encarnar la ambigedad y la dificultad de la memorializacin del Holocausto en Alemania con formas conceptuales, escultricas y arquitectnicas que puedan devolver la memoria a quienes van a buscarla.2III. Por ello es necesario detenerse en el lugar de empla-

zamiento del memorial, pues Berln es capital de una historia discontinua, signada por las interrupciones. El arquitecto francs Jean Nouvel expresa que el des* Este trabajo fue ledo en el XII Congreso Nacional de Filosofa, realizado en Neuqun los das 3, 4, 5 y 6 de diciembre de 2003.

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Memorial a los judos asesinados en Europa de Peter Eisenman

tino de Berln coincide con el de este siglo. Capital histrica, con un patrimonio fabuloso marcado por un Schinkel, convertida en capital del Tercer Reich, speerizada; est destruida en parte y sobrevive sumisa y abandonada a sus vencedores. (...) Luego es liberada.3 En su libro Capital Dilemma, el americano Michael Wise advierte que la apasionada discusin sobre el rediseo de Berln despus de la cada del comunismo ofrece un lente valioso a travs del cual considerar la direccin futura de Alemania y su relacin con el pasado.4 A su vez, Andreas Huyssen expresa que desde la cada del Muro de Berln, los alemanes se apropiaron con vehemencia de la primera parte de un antiguo proverbio judo que reza: El secreto de la redencin es la memoria como estrategia para enfrentar la representacin de la Sho, pues segn consideran algunos crticos de arquitectura, en Berln, ninguna decisin urbana es inocente.5 De este modo, en el texto urbano de Berln escrito, borrado y reescrito una y otra vez6, el ensamble entre formas memoriales y espacios pblicos no es ajeno a esta dinmica. En este sentido, la metamorfosis urbana a la que asiste Berln referida a la proliferacin de espacios conmemorativos de la Sho7 guarda estrecha relacin con la distancia temporal entre la Sho y las generaciones de artistas contemporneos, la cual permiti liberar la memoria incluyendo mltiples discursos y niveles de representacin de modo que la memoria de la Sho se fractur a travs de las distintas maneras de rememorarla. En su libro At memorys edge, Young expresa que antes de tener una participacin directa en la discusin sobre el memorial (integr la comisin evaluadora de proyectos, conformada por cuatro alemanes y l, extranjero y judo) sostena que el compromiso ms profundo con la memoria de la Sho en Alemania reside en una perpetua irresolucin, pues slo un proceso memorial inconcluso es capaz de garantizar la vida de la memoria. Son preferibles mil aos de concursos para un memorial de la Sho antes que cualquier Solucin final al problema memorial en Alemania.8 Sin embargo, una vez sumergido en la discusin en torno al mismo, confiesa haberse vuelto escptico de su propio escepticismo.9

De cualquier modo, creemos preciso advertir que a pesar de que existen artefactos del arte ejemplares la eficacia de las polticas de la memoria reside en su forma coral, en su multiplicidad.10 Por ello es conveniente preservar la gran variedad de memoriales de la Sho que existen en Alemania, pues ningn espacio puede hablar por s mismo en nombre de todas las vctimas, y mucho menos, de vctimas y perpetradores. No es posible responder a la cuestin del problema memorial de la Sho en un solo espacio, pero si como expresa Young la intencin es recordar indefinidamente que esta nacin una vez asesin a cerca de seis millones de seres humanos slo por haber sido judos, entonces este monumento debe tambin incorporar las cuestiones irresolubles en el corazn de la memoria alemana del Holocausto, en lugar de intentar responderlas.11IV. Dadas las implicancias polticas y estticas del deba-

te sobre el memorial consideramos necesario un breve relato de la gnesis del mismo.12 La propuesta surgi de un grupo de ciudadanos encabezados por la periodista Leah Rosh y el historiador Eberhard Jckel, en 1988. Con la cada del muro, el proyecto gan el respaldo tanto del gobierno federal como del senado berlins. En 1994 se llam a concurso para el Memorial Nacional Alemn de los Judos Asesinados en Europa. Fueron presentados 528 proyectos, de distintas partes del mundo. En marzo de 1995, el jurado consagr el proyecto de la arquitecta berlinesa Christine Jackob-Marks. Sin embargo, el fallo del jurado gener crticas provenientes de distintos sectores, pues consideraban la propuesta ganadora como demasiado alemana. Se llam a un nuevo concurso, precedido por coloquios pblicos en los cuales intervinieron especialistas, entre enero y abril de 1997. All no slo se criticaron los diseos seleccionados, sino los objetivos del proyecto mismo. Se acord que los nueve finalistas del concurso de 1995 fueran invitados a revisar sus diseos a la luz de las nuevas consignas planteadas en los coloquios. En noviembre de 1997 se eligi el proyecto de Peter Eisenman y Richard Serra por tratarse de un diseo

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Lugar de emplazamiento del Memorial, en Berln.

enfticamente antirredentorio. Se trata de un campo ondulado de cuatro mil pilares de hormign, el cual en lugar de pretender responder al problema memorial en una sola representacin propone mltiples formas, que por sus monumentales dimensiones cristalizan en una memoria amenazante. El canciller Helmut Khl acept la propuesta elegida y les pidi a Eisenman y Serra que consideraran algunas modificaciones a su diseo original, referidas al nmero de pilares y a la dimensin de stos, ambas excesivamente sobredimensionadas, segn Khl. Serra se neg y abandon el proyecto. En el verano (boreal) de 1998, las elecciones nacionales aplazaron la resolucin del proyecto ganador y se instalaron nuevas polmicas, que en el plano arquitectnico alcanzaron una nueva reformulacin del proyecto de Eisenman. El 25 de junio de 1999 se vot en el Parlamento y se aprob la construccin del memorial con el proyecto de Peter Eisenman, en lo que antes eran los Jardines Ministeriales. Se aprob tambin la construccin de un edificio que brinde informacin sobre las vctimas del nazismo.V. Segn Young, los artistas de la memoria en Alemania estn tanto inspirados como atormentados por un inquietante e irresoluble interrogante: cmo incorpora el Estado la vergenza en su arquitectura memorial nacional? Creemos que la problemtica en torno a los memoriales se redimensiona a partir de lo que l denomina contramonumentos: espacios de memoria dolorosamente autoconscientes, concebidos para desafiar la idea de monumento, en los cuales los artistas exploran tanto la necesidad de memoria como su incapacidad de recordar hechos que no experimentaron directamente, dada la inexorable brecha generacional. Estos artistas se oponen a ver a los espectadores como observadores pasivos, recusando desdeosamente las formas tradicionales del arte memorial pblico: espacios que consuelan a los observadores o redimen los hechos trgicos a partir de una dcil reparacin. De all la facultad de los contramonumentos de ge-

nerar una vivencia del pasado mediada por la experiencia del presente, en la cual el ms importante espacio de memoria es el existente entre el memorial y el observador y entre ste y su propia memoria. De este modo, el memorial a los judos europeos asesinados no sera un espacio para la memoria, diseado por los mismos asesinos como los campos de concentracin, sino un espacio concebido especficamente como sitio de memoria, que denota el intento autorreflexivo de las generaciones siguientes por recordar. As, a partir de estos actos deliberados de recuerdo, la memoria es creada por las siguientes generaciones y no simplemente preservada. En este sentido, la propuesta de diseo de Eisenman incorpora materialmente elementos segn su decir intersticiales, que incluyen la posibilidad de repeticin de formas similares a s mismas en lugar de establecer composiciones lineales. Como indica el arquitecto Luis Fernndez Galiano con relacin al memorial de Eisenman, se trata de un cruce entre paisaje y escultura, una instalacin excavada que fuerza a los visitantes a traspasar una experiencia opresiva de prdida y desorientacin.Entonces, el drama no es recordado, sino ms bien percibido a travs de los sentidos y el cuerpo.13 Lo que Eisenman denomina affects14 es una capacidad de la arquitectura de conmover y afectar fsicamente a quien recorre los espacios arquitectnicos. Por ello prefiri que los pilares del memorial permanezcan indeterminados y abiertos a muchas lecturas, as como a un