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NATURALEZA DE LAS RELACIONES ENTRE LAS CLASES DOMINANTES ARGENTINAS Y LAS METRÓPOLIS MILCÍADES PEÑA

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NATURALEZA DE LAS RELACIONES ENTRE LAS CLASES DOMINANTES ARGENTINAS

Y LAS METRÓPOLIS

MILCÍADES PEÑA

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(Publicado originalmente con el seudónimo Alfredo Parera Dennis. Milcíades Peña también firmaba sus artículos como

Víctor Testa y como Gustavo Polit)

Ésta edición: http://elsudamericano.wordpress.com/

Extractado de INDUSTRIALIZACIÓN Y CLASES SOCIALES EN

ARGENTINA Biblioteca Argentina de Historia y Política

Buenos Aires. 1986. Editorial Hispanoamérica, pág. 129 -192 del original en Revista FICHAS. Año 1, nº 4, Dic. 1964.

“...Imagínate que hay una empresa que gana entre 1,500 y 1,600 millones de dólares por año, esa empresa genera el equivalente a tres veces el presupuesto de una provincia, la provincia de Catamarca, entonces tiene recursos ilimitados para comprar, para corromper, para cooptar, para pagar publicidad y comprar a la prensa. Para “ayudar” a políticos “amigos”... y esto genera una división en la sociedad.

¿Que porcentaje de empleados públicos hay en Catamarca...? Son más o menos el 43% de la masa laboral... entonces imagínate los pocos que tienen trabajo no pueden arriesgarse a perderlos, están amordazados. “el gobierno saliente hizo que pasaran mas de 150 yacimientos mineros a manos privadas, sin haber pasado por la legislatura por ejemplo, los funcionarios arman sus pequeñas empresas y ahí van a parar esos yacimientos. Es decir “compran” esos yacimientos “por chauchas y palitos” y los están revendiendo a las multinacionales en millones de dólares. Esta gran cantidad de dinero compra voluntades, compra medios de comunicación, compra políticos, compra jueces, compra universidades. Compra absolutamente todo.”

“...lamentablemente acá parece que valemos tan poco... encima nos catalogan de que somos subversivos, “fundamentalistas”..., los mismos

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vecinos esos que están juntos haciendo negocios con la empresa. Aparte en las escuelas es algo tan lamentable, yo soy docente, entonces… los docentes, criticando a los otros docentes que están del otro lado de la vereda diciendo que somos “quilomberos” que somos “problemáticos”, que “se oponen al progreso”, o que “no tenemos criterio” “Hace un año que hemos presentado un proyecto de plebiscito para que la gente se exprese si quiere o no la explotación de Agua Rica, el intendente [fulanito perejil] no se preocupó. Ahora lo vemos tomando café con los directivos de las empresas mineras.”

“Muchos problemas bronquiales. Mucho cáncer... abortos... es el agua que estamos tomando, y el aire que estamos aspirando”.

“A nosotros permanentemente nos refutan con que dicen que no tenemos pruebas, pero nadie, ninguna institución del Estado... todas las instituciones..., el hospital niega todas las enfermedades que hay”

“Queremos que se vaya la empresa, nos han ensuciado el agua y ¿que hacemos?. No tenemos más qué hacer... nosotros vivimos del cultivo, ya no vamos a poder cultivar nada...”

“Hace diez años que nos están contaminando todavía siguen las mismas leyes, la misma contaminación y… no hace nada Kirchner, este presidente que tanto dice que “es el cambio” ¿de que? no se de que cosa...”

Testimonios acerca de la empresa minera. La Alumbrera Documental Tierra Sublevada: Oro impuro.

00:44 min. [2006]

HIJOS La red mundial de los hijos de la revolución social

http://elsudamericano.wordpress.com

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NATURALEZA DE LAS RELACIONES ENTRE LAS CLASES DOMINANTES ARGENTINAS Y LAS METRÓPOLIS

LAS CLASES DOMINANTES ARGENTINAS

UNIDAD Y DIFERENCIA

[1964]

¿Cuál es la naturaleza de las relaciones entre las metrópolis imperialistas y las clases dominantes de un país atrasado y semicolonial como la Argentina? La respuesta a este interrogante demanda un análisis de los intereses básicos de cada una de esas clases y del modo en que esos intereses son percibidos por ellas.

Hemos visto detalladamente que tanto terratenientes como industriales lucran con el atraso de la estructura económica Argentina, de la que extraen ganancias extraordinarias.1 Hemos visto también cómo ambas clases se interpenetran estrechamente, soldándose por una tupida red de lazos financieros.2 La resultante de todo ello es que andas tienen en común un interés económico fundamental consistente en mantener, en perpetuar la estructura de relaciones de propiedad que constituye la fuente de sus superganancias, es decir, el tipo combinado de desarrollo, el atraso del país. Sabemos ya cuan profunda resulta la unidad económica y social entre terratenientes e industriales. Pero unidad no es sinónimo de identidad. Los industriales producen para el mercado interno de los países atrasados; los terratenientes para el mercado mundial. Aparentemente, esta diferencia debería acarrear un neto antagonismo económico, por cuanto los terratenientes -dependiendo del mercado mundial para colocar sus productos y realizar la renta agraria- tienen interés en que el mercado interno sea abastecido por la industria metropolitana, ya que si a las metrópolis no se les compra tampoco se les puede vender. Pero esto significa la ruina para los industriales. Estos, a su vez, interesados en abastecer el mercado interno, desplazan los productos metropolitanos y por ello dificultan la colocación en el mercado mundial de los productos de los terratenientes. Tal es en abstracto la razón fundamental del antagonismo entre terratenientes e industriales.

Sin embargo, en la realidad la situación nunca se presenta así. Por de pronto, la seudoindustrialización -gran aspiración de los industriales- no implica que las

1 Ganancias extraordinarias no sólo en sentido cuantitativo, por su monto, sino cualitativamente, por ser consecuencia de monopolios artificiales. Véase Karl Marx, El capital, México, Fondo de Cultura Económica, tomo III, cap. X. 2 Véanse págs. 69 y ss. Milcíades Peña. Industrialización y Clases Sociales en Argentina Biblioteca Argentina de Historia y Política. Bs. As. 1986. Ed. Hispanoamérica

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metrópolis pierdan el mercado argentino; más bien ocurre todo lo contrario, como lo evidencia el continuo crecimiento del volumen de las importaciones argentinas desde las metrópolis. De modo que se reduce prácticamente a cero el peligro hipotético de que no teniendo las metrópolis nada que vender, dejen de comprar los productos exportados por los terratenientes. Por otro lado, también los industriales necesitan que los productos de los terratenientes encuentren adecuada salida en el mercado mundial, porque de lo contrario la industria no dispondrá de las divisas necesarias para comprar medios de producción y pagar el servicio de los capitales extranjeros en ella invertidos. En fin, los terratenientes saben que el crecimiento industrial les brinda un mercado interno seguro, que valoriza sus productos y, asegurándoles en cierta medida contra las fluctuaciones del mercado mundial, les permite negociaren mejores condiciones la venta de sus productos al comprador metropolitano. Los industriales, por su parte, saben que el mercado interno argentino se asienta de modo decisivo en la venta de los productos de los terratenientes, y se hunde si fracasa la colocación de los mismos.

Todo eso atenúa considerablemente el conflicto entre terratenientes e industriales que se deriva de la originaria orientación de unos hacia el mercado mundial y de otros hacia el mercado interno. La vinculación financiera entre ambas clases, por la territorialización de la ganancia industrial y la capitalización de la renta agraria, hacen el resto en cuanto a la soldadura de sus intereses económicos.

Puede establecerse una diferencia en el tipo de relación existente entre industriales y terratenientes según el país atrasado sea " "neocapitalista" o "semicapitalista".3 En el primer caso, se trata de países que desde el punto inicial de su historia han estado vinculados al mercado mundial, y todo su desarrollo ha sido, precisamente, un aspecto de la expansión del mercado mundial. Tal es el caso de Argentina. Aquí, los terratenientes son desde un principio productores de mercancías y explotan comercialmente sus tierras (o lo que hay sobre ellas, vacas por ejemplo). Ellos son los primeros grandes capitalistas de estos países, y ellos son los que financian con sus capitales los primeros estadios de la seudoindustrialización. En países como la Argentina, pues, el capitalismo va del campo a la ciudad y la burguesía industrial nace como una diferenciación en el seno de la clase terrateniente. A lo largo de la historia Argentina, en la medida en que existe una burguesía industrial, ésta se halla integrada en gran parte por los propios terratenientes, o por personajes estrechamente ligados a los terratenientes, mediante lazos económicos y familiares. Aquí -como en todos los países -neocapitalistas- la burguesía industrial y los terratenientes no sólo se vinculan a medida que se capitaliza la

3 Véanse págs. 178 y ss. Milcíades Peña. Industrialización y Clases Sociales en Argentina Biblioteca Argentina de Historia y Política. Bs. As. 1986. Ed. Hispanoamérica

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renta agraria y se territorializa la ganancia industrial, sino que desde el comienzo ambos sectores entroncan por las cúspides. 4 Distinta se presenta la situación en los países semicapitalistas. En éstos los terratenientes recién se vincularon al mercado mundial después de muchos siglos de relativo inmovilismo asentado en sistemas de producción feudales o asiáticos. Aquí los intereses capitalistas se hallan en un principio confinados a las ciudades, y el desarrollo capitalista repite, en este sentido, el proceso clásico de la Edad Media europea, yendo de la ciudad al campo. Durante mucho tiempo los terratenientes dificultan el desarrollo capitalista; y cuando se orientan hacia el mercado mundial, cuando comienzan a darse las condiciones para que capitalicen la renta agraria, en las ciudades ya han surgido intereses industriales autónomos. A la larga se establece la vinculación y el entrelazamiento de intereses económicos entre los terratenientes y la burguesía industrial. Pero aquí se trata de una integración progresiva y no, como en los países neocapitalistas, de una relación umbilical, que vincula a ambos sectores desde el nacimiento del más joven de ellos, es decir desde el nacimiento de la industria.

La diferencia entre países semi y neo capitalistas se revela en un tipo distinto de convivencia entre terratenientes e industriales. En los países neocapitalistas los roces, cuando los hay, son poco profundos, quedan "en familia". En los países semicapitalistas pueden surgir conflictos agudos, e incluso la guerra civil. Aquí, si los terratenientes son remisos en adaptarse a las nuevas condiciones, y

4 La progresiva interpenetración de intereses entre los terratenientes y la burguesía industrial es una ley de tendencia del desarrollo capitalista. Ya en los Manuscritos económicos y filosóficos de Marx (1844) se lee que con el crecimiento de las sociedades anónimas "los capitalistas están capacitados para aplicar sus ahorros de formas más diversas y quizá incluso para emplearlos simultáneamente en la agricultura la industria y el comercio; como consecuencia sus intereses se hacen más comprehensivos, y las contradicciones entre los intereses agrícolas, industriales y comerciales se reducen y desaparecen" y "una gran parte de la propiedad terrateniente cae en manos de los capitalistas y los capitalistas así se convierten simultáneamente en terratenientes[...] Similarmente, una sección de los grandes terratenientes se convierten simultáneamente en industriales". Karl Marx, Economic and Philosophic Manuscripts of 1844, Moscú, Foreign Languages Publishing House, págs. 51 y 60. Seis décadas más tarde, Hilferding describía así la situación en el continente europeo: "Este [el gran latifundio] está interesado directamente en el desarrollo industrial. Dependiente de la venta de sus productos, el capitalismo le crea el gran mercado interior y le da la posibilidad de desarrollar las industrias agrícolas de la destilería cervecería, fabricación de azúcar y almidón, etc. [...] Por otra parte, el desarrollo condujo a que los intereses de propiedad se unificaran cada vez más [...] el aumento de la renta de bienes raíces significaba que la gran propiedad rural disponía de un excedente de ingresos [...] Así, pues, este excedente de ingresos tuvo que buscar empleo, sobre todo, en inversiones provechosas de la industria [...] Todo eso transformó la clase latifundista de una clase cuyos ingresos afluyen además, y en proporciones crecientes, del beneficio industrial [...] De otro lado, el prurito de elevar su posición social impulsó a los capitalistas urbanos a la adquisición de propiedad rural o -también aquí encontramos el principio de la unión personal- a la unión con el latifundio mediante matrimonio, la forma preferida de penetración social y de defensa contraía dispersión de la propiedad". Rudolf Hilferding, El capital financiero, Madrid, Tecnos, 1963, págs. 383-387.

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aferrándose a sus privilegios precapitalistas traban el desarrollo general del capitalismo dentro del país, la burguesía urbana puede llegar a la guerra contra ellos, como ocurrió en China; o puede apoyar más o menos tímidamente un movimiento popular, como ocurrió en Rusia en 1905. Sin embargo, se trata de procesos que tienden a repetir casi punto por punto el modelo de la revolución alemana de 1848: muy pronto los terratenientes y la burguesía industrial, originariamente en conflicto, se unen para contener al proletariado y a las masas trabajadoras. Desde el primer día de la revolución de 1848 la burguesía alemana demostró -como decía Engels- que temía mucho más al movimiento popular encabezado por los obreros que a todos los reyes, príncipes y demás figuras feudales.5 Recordemos también la actitud dé la burguesía rusa ante el Estado zarista, que era -según escribe Lenin- el instrumento de un puñado de terratenientes propietarios de siervos, encabezados por Nicolás II en estrecha alianza con los magnates del capital financiero.

Al día siguiente de la formación de un ministerio liberal, la burguesía sentía que, lejos de haber adquirido el poder, lo había perdido. Por dramática que haya sido la arbitrariedad de la banda rasputiniana hasta la insurrección, de febrero 1917, su poder real tenía un carácter limitado. La influencia de la burguesía en los asuntos del Estado era inmensa. La participación misma de Rusia en la guerra fue en gran medida la obra de la burguesía más que de la monarquía. Lo esencial era en que el poder zarista garantizaba a los propietarios sus fábricas, tierras, bancos, inmuebles, diarios y, por consiguiente, en la cuestión más vital, era la representación de su poder .6

Si sus vínculos económicos son estrechos, socialmente la unidad entre terratenientes e industriales es decisiva y fundamental. Por sobre todo, más que industriales o terratenientes, estas clases son propietarias de medios de producción, explotadoras de fuerza de trabajo, para quienes es cuestión de vida o muerte la perpetuación de la propiedad privada de los medios de producción. Todos tienen ante sí, como enemigo permanente al proletariado y las masas trabajadoras del campo y de la ciudad. Ante este enemigo común las clases dominantes de la Argentina -como las de todo el mundo- cierran filas, y no sólo cuando están enfrentadas a la guerra civil, o a un movimiento general por aumento de salarios. Aun en los periodos de mayor "calma social", cuando el proletariado y las masas viven plácidamente integrados en el orden capitalista, todas las clases dirigentes están íntimamente unidas montando guardia por sus intereses comunes de propietarios de los medios de producción. Aquí también es matemáticamente exacto que los capitalistas, a pesar de las rencillas que los separan en el campo de la concurrencia, "constituyen una verdadera logia” cuando se enfrentan en conjunto con la colectividad de la clase obrera.7

5 Karl Marx y Friedrich Engels, Révolution et Contre-Révolution en Allemagne, París, Alfred 6 L. Trotski, Histoire de la Révolution Russe, París., Editions du Seuil, tomo 1, pág.188. 7 Karl Marx El Capital, Buenos Aires, Cartago, tomo III, cap. X, pág. 190.

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De modo que con todas sus diferencias, cualesquiera seamos conflictos entre ellos, es la unidad lo que predomina entre los intereses de los industriales y los terratenientes. Por ello, considerando todos los factores en juego y ateniéndose a lo esencial, es decir, a su unidad, resulta completamente lícito -o mejor dicho, es la única forma correcta de plantear el problema- preguntarse cuál es la relación entre las metrópolis imperialistas y las clases dominantes argentinas en general. Recién después de aclarado este problema generales posible comprender el problema particular de las relaciones entre las metrópolis y ésta o aquella clase, éste o aquel grupo nacional, y ubicarlo en su real perspectiva. El método inverso, que no toma en cuenta la unidad fundamental de intereses entre las clases dominantes nacionales, y que no estudia la relación entre estas clases y las metrópolis, sino entre éstas y distintos sectores (industriales, terratenientes, etc.), antepone lo accesorio -las diferencias- a lo esencial -la unidad- y conduce a una visión completamente deformada de la realidad.

NATURALEZA DE LAS RELACIONES ENTRE LAS CLASES DOMINANTES Y LAS METRÓPOLIS

Entre las burguesías metropolitanas y las clases dominantes nacionales son hipotéticamente posibles dos tipos de relaciones, cualitativamente distintas. Por una parte la relación puede ser del género de la existente entre las clases dominantes locales, caracterizada por una unidad fundamental de intereses, que predominan sobre las diferencias. Por otra parte, la relación puede consistir en que no exista unidad alguna, sino neta diferenciación y antagonismo de intereses.

El conocimiento descarta esta última hipótesis, pues revela estrecha interpenetración (mancomunión, solidaridad) de intereses económicos entre las clases dominantes nacionales y el capital financiero internacional. Las clases dominantes argentinas y especialmente su sector más joven, la burguesía industrial, se han desarrollado en la época del imperialismo, vinculadas "desde los dientes de leche" al mercado mundial de mercancías y capitales controlado por las metrópolis. Necesitan de la capacidad financiera y técnica de los grandes centros del capital. "Podrían", hipotéticamente, intentar un desarrollo autónomo, [intentar] repetir la historia de la burguesía norteamericana. Pero en la realidad ello implica destrozar la estructura de relaciones de propiedad que sostienen el atraso, con el cual lucran no sólo las metrópolis sino las propias burguesías locales.

El capital financiero internacional cobra su precio, pero brinda a la burguesía Argentina lo que ésta necesita para ensanchar sus beneficios: capital, mercados, técnica. En torno al monopolio de la capacidad financiera del mundo capitalista, que se halla en manos de las metrópolis, se establece entre éstas y la burguesía local, “estatal” y “privada”, una comunidad de intereses basada en la

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apropiación en común de la renta producida en los países atrasados. En esta vasta empresa, el capital imperialista es el socio más fuerte.

Con todo, siendo grande la unidad de intereses económicos entre el capital imperialista y la burguesía nacional su unidad de intereses sociales es aún mayor. Para la burguesía Argentina las metrópolis no son sólo socios mayores sino también los ángeles tutelares de la propiedad privada capitalista. Por ello, pese a su antiperonismo, toda la burguesía Argentina suscribe las palabras de Perón:

"Norteamérica y nosotros estamos en un mismo bote; si Norteamérica se hunde nos hundimos todos". 8

LOS INTERESES ECONÓMICOS EN COMÚN CON LAS METRÓPOLIS. DE MITRE A PERÓN: "LA GRAN DEUDORA DEL SUD" El capitalismo argentino inició su más intenso desarrollo en la década de los ochenta del siglo pasado, en condiciones que permitieron a Sarmiento modificar así la antigua composición patriótica:

“...Calle Esparta su virtud, Sus hazañas calle Roma. ¡Silencio que al mundo asoma La gran deudora del Sud! ”

En todos los momentos de su historia, las clases dirigentes de "la gran deudora del Sud", por boca de sus más calificados representantes, reconocieron su dependencia respecto al capital imperialista. En 1887 los banqueros ingleses con intereses en la Argentina ofrecieron una demostración en Londres al general Roca. Woodbine Parish, que ofreció la demostración, dijo entonces:

“Dios quiera que el actual presidente doctor Juárez Celman cumpla su misión y siga en el mismo camino de paz e industria y que su gobierno, como depositario de la confianza de todos, continúe prestando su apoyo a los capitales que han puesto su fe en su administración.”

El general Roca, agradeciendo el homenaje, dijo:

“Soy tal vez el primer ex presidente de la América del sur que haya sido objeto en Londres, este vasto y clásico centro de la libertad, de una demostración semejante por su número tan escogido de caballeros. Qué mejor testimonio puedo presentar en este acto de la consideración en que

8 "...Me dijo Perón -manifestó el general Majó en Estados Unidos- que les diga que allá no hay sentimientos antinorteamericanos, porque estamos embarcados en el mismo bote con los Estados Unidos de América, y si ustedes se hunden nos hundimos también nosotros." República Argentina, Cámara de Diputados de la Nación, Diario de Sesiones, junio 28, 1950, pág. 727.

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está la República Argentina y sus hombres públicos, ante los gremios de las altas finanzas y comercio europeos [...] He abrigado siempre una gran simpatía hacia Inglaterra. La República Argentina, que será algún día una gran nación, no olvidará jamás que el estado de progreso y prosperidad en que se encuentra en estos momentos se debe en gran parte al capital inglés.9

Al iniciarse el presente siglo, el diario de Carlos Pellegrini, gran abogado de la industrialización del país, decía:

“Lo elemental es no hostilizar al capital extranjero. Venga éste de donde venga, el hecho es que quiere incorporarse como un factor poderoso en el progreso nacional, y nuestro deber es tratarle como a un aliado, no como a un enemigo. Por mucho tiempo necesitaremos del concurso de los financistas de Europa. Y no será ciertamente con leyes y ordenanzas agresivas que conseguiremos su concurso.”10

Al promediar este siglo pareció superficialmente que el capitalismo argentino se emancipaba de la tutela imperialista. Por lo menos, Perón se atrevió a decir en 1948 que:

”A nosotros no nos hacen falta capitales sino máquinas que creen trabajo; capital tenemos nosotros”.11

y todavía a fines de 1950 Perón declaraba que:

"Haber preservado las fuentes argentinas de petróleo de la explotación privada o foránea, significa haber contraído el deber de explotarlo nosotros ”.12

Desde luego, se trataba solamente de palabras.

En 1953 una revista norteamericana entrevista a Perón, junto al cual se halla el ministro de Asuntos Económicos, Gómez Morales, quien era el representante directo de la CGE en el gabinete íntimo de Perón.13 Ante la pregunta:

“¿Además de la industria del petróleo, qué otras industrias desea desarrollar la Argentina con la cooperación del capital extranjero?",

Gómez Morales responde:

9 Agustín Rivera Astengo, Juárez Celman, Buenos Aires, Guillermo Kraft, 1944, págs. 436-437. 10 El País, 16 de julio, 1900. 11 La Nación, 1 7 de junio, 1948. 12 Democracia, 14 de diciembre, 1 950. 13 "El ministro de Asuntos Económicos, doctor Gómez Morales, ha presidido muchas modificaciones, discretas pero firmes, en la anterior política del régimen, de aplacar a cualquier costo al movimiento obrero. A través de él, la nueva federación patronal, oficialmente apoyada, se halla representada en el gabinete íntimo; la otrora todopoderosa CGT no lo está". The Economist, 31 de julio, 1954.

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“Para ser más precisos, en orden de prioridad citaremos al petróleo [...] En segundo término, la industria siderúrgica [...] La química pesada [...] La fabricación de elementos para transporte [...] La fabricación de llantas y ejes [...] Y la construcción en el país de motores diesel.”14

En 1954 Perón justificaba el llamado al capital imperialista diciendo:

“No teniendo capitales, llegaría un momento en que el ritmo del desenvolvimiento industrial argentino iba a ser tal que, con todos los capitales del Estado, no se hubiera podido financiar la explotación petrolífera necesaria para abastecer las necesidades de la industria.” 15

Y un emisario de Perón, y presidente de la Cámara de Diputados, declaraba en Estados Unidos:

“La Argentina se halla literalmente nadando sobre un lago de petróleo y anhela ayuda técnica y recursos financieros para explotar esa riqueza nacional. ¿Y quién podría darnos esa ayuda salvo los Estados Unidos? La inversión de capitales norteamericanos en la industria petrolera, siderúrgica, automotriz y otras será bienvenida.” 16

En la conciencia de que el capitalismo argentino no puede vivir y progresar sin el apoyo del capital imperialista, peronismo y antiperonismo coincidían, como otrora coincidieron siempre todos los movimientos, partidos y pandillas políticas burguesas. Así en 1955, La Nación apoyaba la ley peronista de radicación de capitales extranjeros, y expresaba:

“Nuestro país, compenetrado de la importancia de la concurrencia de los capitales privados, que en su hora contribuyeron poderosamente a la expansión económica de la República, facilita su venida mediante la ley de radicación de capitales que se ha traducido en la implantación de actividades que por su índole escapan a las posibilidades de las inversiones nacionales. Hoy, como ayer y como será siempre, bienvenidos estos capitales. “17

Es innecesario referirse aquí a lo ocurrido después de 1955. El país no ha cesado de endeudarse al capital imperialista, y las clases dominantes, a través de todos sus voceros, no han cesado de reclamar un endeudamiento aún mayor. Al respecto, la única diferencia perceptible entre terratenientes e industriales es que estos últimos son quienes mayor empeño ponen en atraer capital extranjero.

14 Visión, 27 de noviembre, 1953. 15 Democracia, 20 de abril, 1954. 16 La Nación, 26 de febrero, 1955. 17 La Nación, 8 de febrero, 1955, nota editorial.

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LA LUCHA POR EL REPARTO DE LA PLUSVALÍA Existe pues unidad de intereses entre las metrópolis y las clases dominantes nacionales. Pero unidad, repitámoslo, no es sinónimo de identidad, y no excluye las diferencias, los conflictos y enfrentamientos. La índole de estas diferencias es muy simple: las clases dominantes argentinas, como sus congéneres de todos los países semicoloniales, pujan siempre, permanentemente, por obtener una mayor participación en la ganancia extraída. Entorno a la participación en la plusvalía se da un regateo permanente y roces constantes, abiertos o encubiertos. No existiendo ley económica alguna que determine la participación relativa que corresponde a las metrópolis y a las clases dominantes nacionales en la masa de plusvalía disponible, las partes sé distribuyen en cada momento con sujeción al permanente enfrentamiento de ambos intereses, aunque siempre corresponde a la metrópoli extraer la mayor parte, puesto que es el socio más poderoso en la vasta empresa conjunta que integra con las clases dominantes nativas. El grado de violencia de los roces entorno a la repartición de la plusvalía varia con la masa de la misma. Cuando la coyuntura económica es próspera, ambos socios ven acrecentar su parte, y la convivencia resulta relativamente pacífica. En tales momentos -si las condiciones políticas no introducen perturbaciones externas-, la unidad entre las clases dominantes nacionales y las metrópolis es casi idílica. Y, sin embargo, en cierto sentido, su diferencia resulta más notable en esos momentos, porque las clases dominantes nacionales, aumentados sus ingresos y el ritmo de su acumulación, parecen externamente independizarse de las metrópolis. Por el contrario, en épocas de crisis, el monto total de ganancia se reduce, y el socio más fuerte, el capital imperialista, vuelca las pérdidas sobre el más débil. Las clases dominantes nacionales reaccionan entonces gravando de mil modos las ganancias imperialistas, y la diferencia entre ambos socios resalta claramente, llegando en ciertos casos hasta la violencia. Empero, nunca como en las crisis se impone tanto la profunda unidad de intereses existente entre el capital imperialista y las clases dominantes, no sólo por el mutuo acuerdo para intensificar la explotación de la fuerza de trabajo, sino también porque durante la crisis -y la Argentina vive en crisis casi permanente: crisis de estructura, crisis de estancamiento, crisis de crecimiento, crisis y contracciones cíclicas- se enfrentan al abismo de su impotencia y deben acudir a las metrópolis en demanda de apoyo económico. Así, contradictoriamente, transcurre la realidad de las relaciones entre las clases dominantes argentinas y las metrópolis.

En la Argentina, como en todos los países dependientes, el tono del forcejeo en torno al reparto de la plusvalía varía, no sólo en función de las fluctuaciones de la economía mundial, sino también según las oscilaciones de la lucha de clases en el país. Si las clases dominantes conservan su hegemonía sobre las masas, es probable que la arrojen en la mesa de negociaciones para inclinar el platillo a su favor y lograr mejores concesiones por parte del capital, imperialista. Siendo

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firme su control político sobre las masas, los agentes políticos de la burguesía pueden llegar a extremos imprevistos en los llamamientos antiimperialistas e incluso en la movilización de la clase obrera. Después, cuando se obtiene el nuevo acuerdo provisorio con las metrópolis, la agitación antiimperialista cesa, y la influencia política sobre las masas sirve para demostrar al socio extranjero que la casa está en orden. Los gobiernos bonapartistas se hallan especialmente conformados para este juego, principalmente si mediante la estatización de los sindicatos logran controlar al movimiento obrero.

El gobierno peronista -que fue algo así como la encarnación del concepto marxista de bonapartismo- constituye un ejemplo típico. Su control del movimiento obrero le permitió realizar durante largo tiempo y con absoluta impunidad -es decir, sin poner en peligro la propiedad privada capitalista ni el orden establecido- una política defensiva antinorteamericana (antiimperialismo peronista antinorteamericano [conservador] y por tanto proinglés, como el antiimperialismo tradicional de los estancieros de la provincia de Buenos Aires). Cuando, obligado por las necesidades de la economía capitalista Argentina y por el debilitamiento de Inglaterra como centro financiero, el gobierno peronista llegó a un acuerdo parcial con Estados Unidos, su campaña antinorteamericana cesó de inmediato, cediendo lugar a una campaña igualmente intensa de apologías.18 Entonces las masas trabajadoras fueron movilizadas para dar vivas a Eisenhower, como ocurrió el 17 de octubre de 1953 en Plaza de Mayo.

Aunque esta situación aún no se ha dado nunca en la Argentina, vale la pena señalar que la política de las clases dominantes de un país semicolonial cambia radicalmente si las masas trabajadoras se independizan de la tutela de la burguesía local y se mueven con sus propios métodos revolucionarios. En estos casos, cualquiera sea el estado de sus discusiones con la metrópolis entorno al reparto de la plusvalía, la burguesía local llama en su auxilio a las metrópolis, y acepta imposiciones muy severas en pago de empréstitos o infanterías de marina, según los casos. Sin embargo, aun en estos casos extremos en que su supervivencia se asienta en el dinero y/o las bayonetas extranjeras, la burguesía vernácula mantiene sus aspiraciones de obtener mejores términos en el trato con el capital imperialista. Ni Chang Kai-shek, cuando el abismo revolucionario se había abierto ante el Kuomintang y su única base de sustentación era Estados

18 Escribiendo con el seudónimo de Descartes en el diario oficial Democracia, el presidente Perón inició lacra apologética en julio de 1953 con esta nota: "Hace pocos días, un americano ilustre, el doctor Milton Eisenhower, llegaba a nuestro país en representación de su hermano, el presidente de los Estados Unidos. Su misión era simplemente de acercamiento amistoso. El gran país del Norte tomaba la iniciativa para estrechar relaciones con sus hermanos del Sur y suavizar asperezas. La elección del enviado, sus palabras y sus actitudes demuestran el acierto de su elección y el talento del que lo eligió. Fue un amigo sincero y leal. El gobierno y el pueblo argentinos lo recibieron y agasajaron como imponían su representación, sus cualidades y calidades. El doctor Milton Eisenhower tuvo la virtud de disiparlo todo. Una nueva era se inicia en la amistad de nuestros gobiernos, de nuestro países y de nuestros pueblos. Un cambio de política es siempre saludable cuando las finalidades son nobles y elevadas [...] demos gracias a Dios: los Estados Unidos tienen un presidente." Democracia, 30 de julio 1953.

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Unidos, abandonó por completo sus propias reivindicaciones ni cesó de plantear exigencias a Washington.19

En esto, como en tantas otras cosas, las burguesías de los países dependientes actúan frente a las metrópolis como actuaba ante el zarismo la burguesía rusa. En febrero de 1917, cuando las masas abatían al régimen zarista, la burguesía

"hacía una última tentativa para aplastar la insurrección con la ayuda de una dictadura dinástica y, al mismo tiempo, para ponerse de acuerdo coma monarquía a expensas de la revolución".20

Esto sólo significa, recordémoslo una vez más, que unidad de intereses no es lo mismo que identidad y que, cualquiera sea el grado de supeditación y abyección en que se halle ante las metrópolis, la burguesía local siempre procurará obtener para sí la mayor tajada posible. A su vez, y a la inversa, eso demuestra que, cualquiera sea la intensidad de sus roces con el capital imperialista, los roces no excluyen la más profunda supeditación de las burguesías nacionales.

DOS ERRORES FRECUENTES

Suele creerse que en los momentos de crisis económica las burguesías locales “claudican” ante las metrópolis, entendiéndose por claudicación una supeditación total y la aceptación integral de todas las exigencias imperialistas. Pero esto es completamente erróneo. El análisis teórico adelanta, y la experiencia confirma que es en épocas de crisis, de depresión, cuando los roces entre las burguesías de los países dependientes y el capital imperialista aumentan, porque aquéllas quieren que su socio mayor se haga cargo de parte de las pérdidas, mientras que las metrópolis procuran volcar sobre los países

19 En 1942 el embajador norteamericano en China le escribía al secretario de Estado, Cordell HulL "Estoy convencido de que créditos de la magnitud requerida por el general Chang (alrededor de un billón de dólares) están fuera de toda proporción con las necesidades de la situación[...] y tienden aun uso inconveniente". Indignado, Chang Kai-shek le escribía a Roosevelt "A mi entender las propuestas efectuadas por el Departamento del Tesoro no son las de una nación aliada a otra, sino que tienen más bien la naturaleza de transacciones". En 1946, un alto funcionario del Kuomintang pidió amplia ayuda económica al general Marshall, entonces secretario de Estado, y éste "fue muy enfático al señalarle que era inútil esperar que Estados Unidos pusiera más plata en el vacío creado por los líderes del gobierno chino y que Estados Unidos no daría plata a un gobierno completamente dominado por una camarilla totalmente reaccionaria y aferrada al control exclusivo del poder gubernamental". Como resultado, en 1947 la misión norteamericana del general Wedemeyer informaba que "Una de las mayores dificultades que enfrentan los representantes norteamericanos designados como asesores en China, es la creciente tendencia nacionalista que se evidencia en el gobierno chino. La oposición a cualquier recomendación de los Estados Unidos se basa en que infringe la soberanía china". United States Department of State, U.S. Relations with China, Washington, 1949, págs. 192, 200 y ss. 20 L. Trotski, Historie de la Révolution Russe, cit., pág. 152.

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dependientes todo el peso de la depresión o la crisis.21 Precisamente éstas son las épocas en que se registra un recrudecimiento de los movimientos nacionalistas burgueses, del nacionalismo económico de los países dependientes y de las declaraciones antiimperialistas en las conferencias diplomáticas.

Otro error frecuente es la creencia de que la intensidad de los roces entre las burguesías locales y el capital imperialista crece en relación directa a la riqueza y el poderío de la burguesía nacional. Más bien ocurre lo contrario. Precisamente porque los roces entre las burguesías locales y las metrópolis giran en torno a la distribución de la masa de plusvalía, la relación tiende a mejorar a medida que se desarrolla la economía del país atrasado. En general, cuanto mayor es el desarrollo económico de un país atrasado, mayor es la masa de plusvalía que obtiene la burguesía local, y menores las razones que tiene para chocar con las metrópolis. Y a la inversa, cuanto más atrasado y pobre el país, más débil la posición capitalista de su burguesía y mayores sus roces con el imperialismo. De ahí que las burguesías locales más ricas, precisamente por serlo, tiendan a ser "conservadoras" en sus relaciones con el capital imperialista.

Las burguesías de los países más avanzados entre los que llamamos semicoloniales tienen una marcada preferencia por las tratativas diplomáticas con las metrópolis, y ponen siempre en primer término la preocupación de salvar el "buen crédito". Sintomáticamente, la burguesía latinoamericana más rica y poderosa, la Argentina, es una de las pocas burguesías del mundo que, pese a las crisis y a la contracción de sus ganancias, nunca suspendió el pago de la deuda externa.

Por el contrario, cuando más pobre es una burguesía atrasada, cuándo más estrecha es su base de sustentación, mayores y más frecuentes son los estallidos de violencia en sus relaciones con las metrópolis. Estas burguesías oscilan entre un servilismo humillante y las violentas rupturas con el capital imperialista. En cualquiera de los casos, siempre obtienen un trato inferior al que reciben sus colegas más ricas, pero ello no hace más que preparar nuevos alzamientos contra el socio mayor. Las burguesías más díscolas, las más prontas a declararse en bancarrota y cargar sus pérdidas sobre los inversores imperialistas, son las burguesías de los más atrasados entre los países dependientes.

21 "Mientras las cosas van bien, la concurrencia actúa [...] como una hermandad práctica de la clase capitalista, entre la que el botín común se distribuye colectivamente en proporción a la cuantía de la parte aportada al negocio por cada cual. Pero cuando ya no se trata precisamente del reparto de las ganancias, sino de las pérdidas, cada cual procura reducir en la medida de lo posible la parte alícuota que en ellas le corresponde, para hacer cargar con ellas a los demás. Las pérdidas son inevitables para la clase en su conjunto. ¿Pero, qué parte de ellas tiene que soportar cada capitalista? Esto lo decide la fuerza y la astucia; al llegar aquí la concurrencia se convierte en una lucha entre hermanos enemigos. A partir de este momento se impone el antagonismo entre el interés de cada capitalista individual y el de la clase capitalista en su conjunto, del mismo modo que antes la identidad de intereses se abría paso a través de la concurrencia." (Karl Marx, El Capital, cita. III, vol. 1, pág. 311.)

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OPOSICIÓN A UNA METRÓPOLI Y SERVIDUMBRE ANTE OTRA

Hasta aquí hemos hablado de la unidad fundamental de intereses económicos y sociales entre el imperialismo y las clases dominantes argentinas. Sin embargo, no debe olvidarse que "imperialismo" significa, concretamente, imperialismo norteamericano, o inglés, o francés, etc. La unidad entre las clases dominantes y el imperialismo es pues unidad con una o más metrópolis en particular y puede, por ello mismo, significar antagonismo contra otra u otra metrópolis, permanentemente o en determinados momentos. Tal fue el origen de la política anti norteamericana de la Argentina, semicolonia británica. Al antiimperialismo de las clases dominantes argentinas, como al de todas las burguesías coloniales y semicoloniales, se aplica con validez la caracterización formulada por Trotsky respecto a la burguesía china:

“ Sun Yat-sen cuenta en sus memorias cómo los Estados imperialistas, unas veces el Japón, otras Estados Unidos, otras Francia, "ayudaron" a su organización en toda su actividad. Si en 1917 Kerenski continuaba participando en la guerra imperialista, también la burguesía china, tan "nacional" tan "revolucionaria", etc., apoyó la intervención de Wilson en la guerra con la esperanza de que la Entente ayudaría a libertar la China. En 1918, Sun Yat-sen se dirigió a los gobiernos de la Entente con sus proyectos de restauración económica y liberación política de China. No hay ninguna razón que permita afirmar que la burguesía china ha dado pruebas, en su lucha contra la dinastía manchú, de cualidades revolucionarias superiores a las de la burguesía rusa en su combate contra el zarismo, o bien que exista una diferencia en los principios que han inspirado la actitud de Chang Kai-shek y de Kerenski ante el imperialismo. Pero, afirma el Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, no obstante, Chang Kai-shek ha hecho la guerra al imperialismo. Presentar así las cosas es disfrazar groseramente la realidad. Chang Kai-shek hizo la guerra a los militaristas chinos agentes de uno de los Estados imperialistas, lo que no es, ni mucho menos, lo mismo que hacer la guerra al imperialismo. Incluso Tang Ping-sian comprendía esto. En el informe que hizo ante la séptima reunión plenaria del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, a fines de 1926, presentó de la manera siguiente la política del centro del Kuomintang, que tenía por jefe a Chang Kai-shek:

“...En el dominio de la política internacional, observa una actitud completamente pasiva [..] Se inclina a no luchar más que contra el imperialismo inglés y, con ciertas condiciones, está presto a admitir un compromiso con los imperialistas japoneses".

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Desde el principio la actitud del Kuomintang hacia el imperialismo no tuvo nada de revolucionaria: se inspiraba en un espíritu de colaboración; tendía a derrotar a los agentes de ciertas potencias imperialistas para buscar un arreglo con esas mismas potencias o con otras en condiciones más ventajosas. Eso era todo. 22

Hemos considerado hasta aquí a las clases dominantes en conjunto, subrayando sus intereses comunes y la unidad general de sus intereses con los del capital imperialista. Esta apreciación abstracta del problema resulta indispensable pero insuficiente. Es preciso investigar cómo se manifiesta esa abstracción en la realidad a través de multitud de circunstancias particulares. Pasaremos, pues, a estudiar en particular las relaciones entre el capital imperialista y cada una de las clases dominantes.

LOS TERRATENIENTES Y LAS METRÓPOLIS La relación fundamental entre los terratenientes y las metrópolis imperialistas gira en torno al mercado mundial. Paralelamente, existe otra relación derivada, consistente en el entrelazamiento o la convivencia con el capital financiero internacional en torno a compañías hipotecarias, de elaboración y/o comercialización, de transporte de los productos de los terratenientes, etc. En la medida en que los terratenientes capitalizan en la industria su renta agraria, se vinculan también al capital imperialista invertido en empresas industriales que producen para el mercado interno. La relación de los terratenientes con el capital imperialista no es simple. Mientras las metrópolis compran sus productos a buen precio, los terratenientes son fieles amigos de las mismas y sus entusiastas aliados, llegando a actuar como quinta columna imperialista en detrimento de todos los otros intereses burgueses de la nación, e incluso de los sectores más débiles de la propia clase terrateniente.23 22 L. Trotski, El gran organizador de derrotas, Madrid, Hoy, 1930, págs. 213, 214. 23 Se ha señalado acertadamente que si en un país "las condiciones son tales que las posibles pérdidas por una suspensión del comercio recayesen de modo especial sobre ciertos grupos, éstos formarán probablemente una especie de quinta columna comercial. Aparte de los grupos puramente comerciales, como las compañías importadoras y exportadoras, los grupos influyentes consistirá en productores para la exportación". Albert O. Hirschman, La potencia nacional y el comercio exterior, Madrid, Aguilar, 1948, pág. 33. Ya en el siglo pasado List había observado que los terratenientes esclavistas del Sur de Estados Unidos, enemigos de la industrialización e interesados ante todoen colocar su algodón en Inglaterra, eran en último análisis abogados de la supeditación colonial de Estados Unidos a la metrópoli británica. Se nos podría objetar -decía List- que seria mucho más ventajoso para Estados Unidos volver a la condición de colonia inglesa. A esto responderemos: sí, si la América del Norte no sabe sacar partido de su independencia para darse una industria nacional y un

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Cuando ocurre lo contrario, y en especial durante las crisis, los terratenientes reclaman medidas antiimperialistas, llegando incluso, a pedirla expropiación de empresas imperialistas. En términos generales, los terratenientes procuran fortalecer su posición ante el capital imperialista haciendo más complejas sus relaciones con él Para no depender exclusivamente de los precios que el mercado mundial controlado podas metrópolis fija a sus productos, procuran que el capital financiero internacional les ayude a diversificar y balancear la economía nacional, haciéndola menos vulnerable a las fluctuaciones de precios en el mercado mundial De tal modo, los terratenientes, por un lado, se ponen más a cubierto, se hacen menos vulnerables ante los dictados del comprador o los compradores metropolitanos; y, por otro, estrechan aun más sus vinculaciones con el capital imperialista, no ya en relación comercial de compradora vendedor, sino como socios en la explotación financiera del país. Esta última actitud de los terratenientes informa desde 1930 la lítica económica de la Argentina y de todos los países latinoamericanos, tendiente a la "diversificación" mediante el crecimiento industrial. Lo que a partir de la crisis mundial de 1929 se dio en llamar "nacionalismo económico" de la Argentina, y en general de los países atrasados, fue en sus orígenes esa política de los terratenientes que procuraba aflojarla dependencia respecto al mercado

sistema propio e independiente de comercio y de crédito. Pues se ve perfectamente que si esas colonias no se hubiesen separado, la legislación inglesa sobre los cereales no hubiese nacido; Inglaterra no hubiese impuesto derechos exorbitantes sobre el tabaco americano, grandes cantidades de maderas de construcción se habrían expedido incesantemente por los Estados Unidos a Inglaterra; ésta, lejos de pensar en fomentar en otros países la producción de algodón, se habría aplicado a conservar para América del Norte el monopolio de este artículo y no hubiesen estallado crisis comerciales como las que han azotado a Norteamérica desde hace algunos años. Sí, silos Estados Unidos no quieren o no pueden tener fábricas, fundar un sistema duradero de crédito y poseer fuerzas navales; en este caso los habitantes de Boston han arrojado inútilmente el té al mar y los americanos no han hecho más que declamaren vano sobre la independencia y la grandeza futura de su país, y lo mejor que pueden hacer es volver lo antes posible bajo la dependencia de Inglaterra. Entonces, Inglaterra vendrá en su ayuda en lugar de entorpecerlos y arruinará a sus competidores en el cultivo del algodón y de los cereales, en lugar de suscitarles otros nuevos por todos los medios. En una palabra, los propietarios de eslavos y los plantadores de algodón verían entonces realizarse sus sueños más bellos. "Desde hace largo tiempo, efectivamente, semejante porvenir satisface mejor al patriotismo, los intereses y las necesidades de esos plantadores que la independencia y la grandeza de los Estados Unidos. Sólo en la primera exaltación de la libertad y las franquicias han soñado con la independencia industrial. Pero pronto se han calmado y desde hace un cuarto de siglo los ofusca la prosperidad de las fábricas de los estados del Centro y del Este; tratan de demostrar en el Congreso que la prosperidad americana depende de la dominación industrial de Inglaterra sobre los Estados Unidos. ¿Qué significa este lenguaje sino que América del Norte sería más rica y feliz si volviese a convertirse en colonia de Inglaterra? "En general, nos parece que los partidarios de la libertad comercial serían más consecuentes consigo mismos si aconsejasen francamente a todas las naciones que se sometiesen a Inglaterra, obteniendo así las ventajas inherentes a la condición de colonias inglesas". Friedrich List Sistema de economía nacional. Madrid, Aguilar, págs. 214-215.

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mundial, combinando restricciones e incentivos para alentar al capital imperialista a participar "desde dentro", con su potencia financiera, en la seudoindustrialización del país. La afirmación absoluta de que los terratenientes, por ser abastecedores del mercado mundial, constituyen agentes incondicionales de la metrópoli compradora es sólo una verdad a medias. Cuando la metrópoli no les paga bien sus productos, o cuando deja de comprarlos, los terratenientes pueden tornarse violentamente "antiimperialistas". Y cuando otra metrópoli no les compra sus productos o compite con ellos en el mercado mundial, los terratenientes pueden resistir firmemente la penetración de esa metrópoli en el país o, cuando menos, no pierden ocasión de hostigarla. Todo esto sin mengua de que la metrópoli que compre y pague bien puede contar con los terratenientes como sus mejores agentes. Hasta 1950 ése fue en esencia el esquema de las relaciones entre los terratenientes argentinos, Inglaterra y Estados Unidos. Por otra parte, los terratenientes no dejan de tener continuas fricciones, agravadas en épocas de crisis o depresión, con las compañías de origen metropolitano que transportan y/o comercializan sus productos. POLÍTICA FLUCTUANTE DE LOS TERRATENIENTES ENTRE EL PROTECCIONISMO Y EL LIBRECAMBIO En los períodos de prosperidad, cuando las metrópolis compraban a buen precio sus productos, los terratenientes argentinos confiaban gustosos a la industria metropolitana la tarea de abastecer el mercado interno. En 1898, la Sociedad Rural dirige un manifiesto a los electores de la República afirmando que

“a las altas tarifas aduaneras los países consumidores de nuestros artículos de exportación responden con la elevación de derechos a los productos de la ganadería y la agricultura cuando no con represalias directas que importan una prohibición de su importación [...] No pretendemos la abolición absoluta de la protección a las industrias radicadas y a las que en adelante puedan crearse; pedimos sólo que ellas sean menos absolutistas, que sus medios no nos traigan la represalia de países consumidores de nuestros productos [...]24

En 1899 la Sociedad Rural decía:

24 Anales de la Sociedad Rural Argentina, 1898, pag. 83.

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“No proclamemos el librecambio absoluto, porque sería lírico, ya que nos responderían las demás naciones con doctrinas adversas, pero proclamémoslo como tendencia, busquemos la solución en sabios tratados comerciales y tengamos siempre presente que el país vive de la exportación y que sólo exportamos lana, trigo, carne y cueros.”25

Y al año siguiente insistía: “Las dos industrias jefes, las que se trata de amenguar con esa tendencia de desenfrenado proteccionismo a las industrias de menor cuantía, son la ganadería y la agricultura, y son estas dos primordiales riquezas que intentamos defender contra los avances del proteccionismo infausto, sin que esto pueda inducir a nadie a pensar que nos oponemos al desarrollo de las industrias que, en realidad, deben protegerse, y queremos metamorfosear el país en una inmensa estancia.” 26

En 1929, explicando el sentido de su consigna "Comprar a quien nos compra", la Sociedad Rural decía que la misma significaba:

“... orientar nuestras compras hacia allí donde están las conveniencias del país, y alejarlas de los países cuya política económica constituye un peligro para nuestro desarrollo. Nuestras industrias están, hoy, en condiciones de producir una serie de productos manufacturados que han ido suplantando paulatinamente en el consumo interno a los similares de procedencia extranjera. Pero existen y existirán siempre una cierta cantidad de artículos manufacturados que no estamos en condiciones de producir económicamente [...l es en el margen irreductible de consumo interno de productos de fabricación extranjera, en donde la Sociedad Rural Argentina entiende que una correcta política económica nos ofrece el medio para obtener resultados beneficiosos para nuestra industria agropecuaria.27

Sin embargo, cuando el mercado mundial dejó de pagar a buen precio sus productos, los estancieros argentinos se vieron obligados a recordar lo que Sarmiento les había advertido:

“El ganado y sus productos como industria exclusiva y única del país, tienen el inconveniente de que su precio no lo regulamos nosotros, por falta de

25 Idem, 1899, pág. 417. 26 Idem, 1900, Pág. 2. 27 Idem, 1929, pág. 147.

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consumidores sobre el terreno mismo, sino que nos lo imponen los mercados extranjeros, según su demanda. “28

Ante la hostilidad del mercado mundial, los estancieros buscaron un apoyo en el desarrollo del mercado interno mediante el fomento de la industria, comprendiendo que:

Si la protección en favor de las manufacturas indígenas perjudicase a los consumidores de productos fabricados y no sirviese más que para enriquecer a los fabricantes, serían especialmente afectados los terratenientes y agricultores [...] Pero se puede asegurar que esta clase saca de las manufacturas mayores ventajas que los mismos fabricantes. Porque las manufacturas crean una demanda para una mayor variedad y cantidad de productos del campo, aumentan el valor de cambio de estos productos y permiten al agricultor sacar mayor partido de su tierra y de su trabajo.29

Cuando el mercado mundial no compra: los terratenientes se vuelven industrialistas y proteccionistas

La crisis mundial de 1929 tuvo consecuencias desastrosas para los terratenientes argentinos. Los precios de sus productos en el mercado mundial cayeron vertiginosamente; muchos mercados extranjeros cerraron sus puertas. El servicio de los empréstitos en dólares pesaba de tal modo en el balance de pagos que en algunos años el producto total de las expoliaciones argentinas a Estados Unidos no alcanzaba para atenderlo.30 Los terratenientes se vieron obligados a recordar lo dicho por Carlos Pellegrini:

“...La ganadería y especialmente la agricultura son industrias precarias que, si pueden ofrecer gran abundancia en ciertos años, están expuestas a producir miseria en cualquier momento. Una Nación, en el concepto moderno, no puede apoyarse exclusivamente en la ganadería y la agricultura. No hay ni puede haber gran Nación sino es Nación industrial. La República Argentina debe aspirara ser algo más que la inmensa granja de Europa.31

A fin de poder cumplir sus compromisos con el capital imperialista, ahorrando a toda costa las divisas necesarias para el pago de los empréstitos, los terratenientes introdujeron el control de cambios. "Puede tenerse casi la certeza

28 Domingo F. Sarmiento, carta al Presidente y miembros de la Sociedad Rural Argentina, 22 de septiembre 1866, en Obras completas, Buenos Aires, Editorial Luz del Día, 1952, tomo XXIX, pág. 158. 29 Friedrich List, Sistema de economía... cit., pág. 783. 30 República Argentina, Ministerio de Hacienda, Memoria 1936, t. l, pág. 75. 31 Carlos Pellegrini, Escritos y discursos, Buenos Aires, 1906.

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de que el control de cambios fue el resultado, por sobre todas las cosas, de la determinación del gobierno argentino de continuar escrupulosamente el servicio de la deuda pública externa.-32 Pero una vez que dispusieron de ese potente instrumento de control del comercio exterior los terratenientes y los exportadores -grupo Bunge y Born- lo emplearon para estimular el crecimiento industrial a fin de independizarse en cierto grado del mercado mundial y poder negociar en mejores términos con las metrópolis. El objetivo de esta política fue claramente expresado por Federico Pinedo, ministro de Hacienda en los gobiernos de Justo y de Castillo:

“...La vida económica del país gira alrededor de una gran rueda maestra que es el comercio exportador. Nosotros no estamos en condiciones de reemplazar esa rueda maestra por otra, pero estamos en condiciones de crear algunas ruedas menores que permitan cierta circulación de la riqueza, cierta actividad económica, la suma de la cual mantenga el nivel de vida de este pueblo a cierta altura.” 33

Los esfuerzos de la burguesía terrateniente argentina para crear y estimular esas "ruedas menores", principalmente la industria, demuestran la falsedad de afirmaren general, sin tomar en cuenta la situación del mercado mundial, que para los terratenientes "la creación de un mercado interno no reviste el menor interés, puesto que éste es un asunto que corre a cargo del imperialismo vendedor".34 En realidad, desde 1930 la creación de un mercado interno reviste el máximo interés para la burguesía terrateniente Argentina. En base a ese interés se soldó un estrecho frente con la burguesía industrial, el cual tuvo infinidad de manifestaciones. En 1933, por ejemplo, ante una declaración de los industriales denunciando que tomaba cuerpo

"una tendencia que sólo contempla los intereses agropecuarios y que se llegue hasta el extremo de proponer el sacrificio de la industria manufacturera como único medio de mejoramiento del comercio de ganados y cereales argentinos",

el presidente de la República -general Justo consideró necesario declarar públicamente que

“no ha sido ni podría ser nunca propósito del Poder Ejecutivo destruir o perjudicar a las industrias nacionales. Sería una grave equivocación dividir al país en dos gruesos grupos de intereses hostiles o que se mirasen

32 Walter Beveraggi Allende, ob. cit., pág. 158. 33 Federico Pinedo, El plan de reactivación económica. Ante el Honorable Senado, Buenos Aires, Ministerio de Hacienda de la Nación, 1941, pág, 156. 34 Jorge Abelardo Ramos, Prólogo a El porvenir de América Latina, de Manuel Ugarte, Buenos Aires, 1954, pág, XI.

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mutuamente con prevención: uno de intereses agropecuarios y otro de intereses fabriles. Supone el Poder Ejecutivo que nadie intentará hacerlo.” 35

En 1933 el presidente de la Sociedad Rural Argentina es interrogado acerca de si, en vista de que se vislumbra "una perspectiva aún más difícil para nuestras exportaciones agropecuarias" está de acuerdo con que "se requiere aumentar el poder de absorción del mercado interno [...] y fomentar la organización industrial del país". La respuesta fue:

“Estoy completamente de acuerdo con esa orientación general de nuestra política económica y con el espíritu nuevo que la inspira y la domina. Deseo, ante todo, aclarar este punto: contrariamente a lo que se ha dicho muchas veces, sin la menor razón, nosotros, representantes de las industrias agropecuarias, descartamos en absoluto la existencia de antagonismos de cualquier clase entre los intereses y las aspiraciones legítimas de la economía agrícola y las aspiraciones de la clase industrial de nuestro país. Es verdad que nosotros siempre hemos conceptuado contraproducente el proteccionismo para cierta clase de industrias que sólo pueden vives en aquel invernáculo arancelario, pero ahora nos encontramos todos de acuerdo en la necesidad y utilidad nacional de ayudarla organización *e industrias que puedan prosperar transformando las materias primas varias y cuantiosas que nuestra tierra produce. Todo lo que se podría hacer para fomentar nuestra producción industrial ayudaría seguramente al país a salir de las dificultades que nosotros también vemos con creciente ansiedad acercarse a consecuencia del cierre progresivo de los mercados europeos”36

En el mismo año, 1933, el ministro de Agricultura y ex presidente de la Sociedad Rural Argentina expresa:

"El aislamiento en que nos ha colocado un mundo dislocado nos obliga a fabricar en el país lo que ya no podemos adquirir en los países que no nos compran”37

Y poco después el mismo personaje declara:

“Nuestra capacidad de compra exterior se ha comprimido enormemente por factores ajenos a la voluntad de la Argentina. La interrogación se plantea entonces en estos términos bien precisos: en la imposibilidad de importar los artículos manufacturados que necesitamos, ¿quedaremos sin ellos? ¿0 los produciremos con nuestros propios elementos aunque sea a costos más elevados? El gobierno nacional acaba de dar su respuesta a estás

35 La Nación, 14 de junio, 1933. 36 Noticias Gráficas, 2 de julio, 1933. 37 La Nación, 14 de octubre, 1933.

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preguntas. Ha definido claramente su actitud en su plan de acción económica [...] El plan propone promover eficazmente la producción de la industria local por dos medios distintos: por las construcciones públicas reproductivas y por el ajuste de las importaciones a la capacidad efectiva de pago del país.38

En 1934 el ministro Duhau decía:

“Que el desarrollo industrial argentino nos está privando de mercados para nuestros granos y carnes, se nos sigue arguyendo como si nosotros tuviésemos la virtud de insuflar el libre cambio en la mente de quienes crearon y siguen creando los cupos, las tarifas y las mil restricciones que han venido oprimiendo las importaciones argentinas.”39

Se ha dicho sin ningún fundamento que:

"La clase agropecuaria, nuevamente en el poder con Justo-Pinedo [...] introdujo el control de cambios [...] Esto originó un formidable desarrollo de las industrias, cosa no prevista ni deseada por la oligarquía "40 (subrayado nuestro).

Pero es falso que la burguesía terrateniente no previese ni desease el desarrollo industrial; en realidad lo previó y deseó.

“La ejecución de un vasto programa de obras públicas se traducirá -declaró Pinedo en 1933 -en el aumento de la demanda de gran cantidad y variedad de mercaderías que la Argentina produce o puede producir. Y aquí cegamos a un punto que es necesario señalar, el control preventivo de las importaciones no permitirá que esa demanda estimule las importaciones y hará en cambio que promueva las actividades económicas internas.”41

En 1934 el Banco de la Nación declaraba:

“La disminución de las importaciones que acabamos de citar, consecuencia natural de la contracción intensa en el valor de nuestras exportaciones, significará un nuevo estímulo para el desenvolvimiento de las industrias nacionales, que en los últimos tiempos han realizado un sorprendente progreso (...) El banco cata de apoyarlo en la medida de sus recursos y cree que ha llegado el momento de buscar soluciones que permitan

38 La Nación, 16 de diciembre, 1933. 39 La Nación, 18 de julio, 1934. 40 Jorge Abelardo Ramos América Latina, un país, Buenos Aires, 1949. 41 Revista de la Unión Industrial Argentina, diciembre, 1 933.

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perfeccionar el crédito industrial adaptándolo a la índole de las distintas ramas de la actividad manufacturera.42

Y en 1938 el Banco Central decía:

“Esa medida [restricción de las importaciones], aplicada con flexibilidad y eficacia, permitirá adecuar las importaciones a la capacidad real de pago del país y al empleo prudente de las reservas monetarias. Es lógico esperar que, como está sucediendo, el poder adquisitivo, que debido a ello no puede ya estimular desproporcionadamente a la importación, se desviara en gran parte hacia la industria.” 43

En fin, los propios industriales comprendían que el gobierno de los terratenientes estimulaba conscientemente a la industria, y decían:

“...Hoy que [...] nuestras carnes y cereales valen poco, especialmente estos últimos, que no alcanzan a cubrir en forma alguna su costo de producción, son nuestras propias autoridades las que insinúan o propician la idea de crear nuevas industrias y estimular las existentes.”44

Y en junio de 1937, al inaugurarse la empresa Ducilo, filial del cartel internacional de los productos químicos, decía el presidente de la Unión Industrial Argentina:

“No hace muchos años, presentados por el señor De Marvall, llegaron hasta mí los señores Denham y Wallace de la compañía Du Pont, manifestando que su empresa proyectaba invertir una fuerte suma en nuestro país, creando una industria aún inexistente, pero que no encontraban en nuestra legislación aduanera la defensa hilas perspectivas de una orientación favorable para el incremento de las industrias. Traté de inspirarles la misma confianza que yo sentía en el futuro de mi país y les incité a no demorar su incorporación a nuestras actividades. El señor Denham, aceptando en principio las posibilidades que m¡ entusiasmo reflejaban. pidió, si era posible, visitar al señor presidente de la Nación para exponerle su proyecto y oír de él algunas palabras que pudieran ser alentadoras. Tuve el honor de presentarles en el día al presidente general Justo y al malogrado ministro De Tomaso, quienes lo estimularon a invertir capitales coma plena seguridad que el gobierno de la Nación no habría de omitir esfuerzos para asegurar el desarrollo de las industrias como una de las fuentes de mejoramiento económico que el país reclamaba. Y he aquí como se han cumplido aquellas promesas. Surge así Ducilo.”45

42 Banco de la Nación Argentina, Memoria, 1934. 43 Banco Central de la República Argentina, Memoria, 1938. 44 Revista de la Unión Industrial Argentina, enero, 1982. 45 Idem, junio, 1937.

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Como puede observarse, desde 1930 los terratenientes -agrupados en la Sociedad Rural Argentina- lejos de oponerse al proteccionismo industrial lo apoyaron e impulsaron desde el Estado. La oposición al proteccionismo y a la industria quedó circunscripta a los pequeños y medianos ganaderos -agrupados en la Confederación de Asociaciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa- quienes se opusieron virulentamente a la política industrialista de Pinedo.46 Incluso antes de la gran crisis de 1929, frente a dislocamientos del mercado mundial traducidos e Incluso de abastecerse en las fuentes normales, los terratenientes esbozaban una política de independencia económica que abandonaban tan pronto se restablecía la normalidad. Así, por ejemplo, en 1920 La Nación -vocero tradicional de los estancieros de Buenos Aires- realizó una larga campaña en pro de la explotación del carbón nacional En uno de los editoriales decía:

Según nuestra información telegráfica, la merma en la producción hullera británica, por consecuencia de la huelga que acaba de arreglarse relativamente, alcanza a 14 millones de toneladas de carbón. Relativamente, decimos, pues nadie ignora que se trata de una tregua y entretanto las consecuencias de aquella disminución revisten tal gravedad que el ministro de Comercio de la Gran Bretaña preconiza la limitación de las exportaciones, recomendando a los países sudamericanos que se provean en los Estados Unidos.

46 En 1942 la Confederación de Asociaciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa convocó a un Congreso Rural destinado -según las palabras de su presiden, Nemesio de Olariaga- a luchar contra el plan Pinedo, y su "franco proteccionismo industrial que puede repercutir en forma catastrófica en el cierre de mercados extranjeros para los saldos de exportación de la producción agropecuaria". El plan Pinedo era, según estos ganaderos, "la legislación más avanzada que hemos visto, es un proyecto del más crudo proteccionismo industrial, que no podremos regularlo sin exponernos a las grandes represalias de países consumidores de carne y trigo y a la vez productores de artículos manufacturados". Siempre refiriéndose al plan Pinedo, el ganadero Uranga expresó entre grandes aplausos: "dice el señor ministro de Hacienda que el país se industrializa deliberadamente y que hay que disiparla duda de que el esfuerzo presente encontrará condiciones propicias para su desarrollo después de la guerra, cuando se restablezca el comercio internacional. Y añade el ministro: `lo que se ha construido en esta emergencia no deberá dejarse destruir en la postguerra'. Estas palabras del señor ministro de Hacienda llevan a la conclusión de que hay que defender la industria que se está creando hoy, aunque ello sea a costa de que perezcan la agricultura y la ganadería del país". Confederación de Asociaciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa, Tercer Congreso Rural Argentino, Capital Federal, 20, 21 y 22 de agosto de 1942, págs. 10, 52, 57. Opiniones similares se manifestaron en el Cuarto Congreso Rural, celebrado en mayo de 1945. Ver Confederaciones Rurales Argentinas, IV Congreso Rural Argentino, Capital Federal, 28, 29 y 30 de mayo de 1945, págs. 95 y ss.

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Pero él contempla de preferencia, como es natural, los intereses británicos. Para nosotros, lejos de comportar una solución, contiene una inquietante advertencia: la del monopolio carbonero de los Estados Unidos, que saben aprovechar de estas cosas con mano maestra. Efectivamente, malo era ya que dependiéramos de la hulla extranjera, pagándole un enorme tributo, y sujetándonos, además, a una producción que no regulamos, ni ante la cual podíamos obtener preferencia; pero, con todo, la competencia de varios países productores asegurábamos siempre algún alivio. Entre la hulla inglesa y la americana, nunca dejó de haber buenas posibilidades de opción. Malo era, repitámoslo, ya que nunca posee industria propia el país que no es dueño de un combustible industrial; mas ahora, confirmándose cuanto habíamos previsto, las condiciones pasan de malas a pésimas. No puede caber duda de que los Estados Unidos, precisamente en un momento en que la balanza comercial con nuestro país les resulta adversa, aprovecharán la ocasión, más tiránica por ser única, para imponernos duramente la servidumbre de su carbón. Esto es evidente y no exige más comentarios.

Quien dice carbón dice hierro, habíamos escrito también; y he aquí el segundo monopolio que nos remachará los grillos, casi sin metáfora. Sí se piensa que este año la importación de hierro alcanzará a unos 60 millones de pesos oro, y a unos 20 la de carbón, puede inferirse las formidables palancas que los Estados Unidos van a tener en sus manos para gobernar a discreción nuestra industria, si no nuestra economía. Hace dos años que indicamos al gobierno la conveniencia de no contar con la hulla extranjera; vale decir, la necesidad imprescindible de ir movilizando la propia, puesto que de ella y sólo de ella depende nuestra definitiva emancipación en este momento realmente decisivo para la suerte del país. El gobierno ha preferido seguir negando por medio de sus tristes oficinas técnicas la existencia de carbón en nuestro suelo. 47

CHOQUES DE LOS TERRATENIENTES CON LA METRÓPOLI NO COMPRADORA La historia de la burguesía terrateniente Argentina está llena de episodios que la enfrentan al imperialismo no comprador, la alejan de la metrópoli compradora, la contraponen a poderosas empresas imperialistas, etcétera. Ya en 1871, vistas las medidas proteccionistas norteamericanas en desmedro de la lana argentina, la Sociedad Rural recomienda que se tomen represalias sobre

47 La Nación, Buenos Aires, 18 de noviembre, 1920. Véanse también los editoriales del 17, 22 y 26 de noviembre y del 6 de diciembre.

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las exportaciones norteamericanas, incluso la maquinaria agrícola que no es "tan sólida como la inglesa".48 La hostilidad contra Estados Unidos, que no sólo no compraba los productos argentinos sino que competía con ellos, uniformó durante largo tiempo la conducta de la burguesía Argentina. El diario de Carlos Pellegrini decía:

“...Allá [en Estados Unidos] saben perfectamente que necesitarnos sus maderas, su kerosén y sus máquinas de labranzas, y que continuará abierto este mercado para ellos aun cuando no reciban las lanas argentinas, que tampoco necesitan. Únicamente celebrarían un tratado de reciprocidad comercial con nosotros sobre esa base si consiguieran que desalojáramos la manufactura y fabricación europeas en cambio de los similares que en algunos estados de la Unión se cultivan. Pero creemos que todavía no ha llegado nuestra ingenuidad a ese extremo. También convendría a los norteamericanos aclimatar el dólar, estableciendo la corriente de capital por los canales de un establecimiento bancario. Siempre sería un buen negocio para ellos, pero de dudosa utilidad para este país.49

A partir de 1933 y hasta 1941, la política económica argentina se esforzó por excluir a Estados Unidos del mercado argentino, reservándolo para el imperialismo inglés. La política de reducir a toda costa las compras en Estados Unidos tuvo efectos aplastantes sobre la industria nacional, cada vez más necesitada del auxilio de la industria estadounidense.

“...La política de limitación de las importaciones (especialmente estadounidenses) se materializó a lo largo de los años más críticos para las industrias argentinas (1939-1941) cuando más falta hubiera hecho una abundante provisión de múltiples productos extranjeros para asegurar su funcionamiento por lapso prudencial.”50

En ese período

se mantuvieron las restricciones cuantitativas en las compras a Norteamérica cuando se hacía cada vez más urgente acumular ciertas existencias de productos esenciales; se llegó incluso, en los primeros momentos, a suspender casi totalmente la concesión de permisos previos y, más tarde, continuaron en vigor limitaciones en rubros esenciales de la importación, con grave detrimento del aprovisionamiento del país.51

48 Anales de la Sociedad Rural Argentina, 1871. 49 El País, 11 de marzo, 1900. 50 Adolfo Dorfman, La intervención del Estado en la industria, Buenos Aires, 1946. 51 J. Prados Arrarte, El control de cambios en la República Argentina, Buenos Aires, Sudamericana, 1945.

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También Inglaterra, la bien querida metrópoli, mereció en ocasiones el encono de la burguesía terrateniente Argentina. En 1900, por ejemplo, Inglaterra cerró sus puedas a la importación de ganado en pie, asestando un serio golpe a los ganaderos argentinos que en 1899 habían exportado ganado en pie por valor de más de 8 millones de pesos oro. El propósito de Inglaterra, interesada en obtener carne congelada, era forzar a los ganaderos a vender sus animales a los frigoríficos ingleses.

“...Vanos fueron, durante largo tiempo, los esfuerzos por lograr que el Reino Unido permitiera la entrada de ganado argentino en pie Frente a una interpelación planteada por Diputados, sobre "las verdaderas causas de la pertinaz resistencia opuesta por Inglaterra", el ministro de Agricultura, en sutil aunque transparente lenguaje diplomático afirma: debe creerse "que el gobierno inglés, afectando malentendidos, o deficiencias de información, no propicia otros intereses ".52

Con motivo de esta situación dijo la Sociedad Rural Argentina:

“...La clausura del mercado inglés. Necesidad le frigoríficos y necesidad de represalias. Han fracasado completamente las gestiones que realizaba el gobierno argentino afín de obtener la reapertura de los puertos ingleses para el ganado en pie de esta República. Si recordamos la gran importancia que tenía el mercado inglés para la hacienda Argentina, que tenemos también clausurados los puertos franceses y que no hay más de tres frigoríficos en la República, espontáneamente se abre ante la mirada la perspectiva de miseria que amenaza a una de las principales manifestaciones de la industria ganadera.

Una idea indiscutiblemente buena ha sido lanzada a la circulación y puede decirse que también al terreno de los hechos: la de establecer frigoríficos, a fin dé poder exportar carnes congeladas ya que no podemos exportarlas vivas [...] pero, ¿será realizable la idea? ¿Se reunirán los capitales necesarios a la obra? ¿Las grandes fortunas argentinas que permitieron que fuera el ferrocarril de Buenos Aires a poder de manos extranjeras, vendrán ahora en auxilio de la industria ganadera? Los hacendados de Santa Fe, dirigiéndose al doctor Pellegrini para que busque en Europa el capital necesario para la instalación de un frigorífico, apoyan también aquellas afirmaciones pesimistas. La ley de las represalias, en economía política, es perfectamente lógica y honesta.

52 Horacio C. Giberti, Historia económica de la ganadería argentina, Buenos Aires, Raigal, 1954, pág. 167.

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¡Y la República Argentina está en admirables condiciones para tomar represalias dela gran Inglaterra! Aparte de la masa enorme de productos que nos envía el Reino Unido, el capital inglés tiene colocados aquí, en bancos, ferrocarriles, tranvías, etc., no menos de 500 millones de pesos oro. Que se grave a las procedencias de Inglaterra y sus colonias, que se cierren los puertos argentinos para el ganado en pie y las diversas preparaciones de carne, que se establezca un impuesto a los pingües dividendos que las empresas bancarias, ferroviarias, etc. envían a Inglaterra [...]53 CONFLICTOS DE LOS TERRATENIENTES CON LOS FERROCARRILES BRITÁNICOS En 1900 la Sociedad Rural Argentina se queja de las elevadas tarifas ferroviarias impuestas por las empresas inglesas, "que absorben nuestra savia y han detenido, hasta ahora, el debido desarrollo de nuestro progreso".54

“...Es sana y útil -decía poco después la misma institución- la propaganda que asiduamente viene haciendo uno de los más prestigiosos diarios de Buenos Aires para fomentarla utilización de las aguas argentinas, en rivalidad con el desarrollo, amorosamente tutelado, del riel inglés para el transporte de las riquezas del interior hasta los puertos de salida. Ya ha tenido su tumo el riel inglés. Ahora le toca al agua Argentina.”55

En 1903, comentando la información de una revista francesa acerca de las ganancias de los ferrocarriles ingleses en la Argentina, decía la Sociedad Rural:

“Una revista de tendencias puramente dogmáticas ve claro la expoliación del ambiente económico argentino, mientras toda la prensa nacional no ve nada y todavía agrega a sus informaciones los partes de los sindicatos, como una demostración de que la República les debe gratitud sin límites. Hace muchos años que los sindicatos ingleses denuncian con insistencia continua a los capitalistas continentales el peligro de toda empresa que quiera establecerse en la Argentina, como país clásico de la inseguridad económica. Esta propaganda se acrecentó de una manera especial cuando Caen d'Anvers y otros banqueros quisieron iniciar operaciones que mientras les ofrecían una provechosa inversión del capital continental, proporcionaban a los gobiernos argentinos los medios de reconstituir su sistema bancario sobre bases sólidas y asegurar a la economía nacional la

53 Anales de la Sociedad Rural Argentina, 1901, pág. 75. 54 Idem, 1900, pág. 7. 55 Idem, 1902, pág. 155.

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independencia indispensable al progreso junto con la absorción inevitable de las empresas británicas.56

Y años después llegaba hasta a proponer la nacionalización de los ferrocarriles

“Entre las muchas verdades que se han dicho, merecen no ser llevadas, como otras tantas, por el viento de la indiferencia que nos caracteriza en cuanto pasan las apreturas, aquellas que se refieren a los medios de evitar que la intervención que la ley acuerda al Estado en la fijación de las tarifas ferroviarias sea como es hoy, una risueña burla. Es esta la evidencia nacional Y lo es igualmente la necesidad de que el país entre a gobernarse en estos trascendentales sentidos, limitando la acción de las empresas a terrenos lícitos, que no sobrepongan ciegamente su egoísmo al superior interés nacional. Para estos fines, el medio que se ha indicado, de que el Estado se haga accionista emitiendo en títulos de ferrocarriles una porción de los dineros que tiene ociosos, como son, por ejemplo, los del fondo de conversión, merece ser seriamente meditada por los hombres responsables del gobierno. Estos medios, y cuantos nos encaminen al ideal práctico de ser árbitros en materia que tan intensamente nos importa dominar, como es la red ferroviaria del país, tendrá consigo el apoyo resuelto de los elementos conservadores de las grandes industrias madres, alarmados por esas eternas crisis de ferrovías y puertos, y anhelantes de ver por fin sus intereses contemplados a ese respecto, en una medida que ponga término al egoísmo ciegamente dividencional con que tallan y cortan las empresas [...] 57

Como puede apreciarse, constituye un disparate redondo la afirmación de que "sobre la red ferroviaria se soldó una inquebrantable solidaridad de intereses entre los ganaderos y terratenientes bonaerenses y los intereses británicos".58 LÍMITES DEL ANTIMPERIALISMO AGROPECUARIO. EL CASO LISANDRO DE LA TORRE Cuando las crisis u otros resquebrajamientos del mercado mundial dificultan la buena marcha de sus negocios los terratenientes no se quedan cortos en el afán de volcar parte de las pérdidas sobre algún sector imperialista. Así, por ejemplo, en 1940, vista la imposibilidad de colocarle cosechas en el exterior y salvar la renta agraria, la Sociedad Rural Argentina propuso que el gobierno nacional comprase las cosechas utilizando los recursos que se destinaban al pago de la

56 ldem, 1903, pág. 1314. 57 Idem, 1906, pág. 12. 58 Víctor Almagro (Jorge Abelardo Ramos), Alem, Buenos Aires, Raigal, 1951, pág. 31.

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deuda externa.59 Pero, pese a todo esto, no hay que perder de vista la unidad general de intereses entre los terratenientes y el imperialismo. Precisamente en virtud de esa unidad, incluso los sectores más extremistas de la burguesía terrateniente argentina, aun durante sus roces más intensos con el imperialismo, nunca se atrevieron a asestar golpes que pudieran dificultar el ansiado acuerdo. El caso Lisandro de la Torre es típico. En la década de los treinta se redujo el mercado inglés para las carnes argentinas. El sector más poderoso de la burguesía terrateniente, los estancieros de la provincia de Buenos Aires, procuró acaparar el mercado, en detrimento de los ganaderos del interior. Su política, según lo apuntó indignadamente Lisandro de la Torre, era la siguiente:

“...Tenemos una cuota limitada de exportación; guardémosla para las carnes más valiosas; es decir, guardemos la cuota y los relativamente altos precios que pueda representar para los grandes productores de chilled y que corran su suerte los pequeños productores que venden en Liniers y la ganadería de Entre Ríos, del norte de Santa Fe y la del Chaco.”60

Lisandro de la Torre, representante de esos ganaderos perjudicados, puso el grito en el cielo contra el imperialismo inglés, principal culpable de la crisis:

“...Debemos tratar con Inglaterra en términos cordiales, de igual a igual, como tratan las naciones soberanas; podemos y debemos ofrecerle a Inglaterra amplias ventajas, pero si no son apreciadas y si nos pretende tratar como a una factoría, podemos y debemos tomar represalias. Hay que concluir con las humillaciones e injusticias prevalentes en la actualidad y hay que exigir que la carne Argentina entre a Inglaterra, importada por argentinos, como el carbón de Cardiff entra a la Argentina importado por ingleses. Y sino puede entrar lo uno que no entre lo otro.61

De igual modo, los frigoríficos ingleses y norteamericanos fueron violentamente denunciados. Y, sin embargo, De la Torre no sólo no propuso sino que se opuso explícitamente a la nacionalización de los frigoríficos, que era y es la primera y obvia medida para extirpar el control imperialista sobre la principal fuente de divisas de la economía Argentina.

“No contiene este plan -decía- ninguna declaración de guerra a muerte a los frigoríficos, que sería absurda y torpe, pues su desaparición total causaría perjuicios. Esas mismas compañías podrían solicitar contratos del Poder

59 Federico Pinedo, El plan de reactivación económica... cit., pág. 107. 60 Lisandro de la Torre, Las carnes argentinas y el monopolio extranjero, Buenos Aires, Colegio Libre de Estudios Superiores, 1947, pág.121. 61 Idem, pág. 479.

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Ejecutivo, pero en vez de la libertad de que hoy disponen para apoderarse de todas las ganancias tendrían que realizar beneficios razonables.”62

Cuáles serían los "perjuicios" que ocasionaría la nacionalización de los frigoríficos no es fácil averiguarlo. El mismo de la Torre reconocía que “no existe industria más sencilla que la de faenar un novillo, limpiarlo muy bien y enfriarlo. Es más difícil fabricar un par de botines y el país está lleno de zapaterías. Los señores senadores habrán oído decir que el negocio de exportación es muy difícil. ¿A quién lo han oído decir? A los interesados en que se mantengan las situaciones creadas, expresión favorita del señor ministro de Agricultura en su defensa permanente del monopolio frigorífico. Es, sin embargo, un negocio fácil. Tenemos la prueba a la vista.”63 LA BURGUESÍA TERRATENIENTE EN SU DOBLE ROL DE “VENDEPATRIA” Y “DEFENSORA DE LA SOBERANÍA” La burguesía terrateniente Argentina no tuvo escrúpulos en vocear su supeditación al imperialismo inglés. El dirigente conservador Matías Sánchez Sorondo declaró en una Comisión Parlamentaria argentina:

“...Aunque esto moleste nuestro orgullo nacional, si queremos defenderla vida del país tenemos que colocarnos en situación de colonia inglesa en materia de carnes. Eso no se puede decir en la Cámara, pero es la verdad. Digamos a Inglaterra: nosotros les proveeremos a ustedes de carnes; pero ustedes serán los únicos que nos proveerán de todo lo que necesitamos; si precisamos máquinas americanas, vendrán de Inglaterra.64

En la década de los treinta, poco antes de arribar a Inglaterra la misión oficial argentina que habría de negociar el pacto Roca-Runciman, el doctor Guillermo Leguizamón, representante en Buenos Aires de las finanzas inglesas, declaró que “la Argentina se parece a un importante dominio británico”. Poco después, el vocero imperialista sir Heribert Samuel manifestaba que,

“para obtener ventajas comerciales, la Argentina debía convertirse en colonia inglesa.”

En fin, el jefe de la delegación Argentina y vicepresidente de la República, doctor Julio A. Roca, explicaba en Londres que

62 Idem, pág. 467. 63 Idem, pág. 163. 64 República Argentina, Cámara de Diputados de la Nación, Diario de Sesiones, 1922, amo VII, pág. 612.

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“la geografía política no siempre logra en nuestros tiempos imponer sus límites territoriales a la actividad de la economía de las naciones. Así ha podido decir un publicista de celosa personalidad que la Argentina, por su interdependencia recíproca es, desde el punto de vista económico, una parte integrante del Imperio británico.”

Con todo, pese a su excelente disposición para colocar a la Argentina en posición de colonia económica de Inglaterra -bien entendido en tanto y en cuanto les comprase sus productos- los terratenientes argentinos fueron siempre suficientemente realistas para comprenderlas ventajas de disponer de un Estado políticamente soberano, cuya posesión les aseguraba mejores condiciones para negociar con el socio imperialista. En el curso de su desarrollo, la burguesía terrateniente argentina tuvo tiempo de observar y sacar conclusiones acerca del triste destino de los estados orientales como China, Turquía, Persia, Egipto. Estos países no pudieron desarrollarse con rapidez suficiente desde una economía natural a la economía mercantil y luego a la economía capitalista, y fueron deglutidos por el capital internacional; ya que no pudieron efectuar esa transformación sino al precio de su independencia. Sus metamorfosis febriles eran equivalentes a su absorción por el capital imperialista. Los terratenientes argentinos supieron bien pronto que la conducta de los gobiernos imperialistas

“se adaptaba al poderío y al carácter de los otros gobiernos, y a la relación política dominante que existía en diferentes zonas. Donde existían gobiernos fuertes y ordenados, que podían resentirse ante cualquier despliegue de fuerza -como en los principales países de América Latina- la acción gubernamental rara vez iba más allá de la recomendación amistosa. Fue en el atrasado y desorganizado Imperio chino, en las tierras de la ruta a la India, Turquía, Persia y Egipto, y en el continente africano, donde la intervención imperialista resultó abierta y violenta.65

Los terratenientes argentinos reaccionaron vehementemente ante los intentos de las metrópolis imperialistas de proceder en la Argentina, o en Sudamérica, "al estilo chino". En 1876, la sucursal Rosario del Banco de Londres y Río de la Plata se negó a convertir en oro las emisiones de papel moneda del gobierno provincial, por lo que el gobierno decretó su liquidación. Un buque de guerra inglés fondeó en Rosario para llevara su bordo el oro del banco, pero el gobierno argentino lo impidió. El ministro de Relaciones Exteriores -Bernardo de Irigoyen- pasó una nota al gobierno inglés diciendo que

65 Herbert Feis, Europe, the World Banker 18 70-1914, New Haven, Yale University Press, 1931, pág. 97.

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“los capitales del Banco de Londres no estarán más seguros a bordo de un navío de guerra inglés que en cualquier lugar del territorio argentino bajo la custodia de las autoridades nacionales. [El Banco de Londres] es una sociedad anónima [y] la sociedad anónima, aunque sea formada exclusivamente por ciudadanos extranjeros no tiene derecho a protección diplomática.”66

Así la clase dominante argentina defendía sus prerrogativas semicoloniales. En 1902 las grandes potencias europeas exigieron de Venezuela cuantiosas indemnizaciones por los daños sufridos por sus nacionales durante las guerras civiles venezolanas y por la suspensión del pago de algunos empréstitos. En diciembre de ese año bloquearon las costas venezolanas, capturaron los barcos venezolanos y bombardearon los puertos. Ante esta situación, el ministro argentino de Relaciones Exteriores, Luis María Drago, formuló la doctrina que lleva su nombre, estableciendo que la Argentina deseaba ver reconocido el principio de que

"la deuda pública no puede dar lugar a la intervención armada, ni menos a la ocupación material del suelo de las naciones americanas por una potencia europea".

Esta doctrina contó con el apoyo de Roca y Mitre,67 y La Nación opinó:

“Reconociendo que el capital extranjero es nuestro habilitador, y que una conveniencia común lo vincula al país, hay que prevenirse contra estas tentaciones que le presenta la diplomacia de las grandes potencias, induciéndolo a conspirar contra la soberanía [...] La teoría de benevolencia y confianza ilimitadas en los sindicatos de capitalistas que explotan el crédito o los servicios públicos no es posible aceptarla como una propaganda oficial lo sostiene, incitando al gobierno a que renuncie a atribuciones y garantías en obsequio a las compañías, o que incurra en concesiones inopinadas que llevan en sí el germen de conflictos o pleitos que pudieran recurrir a este extraño procedimiento diplomático.”68

Sin embargo, la clase que así defendía la relativa independencia política del Estado argentino gobernaba a través de un elenco político íntimamente ligado al capital imperialista, británico en particular. Como decía con su característica claridad el doctor Federico Pinedo:

66 República Argentina, Cámara de Senadores de la Nación, Diario de Sesiones, 30 de julio, 1936, págs. 745 y ss. 67 La Nación, 21 de diciembre, 1952. 68 La Nación, 11 de diciembre, 1902.

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“...Si es ser vendepatria el haber sido abogado de los ferrocarriles, de los tranvías, de los bancos, de las compañías de electricidad, de navegación y de seguros, de las casas cerealistas y de los grandes consorcios industriales y financieros establecidos en este país por argentinos o extranjeros, también habrían sido vendepatrias los argentinos prominentes que en la generación anterior fueron llamados en mérito de su capacidad profesional a asesorar a esas empresas, algunos de los cuales tienen monumentos recordatorios de sus eminentes servicios prestados al país. Casi todas las grandes empresas a las cuales en un momento o en otro he tenido el honor, como profesional, de patrocinar o asesorar, fueron en algún momento clientes del estudio de mi padre, socio de dos presidentes argentinos, los doctores Pellegrini y Sáenz Peña, o fueron clientes de otros abogados prominentes de aquella época como Rosa o Romero, Lucio o Alberto López, Julio García o Enrique García Merou, así como fueron en la generación anterior clientes de mi abuelo, de quien llevo el nombre, o de su pariente y amigo don Bernardo de Irigoyen, o de Quintana, o de Domínguez, o de Ugarte. “69

LA BURGUESÍA INDUSTRIAL Y LAS METRÓPOLIS La naturaleza de las relaciones entre la burguesía industrial y el imperialismo se aclara conociendo la génesis de esa clase y las condiciones históricas en que surge. La burguesía industrial Argentina nace como una segregación de la clase terrateniente. Y nace y se desarrolla en la época del imperialismo, en momentos en que la evolución de la técnica ha impuesto una dimensión tal a las empresas que desde el comienzo requiere grandes masas de capital. Esta circunstancia impide que la industria crezca desde abajo según el modelo de Inglaterra y de Estados Unidos en los siglos XVIII y XIX. La burguesía industrial argentina, en la medida en que no proviene de la clase terrateniente o de la burguesía comercial, sino del llano, se ha fusionado desde el comienzo con el gran capital proveniente de actividades extraindustriales: comercio, banca, finanzas y, en fin, con el capital imperialista. La burguesía industrial se vincula al imperialismo "desde los dientes de leche" y crece en constante dependencia del capital y la técnica imperialistas. Cada eslabón en su desarrollo "la vincula más estrechamente al capital financiero, del cual es esencialmente el agente". La primera consecuencia de ello es la peculiar situación de la burguesía industrial, que cuanto más crece más se debilita relativamente como clase. La burguesía industrial se fortalece en términos absolutos a medida que avanza la

69 Federico Pinedo, En tiempos de la República, Buenos Aires, Mundo Forense, 1946, págs. 187-188.

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seudoindustrialización del país, y multiplica su capital y sus ganancias. Pero paralelamente, al compás del crecimiento industrial, aumenta la participación imperialista en la economía nacional, y aumenta también el número, la concentración y el poderío del proletariado industrial. La burguesía industrial crece entre dos fuerzas que cada vez crecen más, y aunque en términos absolutos su estatura aumenta, disminuye relativamente. La clase obrera argentina se desarrolla no en proporción al capital nacional, sino en proporción al total de los capitales invertidos en el país, en proporción a la cantidad y dimensión de las fábricas, nacionales y extranjeras.70 Esto, sumándose a la creciente dependencia respecto del capital y la técnica imperialista, genera la progresiva debilidad relativa de la burguesía industrial. Estudiando las características de la burguesía rusa, Trotsky señaló que "una de las causas de la inestabilidad social de la burguesía rusa era que su parte más poderosa se componía de extranjeros que no vivían en Rusia".71 Y asimismo comprobó cómo ende 1905 y 1914

"La burguesía se había fortalecido económicamente, pero, como ya hemos visto, su poderío reposaba en una concentración más fuerte de la industria y en el acrecentamiento del papel del capital extranjero"72

Por todo eso Trotsky podía afirmar que:

“El sistema de compradores (intermediarios comerciales) en China presenta el tipo clásico de una burguesía local constituida en agencia entre el capital financiero extranjero y la economía de su propio país [...] La autocracia rusa, de una parte, la burguesía rusa, por otra, tenían características cada vez más pronunciadas de compradorismos una y otra vivían y subsistían de su ligazón con el imperialismo extranjero, le servían y no podían mantenerse sin su apoyo.73

70 "Dado que el papel principal en los países atrasados no lo desempeña el capitalismo nacional, sino el capitalismo extranjero, la burguesía del país ocupa, en lo que a su situación social se refiere, una posición mucho menos importante que la correspondiente al desarrollo de la industria. Puesto que el capital extranjero no importa obreros, sino que proletariza a la población nativa, el proletariado del país comienza bien pronto a desempeñar el papel más importante en la vida de la Nación." L. Trotski, "Los sindicatos en la época del imperialismo", en Fourth Internacional, febrero, 1941. 71 L. Trotski, Histoire... cit., tomo 2, pág. 361. 72 Idem, pág. 24. 73 Idem, tomo 1, pág. 28. Ya en 1912 Hilférding señalaba un fenómeno que cobraría particular amplitud después de 1930:"la generalización de la política librecambista era de vital interés para la industria inglesa, cuyo monopolio mundial estaba así asegurado. El arancel proteccionista de otros Estados significaba una restricción de las posibilidades de venta para las mercancías inglesas. Actualmente [en la época del capital financiero, del imperialismo] también se ha efectuado aquí

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En esencia, el mismo fenómeno se repite en la Argentina como en todos. los países atrasados que emprenden el camino de la seudoindustrialización. La relación entre la burguesía industrial y las metrópolis gira en torno a la importación de capitales y mercancías. El problema fundamental de las relaciones entre el capital imperialista y la burguesía industrial se expresa en la fórmula "mercancías competitivas no, capitales sí!". La burguesía industrial desea, en primer término, que el capital imperialista la deje explotar el mercado interno del país y no intente arrebatárselo con exportaciones competitivas. Por ello choca violentamente con las metrópolis cuando éstas la amenazan con sus exportaciones. Las nuevas tendencias de las inversiones internacionales -con marcada predilección por las industrias que producen para el mercado interno de los países atrasados, y por la asociación con el capital nativo- favorecen un acuerdo. En otro orden de cosas, la burguesía industrial necesita comprar en las metrópolis medios de producción, productos intermedios y materias primas para mantener en marcha sus empresas. En consecuencia, las tijeras entre los precios de los productos que vende la Argentina y los precios de los productos que venden las metrópolis perjudican constantemente a la burguesía industrial. El capital imperialista se vincula de diversos modos a la burguesía industrial como proveedor de capital y de mercado. También en este terreno existen fricciones, pues la burguesía industrial pretende que el capital imperialista invierta donde y como le reporte a ella el máximo de beneficios. El estudio de la actividad cotidiana de la burguesía industrial revela que en cada momento decisivo de su evolución cada sector de la burguesía industrial está negociando o preparándose a negociar un acuerdo con actuales o potenciales socios o clientes imperialistas. Mientras el proceso de acuerdo se halle todavía

un cambio en cuanto que el capital vence incluso esa barrera. El establecimiento o el aumento de aranceles protectores en un país significa, igual que antes, para la nación exportadora, una restricción de su posibilidad de venta, esto es, un obstáculo de su desarrollo industrial Pero el arancel proteccionista significa en el primer país un beneficio extra, y éste es un motivo para llevar al país en vez de las mercancías la producción de las mercancías. Mientras el capitalismo no estaba desarrollado, esta posibilidad era relativamente pequeña, en parte porque la legislación estatal de entonces frenaba esas posibilidades; en parte porque las condiciones económicas previas para la producción capitalista no se habían dado con suficiencia: faltaba seguridad estatal, faltaba mano de obra, sobre todo especializada. Eran obstáculos que tuvieron que ir venciéndose poco a poco y que dificultaban extraordinariamente la transferencia de capital Pero en su mayoría estos impedimentos se han suprimido en la actualidad. Así pues, al capital de un país desarrollado le es posible vencer las consecuencias perjudiciales del sistema proteccionista, en sus efectos sobre la tasa de beneficios mediante la exportación de capital." Rudolf Hilferding, El capital financiero, cit., pág. 348. (Los subrayados son nuestros.)

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en gestación acarrea un cierto monto de antagonismo. Pero una vez consumado el acuerdo la burguesía industrial se solidariza en sus intereses con el imperialismo. A través de este proceso la burguesía industrial se convierte en socio y auxiliar del capital imperialista, y está interesada en su expansión. Los conflictos entre la burguesía industrial y el capital imperialista tienen pues en último análisis un carácter ficticio, puesto que la burguesía industrial no se propone y no puede proponerse liquidar al capital imperialista, sino llegar a un acuerdo más provechoso. Su lucha es, en esencia, la lucha del competidor más débil. LA PRODUCCIÓN PARA EL MERCADO INTERNO NO GENERA NECESARIAMENTE UNA POLÍTICA NACIONAL Suele afirmarse que la burguesía industrial Argentina, en la época del capital financiero, es inmanentemente nacionalista porque... produce para el mercado interno. Por ejemplo:

“Nació la industria y con ella una clase que al encontrar sus fuentes de ganancias en el mercado interno aspiraría inevitablemente a una política nacional.74 A su vez se organizan y crecen nuevos intereses nacionales (caso de los industriales que encuentran su razón de existencia en el marco de un desarrollo nacional) que irrumpen en la escena económica y política y chocan con los grupos imperialistas.75

Pero todo eso es pura fantasía. Teóricamente no se desprende de nada y los hechos la contradicen. La oligarquía industrial del Norte argentino, por ejemplo, cuyo poderío económico se basa en la producción de azúcar para el mercado interno, selló en la década de los treinta una estrecha alianza con el imperialismo norteamericano, tendiente a lucrar con la explotación del petróleo norteño. Su endeudamiento a los petroleros norteamericanos fue tal, y tal su política antinacional, que llegaron a amenazar con separar a Salta de la nación. Patrón Costas, prototipo de industrial que produce para el mercado interno y jefe de la oligarquía norteña, llevó una furibunda campaña contra YPF,76 que, en cambio, era defendida por los terratenientes de Buenos Aires, prototipo de burguesía que vende sus productos en el mercado mundial. En verdad, si bien la burguesía industrial argentina "encuentra sus fuentes de ganancias en el mercado interno", sólo puede en las condiciones del siglo XX ampliar su acumulación y sus ganancias en sociedad con el capital imperialista. Por eso a lo largo de toda su historia la política de la burguesía industrial ha

74 Jorge Abelardo Ramos, América Latina..., ob. cit.. 75 Arturo Frondizi, El petróleo argentino, Buenos Aires, Raigal, 1955. 76 República Argentina, Cámara de Senadores de la Nación, Diario de Sesiones, tomo 1, 1933.

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consistido en esto y sólo en esto: proteger la industria local contra la mercadería extranjera, llamar al capital extranjero para que se invierta en las industrias protegidas.

Un proteccionismo sano y racional -decía el presidente de la Unión Industrial Argentina- hará resurgir al país, atraerá capitales que no han de escaparse como se van los dineros de empréstitos que hoy nos ahogan.77

Y poco después:

Pero debemos hacerlo alguna vez y nunca más oportuno que ahora porque es precisamente ahora cuando pueden acudir capitales extranjeros para dedicarse a las industrias que pierden este mercado. Los hemos visto y los hemos de ver multiplicarse si sus capitales se sienten racionalmente amparados.78

Y éste es siempre el contenido "nacional" de la política formulada por los industriales criollos, en 1964 como en 1932, bajo Justo como bajo Perón, expresada poda UIA tanto como expresada por la CGE. Por supuesto, la burguesía industrial considera que el capital imperialista invertido en la industria argentina es perfectamente nacional. La instalación de empresas industriales extranjeras, afirman los industriales, no significa "ni más ni menos" que "la instalación de sucursales o filiales de empresas argentinas en ciudades del interior". E irónicamente comentan: “Sí esto es una penetración imperialista..."79 Como resultado la historia de la industria Argentina constituye una confirmación casi matemática de lo dicho por Trotsky:

“la burguesía local de los países atrasados emerge desde su origen con el apoyo extranjero y cada eslabón en su desarrollo la une más estrechamente al capital financiero, del cual es esencialmente el agente. Así ha quedado documentado en forma abundante en los trabajos anteriores y en las referencias allí citadas.

77 Revista de la Unión Industrial Argentina, septiembre, 1932. 78 Idem, julio, 1933. 79 Metalurgia, órgano de la Cámara de Industriales Metalúrgicos, Buenos Aires, marzo-abril, 1956, pág. 3.

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LA BURGUESÍA INDUSTRIAL CARECE DE "INTERESES HISTÓRICOS" DISTINTOS DE SUS INTERESES PRESENTES Promotores y apologistas de la burguesía industrial suelen establecer una distinción entre los "intereses históricos" de la burguesía y sus intereses presentes. Mediante este hallazgo salvador los escritores que durante muchos años describieron al peronismo como la expresión política de una "burguesía industrial nacionalista" logran escapar de la trampa que ellos mismos se tendieron, y pueden reconocer sin ruborizarse que la burguesía industrial en masa se opuso al peronismo y promovió su caída. La burguesía Argentina -escribe uno de ellos- " ha demostrado una admirable predisposición a jugarse heroicamente contra sus propios intereses históricos".80 En realidad -aparte de su utilidad para atribuir cualquier cosa a la famosa burguesía industrial y obviar el trabajo de probar lo que se afirma-, semejante fórmula no es más que un ejercicio poco serio de malabarismo intelectual, consistente en trasplantar legítimamente la clásica distinción marxista entre los intereses presentes y los intereses históricos del proletariado. Evidentemente, el proletario tiene intereses "presentes", inmediatos y mediatos, a corto plazo y a largo plazo, consistentes en esencia en mejorar su nivel de vida dentro de la sociedad capitalista. Pero el proletariado tiene también la posibilidad de dejar de ser una clase explotada dentro de la sociedad capitalista; tiene la posibilidad de transformarse en clase dirigente e inaugurar un tipo nuevo de sociedad asentado en la propiedad colectiva de los medios de producción. La conquista del poder para la construcción de esa sociedad socialista es lo que el marxismo denomina "intereses históricos" del proletariado. Por otra parte, hasta el siglo XIX, para aquellas burguesías industriales de los países donde el régimen capitalista aún no había logrado someter el Estado a sus necesidades, también. podía formularse la diferencia entre sus intereses "presentes" -ganar y acumular dentro del orden imperante- y sus intereses históricos, es decir, la implantación de las condiciones que permitirían un desarrollo más amplio del régimen capitalista y de la propia burguesía. (Así la burguesía alemana debía optar entre su acumulación normal en las condiciones 80 J. E. Spilimbergo, Juan B. Justo y el socialismo cipayo, pág. 61. En esta obra, aparentemente escrita en estado de ebriedad, el autor afirma, entre otros muchos disparates irreproducibles, que la división internacional del trabajo fue "inventada" por Adam Smith (pág. 36), y proclama "la función retrógrada, anticapitalista, del imperialismo" (pág. 16). Compárese con Lenin: "Ningún marxista olvidará que el capitalismo es progresista en relación al feudalismo, y el imperialismo es progresivo en relación al capitalismo premonopolista" (Obras completas, cit., tomo XXIII, pág.60);"El imperialismo engendra continuamente y de nuevo el capitalismo (a partir de la economía natural de las colonias y de los países atrasados), engendra de nuevo el paso del pequeño capitalismo al gran capitalismo, el tránsito de un intercambio de mercancías débilmente desarrollado a otro más desarrollado, etc., etc." (Obras completas, cit., tomo XXXIX, pág. 1 l).

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de la fragmentación del país y las posibles conmociones que implicaba la unificación nacional, en tanto que la burguesía norteamericana hubo de escoger entre sus buenos negocios como abastecedora de la economía esclavista del sur y su interés histórico en construir una gran nación moderna.) La burguesía industrial criolla, en cambio, no tiene posibilidad alguna de construir un tipo de sociedad distinto de la actual sociedad capitalista Argentina. Ni siquiera tiene la posibilidad de conservarla actual estructura capitalista del país pero emancipándola de la dependencia respecto al capital financiero internacional -que es un componente fundamental de esa estructura. No existen pues "intereses históricos" de la burguesía industrial distintos de sus intereses inmediatos puesto que, cualquiera sea la duración de su futuro, esta burguesía no tiene perspectiva alguna de emplearlo de modo diferente del que emplea su presente. Por eso en la Argentina vemos cómo jamás la burguesía industrial “se eleva” a la comprensión de intereses distintos de sus intereses inmediatos (pese a las innumerables lecciones, consejos y reprimendas que le elevan sus apologistas y sus cortesanas rojas). Es que la burguesía no ignora que un cambio estructural capaz de arrancar a la Argentina de su posición atrasada y semicolonial redundará no en beneficio de sus supuestos "intereses históricos”, sino en su extinción como clase. Y esa invariable conducta de la burguesía industrial Argentina nada tiene que ver con la circunspección y aun el temor que la burguesía francesa (o inglesa, o norteamericana), clase propietaria y amante del orden, demostró ante los movimientos políticos que en defensa de sus intereses históricos alteraban la paz social. En general, la burguesía procuró siempre alcanzar sus objetivos por métodos reformistas, no revolucionarios. Pero allí donde realmente tenía intereses históricos, es decir, donde era capaz de dar un nuevo ordenamiento a la sociedad, la burguesía, algunos sectores primero, la clase en su conjunto luego, supo apoyar la política que conducía al triunfo de esos intereses, aun cuando afectara desfavorablemente a sus beneficios inmediatos. Tal fue el caso verdaderamente típico de la actitud de la burguesía industrial norteamericana ante la política de Lincoln frente a los esclavistas sureños.81 Precisamente 81 " La idea de que los capitalistas del Norte convirtieron deliberadamente al partido republicano en su propio instrumento para aplastar al capitalismo algodonero refleja una ingenua mala interpretación [...] Los capitalistas del Norte, considerados en su conjunto, no se inclinaron hacia el partido de Lincoln con la previsión clarividente de quienes leen el porvenir, sino tardíamente y con el oportunismo inveterado que es su característica. Claro está que los industriales que andaban en busca de tarifas proteccionistas fueron republicanos antes del suceso de Sunter, pero no ocurrió lo mismo con quienes proveían a los mercados del Sur. Ya hemos visto que los capitanes de las finanzas, de los negocios y hasta algunos de la industria lucharon hasta el final contra Lincoln en 1860 y que salieron derrotados. Pero conforme los ejércitos federales iban aumentando de tamaño [...] los realistas económicos que antes

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porque no puede construir una sociedad capitalista distinta de la actual, porque su existencia y prosperidad están indisolublemente ligadas al desarrollo combinado que hace de Argentina un país atrasado y semicolonial, la burguesía industrial Argentina, como la difunta burguesía rusa,"es totalmente incapaz de verlo suficientemente lejos",82 pues a lo lejos sólo existe o un duplicado del presente o la extinción de la burguesía.

EL ESTADO ARGENTINO Y EL IMPERIALISMO En su lejana Utopía Thomas Moro había escrito que los gobiernos vistos o conocidos

"son una conspiración de los ricos, quienes con el pretexto de administrar los intereses públicos sólo persiguen sus intereses privados".

Muchos años después, Marx concentraba en una fórmula su análisis del Estado:

"el gobierno moderno no es más que una junta de gerentes que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa".

Puede convenirse con Wright Milis en que ésta no es una exposición exhaustiva de las funciones o los intereses servidos por el Estado en toda la variedad de las sociedades capitalistas, pero a condición de subrayar que esa fórmula describe con exactitud lo esencial del Estado moderno.83 Siempre siguiendo a Milis, cabe aceptar que el Estado no puede ser entendido como el "mero" instrumento de las clases poseedoras, pues los poderes de la propiedad están restringidos en el capitalismo por los sindicatos y otras fuerzas que también actúan a través del Estado y contrarrestan el desnudo poder económico y político de la propiedad. Es obvio, además, que en el análisis del Estado no debe incurrirse en determinismo económico y debe tenerse en cuenta la autonomía de las instituciones políticas y militares y su capacidad para originar procesos que inciden en toda la estructura social -recomendaciones de Wright Milis que el marxismo clásico siempre tuvo en cuenta. En fin, para hacer del Estado un objeto de investigación y no una teoría encerrada en un slogan, y para que la investigación sea empíricamente abierta e históricamente específica,

detestaban a los republicanos encontraron cabida en la combinación del Partido Unionista y hasta el propio Lincoln ya no les parecía tan extremista cuando su figura hogareña comenzó a adquirir los perfiles de un salvador de la economía." Wilfred E. Binkley, Historia de los partidos políticos norteamericanos, Buenos Aires, Guillermo Kraft, 1945, tomo II, pág. 369. 82 V. I. Lenin, La Revoluzione del 1905. La Questione Agraria, Roma, Rinascita, 1949, pág. 1 35. 83 Véase la crítica de C. Wright Mills a la teoría marxista del Estado en Fichas, núm. 2, julio de 1964, pág. 14.

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podemos aceptar también la recomendación de Mills en el sentido de adoptar como punto de partida la definición weberiana: el Estado es la organización que monopoliza la violencia legítima sobre un territorio dado. Con todo esto, si no nos quedamos meramente en el punto de partida y avanzamos hasta conocer quiénes ejercen esa violencia sobre quiénes y en beneficio de quiénes, llegaremos fatalmente a encontrarnos con la fórmula concentrada de Marx: el Estado es en la sociedad capitalista el instrumento coercitivo de la burguesía, principal clase propietaria. El Estado burgués aun en su forma más abierta, en su forma democrática, no es una cáscara vacía en la cual puede integrarse cualquier contenido de clase. Cuanto mayor es el período considerado más evidente resulta que la acción del Estado no se ejerce al azar, sino inequívoca y consistentemente en el sentido de conservar una estructura que estando basada en la propiedad capitalista asegura a las clases propietarias su supremacía económica y social, y en consecuencia su predominio intelectual y político. Esa es una corriente profunda que sólo se hace visible en períodos suficientemente largos, a través de la multitud de hechos que a corto plazo aparecen como contradiciendo la tendencia básica: conflictos entre las diversas fracciones de la burguesía, crecimiento y autonomía de la burocracia y las Fuerzas Armadas como cuerpo social separado, compromiso temporario entre diversas clases para el ejercicio del poder. UN ESTADO SEMICOLONIAL En primer lugar por su dependencia respecto a las metrópolis del mundo capitalista, de las cuales es deudora; y, en segundo término, por su rol en el mercado mundial como abastecedora de alimentos y materias primas, la República Argentina es un país semicolonial.84 El estado Argentino resulta así un

84 "El imperialismo es, desde el punto de vista económico, el capitalismo monopolista. Para que el monopolio sea completo hay que eliminar a los competidores, no sólo del mercado interno, sino también del mercado exterior, de todo el mundo [...] El gran capital financiero de un país es siempre capaz de comprar a los competidores de otro país políticamente independiente y siempre lo hace. La anexión económica es plenamente realizable sin la anexión política y tiene Jugara menudo. En la literatura sobre el imperialismo encontraréis a cada paso informaciones tales como: la Argentina es en realidad una `colonia mercantil' de Inglaterra; Portugal es en realidad un 'vasallo' de Inglaterra, etc. Y es la verdad: la dependencia económica de los bancos ingleses, las deudas a Inglaterra, la adquisición de ferrocarriles locales por parte de Inglaterra, todo ello convierte a los países mencionados en `anexiones' de Inglaterra en el sentido económico, sin violación de la independencia política de tales países". Y más adelante, precisando el concepto de Estado semicolonial: "Ninguna forma política de Polonia, sea ésta una pequeña parte de la Rusia zarista o de Alemania, sea una región autónoma o un Estado políticamente independiente, es capaz de prohibir o anular su dependencia del capital financiero de los países imperialistas, el acaparamiento de las acciones de sus empresas por este capital". V. I. Lenin, Obras completas, cit., tomo XXIII, págs. 40-41 y 45.

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Estado semicolonial, anclado no sólo a los intereses de las clases dominantes nativas sino también, y en medida importante, a los intereses de las metrópolis imperialistas. Y, además, se trata de un Estado dependiente que ha delegado atributos esenciales de la soberanía (declarar la guerra, por ejemplo) en entidades supernacionales sujetas a la voluntad de Estados Unidos.85 Es preciso considerar al Estado argentino en cuanto institución que mantiene relaciones de tipo específico con las metrópolis. En un país semicolonial como la Argentina el peso específico de las metrópolis es tal que el Estado nacional resulta, amén de instrumento de las clases dominantes nativas, órgano de ejecución y trasmisión de la política imperialista, o más exactamente, de la política de la metrópoli imperialista y del o los sectores imperialistas de mayor influencia en el parís.86 EL ESTADO NACIONAL CONTRA LA NACIÓN. EL CASO DEL FERROCARRIL OESTE La historia del Estado argentino presenta algunos episodios sumamente demostrativos de cómo en un país semicolonial el Estado sirve al capital extranjero en perjuicio de las clases poseedoras nacionales. Tal el caso del Ferrocarril Oeste de la provincia de Buenos Aires. Este ferrocarril, que servía a una rica zona de donde brotaban las principales rentas de los terratenientes bonaerenses, era propiedad estatal, y fue escandalosamente vendido al capital inglés, e n perjuicio y pese a la oposición de la burguesía terrateniente Argentina. A mediados de 1888 la Sociedad Rural Argentina designó una comisión integrada por destacados terratenientes -Torcuato de Alvear, José María Anchorena y Carlos Basavilbaso- para estudiar el problema ferroviario. La comisión resolvió, entre otras cosas: "Pedir al gobierno de la provincia (de Buenos Aires) la prolongación extrema de sus líneas, sobre todo de los ramales Oeste y Sud, a fin de que empresas particulares no ocupen la zona natural de su ferrocarril por la paralización de éste" y que "el Ferrocarril del Oeste (propiedad del gobierno de la provincia de Buenos Aires) se conserve siempre en manos del gobierno, y se prohíba su enajenación o su arrendamiento"87

85 En virtud del Tratado de Río de Janeiro (1947) y de la Carta de la Organización de Estados Americanos, la República Argentina ha delegado la facultad de decidir si entrará o no en guerra en un super estado con sede en Washington. 86 "El régimen interno de los países coloniales y semicoloniales tiene un carácter predominantemente burgués. Pero la presión del imperialismo extranjero altera y distorsiona en forma tal la estructura económica y política de estos países, que la burguesía nacional (incluso en los países políticamente independientes de Sudamérica) sólo parcialmente alcanza la jerarquía de una clase dominante." L. Trotski, "The Class Nature of the URSS, 1937", en Fourth International, julio-agosto, 1951. 87 Anales de la Sociedad Rural Argentina, 1888, pág. 489.

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Pese a todo, el ferrocarril fue vendido, y la burguesía terrateniente Argentina nunca cesó totalmente de intear una política de "su" Estado que la perjudicaba en beneficio del imperialismo.

“No es el momento de discutir la enajenación de estas vías de la Nación a empresas particulares -decía el diario de Carlos Pellegrini- pero ya se recogen los frutos: dos provincias ricas y fértiles monopolizadas por una sola vía, dueña de la fortuna de miles de ciudadanos.”88

Y poco después:

“Hace hoy diez años que la línea férrea del Oeste pasó a manos de una empresa particular. Nosotros, que no participamos del error tan generalizado de que el Estado no debe ser administrador, creemos aun hoy que esa venta no debió realizarse, porque el Oeste en manos del gobierno provincial hubiera sido, como lo fue, un propulsor eficaz del progreso en los territorios que atraviesa, pues los capitales privados, si pueden hermanar el fomento de la riqueza general con su mejor lucro, lo hacen, pero si aquél no trae aparejado éste inmediatamente, no se erigen jamás en propulsores del progreso y bienestar común.89

Aparte del imperialismo, quién se benefició con una operación que perjudicaba directamente a la principal clase poseedora nacional? La banda política que usufructuaba la máquina estatal Es sumamente ilustrativo un diálogo entre dos protagonistas de La Bolsa, novela aparecida en 1891 y que radiografía a la sociedad Argentina de entonces: ¿Este es el mismo Raselano que intervino en la famosa venta del ferrocarril de marras? -El mismo -repuso Miguelín-. Dicen que sacó un bocado igual al del gobernador y demás socios.90

88 El País, 19 de junio, 1900. 89 El País, 1 de julio, 1900. 90 Julián Martel, La Bolsa, Buenos Aires, Emecé, 1943, pág.32. Compárese con la situación de la autocracia zarista."Quien explique la naturaleza y la política de la autocracia únicamente en función de los intereses de las clases poseedoras rusas, olvida que, aparte de los explotadores atrasados, menos ricos y más ignorantes, que existían en Rusia, el país sufría la explotación de europeos más ricos y más poderosos. Las clases poseedoras rusas tenían conflictos con las clases poseedoras de Europa que les eran total o parcialmente hostiles. Estos conflictos estallaban a través de las intervenciones del Estado. En su último período de existencia la autocracia no era solamente el órgano de las clases poseedoras rusas; servía también a la Bolsa europea para la explotación de nuestro país. Este doble papel le aseguraba todavía una independencia apreciable. L. Trotski, Histoire..., pág. 425.

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INDEPENDENCIA DEL ESTADO RESPECTO A LAS CLASES DOMINANTES. SUS USOS El Estado argentino -como el de todos los países atrasados goza de una apreciable independencia con respecto a las clases dominantes. Por una parte la debilidad relativa de la burguesía nacional, que necesita del Estado permanentemente, tanto para preservar sus privilegios sociales cuanto para apuntalar la marcha de sus empresas, genera una hipertrofia de la maquinaria estatal, conglomerado social diferenciado con intereses propios. Parafraseando una caracterización de Trotsky sobre el Estado zarista, puede afirmarse que en la Argentina, en el juego de las fuerzas sociales, el equilibrio pende del poder gubernamental, mucho más de lo que se conoce en la historia del desarrollo capitalista clásico. De otra parte, los roces entre las clases dominantes y las metrópolis con frecuencia colocan al Estado en situación de árbitro entre ambos. En fin, el Estado en la Argentina es el único medio de vida que queda disponible para amplios sectores pequeño-burgueses y aun obreros que no encuentran otra ocupación lucrativa en la atrasada estructura económica del país. Como producto de todos estos factores y presiones, en la medida en que el Estado no se limita "simplemente" a realizar la política de la burguesía nacional, o del imperialismo, o de algún sector de ambos; en la medida en que se afianzan el intervencionismo estatal y el dirigismo económico, el Estado se comporta frente a las metrópolis como un grupo burgués más, que necesita del capital financiero internacional para ampliar su base de sustentación y forcejea con él para obtener una mayor participación en la plusvalía extraída.91 Las Fuerzas Armadas, columna vertebral del Estado, tienen intereses específicos que las impulsan a favorecer una política de seudoindustrialización. Esto genera en las Fuerzas Armadas una actitud ante las metrópolis muy similar a la que caracteriza a la burguesía industrial. Y esto en un doble sentido. Por una parte 91 La clase dominante Argentina y sus mejores políticos -que fueron todos abogados del capital extranjero- tuvieron conciencia de que cierto grado de "capitalismo de Estado", vale decir, de empresas explotadas por el Estado, era vital y necesario para negociar con el imperialismo. En 1887 el gobierno de Juárez Celman vendió las Obras Sanitarias de Buenos Aires a un sindicato inglés encabezado por Baring Brothers. Posteriormente, a llegar Pellegrini a la presidencia, logró anular el contrato y retomarlas Obras al dominio de la Nación. Roca, que se hallaba en Europa, se opuso a la venta, y escribió a un amigo: "Ese proyecto de venta de las Obras de Salubridad ha sido también un proyecto desgraciado. Yo aconsejé en contra pero no me hicieron caso. La bulla y las resistencias que esta idea ha levantado hasta entre muchos amigos, en cuyo espíritu leo desde aquí, me prueba que yo tenia razón. Si a pesar de todo, el proyecto, rechazado casi por unanimidad en la forma del contrato, se convierte en ley, será una ley contraria a los intereses públicos en el sentir de la mayoría de la opinión de esa Capital, tan esquilmada por las Compañías de Gas y otros servicios. De acuerdo con las teorías de que los gobiernos no saben administrar, llegaríamos a la supresión de todo gobierno por inútil, y deberíamos poner bandera de remate a la Aduana, al Correo, al Telégrafo a los Puertos, a las Oficinas de Rentas, al Ejército y a todo lo que constituye el ejercicio y deberes del poder". Agustin Rivera Astengo, Juárez Celman...cit.,pág.457.

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las Fuerzas Armadas son perfectamente conscientes de que su raison d'étre es conservar la propiedad privada capitalista, y esto les indica con meridiana claridad la unidad entre sus intereses y los del imperialismo. Por otro lado, las Fuerzas Armadas saben que -dada la estructura capitalista del país- sólo el imperialismo puede brindarles la técnica y el capital que necesitan para crear su base industrial, y ello tanto más cuanto mayor es el avance de la técnica, que agranda constantemente el desnivel entre los países atrasados y las metrópolis imperialistas. Suele afirmarse que la creciente intervención estatal en la vida económica, el crecimiento de las empresas estatales -el "capitalismo de Estado"- desplazan al imperialismo de su posición dominante en el país. Sin embargo el Estado argentino es un instrumento de las clases dominantes y su política en lo esenciales siempre la política de esas clases, cuando menos en el sentido negativo de que respeta y perpetúa sus intereses básicos, sus privilegios, y la estructura económico social de donde brotan. Por ello la intervención del Estado en la economía -ya consista solamente en controles monetarios, cambiarios o fiscales, o ya se extienda hasta la nacionalización de empresas industriales y comerciales y al monopolio estatal de algunas ramas de la producción o de la distribución- sólo puede servir a las clases dominantes o a su sector más poderoso. Pero en Argentina el sector más poderoso de las "clases dominantes" es el capital financiero internacional y necesariamente es al imperialismo y a sus socios nacionales más poderosos a quienes sirve el intervencionismo estatal y el "capitalismo de Estado". La acción de este mecanismo puede observarse in vitro en la historia del Banco Central. SIGNIFICADO DEL BANCO CENTRAL ANTES Y DESPUÉS DE SU NACIONALIZACIÓN El análisis de la creación del Banco Central de la República Argentina exige un examen del conjunto del sistema bancario argentino. Y lo primero que cabe observar respecto a esto último es que en la Argentina la banca comercial (a diferencia de las casas financieras) fue siempre fundamentalmente nacional, con escasa o subordinada participación del capital extranjero. La burguesía Argentina, incluso sectores tan notoriamente vinculados con el capital financiero internacional como la Banca Tornquist, procuró conservar el control de la política crediticia y bancaria, tanto como para evitar que el Estado argentino se deslizase de su posición semicolonial relativamente independiente a una situación simplemente colonial. Tornquist escribió:

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“Soy adversario decidido de entregar el gran Banco Oficial de la Nación a manos extranjeras. Es precisamente por esta razón que quiero acciones nominales o partes de capital insertos en los libros del Banco a nombre de cada socio o accionista, y me parece bien que el Poder Ejecutivo esté autorizado a tomar provisoriamente las acciones del Banco hasta que llegue el momento de colocarlas entre aquellas personas que le convengan al país que sean propietarios del Banco”.92

Desde 1890. hasta 1936 la columna vertebral del sistema bancario argentino estuvo constituida por el Banco de la Nación, institución nacional y estatal. A partir de la creación del Banco Central a mediados de la década de los años treinta, se reforzó el peso específico de la banca estatal y nacional -perteneciente, bien entendido, a una nación semicolonial y a un Estado semicolonial cuya clase dirigente era socia menor del capitalismo extranjero. Para mostrar la importancia del Banco de la Nación en relación con la totalidad del sistema bancario, bastará decir que poseía en promedio más de la mitad de las reservas bancarias totales y que sus operaciones de crédito alcanzaron a casi un 50% del total de los préstamos otorgados durante el período 1920-1931.93 Al 30 de septiembre de 1946 el estado de los bancos daba un total de depósitos en todos los bancos del país de 10.500 millones de pesos. De este total, 4100 habían sido afectados al Banco de la Nación. Si se sumamos depósitos de los bancos del Estado, provinciales y municipales, se llega a la conclusión de que alrededor de 160% de los depósitos estaba en bancos oficiales. Sobre el resto, apenas 15 % correspondía a bancos extranjeros.94 a) La leyenda del Banco Central "impuesto por Inglaterra". El proceso que condujo a la creación y posterior nacionalización del Banco Central debe estudiarse en el marco de este tradicional predominio nacional y estatal en el sistema bancario argentino. E1 Banco Central de la República Argentina, creado en 1935, fue, como el control de cambios, una medida de defensa de la burguesía Argentina ante la crisis mundial. En efecto. El sistema de la Caja de Conversión -que regía hasta entonces la política monetaria se caracterizaba por la estrecha y directa relación que establecía entre la situación monetaria y bancaria del país y la balanza de pagos, o sea, en último análisis, con la situación del mercado mundial. Según este sistema, la entrada de oro al país o el ingreso de capital extranjero (vale decir, una balanza de pagos favorable) significaba la expansión de los medios de pago; la inversión de esa situación implicaba la contracción del circulante, aun cuando los billetes fueran reclamados por las necesidades del mercado interno.

92 Institución Tornquist, cit. pág. 63. 93 Walter Beveraggi Allende, ob. cit., pág. 40. 94 República Argentina, Cámara de Diputados de la Nación, Diario de Sesiones, 5 de diciembre, 1 946, pág. 5 947.

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Rigidez, inelasticidad, supeditación casi automática de la economía nacional a las fluctuaciones del mercado mundial controlado por el imperialismo, tales eran las características básicas del sistema de la Caja de Conversión. Por otra parte, dado el escaso desarrollo industrial del país, la expansión monetaria provocaba el aumento de las importaciones; y la falta de un instrumento capaz de restringir esa expansión (es decir, la carencia de un Banco Central) motivaba que, aun cuando la balanza de pagos se tornase negativa, las importaciones no disminuyeran en el grado necesario. Es decir que el sistema bancario argentino (basado sobre la Caja de Conversión que emitía billetes por el oro entregado en sus arcas y los recogía a cambio de metal amarillo) era de una extraordinaria rigidez y muy sensible a las alteraciones de la balanza de pagos. Cualquier saldo positivo podía transformarse en una expansión de la capacidad de compra; sin embargo, los saldos negativos no implicaban la retirada de capacidad adquisitiva en cuantía adecuada, pues la inexistencia de un Banco Central permitía a los institutos de crédito continuarla expansión de préstamos hasta llegar a una tensión intolerable. De ahí que las importaciones tendieran a elevarse inoportunamente cuando ya la balanza de pagos se hallaba en situación delicada. 95

La crisis mundial impuso a la burguesía argentina, so pena de una quiebra general, el abandono de ese régimen. En momentos en que el oro se iba del país (la exportación de oro llegó a 260.8 millones en 1931) no sólo no era posible retirar billetes en igual proporción, sino que era necesario emitir más, aun cuando no contra oro, como establecía el mecanismo de la Caja de Conversión. Por eso en 1931 se ordena la aplicación de leyes de redescuento. Estas medidas, que aliviaron la tensión bancaria, cambiaron fundamentalmente el régimen monetario instituido en 1899.La introducción del redescuento en 1931 da por tierra con la emisión basada en oro, que era la característica esencial del sistema. Ya no se trataba de una simple suspensión de la convertibilidad, como durante el período 1914-1917. Se trataba de una innovación basada en otros principios y que obedecía a propósitos distintos.

Desde el momento en que se emitía no ya contra metálico sino contra documentos comerciales provenientes del giro de los negocios, desde el momento en que la circulación monetaria quedaba desligada de los movimientos del oro, se introducía un elemento de elasticidad en todo el mecanismo. Los rodajes que se crearon durante la crisis transformaron pues el sistema implantado en 1899.96

Esos nuevos rodajes no se limitaban a la aplicación del redescuento. Surgieron asimismo, bajo la presión de la crisis, una serie de organismos que configuraban casi la estructura de un Banco Central, y que requerían su ordenamiento como banco. 95 J. Prados Amarte, El control de cambios...ob. cit. 96 Salvador Aisenstein, El Banco Central de la República Argentina, Buenos Aires, El Ateneo, 1942, pág. 41.

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La aplicación de las leyes de redescuento había originado la Comisión de Redescuento; la emisión de títulos del Empréstito Patriótico, la Junta Autónoma de Amortización, y el control de cambios, la Oficina de Control de Cambios y el Fondo de Divisas. Además de las condiciones reales apuntadas, que transformaron profundamente el sistema monetario imponiendo su reorganización bajo otras bases, fue un aliciente no despreciable a la puesta en práctica de la misma la variedad de organismos burocráticos mencionados, que resultaban en la imposibilidad de aplicar una política monetaria ordenada.97

Vale decir que el Banco Central no cayó del cielo: halló su origen en una serie de medidas y organismos que la burguesía argentina se vio obligada a tomar y crear a raíz de la crisis, y respondía a problemas planteados o agudizados por la crisis. Constituye un simplismo infantil creer que el Banco Central se creó en virtud de una maniobra del imperialismo inglés; y no es cierto que el Banco Central era simplemente un instrumento directo del imperialismo. Un autor afirma que

"Gran Bretaña llegaría a regular desde 1935, fecha de creación del Banco, la política económica argentina"; "por su conducto Gran Bretaña regulaba la política económica nacional; discernía el manejo de divisas, llaves maestras de la industrialización".

Y sostiene también que

"la política económica del imperialismo británico consistió en estrangularla industria nacional, mantener al país como granero y cabaña inglesa".98

Sin embargo, durante el período en que Gran Bretaña "regulaba la política económica nacional" y "discernía el manejo de divisas" por conducto del Banco Central, en el período 1937-1941, bajo gobiernos confesadamente pro británicos, el número de establecimientos industriales y de obreros aumentó en 75 %.99 Por lo tanto hay que optar: o bien Inglaterra no se proponía "estrangular la industria nacional" o bien Inglaterra no "regulaba la política económica argentina por conducto del Banco Central".

97 J. Prados Arrarte,"El Banco Central de la República Argentina", en M. H. de Kock, Banca Central, México, Fondo de Cultura Económica, 1946, pág. 485. 98 Jorge Abelardo Ramos, Revolución y contrarrevolución en la Argentina, cit., pág. 359, y Octubre- noviembre, Buenos Aires, 1946, págs. 1 y 5. 99 Véanse en este.

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Recordemos que antes de la creación del Banco Central el capital bancario extranjero tenía un papel subordinado, siendo el de la Nación el banco más poderoso -y éste era un banco estatal. En la época de su organización, el Banco Central tenía como accionistas con voto: diez bancos oficiales o mixtos; veintiocho bancos privados nacionales y doce extranjeros (dos ingleses, dos norteamericanos, dos alemanes, seis varios). Los bancos oficiales tenían 3918 acciones; los bancos privados nacionales 426 y los extranjeros 1821. En cuanto a los votos, todos los argentinos tenían 6897 y todos los extranjeros 1821 -los ingleses sólo 843. En 1942, últimos datos antes de la nacionalización, los bancos nacionales tenían 7258 acciones y los extranjeros 2353; respecto a los votos los bancos oficiales tenían 2806, todos los nacionales 5672 y los extranjeros 2353. Además, la dirección del Banco la ejercían un presidente y un vicepresidente que nombraba el gobierno; doce directores, nombrados, uno por el gobierno, uno por los bancos oficiales de provincias, uno por el Banco de la Nación, tres por los restantes bancos nacionales, dos por los extranjeros y cuatro por la Asamblea General. O sea, cinco entre gobierno y bancos oficiales, tres por bancos nacionales privados, dos por los extranjeros y cuatro por la Asamblea, en la cual tenían mayoría los nacionales. b) Diferencias entre Pinedo y Niemeyer. La creación del Banco Central afianzó considerablemente la influencia del Estado en la economía Argentina. Falsean la realidad quienes escriben que: "El gobierno del general Justo [...]fundó el Banco Central (proyecto inglés que no pudo imponerse a la India) entregando al. capital británico el control financiero de] país".100 E] Banco Central no fue " un proyecto inglés" ni "entregaba a los británicos el control financiero del país". El Banco Central creado por Pinedo no es el mismo que proyectó el técnico inglés Niemeyer. Si bien el proyecto Pinedo siguió los lineamientos generales del proyecto Niemeyer, ambos proyectos divergían en un aspecto fundamental: la intervención acordada al Estado. En su informe, Niemeyer recomendaba que "el gobierno no deberá hacer tentativa alguna de intervenir en la administración del Banco". En el Banco creado por Pinedo, como ya se ha visto, el Estado tenía una participación preponderante. Según lo señaló Alberto Hueyo (antecesor de Pinedo en el ministerio de Hacienda y enemigo declarado del intervencionismo estatal)

la nueva concepción [la de Pinedo] si bien guardaba el articulado y la división de materias del proyecto de Niemeyer, alteraba en realidad sus líneas fundamentales. El perito Niemeyer concibió la organización de su capital sobre bases absolutamente privadas, en forma de una asociación de los bancos establecidos en la Argentina. El nuevo plan de 1935 no -sólo reconoció una parte del capital al gobierno nacional, sino que le dio en él una gran participación, constituyéndolo en el mayor accionista al otorgarle la mitad de la suscripción.

100 Jorge Abelardo Ramos, América Latina..., cit., pág. 15 8.

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La ley de creación del Banco Central (Nº 12155) en su artículo 40 establecía que "en ningún caso el Banco podrá tener divisas o cambio extranjero por más del 2096 de las reservas; ni computarlas dentro de las mismas por más de 110% ".En un telegrama dirigido a Pinedo, Niemeyer decía: "opino que las restricciones que se imponen en la composición de la reserva total (su artículo 40) podrían resultar molestas o indebidamente limitativas". Pinedo contestó que reconocía eso, pero que el artículo sólo sería modificable cuando se retornara a "la estabilidad monetaria en los principales países del mundo, y los hechos sugieran hacerlo".101 Y el artículo quedó. Más tarde vino la guerra mundial; el país se descapitalizó en beneficio de Inglaterra. Como lo expresó el que fuera ministro de Relaciones Exteriores de Perón, Jerónimo Remorino,

“...nuestras entregas a Gran Bretaña fueron efectuadas de acuerdo con condiciones desastrosas para nuestra economía, y esto se justifica debido a nuestra desinteresada ayuda para ganar la guerra. Nuestras entregas de carne a los precios de preguerra, pagados con los fondos bloqueados, produjeron una inflación que tuvimos que absorber exclusivamente.”102

O, como lo expresó el Banco Central,

“el país, para cumplirlos envíos de carne a Gran Bretaña, ha estado descapitalizándose, cosa que sigue ocurriendo actualmente. Aparte de eso, son incalculables los perjuicios que el país ha sufrido como consecuencia de la inflación producida por la emisión equivalente a las libras bloqueadas en Gran Bretaña.”103

c) ¿A qué intereses sirvió la nacionalización del Banco Central? Termina la guerra y se nacionaliza el Banco Central. El decreto de nacionalización contenía una inocente frase, que modifica el artículo 40, diciendo "cuyo valor en relación al oro no se haya asegurado con una garantía seria".Eso significaba la equiparación del oro comas divisas que tenían garantía oro, y permitía al Banco Central anotaren sus cuentas que las libras depositadas a su cuenta en el Banco de Inglaterra eran igual al oro y, por tanto, servían como respaldo del peso argentino. En consecuencia, la nacionalización implicó automáticamente que la mayor parte del respaldo del peso argentino quedara constituida por las libras

101 República Argentina, Ministerio de Hacienda de la Nación, El Banco Central de la República, proyectos relativos a su creación, Buenos Aires, 1936. 102 República Argentina, Cámara de Diputados de la Nación, Diario de Sesiones, 25 y 26 de agosto, 1949. 103 Idem.

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inconvertibles que la Argentina tenía en el Banco de Inglaterra. El siguiente diálogo es ilustrativo:

Sr. Frondizi: “-La verdad esquela mayoría del respaldo monetario argentino en estos momentos... figura en una cuenta del Banco de Inglaterra osea que no está en el Banco Central Argentino ni tiene posibilidad de ser convertido. Vale decir, que la soberanía argentina es soberanía, pero poca, porque dependemos de la cuota que figura en el Banco de Inglaterra.” Sr. ministro de Hacienda: “-pero ¿tiene responsabilidad o no el Banco de Inglaterra? Podría quebrar a lo mejor...”104

Esto evidencia cómo la nacionalización del Banco Central trajo aparejada, en un sentido, una mayor subordinación de la economía nacional a la política monetaria de Inglaterra. Por otra parte, y esto es lo fundamental, el Banco Central servía a la política del imperialismo inglés no fundamentalmente porque éste lo controlara desde adentro y complotase en el directorio, sino porque el Banco Central de un país capitalista semicolonial no puede hacer otra cosa que actuar según las leyes de ese capitalismo, que implican la subordinación a la metrópoli. Por la misma razón el Banco de la Nación Argentina, pese a que siempre fue propiedad del Estado y en él nunca tuvieron injerencia directa los bancos privados, nacionales ni extranjeros, realizó siempre una política que amplió y perpetuó la orientación de la economía Argentina en beneficio de la metrópoli británica. Esta subordinación al imperialismo inglés se daba no porque el consorcio Leng Roberts tuviera acciones en el Banco Central y sus representantes se sentaran en el directorio, sino porque grupos como Leng Roberts dominaban -dominan- la economía Argentina. En 1940 pertenecían al directorio del Banco Central, entre ojos, Martín Pereyra Iraola, Jorge Santamarina y Roberto W. Roberts. Tras los dos primeros había miles de hectáreas y cabezas de ganado, y los estancieros del a provincia de Buenos Aires. Tras míster Robes estaba el consorcio Leng Roberts y tras éste el capital financiero inglés (Midland Bank, Lloyds Bank, Barclays Bank, Westminster Bank, National Bank, los cinco grandes bancos ingleses). Leng Roberts extendía su influencia en todos los sectores de la economía argentina, participando en empresas como Philco Argentina, La Buenos Aires de Seguros, Invad, Azucarera Argentina, Compañía Minera Aguilar, El Globo, Transradio Internacional, Pinturas Apeles, La Cantábrica, La Rosario de Seguros, Bodegas y Viñedos Arizu, Fábrica Argentina de Alpargatas. Además, Leng Roberts estaba vinculado a Bunge y Born y a La Forestal así como a la Shell Mex. Y juntamente con los grupos

104 República Argentina, Cámara de Diputados de la Nación, Diario de Sesiones, 25 y 26 de agosto, 1949, pág.2707.

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Tornquist y Braun Menéndez Behety participaba en CADE, Ferrum, Neoplástica, Cristalerías Rigolleau, Sudamericana de Fósforos, etcétera. En 1946-1964, nacionalizado, como en 1940 o en el momento de su creación, el Banco Central desarrolló una política favorable a esos intereses por la razón básica de que esos intereses controlan la economía argentina.105 d) La política del Banco Central nacionalizado en la época peronista. Bajo el régimen del Banco Central nacionalizado, el crédito siguió apuntalando a los terratenientes, colaborando en la feliz extracción de la renta agraria. En 1952, por ejemplo, los créditos concedidos a la agricultura y ganadería alcanzaban a un 30% de los capitales invertidos en esas actividades. La mayor parte de las necesidades de capital de la producción agropecuaria se atendían con recursos provenientes del crédito bancario.106 ¿Y el crédito industrial? La institución especializada, el Banco de Crédito Industrial, se dedicó ante todo a colaborar con las grandes empresas, la mayor parte extranjeras o asociadas con el capital extranjero.

Examinando la evolución de los préstamos efectuados al público, atendiendo a la magnitud de los mismos, observamos una tendencia general que no es precisamente la de favorecer la pequeña industria sino, por el contrario, muestra un marcado apoyo a la industria mediana y grande.107

105 "No podemos terminar este artículo sin destruirla leyenda del Banco Central. E1 Banco Central fue proyectado por un técnico inglés sir Otto Niemeyer, quien lo proyectó en un todo de acuerdo a los intereses británicos. 'Pero lo que nadie dice es que este proyecto fue completamente rechazado por no hacerle concesiones a los burgueses dueños de tierras. Y así es como surge el otro proyecto del Banco Central, que es el que se aprueba y entra en vigor en el año 1935, por el cual el dominio de la institución queda en manos de los funcionarios nombrados por el gobierno y representantes de la burguesía nacional, quedando en una situación de dependencia los bancos extranjeros. Es decir, surge una institución en donde se contrapesan los latifundistas y los grandes consorcios financieros, ya que el gobierno mismo reflejaba ese contrapeso. "La nacionalización del Banco Central no es por consiguiente un golpe directo asestado a los bancos extranjeros, sino todo lo contrario, una medida que ha ido contra los que dominaban al Banco Central, antiguos funcionarios ligados principalmente al régimen de los latifundistas. "Por otra parte, el problema del Banco Central no se lo puede aislar como un fenómeno independiente de la economía y la política Argentina; si el gobierno está al servicio de los grandes trusts, una nacionalización efectuada por el gobierno no anula la resistencia de los trusts, sino de sus enemigos '. Frente Proletario, órgano del Grupo Obrero Marxista (GOM), Perón y Nosotros, Avellaneda, enero, 1947. 106 Sociedad Rural Argentina, Informes... cit., pág. 54. 107 Samuel Gorban, Ritmo industrial en la última década, Rosario, Editorial Rosario, 1951, págs.30 y 32.

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En efecto, desde su creación las Memorias del Banco evidencian una situación que se expresa muy bien en la de 1948, año en que 377 empresas -el 2,9% de las que obtuvieron préstamos- recibieron el 53,7% de todo lo prestado, mientras que el resto se repartió entre más de 10 000 empresas.

“...Otra confirmación de esta política seguida por el Banco la tenemos al examinar los préstamos otorgados al público clasificados según el tipo de empresa, donde las sociedades anónimas, que precisamente por la magnitud de sus capitales en giro no corresponden por supuesto a la pequeña industria, han estado absorbiendo, desde la creación del Banco, más del 44% del total prestado por el mismo.”

YPF, FERROCARRILES, FABRICACIONES MILITARES. PARADIGMAS DE UN "CAPITALISMO DE ESTADO" ANCLADO AL ATRASO Y LA DEPENDENCIA La burocracia de las empresas estatales constituye en parte un instrumento de transmisión mediante el cual se ejerce el poder de las clases dominantes. Pero en parte es también un centro de decisiones que posee poder propio. ¿Para qué, con qué fines aplica ese poder? La burocracia se encuentra orgánicamente ligada a las clases dominantes por la naturaleza de sus actividades mediadoras y reguladoras y, sobre todo, por su ideología y sus aspiraciones, que se nutren en las clases dominantes -las cuales constituyen el grupo de referencia, el modelo por el cual se rige la burocracia. Como resultado, en la medida en que la burocracia de las empresas estatales tiene poder de decisión, lo emplea con los mismos criterios burgueses que guían a los empresarios privados. Y en un país como Argentina esos son los criterios de una burguesía atrasada, dependiente del capital extranjero, que por el hecho mismo de no poder sobrepasar el horizonte del régimen capitalista es incapaz de formular una política apta para superar el atraso y la dependencia. Así se revela patéticamente en la actividad de las empresas cuyo conjunto constituye el "capitalismo de Estado" argentino. YPF, prototipo de empresa estatal, surgió como efecto combinado de la mutua neutralización de imperialismos rivales y del intento de la burguesía nacional de crearse una base más amplia para negociar con las metrópolis. Generalmente se la considera como prototipo del "capitalismo de Estado" que independiza al país respecto de las metrópolis. En realidad, la historia de YPF transcurrió entre un antiimperialismo puramente negativo -limitado a impedir que el capital imperialista, norteamericano en particular, adquiriera en la industria petrolera Argentina un peso específico mayor que el que tenía- y un activo fomento de los intereses extranjeros. Como resultado, YPF se ha insertado en la estructura económica argentina como un centro de decisiones que, por lo que -hace tanto como por lo que deja de hacer, actúa en el sentido de perpetrar el atraso y la

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dependencia del país. YPF, como las empresas privadas -en cuanto institución, y pese a la capacidad y abnegación de sus técnicos--, es incapaz de implementar política alguna que saque al país del atraso. La más vasta empresa estatal argentina -los ferrocarriles- es el producto de un negociado imperialista a costa del país. Y como el Estado argentino representa básicamente el mismo conglomerado de intereses que antes de la nacionalización de los ferrocarriles, ésta no ha servido en nada para modificar la fisonomía atrasada y semicólonial del país. Al contrario, el "capitalismo de Estado" en los ferrocarriles es, por su pavorosa ineficiencia y su completa incapacidad para elaborar una política que contribuya a superar el atraso, un verdadero puntal de la dependencia Argentina respecto a las metrópolis.

La siderurgia es otro bastión del "capitalismo de Estado" nacional, y tal vez el más profusamente aclamado como gestor y símbolo de la independencia económica. Sin embargo, el segmento decisivo de la siderurgia estatal -SOMISA- está financiado por el capital norteamericano y su creación fue promovida e impulsada por el Ejército juntamente con las empresas metalúrgicas ligadas al capital financiero internacional (como Stam y Tamet), y la American Rolling Mill Co. (ARMCO). Con un mínimo aporte de capital, empresas privadas como ACINDAR y sus socios. extranjeros dirigen la siderurgia desde el directorio de SOMISA a expensas del capital estatal.108 Desde luego, existe la Dirección de Fabricaciones Militares, de capital y dirección puramente estatal. Pero este conjunto de empresas, donde la contabilidad de costos es un enigma aún no develado, constituye un modelo de utilización irracional de recursos escasos y de conducción irresponsable. La ineptitud de sus marciales ejecutivos constituye desde hace años la comidilla, el hazmerreír y la fuente de ingresos más fáciles de las firmas consultoras que operan en Buenos Aires.

Hasta hoy [1964] el Estado argentino no sólo no ha elaborado sino que ni siquiera se ha propuesto elaborar un plan orgánico de acción para el conjunto de empresas estatales. Más aún: 16 años después de su nacionalización las diversas empresas ferroviarias no han uniformado sus normas técnicas ni su contabilidad, ni han normalizado el material que emplean. Las empresas estatales operan --en su interior y entre si- con la misma anarquía que las empresas privadas y con algo más de burocracia y algo menos de productividad. (YPF piden EFEA con toda urgencia la construcción de una playa de maniobras en Palmira, Mendoza. EFEA la construye entres meses sólo para enterarse de que YPF ha perdido interés y no utilizará la playa. Episodios como éste se

108 El capital actual de SOMISA es de 15 000 millones de pesos, que corresponden al Estado en un 99%. Sin embargo, conforme a lo establecido parla ley de creación, en el directorio están representados en igual proporción el Estado y los intereses privados.

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repiten constantemente entre todas las empresas estatales, y en el seno de cada empresa. ¡Como si el país nadase en la superabundancia de recursos!.) El atraso argentino, la baja productividad del trabajo nacional, es realimentado diariamente por el accionar de ese "capitalismo de Estado" que, dilapidando sin cesar recursos escasos, refuerza la dependencia Argentina frente a las metrópolis del capital.109

DOS FORMAS DE ATRASO: PAÍSES SEMICAPITALISTAS Y PAÍSES NEOCAPITALISTAS

Hasta hoy el adelanto de un país, ósea el nivel alcanzado dentro de sus fronteras por las fuerzas productivas, ha sido función de su industrialización, del ordenamiento de su estructura económica en torno a un eje fundamental constituido por la gran industria moderna, y todo país que no ha alcanzado ese nivel debe considerarse atrasado. (En otras palabras, el proceso de desarrollo económico es un proceso de capitalización real el medio más efectivo es la mecanización: y el campo característico es la industrialización.) Para no cometer gruesos errores de concepto como el de colocar a un país como Argentina en un pie de igualdad con las naciones industriales, es preciso recordar que el rasgo esencial del atraso: la falta de industrialización integral, es común a diversos tipos de sociedades, desde la milenaria India hasta países jóvenes, como Australia o Argentina. nacidos y desarrollados en virtud de la expansión del capitalismo. Esta diversidad imprime su sello al atraso, modificando la forma en que se expresa su aspecto esencial: la ausencia de industrialización. Difícilmente se insistirá en demasía sobre la importancia de tener presente este concepto fundamental; lo que define esencialmente el atraso de un país es que falta en él la industrialización; pero esta situación es común a países viejos y a países jóvenes, a países que han heredado una vieja sociedad feudal o prefeudal y a países nuevos, sin legados de sociedades antiguas (surgidos en base al trasplante masivo de población blanca europea), así como a multitud de tipos intermedios entre estas dos formas extremas, que ejemplifican India y China por una parte, y Argentina por otra. En algunos países el atraso se revela en que sus economías, especialmente la agricultura, presentan un carácter local, escasamente monetarizado; la división

109 De todo esto se desprende una vez más que sólo la planificación socialista de la economía puede sacar al país del atraso y la dependencia. Pero esta planificación requiere un gobierno de los obreros, peones y chacareros.

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del trabajo es reducida y los transportes y ciudades están poco desarrollados: el campesino se halla atado a la clase terrateniente por vínculos personales; subsisten las castas, etc.. Esta situación. típica en rasgas generales del medioevo europeo. acompaña el atraso de un grupo de pases: Europa Oriental, Rusia y China antes de la Revolución. India. Egipto y, en menor grado, países latinoamericanos en los cuales la sociedad colonial se basó en la explotación del trabajo indígena:110 México, Perú, Bolivia. No ocurre lo mismo en otros países atrasados, surgidos como producto de la ocupación por inmigrantes europeos de enormes extensiones desérticas (o habitadas escasamente por aborígenes prontamente extinguidos). La economía de estos países giro desde un principio entorno al mercado mundial. Expresión máxima de la clásica división mundial del trabajo, sus economías presentan desde sus primeros pasos un elevada grado de especialización y monetarización, con poco espacio para la producción localista, el aislamiento rural y la falta de comunicaciones. Más aun, las necesidades del mercado mundial impusieron en ellos un rápido desarrollo ferrocarrilero y, más tarde, vial. Por otra parte, no hubo allí cuestión de explotación “feudal” del producto agrario en base a prestaciones personales. Los terratenientes explotaron al productor mediante el arriendo de sus tierras en dinero, o en especie cotizable en dinero (arriendo precapitalista, sin embargo. ya que el agricultor no actuaba como empresario, farmer inglés, sino como pequeño productor familiar).111

110 Explotación de tipo capitalista colonial y no feudal, según lo ha demostrado Sergio Bagú en una obra fundamental para comprenderla evolución histórica de América Latina, Economía de la sociedad colonial, Buenos Aires, El Ateneo, 1949). Independientemente de este autor, esta concepción había sido desarrollada y documentada en la Argentina por el Grupo Obrero Marxista (Gom) en trabajos sobre la colonización española y la sociedad colonial. (Véase La Argentina económica y social", en Frente Proletario, Avellaneda, 20 de agosto de 1948.) 111 Es preciso distinguir entre renta en dinero y renta capitalista, y la distinción no tiene un valor académico, sino que implica profundas diferencias en las relaciones de clase en el seno de la agricultura. La renta capitalista del suelo supone la aplicación a la agricultura de un capital, y por lo tanto la separación entre el productor y sus medios de producción y la explotación del trabajo asalariado, y consiste en el remanente sobre la tasa media de ganancia que el empresario capitalista agrícola entrega al terrateniente. Por el contrario, la renta en dinero que paga el pequeño productor familiar que opera con sus propios medios de producción (con su propio capital, siendo él su propio capitalista y asalariado) constituye una transferencia directa al terrateniente de una parte del trabajo sobrante rendido por el agricultor. A1 comenzar el estudio de esta última forma decía Marx: "Entendemos aquí por renta en dinero -a diferencia de la renta del suelo industrial basada en el régimen de producción capitalista, que sólo representa un remanente sobre la ganancia media- la renta del suelo que brota de una simple trasmutación deforma de la renta en producto[...l Aquí el productor directo paga a su terrateniente en vez del producto su precio correspondiente." (El capital, cit., tomo III vol. 2). Son estas situaciones en que "la renta del suelo, el tipo de propiedad territorial correspondiente al régimen capitalista de producción, existe de un modo puramente formal, sin que el arrendatario sea de por sí un capitalista industrial o su explotación de tipo capitalista. Así acontece, por ejemplo, en Irlanda, donde el arrendatario es, por regla general, un pequeño campesino". (El capital, cit., tomo III, vol. 2, pág. 737.)

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Estos países, pese a la total monetización de sus economías. y a su elevado grado de especialización en la división del trabajo, no se han industrializado. Son, pues, atrasados. Su atraso carece del colorido medieval propio de los viejos países, pero es igualmente atraso, y se expresa en un hecho estructural básico: la escasa capitalización real del conjunto de la economía (baja composición orgánica del capital nacional). CONFUSIONES ACERCA DEL ATRASO Y LA MODERNIZACIÓN. EL CASO DE LOS FERROCARRILES

Existe una fuerte tendencia a negar el atraso de estos países nuevos en virtud de la total mercantilización de sus economías y de fenómenos concomitantes, como el desarrollo de los transportes, la mecanización extensiva de la agricultura, etc. Se olvida el hecho esencial de su atraso: la falta de industrialización, y se lo niega enumerando todos los fenómenos que en los países industriales han sido producidos por la industrialización, pero que en estos países nuevos han sido importados y se han desarrollado al calor de la producción para el mercado mundial, sin la estructura industrial que los sustenta y les da su verdadero significado progresivo.112 El desarrollo de los medios de transporte y comunicación, la especialización, la urbanización, se exhiben como índices de progreso, olvidando que el desarrollo urbano indica el progreso de una economía si es producto de la industrialización, no así si resulta de otros factores, como la cercanía de un puerto que arroja al mercado mundial toda la producción del país, o la exuberancia de la burocracia, etcétera.

Es típica la utilización del porcentaje de población urbana. En 1914 la Argentina, país agrario, casi despoblado de industrias tenía el 60% de su población radicado en las ciudades. Un observador superficial compara ese dato con los. que existen para Inglaterra o Estados Unidos, para la India o China y ubica a la Argentina entre los países adelantados, olvidando estudiar la diferencia entre la urbanización en Argentina y la urbanización en Inglaterra o en Estados Unidos.

Otro error típico es el de quienes, observando que la extensión de vías férreas por habitante es casi la misma en Estados Unidos que en Argentina, pero muy

112 Los estancieros argentinos y sus políticos e intelectuales como José Hernández pregonaron la teoría bárbara según la cual la civilización moderna e separable de la industrialización y puede basarse en... la ganadería extensiva. José Hernández decía en carta a los editores de su Martín Fierro: “Antes no se admitía la idea de un pueblo civilizado sino cuando había recorrido los tres grandes periodos de pastor, agricultor y fabril [...] En nuestra época, un país cuya riqueza tenga por base la ganadería, como en la provincia de Buenos Aires, puede ni obstante ser tan respetable y civilizado como el que es rico por la agricultura, de que lo es por sus abundantes minas, o por la perfección de sus fábricas [...] La ganadería puede constituir la principal y más abundante fuente de riqueza de un nación, y esa sociedad, sin embargo, puede hallarse dotada de instituciones libres [...] tener un sistema rentístico debidamente organizado, etc.." José Hernández carta a los editores de la 8.va. edición de Martín Fierro, Buenos Aires, Ed. Sopena, 1942, pág. 13.

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inferior en China, ubican a la Argentina como país adelantado, junto a Estados Unidos, olvidando que precisamente la orientación económica del ferrocarril argentino (tributario de la exportación, desvinculado de la economía nacional) y su atraso técnico, lo colocan, en lo esencial, junto a China113 y no a Estados Unidos.

En realidad, la longitud de vías férreas no indica el adelanto de una economía nacional sino a condición de responder a las necesidades del desarrollo "hacia adentro" de las fuerzas productivas. Si, como es el caso de Argentina, los ferrocarriles sólo obedecen al propósito de llevar a los puertos la producción agropecuaria destinada al mercado mundial, y no guardan la menor relación con las necesidades internas de la economía nacional, están indicando el atraso del país. La construcción de los ferrocarriles en las colonias y países poco desarrollados no persigue el mismo fin que en Inglaterra, es decir que no son parte -y una parte esencial- de un proceso general de industrialización. Esos ferrocarriles sé emprenden simplemente para abrir tales regiones como fuentes proveedoras de productos alimenticios y materias primas, tanto vegetales como animales, no para apresurar el desarrollo social por estímulo a las industrias locales. En realidad, la construcción de ferrocarriles en los países coloniales y subordinados es una muestra de imperialismo cuya esencia es su función antiprogresista.114 Más aún, como señaló Rosa Luxemburg:

"la construcción de ferrocarriles no puede tomarse como evidencia de que en un país domina el modo capitalista de producción".115

Esta orientación consciente de la economía de los países nuevos como Argentina, esa verdadera estructuración del atraso mediante elementos de progreso como el ferrocarril, tiene una decisiva importancia para toda la evolución posterior de estos países, determinando permanentemente no sólo la velocidad de su desarrollo, sino el sentido del mismo. Como lo indicaba con gran precisión el economista inglés Hawtrey, presidente de la Royal Economic Society:

Los modernos mercados y medios de comunicación permiten un desarrollo sistemático [...] Pero el ritmo del desarrollo es limitado, y el orden de preferencia otorgado por el terrateniente a los diferentes proyectos puede acelerar o retardar cualquier aspecto del desarrollo no meramente por años,

113 La comparación se refiere a China antes de 1949. 114 Allen Hutt, This final crisis, citado por Raúl Scalabrini Ortiz, Historia de los ferrocarriles argentinos, Buenos Aires, Editorial Reconquista, pág. 226. 115 Rosa Luxemburg, The Accumulation of Capital, New Haven, Yale University Press, 1949, pág. 353.

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sino por generaciones. No se trata enteramente de un problema de acelerar o retardar. Puede resultar afectado permanentemente el carácter y la dirección del desarrollo. Las rutas seleccionadas para las líneas de comunicación determinarán la situación de los centros de población grandes y pequeños, los sitios en los cuales se colocarán los productos en el mercado doméstico, y los canales por los que serán exportados hacia los mercados exteriores. Cada línea de ferrocarril, camino o puerto, descubre cierta parte de los recursos naturales del país y abre una oportunidad pira colonos capitalistas. La tierra es como una blanca tela sobre la cual ha de pintarse un cuadro. El diseño general está determinado por las líneas de comunicación escogidas. El desarrollo siguiente es una fijación de detalles. 116

LOS CRITERIOS DE ERNST WAGEMAN En líneas generales, los dos tipos de países que hemos descrito coinciden con los dos grandes grupos en que el economista Ernst Wageman había clasificado a los países atrasados. Distinguía Wageman entre países semicapitalistas y países neocapitalistas, diferenciándolos en base a las siguientes características fundamentales: Países semicapitalistas

(o de capitalismo parcial) Países neocapitalistas

(o de capitalismo incipiente)

Casos típicos India, China Argentina, Sudáfrica Población Grande o regular Escasa Comercio exterior

Escaso Grande

Uso de maquinaria

Escaso

Escaso

Capital real por habitante

Escaso

Escaso

116 R G. Hawtrey, ob. cit., pág. 12.