manawee

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Clarissa Pinkola Estés Mujeres que corren con los lobos 96 CAPÍTULO 4 El compañero: La unión con el otro El himno del hombre salvaje: Manawee Si las mujeres quieren que los hombres las conozcan de verdad, tienen que enseñarles un poco de sabiduría profunda. Algunas mujeres dicen que están cansadas, que ya han hecho demasiado a este respecto. Me atrevo a decir humil- demente que han estado intentando enseñar a un hombre que no quiere apren- der. Cuando los hombres ponen de manifiesto una buena disposición, es el mo- mento de revelarles cosas no sólo por este motivo sino porque otra alma lo pide. Ya lo verás. He aquí algunas de las cosas que ayudarán a un hombre a compren- der y a salir a medio camino al encuentro de la mujer; éste es el lenguaje, nuestro lenguaje. En los mitos, como en la vida, no cabe duda de que el Hombre Salvaje bus- ca a una esposa de debajo de la tierra. En los relatos celtas hay célebres parejas de Dioses Salvajes que se aman de esta manera. A menudo habitan en el fondo de un lago, desde donde protegen la vida y el mundo subterráneos. En los mitos babilonios Inanna la de los n1uslos de cedro llama a su amado, el Toro Plow: "Ven a cubrirme con tu furia salvaje." En los tiempos modernos, incluso hoy en día en el medio Oeste de Estados Unidos, aún se dice que la Madre y el Padre de Dios crean los truenos revolcándose en su lecho primaveral. De igual modo, nada le gusta más a la mujer salvaje que un compañero que se le pueda igualar. Sin embargo, una y otra vez quizá desde el principio de la infinidad, los que quisieran ser sus compañeros no están muy seguros de com- prender su verdadera naturaleza. ¿Qué de sea realmente una mujer? Es una pre- gunta muy antigua, un acertijo espiritual acerca de la naturaleza salvaje y miste- riosa que poseen todas las mujeres. Mientras que la vieja del cuento de "La viuda de Bath" de Chaucer dijo con voz cascada que la respuesta a esta pregunta era que las mujeres deseaban ejercer soberanía sobre su propia vida, lo cual es un hecho indiscutible, hay otra verdad igualmente poderosa que satisface también esa pregunta. He aquí un cuento que explica cuál es la verdadera naturaleza de las mujeres. Los que se esfuerzan en comprender la forma de ser y actuar que se muestra en el cuento serán para siempre compañeros y amantes de la mujer salvaje. Hace mucho tiempo la señorita V. B. Washington me regaló un pequeño cuento afroa- mericano que yo he ampliado y convertido aquí en un cuento literario titulado "Manawee". aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa Manawee

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Libro sobre el proceso de iniciación en la mujer por C. Pinkola Estés, capítulo 4...

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  • C l a r i s s a P i n k o l a E s t s M u j e r e s q u e c o r r e n c o n l o s l o b o s

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    CAPTULO 4

    El compaero: La unin con el otro

    El himno del hombre salvaje: Manawee

    Si las mujeres quieren que los hombres las conozcan de verdad, tienen que

    ensearles un poco de sabidura profunda. Algunas mujeres dicen que estn cansadas, que ya han hecho demasiado a este respecto. Me atrevo a decir humil-demente que han estado intentando ensear a un hombre que no quiere apren-der. Cuando los hombres ponen de manifiesto una buena disposicin, es el mo-mento de revelarles cosas no slo por este motivo sino porque otra alma lo pide. Ya lo vers. He aqu algunas de las cosas que ayudarn a un hombre a compren-der y a salir a medio camino al encuentro de la mujer; ste es el lenguaje, nuestro lenguaje.

    En los mitos, como en la vida, no cabe duda de que el Hombre Salvaje bus-ca a una esposa de debajo de la tierra. En los relatos celtas hay clebres parejas de Dioses Salvajes que se aman de esta manera. A menudo habitan en el fondo de un lago, desde donde protegen la vida y el mundo subterrneos. En los mitos babilonios Inanna la de los n1uslos de cedro llama a su amado, el Toro Plow: "Ven a cubrirme con tu furia salvaje." En los tiempos modernos, incluso hoy en da en el medio Oeste de Estados Unidos, an se dice que la Madre y el Padre de Dios crean los truenos revolcndose en su lecho primaveral.

    De igual modo, nada le gusta ms a la mujer salvaje que un compaero que se le pueda igualar. Sin embargo, una y otra vez quiz desde el principio de la infinidad, los que quisieran ser sus compaeros no estn muy seguros de com-prender su verdadera naturaleza. Qu de sea realmente una mujer? Es una pre-gunta muy antigua, un acertijo espiritual acerca de la naturaleza salvaje y miste-riosa que poseen todas las mujeres. Mientras que la vieja del cuento de "La viuda de Bath" de Chaucer dijo con voz cascada que la respuesta a esta pregunta era que las mujeres deseaban ejercer soberana sobre su propia vida, lo cual es un hecho indiscutible, hay otra verdad igualmente poderosa que satisface tambin esa pregunta. He aqu un cuento que explica cul es la verdadera naturaleza de las mujeres. Los que se esfuerzan en comprender la forma de ser y actuar que se muestra en el cuento sern para siempre compaeros y amantes de la mujer salvaje. Hace mucho tiempo la seorita V. B. Washington me regal un pequeo cuento afroa-mericano que yo he ampliado y convertido aqu en un cuento literario titulado "Manawee".

    Manawee

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    Un hombre fue a cortejar a dos hermanas gemelas. Pero el padre le dijo: "No podrs casarte con ellas hasta que no adivines sus nombres." Aunque Mana-wee lo intent repetidamente, no pudo adivinar los nombres de las hermanas. El padre de las jvenes sacudi la cabeza y rechaz a Manawee una y otra vez.

    Un da Manawee llev consigo a su perrito en una de sus visitas adivinato-rias y el perrito vio que una hermana era ms guapa que la otra y que la segunda era ms dulce que la primera. A pesar de que ninguna de las dos hermanas pose-a ambas cualidades, al perrito le gustaron mucho las dos, pues ambas le daban golosinas y le miraban a los ojos sonriendo.

    Aquel da Manawee tampoco consigui adivinar los nombres de las jvenes y volvi tristemente a su casa. Pero el perrito regres corriendo a la cabaa de las jvenes. All acerc la oreja a una de las paredes laterales y oy que las mujeres comentaban entre risas lo guapo y viril que era Manawee. Mientras hablaban, las hermanas se llamaban, la una a la otra por sus respectivos nombres y el perrito lo oy y regres a la mayor rapidez posible junto a su amo para decrselo.

    Pero, por el camino, un len haba dejado un gran hueso con restos de car-ne al borde del sendero y el perrito lo olfate inmediatamente y, sin pensarlo dos veces, se escondi entre la maleza arrastrando el hueso. All empez a comerse la carne y a lamer el hueso hasta arrancarle todo el sabor. De repente, el perrito re-cord su olvidada misin, pero, por desgracia, tambin haba olvidado los nom-bres de las jvenes.

    Corri por segunda vez a la cabaa de las gemelas. Esta vez ya era de no-che y las muchachas se estaban untando mutuamente los brazos y las piernas con aceite como si se estuvieran preparando para una fiesta. Una vez ms el pe-rrito las oy llamarse entre si por sus nombres. Peg un brinco de alegra y, mientras regresaba por el camino que conduca a la cabaa de Manawee, aspir desde la maleza el olor de la nuez moscada.

    Nada le gustaba ms al perrito que la nuez moscada. Se apart rpidamen-te del camino y corri al lugar donde una exquisita empanada de kumquat se es-taba enfriando sobre un tronco. La empanada desapareci en un santiamn y al perrito le qued un delicioso aroma de nuez moscada en el aliento. Mientras tro-taba a casa con la tripa llena, trat de recordar los nombres de las jvenes, pero una vez ms los haba olvidado.

    Al final, el perrito regres de nuevo a la cabaa de las jvenes y esta vez las hermanas se estaban preparando para casarse. "Oh, no! pens el perrito, ya casi no hay tiempo." Cuando las hermanas se volvieron a llamar mutuamente por sus nombres, el perrito se grab los nombres en la mente y se alej a toda prisa, firmemente decidido a no permitir que nada le impidiera comunicar de inmediato los dos valiosos nombres a Manawee.

    El perrito en el camino vio los restos de una pequea presa recin muerta por las fieras, pero no hizo caso y pas de largo. Por un instante, le pareci aspi-rar una vaharada de nuez moscada en el aire, pero no hizo caso y sigui corrien-do sin descanso hacia la casa de su amo. Sin embargo, el perrito no esperaba tropezarse con un oscuro desconocido que, saliendo de entre los arbustos, lo aga-rr por el cuello y lo sacudi con tal fuerza que poco falt para que se le cayera el rabo.

    Y eso fue lo que ocurri mientras el desconocido le gritaba: "Dime los nom-bres! Dime los nombres de las chicas para que yo pueda conseguirlas."

    El perrito temi desmayarse a causa del puo que le apretaba el cuello, pe-ro luch con todas sus fuerzas. Gru, ara, golpe con las patas y, al final,

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    mordi al gigante entre los dedos. Sus dientes picaban tanto como las avispas. El desconocido rugi como un carabao, pero el perrito no solt la presa. El descono-cido corri hacia los arbustos con el perrito colgando de la mano.

    "Sultame, sultame, perrito, y yo te soltar a ti", le suplic el desconocido. El perrito le gru entre dientes: "No vuelvas por aqu o jams volvers a

    ver la maana." El forastero huy hacia los arbustos, gimiendo y sujetndose la mano mientras corra. Y el perrito baj medio renqueando y medio corriendo por el camino que conduca a la casa de Manawee.

    Aunque tena el pelaje ensangrentado y le dolan mucho las mandbulas, conservaba claramente en la memoria los nombres de las jvenes, por lo que se acerc cojeando a Manawee con una radiante expresin de felicidad en el rostro. Manawee lav suavemente las heridas del perrito y ste le cont toda la historia de lo ocurrido y le revel los nombres de las jvenes. Manawee regres corriendo a la aldea de las jvenes llevando sentado sobre sus hombros al perrito cuyas orejas volaban al viento como dos colas de caballo. Cuando Manawee se present ante el padre de las muchachas y le dijo sus nombres, las gemelas lo recibieron completamente vestidas para emprender el viaje con l; le haban estado espe-rando desde el principio. De esta manera Manawee consigui a las doncellas ms hermosas de las tierras del ro. Y los cuatro, las hermanas, Manawee y el perrito, vivieron felices juntos muchos aos.

    Krik Krak Krado, este cuento se ha acabado Krik Krak Kron, este cuento se acab 1.

    La doble naturaleza de las mujeres

    En los cuentos populares, al igual que en los sueos, podernos comprender los contenidos de manera subjetiva, en cuyo caso todos los smbolos representan aspectos de la psique de una sola persona, pero tambin podemos comprender los cuentos de manera objetiva, puesto que se refieren a situaciones y relaciones del mundo exterior. Aqu comentaremos el cuento de Manawee ms bien desde el punto de vista de las relaciones entre una mujer y su compaero, teniendo en cuenta que muchas veces "lo de fuera es igual que lo de dentro".

    Este cuento revela un antiqusimo secreto con respecto a las mujeres, y es el siguiente: para ganarse el corazn salvaje de una mujer, su compaero tiene que comprender al mximo la doble naturaleza de sta.

    Aunque se entienda etnolgicamente a las dos mujeres del cuento como unas futuras esposas de una cultura polgama, desde una perspectiva arquetpi-ca el cuento nos habla tambin del misterio de las dos poderosas fuerzas femeni-nas que anidan en el interior de cada mujer.

    El cuento de Manawee contiene todos los hechos esenciales necesarios para poder acercarse a la mujer salvaje. Manawee, a travs de su fiel perro, adivina los dos nombres, las dos naturalezas de lo femenino. No puede vencer si no resuelve el misterio. Y para ello tiene que echar mano de su propio yo instintivo, simboli-zado en la figura del perro.

    Cualquiera que se acerque a una mujer se encuentra de hecho en presen-cia de dos mujeres, un ser exterior y una criatura interior, una que vive en el

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    mundo de arriba y otra que vive en otro mundo no tan fcilmente visible. El ser exterior vive a la luz del da y es fcilmente observable. Suele ser pragmtico, aculturado y muy humano. En cambio, la criatura interior suele emerger a la su-perficie desde muy lejos, a menudo aparece y desaparece rpidamente, pero siempre deja a su espalda una sensacin de algo sorprendente, original y sabio.

    La comprensin de esta doble naturaleza de las mujeres hace que a veces los hombres, e incluso las propias mujeres, cierren los ojos y pidan ayuda al cie-lo. La paradoja de la doble naturaleza de las mujeres consiste en que, cuando una de ellas se muestra sentimentalmente ms fra, la otra es ms ardiente. Cuando una mantiene unas relaciones ms intensas y enriquecedoras, la otra puede mostrarse ligeramente glacial. A menudo una de ellas es ms feliz y elsti-ca mientras que la otra anhela "no s qu". Una puede estar contenta y la otra puede experimentar una agridulce nostalgia. Estas "dos mujeres en una" son unos elementos separados pero unidos que se combinan en la psique de mil ma-neras distintas.

    El poder de Dos

    Aunque cada faceta de la naturaleza de la mujer constituye un ente aparte con distintas funciones y un conocimiento diferenciado, ambas poseen una con-ciencia o interpretacin mutua, tal como ocurre entre el cerebro y su corpus ca-llosum, y, por consiguiente, actan como un todo. Cuando una mujer esconde o favorece demasiado una de sus facetas, vive una existencia muy desequilibrada que le impide el acceso a todo su poder. Y eso no es bueno. Hay que desarrollar ambas facetas.

    Hay mucho que aprender acerca de la fuerza de Dos cuando examinamos el smbolo de las gemelas. En todo el mundo y desde la ms remota antigedad, se ha credo que los gemelos estn dotados de poderes sobrenaturales. En algunas culturas, existe toda una disciplina dedicada al equilibrio de la naturaleza de los gemelos, considerados dos seres que comparten una sola alma. E incluso des-pus de su muerte, a los gemelos se les da de comer, se les habla y se les ofrecen obsequios y sacrificios.

    En varias comunidades africanas y caribeas se dice que el smbolo de las hermanas gemelas tiene juju, la mstica energa del alma. Por consiguiente, hay que cuidar esmeradamente de las gemelas para evitar que un mal destino se aba-ta sobre toda la comunidad. Una norma del culto vud de Hait exige que a los gemelos se les d de comer exactamente las mismas raciones de alimento para evitar que surjan celos entre ambos, pero, sobre todo, para evitar que uno de ellos languidezca, pues, si muere uno, tambin morir el otro y entonces se per-der la especial espiritualidad que ambos aportan a la comunidad.

    De igual modo, una mujer posee un poder extraordinario cuando los dos aspectos de su psique se reconocen concientemente y se perciben como una uni-dad, juntas y no separadas. El poder de Dos es muy fuerte y no debe descuidarse ninguna de las facetas de la dualidad. Se las tiene que alimentar por igual, pues ambas aportan un misterioso poder al individuo.

    Una vez un viejo afroamericano del Medio Sur me cont un cuento. Sali de un callejn mientras yo permaneca sentada entre las pintadas de un aparca-miento del centro de una ciudad. Muchas personas lo hubieran calificado de loco, pues hablaba con todo el mundo sin dirigirse a nadie en particular. Avanzaba con un dedo extendido como si estuviera tanteando la direccin del viento. Las cuen-

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    tistas dicen que estas personas han sido tocadas por los dioses. En nuestra tra-dicin, a un hombre as lo llamaramos El bulto, pues las almas como l llevan una cierta mercanca y la muestran a quien quiera verla, a cualquiera que tenga ojos para verla y sentido comn para acogerla.

    Aquel simptico bulto en particular me cont el siguiente cuento. Gira en torno a cierta transmisin ancestral y se titula "Un ramita, dos ramitas". "As ac-tan los viejos reyes africanos", me dijo en un susurro.

    En el cuento, un anciano se est muriendo y convoca en torno a s a los suyos. A cada uno de sus muchos hijos, esposas y parientes le entrega una corta y resistente ramita. "Romped la ramita", les ordena. Con cierto esfuerzo, todos rompen la ramita por la mitad.

    "Eso es lo que ocurre cuando un alma est sola y no tiene a nadie. Se rom-pe fcilmente."

    Despus el viejo les dio a cada uno de sus parientes otra ramita Y les dijo: "As me gustara que vivierais cuando yo haya muerto. Reunid todas las ramitas en haces de dos y de tres. Y ahora, quebrad los haces por la mitad."

    Nadie puede quebrar las ramitas cuando forman un haz de dos o tres. El viejo me mir sonriendo. "Somos fuertes cuando estamos con otra alma. Cuando estamos unidos a los dems, no nos pueden romper."

    De igual manera, cuando las dos facetas de la doble naturaleza se mantie-nen juntas en la conciencia, ejercen un enorme poder y no se pueden quebrar. Es la caracterstica de la dualidad psquica, de los dos aspectos gemelos de la perso-nalidad de una mujer. Por su cuenta, el yo ms civilizado se encuentra a gusto, pero un poco solitario. Por su cuenta, el yo salvaje tambin se encuentra a gusto, pero ansa relacionarse con el otro. La prdida de los poderes psicolgicos, emo-cionales y espirituales de las mujeres se debe a la separacin de estas dos natu-ralezas, a la simulacin de que uno u otro de ellos ya no existe.

    Este cuento se puede interpretar como referido a la dualidad masculina y a la femenina. Manawee posee tambin una doble naturaleza: una naturaleza humana y una naturaleza instintiva, simbolizada por el perro. Su naturaleza humana, amable y afectuosa, no es suficiente para superar la prueba. Es su pe-rro, smbolo de la naturaleza instintiva, el que tiene la capacidad de acercarse subrepticiamente a las mujeres y, gracias a la agudeza de su odo, averiguar sus nombres. Es el perro el que aprende a desechar las seducciones superficiales y a conservar los conocimientos ms importantes. Es el perro de Manawee el que po-see un fino odo y es dueo de una tenacidad y un instinto que lo lleva a ocultar-se junto a las paredes y a buscar, perseguir y recuperar las ideas valiosas.

    Como en otros cuentos de hadas, las fuerzas masculinas pueden poseer una energa de tipo Barba Azul o una energa tan aniquiladora como la de la Ra-posa, con la cual intentarn destruir la doble naturaleza de las mujeres. Esta cla-se de pretendiente no puede tolerar la dualidad y busca la perfeccin, la nica verdad, la nica sustancia femenina encarnada en una sola mujer perfecta. Ay! Si t conoces a esta clase de persona, echa a correr en direccin contraria a la mayor velocidad que Puedas. Es mejor tener un amante que sea como Manawee tanto por dentro como por fuera: es un pretendiente mucho ms satisfactorio, pues est profundamente entregado a la idea del Dos. Y el poder de Dos acta como una entidad integral.

    Por consiguiente, Manawee desea tocar esta extremadamente ubicua pero misteriosa combinacin de vida espiritual de la mujer y pose, una soberana pro-

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    pia. Puesto que l es tambin un hombre salvaje Y natural, percibe el eco de la mujer salvaje y se siente atrado por ella.

    Entre esta tribu acumulativa de figuras masculinas de la psique femenina que los junguianos denominan animus, existe tambin una actitud de tipo Ma-nawee que descubre y aprecia la dualidad femenina, la considera valiosa y digna de ser cortejada y deseada y no ya diablica, fea y despreciable 2. Manawee, tanto si es una figura externa como si es interna, representa un amante audaz pero re-bosante de confianza cuyo mayor deseo es nombrar y comprender la misteriosa y numinosa dualidad de la naturaleza femenina.

    El poder del nombre

    Dar nombre a una fuerza, una criatura, una persona o una cosa tiene va-rias connotaciones. En las culturas en las que los nombres se eligen cuidadosa-mente por sus significados mgicos o propicios, conocer el verdadero nombre de una persona significa conocer el camino vital y las cualidades espirituales de di-cha persona. Y la razn de que el verdadero nombre se mantenga a menudo en secreto es la necesidad de proteger a su propietario para que pueda adquirir po-der sobre dicho nombre y nadie lo pueda vilipendiar o pueda apartar la atencin de l y para que su poder espiritual pueda desarrollarse en toda su plenitud.

    En los cuentos de hadas y las narraciones populares el nombre tiene varios aspectos adicionales, lo cual queda claramente de manifiesto en el cuento de Ma-nawee. Aunque en algunos cuentos el protagonista busca el nombre de una fuer-za perversa para poder dominarla, por regla general la bsqueda del nombre obe-dece al deseo de evocar esta fuerza o a esta persona, a la necesidad de estar cerca de esta persona y establecer una relacin con ella.

    Es lo que ocurre en el cuento de Manawee. ste va y viene una y otra vez en un sincero intento de acercarse al poder de "las Dos". Le interesa nombrarlas no para aduearse de su poder sino para adquirir un poder propio igual al suyo. Conocer los nombres equivale a adquirir y conservar la conciencia de la doble na-turaleza. Por mucho que uno lo desee e incluso recurriendo al uso del propio po-der, no se puede establecer una relacin profunda sin conocer los nombres.

    La adivinacin de los nombres de la doble naturaleza, es decir, de las dos hermanas, es inicialmente una tarea tan difcil para las mujeres como para los hombres. Pero no tenemos que preocuparnos demasiado. El solo hecho de que nos interese descubrir los nombres significa que ya vamos por buen camino.

    Y cules son exactamente los nombres de estas dos hermanas simblicas de la psique femenina? Como es natural, los nombres de las dualidades varan segn las personas, pero tienden a ser en cierto modo contrarios. Tal como ocu-rre con buena parte del mundo natural, es posible que al principio los nombres nos parezcan inmensos y pensemos que carecen de una pauta o repeticin de-terminada. Pero un minucioso examen de la doble naturaleza, haciendo pregun-tas y prestando atencin a las respuestas, no tardar en revelarnos una pauta que efectivamente es muy amplia, pero que posee una estabilidad semejante al flujo y reflujo de las mareas; la pleamar y la bajamar son predecibles y pueden trazarse mapas de sus corrientes profundas.

    En la cuestin de la adivinacin de los nombres, pronunciar el nombre de una persona es formular un deseo o una bendicin acerca de l cada vez que se pronuncia. Nombramos estos dos temperamentos que llevamos dentro para casar el ego con el espritu. Esta pronunciacin del nombre y este casamiento se lla-

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    man, con palabras humanas, amor propio. Cuando se produce entre dos perso-nas individuales se llama amor recproco.

    Manawee trata una y otra vez de adivinar los nombres, pero slo con su na-turaleza exterior no consigue adivinar los nombres de las gemelas. El perro, como representante de la intuicin, acta al servicio de Manawee. Las mujeres ansan a menudo encontrar a un compaero que tenga esta clase de paciencia y el ingenio necesario para seguir intentando comprender su naturaleza profunda. Cuando encuentra a un compaero de este tipo, lo hace objeto de su lealtad y amor du-rante toda su vida. En el cuento, el padre de las gemelas acta de guardin de la pareja mstica. Es el smbolo de un rasgo intrapsquico real que protege la inte-gridad de unas cosas que tienen que "permanecer unidas" y no separadas. l es quien somete a prueba el valor, la "idoneidad" del pretendiente. Es bueno que las mujeres tengan este vigilante.

    En este sentido se podra decir que una psique sana somete a prueba todos los nuevos elementos que piden permiso para incorporarse a ella; que la psique posee una integridad cuya proteccin exige un proceso de seleccin. Una psique sana poseedora de un paternal vigilante no acepta sin ms cualquier viejo pen-samiento o cualquier actitud o persona, slo acepta los que poseen capacidad de percepcin conciente o se esfuerzan por alcanzarla.

    El padre de las dos hermanas dice: "Espera. Hasta que no me convenzas de que te interesa realmente conocer la verdadera esencia los verdaderos nom-bres, no podrs tener a mis hijas." El padre quiere decir: "No podrs compren-der los misterios de las mujeres con slo pedirlo. Primero tienes que esforzarte. Tienes que estar dispuesto a entregarte por entero. Tienes que imaginarte cada vez ms cerca de la autntica verdad de este rompecabezas espiritual femenino, de este esfuerzo que es no slo un descenso sino tambin un enigma."

    La tenaz naturaleza canina

    El perrito del cuento muestra exactamente de qu manera acta la tenaci-dad psquica. Los perros son los magos del universo. Con su sola presencia transforman a las personas malhumoradas en sonrientes, a las personas tristes en menos tristes; engendran relaciones. Como en la antigua epopeya babilnica de Gilgams, en la que Inkadu, el peludo hombre/animal es el contrapunto de Gilgams, el rey excesivamente racional, el perro constituye una de las dos natu-ralezas del hombre. Es la naturaleza del bosque, la que puede seguir el rastro, la que percibe lo que son las cosas.

    Al perro le gustan las hermanas porque stas le dan de comer y le sonren. Lo mstico femenino comprende y acepta de buen grado la naturaleza instintiva del perro. El perro representa, entre otras cosas, al (o a la) que ama fcilmente y durante mucho tiempo con todo su corazn, que perdona sin esfuerzo, que es ca-paz de correr durante largo rato y de luchar hasta morir en caso necesario. La naturaleza canina 3 nos da las claves concretas sobre la forma en que un compa-ero se ganar el corazn de las hermanas gemelas y de la mujer salvaje, y la cla-ve principal es "vuelve una y otra vez".

    Manawee no consigue adivinar los nombres y regresa tristemente a casa. Pero el perrito vuelve a la cabaa de las hermanas y presta atencin hasta que oye los nombres. En el mundo de los arquetipos la naturaleza canina es psico-pompa* mensajera entre el mundo superior y el oscuro mundo inferior y ct-nica**, es decir, originaria de las ms oscuras y remotas regiones de la psique, las

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    que desde tiempo inmemorial se han venido llamando el infierno o mundo subte-rrneo de ultratumba. Un compaero tiene que llegar a esta sensibilidad para poder comprender la doble naturaleza.

    El perro es parecido al lobo, slo que un poco ms civilizado, si bien, tal como se ve en el resto del cuento, no demasiado. Este perrito en su calidad de psicopompo representa la psique instintiva. Oye y ve las cosas de manera distinta a como lo hace un ser humano. Llega a unos niveles que el ego jams conseguira imaginar por su cuenta. Oye unas palabras y unas instrucciones que el ego no puede or. Y se gua por lo que oye. Una vez, en un museo de la ciencia de San Francisco, entr en una sala llena de micrfonos y altavoces que simulaban el odo de un perro. Cuando una palmera se agitaba al viento, sonaba como un terremoto; cuando unas pisadas se acerca-ban desde lejos, era como si alguien estrujara contra mi odo un milln de bolsas de palomitas de maz. El mundo del perro est lleno de constantes cataclismos acsticos, Unos cataclismos acsticos que nosotros los seres humanos no perci-bimos en absoluto. Pero el perrito s.

    El cnido oye ms all del alcance del odo humano. Este aspecto medial de la psique instintiva, de caractersticas semejantes a las de los mdiums, percibe la profunda funcin, la profunda msica y los profundos misterios de la psique femenina. sta es la naturaleza que puede conocer la naturaleza salvaje de las mujeres.

    El sigiloso apetito seductor

    No es casual que los hombres y las mujeres se esfuercen en buscar las fa-cetas ms profundas de sus naturalezas y, sin embargo, se distraigan de este propsito por toda una serie de razones, generalmente por placeres de distintas clases. Algunos se aficionan a dichos placeres, se quedan perennemente enreda-dos en ellos y jams reanudan su tarea. * Uno de los eptetos del dios griego Hermes en su papel de gua de las alas al mundo subterr-neo. (N. de la T.) ** Uno de los eptetos de Zeus y de las divinidades del mundo subterrneo cuyo significado es "perteneciente al reino de ultratumba". (N. de la T.)

    Al principio, el perrito tambin se distrae a causa de sus apetitos. Muchas veces los apetitos son unos encantadores forajidos que se dedican a robar el tiempo y la libido. Nuestro tiempo y nuestra libido. Jung seal que se tena que controlar en cierto modo el apetito humano. De lo contraro y tal como ya hemos visto, la persona se detiene ante cada hueso que ve por el camino y ante cada empanada que ve sobre un tronco.

    Es posible que, como el perro, los compaeros que buscan el nombre de la doble naturaleza pierdan su determinacin en presencia de cualquier tentacin que encuentren por el camino. Tal cosa puede ocurrir si se trata de criaturas sal-vajes o famlicas. En tal caso, es posible que tambin se olviden de lo que tienen entre manos. Puede que sean tentados/atacados por algo de su propio inconcien-te que desea ejercer su dominio sobre las mujeres con el fin de explotarlas o de atraerlas para la satisfaccin de su propio placer o para llenar su vaco de caza-dor.

    Durante el camino de regreso a la casa de su amo, el perro se distrae a causa de un sabroso hueso, lo cual lo lleva a olvidar los nombres de las mucha-

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    chas. Este episodio representa algo que suele ocurrir en la funcin psquica pro-funda: las distracciones del apetito obstaculizan el proceso primario. No pasa un mes sin que alguna paciente me diga "Bueno, me distraje porque tena mucho trabajo o porque experiment una fuerte excitacin sexual y tard siete das en calmar esa fiebre" o " porque pens que esta semana era el momento adecuado para podar las quinientas plantas de mi casa" o "... porque emprend siete nuevas aventuras creativas, me lo pas muy bien y despus llegu a la conclusin de que ninguna de ellas era demasiado prometedora y decid dejarlo todo".

    Por consiguiente, el hueso en el camino es algo a lo que nadie es inmune. Su delicioso hedor es una tentacin irresistible para un perro. En el peor de los casos, probablemente se trata de una aficin que ya nos ha salido muy cara en varias ocasiones. Sin embargo, aunque hayamos fracasado una y otra vez, tene-mos que volver a intentarlo hasta que podamos pasar de largo y seguir adelante con nuestra tarea principal.

    El momento culminante de nuestra actuacin profunda es similar a la exci-tacin sexual en el sentido de que empieza de cero, acelera alcanzando distintos niveles y llega a una fase intensa y sostenida. Si la aceleracin se interrumpe bruscamente (por culpa de un ruido intenso e inesperado, por ejemplo), hay que empezar de nuevo por el principio. Cuando se trabaja con el estrato arquetpico de la psique se produce una tensin de excitacin parecida. Si se interrumpe la tensin, hay que empezar prcticamente de cero. Por consiguiente, en el camino hay muchos huesos jugosos, agradables, interesantes y tremendamente excitan-tes. Pero todos ellos nos arrastran en cierto modo hacia una especie de amnesia que nos hace olvidar no slo en qu fase de nuestra tarea nos encontramos sino tambin cul es nuestra tarea.

    El Corn nos advierte sabiamente de que se nos pedir cuentas de todos los placeres permitidos de la vida de los que no quisimos gozar cuando estba-mos en la tierra, Sin embargo, un exceso e incluso una pequea cantidad de una cosa buena en el momento inadecuado puede provocarnos una considerable pr-dida del nivel de conciencia. En cuyo caso, en lugar de experimentar una repen-tina oleada de sabidura, andamos por ah como un profesor distrado que mur-mura por lo bajo: "Dnde estaba yo ahora?" Tardamos semanas y a veces meses en recuperarnos de estas distracciones.

    En el cuento el perro regresa corriendo a la cabaa de las gemelas, oye de nuevo sus nombres y una vez ms se aleja a toda prisa. El cnido sigue el instin-tivo impulso de intentarlo una y otra vez. Pero, ay, una empanada de kumquat lo distrae y vuelve a olvidar los nombres. Otro aspecto del apetito ha asaltado a la criatura y la ha apartado una vez ms de su tarea. Su vientre ha quedado satisfe-cho, pero no as la tarea de su alma.

    Estamos empezando a comprender que el proceso de conservar la concien-cia y ms concretamente de no ceder a los apetitos que nos distraen mientras tratamos de encontrar una conexin psquica es un proceso muy largo, al que resulta muy difcil mantenerse agarrado. Vemos que el sagaz perrito lo intenta con todas sus fuerzas. Sin embargo, cuesta mucho salir del profundo inconciente arquetpico para regresar a la mente conciente. Cuesta mucho bajar a los nom-bres y cuesta mucho subir de nuevo a la superficie. Cuesta mucho conservar el conocimiento conciente cuando se tropieza con trampas por el camino.

    La empanada de kumquat y el hueso representan seducciones que nos dis-traen y que a su manera son deliciosas... en otras palabras, hay en la psique de todo el mundo unos elementos tortuosos, falsos y exquisitos. Estos elementos son

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    contrarios a la conciencia; se conservan lozanos manteniendo las cosas oscuras y atrayentes. A veces nos cuesta recordar que estamos luchando por alcanzar la belleza de la luz.

    En este cuento, el perro es el portador de la luz y trata de establecer una conexin conciente con la mstica naturaleza gemela. Hay "algo" que peridica-mente intenta evitarlo, algo que es invisible, pero que con toda certeza es el res-ponsable de la colocacin de los huesos y de las empanadas. No cabe duda de que se trata del oscuro forastero, otra versin del depredador natural de la psique que se opone a la conciencia. Debido a la presencia de este adversario natural en la psique de todas las personas, hasta la psique ms sana puede perder su lugar. El hecho de recordar la verdadera tarea que tenemos entre manos y de recordarla una y otra vez prcticamente al modo de los mantras, nos conducir de nuevo a la conciencia.

    La adquisicin de la fiereza

    El perrito aprende una vez ms los nombres de las mujeres y regresa co-rriendo junto a su amo. Pasa de largo por delante del festn del camino y de los deliciosos efluvios procedentes de los arbustos. Vemos aqu que la intensidad de la conciencia de la psique est aumentando. La psique instintiva ha aprendido a reprimirse, a respetar las prioridades y a concentrarse. Se niega a distraerse. Ahora est atenta.

    Pero, como llovida del cielo, una cosa oscura se abalanza de repente sobre el perrito. El desconocido sacude al perro y le grita: "Dime los nombres! Cmo se llaman las jvenes para que yo pueda conseguirlas?" Al desconocido no le in-teresa la doble naturaleza ni las mejores cualidades de la psique. Para l, lo fe-menino es una posesin que desea adquirir y nada ms.

    El desconocido puede ser una persona real del mundo exterior o un com-plejo negativo del interior. No importa lo que sea, pues el efecto devastador es el mismo. Esta vez el perro libra una batalla desenfrenada. Tanto si el sujeto es va-rn como si es mujer, eso es lo que ocurre en la vida exterior cuando un inciden-te, un error verbal o alguna cosa extraa se abalanza sobre nosotros y trata de hacernos olvidar quines somos. Siempre hay algo en la psique que trata de ro-barnos los nombres. En el mundo exterior tambin hay muchos ladrones de nombres.

    En el cuento, el perrito lucha con denuedo. A veces, slo aprendemos a afe-rrarnos a nuestro ms profundo conocimiento porque un desconocido se nos echa encima. Entonces tenemos que luchar por lo que ms queremos, por aquello que tenemos entre manos, por nuestro desarrollo ms all de nuestros motivos espirituales superficiales, lo que Robert Bly llama "el deseo de sentirnos maravi-llosamente"4, por mantenernos aferrados al conocimiento profundo, por terminar lo que hemos empezado.

    El perrito lucha por conservar los nombres y, de esta manera, vence las re-petidas cadas en el inconciente. Una vez terminada la batalla, comprobamos con asombro que el perro no ha perdido los nombres, pues la pelea era por eso, por el conocimiento de lo femenino salvaje. Quienquiera que lo posea tiene el mismo poder que la mujer. El perro ha luchado para entregarle este poder al hombre digno de l, Manawee. Ha luchado para impedir que el poder fuera a parar a un aspecto de la antigua naturaleza humana que lo utilizara mal. La entrega del po-

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    der a unas manos adecuadas es tan importante como el descubrimiento de los nombres.

    El heroico perro entrega los nombres a Manawee, el cual los ofrece al padre de las jvenes. Las muchachas ya estn preparadas para irse con Manawee. Han estado esperando desde el principio que Manawee descubriera y conservara el conocimiento conciente de sus naturalezas intrnsecas.

    Vemos por tanto que las dos cosas que impiden el progreso en estas cues-tiones son las distracciones del propio apetito y el oscuro desconocido, el cual puede ser un innato opresor del interior de la psique o una persona o situacin del mundo exterior. En cualquier caso, el viajero sabe instintivamente cmo de-rrotar a estos saqueadores y merodeadores. Hay que conservar los nombres, los nombres lo son todo.

    La mujer interior

    A veces las mujeres se cansan y se ponen nerviosas aguardando que sus compaeros las comprendan. "Cmo es posible que no sepan lo que pienso y lo que quiero?", se preguntan. Las mujeres se hartan de hacerse esta pregunta. Pero el dilema tiene una solucin que es eficaz y efectiva.

    S una mujer quiere que su compaero responda de esta manera, tendr que ensearle el secreto de la dualidad femenina. Tendr que hablarle de la mu-jer interior, aquella que, aadida a ella misma, suma dos. Y lo har enseando a su compaero a hacerle dos preguntas falsamente sencillas que conseguirn que se sienta vista, oda y conocida.

    La primera pregunta es la siguiente: "Qu es lo que quieres?" Casi todo el mundo suele formular una versin de esta pregunta. Pero hay otra pregunta ms esencial y es la siguiente: "Qu es lo que quiere tu yo profundo?"

    Si un hombre pasa por alto la doble naturaleza de una mujer y la toma por lo que parece, lo ms seguro es que se lleve una sorpresa, pues, cuando la natu-raleza salvaje de la mujer surge de las profundidades y empieza a dejar sentir su presencia, a menudo tiene unas ideas, unos intereses y unos sentimientos muy distintos de los que haba puesto de manifiesto anteriormente.

    Para entablar una relacin segura, la mujer tendr que hacerle a su com-paero estas mismas preguntas. En nuestra calidad de mujeres, nosotras apren-demos a interrogar las dos facetas de nuestra naturaleza y tambin las de los dems. A travs de la informacin que recibimos de ambas facetas, podemos es-tablecer con toda claridad qu es lo que ms valoramos y actuar en consecuen-cia.

    Cuando una mujer consulta su doble naturaleza, busca, examina y toma muestras de un material que est ms all de la conciencia y que, por consi-guiente, resulta muchas veces sorprendente por su contenido y su elaboracin y es a menudo extremadamente valioso.

    Para amar a una mujer, el hombre tiene que amar tambin su naturaleza indmita. Si la mujer acepta a un compaero que no sabe o no puede amar su otra faceta, tendr la sensacin de que la han desmontado y cojear como si es-tuviera averiada.

    Por consiguiente, los hombres, al igual que las mujeres, tienen que averi-guar tambin el nombre de su doble naturaleza. El amante ms estimado, el pa-riente y el amigo ms apreciado, el "hombre salvaje" ms estimable es el que des-ea aprender. Aquellos que no disfrutan con el aprendizaje, los que no se sienten

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    atrados por las nuevas ideas y experiencias, no pueden desarrollarse ms all del poste del camino junto al cual estn descansando en este momento. Si existe una fuerza que alimenta la raz del dolor, sta es la negativa a aprender ms all del momento presente.

    Sabemos que la criatura del hombre salvaje est buscando su propia mujer terrenal. Tanto si uno tiene miedo como si no, el hecho de dejarse conmover por el alma salvaje de otra persona constituye un profundo acto de amor. En un mundo en el que los seres humanos tienen siempre tanto miedo de "perder", hay demasiadas murallas protectoras que impiden la disolucin de las personas en la numinosidad de otra alma humana.

    El compaero de la mujer salvaje es el que posee tenacidad y paciencia es-pirituales, el que es capaz de enviar su propia naturaleza instintiva a atisbar bajo la tienda de la vida espiritual de una mujer y comprender lo que ve y oye all. El mejor partido es el hombre que insiste en regresar para intentar comprender, el que no permite que los espectculos secundarios que encuentra por el camino lo aparten de su propsito.

    La tarea salvaje del hombre es por tanto la de descubrir los verdaderos nombres de la mujer y no hacer mal uso de este conocimiento para ejercer su po-der sobre ella, sino captar y comprender la sustancia numinosa de que est hecha, dejarse inundar, sorprender, escandalizar e incluso atemorizar por ella. Y permanecer a su lado. Y cantarle sus nombres. Eso har que a la mujer le brillen los ojos y que a l le brillen a su vez los suyos.

    Pero, para que no se duerma demasiado pronto sobre los laureles, queda todava otro aspecto de los nombres de la doble naturaleza, un aspecto todava ms temible, pero que es esencial para todos los amantes. Mientras que una de las dos naturalezas de la mujer se podra llamar Vida, la hermana "gemela" de la vida es una fuerza llamada Muerte. La fuerza llamada Muerte es una de las dos pas del tenedor magntico de la naturaleza salvaje. Si uno aprende a nombrar las dos naturalezas, al final acabar tropezando directamente con la calavera desnuda de la naturaleza de la Muerte. Dicen que slo los hroes lo pueden resis-tir. El hombre salvaje lo puede resistir con toda certeza. Y no cabe duda de que la mujer salvaje tambin. De hecho, ambos se ven totalmente transformados por ella.

    Ahora tengo el gusto de presentarles a la Mujer Esqueleto.