maig 1968 paris

5
Contestación La efervescencia revolucionaria de 1968 terminó con diferentes derrotas, pero dejó la prevalencia de la cultura de la sospecha y la autonomía del individuo. Cuarenta años después de aquella revuelta civil protagonizada por los jóvenes, el reto de la sociedad global es recuperar las actitudes que permitan enfrentarse a las nuevas formas de autoritarismo. Por Josep Ramoneda Disturbios en el bulevar de Saint-Jacques del Barrio Latino de París, el 10 de junio de 1968. Foto: Gilles Caron / Contact Press Images MAYO 68 / Ensayo 4 EL PAÍS BABELIA 19.04.08

Upload: juan-escriva-enguix

Post on 12-Aug-2015

662 views

Category:

Education


0 download

TRANSCRIPT

Plancha: 4 P

ágina: BA

BE

LIA

- BA

B_N

AC

ION

AL

- 37 - 856 - 19/04/08 CR

LO

RE

NT

E 15/04/08 20:12

Pla

ncha

: 4 P

ágin

a: B

AB

EL

IA -

BA

B_N

AC

ION

AL

- 4

- 8

56 -

19/

04/0

8 C

RL

OR

EN

TE

15/

04/0

8

20:1

2

.

Q UIZÁS SE DEBIERA a que había pasa-do la tarde viendo el dvd de Fema-le Vampire (1973), una infame pe-lícula de “terror erótico” de Jess

Frank (el admirable tío ovejanegrade Javier Marías), en la que una vam-pira afásica daba cuenta de sus vícti-mas tras someterlas a letales felacio-nes a plena luz del día, lo que, comose sabe, desafía todas las convencio-nes del género. O, tal vez, a que, trasuna cena copiosa, había estado le-yendo El estudiante de Salamanca,de José de Espronceda (1808-1842),como personal homenaje a un poetaque es lo más parecido que tenemosa un Byron local (aunque DomingoYnduráin lo llamó “señorito chisga-rabís sin fundamento”) y cuyo bicen-tenario está pasando injustamenteinadvertido. Sea como fuere, lo cier-to es que me desperté de madru-gada empapado en sudor y con elrecuerdo difuso de una espantosapesadilla. Mi sueño transcurría en elInfierno, pero no en uno gore y conllamas, sino en un saloncito burguésnada dantesco de los que se usabanpara los montajes universitarios delHuis-clos sartreano. Yo permanecíasentado y sin poderme mover, mien-tras a mi alrededor se agitaban misdemonios torturadores: MercedesMilá, que estaba presentando entu-siasmada una versión infernal deGran Hermano; Zaplana, que levan-taba pesas perfectamente peinado;Sabina, que cantaba sin cesar unhimno barriobajero; Whoopi Gold-berg y Chuck Norris, que copulabansonrientes; Jiménez Losantos e Igna-cio Villa, que, vestidos de pardo, seempeñaban en unir con pegamentolos fragmentos de un mapa de Espa-ña. Y, de repente, como si hubieranestado esperando una señal, todosdejaron lo que estaban haciendo yse acercaron a donde yo estaba, enactitud amenazante y acusándomede algo que ya no recuerdo. Y fueentonces cuando me desperté, mien-tras me venían a la memoria unosmacabros versos leídos la noche an-tes, en los que el esqueleto de laburlada doña Elvira se acerca al estu-diante crápula, y “con su boca caver-nosa busca / la boca a Montemar, ya su mejilla / la árida, descarnada yamarilla / junta y refriega repugnan-te faz”. Fue espantoso, créanme. Mehe prometido no volver a abusar delKentucky Fried Chicken, y controlarmis lecturas nocturnas.

JuanramonianaEL CINE AMA el Premio Nobel. Desde Mada-me Curie (1943), de Mervyn LeRoy, a Unamente maravillosa (2001), de Ron Ho-ward, son varios los biopics sobre escrito-res o científicos que han vivido su mo-mento de gloria en el gran show anual deEstocolmo. Pero quizás ninguna películase haya centrado tanto en los prolegóme-nos de la ceremonia como El Premio(1963), de Mark Robson, una comedia deintriga un poco pedorra basada en el bestseller de Irving Wallace (Grijalbo, agota-do), y cuyos méritos fundamentales eranun leve aire hitchconiano y el trabajo dePaul Newman y Edward G. Robinson,

quienes conseguían hacernos olvidar losperpetuos morritos de una Elke Sommermás gélida que un paquete de guisantesFindus. Bueno, pues si quieren leer algo

mucho más intrigante no se pierdan JuanRamón Jiménez, 1936; crónica de un Pre-mio Nobel (Publicaciones Residencia deEstudiantes), de Alfonso Alegre Heitz-mann, un relato emocionante y erudito

(no son términos incompatibles) acercade los avatares de la candidatura de JRJ alPremio Nobel de Literatura, que acabóconsiguiendo en 1956 a pesar de la falta

total de apoyo de las instituciones (in-cluida la RAE) del régimen franquista.Heitzmann, estudioso juanramoniano(además de poeta) del que la “Resi” estápublicando una estupenda edición delEpistolario de JRJ, se ha beneficiado de laapertura de los archivos referentes al poe-ta en la Academia Sueca. Resulta apasio-nante seguir a través de todo tipo de do-cumentos, sabiamente dispuestos consentido dramático, el cúmulo de apoyos,tibiezas, mezquindades y generosidadesque la candidatura de JRJ fue obteniendodesde 1947 —cuando su obra empezó aser audazmente reivindicada en plenadictadura por la gente de Ínsula— hastaque finalmente logró el premio sueco(compitiendo con Menéndez Pidal), tres

días antes de la muerte de su esposa Ze-nobia. Un acierto de la siempre impeca-ble editorial de la Residencia. Por ciertoque mi topo en la Universidad de Barce-

lona me escribe que mi comentariode hace unos meses acerca de lasenormes trabas impuestas por la Re-sidencia a muchos de quienes preten-dían investigar en sus archivos hatenido un efecto benéfico: desde en-tonces algún otro colega ha logradoobtener más fácil acceso a papelesque se guardan en el sancta sanc-tórum residencial. De manera que yapuedo dedicarme tranquilamente a“arreglar otros problemas sociales”,tal como me recomendó una malhu-morada funcionaria de la “Resi” na-da proclive a tolerar la crítica. Aun-que venga de amigos.

SesentayochismoCONTINÚA EL TIRÓN mediático—cuarenta años después— del añomás prodigioso de la década prodi-giosa (¡glup!). Si quieren saber o re-cordar lo que pasó entonces del unoal otro confín sigue siendo muy útilla crónica de Mark Kurlanski 1968, elaño que conmocionó al mundo (Des-tino, 2005; ¿para cuándo en bolsi-llo?). Por lo demás, Francia sigue es-tando a la cabeza de la producciónbibliográfica sobre el asunto, con laseditoriales compitiendo en las mesasde novedades y todos los principalesdiarios publicando extras y suple-mentos sobre los soixante-huitards ysus momentos de Grandeur. Le Figa-ro, al que se le ve el plumero (como atodos, por otra parte) ha publicadoun suplemento de libros con un títu-lo que es toda una declaración deprincipios: Mai 68, inventaire avantliquidation. Y es que a la derecha lesiguen saliendo sarpullidos cuandopiensa en aquello, y eso que muchosde sus más agresivos paladines deahora se movían entonces con ado-quines (o aerosoles de pintura) enlas manos entre la rue de Gay Lussacy La Sorbona. Le Monde ha publica-do una interesante revista “fuera deserie” que recoge lo más importantede aquel año y en la que destacan elanálisis de Philippe Sollers (“res-puesta a los contestatarios de la con-testación”) y una entrevista con elincombustible Negri. Y, ya puestos arizar el rizo, The Guardian se descol-gó el sábado con un reportaje espe-cial en su suplemento Travel en el

que invitan a hacer un audiotour virtual(incluye vínculos para bajarse el podcast)por las calles de la revuelta y a tomarseun café o una cerveza en los lugares quefrecuentaban los estudiantes; en fin, ahacer turismo cultural e histórico por elmitológico París mayero. Ante tanto as-quito desbordado me siento un poco co-mo Álvaro de Campos, aquel heterónimopessoano autor de Tabacaria (“el mejorpoema del siglo”, según Tabucchi), cuan-do decía: “Hoy estoy dividido entre lalealtad que debo / al Estanco del otrolado de la calle, como cosa real por fuera/ y la sensación de que todo es sueño,como cosa real por dentro”. Y así vanpasando los días: con vuelos baratos, perosin Grandes Relatos. O

Grandes cenas y sepulturas llenas

Ilustración de Max.

‘The Guardian’ invitaa hacer un ‘audiotour’virtual, turismo culturale histórico por elmitológico París mayero

SILLÓN DE OREJAS Por Manuel Rodríguez Rivero

EL PAÍS BABELIA 19.04.08 37

Contestación mundialLa efervescencia revolucionaria de 1968 terminó con diferentes derrotas, pero dejó laprevalencia de la cultura de la sospecha y la autonomía del individuo. Cuarenta años después deaquella revuelta civil protagonizada por los jóvenes, el reto de la sociedad global es recuperarlas actitudes que permitan enfrentarse a las nuevas formas de autoritarismo. Por Josep Ramoneda

Disturbios en el bulevar de Saint-Jacques del Barrio Latino de París, el 10 de junio de 1968. Foto: Gilles Caron / Contact Press Images

1 La efervescencia revolucionariaEL 68 FUE EN DIVERSOS lugares delmundo un año de “efervescencia re-volucionaria”. La expresión es de

Claude Lefort y me parece que define mu-cho mejor la realidad de los hechos que lapalabra revolución. Ni en Berkeley, ni enTokio, ni en Roma, ni en Berlín, ni en París,

ni en Varsovia, ni en México, por citar losprincipales escenarios de aquella movida,estuvo en juego el poder político ni su ocu-pación entraba realmente en las expectati-vas de quienes llenaban las calles con susprotestas. La única excepción fue Praga, pe-ro no se trataba de un proyecto revoluciona-rio sino de un proceso de cambio desde el

poder. Y fue la contrarrevolución —la ocupa-ción del país por los tanques del Pacto deVarsovia, dirigida desde el Kremlin— la queechó a los que pretendían que el socialismoevolucionara hacia formas democráticas, ensintonía con los ciudadanos.

A lo sumo podría hablarse de revolucióncultural, como hizo Fernand Braudel, en la

medida en que los tres ámbitos principalesde la cultura —la familia, los media y laenseñanza— sufrieron una sacudida que lescambiaría profundamente. La gran movidafue breve y en la mayoría de los lugares seimpuso el retorno al orden, la reacción res-

Pasa a la página siguiente

MAYO 68 / Ensayo

4 EL PAÍS BABELIA 19.04.08

Pla

ncha

: 5 P

ágin

a: B

AB

EL

IA -

BA

B_N

AC

ION

AL

- 3

6 -

856

- 19

/04/

08

CR

LO

RE

NT

E 1

5/04

/08

20

:12

Plancha: 5 P

ágina: BA

BE

LIA

- BA

B_N

AC

ION

AL

- 5 - 856 - 19/04/08 CR

LO

RE

NT

E 15/04/08 20:12

.

Por Cecilia Dreymüller

ES UN SECRETO A VOCES en Alemaniaque la literatura surgida de losmárgenes étnicos de la sociedad,la que escriben los hijos y nietos

de los trabajadores extranjeros, por muyirregular que se presente a veces, tieneinfinitamente más que decir que estas no-velitas de taller literario, perfectamenteconfeccionadas, que la mayoría de las edi-toriales entiende por literatura. Leyla, elemocionante relato de una infancia turca,es buen ejemplo de ello. Feridun Zaimo-glu, el novelista turcoalemán más recono-cido, invoca aquí a dios y al diablo, sesienta en la alfombra multicolor del cuen-tacuentos oriental, y se pone a engalanar,peinar y pintar su historia. Leyla, sin em-bargo, no necesita tantos afeites, pues esla historia de una familia, contada desdela perspectiva de la niña y joven mujerque fue madre de Zaimoglu en los añoscincuenta, primero en un pueblo de Anato-lia y después en Estambul (de donde parti-ría a Alemania). Y en esta infancia haytanto dolor, tanta miseria, dureza y violen-cia, mezclados con amor, deseo, sexo pro-hibido y transgresiones de todo tipo quemantiene en vilo la atención del lector des-de la primera hasta la última línea.

“Hay un momento para la humildad,un momento para la obediencia y otropara ir a ver al señor de la casa”, ésta esuna de las primeras reglas que aprende lapequeña Leyla, después de recibir un pu-ñetazo de su progenitor, igual que la deser muda como una pared en su presen-cia, nunca levantar los ojos y colocarle laspantuflas en el momento en el que cruzael umbral. La incuestionable ley patriarcalque rige en casa de Halid convierte a sumujer en “puta Armenia” y a sus cincohijos en “perros”, a los que pega a su anto-jo, explota como esclavos y de los queabusa sexualmente. Leyla se agacha cuan-

do caen los palos, pero no se somete. Supadre sólo es “el marido de mi madre”.Crece en el odio y la desconfianza hacia loque él representa: “El honor de los hom-bres no trae más que desdichas, las pero-ratas de los hombres quitan el aire pararespirar y el pan para comer”. Lamenta-blemente, la traducción se aleja a menudoinnecesariamente del original, ablandan-do el tono tajante y emocionalmente car-gado del texto.

Es la detallada descripción del crudodía a día de esta chica —principalmentedoméstico porque no se le permite salirmás que a la escuela— lo que constituyeel gran atractivo de la novela. Transcurreen un mundo de mujeres que en el espa-cio íntimo buscan resarcirse de las limita-ciones y desdichas de sus existencias. Enla cocina, en el haman, en las largas horasde bordar y coser el ajuar —actividadesque se recrean mimosamente, pero sinedulcorar—, Leyla conoce el cariño, la be-lleza, la sensualidad. Zaimoglu ha conse-guido esquivar la coloración pintoresco-folclórica tan propia de novelas ubicadasen escenarios parecidos y ha optado poruna especie de realismo subjetivo, que, através de la mirada soñadora pero lúcidade la niña, compone un cuadro socialmuy matizado.

Así es como no sólo se comprende quelas circunstancias infrahumanas marca-ron el carácter y destino de muchos inmi-grantes que vinieron a Alemania para sos-tener con su mano de obra el “milagroeconómico”, y de cuya escasa integraciónrecientemente surgieron de nuevo tantasquejas. La novela transparenta también—y esto es aplicable a muchos paísesislámicos de hoy— cómo funciona unasociedad que mantiene en pleno siglo XXestructuras premodernas. Zaimoglu dejaatrás la denuncia de la marginación y mirahacia las raíces orientales de los turcoale-manes. En esto se asemeja al joven direc-tor de cine Fatih Akin (Al otro lado): a sus

personajes atormentados ya no les muevela marginación social o la falta de perspec-tiva laboral, sino la lucha por unas señasde identidad perdidas en el camino entreHamburgo y Estambul. O

Leyla. Feridun Zaimoglu. Traducción de ValentínUgarte. 451 Editores. Madrid, 2008. 503 páginas.20,67 euros.

EN ALEMANIA HA CRECIDO en los últimos 20años una nueva rama de literatura que nacey gira en torno a la inmigración y se escribeen alemán. Los frutos que da son cada vezmás abundantes y diversos: desde la novelaautobiográfica hasta la policiaca, desdeobras dramáticas hasta la sátira cultural.Uno de los más brillantes representantes deesta literatura, Feridun Zaimoglu, acuñó (yredimió al mismo tiempo) un término peyo-rativo para el lenguaje mestizo que empleanmuchos alemanes de origen extranjero: ka-nak prak, idioma de los kanaken, comodenomina un insulto popular alemán a losextranjeros “morenos”. El kanaksprak haentrado en la literatura como ocurrió con elspanglish en Estados Unidos.

Pero poco tienen que ver sus manifesta-ciones iconoclastas con la llamada “literatu-ra del inmigrante”, centrada principalmenteen el choque de cultura con el país de acogi-da. Mientras la primera generación de inmi-grantes, llegada en los años sesenta —comola narradora turca Emine Sevgi Özdamar, elpoeta de origen iraní Said, o el sirio RafikSchami— todavía se esforzaba por obviar suexótica otredad y se debatía con el idioma,los nietos reivindican su estatus de descasta-dos y se divierten con jergas urbanas, dialec-tos y anglicismos. En lo que ahora escribenla húngaro-alemana Zsuzsa Bánk (El nada-dor, Acantilado), el búlgaro-alemán Iliya Tro-yanov (El buscador de mundos, Tusquets) oel kurdo-alemán Sherko Fatah (Tierra defrontera, Siruela) se manifiesta una tradi-ción literaria y una concienciación alema-nas, ocupadas con cuestiones existencialesde largo alcance político —sociedades para-lelas, traumas bélicos, nuevos conceptos deidentidad nacional— que nos atañen a to-dos los que vivimos en sociedades cada vezmás mestizas. O

El ‘kanaksprak’entra en laliteratura

Entre Hamburgoy EstambulEl novelista turcoalemán Feridun Zaimoglu narrauna infancia de dolor, miseria, dureza y violencia, perotambién de amor, deseo, sexo prohibido y transgresiones

Una mujer enarbola una bandera turca en Berlín, tras un triunfo de la selección de su país. Foto: Markus Schreiber

LIBROS / Narrativa

36 EL PAÍS BABELIA 19.04.08

Contestación mundialLa efervescencia revolucionaria de 1968 terminó con diferentes derrotas, pero dejó laprevalencia de la cultura de la sospecha y la autonomía del individuo. Cuarenta años después deaquella revuelta civil protagonizada por los jóvenes, el reto de la sociedad global es recuperarlas actitudes que permitan enfrentarse a las nuevas formas de autoritarismo. Por Josep Ramoneda

Disturbios en el bulevar de Saint-Jacques del Barrio Latino de París, el 10 de junio de 1968. Foto: Gilles Caron / Contact Press Images

1 La efervescencia revolucionariaEL 68 FUE EN DIVERSOS lugares delmundo un año de “efervescencia re-volucionaria”. La expresión es de

Claude Lefort y me parece que define mu-cho mejor la realidad de los hechos que lapalabra revolución. Ni en Berkeley, ni enTokio, ni en Roma, ni en Berlín, ni en París,

ni en Varsovia, ni en México, por citar losprincipales escenarios de aquella movida,estuvo en juego el poder político ni su ocu-pación entraba realmente en las expectati-vas de quienes llenaban las calles con susprotestas. La única excepción fue Praga, pe-ro no se trataba de un proyecto revoluciona-rio sino de un proceso de cambio desde el

poder. Y fue la contrarrevolución —la ocupa-ción del país por los tanques del Pacto deVarsovia, dirigida desde el Kremlin— la queechó a los que pretendían que el socialismoevolucionara hacia formas democráticas, ensintonía con los ciudadanos.

A lo sumo podría hablarse de revolucióncultural, como hizo Fernand Braudel, en la

medida en que los tres ámbitos principalesde la cultura —la familia, los media y laenseñanza— sufrieron una sacudida que lescambiaría profundamente. La gran movidafue breve y en la mayoría de los lugares seimpuso el retorno al orden, la reacción res-

Pasa a la página siguiente

EL PAÍS BABELIA 19.04.08 5

Plancha: 6 P

ágina: BA

BE

LIA

- BA

B_N

AC

ION

AL

- 35 - 856 - 19/04/08 CR

LO

RE

NT

E 15/04/08 20:12

Pla

ncha

: 6 P

ágin

a: B

AB

EL

IA -

BA

B_N

AC

ION

AL

- 6

- 8

56 -

19/

04/0

8 C

RL

OR

EN

TE

15/

04/0

8

20:1

2

.

NextMichael CrichtonTraducción de Laura Martín de Dios yLaura Rins CalahorraPlaza & Janés. Barcelona, 2008506 páginas. 19,90 euros

NARRATIVA. UN ORANGUTÁN que dice tacosen francés, un loro que hace restas y unchimpancé medio humano son algunos delos múltiples personajes del último libro deMichael Crichton, escrito contra la genetiza-ción de la vida. ¿Un gen para cada cosa? Deninguna manera. ¿Genes patentados? Es co-mo patentar la ley de la gravedad o el hierro.¿Puertas al campo de la investigación? No.El autor de libros de éxito Michael Crichton(Chicago, Estados Unidos, 1942) ha aborda-do a lo largo de su carrera los temas másvariados, aunque siempre con un trasfondocientífico. Y, cada vez más, tratando losasuntos más conflictivos desde su punto devista y siempre con buenos y malos. Y asícomo los malos del libro anterior, Estado demiedo, eran los ecologistas capaces de asesi-nar para tener razón, en éste es la industriabiotecnológica la que no tiene escrúpulos ala hora de hacer dinero y, de paso, de hacerciencia. Es igual crear híbridos de chimpan-cés y humanos, hacer que chicas de 16 seinyecten hormonas para vender sus óvulos,experimentar con personas sin haber supe-rado la investigación en ratas o crear pecescon publicidad en la piel: todo vale en elmundo de los científicos de Crichton.

De ciencia, precisamente, hay abundan-tes textos en el libro, como si fueran noticiasrecogidas de los periódicos, que en muchoscasos son inventadas y, aparentemente, dis-paratadas, que se mezclan con textos másdivulgativos que ayudan a entender de quéestamos hablando. Por ejemplo, sobre ge-nes, esos nuevos griales que igual valen paraun roto que para un descosido. InsisteCrichton en que no tenemos aún una defini-ción clara y única de qué son estos ladrillosdel ADN y que, en todo caso, lo que sí sabe-mos es que actúan e interactúan con elmedio en el que se desenvuelven y entreellos, de tal manera que es imposible ha-blar del gen de cada cosa. Ser amable, prefe-rir los paisajes de secano o carecer de aver-sión al riesgo no depende de tener o notener determinado gen, aunque nos hayanhecho creer que sí.

Fraudes científicos e informativos, pro-movidos por investigadores poco éticos,publicados por revistas científicas poco ri-gurosas y divulgados por periodistas pocoavisados, han llevado a la opinión pública,según Crichton, a creer en una promesa tera-

péutica que nadie está en condiciones decumplir. Y eso ha llevado, también, a ocultarlos entresijos de las investigaciones genéti-cas que han salido mal.

Es tanta la información y las situacionesque el autor trata de que, en cierta medida,el libro pierda fuerza al tener un tiro tanamplio. Quizá por eso Crichton, al final y amodo de epílogo, establece una serie de cri-terios que, en su opinión, deberían ser unideario asumido por los gobiernos y los ges-tores de la ciencia lo antes posible. Por ejem-plo, prohibir la posibilidad de patentar ge-nes, puesto que, como hechos naturales, noson susceptibles de ser propiedad de nadie.Además, conviene aclarar rápidamente eluso de los tejidos humanos donados en in-vestigaciones, hoy propiedad de universida-des y laboratorios que pueden llegar a impe-dir a una familia el acceso a una vacunaelaborada con sus propias células.

Pero eso no significa, en opinión deCrichton, que se deba poner cortapisas a lainvestigación. Así como la ley seca no acabócon el alcohol, poner puertas al campo de lainvestigación no tendrá más efecto quetrasladar los laboratorios de California aShanghai: “Las prohibiciones internaciona-les jamás han surtido efecto, por lo que esbastante improbable que la investigación ge-nética sea la primera”, afirma el autor. Y esque, “Estados Unidos cuenta con tres millo-nes de científicos. La ciencia ya no es unavocación, es una profesión, una actividadhumana igual de corruptible que cualquierotra”. Antonio Calvo Roy

¡Duerme!Annelies VerbekeTraducción de Conchita Alegre GilSeix Barral. Barcelona, 2008158 páginas. 17,50 euros

NARRATIVA. CUANTO MÁS DESPIERTA más sola,eso dice Maya, una muchacha insomnecreada por Annelies Verbeke (Bélgica, 1976)que habita la novela ¡Duerme! Y esa soledadde Maya, que la aleja de los durmientes, le

hará recorrer en bicicleta las horas más pro-fundas de la noche. Sí, las calles de la ciudadnocturna apenas contienen almas, sóloaquellas que van y vienen de trabajos conhorarios extraños o que regresan de fiestasque se alargan hasta la madrugada. Pero enlas excursiones de Maya lo que no encuen-tra son colegas, no hay insomnes como ella,personas rechazadas por el descanso y el

sueño, así que la muchacha decide rebelar-se. Despertará a quienes descansan. Es supequeña venganza. Su mano ira pulsandotimbres y esperará “con impaciencia el mo-mento de oír las voces perturbadas de misvíctimas”. De ese modo llegará hasta BenoitLacabre, él la ha visto y está esperándola, esun hombre de 53 años que añora la niñez yel mar y la madre que decía “nuestro mar”.A partir del encuentro, las voces de estosdos personajes irán intercalándose desvelan-do su particular biografía. Con letra firme,entrañable, a veces surrealista, especial ycon humor singular, la joven autora hablaráde los lazos que se rompen con los amigosde siempre y de las raras relaciones que pro-mueven una misteriosa y fuerte amistad. Ysin dormir y buscando el sueño que reme-mora otros sueños, transcurre la novela quecuenta una sorprendente y curiosa historiade dos, Maya y Benoit, que apenas duer-men. La novela ha sido traducida a 14 len-guas. María José Obiol

Lo que el aire mueveManuel HidalgoAlgaida. Sevilla, 2008271 páginas. 20 euros

NARRATIVA. MANUEL HIDALGO es periodista yguionista de cine, y ambas cosas se le notan,positivamente. Además, ha publicado cinconovelas y con ésta ha ganado el I PremioLogroño de Novela. Hidalgo es un buen ob-servador de la calle, con oído, y siempre seha sentido interesado por las difíciles relacio-nes sentimentales entre los dos géneros tra-dicionalmente considerados. Con esta nove-la se adentra en las vidas broncas de unosjóvenes de extrarradio, que sienten y pade-cen como otros jóvenes, pero con el plus desu desarraigo social e inseguridad económi-ca. Ese cambio de mesa, a mí al menos, nome ha convencido. Por más que un cinéfilocomo Hidalgo se refiera, al principio, a Lacondesa descalza, a él le ha salido una nove-la entre Barrio, de Fernando León, y Yo soyla Juani, de Bigas Luna, sin ser ninguna delas dos. Y vayamos a la mesa de una terraza,Lateral, calle de Velázquez, Madrid: la com-parten Javi y Merche, la pareja desarraigada(el regreso al pueblo, la primera comuniónde la hermana de Javi resulta un poco ran-cio, antiguo), y al lado otra mesa de pijos.Merche, con una bolsa de ropa, Merche,carne de Zara y H&M. Se oye discutir a lapareja, pijear a los de la mesa de al lado.Pues bien, Hidalgo como escritor, como co-lumnista del ojeo de la calle, se sentiría más

cómodo, seguro, dando fe de la mesa pijaque de la otra. Y esto condiciona la historia.Ha querido acercarse a otras vidas, perono le ha salido del todo. Un lenguaje direc-to, sí, vulgar a veces, pero pobre. Un desen-lace excesivamente brusco; un retorno pre-vio al pueblo sin salida que parece sacadode Cuéntame; un Javi machista con su her-mana, rozando ésta la prostitución, y de-jándose querer, Javi, a espaldas de Mer-che, por una señora de edad, la patrona.Lástima en cambio que lo mejor —José ysu padre enfermo— tengan menor prota-gonismo. Por ahí debería haber tirado lanovela. Javier Goñi

Relato electoralde España (1977-2007)Carles CastroInstitut de Ciències Politiques i SocialsBarcelona, 2008. 367 páginas. 25 euros

HISTORIA. TREINTA AÑOS LLEVAMOS de eleccio-nes y era buena ocasión de que alguien ana-lizara las continuidades y cambios que hanpautado el ya largo proceso. Partiendo del“espejismo de 1989” para ir luego haciaatrás y hacia delante en un esquema deenfrentamiento polarizado entre centroiz-quierda y centroderecha —UCD y PSOEhasta 1982, PSOE y AP hasta 1989, y PP yPSOE desde entonces, presentados un po-co sumariamente como herederos de lasdos Españas—, Carles Castro ha construi-do una ágil trama narrativa en la que estosdos sujetos navegan sobre el mar de laopinión pública y sortean los escollos quesurgen en su camino hasta alcanzar el po-der o encallar en el intento. El gran méritodel relato consiste en identificar, por me-dio de los estudios del CIS, los movimien-tos de opinión antes de que cristalicencomo corrientes electorales y analizar, enfunción de ellos, las estrategias discursi-vas de los dos contendientes. Aciertos enel diagnóstico, errores de cálculo, abusosde confianza, junto a las políticas adopta-das en cada ocasión, son en cada momen-to las claves explicativas de los resultadoselectorales. En conjunto, los análisis políti-cos y la masa de datos que les sirven deapoyo constituyen uno de los más estimu-lantes estudios realizados hasta la fechasobre todo lo que queríamos saber, y muypocos eran capaces de contestar, acercade las desiguales fortunas de los candida-tos a presidente y de sus respectivos parti-dos en las elecciones celebradas en Espa-ña desde 1977. Santos Juliá

EL PAÍS BABELIA 19.04.08 35

Jóvenes transportando piedras en cadena para formar una barricada en la calle de Gay Lussac de París el 10 de mayo de 1968. Foto: Bruno Barbey

tauradora. De forma brutal en Polonia yen Checoslovaquia, de forma democráticaen Occidente: basta recordar que en junio elgeneral De Gaulle arrasó en las urnas y ennoviembre, Nixon gana las elecciones en Es-tados Unidos. La revuelta por tanto se saldócon un fracaso. Pero se había puesto en mar-cha un proceso, lento pero imparable, decambio de costumbres y modos de vida, cu-yos efectos políticos y legales se fueron con-cretando lentamente. Hoy todavía se estádando cuerpo jurídico (en España en la pa-sada legislatura, por ejemplo) a derechos ylibertades que tienen su origen en aquel im-pulso. El año 1968 fue el inicio de la transi-ción liberal que culminaría en el año 1989con la caída de los regímenes de tipo soviéti-co. Después vino la revolución conservado-ra que ha hecho de la supuesta herencia demayo el enemigo a batir. Con la cristaliza-ción de una nueva hegemonía autoritaria secierra, a los cuarenta años de su inicio, elparadigma que entonces se abrió.

2 La dimensión universalAQUELLA EFERVESCENCIA revoluciona-ria mundial tenía obviamente pecu-liaridades específicas en cada lugar.

En plena guerra fría, con el mundo divididoen dos bloques, la gran contestación se en-frentaba a dos formas de poder, el imperialis-

mo americano y el imperialismo soviético.De modo que distintas eran las formas deopresión contra las que se movilizaban unosy otros y distintas eran las condiciones enque la agitación se producía. El periodistapolaco Adam Michnick, en una entrevista enLe Monde, lo explicaba así: “Los eslóganesque se gritaban en La Sorbona o en Berlínoeste estaban dirigidos contra el capitalis-mo, la sociedad de consumo, la democraciaburguesa y también contra Estados Unidos yla guerra de Vietnam. Para nosotros era unalucha por la libertad en la cultura, en lasciencias, en la memoria histórica, por la de-mocracia parlamentaria y, en fin, especial-mente visible en Checoslovaquia, contra elimperialismo soviético, no el americano”.

Muchas de aquellas movidas tuvieron suorigen en el mundo universitario. Así fue enBerlín, donde desde el año anterior se ha-bían producido múltiples acciones estu-diantiles por la reforma de la Universidad,contra la gran coalición que gobernaba Ale-mania y contra la guerra de Vietnam. Ungrave incidente, la muerte de Benno Oh-nesorg a tiros de un policía, durante unamanifestación, el 2 de junio de 1967, radicali-zó el proceso. Los estudiantes lanzaron unadura campaña contra los medios de comu-nicación del grupo Springer a los que acusa-ron de manipular los hechos: la prensaentraba en el campo de visión de los contes-tatarios. Un año más tarde, en abril de 1968,

el principal líder del movimiento, Rudi Duts-chke, sufrió un atentado perpetrado por unjoven ultraderechista, Josef Bachman.

En México, también fueron los estudian-tes con voluntad de liberalizar el mundo uni-versitario los que protagonizaron las movili-

zaciones que acabarían trágicamente el 2 deoctubre del 68 con la matanza de la plaza deTlatelolco, en vigilias de los Juegos Olímpi-cos. Nunca se ha sabido el número de perso-nas que murieron allí, cuando un BatallónOlimpia progubernamental empezó a dispa-rar contra la multitud. También en EstadosUnidos, los estudiantes del campus de Ber-keley tuvieron un protagonismo destacadoen una movida de carácter contracultural.Pero la guerra de Vietnam y la cuestión delos derechos civiles desbordaron en mucho

el ámbito universitario. En 1964, bajo la pre-sidencia de Lyndon Jonson, se aprobó laCivil Rights Act, que reconocía a los negroslos derechos de los que estaban desposeí-dos. Fueron años en que las organizacionesproderechos civiles adquirieron mucha fuer-za en la lucha por los derechos de las mino-rías. Pero el 4 de abril de 1968, Martin Lu-ther King fue asesinado por James Earl Rayen Memphis, un atentado que nunca haquedado plenamente esclarecido. El 17 deoctubre, en los Juegos Olímpicos de México,los atletas americanos Tommie Smith yJohn Carlos, medallas de oro y bronce endoscientos metros lisos, al subir al podiolevantaron el puño con un guante negro,mientras sonaba el himno americano paramanifestar su pertinencia al Black Power.

Por supuesto, en París fue la Universi-dad, Nanterre, concretamente, el motor dela movida por cuestiones que tenían quever con la liberalización de las costumbres.Las primeras protestas fueron contra la se-paración de sexos en las habitaciones de laresidencia de estudiantes. El 22 de marzo laocupación de la Universidad acabó conuna acción disciplinaria contra algunos lí-deres estudiantiles. Ante un tribunal univer-sitario, según ha relatado Alain Touraine,que ejerció de defensor, se dio este diálogoentre el presidente y Daniel Cohn-Bendit:

—¿Estaba usted el 22 de marzo en laFacultad?

—No, no estaba en la Facultad.—¿Dónde estaba entonces?—En mi casa.—¿Y que hacía usted en su casa a las

tres de la tarde?—Hacía el amor, señor presidente, algo

que a usted seguramente no le ha ocurridonunca.

Después el movimiento iría creciendo,ocupó La Sorbona, se hizo fuerte en lascalles y callejuelas del Barrio Latino, consi-guió la alianza con los trabajadores quedio lugar a una huelga general sorpresa y ala gran manifestación del 13 de mayo.

Incluso en Polonia, el origen de las mo-vilizaciones estuvo en los estudiantes y losintelectuales. Fue la suspensión de la re-presentación teatral de una obra de AdamMickiewicz, el más reconocido de los auto-res polacos, en el Teatro Nacional de Varso-via, la que desencadenó un movimientocontra la dictadura comunista que fue li-quidado en tres semanas con una fuerterepresión.

Pero con todas sus peculiaridades y di-ferencias, había un doble factor común acasi todas estas contestaciones, que es elque permite hablar de una gran contesta-ción liberal: la crítica al autoritarismo y elantisovietismo. Y una doble novedad: elprotagonismo de los jóvenes y el caráctercivil —alejado de las estructuras depoder— de la revuelta.

3 El nuevo sujeto políticoPOR PRIMERA VEZ, los jóvenes, en di-versos lugares del mundo asumíanel papel de sujetos del cambio so-

cial. Sin duda, tiene ello que ver con el bie-nestar de los años de posguerra, con lademografía —que consolidaba la juventudcomo un periodo singularizado de la vida—y con la extensión social de la enseñanzasuperior. Casi todas las movidas del 68 tie-nen en las universidades su punto de parti-da. Casi todas ellas eran la reacción frente aformas cristalizadas de autoritarismo.

Hay cierta tradición filosófica que expli-ca la sociedad como un compuesto de trespartes: el ámbito familiar (la vida privada);el espacio intermedio en que los individuostejen relaciones e intercambian mercancíase ideas (lo que se acostumbra a denominarcomo sociedad civil) y el ámbito del poderpolítico (el espacio público por antonoma-sia). La contestación del 68 fue un intento,desde este espacio civil intermedio, de rom-per la presión asfixiante de un espacio fami-liar y un espacio político claramente retarda-tarios, que empezaban a ser un obstáculopara el desarrollo de las sociedades mo-dernas. Estados Unidos y Europa vivíanmomentos de expansión económica. Unageneración de jóvenes se encontraba ante laposibilidad de pensar en algo más que losproblemas de subsistencia, pero chocabacon una cultura y unas costumbres muy

rígidas a derecha e izquierda (la moral de lacultura comunista, incluso en Europa occi-dental, no era menos restrictiva que la mo-ral de la cultura conservadora). Las universi-dades crecían y se masificaban y el choque

entre los estudiantes y el viejo orden acadé-mico era inevitable. La sociedad cambiabapero el mundo familiar y el mundo políticose regían por normas cada vez más obsole-tas. Los estudiantes buscaban crear espa-cios libres donde romper los esquemas de lamoral dominante. El Barrio Latino parisinose convertía así en una metáfora topológica:un lugar común en el que cada cual pudieraactuar con plena autonomía. La contesta-ción terminó mal en todas partes, pero laliberalización de las costumbres, la desjerar-quización de las relaciones sociales y la con-

solidación de los movimientos en defensade los derechos civiles no dejaron de hacercamino desde aquel momento.

Es verdad que en las movidas europeashabía un importante componente anticapi-talista en el discurso y una empanada ideoló-gica en la que coincidían los acentos liberta-rios con diversas familias de extrema izquier-da, desde el trotskismo hasta el maoísmo,con discursos situacionistas y con muchasdosis de espontaneísmo crítico. Pero el prin-cipal elemento común era el antiautoritaris-mo, en todos los ámbitos: familiar, social ypolítico. Lo que se traducía en una descon-fianza en las instituciones, empezando porel Estado. Naturalmente, en los países comu-nistas el antiautoritarismo apuntaba directa-mente a los regímenes de tipo soviético y elmarco de la contestación era la respuestadesesperada a la opresión totalitaria. Peroen Europa occidental, donde la revolución,como dijo Raymond Aron, tenía algo dequermés, el antisovietismo acompañaba aldiscurso anticapitalista, especialmente enaquellos países en que los partidos comunis-tas eran muy fuertes —como Italia yFrancia— y se les consideraba parte del mis-mo establishment retardatario contra el queiban las movilizaciones. En ambos países,los partidos comunistas jugaron un papelfundamental en la restauración del orden.

Lo mejor de la herenciadel 68 es la actitud deponer siempre en cuestióncualquier enunciado quese nos ponga por delante

Viene de la página anterior

Pasa a la página siguiente

Hoy todavía se estádando cuerpo jurídicoa derechos y libertadesque tienen su origenen aquel impulso

MAYO 68 / Ensayo

6 EL PAÍS BABELIA 19.04.08

Pla

ncha

: 7 P

ágin

a: B

AB

EL

IA -

BA

B_N

AC

ION

AL

- 3

4 -

856

- 19

/04/

08

CR

LO

RE

NT

E 1

5/04

/08

20

:11

Plancha: 7 P

ágina: BA

BE

LIA

- BA

B_N

AC

ION

AL

- 7 - 856 - 19/04/08 CR

LO

RE

NT

E 15/04/08 20:11

.

No ficciónVicente VerdúAnagrama. Barcelona, 2008206 páginas. 16,50 euros

Por J. E. Ayala-Dip

NARRATIVA. VICENTE VERDÚ HA CREÍDO necesa-rio reaccionar ante el estado actual de lanovela. En Reglas para la supervivencia de lanovela se explicitan algunas de las enferme-dades que la aquejan. Son diez, algunas dela cuales proscriben conceptos tan irrefuta-bles como la intriga, la fantasía y el uso de lanarración en tercera persona, pecado éstedel que parece que no logra zafarse el nove-lista de nuestros días. Y de paso, supongo

que también el lector (tan granítico para Ver-dú como el concepto de novela que confusa-mente rechaza e igualmente postula). Ahorabien, ¿nos da Verdú algún argumento quenos garantice que por leer una novela en“avión o metro”, ésta será peor que otra leí-da en otro sitio más estable? ¿Soy un lector“vetusto” y “burdo” por leer y disfrutar, porejemplo, con una novela como Expiación,de McEwan, que tiene argumento, intriga yestá escrita en tercera persona? ¿Tiene laculpa el bueno de McEwan de que su novelahaya sido llevada al cine, peligro capital esteque acecha a los malos productos literarios,según Verdú? Veamos esta cuestión, la queatañe a la voz omnisciente (y su propugna-ción de la voz en primera persona) y la fabu-lación novelística, a la luz de las propias pala-bras de Verdú: “El autor habla mucho mejorde lo que conoce personalmente y peor delo que maquina deliberadamente”. A mí meparece que Vicente Verdú equivoca su diag-nóstico porque confunde comunicacióncon representación. O mejor dicho, para elautor de El planeta americano la novela esfundamentalmente comunicación. Un tratodirecto que ninguna intromisión de la imagi-nación literaria debería osar interrumpir. Pa-ra Verdú la ficción aleja al lector de la verdadvital. Sólo la escritura (como si la escriturano fuera un dispositivo inevitable de la ma-quinaria novelística, incluso en algunas épo-cas o tendencias la maquinaria misma) y elrelato predominante del yo aseguran (y ate-

soran) la nobleza artística (y humana) de lanovela. Para este crítico la novela es repre-sentación, mundo paralelo, y el uso de latercera persona o la primera (o la segunda,como hizo brillantemente Michel Butor enLa modificación) son elecciones técnicas (co-mo son elecciones los géneros) que depen-den de la naturaleza humana, colectiva oindividual, que se ponga a tiro del novelista.Es ello y nunca un apriorismo narratológico.Vicente Verdú ha expuesto su filosofía de lacomposición. Y eso es bueno para la buenasalud de la narrativa y el debate teórico.

A la luz de estas consideraciones, se hacemuy interesante leer y reseñar el nuevo librodel autor de Elche, No ficción. No es, eviden-temente, un título inocente. Lleva el sello deuna voluntad programática. Ya lo deslicé

más arriba, Verdúdesconfía de la fic-ción. Es frágil, unocéano de inverosi-militud. Y desconfíade ella porque no laconcibe como partíci-pe de un proceso derepresentación sinode alejamiento de lasinceridad y la auten-ticidad humanas. Laficción no comunica(y parece que la re-presentación o la des-conoce o la despre-cia). Sólo lo que vivecomo escritura del yotiene rango literario.Sobre todo, como es-critura. No ficción esun libro autobiográfi-co. No lo cruza ni elmenor atisbo de “fan-taseo”, como consi-dera su autor a laficción. ¿Pero qué ga-rantías se tiene deque este libro no esficción? ¿No hay unhilo narrativo? ¿Nohay una trama, ex-cepto que se desco-nozca qué es unatrama? Hay un narra-dor, se llama VicenteVerdú y escribe los li-bros que escribe elautor de Reglas parala supervivencia de lanovela. Hay historias

en este libro bastante novelescas, como esaaccidentada historia de amor entre el narra-dor y Paula. O esa larga sesión de imposibleseducción entre el narrador e Irena. Con esehumor autoconmiserativo que crea legionesde cómplices, con esa galería de personajes,Verdú, como quien no quiere la cosa, haceque su libro gravite sutilmente sobre la me-moria de su esposa (la esposa del narrador).Es irónico (y logradísimo) el contraste entrelas descripciones pormenorizadas de los ma-les físicos del narrador y la callada enferme-dad letal que se cierne sobre su mujer.

¿Pero se necesita en realidad tener algu-na garantía que no sean la escritura y lacerteza de que es muy difícil creerse queVerdú nos endilga una confesión personal yno una obra literaria de fuste? Independien-temente de lo que quiera su autor que seasu libro, yo lo defenderé como una obra deficción. Una ficción sobre algunos placeresy un infinito dolor. Las ficciones siguen sien-do no sólo vigentes, sino más necesariasque nunca. Porque la ficción, aunque no locrea Verdú, también sufre un desolador des-crédito en nuestra sociedad. No es cierto,como reza la contraportada, que suframosun abuso de ficciones. Sufrimos un abusode realidad. No ficción es un ejercicio derepresentación de un personaje de nuestrosdías. Metáfora de una forma de búsquedade sí mismo y de crucial recuperación de lafelicidad. La invención del yo, el único yoque ennoblece a la novela. O

Acerca de los pájarosAntónio Lobo AntunesTraducción de Mario MerlinoMondadori. Barcelona, 2008264 páginas. 19,90 euros

NARRATIVA. LOS PÁJAROS DEL TÍTULO no enun-cian una estimulación lírica, sino la predic-ción de las despedidas amorosas; graznanen vez de cantar, son símbolos fatídicos, au-gurios de desconsuelo. Acerca de los pájarosdata de 1981; es la tercera novela que publi-có Lobo Antunes, después de Memoria deelefante y En el culo del mundo, de las quehereda y prolonga el tema de la ruptura pa-sional, que aquí alcanza la máxima corro-sión en el análisis de la deficiente estabili-dad amorosa. La acción, un viaje de cuatrodías en la década de los cincuenta de ladictadura de Salazar, programado para “to-mar la decisión”, se le complica al prota-gonista al contrastar que el fracaso con sumujer actual, comprometida en la lucha po-lítica, no es sino el envés de su anterior rela-ción con una “burguesa insoportable”. Eldescubrimiento de no estar hecho para elmatrimonio, junto a la falta de asideros so-ciales, lleva a este profesor de historia a unaindagación en los abismos del recuerdo,donde la memoria se le aparece como uncirco patético de burla que lo excluye delfuturo. La explicación del fracaso, en el fon-do, es tristemente simple; como matrimo-nio, ya no creen uno en el otro, y los víncu-los sociales, que acaso podrían justificarpermanecer juntos, son demasiado abstrac-tos para avivar una pasión, o al menos susci-tar alguna renovación de su compromisocivil. Empeñado, no obstante, en hallar larazón de su desequilibrio sentimental, lo en-contrará en su propia incapacidad para pre-ver las consecuencias, y este conocimientotendrá la impronta de la muerte. Acerca delos pájaros habla, sobre todo, del autoenga-ño, de la culpa y la postergación a la hora dereconocer los errores. Pero también es unaimplacable exploración de las vidas some-tidas a una dictadura que condiciona ycorrompe tanto los anhelos de integridadmoral como los sentimientos de fervor ydignidad. Tucha y Marília, las mujeres delprotagonista, se enfrentan y despedazanen su memoria sin que él obtenga otrarecompensa que su indiferencia. “Ningu-na de ellas me tomó en serio”, dirá con elenfado patético de los inseguros, y conesta lucidez descenderá del fracaso a latrivialidad. Francisco Solano

La educación de Oscar FairfaxLouis AuchinclossTraducción de Pilar Mañas LahozLibros del Asteroide. Barcelona, 2008250 páginas. 17,95 euros

NARRATIVA. UNA AGRADABLE SORPRESA. Esoes La educación de Oscar Fairfax, recupera-ción para el lector español efectuada porLibros del Asteroide, sello experto en resca-tes. ¿Cómo es posible que, con tanta nove-lucha pretenciosa y prescindible comocircula por ahí, se haya podido escapareste notable texto durante tantos años? Y

eso que su autor, Louis Auchincloss, estágloriosamente vivo a sus 90 años y que suprosa, marcada por la claridad, precisión yla levedad del trazo, es como un bisturíque disecciona a la alta burguesía de san-gre y dinero del Este de EE UU a comien-zos del siglo XX. Los escenarios son simila-res a los de las novelas de Henry James, alque evidentemente admira, aunque su esti-lo artesanal no llega a la altura olímpicaque convirtió en un clásico al autor deWashington Square. También hay maticesen cuanto a la carga social de uno y otro:después de todo, Auchincloss no parecepretender otra cosa que la misión imposi-ble de demostrar que la aristocracia, siem-pre que sea ilustrada, existe poco menosque para salvar al mundo de la mediocri-dad y el adocenamiento. Un propósito casisubversivo, a estas alturas de la historia.

La educación de Oscar Fairfax es unaobra de descubrimiento que no se limita ala infancia o adolescencia de su protago-nista, sino que sigue a éste por los vericue-tos de la vida hasta una serena y avanzadamadurez. Esa educación consiste en unaserie de influencias —de sus padres, de suesposa, de su hijo, de sus maestros, de suscompañeros, de los jóvenes a los que pre-tende ayudar y hasta de un juez del Tribu-nal Supremo— que conforman una perso-nalidad que, por momentos, parece estarya trazada desde el mismo momento de sunacimiento en un privilegiado entorno,donde el dinero sólo parece importar co-mo instrumento de perfeccionamientopersonal y moral.

Se diría que es el código genético, antesque la voluntad, el que ha hecho a Fairfaxtal como es y le ha situado en ese concretoentorno. Aunque, como ocurre con fre-cuencia en la obra de James, ese entornono se muestra herméticamente blindado,sino dispuesto a abrirse a la realización del“sueño americano”, siempre que vengaacompañado de la ambición y el talento.

Es posible leer este libro como una co-lección de relatos en la que Fairfax, másque (o además de) el protagonista, es unsimple nexo de unión con un objetivo uni-formador. En cada capítulo emerge, conuna fuerza impropia del escaso númerode páginas en el que se recrean, persona-jes que, por sí solos, justificarían que seedificara con ellos una novela. Como unambicioso compañero de Yale, tan conven-cido de su talento de escritor como delderecho que eso le da a saltar por encimade todos los convencionalismos y de todofreno moral, incluido el de no herir a laspersonas que le aman y le ayudan. O comoel hijo, pobre y protegido por una ambicio-sa madre, del fallecido director de un clubde tenis del que Fairfax se convierte enmecenas y que termina volando con fuer-za propia, en un ascenso social y económi-co impresionante pero que no respeta lasesperanzas morales de su mentor.

Porque Fairfax, en el fondo, es un mo-ralista, con una falta de ambición perso-nal típica de quien lo tiene todo desde elnacimiento, con una aspiración hacia laexcelencia que busca más en los demás(en los mejor dotados) que en sí mismo,ya que se muestra sorprendentemente lú-cido y consciente de sus limitaciones. Unhombre bueno, que raramente se deja lle-var por la tentación (sólo una vez, en reali-dad, una infidelidad conyugal sin trascen-dencia), comprensivo hacia los defectosde los demás y, a pesar de ello, decepcio-nado porque no siempre están a la alturade aquello de lo que él les considera capa-ces. Un falso conservador, porque no re-niega ni de su clase ni de la estructurasocial en la que vive, pero que no duda endesafiar alguna de sus reglas si eso le per-mite elevar a quien se lo merece hasta laaltura que le debe su talento. También sedisfraza de modesto. Él mismo lo aclara alfinal de estas “falsas memorias”, que tan-to deben a las del propio autor: “Esperoque, mientras hagamos una buena obra,podamos pasar por alto nuestros moti-vos. Ésta es mi Biblia o, al menos, minuevo testamento y, a la larga, quizá seaesto lo único que me ha reportado mieducación”.

Y, de paso, contribuye a explicar porqué Estados Unidos no es terreno abona-do para revoluciones. Luis Matías López

Vicente Verdú visto por Fernando Vicente.

Una ficción sobre algunosplaceres y un infinito dolor

LIBROS / Escaparate

34 EL PAÍS BABELIA 19.04.08

Jóvenes transportando piedras en cadena para formar una barricada en la calle de Gay Lussac de París el 10 de mayo de 1968. Foto: Bruno Barbey

tauradora. De forma brutal en Polonia yen Checoslovaquia, de forma democráticaen Occidente: basta recordar que en junio elgeneral De Gaulle arrasó en las urnas y ennoviembre, Nixon gana las elecciones en Es-tados Unidos. La revuelta por tanto se saldócon un fracaso. Pero se había puesto en mar-cha un proceso, lento pero imparable, decambio de costumbres y modos de vida, cu-yos efectos políticos y legales se fueron con-cretando lentamente. Hoy todavía se estádando cuerpo jurídico (en España en la pa-sada legislatura, por ejemplo) a derechos ylibertades que tienen su origen en aquel im-pulso. El año 1968 fue el inicio de la transi-ción liberal que culminaría en el año 1989con la caída de los regímenes de tipo soviéti-co. Después vino la revolución conservado-ra que ha hecho de la supuesta herencia demayo el enemigo a batir. Con la cristaliza-ción de una nueva hegemonía autoritaria secierra, a los cuarenta años de su inicio, elparadigma que entonces se abrió.

2 La dimensión universalAQUELLA EFERVESCENCIA revoluciona-ria mundial tenía obviamente pecu-liaridades específicas en cada lugar.

En plena guerra fría, con el mundo divididoen dos bloques, la gran contestación se en-frentaba a dos formas de poder, el imperialis-

mo americano y el imperialismo soviético.De modo que distintas eran las formas deopresión contra las que se movilizaban unosy otros y distintas eran las condiciones enque la agitación se producía. El periodistapolaco Adam Michnick, en una entrevista enLe Monde, lo explicaba así: “Los eslóganesque se gritaban en La Sorbona o en Berlínoeste estaban dirigidos contra el capitalis-mo, la sociedad de consumo, la democraciaburguesa y también contra Estados Unidos yla guerra de Vietnam. Para nosotros era unalucha por la libertad en la cultura, en lasciencias, en la memoria histórica, por la de-mocracia parlamentaria y, en fin, especial-mente visible en Checoslovaquia, contra elimperialismo soviético, no el americano”.

Muchas de aquellas movidas tuvieron suorigen en el mundo universitario. Así fue enBerlín, donde desde el año anterior se ha-bían producido múltiples acciones estu-diantiles por la reforma de la Universidad,contra la gran coalición que gobernaba Ale-mania y contra la guerra de Vietnam. Ungrave incidente, la muerte de Benno Oh-nesorg a tiros de un policía, durante unamanifestación, el 2 de junio de 1967, radicali-zó el proceso. Los estudiantes lanzaron unadura campaña contra los medios de comu-nicación del grupo Springer a los que acusa-ron de manipular los hechos: la prensaentraba en el campo de visión de los contes-tatarios. Un año más tarde, en abril de 1968,

el principal líder del movimiento, Rudi Duts-chke, sufrió un atentado perpetrado por unjoven ultraderechista, Josef Bachman.

En México, también fueron los estudian-tes con voluntad de liberalizar el mundo uni-versitario los que protagonizaron las movili-

zaciones que acabarían trágicamente el 2 deoctubre del 68 con la matanza de la plaza deTlatelolco, en vigilias de los Juegos Olímpi-cos. Nunca se ha sabido el número de perso-nas que murieron allí, cuando un BatallónOlimpia progubernamental empezó a dispa-rar contra la multitud. También en EstadosUnidos, los estudiantes del campus de Ber-keley tuvieron un protagonismo destacadoen una movida de carácter contracultural.Pero la guerra de Vietnam y la cuestión delos derechos civiles desbordaron en mucho

el ámbito universitario. En 1964, bajo la pre-sidencia de Lyndon Jonson, se aprobó laCivil Rights Act, que reconocía a los negroslos derechos de los que estaban desposeí-dos. Fueron años en que las organizacionesproderechos civiles adquirieron mucha fuer-za en la lucha por los derechos de las mino-rías. Pero el 4 de abril de 1968, Martin Lu-ther King fue asesinado por James Earl Rayen Memphis, un atentado que nunca haquedado plenamente esclarecido. El 17 deoctubre, en los Juegos Olímpicos de México,los atletas americanos Tommie Smith yJohn Carlos, medallas de oro y bronce endoscientos metros lisos, al subir al podiolevantaron el puño con un guante negro,mientras sonaba el himno americano paramanifestar su pertinencia al Black Power.

Por supuesto, en París fue la Universi-dad, Nanterre, concretamente, el motor dela movida por cuestiones que tenían quever con la liberalización de las costumbres.Las primeras protestas fueron contra la se-paración de sexos en las habitaciones de laresidencia de estudiantes. El 22 de marzo laocupación de la Universidad acabó conuna acción disciplinaria contra algunos lí-deres estudiantiles. Ante un tribunal univer-sitario, según ha relatado Alain Touraine,que ejerció de defensor, se dio este diálogoentre el presidente y Daniel Cohn-Bendit:

—¿Estaba usted el 22 de marzo en laFacultad?

—No, no estaba en la Facultad.—¿Dónde estaba entonces?—En mi casa.—¿Y que hacía usted en su casa a las

tres de la tarde?—Hacía el amor, señor presidente, algo

que a usted seguramente no le ha ocurridonunca.

Después el movimiento iría creciendo,ocupó La Sorbona, se hizo fuerte en lascalles y callejuelas del Barrio Latino, consi-guió la alianza con los trabajadores quedio lugar a una huelga general sorpresa y ala gran manifestación del 13 de mayo.

Incluso en Polonia, el origen de las mo-vilizaciones estuvo en los estudiantes y losintelectuales. Fue la suspensión de la re-presentación teatral de una obra de AdamMickiewicz, el más reconocido de los auto-res polacos, en el Teatro Nacional de Varso-via, la que desencadenó un movimientocontra la dictadura comunista que fue li-quidado en tres semanas con una fuerterepresión.

Pero con todas sus peculiaridades y di-ferencias, había un doble factor común acasi todas estas contestaciones, que es elque permite hablar de una gran contesta-ción liberal: la crítica al autoritarismo y elantisovietismo. Y una doble novedad: elprotagonismo de los jóvenes y el caráctercivil —alejado de las estructuras depoder— de la revuelta.

3 El nuevo sujeto políticoPOR PRIMERA VEZ, los jóvenes, en di-versos lugares del mundo asumíanel papel de sujetos del cambio so-

cial. Sin duda, tiene ello que ver con el bie-nestar de los años de posguerra, con lademografía —que consolidaba la juventudcomo un periodo singularizado de la vida—y con la extensión social de la enseñanzasuperior. Casi todas las movidas del 68 tie-nen en las universidades su punto de parti-da. Casi todas ellas eran la reacción frente aformas cristalizadas de autoritarismo.

Hay cierta tradición filosófica que expli-ca la sociedad como un compuesto de trespartes: el ámbito familiar (la vida privada);el espacio intermedio en que los individuostejen relaciones e intercambian mercancíase ideas (lo que se acostumbra a denominarcomo sociedad civil) y el ámbito del poderpolítico (el espacio público por antonoma-sia). La contestación del 68 fue un intento,desde este espacio civil intermedio, de rom-per la presión asfixiante de un espacio fami-liar y un espacio político claramente retarda-tarios, que empezaban a ser un obstáculopara el desarrollo de las sociedades mo-dernas. Estados Unidos y Europa vivíanmomentos de expansión económica. Unageneración de jóvenes se encontraba ante laposibilidad de pensar en algo más que losproblemas de subsistencia, pero chocabacon una cultura y unas costumbres muy

rígidas a derecha e izquierda (la moral de lacultura comunista, incluso en Europa occi-dental, no era menos restrictiva que la mo-ral de la cultura conservadora). Las universi-dades crecían y se masificaban y el choque

entre los estudiantes y el viejo orden acadé-mico era inevitable. La sociedad cambiabapero el mundo familiar y el mundo políticose regían por normas cada vez más obsole-tas. Los estudiantes buscaban crear espa-cios libres donde romper los esquemas de lamoral dominante. El Barrio Latino parisinose convertía así en una metáfora topológica:un lugar común en el que cada cual pudieraactuar con plena autonomía. La contesta-ción terminó mal en todas partes, pero laliberalización de las costumbres, la desjerar-quización de las relaciones sociales y la con-

solidación de los movimientos en defensade los derechos civiles no dejaron de hacercamino desde aquel momento.

Es verdad que en las movidas europeashabía un importante componente anticapi-talista en el discurso y una empanada ideoló-gica en la que coincidían los acentos liberta-rios con diversas familias de extrema izquier-da, desde el trotskismo hasta el maoísmo,con discursos situacionistas y con muchasdosis de espontaneísmo crítico. Pero el prin-cipal elemento común era el antiautoritaris-mo, en todos los ámbitos: familiar, social ypolítico. Lo que se traducía en una descon-fianza en las instituciones, empezando porel Estado. Naturalmente, en los países comu-nistas el antiautoritarismo apuntaba directa-mente a los regímenes de tipo soviético y elmarco de la contestación era la respuestadesesperada a la opresión totalitaria. Peroen Europa occidental, donde la revolución,como dijo Raymond Aron, tenía algo dequermés, el antisovietismo acompañaba aldiscurso anticapitalista, especialmente enaquellos países en que los partidos comunis-tas eran muy fuertes —como Italia yFrancia— y se les consideraba parte del mis-mo establishment retardatario contra el queiban las movilizaciones. En ambos países,los partidos comunistas jugaron un papelfundamental en la restauración del orden.

Lo mejor de la herenciadel 68 es la actitud deponer siempre en cuestióncualquier enunciado quese nos ponga por delante

Viene de la página anterior

Pasa a la página siguiente

Hoy todavía se estádando cuerpo jurídicoa derechos y libertadesque tienen su origenen aquel impulso

EL PAÍS BABELIA 19.04.08 7

Plancha: 8 P

ágina: BA

BE

LIA

- BA

B_N

AC

ION

AL

- 33 - 856 - 19/04/08 CR

LO

RE

NT

E 15/04/08 20:11

Pla

ncha

: 8 P

ágin

a: B

AB

EL

IA -

BA

B_N

AC

ION

AL

- 8

- 8

56 -

19/

04/0

8 C

RL

OR

EN

TE

15/

04/0

8

20:1

1

.

Por Andrea Aguilar

J OYCE SE ESFUERZA por contener su ale-gría al ver arder las Torres Gemelas,donde su marido trabaja.La reacción de Marshall,

su esposo, que la imagina enuno de los vuelos secuestradosel 11-S, no difiere mucho de lasuya. Ambos piensan que elataque les ha librado de la pe-sadilla doméstica en la que vi-ven desde hace más de unaño. Pero su agrio divorcio so-brevive al ataque terrorista ycobra vida en las páginas deUn trastorno propio de estepaís (Tusquets), la despiadadasátira del neoyorquino Ken Kal-fus (1954).

A pocos metros del inmensoboquete de la Zona Cero, don-de cientos de grúas y obrerostrajinan a diario, Kalfus, feliz-mente casado, cuenta que lamañana del 11-S tardó algomás de la cuenta en enterarsede lo que estaba pasando. Sumujer, periodista, andaba ago-biada con la entrega de un artí-culo y no prestó atención a untitular que vio de pasada al en-cender el ordenador. Él tam-bién estaba escribiendo y en sucasa no tienen televisión. “Creoque fui la última persona deAmérica en conocer la noticia”,dice. Con mirada despierta ycabellos algo enmarañados, Kal-fus no puede reprimir una sonri-sa al explicar que su octogena-ria madre, residente en Manhattan, se enca-minó decidida, a pesar de los ataques, a suclase de tenis. Se había cancelado y tuvoque volver caminando a casa. “Hubo mu-cha gente que no entendió la gravedad delo que estaba pasando inmediatamente”.

Kalfus nació en el Bronx y creció enLong Island. En los ochenta dejó la ciudad yhoy, aunque con su chaqueta de cuero gas-tado pueda hacerse pasar por vecino delVillage, reside en Filadelfia. En los mesesprevios al 11-S una oleada de divorcios dina-mitaba los matrimonios de sus amigos. “Al-gunos fueron terribles. Veías cómo gentedecente perdía totalmente la cabeza”, re-cuerda. Y entonces empezaron los homena-jes a las víctimas de los ataques terroristas.Y todos eran extremadamente felices en susmatrimonios, excelentes padres y esposos.Aquello puso la cabeza del novelista a fun-cionar. “Pensé que al menos tres o cuatrode los cónyuges de las 3.000 víctimas debie-ron de sentirse aliviados y decidí unir losdivorcios de mis amigos con la propagandafalsa y machacona que nos inundaba”.Aquel otoño empezó a escribir. En noviem-bre de 2001 el primer capítulo estaba listo,pero nadie quería oír hablar del 11-S.

Kalfus perseveró y tres años después yatenía lista la novela aunque no la publicóhasta 2006. A Un trastorno propio de estepaís le preceden dos colecciones de cuentosy otra novela, pero ha sido con este libro con

el que el autor quedó finalista en el NationalBook Award. “Quedan muchos libros porescribir sobre el 11-S. Según pase el tiempo,se entenderá mejor ese periodo”, asegura.

En su caso, la mezcla de divorcio y locu-

ra terrorista ha resultado en una peculiarGuerra de los Rose en la era Bush. Esta vez loque está en juego no es una mansión, comopor la que se peleaban a degüello KathleenTurner y Michael Douglas en la memorablepelícula, sino un destartalado piso de Broo-klyn. Dos niños, Viola y Víctor, son, segúnescribe el autor, “los daños colaterales” del

conflicto. El implacable drama doméstico,en el que no faltan cínicos y desalmadosabogados, se sucede con el pánico del án-trax, el desplome de los mercados financie-ros y la invasión de Afganistán como telónde fondo. “Cada capítulo nace a partir delas noticias de aquel momento”, explica.“Quería comentar lo que estaba pasando”.

Con media sonrisa y un ojo puesto en elmonitor que retransmite el partido de losMets, este fanático del béisbol confiesa tími-damente que John Updike y su serie delConejo —“los libros que mejor explican lavida en América en el siglo XX”— son sumodelo a la hora de mezclar actualidad ynovela. “La literatura puede ayudar a inten-tar explicar la historia contemporánea, pue-

de dotar de cierto sentido los acontecimien-tos, al recrearlos y ponerlos en un nuevocontexto. Aunque quizá uno no quiera leerseguidas dos novelas que tengan estas pre-tensiones”, bromea.

Kalfus habla con ironía de las sucesivasnoticias que mantenían en vilo a los ciuda-

danos tras el 11-S. “No había terminado unsusto y ya estábamos con el siguiente. Lascrisis no se resolvían, ni se resuelven, sinoque se suceden a ritmo vertiginoso”, re-flexiona. Sus protagonistas, Joyce y Mar-shall, tampoco resuelven la suya y siguen laescalada estadounidense hacia la guerracon el frente doméstico arreciando: bajo unmismo techo, en cuartos separados y sindirigirse la palabra. “Han sido unos añosmuy amargos en este país. La pena y laangustia que me provocaba ver cómo sehacían las cosas fue lo que de verdad memotivó para escribir”, asegura.

La pequeña Viola y un agente desquicia-do del FBI se preguntan en Un trastornopropio de este país, una y otra vez, cuál es la

clave, dónde está el hilo cohe-rente de una historia que se lesescapa. Kalfus se identifica conellos. “Las noticias nos saltanencima y nuestra capacidad deatención en esta era tecnológi-ca es muy poca. La informaciónnos desborda y nos impide en-tender. En este sinsentido surgeun hueco que es ocupado, mu-chas veces, por narraciones pro-pagandísticas con discursoscompactos y coherentes. Inten-tar comprender lo que pasa esel gran reto de nuestro tiempo”.

El humor es para Kalfus uningrediente indispensable paraafrontar este caos. Los añosque pasó junto a su esposa enBelgrado y Sarajevo durante laguerra de Yugoslavia y, más tar-de, en Rusia le ayudaron a des-cubrir los aforismos y el legen-dario humor negro balcánico,con el que la población hacíafrente al dolor. También vio enprimera línea los perniciososefectos de la televisión que con-trolaba Milosevic. Unos añosdespués el control mediáticode Putin volvió a hacer saltarsus alarmas, las mismas quese mantuvieron encendidas enlos meses posteriores al 11-S.“Tras los atentados en EstadosUnidos había quien decía queya nunca más volveríamos a

reírnos, que la ironía había muerto. Aque-llo me puso furioso”, recuerda. “Pero elhumor ha vuelto”. O

Un trastorno propio de este país. Ken Kalfus. Tra-ducción de Vicente Campos. Tusquets. Barcelona,2008. 304 páginas, 19 euros.

Ken Kalfus“El humor ha vuelto”El autor neoyorquino mezcla divorcio y locura terroristaen la era Bush en su novela Un trastorno propio de este país

“Han sido unos añosmuy amargos en este país.La pena y la angustiafue lo que de verdadme motivó para escribir”

“Quedan muchoslibros por escribirsobre el 11-S. Según paseel tiempo se entenderámejor ese periodo”

El escritor Ken Kalfus, en Nueva York. Foto: Moises Saman

LIBROS / Entrevista

EL PAÍS BABELIA 19.04.08 33

4 Las derrotasLA CONTESTACIÓN TERMINÓ mal entodas partes. Si de una revoluciónconvencional se hubiese tratado,

habría que decir que la derrota fue total yabsoluta. Puesto que distintas eran las cir-cunstancias, distintas fueron las derrotas ysus consecuencias.

En los países del Este se impuso la repre-sión. Pero en Varsovia —aunque el movi-miento fue desmanteladoen sólo tres semanas—aquellas movilizaciones es-tán en el inicio de lo quedespués sería el sindicalis-mo cristiano tan decisivoen la caída del régimen co-munista. En Checoslova-quia, el retroceso fue ex-traordinario. La sustituciónde Dubcek por el colabora-cionista Husak un año des-pués de la entrada de lostanques impuso una brutalnormalización que hundióal país en una especie depurgatorio. Pero Checoslo-vaquia era realmente dife-rente de los demás porqueallí sí que lo que estaba enjuego era el poder, el in-tento de transformar el so-cialismo iniciado por ungrupo de dirigentes comu-nistas.

En Estados Unidos, latensión se desplazó a la gue-rra de Vietnam. 1968 fue elaño de la matanza de MyLai. La tremenda herida, to-davía hoy no suturada, deldesastre de Vietnam marcóun par de generacionesamericanas. La moviliza-ción universitaria perdiófuerza y los movimientosde derechos civiles también. La victoriaelectoral de Nixon cerró las esperanzas deuna década que había empezado con eloptimismo kennedyano. Los setenta fue-ron años muy amargos en Norteamérica.

Los acuerdos entre el Gobierno y lossindicatos dinamitaron Mayo del 68 enFrancia al sacar a los trabajadores de lamovida. La derecha ganó arrolladoramen-te las elecciones, después de una masivamanifestación de apelación al orden en cu-ya primera fila resulta todavía hoy llamati-va la presencia de un rebelde convertido algaullismo como André Malraux. De Gau-lle, herido de muerte, se fue un año mástarde. Y con él quizás el símbolo más impo-nente de la vieja cultura social y política.Una parte de los jóvenes de Mayo alimen-tó a los partidos de extrema izquierda, quetodavía hoy tienen presencia electoral enFrancia. Algunos grupúsculos desaparecie-ron pronto, como los encuadrados en eldelirio maoísta, pero nos dejaron la ima-gen de Sartre inculpado por vender La Cau-se du Peuple y una frase memorable delgeneral De Gaulle: “No se puede condenar

a Voltaire”. Otros buscaron la ruptura conla sociedad en el mundo rural, donde toda-vía quedan restos de las comunas de laépoca. La violencia política no cuajó. Ac-tion Directe, el grupúsculo terrorista másimportante, tuvo vida efímera. La mayoríase incorporó paulatinamente a la normali-dad democrática.

Donde el día después resultó más dolo-roso fue en Alemania y, especialmente, enItalia. En Alemania, la Baader-Meinhoff pu-so el terrorismo en escena, aunque fue un

fenómeno limitado a un número pequeñode personas. Italia viviría la experiencia delos años de plomo, en que la violencia deextrema izquierda y de extrema derechahizo estragos en una espiral que degradóprofundamente la vida civil y alcanzó lastripas del Estado italiano, ya por sí muycorrupto.

La matanza de la plaza de las Tres Cultu-ras de México fue en cierto modo el anun-cio de una enorme contracción autoritariaen América Latina.

5 Las herenciasLA GRAN CONTESTACIÓN del 68 fueuna sorpresa. Había una cierta sen-sación de estancamiento, de inmo-

vilismo, en la Europa de las treinta glorio-sas, un balneario protegido por el paraguasnuclear de la guerra fría. De maneras distin-tas, Daniel Bell y Herbert Marcuse habíanadvertido sobre la capacidad del sistemade integrar sus contradicciones. El desenla-ce de la efervescencia revolucionaria del 68confirmó sus hipótesis. El sistema fue per-fectamente capaz de asumir, trillar y tritu-

rar aquella negatividad que por unos me-ses alimentó el sueño del gran cambio. Y elproceso de liberalización que se puso en-tonces en marcha siguió caminos a vecescontradictorios y, a menudo, lejanos deaquel impulso inicial. El discurso del 68tenía mucho de libertario y de crítico conel Estado, más tarde la crítica del Estado,en manos de los liberales conservadoresque pusieron en marcha la revolución delos ochenta y noventa —ésta sí que concer-nía directamente a la conquista del po-

der— se convirtió en desprestigio y debilita-ción del Estado en lo económico y en des-pliegue del control social en lo político.

La amalgama ideológica era tal que sehace difícil establecer los referentes ideoló-gicos de aquellas movidas. Las apelacionesal marxismo, al trotskismo y al leninismoeran abundantes. Pero fue significativo elénfasis en la relación entre sexo, psicologíay política que llevó a nombres como Freudo Reich. También el situacionismo tuvo suvoz. Y en América cuajó la vía contracultu-ralista que acompaña a la cultura hippy.Herbert Marcuse por sus análisis de la rela-ción entre economía, tecnología, cultura ysubjetividad y por su crítica al marxismoortodoxo fue considerado uno de los refe-rentes. Raymond Aron habla de Les heri-tiers, de Pierre Bourdieu, como libro decabecera de la movida francesa. Tambiénde la noción de grupo de fusión de la Críti-ca de la razón dialéctica, de Sartre. En cual-quier caso, los filósofos de la sospecha, eltrío Marx-Freud-Nietzsche, articularon, es-pecialmente en Francia, buena parte delpensamiento de la época.

Aquella experiencia marcó a la genera-ción de los que el año 1968 rondábamos laveintena. Por un lado, pesó sobre nosotros—lo digo así, porque es mi generación— elhabernos autoungido como la generaciónmoderna por excelencia. Ha costado en-tender que el tiempo pasa para todos yque la patente de modernidad no tienedueño. Por otra parte, la pulsión antiautori-taria —probablemente la mejor herenciade aquellos años— también generó mons-truos. He dicho, a veces, que fuimos mu-

cho mejores hijos —en lamedida en que supimosplantar cara a nuestrospadres— que padres —enla medida en que no he-mos osado plantar cara anuestros hijos—. Con nues-tra actitud —y la potenciaintegradora de las contradic-ciones que el capitalismotiene— les hemos dejadosin espacio para la transgre-sión. Otros perdedores, víc-timas de cierta frivolidadque acompañó a la contes-tación, de los que nunca sehabla, son la generación dela droga, los que pensaronque la fiesta continuaba enla heroína y lo pagaron conla vida.

El paradigma que seabrió hace cuarenta añoscon la contestación de lasformas de autoridad domi-nantes, a uno y otro ladode la guerra fría, se ha ago-tado. La transición liberalculminó con el hundimien-to de los sistemas de tiposoviético y con la fantasíade que el triunfo de la de-mocracia liberal significa-ba el fin de la historia. Des-pués vino la restauraciónconservadora que se estre-

lló en la guerra contra Irak tras imponerel discurso de la seguridad como formadel autoritarismo en la sociedad de la infor-mación. Como ha escrito Fred Halliday,“la invasión norteamericana de Irak en2003 supuso para los ideales y para la lega-lidad de la intervención humanitaria lomismo que supuso la invasión de Hungríaen 1956 y de Checoslovaquia en 1968 parael comunismo internacional”. Un ciclo secierra.

Para mí, lo mejor de la herencia del 68es la cultura de la sospecha, la actitud queconsiste en poner siempre en cuestióncualquier enunciado que se nos ponga pordelante y no dar nunca por definitivas lasideas recibidas; y el acento libertario, laautonomía del individuo frente a todas laspromesas comunitaristas, culturales o reli-giosas. Cuarenta años después estas dosactitudes se echan de menos a la horaromper las nuevas formas de autoritaris-mo basadas en el triángulo que forman laseguridad como ideología, la competitivi-dad como principio de vida y el sálvesequien pueda como destino. O

Manifestación pacifista en Illinois en 1968. Foto: Raymond Depardon

Viene de la página anterior

MAYO 68 / Ensayo

8 EL PAÍS BABELIA 19.04.08