los annales - resumen 157-177

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Los annales Tradicionalmente, la historiografía en lengua francesa se ha distinguido por desconfiar constantemente de la filosofía, a la que con facilidad identifica con la filosofía de la historia de estilo hegeliano. En cuanto a la filosofía crítica de la historia, heredera de Dilthey y Max Weber, no ha sido nunca integrada en verdad en la corriente principal de la historiografía francesa. La fuerza de la escuela francesa está en otra parte: en la estricta adherencia al oficio del historiador. Para Ricoeur, lo mejor que ofrece la historiografía francesa es la metodología de hombres conocedores del tema. El historiador no toma nada filosófico y niega el carácter narrativo de la historia tal como se escribe hoy. Ese “eclipse de la narración” procede del desplazamiento del objeto de la historia: el individuo ya no es el agente, sino que el sitio principal ha sido ocupado por el hecho social en su totalidad. A partir de la tercera década del presente siglo, los historiadores procuraron alejarse de la filosofía y dejar atrás los paradigmas de la historiografía positivista. Con esto se produjeron obras significativas, entre las que sobresalen las de un grupo de investigadores vinculados con la revista Annales de Historia Económica y Social, fundada en 1929 y conocida popularmente como Annales. Su trabajo puede verse como el resultado de un ambiente de desasosiego intelectual que se tradujo, primero, en una insatisfacción con la manera tradicional de narrar los acontecimientos, y segundo, en una mayor atención por la historia de las diferentes actividades humanas. En su primera fase, este movimiento duró aproximadamente de 1929 hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial. Terminada ésta,

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Historia de Los Annales, libro cumbre de la historiografia y del historiador que da las pautas para ser un buen historiador.

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Page 1: Los Annales - Resumen 157-177

Los annales

Tradicionalmente, la historiografía en lengua francesa se ha distinguido por desconfiar constantemente de la filosofía, a la que con facilidad identifica con la filosofía de la historia de estilo hegeliano. En cuanto a la filosofía crítica de la historia, heredera de Dilthey y Max Weber, no ha sido nunca integrada en verdad en la corriente principal de la historiografía francesa.

La fuerza de la escuela francesa está en otra parte: en la estricta adherencia al oficio del historiador. Para Ricoeur, lo mejor que ofrece la historiografía francesa es la metodología de hombres conocedores del tema. El historiador no toma nada filosófico y niega el carácter narrativo de la historia tal como se escribe hoy. Ese “eclipse de la narración” procede del desplazamiento del objeto de la historia: el individuo ya no es el agente, sino que el sitio principal ha sido ocupado por el hecho social en su totalidad.

A partir de la tercera década del presente siglo, los historiadores procuraron alejarse de la filosofía y dejar atrás los paradigmas de la historiografía positivista. Con esto se produjeron obras significativas, entre las que sobresalen las de un grupo de investigadores vinculados con la revista Annales de Historia Económica y Social, fundada en 1929 y conocida popularmente como Annales. Su trabajo puede verse como el resultado de un ambiente de desasosiego intelectual que se tradujo, primero, en una insatisfacción con la manera tradicional de narrar los acontecimientos, y segundo, en una mayor atención por la historia de las diferentes actividades humanas.

En su primera fase, este movimiento duró aproximadamente de 1929 hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial. Terminada ésta, el trabajo de los analistas pioneros fue continuado por un segundo grupo, que a diferencia de sus maestros Febvre y Bloch, considerados los rebeldes de su generación, lograron la aceptación de los medios británicos de Francia. Su representante más distinguido fue Fernand Braudel.

El lance de los Annales tuvo sus antecedentes hace aproximadamente 100 años, cuando se escucharon, sobre todo en Alemania, Inglaterra, E.U y Francia, voces contra la historia referida a los acontecimientos políticos. En Alemania, Karl Lamprecht (1856-1915) retaba a los historiadores académicos por no dar respuesta a las demandas de la sociedad moderna y promovía como alternativa una historia total que abarcara todas las acciones humanas. A su manera de ver, ya era tiempo de que todas las ciencias, inclusive la historia, pasaran de una fase precientífica caracterizada por el empleo de métodos individualizados y por la manía de reunir hechos, a una fase científica en la que esos hechos pudieran ser explicados en términos de generalizaciones. Por su parte, su amigo el medievalista belga Henri Pirenne

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(1862-1935) reconocía algunas aportaciones del positivismo francés, pero ponía en tela de juicio sus logros científicos.

En Francia, Henri Bergson (1859-1941), una de las figuras intelectuales más influyentes de su país antes de la primera Guerra Mundial, también criticó severamente la historia tradicional y desde su cátedra en el Colegio de Francia (1904) atacaba de manera sistemática el positivismo aplicado a la filosofía. Para él, el valor de la ciencia no consiste en su verdad, sino en su utilidad, pues el pensamiento científico no lleva a conocer la naturaleza, simplemente la pulveriza o la separa en muchas partes para poder dominarla.

El reto más directo a la historia académica vino de Emilio Durkheim (1858-1917), filósofo que en 1913 ocupó en Francia la primera cátedra de sociología y fijó su atención en el estudio de las sociedades. Enseñaba que una sociedad se mantiene unida gracias a una consciencia colectiva, es decir, al conjunto de sentimientos y creencias comunes de sus miembros. En cambio, veía con recelo las acciones individuales y los hechos particulares que para los historiadores académicos eran el corazón de la historia, porque le parecían simples manifestaciones superficiales que destacan lo aparente pero que no descubren la historia verdadera de una nación. Propuso a los historiadores académicos que dieran menos atribuciones y se les asignara una función meramente auxiliar, la de reunir información, establecer la cronología y ocuparse de los individuos.

Charles Seignobos, coautor de la Introducción a los estudios históricos (1898), salió a la defensa de su libro y del método que le parecía correcto para hacer historia. El debate entre historia y sociología, o, entre el historiador Seignobos y el sociólogo Durkheim, estalló en 1903 y continuó durante 5 años.

El ídolo político, identificado con esa perpetua preocupación por los hechos y la historia política que da a esos sucesos una exagerada importancia; el ídolo individual, o sea el realce excesivo en los llamados grandes hombres, y el ídolo cronológico, que consiste en la costumbre del historiador de perderse en el estudio de los orígenes.