lo que no sabemos sobre los valores - ingarden

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  • 7/28/2019 Lo Que No Sabemos Sobre Los Valores - Ingarden

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    Lo que no sabemos sobre los valores

    ROMAN INGARDEN

    (1893- 1970)

    En los aos de postguerra ha crecido visiblemente el inters por diver-

    sos problemas referentes a los valores. Parece, adems, que se han alcan-zado algunos progresos en este sentido. No se ha logrado, sin embargo,encontrar respuestas satisfactorias a una serie de cuestiones importantes,ni superar las dificultades con que tropieza la Teora de los Valores. Sepone empeo en tratar distintos problemas particulares principalmenteen cada esfera singular de valores, mientras que los problemas funda-mentales generales yacen abandonados. Amenaza el peligro de que sepierda la conciencia de su importancia para investigaciones ms especia-les. Con ello pueden stas verse detenidas en su desarrollo, o, cuandomenos, quedar privadas de una fundamentacin ms profunda. Ser, pues,

    quiz til dirigir nuestra atencin a algunas cuestiones bsicas de la Teo-ra General de los Valores, hacemos cargo de que siguen sin resolver y pre-guntarnos por qu, propiamente, es as.

    A la vez que me dispongo a sealar una serie de dificultades y a procu-rar percatarme de los vacos que hay en nuestro saber acerca de los valores,debo hacer hincapi en que no me afano en modo alguno en negar la exis-tencia de ellos. Estoy muy lejos de la arrogancia escptica con que a menu-do se trata a los valores. Me son tambin ajenas las tendencias (que se danfrecuentemente) a reducirlos a cualquier modo subjetivo de comporta-miento del hombre o de comunidades humanas enteras, como si no

    hubiera los valores mismos y nicamente hubiera ciertos engaos e ilusio-nes que resultan de ciertas actitudes y necesidades, o individuales o quehan adquirido carta de naturaleza en algunas comunidades. Muy al con-trario. Yo quiero advertir determinadas dificultades con que tropieza laTeora de los Valores para buscar vas y modos de superarlas y para encon-trar fundamentos autnticos y ostensibles del re cono ci miento de laexistencia de los valores como ciertas determinaciones especiales de obje-tos, fundadas en esos objetos. Aunque podran estar en algunos casos con-dicionados en su ser (en su consistir?) por el hombre que tiene trato inme-diato con un objeto valioso, tambin entonces tienen, sin embargo, segncreo, su fundamento esencial de ser y el fundamento de su ndole cualitati-va en el objeto que ellos sealan.

    Revista deFlla~ofla. 3 Y poca. vol. lii (1990). nm. 4 . pgs. 199-237. Editorial Complutense. Madrid

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    Quisiera tratar aqulos siguientes problemas:1 . En qu se sustenta la distincin de las especies fundamentales devalores y , por tanto, de las diversas esferas de ellos?2 . De qu ndole son la forma del valor y la relacin del valor con el

    objeto que lo posee (con su portador)?3 . De qu modo existen los valores, si es que en general existen?t (Nohay que dejar dicho que t o d o s los valores existan del mismo modo).4. En qu se funda la diferencia de altura entre los valores? Es posi-

    ble, en general, establecer una jerarqua universal de los valores?5 . Hay valores autnomos?6: Qu hay de la llamada objetividad de los valores?2

    ad 1 . Actualmente ya no parece dudoso que hay que distinguir variasesferas diversas de valores y que, por tanto, no es posible reducirlos todos auna ~ la misma categora. Esta inteleccin parece constituir un importanteprogreso de la moderna Teora de los Valores, porque ha ayudado a de-sechar errores que resultaban de que se quera resolver varios problemasde una sola vez para todo s los valores posibles, sin tomar en considera-cin la diversidad esencial entre unos y otros. Pero, est ya todo esclareci-do y en orden en esa distincin?

    Si seguims las tendencias que se han expresado en los escritos feno-

    nienolgicos que tratan de los valores3, podemos distinguir las siguientesesferas de ellos: a) valores vitales con los que guardan estrecha afinidadlos valores de lo til y los de lo agradable; b) valores culturales, sobre todo:1 ) valores del conocimiento, 2) valores estticos y 3) valores de las costum-

    bres sociales; y , luego, 4) valores morales en el estricto sentido preciso (ti-co) de la palabra. Dentro de cada esfera del valor distnguese an muchasespecies y variedades de valores y , finalmente, los valores singulares, queaparecen en casos individuales; y se confronta unos con otros. Al llevar acabo todas estas distinciones se tiene al menos la sensacin de que no secomete ninguna equivocacin cuando, por ejemplo, se opone un valor

    moral a un valor esttico. A pesar de ello, hay casos en que, en la confron-

    1. La palbra ( tanibinlos de MoRITz GEiGER. DIE1RcH VON HILDEBRANO y NI((>i.AI HARIMANN.

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    tacin de dos valores diversos, no llegamos tan fcilmente a decidir qu

    diferencia hay entre ellos y si se debe realmente considerar en el caso dadoal uno un valor moral y al otro un valor esttico. Tomemos, por ejemplo, elarrojo y el herosmo. Son ambos valores morales? O es, quiz, ms bienel arrojo un valor esttico, o tal vez, incluso, un valor social aquello, enuna obra dramtica; esto, pongamos por caso, en una determinada comu-nidad humana? O es el arrojo a la vez un valor moral y un valor estti-co; o, en fin, un valor social? El herosmo parece ser un valor patentementemor-al; pero. no tiene tambin el carcter de un valor esttico en s . espe-cialmente en casos en que el seguir siendo heroico toca ya el lmite de lairracionalidad, y en que, por tanto, surge duda acerca de si an entonces se

    trata de un valor moral? La fidelidad, en cambio, parece ser siempre unvalor moral; tambin cuando es imprudente guardarla al amigo. Y rom-perla es siempre infame, aun cuando fuera ms astuto hacerlo. Ahora bien,la infamia es siempre un disvalor moral, porque en ella hay algo aborreci-ble. Qu ocurre propiamente con todo esto?

    Nos preguntamos, pues, qu decide para que nos pronunciemos enalgn sentido. Qu constituye propiamente el fundamento de la distin-cin de los valores de una especie fundamental de los de otra (por ejemplo.de la de los valores morales y los estticos)? Pero, a esta cuestin, o no reci-bimos respuesta alguna, o recibimos una que ni es suficientemente clara niest bastante fundamentada. No disponemos. en efecto, de determinacio-nes generales satisfactorias de las especies singulares de valores; y no dis-ponemos de ellas porque tio poseemos hasta ahora ningn principiimdivi-

    ,vionis de las especies del valor claro y unvocamente determinado. La expo-sicin ce tal principio est dificultada por la conviccin general y. alparecer. correcta de que el elemento que distingue unos valores de otrosy diferencia los valores de una especie fundamental de los valores de otraespecie fundamental no es otro cue la determinacin e L i a 1 it a ti y a celos valores singulares o de las especies enteras de valores4. Los valorestendran, pues, que clasificarse en especies fundamentales y especies su-

    bordinadas con arreglo a esa determinacin cualitativa. Pero aquse hallaprecisa mente la fuente de la dificultad.

    Cuatido, en intuicin inmediata, cotifrontamos diversas cutalidades o,respectiva mente, los objetos que estn constituidos por ellas, consegunos, cierta mente. ordena ras por su a Iinidad cualitativa (~ u ntas las est r e cha mente a fines y en gru pos c l ist i tilos las no afines o heterogneas). Peroen cua nt() queremos captar conceptual mente ese resultado y tenemos quedecir qu tienen ce comn las cualidades rea niclas en un grupo (es

    4. Algunos investigadores dicen terulinantemente que los valores son cualidades.Cf. por ejemplo HERBERT Wtriz. Zw Theorieder literarisehen Wertnng. Tubingen. 1957.l :st< > es. sin embargo, una simplificacin incorrecta del estado de las cosas.

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    decir, aquello en que son afines), qu es lo que decide acerca de su alini-

    dad, nos encontramos en gran perplejidad, pues, como es sabido, no esposible definir cualidades, determinarlas conceptualmente; y especial-mente no lo es aducir unvocamente ese elemento no-independiente quedecide de la afinidad de varias cualidades y que aparece de algn modo enellas. Habra que intuir en las diversas determinaciones cualitativas de losvalores ese elemento cualitativo no-independiente, y habra al menos,adems, que saberlo nombrar unvocamente, si no es posible determinarloconceptualmente5. Cmo podra aducirse el principio de clasificacin delos valores, si ni siquiera se alcanza a ver ese elemento no-independienteque participa en la determinacin cualitativa de valores afines?

    Aumenta an esta dificultad por el hecho de que tambin los valoresque pertenecen a cada uno de los (slo provisionalmente delimitados) gru-pos se diferencian, a su vez, unos de otros en su determinacin cualitativa,con frecuencia bastante intensamente. En el grupo de los valores estti-cos, por ejemplo, no aparece ni por todas partes ni solamente la belle-za, sino que se muestran tambin otros valores fundamentales, como lagracia, la perfeccin, la grandeza, etc. Pero tampoco el ser belloes siempre lo mismo, como tampoco lo es el ser bonito (afn a aqul y,sin embargo, esencialmente distinto de l). Cuando comparamos, porejemplo, la belleza de un templo corintio de la antigua Grecia con la belle-

    za de una baslica romana o de una catedral gtica francesa de la EdadMedia, todas estas grandes obras arquitectnicas son indudablementebellas en el autntico sentido. Su belleza es, sin embargo, intensamentedistinta; tan intensamente, que si se quisiera reunir en u n a obra todasestas bellezas slo habra de originarse una terrible disonancia. No deotro modo ocurre en el terreno de los valores morales. Enl se tiende confrecuencia a hablar en todas partes de bueno (bondad) bonum pero lapalabra bueno tiene una significacin mucho ms amplia, que desbor-da la esfera de lo moral, de modo que se habla igualmente de buenosplatos, buenos caminos, buenas obras de arte, que de una buena

    accin (por ejemplo, salvar a un hombre de un peligro). Hay varios otrosvalores morales en los que apenas podra hablarse de bueno; por ejem-po, la responsabilidad, la justicia, la abnegacin, la valenta, la nobleza,etc. Adems, tropezamos en cada esfera de valor con opuestos. Junto a la

    5. En otras esferas de cualidades se supera a menudo esta dificultad estableciendola coordinacin entre las cualidades y ciertas cantidades, como, por ejemplo, se coordi-na a los diversos colores lumnicos el nmero de las ondas del proceso fisico de la luzpor unidad de tiempo. Pero en realidad esto no es superacin alguna de la dificultad

    arriba sealada. sino slo un modo de eludirla. Ycmo se debe proceder donde unatal coordinacin (o reduccin>,, como quieren los fisicos) de las cualidades con losnmeros no es posible como en el caso de los valores?

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    belleza est la fealdad;junto a la valenta, la cobarda (particularmente en

    la vida cvica);junto al valor positivo del perdn, el negativo de la vengan-za o del afn de venganza;junto a lo bueno, lo malo, etc. No es, en modoalguno, que los valores negativos (los disvalores) sean sencillamente la fal-ta de un valor positivo, como se ha intentado a menudo interpretar. Por elcontrario, todos los valores estn en efecto determinados cualitativamentede modo propio y , en ocasiones, nico. Lo malo, lo feo, la cobarda, todoesto es algo que salta a la vista en su especificidad cualitativa y que es. portanto, aprehensible en si, sin que sea preciso referirse a lo bueno, a lo her-moso o a la valenta y comprobar sencillamente la falta de estos ltimosvalores. A la vista de la tan crasa oposicin de la determinacin cualitativa

    de los valores positivos y los correspondientes valores negativos, cmose podr encontrar an el elemento comn que permita asignar todos estosvalores a u n gnero de los valores morales?

    Es ciertamente posible al menos en algunos casos sealar unaserie de condiciones tales que, cuando ellas se dan en situaciones concre-tas, surgen estos o aquellos valores (por ejemplo, valores morales); condi-ciones que tienen que no darse oque, simplemente, no se dan cuando apa-recen valores de otro gnero fundamental (por ejemplo, los valores estti-cos). No se ha intentado siquiera sealar estas condiciones; a saber, condi-ciones que tienen que ser cumplidas por el objeto que porta un determina-

    do valor6. Se ha sostenido, por ejemplo, que la condicin del surgimientode los valores morales tanto de los positivos como de los negativos esla libertad del hombre que debe realizarlos. Ella es.por lo dems, la condi-cin indispensable; pero no la condicin suficiente. Los actos de un hom-bre que est privado de la libertad (de decisin) pueden ser provechosos.pueden reportar bien a otros hombres, o, por el contrario, pueden perjudi-cares esencialmente; pero en ambos casos son, desde el punto de vista dela moral, neutros. Otra condicin asimismo slo indispensable del valormoral de los actos humanos es la salud psquica del agente, que le permiteser responsable de sus actos. El hombre psquicamente enfermo (el hasta

    tal punto enfermo que sea completamente irresponsable) no puede llevar acabo accin ninguna moralmente valiosa o pecaminosa, ni aun cuandoobre en consonancia con las leyes ticas. Pero para llevar a cabo accionesmoralmente valiosas no basta la salud psquica.

    Esto es, desde luego, cierto, por grandes que puedan ser las dificultadesque en los casos lmite surjan en la rebusca de estas condiciones. Peroaunque pudiramos conseguir sealar, siquiera para un valor determinadoo para un determinado gnero de valores, el inventario c o m p 1 e t o detales condiciones indispensables y eventualmente tambin suficientes dela realizacin de esos valores lo que, hasta donde yo s, no se ha conse-

    6 . Cli. por ejemplo. NIcOLI HARTMNN. Ehik, Berlin y Leipzig. 1926.

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    guido an llevar a cabo en ninguna esfera del valor, no obtendramos,

    con todo, por ese camino, ninguna aprehensin clara ni ninguna com-prensin intelectiva de la naturaleza especfica (de la esencia) de los valo-res de un gnero determinado, ni aun de un valor determinado. El conoci-miento de las condiciones de la realizacin de un valor no puede reempla-zar a la intuicin de su determinacin cualitativa especfica. Podramos, a losumo, por esecamino, alcanzar la delimitacin del mbito de los valoresde un gnero determinado. Eso, naturalmente, sera un estimable resultadoen la exploracin de los valores. Pero intentar reducir la especfica peculia-ridad de ciertos valores a un inventario de aquellas condiciones cosaque, en realidad, ni siquiera se ha hecho no es solamente insatisfactorio,

    sino que significa, adems, un error esencial; pues la totalidad de tales con-diciones no constituye la determinacin cualitativa del valor mismo (o delgnero de valores) de que se trata, sino solamente nos dice e u n do puedeaparecero. mejor, surgir realmente unvalorcualificado de determinado modo.

    Con el descubrimiento de las condiciones de la realizacin de ciertosvalores slo quedamos aparentemente desembarazados de la tarea deaprehenderlos a ellos mismos en su especificidad cualitativa; pues slo esrealizable el afortunado hallazgo de esas condiciones cuando en l se esguiado por la aprehensin intuitiva de la determinacin cualitativa espec-fica de los valores del gnero de que se trata. Si esa aprehensin falta,

    entonces tampoco es posible la delimitacin distinta del mbito de loscasos en que surgen valores de ese gnero, y tiene que ser tambin infruc-tuosa la busca de las condiciones. Y tanto ms vano es pretender alcanzar.mediante un defectuoso conocimiento de las condiciones, la intuicin dela determinacin cualitativa de lo condicionado. Nada, piles, puede libe-rarnos del deber cientifico que pesa sobre nosotros, tanto de la intuicin dela especificidad de los valores, como del esfuerzo espiritual unido a ella.Naturalmente, hay diversos modos y perfecciones de la intuicin, de lamirada que hace que se d la esencia peculiar de los valores; y no se llegaen ella a claridad real y autntica de una vez o gracias a un feliz azar. Con

    frecuencia cuesta mucho trabajo y superar muchos obstculos engaado-res. Incluso cuando esa mirada es ya completamente clara, lo que en ella seda no est por ello ya siempre aprehendido en su especificidad cualitativade modo realmente temtico, ni est de tal manera diferenciado de otrasdeterminaciones cualitativas, que pueda ser identificado infaliblemente.Pero en tanto esto no se ha alcanzado, no es seguro qte la relacin intuiti-va con la objetividad del caso (por ejemplo, con tal o cual cualidad o deter-minacin cualitativa de algo) sea una intuicin autntica, que nos instruyainfaliblemente sobre lo que en ella est dado. Pero, aunque llegramos aconseguir una intuicin tal, el hecho de que nos est d a d a tina esenciali-dad (WesenheW o la esencia de algo no basta para que estemos en condicio-nes de de ci r clara y unvocamente q u es propiamente lo que nos estdado con tanta claridad como cualificado en s de modo peculiar.

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    completa independencia de lo difcil que pueda ser darse cuenta de la

    especificidad de esta belleza nica y juzgarla de manera justa, en todo casoella es algo enteramente distinto de todas las actitudes y modos de compor-tamiento de los contempladores, tanto de los de aquellos que pueden cap-tarla, como de los de aquellos otros que slo estn ante el cuadro ciega-mente y se entregan a sus sentimientos de placer.

    Defienden algunos el parecer de que por principio ningn valor se dejadeterminar conceptualmente ni, mxime, definirio; pero esto sera verdade-ro slo si cada valor estuviera determinado en su materia poruna cualidadoriginal simple-Es as, quiz, en lo que hace a algunos valores o en lo quese refiere al elemento genrico de un gnero de valores; pero no puede soste-nerse universalmente de todos los valores y elementos genricos. Pues si fue-ra realmente se el caso, no sera entonces tampoco posible distinguir gruposo, mejor dicho, gneros de valores; cosa que, en principio como mero hecho,no se puede, sin embargo, negar que se hace. Tampoco se podria compararvalores respecto de su gnero fundamental o de su altura. El hecho de que,sin embargo, es posible, indica que se hallan en la determinacin cualitativa(en la materia) de los valores, al menos en algunos casos, elementos cualitati-vos ms simples, y que se dejan distinguir por abstraccin. Podems tam-bin advertir que algunos de estos elementos juegan el papel de elementosespecficos o genricos, en tanto que hay otros elementos de diferenciacinque determinan ms prximamente a las especies inferiores de valores, ascomo a ciertos valores estrictamente individuales2. Pero no es ascon todoslos valores. Donde tiene ello lugar no nos las habemos seguramente con unmero compuesto cualitativo en que las cualidades singulares que destacanse encuentren unas junto a otras slo como partes de un todo que puedensepararse; por el contrario, todas las investigaciones realmente referidas de

    10 . Cf., por ejemplo, MAX Sct - IELER, Formalismus in der Ethikund materialeWer-tethik. en: Jahrbuchfar Philosophie md phdnomenologische Forschung vol. 1, 1913. Pp.412 y Ss.

    II. Lo que respecto de ello hay que preguntar es. sencillamente: primero, cmo esposible hacerlo de modo correcto: y segundo. cmo se pueden fundamentar las distin-ciones que se hacen habitualmente.

    12 . S e recomienda cautela ante la expresin valor individual, para que no se pre-juzgue aqu nada sin examen. Se trata, en primer lugar, de una diferencia nfima devalores que aparecen, en muchos casos singulares, en los objetos portadores de talvalor y son asindividuados en su modo de ser. Pero, en segundo lugar, se trata de unvalor que en ses cualitativamente tan nico e irrepetible que slo puede surgir en unobjeto. Se tiende a hablar a menudo de tales valores, por ejemplo, a propsito de gran-des obras de arte. Tambin entraran en consideracin a propsito de valores persona-les de grandes hombres. Su determinacin cualitativa constituira, pues, algo asi comolahaecceitas de OtJNs ScoTo. Pero que haya y pueda haber realmente tales valores debepermanecer, en mi opinin, todava indeciso.

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    modo inmediato a material concreto de valores han mostrado que no e~as. Esos elementos cualitativos que pueden ser destacados o diferenciadosen la materia de los valores son slo, en la mayora de los casos, abstrac-tos elementos no-independientes en su ser, inseparables e inmersos en lamateria total. All donde son elementos u n i 1 ate r a 1 me n te no-inde-pendientes en su ser, pueden darse dos casos diversos: un elemento A esunilateralmente no-independiente respecto de alguna otra cosa o bien demodo unvoco o bien de modo equvoco. En el primer caso, A tiene queaparecer siempre en un todo cualitativo con un elemento B unvocamentedeterminado en su materia (precisamente, pues, con B y slo con B). Alcontrario, en el segundo caso, A puede aparecer con cualquier B, de una

    multiplicidad de elementos E afines, pero A tiene siempre que aparecercon un B ~ . En el primer caso, E es el elemento que completa a A y formacon l un todo. En el segundo caso, el respectivo B ~ es un elemento quecompleta la materia del todo. En este todo es A el elemento especfico devarios todos afines, siendo, frente a E, equvocamente no-independiente ensu ser, mientras todos los B ~ , en cambio, frente a A, son unvocamente no-independientes. Los B ~ singulares constituyen entonces los elementos dife-rencadores para los individuos de la especie A. Tales elementos diferencia-dores slo pueden, pues, ser buscados all donde la materia del valor no esabsolutamente simple y original. Los elementos especficos abstractos de la

    materia del valor pueden aplicarse como principios para formar las espe-cies singulares de valores. Contina, sin embargo, todava pendiente unacuestin, a saber: qu puede servir de principio de la divisin de t o d o slos valores y t o d a s sus especies fundamentales. Quiz consigamos anvolver sobre esto. No debe olvidarse que puede haber valores absoluta-mente individuales en el sentido ya explicado, cuya materia es tanexclusivamente original e irrepetible, que no se dejan clasificar en ningunaespecie.

    ad2. La forma del valor. Tan pronto como comienza a presen-

    tarse as el problema de la clasificacin de los valores en especies funda-mentales, tenemos que advertir que con ello entramos en un nuevo mbitode cuestiones. Surge, en efecto, el problema de la fo r m a del valor.

    Hay aqu muchas cuestiones que no han sido aclaradas ni tampocoaisladas como tales con pulcritud, ni captadas estrictamente en s . Querealmente sucede de este modo, lo muestra muy bien el hecho de que hay,muchas concepciones de la forma del valor en disputa.

    En el trato cotidiano con valores, y tambin en enunciados cientficossobre ellos, se emplean diversos giros expresivos que suponen implcita-mente esto o lo otro sobre la forma ce los valores. Pronunciamos mltiples

    juicios sobre los valores en los que les son atribuidas distintas notas o pro-piedades, o en que se establece su determinada naturaleza, como si L o svalores fueran o b j e t o s de cierta ndole determinada. Ciertamente,

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    Se nos dir: No cabe duda de que la cualidad que determina un valor

    o un gnero de valores es un elemento abstracto que lo seala o constituyesu naturaleza o que, en fin, pertenece a su naturaleza como elemento gene-rico. Naturalmente, esto es verdad; pero sobre el hecho de que una cuali-dad sea un elemento abstracto que ejerce en una objetividad la funcin denaturaleza suya no nos pone en claro esa cualidad en su especificidad, y

    justo por eso no nos dice ella tampoco q u es la determinacin constitu-tiva de un valor o de un gnero de valores. Saberlo, sin embargo, parece serla condicin indispensable para diferenciar satisfactoriamente los gneros(o especies) fundamentales de valor.

    Se ha intentado ms de una vez determinar los gneros singulares del

    valor apelando a la actitud del receptor o creador de los valores de losdistintos gneros. Se dice, por ejemplo, que son valores estticos aqullosque trae a revelacin el contemplador en actitud esttica. Se intenta tam-bin determinarlos apelando a que suscitan la vivencia esttica. Se carac-teriza, por ejemplo, a los valores estticos por el llamado agrado desinte-resado, que debe diferenciarlos de los valores de lo til, con los que surgeuna especie de compromiso. Se tiende frecuentemente, en esta concepcin,a reducir los valores morales a los valores de lo til.

    La apelacin a actitudes o modos de comportamiento del receptor deciertos valores puede~ auxiliamos en la determinacin del mbito de los

    casos en que surgen valores de cierta especie; pero no puede reemplazar alconocimiento inmediato y a la determinacin (aprehensin) conceptual delos valores mismos. Ms an: puede solamente llevarse a cabo con xito elhallazgo de esos caractersticos modos de comportamiento y actitudes delos receptores de ciertos valores, una vez que hemos conseguido alcanzaral menos la aprehensin intuitiva de la determinacin cualitativa de esosvalores. Pues hay que escoger, entre muchos diversos modos psquicos decomportamiento y actitudes del hombre, precisamente los que vienen alcaso en la recepcin y en el trato con los valores de una especie determina-da. Si nos falta el conocimiento de estos valores mismos, falta entoncestambin el hilo conductor para la eleccin de las actitudes y los modos decomportamiento respectivos. Por tanto, fracasan tambin esta reduccinde los valores tan a menudo propuesta y el ensayo de evitar de algunamanera el directo conocimiento intuitivo de aqullos.

    7. Cuando se entiende por actitud esttica aquella en que pueden ser llevados acabo actos de conocimiento de un tipo completamente especial, que nos permiten apre-hender inmediatamente los valores estticos, entonces esto no es, al menos, falso, sinoque slo nos dice muy poco, porque ahora habra que sealar qu actos precisamente

    son los que pueden proporcionar eso. Peor es cuando se dice;por ejemplo, que los valo-res estticos son valores que nos agradan o que suscitan en nosotros un estado desatisfaccin o de placer. Fumar un buen cigarrillo gusta a muchos, pero no necesitatener nada que ver con un valor esttico.

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    Sigue, sin embargo, ocurriendo que se ide n ti fi ca simplemente elvalor y su determinacin cualitativa (su naturaleza) con la actitud o con

    las vivencias en que lo descubrimos, o, peor an, con vivencias que presun-tamente suscitan aqullos en nosotros: con el llamado agrado. Se diceentonces, an ms crasamente: Slo existen en realidad este agrado(Gefallen) o el juzgar (Beuneilen);no hay valores como tales. Pero lo pe-culiar de esos modos subjetivos de comportamiento es que crean tina ilu-sin especial (esos valores presuntamente existentes). El aceptar unaconcepcin tal pretende ser expresin de un especial sentido de responsa-bilidad cientfica de sus sustentadores, que no toleran metafisica alguna,hipostatizacin alguna de los valores como entidades especiales8.Por mucho que esta concepcin siga hoy de moda en ciertos crculos, la

    considero caducada, y no quisiera criticara aqu de nuevo por menudo.Quiz basta con recordar que el llamado agrado, olas vivencias de pla-cer, o el juicio no son sino pasajeros comportamientos subjetivos de unhombre que esta en contacto inmediato con una obra de arte (o con cual-quier otro objeto valioso). Ese comportamiento se lleva a cabo muchasveces y en cada caso de una manera algo diferente, mientras que la obra dearte, con el valor que le corresponde, es una y la misma, y no se modifica,entretanto, en sus determinaciones ni en su valor. No se cuida en absoluto,por as decir, del comportamiento humano. Y cuando hay muchos con-templadort hay igualmente muchos estados de agrado, sentimientos de

    placer y juicios, mientras que, en cambio, la obra de arte con su valor es s-lo una formacin

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    nadie dir que, por ejemplo, la belleza o el bien moral son una cosa como.

    pongamos porcaso, un rbol o una pea3; perose

    trata, sinembargo.

    a losvalores como si fueran sujetos de propiedades durando en el tiempo. Encambio, probablemente nadie se inclinara a considerar a los valores pro-cesos; ni siquiera cuando un concreto valor corresponde a un todo proce-sual. como el que constituyen, por ejemplo, todas las obras musicales o larealizacin de un trabajo. Incluso en la Teora General de los Valores seha hablado a menudo como si el valor fuera un objeto, ya que se le atribu-yen estas o aquellas notas o propiedades. Esto parece. en tanto, estar encontradiccin con el hecho de que los valores jams son algo que subsistapor s, sino que slo son siempre valores de a 1 go. En completa indepen-

    dencia de de qu especie sea un valor ya sea un valor de utilidad, como,porejemplo, la capacidad de rendimiento de un motor, ya sea el valor moralde un hombre o de un modo humano de comportamiento. ya sea el valorartstico de una obra de arte, existe siempre un algo por ejemplo, unacosa que posee su valor y a que corresponde ese valor; y no hayen gene-ral valor alguno que exista sin el algo cuyo valor es. Cuando una mqui-na se hace toda trizas deja de existir tambin su valor de utilidad4. Justopor ello, todo valor es no-independiente en su ser en relacin con el objetoal que, segn se dice, sobreviene (zukomrnt>~3. No es. pues, nunca unobjeto independientemente existente, y . como tal, tampoco puede nunca

    ser hablando estrictamente sujeto de propiedades, y , en este sentido.un objeto5.Parece, piles, que un valor no sea sno una nota o una propiedad

    de algo. Y esto parece concordar con que frecuentemente decimos de cier-los objetos que poseen un valor. Por ejemplo, una obra de arte posee elvalor belleza; un hombre, el valor bondad moral, etc. Se dice enton-ces, mas brevemente, que la obra de arte es bella, que el hombre esmoralmente bueno, etc.

    Mas esta concepcin no est libre de todo peligro6. Si los valores luc-ran propiedades de objetos valiosos, habra, ante todo. que rehusar a

    13 . Por este motivo, el llamado

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    muchos objetos la posibilidad de poseer un valor. As, por ejemplo. las

    cosas y los procesos fsicos slo pueden poseer propiedades fsicas, porejemplo, estas o aquellas figura espacial, densidad, temperatura o conduc-tividad elctrica. Pero algo como, por ejemplo, que una determinada plan-ta sea nutritiva o hermosa, o que la figura de una vasija, por ejemplode una taza de porcelana, sea distinguida o elegante, no puede encon-trarse entre las propiedades fsicas de estas cosas del mundo fsico. Porconsiguiente, proponen algunos investigadores distinguir de los valores(como ciertas determinaciones completamente especiales de las cosas) laspropiedades csicas del objeto7. Es, sin embargo, dudoso si se debeaceptar la propuesta. Quiz habra, ms bien, que renunciar en general aconsiderar a los valores propiedades especiales de un objeto valioso.

    Se podra procurar precisar la primera posibilidad por dos caminosdiversos. Podra decirse que el valor es, en efecto, una propiedad de la cosavaliosa; pero una propiedad secundaria, derivada de sus otras propieda-des, que encuentra en ellas su condicin indispensable pero, a veces, nosuficiente. As, por ejemplo, una planta es nutritiva para ciertos anima-les, porque contiene ciertas sustancias qumicas y, por tanto, tiene tambinuna serie de propiedades qumicas. Una cosa, se dice, es, por ejemplo,bella porque tiene una determinada figura y est, en cierto aspecto, per-fecta. Eligen esta va, por ejemplo, los formalistas en Esttica, cuando

    dicen que slo la llamada forma es valiosa en la obra de arte

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    des de sta, depende que pase por el cable la corriente que calienta el fila-

    mento en la bombilla y lo hace lucir. Esa corriente, esa temperatura ele-vada y . por fin, tambin la incandescencia del filamento, todo ello sonsiempre procesos o estados de la instalacin elctrica, que resultan de susdiversas propiedades. Pero slo esa incandescencia o, respectivamente, laluz de la lmpara elctrica llega a ser, en determinadas circunstancias, tilpara el hombre, y esa utilidad constituye el valor de la lmpara para l;pero no es valor porque sea un suceso o una propiedad que resulta de otraspropiedades de la lmpara. No tiene an que asociarse al hecho de quesea eventualmente una propiedad de la lmpara algo completamente nue-yo, gracias a lo cual adquiera ella el carcter de la valiosidad? Algunos res-

    pondern, ciertamente, que as es. en efecto; a saber, que hay que tener encuenta adems al hombre y sus especiales necesidades por ejemplo, lade facilitar o hacer posible un trabajo que no puede realizarse en la oscuri-dad para que la luz elctrica de la lmpara pueda ser til, y por ello, tam-bin valiosa. Cuando se argumenta as, se pasa a la segunda especie defundamentacin de la tesis de que los valores son ciertas propiedades deri-vadas, o sea a la concepcin de que la utilidad, como valor especial de unacosa, est vinculada a un determinado modo de accin de una cosa sobreel receptor o contemplador. Pero precisamente as se socava la afirmacinde que el valor es una propiedad de la cosa valiosa, pues en el sentido de

    esta concepcin slo aparece el valor en la concurrencia de una determi-nada necesidad del hombre con un dispositivo que aplaca esa necesidad.De este aplacamiento de las necesidades humanas resulta, segn se dice, elvalor de la utilidad. No se podra, pues, decir que es una propiedad de lacosa respectiva, o del hombre, o una propiedad de la relacin entre el hom-bre y la cosa, caso de que una relacin pueda en general tener propiedades.Cuando se considera la utilidad de una cosa su valor, se supone que elaplacar las necesidades humanas es de alguna manera l mismo valioso. Lapropiedad utilidad, como valor, es. entonces, algo derivado de otro valor,pero no es tampoco tina propiedad de este otro valor.

    Ante este estado de cosas, en seguida se ocurre proponer una concep-cin completamente distinta acerca de la forma del valor, como en efectose ha hecho desde diversas posiciones. A saber, se dice que el valor no esuna propiedad de un objeto. sino una relacin entre la cosa valiosa yotra cosa, a la que la primera rindeciertos servicios. Esta concepcin obtie-nc la mayor popularidad cuando se toma al hombre o a la comunidadhumana como segundo miembro de aquella relacin. Se suele hablar en-tonces de la sancin (o del reconocimiento) social, que ha de prestaren general un valor a un objeto en s sin valor. A partir de aquest ya alla-nado el camino a tina teora relativista del valor, que, en el caso lmite, nie-ga la objetividad del valor en general y sostiene su subjetividad, bien res-pecto del hombre individual, bien respecto de una comunidad humanamayor o menor.

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    No se puede. naturalmente, negar que hay o puede haber valores que

    tienen por base una cierta relacin entre objetos convenientemente elegi-dos. E, igualmente, no puede negarse que son posibles valores cuya materiaes relacional. Sin embargo. no puede concederse que haya esto de regirpara t o d o s los valores, pues, ante todo, no todos tienen una materiarelacional. Ello, por ejemplo, no se puede afirmar de los valores morales.Tampoco respecto de la mayora de los valores estticos rige eso. aunquehay tambin valores estticos relativos. Pero incluso alldonde una rela-cin se halla a la base de un valor, no es posible identificar ese valor mis-mo con aquella relacin. La relacin (la proporcin) tiene como he pro-curado mostrar en otro lugar9 una forma especial, que no puede ser atri-buida a ningn valor tampoco al que tiene una materia relacional.Por ejemplo, gracia, perfeccin, madurez, etc., no son relacinalguna de algo con algo. Y no lo son, as pudiera mostrarse incluso quetodos esos valoFes se originan de estas o aquellas relaciones entre dos obje-tos. Por lo dems, es tambin muy oscuro ese presunto originarse o proce-der de los valores a partir de esas relaciones, pues no parece ser ni un resul-tado lgico ni un proceder causal. De qu ndole pueda ser, es cosa que nodicen quienes defienden este punto de vista.

    As, pues, parecen tropezar con serios inconvenientes todas las hipte-sis y conjeturas sobre qu forma es propiamente peculiar al valor. Y no se

    puede decir que sobre ello sepamos realmente algo positivo. En todas estaspropuestas no se toma en cuenta, justamente, todo aquello que parece sercaracterstico y esencial para cada valor, o sea su va i o si da d (Wenhaf

    figkeitj o valencia (Wertigkeib Web, vol. 11/1. cap. XIII.

    * Los trminos valiosidad y valencia,> traducen siempre en adelante los aena-

    nes Wenhafgkeit y Werigkeiu>. respectivamente. (Nota del traductor).

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    Esto, y otra serie de circunstancias de que pronto se hablar, sugiere a al-

    gunos autores la idea de que el valor de algo no es, en efecto, un objeto inde-pendiente y. sobre todo, no es una cosa, pero que es una cierta objetividadde una estructura formal completamente especiaLque se debe distinguir de todas las formas ya tradas aqu a consideraciny, ante todo, de la forma del objeto que p o s e e un valor pero no es lmismo un valor. La estructura formal del valor se diferencia de la formadel objeto que no es l mismo un valor, en que en el valor aparecen ele-mentos formales tales que no pueden estar presentes en objetos que nosean ellos mismos valores.

    En los valores. como en general en todo lo que existe de algn modo. sepuede distinguir tina cierta forma (categorial) y una materia20 y. enfin, un modo de ser Pero la valiosidad es ya algo que es indispensable atodo valor y no es ni forma ni materia de l. Ese elemento, justamente, traeconsigo la especial forma del valor. La ndole especial del modo de ser delvalor tambin est en estrecha conexin con el elemento valiosidad28.

    Con la valiosidad del valor est, por una parte. unido estrechamente elelemento altura; por otra parte, le pertenece necesariamente lo que seentiende por el carcter positivo o negativo del valor. Naturalmente, laaltura del valor depende de la materia del valor: sta determina a aqulla.y. por cieno, a tina, por as decir, con sus elementos secundarios positivi-

    dad o negatividad. La val iosidadj tinta mente con la alttra y la positivi-dad (o negatividad) constituyen, pordecirlo as, la q u i n t a e s e n e i a dela materia del valor. Algu nos investigadores distinguen an la llamadaluerza (Kra/i) del valor, que sera c l isti nta en valores de distinta espe-cie. Esa luerza del valor tendra, por ejemplo, que ser mayor en los valo-res mora les que en los valores estticos2.

    Varios investigadores han intentado esclarecer con alguna ms preci-sin estos elementos diversos en la estructura del valor. Pero no puededecirse que esos anlisis realmente hayan siclo llevados lo suficientementelejos; lo cual, por It ) dems, es comprensible. teniendo eti cuenta la dificul

    20. Hablo aqu de la form a y de la un atera en un sen ti do completamenteestricto, que he intentado dctcrmi la r Cii el captulo sptimo dc mil ibro DerStrcit un; dicExisten: < lcr Wel y que he design aclo allcomo materia y Forma . Su sentido c o

    u neide con lo que Ht ssER. lamaha forma aial it ca>,. aunque l no ha distinguido lasmuchas sign i Ilcaciones c e la oposicin formamateria.

    21. Acerca deese modo de verse dijo en principio que el valores dependiente-en-el-ser de aquello que lo porta. y. luego. que es derivado-en-el-ser de ciertas propiedades odeterminaciones u nversales del objeto portador dcl valor. Pero esto no agota todava lacaracterizac Oil del modo de ser del valor. Volver sobre ello.

    22. C Nuuo~x HARTMANN. EtNA. . 251. Tengo qte confesar que no puedo unireste concepto con ningn ciato intuitivo y. por ello, no comprendo bien lo que HARr-MANN quera decir.

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    tad de los problemas. As, por ejemplo, Hermann Lotze ha sostenido quelos valores no existen, sino que valen; y con esta validez (Geltung>~segn parece, deba sealarse precisamente eso en el valor que aqu hasido llamado su valiosidad2>. Los representantes de la llamada EscuelaAlemana Meridional, o Escuela de Baden (H. Rickert, W. Windelband yotros)24 y, posteriormente, tambin Max Scheler y N. Hartmann2 soste-nan que cada valor porta en s e l postulado de su realizacin, lo que modi-lica su ser de un modo especial. Se ha hablado tambin de que es caracte-rstico de los valores un tipo especial del deber, y a este fin se forj el con-cepto del deber-ser ~SeinsoIlen~~l,que. para los valores, haba de sustituir alconcepto del ser. Ese deber-ser haba, adems, de ser diverso en valores dediversa especie. En los valores morales este deber es absoluto; la conse-

    cuencia de ello es que la no realizacin misma de un valor moral, cuandoexiste posibilidad de ella, es la realizacin de tn valor moral n e g a ti y o(de lo malo). Parece, en cambio, que en los valores estticos no hay undeber absoluto de esta ndole. La no realizacin de ellos, cuando existesu posibilidad, no constituye en s an, al parecer, un valor negativo, y,especialmente, ningn valor moral negativo26. No puede negarse, claro es,que tambin en los valores estticos parece mostrarse un cierto postuladode su realizacin (dicho con ms exactitud: de su concretizacin); estn,por as decirlo, pidiendo ser realizados. Pero no nos gravan con un peca-do si no satisfacemos su exigencia. Decimos tambin, y no sin fundamen-to, que, si algo debe servir para la alimentacin, d e Ii e ser nutritivo y nonocivo.Y si algo debe servir como instrumento para algo, debe ser eficazpara el cumplimiento de su funcin. Y si el fin a cuya realizacin sirve elinstrumento es l mismo positivamente valioso, el instrumento d e b e serc o n st r u i d o. Si, en cambio, aquel fin es de valor negativo, entonces laproduccin de ese instrumento de be ser ev it ada. En tales valores deutilidad, tanto el valor mismo como el postulado de su realizacin sondependientes de la existencia de otros valores; su valiosidad misma es deesa ndole dependiente en su ser, y ello se comprueba en la materia misma

    23. LoTZF, Crundzgc dcrAsthetik. Leipzig, 1884.24. RcKiiRr, Vom System der Werte, en: Logog vol. 3.25. SCHELER. Formalismus in der Ethikund materiale Wertethk. oc. cit., vol.!. p.

    483. HARTMANN. Ethik. pp . 2 3 7 y ss.26. MAx ScHELER (Formalismusin der Ethikund materiale Wertethik. loe tic. p.

    483) enuncia una serie de. en su opinin, leyes apriricas para todos los valores, dela ndole de: La realizacin (la existencia - R. 1. ) de un valor positivo es ella misma unvalor positivo: o: La no realizacin de un valor positivo es ella misma un valor nega-tivo, etc. Tal formulacin universal de estas leyes lleva, sin embargo, segn parece, aun regressus Pl infinitum. Por otra parte, esas leyes no se dejan aplicar a todos los valoresen general, justamenteporque el deber-ser no puede seren todos los valores del mismotipo.

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    del valor. No hay que identificar este carcter de la valiosidad condiciona-

    da con la relatividad del valor en las diversas significaciones posibles.Pero tambin esa relatividad del valor, posible en diversas significacionesdel trmino, es, igualmente, algo que slo puede aparecer en valores comotales, aunque no es posible en todos los valores en general.

    Como vemos, el valor es una formacin

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    el objeto en su ser-valioso (Wertvollseinj s e e 1 e y a por encima de todas

    las objetividades de valor neutro, que slo existen y nada significan,mientras l. por su valor, conquista una significacin entre lo que es. O,mejor: en su valor llega a manifestacin su significacin especial28. Aqu sehace, quiz, mximamente patente por qu protesto contra que haya queconsiderar al valor simplemente cofno una propiedad secundaria del obje-to valioso.

    Comenzamos, de este modo, a obtener una cierta inteleccin de laestructura peculiar del valor; pero tenemos, a la vez, que ser conscientes deque no puede bastar con esta enumeracin de los diversos elementosestructurales del valor. Cada uno de ellos constituye una fuente de nuevosproblemas y exige un anlisis cuidadoso para la aclaracin de lo que pro-piamente es en s. Slo los resultados de tal anlisis podran ilustrarnosacerca de la composicin exacta del valor y de sus posibles modificacio-nes. A un tiempo, podran permitirnos formular ms problemas: los queataen a las conexiones y dependencias entre los diversos elementos delvalor. Ya en el comienzo de esta consideracin parece probable que esoselementos no constituyen una inconexa multiplicidad de elementos sepa-rados e independientes, sino que se hallan en diversas conexiones ntimas,en las que unos parecen jugar un papel eminente, mientras otros, en cam-bio, estn en dependencia de aqullos y varian segn las circunstancias; y

    de ello surgen diversos gneros fttndamentales y especies de valores.Empieza aha anunciarse toda una complicada red de problemas que, ennuestro estado de ignorancia, ni siquiera alcanzamos a determinar conprecisin. Pero parece que, en el conjunto del valor, juega precisamente lamateria (especialmente lo que en otro tiempo yo lic llamado cualidad devalor)29 el papel bsico y directivo, y es lo que determina la altura del valor,su posibilidad o negatividad, su modo de ser y su reclamar ser. A la vez, lacualidad de valor revela de qu modo est condicionada por el objeto quela porta, de manera que ella resulta de algunas de las propiedades de ste.Procurar todava bosquejar algunos problemas unidos a ello.

    ad3. El modo de ser de los valores. Antesdepasaralpro-blema del modo de ser de los valores, tengo an que aclarar un punto. Pla-tn consider a los valores ideas, esto es, ciertas entidades idea-

    28. En la palabra sigtiificacin (Bedeutsarnkeit) se expresa ese sentido dc sig-nificar que. a diferencia, por ejemplo, del significar> de una determinada palabra.gana este verbo en una lengua cuando se trata. justamente. del ser-valioso de algo. Fuiesa acepcin de significacin piensan, por ejemplo, los existencialistas Franceses

    cuando hablan de la signtca:ionque seflala a un ente.29. Cf. R. INGARDEN. Das lier

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    les como tambin se dice hoy extratemporales, inmutables30. En el

    siglo XX Max Seheler ha sostenido que los valores son, justamente, ideasy que de ellos se puede obtener un saber apririco de un tipo anlogo alconocimiento matemtico. Junto a los valores habl tambin de bienes.o sea de ciertos objetos individuales y. especialmente. reales (no necesaria-mente cosas), en que de algn modo inhieren valores. Pero Scheler no haesclarecido de qu modo ciertas objetividades ideales pueden aparecercomo determinaciones especiales de unos objetos individuales reales.

    No puedo exponer aqu minuciosamente la concepcin de Scheler. nisometerla a detenida crtica. Me liiiitar. tan slo, a las siguientes observa-ciones:

    Se debe, desde luego. consentir en que hay tanto una idea universal delvalor en general. como diversas ideas, menos generales. de las especies sin-guIares fundamentales de valores, como, en fin, tambin diversas ideasparticulares de valores determinados. Podemos analizar el contenido deesas ideas como precisamente estamos haciendo en estas consideracio-nes introductorias y llegar. por ese camino, a ciertas afirmaciones gene-rales sobre losvalores. Pero en esta disertacin no hablamos de las idea sde los valores, sino de los y a 1 o r e s m u s ni o s . por ms que tambin deellos podemos hacer afirmaciones sobre la base de intelecciones en susideas. De lo que se trata. siempre que aqu hablo yo de valores, es de algo

    que no viene meramente a manifestacin en objetos i n d iv i d u a 1 e s .sitio que est anclado en ellos ce un modo caracterstico y. en consecuen-cia, es depetidiente en su ser por respecto a ellos e individual en el mismosentido que los objetos en que aparece. Podemos decir, en los trminos deSeheler, que el valor, en el sentido enipleado en esta disertacion. es unacomplexion de elenentos que. tan pronto conio aparecen en un objeto.acarrean que ste no sea simplemente una cosa o un proceso, sino que per-tenezca a los bienes en el sentido de Scheler. Esos elementos estn indi-vidualizados y tienet. evettualnete. sus correlatos ideales en las ideas olas cualidades deales~ pero. como entidades itdividuales, son en cuanto alser diversos de ellas en el misnio sentido cii que una figura de cuadradoque aparece en uta cosa individual es distinta ce la idea de cuadrado o dela cualidad ideal cuadratura. independietemente de qu relaciones decorrespondencia haya entre ellas. No digo yo. sin embargo, que los ele-

    30. Conocemos hoy ~notivos que nos pe rinle ix suponer que tras el concepto plathico de idea (en la medida en que haya llegado en general a sazn de claro conceptopara PLATN) se ocultan cosas diversas que hay que mantener separadas. a saber: cua-lidades ideales e ideas en sentido estricto, universales y particulares, como, por ejempo. la multiplicidad infinita de los tringulos congruentes. Pero no podemos ocupar-nos aqu ms de ello, aunque esas distinciones no son insignificantes para los proble-unas de la Teora de los valores.

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    mentos que convierten a una cosa en un bien sean o tengan que sersiempre reales; ni tampoco que tengan siempre que encontrarse en objetosreales. Entre otras cosas, puede haber valores estticos que se manifiestenen objetos estticos que no sean en absoluto reales, sino, tan slo, pura-mente formaciones intencionales de actos de conciencia de determinadandole. Pero incluso cuando se presentan como valor de un objeto real, deun hombre o una cosa o un acto humano, tampoco entonces necesitan enabsoluto ser ellos mismos reales. Justamente estriba el problema del modode ser de los valores en que no est decidido de antemano si un valor dealgo real ha de ser por ello real l mismo, o si un valor de un objeto pura-mente intencional tiene que ser l mismo puramente intencional. En este

    momento nicamente es esencial que, al plantear esta cuestin, no piensoen absoluto en objetividades ideales ni en ideas, sino slo en algo que, encuanto aparece efectivamente en un objeto individual como determina-cin peculiar suya, es ello mismo individual y convierte al objeto, gracias asu especial unin con l, en un bien.

    Puede reprochrseme que la pregunta por el modo de ser del valor estconcebida con demasiada generalidad, pues parece suponer que todos losvalores existen del mismo modo. Es muy probable, sin embargo, que, porejemplo, los valores morales de ciertas acciones o ciertos hombres existano puedan existir de manera enteramente distinta que los valores artsticos

    o estticos y tambin diferentemente que los valores de lo til. Esta conje-tura se impone porque los valores morales inhieren ~zukommen.)en perso-nas humanas reales o en sus actos, mientras que los valores estticos apa-recen en los objetos intencionales estticos. Pregntase con razn qumoralidad cabria si no correspondieran efectivamente, por ejemplo, a lasacciones humanas valores morales y si stos mismos no fueran en modoalguno reales. Un instrumento bien construido y que sirve bien para su fines realmente til, y esta su utilidad constituye su valor, que corresponderealmente al instrumento y que acredita su realidad en el empleo efectivode ste. Si su utilidad fuera slo una formacin intencional, podra enton-

    ces dudarse con todo fundamento deque fuera en realidad un instrumentoeficaz. Y este instrumento, con el que se producen modificaciones reales enel inundo real y, especialmente, material parece tambin ser real, aun-que es algo ms que una mera cosa fsica. Parece, pues, que un tal valorexiste del mismo modo que los valores morales. Sin embargo, parece que elvalor de utilidad de un instrumento, as como el valor esttico de un objetoesttico, estn condicionados en su inFierir-en-el-portador-del-valor deotro modo que lo est un valor moral. En efecto, los valores de aquellas dosespecies tienen como fundamento de su existencia, adems de las determi-naciones de su portador, otro objeto, a saber: para los primeros, la cosa en

    que se emplea el instrumento: para los segundos, el sujeto humano quepercibe. en actitud esttica, una obra de arte. Por consiguiente, esos valoresno parecen descansar en sus portadores sobre una base tan estrecha como

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    en el caso en que el valor tiene su apoyo de ser exclusivamente en el objeto

    en que inhiere. El modo de existencia de aqullos parece, por tanto, ser dis-tinto del modo de ser de los valores morales.Como vemos, se consideran dos respectos diferentes cuando queremos

    esclarecer el modo de ser de los valores. El primero es el modo de ser delportador del valor; el segundo, en cambio, el modo en que el valor est fun-dado

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    acontecimiento, o un proceso? Ciertamente, puede concederse que los va-lores pueden comenzar a inherir en un objeto. Se da, pues, el aconteci-miento del nacimiento de un valor o del comienzo de su inherir en unobjeto. Tendremos tambin que consentir en que, pongamos por caso, unhombre adquiere ciertos valores en el transcurso de su vida, por ejemplo,porque aprende ciertas habilidades; porque se forma en las resistencias quese le oponen en la vida y madura interiormente; porque su carcter moralse desarrolla, y porque, as, adquiere diversos valores. Podemos tambindecir que puede haber un proceso de realizacin de ciertos valores. Perono se podra conceder que el que alguien sea honrado, justo, valero-so hasta el lmite del herosmo, etc. sea un acontecimiento o un proceso

    que se desarrolla en el mundo real o en ese hombre. Acaso podra decirseque los valores morales de su carcter son objetividades persistentes en eltiempo y que, por tanto, se modifican, como el hombre mismo, en el tiem-po; que adquieren en el presente una actualidad especial, para hundirseluego en el pasado y no volver jams? Ello bien puede sin ms decirse delhombre que posee aquellos valores; pero rige tambin para los valoresque inhieren en l?

    Hemos dicho antes que, en relacin a sus portadores, los valores sonno-independientes en su ser, y que, a la vez, son derivados en su ser de laspropiedades de aqullos o del acervo de determinaciones de varios objetos

    (por ejemplo, de un instrumento y de la cosa sobre la que puede ser aplica-do; del alimento y del animal que se alimenta, etc.). Al menos en el primerrespecto, son distintos de los objetos que persisten en el tiempo, de loshombres y de las cosas materiales. Pero esas diversidades no tienen comoconsecuencia que el modo de ser de los valores se diferencie del modo deser de sus portadores, es decir, que, a causa de ello, por ejemplo, no puedanaqullos ser reales. Pues tambin las cosas materiales son derivadas en suser de otras cosas de que proceden. Y en las cosas reales hay muchos ele-mentos no-independientes por ejemplo, cada una de las propiedadesque les corresponden, a las que, sin embargo, no podemos negar la exis-

    tencia real en consideracin a esa no-independencia en su ser natural-mente, conservando su conexin de ser con el objeto cuyas propiedadesson. As, pues, tampoco a los valores podremos negarles por e st e moti-yo el ser real, caso que tuviramos, en general, que reconocer ese ser real almenos a algunos valores.

    Dejemos, sin embargo, a un lado, en principio, losvalores estticos, porcuyo ser real no todos nos inclinaramos a disputar, pues ah parecejugarun cierto papel la circunstancia de que aparecen en ciertas objetividadesno reales. Querrase, al menos, establecer que el valor de un objeto no pcte-de existir de un modo, por as decir, ms intenso que el objeto en qite

    inhiere. Pero, simultneamente, no parece ser el problema ce la eventttalno realidad de los valores estticos algo sobre cttya importancia y papel enla vida del hombre apenas pudiera concordarse. El modo de ser de los

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    valores morales, y tambin por lo menos de algunos valores de utilidad,

    parece, en cambio, ser mucho ms significativo, y, por diversos motivos,sera ms difcil atribuirles el mismo modo de ser que haya sido concedidoa los valores estticos. Podra aproximarse la existencia de los valoresmorales y tambin de algunos valores de utilidad a esa realidad en que elhombre lleva a cabo sus actos, hace tiles para s y para otros seres diver-sas objetividades y las emplea para fines diversos. Sera imposible quererconsiderar los valores morales como algo que se encontrara fuera del tiem-po, segn parece valer de las objetividades ideales. Un valor moral deter-minado (por ejemplo, el valor de la renuncia a ciertos bienes en favor deotros hombres; el valor del sacrificio de la propia vida en defensa de la

    vida de otro hombre o en defensa de un elevado ideal cultural) s u r g e,sin la menor duda, en el momento de la realizacin de la accin individualde que se trate. El hombre que ha realizado una accin adquiere, en esepreciso momento, un mrito, si es que esa accin no ha sido simplementeun puro reflejo mecnico de su cuerpo. Pero no se puede tampoco negarque los valores de diversa especie que, gracias a su carcter moral, sustalentos y sus aptitudes, su saber y su experiencia, un hombre ha adquiridoy posee y representa, son a n i q u i 1 a d o s en el momento de su muerteo de su quebranto interior (que tambin alguna vez hombres fuertes ynobles se desmoronan interiormente en ciertas circunstancias), aunque lesean atribuidos an despus de la muerte y tengan siempre. todava, supeso.

    Es tambin imposible sustraer del tiempo los valores de lo til, de espe-cie e importancia diversas. todas las llamadas conquistas de la tcnica,que descansan en la construccin tanto de instrumentos y aparatos siem-pre nuevos como en las nuevas rutinas que aqullos traen consigo, susci-tan la realizacin de nuevos valores de utilidad. Esos valores de utilidadpueden, por lo menos, ser a veces muy ambiguos, al traer consigo tantoprovecho como perjuicio. Acerca de todo ese provecho y ese perjuicio, hay

    que decir que nacen en el momento de la construccin de ciertos instru-mentos y de su eficacia, y que son ellos mismos aniquilados por la aniqui-lacin de esos instrumentos o por la anulacin de su eficacia. Si se deterio-ra el utensilio, disminuye su valor o se aniquila; si. por el contrario, semejora su constitucin por ejemplo, confeccionndolo de tina materiams duradera o consiguiendo mayor productividad, crece ceteris pan bussu valor de utilidad, o, dicho con ms precsion, se realiza o t r o valor.

    Son stos hechos que malamente pueden negarse. Pero la dificultadestriba en la cuestin de qu relacin hay que atribuir al valor moral o alvalor de lo til con el tiempo y con el objeto en que el valor est fundado

    en el perodo entre su nacimiento y su aniquilacin. Hay que atribuira ese valor mutabilidad y transitoriedad, con el tiempo, como a todas lasobjetividades reales; o hay que conceder que est elevado en su ser porencima de esa necesaria mutabilidad en el tiempo? Pasa el valor de un

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    acto del mismo modo que pasa el acto mismo, y no existe ya, despus de

    haber pasado? Sera licito exigir responsabilidades tras la realizacin detina accin moralmente mala a su agente, si el valor de la accin noexistiera ya? Cuenta todava, si ya no subsiste? No es en general exce-derse el aplicaf a los valores enteramente los mismos criterios que estnperfectamente indicados para objetos reales que persisten en el flempo,para cosas y hombres? Los valores, y especialmente los valores morales, apesar de su nacer y pasar, no parecen, sin embargo, ser sensu stricto tem-porales. Estn como dispensados del tiempo, y parecen valer, de algnmodo, ms all del tiempo, incluso despus de la aniquilacin de sus por-tadores, aunque hayan ya perdido aquella existencia que les era propiamientras subsista su portador

    Esta cuestin no es slo importante desde un punto de vista puramenteterico. Que sea respondida de esta o de la otra manera acarrea diferentesmodos de obrar y diversas resoluciones humanas. La cuestin est en rea-clon con el problema de la responsabilidad y de la capacidad del hombrede responder por las acciones cometidas por l, cuando ya fueron realiza-das y. por tanto, pasaron. Con su valor positivo o negativo, han pasado yno subsisten ya? Pero cmo se puede ser castigado o premiado por algoque ya no existe? Quiz se dir: Ya no hay los actos ni sus valores, pero elacto llevado a cabo o, como tambin se dice, el acto bueno o malo come-tido hace subsistir en el hombre que lo ha cometido uha huella deldelito o del mrito. El hombre p e r m a n e c e s i e n d o un delincuente oun hroe, aunque su crimen ya no exista (pertenezca al pasado). Sloentonces tienen el castigar o el premiar un sentido racional. Slo cuando elhombre que sigue ahora viviendo es idntico a aquel hombre que llev acabo la accin de que se trate, y slo si porta en el momento presente elvalor de su crimen o de su virtud, puede ser castigado o premiado (es decir:es tambin ahora responsable de su accin). En el caso contrario, puededecir: Yo no soy el mismo hombre que cometi aquella accin. O:Yoestoy ahora libre de mi culpa; yo hoy no llevo en m la maldad de aquellaaccion de otro tiempo; se disvalor hace ya mucho que no existe.

    Hay, como es sabido, la idea de la confesin, cuya esencia no reposa,sencillamente. .en que uno confiese sus pecados, sine qe debe hallarseen que la confesin es un modo de, por asdecir. lavarse de la ignominiade los disvalores cometidos. anularlos. En el sentido de la idea de la con-fesin se halla en cierto modo contenido que esos disvalores (o valores)subsisten an de alguna manera y pesan sobre el agente, cuando hay lanecesidad de lavarlos mediante el acto de confesar y aun mediante lareparacin. La situacin vara de algn modo gracias a la accin de con-

    fesar. Los disvalores realizados en las acciones cometidas no pesan yasobre el agente, ya no se le cargan a su cuenta;.est otra vez puro,limpio, y, por ello, pueden serle perdonados. En otro caso, los disva-lores continan estando presentes y, por tanto, al agente se le pueden

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    pedir responsabilidades. Bajo este aspecto, habra que atribuir a los

    valores morales no slo la capacidad de perdurar sobre las mudanzasdel tiempo, sino que habra tambin que adscribirles la facultad de noestar expuestos, con el transcurrir del tiempo, a ninguna variacin en loque hace a su esencia y su altura.

    Parece que ninguna configuracin (ni ninguna variacin de configura-cin) de modo de ser de las que conocemos o sea ni el ser ideal, ni el serreal, ni el puro ser intencional (la heteronoma ontolgica) es apta para seratribuida a los valores, y que esto es de granimportancia, especialmente paralos valores morales. De qu modo existen, pues, estos valores, tan prontocomo subsisten las condiciones de su realizacin?

    Dir alguien: Esto es claro y naturalisimo. Ya se ha dicho hacemucho. Como Hermann Lotze: que los valores no existen (son), sino quevalen, que poseen un peso. O como Heinrich Rickert: que no son sim-plemente, sino que su modo de ser consiste en un peculiar deber-se?.

    Con todo, ninguna de las dos respuestas parece ser una solucin satis-factoria del problema, pues slo puede valer, tener vigencia algo queya exista o subsista de algn modo. No subsistir, no existir hace, en gene-ral, imposible valer. Naturalmente, podr decirse: Los valores, y sobretodo los valores morales, no slo existen, sino que tambin valen; tienenun peso, una significacin. Pero esa vigencia, es una determinacin

    ms precisa de su modo de se r, oes algo que est estrechisimamente uni-do con su ~

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    mente sobrevenga, tan pronto como sean realizadas las condiciones deter-minadas por nosotros. Pero en el caso de, por ejemplo, un valor moral quedebeser realizado en una determinada situacin, no esperamos mera-mente que ser llevada a cabo la accin de que depende la realizacin deese valor, sino que por ese debe hay que entender algo ms, o algo dis-tinto. Mentamos, en efecto, que cuando venga a realizacin, entonces, y s-lo entonces, estar todo en orden; y especialmente, que el hombre que sehalla ante la ejecucin de esa accin estar en orden entonces; que cum-plir el deber que le constrie, aunque las cosas son de modo que no estfo r z a do a ejecutar esa accin; y precisamente slo cuando no hay elestar forzado, debe llevar a cabo la accin. El deber-ser acarrea el

    deber de realizarla accin; pero ya no lo hay, en cuanto ese deber se cum-pe; es decir, en cuanto se ha satisfecho la exigencia de su cumplimiento.No habra, pues, que decir que una vez que se ha realizado, por ejemplo,un valor moral, una vez, por tanto, que existe, su existencia ya no llevaens el carcter del deber-ser y, en este respecto, no se distingue de otros obje-tos que no poseen valor alguno? Sin embargo, parece que en el modo mis-mo de ser de un valor moral hay una distincin, en comparacin con lasobjetividades neutras. Puede verse esa distincin en que el hecho de qehaya sido realizado un valor moral en una determinada situacin es ensi msm9 valorado positivamente, es reconocido como algo que est en

    orden, que es justo. En cambio, el simple ser de los objetos neutros nosuscita en absoluto tal valoracin. Pero esto sera llevar el problema pormalos derroteros. Pues a tal valoracin o reconocimiento puede llegarse;pero en modo alguno es preciso que se llegue. La especificidad de ser bus-cada por nosotros no consiste en esa valoracin, cuando de hecho se pre-senta. Se hace ello claro cuando caemos en la cuenta de que la valoracino el reconocimiento pueden ser correctos o, tambin, completamenteincorrectos. Slo pueden extraer su correccin del hecho de que el ser efec-tivo de un valor, que debe ser (o ser realizado), es ya en si de valor positivo,como cu m.pl imiento de ese deber. Enestopensabaprobable-

    mente Max Seheler cuando sostena que la existencia de un valor positivoes en s misma un valor positivo. Pero parece que tal formulacin de lacuestin llega demasiado lejos. En esa situacin nosurgeun valor nuevo.sino que la valencia de un valor realizado abarca en cierto m(>do. su exis-tencia. O, mejor dicho: tambin en esta existencia tiene aqulla un funda-mento; surge ella tanto de la materia del valor (de su cualidad de valor)como de su realizacin efectiva. As, pues, en este caso no caracteriza eldeber el ser del valor de esta ndole, sino el cumplimiento o satisfaccin deese deber.

    Quiz ser ms fcil advertir ese elemento peculiar delmodo de ser de

    los valores morales silos comparamos con los valores estticos. Estos lti-mos no pueden alcanzar esa efectividad del ser que es caracterstica de losvalores morales realizados. Los valores estticos subsisten siempre tan slo

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    en la esfera del ser puramente intencional. Pero, errar en la concepcin del

    modo de ser de los valores estticos, consistira slo en que les atribuyra-mos la misma efectividad de ser que es propia de los valores morales y esinalcanzable para los estticos? El error, parece, llegara mucho ms all.Serian igualados con los valores morales en cuanto a la dignidad (una tal,que a ellos en absoluto les corresponde). La dignitas de los valores moralesse opondria a una tal equiparacin tanto con los estticos como con losvalores de lo til. Tampoco daramos nuestra aprobacin si se quisieraadjudicar a los valores de la verdad el mismo modo de ser que a los mora-les o a los estticos. En el primer caso se tratara, en cierto modo, de unensalzamiento (ilcito) de su valencia: en cambio, en el segundo, de una

    humillacin de ella. Queda prxima la sospecha de que el modo de ser delvalor se vincule de algn modo con sus diversos elementos; tanto con lamateria como con su tipo de valencia, como, en fin, con el modo de ser deaquellos objetos en que aparece. No podemos ni aclarar satisfactoriamenteestas cuestiones, ni fundamentar suficientemente las afirmaciones corres-pondientes. En los diversos modos de ser con que tropezamos en la esferade los valores parece que nos las habemos con modos de ser completamen-te nuevos, otros que los que en principio eran de prever en la Ontologaexistencial general31.

    He examinado aqu nicamente la cuestin de de qu modo (modo que

    est subordinado a su tipo) p u e d e n existir ciertos valores de un tipodeterminado. No he investigado, sin embargo, si un valor de un determina-do tipo, dado in individuo en la experiencia, existe re a 1 m e n t e: si estsuficientemente fundado en el objeto que parece ser su podador, o si tanslo hay la ilusin de que inhiere en el objeto de que se trata. Cuando estdada una accin de un hombre como carente de inters o como justa.o cuando est dada una obra de arte como perfecta y atrayente, nosiempre lo son en realidad. Por consiguiente, es necesario emprenderinvestigaciones completamente nuevas que estn dedicadas al modo comoest fundado el valor en el objeto en que aparece: o al modo como depende

    de las circunstancias en que se encuentra ese objeto: o. en fin, al modocomo la ilusin de que surge se basa en las condiciones bajo las que seefecta la aprehensin del valor. Es sta una esfera enteramente nueva deproblemas y ile investigaciones sobre el modo de existencia de los valoresindividuales: un campo de problemas para el que las observaciones arribabosquejadas acerca de la ordenacin general de los modos de ser y de landole especial de los valores no pueden tener sino una significacin intro-ductoria. Sobre problemas de esta ndole se disputa cuando, por ejemplo,los crticos de arte exigen un criterio de los valores; o cuando en una

    31. Cf. R. INGARDEN.DerStreitum dieExistenzder Welt, Tbingen. 1964, vol. 1 , par-grafo 33.

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    sesin de los tribunales se intenta descubrir en un caso concreto la verda-

    dera culpa del acusado, y cuando se trata acerca de si las pruebas de cargopresentes bastan para condenarlo.

    ad 4. Noofrece menores dificultades la cuestin de la llamada alturadel valor. Es tan fundamental para los valores como las debatidas hastaahora. La altura est tan visible y estrechamente unida a la esencia de

    o d o s los valores, que no se puede menos de tratar los problemas y lasoscuridades que la ataen; aunque a muchos de nuestros lectores puedaparecer la altura de los valores cosa tan evidente y natural que no sientannecesidad alguna de ocuparse con ella.

    Parece, ante todo, evidente que todo valor posee en su valencia unaaltura unvocamente determinada. Parece mucho menos evidente y ,dicho sin ambages, muy oscuro que, si se dan dos valores distintos, hayande ser o de la misma o de diferente altura, de modo que, en este ltimocaso, un valor sea superior (querrase incluso decir: mayor) que elotro, que es, justamente, el inferior. Algunos investigadores son de laopinin, efectivamente, de que esto slo puede tener lugar cuando losvalores comarados son de la misma especie fundamental32. Cuando no secumple esa condicin, dicen, ha de carecer de todo sentido racional la pro-pia pregunta por cul de dos valores es superior y cul es inferior. Como el

    concepto de especie de los valores puede entenderse de diversos modos,se corre el riesgo de que sean tenidos por de distinta especie incluso dosvalores cuya materia sea diferente en algo; as que, entonces, no sera posi-ble comparar en cuanto a su altura valores cuyas materias (cualidades devalor) muestren una diferencia. Pero aunque furamos ms prudentes ynos limitramos a tan slo algunas especies fundamentales de valorescomo aqu hemos hecho hasta ahora, hay que hacer constar que engeneral domina una viva tendencia a comparar tambin, en cuanto a sualtura, valores de determinacin cualitativa por principio distinta. Justoentonces es especialmente importante la aclaracin de la cuestin de los

    lmites de comparabilidad entre valores, ya que de ella depende a menudola decisin sobre cmo hay que obrar. Tanto en la praxis como en la teora,intentamos tambin establecer dentro de u n a especie de valores seriesenteras de ellos ordenados en lo que hace a su altura. Pero cuando noshallamos, por ejemplo, ante un elevado valor esttico y un valor moral,acaso entonces no nos retraemos de preguntar cul de ellos es ms alto? Aveces ocurre, desde luego, que la realizacin de uno de esos valores excluyela realizacin simultnea del otro, o, al menos, la dificulta. Tenemosentonces que elegir cul debemos realizar. Y para ello tenemos que saber

    32. Defiende esta concepcin, porejemplo. MoNRoE C. BEARD5LEY en su libro Aes-ihales. Problems ti ihe Philosophy ofCriticism, Nueva York, 1958.

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    cul es superior, pues en general estamos convencidos de que es justo

    realizar un valor comparativamente superior. En general se cree, por ejem-po. que los valores morales son superiores a los estticos; por tanto, preferirun valor esttico a cambio de no realizar un valor moral, o incluso a cam-bio de la aniquilacin de un valor moral, pasa por mala accin, a la queconviene, pues, un valor negativo (un disvalor).

    Sin embargo, no est claro cmo se debe entender la afirmacin de quelos valores de una especie son, en comparacin con los de otra, de mayoraltura. Debe ello entenderse en el sentido de que t o d o valor de unaespecie, incluso uno relativamente no elevado, es siempre superior acualquier valor de la otra, incluso a uno muy elevado? O se refiere esa

    afirmacin ms bien slo a aquellos valores que en las dos series de valo-res comparados se encuentran, por asdecir, en el mismo lugar? Es, pues,aplicable a dos valores cualesquiera, de diversa materia; o solamente avalores especialmente escogidos, de una y de la otra especie? En el primercaso, este postulado parece ser, cuando menos, muy discutible; en el segun-do, en cambio, la posibilidad de su aplicacin requerira la aclaracin delorden de los valores, tanto por lo que hace a su altura dentro de u n aespecie, como en relacin con aquel lugar, en las dos series diferentes, queest, dentro de cada una, por as decir, igualmente alejado del comienzo(por ejemplo, del valor nfimo). Sin embargo, apenas es posible, hasta hoyal menos, remitir siquiera a una serie de valores ordenada por la altura deellos, aunque, por ejemplo, en diferentes cdigos de Derecho Penal sedeterminen penas superiores e inferiores para cada culpa. No parece quepara medir el castigo se considere exclusivamente la altura del disvalor dela culpa; pero tampoco puede ser desatendida por completo. En muchoscasos en que se nos dan dos valores (incluso de la misma especie funda-mental), no somos capaces de decidir cul de ellos es superior al otro, aun-que a menudo poseemos para ello un cierto sentimiento (GefhI). Y la difi-cultad crece significativamente cuando son valores de dos especies funda-mentales distintas. Las insuficiencias que sentimos provienen de que nosabemos de un modo lo bastante claro y preciso qu es propiamente esaaltura del valor, que est unida tan insolublemente con l. Tampocosabemos qu determina esta altura. Es la cualidad de valor, o el modo deser, o la fuerza o, en fin, la especie de deber-ser? O interviene, quiz, enello todo esto de alguna manera? Es posible que, por ejemplo, el modo enque un valor debe ser sea funcionalmente dependiente de su altura y, asu vez, que la altura sea funcionalmente dependiente de la cualidad devalor. Pero qu atestigua que sea realmente as? Una opinin bastanteextendida dice que la altura del valor no depende en absoluto de su mate-

    ria (o cualidad de valor) ni de nada que pueda distinguirse en l mismo yle caracterice inmanentemente, sino de diversas circunstancias externas al. entre otras como tan a menudo se ha afirmado, del reconocimientodel hombre que quiere servirse del objeto valioso para cualquier fin; o de

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    la llamada opinin pblica que prevaleceen el crculo cultural del caso en

    el tiempo de que se trata. Tambin influirian sobre la altura del valor lacantidad de objetos (la mercanca en el mercado) que pueden poseer undeterminado valor, as como el nivel de la demanda deellos en un tiempodeterminad. Enestas distintas concepciones se expresa la oposicin entrelas teorias absolutistas y relativistas de los valores, o, dicho con ms preci-sin, una conf1~uracifi de esta oposicion.

    Segn la concpci de los absolutistas, deben, ante todo, distinguir-se la altura del valr y el valor mismo del precio que se confiere a undeteiminado objeto valioso en circunstancias determiriada~. Es precio.

    justament, y no la altuta del valr de un objeto, depende d los faetorsque se acaba de nombrar,y se modifica con4a mudanade ellos: En am-bio, la altura del valor est determinada unvoca einmutablementeporsum a t e r i a y slo por ella, y permanece independiente cuando cambian losprecis. El precio corresponde en muchos caos al valoit algo e~t, segn~dic, a buen ktecio frpreiswerrk). Cuando est desproporcionadamen-te alto en relacin a la altur del valor, se dice ~queel objeto est caro odemasiado cato, o que est sobreestimado; en el caso opuesto, decimosque el objeto est barato, o que es infraestimado.

    En segundo lugar, hay que distinguir la altura absoluta del valor4e

    sualtura relativa. La primera est slo determinada porla materia de l;la segunda resulta de la comparacin de los correspondientes objetos va-liosos. Esta se refiere, ante todo,~a valore~ de utilidad4e div~rsos productostcnicos, donde, a consecuencia de la aparicin en el mercado de una mer-canca de calidad superior, se muestra peor, en comparacin con la nue-va, otra que n posee an aquella calidad. La altura relativa de su valor des-ciende entonces, en comparacin con la altra absoltta de l. Desde el pun-to de vista de su aprovechamiento, la mercanca contina mostrndose igualde valiosa que antes, porque sacia las mismas necesiddes que antes; peroahora es peor, ~rque no satisface necesidades r e c i n s u r g i d a s ,

    que plantean exigencias superiores. La altura relativa del vlor de un obje-to varia segn si han sido producidos otros objetos de la misma especie;pero entra, ante todo,, en consideracin respecto de valores de lo til, yes

    fl(lflCfl flhIPIQcuando menosd que ~ mostrarse en otros val ores, por ejemplo,en los morales. Finalmente diran los absolutistas, tanto la altura rela-tiva, corno la comparativa del valor, como el ~

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    relativa, o que se reducen a las diferencias de precio, que determinan

    exclusivamente los factores ya aducidos.La disputa no es fcil de decidir, precisamente porque no est suficien-teniente aclarado qu es esa altura del valor, que de un modo tan evi-dente (a primera vista) es, tan slo, una determinacin ms precisa y,adems, necesaria de la valiosidad del valor. Es necesaria en el sentido deque, sin ella, si es lcito decirlo as, no seria posible valiosidad universalalguna del valor. Universal, pues tiene que aparecer en todo valor, decualquier especie fundamental que sea, y exige, en las especies singulares,ser completada por la altura; y tieneque ser completada, en cada especiesingular e incluso en cada valor distinto segn su materia, por una altu-

    ra distinta (la que corresponda). La valiosidad universal constituyeaqu, por as decir, el elemento genrico, que se diferencia por la alturacorrespondiente en las especies singulares y, en ltimo trmino, en losvalores singulares.

    Algunos investigadores intentan resolver este problema estableciendoe rite rio s de la altura del valor33. Pero ya el hecho de que se busquentales criterios indica que la altura del valor no est suficientemente aclara-da ni en la intuicin ni en ninguna otra experiencia. Por ello se buscanotras notas que se hallen fuera de la altura del valor que permitanconocerla unvocamente. Es caracterstico que, por ejemplo, Scheler no

    recurra en absoluto, en los criterios por l aducidos, a la materia de losvalores cuya altura quiere determinar por medio de esos criterios, sino acuestiones completamente distintas, como, por ejemplo, la perdurabilidaddel valor y la relacin del estar fundado un valor en otro (los valores infe-riores han de estar fundados en valores superiores); e incluso recurra aalgo como la profundidad de la satisfaccin que acompaa a la realiza-cin de un valor. Tampoco est claro si estos criterios son un medio paraconocer la altura del valor o los factores de que depende ella funcional-mente. Esto ltimo abrira, desde luego, el camino a una relativizacin dela altura del valor. Sea cual sea el modo en que haya que comprender esos

    criterios, en todo caso son algo distinto de la altura misma del valor quequeramos aclarar. Por tanto, el recurso a ellos no puede auxiliamos en elproblema que aqu nos ocupa.

    ad 5 . El prximo problema que quisiera tocar es la llamada autono-ma de los valores. Se presenta diversamente en cada especie de valores.

    Todos los valores son, como ya se dijo, no-independientes en el ser porrelacin al objeto cuyo valor son. Se trata ahora, sin embargo, de otra inde-

    33. Hace esto, por ejemplo. MAX SCHELER en su trabajo

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    pendencia o no-independencia de ciertos valores; a saber: de la de losvalores de una especie panicular en relacin a los valores de otra especie.La cuestin es si hay valores que aparezcan en un objeto sin que inhieranen ste simultnea y necesariamente ciertos valores de la misma o de otraespecie. A un valor tal, en caso de que en general lo haya, lo llamo yoautnomo; quiero, en cambio, llamar no-autnomo34 a un valor queaparece en un objeto si y slo si se presenta en ste otro valor, de la mismao de otra determinada especie. De la autonoma o no-autonoma deun valor, en este sentido, decide exclusivamente la materia del valor. Ellaes quien exige el co-aparecer en el mismo objeto de otro valor unvoca-mente determinado en su materia o en su ndole material en cuanto a laaltura. Pero puede haber tambin otros motivos para que tengan que apa-recerjuntos dos valores en un objeto, sin que esto resulte de la materia deellos. Puede ocurrir que las condiciones de la realizacin de un valor Vi enel objeto O sean de tal ndole, que slo pueda llegarse a ella si y slo siadems concurren otras circunstancias, cuya consecuencia es la aparicindel valor V2. Yo dira que Vi y y

    2 son no-autnomos de modo derivado.Pero para qu sirve tal distincin? En la historia de la Teora del Arte

    (en la Esttica europea) se ha planteado, respecto de ciertos valores, lacuestin de si son autnomos o no-autnomos. Sostena Platn. porejemplo, que hay una idea suprema, que es, a la vez, el valor supremo y lobueno y lo bello(la kalokagathiaj Pero tambin se han expresado afirma-ciones parecidas mucho despus, en tiempos en que reinaban condicionesculturales completamente diferentes y tambin corrientes filosficas dis-tintas. Hicieron esto, sobre todo, los crticos de arte, y, en especial, los crti-cos literarios, que disputaron largamente acerca de si puede surgir belle-za en una obra de arte si no aparecen, junto a ella, valores de una especiecompletamente diferente. Segn las circunstancias, vari ampliamente laespecie de esos otros valores de la obra de arte. Predominantemente se haexigido que la obra de arte ostente cualesquiera valores morales; que,, porejemplo,

    muestreen el

    mundo presentadoen ella, y en diversos conflictos

    humanos, a hombres a que correspondan elevados valores morales. Habatambin, por el contrario, crticos que crean que una obra de arte literariaslo poda ser bella si mostraba, en el mundo que presentaba, precisa-mente los valores negativos o acciones de valor negativo, como, por ejem-po, el asesinato, la falta de compasin, etc. Se llamaba a la obra en cues-tin realista o naturalista y se apreciaba desde el punto de vista artsti-co supremamente ese realismo y se vea en l, a la vez, la veracidad de la

    34. Estos trminos tienen un sentido completamente diferente en mi terminologaontolgico-existencial. Los empleo.sin embargo. aquen la significacin indicada por-que en tal significacin se emplean en laTeora de los Valoresy tambin en la Teoradel Arte, sin que su sentido, por otra parte, haya sido aclarado con precisin.

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    obra de arte. Esta verdad de la obra tena, asimismo, que ser, patente-

    mente, un valor; y un valor en el sentido de la Esttica. En otros casos seafirmaba que la obra tan slo es valiosa en sentido esttico cuandoexpone, en el mundo que presenta, ciertos ideales, por ejemplo, de natu-raleza social o poltica; cuando se expone el patriotismo de los hroes, etc.El reproche del llamado formalismo que oculta an tras s diversosmotivos se basa, precisamente, en que no quiera concederse ningunaautonoma a los valores estticos sensu siricto.

    Frente a ello, el lema 1 artpourlan que, a su vez, se entiende diver-samente y nace de diversos motivos tiene por fundamento la conviccin(no claramente elevada a conciencia) de que los valores estticos son en

    general autnomos, y de que el no reconocimiento de su autonoma en lapraxis artstica conduce a que se tenga por nicamente importantes en laobra de arte otros valores completamente diferentes, que no tienen nada encomn con el arte; y a que aqulla slo ejerza su funcin si sirve a esosotros valores. Contra este convencimiento combati muy duramente ladivisa artpourlartx. Para los adversarios del lema lanpourlanx, regaespecialmente la llamada verdad, la verdad histrica, la llamada verdadde la vida, etc., no slo como el valor imprescindible de la obra de arte,sino, adems, como su autntico valor. No se lleg, pues, meramente alrechazo del lema artpour lan y a la negacin de la autonoma de losvalores estticos, sino, lo que es peor, a la errada implantacin de valorescompletamente diferentes en el lugar de los estticos, y, con ello, a falsearla conciencia esttica en general. As, se ignor por completo la esencia delarte y su autntica funcin, y hubo que descubrir de nuevo la vivenciaartstica y despertarla otra vez. No hubo que luchar ya, a lo sumo, por laautonoma de los valores estticos, sino hasta por el reconocimiento de loque constituye el verdadero, el attntico valor esttico, que una obra dearte procura realizar.

    El fundamento de tales disputas que sc han empeado tan a menudoen la historia, y

    quese sealaron por el

    hechode

    que ningunade las

    part