liberalismo, neoliberalismo y postliberalismo

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DAVID RIVERA U. 1 Liberalismo, Neoliberalismo y Postliberalismo. ________________________________________ La genealogía de las ideas dicta mucho de ser una línea recta. En el desarrollo del liberalismo se cruzan corrientes de doctrinas de tan diverso origen, que enturbian toda claridad y acaso irremediablemente hacen imposible toda precisión. H. J. Laski. ____________________________________________________ RESUMEN ABSTRACT 1 Memorista en Historia, Depto. Ciencias Históricas. Universidad de Concepción. Diciembre- Enero del 2009. ([email protected]) El presente ensayo tiene como propósito explorar los principios constitutivos de la filosofía liberal, interpretar su progresiva transformación y, argumentar en torno al postliberalismo, concepto con el cual pretendo describir algunos fenómenos sociales derivados de la doctrina económica neoliberal. Constituye un ejercicio reflexivo que bien puede aceptarse como manera de pensar el desarrollo de la humanidad occidental, en que las libertades inherentes al liberalismo han sido vaciadas, trastocadas, mutadas, debilitadas o simplemente suprimidas; como manera de conservar la lucidez y claridad en tanto que son la esencia de estas libertades las que permiten el desarrollo pleno de los individuos y las sociedades; como advertencia ante la casi incontestable fuerza del pensamiento único, su lógica y su This essay aims to explore the constitutive principles of liberal philosophy , to interpret its progressive transformation and argue about the postliberalism, a concept with which I intend to describe some social phenomena resulting from the neoliberal economic doctrine . It is a reflective exercise that it can be accepted as a way of thinking about the development of Western humanity, in which the freedoms inherent in liberalism have been emptied, disrupted, mutated, weakened or simply deleted, as a means of preserving the lucidity and clarity while are the essence of those freedoms that allow the full development of individuals and societies as a warning to the almost incontestable strength of the single thought,

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Page 1: Liberalismo, Neoliberalismo y Postliberalismo

DAVID RIVERA U.1

Liberalismo, Neoliberalismo y Postliberalismo.

________________________________________

La genealogía de las ideas dicta mucho de ser una línea recta.

En el desarrollo del liberalismo se cruzancorrientes de doctrinas de tan diverso origen,

que enturbian toda claridad y acaso irremediablemente

hacen imposible toda precisión.

H. J. Laski.

____________________________________________________

RESUMEN ABSTRACT

1 Memorista en Historia, Depto. Ciencias Históricas. Universidad de Concepción. Diciembre-Enero del 2009. ([email protected])

El presente ensayo tiene como propósito explorar los principios constitutivos de la filosofía liberal, interpretar su progresiva transformación y, argumentar en torno al postliberalismo, concepto con el cual pretendo describir algunos fenómenos sociales derivados de la doctrina económica neoliberal.

Constituye un ejercicio reflexivo que bien puede aceptarse como manera de pensar el desarrollo de la humanidad occidental, en que las libertades inherentes al liberalismo han sido vaciadas, trastocadas, mutadas, debilitadas o simplemente suprimidas; como manera de conservar la lucidez y claridad en tanto que son la esencia de estas libertades las que permiten el desarrollo pleno de los individuos y las sociedades; como advertencia ante la casi incontestable fuerza del pensamiento único, su lógica y su efecto heterónomo; y, por sobre todo, como denuncia ante el inadmisible aceleramiento de la asimetría al interior y entre las sociedades del capitalismo tardío, frente a lo cual no puede coartársele la posibilidad a una utopía que sitúe en equilibrio la libertad y la justicia social como valores supremos.

Por último, al ser ensayo, no pretendo ni exhaustividad ni rigurosidad metodológica, más bien éste responde a una necesidad de plantear algunas reflexiones que he desarrollado durante el transcurso de mi investigación sobre la relación entre imaginarios sociales y doctrina económica neoliberal.

This essay aims to explore the constitutive principles of liberal philosophy, to interpret its progressive transformation and argue about the postliberalism, a concept with which I intend to describe some social phenomena resulting from the neoliberal economic doctrine.

It is a reflective exercise that it can be accepted as a way of thinking about the development of Western humanity, in which the freedoms inherent in liberalism have been emptied, disrupted, mutated, weakened or simply deleted, as a means of preserving the lucidity and clarity while are the essence of those freedoms that allow the full development of individuals and societies as a warning to the almost incontestable strength of the single thought, logic and effect heteronomous, and, above all, as inadmissible complaint with the acceleration of asymmetry within and between societies of late capitalism, against which there can not restrict the possibility of a utopia that puts balance freedom and social justice as supreme values.

Finally, when testing, do not mean completeness or methodological rigor, rather it responds to a need to raise some thoughts that I have developed over the course of my research on the relationship between social imagery and neoliberal economic doctrine.

Palabras claves: Liberalismo, liberalismo radical, liberalismo conservador, neoliberalismo, postliberalismo.

Keywords: Liberalism, radical liberalism, conservative liberalism, neoliberalism, postliberalism.

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I. SIGLO XVI, CRISOL Y GÉNESIS DEL LIBERALISMO.

Decir que el liberalismo constituye un corpus de conocimiento delimitado y siempre bien entendido es falso. En primer lugar, porque su desarrollo como filosofía, ideología, concepto o incluso término, está históricamente condicionada por un sinfín de vertientes de pensamientos, de ideas, de significados, de representaciones, de símbolos, de imaginarios, etc., etc. Y en segundo lugar, porque debido a esta condición su aprehensión –sin caer en ningún relativismo histérico- es considerablemente subjetiva, lo que impide una conexión aceptable con el “sentido común” sobre lo que significa liberalismo. Obviamente este problema no es exclusivo del liberalismo, está presente en el socialismo, anarquismo, conservadurismo, comunismo, etc. Sin embargo, una breve aproximación histórica al liberalismo nos ofrecerá algunos puntos de apoyo ante la incertidumbre sobre lo que él mismo ha venido representando para el imaginario colectivo.

El crisol y génesis del liberalismo lo encontramos en el s. XVI. Crisol en tanto que conjuga todos aquellos elementos del movimiento humanista y renacentista –de Dante y Petrarca a Erasmo y Cervantes- que de una u otra manera estuvieron promoviendo un cambio paradigmático, epistemológico y cosmológico, deviniendo hétero-referencia en auto-referencia. Génesis en tanto que libre expresión creativa del pensar individual y social en el campo socio-histórico. Por lo mismo, el liberalismo del s. XVI se configura ante todo como un desafío al status quo del medioevo: lucha de liberación y desencadenamiento de las trabas cosmológicas, cognitivas y materiales. Emerge como la autoposibilidad de emancipación del individuo de crear su propio destino, ya con su propia metafísica secular, ya con su razonamiento inmanente, ya con una individualidad positiva y “espíritu de examen”, ya diseñando su propia dimensión jurídica, etc.

Del status al contrato; del jus divinum al jus naturale; de la religión a la ciencia; de la trascendencia a la inmanencia, del pensamiento pasivo al pensamiento crítico, de la acción colectiva a la individual, etc. Asqueada de la cosmovisión eclesiástica medieval, este liberalismo es motor plausible de alcanzar autonomía humana, social e individual. Por tanto, el numen, el imaginario radical de aquello no es más que la sensación y sentido de liberación, en todo ámbito, en toda dimensión y, en consecuencia, este es el imaginario que se debería conservar sobre el crisol y génesis del liberalismo, un liberalismo bastante más cercano al pensamiento libertario.

Ahora bien, la filosofía liberal confía en el espíritu inventivo y en las propias capacidades del individuo como motor de cambio, pero en algún punto comienza a mirar con escepticismo la acción colectiva, la tradición y la uniformidad, lo cual produce un antagonismo –nunca abiertamente declarado y muchas veces inconsciente- entre libertad e igualdad, dilema inherente y constante que acompaña a la filosofía liberal hasta nuestros tiempos. Es en esta trama que se produce la irrupción de la burguesía, clase social que logra predominio de la mano de todos los avances seculares, tecnocientíficos y del espíritu capitalista. Principal promotora del liberalismo, intenta universalizar los principios liberales no sin antes encontrar rápida resistencia en su propio seno, razón por la cual, el liberalismo padece de tantas trabas, contradicciones y dilemas. Esto incluso ha llevado a muchos intelectuales a decir que la filosofía liberal es la justificación a las practicas emanadas del “espíritu capitalista”, mas yo prefiero seguir viendo esta impronta como una desvirtuación

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(o según el caso, vaciamiento, tergiversación, mutación, debilitamiento o supresión) de las enormes potencialidades que ella misma -como filosofía liberadora- encierra.2

Por otro lado, ni con la inocencia más fingida puede ocultarse el hecho de que, como advierte Lasky “[la filosofía liberal] no bien alcanzó su propósito cuando vio aparecer ante sí una amenaza contra todos sus postulados, amenaza que a buen seguro transforma a su vez el mundo que el liberalismo había engendrado” concluyendo que: “la idea de liberalismo está históricamente trabada, y esto de modo ineludible, con la posesión de la propiedad”.3 He aquí la “traba capital” del liberalismo, de la cual principalmente se desprenden dos tendencias desvirtuadoras: por un lado, hace que el pensamiento racional, se incline por una racionalidad instrumental utilitarista, característica propia de la eclosión del sistema capitalista y de la doctrina del progreso. Y por otro, desarrolle una estructura de sujeción-dominación garante del poder político, elevada para ello a un nivel de trascendencia de segundo orden, (poder trascendente dentro de la inmanencia de la Nueva Sociedad), siendo finalmente instituida como Estado Contractual.4

Sin embargo, es necesario considerar que estos mismos fenómenos de desvirtuación responden a la decantación de los principios liberales, en el proceso de canalización desde la categoría filosófica a la ideológica, a la doctrinaria, e incluso a la dogmática, en otras palabras, del trayecto del liberalismo como filosofía al liberalismo como doctrina.5

La primera desvirtuación: el racionalismo instrumental utilitarista. De propósito secular y temperamento individualista, el racionalismo le disputa al poder eclesiástico durante todo el s. XVI y XVII el dominio sobre la naturaleza, desplazando el dogma del pecado original y sustituyéndolo por la doctrina de la “fe” en el progreso. Gran contribución en la batalla por el derecho a pensar libremente, este racionalismo se entronca en definitiva con la justificación utilitarista y eficientista del poder, ya sea emanado de la política, de la tecnociencia o la nueva teología secular.

Maquiavelo, Bacon, Hooker, entre otros tantos más, contribuyen en esto de crear una nueva cosmología racional que incorpora las nuevas concepciones metafísicas y científicas. Al respecto sentencia Lasky: “vamos de Copérnico y Keplero, de Cardan y Vesalius, a Galileo y Harvey, a Bacon y Descartes. Cuando llegamos al hombre del siglo XVII, el individuo posee un sentido de dominio sobre el universo, nuevo a la vez en profundidad y aspiración. Está preparando, por decirlo así, para disputar a Dios el derecho de supremacía sobre su destino”.6 Pero lo desvirtúa, la inclinación hacia el racionalismo instrumental utilitarista pone como fundamento social el bienestar material, como finalidad la acumulación de riquezas, y éstos como objetivos ineluctables del poder político, del Estado Contractual y del Mercantilismo en boga.7

2 Hago esta aclaración púes finalmente –en muchos casos- se termina haciendo un estudio del capitalismo o la burguesía y se deja de lado la esencia misma del liberalismo.

3 LASKY, 1953:14-174

Sobre el concepto de trascendencia-inmanente ver: CARRETERO, Ángel E. (2009), La trascendencia inmanente: un concepto para comprender la relación entre lo político y lo religioso en las sociedades contemporáneas. En Papeles del CEIC Nº 48, sep. 2009. Este nivel trascendental pone a las superestructuras (Estado, Mercado, Iglesia, etc.) por sobre la sociedad civil.

5 Al respecto ver el ensayo de la profesora emérita María Luisa Rivara, “Filosofía, ideología y doctrina en la reflexión latinoamericana. Universidad de San Marcos, Lima. Julio del 2001.

6 LASKY, 1953:38.7

Aunque con respecto al Mercantilismo prontamente el liberalismo opera al revés: “el mercantilismo fracasa porque los principios de libertad ofrecen perspectivas de explotación más amplias a hombres cuyos intereses están ligados con las consecuencias de la producción libre”. LASKY, 1953:57

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Posteriormente, se impondrá la razón de la sociedad de hombres ilustrados, ilustrados en el empeño de articular ciencia, política y religión en torno a los procedimientos burgueses, que miran en la finalidad social el éxito económico. ¿Existía otro camino? Claro que sí, quizá el camino que hasta hoy todos le reclamamos a la razón y a la ciencia: el racionalismo valorativo, aquella fundamentación social que emana directamente del pensamiento crítico, y que –como dice Colombo- “impulsa la democratización de las sociedades y la liberación del hombre, proponiendo la posibilidad de la autonomía”.8

La segunda tendencia desvirtuadora no es menos significativa. La institución del Estado Contractual tiene inconmensurable peso socio-histórico, en tanto que hace de soporte a la cohesión y organización de las multitudes que supedita; también como marco constitutivo de soberanía y legalidad jurídica; o si se quiere, simplemente como artilugio ad hoc para conservar la legalidad del poder político instituido, opción que encierra otras tantas problemáticas más profundas como la falsa conciencia política.9 Por otro lado, el Estado Contractual surge para garantizar las libertades individuales y colectivas, sin embargo, a poco andar es rearticulado para que sean ciertas libertades individuales -especialmente las político-económicas- las resguardadas, las de la mentalidad burguesa naciente, contrariando con esto la esencia liberal misma. Doble traba ésta a la liberación, a la libertad y autonomía de las multitudes.

Conocido es que la libertad contractual no puede ser cabalmente libre, debido a la particularidad de la injerencia político-económica y lo que implica normar la libertad misma, pero más importante aún es el hecho de que el Estado Contractual expropie a la multitud de su capacidad simbólico instituyente, y condene desde entonces los vínculos sociales a una estructura de dominio y sujeción política, inmovilizando con ello todas las fuerzas utópicas pujantes del renacimiento humanista. En este sentido, la burguesía logra instituir como imaginario radical el primer gran artilugio del mundo moderno: el Estado Contractual Liberal.10 Y sin embargo, el Estado como medio articulado para lograr los propósitos burgueses, prontamente comenzará a ser criticado por su reglamentación e “intromisión” en los asuntos del capitalismo, para la consecución del éxito económico, y por ser obstáculo al esfuerzo individual.

A la postre, la filosofía liberal (desde la institución del Estado Liberal Contractual en adelante) cambia de enfoque, y ya no es tanto su preocupación por impulsar un espíritu libre, por el pensamiento crítico, por la liberación y autonomía del individuo y del colectivo en general. Su huella se desvanece en la fuerza heterónoma del Estado, centrándose principalmente en su relación dialéctica con el sistema capitalista, y de esa forma se despliega en el materialismo histórico. Por lo mismo, no podemos perder de vista ni su génesis ni sus fundamentos más primordiales de existencia.

8 COLOMBO, 2000:184.9 Al respecto ver FROMM, E. (1968), El miedo a la libertad. Paidós. Buenos Aires.10 Para lo cual no sólo se valió de los teóricos del contrato social, de la soberanía y del Estado (Maquiavelo, Hobbes, Bodino, Rousseau,

Montesquieu, etc.) sino además, de profundas reformas y de sangrientas revoluciones.

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II. LIBERALISMO CLÁSICO, CONSERVADOR Y RADICAL.

Iusnaturalistas, utilitaristas, trascendentalistas e historicistas todas vertientes del liberalismo clásico (s. XVII-XVIII) atacaron con euforia los privilegios eclesiásticos, el poder absolutista y el despotismo ilustrado, la sociedad estamental y el tradicionalismo aristocrático, fueron desde un comienzo, sin embargo, reacios a la democracia radical. Por lo mismo, las libertades (conciencia, credo, propiedad), la tolerancia, la autonomía, el pensamiento crítico -todos principios constitutivos de la matriz filosófica liberal-, significaron para la burguesía una batalla a dos bandas, pues representaban a la vez cierta latencia reivindicativa y revolucionaria de toda la humanidad que no cabe en la historia. En consecuencia, se edificaron –muchas veces al calor revolucionario- cortapisas de toda naturaleza para filtrar el acceso a aquella matriz. La principal y más paradojal de todas aquellas “cortapisas” fue hacer de la acracia una democracia, representativa, censitaria, de género y racial. No obstante, como se comprenderá, el problema no es la matriz en sí, sino los obstáculos y los callejones sin salida que se generan para alcanzarla.11

Los liberales ingleses –y escoceses- creyeron alcanzar, como postulaba Jeremy Bentham, el principio de mayor felicidad en la mezcla resultante entre el racionalismo, el utilitarismo y la constitución política; en otros casos como John Lucke, postulando una comunidad política limitada por el ius naturalis; o incluso, volviendo a la fuerza de los sentimientos por sobre la razón, como en la teoría de los sentimientos de David Hume.

Entre los franceses liberales nos encontramos con Charles-Louis de Secondat, hombre que ponía toda su fe y toda su libertad en esa reificación que es el Espíritu de las leyes, y sobre todo en el temor que aquellas debían provocar para su conservación; con Pierre Jurieu que retoma el principio del pecado para legitimar la existencia del poder político; que decir de Emmanuel Sieyès –reforzado luego por Constant- que reduce la potencialidad de la libertad al marco “ciudadano”, no sólo hegemonizado la subcultura citadina sino que además, abriendo nueva brecha a la igualdad entre individuos. Nuevamente, estos teóricos tienen gran habilidad para atribuirse y manejar los hilos conductores del liberalismo, tanto así que otros “[…] modelos de democracia propuestos o ensayados –la democracia republicano-representativa de los jacobinos, la democracia directa de los Sansculottes y la democracia socialista-igualitaria de Babeuf- terminaron en el descrédito, identificándose entonces la democracia con demagogia, anarquía y dominio del populacho. El liberalismo postrevolucionario y postnapoleónico […] se entenderá a sí mismo en una abierta y clara oposición al pensamiento democrático de inspiración rousseauniana”.12

Entre los teóricos alemanes, el liberalismo es un tanto diferente, púes aún no se ha sumergido completamente en el materialismo histórico. Seguramente el pensador más profundo es Immanuel Kant, quien estableció como principio categórico la libertad del individuo, y la supo diferenciar muy bien del beneficio colectivo. Postulaba que la libertad

11 Al respecto en 1793, Jacques Roux expresó en El Manifesto of the Enragés (El manifiesto de los Rabiosos): “La libertad no es más que un vano fantasma cuando una clase de hombres suele hambrear a otra impunemente. La igualdad no es más que un vano fantasma cuando el rico, mediante el monopolio, ejerce el derecho de vida y muerte sobre su semejante”. ROUX, Jacques, Scripta et Acta. Textes presentés par Walter Markov. Akademie-Verlag, Berlin, 1969.

12 ABELLÁN, Joaquín, Liberalismo Clásico (De Locke a Constant). En ANTON, Cap. I, 2006:26-27.

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individual era aquella en la cual la voluntad se determina a sí misma, cuando no resultaba condicionada por las necesidades del mundo físico y/o natural. Esta voluntad inalienada podía ser a la vez principio de una ley general, pero además, constituía la dignidad absoluta del hombre, condición bastante utópica vista desde acá, pero no por ello quimérico. Kant, finalmente, en Metafísica de las costumbres utiliza el Derecho para reconciliar la libertad y el arbitrio (willkür), en pos del bien colectivo. Por su parte, Wilhelm von Humboldt fue otro liberal que planteó la finalidad del Estado en función a los fines propios del ser humano, los cuales emanaban de la razón inmutable, pues, como decía Karl von Rotteck, racional es aquello que no es contradictorio consigo mismo. Estos principios son tomados en una nueva teoría del Derecho Natural, funcional al Estado Liberal y que considera la vida individual y colectiva ordenada racionalmente. No obstante, la influencia de esta teoría se desvanece –retirándose al inconciente colectivo- al emerger el movimiento romanticista.

Quienes si ya están totalmente sumergidos en el mundo secular son los economistas clásicos y lo fisiócratas franceses, economizando todo aquello que su racionalidad utilitarista le permita. Entre los primeros se destacan Smith, Malthus, Mill, Ricardo, Bentham, quienes se permitieron elaborar una Teoría Social Economicista, la cual “construyó sentido” –en los términos de Schütz- en torno al “comportamiento económico del humano”, a los principios del crecimiento y libertad económica y, a la teoría del valor. Entre los segundos -los filósofos economicistas- el más destacado y precursor de la escuela fisiocrática es Jean Francois Quesnay. Éste postulaba que la base del orden social radica en el orden económico, y por tanto la comprensión de los principios, leyes y regularidades del comportamiento económico, es la comprensión de la sociedad misma. Para quien cultive las disciplinas humanas y sociales, esto es más que una falacia. La “cosificación” y la inclaustración cuantitativa de las relaciones sociales son principio y fin de la sociedad como tal, pero además, sitúan una falsa conciencia en torno a la reificación de categorías economicistas, lo que Gabel denomina como “el geometrismo mórbido del mundo de la cantidad”.13

En síntesis, el liberalismo de los siglos XVII y XVIII terminó por definir, delimitar y anclar su pensamiento –a esta altura más ideológico que filosófico- a las estructuras seculares que de aquella emergieron: un marco normativo, legalista y legitimador al Estado Contractual; un marco de libertad y acción a la economía capitalista y; un marco de organización y representación político-social en la estructura de clase y la democracia liberal. Y, como penaba constantemente la preocupación por la universalización de aquellos principios democráticos colaterales, “el liberalismo se fue transformando así en una ideología de clase, defensora de unos intereses cada vez más estrechos y limitados a un reducido grupo social”.14 Incluso, “el Estado, que hasta los comienzos del siglo XVIII parece todavía como un agente eficaz del capitalismo, a fines de ese mismo siglo es considerado ya como el enemigo natural de su doctrina”.15

No obstante todo lo anterior, para muchos el liberalismo representó una nueva oportunidad de replantearse la sociedad –materializada en la Revolución Francesa-, que a juicio de Castoriadis, es la característica propia de la historia greco-occidental, a saber, la

13 “Hay geometrismo mórbido en nuestra existencia dondequiera que la cantidad priva sobre la calidad, el ritmo de producción sobre la felicidad humana, donde el resultado material de los actos cuenta más que la intención”. GABEL, 1970:105.

14 ABELLÁN, Joaquín, Liberalismo Clásico (De Locke a Constant). En ANTON, Cap. I, 2006:39-4015 LASKY, 1953:23.

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“ruptura de la clausura”, lo cual no es otra cosa que “el cuestionamiento de las significaciones, instituciones y representaciones establecidas por la colectividad [en este caso el orden eclesiástico-aristocrático-monárquico-estamental], que da un contenido totalmente distinto de autonomía social e individual, y así con las ideas de libertad e igualdad, el autogobierno de las colectividades y los derechos del individuo, la democracia y la filosofía”16, y que incluso, una vez enterrado “el tesoro de las revoluciones” se esconde en el inconciente colectivo como función utópica plausible.

A finales del siglo XVIII la filosofía liberal trasmuta definitivamente en ideología,17

y se caracteriza por estar diseminada en un amplio espectro político, pudiéndose situar tanto a la izquierda como a la derecha sin mucha recriminación de inconsecuencia. Sucede esto por el simple hecho de que, tanto el propio liberalismo como las estructuras seculares que de él emanan, constituyen un “consenso básico”, de “sentido común político”, en el fondo, de aceptación tácita de la sociedad liberal.18 Por lo mismo, la variante política conservadora, -aquella que en principio era diametralmente opuesta a la ilustración y a la Revolución Francesa- hacia mediados del s. XIX no es otra cosa que el Liberalismo Conservador, y lo mismo puede decirse posteriormente del radicalismo. Por cierto, y pese al “consenso común”, existen diferencias, y bien substanciales, más cuando se contraponen las vertientes conservadora y radical.

Por el momento, centrémonos en la relación existente entre la filosofía liberal y el liberalismo conservador. En ella lo importante es entender que la actitud conservadora, existe en tanto que algún sector de la sociedad precise “conservar” ciertas estructuras y formulas sociales. En consecuencia, al fundirse conservadurismo y liberalismo, lo que se tiende a conservar son las estructuras materiales, simbólicas e imaginarias de la sociedad liberal.

El liberalismo conservador -de origen anglosajón- se concibe como “una variante de liberalismo poco o nada racionalista en su discurso, moderada y prudencialista en cuanto al cambio social, y en general distante e incluso opuesta a la redistribución

16 CASTORIADIS, 1998:62.17 En este contexto utilizo el concepto de ideología en el sentido que le da Nicos Poulantzas, donde la función esencial de la ideología

consiste en desorientar la percepción de un individuo, llevando a un plano secundario lo esencial de un contexto determinado. “En suma, todo ocurre como si la ideología dominante se encontrase siempre fuera del lugar donde debe buscarse el verdadero conocimiento, como si desempeñara su papel de ocultamiento permutando el lugar, es decir, deformando el objeto de la ciencia” . POUTLANZAS, N. (1968), Pouvoir politique et classes sociales. Maspéro. París. Tomado de GABEL, 1970:34.

18 Notose que el “consenso común” se hace en torno a las estructuras secularizadas –Estado-Democracia-Capitalismo- y no se basan en torno a la matriz: libertades-igualdad-autonomía-tolerancia-pensamiento crítico, etc.

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social”.19 Contrario a sus postulados iniciales -que defendían el Antiguo Régimen Monárquico- es el sector que más atrincherado se encuentra con respectos a los “logros” de la burguesa revolución francesa, por ende, sus miembros se sienten agentes de conservación de la formula social que de aquello surgió. En este sentido, el individuo que ingresa a esta sociedad liberal conservadora está predeterminado, tiene una obligación heredada con su sociedad, con su cultura, con su historia o parte de ella. La conservación de la sociedad liberal es central -considerada como en “frágil estado de equilibrio”-, y por tanto, es preciso mantener integra la familia, la comunidad y la nación. Preciso también es preservar la tradición y patriotismo, propiedad e institucionalidad, elementos que constituyan, vinculen, adscriban y organicen dicha sociedad respectivamente.

El problema de fondo resulta ser que la conservación de la sociedad liberal implica la conservación del estilo burgués de sociedad, y esto a su vez se traduce en la masificación de pautas culturales individualistas, materialistas, aspiracionistas, de posesión y acumulación compulsiva de dinero y de bienes suntuosos. Panorama aceptable sino fuera por todas las relaciones y condiciones de jerarquización, exclusión y explotación que necesariamente se generan para alcanzar esa “buena vida”. Oakeshott diría a estas pautas culturales, quédate conmigo, porque estoy encariñado contigo,20 mas yo veo en aquel “encariñamiento” alienación y heteronomía.

Por otra parte, en este enfoque el Estado no tiene un valor más allá que el instrumental, es decir: instrumento que conserve el poder político y el imperio de la ley, que mantenga el orden social y estipule las normas básicas de convivencia. Y donde la democracia no es más que una organización político-social controlada y limitada en función de la sujeción de la autoridad de gobierno, pero no tanto así como sistema que expresa la voluntad general, la misma que puede decidir sobre el cambio o mantención del status quo.

Para el liberalismo conservador, lo más cercano al “cambio social” viene dado por una reforma paulatina, que se acerca a la ingeniería social gradual de Karl Popper, una formula que confía en el orden espontáneo aunque no ciento por ciento en función al libre mercado. En este sentido, el reformismo conservador trata de mantener el “frágil equilibrio social”, particularmente los lazos simbólicos-culturales que mantienen unida la sociedad. Más precisamente, mantener una estructura simbólica exenta de cualquier injerencia instituyente formal diferente a la suya, de cualquier alteración socioimaginaria que desestabilice la legitimidad sobre la cual se sustentan los privilegios de las clases mejor posicionadas. Así se pueden comprender las palabras de Lord Acton cuando argumentaba que la revolución es legítima en tanto restaure libertades, pero no como cimentadora de incertidumbres. (ANTON, 2006)

En relación a lo anterior, el conservadurismo es sumamente pragmático y, por lo mismo, aborrece aquello que Oakeshott denominaba la “política del libro”, es decir, cualquier racionalismo político o ideológico que se anteponga a la acción, a la praxis resultada de la experiencia. Por lo mismo, la guía de acción de la política conservadora se sustenta en la experiencia, principalmente en forma de prejuicios, aquellos que Burke consideraba como “la cristalización de los hábitos de la socialización”. Esta impronta va a influir notablemente en el neoconservadurismo y la Nueva Derecha actual, principalmente de la mano de Robert Nozick, y el Estado minarquista que idealiza en Anarquía, Estado y Utopía (1974).

19 RIVERO, Ángel, Liberalismo Conservador (De Burke a Nozick). En ANTON, Cap. II, 2006:47.20 OAKESHOTT, Michael (1983), Qué es ser conservador. En Revista de Estudios Públicos Nº 11.

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Finalmente, la relación del liberalismo conservador con el ámbito económico ha sido modulada por la complejidad y la contradicción. Si en un principio se mostró contrario a la industrialización, la modernización y los mecanismos del mercado, posteriormente terminó aceptando íntegramente los principios del libre mercado, en tanto que éste constituye un extraordinario instrumento de epistemología social, asimilando -como hacían los fisiócratas franceses- las leyes y regularidades de las “fuerzas de mercado” con las relaciones sociales y su sistema de organización, lo que incluso lleva actualmente a Roger Scruton21 a sugerir una epistemología social que emane de la propia lógica de mercado, es decir, eficiencia, maximización, individualismo, competitividad, etc.22

Como se verá más adelante, el gran responsable de este viraje conservador es la doctrina económica neoliberal -de Mises a Scruton- que entre otras cosas ha hecho mutar la tónica proteccionista de los conservadores hacia una librecambista, especialmente en política económica exterior; ha contribuido significativamente a minar de incertidumbres los lazos simbólicos-culturales; y paradójicamente ha convertido a muchos liberales en conservadores, esto en cuanto algo de identidad se pueda salvaguardar de la lógica de mercado.

Se debe destacar en última instancia que el conservadurismo como tal, no tiene ni teoría ideológica de Estado, ni tampoco una teoría doctrinaria económica propia, pero que en cambio, si tiene el privilegio de trastocar la filosofía liberal en ideología liberal conservadora partidista; el espíritu innovador en actitud escéptica al cambio; la actitud libertaria, emancipatoria y de cambio social en conformismo tradicionalista refractario a las transformaciones sociales.

Anteriormente mencioné muy a la ligera la construcción de sentido por parte de la Teoría Social Economicista de los liberales clásicos (que no debe confundirse con la doctrina neoliberal adoptada por los conservadores). De esta corriente liberal economicista se

21 Filosofía para personas inteligentes (1999) Ed. Península; y Cultura para personas inteligentes (2001) Ed. Península.22

Esta epistemología que Scruton aborda la toma de Hayek y la compara con la tradición en los siguientes términos: “Ésta es la tradición, el mecanismo esencial de aprendizaje y acomodamiento social, y de creación de la individualidad. Y el mercado es algo muy parecido: “la tradición es otro ejemplo de un fenómeno puesto de relieve por el mercado –el fenómeno de una comprensión tácita y colectiva, realizada a través del intercambio social”. En SCRUTON, R. (ed.) (1991), Conservative Text. Macmillan. Londres. Citado en ANTON, 2006:56.

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desprenden otras tantas conjeturas en tanto que filosofía liberal, y otras muchas insospechadas que vendrán a teorizarse, ahora, terminando el siglo XX. Lo importante por el momento es recordar que debido principalmente a una construcción de sentido en torno al “laissez faire, laissez passer”, a la especulación y al “que gane el mejor”, el proceso de acumulación y expansión sin precedentes del capitalismo entre los s. XVIII-XIX, y el joven sistema financiero mundial, concluyeron en la victoria más pírrica de todas, la victoria de la fase monopólica del capital: La gran Depresión de los años 30’. En este punto, tanto el capitalismo liberal clásico como la filosofía liberal tienen un cambio en 180º, no sin antes llegar a una capital conclusión histórica: “[…] liberalismo y capitalismo producen daños que ponen en riesgo no sólo la vida de miles de personas, sino la supervivencia misma de la sociedad”.23

La ideología liberal al ser permeada por el capitalismo suprimió de su horizonte cualquier noción igualitarista o de justicia social, a la vez que diseminó un imaginario individualista, egoísta, competitivo, oportunista y especulativo, lo que en definitiva detonó la crisis aludida. Por otro lado, sin embargo, posibilitó un segundo aire a la filosofía liberal de reencontrarse con su matriz imaginaria primaria, esto de la mano del Liberalismo Radical. Este radicalismo que ya era planteado teóricamente por Thomas Paine en el s. XVIII y John Stuart Mill en el s. XIX, toma nuevo impulso con Dewey y Rawls luego de la crisis.

Entre los primeros, Paine tiene el merito de haber elaborado el primer boceto de un Sistema de Seguridad Social -educación popular, el socorro de los pobres, pensiones para ancianos- y posteriormente, en 1797 de elaborar Justicia Agraria, en la cual argumenta sobre el Estado de Bienestar, el desigual reparto de la propiedad, la imposición positiva y los límites al derecho de propiedad. Por su parte, Stuart Mill desarrolló una filosofía que consideraba la utilidad social como mecanismo de doble fomento, del liberalismo y del reformismo social. Más aún, defendió el sistema de redistribución estatal -en Principios de política económica, 1848- configurando con esto “[…] un sistema de pensamiento que legitima las tendencias intervensionistas y estatistas que adquirieron gran fuerza en Inglaterra a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX”.24

Entre los segundos, John Dewey, un progresista pragmático, influyó sobre el liberalismo clásico en su empeño por adaptarlo a los problemas sociales derivados de las democracias modernas -desestructuración y violencia social-, para lo cual no sólo propuso la integración de elementos comunitarios a las estructuras liberales, sino además estableció como un a priori social la creación de individuos desarrollados a partir del desarrollo de la instrucción educativa pública. Pero sin duda, quien más ha aportado al liberalismo radical ha sido John Rawls, en especial con su influyente obra Teoría de la Justicia (1971), quizá el intento liberal más serio en la conciliación entre libertad e igualdad. La justicia como equidad, que es el fundamento del pensamiento de Rawls, puede condensarse en dos postulados claves: 1.- “Cada persona debe tener un derecho igual al esquema más extenso de libertades básicas iguales compatible con un esquema similar de libertades para otros” y; 2.- “Las desigualdades sociales y económicas deben de resolverse de modo tal que resulten en el mayor beneficio de los miembros menos aventajados de la sociedad [el principio de la diferencia] y en donde los cargos y puestos deben de estar abiertos para todos bajo condiciones de igualdad de oportunidades [justa igualdad de oportunidades]".25

23 RIVERO, Ángel, Liberalismo Radical (De Paine a Rawls). En ANTON, Cap. III, 2006:67.24 GRAY, J. (1994), Liberalismo. Alianza, Madrid. Pp. 54-55.25 RAWLS, John (2006) Teoría de la Justicia. Fondo de Cultura Económica (2ª edición, 6ta reimpresión). P.135-136.

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En un artículo anterior confirmaba el hecho de que, debido principalmente a la crisis de la economía de burbuja y su correspondiente cuestión social, fue posible la imposición de la Escuela Keynesiana por sobre la Escuela de Viena (neoliberal), y con ello la edificación del Estado Benefactor y el predominio político de las socialdemocracias.26

Desde el punto de vista del presente ensayo, existe sin embargo, una premisa insoslayable de la filosofía liberal para que se realice como tal, y que es retomada -en parte- por el liberalismo radical de post crisis. Esta premisa consiste básicamente en fundar la libertad en la igualdad, tabto en el espacio social de derecho -isonomía- como en el de hecho, en otras palabras, la promoción de la justicia social en función de una libertad advertida por el valor de la igualdad. Centrémonos ahora en la relación existente entre la filosofía liberal y el liberalismo radical.

El liberalismo radical, sin dejar de ser parte del “consenso común de sociedad liberal” constituye la antípoda del liberalismo conservador, especialmente en su visión sobre el “cambio social”, al respecto Ángel Rivero define: “[…] por liberalismo radical entenderemos una visión del liberalismo más racionalista ilustrada, más predispuesta a las reformas social y política profundas, y que hace de la justicia social uno de sus temas centrales”.27 Cabe constatar que esta variante de liberalismo también tiene otras denominaciones como Liberalismo moderno, o Socialdemocracia, aunque ligeramente también puede concebirse como una síntesis entre el liberalismo y socialismo.28

Decía que el liberalismo radical se reencontraba -en parte- con su matriz imaginaria original, evidenciándose especialmente en la impronta que se le atribuye al individualismo, la cual consiste en desplegar no tanto un individualismo competitivo y egocéntrico, sino más bien un individualismo social-colectivo, en base a lo cual que John Dewey postuló “la búsqueda de la gran comunidad”. El radicalismo considera al individuo como una construcción social y no como un dato previo a la sociedad -individuo pre-político de los liberales clásicos-, por lo mismo, para que se cumpla la libertad del individuo es indispensable una sociedad justa, una sociedad que a través de la igualdad de oportunidades permita el desarrollo de todos y cada unos de sus integrantes. En este sentido, se promueve una justicia distributiva -y no la conmutativa de los liberales clásicos- que implica una redistribución de la riqueza en beneficio de los sectores más desposeídos, básicamente a través de servicios y políticas públicas.

Ahora bien, respondiendo a la inercia de la filosofía liberal, el radicalismo no pretende un mejoramiento social en retrospectiva, más bien su fórmula consiste en una modernización positiva que incluya el establecimiento de instituciones, condiciones y derechos sociales con vistas a un progreso y desarrollo colectivo, en otras palabras, la institución del Estado Benefactor de Compromiso. Para los radicales el cambio social debe hacerse a través de reformas políticas, y no por medio de revoluciones estructurales de la sociedad, por lo tanto la acción política es el mecanismo más idóneo del cambio social. En definitiva, el cambio social que persiguen los radicales no representa mayor amenaza para las estructuras del Estado liberal, esto lleva lógicamente a cuestionar los mecanismos de moderación del liberalismo radical, tildados muchas veces de “pomada”, “parche”, “mecanismo lampedusiano” que adormece las luchas sociales y prolonga la injusticia

26 RIVERA, David, El camino neoliberal: lucha de corrientes economicistas. Junio del 2009. 27 RIVERO, Ángel, Liberalismo Conservador (De Burke a Nozick). En ANTON, Cap. II, 2006:47.28

Al respecto, ver el esclarecedor ensayo de SÁNCHEZ V., Adolfo (1992), Liberalismo y Socialismo.

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social, etc. Al respecto Ángel Rivero concluye: “[…] la reforma no conduce más allá de la sociedad liberal. No entraña cambios en la organización del Estado ni en la estructura o en la base de la sociedad. Simplemente mejora la sociedad liberal al extender las posibilidades de desarrollo individual al conjunto de la población […] De esta manera desactiva el conflicto social y hace verdad para todos los individuos las promesas del liberalismo clásico”.29 Pero además, esta moderación encubre otra peligrosa tendencia, la cual, como concluía Fernand Braudel, consiste en que “el capitalismo sólo triunfa cuando llega a identificarse con el Estado, cuando es Estado”.30

Nótese que la solución liberal a las problemáticas sociales es una suma de los principios del liberalismo clásico -gobierno representativo, separación de poderes, elecciones periódicas, sufragio universal, etc.- más los nuevos compromisos sociales adoptados, los cuales tienen que ser asumidos por el Estado Benefactor. Este compromiso social significa asimismo una universalización del disfrute de las libertades liberales, las cuales estaban constituyendo cada vez más un privilegio exclusivo de los sectores sociales más acomodados: burguesía, oligarquía y plutocracia, sectores enraizados en el poder político-económico.

No debemos perder de vista, sin embargo, que la “universalización de las libertades liberales”, significa en teoría la ampliación a todo el espectro social del “consenso común de sociedad liberal”, de una sociedad fundada en torno a pautas culturales burguesas, y que al ser infundidas en el imaginario social generan falsa consciencia sobre la finalidad social, siendo el indicador más patético el arribismo, aquella suerte de aspiracionismo social dado principalmente al materialismo (No obstante, hasta 1950 más menos, este fenómeno recién es un atisbo premonitorio del compulsivismo materialista y hedónico de la sociedad postmoderna). Por otro lado, el Estado al transformarse en un protagonista activo, genera una suerte de paternalismo que en particular aumenta el grado de alienación del propio individuo hacia la reificada estructura político-jurídica-administrativa, y en general eleva el nivel de heteronomía social. En este punto cabe preguntarse si existe una acepción positiva de los conceptos de alienación y de heteronomía.

Si la crisis de los años treinta gatilló una reestructuración de la filosofía liberal, mayor aún fue la reformulación realizada a la corriente economicista clásica, la que de hecho, desapareció como paradigma en la política económica internacional. En este momento hace su aparición en escena el keynesianismo, que en cierto sentido vendría siendo la corriente económica del liberalismo radical. En mi artículo ya citado escribía:

“Por su parte, John M. Keynes desarrolla sus postulados en el ámbito de la “economía de guerra”, asesorando al gobierno inglés. Critica en especial a la visión económica clásica por la desmedida libertad con la que opera el mercado, originándose en éste los principales shock que alteran el desarrollo económico de las naciones, condicionándola insoslayablemente a las crisis cíclicas de la economía capitalista [1870, 1905, 1929… 1974, 1982, 1997, 2007]. Para Keynes era esencial que el Estado implementara políticas intervencionistas -políticas fiscales y monetarias activas- que regularan el mercado y atenuaran sus efectos cíclicos negativos. Por lo tanto, con las respuestas resueltas para la coyuntura histórica en cuestión, el keynesianismo prevalece a lo menos por cuarenta años.

29 RIVERO, Ángel, Liberalismo Radical (De Paine a Rawls). En ANTON, Cap. III, 2006:73.30 Citado en HARDT y NEGRI, 2002:222.

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Este predominio de la economía mixta se ve reflejado tanto en el New Deal de Franklin D. Roosevelt -regulación del sistema productivo-financiero, aumento del gasto fiscal público y acciones contracíclicas- como las políticas económicas del Primer Ministro laborista inglés, Clement Attlee -nacionalización de sectores claves de la economía británica y la puesta en marcha del Estado de Bienestar-, pero que incluso llegó a un nivel más científico de planificación estatal si se observa lo sucedido en India”.31

Como puede observarse, el principal cambio paradigmático en el ámbito económico pasa por una regulación estatal de la economía, por el establecimiento de “cortapisas” a la libertad operativa del capitalismo, hecho que fue sumamente significativo en el Tercer Mundo, especialmente en aquellas economías de estructura históricamente dependientes. Ahora bien, si el economicismo clásico construyó sentido social en torno al individualismo posesivo, “laissez faire, laissez passer” etc., etc., el keynesianismo no dejará de hacer lo suyo. Impulsado sobre el desprestigio del capitalismo liberal clásico, este nuevo paradigma económico tendrá, cuando menos, cuarenta años para infundir en el imaginario social las ventajas que ofrece una sociedad liberal apadrinada por el Estado Benefactor. Cuarenta años en que Leviatán conmueve la filosofía liberal y dirige los hilos de la economía, pero cuarenta años suficientes para preparar el renacimiento de Mammon,32 arquetipo asimilado por la “superestructura” que edifican los neoliberales: el Libre Mercado.

En síntesis, esta breve trayectoria histórica en torno a la filosofía liberal nos permite evidenciar ciertas tendencias y generar algunas conclusiones. De forma más clara se presenta en la siguiente tabla:

CONCLUSIONES TENDENCIAS

1.- La filosofía liberal tiene su origen en el siglo XVI y se expresa básicamente como un desafío al status quo, como una lucha de liberación de las trabas cosmológicas, cognitivas y materiales del medioevo. En consecuencia, la filosofía liberal originaria crea una matriz imaginaria en torno los principios: libertades, igualdad, autonomía, tolerancia, pensamiento crítico y, por tanto es un liberalismo bastante más cercano al pensamiento libertario.

2.- Durante el siglo XVII y XVIII la filosofía liberal trasmuta definitivamente en ideología liberal, desplegándose en el materialismo histórico y su relación dialéctica con el capital.

3.- Para el siglo XIX y XX la ideología liberal se caracteriza por su gran versatilidad, de forma que puede ubicarse en un amplio espectro político. Esto genera además un “consenso común sobre sociedad liberal” que será adoptado por conservadores (Liberalismo conservador) y radicales (Liberalismo

1.- El liberalismo al estar “históricamente trabado” con la posesión de la propiedad genera al menos dos tendencias desvirtuadoras en tanto que filosofía: Inclinación hacia un racionalismo instrumental utilitarista. Desarrollo de una estructura de sujeción-dominación garante del

poder político: Estado Contractual Liberal.

2.- Con el arribo de los liberales clásicos y especialmente luego del la Rev. Francesa, el liberalismo gradualmente se fue convirtiendo en una ideología de clase, dejando en el descrédito y lejos de un imaginario pausible a otras propuestas de organización democrática. Al mismo tiempo se construyen “cortapisas” para la consecución plena de las libertades liberales originarias.

3.- Tanto los economicistas liberales clásicos como los fisiócratas comienzan a generar una construcción de sentido en torno a una Teoría Social Economicista, tendencia que se retoma en nuestros días con la epistemología social de mercado promovido por el neoliberalismo.

31 RIVERA, David, El camino neoliberal: lucha de corrientes economicistas. Junio del 2009. P. 3.32 De origen arameno, Mammon fue la personificación para Spencer y Carlyle de aquel materialismo que conserva en su seno la

avaricia, la riqueza y la injusticia.

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radical).

4.- Al conjugarse capitalismo y liberalismo clásico se construyó sentido en torno al “laissez faire, laissez passer, le mond va per lui meme” desarrollando una economía de burbuja que estalló finalmente hacia 1929.

5.- El liberalismo radical de post crisis establece como doctrina económica el keynesianismo y con ello se impulsa una universalización de las libertades liberales bajo el apadrinamiento del Estado Benefactor de Compromiso.

4.-Mientras que el liberalismo conservador busca preservar los lazos simbólicos-culturales liberales, el liberalismo radical no pretende un cambio social que valla más allá de la sociedad liberal.

5.- La doctrina económica neoliberal finalmente perneó el liberalismo conservador generado una serie de ambigüedades y de imprecisión ideológica.

6.- El liberalismo radical, luego de la gran crisis, destruye el paradigma de la economía clásica y reconstruye sentido en torno a algunos elementos de la matriz originaria del liberalismo, en especial la igualdad y el individualismo social, elementos socioimaginarios dominantes por lo menos durante cuatro décadas.

Para la tercera y cuarta parte de este ensayo me propongo como tarea desarrollar el tema del neoliberalismo, comprobar ciertas limitaciones de la terminología y en consecuencia argumentar sobre lo que he venido considerando como postliberalismo.

En particular me interesa abordar las siguientes interrogantes: ¿Qué entendemos por neoliberalismo? ¿Existe alguna relación entre la doctrina económica neoliberal y las pautas

socioculturales postmodernas? Finalmente ¿Las pautas socioculturales dominantes son tributarias de la filosofía

liberal?

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III. EL NEOLIBERALISMO.

¿Qué significa el término Neo-Liberal, qué es realmente el Neoliberalismo?

Estas preguntas me han acompañado durante todo el trascurso de mi investigación sobre la relación neoliberalismo - imaginarios sociales. En particular no podía concebir como una doctrina que se pretende como un “nuevo liberalismo” sea promovida por los sectores más conservadores de las potencias dominantes, básicamente por dos paladines neoliberales de los ochentas: Ronald Reagan del Partido Republicano y Margaret Thatcher del Partido Conservador. La respuesta, por un lado, está en eso que llamamos el “consenso común de sociedad liberal”, y por otro, en la asimilación de los postulados del libre mercado por parte de los conservadores. Al respecto Thatcher dijo: “es una combinación de libertad económica, valores cristianos y conservadores tradicionales, patriotismo británico y una firme adhesión a Estados Unidos y a otros países de la misma cuerda ideológica dentro del mundo anglohablante”.33 Pero, dando un par de vueltas más al tema y desde otro punto de vista, ¿Será que el neoliberalismo nunca ha sido tributario del liberalismo, del liberalismo como filosofía?

En una ponencia titulada El mito del neoliberalismo, el abogado Enrique Ghersi -miembro de la Sociedad Mont Pelerin- advierte sobre lo que el considera el “mito contemporáneo” difundido en el tercer mundo, escribe: “el neoliberalismo técnicamente no es un mito, sino una figura retórica por la cual se busca pervertir el sentido original y asimilar nuestras ideas [liberales] a otras ajenas”.34 Según este enfoque, el término “neoliberalismo” pertenece al tipo de palabras que Hayek denominaba “comadreja”, y que en este caso busca adosar significados que no posee, o que no son liberales. El asunto es que ni para Von Mises, ni para los alemanes de la economía social de mercado el término “neoliberal” representa un epíteto nominativo, al contrario, es una expresión ajena y muchas veces tomada como una desvirtuación conceptual del liberalismo.

En cambio, su función “comadreja” pareciera ser despojar al liberalismo del sentido anticlerical y asociarlo a una nueva fase doctrinaria, cuya característica principal consiste en el desarrollo de una economía subjetiva moderna del valor -post revolución marginalista y teoría neoclásica de los salarios. Si me apresuran un poco, diría que esta desvirtuación conceptual responde a la conjugación de un liberalismo conservador con una epistemología social de libre mercado basado en el racionalismo economicista, que en una estrategia de mercadeo político por limpiar el desprestigió del liberalismo post crisis (1929), introdujo el término “neoliberal”, y que sin embargo, como concluye Ghersi “terminó convirtiéndose, con el pasar de los años, en una eficaz fórmula de mercadeo contra la idea de la libertad”.35

Finalmente, otro buen aporte de Ghersi, ¿A quién atribuir entonces el término “neoliberalismo”? Según la ponencia del abogado peruano, se decidió acuñar el término en 1938 en París, durante un coloquio presidido por Walter Lippman (la razón parece coincidir con una estrategia de mercadeo político). Ghersi hace esta afirmación en base a un texto escrito quince años después por uno de los integrantes de aquel coloquio: Louis Baudin36. Si nos regimos por los criterios del método histórico esta versión presenta la fuente más

33 O'SULLIVAN, John (2007), El Presidente, el Papa y la Primera Ministra. Un trío que cambió el mundo. Gota a gota, Madrid. P. 39.34

GUERSI, 2004:294.35 GUERSI, 2004:307.

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concreta y verosímil, por ende se puede considerar como “la versión oficial” sobre la introducción del término, imponiéndose por sobre la versión de los escritos de Mises, el cual no utilizó el término explícitamente y sí utilizó -aunque con un sentido diferente- el de neuen liberalismus; la versión más amplia de ordoliberalismo asimilada posteriormente a la economía social de mercado (Escuela de Friburgo y de Munich) y; la versión anticlerical de la Escuela italiana liberal de entreguerras, de la cual no hay fuentes primarias.

Sin embargo, téngase presente que para Lippman y los intelectuales liberales reunidos en Paris, el término “neoliberal” -utilizado como palabra clisé- representaba fundamentalmente cuatro principios: a) mecanismos de precios libre; b) Estado de Derecho como tarea principal del gobierno; c) reconocimiento de que a ese objetivo el gobierno puede sumar otros y; d) condición de que cualquiera de estas nuevas tareas que el gobierno pueda sumar debe basarse en un procedimiento de decisión transparente y consentido.37

Ahora bien, si evaluamos los procesos político-económicos neoliberales durante los años 70’, 80’ y 90’, en función a los principios del coloquio parisino, rápidamente saltan conclusiones contradictorias, especialmente con respecto a los puntos b, c y d.

Más allá de la importancia etimología del término, es sumamente paradigmático que el neoliberalismo como fenómeno (incubado en la academia por los menos durante tres décadas, desde la famosa reunión en el Monte Pelerin en 1947) represente lo que Atilio Boron consideró “la mayor y más exitosa ofensiva reaccionaria lanzada por la burguesía a los largo del siglo XX”.38 Y esto es así porque, en un siglo lleno de revoluciones socialistas, la última rebelión es protagonizada finalmente por el capitalismo. En efecto, durante el último cuarto de siglo XX el capitalismo transnacionalizado y la lógica de libre mercado se erigen como paradigma mundial, logrando predominio y hegemonía sin contrapesos luego del el agotamiento de los mecanismos keynesianos y de la caída de los socialismos reales.

Recordemos que hacia 1960-1970 el sistema de producción capitalista se encontraba en crisis, coincidiendo además con la propia crisis del modernismo (JAMESON, 1995) y de la sociedad disciplinar (HARDT y NEGRI, 2002). La confluencia de décadas de luchas revolucionarias de corte socialistas, del ataque proletario y campesino, anticapitalista, antidisciplinario y antisistémico, terminaron por poner en jaque al sistema capitalista, no sólo en términos de las relaciones de producción sino además, en términos simbólicos e imaginarios. En este sentido, la Guerra de Vietnam -corolario histórico- se entiende como un punto de inflexión entre el ataque desatado y directo al sistema capitalista y la posterior respuesta del mismo sistema a la crisis: la ofensiva reaccionaria. Hardt y Negri señalan: “El largo ciclo de luchas contra los regímenes disciplinarios había alcanzado su madurez y obligó al capital a modificar sus propias estructuras y a encarar un cambio de paradigma”.39

En este sentido, la estrategia adoptada por el capital residió al menos en dos ejes: a) una respuesta represiva que “apuntaba a revertir por completo el proceso social, separando y desmembrando el mercado del trabajo y reestableciendo el control de todo el ciclo de producción”, básicamente por medio de la automatización e informatización

36 Al respecto ver BAUDIN, Louis (1953) L’Aube d’ un Nouveau Libéralisme. No hay más datos. Es autor además de El imperio socialista de los incas (1973).

37 GHERSI, 2004:298. En base al texto de Baudin.38

BORON, 1997:139 HARDT y NEGRI, 2002:243. Nótese la paradoja: son las luchas sociales –político-económicas- contra el capitalismo, especialmente

el capitalismo de estado, las que han reforzado, rearticulado y solidificado el sistema social capitalista.

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tecnológica de la producción; y b) una respuesta integracionista que “procurara cambiar la composición misma del proletariado de modo tal de poder integrar, dominar y aprovechar sus nuevas practicas y sus nuevas formas […] dicho de otro modo, el capital debía afrontar y responder a la nueva producción de subjetividad del proletariado”.40

En un ámbito macro la respuesta capitalista tenía que solucionar los problemas estructurales generados en el “sistema de equilibrios políticos y económicos” de Bretton Woods: sistemas monetario y financiero, y los mecanismos político-económicos keynesianos. La respuesta económica al agotamiento de cuatro décadas de políticas keynesianas es lo que técnicamente algunos economistas llamaron doctrina neoliberal.41

Esta doctrina económica por su parte tiene dos ingredientes innovadores: el moderno enfoque monetarista macroeconómico y, la teoría subjetiva del valor (Carl Menger).

En estos lineamientos es que se configura lo que denominamos “neoliberalismo”, sin embargo, como argumentaré más adelante, no consiste en una ideología tributaria -ni siquiera “desvirtuadora”- de la filosofía liberal. El neoliberalismo es simple y llanamente una doctrina económica de carácter ortodoxo y de consecuencias postliberales.

Escapando a la “radical resemantización en clave conservadora” (BORON, 1997) del “neoliberalismo” es que nos encontramos finalmente con una doctrina monetaria ortodoxa de economía abierta42 -así, tal cual, con todos sus apellidos- la que incluso tiene sentido de “nuevo liberalismo” o “nueva liberalización” si la vemos desde el punto de vista de las economías tercermundista (subdesarrolladas, periféricas, del sur, etc.). Digo esto porque la influencia del liberalismo conservador dentro de las potencias dominantes mantiene el carácter históricamente proteccionista de sus economías, haciendo del sentido “libre competencia” un eufemismo geopolítico estratégico.43 Eufemismo que además sirve para enmascarar la consolidación de las estructuras monopólicas corporativas nacionales, regionales y mundiales.

40 HARDT y NEGRI, 2002:249-251.41 Extensamente desarrollado se encuentra en RIVERA, David, El camino neoliberal: lucha de corrientes economicistas. Junio del

200942 Esta doctrina monetaria ortodoxa de economía abierta o también conocido como enfoque monetarista moderno, es una combinación

entre las políticas de estabilización monetaria –de corto plazo- y las políticas estructuralistas de estabilización –de largo plazo- ensayadas en Latinoamérica entre 1950 y 1970 en el eterno combate a la inflación y el déficit fiscal.

43 Entre otros, Thompson, Schatan y Boron advierten sobre este artilugio de las potencias centrales, al respecto Boron sentencia: “La retórica del downsizing y el desmantelamiento del Estado, en consecuencia, pareciera ser un artículo destinado al consumo de los países de la periferia y no una política seriamente considerada en los capitalismo avanzados”. BORON, 1997:32.

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Por tanto, si se desea comprender el fenómeno “neoliberal” en su real sentido de doctrina económica monetaria tercermundista, el caso más ilustrativo lo constituye Chile entre 1975 y 1983: en particular por ser el “primer campo de experimentación puro” de los postulados económicos de la Escuela de Chicago y; por presentar todas las etapas de implementación de aquello que los tecnócratas neoliberales -Chicago Boys- llamaban “el ladrillo”: liberalización, tratamiento de shock, estabilización, apertura, privatización, institucionalización. 44

Si bien el tema lo desarrollé más extensamente en otro artículo45 -que no es objeto de este ensayo-, explicitemos algunas características fundamentales del neoliberalismo que pueden ser con la debida precaución generalizables al tercer mundo. Pero antes, es necesario distinguir la diferencia entre el neoliberalismo aplicado en América Latina hacia mediados de los años 70’ -Argentina, Chile y Uruguay-, y el tipo de neoliberalismo aplicado en los países tercermundistas durante los años 80’.

El de los años 70’ vendría siendo aquello que denominé neoliberalismo primitivo46 y cuyas características serían: a) contexto autoritario imprescindible para mantener las políticas monetarias ortodoxas; b) aplicación del moderno enfoque monetarista; c) énfasis en las transformaciones estructurales y en los cambios de carácter institucional -proyecto refundacional-; d) combinación de las concepciones neoliberales economicistas y la Doctrina de la Seguridad Nacional; y en relación a lo anterior, e) aplicación en lo económico y social de la “Doctrina del Shock”, es decir, terapia de choque que altera los fundamentos sociales instituidos, desde la psique individual y colectiva hasta las estructuras económicas-productivas.

Por su parte, el neoliberalismo de los años 80’ más bien responde al chantaje y extorsión que realiza el FMI y el BM a las economías del tercer mundo, aquellas que vieron con impotencia una “década pérdida”, la mayoría de las veces en función del pago de una ajena, falsa e injusta deuda externa.47 En este contexto, como dice Jacobo Schatan (1998), la opción de “la vía neoliberal del desarrollo” fue tomada casi de forma voluntaria.

Finalmente, sin importar el medio, el fin queda consolidado, se adopta el “credo librecambista, la inserción sin restricciones en la economía mundial, el tránsito sin obstáculos de mercancías y capitales, la paulatina subsunción de las identidades nacionales y sus culturas, sus soberanías y, por ende, sus Estados, al imperativo de la mundialización”48. Por cierto, mundialización del sistema capitalista que hacia fines del los 80’ ya no tiene contraposición política-ideológica.

La síntesis entre el neoliberalismo de los 70’ y 80’ deriva en los años 90’ en un neoliberalismo más pragmático, cuya formulación se conoce como Consenso de Washington. Por su parte, la doctrina económica del “Consenso” consiste en el ajuste estructural de las economías en que actúa, siendo este ajuste requisito esencial del “manejo económico sano”. Muchas veces registradas en las “Actas de Consentimiento” entre el FMI

44 Para esta comprensión, imprescindibles son los trabajos de VERGARA, Pilar (1985), Auge y caída del neoliberalismo en Chile. Ediciones Ainavillo. Santiago; FFRENCH-DAVIS M., Ricardo (2003), Entre el neoliberalismo y el crecimiento con equidad: tres décadas de política económica en Chile. JC Sáez. Santiago; y FOXLEY, Alejandro (1988), Experimentos neoliberales en América Latina. Fondo de Cultura Económica. México D. F.

45 RIVERA, David, La implementación neoliberal en América Latina: los términos económico-sociales. Julio-2009.46 RIVERA, David, El neoliberalismo en América latina. El neoliberalismo primitivo de los setenta. Junio-Julio 2009.47 Existen dos interesantes tesis sobre la ilegalidad estructural de la deuda externa en el tercer mundo: primero “ la teoría de la bicicleta

financiera”, siendo uno de los sostenedores de esta tesis Alfredo Eric Calcagno, economista de la CEPAL. Y -complementaria a la anterior- “la teoría de la deuda odiosa”, que si hubiese sido aplicada ¡¡toda la deuda del tercer mundo hubiera desaparecido!! Al respecto ver; Memoria del Saqueo. Documental. Dirección de Fernando Solanas. 120’. 2003. Argentina.

48 SCHATAN, 1998:9.

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y los países tercermundistas, las disposiciones de los programas de ajuste estructural explicitan los siguientes requerimientos:

Disciplina fiscal (políticas monetarias y fiscales restrictivas) Reordenamiento de las prioridades del gasto público. Reforma Impositiva. Una tasa de cambio competitiva. Liberalización de las tasas de interés. Liberalización de los precios. Liberalización de la economía al comercio internacional y a los flujos de capital. Liberalización de la entrada de inversiones extranjeras directas. Impulso de las actividades privadas (Ej.: Sistema Financiero) Política de privatización y desregulación económica. Disminución de la injerencia estatal en la esfera económica. Énfasis en la promoción de un mercado altamente competitivo. Derechos de propiedad.

Ahora bien, las características generalizables -de ahí su importancia socio-histórica- de la adopción del neoliberalismo en economías tercermundistas, consisten principalmente en:

a) La reestructuración global de las economías y las sociedades bajo los imperativos del capitalismo corporativo transnacionalizado y la lógica de mercado.

b) El resguardo jurídico-constitucional de dicha restructuración.c) Trasformación radical de las estructuras económica-productivas, reorganizadas

finalmente como economías de “desarrollo hacia fuera” 49 -muchas veces en base a la exportación de commodities- y altamente tercerizadas. Además, se logra que el comportamiento de los agentes productivos sean regidos por las “fuerzas del mercado”.

d) Desarticulación, deconstrucción y disminución de las funciones del Estado Benefactor de Compromiso, rearticulando su rol como promotor y salvaguarda de la “libre competencia”. Con ello, se anula el paradigma keynesiano y la influencia del liberalismo radical.

e) Desestatización y privatización en todos los sectores económicos-productivos, incluso de bienes y servicios básicos (educación, salud, vivienda y seguridad social, entre otros)

f) Énfasis de la estabilidad macroeconómica en desmedro de las relaciones y consecuencias negativas en la microeconomía.

g) Establecimiento de un monetarismo de economía abierta y el anclaje al sistema monetario internacional, que en la práctica conllevan una interdependencia a los mercados internacionales y a las cíclicas crisis del capitalismo financiero (Crisis Asiática 1997, Crisis Subprime 2007).

h) Cambios en la estructura tributaria y distributiva lo que ha acelerado el proceso de concentración de la riqueza, principalmente en manos del sector económico-productivo y financiero más externalizado, y de los grandes grupos económicos nacionales.

49 La que a su vez terminó en varios países con el modelo de economía de desarrollo “hacia dentro” y la industrialización por sustitución de importaciones (ISI).

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i) En las relaciones capital-trabajo, el primero se erige en el factor excluyente en la generación de recursos y el trabajo se organiza alrededor de la flexibilidad del salario conforme a sus pautas. (VALENCIA, 2002)

En conclusión, el neoliberalismo sólo es asimilable a la matriz liberal si se la considera como una doctrina monetaria moderna, de economía abierta y tercermundista, es decir, como una doctrina que “liberalice” y asimile lo económico-productivo de un país determinado, a la lógica del mercado y a las fuerzas de la mundialización capitalista. No obstante, no quepa duda que el neoliberalismo como doctrina económica terminó en un fracaso rotundo,50 de ahí su moderación y pragmatismo posterior.51 Por lo tanto, coincido con Borón (1997) cuando sostiene que el neoliberalismo ha sido más ideológico y cultural que económico. En ese sentido, el neoliberalismo se transformó en una ideología basada en el culto del mercado y la subordinación de todos los factores económicos a sus demandas, incluidas las del gobierno y su estructura de protección social.

Ahora bien, pregunto: ¿El neoliberalismo económico, al influir en el ámbito ideológico y cultural, sigue siendo tributario de la filosofía liberal? En otras palabras ¿La lógica de mercado al alienar otras dimensiones de la realidad social se comporta como liberal? O mejor aún ¿En qué momento el neoliberalismo deja de ser liberal para convertirse una trampa retórica… en el gran mito contemporáneo?

La explicación a estas preguntas y al por qué el neoliberalismo no debe considerarse como una ideología liberal sino postliberal, parte de un fundamento del cual tengo total convicción. Cuando hacemos la trayectoria histórica del liberalismo nos percatamos rápidamente que éste nace en un plano filosófico, y que en su decantación y praxis, transita a un plano ideológico y finalmente a uno doctrinario. De esta forma tenemos filosofía liberal en el s. XVI, ideología liberal durante los siglos XVII-XVIII-XIX y XX y, finalmente, desde el último cuarto de siglo XX, doctrina liberal (neoliberal). Por cierto, este “transito de plano”, entre otros, responde a las luchas político-económicas propias del campo socio-histórico, a los intereses creados, al afán de hegemonía y dominio y a la exclusividad de privilegios. Es decir, la filosofía liberal trasmutó en doctrina liberal al sumergirse en el materialismo histórico.

Ahora bien, la doctrina neoliberal en situación de predominio y hegemonía casi planetaria, por inercia tiende a elevarse sobre los otros ámbitos de la realidad social, y de esta forma hacer concreta la pretensión histórica del economicismo (reduccionismo económico de la realidad social), aquella misma pretensión impulsada por los fisiócratas franceses y los economistas clásicos. No obstante, en este proceso inverso -desde la doctrina a la filosofía- ontológica y epistemológicamente ya no es más liberal, no existe retorno a su matriz original, ni siquiera en forma tangencial. Y esto es así porque a) no existe proceso que amplíe la dimensión economicista sin conservar la lógica de mercado; b) la lógica de mercado no es la lógica de lo humano, por tanto se mantiene como doctrina y

50 En este fracaso se evidencian algunas contradicciones doctrinarias que en definitiva terminó por revelar sus verdaderas intenciones para los países del tercer mundo. Por ejemplo, el control inflacionario y el déficit fiscal –excusas reiteradas para la implementación de programas de ajuste- comienzan a ser sacrificados en pos de la mantención de la nueva estructura económica. También, como constata Ffrench-Davis (2003) op. cit., el marco macroeconómico resultante pronto tendió a privilegiar en la práctica las fuerzas especulativas en desmedro de la formación de capital y del desarrollo productivo.

51 Pues, “(…) no existe ni un sólo caso en la historia económica internacional que demuestre que el desarrollo haya sido alcanzado mediante la “perversa combinación” de auge exportador y mercados internos deprimidos, desempleo de masas y bajos salarios. Esta fórmula es una ruta segura para la perpetuación del atraso y el subdesarrollo”. BORON et ál., 1999:227.

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no llega nunca a constituirse como filosofía y; c) la supeditación de la realidad social a la lógica de mercado no liberaliza absolutamente nada, sino que contrariamente, dogmatiza aquello que por naturaleza es libre y autónomo. Finalmente, la doctrina traba su retorno y se conforma con devenir en dogmatismo ideológico, “mientras el liberalismo cura sus demasías en la travesía del desierto, para volver algún día a retomar fuerzas en su inspiración originaria”.52

Por supuesto, la tendencia sociológica y antropológica que sí está ocurriendo es aquello que Marcuse en los 60’ consideraba como la constitución de una sociedad unidimensional53 y que actualmente Ramonet advierte en términos de pensamiento único. He aquí los fundamentos de una ideología, que en tiempos del capitalismo avanzado y sus sociedades postmodernas, se ramifica finalmente como un no-liberalismo, como un postliberalismo.

52 RUBIO, 1999:6.53 “La denominada por Marcuse sociedad unidimensional se caracteriza por presentar como realmente racional lo que es a todas luces

globalmente irracional. Así, paradójicamente, la pomposa racionalidad parcelaria de la eficacia y el crecimiento se revela irracional desde una perspectiva más amplia. Para ello se ha construido un lenguaje racionalizador del status quo que identifica lo real con lo racional y encubre las contradicciones y conflictos que se presentan en la realidad. La potente caja de resonancia de los Mass-media se encarga de divulgar este lenguaje, estableciendo la mediación entre el poder y sus actuales súbditos […] de esta manera se aparta de la imaginación la posibilidad de cualquier cambio social significativo”. NAREDO, José M. Sobre el pensamiento único. En SÁNCHEZ, 1998:34

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IV. POSTLIBERALISMO.

La primera vez que me topé con el término postliberal, fue en un ensayo de José Rubio Carracedo que lleva una pregunta por título: ¿Puede el neoliberalismo morir de éxito? Para Rubio, el término postliberalismo -y no el de neoliberalismo- precisa mejor la versión degenerativa del liberalismo clásico, a consecuencia de los planteamientos tanto del liberalismo conservador (Hayek, Popper, Friedman) como del radical (Nozick). Este doctor en filosofía incluso nos habla de un modelo postliberal, el cual -a lo menos- tiene las siguientes características: a) economía de mercado, altamente especulativa y con mecanismos de autocontrol debilitados e insuficientes; b) meritocracia rabiosa y sin contemplaciones; c) pensamiento único; d) intervencionismo gubernamental instrumental; e) globalización económica, informacional, política y cultural y; f) modelo educativo competitivo y especialista orientado al éxito social.

Sin embargo, Rubio sigue considerando estas tendencias como parte de un “liberalismo desaforado”, como un postliberalismo que aún se encuentra enraizado en la matriz liberal primaria. Desde el punto de vista de este ensayo sin embargo, la condición postliberal ya no es más parte de la matriz liberal, y de esta forma muere de éxito el neoliberalismo.54 Esto es así porque el postliberalismo, como consecuencia cultural de la doctrina económica neoliberal reificada, tiene dos características que van en contra de cualquier noción liberal, a saber: es totalitario en tanto que “impone” un modelo único y, es dogmático en tanto que impone verdades incuestionables. Para Mary L. Valencia (2002) este dogmatismo se fundamenta a su vez en principios oscuros y contradictorios, “de ahí que sea urgente superar las actuales limitaciones del análisis”.55

Para esclarecer un poco las “oscuridades y contradicciones” del dogma neoliberal y entenderlo como un postliberalismo es que hecho mano a la sociología de la alienación en general, y a la metodología de los imaginarios sociales en particular. La primera, por establecer un marco de análisis que permite advertir los rasgos no liberales en las pautas culturales instituidas a partir de la lógica de mercado; mientras que la segunda, por detectar aquellos dispositivos intersubjetivos que conducen hacia un estado heterónomo de la sociedad, hacia un estado de alienación colectiva espontánea, natural y voluntaria en torno a la lógica del mercado.

Precisamente en un trabajo anterior iniciaba la interesante tarea de vinculación, entre la implementación de la doctrina neoliberal (neoliberalismo primitivo) y los imaginarios sociales instituidos a raíz de aquel experimento, esto en Chile de 1975 a 1983. Argumentaba que el neoliberalismo había sido diseñado para que “trascienda el plano económico y logre imprimir sus principios en todas las esferas de la realidad social, logre en definitiva, asentarse en la psiquis misma de la subjetividad individual y colectiva por medio de complejos de significación, o mejor dicho, por medio de imaginarios sociales”. 56

“Trascender lo económico” y hacer que la libertad económica, la igualdad de oportunidades frente al mercado, la justicia social de mercado y el capitalismo 54 “Y hay que tener en cuenta que el comunismo fue al socialismo lo que neoliberalismo es al liberalismo clásico. Y que el mismo

desprestigio (aunque sea una injusticia histórica) que la caída del comunismo trajo para el socialismo puede traer la muerte del neoliberalismo para el liberalismo auténtico”· RUBIO, 1999:6.

55 VALENCIA, 2002:6. Recojo el guante, y en esto mi empeño por dilucidar el fenómeno neoliberal y presentarlo como postliberalismo. Además, porque son estas limitaciones las que llevan a muchos autores, entre ellos la misma Mary L. Valencia, a plantear el neoliberalismo en términos filosóficos e, incluso, antropológicos.

56 RIVERA, David, La implementación neoliberal. Los términos ideológicos-imaginarios. Agosto, 2009:2.

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democrático,57 tengan la exclusividad de sentido sobre lo que entendemos por libertad, igualdad, justicia y democracia respectivamente, es lo que le concede un carácter totalitario a la doctrina neoliberal. “Trascender el plano económico” y proponer que la racionalidad de la ciencia económica moderna entregue directrices incuestionables y verdades supremas para la organización social, constituye la pretensión dogmática de la doctrina neoliberal (y del economicismo en general).

En consecuencia, este carácter totalitario y esta pretensión dogmática se infunden en todo un magma de significaciones que generan sentido común en torno al gran imaginario radical del siglo XX-XXI: El Mercado, libre y competitivo. Además, forman parte imprescindible de aquella “manufacturación de consenso” en torno a “la creación de un sentido común neoliberal, de una nueva sensibilidad y de una nueva mentalidad que ha penetrado muy profundamente en el suelo de las creencias populares”.58

Pero, para que “trascienda el plano económico” la doctrina neoliberal precisa retornar en ideología. No obstante, en su discurso, el neoliberalismo tiene la gracia de presentarse como una no-ideología. ¿A que se debe esta particularidad? En este punto sostengo tres hipótesis complementarias:

1. Este ropaje a-ideológico se debe fundamentalmente a la necesidad de terminar con sociedades politizadas y/o ideologizadas, especialmente en aquellos experimentos neoliberales de dictadura. Acabando de esta forma con la posibilidad de una democracia directa y una ciudadanía más activa, trasfiriendo así toda esa potencialidad a las prerrogativas de la tecnocracia, de lo que se infiere una concepción tecnocrática del poder.

2. La piedra angular del discurso a-ideológico lo constituye su racionalidad científico-económica, mediante el cual el “mercado”, instancia objetiva, neutral e impersonal, se desliga de toda influencia ideológica. En consecuencia, las directrices sociales partirían de un conjunto objetivo de reglas y no de un sistema subjetivo de ideas.

3. Por último, sostengo que lo no-ideológico viene a ser “el parche antes de la herida”, una resignación anticipada a su pretensión como ideología orgánica y consecuente. Con esto me refiero a que si una ideología -en su acepción positiva- constituye los fundamentos y principios de cierta estructura social-político-económico, lo lógico sería que sus postulados se corroborasen con su práctica y su programa de acción. Sin embargo, el discurso idealizado de “libre mercado”, de “libertad económica”, de “igualdad de oportunidades”, de “la libre competencia”, etc., no tiene mayor correlación con la realidad, y aquí comienzan a aparecer las contradicciones y oscuridades del dogma, las que intuía Valencia (2002). Así, la reificación de un mercado que nunca fue libre no puede aspirar a una sociedad libre, y mucho menos a una autónoma.59

57 Se habla de capitalismo democrático -y no democracia capitalista- pues “la expresión captura la verdadera esencia de esos regímenes al señalar que sus instituciones y prácticas democráticas son variantes políticas que no alcanzan para neutralizar los rasgos estructurales, esencialmente antidemocráticos de la sociedad capitalista”. BORON, 1997:2

58 BORON, 1997:7.59 Nunca fue libre pues, la liberalización de las economías y su posterior anclaje a la mundialización capitalista no ha alterado en nada

las estructuras de dominio; las potencias capitalistas desarrolladas siguen pautando a piacere las vinculaciones económicas con los países subdesarrollados y en vías de desarrollo; las estructuras monopólicas corporativas y sus redes capitalistas hacen del neoliberalismo un eufemismo geopolítico estratégico. Nunca ha sido libre pues la especulación y la alteración en los mercados internacionales está a la orden del día, haciendo de los fallos de mercado una característica estructural y no una excepción. Nunca será libre debido al primer axioma neoliberal: “…la concentración del poder económico deviene en la del poder político, y que nadie legisla en contra de sus propios intereses”. CUELLO, Raúl, El neoliberalismo, una ideología contraria al equilibrio social. En BORON et ál., 1999:138. Incluso la misma competencia nunca ha sido una propiedad del neoliberalismo, más bien constituye un mito,

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En conclusión, si el neoliberalismo se fundamenta en principios contradictorios, oscuros e inconsecuentes; si su pretensión idílica de una sociedad libre a partir de un mercado libre es solamente retórica y no realidad; y si su constitución liberal queda truncada por las consecuencias totalitarias y dogmáticas de la doctrina económica, entonces estamos totalmente autorizados en tomarla más como estrategia que como ideología. Ahora bien, como estrategia que crea sentido y consenso en torno a la lógica de mercado, no quepa duda que sus consecuencias han cimentado una condición postliberal en la sociedad.

una “creencia de tipo religiosa”, una felonía dañina tanto para la democracia como para la ciencia seria, al respecto: Sapir, J. (2006) “La competencia no es una ley sino un mito”. En Le Monde diplomatique, Nº 66, pp. 30-31.

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La condición postliberal que trato de dilucidar se genera a consecuencia de la expansión del capitalismo sobre sí mismo, y esta expansión se debe principalmente a la estrategia económica adoptada -con sus diferentes matices- a nivel global: la doctrina neoliberal. En otras palabras, lo que la doctrina neoliberal ha hecho, a través de la liberalización de las economías y su rearticulación en el sistema monetario internacional,60 es acelerar y concluir con el proceso de expansión del capitalismo, ese capitalismo que -como bien analizaba Rosa Luxemburgo- necesita permanentemente de otros sistemas económicos como medio y como terreno donde prosperar.

Pero, terminar con su expansión no significa la finitud del sistema mismo (aunque aún el punto de crisis del sistema sigue siendo geográfico y demográfico), al contrario, lo que el capitalismo ha perdido en expansividad lo ha ganado en intensividad, empujando el sistema hacia su etapa tardía, o lo que Karl Kautsky anticipaba como ultracapitalismo.61 En este pasaje es que surgen mecanismos de articulación entre el sistema capitalista y las subjetividades, las que finalmente imprimen la lógica de mercado como “sentido común”, en las pautas socioculturales, en el micromundo de cada individuo, y de esta forma, concretando la dependencia estructural entre individuo y sistema. 62

En efecto, en el capitalismo tardío, la modernidad, la sociedad disciplinaria y el pensamiento dialéctico devienen en postmodernidad, sociedad de control y pensamiento único respectivamente. Estos son lo tres fundamentos interrelacionados de una ideología que soterradamente -o bajo el artificio de “neoliberal”- supedita todas las libertades, individuales y colectivas, a los dictámenes del mercado. Y por supuesto, este estado de la sociedad ni siquiera es un “liberalismo desaforado”, simplemente no responde al liberalismo.

Alguien puede contra argumentar y decir que es precisamente la estrategia neoliberal que ha permitido la apertura de las economías, la fluidez de las intercambios comerciales, la globalización de bienes, servicios e información, el intercambio intelectual, inmaterial y cultural y, por lo mismo, ha abierto toda una gama de nuevas posibilidades y libertades, especialmente dentro de la subculturas citadinas. Sin embargo, estas nuevas libertades y posibilidades están de una u otra forma supeditadas a la cosmovisión del pensamiento único, a las exigencias del mercado y a las pautas culturales de la corriente postmoderna, que en definitiva no crean otra cosa más que pensamiento débil y acrítico,

60 Los espejismos de las estructuras económico-monetarias actuales han volcado el énfasis en la economía virtual (financiera) por sobre la economía real (productiva), las cifras son más que llamativas, al respecto Aldo Ferrer sentencia: “(...) el 95% de las operaciones en los mercados cambiarios del mundo corresponden a movimientos financieros, y sólo el 5% a cancelación de transacciones reales de comercio de bienes y servicios e inversiones privadas directas”. FERRER, Aldo, La globalización, la crisis financiera y América Latina. En BORON et ál., 1999:89. Por otro lado, interesante e intrigador resulta la búsqueda del soporte principal tanto de la economía real como virtual, y esto desde el mismo mercantilismo hasta la actual economía de casino. Y es que ¿qué consenso, ha llevado a instalar en la raíz de la estructura económico-financiero-monetario, un patrón oro, un dólar-oro, un dólar o un patrón fiduciario respectivamente, como soporte o base del mismo sistema? ¿Qué consenso intersubjetivo le ha entregado un valor más allá que el utilitario o intrínseco a estos patrones? Quizá todo el sistema, en definitivas cuentas, se sustenta en una sobreestimación y mitificación de algo que no es, pero que sin embargo sirve para mantener las estructuras de dominio, control y hegemonía económica.

61 “…los magnates del capitalismo podrán unirse en un único monopolio mundial y sustituir la competencia y la lucha entre capitales financieros de base nacional por un capitalismo financiero internacional unificado”. KAUTSKY, Karl, “Zwei Schiften zu Umlernen”, en Die Neue Zeit, 30/04/1915, p.114. Tomado de HARDT y NEGRI, 2002:217.

62 “…enajenación cultural, debido al control y a la manipulación, por las organizaciones metropolitanas, de los medios de comunicación de masas, la traducción y producción de revistas, libros, programas de televisión, etc. (…) las condiciones sociales y culturales de la dependencia provocan el compromiso de la propia personalidad de personas y grupos de personas [hacia el sistema]. La situación de dependencia estructural ciertamente crea ambigüedades e incongruencias, generando cierto tipo de inautenticidades y duplicidades. Los valores culturales y los patrones de comportamiento social se duplican y se hacen contradictorios. Y también ocurre un cierto tipo de divorcio entre el pensamiento y la acción. Así, los antagonismos políticos y económico (esto es, los antagonismos entre las clases sociales) se convierten en contradicciones culturales (axiológicas)”. IANNI, Octavio (1970), Imperialismo y cultura de la violencia en América Latina. Ed. Siglo XXI. México D.F. Pp. 9-26.

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vaciamiento de sentido, hedonismo, y condición heterónoma en la sociedad, todo lo cual constituye un fatal flagelo para la propia libertad del individuo y para la sociedad en general.

Para esclarecer más este enfoque precisemos conceptualmente lo que se entiende por Pensamiento Único, Sociedad de Control y Postmodernismo.

El concepto de Pensamiento Único tiene dos acepciones, una en el nivel macro y otra en el nivel micro por decirlo así.

En su acepción macro se refiere a la aceptación generalizada de los Estados-naciones por entrar y anclarse a las fuerzas de la mundialización capitalista; por la liberalización de sus economías y la asimilación de las estructuras monetarias; por la supeditación de sus agentes económicos a la lógica del mercado y al capital financiero; por la aceptación a incluirse -aunque sea de forma desventajosa y servil- en la reconfiguración hegemónica global del sistema capitalista, conducido en definitiva por instituciones internacionales económicas y monetarias (BM, FMI, FEM, OCDE, GATT, Comisión Europea, Banco de Francia, etc.).63 Por tanto, este pensamiento único subyace en la doctrina económica neoliberal, como la vía exclusiva hacia el progreso y desarrollo, donde finalmente los Estados reinan pero los mercados gobiernan.

Si Truman en 1947 -aludiendo al proceso de descolonización- diversificaba enormemente los posibles “modos de vida” al declarar que: “en el momento actual de la historia mundial, casi todas las naciones del mundo deben escoger entre dos modos de vida alternativos”,64 luego del colapso soviético ni siquiera esa binaria elección parece posible. En efecto, cuatro décadas después Margaret Thatcher, adelantada discípula de Hayek, sentenciaría dogmáticamente: «There Is No Alternative» (TINA). En última instancia, el encargado de poner el broche de oro al axioma será el ex presidente de Brasil, Fernando Cardoso, quien concluyó: “…fuera de la globalización [mundialización capitalista] no hay salvación; dentro de la globalización no hay alternativas”.65

“No hay alternativa” constituye entonces la máxima del pensamiento único, el eslogan mediático que invita a consentir, como exclusividad paradigmática la mundialización capitalista, para lo cual además, la estrategia económica neoliberal resulta ser la vía más rápida, eficaz e idónea de realización.

El primero en acuñar y conceptualizar sobre el pensamiento único fue Ignacio Ramonet, quien ante la pregunta ¿Qué es el pensamiento único? sentenció: “La traducción en términos ideológicos con pretensión universal de los intereses de un conjunto de fuerzas económicas, en particular las del capital internacional. Ha sido, por así decirlo, formulada y definida desde 1944, con ocasión de los acuerdos de Bretton Woods. Sus fuentes principales son las grandes instituciones económicas y que mediante su financiación vinculan al servicio de sus ideas, a través de todo el planeta, numerosos centros de investigación, universidades, fundaciones (...) las cuáles perfilan y expanden la buena nueva en sus ámbitos”. Más aún, si hacemos un acercamiento más minucioso, al micromundo de cada individuo, veremos que este pensamiento único se disemina estratégicamente en las subjetividades, articulando lo macro con lo micro. En este sentido prosigue Ramonet: “Un poco por todas partes, las facultades de ciencias económicas, 63 Al respecto ver Ramonet, I. ¿Qué es el pensamiento único? En SÁNCHEZ, 1998:15-17.64 Discurso del presidente Truman ante el Congreso de los EE.UU. Washington, 12 de marzo de 1947.65 Tomado de BORON et ál., 1999:220.

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periodistas, ensayistas, personalidades de la política... retoman las principales consignas de éstas nuevas tablas de la ley y, a través de su reflejo en los grandes medios de comunicación de masas, las repiten hasta la saciedad. Sabiendo con certeza que, en nuestras sociedades mediáticas, repetición equivale a demostración”.66

Estas “buenas nuevas” que se diseminan en el imaginario y estructuras sociales replantean la naturalidad del individuo y de la colectividad. En esto lo económico toma preeminencia por sobre lo político, y las riendas todas de la organización social se rigen al imperativo económico, a los dictámenes del mercado, al economicismo de la realidad social.67 Finalmente, no podía ser de otra forma, “Atrapados. En las democracias actuales, cada vez son mas los ciudadanos que se sienten atrapados, empapados en una especie de doctrina viscosa que, insensiblemente, devuelve cualquier razonamiento rebelde, lo inhibe, lo perturba, lo paraliza y acaba por ahogarlo. Esta doctrina, es el pensamiento único, el único autorizado por una invisible y omnipresente policía de la opinión”.68

Y es que en su acepción micro el pensamiento único es una “doctrina viscosa”, pero que opera de forma tal que pasa desapercibida. El fundamento en este plano reside en el término de la conciencia dialéctica hegeliana, en particular de la contradicción dialéctica o, si se quiere, del pensamiento binario antagónico. En este sentido, la “neoliberalización” de las sociedades, ha llevado no sólo a una exaltación del mercado, sino también a una exaltación de las variedades y pluralidades, y éstas a su vez, a una supresión de las contradicciones y antagonismos. Ahora bien, lo paradójico es que aquella supresión de la contradicción ha conducido a la sociedad hacia un solo tipo posible de antagonismo y de contradicción, hacia una sola pero radical dialéctica en el campo socio-histórico: entre las libertades y la lógica del mercado. Así también lo expresan Holloway et ál. (2007) al escribir: “Dejar de lado la conciencia dialéctica de (no la creación dialéctica de) la contradicción es olvidar que estamos en una prisión, que estamos viviendo dentro de una forma de organización social que diariamente reduce nuestra infinita creatividad al monótono proceso de producir ganancia”.69

Por lo mismo, que el pensamiento dialéctico sea superado (a propósito de la mala fama adquirida por el materialismo dialéctico de la URSS) no implica necesariamente la construcción de un pensamiento rizomático libre y autónomo (diferencia, hibridación, movilidad) como lo plantean algunos autores (Deleuze y Guattari, 2000). En la condición postliberal toda la libertad potencial de nuevas mentalidades rizomáticas, están en última instancia supeditadas a las estructuras psíquicas que construye la lógica de mercado, la Market mentality. Así las cosas, el pensamiento único representa abiertamente el fin de las contradicciones y de las síntesis de cierre, pero a su vez, encubiertamente, es la gran síntesis de nuestro tiempo histórico, la única dialéctica permitida, entre el humano y el capital. Entonces, persuadidos perseguimos el anzuelo, “nuestro hacer empuja hacia la diferencia, anhela un mundo libre de contradicción, pero por el momento está atrapado dentro de la contradicción, dentro de un mundo de coerción impuesta por el dinero”.70

66 Ramonet, I. (1995), La pensée unique. En Le Monde Diplomatique, enero. (Edición francesa).67 “La mutación que sufrió el individuo común en su autorepresentación desde homo politicus hacia homo economicus, finalmente

permitió el tan anhelado divide et impera de las clases dominantes”. RIVERA, David, La implementación neoliberal. Los términos ideológicos-imaginarios. Agosto, 2009:7.

68 Ramonet, I. (1995), La pensée unique. En Le Monde Diplomatique, enero. (Edición francesa).69 HOLLOWAY, John et ál., [Com.] (2007), Negatividad y Revolución. Theodor W. Adorno y la política. Coedición Universidad

Autónoma de Puebla, México y Ediciones Herramienta, Buenos Aires. Introducción de los compiladores.70 Ibídem.

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En definitiva, la consecuencia más profunda y más crucial del fin de la conciencia dialéctica, es la supresión de las demandas ontológicas, que ha contribuido por un lado a despojar a los individuos del control de producción material y subjetiva, y por otro, a aceitar los mecanismos de alienación, de aceptación consentida y concertada en torno a la lógica de mercado. Se deriva así en el pensamiento único, donde la “soberanía del consumidor” se reduce casi exclusivamente a seleccionar lo ya producido, lo ya establecido, lo ya pensado. Status quo ad infinitum, perenne y sin oposición es heteronomía pura, total.

El fin del pensamiento dialéctico es el fin entre lo interior y lo exterior, entre lo público y lo privado; es el fin entre explotador y explotado, entre capital y trabajador; es el fin de las contradicciones y de las crisis, de la tesis y antítesis; es el fin de las ideologías y de la historia. Del otro lado, el pensamiento único es el comienzo de un tiempo-espacio uniforme y una cultura homogenizada71, donde “(…) no existe exterior al mercado mundial: todo el planeta es su dominio”.72

Por cierto, el pensamiento único puede operar eficazmente y pasar desapercibido gracias o toda una industria mediática que a través de la técnica de mostrar ocultando genera lo que Pierre Bourdieu denominó “la censura invisible”.73 Censura y persuasión, seducción y anonadamiento se traducen en amnesia colectiva y vaciamiento de la memoria histórica, en indiferencia y apatía, en pensamiento acrítico y hedonismo, y en aquello que los situacionistas franceses advertían como la sociedad del espectáculo. Al respecto, un cuentista y escritor chileno escribe: “Las exitosas cifras macroeconómicas se desdibujan frente a la pobreza más feroz. La imagen publicitaria de los medios de comunicación confunden incluso a los que sólo reciben los despojos del sistema. Se nos dice que terminó el tiempo de las ideologías, de la pugna entre distintas opciones políticas, pero la verdad es que detrás de esa negación se pretende imponer una ideología única que no tiene otro norte que establecer un modelo de vida chata, conformista, acrítico, que inmovilice a la gente”.74

El segundo fundamento de la condición postliberal es la Sociedad de Control, que en tiempos del capitalismo tardío ha terminado con la sociedad disciplinaria. Esta última fue el gran paradigma dominante del mundo moderno, y permitió a través del pensamiento racional e ilustrado estructurar y normar las pautas culturales, los parámetros y límites del pensamiento y la practica. Además, aquel paradigma articulaba las estructuras de ajuste entre sociedad e individuo: en la escuela, en la fabrica, en el hogar, en la universidad, en el hospital, en la cárcel, en el regimiento, etc., etc. Cada cual tenía su función y su identidad en un contexto dado, y a raíz de ello también se posibilitaba la clasificación y la diferenciación antagónica, entre el rol específico del individuo y la presión del capital sobre aquel rol; entre la estructuración clasista, racial, cultural, socioeconómica y sus diversas contraposiciones internas correspondientes. Pero en la sociedad de control, las diversidades indentitarias, se reconstruyen, se confunden y

71 “(…) esta creciente homogenización cultural ha sido un instrumento poderosísimo para la creación de un “sentido común neoliberal” que exalta las oportunidades que ofrece el mercado, lo que tal vez constituye el triunfo más notable de la reestructuración regresiva del capitalismo actualmente en curso”. BORON et ál., 1999:225.

72 HARDT y NEGRI, 2002:181.73 “Estos medios, concentrados cada vez en menos manos, se encargan de canalizar el pensamiento y las actitudes de la gente dentro de

los límites aceptables para las clases dominantes, desviando cualquier reto en potencia contra ellas y las autoridades establecidas antes de que éstos puedan tomar forma y adquirir fuerza”. HARNECKER, 2000:3.

74 Díaz E., R. (2002), “De sueños y esperanzas”. En Le Monde diplomatique, Nº 25, p. 31.

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mezclan, se produce una hibridación que lleva en última instancia a la homogenización cultural, política y económica. Este es el principal punto de apoyo de la sociedad de control: la sociedad diversificada en apariencia pero homogenizada en esencia.75

Cabe decir que la propia sociedad disciplinaria fue el soporte para la acumulación y la expansión del sistema capitalista, cuya expresión más acabada es el modelo de producción Taylor-fordista. Sin embargo, en la etapa tardía, cuando el sistema se expande sobre sí mismo y desarrolla nuevas tecnologías, sistemas y redes de comunicación, de informatización y de información, este paradigma moderno entra en crisis. En efecto, las arcaicas estructuras disciplinarias colapsan: ni son funcionales al sistema capitalista ni se adecuan a la nueva producción de subjetividad. Y esto es así porque en el capitalismo tardío la ganancia de plusvalía no tiene límites disciplinarios, no tiene confines espaciales ni temporales, es ganancia y acumulación permanente; y es, por sobre todo, ganancia que se basa en las mismas acciones determinadas por las pautas culturales que el sistema produce y reproduce. De ahí que la sociedad de control sea un sistema cerrado y circular, cercada por el capital y la lógica de mercado, que se justifica sobre sí misma y que no tiene mayor legitimación externa.

Por su parte -y en un sentido más concreto-, en la sociedad de control la tercerización e informatización de la economía, de la producción y de la vida colaboran con un insuperable tejido de control, ejerciendo -como diría Joseph Nye- un soft power que hace democrático hasta los mecanismos más potentes de dominación.76

Es en esta sociedad de control que la libertad, la autonomía, la privacidad y la intimidad se trastocan, se rearticulan y supeditan a las nuevas necesidades del sistema, constituyendo una realidad social fundada en pseudo-libertades. El individuo tiene todas las libertades y posibilidades de realización, de consumo y de acceso, esto, siempre y cuando sea dentro de los parámetros del mercado, del capital. En definitiva, la mayor parte de las veces, se termina sucumbiendo, aceptando esta demarcación de la realidad social y el individuo pasa a formar parte del sistema mismo, a operar a favor de él. Aquí se despliega libre y peligrosamente la producción biopolítica -y bioeconómica-, y se instituye la sociedad de control, donde sus mecanismos “se distribuyen completamente por los cerebros y los cuerpos de los ciudadanos, de modo tal que los sujetos mismos interiorizan cada vez más las conductas de integración y exclusión social adecuadas para este dominio [control]. El poder se ejerce ahora a través de maquinarias que organizan directamente los cerebros (en los sistemas de comunicación, las redes de información, etcétera) y los cuerpos (en los sistemas de asistencia social, las actividades controladas etcétera) con el propósito de llevarlos hacia un estado autónomo de alienación, de enajenación del sentido de la vida y del deseo de creatividad […] a diferencia de la disciplina, este control se extiende mucho más allá de los lugares estructurados de las instituciones sociales, a través de redes flexibles y fluctuantes”.77

En síntesis, la sociedad de control es cercada tanto externamente por las nuevas tecnologías de la comunicación e informatización, como internamente por el propio

75 Una peligrosa tendencia que amenaza con socavar toda la cadena lógica de represtación de los Estados-naciones, es decir, multitud-pueblo-nación-Estado. Concorde al tono de este ensayo, sostengo que la cadena de representación esta adormecida desde su eslabón más principal, la muchedumbre en la condición postliberal es mansedumbre, de ahí los graves problemas para salir del estado de heteronomía.

76 “Las tecnologías informáticas facilitan la acumulación de datos sobre la vida privada de los ciudadanos a costos muy bajos, posibilitando la actuación estatal (y empresarial) preventiva de la disidencia en ámbitos como el laboral, el acceso a funciones públicas, etcétera”. HARNECKER, 2000:2

77 HARDT y NEGRI, 2002:38.

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compromiso -voluntario o resignado- de los individuos. La medula de esta sociedad de control es la producción bio-político-económica que “regula la vida social desde su interior, siguiéndola, interpretándola, absorbiéndola y rearticulándola”,78 al compás de las necesidades del sistema. En esto genera una forma de alienación tan potente que no sólo persuade las subjetividades y las acciones culturales, sino que llega a permear los sentidos (gustos, olores, sonidos, imágenes, etc.) y a colonizar los deseos, y por que no, a establecerse definitivamente en el inconciente individual y colectivo. Y como es un sistema cerrado que depende de las exigencias culturales -creadas- sobre el capital, como decía Foucault, la vida misma llega a ser objeto de poder.

Por último, el tercer fundamento de la condición postliberal: el postmodernismo, concepto que en sentido amplio engloba tanto al pensamiento único como a la sociedad de control. Este postmodernismo ha representado para algunos un cambio tan radical, un quiebre tan paradigmático que toda forma de estructuración social anterior quedan desacreditadas, para otros en cambio, el postmodernismo no es más que una simple moda, pasajera y sin trascendencia.79 Sin embargo, y respecto a este ensayo, lo importante aquí es encontrar las causas y enlaces a la condición postliberal que sostengo.

En primer lugar -retomando una crucial advertencia que hacen Hardt y Negri, 2002-, es necesario aclarar que el postmodernismo sí constituye un abierto ataque hacia la estructuración político-social derivada del paradigma modernista (desde el Renacimiento a hasta mediados del siglo XX). No obstante, lo que los postmodernistas parecen no distinguir, es que esa oposición está orientada hacia un tipo particular de tradición dentro de la modernidad, es decir, hacia una “modernidad y a una Ilustración que exalta la universalidad de la razón sólo para sostener la supremacía blanca, masculina y europea”, la cual por lo demás “procura controlar las fuerzas utópicas […] mediante la construcción y la mediación de dualismos, y llega finalmente al concepto de soberanía moderna como una solución provisional”, siendo el postmodernismo en definitiva “un desafío a la dialéctica como lógica central de la dominación, la exclusión y la potestad modernas, tanto porque reduce la multiplicidad de la diferencia a oposiciones binarias como porque subsecuentemente engloba estas diferencias en un orden unitario. Si el poder moderno mismo es dialéctico, de esta lógica se sigue que el proyecto postmoderno debe ser no dialéctico”.80

Ahora bien, este ataque hacia la modernidad no es total sino parcial, y no es contra la concepción dialéctica, sino -como ya argumentamos- contra el pensamiento binario antagónico. Entonces resulta que lo que parece ser una corriente de pensamiento y acción liberadora no es más que la lógica a través de la cual opera el capitalismo tardío, y en esto, la liberación, lo rizomático y lo no-dialéctico se convierten en peligrosa red de contención, tanto de las fuerzas utópicas de la otra tradición modernista (la de la matriz liberal principal que explicitamos en la primera parte de este ensayo) como de la propia dialéctica de oposición hacia el sistema social capitalista.

Es cierto que el postmodernismo ataca las formas de dominación de la modernidad (soberanía moderna, ilustración, colonialismo, etc.), pero resulta que las condiciones de

78 HARDT y NEGRI, 2002:38.79 “[…] el movimiento postmoderno, que es una moda cultural pasajera, tiene interés sólo por cuanto es un espécimen vivo y actual del

relativismo, que en sí mismo es de alguna importancia y permanecerá entre nosotros durante un buen tiempo” . GELLNER, 1994:38-39.

80 HARDT y NEGRI, 2002:137-138.

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dominación en el capitalismo tardío no son precisamente las de la modernidad, en consecuencia, el postmodernismo en vez de ser una estrategia liberadora opera inversamente, fortaleciendo el sistema de dominación y configurando un modelo de resistencia social que trabaja en pos de su propia alienación, de su propia condición heterónoma.

Otra característica importante de este postmodernismo es el relativismo extremo, que ha llevado incluso a lo que Ernest Gellner (1994) llamó “histeria de la subjetividad”. Como el postmodernismo es una oposición a la Ilustración y a las verdades establecidas a partir de la razón objetiva, sospecha y desconfía de cualquier procedimiento de estructuración que se asemeje a la ciencia, tachándolo peyorativamente de positivismo (como herramienta de dominio imperialista). Pero esta crítica -que en principio no es nociva- es un arma de doble filo, y como ha sido tan enérgicamente difundida antes que desarrollada, ha terminado por crear una cosmovisión de la realidad social en torno a incertidumbres, no sólo en un ámbito cognitivo sino incluso en el valorativo, ético y moral, cuando no existencial.81 Así la situación, “la libertad reaparece en la forma de una oscuridad pluralista y lógicamente permisiva”.82

La radicalización de la relatividad antes que liberar, confunde y enreda, y de ahí la máxima de la condición postliberal: si no puedes convencerlos, confúndelos. Entonces sucede que cuando las pautas culturales se relativizan aparecen grandes dificultades para consensuar posturas, para unir fuerzas y para oponer resistencia a la lógica de mercado y los imperativos del capital. Al respecto sentencia Marta Harnecker: “Una sociedad dividida, en la que diferentes grupos minoritarios no logran constituirse en una mayoría cuestionadora del sistema vigente, es la mejor fórmula para que éste se reproduzca sin problemas […] Lo que se persigue es construir o fabricar grupos sociales aislados unos de otros. Y para lograrlo busca expresamente que estos grupos luchen solo por objetivos exclusivos y parciales, que no susciten adhesión de otros grupos, tratando de convencerlos de que no existen objetivos comunes. La prédica sobre la muerte de las ideologías y la desaparición de las utopías sociales es parte fundamental de esta estrategia”.83

Por otro lado, esta misma radicalización de la relatividad ha generado una profunda asimetría entre todos los sistemas de pensamiento, debilitando todos los marcos referenciales y reforzando los del pensamiento único.84 Cito a Gellner: “La igualdad hermenéutica de todos los sistemas de significados nos imposibilita formular, y no digamos responder, la cuestión de por qué el mundo es tan asimétrico, por que hay un afán tan desesperado por emular el éxito de un tipo de cognición [pensamiento científico racional], y por qué hay discrepancia entre campos en los cuales el éxito se ha conseguido y otros en los que está ausente. La verdadera y más grande objeción al relativismo no es que

81 En el plano del conocimiento es posible, sino necesario, vivir con la incertidumbre y conflicto cognitivos. Sobre todo porque cuenta con una base común simétrica que permite obtener nuevo conocimiento y resolver los conflictos y crisis: el racionalismo científico. Sin embargo, ¿es permisible esta incertidumbre en el plano moral, valorativo, ético? ¿Cuál es el marco de referencia o criterio para alcanzar una moral y ética universales?

82 GELLNER, 1994:46.83

HARNECKER, 2000:484

En el postmodernismo el estadio de análisis al que había llegado la Escuela de Francfort son sobrepasados, la teoría crítica de un Adorno o de un Marcuse y el subjetivismo histórico subyacente son reemplazados por un radical desprecio de lo objetivo en sí, por una hermenéutica igualitarista y vacua, y por un “calambre epistemológico” que deambula en un relativismus über alles (relativismo ante todo).

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proponga una solución falsa (aunque lo hace), sino que nos impide incluso ver y formular nuestro problema”.85

Finalmente, el postmodernismo también significa un cambio de paradigma cultural, es aquella etapa de la sociedad postindustrial (Daniel Bell), de la sociedad de consumo, de los Mass media, de la información y de las altas tecnologías; se establece como lógica cultural dominante que exalta la realidad multidimensional y que permite la coexistencia de una gran variedad de rasgos, muy diversos e incluso subordinados entre sí. La postmodernidad es básicamente una amalgama, pero ante todo es una lógica cultural subsumida en los dictámenes del capital y del mercado, al respecto Fredric Jameson dice: “[…] toda posición postmodernista en el ámbito de la cultura es, también y al mismo tiempo, necesariamente, una forma de postura implícita o explícitamente política sobre la naturaleza del capitalismo multinacional actual”.86 Por lo mismo, toda nueva potencialidad y expresión creativa, toda innovación en el plano cultural se enredan rápidamente en la “frenética urgencia económica” del capitalismo tardío. La innovación y la experimentación estética son integradas como un subproducto más de la producción de mercancías, entonces todo vestigio de creatividad, libertad y autonomía individual terminan por desaparecer.

El postmodernismo es la expresión máxima del fetichismo de la mercancía, de la superficialidad y vaciamiento de sentido trascendental, el postmodernismo es el ¡ahora y ya!, de la inmediatez y de lo desechable, y es, desgraciadamente, la matriz rectora de la falsa conciencia.87 En consecuencia, como sistema de goce, entretención y consumo que se autoreproduce infinitamente, es altamente seductor y alienante, invita a vivir todas las libertades y posibilidades nunca antes alcanzadas por la humanidad, por tanto no es raro ver sucumbir hasta las mentes más firmes y consecuentes, en un proceso que Chomsky advertía como “lavado de cerebro en libertad”.

Pero, recalco: fetichismo, consumismo, hedonismo, narcisismo, alienación, heteronomía, no están en la misma vereda de la libertad, de la autonomía, de la igualdad y la justicia social, ergo, condición postliberal. A todo esto, ¿Fue Rousseau quien dijo “el hombre ha nacido libre y, sin embargo, por todas partes se encuentra encadenado”?

85 GELLNER: 1994:82. ¿Por qué si el pensamiento científico racional y su método es tan influyente, eficaz y efectivo, no ha podido preveer las enormes contradicciones y desigualdades que su avance han provocado en las sociedades que adoptaron esta estrategia cognitiva; siendo además gran responsable de que casi la totalidad de las sociedades capitalistas occidentales abracen un postmodernismo fácil, sin sentido ni orientación?

86 JAMESON, 1995:14.87 Para Joseph Gabel (1970) esta falsa conciencia tiene los siguientes rasgos esenciales: falsas identificaciones, perspectiva a-histórica,

rechazo sistemático a las teorías dialécticas y, teorías de encubrimiento que justifican dicho rechazo. Para Castoriadis (1998) quien habla en términos de “asenso de la insignificancia” esto representa pensamiento débil, falsas vanguardias, conformismo, fatalismo, hedonismo, presentismo.

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DIAGRAMA DE LA CONDICIÓN POSTLIBERAL.

POSTMODERNISMO

CONDICIÓN POSTLIBERAL: Forma rizomática, que abre un sinfín de libertades y oportunidades, pero que sin embargo, esta circunscrita a la lógica, los límites y la naturaleza del sistema social capitalista.

Demarcación de la realidad social por el sistema capitalista tardío. Constituye un sistema circular cerrado de autoreproducción y autovalidación.

SISTEMA SOCIAL DEL CAPITALISMO TARDÍO

REALIDAD SOCIAL MULTIDIMENSIONAL

SOCIEDAD DE CONTROL

PENSAMIENTO ÚNICO

Pensamiento único fundado en una market mentality, en la pérdida de la conciencia dialéctica y en un status quo perenne, dando como resultado una dócil y homogénea cultura.

Lógica cultural dominante

Fórmula social diversificada en apariencia pero homogenizada en esencia. Se encuentra coercionada a través de un soft power presente en los sistemas y redes de comunicación. e informatización. Por otro lado, a través de la producción bio-político-económica genera doblegamiento de las voluntades, regulándolas según las necesidades del sistema

Cambio del paradigma cultural que exalta las diferencias y la multidimensionalidad propias del sistema social capitalista tardío. Constituye además una corriente de pensamiento que radicaliza la relatividad, configurando una peligrosa red de contención de las fuerzas utópicas y de la dialéctica de oposición. Instaura incertidumbres y promueve formas hedónicas, fetichistas y heterónomas en la sociedad.

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Puesta de esta forma el análisis es que llego a la reflexión de que lo que actualmente entendemos por sistema político-económico liberal no es tal, y lo que en un principio fue una filosofía e ideología de liberación, de creación, de autonomía, de pensamiento crítico, de igualdad y tolerancia, hoy ha mutado de forma tan considerable -sino irreversible- que me permito darle un fin. El responsable deliberado: la doctrina económica neoliberal; las consecuencias: condición sociocultural postliberal.

Por cierto, molesta que esta condición postliberal contribuya significativamente al vaciamiento de sentido y de perspectiva, a la renuncia de arquetipos que se funden en lo social, y en cambio, a la aceptación cegada de prototipos enacidos del aparato mediático, o cuando mucho hacia una ligera construcción arquetípica hedonista que termina por desplazar del campo socio-histórico lo estoico y lo asceta.88 Sobretodo porque es en este contexto que late la amenaza de olvido, de que existe un individualismo social y no solamente uno posesivo; de que el dinero se necesita pero no se desea, ni mucho menos se ama; de que existe una tolerancia pero no un relativismo histérico que impide cualquier concordancia entre los individuos; de que existe una diferencia entre distenderse en el goce y vivir sumido en él; de que se puede enfatizar la inmanencia del mundo, que nos exige cada vez más compromiso, pero no por ello abandonar todo horizonte o proyecto trascendental; de que se puede hace economía de nuestros recursos y de nuestra limitaciones pero no por ello demarcar nuestra humanidad en los dictámenes de la “ciencia económica”, del mercado y del capital; de que existe una conciencia social y una memoria histórica y no solamente egoísmo social y presentismo amnésico; de que hay libertades que nacen de las mismas fuerzas creativas de la humanidad y no solamente libertades superficiales establecidas y persuadidas por los mecanismo de marketing; de que se puede hacer progresar la cultura, lo social y lo humano y no solamente aletargarlas, involucionarlas, insignificarlas y ponerlas en decadencia; y de que la ignorancia es un punto de partida y no de llegada. En fin, late la amenaza de dejar en el olvido de que los sistemas y las formulas sociales son una creación de, por y para lo social, y que pueden ser deconstruidas y reconstruidas cuando lo social lo estime conveniente.

Como lo plantee en otro momento, cada vez es más fuerte la convicción de que nuevamente nos encaminamos hacia “[…] una época oscura para la esencia humana y sus sociedades, sólo que esta vez, pasa desapercibida por la magna sobreiluminación de imágenes, carteles, propagandas, tubos fluorescentes, etc.”.89 Hacia una etapa oscura que en vez de explotar la pobreza de la existencia se caracteriza por lo que Jean Baudrillard expresó como la “saturación de la existencia”. Los padres de la disutopía –Huxley, Zamiatin, Orwell- en su momento nos presentaron los riesgos de la sociedad totalizada, controlada, automatizada, pero hasta en aquellas ficciones se posibilitaban las demandas ontológicas, en cambio, en un presente en que ni siquiera existen aquellas demandas, más que nunca urge encontrar una base ontológica de antagonismo dentro y contra la condición postliberal.

No será primera vez que las fuerzas utópicas salgan del paso, al igual como lo hizo el liberalismo del renacimiento humanista, la “ruptura de la clausura” actualmente precisa de un nuevo renacimiento de lo social y de lo humano. Quizá sea necesario -como lo plantea Enrique Dussel-90 comenzar por contraponer una ética de liberación frente a la

88 Al respecto ver MOULIAN, Tomás (1999), El consumo me consume. Ed. LOM. Santiago.89 RIVERA, David, Modernidad/Postmodernidad, la contraposición de arquetipos. Noviembre-diciembre 2007.

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“ética de mercado” y las libertades de lo humano a las libertades que permite el capital. En esto, ¿Cuál sería la finalidad del liberalismo en la era postliberal?

“La diferencia, la hibridación y la movilidad no son liberadoras en sí mismas, pero tampoco lo son la verdad, la pureza y la estasis. La práctica revolucionaria real se refiere al plano de la producción. La

verdad no nos hará libre, pero tomar el control de la producción de la verdad, sí. La movilidad y la hibridación no son liberadoras, pero tomar el control de la producción de la movilidad y la estasis, las

purezas y las mezclas, sí lo es”.

Michel Hardt & Antonio Negri.

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90 DUSSEL, Enrique, La resistencia ética al neoliberalismo. Conferencia dictada en la Facultad de Ciencias Sociales, UNAM en el mes de junio de 1998.

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