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Lecturas y prácticas culturales de novohispanos ilustrados Libros y gacetas científicas en México (s. XVIII) Mauricio Sánchez Menchero y Rosa Angélica Morales Universidad Nacional Autónoma de México 1. Justificación y avances Durante 2007 propusimos en la UNAM el tema de investigación Lecturas y prácticas culturales de novohispanos ilustrados. Libros y gacetas científicas en México (s. XVIII), que finalmente fue aprobado dentro del Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica (PAPIIT) para el periodo 2008-2010. Dicho proyecto se enmarca dentro del ámbito de la historia cultural; específicamente de la cultura escrita. De ahí que se pretenda analizar cómo el libro o las gacetas de contenido científico posibilitaron –sin olvidar la censura– la circulación, la apropiación y la puesta en práctica de los contenidos impresos por parte de los novohispanos ilustrados. Es decir, se estudia de qué manera estos pensadores leyeron y consultaron, se apropiaron, recrearon y resignificaron el contenido de sus bibliotecas 1 y cómo, a partir de estas lecturas, criticaron, aplicaron y divulgaron sus estudios en diferentes campos del conocimiento, además de abordar temas relacionados con la vida cotidiana y el contexto local. Dentro de una historia de mediana duración, desde mediados del siglo XVIII y hasta el periodo independentista, se busca estudiar la producción, la difusión y el uso del libro y de la gaceta como objetos socioculturales en la Nueva España. De ahí que se pretenda analizar cómo ciertos pensadores novohispanos conocieron y reinterpretaron la filosofía, las ciencias y las técnicas que impulsó la Ilustración gracias a la circulación de libros científicos. Así hemos ubicado y clasificado, en primer término, los diferentes libros impresos leídos o consultados que coincidieron o no en las diferentes bibliotecas 2 , sea por 1 El término biblioteca podría aparecer como un anacronismo en el s. XVII si nos sujetásemos a la definición que daba Sebastián de Covarrubias en el Tesoro de la lengua castellana, publicado en Madrid durante 1611: “Librería, quando es pública, se llama por nombre particular biblioteca”. A decir de Fernando Bouza “el término ‘biblioteca’ era un cultismo cuyo empleo para colecciones de personas comunes se consideraba algo petulante”. Sin embargo, ya en 1631 el español Francisco de Aráoz propone un sistema clasificatorio en su libro que lleva por título Cómo organizar una biblioteca. 2 En este sentido, Roger Chartier menciona las nuevas perspectivas de los Annales en referencia a la historia de las mentalidades, producto éstas

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Lecturas y prácticas culturales de novohispanos ilustrados Libros y gacetas científicas en México (s. XVIII)

Mauricio Sánchez Menchero y Rosa Angélica Morales

Universidad Nacional Autónoma de México

1. Justificación y avances

Durante 2007 propusimos en la UNAM el tema de investigación Lecturas y

prácticas culturales de novohispanos ilustrados. Libros y gacetas científicas en México (s.

XVIII), que finalmente fue aprobado dentro del Programa de Apoyo a Proyectos de

Investigación e Innovación Tecnológica (PAPIIT) para el periodo 2008-2010. Dicho

proyecto se enmarca dentro del ámbito de la historia cultural; específicamente de la cultura

escrita. De ahí que se pretenda analizar cómo el libro o las gacetas de contenido científico

posibilitaron –sin olvidar la censura– la circulación, la apropiación y la puesta en práctica

de los contenidos impresos por parte de los novohispanos ilustrados. Es decir, se estudia de

qué manera estos pensadores leyeron y consultaron, se apropiaron, recrearon y

resignificaron el contenido de sus bibliotecas1 y cómo, a partir de estas lecturas, criticaron,

aplicaron y divulgaron sus estudios en diferentes campos del conocimiento, además de

abordar temas relacionados con la vida cotidiana y el contexto local.

Dentro de una historia de mediana duración, desde mediados del siglo XVIII y hasta

el periodo independentista, se busca estudiar la producción, la difusión y el uso del libro y

de la gaceta como objetos socioculturales en la Nueva España. De ahí que se pretenda

analizar cómo ciertos pensadores novohispanos conocieron y reinterpretaron la filosofía, las

ciencias y las técnicas que impulsó la Ilustración gracias a la circulación de libros

científicos. Así hemos ubicado y clasificado, en primer término, los diferentes libros

impresos leídos o consultados que coincidieron o no en las diferentes bibliotecas2, sea por

1 El término biblioteca podría aparecer como un ana cronismo en el s. XVII si nos sujetásemos a la definición que daba Sebasti án de Covarrubias en el Tesoro de la lengua castellana , publicado en Madrid durante 1611: “Librería, quando es pública, se llama por nombre p articular biblioteca”. A decir de Fernando Bouza “el término ‘biblioteca’ era un cultismo cuyo empleo para colecciones de personas comunes se cons ideraba algo petulante”. Sin embargo, ya en 1631 el español Fran cisco de Aráoz propone un sistema clasificatorio en su libro que lleva por título Cómo organizar una biblioteca. 2 En este sentido, Roger Chartier menciona las nuev as perspectivas de los Annales en referencia a la historia de las mentalidades, pr oducto éstas

2

autores y títulos o también por lugar y fecha de su edición. Después hemos comenzado a

compararlos con los textos escritos por los novohispanos y publicados en los libros y los

diarios difundidos en torno a la ciencia y a la tecnología. Todo esto con el fin de dar cuenta

de las diversas prácticas que permitieron su apropiación. Una asimilación que “en el

Antiguo Régimen se moldeaba al pasar de lo oral a lo escrito, de lo escrito a lo impreso, y

de lo impreso a lo oral, provocando otra vez conversaciones”3.

De esta forma, a lo largo del 2008 y en lo que va del presente año, se han

reconstruido las bibliografías contenidas en las bibliotecas privadas de médicos y

científicos entre otros personajes. Dicho material proviene de los inventarios de intestados

resguardados en el Archivo General de la Nación. Un fondo que puede ser criticado debido

a sus límites, principalmente, porque podía tratarse sólo de obras cuyo valor justificaba su

inclusión en inventarios. Además son documentos que no contemplaban los libros que

habían sido prestados por el autor y que no habían sido incluidos en el testamento.

Debe mencionarse que los registros de los títulos y de los volúmenes variaban de

acuerdo a la censura o a los intereses personales de los notarios o de los escribanos en

turno. En la mayor parte de los casos al agente notarial sólo le interesaba enlistar el material

como una mercancía más que se disponía a vender mediante almoneda pública. En última

instancia puede hablarse de cierta trivialización de las obras impresas: los inventarios por

defunción, imprecisos en la descripción de libros, pueden señalar cierta desvalorización de

éstos. Cada vez resultaba más común poseer obras impresas4.

de las criticas lanzadas desde la new cultural history : “privilegiar el uso individual más que las desigualdades estadístic as; tomar en cuenta, contra la supuesta eficacia de los modelos y de las normas culturales, las modalidades específicas de su apropiación; cons iderar las representaciones del mundo social como constitutiva s de las diferencias y de las luchas que caracterizan a las sociedades”. R oger Chartier, El presente del pasado. Escritura de la historia, hist oria de lo escrito , México, Universidad Iberoamericana, 2005, p. 21. 3 Robert Darnton, El coloquio de los lectores, México, Fondo de Cultura Económica, 2003, p. 112. 4 Jean-François Gelmont, “Reformas protestantes y le ctura”, en Guglielmo Cavallo y Roger Chartier [dirs.], Historia de la lectura , Madrid, Taurus, 2004, p. 377.

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Entre las bibliotecas privadas localizadas en la ciudad de México que conforman el

corpus primario del proyecto –debido a su importancia por el amplio número de títulos5–,

destacan las del virrey Antonio María de Bucareli (1717-1779) con 583 libros; las del

astrónomo Antonio León y Gama (1735-1802) con 449 títulos; las del médico José Ignacio

Bartolache (1739-1790) con 472 y del químico Luis Fernando Lindner (1763-1805) con

sólo 100 títulos.

Asimismo, la reconstrucción de bibliografías ha permitido generar un primer corpus

secundario consistente en siete bibliotecas privadas de algunos médicos y cirujanos

españoles o criollos, cuyos inventarios fueron levantados entre 1768 y 1806. El grupo de

galenos está conformado por Antonio Díaz Corbera, José Peredo, José Moctezuma, José

Ignacio Montañer, Anacleto Rodríguez, Antonio Serrano y Nicolás Torres.

Ahora bien, la investigación se circunscribe a dos momentos de análisis con

diferentes niveles de escala6. En primer lugar, se espera que al reconstruir el contenido de

dichas bibliotecas se tenga una serie suficiente de documentos para inferir y comparar el

tipo de libros y manuales que fueron leídos por estos científicos y profesionistas. Del

corpus primario construido interesan específicamente las obras científicas o manuales

técnicos que van a permitir el estudio comparativo de los acervos. Aquí importa destacar

las repeticiones que se dan en referencia a cierto tipo de libro en varios inventarios. Desde

luego también vamos a analizar el contexto socioeconómico de la edición y de la

circulación de libros para saber, de manera general, dónde y cuándo se produjeron y cómo

se distribuyeron y se consultaron dichas obras. En este sentido, esta tarea nos exige “seguir

un ‘mismo’ texto en sus diferentes estados, discursivos o gráficos, y analizar cada ejemplar

conservado con el fin de proponer hipótesis aceptables en cuanto a las significaciones que

sus lectores pudieron haberles atribuido”7.

De forma paralela se ha comenzado a estudiar el desarrollo de los textos elaborados

por José Ignacio Bartolache y José Antonio de Alzate (1737-1799). A manera de avances es

5 Ibid p. 70. La pregunta implícita sobre cuándo co nsideramos que se puede hablar de una biblioteca, depende en gran med ida del número de libros. 6 Para Paul Ricoeur “lo esencial no se encuentra ta nto en el privilegio dado a una escala de análisis a costa de las otras, sino en la afirmación según la cual ‘en cada escala se ven cosas que no s e ven en otra escala y cada visión es legítima’”. Roger Chartier, El presente del pasado… , p. 74. 7 Ibid. p. 189.

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lo que ahora presentamos. Es decir, analizamos las claves de lectura de estos pensadores:

¿qué y cómo leyeron?, ¿qué seleccionaron de sus libros y cómo los interpretaron y

plasmaron en sus escritos?, ¿qué saberes pusieron en práctica y “resignificaron” a la luz de

su contexto? O ¿qué conocimiento les interesó producir y difundir para el México de su

época

Por eso mismo, la investigación no puede estar si no centrada en el estudio de las

obras escritas de estos personajes, de donde se pretende inferir las posibles traducciones o

las apropiaciones vertidas en la edición de libros o de gacetas. Por lo tanto se trata de pasar

de “preguntar sobre la identidad de los lectores y lo que leían”, a cuestionar la forma “en

que le dieron sentido a los libros”8.

Aquí hacemos un símil con una de las milenarias ideas esbozadas por Heráclito. Se

trata de su famoso fragmento: “aun los que se bañan en los mismos ríos se bañan en

diversas aguas”9. Pero en lugar de aplicarlo al devenir de las cosas, al transcurrir del

tiempo, lo utilizamos en referencia a la circulación del conocimiento. Así, desde una

perspectiva constructivista del conocimiento, podemos decir que los pensadores –como

Bartolache y Alzate– leyeron y criticaron, interpretaron y se apropiaron de forma selectiva

y diferenciada del flujo de tinta escrita. Un sentido de la ciencia que fue desarrollado, en

general, con una cierta idea del mundo –particularmente religioso–, lo cual influyó en el

contenido científico de sus propuestas.

En nuestro caso y para la presente comunicación necesitamos privilegiar los campos

disciplinarios de la medicina, de la química y de la botánica para acotar y profundizar en su

8 Aunque esta cita de Robert Darnton hace alusión a l estudio de los libros de lugares comunes, su aproximación metodoló gica nos aporta elementos de análisis para nuestro proyecto. Por ej emplo, nos indica como era practicada la lectura “por segmentos, concentrá ndose en pequeños fragmentos de texto y saltando de un libro a otro, en lugar de leer secuencialmente”. Robert Darnton, op. cit., pp. 132 y 149. Por su parte para Gelmont “la asimilación de un tex to por un lector es una labor eminentemente personal de selección y ree structuración de los elementos escritos. Según el feliz término de Miche l de Certeau, leer es una “caza furtiva”. Si lo escrito se presenta como una sucesión de palabras, líneas y páginas que hay que recorrer lin ealmente desde el comienzo al final, el lector no por ello es menos l ibre de descubrir ese espacio a su manera. Mejor dicho, no es pasivo ante el texto, cuyos valores e ideas no acepta necesariamente”. J. F. Ge lmont, op. cit., p. 405. 9 Juan David García Bacca [trad. y notas], Los presocráticos , México, Fondo de Cultura Económica, 1984, p. 240.

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estudio y análisis. De esta forma vamos a revisar someramente el acervo de la biblioteca de

José Ignacio Bartolache, así como su diario de divulgación del Mercurio Volante (1772-

1773). Y de forma inferida también nos acercaremos a la obra publicada de José Antonio de

Alzate, pues desafortunadamente, de este polígrafo novohispano, no existen documentos

que hasta ahora permitan reconstruir su biblioteca privada. Pero, en cambio, de este autor

nos quedan ejemplares de sus diarios y gacetas publicados entre 1768 y 178810.

Antes de entrar en el análisis de las bibliotecas de ambos autores, tenemos que

señalar que en las bibliografías de nuestra base de datos, aparecen en repetidas ocasiones

referencias de obras de los científicos Herman Boerhaave (1668-1738), de Gerard van

Swieten (1702-1772), Thomas Syndenham (1624-1689), Anton de Haen (1704-1776?),

todos ellos médicos de gran autoridad en el contexto europeo. Y recocidos también en los

virreinatos del Perú11. Pero debido al tiempo de que disponemos acotaremos el análisis a la

figura de Boerhaave.

2. El caso de Herman Boerhaave

Para analizar y comparar las bibliotecas de Bartolache y Alzate, junto con la de los

siete médicos antes señalados, vamos a centrarnos en la figura ciñera del químico y galeno

holandés Herman Boerhaave (1668-1738)12. Y, de paso, mencionaremos a alumnos,

editores y traductores que participaron en la circulación de su pensamiento.

10 Se trata del Diario literario de México. Dispuesto para la habil idad pública a quien se dedica (1768); los Asuntos varios sobre ciencias y artes (1772); las Observaciones sobre la física, historia natural y a rtes útiles (1787) y, la Gaceta de Literatura de México (1788). 11 En el Perú Virreinal de finales del siglo XVIII to dos estos autores fueron de consulta regular. En particular Sydenham, Boerhaave, Haen contribuyeron al desarrollo de un campo de observación ampliamente estudiado en el Perú: los estudios climatológicos. Roy Saravia, “Análisis bibliométrico de los impresos peruanos relacionados a temas médicos publicados durante el Perú Virreinal (Siglo XV-XIX) ”, Anales de la Facultad de Medicina, Universidad Nacional Mayor de San Marco, vol. 63, no. 1, 2002, p. 69. 12 Los datos biográficos proceden de lo citado en el Nouveau Dictionnaire Historique, ou Histoire abregée de tous les hommes qui sont fait un nom par le Génie, les Talents, les Vertus, les Erreurs, &c. depuis le commencement du Monde jusqu’à nos jours , Caen, 1779. p. 469-470. Cabe destacar que el diccionario referido perteneció al amigo de Bartolache y Alzate, el científico mexicano Antonio de León y Ga ma, como se infiere de su ex libris colocado en dicha obra.

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Sobre este personaje puede señalarse, en primer lugar, que desde temprana edad

adquirió gran reputación por la facilidad con que aprendió griego y latín, así como hebreo y

caldeo. Luego, en sus años mozos, se dedicó a estudiar y criticar la Biblia. También leyó a

los autores clásicos y modernos, sin perder de vista la química y la medicina, disciplina esta

última en la que se tituló a la edad de 25 años (1693).

En la Universidad de Leiden, Boerhaave obtuvo puesto como profesor de medicina,

química y botánica. Pronto los alumnos holandeses y extranjeros crecieron en número para

tomar sus clases. El afamado profesor los instruía, los animaba y hasta los curaba de

algunas de sus enfermedades. Las academias de ciencias de París y de Londres no tardaron

en asociarlo debido a sus descubrimientos químicos. En toda Europa lo conocían por sus

textos médicos. Una de las principales obras que van a aparecer citadas en las bibliografías

de sus contemporáneos son sus famosos Aphorismi de cognoscendis & curandis morbis

(1715). En estos Aforismos Boerhaave reunía todo su trabajo desde la teoría a la práctica

conduciendo tanto a la química como a la medicina a la adquisición de principios claros13.

Pero no se trataban de la concepción moderna de la ciencia, sino de la respuesta de un

calvinista practicante que no pretendía separar la religión del conocimiento científico. Es

decir, para Boerhaave era necesario entender que en la naturaleza estaba presente la mano

de Dios. Por lo tanto sus experimentos y sus observaciones químicas fueron practicados

para desentrañar la presencia divina a pesar de los límites o pecados humanos. Además

logró desde una postura ecléctica que el estudio de los componentes químicos sirviera a la

medicina como el análisis de los agentes actuantes atribuidos a la divina providencia14.

Otra de las contribuciones de Boerhaave y sus discípulos fue lo que se conoce como

química animal (fisiología). Más aun, se considera que el prestigio de la medicina de la

13 En la Ilustración existieron tres grandes sistemas médicos representados por Boerhaave, Hoffmann y Georg Ernst Stahl. Estos autores emprendieron críticas importantes a la iatroquimica En las obras de Boerhaave y Hoffmann continúan presentes los elemen tos relacionados con el mecanicismo cartesiano y, en el caso de Stahl, e lementos animistas. Las ideas animistas de Stahl lo llevaron más tarde al vitalismo y al concepto de fuerza vital, que influyó de manera pod erosa a la química del siglo XVIII. Cf. Patricia Aceves Pastrana (edit.) Construyendo las ciencias química y biológicas, Universidad Autónoma Metropolitana, México, 1997, p. 101. 14 Cf. Rina Knoeff, Herman Boerhaave (1668-1738). Calvinist chemist and physician , Royal Netherlands Academy of Arts and Sciences, A msterdam, 2002.

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Universidad de Edimburgo fue gracias a la formación que recibieron sus profesores

directamente del médico holandés en Leiden.15 Con el paso del tiempo su reputación llegó a

ser tal que se cuenta que un mandarín desde la China le escribió anotando sólo el nombre

del destinatario pero sin su dirección postal, y, sin embargo, la carta fue recibida por el

afamado médico.

Su honra, no obstante, fue disputada por algunos de sus alumnos como herencia

exclusiva. Así a través de comentarios o traducciones de la obra del maestro, ciertos

discípulos pretendieron los derechos del llamado “Hipócrates moderno”. Son los casos de

“Haller, el barón de Van-Swieten, Gorter, Govius”16. Particularmente tenemos a Van-

Swieten17, quien se animó a componer sus Comentarios al libro de Aforismos de su maestro

por sentirse legítimamente calificado para tal tarea. Entre otras razones arguye la

oportunidad de haber atendido a las clases de Boerhaave, tanto públicas como privadas, por

un espacio de veinte años. Pero además se jactaba de haber sido aceptado en el círculo de

amigos del maestro por lo cual tenía el privilegio de consultarlo ante cualquier dificultad

que se le presentase18.

15 Filguiras, Carlos A. p. 178. 16 J. I. Bartolache, Mercurio volante, N. 16 [10 de febrero de 1773]. Asimismo entre sus discípulos se cuentan Cullen, La voisier, C.L. Berthollet, Fourcroy, Vauquelin. 17 Bartolache da cuenta de la muerte de Van-Swieten, “acaecida en Schombrum el 18 de junio… Era este sabio profesor c ondecorado con la real orden de San Esteban, siendo comendador de ella con la agregación de consejero; primer médico de su majestad imperial y real; presidente de la Facultad de Medicina y bibliotecario regio; miembro de las principales academias de Europa, etcétera. Dejó a la posteridad en sus comentarios sobre los aforismos prácticos de su maestro Boerhaa ve, la más permanente memoria de su nombre”. Mercurio volante, N. 16 [10 de febrero de 1773]. 18 “ I set myself to compose a Commentary upon the Book of Aphorisms concerning the Knowledge and Cure of Diseases . It will appear from that follows, how far I am qualified for such and undert aking. “It has been my good fortune to have an opportunity of attending Boerhaave’s Lectures both public and private, for t he space of near twenty years. What I hold to be still more fortunat e, during all that period I have had the honor of being admitted to a large share of his friendship and conversation, and have been allowed to consult him freely upon every difficulty which occurred”. Cf. Baron va n Switen [Counsellor and first Physician to their Majesties the Emperor and Empress of Germany; Perpetual President of the College of Phys icians in Viena; Member of the Royal Academy of Sciences and Surgey at Paris; H. Fellow of the Royal College of Physicians at Edinburgh; &c., &tc.], M. D., Commentaries upon Boerhaave’s Aphorisms concerning the knowledge and cure of diseases , Translated from de Latin, 18 vols. [to which adde d, a

8

En otros casos, la circulación de los textos de Boerhaave partía de alguna estrategia

comercial por parte del editor o del traductor. Así por ejemplo, J. N. S. Allamand cuando

traduce del latín al francés Elemens de Chymie, no deja de agradecer a Monsieur Gaubius la

revisión de su traducción hecha previamente a su publicación. Lo anterior sin dejar de

señalar que M. Gaubius había sido no sólo el alumno, sino el amigo íntimo de Boerhaave,

designado por el sabio profesor como la persona indicada para sucederlo en el asiento de

catedrático en Química de la Universidad de Leiden19.

Estos son tan sólo algunos ejemplos de cómo el discipulado y la traducción ocupan

una parte importante en el transcurso que sigue la circulación del conocimiento durante el s.

XVIII. Particularmente el trabajo del traductor permite que un texto no sólo “trasvase entre

dos lenguas, sino entre dos culturas, o dos enciclopedias”20. Así, a lo largo de la historia, las

técnicas y las ciencias se han transmitido y desarrollado mediante préstamos. Lo anterior,

sin olvidar que “no se tradujo sólo para incorporar conocimientos nuevos al patrimonio

nacional, sino también para avanzar las investigaciones [en suelo propio]”21.

Desde luego, otra parte importante para la circulación del conocimiento va a ser el

trabajo del editor. Ya en el siglo XVII, gracias a la imprenta, se estaba en mejores

condiciones de comunicar el conocimiento a través de un soporte material donde se

conservaba la información y la memoria, abriendo la posibilidad de establecer públicos más

amplios que, a la larga, harían avanzar el debate intelectual o político y forjarían la autoría

moderna. En el caso de Boerhaave tenemos ediciones impresas en: Holanda (Leiden,

Franeker, La Haya), París, Londres, Venecia y Madrid22.

general index], Edinburgh, Printed for Charles Elli ot, Parliament Square, Sold by J. Murray, Fleet Street, London, 1776. 19 “Après avoir été le Disciple favori de Mr. Boerhaa ve, vous êtes devenu son Ami intime: cést lui-même qui vous a designé co mme la Personne la plus propre à lui succéder dans la Chaire de Proffe seur en Chymie…”. Herman Boerhaave [Traduits du Latin par J. N. S. Al lamand, Membre de la Société Royale de Londres], Elemens de Chymie , Leide, Chez Corneille Haak, 1752. 20 Umberto Eco, Decir casi lo mismo , México, Lumen, 2008, p. 208. 21 Jean Delisle y Judith Woodsworth [edis.], Los traductores en la historia , Medellín, Universidad de Antioquía, 2005, p. 83. 22 En Leiden se imprimieron Institutiones Medicae (in 8, 1713) 22, Elemens de Chymie (in 4, 1752) y De morbis nervorum (2 vols. in 8, 1761). De la primera se conoce también una traducción al árabe. En París se publicaron Elementa Chymae (2 vols. In 4, 1726), De morbis oculorum (in 12, 1748) y Aphorismes de chirurgie (in 4, 1753). También está el Methodus discendi medicinam (in 8, 1726), editado en Londres. Y en Franeker, De lue venera

9

A partir del siglo XVI, el libro permitió una circulación de lo escrito a una escala

inédita debido a la baja en los costos de impresión del libro y no restringida a un único

título. En una misma mesa de trabajo podían consultarse obras de diferentes autores con

ideas afines o contrarias. De hecho, “en muy poco tiempo, la creciente producción que se

destinaba a mercados relativamente estables dio lugar a situaciones que, en primer lugar,

favorecieron nuevas combinaciones de viejas ideas y, más tarde, la creación de sistemas de

pensamiento absolutamente nuevos”23.

3. Libros, lecturas y escritos de Bartolache

De José Ignacio Bartolache24 se dice que vivió una infancia en la orfandad y en la

pobreza. Sin embargo contó con el apoyo para estudiar en México. Ingresó en el Colegio

Pontificio Seminario para estudiar teología con una beca. Luego accedió a la Universidad

para estudiar medicina. En 1766 obtuvo el título de bachiller. Revalidado éste por el

Protomedicato, ejerció la medicina mientras estudiaba otras ciencias. Entre 1767 y 1773,

sustituyó varias veces a Joaquín Velázquez de León en la cátedra de matemáticas y logró

publicar25 las Lecciones matemáticas. En 1769 efectuó con José Antonio Alzate la

observación del tránsito de Venus por el disco del Sol. Para 1772 obtuvo el grado de doctor

en medicina y después inició la publicación de un periódico médico: Mercurio volante.

En 1774 fabricó un medicamento que se usaba en Italia, las “pastillas marciales” o

“fierro sutil”. Redactó una instrucción de uso de dichas píldoras que tradujo al náhuatl para

los indios. Convocó, además, a unas sesiones públicas en que los miembros del

(in 12, 1751), mientras la Historia plantarum horti (in 12, 1727), en Lugduni Betavorum, 1727. Además, todas estas obras fueron impresas en La Haya 1738, y en Venecia 1766, in 4. 23 Elizabeth L. Eisenstein, La revolución de la imprenta en la Edad Moderna europea , Madrid, Akal, 1994, p. 53. 24 Para los datos biográficos puede verse Roberto Mor eno y de los Arcos, “Introducción” en José Ignacio Bartolache, Mercurio Volante (1772-1773) , México, Universidad Nacional Autónoma de México, 19 93, pp. V-XLVIII. 25 Entre las obras publicadas de Bartolache pueden ci tarse: Lecciones matemáticas que en la Real y Pontificia Universidad de México dictaba don..., México, Biblioteca Mexicana, 1769. Mercurio volante, con noticias importantes y curiosas sobre varios asuntos de físi ca y medicina, 16 números, México, Felipe de Zúñiga y Ontiveros, 1771 -1773. Instrucción para el buen uso de las pastillas marciales o fierr o sutil (s. p. i.), 1774. Instrucción que puede servir para que se cure a los enfermos de las viruelas epidémicas que ahora se padecen en México desde fines del estío en el año corriente de 1779, México, Felipe de Zúñiga y Ontiveros, 1779.

10

Protomedicato se lanzaron contra el nuevo medicamento. Para 1776 Bartolache firmó una

plaza como oficial en la contaduría de la Casa de Moneda. Un año más tarde recibió del rey

el nombramiento de apartador general del oro y plata con lo que su situación económica

mejoró. En 1779, Bartolache envió un plan para enfrentar la epidemia de viruela que

castigaba México. Y publicó, en ese mismo año una Instrucción que puede servir para que

se cure a los enfermos de las viruelas. Fue partidario de la inoculación y apoyó

experimentos sobre diversos aparatos, como el destinado a apagar incendios. Antes de

fallecer, a la edad de 52 años, se dedicó a la redacción de un libro sobre la Virgen de

Guadalupe.

En el inventario de bienes de difunto de Bartolache se dio cuenta de una biblioteca

que alcanzó casi cinco centenares de ejemplares. Desde luego, entre las obras de corte

médico se encuentran autoridades como Hipócrates, Galeno y Parecelso, junto a más de 40

obras de diferentes autores26 incluidos las de Herman Boerhaave27. También hay libros con

temas químicos, botánicos y farmacéuticos28. Sin olvidar textos sobre minería,

26 Andrés Lorenzo ( Medicina ), Andry ( Arte de corregir en los infantes las deformaciones del cuerpo) , Ballonio ( Observaciones médicas ), Juan Bautista Bianchi ( Historia de la generación de las enfermedades ), Blancard ( Lexicón médico ), Miguel Boudewins ( Ventilabro médico teológico ), M. Bordeu ( Recuerdos sobre el pulso) , Bernardo Connor ( Medicina mística ), Curión ( Medicina Salermitana ), Rodulfo Diguer ( Disertación médica ), Disdier ( Historia de osteología ), Esteinefer ( Florilegio medicinal ), Fernelio ( Medicina ), George Franck ( Sátiras médicas ), García de la Huerta ( Historia de medicamentos ), Hermanno ( Fundamento de la medicina ), Junckero ( Vista de las fórmulas medicinales ), Lemerey ( Tratado Universal de drogas simples ), (J)odo(ci) Lo(ns)mii, ( Observaciones de la medicina ), Archivaldo Pitcarnio ( Elementos de medicina ), Pompeyo ( Sistema de medicina ), Prevocio ( Medicina de los pobres ), Bernardo Ramacini ( Medicina trunca ), Enrico José Regac ( Tratado de Orinas ), Regino ( Exercicios de medicina ), Tungro ( Observaciones médicas ), Ubuchero ( Sintaxis de medicina ), Valles ( Tratado de orinas ), padre Vander ( Observación de la medicina ), du Verney ( Tratado del oído), Reimundo Vieussens ( Descripción anatómica ), Elie Col de Vilars ( Diccionario de medicina ). También están un Arte de partear , Catálogo de medicina y un Tratado de las enfermedades de los niños 27 Se trata de las obras: Chímica (2 vols. en latín), Chímica (6 vols. en francés), Método para estudiar la física (1 vol.), Historia de las plantas y práctica de las Medicina (3 vols.), Materia de la medicina (1 vol.), Medicina (1 vol.). 28 Como Farmacopea matritense , Albino ( Biblioteca chímica), Juan Jacobo Manget ( Biblioteca chímica curiosa), Pierre Shauu ( Lecciones de chimica ), Gómez Ortega ( Curso botánico ), Loeche ( Tirocinio farmacéutica ) o Palacios ( Farmacéutica ). Este último es probable que sea el mismo autor d el libro Llave del tesoro de la piedra filosofal. En clave alquímica también está el de Philaleta, Arte de la alchimia .

11

matemáticas, física, astronomía, mecánica y bellas artes. En términos de religión, pueden

mencionarse tres Biblias. En cambio el Índice de libros prohibidos se aprecia en la

bibliografía de Bartolache posiblemente como una guía de autocensura o como una

invitación para leer obras controvertidas.

En todo caso, el pensador novohispano observaba que existía un problema en la

circulación del conocimiento de ida y vuelta entre Europa y América. Una de las barreras

provenía, desde su punto de vista, por “la dificultad de imprimir barato” y también debido a

“la misteriosa ceremonia de que todo lo de las ciencias haya de salir en latín”. Los idiomas

como fronteras conducen a nuestro pensador al salvoconducto de la traducción. Por lo tanto

en la biblioteca de Bartolache van a estar colocados diccionarios y vocabularios para

acompañar su labor como lector y traductor haciendo eco a una cita de Erasmo: “Ojalá que

hubiera traducciones a todas las lenguas para que esos escritos pudieran ser leídos y

conocidos”29. Así tenemos, los siguientes ejemplos. Para el trabajo con textos griegos: la

Gramática griega del padre Zamora30. En cuanto al latín tenía el Tesoro de la lengua latina

de Felipe Parco31. Para la lengua castellana poseía un Diccionario de la lengua castellana y

el Vocabulario español de Franciocini32. También contaba con una Gramática inglesa y

española del padre Connelli, una Nueva gramática doble de inglés a francés y al revés, un

Vocabulario francés e inglés y un Diccionario trilingüe del padre Larramendi33.

Pero para Bartolache otro problema acerca del conocimiento y su circulación en

América, sobre todo en el campo médico, se debía a la exigua educación. Una primea causa

la atribuye a los malos maestros o la carencia de libros explicativos que no subsidiaban el

encuentro con los autores clásicos: “los escritos de Aristóteles, Galeno y Avicena que

deben, según los estatutos de la Real Universidad, servir de texto para las lecciones

escolares, no lograron la fortuna de ser tan largamente explicados, comentados y disputados

por autores europeos…” Además, desde la visión fronteriza occidental, el médico

29 Bartolache cuenta con un ejemplar de las Epístolas floridas de Erasmo. 30 Además estaban en los estantes de Bartolache el Tesoro de versos griegos del padre Causino, un Compendio de la gramática griega y unas Instituciones sobre la lengua griega . 31 Asimismo contaba con un Nuevo método para aprender fácilmente la lengua latina y La más elegante latinidad de Keteli. 32 También están el Arte poética española de Renguijo y un Manual mexicano de Francisco de Lorra. 33 Otras obras fueron el Método curioso de aprender la lengua francesa de Buison y la Nueva gramática francesa de Natanael Dhuez.

12

novohispano apunta otra causa más sobre la deficiencia de la medicina: es decir, el eclipse

provocado por los “moros” durante “siete u ocho siglos consecutivos de barbarie

universal”. Y data el resurgimiento de los estudios en Europa de manera coincidente “con

la última reforma de nuestros estatutos escolares, hecha en México en 1645; de suerte que

no pudo incluirse en ella nada favorable ni ventajoso a la física útil y su dependiente la

medicina”.

Frente a esta problemática ¿qué decide hacer Bartolache? ¿Cuáles son los caminos

más adecuados para circular el conocimiento? Por una parte se congratula por la reforma de

los estudios comenzada en la metrópoli, aunque “acaso no se verificará tan presto como

quisiéramos en las Indias”. Por lo que la tarea de publicar el Mercurio volante para él no

puede esperar: “Comencemos pues –escribe el médico novohispano- a comunicar al

público en nuestro español vulgar algunas noticias curiosas e importantes y sean sobre

varios asuntos de física y medicina, dos ciencias, de cuya utilidad nadie dudó jamás. Tal es

el plan que me he propuesto y espero desempeñar mi palabra no muy desairadamente,

teniendo de antemano adquiridos algunos conocimientos en estas materias y bastante

aplicación a mis libros, que son muy selectos y propios para mi instrucción”.

Luego de publicar los primeros números del Mercurio sobre cómo se ha de estudiar

la física, cómo se hace un termómetro y un barómetro, Bartolache señala que va a “tratar

asuntos más populares, quiero decir, que se proporcionen algo mejor al común de las gentes”. De

esta forma el número 5 lo enfoca a la defensa del entonces llamado arte médico pues no es

posible que algún lector “mire con indiferencia su propia conservación y salud, ni deje de

aturdirse oyendo decir o leyendo quizá algunos libros impresos de molde con aprobaciones,

licencias y otras añadiduras, que lo que se llama medicina es punto menos que un ente de

razón, una pretendida arte adivinatoria y conjetural, una ciencia mocosa, imperfecta, no

sólo falible sino también falsa por la mayor parte”. El artículo claramente tiene por centro

de su crítica a Benito Gerónimo Feijoo al hacer la referencia del religioso de que “no hay

medicina perfecta en el mundo y que la que ejercitan los médicos sabios es imperfecta y

harto falible”. Un argumento que luego van a seguir algunos contemporáneos de Feijoo al

opinar que la medicina era inservible.

Pero según Bartolache, el principal error de Feijoo estribaba en el estancamiento de

sus conocimientos. Así, indica que desde 1725 en que empezó con la publicación de sus

13

discursos que luego formarían parte de su Teatro crítico universal, “escribió por la primera

vez en asunto de medicina, y era en España”. Sin embargo, lo peor era que de aquella fecha

hasta el momento en que se publicaba el Mercurio, es decir en 47 años, en la metrópoli

todo seguía igual, mientras que en Francia, Inglaterra y Alemania se habían comunicado

“infinidad de noticias de plausible novedad en estas materias”. Y aunque Bartolache busca

excusar a Feijoo, insiste en que “algunos libros que ya corrían entonces, aunque su

reverendísima no parece que logró tenerlos a mano, es increíble lo que se ha avanzado en

los años posteriores hasta nuestros días”. Aquí en particular menciona al “Euclides

médico”, Herman Boerhaave. Pues este “sabio de cuantos médicos le precedieron,

demostró de intento y de hecho en sus admirables escritos” el atinado juicio que un médico

tiene sobre la naturaleza.

Según Bartolache otras de las mayores aportaciones del holandés Boerhaave

provenían de su libro sobre Fisiología. Sobre todo se dirigía a “aquellos que no estén

instruidos en la anatomía”, para que comprendieran lo indispensable que era para la

medicina “el conocimiento físico de su objeto, que se adquiere por la disección de los

cadáveres, que es y ha sido siempre el más verdadero libro que presenta la naturaleza; sin

que puedan ser bastantes la lectura de autores, vista de láminas especiales ni

reconocimiento de piezas que manifiesten la comparación del cuerpo humano”34.

Pero, ¿tuvo éxito Bartolache en su propósito divulgativo del Mercurio volante? La

respuesta es no porque el tiempo de publicación se redujo a escasos 16 números impresos

en tan sólo cuatro meses. Sin embargo, tenemos la suerte de conservar dichos diarios

científicos. Y todavía más, en uno de los números publicados, contamos con un testimonio

de un posible consumidor del Mercurio que nos brinda información para saber quiénes

fueron sus lectores y cómo hicieron sus lecturas. Es el caso de una carta que recibe

Bartolache de manos de “un indio con todo el aire y ademán de correo”, quien le “entregó

de parte de su cura” una carta dirigida a él y firmada por don Pascual [Ángeles de los

Reyes]”. Pero la misiva ingeniosa, de mano criolla o española, es en realidad un anónimo

contra las gacetas de Bartolache por su desconocimiento del público al que pretende

dirigirse: “Y yo –dice el secreto autor-, aunque no tengo estudios, […] conozco que en este

papel se dicen cosas que era bueno saber. Quién sabe lo que dirán los que lo entienden”.

34 J. I. Bartolache, Mercurio volante, N. 16 [10 de febrero de 1773].

14

Más adelante, el anónimo continúa con la descripción de una lectura colectiva del

Mercurio en una tienda. Durante la tertulia, en un momento dado, el tendero se enfada por

las críticas hechas a Feijoo y “dando recio una palmada dijo que se conocía bien que el

autor era médico y estaba apasionado”. Y enseguida don Pascual trata de justificar la mala

opinión que se tiene de los médicos –como en este caso lo demuestra el tendero- quien

termina por quemar “el Mercurio número 5 con sus propias manos”. Desde luego, el relato

todo no es más que una puesta en escena. Pero si tomamos distancia nos puede servir para

hacernos una idea del tipo de lectura colectiva y en voz alta que se llevaba a cabo y que

servía como un medio para intentar difundir, como en este caso, el conocimiento científico.

Por eso mismo puede hablarse de lecturas compartidas donde los lectores se hallaban en

posesión de libros que no les estaban especialmente destinados. Por lo tanto, en la cultura

escrita la circulación demanda considerar metodológicamente no una lectura universal y

homogénea, si no una práctica de múltiples diferenciaciones en función de las épocas y los

ambientes.

4. José Antonio Alzate y su Gaceta de Literatura de México

En este apartado queremos exponer algunas ideas generales extraídas de la

biblioteca del presbítero José Antonio Alzate y Ramírez, relacionadas con el campo de la

medicina. Hay que recordar que la mayor parte de las bibliotecas novohispanas que forman

parte de nuestro corpus, se han podido reconstruir total o parcialmente, gracias a los

inventarios notariales. Sin embargo, sólo aspiramos a una reconstrucción parcial y sesgada

en el caso de la biblioteca de Alzate, ya que no contamos con otra fuente, más que sus

propios escritos.

Ciertamente en la historia de la lectura, es latente el riesgo de establecer relaciones

causales entre lo leyó determinado autor y lo que más tarde plasmo en su obra escrita. Es

importante permanecer alertas ante esta condición, y considerar que estamos frente a

procesos mucho más complejos, en el que no siempre es posible establecer relaciones tan

evidentes entre un momento y otro, de la siempre alusión a un texto y su efectiva influencia

en el pensamiento de otro pensador. Es cierto, como bien lo ha señalado Darnton, cuando

uno realiza un estudio microanalítico, tendiendo como sustento el catálogo de una

biblioteca particular, es posible aspirar a formarnos un “perfil del lector”, a sabiendas de

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que jamás podremos sostener que todo lo que poseyó en su biblioteca fue leído, y más aún,

siempre quedará una vacío ante la posible existencia de influencias de libros que jamás

formaron parte física de la biblioteca en cuestión. 35 Bajo este supuesto metodológico, es

muy probable que Alzate no leyera todo, ni tampoco con la misma profundidad.

En este primer acercamiento a la biblioteca de Alzate nos ha permitido formarnos

una idea general de cuáles fueron las lecturas que influyeron en su pensamiento sobre la

clínica, la materia médica y los sistemas de clasificación. No hemos apoyado en sus textos

publicados en los cuatro tomos de la Gaceta de Literatura de México.36 Hay que señalar

que la Gaceta fue una publicación que se mantuvo en circulación por cerca de ocho años,

en los cuales Alzate ocupó gran parte de su fortuna para editarla.

Alzate nació en Ozumaba un 20 de noviembre de 1737. Su infancia transcurrió en

las inmediaciones de Chalco, una zona que se destacó por su rica actividad agrícola.37 En

esa etapa de su vida, permaneció en contacto con los indígenas, y es muy probable, que

fuera a partir de ese momento que comenzara su aprendizaje sobre cultura la médica

indígena. A pesar de que Alzate se recibió en 1756 como bachiller de Teología en la Real y

Pontificia Universidad, desde muy temprano mostró su inclinación al mundo de las

ciencias. Aceptó un empleo dentro de la burocracia eclesiástica como traductor de letras

apostólicas en el arzobispado (1772-1799), que le dio seguridad económica y cierta

inmunidad para desarrollar sus proyectos científicos.38

De acuerdo a los propósitos de la investigación –como ya hemos señalado–

trabajamos el campo médico. Aunque en el caso de Alzate, la medicina no fue su tema

principal, sí fue una preocupación dentro de sus múltiples intereses científicos, no sólo

como editor de la Gaceta, sino como un hombre que se mantuvo fuertemente involucrado

en la vida social y política de la Nueva España. Varias de las investigaciones que

emprendió a lo largo de su vida, las realizó por su iniciativa y con sus propios recursos

económicos; algunas otras, las respondieron a la petición de alguna autoridad eclesial o

35 Darnton, Robert, “Historia de la lectura”, en Pete r Burke (ed.), Formas de hacer historia , Alianza Universal, España, 1996, p. 185. 36 El tomo IV de la Gaceta de Literatura de México está compuesta de una miscelánea de escritos Alzate publicados con anteri oridad. Los más antiguos datan de 1768. Álzate y Ramírez, José Anto nio, Índice de la Gacetas de Literatura de México, Ramón Aureliano y otros (coords.), Instituto Mora, México, 1996, p. 43. 37 Ibidem., p. 13. 38 Ibidem , p. 18.

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para algún virrey en tuno. La lista de memorias, noticias o informes que redactó es extensa

y variada. Realizó desde mapas hasta observaciones astronómicas, propuso métodos de

recolección de basura y diseñó una máquina para fundir metales.39 Asimismo presentó al

Ayuntamiento de México la memoria intitulada Proyecto para desaguar la laguna de

Tezcoco y por consiguiente las de Chalco y San Cristóbal (1767); Nuevo mapa geográfico

de la América septentrional y el Atlas eclesiástico del Arzobispado de México (1767) o su

Ensayo sobre la siembra y cultivo de lino y cáñamo por lo respectivo a Nueva España

(1778). Además de los problemas relacionados con la geografía, la agricultura y la

hidráulica, se interesó por el campo de la minería. Destacan sus informes relacionados con

la exploración de nuevas minas, producción y contrabando de azogue (1777). Y fue éste

que lo llevó a considerarse apto para dirigir el Tribunal de Minería (1786). Sin embargo, las

autoridades metropolitanas tenían otros planes y su solicitud fue desestimada, ocupando la

plaza Fausto de Elhuyar.40 También fue rechazada su petición de ser nombrado Cronista de

la Nueva España, en 1790. 41

Es evidente el interés de Alzate de mantenerse al día respecto a las discusiones

registradas en España, Francia, Holanda, Alemania o Inglaterra. Se preocupó por establecer

lazos de comunicación con sus pares en el extranjero, es más llegó a ser socio corresponsal

de la Academia de París (1771-1786) y miembro de Real Sociedad Vascongada de Amigos

del País (1773).42

Las noticias o notas que dio a conocer en su Gaceta relacionadas con el campo de la

medicina, no se apegaron en estricto sentido a una corriente teórica única. Tentativamente

señalamos que la biblioteca de Alzate estuvo formada por títulos harto conocidos en tierras

novohispanas. Es decir, textos inmersos bajo la orientación de la medicina hipocrático-

galénica (la enseñanza oficial para finales del siglo XVIII). 43 Para algunos de sus

biógrafos, Alzate estuvo lejos de ser un crítico de los sistemas teóricos sobre el cuerpo y la

enfermedad de su época, ya que su interés era inminentemente práctico.44 Para él no existía

39 Ibidem , p.37-45. 40 Ibidem , p. 25. 41 Índice de las Gacetas de Literatura..., p. 43. 42 Idem. 43 Germán Viveros Maldonado, Hipocratismo en México. Siglos XVI al XVIII, UNAM, México, 2007, p. 129. 44 C. Viesca y J. Sanfilippo, “La medicina en las Gac etas de Literatura” en Patricia Aceves Pastrana (ed.), Periodismo científica en el siglo

17

la menor duda de que la medicina era el arte de curar y estuvo completamente de acuerdo

con las nuevas teorías hipocráticas que establecieron una causalidad entre las condiciones

miasmáticas, telúricas o atmosféricas con la recurrencia de ciertas enfermedades.45 Alzate

desestimó a diferencia de Bartolache, el uso de azogue para curar el mal Gálico, y se

mantuvo contrario a la práctica de la inoculación por considerarla contraria a una verdadero

método profiláctico.46

Aún estamos por precisar cuáles fueron las obras de Syndenham, Hean o Rhazes

que leyó; pero, podemos afirmar que sin lugar a dudas fue Herman Boerhaave (1668-1738),

el médico más reportado en su Gaceta. De acuerdo con Alzate, fue el propio Bartolache

quien dio a conocer en las aulas de medicina.47. En la biblioteca de Alzate por lo menos

debió haber existido un ejemplar del Tratado de morbis oculorum y por supuesto de su

Aforismos de cirugía. Recurrió a Boerhaave para puntualizar sobre algún tema relacionado

con la clínica o para dirimir discusiones relacionadas con la materia médica y la química,

aunque en ocasiones ésta citas fueron sumamente generales.

Alzate siempre que se refería a él como “el gran Boerhaave”, “la autoridad” “los

Boerhaaves”. Sin embargo, también es cierto que en ocasiones las alusiones a médico de

Leiden fueron sumamente generales. Quizá esto encuentre una explicación en el sentido,

que para ese momento era un autor ampliamente conocido por los médicos novohispanos y

XVIII: José Antonio de Alzate y Ramírez, Universidad Autónoma Metropolitana/Sociedad de Química de México, México , 2001, p. 259. (Estudios de Historia social de las ciencias químic as y biológicas). 45 Miruna Achim analiza la inclinación de Alzate hací a las nuevas corrientes hipocráticas en sus “Descripciones topog ráficas”. Allí, Alzate vinculó el temperamento de la ciudad de México junt o con la de sus habitantes, la flora y la fauna. El temperamento de la ciudad permanecían determinados por el aire, las aguas, y las condicio nes telúricas. Estas corrientes tuvieron seguidores tanto en Europa como en América. Achim, Miruna, “La querella por el temperamento de México. Meteorología, hipocratismo y reformas urbanas a finales del siglo XVIII”, en Frida Gorbach y Carlos López Beltrán (edit.), Saberes locales. Ensayos sobre historia de la ciencia en América Latina, Colegio de Michoacán, México, 2008, p. 236. 46 Alzate compartió plenamente con Van Swieten y Haen el rechazó a la inoculación. Respecto a la cura de las viruelas se expresó a favor de las teorías del antiflogisto sostenidas por Thomas Synd enham (1624-1689) y Anton de Haen (1704-1776?). Alzate y Ramírez, José Antonio, “Traducción del extracto que dieron los autores del Diario de F ísica del año 1776 del tratado de viruelas” , Gaceta de Literatura de México, t. III, Puebla, 1831 , 139-141. 47 Alzate y Ramírez, José Antonio, “Elogio histórico d el Dr. José Ignacio Bartolache” en Gaceta de Literatura de México. t. 1 , p. 408.

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su sola enunciación llevaba implícita la adscripción a determinada escuela o corriente

médica que se hacía innecesario brindar mayor información.48 Pero aún así, es buen

ejemplo de la complejidad que existe cuando queremos establecer la influencia del autor en

sus lectores. Por el momento estamos en condiciones de afirmar que Boerhaave fue una

referencia indiscutible cuando Alzate trató sobre medicina y química. Tal y como se

expresa en los siguientes párrafos:

Se sabe los grandes esfuerzos que han hecho los mejores facultativos para buscarle un eficaz remedio, y que todos los que han hallado han sido inútiles y apócrifos, como siente el gran Boerhaave, cuya prudencia advirtió, que no por esto debía desesperarse de hallar á este singular veneno un antídoto singular.49

Ya habrá V. visto la nueva nomenclatura química. ¡Qué trastorno¡ ¿Qué nuevo trabajo y muy reduplicado se presenta á los que intenten cultivar esta bella ciencia? ¿Qué haremos con las obras de los Stales, Boheraves, y de otros muchos á cuyas fatigas, á cuyos descubrimientos debemos las verdades químicas de que nos gloriamos? ¿Se reimprimirán en el estado que las publicaron sus autores? Si lo primero, resultaran desperfeccionadas é ininteligibles: si lo segundo, nada hemos avanzando de útil, porque será necesario recargar la memoria conservando dos expresiones para reconocer un solo objeto.50

Reconocemos fuertes coincidencias entre las críticas de Alzate en el campo médico

con algunos de los planteamientos de Boerhaave publicados en sus Aforismos, sobre todo

aquellos relacionados con la venta y consumo de medicamentos. Para Boerhaave era

evidente el desconocimiento y/o abuso de un basto arsenal medicamentoso por algunos

facultativos o por personas sin escrúpulos que más que curar, ponían en riesgo la vida de

las personas.51 Para Boerhaave había que considerar antes de aplicar cualquier medicina: su

proporción (cantidad adecuada), su correctamente prudente aplicación, y considerar

48 En las bibliotecas novohispanas se han hallado otr os títulos de Boerhaave como: Elementa chemiae, Index alter plantarum , Instituciones médica, Libellus de materia medica et remediorum et formulis , Opera omnia medica , Praxis medica , Tractatio medico-practica de lue aphrodisiaca . Por ello es importante tener siempre presente el papel jugaron los vendedores e impresores de libros (disposición de los libros y gacetas) cuando hablamos de la circulación del conocimiento, además de las determinadas actitudes epistemológicas implícitas en los lectore s. 49 Alzate y Ramírez, José Antonio, “Remedio eficaz co ntra la rabia”, Gaceta de Literatura de México , t. IV, Puebla, 1831, p. 390. 50 Alzate y Ramírez, José Antonio, “Carta al autor de esta Gaceta/Pedro el Observador (seud), Gaceta de Literatura de México, t. I, Puebla, p. 92. 51 Boerhaave, Herman, Aphorisms: concerning the knowledge an cure of diseases, traducción de F. Delacoste, St Paul´s Church-Yard, London. (traducción a la edición de Leiden, 1715).

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además, las circunstancias no sólo del paciente sino del tipo de la enfermedad. Así una

cualidad de un buen facultativo se hallaba en torno a la habilidad en la aplicación correcta

de las sustancias medicamentosas. 52

Alzate parece secundar al maestro de Leiden en estos temas; Alzate llamó la

atención de sus lectores sobre la importancia que día a día venía ganando la química en la

medicina. Para Boerhaave la química debía dejar de ser vista como un conocimiento

accesorio a la medicina, sino un saber central en la revelación de la química animal

(fisiología). Estos enunciados los llevó Alzate a su propia agenda.53 Y se afanó en

demostrar en varias de sus notas, los peligros derivados de consumir medicamentos

elaborado bajo dudosas fórmulas. Alzate insistía que la urgencia de sustituir las listas de

galimatías atesoradas por los boticarios.

Tal y como se estableció en el caso de Bartolache, a finales del siglo XVIII, existía

una crítica hacia el uso del latín así como la falta de traducciones de los textos médicos y

científicos. Una de las tantas objeciones que señaló Alzate al sistema de Linneo fue la

utilización de voces griegas, ya que estas vendrían a convertir en inútiles todos los libros

anteriores, contribuyendo con ello, a ser más complejo el lenguaje científico. Así lo expresó

en Cartas satisfactorias a un literato:

Se infiere que Linneo, cuyo método por algunos ha sido tan celebrado, no tiene en el nada de sí propio, mas que la impertinencia de las voces griegas con que lo ha vestido (para cuya inteligencia es necesario un nuevo estudio de este idioma) para mayor confusión de la botánica, y de los estudios... 54

Reconocemos que Boerhaave y varios de sus discípulos como Van Switen o Haen

fueron leídos y reinterpretados de acuerdo a la agenda local planteada por Alzate y con ello

52 Idem. 53 Para Kostas Gavroglu es necesario “examinar sistem áticamente las formas particulares de fusión de aspectos de la ciencia y la tecnología” producida –en los centros- con las tradiciones loca les. En el entendido, que ya no es suficiente dar cuenta del cómo fueron leídos y aplicados ciertos textos, corrientes de pensamiento o tecnolo gías, sino analizar cuáles fueron las estratégicas locales que entraron en juego en el proceso de circulación de el conocimiento. K. Gavro glu y otros, “Sciencie and Technology in the European Periphery: Some Hist oriographical Reflections”, en Science History , vol. 46, no. 2, 2008, p. 159-160. 54 Alzate y Ramírez, José Antonio, “Cartas satisfactor ia a un literato” en Gaceta de Literatura de México, t. IV, Puebla, p. 400.

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reconocemos que el conocimiento no es estático, transita por flujos en diversas direcciones,

y una vez puesto en el espacio público (libros, revistas, manuscritos, cultura oral o

iconográfica) sale del control de su autor o autores, adquiriendo por decirlo de alguna

manera, una dinámica propia.

La Gaceta de Literatura de México algunas décadas después de haber sido edita, se

convirtió en una rareza. Así quedó plasmado el Prologo del editor cuando se reimprimió en

1831.55 En el momento que Alzate escribió la Gaceta se nutrió de una lista de importantes

figuras de la medicina, las matemáticas y las ciencias en general. Alzate entabló

apasionadas discusiones con el Juan José Bermúdez de Castro, Antonio de León y Gama,

Cervantes y algunos de los discípulos de la Cátedra de Botánica que prefirieron el

anonimato al momento antes de enfrentarse la pluma de Alzate, por supuesto también

escribió Estevan Morel entre otros personalidad novohispanas.

La reimpresión de 1831 abrió por supuesto una nueva época para la Gaceta y atrajo

a nuevos lectores pero sin la posibilidad de la interpelación de su editor. Queda pendiente

establecer cuál fue el impacto que tuvo antes y después de la reimpresión. Y sobre todo, si

gracias a esta reimpresión, Alzate se convirtió en un autor ampliamente conocido y citado

por la ciencia decimonónica.

A manera de conclusiones

Por último, más que conclusiones podemos hablar de los retos que demanda el

proyecto de aquí y hasta el fin de su desarrollo. En este primer acercamiento a la bibliotecas

novohispanas podemos reconocer cierta homogeneidad en cuanto a los libros y gacetas que

fueron adquiridas y por tanto, que fueron leídas por lo novohispanos de finales del siglo

XVIII. Es muy probable que existieran circuitos de distribución compartidos y reconocidos

en el círculo de ilustrados. Por otro lado, los libros de medicina no sólo fueron de interés

del clínico sino también de un público lego. Sin embargo, en esta aparente homogeneidad

existen importantes diferencias entre la apropiación y resignificación de sus contenidos.

Alzate y Bartolache a pesar de ser contemporáneos y de ser asiduos lectores de la

Boerhaave y sus discípulos, utilizaron de manera diferenciada sus enseñanzas. En Alzate

55 “Prólogo de editor”, Gacetas de Literatura de México, t. I, Puebla, 1831.

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encontramos una inclinación hacia la terapéutica no así en Bartolache, quien por su propia

formación de médico, hizo hincapié en aspectos relacionados con la enseñanza de la

medicina.

En segundo lugar, debemos prestar atención a la materialidad de los textos. Es decir

completar las bibliografías en la totalidad de sus datos: nombre del autor, título, lugar y año

de edición, formato. Pero además el reto va a ser el de seguir, a manera de muestra, un

mismo texto en sus diferentes estados, discursivos y gráficos, y analizar cada ejemplar

conservado con el fin de proponer hipótesis aceptables en cuanto a las interpretaciones o

traducciones que sus lectores pudieron haberles atribuido.

Finalmente, al considerar las distintas estrategias que siguieron los lectores para leer

y tomar notas de un número cada vez mayor de libros resguardados en bibliotecas, vamos a

tomar en cuenta la existencia y uso de los índices. Asimismo nos falta analizar si los

aforismos de Boerhaave, los comentarios de Von-Swieten o incluso las gacetas de

Bartolache y Alzate sirvieron para dirigir las lecturas: breves explicaciones, cerradas en sí

mismas y de manera autónoma a una obra o exposición más extensas.

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22

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