las bodas alquimicas de crc tomo 2

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LAS BODAS ALQUMICAS

DE CRISTIAN ROSACRUZ

1

LOS MISTERIOS DE LA FRATERNIDAD DE LA ROSACRUZ

Anlisis esotrico del Testamento Espiritual

de la Orden de la Rosacruz

por

JAN VAN RIJCKENBORGH

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I II III

La Llamada de la Fraternidad de la Rosacruz (Fama Fraternitatis R.C.) El Testimonio de la Fraternidad de la Rosacruz (Confessio Fraternitatis R.C.) Las Bodas Alqumicas de Cristian Rosacruz (Chymische Hochzeit Christiani Rosencreutz anno 1459) (en dos tomos).

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LAS BODAS ALQUMICAS DE CRISTIAN ROSACRUZ

Anlisis esotrico de Chymische Hochzeit Christiani Rosencreutz Anno 1459 por

JAN VAN RIJCKENBORGH

SEGUNDA PARTE

1996

Traducido del francs Ttulo original: De Alchemische Bruiloft van Christian Rozenkruis

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NDICE

Prefacio LAS BODAS ALQUMICAS DE CRISTIAN ROSACRUZ, SEGUNDA PARTE Tercer Da (continuacin) Cuarto Da Quinto Da Sexto Da Sptimo Da TERCER DA (CONTINUACIN) 1 2 3 4 5 Necesidad de la purificacin astral Las diez ancdotas La polarizacin invertida La Virgen Alquimia Las diez fuerzas nuevas del cumplimiento CUARTO DA 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 La fuente original de los Misterios El nuevo vestido de Cristian Rosacruz y la decoracin del Toison de Oro La escalera real de la sala de las Bodas El campo de vida del Macrocosmos solar Las seis personas reales El altar y los ornamentos de la Sala de las Bodas Las estatuas animadas Los pajes y las vrgenes La representacin teatral en la Casa del Sol (I) La representacin teatral en la Casa del Sol (II) La representacin teatral en la Casa del Sol (III) La decapitacin de las seis personas reales Los siete embarcaciones y las siete llamas QUINTO DA 19 El Misterio de Dama Venus 5

20 21 22 23 24 25

El altar de la tumba de Venus El entierro de los seis atades vacos La expedicin de las siete embarcaciones a la Torre del Olimpo Las ninfas y la Perla real La Torre del Olimpo La obra se realiza en la Torre: el primer piso SEXTO DA

26 27 28 29 30 31

Las escaleras, las cuerdas y las alas La primera muerte y la segunda muerte El segundo piso de la Torre La liberacin del vestido del alma La resurreccin del Hombre nuevo Cristian Rosacruz, modelo de auto-realizacin EPLOGO

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El Sptimo Da de la Creacin Notas explicativas Glosario

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Lista de las ilustraciones

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Ilustracin de la primera edicin de las Bodas alqumicas Jean Valentn Andreae a la edad de 62 aos (1648) La ley de la Orden de los Caballeros de la Piedra de Oro Marca tipogrfica de Conrad Scher, impresor de la primera edicin de las Bodas Alqumicas Las tres parejas reales El len y el grifo La imagen de Nabucodonosor Las siete embarcaciones sobre el mar La entrega de la perla Cristian Rosacruz sobre la muralla La resurreccin del hombre nuevo La cada de Babilonia El Apocalipsis

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Prlogo Con la aparicin del segundo tomo de "Las Bodas Alqumicas de Cristian Rosacruz", con el que se completa la edicin de las tres obras que constituyen los Secretos de la Fraternidad de la Rosacruz, insistimos una vez ms en el hecho de que este anlisis esotrico del sublime escrito de Johan Valentn Andreae no tiene por objeto el satisfacer una cierta curiosidad intelectual. En concordancia con el espritu de la obra de Andreae, no tenemos ningn otro inters que el de esclarecer, para los hombres verdaderamente interesados, el nico Camino de Vida descrito en las Bodas Alqumicas, con el fin de conmover lo ms ntimo de su ser, despertar y nutrir a lo que aspira, en ellos, a la Luz Liberadora de la Verdad viva. No se deben esperar por tanto explicaciones detalladas de este veladsimo relato. Sera necesario que dedicramos a ello, si hubiera sido de utilidad, un gran nmero de tomos! Ahora bien, el buscador verdaderamente serio, el alumno en el camino, no lo necesita y no le proporcionara ningn servicio. Pues todos los misterios se desvelan, en el momento oportuno, a quien verdaderamente recorre el camino. Este libro le ayudar revelndole ciertos elementos, tan clara y concretamente como sea posible o deseable, de forma que se interne en el nico Camino de santificacin y de liberacin y que, con los santuarios del corazn y de la cabeza abiertos, se encuentre en condiciones de descubrir la Luz irradiante que le espera, inmutable, detrs de cada palabra de este texto. Que el Espritu que protege y gua, en el Camino de la liberacin, pueda despertar a un gran nmero de hombres e inspirarles el acto liberador!

Jan van Rijckenborgh

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Pgina colocada como guarda en la primera edicin de Las Bodas Alqumicas, Estrasburgo, 1616

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LAS BODAS ALQUMICAS DE CRISTIAN ROSACRUZ AO 1459 SEGUNDA PARTE

Desvelados, los misterios se envilecen, y profanados, pierden su fuerza. No arrojes, pues, perlas a los puercos ni prepares lechos de rosas a los asnos.

10

Johan Valentn Andreae a la edad de 62 aos (1648)

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Tercer Da (Continuacin)

Ms tarde el paje refiri esto a la Virgen, quien me regao varias veces al respecto; en efecto, ya era la hora de la cena y me haba entretenido tanto en el globo, que llegu a la mesa casi el ltimo. Me apresur pues a volverme a poner mis vestiduras, que antes me haba quitado, y me encamin hacia la mesa. Los servidores me acogieron con tantas reverencias y signos de respeto que, completamente confuso, no me atreva a levantar los ojos. Razn por la que, sin darme cuenta, pas al lado de la Virgen que me esperaba; enseguida se dio cuenta de mi turbacin, me tom por el vestido y me condujo a la mesa. Me disculpo por no hablar ahora de la msica y de otras maravillas pero, no slo me faltan las palabras para describirlas como convendra, sino que no sabra agregar nada a las alabanzas que de ellas hice antes. En resumen, no haba all sino el producto del ms sublime arte. Durante la cena contamos nuestras ocupaciones de la tarde, sin que yo dijera nada de nuestra visita a la biblioteca y a los monumentos, y cuando el vino nos torn comunicativos, la Virgen nos dijo: "Nobles Seores, en estos momentos estoy en desacuerdo con una de mis hermanas. Tenemos un guila en nuestros apartamentos y la cuidamos con tanto celo que cada una de las dos querra ser su preferida, lo que nos produce muchas discusiones. Para zanjar el asunto, un da, decidimos ir a verla las dos juntas y convinimos que pertenecera a aquella a quien mostrara mayor amabilidad. Cuando realizamos el proyecto llevaba, segn mi costumbre, un ramo de laurel en las manos, mientras que mi hermana no llevaba ninguno. Una vez que el guila nos vio, tendi a mi hermana el ramo que tena en el pico y, a cambio, me pidi el mo que le di. Las dos dedujimos que cada cual era la preferida. Qu debemos hacer ahora?" La prudencia con la que la Virgen plante esta pregunta nos complaci grandemente a todos. Y todos hubisemos deseado encontrar la respuesta. No obstante, como las miradas de muchos se dirigieron hacia m, deseando que fuera el primero en manifestar mi parecer, mi espritu se turb de tal manera que no pude responder sino planteando a su vez el mismo problema de una manera diferente. As pues, dije: "Noble Seora, gustosamente respondera si no tuviera una cierta inquietud. Yo tena dos amigos profundamente apegados a m, pero como ignoraban a cual de los dos otorgaba mi preferencia, decidieron acercrseme corriendo con la conviccin de que aquel a quien yo acogiese primero tendra mi predileccin. Sin embargo, como uno no poda seguir al otro, se quedo atrs lamentndose. A quien lleg el primero, le recib con sorpresa. Cuando me explicaron la finalidad de su carrera, no pude decidirme a dar una solucin a su problema y deb postergar mi decisin hasta que yo mismo tuviera claros mis propios sentimientos. La Virgen se sorprendi con mi respuesta y comprendi mi intencin. Respondi: "Vaya! estamos en paz, pedir a los dems la solucin". Pero mi historia les haba instruido y quien me sucedi habl as: "Recientemente, en mi ciudad, fue condenada a muerte una noble dama. Pero como su juez tuvo piedad de ella, proclam que quien quisiera entrar en liza por defenderla, probando su inocencia mediante un combate, sera admitido a esta prueba. La doncella tena dos 12

pretendientes, de los cuales uno se arm inmediatamente y se present en el palenque en espera de un adversario. Un poco despus lleg el otro, pero como haba llegado demasiado tarde, decidi combatir y dejarse vencer para que la doncella salvara la vida. Cuando termin el combate, ambos reclamaron a la joven dama. As pues, decidme Seores a quin pertenece?" La Virgen no pudo dejar de decir: "Crea que os enseaba y heme aqu cogida en mi propia trampa; sin embargo, deseara saber si otros conocen la respuesta." "Ciertamente no, respondi un tercero, nunca me contaron aventura ms sorprendente que la que me ocurri a mi mismo. Amaba en mi juventud a una joven honrada, y para conseguir mi objetivo tuve que servirme de la ayuda de una vieja comadre, la cual me llev con ella. Pero los hermanos de la joven nos sorprendieron cuando estbamos los tres reunidos. Fueron presos de una clera tan violenta que quisieron matarme. Finalmente, a fuerza de splicas, me hicieron jurar que las tomara a las dos alternativamente como mujeres legtimas, cada una un ao. Y decidme, Seores, por cul debo comenzar, por la joven o por la vieja?" Esta historia nos hizo rer largo rato, aunque se oan cuchicheos, nadie quiso pronunciarse. A continuacin, el cuarto comenz como sigue: "En una ciudad viva una honorable dama de la nobleza querida por todos y en especial por un gentil hombre. Este insista tanto que para desembarazarse de l, acab prometindole acceder a sus deseos si la conduca, en pleno invierno, a un jardn de exuberante verde lleno de rosas floridas; de fracasar, no deba insistir nunca ms. El gentilhombre recorri el mundo en busca de un hombre capaz de realizar semejante cosa. Finalmente encontr un anciano que prometi hacerlo a cambio de la mitad de sus bienes. Habindose puesto de acuerdo en dicho punto, el anciano cumpli lo prometido y el galn invit a la dama a ir a su jardn, el cual, en contra de lo que se poda esperar, apareci lleno de verde y agradablemente clido. Acordndose de su promesa, ella le suplic que se la permitiera ir una vez ms junto a su esposo, a quien ella expres su dolor entre lloros y sollozos. Este, convencido de su fidelidad, la envi para satisfacer al pretendiente que a tan alto precio la haba adquirido. El gentilhombre qued tan fuertemente conmovido por la equidad del esposo que, temiendo pecar si tomaba una esposa tan honrada, la devolvi con todos los honores a su seor. Pero cuando el anciano conoci la probidad de ambos, decidi, an siendo pobre como era, devolver todos los bienes al gentilhombre. Yo no s, nobles seores, quin de estas tres personas es la ms magnnima." Nos callamos, pues no sabamos verdaderamente qu decir. La Virgen slo dijo que continuara algn otro. El quinto comenz as: "Nobles seores, no har grandes discursos. Quin es ms dichoso, el que contempla el objeto que ama o el que no deja de pensar en l?" "El que lo contempla", dijo la Virgen. "No" repliqu. E iba a abrirse la discusin cuando un sexto tom la palabra: "Nobles seores, tengo que contraer matrimonio. Puedo elegir entre una joven, una casada y una viuda, aydenme a salir de apuros y yo os ayudar a resolver las cuestiones precedentes." "Cuando se puede elegir la cosa es aceptable, respondi el sptimo, pero en mi caso es distinto. Durante mi juventud amaba a una hermosa y honrada joven con todo mi corazn y ella me corresponda, sin embargo no podamos unirnos a causa de los obstculos suscitados por sus amigos. Ella se cas con otro hombre, honesto y bravo, que la trat con respeto y amor, hasta el momento en que ella, esperando un beb, sufri un desvanecimiento tal que todos pensaban que estaba muerta. Se la enterr con magnificencia en medio de 13

la afliccin general. Pens que tras su muerte podra abrazar a esta mujer que no haba podido ser ma en vida. Con ayuda de un sirviente la desenterr a la cada de la noche. Cuando abr el atad y la estrech en mis brazos, me di cuenta de que su corazn todava palpitaba, primero dbilmente, pero cada vez con ms fuerza a medida que yo la calentada. Cuando tuve la certeza de que todava viva la llev subrepticiamente a mi casa; reanim su cuerpo con un precioso bao de hierbas y la confi a los cuidados de mi madre. Dio a luz un hermoso nio que hice cuidar con tanta atencin como a la madre. Dos das despus le cont para su gran sorpresa lo que haba pasado, pidindole que en lo sucesivo se quedara en mi casa y fuera mi esposa. Ella se mostr reticente: esto poda apenar a su esposo que siempre la haba amado fielmente, pero por lo ocurrido se vea obligada en el presente a amar tanto a uno como al otro. Al regreso de un viaje de dos das, invit a su esposo a mi casa y le pregunt si acogera bien a su difunta mujer si ella apareciera. Cuando me respondi afirmativamente, llorando con amargura, le traje a su esposa e hijo, le cont todo lo que haba acontecido y le ped ratificara con su consentimiento mi unin con ella. Despus de una larga disputa tuvo que renunciar a discutir mis derechos sobre la mujer. Sin embargo, la discusin continu a propsito del hijo." La Virgen le interrumpi con las siguientes palabras: "Me sorprendente saber que hayis podido aumentado el dolor de este hombre." "Qu hubiese tenido que hacer?" pregunt. Se organiz una discusin entre nosotros; la mayora era del parecer que haba hecho bien. "Pues no" dijo, "le devolv a los dos, tanto a su mujer como a su hijo. Decidme ahora, nobles seores, qu fue mayor la rectitud de mi accin o la alegra del esposo?" Estas palabras agradaron tanto a la Virgen que hizo circular la copa en honor de ambos. Las otras historias contadas a continuacin fueron tan embrolladas que no pude retenerlas todas, sin embargo, an recuerdo la siguiente historia contada por uno de mis compaeros: Algunos aos antes un mdico haba comprado madera para la poca de fro, se calent por este medio durante todo el invierno, pero cuando lleg la primavera revendi esta misma madera con lo que resultaba que la haba usado sin hacer el menor consumo de ella. "Sin duda debi hacer magia" dijo la Virgen," pero el tiempo ha pasado y hemos llegado al final de la cena." "En efecto", respondi mi compaero, "que quien no pueda resolver estos enigmas lo haga saber a los dems por medio del conveniente mensajero. No creo que se le pueda negar esto." En este momento se recit la accin de gracias, y todos nos levantamos de la mesa ms alegres y satisfechos que cebados de alimentos. Sera deseable que todos los banquetes y festines terminasen de esta manera. Cuando nos hubimos paseado un poco por la sala, la Virgen nos pregunt si desebamos asistir al inicio de las Bodas. Uno de nosotros respondi: "Oh, s, Virgen noble y virtuosa." Entonces, mientras conversaba con otros, despach a un paje en secreto. Se haba vuelto tan afable con nosotros, que me atrev a preguntarle su nombre. La Virgen no se molest en absoluto con mi audacia y respondi sonriendo. "Mi nombre es igual a cincuenta y cinco y sin embargo slo tiene ocho letras; la tercera es el tercio de la quinta; si la agregamos a la sexta, forma un nmero cuya raz excede a la primera letra en una cantidad mayor que la letra tercera, raz que es la mitad de la cuarta. La quinta y la sptima son iguales. La ltima tambin es igual a la primera y ambas, junto con la segunda, suman tanto como la sexta que, a su vez, tiene cuatro ms de lo que tiene la tercera tres veces. Y ahora, dime noble amigo, cul es mi nombre?" El problema me pareci bastante difcil de resolver; sin embargo no me amilane y 14

pregunt: "Virgen noble y virtuosa, no podra conocer una sola de las letras?" "Por supuesto, dijo, es posible" "Cunto vale la sptima? pregunt." "Tanto como seores hay aqu", respondi. La respuesta me bast y pude fcilmente encontrar su nombre.(1). La Virgen se mostr muy satisfecha por ello y nos asegur que nos seran desveladas muchas cosas ms. Pero he aqu que vimos aparecer varias vrgenes magnficamente vestidas que hicieron su entrada con gran pompa. Iban precedidas por dos pajes que iluminaban su camino. El primero de dichos pajes tena una cara alegre, ojos claros y formas armoniosas; el segundo tena un aspecto irritado y, como luego me di cuenta, todos sus deseos tenan que cumplirse. En primer lugar los seguan cuatro vrgenes. La primera bajaba constantemente los ojos y sus gestos revelaban una profunda humildad. La segunda era igualmente una virgen casta y pdica. La tercera se sobresalt al entrar en la sala; ms tarde supe que no poda permanecer donde hay demasiada alegra, la exuberancia la enervaba. La cuarta llevaba algunas flores, smbolo de sentimientos de amor y de generosidad. Estas cuatro vrgenes eran seguidas por otras dos, engalanadas con un poco ms de suntuosidad, que nos saludaron cortsmente. La primera vesta un traje azul tachonado de estrellas de oro; la segunda llevaba un vestido ornado con finas rayas rojas y blancas; ambas tenan, en la cabeza, paoletas ligeras y vaporosas que les sentaban admirablemente. Al final vino una que llevaba una corona pequea en su cabeza y sus miradas se dirigan con ms frecuencia al cielo que a la tierra. Cremos que era la novia, si bien no lo era, aunque por el honor, la riqueza y el rango la sobrepasaba en mucho, y fue ella quien a continuacin orden el desarrollo de las Bodas. Imitamos a nuestra virgen y nos prosternamos a sus pies, a pesar de toda la modestia y piedad que mostraba. Nos tendi la mano a todos y cada uno al tiempo que nos deca que no nos sorprendiramos, pues era lo mnimo que poda ofrecernos. Nos exhort a elevar nuestros ojos al Creador, a reconocer su omnipotencia en todo lo que estaba sucediendo, a perseverar en el camino que habamos emprendido y a emplear estos dones para gloria de Dios y la salvacin de los hombres. En resumen, sus palabras tan diferentes de las de nuestra Virgen, un poco ms mundanas, me penetraron hasta la mdula de los huesos. "Y t, me dijo a continuacin, t has recibido ms que los dems, intenta pues tambin dar ms". Esta recomendacin me sorprendi mucho. A la vista de las vrgenes y al son de la msica, cremos que bamos a bailar. Pero no haba llegado todava el momento. Las pesas de las que hemos hablado antes, estaban an en su sitio. La Reina -ignoro todava quin era- invit a cada una de las vrgenes a que tomase una de ellas y despus dio la suya, la ltima y ms pesada, a nuestra Virgen, indicndonos que la siguiramos. Nuestra suficiencia haba disminuido notablemente; me di cuenta que nuestra Virgen era demasiado buena con nosotros y que en absoluto inspirbamos tan alta estima como casi empezbamos a creer. As que la seguimos en fila y fuimos conducidos a una primera sala, donde nuestra Virgen suspendi la pesa de la Reina, mientras cantbamos un hermoso canto espiritual. En esta sala no haba nada precioso salvo algunos esplndidos libros de oraciones, ejemplares nicos. En el centro, un reclinatorio en el que la Virgen se arrodill y a cuyo alrededor nos prosternamos al tiempo que repetamos la oracin que lea en uno de los libros. Pedamos con fervor que estas Bodas se realizasen para gloria de Dios y para nuestro bien. A continuacin llegamos a la segunda sala donde la primera virgen colg a su vez el peso que llevaba, y as continuamos hasta que se cumplieron todas las ceremonias. Entonces la 15

Reina nos tendi de nuevo la mano y se retir acompaada por sus vrgenes. Nuestra presidenta an permaneci un instante entre nosotros; pero como eran casi las dos de la madrugada, no quiso retenernos por ms tiempo. Aunque me pareci observar en este momento que se complaca con nuestra compaa, nos dese buenas noches, nos dijo que durmisemos tranquilos y as se separ de nosotros, amistosamente, casi de mala gana. Nuestros pajes haban recibido instrucciones y nos condujeron a nuestras respectivas habitaciones, acostndose en un segundo lecho instalado en la misma habitacin, por si necesitbamos de sus servicios. Ignoro cmo estaban dispuestas las de mis compaeros, pero mi habitacin estaba toda ella guarnecida con tapices y cuadros maravillosos y amueblada regiamente. Pero lo que verdaderamente me complaca en extremo, era la compaa de mi paje, capaz de hablar tan elocuentemente de todo y tan versado en las artes, que le escuch con gusto an durante casi una hora, antes de acostarnos hacia las tres y media de la madrugada. A decir verdad, fue mi primera noche tranquila, pese a que un sueo inoportuno me impidi disfrutar del reposo enteramente a mi gusto, pues toda la noche so que me obstinaba en abrir una puerta que no ceda, hasta que finalmente consegu abrirla. Estas fantasas turbaron mi descanso, hasta que por fin la llegada del da me despert.

Cuarto Da

An descansaba en mi cama, mirando tranquilamente los cuadros y los admirables motivos de decoracin cuando, de repente, o resonar los acordes de las trompetas, como si preparase ya el cortejo nupcial. Mi paje, fuera de s, salt de su lecho como un loco, con el rostro tan alterado que ms pareca muerto que vivo. Imagnese mi angustia cuando me dijo que justo en ese momento mis compaeros estaban siendo presentados al Rey. Mientras me vesta a toda prisa, maldiciendo mi pereza y llorando a lgrima viva, mi paje -que estuvo listo antes que yo- abandon la habitacin para enterarse de la situacin. Volvi enseguida con la feliz noticia de que nada estaba perdido, que slo haba faltado al desayuno pues no haban querido despertarme en atencin a mi avanzada edad, pero que ya era hora de que lo siguiera a la fuente en la que estaban reunidos la mayora de mis compaeros. Esta noticia me calm y alent, acab de vestirme rpidamente y segu a mi paje hasta la fuente. Tras los saludos de costumbre la Virgen se burl de mi pereza y me condujo a la fuente, de la mano. All comprob que el len tena una gran losa grabada, en lugar de su espada. La examin con atencin y descubr que provena de monumentos antiguos y que haba sido transportada aqu expresamente para su mayor gloria. Su inscripcin estaba un poco borrosa a causa de su antigedad. La reproduzco a continuacin con exactitud para que cada cual pueda reflexionar al respecto:

HERMES PRINCEPS POST TOT ALLATA GENERI HUMANO DAMNA, DEI CONSILIO: 16

ARTISQUE ADMINICVLO, MEDICINA SALVBRIS FACTVS HEIC FLVO. Bibat ex me qui potest: lauet, qui vult: turbet qui audet: BIBITE FRATES, ET VIVITE.

Esta inscripcin era fcil de leer y de comprender, por lo que sin duda la haban colocado aqu porque era ms cmoda de descifrar que cualquier otra. Tras habernos lavado primero en esta fuente, bebimos en una copa de oro. Despus volvimos con la Virgen a la sala para vestirnos con nuevas vestiduras, que estaban enteramente tejidas con hilos de oro y magnficamente decoradas con flores. Adems cada uno recibi un segundo toisn de oro incrustado de piedras preciosas, de donde emanaban influencias mltiples que correspondan con la fuerza activa de cada uno. Haban suspendido de ellos una pesada placa de oro en la que figuraban el Sol y la Luna frente a frente. El reverso tena grabadas estas palabras: El resplandor de la Luna igualar al del Sol y la luz del Sol ser siete veces ms brillante que en el presente.

Nuestras anteriores joyas fueron depositadas en una cajita y confiadas a un servidor. Despus nuestra Virgen nos hizo salir en orden. Ante la puerta nos esperaban ya los msicos, vestidos con terciopelo rojo guarnecido con un galn blanco. Entonces se abri otra puerta, que antes siempre haba estado cerrada, y que daba acceso a una escalera de caracol, la escalera real. La Virgen nos condujo al son de la msica y nos hizo subir los 365 escalones. En esta escalera vimos reunidas preciosas obras de arte y cuanto ms subamos ms admirables eran; finalmente llegamos a una sala abovedada repleta de frescos, donde nos esperaban 60 vrgenes, ricamente vestidas. Se inclinaron cuando nos acercamos y les devolvimos la reverencia lo mejor que pudimos; despus de lo cual fueron despedidos los msicos, que tuvieron que volver a bajar la escalera y la puerta fue cerrada. Al tintineo de una campanilla apareci una hermosa virgen que dio a cada uno una corona de laurel y nuestra Presidenta recibi una rama. Durante este tiempo, se levant un teln y contempl al Rey y a la Reina entronizados en toda su majestad y esplendor. Si no me hubiera acordado de las tan amigables amonestaciones que me dio la Reina, la vspera, habra comparado, desbordante de entusiasmo, esta gloria indecible con el cielo. Pues verdad es que la sala resplandeca de oro fino y pedreras, pero el vestido de la Reina era tan magnfico y tan resplandeciente que era incapaz de sostener la mirada en ella. As como las estrellas en el cielo se superan unas a otras, esto sobrepasaba en sublimidad todo lo que yo haba

Error! Marcador no definido.

tenido por bello hasta este da. Habindose aproximado nuestra Presidenta, cada una de las vrgenes tom a uno de nosotros por la mano y nos present al Rey con una profunda reverencia, tras lo que la Presidenta dijo: "En honor a Vuestras Majestades Reales, graciossimos Rey y Reina, los Seores aqu presentes han afrontado la muerte para llegar hasta Vos. Vuestras Majestades se alegrarn de ello con razn, pues la mayora estn cualificados para engrandecer vuestro Reino y sus Dominios, como Vuestras Majestades se darn cuenta por s mismos, examinando a cada uno de ellos. Deseara, por lo tanto, poder presentarles muy respetuosamente a Sus Majestades, con el humilde ruego de que mi misin se considere terminada y de informarles de mis hechos y gestos con cada uno de ellos." Despus deposit su rama de laurel en el suelo. En aquel momento hubiera sido conveniente que alguno de entre nosotros dijera algunas palabras. Pero como permanecamos silenciosos, el viejo Atlas avanz y dijo en nombre del Rey: "Sus Majestades Reales se alegran infinitamente de vuestra llegada y os otorgan su Gracia Real a todos juntos as como a cada uno en particular. Igualmente estn muy satisfechos del cumplimiento de tu misin, querida Virgen, por lo que te ser concedido un don real. No obstante, desean que contines todava hoy cuidando de estos huspedes, pues no pueden sino tener una gran confianza en ti." La Virgen recogi humildemente su rama de laurel y nosotros nos retiramos, por primera vez, acompaados de ella. Esta sala era rectangular por delante, cinco veces ms ancha que larga, pero, en el otro extremo, en el lado de la salida, tomaba la forma de un hemiciclo completando as la imagen de una prgola, un gran prtico, en el que estaban colocados en crculo tres esplndidos tronos, estando el del centro un poco ms elevado que los otros dos. En cada uno de ellos estaban sentadas dos personas; en el primero un viejo rey de barba gris y su esposa -que por el contrario era joven y bella. Un rey negro en plena madurez estaba sentado en el tercer trono, y a su lado una vieja y frgil mujer, sin corona y velada. El trono del medio estaba ocupado por dos adolescentes. Estaban coronados con laureles y encima de ambos se encontraba suspendida una enorme y preciosa corona. No eran, ciertamente, tan bellos como yo los imaginaba, pero es as como deba ser. Detrs de ellos, en un banco circular, se haban colocado un gran nmero de viejos. Cosa sorprendente, ninguno de ellos llevaba espada o cualquier otra arma. Adems tampoco vi ningn guardia sino tan slo a determinadas vrgenes, de las que nos acompaaron en la vspera, que se haban sentado a lo largo de los dos lados del hemiciclo. No puedo dejar de relatar que el pequeo Cupido revoloteaba por all, en particular alrededor de la gran corona. De vez en cuando, se sentaba entre los dos amantes y les sonrea jugando con su arco. A veces, simulaba tirar sobre uno de ellos. En resumen, el pcaro era tan malicioso, que no dejaba en paz ni a los pjaros que, numerosos, volaban por la sala y les hostigaba tanto como poda. Las vrgenes se divertan con l y, cuando llegaban a atraparlo, no escapaba sin esfuerzo. As este pequeo tuno aportaba mucho regocijo y diversin. Delante de los Soberanos, se eriga un altar pequeo pero bello, sobre el que haba colocado un libro cubierto con terciopelo negro, salpicado por incrustaciones de oro. A su lado haba una lucecita en un candelero de marfil que, aunque pequea, arda sin cesar con una llama tan inmvil, que no la hubiramos reconocido con un fuego a no ser porque el pequeo Cupido soplaba encima de vez en cuando.

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Junto al candelero, un globo o esfera celeste giraba alrededor de su eje de forma muy artstica. Delante, un pequeo reloj provisto de msica coronaba una fuente de cristal de donde brotaba continuamente un agua pura, color rojo sangre. Al lado, una calavera daba refugio a una serpiente blanca tan larga que, pese a que rodeaba otros objetos, tena la cabeza en un ojo y la cola en el otro. As que nunca sala enteramente de la calavera. Pero cuando a Cupido se le ocurra hostigarla un poco, entraba en ella con una velocidad asombrosa. Adems de este altarcillo, se observaban aqu y all en la sala prodigiosas estatuas que se movan como si estuviesen vivas, y hacan cosas tan curiosas que me es imposible describirlas todas. Cuando entramos haban resonado cnticos tan maravillosos que, de hecho, yo no saba si venan de las vrgenes que haban permanecido en el interior o de las propias estatuas. Abandonamos la sala con nuestras vrgenes, satisfechos y dichosos por este recibimiento. Nuestros msicos nos esperaban y bajamos en su compaa la escalera de caracol; a continuacin la puerta fue cuidadosamente cerrada y echados los cerrojos. Cuando estuvimos de vuelta en la sala, una de las vrgenes exclam: "Me sorprende hermana, el que te hayas atrevido a mezclarte con tanta gente". Nuestra Presidenta respondi, refirindose a m: "Hermana, no temo a nadie ms que a ste." Estas palabras me causaron pena, pues comprend que se burlaba de mi edad, pues en efecto yo era el ms anciano. Pero, sin embargo, me consol una vez ms prometindome librarme de esta carga si mantena buenas relaciones con ella. Despus de lo cual se sirvi la comida; cada uno se coloc al lado de su virgen, cuya instructora conversacin absorba toda nuestra atencin. Pero no me est permitido revelar los temas de sus charlas ni de sus pasatiempos. La mayora, no obstante, haban tratado sobre las Artes. Lo que me permiti notar que tanto los ancianos como los jvenes eran muy doctos. No cesaba de preguntarme cmo encontrar la juventud, pues este aspecto me entristeca un poco. La Presidenta se percat de ello y dijo entonces: "S muy bien lo que le falta a este jovencito. Sospecho que estar ms contento maana, si me acuesto con l esta noche." Estas palabras les hicieron rerse a carcajadas y, aunque el rubor me enrojeci las mejillas, no pude evitar rerme de mi situacin. Uno de mis compaeros queriendo vengarme del ultraje que haba sufrido por parte de la Presidenta, dijo: "Espero que no solamente nosotros sino tambin las dems vrgenes, den testimonio en favor de nuestro hermano y certifiquen que nuestra Presidenta le ha prometido dormir con l esta noche." "Lo hara gustosa", respondi ella, "si no temiera molestar a mis hermanas eligiendo sin su consentimiento, al mejor y ms bello!" "Querida hermana" exclam de repente una de ellas, "notamos que tu alta funcin no te ha vuelto orgullosa. Si nos permites sortearnos a los Seores aqu presentes, te concederemos gustosas el privilegio." Nosotros consideramos esto como una broma y reemprendimos nuestras conversaciones. No obstante, nuestra Presidenta no pudo evitar hostigarnos y dijo de nuevo: "Seores mos, y si dejamos a la suerte el cuidado de decidir quines dormirn juntos hoy?" "Bien" dije yo, "si no hay otro remedio, no podemos rehusar esta oferta." Convinimos en hacer la experiencia inmediatamente despus de la cena; nadie quiso permanecer en la mesa durante ms tiempo, por lo que nos levantamos todos y cada uno se puso a caminar de arriba a abajo, con la virgen que le fue asignada desde el principio. Pero la Presidenta dijo: "No, no es

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as como debe hacerse. Veamos lo que decidir la suerte." Despus de lo cual, se nos separ y se produjo una discusin entre ellas sobre el procedimiento a emplear. Lo cual no era sino una simulacin, pues inmediatamente nuestra Presidenta propuso que nos colocramos en crculo, en un orden cualquiera. Entonces, ella nos contara comenzando por s misma y la sptima persona debera aceptar indiferentemente a la sptima persona siguiente, fuera una virgen o un seor. No sospechamos ninguna trampa, por lo que todo ocurri as. Creamos estar bien mezclados los unos con los otros, pero sucedi que las vrgenes estaban dispuestas entre nosotros conociendo de antemano su lugar. Nuestra Presidenta comenz a contar: la sptima persona result ser una virgen, la sptima siguiente de nuevo una virgen; la siguiente otra virgen por tercera vez, y as continu la cosa hasta que, para nuestra gran sorpresa, todas las vrgenes hubieron salido del juego sin que hubiese sido designado ninguno de nosotros. Nos quedamos pues solos, pobres miserables, obligados a soportar grandes burlas y a reconocer que habamos sido engaados hbilmente. Sin embargo, quien nos hubiese visto colocados de la forma que estbamos, antes hubiese supuesto que el cielo se desplomara a que no todos seramos eliminados! As acab la broma y tuvimos que aceptar gustosamente que las vrgenes se rieran a costa nuestra. En este momento, el turbulento y pequeo Cupido vino a unirse a nosotros de parte de Sus Majestades Reales, para ofrecernos un trago de una copa de oro; pidi tambin a nuestra Presidenta que se presentase delante del Rey, y nos explic que no poda quedarse ms tiempo con nosotros y no lo tuvo ni siquiera para entregarse a sus festivas manifestaciones de amor. Por consiguiente, le dejamos emprender de nuevo el vuelo, dndole las gracias con deferencia y humildad. Mientras tanto, la alegra impuls las piernas de mis compaeros que organizaron rpidamente un baile, con el consentimiento de las vrgenes, ponindose todos a danzar. Prefer mirar que participar. En efecto, sus pies alados se movan hbilmente, como si supieran hacerlo desde hace mucho tiempo. Despus de algunos bailes, nuestra Presidenta volvi y nos anunci que los artistas y aspirantes haban propuesto, a Sus Majestades Reales, representar una comedia en su honor y para su divertimiento, antes de su marcha. Sera del agrado de su Majestad Real, si quisiramos asistir a la representacin y acompaar a Su Majestad a la Casa del Sol, como El lo explic graciosamente. Entonces fuimos a transmitir humildemente nuestro agradecimiento por el honor que se nos haca y ofrecimos con deferencia nuestros modestos servicios, no slo en esta ocasin sino en cualquier circunstancia, lo que la Virgen Le transmiti. Poco despus, ella nos advirti que debamos esperar en orden a Sus Majestades Reales, en la galera donde fuimos rpidamente conducidos. No permanecimos all mucho tiempo, pues el cortejo real estaba preparado aunque sin el menor acompaamiento musical. Abriendo el cortejo marchaba la Reina desconocida que estuvo ayer entre nosotros, llevando una pequea y preciosa corona y vestida con satn blanco. Luca solamente un pequeo crucifijo hecho con una nica perla, la cual haba sido abierta precisamente ese da entre el joven Rey y su Prometida. Tras ella, venan las seis principales vrgenes en dos filas; llevaban la joya del Rey cuyo sitio era el altarcillo. A continuacin venan los tres reyes, el novio en el centro, sencillamente vestido con un ropaje de satn negro de corte italiano. Llevaba un pequeo sombrero redondo, negro, adornado con una pluma negra, pequea y puntiaguda; se descubri amablemente ante nosotros, para mostrarnos sus buenas disposiciones. Por nuestra parte, Le hicimos una reverencia, as como a los otros, tal y como se nos haba prescrito. Tras los reyes, venan las tres reinas, dos de las cuales estaban ricamente ataviadas. Tan

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slo la de en medio estaba tambin completamente vestida de negro; Cupido llevaba la cola de su vestido. A continuacin se nos indic que siguiramos pues venan las vrgenes y, por ltimo, el Viejo Atlas cerraba el cortejo. Despus de haber desfilado a lo largo de mltiples pasillos ricamente decorados, acabamos por llegar a la Casa del Sol para asistir con el Rey y la Reina a la comedia presentada, en una tribuna de ceremonias que se haba construido all mismo. Estbamos a la derecha de los reyes, pero a cierta distancia; las vrgenes estaban en el lado izquierdo, a excepcin de aquellas que haban recibido las insignias reales. A estas ltimas, se las design un lugar particular, en la parte ms alta. Los dems servidores debieron colocarse entre las columnas y contentarse con ello. Como esta comedia ofreca numerosos aspectos interesantes de meditar, no puedo evitar hacer un breve resumen de la misma. En primer lugar, apareca un viejo Rey con algunos servidores; le hacen entrega, ante su trono, de un cofrecito que se haba encontrado flotando en las afueras, segn se le dijo. Al abrirlo, encuentran una nia, algunas joyas y un pergamino lacrado dirigido al Rey. El Rey lo abre y una vez que ha ledo la misiva se pone a llorar. Despus explica a sus servidores cmo, desgraciadamente, el rey de los Moros haba invadido el reino de su ta y haba masacrado a toda la descendencia real, excepto esta nia. El haba proyectado siempre casar a su hijo con la hija de su ta. Jura, pues, consagrar al Moro y a sus cmplices una enemistad eterna y vengarse de lo que ha pasado. Al mismo tiempo, ordena que se cre tiernamente a la nia y que se presten a la lucha contra el Moro. Estos preparativos y la educacin de la nia (confiada a un viejo preceptor cuando fue algo mayor), ocupaban todo el primer acto con refinadas diversiones y dignas de elogios. Como intermedio fue presentado el combate de un len y de un grifo; la victoria la obtuvo el len, lo que es muy comprensible. En el segundo acto, entr en escena el Moro, un negro lleno de astucia. Con despecho, se entera de que su crimen ha sido descubierto y que una nia haba escapado gracias a unas artimaas. Entonces se pregunta qu estratagema emplear para vencer a tan poderoso enemigo, cuando el medio para hacerlo se lo proporcionan unos refugiados, llegados a su pas empujados por el hambre. Cuando inesperadamente, la nia cae de nuevo en sus manos, la hubiera hecho estrangular inmediatamente, de no haber sido engaado por sus propios cortesanos de forma milagrosa. Este acto termina, pues, con una victoria del Moro muy particular. En el tercer acto, se rene contra el Moro, en nombre del Rey, un gran ejrcito mandado por un viejo y valiente Caballero. Este invade el reino del Moro, liberando a la joven de la torre por la fuerza y la proporciona vestidos nuevos, despus se erige con rapidez una bella tribuna en la que ella se sita. A continuacin aparecen doce enviados del Rey, a los que el Caballero anteriormente citado les dirige estas palabras: su muy gracioso Seor y Rey no slo haba salvado a la nia de la muerte por segunda vez, ni la haba hecho educar regiamente (aunque ella no se condujo siempre como habra debido), sino que Su Majestad la haba elegido adems, entre muchas, como esposa para su joven Seor e Hijo, y deseaba hacerle la gracia de realizar sus desposorios efectivos, con la condicin de que ella se comprometiera a adquirir hacia su Majestad las siguientes obligaciones. Sobre las que se lean en un documento algunos bellos preceptos, dignos de ser citados si ello no nos llevara demasiado lejos. En resumen, la joven juraba observarlas exactamente y agradeca la gracia concedida de la manera ms distinguida.

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Despus todos entonaban un canto de alabanzas a Dios, al Rey y a nuestra Presidenta, tras lo cual abandonan la escena. Para abreviar el tiempo, se nos present los cuatro animales que se le aparecieron a Daniel en su visin y que describi tan detalladamente, cada uno de los cuales tiene un significado tan particular. En el cuarto acto, la prometida entra en posesin de su reino perdido, es coronada y recorre ampliamente el escenario, con gran alegra, con todas sus galas; a continuacin llegan enviados para transmitirle sus felicitaciones y para contemplar su magnificencia. Sin embargo, ella no mantiene durante mucho tiempo su piedad, comenzando a lanzar a su alrededor miradas atrevidas, a hacer signos de cabeza a los embajadores y seores, afirmando con fuerza su personalidad. El Moro, enterado pronto de su conducta, no quiere perder semejante ocasin. Como su preceptor no la vigilaba suficientemente, se deja fcilmente deslumbrar por grandes promesas y, desconfiando de su Rey, busca cada vez ms, en secreto, los favores del Moro. Este se aprovecha con diligencia, vuelve a adquirir el control sobre ella con su concurso, y la subyuga con tan bellos discursos que obtiene la sumisin de todo su reino. En la tercera escena de este acto, l la haca poner, completamente desnuda, atada a un poste de un grosero patbulo y la azotaba cruelmente, tras lo cual ordenaba matarla. Era tan penoso ver semejantes cosas, que las lgrimas acudieron a los ojos de muchos de entre nosotros. A continuacin, la joven es arrojada, desnuda, a un calabozo, para esperar all la muerte, que deber producirse por envenenamiento. El veneno no la mata pero la cubre de lepra. Este acto result, para la mayora, profundamente trgico. Como intermedio se expuso en el escenario la estatua de Nabucodonosor equipado con armas y toda clase de otras cosas en la cabeza, el pecho, el vientre, los muslos y los pies, ornamentos de los que hablaremos posteriormente. En el quinto acto, el joven Rey era informado de lo que pasaba entre el Moro y su futura esposa. Se dirige a su Padre con el ruego de que no sea abandonada en su triste situacin. Su Padre atenda su ruego y enviaba mensajeros para consolarla en su enfermedad y cautividad, pero tambin para mostrarle su irreflexin. No obstante, ella no quera recibirles, estando dispuesta por el contrario a hacerse la concubina del Moro, lo que ocurra. Y todo ello se le informaba al joven Rey. Tras lo que apareca un grupo de bufones, cada uno de los cuales tena una varita mgica con la que, en un cerrar de ojos, hacan y deshacan, a toda velocidad, un gran globo terrestre, fantasa agradable de corta duracin. En el sexto acto, el joven Rey decida desafiar al Moro en combate, realizndolo. Y aunque el Moro fue vencido, muchos creyeron que el joven Rey haba muerto tambin. Sin embargo, ste volva en s, liberaba a su prometida y se preparaba para las Bodas, despus de habrsela confiado a su preceptor y a su capelln. El primero la atormentaba mucho, hasta el momento en que era el sacerdote quien desempeaba este papel y se comportaba tan malvadamente, que pareca querer superar a todo el mundo en crueldad. Esto acaba por llegar a odos del Rey, quien enviaba urgentemente a alguien para acabar con el dominio del sacerdote y ataviar a la Prometida para las Bodas. Despus de este acto, se present en escena un enorme elefante artificial, que transportaba un amplio palanqun con dos msicos; fue muy admirado por todos. En el ltimo acto, el Prometido haca su entrada con un fasto y una magnificencia difciles de imaginar, y yo me preguntaba sorprendido cmo era posible semejante cosa. La Prometida avanzaba a su encuentro con igual solemnidad y todo el pueblo gritaba: Vivat

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Sponsus, vivat Sponsa! (4) La representacin de esta comedia fue, para todos, un medio con el que felicitar al Rey y a la Reina de forma solemne lo que, como yo mismo comprob, les proporcion un inmenso placer. Finalmente los actores desfilaron con pompa, varias veces alrededor de la escena y, por ltimo, cantaron en coro: I La magnificencia de este tiempo Nos da una gran alegra Totalmente consagrada a la Fiesta Real. Cantad, pues, todos, que resuene: Que la dicha sea a Quien nos da la felicidad.

II La bella Esposa Tan esperada Le es confiada ahora. Recibimos lo que deseamos: Dichoso quien ve ahora el futuro.

III Ellos salvaguardan mucho tiempo la herencia paterna. Creced en el honor: Que millares nazcan de vuestra sangre.(5)

Los actores se retiraron entonces y la comedia acab en medio de gritos de alegra y de testimonios de aprobacin, en particular de las personas reales. Comenzaba a caer la noche cuando tambin nosotros partimos en el orden descrito anteriormente y seguimos a las personas reales, subiendo una escalera de caracol, hasta la sala anteriormente citada en la que las mesas ya estaban puestas y ricamente servidas. Era la primera vez que estbamos invitados a la mesa real. En el centro de la sala fue colocado el altarcillo donde se depositaron los seis emblemas reales. El joven Rey se mostr muy afable con nosotros. Sin embargo, no estaba verdaderamente alegre y, aunque nos hablaba de vez en cuando, suspir varias veces, de lo que el pequeo Cupido se burl con todo tipo de bromas. Los ancianos Reyes y Reinas se mostraban muy graves, salvo la esposa del viejo Rey quien, slo ella, tena ahora un aire alegre cuya causa se me escapaba. Mientras que las personas reales se instalaban en la primera mesa, nosotros tomamos asiento, solos, en la segunda y, en la tercera, tomaban asiento algunas vrgenes notables. Los

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hombres y las vrgenes que quedaban debieron ocuparse del servicio. Todo ocurri en medio de tal serenidad y de tan profundo silencio, que apenas me es posible hablar mucho de ello. Tan slo puedo indicar que las personas reales sentadas a la mesa estaban vestidas para la comida con ropajes deslumbrantes, blancos como la nieve. Por encima de la mesa penda la gran Corona de Oro mencionada anteriormente, cuyas piedras preciosas habran bastado para iluminar ellas solas la sala. A continuacin se encendieron todas las luces en la Llama del altar, pero el porqu, a decir verdad, no lo saba. Observ que el joven Rey envi varias veces alimento a la serpiente blanca del altar, lo que me hizo reflexionar. Durante este banquete de fiesta, fue el pequeo Cupido quien parlote; no quera dejarnos tranquilos, en especial a m, y constantemente haca cosas singulares. Sin embargo, no reinaba ninguna alegra especial, desarrollndose todo en silencio. Como incluso no se oa ninguna msica, present un peligro inminente; cuando se nos preguntaba, haba que dar respuestas cortas y concretas y contentarse con ello. En resumen, todo pareca tan extrao, que el sudor comenz a inundarme; creo que incluso una persona con mucha sangre fra habra perdido el valor. Terminada la cena, el joven Rey orden que se le llevase el Libro del altar, que abri a continuacin. Nos pregunt una vez ms, por mediacin de un hombre anciano, si le permaneceramos fieles, para lo bueno y para lo malo. Dimos nuestra aquiescencia, temblando. A continuacin nos pregunt, con tono triste, si queramos comprometernos hacia El, por escrito, a lo que no podamos negarnos. Deba ser as. As pues, nos levantamos todos, uno tras otro, para inscribir, de propia mano, nuestro nombre en el Libro. Cuando firm el ltimo, se trajo la fuente de cristal y una copa de cristal en la que las personas reales bebieron cada una a su vez. Despus se nos tendi tambin a nosotros y se la hizo pasar al resto de los presentes; esto se llamaba "Haustus Silentii".(5a) A continuacin todas las personas reales nos estrecharon la mano, advirtindonos que, si no les permaneciramos fieles, no les volveramos a ver jams, lo que nos conmovi verdaderamente provocando nuestras lgrimas. De nuestra parte, nuestra Presidenta confirm categricamente, una vez ms, nuestra firme promesa de fidelidad, lo que por fin les content. Entonces, reson una campana y las personas reales palidecieron a tal punto que nos desalentamos totalmente. Cambiaron sus vestidos blancos por otros negros. La sala fue completamente cubierta con terciopelo negro, incluidos el suelo y el techo. Todo estaba preparado con anterioridad. Se alinearon las mesas alejndolas de all, y todo el mundo se sent en crculo en los bancos, nos vestimos tambin con ropas negras y nuestra Presidenta, que haba salido un momento antes, volvi a entrar. Llevaba seis cintas de tafetn de seda negra que puso en los ojos de las seis personas reales. Una vez que stas no vean nada, los servidores depositaron apresuradamente seis atades cerrados y, en medio, un trono negro y bajo. Por fin entr un hombre de gran talla, negro azabache, que llevaba un hacha afilada en sus manos. Despus de haber conducido al primer viejo Rey al trono, le decapit sbitamente y su cabeza fue envuelta en un lienzo negro. Se recogi su sangre en una gran copa de oro y se deposit sta cerca de l, en el atad que se cerr y fue deslizado a un lado. Ocurri lo mismo con los dems, y me estremec pensando que me llegara tambin el turno. Pero no ocurri nada de esto. En efecto, cuando las seis personas fueron decapitadas, el hombre negro volvi a salir seguido de otro que lo decapit, a su vez, justo delante de la puerta, cogi su cabeza as como el hacha y las coloc en un cofre. La Boda me pareca verdaderamente sangrienta, pero como ignoraba lo que todava iba a pasar, domin mis impresiones hasta el momento en que conociera ms.

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Nuestra Presidenta nos aconsej que nos mantuviramos tranquilos, cuando vio que algunos de nosotros se sofocaban y se ponan a llorar. "Su vida est, actualmente, en vuestras manos", dijo ella, "si me segus, su muerte engendrar mucha ms vida." Despus de lo cual, nos urgi para que fusemos a dormir y para que no nos inquietramos pues todo ira bien para ellos. Nos dio las buenas noches, aadiendo que deba ir a velar a los muertos. As fue hecho y cada uno de nosotros fue conducido por su paje a su dormitorio. Mi paje me habl abundantemente de numerosos asuntos; pienso a menudo en l, pues yo estaba lleno de admiracin por su inteligencia. Acab por comprender, sin embargo, que su intencin era el provocarme sueo. Fing dormir profundamente, pero permanec despierto porque no poda olvidar a los decapitados. Mi habitacin daba al mar, al que vea bien pues la ventana estaba junto a mi cama. Apenas haba sonado la duodcima campanada de medianoche cuando percib, de repente, un gran fuego sobre el agua: lleno de espanto, abr precipitadamente la ventana para ver lo que pasaba. Entonces vi avanzar, a lo lejos, siete barcos, rodeados de luz. Una llama oscilaba por encima de cada uno, revoloteando de aqu para all, descendiendo de vez en cuando, de tal manera que me vino la idea de que eran los espritus de los decapitados. Los bajeles se aproximaban lentamente a la orilla, con slo un capitn a bordo de cada uno. Cuando tocaron tierra, vi ir a nuestra Virgen a su encuentro con una antorcha, mientras que se llevaban, tras de ella, los seis atades cerrados y el cofre, que fueron colocados respectivamente en cada barco. Ante esta visin despert a mi paje, el cual me lo agradeci cordialmente; habiendo corrido durante toda la jornada, su sueo le habra hecho perderse el acontecimiento que, por lo dems, le era conocido. Una vez los atades fueron depositados en los barcos, se apagaron todas las luces. Las seis llamas partieron juntas por el mar, de forma que no qued ms que una nica luz que vigilaba sobre cada barco. Algunos cientos de guardias que vigilaban la orilla hicieron entrar a la Virgen en el Castillo, cuyos cerrojos corri cuidadosamente, comprend, por consiguiente, que ya no pasara nada en lo sucesivo, y que deba esperar al da. Nos abandonamos pues al descanso. Yo era el nico cuya habitacin daba a la baha, luego el nico que haba podido ver todo esto. Muy fatigado, me hund en el sueo en medio de mis numerosas reflexiones.

Quinto Da Acabada la noche, el da tan ardientemente esperado despuntaba, lo que me hizo saltar vivamente de la cama, sin haber dormido suficientemente, aguijoneado por el deseo de saber cmo continuaban los hechos. Despus de haberme vestido y haber descendido la escalera como de costumbre, comprob que me haba adelantado, no encontrando a nadie en la sala. Entonces rogu a mi paje que me acompaase a visitar el castillo y me mostrara los parajes ms interesantes. Tan gentil como siempre, bajamos algunos escalones subterrneos hasta una gran puerta de hierro, en la que estaban inscritos las siguientes palabras, en grandes letras de cobre:

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He copiado estos caracteres en mi agenda de notas(6). Mi paje abri esta Puerta y me condujo, llevndome de la mano, a lo largo de un corredor oscuro hasta una pequea puerta que estaba entreabierta. No haba sido cerrada la vspera tras la salida de los atades, me dijo. Desde mi entrada, me apercib de la cosa ms maravillosa que la naturaleza haya creado jams. En efecto, la cripta tena como nica fuente de luz algunos carbunclos de singular grosor. Este tesoro perteneca al Rey, como ms tarde supe. Lo ms importante y bello que all vi era, en medio, un sepulcro tan precioso que me sorprendi no estuviese mejor guardado. El paje me respondi que deba en todo caso dar gracias a los astros, cuya influencia me permita contemplar, actualmente, cosas que todava ningn ojo humano haba visto jams, a excepcin de los servidores del Rey. El sepulcro era triangular; en el centro, se vea una pila de cobre pulido, el resto era de oro puro y piedras preciosas. De esta pila sala un ngel que tena en sus brazos un rbol desconocido. Del rbol caan sin cesar gotas a la pila; cada vez que se desprenda un fruto, se transformaba en agua que flua en tres pilas de oro contiguas. Este altar era llevado por tres animales: un guila, un buey y un len que se mantenan sobre una peana extremadamente preciosa. Pregunt a mi paje el sentido de la inscripcin. Respondi: "Aqu yace Venus, la bella seora, que hizo perder la dicha, el honor, la salud y la prosperidad a tantos grandes hombres". Despus seal una trampilla de cobre situada en el suelo, diciendo: "Por aqu es posible descender ms abajo si es vuestro deseo." "Os acompaar a todas partes", respond y descend los peldaos. Estaba completamente oscuro, pero el paje abri rpidamente un armarito en el que arda una lmpara perpetua. En ella encendi una de las antorchas colocadas al lado. Me sobresalt, fuertemente inquieto, y le pregunt si le estaba permitido hacerlo. El me respondi: "Las personas reales reposan todava, no tengo nada que temer." En este momento, descubr un lecho pomposo rodeado de magnficas cortinas, que mi paje entreabri. Y vi a Venus, acostada completamente desnuda (l haba levantado tambin la manta), tan bella y tan graciosa que qued clavado en el sitio; no s todava si era una estatua o un cuerpo sin vida lo que yaca all; en efecto, estaba completamente inmvil y yo no osaba tocarla. Despus la cubri de nuevo con la manta y corri las cortinas. No obstante, su imagen se me ha quedado como grabada en los ojos. Pronto divis detrs del lecho una placa, grabada con un texto misterioso:

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Pregunt a mi paje el sentido de esta inscripcin.(7) El ri y me prometi que lo sabra algn da. Despus apag la antorcha y subimos. Mirando ahora todas las puertas con ms detenimiento, vi brillar en cada rincn lmparas de pirita(8) que me haban pasado desapercibidas con anterioridad. El fuego era tan vivo que ms bien pareca venir de una piedra preciosa que de una lmpara. Con su calor, el rbol no cesaba de fundir todo produciendo siempre nuevos frutos.

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"Escuche", dijo el paje, "lo que he odo a Atlas decir al Rey: "cuando el rbol se haya disuelto completamente, Venus despertar de nuevo y ser Madre de un Rey"." Mientras que hablaba, y quizs me hubiese hecho otras revelaciones, entr volando el pequeo Cupido quien pareca disgustado por nuestra presencia all. Pero vindonos ms muertos que vivos, acab por rerse y me pregunt qu espritu me haba conducido hasta aqu. Respond temblando que, habindome perdido en el Castillo, haba llegado aqu por azar, y que mi paje tras buscarme por todas partes, acab encontrndome aqu, por lo que esperaba que no se tomara la cosa a mal. "Est bien, viejo curioso", dijo Cupido, "me habras jugado una mala pasada si hubieses descubierto esta puerta. Ser mejor que la cierre." Dicho esto, puso gruesas cadenas a la puerta de cobre por la que habamos descendido recientemente. Di gracias a Dios que Cupido no nos hubiese sorprendido antes; mi paje me qued agradecido por haberle ayudado a salir de esta situacin difcil. "Pero," continu Cupido, "no puedo dejaros sin castigo por haber casi sorprendido a mi Madre bienamada." Tras estas palabras, aproxim a una pequea lmpara la punta de una de sus flechas para calentarla un poco y me pinch con ella la mano. Apenas si me di cuenta del pinchazo en ese momento, pues estaba contentsimo por haber resuelto fcilmente la situacin y haber salido tan bien librado. Mientras tanto, mis compaeros se haban lavado y reunido en la sala; me reun con ellos, haciendo como si acabara de levantarme. Cupido que iba cerrando tras de s todas las puertas con cuidado, vino tambin con nosotros y tuve que mostrarle mi mano. Perlaba todava una gota de sangre, lo que le hizo rer con ganas; al mismo tiempo previno a los dems para que me vigilaran pues pronto sera mi aniversario. Nos sorprendi que Cupido pudieses estar tan alegre y sin pena, tras los tristes acontecimientos de la vspera. En efecto, no mostraba la menor sombra de tristeza. Durante este tiempo nuestra Presidenta se haba preparado para la marcha. Estaba totalmente ataviada con terciopelo negro, pero conservaba siempre su rama de laurel; sus vrgenes tambin las tenan. Cuando todo estuvo dispuesto, nos invit a beber para prepararnos a continuacin para el cortejo nupcial. Lo que hicimos sin perder un instante siguindola enseguida al Patio. All haban seis atades; mis compaeros se imaginaban que contenan las seis personas reales. Yo conoca la superchera pero ignoraba lo que iba a ocurrir con los otros atades. Cerca de cada atad estaban ocho hombres enmascarados. Cuando la msica comenz (era tan triste, tan melanclica que me sent mal), los hombres izaron los atades y debimos seguirles en el orden prescrito hasta el jardn que conocamos, en medio del cual estaba erigida una construccin de madera adornada con una magnfica cornisa alrededor del techo, que reposaba sobre siete pilares. En el interior haba seis tumbas abiertas y una piedra al lado de cada una de ellas, mientras que en el centro se eriga una piedra redonda y hueca. Los atades fueron descendidos en sus sepulcros en silencio y, con muchas ceremonias, se deslizaron las piedras por encima y todo fue cerrado cuidadosamente. El pequeo cofre deba ser depositado en el centro. As mis compaeros fueron engaados pues no podan imaginar que los cadveres no se encontraban en el interior de los atades. Por encima, flotaba un gran estandarte en el que estaba pintado un Fnix, para engaarnos todava un poco ms, sin duda. Cun agradecido estaba a Dios por haber visto ms que los dems! Una vez terminados los funerales, la Virgen se coloc sobre la piedra del medio e hizo un breve discurso en el que nos exhort a permanecer fieles a nuestra promesa, a no tener miedo de las dificultades que nos aguardaban y a ayudar a renacer a las personas reales enterradas

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recientemente y, con este objetivo, a subir sin prdida de tiempo a la Torre del Olimpo para buscar all el remedio necesario. Asentimos enseguida y la seguimos por otra puerta hasta la orilla, donde los siete bajeles mencionados anteriormente esperaban, vacos. Las vrgenes suspendieron en ellos sus ramas de laurel y, despus de que hubimos subido en seis de estos barcos, nos dejaron partir, en nombre de Dios, acompaados con sus miradas hasta que nos perdimos de vista. Despus regresaron al Castillo acompaadas de todos los guardias. Cada bajel arbolaba una gran bandera marcada con un emblema particular. En cinco barcos se vean cinco "corpora regularia"(9). En el mo, en el que se encontraba la Virgen, haba un Globo. Bogamos en un orden preciso, llevando en cada barco slo dos nuticos. A la cabeza marchaba el pequeo barco a, en el que me pareca iba el Moro. A bordo iban doce msicos que tocaban muy bien. Su emblema era la Pirmide. Despus seguan, costado con costado, los tres bajeles b, c y d, en el que estbamos distribuidos. Yo iba en el bajel c. En el centro, bogaban los dos ms bellos y ms majestuosos, el e y el f. Iban sin nadie a bordo, adornados con ramas de olivo y su pabelln arbolaba el Sol y la Luna. Por ltimo, vena el barco g, en el que se encontraban cuarenta vrgenes.

esquema de los barcos

Despus de haber atravesado la baha, llegamos por un canal a plena mar donde nos esperaban sirenas, ninfas y diosas marinas; tan pronto nos vieron, enviaron una nereida para hacernos entrega de un regalo de Bodas. Era una gruesa y preciosa perla fina como jams de haba visto, ni en nuestro mundo, ni en el nuevo, por lo redonda y brillante que era. La Virgen la acept graciosamente, despus la ninfa pregunt si podramos detenernos un momento all y recibir tambin a sus compaeras. La Virgen consinti de todo corazn, hizo que parasen los dos grandes barcos de en medio y agrup a los otros a su alrededor formando un pentculo.

dibujo

A continuacin, las ninfas se colocaron alrededor formando un crculo y se pusieron a cantar con voz melodiosa:

I El amor es lo ms bello que hay sobre la tierra, Nada es ms noble, ni ms elevado,

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Por l llegamos a ser semejantes a Dios, Y el sufrimiento no nos aflige ms. Por nuestro canto honramos al Rey, Que se alegre todo el mar. Nosotros preguntamos, respondernos!

II Quin, un da, nos dio la Vida? El Amor. Quin nos devolvi la Gracia? El Amor. De dnde hemos salido? Del Amor. Cmo nos hemos perdido? Por falta de Amor.

III Quin nos ha engendrado? El Amor. Quin nos ha cuidado, nos ha vigilado? El Amor. Qu debemos a nuestros padres? El Amor. Qu les hace siempre tan pacientes? El Amor.

IV

Qu nos hace vencer? El Amor. Cmo encontrar tambin el Amor? Por el Amor. Dnde hacer brillar las buenas obras? En el Amor. Quin puede hacer la unin de dos? El Amor.

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V Por ello, cantamos todos, Que resuenen los cantos de Homenaje y alabanzas al Amor, Que pueda crecer, En nuestro Rey, en nuestra Reina, Su cuerpo est aqu, su Alma est lejos.

VI Y si vivimos, Dios nos dar El transmitirles el Amor, con gran Fuerza, Para que adquieran una gran Potencia Con el fin de que, por este Fuego de Amor, Juntos se fundan durante la Hora Sagrada.

VII Entonces este sufrimiento, con gran alegra Transmitido a muchos jvenes, Se transformar en Eternidad Divina.

Cuando hubieron acabado este canto, de temtica y meloda magnficas, comprend que Ulises hubiese hecho taponar los odos de sus compaeros y me sent el ms desgraciado de los hombres por no haber sido creado por la naturaleza como estas criaturas adorables. La Virgen se despeda con rapidez y ordenaba ponerse en marcha. Con lo que las ninfas, que haban recibido por recompensa una larga banderola roja, partieron dispersndose en el mar. Esta vez, sent que Cupido comenzaba a actuar tambin en m, lo que dice poco en mi honor. Pero como mi ligereza no sera de ningn provecho para el lector, simplemente dejo constancia de ella. Responda precisamente a la herida recibida en la cabeza en mi sueo del Primer Da. Por tanto, si alguno quiere un buen consejo, que se abstenga de ir a contemplar a Venus en su lecho, pues Cupido no lo tolera. Algunas horas ms tarde, casi al trmino del viaje realizado conversando agradablemente, divisamos la Torre del Olimpo. La Virgen orden entonces que se anunciase nuestra llegada mediante las salvas de ordenanza, lo que fue hecho. Enseguida vimos desplegarse una gran orillama blanca y salir a nuestro encuentro una barquita de oro. Cuando se nos aproxim, distinguimos en ella a un anciano, el guardin de la Torre, quien, con algunos compaeros vestidos de blanco, nos acogi amistosamente y nos condujo hasta la Torre. Se eriga sobre una isla con forma de cuadrado perfecto, rodeada de una muralla tan ancha y slida cuyo dimetro

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era de 260 pasos. En su interior, descubrimos una bella pradera y jardines donde crecan frutos desconocidos por m; a continuacin, otra muralla circundaba la Torre. Esta pareca constituida por la yuxtaposicin de siete torres redondas, siendo la del centro un poco ms alta. Se interpenetraban tambin en el interior y formaban siete pisos. Cuando llegamos a las puertas, fuimos conducidos a lo largo de la muralla a una cierta distancia, con el fin de que los atades pudiesen ser transportados a la Torre sin nuestro conocimiento, como comprend fcilmente, aunque mis compaeros no se dieron cuenta de nada. Inmediatamente despus nos condujeron al piso inferior, magnficamente pintado. Pocas distracciones encontramos all, pues era un laboratorio. Debimos lavar plantas, piedras preciosas y otras materias, para extraer la savia y la esencia, poner todo en frascos y guardarlos como reserva. Nuestra Virgen pona tanto celo y diligencia que se bast para darnos trabajo a cada uno de nosotros. As, fue preciso trabajar duro en esta isla, hasta el momento en que fue hecho lo necesario para la resurreccin de los cuerpos decapitados. Durante este tiempo, como supe ms tarde, tres vrgenes se ocupaban de lavar cuidadosamente los cadveres en la primera sala. Por fin, cuando los preparatorios estuvieron casi terminados, nos trajeron por todo alimento una sopa y un trago de vino, de lo que saqu en conclusin que no estbamos aqu para divertirnos. Cuando hubimos ejecutado la tarea de la jornada, tuvimos que contentarnos con dormir sobre una manta que pusieron en el suelo. Como no tena sueo, sal a pasear por el jardn. Acab por llegar hasta la muralla y, como el cielo estaba muy claro, pas unos momentos maravillosos observando la bveda estrellada; despus descubr casualmente unas escaleras de piedra roda que conduca a la cima de la muralla. La Luna brillaba con una gran vivacidad, lo que me enardeci, decidiendo subir y contemplar la mar, que estaba en absoluta calma. Y aprovechando tan excelente ocasin para meditar sobre la astronoma, descubr que esta misma noche tena lugar una conjuncin de planetas que no se repetira antes de un largo tiempo. Cuando hube contemplado durante mucho tiempo el mar y fue casi medianoche, percib, en el momento en que sonaban las doce campanadas, como avanzaban desde lejos las siete Llamas, llegaban a la cima de la Torre y se posaban sobre la flecha. Tuve un poco de miedo pues, inmediatamente de posarse las Llamas, el viento comenz a agitar las olas. Despus las nubes pasaron delante de la Luna y mi alegra se cambi en tal espanto que apenas tuve tiempo de encontrar la escalera para volver a entrar en la Torre. No puedo decir si las Llamas permanecieron all mucho tiempo o partieron, pues con semejante oscuridad no osaba salir nuevamente. Por consiguiente, me arroj sobre mi manta Fuente de nuestro laboratorio. As, tambin el Quinto Da acab con prodigios.

Sexto Da A la maana siguiente, despus de ser despertados unos por otros, permanecimos juntos un momento preguntndonos en qu iba a acabar todo esto. Algunos sostenan que los reyes muertos encontraran la vida simultneamente; otros rechazaban esta idea porque, pensaban, la

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desaparicin de los ms ancianos tena por objeto no slo dar la vida a los jvenes, sino tambin permitir su crecimiento(10). Algunos crean que no estaban muertos, que otros haban sido decapitados en su lugar. Cuando hubimos intercambiado nuestros pensamientos durante bastante tiempo, el Anciano entr, nos salud, se asegur de que todo estaba dispuesto y de que los procesos estaban suficientemente avanzados. Como habamos actuado de forma que no tuviera nada que decir de nuestro celo, reuni todas las retortas y las puso en un cofre. A continuacin aparecieron unos jvenes que llevaban escaleras, cuerdas y grandes alas que depositaron ante nosotros antes de marcharse. Entonces el Anciano dijo estas palabras: "Queridos hijos, cada uno de vosotros deber llevar consigo, durante toda la jornada, uno de estos tres objetos. Os est permitido escogerlos o echarlos a suerte." Respondimos que preferamos escoger, pero el dijo: "No, la suerte decidir." Despus tom tres papelitos. En uno escribi "escalera", en otro "cuerda", en el tercero "alas". Los puso en su sombrero, tras lo cual cada uno sac un papel y debi coger lo que le fue asignado. Los que recibieron una cuerda pensaron que eran los ms afortunados; yo obtuve una escalera, lo que me fastidi mucho pues tena una longitud de doce pies y era bastante pesada. Tuve que llevarla mientras otros podan enrollarse fcilmente la cuerda alrededor de ellos. En cuanto a los del tercer grupo, el viejo les fij las alas tan sabiamente que pareca como si les hubiese crecido en la espalda. A continuacin, cerr un grifo y la Fuente dej de manar agua, y nosotros debimos quitarla del centro de la sala. Cuando, por fin, todo el resto fue sacado fuera, tom el cofre con las retortas, nos dijo adis y cerr la puerta tras de s, tan slidamente que nos creamos prisioneros de la Torre. No haba transcurrido un cuarto de hora cuando se abri, por encima de nosotros, una trampilla redonda por la que vimos a nuestra Virgen que nos interpel, salud y nos mand subir. Quienes tenan alas franquearon rpidamente la trampilla; los que tenamos escaleras comprendimos instantneamente su utilidad; pero los que tenan una cuerda se encontraban con dificultades. Pues cuando algunos de nosotros haba subido, reciba la orden de izar su escalera. Finalmente se fij a las cuerdas garfios de hierro y cada uno debi trepar, mejor o peor, no sin hacerse ampollas en las manos. Cuando todos hubimos subido, la trampilla fue cerrada y la Virgen nos recibi amigablemente. Esta sala tena la misma dimensin que la Torre y estaba franqueada por seis bellas capillas, un poco ms altas, a las que se acceda subiendo tres peldaos. Nos distribuyeron en ellas, con el fin de que rogsemos por la vida del Rey y de la Reina. Durante este tiempo, la Virgen entraba y sala por la pequea puerta, hasta el momento en el que estuvimos dispuestos. Apenas hubimos cumplido este deber, franquearon la puerta doce personas (nuestros anteriores msicos) y depositaron en medio de la sala un objeto extrao y oblongo, que mis compaeros tomaron por una Fuente. Comprend, sin embargo, que contena los cadveres. La base de este cofre tena la forma de un cuadriltero y, en efecto, era lo suficientemente grande como para recibir seis personas, colocadas unas sobre otras. Luego las doce personas vuelven a salir para recoger sus instrumentos con los que ejecutar una msica agradable, para acompaar la entrada de la Virgen y sus servidoras. La Virgen llevaba un pequeo cofre, las dems solamente llevaban ramas y lamparitas, algunas tambin antorchas encendidas. Se nos entreg inmediatamente estas antorchas con las que debimos colocarnos alrededor de la Fuente; primero vena la Virgen (A), rodeada por sus vrgenes que llevaban ramas y lmparas (c); despus estbamos nosotros con las antorchas (b); a continuacin los msicos en lnea recta (a); por ltimo las otras vrgenes (d), igualmente en lnea recta. Ignoro de dnde venan las vrgenes: habitaban en la Torre o haban sido conducidas a ella durante la noche?

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Como todas sus caras estaban cubiertas con un fino velo blanco, no reconoca a ninguna.

dibujo

La Virgen abri el cofre en el que se encontraba un objeto redondo, envuelto en un doble forro de tafetn verde. Lo deposit en el caldero superior que cerr con una tapadera provista de reborde y taladrada con pequeos agujeros. A continuacin verti un poco de los lquidos preparados por nosotros la vspera; entonces la Fuente se puso a burbujear y su contenido a fluir en el caldero por cuatro pequeos conductos. Bajo el caldero inferior haba numerosos clavos puntiagudos, en los que las vrgenes suspendieron sus lmparas, con objeto de calentarle y hacer hervir el agua. Desde el momento en que comenz a hervir, fluy gota a gota, por los numerosos agujeritos, sobre los cadveres y estaba tan caliente que acab por disolverlos y licuarlos completamente. Qu era el objeto superior, de forma redonda, que estaba envuelto? Mis compaeros no lo saban todava. No obstante, yo comprenda que era la cabeza del Moro, la cual suministraba al agua tal calor. En (b), el contorno del caldero grande tambin estaba horadado con numerosos agujeros. Las vrgenes introdujeron en ellos sus ramas; lo que no s si era verdaderamente necesario o simplemente formaba parte de la ceremonia. Fuera como fuese, la Fuente rociaba continuamente a las ramas, lo que amarilleaba el agua que goteaba en el caldero. Esto dur casi dos horas, durante las cuales la Fuente manaba el agua que recoga, aunque cada vez ms dbilmente. Entretanto, los msicos se haban marchado y nosotros nos pasebamos de un lado a otro de la sala, la cual estaba decorada para ofrecernos cumplidamente con qu pasar el tiempo. Haba imgenes, lienzos, relojes, rganos, fuentes y otras cosas parecidas; no haban olvidado nada. Por fin se termin la operacin y la Fuente ces de fluir. Entonces la Virgen hizo que trajeran un globo de oro. Encima de la Fuente se encontraba un grifo, por el que hizo verter en el globo la sustancia disuelta de las gotas de agua hirviente. Una gran parte era de un rojo muy vivo. Toda el agua que quedaba en el caldero superior fue vaciada. Despus se retir la Fuente que ahora era mucho ms ligera. No puedo decir si la abrieron a continuacin y si todava contena algn residuo til procedente de los cadveres, lo que si s es que el agua recogida en este globo era tan pesada que seis de nosotros, e incluso ms, no podan llevarlo, mientras que el globo slo, dado su tamao, no deba necesitar ms que las fuerzas de un solo hombre. Despus de haber hecho pasar el globo por la puerta, con grandes esfuerzos, quedamos de nuevo solos. Al escuchar que en el piso superior alguien caminaba de aqu para all, ech una ojeada a mi escalera. Haba que escuchar las extraordinarias ideas que mis compaeros se hacan de la Fuente. Persuadidos de que los muertos yacan en el Jardn del Castillo, no podan interpretar lo que pasaba. Por lo que agradec a Dios que me hubiese mantenido despierto justo en el momento oportuno y me hubiese mostrado los acontecimientos que me permitan comprender mejor todo lo que haca la Virgen. Pas un cuarto de hora, despus se abri la trampilla de encima de nuestras cabezas y se nos orden subir, lo que hicimos como en la vspera con la ayuda de las alas, de las escaleras y de las cuerdas. Me senta un poco molesto porque las vrgenes tuviesen la posibilidad de subir

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por un camino diferente, mientras que nosotros debamos esforzarnos tanto. Entenda perfectamente que deba existir una razn concreta y que debamos dejar que el Anciano hiciese tambin algo. Por otra parte, sus alas slo habran servido a las vrgenes, en el caso de que hubiesen tenido que subir por la trampilla. Terminada la prueba y cerrada la trampilla vimos, en medio de la sala, el Globo de Oro suspendido de una fuerte cadena. En esta habitacin, slo haba ventanas que alternaban con igual nmero de puertas que recubran un enorme espejo pulido. La disposicin ptica de espejos y puertas era tal que, en cuanto se abran las ventanas del lado del Sol y se mostraban los espejos abriendo las puertas, brillaban soles en toda la circunferencia de la sala, y ello pese a que este astro, que ahora resplandeca por encima de toda medida, no diera sino en una sola puerta. Por una sabia refraccin, sus rayos iluminaban todo el Globo de Oro suspendido en el centro, el cual, al estar pulido y reluciente, brillaba con un resplandor tal que ninguno de nosotros poda mantener abiertos los ojos. Fue preciso que mirramos hacia el exterior, hasta el momento en el que el Globo alcanz la temperatura adecuada y se obtuvo el efecto deseado. Debo decir aqu que los espejos eran para m la cosa ms extraordinaria que la naturaleza hubo puesto a la luz, pues si de todos se reflejaban soles, el Globo de en medio brillaba todava ms fuerte, de forma que no pudimos soportar ni un momento su resplandor, igual al del mismo Sol. Finalmente la Virgen orden recubrir los espejos, cerrar las ventanas y dejar enfriar un poco el Globo. Lo que tard siete horas. Cremos hacer bien, dado que podamos tomarnos algn reposo, reconfortndonos con una comida. Esta comida fue, una vez ms, muy filosfica y, en verdad, no haba peligro de que nos excediramos sin que por lo dems nos faltase lo necesario. Adems, la esperanza en la alegra prxima, con la que la Virgen nos sostena sin cesar, nos mantena tan dichosos que olvidbamos nuestros esfuerzos y nuestras incomodidades. Tambin certifico que mis compaeros, an siendo de origen noble, no pensaron jams en su cocina y en su mesa, sino que se complacan con slo seguir esta aventura cientfica y meditar, en consecuencia, en la Sabidura y Omnipotencia del Creador. Despus de esta ligera colacin, nos dispusimos a trabajar de nuevo, dado que el globo se haba enfriado lo suficiente. Con muchas dificultades y esfuerzos, tuvimos que desatarlo de la cadena y depositarlo en el suelo. A continuacin, habiendo recibido la orden de cortarlo por la mitad, discutimos la forma de hacerlo. Finalmente, fuimos de la opinin que una punta de diamante sera lo ms conveniente para ello. Tras haber abierto el globo por este medio, descubrimos que en su interior no haba ninguna sustancia roja, sino un grueso y hermoso huevo blanco como la nieve. Nuestra alegra lleg al colmo cuando comprobamos que haba sido un xito, pues la Virgen no haba dejado de inquietarse con la idea de que la cscara fuese quizs todava demasiado frgil. Despus nos pusimos en crculo alrededor del huevo con tanta alegra como si lo hubisemos puesto nosotros mismos. Sin embargo, enseguida la Virgen hizo que se lo llevaran; despus nos abandon de nuevo y cerr cuidadosamente la puerta tras de ella como siempre. Ignoro lo que pudo hacer con el huevo una vez sacado fuera, y tampoco s si lo ha sometido a un proceso secreto, aunque no lo creo. Una vez ms, tuvimos que esperar reunidos, durante un cuarto de hora, para la apertura de la tercera trampilla y, cuando se produjo, trepamos al cuarto piso con ayuda de nuestros equipamientos. En esta sala encontramos un gran caldero de cobre, lleno de arena amarilla, calentado por un pequeo fuego. El huevo se encontraba enterrado all con la finalidad de que

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alcanzase su desarrollo completo. El caldero era de forma cuadrada. En un lado de estos, dos versos estaban grabados con grandes caracteres:

ver letras .... En el otro lado, se encontraban estas palabras: ver letras ... En el tercer lado, haba una sola palabra: ver letras ... Ms sobre el fondo figuraba una inscripcin completa as concebida: ver letras ... A los sabios dejo el juzgar si la inscripcin se refera a la arena o al huevo. Yo tengo mi opinin y no la callo. Cuando se hubo terminado la incubacin, el huevo fue retirado del caldero. No tuvimos necesidad de romper la cscara, pues el pjaro que se encontraba en l se liber por s mismo, rpidamente, y apareci muy contento, aunque deforme y cubierto de sangre. Le depositamos, en primer lugar, sobre la arena caliente; despus la Virgen nos orden que le atramos slidamente antes de darle de comer, sino nos dara mucho que hacer. Lo hicimos e inmediatamente le dimos de comer. Su alimento consisti en la sangre de los decapitados, diluida una vez ms en un agua preparada. Tras lo cual, el pjaro creci tan rpidamente ante nuestros propios ojos, que comprendimos muy bien por qu la Virgen nos haba advertido. Daba picotazos y zarpazos a su alrededor, tan hostilmente que si hubiera podido atrapar a alguno de nosotros, hubiera dado buena cuenta de l. Era completamente negro y muy indmito; despus se le dio otro alimento, quizs la sangre de otra persona real. Entonces se le cayeron todas sus plumas negras, que fueron reemplazadas por plumas de un blanco nveo. Se calm un poco, se hizo ms sociable, pero todava desconfibamos de l. Despus de haber comido por tercera vez, sus plumas adquirieron colores tan bellos como jams haba visto en mi vida. Luego se mostr tan manso y tan zalamero hacia nosotros que, con el consentimiento de la Virgen, le desatamos. Es justo ahora, dijo esta, que el pjaro ha recibido la vida y una perfeccin sin igual, gracias a vuestro celo, y con el consentimiento del Anciano, conviene que sea consagrado por nosotros con alegra. Tras lo que orden que se sirviese la comida con el fin de reponer fuerzas, ya que ahora el trabajo ms difcil estaba hecho y podamos alegrarnos de la tarea cumplida. Esto nos puso de buen humor; pero el hecho de llevar todava los vestidos de duelo nos pareca un poco absurdo. La Virgen preguntaba a unos y a otros, sin duda para descubrir quin, de entre nosotros, podra ocuparse de la siguiente tarea. Se preocupaba sobre todo de la fusin y se alegraba mucho cuando alguno daba pruebas de un gran saber hacer, como un artista en

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particular. La comida no dur ms de tres cuartos de hora, que pasamos, en gran parte, cerca de nuestro pjaro al que era preciso alimentar sin descanso. Aunque ahora ya no creca ms. Despus de la comida apenas se nos dej tiempo para digerirla; en efecto, cuando la Virgen sali con el pjaro, se nos abri la trampilla de la quinta sala; penetramos en ella de la forma descrita anteriormente y ofrecimos nuestros servicios. En esta sala estaba preparado, para nuestro pjaro, un bao de agua coloreada con un polvo blanco, de aspecto similar a la leche. En este agua, que inicialmente estaba fra, metimos al pjaro, encontrndola muy agradable. Beba de ella y retozaba alegremente. Sin embargo, cuando las lmparas colocadas debajo comenzaron a calentarla, nos cost mucho trabajo mantenerlo all; por lo que colocamos una tapadera al caldero y le dejamos que sacara la cabeza por un agujero, hasta que perdi sus plumas y se hizo lampio como un ser humano. No obstante, el calor no le caus ningn dao, lo que no dej de sorprenderme, pues sus plumas se consumieron completamente y colorearon el bao de azul. Por fin, liberamos al pjaro, que salt l solo del caldero, tan liso y brillante que daba placer verlo. Sin embargo, como estaba un poco agitado, fue preciso ponerle un collar con una cadena y pasearlo a lo largo de la sala. Mientras tanto, se encendi un gran fuego bajo el caldero para hervir el agua del bao tanto y tan bien, que se transform en una piedra azul (16). La cogimos y la trituramos, despus la pulverizamos contra otra piedra y finalmente pintamos con ella toda la piel del pjaro. Era realmente curioso verle, pues ahora era totalmente azul, excepto la cabeza que permaneci blanca. As acab el trabajo en este piso. Despus de la marcha de la Virgen y de su pjaro azul, se nos pidi que subisemos al sexto piso a travs de la trampilla, lo que hicimos. Pero una vez all, un sentimiento de grave aprehensin nos embarg; en efecto, en el centro de la sala, se alzaba un altarcillo exactamente parecido al que he descrito en la sala del Rey. Los seis objetos citados se encontraban colocados en l, el sptimo era el propio pjaro. Al cual se le present, en primer lugar, la fuentecilla de la que bebi un gran trago. Despus dio un picotazo a la serpiente blanca, que sangr abundantemente. Tuvimos que recoger esta sangre en una copa de oro y verterla en la garganta del pjaro, que se debata fuertemente. Despus introducimos la cabeza de la serpiente en la fuente, lo que le devolvi la vida, reptando enseguida a la calavera, sin que la volviera a ver durante mucho tiempo. Simultneamente el globo giraba sin parar, hasta el momento que se realiz la conjuncin deseada. Luego el reloj dio la una. Cuando se produjo una nueva conjuncin, el reloj dio las dos. Por ltimo, cuando observamos la tercera conjuncin anunciada por el reloj, el pobre pjaro puso l mismo su cuello en el libro, totalmente sumiso, y se dej cortar la cabeza por uno de nosotros, que haba sido designado por la suerte. Pero ni una sola gota de sangre se verti antes de que se le abriera el pecho. En ese momento, la sangre brot de golpe, fresca y clara como una fuente de rubes. Su muerte nos entristeci, pero comprendimos que debamos aceptarla, pues nuestra ayuda no poda venir de un simple pjaro. Desocupamos el altar, despus ayudamos a la Virgen a reducir a cenizas, por medio de un fuego encendido con la lmpara, el cuerpo que yaca sobre el altar as como la placa que estaba suspenda sobre l. Luego purificamos varias veces estas cenizas y las depositamos cuidadosamente en un cofre de madera de ciprs. No puedo pasar por alto la burla de la que yo y otros tres fuimos objeto. Una vez que

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habamos recogido las cenizas con cuidado, la Virgen pronunci las siguientes palabras: Dignos Seores, nos encontramos aqu en la sexta sala y slo nos queda una. All, nuestros esfuerzos acabarn y volveremos al Castillo para despertar a nuestros muy Graciosos Seores y Damas. Habra deseado que todos los aqu presentes se hubiesen comportado de manera que hubiese podido alabarlos ante nuestro Venerados Rey y Reina y obtener para vosotros una justa recompensa. Pero, lamentndolo mucho, he encontrado entre vosotros a cuatro operarios perezosos e indolentes -mientras deca esto me seal a m y a los otros tresy como no quiero hacerles sufrir el castigo merecido, por amor a todos y a cada uno en particular, he decidido, a fin de que su falta de celo no quede impune, excluirles de la sptima operacin, la ms noble; despus de lo cual ya no tendrn ninguna deuda con Sus Majestades Reales. Puede imaginarse en qu estado de nimo me puso este discurso! La Virgen mantena tal seriedad que las lgrimas corran por nuestras mejillas, al tiempo que nos sentamos los ms desgraciados de los hombres. Luego la Virgen hizo llamar a los msicos por uno de los numerosos sirvientes que siempre la acompaaban, los cuales nos hicieron pasar la puerta al son de los clarines con tanta irona y burla, que de tanto rer apenas podan tocar. Pero lo que ms nos entristeci fue que la Virgen se riera tan fuerte de nuestras lgrimas, de nuestra indignacin y de nuestro abatimiento; y quizs de que algunos de nuestros compaeros se alegraran de nuestra desgracia. Pero todo cambi de forma inesperada. Apenas hubimos franqueado la puerta, los msicos nos dijeron que nos alegrsemos y les siguisemos por la escalera de caracol que conduce al tejado, por encima del sptimo piso. All, encontramos al Anciano, que no habamos vuelto a ver, ante un pequeo horno redondo. Nos recibi amistosamente y nos felicit de todo corazn por haber sido elegidos por la Virgen. Por poco se muere de risa cuando se enter de nuestra afliccin, precisamente en el momento en que alcanzbamos una felicidad semejante. Queridos hijos mos, dijo, que esto os ensee que el hombre no conoce nunca el bien que Dios le otorga. Tras estas palabras, la Virgen lleg corriendo con el cofre, se burl mucho de nosotros, vaci las cenizas en un recipiente y llen el cofre con otra sustancia, diciendo que ahora deba ir a engaar un poco ms a los dems artistas, y que nosotros debamos ejecutar mientras tanto lo que el Anciano nos encargara hacer, con el mismo celo que antes. Nos dej y se present en la sptima sala, convocando all a nuestros compaeros. Ignoro el inicio de la operacin que hizo con ellos, pues no slo les fue prohibido hablarnos de ello, sino que, debido a nuestra tarea, no pudimos observar a travs del suelo. Nuestro trabajo consisti en humidificar las cenizas con el agua que habamos preparado, con el fin de obtener una fina pasta; despus, poner este preparado en el fuego hasta alcanzar la temperatura correcta; a continuacin, verterla caliente en dos pequeos moldes, o formas, y dejarlas enfriar un poco. Una vez hecho, tuvimos la oportunidad de ver a nuestros compaeros a travs de una hendidura del suelo. Estaban muy atareados alrededor de un horno, donde con gran diligencia cada uno deba avivar el fuego soplando por un tubo, y todos soplaban hasta casi perder el aliento; crean realmente que su suerte era mejor que la nuestra. Esto dur tanto tiempo que el Anciano nos convoc a trabajar, por lo que no puedo decir qu pas a continuacin. Abrimos los moldes y vimos dos estatuillas casi traslcidas, radiantes y de tal belleza que jams ningn ojo humano haba contemplado: un muchachito y una niita, que tan slo medan cuatro pulgadas. Lo que ms me sorprendi, es que no estaban rgidos sino que eran tiernos y delicados, como cualquier ser humano; pero estaban privados de vida y tuve la

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conviccin de que la estatua de Venus haba sido hecha de la misma manera. Comenzamos por acomodar estos dos nios, bellos como ngeles, en dos pequeos cojines de satn, despus los contemplamos durante bastante tiempo, tanto y tan bien que estbamos como deslumbrados por tal esplendor. El Anciano nos volvi a la realidad y nos dio por tarea el introducir en las bocas de las estatuillas, gota a gota y sin parar, la sangre del pjaro recogida en la copa de oro. Como consecuencia de lo cual, crecieron a ojos vistas y, a medida que crecan, se hacan ms hermosas. Todo artista que se hubiese encontrado all, se habra avergonzado de su arte ante esta creacin de la Naturaleza. Las estatuillas crecieron tan rpidamente que debimos retirarlas de los cojines para extenderlas sobre una amplia mesa cubierta con terciopelo blanco. El Anciano nos encarg ponerles un tafetn blanco, fino y doble, hasta el pecho, lo que hicimos con desgana a causa de su indecible belleza. En resumen, incluso antes de haber consumido toda la sangre de la forma descrita, ya alcanzaban las justas proporciones de un adulto. Tenan los cabellos rizados, rubios como el oro y, comparada con ellos, la imagen de Venus que haba visto antes, vala bien poco. Sin embargo, a