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La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las
políticas públicas mexicanas.
Isaac Enríquez Pérez
Ciudad Universitaria, México, D. F., febrero de 2006.
iv
El autor es Sociólogo con un Posgrado en Historia del Pensamiento Económico; Profesor
Titular en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional
Autónoma de México, Becario en el Instituto de Investigaciones Económicas de la misma
Universidad; y recientemente seleccionado como Investigador Junior por el Consejo
Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). Ponemos a disposición de los lectores la
siguiente dirección electrónica para sostener un intercambio de ideas sobre el tema:
©Isaac Enríquez Pérez, 2006.
©Universidad Nacional Autónoma de México, 2006.
v
Jurado revisor del informe de investigación:
Doctora María Guadalupe Acevedo López
Maestro Fernando Aguilar Avilés
Doctora Alejandra Salas-Porras Soulé
Maestra Ana Patricia Sosa Ferreira
Doctor Felipe Torres Torres
vii
A mi madre y a toda mi familia sin excepción,
por su amor y motivación inmensos e invaluables.
A quienes desde la amistad y el amor me valoran
y me acompañan día a día en el arduo camino del
conocimiento de mi mismo.
A quienes comparten sus ideas y me escuchan
en el intenso sendero del conocimiento sobre lo social.
A la Universidad Nacional Autónoma de México,
por su generosidad y grandeza.
ix
Índice general.
Introducción general
1.- Preámbulo 1
1.1.- Las definiciones del proceso de desarrollo como resultado de una linealidad
histórica 4
1.2.- La propuesta teórica de la Comisión Económica Para América Latina 6
1.3.- Las teorías de la dependencia y el subdesarrollo latinoamericano como resultado
de la expansión del capitalismo 7
1.4.- Los enfoques del desarrollo humano vía la promoción de capacidades en el
individuo 12
1.5.- El enfoque del desarrollo como vinculación de redes culturales emanadas del
capital social 14
1.6.- El enfoque de las economías de aglomeración 15
1.7.- Los enfoques neokeynesianos 16
2.- Objetivos y preguntas de investigación 20
3.- Sistema de argumentos 23
4.- Estrategia teórico/metodológica 29
5.- Estrategia metodológica 33
Capítulo I
La intervención gubernamental en el proceso de desarrollo y las transformaciones del
capitalismo
Introducción 39
1.- La intervención gubernamental durante los albores y difusión de la forma de vida
capitalista industrial 42
2.- El nacionalismo económico y el patrón de acumulación
taylorista/fordista/keynesiano 45
x
3.- El sistema de manufactura flexible y la expansión e integración global del
capitalismo 52
3.1.- La contribución de la intervención gubernamental en la expansión e
integración global del capitalismo 59
3.1.1.- Estados Unidos 60
3.1.2.- Unión Europea 61
3.1.3.- Los países del Este asiático 61
3.1.4.- Los países subdesarrollados: el caso latinoamericano 63
4.- La intensificación de los procesos de globalización y la planeación del proceso
de desarrollo en la escala nacional 65
Consideraciones finales sobre el capítulo 69
Capítulo II.
La incidencia de los organismos internacionales en el proceso de desarrollo
Introducción 71
1.- La naturaleza de los organismos internacionales 73
2.- La red de organismos internacionales y la promoción del proceso de desarrollo 75
3.- El desarrollo como crecimiento económico y el predominio de la síntesis
neoclásica/keynesiana (1945-1968) 79
3.1.- La construcción de infraestructura básica y la industrialización como
condiciones para la modernización de las sociedades 83
4.- Las transformaciones estructurales del capitalismo y la complejización de las
concepciones sobre el desarrollo (1972-2003) 91
4.1.- La reestructuración de las económicas nacionales y su inserción en los
sistemas internacionales de producción integrada 97
4.2.- La apertura de los mercados financieros y la integración global del
capitalismo 109
4.3.- Las respuestas focalizadas a la pobreza y a la pauperización social en el
contexto de las crisis financieras globales 118
xi
Consideraciones finales sobre el capítulo 132
Capítulo III.
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los
planes y programas generales del gobierno mexicano
Introducción 137
1.- Sobre el concepto y la naturaleza de las políticas públicas y la relevancia de la
planeación en el proceso de desarrollo 140
2.- Los programas y los planes generales de desarrollo diseñados y promovidos
por el gobierno mexicano 145
3.- La ideología del nacionalismo revolucionario y la concepción
keynesiano/estructuralista del desarrollo (1934-1982) 146
3.1.- El desarrollo como construcción de instituciones y de infraestructura
básica 150
3.1.1.- Las políticas públicas y las estrategias de desarrollo orientadas a
la conciliación nacional 154
3.1.2.- El definitivo cambio de rumbo en las estrategias de desarrollo 159
3.2.- El desarrollo como expansión del crecimiento económico con estabilidad
de precios 163
3.3.- El intervencionismo estatal y las políticas públicas expansionistas como
motores del desarrollo 170
4.- Las políticas deflacionarias y la economía mundial como la nueva racionalidad
(1982-2003) 179
4.1.- El desarrollo como ajuste y cambio estructural de la economía nacional 191
4.2.- El desarrollo como integración de México a los circuitos de la economía
global 194
4.2.1.- La consolidación de las estrategias deflacionarias y del enfoque
monetarista de la balanza de pagos en el marco de la modernización
y democratización de la vida nacional 196
4.2.2.- Políticas públicas para la gestión y legitimación del posicionamiento
xii
de México en la economía global 203
5.- Sobre las concepciones relativas al proceso de desarrollo prevalecientes en
México desde la década de los ochenta 206
5.1.- La concepción deflacionario/monetarista en las políticas públicas mexicanas 209
5.2.- La retracción del sector público en el proceso económico 211
5.3.- La estrategia para la apertura de la economía nacional 213
5.4.- Los argumentos en torno al proceso de privatización 219
5.5.- Sobre el resto de los postulados que componen las nuevas concepciones
relativas al proceso de desarrollo 221
6.- Las nuevas funciones del sector público mexicano en el proceso de desarrollo 226
6.1.- El aparato de Estado como garante de la prioritaria estabilidad
macroeconómica 227
6.2.- La reorientación de la propensión geopolítica y geoeconómica para facilitar
la integración de México en la expansión global del capitalismo 229
6.3.- La promoción, gestión y facilitación de la inversión privada 232
6.4.- La creación de condiciones institucionales para garantizar las transacciones
económicas 233
6.5.- La apertura y democratización del sistema político mexicano 235
6.6.- La aplicación de políticas sociales para la compensación de la desigualdad
y para el empoderamiento de los grupos sociales marginados 236
Consideraciones finales sobre el capítulo 239
Consideraciones finales sobre la investigación 243
Anexos
Anexo I. Las filosofías y teorías económicas y políticas que evidencian la
complejización de las concepciones sobre el desarrollo en los
organismos internacionales 247
Anexo II. Indicadores económicos derivados del comportamiento de la economía
nacional y de las acciones gubernamentales enmarcadas en las políticas
xiii
públicas globales: 1935-2003 250
Anexo III 252
Integración de México en los mercados mundiales mediante acuerdos
comerciales 252
Ejes integradores del TLCAN 253
Ejes integradores del Plan Puebla-Panamá 254
Integración de los principales corredores carreteros entre México y los
Estados Unidos 255
Corredores internacionales: Avance de la integración Norte a Sur en
América 256
Ejes de Vinculación Nacional y con el Exterior Visión 2025 y Sistema
Urbano Nacional 2000 257
Cronología de la política de apertura de México 258
Exportaciones totales de México 259
Fuentes de consulta utilizadas en la investigación 261
xiv
Índice de Diagramas.
Diagrama 1. Estrategias y acciones que expresan la complejización de las
concepciones sobre el desarrollo en las políticas públicas
mexicanas (1982-2003) 28
Diagrama 2. Factores que influyen en las concepciones sobre el proceso de desarrollo
promovidas por los organismos internacionales 78
Diagrama 3. Concepción sobre el desarrollo en los organismos internacionales
(1945-1968) 83
Diagrama 4. Complejización de las concepciones sobre el desarrollo en los
organismos internacionales (1972-2003) 92
Diagrama 5. Los factores, circunstancias y fuerzas sociales en torno al diseño de las
políticas públicas mexicanas y a la concepción sobre el desarrollo que en
ellas predomina 142
Diagrama 6. Categorías de las concepciones sobre el proceso de desarrollo
prevalecientes en México 245
xv
Índice de cuadros.
Cuadro 1. Estrategias de desarrollo observadas en las políticas públicas mexicanas 21
Cuadro 2. Estrategias que componen la concepción sobre el desarrollo promovida por
el FMI desde la década de los setenta 100
Cuadro 3. Reformas propuestas por el Banco Mundial para influir en la estructura
productiva 104
Cuadro 4. Estrategias esbozadas por el FMI para enfrentar las crisis financieras
globales 121
Cuadro 5. Objetivos de Desarrollo del Milenio establecidos por la Organización de
las Naciones Unidas 125
Cuadro 6. El desarrollo humano y la relevancia de las interconexiones en los
planteamientos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo
(PNUD) 127
Cuadro 7. Estrategias que integran las concepciones de la CEPAL sobre el proceso
de desarrollo a principios del siglo XXI 130
Cuadro 8. Estrategias de desarrollo observadas en las políticas públicas inspiradas
en la ideología del nacionalismo revolucionario y en la concepción
keynesiano/estructuralista 149
Cuadro 9. Estrategias de desarrollo observadas en el Primer Plan Sexenal 1934-1940 156
Cuadro 10. Estrategias de desarrollo observadas en el Segundo Plan Sexenal
1940-1946 158
Cuadro 11. Planteamientos esbozados en el Plan de Acción Inmediata 1962-1964 167
Cuadro 12. Estrategias de desarrollo expresadas en el Programa de Desarrollo
Económico y Social de México 1966-1970 169
Cuadro 13. Las estrategias de desarrollo esbozadas en las políticas públicas del
llamado ―Desarrollo compartido‖ (1970-1976) 173
Cuadro 14. Planteamientos de las políticas públicas generales adoptadas entre 1976
y 1982 176
Cuadro 15. Estrategias que expresan la complejización de las concepciones sobre
xvi
el desarrollo en las políticas públicas desde 1982 182
Cuadro 16. Orientaciones estratégicas expuestas en el Plan Nacional de Desarrollo
1983-1988 192
Cuadro 17. Estrategias para la modernización de la vida nacional expuestas en el
Plan Nacional de Desarrollo 1989-1994 197
Cuadro 18. Estrategias de desarrollo expresadas en el Plan Nacional de Desarrollo
1995-2000 201
Cuadro 19. Estrategias gubernamentales expresadas en el Plan Nacional de
Desarrollo 2001-2006 204
Introducción general.
Lejos de ser un proceso repetitivo, el replanteamiento de ideas
dentro de marcos nuevos entraña un enriquecimiento. Si hay un
mundo que resulta inútil comparar con un movimiento continuo
es el del pensamiento: el devenir de la ―misma‖ idea en otro universo
histórico cultural la convierte en algo diferente.
Entretanto, afirmar que una perspectiva de análisis intelectual podría
haber ido más allá no entraña negar los avances logrados por ella.
Por el contrario, estimo que es propio de una buena teoría dejar al lector
con el gusto en la boca. Sólo los dogmáticos se preocupan por cerrar el
círculo del conocimiento y elaboran sistemas que crean la ilusión de que
son como la vieja esfinge que decía ―adivina o morirás‖. En la ciencia, el
espíritu creador se mide por el ansia de superarla que despierta una teoría
entre sus seguidores y, al hacerlo, tener que decir: sin este atajo no habría podido
abrir la brecha que me permitió ver más allá
(Fernando Henrique Cardoso, La originalidad de la copia: la CEPAL y la idea
de desarrollo).
1.- Preámbulo.
Referencias empíricas como la industrialización de la economía estadounidense a principios
del siglo XIX bajo la guía del federalista Alexander Hamilton, los cimientos del Estado
benefactor promovidos por Otto von Bismark en Alemania, la política del New Deal
emprendida por Franklin Delano Roosevelt, la creación de una economía mixta en México
durante gran parte del siglo XX (Ayala Espino, 2001), el estímulo al crecimiento de los
países del Sudeste asiático durante las últimas tres décadas del siglo pasado, la formación
de las tecnópolis como nuevos complejos industriales en el norte del mundo (Castells y
Hall, 2001), e incluso el fomento de capital social (Kliksberg, 1999) evidencian la
importancia del aparato de Estado en el impulso y dirección del proceso de desarrollo; su
papel, si bien en constante interacción con otros actores y agentes socioeconómicos y
políticos, ha sido fundamental para construir, definir, planear, estimular, equilibrar y
legitimar los mercados en los últimos doscientos años.
Desde la ―Gran Depresión‖ –iniciada con el crac financiero de 1929– hasta la
década de 1970, el papel del aparato de Estado se caracterizó por un dinamismo interventor
en la economía y en la sociedad en general. En el caso de América Latina y más en
particular en el caso de México, el aparato de Estado adoptó el paradigma
keynesiano/estructuralista que inspiró funciones desarrollistas con la finalidad de promover
el crecimiento económico, el empleo y el bienestar social mediante la provisión de bienes y
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
2
servicios básicos como la educación, la salud, la seguridad social, el impulso a la
construcción de vivienda, entre otros. Este aparato de Estado contó con un entramado
jurídico/institucional para la construcción de infraestructura básica apropiada para la
industrialización, para la tenencia de medios de producción y para garantizar aceptables
niveles de empleo y de consumo. La naturaleza de las políticas públicas de este aparato de
Estado desarrollista tuvieron como esencia estos principios.
Sin embargo, durante las últimas décadas del siglo XX estos postulados y funciones
ingresaron a un proceso de constante reestructuración, y en no pocos casos ya
desaparecidos o muy disminuidos en sus dimensiones fundamentales, ante la creciente
intensificación y dinámica cambiante de las relaciones internacionales y de las tendencias
cíclicas de la economía mundial causadas por la presencia de eventos que desde finales de
la década de los sesenta y principios de los setenta transformaron estructuralmente al modo
de producción capitalista a escala planetaria. Nos referimos a eventos como los siguientes:
en 1971 el sistema monetario trazado en los tratados de Bretton Woods quiebra al ser
desconocido el patrón oro por los Estados Unidos tras la devaluación del dólar frente a ese
metal; en 1973, aumentaron bruscamente los precios internacionales del petróleo y sus
derivados; y, aunado a ello, desde finales de la década de los sesenta y con mayor
intensidad en los años setenta, se manifestó en Japón una transición organizacional en la
división técnica del trabajo a nivel de las empresas que condujo a una acelerada expansión
de las mismas en los mercados estadounidenses y europeos tras una mayor optimización del
conocimiento aplicado a los procesos productivos y a las actividades gerenciales. Esta
expansión de las empresas japonesas apoyada en la oferta de productos a precios agresivos
y en eficaces estrategias de mercados derivó en una rivalidad empresarial que saturó los
mercados internacionales y precipitó la caída y el colapso de las tasas de ganancia en la
mayoría de las empresas más representativas de las economías europeas y estadounidense.
Con la pérdida de competitividad en estas naciones, la producción a gran escala impulsada
por el patrón de acumulación taylorista/fordista/keynesiano llegó a su límite y entonces
comenzó a gestarse el nuevo patrón de acumulación de la manufactura flexible basado en
una integración de las empresas más horizontal, en forma de red, y en la cual adquiere
mayor relevancia el capital intelectual y la toma de decisiones con orientación
geoestratégica.
Introducción general
3
Para la década de los ochenta, la recesión inflacionaria de los países
industrializados fue trasladada a los países subdesarrollados a través de la crisis deuda;
acontecimiento éste que comprometió a los gobiernos latinoamericanos a emprender un
desmantelamiento del aparato de Estado desarrollista.
Más precisamente, la reconfiguración de los mercados en el mundo a partir de la
reestructuración organizacional; y, la caída de la tasa de ganancia y la quiebra de
importantes empresas condujeron a una transformación estructural de las economías
nacionales primero en países como los europeos y los Estados Unidos, y posteriormente en
regiones como la latinoamericana tras el estallido de la mencionada crisis de la deuda. Fue
el endeudamiento de los gobiernos latinoamericanos lo que permitió la presión de los
representantes de la banca privada mundializada a negociar nuevos plazos y tasas de interés
para el pago de la deuda, situación que condujo a la solicitud de mayores créditos
internacionales, los cuales se otorgaron a cambio, entre otras condiciones, del cambio
estructural del sector público y de las economías latinoamericanas mediante la aplicación
de las medidas del Consenso de Washington (sobre estas medidas véase Williamson, 1991).
Como resultado de todo lo anterior, el aparato de Estado atraviesa por una profunda
reestructuración en todos las latitudes del mundo –claro que las especificidades de estas
transformaciones son distintas en cada coordenada geográfica–, lo cual en muchos casos,
con una falta de seriedad algunos piensan en la posible desaparición de sus
responsabilidades económicas y sociales, mientras que otros, atinadamente hablan de una
reforma que redefine sus fundamentos institucionales.
Un tema prioritario de esta reforma del aparato de Estado es el relacionado con sus
responsabilidades y funciones en torno a la planeación, promoción, fomento y
financiamiento del desarrollo nacional; concepto y proceso que se redefine con la
intensificación de las tendencias marcadas por la globalización.
Tanto en sus actores como en sus instrumentos de actuación, el proceso de
desarrollo atraviesa por redefiniciones que lo trastocan tanto en sus estrategias como en el
rumbo que adopta. Si por desarrollo se entiende lo ya consensuado por el grueso de los
especialistas, esto es, un crecimiento económico del país y la consecuente redistribución
social de la riqueza, sostenemos que éste proceso no se limita a la participación tan sólo de
los actores hegemónicos del aparato de Estado y de sus instrumentos de actuación como las
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
4
políticas públicas, puesto que abarca desde los actores y agentes que construyen los
mercados desde las organizaciones empresariales, pasando por las entidades internacionales
y supranacionales como son los organismos internacionales y los bloques regionales, hasta
las redes de confianza y reciprocidad que conforman el capital social de pequeñas
comunidades.
Más aún, definir el concepto de desarrollo se vuelve más complejo si pensamos en
que, por el hecho de ser un proceso específico o sustantivo de la realidad social, existen
distintos enfoques o teorías que lo piensan de manera diferenciada en cierto contexto
histórico; lo cual también implica que en esos enfoques, se enfatiza en el análisis de
determinados instrumentos y actores como impulsores del mismo. Entre las visiones
teóricas que aportan alguna concepción del desarrollo –que cuentan con la característica de
ser diferentes formas de argumentar, que se refieren a distintos niveles de abstracción, que
pertenecen a distintos momentos históricos y que responden a variadas necesidades
conceptuales y prácticas– identificamos y reconocemos las siguientes:
1.1.- Las definiciones del proceso de desarrollo como resultado de una linealidad
histórica.
Con acontecimientos como el fin de la Segunda Gran Guerra, la crisis del colonialismo
tradicional, el consiguiente nuevo reparto del mundo y el surgimiento de Estados
nacionales con autonomía política y jurídica pero que aspiraron a su independencia
económica, se presentó la necesidad de construir un discurso y un proyecto que explicase la
nueva inserción de los países en la economía mundial, así como el pujante crecimiento
económico experimentado por los Estados Unidos a partir de 1945, y los efectos negativos
que impulsaban el atraso y la pobreza del mundo subdesarrollado. La principal interrogante
en regiones como América Latina giraba en torno al cómo superar el subdesarrollo de los
países en condiciones de estabilidad iniciando por recuperar el crecimiento económico. A
éste y a otros interrogantes se les buscó respuesta desde las visiones que definen el proceso
de desarrollo como resultado de una linealidad histórica tras el tránsito de una sociedad
Introducción general
5
tradicional a una sociedad moderna1, imperando la adopción de pautas de comportamiento,
actitudes y principios propios de la racionalidad económica del último tipo de sociedad.
Estas expresiones de la teoría se sustentaron en la proposición de políticas públicas
para transitar a las condiciones de desarrollo de los países más avanzados, esto es,
propuestas para desechar comportamientos ―no racionales‖ y arraigados en las
comunidades tradicionales y adoptar comportamientos racionales y universalistas. Para
trascender el status de sociedad tradicional se sugería emprender un despegue o take-off
hacia el desarrollo, y más allá de emprender proyectos de corte revolucionario, se privilegió
diseñar políticas económicas a ser adoptadas por gobiernos inspirados en supuestos
nacionalistas y desarrollistas.
En autores como Walt W. Rostow (1960), se trató de una concepción que definió al
desarrollo económico como un continuum y al subdesarrollo como una etapa previa e
inferior que resultaba necesario experimentar para modernizar a las sociedades y simular
así los patrones y principios de los países industrializados.
Para estos teóricos era necesario que el aparato de Estado contase con una
organización racional para promover una serie de políticas orientadas a la industrialización
como proceso dinamizador del desarrollo que subsumiera lo tradicional. En América Latina
en especial, la secularización era uno de los modos de racionalizar del Estado. Por
secularización, Gino Germani entendió un proceso compuesto por tres tipos de cambios:
a)cambio de la estructura normativa predominante que rige la acción social y las actitudes
internalizadas correspondientes, predominio o extensión crecientes de la acción electiva y
disminución correlativa del campo de aplicación de la acción prescriptiva;
b)especialización creciente de las instituciones y surgimiento de sistemas valorativos
específicos y relativamente autónomos para cada esfera institucional; c) institucionalización
creciente del cambio –por sobre la institucionalización de lo tradicional– (Germani,
1969:15).
1 En la medida en que la sociedad desarrolle variables como la urbanización, los niveles educativos
(alfabetización), comunicación, flexibilidad cognoscitiva, la industrialización, división social del trabajo, la
participación política, la secularización y la democracia (Germani, 1966 y 1969) se tenderá a dejar la sociedad
tradicional para transitar a la moderna. Las contradicciones o anomalías que puedan surgir del avance en estas
variables radicarán en que, dependiendo del grado en que aumente la industrialización, se tenderá a una
masificación de la política (a una mayor movilización de la población y a mayores demandas sociales,
políticas y económicas ante el Estado).
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
6
El papel del aparato de Estado se inscribe en un concepto más amplio introducido
por el mismo Germani: el concepto de desarrollo político, el cual implica 1) una
organización racional del Estado, incluyendo una alta eficiencia en el cumplimiento de
funciones estatales en expansión y cada vez más diversificadas, especializadas y
centralizadas, propias de una sociedad industrial; 2) la capacidad de originar y absorber los
cambios estructurales en las esferas económica, política y social, manteniendo un mínimo
de integración; y, 3) algún tipo de participación política de gran parte de la población
adulta. Las políticas públicas y las funciones de los actores que las ejecutan se encuadran
dentro de este marco del desarrollo político y de la secularización.
1.2.- La propuesta teórica de la Comisión Económica Para América Latina.
Tras el proceso de industrialización iniciado en algunos países latinoamericanos en pleno
auge de la recesión económica mundial y de la Segunda Gran Guerra, se presenta la
propuesta teórica de la Comisión Económica Para América Latina (CEPAL) y su énfasis
keynesiano de entonces al concebir a los aparatos de Estado como promotores principales
del desarrollo en la región (CEPAL, 1998a y 1998b) y como fundamentales para superar las
deficiencias estructurales. Este organismo internacional comienza por establecer el
principio teórico de la dialéctica centro/periferia para demostrar y analizar la
heterogeneidad estructural de la economía mundial y sus efectos negativos para regiones
como la latinoamericana; argumentos estos que condujeron a proponer y a apostar por el
proceso de industrialización sustitutiva de importaciones para lograr la “autonomía del
capitalismo latinoamericano” necesaria para enfrentar la transferencia de recursos
resultado del deterioro de los términos de intercambio al disminuir el precio de las materias
primas tras aumentar el precio de los bienes manufacturados. Precisando, en 1949 Raúl
Prebisch al referirse a la industrialización de los países periféricos decía que ―no es ella un
fin en sí misma, sino el único medio de que disponen éstos para ir captando una parte del
fruto del progreso técnico y elevando progresivamente el nivel de vida de las masas‖
(Prebisch, 1982:100). Se trató pues, que desde esta perspectiva se legitimara y se hiciera
viable, consistente y generalizado este proceso de industrialización en América Latina.
Para la CEPAL (1998a y 1998b), las funciones del aparato de Estado eran
abiertamente intervencionistas, mediante políticas públicas impulsoras de la
Introducción general
7
industrialización sustitutiva de importaciones que, con el tiempo, desembocasen en un ciclo
de producción de bienes de capital. Se buscó así, impulsar la industrialización, ampliar el
mercado interno y redistribuir la renta para lograr un desarrollo autosostenido y autónomo
en la región.
Para el mismo organismo, la política de desarrollo se enfocó a la 1)absorción de una
tecnología capaz de promover la diversificación de la estructura productiva y de elevar la
productividad, y a la 2)elaboración de mecanismos para la inversión del sector público con
el objetivo de generar infraestructura que apoyase dicha diversificación. Las políticas
públicas orientadas a la sustitución de importaciones privilegiaron el aprovechamiento e
incremento de la base productiva de la etapa exportadora con la intención de atender la
demanda interna de bienes de consumo y bienes intermedios. En esta fase, el papel del
aparato de Estado cambia y aumenta, esto es, si en otros tiempos expresó y promovió los
intereses de la oligarquía exportadora y terrateniente, y actuó como mediador de las
políticas de financiamiento de inversiones extranjeras, con la etapa sustitutiva de
importaciones se privilegió el proteccionismo, el arancelamiento, el inicio del proceso de
transferencia de rentas del sector exportador al sector interno y el desarrollo de la
infraestructura para establecer y promover la industrialización. Con el impulso de este
proceso, el sector privado necesitó de la redistribución de la renta a través del sector
público, dirigiéndola hacia sus canales de inversión para dinamizar la creación de empleos.
En estas políticas públicas se basaron las decisiones del aparato estatal para promover el
proceso de desarrollo; sin embargo, a mediano plazo implicaron el endeudamiento externo
de los países latinoamericanos. En esta perspectiva, el aparato de Estado no sólo es un
instrumento de regulación del proceso de industrialización, sino que también es un
instrumento impulsor de su constitución.
1.3.- Las teorías de la dependencia y el subdesarrollo latinoamericano como
resultado de la expansión del capitalismo.
Las anteriores perspectivas sobre el desarrollo crearon una inconsistencia práctica y política
al no concretarse las pretensiones de transitar a una sociedad nacional independiente y de
superar el retraso científico, tecnológico y cultural de la región latinoamericana. Ello se
evidenció en lo siguiente: hacia la segunda mitad de la década de los sesenta el modelo de
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
8
desarrollo hacia dentro basado en la industrialización para la sustitución de las
importaciones y en el control del empresariado extranjero sobre la planta productiva
estaban derivando en una mayor dependencia respecto al comercio exterior y en la
extranjerización de la toma de decisiones relativas a la economía nacional. Además, si bien
las elites nacionales se erosionaron económicamente ante la presencia de los inversionistas
extranjeros, en lo político seguían manteniendo un autoritarismo que impedía la
democratización de los países latinoamericanos. Más aún, las promesas de una mayor
redistribución del ingreso y del tránsito hacia una sociedad de consumo se vieron frustradas
(Dos Santos, 1984).
Como consecuencia de estos problemas y tensiones se gestó el concepto de
dependencia para tratar de explicar por qué América Latina no se había desarrollado de la
misma manera que los países desarrollados. Buena cantidad de académicos marxistas
comenzaron la explicación de este hecho argumentando que el desarrollo latinoamericano
está condicionado por ciertas relaciones internacionales que son definibles como relaciones
de dependencia; situación ésta que somete al desarrollo de la región a ciertas leyes
específicas que lo califican y definen como un desarrollo dependiente (Ibidem:173).
Dos Santos caracterizó a la dependencia como una situación condicionante, es decir,
se le concibió como una situación en que un cierto grupo de países tienen su economía
condicionada por el desarrollo y la expansión de otra economía. El concepto consideró
también que la relación de interdependencia entre dos o más economías, y entre éstas y el
comercio mundial, asume la forma de dependencia cuando algunos países (los dominantes)
pueden expandirse y autoimpulsarse, en tanto que otros (los dependientes) sólo lo pueden
hacer como reflejo de esa expansión, que puede actuar positiva o negativamente sobre su
desarrollo inmediato; y se concluye argumentando que la situación básica de dependencia
conduce a una situación en que los países dependientes son situados en un retraso y bajo la
explotación de los países dominantes (Ibidem:180). Se argumentó también que la
dependencia condiciona una cierta estructura interna que la redefine en función de las
posibilidades estructurales de las distintas economías nacionales (Ibidem:183).
En la perspectiva del desarrollo dependiente asociado elaborada por Fernando
Henrique Cardoso y Enzo Faletto se piensa al desarrollo como un proceso social que aun en
sus aspectos puramente económicos se transparenta la trama de relaciones sociales
Introducción general
9
subyacentes; mientras a la dependencia de la situación de subdesarrollo se define como una
forma de dominación que se manifiesta por una serie de características en el modo de
actuación y en la orientación de los grupos que en el sistema económico aparecen como
productores o como consumidores, lo cual supone que las decisiones que afectan a la
producción o al consumo de una economía se toman en función de la dinámica y de los
intereses de las economías desarrolladas (Cardoso y Faletto, 1987:24). A diferencia de los
autores dependentistas que enfatizan la hipótesis de el desarrollo del subdesarrollo al
argumentar la exclusión de toda posibilidad de desarrollo en América Latina mientras
exista la dependencia y en tanto no se realice la revolución socialista como único camino
para superar las condiciones de subdesarrollo (Frank, 1966 y 1987; Marini, 1969), esta
perspectiva –en especial en reflexiones esbozadas por Cardoso (1972)– sí considera que en
los países dependientes es posible la aparición de algunas formas de desarrollo capitalista y
de ciertos procesos de industrialización que son nuevas expresiones de la expansión
monopolista en la periferia dirigida por las elites locales articuladas a los mercados
internacionales.
Paralelamente a estas formulaciones, otros autores como Ruy Mauro Marini (1991)
con la idea de generar una teoría marxista de la dependencia define a este concepto
identificando su fundamento en la superexplotación del trabajador que se desenvuelve
sobre la base de la vinculación de la economía latinoamericana con la economía mundial,
resaltando que la especificidad de esta teoría consiste en determinar la legalidad específica
por la que se rige la economía dependiente que se presenta como la condición necesaria del
capitalismo mundial, lo cual supone plantear su estudio en el contexto más amplio de las
leyes de desarrollo del sistema en su conjunto y definir los grados intermedios mediante los
cuales esas leyes se van especificando. Se argumenta que sólo así la simultaneidad de la
dependencia y del desarrollo podrá ser realmente entendida (Marini, 1991:99).
De esta forma se gestan las teorías de la dependencia que ponen su énfasis en el
análisis del subdesarrollo latinoamericano a partir de la relación y vinculación de la región
con la economía mundial tomando en cuenta los factores internos de los países (Cardoso y
Faletto, 1987; Dos Santos, 1984 y 2002; Enríquez Pérez, 2002d).
Como el capitalismo latinoamericano manifiesta una dinámica sui generis que se
distingue de la adoptada por los países desarrollados, pero que al estar ambas
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
10
estructuralmente entrelazadas y complementadas, estas teorías llevan a sugerir que el
subdesarrollo no es un estado atrasado y anterior al capitalismo sino una consecuencia de él
y una forma particular de su desarrollo: el capitalismo dependiente (Dos Santos, 1984:180).
Para las vertientes críticas, tanto el desarrollo como el subdesarrollo son aspectos
diferenciados de un mismo proceso consistente en la expansión mundial del capitalismo;
por lo que, más que aspirar al logro de las condiciones propias de las sociedades
desarrolladas, lo que ocurre es una agudización del subdesarrollo con sus respectivos islotes
industrializados y modernizados inmersos en las turbulencias del atraso y la marginación.
En una vertiente teórica como la elaborada por Helio Jaguaribe se expresa que el
desarrollo de los países latinoamericanos exige rebasar las perspectivas economicistas y
plantear el problema a partir del mejoramiento de la racionalidad social más que a partir del
aprovechamiento y empleo de los recursos y factores productivos; lo cual entraña para este
autor: ―a) el despliegue de una cultura racional, científico-tecnológica, fundada en una ética
de libertad y en un humanismo social, b) el establecimiento de un régimen equitativo de
participación, que torne funcionales y meritocráticas las relaciones entre las masas y las
élites y ofrezca amplias oportunidades de calificación y acceso, c) los requisitos usuales de
formación y acumulación de capital y mejoramiento del empleo de recursos y factores, y d)
la instauración y preservación de un régimen político dotado de efectiva representatividad y
de eficaz utilidad‖ (Jaguaribe, 1984:65 y 66), todo ello –exponía éste mismo autor–
impulsado a partir de la autonomía nacional y regional en la toma de decisiones.
En la interpretación sociológica de la dependencia, Fernando Henrique Cardoso y
Enzo Faletto, al referirse a la fase sustitutiva de importaciones, señalan que con la
penetración de las empresas multinacionales en América Latina, se requiere de un aparato
de Estado capaz de ordenar el espacio económico y de proporcionarles los supuestos para la
acumulación. El aparato de Estado se fortalece y pasa a asumir y ejercer funciones de
reglamentación y producción, y ante la presión de las clases dominadas que pugnan por un
reordenamiento radical, el gobierno que ejerce funciones empresariales y de regulación se
militariza, volviéndose más fuerte y autocrático. Al permitir la acumulación internacional y
realizar la acumulación local, el aparato de Estado empresarial-represivo se separa de la
nación y de su base social, siendo esto la contradicción específica del desarrollo
dependiente latinoamericano. La lucha política en torno a este aparato de Estado resume lo
Introducción general
11
esencial de la forma de dependencia, esto es, el estilo de desarrollo y de sociedades
alternativas dependen de la resolución del problema del Estado (Cardoso y Faletto,
1987:206). Además, estos autores plantean que para definir un tipo alternativo de Estado es
necesario saber qué rumbos tomará el proceso de lo que denominan ―democratización
sustantiva‖ para permitir que la primacía de lo nacional y popular se afirme y para que un
modelo alternativo se esboce libre de los rasgos de burocratismo y de autocratismo; y
preguntarse cuáles son los límites entre la necesidad de organización y la vitalidad del
comportamiento espontáneo de las masas (Ibidem:210).
Estos mismos autores señalan que el desarrollo dependiente se genera por las
fricciones, acuerdos y alianzas entre el aparato de Estado y las empresas, además porque
ambos adoptan políticas que forman mercados basados en la concentración del ingreso y en
la exclusión social de las mayorías. Plantean que la peculiaridad específica y distintiva del
aparato de Estado, en cuanto relación política fundamental, consiste en manifestar una
situación de dominio y, por tanto, en expresar los intereses de las clases dominantes y la
capacidad que ellas poseen para imponerse a las clases subalternas; esta relación de
parcialidad o dominio de una parte sobre el resto tiene que simular y presentarse
contradictoriamente ante la conciencia nacional como si fuese la expresión de un interés
general (Ibidem:203). Para ambos sociólogos, la ideología de este tipo de aparato de Estado
es el desarrollismo que contiene metas explícitas de crecimiento económico y de grandeza
nacional, con una profunda justificación de la explotación de los trabajadores tras el
argumento de que ―por el momento es preciso apretarse los cinturones para que en el futuro
se redistribuyan los frutos del crecimiento de la economía‖. Señalan también que la esfera
política del comportamiento social influye en las expresiones del proceso de desarrollo. En
suma, piensan que la acción del aparato de Estado no sólo se limita a sus funciones
económicas, sino que también se extiende a las formas en que se expresa como instrumento
de dominación.
Pese a los avances teóricos mostrados en estas perspectivas, surgieron una serie de
limitaciones que impidieron la continuación de este debate: a) el no lograr articular una
economía política de la dependencia, lo que a su vez implicó la ausencia de la formulación
de leyes económicas que diesen cuenta de las especificidades del capitalismo dependiente,
esto es entendible si se piensa en la procedencia disciplinaria de muchos de sus teóricos
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
12
(Osorio, 1995); ello también fue impulsado por b) la ausencia de análisis que brindasen la
explicación de estas especificidades; c) la incapacidad y la falta de consenso para articular
una propuesta teórico/política para alcanzar el desarrollo dentro del modo de producción
capitalista mientras no se trascienda a otro como el socialista; d) la ausencia de análisis que
abordasen problemáticas específicas –tales como los derechos humanos, la ciudadanía, la
cultura política, la naturaleza de las políticas públicas, las dimensiones macroeconómicas
del desarrollo, etc.– de la región latinoamericana; e) el abandono de la agenda de
investigación por parte de muchos de sus precursores y exponentes ante el surgimiento de
objetos de estudio diversificados que apuntaron a una institucionalización de temáticas
como la democratización política de la región y la nueva caracterización del Estado
latinoamericano asediado por la proliferación de los golpes de Estado encabezados por los
militares; y f) factores políticos como la instauración de los Estados Contrainsurgentes en el
cono sur que desplazaron de sus países y centros de estudio a muchos teóricos de la
dependencia, así como la avanzada de la economía neoclásica inspirada en el monetarismo;
y por último, el desmoronamiento de la Unión Soviética y de las expresiones del modo de
producción estatista con economías centralmente planificadas (Enríquez Pérez, 2002d).
1.4.- Los enfoques del desarrollo humano vía la promoción de capacidades en el
individuo.
Con la redefinición de las fronteras económicas que fueron propias del Estado-nación
capitalista y la consecuente reestructuración de las funciones y responsabilidades
socioeconómicas de los gobiernos desde la década de los ochenta y con la promoción de un
nuevo asistencialismo que declara hacer frente a la pauperización social, en los países
desarrollados surgen los enfoques del desarrollo humano vía la promoción de capacidades
en el individuo, que enfatizan una contracción del aparato de Estado respecto a sus
funciones socioeconómicas (Sen, 1996 y 2000). Este enfoque argumenta que una
concepción satisfactoria del desarrollo necesita trascender los objetivos de acumulación de
riqueza, de crecimiento del producto interno bruto y de otras variables relacionadas con la
renta; y que sin olvidar la importancia del crecimiento económico, el desarrollo tiene que
poner una mayor atención y ocuparse más en el mejoramiento de la vida que llevan los
individuos y las libertades de que disfrutan. Para cumplir con ello resulta relevante la
Introducción general
13
expansión de las libertades que los individuos valoran, estrategia ésta importante tanto para
enriquecer la vida y liberarla de restricciones como para permitir la plenitud de los
individuos sociales y el ejercicio de su propia voluntad y su interacción con –e influencia
en– el mundo en el que viven (Sen, 2000:19 y 20).
Esta perspectiva sostiene que si pensamos al mecanismo de mercado como una
institución por medio de la cual los individuos se interrelacionan y realizan actividades
mutuamente ventajosas, entonces se identifica que los problemas que surgen no se deben en
sí a este mecanismo, sino a causas como la insuficiente preparación para hacer uso de las
transacciones de mercado, la ocultación de información y la realización de transacciones
sin regulación, lo cual puede permitir que algunos aprovechen sus ventajas. Sen señala que
los resultados que arroje el mecanismo de mercado dependen de otras instituciones políticas
y sociales, pues su contribución ha sido indudable al aumento de la eficiencia entendida
como la prosperidad, la opulencia o la utilidad alcanzadas, aunque también ha contribuido a
la expansión de las libertades individuales. Se sugiere que los trascendentales poderes del
mecanismo del mercado se complementen con la creación de oportunidades sociales
básicas para alcanzar la equidad y la justicia social (Ibidem:179). En muchos casos, se
sostiene en este enfoque, la creación pública desde el gobierno de oportunidades sociales
permite la participación en el proceso de expansión económica, además de que contribuye a
la expansión de las capacidades humanas y a la mejora de la calidad de vida.
Es un enfoque arraigado en la tradición de la economía neoclásica que retoma y
redefine conceptos filosóficos como los de libertad y justicia en una perspectiva más
integral que no reduce fenómenos como la pobreza a la falta de ingresos, sino que la
relaciona con la privación de capacidades y con la ausencia de expansión de las libertades
individuales.
A esta perspectiva teórica la categorizamos también como el enfoque del desarrollo
social individualizado por el excesivo énfasis puesto en el individuo que pertenece a grupos
vulnerables y que es asistido mediante la focalización y la compensación, y por la idea
implícita de que es la suma del bienestar de los individuos lo que conduce al bienestar
social (Enríquez Pérez, 2002c).
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
14
1.5.- El enfoque del desarrollo como vinculación de redes culturales emanadas del
capital social.
Como el debate intelectual sobre la agenda del desarrollo en las últimas décadas ha girado
en torno a dos ejes: a) la búsqueda de un nuevo equilibrio entre el mercado y el interés
público, y b) la concepción de las políticas públicas como formas de acción a favor de
objetivos de interés común, que no se limitan a las acciones estatales; entonces se presenta
la necesidad de abrir nuevas oportunidades para la participación de la sociedad civil, y de
superar a través de esta vía la crisis mundial del Estado (Ocampo, 2003:26). Entonces, ante
la necesidad de construir una agenda del desarrollo donde el sistema económico se
encuentre subordinado a objetivos sociales más amplios como el sentido de pertenencia, la
identificación con propósitos colectivos y la creación de lazos de solidaridad (Ibidem:28)
surge el enfoque del desarrollo como vinculación de redes culturales emanadas del capital
social que concibe a éste último como una nueva clave estratégica para el desarrollo y, lo
define como la red de instituciones, relaciones y normas que conforman la calidad y
cantidad de las interacciones sociales en una sociedad, colocando a la cohesión social como
un factor crítico para la prosperidad económica y para el desarrollo sustentable.
Robert Putnam (1993) al estudiar las asimetrías regionales en Italia define al capital
social como las relaciones sociales caracterizadas por la confianza que evita o suaviza las
fricciones generadas entre los diversos individuos de una comunidad, así como las normas
de comportamiento cívico practicadas (cuidado y respeto de los espacios públicos, pago de
impuestos) y el nivel de asociatividad (capacidad para cooperar mediante la formación de
redes y concertaciones) que expresan la fortaleza del tejido social. El mismo Putnam señala
que la cohesión social se constituye con el grado de confianza existente entre los actores
sociales, las normas de comportamiento cívico practicadas y el nivel de asociatividad; y que
se refiere también a la integración social del individuo y a la red de contactos sociales, lo
cual implica relaciones, expectativas de reciprocidad, comportamientos confiables y mejora
de la eficacia privada, además de su vertiente colectiva que se expresa en la procuración del
orden público. Por su parte, Francis Fukuyama argumenta que con este enfoque se trata de
reconceptualizar el papel que desempeñan los valores y las normas en la vida económica y
de cuestionar la omisión que hizo el Consenso de Washington respecto al capital social
(Fukuyama, 2003:34).
Introducción general
15
En este enfoque teórico se habla de una construcción autogestiva del desarrollo por
parte de pequeñas comunidades, y según se trata de los autores, en mayor o menor medida
se prescinde o no de la rectoría del aparato de Estado.
Es de notar que el surgimiento de las redes de confianza, asociatividad y
reciprocidad en las comunidades no siempre redundan en el bienestar de la sociedad, tan
sólo pensemos en la cohesión social que existe en grupos ligados a la economía criminal –
narcotráfico, secuestro, etc.–, con lo cual el concepto de capital social corre el riesgo de
caer en una gran ambigüedad si no se le precisa respecto a sus objetivos y funciones en el
proceso de desarrollo.
1.6.- El enfoque de las economías de aglomeración.
Ante la relevancia que adquieren las ciudades y los espacios y fenómenos locales en la
inserción de los países en la economía global, en el proceso de generación de riqueza y en
la formación de medios de innovación tecnológica y empresarial que atraen a las personas
con talento y conocimiento y al capital de riesgo que estimula la innovación, produciendo
todo ello en su conjunto una concentración territorial, surge el enfoque de las economías de
aglomeración estructuradas a partir de las tecnópolis productoras de las tecnologías de la
información dentro de prósperas y dinámicas áreas metropolitanas remolcadas por pujantes
ciudades.
Esta perspectiva teórica señala que existen tres motivos para la construcción de
estas economías de aglomeración: la reindustrialización tras abandonar antiguas actividades
productivas; el desarrollo regional para contrarrestar las disparidades crecientes entre una
zona geográfica y otra, de tal manera que el desarrollo de las nuevas industrias se genere en
una región central remolcando a las que están cerca de ellas; y, la sinergia que es la
generación de nueva información de alto valor a través de la interacción en redes que
vinculan a los individuos de distintas organizaciones con un sistema que permite el libre
flujo de esa información, así como la generación de innovación. El aparato de Estado en
éste proceso de desarrollo tecnológico interviene constantemente de distintas formas y con
variados grados de éxito (Castells y Hall, 2001).
En síntesis, es una visión sobre el desarrollo que lo concibe como un proceso
orientado a partir de la importancia que hoy en día adquiere el conocimiento al ser aplicado
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
16
al mismo conocimiento y al proceso productivo con el objetivo de reestructurar la totalidad
de la base material de las sociedades. Es más, se argumenta en este enfoque que
dependiendo del grado de desarrollo alcanzado por los países se aplicaran ciertas políticas
públicas y estrategias respecto a estos nuevos complejos industriales sustentados en la
manipulación simbólica y en las tecnologías de la información.
1.7.- Los enfoques neokeynesianos.
Tras la inconsistencia y tropiezos del Consenso de Washington expresados en las
recurrentes crisis financieras en la década de los noventa y primeros años del siglo XXI y
ante el malestar que genera la concepción fundamentalista de la globalización, se presentan
los enfoques neokeynesianos (Meier y Stiglitz, 2001; Stiglitz, 2002 y 2003), que sin
oponerse a los principios del mercado, señalan los efectos negativos derivados de la nueva
regulación a los flujos de capital y de la apertura comercial indiscriminada y, tras una fuerte
crítica a ―la promesa de las instituciones globales‖ (Stiglitz, 2002) proponen una
―globalización con rostro más humano‖ que procure una reforma de los principales
organismos internacionales y del sistema financiero mundial, enfatizando la relevancia del
aparato de Estado en la promoción y fomento del proceso de desarrollo.
Con estas propuestas y enfoques se trata de proporcionar una mayor viabilidad a las
medidas adoptadas para la reestructuración económica y gubernamental. Entre las
interrogantes planteadas por sus exponentes destacan: ¿cómo reactivar el papel del aparato
Estado en la construcción de mercados en circunstancias marcadas por la
transnacionalización del diseño y toma de decisiones en materia de políticas públicas?
¿cómo reformar el perfil y las funciones del sistema de organismos internacionales para que
respondan a sus promesas ante la intensificación de los procesos de globalización
económica? La tesis central de esta perspectiva teórica sostiene que para hacer frente a la
expansión de la economía global los gobiernos precisan del diseño e instrumentación de
políticas públicas que incentiven el crecimiento económico nacional y que a su vez
promuevan y procuren una distribución equitativa de sus frutos; es decir, se argumenta que
el aparato de Estado y el mercado son complementarios, pero que éste último es el centro
de la economía, mientras que el primero es apropiado para desempeñar funciones
relevantes que tiendan a ser limitadas y acotadas en la misión de hacer de los mercados
Introducción general
17
entes más eficientes y sensibles. En este sentido, según esta perspectiva teórica, a los
gobiernos les corresponde la función de modelar la dinámica de la economía global.
Como puede apreciarse, las teorías y enfoques del desarrollo reseñados difieren por
el énfasis que conceden a los actores, los agentes, las relaciones de poder y de dominación,
y las circunstancias que impulsan el proceso de desarrollo, mismos que se transforman a lo
largo de la historia. Las anteriores teorías y enfoques del desarrollo son diferentes porque
fueron creadas en distintos contextos históricos iluminando ciertas esferas de la realidad
social. Esto es, los tres primeros enfoques que se reseñaron arriba fueron construidos en una
época en que América Latina experimentaba las primeras etapas de la industrialización
sustitutiva de importaciones, y en que las formas de dominación tendían al autoritarismo
estatal sin permitir la participación de otros agentes y actores socioeconómicos. En el caso
de la perspectiva de la CEPAL y de la dependencia, se enfatizaron las condiciones
desiguales y contradictorias de la inserción de la región en la economía mundial procurando
la autonomía en la toma de decisiones; mientras que los últimos cuatro enfoques hacen
referencia a las actuales circunstancias en esferas como el nuevo asistencialismo; el diseño
de las políticas sociales; el papel de las instituciones en la economía; la relevancia de la
acción, la cultura y la organización de las pequeñas comunidades; los nuevos proyectos de
industrialización y la reestructuración del espacio y del territorio; así como a la reforma de
los organismos financieros internacionales promotores de la globalización económica. Cada
enfoque refiere esferas distintas y complementarias de la realidad social y las define en
circunstancias históricas específicas. Estas teorías apoyan en la iluminación de ese aspecto
concreto de la realidad que estudian; ayudan a entender el contexto histórico en que fueron
construidas, así como las características de los actores y agentes que promueven el proceso
de desarrollo; más aún, representan indicadores que señalan las transformaciones de los
mercados y del proceso desarrollo como objeto de estudio. Sin embargo, es necesario
orientar la mirada a lo que sucede en México respecto a las especificidades de las
transformaciones referentes a la planeación, promoción y fomento del proceso de desarrollo
analizando la forma en que se construyen los mercados y se distribuye la riqueza a partir de
la redefinición de las concepciones esbozadas en las políticas públicas y en las
intervenciones del aparato de Estado en dicho proceso.
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
18
Dados estas puntualizaciones, retomamos los planteamientos de Karl Marx para
esbozar una noción del concepto de desarrollo que nos facilite el examen de su trayecto
histórico y de sus especificidades en el caso de México, reconociendo que la historia se
rehace y que para interpretar cómo se rehace es necesario analizar los niveles de
abstracción que tienen como eje central al concepto de praxis económica (sobre las
características de la teoría de la praxis que metodológicamente permiten el estudio de los
sistemas económicos a lo largo de la historia véase Acevedo López, 1983).
En la Introducción general a la crítica de la economía política escrita en 1857,
Marx argumenta que la producción de los individuos está socialmente determinada (Marx,
2000:282), es decir, que los individuos sólo producen en sociedad. Además, Marx
interpreta a la praxis económica como un todo articulado. Esto es, define al proceso
productivo como integrado por los momentos de la distribución, el cambio y el consumo,
momentos articulados de una totalidad, diferenciaciones dentro de una unidad
(Ibidem:299).
Este mismo pensador argumenta que hasta sus días se conceptualizó que: ―en la
producción los miembros de la sociedad hacen que los productos de la naturaleza resulten
apropiados a las necesidades humanas (los elaboran, los conforman); la distribución
determina la proporción en que el individuo participa de estos productos; el cambio le
aporta los productos particulares por los que él desea cambiar la cuota que le ha
correspondido a través de la distribución; finalmente, en el consumo los productos se
convierten en objetos de disfrute, de apropiación individual‖ (Ibidem:288). Además, nos
indica que se pensaba que es a partir de la producción como el proceso recomienza siempre
de nuevo (Ibidem:299 y 300). Sin embargo, Marx sostiene que el proceso económico es una
totalidad orgánica.
Luego de explicar que el individuo produce un objeto y que, consumiéndolo, dicho
objeto retorna al individuo mismo, Marx dice lo siguiente: ―en la sociedad, en cambio, la
relación entre el productor y el producto, una vez terminado este último, es exterior y el
retorno del producto al sujeto depende de las relaciones de éste con los otros individuos. No
se apodera de él inmediatamente. Además, la apropiación inmediata del producto no es la
finalidad del sujeto cuando produce en la sociedad. Entre el productor y los productos se
interpone la distribución, que determina, mediante leyes sociales, la parte que le
Introducción general
19
corresponde del mundo de los productos, interponiéndose por lo tanto entre la producción y
el consumo‖ (Ibidem:294).
Explicando esto último de manera más detallada, Marx argumenta así: ―un
individuo que participa en la producción bajo la forma de trabajo asalariado, participa bajo
la forma de salario en los productos, en los resultados de la producción. La organización de
la distribución está totalmente determinada por la organización de la producción. La
distribución es ella misma un producto de la producción, no sólo en lo que se refiere al
objeto –solamente pueden ser distribuidos los resultados de la producción–, sino también en
lo que se refiere a la forma, ya que el modo determinado de participación en la producción
determina las formas particulares de la distribución, la forma bajo la cual se participa en la
distribución‖ (Ibidem:295).
El mismo Marx sostiene que antes de ser distribución de los productos, la
distribución es ―1) distribución de los instrumentos de producción; 2) distribución de los
miembros de la sociedad entre las distintas ramas de la producción [...] (Subsunción de los
individuos a determinadas relaciones de producción)‖ (Ibidem:296).
Partiendo de esta explicación planteada por Marx en torno al proceso productivo
definido como praxis económica, es posible señalar que en el proceso económico todos los
seres humanos no ingresan ni participan en las mismas condiciones; esto es, los individuos
realizan actividades diferentes y se les retribuye de distinta forma, no entran como iguales a
dicho proceso y por tanto no salen como iguales. Pero el proceso no se repite, sino que
tiende a complejizarse al igual que sucede con sus actores y agentes. Particularmente, Marx
demuestra que los cambios se suceden continuamente con el análisis de la relación entre el
momento de la producción y el momento del consumo.
Los corolarios que elaboramos a partir de los conceptos propuestos por este autor
son los siguientes: una vez que la distribución determina la proporción de la producción que
le corresponde al individuo, dicha distribución estará definida por la modalidad o el tipo de
trabajo que desempeña el mismo individuo en el proceso económico. De esta forma, como
no se participa en igualdad de condiciones dentro del proceso económico, entonces lo que
históricamente se presenta en las sociedades –y entre ellas– es un desarrollo desigual, un
posicionamiento diferenciado de los individuos y, agregamos, de los países dentro de los
procesos de producción y distribución. Así pues, el desarrollo es un proceso histórico que
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
20
se produce y se reproduce a partir de la interacción que ejerce con el subdesarrollo en tanto
su contraparte y su complemento. Aún más, el desarrollo no es un fenómeno consumado ni
absoluto en la realidad social, sino que es un proceso que coexiste con contradicciones que
lo aceleran, lo retardan o lo bloquean en los sectores económicos, en el territorio y en la
sociedad en general.
De este modo, el proceso de desarrollo y la misma construcción de mercados que
entraña, no se realizan de manera espontánea, sino que precisan de la intervención y
legitimación de las instituciones estatales para organizar a la sociedad y a sus actores en
aras de hacer converger sus intereses y recursos dispersos, variados y limitados. Se trata
pues, de un proceso gestionado, dirigido y estructurado; arraigado en un entramado
institucional propicio para incidir deliberadamente en la reestructuración de una sociedad y
para contener las contingencias a fin de no interrumpir su curso. En suma, el sentido del
proceso de desarrollo consiste en crear nuevos mecanismos, instrumentos y estrategias para
conservar la desigualdad y hacerla funcional, así como en construir el lugar que ocupa la
población en la economía.
Así, el análisis e interpretación del proceso de desarrollo exige una exploración de
las transformaciones experimentadas por el capitalismo, y de los actores e instrumentos que
lo sustentan; esto es, la dinámica que adopta el proceso de desarrollo y el subdesarrollo
como su proceso complementario, tanto en el papel como en la práctica responde a la
naturaleza estructural y organizacional del modo de producción capitalista. En gran medida,
las políticas públicas entrañan el impacto de la dinámica que hoy en día adquieren estas
transformaciones, al tiempo que son la expresión y proyección de cierta concepción de
sociedad sustentada por el cambiante grupo que hegemoniza desde las instituciones del
poder político.
2.- Objetivos y preguntas de investigación.
En los documentos oficiales difundidos por el gobierno mexicano desde 1934 hasta el año
2001 se observan una serie de indicadores sobre las estrategias necesarias para intervenir en
el proceso de desarrollo, las cuales también evidencian las transformaciones de las
concepciones sobre dicho proceso.
Introducción general
21
Cuadro 1. Estrategias de desarrollo observadas en las políticas públicas mexicanas
1934-1980 1982-2001
*Formación de instituciones para la procuración
de la estabilidad social y política.
*Redistribución de la riqueza mediante el reparto
de la propiedad agraria, la creación de la tutela
sobre los derechos de los trabajadores, la
promoción del contrato colectivo de trabajo y de
las prestaciones laborales, el establecimiento del
salario mínimo y de un régimen de jubilación y
pensiones, la creación de un sistema de seguridad
social, el otorgamiento de subsidios para el
consumo de bienes y servicios básicos, la
regulación de los mercados de bienes de consumo
para evitar el aumento de los precios, y la
estipulación de precios de garantía para los
productos del campo.
*Fomento de un proceso de industrialización para
la sustitución de importaciones en bienes de
consumo (1940-1970).
*El mercado interno como la racionalidad de las
estrategias de desarrollo.
*Inversión pública en sectores estratégicos de la
economía nacional.
*Construcción de infraestructura básica orientada
al estímulo del proceso de industrialización y a la
integración del mercado interno. En especial
aquella infraestructura apropiada para la
explotación petrolera, la electrificación, los
transportes y el tendido de vías de comunicación.
*Construcción de infraestructura social apropiada
para la formación y ampliación de los sistemas de
salud y seguridad social y del sistema educativo.
*Canalización de inversión pública para el
fomento de la industrialización. Dichos recursos
públicos también cumplirían una función
compensatoria ante la insuficiencia de la
inversión privada y de las exportaciones.
*Creación y posesión de empresas públicas.
*Creación de una banca de desarrollo.
*Establecimiento de barreras proteccionistas en
el ámbito del comercio internacional.
*Restricciones al establecimiento de la inversión
extranjera directa.
*Crecimiento económico con estabilidad
monetaria y de precios (1958-1970).
*Otorgar incentivos al empresariado privado para
que fuese participe del crecimiento económico a
través de su inversión en objetivos sectoriales
(1964-1970).
*Aumento constante del gasto público para
impulsar el crecimiento de la demanda efectiva
en el mercado (1970-1976).
*Expansión de la capacidad productiva del sector
público en ámbitos como el energético y la
infraestructura de transporte (1970-1976).
*Procuración de la estabilidad macroeconómica:
abatimiento de la inflación, equilibrio de la balanza
de pagos, y disciplina fiscal.
*Cumplimiento de las obligaciones relacionadas
con el servicio de la deuda.
*Reconstrucción de las reservas internacionales.
*Redefinición y adecuación de la regulación
económica.
*Desincorporación y privatización de empresas
públicas.
*Apertura de la economía nacional –en ámbitos
como comercio internacional y los mercados
bancario y financiero– a través de la firma y el
ingreso de México a tratados y a acuerdos
comerciales, y de la remoción de barreras
proteccionistas y la redefinición de aranceles.
*Fomento de la industrialización orientada a la
exportación de manufacturas maquiladas.
*Gestión de la inversión privada –en especial de la
inversión extranjera directa.
*Promoción de la participación del empresariado
privado en la construcción y modernización de la
infraestructura a través de la figura de la concesión.
*Construcción de obra pública con financiamiento
privado.
*La economía mundial y los sistemas
internacionales de producción integrada como la
nueva racionalidad.
*Consideración de las implicaciones ambientales,
culturales y de género en la planeación del proceso
de desarrollo.
*Reforma de las instituciones para brindarle
viabilidad al proceso económico, destacando
ámbitos como: el adelgazamiento y la eficiencia de
la administración pública; la procuración de
justicia; el mejoramiento del entorno legal y
normativo –flexibilización de los mercados
laborales y el establecimiento de condiciones
propicias para la inversión privada–; combate a la
corrupción; y, garantía de los derechos de
propiedad.
*Emprender la democratización del sistema político
mexicano.
*Redistribución de la riqueza a través de la
adopción de acciones focalizadas y selectivas con
relación a la asignación de subsidios y a la
inversión del gasto social.
*Adopción de políticas sociales que privilegian la
formación de capital social y la atención focalizada
de la pobreza extrema mediante la transferencia de
recursos monetarios a los grupos marginados.
*Generar capacidades a través de una mayor
cobertura educativa y en sanidad con el fin de que
los individuos logren bastarse a sí mismos.
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
22
*El endeudamiento como palanca del crecimiento
económico (1970-1982).
*El petróleo como base del crecimiento
económico (1976-1982).
*Apertura a la participación ciudadana, promoción
a la corresponsabilidad entre el gobierno y la
sociedad, y estímulo a la presencia de
organizaciones no gubernamentales en el fomento
del bienestar social.
Más que identificar y analizar a fondo los efectos negativos emanados de las nuevas
estrategias de desarrollo arraigadas en las políticas públicas, así como la perpetuación del
subdesarrollo y de la multidimensional dependencia de América Latina y en específico de
México, pues una extensa bibliografía desde diferentes perspectivas teóricas e ideológicas y
desde diferentes campos del conocimiento ya ha tratado el tema, y más que sostener que en
la región y/o en el país existe o se experimenta el desarrollo tal como se expresa
oficialmente, fundamentalmente planteamos como objetivo de la presente investigación
ofrecer los elementos analíticos e interpretativos para responder a las siguientes
interrogantes a partir del reconocimiento de la naturaleza de las políticas públicas
difundidas en México desde 1934: como las concepciones oficiales sobre el proceso de
desarrollo han cambiado en el mundo –en parte la evolución de las mismas teorías del
desarrollo así lo evidencia– podemos preguntarnos lo siguiente: ¿han cambiado dichas
concepciones en las políticas públicas mexicanas? ¿por qué? ¿cuáles han sido las funciones
del sector público en México respecto al fomento del proceso de desarrollo y qué
transformaciones se presenta en ellas ante la intensificación de los procesos de
globalización? ¿cómo se ha concebido en las políticas públicas al proceso de desarrollo, y
qué cambios ha sufrido esta concepción –o concepciones– con la reestructuración de la
economía mundial? ¿cómo han influido y cómo se han asimilado en las políticas públicas
mexicanas los diversos planteamientos sobre el desarrollo expresados por los organismos
internacionales?, en suma, ¿cómo se construyen las concepciones sobre el desarrollo
expresadas en las políticas públicas y a qué racionalidad responden las estrategias
adoptadas?
Aunque el concepto y el proceso de desarrollo exige un abordaje multidimensional e
interdisciplinario, como parte de la formulación de un tipo ideal de desarrollo histórico esta
investigación se centrará en la interpretación de los indicadores listados anteriormente, los
cuales sustentan las concepciones esbozadas en las políticas públicas mexicanas en torno al
proceso de desarrollo. Más en concreto aún, se trata de interpretar qué es lo que le sucede a
Introducción general
23
los gobiernos como instituciones y agentes históricos partiendo de las repercusiones de la
manera en que se organiza el capitalismo y de los cambios en las estrategias plasmadas en
las políticas públicas para responder a ello. Es decir, cómo se han venido redefiniendo en el
sector público las funciones e instrumentos de política pública y qué papel adopta como
conjunto de instituciones que estimulan, equilibran y legitiman a los procesos productivos
del capitalismo. En este análisis de lo que sucede con los gobiernos se hará la distinción
entre los propios del mundo desarrollado y los del mundo subdesarrollado delimitando el
tiempo y el tipo de intervención y funciones, para ello partimos de la idea de que son los
seres humanos y sus cálculos de racionalidad en expresiones y condiciones distintas que, al
intergenerarse, colocan a ambos mundos en jerarquías diferentes y en concepciones
variadas sobre el proceso de desarrollo.
En este tenor, las políticas públicas como expresiones de las orientaciones que se
imprimen sobre la sociedad y de las ideas derivadas de la correlación de fuerzas que se
disputan la hegemonía del aparato de Estado, o bien, su influencia en él, serán
fundamentales para comprender e interpretar la naturaleza de las transformaciones en la
concepción oficial del proceso de desarrollo.
Hablar de concepción o concepciones sobre el desarrollo, no implica referirse sólo a
la retórica oficial plena de buenas intenciones que pretende el crecimiento económico para
trascender las condiciones de pobreza mejorando el bienestar social de las poblaciones, sino
referirse a las vertientes instrumentales y estratégicas, a los medios y a las matrices
conceptuales que sustentan las acciones gubernamentales en los procesos de construcción y
modelación de cierto tipo o modalidad de mercado y de sociedad en el contexto de las
contradicciones surgidas en los procesos de valorización y revalorización del capital.
3.- Sistema de argumentos.
Como este proyecto de investigación se inscribe en la tradición epistemológica
comprehensivo/interpretativa de las ciencias sociales, entonces se manejan argumentos
necesarios para interpretar el sentido y naturaleza de las concepciones sobre el desarrollo
entrañadas en las políticas públicas, así como las motivaciones de los actores que
hegemonizan al aparato de Estado en México respecto a estas concepciones y respecto a la
dinámica de la economía mundial. En este sentido, fue necesario elaborar argumentos sobre
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
24
la orientación de las acciones de los actores y las organizaciones a las que pertenecen y
desde las cuales participan en la formulación de las políticas públicas que inciden en el
proceso de desarrollo.
Las transformaciones relativas a las concepciones sobre el proceso de desarrollo
manifestadas en las políticas públicas son expresión también de las motivaciones e intereses
heterogéneos de los actores hegemónicos de los organismos internacionales entrelazados y
complementados en su intergénesis con los ministerios estratégicos de los países. Una
cierta compenetración, convencimiento y compromiso con sus respectivas dosis de
resistencia existe entre ambos niveles de funcionarios; en algunos casos, no sólo se trata de
una imposición vertical y unidireccional, pero en otros más, sí puede presentarse de manera
deliberada, sobretodo si nos referimos a gobiernos débiles de regiones como América
Latina, tal fue el caso de las medidas del Consenso Washington tras el agotamiento del
paradigma keynesiano/estructuralista y de su estrategia proteccionista y sustitutiva de
importaciones y, por la posterior crisis de la deuda que colocó a la banca privada
mundializada en una posición ventajosa ante los gobiernos deudores. Las nuevas estrategias
de desarrollo que estaban obligados a seguir los gobiernos latinoamericanos estuvieron
permeadas por esas medidas y su correspondiente correlación de fuerzas.
En el fondo de todo ello, se perfila la construcción acelerada de una red de aparatos
de Estado entrelazados con organismos internacionales, empresas transnacionales y otros
agentes, contando con ciertos principios esenciales y actores o instituciones hegemónicos
que la cohesionan, y conforman una red hegemónica global –o más precisamente, una red
global de agentes hegemónicos–, esto es, más que una cosmopolitan governance (Held,
1995) o un Imperio (Hardt y Negri, 2000) lo que se presenta en la nueva dinámica de la
realidad mundial es una redefinición de las funciones socioeconómicas básicas de los
aparatos de Estado con marcadas diferencias según su ubicación geopolítica y
geoeconómica; y más que el achicamiento de éstos en cuanto a su intervención en los
mercados, lo que se debilita y se limita es la gruesa maquinaria burocrática concentradora y
centralizadora de las decisiones y de los recursos. Esto es, el aparato de Estado se mantiene
de manera compartida con otros actores y agentes –también hegemónicos– como un poder
central de la sociedad; y más que una pérdida absoluta del poder de articulación del todo
social, lo que ocurre es que el aparato de Estado se conjunta y se define a partir de la
Introducción general
25
interacción con otros actores, organizaciones y agentes sean socioeconómicos y
sociopolíticos, nacionales, transnacionales o supranacionales, para reencauzar a escala
mundial al capitalismo como modo de producción hegemónico y como proceso civilizador.
La redefinición de las concepciones sobre el desarrollo expresadas en el proceso de
planeación, de los arreglos institucionales y de los actores del aparato de Estado se ha
asumido como una necesidad imperiosa para el ingreso de México a las condiciones de
creciente articulación de los sistemas internacionales de producción integrada, a los
encadenamientos mercantiles y a las redes financieras globales que se estructuran como un
todo que funciona en tiempo real.
La misma redefinición de las funciones estatales implica que los planes y programas
que publican parte de las políticas públicas, expresan la intergénesis con otras instancias y
organismos internacionales, así como con los compromisos contraídos en acuerdos, tratados
y regímenes interestatales. Se trata, en este punto, de analizar esa vinculación y de
identificar las influencias, convergencias y divergencias entre ambos niveles de
documentos, es decir, se trata de examinar e interpretar su relación orgánica.
En suma, nuestro sistema de argumentos entraña lo siguiente:
1) Las concepciones sobre el proceso de desarrollo se transforman porque se
redefinen los actores en sus funciones y objetivos. Como el modo de producción capitalista
experimentó a escala mundial una profunda reestructuración en sus dimensiones
organizacional y productiva desde la década de los años setenta del siglo XX, fue necesario
redefinir las funciones del sector público mexicano, implicando ello una transformación de
sus estrategias y concepciones sobre el proceso de desarrollo.
2) Si el capitalismo experimentó transformaciones organizacionales y estructurales
hacia finales del siglo XX, las concepciones sobre el desarrollo expresadas en las políticas
públicas mexicanas se modificaron al cambiar la construcción y estructuración de los
mercados, así como el proceso de distribución de la riqueza.
3) Las funciones del aparato de Estado en cuanto a la planeación, promoción y
rectoría del proceso de desarrollo atraviesan por una redefinición que transforma a sus
actores y a sus instrumentos de actuación, profundizando los mecanismos de poder y las
políticas públicas que posibilitan las condiciones necesarias para la consolidación de la
expansión e integración global del capitalismo y para la inserción actualizada de México a
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
26
éste –dichas políticas públicas expresan las tendencias impuestas por estas
transformaciones, e incluso con ellas se apuesta a un apuntalamiento de la red hegemónica
global–.
4) Las concepciones sobre el proceso de desarrollo expresadas en los documentos
oficiales han cambiado al ya no promoverse un desarrollo con orientación hacia adentro,
exclusivamente nacional, sino uno que pretende rebasar las fronteras en aras de la inserción
en la economía global.
De este sistema de argumentos se desprende la tesis principal que atraviesa de
principio a fin nuestra investigación: luego de promover una concepción sobre el desarrollo
que definía a este proceso como sinónimo de crecimiento del producto interno bruto
mediante el fomento de la industrialización sustitutiva de importaciones, las políticas
públicas mexicanas de los últimos veinte años evidencian una complejización en sus
concepciones y estrategias de desarrollo, tal como se observa en el diagrama 1 (p. 28).
Sin embargo, a pesar de esta complejización en las concepciones sobre el proceso
de desarrollo, en las decisiones y acciones del gobierno mexicano se presenta una
interconexión subordinada sujeta a la directrices de las políticas deflacionarias y al
ejercicio de una nueva vocación geopolítica y geoeconómica oficial. De esta forma, las
funciones del aparato de Estado expresadas en las políticas públicas durante las últimas dos
décadas en relación al diseño, promoción e impulso al proceso de desarrollo se orientan a la
profundización de la desventajosa inserción de México en la dinámica de la economía
mundial para estructurar y consolidar la red hegemónica global que se articula a partir de
las redes de aparatos de Estado, organismos internacionales, Organizaciones No
Gubernamentales Internacionales, redes empresariales globales, procesos de
regionalización e integración económica, políticas públicas transnacionales, etc. Un
ejemplo claro de ello se observa en la orientación geopolítica y geoeconómica del gobierno
mexicano emprendida durante los últimos tres lustros, la cual es expresión de esta nueva
forma de construir los mercados y el ejercicio de la dominación, es decir, la participación
en procesos de integración económica que derivan en la formación de bloques regionales,
así como la promoción de políticas públicas de corte transnacional como el Plan Puebla-
Panamá que se orientan al reordenamiento del territorio y de las ciudades para la atracción
de inversiones y la construcción de infraestructura, marcan la pauta de una retórica que
Introducción general
27
publicita un concepto de desarrollo basado en la apertura comercial, en la exportación de
manufacturas maquiladas y en la redefinición de la regulación, desestatización y
privatización de amplios sectores estratégicos del aparato productivo nacional, pero que en
el fondo responde a las condiciones asimétricas y jerárquicas de la nueva división
internacional del trabajo.
Así pues, entre 1934 y 1982, el papel del aparato de Estado en México consistió en
manifestarse como rector, promotor, planificador, inversionista, propietario de medios de
producción, regulador, banquero y benefactor en la estructuración del mercado y en las
formas de distribuir la riqueza. Con las transformaciones estructurales del capitalismo en el
plano mundial y con la crisis de la deuda, desde inicios de la década de los ochenta en
México –y con más intensidad desde 1988–, las funciones del aparato de Estado en el
proceso de desarrollo que se pueden interpretar con base en los indicadores rastreados en
los documentos oficiales observados han consistido en: 1) el constituirse como el garante
de la prioritaria estabilidad macroeconómica, enfatizando el control de la inflación, la
reducción del déficit fiscal y el equilibrio de la balanza de pagos; 2) el ejercicio de una
vocación geopolítica y geoeconómica del aparato de Estado para lograr el posicionamiento
definitivo de México en los mercados internacionales; 3) la promoción, gestión y
facilitación de la inversión privada –sobre todo de la extranjera– y de las exportaciones de
manufacturas maquiladas como parte de la reorientación de la economía nacional respecto a
su acceso a los sistemas internacionales de producción integrada y a los encadenamientos
mercantiles globales; 4) la creación de condiciones institucionales y políticas propicias para
garantizar las transacciones económicas en los mercados, en especial, mediante el
aseguramiento y resguardo de los derechos de propiedad entre los agentes económicos
involucrados, y la garantía del cumplimiento de las obligaciones contraídas entre ellos; 5) el
impulso de la apertura y democratización del sistema político mexicano con base en la
realización de procesos electorales transparentes y creíbles que permitan la legitimación del
gobierno y de los representantes de la ciudadanía que toman las decisiones fundamentales
de la vida nacional; y, 6) la promoción del empoderamiento de las comunidades locales
marginadas y la compensación, a través de la política social focalizada, de los efectos
sociales negativos derivados de la instrumentación de la política económica.
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
28
Diagrama 1. Estrategias y acciones que expresan la complejización de las concepciones sobre el
desarrollo en las políticas públicas mexicanas (1982-2003).
Crecimiento económico y desarrollo
Sector público gestor y promotor del desarrollo mediante intervenciones mínimas
Políticas deflacionarias:
estabilidad
macroeconómica
(control de la inflación,
equilibrio de la balanza
de pagos, privatización
de empresas públicas,
reducción del déficit
fiscal).
Reinserción en la
economía mundial
Democratización
del sistema
político mexicano
Reformas
institucionales: respeto
de los derechos de
propiedad,
modernización y
simplificación de la
administración pública,
procuración del Estado
de derecho.
Políticas sociales:
formación de
capacidades,
focalización de los
beneficios (sólo
pobreza extrema),
fomento del capital
social.
Industrialización
orientada a las
exportaciones de
manufacturas e
insumos
Gestión de la
inversión privada
–en especial de la
extranjera–.
Consideración de
criterios de género,
culturales,
ambientales y
regionales del
desarrollo
Vocación geopolítica y
geoeconómica (firma de
tratados y acuerdos
comerciales, adopción
de políticas
transfronterizas, etc.)
Elaboración propia.
Introducción general
29
4.- Estrategia teórico/metodológica.
Como la praxis económica y, por tanto, la distribución de la riqueza cambia con la historia
del capitalismo y con las formas históricas que adoptan los mercados, nuestra estrategia
teórico/metodológica hace eco de las teorías del desarrollo reseñadas en las páginas
anteriores en el entendido de que son indicadores que señalan que dicho objeto de estudio y
el proceso económico están cambiando.
También, como parte de esta estrategia teórico/metodológica, resulta relevante
plantearnos las siguientes interrogantes: si en los años que corren entre las décadas de los
cincuenta y setenta, la teorización en torno al proceso de desarrollo fue una tarea central en
las ciencias sociales latinoamericanas ¿qué sucede hoy en día con estos debates? ¿sigue
presente el proceso de desarrollo como un objeto de estudio central, o si ha mudado como
tal, qué modalidades ha adquirido en sus redefiniciones? ¿cómo se concibe y estudia hoy en
día ese proceso en la teoría social latinoamericana?
Hacia principios del siglo XXI, los economistas del desarrollo y multitud de
científicos sociales de las principales universidades del mundo orientan su atención a
preguntas de investigación y a objetos de estudios que en un futuro inmediato se
convertirán en los desafíos centrales de las teorías del desarrollo. Entre estos retos
pendientes destacan: el estudio de la nuevas fallas del mercado y del sector público; la
definición de un concepto de desarrollo que rebase con mucho la importancia del
crecimiento de la riqueza y del ingreso; el análisis de lo que se ha denominado la economía
del conocimiento y de los bienes intangibles; la identificación de las diversas fuentes del
crecimiento económico; la interpretación y la creación de las instituciones adecuadas para
el desarrollo; el estudio del significado y consecuencias del capital social; la reflexión más
profunda en torno a las implicaciones de la globalización económica; la comprensión de la
evolución de las instituciones financieras; el entendimiento de las relaciones de
complementariedad entre el mercado y el sector público; y, el abordaje de todo lo anterior
desde una perspectiva multidisciplinaria (Meier, 2001).
Respecto a América Latina, observamos que los debates en torno al proceso de
desarrollo experimentaron tres caminos durante las últimas décadas: a) un impasse –que no
implica su desaparición absoluta– influido por el predominio en las políticas públicas de los
enfoques monetaristas que privilegian estrategias deflacionarias, y que instaurados como
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
30
una doctrina hegemónica han vuelto irrelevantes a las reflexiones latinoamericanas sobre el
proceso de desarrollo; b) varias de las teorías del desarrollo que predominan en la
actualidad y que inspiran políticas públicas están apegadas a planteamientos liberales o
neoclásicos; esto es, nos referimos a reflexiones como las elaboradas por Robert Putnam y
su concepto de capital social, o por Amartya Sen y su enfoque de las capacidades, o las
variadas teorizaciones sobre el medio ambiente y el desarrollo sustentable, y sobre los
procesos de integración económica; y, c) en muchos casos, el concepto de desarrollo se
redefine al no concebirse como un proceso integral –caracterizado por relaciones
sistémicas– y al conceptualizarse como un problema o fenómeno sectorial, es decir, a partir
del análisis de una esfera o un proceso sustantivo de la realidad social como el medio
ambiente, las políticas sociales, el sector agropecuario, los problemas étnicos y de género,
la democracia y los problemas de la representación, la educación, la superación de los
efectos negativos derivados de las actuales políticas económicas, entre otros, se pretende
esbozar una explicación e interpretación del desarrollo nacional (Enríquez Pérez, 2002d).
Sin embargo, aunque se dejan atrás las reflexiones que definieron al desarrollo
como un proceso principalmente económico, no se logra una articulación analítica de todos
esos objetos de estudio para conformar una teorización integral del desarrollo
socioeconómico nacional ante la actual reestructuración de la economía mundial y la
intensificación de los procesos de globalización, abandonando posturas etnocéntricas; es
decir, no se trata de argumentar que el abordaje de estos procesos sustantivos sea
innecesario e inadecuado, sino de intentar plantear la necesidad de una teoría o varias
teorías del desarrollo que articulen a todos y cada uno de estos temas y estudios para
construir una concepción general y abarcadora sobre la dialéctica desarrollo/subdesarrollo
que sea apropiada para dialogar y debatir con las teorías del desarrollo acuñadas en Europa
y en los Estados Unidos (Ibidem).
Esta problemática teórica se une con nuestro objeto de estudio al privilegiar en éste
la revisión y análisis de las concepciones oficiales sobre el proceso de desarrollo y su
vinculación con las condiciones marcadas por la reestructuración de la economía mundial.
Para analizar e interpretar la naturaleza de las estrategias y concepciones sobre el
desarrollo expresadas en las políticas públicas, esta investigación reconoce y se inspira en
Introducción general
31
la ya larga tradición forjada con las variadas teorías del desarrollo2, sobretodo en aquellas
de corte estatocéntrico o keynesiano que privilegian la intervención del aparato de Estado
en la construcción de mercados y en la rectoría del proceso de desarrollo, y también en
aquellas que lo han concebido no como un proceso lineal sino como un proceso que
interactúa con su contraparte, el subdesarrollo.
Por lo demás, un concepto básico para nuestra investigación es el referido a las
comunidades epistémicas (Haas, 1992), que como concepto constructuvista se refiere a las
redes de profesionales que interactúan en espacios globales y que pertenecen a
organizaciones que ejercen un fuerte control sobre el conocimiento y la información de
problemas específicos de la política económica y social. Alejandra Salas-Porras (2002)
señala que las Comunidades epistémicas cumplen variadas funciones: 1) funciones de tipo
cognoscitivo al articular las relaciones de causa y efecto de dichos problemas, lo cual lleva
a una homogeneización de la racionalidad con la que operan las instituciones e individuos
asociados, y permite dictar una agenda hegemónica; así como 2) funciones de regulación al
enmarcar los problemas para el debate colectivo, delinear las fronteras y delimitar las
opciones, construir consensos y agendas de negociación, entrenar funcionarios y organizar
instancias de elite, lo cual amerita establecer una base organizativa-institucional para
ejecutar la agenda hegemónica, y 3) funciones normativas al proponer políticas y medidas
concretas para cada país, diseñar estrategias de negociación, reestructuración y rescate, lo
cual implica una agenda de ingeniería institucional, códigos y principios de regulación,
paquetes de rescate, financiamiento al desarrollo, etc.
Otra categoría acuñada con mucha mayor anterioridad por Theotonio Dos Santos
con el objetivo de lograr una mayor comprensión del fenómeno de la dependencia es la
referida a la articulación necesaria entre los intereses dominantes en los centros
hegemónicos y los intereses dominantes en las sociedades dependientes, reconociendo que
la dominación externa sólo es factible cuando encuentra respaldo e identificación entre los
sectores nacionales que se benefician de ella (Dos Santos, 1984:185 y186). De lo anterior
surge el concepto de ―compromiso‖ entre los distintos componentes internacionales y
nacionales de la situación de dependencia.
2 Usando el término acuñado por Robert K. Merton (1984), las definimos como teorías de alcance medio por
centrarse en la creación de conceptos y categorías para el estudio de un proceso específico de la realidad
social y por enmarcarse en una perspectiva teórico/ideológica de mayor alcance.
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
32
El concepto de regímenes internacionales se recupera para señalar los procesos a
partir de los cuales se imprime fuerza institucional a los acuerdos, convenios, tratados, etc.
que signan los gobiernos nacionales en el plano internacional, así como para considerar la
función reguladora de los organismos internacionales. Los regímenes internacionales son
instituciones y modelos que orientan, prescriben y predicen los comportamientos
cooperativos de los Estados y otros agentes y actores políticos y económicos en torno a
temas y problemas específicos (véase Keohane, 1993). Su función consiste en corregir
fallas institucionales de la política internacional con el fin fomentar el proceso de desarrollo
a través de la cooperación internacional, la canalización de recursos, y la armonización y
estandarización de políticas públicas.
Como es de notar, estos conceptos fueron necesarios para el análisis e interpretación
de la relación e influencia entre los documentos dictados por los organismos internacionales
y las políticas públicas nacionales y, para caracterizar la naturaleza de la intergénesis de los
actores y agentes participantes.
En suma, la presente investigación se inscribe en un enfoque como el
neoinstitucionalista, cuyas principales tesis se centran en reconocer que el mercado no se
despliega en vacíos institucionales ni en entornos que no cuentan o no están dotados de
infraestructura física, social, educativa, ambiental, financiera y tecnológica, que sólo puede
ser construida o suministrada por el sector público y no por alguna empresa o por las
señales del mecanismo de mercado (Ayala Espino, 1999). De ésta forma, Ayala Espino
señala que ni la eficiencia económica ni el bienestar social se relacionan o dependen
exclusivamente de las instituciones, del mercado o de las políticas públicas; sino que más
bien son procesos gestados a partir de la articulación de arreglos institucionales que al
mismo tiempo son económicos, sociales, legales y políticos (Ibidem:13).
Aunque se puede plantear que la economía de mercado es en sí misma un sistema
de control social, los enfoques del nuevo institucionalismo económico argumentan que los
mercados son lo que son y se desempeñan como lo hacen porque las instituciones
funcionan –es decir, están legitimadas entre la población– y operan como mecanismos de
control social que constriñen las acciones maximizadoras de los individuos; puesto que si
éstas últimas se desplegaran según su propia lógica, conducirían a la destrucción de la
economía o a un ―estado de naturaleza hobbesiano‖. El mecanismo principal de asignación
Introducción general
33
de recursos no es, en abstracto, el mercado, sino las instituciones, y en especial las
relaciones de poder que estructuran y organizan los mercados y que a su vez son
perpetuadas por estos últimos (Ibidem:27).
5.- Estrategia metodológica.
El ejercicio de reflexión propuesto exigió relevar la especificidad del objeto de estudio que
se desenvuelve en una sociedad nacional, sin descuidar lo acontecido en los planos regional
y mundial. Y en este sentido, la comparación se privilegió como estrategia metodológica.
La privilegiada mirada para el análisis histórico que despliega Sergio Bagú en
Economía de la sociedad colonial nos condujo a valorar que el análisis comparativo resulta
imprescindible cuando nos comenta que, a partir de la convicción de que América Latina ha
sido y sigue siendo una unidad de la realidad mundial, su tentativa consistió en estudiarla
precisamente como unidad dentro de una evolución histórica internacional; esto es,
interpretar a América Latina no como conjunto de unidades nacionales y regionales, sino
como un todo en sí misma; sin olvidar lo propio y específico de cada nación que la integra
(Bagú, 1992:253).
Como América Latina es una estructura histórica en movimiento constante, en esta
interpretación de su intergénesis con la economía mundial más que rescatar los detalles de
cada una de sus partes fue necesario enfocar la mirada sobre sus características
estructurales, para lo cual fueron preguntas guía necesarias las siguientes: ¿qué papel juega
América Latina y en particular México en su relación con la economía mundial? ¿qué
representa el proceso de desarrollo para la región y para éste país? ¿qué factores diversos
influyen en su subdesarrollo como característica general de la región? ¿cómo ejerce su
acción el aparato de Estado latinoamericano y en específico el mexicano ante estos
procesos?
Todo ello implicó asumir que la(s) parte(s) –América Latina y/o México– no se
puede(n) pensar sin el todo –economía mundial– y que este mismo todo se alimenta
también de la parte; esto es, como se observa en el capítulo I, América Latina y los actores,
agentes y organizaciones involucrados en su proceso de desarrollo son tales sólo en
relación a procesos de alcance mundial. Como las concepciones sobre el proceso de
desarrollo promovidas en las políticas públicas mexicanas responden a la dinámica y
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
34
transformaciones estructurales y organizacionales del capitalismo, resultó importante
distinguir entre la división técnica del trabajo, la división social del trabajo y la división
internacional del trabajo, en tanto tres distintos niveles de análisis para el estudio del
proceso económico (para mayores detalles sobre esta distinción véase Acevedo López,
1996, 1998, 1999 y 2004).
Con el objetivo de identificar, reconocer, analizar e interpretar las concepciones
oficiales sobre el proceso de desarrollo, el trabajo empírico para la construcción de datos se
realizó con el estudio de una serie de documentos oficiales:
Para el capítulo II relativo a la incidencia de los organismos internacionales en el
proceso de desarrollo se revisaron documentos que expresan los análisis y concepciones
emanados de instancias como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI),
la Organización de la Naciones Unidas (ONU), el Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD), y la Comisión Económica Para América Latina y el Caribe (CEPAL).
Son documentos caracterizados por promover estrategias de desarrollo que tienen como
agente central al aparato de Estado en interacción con las organizaciones no
gubernamentales y con las redes empresariales y sus inversiones extranjeras directas;
además, durante las últimas tres décadas introducen conceptos, categorías y objetivos como
desarrollo sustentable, desarrollo humano, financiamiento del desarrollo, reforma
institucional, consolidación de la democracia, lucha contra la pobreza, globalización, entre
otros. En los últimos lustros, la influencia de estos documentos, estrategias y acciones se
orienta a ámbitos regionales y transnacionales colocando sobre la mesa interrogantes como
las siguientes: ¿hacia dónde va la dinámica de la gobernabilidad global? ¿qué vinculación
existe entre la globalización y el desarrollo? ¿cuál es la viabilidad de organismos
internacionales como la Naciones Unidas?
Para el capítulo III, relacionado con los cambios y especificidades en las
concepciones sobre el desarrollo expresadas en las políticas públicas mexicanas, se
revisaron documentos oficiales diseñados y promovidos por el Poder Ejecutivo Federal: en
especial, analizamos las políticas públicas de carácter global que expresan las directrices
generales para el proceso de planeación de la economía y de la distribución de la riqueza.
Esto es, para los objetivos de nuestra investigación los cambios en las concepciones sobre
el proceso de desarrollo en México se rastrearon en documentos oficiales como los planes y
Introducción general
35
programas generales de desarrollo diseñados desde 1934 hasta el año 2001. Estos
documentos ofrecen un panorama general sobre los conceptos y estrategias adoptados por
el gobierno mexicano en torno al proceso de desarrollo; representan también el eje rector
del diseño de políticas públicas específicas y de las funciones a emprender por la
administración pública durante un sexenio presidencial. Entre los documentos oficiales
revisados destacan:
Primer Plan Sexenal 1934-1940
Segundo Plan Sexenal 1940-1946
Proyecto de Inversiones del Gobierno Federal y Dependencias Descentralizadas
1947-1952
Consideraciones para un Programa Nacional de Inversiones 1953-1958
Plan de Acción Inmediata 1962-1964
Programa de Desarrollo Económico y Social de México 1966-1970
Programa de Inversión-Financiamiento del Sector Público Federal 1971-1976
Lineamientos para el Programa Nacional de Desarrollo Económico y Social 1974-
1980
Plan Básico de Gobierno 1976-1982
Plan Global de Desarrollo 1980-1982
Plan Nacional de Desarrollo 1983-1988
Plan Nacional de Desarrollo 1989-1994
Plan Nacional de Desarrollo 1995-2000
Plan Nacional de Desarrollo 2001-2006
La información rastreada fueron los argumentos y estrategias presentados en los
documentos oficiales que expresan las políticas públicas referidas a la concepción que
esboza el aparato de Estado en México sobre el proceso de desarrollo. A partir de su
sistematización se infieren los presupuestos ideológicos, las filosofías económicas, lo
consistente de sus concepciones y la articulación de las mismas.
La necesidad de revisar y analizar las diversas filosofías y teorías económicas y
políticas que respaldan la elaboración de propuestas, recomendaciones y planteamientos
normativos promovidos por los organismos internacionales respondió a la siguiente
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
36
premisa: determinada posición política y práctica se construye sobre la base de una
cosmovisión o concepción del mundo conformada por conceptos y categorías de alcance
filosófico o científico y, por principios de carácter ético que además de nutrir a esa práctica
y a sus proyectos, dialécticamente, pueden ser motivadas por los embriones de la
reestructuración que experimente en determinado momento la dinámica del todo social.
Esto significa que, para actuar y prescribir orientaciones normativas relativas a las políticas
públicas, tanto el funcionariado de organismos internacionales como de gobiernos
nacionales, precisan tanto de principios normativos como de sistemas conceptuales
explicativos de la realidad social e inspiradores de la articulación de medidas plasmadas en
dichas políticas públicas. Esta concepción del mundo que poseen y asumen los diversos
actores que toman las decisiones públicas responde, a su vez, a los intereses que
representan, a las relaciones de poder y a las conflictividades sociales que los circundan y
que a su vez construyen; intereses que entrañan una toma de posición ética ante la realidad
social.
Con esto queremos decir que, a partir de la manera como se analice y conceptualice
la realidad social se influirá en las pretensiones de resolver los problemas que ésta entraña,
es decir, dependiendo de la estructura de pensamiento y teorización de la realidad se
contará con una expresión determinada de la conducción del proceso de desarrollo y de lo
que se hace para resolver los problemas sociales. Sin embargo, el teorizar no
necesariamente implica resolver los efectos negativos, incluso muy por el contrario, puede
contribuir a agravarlos al perpetuarse las diversas ―cegueras‖, estereotipos y rotulaciones
tanto de los teóricos como de los planificadores y consultores.
No se trata de sostener que una sola filosofía o teoría económica y política
determine el rumbo de las posiciones oficiales, sino que, incluso diversos sistemas
conceptuales llegan a respaldar sus perspectivas y propuestas.
Finalmente, deseo señalar que la presente investigación adoptó la siguiente actitud
epistemológica: la realidad social no sólo se analiza e interpreta para relatarla, sino para
transformarla en tanto se desentrañe su naturaleza y se asuma al conocimiento como
elemento relevante en la construcción de la historia y como resultado de la misma. En
suma, la trascendencia del conocimiento radica en el relevante papel que éste tiene en la
Introducción general
37
construcción social de la realidad. Esto significa concebir al conocimiento como una acción
social que surge de la realidad misma, a la vez que la transforma, la altera al interpretarla, y
la construye al explicarla y comprenderla. Conocer es actuar, es transformar la realidad
social al esclarecerla, al tomar una actitud ante ella, y al decidir sobre su rumbo y dinámica.
Aún más, el conocimiento se construye socialmente en un diálogo permanente entre
las estructuras mentales y conceptuales del investigador y su acción en sociedad, así como
entre la realidad social y la atmósfera académica que permea la vida universitaria. Toda
generación de conocimiento se presenta en un contexto de interacción, de constante
intercambio de ideas, donde se dialoga, lejos del prejuicio y del dogmatismo, con la propia
tradición de pensamiento y con tradiciones ajenas, con los contemporáneos y con los
pensadores de otras generaciones.
Esta misma actitud se acompañó de la apremiante necesidad de no asumir a las
ciencias sociales como instrumentos para la denuncia y la impugnación de las lacerantes y
polarizadas realidades sociales que padecen nuestro país y América Latina, pues
consideramos que dicha actitud contestataria poco contribuye a la tarea de aprehender e
interpretar la naturaleza de los fenómenos y procesos de la sociedad. Es más, opinamos que
existen escenarios como los medios masivos de difusión, los movimientos antisistémicos, la
música, el cine, la literatura, la pintura y el arte en general, que son más elocuentes y
eficaces que las ciencias sociales para ejercer la denuncia de los efectos sociales negativos
derivados de los sistemas políticos y económicos.
Como la construcción de conocimiento científico es un proceso colectivo,
numerosas son las personas que con su apoyo, motivación e ideas fortalecieron mis
intereses, inquietudes preocupaciones y aspiraciones. Respecto a la preocupación y al
placer por desentrañar qué es esa intergénesis humana llamada sociedad y respecto a la
construcción del presente objeto de estudio, fue sumamente importante la luz y los
comentarios y opiniones orientadores brindados oportunamente por la Dra. María
Guadalupe Acevedo López en sus Talleres de Investigación Sociológica, en los cursos
sobre Sociología de las Organizaciones, en los Seminarios de Titulación, así como en la
revisión de nuestro informe de investigación; y, por la Dra. Alejandra Salas-Porras Soulé en
sus cursos de Metodología de las Ciencias Sociales, de Teorías de la Globalización y del
Desarrollo, y de Integraciones Económicas. Esa misma preocupación también fue cobijada
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
38
y respaldada por el Proyecto de Investigación ―Territorios en reserva: el Plan Puebla-
Panamá y las nuevas estrategias de desarrollo económico regional‖ inscrito en el Instituto
de Investigaciones Económicas de nuestra Universidad y coordinado por el Dr. Felipe
Torres Torres, el Dr. José Gasca Zamora y el Dr. Javier Delgadillo Macías. De igual
manera, se agradecen los debates de pasillo en nuestra casa de estudios y los comentarios
formativos e intensos que durante los últimos seis años ofrecieron compañeros y amigos
como Rubén Darío Flores Sandoval, J. César Aguirre Juárez, Alberto Borbolla Albores,
Francisco Ávila Coronel, Marco Alanez Olvera Morales, Benjamín Pérez-Tagle Mercado,
Gerardo Canek Coronado Zarco, María Concepción Ortiz Serrano, Edgar Tafoya Ledezma,
Juan Emmanuel Ferrari Muñoz-Ledo, Lucio González Eriksson, Gerardo González
Altamirano, y Omar Núñez Rodríguez. Comentarios, opiniones y motivaciones vertidos
todos ellos en el escenario de apertura, de imaginación creadora y de generosidad brindado
por nuestra Universidad Nacional Autónoma de México.
Agradecimiento especial merecen el apoyo y la motivación sinceros y constantes
ofrecidos por mi familia –en especial por mi madre–, por la Maestra Benita Alcántar
Carrillo, por el Biólogo y amigo José Guadalupe Martínez Correa (), por el Psicólogo y
amigo Jorge Fritz Müller Murot, y por el Señor Refugio Ernesto Flores Carranza –quien
por cierto amablemente puso a mi disposición importantes documentos hemerográficos
durante mi formación universitaria–.
Ciudad Universitaria, México, D. F., febrero de 2006.
Capítulo I.
La intervención gubernamental en el proceso de desarrollo y las transformaciones del capitalismo.
Introducción.
Desde el nacimiento del modo de producción capitalista en Europa se despliega la
intervención gubernamental en el proceso económico y en la redistribución de la riqueza.
Esta intervención de las instituciones estatales durante los últimos doscientos años se
desenvuelve paralelamente a las transformaciones estructurales y organizacionales del
mismo capitalismo.
Reconociendo lo anterior, argumentamos que tanto las políticas públicas como las
concepciones sobre el proceso de desarrollo expresadas en ellas, se construyen, se recrean y
se desenvuelven en contextos históricos específicos. Se trata de una relación simbiótica en
que las acciones gubernamentales encausan intereses hacia objetivos precisos en
determinadas circunstancias sociohistóricas y económicas, y a la vez, dichas circunstancias
son propiciadas por las intervenciones del sector público inspiradas en las políticas públicas
y que se orientan a modular, a acelerar o a retardar la estructuración de la sociedad y de sus
procesos económicos.
En el contexto de las transformaciones del modo de producción capitalista, las
relaciones internacionales históricamente se caracterizan por las profundas asimetrías,
heterogeneidades y desequilibrios de poder entre los países –y más acusadamente entre los
bloques regionales durante las últimas décadas–, muchas veces propiciado ello por posturas
gubernamentales que asumen a su sistema económico y a sus empresas como instrumentos
geopolíticos y de proyección de la hegemonía. En este sentido, y reconociendo los factores
nacionales que influyen en la posición internacional de algún país, los aparatos de Estado
asumen distintos perfiles y especificidades que se expresan en las formas en que
intervienen en el proceso económico y en la planeación del proceso de desarrollo.
En la actualidad, ante estas asimetrías algunos países dirigen las relaciones
internacionales de manera ventajosa; otros más, que son la mayoría, sólo logran insertarse y
gestionar su posicionamiento. Con la reestructuración de la economía mundial expresada en
la conformación de un sistema de manufactura flexible global e intensamente entrelazado,
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
40
los aparatos de Estado se limitan a una función de mediación entre los mercados
internacionales y los territorios y comunidades locales. Y aunque los poderes
gubernamentales tienden a erosionarse en las escalas nacionales del mundo
subdesarrollado, su presencia e intervención en la estructuración de la sociedad aún es
fundamental a pesar de la emergencia de actores y agentes socioeconómicos y políticos
hegemónicos de nuevo corte.
La manera en que los países desarrollados dirigen históricamente la dinámica de la
economía mundial en gran medida está determinada por el papel que desempeñan sus
aparatos de Estado en la construcción de sus mercados, reconociendo que sin entramados
institucionales sólidos, eficaces y eficientes las imperfecciones de la esfera económica
tienden a multiplicarse y a traducirse en contradicciones sociales. En tanto que la naturaleza
de la inserción que ejerce una región como América Latina en la economía mundial dista
mucho del posicionamiento y gravitación que ejercen países como los Estados Unidos,
Japón y China o bloques regionales como la Unión Europea. Mientras en estas latitudes se
emprende el fortalecimiento de sus instituciones estatales, en América Latina se apuesta por
la erosión sistemática de las mismas.
Es más, las transformaciones experimentadas en las políticas públicas durante las
últimas décadas en países como México, así como en las concepciones sobre el proceso de
desarrollo esbozadas en ellas, responden a la naturaleza que adquiere el modo de
producción capitalista, y a la importancia que asumen en éste los sistemas internacionales
de producción integrada y las redes mercantiles y financieras globales, apoyados ambos en
el uso estratégico del conocimiento aplicado al proceso económico. En este sentido, para
comprender por qué cambian las concepciones sobre el proceso de desarrollo, e incluso las
mismas funciones y la estructuración del aparato de Estado, es relevante desentrañar las
transformaciones en los patrones de acumulación y en la organización de las empresas, en
tanto las unidades productivas más dinámicas que son fuente de innovación y de
posicionamiento geoestratégico en la construcción de mercados. Así pues, analizar
brevemente las especificidades de la intervención gubernamental rescatando cómo se
transforman las funciones del aparato de Estado ante la reestructuración del capitalismo es
la tarea central en las páginas que componen este capítulo.
La intervención gubernamental en el proceso de desarrollo y las transformaciones del capitalismo
41
Partiendo de lo anterior, resulta importante preguntarse ¿cuáles han sido las
principales transformaciones estructurales y organizacionales experimentadas por el modo
de producción capitalista? ¿qué influencia ejercen dichas transformaciones en las funciones
e intervenciones del aparato de Estado? ¿qué especificidades adquiere la intervención
gubernamental en las distintas latitudes del mundo? ¿cómo se inserta América Latina y
México en el proceso de globalización, y qué posibilidades tienen en este contexto para
fomentar su proceso de desarrollo? ¿qué especificidades adquieren los aparatos de Estado
latinoamericanos en sus intervenciones y en la planeación del proceso de desarrollo?
De esta forma, el presente capítulo tiene como objeto de estudio las continuidades y
discontinuidades del capitalismo en tanto modo de producción y proceso civilizatorio,
desentrañando el papel de la organización de las empresas y de las decisiones que en ellas
se gestan con la finalidad de estructurar los mercados, así como la influencia que todo ello
ejerce sobre la intervención del aparato de Estado en el proceso de desarrollo. Para cumplir
con ello, los objetivos consisten en: 1) caracterizar y analizar cómo y por qué se presenta la
reestructuración del modo de producción capitalista a partir de la transición organizacional
al interior de las empresas, enfatizando la discontinuidad histórica marcada por este
proceso; 2) caracterizar y analizar brevemente, con algunas evidencias empíricas, el perfil
del gobierno en las regiones desarrolladas, así como las especificidades de los gobiernos
latinoamericanos en el marco de las transformaciones del capitalismo, siendo importante
para ello la delimitación del tiempo y del tipo de intervención y funciones de estas dos
modalidades de aparato de Estado; 3) señalar la relevancia de los procesos de globalización
y su gravitación en las escalas nacionales; y, 4) explicar el papel que adquieren los espacios
locales y la planeación nacional ante la intensificación de estos procesos.
Para la realización de lo anterior, dos ideas fueron centrales: 1) la reestructuración
de la organización y dinámica del capitalismo, así como la intensificación de los procesos
de globalización en las últimas décadas, implica en países como México transformaciones
profundas en el perfil y estructura de los gobiernos y en la manera de concebir y planear al
desarrollo nacional en las políticas públicas; por tanto, para desentrañar la naturaleza de los
cambios que experimenta el capitalismo en las últimas décadas es importante explicar la
esencia de las organizaciones en las cuales se apoya y proyecta para la construcción de los
mercados, reconociendo que metodológicamente dichas organizaciones facilitan el tender
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
42
los puentes analíticos entre las estructuras socioeconómicas y los actores que toman las
decisiones estratégicas como expresión de su praxis. 2) Mientras en los países desarrollados
gran parte de los esfuerzos del sector público se canalizan a apuntalar la proyección de su
economía en aras de la perpetuación de su hegemonía en el mundo (Estados Unidos), o
bien, con el fin de sobresalir en las rivalidades y luchas por el logro de dicha hegemonía
(Unión Europea, Japón y China), los sectores públicos de regiones como la latinoamericana
orientan en gran medida sus acciones hacia la inserción subordinada y dependiente de sus
economías en la dinámica del capitalismo global, aprovechan mínimamente los márgenes
de maniobra que les brinda y construyen mercados para responder a esas exigencias.
1.- La intervención gubernamental durante los albores y difusión de la forma
de vida capitalista industrial.
Desde los orígenes del capitalismo, la intervención gubernamental en el proceso económico
es una constante; sin embargo, adquiere sus especificidades a partir de las asimetrías de
poder y de las desigualdades sociales y económicas que prevalecen en las relaciones
internacionales.
Durante el siglo XVII, los gobiernos encabezados por los monarcas franceses en
pleno auge del mercantilismo estimularon –mediante la construcción de infraestructura
básica, el otorgamiento de subsidios, el fomento de exportaciones, la formación de
compañías, y la adopción de medidas proteccionistas– la economía de su nación con la
finalidad de financiar sus guerras y la expansión de sus áreas de influencia. En las colonias
norteamericanas dominadas por Inglaterra, la corona prohibió la adopción de leyes para el
subsidio de los zapateros de la colonia, y otras relativas a la producción de lino, puesto que
se consideró inviable incentivar la producción manufacturera en los territorios dominados
que dependían de las mercancías fabricadas en la metrópoli; además, se estipuló en este
país europeo que sólo las embarcaciones inglesas navegarían con mercancías por el océano
Atlántico. Gobiernos como los de Francia, Italia y Alemania, hacia finales del siglo XIX,
ante la sobreproducción industrial protegieron sus industrias mediante el establecimiento y
el aumento de los aranceles aplicados a la competencia extranjera; la finalidad fue que las
empresas vendiesen las mercancías a precios altos en sus mercados internos y que
obtuvieran así ganancias considerables (Reich, 1993:28, 29 y 41).
La intervención gubernamental en el proceso de desarrollo y las transformaciones del capitalismo
43
Con el nacimiento de los Estados Unidos como Estado-nación moderno, Alexander
Hamilton –estadista que formó parte del primer gobierno de ese país– propuso el desarrollo
de las manufacturas para aumentar los ingresos y la riqueza de la nación, crear empleos,
estimular la inmigración y la atracción de inversiones extranjeras; así como la creación de
un sistema de crédito público, la apertura de un Banco Central apto para controlar la
emisión de moneda y su regulación, y el establecimiento de un sistema monetario basado
en la fundación de una casa de moneda independiente y en la emisión de circulante
respaldado en el oro y la plata. Como la industrialización se concebía a largo plazo,
Hamilton consideró que sólo se lograría con subsidios y con políticas comerciales
proteccionistas destinadas temporalmente en beneficio de los pequeños industriales; sin
embargo, los aranceles se mantuvieron a la alza y hacia el final de la Guerra Civil el sector
público contaba con crecientes superávit en sus presupuestos, los cuales en lo inmediato
fueron absorbidos por las cuantiosas inversiones públicas canalizadas a la construcción de
infraestructura básica y al tendido de los ferrocarriles (Ibidem:33, 34, 35 y 36). Incluso,
durante las primeras dos décadas del siglo XX, el gobierno estadounidense comenzó a
proporcionar créditos directos a las empresas –en especial a aquellas relacionadas con las
industrias militar y petrolera, y con la banca– con la finalidad, se decía, de reorganizar la
economía nacional. (Ibidem:54).
A la par del auge y difusión de la revolución industrial en Europa durante el siglo
XIX, se gestaron y se profundizaron contradicciones sociales como la excesiva explotación
del obrero en las fábricas y la pobreza urbana. Frente a estas circunstancias, las respuestas
no se hicieron esperar: los obreros tendieron a movilizarse, a organizarse y a construir las
primeras células sindicales en naciones como Inglaterra, Francia y Alemania. Son
precisamente los embates del incipiente sindicalismo los que conducen a gobernantes como
Otto von Bismark a ocuparse del deterioro de la mano de obra y a crear los cimientos de
instituciones como el llamado Estado de bienestar a través de legislaciones sociales que
protegían contra enfermedad, invalidez, vejez, accidentes laborales y desempleo.
Reich relata que desde finales del siglo XIX, los avances científicos y tecnológicos,
la ampliación de los transportes y los nuevos métodos de fabricación, integraron los
mercados internos de los países europeos industrializados y de los Estados Unidos.
Invenciones como el ferrocarril y el telégrafo, que comenzaron a generalizarse,
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
44
complementaron y estimularon la fabricación, el montaje y la unión de las partes que se
realizaban en grandes series al interior de las gigantescas empresas, y facilitaron la
producción en gran escala al motivar el traslado de los insumos y de los productos
terminados, y al minimizar los riesgos y los costos, lo cual a su vez permitió prever y
programar la entrega y la venta de mercancías directamente a los comerciantes mayoristas.
El perfeccionamiento de la maquinaria –apoyado en el crecimiento de la producción de
hierro y acero– y la expansión de las plantas productivas apoyaron el aumento del volumen
de producción. Para incrementar las ganancias y para coordinar precios, hacia los últimos
años del siglo XIX los gobiernos tendieron a reducir la rivalidad empresarial mediante la
organización de la producción al interior de grandes corporaciones y conglomerados que
coordinaban sus inversiones; ésta constitución de grandes empresas fue fundamental para la
integración de los mercados nacionales en esos países. Con un enorme tamaño y con una
gestión centralizada, estas empresas lograron controlar con facilidad y en mayor escala los
mercados y las fuentes de aprovisionamiento, de tal forma que la producción llegó a
concentrase territorialmente en una o dos grandes fábricas, además de que con ello se
adoptó la planificación del proceso productivo a partir del equilibrio que se imprimió sobre
los flujos de materia prima destinados hacia las plantas que los procesarían y de la
distribución, bajo un programa previamente establecido, de los productos finales entre los
comerciantes (Ibidem:38-45).
Sin embargo, las contradicciones estructurales del capitalismo que se gestaron en la
fase imperialista de finales del siglo XIX y que desembocaron en la primera guerra
internacional transcurrida entre 1914 y 1918, alcanzan su máxima expresión con la crisis
financiera de 1929 y con la consiguiente recesión económica mundial que se experimentó
durante gran parte de la década iniciada en 1930. En el caso de los Estados Unidos, las
políticas del New Deal y las grandes inversiones del sector público contribuyeron
ampliamente a que la economía de ese país lograra superar la recesión puesto que con ellas
tanto la producción como el empleo y el consumo masivos fueron estimulados y elevados.
Se inició así, un amplio periodo de intervención de las instituciones estatales en el proceso
productivo y en la redistribución de la riqueza.
La intervención gubernamental en el proceso de desarrollo y las transformaciones del capitalismo
45
2.- El nacionalismo económico y el patrón de acumulación
taylorista/fordista/keynesiano.
Durante gran parte del siglo XX, y en especial después de 1945 con el fin de la segunda
guerra internacional, el capitalismo y el modo de desarrollo5 industrial predominante
entonces, se sustentaron en las prácticas y organización propias del patrón de acumulación
taylorista/fordista/keynesiano.
La llamada ―época de oro del capitalismo‖ fue impulsada por empresas que
privilegiaron la administración científica de la producción, la cadena de montaje y el uso
intensivo de las máquinas. La planeación y el control requirió de un proceso productivo
realizado en un solo territorio, de una mayor acumulación de activos fijos, así como de
importantes contingentes de trabajadores administrativos y manuales. La organización de la
empresa se caracterizó por relaciones piramidales y verticales cuya finalidad consistió en
controlar al trabajador, en sujetarlo a operaciones simples y repetitivas, y en comprimir los
tiempos de trabajo muertos en las actividades productivas. Esto se acompañó del estímulo a
la producción y consumo de masas, y del logro de un rendimiento del trabajo que
significase el aumento de la producción por trabajador y la minimización de los costos de
producción al ser incrementada la productividad. Los administradores de las empresas
asumieron que con una producción estandarizada se generarían economías de escala que
reducirían los costos por unidad fabricada (para mayores detalles sobre esta forma de
organización empresarial véase Coriat, 1997; Reich, 1993:capítulos 2 y 3).
A decir de Castells, la racionalidad de la acción social en el modo de desarrollo
industrial en aras de estructurar los procesos tecnológicos estuvo marcada por la tendencia
hacia el crecimiento económico, o lo que es más claro, hacia la maximización del producto
(Castells, 2002:43).
Como lo señalamos en otro espacio (Enríquez Pérez, 2003), las premisas para la
construcción de mercados y la toma de decisiones empresariales ejercidas durante este
periodo, tuvieron como racionalidad el producir, con el más mínimo costo y tiempo
invertidos, la mayor cantidad de bienes y servicios. Para ello, las economías de escala
5 El modo de desarrollo, según Castells (2002:42), consiste en los dispositivos tecnológicos utilizados en las
relaciones sociales de producción con la finalidad de que el trabajo actúe sobre la naturaleza para generar el
producto y los satisfactores de las necesidades, determinando la cuantía y la calidad del excedente. La esencia
de los modos de desarrollo es definida por el elemento básico que fomenta la productividad en el proceso
productivo.
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
46
fueron importantes y se caracterizaron por bajar los costos y por maximizar el rendimiento
del proceso productivo de tal manera que en el mercado se ofertasen cantidades importantes
de productos y que las empresas compitieran ofertándolos al menor precio. La finalidad del
empresariado al tomar decisiones, consistió en maximizar la cantidad de los factores
productivos para generar beneficios satisfactorios. Se aspiró a que la fabricación de un sólo
producto estandarizado aumentase el volumen de la producción sin contratar el mayor
número de trabajadores, evitando así lidiar con la imposibilidad o incapacidad de producir
con rapidez una amplia gama de bienes y servicios. Las decisiones empresariales apuntaron
a minimizar los gastos en investigación orientada al proceso productivo y los costos
generados por la distribución y circulación de los nuevos productos, así como a aprovechar
las economías de escala y a ahorrar tiempo al evitar el cambio de los productos
estandarizados. La aplicación del conocimiento pretendió optimizar y eficientizar el
proceso productivo, así como incrementar la escala y la rapidez de la producción con
equipo y maquinaria que fuesen operados por el menor número posible de trabajadores; de
esta forma, la fuerza de trabajo sería sustituida por un bien de capital. La racionalidad
empresarial y el sentido de las decisiones privilegió el uso de tecnologías apropiadas para
aumentar la escala, volumen y velocidad de la maquinaria y de los sistemas para fabricar
productos estandarizados, masivos y con precios bajos. Como parte de la organización
piramidal, fueron decisiones caracterizadas por la planificación centralizada de las
estrategias empresariales y por un predominio del Director General en el mando de la
compañía.
Fue una organización con poca capacidad para adaptarse a los cambios puesto que
una sola modificación o innovación en los productos, por muy pequeña que fuese,
implicaba redefinir totalmente todo el proceso productivo.
Los grandes sindicatos dotados de inmensas burocracias y poder de negociación se
desarrollaron a la par de la empresa con organización centralizada y jerárquica. La
contribución de las grandes centrales sindicales fue importante para la producción de alto
volumen al emprender la inmovilización y cooptación de los obreros a cambio de
prestaciones laborales y salarios satisfactorios.
Como complemento de esta forma de organización empresarial y de estructuración
de los mercados que tuvo su máximo esplendor en los países industrializados, se
La intervención gubernamental en el proceso de desarrollo y las transformaciones del capitalismo
47
desenvolvió paralelamente una activa intervención gubernamental en el proceso productivo.
Desde las políticas del New Deal en Estados Unidos hasta el Estado benefactor europeo y
las políticas desarrollistas en América Latina y en el Asia Oriental, los gobiernos
desempeñaron un papel fundamental en el proceso de acumulación de capital. Las políticas
expansionistas de inspiración keynesiana, a través de la inversión pública canalizada a la
administración de la demanda mediante la producción de bienes y servicios, la construcción
y modernización de infraestructura básica, y los estímulos fiscales; y del suministro de
servicios básicos relacionados con la educación, la salud, la seguridad social y la
capacitación laboral, fundamentaron la expansión del consumo masivo y la sostenibilidad y
previsibilidad de los salarios reales sin que ello implicase la caída de la rentabilidad de los
capitales privados, sino que más bien, la reproducción de la fuerza de trabajo fue asumida,
en mayor o menor medida, como una responsabilidad de las instituciones del sector
público.
El nacionalismo económico de corte liberal fue el principal ideario que inspiró y
respaldó la manifestación del patrón de acumulación taylorista/fordista/keynesiano. La
expansión al interior de los mismos países, el imperialismo y el desarrollo económico,
impulsados todos ellos por las grandes corporaciones nacionales, fueron componentes
importantes del nacionalismo económico. Se asumió pues, que los ciudadanos de una
nación compartían un destino económico común, y que las grandes corporaciones –fuertes
en cuanto a la definición de precios, salarios, normas industriales y métodos para la
producción de alto volumen– estarían identificadas con los intereses nacionales (Reich,
1993:capítulos 2 y 3).
El proteccionismo económico, en tanto una de las principales estrategias de esta
ideología, utilizó las altas tarifas arancelarias para restringir el ingreso de los flujos
comerciales y de las inversiones extranjeras en los mercados internos.
En el ámbito interno, los países subdesarrollados impulsaron una convivencia, no
siempre armónica, entre la corporación privada y la empresa pública. Los países
desarrollados intentaron canalizar ayuda económica a las naciones pobres; además, en el
mundo subdesarrollado predominó la creencia del ―desarrollo nacional‖ para ―alcanzar a
los demás‖ o ―eliminar el rezago‖ (Wallerstein, 1998:117). En estos programas, el objetivo
declarado del aparato de Estado consistió en aumentar la riqueza de la nación y
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
48
―modernizar‖ su infraestructura, además de despertar el ánimo por participar en el sistema
interestatal.
Reich relata que durante la época de oro del capitalismo estadounidense, el
gobierno no influyó en las decisiones al interior de las empresas, pero sí les permitió ejercer
una labor de coordinación entre ellas para fijar los precios y rendimientos; además, desde el
sector público se niveló el ciclo comercial con la finalidad de que las compañías líderes
alcanzaran altos volúmenes de producción; se fomentó la preparación de los recursos
humanos necesarios para satisfacer la demanda de mano de obra en el sector industrial; se
subsidió el acceso a la vivienda; se construyó una red nacional de autopistas que estimuló el
consumo masivo; se suscribieron contratos con las empresas dedicadas a la producción de
armamento y a la innovación tecnológica; y se incentivó la expansión y
transnacionalización de las empresas líderes (Reich, 1993:capítulo 5).
En general, podemos argumentar que con respecto al proceso económico, gobiernos
como el estadounidense aplican pragmáticamente estrategias de mercado dirigido y
gestionado o administrado, además de que ejerce amplios márgenes de intervención en la
promoción del bienestar social y en la expansión y financiamiento de las actividades
agrícolas, industriales y tecnológicas. La planeación de largo plazo desempeña un papel
importante en la reestructuración de su economía. Como ya lo mencionamos, desde los
tiempos de Alexander Hamilton, se propició el deliberado estímulo y fomento
gubernamental respecto a las actividades económicas y a la protección de las incipientes
industrias.
En este país, ejemplos importantes de la intervención del gobierno en la vida social
y económica son el estímulo gubernamental al avance tecnológico y la canalización de
cuantiosas fracciones del gasto público al aparato militar –hecho éste último que desde
1945 se justificó por los peligros latentes representados por la expansión de la Unión
Soviética– que a su vez genera importantes innovaciones tecnológicas que se traducen en
bienes de consumo masivo; tal es el caso de aquellos producidos en la industria electrónica
entre 1940 y 1960, así como de la gestación de la Internet (véase Castells, 2002:capítulo 1).
Después de 1945, desde los gobiernos de los países de Europa Occidental se
impulsó mediante subsidios o con la propiedad pública de los medios de producción, la
formación, consolidación e integración de empresas nacionales líderes que compitiesen con
La intervención gubernamental en el proceso de desarrollo y las transformaciones del capitalismo
49
las estadounidenses sobre todo en ámbitos como el automotriz, la siderurgia y la
computación.
En América Latina, los gobiernos desempeñaron una intensa función desarrollista
desde la década de los cuarenta, la cual entró en declive y redefinición hacia los años
ochenta con la crisis de la deuda y con la sucesiva ―década perdida‖. Durante estos cuarenta
años, los aparatos de Estado participaron activamente en el proceso económico a través de
las empresas públicas y su producción de bienes y servicios, así como mediante el
establecimiento de una estructura normativa que tendió a proteger la naciente
industrialización sustitutiva de importaciones. La intervención directa de los gobiernos
latinoamericanos, muchas veces de enormes dimensiones, en la acumulación de capital y en
el proceso de desarrollo caracterizó este largo periodo y marcó una diferencia fundamental
respecto a los gobiernos de los países desarrollados. Durante estos años se trató de un
aparato de Estado no sólo regulador a partir de las inmensas burocracias que centralizaron
el poder, sino también orientado a definir y precisar las necesidades y prioridades a atender
en el proceso de desarrollo.
En general, el patrón de acumulación taylorista/fordista/keynesiano que a nivel
mundial sustentó el dinamismo del modo de desarrollo industrial hasta la década de los
sesenta, comienza su declive y entra en crisis hacia los primeros años de la década de los
setenta. Al crecimiento económico sostenido y con estabilidad de precios y a la prosperidad
posterior a 1945, le siguió una crisis en la productividad y un inédito desequilibrio
macroeconómico que se tradujo en una recesión inflacionaria experimentada primeramente
en las economías más avanzadas y exportada en lo sucesivo a los países subdesarrollados
mediante la crisis de la deuda.
Los desequilibrios macroeconómicos experimentados en el capitalismo desarrollado
de los años setenta consistieron en la presencia de una inflación galopante; un bajo y lento
crecimiento de las economías; la aparición de crecientes déficit en la cuenta corriente de la
balanza de pagos generado por los grandes desembolsos para importar petróleo y por el
declive de la competitividad; y en el desempleo masivo (para mayores detalles véase
Castells, 2002; Villarreal, 1986:capítulo I; Wallerstein, 1998).
Detrás de la caída y del estancamiento de la productividad, expresada en la
disminución del ritmo de crecimiento del ingreso nacional por persona ocupada, estuvo
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
50
presente el ya mencionado agotamiento del patrón de acumulación
taylorista/fordista/keynesiano, causado fundamentalmente por las innovaciones
organizacionales gestadas en las empresas japonesas. Esto es, la división técnica del trabajo
se redefinió profundamente en las grandes corporaciones japonesas para dar paso a una
organización flexible que intensifica el uso del conocimiento (capital intelectual) aplicado
al proceso productivo, y que se sustenta en la empresa red y en la segmentación y
dispersión territorial del proceso productivo. Esta nueva forma de organizar a las unidades
productivas comienza a germinar durante los años sesenta y ya para la década siguiente
profundiza su vocación expansiva en los mercados internacionales. Así pues, los
principales mercados europeos y el estadounidense son saturados tanto por los bienes y
servicios homogéneos y estandarizados característicos de la producción en masa propia de
la organización taylorista y fordista que aún predominaba en esas latitudes, como por los
productos japoneses ofertados con una mayor calidad y a un bajo precio, elaborados bajo el
modelo de la organización flexible, y beneficiados por los avances y los bajos costos en
materia de transporte –basado en estructuras multimodales– y de comunicación
intercontinental. Dicha saturación generó un desplazamiento de las principales empresas
europeas y estadounidenses –que ante la intensa rivalidad ya no podían establecer los
precios–, precipitándose así la caída de la tasa de ganancia que las colocó en una situación
de quiebra y en la urgente necesidad de abandonar la organización jerárquica propia de la
producción en masa (véase Drucker, 1994; Reich, 1993; Castells, 2002).
Rene Villarreal explica que, como parte de la inestabilidad macroeconómica y de la
caída de la productividad, entró en crisis también el sistema monetario internacional
expresado en los Tratados de Bretton Woods –lo cual significó el desconocimiento del
gobierno estadounidense del patrón de cambio oro y del sistema de tipos de cambio fijo–.
Esto es, el aumento de la liquidez internacional aunado al déficit de la balanza de pagos de
los Estados Unidos generó incertidumbre y desconfianza en la paridad del dólar respecto al
oro, así como reticencias para continuar conservándolo como medio de reserva
internacional de divisas, de tal forma que hacia 1968 el gobierno estadounidense se separa
en los hechos del patrón de cambio oro e instaura el patrón dólar, pero es hasta 1971
cuando, de manera unilateral, la moneda norteamericana se desprende definitivamente del
oro en términos de paridad y convertibilidad. Este colapso significó la reconversión hacia el
La intervención gubernamental en el proceso de desarrollo y las transformaciones del capitalismo
51
patrón basado en el dólar estadounidense y el sistema de tipos de cambio flexible. Con la
devaluación del dólar se inició un periodo de volatilidad, incertidumbre y desconfianza, en
tanto las reservas internacionales depositadas con base en esa moneda perdieron su valor.
Además, el comercio internacional entró en una fase de inestabilidad y de baja
competitividad en los países industrializados, lo cual repercutió en la disminución del ritmo
de crecimiento de los intercambios comerciales –en especial de las exportaciones en
relación a la producción industrial– e intensificó un proteccionismo de nuevo cuño
expresado en las regulaciones relativas a las barreras no arancelarias tales como las
medidas sanitarias, fitosanitarias y de preservación del medio ambiente emanadas de la
Ronda de Tokio (Villarreal, 1986:34-41).
Las altas tasas de interés que se presentaron y persistieron en la década de los
setenta, como parte de la crisis estructural, significaron un posicionamiento del capital
financiero, y, aunque en los Estados Unidos se argumentó que el gobierno frenaría la
demanda y la inflación en su mercado interno y fortalecería al dólar en el ámbito
internacional, lo que se generó fue una exportación del estancamiento y de los desajustes
macroeconómicos al resto de los países desarrollados (Ibidem:37).
En suma, concluimos que el patrón de acumulación taylorista/fordista/keynesiano
entró en crisis –entre múltiples causas– por la constante inflexibilidad de sus estructuras
organizacionales para responder a los cambios que demanda la naturaleza y la gestión del
capitalismo para reconstruir y propiciar las adecuadas condiciones de rentabilidad ante el
aumento de las tendencias inflacionarias y la caída tanto de la productividad y del ritmo de
producción como de la inversión productiva; así como por la inviabilidad e inconsistencia
de las políticas de ajuste de precios relativos y de administración de la demanda para tender
al pleno empleo. Aún mas, las políticas públicas de corte keynesiano resultaron
insostenibles e inhibieron un mayor aumento del gasto público –asumido como
indispensable para mantener niveles de pleno empleo sin emprender reformas fiscales que
elevasen los impuestos–, y estimularon tendencias inflacionarias a la alza al disponer de la
excesiva emisión de circulante y del financiamiento público deficitario.
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
52
3.- El sistema de manufactura flexible y la expansión e integración global del
capitalismo.
Las nuevas formas de estructurar el proceso productivo y de organizar las empresas,
generalizadas en los países desarrollados desde la década de los setenta y exportadas a
regiones como la latinoamericana hacia los años ochenta, fundan su racionalidad en
decisiones de corte geoestratégico orientadas a la reconstrucción de mercados.
De la gran corporación centralizada y verticalmente integrada, con las innovaciones
organizacionales japonesas, se transitó a la articulación de redes empresariales y se generó
una nueva división técnica del trabajo que privilegia, por encima de la producción de altos
volúmenes de bienes y servicios, la producción de alto valor sustentada en la manipulación
simbólica y del conocimiento aplicado al proceso productivo para satisfacer, eficiente y
oportunamente, las necesidades específicas de los clientes a través de las múltiples e
interdependientes unidades y subunidades dispersas y descentralizadas que se encuentran
unidas a otras tantas corporaciones –también descentralizadas– que se desplazan por todo el
mundo (Reich, 1993).
De lo anterior, se desprende un nuevo patrón de acumulación que se puede
denominar de la manufactura flexible, con el cual las mercancías ya no son producidas en
una sola unidad productiva centralizada, sino que más bien, los productos finales son
combinaciones internacionales de insumos generados con la fragmentación y transferencia
global de la cadena de valor agregado. La incorporación y ensamble de insumos producidos
en múltiples latitudes del mundo por variadas empresas responden a mercados y clientes
con exigencias específicas y que requieren una producción de alto volumen, flexible,
personalizada y con excelentes estándares de calidad.
Este sistema de manufactura flexible, que es la expresión organizativa del
capitalismo contemporáneo, se manifiesta en alianzas estratégicas y en la cooperación, a
partir de proyectos específicos, entre grandes empresas, unidades descentralizadas de cada
una de ellas y redes de pequeñas y medianas empresas, que aún sin ser propiedad de la
corporación matriz, interactúan y se integran entre sí o, con otras redes empresariales. El
ensamble de los insumos que provienen de empresas territorialmente alejadas, requiere de
procesos de calidad en la fabricación que cuenten con una sofisticada precisión apoyada en
la microelectrónica y en las tecnologías de la comunicación y de la computación, y con una
La intervención gubernamental en el proceso de desarrollo y las transformaciones del capitalismo
53
gestión altamente flexible sustentada en la informática y que posibilite la programación de
la producción para que dichos insumos respondan al volumen solicitado y a las estrictas
especificaciones personalizadas de los consumidores (véase Coriat 1992a, 1992b y 1997;
Reich, 1993; y Castells, 2002). Muchas veces se trata de lo que se denomina corporación
vacía, acotada tan sólo a la gestión y coordinación de la multitud de unidades
descentralizadas y dispersas –incluso miles de pequeñas y medianas empresas– que le
proveen insumos o productos finales de acuerdo a sus especificaciones y estándares de
calidad. Esta nueva modalidad de empresa utiliza la subcontratación como un mecanismo
para reducir considerablemente los gastos generales; esto es, otras empresas especializadas
le proveen de los bienes y servicios estandarizados y específicos –tales como el alquiler de
fábricas, maquinaria y equipo, oficinas y bodegas para inventarios; la elaboración de
insumos a entregar oportunamente para su ensamble y embalaje; y, los servicios de
transporte, logísticos, legales, publicitarios y de marketing, de contabilidad, de
procesamiento de información, y de asesoría financiera y fiscal– a un precio competitivo y
de manera eventual o temporal.
Reconociendo la esencia de la organización flexible, las empresas especializadas en
la producción de alto valor ya no precisan de las estructuras piramidales y burocráticas que
concentraban y manejaban cuantiosos recursos en una sola planta, ni de los ejércitos de
obreros disciplinados e inhibidos en su creatividad que estuvieron sujetos a labores
repetitivas y predecibles. Más bien, la organización flexible de las empresas orientada a la
generación de alto valor se caracteriza por una coordinación horizontal que permite la
estructuración de una red; y más que apoyarse en la jerarquía centralizada y vertical
encabezada por el Director General, destacan –a decir de Reich– tres habilidades
fundamentales e interdependientes que son las fuentes del alto valor y de las ganancias: 1)
la identificación de problemas, de las ventajas competitivas y de las oportunidades; 2) la
resolución de problemas que surgen ante los desafíos de producir bienes y servicios únicos
y adaptables; y 3) la intermediación o negociación estratégica basada en el análisis de ideas
relativas a las tecnologías y a los mercados específicos que permitan saber qué
posibilidades de éxito tendrán los nuevos productos, así como atraer el financiamiento y los
expertos necesarios para emprender los proyectos (Reich, 1993:94 y 95). El mismo Reich
señala que lejos de interferencias burocráticas, la comunicación permanente, precisa y
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
54
fluida entre los empleados que desarrollan estas habilidades resulta importante para
responder de manera oportuna a las necesidades y preferencias específicas de los clientes
(Ibidem:98). Se trata pues, con el desarrollo de estas habilidades, de formar y consolidar
ventajas competitivas, de agregar mayor valor a la economía mundial y de dinamizar y
fortalecer los mercados internos a partir de ello.
Más que activos fijos, las compañías que forman parte de las redes empresariales
globales privilegian la combinación del conocimiento técnico y del know how de ventas con
el respaldo de la habilidad estratégica y financiera (Reich, 1993, p. 100; Drucker, 1994). En
suma, la red empresarial tiene como matriz a una compañía propietaria de alguna histórica
y renombrada marca comercial, que especializada en el desarrollo de las tres habilidades
citadas en el párrafo anterior delimita y estipula la concepción y las decisiones estratégicas,
los proyectos productivos y las especificidades requeridas para satisfacer sus necesidades,
además de estructurar la interconexión con el resto de las empresas desconcentradas y
subcontratadas, de tal forma que el control, la propiedad y las decisiones operativas se
dispersan.
Sin afán de incurrir en algún determinismo, la organización flexible y la expansión
de las redes empresariales globales que estructuran una nueva dinámica y gestión del
capitalismo, son motivadas y facilitadas en buena medida por la importancia que adquieren
las tecnologías de la información y el conocimiento aplicado al mismo conocimiento y al
proceso productivo.
De esta forma, siguiendo a Manuel Castells, el nuevo modo de desarrollo
informacional surgido en las últimas décadas del siglo XX tiene como fuente de la
productividad a la tecnología especializada en la generación de conocimiento, al
procesamiento de la información y a la comunicación de símbolos; siendo la acción del
conocimiento sobre sí mismo un elemento distintivo respecto a otros modos de desarrollo.
La racionalidad de la acción social, en el contexto de este nuevo modo de desarrollo,
consiste en la orientación hacia la innovación y avance tecnológicos; o lo que es lo mismo,
hacia la acumulación de conocimiento y hacia mayores grados de complejidad en el
procesamiento de la información (Castells, 2002:43).
Si partimos de esta interpretación, la difusión de la organización flexible y la
integración global del capitalismo funcionando como una unidad en tiempo real y a escala
La intervención gubernamental en el proceso de desarrollo y las transformaciones del capitalismo
55
planetaria están profundamente vinculadas a la aplicación e innovación de las tecnologías
de la información.
No es que las actividades industriales desaparezcan, sino que son fortalecidas –en el
contexto de la organización flexible– con las tecnologías de la información y son
proyectadas a escala global generando, mediante estas, una nueva e intensa dinámica en la
competencia y rivalidades empresariales y en la incorporación, procesamiento y aplicación
que del conocimiento y del capital simbólico se hace en todo el proceso económico.
Las transformaciones organizacionales de las empresas que redefinieron el proceso
productivo y los mercados, interactuaron con la difusión y aplicación de las tecnologías de
la información, aunque fueron independientes y precedieron a estas. Como lo explica
Castells, dichas transformaciones organizacionales tuvieron como finalidad enfrentar y
reducir la incertidumbre provocada por el acelerado cambio experimentado en el entorno
económico, institucional y tecnológico de la empresa, mediante el aumento de la
flexibilidad en la producción, gestión y comercialización; además, se orientaron a redefinir
los procesos de trabajo y las prácticas de contratación, adoptando en un principio el modelo
de ―producción escueta‖ con el objetivo de ahorrar mano de obra mediante la
automatización de ciertas actividades del proceso productivo, la eliminación de tareas y la
supresión de estratos directivos (Ibidem:181).
Gran cantidad de autores (por ejemplo Castells, 2002; Coriat 1992a, 1992b y 1997;
Reich, 1993; Drucker, 1996) distinguen variadas formas de flexibilidad organizativa que
sostienen una interacción e influencia mutua pero que son diferentes expresiones surgidas
en circunstancias históricas específicas que trastocaron y rebasaron a las organizaciones
jerárquicas, centralizadas y verticalmente integradas que producían altos volúmenes
estandarizados y controlaban los mercados de manera oligopólica. Las distintas formas de
flexibilidad organizativa, apoyadas durante los últimos años en las tecnologías de la
información y en el transporte multimodal, convergen, interactúan y se sustituyen para
constituir y proyectar las redes empresariales horizontales, desconcentradas,
interconectadas y articuladas a partir de unidades multifuncionales autónomas en sus
decisiones operativas, y adaptables a la incertidumbre y a los acelerados cambios –pues
sólo organizadas en red resulta provechosa la flexibilidad– que son los motores principales
de la expansión e integración global del capitalismo.
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
56
Con la reconfiguración del capitalismo y de sus estructuras organizacionales, la
rentabilidad, la productividad y la eficacia económica de las redes empresariales, así como
el desarrollo económico y la competitividad de los países –en especial de las escalas o
ámbitos locales que gozan de ventajas comparativas– dependen cada vez más de la
habilidad para agregar alto valor; de la capacidad para generar y aplicar al proceso
productivo un eficiente e innovador avance tecnológico y una necesaria reestructuración
organizacional en la división técnica del trabajo; de la formación de recursos humanos de
calidad y adaptables a las condiciones de las organizaciones flexibles; y, de la solidez y
eficiencia de los entramados institucionales. Estos mecanismos se convierten, durante las
últimas tres décadas, en ejes rectores de las políticas públicas aplicadas por multitud de
gobiernos en el mundo –sobre todo aquellos que buscan un mejor posicionamiento de sus
territorios en la economía mundial–.
La caída de la tasa de ganancia experimentada en la década de los setenta por las
principales empresas obligó a éstas –con el apoyo de los gobiernos de las economías
desarrolladas– a minimizar los costos de producción, especialmente los de la mano de obra,
despidiendo empleados y reduciendo los salarios de los que se quedaban, y
desconcentrándose a los territorios que les ofreciesen mayores ventajas comparativas; a
mejorar los niveles de productividad; y, a buscar nuevos mercados –en ocasiones de
reciente formación como los ubicados en lo que fueron las áreas de influencia de la ex
Unión Soviética–, mediante la integración de bloques económicos regionales y la apertura
de las economías nacionales, para comercializar los abundantes bienes y servicios. Este
último objetivo, resultó fundamental para el aumento del comercio internacional y de la
afluencia de inversión extranjera directa en las últimas dos décadas, de tal manera que la
expansión e integración global del capitalismo se intensificó.
La generación de mayores ganancias, el acceso a nuevos mercados, y su posterior
interdependencia a partir de la incursión de las redes empresariales globales que integran a
los territorios y a la población con mayores ventajas comparativas en los países, precisaron
de procesos de apertura de las economías nacionales para un mayor desplazamiento de las
inversiones; de la privatización de empresas públicas estratégicas dedicadas a la generación
y explotación de los recursos energéticos, a las telecomunicaciones y a las finanzas; así
como también de la aplicación estratégica de las tecnologías de la información para
La intervención gubernamental en el proceso de desarrollo y las transformaciones del capitalismo
57
intensificar los vínculos, las alianzas, la comunicación y la coordinación operativa entre las
empresas.
Esta expansión e integración global del capitalismo, aunque aún está en proceso y
no alcanza su plenitud, se manifiesta también en los mercados financieros –ubicados
muchos de ellos en paraísos fiscales– que funcionan en tiempo real como espacios virtuales
en los cuales las transacciones millonarias se gestionan y se realizan de manera permanente
y acelerada. Son transacciones que comprenden mercados bursátiles –propicios para el
ingreso y salida de inversiones especulativas–, ahorros depositados en el sistema bancario,
fondos de pensiones gestionados por instituciones financieras privadas, y mercados de
divisas. Esta interconexión de los flujos de capitales financieros conduce a una
intensificación de la interdependencia entre todas las economías del planeta, e incluso a una
generalización de los riesgos derivados de la volatilidad y del contagio relacionados con las
masivas entradas y salidas de inversiones a corto plazo y con la especulación de divisas en
los mercados cambiarios.
Aunque las innovaciones científico/tecnológicas, organizacionales y administrativas
están concentradas en unas cuentas firmas y en universidades globales asociadas a éstas y
ubicadas por lo general en nichos, territorios y ciudades específicos y especializados que
generan economías de aglomeración, la transmisión del conocimiento o del know how se
extiende y difunde de manera desigual entre las principales redes empresariales, en gran
medida motivado por la intensa movilidad de los empleados dedicados al procesamiento y a
la manipulación simbólica.
La apertura y la nueva regulación de las economías nacionales, a pesar de la
protección ejercida sobre determinados sectores, influye en el aumento de los flujos
comerciales de las industrias estratégicas, muchos de ellos relacionados con las
transacciones intrafirma como parte de la dinámica de los sistemas internacionales de
producción integrada y de los encadenamientos mercantiles globales que se derivan de la
segmentación y dispersión del proceso productivo. Los avances en la comunicación
internacional y en el transporte minimizan los costos de transacción y facilitan la movilidad
territorial de los bienes, los servicios y el conocimiento. La formación de bloques
económicos regionales como los derivados de la integración de la Unión Europea y del
Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), así como las medidas y
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
58
recomendaciones desprendidas de la Ronda Uruguay del Acuerdo General sobre Aranceles
Aduaneros y Comercio (GATT) y de la creación de la Organización Mundial de Comercio
(OMC), la formación de amplios mercados en la cuenca del pacífico que incrementan los
flujos comerciales con Asia, el ingreso de Rusia y del área de influencia de la ex Unión
Soviética al comercio internacional, y la mayor afluencia de inversiones, son todos ellos
factores impulsores de la integración global de la economía.
La nueva división internacional del trabajo –que no se delimita por países, sino por
la búsqueda que hacen las empresas de territorios con condiciones propicias (bajos costos y
capacitación apropiada de mano de obra, impuestos mínimos o nulos, infraestructura y
aptos mercados internos, limitadas reglamentaciones relacionadas con el cuidado del medio
ambiente, etc.)– se estructura a partir de la convergencia de las redes empresariales globales
especializadas en la producción de alto valor y en el manejo sofisticado de las tecnologías
de la información; y de los enclaves y territorios orientados a la producción flexible,
personalizada, adaptable y reprogramable de alto volumen estandarizado que aprovechan
los bajos costos de la mano de obra y el trabajo devaluado en los servicios, la producción de
materias primas –a partir de la explotación de los recursos naturales–, y las actividades
informales y relacionadas con la economía criminal. Los territorios, las poblaciones y los
agentes económicos se vinculan a este proceso a través de los sistemas internacionales de
producción integrada, de los encadenamientos mercantiles y de las redes financieras
globales que privilegian cada vez más la aplicación del conocimiento al proceso
económico.
En el sistema de la manufactura flexible –base material y organizacional de la
expansión e integración global del capitalismo durante las últimas tres décadas–, las
decisiones empresariales y las concepciones esbozadas por los actores y agentes
económicos en el proceso de construcción de mercados toman en cuenta que el
conocimiento se convirtió en el elemento estratégico más dinámico para generar innovación
tecnológica y organizacional y para agregar mayor valor a los factores de la producción. En
este sentido, la racionalidad de la toma de decisiones en las empresas parte del
reconocimiento de que la producción implica cambios dinámicos, constantes y permanentes
que necesitan de la transformación y de la capacidad de adaptación de las estrategias de la
organización. La misma dinámica de las organizaciones flexibles está determinando los
La intervención gubernamental en el proceso de desarrollo y las transformaciones del capitalismo
59
procesos de toma de decisiones al interior de las empresas. La inserción de las unidades
productivas en redes empresariales más allá de las fronteras nacionales, así como la
diversificación del destino de las inversiones, son circunstancias que inciden en la toma de
decisiones del empresariado (Enríquez Pérez, 2003). Esta racionalidad empresarial está
impulsando la aparición y consolidación de un nuevo actor social dedicado al
procesamiento y a la manipulación de símbolos, y que es capaz de agregar valor a la
economía mundial mediante la aplicación de su conocimiento, el despliegue de su
competencia, el aprovechamiento de sus contactos financieros y políticos, y su versatilidad
para adaptarse y convivir en variados entornos culturales. Este nuevo empleado que
construye y dirige las redes empresariales globales es el analista simbólico (Reich, 1993)
orientado cada vez más a constituir una clase mundial que desarrolla el saber y la capacidad
para dominar recursos y para actuar más allá de sus fronteras nacionales y a través de
amplios territorios (Kanter, 2000, p. 22).
En síntesis: interdependencia; dinamismo y alta productividad de las redes
empresariales globales; espacios locales aptos; desarrollo tecnológico y capital humano
especializado; gestión gubernamental para la atracción de los flujos de inversión y de
tecnología; formación de bloques económicos regionales; armonización y estandarización
de políticas económicas; apertura de las economías nacionales; estructuración de un sistema
de comunicación mundializado; formación y consolidación de encadenamientos
mercantiles y de redes financieras globales, son todos ellos, desde las últimas tres décadas
del siglo XX, mecanismos interactuantes e indispensables que crean las condiciones
propicias para la expansión y la integración global del capitalismo. Por supuesto, la
planeación e intervención ejercidas por los aparatos de Estados son fundamentales en este
proceso, de ello se ocupa el siguiente apartado.
3.1.- La contribución de la intervención gubernamental en la expansión e
integración global del capitalismo.
Es de notar que para la expansión e integración global del capitalismo, los aparatos de
Estado desempeñan importantes funciones, sobre todo en los países desarrollados, según lo
exponen diversos estudiosos.
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
60
3.1.1.- Estados Unidos.
En los Estados Unidos, medios de innovación como el Silicon Valley, financiado por el
Departamento de Defensa, se convirtió en un centro para la convergencia de nuevo
conocimiento tecnológico de expertos ingenieros y científicos, de una estructura industrial
dinámica, y de la creación de nuevas empresas (Castells y Hall, 2001; Castells, 2002). El
programa espacial estadounidense de los sesenta y el programa de la ―Guerra de las
Galaxias‖ iniciado en 1983 fueron importantes acciones estatales en el fomento del avance
tecnológico, especialmente de la industria electrónica. Incluso, el establecimiento y
protección de monopolios como el de la empresa AT&T y el financiamiento gubernamental
de sus proyectos de investigación contribuyó al fortalecimiento de las bases para el
desarrollo tecnológico. Muchas de las empresas dedicadas a la innovación tecnológica no
hubiesen sobrevivido ni perdurado sin el financiamiento y la protección de los mercados
proporcionados por el gobierno estadounidense, en especial mediante los contratos
militares (véase Castells, 2002:capítulo 1). En suma, la formación de redes de investigación
y desarrollo aparece como una prioridad en las estrategias adoptadas por la intervención
gubernamental en ese país.
Estos apoyos gubernamentales se extienden a la intervención en las transacciones
económicas en aras de la seguridad nacional, así como a la protección de industrias
estratégicas como la microelectrónica para evitar que otras potencias económicas ejerzan
una competencia desleal que implique el control de insumos militares (Ibidem).
Otro rubro importante de la intervención gubernamental en los Estados Unidos lo
constituyen las políticas sociales. En lo general, la seguridad social estadounidense
comprende mecanismos de mercado con determinadas regulaciones gubernamentales,
complementados con políticas sociales focalizadas que procuran suministrar bienes y
servicios sociales a los individuos y familias que demuestran una condición de indigencia y
marginación. Como lo explica Asa Cristina Laurell (1996), las intervenciones
gubernamentales tienden a ser selectivas en el abatimiento de la pobreza y en la producción
de bienes y servicios que la iniciativa privada no puede o no desea producir y suministrar, o
bien, aquellos que son de rigurosa apropiación colectiva.
La intervención gubernamental en el proceso de desarrollo y las transformaciones del capitalismo
61
3.1.2.- Unión Europea.
Con la formación de la Unión Europea, en mayor o menor medida, predominan políticas
públicas que propician la intensa y activa intervención gubernamental en las economías de
mercado. Por ejemplo, en Inglaterra y en Francia, la industria electrónica, apoyada también
de manera relevante por los aparatos de Estado, estuvo ligada hasta los años ochenta a las
telecomunicaciones y a la defensa.
La Unión Europea, en tanto bloque regional con facultades en materia de
integración económica y política, fortalece la competencia internacional de la región
mediante políticas públicas para el avance tecnológico que apuntalan la expansión de las
principales empresas que disfrutan del gasto público para pactar alianzas con las
corporaciones transnacionales provenientes de Japón y de Estados Unidos y que les
facilitan a las europeas el suministro de conocimiento y tecnología.
Las empresas transnacionales de los principales países europeos gozan de incentivos
sistemáticos por parte de los gobiernos nacionales y de la misma Unión Europea en materia
de desarrollo tecnológico y de protección de los mercados. Sectores importantes como la
aviación comercial, la electrónica, el automotriz y la agricultura, prosperan en gran medida
por el importante papel desempeñado por gobiernos como el inglés, el alemán y el francés
en la estructuración de sus mercados y en el suministro de cuantiosos subsidios.
3.1.3.- Los países del Este asiático.
Como se explica en el estudio de Aoki, Kim y Okuno-Fujiwara (2000), el importante
desarrollo económico que experimentaron durante los últimos 35 años los países del Este
asiático, incluyendo Japón y China, en gran medida se atribuye a un modelo económico que
privilegia la simbiosis entre el mercado y las instituciones del sector público, enmarcado en
una concepción nacionalista del aparato de Estado desarrollista como ocurrió en Corea del
Sur, Singapur y Japón. Dicha amalgama se evidencia en áreas como la redistribución del
ingreso, el estímulo al avance tecnológico y la política industrial –generalmente
proteccionista–. Además de políticas públicas para procurar la estabilidad macroeconómica,
la inversión en capital humano, la seguridad de los sistemas financieros, las distorsiones
limitadas de los precios, el desarrollo agrícola y la apertura hacia la tecnología extranjera,
en el Este asiático se adoptan estrategias para ejercer una sistemática y racionalizada
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
62
intervención gubernamental en el proceso económico, en la promoción del desarrollo, en el
impulso a industrias estratégicas, en la generación y adquisición de nueva tecnología, y en
la integración en los mercados internacionales.
Respecto a esta región del mundo, Robert Wade (1990) relata que el aparato de
Estado no sólo reguló los mercados y controló ciertos recursos y factores productivos sino
que también brindó diagnósticos sobre la actividad económica; modelaciones sobre las
actividades industriales y comerciales; así como incentivos, orientación y coordinación al
empresariado privado, de tal manera que armonizara en sus funciones y acciones con el
sector público. Se trató pues, según este mismo autor, de una relación sinérgica entre el
sector público y un régimen de mercado fundamentalmente privado, donde las acciones o la
producción de alguno representa el insumo y los incentivos del otro; una simbiosis donde el
aparato de Estado estipulaba reglas e influía en la toma de decisiones del empresariado
privado a partir de las concepciones del funcionariado sobre el adecuado modelo industrial
y comercial a seguir.
En el estudio coordinado por Aoki, Kim y Okuno-Fujiwara (2000) se señala que las
economías asiáticas mas avanzadas, para su desarrollo precisaron de los necesarios
equilibrios macroeconómicos. Además, las políticas públicas, mediante una amalgama de
estrategias orientadoras del mercado y otras dirigidas por las instituciones estatales,
fomentaron y facilitaron la acumulación de capital, la asignación eficiente de recursos y el
acelerado desarrollo tecnológico. Si bien la directa intervención gubernamental fue
importante en el Este de Asia, estos autores reconocen que lo fueron aún más los incentivos
brindados a instituciones como las organizaciones empresariales, las asociaciones
industriales, los intermediarios financieros, las organizaciones de trabajadores y
agricultores, la cultura y costumbres empresariales, entre otras, además de la interacción
que el gobierno sostiene con ellas. Gran parte de los subsidios, que se otorgaban por
concurso y por la vocación exportadora, se canalizaron a las empresas más eficientes y
aptas para promover esas mismas cualidades y para fortalecerlas en su expansión hacia los
mercados internacionales. Aunque existió autoritarismo y paternalismo, los actores
gubernamentales adoptaron la perspectiva del ―crecimiento compartido‖ para hacerse de
legitimidad y para acercar los servicios educativos a las mayorías. Esta política educativa
fue relevante para la formación y multiplicación del capital humano que permitió a su vez
La intervención gubernamental en el proceso de desarrollo y las transformaciones del capitalismo
63
contar con una burocracia de calidad y distante de los vaivenes políticos, con contingentes
de trabajadores altamente calificados y con importantes capacidades empresariales.
Con un sector público pequeño, el activismo gubernamental en los países del Este
de Asia no consiste en sustituir, sino en facilitar la coordinación dentro del sector privado,
asumiendo que ambos sectores no rivalizan por el control del proceso económico (Aoki,
Murdock y Okuno-Fujiwara, 2000), o bien, en dirigir o gobernar el mercado para detonar el
proceso de desarrollo (Wade, 1990). Esto es, el desarrollo económico de esta región del
mundo precisó de la capacidad de la iniciativa privada para coordinar la actividad
económica –sea mediante los mercados, dentro de las empresas, utilizando intermediarios,
o en unión con el gobierno–, así como de las intervenciones gubernamentales para
fortalecer la coordinación y la cooperación en las instituciones del sector privado mediante
instrumentos de política pública como las rentas contingentes, el financiamiento a la
innovación tecnológica, la restricción financiera, los consejos de deliberación y las
estrategias para el escalonamiento de capitales y productos extranjeros.
3.1.4.- Los países subdesarrollados: el caso latinoamericano.
Las tendencias en el caso latinoamericano difieren marcadamente de los precedentes.
Durante los últimos lustros, gran parte de los gobiernos latinoamericanos se orientaron, en
mayor o en menor grado, a gestar las condiciones que faciliten el cambio estructural de sus
economías para emprender una reinserción desventajosa en los mercados internacionales.
Con la reestructuración mundial del capitalismo y con el despliegue global de la
manufactura flexible desde la década de los setenta, la nueva división internacional del
trabajo y el rezago tecnológico experimentado en los países latinoamericanos posicionaron
a la región como un territorio especializado en la producción de insumos –en especial de
materias primas y de autopartes– para proveerse a las redes empresariales globales. Los
sistemas internacionales de producción integrada que implican la transferencia de
segmentos del proceso productivo, significan para América Latina una inserción
actualizada en la economía mundial con base en el aprovechamiento y expansión de lo que
los economistas llaman sus ventajas comparativas y competitivas.
Esta reinserción, que como afirmamos suele ser desventajosa y subordinada, tiene
en los aparatos de Estado a uno de sus principales promotores y gestores. Con la crisis de la
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
64
deuda, la autonomía en la toma de decisiones gubernamentales es trastocada e influida por
diversas circunstancias, agentes y actores sociales tanto nacionales como internacionales. A
raíz de esto, la principal apuesta de los gobiernos de la región consiste en incentivar y
facilitar la competitividad de algunos negocios ante la creciente integración global del
capitalismo.
En mayor o menor grado, orientados e identificados con estas directrices, la mayoría
de los gobiernos latinoamericanos emprendieron una reestructuración de sus economías
nacionales, de tal manera que las funciones interventoras del sector público se redefinieron
radicalmente.
La llamada reforma del Estado en América Latina parte del reconocimiento de los
déficit fiscales en el sector público, de la creciente integración global de los mercados, de la
desarticulación y desintegración de los mercados regionales al interior de los países, de la
corrupción e ineficiencias en el sector público, y de las demandas sociales para la apertura y
democratización de los sistemas políticos. Sus principales líneas de acción consisten en la
apertura de las economías nacionales, la retracción del sector público y la transformación y
limitación de sus intervenciones en el proceso productivo. Estas reformas comprenden
desde el ajuste de la balanza de pagos y la procuración de la estabilidad macroeconómica
con base en la redefinición de los incentivos y de los precios relativos, implicando también
la privatización de actividades y empresas anteriormente a cargo del sector público y que al
ser definidas como altamente rentables en las transacciones económicas son transferidas al
empresariado privado –en especial al extranjero–, hasta las reformas institucionales
propuestas en la década de los noventa para consolidar y brindar viabilidad a las medidas
del Consenso de Washington.
Como lo explica Malcom D. Rowart (1999), el debate sobre la intervención
gubernamental en América Latina se reduce a dos posturas: por un lado, se argumenta que
el aparato de Estado sólo debe intervenir en aquellas actividades o en la provisión de bienes
y servicios en que la iniciativa privada no cuenta con ventajas comparativas; por otro, se
dice que la expansión selectiva o el fortalecimiento de las actividades e intervenciones
gubernamentales es necesaria para compensar la baja provisión de bienes públicos,
incluyendo los servicios básicos para el bienestar social.
La intervención gubernamental en el proceso de desarrollo y las transformaciones del capitalismo
65
4.- La intensificación de los procesos de globalización y la planeación del proceso de
desarrollo en la escala nacional.
Durante la última década, son numerosos los pensadores y estudiosos6 de las ciencias
sociales que desde múltiples y distintos enfoques y perspectivas teóricas analizan las
dimensiones y manifestaciones de la globalización, en tanto proceso histórico inédito que
influye en variadas esferas de la vida humana.
Recuperando este debate teórico, entendemos a la globalización como un proceso
histórico inédito –si bien interactúa, incide y se inscribe en otros procesos históricos de
larga duración– relacionado con la estructuración y compresión del mundo como un todo
sistémico y diferenciado en dimensiones relacionadas con la expansión del capitalismo; la
segmentación y dispersión territorial del proceso de producción y la movilidad de las
inversiones; el dinamismo de las transacciones comerciales y financieras; los flujos de
información y comunicación; la toma de decisiones transnacionales o supranacionales en
materia de política económica; la demanda y organización mundiales de los movimientos
sociales en relación al respeto de los derechos humanos y el disfrute del derecho al
desarrollo; las relaciones sociales que se desvinculan de sus espacios físicos; las redes
como nuevas expresiones organizacionales; la diversidad cultural; y, la inserción de las
sociedades –por inercia, por temor o por decisión– en los fenómenos militares, geopolíticos
y geoeconómicos. Definida de esta forma, la globalización consiste en relaciones
virtualmente instantáneas que no son inhibidas ni reconocen fronteras geográficas y
temporales, pero que sí incentivan y propician el surgimiento, la reafirmación y la
diferenciación de identidades y lealtades tanto locales como regionales –fenómenos éstos
que cuando llegan a manifestarse de manera exacerbada y con perfiles separatistas y
fundamentalistas en las etnias y en las religiones como consecuencia de la exclusión social
y económica del sistema hegemónico, conducen a una fragmentación de las sociedades
nacionales, a una desintegración y debilidad de las instituciones, y a una erosión del capital
social–.
En el apartado anterior señalamos la dinámica que adquiere el modo de producción
capitalista a partir de la reestructuración organizacional de las empresas y del
6 Anthony Giddens (1990 y 2000); Arjun Appadurai (1990); Roland Robertson (1992); David Held (1995);
Samir Amin (1998); Ulrich Beck (1998b); Manuel Castells (2002, 2003 y 2001); Octavio Ianni (1996, 1998 y
1999); entre otros más.
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
66
fortalecimiento de su vocación expansiva y el aumento de la interdependencia, que en su
conjunto impulsan en gran medida una integración global de la economía internacional. Si
bien estos fenómenos constituyen manifestaciones sumamente relevantes de la
globalización, existen otras tantas –también fundantes– relacionadas con la porosidad de las
fronteras –mas que la desaparición de estas–, la redefinición de la soberanía nacional, la
formación de espacios globales, la mundialización del riesgo (véase Beck, 1998a; Giddens,
1990 y 2000), y la relevancia de los espacios locales como parte de la concreción y
materialización de los procesos de globalización.
La intensificación de los procesos de globalización trae consigo una redefinición y
una relevancia inédita de los espacios y territorios locales, muchas veces más allá de las
escalas nacionales. En los espacios locales, los procesos de globalización logran
estructurarse, concretarse y materializarse en una relación dialéctica, puesto que en dichos
espacios se gestan las condiciones, las ventajas comparativas y las oportunidades para
ocupar mercados, para el despliegue de las rivalidades en el seno de los sistemas
internacionales de producción integrada y para la formación de encadenamientos
mercantiles globales. La escala local se constituye en un nicho apropiado para hacer frente
a los efectos sociales negativos derivados de la globalización de los mercados; además de
que fundamenta el desarrollo de innovaciones institucionales y tecnológicas que
desencadenan economías de aglomeración, y revalorizan las dimensiones culturales de las
comunidades en aras de construir capital social orientado al diseño y ejercicio de proyectos
alternativos de desarrollo endógeno. Las ventajas comparativas y su posición en el mercado
se fortalecen con la convergencia de factores tanto endógenos como exógenos; y ambas,
conjuntamente con la productividad, se constituyen en elementos fundamentales para la
inserción ventajosa de los territorios y las poblaciones en los mercados transnacionales.
Incluso, algunos autores argumentan que lo local y lo global no se excluyen
mutuamente; y que más bien lo local es un aspecto de lo global en condiciones de una
relación mutua y en el contexto de un movimiento relacionado con la compresión del
mundo como resultado de la frecuencia e intensidad de la interacción social (Robertson,
1992).
En los espacios locales, las políticas públicas resultan instrumentos fundamentales
para la inserción y convivencia dialéctica con los procesos de globalización –sobre todo de
La intervención gubernamental en el proceso de desarrollo y las transformaciones del capitalismo
67
los relacionados con la expansión e integración de los mercados–. Sin embargo, dichas
políticas públicas –en el caso de países como México– son limitadas, condicionadas y
estructuradas a partir de la gravitación que ejercen los procesos de globalización y las
decisiones tomadas en espacios globales; esto es, no existe una autonomía plena en la
definición de lo que deben ser los problemas públicos a atender por el gobierno, ni menos
aún en el diseño de las políticas públicas apropiadas para ello. En gran medida, la
planeación del proceso de desarrollo está influida por las decisiones y acciones de actores y
agentes que no necesariamente pertenecen al espacio local en cuestión, y por el despliegue
de mercados que escapan al control absoluto de los restringidos gobiernos nacionales como
los latinoamericanos que ejercen intervenciones selectivas y débiles –e incluso nulas– en el
proceso económico. Además, las políticas públicas y las decisiones en torno a ellas tienden
a ser más receptivas y sensibles a las transformaciones y dinamismo de las relaciones
internacionales y de la interdependencia transnacional. La misma acción de los actores
gubernamentales y del perfil de las políticas públicas que las inspiran, están en función de
los acontecimientos, de la dinámica y de las decisiones en materia de política económica
que se presentan en otros países y espacios locales influyentes.
Tomando en cuenta estos procesos, resulta necesario trabajar en la descripción de la
forma en que influye la globalización en la soberanía nacional. Para iniciar hay que
argumentar que otra de las expresiones de la globalización consiste en una redefinición –sin
que ello implique su desaparición– de lo que tradicionalmente se denominó como
soberanía. La convergencia, estandarización y armonización de las políticas públicas son
promovidas por los regímenes y organismos internacionales –muchas veces sin reconocer
las especificidades históricas y de las estructuras socioeconómicas de los espacios locales–
a través de relaciones de poder que desbordan a los gobiernos nacionales, pero que al
mismo tiempo sus actores y organizaciones líderes terminan por legitimarlas al
compenetrarse y al estar genuinamente convencidos de los objetivos planteados y
negociados en los documentos estratégicos. La soberanía nacional es trastocada en sus
fundamentos esenciales al momento en que los gobiernos mediante negociaciones,
acuerdos, convenios y tratados ceden y comparten fracciones importantes de sus decisiones,
funciones, facultades, poder y autoridad respecto a los regímenes y organismos
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
68
internacionales y a los bloques regionales que resultan de la integración económica y
política.
La soberanía, definida como el derecho a la autodeterminación de los pueblos y la
capacidad para regular y controlar los territorios y poblaciones de algún Estado-nación,
tiende a desdibujarse y a redefinirse con la presencia y el despliegue del poder de actores,
agentes e instituciones transnacionales, supranacionales o globales que pretenden la
regulación y gobernación del mundo o de sus regiones internacionales.
En opinión de Alejandra Salas-Porras, lo anterior modifica profundamente el perfil
del gobierno en cuanto a sus facultades, funciones y territorios en que concentra su
actividad y autoridad; además de que pierde terreno en materia de regulación de flujos
comerciales y financieros; definición de derechos de propiedad y de autoría; derechos
humanos sancionados internacionalmente; problemas ecológicos que desbordan las
fronteras; difusión de la información; reglamentación y la sanción aplicables a las empresas
transnacionales; organizaciones no gubernamentales internacionales que despliegan sus
actividades en territorios locales; y, de clases, comunidades e identidades que transcienden
las fronteras nacionales; e incluso, los gobiernos nacionales comparten la tarea de gobernar
con los organismos internacionales, las organizaciones no gubernamentales internacionales
y con otros actores y agentes privados –como las empresas calificadoras y los think-tanks
que promueven la apertura de las economías– y cívicos (Salas-Porras, 1999:123 y 124).
Se argumenta también, desde una óptica crítica como la expuesta por Beck (1998b),
que con los procesos de globalización, tanto el poder de la política nacional –que pierde su
capacidad y potencial vinculante entre los ciudadanos al no lograr del todo la delimitación
de los marcos jurídicos, sociales y ecológicos– como la soberanía tienden a diluirse entre la
dinámica de la economía mundial y la individualización –que profundiza la porosidad de la
sociedad y la pérdida de su conciencia colectiva–, y que en general, las instituciones se
debilitan.
Sin embargo, podemos argumentar que a pesar de esta erosión de la soberanía que
implica su redefinición y el compartirla con otras entidades de corte supranacional, los
aparatos de Estado desempeñan un papel fundamental –tal como lo observamos en los
casos descritos en el apartado anterior– en la estructuración de los mercados globalizados y
La intervención gubernamental en el proceso de desarrollo y las transformaciones del capitalismo
69
en la modelación de la sociedad, adquiriendo con ello una mayor complejidad en sus
funciones.
Consideraciones finales sobre el capítulo.
Desde los orígenes del capitalismo, las intervenciones gubernamentales son relevantes para
la estructuración de los mercados y para la procuración del bienestar social –o bien, para
evitar que las condiciones de los grupos sociales desfavorecidos empeoren– y/o de la
gobernabilidad. Dichas intervenciones se redefinen a la luz de las transformaciones
estructurales y organizacionales experimentadas por este modo de producción. Dicha
redefinición implica cambios en la formulación de la agenda pública y de los objetivos de
las políticas públicas, adquiriendo ello especificidades variadas según la condición
socioeconómica y geopolítica de las naciones.
Buena parte de las intervenciones estatales ejercidas durante el siglo XIX y
principios del siglo XX –sobre todo aquellas relacionadas con la construcción de las
instituciones del llamado Estado de bienestar en los países desarrollados–, con los
organismos internacionales adquieren canales más expeditos, e incluso con ellos tienden a
hacerse más complejas.
La nueva dinámica y naturaleza del modo de producción capitalista nos indica que
el posicionamiento de mercado y la rivalidad entre las redes empresariales globales –que a
su interior se relacionan mediante la cooperación y las alianzas estratégicas– y entre los
espacios locales que ofrecen ventajas comparativas depende o está influida por las
habilidades para generar innovaciones tecnológicas aplicadas al mismo conocimiento o al
proceso productivo y organizacional; por la formación –o el acceso en el caso de las
empresas– a amplios y articulados mercados; por el logro de una diferencia considerable
entres los costos de producción y los precios finales de los productos; y, por la creación de
condiciones, por parte del sector público, para generar y fortalecer ventajas comparativas y
oportunidades para ocupar mercados, promover el avance tecnológico, formar y capacitar
recursos humanos, y financiar y subsidiar a sectores estratégicos. Estos factores y
circunstancias son relevantes para el posicionamiento de las empresas y de los territorios
locales en la economía global.
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
70
En muchos países desarrollados, la promoción, apoyo y financiamiento
proporcionado al avance tecnológico de sus industrias y de su infraestructura productiva se
constituyen en instrumentos indispensables para fomentar la productividad y para
incentivar a sus empresas a liderear la economía mundial; más aún, desde los mismos
gobiernos se impulsa un nuevo proteccionismo de las industrias nacientes para contrarrestar
la expansión de la rivalidad extranjera en sus mercados nacionales. Es más, en el contexto
de la intensa rivalidad e integración de la economía internacional, los gobiernos de los
países desarrollados reconocen que para obtener las mayores ventajas es necesario orientar
las políticas públicas hacia el mejoramiento y aumento de la competitividad de las
empresas de origen nacional y hacia el incremento de la calidad de los factores de
producción.
En países como México –insertos de manera desventajosa en la economía mundial–,
las políticas públicas de las últimas dos décadas asumen y se configuran en torno a una
racionalidad que en gran medida es inspirada e influida por las características estructurales
y organizaciones del capitalismo contemporáneo anteriormente analizado.
Aunque se sugiere en innumerables ocasiones que con la intensificación de los
procesos de globalización, los aparatos de Estado –sobre todo del mundo subdesarrollado–
pierden poder o son erosionados, la realidad es que algunas de sus entidades tienden a una
refuncionalización y debilitamiento de su influencia y poder, en tanto que otras –como los
ministerios de hacienda o de comercio, e incluso los mismos bancos centrales que tienden a
hacerse autónomos– adquieren un peso considerable en la toma de decisiones del sector
público y en la planeación del proceso de desarrollo. Más aún, son los mismos gobiernos
nacionales los que logran materializar y concretar, en sus territorios y en las escalas locales,
los alcances de los procesos globales. Desde los mismos gobiernos nacionales –en especial
de los países desarrollados– se fraguan, mediante las políticas públicas, los mecanismos e
instrumentos para la constitución de lo que denominamos red hegemónica global y para la
expansión e integración planetaria del capitalismo.
Capítulo II.
La incidencia de los organismos internacionales en el proceso de desarrollo.
Introducción.
Hacia 1945, al terminar la Segunda Gran Guerra, en el ámbito de las relaciones
internacionales surge el interés por los países subdesarrollados y por las condiciones
adversas que les impedían en ese entonces trascender –según se difundía– a otro estadio de
su desarrollo. El sistema de organismos internacionales surgidos de los Tratados de Bretton
Woods (1944) y de la fundación de la Organización de las Naciones Unidas (1945) se
apropia de esta preocupación y comienza a trabajar en torno a estrategias de desarrollo
orientadas a la modernización del entonces llamado Tercer Mundo.
De esta forma, y tomando en cuenta que en las entrañas de la constelación de
organismos internacionales está arraigado el firme objetivo de construir, redefinir y
apuntalar la proyección de las estructuras de poder a nivel mundial, no podemos caer en la
confusión analítica que nos impida identificar las diferencias y especificidades que
caracterizan a la forma, a los principios, a la estructura y a las funciones de todos y cada
uno de estos. Tan sólo si nos remitimos a las concepciones sobre el proceso de desarrollo
que cada uno expresa, nos encontramos con una gran variedad de sistemas conceptuales y
propuestas tan diversas que responden a la especialidad de los organismos, a distintas
filosofías políticas y económicas, así como a la correlación de fuerzas que priva en el
escenario de las relaciones internacionales.
El carácter y función de los organismos internacionales resultan fundamentales por
el alcance de sus principios y objetivos; por su constante presencia en prácticamente todo el
mundo; por sus labores en lo que ellos denominan la promoción del bienestar de la
humanidad; y, por la coordinación de esfuerzos y la generación y tratamiento de
información para explicar y esclarecer el comportamiento de las sociedades. Por estos
motivos, es importante la necesidad de concebir a los organismos internacionales como
agentes activos en la dinámica de la dialéctica desarrollo/subdesarrollo; y, como
organizaciones que incentivan, perpetúan y hacen funcionales las asimetrías de poder y las
desigualdades económicas y sociales entre los países.
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
72
¿Cuáles son las transformaciones experimentadas en las concepciones, en los
planteamientos y en las estrategias esbozadas por los organismos internacionales en torno al
proceso de desarrollo? ¿cómo son observadas y concebidas en estas entidades
internacionales las circunstancias económicas, sociales, políticas, tecnológicas y culturales
prevalecientes durante las últimas seis décadas en el mundo? ¿en qué ámbitos ubican las
principales deficiencias estructurales y coyunturales de la economía mundial? ¿qué
sugerencias normativas expresan al identificar las variadas deficiencias? ¿qué plantean
sobre el papel del aparato de Estado respecto al proceso de desarrollo? ¿qué lineamientos
proponen para reestructurar las funciones del aparato de Estado en la construcción de
mercados y en la redistribución de la riqueza? ¿qué proponen para apuntalar, profundizar y
corregir la aplicación de las medidas del Consenso de Washington? ¿qué márgenes de
maniobra y qué posibilidades de desarrollo otorgan a los países subdesarrollados frente a la
globalización? ¿qué sugieren para el diseño y aplicación de las políticas públicas nacionales
necesarias para la inserción y acción de los países en la economía global? ¿qué sectores de
las economías y de las sociedades nacionales se recomienda atender con carácter prioritario
para agilizar una eficiente inserción? Estas interrogantes resultan claves para acotar nuestro
objeto de estudio en este capítulo referente a los planteamientos e incidencia de la red de
organismos internacionales en relación al fomento del proceso de desarrollo que corre a
cargo de los gobiernos nacionales.
Con este universo de inquietudes y una vez delimitado nuestro objeto de estudio, los
objetivos a desarrollar son: 1) definir y caracterizar brevemente a la red de organismos
internacionales, resaltando sus diversos objetivos y funciones, así como su papel en lo que
llamamos red hegemónica global; esta tarea implica rescatar la especificidad de los
planteamientos, propuestas y acciones de algunas de estas instancias; 2) desentrañar las
concepciones sobre el proceso de desarrollo mediante la sistematización de las principales
propuestas expresadas en los documentos estratégicos que difunden los organismos
internacionales; 3) formular, con base en lo propuesto en el inciso dos, un tipo ideal de
desarrollo histórico que evidencie las especificidades de las concepciones sobre el proceso
de desarrollo esbozadas por las instituciones financieras emanadas de los acuerdos de
Bretton Woods y por algunos organismos del Sistema de la Organización de las Naciones
Unidas; 4) revisar e interpretar la perspectiva de estos organismos sobre la dinámica de la
La incidencia de los organismos internacionales en el proceso de desarrollo
73
nueva configuración de las relaciones internacionales y sobre los vaivenes del modo de
producción capitalista; 5) identificar, analizar e interpretar sus principales planteamientos y
propuestas a incorporar en el diseño y hechura de las políticas nacionales; y 6) explorar e
identificar las filosofías y teorías económicas y políticas que sustentan a estos
planteamientos, propuestas y acciones.
Para realizar estas tareas es preciso rastrear y observar las transformaciones que
registran sus teorizaciones y concepciones para definir al proceso de desarrollo, y las
formas de promoverlo en las diferentes naciones, rescatando las continuidades,
discontinuidades, redefiniciones e innovaciones en los planteamientos y estrategias. Esto lo
abordamos mediante el ejercicio de revisión, sistematización e interpretación de los
documentos estratégicos y diagnósticos que los propios organismos internacionales
promueven y difunden.
1.- La naturaleza de los organismos internacionales.
La misma dinámica de procesos como el desarrollo, la procuración y mantenimiento de la
paz y la seguridad internacionales, el comercio internacional, la acción humanitaria y las
telecomunicaciones, entre muchos otros proceso, conduce a los Estados a considerar que la
gran variedad de sus problemas no pueden ser resueltos en el plano estrictamente nacional,
motivo por el cual las soluciones se buscan y se construyen en los espacios brindados por
los acuerdos y la cooperación interestatal que entraña la solidaridad y la interdependencia,
así como en sus estructuras institucionales permanentes que les subyacen.
Esta misma cooperación permanente y voluntaria de los Estados origina
instituciones destinadas a lograr la estructuración de las relaciones internacionales y a
promover la acción colectiva mundial.
Por tanto, los organismos internacionales son creados bajo la presión de ciertas
necesidades y para la consecución de ciertos fines que pueden ser generales o específicos.
Los Estados miembros participan en los organismos internacionales de manera voluntaria o
libre de acuerdo a las reglas de admisión establecidas (Diez de Velasco, 1997).
Consideramos que la formación de organismos internacionales no implica que
ocurra un desplazamiento o disolución de los Estados, ni la formación de un gobierno
mundial o regional, sino más bien una coordinación de las entidades nacionales con las
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
74
entidades internacionales en el marco de un entramado de relaciones de poder muy
complejo.
Para Manuel Diez de Velasco, los organismos internacionales pueden definirse
como ―unas asociaciones voluntarias de Estados establecidas por acuerdo internacional,
dotadas de órganos permanentes, propios e independientes, encargados de gestionar unos
intereses colectivos y capaces de expresar una voluntad jurídicamente distinta de la de sus
miembros‖ (Ibidem:41).
De esta definición se desprenden las características esenciales de los organismos
internacionales: 1) presentan una composición esencialmente interestatal, esto es, están
constituidos únicamente por Estados soberanos; 2) cuentan con una base jurídica
generalmente convencional donde el acuerdo que los crea adopta una forma solemne; 3)
están conformados por una estructura orgánica permanente e independiente encargada de
gestionar los intereses colectivos, y se apoyan en un esquema compuesto por una asamblea
plenaria en la que participan todos los Estados miembros, una institución de composición
restringida que asegura su gobierno y un secretariado encargado de la administración; y 4)
están dotados de una autonomía jurídica independiente y distinta a la de sus Estados
miembros, es decir, están capacitados para elaborar o manifestar una voluntad autónoma en
los ámbitos en los que gozan de competencias, además de que poseen capacidad para ser
titulares de derechos y obligaciones, tanto en las relaciones con otros sujetos
internacionales como en el ejercicio de sus funciones en el territorio de algún Estado
miembro (Ibidem:42-45).
Un sistema de organismos internacionales cuenta con ventajas que es necesario
destacar: 1) los organismos internacionales fungen como foros para la generación de
nuevos principios, debates y prácticas; 2) favorecen la incorporación de nuevos actores y
agentes en la escena internacional; 3) mediante sus debates públicos acercan la acción
internacional a las sociedades; 4) se constituyen como importantes ámbitos de investigación
y manejo estadístico necesarios para la toma de decisiones y para la formulación de
programas de desarrollo en el ámbito nacional, y coordinan a los estados miembros para su
adopción; 5) elaboran normas internacionales mediante las negociaciones entre Estados; y
6) desarrollan procedimientos de control y sanción para asegurar las aplicaciones de dichas
normas.
La incidencia de los organismos internacionales en el proceso de desarrollo
75
Esta función reguladora de los organismos internacionales se expresa mejor con la
concreción de los llamados regímenes internacionales. Estos suponen la negociación y el
común acuerdo de sus Estados miembros, una cesión de su soberanía y una obediencia y
cumplimiento ante las disposiciones que emanan de estas instituciones transnacionales.
Esto es, son las normas, reglas y procedimientos que guían y predicen el comportamiento –
en campos de acción específicos– de los Estados y otros agentes económicos y políticos en
el ámbito de las relaciones internacionales (sobre este tema véase Keohane, 1993). El
desempeño de los regímenes internacionales en el fomento del proceso de desarrollo
consiste en dotar de instituciones que entrañan persistentes y vinculados conjuntos de
reglas, que prescriben y predicen comportamientos, que restringen la actividad y configuran
las expectativas de los Estados miembros, además de que estipulan pautas para la
cooperación internacional y la canalización de recursos. Ejemplos de ello son el régimen
monetario internacional emanado de los Tratados de Bretton Woods, el régimen comercial
surgido del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) antes y,
ahora de la Organización Mundial de Comercio (OMC), y la Organización de Países
Exportadores de Petróleo (OPEP).
2.- La red de organismos internacionales y la promoción del proceso de desarrollo.
.
En un primer momento, la Conferencia Monetaria y Financiera de las Naciones Unidas de
Bretton Woods, realizada en New Hampshire del primero al 22 de julio de 1944, no
constituyó un evento histórico residual, sino, en realidad, la génesis de un nuevo orden
económico mundial en aquella época, necesario ante la ya entonces predecible derrota de
las potencias del Eje, en el marco de la Segunda Gran Guerra, a cambio de una evidente
consolidación de la hegemonía económica de los Estados Unidos. Los objetivos
primordiales de la Conferencia de Bretton Woods se orientaron a encontrar caminos para la
estabilización de las unidades monetarias y el crédito en las naciones asistentes, sin lo cual,
era imposible una reconstrucción firme y veloz para el mundo de la posguerra. La principal
función en materia de desarrollo de los organismos internacionales emanados de esta
Conferencia consistió en estipular los códigos y directrices para el diseño de las políticas
económicas de los países subdesarrollados.
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
76
Paralelo a los Tratados de Bretton Woods surge también la Organización de las
Naciones Unidas en 1945 como sistema coordinado de organismos internacionales que
reemplazó a la llamada Sociedad de las Naciones. Fundado al terminar la tensión provocada
por la Segunda Gran Guerra, el Sistema de la Organización de las Naciones Unidas, más
que enfocarse a asuntos específicos tal como lo hicieron los organismos internacionales
surgidos en el siglo XIX, funda sus amplias funciones en su Carta Constituyente. Para
hacer valer los ejes rectores de acción expresados en este documento fundador, se
establecieron seis órganos principales: la Asamblea General, el Consejo de Seguridad, el
Consejo Económico y Social, el Consejo de Administración Fiduciaria, la Corte
Internacional de Justicia, y la Secretaría General. La amplitud del Sistema de la
Organización de las Naciones Unidas se expresa en 15 organismos, y otras oficinas,
órganos, conferencias, programas, fondos y ―organismos especializados‖, así como en el
Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, los cuales en su conjunto se encargan
de promover el proceso de desarrollo y los demás propósitos enmarcados en la Carta
Constitutiva. Estos organismos especializados que fueron creados mediante acuerdos
intergubernamentales y que tienen responsabilidades de amplio alcance a nivel
internacional en las esferas económica, social, cultural, educativa, de salud y otras,
coordinan su labor con la Organización de las Naciones Unidas en materia de formulación
de políticas, de fijación de normas y directrices, de obtención de apoyo y movilización de
fondos; y aunque tienen el carácter de organizaciones separadas y autónomas, están
vinculados por acuerdos especiales de cooperación (Véase ONU, 2000a).
La responsabilidad en relación a la cooperación internacional para el desarrollo es
competencia de la Asamblea General y del Consejo Económico y Social. A la Asamblea le
corresponde trazar las directrices y orientar la política a adoptarse en la materia; mientras
que el Consejo impulsa la concreción de esta política dictada y la realización práctica de
las directrices. Ambas instancias se coordinan con los organismos especializados y demás
órganos del Sistema de la Organización de las Naciones Unidas para realizar diversas
actividades en cuanto a la promoción del desarrollo.
Los organismos internacionales y en especial el Sistema de la Organización de las
Naciones Unidas a través de sus funciones van más allá de las misiones de paz y de los
foros para la resolución de los conflictos y para el mantenimiento de la paz y la seguridad
La incidencia de los organismos internacionales en el proceso de desarrollo
77
internacionales, puesto que abarcan con sus actividades realizadas prácticamente todas las
esferas de las sociedades humanas (Ibidem).
En la Declaración sobre el Derecho al Desarrollo de la Asamblea General de las
Naciones Unidas, firmada en 1986, se establece que ―el derecho al desarrollo es un derecho
humano inalienable...‖. Este derecho al desarrollo forma parte de un proceso dinámico que
abarca los derechos civiles, culturales, económicos, políticos y sociales, y a través del cual
cabe la posibilidad de mejorar el bienestar de todos los individuos y sociedades. La
erradicación de la pobreza y la promoción del respeto a los derechos humanos son
elementos fundamentales para el goce del derecho al desarrollo (ONU, 2002b:capítulo 3).
En el marco de uno de sus mandatos que consiste en la promoción de un mejor nivel
de vida, pleno empleo y condiciones propicias para el adelanto económico y social y para el
desarrollo, el Sistema de la Organización de las Naciones Unidas dedica anualmente casi
6,500 millones de dólares a actividades operacionales para el desarrollo. Ello acompañado
también de múltiples recomendaciones normativas y asistencia técnica. El principio rector
de este mandato consiste en que la erradicación de la pobreza y el aumento del bienestar de
las sociedades son medidas necesarias para crear las condiciones que permitan lograr una
paz duradera y sostenible en todo el mundo (Ibidem).
En este sentido, el Sistema de la Organización de las Naciones Unidas cuenta con
una capacidad singular para promover el proceso de desarrollo al estar presentes en todo el
mundo, al abarcar con sus funciones diversas esferas y necesidades de la vida social y al
tratar de brindar voz a todos los países en la adopción de las decisiones.
Como parte del interés internacional por los países subdesarrollados, las distintas
medidas adoptadas para la promoción del desarrollo logran un consenso internacional a
partir de la labor fundamental desempeñada por la Organización de las Naciones Unidas.
Desde 1960, la Asamblea General colabora en la determinación de las prioridades y los
objetivos mediante estrategias internacionales del desarrollo para decenios sucesivos, y
aunque cada uno se orienta a cuestiones específicas, se procura avanzar en todos los
aspectos del desarrollo económico y social. Durante las décadas de 1950 y 1960 los
objetivos mundiales formulados por los Estados miembros de la Organización de las
Naciones Unidas se orientaron al fin del colonialismo. A lo largo del Primer, Segundo y
Tercer Decenios de las Naciones Unidas para el Desarrollo, en los años de 1960, 1970 y
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
78
1980 respectivamente, el crecimiento económico de los países subdesarrollos y los avances
en objetivos económicos como el empleo, la industrialización y la asistencia internacional
fueron fundamentales en la elaboración de las estrategias, y paralelamente a ello, desde los
años sesenta hasta la década de los noventa se plantearon los objetivos de alfabetización,
escolarización, eliminación o reducción del hambre, salud, supervivencia y el acceso al
agua y al saneamiento.
Sin embargo, a lo largo de las últimas seis décadas se presentaron matices en las
concepciones sobre el proceso de desarrollo esbozadas por los distintos organismos
internacionales. Más aún, identificar dichas concepciones implica también reconocer que
tienen su origen en factores que con mucho trascienden la dinámica interna de los
organismos internacionales.
Diagrama 2. Factores que influyen en las concepciones sobre el proceso de desarrollo
promovidas por los organismos internacionales.
Correlación de fuerzas y asimetrías de poder en las relaciones interestatales
Concepciones sobre
el desarrollo en los
organismos
internacionales
Consultores y Think
Thank’s
(intermediarios de
ideas)
Organizaciones no
gubernamentales
internacionales y
movimientos
sociales
Universidades
globales y las
teorías del
desarrollo que en
ellas se elaboran
Estados
miembros
Elaboración propia.
La incidencia de los organismos internacionales en el proceso de desarrollo
79
3.- El desarrollo como crecimiento económico y el predominio de la síntesis
neoclásica/keynesiana (1945-1968).
Hacia 1945 ya en plena recuperación de los países capitalistas industrializados se presentó
la necesidad de explicar su proceso de desarrollo así como el atraso de amplias regiones del
mundo, en especial de aquellas que dejaban atrás el colonialismo clásico o que pretendían
trascender el modelo primario/exportador. En el plano internacional, el eco de los debates
académicos comienza a delinear una concepción del desarrollo que lo definía como
sinónimo de crecimiento económico (véase diagrama 3); concepción esta que gozó de una
importante difusión en el discurso y principios de los organismos internacionales que por
aquel entonces se fundaban.
Esta concepción del desarrollo fue acompañada de la influencia ejercida por la obra
de John Maynard Keynes (1984), en la cual se consideró que el aparato de Estado al estar
situado por encima de la sociedad sería la maquinaria institucional racionalizadora y
secularizadora para fomentar el proyecto que condujese al desarrollo de las sociedades.
Para situar las dimensiones del principio de la intervención estatal resulta necesario
tomar en cuenta lo siguiente: la teoría económica neoclásica creó un modelo explicativo
que suponía un capitalismo con tendencias hacia el equilibrio natural con pleno empleo, y
dirigido –en el marco del laissez-faire, laissez-passer– por la ―mano invisible‖ de un
individualismo egoísta y maximizador de los beneficios que sin proponérselo promovería el
bienestar general de la sociedad. El mercado se postulaba como el mecanismo para la
asignación óptima y eficiente de los recursos, autorregulador del proceso económico y
autocorrector de los eventuales y transitorios desequilibrios del capitalismo mediante el
sistema de precios (para mayores de talles sobre esta teoría véase Screpanti y Zamagni,
1997; Villarreal, 1986:capítulo II; Ayala Espino, 1999). Este modelo armonioso entró en
crisis al no lograr explicar el creciente desempleo y la insuficiencia de la demanda efectiva
presentados con la Gran Depresión de los años treinta del siglo XX. La explicación a estos
desequilibrios provino de la obra de Keynes.
Keynes (1984) interpretó que el capitalismo basado en el mecanismo de precios de
mercado no corrige automáticamente los desequilibrios ni procura el pleno empleo. Por
tanto, el economista inglés proponía la intervención deliberada del sector público en el
proceso económico. Esto es, Keynes justificó el activo papel del sector público en la
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
80
construcción de los mercados, reconociendo que estos por sí solos no resuelven problemas
y desequilibrios como el desempleo, la concentración del ingreso y la desigualdad social; y,
por tanto, postuló sus funciones de regulación y de planeación, así como su intervención
deliberada para procurar revertir el desempleo e incrementar la producción con el fin de
abandonar la recesión mediante un Estado administrador de la demanda, y de tender al
pleno empleo, redistribuir el ingreso y estimular la movilidad social. La administración de
la demanda que se emprendería con la política fiscal radicó en proponer la reducción de los
impuestos al ingreso para incentivar el consumo, así como aumentar el gasto público para
reanimar la actividad económica sobre todo con la construcción de infraestructura que
sirviese para generar empleo, aumentar los salarios en tanto sinónimo de demanda efectiva,
y lograr con ello un efecto multiplicador del ingreso al reactivar la producción. La política
monetaria con orientación expansionista a corto plazo se asumía también como expediente
para el incremento de la demanda, el empleo y la producción en tanto aumentase la
cantidad de circulante –en el caso extremo se consideró posible recurrir a la impresión de
dinero por parte del gobierno para aumentar el gasto público, aún a costa del alza de los
precios– para reducir las tasas de interés e incentivar la inversión del empresariado privado.
Como en la teoría propuesta por Keynes no se interpretó un equilibrio del sistema
económico en el largo plazo, sino que mas bien postuló una macroeconomía del
desequilibrio debido a que no se tendía al pleno empleo en el capitalismo; entonces, tanto
los gobiernos de los países industrializados y los organismos financieros internacionales
adoptaron la síntesis neoclásica/keynesiana esbozada por John R. Hicks (1989).
La síntesis neoclásica/keynesiana se estructuró a partir de la macroeconómica
keynesiana y de la microeconomía neoclásica. Con la macroeconomía keynesiana se
analizó el problema del desempleo y la inflación en el corto plazo y se sugería una activa
política económica para evitar ciclos depresivos y tasas de desempleo altas; sin embargo,
sus continuadores olvidaron que uno de los límites de la política monetaria expansiva en el
largo plazo consistía en la inevitable alza de los precios. En tanto que la microeconomía
neoclásica a través de su teoría del crecimiento económico argumentó que el capitalismo
cuenta con una dinámica interna de ajuste que conduce al equilibrio estable y balanceado en
el largo plazo. Dicho equilibrio estable y balanceado se alcanza con la intervención del
sector público de orientación keynesiana –cuyo principio es invertir todo lo que se ahorra–
La incidencia de los organismos internacionales en el proceso de desarrollo
81
a través del gasto fiscal y del ajuste de la tasa de interés (véase Villarreal, 1986:64-80;
Hicks, 1989). En este sentido, Hicks sugirió que la teoría de Keynes resultaba compatible
con los postulados de la economía neoclásica.
A grandes rasgos, teniendo como telón de fondo a la síntesis neoclásica/keynesiana,
durante los años que van de 1950 a 1970 una de las teorías del desarrollo que predominó en
el diseño, hechura y ejercicio de los planteamientos de los organismos internacionales y de
las políticas públicas, sobre todo en los países subdesarrollados, fueron las llamadas teorías
de la modernización que en la introducción general denominamos definiciones del proceso
de desarrollo como resultado de una linealidad histórica. Dicho programa de investigación
fue resultado de los efectos derivados de la Segunda Gran Guerra y de la descolonización
de amplios territorios en el mundo. Para Walt. W. Rostow (1960), el proceso de desarrollo
consiste en una sucesión de diversas etapas en la que se relacionan las fuerzas económicas
con las sociales y políticas en la dinámica y funcionamiento de las sociedades.
En síntesis, estas teorías parten de conceptualizar al desarrollo como un continuum
de etapas resaltando una primera, llamada tradicional, anclada al pasado y caracterizada por
las actividades agrícolas y de subsistencia con canales de comunicación orales, una simple
división social del trabajo, una movilidad social y espacial reducida, bajos niveles de
alfabetización, un limitado cambio social, rasgos autoritarios, un escaso capital y
tecnología; en oposición a una segunda en que, la sociedad llega a ser moderna por
acumulación, volcada al futuro y con actividades basadas en la industrialización para el
consumo de masas, además de medios masivos de comunicación, una orientación profunda
al cambio, una división social del trabajo compleja, una amplia movilidad social y espacial,
niveles altos de educación y alfabetización necesarios para la integración y adaptación a la
sociedad, participación política y prácticas democráticas, y abundante capital y tecnología.
Para transitar de una categoría de sociedad a otra se considera necesario el difusionismo de
los valores modernos en los ámbitos tradicionales (véase Hoselitz, 1960; Rostow, 1960; y,
con matices conceptuales desde América Latina véase Germani, 1966 y 1969). En tanto que
el logro del bienestar social sería consecuencia del crecimiento económico y de la
masificación del consumo a manera de un ―efecto de derrame o de goteo‖ (spill over).
En América Latina influyeron los planteamientos teóricos y normativos de autores
como Albert O. Hirschman (1961), Ragnar Nurkse (1955), Arthur W. Lewis (1955), Paul
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
82
N. Rosenstein-Roden (1962) y Raúl Prebisch (1952, 1963 y 1982). Su principal punto de
referencia consistía en el fomento del mercado interno; y, con el argumento de que el
subdesarrollo y los ―cuellos de botella‖ sólo podrían sobrellevarse mediante intervenciones
estatales de corte keynesiano, consideraron prioritario impulsar una activa política por parte
del sector público para apoyar al empresariado privado. Se trató pues, de impulsar una
economía mixta donde las industrias en formación contaran con la protección de los
mercados nacionales para sustituir importaciones y desplegar encadenamientos
productivos. La industrialización fue vista como sinónimo de la modernización; procesos
ambos que a su vez se concebían como las llaves para el acceso al desarrollo. La
intervención del aparato de Estado mediante las políticas económicas privilegiaba
mecanismos de apoyo como aranceles, barreras no arancelarias, cuotas, exclusión –o
limitación al establecimiento– de la inversión extranjera directa, concentración de
mercados, y variedad de desincentivos para importar bienes intermedios y de consumo,
además de subsidios directos e indirectos, leyes de fomento industrial y tipos de cambio
subvaluados.
Como se analiza en el siguiente aparatado, estas formulaciones teóricas se
expresaron de manera diferenciada en la elaboración de directrices para el proceso de
desarrollo emanadas de organismos internacionales como la Organización de las Naciones
Unidas, el Banco Mundial, y en forma heterodoxa en la misma CEPAL. Formulaciones
tales como la necesidad de un proceso de industrialización y urbanización para la
consecución del desarrollo y el abandono del subdesarrollo, estuvieron en el centro de las
concepciones de estos organismos y en sus recomendaciones para el diseño de las políticas
públicas nacionales. Se sostenía que el crecimiento del producto interno bruto bastaba
como única medida del desarrollo en tanto que los beneficios de dicho crecimiento se
―derramarían gota a gota‖ hasta las últimas unidades en el lugar más bajo de las
estratificaciones sociales.
La incidencia de los organismos internacionales en el proceso de desarrollo
83
Diagrama 3. Concepción sobre el desarrollo en los organismos internacionales (1945-1968).
Sector público con orientación keynesiana (administrador de la demanda y detonador del crecimiento
económico)
Modernización
de las sociedades
Desarrollo como
crecimiento del
producto interno
bruto (PIB)
Aumento de la
productividad
y del empleo
Construcción de
infraestructura
básica
Industrialización
para la
sustitución de
importaciones
Inversión
pública y
Ayuda oficial
para el
Desarrollo
Elaboración propia
3.1.- La construcción de infraestructura básica y la industrialización como
condiciones para la modernización de las sociedades.
En el marco de la Segunda Gran Guerra y de la necesidad de países involucrados como los
Estados Unidos de contar con provisiones de materias primas y de hierro y acero, países
como los latinoamericanos experimentaron la emergencia de un aparato industrial orientado
a la satisfacción de dichas necesidades y a la sustitución de importaciones con base en la
coordinación entre el sector público y el empresariado privado. Terminada la confrontación
bélica en 1945, las principales empresas estadounidenses vieron restablecida su capacidad
productiva y ante el exceso de bienes de capital producidos durante la guerra se asumió que
con los procesos de industrialización emprendidos en los países subdesarrollados se abrían
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
84
amplias oportunidades para la inversión y la venta de maquinaria. La incipiente
industrialización de variados países subdesarrollados convergió con el interés internacional
–sobre todo si se considera el avance de la amenaza soviética y de los movimientos sociales
nacionalistas– por la necesidad de que estos países –e incluso aquellos africanos y asiáticos
que durante esos años dejaron atrás el colonialismo y adquirían su independencia política–
trascendiesen, según sugirieron las influyentes teorías de la modernización, a un estadio
superior de desarrollo tal como se experimentó en Europa y en los Estados Unidos. Quienes
asumieron dicho interés por la modernización de las sociedades nacionales con base en la
edificación de infraestructura básica necesaria para favorecer al proceso de
industrialización dirigido por el aparato de Estado fueron los organismos internacionales
que emergieron de los Tratados de Bretton Woods –en especial el Banco Mundial– y de la
Carta de las Naciones Unidas.
Así pues, en gran medida por el dominio que ejercían los países industrializados en
los debates realizados en los foros internacionales, hasta la década de los setenta no existió
una estrategia clara de la Asamblea General de las Naciones Unidas en relación al proceso
de desarrollo. La referencia a éste y al subdesarrollo comenzó con las Resoluciones 198 (II)
y 306 (IV) establecidas en 1948 y 1949, las cuales ayudaron a postular principios como los
siguientes, considerando que no existió una articulación de un programa concreto: a)
entender que el proceso de desarrollo de los países subdesarrollados implica problemáticas
y especificidades distintas a las expresadas por los países desarrollados, lo cual obliga a un
estudio previo y particular de estos problemas específicos antes de adoptar cualquier
medida relacionada con su desarrollo; y, b) considerar que los problemas del desarrollo
económico y social son interdependientes, de tal modo que el desarrollo económico debe
estar coordinado e integrado con el social. Hacia 1960, como resultado de una nueva
correlación de fuerzas que partió de la cohesión política de los países subdesarrollados y de
la presión que ejercieron al momento de esbozar los objetivos y las líneas de acción, la
estrategia de las Naciones Unidas para el desarrollo comienza a dibujarse con las
resoluciones adoptadas por la Asamblea General para establecer los ya mencionados
Decenios de las Naciones Unidas para el Desarrollo (Diez de Velasco, 1997:277).
El Primer Decenio de las Naciones Unidas para el Desarrollo (1960-1970) –
expresado en la Resolución 1.515 (XV) de la Asamblea General– significó el primer intento
La incidencia de los organismos internacionales en el proceso de desarrollo
85
de planificación para fomentar la cooperación internacional orientada al desarrollo con el
objetivo de centrar los esfuerzos para que el crecimiento económico y el progreso social de
los países se sostengan por sí mismos; para ello se fijaron metas de crecimiento para los
países subdesarrollados de un 5% anual en su ingreso nacional. La política se basó en la
acción concertada de los países desarrollados por conducto de la Organización de las
Naciones Unidas y sobre una base bilateral o multilateral para lograr la ayuda del 1% de su
PIB, canalizada a los países subdesarrollados. Entre las medidas formuladas para hacer
viables los objetivos y metas propuestas se encontraban la asistencia técnica dirigida a las
actividades de preinversión, concibiendo a la formación técnica y a la educación como
motores del desarrollo; la mejora de las condiciones del comercio internacional; la
promoción de la industrialización de las economías de subsistencia o de las basadas en la
exportación de materias primas; así como la financiación de estas actividades a través de
recursos provenientes de organismos internacionales y de capitales privados y públicos
(recuperado en Ibidem:279 y 280).
En el caso del Banco Mundial –conocido en los primeros años de la posguerra como
el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF)– se tuvo como propósito, en
un primer momento, establecer un orden en los sistemas monetarios, financieros y
comerciales del mundo. El aspecto central de estas propuestas fue reconocer la necesidad
de proveer un mecanismo para la transferencia de recursos financieros desde los países
industrializados para fomentar la reconstrucción y el desarrollo de otros países.
Originalmente, el Banco Mundial debía actuar como intermediario en el mercado
internacional de capitales a fin de canalizar recursos para el desarrollo en condiciones
concesionarias.
En un principio, las funciones del Banco Mundial se orientaron al impulso de la
reconstrucción de los países europeos devastados por la Segunda Gran Guerra, dejando de
lado sus funciones fundacionales de promoción del desarrollo, y sólo con el paso de los
años, y conforme lo primero carecía de importancia, se voltea la mirada hacia las
actividades promotoras del financiamiento para el crecimiento económico de los países
subdesarrollados, respondiendo con ello a la mayor presencia de estos países como
miembros del Banco, a factores como el crecimiento económico de Alemania y Japón y, a
la racionalización de la ayuda bilateral de los Estados Unidos al padecer un creciente déficit
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
86
fiscal y de la balanza de pagos que condujo a orientar esos recursos principalmente hacia
los objetivos de su seguridad nacional (Lichtensztejn y Baer, 1982:15 y 16).
Durante las décadas de los cincuenta y sesenta –e incluso hasta los primeros años de
la década de los setenta–, la estrategia convencional del desarrollo inspirada en las teorías
de la modernización predominó en las concepciones y funciones del Banco Mundial. Con
dicha estrategia se sostenía que la infraestructura básica era una condición del proceso de
reconstrucción económica de los países europeos. Al extenderse a los países
subdesarrollados, esta estrategia concebía al desarrollo como la transformación de una
economía tradicional sustentada en lo agrícola en otra moderna de tipo industrial, donde las
fuerzas que realizarían ese cambio estarían íntimamente vinculadas al proceso de
industrialización, y para que éste proceso y la necesaria formación de capital privado se
gestarán, se precisaba de las obras de infraestructura básica construidas por los gobiernos
(Ibidem:41). Lichtensztejn y Baer continúan explicando que el desarrollo equivalía al
proceso de modernización, que a su vez se entendía como industrialización impulsada por
la iniciativa privada tanto nacional como extranjera. El crecimiento económico se
consideraba fundamental para el desarrollo debido a que estimulaba tendencias al aumento
del empleo y de los salarios, así como a la mejora en las condiciones de vida; pero a la vez,
se concebía como supeditado a la implementación de políticas anti-inflacionarias o de
estabilización monetaria, aptas para crear un clima de equilibrio y adecuado a las
inversiones directas y al financiamiento externo y, para ampliar las bases de formación del
ahorro interno (Ibidem:43).
Por su parte, el Fondo Monetario Internacional (FMI) se fundó con el propósito de
contribuir al estímulo del sostenible funcionamiento de la economía mundial tras la
garantización de la estabilidad de ésta mediante acciones colectivas de alcance planetario.
Al ser definida como la institución central del sistema monetario internacional, se
constituyó como el sistema de pagos internacionales y tipos de cambio de las monedas
nacionales que permitiría la actividad económica entre los países. En la Conferencia de
Bretton Woods, John Maynard Keynes, tomando en cuenta los efectos de la Gran
Depresión, planteó que la falta de una adecuada demanda agregada era la causa de las
recesiones económicas, por lo que las políticas públicas se concebían como fuente de
potencial para impulsar este tipo de demanda, y además, sugirió que si se carecía de
La incidencia de los organismos internacionales en el proceso de desarrollo
87
efectividad en la aplicación de la política monetaria, los gobiernos podían utilizar políticas
fiscales expansionistas que aumentaran el gasto y recortaran los impuestos. En este sentido,
el papel inicial del FMI consistió en impedir la recurrencia de las depresiones y crisis
mundiales mediante la presión sobre los gobiernos para que estimularan dicha demanda
agregada. En esas discusiones prevalecía la convicción sobre la existencia de
imperfecciones en el mercado.
En sus primeros años y con base en su Convenio Constitutivo, el FMI se orientó a
promover la cooperación monetaria internacional; facilitar la expansión y el crecimiento
equilibrado del comercio internacional, de tal manera que las políticas económicas
nacionales se orientaran a la procuración de altos niveles de empleo y del ingreso real, así
como al desarrollo de los recursos productivos; promover la estabilidad cambiaria para
evitar la depreciaciones; fijar un sistema multilateral de pagos en las operaciones
monetarias entre los países miembros; y, ofrecer los recursos del organismo internacional
para corregir los desequilibrios en las balanzas de pagos, de tal manera que la duración y la
magnitud de estos disminuyera. Esto es, sus primeras funciones giraron en torno a
revitalizar y reorganizar el sistema financiero y monetario internacional afectado por la
Gran Depresión, y a canalizar el necesario financiamiento para la reconstrucción y el
restablecimiento de la actividad económica en los países europeos afectados por la Guerra.
Se argumentó que con dichos créditos otorgados se propiciaría el aumento de la necesaria
liquidez internacional para favorecer las transacciones en el comercio internacional y para
incentivar el crecimiento de la economía.
En la concepción inicial del FMI se asumió que la estabilidad en los mercados
cambiarios y la convertibilidad de las monedas mediante tipos de cambio fijos contribuirían
a equilibrar el comercio internacional, a aumentar el empleo y a desarrollar los recursos
productivos. Esto es, la estrategia partió de un patrón de cambio sustentado en el oro –y el
dólar como la única moneda con posibilidades de cambiarse por este metal– y de una
paridad de las divisas que requería de tipos de cambio fijos y de la necesidad de darle
continuidad.
Como parte del Sistema de la Organización de las Naciones Unidas, la Comisión
Económica Para América Latina (CEPAL) desde su fundación en 1948 se desempeñó como
un organismo internacional comprometido con el autentico análisis de las circunstancias
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
88
histórico/estructurales cuya especificidad enfatiza la condición ―periférica‖ de la región. Su
método, que es el histórico/estructuralista, necesario para reflexionar sobre las relaciones
comparativas y dinámicas y, sustentado en la dialéctica centro/periferia9, constituye un
paradigma inspirado en la obra del economista argentino Raúl Prebisch (1952 y 1963 y
1982), la cual promueve una construcción de conocimiento y de políticas en forma
colectiva dentro de la evolución y consolidación de la institución. Las líneas temáticas
abordadas desde este método incluyen el análisis de la inserción de América Latina en la
economía mundial; la interpretación de los condicionantes estructurales internos que
influyen en el crecimiento, el progreso técnico, el empleo y la distribución del ingreso; y el
análisis de las necesidades y posibilidades de la acción de los gobiernos nacionales.
Desde la década de los cincuenta, con una permanente originalidad conceptual, la
CEPAL tomó distancia de las teorías del desarrollo y del comercio internacional entonces
predominantes. A diferencia de la teoría de la modernización propuesta por Walt W.
Rostow, el subdesarrollo o la condición periférica de América Latina para la CEPAL no era
comparable con la condición tradicional que experimentaron en un pasado las naciones
industrializadas. También, se posicionó en el debate con el discurso entonces en boga,
promotor de la industrialización bajo la dirección deliberada del aparato de Estado, pero
con el reconocimiento del proceso llamado deterioro de los términos de intercambio. Con
esta tesis se cuestionaron los argumentos ricardianos sobre las ventajas comparativas
propios de la teoría clásica del comercio internacional, además de señalar con ella, las
disparidades en la productividad del trabajo entre los países centrales y periféricos, así
como la transferencia de recursos y valores (ingresos) de la periferia al centro por el
deterioro de los precios de las materias primas frente al aumento del precio de los bienes
industrializados, lo cual también conlleva la imposibilidad de retener en esta periferia los
beneficios del progreso técnico.
Considerando que durante las décadas de los años treinta y cuarenta algunas
economías latinoamericanas experimentaron una acelerada recuperación económica a partir
de la expansión de actividades industriales y de la adopción de una serie de políticas de
demanda expansionistas y de medidas que restringieron los intercambios comerciales y las
9 Con la dialéctica centro/periferia se demuestra la heterogeneidad estructural de la economía mundial y sus
resultados negativos para la periferia.
La incidencia de los organismos internacionales en el proceso de desarrollo
89
transacciones en los mercados cambiarios, entonces la principal estrategia de desarrollo
promovida por la CEPAL en los años cincuenta y sesenta giró en torno a la
industrialización para la sustitución de importaciones con la finalidad de cambiar los
términos de intercambio y de propiciar una mayor difusión del progreso técnico. Aunque en
documentos estratégicos como el Estudio Económico de América Latina de 1949 (CEPAL,
1951) y Hacia una dinámica del desarrollo latinoamericano (Prebisch, 1963) se argumentó
la importancia de promover desde el sector público y con apoyo de las inversiones
extranjeras un proteccionismo temporal, selectivo y moderado del aparato industrial –sobre
todo de las industrias incipientes– para tender gradualmente al ejercicio de la vocación
exportadora de las empresas, gobiernos de países como Brasil, México, Argentina, Chile y
Uruguay adoptaron políticas públicas que estipularon altos aranceles impuestos a los
productos finales importados, exenciones o bajos gravámenes a los insumos y bienes de
capital, así como tipos de cambio sobrevaluados. Este proteccionismo del aparato industrial
ejercido en los hechos se vio favorecido también con las legislaciones en materia de
inversiones extranjeras que aseguraron su afluencia en la región y con la acción de la banca
en materia de financiamiento al otorgar crédito subsidiado principalmente a las empresas
extranjeras. Con dicho proteccionismo –defendido por organismos internacionales como el
Banco Mundial–, las grandes empresas multinacionales establecidas en los aparatos
industriales latinoamericanos y las empresas nacionales se beneficiaron con la falta de
incentivos para exportar sus productos y para agregar valor a los productos primarios.
Retomando los argumentos esbozados por Rosemary Thorp, la CEPAL en sus
primeras dos décadas promovió la identidad latinoamericana entre los países en torno a
temas y debates como la dependencia externa y el deterioro de los términos de intercambio,
expresándose ello en procesos de integración regional que derivaron en variadas iniciativas
que pretendieron trascender –en correspondencia con el proceso de industrialización– la
segmentación de los mercados internos mediante la promoción de un mercado regional
latinoamericano; también constituyó sistemas de análisis, conocimiento e información tanto
nacionales como a nivel de la región latinoamericana; y planteó interpretaciones y críticas –
no precisamente inspiradas en el enfoque marxista pero sí en la economía política y en el
estudio de las instituciones que le dieron forma al llamado estructuralismo cepalino–
respecto a los mecanismos de mercado y sus resultados, derivando de ello una nueva
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
90
legitimidad del amplio papel que comenzaba a fortalecer al sector público en la economía
(Thorp, 2000:25).
En este organismo internacional, la industrialización fue concebida como el
complemento necesario del modelo primario/exportador practicado hasta la década de los
treinta en la región; como el motor principal del desarrollo latinoamericano; y como un
proceso apropiado para la innovación tecnológica, la modernización de la estructura
productiva y de las relaciones de trabajo, el incremento de la productividad, la
modernización empresarial, y para erigirse en un mecanismo relevante en la generación de
empleos necesitados por una clase trabajadora desplazada del campo; esto es, a la
industrialización se le asumió como la actividad económica central para la superación de la
pobreza y de las desigualdades sociales.
Otro tema importante para la CEPAL durante la década de los sesenta lo constituyó
la reforma estructural e institucional de la vida agraria que aún hacia los años sesenta
padecía el latifundio improductivo, las relaciones laborales y una explotación de corte
precapitalista, así como la presencia de amplias poblaciones rurales pobres que practicaban
la agricultura en la pequeña propiedad y padecían la desigual distribución del ingreso
(CEPAL, 1963; Prebisch, 1963). En estos años, el debate del organismo giró en torno a la
necesidad de profundizar el proceso de industrialización y redistribuir el ingreso mediante
la reforma agraria para redinamizar la economía (Ibidem), y a la introducción de tesis como
la heterogeneidad estructural y la dependencia (Bielschowsky, 1998:30-37). Por otra parte,
con el enfoque estructuralista de la inflación desarrollado por Aníbal Pinto (1973), se abrió
en la institución un importante campo de análisis en temáticas referidas a la relación entre
el crecimiento de las economías y sus tendencias inflacionarias.
De esta forma, la necesidad de la transformación en la estructura productiva y el
reconocimiento del papel de las instituciones y de los fenómenos políticos en el proceso de
desarrollo, condujeron a la CEPAL a plantear que el sector público y el aparato de Estado
en general desempeñarían funciones de orientación, promoción, regulación y concertación
en la vida económica. Dichos planteamientos fueron motivo de inspiración para las
políticas públicas de países latinoamericanos como México.
La incidencia de los organismos internacionales en el proceso de desarrollo
91
4.- Las transformaciones estructurales del capitalismo y la complejización de
las concepciones sobre el desarrollo (1972-2003).
Luego de difundirse, adoptarse y entrar en crisis la concepción que entendía al desarrollo
como crecimiento económico, saltaron a la vista el creciente desempleo, la desigualdad, la
pobreza, la ausencia de vínculos entre los objetivos económicos y sociales, la exclusión de
la mujer, y el deterioro medioambiental, trastocándose así los anteriores principios rectores
de las políticas públicas. Con las conflictividades y presiones sociales y con el surgimiento
de nuevas necesidades y acontecimientos, los esfuerzos planificadores del desarrollo
comenzaron a contemplar el combate de la pobreza, la distribución equitativa y la
satisfacción de necesidades básicas como metas a cumplir en la práctica del proceso de
desarrollo impulsado por los organismos internacionales.
El agotamiento del patrón de acumulación taylorista/fordista/keynesiano que
comenzó a manifestarse hacia 1970 fue el evento histórico que propició que la síntesis
neoclásica/keynesiana careciera de explicaciones y de posibles soluciones para fenómenos
como la recesión inflacionaria y el estancamiento de la productividad experimentados por
los países desarrollados; en tanto que las teorías de la modernización y sus expresiones de
política pública no ofrecieron respuesta a la exclusión padecida por la mujer y a la crisis
ambiental que comenzó a experimentarse en aquellos años. De esta forma, poco a poco
empezó a gestarse desde las universidades y desde los movimientos sociales antisistémicos
una complejización de las concepciones sobre el desarrollo que definieron a éste como un
proceso que con mucho desborda al crecimiento económico y a la industrialización en tanto
el mecanismo más eficaz para alcanzarlo en los países subdesarrollados.
Esta complejización de las concepciones sobre el proceso de desarrollo es asumida
por los organismos internacionales y reencausada para matizar y hacer viables las
transformaciones estructurales del capitalismo, y para impulsar lo que se nombró como el
Nuevo Orden Económico Internacional.
De esta forma, desde la década de los setenta comienzan a perfilarse conceptos
como desarrollo sustentable, desarrollo con perspectiva de género, crecimiento con equidad
y otros más que interactúan y complementan a las estrategias deflacionario/monetaristas
que desde aquellos años se posicionaron como dominantes en el diseño de las políticas
públicas de los países desarrollados en un principio y de países como los latinoamericanos
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
92
hacia la década de los ochenta luego de estallar la crisis de la deuda. Se trata pues de una
orientación de los organismos internacionales hacia el apuntalamiento de las
transformaciones estructurales y de la integración global del capitalismo, y hacia la
atención focalizada de los efectos sociales y ambientales negativos derivados de estos
procesos.
Diagrama 4. Complejización de las concepciones sobre el desarrollo en los
organismos internacionales (1972-2003).
Sector público eficiente, con burocracias acotadas y compensador de las desigualdades sociales
Desarrollo
humano
sostenible
Provisión de bienes
públicos globales
(PNUD, CEPAL)
Mitigación de la
pobreza extrema
mediante una
atención focalizada
(Banco Mundial,
PNUD) Crecimiento
económico
Formación y
estímulo de
capacidades
(PNUD)
Políticas
deflacionarias y
reestructuración y
apertura de las
economías
nacionales (FMI,
Banco Mundial)
Transformación
productiva con
equidad y
regionalismo
abierto (CEPAL)
Corrección de las
fallas del mercado y
del sector público a
través de reformas
institucionales (Banco
Mundial y CEPAL)
Índice de
Desarrollo
Humano
(PNUD)
Fomento del
capital humano y
del capital social
(Banco Mundial,
CEPAL)
Sustentabilidad -
preservación del
medio ambiente a
largo plazo-
(ONU)
Equidad
de género
(ONU)
Elaboración propia
Para explicar la complejización de las concepciones sobre el desarrollo esbozadas
por los organismos internacionales es necesario mencionar las filosofías y teorías políticas
y económicas que han influido durante las últimas tres décadas en las perspectivas,
planteamientos y estrategias de estas dependencias (véase anexo I para mayores detalles):
La incidencia de los organismos internacionales en el proceso de desarrollo
93
Los constantes desequilibrios ambientales ocasionados por los efectos negativos
derivados del proceso de industrialización y de los estilos de consumo en todo el mundo,
llevó a movimientos sociales, a académicos y a organismos internacionales a tomar en
cuenta las variables medioambientales en la formulación de las políticas públicas y a
esbozar la perspectiva del desarrollo sustentable. Desde inicios de la década de los setenta,
la Organización de las Naciones Unidas comenzó a mostrar interés por los problemas
relacionados con el deterioro del medio ambiente, y entonces, en 1972 organiza en
Estocolmo la primera conferencia internacional sobre el tema, marcando un precedente
importante. En 1992, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el
Desarrollo, mejor conocida como la ―Cumbre de la Tierra‖, marcó la pauta para nuevas
acciones y regímenes internacionales en materia ambiental. Al acordarse y adoptarse el
Programa 21 en esa cumbre, se establecieron los recursos financieros y técnicos propicios
para la promoción y el logro del desarrollo sustentable.
Otra dimensión analítica que se gestó a la luz de las conflictividades surgidas por la
exclusión social de la mujer son los estudios sobre el desarrollo con una perspectiva de
género (véase Kabeer, 1994; Naciones Unidas, 1989 y 1996; Villota, 1999 y 2000).
Aunque existen alusiones sobre la igualdad de derechos entre mujeres y hombres en la
Carta de las Naciones Unidas (1945) y en la Declaración Universal de los Derechos
Humanos (1948), la preocupación por todo lo que afecta a los intereses de las mujeres no
fue igual en el último medio siglo. Hasta los años setenta, la preocupación sobre la mujer se
limitó a los derechos humanos, siendo en general marginal en las actividades y
posicionamientos de la Organización de las Naciones Unidas. Sin embargo, a partir de esta
misma fecha la perspectiva cambia y se comienza a reconocer el papel de las mujeres en el
desarrollo, incorporando la categoría ―integrar a las mujeres en el desarrollo‖ (Hernández
Zubizarreta, 1999); incluso la misma Organización de las Naciones Unidas declaró la
Década de las mujeres de 1975 a 1985. Naila Kabeer (1994) señala que en el Primer
Decenio de las Naciones Unidas para el Desarrollo (1960-1970) no se contempló a las
mujeres de forma específica; en el Segundo Decenio, sólo se insiste brevemente en la
―plena integración de las mujeres en el esfuerzo global del desarrollo‖; en la estrategia de
los años ochenta, se declaró a las mujeres ―agentes y beneficiarias en todos los sectores y a
todos los niveles del proceso de desarrollo‖, mientras que en los noventa, ―el objetivo
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
94
consistió en trasladar una mayor comprensión de los problemas de la mujer a un cambio de
prioridades.
El tercer enfoque analítico que adquirió relevancia desde los primeros años de la
década de los setenta es la teoría económica deflacionario/monetarista (véase Friedman,
1962, 1979, 1992a y 1992b; Desai, 1989; Harris, 1985:capítulo XXI; Balassa, 1981 y 1989;
Bhagwati, 1978 y 1991; Krueger, 1978 y 1992; McKinnon, 1974). Con la prioridad de
procurar la estabilidad de los indicadores macroeconómicos, dicha teoría durante las
últimas décadas es la perspectiva analítica más influyente en los planteamientos y
estrategias de organismos internacionales como el FMI, el Banco Mundial, y el Banco
Interamericano de Desarrollo (BID) –aunque en muchos otros se manifiesta de manera
matizada y heterodoxa–, así como en el diseño de políticas públicas en la gran mayoría de
países en todo el mundo. Los planteamientos y estrategias de desarrollo sugeridas en la
teoría económica deflacionario/monetarista fueron sintetizados durante la década de los
ochenta en el llamado Consenso de Washington, cuya influencia es indudable en el caso de
las políticas públicas y de las economías latinoamericanas.
Ya avanzada la década de los noventa, algunos organismos internacionales como el
Banco Mundial, y en menor medida otros como la CEPAL, señalan la necesidad de
instrumentar en el mundo y en especial en América Latina una segunda ola de reformas
orientadas a reestructurar las fallas institucionales que inhiben el ―potencial‖ de las medidas
contenidas en el Consenso de Washington. Estas recomendaciones son inspiradas en las
variadas teorías que enfatizan la importancia de las instituciones en el desempeño
económico, vinculando en su análisis a la economía con la teoría de las organizaciones y
con el derecho contractual (Williamson, 1989), y tratando de formular también una historia
económica (North, 1993). En estas teorías se asume que las instituciones son la clave para
entender la interrelación entre la política y la economía, así como las consecuencias de esa
interrelación para el crecimiento económico, el estancamiento o la declinación.
Ante la necesidad de teorizar los efectos sociales negativos derivados de la
expansión e integración global del capitalismo y de diseñar estrategias de política social
para responder a ello surge el enfoque de las capacidades o del desarrollo social
individualizado. El enfoque de las capacidades, que tiene como uno de sus principales
exponentes al Premio Nobel de Economía Amartya Sen (1996 y 2000), se coloca entre los
La incidencia de los organismos internacionales en el proceso de desarrollo
95
más influyentes en los sistemas conceptuales utilizados por los documentos estratégicos del
PNUD –particularmente en la medición que se hace del llamado Índice de Desarrollo
Humano– y por las políticas sociales adoptadas en varios países en el mundo. Entre los
conceptos de este enfoque que más influencia ejercen están el de capacidad, el de desarrollo
–en una acepción más amplia que rebasa el nivel de ingresos y que se concibe como la
expansión de las libertades–, el de pobreza –definida como la privación de capacidades
básicas y no sólo como la posesión de un ingreso bajo o insuficiente–, el de
interconexiones, entre otros.
Con el enfoque del capital social se hace una reevaluación de los vínculos entre la
cultura y el proceso de desarrollo, resaltando la existencia de importantes mecanismos en el
llamado capital social para lograr el desarrollo tecnológico, el crecimiento sostenido, la
competitividad, la eficiencia y eficacia del gobierno y la democratización de la sociedad. Es
una orientación teórica que durante los últimos años influye en organismos internacionales
como el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), y recientemente en
la misma CEPAL (sobre este último organismo véase Flores y Rello, 2002; Atria, et. al.,
2003) en sus esfuerzos por diseñar y adoptar estrategias apropiadas y autogestivas para el
desarrollo local. En suma, se trata de responder hasta qué punto las relaciones de confianza,
reciprocidad, solidaridad, asociatividad, así como los valores y códigos éticos y simbólicos
de una sociedad, la cohesión social, y en general, las normas, instituciones y organizaciones
que impulsan la cooperación entre los individuos en comunidad, ayudan a la consecución
del crecimiento económico sostenido y al consiguiente bienestar social.
Durante los últimos años del siglo XX y principios del siglo XXI, ante los costos de
las crisis y ante la presencia de males públicos globales, se gesta una preocupación por los
bienes públicos globales10
(véase Kaul, Grunberg, Stern, et. al., 1999) y por la necesidad de
diseñar nuevos mecanismos de cooperación internacional. Los bienes públicos globales
surgen motivados por la apertura de los países en relación a una economía mundial que
aumenta la significación de la interdependencia –reducción de los controles en las
fronteras–; y, por el riesgo sistémico y el poder que se aleja del Estado ante el avance de
10
Los bienes públicos globales están caracterizados por la no excluibilidad (o son excluibles sólo a costos
prohibitivos), la no competitividad o rivalidad en el consumo, y la reciprocidad de sus beneficios casi
universales, atravesando fronteras, generaciones y poblaciones, y teniendo a la humanidad en general como el
gran publicum beneficiario (Kaul, Grunberg, Stern, et. al., 1999).
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
96
actores con perspectiva transnacional. Este concepto de bienes públicos globales resulta
relevante para una eficaz política pública en condiciones de una apertura económica cada
vez mayor y de una interdependencia creciente entre los países. Se trata de combinar los
intereses nacionales con las exigencias internacionales para aumentar al máximo el
bienestar del país, así como de ir más allá de los tradicionales esquemas de Ayuda Oficial
para el Desarrollo que está más orientada a países que a asuntos o problemas específicos.
Ante el malestar provocado por los efectos sociales negativos generados con la
aplicación de las medidas del Consenso de Washington, surge un nuevo movimiento
intelectual (véase Michie y Smith, 1999; Meier y Stiglitz, 2001; Stiglitz, 2002 y 2003) que
recupera, recrea y revitaliza las tesis propuestas por John Maynard Keynes en la primera
mitad del siglo XX en relación al activo papel del aparato de Estado en la economía
mediante expansivas políticas monetarias y fiscales para reactivar la demanda agregada, la
producción, la inversión y el empleo. Dicho movimiento intelectual que denominamos
neokeynesiano, está integrado por economistas y científicos sociales progresistas ligados a
las esferas de decisión en los organismos internacionales; entre ellos, podemos destacar la
labor de Joseph E. Stiglitz vinculado durante algún tiempo a la estructura burocrática del
Banco Mundial y manteniendo hasta la fecha importantes nexos orgánicos e intelectuales
con organismos como la CEPAL y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo
(PNUD). En suma, los neokeynesianos reconocen las fallas e imperfecciones tanto del
mercado como del sector público, y sugieren la importancia de privilegiar una relación de
complementariedad entre ambos a partir del ejercicio de reformas institucionales en el
plano internacional.
Algunas teorías y preocupaciones llegan a ser transversales a los variados
organismos, tal como ocurre con la perspectiva de los bienes públicos globales, el
desarrollo sustentable, los estudios de género a excepción del FMI, pero con el Banco
Mundial sosteniendo una perspectiva de eficiencia mediante el lema ―invertir en la mujeres
es rentable‖11
. Mientras que existen algunos organismos como el mismo FMI que sí se
identifican con alguna teoría o propuesta en particular, lo cual los conduce a contar con
11
El enfoque de la eficiencia reconoce a las mujeres como agentes claves en el proceso de desarrollo; como
nuevas microempresarias, como mano de obra útil en la industria manufacturera de exportación y como
agricultoras que enfrentarían la crisis alimentaria en muchos países. En el fondo, no se plantea una estrategia
de cambio de su posición social que trascienda sus condiciones de discriminación, exclusión y pobreza.
La incidencia de los organismos internacionales en el proceso de desarrollo
97
posiciones polarizadas, aunque en muchos casos complementarias a partir del área de
atención y especialidad del organismo.
Estos estudios que moldean las concepciones sobre el proceso de desarrollo y las
estrategias planteadas y sugeridas por los organismos internacionales, tras el agotamiento
de los enfoques teóricos de la modernización, y la aparición de conflictividades sociales
como las encabezadas por los movimientos sociales ambientalistas y de mujeres, emanan
de influyentes pensadores y académicos que reflexionan desde las universidades globales
sobre las variadas dimensiones de dicho proceso.
4.1.- La reestructuración de las económicas nacionales y su inserción en los
sistemas internacionales de producción integrada.
Tras el agotamiento y el fuerte cuestionamiento de las estrategias de industrialización para
la sustitución de importaciones experimentados en América Latina en medio de la recesión
inflacionaria padecida por los países desarrollados desde principios de los años setenta, así
como de los movimientos sociales que abiertamente se opusieron a aquellas perspectivas
que concebían al desarrollo como sinónimo de crecimiento económico, en el ámbito de las
relaciones internacionales emerge el interés por profundizar lo que ya en aquellos años se
perfilaba como una transformación organizacional y estructural del capitalismo.
El llamado Nuevo Orden Económico Internacional pasó a ser durante la década de
los setenta una de las principales prioridades en la agenda de los organismos
internacionales. Paralelamente a las estrategias que apuntaron a la reestructuración de las
economías nacionales y a su inserción actualizada en la dinámica del mercado mundial,
algunos organismos internacionales encargados de la agenda social del desarrollo
absorbieron reflexiones teóricas gestadas en las universidades, así como demandas
presentadas por movimientos sociales ambientalistas y feministas, de tal forma que frente al
largo periodo –prácticamente desde los orígenes del capitalismo en Europa– de degradación
ambiental provocada por la acción del ser humano sobre la naturaleza a través de los
procesos de industrialización y urbanización, y ante la exclusión y marginación de la mujer
respecto a la toma de decisiones y a los beneficios del progreso material, las concepciones
sobre el desarrollo se hacen más complejas y las conflictividades sociales comienzan a
tener eco en eventos como la Conferencia sobre el Medio Ambiente Humano realizada en
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
98
Estocolmo en 1972 bajo los auspicios de la Organización de las Naciones Unidas, así como
en pronunciamientos de este mismo organismo en el sentido de declarar a los años
transcurridos entre 1975 y 1985 como la Década de las mujeres.
De esta forma, a la crisis del patrón de acumulación taylorista/fordista/keynesiano
experimentada en las principales economías capitalistas desarrolladas se le respondió –
desde organismos financieros internacionales como el Banco Mundial y el FMI–, en cuanto
la recesión inflacionaria se expresó mediante la crisis de la deuda en países como los
latinoamericanos, con la promoción de estrategias orientadas al abatimiento de la inflación,
a la apertura de los mercados nacionales, y a la retracción del sector público en la
producción y comercialización de bienes y servicios.
En correspondencia con las circunstancias internacionales descritas anteriormente,
mediante la Resolución 1.626 (XXV) la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró
para la década de los setenta el Segundo Decenio de las Naciones Unidas para el
Desarrollo (1970-1980), el cual partió de la idea de que la responsabilidad principal para el
logro del desarrollo socioeconómico debía estar a cargo de los mismos países
subdesarrollados, en tanto que los países industrializados contribuirían para ello con
financiamiento y con el establecimiento de políticas económicas y comerciales más
favorables. Las medidas políticas para el logro de los objetivos de crecimiento del PIB (6%
anual) y del producto per capita (3.5%) consistían en: favorecer a los países
subdesarrollados mediante el trato preferencial y la eliminación de restricciones en el
comercio internacional; lograr un financiamiento del desarrollo basado en la ayuda exterior
y en las inversiones privadas extranjeras; y, fomentar la cooperación para la creación y
fomento de las actividades científicas y tecnológicas que influyen en la expansión y
modernización de las economías (recuperado en Diez de Velasco, 1997:280). Ya para
entonces, la presión causada por la insatisfacción social que no coincidía con la concepción
de reducir el desarrollo tan sólo al crecimiento económico, condujo a considerar en esta
estrategia que el objetivo último del desarrollo consistiría en impulsar un mejoramiento
sostenido del bienestar del individuo y en generalizar los beneficios, puesto que lo contrario
significaba que la perpetuación de los privilegios de extrema riqueza y de injusticia social
encaminarían al fracaso de los objetivos esenciales de la estrategia.
La incidencia de los organismos internacionales en el proceso de desarrollo
99
Para los años ochenta, a través de la Resolución 35/56 esta misma dependencia
declara el Tercer Decenio de las Naciones Unidas para el Desarrollo (1980-1990),
expresando con ello cambios respecto a las dos estrategias anteriores a partir de que es
cuestionada por diversos países la concepción filosófica de las Naciones Unidas sobre la
cooperación para el desarrollo. Esta estrategia declaraba acelerar el desarrollo de los países
subdesarrollados mediante metas como las siguientes: alcanzar un 7% en su tasa anual de
crecimiento del PIB; una tasa anual no inferior al 7.5 u 8% en las importaciones y
exportaciones de bienes y servicios; un nivel de inversión del 28% del PIB de los países
subdesarrollados para 1990, y un crecimiento anual del 9% de la producción
manufacturera; mientras que, para los países desarrollados la meta era alcanzar el 0.7% de
su PIB para ayuda oficial destinada a los países pobres, y que el total de los recursos
financieros transferidos a estos sea del 1% del PIB de los primeros. En estas tareas, influyó
la concepción de una economía mundial interdependiente con responsabilidades para todos
los gobiernos, es decir, se buscó apuntalar un nuevo orden económico internacional. Entre
las novedades presentadas en esta estrategia resaltan: la especial atención a los problemas
más urgentes de los países menos adelantados, y de los problemas específicos de los países
en desarrollo sin litoral y de los pequeños Estados insulares; la referencia al respeto de los
principios relativos de la soberanía e independencia de los Estados, a la prohibición del uso
de la fuerza y al arreglo pacífico de controversias como esferas importantes para el logro de
los objetivos de la estrategia; y la relación que se establece entre desarme y desarrollo en el
entendido de que la disminución de las gastos militares de los gobiernos posibilitaría contar
con recursos adicionales para el desarrollo económico y social (recuperado en Ibidem:281 y
282).
Por su parte, el FMI si bien en sus primeras décadas otorgó financiamiento oficial
para apoyar programas de estabilización orientados a solucionar problemas de ajuste de la
balanza de pagos, con la ruptura de los mercados financieros internacionales en 1982 el
papel del organismo giró en torno a supervisar las políticas internas ―adecuadas‖ y, a fungir
como intermediario ―prudente‖ entre los acreedores de la banca privada internacional y los
gobiernos deudores, es decir, esta función consistió en presionar y orientar los procesos de
renegociación de la deuda en América Latina al imponer sus condiciones tanto a deudores
como a acreedores y al vincular el otorgamiento de sus propios recursos con las
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
100
disposiciones de los bancos a conceder nuevos préstamos y reestructurar las deudas ya
contraídas, de tal manera que su poder como organismo aumentó (Lisboa Bacha y
Rodríguez, 1986).
Con la profundización de la condicionalidad expuesta en las llamadas cartas de
intención, el FMI incursionó en el diseño y en el control directo de las políticas económicas
de los gobiernos que solicitaban los créditos, de tal manera que en aras de lograr la
estabilidad macroeconómica el organismo internacional recomendó e impuso la contracción
de la demanda agregada y la restricción del crecimiento de la oferta monetaria.
En síntesis, desde la década de los setenta la concepción sobre el proceso de
desarrollo sostenida por el FMI respecto a los países subdesarrollados establece lo
siguiente:
Cuadro 2. Estrategias que componen la concepción sobre el desarrollo promovida por el
FMI desde la década de los setenta
*El mercado y la acción de la iniciativa privada son los principales factores para la asignación de
recursos, en tanto que se considera necesario limitar la excesiva intervención del sector público
que produce desequilibrios en las variables macroeconómicas fundamentales.
*La inflación definida como un fenómeno relacionado con el crecimiento de la oferta monetaria
solo podrá ser abatida con la moderación de dicho crecimiento y con la reducción del déficit
público –en especial mediante la disminución del gasto gubernamental financiado con la
indiscriminada emisión de moneda–.
*La intensificación de la apertura de la economía nacional a la competencia propia de los
mercados internacionales, de tal forma que el mercado interno pasa a un segundo plano tras
privilegiar, en aras de restablecer la estabilidad en la balanza de pagos, el posicionamiento de los
agentes privados con vocación exportadora –sobre todo los dedicados a la industria
manufacturera– en los circuitos comerciales mundiales.
*Generar una institucionalidad adecuada para el establecimiento de las inversiones extranjeras,
sobre todo en lo referido a la apertura de los mercados comerciales y financieros; la gestión de
reformas laborales que apunten a flexibilizar las condiciones de trabajo y a disminuir los
salarios; los mecanismos –como por ejemplo las devaluaciones de la moneda en el contexto de
los tipos de cambio flexibles– que eviten tipos de cambio sobrevaluados capaces de generar
desequilibrios en la balanza de pagos al abaratar las importaciones y al aumentar el precio de los
bienes y servicios exportados; y, el ejercicio del proceso de privatización de empresas públicas y
la definición y establecimiento de claros derechos de propiedad que le garanticen a los
particulares la ausencia de amenazas de expropiación.
*El aumento de las tasas de interés para incentivar el ahorro interno, atraer capitales externos,
detener las fugas masivas y propiciar el reingreso de las inversiones que habían decidido salir.
Elaborado a partir de: Rhomberg y Séller (1977), ―Introductory survey‖; Crockett (1981), ―Stabilization
policies in developing countries: Some policy considerations‖; Larosiére (1982), ―La
necesidad de ajuste económico internacional: función del FMI‖; FMI (1996), ―El FMI sigue
adaptándose al nuevo entono mundial‖.
Se argumentó públicamente que con la orientación del aparato productivo de los
países subdesarrollados hacia los mercados internacionales mediante la exportación de
bienes manufacturados los desequilibrios externos desaparecerían e incluso las balanzas de
La incidencia de los organismos internacionales en el proceso de desarrollo
101
pagos experimentarían tendencias superavitarias favorables para que los gobiernos
respondieran a los compromisos del servicio de la deuda.
En suma, en América Latina se privilegiaron desde los años ochenta variables
macroeconómicas como las monetarias aún a costa del crecimiento y del pleno empleo. En
el nuevo papel del organismo, lo que se hizo fue adaptar los requerimientos a los
promovidos y fijados por la banca privada mundializada, y como su condicionalidad
tradicional ya no tuvo aplicación al no estar involucrados sus recursos, lo que resultó fue
que la aprobación impartida por el FMI a las políticas de los países se utilizó para
garantizar los préstamos otorgados por esta banca privada. Se trata pues, de que los
programas, conjuntamente con su supervisión y evaluación, apuntaron a un crecimiento
económico sostenido y a un comportamiento del sector externo que sean compatibles con
las necesidades del servicio de la deuda. Los presupuestos gubernamentales desde esos
primeros años de los ochenta se enfrentaron a dificultades por el servicio de la deuda como
consecuencia del aumento de las tasas de interés, las devaluaciones y la nacionalización de
grandes porciones de la deuda privada. A partir de esto, el FMI impulsó la generación de
excedentes en las operaciones del sector público con la finalidad de cumplir con los
intereses de la deuda. En síntesis, como lo explican Lisboa Bacha y Rodríguez (1986), más
que un problema de balanza de pagos, tanto el FMI como los gobiernos latinoamericanos,
lo que enfrentaron fue una adaptación de la economía a los acelerados y desbordantes
procesos de ajuste derivados de la ruptura de los mercados financieros internacionales. En
este nuevo viraje, los programas del organismo se caracterizaron por una secuencia de
revisiones e interrupciones debido a la falta de cumplimiento con sus metas internas y a las
inadecuaciones prácticas e inmediatas de los criterios de condicionalidad.
El Banco Mundial por su parte también modificó su concepción sobre el proceso de
desarrollo y agregó a su estrategia el llamado enfoque del crecimiento con equidad o de la
satisfacción de las necesidades básicas y redefine, ya entrados los años setenta, aquellas
políticas y acciones inspiradas en las teorías de la modernización.
El enfoque del crecimiento con equidad que orientó la política y las acciones del
Banco Mundial desde la década de los setenta y que se profundizó en los ochenta, tiene su
primer antecedente en el llamado Informe Pearson, documento que se caracterizó por
señalar que la preferencia por el sector industrial como motor del desarrollo restó
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
102
importancia al sector agrícola, por lo que, con el desarrollo ineficiente de este último se
generaron limitaciones a la expansión del mercado interno, insuficiente producción de
alimentos y reducidos volúmenes para la exportación. Además, se apuntó que la estrategia
de industrialización originó –mediante la política proteccionista y orientada al mercado
interno y a la sustitución de importaciones– la formación de una planta industrial poco apta
para el mercado internacional. Se reconoció que este desequilibrio entre los sectores
agrícola e industrial, ligado a la restringida capacidad de importación generada en la
limitada vocación exportadora, impidió que los países subdesarrollados alcanzaran un
crecimiento autosostenido (Lichtensztejn y Baer, 1982:46 y 47).
Ante ello, el Informe Pearson propuso seguir avanzando en el proceso de
modernización de la agricultura; corregir las distorsiones en el sector industrial haciendo
más competitivos los productos en el plano internacional, otorgándosele un papel
importante a la inversión privada extranjera; así como la mayor apertura del comercio
internacional para lograr una mayor participación de los países subdesarrollados en las
exportaciones de productos agrícolas y manufacturados (Ibidem:47 y 48). El Informe
examinó también las problemáticas sociopolíticas en aspectos como la educación, el
desempleo, el crecimiento demográfico, y la redistribución del ingreso. Con este
documento, cuyo título original fue Partners in Development, se restó énfasis a las
funciones de apoyo al crecimiento económico vía la creación de infraestructura y el
aumento de las inversiones, y se profundizó en una visión cuyas nuevas estrategias y
funciones responderían a los desequilibrios sociales internos de los países subdesarrollados
en esferas como la satisfacción de necesidades básicas o el combate a la pobreza para
lograr seguridad política; el desarrollo energético; y, los ajustes estructurales en sectores
manufactureros y de exportación, con la finalidad, en el caso de estas dos últimas, de
generar una dotación de recursos y la inserción productiva a escala internacional de los
países subdesarrollados con cierta base industrial. De esta manera, el Banco Mundial
reconoció que el crecimiento económico no redunda automáticamente en el generalizado
bienestar de las sociedades subdesarrolladas.
Si bien todavía en los primeros años de la década de los setenta el Banco Mundial
mantiene la concepción del desarrollo inspirada en las teorías de la modernización –el
tránsito de una economía tradicional a una economía moderna a través de la
La incidencia de los organismos internacionales en el proceso de desarrollo
103
industrialización y del mecanismo de ahorro-inversión–, se realiza una revisión de
problemas sectoriales y consideraciones estratégicas reconociendo las posibilidades de
desequilibrios estructurales. Entonces, hacia la década de los setenta para este organismo un
mayor crecimiento exigió una expansión de la capacidad productiva, pero ahora orientada
hacia el exterior, o sea, rearticulada con la dinámica del comercio y la circulación de
capitales internacionales (Ibidem:51-53). El lineamiento básico de los países sería: ―crecer
exige expandir la infraestructura y la producción de bienes comerciables
internacionalmente‖, esto es, encontrar una adecuada inserción de los procesos productivos
en la dinámica de la división internacional del trabajo, para lo cual sería necesario, una
afinada organización comercial y financiera. En esta nueva concepción, la formación de
capital y la industrialización continúan siendo el motor del crecimiento, pero con el
objetivo de lograr una efectiva presencia internacional y de ingresar en una fase de
exportación de manufacturas sobre bases reestructuradas, aprovechando las ventajas de
especialización y de mayor escala en materia de mercado y de aprovisionamiento; en este
sentido, el incremento de las exportaciones manufactureras de los países subdesarrollados
permitiría a estos aumentar sus importaciones y mejorar su crédito en el mercado financiero
internacional (Ibidem:53 y 54). En esta estrategia de crecimiento, la inversión extranjera –
apropiada para la reestructuración tecnológica y administrativa– y la remoción de las
barreras arancelarias proteccionistas desempeñaban un lugar importante.
Como complemento de la estrategia de crecimiento anterior, los lineamientos para
la satisfacción de las necesidades básicas fueron: elevar la productividad para aumentar los
empleos e ingresos personales que a la larga reducirían los niveles de pobreza, y aumentar
el suministro de los servicios básicos en materia de control demográfico, educación
(formación de capital humano) y salud (Ibidem:57-60). Sin embargo, el crecimiento
económico continuó siendo el eje dinamizador del desarrollo en la concepción del Banco
Mundial, mientras que el enfoque de la satisfacción de las necesidades básicas quedó
subordinado al crecimiento económico, ―asimilado‖ como parte del discurso y de la
estrategia de desarrollo, más que presentarse como una ―innovación teórica‖. A decir de
Lichtensztejn y Baer, la inclusión del submodelo de la satisfacción de las necesidades
básicas se justificó porque fue considerado como un elemento de ajuste ―progresista‖ a
favor de una mayor justicia ante las crecientes contradicciones que empezaba a generar el
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
104
modelo de transnacionalización de la producción y del consumo; además, se asumió que
dicho submodelo se adecuaba económicamente a las necesidades de expansión capitalista,
que no afectaría las bases de la propiedad, y que brindaría una plataforma mínima de
control preventivo ante situaciones críticas y explosivas, al tiempo que son reconocidas las
reivindicaciones populares.
Los mismos Lichtensztejn y Baer relatan que desde inicios de la década de los
ochenta, con los préstamos para los programas de ajuste estructural, se perfiló la voluntad
de influir en la política económica interna de diversos países, argumentando que el
proteccionismo excesivo, la débil prioridad brindada a la agricultura o las equivocadas
prioridades en materia de inversiones públicas fueron causas internas del déficit estructural
de la balanza de pagos. De esta forma, resultó preciso hacer reformas con base en políticas
de ajuste estructural que influyeran en el campo productivo:
Cuadro 3. Reformas propuestas por el Banco Mundial para influir en la estructura productiva
*En cuanto a política comercial y de precios se buscaba atenuar las ―distorsiones‖ introducidas por
los sistemas de producción industrial; liberalizar el comercio y bajar e igualar las tasas de protección
efectiva para lograr con ello mayor eficacia del sector industrial; revisar los precios para favorecer la
producción agrícola y minera; y, que los precios nacionales en la producción y consumo de
energéticos reflejen los precios internacionales.
*En el rubro de la política de inversiones públicas se plantea su revisión para establecer sus
prioridades en función de la marcha de la estructura de precios internacionales y de los recursos
disponibles, lo cual significa privilegiar los proyectos que mejoren la balanza de pagos.
*En materia de política presupuestal se aconseja que para reducir el déficit fiscal y atender al
máximo las actividades productivas se debe procurar la disminución drástica de los gastos
improductivos como los destinados al consumo y en menor medida al bienestar social.
*En el ámbito de las políticas tendientes a reforzar la movilización más efectiva de los recursos se
propone una política de empresas públicas para mejorar sus niveles de rentabilidad y eficiencia, así
como una política de tasas de interés que alienten el funcionamiento del circuito ahorro-inversión.
Fuente: Lichtensztejn y Baer (1982), Políticas globales en el capitalismo: el Banco Mundial, pp. 91-93.
En América Latina, la presencia del Banco Mundial fue muy notable en los
primeros años de la década de los ochenta. El ajuste estructural y la condicionalidad
macroeconómica promovidos por el Banco mundial –en colaboración con el FMI–
significaron para la región la descompresión financiera; la privatización de empresas
paraestatales; la corrección de precios relativos y la apertura comercial; el ejercicio de
políticas fiscales, cambiarias y comerciales de corte ortodoxo; la sugerencia de criterios
para establecer los montos y la composición de la inversión pública; y, el ejercicio de
reformas que permitieran el surgimiento o desarrollo de mercados de capitales. Sin
embargo, aunque lo anterior se presentó, las funciones de este organismo internacional no
La incidencia de los organismos internacionales en el proceso de desarrollo
105
lograron evitar la contracción de los flujos de capitales hacia la región, ni mucho menos
logró articular claras medidas de emergencia para hacer frente a la crisis de la deuda debido
esto último a que los mecanismos para enfrentar esta problemática respondieron más a las
directrices del FMI (Lisboa Bacha y Feinberg, 1986:78).
A inicios de los ochenta, los patrones de crédito bancario se modificaron debido a
los cambios en la actitud del Banco Mundial hacia las estrategias de desarrollo: durante los
años cincuenta y sesenta, la política del Banco tuvo por objetivo dirigir los recursos para la
inversión hacia los llamados ―pilares‖ del desarrollo (infraestructura: energía, transporte y
telecomunicaciones; así como a la agroindustria y a la minería orientada hacia la
exportación); con Robert McNamara al frente de la institución, en los años setenta el Banco
orientó sus políticas y recursos hacia el patrimonio (la agricultura de pequeña y mediana
escala y a sectores sociales tales como la educación, salud, población, nutrición, desarrollo
urbano, abastecimiento de agua y alcantarillado), hacia la industria, y en especial, hacia las
instituciones financieras de desarrollo y la pequeña empresa (Ibidem:87 y 88).
Durante la década de los ochenta y principios de los noventa, tras las críticas a la
activa intervención del aparato de Estado en la economía, el Banco Mundial mostró un
interés por la racionalización del funcionamiento de las empresas públicas. En aquellos
años, al cuestionar dicho intervencionismo estatal –e incluso la existencia de las empresas
públicas– dejó de atender temáticas como la relación del crecimiento económico con la
equidad social.
Por otro lado, las décadas de los setenta y ochenta fueron cruciales para la CEPAL:
si en su fundación, este organismo internacional apostó a la industrialización, en tanto
motor del desarrollo, con la finalidad de librar con ello el deterioro de los términos de
intercambio y de rescatar los frutos del progreso técnico que regularmente tienen una
propagación lenta e irregular desde los países centrales al resto del mundo (CEPAL, 1951);
su pensamiento y sus propuestas se modificaron con el paso de los acontecimientos
mundiales y con la transformación de las condiciones socioeconómicas latinoamericanas.
Para la década de los sesenta, con el acentuamiento de la dependencia financiera y
tecnológica, y con la vulnerabilidad del proceso de industrialización se pensó en la ya
mencionada reforma agraria y en la distribución del ingreso como condición para reactivar
el crecimiento económico y para redefinir la estructura social, esto es, se trató de reformar
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
106
para viabilizar el desarrollo y de redistribuir para crecer. Para la década de los setenta, tras
el endeudamiento y la insuficiencia exportadora se exploraron los diversos estilos de
crecimiento con la idea de encontrar alguno viable que condujese a la homogeneidad social,
tomando en cuenta una estrategia de industrialización sustentada en la complementariedad
entre el mercado interno y el fortalecimiento de la capacidad exportadora de la industria. En
la ―década pérdida‖ de los ochenta, la asfixia financiera provocada por el excesivo
endeudamiento condujo a la institución a pensar y a proponer un ajuste estructural con
crecimiento y una oposición a los choques del ajuste, rescatando la necesidad de políticas
de ingreso que a momentos tomaran en cuenta la conveniencia de choques estabilizadores;
se trataba pues de renegociar la deuda para ajustar con crecimiento (Bielschowsky, 1998;
CEPAL, 1998a y 1998b ; CEPAL, 2000; sobre los estilos de desarrollo véase Pinto, 1976;
sobre la propuesta de ajustes expansivos véase CEPAL, 1984 y 1986).
La decadencia del pensamiento y de las funciones que la CEPAL venía
desempeñando durante las décadas de los cincuenta y sesenta se evidenciaron con fuerza
hacia los primeros años de la década de los setenta. La creatividad y la originalidad de las
primeras décadas estaba declinando (véase Biachi, 2000:45).
Respecto a la crisis de la deuda, el desequilibrio de la balanza de pagos y el
crecimiento exacerbado de la inflación, la CEPAL argumentó que principalmente serían
superados con el logro de una coherencia y armonía en las políticas públicas nacionales
ante los mercados mundiales a través del aumento de la eficacia de la acción del aparato de
Estado y del ejercicio de una planificación más indicativa que coercitiva; y, con la
posibilidad de adoptar estrategias de ajuste y estabilización en condiciones de expansión de
la actividad económica y no de estancamiento y retroceso como era sugerido por los
enfoques monetaristas ortodoxos (véase CEPAL, 1984 y 1986). Al respecto, Andrés
Bianchi nos menciona que ―para alcanzar ese denominado ajuste expansivo, se
recomendaba combinar las políticas restrictivas de demanda interna y la elevación del tipo
de cambio real con estímulos temporales y selectivos en materia arancelaria,
paraarancelaria, crediticia y de promoción de exportaciones, a fin de incrementar con
rapidez la producción de bienes transables y disminuir al mismo tiempo la demanda de
éstos‖ (Ibidem:50). Se sugería que la inflación sería abatida con el aumento de los salarios
reales y de los gastos reales del sector público, esto es, mediante medidas expansionistas;
La incidencia de los organismos internacionales en el proceso de desarrollo
107
en tanto que el desequilibrio externo sería contrarrestado con la generación de divisas
mediante la promoción de las exportaciones y con la negociación que el organismo pudiese
sostener con los países desarrollados para que estos disminuyeran su proteccionismo y
otorgaran trato preferencial a los productos latinoamericanos. Las llamadas políticas de
ajuste heterodoxas propuestas por algunos sectores de la CEPAL enfatizaron la necesidad
de lograr la estabilización macroeconómica afectando lo menos posible las necesarias
medidas que apuntarían a contrarrestar las consecuencias de los efectos negativos en el
aparato productivo y en la sociedad en general; esto es, la inflación sería abatida mediante
la congelación de los precios y de los salarios.
Se trató pues de una renovada concepción del desarrollo que respondía a las
condiciones adversas enfrentadas por la región. La renegociación de la deuda externa, el
ajuste y cambio estructural, y la estabilización pasaron a ser las principales preocupaciones
de la CEPAL desde inicios de la década de los ochenta, y en torno a las cuales se gestaron
propuestas como las relativas 1) a la necesidad de asumir a la deuda externa como un
problema compartido entre las naciones deudoras, la banca privada mundializada, los
organismos financieros internacionales y los gobiernos de los países desarrollados; 2) a las
vías alternas –el llamado ajuste expansivo, las políticas selectivas, las políticas graduales y
de choque para el abatimiento y combate de la inflación– para manejar las políticas
antiinflacionarias y de ajuste con la finalidad de que afectasen lo menos posible el
crecimiento de la economía, el empleo y el combate a la pobreza; 3) a las modalidades
graduales y secuenciales para emprender la desregulación y la apertura del comercio y del
sistema financiero; y, 4) a temáticas como el estímulo y movilización del ahorro interno, el
impulso a estrategias de desarrollo con equidad, formas renovadas de abordar la
cooperación regional y las formas de cooperación internacional que posibilitasen la
reducción de la transferencia negativa de recursos al exterior (véase González, 2000:68 y
69; CEPAL, 1984 y 1986).
En materia de política social, ante la desigual distribución del ingreso, la pobreza
extrema y el desempleo, la CEPAL durante la década de los ochenta hizo referencia a las
consecuencias que estos fenómenos comenzaban a manifestar en las clases medias-bajas, de
tal forma que el organismo señaló la necesidad de concebir al crecimiento económico, al
desarrollo humano y al cambio social como factores interdependientes en la consecución
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
108
del desarrollo integral de las sociedades latinoamericanas. La educación fue vista como un
mecanismo propicio para fomentar una igualdad de oportunidades en la población y para
estimular la difusión de las innovaciones tecnologícas y de las nuevas modalidades relativas
a la organización del proceso productivo.
En suma, a decir de Norberto González –ex funcionario de la CEPAL– hacia finales
de los ochenta la institución enfatizó en sus reflexiones y propuestas la relación entre la
transformación productiva, el aumento de la competitividad, la tecnología y el progreso
técnico, la innovación y la equidad, reconociendo que ello sólo podría lograrse con cambios
en la vinculación del mercado interno y mercado el externo, en la inserción internacional,
en la estructura de la producción y en el papel desempeñado por los agentes privados y el
sector público (Ibidem:69).
Sin embargo, en medio de la profundización de la crisis de la deuda, del
desequilibrio externo, de la galopante inflación y de la drástica baja en la producción y el
empleo, y ante la desatención que la CEPAL le imprimió, hasta muy entrada la década de
los setenta, a las políticas macroeconómicas, al endeudamiento externo de la región y al
estudio de los fenómenos financieros, cambiarios y monetarios, los gobiernos
latinoamericanos y sus políticas públicas se vieron fuertemente influidos por las
concepciones de organismos como el Fondo Monetario Internacional que orientaron sus
esfuerzos a la promoción de las estrategias deflacionarias inspiradas en los enfoques
monetaristas. Tanto fue así la gravitación y el eco que ejercieron los enfoques
deflacionario/monetaristas en las políticas económicas de los países latinoamericanos que
hacia finales de los años ochenta buena parte de las concepciones y recomendaciones de los
organismos internacionales influyentes se sistematizaron en el llamado Consenso de
Washington. Esto es, la procuración de la disciplina fiscal; la racionalización y disminución
del gasto público; la reforma fiscal orientada a la consecución de amplias bases
impositivas; la apertura de los sistemas financieros; la apertura comercial y la reorientación
de las economías nacionales hacia las exportaciones; los tipos de cambio fijados por las
llamadas leyes del mercado; la supresión de restricciones a la inversión extranjera directa;
la privatización de empresas públicas; la desregulación de la actividad económica; y, la
definición clara y la garantía de los derechos de propiedad (Williamson, 1991), fueron
todas ellas estrategias impulsadas por los organismos financieros internacionales,
La incidencia de los organismos internacionales en el proceso de desarrollo
109
compartidas con reservas y matices por otros como la CEPAL, y adoptadas de manera
convencida por los gobiernos latinoamericanos.
4.2.- La apertura de los mercados financieros y la integración global del
capitalismo.
Desde finales de los años sesenta y en particular durante las décadas de los ochenta y
noventa, los mercados financieros en el mundo experimentaron importantes
transformaciones a consecuencia de acontecimientos como los siguientes: la excesiva y
poco organizada liquidez internacional presenciada en los años setenta derivada de la
expansión internacional de la banca comercial y del surgimiento de los mercados de
eurodólares; la apertura de los mercados financieros nacionales a la intensa e irrestricta
competencia; la introducción de innovaciones tecnológicas y financieras; el nuevo papel
desempeñado por los intermediarios financieros no bancarios; y el proceso de
desregulación que acota las funciones del aparato de Estado a la contención y gestión de las
crisis financieras a través de medidas como la intervención de los bancos centrales en los
mercados de divisas y el uso de recursos públicos para frenar la caída de los mercados
bursátiles.
La proliferación de las operaciones financieras durante la década de los ochenta y de
manera más acentuada durante la primera mitad de los años noventa fue diseñada y
emprendida como un posible mecanismo para remontar la crisis de productividad, el
estancamiento de la inversión productiva y la caída de la tasa de ganancia experimentadas
desde los primeros años de la década de los setenta por las principales empresas de los
países desarrollados. El ―boom especulativo‖ en los mercados bursátiles y cambiarios
durante estos años fue resultado de los variados instrumentos financieros que permitieron el
logro de mayores ganancias en comparación con las inversiones canalizadas a la
producción.
La internacionalización de los mercados financieros experimentada en un contexto
inflacionario entre la segunda mitad de los años sesenta y finales de la década de los setenta
fue encabezada por la expansión de la banca comercial mediante los préstamos
internacionales –sobre todo otorgados a los gobiernos y al sector público en general– (para
mayores detalles véase Correa, 1992 y 1998). A esta expansión le siguió un incremento de
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
110
las tasas de interés real y una redefinición de las políticas financieras y monetarias de los
países desarrollados que derivaron en una contracción de los mercados financieros. Como
respuesta a esto último, Eugenia Correa nos relata que los procesos de desregulación e
innovación financiera condujeron durante la segunda mitad de la década de los ochenta y
principios de los noventa a que las operaciones bancarias dependieran ya no tanto de las
ganancias de las empresas como de la transformación en activos financieros de una
importante masa de activos que carecían de una movilización financiera, y de la
consecuente especulación con centralización (Correa, 1998:13). Esta nueva etapa, según la
misma autora, se caracterizó durante los años noventa por el rápido crecimiento de los
productos derivados y del mercado de bonos y acciones; el ascenso en la posición relativa
de operaciones denominadas en otras monedas frente al dólar; la proliferación de las
operaciones bancarias fuera de balance; la disminución de las fronteras entre las actividades
de bancos comerciales y bancos de inversión; y, el crecimiento del intercambio
extrabursátil de productos financieros (Ibidem:29). Uno de los fenómenos más importantes
en esta última etapa consiste en que la banca privada mundializada modifica sus
mecanismos para la obtención de ganancias: sus ingresos dependen cada vez menos del
financiamiento a la producción y más del crédito al consumo y de las comisiones derivadas
de su incursión en los mercados cambiarios y en actividades especulativas como la emisión
y negociación de títulos financieros.
Hasta antes de la crisis del sureste asiático, la década de los noventa se caracterizó
por la profundización –en el caso de América Latina– de las reformas estructurales
estipuladas en el Consenso de Washington y por la expansión de la llamada ―burbuja
financiera‖ que significó un boom especulativo en variados mercados bursátiles del mundo
que cada vez se hacían más interdependientes y, por tanto, más propensos al riesgo y a la
volatilidad. Ambos procesos, conjuntamente con el fortalecimiento de los sistemas
internacionales de producción integrada y con la formación de bloques regionales que
entretejen las redes comerciales mundiales, contribuyeron a la expansión e integración
global del capitalismo.
En este contexto, el FMI es uno de los organismos internacionales más activos en la
promoción de la expansión de los mercados financieros y de las operaciones especulativas.
Dicho organismo en las últimas décadas transitó de la creencia de que era necesaria una
La incidencia de los organismos internacionales en el proceso de desarrollo
111
presión internacional para que los gobiernos aplicasen políticas económicas expansionistas
a una práctica en que el FMI presta recursos sólo si los países reforman las políticas
económicas para disminuir el déficit fiscal y para aumentar los impuestos y las tasas de
interés, con las cuales sólo se contrae y deprime la actividad productiva. Se declara pues,
que el problema es el sector público y, la solución el llamado ―libre mercado‖.
El FMI reconoce que la integración a la economía mundial es parte esencial de toda
estrategia que pretenda el aumento de los niveles de vida en un país; sin embargo, acepta
que la globalización económica aumenta el riesgo de las crisis financieras y la posibilidad
de mayores rezagos en aquellos países que aún no se benefician de ella. Reafirma su
confianza en una economía que haga hincapié en los mecanismos del llamado ―libre
mercado‖ –apertura irrestricta y acelerada al comercio exterior y a los movimientos de
capital– respaldados por sistemas financieros nacionales abiertos a la competencia
internacional y por una buena gestión de los asuntos públicos y de las empresas; una
gestión macroeconómica correcta que respalde la estabilidad nacional y mundial; además
de colocar al sector privado como principal motor de la inversión y el crecimiento; y,
armonizar los objetivos de las políticas nacionales con el interés común de todos los países.
En suma, sus funcionarios declaran que el ajuste macroeconómico, las reformas
estructurales, el movimiento irrestricto otorgado a los flujos masivos de capital financiero,
y la estrategia orientada al exterior impulsan el proceso de desarrollo y benefician a los
pobres (véase FMI, 1995 y 1996).
Por su parte, el Banco Mundial expresó la necesidad de emprender una segunda
generación de reformas orientada a fortalecer el Consenso de Washington. Esto es, como
respuesta a las inconsistencias derivadas por la aplicación de las medidas de política
económica, el Banco Mundial (1999, 2001b y 2002) muestra un profundo interés por las
reformas institucionales necesarias para dotar de viabilidad a las estrategias que privilegian
la estabilidad macroeconómica. Dichas reformas son quizá uno de los puntos medulares de
la reciente orientación de las estrategias de desarrollo propuestas por el organismo. De esta
forma, se reconoce que el decálogo derivado del Consenso de Washington –salvo el
principio referente a la protección de los derechos de propiedad que sí fue considerado
como una de las medidas– ignoró la función que los cambios institucionales pueden tener
en la aceleración del desarrollo económico y social. Si las prioridades de América Latina
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
112
durante la crisis de la deuda se concentraron en lograr la estabilidad económica y desmontar
los elementos del modelo proteccionista de desarrollo y, si no se logró disminuir de manera
significativa la pobreza y la inequidad, ni se mejoró la distribución de los ingresos,
entonces se concluyó que era necesario emprender reformas adicionales para alcanzar tasas
de crecimiento sostenibles acompañadas de la reducción de los índices de pobreza. Se
determinó que resulta preciso enfatizar la calidad de las inversiones en recursos humanos,
la promoción o creación de mercados financieros eficientes y sólidos, el mejoramiento del
entorno legal y normativo –en especial, la apertura de los mercados laborales y el
mejoramiento de las regulaciones que afectan la inversión privada en infraestructura y
servicios sociales–, el mejoramiento de la calidad del sector público (incluyendo al poder
judicial), y la consolidación de una sólida estabilidad macroeconómica a través del
fortalecimiento fiscal (Burki y Perry, 1998:2). Para estas medidas, serían necesarias una
serie de reformas institucionales en sectores como las finanzas, la educación, la procuración
e impartición de justicia, y la administración pública.
En esta nueva perspectiva del Banco Mundial, se incita a considerar la necesidad de
la creación de un marco coherente para el análisis y diseño de las nuevas instituciones.
Entre las preocupaciones por contar con instituciones adecuadas para los mercados y para
las jerarquías u organizaciones resaltan los problemas de información imperfecta y de
supervisión del cumplimiento; por lo tanto, se considera que las instituciones bien
diseñadas son importantes para el proceso de desarrollo porque determinan la existencia y
eficiencia tanto de mercados como de organizaciones, públicas o privadas, al disminuir los
costos de transacción, y porque también, influyen en la determinación del nivel de
inversiones en capital físico y humano, y en las dinámicas de innovación al calcular el
riesgo que perciben los individuos y otros agentes económicos en el momento de realizar
inversiones. Se argumenta además, que las instituciones también son necesarias para la
producción y calidad de los bienes públicos ante los ―free riders‖ y ―fallas de mercado‖. En
este sentido, las instituciones deben proveer normas claras, ampliamente conocidas,
coherentes, aplicables a todos, predecibles, creíbles y cumplidas apropiada y
uniformemente (Ibidem:16). Se sostiene pues, que tanto la estabilidad como la adaptación y
el cambio de las instituciones son importantes para promover la inversión, estimular el
crecimiento y reducir la pobreza y la desigualdad.
La incidencia de los organismos internacionales en el proceso de desarrollo
113
Para el Banco Mundial existe un interés por la ―brecha institucional‖ que prevalece
en América Latina respecto a los países desarrollados, por lo que resulta preciso realizar
reformas para acelerar el crecimiento y reducir la inestabilidad de corto plazo. Para los
funcionarios del Banco, la privatización y apertura de las economías nacionales deben ir a
la par de reformas institucionales de magnitud que fijen incentivos adecuados y brinden
previsibilidad y credibilidad a las políticas de estabilización.
Dentro del Sistema de la Organización de las Naciones Unidas con la Resolución
45/199 se declaró el Cuarto Decenio de las Naciones Unidas para el Desarrollo (1990-
2000). El compromiso de esta declaración consiste en tomar todas las medidas necesarias
para prevenir las tendencias negativas heredadas de la década de los ochenta, por lo que se
considera preciso que cada país asuma la responsabilidad respecto de su propio desarrollo
mediante la creación de políticas nacionales eficaces para lograr un crecimiento económico
sostenido y no inflacionario. Entre los nuevos aspectos que aparecen en esta estrategia se
encuentran: no hacer pronósticos ni cuantificar el crecimiento económico que se propone
alcanzar; así como la vinculación del proceso de desarrollo con las necesidades sociales y el
medio ambiente, introduciendo el concepto de desarrollo racional y sostenible. Se insiste
también en la necesidad de abordar los problemas de los países menos adelantados que
aumentaron en número durante las décadas precedentes. Se pone especial énfasis en la
financiación externa del desarrollo y en la insostenibilidad de la deuda externa de los países
subdesarrollados. Las prioridades se centran en la erradicación de la pobreza y del hambre;
y, en el desarrollo de los recursos humanos y de las instituciones partiendo de los servicios
educativos y de salud (recuperado en Diez de Velasco, 1997:282 y 283).
En la Resolución 51/240 aprobada en octubre de 1997 por la Asamblea General
llamada Programa de desarrollo, la Organización de las Naciones Unidas se esfuerza por
redefinir el concepto de desarrollo y comienza por asumirlo como un proceso
multidimensional cuya finalidad esencial consiste en mejorar la calidad de vida mas que
privilegiar –como en el pasado– al crecimiento económico como objetivo último. Por tal
razón, el desarrollo económico, el desarrollo social y la protección del medio ambiente
conforman un concepto mucho más amplio que se denomina desarrollo sostenible;
proponiendo así una relación de interdependencia y de reforzamiento recíproco entre estos
componentes. Para dichos propósitos, la Organización de las Naciones Unidas sostiene que
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
114
el papel del crecimiento económico sostenido es indispensable –pero no suficiente–, puesto
que para mejorar los niveles de vida se tendrá que impulsar la erradicación de la pobreza, el
hambre, la enfermedad y el analfabetismo, lograr el suministro de vivienda adecuada y
empleo seguro, así como la preservación de la integridad del medio ambiente. Se trata
desde este enfoque, de alcanzar un desarrollo sostenible con dimensión social y centrado en
la persona; por lo que paralelamente a lo anterior, son asumidos como sus componentes
indispensables la democracia, el respeto de los derechos humanos y de las libertades
fundamentales, incluyendo el derecho al desarrollo, una gestión pública y una
administración transparentes y responsables en todos los sectores de la sociedad, y la
participación efectiva de la sociedad civil, así como la potenciación de la mujer y su plena
participación en condiciones de igualdad en todas las esferas de la vida humana (ONU,
1997).
El Programa de Desarrollo sugiere que con la intensificación de la integración
financiera global, los aparatos de Estado tendrán que diseñar e instrumentar políticas
nacionales racionales que incluyan sus repercusiones sociales y ambientales, y que
promuevan la estabilidad macroeconómica y el crecimiento, sujetándolas a una mayor
coherencia, uniformidad y eficacia en un marco de coordinación y cooperación
internacional en la formulación y aplicación de políticas macroeconómicas. El problema del
fortalecimiento de las instituciones políticas y de los sistemas jurídicos se contempla como
esencial para la eficacia de las políticas nacionales. A las funciones del aparato de Estado
en el proceso de desarrollo no son asumidas como únicas, sino que interactúan y se
complementan con las de agentes provenientes de la sociedad civil y del sector privado;
además de que todo ello es fortalecido con el apoyo de la comunidad internacional, con el
establecimiento de un entorno internacional favorable, así como con la integración y
cooperación económica regional (Ibidem).
En el marco de estos principios, uno de los organismos internacionales que adquirió
una mayor relevancia en la década de los noventa fue el Programa de las Naciones Unidas
para el Desarrollo (PNUD). En este organismo se sostiene la convicción de que la
globalización genera nuevas amenazas a la seguridad humana en todo el planeta sin
excepción. Reconoce también la emergencia de una creciente incertidumbre en los ámbitos
financiero, laboral, de la salud, cultural, personal, político y ambiental.
La incidencia de los organismos internacionales en el proceso de desarrollo
115
Por ello, este organismo parte de una concepción del desarrollo que no se reduce tan
sólo a los ingresos nacionales, sino que vincula a este proceso con la ampliación de la
capacidad de elección de las personas, abarcando ámbitos como la política; la seguridad; la
salud pública; la delincuencia; la energía y el medio ambiente; la gobernabilidad
democrática; la reducción de la pobreza; la protección de los derechos humanos y la
potenciación de la mujer como dimensiones esenciales para asegurar la participación y la
responsabilidad políticas; el fortalecimiento económico y la planificación efectiva del
desarrollo; la prevención y recuperación de las crisis y la solución de controversias; el
acceso al agua limpia, y a servicios de saneamiento y energía; el uso óptimo de nuevas
tecnologías para fines de desarrollo; y, la movilización de la sociedad contra el VIH/SIDA.
Como estas cuestiones relacionadas con el desarrollo ya no pueden enfrentarse y
gestionarse dentro de los límites de las fronteras nacionales, se argumenta que precisan de
la formación de coaliciones mundiales, regionales, nacionales y locales para la toma de
decisiones, así como de medidas basadas en el papel que juegan la Organización de las
Naciones Unidas.
Uno de los documentos estratégicos del PNUD es el Informe Sobre Desarrollo
Humano. Desde 1990, año en que comenzó a realizar dicho documento, el PNUD se orienta
a declarar que el objetivo básico del desarrollo es crear y posibilitar un ambiente para que
las personas puedan disfrutar lo que desean, así como vivir de manera sana y creativa. Se
argumenta que el desarrollo humano es el proceso de expansión de la elección en las
personas, lo cual implica que éstas podrán vivir una vida larga y sana, tendrán acceso a la
educación y al conocimiento, disfrutarán de un estándar de vida decente, y podrán
participar en la vida de la comunidad a la que pertenecen. Esta capacidad de elección que
puede ser infinita y cambiar en el tiempo, se relaciona también con las libertades políticas,
la garantía del respeto a los derechos humanos y a la persona misma. El crecimiento del
PIB es necesario pero no suficiente para lograr el desarrollo humano, puesto que éste
último implica la expansión y uso de las capacidades humanas conjuntamente con la
producción y distribución de mercancías. En suma, para el PNUD el desarrollo humano
trata de las personas y de ampliar sus alternativas para que puedan tener un nivel de vida
que aprecien; y para ampliar esta gama de alternativas humanas es preciso que se
desarrollen las capacidades humanas, es decir, la gama de cosas que la gente pueda llegar a
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
116
ser o a hacer [respecto al concepto de capacidades es evidente que el PNUD se inspira en la
obra de Sen, (1996 y 2000)].
Desde el inicio hasta finales de la década de los noventa, ante la especialización
exportadora ineficaz y la vulnerabilidad provocada por el irrestricto movimiento de
capitales, la CEPAL trabajó en recomendar a los gobiernos latinoamericanos el diseño de
políticas para fortalecer la transformación productiva con equidad (véase CEPAL 1990 y
1992) y para mejorar la inserción en la economía mundial a través de las regulaciones
bancarias y financieras (véase CEPAL, 1998c).
En pleno auge de la expansión e integración global del capitalismo y ya instalados a
plenitud los enfoques deflacionario/monetaristas en el discurso de las políticas públicas de
los países latinoamericanos, la CEPAL esboza el documento estratégico Transformación
productiva con equidad: la tarea prioritaria del desarrollo de América Latina y el Caribe
en los años noventa (CEPAL, 1990). En este documento se asume que para insertarse en la
economía mundial de los años noventa resulta necesario que los países latinoamericanos
emprendan un fortalecimiento de su competitividad internacional mediante la generación
del progreso técnico –y la incorporación de éste al proceso productivo– y el impulso de las
exportaciones manufactureras como motores del crecimiento económico; la mayor –pero
gradual y selectiva– apertura de las economías nacionales; el aumento de la productividad
en todo el aparato productivo; el fomento de la equidad –sin dejar de relacionarla con el
crecimiento económico y de estimularlos de manera simultanea– a través de la educación,
la formación de capital humano y el aprovechamiento del conocimiento y la tecnología; y,
un impulso a la integración económica mediante el llamado ―regionalismo abierto‖ y la
cooperación intrarregional. Para lograr lo anterior se recomendó encontrar las sinergias en
la interacción entre el sector público y el empresariado privado; sin embargo, también se
sugería reducir el papel del aparato de Estado en las actividades económicas donde los
agentes del mercado fuesen más eficientes.
Estas recomendaciones de la CEPAL se complementaron con la promoción de
políticas financieras y monetarias de corto plazo que parten de la necesidad de diseñar
programas de estabilización y de ajuste, y de brindar coherencia a las políticas
macroeconómicas para evitar o contener los desequilibrios fiscales y externos; y, con la
introducción de la relación entre el medio ambiente y el proceso de desarrollo, esto es, de la
La incidencia de los organismos internacionales en el proceso de desarrollo
117
sustentabilidad del desarrollo. Con miras a lograr un crecimiento sostenido, en el centro de
la estrategia para la transformación productiva con equidad se ubicó la necesidad de diseñar
mecanismos para fortalecer al empresariado, así como a la formación y aumento de la
calificación del capital humano (véase CEPAL, 1990 y 1992).
Respecto a la equidad y con miras a fortalecer la cohesión social, se sugiere diseñar
e instrumentar políticas sociales focalizadas que privilegien la atención a los grupos
marginados de la sociedad (Ibidem). Como complemento de lo anterior, la CEPAL
consideró que la dimensión política desempeña un papel destacado en el proceso de
desarrollo puesto que la democratización de los sistemas políticos resulta fundamental para
asegurar la representación popular, el respeto a los derechos humanos y el consenso en las
decisiones públicas.
Una de las recomendaciones principales de la CEPAL durante los años noventa
consistió en impulsar la eficaz inserción internacional de las economías latinoamericanas,
sea en materia comercial, de inversiones, de tecnología y de financiamiento; para lo cual se
consideró necesario emprender una mayor apertura de sus mercados y el fortalecimiento de
la vocación exportadora –objetivo éste último que precisaría de una coherencia en las
políticas públicas que enfatizara un manejo eficaz de los tipos de cambio, la reducción
gradual del proteccionismo, una amplia y eficiente promoción comercial, y un fomento al
desarrollo productivo– en aras de incrementar la productividad y de mejorar la difusión e
incorporación del progreso técnico (véase CEPAL, 1998c). La CEPAL postula que la
estrategia del regionalismo abierto (Véase CEPAL, 1994) es una posibilidad para enfrentar
la intensa apertura de los mercados internacionales y para aprovechar, con un mínimo de
costos, las oportunidades que ofrecen los procesos de globalización de la economía; en
tanto que la firma de acuerdos comerciales por la vía bilateral o multilateral y la integración
comercial intrarregional son asumidas por el organismo como mecanismos
complementarios para la inserción de las economías latinoamericanas en la economía
mundial.
En síntesis, países como Rusia, Indonesia, Corea del Sur, Filipinas, Tailandia,
México, Argentina, Brasil, Malasia, entre otros subdesarrollados, desde finales del decenio
de los ochenta y la primera mitad de los noventa emprendieron reformas en sus mercados
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
118
financieros que desembocaron en la apertura de estos a la competencia irrestricta y en la
menor intervención directa del sector público en su funcionamiento. En estas reformas y en
la armonización y estandarización de las políticas económicas desempeñaron un papel
importante los organismos financieros internacionales como el FMI, el Banco Mundial y el
Banco de Pagos Internacionales.
4.3.- Las respuestas focalizadas a la pobreza y a la pauperización social en el
contexto de las crisis financieras globales.
El segundo lustro de la década de los noventa se caracterizó por la creciente volatilidad,
inestabilidad e incertidumbre en los mercados financieros globales como consecuencia de
sus acelerados e irrestrictos procesos de apertura y desregulación. Las fluctuaciones en las
tasas de interés experimentadas en las economías desarrolladas generaron incertidumbre en
los mercados bursátiles y cambiarios de países como México, Rusia, Brasil, Indonesia,
Tailandia, Corea del Sur y Malasia; países estos que terminaron por ver afectados sus
aparatos productivos y bancarios, así como la posesión de sus activos que al final de
cuentas fueron transferidos del empresariado nacional a las redes empresariales globales.
Después de la crisis de la deuda experimentada por los países latinoamericanos a
principios de la década de los ochenta se generalizó en gran parte de los países
subdesarrollados la adopción de políticas económicas inspiradas en el Consenso de
Washington, generando con ello la disminución de los déficit públicos y el saneamiento de
las finanzas públicas en general; la previsibilidad de los tipos de cambio; el surgimiento de
condiciones –sobre todo institucionales y macroeconómicas– para la atracción de
inversiones extranjeras; la adopción de políticas monetarias restrictivas; y el saneamiento
de las reservas internacionales. Las estrategias de estabilización, apertura, redefinición y
adecuación de la regulación económica, y privatización brindaron condiciones favorables
para que, con base en el mínimo riesgo cambiario y la movilidad sin restricciones, los
capitales externos obtuvieran importantes ganancias; sin embargo, la volatilidad aumentó
con el ingreso de grandes flujos de inversiones de portafolio y de corto plazo. En lo
inmediato, los capitales especulativos financiaron los déficit comerciales, contribuyeron a
aumentar las reservas internacionales y a fortalecer los tipos de cambio; sin embargo, al
poco tiempo y al momento en que el endeudamiento de corto plazo registrado en divisas
La incidencia de los organismos internacionales en el proceso de desarrollo
119
extranjeras se incrementó a niveles cercanos a las reservas internacionales se llegó a la
quiebra de los sistemas bancarios tras la fuga masiva de capitales y el surgimiento de
situaciones marcadas por la incertidumbre y el pánico financieros. Países subdesarrollados
como México que experimentaron estas crisis financieras y bancarias emprendieron
drásticas devaluaciones de sus monedas y un incremento de las tasas de interés en aras de
restablecer la confianza y la certidumbre de los inversionistas extranjeros; no obstante,
estas medidas colocaron a muchos de los principales activos nacionales a precios de remate
que en lo inmediato fueron adquiridos por las redes empresariales globales. Además, las
estrategias de rescate promovidas por los organismos financieros internacionales
implicaron programas de emergencia con una condicionalidad que comprometía a los
países en crisis a emprender una mayor apertura de sus economías y a procurar mayores y
mejores estímulos y condiciones para el ingreso y establecimiento de los capitales
extranjeros.
Es importante destacar que los desequilibrios monetarios y la inestabilidad en los
mercados financieros y cambiarios que se deriva de ello expresaron durante la década de
los noventa la inviabilidad y la cada vez más acentuada ineficacia de los organismos
financieros internacionales surgidos de los acuerdos de Bretton Woods, sobre todo en lo
relativo a sus misiones fundacionales: la procuración de la estabilidad económica mundial,
mediante los equilibrios monetarios internacionales, para evitar la recurrencia de las
depresiones y de las crisis; y, el papel del FMI como prestamista de última instancia en
relación a los países que experimentan desequilibrios en sus balanzas de pagos.
En este sentido, algunos autores como Joseph E. Stiglitz (2002) señalan que la crisis
del sudeste asiático fue profundizada con las medidas recomendadas por el FMI. Estos
países no adoptaron durante la década de los setenta y ochenta las políticas económicas
inspiradas en el Consenso de Washington y sin embargo sí gozaron de estabilidad
macroeconómica, de una apertura gradual de sus economías, de un combate a la
desigualdad social y de una coordinación entre el sector público y el mercado. Hacia la
década de los noventa, los problemas surgieron con la presión impuesta sobre las empresas
de Corea del Sur para endeudarse; con los ataques especulativos a los que se vio sometida
Tailandia; y, en especial, con la acelerada apertura de la cuenta de capital, factor éste que
fue el detonador principal de la crisis. El mismo Stiglitz nos relata que como consecuencia
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
120
de esto último, multitud de bancos quebraron y cerraron, las pequeñas y las medianas
empresas también experimentaron la quiebra debido al incremento de las tasas de interés, el
desempleo aumentó y el Producto Interno Bruto de las economías entró en franca recesión;
generándose a partir de ello un efecto de contagio en los países vecinos y una
desaceleración económica regional que tuvo alcances planetarios al caer el crecimiento de
la economía mundial y los precios de las materias primas. Como respuesta, el FMI
promovió en estas naciones políticas recesivas como la reducción de la demanda agregada,
el aumento de los impuestos y de las tasas de interés, sin atender al hecho de que en esos
países no se experimentaron déficit públicos.
En síntesis, el ―boom especulativo‖ experimentado en el mundo entre la segunda
mitad de la década de los ochenta y el primer lustro de los noventa derivó en crisis
financieras y bancarias que afectaron de manera considerable las estructuras productivas de
variados países subdesarrollados al quebrar, por la falta de liquidez, un importante número
de empresas que se vieron en la necesidad de cerrar y, por tanto, de despedir a amplios
contingentes de trabajadores. El aumento del desempleo, fenómeno constante en estos años,
incrementó los niveles de pobreza y de exclusión social generando en no pocos casos la
profundización de la desigualdad, de la inestabilidad sociopolítica, y de la economía
informal y criminal.
En medio de las crisis financieras que cada vez se hacían más generalizadas y se
extendían mediante el contagio y el efecto dominó, los organismos internacionales
redefinieron sus planteamientos respecto a la gestión de la expansión e integración global
del capitalismo y a los efectos sociales negativos que en especial estaban generando la
recurrente inestabilidad y los desequilibrios financieros en los países subdesarrollados. De
esta manera, las reformas a la arquitectura financiera internacional, el combate a la pobreza
y el fortalecimiento de las instituciones pasaron a ser algunas de las temáticas que al menos
en el discurso redefinían las concepciones sobre el desarrollo difundidas por los organismos
internacionales.
Después de la recesión en el sureste asiático, el FMI comienza a interesarse por la
volatilidad, las crisis periódicas y los efectos de contagio que entrañan las corrientes
internacionales de capital privado. A partir de esto propone lo siguiente: lograr que los
flujos de capital sean más previsibles, contar con una solidez del sector financiero, y más
La incidencia de los organismos internacionales en el proceso de desarrollo
121
aún, tender a la prevención de las crisis y a la estabilización de los mercados. En los
discursos de sus funcionarios, se continúa sosteniendo la importancia de un crecimiento
económico estable y no inflacionario mediante la puesta en práctica de políticas
compatibles con la estabilidad macroeconómica y la competitividad en los mercados
internacionales, así como de la remoción de las barreras proteccionistas impuestas al
comercio exterior; además de sanear las finanzas públicas para enfrentar la deuda pública
de los países; instrumentar políticas monetarias orientadas a mantener la inflación bajo
control; diseñar políticas macroeconómicas prudentes; intensificar las reformas
empresariales, financieras e institucionales; y, corregir el tono expansivo de las políticas
fiscales y monetarias (véase Aninat, 2000a).
Más que una retracción total en la economía, el FMI sostiene que es importante la
función reguladora del sector público. En el rubro de la política social se piensa que ésta
contribuye a generar un entorno propicio para que surtan efecto las políticas económicas.
Se trata, en este ámbito, de establecer redes de protección social que hagan frente al
incremento temporal del desempleo y a la pérdida del ingreso, tal como lo hizo el
PROGRESA en México al transferir recursos en efectivo en lugar de la provisión directa de
bienes y servicios por parte del sector público.
Cuadro 4. Estrategias esbozadas por el FMI para enfrentar las crisis financieras globales
*Además de la privatización del sistema bancario, se pone atención también en objetivos
como la necesidad de construir sistemas financieros nacionales sólidos, robustos y resistentes,
regulados y supervisados; la formulación transparente de las medidas de política; la
independencia entre las funciones del sector público, las empresas y el sistema financiero; que
la política económica promueva y desarrolle los mercados de dinero y de capital, así como
fomentar el uso de instrumentos de mercado en la puesta en marcha de la política monetaria;
mayor autonomía a las instituciones oficiales claves –tales como los bancos centrales– del
sector financiero; un ―patrón basado en las políticas‖ que inspire confianza a través de la
solidez de las instituciones y de las políticas económicas; un sistema financiero integrado
basado en la estabilidad de las políticas económicas, la apertura de las cuentas de capital, la
transparencia en la conducta de los agentes de mercados, y la aplicación de políticas
socioeconómicas justas.
*En el caso de los países de América Latina, para enfrentar las crisis bancarias se sugiere la
reestructuración de los activos bancarios, la imposición de normas de suficiencia de capital
más estrictas, la privatización de bancos y su apertura a la participación extranjera, la adopción
de procedimientos de evaluación del riesgo, sistemas de divulgación de información y normas
de contabilidad más eficaces. A grandes rasgos, se sugiere la defensa de la estabilidad
macroeconómica, y todo lo que ello implica para la política fiscal y la debida flexibilidad en el
manejo monetario; la profundización de las reformas estructurales –privatizaciones,
flexibilización de los mercados laborales, y la modernización de la legislación y la supervisión
bancarias–; proseguir con las reformas de segunda generación que enfatizan el ejercicio del
buen gobierno, la transparencia y el fortalecimiento de las instituciones de mercado en aras de
lograr la confianza de los inversionistas; así como la convergencia y la integración nacional de
las economías nacionales para lograr su fortalecimiento y su capacidad de adaptación al nuevo
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
122
ambiente financiero mundial. Además de seguir con la reducción de los déficit fiscales para
generar confianza en los inversionistas y contener los riesgos que crea la necesidad de un gran
volumen de financiamiento externo.
Fuente: Camdessus (1999), Repercusiones regionales de la globalización: Una perspectiva
latinoamericana; Aninat (2000b), Fondo Monetario Internacional: una tarea que cumplir.
En síntesis, para restablecer la confianza y el crecimiento a largo plazo en las
economías latinoamericanas, funcionarios del organismo como Eduardo Aninat (2000b)
consideran necesarias la consolidación fiscal, la gestión financiera prudente, la flexibilidad
de mercados, mejores medidas sociales y la mayor apertura del comercio.
El Banco Mundial hacia finales de los años noventa y principios del nuevo siglo
continúa con el debate en torno al papel de las instituciones en los mercados. En el Informe
sobre el desarrollo mundial 2002 titulado Instituciones para los mercados (2001b), el
organismo internacional asume que los sistemas económicos funcionan si cuentan con
normas, mecanismos de observancia y organizaciones que promuevan las transacciones,
puesto que estas instituciones transmiten información, hacen observar los derechos de
propiedad y los contratos, y regulan la competencia, al tiempo que ofrecen a las personas
oportunidades e incentivos para que participen en actividades de mercado provechosas. Se
argumenta pues que las instituciones sólidas y eficaces son necesarias para enfrentar los
desafíos del logro de un desarrollo sostenible de largo plazo; en especial, para responder a
los problemas sociales y ambientales que trascienden las fronteras nacionales se sugiere
construir a nivel local o nacional un aparato institucional de alcance transnacional (Banco
Mundial. 2002). El mismo organismo considera que el desarrollo exige una transformación
institucional que mejore la información y genere incentivos al esfuerzo, la innovación, el
ahorro y la inversión, y que permita la realización de intercambios (Banco Mundial, 1999).
De igual forma, desde 1999 el Banco Mundial adopta un nuevo planteamiento para
mitigar la pobreza: el Marco Integral de Desarrollo. Éste plantea mejorar la eficacia en
términos de desarrollo al compaginar los requisitos macroeconómicos con los aspectos
estructurales, humanos y físicos del desarrollo. Este Marco, basado en un planteamiento
holístico, reconoce expresamente el carácter central de las instituciones en el proceso de
desarrollo, argumentando que los aspectos estructurales —marco de gobierno eficaz,
sistema jurídico y judicial, sistema de reglamentación del sector financiero y redes de
protección social— son inseparables de los factores macroeconómicos, físicos y humanos
(Banco Mundial, 2001b).
La incidencia de los organismos internacionales en el proceso de desarrollo
123
Otros temas relevantes en la agenda del Banco Mundial son la lucha contra la
pobreza y la consecución del desarrollo sostenible.
Las vertientes progresistas del Banco Mundial presentan una genuina preocupación
por la pobreza y por la carencia de acceso de los pobres a libertades fundamentales de
acción y decisión. Los antecedentes más inmediatos de esta perspectiva se encuentran en la
ya mencionada estrategia orientada a la satisfacción de las necesidades básicas.
El Banco insiste en que se requiere una estrategia más amplia e integral de lucha
contra la pobreza que vaya más allá del crecimiento económico y que contemple las
oportunidades materiales impulsadas por reformas en los mercados apropiadas para
aumentar la equidad; el potenciamiento, es decir, una colaboración activa promovida
mediante un sistema de gobierno que contribuya a una mayor eficiencia y responsabilidad
por parte de la administración pública, las instituciones jurídicas y los servicios públicos, y
con una mayor participación de los pobres en la vida política y en las decisiones de alcance
local; y, la seguridad que radica en la reducción de la vulnerabilidad necesaria para mejorar
los niveles de bienestar y fomentar las inversiones en capital humano y en actividades de
mayor riesgo y más rentables. Para el Banco, estos tres elementos de la estrategia son
interdependientes y por tanto orientados a generar círculos virtuosos.
Se otorga un papel importante al aparato de Estado y a las instituciones sociales en
la promoción de un potencial del crecimiento económico y de la equidad mediante la
reducción de la pobreza. En cuanto a las actuaciones internacionales que son necesarias
para combatir la pobreza, el Banco Mundial insta a prestar mayor atención al alivio de la
deuda; a hacer más eficaz la cooperación para el desarrollo basada en la ayuda y en la
provisión de mayores bienes públicos globales; y, a procurar un comercio internacional más
equitativo.
Para el Banco Mundial, la eliminación de la pobreza implica crecimiento, inversión
y un fuerte y propicio clima para atraerla –fundamentos macroeconómicos sólidos, buena
gobernación e infraestructura básica–; la forma en que esto se diseñe afectará el manejo del
medio ambiente (Banco Mundial, 2002). Además, este organismo internacional argumenta
que es preciso abordar los problemas del desarrollo y la pobreza desde la perspectiva del
conocimiento; esto es, para que el conocimiento ofrezca todos sus frutos, los gobiernos
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
124
tienen que reconocer y corregir tanto las diferencias de conocimientos como los problemas
de información, con frecuencia en forma simultánea (Banco Mundial, 1999).
Uno de los cambios más relevantes en las concepciones del Banco Mundial es el
impulsado por algunas posturas progresistas a su interior ante la influencia de los enfoques
neokeynesianos. Ello se evidenció en el Informe sobre el Desarrollo Mundial 2004 titulado
Servicios para los pobres, en el cual se afirma que los servicios públicos no llegan
adecuadamente a los pobres por problemas de acceso, de cantidad y de calidad, y que
resulta un error privatizar de manera precipitada y sin las condiciones jurídicas y de
mercado necesarias, por lo que es preciso considerar en este proceso que la incitativa
privada no muestra interés en los servicios demandados por los más desposeídos, ni mucho
menos por resolver los problemas relacionados con la pobreza; y que sectores como la
infraestructura, la salud, la educación, el abastecimiento de agua, el saneamiento y la
electricidad deben fomentarse con la intervención de los gobiernos (Banco Mundial, 2003).
Por su parte, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas en su
Quincuagésimo Quinto periodo de sesiones realizado en septiembre de 2000 a través de la
Declaración del Milenio (ONU, 2000b) y de los Objetivos de Desarrollo del Milenio
apuesta a la formulación de políticas y medidas a nivel mundial, que correspondan a las
necesidades de los países subdesarrollados y de las economías en transición, es decir, se
aspira a una convergencia de las políticas públicas en el plano internacional.
Los Jefes de Estado y de Gobierno reunidos consideran y acuerdan que el derecho al
desarrollo sólo se concretará y se realizará con el logro de un desarrollo sostenido y con la
erradicación de la pobreza, apoyándose en un entorno nacional y mundial propicio. Papel
importante en esta tarea lo ocuparán la buena gestión de los asuntos públicos en cada país y
en el plano internacional, así como la transparencia de los sistemas financieros, monetarios
y comerciales, y la eficiencia en la movilización de los recursos necesarios para financiar el
desarrollo sostenible.
Como resultado de la Declaración del Milenio, se fijan una serie de objetivos con
sus respectivas metas para volcar, según se declara, la cooperación internacional en pro de
los países más pobres y menos adelantados, especialmente en el África Subsahariana y en
el Asia Meridional. Estos principios normativos rectores de la acción para la cooperación
internacional se denominan Objetivos de Desarrollo del Milenio (ONU, 2000c), y son:
La incidencia de los organismos internacionales en el proceso de desarrollo
125
Cuadro 5. Objetivos de Desarrollo del Milenio establecidos por la Organización
de las Naciones Unidas
Objetivos Metas
Objetivo 1: Erradicar la
pobreza extrema y el
hambre
Meta 1: Reducir a la mitad, entre 1990 y 2015, el porcentaje de personas
con ingresos inferiores a 1 dólar diario
Meta 2: Reducir a la mitad, entre 1990 y 2015, el porcentaje de personas
que padecen hambre
Objetivo 2: Lograr la
educación primaria
universal
Meta 3: Velar por que, para el año 2015, los niños y las niñas de todo el
mundo puedan terminar un ciclo completo de educación primaria
Objetivo 3: Promover la
equidad de género y la
autonomía de la mujer
Meta 4: Eliminar las desigualdades de género en la educación primaria y
secundaria preferiblemente para el año 2005, y en todos los niveles de la
educación antes del final de 2015
Objetivo 4: Reducir la
mortalidad infantil
Meta 5: Reducir en dos terceras partes, entre 1990 y 2015, la tasa de
mortalidad de los niños menores de 5 años
Objetivo 5: Mejorar la
salud materna
Meta 6: Reducir, entre 1990 y 2015, la tasa de mortalidad materna en tres
cuartas partes
Objetivo 6: Combatir el
VIH/SIDA, el paludismo
y otras enfermedades
Meta 7: Detener y comenzar a reducir, para el año 2015, la propagación
del VIH/SIDA
Meta 8: Detener y comenzar a reducir, para el año 2015, la incidencia del
paludismo y otras enfermedades graves
Objetivo 7: Garantizar la
sostenibilidad ambiental
Meta 9: Incorporar los principios del desarrollo sostenible en las políticas
y los programas nacionales e invertir la pérdida de recursos ambientales
Meta 10: Reducir a la mitad, para el año 2015, la proporción de personas
que carecen de acceso sostenible a agua potable
Meta 11: Mejorar considerablemente, para el año 2020, la vida de por lo
menos 100 millones de habitantes de los barrios más precarios
Objetivo 8: Fomentar una
asociación mundial para el
desarrollo
Meta 12: Desarrollar aún más un sistema financiero y de comercio
abierto, regulado, previsible y no discriminatorio (incluye el compromiso
de lograr una buena gobernabilidad y la reducción de la pobreza, en cada
país y en el plano internacional).
Meta 13: Atender las necesidades especiales de los países menos
adelantados, lo que incluye el acceso libre de aranceles y cupos para las
exportaciones de los países menos adelantados, el programa mejorado de
alivio de la deuda de los países pobres muy endeudados y la cancelación
de la deuda bilateral oficial así como la concesión de una asistencia
oficial para el desarrollo más generosa a los países que se hayan
comprometido a reducir la pobreza
Meta 14: Atender a las necesidades especiales de los países sin litoral y
de los pequeños Estados insulares en desarrollo (mediante el Programa de
Acción para el Desarrollo Sostenible de los Pequeños Estados Insulares
en Desarrollo y las disposiciones de la XXII Asamblea General).
Meta 15: Encarar de manera general los problemas de la deuda de los
países en desarrollo aplicando medidas nacionales e internacionales, con
el fin de garantizar la sostenibilidad de la deuda a largo plazo
Meta 16: En cooperación con los países en desarrollo, elaborar y aplicar
estrategias que proporcionen a los jóvenes un trabajo digno y productivo
Meta 17: En cooperación con los laboratorios farmacéuticos,
proporcionar acceso a los medicamentos de primera necesidad y a precios
asequibles, en los países en desarrollo
Meta 18: En colaboración con el sector privado, velar porque se puedan
aprovechar los beneficios de las nuevas tecnologías, en particular las
tecnologías de la información y de las comunicaciones
Fuente: ONU (2000c), Objetivos de desarrollo de la ONU para el milenio.
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
126
Para contribuir al financiamiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, en
marzo de 2002 se realizó en la ciudad de Monterrey (México) la Conferencia Internacional
sobre la Financiación para el Desarrollo, en la cual los Jefes de Estado y de Gobierno
reunidos bajo el auspicio de la Organización de las Naciones Unidas acuerdan y firman el
llamado Consenso de Monterrey, estableciendo que la financiación para el desarrollo tiene
como metas erradicar la pobreza, lograr un crecimiento económico sostenido y promover
un desarrollo sostenible al tiempo que se avanza hacia un sistema económico mundial
basado en la equidad y en la inclusión. El primer paso consiste en alcanzar las metas de
desarrollo convenidas internacionalmente en la Declaración del Milenio. Se expresa
también el compromiso para movilizar los recursos internos; atraer corrientes financieras
internacionales; fomentar el comercio internacional y la inversión como motores del
desarrollo y del combate a la pobreza; incrementar la cooperación financiera y técnica
internacional en pro del desarrollo; promover una financiación sostenible de la deuda;
adoptar medidas para el alivio de la deuda externa; y, aumentar la coherencia y cohesión de
los sistemas monetarios, financieros y comerciales internacionales (ONU, 2002a:2).
El enfoque necesario para enfrentar los problemas nacionales, internacionales y
sistémicos desde la financiación para el desarrollo se propone con carácter de integral, y
basado en un desarrollo sostenible que promueva la equidad de género; un enfoque que
permita establecer instituciones sólidas y responsables en los distintos niveles. Con el
Consenso de Monterrey se trató de reunir esfuerzos y crear alianzas para la cooperación que
permita reivindicar las condiciones de miles de millones de habitantes en amplias regiones
del mundo subdesarrollado; además de generar y canalizar eficientemente las recursos
necesarios para contrarrestar la exclusión estructural y la marginación, para redefinir la
inserción y la nueva función de estos países en la economía global.
A la par de las declaraciones de la Asamblea General de la Organización de las
Naciones Unidas y ahondando en muchas de las recomendaciones anteriores, el PNUD
muestra interés por alcanzar una mundialización con rostro humano (PNUD, 1999). El
PNUD reconoce y sugiere que si bien el poder de la globalización puede aportar beneficios
económicos y sociales a las sociedades, es importante gestionarla para contrarrestar su
potencial que daña a los más débiles. Para este organismo internacional (Ibidem), el logro
del desarrollo humano en el contexto de la globalización depende de siete tareas en los
La incidencia de los organismos internacionales en el proceso de desarrollo
127
planos nacional e internacional: 1)fortalecer las políticas sociales y demás medidas en pro
del desarrollo humano, y adaptarlas a la nueva realidad de la economía mundial; 2)reducir
las amenazas de la volatilidad financiera y todos sus costos humanos, en especial, construir
instituciones y normas para controlar la expansión y comportamiento mundial de los
mercados; 3)adoptar y emprender a escala mundial políticas y medidas más decididas para
enfrentar las amenazas mundiales a la seguridad humana; 4)con una decidida acción
pública, desarrollar tecnologías en pro del desarrollo humano y la erradicación de la
pobreza; 5)reducir la marginación de los países pobres y pequeños mediante políticas
fuertes y coherentes en el plano nacional para gestionar su integración en la cambiante
economía mundial; 6)solucionar los desequilibrios de las instituciones de la estructura de
gobierno mundial, intentando crear un sistema incluyente que procure el desarrollo humano
y la equidad; y, 7)formular una organización más coherente, responsable y más democrática
de la estructura de gobierno mundial para el siglo XXI.
Como se observa en el siguiente cuadro, desde el año 2000 el PNUD analiza las
interconexiones entre el desarrollo humano y expresiones como los derechos humanos, las
innovaciones tecnológicas y la democracia.
Cuadro 6. El desarrollo humano y la relevancia de las interconexiones en los planteamientos del
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)
Estrategia Principio Objetivos
Vinculación entre los
derechos humanos y el
desarrollo humano.
Los derechos humanos no son
una recompensa del desarrollo,
sino que son fundamentales para
lograrlo.
Asumir a los derechos humanos y al desarrollo
humano como dos ámbitos que se refuerzan
recíprocamente, aumentando la capacidad de los
individuos y protegiendo sus derechos y
libertades fundamentales. Poner el adelanto
tecnológico al servicio
del desarrollo humano.
El progreso tecnológico ejercerá
efectos en los países
subdesarrollados si se manifiesta
como un proceso de creación de
conocimiento y formación de
capacidad; esto es, las
interconexiones necesarias entre
el crecimiento económico, el
cambio tecnológico y el
desarrollo de las capacidades
humanas son fundamentales.
Que las políticas nacionales tiendan a alentar la
inversión, la innovación, el acceso y el
desarrollo de aptitudes avanzadas; esto implica
comprender y asimilar las tecnologías mundiales
para adaptarlas a las necesidades locales, lo cual
requiere liberar la creatividad de los habitantes
mediante ámbitos económicos flexibles,
competitivos y dinámicos, así como educarse
con la enseñanza de oficios y la capacitación en
el empleo para mantener la competitividad de
las empresas ante los cambios tecnológicos. Profundizar la
democracia en un
mundo fragmentado.
Más que plantear una disyuntiva
entre democracia y desarrollo, se
destaca que ambos procesos se
refuerzan mutuamente: la
democracia contribuye a la
estabilidad y al desarrollo
económico y social equitativo;
-Fomentar el acceso de los pobres al poder
político y a la toma de decisiones puesto que es
fundamental para la reducción de la pobreza;
por ello resulta necesario la construcción de
formas firmes y profundas de gobernabilidad
democrática en todos los niveles de la sociedad.
-Impulsar la participación democrática en el
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
128
esto es, si la democracia aumenta
las libertades políticas, las
instituciones y los procesos
democráticos pueden contribuir al
desarrollo, y la misma estabilidad
derivada de éste último fortalece
la democracia.
entendido de que es una finalidad crítica del
desarrollo humano y no sólo un medio de
conseguirlo.
-Alentar una gestión pública a través de la
disposición de instituciones y normas eficaces
en las cuales los ciudadanos se sientan
representados.
Fuentes: PNUD (2000), Informe sobre el desarrollo humano 2000 ; PNUD (2001) Informe sobre el
desarrollo humano 2001 ; PNUD (2002), Informe sobre el desarrollo humano 2002.
Además, gran cantidad de acciones, propuestas y recomendaciones del PNUD se
canalizan al logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Sin embargo, el organismo
no deja de señalar el retraso en la implementación de las medidas para la consecución de
estos Objetivos en muchos rincones del mundo. Por tanto, el PNUD (2003) propone un
nuevo Pacto de Desarrollo del Milenio con el fin de crear una ―nueva alianza entre los
países desarrollados y en desarrollo‖ para aplicar la Declaración del Milenio, así como
establecer un marco amplio para determinar cómo adecuar y adaptar las estrategias de
desarrollo nacionales y el apoyo internacional de los donantes y los organismos
internacionales para responder al reto planteado por los Objetivos. También se declara que
el fortalecimiento de la gobernabilidad, de las instituciones y la adopción de políticas
económicas y sociales sólidas, así como un mayor y sostenido apoyo externo serán
necesarios para ello.
Para el PNUD, las inversiones públicas en beneficio de los pobres estimulan el
crecimiento económico y, al mismo tiempo, el crecimiento económico es el que hace
posibles tales inversiones. Se declara que para escapar de las trampas de la pobreza, los
países deben alcanzar una serie de umbrales críticos en materia de sanidad, educación,
infraestructura y gobernabilidad, que les permitirán despegar hacia un crecimiento
económico sostenido. Por ello, se proyecta que las políticas públicas estarán centradas en
cerrar las líneas divisorias de la riqueza dentro de los países, de allí la importancia de que
estén en consonancia con los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Se enfatiza también, que
el crecimiento económico dependerá de la forma en que se integran las economías a los
mercados mundiales, lo cual también va acompañado de estrategias globales y
multisectoriales (Ibidem).
Hacia finales de la década de los noventa y primeros años del siglo XXI, la CEPAL
asume la necesidad de transitar del ajuste macroeconómico, de la racionalización del sector
La incidencia de los organismos internacionales en el proceso de desarrollo
129
público y de la apertura de los mercados –principios plasmados en el Consenso de
Washington–, a una visión equilibrada como la eficaz mesoeconomía que postule
instrumentos y objetivos más amplios para el proceso de desarrollo, tales como el mejor
funcionamiento de los mercados que se consideran incompletos e imperfectos, de las
estructuras públicas y demás instituciones formales e informales, para lograr no sólo el
crecimiento económico, sino también contemplar la equidad y la cohesión social, la
sostenibilidad ambiental y el desarrollo democrático. Se determina en esta perspectiva
profundizar la interrelación entre el sector público y el mercado, buscando reformar las
reformas para responder a los vacíos e inconsistencias de la primera generación. Se
propone también, conjugar la apertura económica con una política social más activa, de tal
manera que se corrijan gradualmente las grandes desigualdades sociales existentes (véase
Ocampo, 1998).
Este organismo internacional reconoce algunos retos macroeconómicos –tales como
el manejo de la vulnerabilidad externa– para repensar y reestructurar la arquitectura
financiera internacional, sin forzar una mayor apertura de este mercado. Para la CEPAL, se
trata de orientar la atención al manejo de las bonanzas más que de las crisis financieras,
puesto que estas últimas son resultado de las bonanzas mal manejadas; todo lo cual incluye
diseñar políticas apropiadas e instituciones preventivas (Ibidem). El principal giro de este
organismo en materia financiera consistió en recomendar controles a los flujos de capitales,
así como fondos especiales para enfrentar los ataques especulativos.
En el documento estratégico titulado Globalización y desarrollo presentado en el
vigesimonoveno periodo de sesiones en mayo de 2002 y que sintetiza gran parte de la labor
realizada en el último decenio, la CEPAL declara que el proceso de desarrollo encuentra
sus oportunidades dentro de los márgenes de las ventajas ofrecidas por la globalización. Por
tanto, se considera necesario diseñar las estrategias nacionales tomando en cuenta las
circunstancias impuestas por la creciente inserción de los países latinoamericanos en la
economía mundial, así como los riesgos y vulnerabilidades que forman parte del carácter
contradictorio y asimétrico de la globalización y que son derivados de las nuevas fuentes de
inestabilidad, de la exclusión de aquellos países que no poseen el nivel de competitividad
adecuado, y de la acentuación de la heterogeneidad estructural.
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
130
El organismo reconoce que esta agenda internacional incompleta tampoco incluye
los mecanismos que garanticen la coherencia global de las políticas macroeconómicas de
las economías centrales; las pautas internacionales para lograr una adecuada tributación del
capital; y, los acuerdos de movilización de recursos (CEPAL, 2002a:13 y 14). En el fondo
de estas restricciones, se encuentra la ausencia de una gobernabilidad adecuada para el
mundo, lo cual no contempla el contraste entre los problemas de alcance mundial y los
procesos políticos gestados en el ámbito nacional y local (Ibidem:14); en este sentido, son
reconocidas las tensiones provocadas en los países subdesarrollos por la coexistencia de la
globalización financiera y de las políticas macroeconómicas nacionales; y, se atribuye la
creciente inestabilidad financiera a la progresiva asimetría entre el dinamismo de los
mercados y la ausencia de una gobernabilidad económica adecuada. Más que una
desintegración del Estado, la CEPAL sostiene que lo que se presenta es una menguada
capacidad de éste, lo cual afecta el papel que puede desempeñar el sector público en la
reducción del costo de los procesos de ―destrucción creativa‖.
La concepción sobre el desarrollo propuesta por la CEPAL no sólo se limita al
crecimiento económico, sino que se amplía a la construcción de una nueva agenda mundial
que coloque en el centro del debate al concepto de bienes públicos globales. Para la
provisión de dichos bienes, se asume como necesaria la reforma de las estructuras
internacionales capacitadas para ello, además de obligar a todos los países a contribuir para
su financiamiento de conformidad con el principio de ―responsabilidades comunes pero
diferenciadas‖.
Cuadro 7. Estrategias que integran las concepciones de la CEPAL sobre el proceso de desarrollo a
principios del siglo XXI
Nueva agenda global Políticas públicas para mejorar la
inserción internacional de América
Latina y el Caribe
Estrategias recomendadas a los
gobiernos latinoamericanos
*Provisión de bienes públicos
globales de carácter
macroeconómico.
*Concebir al desarrollo
sostenible como bien público
global.
*La corrección de las
asimetrías financieras y
macroeconómicas.
*La superación de las
asimetrías productivas y
tecnológicas.
La plena inclusión de la
*La agenda nacional, conformada con
políticas de fomento a las exportaciones,
políticas de encadenamientos y
formación de aglomeraciones
productivas.
*La agenda regional, que parte de
emprender procesos de integración que
incorporen el debate en torno a las
reformas de la llamada arquitectura
financiera internacional, sin olvidar los
que son específicos de la integración
productiva y comercial.
*La agenda internacional, que mediante
*Una estrategia para el desarrollo de
competitividad basada en el papel del
conocimiento en la economía.
*Una estrategia de sostenibilidad
ambiental, que contempla la
consolidación de marcos regulatorios
claros y consistentes, así como lograr
un nivel de gasto público estable, la
generación de instrumentos más
eficaces y preventivos, encaminados
a la integración de las áreas
económica y ambiental.
*Una estrategia social, que para
La incidencia de los organismos internacionales en el proceso de desarrollo
131
migración en la agenda
internacional.
Asumir a los derechos
económicos, sociales y
culturales como cimientos de
la ciudadanía global.
un enfoque sistémico exige definir e
instrumentar políticas apropiadas y
armónicas en diversos frentes, sobre la
base de instituciones técnicamente
sólidas y operacionalmente versátiles.
enfrentar la globalización contempla
el cumplimiento de mínimos
requerimientos en los rubros de
educación, empleo y seguridad en
aras de una mayor participación
equitativa.
Fuente: CEPAL (2002a), Globalización y desarrollo.
Para cumplir con estas recomendaciones, el ―regionalismo abierto‖ es considerada
como la estrategia adecuada puesto que enfatiza la complementariedad existente entre las
instituciones mundiales y las regionales en una comunidad internacional heterogénea. Se
trata pues, de lograr una complementariedad del desarrollo institucional global, regional y
nacional, así como una participación equitativa y reglas adecuadas de gobernabilidad. De
igual manera, para la CEPAL el espacio nacional es reconocido como básico para el
desarrollo y la vida democrática, puesto que desde este espacio es necesario diseñar una
serie de estrategias nacionales para enfrentar la globalización. Para el organismo en
cuestión, una estrategia económica parte de una disciplina macroeconómica que no sólo se
centre en el balance fiscal y en los bajos niveles de inflación, y que sí tome en cuenta la
sostenibilidad de la balanza de pagos, la solidez de los sistemas financieros internacionales
y la estabilidad de las variables reales (el crecimiento económico y el empleo).
En suma, dichas estrategias se apoyan en una principal para procurar el desarrollo:
el modelo orientado al mercado externo en el marco de los sistemas internacionales de
producción integrada. Se trata pues, de concebir a la globalización como un proceso
histórico y multidimensional que posibilita la actuación y el posible logro del desarrollo
más allá de lo económico.
Como a nivel nacional, la acción redistributiva del Estado es esencial para
garantizar la igualdad de oportunidades, la institución argumenta que en el plano mundial
los esfuerzos nacionales fructificarán plenamente si están complementados con reglas del
juego equitativas y estables, y con una cooperación internacional destinada a poner fin a las
asimetrías propias del orden global (Ibidem:88).
La CEPAL reconoce que para un crecimiento sostenido no basta con la estabilidad
macroeconómica, sino que también son necesarias otras dimensiones del desarrollo como la
distribución de oportunidades, la sostenibilidad ambiental, la respuesta a los riesgos de
alcance global y la gobernabilidad. Para que el desarrollo sostenible pueda convertirse en
realidad, se necesitan recursos públicos que puedan destinarse a la seguridad social, la salud
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
132
pública, la educación, la protección del medio ambiente, obras de infraestructura, fomento
de la diversidad cultural, estabilidad económica y empleo (CEPAL, 2002b:13). Para
algunos de los problemas ambientales globales, entre otros el cambio climático y la pérdida
de biodiversidad, se sugiere formular proyectos innovadores de carácter regional o
subregional, además de sostener la idea de que el impacto ambiental y social de un esquema
de integración en la economía mundial dependerá en alto grado del patrón de
especialización que se desarrolle.
Esta concepción del desarrollo esbozada por la CEPAL, aunque con un fuerte rasgo
neokeynesiano que privilegia el papel del sector público, también toma en cuenta durante
los últimos años la participación de otros actores y agentes en este proceso, tales como los
empresarios, las organizaciones no gubernamentales y los organismos internacionales.
En síntesis, hacia el segundo lustro de la década de los noventa y en los primeros años del
siglo XXI se evidencia de manera más clara la diversificación y complejización de las
concepciones sobre el proceso de desarrollo dentro de los planteamientos de los organismos
internacionales y de las mismas políticas públicas nacionales de países como México. Si
bien el interés por la estabilización macroeconómica y las políticas deflacionarias continúan
arraigadas en gran parte de los documentos estratégicos de estas instituciones, cada vez se
esbozan con mayor determinación una serie de reflexiones y posicionamientos que perfilan
concepciones sobre el desarrollo que amplían las dimensiones de éste concepto a temas
como el cuidado del medio ambiente y la sustentabilidad; la perspectiva de género y la
reivindicación del papel de la mujer en la sociedad; el desempeño de los entramados
institucionales en la estructuración de los mercados y en la redistribución de la riqueza; las
políticas sociales y su vocación para la formación de capacidades en los individuos; la
cultura y el capital social como factores claves para el fomento del bienestar social; la
cooperación internacional orientada a la provisión de bienes públicos globales; y, las
nuevas sinergias entre el sector público y el mercado.
Consideraciones finales sobre el capítulo.
Múltiples son las preocupaciones de los organismos internacionales en la delicada tarea de
construir una concepción del proceso de desarrollo que exprese su cosmovisión sobre la
La incidencia de los organismos internacionales en el proceso de desarrollo
133
dinámica socioeconómica de las diversas sociedades; que responda a la correlación de
poderes en la esfera internacional; que haga funcional la perpetuación de las asimetrías de
poder y la desigualdad social en las relaciones internacionales y al interior de los países; y
que brinde planteamientos rectores para el diseño e instrumentación de las políticas
públicas nacionales. En este sentido, ni un solo organismo internacional ni menos aún
alguna concepción sobre el proceso de desarrollo hegemonizan la acción planificadora de
los gobiernos, sino que es la interacción de varias entidades, factores, circunstancias
internas y externas, y sistemas conceptuales, lo que se encuentra en la base de las políticas
públicas nacionales.
Los organismos internacionales son uno de los agentes y organizaciones que más
influyen en la reconfiguración global del capitalismo y en el establecimiento de pautas de
comportamiento y de directrices de política pública para la inserción actualizada de los
países en la economía mundial y para su participación en las posibilidades de gobernanza
del planeta. En los organismos internacionales se exponen y argumentan las principales
perspectivas teóricas y programáticas en torno al proceso de desarrollo que influyen en
dichas directrices, por lo que estas entidades colocan al alcance de la toma de decisiones
para el diseño de las políticas públicas nacionales ciertos debates y temáticas que
prevalecen y permean en el ambiente académico, en la estructura formativa y de
pensamiento del funcionariado internacional, y en los movimientos sociales de alcance
mundial. Estos debates, estas posiciones, e incluso las filosofías y teorías políticas y
económicas que les dan sentido se constituyen como el principal código de comunicación
entre el funcionariado nacional y el internacional, expresándose en el caso del primero, más
que una imposición, un profundo compromiso e identificación, con las estrategias, acciones
y planteamientos sugeridos por ciertos organismos internacionales.
Además, las mismas transformaciones organizacionales y estructurales del modo de
producción capitalista, de la misma dinámica de las relaciones internacionales, de los
intereses e ideologías que sostienen los grupos hegemónicos, o de los movimientos
antisistémicos, modifican, diversifican y hacen más complejos los planteamientos, las
perspectivas teóricas, las acciones y el perfil de los funcionarios de los organismos
internacionales.
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
134
A grandes rasgos, desde la década de los cuarenta hasta finales de los sesenta –tal
como lo esbozamos en el tipo ideal de desarrollo histórico formulado a lo largo del
capítulo–, la concepción del desarrollo impulsada por los organismos internacionales fue
aquella ligada a las teorías de la modernización que vieron en el proceso de
industrialización una clave para trascender desde las ―sociedades tradicionales‖ hacia
condiciones de desarrollo fomentadas por políticas públicas expansionistas de corte
keynesiano. Las conferencias internacionales celebradas entre las décadas de los setenta y
noventa, conforman una nueva concepción destinada a orientar las políticas públicas y la
cooperación internacional en pro de un desarrollo humano sostenible en todo el mundo; la
cual está compuesta por dos dimensiones: la formación de las capacidades humanas, que
redunda en la mejora de la calidad de vida de las personas; y la participación de la sociedad
de manera digna, y la oportunidad individual de contar con opciones y de tomar decisiones
en la vida de la comunidad. Ambas complementadas con la perspectiva de la
sustentabilidad que radica en la viabilidad de las políticas a largo plazo en términos
ecológicos y sociales, y permeadas por las políticas deflacionarias y recesivas que apuestan
a la estabilización, redefinición y adecuación de la regulación económica, apertura y
privatización en aras de intensificar la expansión e integración global del capitalismo como
modo de producción y como proceso civilizatorio.
Más que una imposición vertical y unidireccional por parte de uno o más
organismos internacionales, la situación es mucho más sutil, puesto que la construcción de
una concepción sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas nacionales reviste
una mayor complejidad tanto al interior de los países como en sus relaciones
internacionales. Lo verdaderamente importante a analizar en la presente investigación es la
convergencia –la relación orgánica– de los documentos nacionales con los planteamientos
de los organismos internacionales. En este marco, ¿qué relación existe entre los
planteamientos expresados y promovidos por los organismos internacionales y el diseño,
hechura e instrumentación de las políticas públicas nacionales en América Latina? ¿qué
lineamientos proponen para el diseño e instrumentación de las políticas públicas nacionales
necesarias para la inserción y acción de los países en la economía global? ¿cómo son
asimiladas las diversas concepciones sobre el desarrollo que sostienen los organismos
internacionales en la manera en que el funcionariado del sector público piensa este
La incidencia de los organismos internacionales en el proceso de desarrollo
135
proceso? ¿cómo se generan las redes de contactos entre el funcionariado de ambas
instancias? ¿qué códigos conceptuales y de comunicación comparten, y en cuáles se
diferencian? ¿qué márgenes de decisión y de acción tienen los funcionarios nacionales
respecto a la planeación del desarrollo? Estas interrogantes fueron importantes al momento
de guiarnos en el análisis e interpretación sobre la relación orgánica que se presenta entre
los planteamientos y documentos estratégicos de estas instancias y las políticas públicas
mexicanas. Ello es efectivo si asumimos que el anterior análisis de los documentos
estratégicos de distintos organismos internacionales –y el tipo ideal de desarrollo histórico
formulado– fue necesario para desentrañar las filosofías y teorías políticas y económicas,
así como el paradigma y concepciones sobre el proceso de desarrollo en los cuales se
sustentan y que influyen en el diseño y aplicación de las políticas públicas nacionales que
articulan la planeación de dicho proceso.
En concreto y para vincularnos con el siguiente capítulo nos preguntamos cómo se
manifiesta en el ámbito nacional lo planteado por los organismos internacionales. En
México, gran parte de la complejidad que experimenta la planeación del desarrollo es
atribuible a la gravitación que ejercen los organismos internacionales en las concepciones
relativas a dicho proceso. Reconociendo esa complejidad, para desentrañar las
concepciones sobre el proceso de desarrollo recurrimos a la revisión y análisis de los
llamados programas y planes de desarrollo –entendidos como una de las expresiones
generales de las políticas públicas mexicanas– en tanto indicadores que nos pueden facilitar
la interpretación sobre las transformaciones históricas experimentadas por dichas
concepciones.
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
136
Capítulo III.
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas generales del
gobierno mexicano.
Introducción.
La construcción de mercados no es un proceso espontáneo, ni lineal, ni mucho menos
dejado al arbitrio de los más variados actores sociales que intervienen en él; más bien
consiste en un proceso estructurado, deliberado y dirigido en el tiempo y en el espacio, así
como regulado y legitimado por las diversas instituciones y organizaciones estatales que
son el punto de convergencia y de conciliación de los diferentes y hasta contradictorios
intereses que a partir de los problemas públicos definidos diseñan un proyecto de sociedad
que se pretende como hegemónico. Esto es, la construcción de mercados consiste en un
proceso planeado y planificado de acuerdo con la racionalidad y recursos ―limitados‖ de los
actores sociales; las perspectivas e intereses de las clases hegemónicas; las ideologías y los
sistemas conceptuales que predominan y rivalizan en torno a cierto modelo de sociedad; las
resistencias de los grupos opositores; las innovaciones organizacionales,
socioinstitucionales y tecnológicas; y las posibilidades de respuesta ante la contingencia.
En este sentido, las concepciones sobre el proceso de desarrollo que predominan en
la toma de decisiones en materia de planeación dependen de la modalidad de mercado que
se haya construido, que se esté redefiniendo o que se encuentre en plena configuración; así
como de la naturaleza que adquiere la distribución de la riqueza en la sociedad.
Las políticas públicas son instrumentos gubernamentales que expresan la
conciliación y la toma de decisiones entre variados actores y organizaciones políticos y
socioeconómicos que intervienen directa o indirectamente en la construcción de mercados,
en el logro del bienestar social y en la promoción y gestión del proceso de desarrollo.
Quienes diseñan mediante las políticas públicas la configuración de la sociedad y de los
mercados, de sus relaciones de producción y distribución, y de la praxis en su conjunto,
explícita o implícitamente están planeando las características y modalidades con las que el
proceso de desarrollo se expresará en la población, en su territorio y en las relaciones que
se establezcan con otros sistemas económicos en lo internacional. Construcción de
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
138
mercados, redistribución de la riqueza y planeación del proceso de desarrollo son funciones
empalmadas y complementarias en la naturaleza de los aparatos de Estado y en la forma en
que éstos configuran las relaciones de poder en una sociedad.
De igual manera, las políticas públicas son las expresiones concretas de los
gobiernos que sirven para plasmar y comunicar el modelo de sociedad que pretenden; son
además los instrumentos estratégicos para intervenir sobre ella alterando, acelerando o
retardando su dinámica; moderando o acentuando sus contradicciones; contrarrestando o
profundizando los desequilibrios territoriales y sociales; concertando o pugnando con los
actores socioeconómicos y políticos antagónicos; estimulando y legitimando los mercados;
o asignando equitativa o inequitativamente los recursos. Son las políticas públicas los
instrumentos rectores de la acción o la omisión –suponiendo que el no actuar significa
también un posicionamiento ante cierto problema público– de los gobiernos; son las
expresiones de sus concepciones e ideologías, de sus proyectos y de los intereses de grupo
que convergen en la toma de decisiones.
Con la interpretación de lo anterior, resulta preciso preguntarse cómo se expresa
ello en un país como México y qué dimensiones y especificidades adquiere. En aras de
detallar aún más esta interrogantes es necesario preguntarnos: ¿cuáles han sido las
funciones del aparato de Estado en torno a la construcción de mercados, a la procuración
del bienestar social y a la promoción del proceso de desarrollo? ¿cuáles son las
concepciones sobre dicho proceso que se plasman en las políticas públicas y cómo se
transformaron?, con la intensificación de los procesos de globalización y con las
transformaciones organizacionales del capitalismo, ¿qué características adopta la
planeación del proceso de desarrollo en México y, qué actores, agentes y circunstancias
influyen en ello? ¿cómo se redefinen esas concepciones sobre el desarrollo ante la
reestructuración de las economías latinoamericanas? y, ¿cómo se articulan orgánicamente
los planteamientos de los organismos internacionales con las políticas públicas mexicanas?
En suma, ¿cómo se construyen las concepciones sobre el proceso de desarrollo expresadas
en las políticas públicas y a qué responden las estrategias que contienen y que son
adoptadas por los gobiernos?
Para responder a estas interrogantes que estructuran nuestra investigación, más que
a las ―buenas intenciones‖ declaradas, haremos referencia a los sistemas doctrinarios o
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
139
conceptuales y a las estrategias esbozadas en las políticas públicas, puesto que de ellos se
deriva la interpretación propuesta sobre las concepciones del desarrollo y sus
transformaciones. De esta manera, desentrañar los cambios experimentados en las
concepciones sobre el proceso de desarrollo expresadas en las políticas públicas constituye
nuestro objeto de estudio.
Así, los objetivos del presente capítulo consisten en: 1) interpretar la naturaleza de
las políticas públicas y de la planeación, sus objetivos, y su papel en la construcción de
mercados y en la promoción del proceso de desarrollo, además de identificar
esquemáticamente la acción y la postura de otros actores y agentes sociales –organismos
internacionales, empresariado, fuerzas sociales opositoras, partidos políticos, entre otros–
que participan directa e indirectamente en el diseño de las políticas públicas; 2) analizar las
especificidades de las políticas públicas mexicanas propias del modelo de desarrollo que
privilegió el fomento de la industrialización y la activa intervención del sector público en la
economía, así como de las políticas públicas diseñadas para la construcción del modelo de
desarrollo orientado hacia el mercado externo basado en la redefinición y contracción de la
intervención directa del gobierno en los procesos de producción, distribución y consumo;
enfatizando los indicadores rastreados en los distintos planes y programas generales
presentados desde 1934 hasta el presente; 3) con la finalidad de formular un tipo ideal de
desarrollo histórico, construir las categorías necesarias para interpretar las especificidades
de las estrategias expresadas en las políticas públicas diseñadas y practicadas desde el
Primer Plan Sexenal 1934-1940 hasta el Plan Nacional de Desarrollo 2001-2006; 4)
analizar e interpretar cómo es concebido durante las últimas décadas el proceso desarrollo
en las diferentes políticas públicas promovidas por el aparato de Estado en México; y 5)
desentrañar, analizar e interpretar los presupuestos ideológicos; las doctrinas políticas,
económicas y sociales y el papel que desempeñan en las políticas públicas mexicanas.
Consideramos que la creación de las categorías –que dicho sea de paso forman parte
del tipo ideal de desarrollo histórico– relativas a las continuidades y rupturas en el diseño y
el ejercicio de las políticas públicas en México, así como de las relativas a las funciones
que ha ejercido el aparato de Estado en el proceso de desarrollo constituye el objetivo
principal de esta investigación. Aunque se ha escrito gran cantidad de bibliografía sobre
estos temas (Carmona, 1970; Solís, 1980 y 1994; Ceceña Cervantes, 1983; Calva, 1999 y
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
140
2000; entre muchos otros), en especial sobre la política económica en distintos momentos
del último medio siglo, no se apuesta por una precisión en los conceptos y en las categorías
que apoye una minuciosa interpretación sobre la naturaleza y especificidades de las
políticas públicas y de la concepción que en ellas se expresa sobre el proceso de desarrollo.
Se producen y abundan las posturas contestatarias que señalan los efectos negativos del
capitalismo, así como aquellas que enjuician con recelo la actividad gubernamental y la
toma de decisiones en este ámbito; se producen y abundan también aquellas
interpretaciones que asumen a la clase gobernante como una proyección de los intereses del
empresariado; así como aquellas que privilegian el análisis estructural sin atender la
interacción entre los actores y entre éstos y las organizaciones donde se reproducen y donde
plasman sus ideologías; otras más (Solís, 1980; Calva, 1999 y 2000) sólo enfatizan el
análisis de datos estadísticos relativos a los resultados del ejercicio de las políticas públicas.
Se trata pues, en nuestro caso, de identificar y de nombrar los quiebres históricos y
las especificidades relativos a la planeación del proceso de desarrollo en México y a la
intervención del aparato de Estado en la estructuración de los mercados y en la
redistribución de la riqueza. Para ello, será fundamental la siguiente premisa
teórico/epistemológica: las estructuras económicas y los actores sociales que históricamente
las construyen y perpetúan operan en función del entramado institucional; de las
expresiones simbólicas, valorativas e ideológicas; y de las innovaciones tecnológicas y
organizacionales de una sociedad, en el marco de una racionalidad limitada enfrentada
permanentemente a la incertidumbre y a la necesidad de conciliación entre la variedad de
intereses y grupos que pretenden hegemonizar al todo social y modelarlo de acuerdo a sus
concepciones.
1.- Sobre el concepto y la naturaleza de las políticas públicas y la relevancia de la
planeación en el proceso de desarrollo.
Antes de abordar los documentos oficiales que permitan interpretar las concepciones sobre
el desarrollo nos parece pertinente definir y precisar el concepto y la naturaleza de las
políticas públicas y del proceso de planeación en aras de acercarnos a la importancia que le
otorgamos dentro los objetivos de nuestra investigación a los planes y programas generales
de desarrollo diseñados y difundidos en México por el Poder Ejecutivo Federal.
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
141
Como las concepciones sobre el proceso de desarrollo en un país forman parte de la
manera en que los actores socioeconómicos construyen los mercados, distribuyen la riqueza
y toman las decisiones al respecto, resulta importante analizar la naturaleza de las políticas
públicas en tanto instrumentos gubernamentales que orientan la estructuración de estos
procesos. Las políticas públicas son componentes del entramado institucional y de las
expresiones ideológicas de una sociedad. Son las directrices que orientan el ideal de
sociedad al cual se aspira, y que definen y delimitan las estrategias a seguir por los actores
y agentes interesados. Una política pública es pues, un instrumento que expresa y articula
intereses, decisiones y no-decisiones colectivas o de grupo a partir de la correlación de las
fuerzas sociales expuestas a la negociación con la finalidad de estructurar cierto modelo de
sociedad y de mercado, además de pretender reducir racionalmente la incertidumbre y los
riesgos a enfrentar por los distintos actores y organizaciones.
En este proceso de toma de decisiones para modelar lo social desde las políticas
públicas, no predominan ni las contingencias que impone el contexto histórico ni el
voluntarismo de los actores que desean construir ciertas realidades, sino que más bien, una
decisión es un vínculo entre un problema concreto construido a la luz de la correlación de
fuerzas e intereses –muchas veces antagónicos– en una sociedad y que adquiere el rango de
público en la agenda de gobierno con base en la persuasión, manipulación y estipulación de
posibles acciones y soluciones que respondan a las expectativas de los grupos sociales
interesados y afectados; es un lazo también entre la racionalidad cognitiva, los deseos,
metas y emociones de los actores y las estructuras objetivas, las reglas, las costumbres y
demás ordenamientos, y los intereses contradictorios de los actores involucrados. Quienes
participan en la toma de decisiones públicas no cuentan con el mismo poder, autoridad,
influencia e información sino que los distintos y contradictorios intereses caracterizados por
la racionalidad limitada se encuentran en constante conciliación. En suma, la decisión
pública, sometida a la racionalidad limitada y a la negociación, es un permanente proceso
de descubrimiento/conocimiento/creación/innovación/proyección/deconstrucción de la
realidad social; es pues, un proceso de praxis y de transformación social.
En medio de las conflictividades sociales, de las necesidades de la población y de
las transformaciones experimentadas en el proceso económico, las decisiones
gubernamentales regularmente se inspiran en las teorías económicas y políticas o
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
142
paradigmas dominantes creados y difundidos desde las llamadas universidades globales, y
adoptados y promovidos por los organismos internacionales (véase capítulo II).
Diagrama 5. Los factores, circunstancias y fuerzas sociales en torno al diseño de las políticas públicas
mexicanas y a la concepción sobre el desarrollo que en ellas predomina.
Estructuras y circunstancias económicas y sociopolíticas nacionales e internacionales
Funcionariado
gubernamental que
diseña las estrategias
de desarrollo
Organismos
internacionales (a)
Grupos de
presión (d)
Universidades y
consultores
nacionales e
internacionales (b)
Sistema político,
Constitución
Política e
ideología (c)
Elaboración propia
(a) Entre los organismos internacionales y el funcionariado gubernamental existe una identificación en torno
a regímenes internacionales, sistemas conceptuales y estrategias de desarrollo (véase capítulo II).
(b) Las universidades y consultores tanto nacionales como internacionales elaboran teorías del desarrollo y
estrategias de política pública que influyen en los sistemas conceptuales del funcionariado gubernamental
(véase anexo I).
(c) El sistema político mexicano –caracterizado en su momento por el presidencialismo autoritario, el partido
cuasi oficial y las relaciones corporativas y clientelares– y la Constitución Política establecen lineamientos
generales para la intervención del sector público en el proceso de desarrollo. Además, el discurso político de
cada grupo en el poder evidencia una inclinación hacia determinada ideología: nacionalismo revolucionario,
régimen de economía mixta, renovación moral, modernización de la vida nacional, democratización,
liberalismo social, sistema de mercado con responsabilidad social, etc.
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
143
(d) El empresariado nacional y extranjero, la prensa, los movimientos sociales, los sindicatos independientes,
las organizaciones no gubernamentales, el alto clero, los académicos, entre otros, desean participar en la
construcción de los problemas públicos y en las decisiones públicas, y expresan demandas sociales o intereses
de grupo con base en sus prioridades.
Luis F. Aguilar Villanueva ha expresado que toda política pública está expuesta y
responde a la disponibilidad de recursos fiscales y políticos ―limitados‖ y en muchas
ocasiones ―escasos‖, así como a la multitud de demandas sociales en un entorno marcado
por la ausencia de consensos totales que impide compartir proyectos de variado alcance por
el conjunto de la sociedad y en especial por las elites que la hegemonizan; esto es, toda
decisión y acción gubernamental en el diseño y ejercicio de las políticas públicas se
enfrenta a límites legales e informativos; a restricciones políticas (adversas correlaciones de
fuerza), administrativas (reticencias e inercias de las burocracias), tecnológicas,
cognoscitivas y culturales; a la escasez de recursos públicos; a condicionamientos
internacionales; a la presión de poderosos grupos de interés y a la resistencia de
organizaciones políticas de oposición (2000:64 y 65).
Siguiendo lo anterior, podemos argumentar que las políticas públicas representan
una arena en la que convergen, se enfrentan y concilian los intereses y perspectivas de las
distintas fuerzas sociales que sustentan y ejercen el poder o que influyen en él. De esta
forma, las políticas públicas no constituyen actividades uniformes y homologadoras, sino
que las mismas problemáticas sociales, en función de los intereses involucrados pueden ser
resueltas por diferentes caminos, instrumentos y recursos. El abordaje, perspectivas,
intereses y prioridades de los actores y organizaciones involucrados en la construcción del
problema público y en el diseño de las políticas públicas depende de la especificidad de las
concepciones que poseen, es decir, sus sistemas conceptuales y sus categorías estructuran
una cierta forma de observar –y por tanto de incidir en– la naturaleza de la sociedad y los
ámbitos y problemas que de ella privilegian, o que omiten y dejan de lado.
Como la formación de la agenda de gobierno expresa cuál es la estructura de poder
que domina efectivamente el diseño de las políticas públicas y cómo dicha agenda se gesta
y configura dentro de los márgenes del sistema político, Aguilar Villanueva (1996) sostiene
que quienes en última instancia toman las decisiones en parte expresan las ideas,
preocupaciones e intereses de los actores que pretenden influir en las políticas públicas, y
en parte introducen sus propias concepciones, visiones, técnicas, intereses y
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
144
preocupaciones; de tal manera que la decisión es resultado de la confluencia de los
problemas, las soluciones, los medios y recursos, los actores participantes y las
oportunidades de elección.
Como las políticas públicas se diseñan para orientar la acción gubernamental, para
estructurar los mercados nacionales y vincularlos con la economía mundial, para establecer
las directrices del proceso de desarrollo, y para modelar cierto tipo de sociedad, entonces el
proceso de planeación se presenta como el ámbito para la convergencia de múltiples
actores, organizaciones, concepciones y circunstancias sociales que desean influir en la
toma de decisiones relacionadas con la definición, selección y posible solución de los
problemas públicos.
En este sentido, la planeación es un cálculo racional que propicia la acción con
sentido dentro de una realidad cambiante e incierta caracterizada por variados intereses que
entran en conflicto al intentar imponerse como racionalidades válidas y hegemónicas, y que
se desea gobernar y encontrarle su ―racionalidad‖. La planeación, también es un proceso
que con sus acciones racionales tiene como finalidad identificar necesidades sociales para
construir problemas públicos; establecer prioridades; definir objetivos; calcular medios;
decidir acciones; diseñar programas, respuestas y posibles soluciones a dichos problemas
públicos, y evitar así el crecimiento del descontento de las fuerzas sociales opositoras y el
estallido del conflicto social. Por tanto, para su mayor eficiencia se requiere de la
participación social, de reglas que se presenten como justas para la asignación de recursos,
de compromisos éticos, de respeto a los derechos y libertades individuales y colectivos, y
de la calidad en los servicios y obras públicas (al respecto véase Villanueva, 1996 y 2000;
Miklos, 2000).
La planeación es un proceso creativo integrado por etapas o secuencias de
decisiones, acciones y eventos interrelacionados que, ordenada y sistemáticamente,
concreta total o parcialmente los objetivos definidos, calcula contrarrestar los efectos
sociales negativos derivados de los problemas públicos, aprovecha posibles circunstancias
futuras y se constituye en el instrumento central de la intervención estatal en la vida de las
sociedades (véase Miklos, 2000). Con ella se definen racionalmente las alternativas en el
marco de la toma de decisiones gestada con la presencia de aspiraciones, necesidades y
demandas colectivas.
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
145
2.- Los programas y los planes generales de desarrollo diseñados y promovidos por el
gobierno mexicano.
En México, el plan nacional o general es el principal documento gestado en el proceso de
planeación y constituye el ínsumo básico del proceso de programación (Miklos, 2000); sin
embargo, la gama de documentos oficiales es mucho más amplia.
Los programas y los planes generales de desarrollo diseñados y promovidos desde
1934 por el Poder Ejecutivo Federal regularmente al inicio de cada sexenio presidencial
representan una de las múltiples expresiones de documentos oficiales utilizados por el
sector público para incidir en la estructuración del proceso económico y en la distribución
de la riqueza. Entre los documentos oficiales que son utilizados para ello destacan: las
políticas públicas sectoriales desprendidas de los planes y programas generales de
desarrollo; la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las legislaciones
nacionales en materia de planeación, mercados y bienestar social –las relacionadas con las
empresas públicas, el sistema bancario, la inversión extranjera, el ámbito laboral, la
seguridad social, la regulación de la propiedad privada, etc.–; los decretos y las políticas
públicas específicas relacionados con la intervención del sector público y con la dinámica
del proceso económico; los planes y programas de gobierno diseñados en las entidades
federativas y en los municipios; documentos operativos como la Ley de Ingresos y el
Presupuesto de Egresos de la Federación; variados documentos publicados en el Diario
Oficial de la Federación; la suscripción de regímenes internacionales; los tratados y
acuerdos comerciales que son parte de los procesos de integración económica; entre otros
más.
Sin embargo, como en nuestra investigación no hacemos referencia a los múltiples
documentos oficiales que han existido en México y como cada ámbito de las políticas
públicas –fiscal, monetario, educación, salud, seguridad social, empresas públicas, etc.–
requiere para su estudio de una preparación teórica y técnica sumamente amplia, sólida y
especializada que por el momento no poseemos, para cumplir con los objetivos planteados
nos limitamos a la revisión, análisis e interpretación de los programas y planes generales o
nacionales, entendidos estos como la expresión global de los planteamientos oficiales y de
las concepciones en torno al proceso de desarrollo.
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
146
Los programas y los planes generales de desarrollo expresan la complejidad de las
transformaciones experimentadas por las concepciones sobre el desarrollo. Para los
propósitos de nuestra investigación, estas políticas públicas generales fungen como
indicadores de los debates, planteamientos, propuestas y estrategias oficiales en torno a la
construcción de mercados y a la procuración del bienestar social.
Reconociendo que los programas y los planes generales de desarrollo en parte
representan un discurso abiertamente retórico, su utilidad radica en expresar una serie de
directrices que estructuran al conjunto de políticas públicas del gobierno mexicano, así
como a las acciones de éste. Lo que buscamos en estos documentos oficiales son los
conceptos, los referentes generales y las estrategias relativas al cómo crear y distribuir la
riqueza. Para la interpretación de estos elementos tomamos en cuenta que las funciones del
aparato de Estado históricamente han consistido en normar, orientar y proyectar la acción
de toda la población en la economía, así como el uso que se hace de los factores de la
producción.
A partir de los planteamientos, propuestas y estrategias interpretadas tras la revisión
y análisis de los programas y planes generales, y del pulso que se le tome a los procesos
históricos, definimos las categorías relativas a las concepciones sobre el proceso de
desarrollo que han prevalecido en las políticas públicas mexicanas.
3.- La ideología del nacionalismo revolucionario y la concepción
keynesiano/estructuralista del desarrollo (1934-1982).
A raíz de la ideología que se estructuró en torno a la Revolución Mexicana, la Constitución
Política de 1917 representó la primera carta magna en la historia humana que plasma las
garantías sociales de los sectores populares y que crea y define la tutela del Estado sobre los
derechos de los trabajadores; ello representó una forma histórica de distribución de la
riqueza al estipular un salario mínimo y al colocar los cimientos de un sistema de seguridad
social.
La ideología del nacionalismo revolucionario desplegada con intensidad desde
1920 fundó su racionalidad en el mercado interno, en la construcción de instituciones
necesarias para la estabilidad social y política, y en la estructuración de un régimen de
economía mixta sustentado en la deliberada y activa intervención del sector público en la
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
147
creación y distribución de la riqueza. Con el paso de los años, esta centralidad del aparato
de Estado en la vida nacional se extendió debido a la influencia que ejerció la concepción
keynesiano/estructuralista en el diseño de las políticas públicas mexicanas al menos desde
mediados de la década de los cuarenta del siglo XX.
En términos generales, la concepción keynesiano/estructuralista promovido después
de la Segunda Gran Guerra por la CEPAL y que en el ámbito académico se expresó en las
teorías de la modernización –cuya influencia fue muy significativa en organismos
internacionales como el Banco Mundial–, constituyeron los argumentos teóricos
fundamentales que motivaron el diseño de políticas públicas orientadas a la constitución y
ampliación de un mercado interno estructurado con base en la industrialización y la
consiguiente detonación de procesos como la urbanización; el acceso masivo al sistema
educativo, a la relativa cobertura de la seguridad social y a los medios masivos de difusión;
y la masificación del consumo de bienes duraderos y de servicios, con un aparato de Estado
orientado por una vocación para la formación de instituciones que consolidaran la
secularización de la sociedad (sobre los supuestos de la teoría de la modernización véase
Hoselitz, 1960; Rostow, 1960; Germani, 1966 y 1969).
Tanto en México como en el resto de la región latinoamericana, con la Segunda
Gran Guerra se estimuló el proceso de industrialización, que pronto sería promovido y
canalizado por la perspectiva estructuralista construida desde la CEPAL por pensadores
como Raúl Prebisch [(1951, 1963 y 1982); Gurrieri, 1982a y 1982b], Aníbal Pinto, Celso
Furtado y José Medina Echevarría, y retomada en el plano internacional por autores como
Albert O. Hirschman (1961), Arthur W. Lewis (1955), Ragnar Nurkse (1955) y Paul N.
Rosenstein-Rodan (1962).
Con el paradigma keynesiano/estructuralista fue rebasada la teoría clásica y
convencional del comercio internacional cuyo argumento principal radicó en la
especialización de los países a partir de la ventaja comparativa estática y en la política de
―libre comercio‖, y se sentaron las bases para una directa intervención del sector público
como planificador, promotor y regulador del proceso de desarrollo que con sus
instrumentos financieros, empresariales y de fomento privilegiaría la transformación de la
estructura productiva de las economías latinoamericanas. Dichas funciones estatales se
consideraron los factores más viables y factibles para impulsar la industrialización y para
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
148
dejar atrás con ello el modelo primario/exportador que acentuó una forma histórica de la
dependencia de las economías. Teóricamente se sostenía que con la industrialización
sustitutiva de importaciones sería contrarrestado el deterioro de los términos de intercambio
provocado por la caída de los precios internacionales de las materias primas frente al
aumento de los precios de los bienes manufacturados provenientes de los países
industrializados. Para superar los ―cuellos de botella‖ y los desequilibrios en la cuenta
corriente y en las necesidades de inversión y ahorro interno, las intervenciones estatales se
consideraron fundamentales a fin de otorgar incentivos al despliegue de las capacidades del
empresariado privado. Dichos incentivos consistían en implantar mecanismos para
mantener protegido y cautivo al mercado interno –por ejemplo, tarifas arancelarias y no
arancelarias, derechos de importación y subsidios para la importación de bienes intermedios
y de capital–; ejercer políticas de fomento industrial y políticas activas para que el sector
público fuese productor de bienes y servicios; y, procurar tipos de cambios subvaluados. En
última instancia, el objetivo primordial consistía en constituir una economía mixta y en
modificar la estructura productiva y el nivel de vida de la población con base en la
intervención del sector público.
Con el modelo de la industrialización para la sustitución de importaciones se
postuló reducir el déficit en cuenta corriente y contrarrestar el subdesarrollo de los países
periféricos mediante la protección del mercado interno y el fomento a la formación de una
estructura industrial para la producción de bienes manufacturados. Con las deliberadas
políticas industriales y comerciales de corte proteccionista se aspiró a generar un
crecimiento en las economías para dinamizar y ampliar la acumulación de capital y contar
con una mayor inversión privada.
En esta concepción la construcción de infraestructura básica y la industrialización se
asumieron como los pilares del crecimiento económico, en tanto que el bienestar social
sería consecuencia de un ―efecto de derrame o de goteo‖ (spill over) que llegaría hasta los
estratos más bajos de la sociedad. Esto es, el logro del crecimiento del producto interno
bruto implicaría por añadidura el mejoramiento del nivel de vida de la población mediante
la masificación del consumo y la administración de la demanda agregada.
La concepción keynesiano/estructuralista asimilada en México por los postulados y
por el ejercicio del nacionalismo revolucionario tuvo su máxima expresión a partir de la
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
149
década de los cuarenta hasta que comienza a cuestionarse en lo político por las intensas
movilizaciones sociales de 1968. Durante estos años, en México se construyó una
importante infraestructura física, social e institucional y se tuvo durante 1961 y 1970 un
crecimiento económico con estabilidad de precios plagado de serias debilidades
estructurales. La dependencia financiera, el endeudamiento externo, el rezago del campo, y
la baja productividad y competitividad del aparato productivo que se gestaron durante estos
años, convergieron con la recesión de la economía mundial originada en los primeros años
de la década de los setenta, y pronto precipitaron la crisis de la economía nacional y por
tanto la inviabilidad y contradicciones de la concepción sobre el proceso de desarrollo
utilizada hasta entonces; sin embargo, a pesar de que en las políticas públicas se
reconocieron las vulnerabilidades y debilidades estructurales, el mayor gasto público
deficitario y el ―boom petrolero‖ prolongaron unos años más las estrategias basadas en el
proteccionismo e intervencionismo del sector público en el proceso económico.
A grandes rasgos, entre 1934 y 1982 el papel del aparato de Estado en México
consistió en manifestarse como rector, promotor, planificador, inversionista, propietario de
medios de producción, regulador, banquero y benefactor en la estructuración del mercado y
en el proceso de desarrollo en general. En los planes y programas generales difundidos por
el gobierno federal durante ese largo periodo se observan indicadores sobre las estrategias
de desarrollo que confirman esta afirmación, y entre los cuales destacan los expuestos en el
siguiente cuadro:
Cuadro 8. Estrategias de desarrollo observadas en las políticas públicas inspiradas en la ideología
del nacionalismo revolucionario y en la concepción keynesiano/estructuralista.
Política para la intervención del sector público:
*La formación de instituciones para la procuración de la estabilidad social y política.
*La creación y posesión de empresas públicas.
*El otorgamiento de incentivos al empresariado privado para que fuese participe del crecimiento
económico a través de su inversión en objetivos sectoriales (1964-1970).
*La expansión de la capacidad productiva del sector público en ámbitos como el energético y la
infraestructura de transporte (1970-1976).
Política económica general:
*El mercado interno como la racionalidad de las estrategias de desarrollo.
*La imposición de restricciones al establecimiento de la inversión extranjera directa.
*El crecimiento económico con estabilidad monetaria y de precios (en especial entre 1958-
1970).
Política industrial:
*El fomento de un proceso de industrialización para la sustitución de importaciones en bienes de
consumo (1940-1970).
Política comercial:
*El establecimiento de barreras proteccionistas en el ámbito del comercio internacional.
Política de inversión y gasto públicos:
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
150
*La inversión pública en sectores estratégicos de la economía nacional.
*La canalización de inversión pública para el fomento de la industrialización y la función
compensatoria de estos recursos ante la insuficiencia de la inversión privada y de las
exportaciones (1958-1982).
*El aumento constante del gasto público para impulsar el crecimiento de la demanda efectiva en
el mercado (1970-1976).
Política de infraestructura:
*La construcción de infraestructura básica –en especial aquella infraestructura apropiada para la
explotación petrolera, la electrificación, los transportes y el tendido de vías de comunicación–
orientada al estímulo del proceso de industrialización y a la integración del mercado interno.
Política de financiamiento:
*La creación de una banca de desarrollo.
*Asumir al endeudamiento como palanca del crecimiento económico (1970-1982).
*El petróleo como motor del crecimiento económico (1976-1982).
Política social:
*La participación en la redistribución de la riqueza mediante el reparto de la propiedad agraria,
la creación de la tutela sobre los derechos de los trabajadores, la promoción del contrato
colectivo de trabajo y de las prestaciones laborales, el establecimiento del salario mínimo y de
un régimen de jubilación y pensiones, la creación de un sistema de seguridad social, el
otorgamiento de subsidios para el consumo de bienes y servicios básicos, la regulación de los
mercados de bienes de consumo para evitar el aumento de los precios, y la estipulación de
precios de garantía para los productos del campo.
*La construcción de infraestructura social apropiada para la formación y ampliación de los
sistemas de salud y seguridad social y del sistema educativo.
A partir de estos indicadores enunciamos las categorías que nos permitieron
identificar los matices de las concepciones sobre el desarrollo desplegadas durante el
predominio de la ideología del nacionalismo revolucionario y de la concepción
keynesiano/estructuralista.
3.1.- El desarrollo como construcción de instituciones y de infraestructura básica.
Como consecuencia de la desorganización económica y sociopolítica derivada de la lucha
armada iniciada en 1910 y del reacomodo de las fuerzas sociales que se disputaban la
hegemonía del poder político tras el derrocamiento de la dictadura porfirista, se gestó el
interés por la construcción de instituciones y de infraestructura básica en aras de sentar las
bases para la reorganización el mercado interno, de adoptar una estructura distinta de
distribución de la riqueza, y de fundar un nuevo sistema político.
Esto es, después de que entre 1910 y 1917 la actividad económica disminuyó
acentuadamente en el norte y en el centro del país, el transporte ferroviario fue seriamente
perjudicado, el sistema monetario y financiero se desordenó con la emisión de moneda por
parte de los grupos armados, y de que el mercado interno careció de créditos, la
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
151
construcción y organización de la infraestructura física, institucional y social para
promover, detonar, propiciar y orientar el proceso de desarrollo ocupó un lugar central en
los documentos oficiales –incluyendo la Constitución Política– y en las acciones del sector
público entre 1917 y 1958.
La construcción de infraestructura básica y del entramado institucional resultó
necesaria para restablecer y, en su caso, reordenar y modificar el sistema político, las
estructuras económicas y el mercado, y el proceso de distribución de la riqueza en la
sociedad mexicana. Sólo con la construcción de instituciones logró concretarse la tan
proclamada ―Revolución‖, en tanto proceso transformador de la nación. Tanto la
Constitución Política de 1917 como la fundación del Banco de México y la creación del
partido político que encarnó los ideales revolucionarios y que condujo al sendero de la
relativa paz social al congregar a la multitud de fuerzas políticas en pugna, constituyeron
las instituciones que imprimieron una dinámica tendiente a finalizar con las herencias
coloniales, con las luchas intestinas que caracterizaron a gran parte del siglo XIX, y con la
dictadura porfirista.
Comienza pues a delinearse, entre 1917 y 1958 y en el escenario de las relaciones
capitalistas de producción, un modelo de país que aspiró a la construcción, fomento y
articulación de un mercado interno con intensa intervención de las instituciones estatales
creadas mediante el ―pacto revolucionario‖ y regidas por las relaciones clientelares y
corporativistas contenedoras y cooptadoras del descontento social.
Durante este largo periodo, en el que predominó el ideario del nacionalismo
revolucionario con diferentes matices y rupturas, se sientan las bases para emprender la
modernización del país mediante el impulso al proceso de industrialización bajo la
orientación de una política inspirada en el nacionalismo económico tendiente a la creación
de un mercado interno. Se realizan grandes inversiones en la construcción de
infraestructura física, institucional y social, si bien de manera más acelerada y profunda a
partir de 1934, para influir de manera importante y definitiva en el proceso de desarrollo
mediante el establecimiento de las directrices a seguir por la intervención del sector público
en el proceso económico y en la redistribución del ingreso.
El inicio del progresivo régimen de economía dirigida se acompañó de la intención
de enfrentar la solución de las reivindicaciones revolucionarias y del restablecimiento de
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
152
los mecanismos de control y cooptación sobre los sectores populares –obreros, campesinos,
docentes, militares y clase media en general–, que a partir de ello convergieron en un solo
proyecto oficial: el de la modernización industrializadora en condiciones de crecimiento
económico y paz social. Las políticas públicas, a pesar de sus ambigüedades y deficiencias
técnicas, se orientaron entonces a la concreción y materialización de dicho proyecto.
Para lograr la formación de lo que se concibió como el nuevo Estado mexicano, a
pesar de la generalizada revuelta por hegemonizar la conducción del desarrollo nacional,
entre 1920 y 1934 se inicia la construcción de las instituciones que materializaron de
manera relativa los principios nacionalistas. Entre las instituciones formadas durante estos
años destacaron la Secretaría de Educación Pública (1921) –paso importante para lograr la
laicidad de la enseñanza–, el Banco de México (1925) –convirtiéndose en el emisor único
de moneda y en el restaurador y regulador del sistema financiero y bancario–, la Ley de
Pensiones Civiles de Retiro –que fue la primera política de seguridad social–, el Banco de
Crédito Agrícola, las Comisiones Nacionales de Irrigación y de Caminos, la leyes y códigos
que ampliaron el poder de intervención del sector público tales como el Código Nacional
Eléctrico y la ley sobre el petróleo, el Impuesto Sobre la Renta (ISR), la Ley Federal del
Trabajo (1931), el establecimiento del salario mínimo, el Banco Nacional Hipotecario, y
Nacional Financiera (1933) (véase Brom, 1998; Ortiz Mena, 1998; Ayala Espino, 2001).
En suma, se crearon los cimientos y la estabilidad social y política necesarios para
la creciente intervención del gobierno en la economía y en la procuración del bienestar
social. Con la destacada cantidad de instituciones creadas se respondió a la necesidad de
reconstruir y legitimar el aparato administrativo que fortalecería sus capacidades
interventoras. De 1920 a 1934, bajo la concepción del desarrollo basada en el nacionalismo
revolucionario, se reconstruye y moderniza la estructura económica y se posiciona en la
brecha de un creciente dinamismo.
Sin embargo, como consecuencia de la Gran Depresión iniciada en 1929, en el
ámbito nacional el pacto social revolucionario plasmado en la Constitución Política de 1917
perdía relevancia, derivando ello en inconformidades que demandaron un viraje hacia el
fomento de un proceso de desarrollo verdaderamente regido por principios nacionalistas, y
menos sujeto a la dinámica y vaivenes del mercado internacional (véase Ayala Espino,
2001: capítulo II).
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
153
Entonces, como los términos de intercambio se deterioraron de manera grave, se
pretendió desde el aparato de Estado reorientar el proceso de desarrollo hacia la
industrialización nacional para impulsar el crecimiento económico. Como respuesta a las
repercusiones de la recesión mundial se estimuló la demanda de bienes y servicios, se
aumentó el circulante monetario y el gobierno logró captar ingresos, y se instrumentó la
libre flotación del peso. Con estas políticas expansionistas para reanimar la economía se
creció a una tasa del 11.3 % en 1933 (Ibidem).
Como es sabido, dentro de todo este proceso de formación de instituciones, la joya
de la corona edificada por los grupos encabezados por Plutarco Elías Calles fue
representada por la principal organización que sería la base para la creación del nuevo
sistema político mexicano: el Partido Nacional Revolucionario (PNR) (1929) –
posteriormente llamado Partido de la Revolución Mexicana (PRM) (1938) y por último,
Partido Revolucionario Institucional (PRI) (1946)–, que puso fin a las pugnas entre los
caudillos militares y líderes locales al hacer converger en una sola estructura partidaria a la
multitud de grupos, asociaciones, organizaciones y partidos locales que ondeaban la
bandera de las causas revolucionarias pero que no contaban con programas políticos para su
acción ni representaban a amplios sectores populares sino que estaban dominados por los
intereses particulares de sus dirigentes.
Luis Javier Garrido (1982) señala que el principal mérito del PNR en tanto
confederación de organizaciones políticas fue el de contribuir a la consolidación del Estado
surgido de la ―Revolución‖; y que al ser una organización de masas y al implantarse en
todo el territorio nacional, el naciente partido fue fundamental para influir y controlar la
vida política del país, para lograr la estabilidad social mediante la unidad de la clase
gobernante que en los años previos fue desbordada por las ambiciones personales de los
caudillos y la falta de coordinación en los esfuerzos para la construcción de un proyecto
nacional.
Pero es a partir de 1934 cuando el proceso de planeación comienza a adquirir forma
debido en gran medida a la vocación interventora que empezó a ejercer con intensidad el
sector público en la construcción de los mercados y en la distribución de la riqueza. A partir
de las circunstancias históricas tanto nacionales como internacionales y de la correlación de
fuerzas en la sociedad, la planeación adquiere relevancia y matices en el marco mucho más
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
154
amplio de la concepción que asumió –entre 1934 y 1958– al desarrollo como un proceso
consistente en la construcción de instituciones y de infraestructura básica. Entre los matices
que podemos observar en documentos oficiales como el Primer Plan Sexenal 1934-1940
(PNR, 1934), el Segundo Plan Sexenal 1940-1946 (PRM, 1941), el Proyecto de Inversiones
del Gobierno Federal y Dependencias Descentralizadas 1947-1952 (Banco de México,
1948), y las Consideraciones para un Programa Nacional de Inversiones 1953-1958
(Comisión de Inversiones/Presidencia de la República, 1953), destacan los siguientes:
3.1.1.- Las políticas públicas y las estrategias de desarrollo orientadas a la
conciliación nacional.
El control de las masas desde el partido cuasi oficial y desde el gobierno mismo, la
moderación en el empleo de la fuerza pública, así como la atención a las demandas
populares mediante estrategias de desarrollo como el Primer Plan Sexenal 1934-1940
(PNR, 1934) y el Segundo Plan Sexenal 1940-1946 (PRM, 1941), ya con orientación
moderada de éste último, fueron en su conjunto factores trascendentales en el logro de la
conciliación nacional y de la paz social necesarias para la instrumentación y materialización
del proyecto de nación que se intentó definir; para la intervención del gobierno en la
economía; para la centralización del poder en la institución presidencial; y para la
formación, fortalecimiento y protección del empresariado nacional.
Partiendo de esto, se observa que entre 1934 y 1940 se desplegaron relevantes
transformaciones estructurales e incluso la incipiente construcción de instituciones gestada
entre 1917 y 1934 es continuada y profundizada en el régimen presidido por el General
Lázaro Cárdenas del Río con la gran diferencia de contar ya con una relativa estabilidad
sociopolítica necesaria para el ejercicio de un proyecto con vocación nacionalista para
fomentar el proceso de desarrollo.
Como la conciliación del gobierno con los distintos grupos sociopolíticos del país
era prioridad para alcanzar la paz y la estabilidad definitivas, se buscó para ello, adoptar
reformas en las políticas públicas con la finalidad de contener los efectos negativos sobre
los niveles de vida derivados de la recesión mundial; fortalecer los mecanismos de control
sobre los sindicatos, los movimientos campesinos que aún no veían satisfechas sus
demandas y sobre los grupos de poder local y del ejército que aún estaban inconformes;
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
155
combatir la creciente corrupción que se imponía; disminuir la represión; y comenzar a
satisfacer las demandas de los sectores populares.
Con Cárdenas del Río como candidato a la Presidencia de la República se
emprendieron importantes relaciones con las masas populares y con otros sectores sociales,
y para enfrentar los problemas que agobiaban a éstos, en el PNR se diseñó el Primer Plan
Sexenal 1934-1940 (PNR, 1934), cuyo objetivo central declarado consistió en lograr la paz
y la estabilidad para hacer realidad los postulados y compromisos proclamados entre 1910
y 1917 durante la lucha armada, y para enmarcarlos dentro de una política social,
económica y administrativa.
De esta forma, con el presidencialismo respaldado por las masas populares, el
―Maximato‖ llegó a su fin, y se inició con amplitud un breve periodo de importantes
transformaciones estructurales.
El ya mencionado Primer Plan Sexenal 1934-1940 fue relevante en estos
acontecimientos al constituir un documento de corte ideológico, político y programático
orientado a conducir el proceso de desarrollo, por vez primera desde una perspectiva
integral, con la confluencia de amplios sectores sociales y por la vía pacífica. Sirvió de base
para desarrollar una forma de solución respecto a las reivindicaciones y demandas
populares surgidas durante la lucha armada y que fueron expresadas al momento de formar
las instituciones del nuevo Estado; y construir así la necesaria infraestructura económica e
institucional para la diversificación del aparato productivo, acompañado todo ello de la
urgencia por plantear la elaboración de un esquema programático sobre las necesidades y
prioridades a considerar al momento de la toma de decisiones gubernamentales y de la
consiguiente asignación de recursos. Este documento oficial, bajo una concepción
acentuadamente nacionalista, pretendió cumplir con los principios y postulados expresados
en la Constitución Política de 1917, además de responder a las adversas circunstancias
nacionales e internacionales. Una de las principales estrategias enunciadas consistió en
orientar las funciones y acciones del sector público en la realización de los principios
―revolucionarios‖, destacando entre dichas funciones desde la satisfacción de las demandas
sociales y la mejora del orden jurídico y de las instituciones para la procuración de justicia
hasta la regulación, fomento y fortalecimiento de la economía. Las prioridades del esquema
programático del Primer Plan Sexenal 1934-1940 se observan en el siguiente cuadro:
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
156
Cuadro 9. Estrategias de desarrollo observadas en el Primer Plan Sexenal 1934-1940
Política para la intervención del sector público:
*Reducir al mínimo las perturbaciones y desajustes en la economía del país, y la inequidad entre
la producción y la distribución de la riqueza, a través de la libertad de iniciativa de los
empresarios, la libertad de competencia de los comerciantes, y de una actuación del aparato de
Estado que radique en constituirse como árbitro para mantener el orden y la coordinación
económica entre los agentes del proceso económico. Esto es, ingresar en una primera etapa de un
régimen progresivo de economía dirigida.
*Impedir la concentración de capitales y limitar la libertad de competencia con la finalidad de
regular los precios.
*Fijar canales de distribución de mercancías o la regulación estatal del comercio interno.
Política agraria:
*Abolir el latifundio mediante un reparto agrario consistente en la dotación y restitución de
tierras y aguas. Además, en materia de reforma agraria se proponía el respeto a la pequeña
propiedad mediante el impulso al ejido; el otorgamiento de seguridad jurídica y el apoyo
material, humano y técnico a los productores agrícolas; el aliento a su organización y
capacitación económica a través del crédito para elevar la producción y su nivel de vida; la
construcción de un sistema económico nacional de abasto; y la edificación de infraestructura en
irrigación.
Política de nacionalización:
*Materializar el precepto constitucional relativo a la nacionalización de los derechos del
subsuelo, y ampliar las zonas nacionales de reserva petrolera y minera.
Política de infraestructura:
*Construir infraestructura energética. En especial, se creará un organismo semioficial de apoyo y
regulación para intervenir en la industria petrolera; y, se procurará la formación de un sistema
nacional de generación, transmisión y distribución de energía eléctrica –suministrada a precios
reducidos–, compuesto por empresas semioficiales y cooperativas de consumidores.
*Construir vías de comunicación y obras públicas que faciliten la estructuración y viabilidad del
mercado interno y la distribución de sus productos.
Política industrial:
*Fomentar la industrialización para la sustitución de importaciones.
Política para el comercio exterior:
*Transformar la estructura económica nacional y las relaciones comerciales en el plano
internacional.
*Impulsar la exportación de materias primas y eliminar las importaciones –salvo las de medios
de producción– que compitiesen con industrias locales eficientes.
Política de financiamiento:
*Constituir un moderno sistema de crédito.
Política social:
*Mantener un satisfactorio salario mínimo y bienes de consumo a precios accesibles; privilegiar
la contratación colectiva de los asalariados; implantar un seguro social obligatorio; y, procurar
condiciones para la adquisición de vivienda higiénica.
*Fomentar la salud y la educación públicas –privilegiando la educación rural, agrícola y técnica,
así como el carácter laico y socialista de la enseñanza– mediante mayores recursos e
infraestructura.
Política de colaboración de masas:
*Fortalecer a las organizaciones obreras y campesinas; en especial, proteger y desarrollar la
organización sindical.
Fuente: Partido Nacional Revolucionario (PNR) (1934), ―Primer Plan Sexenal 1934-1940‖.
Si bien, el Primer Plan Sexenal 1934-1940 más que puntualizar y especificar metas
globales o sectoriales para determinar la manera con que se lograrían los objetivos, sólo
enunciaba propuestas generales y orientadoras para las acciones del aparato de Estado, en
tanto se asumía como representante genuino y directo de la sociedad. Desde entonces,
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
157
aunque de manera contradictoria, vaga y sin precisión técnica y estadística, se considera a
la planeación como un instrumento que hace viable la progresiva intervención del sector
público en el proceso de desarrollo. Esta política reguladora e interventora tanto en la
economía como en los aspectos medulares de la vida nacional, concibe al Estado como un
agente activo de gestión y ordenación de procesos vitales, y no sólo como un custodio de la
integridad, la paz y el orden públicos (PNR, 1934:192).
En síntesis, el Primer Plan Sexenal 1934-1940 reconoció las necesidades del
desarrollo de una economía atrasada y de una sociedad débilmente organizada, por lo que
constituyó un periodo de preparación de las condiciones para impulsar el crecimiento
económico de largo plazo. A decir de Ayala Espino (2001:capítulo III), en dicha política
pública la promoción de la reforma agraria, la construcción de infraestructura física e
institucional y la expansión del gasto público eran asumidos como los pilares de un
proyecto de desarrollo con fuerte vocación nacionalista y como las bases para las
transformaciones estructurales de la sociedad mexicana.
Sin embargo, desde los últimos dos años del gobierno presidido por Lázaro
Cárdenas del Río –sobre todo desde la nacionalización de la industria petrolera–, la
vocación nacionalista/revolucionaria de las actitudes y acciones estatales adoptan, debido a
las confrontaciones entre el gobierno y el sector privado nacional y extranjero, un matiz
moderado para consolidar las transformaciones estructurales realizadas y para evitar un
conflicto interno que derivase en nuevos enfrentamientos armados (véase Brom, 1998:298,
307 y 308). La profundización de esta moderación se presenta en el sexenio presidencial
que transcurre entre 1940 y 1946, marcado por un contexto internacional envuelto en una
confrontación bélica de grandes magnitudes y alcances desde 1939 y de la cual saldría
victorioso el antifascismo proclamado por los Estados Unidos y la Unión Soviética.
Para contener las luchas sociales después del fortalecimiento de las decisiones
gubernamentales mediante las reformas estructurales emprendidas entre 1934 y 1938, tanto
el ya entonces llamado Partido de la Revolución Mexicana (PRM) como el mismo gobierno
orientaron sus esfuerzos en mayor medida hacia la conciliación con las masas populares y
sobre todo con las clases hegemónicas que fueron afectadas por dichas medidas.
La política pública diseñada y ejercida durante el gobierno presidido por Manuel
Ávila Camacho fue el Segundo Plan Sexenal 1940-1946 (PRM, 1941). Este documento se
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
158
planteó de nueva cuenta dentro de la línea del partido cuasi oficial y fungió como su
plataforma política para la elección presidencial de 1940. En su elaboración se impusieron
los grupos aliados al candidato y en segundo plano quedaron los grupos cardenistas, puesto
que los primeros contaron con el PRM como base para la política de colaboración de clases
y para el abandono de los principios ―revolucionarios‖ y de las acciones reformistas del
gobierno.
Entre las estrategias declaradas en este documento oficial sobresalieron:
Cuadro 10. Estrategias de desarrollo observadas en el Segundo Plan Sexenal 1940-1946
Política para la intervención del sector público: *Reservar para el Estado una acentuada y progresiva dirección de la economía puesto que las
acciones estatales relativas a las actividades industriales, comerciales, de consumo y frente al
comercio exterior se concebían como condiciones para el desarrollo nacional y para la
organización y crecimiento de la capacidad productiva.
*Privilegiar la intervención estatal para impulsar el uso de los adelantos técnicos en el proceso
productivo, y para evitar la injusticia social y el desorden económico en la distribución de la
riqueza.
Política de nacionalización:
*Nacionalizar total y definitivamente la industria petrolera.
*Continuar con el control de la nación sobre los recursos básicos y sobre la totalidad de la
economía, sin que ello implicase un impedimento a las inversiones extranjeras.
Política económica general:
*Impulsar el crecimiento de la economía a ritmos superiores al incremento poblacional para
generar excedentes de recursos financieros que propicien una mayor inversión y un mejoramiento
del nivel de vida.
Política agraria:
*Consolidar la reforma agraria fortaleciendo la propiedad ejidal y el uso del trabajo colectivo;
impedir la reconstitución del sistema latifundista; y regular la producción agropecuaria para evitar
la desorganización y la especulación.
*Estimular la industrialización de los productos agropecuarios, forestales y pesqueros.
Política industrial:
*Fortalecer el proceso de industrialización para la sustitución de importaciones como eje central de
la economía mexicana, considerando esenciales a la industria de la transformación y al fomento y
coordinación de la industria pesada.
*Dotar a la economía de medios de producción y equipo mecánico necesarios para el crecimiento.
*Racionalizar el uso del trabajo en los procesos industriales.
Política de infraestructura:
*Estimular mediante el gasto público la construcción de infraestructura orientada a la
industrialización y en menor medida al sector agropecuario.
*En el ramo de las comunicaciones y de las obras públicas, enfrentar los problemas de acceso a los
territorios dotados de recursos naturales, consolidar la integración cultural de los habitantes y
mejorar la movilización y distribución de mercancías.
Política energética:
*Incrementar el suministro de energía eléctrica como factor para el desarrollo.
Política para la organización del mercado interno: *Reformar el régimen general de concesiones, privilegiando su otorgamiento a las empresas
paraestatales y a las administradas por los trabajadores.
*Organizar el consumo para proteger los ingresos populares, y establecer formas económicamente
eficaces de distribución y circulación de productos.
*Emprender la regulación de los precios de los bienes y servicios en el comercio interno, además
de procurar la organización de este sector, con el fin de garantizar ganancias razonables y
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
159
productores y comerciantes, así como proteger al consumidor.
Política para el comercio exterior:
*Establecer un sistema regulador de comercio exterior complementado con la política arancelaria,
los tratados comerciales y los subsidios.
*Privilegiar la formación de capital privado invertible en productos exportables y de origen
totalmente mexicano, así como el fortalecimiento de este sector en el ámbito nacional.
Política laboral:
*Conservar y acentuar, mediante la acción del sector público, el carácter protector de la legislación
en materia de trabajo.
*Apoyar la unificación de los trabajadores y robustecer su organización.
*Contribuir a la redistribución de la riqueza producida mediante el reparto de utilidades entre los
trabajadores.
Política social:
*Procurar el bienestar social a través de la educación pública, del mejoramiento de las condiciones
sanitarias de la población, y de la asistencia pública a los débiles económicos.
Fuente: Partido de la Revolución Mexicana (PRM) (1941), ―Segundo Plan Sexenal 1940-1946‖.
En general, se consideró en el documento que, para contrarrestar el libre juego de la
actividad privada, el Estado debía intervenir para equilibrar fuerzas, suprimir injusticias y
transformar la estructura de la sociedad (PRM, 1941:274). De ello se deriva una genuina
preocupación por establecer los procedimientos necesarios que garanticen y fortalezcan la
ya mencionada dirección de la economía por parte del sector público.
3.1.2.- El definitivo cambio de rumbo en las estrategias de desarrollo.
Finalizada la conflagración internacional en 1945, con la fundación de la Organización de
las Naciones Unidas se inició una importante etapa en que la gestación de regímenes
internacionales influyó intensamente en la definición y orientación de las concepciones y
estrategias de desarrollo adoptadas por los gobiernos nacionales, sobre todo en aquellos que
se mantenían en una condición subdesarrollada.
A partir de estos años predominaron con mayor fuerza las concepciones
keynesianas del desarrollo que privilegiaban la intervención del aparato de Estado en la
economía mediante una mayor inversión pública para aumentar el empleo, la producción y
el ingreso nacional, así como el proceso de desarrollo en general mediante la ampliación
del ―Estado de bienestar‖ en los países industrializados.
En la mayoría de los principales países latinoamericanos se emprendieron procesos
de industrialización con la finalidad de contener el llamado deterioro de los términos de
intercambio y la dependencia económica. En México, lo que predominó desde 1940 fue una
acentuada acción gubernamental que en aras de la ―unidad nacional‖ no privilegiaría la
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
160
atención a los intereses populares, sino que fortalecería las garantías del sector privado y se
estimularían las masivas inversiones extranjeras, produciéndose así en el gobierno
encabezado por Miguel Alemán Valdés (1946-1952) un definitivo cambio de rumbo en las
formas de concebir y planear el proceso de desarrollo.
Ya con plena estabilidad sociopolítica y con una acentuada intervención del aparato
de Estado en la economía nacional, las estrategias de desarrollo anteriores a 1946 se
propusieron, debido a la debilidad del empresariado mexicano, acelerar el crecimiento del
sector industrial con la sustitución de importaciones y con la instrumentación de medidas
reguladoras y proteccionistas; además de impulsar el crecimiento sólo de aquellas regiones
socioeconómicas dotadas de una mayor fortaleza económica. Para satisfacer estos
proyectos, se hicieron grandes erogaciones del gasto público sin contar con un programa
rector ni con instrumentos eficaces técnicamente para su planeación y programación, pues
recordemos que las políticas públicas correspondientes a los dos sexenios previos sólo
presentaron lineamientos y orientaciones de carácter general que no especificaron los
medios para lograr las metas.
El contar con nuevas políticas públicas para programar tanto el gasto público federal
como la magnitud del ahorro interno, y para conocer las condiciones de los recursos
gubernamentales, también fue estimulado por el crecimiento experimentado en las
empresas paraestatales y demás organismos descentralizados que eran supervisados y
coordinados por la Comisión Nacional de Inversiones. A ello se sumaron las posibilidades
de atraer el financiamiento de organismos internacionales como el Banco Internacional de
Reconstrucción y Fomento (BIRF), así como las exigencias y disposiciones impuestas por
éste para justificar su orientación y utilización. Así pues, observando el Proyecto de
Inversiones del Gobierno Federal y Dependencias Descentralizadas 1947-1952 la tendencia
consistió en diseñar políticas públicas orientadas a la atracción de créditos
internacionales.
El Proyecto de Inversiones del Gobierno Federal y Dependencias Descentralizadas
1947-1952 se proponía constituir el primer esfuerzo para la programación de la inversión
pública global y sectorial al precisar y jerarquizar proyectos específicos y establecer sus
mecanismos de evaluación, así como su repercusión en los indicadores macroeconómicos
más importantes (Banco de México, 1948).
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
161
En sus planteamientos, esta política pública privilegió las inversiones en
infraestructura relativa a las comunicaciones y transportes (destacando la construcción y
rehabilitación de ferrocarriles, y la edificación de caminos, de obras marítimas y navales, y
de puertos y aeropuertos) para intensificar la integración del mercado interno; además de
las inversiones en sectores como el agrícola (obras de irrigación, promoción de cultivos,
mejoramiento de semillas, y colonización), industrial (en ramas como la minero-
metalúrgica, laboratorios industriales y conservas alimenticias), de energéticos
(electrificación, petróleo y gas natural), y en menor proporción las canalizadas al bienestar
social en rubros como alcantarillado, agua potable y proyectos de salubridad, de educación
y de la Ciudad Universitaria.
Se concibió como un programa para promocionar, continuar y profundizar el
proceso de industrialización mediante las inversiones canalizadas a la construcción de
mayor infraestructura básica. De esta forma, se aspiró a plantear objetivos acordes con el
eficiente aprovechamiento de los recursos materiales y con la dirección del proceso
productivo. Se asumió que la población se beneficiaría directa e indirectamente con la
ejecución de los proyectos, y que la erogaciones para ello tenderían a aumentar el ingreso
nacional (Ibidem). Además, el Proyecto de Inversiones del Gobierno Federal y
Dependencias Descentralizadas 1947-1952 fue diseñado como un programa de
recuperación económica, partiendo del reconocimiento que se hizo de los aspectos
generales de la economía nacional.
Como antes de su diseño se había solicitado, por parte del Banco de México y de
Nacional Financiera, un crédito al BIRF por 250 millones de dólares para estimular la
recuperación económica y para intensificar la industrialización del país, este organismo
internacional exigió, para su otorgamiento, informes y datos estadísticos sobre la evolución
de la economía mexicana en los diez años previos, así como una programación de las
promociones que en un futuro absorberían los recursos del crédito solicitado. En el mismo
proyecto de inversiones se plasmó una descripción de las necesidades para mantener el
funcionamiento normal de la infraestructura, así como un inventario de los medios de
producción que no se lograron importar en la época de la guerra.
Para 1952, México se veía inmerso en una profunda inestabilidad económica
originada en las tendencias recesivas impulsadas por la inflación y la devaluación. La
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
162
sociedad mexicana padecía una desigual distribución de la riqueza y una constante alza de
los precios que la deterioraba aun más, y se enfrentaba a altas tasas de crecimiento
poblacional (para mayores detalles véase Cárdenas, 1996:capítulo I; Ayala Espino,
2001:capítulo III). Además, se contaba con el antecedente de que en anteriores políticas
públicas el proceso de desarrollo no fue enfocado desde una perspectiva integral debido al
diseño arbitrario y fragmentado de los proyectos.
A partir de estas consideraciones, se diseña el Programa Nacional de Inversiones
1953-1958, teniendo como objetivos: mejorar el nivel de vida de la población; alcanzar una
satisfactoria tasa de crecimiento económico –5.9% en promedio anual durante el sexenio–;
procurar un desarrollo más coordinado de la economía y con independencia del exterior;
incrementar la producción; estabilizar los precios; lograr el financiamiento de la inversión
sin incurrir en déficit público y en presiones inflacionarias; estimular una mayor
participación del capital nacional en el financiamiento de la inversión; y, privilegiar la
canalización de los recursos financieros hacia los sectores más necesitados de fondos, o
bien, para hacer frente a los principales problemas económicos (Comisión de
Inversiones/Presidencia de la República, 1953:649). En esencia y como objetivo último,
este documento oficial se orientó a la procuración del orden y de la disciplina en la
programación y ejecución de las inversiones públicas, así como a coordinar las inversiones
de las entidades públicas, las empresas paraestatales y los organismos descentralizados. Se
trató pues de una estrategia para el ordenamiento de las inversiones públicas con miras a
lograr el aumento de su productividad, aprovechamiento y rendimiento.
La estructura de las inversiones plasmada en esta política pública agrupó el fomento
industrial y agropecuario, las comunicaciones y transportes, y el beneficio social. Esto es,
se declaró canalizar fuertes inversiones a la agricultura; más que realizar grandes
inversiones en la industria se consideró preciso consolidar las ya existentes para reanudar
un proceso de industrialización más activo; construir caminos y rehabilitar el sistema
ferroviario para no obstaculizar el proceso económico; aumentar la inversión en la industria
petrolera y en la electrificación para responder a la demanda del país; además de invertir en
la edificación de escuelas y hospitales. De igual forma, para elevar el nivel de vida se
asumió que el producto real aumentase más que el crecimiento poblacional a través del
incremento de la productividad de las inversiones mayores por la canalización de ahorro
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
163
como fuente de financiamiento. Como parte de su vocación expansionista, se consideró que
reducir los gastos de inversión implicaría un trastorno de esta política pública con
consecuencias sobre el crecimiento de la economía; incluso, para mantener un considerable
nivel de inversión pública, en caso de que los ahorros auténticos y los impuestos no sean
suficientes, se planteó no descartar el recurrir a la emisión monetaria como fuente de
financiamiento y al capital del exterior –privilegiando los créditos internacionales sobre la
inversión extranjera directa– (Ibidem:658 y 659) .
Por vez primera existe una referencia a la planeación regional al proponerse una
distribución más eficiente del desarrollo en el territorio para evitar el ensanchamiento de la
brecha entre las diferentes regiones del país y para atender las que tradicionalmente fueron
marginadas del proceso de desarrollo.
El Programa Nacional de Inversiones 1953-1958 se limitó fundamentalmente a una
jerarquización, clasificación y procuración del orden de los gastos gubernamentales a
realizar, sin la intención de articular una estrategia de desarrollo de mayores magnitudes y
alcances. En suma, se pretendía que con este ordenamiento de las inversiones públicas se
construyese mayor infraestructura física impulsora de la industrialización, así como
aumentar el volumen de capital invertido con miras a fomentar una expansión económica
más acelerada.
3.2.- El desarrollo como expansión del crecimiento económico con estabilidad de precios.
Además de los movimientos de trabajadores que demandaban mejoras salariales, amplias
prestaciones y una mayor participación en la toma de decisiones sindicales, el año de 1958
se terminó enfrentando variadas problemáticas como la reducción de los flujos de
inversión, el desequilibrio externo de la economía, la pérdida de dinamismo en las
actividades industriales, el rezago del sector agrícola y la marginación de los campesinos, y
los obstáculos para mantener y fomentar aceptables niveles de vida de la población. Todo
ello en su conjunto restringía el crecimiento de la economía nacional.
Antonio Ortiz Mena recuerda que la política económica adoptada en los años
previos marcados por tendencias recesivas –bajo crecimiento económico e inflación a
niveles moderados– privilegió impulsar la expansión de la economía teniendo como
principal instrumento al tipo de cambio, es decir, en 1954 para acelerar el crecimiento se
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
164
indujo discrecionalmente una devaluación como medida de política económica; sin
embargo, el descontento y la desconfianza no se hicieron esperar y se manifestaron en
reacciones como la aceleración de la fuga de capitales y la drástica reducción de las
reservas internacionales del Banco de México a pesar del tipo de cambio; incluso, después
de la devaluación el crecimiento del PIB llegó a promediar el 6%, en tanto que la inflación
se sitúo a una tasa del 13.4% en 1955 para posteriormente reducirse de manera notable
(Ortiz Mena, 1998:35-39).
Además, en el ámbito internacional al presentarse la ―Revolución Cubana‖ –que
durante sus inicios mostró una posición nacionalista–, al no contenerse la infiltración
soviética y al intensificarse el recelo y el rechazo latinoamericano hacia los Estados Unidos,
el gobierno de este país trazó una política de apoyo en 1960 que promoviera el desarrollo
socioeconómico de la región al financiar con un fondo inicial de 500 millones de dólares
una serie de programas para el bienestar social y la reforma agraria; redondeado esto con la
creación de organismos internacionales especializados en la región como lo fue el Banco
Interamericano de Desarrollo (BID).
Estas expresiones se enmarcaron en el programa de la ―Alianza para el Progreso‖
dado a conocer en Uruguay en agosto de 1961. Sus objetivos centrales fueron: 1) lograr un
crecimiento económico en los países latinoamericanos que representara un incremento del
PIB per capita de por lo menos 2.5% anual; 2) emprender una reforma social con especial
énfasis en la estructura de tenencia y uso de la tierra; 3) diversificar y aumentar
exportaciones; 4) promover la industrialización y el empleo; 5) impulsar la educación
teniendo como meta eliminar el analfabetismo en 1970; 6) lograr la estabilidad de precios
para evitar tendencias inflacionarias y deflacionarias; 7) reformar la estructura de impuestos
para favorecer a los grupos de menores ingresos; y 8) elaborar planes integrales de
desarrollo con la finalidad de disponer de los recursos estipulados en la Carta de Punta del
Este y justificar su ejercicio (recuperados en Cervantes Ceceña, 1983; Ortiz Mena, 1998).
Además del apoyo financiero –20000 millones de dólares– se contempló brindar asistencia
técnica por parte de los Estados Unidos; sin embargo, con el asesinato de John F. Kennedy,
quien se presentó como su principal promotor, la ―Alianza para el Progreso‖ prácticamente
no se concretó al cambiar la política exterior de ese país respecto a la región.
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
165
Para responder al último objetivo de la ―Alianza para el Progreso‖, el gobierno
mexicano diseñó una serie de documentos estratégicos que delinearon ciertas pautas para
intentar construir un sistema de planeación orientado al fomento del proceso de desarrollo.
Sin embargo, ello no se plasmó de manera acabada, y a pesar de gozar de un acelerado
crecimiento con relativa estabilidad de precios, se acentuaron varias vulnerabilidades y
debilidades estructurales como la dependencia financiera del exterior, el aumento del
endeudamiento público, la subordinación de las prioridades del sector agropecuario al más
intenso estímulo de las actividades industriales que a la postre precipitaría el colapso del
primero, además de la pérdida de competitividad y productividad del aparato productivo
provocada por la falta de voluntad y decisión políticas para eliminar a tiempo el cada vez
más estricto y restrictivo proteccionismo (para mayores detalles véase Cárdenas,
1996:capítulo II; Ayala Espino, 2001). Entre 1958 y 1970, el aparato de Estado mantenía
un relevante papel en el fomento del desarrollo; sin embargo, el mayor dinamismo en este
proceso lo ejerce el capital extranjero al cedérsele la función de impulsor privilegiado del
crecimiento. Esta relativa retracción del aparato de Estado que se planteó respecto a la
moderación de las finanzas públicas y sus gastos se atribuyó a la necesidad de emprender
esfuerzos para no presionar el nivel de los precios y el tipo de cambio.
En suma, tanto las inversiones extranjeras directas posicionadas en los sectores más
dinámicos, así como el creciente endeudamiento gubernamental constituyeron los motores
principales de la expansión del crecimiento económico con estabilidad de precios, y a la
vez fueron las dos principales debilidades de la estrategia del llamado desarrollo
estabilizador. Esto es, entre 1958 y 1970 en los hechos se concibió a la vulnerabilidad
estructural y la dependencia externa como motores de la expansión del crecimiento con
estabilidad macroeconómica.
Las actividades de planeación emprendidas en estos años tuvieron como objetivo
jerarquizar la inversión e indicar, estimular y orientar las acciones de la iniciativa privada
en el proceso de desarrollo.
El testimonio de uno de los principales artífices de estas políticas públicas nos
indica que al formularse la estrategia del llamado desarrollo estabilizador se privilegió crear
condiciones de estabilidad de precios para sentar las bases de un crecimiento sostenido,
además de conjugar la generación de un ahorro voluntario creciente y la adecuada
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
166
canalización de las inversiones con la finalidad de fortalecer los efectos estabilizadores de
la expansión económica; es decir, se pretendía con esta estrategia terminar con los ciclos
recurrentes de inflación/devaluación que afectaron a la economía mexicana en los años
previos a su instrumentación (Ortiz Mena, 1998:49).
La concepción del desarrollo que predominó en este periodo consistió en considerar
necesaria a la estabilidad monetaria y de precios para impulsar el crecimiento económico y
el bienestar social. Al respecto, Ortiz Mena (1998) ha argumentado que la estabilidad
macroeconómica, en especial la relativa al tipo de cambio, constituía un requisito
importante para el mejoramiento de los salarios reales; que el logro del bienestar social
dependía de un crecimiento económico sostenido motivado por elevados niveles de ahorro
e inversión, para lo cual resultaba preciso la reducción de la inflación; que el círculo
virtuoso del modelo se cerraba considerando que la estabilidad de precios promovería la
formación de ahorro interno y gestaría las condiciones propicias para la inversión,
derivándose de esta forma un mayor crecimiento de la economía y mayores oportunidades
de empleo, esto es, crecer sin inflación implicaba sanear las finanzas públicas, controlar
estrictamente la expansión del circulante y del gasto público –en especial de la inversión
pública–, fortalecer la balanza de pagos a través de la promoción de exportaciones agrícolas
y del turismo, y promover al sector financiero con el fin de contar con un mayor ahorro
voluntario para evitar presiones sobre el nivel de los precios.
Para el mismo Ortiz Mena, el crecimiento y la estabilidad fueron compatibles en la
medida en que esta última permite promover el ahorro y la inversión, y se estimula con ello
constantemente el crecimiento económico, el cual a su vez hace posible un incremento
sostenido de los salarios reales y del ingreso disponible que estimula el ahorro; en suma, se
argumentó que la estabilidad macroeconómica –en especial la estabilidad cambiaria–
facilitaría la adopción de políticas de cambio estructural en rubros como el incremento del
ahorro, la inversión, la productividad y la competitividad de la economía (Ibidem:288).
La estrategia del desarrollo estabilizador consistió básicamente en conjugar la
generación de un creciente ahorro voluntario actuando sobre los factores económicos que lo
determinan, y la adecuada asignación de los recursos de inversión con el propósito de
reforzar los efectos estabilizadores de la expansión económica, y evitar así la presencia
cíclica de la inflación y la devaluación (Ortiz Mena, 1969). Para el mismo ex secretario de
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
167
Hacienda, el desarrollo económico era concebido como un aumento sostenido del volumen
de la producción por hombre ocupado; presuponiendo también un incremento de la
dotación de capital que haga viable mejorar la productividad y el ingreso real de la fuerza
de trabajo y mantener tasas adecuadas de utilidad.
Las dos principales políticas públicas diseñadas durante estos doce años fueron el
Plan de Acción Inmediata 1962-1964 (Comisión Intersecretarial, 1962) y el Programa de
Desarrollo Económico y Social de México 1966-1970 (Comisión Intersecretarial, 1966).
Con una mayor pericia técnica que políticas públicas anteriores, el Plan de Acción
Inmediata 1962-1964 fue diseñado para acceder a los recursos internacionales
presupuestados en los acuerdos de la ―Alianza para el Progreso‖ con la finalidad de cumplir
con las proyecciones globales concernientes al quinquenio 1961-1965 y edificar los
cimientos para emprender las de los siguientes cinco años, y de enfrentar la recesión
económica iniciada en 1961. Como política pública elaborada por la Comisión
Intersecretarial (integrada por la Secretaría de la Presidencia y la Secretaría de Hacienda y
Crédito Público), el Plan de Acción Inmediata 1962-1964 puntualizó –por vez primera– las
necesidades de inversión tanto del sector público como del privado, desagregándola y
especificándola por sectores económicos, además de que se enmarcó en proyecciones
realizadas hasta el año de 1970. Su objetivo principal consistió en reaccionar al
estancamiento económico de los años previos y revertir sus tendencias; además, se asumió
como un intento de planeación a mediano plazo.
Cuadro 11. Planteamientos esbozados en el Plan de Acción Inmediata 1962-1964
Política económica general:
*Crecimiento del PIB a una tasa media anual del 5% como mínimo.
*Mantener la estabilidad monetaria con medidas de regulación crediticia para evitar fuertes
expansiones del crédito, así como con medidas de protección y fortalecimiento de la balanza de
pagos. Además, se sugería procurar la estabilidad de precios para fortalecer el ahorro y su eficaz
inversión en el proceso económico; y, emprender una reforma tributaria con el fin de redistribuir
la carga fiscal apoyándola en los grupos sociales que poseen mayores ingresos.
*Mantener una relativa estabilidad del nivel interno de los precios.
Política de inversiones:
*Actuar con rapidez sobre la actividad económica mediante medidas relativas al monto y
estructura de la inversión pública y de la inversión privada –se estipuló que la primera fuese
canalizada fundamentalmente al fomento industrial (generación y abastecimiento de energía
eléctrica y combustibles) y al bienestar social, en tanto que la segunda se destinaría al desarrollo
de la industria y de la construcción–, al consumo público y privado, y al comercio exterior, con
la finalidad de estimular el crecimiento económico. Ambos tipos de inversión se orientarían al
mejoramiento de la productividad para asegurar un aumento rápido de la oferta interna, del nivel
de empleo, y del consumo global.
*Asumía que con el programa de inversiones del sector público se estimularía el total de las
actividades económicas y se mejorarían las condiciones sociales mediante la eficaz orientación y
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
168
aprovechamiento del ahorro interno y externo. Para financiar la inversión pública se
contemplaron los créditos internos e internacionales y el acceso a los fondos financieros del
Programa de la ―Alianza para el progreso‖.
*Las inversiones públicas cumplirían una función compensatoria para contener la insuficiencia
de la inversión privada y de las exportaciones, y fungirían como catalizador para atraer mayor
capital privado. Ello considerando que la inversión pública no subsanaría las deficiencias de la
inversión privada y de la demanda externa, debido a la imposibilidad de lograr en el sector
público un financiamiento no inflacionario y a que éste sector no cuenta con la posibilidad de
cubrir la falta de inversión privada y no puede reemplazar al empresariado privado en todas las
ramas industriales.
*Ofrecer estímulos fiscales para cumplir con el monto estipulado de las inversiones privadas.
Política de infraestructura:
*Canalizar inversiones públicas a la construcción de obras de irrigación, de edificios públicos,
de infraestructura para comunicaciones y transportes (carreteras y ferrocarriles), y de obras para
el bienestar social (agua potable, servicios públicos urbanos y rurales, hospitales y centros
asistenciales, educación e investigación, y habitación).
Política para el mercado interno:
*Ampliar el mercado interno para aprovechar eficazmente la capacidad productiva acumulada.
*Estimular sectores rezagados como la agricultura y acelerar otros con una alta elasticidad de
demanda.
*Aumentar el consumo global, especialmente en los sectores de bajos ingresos, para garantizar
el logro de las metas en materia de bienestar social y para imprimir un mayor dinamismo a las
actividades productivas rezagadas debido a la falta de demanda o al exceso en su capacidad
instalada.
*Fortalecer el poder adquisitivo de la población y mejorar la distribución del ingreso para
fomentar así la construcción de un mercado interno más vigoroso.
Política agraria:
*Delinear nuevos planes de crédito agrícola con apoyo de recursos provenientes del exterior.
Política industrial:
*Favorecer la expansión de la capacidad productiva del sector industrial mediante las políticas
fiscales, monetarias, comerciales, de crédito y de fomento.
Política para el comercio exterior:
*Vigorizar el proceso sustitutivo de importaciones y estimular la producción orientada a las
exportaciones para mantener equilibrada la balanza de pagos.
Política de financiamiento:
*Prever un mayor acceso al ahorro externo, especialmente al crédito de largo plazo, para cumplir
con las metas de inversión, compensar probables desequilibrios de la balanza de pagos en cuenta
corriente, y para financiar, de manera complementaria, a la inversión sobre todo en industrias
básicas.
Política de inversión extranjera:
*Estimular el ingreso de inversión extranjera privada en la industria a niveles que no excedan el
49% del capital de las empresas mixtas.
Política social:
*Extender los programas nacionales de bienestar social y de reforma institucional.
Fuente: Comisión Intersecretarial (1962), ―Plan de Acción Inmediata 1962-1964‖.
Sin embargo, pese a las altas tasas de crecimiento experimentadas a finales de 1964;
al tipo de cambio fijo, estable y con libre convertibilidad; y al aumento de la productividad
de los factores de la producción, se presentaron y persistieron varios problemas: una
inflación que reanudaba sus tendencias al crecimiento; el rezago del sector agropecuario en
relación al dinamismo de la industria y al crecimiento conjunto de la economía; los
desequilibrios regionales y los acentuados entre la ciudad y el campo; la desigual
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
169
distribución de la riqueza nacional; la insuficiencia de recursos públicos para invertir en el
fomento al crecimiento económico y en obras de bienestar social; y los crecientes
desequilibrios en el sector externo. Ante ello, el gobierno federal declaró que resultaba
preciso fortalecer la política económica para ampliar el mercado interno y para contrarrestar
la desigualdad social y lograr así condiciones propicias que impulsaran el crecimiento de la
producción y que mejoraran la distribución del poder adquisitivo.
Frente a estas importantes problemáticas se diseñó el Programa de Desarrollo
Económico y Social de México 1966-1970 en el cual se trazaron variados objetivos básicos.
El contenido de este documento oficial estuvo dotado de pautas normativas e indicativas
para las acciones de los sectores público y privado; esto es, estableció una serie de
lineamientos y de directrices generales para regular y orientar la inversión pública, al
tiempo que estimuló con diversos incentivos la activa participación de la iniciativa privada
en las decisiones propias del proceso de desarrollo y en la canalización de inversiones hacia
objetivos sectoriales (Comisión Intersecretarial, 1966:capítulo V). Se declaró que con estas
orientaciones se buscaba alcanzar un equilibrio dinámico entre los dos sectores.
Cuadro 12. Estrategias de desarrollo expresadas en el Programa de Desarrollo
Económico y Social de México 1966-1970
Política para la intervención del sector público: *La influencia gradual del sector público en las orientaciones del mercado mediante sus
acciones.
Política económica general:
*Generar un acelerado crecimiento económico a tasas promedio del 6.5% anual, de tal manera
que supere el incremento demográfico y que el ingreso nacional se distribuya equitativamente.
*Mantener la estabilidad en el tipo de cambio y combatir las presiones inflacionarias.
*El fortalecimiento del mercado interno.
Política agraria: *Enfatizar el desarrollo de las actividades agropecuarias, beneficiando a la población rural y
asegurando el abasto de alimentos, la provisión de materias primas para la industria, y la
producción de bienes de exportación. Adoptar precios de garantía para los productos agrícolas, y
continuar con la distribución estatal de dichos productos.
Política industrial:
*Impulsar el proceso de industrialización con el propósito de absorber los excedentes de mano
de obra y mejorar su capacidad competitiva para incrementar la sustitución de importaciones y
fomentar la exportación y diversificación de manufacturas y semimanufacturas. Para ello será
necesario asegurar el abasto de energía eléctrica y petróleo.
Política de infraestructura:
*Impulsar la industria de la construcción en tanto motor de las actividades más dinámicas de la
economía y de la formación de capital fijo. Esto es, intensificar la formación de capital a través
de la construcción de fábricas, caminos, presas, etc. con la finalidad de generar mayor empleo.
*Ejercer una activa política de integración de los sistemas de comunicaciones y transporte, en
especial de los ferrocarriles.
Política de inversión y gasto públicos:
*Normar y orientar la inversión pública.
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
170
Política de fomento de la inversión privada:
*Brindar incentivos a la inversión privada para que participe en el proceso económico: la
creación de economías externas mediante el gasto público en obras de infraestructura y en
bienestar social (educación y salud); los servicios técnicos y promoción; la protección al
mercado nacional a través de la política arancelaria y de controles que conduce a la sustitución
de importaciones; el crédito –generado por el ahorro interno– canalizado a la producción, al
consumo, a la pequeña y mediana industria, a la vivienda popular, y al comercio exterior; los
incentivos fiscales, entre otros.
Política de financiamiento:
*Procurar un financiamiento del desarrollo y de la inversión con recursos provenientes del
ahorro interno, asumiendo al endeudamiento público externo como complementario.
*Fomentar el ahorro interno y generar mayores volúmenes mediante el crecimiento con
estabilidad.
Política para el desarrollo regional:
*Atenuar y corregir los desequilibrios en el desarrollo tanto en regiones como en las distintas
actividades económicas.
Política laboral:
*Absorber el incremento de la fuerza de trabajo mediante el rápido crecimiento de las
actividades industriales y de servicios, así como los mayores niveles de productividad en la
agricultura.
*Procurar condiciones óptimas de trabajo a través de normas y sistemas de seguridad que ayuden
a prevenir accidentes y que eleven la productividad de la mano de obra. En tanto que la política
de salarios tenderá a que aumenten, sin que ello implique incrementos en los precios.
*Incorporar el incremento de la fuerza de trabajo urbana al sistema de seguridad social.
Política social:
*Mejorar la distribución del ingreso y las condiciones de vida de la población de bajos recursos.
*Elevar el nivel de vida de la población mediante la ampliación y mejora de la educación, las
condiciones sanitarias y asistenciales, de habitación, de seguridad y bienestar social.
Política para la mejora de la administración pública:
*Promover reformas en la administración pública federal para adecuarla al proceso de
planeación del proceso de desarrollo.
Fuente: Comisión Intersecretarial (1966), ―Programa de Desarrollo Económico y Social de México
1966-1970‖.
A grandes rasgos, el Programa de Desarrollo Económico y Social de México 1966-
1970 establecía continuar la instrumentación de la política de industrialización con
orientación nacionalista pues se decía que la inversión extranjera directa sería canalizada
hacia necesidades urgentes como el avance tecnológico donde el capital nacional no fuese
suficiente. Ello se impulsaría con el desaliento de aquellas inversiones que compitiesen con
las nacionales, y al aplicar una política selectiva en la importación de productos intermedios
y de consumo.
3.3.- El intervencionismo estatal y las políticas públicas expansionistas como motores del
desarrollo.
Las vulnerabilidades y debilidades de la estrategia para el crecimiento con estabilidad de
precios llevaron a la economía a su límite al aumentar considerablemente el déficit público,
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
171
el desequilibrio externo y la inflación (6.0% en 1970). El descontento social por la
restringida participación política, a pesar de la represión, no fue apagado del todo en el país.
Desde el gobierno se intentaron ciertos acercamientos con los sectores populares
descontentos y se incrementaron los recursos presupuéstales canalizados a la educación
superior. Ante las presiones sociales y políticas que demandaban la satisfacción de
necesidades de la población, se respondió con políticas públicas expansionistas que
utilizaron gasto público deficitario, financiado con emisión monetaria y/o endeudamiento
externo excesivos, para la construcción de infraestructura básica, para la implementación de
políticas sociales y/o para canalizar recursos al sector paraestatal.
Como quedó explicado en el capítulo I, en el ámbito internacional la década de los
setenta se caracterizó por una marcada desestabilización de la economía mundial que tuvo
sus orígenes en el agotamiento del patrón de acumulación taylorista/fordista/keynesiano y
en la quiebra de los Tratados de Bretton Woods.
En medio de esta caótica dinámica de la economía internacional y de las constantes
demandas de distintos sectores sociales en México, el gobierno emprende una mayor
intervención en la construcción de los mercados y en la promoción de bienestar social. Con
la planeación del desarrollo en estos años se pretende no solo responder a los problemas y
desafíos nacionales sino también enfrentar los retos planteados por el incierto rumbo de la
economía mundial.
La inestabilidad internacional contrajo las exportaciones mexicanas de materias
primas y aumentó el precio de las importaciones; como resultado de ello se elevó el déficit
en cuenta corriente de la balanza de pagos, y para financiarlo se incrementó el
endeudamiento externo. Se agregaron también las deficiencias heredadas de la estrategia
del desarrollo estabilizador; entre ellas destacaron la desaceleración del crecimiento
económico y las tendencias al estancamiento, menores flujos de inversión, falta de
dinamismo en los sectores económicos más importantes, desigual distribución de la riqueza
y por tanto concentración acentuada de la misma, además de la intensa movilización social
causada por el descontento respecto a las prácticas autoritarias del régimen político.
Oficialmente, al nuevo enfoque de la planeación iniciado a finales de 1970 con el
gobierno encabezado por Luis Echeverría Álvarez se le denominó ―Desarrollo compartido‖.
Esta estrategia se inaugura intentando una transformación y modernización de la política
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
172
tributaria con la finalidad de contener la evasión fiscal e imponer altos gravámenes a las
empresas; aumentando el gasto social para impulsar la redistribución del ingreso; y
erogando mayor gasto público para estimular el crecimiento (para mayores detalles véase
Tello, 1993; Cárdenas, 1996:capítulo III; Ayala Espino, 2001). Estas medidas a la larga
representaron un mayor endeudamiento del sector público.
Hacia 1970, la principal deficiencia estructural que enfrentaba el aparato de Estado
consistía en el debilitamiento del sector público al estancarse los ingresos tributarios,
situación que limitó el gasto del gobierno federal, deterioró el ahorro público, incluyendo el
de las empresas paraestatales; de allí que se acentuara la dependencia financiera del
gobierno en relación al crédito interno y externo durante la década de los setenta (Ibidem).
El discurso oficial que nutrió la estrategia inicial del ―Desarrollo compartido‖
prometió la reforma educativa para responder a las protestas estudiantiles, el respeto a la
propiedad privada para tranquilizar a los empresarios, y la apertura del sistema político para
contener el caos generalizado causado por las demandas democratizadoras y por la
represión estudiantil. Sin embargo, estas pretensiones se vieron frustradas con el
descontento de algunos grupos empresariales que se sintieron desplazados y agredidos con
las reformas tributarias que se propusieron. Este distanciamiento entre el gobierno federal y
los empresarios prevaleció durante todo el sexenio (véase Tello, 1993).
La estrategia gubernamental del llamado ―Desarrollo compartido‖ se inspiró en dos
documentos oficiales: el Programa de Inversión-Financiamiento del Sector Público Federal
1971-1976 y los Lineamientos para el Programa Nacional de Desarrollo Económico y
Social 1974-1980 –que diseñado para los últimos años del gobierno presidido por
Echeverría Álvarez, en el papel se propuso como una política pública a adoptarse más allá
de ese sexenio–. Ambas políticas públicas consideraron a la inversión pública como el
principal instrumento para estimular y orientar el proceso de desarrollo, esto es, el aumento
constante del gasto público fue el punto central en la estrategia para impulsar el crecimiento
de la demanda efectiva en el mercado (Secretaría de Hacienda y Crédito Público, Secretaría
del Patrimonio Nacional y Secretaría de la Presidencia, 1973:88).
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
173
Cuadro 13. Las estrategias de desarrollo esbozadas en las políticas públicas del llamado
“Desarrollo compartido” (1970-1976)
Programa de Inversión-Financiamiento del Sector Público Federal 1971-1976
Política económica general:
*Procurar un crecimiento promedio del PIB de 7% anual.
*Contribuir a una mayor generación de empleos productivos sobre todo en los ámbitos rurales
deprimidos.
Política de inversión y gasto públicos:
*Racionalizar los recursos disponibles para la inversión, canalizándolos a proyectos prioritarios y de
bienestar social.
*Estimular y orientar el proceso de desarrollo mediante la inversión pública. Para ello, resultaba
estratégico brindar incentivos mediante la inversión pública a actividades como transportes y
comunicaciones, energéticos, industrias básicas, agricultura y obras de bienestar social.
*Elevar la productividad del gasto público, la eficiencia en la preparación de proyectos, además de la
complementación y operación del capital existente; y orientar el crédito externo a proyectos que
contribuyan directamente a reducir el déficit en cuenta corriente de la balanza de pagos.
Política para el comercio exterior:
*Disminuir el déficit en cuenta corriente a través de proyectos que elevasen la oferta de bienes
exportables y sustituyesen importaciones.
Política para el desarrollo regional:
*Promover el desarrollo y la integración regionales.
Política social:
*Elevar el bienestar social de los grupos mayoritarios de la población a través de la ampliación de la
educación pública, la seguridad social, el abastecimiento del agua potable, la electrificación y las
comunicaciones.
Lineamientos para el Programa Nacional de Desarrollo Económico y Social 1974-1980
Política para la intervención del sector público:
*Promover una economía mixta en la cual se combinen el uso de medidas directas e indirectas que
procuren la coordinación de la actividad empresarial mediante programas específicos del sector
público.
*Generar oferta mediante medidas orientadas a expandir la capacidad productiva del sector público en
sectores como los energéticos y la infraestructura de transporte, estimulando al mismo tiempo a los
productores privados.
Política económica general: *Acelerar el crecimiento del producto nacional –7 al 8% anual–.
*Favorecer la creación de empleos a un ritmo del 3.4%, con la finalidad de combatir la pobreza.
*Impulsar un cambio en la estructura productiva, de tal forma que se privilegien las actividades
agropecuarias, las exportaciones, la selectiva sustitución de importaciones, el turismo y la promoción
de la industria mediana y pequeña.
Política de inversión y gasto públicos:
*Impulsar el crecimiento de la demanda efectiva en el mercado mediante el aumento constante del
gasto público; el fortalecimiento de los estímulos a las exportaciones con el fin de recibir una mayor
demanda externa; y el apoyo a los consumidores con un mayor poder de compra, derivado de la
expansión en las oportunidades de empleo.
*Canalizar la inversión pública hacia las zonas rurales.
Política fiscal:
*Instrumentar, con base en los estímulos fiscales, una política activa de exportación para recibir una
mayor demanda externa. A través de la misma política fiscal, aumentar el gasto público para canalizar
mayores sumas a la agricultura, para modificar el destino de la inversión pública y para orientar la
inversión privada hacia los sectores prioritarios.
Política industrial:
*Alejarse del modelo sustitutivo de importaciones y transitar hacia una industria capaz de emprender
la adaptación tecnológica y el acceso a los mercados internacionales con base en la formación de
capital humano que sea parte de una política educativa y tecnológica.
*Con la finalidad de aumentar la eficiencia de la industria nacional y su posicionamiento en el
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
174
exterior, ejercer una nueva política industrial orientada a reducir de manera paulatina el
proteccionismo de que goza.
Política para la organización del mercado interno:
*Hacer un uso más racional de los factores productivos, aplicar técnicas de producción intensivas en
mano de obra e impulsar el desarrollo tecnológico.
*Ampliar la integración del mercado interno con una política de comunicaciones y transportes.
Política para el comercio exterior:
*Especializar la oferta de exportación de productos manufacturados, sobre todo en aquellas ramas
productivas que les brindan a los países subdesarrollados ventajas comparativas por la abundancia
relativa de mano de obra y recursos naturales. Para ello será necesario emprender un proceso de
sustitución de exportaciones al cambiar la composición de las mercancías vendidas al exterior, esto es,
sustituir la venta de productos tradicionales con escaso valor agregado por otros provenientes de las
empresas maquiladoras, de la petroquímica y de la participación de los servicios en las ventas totales
al exterior. Especial atención la reciben las empresas maquiladoras pues se consideran importantes
para elevar el crecimiento del sector industrial.
Política de inversión extranjera:
*Perfeccionar el aparato de promoción y control de la inversión extranjera directa.
Política para el desarrollo regional:
*Fortalecer los polos de desarrollo, fomentar la descentralización y contrarrestar la excesiva
concentración de las actividades económicas.
Política social:
*Cambiar los patrones de distribución del ingreso y de la riqueza modificando el destino de la
inversión pública entre sectores, grupos sociales y regiones; adoptando políticas educativas y de salud;
y mejorando el ingreso familiar.
*Mejorar la capacidad productiva de la fuerza de trabajo mediante mejores oportunidades de salud,
alimentación, educación y capacitación. Ello implica fortalecer la formación de capital humano.
Política para la mejora de la administración pública:
*Orientar esfuerzos a la modificación de la administración pública para hacerla más eficiente en
cuanto a la coordinación de acciones.
Fuente: Secretaría de Hacienda y Crédito Público, la Secretaría del Patrimonio Nacional y la Secretaría
de la Presidencia (1971), ―Programa de Inversión-Financiamiento del Sector Público Federal
1971-1976‖; y, Secretaría de Hacienda y Crédito Público, Secretaría del Patrimonio Nacional y
Secretaría de la Presidencia (1973), ―Lineamientos para el Programa Nacional de Desarrollo
Económico y Social 1974-1980‖.
En el contexto de intensa volatilidad financiera internacional, de fugas de capitales,
de la negación del empresariado para invertir, y del estancamiento económico, la explosiva
intervención del aparato de Estado en la economía –mayor expansión del sector público, de
las empresas paraestatales y de los organismos descentralizados– se presentó como la
opción más inmediata para reactivar el crecimiento económico. Sin embargo, las
contradicciones de dicha intervención no se hicieron esperar y llegaron a su clímax con la
devaluación de 1976. Esto es, el creciente desajuste de la economía mexicana que se intentó
solucionar con mayor intervencionismo estatal en condiciones deficitarias y de
endeudamiento externo desembocaron en la histórica depreciación del peso frente al dólar
al pasar de 12.50 pesos –después de 21 años de mantenerse fijo– a 15.69 (para mayores
detalles véase Tello, 1993; Cárdenas, 1996:capítulo III).
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
175
Así, en medio de la crisis económica desatada en 1976 y después de asumir el poder
con una enorme falta de legitimidad por la ausencia de un sistema de partidos en la
contienda electoral, el gobierno presidido por José López Portillo prolonga el contradictorio
intervencionismo estatal en la economía al explotarse y exportarse los importantes
yacimientos petroleros descubiertos en el sureste mexicano. El gasto público ahora se
canalizaría en su mayor parte a emprender una intensa explotación de estos recursos y a
invertir en la capacidad instalada representada por PEMEX para fomentar una mayor
capacidad extractiva que permitiese exportar crudo a los mercados internacionales con el
fin de obtener divisas aprovechando la creciente demanda y los altos precios (véase
Cárdenas, 1996:capítulo III).
La profundización del intervencionismo estatal y la abundancia de divisas obtenidas
de la explotación y comercialización de los entonces abundantes recursos energéticos
descubiertos en el sureste del país significó abandonar la disciplina fiscal en 1978 y
financiar el crecimiento de la economía con los ingresos petroleros. Paralelamente a ello, se
incentivó el endeudamiento externo para continuar ejerciendo la política proteccionista que
beneficiaba a la industria nacional y se fijó una política de topes salariales para atraer una
mayor inversión extranjera.
Respecto al proceso de planeación, se sientan las bases y se emprenden acciones
pioneras para diseñar la estructuración y funcionamiento de un Sistema Nacional de
Planeación que comprendió materias como la reforma de la administración pública en su
totalidad y la profundización de la planeación global, sectorial y regional.
El principal objetivo declarado en documentos oficiales como el Plan Básico de
Gobierno 1976-1982 –aunque no fue estrictamente un plan de gobierno sino mas bien una
plataforma electoral del PRI, que sirvió de fundamento a las políticas públicas ejercidas
entre 1976 y 1982– y en el Plan Global de Desarrollo 1980-1982 consistió en articular
políticas y acciones tendientes a impulsar la recuperación de la economía nacional y a
fomentar la cohesión social, y en restablecer los mínimos equilibrios necesarios para
fomentar el proceso de desarrollo.
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
176
Cuadro 14. Planteamientos de las políticas públicas generales adoptadas entre 1976 y 1982
Plan Básico de Gobierno 1976-1982
*Declara que el desarrollo no sólo depende de las acciones en el plano nacional sino que también
demanda integrarlas en una perspectiva más amplia que incluye una definición y un posicionamiento
ante el contexto internacional.
Política para la intervención del sector público:
*Fomentar la planeación por parte del aparato de Estado en las tareas relativas al impulso y rectoría
del desarrollo en el marco del sistema de economía mixta.
*La intervención del sector público en la vida económica y el cumplimiento de su función
redistributiva como tareas básicas para contener la acumulación de la riqueza y la marginación.
*Que el Estado cumpla con sus funciones rectoras, coordinadoras, ordenadoras, de aliento, suplencia y
promoción en torno al proceso de desarrollo, de tal manera que lejos de abandonar o limitar la acción
estatal en la economía, ésta debe ampliarse y perfeccionarse, no sólo para complementar o suplir las
deficiencias e insuficiencias de la inversión privada, sino para emprender una acción de planeación y
regulación en el sistema de economía mixta. Estimular el crecimiento del ingreso y mejorar su
distribución sólo será posible si el Estado asume plenamente su papel de director del desarrollo.
*Privilegiar a la empresa paraestatal como agente dinámico del desarrollo, y emplearla como
mecanismo de regulación del mercado al intervenir directamente en las transacciones propias de las
diferentes etapas de la comercialización con la finalidad de promover la eliminación de los beneficios
monopolísticos y de la especulación, así como de propiciar la creación de una estructura de precios
acorde con los costos.
Política económica general:
*Enfrentar la crisis internacional con un nuevo modelo de desarrollo que abata la inflación, el
desempleo, el desequilibrio externo y la desigual distribución del ingreso.
*Crecer a una tasa promedio de 8% anual entre 1976 y 1982.
*Combatir la ineficiencia, aumentar la productividad en aras de redistribuir los beneficios del
desarrollo, y fortalecer la posición internacional del país.
Política de inversión y gasto públicos:
*Canalizar la inversión pública a rubros como los alimentos, los energéticos, la petroquímica básica,
los fertilizantes y el sector agropecuario.
*Sustituir gradualmente los subsidios al consumo por estímulos a la producción.
Política para la organización del mercado interno:
*El fortalecimiento del mercado interno se acompañaría de una subordinación de la política fiscal al
financiamiento del desarrollo.
*Privilegiar el encadenamiento de actividades industriales derivadas de las materias primas con miras
a orientarlas hacia la exportación, en lugar de continuar con el criterio de cercanía al mercado como
patrón de localización.
*Regular los mercados de bienes de consumo con el fin de impedir el aumento injustificado o
inmoderado de los precios.
Política agraria:
*Manejar precios de garantía para los productos agropecuarios y otorgar subsidios agrícolas que
promuevan la producción y no el consumo.
Política industrial y para el comercio exterior: *Modificar el sistema arancelario y desalentar la sobreprotección de la industria nacional de tal
manera que los aranceles se manejen con criterio de fomento industrial y de incentivo a la eficiencia y
no como arbitrio fiscal.
Política de inversión extranjera:
*Regular la inversión extranjera para evitar que limite y descapitalice a la economía nacional, además
de procurar su subordinación a la política de desarrollo nacional.
*Mexicanizar las empresas estratégicas controladas por extranjeros.
Política para el desarrollo regional:
*Emprender la descentralización demográfica e industrial, acompañando al proceso de una difusión
nacional de la densidad económica.
Política social: *En materia de distribución de la riqueza se considera importante la elevación del nivel social y
cultural de las mayorías a través del derecho a la salud, el combate a la marginación, el acceso a la
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
177
vivienda, la atención a las comunidades indígenas, la igualdad de oportunidades para la mujer, el
acceso igualitario a la educación, y la participación de la juventud.
Política interior: *Realizar la reforma del sistema político mexicano para ampliar el margen de participación de los
partidos políticos y para fortalecer el carácter democrático al reconocer la pluralidad y diversidad de
las variadas fuerzas políticas.
Política para la mejora de la administración pública:
*Ejecutar una reforma administrativa que adecué las instituciones al contexto de la época para facilitar
la rectoría del Estado sobre el proceso de desarrollo y para reorganizar la administración pública.
Plan Global de Desarrollo 1980-1982
Política para la intervención del sector público:
*Fortalecer el papel del Estado como orientador e impulsor del desarrollo, así como su capacidad
normativa y de gestión, con el fin de afianzar su rectoría en los procesos de producción y distribución
de la riqueza. Se considera importante el perfeccionamiento de las empresas públicas para que
cumplan funciones como la intervención directa en la producción de bienes y servicios; garantizar el
suministro de insumos básicos y energéticos; la ampliación de la infraestructura, los servicios y la
industria básica; la creación de economías externas; la expansión de los mercados nacionales y el
acceso a los mercados internacionales; la promoción del avance técnico; y la distribución del ingreso
mediante la extensión del bienestar social.
*Proporcionar congruencia y compatibilidad a la planeación sectorial, regional e institucional; y
orientar, mediante directrices indicativas y concertadas, los esfuerzos de los sectores privado y social.
Política económica general:
*Impulsar el crecimiento acelerado, permanente y estable (8% al año) consolidando la recuperación
económica.
*La reorientación de la estructura productiva, la modernización de los sectores de la economía y la
atenuación de la heterogeneidad estructural.
*La estrategia de desarrollo que se consideró necesaria para emprender un posible cambio estructural
de la economía se sustentaba en principios básicos como la economía mixta de mercado, el sistema de
derechos individuales y sociales, el pluralismo político, la tradición institucional, y un sistema político
con vocación nacionalista y de participación popular.
*Controlar y abatir la excesiva inflación mediante el estímulo a la producción, a la productividad, a las
importaciones selectivas y temporales, el financiamiento del desarrollo con recursos reales, y a la
adecuación de la demanda respecto a la capacidad productiva, privilegiando, en el caso de esto último,
una modulación del ritmo del gasto público.
*El manejo de las políticas tributaria, crediticia, comercial y de gasto público, de tal forma que
influyan en la capacidad de demanda y en la generación de oferta. Como el sector público actúa
mediante medidas antimonopólicas y de regulación, la interacción entre las políticas referidas
contribuye a la determinación de los precios en la economía.
*Orientar las políticas de salarios-precios-utilidades-fisco a proteger los salarios, regular los precios de
los productos básicos, modular las utilidades, y controlar prácticas monopólicas.
*Estimular un crecimiento de la inversión más rápido que el producto nacional, así como un aumento
acelerado en el consumo de bienes básicos por encima del incremento poblacional.
*Impulsar el aumento de la productividad y la distribución justa de sus beneficios.
*La ampliación y la concertación de acciones entre los sectores público, social y privado en el marco
de la ―alianza para la producción‖.
Política de inversión y gasto públicos:
*La racionalización de los gastos y subsidios de la empresa pública.
*Procurar la racionalización y eficiencia del gasto público, y en especial, controlar el gasto corriente y
asignarlo de manera prioritaria a educación, salud y seguridad social. Ello en el entendido de que el
gasto público (en tanto elemento importante de la demanda, impulsor del proceso productivo y
orientador de la iniciativa privada) se asumió como un activo y eficaz instrumento para fomentar el
crecimiento económico y el bienestar social.
*Eliminar los excesivos e innecesarios subsidios al consumo; y, reorientar, moderar y hacer explícitos
aquellos que se conserven.
Política fiscal:
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
178
*Gravar proporcionalmente a quienes más ganan, combatir la evasión fiscal, adoptar el Impuesto al
Valor Agregado (IVA), y eliminar los precios oficiales para los artículos importados.
Política industrial:
*Brindar estímulos fiscales a la industria a través de los subsidios.
Política para el comercio exterior:
*La reorientación de las relaciones económicas con el exterior de tal manera que se vea estimulada la
modernización y la eficiencia del aparato productivo.
*Impulsar una estrecha y eficiente vinculación de la economía nacional en gradual y constante
apertura con el comercio internacional, reestructurando la política comercial para sea reducido de
manera pausada el proteccionismo y la dependencia respecto a las exportaciones de petróleo, y para
que se fomenten las exportaciones manufactureras y se racionalicen las importaciones en aras de la
diversificación, de tal manera que a largo plazo se elimine el déficit en cuenta corriente.
*La reducción del desequilibrio externo a través de la exportación de hidrocarburos.
Política de financiamiento:
*Ejercer una política de desarrollo y de financiamiento de la inversión pública que tenga como
palanca principal al petróleo y a la explotación y exportación de hidrocarburos.
*El estímulo a la formación del mercado de valores como nueva alternativa para el financiamiento del
desarrollo. De esta forma, pretender un financiamiento no inflacionario de la inversión al acceder a los
mercados de dinero y de capital para canalizar el ahorro y los recursos crediticios y reales a los
sectores prioritarios de la economía, y para estimular la expansión de la oferta interna de bienes y
servicios.
*Asumir al endeudamiento externo como complemento del ahorro interno y como apoyo a las metas
de inversión y crecimiento; pero tender a reducir la proporción del financiamiento público con
recursos del exterior, y aumentar dentro del endeudamiento interno la proporción de deuda titulada en
valores gubernamentales en el público.
Política de inversión extranjera:
*Considerar la participación de la inversión extranjera directa como complementaria, privilegiando su
aportación en el campo de la tecnología y en el acceso a los mercados internacionales.
Política para el desarrollo regional:
*Desconcentrar las actividades económicas concentrando las actividades productivas y relocalizando
la instalación de la industria exportadora principalmente en ciudades medias y en las zonas costeras y
fronterizas de tal forma que funcionen como polos de desarrollo que atraigan a la población rural
dispersa y contribuyan a controlar el crecimiento desmedido de las áreas metropolitanas. Se trata de
ejercer una adecuada distribución de los asentamientos humanos en el territorio.
Política social:
*Ofrecer a la población empleo y mínimos de bienestar social, privilegiando la satisfacción de las
necesidades de educación, salud, alimentación, vivienda, seguridad social, y las relacionadas con los
derechos y prestaciones laborales.
*Mejorar la distribución del ingreso entre las personas, los factores de la producción y las regiones
geográficas.
*La promoción de bienestar social mediante la adopción de una política social orientada a la
generación de condiciones que permitan la incorporación de los individuos más vulnerables y
marginados, en lugar de subsidiar su consumo. Complementar esta política social con los objetivos de
empleo y distribución del ingreso.
*Obtener una mejoría en el nivel de vida de la población a través del un incremento del consumo.
*Ampliar y mejorar la cobertura en educación básica, y vincular la educación media y superior a las
necesidades del aparato productivo.
*Proteger el medio ambiente y hacer un uso racional de los recursos naturales.
Política interior:
*Emprender una reforma social que comience con una reforma política para fortalecer y acelerar el
proceso de democratización.
Fuente: Partido Revolucionario Institucional (PRI) (1976), ―Plan Básico de Gobierno 1976-1982‖;
y, Secretaría de Programación y Presupuesto (1980), ―Plan Global de Desarrollo 1980-1982‖.
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
179
En general, como puede observarse en los documentos oficiales diseñados entre
1970 y 1980, la planeación del proceso de desarrollo que se realizó durante estos años
presentó una mayor apertura y se declaró que el gobierno respondería a las demandas
sociales acarreadas desde la década de los sesenta que cuestionaban a fondo el férreo
autoritarismo gubernamental. Esto es, en el papel son tomados en cuenta para el proceso de
planeación distintos grupos sociales, la totalidad del sector público y las entidades
federativas.
Como se observa en los planteamientos de los documentos oficiales registrados en
los cuadros 13 y 14, entre 1970 y 1982 el aparato de Estado adoptó funciones de dirección,
orientación, regulación, compensación y fomento de la actividad privada. A partir de su
revisión, podemos decir que durante estos mismos años se ejercieron políticas públicas
expansionistas promotoras de un explosivo y contradictorio intervencionismo estatal.
De esta forma, la prolongación forzada del intervencionismo estatal situó el ―boom
petrolero‖ de finales de la década de los setenta como palanca del crecimiento económico.
Sin embargo, esta ilusión paliativa pronto se desvaneció al caer los precios internacionales
del petróleo en 1982, precipitando con ello una nueva crisis económica de enormes
magnitudes que terminó por asfixiar, conjuntamente con el alto endeudamiento externo, las
funciones económicas que tradicionalmente venía desempeñando el aparato de Estado.
4.- Las políticas deflacionarias y la economía mundial como la nueva
racionalidad (1982-2003).
Tanto en los Estados Unidos como en Inglaterra, a principios de la década de los ochenta se
generaliza bajo el enfoque monetarista el ejercicio de las políticas deflacionarias para hacer
frente a la recesión inflacionaria experimentada por el capitalismo desde los primeros años
de la década de los setenta; mientras que en la Unión Soviética se reformó el sistema de
planificación centralizada mediante la Perestroika. En América Latina y especialmente en
México, la recesión inflacionaria del capitalismo desarrollado y la quiebra de los Tratados
de Bretton Woods, se expresaron a través de la crisis de la deuda. Este acontecimiento
representó un radical punto de inflexión en las concepciones sobre el desarrollo y en la
planeación de dicho proceso.
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
180
En opinión de varios autores (Girón, 1991 y 1995; Correa, 1992 y 1998; Sánchez-
Robles Rute, 1991; Green, 1998; Estay Reino, 1996; Schatan, 1998; Osorio Paz, 1997), los
orígenes de la crisis de la deuda en México se explican por la convergencia de dos factores
principales: 1) la generación de un excedente de liquidez en los mercados financieros
internacionales causado por la recesión inflacionaria que impidió a las economías
desarrolladas ejercer una mayor demanda de dinero y de crédito, por la combinación del
incremento de la oferta monetaria en los Estados Unidos y del sistema de tipos de cambio
flexibles, así como por la abundancia de petrodólares –a raíz del ―boom petrolero‖ de 1973
y de 1979– en la banca privada internacional y su urgente reutilización como instrumentos
de crédito; y, 2) las decisiones y acciones gubernamentales que asumieron al
endeudamiento externo como palanca del crecimiento económico y como mecanismo para
paliar, a través del gasto público deficitario, los siguientes desequilibrios de la economía: la
contracción de la inversión privada, las presiones inflacionarias, el aumento del desempleo,
los límites en la expansión del mercado interno, el estancamiento de los ingresos fiscales, la
sobrevaluación del peso, el subsidio y el proteccionismo industrial, el fuerte incremento de
la participación de la inversión pública en la formación bruta de capital, y el déficit en la
cuenta corriente de la balanza de pagos.
Estos mismos autores opinan que en un principio, la abundancia de créditos
permitió acceder con facilidad a ellos, y más aún, los cuantiosos recursos petroleros
descubiertos en la década de los setenta le otorgaron credibilidad y solvencia a México. La
contratación de los créditos con la banca privada internacional se realizó en condiciones
favorables pues las tasas de interés hasta antes de 1980 eventualmente tendieron a ser bajas
e incluso negativas, además de que ante la constante rivalidad interbancaria los acreedores
otorgaron préstamos con notable flexibilidad y negligencia. Sin embargo, hacia 1981 se
presenta el encarecimiento de créditos y la contracción de la liquidez internacional; aunado
a ello, las tasas de interés tendieron a elevarse debido a las políticas deflacionarias
adoptadas por el gobierno de los Estados Unidos; esto es, como el abatimiento de la
inflación en este país implicó el recorte de la oferta monetaria a través de aumentos
constantes de la tasa de interés interna, ello tuvo repercusiones internacionales: el servicio
de la deuda de los países subdesarrollados se vio sometido a exigencias que desbordaron la
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
181
capacidad de pago de sus gobiernos debido a que muchos de los créditos fueron contratados
a corto plazo y en su mayoría para pagar vencimientos.
Por su parte, como es sabido, México acentuó su dependencia respecto al
endeudamiento externo puesto que para cumplir con el servicio de la deuda tuvo que
continuar contratado créditos; además, hacia finales de 1981 el desplome de los precios
internacionales del petróleo se tradujo en la pérdida de divisas provenientes de las
exportaciones del energético, y como respuesta a ello el gobierno mexicano recurrió a un
mayor endeudamiento externo pero ahora en condiciones adversas marcadas por la escasez
de los créditos, las altas tasas de interés y los plazos cortos a que se otorgaban (para
mayores detalles véase Green, 1998). El aumento de la deuda y lo gravoso de su servicio
condujo a que el gobierno careciera de capacidad de pago, situación esta que obligó a
declarar y a negociar una moratoria parcial en agosto de 1982. Ello por supuesto implicó
para el gobierno que llegaba al poder en diciembre de ese año asumir compromisos y
condicionamientos en materia de política económica, así como someterse a intensas
presiones que desembocaron en la reestructuración de la economía mexicana, y a la
adopción de nuevas concepciones sobre el proceso de desarrollo que representaron una
ruptura radical con la ideología del nacionalismo revolucionario y con el paradigma
keynesiano/estructuralista.
En esta etapa también en los países latinoamericanos se registró la aplicación de
nuevas estrategias de desarrollo que abandonaban el fomento del proceso industrializador y
modificaban sus sistemas políticos que eran asediados por el autoritarismo militar.
Paralelamente a ello, se acentuaron la relevancia e influencia de los planteamientos de
organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco
Mundial (BM) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) respecto al diseño y
ejercicio de las políticas públicas; predominando las estrategias referidas a la redefinición y
retracción de las funciones del aparato de Estado en la construcción de mercados y en la
promoción del bienestar social, así como a la intensa inserción de la economía nacional en
la dinámica de la economía global, tal como se expuso en el capítulo II.
En general, como respuesta a la crisis de la deuda y al agotamiento del patrón de
acumulación taylorista/fordista/keynesiano los gobiernos latinoamericanos, en gran medida
bajo la presión de los acreedores privados internacionales y de entidades como el FMI,
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
182
adoptan las medidas de política económica esbozadas en el Consenso de Washington. Por
ello señalamos que las políticas públicas mexicanas adquieren una nueva naturaleza en el
contexto de la expansión e integración global del capitalismo.
Los siguientes enunciados son los indicadores de las estrategias y acciones de
gobierno específicas observados en las políticas públicas de los últimos cuatro sexenios
presidenciales –Plan Nacional de Desarrollo 1983-1988, Plan Nacional de Desarrollo 1989-
1994, Plan Nacional de Desarrollo 1995-2000, y Plan Nacional de Desarrollo 2001-2006–
que evidencian una transformación profunda en las concepciones sobre el proceso de
desarrollo y una redefinición de las funciones del sector público:
Cuadro 15. Estrategias que expresan la complejización de las concepciones sobre el
desarrollo en las políticas públicas desde 1982
Política económica general:
*Asumir a la economía mundial y los sistemas internacionales de producción integrada como la
nueva racionalidad (1988-2003).
*La procuración de la estabilidad macroeconómica a través de la disciplina fiscal, del equilibrio
de la balanza de pagos y del abatimiento de la inflación (1982-2003).
*El cumplimiento de las obligaciones relacionadas con el servicio de la deuda (1982-2003).
*La reconstrucción de las reservas internacionales (1982-2003).
*La desincorporación y privatización de empresas públicas (1982-2003).
*La apertura de la economía nacional –especialmente en ámbitos como comercio internacional y
los mercados bancario y financiero– a través de la firma y el ingreso de México a tratados y a
acuerdos comerciales, y de la remoción de barreras proteccionistas y la redefinición de aranceles
(1986-2003).
Política industrial:
*El fomento de la industrialización orientada a la exportación de manufacturas maquiladas
(1988-2003).
Política de fomento de la inversión privada:
*La gestión de la inversión privada –en especial de la inversión extranjera directa– (1988-2003).
*La promoción de la participación del empresariado privado en la construcción y modernización
de la infraestructura a través de la figura de la concesión (1988-2003).
*La construcción de obra pública con financiamiento privado (1988-2003).
Política para las reformas institucionales:
*La redefinición y adecuación de la regulación económica (1988-2003).
*La reforma de las instituciones para brindarle viabilidad al proceso económico, destacando
ámbitos como: el adelgazamiento y la eficiencia de la administración pública, la procuración de
justicia, el mejoramiento del entorno legal y normativo –flexibilización de los mercados
laborales y el establecimiento de condiciones propicias para la inversión privada–, combate a la
corrupción, y el respeto a los derechos de propiedad (1988-2003).
Política social:
*Incentivar la redistribución de la riqueza a través de la adopción de acciones focalizadas y
selectivas con relación a la asignación de subsidios y a la inversión del gasto social (1988-2003).
*Generar capacidades a través de una mayor cobertura educativa y en sanidad con el fin de que
los individuos logren bastarse a sí mismos (1994-2003).
*La adopción de políticas sociales que privilegian la formación de capital social y la atención
focalizada de la pobreza extrema mediante la transferencia de recursos monetarios a los grupos
marginados (1997-2003).
*La apertura a la participación ciudadana, la promoción a la corresponsabilidad entre el
gobierno y la sociedad, y el estímulo a la presencia de organizaciones no gubernamentales en el
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
183
fomento del bienestar social (1988-2003).
Política interior:
*Emprender la democratización del sistema político mexicano (1988-2003).
Innovaciones en materia de planeación:
*La consideración de las implicaciones ambientales, culturales y de género en la planeación del
proceso de desarrollo (1988-2003).
Así, desde hace dos décadas –aunque con mayor intensidad a partir de 1988–, las
estrategias y las acciones de gobierno observadas en los documentos oficiales analizados se
orientan a generar las condiciones para la integración actualizada de la economía nacional a
los mercados internacionales bajo la premisa de que sólo ello garantizará un crecimiento
económico sostenido. Según el carácter de las políticas públicas de las últimas dos décadas,
la reestructuración radical de la economía y del sector público mexicanos, necesarios para
dicha integración, se emprendería mediante una estrategia de estabilización que procure la
disciplina monetaria y en el manejo del gasto público, el abatimiento de la inflación, el
restablecimiento de niveles adecuados de reservas internacionales, la redefinición y
adecuación de la regulación económica, la apertura comercial, la renegociación de la deuda
externa y la reorientación del presupuesto para satisfacer las necesidades del servicio de la
misma, la desincorporación y privatización de empresas públicas, y en un sentido más
amplio, la apuesta por redefinir las funciones del aparato de Estado como agente económico
en ámbitos como la orientación, la regulación y la promoción del crecimiento de la
economía y del bienestar social.
Desde la adopción del Programa Nacional de Solidaridad en 1988, las políticas
sociales adoptadas por el gobierno mexicano representan una nueva forma histórica de
redistribución de la riqueza. De la tutela estatal sobre los derechos de los sectores populares
mayoritarios y de los subsidios al consumo se transitó a una redistribución de la riqueza que
privilegia la atención a la pobreza extrema mediante la provisión focalizada y selectiva de
la asistencia social. Esto es, la forma histórica que adquiere la redistribución de la riqueza
como función del sector público consiste en estimular la formación de capacidades en los
grupos sociales marginados mediante la transferencia de recursos monetarios y el acceso a
los servicios de salud y educación con el objetivo de que los individuos sean autosuficientes
y asuman la corresponsabilidad en materia de bienestar social.
Si bien los enfoques y los temas a los que hacen referencia las políticas públicas de
los últimos tiempos hacen más complejos, se diversifican y se adquieren nuevas
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
184
connotaciones para la comprensión y atención –al menos en los documentos consultados–
de fenómenos como los desequilibrios medioambientales, las problemáticas de género, la
reordenación del territorio y del sistema de ciudades, el fortalecimiento de los municipios,
el combate a la pobreza, y la democratización y apertura del sistema político mexicano; lo
que se presenta es una inconexión y subordinación de dichos procesos a las políticas
deflacionarias que privilegian las estrategias de estabilización, privatización, redefinición
de la regulación económica y apertura de la economía nacional. En el mejor de los casos,
merecen una referencia tangencial o son asumidas con carácter complementario. Ello a
pesar de que las nuevas concepciones sobre el proceso de desarrollo plasmadas en las
políticas públicas enfatizan las interconexiones entre las distintos ámbitos de dicho proceso,
esto es, se le otorga relevancia en el papel a las complementariedades que se puedan
suscitar entre el crecimiento económico con estabilidad de precios, la democratización del
sistema político, la preservación del medio ambiente y el acceso a satisfactores básicos para
el bienestar social.
Las nuevas concepciones sobre el proceso de desarrollo expresadas en las políticas
públicas aplicadas desde 1982 en México representan una reestructuración de las funciones
esenciales del aparato de Estado que se traduce en el fortalecimiento del empresariado
privado –sobre todo del extranjero– y en la emergencia de nuevos actores y agentes
socioeconómicos –los medios masivos de difusión, las organizaciones no gubernamentales,
las organizaciones criminales, entre otros– que se reparten el poder fáctico detentado en el
pasado por el presidencialismo autoritario y por el partido predominante.
Las variadas concepciones sobre el proceso de desarrollo expresadas en las políticas
públicas, sobre las que se discutió en la introducción general de esta investigación, se crean
para responder a las necesidades de estructuración de las condiciones que promuevan y
faciliten los procesos de acumulación y valorización del capital, en especial de aquel ligado
a la inversión extranjera y a los mercados financieros. Las políticas públicas mexicanas
pretenden también generar la legitimidad del régimen político mediante un discurso que
apela a la democratización y al mejoramiento de las condiciones de vida de la población.
En ellas también se señala que para su diseño y ejercicio resulta relevante la participación
de diversos actores y agentes sociales; tal es el caso de las organizaciones no
gubernamentales en materia de política social, y más en concreto desde el año 2001, se
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
185
considera importante el estímulo de comunidades gestoras de su propio desarrollo en aras
de fortalecer su cohesión y capital sociales y en el entendido de que el aparato de Estado no
genera desarrollo sino que sólo lo promueve y lo orienta.
En las políticas públicas de los últimos años se asigna un papel relevante al mercado
en tanto se sostiene que puede llegar a ser un mecanismo adecuado en la asignación óptima
de recursos, en el incremento de la producción y del empleo, en la corrección –casi
automática– de los desequilibrios económicos, en la canalización de la inversión
productiva, y en la detonación del crecimiento económico y del bienestar social. Los
actores y agentes económicos privados, dentro de esta concepción, adquieren un papel
fundamental en la estructuración de los mercados al argumentarse que las intervenciones
estatales en el proceso económico pueden generar distorsiones.
Esta redefinición de las funciones estatales en el proceso económico y en el proceso
de desarrollo que es expresada en las políticas públicas mexicanas, si bien no implican una
desaparición absoluta suponen una intervención selectiva y débil de sus instituciones y
actores que trastocan las funciones de agente económico, rector, planificador y promotor
activo del desarrollo que desempeñaron abiertamente hasta inicios de la década de los
ochenta. ¿Cómo insertar a México en la dinámica de la expansión e integración global del
capitalismo? ¿cómo legitimar dicha inserción? ¿cómo construir un mercado que se articule
de manera adecuada a la economía mundial? ¿cómo generar una relativa estabilidad social
que facilite la integración de la economía nacional con la internacional?, son todas ellas
interrogantes que se perfilan, explícita o implícitamente, en el diseño, redacción y ejercicio
de las políticas públicas mexicanas de las últimas dos décadas.
A las políticas públicas promovidas y aplicadas en México durante los últimos
cuatro sexenios presidenciales es posible categorizarlas como políticas deflacionarias. Con
esta categoría nos referimos a estrategias de política económica estrechamente vinculadas
al resto de los instrumentos de decisión y de acción del sector público –políticas sociales,
políticas sectoriales, etc.– cuya vocación consiste en contener la inflación y en promover la
estabilidad macroeconómica aun a costa y en detrimento del crecimiento económico y de
un mayor empleo. Son estrategias que han derivado en un estancamiento de la economía, en
un desmantelamiento del aparato productivo nacional al procurar la orientación hacia el
mercado internacional como condición necesaria, y en una conversión de la inversión
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
186
productiva en especulativa (sobre los efectos negativos de las políticas deflacionarias véase
Cárdenas, 1996:capítulos IV y V; Calva, 1999 y 2000; Guillén Romo, 2000).
La planeación del proceso de desarrollo que se evidencia en dichas políticas
públicas se realiza desde un enfoque fundamentalmente sectorial, obviando y en muchos
casos no incorporando las consideraciones y dimensiones territoriales, espaciales o
regionales del desarrollo. Son esfuerzos que también se limitan a una visión temporal de
corto y mediano plazos acorde con los relevos sexenales y con la ausencia de un proyecto
de nación que identifique y articule a la mayoría de la población. Más aun, las variadas
dimensiones de la política económica y de la política social se encuentran desarticuladas,
fungiendo muchas veces la segunda como un mecanismo compensador de los efectos y
desequilibrios sociales negativos derivados de la programación y aplicación dogmáticas de
la primera.
Si partimos de la tesis de que en el ámbito mundial se promueve desde los
organismos internacionales una estandarización y armonización de las políticas públicas,
entonces resulta necesario comprender la relevancia de la coordinación interestatal de las
estrategias de desarrollo. Las políticas deflacionarias ejercidas desde la década de los
setenta en diversos países tuvieron la finalidad de responder a la crisis estructural
primeramente padecida en las naciones capitalistas altamente industrializadas y en lo
inmediato exportada a la periferia. Es decir, las políticas para la apertura, la privatización y
la estabilidad de precios adoptadas en América Latina, en el marco de la coordinación y
estandarización mundial de estrategias, fungieron como generadoras de escenarios que
posibilitaran sortear la crisis estructural, exportar los déficit de los países centrales a los
periféricos, minimizar los riesgos y la incertidumbre, y fortalecer el posicionamiento de las
redes empresariales globales piloteadas por los inversionistas transnacionales.
Como se expuso ampliamente en el capítulo II, el sistema de organismos
internacionales y la correlación de fuerzas que se presenta entre ellos, colocan en el debate
mundial ciertas preocupaciones, teorías y estrategias de acción relacionadas con gran
multitud de temas y fenómenos que llegan a desestabilizar o tensar la dinámica de las
relaciones internacionales y la provisión de bienes públicos globales. La gravitación que
estos posicionamientos y estrategias ejercen sobre las políticas públicas adquiere diversas
aristas y connotaciones dependiendo de la influencia que tenga cierto organismo
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
187
internacional en los órganos y funcionarios de gobierno nacionales y en su agenda pública.
Esta influencia se hace viable dada la recepción que los funcionarios gubernamentales
realizan respecto a esas teorías, propuestas y estrategias que los organismos internacionales
colocan en el debate, o bien, respecto al seguimiento y cumplimiento que fomentan en
relación a los regímenes internacionales que firman los países y a los cuales pertenecen.
Además, los organismos internacionales promueven mundialmente una armonización o
estandarización de las políticas públicas para permitir una interacción más eficaz entre las
naciones y para facilitar una participación más activa en la integración y expansión global
del capitalismo. En suma, los organismos y regímenes internacionales son importantes
instrumentos para influir en la construcción de la institucionalidad global.
Durante las últimas dos décadas, uno de los organismos internacionales que más
influye en la manera de planear el proceso de desarrollo en México –y si bien no de manera
exclusiva ni absoluta– es el FMI, sobre todo en materia de política económica. Dicha
influencia no significa una imposición vertical por parte de este organismo respecto al
funcionariado gubernamental encargado de la planeación económica; más bien, entre el
funcionariado internacional y el nacional se comparte un conjunto de códigos de
comunicación –teorías, conceptos, posicionamientos políticos, formación profesional, etc.–
que convergen en la armonización y estandarización de determinado discurso que se
expresa en el papel y en la intervención del aparato de Estado en el proceso económico a
través del establecimiento de cierta agenda hegemónica. En este sentido, podemos
argumentar que entre ambos niveles de funcionarios y entre los consultores que los asisten
tiende a constituirse una comunidad epistémica que procesa y manipula información y
conocimiento orientados a la toma de decisiones en el marco de dicha agenda hegemónica
que privilegia determinados temas, concepciones y estrategias relativos al proceso de
desarrollo.
El FMI desde la década de los setenta promovió con mayor determinación las
estrategias de corte deflacionario inspiradas en la perspectiva teórica del monetarismo.
Debido a que cabe la posibilidad de que los déficit no desaparezcan en países como los
latinoamericanos entonces se instrumentan medidas internas para ajustarlos. Dichas
medidas comprenden políticas fiscales y monetarias contraccionistas que procuren
equilibrios entre la demanda y la oferta agregada. Como lo señala René Villarreal
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
188
(1986:capítulo VII y VIII), desde la década de los setenta e inicios de la década de los
ochenta, en América Latina los desequilibrios macroeconómicos marchaban a la par de las
distorsiones en la estructura de precios relativos, por tanto, las estrategias a instrumentar
apuntaron a la promoción y fortalecimiento de las exportaciones, de tal forma que resultaba
necesario ajustar el tipo de cambio, las tasas de interés y los precios mediante la
eliminación de los controles que distorsionaban el comercio. Se argumentó también que la
expansión del crédito de manera excesiva y que terminó por gestar crecientes déficit
fiscales se encontró en el origen del desequilibrio de la balanza de pagos. De esta forma, el
FMI sugirió restringir el crédito en tanto mecanismo de ajuste, desregular el comercio
internacional y reducir y acotar las funciones del sector público como agente económico.
Estrategias como la contracción de la demanda agregada a través de la reducción del
gasto público; la desregulación –asegurando que el mercado irradia señales que impulsan el
crecimiento de la demanda y que el sector público suele ser un agente que genera
distorsiones– en ámbitos como las tasas de interés, los mercados cambiarios y los mercados
de precios internos mediante la eliminación de subsidios y precios de garantía, y el control
de los salarios manteniéndolos por debajo de los ofrecidos en países con los que se
sostienen relaciones comerciales; y, la apertura comercial tras la remoción del aparato
proteccionista, acompañadas –en caso de exacerbación de los desequilibrios
macroeconómicos– de sus expresiones cuantitativas como los límites a la contratación de
deuda pública en el exterior, a la emisión monetaria y al déficit fiscal, se han convertido en
elementos esenciales de las propuestas del FMI para contrarrestar el déficit externo de los
países, así como de sus concepciones sobre la manera de incidir en el proceso de desarrollo
(para mayores detalles véase Lisboa Bacha y Rodríguez; Villarreal, 1986:capítulos VIII y
XIII).
En México, entre 1982 y 1983 se aplicaron políticas de ajuste para reducir el déficit
fiscal a 8.5% del PIB, lo cual significó el restablecimiento de los niveles adecuados de
reservas internacionales, el cumplimiento del servicio de la deuda, la disminución de las
importaciones y el aumento de las exportaciones no petroleras a costa de la profundización
de la recesión económica –como parte de la contracción monetaria, fiscal y salarial– y del
aumento de la inflación más allá de lo estimado (véase Cárdenas, 1996:capítulo IV; Lisboa
Bacha, 1996).
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
189
Como lo señalamos en el capítulo II, el FMI promueve misiones que en sí mismas
son contradictorias: por un lado, su mandato original señala que entre sus responsabilidades
se encuentra la promoción de la estabilidad de la economía mundial y la procuración de
liquidez para que los países expuestos a una posible recesión emprendan políticas
expansionistas; y por otro, su práctica evidencia una promoción abierta de los intereses de
las elites financieras mediante la apertura acelerada de los mercados de capitales y
financieros. Reconociendo esto último, un primer vínculo se encuentra en la procedencia de
sus principales funcionarios: algunos de ellos interactúan estrechamente con los principales
bancos privados internacionales e incluso han ocupado cargos en sus comités ejecutivos
(Stiglitz, 2002:261).
Podemos argumentar también que aun sin este vínculo, los altos funcionarios del
organismo comparten firme y estrechamente la concepción de que el crecimiento
económico y el interés general de los países pueden ser promovidos por la apertura
comercial y de los mercados financieros al margen de ser contrastado ello empíricamente y
más allá de aceptar cualquier otro argumento teórico alternativo; en este sentido, podemos
hablar de una creencia, confianza y compenetración en torno a ciertos códigos de
comunicación –la relevancia de las estrategias de apertura de las economías nacionales– y
de la constitución de una comunidad epistémica a partir de dichas concepciones entre las
elites financieras globales, el funcionariado del FMI y el funcionariado de los ministerios
de hacienda y de los bancos centrales.
En este contexto y reconociendo la ausencia de transparencia y de democracia en la
toma de decisiones y en su operatividad, el FMI promueve las mismas estrategias y
posibles soluciones sin atender las causas específicas de las crisis y sin contar con
referencias empíricas sólidas del país en cuestión (el mismo Stiglitz ofrece sugerentes
relatos al respecto). Sin el afán de subestimar la dimensión de las causas internas como la
corrupción, los malos manejos de la política económica y el convencimiento del
funcionariado nacional respecto a los supuestos beneficios de la apertura de las economías,
las estrategias del FMI caracterizadas por enfatizar el abatimiento de la inflación, el
combate al déficit comercial y la reconstrucción de las reservas internacionales necesarias
para pagar a los acreedores contribuyen –como en el caso de México– a la generación o a la
profundización de la recesión –tras las quiebra de las empresas nacionales perjudicadas por
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
190
las altas tasas de interés en sus créditos–, de la inflación, del desmantelamiento del aparato
productivo nacional, de la recurrencia del desequilibrio externo, del desempleo y de la
concentración del ingreso. Las esferas de acción de organismos y regímenes internaciones
como el FMI y la OMC –los procesos financieros y comerciales respectivamente– tienden a
subordinar o a relegar otros temas importantes y delicados como la pobreza o la
contaminación del medio ambiente; además, no existe un reconocimiento sobre las
imperfecciones y limitaciones del mercado, sino que más bien son atribuidas a la
intervención del sector público en las economías. Únicamente, como lo observamos en el
capítulo II, la agenda social y ambiental del desarrollo es promovida con éxito por
organismos internacionales como el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo
(PNUD) y el Banco Mundial convergiendo en lo fundamental con los criterios de
austeridad y de restricción de las acciones estatales estipulados en las políticas
deflacionarias.
De igual manera, con la intensificación de los procesos de globalización, las
políticas públicas nacionales se exponen a los límites y condicionamientos que imprimen
las políticas y acciones gubernamentales de otros países. La autonomía de las políticas
públicas tiende a erosionarse con la proliferación de las relaciones estratégicas entre el
mercado, el sector público y los actores socioeconómicos. Como la globalización tiene que
ver con la interacción entre presencia y ausencia, o con acciones sociales que se gestan aun
sin que los actores estén presentes físicamente en el espacio o territorio donde se
manifiestan, una relación estratégica se produce con las decisiones que adopta un agente o
que ocurra en determinado mercado y que, como resultado de ello, ejercen efectos y
consecuencias en otras latitudes y sociedades.
A grandes rasgos –como será detallado a continuación–, en las políticas públicas
generales adoptadas en México durante las últimas décadas se observa una diversificación y
complejización de las concepciones sobre el desarrollo –en tanto éste ya no es sinónimo de
crecimiento económico–, pero también una estrecha interconexión subordinada de la
agenda social y ambiental a las directrices impuestas por las políticas deflacionarias y por la
economía mundial como la nueva racionalidad de las acciones gubernamentales (véase
diagrama 1 en la pág. 28).
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
191
4.1.- El desarrollo como ajuste y cambio estructural de la economía nacional.
Para finales de 1982, al precipitarse la crisis de la deuda, la economía mexicana tocó fondo:
el sector público tenía un déficit del 16.9% y sus precios se rezagaban; se padecía una
inflación del 92.6% después de haber promediado 17.9% entre 1971 y 1981; se incrementó
aceleradamente el saldo de la deuda externa e, incluso, se declaró una virtual suspensión de
pagos con el exterior; se agudizó el desempleo y la contracción de la economía –sobre todo
de la producción agrícola, de la industria manufacturera y de la construcción–; se deterioró
crecientemente el mercado laboral; se contrajo aceleradamente el ingreso nacional y se
redujo la disponibilidad de recursos para financiar la inversión; se contrajo cada vez más el
mercado externo; se desató la desintermediación financiera; y, a raíz de la expropiación
bancaria se acentuaron las diferencias y se tensaron las relaciones entre el gobierno y el
empresariado privado (sobre estos temas véase Cárdenas, 1996:capítulo IV). Frente a esta
caótica situación, el aparato de Estado reaccionó con políticas y planes de ajuste que
apuntaran a contener la inflación, a procurar la recuperación de la economía y a solventar el
servicio de la deuda.
En medio de estas condiciones y necesidades asciende al gobierno una nueva élite
dirigente, que si bien crecía desde el sexenio anterior, se fortalece desde finales de 1982 al
tomar las riendas de los puestos públicos estratégicos y de alto nivel. Esta nueva élite
dirigente, influida por la concepción sobre el desarrollo expresada en los enfoques
monetaristas y en la economía neoclásica en general, se distancia del discurso propio del
nacionalismo revolucionario y del sentido de las políticas expansionistas deficitarias para
adoptar las estrategias deflacionarias que comenzaban a estar en boga en Estados Unidos e
Inglaterra y que privilegiaban la contención y reducción de la creciente inflación aun a
costa del crecimiento de la economía y del pleno empleo; la austeridad y restricción de las
funciones económicas del sector público; además de estrategias que apuntaran a la
inserción actualizada de México en la economía internacional mediante el fomento de las
exportaciones manufactureras.
Si bien parte de estas estrategias ya se contemplaban de manera clara en el Plan
Global de Desarrollo 1980-1982 (Secretaría de Programación y Presupuesto, 1980) sólo
comienzan a adoptarse con mayor decisión a partir de 1982 después de que la ilusión de la
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
192
bonanza petrolera se fracturó e hizo inviable el explosivo y contradictorio intervencionismo
estatal en la economía a través del financiamiento deficitario e inflacionario.
Un aspecto central que caracterizó a las políticas públicas entre 1982 y 1988 fue la
recurrencia al crédito interno y a la venta de empresas públicas para contener la restricción
del crédito en el ámbito internacional y para financiar así el proceso de desarrollo.
Reconociendo las circunstancias anteriores, si las medidas y los esfuerzos a
emprender implicaban concretar un cambio estructural de la economía mexicana resultó
preciso apuntalar y fortalecer el proceso de planeación que no necesariamente concluía sólo
con la formulación de planes, sino que buscaba trascender a la creación de un sistema
nacional de planeación. Así, con el Sistema Nacional de Planeación Democrática (SNPD)
se procuró la interrelación entre las distintas dimensiones de la sociedad mexicana.
El Plan Nacional de Desarrollo 1983-1988 (Poder Ejecutivo Federal, 1983) fue la
primera política pública de alcance nacional que se diseña en el marco del SNPD para
establecer los lineamientos que orientasen las acciones globales, sectoriales, regionales e
institucionales, y para inspirar los programas de mediano plazo que consideraron temas
concretos del proceso de desarrollo, teniendo como referencia permanente a la dinámica del
contexto internacional. Para hacer frente a la crisis, este documento oficial planteó dos
orientaciones estratégicas asumidas como elementos complementarios e interdependientes:
la reordenación económica y el cambio estructural, cuya materialización integral se esperó
más allá del sexenio en cuestión. Los objetivos de cada estrategia se detallan en el siguiente
cuadro:
Cuadro 16. Orientaciones estratégicas expuestas en el Plan Nacional de Desarrollo 1983-1988
Estrategia para la reordenación
económica.
Estrategia de cambio estructural
*Enfrentar la crisis y estabilizar la
economía con el fin de recuperar su
capacidad de crecimiento. Para ello
sería importante combatir la inflación.
*Abatir la inestabilidad cambiaria y la
escasez de divisas.
*Actuar sobre la demanda en forma
selectiva, y adecuar el ritmo de su
expansión respecto a la capacidad de
respuesta del aparato productivo.
*Restablecer el flujo de recursos
externos.
*Evitar el deterioro del empleo, del
aparato productivo y del consumo
básico mediante medidas y acciones
*Privilegiar los aspectos sociales y redistributivos del
crecimiento a través de la ampliación en la atención a
las necesidades básicas; la elevación en la generación de
empleos; y, la promoción de una mejor distribución del
ingreso.
*Reorientar y modernizar el aparto productivo y
comercial. Ello se relacionaría con el fortalecimiento de
una diferente vinculación del país con la economía
internacional, especialmente en sectores como la
industria y el comercio exterior, el financiamiento
externo, la inversión extranjera y la transferencia de
tecnología; abandonando con ello la política defensiva y
proteccionista y procurando la atracción de divisas. La
subcontratación aparece como sugerencia para formar
parte de las corrientes del comercio internacional, lo
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
193
que corrigiesen los desequilibrios
macroeconómicos y financieros.
*Adoptar medidas y acciones que
promuevan la austeridad y disciplina
en el ejercicio del gasto público, así
como la disminución de su
crecimiento; la moderación de
subsidios y salarios; el estímulo al
ahorro y a nuevos sistemas cambiarios
y de comercio exterior; la
reorganización de la administración,
del gasto y de la inversión públicos; la
reforma tributaria; la racionalización
gradual del sistema indiscriminado de
permisos a las importaciones y la
supresión de las trabas a las
exportaciones; así como la
reestructuración del sistema
financiero.
*Ajustar y reorientar el uso del gasto
público para evitar el financiamiento
deficitario –y por tanto inflacionario–;
reestructurar los subsidios, reducir el
consumo del gasto público,
racionalizar el gasto corriente y el
gasto de operación del sector
paraestatal; y, modificar los impuestos
y los precios y tarifas de los bienes y
servicios ofertados por el sector
público para conformar nuevos y
revitalizadores esquemas de
financiamiento. Se sugiere no recurrir
a la excesiva creación monetaria y
evitar un acceso indiscriminado al
crédito externo.
cual estaría precedido por una reestructuración
organizacional, administrativa, de los sistemas de
comercialización y de los sistemas de organización del
trabajo. La concepción estratégica que regiría este
objetivo consistió en desarrollar un amplio mercado
interno que diera lugar a un sector industrial más
integrado hacia adentro y apto hacia fuera. Se trata de
fortalecer las relaciones comerciales con el exterior,
fomentando las exportaciones no petroleras; procurando
la apertura de nuevos mercados y la sustitución eficiente
de importaciones; elevando la contribución de los
recursos tecnológicos, administrativos y financieros del
exterior; siendo importante para todo ello la adopción de
esquemas de cooperación económica multilateral y
bilateral, así como la racionalización de la protección
comercial y la reorientación de la política de inversión
extranjera de tal manera que ésta sea promovida.
*Promover un sector agropecuario que asegure el abasto
de alimentos, que cuente con seguridad jurídica y
regularización en las diversas formas de tenencia de la
tierra, y que se exponga a una reorganización de los
apoyos públicos a la producción.
*Descentralizar en el territorio las actividades
productivas, los intercambios, la población y el
bienestar social. Con la política de descentralización de
la vida nacional y de desarrollo regional se impulsaría la
integración gradual de una red transversal de
comunicaciones y transportes que favoreciese dichos
procesos e integre los mercados regionales vinculados
entre sí y con la mercado mundial.
*Adecuar las modalidades de financiamiento a las
prioridades del desarrollo. Orientar la inversión pública
a elevar la productividad mas que a ampliar la capacidad
existente.
*Fortalecer la rectoría del sector público (sic), impulsar
al sector social y estimular al sector empresarial.
Fuente: Poder Ejecutivo Federal (1983), Plan Nacional de Desarrollo 1983-1988, pp. 238-266.
Dentro del mismo Plan Nacional de Desarrollo 1983-1988, con la finalidad
declarada de promover el bienestar social, se diseñó también una política social que
explicitó metas para las esferas de la salud, la alimentación, la seguridad social, la
educación, la vivienda y el reordenamiento urbano, considerando de manera más detallada
directrices sobre los problemas ecológicos y del medio ambiente, incluyendo en el proceso
de planeación los costos de su deterioro; además de los problemas étnicos y sus condiciones
marginales. Es de notar que en relación al sistema educativo se sugirió buscar fuentes
alternas de financiamiento, así como la racionalización de la matrícula escolar en los
niveles medio superior y superior, y la descentralización de la educación básica y normal
(Poder Ejecutivo Federal, 1985:capítulo VII). A grandes rasgos, la política social se orientó
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
194
a combatir el rezago social y la pobreza atendiendo a los grupos sociales más desprotegidos
del país.
Aparecen en el discurso y toman fuerza prioridades como el fortalecimiento del
federalismo y del municipio –con lo cual se reivindicó el papel central de los espacios
locales en la planeación económica–; el fomento al pluralismo político y a la legalidad de
los procesos electorales; la introducción del criterio demográfico en la planeación del
proceso de desarrollo; la armonización de los principios del liberalismo y de la revolución
mexicana; y, la práctica de la cooperación internacional. Se introducen nuevos conceptos
como el de interdependencia en el marco de un nuevo orden económico internacional.
Como parte del objetivo de sanear las finanzas públicas y de mantener la disciplina
y la austeridad fiscales aparece como una prioridad el iniciar la simplificación de la
estructura y organización administrativa del sector público para lograr la racionalización de
la burocracia. En el caso de la administración pública paraestatal, el logro de su eficiencia
se impulsaría con criterios de adquisición, fusión, liquidación o venta de empresas públicas
(Ibidem:288-293). La privatización y reducción del sector público por primera ocasión se
presentaron como opciones posibles en una política pública.
Luego de revisar el Plan Nacional de Desarrollo 1983-1988, podemos decir que
durante este sexenio gubernamental se trató de responder a la generalizada crisis económica
con el inicio de las políticas públicas de ajuste y cambio estructural de la economía en
condiciones de austeridad y restricción estatal.
4.2.- El desarrollo como integración de México a los circuitos de la economía global.
En el plano internacional, se inauguró un nuevo periodo histórico con la caída del ―Muro de
Berlín‖ en noviembre de 1989, hecho que resultó decisivo para la desintegración del bloque
ideológico, económico y militar encabezado por la Unión Soviética. Paralelamente a ello,
los intentos del gobierno presidido por Mijaíl Gorbachov por reformar y renovar el modo
de producción estatista con economías centralmente planificadas fracasaron rotundamente,
precipitándose así hacia 1991 el desmoronamiento definitivo de la Unión Soviética. Como
consecuencia, el liderazgo ejercido por los Estados Unidos en las relaciones internacionales
se afianzó, siendo sólo contrarrestado por la relevancia que adquiría la economía japonesa y
por los esfuerzos políticos para la integración de la Unión Europea.
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
195
Hacia finales de la década de los ochenta, John Williamson (1991) sistematiza los
postulados del llamado Consenso de Washington, que consistió en una serie de diez
medidas que se generalizaban en América Latina al momento de diseñar e instrumentar las
políticas públicas necesarias para impulsar los cambios estructurales en las economías de
esta región. Diversas fueron las modalidades en que se instrumentaron estas medidas, pero
en general sus resultados, a pesar de la retórica oficial, prolongaron la llamada ―década
perdida‖ de los ochenta, y aunque en repentinos momentos algunas economías crecieron y
se democratizaron sus sistemas políticos, la década de los noventa y los primeros años del
siglo XXI se caracterizan por una aguda inestabilidad económica y política en medio de
profundas desigualdades sociales que se agravaron. Después de considerarse insuficientes e
inconsistentes las políticas públicas derivadas del Consenso de Washington, se pensó en
realizar una segunda generación de reformas basadas en la reestructuración de las
instituciones con miras a fortalecer los mercados; proceso éste que aún está en marcha
(sobre las reformas institucionales véase Burki y Perry, 1998).
En México, como consecuencia de la gravitación del Consenso de Washington en
las políticas públicas, el aparato de Estado transitó de agente económico, rector,
planificador y promotor del proceso de desarrollo a convocante, gestor y facilitador de la
inversión privada, en especial de aquella proveniente del extranjero. Esta retracción del
gobierno respecto a la actividad económica generó el fortalecimiento del sector privado,
sobre todo del extranjero y de aquel nacional que está ligado a los intereses de éste, lo cual
a su vez derivó en una transnacionalización de las decisiones empresariales.
A grandes rasgos, podemos argumentar que entre 1988 y 2003 se desplegaron
políticas públicas para la construcción, proyección, gestión y legitimación de la
integración de la economía mexicana en los sistemas internacionales de producción
integrada y en las redes financieras globales.
En general, durante estos años no se crearon las condiciones necesarias para un
crecimiento económico sostenido sino que prevalece el estancamiento, la vulnerabilidad y
las debilidades estructurales. Por ejemplo: entre 1988 y 1994 la insuficiente reforma
tributaria, las altas tasas de interés ofrecidas en valores gubernamentales para atraer capital
externo, y la desincorporación y privatización de empresas públicas fueron factores
fundamentales en la obtención de recursos financieros necesarios para impulsar el proyecto
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
196
económico; en tanto que entre 1994 y 2000 para acceder al financiamiento del desarrollo se
privilegió la vía del endeudamiento externo y la venta de las empresas públicas que aún
restaban; sin embargo, no se procuró construir bases firmes y con perspectiva de largo
plazo que permitiesen ciertas posibilidades de desarrollo en el marco de la inserción
actualizada de México en la economía global. Ello en parte porque la concepción del
desarrollo predominante privilegió estrategias deflacionarias que, en aras de la estabilidad
macroeconómica, inhiben la creación de empleo y propician el estancamiento económico.
4.2.1.- La consolidación de las estrategias deflacionarias y del enfoque monetarista
de la balanza de pagos en el marco de la modernización y democratización de la
vida nacional.
Entre diciembre de 1988 y el año 2000, al posicionarse sólidamente en el poder político la
élite identificada con la erosión y hasta con la desaparición del legado, principios y
prácticas del nacionalismo revolucionario y de la concepción keynesiano/estructuralista, se
consolida la instrumentación de las estrategias deflacionarias, el control de los sectores
estratégicos de la economía por parte del empresariado privado y la intensificación de las
acciones para posicionar a México en el comercio internacional bajo los postulados del
enfoque monetarista de la balanza de pagos. Comienza pues un periodo en el que se
transforma radicalmente la concepción sobre el proceso de desarrollo que se manifestó en
las políticas públicas de corte nacionalista para tender con mayor intensidad a una
estandarización de las estrategias del aparato de Estado de acuerdo con la dinámica de las
relaciones internacionales y con la reestructuración de la economía mundial. Indicadores de
estas tendencias se observan en documentos oficiales como el Plan Nacional de Desarrollo
1989-1994 y el Plan Nacional de Desarrollo 1995-2000.
Hacia 1987, las reacciones desde el sector público ante el deterioro de la economía
mexicana no surtieron los efectos deseados, las pretensiones de reducir los desequilibrios
gubernamentales tampoco fueron compensadas, y el déficit, que si bien disminuyó, ya para
ese año se situaba en los mismos niveles de 1982. Entre 1983 y 1987, el PIB creció en
términos reales 0.03%, en tanto que el producto per capita lo hizo en 1.9%; la inflación que
fue cercana al 100% en 1982 llegó a 131.8% en 1987, mientras que la deuda externa
alcanzó los 104,470 millones de dólares en este último año a pesar de que entre 1983 y
1987 se transfirieron al exterior 53,601 millones de dólares (7% del PIB) (véase Cárdenas,
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
197
1996:capítulo IV; Calva, 2000; y anexo II). De hecho, el pago de la deuda constituyó el
problema principal del estancamiento económico y una de las principales prioridades de la
política económica ejercida durante 1983 y 1988.
En medio de estas circunstancias económicas, recién pasada la inestabilidad política
precipitada a raíz de las elecciones presidenciales de julio de 1988 y ante la necesidad de
reivindicar la legitimidad vulnerada, el gobierno federal encabezado por Carlos Salinas de
Gortari presenta el Plan Nacional de Desarrollo 1989-1994.
La estrategia principal de esta política pública mediante la cual declararon que se
lograrían los objetivos necesarios para realizar las transformaciones estructurales en el país
y para aprovechar las transformaciones mundiales fue la llamada modernización de la vida
nacional. Se declaró que éste proceso consideraba una redefinición de la rectoría del Estado
relativa al proceso económico; esto es, la renovación de sus instituciones políticas y sus
funciones económicas se orientaría a generar condiciones propicias para la libre decisión de
los ciudadanos y no a dictarles cuál debería ser el mejor plan de vida (Poder Ejecutivo
Federal, 1989:15 y 16).
También se declaró en el Plan Nacional de Desarrollo 1989-1994 que este proceso
modernizador sería impulsado mediante tres estrategias –las cuales detallamos en el
siguiente cuadro–: la estrategia para la ampliación de la vida democrática; la estrategia para
la recuperación económica con estabilidad de precios; y la estrategia para el mejoramiento
productivo del nivel de vida.
Cuadro 17. Estrategias para la modernización de la vida nacional expuestas en el Plan Nacional de
Desarrollo 1989-1994
Estrategia para la
ampliación de la
vida democrática.
Estrategia para la recuperación económica con
estabilidad de precios.
Estrategia para el
mejoramiento productivo
del nivel de vida.
*Emprender
esfuerzos orientados
a la democratización
del sistema político
mexicano.
*Entender a la
democracia como un
procedimiento que
radica en el gobierno
de la mayoría a
través de
representantes
designados por la
voluntad ciudadana
en procesos
Política económica general:
*Lograr una tasa elevada de crecimiento de la
producción –del 4% anual durante los primeros años y
de 6% hacia el final del sexenio– en condiciones de
estabilidad.
*Consolidar el abatimiento de la inflación, lo que a su
vez requiere de una disciplina fiscal que empiece por
sanear las finanzas públicas, que evite el
financiamiento deficitario del sector público –y por
tanto, no caer en la tentación de que el gasto público
sea el motor del crecimiento económico– y que brinde
condiciones para renegociar y disminuir la deuda
pública; de un crecimiento moderado de la oferta
monetaria; de una estabilidad cambiaria; y de un
equilibrio en la balanza de pagos.
Política social:
*Promover un crecimiento
con equidad con base en el
incremento del empleo, el
aumento del poder adquisitivo
de los salarios, la erradicación
de la pobreza extrema, la
mejor distribución del ingreso,
y la procuración e impartición
de justicia.
*Se reconoce la
complementariedad e
interconexión entre lo
económico y lo social. Por
tanto, el gasto social sería
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
198
electorales.
*Emprender
reformas para
mejorar los procesos
electorales
haciéndolos más
transparentes y para
fortalecer el sistema
de partidos.
*Ampliar la
participación
política.
*Modernizar el
ejercicio de la
autoridad mediante
el fortalecimiento de
la división de
poderes; de la
responsabilidad en el
ejercicio de las
funciones públicas;
y, de la autonomía de
los ámbitos de
gobierno,
incorporando la
participación social
en el diseño y
ejecución de las
acciones.
*Impulsar la
concertación con las
organizaciones
sociales en la
conducción del
proceso de desarrollo
*La modernización económica sería apoyada por una
ampliación y mejora de la cobertura educativa y la
capacitación de la fuerza de trabajo; la
descentralización de las decisiones; y la
desconcentración geográfica de las actividades
productivas.
Política de financiamiento:
*Ampliar la disponibilidad de recursos para la
inversión productiva a través de fuentes como el
mayor ahorro interno público y privado; la mejora de
los términos de intercambio del país; la reducción de
las transferencias netas de recursos reales al exterior;
y la promoción de la inversión extranjera directa.
Política agraria:
*En materia agraria, el punto de partida sería la
seguridad y el respeto a la tenencia de la tierra.
Política industrial:
*Aprovechar las ventajas geográficas del país para
promover la integración eficiente de la industria
exportadora, en especial de la industria maquiladora;
y, emprender esfuerzos de desregulación local para su
establecimiento. Todo ello con la finalidad de lograr
una expansión dinámica de la actividad económica,
adquirir y difundir tecnologías modernas, y de generar
divisas
*La modernización de la planta productiva y la
creación de una nueva legislación laboral.
Política de infraestructura:
*La modernización de la infraestructura a través de
una mayor racionalización de la inversión pública y
de una mayor concurrencia de la inversión privada
mediante la figura jurídica de la concesión, además de
la promoción del financiamiento privado en la
construcción de obra pública.
*Enfatizar la modernización de las
telecomunicaciones, incentivar la participación de la
iniciativa privada en la petroquímica secundaria, y
conservar la rectoría del Estado en el campo de la
electricidad para servicio público.
Política para el comercio exterior:
*Eficientizar la inserción y la participación de México
en la economía internacional mediante el mejor
aprovechamiento de las ventajas relativas del aparato
productivo nacional; y, de la apertura de la economía
a la competencia exterior y su orientación hacia el
fomento de las exportaciones no petroleras.
Política turística:
*La modernización del turismo como fuente de
divisas.
Política de fomento de la inversión privada:
*Consolidar la participación de los particulares en la
economía y crear las condiciones para que la
inversión privada se convierta en motor del desarrollo
industrial.
Política de inversión extranjera:
*La promoción de un flujo de inversión extranjera
prioritario en los presupuestos
anuales de egresos.
*Emprender un programa de
modernización educativa y del
sistema de salud.
*Una política social orientada
la erradicación de la pobreza
extrema mediante acciones
focalizadas y selectivas
respecto a la asignación de
subsidios y al ejercicio del
gasto social, elevando sus
rendimientos con la
participación, colaboración y
corresponsabilidad de las
poblaciones beneficiadas. Así,
el Programa Nacional de
Solidaridad se basó en
coordinar esfuerzos entre los
tres niveles de gobierno y en
concertar con los grupos
sociales marginados tanto
urbanos como rurales e
indígenas, en relación a áreas
prioritarias como
alimentación; regularización
en la tenencia de la tierra y
vivienda; procuración de
justicia; apertura y mejora de
espacios educativos; salud;
agua potable y electrificación
de comunidades rurales
aisladas y colonias populares;
infraestructura agropecuaria; y
preservación de recursos
naturales.
Política poblacional y de
desarrollo urbano y
regional:
*Reducir la tasa de
crecimiento demográfico; y
propiciar una distribución de
la población congruente con el
aprovechamiento eficiente de
los recursos territoriales,
moderando la emigración
hacia las grandes ciudades,
fomentando el arraigo y
promoviendo el
fortalecimiento de las
ciudades medias como polos
de atracción.
*Fortalecer al municipio e
impulsar un desarrollo
regional y urbano congruente
con la distribución territorial
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
199
mediante la desregulación local.
Política para las reformas institucionales:
*La adecuación del marco regulador de la actividad
económica de tal manera que aliente a los particulares
y que elimine la incertidumbre y las inseguridades
respecto a los derechos de propiedad.
Política para la racionalización y eficiencias del
sector público:
*Hacer más eficiente al sector público para que
atienda los requerimientos de infraestructura
económica y social.
*El fortalecimiento de la empresa pública para
atender eficazmente las áreas en que su participación
resulta estratégica o prioritaria, así como continuar la
fusión, desincorporación, desregulación, privatización
y descentralización de entidades paraestatales;
redimensionar el sector público; y elevar la calidad de
sus bienes y servicios.
de los recursos mediante la
descentralización de las
decisiones y la
desconcentración de la
actividad económica.
Política para el desarrollo
sustentable:
*Armonizar el crecimiento
económico con el
restablecimiento de la calidad
del medio ambiente, y la
conservación y el
aprovechamiento racional de
los recursos naturales; así
como incorporar la evaluación
del impacto ambiental dentro
de las políticas públicas.
Fuente: Poder Ejecutivo Federal (1989), Plan Nacional de Desarrollo 1989-1994.
Sin embargo, luego de las reformas estructurales ejercidas desde 1989, la economía
y la sociedad mexicanas padecieron una serie de debilidades y contradicciones desde
mediados de 1991. Hacia 1992, el tipo de cambio que fue utilizado como ancla nominal
comenzó a mostrar serias debilidades; la estructura productiva nacional se deterioró cada
vez más –e incluso, como resultado de una política económica contractiva de la demanda,
se dirigió rumbo a la recesión– con la exacerbada competencia externa derivada de la
indiscriminada apertura al exterior, de la sobrevaluación del tipo de cambio que generó
distorsiones de precios entre los bienes y servicios exportables y los dedicados a la
comercialización nacional, y de las amplias diferencias entre las tasas de interés nacionales
y extranjeras, con lo cual gran cantidad de empresas mexicanas, al no solventar sus deudas,
se vieron expuestas a la quiebra y al cierre de operaciones, aumentando así el desempleo.
Además, se agudizó el desequilibrio externo y la vulnerabilidad respecto a fluctuaciones
externas, sobre todo con la entrada de capitales de portafolio y de corto plazo (para mayores
detalles véase Cárdenas, 1996:capítulo V; Calva 1999 y 2000; Guillén Romo, 2000).
Aunado a lo anterior, el violento y enrarecido clima político que se desató en 1994
mermó la credibilidad del país; a la par, se gestaron pánicos y fugas masivas de capitales y
de reservas internacionales del Banco de México, debido a la sobrevaluación del tipo de
cambio y a la posible devaluación, conduciendo ello a la generalización de maniobras
especulativas sobre el peso. Esta inestabilidad fue enfrentada con la emisión de deuda de
corto plazo en dólares (Ibidem). Al final, el tipo de cambio no soportó los precios y fue
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
200
devaluado precipitada y drásticamente, decisión ésta que a su vez generó serias
problemáticas económicas que rebasaron las fronteras nacionales al grado tal que se corrió
el riesgo de una desestabilización grave del sistema financiero internacional.
A inicios de 1995, la deuda pública y privada tanto interna como externa de nueva
cuenta volvía a colocarse como un problema fundamental y prácticamente de insolvencia
en el corto plazo. Individuos, familias, empresas y bancos se encontraron en apuros al no
poder pagar los créditos que les otorgaron a tasas relativamente altas. Las transferencias al
exterior en dólares fueron inmensas, afectándose con ello el consumo, la inversión y el
crecimiento a largo plazo en el país. Entre 1989 y 1994, el PIB creció a tasas del 3.9%
anual, en tanto que el producto per capita lo hizo a tasas promedio de 1.57% al año y la
inflación a un 15.91% (véase anexo II).
Con un nuevo gobierno, el Plan Nacional de Desarrollo 1995-2000 se presentó en el
marco de la crisis financiera precipitada en diciembre de 1994 y de la profundización de los
efectos sociales negativos en que derivó. En este documento oficial se reconoció que la
globalización económica puede desbordar a las instituciones internacionales y generar
fenómenos ante los cuales el Estado-nación cuenta con pocos instrumentos efectivos de
respuesta (Poder Ejecutivo Federal, 1995:5). Se reconoce también de manera explícita la
importancia de agentes como las organizaciones no gubernamentales dentro del proceso de
desarrollo y en las labores de consultoría que demanda el sector público (Ibidem). Además
en él se declaró la necesidad de emprender reformas institucionales para fortalecer el estado
de derecho; modificar el sistema de impartición y procuración de justicia; combatir la
inseguridad pública y el crimen organizado; defender y respetar los derechos humanos;
prevenir, detectar y sancionar la corrupción; garantizar las transacciones económicas y
brindar seguridad jurídica sobre la propiedad y posesión de los bienes por parte de los
particulares, puesto que esto resulta indispensable para promover la inversión y el sano
desempeño de las actividades productivas (Ibidem:capítulo 2).
Entre sus estrategias de desarrollo destacaron las siguientes:
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
201
Cuadro 18. Estrategias de desarrollo expresadas en el Plan Nacional de Desarrollo 1995-2000
Estrategia para el
desarrollo
político.
Estrategia para el
desarrollo social.
Estrategia para el crecimiento económico.
*Se señalan las
interconexiones y
complementarieda
des entre la
democratización y
el crecimiento
económico.
*Respetar y
vigorizar el
sistema de partidos
políticos y realizar
una reforma
electoral definitiva
mediante el
fortalecimiento de
la autonomía de
los órganos
electorales para
garantizar la
equidad,
transparencia y
legalidad en la
competencia
electoral; así como
perfeccionar el
sistema de
financiamiento,
enfatizando el
incremento de
apoyos para los
partidos políticos.
*Construir un
presidencialismo
acotado que
impulse una nueva
relación entre los
poderes de la
unión y que se
sujete al control de
éstos.
*Impulsar un
nuevo federalismo
para fortalecer a
los estados y
municipios a
través de la
desconcentración
de funciones,
responsabilidades,
programas y
recursos públicos;
y, para fomentar la
*Disminuir la pobreza y
moderar la desigualdad, de
tal manera que el
desarrollo social guarde
una relación de
fortalecimiento mutuo con
la democracia y con una
economía competitiva y en
crecimiento.
*Los objetivos últimos de
la política social consisten
en procurar las condiciones
para que la población tenga
acceso al empleo y mejore
sus ingresos; así como en
ampliar los servicios
básicos necesarios para
mejorar la calidad de vida;
atenuar los efectos de la
crisis económica; y,
combatir las causas
estructurales de la pobreza.
*Al transferir recursos y
responsabilidades a los
estados, el gobierno federal
conservaría su papel rector
en la atención prioritaria de
las necesidades básicas de
los grupos sociales que
padecen la pobreza
extrema, la marginación y
la exclusión social, al
tiempo que promoverá las
condiciones que permitan a
la sociedad desplegar su
propia iniciativa.
*Adquiere un lugar
relevante en esta política
social la corrección de las
imperfecciones del
mercado, la integración
plena de la mujer al
desarrollo, las
repercusiones de la
población y de la dinámica
urbana en el medio
ambiente bajo principios
preservacionistas y de
desarrollo sustentable, el
desarrollo regional, y el
transitar de un patrón
territorial altamente
Política económica general:
*Superar la crisis financiera estallada a finales de 1994
mediante acciones orientadas a recuperar el funcionamiento
de los mercados cambiario y financiero, a reducir las
presiones inflacionarias, a corregir la cuenta corriente de la
balanza de pagos, y a impulsar gradualmente la
recuperación en la actividad económica y el empleo,
privilegiando en el corto plazo el dinamismo de la industria
exportadora.
*Crecer a una tasa promedio de 5% anual después de
superarse la crisis financiera y de consolidarse la
recuperación económica. La estrategia para el crecimiento
económico se propone evitar la recurrencia de crisis.
*Consolidar e intensificar los cambios estructurales
necesarios.
*Generar condiciones para la estabilidad y la certidumbre
de las actividades económicas, es decir, procurar, alcanzar
y preservar los equilibrios macroeconómicos fundamentales
a través de finanzas públicas sanas derivadas de la
disciplina fiscal, la austeridad, la racionalización y la
eficiencia del gasto público; el abatimiento de la inflación;
la adopción de una política cambiaria que apoye la
competitividad de la economía y al equilibrio de la balanza
de pagos, y que evite la sobrevaluación del tipo de cambio;
y el ejercicio de una política monetaria que se oriente, con
base en el control de la expansión del crédito interno, a la
estabilidad de precios, a la generación de ahorro interno y a
la inversión productiva.
Política para el comercio exterior:
*Fomentar intensas relaciones con el resto del mundo
mediante el comercio, la inversión y la transferencia de
tecnología; esto es, se buscaría promover, posicionar e
incrementar las exportaciones en los mercados
internacionales; propiciar una menor dispersión arancelaria
y de la protección efectiva en general, entre sectores, ramas
y actividades productivas; afianzar la apertura comercial de
México; y, suscribir nuevos tratados y acuerdos
comerciales con otros países.
Política de financiamiento:
*El ahorro interno como base para el financiamiento del
desarrollo, lo cual implica asignar un papel complementario
al ahorro externo que sería dirigido a la inversión
productiva y a la oferta de productos comerciables mas que
a la obtención de beneficios de corto plazo; emprender una
reforma tributaria para fortalecer el ahorro privado y para
promover la inversión y la actividad productiva; y,
mantener finanzas públicas sanas para consolidar el ahorro
público. Para fortalecer los mecanismos de financiamiento
del sistema de seguridad social se emprenderá la
individualización y acumulación en cuentas personales de
las contribuciones para el retiro y la vivienda. El concepto
de finanzas públicas sanas, a través de la racionalización
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
202
descentralización y
el desarrollo
regional.
*Profundizar en la
reforma del
gobierno, en la
modernización de
la administración
pública y en una
rendición de
cuentas.
*Aspirar a una
gobernabilidad
democrática que
además de los
actores políticos
tradicionales
reconozca la
participación de la
sociedad y de las
organizaciones
civiles en las
políticas públicas.
concentrado y disperso a
otro más equilibrado
mediante la reorientación
de las corrientes
migratorias hacia las
ciudades medias y
pequeñas.
*Incrementar los niveles
de educación, salud,
seguridad social –
modificando sus sistemas
de financiamiento–,
vivienda y productividad a
través de las inversiones
sociales en capital humano.
*El combate a la pobreza –
definida como la
incapacidad del individuo
para generar de manera
permanente el ingreso que
le permita satisfacer sus
necesidades básicas–
mediante la provisión de
servicios básicos y la
transferencia de recursos a
los individuos marginados
vulnerables con base en la
ampliación de sus
capacidades en el marco de
un nuevo asistencialismo
orientado a la focalización
de los beneficios y
subsidios; además de
procurar criterios de
género y de
corresponsabilidad entre
los tres niveles de
gobierno, las fuerzas
sociales y políticas, las
organizaciones ciudadanas
–de tal manera que se
aproveche el potencial
organizativo de estas–, y la
sociedad en general.
*La integración de los
indígenas al proceso de
desarrollo respetando su
cultura, y de los grupos
vulnerables como los
jóvenes, los trabajadores
migrantes, la población
discapacitada y los
ciudadanos de la tercera
edad.
*La participación del
sector privado en las
del gasto corriente y de la no recurrencia al financiamiento
inflacionario, abarcó también contingencias presupuéstales
como el desequilibrio financiero en el sistema de seguridad
social, la reestructuración de la cartera crediticia de la
banca, y los ineficientes e insuficientes resultados en obras
de infraestructura concesionada.
Política de inversión y gasto públicos:
*El ahorro generado por el sector público privilegiará la
inversión en infraestructura física; en la dotación de los
insumos de uso generalizado que provee el sector
paraestatal; y, en la capacitación de mano de obra y la
preparación de recursos humanos.
Política para las reformas institucionales: *Desregular y fomentar la competencia interna y externa de
tal forma que la normatividad no sea controladora y
obstructora sino promotora de la actividad de los
particulares. Se promoverán las reformas legales e
institucionales requeridas para asegurar la vigencia del
estado de derecho en lo referente a la propiedad, la
protección al patrimonio, la solución de las controversias
mercantiles, y la seguridad jurídica ante abusos de
autoridad.
*Brindar seguridad jurídica y certidumbre a la inversión
productiva directa, nacional y extranjera.
Política de fomento de la inversión privada: *Ante la insuficiencia de la inversión pública, privilegiar la
participación del capital privado en infraestructura básica
como la construcción de nuevas autopistas, la privatización
del sistema ferroviario, la actividad portuaria y la
infraestructura aeroportuaria.
Política laboral:
*Elevar la productividad de la fuerza de trabajo con una
reforma laboral que elimine las rigideces, y con una
vinculación sistemática entre la planta productiva y la
comunidad educativa.
Política tecnológica:
*Inducir al sector privado a realizar un mayor esfuerzo
tecnológico; asimilar y utilizar el creciente acervo mundial
de conocimiento tecnológico; y, que en estos rubros el
gobierno asuma su papel catalizador en áreas donde el
mercado no existe o funciona insatisfactoriamente.
Política para la racionalización y eficiencias del sector
público:
*Emprender cambios en las empresas paraestatales del
sector energético tales como el estímulo a la participación
privada en la generación de energía eléctrica, así como en
la conducción, transporte, distribución y comercialización
del gas natural, además de fomentar la competencia del
sector privado en PEMEX.
Política para el desarrollo sustentable:
*Hacer sustentable el crecimiento económico mediante el
reconocimiento de las responsabilidades y costos de un
aprovechamiento duradero de los recursos naturales
renovables y del medio ambiente; la contención de las
tendencias del deterioro ambiental;. la promoción e
inducción de inversiones en infraestructura ambiental, de
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
203
fuentes adicionales de
financiamiento de la
educación, en especial de
la media superior y
superior, así como de la
investigación científica, el
desarrollo tecnológico, y
en las actividades artísticas
y culturales.
*Brindar certeza jurídica
en materia de propiedad
agraria.
creación de mercados y de financiamiento; la reorientación
de los patrones de consumo; y, el ordenamiento ambiental
del territorio nacional, y el aprovechamiento sustentable los
recursos naturales como condiciones para procurar la
superación de la pobreza.
Políticas sectoriales:
*Adoptar una política industrial que enfatice la promoción
de las micro, pequeñas y medianas empresas –en especial
de aquellas que cuentan con potencial exportador–; una
política de promoción turística que facilite, desregule y
simplifique la normatividad; y, una política agropecuaria
que procure una certidumbre jurídica de la propiedad, y que
otorgue apoyos directos a través del PROCAMPO.
Fuente: Poder Ejecutivo Federal (1995), Plan Nacional de Desarrollo 1995-2000.
Entre 1995 y el año 2000, el crecimiento de la economía fue de 3.48% en promedio
anual, el crecimiento per capita fue de 0.6%, y la inflación creció anualmente en promedio
un 22.54% (véase anexo II). Aunque se alcanzó la estabilidad de precios, con excepción de
los dos primeros años, durante el gobierno presidio por Ernesto Zedillo se mantuvo fijo el
tipo de cambio como ancla antiinflacionaria después de la estrepitosa devaluación de
diciembre de 1994, provocando con ello un creciente déficit en cuenta corriente. El
endeudamiento externo y la venta de empresas públicas se convirtieron en las vías para
acceder al financiamiento de los programas gubernamentales. Destacaron también acciones
orientadas al rescate de las carreteras concesionadas y del sistema bancario –mediante la
creación del Fondo Bancario para la Protección del Ahorro (FOBAPROA) que transfirió la
deuda y las pérdidas de los banqueros privados a deuda pública–.
4.2.2.- Políticas públicas para la gestión y legitimación del posicionamiento de México en
la economía global.
Si entre 1988 y el año 2000 se desplegaron estrategias para la profundización del cambio
estructural de la economía y para su orientación hacia el exterior bajo la inspiración del
enfoque monetarista de la balanza de pagos que sugiere la apertura comercial y la
producción canalizada hacia las exportaciones en condiciones de estabilidad
macroeconómica, a partir de diciembre de 2000 con el ascenso de un gobierno procedente
de un partido político distinto al que dirigió la planeación del proceso de desarrollo desde
1929 lo que se pretende, en medio de la improvisación y de la confrontación facciosa y sin
ánimo propositivo, es una gestión de las transformaciones instrumentadas en los tres lustros
anteriores. Esto es, no se trata de un cambio de rumbo en las estrategias de desarrollo
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
204
ejercidas con intensidad durante los dos sexenios anteriores sino de una administración de
las mismas en el marco de la reestructuración del sistema político mexicano en aras de
gestar una mayor legitimidad. Ya no se trata como en lustros pasados de emprender la
apertura de la economía nacional sino de facilitar su inserción eficaz –definidamente
subordinada– en los mercados globales; así como de hacer frente, mediante medidas y
estrategias focalizadas, a la pobreza extrema y a la pauperización social acentuadas con los
procesos de ajuste y cambio estructural de la economía mexicana.
El nuevo gobierno emanado de la alternancia partidista propuso el Plan Nacional de
Desarrollo 2001-2006 (Poder Ejecutivo Federal, 2001) el cual en sus rasgos fundamentales
no toma distancia respecto a los dos últimos sexenios, sobre todo en lo relativo a la política
económica y a la política social como instrumento estatal para la redistribución de la
riqueza.
Una novedad de este documento oficial consiste en definir las aspiraciones o la
visión hacia el año 2025, lo cual por supuesto rebasa en sus proyecciones al sexenio en
cuestión; sin embargo, encuentra limitaciones en la misma naturaleza del cambiante sistema
político mexicano y en la ausencia de institucionalización a largo plazo de los proyectos.
Como documento rector de las políticas públicas del actual gobierno, el Plan
Nacional de Desarrollo 2001-2006 plantea tres estrategias: la estrategia para el desarrollo
social y humano, la estrategia para el crecimiento económico con calidad, y la estrategia
para el orden y respeto.
Cuadro 19. Estrategias gubernamentales expresadas en el Plan Nacional de Desarrollo 2001-2006
Estrategia para el
desarrollo social y
humano.
Estrategia para el crecimiento económico con
calidad.
Estrategia para el
orden y respeto.
Política social:
*Privilegiar la atención a
las clases marginadas y
vulnerables (indígenas,
mujeres, niños,
discapacitados y adultos
mayores) a través de la
transferencia de recursos
económicos y de la
mejora de los servicios
públicos básicos.
*Asumir a la educación
como la columna
vertebral de la estrategia
de desarrollo social y
humano privilegiando
Política económica general:
*Para lograr el crecimiento sostenido, dinámico,
sustentable, con estabilidad y que excluya la recurrencia
de crisis, la política económica propone que el gobierno
promueva un marco regulatorio claro; mantenga la
disciplina en el manejo de las finanzas públicas y
cambie los criterios de asignación y aplicación de los
recursos públicos; procure una baja inflación; reconozca
a cabalidad los pasivos de largo plazo; promueva el
fortalecimiento del círculo virtuoso ahorro-inversión;
promueva un sector financiero sólido y un mercado de
valores eficiente; y reactive la banca de desarrollo e
impulse la banca comercial para que retome su función
de oferente de recursos crediticios.
*Que la intervención del aparato de Estado no estorbe
sino que canalice la acción pública a la generación de
*Asumir a la política
interior como el espacio
desde el cual se
garantiza la seguridad
nacional y se procesan
eficazmente las
demandas y
planteamientos de los
actores políticos en el
marco de la
gobernabilidad
democrática, además de
considerarla como el
instrumento que
propicia un entorno
favorable para el
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
205
una transformación que
implique ampliar su
cobertura y su calidad
mediante su
informatización, su
mayor estructuración y su
descentralización.
*Construir, a través de la
educación, oportunidades
de superación para
amplios sectores de la
población, con criterios
de equidad, orientado a
reducir la pobreza y las
desigualdades extremas y
las inequidades de género
y étnicas.
*Generar capacidad e
iniciativa en los
individuos mediante el
estímulo de una actitud
emprendedora e
independiente al
ofrecerles educación de
calidad con la finalidad
de incrementar el capital
humano y social. Esto
significa dotar de
capacidades a los
individuos para que
construyan su propio
bienestar.
*Elevar los niveles de
salud a través del mayor
acceso a los servicios en
la materia, y ampliar los
servicios de seguridad
social.
*Reforzar la cohesión y
el capital social de las
comunidades.
*Procurar la armonía con
el medio ambiente.
*La disminución de la
presencia del aparato de
Estado en aspectos y
áreas donde las
organizaciones no
gubernamentales pueden
tener una contribución
efectiva.
Política para el
desarrollo urbano y
regional:
*Impulsar el
reordenamiento del
condiciones necesarias para el despliegue del sector
privado.
*Promover las reformas estructurales pertinentes.
*Consolidar y ampliar la conducción responsable de la
marcha económica del país mediante la ampliación de la
fortaleza de la economía, la corrección del balance
fiscal, la reforma del sistema financiero para que
promueva el ahorro interno y su canalización a la
inversión; y, la reforma del sistema impositivo para
diversificar los ingresos del sector público aumentando
el financiamiento por medio de recursos tributarios y
reduciendo su volatilidad.
*Impulsar una inserción más eficaz de México en la
economía global mediante programas de promoción,
financiamiento y capacitación. Al Estado le corresponde
establecer una regulación apropiada y clara, así como
promover las condiciones para dicha inserción. Para ello
será necesario:
-Lograr una mayor captación de inversión extranjera,
penetrar en nuevos mercados externos diversificando la
producción y el comercio, incorporando nuevas
tecnologías y mejores sistemas de administración en las
empresas.
-Eliminar las dificultades que inhiben la integración de
cadenas de valor, e incorporar nuevas empresas a la
actividad exportadora.
-Promover una nueva cultura empresarial y laboral
mediante una reforma legislativa en éste último ámbito.
-Adoptar una política industrial capaz de ofrecer una
disponibilidad oportuna y eficaz de infraestructura; una
adecuada oferta de educación y de capacitación para el
trabajo productivo; un mayor esfuerzo de desarrollo
tecnológico y científico; y, un marco de regulación más
flexible.
*Ampliar la infraestructura digital; y apoyar la
educación permanente, la capacitación laboral y el
avance tecnológico.
*Trabajar en las necesidades de normalización y de
armonización con estándares internacionales de calidad
en materia industrial y comercial.
Política para las reformas institucionales:
*Eliminar las restricciones legales y estructurales de la
economía para que el empresariado privado despliegue
un proceso creativo.
*Consolidar e impulsar el marco institucional y la
mejora regulatoria que simplifique la carga
administrativa de las empresas; y, brindar seguridad
jurídica a las transacciones e inversiones.
Política de fomento de la inversión privada: *Estimular la inversión privada en materia de
infraestructura. En especial, incentivar la participación
de la inversión privada en la generación de energía
eléctrica, en la industria petroquímica y en la de gas
natural; así como la reestructuración de la cartera de
proyectos, la eliminación de obstáculos que impiden o
dificultan la integración de cadenas productivas, y la
ejercicio tanto de la
política económica
como para la política
social.
*Consolidar el avance
democrático.
*Fortalecer el sistema
de partidos.
*Garantizar la vigencia
del estado de derecho y
respetar los derechos
humanos.
*Apuntalar y fortalecer
las instituciones.
*Impulsar una nueva
relación –fincada en la
colaboración y la
corresponsabilidad–
entre los poderes de la
unión y entre los
distintos niveles de
gobierno.
*Avanzar hacia un
auténtico federalismo
subsidiario, solidario y
corresponsable
partiendo de la
convergencia entre los
tres niveles de gobierno
y de la
descentralización de
facultades, funciones,
responsabilidades y
recursos de la
Federación hacia las
entidades federativas y
municipios.
*Replantear la
estructura de la
administración pública
para imprimirle
eficacia; combatir el
burocratismo, la
corrupción, la
impunidad y el
dispendio; y, para
establecer una nueva
relación entre el
gobierno y la sociedad
a través de la
procuración de la
transparencia, la
rendición de cuentas y
el acceso a la
información oficial.
*Difundir la cultura
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
206
espacio y la
desconcentración
económica y poblacional.
Para ello será importante
articular las localidades
rurales al sistema urbano
nacional que tiende a
interrelacionarse con la
economía mundial.
Política para el
desarrollo sustentable:
*Lograr un desarrollo
social y humano en
armonía con la naturaleza
fortaleciendo la cultura
de cuidado del medio
ambiente.
Política para las
reformas
institucionales:
*Ampliar la capacidad de
respuesta gubernamental
para fomentar la
confianza ciudadana en
las instituciones, para lo
cual resulta importante
afianzar la continuidad de
los programas sociales;
disminuir los riesgos de
deserción escolar
mediante sistemas de
becas; promover sistemas
de seguros en salud para
proteger financieramente
a las familias; ordenar y
regularizar la propiedad
rural, otorgando
seguridad jurídica y
certidumbre documental
en la tenencia de la tierra;
y, promover sistemas
eficaces para apoyar a los
individuos que pierdan el
empleo.
promoción de proyectos de interconexión de
electricidad y gas natural en ambas fronteras.
Política de financiamiento:
*Apoyar el autoempleo mediante el desarrollo de
proyectos productivos y la dotación de sistemas de
financiamiento y mecanismos de asesoría, esto es, que
se implementen programas de microfinanciamiento y
crédito para los microempresarios y trabajadores por su
cuenta. Se trata de democratizar la economía, de
expandir la ciudadanía económica y de ampliar la
participación en la economía formal impulsando la
iniciativa de los individuos que decidan emprender un
negocio.
*Asegurar la incorporación al desarrollo de los grupos
marginados mediante la creación de la banca social, y la
promoción del ahorro y el crédito populares.
Política para el desarrollo empresarial:
*Fomentar el desarrollo de capacidades empresariales
mediante programas de capacitación, asesoría técnica y
educación para el trabajo.
Política para el desarrollo regional:
*En materia de desarrollo económico regional,
emprender una intervención selectiva y temporal del
Estado en este proceso; superar las desigualdades entre
regiones y la coordinación de proyectos a través de las
mesorregiones; impulsar el fortalecimiento económico
intrarregional de vastos territorios; y, dinamizar la
estructura económica de las regiones y su integración
con el resto del país y con el mundo. Para cumplir con
lo anterior se impulsaría la construcción de
infraestructura básica y la formación de capital humano
sobre todo en las regiones más rezagadas; se crearían
núcleos de desarrollo sustentable; se apoyaría el
desarrollo turístico municipal, estatal y regional; se
implantarían programas de desarrollo social y
económico en las fronteras norte y sur del país; se
establecerían mecanismos de coordinación con los
distintos niveles de gobierno; y se impulsarían
programas para la instalación de empresas en las
distintas regiones.
Política para el desarrollo sustentable:
*Crear condiciones para un desarrollo sustentable que
asegure la calidad del medio ambiente y la
disponibilidad de los recursos naturales en el largo plazo
sobre la base de una sólida educación y cultura a favor
del medio ambiente.
democrática e impulsar
la participación
ciudadana.
*Profundizar la
interacción de las
organizaciones sociales
con la administración
pública federal.
*Fomentar la capacidad
del Estado para
conducir y regular los
fenómenos que afectan
a la población en
cuanto a su tamaño,
dinámica, estructura y
distribución territorial.
*Diseñar un nuevo
marco estratégico de
seguridad nacional.
*Combatir la
delincuencia
organizada y el tráfico
ilegal de drogas; y,
garantizar la seguridad
pública y la
procuración de justicia
pronta, expedita,
apegada a derecho y de
respeto a los derechos
humanos.
*Intensificar la
participación e
influencia de México
en los foros
multilaterales,
desempeñando un papel
activo en el diseño de la
nueva arquitectura
internacional.
Fuente: Poder Ejecutivo Federal (2001), Plan Nacional de Desarrollo 2001-2006.
5.- Sobre las concepciones relativas al proceso de desarrollo prevalecientes en México
desde la década de los ochenta.
Como se observó con anterioridad, desde 1980 con el Plan Global de desarrollo 1980-1982,
comienzan a esbozarse nuevos planteamientos sobre la intervención del aparato de Estado
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
207
en el proceso de desarrollo. Sin embargo, es con el estallido de la crisis de la deuda y con la
llegada de una nueva elite gobernante a los espacios determinantes de la toma de decisiones
cuando se marca distancia respecto a aquellas políticas públicas inspiradas en el
nacionalismo revolucionario y en la concepción keynesiano/estructuralista.
Es importante destacar que como las políticas públicas indican las funciones del
gobierno en torno a la construcción de mercados y a la redistribución de la riqueza, la
transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo expresa un cambio
histórico en la naturaleza de estas funciones. A su vez, esta modificación de las
concepciones sobre el desarrollo hace eco de un debate académico e intelectual mundial
que plantea los constructos teóricos y los conceptos que sustentan los planteamientos y
argumentos de los documentos estratégicos de los organismos internacionales y de las
políticas públicas nacionales. En el presente apartado daremos cuenta de las principales
reflexiones teóricas que apoyan a las concepciones sobre el proceso de desarrollo expuestas
y promovidas en los documentos oficiales diseñados por el gobierno mexicano desde 1982.
En general, en América Latina con el agotamiento de la concepción
keynesiano/estructuralista se desvaneció y se frustró el planteamiento normativo cepalino
de constituir un capitalismo autónomo latinoamericano con base en la estrategia de
industrialización para la sustitución de importaciones. Los motivos fueron múltiples: en
primer lugar, no fue erradicada la dependencia externa sino que se redefinió con la
afluencia de inversión extranjera y con el creciente endeudamiento, fenómeno que se
cuestionó fuertemente desde el marxismo latinoamericano; además, se profundizó la
ineficiencia y desarticulación del aparato productivo, traduciéndose ello en agudos
desequilibrios regionales y sectoriales al interior de los países, en la baja –o nula en muchos
casos– vocación para la innovación tecnológica, y en la incapacidad para contrarrestar el
desempleo –como el precio relativo del factor trabajo es más alto que el del capital, el
empresariado tendió a utilizar éste último en mayor medida– y la distribución desigual del
ingreso originada a raíz del uso de tecnologías intensivas en capital dentro del proceso
productivo y de la expansión de mercados oligopólicos; y se presentó la nula articulación
de una política monetaria y de precios relativos para responder a los problemas
inflacionarios y a la regulación y asignación selectiva de la demanda agregada (para
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
208
mayores detalles sobre el agotamiento del enfoque cepalino véase Preston, 1996:capítulo
10; Villarreal, 1986:capítulo VI; ).
En suma, como lo señala René Villarreal, el enfoque estructuralista de la CEPAL no
concretó la integración, en un sistema coherente, de una teoría económica capaz de manejar
los grandes agregados macroeconómicos en el corto plazo y articularlos con los objetivos
deseables y prioritarios de mayor alcance en el tiempo (Villarreal, 1986:174). Más aún,
podemos agregar que las prolongadas políticas proteccionistas derivaron en la oferta de
productos de baja calidad y con altos costos y precios.
Problemas macroeconómicos como las devaluaciones y la inflación, que no fueron
padecidos de manera acentuada por México entre 1954 y 1970, irrumpieron como el talón
de Aquiles del estructuralismo cepalino. El mismo estancamiento de la productividad, el
desequilibrio externo, y las limitaciones, imperfecciones y contradicciones del
intervencionismo estatal en la economía no fueron explicados por este enfoque durante la
década de los setenta. Para algunos autores, el estructuralismo cepalino derivó en una
rebelión científica interrumpida al subestimar la trascendencia de los aspectos monetarios y
financieros del desarrollo, lo cual al final de cuentas, influyó de manera importante para no
integrar una teoría macroeconómica a la teoría del desarrollo y la dependencia acuñada en
América Latina (Ibidem:capítulo VI).
Como se explicó con anterioridad, hacia finales de 1982 con la crisis de la deuda en
marcha, México inicia de manera titubeante un periodo de intensa reestructuración de la
economía con base en estrategias de estabilización, redefinición y adecuación de la
regulación económica, privatización y apertura al comercio internacional. Entre 1988 y el
año 2000, este proceso se afianza abiertamente en el diseño y ejercicio de las políticas
públicas, derivando ello en un profundo viraje en las formas de concebir y planear el
proceso de desarrollo.
¿En qué consisten estas nuevas concepciones sobre el proceso de desarrollo?
¿cuáles son sus principales postulados y planteamientos?¿qué posturas teóricas están detrás
de ellas? ¿cómo se manifiestan en México y qué papel le asignan al aparato de Estado en el
proceso de desarrollo?
En los últimos veinte años, las concepciones sobre el proceso de desarrollo que
predominan en México se caracterizan por los siguientes rasgos: una vocación deflacionaria
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
209
y monetarista; la restricción presupuestal en aras de la gestión adecuada y oportuna de la
deuda pública; la retracción del aparato del sector público en el proceso económico; y la
desincorporación y privatización de las empresas paraestatales en aras también de reducir el
déficit fiscal. Su racionalidad ya no lo es mas la estructuración del mercado interno sino la
inserción actualizada del país en los mercados internacionales a través de la
industrialización orientada hacia las exportaciones de manufacturas maquiladas; y en este
sentido, la podemos caracterizar de aperturista y estabilizadora en aras de los equilibrios en
la balanza de pagos y en indicadores macroeconómicos como la inflación. Paralelamente a
estos postulados, que si bien son propios de la teoría económica deflacionario/monetarista,
se presentan variadas concepciones que enfatizan diferentes esferas de la realidad y desde
donde se aborda al proceso de desarrollo: nos referimos a aquellas relacionadas con las
perspectivas del desarrollo sustentable y su preocupación discursiva por el cuidado del
medio ambiente y su armonía con el crecimiento económico; el abordaje del proceso de
desarrollo desde una perspectiva de género y étnica; las reformas institucionales para hacer
viables los cambios estructurales de la economía; el fomento de las capacidades y del
capital social, y el nuevo asistencialismo focalizado de la política social compensatoria; la
relevancia de los derechos humanos y de la democratización del sistema político, y las
interconexiones entre todos estos componentes (véase diagrama 1, pág. 28).
Partiendo de este reconocimiento, explicamos con mayor detalle los aspectos
teóricos centrales de las concepciones sobre el proceso de desarrollo que predominan en las
políticas públicas de las últimas dos décadas.
5.1.- La concepción deflacionario/monetarista en las políticas públicas mexicanas.
Decimos que las nuevas concepciones y estrategias del proceso de desarrollo tienen una
vocación deflacionario/monetarista debido a su genuina preocupación por las tendencias
inflacionarias que, según este enfoque, sólo serán contenidas mediante una política
monetaria contraccionista que mantenga un crecimiento fijo de la oferta de circulante para
estabilizar la economía (véase Friedman, 1979, 1992a y 1992b). Este interés se gestó a raíz
de la abrumadora y galopante inflación que se experimentó en los primeros años de la
década de los ochenta, que amenazaba por convertirse en una hiperinflación y que fue una
fuente de incertidumbre para el sistema económico en su conjunto.
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
210
Los teóricos monetaristas sostienen la tesis de que todo incremento en la tasa de
crecimiento de la oferta monetaria se manifiesta en la alza de la tasa de inflación y no en
algún aumento de la tasa de crecimiento real del producto (véase Desai, 1989; Friedman,
1979, 1992a y 1992b; Harris, 1985: capítulo XXI).
Según la curva de Phillips, el desempleo sólo podrá reducirse con una expansión de
la demanda agregada por parte del gobierno a costa de un aumento en el nivel de precios;
esto es, el aumento de la producción sólo se gestará con la presencia de una mayor inflación
(Harris, 1985:capítulo XXI; Desai, 1989). Para los monetaristas, en la economía de
mercado siempre existirá una tasa natural de desempleo que no es afectada por el nivel de
demanda agregada, es decir, la expansión de la demanda agregada no logra reducir el
desempleo, pero sí mantiene en aumento la inflación. Se afirma que la tasa natural de
desempleo no depende del nivel de inflación, pero ésta solo se mantiene estable en la
medida que la cantidad de desempleo es la correcta (véase Friedman, 1992b). En suma, los
monetaristas inspirados en la obra de Milton Friedman asumen que es posible reducir el
desempleo en el corto plazo aun a costa de una mayor inflación, pero reconocen que a la
larga sólo se verá estimulado un aumento cada vez más elevado del nivel de precios sin
experimentar crecimiento alguno en el empleo, por tanto, a partir de ello no aceptan activas
y expansionistas políticas del aparato de Estado, sean monetarias o fiscales, que se orienten
a limitar y reducir el desempleo.
Como las políticas económicas expansionistas que privilegian grandes erogaciones
del gasto público –a partir del incremento de la oferta monetaria–, según los monetaristas,
no afectan el nivel de desempleo –que ya de por sí es natural en su perspectiva– ni menos
aún estimulan el crecimiento de la economía, sino que sólo agravan el problema de la
inflación al elevarla, recomiendan políticas económicas contraccionistas caracterizadas por
las restricciones presupuéstales y por una retracción del sector público en la economía en
tanto agente inversor y empresarial (véase Villarreal, 1986:capítulos III y IV; Friedman,
1992b). Así pues, los monetaristas ponen en tela de juicio la relevancia de la expansión del
gasto público y del intervencionismo económico del aparato de Estado, argumentando que
no son eficaces para fomentar y aumentar la producción, el empleo y el crecimiento de la
economía. Más aún, como se considera en este enfoque que los precios y salarios son
flexibles, entonces el aparato de Estado no tiene por qué regular el mercado ni controlar los
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
211
precios y los salarios, sino que éste último –el mercado– es capaz por sí mismo de asignar
óptima y equitativamente los recursos. Desde su óptica, el intervencionismo estatal genera
inflación con la expansión indiscriminada de la oferta monetaria y termina por obstaculizar
el avance tecnológico al inhibir los incentivos a la producción y a la innovación tras
impedir el libre despliegue de las llamadas leyes del mercado. Para ellos (Friedman, 1962 y
1992b), la política económica sólo debe limitarse a aumentar la oferta monetaria a una tasa
constante con base en el ritmo de crecimiento de la economía, en el crecimiento deseable de
la inflación y en reglas automáticas y no discrecionales del Banco Central.
Con la teoría de las expectativas racionales se suman al modelo anterior los
siguientes supuestos: 1)existe una tendencia constante por parte de los agentes económicos
a optimizar, y 2)los mercados tienden a ajustarse automática, instantánea y continuamente.
Si se presentan estas dos premisas, entonces la economía se encuentra en equilibrio (para
mayores detalles véase Desai, 1989; Villarreal, 1986:capítulos III y IV; Friedman, 1979,
1992a y 1992b).. Por supuesto, estas dos premisas resultan inconsistentes en la realidad al
reconocer las asimetrías de información entre los agentes económicos, las variadas
interpretaciones y usos que hacen de la misma, así como las asimetrías en la capacidad de
negociación entre los actores; esto es, la racionalidad limitada termina por cuestionar
fuertemente la premisa de que las expectativas son racionales y de que se busca una
maximización de beneficios. Más aún, como los mercados tienden a ser imperfectos en la
asignación de recursos, las funciones de las instituciones estatales en materia de generación
de empleo y redistribución de la riqueza son necesarias.
5.2.- La retracción del sector público en el proceso económico.
Los enfoques económicos de la oferta señalaron en la década de los setenta que el
estancamiento con inflación, la baja productividad experimentada en esos años, y en
general la crisis estructural del modo de producción capitalista en los países desarrollados,
sólo eran atribuibles a las funciones económicas de un sector público inspirado en las
orientaciones keynesianas que llegó a alcanzar dimensiones leviatánicas al provocar la
inflación con las políticas de financiamiento deficitario; al instrumentar políticas tributarias
que inhibían la innovación en las empresas y la productividad de los empleados; y, al
imponer regulaciones excesivas y proteccionistas del mercado que terminaron por
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
212
desincentivar el crecimiento de la oferta agregada y por acotar al empresariado privado
(sobre estos temas véase Villarreal, 1986:capítulo IV; Friedman, 1992a).
En los Estados Unidos esta doctrina significó una resurrección discursiva del
laissez-faire y del laissez-passer en el contexto sugerido de mercados monopólicos. Esta
propuesta para desaparecer al aparato de Estado con orientación keynesiana en materia de
políticas públicas se tradujo de la siguiente forma: reducir las elevadas tasas impositivas –
sobre todo aquellas que son progresivas– debido a que los altos impuestos limitan la oferta
al desincentivar la inversión, la producción y el trabajo; contraer la oferta monetaria para
mantener un crecimiento fijo de acuerdo a la producción; elevar las tasas de interés para
atraer y retener inversiones extranjeras; restringir el excesivo gasto público canalizado al
Estado de bienestar; y, eliminar los controles y regulaciones gubernamentales de los
mercados, sobre todo aquellos relativos a la protección del medio ambiente, de la salud y de
la seguridad pública, y que han influido negativamente en los precios y en los altos costos
que implican los esfuerzos para la innovación y el avance tecnológico. Se argumentaba que
con estas medidas fomentarían un periodo de auge en la economía al brindar mayores
incentivos al empresariado privado para producir, ahorrar e invertir, conduciendo con ello a
su vez a aumentos importantes en el ingreso y a la reducción del déficit fiscal (Ibidem).
Desde las teorías económicas de la oferta son cuestionadas las políticas económicas
que estimulan la demanda debido a que generan inflación, deprimen la productividad e
inhiben la innovación y la creatividad de la economía; por tanto, se centra el énfasis en la
oferta. El argumento es sencillo: la demanda no es capaz de crear la oferta puesto que sólo
tiende a responder a ella. De esta forma, la creación de dinero por parte del Banco Central
para financiar de manera deficitaria el gasto público debe restringirse y apostar así a
políticas contraccionistas (Ibidem).
Estas mismas teorías argumentan también que si el gobierno, con sus políticas de
ingresos y gastos, interviene en la economía quitándole dinero a los que más tienen para
redistribuirlo entre los desposeídos, entonces, al ser esto un juego de suma cero, no logrará
fomentar el crecimiento; más bien, con la política social sólo logrará inhibir la producción y
estimulará la ineficiencia, la baja productividad, el ocio y el desempleo (una explicación
detallada sobre estas teorías la ofrece Villarreal, 1986:capítulo IV).
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
213
Sin embargo, podemos decir que la economía de la oferta que se expande a manera
de ideología bajo la consigna de reducir el intervencionismo del sector público en la
economía, adolece de un profundo reconocimiento de la función de las instituciones en la
construcción de mercados y en la distribución del ingreso. Es un enfoque ideológico que no
reconoce que los mercados se encuentran inmersos en entramados institucionales que los
proyectan, legitiman y estabilizan.
En México, a raíz del omniabarcador poder económico del sector público tanto en
términos de regulaciones como en la tenencia de medios de producción y en la elaboración
de bienes y servicios en el marco del régimen de economía mixta que tuvo su máxima y
contradictoria expresión durante la década de los setenta, se consideró conveniente asumir
que al aparato de Estado no le corresponde intervenir cuando los mercados están en
posibilidades de asignar los recursos y distribuir el ingreso eficientemente; además, se
estableció que la intervención reguladora en los mercados sólo se ejercería cuando estos
fuesen incapaces de ofrecer acceso a cada individuo y de reconocer la pobreza y la
marginación (sobre estos argumentos véase Aspe Armella, 1993).
Esto es, podemos argumentar que al sector público sólo se le atribuyó una función
compensatoria en medio de su accionar económico acotado. Se estableció la consigna de
ejercer una selectiva y desarticulada –y en variadas ocasiones hasta pasiva– intervención
estatal en cuanto a las funciones económicas de rector, regulador, planificador,
inversionista, financiador, empresario y promotor activo del proceso productivo y del
bienestar social, en aras de un fortalecimiento del sector privado y de la mayor relevancia
de la inversión extranjera directa como palanca del crecimiento económico.
5.3.- La estrategia para la apertura de la economía nacional.
Con mayor determinación desde 1988 se aplicó en México una agresiva estrategia para la
apertura de la economía nacional a partir de la promoción de una industrialización
orientada hacia las exportaciones con la finalidad de responder a las exigencias de la
estructuración de los sistemas internacionales de producción integrada y de los
encadenamientos mercantiles globales. El argumento esgrimido consistió en apuntar que las
exportaciones favorecerían el aumento de la productividad, lo cual a su vez incentivaría el
crecimiento de la economía y abriría las puertas de un posible desarrollo. La estabilidad
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
214
macroeconómica y un sector público delgado y no interventor en el proceso económico se
asumían como las condiciones indispensables para generar un ambiente propicio al sector
exportador privado y a la atracción de inversión extranjera directa (véanse los
planteamientos de política económica expuestos en los cuadros 17, 18 y 19). Esto es, el
control de la inflación, la disminución del déficit fiscal, la atracción de la inversión
extranjera y la redefinición de sus regulaciones, la liberalización de las importaciones, la
privatización de las empresas paraestatales y la producción manufacturera se constituían en
elementos centrales de la nueva estrategia que se oponía fervientemente al proteccionismo
y al régimen de economía mixta fundado bajo los principios del nacionalismo
revolucionario y de la concepción keynesiano/estructuralista del desarrollo.
Detrás de esta estrategia de apertura de las economías nacionales se encuentra el
enfoque monetarista de la balanza de pagos orientado al abatimiento del desequilibrio
externo. Es un enfoque que enfatiza la influencia directa del exceso de oferta o de la
demanda monetarias sobre el saldo de ingreso y gasto; esto es, considera que los
desequilibrios en la balanza de pagos son expresión de los desajustes monetarios –o de la
balanza de reservas– y que tenderán a ser corregidos automáticamente sin la intervención
estatal siempre y cuando se cuente con un tipo de cambio fijo y con una inflación
determinada por el nivel de precios y por las tasas de interés predominantes en el mercado
internacional. De nueva cuenta, el desequilibrio de la balanza de pagos –o bien, la salida de
reservas internacionales– es un fenómeno estrictamente monetario caracterizado por la
demanda y la oferta de dinero, y sólo con sus mecanismos es posible resolver dicho
desequilibrio (sobre el enfoque monetarista de la balanza de pagos véase Villarreal,
1986:capítulo VII).
En materia de política económica este enfoque teórico se expresa así: ante la
insuficiencia de reservas internacionales que son demandadas por el público al Banco
Central para adquirir bienes y servicios en el exterior, lo recomendable es adoptar una
política monetaria contraccionista capaz de controlar la expansión del crédito, que puede
ser acompañada o sustituida alternativamente por la devaluación, la restricción de las
importaciones y el fomento de las exportaciones. Estas medidas orientadas a la corrección
del déficit externo, se dice, sólo surtirán efectos si se presenta el ambicioso supuesto del
―libre mercado‖ que elimine las distorsiones que el sector público con su intervención le
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
215
imprime a la economía, así como las restricciones que se le imponen al comercio
internacional. En suma, se sugiere que la oferta monetaria aumente de acuerdo a los niveles
de la inflación internacional y a la tasa de crecimiento de la economía. Además, con el
supuesto de la apertura comercial y financiera se asume que las economías nacionales
incentivarán la eficiencia y competitividad de su aparato y agentes productivos al insertarse
en los mercados internacionales, aún al margen del apoyo y fomento estatales (Ibidem).
Sin embargo, podemos decir que estas recomendaciones resultan incongruentes,
inconsistentes e ineficaces si reconocemos la naturaleza de la desarticulada estructura
económica de México. Ni la inflación mexicana marcha a la par que la internacional ni se
experimenta una situación de pleno empleo; más aún, mientras los países desarrollados
promueven políticas para la protección de su planta productiva y para el control de los
flujos financieros, la indiscriminada apertura comercial y financiera de la economía
nacional erosionó y desarticuló agresivamente el aparato productivo, y colocó al país en
una apremiante vulnerabilidad ante la volatilidad de los capitales especulativos –la crisis
financiera precipitada a finales de 1994 es muestra de ello–.
Esta misma perspectiva enfatiza la relevancia de la inversión extranjera directa en
tanto motor del crecimiento económico en los países subdesarrollados. Hacia las décadas de
los ochenta y noventa este postulado adquiere mayor fuerza en el contexto de la creciente
transferencia territorial de segmentos de la cadena de valor agregado que son parte de los
procesos productivos de las redes empresariales globales que buscan responder eficiente y
oportunamente a la demanda de insumos o productos terminados. Se argumenta que con la
inversión extranjera directa se facilitará la transferencia y asimilación tecnológica y del
know how tanto del proceso productivo como gerencial y organizacional; el acceso a
nuevos insumos; el financiamiento de la actividad económica y elevar así la formación y
acumulación de capital; la disminución de la brecha entre la oferta de ahorro interno; el
acceso a divisas frescas; el acceso a fuentes de financiamiento para la estrategia de
desarrollo ante las insuficiencias e inconsistencias de los excedentes petrolero y agrícola y
del endeudamiento externo; el aumento de los ingresos tributarios del gobierno; el impulso
al incremento de la productividad, de la competitividad y de las exportaciones; el acceso a
nuevos mercados y la integración con la economía internacional; y, se verán favorecidas las
variables macroeconómicas (un análisis detallado sobre el tema véase Dussel Peters, 2003).
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
216
El modelo de industrialización para la sustitución de importaciones postuló que el
desarrollo socioeconómico se lograría con el énfasis puesto en el mercado interno, en la
modernización económica y social y en la estructuración de una economía mixta
caracterizada por la intensa participación del sector público para la edificación de
infraestructura tanto física como institucional y para el fomento del sector industrial a
través de mecanismos como las políticas proteccionistas, los subsidios y la selección de
sectores prioritarios para que no fuesen copados por la inversión extranjera directa en un
porcentaje mayor al 49%; sin embargo, las políticas públicas en el sector agrícola mexicano
llevaron a que se precipitaran crecientes déficit comerciales que le impidieron continuar
financiando dicho proceso industrializador. Hacia finales de la década de los setenta, el
mismo sector manufacturero privado enfrentó un importante déficit comercial a pesar del
creciente endeudamiento y del ingreso de divisas por concepto de exportación petrolera. A
raíz de la profunda crisis que se precipita y en el marco del predominio internacional del
enfoque monetarista de la balanza de pagos, se presenta un viraje en la estrategia
económica particularmente a partir de dos hechos concretos: el ingreso de México en 1986
al Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) y, la adopción en
diciembre de 1987 del Pacto de Solidaridad Económica.
Como ya se introdujo en el apartado 4 del presente capítulo, un elemento importante
de este viraje y de la apertura de la economía dentro de esta concepción sobre el proceso de
desarrollo consiste en el impulso a la industrialización –en especial de la manufacturera–
orientada hacia las exportaciones. Se asume pues que la palanca del crecimiento económico
lo serán las exportaciones manufactureras de los productores privados –acompañadas por
supuesto del control de la inflación, de la imperativa disminución del déficit fiscal, y de la
acelerada definición de las barreras arancelarias y no arancelarias–. Así pues, la inversión
extranjera privada, en especial la directa, pasó a desempeñar un papel relevante en el
proceso de cambio estructural y de integración a la economía internacional.
Frente a la necesidad de atraer los flujos de capitales y ante los recursos escasos y el
difícil acceso a los créditos internacionales, se considera urgente emprender un proceso de
redefinición de la regulación económica, de negociación comercial y de transformaciones
en la estructura normativa relativa al papel de la inversión extranjera privada.
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
217
Implícitamente en esta concepción que argumenta la relevancia de la estrategia de
industrialización vinculada con la economía global se encuentran, inspirándola, la variedad
de teorías neoclásicas del comercio internacional y del crecimiento económico, así como el
debate teórico y crítico en torno a la industrialización sustitutiva de importaciones.
Una de esas teorías es la del modelo de ventajas comparativas de costos propuesto
por los economistas Eli Heckscher, Bertil Ohlin y Paul Samuelson (comentado
ampliamente por Villarreal, 1979; Samuelson, 1981; y Dussel Peters, 1997), que tras
analizar los beneficios estáticos del comercial mundial y de la especialización industrial,
argumenta que un país tenderá a exportar –o a importar– la mercancía que utiliza
intensivamente su factor productivo más abundante –o escaso– en el contexto –supuestos o
condiciones– de mercados perfectamente competitivos y eficientes, ―libre comercio‖ en los
bienes y completa movilidad de factores homogéneos de producción, pleno empleo, nulos
costos de transacción, sustitución limitada entre factores de la misma industria en diferentes
países, tecnología idéntica, y rendimientos a escala constantes. En este modelo, los países
sólo difieren por su tamaño, dotación de factores e intensidades relativas de factores que se
utilizan en el proceso productivo. Se estipula que el ―libre comercio‖ estimula la
especialización en la producción de las mercancías que cuenten con una dotación de
factores relativamente abundante, al tiempo que le facilita a los países importar los bienes y
servicios que contienen requerimientos de factores productivos más allá de las proporciones
existentes en sus propias economías. Se dice también que el ―libre comercio‖ cuenta con
potencial para maximizar –y con posibilidades también para empeorar– el bienestar social,
la eficiencia en la asignación de factores y los beneficios entre los países que comercian en
grupo, sin que ello implique el aumento del ingreso real o del consumo de algún
determinado país. Es pues la proporción relativa de los factores productivos y la tecnología
los que influyen, desde la oferta, en el comercio internacional y en la diferencia de los
precios relativos de los bienes entre los países, determinando todo ello en su conjunto la
especialización.
Si bien el modelo de ventajas comparativas de costos es retomado en sus aspectos
fundamentales y cuestionado en algunos otros por las actuales concepciones sobre el
proceso de desarrollo, es el modelo de industrialización orientada hacia las exportaciones,
que tras sus críticas hechas desde las décadas de los sesenta y los setenta a la
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
218
industrialización sustitutiva de importaciones, el que predomina en las estrategias de las
políticas públicas adoptadas en México durante los últimos tres lustros y que también fue
promovida por el Consenso de Washington en el resto de América Latina.
En el marco de la reestructuración organizacional de las empresas de peso mundial
y con la consolidación de los sistemas de manufactura flexible, se postula que países como
México se especialicen en la producción de insumos de alta calidad y bajo valor agregado
para responder a la demanda de las redes empresariales globales. De esta forma y
retomando los postulados del modelo Heckscher-Ohlin-Samuelson, Bela Balassa (1981 y
1989) argumenta que con la industrialización orientada hacia las exportaciones es posible
maximizar la asignación eficiente de los factores productivos y una especialización
internacional a partir de las ventajas comparativas de costos poseídas por los países. Otros
economistas influyentes en el discurso y estrategias de política económica como Anne O.
Krueger (1978 y 1992) y Jagdish Bhagwati (1978 y 1991), argumentan que para alcanzar la
apertura comercial resulta preciso procurar la estabilidad macroeconómica a través de
políticas monetarias y fiscales contraccionistas que generen confianza e incentivos entre el
empresariado exportador y procuren los equilibrios de la balanza de pagos, y eliminar las
distorsiones y restricciones que la intervención gubernamental le imprime a los mercados,
limitando dicha intervención tan solo a la atención de las externalidades; a la formación de
capital humano; la provisión de infraestructura que propicie condiciones adecuadas a la
producción privada; al estímulo de industrias nacientes y a la contención de la
pauperización social; colocando así al empresariado privado exportador como el agente
central del crecimiento. Siguiendo esta misma línea argumentativa, Balassa (1989) sostiene
que mediante las exportaciones es posible dinamizar el crecimiento de la economía debido
a que demandan insumos nacionales y bienes de consumo interno con el aumento de los
ingresos; además, proporcionan divisas para financiar las importaciones de bienes
intermedios y de capital que necesita la economía. Es más, detrás de estos enfoques se
destaca que con las exportaciones se utilizará en mayor medida la capacidad industrial, se
gestarán condiciones para la especialización horizontal y para el aumento de la
productividad, se intensificará la transferencia y la asimilación tecnológica, aumentará la
calidad de los bienes y servicios, y sus precios serán competitivos en el plano internacional.
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
219
No obstante los argumentos de estos influyentes teóricos de la economía, la apertura
comercial y la reconversión industrial promovidas en México con mayor intensidad desde
1988 se traducen en una propagación de la destrucción del aparato productivo nacional
expresada en el cierre o la quiebra de empresas mexicanas orientadas al mercado interno, la
caída de la producción en varias ramas industriales y la proliferación de los problemas
financieros en múltiples empresas; todo lo cual acelera el desempleo entre la población y la
inversión en los mercados de valores (para mayores detalles véase Calva, 1999 y 2000;
Guillén Romo, 2000). Además, Dussel Peters señala que no existen las suficientes
evidencias empíricas para asegurar teórica y políticamente que el crecimiento
macroeconómico de las exportaciones en el marco de condiciones favorables para el
mercado puede derivar en un incremento de la productividad total de los factores, en una
mayor inversión y en un generalizado crecimiento económico (Dussel Peters, 1997:106).
En tanto que las limitaciones del enfoque promotor de la inversión extranjera
privada consisten en la insuficiencia de argumentos empíricos para sostener
contundentemente que dicha inversión tiene efectos positivos en la generación de empleo,
en la productividad, en los salarios, en la transferencia tecnológica y en los procesos de
aprendizaje de los países receptores; más bien, lo que ocurre es que la productividad no se
difunde a toda la economía, territorios y empresas, sino sólo al sector o enclave en el cual
se invierte. En general, el mismo Dussel Peters asegura que la inversión extranjera como la
directa no puede considerarse como la causa fundamental del crecimiento económico; es
más, no existe una relación lineal entre ambos (Dussel Peters, 2003:44 y 45).
5.4.- Los argumentos en torno al proceso de privatización.
Pedro Aspe Armella relata que en la época de la explosiva intervención del sector público
en la economía, tratándose de países que emprenden su proceso de desarrollo, teórica y
políticamente se argumentó que tras la ausencia de mercados e infraestructura pueden
surgir limitantes, posiblemente insuperables por parte del empresariado privado, que
desalienten o inhiban el interés para producir cierto tipo de bienes y servicios, así como la
vocación para hacerlo eficientemente en caso de que exista dicho interés; por tanto, la falta
de mercados bien organizados y la tributación insuficiente e ineficiente; cuando el tamaño
del mercado no es lo bastante grande para respaldar una sólida estructura competitiva; y si
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
220
se carece del marco legal y de las instituciones y experiencia para aplicar una efectiva
política antimonopólica; son todas ellas circunstancias económicas que en su momento
justificaron la creación de empresas públicas (Aspe Armella, 1993:158 y 159).
Como contraparte, la desincorporación y la privatización de empresas públicas en
países como México se postula como un proceso necesario para sanear las finanzas
públicas y para aumentar la productividad y la eficiencia del aparato productivo.
En términos de la eficiencia, los teóricos y promotores de la privatización
argumentan que las empresas pasan a formar parte del sector público de manera casual y
sin alguna estrategia congruente debido a que se intenta proteger el empleo; es más, las
empresas rescatadas por el gobierno y que estuvieron a punto de quebrar no gozaron de
algún grado de eficiencia, y menos aún en muchos casos mejora su situación. El mismo
rescate de empresas ineficientes genera incentivos negativos que inhiben la creatividad de
las empresas privadas para reaccionar ante los choques exógenos; para sus propietarios la
quiebra no existe puesto que su esperanza radica en que el gobierno nacionalice y termine
por comprar la empresa. En cuanto a la justicia social, se estipula que cubrir las pérdidas de
empresas públicas ineficientes desvía los recursos escasos que deberían canalizarse al
financiamiento de las políticas sociales, de la educación y la salud, y de la construcción de
infraestructura básica; además, en variadas ocasiones, los recursos tributarios
proporcionados por los contribuyentes se canalizaron a evitar pérdidas de capital de los
accionistas y banqueros que fueron rescatados, y, en otros tantos casos, no se informó a la
ciudadanía ni se consideraron las consecuencias distributivas de las decisiones adoptadas
respecto a las empresas que se incorporaron precipitadamente al sector público (Ibidem:160
y 161).
La privatización, según sus promotores –entre los que se encuentra Aspe Armella–,
se funda en los altos costos de monitoreo y demás asimetrías de la información entre la
ciudadanía, la autoridad gubernamental y los administradores de las empresas públicas y en
la injerencia burocrática, la toma de decisiones centralizada, la capitalización insuficiente,
los excesivos costos de personal y la alta rotación laboral propias de las entidades
paraestatales (Ibidem:capítulo IV).
En suma, el discurso oficial argumenta que con la privatización, en condiciones de
un relevante poder de mercado que posibilite determinado grado de competencia, la
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
221
empresa de propiedad privada contará con una mayor productividad y rentabilidad que las
empresas públicas. Además, se asegura que los consumidores, en el marco de dicha
competencia, se verán favorecidos con la oferta de bienes y servicios de mejor calidad y a
precios bajos o accesibles; así como una posible reducción de la corrupción en el sector
público. Sin embargo, como lo señalamos en otro espacio, las rentabilidades obtenidas en
estos procesos de privatización no se asocian al aumento de la capacidad de producción,
puesto que paralelamente se ejercen operaciones de fusiones y adquisiciones para constituir
monopolios en detrimento de las micro, pequeñas y medianas empresas (Enríquez Pérez,
2002b). Es más, en México los procesos de privatización adolecen de entramados
institucionales y de marcos regulatorios que procuren afectar lo menos posible al
consumidor.
5.5.- Sobre el resto de los postulados que componen las nuevas concepciones
relativas al proceso de desarrollo.
Si bien las políticas públicas mexicanas especifican de manera mucho más detallada y
explícita el papel que el aparato de Estado puede desempeñar en el proceso económico,
sobre todo en lo relacionado con el control y estabilidad de los indicadores
macroeconómicos, privilegiando una planeación sectorial que no considera las dimensiones
territoriales del proceso de desarrollo, también existen referencias amplias e importantes
estrategias relativas a la apertura y democratización del sistema político mexicano, así
como al nuevo perfil de las políticas sociales consistente en la canalización focalizada del
gasto social hacia los grupos más vulnerables y marginados de la sociedad. En menor
medida, de manera complementaria y en ocasiones tangencial y subordinada, se presentan
diversos enfoques relacionados con la sustentabilidad del proceso de desarrollo al
incorporar la relevancia de la protección medioambiental; los derechos de propiedad, la
seguridad jurídica y la reforma al sistema judicial en tanto marcos institucionales necesarios
para garantizar las transacciones económicas y la convivencia social; la reforma del
gobierno y la modernización de la administración pública; y, en grado reducido y más
recientemente, la mención a la importancia de los enfoques de género, del capital social y
del papel de las organizaciones no gubernamentales en el proceso de desarrollo y en el
empoderamiento de las comunidades locales marginadas.
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
222
Aunque en los Planes Nacionales de Desarrollo de las últimas dos décadas no se
asimilan del todo los debates, los temas y las teorías relevantes en el escenario de los
organismos internacionales (véase capítulo II), se presenta una mayor convergencia en
torno de los relativos a la estabilidad de las economías nacionales y a la inserción
actualizada de éstas en la dinámica de los mercados mundiales, y un menor acercamiento
con los tópicos mencionados al final del párrafo anterior.
Las perspectivas que enfatizan la apertura y democratización del sistema político
hacen eco de la intensa reflexión que se realiza en México y en muchos países
latinoamericanos, relativa al carácter y perfil autoritario de los gobiernos y a las tendencias
centralizadoras del poder en sus actores principales. La misma crisis de legitimación en el
sistema político mexicano fundado sobre las bases del discurso ―revolucionario‖, del
presidencialismo autoritario y sobre la maquinaria del partido cuasi oficial gestó la
posibilidad desde la segunda mitad de la década de los setenta y sobre todo desde 1988 –
momento en que dicha crisis adquiere rasgos incontrolables– de emprender su
transformación desde las altas esferas del poder público. Los dos pilares del sistema
político mexicano que más se cuestionaron –el presidencialismo autoritario y
omniabarcador, y el partido cuasi oficial que impedía la alternancia en el poder político–
constituyeron los blancos que sistemáticamente tenían que ser disminuidos en su influencia
y reestructurados para dar paso al objetivo primordial de esta nueva concepción: el logro de
la gobernabilidad democrática mediante el respeto al ejercicio del voto en el marco del
fortalecimiento del sistema de partidos políticos y de la realización de elecciones
caracterizadas por la legalidad, la competencia equitativa y la transparencia.
Desde 1988, se experimenta en México una redefinición del asistencialismo social
promovido por el aparato de Estado. Más que una cobertura universal de los beneficios que
pudiesen otorgar las políticas sociales, en las nuevas concepciones sobre el proceso de
desarrollo se promueve una focalización que privilegia la asistencia de los grupos más
desprotegidos y marginados de la sociedad. Esto es: como lo señalamos en otro espacio, la
política social instrumentada bajo la vigencia del patrón de acumulación
taylorista/fordista/keynesiano se sustentó en la ampliación del mercado interno, la creación
de empleo y el mantenimiento del salario real, acompañándose de amplias coberturas en
cuanto a salud, educación, subsidios a la alimentación y al consumo, deporte, vivienda y
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
223
previsión social (Enríquez Pérez, 2002c). Con la finalidad de aliviar las finanzas públicas,
el gasto social se mantiene a niveles que no impliquen un financiamiento deficitario, y las
nuevas políticas sociales adoptan una orientación asistencial enfocada a grupos de la
población que padecen la pobreza extrema. El enfoque de las capacidades propuesto por
Amartya Sen (1996 y 2000) concibe al desarrollo humano como un proceso orientado a la
generación y ampliación de las opciones y oportunidades de los individuos en todos los
ámbitos de su vida –factores estos que se producen y reproducen con la expansión de las
capacidades humanas y su aprovechamiento–, y ofrece a las nuevas políticas sociales
adoptadas en México una orientación precisa sobre el papel del aparato de Estado en la
promoción del bienestar social y en la redistribución de la riqueza. De esta forma, a partir
de cierto concepto de pobreza manejado oficialmente, el objetivo principal de las políticas
sociales consiste en suministrar apoyos monetarios o en especie a los individuos y familias
más marginados de la sociedad para que accedan a los mínimos satisfactores de
necesidades; sin embargo, con dicha estrategia no se combaten las raíces estructurales de la
pobreza y de la exclusión social, sino que sólo se otorgan paliativos que perpetúan la
dependencia de los marginados respecto al sector público.
Además, en México las políticas sociales de los últimos años –desde los
planteamientos del Plan Nacional de Desarrollo 2001-2006 (Poder Ejecutivo Federal, 2001)
hasta políticas públicas locales como el Plan Estatal de Desarrollo Yucatán 2001-2007
(Gobierno del Estado de Yucatán, 2001)– plantean una segunda generación de reformas
que se fundamenta en el empoderamiento de los actores y agentes sociales marginados que
interactúan en los espacios locales. Lo anterior significa que desde el sector público serán
fortalecidos los procesos autogestivos y de participación de las comunidades, así como la
formación y acumulación de capital social comunitario; ello en el entendido declarado de
que el aparato de Estado no desarrolla sino que sólo promueve el proceso de desarrollo
mediante políticas sociales que estimulen la participación organizada, el capital social y la
corresponsabilidad en las comunidades locales. En estos nuevos enfoques de la política
social se trata de emprender la complementariedad entre las acciones y recursos del sector
público y las expresiones del capital social, destacando el papel de éste último respecto a la
corrección de las fallas e imperfecciones del mercado en la provisión de los servicios
sociales. Así pues, en el combate de la pobreza las políticas sociales se enfrentan a la
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
224
necesidad de tomar en consideración a las expresiones y sistemas simbólicos y culturales de
las comunidades, y a las organizaciones no gubernamentales –cuyas acciones han destacado
en los últimos años en cuanto al diseño y operación de programas para el bienestar social–.
Llama la atención que en las nuevas políticas públicas existan referencias a la
necesidad de promover la sustentabilidad del proceso de desarrollo proponiendo el logro
de la armonía entre las dimensiones del crecimiento económico y la protección a largo
plazo del medio ambiente. Las conferencias internacionales que realizadas sobre el tema
desde la década de los setenta influyen en estos planteamientos. Esta preocupación por el
deterioro ambiental suele limitarse a la mera retórica al no establecer las estrategias de
acción necesarias y al no mostrar una mayor determinación estatal respecto a la
preservación de los recursos naturales; menos aún se procura una planeación de la política
económica con criterios medioambientales.
Instituciones como la definición y garantía de los derechos de propiedad que
contrarresten la inseguridad jurídica, y el sistema judicial que procure la convivencia social,
se constituyen en elementos relevantes en las políticas públicas mexicanas de los últimos
tres lustros. En los documentos oficiales analizados se reconoce que con los derechos de
propiedad, en tanto instituciones, es posible que los activos tengan algún valor y que los
agentes económicos cuenten con certidumbre sobre la dinámica de sus decisiones y
acciones.
El enfoque del nuevo institucionalismo económico argumenta que en una economía
caracterizada por la escasez de recursos, con los derechos de propiedad es posible facilitar o
constreñir el intercambio de activos (Ayala Espino, 1999, capítulo VI). Son los derechos de
propiedad importantes instituciones que proporcionan incentivos para que los agentes
económicos, en el marco de sus decisiones, inviertan, ahorren, trabajen, produzcan,
innoven, intercambien y comercien; y, más en general, los derechos de propiedad son
importantes mecanismos en la apropiación, asignación, distribución y uso de los recursos
de que dispone una sociedad. Sus objetivos consisten en procurar la utilización de las
propiedades en forma de activos para facilitar así la producción y el comercio; y en la
valorización de los activos para posibilitar su transferencia a otros agentes económicos
mediante las operaciones de compraventa (Ibidem:213). Partiendo de estos principios, el
aparato de Estado se constituye en el entramado institucional que establece una estructura
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
225
jurídica que posibilita la definición, especificación, imposición, vigilancia, protección y
cumplimiento de los derechos de propiedad.
Como el poder judicial cumple variadas funciones –la aplicación del derecho penal;
la resolución de las diferencias, disputas o conflictos entre los ciudadanos y entre estos y el
aparato de Estado; así como la delimitación de la ley– para procurar el orden social,
facilitar el funcionamiento del sistema político y promover el intercambio voluntario (Burki
y Perry, 1998), resulta relevante reformarlo tanto en sus dimensiones operacionales como
en el perfil de sus funcionarios. Este enfoque que se inscribe también en las reflexiones
propias de las teorías neoinstitucionalistas se presenta como una de las prioridades de las
políticas públicas mexicanas, sobre todo en lo referido a la necesidad –expresada en los
Planes Nacionales de Desarrollo diseñados entre 1988 y 2001– de emprender reformas
institucionales para fortalecer el llamado Estado de derecho.
Reconociendo las reflexiones y sugerencias presentadas en países como los Estados
Unidos (Gore, 1994; Osborne y Gaebler, 1994) y como parte de las teorías de la elección
pública que señalan las ineficiencias e imperfecciones del aparato de Estado en la
asignación de recursos y en sus intervenciones, se retoma la importancia que se le otorga a
la reforma del gobierno y la modernización de la administración pública. Desde 1983, ante
las grandes dimensiones e ineficiencias del aparato burocrático se sugiere en las políticas
públicas mexicanas una racionalización de los recursos y tamaño del sector público para
que las reformas económicas brinden resultados positivos. Autores como Burki y Perry
(1998) –funcionarios del Banco Mundial– argumentan que el sector público, con el
monopolio en la provisión de servicios, genera incentivos negativos; además de que
predomina en él la información imperfecta en la relación mandante/mandatario, la
insuficiente producción de bienes públicos, la dificultad para supervisar productos y
conductas en organizaciones de gran tamaño, y la presencia recurrente de fenómenos como
el oportunismo y la corrupción. Ello se convierte en un conjunto de argumentos que apunta
a emprender una reforma que minimice las dimensiones, redefina las funciones y acote las
modalidades de la intervención gubernamental.
Decíamos que en menor medida y durante los últimos años, se recurre a introducir
la referencia –muchas veces retórica– a la relevancia del enfoque de género en el proceso
de desarrollo, lo cual nos indica que al menos en el discurso se presenta un reconocimiento
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
226
de las problemáticas que enfrenta la mujer en la sociedad y en sus relaciones con el
hombre.
Las anteriores son las perspectivas y enfoques que en conjunto con las estrategias de
estabilización, apertura, redefinición y adecuación de la regulación económica, y
privatización constituyen los sustentos teóricos de las nuevas concepciones sobre el proceso
de desarrollo promovidas por el aparato de Estado en México. Si bien las políticas
económicas de orientación deflacionario/monetarista gozan de una mayor relevancia en las
estrategias gubernamentales, el resto de las orientaciones que se ocupan de variadas esferas
de la realidad social asumen una posición complementaria –muchas veces subordinada– al
momento de que se interviene en el proceso de desarrollo.
6.- Las nuevas funciones del sector público mexicano en el proceso de desarrollo.
A partir de la revisión, análisis e interpretación de las concepciones sobre el proceso de
desarrollo promovidas en las políticas públicas, así como de las prioridades y estrategias
enfatizadas en ellas, podemos argumentar que las funciones que el aparato de Estado
mexicano realizó entre 1934 y 1980 se redefinen profundamente, sin que ello implique su
desaparición como algunos argumentan. Esto es, las funciones tradicionales emprendidas
durante ese periodo y que consistieron en posicionarse como rector, promotor, planificador,
inversionista, propietario de medios de producción, regulador, banquero y benefactor en la
estructuración del mercado, en la redistribución de la riqueza y en el proceso de desarrollo
en general, se reelaboran para dar paso a intervenciones selectivas, compensatorias y
orientadas –muchas veces débiles– a la promoción de la inserción de México en la
economía global.
Entre las nuevas funciones que el aparato de Estado mexicano adopta en el proceso
de desarrollo destacamos seis: la prioritaria generación y gestión de la estabilidad y de los
equilibrios macroeconómicos; la nueva vocación o la reorientación geopolítica y
geoeconómica que promueve la integración de México en la economía global; la promoción
para el establecimiento de la inversión privada –sobre todo extranjera–; la construcción de
marcos institucionales para la estructuración de los mercados; la democratización del
sistema político mexicano; y, el impulso del nuevo asistencialismo social. Nos abstenemos
de mencionar que en México se cumple cabalmente con una de las funciones definitorias de
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
227
los aparatos de Estado: aquella relacionada con la posición del monopolio legítimo de la
violencia y, el resguardo de la integridad física y del patrimonio de los ciudadanos –o la
procuración de la seguridad pública–.
Decimos que esta función del aparato de Estado en tanto ―guardián o custodio‖ no
se realiza a cabalidad en México debido, en gran medida, a que no garantiza su poder ante
los particulares y a que el país es sitiado, con mayor intensidad desde 1994, por la
delincuencia organizada que estructura una economía criminal –nos referimos a actividades
delictivas como el secuestro y el narcotráfico– de amplias magnitudes que se extiende
exponencialmente por el tejido social, y que genera un estado de tensión permanente y de
violencia que escapa a todo control de la autoridad. Esta debilidad del aparato de Estado se
evidencia también con los homicidios masivos de mujeres en Ciudad Juárez; con las turbas
violentas que procuran e imponen ―justicia por mano propia‖ y que expresan enormes
vacíos institucionales y policiales; con la presencia de organizaciones criminales como la
Mara Salvatrucha en el Sur del país; y, con la creciente impunidad y corrupción que permea
en la administración pública y que imposibilita la oportuna, expedita y eficaz procuración
de justicia. El meollo de estos delicados problemas se sitúa en la débil concepción que tanto
el gobierno como la ciudadanía poseen respecto a la ley y a las instituciones en general.
Reconocido esto, procedamos a analizar cada una de las seis funciones
gubernamentales mencionadas.
6.1.- El aparato de Estado como garante de la prioritaria estabilidad
macroeconómica.
A raíz de la creciente inflación, del desequilibrio externo y de la crisis de la deuda
suscitados a inicios de la década de los ochenta en México, se observa en los documentos
oficiales una acentuada preocupación por la contención del déficit fiscal, por el equilibrio
de la balanza de pagos y por la estabilidad del nivel de precios. Estas tres dimensiones de la
política económica se conciben como condiciones fundamentales para procurar los
equilibrios macroeconómicos. Con las políticas económicas para la apertura de la economía
nacional y para la estabilidad de precios se pretenden suprimir los riesgos y minimizar la
incertidumbre a que pueden estar sometidos los capitales productivos y financieros.
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
228
El planteamiento ―anticrisis‖ promovido desde la década de los ochenta se orienta a
generar el entorno propicio para atraer mayor inversión extranjera, y en este sentido, tanto
la estabilidad de precios como la desincorporación y privatización de empresas públicas se
ciñen a ello.
Ante esto, cabe preguntarse lo siguiente: ¿por qué se presenta en las políticas
públicas una preocupación –muchas veces obsesiva– por el abatimiento de la inflación? La
respuesta está relacionada con la promoción y procuración de condiciones
macroeconómicas adecuadas para el ejercicio de las actividades del empresariado privado,
esto es, si no se cuenta con una inflación baja y estable, tanto en el sector empresarial como
en el financiero se verán afectados los marcos de decisión relativos a la producción, al
consumo y al financiamiento. La estabilidad de precios resulta relevante para los
inversionistas porque les permite calcular los costos y ejercer la adecuada toma de
decisiones; de lo contrario, corren el riesgo de sufrir pérdidas. En los últimos quince años,
en especial entre 1988 y 1994, el tipo de cambio nominal –muchas veces sobrevaluado– se
utilizó como ancla antiinflacionaria.
Al tener a la economía global como la nueva racionalidad y como un punto de
referencia central de los agentes económicos, para los promotores de las estrategias de
estabilización y de apertura resulta importante contar con un posicionamiento ventajoso
mediante la estabilidad de la balanza de pagos. De ello se desprende la prioridad de
promover una industrialización orientada hacia las exportaciones bajo el argumento de que
éstas incentivan la productividad y, por tanto, el crecimiento económico. La estabilidad
macroeconómica y las intervenciones selectivas del aparato de Estado para facilitar las
condiciones propicias a las actividades y transacciones del empresariado privado con
vocación exportadora, resultan indispensables para la viabilidad de la estrategia de apertura
de la economía mexicana.
Se argumenta que el abatimiento del déficit fiscal se relaciona con el
reordenamiento, racionalización y modernización del sector público en aras de contar con
intervenciones selectivas más eficaces y de eliminar las distorsiones en los mercados. Con
esta medida son dos los instrumentos del aparato de Estado que más se ven modificados al
tiempo que se redefinen sus funciones y responsabilidades en general: el gasto público que
sufre importantes recortes y que tiende a racionalizarse con la finalidad de contar finanzas
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
229
públicas sanas; y la procuración de un menor endeudamiento público. Esto es, con el gasto
público reducido tienden a focalizarse las intervenciones gubernamentales, y a recurrir lo
menos posible a un financiamiento deficitario que incentive la inflación al existir una oferta
monetaria que sobrepase los niveles de producción del país; en tanto que en el mismo
presupuesto gubernamental se adopta la postura de responder a las necesidades que impone
el servicio de la deuda.
En suma, las estrategias de estabilización, redefinición y adecuación de la
regulación económica, privatización y apertura adoptadas en las últimas dos décadas en
México para promover y procurar los equilibrios macroeconómicos son asumidas por el
funcionariado gubernamental desde un enfoque integral argumentando la interrelación
sistémica entre ellas, así como la necesidad de responder a las exigencias de la
armonización internacional de políticas económicas que derive en la generación de
confianza en el país por parte de los inversionistas extranjeros, de la banca privada
mundializada y de los organismos financieros internacionales. Gran parte de los
instrumentos de política económica del aparato de Estado Mexicano se entrelazan para
garantizar la estabilidad macroeconómica que propicie dicha confianza y certidumbre.
Sin esta función gubernamental que consiste en procurar los equilibrios
macroeconómicos y en generar condiciones propicias para el desenvolvimiento del proceso
económico, serían prácticamente imposibles los periodos de auge, de estabilidad y de
abandono de las crisis.
6.2.- La reorientación de la propensión geopolítica y geoeconómica para facilitar
la integración de México en la expansión global del capitalismo.
Gran parte de las políticas públicas diseñadas y ejercidas por el aparato de Estado en
México durante los últimos veinte años responden a las necesidades marcadas por la
intensificación de las relaciones interestatales y comerciales. Dos acontecimientos
acentuaron esta tendencia: el ingreso de México al GATT en 1986, hecho que marcó la
pauta para emprender a fondo las estrategias de apertura de la economía nacional; y la
emergencia de nuevos regionalismos y procesos de integración económica en Europa y en
el Este de Asia que ponen en tela de juicio y contrarrestan la expansión del poderío
empresarial y político de los Estados Unidos en tanto país hegemónico del sistema mundial.
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
230
Ambas circunstancias estimulan la firma de acuerdos y tratados comerciales, el ingreso a
bloques regionales y el diseño de políticas públicas de alcance transnacional.
Con esta reorientación de la función geopolítica y geoeconómica, se privilegia en
las políticas públicas mexicanas y en las intervenciones estatales una concepción
estratégica del territorio y de su aprovechamiento en el proceso económico y en la
expansión global del capitalismo. El control, dominio y explotación del territorio en tanto
fuerza productiva estratégica para la valorización y acumulación del capital se expresa tanto
en la integración de bloques comerciales –por ejemplo, el emanado del Tratado de Libre
Comercio de América del Norte (TLCAN) y el pretendido en el Área de Libre Comercio
para las Américas (ALCA)– como en la formulación y publicitación de políticas públicas
nacionales de alcance sectorial –el Programa Nacional de Desarrollo Urbano 1995-2000, y
el Programa Nacional de Desarrollo Urbano y Ordenación del Territorio 2001-2006–
(Enríquez Pérez, 2002a) o de corte transnacional –el Plan Puebla-Panamá por ejemplo–
(Enríquez Pérez y Flores Sandoval, 2002).
Los retos que se presentan consisten en compensar los efectos negativos de un
desarrollo regional desequilibrado, desarticulado y desarticulador, centralizador y
concentrador, asimétrico e ineficiente en la irradiación del progreso social en el territorio
nacional que predominó en los últimos sesenta años y que se sustentó en el impulso de los
sectores económicos y no de las regiones. A los territorios locales, y en especial aquellos
que se encuentran en reserva –los del Sur-Sureste mexicano por ejemplo–, se les asume
como recursos escasos con dimensiones dinámicas para la integración activa en la
expansión de los procesos globales mediante la producción y abastecimiento de materias
primas, capacidades empresariales, mano de obra masiva y barata, creatividad de los líderes
locales, mercados poco explotados, acceso al sistema urbano nacional, conocimientos
tradicionales tanto productivos como medicinales, privilegiada posición geoestratégica para
el desplazamiento de los flujos comerciales, y espacios poco utilizados que se convierten en
reservas necesarias para la reproducción del capital en los sistemas internacionales de
producción integrada y en los encadenamientos mercantiles globales impulsados por las
redes empresariales que adoptan los sistemas de manufactura flexible (Enríquez Pérez, en
prensa).
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
231
Esta incorporación y reconversión de espacios inéditos que fungen como reservas
territoriales y como asentamientos poblaciones rurales con economías de autoconsumo se
proyectan y se impulsan con la finalidad oficial de crear entornos y condiciones propicios
para la generación de ventajas comparativas y competitivas a partir del aprovechamiento y
potencialización de su localización estratégica; la disponibilidad de recursos naturales
abundantes; y, su posible acondicionamiento para la construcción de infraestructura básica
que permita la atracción de inversiones, los flujos comerciales y la integración de las
regiones a los circuitos internacionales de producción y consumo –el Istmo de
Tehuantepec, la sierra de los Chimalapas, el Corredor Biológico Mesoamericano, etc. son
ejemplo claro de ello– (sobre estos espacios véase Presidencia de la República, 2001).
En tanto que con bloques regionales como el constituido con el TLCAN (véase
anexo III) y el proyectado con el ALCA se propone utilizar la posición geoestratégica que
posee México en el contexto internacional y en las rivalidades interbloque. Se busca
también una profundización mayor de las estrategias de apertura que orientan la economía
nacional hacia el exterior con mayor intensidad desde 1988, así como un posicionamiento
adecuado –aunque en los hechos muchas veces desventajoso–, a partir de la generación de
las ventajas comparativas y competitivas, en los sistemas internacionales de producción
integrada, en los encadenamientos mercantiles mundiales y en las redes financieras
globales, y en los cada vez más intensos procesos de armonización y estandarización de
políticas económicas que se promueven en espacios globales de decisión.
En suma, tanto las políticas públicas como cantidades importantes del gasto público,
y en general buena parte de las decisiones y funciones gubernamentales, se canalizan al
estímulo de una intensa inserción de México en las circunstancias planteadas por los
procesos de integración regional y global. Las estrategias de estabilización, redefinición y
adecuación de la regulación económica, privatización y apertura que fomentan la
orientación de la economía mexicana hacia el comercio exterior, el fortalecimiento del
empresariado privado –sobre todo del transnacional ubicado en el país– en detrimento del
aparato productivo nacional, la generación de condiciones propicias para el establecimiento
de la inversión, entre muchas otras funciones estatales, lo evidencian contundentemente.
Para una corroboración de los argumentos esgrimidos en este parágrafo resulta importante
consultar los mapas plasmados en el anexo III.
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
232
6.3.- La promoción, gestión y facilitación de la inversión privada.
Otras de las destacadas funciones del aparato de Estado en torno al proceso de desarrollo
consisten en la promoción, gestión y facilitación de los flujos de inversión privada, en
especial de la extranjera. Aunado a la estrategia de apertura de la economía nacional, en el
marco de la expansión de los sistemas internacionales de producción integrada, el estímulo
a la inversión extranjera directa y la generación y fortalecimiento de condiciones propicias
y de ventajas competitivas locales para su atracción y establecimiento se asumen como dos
prioridades fundamentales tanto en las políticas públicas globales como en las sectoriales y
locales. De hecho, como parte del fortalecimiento del empresariado privado transnacional
en detrimento del poder económico omniabarcador del sector público, a la inversión
privada se le asume en los documentos oficiales (véase cuadros 17, 18 y 19) como un
importante motor en la generación de empleo, en el aumento de la productividad, en la
construcción y modernización de infraestructura, y en el fomento del crecimiento
económico.
Dentro de las intervenciones selectivas en el proceso económico y en la
construcción de mercados, esta función de convocante y facilitador adoptada por el aparato
de Estado se expresa en actividades de diplomacia, marketing y promoción que publicitan
las ventajas comparativas del país; en la gestión para la atracción y establecimiento de las
inversiones y para la negociación de tratados y acuerdos comerciales que las intensifiquen y
las regulen; y, en la construcción de infraestructura carretera, portuaria, aeroportuaria y de
telecomunicaciones que posibilite el despliegue y la viabilidad de la inversión productiva
(véase anexo III).
Con las políticas públicas de las últimas dos décadas, el cambio operó en el
siguiente sentido: de ser un agente económico activo y propietario de los medios de
producción, el aparato de Estado transitó a una función de convocante, publicista,
promotor, gestor y facilitador de la inversión extranjera y de las exportaciones en un
contexto de economía orientada hacia el exterior. Con la desincorporación y privatización
de empresas públicas, que significó el adelgazamiento del poder económico del sector
público y el fortalecimiento del empresariado privado transnacional, se incentivó y facilitó
la inversión de éste último en rubros estratégicos como la petroquímica, la construcción de
infraestructura, la banca comercial, las telecomunicaciones, entre muchos otros.
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
233
Como se reflexionó con anterioridad, dentro de la inversión privada es la inversión
extranjera directa una de las que mayor atención demanda al aparato de Estado. Diversos
son los incentivos para atraer sus flujos: desde el acondicionamiento de infraestructura
básica hasta la exención de impuestos y la canalización de gasto público para la formación
y capacitación de capital humano que responda a las exigencias laborales de las empresas
que operan a partir de altos estándares de calidad.
En estos procesos de promoción y gestión para la atracción y establecimiento de la
inversión extranjera, los gobiernos de las entidades federativas y de los municipios grandes
e importantes, así como el empresariado local desempeñan un papel importante; sin
embargo, este último, que suele ser débil y en general desorganizado, se ve expuesto a una
erosión y hasta desaparición tras la avanzada de la inversión extranjera directa,
acontecimiento que estimula su reposicionamiento mediante el establecimiento de
asociaciones y alianzas estratégicas de sus micro, pequeñas y medianas empresas con las
redes empresariales globales.
6.4.- La creación de condiciones institucionales para garantizar las transacciones
económicas.
En el ámbito mundial, tanto los gobiernos y los organismos internacionales como algunas
comunidades académicas y consultores influyentes reconocen y asimilan que el logro de un
crecimiento económico más eficiente, estable y equitativo, precisa no sólo de reformas al
mercado, del diseño de políticas macroeconómicas que asuman los principios del Consenso
de Washington, de adecuados programas de inversión y financiamiento, de la construcción
de infraestructura básica, y de la inversión para el avance tecnológico y para la formación
de capital humano; sino que también requiere de entramados institucionales renovados y
eficientes que respondan y contribuyan a los cambios estructurales, al diseño de nuevas
políticas económicas, a las exigencias que impone la integración global del capitalismo, al
fomento de la regulación y de la eficiencia de los mercados y del sector público en la
asignación y distribución de recursos, así como a la promoción del bienestar social.
De esta forma, en México durante las últimas dos décadas se asumió en las políticas
públicas y en las acciones gubernamentales la relevancia de las instituciones para el
desempeño económico. Entre las medidas adoptadas por el aparato de Estado para ampliar
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
234
el papel de las instituciones en la economía destacan la protección de los derechos de
propiedad, el proceso de redefinición y adecuación de la regulación económica, la
legislación económica –en especial la orientada al proceso productivo–, y la firma de
acuerdos comerciales (Poder Ejecutivo Federal, 1989:capítulo 5; 1995:capítulos 2 y 5; y,
2001:capítulos 6 y 7).
Como se especifica en los Planes Nacionales de Desarrollo elaborados desde 1989,
tanto los procesos de privatización de empresas públicas como la reforma al Artículo 27
constitucional necesitaron de la definición y establecimiento de derechos de propiedad. Al
realizarse los procesos de privatización resultó necesario definir y especificar los derechos
de propiedad para generar certidumbre en los nuevos propietarios privados y para
garantizarles que en el largo plazo no les serían expropiados o renacionalizados los bienes y
servicios que proveyesen. Con las modificaciones al artículo 27 de la Constitución Política
se procedía a disolver la propiedad ejidal de la tierra cultivable y se transitaba a una
individualización de la misma mediante la escrituración que garantizase la exclusividad de
los derechos de propiedad y la apertura de la posibilidad de transferir voluntariamente a
otros agentes dichos derechos.
Otro mecanismo institucional para procurar, desde el aparato de Estado, la
viabilidad de la nueva estructuración de los mercados es la redefinición y adecuación de la
regulación económica. Este proceso se emprende con el objetivo de generar adecuadas
condiciones institucionales para las actividades de los agentes económicos.
Gran parte de los precios de garantía que prevalecieron hasta la década de los
noventa desaparecieron y el sector público dejó de jugar un papel importante en la
comercialización de bienes y servicios –el cierre de la CONASUPO es un ejemplo de ello–.
Buena parte de las intervenciones directas del aparato de Estado en el proceso de desarrollo
que se ejercieron con determinación hasta la década de los ochenta se reconvirtieron a
selectivas, débiles y, en muchos casos, nulas injerencias; y, si bien no podemos hablar de
una desregulación absoluta, lo que presenciamos es una redefinición de los procesos de
regulación de la economía que apunta a desechar el intervencionismo estatal de corte
keynesiano.
La legislación económica introducida y modificada en los últimos lustros, en tanto
instrumento institucional, se relaciona con las transformaciones experimentadas en el
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
235
proceso económico. La flexibilización de los mercados laborales tras los cambios en la
organización productiva; las reformas al sistema de seguridad social y a los fondos de
pensiones que individualizaron las cuentas de ahorro de los trabajadores y pasaron a formar
parte de los flujos especuladores en los mercados de valores; la perpetuación de un sistema
tributario que privilegia el gravamen al consumo por encima del gravamen al capital; y, la
socialización de las pérdidas derivadas de las quiebras en las carreteras concesionadas y del
sistema bancario mediante instrumentos como el originalmente llamado Fondo Bancario
para la Protección del Ahorro (FOBAPROA) (1995) –posteriormente nombrado Instituto
para la Protección del Ahorro Bancario (IPAB) (1998)–, son todos ellos mecanismos
legislativos que apuntan a generar arreglos institucionales para la valorización y
acumulación del capital y para el fortalecimiento del empresariado privado transnacional
beneficiado con la privatización de la banca comercial.
Como se mencionó con anterioridad, con el ingreso de México al GATT en 1986 y
con la profundización de las estrategias de apertura proliferó la firma de acuerdos y tratados
comerciales con distintos países, y aunque la economía nacional está anclada a la
estadounidense –entre el 86 y el 90% del intercambio comercial desde 1994 se realiza con
el vecino del norte– sin que exista la posibilidad de la diversificación en el corto y mediano
plazos, se establecen las bases para la gestación de un entramado institucional –que si bien
se reduce a un área de libre comercio en condiciones asimétricas y sin la incorporación de
fondos estructurales de compensación y de temas relacionados con la protección del medio
ambiente y con la libre movilidad de la mano de obra– capaz de posibilitar una nueva
regulación del proceso económico al transformarlo radicalmente en sus estructuras, incluso
más allá de los alcances de la Constitución Política mexicana.
6.5.- La apertura y democratización del sistema político mexicano.
Como parte de los mecanismos para la legitimación del aparato de Estado y para la garantía
de la gobernabilidad y ante la crisis de representatividad que se desató con los comicios
electorales de 1988, se emprendieron en los últimos quince años, desde las mismas elites
gubernamentales, reformas al sistema político mexicano que posibilitaron su apertura y
democratización a través del respeto al voto, del fortalecimiento del sistema de partidos y
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
236
de la realización de elecciones confiables, transparentes, vigiladas y apegadas a la
legalidad.
Sea como exigencia internacional plasmada en los acuerdos comerciales, como
parte de la armonización y estandarización de las políticas públicas o como respuesta a la
demanda interna de movimientos sociales que presionaron por la democratización del país,
el sistema político mexicano se redefine en lo que fueron sus pilares fundamentales: el
presidencialismo autoritario y el partido cuasi oficial. Ambas instituciones fueron
erosionadas sistemáticamente desde el alto funcionariado gubernamental, sea mediante el
abandono del discurso del nacionalismo revolucionario, el Programa Nacional de
Solidaridad que funcionó prácticamente como el partido político del Presidente entre 1988
y 1994, el fomento de reformas electorales que otorgaron un mayor poder y participación a
los partidos políticos de oposición en la toma de decisiones, y/o con el estímulo encubierto
de la alternancia partidista experimentada en julio de 2000.
Esta apertura y democratización del sistema político mexicano se convierte en una
prioridad y en una función relevante del aparato de Estado en México; ello se evidencia con
la canalización de importantes sumas del gasto público y con la formación y
fortalecimiento de instituciones como el Instituto Federal Electoral (IFE).
6.6.- La aplicación de políticas sociales para la compensación de la desigualdad y para el
empoderamiento de los grupos sociales marginados.
Uno de los instrumentos relevantes para el desempeño de las funciones del aparato de
Estado en materia de redistribución de la riqueza consiste en la formulación y ejercicio de
las políticas sociales. Los principales objetivos de éstas consisten en 1)estimular y regular
el proceso de valorización y acumulación del capital mediante la reproducción de la fuerza
de trabajo para la fase de producción y el apoyo al consumo de bienes y servicios básicos
en la fase de circulación; y, 2)la legitimación del orden político implantado por el aparato
de Estado con la finalidad de generar estabilidad sociopolítica y gobernabilidad tras
suavizar las tensiones y conflictos sociales. En este sentido, la política social se diseña y se
ejerce en función del patrón de acumulación y del sistema político predominantes (Enríquez
Pérez, 2002c).
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
237
Entre 1934 y 1982 se edificó en México un modelo de Estado interventor
corporativo que promovió el bienestar social mediante la provisión considerable de bienes
y servicios básicos como la educación pública, la salud y la seguridad social; y los
subsidios a la alimentación, al consumo y a la vivienda de interés social destinados a la
población en general que accedía con prácticas clientelares y con apego a los lineamientos
de las grandes centrales y organizaciones corporativas. Dichas prácticas, al privilegiar la
atención de categorías profesionales y organizadas corporativamente –docentes, burócratas,
militares, obreros pertenecientes a sindicatos afiliados a la Confederación de Trabajadores
de México (CTM), etc.–, impidieron, salvo en materia educativa, la consolidación de
políticas sociales con cobertura universal (Ibidem). Con este modelo de política social, el
aparato de Estado absorbió los costos que implicaba la reproducción de la fuerza de trabajo,
en tanto que el empresariado privado se vio exento de ello y los salarios se mantuvieron en
niveles predecibles.
Esta política social que coincidió con las distintas etapas –que hemos categorizado
con anterioridad en el presente capítulo– por las cuales atravesó el proceso de desarrollo en
México desde 1920 experimentó algunas redefiniciones a partir de 1982 y con mayor
intensidad desde 1988 con el diseño y ejercicio de un nuevo modelo de política social
expresado en el Programa Nacional de Solidaridad.
Las nuevas políticas sociales se sustentan en la racionalización o ahorro del gasto
público y del aparato burocrático que las aplica; en la adopción de un perfil transitorio, es
decir, oficialmente se considera que al superarse los desequilibrios y desigualdades sociales
acentuadas con las políticas de ajuste y de cambio estructural de la economía, el llamado
―libre mercado‖ promoverá una eficiente y equitativa asignación y distribución de los
recursos que favorecerá a las amplias mayorías y disminuirá a la población necesitada de
asistencia social; en la descentralización –que se limita solo a la desconcentración si
reconocemos que se relaciona más con la ejecución y operatividad de los programas que
con la amplia participación en la toma de decisiones, el diseño y formulación de los
mismos– y el traslado de competencias y funciones del gobierno federal a los gobiernos de
las entidades federativas o de los municipios –en algunos casos se experimentan traslados
paulatinos hacia el sector privado y hacia las organizaciones no gubernamentales, relegando
con ello el papel protagónico de las centrales sindicales que se organizaron a partir de
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
238
prácticas corporativas y clientelares–; y, en la focalización selectiva que tiende a
desmantelar la política de subsidios generalizados para procurar la disciplina fiscal al
privilegiar la atención y asistencia de los grupos sociales más vulnerables y marginados que
padecen la pobreza extrema. Estas medidas implican una nueva forma histórica de
redistribución de la riqueza emprendida desde el aparato de Estado.
Son políticas sociales que tanto en el papel como en su ejercicio experimentan la
subordinación respecto a la política económica y a la mencionada reorientación de la
vocación geopolítica y geoeconómica del gobierno. Más en concreto aún, las políticas
sociales como el Programa Nacional de Solidaridad, el PROGRESA y Oportunidades
presumen una vocación de compensación focalizada y selectiva respecto a los límites y
promesas incumplidas de la democratización representativa, y a los efectos y desequilibrios
sociales negativos derivados de la aplicación de las políticas deflacionarias. Esto es, más
que transitar de una democratización representativa a una de corte participativo, y más que
combatir a fondo las desigualdades sociales, se trata de proporcionar paliativos que las
compensen, de evitar un mayor deterioro de los grupos sociales que se encuentran en la
pobreza y de construir una nueva forma de control político sobre dichos grupos mediante
los planteamientos de lo que se denomina como empoderamiento a través del
aprovechamiento de su capital social y de la promoción de proyectos autogestivos.
A decir de Carlos M. Vilas, la política social asume una función de ambulancia que
recoge a las víctimas de la política económica, una función de apagafuegos, de bombero
que calma la intensidad de los incendios provocados por los excluidos sociales mediante
sus protestas y movilizaciones sociales (Vilas, 1996:117 y 118).
Además de esta función de asistencia y de compensación social que privilegia el
fomento de capacidades básicas, agregamos que las políticas sociales participan en el
proceso de acumulación del capital mediante la procuración de la estabilidad sociopolítica
que evite la inseguridad y que posibilite de manera adecuada la atracción y establecimiento
de la inversión extranjera; las legislaciones que propician la privatización de los fondos de
pensiones y que favorecen al sector financiero, así como a través de la promoción del
autoempleo a partir del estímulo de actividades microempresariales y de la facilitación de
financiamiento para que las micro, pequeñas y medianas empresas mejoren su
productividad y su rentabilidad.
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
239
Consideraciones finales sobre el capítulo.
El análisis e interpretación de las políticas públicas y de las concepciones que en ellas se
expresan sobre el proceso de desarrollo posibilitaron situarnos en la perspectiva del nuevo
institucionalismo económico que reconoce la relevancia de las instituciones en la economía.
Esto es, reconocimos y corroboramos que los mercados no se construyen ni se
desenvuelven en vacíos institucionales y sin la dotación exclusiva por parte del aparato de
Estado de todo un tejido de infraestructura que abarca desde las redes carreteras y de
telecomunicaciones que integran al mercado interno y a éste con la economía internacional,
hasta la relacionada con los servicios educativos para la formación de capital humano y con
el avance tecnológico para la satisfacción de las necesidades del proceso productivo.
Los mercados son entidades estructuradas y organizadas que no necesariamente
responden a cabalidad a las señales de la oferta y de la demanda ni menos aún los precios
relativos dirigen de manera absoluta la conducta y comportamiento de los agentes
económicos. Dicha estructuración y organización es propiciada por los arreglos
institucionales y por la formación de instituciones y de las estructuras de poder que al final
de cuentas –y más allá de la capacidad y relevancia que el mercado tenga en abstracto– se
convierten en los mecanismos centrales para la asignación y distribución de recursos. Es
una relación simbiótica y generadora de sinergias en que tanto el mercado como las
instituciones y las estructuras de poder que dependen de la correlación de fuerzas
sociopolíticas cooperan en la asignación de recursos; y, en última instancia, el mismo
mercado apoya la perpetuación de dichas estructuras (para mayores detalles sobre estos
planteamientos teóricos véase Ayala Espino, 1999).
Con la revisión de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en los
documentos oficiales, es posible concluir que al modificarse los contenidos y orientación de
las políticas públicas se transforman también el perfil, las funciones y las acciones del
aparato de Estado en la vida económica y en la nueva definición del bienestar social. Esto
es, no se trata sólo de un viraje en el discurso oficial, muchas veces plagado de retórica,
sino también de un cambio en la manera en que el sector público, y en general las
instituciones estatales, asumen su responsabilidad respecto a la intervención en el proceso
de desarrollo.
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
240
Aquellas funciones tradicionales que el aparato de Estado ejerció bajo la orientación
de la concepción keynesiano/estructuralista asimilada en los principios del nacionalismo
revolucionario y que consistieron en su papel de rector, promotor, planificador,
inversionista, propietario de medios de producción, regulador, banquero y benefactor en la
estructuración del mercado y en la consecución del bienestar social, se transforman
radicalmente desde inicios de la década de los ochenta, y se abre paso a multitud de
concepciones y debates teóricos que apuntalan y pretenden otorgarle viabilidad a las
estrategias de corte deflacionario/monetarista, que privilegian el cuidado y equilibrio de las
variables macroeconómicas cuyos objetivos consisten en la estabilización, redefinición y
adecuación de la regulación económica, privatización y apertura de la economía nacional.
Entre ambas concepciones históricamente observadas se presentan matices y
especificidades que son aprehendidas en categorías analíticas que rescatan y señalan el
papel interventor del aparato de Estado en el proceso económico y en la redistribución de la
riqueza. La construcción de dichas categorías –en el marco de un tipo ideal de desarrollo
histórico–, objetivo central del presente capítulo, permite acercarnos a la manera en que se
construyen los mercados y se incide en el proceso de desarrollo desde las políticas públicas,
además de precisar las concepciones que están detrás de ello, más allá de los límites
temporales impuestos por los periodos sexenales.
Estas categorías que trazan el horizonte histórico de la dinámica y transformación
que experimentan las políticas públicas y las concepciones sobre el proceso de desarrollo
arraigadas en ellas, se desdoblan en otras tantas que delimitan y precisan las funciones del
aparato de Estado en dicho proceso, funciones estas que derivan de las medidas promovidas
en el Consenso de Washington y en las siguientes generaciones de reformas estructurales
que lo complementan y apuntalan. Los dos niveles de categorías –las referidas a las
políticas públicas y sus especificidades, y las relacionadas con la transformación de las
funciones del aparato de Estado– sirven para interrelacionar analíticamente las
concepciones y las estrategias de desarrollo, manifestaciones ambas de las políticas
públicas que expresan la simbiosis entre: 1)la manera de pensar y debatir teórica y
políticamente la modelación de cierto tipo de sociedad, así como la conciliación y
concertación en el marco de la correlación de fuerzas sociales que construyen las
estructuras de poder, y en torno a las perspectivas y proyectos que proponen los actores y
Cambios y especificidades en las concepciones sobre el desarrollo expresadas en los planes y programas
generales del gobierno mexicano
241
agentes hegemónicos; y, 2)la manera en que se incide en la vida social con objetivos
explícitos, implícitos o encubiertos previamente delineados.
En síntesis, de la activa intervención del sector público en el proceso de desarrollo
se transita con intensidad a una intervención selectiva y en ocasiones nula, inspirada en una
concepción de corte deflacionario que pretende a toda costa la estabilidad macroeconómica
y la disciplina fiscal que proporcione certidumbre al empresariado privado transnacional y
que compense los efectos sociales y ambientales negativos derivados de la escasa
articulación entre las políticas económicas, sociales, sectoriales y regionales. Estos efectos
negativos expresan las contradicciones estructurales de las concepciones sobre el proceso
de desarrollo explícitas e implícitas en el diseño y aplicación de las políticas públicas con
relación a la histórica polarización y fragmentación de la sociedad mexicana.
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
242
Consideraciones finales sobre la investigación.
En la medida en que mercados no se crean de manera espontánea sino que precisan de la
intervención, regulación, proyección y legitimación por parte de las instituciones estatales,
el análisis de las políticas públicas mexicanas resultó relevante para interpretar las
concepciones y la racionalidad que inspiran y adquieren dichas intervenciones.
A lo largo de la investigación, se esbozaron los argumentos relacionados con la tesis
que plantea que es a partir de la construcción de los mercados y de la redistribución de la
riqueza que se perfila desde el aparato de Estado –y del sentido que éstas toman– de donde
se deriva la concepción –o las concepciones– sobre el proceso de desarrollo promovida(s)
por las élites gubernamentales. Al mismo tiempo, se planteó que se trata de un proceso
histórico mucho más complejo que involucra a América Latina, tal como lo muestra la
transformación histórica que observamos en las teorías del desarrollo que influyen en la
región (introducción general); y aún más, que se trata también de una transformación
histórica de las dimensiones organizacionales y estructurales del modo de producción
capitalista (capítulo I), transformación que puede intuirse a partir del despliegue epistémico
de gran envergadura que se realiza desde los organismos internacionales,
fundamentalmente articulados por la Organización de las Naciones Unidas y las
organizaciones emanadas de los Tratados de Bretton Woods (capítulo II).
A lo largo del capítulo III mostramos que en México las concepciones sobre el
proceso de desarrollo difundidas desde el discurso oficial no son homogéneas ni lineales,
sino que evidencian matices y transformaciones profundas. Detrás de su configuración se
encuentran desde las teorías predominantes en las principales universidades del mundo, la
gravitación que ejercen los regímenes y organismos internacionales en el diseño de las
políticas públicas, así como la misma estructura de las relaciones internacionales; hasta la
dinámica del sistema político nacional y los grupos de presión que pretenden influir en las
decisiones.
La formación de instituciones que se impulsó a raíz del proceso revolucionario
iniciado en 1917 maduró y sirvió para estructurar, después de la Segunda Gran Guerra y a
partir de una concepción keynesiano/estructuralista del desarrollo, un mercado interno
protegido y con altas tasas de crecimiento, que hacia la década de los setenta comenzó a
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
244
mostrar debilidades relacionadas con la baja capacidad del aparato productivo respecto del
nuevo funcionamiento de los mercados internacionales; con el colapso del sector
agropecuario; y con la creciente dependencia financiera y tecnológica. Dichas debilidades,
en el contexto de la reestructuración de la economía mundial que se inició desde los
primeros años de la década de los setenta, se agudizaron con la crisis de la deuda y
condujeron a una redefinición radical de las políticas públicas a partir de la adopción de las
medidas del Consenso de Washington. Con ello, se llegó a la demanda y a la promoción de
la reestructuración de las funciones estatales en la economía –en la producción y
distribución de la riqueza– y a un determinado perfil del mercado que se construye a partir
de las condiciones propicias que pretenden las políticas públicas de corte deflacionario para
consolidar la expansión e integración global del capitalismo y la inserción actualizada y
desventajosa de México en éste proceso.
Estos dos acercamientos generales a la intervención del aparato de Estado en la vida
económica de México y sus determinadas concepciones sobre el proceso de desarrollo,
están integrados por variados matices y especificidades históricas, enfatizados por quiebres
generados con el cambio de éstas concepciones y de las estrategias de desarrollo expresadas
en las políticas públicas. De la revisión histórica de los matices y especificidades de las
concepciones e intervenciones gubernamentales en la planeación, promoción y dirección
del proceso de desarrollo, surgió un tipo ideal de desarrollo histórico compuesto por
variadas categorías (véase diagrama 6) que son expresión de diversas circunstancias
históricas y de perfiles diferenciados de los actores gubernamentales y de los demás actores
sociales con los cuales interactúan; categorías éstas que evidencian la naturaleza y
racionalidad de las decisiones tomadas y de las estrategias adoptadas para responder a las
exigencias impuestas por la estructuración de los mercados y de la redistribución de la
riqueza.
Reconocimos a lo largo de la investigación que la construcción de las estructuras
económicas y aún los periodos de auge, estabilidad y salida de las crisis son imposibles sin
la intervención del aparato de Estado; y, al mismo tiempo registramos la constitución de
una red hegemónica global ante la cual se cede y se comparte soberanía, así como la
permanente y sistemática erosión experimentadas por las instituciones nacionales durante
las últimas décadas. Ambos procesos son parte de la esencia que caracteriza a las
Consideraciones finales sobre la investigación
245
concepciones y estrategias sobre el desarrollo que se expresan en las políticas públicas
ejercidas en el México contemporáneo.
Diagrama 6. Categorías de las concepciones sobre el proceso de desarrollo prevalecientes en México.
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82
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20
03)
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
246
Anexos
Anexo I
Las filosofías y teorías económicas y políticas que evidencian la complejización de las concepciones
sobre el desarrollo en los organismos internacionales.
Enfoques teóricos Propuestas de política pública
Perspectiva del
desarrollo
sustentable
Procurar la sustentabilidad. El desarrollo sustentable implica satisfacer las necesidades
del momento sin comprometer el sustrato biofísico que posibilita el proceso de
desarrollo, de tal forma que se transmita a las generaciones futuras un acervo de capital –
ecológico, económico, humano– igual o superior a lo poseído en el presente por las
sociedades (Brundtland Comisión, 1987).
Estudios sobre el
desarrollo con una
perspectiva de
género
*Hacer visibles a las mujeres como categoría en las investigaciones y en las políticas
públicas, y a la larga, contribuir con ello a eliminar su marginación del proceso de
desarrollo mediante el logro de su igualdad e integración; romper los estereotipos y
prejuicios de los planificadores, cuestionar sus planteamientos y fomentar una
planificación más equitativa (véase Kabeer, 1994; Villota, 1999).
*Impulsar mediante el empoderamiento un mejor reparto y mayor acceso de las mujeres
al poder, enfatizando la mejora de su posición social, su intervención en la toma de
decisiones, el ejercicio de su autonomía, el control y la elección sobre sus propias vidas
(Ibidem).
Teoría económica
deflacionario/mon
etarista
*Enfatiza marcadamente que uno de los principales problemas económicos es la
inflación –problema éste definido como un fenómeno estrictamente monetario–. Para
combatir la inflación se recomienda reducir la tasa de crecimiento de la oferta monetaria
–lo cual también implica disminuir el gasto público inflacionario de administraciones
deficitarias, y en general, ajustar los presupuestos– haciendo crecer la cantidad de dinero
a una velocidad menor, o bien, aumentar los impuestos o financiar el déficit
presupuestario con fuentes distintas a la impresión de circulante (véase Friedman, 1992a
y 1992b).
*Reducir los límites de la actuación gubernamental –en especial, a través de la
privatización y desmonte del Estado de bienestar y del aparato nacionalizado– y confiar
en la cooperación voluntaria entre individuos libres para alcanzar el bienestar. Se trata
entonces, de impulsar un sistema sin distorsiones y sin dirección centralizada y rígida
donde la coordinación y la cooperación voluntaria se generen sin coerciones y con plena
confianza en la iniciativa privada (Friedman, 1992a). Más que una desaparición del
aparato de Estado se propone un sector público reducido que proporcione un marco
propicio para el accionar saludable y vigoroso del mercado. Se trata pues de contar con
una libertad económica más amplia y con una actuación más limitada del aparato de
Estado, otorgando la confianza al mercado y a la responsabilidad individual en
detrimento de la obligación social y el apoyo del sector público.
*La promoción de la llamada ―libertad de comercio‖ mediante la eliminación de los
aranceles y de toda restricción comercial (Ibidem).
*Los planteamientos de Bela Balassa (1981 y 1989), Jagdish N. Bhagwati (1978 y 1991)
y Anne O. Krueger (1978 y 1992), giran en torno a la promoción de la estrategia para la
apertura de las economías nacionales cuya propuesta principal es la industrialización
orientada hacia las exportaciones. Estos teóricos se oponen al modelo de desarrollo hacia
dentro basado en la sustitución de las importaciones y argumentan que las exportaciones
estimularán el aumento de la productividad y, por tanto, se logrará el crecimiento
necesario para encaminarse al desarrollo. Para ellos, la nueva racionalidad tendría como
punto de referencia la inserción al mercado mundial, y como políticas económicas a
aquellas que privilegian la estabilidad macroeconómica, el impulso al sector exportador
privado y a un sector público no interventor. La estrategia para la apertura se fundamenta
en la reducción del déficit fiscal para contener la inflación, en atraer inversión extranjera,
en desregular las importaciones, en emprender la privatización de bienes y servicios
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
248
públicos, y en privilegiar a las manufacturas como centro de la estrategia.
Por su parte, Ronald I. McKinnon (1974) sugiere suprimir la intervención del sector
público en los mercados financieros y aumentar las tasas de interés para evitar la
―represión financiera‖ que provoca un manejo deficiente de los factores productivos,
debilita la actividad empresarial e inhibe el avance tecnológico; además, éste autor
destaca una relación favorable entre la apertura financiera, la estabilidad de las variables
macroeconómicas y el crecimiento de las economías.
Teorías del nuevo
institucionalismo
económico
*Reformar y fortalecer las instituciones para mejorar el desempeño económico y
garantizar las transacciones económicas.
*Crear estructuras de contratación y gobernación que tengan la finalidad y el efecto de
economizar la racionalidad limitada, al tiempo que defiendan a las transacciones
económicas de los peligros del oportunismo. De esta forma, las instituciones económicas
del capitalismo –las empresas, los mercados y la contratación correlativa– analizadas por
Oliver E. Williamson tienen la función de economizar los costos de transacción.
*Douglass C. North (1993) argumenta que la evolución de las instituciones crea un
medio apropiado para soluciones conjuntas de mayor alcance que favorecen el
crecimiento económico, y altera continuamente las elecciones de los individuos. Se trata
de una relación dialéctica donde las instituciones afectan el desempeño económico y,
simultáneamente, el desempeño diferencial de las economías a lo largo del tiempo está
influido por el modo en que evolucionan las instituciones.
Enfoque de las
capacidades o del
desarrollo social
individualizado
*Formar y estimular las capacidades humanas que contribuyan a la expansión de las
libertades, en tanto que estas son relevantes en la consecución del desarrollo (Sen 1996 y
2000).
*El crecimiento económico es un medio muy importante para expandir las libertades a
través del mecanismo de mercado al momento de realizar intercambios y transacciones;
pero ello no es suficiente, puesto que también dependen de otras determinantes como las
instituciones sociales y económicas relevantes en el proceso de desarrollo, los valores
sociales y las costumbres vigentes, y los derechos políticos y humanos. Es una
concepción que va más allá de identificar al desarrollo con el crecimiento del PIB, del
producto per capita, de los avances tecnológicos, de la industrialización o de la
modernización social (Sen, 2000).
*Procurar que las múltiples libertades interconectadas se acompañen de la creación y el
apoyo de la multitud de instituciones. *Introduce el concepto de calidad de vida (Nussbaum y Sen, 1996) al considerarlo
importante en la evaluación del nivel económico y social, así como de sus políticas
públicas y de su legislación social, partiendo de la idea de que el ingreso per capita no da
cuenta de la complejidad de dicho concepto. El ingreso y la utilidad son reemplazados
por el concepto de capacidad, es decir, lo que las personas son capaces de hacer y ser en
varios aspectos de la vida; entonces, el enfoque parte de criticar la medida que
proporciona el ingreso per capita y se propone evaluar diferentes áreas de la vida
humana para determinar el nivel de bienestar de las personas. Enfoque del
capital social y la
relevancia de la
cultura en el
proceso de
desarrollo
*Aprovechar las expresiones culturales de las comunidades y las relaciones de
confianza, reciprocidad, cooperación, solidaridad y asociatividad entre los individuos
para organizar proyectos de desarrollo autogestivos.
*S. Baas (1997) relaciona al capital social con la cohesión social, con las formas de
gobierno y con expresiones culturales y comportamientos sociales que hacen de la
sociedad un ente cohesionado que es más que la suma de los individuos; sosteniendo
además, que los arreglos institucionales horizontales son importantes para la
construcción de redes de confianza, buen gobierno y equidad social, en tanto que el
capital social fomenta la solidaridad y ayuda a superar las fallas del mercado mediante
las acciones colectivas y el uso local y comunitario de los recursos.
Perspectiva de los
bienes públicos
globales y la
cooperación
*Garantizar la provisión u oferta de un determinado bien público global, pues ello
causará derrames en otras áreas de asuntos internacionales –reducción del riesgo de
conflictos y malentendidos, reducción de los costos de transacción, fomento de la
cooperación y el universalismo–, esto es, se producirán intervinculaciones dinámicas
Anexos
249
internacional
necesaria para el
siglo XXI
(Kaul, Grunberg, Stern, et. al., 1999).
*Un bien público global se produce con mecanismos de acción colectiva y de
cooperación internacional. Ante el déficit de bienes públicos globales que se padece,
basar su financiamiento en los principios de reciprocidad y responsabilidad colectiva, así
como en la consideración de que sin los suficientes bienes públicos globales el proceso
de desarrollo sería irrealizable (Ibidem).
*Para alcanzar objetivos nacionales, los gobiernos tienen que recurrir cada vez más a la
cooperación internacional en aras lograr cierto control sobre las fuerzas transnacionales
que afectan a sus poblaciones mediante la integración global; en este sentido, los
objetivos de directrices nacionales se someten aceleradamente a las fuerzas
internacionales, por lo que, mejorar la cooperación internacional fortalecerá la capacidad
de los gobiernos para alcanzar dichas finalidades.
Enfoques
neokeynesianos y
la propuesta de un
Consenso post
Washington
*Reformar los organismos financieros internacionales para lograr la estabilidad
internacional y una adecuada gobernanza de la globalización (Harris, 1999; Smithin y
Wolf, 1999; Smith, 1999; y Stiglitz, 2002)..
*Fomentar la complementariedad entre el sector público y el mercado.
*Para América Latina, se propone una nueva generación de reformas que contenga y
enfrente las deficiencias y fracasos del Consenso de Washington, el cual no sólo no
genera crecimiento, sino que también contribuye a aumentar la desigualdad, la pobreza y
la exposición de los países al riesgo. Ante esto, se recomiendan un conjunto de políticas
económicas que procuren un mayor equilibrio entre los mercados y el sector público; que
busquen trascender el énfasis excesivo en el abatimiento de la inflación para priorizar la
creación de empleos; que fomenten la apertura de empresas nuevas más que la
privatización de las paraestatales existentes; y que centren la atención en la reducción de
la pobreza más que continuar con la creencia de que el goteo del crecimiento entrañará
efectos positivos; todo ello en el contexto más amplio que ubique a la agenda económica
en el proceso de transformación de la sociedad (Stiglitz, 2003).
Elaboración propia con base en la literatura señalada en el cuadro.
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
250
Anexo II
Indicadores económicos derivados del comportamiento de la economía nacional y de las
acciones gubernamentales enmarcadas en las políticas públicas globales: 1935-2003
Periodos
gubernamentales
Producto Interno
Bruto
Producto Interno
Bruto
por habitante
Inflación
anual promedio
Balanza de pagos
en millones de dólares
corrientes
Crecimiento
sexenal
Tasa de crecimiento
anual Crecimiento
sexenal
Tasa de
crecimiento
anual
Balanza
de cuenta
corriente
Balanza
Comercial
sin industria
maquiladora
Balanza
comercial
incluyendo industria
maquiladora
1935-1940 27.10 4.52 17.37 2.70 5.52 62.00 397.80
1941-1946 36.92 6.15 21.40 3.28 14.56 -12.00 -219.40
1947-1952 34.64 5.77 18.07 2.81 9.86 -377.40 -703.30
1953-1958 38.51 6.42 20.76 3.19 5.80 -1,354.70 -1,430.10
Crecimiento
medio durante
la construcción
de
instituciones y
de
infraestructura
básica 34.29 5.71 19.40 2.99 8.93
1959-1964 40.40 6.73 22.02 3.37 2.28 -1,915.90 -1,837.50
1965-1970 41.04 6.84 22.57 3.45 2.76 -4,195.50 -3,652.90
Crecimiento
medio durante
la expansión
del crecimiento
económico con
estabilidad de
precios 36.79 6.78 22.29 3.41 2.52
1971-1976 37.02 6.17 19.42 3.00 12.83 -14,815.30 -13,057.90 -9,879.5
1977-1982 36.57 6.10 21.38 3.28 29.64 -41,724.58 -7,881.50 -3,849.6
Crecimiento
medio durante el intervencionismo
estatal y las
políticas
públicas
expansionistas 36.79 6.13 20.4 3.14 21.23
Crecimiento
medio bajo la
concepción
keynesiano/
estructuralista
(1935-1982) 36.52 6.08 20.36 3.14 10.40
1983-1988 2.04 0.34 -11.41 -2.00 92.88 11,332.31 43,633.00 52,103.6
1989-1994 23.52 3.92 9.81 1.57 15.91 -106,030.35 -82,193.40 -55,634.2
1995-2000 20.9 3.48 3.60 0.6 22.54 -59,989.3 -69,159.9 -7,257.1
Anexos
251
2001-2003 1.9 0.63 -2.4 -0.8 4.69 -41,448.8 -79,992.3 -23,560.1
Crecimiento
medio bajo
las políticas
deflacionarias
(1983-2003) 12.09 2.09 -0.4 -0.63 34.00
Fuentes: Elaboración propia con base en lo siguiente: Para el Producto Interno Bruto, Secretaria de
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México, tomo II, 1994; Banco de México, Informe anual 2003, 2004. Para el Producto Interno Bruto por
Habitante: de 1935 a 1994 tomado de José Luis Calva (2000); de 1995 a 2000, tomado de Ifigenia Martínez
Perspectivas socioeconómicas de México en el marco de la política económica prevaleciente, ponencia
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maquiladora: de 1935 a 1994 tomado de José Luis Calva (2000); de 1995 a 2003 con base en datos de
CEPAL, Estudio Económico de América Latina y el Caribe 2003-2004, 2004 y Banco de México, Informe
anual 2003, 2004; y para balanza comercial incluyendo industria maquiladora: Banco de México, varios años.
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
252
Anexo III
Integración de México en los mercados mundiales mediante acuerdos comerciales
Fuente: Secretaría de Economía (2004)
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
254
Ejes Integradores del Plan Puebla–Panamá
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
256
CCoorrrreeddoorreess iinntteerrnnaacciioonnaalleess:: AAvvaannccee ddee llaa iinntteeggrraacciióónn NNoorrttee aa SSuurr eenn AAmméérriiccaa ((GGaassccaa,, 22000033))
Anexos
257
Ejes de Vinculación Nacional y con el Exterior Visión 2025 y Sistema Urbano Nacional 2000
Fuentes: Sedesol (2001)
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
258
Fuente: Secretaría de Economía (2004)
La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo en las políticas públicas mexicanas
260
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